7 2 Duby - Introducción

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IV. II\iTRODUCCTÓN- l--s'ru r'ii¡ii¡.;¿ ic,iÍi{; cs ci Ce ia.s ini'r:r.-idlinbres. FIoir:riqpea de ptrntos de irr- i,:rlogaciói-' ,;,, de,..>lirresiones de prrrrriencia. Todos los antores que han heci-ro e.:ti: jii:r',-r 3e ill¡;{j:.ir-{ irulchr: cle h¡'cer;.lfirlrtacio¡'irls t'ú-,f iitiirantes:5i ¿¡¡ig¡r$an urrir irii:úte'rsi: e:; par.i conlrorLtari.: ir..;ncdiatalr,3llte con otras, qtie la s¿1cLlcL.n o itlcittso la clcl;tl't.tyell; )/ cir.alrcio I,r;.esentan il¡r ci.rto segLlro se apresurar, a circttllstribir sll ¿tic¿ince hacie'r,do refere¡rcia a otras informaciones ciiscor- clantes. igualnient.e pertinenies, iguriirnerrte creíbies. Esa actibud rro es de ti- n'ri,-le2, sii'ttr cie s;rbiduría. L¡. circunspección es cr.)riipiensible: en efecto, una espcslíi oscririciaii en','uclve el pasado rtii.rl dc' Franci¿r hasta mediados del siglo xtv, 1' ;¡'-, slilr: rnriy ientatnente, al riuno cle rina crorl.ología cada vez niás fina y L¡n p()cc n:tei"los vaga, c¡ue las trtrellas de ese pasado sc rnuitiplican Y se f;r€cis¿¡n' Las rnás preciosas de es.is l'.uc'11;r:;, y tairibién ias más nlltncros¿is v las úr,icas a'rir/i1 invc:.;tigacirir. al .1v.:nzar tie,ne posibilidacl-es cle acrccentar ei nú- Illero, sot-t, oL'servÉmoslo bierr -_1'hasta ei final cie ese inmenso periodo-, objeto6. Los rcstos más o menos Cegradados de lo qr,re los irombres usaron, de sus alimentos, de sus herramientas, de sus r"efugios, de los terrenos que de- maltaron, de l¿rs fumbas donde clepositaron a sus muertos, de strs lugares de culto -v dc lcs Ílonurnentcs qut- erigieron. Testimonios ciesnudnr I q,," no rnienten. Todo lo que se ¡rueCe coilocer de la tierra ]. de quienes vivieron err eli¿r clill'curit-- milenio.; se bas¿i cn cste hpc dc Ccc'.1:nentcs. Es Sóld a ¡.3¡- tir dei broi',ce antigtro que ios pr'iureros elemerrtor; de una iconografía de la vida agrícola vietren a enriquecer las enseñanzas de la arqueología. Algunos siglos más tardc, c-n \,ísperas de ia era cristiana, aparecen lars prirneras pa- labras que puede interpretar l¿r l'ristoria de los campesinos. Las palabras de Estrabóri, de César; de los ,ltrs Pli¡rios, las de las inscripciones, votivas o fis- cales. [JesCe entr:nces, c,¡n ]os objetos y las irnágenes se puecie confrontar lo r:sr:rito. E¡r rt'¿li,-i:'i,i, ei :1",¡.teriai e:ciii<; si¡,,r.re sir:niiu i-)ot"iIrulito trempo litL¡\/ esca- 4'. sc y nlil'/ i¡oc¡-r ior:ttitz. [..a escritru'a inclrr:¡l par¿ce ¿:l;lar;r prmto de cir:s,r- llai?C{li"pt,l'i-r-i"¡'-'lrliti t:t i:l si,o;l': j,ll. I}i}ir-) i-rr-).!C ¡inies fir:j ;riiO 8l}íj el esil-rer;rc cie rcnovación p,tlítica v culttuai enr¡i."endit-io por lo:; caroiirrgios vtreivc ;r difundir iL¡ t¡so: es un golpe de luz cir-re rae sobre Ia histcri.r cle los cAlnpos, sr--'bre tr:do el noite ciel Loira, bnrsco y c'e trna asr':¡rbrosa precisióii; sin * "Avarrt-¡;rr.rpc-s", crr Histcirc rit: h Frn¡¡ct Rurnle, scuil, i'aris, 19z5-1976, vol. r, pp. 15-32. INTRODUCCIÓII il:' embargo, muv fugaz: desde r¡rediados del siglo ix, la noche lu, vuelto a cc'1,-rrr atra'u'esada PCr raros resplandores, reinará l-rasia ¿rh'edeclor del añt, -i000. i-,a rareíacción de los textos en ese momento es tanto más iamentable cuanio que va acompañada por la cie los hallazgos arqueológicus. Por diversas ra- zones. Porque el material de ciertos instrumer,tos, de ciertos aclornos, se lia hecho más perecedero, detricir-r precisairienie a 1a i,riisarizació¡: cle esos obje- tos. Porque los sitios de resitiencia irumana han Cerjacio cle sci tan móvilcs, se han fijacio Para no volver a rlesplazarse llasta rluesir.os días, ic qlie irace más difícii las excavaciones. Porqiie la propia pl:se;rcia cle al¡lunr-,:;'r,:scriios ha hecho que hasta hace muy poco no irubier¿l tallt..s e):i--i1\,actcncs par.i iíl Edad Media como para la Antigüedad o la prei-Listoria. Fei'o iamb',ir.r, y qr*rizá sobre todo, porque los progresos Ce la evangeiización, ei retrr;ceso o el ca- muflaje de las antiguas creencias en la supervivencia corporai cle ii.,s ciifun- tos hicieron qtle desde el siglo vu las necrópolis se vaciaran pcco a poco cie su mobiliario fúnebre. Por lo menos para los sigk;s xr, xu y xrrr hay err abrmdai-,ci;. caila vtz', .mayor, textos;'és decir, nombres de hombres, de lugares, de heiramientas; cs decir, diversos calificativos, diversas metáforas clue expres¿rn trna r,i:;ión -]e la sociedad y que intentan, en función de ella, siir-rar ¿r k;s i¡rciivrc-i.Lrt-¡s elr l¡s grtlPos en los que se integran v en una escala de prestigio, cle pocler, r-le f<-,¡- ttura. Es decir, tarnbién, ia descripción de algunos trabajos, altrsiones ¿r irr circulación cle hombres v bienes. Otro-. tantos testimoni,¡s qlie, por añac1i,Jtr- ra, en stt mayoría se dejan fcchar rnejor que los objetos o las imágei-les. Y casi al mismo tiernpo que las palabras, ios núrneros. Desde la época carolingia, los redactores de algunas actas concernientes a ias mayores errnpreÍ;;rs agríco- las se habían preocupaclo por inventariar, apreciar, contar, lo que p".*it" in, primeras pvalttaciones no demasiado arbitrarias, el cálculo cle clensid¿rdes cle población, por ejempic, o la coinpa¡ación rlel volumen sernbradr¡ con el clel Srano cosechado en tal camPo en tai año; primeras claridades, en consecuerl- cia, sobre Ia economía agraria. Y finalmentr,, cL,l úrltirno cle los sigic's cle que se ocuPa este lit,ro han ilegaclo hasta nosotros algunos in.,,entarios, a!¿;unos fragmentos de auténtica contabilidad. Colocar cad;r un,: cle csos vcsLigic:; en sri *"itio en las dos dimer,:¡ic¡nes it,l esp;rcio v ei iier:ipo e:: l¿i pi-:imerar iarca d': lo:; lLirii:ri;iJo¡::.;,.1.fri cj ..ru¡'sa {.ic esa oPeracirin es bir.eno alrolir iodas I;rs i¡o;rit,i'as:irbitrirrias .:r'i¡:rcl.r:; ;-,cr ii: peciagogía, itÍitri-. i;r itistr:lia '.' jí, rrrr-,ltistr:i"j¿, i:i;r.ejs;:',pio, c i-:iei.i e¡rir* iic,*n ), la Barbarit'. [.a obr¿i ri,: I-,'éii'a¿;e que estucil:, ii,-lc i,i í].I:ieio ile ficr¡¡o:'l;r hast¡ el año 1000, la cle ilohert Fossie:'Qtre sig'i,; cl rlesijnc ir: !;r tleu'a -v lr>s hon-rbres de i)icarciía cn i-in nlarco crono!ógir.¡r Quc c:; el inisino tlc e:tt: voiir- men.. demuesiran clararnente qtte ei cspacio vastc.-,,, ei tientpo lai'¡;o consti- I t';veii ia niedida cr¡rrccta ¡:ara las indagaciones rnás fer,.r¡rdas, En trrdr: casrr,

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IV. II\iTRODUCCTÓN-

l--s'ru r'ii¡ii¡.;¿ ic,iÍi{; cs ci Ce ia.s ini'r:r.-idlinbres. FIoir:riqpea de ptrntos de irr-i,:rlogaciói-' ,;,, de,..>lirresiones de prrrrriencia. Todos los antores que han heci-roe.:ti: jii:r',-r 3e ill¡;{j:.ir-{ irulchr: cle h¡'cer;.lfirlrtacio¡'irls t'ú-,f iitiirantes:5i ¿¡¡ig¡r$anurrir irii:úte'rsi: e:; par.i conlrorLtari.: ir..;ncdiatalr,3llte con otras, qtie la s¿1cLlcL.n

o itlcittso la clcl;tl't.tyell; )/ cir.alrcio I,r;.esentan il¡r ci.rto segLlro se apresurar, acircttllstribir sll ¿tic¿ince hacie'r,do refere¡rcia a otras informaciones ciiscor-clantes. igualnient.e pertinenies, iguriirnerrte creíbies. Esa actibud rro es de ti-n'ri,-le2, sii'ttr cie s;rbiduría. L¡. circunspección es cr.)riipiensible: en efecto, unaespcslíi oscririciaii en','uclve el pasado rtii.rl dc' Franci¿r hasta mediados delsiglo xtv, 1' ;¡'-, slilr: rnriy ientatnente, al riuno cle rina crorl.ología cada vez niásfina y L¡n p()cc n:tei"los vaga, c¡ue las trtrellas de ese pasado sc rnuitiplican Y se

f;r€cis¿¡n'Las rnás preciosas de es.is l'.uc'11;r:;, y tairibién ias más nlltncros¿is v las

