2012 - Libro Las microfinanzas en los intersticios del desarrollo

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Lourdes AnguLo y MAgdALenA ViLLArreAL

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LAs MicrofinAnzAs en Los intersticios deL desArroLLo

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Lourdes AnguLo y MAgdALenA ViLLArreAL

Las microfinanzas

en Los intersticios deL desarroLLo

Cálculos, normatividades y malabarismos

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Lourdes AnguLo y MAgdALenA ViLLArreAL

Las microfinanzas en Los intersticios deL desarroLLo

Cálculos, normatividades y malabarismos

Magdalena Villarreal y Lourdes Angulo

coordinadoras

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LAs MicrofinAnzAs en Los intersticios deL desArroLLo

D.R. © 2012. Primera Edición.Gobierno de JaliscoSecretaría General de GobiernoDirección de Publicaciones1er Piso del Edificio C, Unidad Administrativa EstatalGuadalajara, Jalisco, Méxicowww.jalisco.gob.mx

D.R. © 2012. Primera Edición.Universidad Pedagógica Nacional Unidad Gdl.Av. Plan de San Luis No. 1696 / Colonia Chapultepec CountryGuadalajara, Jalisco

D.R. © 2012. Primera Edición.CIESAS Juáres 87, Col. Tlalpan, C.P. 14000, México [email protected] www.ciesas.edu.mx

Diseño de portada: PostofDiseño de interiores: Rosalía Valeriano Palafox

ISBN: 968-832-073-0

Impreso y hecho en México/Printed and made in Mexico

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Lourdes AnguLo y MAgdALenA ViLLArreAL

Índice general

Presentación Luis Gonzalo Jiménez Sánchez 11Introducción Lourdes Angulo y Magdalena Villarreal 13Capítulo 1. Los factores determinantes del uso de crédito: una reseña de la literatura sobre el tema. 25 Solène Morvant-Roux e Isabelle Guérin 1

Parte I La apuesta por las microfinanzas en los intersticios del desarrollo

Capítulo 2. ¿Son las microfinanzas una varita mágica para el empoderamiento de las mujeres? Un análisis de hallazgos en el sur de Asia. 43 Naila Kabeer 2

Capítulo 3. Las microfinanzas y la dinámica de la vulnerabilidad financiera. Lecciones de las áreas rurales del sur de La India. 69 Isabelle Guérin, Marc Roesch, Santosh Kumar, Venkatasubramanian y Mariam Sangare 3

Capítulo 4. Microfinanzas en China y La India: Una disciplina apropiada de forma diversa. 95 Cyril Fouillet y Thierry PairaultCapítulo 5. La política de la subversión en la práctica del desarrollo: una exploración de las microfinanzas en Nepal y Vietnam. 113 Katharine Rankin y Yogendra Shakya 4

Capítulo 6. El papel de los grupos informales en los mercados financieros: evidencias de Kenia 139 Susan Johnson, Markku Malkamäki y Max Niño-Zarzúa 5

Capítulo 7. Microcrédito en México. Una aproximación empírica desde la perspectiva de la pobreza. 171 Mónica Ballescá

1 Traducción del francés de María Palomar y Pastora Rodríguez.2 Traducción del inglés de Moisés Silva.3 Traducción del inglés de Moisés Silva.4 Traducción del inglés de Moisés Silva.5 Traducción del inglés de Moisés Silva.

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Parte II. Microfinanzas en México: cálculos, normatividades y malabarismos

Capítulo 8. Prácticas económicas y financieras de los hogares rurales receptores de remesas. Perspectiva desde los microbancos rurales en México. 201 Annabelle SulmontCapítulo 9. Nociones de valor del trabajo y mercancías entre mujeres costureras y artesanas socias del Sistema de Financiamiento Rural Alternativo (SIFRA). 221 Lourdes Angulo SalazarCapítulo 10. Aprendizajes de las mujeres rurales de Veracruz en la conformación de su negocio. 239 Gabriela Guzmán GómezCapítulo 11. Prácticas financieras y cambios en la vida de artesanas indígenas de Chiapas. 271 María Eugenia Santana EcheagarayCapítulo 12. Estrategias y cálculos económicos de las artesanas en Zinacantán, México. 291 Jessica Ann Vooris 6

Capítulo 13. Maromas y jineteos en las prácticas financieras de familias rurales en Ayuquila, Jalisco. 309 Gerardo Rodríguez Solís y Magdalena Villarreal Capítulo 14. Microfinanzas, normatividad, desarrollo y derechos humanos: el papel de la política pública normativa del gobierno mexicano en el desarrollo de las microfinanzas, como una premisa para el desarrollo y los derechos humanos. 323 Ana Sofía Torres Menchaca

Glosario de siglas y acrónimos 341Bibliografía 343Datos de los autores 466

6 Traducción del inglés por Moisés Silva.

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Índice de tablas

Capítulo 3. Tabla 1. Deuda pendiente Tabla 2. Activos Tabla 3. Riquezas netas. Evolución 2004-2009 Tabla 4. Gastos “fuertes” durante los últimos 5 años Tabla 5. Prueba rangos con señalización WilcoxonCapítulo 5. Tabla 1. Características socioeconómicas de los sitios de investigación Tabla 2. Transgresiones de los prestatarios en proyectos microfinancieros específicos Capítulo 6. Tabla 1. Contribuciones totales estimadas a grupos informales a la última contribución, Kenia 2006 Tabla 2. Resultados de regresión lógica: uso de grupos informales (coeficiente de probabilidades) Tabla 3. Razones de los entrevistados para pertenecer a grupos informales Tabla 4. Características de organización de los grupos informales Tabla 5. Experiencias en grupos informales Tabla 6. Razones reportadas por los entrevistados para dejar de usar ROSCA y ASCA Tabla 7. Respuestas reportadas por los entrevistados sobre por qué perdieron dinero en ROSCA Y ASCACapítulo 7. Tabla 1. Comparación de programas microfinancieros por metodología de préstamo Tabla 2. Figuras jurídicas de ahorro y préstamo popular y enfocadas al microempresario en México, 2008 Tabla 3. Resumen de pruebas estadísticas de correlaciónCapítulo 8. Tabla 1. Tiempos de establecimiento de vivienda de un hogar en zona ruralCapítulo 10. Tabla 1. Edades de las socias encuestadas Tabla 2. Escolaridad de las socias encuestadas Tabla 3. Comunidad y municipio donde habitan las socios encuestadas Tabla 4. Actividades económicas que aportan los mayores ingresos Tabla 5. Negocios de las mujeres entrevistadas

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Capítulo 11. Tabla 1. Población de los dos municipios y las cabeceras municipales bajo estudio

Índice de gráficas

Capítulo 6. Gráfica 1. Prevalencia de los servicios financieros por corriente de accesoCapítulo 7. Gráfica 1. Distribución del mercado de la banca en México por grupos demográficos estratificados según ingreso familiar mensual Gráfica 2. Mapa de cobertura territorial por estado de las instituciones microfinancieras en México, 2007 Gráfica 3. Valores del coeficiente de PearsonCapítulo 8 Gráfica 1. Localización de las redes de microbancos Gráfica 2. Dinámicas de migración en función de las actividades locales en las zonas de origen Gráfica 3. Inversión de las remesas según el ciclo de la vida del hogarCapitulo 10. Gráfica 1. Uso de los créditos de las socias de COMUCAFI Gráfica 2. Destino de los créditos de las socias. Encuesta COMUCAFI 2008 Gráfica 3. Recursos con los que se paga el crédito

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Contar con un sistema financiero que sustente la actividad productiva y el emprendurismo es fundamental para cualquier Gobierno que pretende promover el nacimiento y la expan-sión de empresas y con ello, fomentar mejores condiciones para la generación de riqueza, de empleo y de desarrollo.

La accesibilidad y la inclusión de usuarios potenciales situados en territorios alejados pero, sobre todo, de quienes por sus condiciones socioeconómicas carecen de las garantías y no puede cumplir los requisitos de historial exigidos, son el mayor reto del sistema finan-ciero tradicional.

En el contexto de exclusión, son cotidianas las historias de grandes esfuerzos para desarrollar actividades económicas de pequeña y mediana escala que permitan generar autoempleo y empleos para quienes les rodean, con el fin de mejorar los ingresos y con ello, las condiciones de vida, haciendo de las Microfinanzas una veta gigantesca por explorar.

En los últimos años, el mundo ha comenzado a voltear a un contexto inexplorado que ya representa un poderoso motor para países en vías de desarrollo como nunca lo había sido antes. La ruta tradicional era ver el desarrollo impulsando a grandes modelos produc-tivos, grandes consorcios o empresas para que luego derramaran la riqueza a los sustratos más desfavorecidos; hoy existen bases sólidas para señalar que es en la base de la pirámide donde se puede potenciar el desarrollo impulsando modelos de autoempleo, microempresa y un medio ambiente donde el espíritu emprendedor florezca aún en los sectores donde no se había visto este potencial.

Hoy las Microfinanzas están demostrando que se puede combatir la pobreza desde otra perspectiva sin caer en la posición asistencialista. Hoy se combate la pobreza con actividades productivas que sustentan el desarrollo de manera diferente y esto se esta logrando dando crédito a quienes nadie daba.

Como institución financiera sub-nacional impulsada por el Gobierno del Estado, des-de 1985 el Fondo Jalisco de Fomento Empresarial (FOJAL) ha cubierto esta gran demanda excluida por los instrumentos bancarios tradicionales. En los últimos años, conformado en un Sistema Estatal de Financiamiento está más cerca de las micro, pequeñas y medianas

Presentación

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empresas, en particular innovando instrumentos de capacitación y financiamiento para los micro emprendimientos, el empleo y autoempleo.

Convencidos en FOJAL que las Microfinanzas están cambiando la economía del mundo, presentamos este libro que estamos seguros será referencia obligada en México, no solo por la pertinencia de las reflexiones sobre las finanzas populares, sino porque logró conjuntar opiniones de expertos que analizan prácticas microfinancieras alrededor del mundo: India, Bangladesh, China, Kenia, Vietnam, Nepal y México.

No cabe duda que hoy más que nunca CONTRA LA POBREZA ES LA EMPRESA.

Luis gonzALo JiMénez sánchez

Director General del Fondo Jalisco de Fomento Empresarial (FOJAL)

y Coordinador del Sistema Estatal de Financiamiento

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Introducción

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Entre las propuestas más recientes en torno a la pobreza y el desarrollo se escucha un nuevo lema: la inclusión financiera. Se parte de la premisa de que grandes sectores de la población mundial carecen de acceso a bancos y a otras instituciones que proporcionen asis-tencia crediticia y de ahorro, y se argumenta que esto limita las posibilidades y obstaculiza el crecimiento económico. Con la inclusión financiera se busca acercar servicios financieros a sectores de bajos recursos, con su consecuente incremento en el consumo y por lo tanto beneficio para las economías nacionales. Paradójicamente, estas voces se escuchan al tiempo que los vientos huracanados de crisis hacen tambalear economías de países enteros. La pregunta obligada es si el acceso a crédito fácil favorece un sano crecimiento de la economía del hogar o la arrastra a un pozo sin fondo. Las respuestas son variadas, dependiendo de la lente a la que se recurra y los instrumentos mediante los cuales se mida. En este proceso, los debates son quizás más aleccionadores que las respuestas. Mientras que algunos consideran que es una iniciativa riesgosa—los pobres, dicen, care-cen de cultura financiera—, otros parten de la premisa de que estos son activos manejadores de recursos financieros y que cuentan con potencial para hacer multiplicar sus recursos económicos y humanos. Entre estos últimos hay quienes visualizan la apertura de oportuni-dades que para negocios financieros del sector privado puede proporcionar este sector poco explorado. Así, tanto en México como en otras regiones del mundo se ha apostado fuerte-mente a las microfinanzas como medio para la superación de la pobreza, y también como un negocio redituable. Pero los resultados no siempre son claros. Situados entre quienes consideran que los sectores de bajos recursos manejan activamen-te sus finanzas, los autores de este libro vamos más allá de estos debates. Si bien el tema de la inclusión financiera mediante microfinanzas es uno de los ejes centrales a lo largo de

7 Agradecemos el apoyo del FOJAL (Fondo Jalisco de Fomento Empresarial), en paticular de Luis Gonzalo Jiménez, Director General, y de la SEPROE (Secretaría de Promoción Económica), a Mónica Ballescá y a Paola Villaseñor Poo por su apoyo para la publicación de este libro. Agradecemos también los atinados comentarios de dos dictaminadores anónimos, cuyos señalamientos fueron sumamente enriquecedores. Y queremos además otorgar un reconocimiento especial al Lic. Gerardo Rodríguez, sin cuyo apoyo sistemático y constante este libro no hubiera visto la luz.

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los capítulos—dando cuenta de investigaciones realizadas por los autores en distintos países de Asia, África y América Latina, incluyendo distintas entidades federativas de México—se revelan los dilemas que entran en juego y las alternativas propuestas desde perspectivas diversas. La inquietud de organizar este libro surgió de las discusiones en el marco de un proyecto de investigación trinacional —RUME (Rural Microfinance and Employment) auspiciado por la ANR (Agence Nationale de la Recherche) de Francia— mediante el cual se realizó trabajo de campo intensivo en tres países: La India, Madagascar y México. Cinco de los capí-tulos tienen su origen en este proyecto.8 El impacto del surgimiento y rápida reproducción de instituciones microfinancieras, en particular en términos de la generación de empleos, fue uno de los temas que ocuparon nuestra atención. Pronto nos topamos, sin embargo, con la necesidad de dar cuenta de las disyuntivas que enfrentan los hogares en el manejo de sus finanzas, tanto en el caso de quienes no tienen acceso a servicios financieros más “formales” como de quienes se pueden considerar excluidos de estos. Así, apostamos a un objetivo más amplio: proporcionar elementos para una mejor com-prensión de las dinámicas que entretejen las finanzas cotidianas de familias de bajos recur-sos. Es en este contexto en el que analizamos el peso de las microfinanzas en las endebles economías familiares, identificamos su impacto en la creación de empleos y la generación de fuentes de ingreso. En este afán, sostuvimos una serie de reuniones —en París, Bruselas, La India y México— a las que invitamos a otros investigadores que trabajaban la temática. Varios de los autores participamos, por ejemplo, en una sesión que organizamos en el marco del Congreso de Antropología Aplicada que se llevó a cabo en la ciudad de Mérida en marzo del 2010 y otros en la primer conferencia europea de investigación sobre microfinan-zas que se llevó a cabo en Bruselas en el 2009. Uno de nuestros puntos de partida fue que, para llegar a una mejor comprensión de las economías que predominan en estos sectores, es importante adentrarnos en los marcos de cálculo dentro de los cuales los pobladores pueden “sacar sus cuentas”, medir sus riesgos y vislumbrar oportunidades. Estos no están, como se asume en gran cantidad de libros de texto de economía, ubicados fuera de la esfera de interacción social y cultural en la cual la gente convive, se nutre y respira. Así, a lo largo de los capítulos de este libro, el lector podrá observar cómo, en los procesos de cálculo presentados en los distintos casos, se activan complejas marañas de significados y acciones. Ello hace resaltar, por un lado, la necesidad de tomar en cuenta una amplia gama de valores e instituciones involucradas en la interacción mercantil, incluyendo consideraciones sociales y culturales, así como las interdependencias entre las necesidades,

8 El capítulo uno, el tres, el cuatro, el nueve y el trece.

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los intereses y los valores de ciertos grupos de individuos. Asuntos políticos, consideraciones de bienestar y cuestiones éticas se introducen con frecuencia en lo que parecieran criterios puramente económicos o financieros. Las transacciones en los mercados de distintos tipos se sustentan en valores y relaciones no-mercantiles que varían en concordancia con el campo de actividad y los intereses que entran en juego. Es por ello que necesitamos visualizarlos como el resultado de series de encuentros y relaciones entrelazadas que se dan entre los actores que buscan defender y reproducir sus empresas, mundos de vida y repertorios cul-turales (Long y Villarreal 2001). Pero al adentrarnos en materia de dineros y capitales en los microemprendimientos, no podemos dejar de lado las maneras en que se sopesan y miden los activos y cómo ciertas virtudes y atributos percibidos se vuelven relevantes en el contexto de transacciones econó-micas y su evaluación. Ello nos lleva a poner énfasis en los cálculos, las normatividades y los malabarismos.

La apuesta por las microfinanzas

Habrá que anotar desde el principio que el término de microfinanzas se significa de manera diversa, empezando por las dimensiones del fenómeno mismo, tanto en términos del monto financiero como en el contenido. En algunos casos, se habla de microfinanzas como los pro-cesos vinculados a instituciones formales o semi-formales. Algunas organizaciones de corte más social, tales como cooperativas de ahorro y crédito o grupos altruistas o religiosos, in-cluso se deslindan de instituciones microfinancieras. En otros casos se abarcan las prácticas financieras llevadas a cabo por la población en instituciones que pudieran ser consideradas “informales” (tales como rifas, tandas o cundinas conocidas internacionalmente como ROS-CAS—Rotating Savings and Credit Associations), préstamos entre familiares y amigos, así como diversos tipos de pagos diferidos, además de adhesiones a cajas populares, SOFOLES y SOFOMES (sociedades financieras de objeto limitado y sociedades financieras de objeto múl-tiple, ambas pertenecientes al sector privado con fines de lucro). Pero en general, cajas po-pulares, microbancos y tandas forman parte de lo que se ha venido en llamar microfinanzas. La primera experiencia de cajas populares que se conoce fue creada en 1846 por el ale-mán Frederick Wilheim Raiffeissein. Esta recurría a un sistema asistencialista, las Sociedades de Socorro, las cuales se habían establecido para hacer frente a la pobreza generalizada en un período de grave sequía. Posteriormente se creó una Sociedad de Préstamo basada en la solidaridad social y la ayuda mutua, en la que la Iglesia Católica difundió la experiencia en el mundo (Vizcarra, 2004: 288-290). En México fueron impulsadas en la década de los cin-cuenta por El Secretariado Social Mexicano, un organismo católico. Se crearon cajas popula-res vinculadas a parroquias, algunas de las cuales llevan más de 60 años funcionando. Estas cajas “tradicionales” generalmente funcionan de acuerdo al sistema Raffeissein: un socio, un

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voto, independientemente de su aportación económica. Sólo se puede otorgar crédito a socios y operan mediante asambleas mensuales. El sistema de microbancos, por otro lado, surge del modelo del Banco Grameen de Ban-gladesh, impulsado por Muhammad Yunus a mediados de los setenta. Estos bancos ofrecen préstamos pequeños para proyectos productivos a personas de bajos recursos—sin demandar la garantía de alguna propiedad como colateral—apostando a que la gente utilice sus propios recursos sociales para trabajar el pequeño capital semilla. La confianza en la capacidad em-prendedora de los beneficiarios y en su responsabilidad para cubrir las deudas forman parte de las piedras angulares de este sistema, el cual involucra inversión en términos sociales: participación activa en asambleas, talleres y capacitaciones. El sistema funciona con base en grupos. Todos los miembros deben solicitar un monto regularmente y todos son responsables por el crédito total al grupo. Las tandas, rifas o cundinas (ROSCAS) han sido ampliamente reconocidas. Basado en su trabajo en distintas regiones de China, Japón y Vietnam, Clifford Geertz (1962), considera que las ROSCAS son necesarias para el avance de países en desarrollo, puesto que refuerzan formas de ahorro y proveen acceso a crédito, pero lo hacen de tal manera que combinan métodos y valores tanto modernos como tradicionales.9

El monto considerado en microfinanzas también difiere en distintos casos. No hay un tope cuantitativo, aunque en términos muy generales se menciona a participantes que ma-nejan una suma promedio menor a los veinte mil pesos. Lo que caracteriza a las microfinan-zas es el sector al cual van dirigidos. Generalmente se trata de personas clasificadas como de bajos ingresos y que no cuentan con acceso al sector bancario formal, particularmente pobladores de regiones etiquetadas como “subdesarrollados” o “en proceso de desarrollo”, sectores que son frecuentemente objeto de intervención gubernamental y no-gubernamental orientada a mejorar sus condiciones de bienestar y salir de la pobreza. El término, como podremos observar, es un tanto ambiguo. Sin embargo, no deja de ser necesario ya que apunta a un sector financiero diferente al bancario formal en el cual se manejan criterios de cálculo distintos y se desenvuelve en contextos sociales particulares. Es así como la temática microfinanciera ha sido objeto de múltiples estudios, la mayor parte de los cuales analizan la apuesta a las microfinanzas como una herramienta para salir de la pobreza. El lector encontrará distintas posiciones con respecto a esto en los capítulos de este libro. Los autores resaltamos sus aportes, pero los situamos en tiempos, espacios y circunstancias y llamamos la atención a sus riesgos. Más de alguno muestra preocupación por la manera en que se han desencadenado una variedad de iniciativas microfinancieras y el impacto que tienen en los hogares. Todos hacemos recomendaciones hacia la política

9 Ver también Vélez Ibáñez (1983).

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pública en torno a las microfinanzas, algunos de manera explícita, otros en tanto que pro-porcionamos información relevante para entender la problemática en su complejidad. En el primer capítulo Morvant Roux e Isabelle Guerin transparentan la manera en que se suele abordar la problemática. El capítulo no pretende funcionar como marco teórico de los casos analizados en este libro. Más bien busca proporcionar una mirada amplia a las perspectivas analíticas sobre la temática. Explicita las características técnicas, sociales y po-líticas de los servicios financieros según los diversos expertos en el tema, tomando en cuenta su adaptabilidad a las condiciones y necesidades de los usuarios, los criterios para pedir prestado y pagar adeudos. Se establecen coincidencias y diferencias, pero un señalamiento generalizado es que, en los procesos involucrados, se tiende a trascender intereses económi-cos o materiales que implican reputación, honor, poder e identidad, y entran en juego una gama de cálculos explícitos e implícitos en los que las presiones sociales y los juicios morales no están ausentes. El capítulo además permite visualizar las implicaciones del acceso al microcrédito, in-cluyendo la manera en que entran en juego los entramados políticos locales, así como el rol estratégico de los operadores y agentes de crédito en distintas localidades. Estos, al tiempo de verse impelidos a velar por los intereses de la institución para la cual trabajan, deben allegarse mayor cantidad de clientes para satisfacer sus propias necesidades. Así, mientras que en abstracto se puede discurrir mucho sobre la inclusión financiera, en la práctica los esfuerzos en este sentido se ven imbricados en una gama de problemáticas de naturaleza social, política, financiera, económica y cultural. La inclusión financiera, dicen las autoras, no depende únicamente de la voluntad de los organismos para allegar sus servicios a po-blaciones y grupos sociales excluidos. Hay, por parte de los clientes, una multiplicidad de factores económicos, sociales, culturales, políticos y religiosos que se conjugan tanto a nivel individual como familiar y grupal. En tanto que provee un panorama amplio de las preguntas y perspectivas analíticas en torno a la problemática, el capítulo sirve de punto de partida para lo que hemos separado en dos grandes apartados. En el primero —Las microfinanzas en los intersticios del desarro-llo— retomamos debates y dilemas del mundo de las microfinanzas en distintos escenarios sociales y geográficos. La discusión en estos capítulos se centra en las microfinanzas como mecanismo de reducción de la pobreza, como instrumento de desarrollo, como riesgo latente y/o como espacio de negociación y lucha. La creciente financiarización a nivel mundial, la multiplicación de emprendimientos microfinancieros y las políticas sociales lanzadas en distintos países considerados como “en vías de desarrollo” sirven de contexto para la discusión. Es sumamente interesante advertir las similitudes entre procesos desencadenados en países geográficamente distantes, al tiempo de reparar en las diferencias marcadas por disimilitudes culturales, sociales, políticas y coyunturales.

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El segundo apartado —Las microfinanzas en México: cálculos, normantividades, malaba-rismos— reúne únicamente capítulos que analizan casos mexicanos. Si bien en todo el libro están presentes las distintas formas de cálculo y las normatividades que rigen los procesos microfinancieros, en esta sección estos son foco de particular atención. Ello permite una mejor comprensión de las prácticas financieras cotidianas de los usuarios, así como de los dilemas con los que se topan, los retos que enfrentan y el potencial que tienen por delante. La expectativa es que el lector cuente con elementos más precisos para discernir las normas y las prácticas prevalecientes en este tipo de emprendimientos con miras al cambio social.

Las microfinanzas en los intersticios del desarrollo

La India, Bangladesh, China, Kenia, Vietnam, Nepal y México son foco de atención en la primera sección de este libro, en la cual se discuten los pros y los contras de las experiencias microfinancieras institucionalizadas (en cajas populares o microbancos), y los elementos que se juegan en los espacios intersticiales del desarrollo,10 es decir, allí donde las fronteras se marcan y se significan o, en su defecto, se diluyen dando una apariencia de continuidad. En los intersticios del desarrollo visualizamos a quienes se afanan por seguir la ruta del “progreso” y la búsqueda de mejor fortuna, pero tropiezan con una maraña de complica-ciones que dificultan sus trayectorias. De igual manera, ubicamos aquí a quienes pretenden seguir los lineamientos marcados por normatividades socialmente aceptadas al tiempo de buscar resquicios de desobediencia y cambio que respondan de manera más apropiada a sus necesidades reales. Desde este espacio podemos vislumbrar lo que se considera bueno, posible, ascequible o inalcanzable. Conocemos así, desde distintos ángulos, las microfinanzas y sus prácticas. Empezamos esta sección con el trabajo de Naila Kabeer, quien discute críticamente la apuesta que algunos hacen a las microfinanzas como si fuera una varita mágica. Si los es-fuerzos microfinancieros se orientan al cambio social, dice, habrá que tomar en cuenta que la mayoría de las participantes en grupos microfinancieros son mujeres, y surge la pregunta de si estos afanes son instrumentales en sus procesos de empoderamiento. A partir de una investigación sobre el impacto de las microfinanzas en la reducción de la pobreza y en el empoderamiento de mujeres de bajos recursos en el sur de Asia (particularmente Bagladesh e India), muestra cómo la prestación de servicios financieros conlleva una gama de posibi-

10 La noción de desarrollo ha sido objeto de gran discusión y debate. En este texto queremos referirnos a un campo teórico-práctico que gira en torno a la necesidad de cambio social mediante intervención humana, apuntando particularmente a la desigualdad y la pobreza. Queremos deslindarnos de ciertas nociones evolucionistas que parten de la premisa de que ciertos grupos sociales están “más atrasados” y requieren caminar hacia “el progreso”, así como de la categorización discriminatoria que frecuentemente conlleva este concepto.

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lidades, producto de una serie de factores en los que destaca la relación entre el contexto, el enfoque y el impacto. Para la autora, gran parte de los esfuerzos deben ser dirigidos a las estructuras de poder patriarcal. Los intereses estratégicos de género son la esencia misma de estas estructuras, pero es claro que éstas no se pueden cambiar de la noche a la mañana. Dar prioridad a los intereses estratégicos de género sobre las necesidades prácticas cotidianas de las mujeres puede no reflejar su propio orden de prioridades, e incluso puede desalentar su participa-ción. Así, el proceso de transformación debe comenzar modestamente. La autora advierte que es poco realista esperar que la provisión de servicios financieros a los pobres genere transformaciones. Para ello se requieren políticas públicas más amplias que promuevan un crecimiento económico favorable hacia estos sectores, un desarrollo social con equidad y participación democrática en la toma de decisiones. El riesgo de los emprendimientos microfinancieros sobre la vulnerabilidad familiar es también el tema del capítulo tres, cuyos autores, un grupo de investigadores de Francia y La India (Guérin, Roesch, Kumar, Venkatasubramanian y Sangare), enfocan de manera particu-lar los ángulos económicos y financieros, siempre contextualizados socialmente. Basados en un estudio longitudinal en el distrito de Tiruballur, al noreste de India, revelan los procesos mediante los cuales se genera un endeudamiento creciente. Lo que es más, se adquieren activos pero posteriormente, por distintos motivos, se pierden. La fragilidad financiera se hace evidente al indagar con mayor profundidad la vida cotidiana de los hogares. Dicha fragilidad se ve incrementada por eventos críticos tales como enfermedades, muertes, ceremonias no esperadas o pérdida de empleos, lo cual agota en forma gradual el portafolio de activos de los hogares, debilitando sus redes sociales e incrementando la proporción de ingresos que se destinan al pago de créditos. Tras los es-tudios estadísticos, los autores documentan estos procesos mediante métodos cualitativos a fin de entender la diversidad de patrones seguidos por los hogares y obtener una mejor comprensión del papel jugado por las microfinanzas en ello. Los autores muestran preocupa-ción al encontrar que los recursos crediticios utilizados para el consumo cotidiano vayan en aumento. Uno de sus cuestionamientos centrales es el que la inclusión financiera se maneja únicamente como si fuera un problema de acceso. Hay, como se explicita en este y otros capítulos, muchos más procesos involucrados. Dicha problemática no es ajena a la discusión de Fouillet y Pairault en el capítulo cuatro, en el que se contrastan los derroteros que siguen los programas microfinancieros en China e India. Destacan la manera en que las organizaciones del sector se apropian y adaptan las visiones normativas, tras lo cual se origina una diversidad de prácticas políticas, sociales y religioso-culturales. En el contexto chino, por ejemplo, el credo básico de las instituciones mi-crofinancieras de que del interés privado provienen soluciones para satisfacer necesidades colectivas genera desconfianza de los gobernantes y tomadores de decisiones en el terreno

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económico. Así, se otorga un margen reducido de maniobra a las organizaciones microfinan-cieras y hay una expansión de la participación gubernamental en la provisión de créditos. En contrapartida, en La India existe mayor libertad de acción para estas instituciones, por lo cual su crecimiento es exponencial. Tan es así que con frecuencia se presentan como un modelo donde la mayor parte de la oferta se genera en un sistema de participación bancaria que involucra a autoridades públicas, sucursales bancarias públicas y privadas, organizaciones no-gubernamentales y grupos de auto-ayuda. Pese al contraste evidente, los autores destacan el hecho de que en ambos casos las estrategias se diseñaron a iniciativa de los gobiernos centrales. Pero más allá de las normas generales que orientan este tipo de pro-gramas en muchos países, los autores concluyen que las idiosincrasias nacionales, regionales y locales logran apropiarse de las mejores prácticas. Procesos similares son expuestos por Shakya y Rankin para el caso de Nepal y Vietnam en el capítulo cinco, donde revelan que se han generado una serie de prácticas de subver-sión por parte de los usuarios de servicios microfinancieros, ya que estos se adaptan, pero también resisten y subvierten lo que las autoras llaman tecnologías orientadas hacia la maximización del rendimiento económico de las organizaciones microfinancieras, colocan-do elementos culturales dominantes en su propio marco moral y social de referencia. Al hacerlo, cambian significados y ejercen una especie de agencia subversiva, aunque no logran tocar los cimientos de las ideologías dominantes. Sin embargo, el análisis revela las fisuras y los puntos débiles de las tecnologías de sostenibilidad de los programas microfinancieros, los cuales, de acuerdo a las autoras, en algunos casos pueden tener efectos desestabilizadores a largo plazo. Transportándonos a Kenia en el capítulo seis, Johnson, Malkamäki y Niño Zarazúa se adentran a la dinámica de los grupos informales en los mercados financieros. Analizan los factores que alientan el uso intensivo de servicios financieros informales y que, en contrapartida, inciden en el menor uso de los servicios financieros formales. Describen de manera didáctica y clara los factores económicos y sociales, contrastando las características de la población que recurre a uno u otro tipo de servicio. La rapidez con la que se puede otorgar un crédito, la disponibilidad y la flexibilidad son factores importantes, como lo son los contactos sociales y el tipo de apoyo accesible en tiempos de crisis. El análisis del fun-cionamiento de los grupos de ahorro y crédito informal da pie a los autores para analizar algunos dilemas y paradojas, así como plantear alternativas con respecto al papel de estos en el contexto de la oferta de servicios microfinancieros en su conjunto. De igual manera, la apuesta por las microfinanzas ha ido en incremento en México, como lo documenta Mónica Ballescá en el capítulo siete. Los organismos microfinancieros han proliferado en nuestro país. Esta multiplicación, dice, está respaldada por la hipótesis de que se trata de instrumentos de financiación para el desarrollo. Desde esta perspectiva, los usuarios de microcréditos tienen en sus manos la posibilidad de expandir sus capacidades

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económicas y superar situaciones de vulnerabilidad y precariedad que son características de la pobreza. El uso potencial del crédito, servicio principal proporcionado por las instituciones mi-crofinancieras como herramienta para superar condiciones de pobreza, es uno de los rasgos característicos de estos organismos, al igual que la intervención mínima del Estado, ya sea con algunos subsidios o bien con la creación de regulaciones específicas que norman su crea-ción y operación. Esto último, señala, ha generado la tendencia a una mayor participación de organismos privados con fines de lucro que atienden sectores de población de bajos recursos anteriormente excluida de estos servicios. Considera que el hecho de que las instituciones mi-crocrediticias se localicen en zonas de mayor pobreza monetaria es alentador.

Microfinanzas en México: cálculos, normatividades y malabarismos

La lente en esta segunda parte del libro aterriza en México, examinando con más detalle casos de los estados de Michoacán, Puebla, Guerrero, Oaxaca, Jalisco, Chiapas y Veracruz. El enfoque analítico toma en cuenta los marcos de cálculo a los que recurre esta población en el manejo de sus finanzas y los malabarismos que realiza para poder salir adelante, así como las normatividades que entran en juego en estos procesos a nivel local y externo. Estas últimas se producen en el seno de redes de relaciones e interacción social, lo cual se conjuga con formulaciones reglamentarias institucionales, gubernamentales y de manejos financieros globales. En el capítulo ocho, Annabelle Sulmont explica las maneras en que la migración y otros factores socioeconómicos influyen en el acceso a servicios de microfinanzas. Habiendo tra-bajado por más de dos décadas en una organización microfinanciera, ha tenido oportunidad de observar sistemáticamente la interacción en torno a programas de crédito, ahorro, micro-seguros y captación de remesas. Para este capítulo retoma casos de familias de Michoacán, Puebla, Guerrero y Oaxaca, analizando las diferencias entre las prácticas financieras de familias de hogares pobres que dependen en mayor medida de la recepción de remesas y quienes cuentan con experiencias migratorias más exitosas y de más larga data. Los hogares de migrantes, dice, tienden a no recurrir a los servicios de microbancos. Cuando se recurre al crédito, es local, en montos pequeños otorgados por algún familiar o vecino en espera de la llegada de nuevas remesas, aunque también hay casos de créditos provenientes de las instituciones formales, los cuales se suelen cubrir con dinero de remesas. El uso de remesas para actividades productivas tales como pequeños negocios em-prendidos por mujeres y el financiamiento de actividades agrícolas es también anali-zado en este capítulo, al igual que el impacto de esta fuente de ingreso en el empleo local, particularmente en la construcción. Al generar empleos típicamente urbanos, sin embargo, se encarece la mano de obra para empresas agrícolas tradicionales, las cuales

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introducción

no pueden soportar el costo y tienden a desaparecer. Las consideraciones que entran en juego en los cálculos que hacen las familias de migrantes son evidentes en este capítulo, en los cuales resaltan los recursos, mecanismos y valores que tienen a su alcance para tomar decisiones. Este es uno de los puntos recurrentes en esta segunda parte del libro, en el que se analiza la atribución de valor. En ésta se conjugan una serie de procesos sociales, incluyendo habi-lidades para leer el mercado, identificar clientelas y sus potenciales capacidades financieras y la utilización de redes. La asignación de precios y la venta de productos cuya elaboración ha sido posible con los microcréditos obtenidos es uno de los talones de Aquiles de ciertas microempresas de mujeres, por ejemplo. Pero en esta sección también se brinda atención a las transformaciones en las vidas de las mujeres, los aprendizajes en cuanto a los nuevos procesos económico-productivos y a una mayor habilidad para hacer malabarismos con el dinero al que acceden a través de diversos proveedores de crédito. Así, en el capítulo nueve, Lourdes Angulo analiza la experiencia de un grupo de mujeres productoras de ropa de manta del municipio de Puerto Vallarta, Jalisco, cuyas microempre-sas fueron apoyadas por el programa SIFRA (Sistema de Financiamiento Rural Alternativo). Es revelador reparar en las maneras en que las mujeres atribuyen valor a su trabajo y a las mercancías que producen y dar cuenta de las vicisitudes que enfrentan para colocar sus productos en el mercado. La autora argumenta que en dicha asignación de valor intervienen elementos palpables de índole económica, tales como la calidad de los materiales o insumos, el dinero invertido en ellos y el tiempo involucrado en ese trabajo, por ejemplo. Pero tam-bién entran en juego aspectos menos tangibles, incluyendo ciertos “códigos de valor” tales como conocimientos, inventiva, creatividad, experiencia y aspiraciones cifradas. Se incluyen además consideraciones con respecto a las necesidades de las mujeres y cómo éstas son satisfechas por la puesta en circulación de sus mercancías. Gabriela Guzmán encuentra procesos similares en Veracruz. Tomando como base la ex-periencia de una cooperativa de ahorro y crédito, destaca, en el capítulo diez, la capacidad de adaptación, los aprendizajes basados en prueba y error, las prácticas reflexivas de las mujeres y el apoyo de redes sociales. Detalla las diversas estrategias de las que se valen las usuarias para superar dificultades económicas y aprovechar oportunidades, incluyendo, por ejemplo, la utilización de mano de obra familiar, la recurrencia a sistemas de pago diferido y ventas a plazos. Pero estas son armas de doble filo pues, a la vez que se sustentan en las relaciones de confianza, algunos vínculos dificultan que las mujeres pongan en práctica medidas estrictas para recuperar lo que les adeudan. Además, la autora muestra cómo en muchos casos las mujeres se ven impelidas a desafiar las cortapisas que imponen ciertas creencias sociales con respecto a los roles de género. Así, pese a sus esfuerzos, no todos los

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Lourdes AnguLo y MAgdALenA ViLLArreAL

negocios apoyados por la cooperativa logran prosperar, pero los procesos de aprendizaje son críticos para quienes tienen éxito. En Chiapas, por otro lado, a muchas mujeres artesanas se les dificulta calcular precios. María Eugenia Santana explica, en el capítulo once, cómo las mujeres de dos comunidades se organizan en grupos para evitar incurrir en cálculos erróneos y para poder maximizar los contactos y la clientela. La autora retoma las maneras en que las artesanas hacen sus cuentas: los descuentos aplicados a ciertos conocidos, la reciprocidad, el pago de créditos y otras prácticas fundamentales en el manejo de sus finanzas. En el valor que se otorga a las piezas influye, por supuesto, el costo de los insumos así como las habilidades artesanales de las mujeres para lograr calidad, pero las opciones de venta y el grado de intermediación entre las mujeres y sus compradores también juegan un papel importante. La autora resalta los beneficios de participar en grupos y la colaboración familiar. Bienes intangibles, tales como relaciones de confianza y cooperación, la organización y las redes sociales vienen a constituir elementos indispensables. Sobre todo, las artesanas han aprendido a tomar en cuenta “divisas sociales” en la valoración de su trabajo, así como en la necesidad de cuidar las relaciones con sus clientes. Las estrategias y cálculos económicos de las artesanas son también analizadas por Jessi-ca Ann Vooris en el capítulo doce. El lector podrá seguir, con la autora, los difíciles caminos que las tejedoras de Zinacantán, en Chiapas, recorren en su proceso de producción y venta de artesanías. El capítulo muestra con detalle cómo estos caminos no involucran únicamente capacidades técnicas, sino sociales y culturales. Entre los obstáculos a vencer se incluyen las relaciones de competencia entre las mismas mujeres, las jerarquías sociales, las envidias, el alcoholismo de algunos miembros masculinos del hogar. Pero las mujeres aprenden a usar sus recursos sociales y culturales para salir adelante. Sus cálculos se basan parcialmente en un agudo discernimiento de las percepciones que sobre ellas tienen turistas, agentes gubernamentales y promotores de organizaciones no gubernamentales, pero también en sus habilidades para manejarse socialmente en las jerarquías y rituales locales. La autora argu-menta que un examen cuidadoso de las diferentes prácticas económicas de las artesanas del pueblo muestra que las transacciones monetarias y las decisiones financieras requieren, no sólo de ecuaciones matemáticas, sino también de complejos cálculos basados en obligaciones y presiones morales. La utilización de recursos sociales y culturales se hace muy patente en las maromas y “jineteos” que describen Rodríguez y Villarreal al analizar las prácticas financieras de fa-milias rurales en una comunidad de Jalisco en el capítulo trece. Los pobladores logran salir adelante mediante préstamos interpersonales e institucionales, y recurren a una gama de malabarismos, pidiendo prestado aquí y allá, haciendo pagos diferidos, cortando gastos en la medida de lo posible. Esto implica que viven en el filo del precipicio: un shock económico—uno de esos que suele ocurrir con frecuencia, tales como una mala cosecha, una enfermedad

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introducción

o una muerte en la familia—puede tener consecuencias devastadoras. Los márgenes de cál-culo que los pobladores tienen para pensar y ejecutar maromas, jineteos o malabarismos es uno de los ejes de este capítulo. El lector se percatará de que malabarismos similares se hacen presentes en la gran mayoría de los casos analizados en este libro. Ello permite reconocer el camino que falta por andar en la adecuación de instrumentos microfinancieros a las necesidades de los po-bladores de bajos recursos en sus esfuerzos por salir adelante y en su lucha por aminorar la pobreza. En su vida cotidiana, la gente que recurre a las microfinanzas —sea en la India, Vietnam, Kenia, o México— se ve impelida a desarrollar sus propias brechas para sortear obstáculos y generar instrumentos financieros que se adecuen a sus requerimientos. El cono-cer de mejor manera sus prácticas, sus aciertos, sus críticas y la magnitud de los riesgos en los que incurren, ayuda a formular mejores herramientas. Así, las propuestas que hacen los autores para mejorar los instrumentos y las organi-zaciones microfinancieras parten de, en primer lugar, reconocer con mayor precisión las dinámicas económicas y de endeudamiento de los ‘clientes’. A partir de allí, se puede, como insisten Johnson, Malkamäki y Niño Zarazúa, y también Kabeer y Sahkya y Rankin, mante-ner la flexibilidad que permita adecuarse de mejor manera a las necesidades de los usuarios. Estas últimas destacan la importancia de la participación de los beneficiarios en el diseño de los programas de desarrollo, buscando democratizarlos, y de hecho también democratizar la economía a nivel local y más allá. Cerramos el volumen con una mirada a las microfinanzas desde la óptica de los obje-tivos del milenio en cuanto a la reducción de la pobreza. En el capítulo catorce, Ana Sofía Torres nos hace ver las dificultades y vicisitudes que tienen que afrontar las organizaciones microfinancieras mexicanas para cumplir con el nuevo marco legal, de tal suerte que para muchas de ellas la disyuntiva es generar los procesos de cambio institucional para operar de acuerdo a lo que dicta la Nueva Ley de Ahorro y Crédito o atender las necesidades propias en función del desarrollo organizativo que quieren lograr. La autora identifica que, dentro del nuevo marco legal que estos organismos están lla-mados a atender, existe una disparidad normativa: una sobre-regulación de las entidades de ahorro y crédito (generalmente cooperativas y grupos organizados) y una laxitud hacia las instituciones (por lo regular de corte privado) cuya actividad es únicamente la dispersión de créditos. Subraya que los altos costos de adaptarse al marco legal vigente se convierten en un obstáculo a la expansión y el desarrollo, por lo que la consecuente reducción en la atención a las personas de escasos recursos contradice los objetivos y metas del milenio.

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Lourdes AnguLo y MAgdALenA ViLLArreAL

Capítulo 1

Los factores determinantes del uso del microcrédito: una reseña de la

literatura sobre el tema

Solène Morvant-Roux e Isabelle Guérin

Introducción

El sector microfinanciero se distingue de otros programas e instrumentos cuya vocación es reducir la pobreza ya que, en principio, no tiene aplicación universal. La participación no es automática sino “voluntaria”. Por lo tanto, las microfinanzas cubren una parte de una población conocida como “objetivo”. Así, el microfinanciamiento, desde su surgimiento, ha mantenido cierta tensión entre dos enfoques: el primero percibe la inclusión financiera como una herramienta de desarrollo con vocación más o menos universal, lo que implica que los criterios de participación no dependen exclusivamente de las lógicas del mercado (solvencia). El segundo enfoque da prioridad a los criterios de rentabilidad y viabilidad financiera de la institución. Un tercer enfoque trata de conciliar misión social y viabilidad financiera. Hasta mediados de la década del 2000 prevaleció la hipótesis de que la existencia mis-ma de la oferta financiera y, por ende, su accesibilidad, implicaba automáticamente el uso de esta oferta por parte de las poblaciones a las que iba dirigida. Ahora bien, la literatura económica sobre el funcionamiento de los mercados financieros ha mostrado en fechas recientes que acceso y uso no son términos equivalentes (Claessens, 2006). En efecto, atribuir toda la responsabilidad de las bajas tasas de inclusión financiera a la insuficiencia de la oferta en los servicios y a los obstáculos a su despliegue deja de lado el hecho de que la puesta a disposición de los servicios (la oferta) no puede por sí sola resolver la cuestión de su uso. Para captar mejor la complejidad del problema de la exclusión finan-ciera es esencial distinguir claramente acceso (esto es, la disponibilidad de una oferta de calidad razonable y costo asequible) y uso (es decir, la utilización efectiva de los servicios) (Morvant-Roux y Servet, 2007).

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Los fActores deterMinAntes deL uso deL Microcrédito

Este resultado empírico, fundado en un análisis de las dinámicas de inclusión y exclu-sión financiera, permitió un avance conceptual: más allá de la distinción inclusión versus exclusión financiera, habría que disociar exclusión involuntaria y exclusión voluntaria. En otras palabras, allí donde la oferta se encuentra disponible, ciertas personas o grupos sociales pueden elegir no utilizar los servicios financieros (exclusión voluntaria) o bien pueden sufrir trabas en la utilización de los mismos (exclusión involuntaria). El uso de los servicios depende de sus características, comparadas con las necesidades financieras expre-sadas por los clientes potenciales. Se determina a partir de indicadores tales como la fiabi-lidad de la oferta, la conveniencia o la accesibilidad geográfica, la continuidad del acceso y la flexibilidad o la adaptación de la oferta a las necesidades (Morduch, 1999). Pero más allá de esas características inherentes a la oferta, muchos otros factores desempeñan un papel fundamental. Esta cuestión del uso, en contraposición al acceso, no surge sino tardíamente en la litera-tura. A raíz de los resultados obtenidos sobre el racionamiento del crédito (Stiglitz y Weiss, 1981), han aparecido numerosos trabajos que buscan demostrar que la población excluida del acceso a los servicios financieros (ausencia de contrato ajustado a sus características) se hallaba expuesta a una demanda no satisfecha de recursos monetarios. Por tanto, la falta de acceso no significa restricción de liquidez y, viceversa, el acceso a los servicios financieros no elimina automáticamente los problemas de liquidez (Winter-Nelson y Temu, 2005).11

Conviene señalar que esos análisis dan prioridad a un enfoque económico de las unida-des domésticas rurales: los empresarios que tienen necesidades financieras única y exclusi-vamente vinculadas a sus actividades productivas. Las necesidades financieras de cualquier otra índole no son tomadas en cuenta. Por ejemplo, sobre la base de datos recopilados en India, Kochar (1997) muestra que el nivel de racionamiento del crédito es más débil que el generalmente considerado en la literatura sobre el tema, puesto que la probabilidad de tener acceso al crédito condicionado a la demanda efectiva de la unidad doméstica o a la preferencia de esta por el sector formal es del orden de 74%. Kochar atribuye el bajo nivel de empréstitos entre el sector formal (19% de su muestra) no a un racionamiento del crédito operado por el sector formal, sino a una ausencia de demanda inducida, según la autora, por la falta de oportunidades de inversión o por un bajo nivel de productividad agrícola (sin que se aborde el posible desajuste entre los servicios ofrecidos y la demanda).

11 Esos autores demuestran que, en el ámbito rural de Tanzania, 27% de las familias encuestadas carecen de acceso al crédito pero no experimentan necesidad de liquidez. Al contrario, una parte no desdeñable (25%) tiene acceso al crédito pero su demanda no se encuentra totalmente satisfecha, puesto que experimenta necesidades de liquidez a pesar de dicho acceso.

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soLène MorVAnt-roux e isAbeLLe guérin

La observación del desfase entre acceso y uso y el surgimiento de la noción de exclusión voluntaria conducen a superar los obstáculos “clásicos” de la exclusión financiera o incluso las barreras al acceso, tales como la distancia geográfica, el costo de los servicios financieros, las garantías, etcétera. En cuanto a las unidades domésticas, las características clave a las que se da prioridad son las ligadas a las variables de ingreso, salud, educación (Claessens, 2006) e incluso a elementos como la confianza y la accesibilidad geográfica (Beck y otros, 2007). Algunos trabajos de investigación se han volcado al análisis de otras dimensiones que pue-den influir en el uso efectivo de los servicios financieros, en particular el crédito. Hacen notar que el uso efectivo de los servicios financieros propuestos en un contexto determinado puede encontrarse influido por numerosos elementos que se presentan en tres grandes categorías:

• El papel de las características socioeconómicas (en cuanto reveladoras del contex-to institucional local y de las instituciones sociales subyacentes) y demográficas de las personas.

• Las características no solamente técnicas, sino también sociales y políticas de los servicios financieros que se ofrecen.

• El papel de los agentes de crédito en tanto que actores no sólo económicos (re-acciones a los estímulos en términos de beneficios económicos) sino también sociales y como participantes en el juego político local.

La reseña de la literatura sobre los elementos determinantes en el uso del microcrédito se articula en torno a estas tres dimensiones principales.

Los determinantes socioeconómicos del uso de los servicios financieros

Antes de abordar algunos trabajos empíricos, volvamos la atención a los modelos de la teoría económica que arrojan cierta luz sobre el comportamiento de las unidades domés-ticas en lo relacionado con los préstamos. El primer gran modelo de predicción es el de la teoría del ciclo de vida elaborado a principios de la década de 1950 por Franco Modigliani y su discípulo Richard Brumberg. En diferentes trabajos estos investigadores enuncian una correlación negativa entre la propensión media a consumir y el nivel de ingreso. Este efecto puede medirse si se observan los comportamientos de una población en un momento dado o corte instantáneo. La teoría, basada en la hipótesis de elección inter-temporal, demuestra que las decisiones ahorro/consumo (o endeudamiento) se encuentran determinadas por la edad de los individuos. En ausencia de incertidumbre, los individuos jóvenes que entran en la vida activa ten-drán un nivel de ahorro bajo y hasta negativo, pues coincide con el periodo en que se equipan y realizan compras de bienes durables recurriendo al endeudamiento. Modigliani y Brumberg insisten, por otra parte, en que a largo plazo la propensión media a consumir/

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Los fActores deterMinAntes deL uso deL Microcrédito

ahorrar es constante: un aumento de ingreso transitorio induce efectos temporales sobre los comportamientos de ahorro. Por otra parte, si el alza de los ingresos se estima perdurable, las familias jóvenes van a aumentar su consumo después de una reevaluación al alza de sus ingresos futuros. Ahora bien, este aumento de consumo viene a compensar la tendencia al alza del ahorro resultante del aumento de los ingresos (Deaton, 2005). La teoría del ciclo de vida ha sido muy criticada y ha sido objeto de numerosas extrapo-laciones. Ciertos trabajos han optado por ampliar la hipótesis sobre la incertidumbre, a fin de que los modelos sean más realistas.12 Junto con la teoría del ciclo de vida apareció la llamada hipótesis del ingreso perma-nente. Esta, propuesta por Milton Friedman, enuncia que el ingreso está formado por dos componentes, uno permanente (se evalúa su riqueza en el curso de un largo periodo) y otro transitorio, y que las familias deciden su consumo sobre la base del nivel del componente permanente, así como sobre la base del nivel de ingreso corriente (ingreso del periodo considerado). Friedman deduce que toda política pública basada en el aumento del ingreso corriente y que busca estimular la economía (mediante el consumo) resultará insignificante. Estos enfoques teóricos basados en los vínculos entre ingresos, consumo y endeudamien-to (o ahorro) constituyen evidentemente una visión muy limitada de la realidad empírica. Por otra parte, señalemos que la idea original del microfinanciamiento era implementar una herramienta dedicada a la creación de microempresas, a fin de permitir a cada deudor la generación de su propia actividad remuneradora. El endeudamiento para el consumo quedaba entonces excluido a priori de los determinantes de la demanda de microcrédito. Sin embargo, hay análisis minuciosos de las prácticas de los clientes de las instituciones microfinancieras que ponen en tela de juicio esta utilización supuestamente productiva del microcrédito. Muchos estudios demuestran la complejidad de las necesidades financieras de las poblaciones vulnerables que hacen frente a ingresos no sólo bajos, sino además muy irregulares: variación de los montos y las temporalidades, gastos no sólo productivos sino también sociales ligados al ciclo de vida, al consumo, la salud, la educación, etcétera (Ru-therford, 2000; Collins y otros, 2009). No entraremos aquí al debate sobre la pertinencia de los criterios económicos para explicar los elementos determinantes de las estrategias de las poblaciones en situación pre-caria. Citemos justamente en ese sentido el libro de Magdalena Villarreal (2009a), el cual, a partir de una etnografía de las estrategias financieras femeninas en los barrios populares de Guadalajara, invita a afinar la definición de conceptos económicos como el costo, los riesgos, la accesibilidad y el beneficio, tratando de acceder al significado que podrían tener esos conceptos para ese tipo de poblaciones.

12 Otras extrapolaciones incluyen tomar en consideración la herencia o la introducción del ahorro precautorio.

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soLène MorVAnt-roux e isAbeLLe guérin

Ciertos trabajos empíricos tratan de ir más lejos que los criterios clásicos del uso de los servicios financieros. La idea es identificar cierto número de características a título individual (género, edad, nivel educativo, etcétera) o familiar que determinan en parte la participación en una institución de microfinanciamiento. El trabajo realizado por Susan Johnson y Max Nino-Zarazúa en dos países de África oriental (Kenia y Uganda) nos permiten comprender mejor los factores explicativos del uso restringido de los servicios financieros formales y del uso intensivo de los servicios financie-ros informales y por ello entender más las dinámicas de inclusión o de exclusión financiera. Los factores clave que se desprenden de este análisis son:

• Tipo de empleo o fuente principal de ingreso: la producción agrícola (incluida la ganadería) así como el empleo público y el asalariado privado favorecen la inclusión financiera formal, mientras que el empleo asalariado agrícola favorece la inclusión financiera semiformal. Por último, el empleo en trabajos domésticos favorece la exclusión financiera en términos generales, pero la inclusión finan-ciera afecta al sector financiero informal.

• Las características del ingreso pueden ser más o menos favorables a la participa-ción en tal o cual servicio financiero. Así, Johnson (2004) muestra que los montos bajos pero frecuentes en los ingresos de las mujeres, por contraste con los ingresos más elevados pero irregulares de los hombres, favorecen su participación en las ROSCAS.

El análisis del contexto ugandés arrojó resultados similares. • La distancia geográfica no es un determinante fundamental en el uso de los ser-

vicios financieros. En Kenia, los criterios de provincia o de lo rural no tienen una incidencia significativa sobre la inclusión financiera formal.

La posesión de ciertos activos favorece globalmente la inclusión financiera. Hay una correlación positiva entre tener automóvil e inclusión financiera formal. Otros activos (TV, radio, bicicleta) tienen un papel menos significativo. Entre las variables socioeconómicas hay que notar que:

• La educación favorece la inclusión financiera formal y semiformal. • La edad importa, con una exclusión de los jóvenes (18-24 años) del sector formal

y semiformal. • Lo mismo que el género: • Ser mujer aumenta la probabilidad de exclusión financiera y eso se explica por la

fuerte representación de las mujeres en el sector financiero informal (en particu-lar la participación en las ROSCAS, véase igualmente Johnson, 2004).

• En Kenia, las mujeres tienen una mayor probabilidad de participar en las institu-ciones de microfinanciamiento en comparación con las cooperativas de ahorro y

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Los fActores deterMinAntes deL uso deL Microcrédito

de crédito. Esto es fruto del sesgo a favor de las mujeres prevaleciente en el seno de las instituciones de microfinanciamiento.

• En Uganda las mujeres muestran una mayor tendencia a participar en las ROSCAS en comparación con los hombres, pero el sesgo del microfinanciamiento hacia las mujeres es menos marcado.

Estos resultados confirman los del análisis realizado por Porteous (2005) sobre diferen-tes países de África meridional. Según los determinantes socioeconómicos, señalemos que la migración puede favore-cer la adhesión a una institución de microfinanciamiento. Ese vínculo se ha demostrado en México esencialmente en el caso de la migración internacional (Morvant-Roux, 2006; Morvant-Roux y Doligez, 2007):

1) Los candidatos a la migración tienen necesidad de dinero para financiar su viaje y su establecimiento en el lugar de destino; piden prestado en las insti-tuciones de microfinanciamiento.

2) Las familias que siguen viviendo en las localidades de origen reciben dinero que desean colocar en un lugar seguro o para poder enviarlo a otros fami-liares.

En la localidad de origen, las familias de los que se van utilizan en ciertos casos el mi-crocrédito como anticipo del dinero que llegará de los parientes emigrados (Morvant-Roux, 2004). Por otro lado, ciertas familias cubren sus necesidades de liquidez con el dinero de la migración y por lo tanto no piden prestado a las instituciones de microfinanciamiento: ahorran pero no se endeudan. Sin embargo, esas características socioeconómicas no explican por completo el uso de los servicios de microfinanciamiento. El trabajo realizado por Max Nino-Zarazúa y James Copestake (2008) en una zona de bajos recursos de la ciudad de México permite, a partir de una combinación de herramientas cualitativas y cuantitativas, completar el análisis de los determinantes de la demanda de servicios financieros. Así, el análisis cuantitativo indica que la variación en el uso de los servicios financieros formales e informales no puede ser más que parcialmente atribuida a diferencias en varia-bles socioeconómicas tales como el género, el empleo, la educación y la propiedad inmobi-liaria. En la línea de trabajo de D. North sobre el papel del contexto social (reglas y normas sociales) en las decisiones de los actores, Nino-Zarazúa y Copestake (2008) completan el análisis cuantitativo con un análisis cualitativo de los determinantes cognitivos. Los autores sugieren que los recursos cognitivos (como el conocimiento en materia de finanzas y diver-sas actitudes y valores en relación con los mercados financieros), así como el aprendizaje sobre la base de la experiencia socializada, son igualmente factores importantes en la inclu-

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soLène MorVAnt-roux e isAbeLLe guérin

sión de grupos vulnerables en los mercados financieros. Los autores mencionan asimismo el papel que juegan las relaciones sociales, la experiencia de los servicios financieros, la falta de conocimiento de esos servicios y la desconfianza a ese respecto.

Características de los servicios propuestos

La hipótesis central consiste aquí en que las características de los servicios de microfinancia-miento ofrecidos y su adecuación (o no) a las necesidades y a las normas sociales locales, contribuyen a explicar (al menos parcialmente) las diferencias en la demanda de crédito. Algunos trabajos en el curso de los últimos años han estudiado los servicios de mi-crofinanciamiento en función de sus características no sólo técnicas sino también “sociales” y “políticas”. La mayor parte de estos trabajos tienen la particularidad de abordar no sólo la manera en que la población utiliza (o no) el microfinanciamiento, sino también cómo este se articula con otras fuentes de crédito y en particular con las prácticas financieras informales. Una de las hipótesis subyacentes es que las características del financiamiento informal tienen mucho que enseñar para el microfinanciamiento y que el análisis de tales características debe permitirnos comprender mejor las modalidades de uso del microfinan-ciamiento (Collins y otros, 2009; Morvant-Roux, 2006; Guérin, 2006; Guérin, Morvant-Roux y Servet, 2011).

Características técnicas

Se entiende por características técnicas el monto de los préstamos, la duración, las modali-dades de reembolso (periodicidad, periodo de gracia o no), la flexibilidad y la negociabilidad, es decir, la posibilidad de adaptar las modalidades, a la vez ex ante (por ejemplo, el monto y la duración adaptados a una actividad económica específica) y ex post (por ejemplo, pedir una reestructuración en caso de dificultades para cumplir con el pago). Habría que comparar estas características con las de otras fuentes de crédito en una zona determinada. Así, Guirkinger (2008) aborda la coexistencia de dos sectores financie-ros: el formal (o semiformal) y el informal. Su análisis económico revela que las unidades domésticas dan prioridad al sector financiero informal a causa de los menores costos de transacción, así como por el nivel de riesgo para el deudor en caso de problema de pago. A este respecto se pueden citar también los trabajos de Boucher y otros, sobre Guatemala y Perú. Como lo subrayan Guérin y otros (2011) para el caso de las sociedades bereberes de Marruecos, la percepción del riesgo contractual para el deudor y, por ende, la resistencia a utilizar los servicios de la institución de microfinanciamiento derivan en parte de ciertas categorías de la población con la autoridad judicial o central y el temor a confrontarse a esta en caso de incumplimiento.

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Los fActores deterMinAntes deL uso deL Microcrédito

En cuanto al monto, la duración y el costo, es de suponer que esas tres características se adaptan más o menos bien a las necesidades financieras locales. El estudio de Collins y otros (2009), a partir de un análisis minucioso de las prácticas financieras de las unidades domésticas pobres rurales y urbanas en tres países (La India, Bangladesh, Sudáfrica), muestra que a los hogares pobres valoran los servicios financieros que cuentan con las características siguientes:

- Fiabilidad: entregar los servicios en los plazos, por el monto y precio acordados. - Comodidad: permitir a los clientes tomar prestado, pagar, ahorrar, retirar depósi-

tos de manera frecuente, en un lugar cercano al domicilio o el lugar de trabajo, respetando el anonimato de los clientes.

- -Estructura: según los autores citados, una de las principales lecciones del finan-ciamiento informal tiene que ver con el hecho de que los pobres desean ahorrar pero se les dificulta, y buscan mecanismos de autodisciplina (cuyo ejemplo más conocido es la tanda). Los servicios de ahorro más eficaces serían los que han previsto un principio de regularidad que favorezca esta autodisciplina. Es intere-sante constatar que el microcrédito a veces se percibe de esta manera (los pagos mensuales se consideran como estímulos para ahorrar o trabajar); véase asimis-mo Guérin (2006).

- La flexibilidad, que designa la compatibilidad con la irregularidad de los ingresos a los que se enfrenta un buen número de pobres; por ejemplo la posibilidad de pagar los préstamos por adelantado, que haya calendarios de reembolso flexibles y préstamos de emergencia. La flexibilidad afecta asimismo el uso de los présta-mos (¿hasta qué punto están los clientes autorizados a emplear su préstamo como les plazca?).

En términos generales, el hecho de que no se respeten las características aquí menciona-das podría explicar la ausencia de demanda de microcrédito. Esas características deben por otra parte ser puestas en perspectiva con las caracterís-ticas de otras fuentes de liquidez disponibles para las poblaciones objetivo (en particular la que proviene del financiamiento informal). Por último, las necesidades financieras de las poblaciones y la forma en que las personas encuentran soluciones o no para responder a ellas desempeñan un papel preponderante.

Características “sociales” y “políticas”

La antropología económica nos enseña que las personas piden prestado y pagan los reembol-sos en función de sus propias jerarquías (Shipton, 2007) y de sus propios “marcos de cálculo” (Villarreal, 2004a). Los criterios utilizados a menudo rebasan las cuestiones de interés mate-

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soLène MorVAnt-roux e isAbeLLe guérin

rial individual y reflejan temas de categoría, honor, poder e identidad (Bloch y Parry, 1989; Guyer, 1995; Servet, 2006; Villarreal, 2000, 2009b; Shipton, 2007; Zelizer, 1994, 2005). Este tipo de enfoque ha sido utilizado por ciertos estudios focalizados sobre el microfi-nanciamiento. Sus resultados ayudan a comprender mejor los criterios locales para evaluar una oferta financiera:

• La noción de “respeto” y de confidencialidad: por ejemplo, en La India (Guérin y otros, 2009), los acreedores son juzgados en función del respeto que muestran a su cliente: dar muestras de discreción, tanto en los montos acordados como en caso de eventuales problemas de pago; evitar las visitas a domicilio, necesariamente sospechosas; abstenerse de cualquier juicio sobre el uso de los recursos o los pro-blemas de pago: mantener la cortesía en el uso de los términos empleados. Los “buenos” prestamistas son los que no hacen preguntas. Los “malos” prestamistas son los que no dudan en insultar y humillar en público a los deudores. En el sur de la India, las organizaciones de microfinanciamiento se comportan de maneras muy distintas y resulta imposible generalizar. Lo que es cierto, en cambio, es que esta cuestión de la calidad en la relación prestamista/deudor es un criterio esencial para su popularidad.

• El costo real del microcrédito: además de la tasa de interés, hay que tener en cuen-ta los gastos eventuales de los seguros, el ahorro bloqueado (no se aplica en este caso), la contribución a fondos de solidaridad, los sobornos (sistemáticos en ciertos entornos), pero también los costos de oportunidad a veces considerables, sobre todo en términos del tiempo para participar en las reuniones de grupo (Harper, 2007).

• El costo “social”: independientemente del costo financiero del microcrédito, existe un costo social ligado a las presiones en casos de no pagar y a la intervención del grupo en las prácticas financieras de los miembros (juicio moral, injerencia en el uso del préstamo) (Guérin y otros, 2009; Molyneux, 2002; Rankin, 2002).

• Las características de los préstamos que van en contra de ciertas normas locales: - Tasas de interés (en especial en las sociedades musulmanas). - Recomendaciones sobre el uso de los préstamos —por ejemplo, se ha visto que en

La India se hacían recomendaciones que iban completamente en contra de la dis-tribución local de las actividades en función de la casta y del género (Fernández, 2010) —, lo que conduce ya sea a la no adhesión de los clientes potenciales, ya sea a tensiones locales entre comunidades.

- Garantías utilizadas. Por ejemplo, hay trabajos sobre Kenia (Shipton, 2007) que ponen de manifiesto un rechazo al microcrédito debido a que las garantías em-pleadas (la tierra) son incompatibles con el estatuto simbólico de la tierra: les resulta por completo inimaginable empeñar su tierra “a unos extranjeros”.

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Los fActores deterMinAntes deL uso deL Microcrédito

• Las implicaciones del microcrédito en términos de categoría, honor y reputación: - El simple hecho de endeudarse es mejor o peor percibido conforme a las normas

socioculturales locales, y esas normas pueden variar de una comunidad a otra y de un territorio a otro.13

- A veces no es el hecho de endeudarse o no endeudarse lo que es fuente de honor o deshonra: todo depende de la naturaleza de la deuda y de la relación deudor/acreedor, así como de la percepción subjetiva de la deuda por parte de los hipoté-ticos prestatarios. Por ejemplo, los trabajos que realizaron en México Lourdes An-gulo (2009) y Magdalena Villarreal (2009b) muestran la diversidad de formas de percepción del crédito, incluido el microcrédito: este es visto ya como un derecho, algo que se le debe a uno, ya como una oportunidad, etcétera, y esta percepción subjetiva contribuye al grado de adhesión de las poblaciones al microcrédito. En la India, en ciertas comunidades rurales, el hecho de ser miembro de un grupo de autoayuda es en sí una fuente de honor y buena reputación: algunas mujeres se inscriben sobre todo por esta razón (¡aunque a veces ni siquiera piden prestado!). Esto se debe a la amplitud del fenómeno de los grupos de autoayuda, al hecho de que tengan gran cobertura mediática y a que también las autoridades los utilizan cada vez más para introducir programas públicos: ser miembro de un grupo de autoayuda es en sí fuente de estatus social (el miembro ha sido “seleccionado”), pero también una esperanza de ser candidato para otros programas de ayuda. En ciertos lugares, sin embargo, ese fenómeno de la reputación no es válido salvo en ciertas comunidades (por ejemplo entre las castas bajas) y de manera general entre las mujeres: no es raro que los hombres, y a veces las mujeres de las castas altas y medias, se nieguen a sumarse a los grupos de autoayuda para evitar que los equiparen con gente de otras categorías.

En otras palabras, la forma en que el microcrédito es percibido localmente y si tiene implicaciones en términos de la honra y la reputación son cuestiones clave para entender el uso o el rechazo de los servicios financieros ofrecidos.

• Esto nos remite a las implicaciones políticas de la adhesión al microcrédito. Como todo proyecto de desarrollo, los dispositivos de microfinanciamiento pueden ser considerados auténticas “arenas” políticas en las que se enfrentan los intereses de

13 Según una encuesta sociológica reciente (M. El Ayadi y otros., 2007), más de la mitad de los marroquíes considera que el interés bancario es harâm (ilícito). La proporción alcanza 68.3% entre quienes tienen más de 60 años; 37% de la población rechaza la idea de contraer deudas con un banco, aun si tienen necesidad de dinero, 30% no sabe. Sin embargo, las razones religiosas no parecen ser las únicas en juego. En efecto, entre quienes están dispuestos a solicitar un préstamo, es decir, aproximadamente la mitad de la población, sólo una tercera parte menciona argumentos religiosos, mientras que dos terceras partes aducen otras razones. Se llega a la conclusión de que el argumento religioso, sumando a una parte de los indecisos, sería el de entre una quinta y una cuarta parte de la población que rechaza el crédito.

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distintos grupos sociales (Olivier de Sardan, 1995). Nos hallamos en presencia de actores relevantes de categorías y situaciones diversas (más o menos abiertos a las realidades exteriores, más o menos ricos), de jóvenes (que a veces han hecho estudios), mujeres, notables, funcionarios locales, agentes de crédito, personal de ONG (Organización No Gubernamental), expertos que están de paso, etcétera. Algunos buscan conservar su poder, otros buscan los medios de adquirirlo. Cada uno va a reaccionar individualmente, según la apuesta o la oportunidad que les representa para ese proyecto y los recursos que pueda obtener. Los responsables políticos, los jefes tradicionales, los líderes religiosos pueden temer que un pro-yecto de esta naturaleza ponga en jaque su poder o, al contrario, pueden tratar de apropiárselo y lograr la adhesión de las poblaciones locales. Hombres, ancianos y adultos pueden negarse a que las mujeres y los jóvenes sean consultados o que tengan acceso directo a los servicios propuestos. Los agricultores importantes o los grandes terratenientes pueden albergar temores de que una gestión así ponga en entredicho sus privilegios tradicionales, sobre todo si tienen la costumbre de prestar dinero. Por último, los pequeños productores o los trabajadores agrícolas, que son vulnerables y dependen de los grandes terratenientes, pueden dudar en participar por temor a eventuales represalias por parte de las élites locales. En la India, por ejemplo, un estudio en curso plantea la hipótesis de que las tensiones entre las instituciones de microfinanciamiento y ciertos grupos musulmanes es-tarían vinculadas con la oposición expresada por ciertos propietarios de talleres textiles que acostumbraban prestar a sus empleados sumas de cierta importancia y a quienes las deudas servían para comprimir el salario. Al ofrecer una alter-nativa, el microfinanciamiento contribuye a disminuir el poder de los patrones locales, lo cual podría explicar su oposición.

• Los entresijos de la política local pueden explicar las oposiciones, pero también las adhesiones. En Senegal, por ejemplo, se ha demostrado que la implantación territorial de un programa específico del Crédito Mutuo etiquetado para mujeres dependía en parte de la personalización del proyecto a través de las personas “claves” que desempeñan un auténtico papel de estímulo, ya sea por su disponibi-lidad y su proximidad o por su carisma (Guérin, 1999): en ciertos casos puede ser un funcionario de fomento rural que decide encargarse del proyecto y colocarse como interlocutor privilegiado; otras veces puede tratarse de un funcionario de elección popular (sobre todo para movilizar al electorado femenino), o pueden ser agentes de crédito (volveremos sobre esto) que se distinguen por el tiempo que dedican a construir relaciones de confianza. Hacen el esfuerzo de escuchar a las mujeres, de explicarles los mecanismos del crédito (es frecuente que haya que hacerlo una y otra vez, habida cuenta de los numerosos malentendidos que

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prevalecen a pesar de los esfuerzos de simplificación); algunos incluso se toman la molestia de acudir a las casas de las mujeres o a sus lugares de trabajo, pues han entendido muy bien que es la mejor forma de establecer relaciones especiales. En otros casos es el carisma de una mujer líder, con autoridad en el medio político o en las ONG, lo que resulta clave para la promoción. Aquí ya no se trata de una relación cercana, sino más bien de un proceso de identificación con el caso de una mujer cuyo triunfo social, económico y a menudo político se convierte en modelo para el imaginario colectivo. Se observa aquí el funcionamiento de una relación de confianza que descansa en una relación vertical y jerárquica.