úr,icas a'rir/i1 invc:.;tigacirir. al .1v.:nzar tie,ne posibilidacl-es cle acrccentar ei nú-Illero, sot-t, oL'servÉmoslo bierr -_1'hasta ei final cie ese inmenso periodo-,objeto6. Los rcstos más o menos Cegradados de lo qr,re los irombres usaron, desus alimentos, de sus herramientas, de sus r"efugios, de los terrenos que de-maltaron, de l¿rs fumbas donde clepositaron a sus muertos, de strs lugaresde culto -v dc lcs Ílonurnentcs qut- erigieron. Testimonios ciesnudnr I q,,"no rnienten. Todo lo que se ¡rueCe coilocer de la tierra ]. de quienes vivieronerr eli¿r clill'curit-- milenio.; se bas¿i cn cste hpc dc Ccc'.1:nentcs. Es Sóld a ¡.3¡-tir dei broi',ce antigtro que ios pr'iureros elemerrtor; de una iconografía de lavida agrícola vietren a enriquecer las enseñanzas de la arqueología. Algunossiglos más tardc, c-n \,ísperas de ia era cristiana, aparecen lars prirneras pa-labras que puede interpretar l¿r l'ristoria de los campesinos. Las palabras deEstrabóri, de César; de los ,ltrs Pli¡rios, las de las inscripciones, votivas o fis-cales. [JesCe entr:nces, c,¡n ]os objetos y las irnágenes se puecie confrontar lor:sr:rito.

E¡r rt'¿li,-i:'i,i, ei :1",¡.teriai e:ciii<; si¡,,r.re sir:niiu i-)ot"iIrulito trempo litL¡\/ esca-4'.sc y nlil'/ i¡oc¡-r ior:ttitz. [..a escritru'a inclrr:¡l par¿ce ¿:l;lar;r prmto de cir:s,r-

llai?C{li"pt,l'i-r-i"¡'-'lrliti t:t i:l si,o;l': j,ll. I}i}ir-) i-rr-).!C ¡inies fir:j ;riiO 8l}íj el esil-rer;rccie rcnovación p,tlítica v culttuai enr¡i."endit-io por lo:; caroiirrgios vtreivc ;r

difundir iL¡ t¡so: es un golpe de luz cir-re rae sobre Ia histcri.r cle los cAlnpos,sr--'bre tr:do el noite ciel Loira, bnrsco y c'e trna asr':¡rbrosa precisióii; sin

* "Avarrt-¡;rr.rpc-s", crr Histcirc rit: h Frn¡¡ct Rurnle, scuil, i'aris, 19z5-1976, vol. r, pp. 15-32.

INTRODUCCIÓII il:'

embargo, muv fugaz: desde r¡rediados del siglo ix, la noche lu, vuelto a cc'1,-rrr

atra'u'esada PCr raros resplandores, reinará l-rasia ¿rh'edeclor del añt, -i000. i-,arareíacción de los textos en ese momento es tanto más iamentable cuanioque va acompañada por la cie los hallazgos arqueológicus. Por diversas ra-zones. Porque el material de ciertos instrumer,tos, de ciertos aclornos, se liahecho más perecedero, detricir-r precisairienie a 1a i,riisarizació¡: cle esos obje-tos. Porque los sitios de resitiencia irumana han Cerjacio cle sci tan móvilcs,se han fijacio Para no volver a rlesplazarse llasta rluesir.os días, ic qlie iracemás difícii las excavaciones. Porqiie la propia pl:se;rcia cle al¡lunr-,:;'r,:scriiosha hecho que hasta hace muy poco no irubier¿l tallt..s e):i--i1\,actcncs par.i iílEdad Media como para la Antigüedad o la prei-Listoria. Fei'o iamb',ir.r, y qr*rizásobre todo, porque los progresos Ce la evangeiización, ei retrr;ceso o el ca-muflaje de las antiguas creencias en la supervivencia corporai cle ii.,s ciifun-tos hicieron qtle desde el siglo vu las necrópolis se vaciaran pcco a poco ciesu mobiliario fúnebre.

Por lo menos para los sigk;s xr, xu y xrrr hay err abrmdai-,ci;. caila vtz',.mayor, textos;'és decir, nombres de hombres, de lugares, de heiramientas; csdecir, diversos calificativos, diversas metáforas clue expres¿rn trna r,i:;ión -]ela sociedad y que intentan, en función de ella, siir-rar ¿r k;s i¡rciivrc-i.Lrt-¡s elr l¡sgrtlPos en los que se integran v en una escala de prestigio, cle pocler, r-le f<-,¡-ttura. Es decir, tarnbién, ia descripción de algunos trabajos, altrsiones ¿r irrcirculación cle hombres v bienes. Otro-. tantos testimoni,¡s qlie, por añac1i,Jtr-ra, en stt mayoría se dejan fcchar rnejor que los objetos o las imágei-les. Y casial mismo tiernpo que las palabras, ios núrneros. Desde la época carolingia,los redactores de algunas actas concernientes a ias mayores errnpreÍ;;rs agríco-las se habían preocupaclo por inventariar, apreciar, contar, lo que p".*it" in,primeras pvalttaciones no demasiado arbitrarias, el cálculo cle clensid¿rdescle población, por ejempic, o la coinpa¡ación rlel volumen sernbradr¡ con el clel

Srano cosechado en tal camPo en tai año; primeras claridades, en consecuerl-cia, sobre Ia economía agraria. Y finalmentr,, cL,l úrltirno cle los sigic's cle quese ocuPa este lit,ro han ilegaclo hasta nosotros algunos in.,,entarios, a!¿;unosfragmentos de auténtica contabilidad.

Colocar cad;r un,: cle csos vcsLigic:; en sri *"itio en las dos dimer,:¡ic¡nes it,lesp;rcio v ei iier:ipo e:: l¿i pi-:imerar iarca d': lo:; lLirii:ri;iJo¡::.;,.1.fri cj ..ru¡'sa {.icesa oPeracirin es bir.eno alrolir iodas I;rs i¡o;rit,i'as:irbitrirrias .:r'i¡:rcl.r:; ;-,cr ii:peciagogía, itÍitri-. i;r itistr:lia '.' jí, rrrr-,ltistr:i"j¿, i:i;r.ejs;:',pio, c i-:iei.i e¡rir* iic,*n), la Barbarit'. [.a obr¿i ri,: I-,'éii'a¿;e que estucil:, ii,-lc i,i í].I:ieio ile ficr¡¡o:'l;rhast¡ el año 1000, la cle ilohert Fossie:'Qtre sig'i,; cl rlesijnc ir: !;r tleu'a -v lr>s

hon-rbres de i)icarciía cn i-in nlarco crono!ógir.¡r Quc c:; el inisino tlc e:tt: voiir-men.. demuesiran clararnente qtte ei cspacio vastc.-,,, ei tientpo lai'¡;o consti- I

t';veii ia niedida cr¡rrccta ¡:ara las indagaciones rnás fer,.r¡rdas, En trrdr: casrr,

INTRODUCCIÓi\i

l-r r"l',rrjor rn¿lncra de poner de manifiesio ias continuidades y las mpturas, los:,:ti-txcsos, las transferencias, todos ios ritmos, lentos o precipitados, que::i¡rcaron la evoltición de la vida rurap'?ero ordenar así las fuentes es tam- ¡

irrt..;i comprobar su cruel insuficiencia.Al¡;unas cle ellas se encuentran reunidas en conjuntos cornpactoi, y lrc,,

t\() L)royect¿rn tina claridad muy viva sobre un campo qlle no es demasiado,-.sircci'ro. Iror ejenrplo, rcfugic: neolítico de Cháteauneuf-lés-Martigtres, ei

'i.:ta:;tro de Orange, el inventario que lrr,inón, ahad de Saint-Germain-des-i'rris, manció iracer de los dommios de su rnonasterio entre 806 y 829,laencuesta efecfuada en Provenza a mediados del siglo xrrr por orden del con-,je Carlos i, el "estado de las parroquia5.¿ de los incendios" reda.ctaCo en 1328

r.or los servicios tinancieros del rey Ce Fra¡rcia ofrecen una gran cantidad dern'jicios'ctrya expiotación está lejos de haber llegado a su termino. Sin em-'L'algo;

esas fuentes --las mejores: las cito por su precisión, por su generosidadt'xcepcional- presentan tres Cefectos muy gravey En primer lugar, tociasest¿itr incon,pletas. Algunas de sus lagunas cieben de ser de origen: los encar-gadolCel censo de i328 parecen haberse limitado a algunas provincias, igualque ios monjes encargados de inventariar, a mediados del siglo xrr, los cen-tros de explotación señorial dependientes. de la abadía cle Cluny se limita«,nsin ciucia a la mii.ad de ios campos. Otras fallas son resultad.¡ del desgastedel üempo: ias mesas de mármol de Orange se rompiercn ), sólo una partede sus pedazos ha sido hallada y restaurada; de los gruesos registros donciese inscribe la contabilid:rd señorial de la abadía de Saint-Denis se ha perdi-do la parte correspcndiente a los años fiA3-1320, es decir, a una fase decisi'u,ade la evolucrón dc ia coyuntura. Por otra parte, esas fuentes están muy ais-ladas. Y por úitirno, iray algunas que no es posible fechar con precisión.

Todos los doct¡mentos de ias epocái rurales mtry antiguas sufren más omenos de los mismos defectos. La impreclsión cronológica es el más cornún,y vuelve inutilizalrle un gran número de indicios. Los que ofrece la toponi-*iu y que tienen la muy rara ventaja de cubrir unifonnemente todo ei espa-cio agrario: la in-rposibilidad de fechar la aparición de la mayoría de losnombres de lugares les quita casi todo valor. Y si bien los sorprendentesProgresos de las técnicas arqueoiógicas han pennitido rec-:ntemente, con elt"¡so rie nuevos prclcedimientr¡s de deiección -<omo el recurso dei Carbono14- o mediante el estal''lecirnicntrl de ul,a estratigrafía más mirrtrciosa,reducir en fr¡rmá significativa l¡is distancias entre datos cie cronologra, éstass¡guen sierrdo rnuy granCes. y cie rina cxtensióli c;r,la ¡,¡ez n:ás ¡r-,olesta a me-clida que.,or ,l."ttu*os a tiempos no tan lejanos. En cuanto a las represen-taciones figuracias, .:ti)¿a clatacir-in suele ser deiicada, no hav rnanera cie ciecidirsi reflejan una realidad conternporánea ó si el grabador. pintpr o escultor es-iaba reprcduciendo un conjunto der srr¡.bolos que a sus cjos eran muy expre-srvos pero que, lransmitidos de generación en generacrón junto con otras

INTITODUCCION

IIII{

recetas de taller, cle hecho asegllraron la supervivencia de imáge¡es ya añe-jas' La mayoría de las infonnacioiles .qe presentan así, flotando"en la vague-dad de una cronología conjeturai

Las otras, las que dentro de la duración se ¿rmarran a puntos sólicios, está.siempre llenas cie lagunas, dispersas, rliscontinLras. Con respecto a todos losperiodos de los qLIe llos ocupamos agr¡í el historiaConrt,nca tiene la segu-ridad de interpretar, en un campo deierminacio, por restringicio (llre sea, elinventario exhanstivo de tales o cualcs claios. ¿fouién pt,.á" afirmar, porejemplo, qtte entre los terrenos descritos con tantó cuidaáo en el pohptico cleIrminón no había algunas Darcelas, no vivían alg*nos campe:;inos que esca-Paron al celo del abad de Saint-Gernrain y que ü .orlr".uencia .,o ápnru."r.,e^ el documento? ¿Y qué investigado. p.,.á. estar seguro cle rralrer investi-gado Lrn celnenterio entero, de hal;er '.ibicacio todas sus tumbas, de haberrecogicio íutegramente todo lo depositado en sus sepulturas? Del mismomodo' hasta rnediados del siglo xrv el historiaclor nunca está en condicio-nes de seguir en un mismo lugar, por una cluración cle alguna .:xieiisión, elmovimiento de un mismo Proceso. No es posible trazar ningtina crlrva qlle,carente cle puntos de anclaje lo bastante ,-ri,,r.erosos, no sea imaginaria en l¿rnlayor parte de sti ..r.--Asi apenas clos ciocurnentos, uno de fiies ciei siglovIII y el otro der nreciiados clel xrr, referentes a clr-¡s regioneg distantes entre símás de 600 kilómetros, sostienen todas ias hipotesis sobre la evoi¡tciór.. clelos rendimientos agrícolas en Francia antes de mecliar el siglo xrr. porsupuesto, en esas condiciones es posible cliscernir, en plazos *i",y, muy lar:_gos, la orientación de los movimiLntos cle conjunto. Estos movirnientc¡s sonde- un Progreso general, demográfico, tecnoiógi.o, de sucesivas victoriassobre la nahlraleza rebelcie, de un crecimiento dá la producción, ce Lrna am-pliirción del horizonte mental, y ia mayoría ce los ciatos se orclelan sobre tinvector ascendente. Pero la desolaciora discontinuiclad del material docu-mental nos impide saber mucho más, ptres contraría tocla observación satis-factoria a ctiatro niveles necesarios cie la indagación.

i) En efecto, es evidente que ese clesarroiló se dio por saitos sucesivos.Pero ninguna de esas mutaciones aparece con claridaá suficiente para qr,epodamos reconocer, o siquiera adivinar, la ftrcrza cle su impulso, Ia orienta-ción de su trayectoria, la cxtensión de su propagación. Cada una cle eilas, en-vuelta en.una penumbra- do.r-le tocras rns roc,-,ii¿as se esf,mnñ ]r ss anuran,donde sólo es posible rjisce¡nir ics ritmos rrruy isn¡rs, termina ¡,á. l-,,oao.conlo arnortigttada; o, e¡r to,io crtsrj, por resi-riiár rirrciosa a los historiariores,q.u", :o-*o no pueden ilbicar ia innrrvacií¡r,:n llila zoila rnás o merios Fre-cisa del espacio ¡ Cel tiemprc,, ni dittra¡ los umbrales que frenaron y luegobkrquearon su difusión, preparancro así ei t.itspiiegu. áu ,r-, nuer./o piro, nose atreven a creer u'n la bi'ttsciueciaci. de cie¡tclc ;rir:vlimirrit¡-rs rle creciniient*.Así cada uuo de los autores cie esie libro iitg.r en aigtin nlomerito rle su

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*1

E3 INTRODUCCIÓTJII\iIRODUCCIóN

exPosición --€n cierto tnornento de la historia- a cuestionar el concepto de"revolttción agrícola". Es utla reacción legítima: se había abusaclo del iérnri-no. Y sin embargo, cuando por casualidad un haz cie indicios hace caer rulpedazo de las tinieblas, ia vivacidad de ciertos progresos se reveia asombro-sa. La forja de aldea, p<lr ejernplo, ¿no se difundió en sólo pccos años por laPicardía dei siglo xu? Corno el perfil cronológico es snnlaménte vago,a vecesse siente la teniacitin de achatarlo del todo y de inmovilizar dentro de uncuadro un haz cie irnpuisos imposible de medir o de distinguir unos cieofrcs. Exceso'de ¡>rr-rdencia. tal rrez. ¿Es legítirno tratar globalmente ia vicladel carnpo dttrante los siglos xi, )irr y xnr! sin indicar al menos algunos hitosen el curso de un Progreso del que se siente a las claras que fue áuy vivo yque se dio en etapas lnuy niai'cadas? Pero también me pregunto si el estadóde la documentación atttoriza a proponer una periodizáción más fina <lc esep.9.:Tu que vaiga para tcdos ir¡s t:enómenos y para iodo ei espacio francés.

ií) Porque en ese corjunto tan vasto y tan variádo, de una právincia a otra,a menudo de un cantón a otro y a veces inclusc¡ entre las diferentes seccionesde un mismc paraje, en toclas las fases de la evolución han coexistido dispa-ridades considerables, A nivel del equipamiento de las explotaciones, clé lavitalidad dernográfica o de ia ciasificacií¡n sociai,los contrástes aparecen tanviolentos en la época del neolítico como en la de Felipe el Hertitoso. por lotanto, vemos claratnente que a io largo de esos milenios han coexistido fran-j1 a9 vanguardia y polos repliisivos, üerras de libertacl y zonas de servi-dumbre, desiertos y sobrepoblación. pero en-ningún mc¡mento, ni siquieraen el siglo xtv, cuando el resurgimiento de estruciuras estatales basadas en

! !yfi{ ad y, por ende, del uso de de¡rominaciones precisas, pone a dispo-sjcitin del investigador encuestas cuidaciosas, realizadás €tr todo el espaciocle una provitrcia, en ningún momento es posible esbc.¡zai' Lina geog.qiío d"esos desequilibrios. Y airn rnás vana resulta cualquier esperanza'áe áisce.ru.las corrientes qtre sin cesar vinieron a atenuar o acentuar esas oposicionespor ei iuego de las migraciones,las conquistas,las presiones de toda rndole,económicas, políticas o de una lenta aculturación.