Características de los otros servicios financieros

Las prácticas monetarias prevalecientes en un entorno determinado son susceptibles de facilitar o no la inclusión financiera. Ciertos trabajos demuestran que la inclusión financiera informal determina en parte el acceso y el uso de los servicios financieros de la institución de microfinanciamiento. En La India y en México, al igual que en muchos otros contextos (ver por ejemplo las observaciones de Coleman, 2006, a propósito de Tailandia), los grupos solidarios se forman sobre la base de vínculos financieros informales preexistentes, a su vez inscritos en redes fa-miliares más o menos amplias. La información que circula en el seno de la red social permite a cada quien evaluar de cuánto dispone el otro (y por ende saber si puede dar préstamos) y solicitar su ayuda cuando se presenta la necesidad. La inserción de la gente en la sociedad como un todo, percibida a través de la institu-ción de la deuda, permite comprender los resortes de la participación en las instituciones de microfinanciamiento (Morvant-Roux, 2006).

El papel de los agentes de crédito y la naturaleza efectiva de las relaciones agente de crédito/prestatarios (o prestatarios potenciales)

Más allá de los factores antes mencionados, conviene tener en cuenta el papel de los agentes de crédito. Estos también influyen sobre la participación (o no) de las personas: ese papel puede incidir de manera positiva —según la capacidad (inevitablemente desigual) de los agentes para establecer relaciones de cercanía y confianza con los clientes— o de manera negativa (con actitudes discriminatorias). Dependiendo de los dispositivos, variarán en forma considerable el papel de los agentes de crédito, el alcance de sus responsabilidades, las condiciones de trabajo que les son ofreci-das (salario, prestaciones), así como los criterios con los cuales son contratados. A pesar de esas diferencias, lo que tienen en común es que deben desempeñar el papel de intermediarios entre la institución y la gente y, en tal capacidad, disponer de información que sólo ellos

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pueden tener. El papel de los agentes de crédito es estratégico precisamente por su ambigüe-dad. Son responsables de defender los intereses de la institución que representan y los de los prestatarios, pero también los suyos propios. En el mismo orden de ideas, los agentes de crédito pueden igualmente constituir uno de los factores que limitan el uso de los servicios financieros por parte de ciertos grupos poblacionales. Los resultados de algunas investigaciones recientes cuestionan la sobrerrepresentación de ciertos grupos de población en la cartera de las instituciones de microfinanciamiento (Aubert, Janvry y Sadoulet, 2009; Labie y otros, 2010). Pese al hecho de que los sesgos quizá sean fruto de cierta orientación política por parte de la institución de microfinanciamiento, esos autores cuestionan la existencia de discri-minación por parte de los agentes de crédito. La literatura disponible no aporta elementos empíricos sobre la existencia de tales discriminaciones, salvo el sesgo inherente a un “aleja-miento de la misión” (mission drift) (una forma de llamar a la discriminación): el desfase entre quienes deberían ser el objetivo de las instituciones de microfinanciamiento, es decir los más pobres, y las características que se observan en la clientela (Amin y otros, 2003). Los estudios teóricos identifican dos formas claras de discriminación por parte de los agentes de crédito:

1) La discriminación “activa”, que conduce al rechazo sistemático de los expedientes de cierta categoría de clientes potenciales;

2) La discriminación “pasiva”, que se traduce en un esfuerzo menor por llegar a ciertas categorías de la población por ser menos accesibles o tener expedientes más difíciles de evaluar, etcétera.

La cuestión que esos trabajos se plantean es la del fomento salarial para que los agentes de crédito adopten un comportamiento favorable para lograr las metas fijadas por las insti-tuciones de microfinanciamiento. El límite de esos estudios se debe sin embargo a una visión según la cual el comporta-miento de los agentes de crédito obedecería básicamente a que se sienten obligados a maxi-mizar las utilidades. Otra pista consiste en entender qué relación establece el agente de crédito con los pres-tatarios y prestatarios potenciales. Desde tal punto de vista, conviene plantear dos hipótesis centrales:

Por una parte, se considera a los agentes de crédito (al igual que a los prestata-rios) como individuos asociales, descarnados, despojados de sexo, categoría social e historia. Por otra parte, la relación que se establece entre los agentes de crédito y los prestatarios es considerada contractual y puntual, como si el comporta-miento de ambos sólo estuviese motivado por la preocupación de optimizar la transacción en cuestión. El análisis pasa por alto las relaciones preexistentes y

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el tiempo queda suspendido o por lo menos se limita al horizonte de la relación financiera. Agentes de crédito y clientes son primero y ante todo personas imbri-cadas en un conjunto de derechos y obligaciones que condicionan en parte sus comportamientos (Guérin, Fouillet y Palier, 2007).

El marco de análisis de la relación clientelar permite a Guérin y otros (2007) rebasar tales límites y demostrar que la interacción con los clientes o clientes potenciales excede con mucho al marco de análisis de una relación contractual. Los autores muestran que la naturaleza de los bienes y los servicios intercambiados alude a diferentes registros: tanto el económico como el social, moral y político y que, por otra parte, la fidelidad y la lealtad son centrales en la relación que se establece. En un contexto de fuerte competencia y de mediocridad de los servicios financieros ofrecidos, el papel de los agentes de crédito consiste en compatibilizar las expectativas de los clientes o clientes potenciales con las reglas o normas dictadas por las instituciones de microfinanciamiento (Guérin y otros, 2007). Morvant-Roux (2006) también ha hecho hinca-pié en el carácter negociable de las reglas. De este modo, así como ciertos agentes de crédito aplican de manera rigurosa y sistemá-tica las normas de inclusión/exclusión dictadas por las instituciones de microfinanciamien-to, hay otros que flexibilizan las reglas para adaptarlas al contexto y las limitaciones locales.

Conclusión

La inclusión en el sistema de microfinanciamiento no depende exclusivamente de la volun-tad de esos organismos para ofrecer servicios a las poblaciones financieramente excluidas. Como hemos subrayado al principio de este texto, atribuir la entera responsabilidad de las bajas tasas de inclusión a la insuficiencia de los servicios y a los obstáculos para su presencia olvida el hecho de que la disponibilidad de los servicios (la oferta) no puede por sí sola resolver la cuestión del acceso a los servicios financieros. Del lado de los clientes, hay múltiples factores que se entremezclan y cuyo nivel in-dividual no es más que uno de los componentes. Esta reseña de la literatura ha puesto de manifiesto la complejidad del proceso de adhesión al microcrédito y la multiplicidad de las dimensiones susceptibles de intervenir (económica, social, cultural, política, religiosa) así como los niveles (individual, familiar, de grupo solidario, especificidades microlocales y regionales). Para captar mejor los elementos determinantes del uso del microcrédito es esencial realizar estudios profundos en diferentes niveles, apoyándose en diversos enfoques: no sólo en la antropología tanto social como cultural, sino también en la sociología política, por no mencionar que el recurso de la historia se considera importante. Así, los modos de go-bernación locales, la historia local en términos de proyectos de desarrollo y la relación con

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el Estado moderno son otros tantos elementos a tomar en cuenta en el análisis. Las normas que rigen las sociedades locales y las canalizadas por la institución de microfinanciamiento deben igualmente ser objeto de un análisis integral. Señalemos por último que, más allá del uso, es asimismo importante desde el punto de vista de la institución del microfinanciamiento (perennidad de su actividad y responsabili-dad hacia sus clientes) caracterizar el uso efectivo a lo largo del tiempo. Hay mecanismos de captación de los servicios financieros ex post (y ya no ex ante) que han sido identificados en La India y México (Morvant-Roux 2009a; Guérin et. al., 2011). Así pues, es importante captar mejor las dinámicas de endeudamiento de las poblaciones para evaluar la intensidad de la utilización de los servicios financieros con el propósito de identificar diferentes grados de inclusión (no clientes, clientes pasivos, clientes intermiten-tes, clientes activos, bajas, sobre-endeudamiento). Son muy escasas las investigaciones que hasta la fecha han examinado la evolución de la cartera financiera de esas poblaciones a lo largo de los años.

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Parte I

La apuesta por las microfinanzasen los intersticios del desarrollo

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LAs MicrofinAnzAs en Los intersticios deL desArroLLo

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Lourdes AnguLo y MAgdALenA ViLLArreAL

Capítulo 2

¿Son las microfinanzas una varita mágica para el empoderamiento de las mujeres?

Un análisis de hallazgos en el sur de Asia

Naila Kabeer

1. Introducción

Uno de los talleres organizados en el Foro Social Mundial de Bombay en 2004 llevaba el provocativo título “¿Son las microfinanzas una varita mágica para el empoderamiento de las mujeres?”14 La respuesta a esa pregunta es evidentemente: “no”, porque no existen soluciones mágicas en el mundo de las políticas de desarrollo o de cualquier otro tipo. El planteamiento de la pregunta es un testimonio de la actitud misionera con la que muchos promueven las microfinanzas en la comunidad del desarrollo. Sin embargo, este evangelismo parece ha-ber desencadenado al mismo tiempo un rechazo hacia las microfinanzas que suele ser tan generalizado y poco basado en evidencias como las afirmaciones mismas (véase discusión en Kabeer, 2001). En vista de esta polarización, es necesario escudriñar cuidadosamente los relatos, afirmaciones, opiniones y anécdotas en las que se apoyan en un conjunto u otro de opiniones, a fin de clarificar lo que las microfinanzas han logrado y lo que no han logrado en las vidas de las mujeres pobres. Existe otro conjunto de debates en este campo que resulta relevante para el presente trabajo y tiene menos que ver con los logros de las microfinanzas y más con la filosofía que debería subyacer la provisión de servicios financieros a los pobres. Robinson (2001) esboza dos enfoques diferentes y mutuamente excluyentes de los servicios financieros a manera de ilustración de las diferencias. Está a favor de lo que llama el enfoque de “sistemas financie-ros”, que ofrece un paquete de servicios financieros minimalista y de orientación comercial para personas pobres y económicamente activas, con una creación de empleos subsidiada o

14 Título original: “Is microfinance the magic bullet for women’s empowerment?” (N. del T.).

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asistencia social para el resto. La autora no tiene tan buena opinión de lo que presenta como el enfoque alternativo de “préstamos a los pobres”, que identifica con los préstamos subsidia-dos por donantes para los pobres, en especial para los más pobres de los pobres, usualmente asociado a la capacitación, los servicios sociales y otros servicios de apoyo. En los imperativos de recuperación de costos y sustentabilidad financiera que impulsan el enfoque de sistemas financieros se escuchan claramente ecos de la orientación neoliberal hacia los principios de mercado. No es sorprendente, por lo tanto, que haya llegado a asu-mir una posición hegemónica en el pensamiento internacional del desarrollo acerca de las microfinanzas como herramienta para la reducción de la pobreza. Sin embargo, aunque es claro que un enfoque de sistemas financieros hace menos demandas sobre fondos de donan-tes o subsidios gubernamentales que un enfoque de préstamos a los pobres, no es de ninguna manera evidente que también sea más efectivo para lograr la reducción de la pobreza o el empoderamiento de las mujeres. Las evidencias acerca de los impactos reportados por las organizaciones minimalistas de microfinanzas en comparación con otras que adoptan un enfoque más “socialmente orientado” son demasiado confusas para llegar a conclusiones claras. La postura adoptada en este trabajo es que la provisión de servicios financieros, como la provisión de cualquier recurso para el desarrollo, representa una gama de posibilidades más que un conjunto predeterminado de resultados. Cuáles de estas posibilidades se convertirán en realidades dependerá de la influencia de muchos factores, que incluyen la filosofía que rige su entrega, el grado en el que se adapten a las necesidades e intereses de aquellos a los que se busca llegar, la naturaleza de las relaciones que rigen su entrega y, el dato más elusivo en los estudios del desarrollo, el calibre y compromiso de las personas responsables de la entrega. El diseño de los servicios financieros para los pobres debe basarse en una comprensión sobre bases empíricas de la relación entre contexto, enfoque e impacto. El objetivo de este trabajo es contribuir a esa comprensión examinando la evidencia empírica sobre los impactos de las microfinanzas con respecto a la reducción de la pobreza y el empoderamiento de las mujeres pobres. Nuestro principal interés es conocer hasta qué grado el acceso a los servicios financieros ayuda a las mujeres pobres a cubrir sus necesida-des prácticas cotidianas y sus intereses estratégicos de género, y si el enfoque adoptado hace una diferencia en los resultados. Sin embargo, reconocemos que los intereses estratégicos de género llegan hasta el corazón de las estructuras de poder patriarcal: la abolición de la división forzosa del trabajo y la desigualdad en el control de los recursos, acabar con la violencia masculina, que las mujeres tengan el control sobre sus propios cuerpos, la igualdad política y el fin de la explotación sexual (Molyneux, 1985). Ninguna estructura se puede cambiar de la noche a la mañana. Es posible que el proceso de transformación tenga que empezar de una manera más modesta con las restricciones que impiden a las mujeres ejercer su agencia individual de manera práctica y cotidiana. En cual-

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quier caso, puede haber muchas mujeres para quienes lo más deseable de esta gran agenda de cambio, si es que lo han pensado en absoluto, puede ser eclipsado por su lucha cotidiana por la subsistencia. Darle prioridad a los intereses estratégicos de género por encima de sus necesidades prácticas cotidianas puede no sólo no reflejar su propio orden de prioridades sino incluso desestimular su participación. Pero estas dos luchas no tienen por qué oponerse entre sí. La satisfacción de las necesi-dades prácticas cotidianas de las mujeres pobres de manera que transformen las condiciones en las que ellas ejercen su agencia puede verse como parte del proceso mediante el cual se van empoderando para enfrentar los aspectos más profundamente arraigados de su subordi-nación. En otras palabras, cómo se cubren las necesidades puede tener una importancia tan crítica como cuáles necesidades son las que se cubren para lograr la gran transformación estructural que representa la idea de los intereses estratégicos de género (Kabeer, 1994; 1999).

2. Pobreza, vulnerabilidad y exclusión social en el contexto del sur de Asia

Una visión estática de la pobreza la define en términos de la capacidad de cubrir las ne-cesidades básicas. Sin embargo, existe un creciente reconocimiento de la necesidad de un enfoque dinámico que acepte la posibilidad de que cumplir las necesidades de hoy no garan-tiza que se podrán cubrir mañana. El concepto de la vulnerabilidad llama la atención a la incertidumbre básica que rodea a la capacidad de la gente pobre de cumplir sus necesidades de una manera regular y segura. La vulnerabilidad puede reflejar una exposición a riesgos idiosincráticos y de corto plazo, o puede ser resultado de factores estructurales que han estado presentes desde hace mucho tiempo. Los pobres son más vulnerables que el resto de la población porque enfrentan una mayor variedad de riesgos e impactos y tienen menos recursos en que apoyarse. Algunas familias pobres pueden tratar de tomar medidas de pre-caución, pero tienen que vivir “vidas disminuidas” para lograrlo (Dreze y Sen, 1991: 11). Otras tratan de enfrentar las crisis conforme se presentan. La pobreza y la vulnerabilidad no son fenómenos puramente económicos que reflejan lo que la gente tiene; son también fenómenos sociales que reflejan quiénes son. La región del sur de Asia se caracteriza por la existencia de varios tipos de desigualdades de grupo que tienen raíces históricas. Las castas, la etnicidad y la religión agravan las dimensiones económicas de la pobreza y la vulnerabilidad a través de procesos de devaluación cultural que le asignan a ciertos grupos de personas una posición más baja en la jerarquía social. La desigualdad de género atraviesa diferentes estratos sociales. En términos generales, las normas y valores predominantes en el sur de Asia hacen énfasis en la responsabilidad de los hombres de proteger y mantener a los miembros de la familia, y construyen a las muje-res como sus dependientes de por vida. A los hombres se les otorga la autoridad dentro del hogar y el primer voto acerca de sus recursos. Sin embargo, para los hombres más pobres, la

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incapacidad de cumplir con sus roles asignados de género, de satisfacer las expectativas so-ciales acerca de su capacidad de proteger y proveer, puede llevarlos a niveles considerables de estrés, desmoralización, violencia doméstica, alcoholismo y abandono de sus familias y responsabilidades. Las mujeres, por otro lado, pueden esperar que las mantenga el marido, pero se les asigna un estatus subordinado dentro de sus hogares y de la sociedad en general. Devaluadas por la cultura predominante, se les niega acceso equitativo a los recursos, enfrentan restricciones culturales a su movilidad física, y su estatus dependiente las deja expuestas a lo que Cain y otros (1979) denominaron “riesgo patriarcal”, la probabilidad de caídas abruptas en su bien-estar económico y estatus social si se llegan a encontrar desprovistas del apoyo masculino. Entre más sea su dependencia, mayor será el riesgo. Sin embargo, las mujeres de los grupos sociales en desventaja no siempre enfrentan el mismo nivel de restricciones culturales a su movilidad física que las mujeres de castas más acomodadas o más altas, y es más común que se dediquen al trabajo pagado fuera de su casa. Puede ser que no sean económicamente dependientes al mismo nivel, pero en tanto miem-bros de grupos pobres y socialmente marginados enfrentan varios tipos de discriminación de género por parte de miembros de su propia comunidad y de actores más poderosos dentro del espectro institucional.

3. Estrategias microfinancieras para la reducción de la pobreza: mercados y movimientos

Este contexto de sustento inseguro y opciones limitadas es el que crea la necesidad de servicios financieros de un tipo en particular entre los pobres, servicios que les permitirán traducir “aportaciones pequeñas” en “grandes retiros” cuando los necesiten (Rutherford, 2002). Las “aportaciones” adoptan la forma de contribuciones regulares a los fondos de ahorros y préstamos en montos que puedan manejar, y los “retiros” son sumas de dinero en la forma de préstamos o ahorros acumulados que pueden mantener a la familia a flote durante una emergencia o un periodo de escasez, financiar eventos del ciclo vital (nacimientos, matrimonios, entierros) o usarse para comprar activos productivos y de otro tipo. Sin embargo, estas sumas, aunque grandes desde la perspectiva de los pobres, son demasiado pequeñas, y las “aportaciones” asociadas aún más, para atraer a los proveedores financieros formales, que de cualquier manera hacen a un lado a los pobres porque los consideran poco confiables y por lo tanto malos clientes bancarios. La exclusión institu-cional por parte de los proveedores financieros formales deja a los hogares pobres a mer-ced de servicios financieros informales, a menudo a tasas de usura que los puede lanzar a un círculo vicioso en una espiral de empobrecimiento y deuda.

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Las organizaciones microfinancieras (OMF) sirven para enfrentar este fenómeno dual de exclusión institucional, por un lado, y de incorporación adversa, por el otro. Sin embar-go, como hemos señalado, varían considerablemente en su filosofía, su visión y sus estra-tegias. En el lado del “mercado” están los que consideran que el problema es una falla de los mercados financieros como resultado de una información asimétrica, que buscan por lo tanto proporcionar alternativas similares al mercado para los grupos excluidos y que están más cercanos al enfoque de los “sistemas financieros”. Dos ejemplos de este enfoque en el contexto del sur de Asia son ASA en Bangladesh y SHARE en La India. En el otro extremo del espectro, el de los “movimientos”, hay organizaciones que ven el problema de la exclusión financiera como un síntoma de desigualdades estructurales profundamente arraigadas que no sólo restringen el acceso a los proveedores financieros formales sino también la capacidad de participar en otros aspectos de la vida social. Su visión y sus estrategias organizativas buscan resolver estas desigualdades, y están más cerca del enfoque de “proveedores de préstamos a los pobres”. Un ejemplo en el contexto del sur de Asia es CYSD, y otras OMF se ubican en algún punto de este espectro. La mayoría de las OMF en el contexto del sur de Asia, independientemente de dónde se ubiquen en este continuo, tratan sobre todo con mujeres y adoptan un enfoque de base grupal a la provisión de los servicios financieros. Sin embargo, varían en su aproximación de la formación de los grupos. Algunas han adaptado el modelo del grupo del Banco Gra-meen (p.e. SHARE), otras promueven los grupos de autoayuda (PRADAN y CYSD) y otras trabajan con una estructura cooperativa (SEWA y CDF). Varían también entre las que, como SHARE, ofrecen un programa minimalista centrado en el crédito, y las que unen los servicios financieros con otros servicios. Algunas, como PRADAN, ofrecen principalmente servicios basados en las formas de sustento, mientras que otras, como BRAC, pueden ofre-cer también servicios sociales y legales. Finalmente, algunas OMF se preocupan sobre todo por objetivos económicos, mientras que otras, como BRAC y CYSD, tienen también una misión social más amplia. Debido a su énfasis en el aspecto financiero, esperaríamos que las OMF tuvieran algún impacto económico en las vidas de los pobres. Sin embargo, existen razones para esperar también que haya cierto impacto social. Una de esas razones es que la mayoría de las OMF trabajan con mujeres de familias pobres y a menudo de grupos socialmente excluidos, por lo cual tienen el potencial de atacar las desigualdades. La segunda razón tiene que ver con sus estrategias de base grupal, que encierran la posibilidad de provocar cambios sociales por la sencilla razón de que cuando las personas actúan en conjunto suelen ser capaces de lograr lo que no pueden conseguir individualmente. Esto se aplica tanto a los sectores más privilegiados como a los más marginados. La principal diferencia es que para los margina-dos es mucho más difícil emprender formas de acción colectiva que podrían ayudarles a enfrentar su posición de desventaja en la sociedad.

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Las estrategias de las OMF les ofrecen la posibilidad de pertenecer a un grupo de su propia elección, en contraste con las relaciones socialmente asignadas o económicamente impuestas que tienden a constituir la mayor parte de sus experiencias, en especial para las mujeres. Se les estimula a reunirse de manera regular con otros que comparten su expe-riencia de marginación y a buscar un acceso al conocimiento del mundo más allá de los confines de su experiencia inmediata. Tales estrategias podrían, en principio, servir para empoderarlos, tanto de manera individual como colectiva. Si lo hacen o no en la práctica es un tema que puede ser sujeto a una investigación empírica. Este trabajo analiza varios intentos de hacer ese tipo de investigación con el propósito de obtener ciertas respuestas, y se apoya en estudios realizados bajo el programa15 ImpAct acerca de BRAC en Bangladesh, SHARE (Andhra Pradesh), CYSD (Orissa) y PRADAN (Jharkhand), así como en la literatura general sobre la región.

4. Extensión e impactos: una revisión de los hallazgos

4.1. Extensión de las microfinanzas

Lo primero que hay que preguntarse en un ensayo de revisión como este es quién específica-mente obtiene acceso a los servicios microfinancieros. El consenso parece ser que la mayoría de las organizaciones no llegan, y a veces excluyen activamente, a las personas en situa-ción de pobreza extrema (Hulme y Mosley, 1996; Wood y Sharif, 1997). Esta afirmación es apoyada por estudios recientes realizados por el Grupo Consultivo para la Ayuda a los Más Pobres (Consultative Group to Assist the Poorest – CGAP) en varios países. Se encontró que un porcentaje considerable de familias recientemente afiliadas a una OMF (es decir, antes de que se beneficiaran del acceso a servicios financieros) no provenían del 30% más pobre de la población en los contextos en los que operaba la organización. En el contexto de la India, los estudios del CGAP sugieren que SHARE, con su modelo minimalista Grameen, tuvo mejores resultados que PRADAN –que combina la formación de grupos de autoayuda con el apoyo a los ingresos– al concentrarse en el tercio más pobre de la población en las áreas en las que trabajan (Sharma y otros, 2003 Somanathan, 2003). Sin embargo, esta conclusión sería engañosa porque los estudios del CGAP miden la pobreza re-lativa más que la pobreza absoluta. Considerando que la incidencia de la pobreza en Andhra Pradesh, donde se encuentra SHARE, era de alrededor de 11% de acuerdo a las estadísticas

15 Imp-Act se refiere a Improving the impact of microfinance on poverty (“Mejorando el impacto de las microfinanzas sobre la pobreza”), un programa de investigación activa de cuatro años fondeado por la Fundación Ford que reunió a 30 organizaciones y redes microfinancieras alrededor del mundo y un pequeño equipo académico del Institute of Development Studies de Sussex, la Universidad de Bath y la Universidad de Sheffield, para llevar a cabo un desarrollo dirigido por los practicantes de sistemas de monitoreo y evaluación. Las principales organizaciones del sur de Asia que participaron en el programa fueron BRAC de Bangladesh y SHARE, CYSD y PRADAN de la India.

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oficiales y cerca de 44% en Bihar/Jharkhand, en donde se realizó el estudio de PRADAN, es posible que los miembros del grupo reclutados por SHARE entre el tercio más pobre eran generalmente menos pobres que la mayoría de los miembros de grupo que se afiliaron a PRADAN. Este dato es apoyado por los estudios de ImpAct, que mostraron que más del 75% de los hogares en las áreas en las que trabajaba PRADAN habían experimentado escasez de alimentos en el último año, en comparación con menos del 10% de los hogares en el área de operación de SHARE (Kabeer y Noponen, 2004; Cortijo y Kabeer, 2004). El enfoque minimalista de SHARE tuvo definitivamente más éxito entre las familias más pobres en el estado más dinámico de Andhra Pradesh, con niveles relativamente más bajos de pobreza, pero puede no haber funcionado tan bien como el enfoque de grupos de autoa-yuda de PRADAN en las áreas de pobreza extrema y aislamiento geográfico de Jharkhand. No obstante, ambas organizaciones reportaron niveles altos de grupos sociales excluidos entre sus integrantes: 97% de los miembros de PRADAN y 83% de los de SHARE pertenecían a las castas adivasi, dalit y otras más “atrasadas”. Un estudio de CYSD realizado en Koraput, uno de los distritos más pobres en el estado más pobre de la India, encontró que el énfasis en los ahorros de los grupos de autoayuda era lo que atraía a las mujeres de hogares muy pobres. Sin embargo, otro hallazgo fue que lo que persuadía a las mujeres a afiliarse a un grupo no era necesariamente lo que las mantenía unidas a largo plazo. Un 93% de los nuevos miembros dijo que la razón para unirse al grupo de autoayuda había sido tener un lugar seguro donde guardar sus ahorros, en comparación con 23% que mencionó el acceso a préstamos de emergencia y menos de 1% que habló de la unidad del grupo. Por el contrario, sólo 63% de los miembros más antiguos mencionó la se-guridad de los ahorros, 69% el acceso a préstamos de emergencia y 17% la unidad del grupo. También en Bangladesh existen evidencias que apoyan la idea de que la gente en po-breza extrema puede requerir una serie de intervenciones diferente a la que necesitan los moderadamente pobres. BRAC encontró que sus programas de desarrollo rural “mayorita-rios” estaban en su mayor parte pasando por alto a los muy pobres, por lo que desarrolló un programa que combinaba transferencias mensuales de alimentos, ahorros, crédito y entrenamiento durante varios años, dirigido explícitamente a este grupo. Aunque se podría alegar que las personas en condiciones de trabajar obtendrían más beneficios de un empleo asalariado y de obras públicas que de intentos por promover sus capacidades empresariales, este argumento difícilmente se puede extender a mujeres pobres en regiones en las que existen restricciones culturales a su movilidad pública.

4.2. Impacto económico de las microfinanzas

Las evaluaciones de los esfuerzos microfinancieros en varias partes del mundo sugieren que, por lo general, el acceso a estos servicios ha tenido impactos económicos positivos,

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que estos impactos son a menudo mayores para quienes están más cerca de las líneas de pobreza que para los que están más alejados de ellas, y que los impactos se incrementan de acuerdo a la duración de la membresía o la intensidad de los préstamos conforme los miembros empiezan a invertir en activos más que en consumo (Morduch y Haley, 2001; Hul-me y Mosley, 1996; Wood y Sharif, 1997). Sin embargo, también hay ejemplos que sugieren que los programas diseñados especialmente para atender las necesidades de las personas en situación de pobreza extrema pueden superar algunas de las restricciones asociadas con las intervenciones más amplias. Los hallazgos del programa ImpAct proporcionan evidencias sobre los impactos econó-micos en el contexto del sur de Asia. Estos estudios confirman que el acceso a los servicios fi-nancieros generalmente mejoró la posición económica de los hogares: mejorando su base de activos y su diversificación hacia ocupaciones más rentables entre sus miembros en Andhra Pradesh (Todd, 2001), estimulando la adopción de nuevas prácticas agrícolas e incrementos significativos de los ingresos entre los grupos de autoayuda de CYSD en Orissa (Dash y Ka-beer, 2004), promoviendo la irrigación y otras nuevas prácticas agrícolas, incrementando la obtención de ganado y los niveles de ahorros y reduciendo la dependencia de los prestamis-tas entre los miembros del grupo de autoayuda PRADAN en Jharkhand (Kabeer y Noponen, 2004). El estudio de Murthy y otros (s/f) de los grupos de ayuda SAPAP en Andhra Pradesh reportó también una reducción general de la pobreza, incluyendo reducciones entre quienes vivían en pobreza extrema. Aunque las necesidades e intereses de las mujeres no se pueden considerar equivalentes a los impactos al nivel de los hogares, tampoco son independientes de ellos. Las mujeres, junto con otros miembros de sus hogares, tienen un interés en la prosperidad general y el bienestar y logros de sus hogares. Sin embargo, nos interesa también la manera en que estas ganancias son obtenidas y distribuidas. Existe una fuerte posibilidad de que, en contextos en los que hay fuertes restricciones sobre la movilidad pública de las mujeres, muchos de los impactos económicos documentados reflejen más la agencia masculina que la femenina, y puedan tener muy poco impacto en las desigualdades intrafamiliares. Goetz y Sen Gupta (1996) encontraron que 63% de las receptoras de préstamos encues-tadas en su estudio de tres programas microfinancieros en Bangladesh habían ejercido “un control parcial, muy limitado o ninguno” en relación con el uso del préstamo, y concluyen que tuvieron muy poca voz en la toma de decisiones domésticas. Sin embargo, no indican si la participación de las mujeres en la toma de decisiones había aumentado o disminuido con el acceso a los préstamos, y más aún, como señala Zaman (1999), sus hallazgos podrían mostrar que un 61% de las encuestadas tuvieron un “control total, significativo o parcial”, y por lo tanto un nivel aceptable de control. Kabeer (2001) encontró que la agencia económica ejercida por las receptoras de prés-tamos del SEDP en Bangladesh variaba en cuanto a la riqueza en el hogar, y las mujeres

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en los hogares en mejor situación financiera ejercían un rol más importante en la toma de decisiones acerca de las actividades apoyadas por los préstamos, en comparación con las mujeres más pobres. Sin embargo, encontramos que las esposas de receptores de préstamos ejercían los niveles más bajos de agencia económica. En su estudio, Hashemi y otros (1996) muestran que la contribución económica variaba de acuerdo a la organización, y los recep-tores de préstamos de Banco Grameen reportaron niveles más altos de contribución que los de BRAC. También aquí quienes no recibieron préstamos reportaron los niveles más bajos de contribución. En La India, el estudio de SHARE realizado por Todd (2001) reportó que, independien-temente de la duración de su membresía, la gran mayoría de sus clientas se dedicaban a actividades económicas, un indicador de la pobreza de sus hogares. Sin embargo, la duración de la membresía reducía la dependencia de las mujeres en el trabajo asalariado eventual e incrementaba su participación en formas más rentables de autoempleo, incluyendo la cría de animales. Como señala Todd (2001), la inversión en ganado era uno de los caminos hacia la obtención de mayores ingresos entre las clientas de SHARE. El estudio de CYSD también encontró altos niveles de actividad económica entre miem-bros antiguos y nuevos, pero una mayor diversificación de la agricultura de subsistencia entre los miembros más antiguos, así como menores tasas de migración estacional. El aná-lisis de PRADAN sugirió que la membresía de la misma había reducido la dependencia de las mujeres en el trabajo asalariado no especializado y aumentado su participación en sus propios cultivos. El estudio de Murthy y otros (s/f) de los grupos de autoayuda SAPAP en Andhra Pra-desh encontró evidencias de un incremento de las oportunidades de empleo a lo largo del tiempo entre los miembros del grupo, una mejoría en la calidad de la oferta de empleo y una diversificación hacia actividades nuevas y no tradicionales. Las OMF pueden jugar un papel clave como conducto para nuevas formas de conoci-miento e información, un factor causal importante en la promoción de la agencia económica de las mujeres. Esto puede ser especialmente significativo en áreas rurales remotas como aquellas en las que trabajaron CYSD y PRADAN. Por ejemplo, en el área cubierta por el estudio de CYSD, más de 60% de la muestra de miembros maduros y nuevos nunca había escuchado la radio, y sólo 1% leía periódicos. No fue ninguna sorpresa que CYSD fuera una fuente muy importante de información. Dash y Kabeer (2004) encontraron que los miem-bros maduros de CYSD tendían a saber más que los nuevos miembros acerca de cómo reali-zar transacciones bancarias y tratar con dependencias gubernamentales, más que los nuevos miembros. También encontraron que era más común que los miembros maduros fueran más propoensos que los recién afiliados a forjar líneas de contención entre parcelas y a utilizar

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fertilizantes orgánicos, semillas HYV,16 pozos de composta, cultivo de verduras comerciales y cultivos múltiples de lo que lo hicieron los nuevos miembros. Esto sugiere que al menos parte de la información proporcionada por CYSD se había puesto en práctica. PRADAN jugó un papel similar en Jharkhand. Kabeer y Noponen (2004) encontraron que los miembros de PRADAN tenían mucho más probabilidades de saber contar billetes de alta denominación, firmar con su nombre y calcular tasas de interés, y reportaron también una mayor adopción de mejores prácticas para sostener a su familia.

4.3. Impactos sociales de las microfinanzas

La revisión de los estudios de impacto realizada por Morduch y Haley (2001) proporciona ejemplos de algunos de los impactos sociales alcanzados por las OMF, incluyendo varias ubi-cadas en el contexto del sur de Asia. Estos impactos se observaron en las áreas de la salud, la nutrición y la educación. Los estudios ImpAct proporcionan también evidencias de impactos sociales. Los estudios de PRADAN y CYSD, ambos ubicados en áreas remotas y de alta insegu-ridad alimentaria, reportan avances significativos en la seguridad alimentaria y la calidad de la dieta, el acceso a agua potable y mejorías en la vivienda. El estudio de SHARE también encontró mejoras en la alimentación y la vivienda. Murthy y otros (s/f) hallaron que los miembros de los grupos de autoayuda SAPAP en Andhra Pradesh reportaron mejoras en la regularidad de sus comidas, niveles de nutrición infantil y niveles más bajos de mortalidad infantil en los últimos cinco años. Cuando los hallazgos se separan por género es posible observar con claridad hasta qué punto los impactos sociales también abarcaron las disparidades de género. Murthy y otros (s/f) señalaron que era más común que las mujeres miembros reportaran que comían junto con su familia, y menos común que reportaran disparidades en la distribución de los alimen-tos, desnutrición severa entre las niñas o mortalidad infantil femenina en el último año. Pitt et al. (International Economic Review 2003) encontraron que los préstamos a las mujeres tenían efectos positivos y significativos sobre el estatus de los niños, con un mayor efecto en las niñas que en los niños. Los préstamos a hombres no tuvieron tal impacto. Khatun, Bhuiya and Chowdhury (1998), notificaron un descenso en la desnutrición infantil severa dependiendo de la duración de su membresía en BRAC, con mayores efectos en las niñas que en los niños. Aunque es frecuente comprobar que la educación de los niños mejora con el acceso a las microfinanzas, los hallazgos acerca de las disparidades de género no son consistentes. Algunos hacen hincapié en la importancia de los préstamos a las mujeres para lograr resul-tados tanto generales como de igualdad de género. Khandker (1999), por ejemplo, encontró

16 [N. De C.] High Yielding Variety Seeds: Semillas de alto rendimiento, también conocidas como “semillas milagro”.

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que un incremento de 1% en los préstamos a las mujeres receptoras de préstamos con el Banco Grameen aumentó las probabilidades de matrícula escolar en un 1.9% para las niñas y 2.4% para las niños, mientras que un incremento de 1% en los créditos a hombres recep-tores de crédito aumentó la matrícula de los niños varones en un 3.1% pero no tuvo ningún efecto en las niñas. Kabeer (2001) encontró que los hijos de las receptoras de préstamos del SEDP tenían más probabilidades de obtener mejores resultados en la escuela que los hijos de hombres que recibieron préstamos. Además de eso, las receptoras de préstamos del SEDP enviaban a las niñas a la escuela con más frecuencia que los hombres que recibían préstamos. La presencia del BRAC en una aldea incrementó las tasas generales de matrícula escolar en un 6%, y la de la educación escolar de las niñas en un 8%. Sin embargo, esto puede ser un reflejo de los programas de escolarización de BRAC más que del acceso al crédito per se. En La India, dos estudios separados de SHARE (Todd, 2001; Cortijo y Kabeer, 2004) en-contraron que, aunque la membresía de SHARE presentó un efecto positivo en la educación de los hijos varones, casi no tuvo impacto en la de las niñas. De hecho, Cortijo y Kabeer (2005) descubrieron que era más común que los miembros maduros (por sobre los de re-ciente ingreso) de SHARE reportaran la participación de las niñas en el empleo asalariado y otras formas de trabajo como su ocupación primaria y era menos común que reportaran los estudios escolares como ocupación primaria o secundaria. Por supuesto, Andhra Pradesh tiene los niveles más altos de trabajo infantil en la India, así que los hallazgos sugieren que aunque SHARE estaba contribuyendo a reducirlo, sus efectos se limitaban al trabajo de los niños, no al de las niñas. Tampoco fue necesariamente el caso que las OMF de mayor orientación social registra-ran una mayor equidad de género en sus impactos. En el caso de los grupos de autoayuda CYSD, los hijos de los nuevos miembros reportaron mayores niveles de alfabetización y mayores probabilidades de asistir a la escuela que los miembros maduros. Por otra parte, Kabeer y Noponen (2004) encontraron que los hijos de los miembros de los grupos PRADAN tendían a ir a la escuela más que los hijos de los que no eran miembros. Más aún, aunque un mayor porcentaje de niños iba a la escuela, fueran miembros o no, la brecha de género era menor para los miembros de PRADAN.

4.4. El género y el poder dentro de la familia

Las afirmaciones de que la participación en las actividades de microfinanzas tiene implica-ciones para el empoderamiento de las mujeres dentro de la familia fueron investigadas en varios estudios con resultados variados. La toma de decisiones intrafamiliares fue un indica-dor del empoderamiento de las mujeres con frecuencia investigado; aunque hay evidencias de que las microfinanzas pueden tener un impacto en el papel de las mujeres en la toma de

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decisiones al interior del hogar, esto no ha ocurrido al mismo grado en todos los contextos o en todas las áreas de toma de decisiones. Kabeer (2001) encontró que los hombres que recibieron préstamos con SEDP por lo ge-neral reportaron ser los únicos que tomaban decisiones respecto al uso de los préstamos, el manejo de las empresas financiadas por el préstamo y el uso de los ingresos provenientes de estas empresas, lo que sugiere que sus esposas no tenían mucha voz en estas cuestiones. Aunque las receptoras de préstamos de SEDP aparentemente ejercían un mayor grado de voz que las esposas de los hombres receptores de préstamos, tendían más a registrar una toma de decisiones conjunta y menos individual que los hombres. Según Hashemi y otros (1996), tanto la membresía en el Banco Grameen o en BRAC como su duración tuvieron efectos positivos en la participación en decisiones importantes dentro de la familia, así como en las pequeñas y grandes adquisiciones. En La India, el estudio de CYSD encontró que la membresía en grupos de autoayuda tuvo muy poco impacto sobre los patrones de toma de decisiones intrahogar. En el caso de PRADAN, tampoco se encontraron muchas diferencias en la toma de decisiones propias o conjuntas entre miembros y no miembros, pero donde las diferencias eran estadísticamente significativas no proporcionaron evidencias de un impacto positivo: los miembros de PRA-DAN tendían a participar menos en decisiones sobre el tamaño de la familia y de las visitas a su familia natal que quienes no eran miembros. Sin embargo, otra comparación entre los integrantes de grupos de autoayuda que habían o no participado en el programa de apoyo al gasto doméstico encontró que el apoyo adicional fortaleció significativamente el papel de la mujer como única tomadora de decisiones en una variedad más amplia de situaciones, incluyendo la educación de los hijos, la elección de actividades de sustento, el uso de los préstamos, la compra y venta de activos y visitas a la familia natal.. Murthy y otros (s/f) reportaron que los miembros de los grupos de autoayuda SAPAP tenían muchas más probabilidades que los que no lo eran de tomar decisiones sobre una variedad de temas relacionados con los “derechos reproductivos”, especialmente la decisión de abortar, la naturaleza de los métodos anticonceptivos, cuántos hijos tener y la edad de casamiento de su hija. Holvoet (2005) realizó uno de los estudios mejor diseñados de los impactos sobre la toma de decisiones en el contexto de Tamil Nadu al comparar los patrones de tres grupos de mu-jeres: el primero, grupos de autoayuda organizados por MYRADA que recibieron préstamos del WDP (Women’s Development Program, Programa para el Desarrollo de la Mujeres) desde 1993-94 y representaban una cohorte más reciente de receptoras de préstamos; el segundo, grupos de autoayuda organizados por MYRADA y RIDO que habían recibido préstamos del Programa para el Desarrollo de las Mujeres del gobierno de Tamil Nadu desde 1990-91 y re-presentaban una cohorte de edad más avanzada; y un tercer grupo compuesto por mujeres y hombres que recibieron préstamos individuales de los programas IRDP gubernamentales.

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La autora exploró una variedad de diferentes áreas de toma de decisiones utilizando cuatro diferentes categorías: toma de decisiones dominada por las mujeres, toma de decisiones do-minada por los hombres, toma de decisiones de acuerdo a las normas y negociación de las decisiones. Encontró que canalizar los préstamos a través de los grupos de mujeres en vez de mu-jeres individuales incrementó sustancialmente la probabilidad de la toma de decisiones y la negociación por parte de las mujeres en relación con la toma de decisiones y seguimiento de las normas por parte de los hombres. Este fue especialmente el caso con el uso de los présta-mos, la administración del dinero, la asignación del tiempo y las tareas y las decisiones re-lacionadas con la industria casera. Aunque el momento en el que se otorgaron los préstamos a las mujeres que pertenecían a los grupos de MYRADA incidió muy poco en los patrones de toma de decisiones, una comparación de los grupos de RIDO y MYRADA que habían tenido acceso a préstamos al mismo tiempo sugiere que, además de la membresía de los grupos, su estrategia de organización tuvo un efecto importante en los hallazgos. El giro de seguir las normas a negociarlas en diferentes áreas de la toma de decisiones fue mucho más claro entre los miembros de grupos de MYRADA que entre los de RIDO. Por lo tanto, el estudio confirma la opinión de que no sólo los préstamos de base grupal tienen un mayor efecto sobre la toma de decisiones intrafamiliares que los préstamos individuales, sino también que la estrategias utilizadas para la formación del grupo (como la frecuencia de las reuniones, la inversión en su formación, la capacitación más intensiva) también puede hacer una mayor diferencia que la duración de la pertenencia al grupo per se. El problema de la violencia doméstica es otra área que suele aparecer en investigaciones del impacto intrahogar de las microfinanzas. Aquí también varían los hallazgos. Goetz y Sen Gupta (1996) sugieren que hay un incremento en la violencia doméstica pero sólo ofrecen evidencia anecdótica. Sin embargo, un estudio etnográfico de Rahman (1999) proporciona evidencias cuantitativas y cualitativas en este sentido. Rahman (1999) reportó que de 120 receptoras de préstamos del Banco Grameen en una aldea, 18% registró una reducción de la violencia, mientras que 70% notificó un incremento de la violencia dentro del hogar como resultado de su participación con el banco. Por otro lado, Hashemi y otros (1996) encontraron que las receptoras de préstamos en su muestra registraron niveles más bajos de violencia doméstica que las mujeres en un grupo control: 9-13%, comparado con 21-27%. Una ruta a través de la cual parece haber ocurrido esta aparente reducción fue la mayor conciencia por parte de los miembros de la familia de que las mujeres tenían ahora un foro público en el que podían discutir cuestiones que hasta entonces habían sido privadas. Un estudio de BRAC reportó mayores niveles de vio-lencia doméstica entre sus miembros que entre el grupo de comparación (9% contra 6%), pero encontró que la violencia descendió –en contraste con los del grupo de comparación

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(3.4%)– con la duración de la membresía y con la inclusión de la capacitación dentro de la provisión de crédito. El análisis de Kabeer (2001) de las respuestas de las receptoras de crédito del SEDP reportó que la mayor parte de las mujeres sentía que la violencia había disminuido como resultado de su acceso a préstamos por varias razones: el alivio del estrés económico había reducido una de las causas de la violencia, y el hecho de que ahora se percibía que las mujeres compartían la responsabilidad de mantener a la familia en vez de ser parte de las responsabilidades del hombre. Las mujeres también pensaban que tenían un mayor poder de negociación dentro de la familia y podían dejar de cooperar (y lo hacían) si los maridos las maltrataban mucho. En el contexto de La India, el estudio de PRADAN no encontró ninguna diferencia signi-ficativa en la incidencia de violencia doméstica reportada tanto por los miembros como por quienes no lo eran. Sin embargo, la evaluación de Murthy y otros (s/f) del SAPAP encontró que 64% de quienes no eran miembros registró violencia doméstica, de los cuales 29% reportó maltrato físico a las esposas, comparado con 45% de los miembros de SAPAP que presentaron violencia doméstica, de los cuales 14% mencionaron maltrato físico a las esposas. Otros estudios proporcionan otro tipo de información acerca del impacto en las rela-ciones intrahogares. El estudio de CYSD encontró no sólo que los miembros maduros eran más propensos que los recién ingresados a creer que sus contribuciones económicas a la familia eran muy significativas, sino que también reportaban con más frecuencia que los demás miembros de su familia compartían esa opinión. Las mujeres miembros de PRADAN reportaban con menos frecuencia que quienes no eran miembros eran presionadas a tener hijos varones y más a menudo guardaban parte de sus ingresos para poder disponer de ellos. Murthy y otros (s/f) encontraron que un porcentaje más alto de sus miembros decían tener la libertad de visitar e invitar a su casa a sus parientes directos. Aunque un porcentaje mucho menor de miembros y no miembros afirmaron que les daban a sus hijas adolescentes tanta libertad como a sus hijos varones adolescentes, las que sí eran miembros tendían más a reportar esa libertad.

4.5. Impactos sociales más amplios

Un conjunto de impactos menos investigados se relaciona con la probabilidad de que haya cambios que vayan más allá de la mujer como miembro individual y su familia y lleguen al dominio más amplio de la comunidad y las políticas. Estos impactos han sido mencionados en varios estudios realizados dentro del programa ImpAct. Sin embargo, en contextos en los que actuaban varios tipos de organizaciones para el desarrollo resultó necesario separar los impactos asociados con diferentes intervenciones. El estudio de BRAC hecho por Kabeer y Matin (2005) encontró que muchos miembros de BRAC también lo eran de al menos otra

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Organización No Gubernamental (ONG). Utilizando un análisis de regresión para considerar la membresía a una ONG alternativa, encontraron altos niveles de confianza en otros inte-grantes del grupo, independientemente de los años que hubieran sido miembros de BRAC, pero que los del grupo de mayor edad tenían significativamente más probabilidades de expresar su confianza en relación con miembros de la federación de grupos de BRAC, así como de otras religiones. El estudio encontró también que los años de membresía en BRAC aumentaban los ni-veles de confianza expresados en mujeres y hombres del sindicato de la parishad y su presidente elegidos localmente, y reducía las probabilidades de haber pagado un soborno en el año anterior (aunque no de nunca haber pagado alguno). También aumentó las posibili-dades de acceso a programas gubernamentales, de votar en elecciones nacionales y locales y de poder recordar el nombre de la representante elegida a nivel local. Resultó claro a partir del estudio que el tipo de membresía a un grupo era importante. Incluir el control de la membresía en otras ONG permitió separar los impactos de diferentes formas de membresía y sugiere que estos impactos se podrían atribuir principalmente a los años de participación en el BRAC. Esto no es sorprendente, dado que esas otras ONG tendían a ser OMF mucho más minimalistas que BRAC (más frecuentemente ASA y Grameen). Cortijo y Kabeer (2004) también usaron un análisis de regresión para tomar en consi-deración el hecho de que muchos de los integrantes de SHARE (40% de los miembros ma-duros y 31% de los nuevos) eran también miembros del programa gubernamental DWCRA en las áreas de Andhra Pradesh donde se realizó su estudio. Los resultados sugieren que la membresía en los grupos de SHARE llevó a una mejoría en las relaciones de negocios dentro de la comunidad, mientras que la membresía en el DWCRA era más fuertemente asociada con las relaciones generales con el resto de la comunidad. La membresía en el DWCRA se relacionaba también con una mayor probabilidad de que las mujeres tuvieran acceso a pro-gramas gubernamentales para los pobres, de poder reunirse con varios funcionarios electos y del gobierno, de asistir a varias reuniones públicas (gram sabha, Janma Bhumi y el Día de las Quejas de los Recolectores o Collectors Grievance Day), de participar en protestas y campañas políticas y de nominar a los candidatos a presidente del mandal y primer minis-tro del país. La membresía en SHARE tuvo una influencia más débil o insignificante en la mayoría de estos resultados políticos, una vez que se tomó en consideración la membresía en el DWCRA, pero sí tuvo un efecto independiente significativo en la probabilidad de que los miembros votaran en las elecciones locales del gram panchayat. Los hallazgos cualitativos del estudio de Todd (2001) parecen corroborar estos resulta-dos. Con base en sus entrevistas con varias mujeres miembros de SHARE, concluyó que la membresía había incrementado su confianza en sí mismas y sus actividades empresariales y les había otorgado un mayor respeto dentro de su comunidad. La mayoría no tenía una participación activa en asuntos comunitarios ni un deseo de participar.

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Tanto CYSD como PRADAN trabajan con algunos de los sectores más pobres y socialmen-te excluidos de la población de La India, y representaban las únicas formas de actividad de grupo para el desarrollo en las áreas estudiadas. Se encontró que los niveles de participación en el dominio público formal eran demasiado bajos en estas áreas, independientemente de si eran o no miembros de grupos de autoayuda, lo que es un reflejo de su aislamiento general. El sistema tradicional del panchayat no funcionaba de manera muy efectiva en estas aldeas, y las reuniones gram sabha a nivel de aldea se llevaban a cabo con muy poca regularidad. Sin embargo, dados estos bajos niveles generales de participación, la membresía en PRADAN sí marcaba una diferencia. Un 11% de los miembros de PRADAN habían asistido a una de estas reuniones en comparación con sólo 1% de quienes no eran miembros; asimismo, 15% se habían acercado a un banco para solicitar un préstamo individual (lo que indica un ejercicio de la iniciativa individual), comparado con sólo 2% de quienes no eran miembros. Estas dos diferencias eran estadísticamente significativas. El estudio de CYSD también encontró que porcentajes más altos de miembros maduros –en comparación con los más nuevos– habían tenido alguna interacción con un funcionario gubernamental con el propósito de resolver algún problema y habían participado en las reuniones de palli sabha y gram sabha, aunque al igual que en el contexto de PRADAN los niveles generales de participación fueron bajos. Dash y Kabeer (2004) también exploraron varias formas de agencia política por parte de los miembros de CYSD. Encontraron que los porcentajes de los miembros maduros que votaban en las elecciones eran más altos a nivel local, para el sarpanch, en las elecciones para el miembro de la samity y la zilla, reportando niveles significativamente más altos de participación que los miembros nuevos: generalmente entre 80 y 90%. Los porcentajes de votantes ascendieron a los niveles más altos (elecciones a las asambleas legislativas y na-cionales) y las diferencias entre los miembros maduros y los nuevos desaparecieron. Niveles mucho más bajos de miembros maduros y nuevos hicieron campaña en estas elecciones, pero los miembros maduros generalmente reportaron porcentajes mucho más altos de par-ticipación en campañas electorales, así como el deseo de competir en una elección local. Las diferencias fueron estadísticamente significativas. Finalmente, el estudio encontró que aunque los niveles generales de participación en pro-testas y campañas fue bajo, 43% de los miembros maduros y 37% de los nuevos había tomado parte en protestas contra la fabricación y venta de licores, mientras que 55% de los maduros y 30% de los nuevos había participado en campañas anti-licor en su comunidad. El interés en este tema debe ser interpretado en términos de la fuerte relación entre el alcoholismo mas-culino y la violencia contra de las mujeres, así como las pérdidas que el consumo de alcohol representaba en el ingreso familiar. El otro tema en el que estaban activos era la educación, en la que los miembros maduros reportaron niveles más altos de participación que los nuevos.

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Su acción por lo general demandaba escuelas bajo el esquema de garantías educativas en las áreas que carecían de ellas, así como quejas contra profesores irresponsables. Murthy y otros (s/f) exploraron el impacto de “sociabilidad” de la participación en grupos OMF en Tamil Nadu, y reportaron que 91% de los miembros había visitado nuevos lugares en los últimos cinco años, comparado con 31% de quienes no eran miembros; 83% registraron un incremento en sus amistades, en contraste con 26% de quienes no eran miem-bros, con un porcentaje más alto de los primeros que reportaba amigos de otras castas. En tanto que 34% de los miembros dalit reportaron actos de violencia de casta en el dominio público comparada con 23% de dalits que no eran miembros, 64% de los dalits reportaron que la membresía en el grupo había reducido la violencia de casta, en comparación con 25% de dalits no miembros. El estudio reportó también que 95% del grupo había votado durante las últimas elec-ciones panchayat. Muchos de ellos habían discutido los pros y contras de los candidatos durante las reuniones y alrededor de 15% afirmaron que habían aceptado las decisiones tomadas durante esos foros. Las mujeres miembros habían competido por entre 20 y 25% de los escaños reservados a las mujeres en las elecciones de 2001. Sólo 18% ganó, pero el proceso de competir en elecciones fue una experiencia importante, tanto para quienes participaron como para quienes votaron por ellas.

5. Microfinanzas, reducción de la pobreza y procesos de cambio social

5.1. Resumiendo los hallazgos

En este trabajo hemos discutido varios impactos, algunos positivos, algunos negativos y algunos más consistentes que otros. Las evidencias de que los servicios financieros ayudan a proteger el sustento familiar al facilitar los flujos de ingreso y reducir la variabilidad en niveles de consumo parece ser bastante consistente en una variedad de enfoques de la provi-sión de servicios financieros. Existen también hallazgos sustanciales de que las microfinan-zas ayudan a satisfacer una variedad de necesidades básicas y promueven mejoras en los niveles de vida. Encontramos ese tipo de evidencias en relación con la seguridad alimentaria, la diversidad de la dieta, la calidad de la vivienda y el acceso al agua potable. Aunque en general existen resultados positivos en términos de salud infantil, nutrición y educación, los hallazgos sobre disparidades de género son más débiles y menos consistentes. Los resultados de este trabajo apoyan parcialmente el argumento de Hulme y Mosley (1996) de que el impacto de la pobreza tiende a ser más fuerte para quienes se encuentran más cerca de la línea de pobreza y más débil para los que están más lejos. Es posible que sea necesario generar seguridad en las necesidades de consumo y la capacidad de enfrentar crisis antes de que las familias pobres estén preparadas para asumir riesgos. Sin embargo,

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los hallazgos de ImpAct y de otros estudios cuestionan la implicación del aparente corolario de Hulme y Mosley (1996), así como el de Robinson (2001), de que las personas en situación de extrema pobreza no se pueden beneficiar del acceso a servicios financieros. Sugieren que las personas en situación de pobreza extrema también se pueden beneficiar de los servicios financieros siempre y cuando estos sean diseñados tomando en cuenta sus necesidades y limitaciones. En lo que se refiere a la agencia económica de las mujeres, las evidencias reportadas en este trabajo son positivas, pero existen excepciones y variaciones en la naturaleza y fuerza del impacto dependiendo del contexto y de la organización. Encontramos que los servicios financieros promueven la participación de las mujeres en el trabajo asalariado en contextos en los que se les habían negado esas posibilidades, y que diversificaron sus opciones eco-nómicas en áreas en las que podían haber sido económicamente activas pero enfrentaban opciones limitadas. Las evidencias sugieren también que las mujeres tienen cada vez más voz en el ámbito familiar, en ocasiones como únicas tomadoras de decisiones y en otras participando de manera conjunta. En algunos casos, sin embargo, su impacto en la toma de decisiones fue insignificante. Encontramos que el acceso a servicios financieros solía exacer-bar la violencia doméstica pero a veces se presentaba un descenso de ésta como resultado de un aumento en la contribución económica de las mujeres, en la duración de la membresía o con la introducción de la capacitación y otros servicios. Cierto número de estudios reportó también impactos relacionados con el género en la comunidad, incluyendo el mejoramiento de las relaciones dentro de la misma, el acceso a servicios gubernamentales y la participación en protestas y campañas políticas. Otros impactos tuvieron mayores niveles de confianza hacia otros miembros del grupo, hacia los funcionarios electos y hacia miembros de otras castas y grupos religiosos. Una de las limitaciones de los estudios convencionales del impacto es que tienden a com-parar a los participantes en programas de microfinanciamiento en ese momento por ciclo de préstamo o duración de la membresía, o en relación con quienes no son participantes. Aunque esos estudios a menudo han documentado varias fuentes de insatisfacción con los programas y resultados negativos o insignificantes, así como evidencias de impactos positi-vos, sí representan un “sesgo en la selección” hacia las opiniones de quienes permanecen en los programas y en contra de los que se han salido. La atención a las opiniones de quienes han abandonado el programa pueden ayudar a corregir este sesgo, pero esto ocurre con muy poca frecuencia. Una revisión de estudios “de salida” en relación con algunas de las organizaciones asociadas con el Programa ImpAct realizada por Copestake (2002) encontró que había tanto razones individuales como rela-cionadas con el programa entre las causas aducidas para su abandono. En el caso de SHARE, la única organización del sur de Asia incluida en la revisión, las razones proporcionadas incluyen la cantidad de tiempo dedicada a las reuniones semanales, el requisito de tener

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que garantizar los préstamos de otros, la expulsión por atrasarse en sus pagos, el fracaso de sus negocios, especialmente entre los que no tenían experiencia previa, y en algunos casos molestia porque se permitía que personas de todas las castas se afiliaran a los grupos de SHARE (Todd, 2001). Sin embargo, es necesario añadir que aunque se puede esperar que en un estudio de ex-clientes, compuesto por los que han elegido renunciar o han sido expulsados de una or-ganización, tenga un sesgo hacia quienes tienen opiniones muy negativas de la organización, Todd (2001) encontró que 30% de los ex clientes estaban dispuestos a volver a SHARE sin ninguna condición, y otro 40% estaban dispuestos a regresar si se hacían algunos cambios a las prácticas organizativas. Finalmente, cabe señalar que aunque existen evidencias razonablemente robustas de que el acceso a las microfinanzas lleva a mejorías económicas y sociales dentro de la familia, así como a cambios en las relaciones con la comunidad en general, existen menos evidencias a favor de la idea de que ayudan a la gente a “salir” de la pobreza y graduarse en el uso de los servicios financieros comunes. Esto puede reflejar en parte una falta de atención a ese tipo de impactos de largo plazo en la literatura existente, pero también debería plantear preguntas acerca de los límites de las microfinanzas, así como la persistencia de barreras de exclusión dentro de las instituciones financieras formales.

5.2. Caminos hacia el cambio: recursos y relaciones

El análisis de los caminos a través de los cuales ocurren varios impactos directos y más amplios puede hacer una contribución importante a nuestra comprensión de los procesos del cambio social y a los debates sobre las políticas acerca de la filosofía y la práctica de las microfinanzas para los pobres. Una ruta obvia y directa mediante la cual ocurrió el cambio en los estudios reseñados fue el mayor acceso a recursos económicos, tanto a los servicios financieros proporcionados como a los mayores niveles de actividad económica que hicieron posibles. Una segunda ruta fue la relacionada con la provisión de otros servicios frecuentemen-te asociados con la entrega de apoyos financieros, como a las actividades generadoras de ingresos, la salud y la capacitación legal. Estos sirvieron para producir cambios cognitivos y conductuales que interactuaron con los cambios producidos por el acceso a servicios fi-nancieros y los amplificaron. El hecho de que estos recursos y servicios fueron canalizados a través de las mujeres en contextos en los que se tendía a negar o limitar el acceso al sector femenino demostró que estas rutas también produjeron cambios importantes relacionados con el género. Sin embargo, junto con estos cambios más bien atribuibles a las actividades de las OMF hay otros a los que no se les pudo seguir la pista tan fácilmente porque operaban a través

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de caminos “relacionales” menos sencillos de ubicar. La provisión de recursos financieros y de otro tipo no ocurre en un vacío social: ocurre en el contexto de relaciones sociales espe-cíficas y promueve cambios en otras. Estas relaciones, las experiencias y las interacciones asociadas con ellas pueden a su vez producir cambios que sólo están relacionados de manera parcial con los servicios financieros en cuestión. Dos conjuntos específicos de relaciones sociales están directamente asociados con la provi-sión de servicios financieros. El primero se relaciona con las interacciones con el personal de las organizaciones en cuestión, interacciones que tienen el potencial de producir los cambios deseados para la organización a través de la capacitación y actividades motivacionales y de otro tipo. Tienen también el potencial de producir cambios no esperados, por ejemplo al ofrecerles a las mujeres nuevos modelos de rol a los que pueden aspirar, o proporcionarles un foro para las interacciones entre sectores más pobres y menos pobres de la comunidad que no tienen que estar (necesariamente) basados en principios clientelistas de deferencia y autoridad. El segundo conjunto de relaciones sociales es el de las relaciones entre miembros de los grupos organizados por las OMF. Sin embargo, estos grupos no representan los mismos prin-cipios de organización o el mismo tipo de relaciones entre miembros. Por ejemplo, Thornton y otros (2000) señalaron esto en su revisión de algunas de las ONG más grandes en Bangla-desh. Distinguieron entre (a) organizaciones que estaban en su mayor parte dedicadas a la provisión de servicios financieros (como Banco Grameen y ASA), (b) otras como BRAC, que combinaban estos con una variedad de servicios sociales, legales y de otro tipo, y (c) otras como Nijera Kori, que ofrecen grupos de ahorros pero no están interesados en ofrecer servicios financieros y se enfocan en la movilización social. Thornton y otros (2000) señalaron que las reuniones de grupo creadas por los programas de organizaciones financieras minimalistas se ocupaban en su mayor parte de asuntos rela-cionados con la entrega y el pago de préstamos. Como se requería que los miembros actuaran como avales de otros miembros, las reuniones a menudo se caracterizaban por cierto nivel de tensión y conflicto. Por el contrario, las reuniones de grupo organizadas por Nijera Kori generalmente se enfocaban en la capacitación y la reflexión sobre problemas económicos y sociales que preocupaban a sus miembros y tendían a ser más relajadas y a cubrir una mayor variedad de tópicos. Algunos de los estudios de ImpAct también subrayan las diferencias de la cultura gru-pal entre las diferentes organizaciones. El estudio de BRAC realizado por Kabeer y Matin (2005) reportó que los miembros maduros observaban con tristeza que la naturaleza de las reuniones grupales había cambiado desde que BRAC empezó a expandir sus operaciones de préstamo a mediados de los años noventa y a preocuparse más por su sustentabilidad financiera y tasas de repago. Las primeras reuniones les habían dado una oportunidad de aprender acerca del mundo y discutir sus propios problemas, pero ahora se enfocaban de

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manera más estrecha en los desembolsos para préstamos y los pagos. Las reuniones semanales de SHARE generalmente se enfocaban en cuestiones relaciona-das con los préstamos. Las entrevistas con 109 ex clientes encontraron que 40% mencionó la larga duración de las reuniones como razón para salirse: estas no eran dadas por termina-das hasta que todos los miembros habían hecho sus pagos. Otro 22% se oponía a la presión grupal para el pago de los préstamos; otras mujeres se salían porque sus esposos se oponían al requisito de que los grupos cubrieran colectivamente los pagos atrasados de miembros individuales.Las inquietudes relacionadas con los préstamos jugaron un papel mucho menor en la for-mación de grupos de autoayuda como los organizados, por ejemplo, por PRADAN y CYSD. El estudio de CYSD proporciona información muy útil acerca del proceso de formación de grupos como un medio para producir el cambio social (Dash y Kabeer, 2004). Este estudio sugiere que CYSD no necesariamente construyó nuevas relaciones sociales a partir de la nada, pues ya existían fuertes lazos entre miembros de comunidades tribales aisladas, pero ayudó a diversificar la vida de las asociaciones dentro de la comunidad y a promover nuevas maneras de tomar decisiones colectivas, nuevos recursos que compartir y nuevas formas de liderazgo. Esperaríamos encontrar que la naturaleza de las relaciones organizativas promovidas por las OMF conllevará implicaciones para los tipos de impactos que pueden tener, espe-cialmente los sociales. Esto es confirmado en parte por algunas de las evidencias citadas en este trabajo. Reportamos, por ejemplo, el hallazgo de Holvoet (2005) de que la mem-bresía de cierto tipo de grupos de autoayuda (MYRADA) tuvo un impacto mucho mayor sobre el papel de la mujer en la toma de decisiones intrahogares que la membresía en otros (RIDO). Encontramos también que era la membresía de BRAC, con su combinación de grupos del tipo del Banco Grameen y servicios sociales y legales asociados, más que los otros grupos de OMF más minimalistas a los que algunos miembros de BRAC también pertenecían, lo que explicaba una serie de impactos más amplios, incluyendo la posibilidad de votar en eleccio-nes locales y nacionales, una menor probabilidad de haber pagado un soborno en el último año, un mayor acceso a los programas gubernamentales para los pobres y mayores niveles de confianza en los funcionarios electos. Por otro lado, encontramos que los cambios directamente atribuibles a la membresía en SHARE se limitaban a que las mujeres tenían un mayor sentido de confianza en sí mismas dentro del hogar y mejores relaciones de negocios dentro de la comunidad. Otras formas de impactos más amplios, incluyendo mejorías en las relaciones con la comunidad en general, intervención en asambleas locales de la aldea, interacción con funcionarios gubernamen-tales locales y participación en campañas estuvieron más fuertemente asociadas con la

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membresía en DWCRA, en la que la ser miembro de SHARE reforzaba los cambios en algunos pero no en todos los casos.

5.3. Sistemas financieros y préstamos a los pobres: ¿enfoques alternativos a las microfinanzas?

El análisis en este trabajo sugiere que los servicios financieros pueden jugar un papel im-portante en la vida de las mujeres pobres, pero su filosofía y diseño determinan el grado en el que promoverán el bienestar y la agencia de las mujeres, así como su capacidad de reflexionar y actuar a favor de sus intereses estratégicos a largo plazo. Sin embargo, las implicaciones son difíciles de plantear y explorar frente a la creciente hegemonía del “enfoque de sistemas financieros” entre donantes y gobiernos. Existen razones comprensibles que explican el atractivo de este último enfoque. En comparación con el patronazgo, la corrupción, las fugas y las tasas de mora que antes carac-terizaron la entrega de crédito subsidiado a los pobres por el gobierno, así como la filosofía bienestarista que yacía detrás de tantos programas para las mujeres, un enfoque que hace énfasis en los principios comerciales como base para el otorgamiento de préstamos y la sustentabilidad financiera como objetivo organizativo ofrece ventajas obvias. Más aún, ese tipo de organizaciones puede ser más adecuado para ciertos entornos que el enfoque de otorgamiento de préstamos a los pobres. En contextos caracterizados por una vi-brante economía local, mercados de bienes y servicios funcionales y la ausencia de desigual-dades enraizadas en las oportunidades económicas y de vida de grupos sociales específicos, un enfoque de sistemas financieros puede no sólo tener éxito en compensar cualquier falla de corto plazo en los mercados sino servir para crear un sistema financiero más integrado a largo plazo. En tales contextos, las mujeres con capacidad empresarial pueden beneficiarse de un enfoque de sistemas financieros tanto como los hombres. Sin embargo, el enfoque de sistemas financieros, con sus raíces en el individualismo me-todológico y una visión del mundo de “equilibrio competitivo”, tiene una mayor capacidad de enfrentar la exclusión de los pobres cuando refleja los déficits individuales (de activos, educación, salud, etc.) y las fallas del mercado (problemas de información asimétrica y apli-cación de los contratos). No tiene la misma capacidad de enfrentar problemas de exclusión financiera cuando estos reflejan la exclusión social en situaciones de desigualdad estructu-ral. Las condiciones de desventaja individual en tales contextos son producto de relaciones muy arraigadas de etnicidad, casta y género que bloquean sistemáticamente el acceso de ciertos grupos sociales a las oportunidades del mercado, los servicios gubernamentales y los foros colectivos de toma de decisiones. Un enfoque en los servicios financieros basado en los principios comerciales, la recuperación de costos y los préstamos individuales en esos contextos podría reforzar la exclusión y exacerbar la desigualdad social.

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Lo que se necesita en su lugar es una comprensión más holística de la naturaleza de la desigualdad y un enfoque más abarcador de cómo enfrentarla. Los “préstamos a la pobreza” tal y como son caracterizados por sus detractores no proporcionan esta alternativa: la cari-dad, el patronazgo, el bienestarismo y los subsidios tienen muy poco que ofrecerle a la gente pobre aparte de la perpetuación de su estatus de dependencia. Una alternativa más viable es la que representan organizaciones que combinan los servicios financieros con otras formas de apoyo y que usan estrategias de base grupal para construir la capacidad organizativa de los interesados. Tales organizaciones no son indiferentes a los problemas de sustentabilidad, pero la definen en términos de la capacidad de los pobres de sustentarse a sí mismos a largo plazo mediante la integración a los mercados tradicionales y la provisión de servicios, más que en términos de la capacidad de la organización de reproducirse a lo largo del tiempo. Existen, por supuesto, otros enfoques más radicales al cambio estructural que las aso-ciadas con las microfinanzas, pero es posible que no enfrenten las necesidades prácticas cotidianas de los pobres de una manera tan efectiva como las microfinanzas. Lo atractivo de estas es que pueden proporcionar una base muy práctica para que las mujeres se reúnan de manera regular, al mismo tiempo que promueve nuevas ideas, oportunidades y relaciones sociales que tienen el potencial de abordar intereses estratégicos de género. No todas las OMF eligen esta agenda más amplia de transformación, ni podrían hacerlo sin debilitar su rol como proveedoras eficientes de servicios financieros. Sin embargo, no hay ninguna razón por la que las organizaciones preocupadas por la transformación social no puedan coexistir con otras que tienen una agenda financiera más limitada. De hecho, puede resultar que sus efectos sean complementarios o sinérgicos. En mi estudio de Nijera Kori en Bangladesh, por ejemplo, encontré que sus miembros a menudo lo eran también del Banco Grameen, y por lo tanto tenían que asistir a por lo menos dos re-uniones a la semana (Kabeer, 2003 y 2005). Sin embargo, valoraban su membresía en ambas organizaciones por diferentes razones. Apreciaban al Banco Grameen porque les proporcio-naba un acceso a sumas de dinero “útilmente grandes” cuando las necesitaban, y valoraban su asociación con Nijera Kori porque les ayudaba a defenderse. De manera similar, en mi estudio del SEDP, una mujer explicó la diferencia entre la capacitación que había recibido en Saptagram, una organización explícitamente feminista para mujeres sin tierras, y la de SEDP, un organismo que promueve la pequeña empresa:

antes de afiliarme a Saptagram, se podría decir que yo era tonta… era como una niña. Saptagram me enseñó a pensar por mí misma. Con la capacitación de SEDP también aprendí a hacer algo nuevo, a hacer negocios. ¿Cuál es mejor? Las dos son importantes (Kabeer, 2001: 79).