- iii) La irnagen ciL' un crecimienio global es iguaimente falaz, si viene adesviar Ia atención <le i:,s lases de estancarniento y cie las fases regresivasclue alternan con los irnpulsos de progreso. Los próhistoriadores han ha¡a-do prue:bas de esas pausas, ,le esos retrocesos, a veces nluy rnarcaeios y msyprolongados. Pero tiene'n difictrltacles para ubicarlos, tanto en la geógrafíácom'o eil la óronoiogía, ¿1 pesar <ie que las dos son e:<trem-a.larnen-te ,:ogo..Y apenas se dc';;l fechar mejor el único pericclo de baja a;-,terit-¡r al sigio xrvqtte podern<ts observai'un p-'ixo más de cerca, el de la mriy alta Edad Meclia.iQué sabio, en efecto, se sii:nte poseedor de argurnerrtos lo bast.'¡nte fuertespara clecidir sin vacilación si los movimientos cle la recuperaciór'r dern<lgrá-fica en Galia se inicia¡on en el siglo vrr, antes o sólo en e! curso clel x? Los

úrücos datos numéricos precisos, los clue oirecen los inventarios del siglo l>;,son' repitántoslo, esporádicos, cliscontinuos. Nirrguna .{e ias interpretacionespropuestas hasta ahora para determinar a partii cie ellas las tendencias clelos movinlientos cie población puede scr conside¡acla satisfactoria.

i¿') Ahora bien, este ejemplo se refiere aper)as a Lrna cle las múltiples co-rrientes qtte, cotrjugadas, confturdidas, a,rinraron ia l'ristoria cie tor.ffi"sinosy cie los calnPos' Inclttso cabe preguntarse si es conr-eniente emplear la pa-l¿rtrra "historia" p'ara hablar cle unos y otros, cuanclo antes cle la peste negr.ade 11148 es impo]-ble. seguir c.njuntamente, en su:; ¡narchas respectivas, laevolució'n de las técnicas, la de las relaciones cle p;'ociucción, la .le los pocie-t:: d: r-nando y de iusticia, la de la.s 'ctih-rcles rnentales, así corno la e,olu-ción del poblamiento o de las relaciones cie parortescc;; cuancio no poclemosconocer lrada o casi trada de las correlaciones jamás resueitas entre esos cii-versos inc.,,irnientos, cada uno de los c,_rales cóntiinió su progreso a su pro_pio ritmo, Pero en total depenclencia de toclos los rlcmás. Sabemos bien -ylas páginas que siguen dan una de¡lostración evidente de euo_.ran iurrles la afirmación,deoswaid Spe,-,gier cie qtre el mundo rr'rstico es un munciosin historia' Y desde hace po.o tlu*po iabemos tarlblén que esa ¡istoria

-igual que Ia de los "sarvajes"* es mucrro mcnos ,,Íría,, ,mucho más rica vmovida * lo q,e podrían hacer pensar tantas refe¡e*cias a ra prri;;;;áaicieana. sin ernbargo, desde que nos arcjamos cici ticnrpo p."r.^ie ros ere-mentos que escapan a la observaciórl son rlemasiac-los para que sea posiblc,construir un discurso a la vez coherente y sincero cle Ia historia rural cleFrancia' ¿Qué esbozo de explicación propon", po.o esas sllcesiones cie pul-saciones de gran ampritud, Ias únicai q..," pod",nos percibir que agitan eienorme espesor de tiempo de qtre tr.rta este p.irner roñunen? sáto qJ"'urrtr"ios cambios parciales que animan esoÍj iargoi balanceos .1e conjur-,to'¡,ry ao.que sin duda pueden ser consideraclos *ñ,i"t"rminantes que los ol¡os. por

un lado, Ias oscilaciones der clima;por el otro, Ias q.," co.á.,.rc€n d€ ra gue_rra a ia paz, del orden al desorcler"t. i po.".ería que J, ..,on.lo se establece laconcordancia ent¡e esos dos movirnrentos, cuanclo el mejorornie.rto Ju lnscondiciones meteorológicas cr;i¡rcirle ccn cl rechazo ce las pulrio.,", ,gr."rl-vas a Ia periferia lejana de las sociedacles canrpesinasr con la aplicación-a lastareas agrícolas de iécnicas cttvo períeccionainiento f,-re favorecicio inicial-lnertt* I'irr la gt¡srra, riur-t ios imp.risos '"iei progresu se p.rop¿rg¿¡l rnár; rápi-c10." conro ocu.rrirj, en prartir:urar en la Franci¡, cijos sigics *, yi,,, ..,r,r.rJo ,uestableció Llrta esPecie t'lt;xi;r al nlismo tir:rnpo que ia-"ie,-,dái.jaci,,, ccra.cloei irien'u y ei caballu'dr,'1;ii:i.,il ile servir' ,-ini,-iiinerrtr. a l6s j.roinbr.es .ie gue.rr,para sen¡ir también a los labradores.

Como ss ver ialta n]ucilü li(rr ir.rcer" Anic iocio, continuar la recolecció. ciedr]curnrntos' Lcs (iutJ i;e ocl.tl:er¡ .Je bLrsc¿iriosl ,-'ieberr lrace¡ tocio lo i-rosi6e por

() ) INTRCDUCCIÓN

rJesctrbrir otros nuevos, desempolvarios todos y, confrontando escs restosriisp''g¡r,», hacer aparecer líneas de conjunto y precisar poco a poco el iraza-clo. \fu;, alt,ntaclores son los progresos realizados en ese sentido, desde hace

r_rr1os 10 aiios, por la arqueología de los campos franceses. A decir verc1at1,

tarlíamos un retraso considerable e¡r relación con Aiemania, Inglaterra, Es-

c¡rrclinavia y los países del esie de Europa. Estarnos recupcráriclolo. Y si ia¡lrarCha todavía parece lenta eu algunos campos, si por ejemplo el esttrdio cle

los resicir-ros floraies en este país aperras se inicia; si hasia ahor¿, ia c'rrrit-tsi-

rlatl se ha ciirigido rnás hacia los restos de las viviendas rurales que hacia losr-ie los antiguos parajes o las herramientas; si seguimos esperando un estu-ciio metódico de los cementerios de la media Edad lvfedia; si el saqur:o de lossitios arqueológicos sigue progresalldo mucho más rápido que su explora-c;ón, es preciso celebrar desde las primeras páginas de este libro las recientescDnquistas que han terrido en la fotografía aérea y ia excavación sus instru-dentos más eficaces. Mejor equipados que sus predecesores para fechar susfiallazgos, los arqueólogos ciel cuaternario, Ios de las ciudades romanas ylirs castiilos feudaies, el1 Lrnai cu¡.ntas temporadas han vuelto patas arriba losccnocimient;s adquiridos. A tal punto, que el problema actnal, para los tiem-pos históricos, es el de conciliar las infr:rmaciones proporcionadas por laa;queoiogía con las que hasta ahí se extraían de los documentos escritos. Porejemplo, ia discordancia flagrante entre la densidad de los hábitat fortifica-dcs de la época feudal que revelan Ia prospeccióir aérea y las excavaciorres,

I por otra parte la exhema escasez de menciones de castillos en los texios,pLantea una serie de preguntas que obligan a ios historiadores del señorío yla aristocracia rurales a una revisión total de sus hipótesis iniciales.

En cambio, en los fondos de los archivos franceses hair mucl-ro menosesperanza .le hacer icdavía, ccrno en los de España o Italia, descubrimientosdecisivos. Ciertamente no es demasiado grave. Si encontramos er1 un cartu-lario los térrninos nrotrum o corruca no nos enteramos de nada; en cambio, sierrcontráramos un vestigio del instrumento para arar que arrastraban loscaballos de los siervos de san Luis sabríamos todo. Y clesde qlre se iniciaronlas excavaciones en el emplazamiento de ciudacies abandonadas erlRougiers, en Dracy, lo que dicen las actas de ventas o los inr.entarios mor-lorios sobre la casa dei campesino me,jieval parece insignificanie. Sinsflbargo, es necesario seguir hurgando también en los pergaminos v ios pa-peles: la cosecha será fruchrosa. Guv F'ourqtrin nos lo asegllra: es posibieeflcontrar, mttcho más abtrndantes cie io que se piensa, cuentas señorialesestablecidas en los siglos xrn y xrv; en ia rnisma épr)ca los noiarios se enri-qÉecieron en todos los pueblos clel lv{eciiodía: subsisten decenas de miles deactas redactadas por ellos que jarnás han sido releídas, y apenas ahora esta-mos empezando a detener los ojos en los riquísimos arclüvos judiciales,llfnos de información sobre el comportamiento de los habitantes del campo.

INI'IiODUCCIÓN 91

Por írltimo y principalrrrente -y es por este camino que la investi¡;:-lciór

basada en el testimonio escrito progresará a Ia rnisma velocidad que lainvestig;rción arqueológica-, de toc{os los textos conociclos por los historia-dores d' sde hace mucho tiernpo se p1¡gcls sacar mucho másque lo que handado hasta ahora. Tratánclolos de otra manera.

¿Qué sabríamcls de la ganadería neolífica si las osamentas cle anim¿.lesdescubiertas cerca de las casas no hul-rieran sido objeto cie clasificaciones, deconteos sistemáticos y cie cálctrlos? [ os progresos cie la tipología de ias cerá-micas -es decir, el eiemet'rto dc datación más precioso entre los materialesexcavados- proceden de un recurso sirnilar a la cuantificación. Por lo tanto,nos Preguntamos si clel mismo modo no es posible seleccionar, clasificar,coniar los escritos de un mismo tipo, las fórmuias qtre contienen y los ele-mentos principales de su vocabulario. La experiencia está iniciándose. Toda-vía no prueba nada. Podemos tener esperanza de captar en srl evollciónbuen número de_instifuciones que se .onocen mal a hávés de sus expresio-nes verbales, midiendo la frecuencia de ciertos términos y las variaciones deesa frecuencia; y estudiando atcntamerrte las corurotaciones de esos voca-blos y el campo semár'rtico podríamos comprerlder rnejor la inserción cie esasinstituciones en un sistema de cultura. No obstante, para dar toclo su frutola operación debe ser realizada sobre conjuntos vastoi y coherentes, y ahí esdonde se hacen necesarias ias mácluinas de selcccionar y cle contar. Óuan.1otodos los textos referentes a la Francia de los siglos xr a xrn hayart pasado porla computadora

-desde luego, a condición de no meter Ce cualquier mane-

ra documentos de distintos tipos, es decir, de que los escritos hagiográficos nose tnezclen, digamos con las noticias de un cartulario'-,

".,u.ráo,lerminadaesa manipulación, se ubiquen ciaramente las apariciones de ias palabras,com-o libe.r o seruus, que se utilizaban enionces para situar a tal o cual cam-pesino respécto a las reCes de depenciencia perional, o del término nloditrm,que designaba la tierra familiar sin ningírn vírrculo de sujeción -a condiciónde tener en cuenta con exactihrd esa viscosidad del vocabulario, variatrle se-gún ias categorías de textos, que hace que los signos lingtiísticos nunca expre-sen ias rnodificaciones de los fenómenos significados sin cierto retraso-,¿no veremos disiparse un poco ia oscuridad que hasta hoy envueive lahisioria del señorío rural y Ce las libertades campesinas?

Sin duda. Pero cuidénronos de las esperanzas demasiado intensas, asícorno de las fascinaciones de la aritrnética y de las ilusiones de rigor que ali-menta el uso de la cuantificación. Es evidente la necesidad de dLsmánuzarIos textos, extraerles los vocablos más erpresivos para cstucliari<¡s aisl¡¡da-mente. Pcro no es rnencs evidente qlre no basta, además de qtre es peligrososi ttno no se ctliCa. La palabra y Ia corrstelación de palabras no son tan fácilescle tratar colno los esqueletos de corderc'rs o los fr;,gmentos de cerámica: slrsignificación es cambiante , y para captarla es necesario que las palabras sean

il: ¡

!'

TNTIRODUCCIói\*INTR.ODUCCIÓN

sustituidas en la corriente cle tin úrrúco discurso. En consecuencia, esas ope-raciones lnecáirlcas sólo tienen interés e,n cuanto pr€paran mejores lechrrasde colljLinto. Si queremos captar lo que eran en verdad et aiett y la irrcle-peuderrcia en aquel ptreblo de las montañas cle provenza de qt e habla talc¿trta rerl¿tctacla en i038}-rara el convelrio de Saint-Victor de Marsella, es pre_ciso leer v leieer ese clricumento rie cabo a rabo con la paciencia 1, Ia minr-rciaqLIe srr' dt't1ica t¡n el labor¿rtorio a clesprenCer la capa dá herrumbre qrle recu-bre iai irerramit;tlrr,le lri,:.rro. relta o nlei.rvingia. ¿Libertacl cle la i.ie¡r¡ri'l.oscampgsinos qilc poseían tierras; ten-,ían los porlt:res rnágicos cle lrn personajeirrvisible llama«iti Victor; iiel crrai ios monjes les hablabán sin."ru., y entol-ces llegaron a Llrr acr.rerdo -cn los rnonjes, aceptando pagar el diezÁo; peromuy pronto, s;,intiéndose estafados, abandonaron sus uigo, campos y des_brozaron otrtls que declararolt exentos de ese pago; y.o*o los religiosos pro-testaran, un día f;:ei'on iodos juntos, exus¡reiaá os, a azotarlos y'iornpárlessns molinos. Inrnediatarnente salió de su gua.rida el señor deliastilü cer-cano/ qr-re estaba envejecieucio y, pensando en Ia salvación de su alma, habíapresiado oíCos a las ciuejas monásticas. Los alcleancs fueron castigados porsu sacrilegio con lr:ur pesada rnrilta,-tan pesada que segLrramente r-rá Iu paga_ron. Pero el rest:itado más claro ciei asuntc fue qt,e el-castellano aprovechópara iinponer a tcdo ei paraje ulia nue\¡a ciominación, Ia suya; rr.,á, no poreso se dejó cie ija¡nar a las tierras niletn y a sus poseedoreá,,!ib.*r,,. Esaspaiabras sólo cambiaron de seniiclo, ccsa que ninguna máquina cle cc¡rtardeja reconocer. Otro cjemplo: en los mismos a¡os,"un liber ianto, buscandoforluna, se estableció en un puel'rlo a la orilla de Saona donde había tierraspara ocupar, y casóallí con una mujer también "l1bre,,y que como él venía deotro lugar; sin emb¿rg9,

-Try pronto ambos clebieron declararse depen-ciienies de ios señcres ciei iugar, cie ios canónigos. De sus descenciientes¡algnnos emigr.ilon a..otr9

¡eñ orío, y con eso pasaron a estar bajo otra clomi-nación, casaron ccn "r'ro libres", compartie.o.r tier.as... Estcl lo sabemos porula t'reve noticia, sin duda redactada porque dos potencias eciesiásticasCebatían ju.dicialmente sus respectivor á.r"ihos sobie un grupc de alclea-nos, que fue copiada por un en:rjito mr el siglo xvrir y por esó escapó a ladeskucción casi total de los archivos de Ia abáiía ae Ótuny; no son más de10 líneas, per:o al leerlas medin'ic,s rro sólo cuán precaria era ia libertacl, i:iclu-sc) en lt¡s freirtes pioneros Cr: ia coloruzaciiin, ,,üár-rto pesa,ba ia plr:tección rjr:un patrón, puesto qrre solicitarla era al mismo tienrpo condenar a la ¡;ervi-durnb'¡e a toda la Cescendeucia rara siempre. Enlonces se descubre en elcarnpesinacio de aqueJla- época una nx¡r,iiiriad que asombra: la exogar¡ianalurai d': last com,r,1¡id¿cies aJileanas,la frecuencii de los rnakirnonios entrelibres y no iibres, la f'ecundidacl de esas uniones, un mercaclo de Ia tierramtty ¿nl¡¡aclo; y por fin se visluinbra que quien había entrado en depen_clencia no por esc ccjaba de ser llalnacio",fib;-, y que inversamentc. e.l esta-

clo de servidumbre no impedía a- nadie aclquirir un sllett y ctejárselo a slisherederos. Los términos liber, serutts, nlodittt¡tipn.".". aquí ios trles. Sin ciuclasería útil introdurirlos separadamei^.ie en listas y r"ii"r. pero ¿q¡é nosenseñarían si después de eso no voivieran a reuniíse y no se respondierande nuevo uno al otro en el mismo tejiclo discursivo? Del misrno moclo quelos objetos excavadcs, rccogidos en el foncio de una choza o en 11na ,"prl-ttti'a, sólo dan su pleno testimonio si permanecerl en su sitio v cn esa fosi-ción son confruntados con Jcs de otros sitios, asirnismo, si quáremos ilr-ur-ri-nar más la historia profunda de los homb¡es y los campur ér't las márgepesdel Saona en el siglo xl, el clocumento qi'ro o.rb,, cle er,ocar debe ser apro;<i-mado, intacto, a determinada página, también intacta, cle las Histoires c1eRaoul Glaber, qtre reveia en la región tocla tma red cle caminos, de posaclas,de mercados, de desplazamientos incesantes y el vigoroso pocler delos jefes.Por último,la claridad se avivará si se confrontan eios misnros tcxtos con l<;que se puede conocer por la arqueología .iei espacio al que se refieren.

Del mismo modo, ¿qué nos dirían los nuevos restos defortificeciones feu-dales descubiertos en Norrr.andía por los colabor¡.clores cie Michel Ce B,¡tiarcisi no esfuldiáramos, al mismo tiempo .1ue el de ellos, el testir-nonio cie OrclericoVital, que muestra esa región agitadaa fines del siglo xi, las iglesias conver-tidas en refugios atestados de granos y anirnaler, .or", ..,r.u, de protecciónerigrdas en las encrucijadas y a las que se aferraban enloqriecidos Iás rúrsticospersegr'ridos, y aqllellos grupos armados de carnpesinos q.re conclucían alte¡"-nativamente contra el pillaje señorial el cura del pr.reblo y los o,r"rltureros dela guerra? Las excavaciones,la selección, la seriación no son npnca más quepreludips..El qlu" momento de la investigación es aquel en qrre todos losvestigios, debidamente katados según los múltiples pioceclimientos cle res- ,ltauracióry son Por fin obieto de un interrogatorio simr¡ltáneo. La actividacles.la misma ya se trate de cifras, de escritos o c1e objetos: hallazgo, recolec-ción, clasificación, análisis tipológico. Después, renovaclas constairtemerrte ycada vez más fecundas, lecturas cle conjunto v relecturas.