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6. Conclusiones

Los hallazgos reseñados en este trabajo sugieren la necesidad de tener precaución al hablar de los impactos de las microfinanzas en general, y de hablar de los impactos de organizacio-nes específicas en contextos específicos. Las OMF varían considerablemente en los contextos en los que operan, los sectores de población con los que trabajan, su análisis del problema de la exclusión financiera, las estrategias que adoptan para atacar este problema y su compro-miso con la implementación de sus estrategias. Organizaciones con enfoques en apariencia similares pueden a pesar de ello reportar impactos muy diferentes debido a la variación de alguno de estos factores. Sin embargo, independientemente del ritmo y el nivel de cambio que puedan producir, la revisión en este trabajo sugiere que las microfinanzas ofrecen medios importantes y efectivos de lograr el cambio en varios frentes: el económico, el social y quizás también el político. El éxito de las OMF en construir la capacidad organizativa de las mujeres pobres proporciona las bases para su movilización social que muchas otras intervenciones para el desarrollo no han podido lograr. De hecho, su mismo éxito puede ser su ruina: hay una cre-ciente incomodidad con la manera en la que los gobiernos y los partidos políticos populistas están tratando de aprovechar la idea de los grupos de autoayuda para sus propios propósitos instrumentales. Una pregunta importante que sigue sin responder tiene que ver con el impacto a largo plazo de las microfinanzas. Notamos que existen muy pocas evidencias de en qué grado los clientes se han “graduado” de la pobreza y han empezado a utilizar los servicios financieros formales. Hasta cierto punto, esto refleja el hecho de que existen muy pocos estudios longi-tudinales que den seguimiento a los clientes durante un periodo de tiempo suficiente para que nos puedan informar cómo les fue. Existe una clara necesidad de que las organizaciones de microfinanzas desarrollen algún tipo de marco temporal dentro del cual esperarían ob-servar resultados tangibles. Pero esto puede también reflejar los límites de las microfinanzas como herramienta para la reducción de la pobreza. No importa qué tan efectivo sea el papel de las organi-zaciones microfinancieras para proporcionar servicios financieros a los pobres, no pueden sustituir políticas más amplias que promuevan un crecimiento económico en favor de los más necesitados, un desarrollo social equitativo y una participación democrática en foros colectivos de toma de decisiones. En la ausencia de dichas políticas, las microfinanzas pue-den, en el mejor de los casos proporcionar una red de seguridad para los pobres, más que una escalera para salir de la pobreza. Finalmente, regresando a la pregunta con la que comenzamos este trabajo, resulta claro que aunque el acceso a los servicios financieros puede hacer y hace aportaciones importan-tes a la productividad económica y el bienestar social de las mujeres pobres y sus hogares,

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no empodera “automáticamente” a las mujeres más de lo que lo hacen la educación, las cuotas de participación política, el acceso al trabajo asalariado o cualquiera de las otras intervenciones que figuran en la literatura acerca del empoderamiento de las mujeres. No hay varitas mágicas ni hay panaceas ni planos de construcción ni fórmulas a la medida que produzcan la transformación estructural que implica el empoderamiento de los pobres y de las mujeres pobres. Estas diversas intervenciones son simplemente diferentes puntos de entrada en este gran proyecto, cada una de ellas con un potencial de transformación social, pero cada una de ellas depende del contexto, el compromiso y la capacidad para hacer rea-lidad este potencial.

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Capítulo 3

Las microfinanzas y la dinámica de la vulnerabilidad financiera. Lecciones de las áreas rurales del sur de La India17

Isabelle Guérin, Marc Roesch, Santosh Kumar,Venkatasubramanian y Mariam Sangare

1. Introducción

La industria microfinanciera está cada vez más preocupada por la naturaleza de su impacto social. Aunque las microfinanzas siguen siendo consideradas un instrumento importante para las políticas de disminución de la pobreza, existe un consenso cada vez mayor entre donadores y quienes se dedican a las microfinanzas de que el desempeño financiero no implica automáticamente un impacto positivo. De manera más general, el problema de la vulnerabilidad financiera de las familias (que es una forma específica de impacto social) es preocupante. La preocupación es que las microfinancieras (y el microcrédito en particular) podrían dejar a algunas personas peor de lo que estaban, al empujarlas a endeudarse más allá de su capacidad de pago (Hulme, 2007). Los estudios de impacto que se han enfocado en la vulnerabilidad financiera pro-porcionan una mezcla de imágenes. Por una parte, varios estudios ofrecen evidencias importantes de la manera en la que los servicios microfinancieros ayudan a sus clientes a protegerse contra riesgos, desarrollar actividades generadoras de ingresos y, de una ma-nera más amplia, explotar oportunidades y enfrentar pérdidas económicas (Armendariz y Morduch, 2005; Bouquet y otros, 2009; Collins y otros, 2009; Sebstad y Cohen, 2000). Por otra parte, algunos estudios afirman que las microfinanzas pueden causar efectos con-trarios, especialmente para los más vulnerables (Dichter y Harper, 2007; Mosley y Hulme,

17 Este trabajo se apoya en los hallazgos del programa de investigación RUME (www.rume-rural-microfinance.org). Los autores agradecen a Eric Denis, Cyril Fouillet, Marek Hudon, Solène Morvant y Magdalena Villarreal sus útiles comentarios de versiones anteriores de este trabajo.

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1998; Mosley, 2001). Es difícil que los hogares más vulnerables puedan usar sus microfi-nanzas de manera eficiente dada su creciente necesidad de préstamos para el consumo, su mayor vulnerabilidad a la venta forzada de activos en momentos de crisis y su limitada gama de inversiones (Mosley, 2001). Controversias similares se pueden encontrar en La India, donde el sector microfinancie-ro se ha desarrollado considerablemente durante la última década, tanto en su escala como en su diversidad institucional (Ghate, 2007; Srinivasan, 2009). Se estima que el número de clientes de microfinancieras en 2008 puede haber sido de alrededor de 55 millones, con una tasa de crecimiento anual (en términos del número de clientes) de aproximadamente 10% (Srinivasan, 2009). Las microfinancieras de La India se pueden distinguir de las de otros países en varios aspectos: la importancia del modelo del grupo de autoayuda (self-help), aún predominante hoy en día, un enfoque en las áreas rurales y una concentración en el sur del país. Estos tres aspectos están disminuyendo en importancia, pero siguen representando un rasgo importante del panorama de las microfinancieras. Cabe mencionar también que la provisión de servicios a los pobres en áreas rurales no es algo nuevo. La India tiene una lar-ga historia de esquemas e instituciones de crédito dedicadas por completo a las áreas rurales, también para los pobres. Sin embargo, la ineficiencia de las instituciones de crédito rural y los esquemas gubernamentales (tasas de recuperación muy bajas, mala identificación de su clientela) ha sido ampliamente documentada. A partir de los años noventa, medidas de liberalización han ampliado el alcance del racionamiento del crédito. Las áreas rurales y los segmentos más pobres de la población han sido los más afecta-dos (Copestake, 1988; Ramachandran y Swaminathan, 2005; Shetty, 2004). Con su enfoque en la sustentabilidad y la disciplina, las microfinancieras han generado nuevas promesas (Garikapati, 2008; Rao, 2008): se espera que los incentivos y colaterales mejor adaptados a los pobres (principalmente el sistema de deuda solidaria y el enfoque en las mujeres) aseguren el nivel de pago, mientras que las asociaciones estratégicas (principalmente entre los bancos y las Organizaciones No Gubernamentales (ONG’s) son consideradas una manera eficiente de reducir los costos de las transacciones y asegurar su sustentabilidad financiera (Ghate, 2007; Seibel y Khadka, 2002). Las microfinancieras de La India han generado también un creciente interés entre los estudiosos. Pero aquí también las evidencias empíricas acerca de su impacto sobre la vulne-rabilidad financiera de las familias son heterogéneas. Varias encuestas proporcionan resul-tados positivos, medidos de acuerdo a varios indicadores: el empleo y la diversificación de las fuentes de ingresos (EDA, 2005; Labh, 2005; Patole y Sinha, 2005; Puhazhendi y Satyassi, 2000), los activos (EDA, 2005; Puhazhendi y Satyassi, 2000; Swain y Varghese, pendiente de publicación), el consumo (Labh, 2005) e indicadores compuestos de la vulnerabilidad (Garikapati, 2008). Otros estudios reportan efectos no significativos en términos de diver-sificación de las fuentes de ingresos (Kalpana, 2008; Oommen y Meenakshisundararajan,

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2005; Thampi, 2005). En Kerala, Sunil encontró que el principal efecto de las microfinanzas es pasar la carga de la deuda de los hombres a las mujeres (Sunil, 2005). Se observó también que el microfinanciamiento puede ser utilizado para inversiones riesgosas que llevan a una fragilidad financiera. Utilizando los datos recolectados en Andhra Pradesh, Wendy Olsen (2008) encontró que algunos solicitantes de préstamos usaban los microcréditos para com-prar objetos de alto estatus. La autora considera que el microcrédito es un “crédito fácil” que “puede estar permitiendo que estas personas se endeuden más allá de su capacidad de pago” (Olsen, 2008: 7). A partir de esta literatura resulta claro que el papel y el impacto del microfinancia-miento sobre la vulnerabilidad financiera y el endeudamiento excesivo de sus clientes sigue siendo un tema altamente controversial. Apoyándose sobre todo en un enfoque cualitativo y abarcador, la intención de este trabajo es contribuir a esta literatura a través de un análisis contextualizado de los procesos y las dinámicas de las microfinanzas. Nuestro propósito no es proporcionar una respuesta a la pregunta de si el microfinanciamiento per se produce resultados positivos o negativos, sino analizar los procesos que subyacen a sus usos y la diversidad de patrones en la actualidad. Los resultados de nuestra investigación indican que el microfinanciamiento es un arma de dos filos: puede reducir la vulnerabilidad financiera de las familias o hacer que se endeuden aun más. En primer lugar, sugerimos que la com-prensión de los usos y procesos del microfinanciamiento sólo se puede lograr mediante el conocimiento de la dinámica local más amplia del empleo, el financiamiento y el consumo. Afirmamos también que los efectos del microfinanciamiento no son sólo cuestión de acceso (ser cliente o no de las microfinancieras), sino que también dependen de la manera en la que los clientes hacen uso de estos servicios en un contexto dado. Lo que cuenta es cómo estos servicios estén organizados y coordinados con las demás herramientas financieras a las que las personas tengan acceso, así como toda la gama de estrategias utilizadas para enfrentar la vulnerabilidad y construir activos tangibles e intangibles. El resto de este trabajo procede de la manera siguiente: la segunda sección proporciona un marco de referencia para el análisis, seguido por una descripción de la metodología y los datos (una mezcla de datos cualitativos y cuantitativos recogidos entre 2004 y 2009 en dos ONG’s microfinancieras ubicadas en áreas rurales del sur de la India, en el distrito de Tiruvallur) en la tercera sección. La cuarta sección describe las principales tendencias: rutas contrastantes para la deuda y los activos, y que difieren de una familia a otra. La quinta sección examina la dinámica de la vulnerabilidad financiera y el papel de las microfinanzas en mayor detalle. La última sección presenta las conclusiones y las principales implicaciones de este estudio.

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2. Marco de referencia para el análisis

El endeudamiento en sí mismo no es necesariamente malo; ya sea desde un punto de vista social o económico, tiene dos caras. Socialmente, puede sofocar o proteger, crear y refor-zar jerarquías, pero también mantener, actualizar y construir solidaridades e identidades (Malamoud, 1980; Servet, 2006; Villarreal, 2004a, 2009b; Zelizer, 1994). Económicamente, el endeudamiento puede llevar a la acumulación o al empobrecimiento. El proceso es mecáni-co y depende de la diferencia entre el costo del débito y la rentabilidad de las inversiones financiadas mediante la deuda. En la práctica es imposible disociar las implicaciones sociales y las económicas del en-deudamiento, ya que la acumulación y el empobrecimiento tienen mucho que ver con las relaciones sociales. Podría pensarse que la vulnerabilidad financiera se debe sobre todo a los gastos “improductivos”. Esto ha sido cuestionado recientemente por Collins y otros (2009). Se ha visto que la distinción entre gastos “productivos” e “improductivos” no tiene mucho sentido. En primer lugar, existe ahora un consenso de que la pobreza es multidimensional. Ser pobre significa ser incapaz de satisfacer necesidades no sólo fisiológicas y materiales, sino también sociales (Sen, 1984). Una necesidad social, como sugiere Amartya Sen (1984), implica ser capaz de participar en la vida social “sin sentir vergüenza”: en algunos contextos tener una televisión puede ser el estándar mínimo, mientras que en otro lugar puede ser te-ner una cierta cantidad de vacas (o ambos). Cuando la gente no tiene los medios monetarios para satisfacer estas necesidades (fisiológicas o sociales), tiene dos opciones: la privación o el endeudamiento (cuando hay acceso al crédito). En segundo lugar, los gastos hechos con el propósito de mantener o incrementar la capa-cidad productiva han sido reconocidos como muy provechosos (Strauss y Thomas, 1995). Las necesidades sociales tienen un valor tanto intrínseco como instrumental (Sen, 1984): renovar la casa ayuda a enfrentar riesgos ambientales, pero también puede atraer un mejor marido para la hija. Participar en festivales religiosos puede ser una fuente de placer y fortalecer la autoestima, pero también es una manera de mejorar la reputación y por lo tanto el soporte social de la comunidad, etc. De una manera más general, las consecuencias y la relevancia de la deuda deberían verse desde una perspectiva más holista que tome en cuenta tanto las estrategias para el manejo de la vulnerabilidad como el de los activos. El “marco de vulnerabilidad con res-pecto a los activos” (Asset Vulnerability Framework) diseñado por Caroline Moser (1998) se ajusta muy bien a nuestros propósitos, y se basa en tres argumentos. En primer lugar, la vulnerabilidad es un concepto dinámico; a diferencia de la pobreza (que es usualmente una medición fija en el tiempo), captura procesos de cambio. En segundo lugar, la vulnerabilidad se encuentra íntimamente ligada con la propiedad de los activos. Por supuesto, la cantidad de activos es importante (entre más activos tengan las personas menos vulnerable serán

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y viceversa). Sin embargo, más que la cantidad de activos como tal, la combinación y las maneras en las que son usados es lo que determina la vulnerabilidad: la manera en la que las personas combinan estos activos y encuentran la “mezcla” correcta (Moser, 1998: 16; véase también Villarreal, 2004a). En tercer lugar, la definición de activos es muy amplia, ya que incluye una gran variedad de estos, tanto tangibles como intangibles. Los activos tangibles incluyen la mano de obra (la manera en la que las personas pueden movilizar una fuerza de trabajo adicional o trabajar más para enfrentar la crisis y satisfacer necesidades), el capital humano (en especial el relacionado con la salud y la educación) y los activos pro-ductivos. Los activos intangibles incluyen las relaciones intrafamiliares y el capital social. Las relaciones familiares pueden ayudar a juntar los ingresos y compartir el consumo. Por el contrario, los conflictos intrafamiliares, la violencia doméstica y la deserción masculina tienden a aumentar la vulnerabilidad. La manera en la que el capital social puede ayudar a reducir la vulnerabilidad depende de la variedad de redes sociales de las que las personas sean parte, así como de su capacidad de activar y sustentar estas redes. Las redes sociales facilitan el acceso al apoyo recíproco, el patronazgo y la protección, así como a beneficios públicos y formales (apoyo de ONG’s, esquemas gubernamentales y servicios públicos). El “marco de vulnerabilidad con respecto a los activos” puede ser muy útil para com-prender cómo los servicios microfinancieros ayudan a los hogares a enfrentar mejor su vulnerabilidad (Sebstad y Cohen, 2000). En nuestra opinión, también pueden enriquecer nuestra comprensión de los procesos mediante los cuales los servicios microfinancieros pueden exacerbar la vulnerabilidad financiera de las familias.

3. Datos y metodología

Este trabajo se basa en los hallazgos de la investigación realizada en colaboración con dos ONG’s microfinancieras en el área rural de Tamil Nadu, las cuales han estado proporcio-nando servicios microfinancieros de manera conjunta con bancos durante alrededor de diez años. Con el apoyo de un donante internacional, ambas ONG’s han participado desde fines de 2002 en un programa específico de microfinanzas dirigido a población más pobre que su clientela usual. Las beneficiarias del programa son mujeres, pero está dirigido de manera explícita a las familias.18 Oficialmente, el objetivo principal del programa era reducir la vulnerabilidad de las familias mediante la construcción de activos, la diversificación de las fuentes de ingresos y la reducción de la deuda de fuentes informales, las cuales son conside-radas riesgosa y costosa. En la primavera de 2004 se les aplicó una encuesta a 400 hogares

18 Como ha sido el caso en otros lugares, los préstamos son a veces manejados parcialmente por hombres, o por la familia política de la mujer. Sin embargo, un análisis detallado de este punto estaría fuera del alcance del presente artículo. Al respecto, véase por ejemplo Garikipati (2008).

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para investigar sus características socioeconómicas y detalles acerca de sus activos, sus deu-das pendientes19 y sus acreedores. Se aplicó una segunda encuesta en la primavera de 2006 para documentar los cambios. Debido a que nuestro equipo de investigación estaba ubicado en la misma región y a que estudiamos el mercado de trabajo y el financiero, se nos pidió monitorear la encuesta y analizar sus resultados. De una manera global, observamos que los clientes estaban alta y crecientemente endeudados (al combinar el microfinanciamiento con otros préstamos, sobre todo de fuentes informales), en tanto que los activos no se esta-ban incrementando al mismo ritmo para todas las familias y sus efectos directos sobre sus ingresos reales eran insignificantes. Intrigados por estos resultados preliminares, decidimos investigar con más detalle la cuestión de la vulnerabilidad. Se realizó una tercera encuesta en la primavera de 2009. De la muestra inicial, 395 familias fueron encuestadas de nuevo. La muestra incluyó las mismas preguntas que en 2004 y 2006, con algunos detalles adicionales acerca de sus portafolios de ingresos y egresos. De manera paralela a estas tres encuestas llevamos a cabo trabajo de campo cualitativo intensivo en etapas sucesivas de abril 2006 a junio 2009. Además de que el diseño de la encuesta no permitía hacer un “estudio de impacto” estandarizado (falta de grupo control,20 variables de control insuficientes), nuestra participación en esta investigación estaba clara-mente motivada por el análisis de procesos y mecanismos. Las tres encuestas fueron utili-zadas para determinar tendencias generales, aunque el análisis estaba enfocado principal-mente en el trabajo de campo cualitativo, con el objetivo de comprender los diversos efectos del microfinanciamiento y ofrecer interpretaciones coherentes, razonables y plausibles. Una serie de preguntas surgidas de las encuestas orientaron el trabajo de campo: ¿por qué las personas se estaban endeudando cada vez más y cuál era el papel de las microfinancieras en ese proceso (principales resultados de la encuesta de 2006)? ¿Cómo podemos explicar que muchos hogares que compraron ganado posteriormente perdieron parte de su adquisición? ¿Cómo podemos explicar los malos resultados en términos de autoempleo (en el sector no agropecuario)? ¿Cómo podemos explicar la diversidad de la evolución en términos de deuda y posesión de activos? ¿Cómo podemos explicar la creciente vulnerabilidad financiera de algunos hogares (principales resultados de la encuesta de 2009)?

19 La encuesta se limitó a cantidades mayores de 500 rupias. En abril de 2009 (la fecha de la última encuesta), 1 rupia = 0,015 euro, .2755 pesos mexicanos.

20 Es común utilizar grupos de control para evaluar los efectos del microfinanciamiento. Se comparan familias que reciben microfinanciamiento con familias que no lo reciben con el propósito de aislar su rol específico. Sin embargo, la implementación de grupos de control confiables plantea muchos cuestionamientos metodológicos, especialmente en cuanto al sesgo en la selección (Mosley, 1998). En nuestro caso, por ejemplo debido al incremento de la oferta de microfinanciamiento y la saturación del mercado, resulta algo dudoso que existan grupos de control “puros” (sin ningún acceso al microfinanciamiento). Más aún, el uso de grupos de control es especialmente adecuado para el análisis de cadenas lineales de impacto (aportación-resultado-impacto) (Mosley, 1998). Cuando los mecanismos causales son complejos y sus efectos son parcialmente inesperados e indirectos – lo cual es especialmente el caso aquí – los métodos cualitativos son mucho más apropiados para analizar sus procesos y sus dinámicas (Copestake y Wright, 2004).

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Para responder esas preguntas se hicieron estudios de caso a fondo con alrededor de 50 hogares, algunos de los cuales se enfocaron en preguntas muy precisas, como la rentabili-dad de las actividades económicas financiadas mediante el microcrédito, principalmente el ganado y pequeños negocios. Las preguntas estuvieron dirigidas a reconstruir el conjunto total de los gastos, las ventas y los ingresos netos. Los estudios de caso individuales fueron complementados con el análisis de mercados locales (discusiones con proveedores, clientes, informantes clave), con el fin de comprender mejor las dificultades enfrentadas por nuestros entrevistados. Para otros estudios se utilizaron discusiones abiertas y repetidas con el fin de llegar a una mejor comprensión de las trayectorias de los hogares. Se siguieron dos líneas de búsqueda: la primera tenía que ver con el largo plazo y se enfocó en particular en las prin-cipales etapas del ciclo de vida y las relaciones sociales de la familia. La segunda se enfocó al corto plazo, a lo poco predecible de la vida cotidiana. Alternamos discusiones individuales y colectivas (con varios miembros de los hogares), de acuerdo con las circunstancias y las oportunidades. Durante este periodo se realizaron también 20 entrevistas semi-dirigidas con los proveedores de crédito locales. A los entrevistados se les preguntó acerca de los plazos, el costo y la duración de los préstamos, los requisitos de los colaterales y las sanciones por la falta de pago, así como la manera en la que evalúan el estatus crediticio de los clientes y cómo manejan los riesgos, y a continuación se consideró la historia y el progreso reciente de su actividad. Las aldeas estudiadas pertenecen al distrito de Tiruvallur, ubicado en la región Tamil Nadu, en el noreste de La India, bordeado por los distritos de Andhra Pradesh al norte y Chennai al suroeste. La región está caracterizada por una importante y creciente proxi-midad al área urbana de Chennai. Hasta los años noventa, las familias rurales dependían principalmente de la agricultura (en especial arroz, cacahuates, kambu, ragi, gram verde y gram negro). El crecimiento exponencial de la ciudad de Chennai21 y de la infraestructura de transporte (la construcción de una autopista entre Chennai y Bangalore y entre Chennai y Andhra Pradesh) ofrece nuevas oportunidades de empleo pero ejerce una creciente in-fluencia de estándares “urbanizados” sobre las normas sociales locales. Más y más hombres, especialmente jóvenes, van y vienen de la aldea a la ciudad. En términos de composición social, como en otros lugares en Tamil Nadu, el predominio de la casta sigue siendo pode-roso, tanto a nivel económico (con una fuerte segmentación de los mercados laborales de acuerdo a la casta) como social (con identidades y jerarquías sociales basadas en las castas) (Harriss-White 2003). Las castas dominantes aquí (numérica, social y económicamente) son los naidus y los mudaliars, y los grupos marginados incluyen principalmente a los pa-raiyars y algunos irulars. La mayoría de las aldeas están segmentadas de acuerdo a una

21 Chennai es la capital del estado de Tamil Nadu y la quinta ciudad más poblada de La India, con una población que se estima en más de 5 millones de personas.

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división entre “aldea” (village) de las castas superiores y “colonia” (colony), compuesta por castas inferiores y tribus “programadas” (Scheduled Tribes: identificadas como inferiores y/o protegidas por programas gubernamentales).22 El programa de microfinanciamiento que estudiamos aquí se enfoca exclusivamente en los paraiyars y los irulars.23

Según los datos recolectados en 2009, el perfil de la población era el siguiente: en promedio, cada hogar constaba de cuatro miembros. La mayoría de los hogares no poseía tierras (95%). Para los que poseían tierras, el área era en promedio un poco menor de media hectárea (1.05 acres). 41.2% de los hogares vivía en casas de tierra, 22.4% en casas parcial-mente de concreto y 36.4% en casas de concreto, pero de las cuales casi la mitad (16%) eran de muy mala calidad y se hicieron como parte de un esquema de construcción pública. Los ingresos promedio por familia eran de 24,000 rupias al año (media 20,000).24 Más de la mi-tad de las familias (57.6%) vive bajo la línea oficial de pobreza per cápita definida para las áreas rurales de Tamil Nadu. Alrededor de un tercio (29.5%) están por arriba de la línea de pobreza pero aún muy cerca de ella, por lo que todavía se les puede considerar vulnerables. En cuanto a sus medios de subsistencia, la mitad de los hogares (49.6%) depende sólo de la agricultura, principalmente como coolies agrícolas (jornaleros). Una pequeña parte de los hogares (14.5%) depende sólo de trabajo no agrícola. El resto de la muestra, aproximada-mente una tercera parte (35%), combina labores agrícolas y no agrícolas. En muchos casos el trabajo no agrícola implica migrar a zonas urbanas cercanas (Chennai y sus alrededores), o más bien trasladarse (migración de corto plazo, unos cuantos días o unas cuantas sema-nas). El Esquema Nacional de Garantía del Empleo Rural (NREGS, por sus siglas en inglés), considerado como el programa insignia del gobierno central (Raghbendra y otros., 2008), no tuvo ningún efecto perceptible. En 2009, 16 familias (4% del total) tenía un miembro (a veces dos) que consideraba el NRGES como una fuente de ingresos constante. Todas los hogares pertenecen a grupos de autoayuda (conocidos por sus siglas en inglés SHG: self-help-groups). Los SHG son como micro-bancos de 15 a 20 personas que manejan dos tipos de préstamos. Los préstamos internos están basados en los ahorros de los miembros, y los externos son proporcionados por bancos.25 Los préstamos externos son colectivos, y el grupo elige quiénes los van a recibir y qué cantidades se les van a prestar. Los servicios de ahorros son por lo general vistos como una restricción para ser elegible para un préstamo, y los montos recolectados siguen siendo más bien bajos. Según los datos proporcionados por ambas ONG’s, los préstamos de los SHG son similares a lo que se ha observado a nivel

22 Incluídas en el Eighth Schedule de la Constitución de la India, que recomienda que se les proporcione asistencia especial para su educación y empleo (N. del T.).

23 Para una visión general de la discriminación que enfrentan los paraiyars en Tamil Nadu, véase por ejemplo Deliège (1997) y Kapadia (1996). En cuanto a los irulars, véase por ejemplo Thurston y Rangachari (1975).

24 En el momento de hacer la encuesta 24,000 rupias equivalían a 360 euros, 6,134 pesos mexicanos. 25 En otros casos, los préstamos externos pueden ser proporcionados por la ONG misma, o una federación de los SGH.

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nacional: varían de 500 a 20,000 rupias (de 127 a 5,112 pesos), con un monto promedio de aproximadamente 5,000 rupias (1,270 pesos) con una duración relativamente corta (en pocos casos de más de un año).26 La oferta sigue siendo altamente estandarizada e inflexible, y el esquema de pago se basa en mensualidades.27 Las familias eran clientes de una sola ONG mi-crofinanciera. Sin embargo, la mayoría de ellas solicitaban préstamos de varios proveedores diferentes que pueden ser calificados de manera general como financieras informales, entre ellos casas de empeño, prestamistas de puerta en puerta, empleadores, ventas a crédito y “gente bien conocida” (terinjavanga), un término utilizado por las propias personas. Estos últimos son personas acomodadas (usualmente terratenientes, servidores públicos, ciertas categorías de inmigrantes) que buscan invertir sus ingresos sobrantes. Los montos de los préstamos informales muestran fuertes variaciones, desde 500 (monto mínimo elegido para esta encuesta) hasta 300,000 rupias (desde 127 hasta 76,880 pesos), con una cantidad prome-dio por cobrar de 18,250 rupias (4,665 pesos). No conocemos el periodo total porque la mayo-ría de las transacciones no tiene fecha límite. El tiempo transcurrido desde la contratación de los préstamos va de unos días a nueve años, con una duración promedio de 18 meses.

4. Activos y deuda: tendencias principales Comparamos la deuda pendiente y los activos para los tres años de la encuesta (2004, 2006 y 2009). El monto de la deuda pendiente de pago aumenta significativamente a lo largo del periodo (tabla 1).28 La deuda pendiente promedio por familia fue de 13,475 rupias (3,444 pe-sos) en 2004 (media 9,300, 2,377 pesos), comparada con 19,077 (4,876 pesos) en 2006 (media 12,900, 3,297 pesos) y 33,194 (8,484 pesos) en 2009 (media 20,000, 5,112 pesos). Es también inte-resante hacer notar que la estructura de la deuda evoluciona. Durante el primer periodo, en promedio, las familias solicitaron muchos más préstamos de las microfinancieras a expensas del financiamiento informal (este disminuyó tanto en porcentaje como en volumen). Du-rante el siguiente periodo hubo un escenario inverso: la deuda pendiente siguió aumentando significativamente, debido principalmente al financiamiento informal (este incrementó de manera importante en porcentaje y volumen).

26 En la práctica la tasa de interés y los montos pueden diferir de las reglas oficiales. 27 Esto es similar a la oferta promedio a nivel nacional (M-Cril y MIX, 2007). 28 La evolución es positiva y significativa a un nivel de 1% (prueba de Wilcoxon). Los detalles de las pruebas estadísticas

se pueden consultar en el apéndice.

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Tabla 1. Deuda pendiente*N = 395 2004 2006 2009% de familias endeudadas 81 % 93 % 87 %Monto promedio por familia (Rupias, Pesos) 13475

(3442)19077 (4873)

33194 (8485)

Media (Rupias, Pesos) 9300(2385)

12900 (3305)

20000 (5112)

Monto promedio anual de microfinanciamiento por familia (Rupias, Pesos) % total

2033 (511)15%

8377 (2147)44%

8199 (2095)25%

Monto promedio anual de financiamiento informal por familia (Rupias, Pesos)% total

11442 (172)85%

10700 (161)56%

24995 (6390)

75%* Todos los valores monetarios están en el precio indexado de 2009Fuente: encuesta propia.

El valor monetario de los activos se incrementó significativamente entre 2004 y 2006, y luego (2006-2009) descendió de manera considerable (pero la evolución durante todo el perio-do sigue siendo significativamente positiva). Los activos incluyen tierras, ganado, oro, artículos durables de consumo como televisiones, grabadoras y ventiladores, bicicletas y motocicletas, artículos “productivos” como máquinas de coser, carretas, rickshaws motorizados y, para quie-nes tienen una pequeña empresa, capital de trabajo. Entre 2004 y 2006 la evolución es consi-derablemente positiva para el ganado (vacas y cabras), oro, televisiones y motocicletas. Esas cifras están en la misma línea que las que se han observado en áreas rurales de Tamil Nadu en las últimas décadas: una cierta forma de consumismo (televisiones y motocicletas) y una creciente posesión de objetos de alto estatus (el oro y las vacas han estado tradicionalmente reservadas a las castas superiores) entre los pobres y las castas inferiores (Kapadia, 2002; Olsen, 2008). En el segundo periodo (2006-2009), la evolución es significativamente negativa para el oro y el ganado. Estos activos representan una fuente de seguridad (el oro se puede dejar como promesa de pago), una fuente de ingresos (ganado) o una fuente de estatus social (oro, vacas). La pérdida de estos activos indica un empobrecimiento material y una baja de estatus social. Cabe señalar también que el incremento en el valor monetario se debe en parte al au-mento de la tasa del oro. Esta se multiplicó por un factor de 2.8 entre 2004 y 2009, al mismo tiempo que el oro representa una parte importante de los portafolios de activos (51% del valor monetario de los activos en 2004, 56% en 2006 y 70% en 2009). El valor de las casas se incrementó durante el periodo para cerca de una quinta parte los hogares, conforme las iban renovando. Sin embargo, el valor de la vivienda es más bien simbólico y social: no hay ningún mercado para las casas ubicadas en una colonia (la sección de la aldea reservada

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para las castas inferiores). Además, es muy poco común que alguien ofrezca una casa como garantía para obtener un préstamo. En el nivel de los hogares se observan diversos escenarios. En todo el periodo, y calculán-dolo en valor monetario, 21.8% de los hogares perdieron activos, 71.2% adquirieron más activos, en tanto que para 7% no hubo cambios (más o menos 2,000 rupias, 522 pesos). Como el valor del oro ha aumentado notablemente también es necesario contemplar las ganancias y pérdidas en especie: 65% de los hogares han incrementado sus activos entre 2004 y 2009, pero la mitad de ellos perdieron parte de sus activos entre 2006 y 2009. Para 12% no hubo cambios, mientras que 23% perdieron activos entre 2004 y 2009. Parece que el incremento de la oferta financiera (microfinanciera y de otro tipo) ha permitido a muchos hogares solicitar préstamos, en parte para adquirir activos y en parte para consumo. Pero después de algún tiempo la mitad de los hogares se vio en dificultades para pagar sus préstamos y no les quedó otra alternativa que vender sus activos para pagar su deuda o volver a solicitar un préstamo (como lo indica el incremento de deuda pendiente de pago).

Tabla 2. Activos*N = 395 2004 2006 2009Activos (valor monetario sin la vivienda)

Promedio (rupias, Pesos)13600 (3476)

30200(7719)

28600(7310)

Media (rupias, Pesos)5400

(1380)23200 (5929)

20500 (5239)

Oro (peso en soberanos**)% de propietarios de oro 59 % 78 % 75 %Promedio 1,37 1,97 1,77Vacas (número) 82 247 184% de propietarios de vacas 12% 30% 24%Número promedio de vacas por propietario 1,8 2,1 1,9Cabras (número) 336 387 348% de propietarios de cabras 13 % 25 % 20 %Número promedio de cabras por propietario 6,6 4,0 4,5Televisiones % de propietarios de televisiones 30 % 68 % 75 %Motocicletas% de propietarios de motocicletas 6 % 12 % 14%Riqueza neta ***

Promedio (rupias, Pesos)101 (34)

11100 (2485)

4600 (1175)

Media (rupias, Pesos)-101 (-34)

6327 (1618)

3000 (766)

* Todos los valores monetarios están en precios indexados a 2009** 1 soberano = 8 gramos*** Riqueza neta = valor monetario de los activos (aparte de la vivienda) menos la deuda pendienteFuente: encuesta propia

Tabla 2. Activos*N = 395 2004 2006 2009Activos (valor monetario sin la vivienda)

Promedio (rupias, Pesos)13600 (3476)

30200(7719)

28600(7310)

Media (rupias, Pesos)5400

(1380)23200 (5929)

20500 (5239)

Oro (peso en soberanos**)% de propietarios de oro 59 % 78 % 75 %Promedio 1,37 1,97 1,77Vacas (número) 82 247 184% de propietarios de vacas 12% 30% 24%Número promedio de vacas por propietario 1,8 2,1 1,9Cabras (número) 336 387 348% de propietarios de cabras 13 % 25 % 20 %Número promedio de cabras por propietario 6,6 4,0 4,5Televisiones % de propietarios de televisiones 30 % 68 % 75 %Motocicletas% de propietarios de motocicletas 6 % 12 % 14%Riqueza neta ***

Promedio (rupias, Pesos)101 (34)

11100 (2485)

4600 (1175)

Media (rupias, Pesos)-101 (-34)

6327 (1618)

3000 (766)

* Todos los valores monetarios están en precios indexados a 2009** 1 soberano = 8 gramos*** Riqueza neta = valor monetario de los activos (aparte de la vivienda) menos la deuda pendienteFuente: encuesta propia.

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A continuación consideramos la “riqueza neta” (es decir, el valor monetario de los acti-vos menos la deuda pendiente). Hubo una evolución positiva significativa entre 2004 y 2006, una evolución negativa pero no significativa entre 2006 y 2009 y una evolución negativa y significativa durante todo el periodo (véase el apéndice para más detalles). Aquí se ve tam-bién el contraste entre los patrones de los hogares. La mitad de ellos (50%) incrementó su riqueza neta y para casi una cuarta parte (22%) el incremento fue de más de 20,000 rupias29 (entre seis meses y un año de los ingresos del hogar). Por el contrario, para un poco menos de la mitad (43%), la riqueza neta disminuyó y para una cuarta parte (25%) la disminución fue de más de 20,000 rupias. Esto se debe principalmente a una combinación de una deuda creciente y la pérdida de oro, vacas y cabras que se puede observar entre 2006 y 2009. Para el resto (7%), la riqueza neta no cambió (más o menos 2,000 rupias).30 Si consideramos la ri-queza neta como un indicador de vulnerabilidad financiera, observamos que la brecha entre los que estaban en una posición más segura (riqueza neta positiva de más de 20,000 rupias) y los más vulnerables (riqueza neta negativa de más de 20,000 rupias) se ha incrementado. El número de hogares en cada categoría se ha duplicado en cinco años.

Tabla 3. Riqueza neta. Evolución 2004-2009 N=395 2004 2009-20,000 y menos 9,9% 20,0%Entre -2.000 y - 20,000 21,3% 23,0%Entre +1,999 y +1,999 35,4% 10,9%Entre +2,000 y + 20,000 22,8% 25,8%20,000 Rupias y más 10,6% 20,3%

100,0% 100,0%* Todos los valores en rupias y precio indexado 2009Fuente: encuesta propia

Por último, pero no menos importante, cabe señalar que en lo que se refiere al autoem-pleo en el sector no agrícola los cambios son mínimos: 7.7% de los miembros de los hogares estaban autoempleados en 2004, comparado con 8.3% en 2009. Nuestras cifras reflejan lo que se ha observado en otras áreas rurales del sur de la India: el porcentaje de personas autoe-mpleadas es de apenas un poco más del 10%, y las cifras son usualmente más bajas para los pobres y para los grupos marginados (Farrington y otros, 2006: 25). La gente está buscando la diversificación, pero sobre todo a través del trabajo asalariado y la migración por periodos

29 5,510 pesos.30 551 pesos.

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cortos a áreas urbanas.31 Por otra parte, la demanda de mano de obra para la agricultura está disminuyendo. Los terratenientes abandonan sus tierras para invertir en ocupaciones urbanas: transporte, préstamos, venta de agua de pozos, etc.32 La demanda de mano de obra en Chennai y sus alrededores se ha ido incrementando de manera constante en las últimas tres décadas, y aparentemente la crisis no ha tenido como resultado ninguna disminución notable, al menos para estos trabajadores.33 ¿Qué nos dicen estas cifras? La gente solicita préstamos, los paga y vuelve a solicitarlos. Al mismo tiempo adquieren bienes, los dan como garantía de pago o los venden y compran de nuevo. La mayoría de los hogares está involucrada en un proceso continuo de endeu-damiento y reducción de la deuda, capitalización y descapitalización. Lo que las cifras no pueden decirnos es por qué algunas tienen más éxito que otras o qué papel desempeñan las microfinancieras en la diversidad de patrones. Debido a las múltiples y recíprocas interac-ciones entre varias variables, es muy difícil aislar estadísticamente el papel de las microfi-nanzas. Con base en un análisis cualitativo, la siguiente sección se enfoca en las dinámicas y los procesos de la vulnerabilidad financiera, identifica las trayectorias de varios hogares y analiza el ambiguo papel que juegan las microfinanzas en esas trayectorias.

5. La dinámica de la vulnerabilidad financiera

Una deuda elevada no es en sí misma una señal de vulnerabilidad: todo depende de cuál sea la combinación de la deuda con otras formas de activos familiares. Y es aquí donde el marco teórico de la vulnerabilidad de los activos resulta útil. Nosotros sostenemos que la deuda es un indicador de fragilidad financiera cuando no se combina, o se combina insuficientemente con otras formas de activos (entendiendo activos en el sentido más amplio de la palabra). En primer lugar, el nivel de deuda se debe comparar con la cantidad de activos tangibles (como ya lo hicimos con la riqueza neta). Algunos hogares están fuertemente endeudados pero han podido acumular oro o vacas; otros han renovado su casa, lo que los hace sentir más seguros. Por el contrario, algunos hogares han evitado endeudarse pero también han agotado parte de sus activos, aumentando así su vulnerabilidad. En segundo lugar, la deuda debe compararse con los ingresos. La pérdida de riqueza neta puede ser compensada (o no) en el mediano plazo por un aumento de los ingresos. Podemos asumir de manera razonable que los efectos directos de las microfinanzas sobre el autoem-

31 Esto sigue la línea de las tendencias globales observadas en varias áreas rurales de La India (Djurfeldt y otros, 2008; Farrington, 2006; NCEUS, 2008).

32 Los que tienen acceso a pozos de agua la venden a Metrowater (Chennai Metropolitan Water Supply and Sewage Board). La escasez de agua en Chennai ha creado un extenso mercado negro para el agua.

33 En cuanto a la crisis alimentaria, como en todas partes los precios de los alimentos se han incrementado significativamente en años recientes. Sin embargo, aparentemente estas alzas han sido compensadas por el apoyo gubernamental (precio mínimo para el arroz) y un incremento significativo de los salarios locales.

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pleo no agrícola son mínimos. Lo que se observa, sin embargo, es una creciente dependencia del trabajo asalariado, con dos escenarios: algunos hogares deciden endeudarse (en ocasiones a niveles muy altos si se les compara con sus ingresos) una vez que uno de los miembros se dedica al trabajo asalariado, mientras que otros deciden trabajar más para poder pagar una deuda. Los que ya trabajan pueden trabajar más (en vez de ir a Chennai dos semanas al mes se quedan ahí todo el mes) y los que no trabajan empiezan a hacerlo (ancianos, mujeres, niños). Se observa, por ejemplo, que la migración es frecuentemente motivada o acelerada por la necesidad de librarse de una deuda (con una microfinanciera u otra fuente de crédito). Algunas mujeres consideran que la obligación de pagar es la mejor manera de hacer que sus “holgazanes” maridos trabajen. Sin embargo, la mano de obra no es un recurso infinito. Cuando las personas ya son trabajadores de tiempo completo, lo que es a menudo el caso de las mujeres, el trabajo adicional puede traducirse en un exceso de trabajo y una fatiga física y mental. Apostarlo todo al trabajo urbano y asalariado para pagar una deuda es también muy riesgoso. El empleo urbano sigue siendo muy precario (con salarios por día o por piezas), incierto y mal pagado, en especial para las castas más bajas, y Chennai no es la excepción (Kapadia, 2009). Los activos intangibles también son importantes. Una deuda elevada puede tener dife-rentes consecuencias dependiendo de la naturaleza y la intensidad de las relaciones fami-liares que sostengan las personas. La deuda puede ser pagada con la ayuda de los hijos, los padres, hermanos y hermanas o cualquier otro pariente. Por ejemplo, en el caso de los matri-monios y la educación, a menudo se espera que los hijos paguen parte del préstamo una vez que formen su propia familia. Las relaciones locales de padrinazgo también representan una fuente importante de apoyo en términos de dinero en efectivo y acceso a varios servicios. La “gente bien conocida”, por ejemplo, es una fuente común e importante de dinero en efectivo, barata y flexible (Roesch y Héliès, 2007; Guérin y otros, en prensa). Sin embargo, en el largo plazo, una dependencia excesiva puede ser una fuente de vulnerabilidad, y esto es cierto en ambos casos. Los portafolios de activos evolucionan con el transcurso del tiempo debido a eventos ex-ternos positivos o negativos y a estrategias específicas de construcción de activos. El manejo de los portafolios de activos es muy complicado: incluye el uso de estrategias simultáneas, interrelaciones entre los activos y cierta secuencia de las estrategias (Moser, 1998). Una estrategia podría reducir la vulnerabilidad en el corto plazo pero incrementarla en el largo (por ejemplo, la venta de activos para enfrentar una emergencia) y viceversa (obtener un préstamo para hacer una inversión). En la encuesta se les pidió a las personas que dieran más detalles acerca de los gastos “fuertes”34 que habían hecho durante los años anteriores a

34 “big” (“grande”) en el original (N. del T.)

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la encuesta, realizada en 2009. Al decir “fuertes” nos referimos al hecho de que tales gastos excedían las 10,000 rupias,35 considerado por la gente misma como un mínimo razonable. Los resultados se pueden utilizar como un reflejo de las prioridades, las limitaciones y las estrategias de construcción de activos de los hogares. Se encontró que 290 hogares (73.9%) experimentaron al menos un gasto “fuerte” (véase la tabla 4). Los gastos más frecuentes fueron para ceremonias sociales y religiosas (bodas, de llegada a la pubertad, funerales y festivales religiosos) (48.35% de los hogares), seguidos por vivienda (17.5%), salud (16.2%), inversiones productivas, agrícolas o no (10.9%) y educación (9.4%). Los montos parecen ser considerablemente altos si se les compara con sus ingresos. El monto promedio gastado en ceremonias es de 66,720 rupias (18,381 pesos): 81,970 rupias para bodas (el equivalente de 2 a 4 veces el ingreso anual, 22,582 pesos; el monto total es por lo común mucho más, pero parte de los costos son pagados por los parientes), 14,600 rupias (4,022 pesos) para funerales, 18,440 rupias (5,080 pesos) para una ceremonia de llegada a la pubertad, 10,000 rupias (2,755 pesos) por un festival, 52,530 rupias (14,472 pesos) por renovaciones a la vivienda, 29,560 rupias (8,143 pesos) por gastos médicos, 39,350 rupias (10,840 pesos) por gastos en educación. El costo promedio por inversiones es 31,440 rupias (8,661 pesos).

Tabla 4. Gastos “fuertes” durante los últimos 5 añosN=395 % familias* Monto promedio (rupias)**Ninguno 26.6%Ceremonias 48.35% 66,720Vivienda 17.5% 52,530Salud 16.2% 29,560Inversión ‘productiva’ 10.9% 31,440Educación 9.4% 39,350Otros 5% /* El total excede el 100% debido a respuestas múltiples** 1 rupia = 0,015 euro, .2755 pesos mexicanos. Fuente: encuesta propia.

Para todos estos gastos la gente no duda en endeudarse fuertemente. La venta de activos es más bien una estrategia de último recurso en caso de un gasto imprevisto o para pagar deudas vencidas. Razones culturales y religiosas podrían explicar la alta propensión al en-deudamiento en áreas rurales de La India (Malamoud, 1980), pero la gente espera también algún tipo de ganancia. Este es por supuesto el caso de las “inversiones productivas”, pero también es cierto en el caso de las ceremonias, la vivienda o la educación: todos estos gastos

35 2,755 pesos.

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son parte de una estrategia de construcción de activos. Y como toda estrategia de construc-ción de activos, son riesgosas; algunas familias tienen éxito y otras no.

Dos trayectorias principales: una combinación de impactos e inversiones riesgosas

Después de terminar la encuesta de 2009 se realizaron estudios de caso con 16 familias consideradas financieramente vulnerables, en el sentido de que estaban muy endeudadas y habían perdido activos tangibles. Dos trayectorias principales emergen de un análisis cuali-tativo. En la primera categoría, la fragilidad financiera es el resultado de impactos sucesivos (por lo general enfermedad, muerte, ceremonias inesperadas, pérdida de empleos), y estos debilitan gradualmente el portafolio de activos del hogar hasta que los activos tangibles disminuyen (el oro o la tierra son vendidas), las redes sociales se empiezan a agotar, y el pago de las deudas ocupa una proporción creciente de los ingresos. La rapidez y violencia del proceso depende tanto de la fuerza inicial del portafolio de activos del hogar como de la intensidad de los impactos. Lo que emerge de este ejemplo es la “secuencia de actividades” (Moser, 1998). En la segunda categoría encontramos gente que toma riesgos, ya sea a través de la diversificación de sus fuentes de sustento o mediante estrategias dirigidas a la cons-trucción de activos intangibles como matrimonios, vivienda y educación. De acuerdo con los datos resumidos en la tabla 4, el segundo caso es quizá el más frecuente. No sólo se utiliza la mayor parte de los micropréstamos para propósitos “sociales” (como veremos más adelante), sino que para quienes los usan con intención de negocios los fracasos parecen ser comunes. Las estructuras de mercado son extremadamente jerárquicas y mono-pólicas, reguladas y segmentadas siguiendo líneas de casta y de género (Harriss-White, 2003). Empezar un negocio, incluso a muy pequeña escala y dentro del sector informal requiere destrezas específicas (adquiridas más por la experiencia que por una educación formal) y las redes sociales: redes con proveedores (con la posibilidad de negociar precios y productos de buena calidad y pagar a crédito sin cobros excesivos), conexiones con autoridades públicas (para no tener que pagar electricidad, licencias e impuestos cuando se requiera), conexiones con los clientes (para encontrar un mercado, pero también destrezas para regatear y evitar así demasiados retrasos en los pagos) Prakash (2010). Las actividades más frecuentemente financiadas con microcréditos son la sastrería y las tiendas de abarrotes. Debido a la mala calidad de sus productos (dada la falta de habilidades técnicas la sastrería no puede com-petir con bienes manufacturados o con productos de alta calidad hechos a mano por comu-nidades específicas (en especial los Mudaliars). La gente quiere comprar cosas “modernas”. Las mujeres quieren saris de nylon comprados en Chennai, no blusas de algodón producidas en la localidad. En cuanto a las tiendas de abarrotes, surgen dos problemas principales. En primer lugar, las ventas a crédito (que son más la excepción que la regla para artículos de consumo cotidiano) son una fuente permanente de fragilidad financiera. En segundo, la

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saturación del mercado y los efectos del desplazamiento son muy comunes. Con más de dos o tres tiendas por colonia (dependiendo del tamaño de esta), el mercado está saturado por completo. De hecho, los mercados locales son muy limitados y quizá lo serán cada vez más. Por otra parte, hay una movilidad creciente a las áreas urbanas. Los mismos comerciantes están yendo a las aldeas. Una variedad cada vez mayor de artículos se ofrece ahora a las puertas de la casa, a menudo a crédito: trastes, ropa y recientemente artículos de consumo durables (como televisiones). Ambas actividades (sastrería y abarrotes) pueden ser usadas de manera eficiente como un ingreso complementario: una fuente de dinero que puede con-tribuir al manejo del flujo de efectivo cotidiano (tiendas de abarrotes) o por temporada (la sastrería funciona mejor durante los festivales). Sin embargo, el análisis cualitativo indica que el futuro en términos de desarrollo es más bien limitado y los fracasos son comunes. El ganado también es una inversión riesgosa. Un número importante de hogares compró vacas durante el primer periodo (2004-2006), pero a partir de 2006 el número disminuyó significativamente. 11.5% de los hogares poseían una vaca en 2004, 29.75% en 2006 y 23.7% en 2009 (el tamaño del rebaño disminuye un poco, de 2.1 a 1.9). El análisis cualitativo indica que los hogares pierden vacas por dos razones: muerte del animal o venta, por lo común para pagar una deuda que no ha sido saldada desde hace tiempo. La crianza de vacas es una actividad riesgosa y sólo marginalmente rentable, en especial para las castas bajas que carecen tanto de experiencia como de facilidades para llegar al mercado. Cuando las reses se compran a crédito, la pérdida puede tener consecuencias severas porque la gente se ve obligada a pedir prestado de nuevo para salir de la deuda inicial. Pero criar vacas también es cuestión de estatus. El valor social y simbólico de uno de estos animales ha dejado de ser un privilegio de las castas superiores. Las castas inferiores también consideran las vacas como un indicador de riqueza y las usan para rituales sociales y religiosos. Que una mujer pueda darse el lujo de quedarse en casa a cuidar el ganado también es una señal de distinción. El valor social y simbólico de las vacas es mayor que sus beneficios financieros, pero conllevan un riesgo de sufrimientos y vulnerabilidad financiera (Olsen, 2008). Los matrimonios también pueden ser considerados una forma de “inversión social”.36 Las festividades prestigiosas son una fuente de honor y alta estima: los matrimonios son utilizados como indicadores de la “calidad” (tharamana) y “estatus” (anthasthu) del hogar. La gente dice también que los matrimonios son muy importantes para la “expansión de las relaciones sociales” (bandham valara). Representan también una cierta forma de póliza de seguros para uno mismo, tanto para la pareja como para los padres que serán sostenidos en su edad avanzada por sus hijos y los cónyuges de estos. Pero es una inversión riesgosa y de largo plazo: las ganancias a veces llegan demasiado tarde o son demasiado reducidas

36 Kapadia (1996) y Heyer (1992) han documentado el costo creciente de las bodas para las castas inferiores en otras partes de Tamil Nadu.

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para compensar los costos iniciales. El periodo abarcado por la investigación (cinco años) fue demasiado corto para capturar los efectos a largo plazo, pero encontramos hogares que ya tenían graves problemas. Uno de ellos estaba en dificultades a causa de falsas promesas: se suponía que el novio iba a pagar el préstamo contraído para costear la ceremonia, pero al final se rehusó a hacerlo. En otro caso, los padres y la novia descubrieron que el novio no tenía empleo permanente como profesor en una escuela (aunque esto era lo que había prometido antes de la boda y se esperaba que ayudara a pagar el préstamo solicitado para la ceremonia). En otro caso, las dimensiones de la boda dieron lugar a conflictos y celos dentro del círculo familiar, que se rehusó a ayudar con el pago (“si puedes organizar una ceremonia de ese tamaño, entonces arréglatelas solo”). Las renovaciones a la casa son otra estrategia de construcción de activos: las casas de tierra son transformadas en casas de concreto, a las que se les añaden terrazas, pisos adi-cionales, etc. La gente habla de la vivienda como una seguridad contra riesgos ambientales (inundación, incendio) y como un activo (sothu), aun cuando el valor de mercado para las casas en una colonia sigue siendo inexistente. La gente también considera la vivienda como una fuente de estatus (anthasthu) y un medio para conseguir un mejor trato para el casamiento de sus hijos. Explican claramente que la percepción de la “posición” de la casa les puede permitir buscar una familia más acomodada (nalla vasathi aana kudumbam). Aquí también encontramos gente en problemas debido a una inversión en vivienda que excede sus capacidades de pago. Algunos siguen una estrategia cuidadosa y hacen las mejoras a la casa de manera gradual, pero otros invierten grandes cantidades y a veces se ven forzados a detener la obra y vender todo su activo para pagar los préstamos solicitados para la misma. Finalmente, pero igual de importante, está la educación. Muchas personas quieren sacar a sus hijos del trabajo agrícola y manual, y consideran la educación como una manera de conseguir una “vida significativa” (arthamulla vazkkai), además de incrementar el “esta-tus” (anthasthu) tanto para el hijo o hija como para toda la familia. La educación es vista también como fuente de “ganancia” (labam) con respecto a los ingresos futuros y conlleva un mejor estatus crediticio. El mercado laboral para los egresados de universidades (gra-duados y diplomados) en empleos gubernamentales (p. e. profesor, enfermera/o) está ya saturado y para obtener un empleo a menudo es necesario pagar un soborno, que a veces es tan alto que las familias no pueden pagarlo (y muchas de ellas no esperaban tener que pagar tanto). Encontramos una familia endeudada por cuatro años de sus ingresos anuales para pagar la educación de sus tres hijas. Habían pedido prestado a diferentes acreedores informales locales. Habían recurrido al mismo tiempo a casas de empeño y a microfinancieras para pagar los intereses, pero ya habían usado la mayoría de sus joyas. Tenían la esperanza de que su hija mayor pagara el

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capital una vez que hubiera conseguido empleo como enfermera. Su principal inquietud era el precio que ella tendría que pagar para conseguir el empleo. Veamos ahora las microfinancieras.

Los dos lados de las microfinanzas

Las microfinancieras no operan en una “tierra de nadie”. Muchas familias ya tienen acceso a varias fuentes de crédito, sobre todo informales, que combinan de acuerdo a sus nece-sidades o preferencias, pero también de acuerdo con las facilidades de acceso a ellas. El mercado financiero también es muy activo. Aparte de las microfinancieras, ha ido surgiendo un número creciente de proveedores de crédito. Algunos terratenientes han pasado de ser agricultores a prestamistas. Muchos ya habían hecho préstamos en el pasado, en especial a sus propios jornaleros, pero algunos incluso han dejado la agricultura para dedicarse de manera intensiva y exclusiva a prestar dinero. Los vendedores de diferentes artículos (tras-tes, ropa) han empezado a ofrecer ventas de puerta en puerta con facilidades de crédito. Los prestamistas de puerta en puerta no son algo nuevo, pero el número y la frecuencia de sus visitas se han incrementado. En muchos pueblos los préstamos de puerta en puerta son ofrecidos cotidianamente. Los viajes frecuentes a áreas urbanas también han abierto nuevas oportunidades: un trabajador puede obtener préstamos en su lugar de trabajo, por lo general de sus colegas, su jefe o su contratista. Ya mencionamos la fuerte y creciente demanda de consumo. Como sostiene Polzin (2009) en su análisis de los cambios institucionales del mercado de crédito en la pequeña aldea de Arni en Tamil Nadu, el incremento de las facilidades de crédito facilita la demanda de con-sumo y viceversa. Ambos factores interactúan y se retroalimentan entre sí. El surgimiento de nuevos proveedores de crédito va asociado con cambios en los hábitos de consumo. Polzin (2009) observa también que las microfinancieras tienen mucho que ver con este proceso, lo cual quizá también sea el caso aquí. Sin embargo, resulta útil explorar con más detalle los aspectos específicos de las microfinanzas dentro del paisaje financiero local. Según un estudio realizado en 2006 por una de las ONG’s estudiadas (tres años después del inicio del programa de microfinanzas, a mil clientes), 80% de los microcréditos son utilizados para propósitos “so-ciales” (es decir, no generan un ingreso directo). Los usos más comunes son el pago de deudas atrasadas (25%), gastos de salud (19%), consumo diario (14%) y educación (10%). Estos resul-tados son aleccionadores, ya que muestran que las microfinanzas se dedican principalmente (al menos en su uso inicial) a la seguridad financiera, emergencias y educación. Sin embargo, sería simplista enfocarse sólo en el uso que se les da a los microcréditos debido a la intercam-biabilidad de los flujos de efectivo: deberíamos estudiar también cómo influye el microcrédito en la administración financiera de los hogares. El análisis cualitativo indica que los préstamos de los SHG (los grupos de autoayuda) son un arma de doble filo, y hay dos aspectos que los

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distinguen de otros tipos de crédito: la rigidez y disciplina de las modalidades de pago y la naturaleza colectiva de la membresía de los SHG. En primer lugar, los préstamos de los SHG pueden ser usados para mejorar la seguridad financiera de las familias, ayudándolas a liberarse de deudas prolongadas y a veces (pero no necesariamente) costosas.37 No sólo una parte significativa de los micropréstamos se utiliza para pagar deudas pasadas (una cuarta parte de acuerdo a la encuesta antes citada), sino que la estructura de pago (pagos regulares y rígidos) actúa también como incentivo para que su pago sea más rápido. Lo que han observado Collins y otros (2009) resulta muy cierto en este caso: los pagos regulares funcionan como una forma de “autodisciplina” que muchas personas aprecian. Por el contrario, la mayoría de los demás proveedores de crédito (presta-mistas informales, casas de empeño, ventas a crédito, adelantos, etc.) se basan en la “nego-ciabilidad”. Las modalidades de pago y la frecuencia se pueden discutir, negociar y revisar a lo largo de la duración del préstamo (Johnson, 2004; Rutherford, 2001). La negociabilidad se adapta muy bien a lo irregular de los flujos de efectivo y resulta ser instrumental para el sostenimiento de las redes sociales (Guérin y otros, 2009); por otra parte, puede mantener a la gente en deudas prolongadas y a veces costosas (financiera pero también socialmente). Sin embargo, e incluso cuando las familias prefieren hace pagos de manera más regular (que no siempre es el caso), el principio de autodisciplina puede no ser compatible con las limitaciones financieras de la familia. Es muy común que pidan préstamos a proveedores informales para cubrir los pagos al SHG. Algunos hogares hacen malabares con facilidad y sin problemas entre varios proveedores de crédito, pero para otros tales malabarismos llevan a una espiral de endeudamiento creciente que a veces es difícil de detener. “Es como una telaraña” —dicen algunos—, “una vez que estás adentro, no te puedes salir”. El uso de préstamos de los SHG para obtener efectivo adicional no es sólo el resultado de una limitación: puede ser una opción deliberada. Este es otro aspecto fundamental del microcrédito en el área estudiada. Observamos que los préstamos de los SHG y sus mem-bresías tenían un auténtico efecto de apalancamiento (al menos para algunas familias), en la medida en que ayudan a los miembros a tener acceso a otras fuentes de efectivo. Este efecto de apalancamiento tiene lugar a través de varios canales. El pago de deudas pasadas sirve para preservar la reputación del deudor y/o para recuperar joyas y terrenos que han sido dejados en garantía, permitiéndole volver a solicitar préstamos al mismo acreedor. Ser

37 En términos de costos, los préstamos de las SHG son más baratos que los de algunos proveedores de crédito pero más caros que otros. Las tasas de interés varían entre 2 y 5% mensual. Las tasas oficiales son 2% para préstamos internos y 3% para los externos, pero algunos grupos deciden cobrar más para compensar ciertos costos (el viaje a la ONG o al banco) y también en caso de demandas en conflicto. El costo de empeñar oro varía del 3 a 4% al mes. En cuanto a los demás proveedores de crédito, es difícil hacer una comparación sistemática porque el precio está sujeto a negociación y varía de acuerdo a las relaciones personales entre acreedores y deudores. El rango varía desde nada hasta 5%, aunque el costo es a veces mayor para cantidades muy pequeñas prestadas por prestamistas puerta a puerta y por períodos muy cortos (usualmente 100 días).

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miembro de un SHG es también un indicador de buen estatus crediticio (creditworthiness), el cual, dentro de los mercados financieros locales, incluye muchos aspectos: activos, fuentes de ingresos (montos y regularidad), pero sobre todo cuestiones de confianza, reputación, notoriedad, historial crediticio y referencias personales. Algo que también se considera es la capacidad del solicitante de tener acceso a otras fuentes de financiamiento a las que se recurre para hacer pagos. A diferencia de muchas otras formas de crédito, los préstamos de las SHG (o por lo menos la membresía) son parte del conocimiento colectivo local y pueden por lo tanto ser utilizados como garantía. Como resume una de las mujeres: “el SHG nos hace confiables” (nambikai). Los prestamistas de puerta en puerta afirman explícitamente que los miembros de los SHG son clientes privilegiados. Algunos prestamistas calificados como gente “bien conocida” les piden a los dirigentes de los SHG que sean avales de sus compañe-ros de grupo. Las mismas mujeres utilizan su estatus de miembros para convencer a presta-mistas privados.38 Los arreglos internos dentro del grupo permiten a algunos miembros pedir montos mucho mayores que aquellos a los que tendrían derecho oficialmente. En la encuesta de 2009, 6% de las familias tenía un préstamo pendiente con un SHG de más de 20,000 rupias (que es oficialmente el máximo). Vemos que a través de varios canales los hogares se las arreglan para pedir prestadas cantidades importantes que pueden exceder su capacidad de pago e incrementar su vulnerabilidad financiera.

6. Conclusión e implicaciones para las políticas

El propósito principal de este trabajo ha sido examinar el impacto de las microfinanzas so-bre la vulnerabilidad financiera de os hogares. Se encuestó a 395 hogares de áreas rurales de La India que estaban usando servicios microfinancieros en 2004, 2006 y 2009. A nivel global se observó un descenso en la vulnerabilidad financiera en la primera etapa (2004-2006): los hogares estaban cada vez más endeudados, principalmente a través de las microfinancieras, pero también compraron activos como oro, ganado y motocicletas. Esto fue seguido en una segunda etapa (2006-2009) por un incremento en la vulnerabilidad financiera: la deuda seguía creciendo, sobre todo mediante la vía de las finanzas informales, mientras los hoga-res estaban perdiendo activos (oro, ganado). También se reportaron fuertes disparidades y patrones contrastantes entre hogares. A partir de entonces hemos utilizado métodos cuali-tativos para comprender la diversidad de patrones y analizar el papel de las microfinanzas. Al demostrar estas complejas cadenas causales y sus múltiples efectos, que son no sólo directos e indirectos sino también circulares y retroactivos, nuestro estudio hace una con-tribución a un creciente cuerpo de evidencias que apunta a la necesidad de estudios con-textualizados y holísticos que busquen analizar los impactos sociales de las microfinanzas.

38 David Mosse (2005) ha observado exactamente el mismo fenómeno en Orissa.

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Las implicaciones de las microfinanzas deben ser entendidas en el contexto más amplio de las economías neoliberales (Fernando, 2006; Rao, 2008; Servet, 2006). Sin embargo, al nivel de los hogares, sostenemos que la comprensión de los usos y procesos microfinancieros es inseparable de las dinámicas locales del empleo, el financiamiento y el consumo. El contexto estudiado tiene tres elementos característicos (y nuestros resultados deben ser interpretados de acuerdo a ellos): una dependencia cada vez mayor en el trabajo asalariado urbano (que es altamente irregular, precario y mal pagado), la búsqueda del estatus social, sobre todo a través del consumo y las “inversiones sociales”, y una oferta de crédito cada vez mayor (a la que las microfinancieras contribuyen sin ser el único factor). Nuestro principal resultado consistió en afirmar que las microfinanzas en sí mismas no son ni buenas ni malas. Todo depende de cómo se articulen con toda la gama de es-trategias de administración de los activos del hogar (definidos en un sentido muy amplio, que incluye los activos sociales). Aquí las microfinanzas se utilizan, aunque muy poco, para cambiar directamente la fuente de ingresos de las familias, que están orientadas, sobre todo, a la búsqueda de trabajo asalariado. Las microfinancieras son utilizadas más a menudo en caso de emergencias o para mejorar la seguridad financiera de los hogares, ya sea a través del pago de deudas anteriores o de la adquisición de activos. La especificidad de los préstamos de los SHG (pagos regulares) cumple la demanda de autodisciplina expre-sada por muchos hogares (Collins y otros, 2009). Sin embargo, el deseo de tener autodis-ciplina puede exceder las capacidades de pago; en esos casos, en vez de reemplazar a las finanzas informales, los préstamos de los SHG incrementan su demanda. Estos préstamos se utilizan también (directa o indirectamente) para invertir en objetos de “alto estatus”, y aquí nuestras observaciones están en línea con las que reporta Wendy Olsen (2008) en Andhra Pradesh. La inversión en objetos de estatus requiere una verdadera estrategia de acumulación a largo plazo, pero es una estrategia que entraña riesgos. Al demostrar que los efectos de las microfinanzas dependen también de la manera en la que son utilizadas y articuladas con otras herramientas financieras, el estudio también contribuye a un gran cuerpo de evidencia que subraya el traslape e interacciones recíprocas entre las microfi-nanzas y las prácticas informales (Bouman y Hospes, 1994; Johnson, 2004; Lont y Hospes, 2004; Morvant-Roux, 2006 y 2009b; Servet, 2006; Sinha y Matin, 1998; Villarreal, 2009b; Zeller y otros, 2000). Un aspecto interesante de nuestra investigación son los efectos in-directos del microfinanciamiento que hemos observado. Este puede mejorar la reputación de los solicitantes de préstamos y permitirles tener acceso a otras fuentes de efectivo; pero la mejoría del estatus crediticio del solicitante es meramente artificial: está basada en su capacidad de recurrir a otras fuentes de efectivo (las microfinancieras) y no en su verdadera capacidad de pago. De ahí, nuevamente, los riesgos de vulnerabilidad financie-ra. Estos riesgos pueden, sin embargo, ser compensados por estrategias alternativas (en particular, trabajar más o recurrir al apoyo de la familia).

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En cuanto a las políticas, nuestro estudio de caso plantea varias preguntas relacionadas con problemas de redistribución. ¿Cuánto tiempo puede durar esta huída hacia el endeu-damiento? A la luz de nuestros datos, aun cuando sólo cubren un área y una población específicas, uno se puede preguntar si La India no está a punto de seguir el modelo norte-americano, en el cual el crédito para las clases bajas mantiene una ilusión de crecimiento (o no recesión), mientras que los mecanismos de redistribución se han detenido. En nuestro estudio de caso, la migración urbana también es parte de las estrategias utilizadas por los hogares para contrarrestar la contracción de las oportunidades de empleo locales, mientras las necesidades de consumo se están incrementando. Durante nuestra última visita en el verano de 2009, los aldeanos seguían atraídos por las luces de la ciudad. La crisis actual no parece (todavía) tener ningún impacto sobre la oferta de empleo para estos migrantes. Pero aquí también nos podemos preguntar cuánto tiempo podrá continuar esta huida hacia el empleo urbano y cuáles son las consecuencias en la dinámica global del mercado de trabajo. Los trabajadores migrantes, más baratos y más disciplinados, siempre han sido y siguen siendo una variable de ajuste y una manera de comprimir costos para la economía de La India (Breman, 2007; Breman y otros, 2009; Srivastava, 2005). Es por lo tanto muy posible que la crisis actual impulse la demanda de trabajadores migrantes: la corriente continua de trabajadores migrantes no sería un reflejo del dinamismo de la economía de Chennai, sino una respuesta a una creciente necesidad de aumento de la productividad y reducciones de costos para los empleadores. Nuestros resultados también contribuyen al debate actual sobre si los microcréditos deben ser utilizados (o no) para el consumo. Apoyándose en investigaciones intensivas realizadas en varias partes del mundo, Collins y otros (2009) sugieren que los microcréditos no sólo sean reservados para un uso “productivo”, sino que también sean considerados como una herramienta al servicio del consumo. Se han propuesto dos líneas de argumentos: la primera es que ya es una realidad, dado que en muchos casos los pobres ya están “desvian-do” las microfinanzas y utilizándolas para gastos relacionados con la salud, la educación, el pago de deudas anteriores, etc; pero las autoras piensan que existe una oportunidad ex-traordinaria, la de “abrir el mayor mercado que podría encontrar entre los pobres” (Collins y otros, 2009: 180). A la luz del estudio de caso presentado aquí, este argumento es perfecta-mente legítimo: los pobres también necesitan pedir prestado para necesidades sociales. Pero, ¿no deberíamos considerar también los riesgos del crédito al consumo (Villarreal, 2009a)? ¿Y no deberíamos repensar las condiciones, en especial en términos de costo? Si no hay un incremento del ingreso ni mecanismos de redistribución, la deuda es necesariamente una causa de empobrecimiento. Este es un efecto mecánico muy simple, a menos que sea libre de costo, lo que no es el caso en las microfinanzas. Los riesgos son mucho mayores, ya que el deseo de consumir muy probablemente se está incrementando entre los pobres, como hemos visto aquí, y nuestro estudio de caso quizá no es una excepción. En el contexto de La India,

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el gobierno siempre ha desempeñado un papel activo y sigue haciéndolo en el tema de la inclusión financiera. Durante la última década, el desarrollo del movimiento de los SHG ha recibido un fuerte apoyo de las autoridades de La India (en particular, el Banco Nacional para la Agricultura y el Desarrollo Rural [National Bank for Agriculture and Rural Deve-lopment]). En 2005, el Reserve Bank of India anunció una política activa de inclusión finan-ciera cuyo objetivo era permitir a todas las familias de La India abrir una cuenta bancaria y tener así acceso al crédito. No cabe duda de que se trata de una mejor inclusión financiera, pero esa medida sólo es significativa bajo dos condiciones. La primera es la protección al consumidor. La inclusión financiera no debe ser sólo una cuestión de acceso: los diseñadores de políticas deben observar también el uso que las personas le dan al crédito. Darles a los pobres la posibilidad de solicitar préstamos es ciertamente laudable, pero permitir y animar a la gente a pedir prestadas sumas considerables, como hemos visto aquí, es problemático. La segunda condición es la del empleo. En el contexto estudiado, las microfinanzas no re-suelven el problema del empleo ni el de la diversificación de las economías rurales de La India (Farrington y otros, 2006). Quizá obligan a la gente a trabajar más durante el periodo del préstamo, pero no existe un beneficio directo sobre la calidad de vida de las familias. La crisis no se ha traducido aún en efectos tangibles. Dado el muy limitado impacto de las microfinanzas en términos de creación de empleos, esas acciones deben combinarse con una acción más amplia para promover estándares laborales y empleos mediante una estrategia de desarrollo “más noble” (basada en un incremento de la productividad, los salarios y la demanda), junto con la generación de trabajos en áreas rurales mediante medidas como re-forma agraria, desarrollo de infraestructura y descentralización industrial (Mahajan, 2005).

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Apéndice

Tabla 5. Prueba rangos con señalización WilcoxonVariables Wilcoxon z Significancia Asimptótica

(%)Deuda pendiente (rupias)Deuda_2006-2004 -6.143 (a) 0.000***Deuda_2009-2006 -6.228 (a) 0.000***Deuda_2009-2004 -8.535 (a) 0.000***Valor monetario de los activos (rupias)Val Mon_Activos_2006-2004 -13.044(a) 0.000***Val Mon_Activos_2009-2006 -2.468(b) 0.014**Val Mon_Activos_2009-2004 -9,831(a) 0.000***Riqueza neta (rupias)RiquezaNeta_2006-2004 - 5.842 (a) 0.000***RiquezaNeta _2009-2006 - 1.551 (b) 0.121RiquezaNeta _2009-2004 - 5.035 (b) 0.000***Peso de oro por familiaPesoDeOro_2006-2004 -6.723 (a) 0.000***PesoDeOro _2009-2006 -2.643 (b) 0.008***PesoDeOro _2009-2004 -3.093 (a) 0.002***Número de vacasNo.Vacas 2006-2004 -7.081 (a) 0.000***No.Vacas 2009-2006 -3.97 (b) 0.000***No.Vacas 2009-2004 -5.173 (a) 0.000***Número de cabras No.Cabras 2006-2004 -4.487 (a) 0.000***No.Cabras 2009-2006 -1.219 (b) 0.223No.Cabras 2009-2004 -3.230 (a) 0.001***Número de motocicletasMotos_2006-2004 -4.522 (a) 0.000***Motos_2009-2006 -1.169 (b) 0.866Motos_2009-2004 -4.082 (a) 0.000***a. Basado en rangos negativos (si es significativo, la prueba confirma el incremento entre los dos años).b. Basado en rangos positivos (si es significativo, la prueba confirma la disminución entre los dos años).* Significativo al 10%** Significativo al 5%*** Significativo al 1%Fuente: encuesta propia.

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cyriL fouiLLet y thierry pAirAuLt

Capítulo 4

Microfinanzas en China y la India: una disciplina diversamente apropiada39

Cyril Fouillet y Thierry Pairault

Introducción

En octubre de 2006, el profesor Muhammad Yunus y el Instituto de Microfinanzas creado por él recibieron el Premio Nobel de la Paz por “sus esfuerzos en la generación de desarrollo so-cial y económico desde abajo”, así como por “haber mostrado que los pobres pueden trabajar para producir su propio desarrollo” y que el “microcrédito ha probado ser una fuerza libera-dora importante en sociedades en las que las mujeres en particular tienen que luchar contra condiciones sociales y económicas represivas” 40 (The Norwegian Nobel Institute, 2006). Sin embargo, las microfinanzas están lejos de ser esta panacea tan alabada por los me-dios de comunicación y las organizaciones internacionales (Fernando, 2006; Servet, 2006). Constantemente reinterpretadas y reapropiadas, las microfinanzas pueden escapar del con-trol de sus promotores, así como de los objetivos económicos y sociales que le son a menudo asignados. Así, la semántica de los proveedores de fondos, los investigadores en ciencias sociales y los profesionales que trabajan para o en las microfinanzas revelan la mayoría de las veces finalidades normativas (las finanzas informales son malas, etc.) y una perspectiva evolucionista (todas las prácticas financieras deben a término fundirse en el sistema). Nos preguntamos si el apoyar proyectos de microfinanzas manifiesta que los Estados se adhieren sin fruncir el ceño a estas ideas preconcebidas, que los actores locales pueden a su vez incor-porarse a las mismas o, a la inversa involucra un desvío en provecho de otras ambiciones. Apoyándose en los ejemplos de China y La India —dos grandes mercados potenciales para los profesionales de las microfinanzas—, nos preguntaremos en este artículo cómo, más allá de una normalización cierta, las microfinanzas dan lugar a modos muy distintos

39 Queremos agradecer a la Fundación Philippe Wiener-Maurice Anspach y al French Institute of Pondicherry (UMIFRE 21 CNRS-MAEE) el apoyo financiero que fue determinante para la parte relativa a La India. Agradecemos también a Miriam Buitrago Esquinas por su apoyo en la traducción.

40 …their efforts to create economic and social development from below,… have shown that the poor can work to bring about their own development… Micro-credit has proved to be an important liberating force in societies where women in particular have to struggle against repressive social and economic conditions.

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MicrofinAnzAs en chinA y LA indiA

de apropiación. Nos interrogaremos sobre el papel del Estado central como “traficante” de esta palabra, así como sobre la capacidad y la libertad de adaptación de las organizaciones y de las autoridades locales (quienes las ponen en ejecución). Para dar cuenta de ello, nos centraremos en una primera parte sobre la visión normativa que drena la expresión micro-finanza. Luego, en la segunda y tercera parte, describiremos la trayectoria de este nuevo vocablo en China y en La India. Nuestra conclusión subraya que más allá de una normali-zación cierta de las técnicas financieras, las microfinanzas también tienen que adaptarse a una pluralidad de prácticas tanto políticas como sociales e incluso religiosas.

Una visión normativa asumida

Las microfinanzas no se presentaban como una temática independiente antes de 1997, año del lanzamiento de la campaña de la Cumbre Mundial de Microcrédito;41 anteriormente sólo aparecían trabajos sobre el tema del crédito rural, las tandas y la financiación de las peque-ñas explotaciones agrícolas o de las microempresas. Esta evolución es interesante porque se corresponde con una cierta decadencia de otro concepto, el de cooperativa. Según remarca Panu Kalmi (2007: 638-642) en un estudio sobre el concepto de cooperativa en la literatura económica, esta relativa desaparición puede deberse al nuevo interés de los investigadores en proporcionar soluciones más ancladas en la economía local como es el caso en microfi-nanzas. Sin embargo según él, esta pérdida se puede deber más bien a un cambio de para-digma económico: habríamos pasado de una economía orientada principalmente por análisis institucionales a una economía neoclásica que minimiza la importancia de los elementos institucionales y da más crédito a lo que considera soluciones óptimas. Las microfinanzas participan plenamente en este proceso y las prácticas microfinancieras se acompañan la mayoría de las veces de reglas muy estrictas, de un protocolo minucioso que impone una doctrina verdadera de la disciplina financiera. Como respuesta a las primeras tentativas del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD o UNDP por sus siglas en ingles) en las provincias chinas de Henan y Hebei, un informe concluía que

Las microfinanzas representan un tipo de intervención claramente distinto a otras actividades dada la necesidad de disciplina y rendición de cuentas para asegurar la creación de servicios fi-nancieros sostenibles. La experiencia en todo el mundo es conclusiva en el sentido de que, si este

41 La campaña de la Cumbre Mundial de Microcrédito fue lanzada en 1997 a Washington como objetivo para el año 2015 para “asegurarse que 175 millones de las familias más pobres del mundo, especialmente las mujeres de estas familias, reciben el crédito para autoempleo y otros servicios financieros y de negocios.” (Daley-Harris, 2009, p. 20). Las personalidades implicadas en las diferentes cátedras de esta campaña provienen de todo el horizonte: empresas multinacionales (Monsanto), grupos bancarios (Citigroup), personas políticas (Hillary Clinton), organizaciones de la sociedad civil (FINCA Internacional, Women’s World Banking), fundaciones (Fundaciones de las Naciones Unidas, Charles Stewart Mott, Jorge Soros), etcétera.

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servicio se combina con otros esfuerzos complejos (sistemas de captación de agua, educación en salud, desarrollo de TVE42, irrigación, etc), los clientes serán capaces de considerar el componente de préstamo más como un programa gubernamental de bienestar que un esfuerzo disciplinado para establecer servicios sustentables (UNPD, 1997: 11-12).43

Planteando la cuestión de las condiciones del crédito, el Grupo Consultivo de Ayuda a la Población más Pobre (CGAP, por sus siglas en inglés) respondía así en 2002: “El éxito requie-re disciplina tanto del cliente (pago a tiempo) como disciplina institucional (prácticas que lleven a la sustentabilidad)”44 (World Bank, 2002: 1). En otro texto cuyo objetivo es examinar

el microcrédito como un elemento entre otros en un menú de posibles intervenciones para gene-rar ingreso y empleo, y para aliviar la pobreza, incluyendo pobreza temporal en situaciones de post-crisis y pobreza dura, de más largo plazo45 (CGAP, 2002: 1)

La palabra disciplina se repite doce veces en un texto de catorce páginas, entre los que está nueve veces dentro de la cuarta página que aborda elementos indispensables para el éxito de un programa de microcrédito. Si se mira de cerca, la disciplina del cliente parece ser la piedra angular de las instituciones de microfinanzas,

El microcrédito exitoso descansa sobre dos principios básicos: la disciplina del cliente y la disci-plina institucional (…) La disciplina del cliente implica que los pobres toman responsabilidad de sus decisiones, haciendo los pagos del principal a tiempo y pagando una cantidad de interés que cubra completamente el costo del servicio (CGAP, 2002: 3).46

El mensaje es claro; la disciplina de la clientela es aún más indispensable ya que condiciona la disciplina de las instituciones y su perennidad.

42 TVE = Towns and villages entreprises. Es la traducción del chino xiangzhen qiye traducida en español como “empresas de ciudades pequeñas y de pueblos”.

43 Microfinance represents a distinctly different type of intervention to other activities due to the need for discipline and accountability to ensure the creation for sustainable financial services. Experience around the world is conclusive that if this service is mixed with other complex efforts (water catchment systems, health, education, TVE development, irrigation, etc.); clients are apt to consider the lending component more as a welfare/Government programme that as a disciplined effort to establish sustainable services.

44 Success requires both client discipline (timely repayment) and institutional discipline (practices that lead to sustainability.

45 microcredit as one element among many on a menu of possible interventions to generate income and employment, and alleviate poverty, including temporary poverty in post-crisis situations and longer-term hardcore poverty.

46 Successful microcredit rests on two basic principles: client discipline and institutional discipline. (…) Client discipline means that poor people take responsibility for their decisions, agreeing to and making on-time payment of their principal and an amount of interest that will cover the full cost of the service”.

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Con las microfinanzas es otro mundo el que se intenta construir, un mundo donde el neocolonialismo parece dejar sitio al neoliberalismo. Un mundo donde el Banco Mundial vía el CGAP y una pléyade de organizaciones de la sociedad civil, de instituciones financieras, etc., aplican conscientemente o no estructuras que dibujan una realidad que va en la direc-ción de una mundialización financiera neoliberal. Una cita de Mohammad Yunus es muy clara sobre este tema:

El crédito sin disciplina estricta no es más que caridad. La caridad no ayuda a acabar con la pobreza. La pobreza es una enfermedad que tiene un efecto paralizante sobre la mente y el cuer-po. Un programa de alivio a la pobreza significativo es uno que ayuda a las personas a obtener voluntad y fuerza para hacer grietas en las paredes que las rodean.47

Brigg Morgan, en su trabajo sobre el Banco Grameen, describe cómo esta disciplina financie-ra se transformó en un ritual verdadero (que es sólo la expresión de una forma de disciplina social) cuando, por ejemplo, cada semana el agente de crédito se para frente al grupo reuni-do para devolverle el reembolso de los préstamos, cómo este se levanta, les saluda y recita el eslogan de la Grameen: “Disciplina, Unidad, Valentía, y Trabajo Arduo” (Morgan, 2006: 79). La invocación de la disciplina ciertamente no deja indiferentes a los jerarcas comunistas y su temor ha de ser que las microfinanzas crean en China las zonas de libertad que no le agradan. Por el contrario, La India reenvía la imagen inversa, con abundancia de institucio-nes microfinancieras múltiples y plurales, diversamente preparadas, diversamente motiva-das, lo que la hace parecer muy democrática.

De las palabras del Banco Mundial a las figuras del Banco Mundial: pero ¿dónde están los pobres en China?

En un trabajo reciente (Pairault, 2005), mostrábamos cómo el gobierno chino reprimía, recuperaba y encuadraba las prácticas microfinancieras, tanto las tradicionales como las modernas. Parece que, desde hace poco tiempo, una evolución se dibuja hacia una mayor aceptación de lo que podría constituir una usurpación sobre el poder financiero del gobierno chino y del partido que lo dirige. China manipula con precaución el concepto de microfi-nanzas y a menudo prefiere el de finanzas populares, cuya definición le pertenece y cuyo contenido puede variar a merced de las políticas (Pairault, 2009: 9-35).

47 Credit without strict discipline is nothing but charity. Charity does not help overcome poverty. Poverty is a disease that has a paralyzing effect on mind and body. A meaningful poverty alleviation program is one that helps people gather will and strength to make cracks in the walls around them.

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No obstante, en el diálogo que mantiene con las agencias internacionales, está obligada a utilizar el vocabulario de esta y así parece adherirse a sus objetivos.

Un balance

Las instituciones microfinancieras (IMF) chinas eran aproximadamente 300 en 2005-2006. En comparación, en Benín, que cuenta con 220 veces menos habitantes que China, ¡censamos 762 tipos de IMF! La mayoría aplastante de las IMF chinas (el 80% de los proyectos) parecen ser administradas en el marco de programas financiados por organizaciones internacionales como el PNUD, UNICEF (United Nations Children´s Fund o Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), el Banco Mundial, etc. Estos proyectos manifiestan la apertura casi obligada de China a estas instituciones. Todos contienen un componente de “microcrédito” aunque la mayoría de las veces no parece ser su vocación principal. El caso emblemático es el del FIDA (Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola) cuya ayuda está más bien considerada en rela-ción con el desarrollo agrícola que con la lucha contra la pobreza a través del microcrédito. Por otro lado, resulta que estos programas son en su mayoría “viejos” programas (mediados de los noventas) y por ello sus objetivos microfinancieros son excesivamente limitados. Los proyectos minoritarios serían administrados por Organizaciones No Gubernamentales (ONG’s) chinas a través de su red de promoción del microcrédito. No se trata de hecho de organizaciones no gubernamentales porque dependían del ministerio del Comercio, de la Federación de Mujeres de Toda China,48 de la Academia de las Ciencias Sociales de China o in-cluso de autoridades locales. A esto habría todavía que añadir por una parte las experiencias de microcrédito llevadas a cabo en el suroeste en el marco de la lucha por la erradicación de la pobreza y, por otra parte, las actividades de algunas ONG’s internacionales. En conclusión, todas estas acciones y programas representan poco para la escala de China, y menos aún al compararlas con Indonesia, un país de 240 millones de habitantes donde se censarían alrededor de 50 mil IMF del Bank Rakyat Indonesia, con cerca de 3 millones y medio de clientes (Thangada, 2009).

Microcrédito en China

1980-1992: Ayudas variadas sin contrapartida financiera1993: Creación de la Cooperativa para la Erradicación de la Pobreza por el Instituto

de Desarrollo Rural de la Academia Social de las Ciencias de China, que sigue el modelo bangladesí del Banco de los Pueblos (traducción literal de Banco Gra-meen; en chino xiangcun yinhang). [Lin Yifu, el primer vicepresidente actual

48 All-China Women’s Federation.

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y el economista jefe del Banco Mundial, participó financieramente, con otros investigadores, en la constitución de un fondo experimental de lucha contra la pobreza en Shanxi].

1995: El PNUD junto con el Centro internacional de China para los Intercambios Económicos y Técnicos se proponen luchar contra la pobreza a través del mi-crocrédito instaurando IMF que imitan el modelo bangladesí.

1998: Dotaciones de diversas organizaciones de la ONU (Organización de las Naciones Unidas): 3 mil millones de dólares para luchar contra la pobreza.

2000: Se potencia a las cooperativas rurales de crédito a practicar el microcrédito con la posibilidad de refinanciación cerca del banco central. Entre 2000 y 2006, so-bre 920 mil millones de yuanes de crédito otorgados1, sólo el 18.6% no tuvieron garantía de ningún tipo.

2004: Publicación del primer texto oficial que evoca el microcrédito y anima a una reflexión sobre este tema.

2005: El banco central aconseja el desarrollo de IMF comercial en el marco de la lucha contra la pobreza.

2006: La comisión de control de los bancos emite recomendaciones para desarrollar bancos rurales para apoyar la construcción socialista de nuevos pueblos.

2007: Lanzamiento de bancos de ciudad y de pueblo, cunzhen yinhang, en los distri-tos más pobres, como Yilong.

2008: La Comisión China de Control de los Bancos y el banco central publican orien-taciones relativas a las experiencias de sociedades de microcrédito.

2009: Liu Kegu, vicegobernador del Banco Nacional de Desarrollo, rechaza el univer-salismo fundador de las microfinanzas que defiende el derecho para todos a acceder a servicios financieros sin limitación de estructura.

Microfinanzas y microcrédito

La desconfianza del gobierno chino hacia las IMF tiene su origen en la ideología de estas últimas, que se basa la mayoría de las veces en la creencia de la omnipotencia del interés privado para satisfacer necesidades colectivas. Por ello las autoridades chinas no piensan favorecer de ninguna manera un punto de vista que tienda a conducir a una casi priva-tización de las acciones públicas; prefieren organizarlos en el marco de las comunidades (shequ) urbanas y rurales. Por ello, la elección de un vocabulario se vuelve eminentemente política y, por lo tanto, la expresión occidental microfinanzas no tiene ninguna traducción literal en chino. El término adoptado la mayoría de las veces para designar las actividades de las IMF modernas es xiao’e xindai, que significa literalmente “préstamo quirografario de pequeñas cantidades”, es decir, microcrédito en sentido estricto; por tanto, excluye a priori

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otra forma de microfinanzas que implique ipso facto una participación en un juego social que no esté controlado por las autoridades chinas. En 2003, el PNUD y la prensa de la Academia de las Ciencias Sociales publicaron un es-tudio sobre políticas a adoptar para luchar contra la pobreza a través de las microfinanzas (UNDP, 2003). Este trabajo bilingüe chino-inglés es equívoco desde el principio. En una len-gua habla de microfinanzas, mientras que en otra de xiao’e xindai, es decir, de microcrédito quirografario. Las ambigüedades lingüísticas —que son tantas como posturas políticas— no se limitan a la cita de un concepto que se ha convertido en un punto central de las polí-ticas de desarrollo. Por ejemplo, el título inglés habla de reducción de la pobreza (poverty reduction), lo que debería traducirse en chino por la expresión jianpin (truncamiento de la palabra jianya pinqiong). Por el contrario, la traducción adoptada significa “ayudar a los pobres”, fupin (truncamiento de fuzhu pinqiong), lo que suena más a la organización caritativa que al lanzamiento de una verdadera política de desarrollo económico y social que permita luchar contra la pobreza y sostener a los “verdaderos pobres” (zhenzheng de qiongren), como lo proclama la Fundacion China para la Reducción de la Pobreza (Zhong-guo fupin jijinhui), erigida por el ministerio chino del interior con las donaciones otorgadas por Bayer, JPMorgan, Microsoft, Standard Chartered Bank, Shell y otros (CFPA, 2007: 7). Los jesuitas y otros misioneros ya habían comprendido, cuando trabajaron en China durante el siglo XIX, que la respuesta a Muhammad Yunus, no puede ser que la disciplina y la caridad van juntas: la segunda incluso puede ser la precondición de la primera. Las diferencias citadas en el título del libro del PNUD encuentran otros avatares, por ejemplo, en las recomendaciones políticas que cierran la publicación. Así, en inglés, se re-comienda facilitar a las ONG’s el ejercicio de actividades financieras (UNDP, 2003: 195); en chino, sólo se recomienda facilitar este ejercicio realizado por “instituciones financieras [realizando] pequeñas [transacciones]”, xiao’e jinrong jigou (UNDP, 2003: 155). Por cierto, cuando las ONG’s existen se trata la mayoría de las veces de ONG’s... ¡gubernamentales! Por otra parte, la historia de las casas de empeño está ahí para recordarnos las dificultades que hay para realizar actividades financieras o parafinancieras en China (Pairault, 2002 y 2003). El primer texto que reglamenta las casas de empeño en China fue emitido en agosto de 1993; reciben entonces la condición jurídica de “instituciones financieras especiales”, teshu jinrong jigou, bajo la tutela del Banco Central Chino. Estas fueron consideradas instituciones financieras no bancarias, fei yinhang jinrong jigou, porque estaban autorizadas a prestar a cambio de objetos de valor pero no a recibir depósitos. Además, en 1996, fue creada una denominación con el neologismo diadang hang (oficio del prestamista de las casas de empe-ño) —construido sobre el modelo de la expresión china que lo relaciona con los bancos “a la occidental” (yin hang, oficio del dinero)— que debía aparecer obligatoriamente delante del nombre de cada una de las casas de empeño registradas. Para poner disciplina en un sector demasiado emprendedor y, por ende, que amenazaba con abrir una brecha en un monopolio

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de Estado, las casas de empeño pierden en 2000 su calidad de instituciones financieras espe-ciales para no ser más que empresas simples industriales y comerciales sometidas a la ley sobre las sociedades pero autorizadas a practicar el préstamo a cambio de objetos de valor. Cuando en mayo de 2008 se publica por fin un texto que reglamenta la creación (autorizada de hecho desde 2005) de forma experimental de IMF no autorizadas a recibir depósitos, las autoridades chinas no cometen los mismos errores. De golpe, hablamos de sociedades de cré-dito (en general y no sólo quirografarios) de pequeñas cuantías, xiao’e daikuan gongsi; son sociedades mercantiles, shangyesxing, y están sometidas a la ley de sociedades, excluyendo así la posibilidad de que puedan ser ONG. Hasta la expresión en lengua inglesa que las desig-na, microcredit companies, usada en las organizaciones internacionales, respeta la decisión política de China. Además, en la razón social de estas nuevas empresas debe claramente apa-recer su condición jurídica no financiera. En cambio, no se excluye que estas sociedades de crédito puedan transformarse un día en bancos de ciudades y de pueblos, cunzhen yinhang, sometidos a la ley bancaria y aptos para recibir depósitos (CBRC, 2007 y 2008). El último objetivo de esta reforma, que tiene como pretexto la lucha contra la pobreza en las zonas rurales pero también el desarrollo de la pequeña y mediana empresa (PYME), es establecer un sistema financiero comercial competitivo. El estímulo más visible es la disminu-ción legal de la inversión inicial, así como la llamada a los capitales nacionales y extranjeros. La exclusión de las ONG’s de esta parte del mercado recién abierto manifiesta todavía más la voluntad del gobierno chino de ejercer un control estricto macroeconómico y social —y por tanto de imponer una disciplina—. Estas disposiciones parecen indiscutiblemente favore-cer un acceso más fácil a los más desfavorecidos a las fuentes formales de financiamiento. Así, el gobierno chino siempre declara de manera firme su determinación de apartar toda forma relativamente autónoma de microfinanzas que podría generar fuerzas centrífugas de desarrollo. La noción subyacente del desarrollo es clara. Según una vulgata clásica, este no puede conseguirse sin la modernización del sector financiero que se asentaría mal sobre instituciones financieras ambiguas y pequeñas, porque big is beautiful. La “profundización financiera” permitiría el desarrollo económico y de esta forma se erradicaría la pobreza. Esta visión del desarrollo toma poco en cuenta el crecimiento espantoso de las desigualdades en China y, más que a la pobreza absoluta, alimenta a un sentimiento insoportable de indigencia y favorece una inestabilidad social mucho más grave que la que jamás harían las IMF, por no hablar de un sector financiero informal emergente.

Muhammad Yunus y Lin Yifu

La experiencia que resumiría mejor la política china es sin duda la llevada a cabo en el distrito de Yilong en la provincia de Sichuan. Este distrito reivindica varios títulos de gloria, el primero es ser la patria del mariscal Zhu De —uno de los jerarcas comunistas muerto en

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1976; el segundo es ser uno de los 592 distritos más pobres de China y por ello estar desig-nado para recibir prioritariamente la ayuda del gobierno. Yilong se ha convertido hoy en un escaparate de la acción del gobierno. La aventura habría comenzado a principios de los noventa con experiencias llevadas a cabo en colaboración con la Academia de las Ciencias Sociales de China. Posteriormente, en 1995, Yilong goza de la colaboración instaurada entre las autoridades chinas y el PNUD para la creación de un programa experimental de micro-crédito. Las informaciones disponibles divergen; según Sara Tsien (2001) de PlaNet Finance, quien participó en el lanzamiento del programa, esta experiencia es “inherentemente dife-rente a un modelo de replicación Grameen”. Según otros autores, como Scott Rozelle (2004) “El programa de microcréditos Yilong se estableció al estilo del Banco Grameen” (Rozelle y otros, 2004: 211). La prensa china parece confirmar esta segunda hipótesis porque subraya siempre la posibilidad de que Muhammad Yunus hiciera un donativo en 2003 de 50,000 dó-lares para el programa de microcrédito de la Asociación para el Desarrollo Rural de Yilong (CPAD, 2007).49 El 1 de marzo de 2007 nace en Yilong el Banco de Ciudades y Pueblos Huimin (es decir “bueno para el pueblo”); es una creación ex nihilo y no la transformación de una estructura anterior. El accionista mayoritario, cuya casa matriz pertenece a Jincheng (cabe-za de distrito de Yilong), es el Banco Comercial de la Municipalidad de Nanchong (de la que depende el distrito). Los otros cinco accionistas (al aportar cada uno una décima parte del capital: 200,000 yuanes, cerca de 30 000 dólares, 375,000 pesos) son grandes empresas locales de capitales públicos o parapúblicos. Su clientela constará exclusivamente de campesinos, pequeños empresarios individuales y microempresas. Está perfectamente claro que estas IMF no han seguido su principal objetivo: acercar las finanzas a los excluidos. Este tipo de banco no merece la denominación de banco popular —grassroots bank, que la prensa china traduce literalmente como caogen yinhang—. La proximidad con los clientes es sacrificada claramente en provecho de una centralización de las operaciones en la capital del distrito, hecho de gran relevancia cuando la ausencia de toda red de carreteras cuidada hace que las comunicaciones sean muy difíciles para la clientela. También, la naturaleza de los accionistas —bancos (de capitales públicos por cierto pero en colaboración con inversores extranjeros) y grandes empresas— no podría no tener conse-cuencias en la gestión de este banco cuya ambición “constitucional” es evolucionar hacia prácticas que lo acerquen a sus grandes hermanos. Si el Banco Huimin vio la luz, no es el caso de todos los proyectos similares. La Hong Kong and Shanghai Banking Corporation (HSBC), la Standard Chartered Bank y la Grameen Foundation habían pretendido crear un banco de ciudades y pueblos, entendiendo que la Grameen Foundation sería la accionista de referencia

49 Creada en 1996 por el gobierno del distrito de Yilong y dirigida por su Comisión del comercio exterior y de la cooperación económica con extranjero, esta asociación es una “ONG sin ánimo de lucro” (fei yinglixing de minjian zhuzhi); www.help-poverty.org.cn/helpweb2/ngoyj/ngoyj2.htm.

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y dirigiría el proyecto. Entonces el reglamento chino relativo a los bancos de ciudades y pueblos prohibió (artículo 25) a una fundación tener más del 10% del capital de este tipo de bancos e impuso que el accionista de referencia fuera un establecimiento bancario —lo que no es la fundación— con mínimo el 20% del capital. La armonía era imposible (CBRC, 2007). Por tanto, es evidente que el deseo del gobierno chino no es favorecer instituciones populares al servicio de los más desprovistos sino más bien cumplir por vías suavizadas un ahondamiento financiero, en el más convencional sentido de la expresión, preservando la autoridad y el poder de control del Partido-Estado sobre las orientaciones del desarrollo eco-nómico. Desde entonces las proclamaciones de éxito deberán ser interpretadas no como un éxito de prácticas microfinancieras al servicio de los excluidos de las finanzas más formales, sino más bien como una consolidación del poder del gobierno chino sobre la distribución del crédito. Pues Muhammad Yunus y la experiencia del Banco Grameen sirven a China de garantía científica y moral de sus políticas. Así, Lin Yifu, el nuevo Economista en jefe del Banco Mundial, describe algunas veces al Banco Grameen como un “banco rural de crédito quirografario” (AHGZXC, 2007) —insistiendo a veces fuertemente en su carácter comercial (Sina, 2007; Xinhua, 2007); algunas veces como un banco comercial de las PYME (China Daily, 2007) -cuando se sabe que una PYME china puede contar entre 8 y 2,999 asalariados en el sector de los transportes y el de la construcción o entre 8 y 1,999 en el de la industria-. Las referencias al premio Nobel de la Paz 2006 y su obra parecen no ser una búsqueda de patrocinio sino más bien una instrumentalización. Detengámonos sobre la personalidad de Lin Yifu, cuyo nombramiento en el Banco Mun-dial habría sido aceptado pero no pedido, ni siquiera expresamente deseado por el gobierno chino. The Economist (2008) presenta a este economista muy popular en los siguientes términos:

Él [Lin Yifu], cree que los gobiernos se equivocan cuando desafían la ley de ventaja comparativa […] Argumenta que la primera obligación del gobierno es ‘remover todos los obstáculos posibles a los mercados libres, abiertos, y competitivos.’ Expresado como un Chicago man50 (The Economist, 2008: 59).

Su contribución tiene una obra reciente, donde sintetiza, de la mejor forma posible, sus posiciones en un capítulo que analiza las relaciones entre eficacia, igualdad y crecimiento (Lin, 2008). Lin Yifu considera que las políticas de distribución deben consistir sólo en un instrumento complementario para luchar contra las desigualdades; las experiencias latinoa-mericanas habrían mostrado malas formas de actuar al respecto. En cambio, si el Estado

50 He believes governments go wrong when they defy the law of comparative advantage [...] The government’s first duty, he argues, is ‘to remove all possible obstacles to free, open and competitive markets’. Spoken like a Chicago man.

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se abstiene de toda intervención, se maximizaría la eficacia del sistema; el crecimiento económico entonces sería máximo y sostenible de tal modo que la distribución primaria —asegurada por el juego libre del mercado— organizaría sola la lucha contra la pobreza por un aumento generalizado de las rentas individuales:

Es nuestra tarea asegurarnos que, en el curso del desarrollo, el ingreso de los pobres crezca más rápidamente que el de los ricos, pero la redistribución no debe ser el medio para lograrlo51 (Lin, 2008: 93).

En este contexto, la nueva distribución “debe resolver los problemas residuales producto de la distribución primaria. Vale la pena enfatizar que en ciertas circunstancias, la redes-tribución puede ser útil.”52 (Lin, 2008: 94). Hay más de una diferencia de percepción entre esta visión que concibe la pobreza en términos puramente económicos (la detención simple de una riqueza material) y la defendida por gente como Jean-Michel Servet (2006), quien la concibe primero en términos sociales —exclusión, marginación, etc.— (Servet, 2006: 430-435 inter al.). Para este último, la lucha contra la pobreza pasa por una reducción de las desigualdades (de posición más que de renta) y de esta forma se podría desbloquear el cre-cimiento económico y permitir el desarrollo. La llegada de Lin Yifu al Banco Mundial marca pues la confirmación de una estrategia de un neoliberalismo convencional en el sector de las microfinanzas, tal como se define en el informe Finance for all? (Beck y Honohan, 2007). Por tanto, China parece adoptar el vocabulario y las políticas predicadas por el Banco Mundial para instrumentalizarlas en provecho de una disciplina financiera reforzada y en provecho de una disciplina social perpetuada. El Banco Mundial toma también una figura china reconocida como neoliberal y emblemática por sus éxitos económicos (lo que por desgracia no es el caso de Bangladesh ni de Muhammad Yunus) para presumir sus propias soluciones y elaborar un orden mundial que involucra fuertemente el respeto de disciplinas financieras y sociales.

Malversación, reapropiación, de Gandhi al Banco Mundial

Mucho tiempo ignoradas a causa de la experiencia del carismático Muhammad Yunus con su Banco Grameen en Bangladesh, las microfinanzas indias hoy en día se pueden encontrar regularmente en los medios de comunicación. Al contrario de China, La India parece ofrecer una gran libertad de acción, las IMF son abundantes y el número de clientes aumenta con-

51 It is our task to ensure that in the course of development, the income of the poor grows faster than that of the rich, but it should not be accomplished by redistribution.

52 should solve the residual problems left by primary distribution. It is worth emphasising that in certain circumstances, redistribution can be helpful.

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tinuamente.53 A pesar de una regulación bancaria que todavía está poco adaptada a las pe-queñas estructuras, las numerosas experiencias microfinancieras del sector privado rara vez han sido afectadas por las imposiciones de las autoridades. Sin embargo, el gobierno federal, apoyado por los gobiernos de los estados federados, supo imponer un método y una visión y por lo tanto desarrollar uno de los programas más grandes de microfinanzas en el mundo.

La India: un balance

Con un número de clientes potenciales que oscilaba entre 320 millones (la estimación más baja del número de personas que vivía bajo el umbral de pobreza) y 650 millones (estima-ción del número de personas que poseen cuenta bancaria), el mercado indio se volvió el más importante del mundo (Mohan, 2006: 1; Fouillet, 2009: 122-128). Su tasa de penetración (proporción de familias incluidas), comprendida entre el 8 y el 15% según las fuentes, sitúa a La India en la media asiática pero se caracteriza no obstante por un crecimiento muy fuerte; en el año 2007 financiero, el número de clientes aumentó cerca del 80% y el volumen de los créditos en un 40% (Sa-Dhan, 2007: 23; M-Cril y MIX, 2007: 7-16; MIX, 2006: 4-5). Las microfinanzas indias son generalmente presentadas como un “modelo” específico por-que aproximadamente las tres cuartas partes de la oferta provienen de un sistema de respaldo bancario (bank linkage) que implica a autoridades públicas, sucursales bancarias (públicos pero también privados), organizaciones no gubernamentales y, por supuesto, self-help-groups (grupos locales de 10 o 20 miembros encargados de administrar juntos la colecta del ahorro y el reembolso de los préstamos; más tarde convertidos en SHG). Mientras que este modelo fue iniciado por otros países en los setenta y ochenta —en particular en Filipinas e Indonesia (Sei-bel, 2006)—, hubo que esperar hasta finales de los ochenta para que el gobierno indio aportara un apoyo financiero a las organizaciones que desarrollan este tipo de lazo financiero entre grupos informales y el sector bancario. El primer SHG indio aparece en 1985 con la ayuda de la ONG Myrada, bajo el nombre de self affinity groups.54 Estos grupos se forman sobre la base de grupos informales comu-nitarios preexistentes en los pueblos (sanghams). El Banco Nacional de Desarrollo Rural y Agrícola (NABARD, por sus siglas en inglés) sostuvo financieramente estas experiencias a partir de 1987. Los éxitos encontrados permitieron al Banco Central de La India (Reserve

53 EL IMF SKS ilustra bien esta dinámica. Mientras que en marzo de 2004, SKS contaba con 30 000 clientes activos en 11 sucursales, eran 600 000 en 275 agencias en marzo de 2007 y cerca de 5,3 millones para 1 627 agencias en septiembre de 2009. Se remarca que Vikram Akula, antiguo consultor de McKinsey & Company y fundador y director general de SKS, formó parte de las cien personas de la lista establecida por la revista americana Time que habían influido más sobre la gente durante el año 2007.

54 Basada en Bangalore, esta organización es fundada en 1968 y empieza sus actividades atadas al desarrollo rural solo a partir de 1978; los diez primeros años de su existencia son dedicados, con la ayuda del gobierno indio, a la inserción de 15 000 refugiados tibetanos.

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Bank of India, RBI), apoyado por expertos del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) desarrollar en 1990 una estrategia alternativa de crédito que se apoya en el desarro-llo de SHG. El RBI y el NABARD impusieron entonces al gobierno el uso de la infraestructura bancaria existente para apoyar a las organizaciones de la sociedad civil, así como orientar la lógica de su acción sobre la colecta del ahorro más que sobre la concesión de créditos.55 De golpe el contraste con China es sorprendente. Por cierto, en ambos casos es por la inicia-tiva de instancias del gobierno central que se establecieron dichas estrategias. Pero si China parece tener como objetivo principal el crédito, La India piensa privilegiar el ahorro; y si la primera desea ejercer un control estricto limitando la práctica de las mismas a instituciones financieras aceptadas, la segunda favorece fundamentalmente a instituciones populares y privadas. Así, el antiguo director de la RBI y el presidente actual del NABARD indicaban que

los gobiernos estatales, el sistema financiero formal y las organizaciones comunitarias de base pueden considerarse como tres pilares para lograr la transformación social. Estos tres pilares cumplen roles distintivos pero mutuamente reforzadores que pueden producer sinergias tremen-das56 (Thorat, 2006: 1).

El primer proyecto lanzado por un Estado federal vio la luz en Tamil Nadu. En 1990, Tamil Nadu Women’s Empowerment Project57 se involucra, con la ayuda de Myrada, en una expe-riencia piloto llevada en el distrito de Dharmapuri. Es a partir de esta primera experiencia que el NABARD desarrolla el principio del respaldo bancario. Una colaboración entre el NA-BARD y el RBI, entre los años 1989 y 1991, permite diseñar un proyecto piloto en este estado, que fue lanzado en 1992.58 Al término de la experiencia, en 1996, cerca de 5,000 SHG fueron adosados a 95 sucursales bancarias (Nanda, 1995). El éxito encontrado permitió al NABARD extender este programa al nivel nacional. Se creó un fondo y un programa ambicioso de fortalecimiento de las capacidades de las ONG gestionado por el Micro Credit Innovations

55 Una de las aportaciones, muy poco conocido, del financial market paradigm llevado por D.W. Adams es haber intentado rehabilitar la función económica y social del moneylender que sufría de una imagen negativa en numerosas zonas a través del mundo (Von Pischke, Adams y Donald, 1983) particularmente en La India (Harriss, 1983). Esta obra colectiva dirigida verdaderamente va a ser una de las piedras angulares de una nueva visión de las finanzas rurales que reconoce la demanda de la población de las zonas rurales para soluciones en términos de ahorro; elemento en el corazón de la aparición del movimiento de Self-Help Group. Aunque esta idea no era nueva, conoció una difusión muy importante vía el programa de finanzas rurales de la universidad de Ohio de la que los antiguos estudiantes están presentes en todos los órganos de decisión atados (vinculados) a las finanzas rurales (USAID, FAO, Banco Mundial, IFPRI, FIDA, etc.) así como en las fundaciones privadas.

56 The State Governments, the formal financial system and community based organizations can be considered as the three pillars in achieving societal transformation. These three pillars perform distinct but mutually reinforcing roles that can have tremendous synergies.

57 Financiado por el FIDA pasando por Tamil Nadu Women’s Development Corporation.58 A esta ocasión, el NABARD (1992) edita un guía que servirá de marco estratégico para la implicación de los bancos en la

financiación de los SHG; este guía se apoya en las experiencias conducidas por el NABARD y el Myrada desde el 1987.

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Department. El comienzo es lento pero un verdadero despegue se observa a partir de 1999, con el apoyo del RBI y de estas agencias regionales de los estados de Tamil Nadu, Andhra Pradesh, Maharashtra y Karnataka; así como de la implicación de millares de ONG’s, bancos comerciales públicos y privados y las agencias multilaterales como el FIDA, la UNESCO o el Banco Mundial. El caso indio, pues, está marcado por la fuerte intervención de las potencias públicas. Difiere, no obstante, del chino en varios puntos, ya que el intervencionismo indio enmascara a la vez la colocación de una red de protección contra las consecuencias de la desregulación bancaria de los años noventa y un proceso de despolitización de las organizaciones de la sociedad civil india. Volvamos sobre la historia reciente del crédito rural en La India. El aumento del déficit público y exterior en el curso de los ochenta debilitó fuertemente la economía, por lo que el gobierno fue forzado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial a aceptar en 1991 un Programa de Ajuste Estructural (PAE). Además de la devaluación de la rupia, la subida de los tipos de interés, etc., el país debió comprometerse a cumplir un pro-grama de saneamiento de las finanzas públicas, de las reformas estructurales y de la lucha contra la “represión financiera”. La consecuente liberalización del sector financiero indio va a modificar profundamente la dinámica comenzada con la independencia del país en 1947 y a provocar, en el curso de la década de 1990, la disminución de la red bancaria en las zonas rurales. Así, de junio de 1987 a marzo de 1992 la tasa de bancarización de la población au-menta del 56‰ al 76‰. Comienza entonces un periodo de desbancarización hasta marzo de 2001, cuando la tasa cae al 51‰. Por tanto, La bancarización de la población india fue reprimida por la desregulación financiera iniciada en los noventa. El número absoluto de cuentas bancarias, considerando todas las regiones de La India, bajó cerca de 13.5 millones, pasando de más de 65.8 millones en 1992 a 52.3 millones en 2001.59 Esta baja recayó en un 84% sobre las zonas rurales y, más alarmante todavía, sobre todo en las zonas que estaban menos bancarizadas antes de 1990. Habría que añadir que esta desbancarización se tradujo en un fortalecimiento del sector financiero informal —en particular prestamistas privados (Fouillet, 2009).

Programas subvencionados y apropiación local

Anterior al lanzamiento del PES, el gobierno federal se había apoyado en varios proyectos de préstamos con tasas subvencionadas con la ayuda internacional para poner fin al en-clave de las zonas rurales; el más destacado fue el Integrated Rural Development Program (IRDP, Programa Integrado de Desarrollo Rural) (Drèze y otros, 1997). Estas experiencias presentaban numerosas deficiencias: tasa de reembolso muy débil de los préstamos, se lle-

59 Lo que a pesar de todo representaba el 21% de la población que tenía un crédito en marzo de 1992.

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gaba mal o poco a las poblaciones aludidas, programas que sólo subsistían gracias a las subvenciones. Frente a estas evaluaciones cada vez más desfavorables y frente a los casos manifiestos de corrupción (Drèze 1990: A99), el Banco Mundial, el principal donante, decidió detener la financiación del proyecto. El gobierno federal y sobre todo los gobiernos federa-dos no podían admitir tal decisión:

La perpetuación del IRDP puede ser mejor explicada por la necesidad política de perpetuar un mito sobre la capacidad burocrática de recucir la pobreza masiva. […] La audiencia más impor-tante del mito IRDP puede ser el Estado mismo, más que el public votante60 (Copestake, 1996: 51).

El gobierno indio, buscando nuevas soluciones, comprobó que el FIDA conducía nuevos proyectos de crédito rural, los self affinity groups y Gram Kosh del sur de La India. Decidió participar con el FIDA en estudios pilotos y posteriormente, de forma muy rápida, lanzó a escala nacional lo que se dio a conocer como Self Help Group Bank Linkage Program. El gobierno federal no fue el único en intervenir y los programas de microfinanzas fueron también objeto de apropiaciones “populistas”, como fue el caso de Andhra Pradesh (Manor, 2000). Para unos, este Estado se había convertido en un Estado liberal modelo; para otros, se había transformado en un verdadero laboratorio de reformas económicas neoli-berales predicadas por los nuevos chicago boys. Sea lo que sea, la política de Chandrababu Naidu (Primer Ministro de Andhra Pradesh de 1994 a 2005) convenció al Banco Mundial de subvencionar la creación de una red inmensa de SHG sobre todo el territorio de Andhra Pradesh. Se crearon principalmente dos programas, el District Poverty Initiatives Project y el Rural Poverty Reduction Program, mejor conocidos bajo su nombre genérico de Velugu (“la luz” en lengua telougou). Estos programas se encuentran dentro de una arquitectura de desarrollo más amplia de-nominada Visión 2020, elaborada por los investigadores del Instituto Adam Smith, el Banco Mundial y la consultoría McKinsey y Co. El Velugu fue tan fuertemente subvencionado que permitía tipos de interés muy bajos, cerca de 9% al año. Al mismo tiempo, las IMF privadas imponían tasas mucho más elevadas —oficialmente alrededor del 24% pero muy a menudo por encima de este valor, si se tiene en cuenta los “costos ocultos” (Augsburg y Fouillet, 2010: 346-349). Después de las elecciones de 2004, el nuevo primer ministro de Andhra Pradesh procedente de la oposición (Congress Party), Rajsekhar Reddy, no se estuvo quieto y lanzó el programa Pavada Vaddi, destinado a complementar las subvenciones en Velugu y a reducir del 9% al 3% el costo de los créditos de los SHG. Así, cuando un SHG gozaba de un préstamo a

60 The perpetuation of IRDP can best be explained by the political need to perpetuate a myth about bureaucratic capability to reduce mass poverty. […] the most important audience of the IRDP myth may be the state itself, rather than the wider voting public.

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una tasa del 9%, se le restituía el 6% una vez que el préstamo era reembolsado. Un año más tarde, el gobierno de Andhra Pradesh quiso ir todavía más lejos e instó a los SHG a pagar directamente sólo el 3% y el Estado pagaba el resto. Estamos muy lejos aquí de las disciplinas financieras y sociales que tienden a destacarse. Una lectura rápida podría dar a entender que las microfinanzas eran sólo un instrumento de difusión de políticas neoliberales, mientras que la realidad, más compleja, no se limita sólo a una oposición entre unas microfinanzas comerciales ávidas de autonomía financiera —incluso con ganancias— y unas microfinanzas solidarias, pero subvencionadas e ineficaces. Habría que añadir que mientras que la práctica difundida actualmente por el CGAP nace de las políticas ligadas al post-consenso de Washington (Weber, 2002, 2006), la realizada en Andhra Pradesh es una reapropiación política local de este instrumento —lo que la práctica política china excluye tajantemente. El programa de SHG financiado por el Banco Mundial pudo ser acaparado por dos primeros ministros de partidos opuestos que utilizaron en su provecho las subvenciones de este programa.61

Bhoodan Movement y apropiación

Las instancias políticas no son las únicas que se apropian de las prácticas microfinancieras. En Tamil Nadu, la organización Assefa es un claro ejemplo de ello. Assefa proviene del movimiento Bhoodan creado por una alta figura religiosa india, Vinoba Bhave (1895-1982). Mientras que estudia el sánscrito en Benarés, Bhave toma a Mahatma Gandhi como discípulo y organiza la resistencia frente a los británicos; posteriormente pasa cerca de cinco años en prisión. Después del asesinato de Gandhi (1948), Bhave, que aparece como su sucesor legíti-mo, funda en 1951 el Bhoodan Movement (o land-gift movement). Los partidarios de este movimiento popular viajan millares de kilómetros a pie a través del país, aceptando dona-ciones de tierras con el fin de volverlas a distribuir a los que no tienen. En 1969, el Bhoodan había recolectado más de 1.6 millón de hectáreas de tierras que había que volver a distribuir. Sri Loganathan, uno de los compañeros de Bhave, funda Assefa en 1969 para organizar el desarrollo rural y la defensa de los pequeños campesinos en Tamil Nadu. Con Assefa, intenta promover comunidades de agricultores que trabajan una tierra colectiva y combaten toda forma de servidumbre en las zonas rurales. Procura también animar la reconstrucción social y económica propugnada por Gandhi y suscitar nuevas formas de relaciones sociales: así como “el progreso de ellos todos” (el sarvodaya) animando matrimonios intercastas e inter-monje, o como los Pada Yatra (marchan con los pies desnudos) que pretende no construir

61 Cerca de dos mil millones de dólares han sido prestados al gobierno de Andhra Pradesh por el Departament for International Development del Banco Mundial, es decir, cerca de un tercio del conjunto de los fondos para La India (Sen y Frankel, 2005, p. 21).

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una conciencia política entre la comunidad, e incluso el reparto permanente de los conoci-mientos y de las experiencias a través de seminarios, conferencias, etc. Assefa es también la promoción de nuevas formas de democracia local (a través de Gram Sabha o asambleas de pueblo) y de desarrollo local (a través de Gram Kosh o cajas locales mutualistas). Assefa no subestimó el fenómeno de las microfinanzas y supo tomar tan bien esta opor-tunidad formando parte de las primeras organizaciones que lanzan los SHG. Existen unas diferencias esenciales entre Gram Sabha, Gram Kosh y los SHG. Los primeros, desarrollados con base en cajas locales mutualistas,62 han estado, no obstante, divididos en SHG, aunque a veces se volvió muy difícil observar una diferencia en su modo de funcionar (incluida su carrera a las subvenciones).63 Además Assefa evita en lo posible manifestar todo activismo cuando participa en instancias nacionales e internacionales y adapta su discurso al de la co-rriente dominante. En cambio, a nivel local, Assefa continúa manifestando incansablemente proselitismo, en particular mediante la organización de asambleas que reúnen a decenas de millares de personas alrededor del concepto gandhiano de Sarvodaya y, de esta forma, utiliza las microfinanzas para contribuir a su labor. Excepto el caso de esta organización, que se desmarca por su pertenencia a un movi-miento social importante, el desarrollo de las microfinanzas en los últimos años ha puesto a menudo en un estado lamentable el carácter político y solidario de las ONG’s indias (Kal-pana, 2005). Actuando como medida de protección contra la desregulación iniciada en La India por el Plan de Ajuste Estructural (PES) en la década de 1990, las microfinanzas han sido en parte las responsables de la despolitización de la solidaridad no gubernamental (Harriss, 2001, Guérin y otros, 2007). El crecimiento de las microfinanzas se efectúa sobre un fondo de eslóganes simplistas que alegan sus virtudes múltiples en materia de creación de autoempleo, lucha contra la pobreza y contra la desigualdad social, en particular de género. Ciertas organizaciones incluso se acogieron a estas prácticas con el fin de solicitar subven-ciones; otras han sido incitadas fuertemente a su uso por las autoridades públicas. Otras más, en particular las que estaban especializadas hasta entonces en la defensa de los derechos de las minorías, consideraban que las microfinanzas eran una estrategia de las autoridades para desviarlas deliberadamente de su misión inicial. Aunque la principal característica de las microfinanzas indias reside en su multiplicidad y su pluralidad, es seguro que la lista de sus disfunciones es infinita y la dimensión populista y demagógica de ciertos programas públicos es evidente.64

62 Cajas locales mutualistas que dan la posibilidad de pagar bajo otras formas diferentes a la moneda.63 En algunos lugares es posible observar que las comunidades originales no desaparecieron y que el SHG existen sólo sobre

el papel para obtener financiaciones inmediatamente reinyectadas en la caja local mutualista.64 Leer particularmente esta descripción de la crisis que golpeó las microfinanzas en el Estado de Andhra Pradesh al

principio del año 2006 (Fouillet y Augsburg, 2010).

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Conclusión

Las microfinanzas están de moda. En la primera fila de sus ensalzadores figuran los pro-veedores de fondos y las organizaciones internacionales que encontraron en estas un ins-trumento formidable para propagar su versión de un consenso de Washington renovado, alrededor de la creencia en la omnipotencia del interés privado para satisfacer necesidades colectivas. Luego, dependientes de los primeros, vienen los ejecutores que, sin tener siempre la distancia necesaria para juzgar su acción, aplican fórmulas sin darse cuenta de lo que verdaderamente está en juego. Es a menudo difícil percibir las consecuencias sociales de estrategias concebidas de buena fe. La urgencia agrava aún más esta dificultad. En enero de 2005, cuando las familias de pueblos enteros fueron desplazadas en respuesta al maremoto que golpeó las costas de los países de la bahía de Bengala, ¿quién podía imaginar que la asignación de centenas de microcréditos iba a ser invalidada por no haber tenido en cuenta estructuras existentes de poder? ¿Quién podía conjeturar que estos micropréstamos no iban a facilitar la sustitución del capital destruido por el maremoto y a reactivar una actividad económica local sino por el contrario iban a destruir todavía más el tejido comunitario de ayuda mutua y de solidaridad? Ni la importancia de los créditos ni las “buenas intenciones” de unos y otros ni la “disciplina” de los clientes en la gestión de sus préstamos bastan para combatir la pobreza. A este hecho, China responde con una actitud en la que la ambigüe-dad puede significar que acepta los principios del neoliberalismo pero que subordina su aplicación al centralismo democrático, centralismo que sustituye una disciplina por una solidaridad social y política entre el Estado y la sociedad que el Partido Comunista chino no ha sido capaz de realizar desde 1949 hasta hoy en día. En cambio La India, prudentemente disciplinada, experimentó tan bien estos principios del neoliberalismo que habrían creado hoy experiencias —posiblemente más democráticas— que preservasen sin duda mejor el tejido comunitario sin que implique un detrimento real del doxa financiero. El campo de las microfinanzas puede entenderse tanto como “una multiplicidad de acto-res que luchan por la dominación de este campo” (Labie, 1998: 88) como el de una unicidad de un actor protegido en su monopolio. Y, más allá de una norma concebida en Washington, las idiosincrasias nacionales, regionales y locales, entre otros factores, logran apropiarse de las mejores prácticas. El escollo actual tampoco sería el del consenso de Washington, sino el del consenso que imponen los estados a sus circunscripciones territoriales o incluso la ausencia de un consenso nacional que hace que los estados no puedan instaurar uno.

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Capítulo 5

La política de la subversión en la práctica del desarrollo: una exploración

de las microfinanzas en Nepal y Vietnam

Yogendra B. Shakya y Katharine N. Rankin

1. Introducción

Las microfinanzas son una estrategia de desarrollo muy popular que utiliza los principios del mercado para alcanzar objetivos socialmente progresistas, como la promoción del desarrollo económico de comunidades marginadas o el empoderamiento de los pobres. Están basadas en una innovación en la intermediación financiera popularizada por el Banco Grameen de Bangladesh, que consiste en la sustitución de las garantías económicas por las “sociales” y un sistema de administración financiera basado en las capacidades de auto-organización de prestatarios pobres, la mayor parte de los cuales son mujeres. El modelo ha proliferado en más de 132 países, en su mayoría del tercer mundo,65 y ha forjado alianzas más bien insos-pechadas entre una amplia variedad de promotores, que incluye feministas que tratan de empoderar a las mujeres, donantes neoliberales que quieren promover la empresa privada, bancos multinacionales que pretenden mejorar su imagen, planificadores dados de baja del sector público que ahora buscan empleo y organizaciones no gubernamentales (ONG) en busca de fondeo de donantes. Este modelo ha tenido un amplio reconocimiento como un enfoque del desarrollo en el que “todos ganan” y que permite a los inversionistas tener ga-nancias y a los pobres tener acceso a recursos que les ayuden a mejorar sus vidas a través del mercado (Mayoux, 1995).

65 El Reporte de Campaña de la Cumbre del Estado del Microcrédito (2006) registra una membrecía de 3,133 instituciones de 132 países. De estos, se sabe que 55 países, en su mayoría del sur, tienen una gran cantidad de programas de microfinanciamiento. Las instituciones registradas en la Campaña de la Cumbre del Microcrédito reportan haber alcanzado un total de 113’261,390 clientes, de los cuales 81’949,036 estaban “entre los más pobres cuando recibieron su primer préstamo”.

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Ha aparecido una gran cantidad de literatura que trata de evidenciar los éxitos y los fracasos de este modelo. El amplio alcance (en el último recuento, 113 millones de clientes, 84% de los cuales son mujeres) y las altas tasas de pago (95% en promedio) son ya legen-darias (The Microcredit Summit Campaign Report, 2006) y apuntalan las descripciones populares del éxito del modelo (incluyendo la denominación del 2005 como el Año de las Microfinanzas por parte de la Organización Naciones Unidas y el Premio Nobel de la Paz otorgado en 2006 a Muhamad Yunus, del Banco Grameen). Los académicos han opinado de diversas maneras acerca de la correlación entre las microfinanzas y los incrementos en el ingreso familiar, los indicadores de desarrollo humano, el poder de toma de decisiones de las mujeres, su movilidad y su voz, así como la eficacia de las microfinanzas como herramienta de intermediación financiera (Hulme y Mosley, 1996; Pitt y Khandkar, 1996; Todd, 1996; Robinson, 2001; Daley-Harris, 2002). Algunos críticos han puesto en duda la capacidad de las microfinanzas para lograr la sustentabilidad financiera, desafiar las relaciones de género, mejorar las condiciones socioeconómicas de los pobres en áreas rurales o incluso llegar a ellos (por ejemplo, Goetz y Sen Gupta, 1996; Morduch, 1998 y 2000; Rhyne y Otero, 1992; Rogaly, 1996). Otros han llegado a afirmar incluso que las microfinanzas pueden de hecho exacerbar las desigualdades socioeconómicas existentes (Goetz y Sen Gupta, 1996; Rahman, 1999) o actuar en complicidad con procesos regresivos de neoliberalización (Johnson, 1998; Rankin, 2001; Mayoux, 2002; Kalpana, 2004). Este trabajo aborda una variedad diferente de problemas con respecto a la evaluación de la experiencia microfinanciera, tomando en cuenta las prácticas de los prestatarios en cuatro proyectos microfinancieros en dos países de Asia que han tenido muy buenos resultados de acuerdo a los indicadores convencionales de pago y extensión, así como en términos de un alto nivel de satisfacción de los prestatarios con un mayor acceso a capital financiero. Al mismo tiempo, los métodos cualitativos que utilizamos revelan varias maneras en las que los prestatarios transgreden rutinariamente los protocolos del programa y no se ajustan a las sub-jetividades emprendedoras que estos buscan promover. El objetivo de este trabajo es desarrollar un marco interpretativo para estas prácticas, utilizando diferentes teorías de la resistencia y afirmando que se requieren acercamientos más matizados para comprender la agencia y la intencionalidad. Específicamente, empezamos por retomar el imperativo de Abu-Lughod de “usar la re-sistencia como un diagnóstico de poder” (Abu-Lughod, 1990: 42).66 Apoyado en el análisis de Foucault de las dimensiones productivas del poder (más que en sus dimensiones meramente represivas), Abu-Lughod hace una crónica de la resistencia de las mujeres beduinas nómadas a la dominación masculina en Egipto: fumar en secreto, cantar canciones irreverentes acerca

66 Gracias a Lauren Leve por recomendarme releer su excelente crítica del “romance de la resistencia”.

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de la sexualidad masculina, protestar contra una pareja matrimonial no deseada y otras. La autora sostiene que estas prácticas aparentemente triviales revelan mucho acerca de la dinámica de la dominación masculina, tales como las maneras en la que el poder funciona a través de restricciones en los movimientos de las mujeres, códigos de moralidad sexual o ideologías de la diferencia de sexos. De la misma manera, en nuestra opinión, las transgre-siones y la inconformidad de las mujeres como beneficiarias del desarrollo tienen algo que decirnos acerca de las lógicas políticas y las tecnologías gubernamentales de las microfinan-zas, así como las ideologías culturales y condiciones materiales en lugares específicos que dan forma de una manera tan decisiva a los resultados prácticos del desarrollo. En segundo lugar, este trabajo estudia la difícil cuestión de la agencia política represen-tada en dos tradiciones predominantes, pero que rara vez se sobreponen, de la interpretación de la resistencia. La tradición de la economía política gramsciana está representada por la extensa producción del politólogo James Scott (Scott, 1990). Comparamos a esta última con una tradición de estudios de la resistencia con la que tiene mucho en común, proveniente de los estudios culturales y representada por el trabajo de Michel de Certeau acerca de la “práctica de la vida cotidiana” (De Certeau, 2002). Estas dos tradiciones rara vez son leídas juntas: Scott es, por supuesto, bien conocido en el área de los estudios del desarrollo, y la influencia de Michel de Certeau se extiende principalmente a los estudios teológicos, urbanos y culturales. Hemos encontrado que hay elementos de ambas tradiciones que son útiles para nuestro análisis de las prácticas de los beneficiarios en los programas de microfinanzas, y hacemos énfasis en cómo las contribuciones de cada una de ellas pueden cubrir lagunas en los acercamientos de la otra. Sin embargo, ninguna de las dos corrientes abarca el tema de la praxis, y con este objetivo en mente es que deseamos proponer una tipología que distingue tres tipos de prácticas transgresoras que se sobreponen: ingenio, subversión y resistencia. Independientemente de la carga de dilemas analíticos que traen consigo, sostenemos que tales intentos de interpretar la conciencia y la subjetividad son importantes en el contexto de los estudios del desarrollo para abordar las cuestiones normativas acerca de lo que ha de hacerse.67 En su conjunto, sostenemos que nuestra interpretación de las transgresiones de los beneficiarios como un diagnóstico de poder y como expresiones vitales de agencia política puede contribuir a imaginar modelos de desarrollo más políticamente comprometidos y sensibles así como a criticar las bases orientadas hacia el mercado de los modelos existentes. El trabajo está organizado de la siguiente manera: el contexto de nuestra investigación en Nepal y Vietnam se describe en líneas generales en la siguiente sección, incluyendo algu-nas notas acerca del contexto político-económico más amplio en el que se han introducido

67 Véase Katz (2004), que también desarrolla una tipología tripartita de la resistencia para interpretar las prácticas de los niños en Sudán y Nueva York. Katz también aborda la cuestión de la praxis pero no en el contexto específico de la planeación del desarrollo.

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las microfinanzas. La tercera sección ofrece un esbozo de las prácticas de los clientes que tienen que ver con nuestro interés en diagnosticar el poder y explorar la agencia política, cuyos objetivos se retoman en las secciones cuarta y quinta respectivamente. El trabajo concluye con algunos comentarios sintéticos acerca de las políticas de subversión en las prácticas del desarrollo. Se incluyen reflexiones sobre las maneras en que las microfinanzas pueden ser reformadas para reflejar más adecuadamente los modos de sustento rurales con-temporáneas, de modo que se desafíe las perspectivas de desarrollo basadas en orientaciones puramente mercantiles.

2. Las microfinanzas en Nepal y Vietnam

El sector microfinanciero echó fuertes raíces en Nepal y Vietnam durante los años noventa, en un momento en el que los donantes trataban de que proliferaran los éxitos del muy elogiado Banco Grameen. Por supuesto, este modelo se había originado en Bangladesh como una crítica a los modelos de desarrollo de arriba hacia abajo, dependientes de los donantes, y durante una década su tecnología de préstamos entre pares había sido despreciada por las agencias donantes. Sin embargo, una vez que quedó establecido que el alivio de la pobreza podía combinarse con la promoción de la empresa privada a pequeña escala y la comercia-lización de las finanzas rurales, los donantes neoliberales (empezando con USAID –United States Agency for International Development o Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional— a mediados de los ochenta) se apresuraron a repetir las características con orientación de mercado del modelo en todo el tercer mundo. Nepal ha sido especialmente receptivo y ha desarrollado un marco legal permisivo que facilita la entrada de una gama diversa de instituciones que incluyen Organizaciones No Gubernamentales (ONG’s) (miles de ellas), bancos de desarrollo rural y cooperativas finan-cieras que operan con considerable autonomía del control estatal.68 Nepal es una república multipartidista (hasta junio de 2008 era una democracia parlamentaria gobernada también por un poderoso monarca) que ha adoptado políticas de libre mercado desde mediados de la década de los ochenta. Otras características importantes son sus infraestructuras físicas y servicios públicos relativamente más débiles y sus estructuras patriarcales más rígidas. Vietnam, un Estado socialista unipartidista que ha seguido un ambiguo “socialismo de mer-cado” desde mediados de los ochenta, ha continuado imponiendo una fuerte participación del Estado en las finanzas rurales, obstaculizando los esfuerzos de los donantes para libe-ralizar a fondo el sector. En este caso la reproducción se ha dado no mediante una reforma

68 Esto no significa que el sistema de crédito rural dirigido por el estado haya sido abandonado por completo a favor de un enfoque privatizado del financiamiento de la empresa rural. De hecho, en otro trabajo hemos escrito acerca de los primeros esfuerzos de los planificadores estatales por insertar el concepto de las microfinanzas dentro de los programas de banca estatal existentes dedicados a proporcionar servicios financieros a agricultores pobres (Rankin y Shakya, 2007).

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regulatoria y una diversificación institucional sino a través de negociaciones ad hoc entre donantes individuales, gobiernos provinciales y distritales y las “organizaciones de masas” del Partido Comunista Vietnamita (en especial la Unión de Mujeres Vietnamitas) que han implementado programas microfinancieros, negociaciones que han sido posibles gracias a las descentralizaciones políticas asociadas con el socialismo de mercado. El modelo es apo-yado por un número importante de planeadores estatales y líderes de la Unión de Mujeres, aunque el marco macro-regulatorio no sea tan favorable ni el escenario institucional tan diverso como en Nepal. Dos enfoques predominan en los grandes proyectos microfinancieros fondeados por donantes. El modelo dominante de Grameen reúne a las prestatarias en “grupos de préstamo entre pares” de cinco mujeres seleccionadas por ellas mismas que reciben entrenamiento en disciplina financiera, establecen un fondo de ahorros y reciben “micropréstamos” de manera rotativa, condicionados al pago de los préstamos pendientes por parte de los otros miembros. La garantía de los integrantes del grupo sustituye al colateral físico, y muchos defensores de este modelo consideran que genera adicionalmente un capital social en la forma de redes y solidaridades creadas por la participación en los grupos. Los préstamos se pagan en el transcurso de las reuniones semanales, quincenales o mensuales a las que asis-ten conglomerados de grupos llamados “centros” en aldeas dispersas. En estas reuniones, las prestatarias suelen usar uniformes que expresan una identidad colectiva y recitan consignas de disciplina financiera o social. Por otra parte, el modelo de banco comunal hace énfasis en la movilización del ahorro como base para la auto-administración financiera de grupos de 15 a 30 mujeres que forman sus propios bancos locales semi-formales. Ambos modelos afirman que darles acceso al crédito a las mujeres mejorará las condiciones socioeconómicas de las familias pobres, debilitará el poder de prestamistas usureros y contribuirá al empode-ramiento del sector femenino. Sin embargo, en la práctica las nociones del empoderamiento son interpretadas en el sentido más limitado de hacer que las voces de las mujeres se hagan oír en foros públicos. En cada uno de nuestros sitios de investigación (dos en cada país) el proyecto microfinanciero investigado tenía por los menos cuatro años en operación. Los dos programas vietnamitas son implementados por la Unión de Mujeres, asociada a una ONG internacional. Una de las organizaciones nepalesas incluida en este estudio es una ONG. La otra fue en su momento una de las primeras ONG’s en entrar al sector y poco a poco ha alcanzado el estatus de banco de desarrollo rural. Uno de los dos proyectos en cada país sigue el modelo del Banco Grameen, y el otro el modelo de banco comunal. Nepal y Vietnam fueron seleccionados para enfatizar las contingencias sociopolíticas en la articulación de un modelo estándar dirigido por el mercado con estructuras de gobierno, prácticas organizacionales y culturas políticas de los beneficiarios. Los sitios de investigación fueron seleccionados también para reflejar diferencias en términos de etnicidad, niveles de industrialización y accesibilidad (véase la tabla 1 para un resumen de las características

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LA poLíticA de LA subVersión en LA prácticA deL desArroLLo

socioeconómicas).69 No obstante, lo que muy pronto salió a la superficie fue la notable uni-formidad de las tácticas adoptadas por las clientas en los cuatro lugares para escapar a lo que perciben como limitaciones y efectos de dominación de los proyectos microfinancieros. Prácticas como pedir préstamos a múltiples fuentes de crédito o prestar a terceros el dinero recibido de las microfinancieras pocas veces representaban una crítica directa y abierta, y en muchos casos nos preguntamos hasta qué punto tuvieron intenciones subversivas. Sin embargo, resultó claro que de manera acumulativa tuvieron un efecto desestabilizador, y analíticamente consideramos que ofrecen una lente crítica sobre las ortodoxias establecidas en la práctica del desarrollo con orientación de mercado.

Tabla 1. Características socioeconómicasde los sitios de investigación

Comuna Phuong Mao, Provincia Phu Tho, Vietnam

Comuna Phuong Nam, Provincia Quang Ninh, Vietnam

Aldea de Deuri, Distrito Udaypur, Nepal

Aldea de Dumkibas, Distrito Nawalparasi, Vietnam

Población 2,626 10,800 16,962 9,944Historia económico-política del sitio

Economía de base predominantemente agraria, que de manera gradual empieza a basarse en el ganado y las pequeñas empresas.

Hasta principios de los ochenta era una comuna que se especializaba en la producción de tapetes de hierba. Actualmente la economía agraria se está fortaleciendo. Dos fábricas de cemento.

Economía de base predominantemente agraria, tiene la segunda fábrica de cemento más grande del país.

Economía de base predominantemente agraria. La aldea vecina tiene una destilería.

Familias sin tierras

0% 0% 42% 8%

69 Nuestra estrategia fue comparar los sitios de manera que uno en cada país fuera más industrializado y accesible: los dos sitios de Nepal son étnicamente heterogéneos, el grupo étnico Viet de alto estatus predomina en uno de los sitios de Vietnam y la minoría étnica Muong en el otro. Nuestro trabajo de campo realizado entre mayo de 2002 y julio de 2003 incluyó 160 entrevistas semiestructuradas con clientes microfinancieros y no-participantes (seleccionados para una diversidad cultural y socioeconómica), observaciones de la participación de los clientes en los proyectos de microfinanzas y 22 entrevistas semi-estructuradas con personal microfinanciero de campo y central, consultores del desarrollo, planificadores estatales y representantes de donantes.

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Tasa de adultos alfabetizados

>90% >90% 38% 59%

Tipo de programa y agencia implementadora

Grameen: Centro de Servicios para el Desarrollo Rural.

Bancocomunal: Action Aid Vietnam.

Grameen: Banco de Desarrollo de Autoayuda.

Bancocomunal: USAID/Pact.

Otros servicios de crédito formal importantes

Banco de Vietnam para los Pobres; Banco de Vietnam para el Desarrollo Agrícola y Rural.

Banco de Vietnam para los Pobres; Banco de Vietnam para el Desarrollo Agrícola y Rural.

Programa de desarrollo de Pequeños Agricultores; Nepal Bank Limited y docenas de compañías financieras.

Programa de desarrollo de Pequeños Agricultores; Nepal Bank Limited; Grameen Bikas Bank y docenas de compañías financieras.

Fuentes: Udaypur District Office 2003; Dumkibas Development Committe 2002; Thanh Thuy District Office 2002; World Bank 2003.

3. Prácticas de los beneficiarios

En esta sección presentamos una variedad de prácticas que transgreden de diversas maneras los protocolos o se resisten a los tipos de subjetividades que los programas de microfinanzas buscan promover. Es importante hacer notar que por lo general las transgresiones se llevan a cabo sin poner necesariamente en riesgo la posición del receptor de préstamo específico en el programa: las mujeres adaptan las reglas a su beneficio de manera discreta, pues no quie-ren poner en peligro su acceso a un servicio muy valorado. Las bases ocultas e individuales de sus acciones se convierten en una agitación bajo la superficie que, aunque no interfiere con los puntos de referencia clave de operación del programa, pone constantemente a prueba los límites de sus reglamentos. Por supuesto, no es en realidad sorprendente que las mujeres transgredan un programa neoliberal de arriba hacia abajo, y no somos las primeras en documentar algunas de estas prácticas. Hacemos hincapié en su falta de cumplimiento de las reglas porque esto plantea problemas teóricos importantes acerca de las formas en las que el poder opera a través de economías políticas y culturales locales (incluyendo los programas de microfinanzas) y las maneras en las que se puede ejercer la agencia política en ausencia de un poder político formal. Por supuesto, los individuos adoptan una variedad de posturas y prácticas en relación con los programas de desarrollo. También se pueden observar conformidad y cooperación. No tratamos de sugerir que todas las mujeres mues-tran resistencia ante los programas de microfinanzas todo el tiempo, ni siquiera que es fácil trazar la línea entre la conformidad y la transgresión. Tampoco es nuestra intención docu-mentar cuantitativamente la extensión de las prácticas transgresoras, por varias razones. En

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primer lugar, muchas de estas prácticas ya han sido abundantemente documentadas en la literatura de estudios críticos del desarrollo. En segundo lugar, incluso si la nuestra hubiera sido una muestra representativa al azar (tomamos muestras más pequeñas para una mayor diversidad socioeconómica), es muy poco probable que los casos de transgresión hubieran sido reportados de manera fiable: algunas entrevistadas prefieren ocultar la naturaleza y el nivel de su inconformidad. Finalmente, y lo más importante, lo que nos interesa son los mecanismos de poder y las relaciones entre agencia, subjetividad y conciencia, no la preva-lencia de las conductas. Al haber adoptado la diversidad socioeconómica (específicamente nivel de ingresos, profesión, edad, etnicidad, ubicación geográfica y tiempo de pertenencia al programa microfinanciero) como criterio principal de nuestras muestras, podemos sugerir que estas prácticas no se limitan a grupos socioeconómicos específicos, y hemos señalado la prevalencia dentro de una muestra no tomada al azar sin hacer ninguna afirmación acerca de la posibilidad de generalizarla.

Inversiones ilícitas

En las cuatro comunidades algunas clientas parecen invertir sus préstamos en usos no indi-cados en su solicitud de préstamo. La agricultura, la producción de alcohol, el re-préstamo de dinero, equipos de entretenimiento (por ejemplo, una mesa de pool) y algunas industrias caseras son los principales sectores “productivos” en los que las prestatarias parecen dudar si revelar o no su intención de invertir. Lo que esos sectores tienen en común es la estigmati-zación social por parte de los proyectos o un ciclo de ganancias de relativamente largo plazo (comparado, por ejemplo, con el pequeño comercio o la cría de ciertas clases de ganado), que no son fomentados por los programas de microfinanciamiento. Si una clienta desea pedir un préstamo para comprar fertilizante, semilla u otros insumos agrícolas, podría obtener un microcrédito si convence al personal del programa y a los otros miembros de que su intención es comprar un cerdo. Aún más comunes fueron los casos en los que se utilizaron los micropréstamos para “consumo”, el exasperante término aplicado en este sector para todos los usos no genera-dores de ingresos, desde organizar una fiesta, comprar alimentos, hasta enfrentar gastos de salud imprevistos, que se consideran una violación intolerable de la ortodoxia financiera. Por supuesto, la tendencia a utilizar los préstamos para el consumo no es ninguna sorpresa. Se trata de familias pobres que enfrentan enormes incertidumbres, profundamente inmersas en redes de obligaciones sociales y comprometidas económicamente en muchas direcciones (Guerin, Roesch, Kumar, Venkatasubramanian y Sangare, en este mismo volumen, en su estudio realizado en la región de Tamil Nadu, al noreste de la India, documenta el endeuda-miento de las familias para cubrir gastos de ceremonias sociales, salud y educación de sus miembros). Más del 70% de las clientas de microfinancieras que entrevistamos en los cuatro

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sitios indicaron que habían utilizado los préstamos para propósitos distintos a los indicados en su solicitud de préstamo, sobre todo para el consumo (véanse los porcentajes por sitio en la tabla 2). Las clientas del proyecto USAID/Pact indicaron que en la aldea de Dumbikas, en Nepal, los préstamos de las microfinancieras se utilizan principalmente para el consumo. Una clienta describió así el fenómeno:

[Con el primer préstamo de 3000 rupias, 451 pesos (solicitado para ganado)] pagué algunas de mis deudas anteriores por aquí y por allá […] He usado el segundo, de 5000 rupias (752 pesos), para cubrir algunos gastos domésticos […] Todavía no los he usado [los préstamos de microfi-nancieras] para generar ingresos […] De hecho, la mayoría de las familias también los usan para gastos domésticos. Nadie puede invertir realmente en empresas para generar ingresos.