Sin embargo, la obstinación de los investigadores nrmca logrará reducir enforma notable la amplitud de las lagunas: son tan.,r*"rnriry dc tai exten-sión que los rarcs fenómenos c{ue han dejarlc :.astrcs e.¿iCente.s son, hablarr-do con propiedad, ine>:Lrlica§ls-s. ¿c5mo e>:priiaq, en efecto, ia extensiór-iprogresiva de la superficie cultivada, si ignorarnr:s toclo o casi todo --y c,stcra lo iargo de tcdos esos milenios-- c-ie ias relar:iones familiarer, i'de lás téc.nicas, es clecir, cie los dt.,s f¿rctores ciit¡a rcciólr sob¡e el tlel;lino áe las socie.dades campesinas fue más determina¡rte? El historiador de aquell¿rs épocasque no c¡uier;r balbucear o permanecer *r1 silencio se ve entonies obligacio aaveniurarsc prlr tres vías de interpi.etacirin. I.i primera es l.r clue le i.u¡r,r-nen los etntilogos. .A pariir de las observacic¡nes recogidas, c¡triz,á r",-, pusiblg

INTRODT]CCIÓ}d

razonar por air.alogía y, Para comprender meior lo q,re firentes deficientesapellas dejan enin:r'er, stlponer para los campesinos de esia región, ytr hayar-rvivido e.r el tercer milenio o err el siglo xur, comportamientos cercanos l lcsque se ol¡servan hoy en las poblaciones de ia Melanesia o de Gabón. Esterrrétod<t i-ro deja cle tencr sus pe'ligros: ignora las presiones ecológicas, pre-stipoilcl r-trra fijeza cie la naturaleza htrmana qr-re aún no ha sido ciemostráda;pero al Irelios presenta la r,'entaja de eliminar Lrna serie cie anacronismos. Asicreo qLle Para lilzgar ei papel cie ia moneda en los cainpcs carolingios esmejor meditar sobre el resliltado de las indagaciones etnográficas qtre hacerreferenciar como Íie¡rri Plreme y tantos otros, al uso qlle se hace de la plataen nttestra sociecl¡tri. Y es evidente qne lo dicho oor Marcel Mauss sobre elregalo, el c¡¡nt¡an'egalo, la fiesttr, pennite mejorar la estimación cie las rela-ciones entre los seiiores de la tierra feudal y sus hombres. Menos seguro esva el segtrndo movimiento, regresivo, que consiste en- remontarse poco a

Poco en el fi.rhrro, partiendo dei presente. En apoyarse, para colmar lai lagunas de las fuerrtes tnás antiguas, en conjuntos documentales todavía intac-tos ante ntteslros oios o de uso muy reciente, y de los que en consecuenciapodemos hacer rrn- in'¡entario compieto, como el paisaje rural actual, el ca-tastro, la c¡rrta cle C.issi¡ri. el atlas de los dialectos, y también como las colec-ciones referentes a "Arte y tradiciones populares". Después de Marc Bloch,nadie oltecle ponLrr en duda la fecundidad de los recursos de ese tipo, acondición de procedei con prudencia, de no quemar etapas, de no saltar degolpe, por ejernplo, del siglo xrx al xu. ¿Acaso¡ro está claro hoy que el apela-tivo de la mayoría de los lugares de nombre iradicional es muchó más jovende lo que Parece? Y puesto que sabemos que las costumbres regionalesdatan como mínimo dei siglo xvrrr, ¿cómo persuadirnos cle que los zubditosde Ltris X e!'ibstnrtdo ya celebr¿rban nlayo o los hachorles en la aldea igqpl quenuestras tías abtrelas? El último artificio hacia el cual la discontintiidad-delos documetrtos empuja irresistiblenrente al iüstoriador resulta ser el máspeligr:oso cle los tres. IJablo de la extrapolación. Extender el resultado dedeterminada observación punhlal es algo que han hecho toclos los que hanesbrito sobre la vida rttral ilrttigua. Y«: me io he permitido acerca cle muchascosas/ corno los castillt>s cle la primera época fer-rdal. igual que FerdinanclLot, citando generalizaba pai'a toda Francia las ciensidades Ce población qr.:ee! políptico de Irminó¡r arrtoriza ;: caicular p¡ra algr.rnos p;rrajes d.e lc'.,s alre-Cedores de París. La imagen que con eso se pretencie u.lu.o. suele queclare-mpañada, y por mtrcho t.ierrrpo. f't¡ántos esfuerzos no hrcieron falti paradestruil la idea de que e'l "rógirnen comriil¿ri clásico" nLrnca irnperó rnás cir-re€ft ¡an número muv peqlieño de srancles e.xplotaciones situadas entre elSena y el Meuse; y todavía ha1, ¡¡g¿i.valistas que piensan que Ia economíaagrícola de Francia ftte perturbacle e¡r fonna pcrciurabie erle segturda cIé-cada del siglo xrv por una "crisis del trigo" que e_c eviriente en lnglaterra,

INTRODUCCIÓN

pero de Ia clue hasta ¿rhora no se ha hallaclo e.l menorchivos.

95

rastro en rurestros ar-

Sinernbargo, yo incluyo a la audacia, la inraginación y el ingerüo e¡tre lasvirtudes cardina.les que impulsan el prog.eso de la historia. Las hipótesisson necesarias. Todo historiarlor tiette derecho fl árnlcrr las s¡vas, F)or refe-rencia a los moclelos globales de explicación rllre ha escclgiclo libre,ire¡te, esdecir, a stl ProPia relación con el munclo. Es lncluso s,.r áeber p¡biicar sr,rsconjeturas, sorneterlas a ia crítica, defer-rc1*:rlas ri ciescie inego, talnbiér-r recti_ficarlas. La escasez y la clispersión cle los rastros ciel pasadJabrer-r ur-r calnpotan grande a las interpretaciones que l.rs divergencias son ineyitabies. .1o iasconsidero frtictíferas porque estimulan ia pokirriica y con ello incit¿r¡ a bnscarnrás allá' Por esa razón me he cuidado cle c:,tableá".rr-," aquí en ia omnipo-tencia Ce tm "maestro de ceremonias", c1e revisar los textos de lcs cliierente:satttores cle esta obra, corriendo así el riesgo cle imponer arbitrari¿unente inisopinioiies perscnales y ni rnanera de escribir. Bien sabernos que ningúnlibro colectivo es cbra de ur-r equipo, 1' todo intento cle dar esa iltüi¿¡ termi -

na en redacciones grises doncle toclas ias aristas iran perclido su filo. In estelibro, Ptles, se puedc considerar a cada uno entc;amente responsable cle loque dice y de su manera de decirro. Lo que me deja más libre para proponeral lector; por mi parte, algunas reflexiones preliminares que se apiica¡ a iostres niveles del anáiisis.

7. Se espera de nosotros que lleguenlos a reconstruir un sistema de produc- :ción, entendido como un conjunto coherente cle elementos inciisociables cle ;

los que ninguno puede variar sin arrastrar al conjunto hacia una i-ulevacristalización. Ese sistema establece el equiiibrio entre el meclio ecológiccr

-qtle reacciona constantemente a ias intelvenciones cle los honrbre.s- ;zestos últimos, o más bien el grupo tle acciólr qtre los reírne, junto con s¡s ani-lale,s y sus herramientas, todo el arsenal iecnológico alt que clisponen.Equilibrio inestable, roto incesantemente, pero siemfrc, clefenáicio po. refl"-jos de pruder,cia del cuerpo de los cuitivaáores, con^scientes de la fragiliclaclde esa combinación de prácticas cie las que deperr<le su supervive.,Iio. D"esa prudencia se puede habiar como una sabicluría o corno una rutina, peroes en úllirna instancia trn¿'r reticencia a cturlquier innovación. fJna ,-lisposiciórrde ártimo seffrejante. se basa en la prepon,leiaircia dc' Ios anci;rnos, cleposi-tarios tJe las costtiubres y de todas las experiencias aircestraies, en relaci<ir-rcon los nrás jóverres. Esc es lo que la sosti¿ne. Pero tarnbitln explica que enl.¡s socit:c'iacies agrarias, entre lc'¡s ntovimientcs clialécticor, .rr-,o cie los rrrás

"'igoroscs sea el que tiene lugtrr ccnro una r,'lpcsición i-ie clases dc cciad. Es

muy poco conociclo' ¿Qr.re sabemos, qué podemos llegar a s¿rbcr nu¡ca .lelos juz,utes del canrpo cn la Francia meclieval? ¿euiénes ercln los ,,niños,,,

los"pastores", de los que sabemos que de tanto en tanto se lanzaron ell Lgrupos,

(),O INTRODI-JCCIÓN

ai ilam"eio .1e agihdoites, a "cruzadas" insensatas? ¿Terrgmos rlerecho a su-poner

-exirapollndo- qtle en Fiandes ¿i comienzos iel sigio xrr ibs alclca-rros ir.staiaban el aprenciizaje de sus jóvenes --{omo un texto nos clice qtre1o hacían los habitantes de los burgos las orillas delfinngeordenado, enios bordes de salvajisn'ro cle la naturalez;r inculta, en los bósques, ias lan-das, los pantanos, en el reino de la recolección, del tiro c<rr. or.o, de todas lasclivinidacie-" :le la exuberancia ?

En toic caso,.ias rt¡sisiencias, por vivaces que sean, no irnpiclerl qrrc ¡nbtte:- día el eqtrilil'rio se aitere y el sistema de proCucción evolucioire. Lairrcitación al irrovitnicntc viene de dos direcciones. Por un lado, refleja lasva;iaciones del meclio "natutral", algunas de las cuales se despliegan nrás alláde cualquier influc:ncia Llu.m¿ina. Es el caso de las transgrésioires marinasqLie en varias ocasiones sumergierorr el litoral flamenco enépoca histórica, ytrtás en general de esas o-qcilaciones del clima, de arnpiituil mucho mayory en consecttencia rnejor cor-iocidas durairte el cuaterrrario quc en la era cris-tiana, d.e las q,-re poclenios si-iponer que, por débiles que fueian, favorecieronla activiciad ag.ícola en el norte de Francia entre los Jiglos v y xtr.Sin embar-80. es evidente que Ia mayr-rría de las rnodificaciones de la ecología sonpror-ccadas Por los propios agricultores, por la leirta inserción dellampooernlanelite entre ir--'5 ¡icblaririentos vegetales espontáneos, por el ma.ejocr-rnjtu-ttc cie las pasturas, por el ardor r:rás o *enos r.ivo en