Con frecuencia, en vez de invertir los préstamos de las microfinancieras en el propósito único especificado en la forma de solicitud del préstamo, las clientas los utilizaban para toda una variedad de propósitos de producción y consumo. La siguiente descripción de una clienta de la Comuna de Phuong Nam en Viet Nam acerca de un préstamo de 800,000 dong (760 pesos) solicitado para crianza de ganado es típica de los usos mixtos a los que se dedi-can los préstamos de microfinancieras:

El buey estaba enfermo, así que gastamos 300,000 (285 pesos) en tratamientos para curarlo y otros 200,000 (190 pesos) para comprar […] 10 gansos y 10 pollos. Los gansos costaron 65,000 (61 pesos) y los pollos son mucho más caros […] Usamos el resto del dinero para comprar arroz, pagar nuestra deuda y comprar fertilizante.

Tabla 2. Transgresiones de los prestatarios en proyectos microfinancieros específicos

RDSC, Comuna Phuong

Mao, Vietnam

Action Aid Vietnam, Comuna

Phuong Nam, Vietnam

Self-Help Development Bank, Aldea

de Deuri, Nepal

USAID/Pact, Aldea de

Dumkibas, Nepal

Número total de prestatarios entrevistados

26 24 25 24

Inversión ilícita 76.9% 79.2% 76% 83%Préstamo creativo 96.2% 87.5% 88% 91.7%Fuentes: Udaypur District Office 2003; Dumkibas Development Committe 2002; Thanh Thuy District Office 2002; World Bank 2003.

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Préstamos creativos

En los cuatro sitios, más del 80% de las clientas de microfinancieras que entrevistamos indicaron que obtuvieron préstamos de una o más fuentes de crédito además del proyecto microfinanciero estudiado (tabla 2). Por supuesto, sostener múltiples deudas es una práctica común en todas partes (y es de hecho estimulada en contextos más “desarrollados” por rapaces compañías de tarjetas de crédito). Pero esta práctica está prohibida, o por lo menos muy mal vista, por los programas microfinancieros que buscan promover una base sólida de microempresas. Sin embargo, en los cuatro sitios de investigación existen más que suficien-tes fuentes de crédito con capital financiero para invertir, lo que permite a los prestatarios entrar en lo que llamamos “intercambio de préstamos”, sosteniendo deudas a largo plazo al recurrir a múltiples prestadores de dinero y pagar el crédito con más deuda (que por el contrario es conocido y sancionado en contextos urbanizados más elitistas como “refinan-ciamiento”). Una clienta de RDSC de la Comuna de Phuong Mao describió cómo sus prácticas de intercambio de préstamos involucraban al sector informal, el Banco para los Pobres de Vietnam y a dos programas de crédito operados por la Unión de Mujeres local (el proyecto microfinanciero RDSC y un pequeño fondo auxiliar para préstamos), de la siguiente manera:

Tengo varios préstamos activos al mismo tiempo […] Pido un préstamo al fondo [auxiliar] de la Unión de Mujeres para pagar mi préstamo del banco. Después le pagaré al fondo de la Unión de Mujeres vendiendo maíz o pidiendo préstamos a muy corto plazo a mis amigas […] A veces pago el préstamo del fondo de la Unión de Mujeres con el préstamo del proyecto [microfinanciero de RDSC].

Una clienta del proyecto de banco comunal de USAID/Pact, en Dumbikas, Nepal, explica cómo el intercambio de préstamos puede ser utilizado para extender el plazo de un présta-mo, una práctica que ella llama “hacer un pago de demostración”. En el modelo del banco comunal, el plazo de un préstamo está limitado a cuatro meses, los intereses se pagan cada mes y el capital principal se paga al terminar el plazo. Los clientes pueden subvertir el es-quema del corto plazo pidiéndole a alguien que les preste el monto del capital principal el día de su vencimiento. En la reunión de pago de préstamos usan ese dinero para pagar el dinero que se les prestó (hacen un “pago de demostración”) y vuelven a pedir un préstamo por la misma cantidad que pagaron. El “nuevo préstamo” es utilizado inmediatamente para pagarle a la persona a la que el cliente le pidió prestado el “pago de demostración”. En algu-nos casos, las prestatarias incluso se las arreglan para reducir el costo del capital pagando un préstamo de intereses altos con uno de intereses bajos, pero el intercambio de préstamos es sobre todo un mecanismo para extender el plazo de un préstamo.

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Manejo de riesgos

El intercambio de préstamos ayuda a evitar que las clientas caigan en mora en el probable caso de que el micropréstamo mismo no pueda apalancar ingresos suficientes para cumplir con calendarios de pagos a corto plazo y frecuentes. Otro disuasivo contra la falta de pago se manifiesta en la capacidad de los prestatarios de vigilar las prácticas de pago de los de-más, como se propone el modelo de préstamos entre pares, por supuesto. Los clientes de los programas Grameen resienten tener que garantizar los préstamos de sus pares. Hacen todo lo posible por minimizar sus riesgos financieros, a expensas de la construcción de lazos de capital social. Desde este punto de vista, el modelo mismo es intrínsecamente contradictorio ya que la función de vigilancia del grupo reduce las oportunidades de solidaridad, y en algunos casos exacerba las desigualdades existentes. En los sitios de Nepal, donde existen mayores niveles de pobreza y por lo tanto más casos en los que ha habido riesgo de mora, detectamos una hostilidad abierta contra los miembros que no pagan, hasta el punto en que los integrantes del grupo iban todos juntos a la casa del moroso, confiscaban activos de valor como ganado o muebles y los vendían para pagar la deuda vencida. Debido a su controversial naturaleza, es difícil evaluar qué tan generalizadas están estas prácticas. En los dos sitios de Nepal, más de media docena de las mujeres que entrevistamos recordaban casos en los que miembros del grupo habían asumido el peso de la deuda de los morosos, pagando el préstamo ellos mismos u obligándolos a pagar. En Vietnam, con sus estructuras guberna-mentales más densas, tales medidas punitivas son a veces institucionalizadas de manera más formal al nivel de la comuna. El director local del proyecto RDSC en la comuna Phuong Mao nos informó que la Unión de Mujeres y la Comuna Popular locales habían “establecido un comité para expropiar las tierras de los miembros morosos”. Las tierras son devueltas sólo cuando los préstamos vencidos son pagados por el cliente, o entregadas a otros miembros para que las cultiven, utilizando parte de las cosechas para pagar el préstamo vencido. La amenaza de la vergüenza asociada con los ataques públicos de otros miembros pro-vocaba una extrema ansiedad en muchas clientas que entrevistamos. Una beneficiaria del proyecto SBB en la aldea de Deuri, Nepal, sugirió que “sería mejor morir que ser humillada en frente de cuarenta personas” (de su centro de microfinanzas). Recordaba que había te-nido tanto miedo de no cumplir con sus fechas de pago que “guardaba el dinero del primer préstamo bajo la almohada”, y hacía los pagos con el mismo dinero del préstamo. Al final, las mujeres de las familias más pobres terminan siendo excluidas por completo de los grupos de prestatarios por las mujeres que buscan co-prestatarias confiables. En las palabras de un receptor de préstamo de SBB en Deuri,

No permitimos que ciertas personas con estatus económico débil se unan a nuestro grupo por miedo de que no sean capaces de pagar sus préstamos y nosotros nos quedemos con la deuda.

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Si una persona no paga, la práctica común es confiscar y vender, quizás un búfalo o una cabra. En algunos casos he visto que les quitan las tejas de su casa. También sucede que no se aprueba mucho dinero [préstamo] si la persona es pobre. Una persona pobre puede solicitar 10,000 rupias nepalesas (1,505 pesos), pero sólo recibe entre cinco y seis mil.

Desde el punto de vista de las prestatarias, el modelo de préstamo entre pares es un arma de dos filos. Ayuda a algunas mujeres a tener acceso al crédito pero no deja de tener un costo social importante. En la medida en la que moviliza y genera capital social, sirve tanto para restringir como para crear oportunidades.

Evasión, ironía y crítica

Los receptores de créditos microfinancieros reportaron también que no asisten regularmente a las juntas obligatorias de su centro o banco comunal, incluso cuando les cobran multas por faltar. Por supuesto, a veces las ausencias son por circunstancias ajenas a su voluntad: dema-siado trabajo doméstico o un pariente enfermo que necesita atención. Una o dos clientas de nuestra muestra en cada sitio nos indicaron que evitan activamente las reuniones porque las consideran “inútiles” o “aburridas” o, en el caso de los clientes del Banco Grameen, porque el personal las “hace sentir como niñas de escuela” cuando les piden que se sienten en filas y canten slogans en las reuniones del centro. En Vietnam, a algunas clientas les molesta asistir a las reuniones rutinarias de recuperación de créditos porque las líderes locales de la Unión de Mujeres “difunden propaganda del Partido Comunista”. Incluso las que asisten limitan su participación a sólo los aspectos más instrumentales de la reunión (hacer pagos u obtener préstamos). Se quedan de pie, como les dicen, en filas ordenadas con las demás miembros de sus grupos, para no parecer demasiado desafiantes de las modalidades institucionales de indoctrinación, pero voltean hacia otro lado y mantienen la boca cerrada. Por supuesto, aun entre quienes participan, la apariencia de conformidad puede ser engañosa, como ilustra el siguiente comentario de una clienta de SBB en Nepal:

Recitamos que siempre diremos la verdad, que seremos disciplinados. Pero nadie está diciendo la verdad acerca de estas cosas. Ni yo. Decimos que haremos excusados, pero en mi casa todavía no hay excusado.70 Al principio de la reunión decimos que diremos la verdad, que seremos discipli-nados y que no desperdiciaremos dinero. ¿Cómo no desperdiciar dinero? […] en cuanto empiezas a salir es seguro que vas a desperdiciar dinero. Al final de la reunión hacemos promesas de que plantaremos árboles, que practicaremos la planeación familiar […] ¡Sí, debe ser por la planeación familiar que los chowdharis tienen tantos hijos!

70 En las “Dieciséis Decisiones” del Banco Grameen que deben ser recitadas en las reuniones de cobranza en los centros, los excusados son parte de las “prácticas” con la que los receptores de préstamo se deben comprometer, considerada uno de los medios para aumentar la disciplina y alcanzar subjetividades empresariales modernas.

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Algunas políticas microfinancieras parecen provocar registros de insatisfacción más directos. Entre los temas que provocan más discusiones están: (i) las tasas de interés (especialmente en Vietnam, donde los bancos estatales cobran intereses bajos); (ii) en palabras de una clien-ta, “pagar intereses sobre capital principal ya pagado” (en la mayoría de los proyectos, en cada parcialidad se pagan principal e intereses, pero el proyecto calcula los intereses contra el total del préstamo, no contra el saldo adeudado); (iii) varias “deducciones” que acompa-ñan la extensión de un préstamo (como la “cuota de papelería” de 2,000 dongs de AAV (2 pesos), la compra obligatoria de 100,000 dongs (95 pesos) de participación en el proyecto de RDSC o la deducción del 5% para generar un fondo de préstamos auxiliares disponibles para las clientas para propósitos de “consumo” de SBB); (iv) la falta de servicios de apoyo necesarios para el lanzamiento exitoso de empresas generadoras de ingresos; por ejemplo, entrenamiento en el manejo de ganado. Un área que ha sido criticada repetidamente en nuestras entrevistas merece mención especial: las clientas pronto señalaban la contradicción de que los proyectos microfinancieros afirman que empoderan a las mujeres, pero sigue habiendo mecanismos formales e informales que atrincheran e incluso movilizan ideologías patriarcales ya existentes. Los cánticos son vistos como una actividad condescendiente y un ejercicio al que los hombres prestatarios nunca serían sujetos. En Nepal también se señaló la preponderancia de los hombres en puestos de administración. Las clientas indicaron tam-bién las muchas maneras en las que el personal (y las demás prestatarias) evaluaban formal e informalmente el estatus económico del marido de una clienta al determinar el estatus crediticio de ella. Una política de SBB que requiere la “garantía” de un “guardián” masculino provocó una molestia especial, como ilustra el siguiente comentario: “De hecho [el proyecto microfinanciero] no es sólo para mujeres. ¿Cómo pueden decir que es ‘sólo para mujeres’ cuando es obligatorio que un guardián vaya y firme por el préstamo?” Es importante hacer notar que no todas las críticas directas son declaradas de manera abierta. Algunas, como las quejas acerca de las altas tasas de interés, son dirigidas incesan-temente hacia el personal, en reuniones públicas y en encuentros individuales. Otras fueron murmuradas en voz baja, en el contexto de una entrevista privada, a veces de manera iróni-ca y ambigua; por ejemplo, una insinuación de burla de sí mismas por no tener un excusado, o críticas de los slogans que se les pide repetir en las reuniones de los centros. En ambos casos, las críticas rara vez generan cambios concretos y observables en los programas. El reto del análisis es interpretar lo que estas y otras prácticas nos dicen acerca del poder y la agencia, una tarea a la que nos abocaremos ahora.

4. Diagnósticos del poder

¿Qué nos dicen entonces estas prácticas acerca de las maneras en las que el poder opera a través de los programas de microfinanciamento para lograr ciertos objetivos gubernamen-

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tales? ¿Qué revelan acerca de los contextos político-culturales y económico-políticos en los que las mujeres solicitan los préstamos? Nos apoyamos en las interpretaciones foucaultianas del poder como algo productivo, que funciona no (sólo) negativamente para restringir o reprimir, sino (también) positiva-mente para producir sistemas de conocimiento, discurso y formas de placer y deseo. De hecho, el objetivo de las formas modernas de gobierno es proceder cultivando las capacida-des de autorregulación de los individuos pero, como Foucault (1982) afirmó, diseñando la expresión de la conducta. Nuestra comprensión de la política cultural se deriva del marco teórico de Gramsci, que ve la cultura no como un conjunto de valores, normas y relaciones, sino como sistemas de significado y significación histórica y geográficamente específicos que son producidos, experimentados y negociados a través de la intención y la acción humanas, y por lo tanto como sitios de diferenciación y lucha social. Nos apoyamos también en la for-mulación de Bordieu de la “economía cultural” para denotar la racionalidad económica de la práctica cultural (Rankin, 2004). Las condiciones materiales por sí solas no determinan la ideología y la oportunidad en un sentido estrechamente marxista, aunque pueden establecer límites y condicionar la trayectoria del desarrollo histórico.

Tecnologías de la sustentabilidad

Las transgresiones de las mujeres, entonces, demarcan las maneras en las que los programas de microfinanciamiento expresan el poder al buscar darle forma (y limitar) las oportuni-dades y fomentar las subjetividades empresariales; asimismo revelan hasta qué punto los programas de microfinanciamiento son gobernados por una serie de reglas que privilegian la sustentabilidad financiera sobre la vinculación social o el empoderamiento. Este es un descubrimiento importante, dado que la comercialización masiva de las microfinancieras y su amplia base social de apoyo se basan en la premisa de que puede lograr ambas cosas. Presentamos una lista de “tecnologías de sustentabilidad” que han salido a la superficie a partir de nuestra revisión de las prácticas de los prestatarios y que están dirigidas a maxi-mizar el desempeño económico de las instituciones prestadoras y producir subjetividades empresariales neoliberales:

• Supervisión del uso del préstamo: sólo para usos “productivos” (empresas genera-doras de ingresos)

• Tasas de interés “del mercado”: tasa que se debe cobrar para asegurar la susten-tabilidad financiera

• Protocolos de préstamo rígidos: “micropréstamos” pequeños (menos de 100 dóla-res)

• Tecnología para los préstamos entre pares: garantía grupal como sustituto de un colateral físico

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• Orientación de género de los objetivos del desarrollo: mujeres empresarias con propensión cultural a invertir sensatamente y cuidar a sus familias

La última tecnología merece mención especial, pues es mediante “prácticas del ser” cuidadosamente concebidas y orientadas que se busca la cooperación de la mujer en la co-mercialización del desarrollo rural. A escala global, los donantes y los prestadores de dinero han reconocido que las mujeres implican sencillamente un menor riesgo de crédito que los hombres y son agentes catalizadores más eficientes para el crecimiento económico mediante las herramientas del mercado. También se piensa que las mujeres están más dispuestas a las rutinas disciplinarias estrictas que subyacen al esquema de préstamos grupales e invierten sus ganancias en el bienestar de sus familias. Lo que aprendemos de los comentarios de los prestatarios acerca de las políticas es que, cuando se busca la participación de las mujeres para fines tan instrumentales, las relaciones genéricas de poder pueden seguir igual. Las tecnologías de la sustentabilidad son reforzadas por estructuras de incentivos del personal que recompensan los “logros” de altos volúmenes de préstamos y altas tasas de re-cuperación en aldeas o comunas específicas. Como resultado de estas estructuras de incenti-vos, encontramos que el personal no califica fácilmente para préstamos a cualquier empresa, sino en específico a aquellas con ciclos cortos de ganancia (por ejemplo, pollos y cerdos) que se ajustan con facilidad a los productos crediticios disponibles. En cuanto a las implicaciones para la vinculación, encontramos que el personal puede lograr altos volúmenes de présta-mos con menos dificultad si no recluta nuevos prestatarios, que sólo son elegibles para mon-tos mínimos de préstamo y que a menudo viven en áreas más remotas y menos accesibles a la cobertura del programa. Es más conveniente estimular a los prestatarios existentes para que soliciten préstamos mayores. La presión resultante sobre las mujeres para pedir montos cada vez más onerosos contribuye en el lado de la oferta a prácticas de inversión ilícita. El personal mismo puede ser muy efectivo para fomentar las tensiones dentro de los grupos de prestatarios para asegurar la supervisión del uso de los préstamos. Los miembros del proyec-to SBB en la aldea de Deuri relataron incidentes en los que el personal acompañó a clientas del programa de microfinanciamiento a confiscar bienes de clientas morosas. El personal jugó también un papel determinante cuando al formar los grupos de prestatarias solicitó la participación de mujeres de familias económicamente seguras. En efecto, esta regulación de la participación reproduce el requerimiento de la garantía física y los patrones de exclusión que caracterizan al sistema financiero formal.

Las dinámicas de las economías culturales y las políticas locales

Las prácticas de los beneficiarios del desarrollo también revelan mucho acerca de los con-textos económico-cultural y económico-político locales en los que operan los usuarios. Por

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ejemplo, el modelo de préstamo entre pares claramente aprovecha de una manera muy efectiva el funcionamiento de las “economías del honor” en las que las personas, tanto en Nepal como en Vietnam, regulan de manera escrupulosa sus propias prácticas con el objetivo de incrementar su honor y evitar la vergüenza pública (Liechty, 2002; Rankin, 2004). En el contexto de las microfinanzas, el miedo a ser puesto en vergüenza por sus pares sirve como un disuasivo contra la morosidad, y las comunidades de afecto sostienen la formación de grupos de prestatarios, en especial la detección de riesgos crediticios. Al mismo tiempo, con-templar las microfinanzas desde perspectivas económico-culturales locales revela tenden-cias regresivas. Entre los prestatarios, las preocupaciones acerca de la propia morosidad o la morosidad de los compañeros de grupo alimentan las tensiones hasta el punto de exacerbar las brechas sociales existentes, sobre todo a lo largo de líneas de clase (Goetz y Sen Gupta, 1996; Rahman, 1999; Mayoux, 2002). Una revisión cuidadosa de los tipos de “consumo” o “usos sociales” a los que se dedican los préstamos microfinancieros revela también algunas diferencias y similitudes importan-tes en las condiciones económico-políticas de las finanzas rurales en Nepal y Vietnam. La alta incidencia en Nepal de gasto del capital prestado en necesidades básicas de subsistencia, como alimentos y medicina, indica una base más frágil de la economía agraria que la encon-trada en el relativamente “desarrollado” Vietnam. En las dos aldeas nepaleses encontramos familias que enfrentaban hambre crónica. Varios prestatarios nos señalaron que algunos días había tan poca comida que “sólo podían darle a los niños sal y agua”. La baja produc-tividad de la economía agraria implica también que los riesgos asociados con la crianza de ganado son mucho más altos en Nepal, ya que la mayoría de las familias no tienen reservas de granos para dedicarlas al forraje. En esas circunstancias, tratar de fomentar el espíritu emprendedor parece estar bastante fuera de lugar. Los costos médicos, mientras tanto, son un tipo de gasto de “consumo” que apareció en ambos países, lo que indica hasta qué punto la mala salud puede tener un costo enorme y repentino incluso en familias financieramente sólidas en el sur del planeta. Gastar el capital prestado en festivales y otros rituales sociales o religiosos o en bienes de consumo es considerado, como hemos visto, un vicio social especialmente pernicioso. El personal de campo es adoctrinado en este sentido y se espera que acabe con esas prácticas por completo. Sin embargo, cuando se les ve como una inversión social la racionalidad eco-nómica que encierran esas prácticas se hace más evidente (Rankin, 2004). La participación en la vida ritual es claramente un mecanismo clave para distribuir recursos y fortalecer la ciudadanía social: marca la ubicación social, étnica, de clase y de género, y garantiza la inclusión en redes de intercambio que en muchos casos son cruciales para la supervivencia económica de individuos y hogares. Evidentemente, las inversiones sociales son profunda-mente constitutivas de las jerarquías sociales y representan una carga financiera significa-tiva para muchos hogares pobres. Al mismo tiempo, apartarse de estos ciclos de obligación

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puede ser equivalente a la exclusión de la sociedad y, a menos que pertenezcan a una élite, puede realmente dar como resultado una inseguridad económica. La práctica de utilizar el dinero prestado para comprar bienes de consumo tiene también sus raíces en un cálculo claramente económico-cultural. En el ámbito rural, tanto en Nepal como Vietnam, encontramos que los regímenes mercantilizados de valor se están haciendo cada vez más notorios como árbitros de estatus y oportunidad; es decir, la manera en la que uno es percibido, su estatus e incluso su honor, tiene cada vez más que ver con las mercan-cías que uno posee y muestra, que, por ejemplo, su casta y su ubicación étnica. De hecho, las prestatarias en las cuatro comunidades de nuestro estudio se quejaron consistentemente de los efectos de la inflación reciente sobre su cultura de consumo, una inflación en los tipos de posesiones materiales que uno debería de tener para cumplir con los estándares mínimos para tener una buena reputación social. En Nepal, este fenómeno se vive de manera particu-larmente aguda en las bodas. Normalmente los hogares gastan más allá de sus posibilidades en fiestas y dotes, que son considerados momentos definidores de estatus. Al final es aquí donde los temas de la oferta de crédito y las tasas de interés por las que los prestatarios protestan tan intensamente se juntan. El problema de la inflación en la cultura de consumo se ve complicado por la creciente oferta de crédito en los cuatro sitios. Los defensores de las microfinanzas proyectan una imagen de aldeas rurales a las que los prestamistas poderosos y usureros escatiman el crédito. Por el contrario, encontramos un exceso de crédito, que fomenta una creciente competencia entre quienes lo ofrecen y sos-tiene fácilmente inversiones “no productivas”. En Vietnam, la fuente de crédito alternativa más común eran dos programas de banca estatal que ofrecían crédito a tasas subsidiadas. En Nepal, donde los condicionamientos a los donantes han eliminado de manera más efectiva los programas de banca pública, encontramos que las prestatarias a menudo tenían acceso a múltiples programas microfinancieros. Esto se debe a que los programas de microfinanzas tienden a aglutinarse cerca de los centros administrativos del cinturón del sur de Therai, Nepal, la única parte plana del país a la que se puede tener fácil acceso en vehículos auto-motores. En los dos países, los prestamistas y otras fuentes informales de crédito también juegan un papel importante en la economía financiera local. Un fenómeno muy reciente: el sector informal parece estar expandiéndose rápidamente conforme las remesas empiezan a fluir hacia las economías rurales desde un creciente ejército de pobladores de las aldeas que han migrado al Medio Oriente como trabajadores de servicio no calificados y con bajos salarios. Las remesas, en algunos casos, generan ingresos extra que son reinvertidos para ofrecer préstamos a otros. La peor ironía es que los prestamistas, un sector que el microfi-nanciamiento ha tratado de eliminar, están haciendo ahora préstamos a tasas competitivas. Las “tasas de mercado” cobradas por los programas financieros están fijadas a niveles que hacen sustentable su operación, independientemente de otras ofertas de crédito en el mer-cado. Estas tasas son mejoradas sin dificultad no sólo por los programas gubernamentales

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de crédito subsidiado, sino incluso por prestamistas cuyos gastos generales son mínimos. Los programas de banca estatal en Vietnam han llegado al extremo de emular el modelo de préstamo entre pares de los programas microfinancieros en un esfuerzo por asegurar su parte del mercado. El punto es que, al menos en ciertas “áreas álgidas” del desarrollo, todo el sistema de finanzas rurales parece estar volviéndose cada vez más inestable, conforme el exceso de oferta de crédito permite a los consumidores financiar interminablemente su consumo con deuda. Las microfinanzas tienen un papel muy claro a desempeñar en este proceso. Es indu-dable que han ayudado a bajar las tasas de interés, pero también han contribuido a perpe-tuar los ciclos de endeudamiento, debilitar las formas sociales de inversión y estimular a los prestatarios a pasar recursos de la agricultura de subsistencia a actividades generadoras de ingresos posiblemente riesgosas. Los programas microfinancieros han sido muy inteligentes al movilizar categorías “tradicionales”, como el honor, para fomentar subjetividades empren-dedoras en una vena neoliberal. Sin embargo, el liberalismo gobernante ha resultado más complicado –menos financieramente sustentable y políticamente progresista– de lo que los defensores de las microfinanzas habían anticipado.

5. Las teorías de la resistencia y la política de la agencia

Si los efectos políticos de las microfinanzas son ambiguos, también lo es la agencia política de las prestatarias. Por un lado, sus prácticas sirven para reproducir la ideología neoliberal y afianzar un enfoque del desarrollo orientado por el mercado. De acuerdo a los indicadores económicos, los programas son exitosos: las mujeres están teniendo acceso a préstamos y los están pagando. Parecen comportarse como buenas empresarias. Por otro lado, la falta de conformidad de las prestatarias puede tener efectos desestabilizantes a largo plazo. El intercambio de préstamos y los préstamos creativos revelan hasta qué grado los programas microfinancieros dependen de la circulación de dinero prestado, no de una base económica de microempresas en crecimiento. También plantean un desafío a las subjetividades de género atribuidas a las mujeres pobres de áreas rurales, como que son sumisas y fáciles de disciplinar. Al mismo tiempo, cuestionamos hasta qué grado estas prácticas se llevaban a cabo con intenciones de subversión. Romper las reglas es más bien una de muchas tácticas que las mujeres emplean en su vida cotidiana para salir adelante –cumplir con obligaciones sociales, mantener la salud y el bienestar de los miembros de su familia, pagar deudas, et-cétera–. Al hacerlo, simplemente incluyen a las microfinanzas en las economías sociales y materiales existentes. De manera analítica, este es un territorio en extremo tenso. Abu-Lughod (1990) enmarca los retos dramáticamente respecto a la resistencia de las mujeres beduinas a la dominación masculina:

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En primer lugar, ¿cómo podríamos desarrollar teorías que les den crédito a las mujeres por resistirse en una variedad de maneras al poder de quienes controlan tanto de sus vidas, sin atribuirles erróneamente formas de conciencia o política que no forman parte de su experiencia –una conciencia feminista o una política feminista, por ejemplo– o devaluar sus prácticas como pre-políticas, primitivas, o incluso equivocadas? En segundo lugar, ¿cómo podríamos explicar el hecho de que las mujeres beduinas al mismo tiempo se resisten y apoyan el sistema de poder existente, sin recurrir a conceptos analíticos como falsa conciencia, que hacen a un lado su propia comprensión de su situación, o manejo de sus impresiones, lo que las convierte en cínicas manipuladoras? (1990: 47)

Nosotros sugerimos que es importante abordar estas preguntas con el fin de elaborar enfo-ques más sensibles que puedan involucrar la agencia de las mujeres de maneras progresistas. Para ese fin consideraremos ahora dos teorías contemporáneas de la resistencia, la de James Scott y la de Michel de Certeau, que predominan en la literatura pero que rara vez se leen juntas. La teoría de Scott adquirió cierta prominencia en los estudios de economía política por su primer trabajo etnográfico en The Moral Economy of the Peasant (1976), en el que presentó una racionalidad económica del nivel de vida de subsistencia y una racionalidad política para la rebelión campesina. Este trabajo colocó los cimientos para las teorías de la conciencia y resistencia subalterna basadas en las preguntas gramscianas acerca de la na-turaleza del mando hegemónico.71 Domination and the Arts of Resistance (Scott, 1990) en particular se apoya en una variedad extraordinariamente amplia de evidencias primarias y secundarias, a lo largo del tiempo y el espacio, para desarrollar una teoría de las relaciones de poder desde el punto de vista de los grupos subordinados. En casi todos los estudios del desarrollo y libros de lecturas sobre el movimiento social, compiladas desde la publicación de esta obra de Scott, aparecen extractos de su teoría, que ha sido citada en todas las disci-plinas de las ciencias sociales. De Certeau tuvo sus orígenes en la teología y las misiones, y se inspiró en la teoría post-psicoanalítica lacaniana. Su contribución intelectual a los estudios de la resistencia formó parte del giro postmodernista y postmarxista surgido del análisis de las rupturas políticas de fines de los años sesenta y setenta en Francia. The Practice of Everyday Life (2002) en particular ha influido en los estudios culturales y urbanos como una teoría definitiva de la agencia de los consumidores en las sociedades industrializadas modernas. De Certeau es ampliamente reconocido por haber llevado la lente del análisis de la producción cultural a la manera en que los consumidores ordinarios experimentan y subvierten la cultura de masas (Ahearne, 1995; Buchanan, 2000).

71 Excepto por una crítica de la interpretación de Scott de Gramsci, véase Gill (1993). Para una lectura más matizada y menos laboriosa de Gramsci véase Williams (1977).

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Los paralelos en la interpretación de la marginalidad de Scott y de Certeau son impre-sionantes. Los dos afirman atisbar bajo la superficie del conformismo público para reconocer cómo el consentimiento externo de los desposeídos con frecuencia oculta prácticas de sub-versión, llegando así más allá del énfasis foucaultiano en el aparato productivo de poder y el énfasis de las ciencias políticas en las movilizaciones políticas formales. Scott captura este objetivo con su noción de la “infrapolítica” que, como el área infrarroja, se sitúa más allá del espectro visible y de la “transcripción oculta”, discursos y prácticas tras bambalinas (ocul-tos) mediante los cuales los grupos subordinados expresan su crítica a los poderosos. Para De Certeau, el concepto operativo es “tácticas”, maniobras engañosas y trucos efectuados en las grietas del poder de la élite, mediante los cuales los débiles estiran temporalmente los límites impuestos por los sistemas dominantes. La relevancia de estas ideas radica en la potencia política de las prácticas subterráneas, que ofrecen una inversión temporal del poder, dan un respiro a los que no tienen poder, y de manera colectiva pueden tener un efecto desestabi-lizador. Las resonancias con nuestros hallazgos sobre las transgresiones de los beneficiarios de las microfinanzas son obvias, así como el mandato de reconocer las formas en las que los desposeídos constantemente ponen a prueba los límites, utilizan dobles significados y des-vían los efectos de un poder al cual carecen de los medios para desafiar de manera oficial. Pero hay diferencias importantes entre las implicaciones políticas de los enfoques de Scott y De Certeau que es necesario subrayar para nuestros propósitos de interpretar las transgresiones de los beneficiarios y abordar el dominio de la praxis. Para Scott, lo atractivo del marco de la infrapolítica es su potencial de transformación social. La infrapolítica debe verse como la “forma elemental, en el sentido fundacional, de la política” (Scott, 1990: 201). Como tal, tiene posibilidades inmanentes para imaginar reconfiguraciones del poder:

Es simplemente imposible comprender la explosión de entusiasmo y actividad que caracterizó [las grandes movilizaciones sociales de nuestro tiempo] sin examinar la cultura y la resistencia tras bambalinas anteriores de las clases bajas” (Scott, 1990: 225).

Desde nuestra perspectiva de estudio, el problema es que Scott utiliza una comprensión más bien binaria del poder fundada en la política de clases, que involucra una propensión idea-lizada por la conciencia colectiva y una visión romántica de los subalternos como sujetos políticos en esencia moralmente buenos. Sus “campesinos” no se parecen a las prestatarias que encontramos, separadas por líneas étnicas, de castas, de género y de clases, perfecta-mente capaces de ejercer la dominación unas sobre las otras y ni siquiera conscientes del efecto subversivo de sus prácticas de préstamos. Las prácticas descritas por Scott –arrastrar los pies, difundir chismes, hurtar, etcétera– parecen familiares pero él les atribuye más intencionalidad y efecto subversivo del que nos parece aceptable. En palabras de Michael Manchard (2004), “los actos individuales de resistencia a las maquinaciones de poder del

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status quo [pueden ser] el equivalente de hacerle una seña obscena al verdugo antes de caer por la trampa del cadalso con un nudo al cuello”. Atribuir un intento y efecto subversivo es correr también el riesgo de imponer una uniformidad en la vida social que en nuestra opinión obscurece lo desordenado de las relaciones sociales, las múltiples y diversas visiones de la sociedad que nos proporcionan las diferentes ubicaciones dentro de ella. Para De Certeau, las políticas son más ambiguas pero los sujetos y las prácticas son más atractivos. Sus sujetos son “consumidores” o “usuarios” que realizan un “consumo cotidiano”. De Certeau no está interesado en hacer imputaciones de conciencia colectiva. Por el con-trario, se enfoca en la manera en la que los consumidores individuales “trazan sus propias trayectorias” frente a las producciones culturales dominantes (De Certeau, 2002: xvii). No hay un camino teleológico a la revolución, sólo un reconocimiento de la manera en que los marginados “insinúan innumerables diferencias dentro del texto dominante” (De Certeau, 2002: xxii). Para nuestros propósitos esta formulación es útil, no sólo porque permite clasi-ficar a los sujetos del desarrollo de manera más adecuada como usuarios de un servicio en vez de víctimas de una tiranía, sino también porque ofrece más matices para la reflexión acerca de las maneras en las que la gente ocupa las posiciones de marginalidad: fracturadas, divisivas, no inherentemente benignas, quizá sin una identidad colectiva fuerte y ni siquiera necesariamente con intencionalidad subversiva. Al mismo tiempo, encontramos la política de De Certeau inquietante. Su discusión sobre el consumo carece de una comprensión es-tructural de los problemas de la distribución material o la justicia económica y no existe un seguimiento normativo, como abordar el impacto que las tácticas de los débiles tienen en las políticas de producción cultural o la manera en que las tácticas se interpolan con la estrategia (como sugiere Ruddick, 1996). Stuart Hall (1996a, 1996b) ha argumentado de manera persuasiva, contra la corriente del canon de moda, a favor de una reconstrucción, no simplemente una deconstrucción de la teoría marxista a la luz de las críticas posmodernistas. Apoyándose en especial en Gramsci, Hall defiende una interpretación antieconomicista de la clase (o la raza o la et-nicidad) que excluye las suposiciones a priori de la unidad de clase (o raza o etnicidad) y atiende a los procesos político-culturales necesarios para construir tal unidad. De la misma manera, queremos insistir en el compromiso con la participación política que encontramos en la interpretación de Scott de la resistencia subalterna, reconociendo al mismo tiempo la importancia de las reflexiones de M. de Certeau sobre la naturaleza contradictoria y la ambigüedad política de las prácticas subalternas para pensar en cómo construir una política progresista del desarrollo. En este sentido, podríamos empezar a desarrollar algunas califica-ciones útiles acerca de la naturaleza de la resistencia, a fin de distinguir entre las zonas de práctica sobrepuestas que designamos como “ingenio”, “subversión” y “resistencia”. Tomando las reflexiones de De Certeau acerca de la espontaneidad de las transgre-siones de las usuarias, podemos especificar la “resistencia” como acciones colectivas y no

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encubiertas que buscan desafiar los sistemas de poder predominantes. En el contexto de las microfinanzas, por ejemplo, supimos de un caso en un proyecto Grameen, no incluido en nuestro estudio, de prestatarias que renunciaron en masa al programa en protesta por las altas tasas de interés. Por supuesto, tales actos siempre están atravesados por líneas de poder y no necesariamente logran transformar las ideologías dominantes. La resistencia puede ser comparada de una manera más dramática con el “ingenio”, que como especificamos implica conformidad con los límites establecidos en la práctica, una zona de práctica a la que Bor-dieu se refiere como habitus. Un ejemplo aquí serían los casos en los que las mujeres utilizan el capital del préstamo para comprar pollitos al mayoreo a precios reducidos para apalancar ingresos de la venta de pollos y huevos. Bajo estas condiciones (la “doxa” de Bordieu) los sistemas de poder existentes son reproducidos, aunque lo que pasa una vez que las mujeres empiezan a ganar dinero es una pregunta abierta. Por el contrario, la “subversión” denota una agencia política más ambigua, como la que hemos tratado de describir en este trabajo: casos individuales y encubiertos de no conformi-dad en los que se emplean tácticas para obtener lo más posible de una situación restrictiva. De manera crucial, la subversión puede no ser intencional sino el resultado de que la gente sólo trata de salir adelante mientras enfrenta múltiples restricciones urgentes y, en este sentido, puede ser interpretada como el otro lado de la moneda del habitus de Bordieu: gente que subvierte inadvertidamente sistemas dominantes, en vez de adecuarse inadverti-damente a ellos. La agencia subversiva reside en las maneras en las que la gente coloca las producciones culturales dominantes dentro de su propio marco de referencia moral y social, y al hacerlo cambian su significado. Al mismo tiempo, parecería razonable sugerir que las mujeres rurales pobres podrían no poseer los conceptos para transponer esta modalidad de agencia en una crítica bien elaborada del desarrollo orientado hacia el mercado (Hall, 1996b: 37-38). Como la resistencia, las subversiones no tienen necesariamente la capacidad de desa-fiar los cimientos de las ideologías dominantes; pueden incluso terminar reproduciéndolos. Tampoco son inherentemente progresistas: pueden exacerbar las jerarquías sociales existen-tes u operar de arriba hacia abajo en donde los órdenes dominantes subvierten los marcos de referencia culturales de los grupos desposeídos. Por otra parte, las subversiones revelan fisuras y puntos débiles del aparato dominante, exponiendo la fragilidad de la hegemonía, y en algunos casos pueden tener efectos desestabilizadores de largo plazo. Por fluidas que sean estas categorías, la heurística nos ayuda a identificar la falta de conformidad de las prestatarias como algo más que sólo “ingenio”, pero tampoco precisa-mente “resistencia”. Deberíamos verlas más bien como “subversivas” en el sentido de darle a las microfinanzas usos diferentes de aquellos a los deseados por los programas de desa-rrollo y, como resultado, cambiar su significado (por ejemplo, de tecnología de préstamo disciplinaria a mecanismo para mantener un estatus social honorable). Lo que ocurre aquí no es (sólo) una resujetificación de las mujeres sino (también) una subversión, aunque sea

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inadvertida o espontánea, de una tecnología para el desarrollo. Las acciones de las usuarias son “subversivas” en este sentido, pero es poco probable que constituyan un desafío explícito al desarrollo orientado hacia el mercado (aunque pueden desestabilizarlo). Lo importante es no imponerle uniformidad a prácticas descoordinadas y un tanto disparatadas, sino mostrar cómo, acumulativamente, revelan una capacidad de innovación que podría ser instructiva para la formulación de políticas de desarrollo progresistas.

6. Conclusiones: ¿qué hacer?

Ver el desarrollo desde la perspectiva de las prácticas de los beneficiarios es útil porque contradice las narrativas de éxito y fracaso que son comunes en el discurso del desarrollo, así como en su crítica post-desarrollo. Las microfinanzas no son simplemente un “fracaso” en el registro del empoderamiento, como muchas críticas sugerirían. Las mujeres pobres están teniendo acceso a un servicio financiero muy valioso y están encontrando espacio de maniobra dentro del modelo para alcanzar los objetivos que han elegido. No es ciertamente un “éxito” en el registro convencional de la evaluación del desarrollo: los altos volúmenes de préstamos y tasas de pago de los mismos esconden el fracaso del modelo en generar de manera consistente nuevas subjetividades emprendedoras rurales, así como el grado al que el sistema en su totalidad descansa sobre ciclos cada vez mayores de deuda. Tomar la perspectiva de los beneficiarios permite también reconciliar el impulso norma-tivo de Scott con la interpretación más matizada de la subjetividad de M. de Certeau, para poder criticar las bases neoliberales del desarrollo orientado hacia el mercado e imaginar formas más sensibles y políticamente participativas de construir los mercados. En el domi-nio de la praxis, podemos advertir que los conglomerados de subversiones aisladas e inad-vertidas de los paradigmas dominantes no constituyen una contra-hegemonía coherente. Al mismo tiempo, cuando las mujeres ponen una intervención para el desarrollo dentro de su propio marco de referencia, están jugando un papel que desafía la estabilidad del orden hegemónico, no importa qué tan implícitamente lo hagan. Tales subversiones proporcionan también la materia prima para intelectuales orgánicos a la Gramsci, con los códigos ana-líticos necesarios para reconocer las dinámicas de poder y abordar las “fuerzas populares emergentes”, elaborando una crítica explícita e impulsando la formación de agrupaciones para el cambio. Sugerimos, entonces, que las subversiones de los beneficiarios del desarrollo podrían servir como una herramienta para que los practicantes progresistas elaboren modelos del desarrollo que respondan mejor. En primer lugar, tales practicantes podrían por lo menos re-conocer que las subversiones revelan algunos de los contextos político-cultural-económicos limitantes dentro de los cuales operan los beneficiarios. Podrían responder no castigando las desviaciones individuales sino viendo el comportamiento subversivo como una ventana

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a través de la cual observar las condiciones que enfrentan los beneficiarios del desarrollo y repensar sus servicios de acuerdo a ellas. Un segundo y más profundo nivel de compromiso buscaría catalizar la conciencia colectiva entre los que llevan a cabo prácticas subversivas, produciendo la solidaridad de clase que se asume en muchos análisis materialistas. En cuanto a instrucciones prácticas para las microfinanzas, lo primero que hay que hacer notar es que este análisis de las prácticas de los beneficiarios presenta una crítica profunda de los enfoques del desarrollo dirigidos por el mercado. El punto no es que los mercados per se sean inherentemente regresivos (Gibson-Graham, 2006). Es más bien que cuando la sustentabilidad financiera se convierte en la lógica predominante los objetivos sociales pueden verse comprometidos fácilmente. Las mujeres valoran el acceso al crédito, y los indicadores económicos positivos reflejan cierto nivel de incremento de oportunidades. Sin embargo, nuestro estudio comparativo sugiere que necesitamos poner una atención muy cuidadosa al punto de articulación entre las tecnologías neoliberales y las economías cul-turales. En nuestros casos, las transgresiones de las prestatarias y las prácticas de exclusión revelan las maneras en las que los indicadores económicos positivos oscurecen resultados socialmente regresivos, y evidencian también las formas en las que el sistema en su conjunto puede ser inestable, incluso en términos financieros. Entonces ¿qué es, concretamente, lo que hay que hacer? ¿Cómo podrían las microfinan-zas, o en general los enfoques de orientación de mercado, ser re-imaginados para que sean más sensibles y políticamente comprometidos? En primer lugar, las transgresiones de los beneficiarios podrían ser reconocidas como respuestas a las condiciones político-económicas y político-culturales de la vida rural; los programas podrían ser diseñados de manera más flexible para expandir las opciones y las oportunidades de las personas. Ciertamente, de-bería eliminarse la distinción entre “uso productivo” y “consumo”, pero también se podrían reevaluar los plazos y el monto de los préstamos, sus tasas de interés y otras condiciones para adaptarlos a una gama más amplia de usos que tenga sentido en diferentes lugares. El reclamo de flexibilidad implica también repensar fundamentalmente la relación entre Estados y mercados, ya que deja sin resolver la cuestión de la sustentabilidad financiera. En pocas palabras, es posible que una visión del desarrollo más basada en los derechos requiera subsidios. El desafío es entonces construir la base política de apoyo explicando que, como una forma progresista de impuesto, los subsidios se justifican en un esfuerzo por expandir las oportunidades para todos. Además, las múltiples presiones enfrentadas por las familias pobres rurales y la falta en muchos casos de mercados locales pujantes sugieren que no se puede hacer mucha actividad empresarial sin un nivel básico de servicios mínimamente garantizados. En este caso, el relativamente mayor nivel de inversión estatal en capital físico y humano en Vietnam fue muy instructivo. Las empresas simplemente tienen más espacio para florecer en un contexto socioeconómico en el que los caminos, la electricidad, la educación y la atención a la salud están, más o menos, disponibles para todos.

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Una vez que se haya cumplido con estas condiciones estructurales, es posible reorientar las estructuras de incentivos para el personal hacia objetivos de empoderamiento, no sim-plemente financieros, y pasar a la tarea fundamental de construir niveles más altos de re-conocimiento mutuo entre los prestatarios. Los grupos de crédito, o cualquier otra tecnología gubernamental que movilice ideologías de la vergüenza entre sus beneficiarios, fomentan división e inequidad. La solidaridad requiere crear espacios sociales y medios institucionales para reflexionar acerca de las experiencias de marginalidad, incluyendo las dinámicas de poder dentro de los grupos oprimidos. Una fuerte conciencia colectiva entre los beneficiarios traería grandes avances hacia la apertura de una orientación más progresista del desarrollo, engendrando tal vez una crítica de formas regresivas de inversión social, demandas por una participación de los beneficiarios en el diseño de los programas de desarrollo o incluso subjetividades económicas más colectivas como las empresas cooperativas. Un público em-poderado de esta manera podría a su vez convertirse en los cimientos no sólo para reformar los programas de desarrollo, sino también para democratizar la economía a nivel local y más allá.

Reconocimientos

Nos gustaría reconocer las contribuciones de algunos colegas en borradores anteriores de este trabajo: Dwaipayan Bhattacharyya, Chris Cavanagh, Julie Cupples, Robyn Dowling, Ka-therine Gibson, Kevin Glynn, Richie Howitt, Lauren Leve, Selvaraj Velayatham y dos lectores anónimos.

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Capítulo 6

El papel de los grupos informales en los mercados financieros: evidencias de Kenia

Susan Johnson, Markku Malkamäki y Max Niño-Zarazúa

Introducción

Aunque desde hace mucho tiempo se sabe que la escala de las finanzas informales es extensa, los datos a nivel nacional y especialmente en África han sido escasos. En el contexto africano, los sistemas de grupos informales como las asociaciones rotativas de ahorro y crédito (ROSCA, por sus siglas en inglés) y las asociaciones de ahorro acumu-lativo y crédito (ASCA, por su siglas en inglés) son las que parecen haber prevalecido en comparación con los prestamistas, y las que primero los antropólogos y luego los economistas han tratado de analizar. En el contexto de la preocupación actual de las políticas del sector financiero por ofrecer “finanzas para todos” (World Bank, 2008), el papel de los grupos informales en el desarrollo y la operación del mercado financiero plantea una pregunta para las políticas: enfocarse en extender el alcance del sector financiero, que actualmente llega a menos del 20% de las familias africanas (Honohan y Beck, 2007), o buscar también maneras de trabajar con estos sistemas más informales para ofrecer un nivel básico de servicios financieros a la gente pobre. El énfasis de las políticas para la inclusión en los años noventa fue en las microfinanzas, pero existe un creciente reconocimiento de que los enfoques convencionales a estas no han logrado obtener una escala sifnificativa y una profundidad de alcance en muchas partes del mundo. Muy pocos países han logra-do aumentar su acceso a más de 1% de la población (Honohan, 2004), especialmente en África. El énfasis se ha orientado a extender el alcance del sector financiero formal en los últimos diez años, dándole poca o ninguna importancia al papel del sector informal (Helms, 2006; World Bank, 2008). Honohan y Beck ven esto como un alejamiento nece-

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sario de las finanzas informales (y muchas microfinanzas que consideran basadas en sistemas de base grupal), las cuales no pueden dar el potencial para la concentración de escala y riesgo ofrecida por el sector formal (Honohan y Beck, 2007). El hecho de que el sector formal no se haya desarrollado para volverse más inclusivo y ofrecer estos servicios de manera efectiva es sin duda importante; pero no responde a la pregunta de si existe algún papel para el sector informal en las políticas de desarrollo del sector financiero. El alcance relativamente débil del sector microfinanciero, junto con algunos esfuer-zos del sector formal para bajar servicios, ha causado una preocupación de que la gente más pobre quizá seguirá sin tener acceso a servicios financieros básicos y útiles. Por eso es que algunos donantes han empezado a experimentar con el incremento significativo de las metodologías basadas en grupos dirigidas hacia el ahorro, que son adaptaciones de las ASCA (por ejemplo, Gates Foundation and Financial Sector Deepening, Kenia —FSDK, Profundización del Sector Financiero) como parte de esa estrategia alternativa pero complementaria. Hasta ahora, esto sólo se ha intentado en una escala significativa en la India, mediante el programa NABARD de grupos de autoayuda asistidos (Sinha, 2009). Esto podría verse como un regreso al punto en el que empezaron muchas inter-venciones microfinancieras. En las primeras etapas de las microfinanzas, una estrategia era prestarle a grupos de personas indígenas, con la expectativa de que la disciplina de esos sistemas fuese buena y la morosidad fuese baja. Sin embargo, esta táctica no fue adecuada ni exitosa en muchos contextos (por ejemplo, en el esquema de Chikola del KREP, Kenya Rural Enterprise Programme, Programa de Empresas Rurales de Kenia). El modelo convencional de préstamos basados en grupos evolucionó en parte desde esta experiencia, con un sistema más claro y más estricto y métodos de entrega en los que los IMF tenían una administración más práctica y directa, así como medios más estric-tos para asegurar el pago. Es importante entender, entonces, cómo esta estrategia difiere de los experimentos fallidos anteriores y qué podría ofrecer para tener una perspectiva más amplia del desarrollo del sector financiero. El trabajo se desarrolla como sigue: primero revisamos la literatura sobre las ROSCA y ASCA para subrayar las maneras clave en las que se han analizado sus funciones y el papel que desempeñan. Sostenemos que la fascinación en la literatura ha sido por su ubicuidad y aparente éxito en su énfasis en la búsqueda de una explicación. La litera-tura acerca del papel de las ROSCA y ASCA en el desarrollo del mercado es en realidad un poco limitada. En 1962, el antropólogo Clifford Geertz (1962) ofreció una perspectiva interesante que sugería que pueden operar como un “peldaño medio”, en el sentido de

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que ofrecen un medio a través del cual los agricultores se convierten en comerciantes en el sentido cultural de que desarrollarían relaciones de instituciones específicamente económicas, en las que la solidaridad ritual —que es la base de los grupos sociales— se subordina a reglamentos legales aplicables en la práctica, impersonales y creciente-mente formalizados. Sin embargo, esto plantea la pregunta de si la solidaridad ritual se transforma de hecho en estas instituciones más basadas en reglas y aplicables en la práctica. La literatura acerca de lo que hemos llamado la “patología” de los grupos informales es más limitada pero importante en este sentido; plantea preguntas más profundas acerca de sus potenciales tanto como medios para aumentar exitosamente su alcance como para cambiar los “modelos mentales” de sus usuarios. El trabajo utiliza datos de la Encuesta de Acceso Financiero de 2006 realizado en Kenia para examinar la escala, alcance y naturaleza de los grupos informales, a fin de evaluar el contexto de esta estrategia alternativa. La encuesta proporciona el primer conjunto de datos nacionalmente representativo existentes, y ofrece el análisis más de-tallado de la operación de los grupos informales que ha sido posible hasta ahora. Prime-ro mostramos el nivel de uso y escala estimada de los ahorros que están fluyendo por estos sistemas. En segundo lugar, examinamos el perfil de uso mediante características socioeconómicas a través de un análisis de regresión logística. A continuación pasamos a las razones que los usuarios proporcionan para participar en grupos, la manera en la que están organizados y las experiencias reportadas por quienes han participado en ellos. Concluimos extrayendo las implicaciones de este análisis para las políticas hacia un nuevo enfoque en las metodologías basadas en grupos dirigidos al ahorro, así como para las políticas para el desarrollo del sector financiero informal.

Los grupos financieros informales: una revisión

Las ROSCA y ASCA: su ubicuidad y aparente éxito

La ubicuidad de las ROSCA reside en la simplicidad de su mecanismo de intermediación financiera subyacente. En su nivel más básico, es un sistema en el que un cierto número de personas forman un grupo y contribuyen con cantidades iguales de manera regular a un fondo que por lo común (pero no necesariamente) se entrega a una persona en cada ocasión, hasta que todos en el grupo reciben el dinero a su vez. El orden de ro-tación puede ser determinado por votos, edad, antigüedad u otros sistemas sociales de ascenso. De manera alternativa, el pago puede ser subastado y entregado a la persona dispuesta a que se le haga el mayor descuento. El resto de los fondos se divide entonces

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entre los que aún no han ganado el pago. Por lo tanto, las ROSCA son una forma muy básica y simple de intermediación financiera que tiene muy alto grado de flexibilidad: el monto a ahorrar, el número de miembros en el sistema, la regularidad de las contri-buciones, el número de personas que recibirán el pago en cada ocasión. El uso que se les da a los fondos puede ser determinado por los participantes. Las ASCA desarrollan esta forma básica al permitir que los fondos se acumulen en uno solo, que no es pagado ni puesto en subasta en cada reunión. Quienes desean pedir préstamos lo hacen con intereses, cuyo pago permite que el fondo crezca. Los ahorrado-res, a veces también llamados accionistas, obtienen una ganancia por sus ahorros en la forma de un dividendo cuando el fondo es liquidado y pagado. Una ASCA liquidadora es aquella en la que esto se hace de manera regular, o alternativamente los dividendos pueden ser pagados del fondo de manera anual, por ejemplo, sin que este sea liquidado. Sin embargo, la mayor parte de la literatura se ha enfocado en las ROSCA. La fascinación en la literatura por las ROSCA ha surgido de una creciente aprecia-ción de su flexibilidad y su papel multidimensional y de propósitos múltiples, tanto en la vida económica como en la social. En primer lugar, partiendo de una perspectiva económica, Besley y otros (1993) demostraron que las ROSCA son un mecanismo efi-ciente para el ahorro encaminado a comprar un bien de consumo, ya que cada persona (excepto la última) podrá comprarlo antes de lo que lo habría hecho ahorrando por su cuenta. Más recientemente, las investigaciones han analizado los aspectos de compro-miso de las ROSCA, para los que se han postulado dos explicaciones: conflicto familiar y compromiso consigo mismos. Según la primera explicación, dado que hay conflictos dentro de las familias, las ROSCA son un dispositivo mediante el cual las mujeres pue-den comprometer a la familia para ahorrar más de lo que el marido quisiera (Anderson y Baland, 2002). Sin embargo, Aliber (2001) y Gugerty (2007) afirman que la principal razón por la que la gente se afilia son los problemas de autocontrol. Sin una ROSCA, todos los pequeños ahorros potenciales serían utilizados para las necesidades familiares. Sólo el grupo les permite a los miembros ahorrar, ya que los anima y hace valer sus compromisos. Los economistas han debatido durante mucho tiempo hasta qué grado las ROSCA ofrecen seguridad, sugiriendo que las de subasta permiten que haya un componente de aseguramiento, a diferencia de las que están basadas en un orden predeterminado (Gugerty, 2007). Platteau (1997) sostiene que las ROSCA son un ejemplo de “reciprocidad balanceada”, que es distinta de un aspecto de aseguramiento al que llama “reciprocidad condicional” y que el componente de aseguramiento de estos sistemas es por lo tanto

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limitado. Afirma que las sociedades agrarias prefieren un aseguramiento basado en transacciones de crédito porque estas representan mejor la norma de la “reciprocidad balanceada”. La literatura teórica acerca de los grupos de crédito (Ghatak, 2000) sugiere que utilizar filtros en las ROSCA implicaría que los prestatarios seguros terminaran junto con compañeros seguros, y los prestatarios riesgosos con compañeros riesgosos, lo que se ha denominado “emparejamiento selectivo positivo”. La función de los gru-pos dedicados a la intermediación financiera es por lo tanto excluir a quienes tengan probabilidades de presentar un “mal riesgo” para el grupo, y asegurar una reciprocidad balanceada más que una redistribución. Con estas bases no es sorprendente que sólo las transferencias redistributivas limitadas operen dentro del marco de una ROSCA. Sin embargo, pocas ROSCA están basadas en un solo periodo. Si operaron “bien” en periodos anteriores es probable que persistan y que la gente reconozca que tienen que crear un historial dentro de la ROSCA antes de hacer reclamos en términos de necesidad. Cuando un miembro tarda en pagar o no paga, puede ser expulsado o, si el problema es generalizado, es probable que la ROSCA desaparezca, por lo tanto su longevidad puede ser un indicador de si cuenta con una reciprocidad adecuadamente balanceada. Pero los participantes enfrentan la incertidumbre cuando se afilian a la ROSCA y pueden ser muy cuidadosos acerca de los reclamos que hacen en algún grupo en particular, ya que tampoco están seguros de su capacidad de tener una reciprocidad balanceada en el grupo. Al enfocarse en las ROSCA de una sola ronda como un medio de aseguramiento, los analistas pasan por alto esta dinámica y la manera en la que se pueden desarrollar relaciones sociales que permitan una mayor flexibilidad. De hecho, Ardener (1995) afirma que las funciones social y económica de las ROSCA son inseparables. Vélez-Ibáñez (1983) sugiere (siguiendo a Lomnitz) que son un medio importante

mediante el cual los individuos pueden contrarrestar con éxito la incertidumbre básica de una existencia marginal al generar métodos de solidaridad económica que movilicen los recursos disponibles eficientemente (Vélez-Ibáñez, 1983: 113).

En su investigación de las ROSCA en México, sostiene que aunque ofrecen los medios materiales para adquirir regalos y permitir cumplir con obligaciones rituales crucia-les, “acumular dinero para esas obligaciones selecciona un mayor número de vínculos sociales, y con ese aumento un mayor acceso a los favores” (Vélez-Ibáñez, 1983: 114). Los favores pueden ser descuentos en los precios en el mercado, una presentación para

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un empleo, ayuda en el cuidado de los niños, medicina para un hijo, etc. Aunque la reciprocidad balanceada puede ser realmente una característica de dichos favores, estos pueden operar mucho más allá de las fronteras de las ROSCA mismas. Como una “in-vención cultural” que permite a las personas satisfacer necesidades biológicas y sociales, Vélez-Ibáñez (1983) las describe como adaptables a circunstancias variadas y afirma que es esta adaptabilidad la que ha contribuido a su uso continuo. La combinación de funciones que las ROSCA parecen realizar ha llevado a una dis-cusión acerca de cuál sería su lugar en términos del desarrollo económico. El artículo clásico de Geertz sostiene que representan formas “intermedias” de instituciones entre un contexto social tradicional y uno más moderno o desarrollado en el que “su signifi-cación social es principalmente facilitar el cambio social y cultural” (1962: 260). Incluso si los campesinos siguen trabajando como campesinos, Geertz afirma que todavía nece-sitan la actitud mental de comerciantes; a través de las ROSCA, los campesinos

aprenden a ser comerciantes, no simplemente en el sentido ocupacional más estrecho sino en el sentido cultural más amplio; una institución que actúa para cambiar todo su marco de valores, de uno que hace énfasis en los lazos particularistas, difusos y ascriptivos entre individuos a uno que enfatice —dentro de contextos económicos— lazos universalistas, afectivamente neutrales y logrados entre ellos […] El interés teórico y práctico de la asociación reside en su capacidad para organizar las relaciones tradicionales de tal manera que se vayan transformando lenta pero continuamente en relaciones no tradicionales (Geertz, 1962: 260-1).

Según Geertz, las ROSCA representan por lo tanto dos fuerzas contrarias:

una que refleja la creciente segregación de las actividades económicas de las no económicas y una liberación de las restricciones tradicionales, y al mismo tiempo un intento opuesto de man-tener la dominación de los valores tradicionales (Geertz, 1962: 261).

Las considera un fenómeno de transformación social y sugiere que se “eliminarán a sí mismas, para ser reemplazadas por bancos, cooperativas y otros tipos de institución crediticia más racionales desde el punto de vista económico” (Geertz, 1962: 263).

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ROSCA y ASCA: la patología

La literatura antropológica ha encontrado fascinantes las ROSCA como una “invención cultural” y los economistas se preocupan por su rol teórico como mecanismo financiero, pero la literatura revela también sus limitaciones. Como señala F. J. A. Bouman:

se asume que una baja tasa de morosidad es obvia debido a la presión social de sus pares […] las afirmaciones de que no hay conductas erróneas son aceptadas por los investigadores tal cual. Una investigación adecuada es casi imposible sin acceso a libros y registros. Los de fuera, es decir, los que no son miembros o fueron miembros, podrían contar una historia diferente (Bouman, 1995).

Algunas características clave de las ROSCA han permitido que surjan visiones excesi-vamente optimistas. La primera es el hecho de que tienen puntos de inicio y de termi-nación claramente definidos en el ciclo; esto permite que se desbanden y se vuelvan a formar con gran regularidad. De ahí que las que han fracasado ya no existen, y si han trabajado con pocas personas es probable que la gente pronto se olvide de ellas. Además, una ROSCA que “sobrevive” lo hace porque sus participantes problemáticos son eliminados, por lo tanto, las que han existido durante algún tiempo demuestran necesariamente un sesgo de selección. Más aún, hasta para las que todavía existen su membresía puede haber cambiado en el proceso. Otro resultado de este proceso es que al entrar al campo los investigadores pueden encontrar que muchas ROSCA son relati-vamente jóvenes, es decir, formadas hace pocos años. Esto se debe a que hay una alta tasa de fracaso pero las nuevas a menudo funcionan bien porque a la gente le interesa mucho que funcionen bien. La investigación acerca de las ROSCA en Benín encontró que 26% de los miembros había experimentado problemas en sus grupos. En 25% de las ROSCA se experimentó “muerte prematura”. Para alrededor de 40% de los entrevistados la razón fueron irregularidades financieras como pagos irregulares al fondo común, miembros que dejaban el grupo antes de tiempo y no estaban dispuestos a continuar pagando o que el organizador del grupo se había ido con el dinero (Dagnelie y LeMay-Boucher, 2008). Encontraron también que las ROSCA que eran organizadas y administradas por una persona tenían peores resultados que las que tenían un comité que manejara sus asuntos, las cuales solían tener reglamentos escritos y líderes electos. En Jamaica, Handa y Kirton (1999) encontraron que 10% de su muestra experimentó problemas en sus grupos, principalmente por pago atrasado (50%) o falta de pago (25%) de las con-

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tribuciones. Anderson y otros (2004), discuten también los problemas de las contri-buciones en las ROSCAs en barriadas de Kibera, en Kenia, y encontraron que aquellos que quedaban al final de la lista o que ya habían recibido su dinero a menudo dejaban de pagar. Otra razón por la que la literatura tiende a ver la falta de pago como un problema mínimo en estos sistemas es que los antropólogos ven el hecho de que los fondos son pa-gados, de alguna manera, en una fecha posterior. De ahí que, por ejemplo, Nelson (1995) escriba que el grupo de Kiambu (120 miembros) fue muy exitoso, que no hubo “falta de pago intencional”, pero reporta 23 casos de lo que ella llama “falta de pago temporal negociada”, donde los miembros pagaron en una fecha posterior. Adicionalmente, Alila (1992) concluye que la falta de pago es mínima en estos sistemas informales y reporta que en algunos casos se utilizaron regalos para compensarla. De hecho, el problema subyacente aquí es que la deuda es una relación social y en muchos sistemas africanos se considera que tiene un límite abierto (Zegers, 1989; Rowlands, 1995). Apoyándose en Berry (1993), Johnson usa el término “negociabilidad” para referirse a la flexibilidad de estos sistemas en este sentido. Ella afirma que el hecho de que las re-laciones sociales subyacentes permiten la renegociación de la deuda es una razón clave de la popularidad de estos mecanismos en Kenia central a finales de los años noventa (Johnson, 2004b). Esta negociabilidad significa que el riesgo de entrar en relaciones de deuda a través de estos sistemas es reducido si se le compara con los préstamos del sector formal y por lo tanto, en el contexto de algunas familias, es una ventaja. Sin embargo, este elemento de negociabilidad y su flexibilidad intrínseca constituye tanto la mayor fortaleza de estos sistemas como su mayor debilidad, pues también permite que los individuos poderosos los manipulen para su propio provecho (Johnson y otros, 2002a). De ahí que las dinámicas de poder de las relaciones sociales en las que estos sistemas están incrustados sean también una causa clave de su ruina. Los ejemplos de fracasos de las ROSCA debido a la falta de pago sugieren la influen-cia de las relaciones de poder en sus operaciones. Al revisar la literatura, Bouman (1995) reporta fracasos debidos a las autoridades locales en Nigeria, donde el sistema tradicio-nal de los Ogba permitió que el poder se concentrara en manos de unos pocos cabecillas que abusaron de él y que pudieron así manipular las esusu (ROSCA) como una manera de obtener riquezas rápidas. El papel de las relaciones sociales de género, parentesco y edad puede también estar detrás de los problemas de falta de pago y abuso. Burman y Lambete (1995) han argumentado que el género es un factor. Los autores reportan que en Sudáfrica la movilidad de los hombres implica que el potencial de que

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migren y dejen deudas detrás es más alto, y también que los hombres tienden a dejar de pagar montos mayores. Por el contrario, Ardener (1995) hace notar una serie de características de la participación de las mujeres en las ROSCA: (i) el hecho de que las sanciones sociales como caer en desgracia o ser puesto en vergüenza actúen como me-canismos que fuerzan a las personas a pagar; (ii) el valor que los miembros le otorgan a la formación de redes sociales y la solidaridad que ofrecen las ROSCA; (iii) el hecho de que las mujeres tienden a tener contribuciones más pequeñas y bajas; (iv) que las mujeres a menudo prefieren compañeras del mismo sexo y excluyen activamente a los hombres, y (v) las oportunidades de secrecía que las ROSCA ofrecen en la acumulación de ahorros. Sin embargo, la misma Ardener aboga a favor de un análisis de género más detallado, sugiriendo así que aunque es mucho lo que se conoce, es necesario explicar una cuestión más profunda: ¿cómo se puede explicar mejor esta diferenciación de géne-ro en el uso de las ROSCA? Johnson analiza la mayor prevalencia de las ROSCA entre las mujeres en compa-ración con los hombres en la región central de Kenia (Johnson, 2004a). Su análisis propone dos causas principales de las diferencias de uso que tienen su raíz en las rela-ciones de género. En primer lugar, el monto de dinero que las mujeres desean ahorrar es mucho menor que el de los hombres; los propósitos para los que ahorran son gastos menores como activos domésticos pequeños y prendas de ropa, junto con complementos para los gastos cotidianos. Los hombres, por otra parte, requieren tener acceso a mon-tos más altos para gastos mayores de los cuales son responsables, como colegiaturas, insumos agrícolas y activos más grandes. En segundo lugar, la sanción de la vergüenza es más efectiva para las mujeres que para los hombres en relación con esas deudas. Así, aunque esto no elimina la falta de pago, ayuda a explicar por qué las ROSCA entre mujeres son mucho más comunes que entre hombres en el área. Un factor más que afecta el desempeño puede ser la participación de parientes cer-canos, respecto a la cual las reglas de los grupos varían. Algunos grupos pueden decidir excluir familiares cercanos con el argumento de que las obligaciones sociales entre ellos pueden incrementar el riesgo y “socavar la confianza de otros miembros” (Bahre, 2002). Sin embargo, la amistad también puede llevar a sanciones que no se habían buscado. En un estudio de caso detallado de una “tanda” en México, Vélez-Ibáñez muestra la manera en que los malentendidos y la insatisfacción acerca de las motivaciones del organizador al negociar el orden de pago de las ROSCA (tandas) dieron como resultado que un amigo del organizador decidiera dejar de pagar después de que recibió la “tanda”. El amigo utilizó la amenaza de revelar aspectos de la conducta del organizador que dañarían

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su reputación con otros miembros para ocultar este hecho, y el organizador terminó haciendo los pagos a nombre del amigo (Vélez-Ibáñez, 1983). La edad puede ser también una fuente de poder al interior de esos sistemas. Bouman (1994) reporta un caso en Nigeria en el que personas jóvenes iniciaron sociedades de préstamo que hacían a un lado a personas mayores, ya que sus mecanismos de grupo implicaban que habían usado una parte mayor de los beneficios para sí mismos. Aparte de la falta de pago de los préstamos mismos están los usos fraudulentos de los fondos del grupo. Los problemas subyacentes de analfabetismo y las consecuentes dificultades de supervisar los libros pueden ser una fuente de poder, pues quienes llevan los libros pueden anotar datos falsos y otros miembros no lo sabrán, o simplemente es una causa de errores que pueden llevar al fracaso. Bouman (1995) reporta conductas fraudulentas de líderes de esusu en Nigeria relacionados con el analfabetismo, pero se redujeron una vez que jóvenes educados se hicieron cargo. Los problemas de analfabe-tismo y el potencial de uso fraudulento se vuelven más agudos en las ASCA que en las ROSCA, ya que las primeras necesariamente requieren sistemas más complejos de con-tabilidad y pueden también requerir la custodia de fondos que pertenecen al grupo y que no son prestados. Asegurarse de que se esté prestando tanto dinero como sea posible reduce el riesgo de que un miembro esté a cargo de monto muy alto. Por el contrario, las ROSCA tienen mecanismos internos de transparencia. Por ejemplo, la uniformidad de la contribución y el dinero entregado a los miembros, el hecho de que el dinero es pagado en cada reunión, les permite saber inmediatamente si algún miembro no ha pagado. La investigación en Uganda acerca de las pérdidas que tienen que ver con el sistema finan-ciero sugiere que las ROSCA son menos riesgosas para los pobres que las ASCA. En ese contexto, Wright y Mutesasira (2001) encontraron que el porcentaje perdido del monto ahorrado en las ROSCA en los doce meses anteriores era del 6%, comparado con el 21% en las ASCA. Anderson y otros (2004) afirman que la estructura de las ROSCA varía dependiendo de si involucran a clientes más o menos dignos de confianza. Encontraron que los que tenían clientes menos confiables estaban menos formalizados en términos de líderes electos y reglas escritas que los que tenían clientes más confiables, basándose en indica-dores de empleo formal, ingresos más altos, propiedad de una vivienda y participación anterior en una ROSCA. Vieron que el dinero entregado era mayor y que los grupos tendían más a depender de selección al azar del receptor del dinero en grupos menos formalizados que también involucran clientes más confiables según estos indicadores.Para concluir, la extensa literatura sobre la ubicuidad de las ROSCA y su aparente éxito

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debe equilibrarse con una descripción de sus fracasos. Por una variedad de razones, estos pueden haber sido menos evidentes para los investigadores, en buena parte por-que las ROSCA que fracasaron son difíciles de estudiar. Más aún, la incrustación de sus funciones económicas dentro de relaciones sociales más amplias es la razón tanto de su éxito como de su fracaso. La dinámica de las relaciones de poder que trae consigo la incrustación social puede resultar inevitablemente en la falta de pago y en el fraude. Tal vez no es sorprendente entonces que las intervenciones que se han basado en su aparente éxito se han encon-trado con un rotundo fracaso, que ha llevado a Bouman (1995) a concluir:

debemos aceptar finalmente que las sociedades autóctonas de autoayuda tienen sus propias maneras de ayudarse a sí mismas y sus propias opiniones de en qué consiste la Utopía y cómo llegar ahí.

El uso de los grupos informales en Kenia

Esta sección aborda el uso de grupos informales con base en los datos del Kenia Finan-cial Access Survey 2006.72 Se utilizó un análisis de regresión logística73 para evaluar las características socioeconómicas, geográficas y demográficas de los usuarios de los tres tipos principales de grupos: ROSCA, ASCA (independientes y administradas) y grupos del Clan del Bienestar (WCS —Welfare Clan Groups). Al discutir los resultados nos referi-mos a las diferencias en la probabilidad de que un servicio sea usado. Esto es siempre relativo a una categoría base para cada variable. De ahí que los resultados de la regre-sión se hayan reportado como coeficientes de probabilidades, indicando el incremento o decremento de probabilidades de que una persona con una característica particular utilice el servicio, en comparación con una persona con la característica base. El análisis examina entonces las características reportadas de los grupos y las experiencias en su uso, y utiliza pruebas de c2 para establecer si existe una asociación significativa entre

72 El FinAccess 2006 fue la primera encuesta nacionalmente representativa del acceso financiero en Kenia. El tamaño de la muestra fue de 4420, suficientemente grande para tener estimados confiables a nivel provincial. El objetivo de la encuesta fue medir el acceso a servicios financieros (formales, semi-formales e informales). Los resultados de este reporte se basan en datos sopesados.

73 El modelo de regresión logística fue definido como sigue:

logZ1= log =b1X + b2X2 + … + b ‰jXj

En donde X2,…, Xj representan las características socioeconómicas de los usuarios de servicios financieros y Prob (uso de servicio) representa las probabilidades de que un individuo utilice un servicio financiero.

Pr(serviceuse)

1–Pr(serviceuse)

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las características de los grupos y de los usuarios (por ejemplo, género, ubicación). Esto es por supuesto una evidencia sólo de asociación y no de causalidad. Excepto donde se indica, todos los resultados discutidos fueron estadísticamente significativos. Las tendencias de acceso indican la proporción de la población que utilizó servi-cios formales, semi-formales e informales, y presentan la proporción completamente excluida del uso de servicios financieros. Están calculadas sobre una base mutuamente excluyente en la que cada persona es asignada a la categoría relacionada con el servi-cio más formal que utiliza. La gráfica 1 muestra las tendencias de acceso en Kenia. Un 18.5% de la población utiliza servicios formales (tienen una cuenta en el banco o en el banco postal o tienen un servicio de seguros). 8.1% utiliza servicios semi-formales como las instituciones de microfinanzas y las cooperativas de ahorros y crédito (SACCO). Más del 35% de la población tiene acceso a servicios financieros a través de instituciones informales, mientras que el 38.3% está financieramente excluida.

Gráfica 1: Prevalencia de los servicios financierospor tendencia de acceso

Fuente: FinAccess Survey 2006.

Entre quienes tienen alguna forma de acceso, la tendencia de acceso informal re-presenta la mayor proporción de la población, y son los grupos los que dominan. Los grupos informales fueron clasificados en cinco tipos: grupos de bienestar/clan (WCG,

Formal

Fuente: FinAccess Survey 2006

Gráfica 1. Prevalencia de los servicios financieros por tendencia de acceso

45.00%

40.00%

35.00%

30.00%

25.00%

20.00%

15.00%

10.00%

5.00%

0.00%Semi - formal Informal Exclusión

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por sus siglas en inglés), ROSCA, ASCA individuales, ASCA administradas y clubes de inversión. Las ASCA fueron clasificadas en dos tipos porque hay un modelo en el centro de Kenia en el que hay organizaciones que administran ASCA cobrando honorarios (Johnson y otros, 2002b). Los grupos de bienestar/clan usualmente tienen que ver con contribuciones regulares a un fondo que se utiliza para ayudar a los miembros cuando estos enfrentan problemas específicos, con frecuencia el costo de funerales, pero tam-bién cuotas de hospital y otros gastos de salud relacionados. En las áreas rurales estos grupos tienden a operar sobre la base de agrupaciones de clan. Los grupos de inversión incluyen a gente que reúne sus fondos para adquirir activos. En general, las ROSCA son el grupo más utilizado en Kenia (29.3% —no mutuamente excluyente), lo que significa que cerca de 5 millones de adultos son miembros de por lo menos una ROSCA. Los gru-pos de bienestar/clan son usados por 9.1%, las ASCA independientes por 4.8%, los clubes de inversión por 3% y las ASCA administradas por 1.0%. La tabla 1 reporta estimados de los volúmenes de fondos que están siendo interme-diados en grupos informales sobre la base de la última contribución hecha por el entre-vistado. Basándonos en la media por servicio, esto sugiere que las ROSCA movilizaron alrededor de 2.2 mil millones de Kshs (30.7 millones de dólares), de los que los grupos de inversión movilizaron 1.7 mil millones (24.9 millones de dólares). Las contribuciones de las mujeres fueron significativamente menores en las ROSCA que las de los hombres: 363 Kshs comparado con 652 Kshs. Sin embargo, la encuesta no recolectó datos sobre la fre-cuencia con la que se estaban haciendo las contribuciones y por lo tanto los datos deben interpretarse con cuidado. En general, las ROSCA operan semanal o mensualmente, y aunque sabemos menos acerca de los clubes de inversión, si suponemos que la mayoría opera por mes esto sugiere un volumen total de por lo menos 60 mil millones de Kshs (alrededor de 860 millones de dólares) que están siendo intermediados a través de gru-pos informales. Esta cifra representa un flujo de ahorros durante el año equivalente a 3.7% del PIB (Producto Interno Bruto) en 2006. En contraste, las existencias de ahorros en el banco Equity, considerado el mayor y más dinámico banco de microfinanzas en Kenia, fueron de 176 millones de dólares a fin de 2006, con aproximadamente un millón de ahorradores cuyos saldos promedio eran de 165 dólares (Mixmarket 2009).74 Esto sugiere, por lo tanto, que las ROSCA están ofreciendo un servicio financiero importante.

74 http://www.mixmarket.org/.

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Tabla 1: Contribuciones totales estimadas a grupos informales a la última contribución, Kenia 2006

(18+ años de edad)Total de

miembrosContribución media (Kshs)

Contribución total (Kshs)

Contribución total (USDólares)/pesos

Grupo clan/bienestar

1, 588,291 273 430,426,861 6,148,95566’408,714

ROSCA 4,647,058 463 2,151,587,854 30,736,969331’959,265.2

ASCA individual 826,323 706 583,384,038 8,334,05890’007,826.4

ASCA administrada 165,934 563 93,420,842 1,334,58314’413,496.4

Club de inversión 515,514 3387 1,746,045,918 24,943,513269’389,940.4

Total 5,004,865,513 71,498,078772’179,242.4

Fuente: FinAccess Survey 2006.

Tanto en términos de escala como de uso y cantidad de contribuciones, los grupos informales están proporcionando entonces un servicio importante para un gran núme-ro de ahorradores. Ahora examinaremos en mayor profundidad el perfil de quienes los usan.

Perfil socioeconómico del uso del grupo informal

Se utilizó un análisis de regresión logística para examinar la influencia de las carac-terísticas socioeconómicas sobre el uso de las ROSCA, las ASCA y los grupos de clan/bienestar (WCG, por sus siglas en inglés). La tabla 2 reporta coeficientes de probabili-dades que representan una probabilidad mayor o menor de que una persona con una característica específica utilice el servicio en comparación con alguien con la caracte-rística base.75

75 Cuando el coeficiente de probabilidades es mayor de 1 existe una mayor probabilidad, y cuando es menor de 1 la probabilidad se reduce. Ya que los coeficientes de probabilidades menores a 1 operan con un límite menor de 0, un coeficiente de probabilidades de 0.5 indica la mitad de probabilidad comparado con el grupo base, uno de 0.33 una tercera parte (o tres veces menos probable), etcétera.

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En general, las ROSCA son el servicio más utilizado de ahorro, y por lo tanto de crédito. Geográficamente, los residentes rurales tienen más probabilidades de utilizarlas que los residentes urbanos, pero esta no es una influencia significativa. Sin embargo, la región sí es importante. Los habitantes de la Provincia Central tienen 1.5 veces más pro-babilidades de utilizar una ROSCA que los de Nairobi, mientras que los de la Provincia de la Costa tienen dos veces menos probabilidades de utilizarlas y los de la Provincia del Noreste 33 veces. Reflejando la ya conocida prevalencia del uso de las ROSCA por las mujeres, los da-tos indican que ellas tienen dos veces más probabilidades que los hombres de utilizarlas. En lo que se refiere al estado civil, ser soltero reduce significativamente las posibilida-des de estar en una ROSCA por un factor de 1.5. La edad también presenta una influencia interesante: quienes tienen de 25 a 44 años tienen probabilidades ligeramente más sig-nificativas de utilizar las ROSCA en comparación con los que tienen de 18 a 24 años de edad. Este efecto declina con los grupos de mayor edad, pero no de manera significativa. Es interesante que los niveles de educación no tienen una influencia sobre la utilización. Curiosamente, es comparable con el hecho de que la media de edad de los miembros de los esquemas de microfinanzas tiende a estar a mitad de los 30. A diferencia del caso de las ROSCA, más personas educadas tienen bastante más probabilidades de utilizar las ASCA que gente con ninguna educación formal. Esto puede estar relacionado con su mayor complejidad de operación y el hecho de que quienes tienen un mayor nivel edu-cativo hayan encontrado cómo organizarse y utilizarlas para satisfacer sus necesidades de servicios financieros. La fuente de ingresos afecta significativamente el uso de los servicios de las ASCA. Quienes dependen de una pensión y remesas y quienes se dedican al jornal tienen mu-chas menos probabilidades de utilizarlas que aquellos cuya principal fuente de ingresos proviene de la producción agrícola en terrenos propios (o la pesca). Los que trabajan para el gobierno o el sector privado tienen ligeramente menos probabilidades en com-paración con los agricultores. Los resultados del indicador de pobreza de las condiciones de vivienda no son fáci-les de interpretar. Por un lado, la propiedad de un radio parece incrementar significati-vamente las probabilidades, mientras que tener un automóvil o teléfono celular es poco significativo. Por otra parte, con frecuencia la inseguridad alimenticia también reduce ligeramente la probabilidad. Esto sugiere una tendencia apenas más fuerte hacia su uso por parte de grupos significativamente más ricos que en el caso de las ROSCA.

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Los grupos de bienestar/clan no tienen un sesgo rural, pero por su ubicación geo-gráfica tienen más probabilidades de ser utilizados por personas de las provincias cen-trales y del este, con muchas menos probabilidades de uso en la costa. Aunque no existe un sesgo de género en su uso, las personas solteras tienen probabilidades más ligera-mente significativas de ser excluidas, y esto puede reflejar el hecho de que la membresía tiende a ser resultado de estar casado y establecer una familia. La principal fuente de ingresos es una influencia significativa, y quienes operan sus propios negocios tienen más probabilidades de usar una ROSCA en comparación con aquellos cuya única fuente de ingresos es la agricultura o la pesca. Quienes están empleados en labores domésticas y los que dependen de pensiones y/o remesas tienen dos veces más probabilidades. Sin embargo, lo interesante acerca de las ROSCA es su uso relativamente ubicuo a través de todas las fuentes, incluso entre empleados del gobier-no y del sector privado que no tienen muchas menos probabilidades de usarlas, como era de esperarse dado su uso significativamente mayor de servicios más formales. Los indicadores de pobreza tienden a indicar también que el uso de las ROSCA no tiene un sesgo tan fuerte hacia la pobreza como podría esperarse. El impacto del tipo de vivienda no es importante, aunque los resultados sugieren que quienes usan leña y velas para iluminar sus viviendas pueden ser relativamente demasiado pobres para usarlas. La influencia de la propiedad de una bicicleta es significativa en el aumento de uso, pero los radios y los teléfonos celulares lo son sólo marginalmente.

Tabla 2: Resultados de regresión lógica: uso de grupos informales (coeficiente de probabilidades)

ROSCA ASCAGrupos Clan/

BienestarUbicación—Categoría base: urbana Rural 1.10 1.18 1.24 Género—Categoría base: masculino Femenino 2.43*** 1.55** 1.11 Estado civil— Categoría base: casados Soltero/a 0.64*** 0.80 0.63* Divorciado 0.88 1.52 0.95 Viudo/a 1.22 1.49 1.26 Edad— Categoría base: 18-24 25-34 1.25* 2.02** 1.25

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ROSCA ASCAGrupos Clan/

Bienestar35-44 1.33* 2.48*** 1.26 45-54 0.92 1.96* 1.57 +55 0.89 1.67 1.75* Educación— Categoría base: sin educación formal Primaria 1.18 2.17** 1.15 Secundaria+ 1.12 2.58** 1.28 Región— Categoría base: Nairobi Central 1.46* 3.50*** 3.38*** Costa 0.49*** 0.45 0.18*** Este 1.35 1.25 2.27** Noreste 0.03*** --- --- Nyanza 1.33 2.07 1.60 Valle del Rift 0.72 1.30 0.60 Oeste 0.90 1.48 0.41* Fuente principal de ingresos/dinero— Categoría base: Venta de productos agrícolas, ganado, pesca Pensión/remesa de familiar o amigo 0.54*** 0.33*** 0.75 Empleo agrícola de tiempo completo/temporada 0.81 0.40** 0.71 Empleo doméstico 0.53** 0.47 0.95 Gobierno 0.97 0.76 1.44 Sector privado 1.00 0.50* 1.02 Negocio propio 1.32** 0.69* 0.68* Subarrendamiento de tierra, casa/cuartos, Rentas de inversión y otros

1.27 0.15* 0.80

Condiciones de la vivienda— Categoría base: temporal Permanente 1.21 0.38*** 1.45 Semi-permanente 1.21 0.40*** 1.54 Tradicional 0.88 0.28*** 0.85 Fuente principal de iluminación— Categoría base: keroseno Electricidad, solar y gas 0.98 0.69 1.04 Leña, vela y otros 0.33*** 0.82 0.38 Fuente principal de agua— Categoría base: llave Pozo 0.91 0.73 1.11 Agua de superficie 1.06 0.80 0.89 Instalación sanitaria— Categoría base: excusado de agua propio

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ROSCA ASCAGrupos Clan/

BienestarExcusado de agua compartido 2.05*** 0.51 1.52 Letrina 1.45 1.43 0.96 Enseres domésticos— Categoría base para cada uno: no propio Radio 1.26* 2.67*** 1.31 Televisión 0.91 1.05 0.84 Bicicleta 1.30*** 1.31 1.28* Automóvil 1.04 1.94** 0.75 Frecuencia con que la familia no tiene suficiente alimento— Categoría base: nunca A menudo 0.90 0.49* 2.95*** A veces 1.00 1.05 1.45* Rara vez 1.04 1.07 1.49* Frecuencia con que la familia se siente insegura del crimen dentro del hogar— Categoría base: nunca A menudo 1.13 0.99 0.96 A veces 0.92 0.98 0.96 Rara vez 1.11 0.84 1.09 Uso de teléfono celular—Categoría base: ningún uso Uso de teléfono celular propio 1.27* 1.59* 1.13 Uso de teléfono celular de otros 1.11 1.05 1.24 Número de observadores 4214 4084 4084 Pseudo R2 0.1051 0.1320 0.1311 Nota: *, ** y *** = significancia a nivel 0.05, 0.01 y 0.001 respectivamente Fuente: FinAccess Survey 2006

Con respecto a las ASCA (independientes y administradas juntas), su uso no tiene un sesgo hacia los entornos rural o urbano, pero la gente de la Provincia Central tiene significativamente más probabilidades de utilizarlas que la gente de Nairobi y este es el efecto regional más prominente. Como en el caso de las ROSCA, las mujeres tienden más a usarlas que los hombres. La edad tiene una influencia más fuerte que en el caso de las ROSCA: las personas de entre 25 y 44 años de edad tiene más probabilidades de usarlas que las de 18 a 24. Esta concentración en los grupos de edades medias puede reflejar también periodos de mayor actividad económica durante el ciclo vital. En comparación con las ROSCA y las ASCA, la principal fuente de ingresos no tiene prácticamente ningún impacto sobre la probabilidad de ser miembro de un grupo de

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bienestar, excepto la propiedad de un negocio que reduce de manera poco significativa la probabilidad de utilizarlas. La mayoría de ellas no sugieren tendencias en su uso, excepto en el caso de la seguridad alimentaria, en el cual las personas que la expe-rimentan con frecuencia tienden mucho más a utilizarlas que aquellos que nunca la experimentan; por su parte los que rara vez la experimentan tienen ligeramente más probabilidades de utilizarlas. Esto sugiere que los grupos más pobres las ven como pro-veedores importantes de una red de seguridad. Este análisis ha ofrecido un perfil detallado de la influencia de las características socioeconómicas y los indicadores de pobreza sobre el uso de diferentes tipos de grupos informales, y sugiere que las ROSCA son ampliamente utilizadas en una variedad de características pero en especial por las mujeres, en tanto que las ASCA parecen tener un sesgo tanto hacia las mujeres como hacia las personas de mayor edad, más educadas y con mayores recursos económicos. Las WCG son también bastante utilizadas, en especial por quienes experimentan un cierto nivel de inseguridad alimentaria, pero no sugieren tendencias de género. No es sorprendente que esto sugiera una mayor dependencia de ellas por parte de la gente más pobre.

Razones para pertenecer a grupos informales

La razón más importante, por mucho, para pertenecer a cualquier tipo de grupo fue reportada para las ROSCA:76 tener una suma de dinero reunida para usarla en turnos programados (tabla 3). Esto confirma el principal propósito de las ROSCA. Sin embargo, la segunda razón más reportada fue enfrentar emergencias inesperadas, mientras que la tercera era socializar y encontrar amigos, lo que demuestra la gran importancia de la dimensión social en estos mecanismos; la cuarta razón fue tener el dinero en un lugar seguro. Para las ASCA, la razón más citada, tal vez sorpresivamente, fue obtener dinero cuando se enfrenta una emergencia. Esto quizás subraya la importancia del componen-te de crédito de estos mecanismos para responder en momentos de necesidad. Una vez más, las personas pertenecen a ASCA individuales para socializar y encontrar amigos, para obtener dinero fácilmente cuando lo necesitan y para tenerlo en un lugar seguro.

76 Esta sección sólo utiliza los datos del primer grupo que los entrevistados reportaron tener, es decir, 1647 respuestas.

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Tabla 3: Razones de los entrevistados para pertenecer a grupos informales77 (respuestas del primer grupo)

Grupo 1 18+ años de edad

n % ROSCA WCG ASCA ASCA Administrada

Club de Inversión

Tener una suma cumulada cuando es tu turno

809 49.1 73.0 (1) 3.5 (11) 20.2 (8) 12.1 (8) 17.2 (4)

Ayudar cuando hay cualquier otra emergencia

585 35.5 31.6 (2) 58.4 (2)

40.6 (1) 38.1 (2) 14.8 (5)

Socializar /encontrar amigos

385 23.4 25.4 (3) 16.7 (3) 31.3 (2) 7.1 (10) 20.6 (3)

Tener el dinero seguro 259 15.7 15.5 (4) 3.9 (10) 29.1 (4) 20.5 (5) 10.4 (8) Invertir en cosas más importantes juntando dinero/recursos de todos

305 18.5 14.7 (5) 6.4 (8) 25.8 (5) 25.1 (4) 72.6 (1)

Ayudar cuando hay una muerte en la familia

384 23.3 14.2 (6) 68.3 (1) 15.0 (9) 11.2 (9) 10.7 (6)

El grupo te compra bienes para el hogar cuando es tu turno

195 11.8 13.1 (7) 10.3 (5) 7.7 (11) 4.1 (11) 8.5 (9)

Intercambiar ideas sobre negocios

216 13.1 11.1 (8) 5.3 (9) 23.2(6) 28.3 (3) 35.3 (2)

Obtener dinero fácilmente cuando se necesita

205 12.4 10.2 (9) 11.2 (4) 29.7 (3) 41.1 (1) 7.5 (10)

Porque no pudo obtener dinero o ayuda en ningún otro lado

126 7.7 6.0 (10) 7.4 (7) 7.9 (10) 13.8 (7) 11.2 (7)

Prestar para obtener ingresos

87 5.3 2.3 (11) 1.1 (13) 22.2 (7) 18.9 (6) 3.5 (13)

Porque heredó el lugar del (los) padre(s)

16 1.0 1.2 (12) 1.7 (12) 0.0 (13) 0.0 (12) 4.2 (12)

Es obligatorio para todos en su clan/aldea

52 3.2 1.1 (13) 7.9 (6) 1.0 (12) 0.0 (12) 5.7 (11)

Total (%) 1647 100 60.6 19.3 10.3 2.1 6.1 Fuente: FinAccess Survey 2006

77 Respuestas pre-codificadas. Los entrevistados sólo podían elegir una.

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Aunque esta evidencia confirma el papel de intermediación financiera de los grupos al permitir que las personas tengan acceso a sumas útiles de dinero, es tal vez sorpren-dente ver que una razón clave por la que las personas le dan un alto valor a los grupos es su capacidad de obtener ayuda financiera al enfrentar una emergencia. Esto subraya la importancia clave de la flexibilidad y solvencia de estos grupos para responder a problemas imprevistos. Aunque este resultado puede haber sido el esperado para los grupos de clan/bienestar, a los que se percibe usualmente con fuertes funciones de red de seguridad social, es más sorprendente ver esta razón como la más importante citada para las ASCA y la segunda para las ROSCA. Esto cuestiona los hallazgos de Gugerty (2007) para Kenia Occidental, quien sugiere que las ROSCA con un orden predetermina-do no ofrecen un elemento de aseguramiento, lo cual sólo es posible en las ROSCA por subasta. En contraste, Johnson encontró en Kenia Central (2004) que incluso los órdenes predeterminados pueden ser cambiados según se necesite, y hay varias maneras de hacer esto: discutiendo el problema de uno y negociando con el grupo en su conjunto, o quizá intercambiando con otros de manera bilateral. Esta evidencia parece subrayar las funciones de bienestar social entre los grupos de ASCA y ROSCA, indicando al mis-mo tiempo su importancia como medio para crear y mantener redes sociales tanto de amistad como de negocios.

Características de la organización de los grupos informales

Se preguntó a los entrevistados acerca de las características organizacionales de los grupos informales a los que pertenecen. La tabla 4 reporta estas en los diferentes tipos de grupos, ordenadas por la frecuencia relativa de estas características para las ROSCA como el tipo más utilizado.

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Tabla 4: Características de organización de los grupos informales

Primer grupo ROSCA ASCA WCGClubes de inversión

Tiene reuniones a intervalos fijos y regulares

75.0 (1) 79.9 (1) 82.2 (1) 93.4 (1)

Elige funcionarios 46.1 (2) 67.3 (4) 58.5 (3) 78.9 (2) Tiene una constitución 42.7 (3) 68.7 (3) 59.2 (2) 74.0 (6) Lleva registro contable 32.5 (4) 63.3 (7) 36.6 (6) 74.1 (5) Minuta 30.8 (5) 64.7 (6) 34.9 (8) 67.0 (7) Tiene tesorero/encargado de finanzas que no es el presidente

28.7 (6) 55.5 (8) 45.5 (5) 49.5 (9)

Certificado de inscripción 20.9 (7) 69.5 (2) 46.0 (4) 76.2 (3) Libro para dinero recibido 20.0 (8) 52.7 (9) 33.4 (9) 57.9 (8) Cuenta bancaria 13.5 (9) 65.3 (5) 35.6 (7) 75.3 (4) Libro para registrar ahorros o préstamos a cada miembro

11.4 (10) 43.3 (10) 11.8 (10) 33.4 (10)

Más de un signatario en la chequera 6.5 (11) 29.4 (11) 11.0 (11) 35.6 (10) Tiene chequera grupal 4.1 (12) 18.5 (12) 8.7 (12) 31.3 (11) Caja de dinero con más de una llave 2.0 (13) 0.7 (15) 1.5 (15) 1.1 (14) Cuentas revisadas por auditor externo

1.9 (14) 10.4 (13) 3.6 (13) 17.7 (12)

Administrador no miembro 1.0 (15) 3.5 (14) 1.6 (14) 5.8 (13) N 998 203 318 100 Fuente: FinAccess Survey 2006

Para las ROSCA, el 75% de los miembros reportan reuniones regulares, aunque es sorprendente que esta sea la cifra más baja en los diferentes tipos de grupos. Esto puede reflejar el hecho de que más de estos grupos que otros operan en mercados y entornos similares en los que personas clave recolectan los ahorros y organizan los pagos y las reuniones no necesariamente se llevan a cabo. Sólo 46.1% reportaron que sus grupos eligen a sus funcionarios, lo que de nuevo es la proporción más baja en todos los tipos de grupos. Este patrón se asocia significativamente con la ubicación. Más grupos en áreas rurales llevan a cabo esta práctica en comparación con las áreas urbanas, y más hombres que mujeres.78 El 42.7% reportó tener una constitución. Nuevamente, esto es lo más bajo de todos los grupos y se asocia más con áreas rurales que con urbanas. El

78 Se utilizaron pruebas de ‰2 para poner a prueba esta asociación.

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32.5% de los grupos reportaron llevar contabilidad, y de nuevo esta es la proporción más baja de todos, y significativamente más hombres que mujeres reportaron que sus grupos llevan registros contables. El hecho de que no muchos grupos de ROSCA lleven registros contables no es sorprendente, ya que su operación es la más simple de todos los grupos informales. Una serie de otras características tuvieron también significativamente más proba-bilidades de ser llevadas a cabo por grupos a los que pertenecían mujeres que a grupos a los que pertenecían hombres: llevar minutas, tener certificado de inscripción, un libro para registrar depósitos, una cuenta bancaria, un libro de paso para registrar operacio-nes financieras y más de un signatario en la chequera. Esto puede sugerir que los hom-bres prefieren que los grupos estén mejor organizados como un medio para garantizar la seguridad de su dinero. Esto coincide con el hallazgo general en la literatura sobre Kenia de que los hombres encuentran más difícil operar en grupos que las mujeres, y sugiere que ellos pueden por lo tanto recurrir a una mayor formalización para superar sus preocupaciones acerca de la operación del grupo. Esto también va en consonancia con Anderson y otros (2004), que sugieren que la estructura de los grupos con clientes más y menos confiables difiere, aunque no relacionan este punto con la dinámica de género. Para las ASCA, las reuniones regulares son la característica más frecuente, seguida por certificados de inscripción, tener una constitución, elegir a sus funcionarios, tener una cuenta bancaria, llevar minutas y registros contables. Puede verse fácilmente que estas características son mucho más comunes en las ASCA que en la ROSCA, y de nuevo estos patrones tienden a estar más asociados con hombres que usan estos grupos que con mujeres. Las WCG parecen estar mejor organizadas que las ROSCA. Más de ellas llevan a cabo reuniones regulares, tienen una constitución, eligen funcionarios y tienen certificados de inscripción. Esto probablemente surge como resultado de que a menudo recolectan fondos mensuales en una cuenta bancaria de la cual hacen retiros cuando es necesario. Los clubes de inversión son claramente los mejor organizados, y esto está en consonan-cia también con su sesgo hacia su membresía más educada y con más recursos econó-micos, como ya se ha señalado, y también son intermediarias de cantidades mucho más grandes de fondos que las WCG y las ASCA, aunque no tanto como las ROSCA.

Experiencias en grupos informales

Se pidió a los entrevistados reportar eventos que su grupo había experimentado. La mayor proporción (tabla 5) reportó miembros que dejaban el grupo, seguidos por los

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que reportaron miembros que no pagaban sus contribuciones. Estas experiencias fueron las más comunes en todos los tipos de grupos. La implicación es que habría efectos im-portantes sobre el flujo de efectivo dentro del grupo y la confiabilidad con la que los integrantes reciben sus pagos. Un 11.5% reportó también fondos no disponibles de inme-diato, aunque este porcentaje fue el más alto para las ASCA independientes. La muerte de miembros fue la más alta entre grupos de bienestar/clan y quizá sea otra razón por la que los fondos dejan de circular. La experiencia de mala cooperación fue la mayor para los grupos de inversión y las ASCA independientes, que claramente son formas de grupos en las que se requiere estar de acuerdo sobre en qué invertir y a quién prestar dinero. Si se juntan las diversas categorías de robo y deshonestidad dentro de los grupos (ranking 7, 8, 10 y 11 en la tabla 5), cerca de 20% reportó estos incidentes. Sin embargo, la implicación de estas respuestas es que el robo y la deshonestidad no son en general tan comunes como la deserción y la falta de pago de las contribuciones. También se les pidió a los entrevistados más detalles de las razones por las que dejan las ROSCA y ASCA. Un 8.6% de la muestra proporcionó esa información (tabla 6). La razón más común era que no les quedaba dinero para ahorrar. Esto se asoció significativamente con la ubicación (rural más que urbana), el género (mujeres más que hombres) y la inse-guridad alimentaria (los que la experimentaban “a menudo”). Esta razón fue por mucho la más importante para no pertenecer a grupos entre los que los habían utilizado en el pasado, y es también consistente con la alta frecuencia de miembros que se retiraban de los grupos. Otras razones para dejar las ROSCA fueron: dinero tomado o robado, el tiempo y es-fuerzo requeridos para asistir a reuniones y el miedo de perder su dinero. Esta última se asoció significativamente con la vida urbana más que con la rural, sugiriendo mayores problemas para encontrar miembros de grupo confiables en áreas urbanas.

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Tabla 5: Experiencias en grupos informales

n % Ranking Miembros que se retiran del grupo 665 41.6 1 Miembros que no pagaban sus contribuciones 570 34.7 2 Muerte de muchos miembros 317 20.7 3 Miembros que no cooperan en muchas decisiones 313 19.3 4 Dinero/efectivo no disponible inmediatamente 199 11.5 5 Mala administración 115 7.1 6 Deshonestidad de miembros causó pérdida de dinero 110 7.0 7 Dinero perdido por robo o fraude de un miembro del comité 102 6.5 8 Funcionarios electos de manera no transparente 86 5.4 9 Dinero perdido por robo o fraude de persona externa 71 4.7 10 Mal uso del dinero por funcionarios 57 3.6 11 Mala inversión de fondos 47 3.0 12 Gasto excesivo en ciertos artículos 47 2.8 13 Pidió dinero extra de una institución de préstamos para seguir operando

24 1.2 =14

Mal servicio del banco o institución financiera que sirve al grupo 19 1.2 =14 Total 1647 100 Fuente: FinAccess Survey 2006

Un 2.1% de la muestra total reportó razones para abandonar un ASCA. El problema más frecuentemente citado fueron cobros elevados. Esto refleja el hecho de que las ASCA a menudo cobran a sus miembros altas tasas de interés.79 Y de manera similar a las ROSCA, los problemas más comunes fueron encontrar dinero que ahorrar y el miedo de perderlo. Esta última razón fue significativamente asociada con el nivel educativo de las personas. Una alta proporción de los que tenían educación secundaria dejó de participar en comparación con los que no tenían una educación formal, lo que sugiere que fue una preocupación mayor para los entrevistados mejor educados. La cuarta causa por la que los entrevistados dejaron de utilizar estos servicios financieros fue la baja tasa de interés pagada por sus ahorros: sólo uno de cada diez lo hizo por esta razón. Esto es algo curioso ya que un alto interés en los préstamos se relaciona por lo común con altos rendimientos en los ahorros, a menos, claro, que las personas no paguen los préstamos; dado que el temor de perder su dinero fue una de las razones más importantes, esto podría tener una relación con los bajos rendimientos.

79 Sin embargo, las altas tasas de interés producen altos dividendos para los ahorros de los miembros, siempre y cuando los pagos realmente se hagan.

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Tabla 6: Razones reportadas por los entrevistados para dejar de usar ROSCA y ASCA

(18+ años de edad) ROSCA ASCA % Ranking % Ranking

Sin dinero para ahorrar 20.3 1 17.7 2 Dinero tomado o robado 15.6 2 5.4 6 Tiempo y esfuerzo para asistir a reuniones 14.6 3 8.1 5 Miedo de perder su dinero 10.1 4 15.5 3 Bajas tasas de interés por sus ahorros 5.3 5 9.6 4 Cargos erróneos 3.6 6 0.9 10 El personal no los trató bien 3.2 7 2.3 9 Distancia física 3.2 7 1.1 9 Cobros altos 3.0 8 18.1 1 Mejor oferta de otra institución 2.3 9 2.3 8 Tiempo y esfuerzo para hacer transacciones 2.2 10 0.9 10 Sucursal más cercana cerrada 0.7 11 6.4 7 N 363 91 Fuente: FinAccess Survey 2006

A los entrevistados se les preguntó también más específicamente acerca de las razo-nes por las que perdieron dinero en ROSCA y ASCA. Un 14% de los miembros de ROSCA y un 15% de los miembros de ASCA en ese momento reportaron pérdidas. La mayoría de estos entrevistados reportaron que se debieron a robo o fraude (tabla 7). Esto refleja las razones para dejar de usar el servicio. El robo o el fraude se asocia significativamente con la edad de los integrantes: la mayor proporción de los que reportaron este problema eran mayores de 55 años. Sin embargo, los que respondieron a esta pregunta fueron pocos, lo cual parece ajustarse con la importancia relativa de reportar robo o fraude como experiencias en grupos. La segunda razón por la pérdida de dinero en las ROSCA fue reportada como “ce-rró/colapsó”. Esto se refería al lugar en donde se pusieron los ahorros y curiosamente las respuestas se asociaron de manera significativa con el género. Una mayor propor-ción de hombres que de mujeres reportó esta razón. De nuevo, esto es consistente con la idea de que las ROSCA de hombres son menos exitosas que las de mujeres.

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Tabla 7: Respuestas reportadas por los entrevistados sobre por qué

perdieron dinero en ROSCA y ASCA

ROSCA ASCARobo o fraude 61.2 52.8 Fracaso o colapso del negocio 24.9 33.0 No entregó rendimientos en ahorros 20.8 11.9 Aval de alguien que no pagó 2.7 1.1 N 135 31 Fuente: FinAccess Survey 2006

En resumen, el problema clave que experimentaron los grupos fue las personas que se salieron o no contribuyeron, seguido de una mezcla de fraude y deshonestidad. Lo realmente interesante acerca de esto es que el hecho de que la gente no haga sus contri-buciones es una de las experiencias más comunes, y necesariamente lleva a la pérdida —o retraso en el pago— de los fondos, sobre todo en las ROSCA, cuando los miembros no pagan en su turno; pero estas no son las razones citadas por dejar de usar los grupos o perder fondos. Lo anterior sugiere que las personas son relativamente tolerantes a estos problemas y no consideran que la falta de pago cause pérdidas, tal vez porque las personas son conocidas y las deudas serán pagadas en el futuro de maneras alternati-vas. Esto podría subrayar el hecho de que estos grupos son importantes para responder a emergencias y ser un medio de crear amigos y redes sociales, así que las personas no necesariamente ven la falta de pago como el elemento más importante, reconociendo que los miembros enfrentan muchos problemas. Es posible que no reciban su dinero cuando es su turno, pero saben de las dificultades enfrentadas por los miembros para pagar; de ahí que esto no sea visto con desconfianza o como un problema especial de deshonestidad o fraude, sino más bien como una característica de los grupos y una situación en la que uno también podría encontrarse.

Conclusiones

Esta sección ha demostrado la importancia general de la membresía en grupos informa-les y su utilización en Kenia para proporcionar servicios financieros a una proporción significativa de la población, de otra manera gran parte de ella se vería excluida de los sectores formal y semiformal. Asimismo, se evidencia el importante volumen de ahorros que están siendo intermediados por estos grupos pero también los problemas clave que enfrentan.

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El análisis ha mostrado barreras clave en la forma de factores socio-demográficos de género, edad, ubicación geográfica y educación. Las mujeres tienden significativa-mente más a utilizar los grupos informales que los hombres, y esto conlleva su mayor inclusión en el sector financiero en su conjunto (Johnson y Niño-Zarazúa, 2009). La demanda de servicios de los hombres tiende a ser más irregular que la de las mujeres y suele ocurrir al mismo tiempo, por ejemplo para poder pagar colegiaturas o comprar insumos agrícolas, lo cual impide a las ROSCA satisfacer estas necesidades. Además, y como este dato sugiere, las mujeres pueden operar de manera más efectiva en grupos, debido a las normas de género. Sin embargo, un 43% de los participantes en las ROSCA son hombres, lo que indica que también valoran estos servicios. Los hallazgos señalan que los grupos de hombres estaban mejor organizados. Si los grupos informales fue-ran fortalecidos mediante herramientas simples que los hicieran más transparentes y fáciles de operar, más hombres podrían estar dispuestos a participar e invertir sumas mayores. Los hallazgos indican que los sectores de menor edad tienden menos a utilizar los grupos informales, y esto quizá se deba a su mayor nivel de movilidad y redes sociales más débiles. Sin embargo, la gran proporción de personas de 18 a 24 años en la pobla-ción plantea la pregunta de cómo facilitar el acceso a la gente joven. Por último, aunque el uso de las ROSCA no estuvo especialmente influido por la educación, el uso de las ASCA —un servicio más complejo— no se vio mayormente influido. Esto plantea la pre-gunta de cómo estas operaciones pueden mantener la transparencia y responsabilidad conforme los servicios que ofrecen se van volviendo más complejos. Los resultados demostraron también un acceso diferenciado a los grupos informales en todo el país. Las personas de la región oeste, de la costa y especialmente del noreste tienden mucho menos a utilizarlos en comparación con otras provincias. Esto sugiere que las prioridades de las políticas para el desarrollo de servicios financieros, especial-mente en los sectores formal e informal, podría ser más específica para la región, pero se necesitan más investigaciones para entender esto más a fondo en términos de su relación con las normas y valores culturales subyacentes que podrían afectar la efecti-vidad de las operaciones financieras de los grupos. Las principales razones para pertenecer a grupos informales se extienden más allá de las características financieras clave para tener acceso a fondos de las ROSCA y ASCA, hasta el hecho de que permiten a las personas obtener fondos en emergencias, así como proporcionar redes y contacto sociales. Las maneras en las que los grupos ayudan en una emergencia no se detallan por completo en estos datos, aunque obviamente las ASCA pueden operar de manera directa proporcionando préstamos rápidos. Otras in-

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vestigaciones (Johnson, 2004b) indican que las ROSCA responden a estas situaciones a través de una variedad de formas: las personas intercambian turnos a fin de obtener dinero cuando lo necesiten, ya sea mediante acuerdo con todo el grupo o entre indivi-duos; los fondos de bienestar social del grupo también contribuyen para esos casos, así como aportaciones espontáneas de los miembros en respuesta a las crisis. Esta flexibi-lidad para responder a las emergencias es por lo tanto muy importante y representa elementos de aseguramiento, incluso en la forma de una reciprocidad más balanceada que describe Platteau (1997). Pese a ser el tipo más común de grupo, las ROSCA son también las menos organi-zadas. Más aún, los hallazgos sugieren que una diferencia clave en su organización se relaciona con el género. Hay grupos de mujeres que reportan estar menos organizados que aquellos que reportan los hombres. Esto quizá se deba al hecho de que los hombres están más conscientes de que sus grupos no funcionan tan bien, y por lo tanto buscan acercamientos a la formalización para compensarlo. Los clubes de inversión, por otra parte, son menos comunes pero mucho mejor organizados, lo cual tal vez se derive también de los volúmenes relativamente altos de fondos que intermedian. Sin embargo, como las ROSCA sirven a gente que tiene muy poco dinero para aho-rrar, las personas a menudo se retiran de los grupos o no pagan sus contribuciones, las dos experiencias más frecuentes reportadas en estos grupos. Pero este conjunto de datos no captura por completo la manera en que esto afecta la operación del grupo. Investiga-ciones anteriores (Johnson y Sharma, 2007) muestran que los retrasos que las personas experimentan al recibir sus pagos o préstamos no son considerados una pérdida de dinero sino simplemente otros miembros que retrasan su pago. Los usuarios reconocen los problemas que los otros enfrentan para pagar, y de hecho estos datos demuestran que no tener dinero para ahorrar era la razón principal por la que la gente dejaba de utilizarlos. Sin embargo, lo más importante es que esto por lo general no es interpretado por los usuarios como una pérdida de dinero, sino más bien sugiere un gran nivel de tolerancia a la falta de pago de contribuciones; no significa que las personas no confíen en los demás o se retiren de los grupos, sino que subraya la interdependencia de la gente en el grupo en la búsqueda de crear un mecanismo financiero que pueda atender sus necesidades cuando existen muy pocas opciones disponibles.

Implicaciones para las políticas

Dados estos hallazgos, la pregunta para las políticas de desarrollo del sector financie-ro es cómo ver el papel de los grupos del sector informal. Existen esencialmente tres

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opciones. La primera es ignorarlos y enfocarse en el desarrollo del sector financiero tradicional, que es la actitud predominante en la actualidad. La segunda es trabajar directamente con los grupos informales en un intento de mejorar sus operaciones para que proporcionen servicios de alta calidad a algunas de las personas más pobres que carecen de acceso. La tercera, tratar de entender que los grupos informales no sólo pro-porcionan servicios sino que también desarrollan los modelos mentales de sus usuarios hacia mecanismos más racionales y gobernados por reglas, e intervienen para encon-trar nuevas maneras de apoyar esta transición. El estudio de los grupos informales ha resultado ser claramente problemático, como resulta evidente en las conclusiones de Bouman antes citadas. Este análisis busca arrojar luz sobre este problema. Quienes han intervenido buscando producir una intermedia-ción disciplinada y efectiva en estos grupos se enfrentan a sus múltiples funciones como mecanismos de emergencia respaldados por un apoyo social que los usuarios emplean para amortiguar la vulnerabilidad de su vida y sus medios para ganársela. Los acercamientos al trabajo con grupos deben por lo tanto saber manejar esta ten-sión y darle espacio a esta negociabilidad, permitiéndoles atender a las necesidades de sus miembros de manera efectiva y responder a emergencias. De ahí que mejorar su organización no significa necesariamente ser más estrictos por el sólo hecho de serlo, pues es importante asegurar que la flexibilidad se mantenga. Los practicantes de las microfinanzas que evalúen el desempeño de un grupo con base en un conjunto estan-darizado de indicadores de portafolio considerarían la baja tasa de pago a tiempo como un problema. De hecho, puede argumentarse que las microfinanzas tradicionales se han desarrollado eliminando esta flexibilidad mediante la rigidez de sus calendarios de pagos y sus mecanismos de monitoreo y aplicación de las reglas. Trabajar con grupos sobre la base de sus propios ahorros reduce la necesidad de una evaluación externa y rígida del desempeño, pero puede hacerse de manera que mejore su transparencia y por lo tanto su efectividad para los usuarios. Los enfoques recientes al trabajo con grupos informales en Kenia incluyen el pro-yecto Decentralized Financial Services (DFS, Servicios Financieros Descentralizados) y la metodología de la Village Savings and Loans Association (VSLA, Asociación Aldeana de Ahorro y Préstamo), utilizada en una variedad de países que han desarrollado he-rramientas simples para administrar sus propias operaciones de manera independiente y más efectiva. DFS ha diseñado juegos de herramientas para mejorar la gobernanza y administración de los sistemas financieros de base grupal, usualmente ASCA adminis-tradas, a fin de mejorar sus operaciones y sus posibilidades de ofrecer servicios finan-

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cieros en áreas más remotas. El objetivo específico era fortalecer los grupos de ahorro y crédito para reducir la falta de pago y el riesgo de que los miembros perdieran sus ahorros, asó como mejorar su rentabilidad. Sin embargo, esto se lleva a cabo mediante la evaluación del grupo de su propio desempeño y el apoyo para organizar mejor sus operaciones. Las VSLA tienen un enfoque un poco más rígido, al diseminar un modelo de inter-mediación financiera en una ASCA simple que construye una serie de mecanismos para ayudar a la transparencia. Estos mecanismos incluyen pagos que se fijan en una canti-dad o múltiplos de ella para simplificar la contabilidad, una caja cerrada que requiere tres miembros para abrirla para mejorar la transparencia en el manejo del dinero, y un mecanismo de liquidación en el que los fondos de la ASCA se pagan en su totalidad cada año o 18 meses, como un medio para asegurar que todas las deudas sean pagadas. Estos mecanismos han demostrando ser efectivos (Anyango y otros, 2007), y el enfo-que VSLA se está expandiendo por África Occidental y Oriental, en especial en Kenia. Estos enfoques tienen el potencial de permitir que las múltiples funciones de los grupos operen para proporcionar un mayor apoyo en emergencias y una mayor flexibilidad, porque están basados en los ahorros de sus miembros; sin embargo, tienen que negociar la difícil tensión acerca del uso o abuso del dinero para dañar los intereses de los miem-bros, medios por los que se puede abusar de los menos poderosos, un hallazgo evidente también en un estudio detallado de los SHG (Self-Help Groups, o grupos de autoayuda) en La India (EDA Rural Systems y APMAS, 2006). Finalmente, incluso si las políticas decidieran no trabajar con los grupos informales de manera directa, la cuestión planteada por la idea de Geertz persiste: ¿hasta qué punto operan como un medio a través del cual se cambian los modelos mentales? La encuesta analizada en el presente trabajo es una de las primeras encuestas nacionales repre-sentativas de su tipo, pero todavía no nos permite analizar las rutas que las personas siguen hacia el acceso al sector financiero formal, y de qué manera el trabajo en grupos permite a las personas aprender destrezas de administración relacionadas con servicios financieros básicos. Las evidencias presentadas anteriormente son mixtas y hemos afir-mado que no sugieren que una disciplina estricta y enfoques basados en reglas sean la norma; demuestran que algunos grupos son un poco más formalizados que otros, pero sugieren que la negociabilidad es una característica clave. En investigaciones anteriores en Kenia, Johnson (2004) encontró grupos tanto estrictos como kurekera (pacientes), con la posibilidad de que algunas personas pudieran ser clientes de ambos tipos. Esto demuestra aún mejor tanto la adaptabilidad del mecanismo como la necesidad de com-

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prender las dinámicas sociales. No obstante, las metodologías grupales dirigidos hacia el ahorro que demuestran tener una base más estricta pueden permitir a las personas desarrollar sus modelos mentales y lograr una comprensión de cómo utilizar e inte-ractuar con sistemas más formalizados y basados en reglas, colocando las bases para interacciones futuras con el sector formal, un tema que requiere ser investigado más a fondo.

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MónicA bALLescá

Capítulo 7

Microcrédito en México. Una aproximación empírica desde la perspectiva de la pobreza

Mónica Ballescá

El microcrédito es un fenómeno de alcance global que pese a la ausencia de evidencia cien-tífica de lograr, por sí solo, reducir la pobreza, ha mostrado hacer diferencia en la vida de los usuarios y su familia. Tal ha sido su difusión y aplicación, que el microcrédito es ya un movimiento global en crecimiento. Los programas de microfinanciamiento han logrado adaptarse tanto en comunidades empobrecidas de África o localidades indígenas del sureste de México como en la periferia de ciudades como Los Ángeles, París o la Ciudad de México, incluso en países de Europa del este y zonas afectadas por la guerra, como Bosnia. Según el informe de la Cumbre de Microcrédito (ONU, 2006), en 2007 había 3,350 institu-ciones de microfinanzas en el mundo que servían a más de 154.8 millones de clientes, de los cuales 106.6 millones se encontraban entre la gente más pobre cuando tomaron su primer préstamo con ingresos menores a 1 dólar por día por persona. De estos clientes más pobres, más del 80% eran mujeres. Entre 1997 y 2007, el número creció en promedio en alrededor de 30% anual y los líderes preveían que el movimiento continuaría.

Aportes, límites y promesas sin cumplir

En diciembre de 1998, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó 2005 como el Año Internacional del Microcrédito,80 con el fin de impulsar los programas microcrediticios alrededor del mundo. La globalidad y complejidad del microcrédito se observa en la diversidad de las institu-ciones microfinancieras (IMF), mismas que van desde organizaciones sin fines de lucro que operan con donaciones internacionales o subvenciones gubernamentales, como instituciones

80 Resolución 57/197.

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altamente rentables que, nacidas con fondos multinacionales han logrado incluso comercia-lizar sus acciones en el mercado bursátil, como es el caso del mexicano Compartamos Banco. Entre las menos, están las instituciones que no sólo ofrecen servicios crediticios, sino que acompañan con programas de educación, salud, integración social, capacitación productiva, empoderamiento de género y esquemas de comercialización. Lejos del mito de ser una “vara mágica o panacea” del desarrollo y combate a la pobreza, los efectos del microcrédito se presenta en al menos tres realidades distintas caracterizadas por los cálculos y habilidades financieras, así como por las condiciones económicas de quie-nes lo usan. Por un lado, el microcrédito puede generarse como financiamiento anticipado de flujos monetarios proyectados, tales como pago de una tanda, recepción de subsidio gubernamen-tal del Programa Oportunidades, venta de algún activo y/o recepción de remesas, princi-palmente. En cuyo caso, el efecto es atenuar la vulnerabilidad económica de las familias al permitir que no se interrumpa la cadena de gastos e inversiones para la actividad económica en el usuario y su hogar. En un segundo caso, se presenta como ante un gasto no considerado y emergente, como una enfermedad o padecimiento no esperado, el crédito eventualmente evita la descapitali-zación abrupta. Una tercera circunstancia es cuando el destino del pago del crédito depende en gran medi-da de los ingresos devengados del emprendimiento, o si el negocio establecido es más dinámico y es la principal fuente de ingresos del usuario y del hogar. En contextos de marginación no tan grave, el pago del crédito tiene una relación estrecha y directa con los ingresos de la activi-dad económica del usuario. En este caso, el microcrédito parece ser más estable en su práctica y no es marginal como en el caso del microcrédito para la subsistencia. Adicional a los efectos sobre los usuarios, el microcrédito se ha presentado como una herramienta efectiva para superar los errores del modelo de financiamiento popular de los años cincuenta y sesenta expandidos entonces bajo el enfoque de oferta adelantada que provocaron quiebras técnicas a bancos gubernamentales en beneficio de usuarios no pobres y asignación de créditos con fines políticos. Al permitir a las IMF privadas eliminar problemas de información mediante el mecanis-mo de pago grupal solidario, el microcrédito parece mejorar los costos de colocación, admi-nistración y recuperación gracias al uso de información local de los usuarios. Sin embargo, en la evolución de las últimas tres décadas, muchas de estas características se han convertido más bien en mitos que en realidades o excepciones de la regla de este fenómeno global. Diversos autores coinciden en que la noción innovadora de los microcréditos es el pago solidario, mismo que remplaza las garantías o colaterales materiales o económicos, porque la deuda se asume en grupo y por tanto, en caso de imposibilidad de pago, el grupo responde

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solidariamente y entrega el pago correspondiente, al tiempo que ejerce presión social para que el deudor regularice su situación. Esto incide en las altas tasas de reembolso. El pago solidario es la base estructural tanto en los esquemas de crédito grupal como de bancos comunales y es el modelo más conocido; no obstante, los esquemas de crédito indi-vidual han cobrado mayor importancia en los últimos años en las IMF de todo el mundo, esquema que mantiene altas tasas de reembolso. Una encuesta aplicada a 147 programas en diversos países y publicada por The Micro-banking Bulletin 2002 (Armendariz y Morduch, 2007) mostró que el crédito individual tiene una alta práctica entre las instituciones con montos promedio de crédito mayores; sin em-bargo, los esquemas de grupos solidarios y bancos comunales alcanzaban un mayor número de prestatarios, cobertura por género y menores costos por prestatario.

Tabla 1. Comparación de programas microfinancieros por metodología de préstamo

Individual Grupo solidario Banco comunitario

Definición 1 prestatario Grupos de 3 a 9 prestatarios

10 o más prestatarios por grupo

Programas encuestados 73 47 27Número de prestatarios 9,610 47,884 16,163Monto promedio de préstamo US $ 973 US $ 371 US $ 136% de mujeres 46 73 89Costo por prestatario US $ 155 US $ 93 US $ 62

Fuente: The Microbanking Bulletin 2002 citado en Armendáriz y Morduch (2007:121)

Los autores destacan que si bien la metodología de créditos grupales ha sido la más innovadora y reconocida aportación del microcrédito, esta ha mostrado sus limitaciones especialmente en zonas rurales dispersas y en clientes maduros que han estado activos en varios ciclos de crédito grupal, lo que ha hecho necesario que los programas microfinan-cieros desarrollen mecanismos adicionales y flexibles donde el crédito individual sea una alternativa.

Aún no está claro qué tanta importancia seguirán teniendo los préstamos grupales en la conti-nuidad del éxito de la microfinanzas. Nosotros esperamos que en el futuro habrá muchas más innovaciones y el punto de inicio podría ser la mejor comprensión de los mecanismos existentes (Armendáriz y Morduch, 2007:142).

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Dado que los esquemas de pago solidario sustituyen la falta de garantía y, la estructura de autogestión compensa procesos y acciones administrativas, amortizando parte del riesgo financiero, el crédito individual tradicionalmente ocurre con clientes con renovación de crédito y antecedentes positivos de repago. Otro de los mitos o afirmación que no ha logrado consenso y evidencias sostenibles es el impacto positivo del microcrédito en la superación de la pobreza y condiciones de margi-nación y rezago derivadas de ella. Sin duda, las microfinanzas, y en particular el microcrédito, hacen una diferencia en las vidas y el bienestar de los usuarios y de su familia. Sin embargo, se reconoce que aunque muchos estudios –a partir de la metodología experimental de evaluación de impacto– sugie-ren la posibilidad de un efecto positivo, no existen estudios con rigor científico que hayan logrado aceptación amplia y sostenida para aceptar la hipótesis de impactos reales y pode-rosos en la reducción de la pobreza a partir sólo del microcrédito.81

Otro de los supuestos es que los usuarios del microcrédito, antes de participar de él, enfrentaban ausencia de prácticas financieras. La realidad es más compleja e interesante. Si bien las personas en condiciones de pobreza difícilmente acceden a servicios de la banca convencional, las prácticas financieras de préstamo y ahorro son cotidianas en esquemas informales como se muestra en los textos de este libro (ver, por ejemplo, capítulos 8 a 13), haciéndolos expertos en estrategias de malabares para sobrellevar sus limitaciones monetarias. La autosostenibilidad financiera –o tendencia hacia ella– de las IMF es otra afirmación de extendida difusión que en la práctica es más excepción que regla. Uno de los argumentos que sustentan la tendencia hacia la autosuficiencia es que ante los altos niveles de repago, las instituciones pueden desarrollar capacidades y eficiencia para convertirse en organizaciones rentables y autosuficientes al tiempo de expandir su cobertura. Más aún, que sólo la autosufi-ciencia permitiría la expansión (véase Robinson 2004; Camino y Lara, 2003). No obstante, no existe evidencia empírica robusta para mostrar una tendencia hacia la autosuficiencia. Gran parte del movimiento de las microfinanzas está en relación directa y estrecha de las subvenciones, ya sea en forma de donaciones de organizaciones de caridad y/o inversores socialmente responsables, así como de subsidios directos de distintos niveles de gobierno y organismos multinacionales. Las estimaciones más recientes oscilan en alrededor del 60% como instituciones financieramente sostenibles (véase Armendariz y Morduch, 2010; Cull, Demirgüç-Kunt y Morduch, 2009).82

81 Gran cantidad de estudios experimentales de metodología de evaluación aleatoria con grupos de control y tratamiento han sido desarrollados y liderados por el Poverty Action Lab del MIT, véase http://www.povertyactionlab.org.

82 Pese a que cada vez existe más información para identificar la sustentabilidad financiera o la dependencia de recursos subvencionados de las IMF, se carece de datos comparables sobre los programas contabilizados por la Cumbre de Microcrédito y más aún sobre todos los existentes en el mundo. El considerar los programas que voluntariamente

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Morduch (1998) refiere que estimaciones expertas calculan que sólo 1% de los programas de microfinanciamiento en el mundo operados por ONG’s son sostenibles y que la gran mayoría sobrevive con donaciones externas. Señala que el estudio publicado en 1998 por el MicroBanking Bulletin, que estima que la mitad de las IMF son rentables y podrían sobrevi-vir por sí mismas, tiene errores de sesgo de selección de muestra, por lo que estos resultados no tienen poder estadístico para mostrar la tendencia de autosuficiencia. Para el caso de México, la Red de afiliación voluntaria ProDesarrollo calcula que 65% de las instituciones miembro con mayor grado de consolidación -es decir que no son nuevas y tienen más de 5 millones de pesos de cartera- son autosuficientes financieramente; sin em-bargo no detalla cuál es el valor para el total de sus instituciones miembro, ni el porcentaje de las que llama consolidadas, además de que las instituciones miembro no representan la totalidad de las organizaciones participantes del sistema de microfinanciamiento en el país. Existen formas y esquemas múltiples de subsidio a la operación de las IMF. Los subsidios directos a tasas de interés se refieren al interés mantenido artificialmente por debajo de las tasas de mercado por la intervención directa del gobierno, en tanto que los subsidios cru-zados o indirectos refieren a las subvenciones públicas o privadas provenientes de fondeos a tasas preferenciales utilizados en costos de transacción, expansión de las operaciones, capacitación o costeo de actividades complementarias. La esperanza es que los programas de microfinanzas utilizarán las subvenciones en sus primeras fases de operación y con econo-mías de escala y la eficiencia en costos tras la experiencia de operación, y que los programas eventualmente serán capaces de operar sin subsidios. Quienes sostienen que la sostenibilidad permite expandir la práctica del microcrédito argumentan que los programas tendrán que aumentar su capital mediante la adopción de esquemas de ahorro o mediante la emisión de bonos o fuentes comerciales para competir como cualquier empresa en el mercado o banco convencional. El privilegio de los criterios de sostenibilidad y los diversos esquemas de capitalización que han alcanzado algunas IMF como Compartamos Banco, abren nuevas vertientes de aná-lisis y reflexión bajo el temor de que los costos sean trasladados a través de altas tasas de interés a los prestatarios pobres y se trasgreda la misión social como herramienta para el desarrollo de los usuarios. Adicionalmente, ante la diversidad de estrategias seguidas por las IMF y la lejanía que se observa de que los programas de microcrédito sean autosuficientes, la existencia de innovaciones de aplicación de subsidios cobra cada vez mayor relevancia.83

reportan sus estados financieros e información detallada de sus operaciones podría llevar al riesgo de exagerar artificialmente las tasas de ganancia y reducir la realidad de los subsidios.

83 Como parte de los nuevos esquemas de aplicación de subsidios, en México el Programa Nacional de Financiamiento al Microempresario (PRONAFIM), subsidia la práctica del microcrédito fondeando organizaciones privadas, que actúan como dispersoras de crédito (Programa Nacional de Financiamiento al Microempresario, 2010).

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Pese a las complejidades observadas en la práctica del microcrédito en las últimas décadas, los mitos construidos alrededor de él y las hipótesis que guían los nuevos debates, el micro-crédito es una herramienta de amplias posibilidades para la ampliación de mercados, efectos favorables sobre la vulnerabilidad financiera y fomento de cambio social. Además, se presenta como la respuesta a los problemas de fallas de mercado que han limitado la accesibilidad de servicios financieros a personas en condiciones de pobreza.

Movimiento global de instituciones privadas, desregulación y liberalización

Bajo los esquemas convencionales de crédito, los bancos enfrentan diversos problemas de asignación crediticia relacionados con la información imperfecta que poseen de los clientes potenciales y reales. Un primer problema es el de la selección adversa que se produce cuando los bancos tradicionales no pueden determinar fácilmente qué clientes tienden a ser más riesgosos que otros; al no saber quién es quién, los de menor riesgo en función de la información formal disponible son los seleccionados para el crédito. Un segundo problema, el de riesgo moral, surge porque los bancos no pueden garantizar que los clientes estén haciendo el esfuerzo necesario para concluir con éxito los proyectos de inversión sujetos de crédito. Además surge cuando no existe información para calcular el riesgo de que los clientes se den a la fuga con el dinero del banco. Ambos problemas se agravan en contextos de inseguridad jurídica para hacer cumplir los contratos de crédito. Si los bancos tuvieran formas baratas de recopilar y evaluar información sobre sus clientes y el cumplimiento de los contratos, los problemas de selección adversa y riesgo moral serían eliminados. Sin embargo, en la práctica, los bancos convencionales suelen en-frentar costos de transacción relativamente altos cuando se trata de comunidades y clientes en condiciones de pobreza. El manejo de transacción de muchos créditos pequeños es mucho más caro que operar créditos de altos montos de clientes que, bajo condiciones de ingresos altos, resultan menos riesgosos dada la información disponible sobre la tenencia de activos y patrimonio de los que pueden echar mano en caso de algún problema para cumplir con el contrato. Frente a esta realidad, el punto de partida del microcrédito es que las personas en con-diciones de pobreza no pueden enfrentar la estrategia convencional de compensar el riesgo ante la ausencia de activos y patrimonio. Así, los innovadores esquemas del microcrédito, como el pago solidario, son una manera de romper el círculo vicioso de la pobreza, porque reduce los costos de transacción y supera los problemas de información asimétrica para el prestatario. Como se mencionó, la falta de bancos no implica que las personas en condiciones de pobreza no tengan acceso a crédito; lo tienen mayoritariamente en fuentes informales como

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prestamistas, vecinos, familiares y comerciantes locales, quienes tienen más información sobre los clientes locales que cualquier banco convencional. Al usar los mecanismos de información “informal”, el microcrédito ha mostrado ser una de las soluciones efectivas para superar los añejos problemas de información imperfecta. El microcrédito combina las prácticas de servicio financiero de los bancos convencionales con mejores costos para obtener información local de vecinos, familiares y amigos, con la ventaja de que las instituciones microfinancieras pueden obtener recursos de fondeo fuera de la comunidad, superando los límites de cobertura de los prestamistas informales. Si bien el microcrédito no es el único y primer intento para combinar los recursos finan-cieros y de acceso a información, sí es con mucho el esquema más exitoso para lograrlo. Adicionalmente, el microcrédito se ha presentado como el esquema más efectivo para evitar los errores del pasado cuando, bajo la tutela y operación de bancos estatales, se popularizó el crédito subsidiado como estrategia para desarrollar sectores agropecuarios e industriales, bajo el modelo de la oferta adelantada de crédito. Originada en las décadas de 1940 y 1950, después de la Segunda Guerra Mundial, la teoría financiera basada en la oferta, o teoría de la oferta adelantada, argumentó que la oferta de préstamos baratos, antes de que surja la demanda, permitiría fomentar el crecimiento económico (Robinson, 2004). Bajo el enfoque de oferta adelantada, se enfatizó la obligación de los gobiernos a desem-peñar múltiples roles, incluyendo la acumulación de capital, la planeación de la inversión, la promoción del desarrollo industrial y el crecimiento de la agricultura, así como el desa-rrollo de la infraestructura y –en diversos grados, dependiendo de cada país– la mejora de la distribución del ingreso y el incremento de la equidad (Esquivel y Hernández, 2007). La intervención del gobierno en el mercado de crédito, principalmente el rural, se fo-mentó bajo la esperanza de aumentar la productividad de la tierra, la demanda de mano de obra y los salarios agrícolas, lo que compensaría el sesgo urbano, mejorando así la distribu-ción del ingreso y reduciendo las disparidades regionales. Sin embargo, los resultados fueron décadas de programas de crédito rural masivo ale-jados de las expectativas de desarrollo. En general los créditos subsidiados no llegaron a los pobres y se convirtieron en concesiones políticas para las élites rurales, con altas tasas de incumplimiento y pérdidas, así como altos costos de transacción para los prestatarios, incluyendo sobornos al personal para obtener préstamos racionados por debajo de las tasas de mercado (Robinson, 2004).84

84 Robinson (2004) señala que a finales de los años sesenta y principios de los setenta empezaron a manifestarse serias dificultades en los programas de crédito rural subsidiado. Un momento decisivo se presentó en 1972-1973 cuando la U.S. Agency for International Development (USAID) patrocinó una amplia encuesta sobre los programas de crédito en los países en vías de desarrollo. Según la autora, este informe analizó por primera vez muchas de las fallas de los programas de crédito subsidiado. Para finales de los 70s y 80s, las críticas al razonamiento que subyacía a estos programas llenaron

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Estas son evidencias empíricas que mostraron que lejos de generar financiamiento a sectores populares, la política de crédito barato por subsidio de tasas creó un proceso de represión financiera que limitó el crecimiento económico. Las limitaciones del modelo de oferta adelantada generaron, a partir de los años setenta y ochenta, nuevas respuestas para la expansión de servicios financieros que bajo el modelo teórico de represión financiera per-filó profundas reformas financieras y estructurales sobre el rol y participación del Estado. Para superar la represión financiera, se expandieron las políticas de apertura y liberali-zación económica, comercial y financiera –principalmente bancaria–, que en la práctica im-plicó eliminación de los controles sobre las tasas de interés y en el tipo de cambio; incluyó la no intervención estatal en el racionamiento del crédito, así como la reducción o eliminación de las barreras legales a la libre composición de portafolios por parte de los ahorradores y de las instituciones financieras. Sin distorsiones en el mercado crediticio por la participación subsidiada y dirigida del Estado, así como la mayor competencia de empresas privadas, ahora la esperanza era elevar las tasas de ahorro, las de inversión y las de crecimiento, lo que conduciría a la ampliación de los servicios financieros a los sectores populares. Sin embargo, esta promesa no se logró del todo por parte del sistema bancario convencional, por lo que el microcrédito aparece como una posibilidad para alcanzarlo:

Más que cualquier precedente histórico positivo, es el repudio de estos legados negativos lo que ha impulsado al movimiento de las microfinanzas para mirar al sector privado en busca de inspiración (Armendaríz y Morduch, 2010: 13-14, traducción del autor).

El éxito de combinar los mecanismos de acceso a información para superar los problemas de información asimétrica, con servicios financieros privados operados lejos de los esquemas de tasas de interés de subsidio directo gubernamental, propuestos por el modelo de oferta adelantada, ha permitido que el microcrédito se expanda hacia los sectores en condiciones de pobreza en contextos de apertura y liberalización macroeconómica, logrando fuerte im-pulso por parte de organismos internacionales, donadores institucionales e individuales, así como gobiernos nacionales. La Campaña de la Cumbre de Microcrédito da cuenta del consenso logrado por este me-canismo entre actores de distintas naciones, diferentes posiciones de autoridad y líderes con ideologías diversas.85

la literatura sobre el desarrollo, demostrándose las distorsiones y fallas que se producen a partir de los programas subsidiados de crédito rural. Al citar un trabajo realizado por Yaron, Benjamin y Piprek (1997), Robinson señala que el desempeño financiero de todas las instituciones financieras rurales propiedad del gobierno ha sido, por lo general, extremadamente pobre.

85 Los co-presidentes honorarios de la Campaña son la Reina de España y el anterior Primer Ministro de Japón; los co-

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Para los gobiernos nacionales, el microcrédito representa la posibilidad de atención de necesidades de sus habitantes de escasos recursos, quienes al ejercer capacidades productivas o económicas de autoempleo podrían mejorar sus condiciones socioeconómicas; esto, sin recurrir a las políticas en desuso de intervención directa y totalmente subsidiada. Para las instituciones microfinancieras, con o sin fines de lucro, era una oportunidad también. Para las IMF sin fines de lucro se presenta la posibilidad de influir en el combate a la pobreza obteniendo recursos internacionales y nacionales, en tanto que para las IMF con fines de lucro es la posibilidad de ejercer una actividad económica rentable con objetivos sociales.

Sistema financiero mexicano: transformación y estratificación

El sistema financiero mexicano ha vivido una intensa transformación en los últimos 30 años, experimentando profundas reformas estructurales de apertura y liberalización, sobre todo a partir de 1995 cuando el sector bancario tuvo un gran impacto en su estructura.86

Las reformas financieras en México iniciaron en los setenta, aunque registraron un revés tras la crisis de deuda externa de 1982, siendo hasta finales de los ochenta cuando las transformaciones se mostraron de manera contundente. En la década de los ochenta, la política macroeconómica dejó atrás el objetivo del crecimiento económico para abocarse a la corrección de los principales desbalances y a la reducción de la inflación, iniciando la etapa conocida como de estabilización; seguida en los noventas por reformas estructurales profundas de reprivatización de empresas públicas, re-ducción de aranceles, desregulación financiera, así como la apertura a capitales extranjeros y la eliminación de barreras tras la firma del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica. En el sector financiero, la gran reforma implicó la aplicación de medidas originales y re-visadas del modelo de represión financiera, con desregulación de tasas de interés, retiro de la participación gubernamental en la operación bancaria, eliminación de los créditos dirigidos y apertura a inversiones extranjeras, primero en cuentas de capital y después, claramente, en activos bancarios y demás instituciones financieras.

presidentes del Consejo son Vicente Fox, anterior Presidente de México; la Presidenta de la Country Women’s Association de Nigeria; el Decano de la Marriott School of Management en la Brigham Young University; George Soros, Presidente del Open Society Institute; el Presidente del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA); un miembro de la Casa de Cancilleres de Japón; el Ministro de Alimentos y Agricultura de India; la Secretaria General de la Self Employed Women’s Association; John Hatch, Fundador de FINCA Internacional; Muhammad Yunus, Director Gerencial del Banco Grameen; el Secretario General de la World Conference of Religious for Peace; la Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico en la ONU; y el Director General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

86 En 1995, México enfrentó la mayor crisis financiera y económica de la época reciente. Abundante bibliografía ha demostrado que la crisis económica registrada en México a finales de 1994 fue inicialmente una crisis financiera provocada por el proceso de apertura y liberalización del sistema. Por ello fue llamada por el director del FMI, Michel Camdessus, como la ‘primera gran crisis financiera global moderna’ (Ballescá, 2010).

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Basados en los fundamentos teóricos de la represión financiera, se registró un radical cambio de propiedad del sistema bancario convencional –ahora prácticamente de propiedad extranjera–, además de fuertes ajustes en la operación bancaria que han reducido la oferta crediticia y concentrado la atención a grandes clientes (Villafani-Ibarnegaray y González Vega, 2006). Así, a tres décadas de liberalización y desregulación para superar los efectos negativos de la oferta masiva de créditos baratos, el sistema financiero mexicano concentra institucio-nes bancarias de gran escala que atienden a la población de ingresos medios y altos. Frente a esta realidad, existen instituciones, instrumentos y operaciones de usuarios de bajos recursos que coexisten al margen. La exclusión financiera de la banca convencional se muestra también en el ámbito te-rritorial. En México existen 10,533 sucursales bancarias, sin embargo, 64.5% de los municipios del país no cuenta con sucursales bancarias y 25% tienen entre una y cinco sucursales de banca comercial (Comisión Nacional Bancaria y de Valores, 2009). De acuerdo al modelo de atención financiera en México por estratificación de clientes se-gún su ingreso familiar (Villafani-Ibarnegaray y González Vega, 2006), la banca convencional atiene a los estratos en la cúspide de la pirámide de ingresos, la banca comercial media a los estratos medios y las instituciones microfinancieras a los estratos de menores ingresos. Los usuarios financieros en México se pueden clasificar en seis capas según el ingreso mensual en el hogar: A y B, con al menos $82,000.00; C+, desde $33,000.00 hasta $81,999.00; C, con ingresos desde $11,000.00 hasta $32,999.00; D+, de $6,600.00 a $10,999.00; D, desde $2,600.00 hasta $6,599.00; y E, con menos de $2,600.00 (Villafani-Ibarnegaray y Gonzalez-Vega, 2006). Según este modelo, los bancos grandes se han dedicado tradicionalmente a clientes del tipo A y B (7.4% del mercado). Sin embargo en la actualidad desarrollan productos para atender a clientes del tipo C+, lo que les podrían llevar a atender hasta el 20% más rentable del mercado. De acuerdo a este modelo, en la medida en que la competencia se incremente, los bancos grandes se verían incentivados a profundizar su atención a segmentos de mayor riesgo aparente; sin embargo, los segmentos D y E son tan grandes que es poco probable que los grandes bancos convencionales se interesen en grandes coberturas de estratos menores a estos.

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Gráfica 1. Distribución del mercado de la banca en México por grupos de-mográficos estratificados según ingreso familiar mensual

Fuente: (Villafani-Ibarnegaray y González Vega, 2006), construido con información de la Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Mercados.

Los estratos E –ingresos menores a $2,600.00 mensuales– y D –ingresos de $2,600.00 a $6,599.00– son tradicionalmente atendidos por los diversos tipos de instituciones microfinan-cieras. El estrato E integra a los mexicanos en condiciones de pobreza extrema.87

La práctica del microcrédito en México

Con propósitos de profundizar en la reflexión sobre los intermediarios financieros privados que ofrecen crédito al sector popular en condiciones de pobreza o de bajos ingresos en Méxi-co, este trabajo elaborado en 2009 asume, a partir del modelo de análisis publicado en 2007 de la Red ProDesarrollo,88 dos grandes categorías tipo: 1) sociedades de ahorro y préstamo popular (SACP, constituidas principalmente por las cajas de ahorro) y 2) sociedades o insti-tuciones microfinancieras (IMF).89

87 De acuerdo a los criterios de medición monetaria de la pobreza en México, los mexicanos que reciben ingresos mensuales por debajo de 687.5 pesos son considerado en el nivel más bajo con pobreza alimentaria; quienes registran ingresos hasta 830.4 pesos están en la línea de pobreza de capacidades y quienes reciben ingresos hasta por 1,323.4 pesos mensuales son considerados con pobreza de patrimonio, con cifras a agosto 2005.