"i Ces*or-,te cle

nttevas tierras y rnás cerca cie nosotros, despues del siglo xn, cuando ei espaciorural empezó a cstar verdaderamente lleno, cuando los señores de los bos-ques decidieron protegerlos contra la insistencia de ios agricultores a solici-tar tierra arable en forma desmedida. Se ve cómo esa indiicreción deter,rinael prog|esivo descei-rso del rendimiento de ra semilla, es decir, irnpulsa aabandcnar ics frentes Ce culiir.c más ayenturados, y así se inicia el ieiornoofensivt; cle la'.'egetación silvesire. Esas fluctuacionls de la superficie culti-vada se observan con más facilidad en la época medieval. Entonces se cles-cul,ren las relaciones evideutes que asociari la intensificación de Ia produc-ción.de trigo er-r r-rn primer n'romento, v <iespués el reflufo del cultivt frentea laspashlras, con cambios en los liábiios alimenticios, ar-rte todo con la con-quista del pan blanco, y despr.rós co¡r ia conouista del ,,cornpanage,,,

cle loqlle se cofire con el parl:.ia m¿'r-rte,'¡r.ii]!a, e! uueso, la carne, Ilsio ileva a pen-sar que no hay que vei' ias rupturas ciel sistenra cle protlucc.ion 91 relacióncort ias fases milenari¿ts de iln¿l i'ristoria ciir¡rática ni iampoco ccrl las rnocli-ticacionqs t-nenos- lentas cltre afectan Ia célu-ia campesina áe rabajcl y cie con-sumo a nivel dc ias.estructuras de pan:rrtescr_¡ r.r ciel cq,_dpro técnii.o: es impo_sibie separ¿trias de ia acciórr de otros: facio¡'es quc no perteircccn ai clon-rir-liot1e la ecología, ni al cle la tlernograría ni al cte l;r [ecnología. Es así que tanto ciela a-mpiiaciór'r de los parajes en Ios siglos xr y xrr .o*ó de su contracció¡ enel x¡u aParecen (iorrro dli'ectamenie responsuii"r los cieter.iaclores del pocler

INTRODUCCIOI\.I 97

y los comerciantes, es decir, hom.bre.s que no pertenccían ar campesinado yqlre no trabajaban ellos misnaos la.tierio, p"rá .1.re ciispo.ío., .1ei po.1er deorientar la actividad de los cttltivadores haciu cletenninadas prodr-r-ciones yque estaban decididos a que esc' proclucto sin,iera, cle t n ,noclo o clc, otro,para satisfacer sus gu.stos- Así entran en jtrego la institución señorial yla oferia del mercado, es decir, mecanismo, i. Ixpiotaciónj pero tu*bi..,-, l,elección entre los objetos de consumo, o sea, cierta representación de las ale-grías de Ia vida. En consectre^cia, er est.ciio dcr sistema rle pr¡o¡rucciór, ^o

srlpuede separar del estudio de las relaciones cle sociedacl, ni tampoco clelestudio de las actitudes mentnles, de las creencias, y, al fin d.e cuentas c1e una.cosmología y una teorogía. si es ,¿ercracr que po.'J¡"*plo er prog...so cre laviticultura,la restricción de los nacimientos v áu los matrimonios, la i.siclio-sa penetración del espíritu de iucro en el cainpro r-ro tienen, rü unos ni otros,relaciones inmediatas y cletenninantes "on la rncral y las prácticas cristianas.

2' Desde las épocas más antigttas, las fuente_s rlistinguen solidaridades y je- \rarqtrías entrc los trabajatiores.de ia tierra. Los p.oi-rirtoriadores clesctrbren ,

lado a lado chozas más o menos'astas, sep'lttrrai rrrás o ,lerlos ,iaor, y a.ra"que aparecen los documentos escriios miresiran criterios jtrríciicos íi"....ró-micos que interfieren para instituir c-ii'isiones en !a socie.iád camp"á,.n, ,,r-,nestratificación que se basa, tanio a lt,rs ojos dc ios propicis cultivaclores col¡ode quienes los explotan, a la vez en la..nriaoa a"ieq.,ipo y en los gracios ciela fortuna terrateniente. En crtanlo a ias esimcturas de encuacramiento, sedisciernen rápidamente. siempre artict¡radas, crescie, la pare;.a, ra;efaü.a, roaldea, hasta ese conjunto de parajes que gravitan en to,ro de uno o variospuntos de reunión, las sedes del rnercaao, ae ias lit.poderes eminentes de conciliació. y de defensa. s,., J,1;:#],lii:J,.,1i,l::gos arqueológicos ni ios textos nos dicen mucho acerca de las relacionessociales entre los campesinos, Io mismo que sc'rbre las relaciones cle pro.a.-tesco' ¿Dónde están las fuentes que a,toriian a clecir que en el cnrso cle un¿revolución lineal la pareja sustituyó a la farnilia extensa ,,prinritiva,,

en ioscampos de Francia.hacia el si¡¡io xr o xr¡? iAc¿rso ur,a jeittrra ilge.tra delos inventarios carolingios nruésira otra cosa q.,o g.upos conyugales ya e'aquella época? Más bien confescrnos qre cle iis ni*n.l.,ru, j. i; r;:leaacjcampesina medie-¿ai conocemos 1rn poio ei agrirpamrr:nio parroquia, *.r,bien el marco seriorial, mar ra sen,iininbre, i-L, i¿, *r, .br,rl.,to la irovil;;i;áde la propiedad rural y la escala cle lar; ioítr¡nas antcs rlci fin del siglo xrr, yquc lo igl'roramos casi tocitl d.e ia:; esh'uciur¿is f;i,irilial.es, saivo qlle pareceiiseguir una evolución sensiblemente ciistinta cle Ia que se ciiscien-re ccn menososcuridad en Ia aristocracia. y siga,los [rr-rsca¡rclo.En cambtio, se distingue con gian nitirloz qLie, qiii:rti dt,sde su formaciiin,

desde el adverumiento tle un;r ágricuitura eirabti ei canrpcsilaclo fue do-

t

INTRODUCCIÓN

minado por otros cuerPos sociales cuyo yugo no ha dejado de sufrir. Esaciolninación, cttando no fue impuesta por conquistadcres extranjeros, ftre lade espc'cialistas necesarios, los sacerdotes, los guerreros, ios artesanos, lostraficantes, todos parásitos de la producción aldeana, que basaron srl relati-va prosPericlad en Ia explotación del trabajo agrícola. Sobre el fondo gris dela miseria de las cirozas y los campos se erigieron sucesivamente, único lujodel paisaje, rcdiiicitt, aillae , carstillos, iglesias (tantas iglesias: en algruras pro-vincias, coilto la Saintonge, i1o hay caserío que en los últinros 30 ar=ros deisiglo xrl no haya querido reconstruir, reparar; adornar el edlficio parroquialI Q-ue no ha'¡a sacado prontamente de sus recursos con qué cubrir los n-niypes;idos costos de tales embellecimientos), los villorrios en crecimiento, lair-'=asas fut'rtes y Por últj¡no todos los lugares donde desde el siglo xlr¡ vinierona emboscarse los agentes de los príncipes para obligar por todos los medios alos labradores a desembolsar su dinero. Otros tantos monumentos simbó-lic'¡s de la presirin continua qr-le soportó el pueblo campesino, y que afectóIas relaciones de la socledad hasta lo más profundo: ¿acaso la intervenciónrlsl poder no contribuyó al reforzamiento de las estructuras cle encuadra-uriento, quizá al esilechamiento cie las solidaridades alcieanas, sin ciuda a lasolidez pr.llongada del ntanse y cel "fuego"? Y los señores reccnocieron muypronto qlle rlna ciefinición más rigurosa de la familia conyugal en el siglo xrr,cie ia parrotl:i¿r en el xiit, ayudaría a dominar mejor a sus hombres. Ño ha1,iiliisiin aspecto de !a vicla del campo que no ienga ias marcas de esas in-fiuencias limitantes. Lln todas las épocas y de todas maneras, los guerreros,ios especialistas en oraciones, los comerciantes de la ciudad forzaron al sis-tema de producción campesino a rendir más, ya fuese directamente con susexigcncias o indirectamente con el ejer^-,plo de su comportan'riento. El retro-cesc ie las tierras incr"rltas y el crecimiento demográfico sc proCujeron cadavez qr-re sintieron algún interés por que la culhlra progresara, por que secriaran más niños en las chozas de los campesinos, futuros trabajadores,futurcs sírbditos, f¡.ttttros miembros de la parroquia, futuros explotables.La prosperidad de los campos y la pobreza de las familias de los agricultores--qire en genera.l l'an juntas- son en gran parte obra de la gente del sanh¡¿r-rio, del castillo y clel mercado.

Y ia¡nbién de los qlre s,c enriquecían rápido. Porque si la c,:nhrriación, esaenorme re,J cle mallas finas t¡ue Rom;* arrojó sobre ei camnei;inada cle iar,,

Galias, fue en un primer momento el instrumento de una explotación bmt¿¡lque sóio beneficiaba a los conquistadores, muy pronto rrkos supieron sac¿u-partido de ella. ¿Cuántas de enke las aillae que se consirtryeion 'y se amr¡e-l¡larcn no pertenecían a indígenas que habían sahido estal'rlecer uira relaciónfeliz ion la potencia colonial para dominar en su nombre a toclos ios demás?Porqtte en todas ias é'pocas hiry uncs prrcos hábiies ciur utilizan la presenci;rde los poderes y ia necesidad en que éstcls se encuer-,tran tie roáearse ,le

auxiliares para salirse dei pueblo sometido. Por meclio clel sacerclocio, cleitrabajo mercenario, del servicio dornésticcl y de la astucia, esos ¡iios de cam-pesilros hicieron forhina y terminaron porier admiridos enire la gente biennacida; presionando a su vez, y quizá con más aspereza, a slls parientespobres, se ttbicaron entre tos explótadores. En relación con todo ü que datestimonio del peso de'esa opresi(;n, las hr-rellas cle las reacciones campesinaser-r realidad son muv Poco claras. Es rnuy probable qrie r1o estemos recono-ciendo la mayor parte de las ventajas que la instihrciSn sr:riorial asegnraba ala poblacirin mral, en una u otra rormi, y qrle hacían soportabl" ,.ip"ro.