88 ProDesarrollo, Finanzas y Microempresa, A.C. es una red nacional de instituciones proveedoras de servicios microfinancieros vinculados a los modelos pioneros del microcrédito basados en el pago solidario. De acuerdo a su información institucional, disponible en su página de internet http://www.prodesarrollo.org, a marzo de 2010, sus miembros suman 86 organizaciones prestadoras de servicios financieros para micro-emprendimientos productivos, de servicio o de comercio, que con 1,070 sucursales en todo el país atienden a más de 2 millones de personas, de las cuales el 79% son mujeres. ProDesarrollo publicó en 2007 uno de los reportes más relevantes en el análisis del sector microfinanciero de México y constituye la única red que concentra información de las instituciones microfinancieras en el país.

89 La diferenciación de estas 2 categorías es con fines analíticos, se reconoce que ante la diversidad de instituciones

Gráfica 2. Distribución del mercado de la banca en México por grupos demográficos estratificados

según ingreso familiar mensual

Banca grandeA/B, 7.40%C+, 12.60%

D+, 34%

D, 21.80%

E, 7.30%

C, 17%Banca pequeña

Instituciones de microfinanzas

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Las dos categorías, como recurso analítico, permiten diferenciar la industria microfi-nanciera de la industria financiera popular –con prácticas de financiamiento y ahorro, principalmente de esquemas cooperativistas–. La diferenciación analítica se basa en tres características: i) su historia y evolución dentro del sistema financiero mexicano, ii) figuras jurídicas que los operan y sus métodos crediticios y iii) vocacionamiento promedio del des-tino de los recursos financieros.90

A diferencia de los 65 años de historia de las cajas de ahorro en México, las IMF surgie-ron en los años 80 con inspiración en los modelos asiáticos de microcrédito, fondeadas por donaciones privadas internacionales y, en su mayoría, como organizaciones no guberna-mentales sin fines de lucro. Las IMF se expandieron en la década de 1990 en un contexto macroeconómico de libe-ralización financiera y la edad promedio de operación activa es de ocho años. En cuanto a las metodologías de crédito, las cajas de ahorro se establecieron en la noción de cooperativismo donde el saldo de ahorro del socio es la base del crédito, con plazos más largos y montos individuales variados; en tanto, las IMF combinan los esquemas de pago solidario y crédito individual con plazos cortos de repago y en la mayoría de los casos sin servicios de ahorro. De acuerdo a ProDesarrollo (2007), entre 2003 y 2004, las IMF miembros de esta organi-zación reportaron un alza de 50% en la tasa de crecimiento promedio anual de la cartera de clientes, atienden en promedio por organización a más de 40,000 usuarios o de 15,000 si no se toman en cuenta los casos extremos, y otorgan un crédito promedio de $7,256.00.91

Así, en total sirven a 1.5 millones de clientes, de los cuales 90% son mujeres y 70% vive en zonas rurales; la cartera total activa de crédito es de $4,240 millones; emplean aproxi-madamente a 9,300 personas y presentan un promedio por institución de 421 personas; sin tomar en cuenta los casos extremos el promedio es de 108 personas por institución. Sin detallar, ProDesarrollo señala que el 65% de las instituciones con mayor grado de consolidación, es decir que no son nuevas ni muy pequeñas (menos de $5 millones de carte-ra), son autosuficientes financieramente.

financieras que atienden a sectores populares en México y la falta de información sólida y de amplia aceptación sobre el número y perfiles de las organizaciones la diferenciación tiene matices y limitaciones.

90 Referente al vocacionamiento promedio del destino de los recursos se consideran variables dicotómicas de análisis: el consumo –por parte de las SACP- y la inversión para actividades productivas –de las IMF-. Sin embargo, se reconoce que las IMF tienen limitados procesos para asegurar la aplicación exclusiva de los créditos en actividades económicas,. Más aún, en los usuarios en condiciones de pobreza, la compra de bienes muebles para el hogar puede constituír una inversión productiva (Conde Bonfil, 2001) (Mansell-Carstens, 1995).

En cuanto a la figura jurídico de creación, operación y de regulación y vigilancia, las SACP son una de las 15 figuras existentes en la estructura nacional del sistema financiero, estas se subdividen en 4 figuras, principalmente cajas de ahorro. En tanto, las IMF son fundamentalmente SOFOMES-SOFOLES (39%), asociaciones civiles (20%) y sociedades anónimas (19%) (ProDesarrollo, 2007).

91 Para el análisis cuantitativo de la industria, ProDesarrollo levantó un censo en enero de 2007 en las 54 de sus afiliadas y par los cálculos cuantitativos consideró además a 8 redes de microbancos de Asociación Mexicana de Uniones de Crédito, así como, las sucursales de Admic, Finsol, Fondo 5 de Mayo y Pronegocio.

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A continuación se enuncian a manera de numeralia datos relevantes de la industria microfinanciera en México, referida por la red:

• 100% de las instituciones otorga créditos productivos y normalmente utiliza entre dos o tres metodologías o productos de crédito diferentes.

• 75% otorga créditos productivos según la metodología de grupos solidarios.92

• 22% otorga créditos productivos según la metodología de bancos comunales.93

• 56% otorga créditos individuales productivos.94

La captación de ahorro es poco frecuente pero ProDesarrollo estima que irá aumentando a medida que la regulación de las instituciones avance: 6% capta y ofrece una variedad de productos de ahorro para sus clientes. Los demás servicios financieros que ofrecen: 16% de las instituciones opera seguros de vida para cancelación de adeudo; 6%, seguro de vida opcional; 3%, seguro de auto; y 3%, captación de remesas. Otra característica importante de las instituciones son los servicios no financieros. Con-siderando que ProDesarrollo agrupa a las IMF más grandes en México, los datos muestran una alta concentración en las actividades crediticias y financieras con bajos servicios vin-culados a la generación de capacidades de desarrollo y calidad de vida:

• 19% ofrece capacitación empresarial y en el uso e inversión del crédito. • 16%, servicios o capacitación en salud. • 9%, capacitación en desarrollo humano y empoderamiento de la mujer. • 6%, alfabetización o promoción en educación formal.

En la última década, el sector de microfinanzas, y en general el de finanzas populares en México, ha sufrido cambios sustanciales, expandiendo el número de participantes, am-pliando las estrategias de acción y los perfiles institucionales. Entre los principales cambios y tendencias en el sector está la mayor presencia de figuras con fines de lucro; mayor pe-netración de los mercados, especialmente urbanos y semiurbanos donde se detecta mayor competencia; crecimiento en el número y en el tipo de las instituciones privadas participan-tes, donde bancos convencionales han expandido créditos al sector de bajos ingresos,95 así

92 Son créditos escalonados, de garantía solidaria, con plazo de 4 a 6 meses aunque hay instituciones cuyos plazos van desde 2 meses a 1 año, los grupos están formados por 4 a 6 personas y la forma de pago es semanal o quincenal.

93 Son créditos escalonados, de garantía solidaria, con plazo de 4 meses que puede extenderse a 6, en este caso los grupos son más numerosos entre 15 y 30 personas aunque puede llegar hasta 50 personas y la forma de pago es fundamentalmente semanal, aunque también puede ser quincenal.

94 No hay aval solidario pero de acuerdo al monto se requieren algunos requisitos extras como avales o garantía real o líquida. Los plazos que van de 4 a 6 meses (aunque puede haber plazos de hasta 1 ó 1.5 años), y la forma de pago es fundamentalmente quincenal, aunque también puede ser semanal o mensual.

95 Entre los bancos tradicionales que incursionaron o han anunciado hacerlo destacan el español Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA-Bancomer) que ha iniciado operaciones de microcrédito directo en el Distrito Federal, en tanto que la casa matriz ha destinado un fondo regional de inversión en microfinanzas y realizado algunas compras de

184

Microcrédito en México

como empresas nacionales no financieras e inversores privados han comenzado a instalar y operar su propia institución, como WalMart.

Cobertura territorial de las instituciones microfinancieras

A partir del reporte de ProDesarrollo que en 2007 es la primera medición calculada por ProDesarrollo, se puede identificar que las instituciones con créditos grupales y bancos co-munales se encuentran principalmente en los estados del centro y sur del país. Conscientes de las limitaciones de esta base de datos que documenta en total 2,997 sucursales en el país, se identifica al sureño estado de Chiapas en el primer sitio, seguido de Estado de México, Veracruz, Puebla y el Distrito Federal.96

Gráfica 2. Mapa de cobertura territorial por estado de las IMF en México, 2007

microfinancieras en el Perú y Colombia y ha mostrado particular interés de invertir en México. Banorte, el banco más grande de capital mexicano, sigue expandiendo las operaciones de la SOFOL Créditos Pronegocio, perteneciente al mismo grupo financiero, y enfocado en servir a microempresas. En tanto que HSBC compró 20% de las acciones de la IMF SOFOL Financiera Independencia.

96 Gustavo del Ángel Mobarak, como investigador del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), encabeza el proyecto de investigación para conformar la Base de Información Geoespacial del Sistema Financiero Mexicano que identifica de manera exhaustiva las instituciones con servicios al sector popular en sus diversas figuras jurídicas, según consta en la versión que amablemente compartió conmigo. La investigación, financiada en convenio por el CIDE y el Proyecto Afirma de la United States Agency for International Development (USAID), está en proceso de revisión y publicación, y sin duda será la base de datos de referencia para los posteriores estudios de cobertura, presencia y práctica de las microfinanzas en México (Del Ángel Mobarak, Muñoz Lapiedra, Abelleyra, Nava, Yescas, & Parada, 2009).

Gráfica 3. Mapa de Cobertura territorial por estado de las IMF en México, 2007

Menos de 10 sucursales

Distrito FederalEstado de MéxicoMorelosTlaxcalaQuerétaro

49100171110

Menos de 20 sucursalesMenos de 30 sucursalesMás de 40 sucursalesMás de 90 sucursales

Fuente: ProDesarrollo, 2007

5

15

14

19

34

44

94

2312

3

2

69

15

26

22

21

54

43 132

49

910

2143

8

185

MónicA bALLescá

Por municipio, cuya base no está disponible al detalle al momento de este análisis, se muestra una limitada cobertura: en Chiapas sólo se cubren 35% de los municipios, al igual que en el Estado de México; en Veracruz la cobertura municipal es de 21% y en Puebla de 12%. En Chiapas, por ejemplo, una tercera parte de las 132 sucursales se concentran en dos municipios: Tuxtla Gutiérrez (23) y Tapachula (11). De las 100 sucursales ubicadas en el Estado de México, más de una tercera parte (17) se encuentran en municipios pertenecientes a la zona conurbada del Valle de México y Toluca. En contraste, los estados con mayor co-bertura geográfica son Tabasco, con presencia en sus 17 municipios, Distrito Federal con 88% y Sinaloa con 13 de 18 municipios. Entre los estados con menor cobertura, Zacatecas es el de menor cobertura municipal con sólo uno de 52 municipios atendidos, mientras que en Baja California Sur y Colima la cobertura es del 20% de sus municipios. Considerando el factor poblacional, basados en el Censo de Población y Vivienda 2005, en México habría casi dos (1.76) sucursales para atención de microfinanzas por cada 200 mil habitantes, pero esta cobertura no es igual en todo el país. El sureño Chiapas registra el mayor número con seis por cada 200 mil habitantes, seguido por Tabasco con casi cinco. A partir de estas bases de datos, por arriba del promedio nacional de 1.76 sucursales por cada 200 mil habitantes se encuentran once entidades –Chiapas, Tabasco, Tamaulipas, Veracruz, Oaxaca, Campeche, Yucatán, Morelos, Tlaxcala, Puebla e Hidalgo–. Las restantes 21 entidades registran 1.76 sucursales o menos, siendo Durango la de menor cobertura pobla-cional con 0.27 sucursales por cada 200 mil habitantes.

Microcrédito en México y su relación con la pobreza

La práctica y las instituciones microfinancieras en México han experimentado una acelera-da transformación (Alpizar y González Vega, 2006). De estar compuesto por organizaciones no gubernamentales –que se financiaban por donativos y sin fines de lucro–, en la actua-lidad comprende una amplia gama de instituciones con metodologías crediticias heterogé-neas, formas jurídicas diversas y una creciente preocupación por ampliar su cobertura y operaciones. Esta evolución ha generado importantes debates que, en términos generales, se podrían caracterizar en tres grupos: los relacionados con el desenvolvimiento del sector, los relativos a las prácticas financieras de los usuarios y los que discuten relaciones causales de impacto. Algunos modelos de análisis empírico, tanto de enfoques cuantitativos como cualita-tivos, vinculan una relación causal entre microcréditos y mejoramiento de las condiciones de pobreza, considerando que los usuarios mejoran sus niveles de educación, salud, ingreso y hasta mayor participación en la toma de decisiones dentro del hogar. Sin embargo, como se mencionó en el primer apartado, no existe consenso en torno a una explicación científi-

186

Microcrédito en México

camente sostenible de que dicha relación causal se mantenga en el tiempo, principalmente con la pobreza monetaria.97

Partiendo de la propuesta de que el microcrédito es un instrumento de desarrollo que si bien no resuelve por sí solo la pobreza y sus consecuentes condiciones, sí abona a su su-peración y al desarrollo de sus usuarios, este trabajo analiza si la práctica del microcrédito –medido en términos de presencia de las IMF– ocurre en donde se registran los más altos niveles de pobreza monetaria y las condiciones derivadas de esta. La hipótesis de trabajo que subyace es que existe una correlación positiva a pesar del creciente número de participantes y la expansión de las instituciones existentes, donde los cuestionamientos detonantes se centran en analizar si las microfinancieras privadas están presentes en los territorios de mayor pobreza, cuál es la relación entre la presencia de mi-crocrédito y los índices de marginación, educación e infraestructura básica en la vivienda y cuál es la relación entre el indicador de rezago social y el número de instituciones microfi-nancieras en México. Sin pretender ser un análisis causal y reconociendo los límites la información a nivel de entidades, a continuación se muestran los resultados de prueba estadística de correlación simple considerando como variables independientes los indicadores oficiales que refieren el nivel socioeconómico en las entidades del país, siendo la variable dependiente la presencia de instituciones de microcrédito, asumida como proxy de la práctica de microcrédito en México.98

A fin de poner a prueba estadística la hipótesis de trabajo, se establecieron seis hipótesis operativas, siendo H1 la principal y las restantes complementarias, a saber:99

H1. A mayor situación de pobreza monetaria,100 mayor la práctica del microcrédito medida por el número de instituciones microfinancieras en operación

97 En los últimos años han surgido modelos experimentales sobre la medición de la relación causal de los programas de microcrédito sobre las condiciones socioeconómicas de los usuarios. Estas evaluaciones de impacto socioeconómico sobre los usuarios cubren desde la variación en el ingreso, consumo de alimentos, seguridad económica, oportunidades de educación y capacitación técnica profesional, acceso a servicios de salud, nutrición hasta fortalecimiento de la acción de la mujer, uso de métodos anticonceptivos, mudanzas en las relaciones sociales y políticas en una comunidad (véase por ejemplo (Goldberg, 2005). Para el caso de México destacan los estudios realizados por investigadores del Colegio de México, el Centro de Investigación y Docencia Económica, la Universidad Autónoma de México, entre otros, disponibles en la página institucional del PRONAFIM (Programa Nacional de Financiamiento al Microempresario, 2010).

98 Como se ha mencionado, el análisis a nivel de entidades federativas presenta limitaciones de alcance, profundidad y sesgos de representatividad para espacios geográficos menores como municipios o localidades, asimismo para realidades urbanas y rurales de los usuarios del microcrédito; y adicionalmente, para el uso de una base de datos no exhaustiva como la de ProDesarrollo.

99 En este trabajo de comprobación de hipótesis no aplica, todavía, un análisis de regresión múltiple, el cual nos permitiría observar el efecto de alguna variable manteniendo constante la influencia de las demás. Por ello, los resultados que se presentan solamente son preliminares y una aproximación a la correlación entre variables.

100 Se consideran los valores de pobreza monetaria del 2005 calculados por el CONEVAL (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, 2008) que es la última disponible con mediciones para todas las entidades del país, toda vez que los valores para el año 2008 son representativos para el país en general y calculados para 7 estados que sufragaron una sobre muestra de la Encuesta Nacional de los Ingresos y Gastos de los Hogares 2008, fuente primaria de información.

187

MónicA bALLescá

H2. A mayor rezago social en las entidades del país, mayor es el número de institucio-nes microfinancieras.H3. A menor nivel educativo, mayor es el número de instituciones microfinancieras por entidades.H4. A menor infraestructura en vivienda, mayor el número de instituciones microfi-nancieras. H5. A mayor grado de marginación, mayor el número de instituciones financieras en operación.H6. A menor grado de atención de salud, mayor es el número de instituciones finan-cieras en operación.

La prueba estadística utilizada es el método de correlaciones simples que permite medir el grado de asociación lineal (dependencia) entre dos variables a través del coeficiente de correlación de Pearson (r). El valor del índice de correlación varía en el intervalo [-1, +1]. Un coeficiente de correlación igual a 0 indica una independencia total entre las dos variables, de manera que cuando una de ellas varía esto no influye en absoluto en el valor que pueda tomar la segunda variable; el valor de 1 puede ser positivo o negativo. Si el coeficiente de correlación es positivo, esto representa que al aumentar el valor de una variable también lo hace la otra. Por el contrario, cuando el signo es negativo ello indica que la relación es inversa, esto es, que al aumentar el valor de una, el valor de la otra disminuye.101

Para la prueba de hipótesis se identificaron distintos indicadores para cada variable in-dependiente. Así, para la pobreza (H1) se testó por separado la pobreza alimentaria, de capa-cidades y de patrimonio; para la variable de nivel educativo (H3) se usan los indicadores de población analfabeta y con menos de nueve años de educación formal; para infraestructura en vivienda (H4) se prueban cinco valores medidos en el índice de marginación: viviendas con piso de tierra, sin agua, sin lavadora, sin refrigerador y como medida de hacinamiento y ocupantes por cuarto. En tanto, para rezago social (H2), marginación (H5) y derechoha-biencia a servicios de salud (H6) se utilizan indicadores específicos. Entre todas las relaciones testadas, las tres mediciones de pobreza arrojaron las varian-zas y los coeficientes de correlación más altos para una hipótesis, lo que indica que entre el 29 y 32% del número de las instituciones financieras en los estados del país se explican a partir de la existencia de condiciones de pobreza (véase detalles en Anexo 2).102

Las medidas usadas indican una relación entre las variables como teóricamente se pre-dice: el microcrédito es utilizado como una herramienta que abona a superar condiciones

101 Es importante aclarar que la correlación entre variables, aún con valores altos en r, no implica necesariamente causalidad. La asociación puede existir porque ambas variables son causadas por una tercera o son causa de ella.

102 Los valores de p superiores a 0.10 significan, técnicamente expresado, que existe alta significación estadística y que existen condiciones para rechazar la hipótesis nula de que el coeficiente de regresión valga cero en la población.

188

Microcrédito en México

de pobreza, ergo, ocurre en estados donde es mayor la pobreza, rezago social, marginación, población con menor nivel educativo y con menor infraestructura en vivienda; sin embar-go en cuanto el acceso a los servicios de salud, es la medida más débil por lo que presume cautela en el análisis de correlación. A fin de ilustrar los resultados de correlación simple, a continuación se muestran los valores del coeficiente de Pearson y la varianza para cada indicador de las variables inde-pendientes analizadas en cada hipótesis.103

Gráfico 3. Valores del coeficiente de Pearson

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CONEVAL.

En el caso de la hipótesis 3, los valores negativos representan la relación inversa en la correlación lineal. Con altos niveles de significación, 28% de la presencia de la práctica del microcrédito se explicaría por el analfabetismo.

103 El gráfico sólo es para ilustrar la potencia estadística explicativa de los valores individuales de cada indicador, toda vez que el cálculo del coeficiente de correlación de Pearson sólo muestra la correlación individual entre variables independientes y dependientes.

Gráfica 4. Valores del coeficiente de Pearson

Coeficiente de correlación de Pearson (r estandarizada)Varianza (r2)

Pobr

eza

alim

enta

ria

Pobr

eza

de c

apac

idad

es

Pobr

eza

de p

atri

mon

io

Índi

ce d

e re

zago

soc

ial

0.563 0.557

H1 H2 H3 H4 H5 H6

0.5360.485

-0.528 -0.335 -0.29

32% 31% 28%

11%

24%

0.414

17%

0.54

29%

0.524

27%

0.563

32%

0.607

37%

0.513

26%

8%

29%

Anal

fabe

ta

Vivi

enda

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agu

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lava

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Vivi

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n pi

sode

tier

ra

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CONEVAL

189

MónicA bALLescá

Si bien el criterio más exigente utilizado –porcentaje de población en la vivienda con edad de 15 años o más con menos de nueve años de educación probada por entidad federati-va– mostró valores inferiores al analfabetismo, se considera que la práctica del microcrédito es más probable entre personas con bajos niveles de educación. Con cinco medidas de diferentes servicios básicos y semibásicos en las viviendas habi-tadas en las entidades federativas, el número de instituciones que operan instrumentos de microcréditos tienen una relación positiva y varianzas de explicación causal diversas. El hacinamiento –medida por el número de ocupantes por cuarto en los hogares mexi-canos– muestra la mayor potencia explicativa, mientras que las viviendas con piso de tierra es la relación más débil. El acceso a los servicios de salud, por su parte, muestra una asociación débil, lo cual nos lleva a tomar con cautela la relación entre acceso a los servicios de salud y la práctica del microcrédito. Con los resultados obtenidos es posible señalar que en México las instituciones microfi-nancieras se han establecido en los estados de más altos índices de pobreza y condiciones de marginación y rezago vinculadas a la misma. La prueba estadística es consistente con lo señalado por Villafani-Ibarnegaray y Gon-zalez Vega (2006) y comprueba que las microfinancieras se han establecido en estados con alta pobreza y marginación, donde los usuarios excluidos del sistema bancario convencional son clientes de las instituciones microfinancieras. Así, entre menos desarrollado socioeconó-micamente esté un estado del país, mayor es la práctica del microcrédito, considerado este último como presencia de las IMF.

Conclusiones

Los sectores de bajos ingresos o pobres tienen prácticas financieras pese a la ausencia de las instituciones bancarias tradicionales; históricamente han sido atendidos sobre todo por intermediarios informales y, en menor medida, por organizaciones no convencionales con cobertura comunitaria. La política de oferta adelantada de créditos en los años 60 y 70 que pretendía expandir los servicios financieros a los sectores populares en México a través de instituciones ban-carias gubernamentales, generó efectos negativos y dejó lejos la cobertura ampliada de los segmentos demográficos de menores ingresos. En las últimas décadas, México ha experimentado cambios sustanciales en su sistema financiero con ajustes estructurales macroeconómicos orientados a la liberalización, desre-gulación y apertura bancaria bajo el modelo teórico de represión financiera, con el fin de su-perar las limitaciones y errores del modelo previo. Sin embargo, los grandes intermediarios financieros resultantes no lograron revertir la exclusión de los sectores de bajos ingresos.

190

Microcrédito en México

Con sus orígenes en los años 80 y un desarrollo inspirado en los modelos de microcrédito de países asiáticos, en las últimas dos décadas instituciones microfinancieras, con diversas figuras jurídicas se han expandido en el país. La estructura de pago solidario de grupos locales es la principal innovación del micro-crédito, considerado por algunos como el esquema que revolucionó el modelo crediticio para los pobres, al lograr mejorar los costos de operación convencional para superar los riesgos vinculados a la información asimétrica o imperfecta de los usuarios pobres que no tienen recursos materiales ni económicos para compensar una asignación crediticia. Los esquemas de pago solidario permiten compensar la falta de garantía y la estructura de autogestión compensa procesos y acciones administrativas, amortizando parte del riesgo financiero. Si bien el crédito de pago solidario es el esquema más difundido, el microcrédito indivi-dual ha cobrado mayor importancia, principalmente en clientes con renovación de crédito y con antecedentes positivos de repago en esquemas de crédito solidario. El microcrédito es una herramienta con presencia global que ha mostrado amplias posibilidades para ampliar el servicio crediticio a usuarios pobres, para apoyar contra el combate a las condiciones de pobreza y fomentar cambios sociales, al tiempo que supera los errores del financiamiento popular con subsidios directos en tasas y operación directa de oferta gubernamental. Sin embargo, el microcrédito ha sido acompañado de grandes supuestos y afirmaciones que parecían hasta hace una década poco cuestionables. Sin duda, las microfinanzas y en particular el microcrédito hacen diferencia en las vidas y el bienestar de los usuarios y de su familia, pero ninguna investigación científica ha logrado consenso y evidencias sostenibles sobre la superación de la pobreza en los usuarios del microcrédito,si todas las condiciones sociales, culturales y económicas se mantienen iguales. Otra afirmación es que las instituciones microfinancieras (IMF), con o sin fines de lucro, tienden a ser autosostenibles y que esta es una condición indispensable para expandir su presencia, por lo que los subsidios y donaciones se requieren sólo en la etapa inicial. Ante la evidencia empírica de la lejana autosostenibilidad generalizada por parte de las IMF y la sospecha o temor de que las IMF que la consiguen dejen de lado el objetivo social de ser una herramienta para ayudar a disminuir la pobreza, las discusiones e investigaciones sobre el uso de subsidios directos o indirectos serán cada vez más necesarias. Asimismo, es de esperar innovaciones o nuevos esquemas en la práctica del microcrédito para enfrentar este desafío. Un ejemplo de ello en México es la práctica novedosa de subsi-dios indirectos bajo esquemas de fondeo público a instituciones microfinancieras que operan como dispersores privados de microcrédito en sectores pobres, tal es el caso del Programa Nacional de Financiamiento al Microempresario (PRONAFIM). Incluso, más allá, en gobiernos estatales y municipales existen programas de microcrédito que si bien, en algunos casos usan tasas de interés de mercado, reciben recursos públicos para la operación y funciona-

191

MónicA bALLescá

miento administrativo. Las IMF han registrado una rápida expansión en México durante la última década, impulsadas como instrumento compensatorio de la falta de presencia de la banca múltiple convencional; pese a la escasa información disponible, se observa que las variaciones en la práctica del microcrédito en las entidades del país parecen producidas por las condiciones de pobreza. En México, parece tener una influencia significativa en el crecimiento de las microfi-nanzas, y por ende de la práctica del microcrédito, la pobreza monetaria, los bajos niveles de escolaridad, la falta de infraestructura en la vivienda y la marginación. Entre menos desa-rrollado socioeconómicamente esté una entidad federal, mayor es el tamaño de la industria de las microfinanzas y por ende, como proxy, la práctica del microcrédito. La pobreza alimentaria y el hacinamiento se proyectan como los indicadores más ro-bustos de relación con el microcrédito, algo que quizá no es sorprendente si consideramos el mercado objetivo de estas instituciones: usuarios de bajos ingresos. Este análisis apenas pretende dar elementos preliminares para atender la preocupación central de si ante la creciente expansión y competencia las IMF en México pudieran orientar sus servicios a segmentos de población pobres o de mayores ingresos. Se requiere la revisión de los indicadores seleccionados para complementar el análisis preliminar aquí esbozado, además de la necesidad de utilizar escalas no agregadas a entidades federativas.

192

Microcrédito en México

Anexo 1.

Tabla 2. Figuras jurídicas de Ahorro y Préstamo Popular y enfocadas al microempresario en México, 2008

Sociedades de Ahorro y Préstamo Popular (SACPs)Tipo de instituciones

Fines de lucro

Está regulada Características

Cajas de Ahorro y Cajas Solidarias

NO SÍ. Las que no están exceptuadas se encuentran en proceso de regulación según la Ley de Ahorro y Crédito Popular (LACP)

Las cajas solidarias se concibieron como organizaciones de mutua ayuda formadas por personas que comparten un vínculo común natural y se asocian para ahorrar. Los socios aportan el capital social. La sociedad organizada en las cajas ha sostenido a sus administraciones y ha contribuido a su propio crecimiento. Operan con sus socios

Sociedades Financieras Populares (SFP)

SÍ SÍ (Figura de la LACP) Servicios financieros enfocados al público en general, principalmente, captación de ahorros y depósitos y otorgamiento de créditos, así como operaciones de menudeo

Sociedades cooperativas de ahorro y préstamo

NO SÍ (Figura de la LACP) Servicios financieros principalmente captación de ahorros y depósitos, así como otorgamiento de créditos a sus socios

Sociedades de ahorro y préstamo (SAP)

NO Sí, reguladas por la Ley de Ahorro y Crédito Popular

Su objeto es la captación de recursos exclusivamente de sus socios mediante actos causantes de pasivo directo o contingente, quedando la sociedad obligada a cubrir el principal y en su caso los accesos financieros de los recursos captados

Sociedades Microfinancieras Enfocadas al MicroempresarioTipo de instituciones

Fines de lucro

Está regulada Características

193

MónicA bALLescá

Sociedades de Ahorro y Préstamo Popular (SACPs)Sociedades financieras de Objeto Límitado (SOFOL) y Sociedades financieras de Objeto Múltiple (SOFOM)

SÍ SOFOL: SÍ por Banxico (Banco de México), CNBV (Comisión Nacional Bancaria y de Valores) y SHCP (Secretaría de Hacienda y Crédito Público) (En proceso de transformación a SOFOM)

Sociedad Financiera de Objeto Limitado: Es una institución financiera no bancaria autorizada para financiar sectores o actividades específicas. Una Sofol se encuentra supervisada a través de la Secretaría de Hacienda, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y del Banco de México.

Una SOFOL no recibe depósitos del público en general; su fondeo proviene de capital propio, bancos comerciales, emisiones en el mundo bursátil y la banca de desarrollo. Actualmente se encuentran en proceso de desregulación y desaparición

SOFOM: Hay reguladas y no reguladas

Sociedades Financiera de Objeto Múltiple Reguladas: son aquellas que mantienen vínculos patrimoniales con instituciones de crédito o sociedades controladoras de grupos financieros de los que formen parte instituciones de crédito.

Sociedades Financieras de Objeto Múltiple No Reguladas: es una empresa cuyo capital no participa en ninguna de las señaladas en las SOFOMs reguladas

Figuras jurídicas mercantiles y sociales con operaciones financieras formales para el microempresarioTipo de instituciones

Fines de lucro

Está regulada Características

Asociaciones Civiles (AC)

NO NO Objeto social de asistencia y beneficiencia con carácter legal y sin fines de lucro

Sociedades Civiles (SC)

SÍ NO Objeto social vinculado al desarrollo económico, impulsando iniciativas en el campo de la economía social

194

Microcrédito en México

Sociedades de Ahorro y Préstamo Popular (SACPs)Instituciones de Asistencia Privada (IAP)

NO NO Instituciones que tienen como objeto social la realización de obras de asistencia y beneficiencia social que no sean lucrativas

Sociedades Anónimas (SA de CV)

SÍ NO Sociedad mercantil cuyos titulares lo son en virtud de una participación en el capital social a través de títulos o acciones. Las acciones pueden diferenciarse entre sí por su distinto valor nominal o por los diferentes privilegios vinculados a éstas

Fuente: ProDesarrollo (2007), con adaptaciones propias.

195

MónicA bALLescá

Anexo 2.

Tabla 3. Resumen de pruebas estadísticas de correlación

HipótesisVariables

independientesIndicadores

Sentido de la

relación entre

variables

Coeficiente de la

correlación de Pearson

(r)

Varianza (r²)

H1. A mayor pobreza monetaria, mayor la práctica del microcrédito medida por el número de instituciones microfinancieras en operación

Pobreza monetaria

% Población por debajo de la línea de pobreza alimentaria por entidad federativa

+ .563 (**) 32%

% Población por debajo de la línea de pobreza de capacidades por entidad federativa

+ .557 (**) 31%

% Población por debajo de la línea de pobreza de patrimonio por entidad federativa

+ .536 (**) 29%

H2. A mayor rezago social en las entidades del país, mayor es el número de instituciones microfinancieras.

Rezago social Índice de rezago social a nivel de entidad federativa

+ .485 (**) 24%

196

Microcrédito en México

HipótesisVariables

independientesIndicadores

Sentido de la

relación entre

variables

Coeficiente de la

correlación de Pearson

(r)

Varianza (r²)

H3. A menor nivel educativo, mayor es el número de instituciones microfinancieras por entidades

Nivel de escolaridad

% Población analfabeta por entidad federativa

- .528 (**) 28%

% Población menos de 9 años de educación probada por entidad federativa

- .335 11%

% viviendas con piso de tierra por entidad federativa

+ .414 (*) 17%

% viviendas sin agua por entidad federativa

+ .540 (**) 29%

H4. A menores servicios básicos y semibásicos en la vivienda, mayor el número de instituciones microfinancieras

Infraestructura en vivienda

% de viviendas sin lavadora por entidad federativa

+ .524 (**) 27%

% de viviendas sin refrigerador por entidad federativa

+ .563 (**) 32%

Número de ocupantes por cuarto en los hogares por entidad federativa

+ .607 (**) 37%

H5. A mayor grado de marginación, mayor el número de instituciones financieras en operación

Marginación socioeconómica

Índice de marginación

+ .513 (**) 26%

197

MónicA bALLescá

HipótesisVariables

independientesIndicadores

Sentido de la

relación entre

variables

Coeficiente de la

correlación de Pearson

(r)

Varianza (r²)

H6. A menor grado de atención de salud, mayor es el número de instituciones financieras en operación

Acceso a servicios de salud

% de población sin derechohabiencia a servicios de salud

- .290 8%

*p ≤ .05 ** p≤.10Fuente: Elaboración propia.

198

Microcrédito en México

199

MónicA bALLescá

Parte II

Microfinanzas en México:cálculos, normatividades y malabarismos

200

LAs MicrofinAnzAs en Los intersticios deL desArroLLo

201

AnnAbeLLe suLMont

Capítulo 8

Prácticas económicas y financieras de los hogares rurales receptores de remesas.

Perspectiva desde los microbancos rurales en México

Annabelle Sulmont

El modelo de microbanco y su experiencia en la migración rural104

Los microbancos rurales: ¿Qué son?

Los microbancos rurales son instituciones financieras que ofrecen sus servicios a los hogares de las zonas más remotas de cinco estados del centro-sur del país. Se trata de un modelo basado en la estructura cooperativista, que resulta original e innovador en comparación con las otras instituciones del sector microfinanciero, dado que sus servicios son diseñados para estimular la inclusión financiera. Así, los microbancos ofrecen una gama extensa de productos (ahorro y crédito con diferentes modalidades, envío-recepción de remesas, microseguro de vida, pago de cheques y de servicios) con el fin de adaptarse a las condiciones y necesidades de las personas que viven en localidades social, económica, y políticamente marginadas, así como geográficamente aisladas. Si las sucursales de los microbancos están por lo general ubicadas en cabeceras municipales, también ofrecen servicios móviles mediante la definición de rutas que incluyen localidades más retiradas que sus promotores atienden directamente en campo. Como muchos de los microbancos están en zonas indígenas, se contrata a empleados que son de la zona a fin de que puedan atender a los socios en su propio idioma. El modelo microbanco fue creado en 2000 por la Asociación Mexicana de Uniones de Crédito del Sector Social (AMUCSS), organización que tiene más de quince años de experien-cia en la operación de instituciones financieras rurales de México, como uniones de crédito

104 La información presentada en este capítulo se obtuvo desde la experiencia laboral de su autora durante 3 años como Coordinadora de las actividades de Investigación Aplicada en la ONG AMUCSS entre 2007 y 2010.

202

prácticAs econóMicAs y finAncierAs de Los hogAres rurALes receptores de reMesAs

campesinas, fondos de autoaseguramiento, cooperativas de ahorro y crédito y microbancos rurales en diversas regiones. Hoy en día los microbancos siguen recibiendo un apoyo técnico extenso de la AMUCSS. Actualmente, existen siete redes de microbancos que incluyen 27 sucursales; cuatro de estas redes están constituidas en una red nacional: Sistema de Micro-bancos Rurales (SMB Rural).

Gráfica 1: Localización de las redes de microbancos

Con años de experiencia en zonas rurales, la AMUCSS se ha enfrentado muy temprano al problema de la migración internacional. Durante varios años, la AMUCSS ha venido tra-bajando en incorporar un servicio de remesas efectivo para los socios en los microbancos localizados en zonas de migración. Después de experimentar un servicio rudimentario basa-do en la confianza y solidaridad comunitaria,105 en el microbanco de Santa Cruz Mixtepec, región mixteca de Oaxaca, se implementa en 2003 un servicio de transferencia de remesas mediante alianzas con remesadoras. Finalmente en 2007 la AMUCSS crea Envíos Confianza,

105 En acuerdo con los socios, los migrantes mandaban sus envíos a la cuenta bancaria de la gerente de la sucursal en Tlaxiaco, ciudad más cercana, a 3 horas de transporte en caminos de terracería. Ella iba varias veces a la semana a retirarlos en fin de entregar el dinero a los receptores.

Gráfica 5. Localización de las redes de microbancos

Redes de Microbancos1. Kaxa Taón con 3 sucursales2. Fincoax con 6 sucursales3. Finrural con 7 sucursales4. Maseual Tomin con 3 sucursales5. Credimich S. C. con 1 sucursal6. Eco de la Montaña con 3 sucursales7. Zihualtme con 3 oficinas

Fuente: AMUCSS

5

7

3

4

62

1

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una empresa social emisor-dispersor de dinero que trabaja con IMFs rurales tales como los microbancos. Logra obtener contratos con varias remesadoras en la medida en que ofrece un exclusivo acceso, con economía de escala, a un nicho de mercado, el amplio sector rural. Sin embargo, más allá del tema de proveer un acceso a los receptores rurales al pago de remesas en un lugar cercano y de incrementar la bancarización de los hogares, los equipos opera-tivos de los microbancos y la AMUCSS se han dado cuenta de que la atención financiera a familias transnacionales implica conocer las prácticas y necesidades de este sector específico de la población atendida.106

Los microbancos en zonas de migración: realidades diversas y complejas

Para entender más a profundidad las prácticas y necesidades financieras de los hogares transnacionales rurales, algunas áreas de influencia de microbancos han sido verdaderos la-boratorios en los cuales se han desarrollado, desde la AMUCSS, varios tipos de investigación: estudios etnográficos, diagnósticos agrarios, estudios de impacto y necesidades. De esta manera se ha adquirido un conocimiento fino de cinco contextos con caracte-rísticas productivas y de migración muy diferentes, cuyas características principales vienen resumidas en la gráfica 2. Estos acercamientos permiten entender las relaciones entre condi-ciones estructurales y prácticas financieras de un hogar transnacional. El análisis realizado aquí se apoya en el estudio de estos cinco contextos, áreas de atención de microbancos que ofrecen el servicio de pago de remesas. El primero es el microbanco de Santa Cruz Mixtepec, pueblo mixteco de menos de 1,000 habitantes de la sierra sur de Oaxaca, que combina índices de migración y marginación muy altos (Consejo Nacional de Población, 2000 y 2005). La comunidad, fuertemente organizada, apoya el establecimiento de un microbanco, concentrando su interés en el servicio de pago de remesas, implementado de manera rudimentaria. Las actividades productivas locales en la comunidad son casi ausentes; la mayoría de los hombres está en Estados Unidos. Gracias a las remesas, algunos hogares mantienen una actividad agrícola de subsistencia pagando jornaleros para las temporadas de siembra y cosecha. Por falta de oportunidades producti-vas locales y un nivel de consumo local bastante bajo, una parte importante de las remesas recibidas se atesoran de manera informal o en el microbanco. Rápidamente, el microbanco se enfrenta a un problema de desequilibrio fuerte entre las reservas de ahorro y la baja colocación de crédito. Por la existencia de un fondo comunitario local que responde eficien-temente a las necesidades de créditos de emergencia de la gente, le resulta imposible a la

106 Los mismos representantes de la asociación usan el término “familias transnacionales”. Lo consideran oportuno tanto desde el punto de vista conceptual como en su actividad de provisión de servicios financieros. Efectivamente, permite considerar el hogar en su integralidad y movilidad permanente e integrar, sin criterios de presencia geográfica, a todos sus miembros en la construcción de su racionalidad económica e financiera.

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institución competir en este terreno. Por poner en peligro el balance financiero de toda la red de microbancos de la región, se decide finalmente cerrar el microbanco. El segundo contexto estudiado es el área de influencia del microbanco de Pahuatlan, en la sierra norte de Puebla. Este municipio integra comunidades otomíes, náhuatl y mestizas (la cabecera municipal es mestiza). Después de las crisis sucesivas de los cultivos comerciales locales, las comunidades otomíes se dedican a la artesanía y las demás localidades a la agri-cultura de subsistencia y, más esporádicamente, de renta. De manera paralela, empieza una migración a Estados Unidos que inician los pueblos otomíes en la década de 1980 y que se masifica fuertemente en los decenios de 1990 y 2000 con la integración de las demás partes del municipio al fenómeno migratorio. Clasificado con una intensidad migratoria media en 2000 (CONAPO), Pahuatlan combina una alta recepción de remesas y pequeñas actividades económicas locales decaídas. El ahorro de las familias transnacionales, formal o informal, es muy alto. La solicitud de créditos sigue bastante dinámica, en particular por parte de los ho-gares no transnacionales y las esposas de migrantes que tienen un pequeño negocio. En este contexto, el microbanco se mantiene registrando reservas de ahorro muy altas y colocando, en un nivel menor, créditos. Un contexto bastante diferente es el de Álvaro Obregón, en Michoacán. Este municipio mestizo se encuentra a media hora de la capital del estado, Morelia, y registra un nivel de marginación medio. Álvaro Obregón, tal como el resto de Michoacán, tiene una migración histórica muy alta, conservando paralelamente actividades agropecuarias de renta. A pesar de un contexto productivo cada vez más adverso, los productores siguen solicitando créditos productivos a las diferentes instituciones financieras, entre ellas el microbanco del munici-pio y la capital. Se han diversificado las estrategias de pluriempleo combinando la migración internacional con la pequeña actividad agrícola. El microbanco sufre de la baja captación de ahorro debido a la falta de confianza generada por experiencias pasadas de instituciones que han quebrado sin regresar el dinero a sus clientes. Los ahorros de los hogares se guardan mediante tandas o se invierten en créditos informales. El cuarto contexto es el de la comunidad náhuatl de Totolapa, pueblo de 2,000 habi-tantes que pertenece al municipio mestizo de Huamuxtitlan, en el estado de Guerrero, de intensidad migratoria alta (CONAPO, 2000). A pesar de que se encuentra a media hora de la cabecera municipal, Totolapa está bastante aislado de las demás partes del municipio y re-gistra un nivel de marginación muy alto (CONAPO, 2005). Totolapa pasa de ser un pueblo en autarquía que vive del autoconsumo a exportar su mano de obra en los campos de la región y en el norte del país y, finalmente, desarrollar una red migratoria dinámica en Nueva York. Hoy en día, ya no se exporta la mano de obra local en la región, las actividades agrícolas que se desarrollan en la comunidad son marginales. Las familias se apoyan, casi totalmente, en las remesas para mantenerse y cumplir con las etapas de su ciclo de vida. Las inversiones locales son casi ausentes y el nivel de consumo de muchas familias es bastante alto. En este

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contexto, el microbanco provee el único servicio de pago de remesas a nivel local y capta niveles de ahorro altos sin colocar créditos. Su sostenibilidad se basa en el equilibrio encon-trado con los demás microbancos de la red. Finalmente, el último contexto estudiado es el de San Agustín Loxicha, en la sierra sur de Oaxaca. Este municipio zapoteco de muy alta marginación (CONAPO, 2005) es el que, de todos los contextos presentados aquí, menos migración tiene. A más de dos horas de la ciudad más cercana, este municipio se ha desarrollado en casi autarquía, viviendo del autoconsumo y la producción del café. Los conflictos políticos en la zona107 y la crisis de la producción cafetalera produjeron las primeras salidas del municipio en los años ochenta. A partir de 2000, algunas personas empiezan a migrar a Estados Unidos. Se trata de una migración individual que no se apoya en una red migratoria, sobre todo de jóvenes solteros y que se desvincula de las actividades locales. El microbanco de San Agustín apoya de ma-nera paralela a las dos dinámicas de desempeño que coexisten en el municipio; es un actor local clave para los que se quedan, ya que otorga créditos a los pequeños productores de las comunidades y los comerciantes de la cabecera, además de proporcionar cuentas de ahorro para las frecuentes emergencias que enfrentan las familias. Al acercar el servicio de pago de remesas, ve incrementar su captación de ahorro.

Gráfica 2: Dinámicas de migración en función de las actividades locales en las zonas de origen

107 Entre 1986 y 1996: Formación del Ejército Popular Revolucionario y conflicto armado con el Ejército.

Gráfica 6. Localización de las redes de microbancos

Inexistencia de actividad local combinado con muchas remesas

Aumento de las remesasy abandono progresivode las actividades locales

Actividad local cada vez menosrentable, sostenida en parte porlas remesas

Muchas remesas y actividad local dinámica: sin/con interferencia en los hogares

Cultivos de renta con pocas ganancias

Migración

Red de migrantes

Red de coyotajelocal

Migraciónindividual

Totolapa Santa CruzMixtepec

San AgustínLoxicha

Pahuatlán Álvaro Obregón

Migración fase 3

Migración fase 2

Migración fase 1

Tendencia evolutiva

Actividad localhistórica

Fuente: AMUCSS

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Migrar, ¿para qué?: las “metas” del migrante rural

Proyecto inicial de migración y realidad del uso de las remesas

Si bien se conoce y se ha documentado mucho la relación entre el deterioro del empleo local en las comunidades rurales y la migración masiva a las zonas urbanas del país y a Estados Unidos, al momento de analizar las remesas, su característica primordial de ingreso de substitución no es suficientemente examinada. En las zonas rurales, la migración se presenta como una oportunidad de trabajo más o menos evidente según el nivel de desarrollo de las redes locales migratorias, que viene a susti-tuir un empleo local ausente, insuficiente o esporádico, que no permite cumplir con los gastos del ciclo de vida y los proyectos del hogar. En la mayoría de los casos, no es la familia entera la que se va, sino una persona, por lo general el hijo o el padre. La decisión de irse puede ser una iniciativa individual, concertada o no en la familia, o una práctica casi sistemática a una cierta etapa del ciclo de vida de un hogar. En Totolapa (Guerrero), por ejemplo, casi todos los hombres salen, por lo menos un tiempo, generalmente la primera vez cuando tienen entre 15 y 20 años y todavía son solteros. Tanto en una situación como en la otra, el plan de emigrar se construye alrededor de un proyecto que no se lograría realizar con un ingreso local. Lo más común es que uno se vaya con la intención de comprar un terreno, construir o ampliar una casa. Muchos jóvenes solteros migran con la idea de regresar teniendo un patrimonio –condición para el establecimiento de su hogar–. Existen otros varios proyectos que motivan la migración, como la educación de los hijos o la inversión productiva. Ahora bien, es necesario diferenciar el objetivo inicial del uso efectivo de las remesas. Por lo general no es que los migrantes abandonen finalmente el objetivo que habían defini-do antes de irse sino que se enfrentan a una serie de gastos y obligaciones, cuya importancia no habían medido. Conforme el hogar se sigue desarrollando en la comunidad de origen y que cuenta con un ingreso local menos, debido a la ausencia de uno de sus miembros, tiene que dedicar una parte considerable de las remesas al consumo diario. Esto es particularmente cierto en el caso de los hogares cuyo padre de familia se va. La esposa, por tener que dedicar una parte importante de su día al hogar y sus hijos, no cuenta con una actividad económica dinámica. En este caso es muy común que el 80% de las remesas sea utilizado en los gastos diarios. Tal como el ingreso local anterior, las remesas permiten cumplir con los gastos básicos del hogar. La apuesta que se hace es que, al contrario del ingreso local, exista un sobrante de dinero que pueda ser utilizado para un proyecto. Los hogares transnacionales más pobres tienen la característica de contar con un ingre-so local muy bajo o inexistente y de integrar varios hijos. En estos casos es frecuente que de 80 a 90% de las remesas sirva para cubrir gastos de alimentación y salud. Los hogares transnacionales que cuentan con un ingreso local más regular o un poco más alto y que

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tienen menos integrantes logran reducir esta proporción a 50 o 60%. También influye el factor de antigüedad migratoria tanto del hogar como de la comunidad a la cual pertenece. Si el familiar en Estados Unidos está integrado a una buena red de migrantes tiene más probabilidad de ganar más dinero y esto permite a su familia disminuir la proporción de remesas ocupadas en gastos de consumo. Así, un migrante de una comunidad del municipio de Pahuatlan (Puebla) que trabaja en la jardinería logra ganar alrededor de 280 UDS a la semana mientras que un migrante originario de Totolapa gana 500 UDS en el mismo tiempo. Es importante resaltar el beneficio que proveen las remesas en la alimentación de varios hogares. Al ser más importante que el ingreso al que substituyen, permiten una diversifica-ción de la dieta por la incorporación de lácteos y carne y la disminución de las crisis que obligan a reducir la alimentación del hogar. Hay que mencionar que existen también excesos en este aspecto. En ciertas zonas rurales que conocen una migración alta, como Totolapa, se desarrollan hábitos consumistas con compras desproporcionadas de refrescos y productos electrodomésticos.

Proyectos de vivienda

Como lo mencionamos, sea mediante la compra de un terreno o la construcción o amplia-ción de una casa, la vivienda es por lo general el objetivo que motiva la migración. Es tam-bién el objetivo migratorio que más se cumple de manera masiva. Tal como viene reflejado en la tabla 1, los tiempos en que se establece la vivienda varían en alrededor de ocho años de diferencia entre los hogares que pasaron por una etapa de migración y los que no.

Tabla 1: Tiempos de establecimiento de vivienda de un hogar en zona rural

Sin migración

Con Migración nacional

Con migración internacional

Casa de adobe/madera

3 a 10 años 2 a 5 años

Casa de cemento 10 a 20 años 8a 15 años 2 a 5 añosFuente: AMUCCS.

Hoy en día, muchos hogares jóvenes de las zonas rurales del país no pueden aspirar a una casa suya si el jefe del hogar no migra, por lo menos, a nivel nacional. La transición demográfica y las sucesivas divisiones de la tierra familiar han provocado la disminución constante de las parcelas heredadas. el aumento de precio de los terrenos, provocada par-ticularmente por el fenómeno migratorio, hace que la compra de un lote sea inalcanzable para un campesino, un jornalero o un pequeño comerciante de una comunidad.

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Si logran mantener el uso de una cierta proporción de las remesas para la vivienda, los migrantes internacionales logran poner una casa de dos cuartos en dos años si ya son propietarios, o más de cinco años si no lo son. La migración ha acelerado la transición de las casas de adobe o madera en casas de cemento más resistentes y confortables. En las localida-des rurales que tienen más antigüedad migratoria, las casas de madera casi desaparecieron. Es común que un migrante dedique varios años a mandar remesas para la vivienda, ya que además de poner su propia casa y ampliarla en un segundo tiempo, se encarga también de la vivienda de sus padres, reemplazando la casa de origen por una casa de cemento.

Inversión en educación

Otro gran objetivo de la migración es la educación de los hijos. Si generalmente el programa gubernamental Oportunidades permite cubrir los gastos relacionados con la escolarización de los niños el tiempo de la primaria, resulta ser insuficiente a partir de la secundaria. Efectivamente, los gastos de útiles, transporte y cuotas de clausura se elevan de manera con-siderable. Para las familias numerosas, estos gastos generan una presión tan fuerte que las remesas se presentan como una forma eficiente de resolver el problema. Según la etapa del ciclo de vida en la cual se encuentra un hogar transnacional, puede ocurrir que, sin que sea previamente planeado, las remesas sirvan esencialmente para cubrir los gastos de educación, mientras los proyectos de vivienda se pospongan. Al ver el incremento consecuente de su ingreso gracias a la migración, muchos hogares la consideran como una oportunidad para invertir en la educación de sus hijos prolongan-do sus estudios más allá de lo que hubieran podido esperar antes de la migración. Varios hogares rurales financian la escolarización de uno o varios de sus hijos en la preparatoria o hasta la universidad gracias a las remesas. Este fenómeno explica la duración mayor a la inicialmente prevista del periodo de migración del miembro del hogar, por lo general el padre de familia que está en Estados Unidos. Este fenómeno es masivo y demuestra que los planes del hogar no paran de evolucionar. Así, observamos muchos migrantes que tenían previsto quedarse dos años en Estados Unidos pero que finalmente se quedan cuatro o seis, y otros que, poco tiempo después de haber regresado a su comunidad, deciden volver al otro lado.

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Gráfica 3: Inversión de las remesas según el ciclo de vida del hogar

Fuente: AMUCCS

Para ilustrar la relación entre remesas y ciclo de vida, se expone, en la gráfica 3, un ejemplo de una familia transnacional con cuatro hijos, tres de ellos de edades cercanas y otro más joven. El esposo migra a Estados Unidos de manera periódica, con estancias de tres a cuatro años, según las oportunidades y necesidades. Vemos que al sumarse los costos de educación de los tres primeros hijos, la pareja no puede asumir su entrada casi simultánea a la preparatoria. La salida de los tres hijos de la secundaria permite aliviar la presión eco-nómica, por lo que la pareja puede remodelar su casa. Al llegar el cuarto hijo a la edad de entrar en la preparatoria, las remesas permiten asumir sus gastos escolares, por lo que se verá beneficiado en comparación con sus hermanos. Finalmente, cuando este último sale de la preparatoria, las remesas pueden invertirse en la ampliación la casa.

Los deseos de establecer un negocio

No se puede negar que muchos migrantes se van con la idea de constituir un capital para una inversión productiva. Sin embargo, no es un proyecto que se cumple en el primer viaje. Efectivamente, primero tiene que cumplir con la realización de las diferentes etapas del ciclo de vida anteriormente descritas. Así, son una minoría los que se dedican a este proyecto antes de “retirarse” como migrantes. Unos abandonan esta idea por el diagnóstico

Gráfica 7. Inversión de las remesas según el ciclo de vida del hogar

Remodelación casa Ampliación casa

Primaria y secundaria Hijo 4: preparatoria

Total estudiosConstrucción casa

Tpo

Amplitud gasto

Hijo 1Hijo 2

Hijo 3 Hijo 4

Esposo enEEUU

Fuente: AMUCSS

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que hacen de su localidad de origen. Al ver la saturación de abarrotes y la difícil inversión en otro negocio por falta de preparación, capital o apoyo, no ven otra opción que seguir migrando hasta “retirarse” apoyándose en sus hijos. Otros intentan establecer algún negocio: la mayoría fracasa o se encuentra a cargo de negocios con poca rentabilidad y difícilmente sustentables, mientras que sólo una minoría logra implementar un “negocio exitoso”.

Atrás de las metas: las prácticas financieras de los hogares transnacionales

Preferencia por el ahorro

Las remesas representan un ingreso que se diferencia de los ingresos tradicionales en zonas rurales. Por lo general representan un monto de dinero más alto que se obtiene de manera irregular. Si esto se presta a que los hogares receptores, por falta de administración cuida-dosa de su dinero, realicen gastos de consumo innecesarios al momento de la recepción, una gran parte del dinero recibido se guarda con el objetivo de gastarlo poco a poco hasta la próxima remesa y también de atesorar una parte para un proyecto específico. Una parte de las remesas es enviada por solteros que no tienen que mantener una fami-lia en la comunidad. En este caso, encargan sus envíos a un familiar, generalmente uno de sus padres, para que lo guarde hasta su regreso. Diferenciamos dos grandes tipos de ahorro por parte de los hogares transnacionales. En los dos casos es importante considerarlo no como un ahorro de las remesas sino como una estrategia de gestión de los ingresos del hogar. Efectivamente, la mayoría de las veces las remesas no constituyen un ingreso extra sino un ingreso casi siempre más alto que el ingreso al que sustituye, del cual se logra reservar una proporción marginal o significativa. El primer tipo de ahorro es el que constituyen las familias receptoras más pobres, que tienen una alta dependencia de las remesas. Corresponde a una mayoría de mujeres cuyos esposos trabajan en Estados Unidos y que reciben remesas regulares como principal fuente de ingreso familiar. Ellas administran el dinero del hogar con base en una serie de acuerdos previos o a distancia con su esposo. El ahorro se genera directamente desde las remesas. Los montos ahorrados son pequeños; se guarda “lo que sobra” de la remesa y se procura que este ahorro sea fácilmente accesible, en casa o en una institución bancaria cercana. La función de este pequeño ahorro consiste en cubrir algunas emergencias o la falta de liquidez que lle-ga a presentarse los días anteriores a la recepción de la siguiente remesa. El impacto de este ahorro reside en la reducción de la vulnerabilidad del hogar generada por la dependencia a una sola fuente de ingreso externa, y que presenta fluctuaciones según el mercado laboral estadounidense. Este segmento se asemeja a otro tipo de ahorradores que no son receptores de remesas. Son las familias que viven en las comunidades rurales más aisladas y que basan la mayoría

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de sus ingresos sobre actividades agropecuarias (cría de puercos, siembra de milpa y alguna producción de renta, jornaleo, etc.). Estos dos segmentos cohabitan en zonas como Pahuatlan y San Agustín Loxicha (Oaxaca). Generalmente, se trata de familias que se encuentran al final de su ciclo de vida y cuyo jefe de familia nunca ha migrado, sea a nivel nacional o internacional. El ahorro es muy escaso, ya que proviene de la venta de algún producto agrí-cola, animal de traspatio o de los subsidios gubernamentales. Al igual que en el caso anterior, se utiliza si hay falta de liquidez o emergencia. El segundo tipo de ahorradores dentro de las familias transnacionales corresponde a los que tienen una experiencia migratoria más antigua y exitosa. Cuentan con ingresos relati-vamente altos ya que las remesas, mandadas casi siempre por el jefe de hogar, son regulares y representan cantidades importantes. Además, el hogar cuenta con una actividad económica local, atendida por la esposa del migrante, que genera también un ingreso significativo. Los ahorros constituidos están enfocados en los proyectos del hogar que son atendidos de manera paralela. Uno de ellos es la inversión constante en el negocio local que asegura su continuidad o dinamismo. Este segmento también se puede comparar con otras familias no receptoras de remesas: las que cuentan, muchas veces por herencia, con los negocios grandes de la comunidad, general-mente en la cabecera municipal. Gracias a su alto ingreso comercial, estas familias tienen prácticas financieras similares.

Remesas y crédito difícilmente compatibles

Si se ha notado un auge fuerte del ahorro en las zonas de alta migración, la conexión entre remesas y crédito es más débil. Las remesas son el resultado de una estrategia de financia-ción de algún proyecto. Esta estrategia compite directamente con el crédito. Para muchos, el crédito no ha sido una alternativa factible para los migrantes: sus ingresos locales no les permitían presentar la solvencia y las garantías necesarias en una institución bancaria en la zona, si es que existiera, y la opción de solicitar un préstamo a un usurero local, aunque es la única opción en caso de una emergencia pese al alto interés cobrado, no es nada atrac-tiva como financiamiento de un proyecto. Así, al irse, muchos migrantes han descartado la opción del crédito. Muchos, si el dinero acumulado no basta o si el hogar tiene una nueva necesidad, prefieren alargar su estancia en Estados Unidos o volver si ya habían regresado a su comunidad. Por esta razón, en muchas localidades rurales con un índice de migración alto, como Totolapa o Pahuatlan, la mayoría de los hombres pasan casi toda su vida activa en Estados Unidos, realizando de cada tres a siete años viajes breves a su lugar de origen. El crédito más frecuente que existe en este tipo de localidad es el crédito informal de pequeño monto (de 500 a 2,000 MXN) solicitado a un familiar o un amigo en espera de la próxima remesa. No se cobra ningún interés en este crédito. En muchas zonas de fuerte migración, las

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actividades campesinas han sido abandonadas y no se han generado nuevos negocios sufi-cientemente dinámicos para que necesiten un financiamiento mediante un crédito, además del apoyo que constituyen las remesas. A pesar de este fenómeno general, es importante recalcar que en ciertas zonas rurales de migración, donde hay una oferta financiera formal, ciertos hogares transnacionales so-licitan créditos. Es el caso de los hogares compuestos por un esposo migrante trabajando en Estados Unidos y una esposa manteniendo una pequeña actividad, generalmente artesanal o comercial, en la comunidad. Esto se observa, por ejemplo, en Pahuatlan. Una característica principal de los créditos que solicitan es su carácter fungible: se invierte el crédito según las necesidades que se presentan en el momento de su otorgamiento: gastos escolares o médicos, vivienda, compra de material o mercancía para la actividad económica. No existe un esque-ma de inversión bien definido por parte del hogar; el crédito se ve como una oportunidad de obtener mucho dinero en una sola vez. Existe un vínculo directo entre el crédito y la recepción de remesas. La mayor parte del crédito se reembolsa con las remesas, ya que la actividad comercial o artesanal no permite cubrir este costo: el crédito constituye una anticipación de las reme-sas. El crédito es una manera de diversificar las fuentes de ingreso del hogar y de agilizar el tema de la temporalidad variada de estos ingresos (de la actividad local como de las remesas). El crédito permite no interrumpir o restringir la cadena de gastos e inversiones del hogar: gastos diarios, educación, vivienda, compra de materia prima o mercancía para el negocio. Este crédito es como un ahorro forzado posible de constituir gracias a los dos ingresos laborales: el ingreso local y el del migrante. Otro perfil de hogares transnacionales que solicitan créditos es el que cuenta también con una actividad económica en la comunidad pero esta es más dinámica que la del primer perfil descrito. En el primer caso, se trata de una actividad complementaria para el hogar, que genera ganancias marginales pero da flexibilidad a los gastos del hogar, disminuyendo su vulnerabilidad; en el segundo, hablamos de una actividad más rentable. El crédito solici-tado se ocupa exclusivamente para invertir en la actividad económica que tiene la esposa en la comunidad de origen y el reembolso está asegurado por los ingresos de la misma. Estas actividades pueden ser artesanales, comerciales o agrícolas y son más estables. En el caso de las artesanías (como en Pahuatlan), la esposa cuenta con el apoyo de sus hijos o de algún empleado; en el caso de los comercios, la familia dispone de una buena ubicación en la co-munidad o ha desarrollado una actividad comercial exclusiva con ausencia de competencia. En cuanto a la actividad agrícola, se desarrolla en zonas donde la agricultura de renta sigue bastante dinámica, como Álvaro Obregón (Michoacán). Paralelamente, los gastos corrientes y del ciclo de vida están cubiertos por las remesas. Si bien el reembolso del crédito no de-pende de las remesas, la actividad económica en sí cuenta con este ingreso externo como soporte complementario. Muchas veces, la inversión inicial, o la ampliación de la actividad,

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ha sido cubierta por las remesas, al tiempo que las remesas llegan a cubrir también parte de la compra de materia prima y mercancía. Al contrario del segmento anterior, estas familias tienen cierta capacidad de ahorro, sobre todo gracias a las remesas. Es importante subrayar que estos dos perfiles de hogares receptores de remesas y presta-tarios se observan sólo en las regiones en las cuales la migración no es todavía un fenómeno extremadamente masivo o donde siguen existiendo actividades locales rentables. En las zonas de migración media y en ciertas zonas de migración alta, permanece una actividad local económica relevante. Puede ser un cultivo comercial como el café, la cría de ganado o un oficio local característico, como la carpintería. En este caso, por lo general, la migración no interfiere con la actividad local. Esto significa que lo más común es que un hogar desarrolle una estrategia basada en la migración o se enfoque a esta actividad produc-tiva local. Así, hay una demanda importante de créditos en ciertas zonas de migración pero los hogares que no migran la generan. En las zonas más retiradas, estos hogares presentan un nivel de pobreza mayor que los hogares transnacionales.108 Esto se refleja en su nivel de vida: sus hijos tienen un bajo nivel educativo y se hace una inversión mínima en vivienda. Este crédito no es forzosamente productivo sino que, muchas veces y en particular para la actividad agrícola, se usa para el mantenimiento de la fuerza de trabajo familiar (gastos del hogar, en especial la alimentación), mientras se trabaja en el cultivo. Este crédito permite entonces no tener que buscar un empleo remunerado, para en cambio dedicarse a sus pro-pias actividades agrícolas. Es un crédito indirectamente productivo.

Supremacía de las prácticas financieras informales

Es necesario recalcar que las prácticas financieras previamente descritas se llevan a cabo en su mayor parte en el sector informal. La Encuesta sobre la Vulnerabilidad de las Familias Rurales,109 conducida por AMUCSS en 2008, muestra que el 78% de los hogares que no reciben remesas jamás ha ocupado un servicio financiero formal. Si esta cifra es menor para los hogares receptores, 71%, sigue siendo muy alta. Esto se explica por la exclusión financiera que sufren muchas localidades rurales del país, la inadaptación de la oferta de los bancos comerciales para los sectores más pobres y la desconfianza que han provocado institucio-nes fraudulentas. El microbanco de Álvaro Obregón, por ejemplo, sufre mucho este último aspecto.

108 La Encuesta sobre la Vulnerabilidad de las Familias Rurales conducida por AMUCSS en el 2008, aplicada en 1000 hogares, revela que el ingreso laboral total anual promedio estimado de los hogares sin remesas en 2007 es de 3,900 MXN mientras que él de los hogares con remesas es de 9,243 MXN.

109 Las localidades en las cuales ha sido aplicada la Encuesta han sido determinadas de manera aleatoria sin aplicar un criterio de atención por instituciones financieras.

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En la misma encuesta, del 60% de los hogares receptores que declararon ahorrar, sólo 6% dice hacerlo en una institución financiera. En las zonas de migración atendidas por microbancos rurales, un incremento fuerte del ahorro en cuentas se ha dado paralelamente al auge de las remesas pagadas en estas instituciones. No cabe duda de que la posibilidad de recibir su envío en una institución financiera fomenta una bancarización local importante, en particular gracias al ahorro. Sin embargo, este servicio sigue escaso en las zonas rurales más remotas y aun donde está disponible falta mucho para que tenga una penetración total. Muchos ahorros de emergencia se fomentan a través de estrategias informales median-te animales de traspatio, reservas de granos, ahorro en efectivo en la casa. También cabe precisar que las formas de ahorro formales e informales no son excluyentes. Muchos de los ahorradores de los microbancos siguen desarrollando de manera complementaria otras formas de ahorro informal. Los aspectos que más valoran los socios receptores de remesas que empezaron a ahorrar en los microbancos son la seguridad y la disminución de la tentación de gastar un dinero que está a la mano. En las zonas de migración, muchas de las socias receptoras tienen cuen-tas de ahorro a la vista con montos de 500 a 5,000 pesos. Su constante disponibilidad permite una reacción rápida en caso de emergencia. Disponer de este ahorro de seguridad en una institución financiera permite la reducción de la vulnerabilidad psicológica que sufren las esposas del migrante. Una tendencia general que observamos es que los migrantes más jóvenes, por lo general solteros, tienden a acercarse más a las instituciones financieras y en particular a los bancos comerciales, donde abren una cuenta antes de irse a Estados Unidos para mandar sus envíos directamente a esta y no tener que solicitar a un familiar para que haga de intermediaria. También vemos que entre más importante es el ahorro, mayor acercamiento a las ins-tituciones formales. Así, los microbancos de las zonas de migración registran una cantidad de cuentas de ahorro a plazo con montos mayores a los de los microbancos en otras zonas. Estas cuentas son las de los hogares transnacionales que guardan su dinero en previsión de algún proyecto de inversión a mediano plazo –patrimonio, ampliación del negocio, etc.–. Las familias de este segmento que no se asocian al microbanco están bancarizadas en un banco comercial de la ciudad más cercana. En cuanto a la demanda de créditos formales, los pocos hogares transnacionales que los solicitan se acercan tanto a los créditos solidarios como a los individuales, que son los dos tipos de créditos que ofrecen los microbancos, dependiendo del tamaño del negocio local con el cual cuentan y de su capacidad de pago. Finalmente, la mayoría de los créditos solicitados por los hogares transnacionales son créditos de emergencia cuya importancia varía desde la falta de liquidez hasta la próxima remesa, incluso el pago de una cirugía. En este caso, casi siempre se acude a las redes sociales solicitando ayuda a familiares o amigos en la localidad o en Estados Unidos.

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Migración, remesas e impacto local

La apuesta a la generación de desarrollo local

a) Una expectativa que no se verificaLa inversión productiva de las remesas ha sido la gran apuesta de la mayoría de los progra-mas públicos, de los organismos transnacionales y las iniciativas de la sociedad civil que han trabajado el tema de remesas en los últimos diez años. También la ausencia de resultados en esta perspectiva ha provocado el desinterés progresivo de las instituciones que van retirando poco a poco los apoyos que ofrecían. Una observación completa de las localidades rurales expulsoras de migrantes permite explicar la difícil relación entre remesas y proyectos productivos. En primera instancia, es sumamente importante recordar que el fenómeno migratorio es la consecuencia de un problema estructural profundo de ausencia de reconversión económica de las zonas rurales después del abandando progresivo del apoyo a la actividad campesina minifundista por parte del gobierno. Este se refleja en la falta de oportunidades de empleo local así como la difícil competitividad y rentabilidad de la pequeña actividad agrícola comercial. La dificul-tad de desarrollar inversiones productivas en las zonas rurales del país no se debe sólo a un problema de falta de fondos para financiar los proyectos sino que tiene que ver, en gran parte, con una falta de equipamiento de las zonas rurales en vías y tecnologías de comu-nicación, así como políticas públicas desiguales que no contemplan el tema del desarrollo rural integral. Invertir en un negocio rentable que no sea expuesto a la competencia en la comunidad de origen es, para la mayoría de los hogares migrantes, imposible. Es algo que requiere una preparación sólida, tiempo y generalmente una capacidad de inversión mayor por parte del emprendedor local, desarrollo de infraestructuras de comunicación, carreteras y un plan coordinado de desarrollo local por parte de las autoridades locales. Así, la hipótesis según la cual los migrantes van a Estados Unidos para constituirse un capital con el fin de invertir en una actividad económica a su regreso es una ilusión. Si al-gunos de ellos se van con esta perspectiva, muchos fracasan en su proyecto. Al darse cuenta de que no pueden desarrollar una actividad en su comunidad de origen que les permita mantener su hogar, no ven otra alternativa que volver a migrar.

b) Diferencia entre uso de la remesa para la actividad local e inversión productivaA pesar de lo que acabamos de comentar, no se puede negar las inversiones de los hogares migrantes en actividades económicas locales –inversiones factibles en gran parte, gracias a las remesas–. Sin embargo, hay que matizar la independencia, productividad, rentabilidad y el futuro de estas actividades. Por lo general, se trata de actividades muy frágiles que no tie-nen otro papel que el de sustituir el ingreso de la migración por un ingreso local. Los peque-

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ños negocios femeninos que describimos anteriormente, que inician a raíz de la migración y se fondean en parte con las remesas, generan ganancias muy pequeñas que, de ninguna manera podrían cubrir los gastos del hogar. Es el caso de los abarrotes que florecen en las comunidades expulsoras de migrantes. Muchas esposas de migrantes deciden implementar este negocio, a veces de manera muy rudimentaria, ocupando un cuarto de su casa y ven-diendo unos diez artículos diferentes, porque no requiere una gran inversión, es posible de atender mientras se realizan las demás tareas del hogar y no representa un riesgo. Además, por la acumulación de productos de consumo básico que implica, constituye una forma de ahorro bastante valorada por ser directamente útil en caso de crisis económica en el hogar. Una parte de las inversiones económicas de los hogares transnacionales se dirige a la actividad campesina. Sin embargo, una vez más, la mayoría de ellas no constituye una inversión productiva en sí sino que responde a otras lógicas. En las zonas de migración donde existe un cultivo comercial bastante dinámico, como es el caso de Álvaro Obregón, para muchos hogares no hay interferencia entre las remesas y la actividad agrícola. Esta es una actividad rentable en la cual trabaja el padre de familia casi todo el año. No se puede adecuar con la migración internacional. En las mismas zonas, los hogares con menos tierra o activos agrícolas combinan actividad en el campo y migración nacional o internacional. Las remesas vienen a cubrir las fallas de continuidad de la inversión del hogar y se integran a una rutina cíclica basada en la diversificación de ingresos. En el caso de las zonas en las cuales la producción agrícola es poco rentable y se dirige en su mayoría al autoconsumo, se observa un uso de las remesas para pagar peones en tiempo de siembra y cosecha. Si el jefe de hogar está en Estados Unidos, su esposa necesita apoyo para atender la parcela. El fruto de la tierra permite alimentar la familia una parte del año y contar con un ahorro en especie muy valorado en varias áreas rurales del país. Esta inversión de las remesas en este tipo de agricultura es esporádicay se realiza cuando no hay competencia con otros gastos del hogar; en zonas en las cuales la migración es más antigua, tiende a desaparecer. Una forma de uso de las remesas en la actividad agrícola que se observa mucho es mediante el apoyo puntal de los hijos migrantes a sus padres mayores que mantienen una pequeña actividad agrícola para el autoconsumo. Se trata entonces de una manera de cumplir con el deber de mantener a sus padres mayores de edad. Finalmente, se ha de mencionar estas inversiones exitosas de hogares transnacionales de áreas rurales. En general se trata de negocios que implementan migrantes retornados como resultado de un proyecto planificado, por el cual han ahorrado y gracias al cual logran mantener su hogar. Sin embargo, es importante tomar en cuenta que estos negocios son ex-cepciones: se puede observar uno o dos de estos negocios en cada localidad de alta migración. Su éxito se basa en que se colocaron en nichos de mercado tal como la primera tlapalería del pueblo o la primera pizzería en un pueblo lleno de migrantes retornados y nostálgicos. Hay que subrayar que muchas de estas iniciativas de negocio fracasan porque no encuentran la

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demanda local esperada. Así, en Totolapa, un migrante retornado invirtió en un local y en maquinaria para una tortillería. Sin embargo, en este pueblo, se siguen consumiendo tortillas hechas a mano. De hecho, varias señoras las venden a los que no las hacen en su casa. Así, en algunos meses, el negocio fracasó y se tuvo que cerrar. Los negocios implementados tienen que cumplir con el doble requerimiento de ser innovadores y de encontrar una demanda local cuyos hábitos de consumo están al cruce de la tradición y del cambio.