Pero lro creo que sea suficiente con sr.rstlituir ia palabra "estratoi por lapalabra "clase"' cuando se traia cle distinguir a los trabajaclores cte lós quevivían a slls expensas para resolver un p.otle*u mayor: jcuál fue, a lo laigode los años, la intensidaC de los antagonisnros que Ia sociedad de ios cam-pos.antiguos y medievales, como todas Jas socieáades cle tocios los tiempos,ocultaba en su seno? si debiera ocuparme cle Ia ",marginalidad,, en ei mediontral, de buen grado citaría 1as prescripciones de lo-.-s reglamentos ca¡olin-gios, mil veces renovados por{ue sicmpre eran inefiau."r, cloncre se expre_san a trn iiempo la inouietud de los ricos ante tanros fcrajiclos ocultos en losmárgenes delos finnges y la incapacidcl clel poder paia cr:ntrolarlos. Evocaríatambién, ;r partir de es¿rs mismas ftrenter;, las conjuras ciandt sti¡as de lasaldeas, las borracheras rituales clonde, a plrer{as ce.ra.Jas, se reanirnabancada tanto el espíritu de a1'ucla r¡utua fraterna y el espíritu cle rebelión,todos esos qremios rústrcos de los que sabemor q.," algrinos, ante la negli-gencia de los poderes establecidos, trataron de résistirá ios invasores nor-mandos, no se deshicieron inmediatamente después de pasaclo el peligro ycuya tenacidad sin duda hizo que en la zona dé las incursiones ningtin tó-rrateniente se atreviera en el año 1000 a reclamar a sus -zasallos lo misáo qr_resus antepasados dei sigit.r r,r. Tampoco me conte¡rclría cie suge'rir que ei bá1-didismo, cuyo brusco esialiido del tiempo de los bagaudas* había asolado laGa-lia entera, probablemente nunca fue ieabsorbido fo, ".,t"ro,

que subsistió,más o menos bien reprimico, en todos los campos Áedievales, como uno deios avatares ce una resisii:¡rc:a ob:¡tinacia a ra ópresión, la cel Estado, la delseñor,la dei rico. Esa violenciit estalla de vez enciiancio en empciones suce-sivas que ias fuentes disflazan de desviacicncs heróticas. Los l'maniqueos,,cle Aqu;tan-i;r o de Charnp?r,qr.c y jcrs lnilici¿u1r):: cie la y>az cie l)ios al olo díat-lel añc¡ 1üLlü, los "Da:;torrlÍ;" r.¡r:e nrarlh¡tr¿rr h;rci¿ Jeirrsalé;i r:n tiempos cie!'elipe Augusto y a stl pírso c}i€maban los l:r¡nerc,s del diezrnc: okos t¿ii-rtos"terrc.res''' qrte, hasta Ia Jali;i¡1¡¡i*, jaicn;rii ii hrste.¡ria profrlr,cle dr: lo:; círii,rp?-si¡ros cie lji'ancia ¡

' Insi¡rrección campcsin;r de Cali¿ (sigios rrr-v).

IJ\JTIiODT]CCiÓN

100 INTRODUCCIÓN

3. Historia mal conocida, deformada. Porque ni una sola vez se oye hablaren L1s¿lsi épocas del habitante de pueblos y aldeas. Otros hablan en sLr nornbre,ya sea que io desprecien o lo.teman, que callen sus cóleras o las disfracen delocura ::acrflega. Las tensiones determinadas por la clistribución desiguatdei poccr: v las ganancias no gobiernan solamente la evolución ciel sisiema deproiiui:,-:i(rn: también tienen que ver con todo el campesir-rado en estadocle s'.:jcr:ión cuitural, y eso es lo que hace tan difícii cualqtrier investigacióna nii'cl tie las ¿rctitndes mentales, Por un lado, en efecto, los can'rpesinos sonobligaii.cs a ol''iidar poco a poco todas las cosfumbres qlre r1o sean del agradode sli erno, las palabras que é1 no usa, el nombre de los dioses que él rro ve-nera. Pcro rie lo poco que lograron salvaguardar dc sus creencias y de sumoclo rll sen¡it"1, de pensar 1o ignoramos casi todo. Los materiales de las ar-tes po¡rr.riares

-tclas, maderas, palabras de cancíones que vuelan y qLre jarnásfijó ia e:crittrra-- son tan perecederos que no queda nada. Como los amosdel srie'io y de ios trombres fueron los úrnicos que estaban en condiciones decrear ol-',ieios culturai':s io bastante sólidos para atravesar los siglos ), llegarhasta I'.r-cotros, todo lo que podemns conoce; de la icleología campesinadeb,: :',ei'br-tscado, al precio de una descodificación siempre clifícil, siernpreimpcl'Í'.'.-ta, entre las huellas mucho menos fugaces que dejaron de su ideo-logra ias capas dominantesr Contra la culhira de los "paganos", de los "r,illa-nos", cic ios "rúsiicos", esas capas nur,ca dejaron cie ianzar €rr1prE5¿5 cie repre-sión, c'ic burla, de asimilación..Buen núrmero de fuentes han coirservado elrect¡erclo, de esos ataques y nos informan sobre srl objetivo. Ésc',s son los docu-meutos que es oreciso interrogar para llegar á las representaciones popula-res clel ,.rniverso visible e invisible- del pasado y el fnhlro, de la muerte y lavida, irast¿r las esperat:.zas,los terrores,los trabajos v ias alegrías de los nrra-les. Esas ftrentes contcmporáneas son, como todas las demás, parciales, dis-contintras. Además, podernos creer que son más mentirosas, almcpre Inerrosqtre lo:; testimonios de la civilización campesina de ia época moderna. La in'ra-gen más fiel de ios rituales agrarios en uso en el año 1000 o en el 1300 no esia qtre da el folclor ciel siglo xvru ni Monsieur Nicolas, sino la que han evocado,en fornra ciertamente punhlal y lacónica, ciertos "intelecttrales" contemporá-neos cotno Burchard de Worms, cazando supersticiones y sortilegios, o bienlcrs ,1tie en tiempos de san Luis compusieron colecciones de exenwla, de pe-gl-lcños cuentos edificantes para uso de los predicadorcs. Aún no se ha em-prendido el análisis de esos textos, que pronto se verá que no son raros, comotampoco el de las muchas imágenes que proliferan al margen de Ia ico¡ro-grafí;r oiicial 1'controlada. Es sin duda alli er. las provinci¿is del miedr:, delas esperanzas y de Io sagrado, donde el conocimiento hisiórico <ie los carn-posh,rtigtros tiene más posibilidacies dc progresar. Por el moinento es muyredtrcido. De este libro, lleno de pregrrntas sin respuesta, las páginas qLle seaventr:ran en ese dominio serán las rnás apasionantes. Desdicltadamentetarnbién son, por ftrerza,las menos numerosas y las más inciertas de totlas.

V. LOS FEUDALES*

Erurne 980 v 7A75,rRrN1ER JMpuLSo DE LA crvrlizAcrów vrplpval

El fin de los inucsicnes

En la historia de Francia, hacia 980 se siúa el alba de una nueva era. Enefecto, en esa fecha termina el largo periodo de las migraciones de pueblos,que duraba ya ocho siglos. No es que el peligro se hubiera disipado porcompleto. En el año 1000 todavía venían de vez en cuando flotillas escandi-navas a inteniar expediciones de piilaje en las costas del Atlántico, y Nar-bona seguía amenazada por los ataques musulmanes. Pero ya no eran másque alertas, y cada día resultaba menos difícil contener esas agresiones, cadavez más raras; ya hacía tiempo que el príncipe de Provenzahabía destruidolos últimos refugics sarracenos en los Alpes y las montañas de la costa, y encuanto a los húngaros, strs incursiones eran sólo un recuerdo, establecidoen forma perdurable en la memoria colectiva, pero que poco a poco se ibahundiendo en el folclor y la leyenda.

Desde aquella época, el territorio francés no volvió a conocer verdaderasinvasiones, amplias oleadas que habían caído sucesivamente sobre él desdeel fin de Ia paz romana, tránsito de pueblos en marcha, irrupciones profun-d* y duraderas de conquistadores y saqueadores. Etapa decisiva que marcaei inicio de una sucesión, ininterrun'.pida hasta n,;estros días, de progresosmateriales y culturales. Los fermentos de crecimientc que ya bajo la domi-nación carolingia animaban tímidamente algunas regiones de la Galia, peroque las perturbaciones del sigio x habían paralizado por algún tiempo, pu-dieron de nuevo actuar libremente y poco a poco adquirieron fuerza.

En los años que precedieron al 1000 se manifiesta un despertar, el de unasegunda Edad Media, que no es ya de <jecadencia, sino de expansión. A par-tir de ahí los hombres fueron más numerosos, se sintieron menos desarma-dos ante las fuerzas de Ia naturaleza, rnás capaces de hacer fructificar loslegados del pasado 1, seguir adelante. Dir¡ersos chcques vinierori a oponersea ese impulso, sin itigrar quebrarlo.

* "Les féodaux", en Histoire dc Fronc¿,3 vols., Larousse, París, 1970, vol. r, pp. 253'285.