Remesas y movimiento en el empleo local

Si la hipótesis del vínculo entre migración, remesas y desarrollo es compleja y muchas veces difícil de comprobar de manera tan directa, no cabe duda que la migración y las remesas influyen en los mercados laborales locales.

a) El asentamiento del trabajo femeninoLa migración definitivamente ha impulsado el auge del empleo femenino en las comuni-dades rurales. Es común que el hogar transnacional implemente o dinamice un negocio local del cual se encarga la esposa –cuando el esposo está en Estados Unidos–. Los negocios más comunes son los abarrotes y los talleres de artesanía. Las remesas permiten invertir en capital de trabajo y materia prima. No se trata de actividades muy rentables sino que, como lo explicamos más arriba, permiten diversificar las fuentes de ingreso de la familia y los flujos de gastos e inversiones. En otras ocasiones, el negocio no es iniciativa del hogar sino de la esposa del migrante que jamás se había dedicado a otra cosa que a la casa y al cuidado de sus hijos. Al contar con remesas, como único ingreso, se siente muy vulnerable y decide completarlo gracias a una pequeña actividad económica que implementa. Muchas esposas de migrantes empiezan a trabajar lavando ropa, abriendo una pequeña tienda en su casa, haciendo comida para vender, etc. Según el contexto socio-cultural en el que se den estos cambios, serán más o menos aceptados por parte de los hombres. En muchas lo-calidades rurales sigue predominando la idea de que las mujeres no pueden contar con un trabajo remunerado. Muchas comentan que se tuvieron que enfrentar a sus esposos durante algún tiempo y que la distancia debida a la migración les dio más margen de acción. Este fenómeno es claramente visible en Totolapa, pueblo bastante conservador, donde son mu-chas las mujeres que han implementado un abarrote u otro pequeño negocio desafiando las interdicciones de sus esposos.

b) Reconversión del empleo masculinoLa migración y las remesas impactan también en el empleo masculino en la región de origen. En efecto, como lo sabemos, provocan el incremento de la construcción de casas. Esto genera un auge en la demanda de albañiles. En la medida en la que gran parte de los

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hombres activos están en Estados Unidos, hay escasez de mano de obra local e incremento del salario diario del albañil en la localidad. Esto atrae mano de obra de otros pueblos de la región con menos migración. Si los pueblos con mucha migración incentivan el trabajo de los poblados cercanos, también aumenta su dependencia hacia ellos. Se implementa una migración de trabajo regional y muchos jornaleros se convierten en albañiles, ya que, hasta con 70 pesos diarios de diferencia, el salario del segundo oficio es más alto que el del pri-mero. La escasez de jornaleros resultante de este fenómeno provoca a su vez un aumento del salario local del jornalero. Esta inflación local afecta particularmente a los no-migrantes –en especial los campesinos que acostumbraban emplear mano de obra y que, por falta de recursos, tienen que dejar de trabajar algunas de sus tierras y empezar a migrar para buscar otras fuentes de recursos. Así, en las zonas de migración se observa un abandono progresivo de las actividades agrícolas. De hecho, en las zonas en las cuales la migración es emergente, no hay redes migratorias constituidas y el proyecto de expatriarse es menos obvio. La actividad agrícola predomina y las estrategias de los hogares, en un esquema tradicional, se fomentan alrededor de ella. En las familias que producen para su autoconsumo, se utiliza mano de obra familiar. Se responde a las necesidades de liquidez por un trabajo ocasional de jornalero y con migraciones nacionales muy puntuales. En los hogares que se dedican a un cultivo comercial, se completa la mano de obra familiar con jornaleros en los tiempos de siembra y cosecha. Fuera de las temporadas, es muy común que se dé la migración nacional de algunos de los miembros.

Impacto de las instituciones microfinancieras en las zonas de alta migración

De la misma manera que las remesas generaron muchas esperanzas por su supuesto potencial en influir en el desarrollo local, las microfinanzas han sido muchas veces presentadas como una solución a los problemas de desarrollo de actividades productivas en las zonas marginadas y particularmente las de alta migración. La realidad ha demostrado que la sola intervención de las microfinanzas no permite este cambio. En el caso de las instituciones microfinancieras establecidas en las zonas rurales de alta migración y que se dieron al compromiso de atender a las familias transnacionales mediante la implementación de un servicio de pago de remesas, no cabe duda que impactaron de manera positiva en la calidad de vida de los hogares en diversos aspectos. A pesar de esto, sería un error establecer un vínculo directo entre remesas, microfinanzas y desarrollo. El primer impacto de las instituciones microfinancieras en las zonas de migración es que permiten el acceso a un servicio utilizado por una gran cantidad de hogares, el pago de remesas a nivel local. En vez de tener que perder un día de trabajo, gastar en transporte y alimentación y asumir el riesgo de transportar montos importantes de efectivo, los familiares de migrantes reciben directamente sus remesas en la institución de su localidad. Así, las instituciones microfinancieras tienen la característica de ser el actor que

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acerca un servicio necesario y fuertemente valorado en el lugar de residencia de la gente. En el caso de los microbancos, los socios han ofrecido pagar una comisión para cubrir el servicio de traslado de la sucursal cuando se evocó la eventualidad de que este se cancelaría por pro-blemas de seguridad. Otras instituciones no microfinancieras han acercado el servicio de pago de remesas a las zonas más remotas. Sin embargo, aunque muchas de ellas provean un buen servicio, no tienen el impacto más importante que logran tener las instituciones microfinancieras: la bancariza-ción de los hogares. Las zonas de migración, por el alto manejo de liquidez que suponen, son propicias a este fenómeno. Mucho del dinero recibido en una remesa no se ocupa en el mo-mento sino a lo largo de un mes o a veces varios meses o años después. Al recibir su remesa en una institución que ofrece otros servicios financieros, como el ahorro, muchas personas tienen un incentivo fuerte para depositar una parte en una cuenta de ahorro. Una vez realizado este paso, ya no se diferencian las remesas de los demás ingresos de los hogares y según como se dan los flujos de dinero, se deposita una parte del ingreso local o de los subsidios gubernamen-tales. Por esta razón, no se trata nada más de una bancarización de las remesas sino más bien de una bancarización de los hogares. Las instituciones financieras tienen un impacto positivo también por su oferta de crédi-tos. Aunque, como lo describimos anteriormente, pocos son los hogares transnacionales que solicitan crédito, la oferta de este servicio sigue siendo una alternativa a los prestamistas locales que cobran tasas de interés muy altas. Además es sumamente importante para los hogares no transnacionales que necesitan financiar sus actividades locales. Dan una opción de créditos productivos o que apoyan indirectamente la actividad productiva de los que no migran. Hay que recordar que tanto para hogares transnacionales como para hogares sin migrantes, el crédito de las instituciones microfinancieras rurales permite mantener las pe-queñas actividades económicas al hacer posible el cumplimiento de los demás gastos según las fluctuaciones de ingresos y gastos. Para que las instituciones microfinancieras tengan un impacto más importante en la inversión productiva rural en las zonas marginadas, su tra-bajo tiene que complementarse con actividades no financieras de apoyo técnico al desarrollo de actividades locales que se puedan insertar en el mercado.

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Capítulo 9

Nociones de valor del trabajo y mercancías entre mujeres costureras y artesanas

socias del Sistema de Financiamiento Rural Alternativo (SIFRA)110

Lourdes del Carmen Angulo Salazar

Introducción

Mucho se ha dicho del impacto de programas de microcréditos y de su influencia en la creación de actividades generadoras de ingresos; evidencias empíricas recogidas en diversos contextos muestran una multiplicidad de pequeñas actividades de venta o elaboración de productos de distinta índole con las que mujeres y hombres buscan su sustento diario. Sin embargo, poco se ha parado en las vicisitudes que enfrentan a la hora de producir, en cómo se las arreglan para conseguir proveedores, salir al mercado y hacerse de clientes. Al acercarnos al conocimiento de cada uno de estos aspectos del proceso resaltan las marcadas diferencias entre unos y otros usuarios, derivadas de la posesión de diversos re-cursos y su uso y que repercute en el resultado final de sus negocios. Un factor que es crucial en estas experiencias es el tipo de producto que se va a generar, sus características, la materia prima que requiere, dónde se encuentra esta, si cuenta o no con un nicho en el mercado o si la persona que lo produce tiene una estrategia para con-

110 El SIFRA es un programa gubernamental de micro créditos que funciona mediante la creación de grupos solidarios a nivel de localidades llamados Grupos de Apoyo Mutuo y Esfuerzo Propio (GAMEP) y estos a su vez pertenecen a una organización municipal con figura asociativa de cooperativa. Una vez que se crea ésta, el gobierno le otorga un monto de dinero que va de los 500,000 a 1.5 millones de pesos como capital semilla y es de ahí de donde provienen los créditos para los socios. Dichos créditos tienen un plazo de reembolso de seis a 8 meses con una tasa de interés del 2% mensual; la cantidad de préstamo se incrementa paulatinamente, de acuerdo al historial crediticio de cada socio, iniciando con 5,000 pesos, aunque es más común que el primer crédito sea de 10,000 pesos. Existen grupos formados exclusivamente por mujeres o por hombres o mixtos, cuyos representantes constituyen la Comisión Permanente que se reúne mensualmente con el Consejo de Administración, de Vigilancia y el Comité de Crédito; son ellos quienes presentan las nuevas solicitudes de crédito de sus GAMEP y son los que llevan la información que se vierte en estas reuniones hacia sus grupos.

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seguirlo. Lo anterior está estrechamente conectado con otro factor de gran importancia: los conocimientos y los aspectos objetivos y subjetivos que entran en juego para asignar valor al trabajo y las mercancías que se producen. Basado en las evidencias empíricas recogidas en el trabajo de campo, planteo que lo anterior constituye un eje de diferenciación entre las mujeres integrantes de un grupo dedicado a producir ropa de manta en la localidad de Las Palmas, municipio de Puerto Vallarta, Jalisco.111

Mi argumento es que la asignación de valor está orientada por elementos de índole económica, pero también por otros aspectos de carácter menos tangible, que de la misma manera influyen y sugiero sean identificados como “códigos de gusto y estilo”, esto es la capacidad de crear, la inventiva en la combinación de técnicas de diseño y de materiales, el sentido estético de quien crea las prendas y que se expresa en el producto, la identificación de la prenda con su creadora, a través de distintivos como nombres, marcas, etiquetas. Dentro de los elementos más cuantificables está la dinámica de los mercados locales, sujetos a la ley de la oferta y la demanda y los costos de oportunidad, el tiempo de trabajo humano invertido, el costo y la calidad de materias primas. Está también el papel preponderante que juegan los “actores puente por acciones emer-gentes” (Appadurai, 1991), aquellos que por su conocimiento del mercado y su acceso a redes de información tienen la capacidad de colocarse en el punto donde conectan las mujeres y sus mercancías con los consumidores y de obtener para sí la mayor parte de los beneficios de esa transacción. Por otro lado, dentro de los elementos no tangibles que entran en juego en estos pro-cesos, están los distintos tipos de saberes y conocimientos adquiridos que hace que algunas mujeres estén mejor habilitadas que otras para arreglárselas en las batallas cotidianas de producir y, al vender, plantarse con el aplomo necesario para convencer a sus clientes de que el precio de sus prendas es reflejo de calidad y buen gusto. Lo antes dicho tiene estrecha conexión con las maneras en que se autodefinen, las metas a las que aspiran y los atributos asociados a esas identidades. Mientras algunas se consideran artesanas y son reconocidas como tales, otras se presentan como costureras; mientras unas quieren ser empresarias exitosas, otras quieren llevar el sustento familiar. Los productos de unas y otras y el valor asignado se enmarcan en la defensa de esas identidades o son sus límites. Analizar cada uno de estos aspectos del proceso nos ayuda a encontrar maneras más adecuadas de apoyar a los usuarios de microcréditos a fin de que, efectivamente, cuenten

111 Este trabajo es uno de los resultados del proyecto de investigación que tuvo como propósito identificar y analizar el impacto del SIFRA entre mujeres usuarias de distintas localidades rurales y suburbanas de los municipios de Tomatlán y Puerto Vallarta, a fin de comprender las necesidades económicas a las que da solución y cómo las usuarias reformulan sus modos de sustento, dan significado y valor a sus prácticas financieras, productivas y sociales.

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con mayores posibilidades de afianzar las actividades de generación de ingresos cuya bús-queda los llevó a acercarse a un programa determinado.

La heterogeneidad de las mujeres

Las socias del SIFRA y la nueva cooperativa

Las Palmas es una localidad que cuenta con 3,681 habitantes112 y está situada al noreste del municipio, a 20 kilómetros de la cabecera municipal, por la carretera que conecta Puerto Va-llarta con Mascota. Las principales actividades económicas son la agricultura y el comercio, dentro del cual destacan las tiendas de abarrotes y locales donde se vende ropa y zapatos. Para las mujeres, sobre todo las adultas con baja escolaridad, las opciones de empleo local son escasas; algunas son contratadas como jornaleras en el corte de chile o sandía que se da en el pequeño valle que está al lado de la localidad o en el servicio doméstico; otras viajan a diario hasta Puerto Vallarta donde también realizan trabajo doméstico o el aseo en los hoteles y restaurantes que abundan en la ciudad. Estas opciones no son muy apreciadas ya que el sueldo es muy bajo y además se ve mermado por los costos de traslado que corren por su cuenta. A pesar de ello, algunas prefieren este tipo de trabajo, sobre todo aquellos empleos que, aunque mal pagados, les dan acceso al servicio médico. En este lugar existen treinta socios del SIFRA (veinte mujeres y diez hombres), divididos en seis grupos, en cuatro de ellos hay mujeres que se dedican a elaborar ropa de manta, actividad muy común desde hace varios años que suele realizarse en las viviendas, entre un quehacer y otro, con la finalidad de conseguir dinero extra para los gastos de la familia. Así fue hasta hace pocos años, cuando se integraron varios equipos de tres o cuatro mujeres para rentar locales que usan para exhibir y vender lo que producen: vestidos para niñas y adultas, camisas, blusas, pantalones cortos, bolsas de mano, cinturones y hasta rebozos. En la producción combinan el bordado de flores, hojas o pájaros de vivos colores, la incorporación de alguna franja tejida a mano, ya sea en la parte inferior, el cuello o manga de blusas o vestidos; también algunas se animan a pintar ciertas imágenes que forman parte del paisaje local. En lo que concierne a los grupos de mujeres que reciben crédito de SIFRA, hay aspec-tos importantes que tienen en común; también guardan características que los vuelven heterogéneos, como edad, escolaridad y experiencia laboral: hay mujeres que tienen varia-das trayectorias ocupacionales, algunas han sido empleadas en establecimientos y talleres ubicados fuera de la localidad, otras han trabajado desde su casa, algunas comenzaron recientemente y otras tienen una larga experiencia. También el conocimiento práctico es

112 Fuente: INEGI, II Conteo de Población y Vivienda 2005.

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diverso entre ellas: hay jóvenes como Zulma,113 que desde los 14 años ha hecho minuciosos trabajos en pintura; las adultas son menos diestras con esta técnica, como reconocen Licha114 y Leonarda,115 quienes sólo hacen sencillos dibujos que se muestran estampados en blusas listas para vender. Hay otras mujeres con notorias habilidades en el tejido –una de ellas es Sandra– mientras que los más finos bordados son los de Leonarda, especializada en vestidos y trajecitos para niña y, sobre pedido, en ropa para adulta. La calidad de las prendas es variada, hay quienes hábilmente adaptan modelos y ter-minados vistos en los escaparates de las tiendas de Puerto Vallarta; pocas tienen diseños propios y muchas copian los estilos que más venden sus compañeras, aunque no son tan exitosas y con frecuencia son criticadas porque abaratan los productos de las otras al em-plear materiales de menor calidad o por “no valorar su trabajo” ante el infaltable regateo de los compradores.

Acceso al mercado y estrategias de venta.

La experiencia de las mujeres respecto al acceso al mercado de sus productos es también diversa: están aquellas que confeccionan sólo sobre pedido de parientes y conocidos y otras que venden en la localidad a la vez que dejan a consignación en los establecimientos ubica-dos en la planta baja del mercado municipal, en el centro de la cabecera municipal. Otras mujeres trabajan para empresarias de Puerto Vallarta; ellas han ido aprendiendo a negociar condiciones de trabajo, pagos adelantados, plazos de entrega realistas y compras de contado con sus clientes; aunque no siempre resulta como ellas quieren ni tienen el margen de negociación que desearían, poco a poco han avanzado en estos aprendizajes. Un relato que ilustra las vicisitudes que enfrentan las mujeres para la venta de sus pro-ductos es el de Leonarda: aunque es enfática al decir que sólo trabaja una vez que sus clientes le anticipan el pago del 50% de los pedidos, cuenta dos recientes malas experiencias con sus clientes: la primera, con una mujer que rechazó la mercancía por haberse retrasado 24 horas en la entrega, a pesar de que un día antes aceptó recibirla; la segunda fue con un hombre recomendado por una de sus compañeras de la cooperativa; cuando ella le informó que ya tenía listo el pedido, el hombre se negó a comprar por falta de liquidez. En ambas situaciones los clientes rechazaron dar anticipos; por fortuna estaban próximas dos ferias, una en Guada-lajara y otra en Puerto Vallarta, a donde Leonarda llevaría la ropa que no pudo vender. Algunas mujeres, reunidas en pequeños grupos, abrieron tiendas en la localidad con la esperanza de incrementar sus ventas, sin dejar de hacer transacciones con sus antiguos

113 Zulma M. tiene 19 años, está casada, sin hijos, con estudios de secundaria.114 Licha R. tiene 39 años, casada, con tres hijos, tiene estudios de secundaria.115 Leonarda P. tiene 56 años, casada, su marido está desempleado, tiene dos hijas, una de ellas es madre soltera. Tiene la

primaria terminada.

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clientes o patrones; las que tienen contactos fuera de la localidad han logrado abrir puntos de venta en paradas turísticas de gran afluencia. Estas mujeres tienen un mayor nivel de producción, como Lety,116 Rebeca117 y María de Jesús.118

Hay otras mujeres más experimentadas que con frecuencia participan en tianguis, ferias y exposiciones; algunas de ellas, a través de sus contactos con líderes de la CNC-PRI,119 consi-guieron un permiso temporal del Ayuntamiento de Puerto Vallarta que les permitió vender los fines de semana en la plaza principal de esta ciudad; aunque el permiso era para todo el grupo, sólo aquellas con mayor capacidad de producción pudieron aprovecharlo. Sandra120 tiene la estrategia más diversificada: además de contar con una tienda donde vende sus prendas así como ropa que fabrican otras cooperativas del SIFRA, aprovecha cual-quier oportunidad para salir del pueblo con sus productos, ya sea las ferias organizadas por el Ayuntamiento de Zapopan, la feria artesanal que hace el Ayuntamiento de Guadalajara y la feria anual organizada por la empresa de radio La Explosiva para los artesanos de la región. Para sacar más provecho del permiso que les dio la presidencia municipal de Puerto Vallarta, Sandra contrató a una vendedora para que llevara su ropa sábados y domingos a la plaza; además, una de sus compradoras lleva sus productos a Estados Unidos.

El valor del trabajo de las mujeres

La asignación de valor al trabajo de las mujeres y las mercancías que producen no sólo res-ponde a racionalidades administrativas como las que se evocan cuando se habla de costos de producción o costos financieros, o al campo económico, sino que es de carácter cultural y social, forjada y orientada por una serie de circunstancias donde se invocan necesidades y urgencias cotidianas, acceso a información y conocimiento diferencial entre las mujeres implicadas, aspiraciones de prestigio, reivindicación de identidades que abonen al alcance de ese prestigio e información sobre gustos y preferencias de ciertos públicos, así como la existencia de códigos de valor tácitos. Voy a detallar en adelante cada uno de estos aspectos.

Necesidades actuales y proyectos a futuro

La carencia de conocimiento técnico especializado en las productoras de ropa es un factor que limita tanto las aspiraciones de las propias mujeres de ganarse un nicho en el mercado local como el crecimiento de sus pequeños negocios.

116 Leti R., es casada, tiene 35 años, tres hijos, con estudios de secundaria.117 Rebeca N., es casada, tiene 49 años, cuatro hijos, con estudios de primaria.118 María de Jesús R. es casada, tiene dos hijas, 52 años, con estudios de primaria.119 CNC-PRI, siglas de la Confederación Nacional Campesina del Partido Revolucionario Institucional.120 Sandra U., es madre soltera, tiene 44 años, un hijo, vive con su madre y un hermano. Terminó la secundaria.

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Los procesos de aprendizaje implican ritmos y temporalidades que para algunas no son compatibles con sus necesidades de llevar ingresos a sus hogares. Cualquiera de ellas estaría dispuesta a participar en cursos y talleres como hasta ahora lo han hecho, pero mientras estas actividades transcurren, deben sacar a la venta lo que saben producir, así sean vestidos cuyos diseños son poco atractivos para las jóvenes pues es con lo que se han ganado el sus-tento por años. Otra limitación de las mujeres es su falta de conocimiento del mercado. Mientras surgen nuevas oportunidades ellas buscan y demandan acciones que las acerquen a sus consumi-dores: venden en la plaza sábados y domingos, viajan hasta Guadalajara para participar en ferias, buscan con determinación a la empresaria local que organiza la Expo Artesanal Anual de Puerto Vallarta para solicitarle espacios. También tienen que aceptar operaciones de ma-yoreo con márgenes de utilidades reducido que con frecuencia implica pagos diferidos bajo el riesgo de que los plazos se prolonguen y los gastos de cobranza se multipliquen. Las aspiraciones y deseos de algunas son tener un ingreso constante y una fuente de trabajo segura; otras quieren ser empresarias y que se les reconozca como tales. En distintas situaciones entran en juego y compiten nociones de valor y significados atribuidos al trabajo propio y al de las otras mujeres que determinan las acciones que emprenden para acercarse al proyecto que se han propuesto. Sandra sabe que no puede lograr sola su propósito de contar con una tienda en Puerto Vallarta; las rentas son muy elevadas y por ahora no tiene la capacidad de producción necesaria para sostener tanto el flujo de ventas como de existencias que un negocio en Puerto Vallarta requiere. Aunque la tienda/taller de su propiedad es la de mayor surtido y la que más pone en circulación la ropa que produce, reconoce también que necesita a las otras mujeres para tener éxito y todas juntas requieren acceso a montos financieros de mayor escala que los que ahora tienen. Ella les ha planteado en varias ocasiones asociarse, aunque difiere de la visión que tienen otras mujeres en cuanto a lo que significa el trabajo cooperativo. Para algunas, este pasa por tener un espacio de trabajo y de venta en común; para Sandra se trata primor-dialmente de que las mujeres tengan acceso grupal a recursos financieros para la compra de insumos, el pago del trabajo individual, la asesoría administrativa y otros gastos nece-sarios. Considera que de esta forma cada una se enfocaría al trabajo que saben hacer mejor y le gusta:

A mí —dice— me gusta pintar, las otras me darían el trabajo y me pagarían. Zulma pinta ma-ravillosamente, Rebeca, Lety, tejen muy bonito, yo, tengo la facilidad del tejido. Juntaríamos las habilidades y yo podría ayudarlas a mejorar ese tejido, les ayudaría a mejorar el diseño. Todas van a pagar la deuda, por parejo, la que no invierta lo va a deber. Habría un dinero en el banco, de donde sacaríamos lo que se vaya requiriendo (entrevista con Sandra U., 10/02/06).

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Este es un paso previo a contar con un posible establecimiento en Puerto Vallarta. En esa fase Sandra considera fundamental acordar criterios para fijar precios de sus productos, ya que en este aspecto también tiene diferencias con las mujeres; ellas, dice, tienen que darle mayor valor a lo que hacen, son piezas artesanales que las mujeres “regalan” y con eso a ella la perjudican. Sobre este tema abundaré más adelante. Lo que Sandra quiere es acordar lo que cada prenda vale, que se pague el trabajo cada semana, decidir colectivamente qué hacer con las utilidades y tener a una persona que les lleve la administración y que las cuentas estén claras. Las energías de Sandra están puestas en la concreción de esta idea, sea con Martha, la presidenta, el grupo entero o una parte de él, ella está buscando por todos los medios aterrizar este proyecto.

Acceso a redes de conocimiento e información

Quiero volver a algunos de los temas que he colocado en el apartado anterior y para este fin me apoyaré en algunos conceptos que plantea Appadurai en su texto Las mercancías y la política del valor (1991:17-87). De acuerdo con lo que propone el autor, la asignación de valor ocurre a partir de que las cosas pasan a ser mercancías en tanto que son puestas en circulación en circuitos mercantiles locales. Son mercancías, según su descripción, porque son “objetos de valor económico” (17). En las mercancías, afirma Appadurai, podemos encon-trar representaciones de cómo se distribuye el conocimiento, el cual se divide en dos tipos: el técnico, social y estético, que está asociado al momento de la producción de una mercancía específica, y el conocimiento que entra en juego en el consumo de esa mercancía y que orienta lo que es apropiado o no en situaciones concretas (60), lo cual también encierra valoraciones de buen gusto y el uso de técnicas. Ese primer tipo de conocimiento, el técnico, que acompaña los procesos de producción en que las mujeres están implicadas, siguiendo al mismo autor, al igual que en la mayoría de las sociedades,

está sujeto a cierta desigualdad en su distribución social, debido a los criterios simples de edad y sexo, a criterios complejos que distinguen a familias, castas o pueblos artesanales del resto de la sociedad, o a divisiones complejas del trabajo que separan a los empresarios y los trabajadores, con base en su papel, de las amas de casa y los consumidores (61).

Entre las mujeres del grupo de Las Palmas existe un conocimiento desigual sobre compo-nentes específicos del proceso de producción de ropa y esto ha generado una diferenciación en cuanto a la asignación de valor económico y social a aquello que producen y ponen en circulación. Mientras que para algunas producir cierto tipo de ropa es un medio de vida, lo que procuran es el ingreso inmediato que esa mercancía puesta en circulación les va a dar

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y así hacer frente a los gastos de consumo familiar cotidiano; para otras, la producción de ropa de manta encierra la posibilidad de un negocio rentable, la identificación social como mujer empresaria exitosa y el prestigio que conlleva ser asociada con nociones de buen gusto, originalidad, refinamiento y creatividad. Todos ellos son atributos que favorecen una tasación de valor mayor a sus mercancías. Hay también aspectos cognitivos, de acceso a redes de información y contactos más perceptibles que intervienen en el proceso de producción y que inciden en el valor asignado a las mercancías producidas. En este punto es importante comentar que la mayoría de las mujeres tiene como proveedores de materias primas a comercios de Puerto Vallarta, donde, a decir de una de las entrevistadas, los insumos cuestan casi 100% más caros que en Guadalaja-ra, o bien la calidad de las telas es menor, lo que encarece los costos de producción, reduce el margen de ganancias o, como las mujeres afirman, esa ropa de manta “a la primera lavada queda como si fuera gasa, no se puede garantizar”,121 propicia que se desprestigie y desvalore la ropa que producen las mujeres por la baja calidad de los materiales que emplean. Existe un pequeño grupo que ha logrado establecer una relación duradera y de confian-za con proveedores de Guadalajara, quienes les venden a pagos diferidos y sus precios son más baratos, aun si se toma en cuenta los costos de traslado de los insumos. Pero la mayor parte de ellas no es parte de este circuito. Mientras que quienes compran en Puerto Vallarta adquieren la manta a 90 pesos el metro —ya sea que se trate de una pieza o de algún peque-ño tramo—, las que se proveen en Guadalajara lo pagan a 52 pesos y por lo general compran de mayoreo. Con esta descripción quiero ejemplificar las implicaciones concretas que tiene para las mujeres, tanto en el terreno social como en el económico, tener o no acceso a redes de información, contactos y conocimiento. Appadurai (1991) menciona la existencia de otro tipo de conocimiento implicado en el proceso de producción de mercancías: el referido al mercado, a los consumidores y al destino de las mercancías, que también se distribuyen de forma desigual. En las sociedades pequeñas, señala el autor, “el conocimiento es relativamente directo y complejo con respecto al consumo interno; pero resulta más errático e incompleto en relación con la demanda externa” (62). En la medida en que ese conocimiento es más incompleto o fragmentado, derivado de una mayor distancia entre el mundo de productores y consumidores, se requiere lo que el autor llama “puentes logísticos y de precio entre mundos de conocimiento”; añade que

la existencia de grandes diferencias de conocimiento sobre el mercado por parte de los produc-tores, suelen ocasionar cuantiosas ganancias para el comercio y pérdidas relativas para la clase o el país productor en relación con los consumidores y comerciantes (Appadurai, 1991: 62).

121 Entrevista con Leonarda, 17/02/2006.

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Retomando la sugerencia del autor, llamaré “actores puente” a aquellas personas, organiza-ciones e instituciones que tienen como característica identitaria conectar el mundo produc-tivo de las mujeres con el mundo de la circulación y consumo de sus mercancías. Entre estos se encuentran quienes compran volúmenes grandes de ropa y los llevan a sus estableci-mientos en Puerto Vallarta y Guadalajara, o bien las mujeres que exportan a Estados Unidos. Existen también los “actores puente por acciones emergentes”, aquellos que, sin que se trate de su medio de sustento principal, por su conocimiento del mercado y su acceso a redes de información, tienen la capacidad de colocarse en el punto donde conectan las mujeres y sus mercancías con los consumidores y de obtener para sí la mayor parte de los beneficios de esa transacción. Estos actores tienen la habilidad de actuar de forma momentánea, ya sea como traduc-tores de la demanda externa de un producto con atributos particulares en códigos compren-sibles para las productoras, o bien son capaces de encontrar las equivalencias en precios más satisfactorias entre el conocimiento y destreza de las productoras y los gustos de los consumidores. Para ejemplificar lo anterior voy a describir dos situaciones: Hace dos años, Martha se acercó a las productoras de ropa de Las Palmas a fin de solicitarles que diseñaran y fabricaran un vestido para la joven que recientemente había resultado electa en el concurso La Flor más Bella del Ejido, dentro de la Unión de Ejidos de Puerto Vallarta, ligada a la CNC. Ella, como líder de esa organización, había sido comisionada para animar el concurso y hacerse cargo de la organización del acto donde sería coronada la ganadora de ese año. Al llegar al pueblo se dirigió con Sandra, pues es quien tiene mayor surtido en la tienda. Cuando le explicó el tipo de ropa que buscaba, Sandra le respondió que no lo tenía pero que si le daba un plazo lo podría hacer. Como Sandra no sabe pintar, le pidió a Zulma, una mujer joven que es la más hábil en el manejo de esa técnica, que se hiciera cargo de trabajar en los motivos que previamente había acordado con Martha. Sandra se haría cargo de pegar las piezas y entregar el vestido terminado. El trabajo más laborioso fue el que realizó Zulma, pero como a ella pocos la co-nocen, tenía pocas posibilidades de que le fuera solicitado un trabajo como lo hicieron con Sandra. El vestido fue vendido a Martha en 4,500 pesos, de los que Zulma recibió 750; Martha a su vez pidió 7,500 pesos a la persona que había hecho el pedido. Lo anterior ilustra cómo Sandra y Martha se constituyen, en esta circunstancia, en intermediarios ocasionales ante la acción coyuntural de conseguir el traje con el que sería coronada la joven ganadora del certamen. Quien tiene mayor margen de utilidad es Martha, pues Zulma sólo recibió el pago por su trabajo, mientras Sandra aportó el costo de los materiales y su trabajo. Esto ilustra también cuán contingente puede ser la asignación de valor económico a un producto. El otro ejemplo: recientemente, Lety, otra de las productoras de Las Palmas, y Sandra participaron en una feria artesanal en la plaza central de Puerto Vallarta. Ambas tenían

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su tendido con ropa, uno contiguo al otro. En un momento y como lo había hecho en otras ocasiones con otro tipo de ropa, Sandra vio que Lety estaba vendiendo un rebozo hecho a mano por ella y que le había fijado el precio de 300 pesos. Conocedora del tiempo y el trabajo minucioso que implica hacer una prenda de este tipo, Sandra animaba a Lety a venderlo en un monto mucho mayor, pero ella se negó a cambiar el precio aduciendo que no lo podría vender tan caro; por su parte Sandra la retó a que se lo vendiera y que ella a su vez lo ofrecería al público al precio que le recomendaba pedir. Antes de retirarse del lugar y después de haber vendido la mayor parte de sus mercancías, Sandra sacó el rebozo que horas antes le había comprado a Lety y lo vendió en 800 pesos, demostrándole así que había malbaratado su trabajo. Así, Sandra una vez más pone en práctica sus saberes respecto al funcionamiento tanto de la esfera de producción como del mercado. En la primera está su pericia para calcular costos de materias primas, trabajo invertido, así como otro tipo de gastos necesarios, como el pago de renta, servicios, impuestos, etc. En la segunda opera el conocimiento de preferencias del público, adquirido a través de diversas situaciones vividas y el contacto con una gama más amplia de compradores, desde los mayoristas que llegan a su tienda provenientes de Guadalajara, pasando por los que adquieren una o dos prendas cuando participa en ferias y exposiciones, hasta el público estadounidense con el que interactuó durante su estancia en ese país y la clienta actual. Sus compañeras tienen muy poca de esta experiencia; sus contactos con los clientes frecuentemente han estado mediados por las personas a quienes ellas les venden o antes maquilaban. Pero hay un elemento adicional de índole subjetiva en esta forma de posicio-narse, tanto de Lety como de Sandra, de cara a sus potenciales clientes: Lety cree que con un precio más elevado su prenda no se venderá y ella lo que quiere es regresar con dinero a su casa, pero tampoco le adjudica un precio mayor porque no considera que tenga valor artístico lo que está vendiendo. Para Sandra, lo que ella y las mujeres producen no son meras mercancías sino que tienen un valor adicional, por ser prendas únicas, basadas en un trabajo artesanal y creativo, lo cual deben tomar en cuenta y hacerlo ver a los clientes, aun cuando estén en la plaza o en las banquetas del edificio de la presidencia en Puerto Vallarta y no en el escaparate de las tiendas más famosas y caras de la ciudad. Sobre este punto Sandra comenta:

Yo no me peleo con ellas, simplemente les digo “valoren su trabajo por favor” y me dicen “¡si lo damos a tanto y todavía nos piden descuento!” Pues ¿cómo no te van a pedir descuento si tú estás dando una obra de arte tuya en un precio bajo?, ¿qué dice el que va a comprar? “Ah, pues está bien barato, yo creo que no sirve, no tiene calidad” […] no se puede, o sea, si se comparan los precios de aquí con los de Vallarta, un mantón de esos [señala una prenda que tiene colgada en

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la tienda] en Vallarta le vale hasta 2,300 pesos. Un día visite ahí el Paola,122 contra esquina del mercado, ahí es donde tienen este trabajo y así, 2,300, porque tiene su etiqueta, porque está en una boutique (entrevista con Sandra U., 10/02/06).

El trabajo de las mujeres en espacios de trabajo visible e invisible

Un debate que ha estado presente desde hace años tanto en espacios académicos como en organismos internacionales especializados en los temas de mujeres, economía y desarrollo es el valor del trabajo de las mujeres. Se ha puesto en evidencia cómo el trabajo realizado en el ámbito doméstico se vuelve invisible aunque hace un aporte específico a la economía de los países y del mundo, contribuyendo desde la reproducción biológica y los cuidados hasta la generación de la fuerza productiva de aquellos miembros del hogar que están insertos en los empleos formales o en el autoempleo. La real economía —dicen diversas autoras— tiene dos ámbitos, el de la economía de la producción y el de la economía del cuidado, la reproducción y el bienestar de las personas (Campillo, 1999; Carrasco, 2001, 2009; Pérez Orozco, 2005; Picchio, 2009). La diferencia, seña-lan, es que el trabajo que se realiza en el segundo no se paga, no se cuenta y es realizado sobre todo por las mujeres, independientemente de su edad, raza o etnia. La vida de las mujeres de Las Palmas, según una de sus protagonistas, cambia poco con el SIFRA:

Sigue la misma, la única diferencia es que se está creando su propio trabajo, por mínimo que sea se está creando un propio trabajo, un poco menos cansado, menos estresante que cuando salen a Puerto Vallarta, eso del SIFRA nos ha venido a ayudar para estar un poco mejor, para aprovechar más el tiempo, tener menos estrés respecto a los hijos, saber a dónde van, a dónde vienen, a qué hora llegó, hay más tiempo de vigilar la casa, hay más tiempo de descansar, se podría decir, porque en lo que va y viene a Vallarta lo aprovecha uno trabajando (entrevista con Sandra U., 10/02/06).

Desde el punto de vista de la entrevistada, las dinámicas familiares de las mujeres han seguido igual; los maridos, aunque no tengan trabajo, no ayudan en la casa, y las labores productivas de las mujeres se vuelven una extensión de ese trabajo poco visible. Sandra relata con un tono irónico que los hombres se aferran a ciertos discursos con-vencionales de acuerdo a los cuales no permiten que sus mujeres salgan a trabajar y a la vuelta de los días se ve a esas mujeres subirse al camión para irse a Puerto Vallarta a servir de afanadoras, en el servicio doméstico o en lo que puedan. También se van al valle a cortar chile, a cortar sandía y a trabajar en la siembra.

122 Paola es una tienda de ropa muy conocida en el centro de Puerto Vallarta.

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Pero las mujeres —comenta— antes de irse tienen que dejar la comida, dejar la casa limpia para al regresar, lavar y planchar, o sea su trabajo en el hogar no varía absolutamente nada. El mari-do, si es que trabaja, porque la mayoría son personas que trabajan temporalmente, él solamente a eso se dedica, eso no cambia.

Un aspecto en el que quiero detenerme es el trabajo que realizan las mujeres, tanto pagado como no pagado y los lugares donde estos se llevan a cabo; existen espacios de trabajo visi-ble y espacios de trabajo invisible. El ejemplo primordial de este último es el hogar, donde es muy difícil que se reconozca y se le adjudique valor, no sólo el que no es pagado sino incluso el que sale al mercado transformado en alguna mercancía. Las formas diferenciales en que las mujeres tasan el valor de las mercancías que produ-cen tienen que ver también con el lugar donde se originan y el tránsito de las prendas: una tienda/taller en un local arrendado, con trabajadoras asalariadas, donde tiene que preverse el pago de luz, teléfono, impuestos al ayuntamiento y las utilidades, genera representaciones distintas a los espacios donde no hay distinción entre el hogar y el trabajo, lo doméstico y el mercado. El que exista una división clara entre uno y otro espacio, y el trabajo pagado y no pagado, da pie a que aquel sea considerado como algo más profesional en el sentido de que las mujeres cumplen con un horario, hay relaciones contractuales, se configura una jerarquía de mando y cierta división del trabajo. Las mujeres de Las Palmas han vivido un proceso de transformación muy importante en lo que son sus aspiraciones, intereses e identidades. Recordemos lo que apunté párrafos arriba: varias de ellas, hace algunos años, eran empleadas de otras empresarias o trabajaban a destajo desde sus hogares. Al ingresar al SIFRA tomaron riesgos, reformularon sus metas y han ido configurando nuevas posibilidades de estar en un lugar, el espacio doméstico. Para muchas, el propósito principal es tener condiciones más favorables para continuar soste-niendo el hogar, dado que la economía familiar es precaria. Es decir, existan o no otros proveedores, ellas están siendo parte de un cambio importan-te en cuanto al rol que tienen a nivel doméstico; por otra parte, por diversas motivaciones crearon nuevas circunstancias para continuar trabajando, consiguiendo una posición más autónoma respecto al tipo de relación social en que estaba inscrito su trabajo productivo. Leonarda recapitula su experiencia desde que empezó a trabajar de forma independiente:

La manta ha tenido mucha demanda desde que yo tengo uso de razón, pero yo la verdad tenía miedo trabajar por mi cuenta, tenía miedo fracasar, pero no, mire, gracias a Dios aquí estoy […] antes nada más trabajaba una o dos piezas por temporada por lo mismo que yo no tenía quien me comprara y ahorita no crea que digo que tengo mucho pero al menos se está moviendo un poquito […] ahorita ya tenemos la posibilidad de que si alguien nos pide factura tenemos el registro de Hacienda, porque sin el registro de Hacienda no podemos hacer nada y ahorita por

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medio de la cooperativa ya podemos facturar, de esta cooperativa, Arte, Magia y Encuentro con la Creatividad (entrevista a Leonarda, 17/02/06).

Pero por otra parte, considero que la limitación para evidenciar en toda su magnitud los costos reales que les implica producir y reflejarlo en el valor monetario de las prendas tiene que ver con el tipo de relación social en el que las mujeres estuvieron circunscritas. Al ser empleadas o maquiladoras de otras, llegaron a aceptar como algo dado que los precios eran fijados por sus empleadoras o contratantes, de manera que en la actualidad, su referente es lo que recibían como pago. El cambio es favorable, aunque aún falta mucho para ampliar un sentido de autonomía que se vea reflejado en la seguridad y autoafirmación y en la capacidad de volver visible y cuantificable la totalidad de costos e inversión que suponen sus proyectos y los artículos que crean. Hay aspectos identitarios de las mujeres que cambian, se reformulan y otros que se mantienen inalterados o son más lentos en transformarse; y esos espacios y las identidades que ahí se forjan son elementos que también influyen en el valor adjudicado a su trabajo y sus mercancías. Los cambios que en este terreno se vislumbran corresponden a nuevos intereses que en las mujeres se configuran en diferentes dimensiones de sus vidas y se arraigan en sus expe-riencias. Dos años después de haber hecho mi trabajo etnográfico, al volver y entrevistarme con algunas de ellas, encontré que la preocupación por los costos reales, que solía ser de una persona, ahora es compartida por muchas de ellas. Ya muchas están convencidas, como menciona María de Jesús, de

que no podemos seguir produciendo ropa que no vamos a vender, casi lo damos regalado o que no es justo que muchas veces pedimos prestado para ir a entregar la mercancía y regresamos sin un peso porque no nos pagan123

En este sentido, concuerda con lo que Kabeer (1998) señala respecto a que hay un nivel de preocupaciones de las mujeres que “sólo tienen posibilidad de volverse discernibles” cuando estas se involucran en “diferentes tipos de práctica que producen una nueva base para la experiencia y el conocimiento a partir del cual reevaluar la base previa” (1998: 240). Son las pocas posibilidades de las mujeres de tener otras opciones de vida las que limitan su capacidad de visualizar otras formas de ser y hacer, la identificación de intereses más amplios y esto, como señala la autora, tiene que ver con su posición subordinada. Porque in-

123 Notas de campo de reunión con María de Jesús, Las Palmas, 12/03/2008.

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cluso ellas pueden estar conscientes de aquello que las limita pero no necesariamente saben qué hacer con ello.

Códigos de gusto y estilo

Además de lo que ya he discutido, sugiero la existencia de “códigos de gusto y estilo” que influyen en la definición del precio de los productos puestos a la venta por las mujeres y que son comprendidos y valorados por cierto público consumidor que está dispuesto a pagar por ese trabajo. Estos códigos son:

- La capacidad de crear y la inventiva en la combinación de técnicas de diseño y de materiales.

- El sentido estético de quien las crea y que se expresa en el producto. - La identificación de la prenda con su creadora, a través de distintivos como nom-

bres, marcas, etiquetas. En los relatos de las mujeres se identifican algunas expresiones con las que ellas pre-tenden marcar ciertas diferencias con las otras respecto a sus productos. De nueva cuenta Sandra es un ejemplo de este discurso; ella deja en claro la distancia entre las prendas de su elaboración en cuanto a la calidad de los materiales, los diseños utilizados gracias a su capacidad creativa y el de todas aquellas que se han concretado a “clonar” sus modelos, como le llama. Sin embargo, tampoco tiene empacho en reconocer que se ha inspirado en modelos que se encuentran en los escaparates de las tiendas de Puerto Vallarta; el mérito aquí es que ella le pone de su cosecha y que se trata de diseños exclusivos y, como tales, muy bien cotizados en el mercado. Sandra con frecuencia arenga a las mujeres a que valoren su trabajo, a que no regalen su tiempo y a que caigan en la cuenta de que, así como ella, lo que están produciendo son obras de arte:

Yo eso es lo que peleo con ellas, “por favor valoren su trabajo y valoren”, y me dicen “quiero que me enseñes”, porque ven lo que vendo. “¿Cómo te voy a enseñar si tú no vas a valorar el trabajo? Yo te puedo enseñar pero si tú vas a vender como yo, al precio que yo voy a dar porque ¿cómo te puedo enseñar para que tú me des a mitad de precio porque tú no valoras tu trabajo?” De todas maneras, la que conoce, conoce, que la experiencia la tengo y no es que no puedan hacerlo (las otras mujeres), lo hacen pero es lo que les digo, ¿de qué vale? (Entrevista con Sandra, 10/02/06).

Cuando Sandra afirma lo anterior tiene en cuenta el público al que ella quiere dirigirse, que quizá no es el mismo al que las otras mujeres atienden o, de serlo, ella estaría en desventaja

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con los precios, cuando lo que ella quiere es que ese público aprecie la calidad de su trabajo como lo hacen con otras prendas que están en los aparadores de las tiendas cuyos clientes son los turistas de Puerto Vallarta. En el mismo sentido son las reflexiones de Ana Bertha Gómez, una asesora que estuvo trabajando con ellas un proyecto para crear una nueva cooperativa de producción de ropa.124 Sobre la calidad de las prendas ella comenta “las mujeres no pueden seguir produciendo objetos que no van a vender o por los cuales les pagan casi nada, deben valorar su trabajo, tanto ellas como sus clientes”. Se refiere a los turistas europeos como ejemplo de un público que valora el trabajo artesanal. Otro aspecto a destacar en lo que las mujeres expresan es cómo ellas se identifican o cuáles son sus aspiraciones: Sandra se identifica como artesana, las mujeres como costureras. Es interesante notar que en la lista de grupos de trabajos locales y socias, el grupo de Sandra tiene registrado como giro o actividad “artesanía de manta y pintura”, mientras que los otros tres se encuentran bajo el rubro “talleres de costura” y “venta de ropa”. La manera en que cada una habla de sí misma alude a una identidad que quieren afirmar. En este proceso de formulación y reformulación identitaria las mujeres necesitan de ciertos apoyos que les ayuden a delimitarla y a testificarla; para ayuda, por ejemplo, el reconocimiento obtenido del Instituto de las Artesanías Jalisciense. No todas mencionan esto con el orgullo con que lo hace Sandra; lo que encuentran de mayor interés las otras son los apoyos que el instituto les pueda ofrecer con esta membresía, mientras que para Sandra es la asociación con nociones de creatividad, inventiva y refinamiento en los diseños, algo que no ocurre con las costureras.

Conclusiones

En este trabajo busqué profundizar acerca de las vicisitudes a las que se enfrentan las mu-jeres del grupo de Las Palmas para comprar insumos de buena calidad y baratos, así como producir y vender sus prendas una vez que reciben créditos del SIFRA. Aun cuando compar-ten problemáticas, necesidades, aspiraciones e incertidumbres, el grupo es heterogéneo en cuanto a edad, escolaridad, experiencia laboral, manejo de habilidades e información. Tanto estudiosos como practicantes en el campo de las microfinanzas suelen dar mayor importancia a los resultados de las intervenciones más que a los procesos; se enfocan en la identificación de los productos o servicios que han de ser financiados pero poco se repara en una serie de aspectos de índole subjetiva que se entrecruza con conocimientos, experiencia

124 Ana Bertha fue contactada por Martha, integrante de uno de los grupos del PRI municipal y que pretendía conseguir recursos del gobierno del Estado para impulsar la producción conjunta de todas las mujeres que se dedican a la elaboración de ropa en Las Palmas.

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previa e información que entra en juego en las maneras en que se valora el trabajo propio, el de las otras y las mercancías que producen. Los procesos a través de los cuales las mujeres adjudican valor a su trabajo y a sus mercancías no son un ejercicio puramente racional desde un punto de vista administrativo o económico sino que tienen relación con circunstancias en las que se invocan necesidades y urgencias cotidianas, y es esta en muchas ocasiones la prioridad que guía las decisiones de las mujeres. He sugerido que la asignación de valor está orientada por elementos de carácter eco-nómico financiero de la misma manera que por otros aspectos subjetivos. Algunos de los factores objetivos identificables en sus prácticas son tener en cuenta el costo de los materia-les o insumos, el dinero invertido y el tiempo de trabajo. Sin duda todos estos son aspectos determinantes que desde teorías de administración deben ser incorporados a cálculos del valor de las mercancías. Está también la situación concreta del mercado local de artesanías o de ropa de manta que tiene sus vaivenes y la presencia de intermediarios o, como le llama Appadurai (1991), “actores puente por acciones emergentes”. Estos tienen la capacidad de colocarse en el punto donde conectan las mujeres y sus mercancías con los consumidores y obtienen para sí la mayor parte de los beneficios de las transacciones. Desde un punto de vista administrativo se hablaría de dinámicas sujetas a la ley de la oferta y la demanda, donde la tasación de valor de las mercancías se hace de la combinación de los volúmenes de producción individual, las alternativas de venta locales, los precios que un consumidor está dispuesto a pagar y los regateos entre vendedoras y compradores. Este proceso también involucra una serie de conocimientos que no todas tienen, tanto del proceso de producción como de la circulación de las mercancías en el contexto local y extra local. El desigual acceso a ese conocimiento hace que algunas mujeres estén mejor ha-bilitadas que otras para arreglárselas en las batallas cotidianas de producir y plantarse con el aplomo necesario para convencer a sus clientes de que el precio de sus prendas es reflejo de calidad y buen gusto. Propuse también que esa autovaloración desigual de su trabajo tiene conexiones con los espacios donde las mujeres laboran, las relaciones sociales específicas en las que está circuns-crito ese trabajo, sus trayectorias y experiencias. Las mujeres de Las Palmas han pasado de ser empleadas o maquiladoras a contar con autonomía respecto a esas relaciones laborales, con el riesgo que supone abrirse camino solas. Respecto a su condición anterior, lo nuevo es valorado positivamente, aunque hay otros cambios necesarios que por ahora ellas —aunque a veces lo vislumbran— no saben del todo cómo generar. Sin embargo estas nuevas prácticas y relaciones sociales reformuladas son la base sobre la que se tejen experiencias y conocimien-tos que permitirán replantearse nuevos intereses, necesidades, aspiraciones. Dentro de los aspectos subjetivos que influyen en la asignación de valor del trabajo y sus productos he hablado de ciertos “códigos de gusto y estilo”, es decir, la capacidad de crear,

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la inventiva en la combinación de técnicas de diseño y de materiales, el sentido estético de quien crea las prendas y que se expresa en el producto, así como la identificación de la pren-da con su creadora a través de distintivos como nombres, marcas, etiquetas. Lo anterior tiene estrecha conexión con las maneras en que las mujeres se autodefinen, las metas a las que aspiran y los atributos asociados a esas identidades. Mientras algunas se consideran artesanas y son reconocidas como tales, otras se presentan como costureras; mientras unas quieren ser empresarias exitosas, otras quieren llevar el sustento familiar. Los productos de unas y otras y el valor asignado se enmarcan en la defensa de esas identidades o son sus límites. En definitiva, como sugiere Villarreal (2007: 24), en procesos de esta naturaleza y des-de un acercamiento antropológico, es enteramente desafiante demostrar “los procesos de capitalización, enfocándonos en cómo los bienes”, al igual que las identidades, “se miden y movilizan y cómo los atributos y virtudes percibidas en ellos se incluyen o no en los cálculos económicos”. Tomar en cuenta estas formas específicas de valoración es relevante, ya que nos dará luz sobre cómo el programa de financiamiento SIFRA llega y se inscribe en los mundos de vida de las mujeres. Asimismo se podrá identificar con mucho mayor realismo qué tipo de medidas deben acompañar a programas de esta naturaleza, de manera que el beneficio generalizado que se espera tener no acabe por favorecer a quienes tienen posiciones más ventajosas como las que he ejemplificado: la líder de la CNC que termina por ser nombrada presidenta del grupo de Las Palmas y se constituye en mediadora de vínculos con funcio-narios del municipio, la economista que se dedica a hacer proyectos y compradores; con ello gana respaldo político y legitimidad ante sus colegas y compañeros de organización y partido y obtiene también dinero por el trabajo que hacen las mujeres (como en el citado caso del vestido para la ganadora del concurso de belleza). Por último, es de gran utilidad analítica que podamos mostrar cómo la noción de valor del trabajo y mercancías, comúnmente asociada a factores como costos de producción, pre-ferencias de consumidores, ventajas competitivas, etc., se encuentra imbuida de elementos menos tangibles que suelen no ser tomados en cuenta.

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Capítulo 10

Aprendizajes de las mujeres rurales de Veracruz en la conformación de su negocio

Gabriela Guzmán Gómez

Introducción

En los últimos años la actual crisis financiera mundial, las políticas de estabilidad económi-ca y el constante incremento de la carestía de la vida han provocado que la población rural tenga cada vez más dificultades para cubrir sus necesidades básicas. Ante esta situación, las mujeres rurales del centro de Veracruz han buscado nuevas alternativas, y algunas han encontrado en los pequeños negocios comerciales una opción para generar su propio ingreso y así complementar el gasto familiar y tener mayor independencia económica. Estos negocios requieren de recursos económicos y de una mínima infraestructura regional para la compra de mercancía e insumos, así como para la venta de los productos. Asimismo es necesario contar con conocimientos técnicos y administrativos para el éxito de estas activi-dades productivas. De estas condiciones, las mujeres prácticamente no cuentan con ninguna, sin embargo en la región se presentan ciertas oportunidades, por ejemplo hay algunas facilidades para comprar cierto tipo de mercancía: hay corridas de camiones particulares que, en un día completo van y regresan a centros de venta de ropa y joyería; los catálogos de ropa y acce-sorios, cosméticos y productos del hogar son una herramienta muy utilizada para distribuir estos productos; por otra parte, las casas abarroteras y papeleras surten de mercancía las comunidades, siempre y cuando haya un monto periódico mínimo de compra. La segunda oportunidad que tienen las mujeres son los pequeños créditos que ofrecen las cajas de ahorro y las microfinancieras que recientemente prestan sus servicios en las áreas rurales. Los nuevos proyectos económicos de las mujeres tienen una dimensión sustancialmente diferente a las actividades generadoras de ingreso que hay para las mujeres en la región, como es el corte de café o el trabajo doméstico en las ciudades. Si bien su objetivo principal es igualmente la generación de ingresos, en el corte de café y en las casas, las mujeres se

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incorporaban como mano de obra asalariada a una actividad completamente coordinada y estructurada por terceros, ya fuera por los hombres o por sus “patronas”. En cambio, en los actuales negocios, las mujeres son las ideólogas de su empresa: ellas las conciben, diseñan su estrategia y las llevan a cabo a partir del sentido común y de sus propias decisiones, ya que por lo general no cuentan con asesoría especializada ni con la infraestructura regional que potencie estas iniciativas. Este artículo forma parte de una investigación más amplia en la cual se pretende enten-der el papel de la Cooperativa de Mujeres Cafetaleras Independientes (COMUCAFI), en la vida de sus socias, quienes son mujeres rurales que viven en la zona central de Veracruz. En este texto me centro en el manejo de los recursos económicos y sociales que realizan las mujeres en la conformación de sus microempresas, financiadas, en gran medida, por los servicios financieros que ofrece la cooperativa. En el artículo se exponen características generales de las mujeres de la región, la forma en que iniciaron sus negocios, ubicando sus actividades productivas dentro de la estrategia de reproducción económica de la unidad doméstica familiar, resaltando la forma en que se vinculan estos negocios con el resto de las actividades y recursos familiares. Se destacan los aprendizajes que han tenido las mujeres en el manejo de los recursos económicos y finan-cieros y cómo las mujeres han avanzado en la consolidación de sus negocios a pesar de las severas limitaciones económicas de la población. En el análisis se ubica el entorno socioeco-nómico, cultural e institucional y destaca asimismo los elementos que limitan los negocios como una fuente generadora de ingresos para las mujeres. La información que se maneja en este texto se obtuvo a partir de entrevistas a profun-didad a 21 socias de COMUCAFI que tienen o tuvieron negocios; de la Encuesta COMUCAFI 2008 que se aplicó a 690 socias y de los talleres sobre género que se han llevado a cabo en la cooperativa. También es importante la información que día a día surge del acompañamiento cotidiano a la misma.

Las socias de COMUCAFI y sus negocios

Para la caracterización de las socias de la COMUCAFI tomamos la información de la Encuesta COMUCAFI 2008 realizada a 690 mujeres, quienes en su mayoría tienen entre 30 y 49 años de edad, cursaron algún grado de la primaria y son casadas o viven en unión libre.

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gAbrieLA guzMán góMez

Tabla 1. Edades de las socias encuestadas

Grupo de Edad Número de Socias< 20 años 820 a 29 11330 a 39 22340 a 49 15950 a 59 10560 a 69 5470 a 79 1580 en adelante 4No contestaron 9Total 690Fuente: Encuesta COMUCAFI 2008.

Tabla 2. Escolaridad de las socias encuestadas

Último grado escolar cursado

Número de socias

1º a 3º primaria 1394º a 6º primaria 223Secundaria 169Preparatoria o equivalente 67Licenciatura 47Sin registro 45TOTAL 690Fuente: Encuesta COMUCAFI 2008.

Las socias encuestadas habitan en 48 comunidades de 10 municipios del centro de Vera-cruz; de este total, 27 comunidades se ubican a lo largo de la franja cafetalera mientras que 21 están en las zonas bajas, donde hay una mayor diversidad productiva: limón y caña, maíz, jitomate, mango y chayote.

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Tabla 3. Comunidad y municipio donde habitan las socias encuestadas

MunicipioNúmero socias encuestadas**

Comunidad con menos de 5,000

habitantes**

Comunidad con más de 5,000 habitantes**

Zonificación

Actopan 43 4 0 Zona BajaChiconquiaco 16 1 0 CaféCoatepec 127 7 1 CaféCosautlán 73 3 0 Café

Emiliano Zapata 223 16 0 Ambas

Jalcomulco 7 1 0 Zona BajaJiloptepec 31 3 0 AmbasNaolinco 25 1 0 CaféTeocelo 81 6 1 CaféXico 64 3 1 CaféTotales 690 45 3 Fuente: ** Censo Población de Vivienda 2010 INEGI y encuesta COMUCAFI 2008.

Si bien son muy diversas las condiciones socioeconómicas de las mujeres que participan en la COMUCAFI, todas las socias comparten las dificultades económicas relacionadas con la crisis permanente del medio rural que, entre otros aspectos, se asocia con pocas oportuni-dades de desarrollo para las mujeres y con la inestabilidad en los precios de los productos agrícolas, en la producción agropecuaria y en el empleo. A pesar de ello, las socias de COMUCAFI han logrado sobrevivir y resistir las diferentes crisis, en gran medida gracias a la organización de la unidad doméstica que heredaron de sus antecesores y cuya base está en la combinación de actividades productivas. Las fami-lias rurales mantienen en esencia sus estrategias de reproducción económica, basadas en la unidad de producción y consumo donde el padre coordina las actividades económicas remuneradas y, junto con los hijos adultos solteros o casados, tiene la responsabilidad social de generar los ingresos y mantener la infraestructura productiva y familiar (Shanin, 1976; Chayanov, 1974). A las mujeres les corresponde coordinar la logística familiar para asegurar el buen funcionamiento de la unidad de producción y facilitar las actividades básicas de alimentación, salud, aseo, educación y descanso de todos los integrantes de la familia. Esta estrategia descansa en el conocimiento que han generado y transmitido los antecesores y que las nuevas generaciones van adquiriendo a través del quehacer cotidiano, bajo el prin-cipio de aprender-haciendo. Con el deterioro del medio rural, estas estrategias han sufrido diversos cambios que están asociados a: el peso que tienen las diferentes actividades económicas, el espacio donde

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se llevan a cabo, las responsabilidades de los integrantes de la familia y la incorporación de servicios financieros, tanto el ahorro como el crédito. Aunque la agricultura sigue siendo la principal fuente generadora de ingreso, el trabajo asalariado, el comercio y los diferentes oficios realizados tienen cada vez mayor presencia y peso en la reproducción económica fa-miliar, así como la migración y la incorporación de las mujeres en la generación de ingresos. Entre las socias encuestadas de COMUCAFI, el 33% dependen económicamente de activi-dades agropecuarias; en el 28% de las unidades domésticas el principal ingreso proviene de trabajos remunerados del sector servicios en áreas urbanas; en el 12% de los casos los ingre-sos provienen de actividades por cuenta propia del sector servicios (plomería, electricidad, albañilería, etc.) y el 9% de las unidades dependen del comercio.

Tabla 4. Actividades económicas que aportan los mayores ingresos

Actividades económicas que aportan mayores recursos al grupo doméstico

Número de grupos domésticos

Actividades agropecuarias 226Servicios: Empleados en el sector de servicios en áreas urbanas 191Servicios: Actividades por cuenta propia 86Comercio 59Actividades producto de la migración 10No contestaron 118Total socias encuestadas 690Fuente: Encuesta COMUCAFI 2008.

Asimismo es importante destacar que del total de mujeres entrevistadas, el 54% genera ingresos para la unidad doméstica aún cuando el 79% de las mujeres tienen pareja. En cada familia y en cada región, estas estrategias adquieren formas específicas que han permitido que la población rural y campesina enfrente los riesgos y la vulnerabilidad a la que está expuesta y resista la constante descapitalización del medio rural generada, en gran medida, por la estructura del mercado y las políticas de ajuste estructural. Partiendo de esta estructura multiactiva de las unidades domésticas, si bien se dificulta calcular el ingreso familiar, una manera de acercarnos a las limitaciones económicas de las socias es a través del presupuesto semanal del cual disponen; presupuesto que generalmen-te es aportado por el marido para los gastos domésticos.125 La mayor parte de las mujeres encuestadas (60%) dispone de un promedio de $1,490.00 al mes para los gastos familiares,

125 Debido a la imprecisión que implica calcular ingresos en unidades en donde hay diversas actividades económicas y donde algunas son agrícolas, tomaremos como indicador para semblantear el nivel socioeconómico, los recursos económicos que disponen las mujeres para los gastos de la semana.

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AprendizAJes de LAs MuJeres rurALes de VerAcruz en LA conforMAción de su negocio

mientras que 34%, cuenta con un promedio de $2,770.00 mensuales y sólo el 4% tiene una situación económica más holgada al contar con $6,632.00 mensuales. Estos recursos son para la compra de la comida, para los gastos diarios de la escuela, salud y transporte; en este monto, también se incluye el pago bimensual de luz. Más del 55% de las mujeres tiene que cubrir con estos recursos los gastos extraordinarios que se les presentan. Para la mayoría de las mujeres, estas cantidades son insuficientes para cubrir las necesidades de la familia, por lo que los servicios financieros, tanto el crédito como el ahorro, que se ofrecen en la región en los últimos años han tenido una gran aceptación por-que muchas familias han logrado transitar, con menos tensiones, a través de los diferentes obstáculos que viven a causa de la crisis económica. Muchas mujeres han podido apuntalar, a veces temporalmente, diferentes espacios de su unidad doméstica. Los créditos que han utilizado las socias entrevistadas tienen muy diversos destinos; una tercera parte lo utilizaron para iniciar o fortalecer sus negocios; el 20% los destinaron a diversos rubros del consumo, incluyendo compra da alimentos, salud, educación y pago de deudas; el 9% de las socias mejoraron su vivienda y el 10% lo destinaron a actividades agropecuarias. El 12 % no utilizaron ningún crédito, sólo ahorraron. En la siguiente gráfica se observan el destino de los créditos que las mujeres encuestadas utilizaron en 2008.

Gráfica 1. Uso de los créditos de las socias de COMUCAFIGráfica 8. Uso de los créditos

Encuesta COMUCAFI 2,088 a 690 sociasUso de los créditos

17 19 3061 71 80 82

123

207

Paga

r de

udas

Educ

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Fuente: Encuesta COMUCAFI 2008

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Estos resultados son una evidencia más que confirma la fungibilidad de los créditos y que refuerza lo que otros investigadores han encontrado (Sulmont, 2010); ante ello Thomas Ditcher (2007) menciona que muchos practicantes que impulsaron la Campaña de la Cum-bre de Microcrédito han visto con sorpresa que el dinero del los microcréditos se usa para muy diversos aspectos del consumo, ya sean bienes o servicios (aunque algunos como las medicinas y la educación sean necesarios), hecho que no les es muy agradable, ya que ellos esperaban que estos créditos fueran invertidos en microempresas para salir de la pobreza. (Dichter, 2007: 2). Si bien, participantes en la Cumbre del Microcrédito126 pretenden abatir la pobreza a través de microcréditos invertidos en microempresas, este reto es mucho más complejo que masificar el microcrédito. En las siguientes secciones se muestran las dificultades a las que se han enfrentado las mujeres para instalar su negocio.

Búsquedas económicas de las mujeres

La participación de las mujeres en la cooperativa está asociada a una constante búsqueda por contar con mayores recursos para la sobrevivencia. Es a través de esta cooperativa que un gran número de mujeres rurales ha tenido acceso al ahorro y al crédito. Su interés por la cooperativa está también relacionada con concretar sus sueños, los cuales se centran en tener o mejorar su negocio; el segundo gira en torno a una vivienda digna y propia; los dos últimos sueños se relacionan con el ámbito familiar: que los hijos estudien y que haya buenas relaciones familiares.127 Varios de estos sueños requieren de recursos para cumplirse y son pocas las oportuni-dades que tienen las mujeres para generar ingresos; en esta región, básicamente hay tres posibilidades: por una parte está el corte de café que tiene una duración de cinco meses al año y que representa un ingreso inestable, ya que el pago es a destajo y está definido con base en el precio internacional del café. Otra fuente de ingresos es el trabajo asalariado. Del total de mujeres encuestadas sólo 6.5% tiene un empleo asalariado, y en su mayoría trabajan en casas particulares, generalmente urbanas; si bien hay comunidades como Pacho Nuevo en dónde gran cantidad de mujeres han optado por este tipo de empleo, para muchas mu-jeres esta opción tiene serios inconvenientes porque implica alejarse de su casa y, por tanto, de sus responsabilidades familiares. Finalmente la tercera posibilidad es la instalación de pequeños negocios en la comunidad. Del total de mujeres encuestadas, el 52.7% cuenta con algún tipo de actividad económica-comercial, por más pequeña que esta sea. Un negocio es un sueño nada fácil de concretar, sin embargo muchas mujeres lo han logrado estructuran-

126 www.microcreditsummit.org.127 Encuesta COMUCAFI 2008 aplicada a 690 socias.

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do proyectos comerciales diseñados y operados por ellas mismas e insertándolos dentro de la estrategia básica de funcionamiento de unidad doméstica. En esta sección centraré el análisis a partir de la información recabada en las entrevis-tas a profundidad realizadas a 21 de las mujeres encuestadas que emprendieron un negocio. Una de las razones principales por las cuales las 21 socias iniciaron su actividad económica está asociada a que el esposo no ingresa los recursos suficientes para cubrir las necesidades básicas de la familia, ya sea por irresponsabilidad, por inestabilidad en el trabajo o por reci-bir ingresos insuficientes para el nivel de consumo que tiene la familia. Fue así como todas las compañeras entrevistadas iniciaron su proyecto económico por necesidad y no por el gusto de desarrollar la actividad en sí misma.

La idea de salir a vender era viendo la situación económica como estaba. Mi hija la más chica quería terminar la prepa, ¿no?, entonces yo veía su papá no me quiso ayudar con ella, era de su visión que sólo iba a la escuela para ponerse de novia, eran sus ideas de él; ella sí quiso y a partir que ella me dijo que sí quería seguir estudiando decidí, con otra compañera, ir a vender a Xalapa (Entrevista Coni , 52 años).

Para la incorporación de las mujeres en actividades generadoras de ingresos, una de las preocupaciones más importantes es que la nueva actividad económica no interfiera con las responsabilidades dentro de la unidad doméstica y una de estas son los hijos. Entre las mu-jeres entrevistadas, sólo una tiene un hijo pequeño, y es ella la única que tiene apoyo de un familiar para cuidar a su hijo mientras que trabaja; el resto tienen hijos que superan los 10 años. Varias compañeras iniciaron su negocio porque sus hijos ya estaban lo suficientemente grandes para no requerir de la presencia irrestricta de su madre. Otro elemento que interviene en la posibilidad de iniciar un negocio es contar con la anuencia del marido; es común que haya resistencia de los esposos e incluso de los hijos mayores para que las mujeres tengan una actividad remunerada. Si bien hay razones ex-plícitas como el riesgo de descuidar a la familiar y a la casa, no siempre es fácil para las mujeres negociar su derecho al trabajo porque no se expresan todas las causas por las cuales los maridos se oponen a estas actividades. A varias de las mujeres entrevistadas les llevó varios años iniciar su negocio; en el caso de Elvira fue necesario que quedara evidente la conveniencia familiar de contar con un ingreso extra, para que el marido aceptara que ella vendiera ropa:

Al principio [a mi marido] no le gustaba la idea [que yo trabajara] y pues se enojaba… [me decía] que me la vivía yo en la calle porque no estaba yo en la casa y dejé las ventas como por dos años. [Le dije] Bueno, no hay problema, dejo las ventas. Ahí empezaron los problemas; ya el dinero que él ganaba no alcanzaba para nada, apenas era quincena y al tercer día ya no tenía ni un peso. Pues optó por irse al otro lado. [Yo le decía] Qué caso tiene que tú estés por allá y nosotros

Encuesta COMUCAFI 2008 a 690 socias

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estamos aquí solos, si yo te puedo ayudar… Pues se fue él, y porque me dejó sin dinero tuve que meterme a trabajar, y mis hijos los llevé al rancho con mi mamá, cuando mi hijo cursó primer año allá. Pues él regresó, que no hizo nada por allá, nos volvimos a lo mismo, nos volvimos a regresar aquí y él otra vez a trabajar; yo empecé otra vez con las ventas. (Entrevista a Elvira, 39 años).

No todas las mujeres negocian con sus maridos su derecho a contar con un ingreso; cuando se hace, no es fácil llegar a acuerdos porque se están tocando temas relacionados con las relaciones de poder dentro de la familia. La generación de ingresos rebasa el ámbito econó-mico y entremezcla dimensiones simbólicas asociadas con la identidad genérica y el ejercicio de poder dentro de la unidad doméstica (Hidalgo, 1999: 210). Este tema, por su amplitud, no se tocará en este texto, sin embargo es importante al menos dejarlo plasmado; se discute con mayor profundidad en una investigación más amplia que está en proceso. Volviendo a los proyectos que las mujeres emprenden, estos son actividades comerciales a través de las cuales ofrecen en sus comunidades productos que consume la población local para cubrir diferentes necesidades básicas, recreativas. También se ofrecen algunos lujos que la población suele darse. Estas actividades comerciales se insertan dentro del concepto de micronegocio que se maneja en la Encuesta Nacional de Micronegocios 2008 (ENAMIN):

En la ENAMIN se utilizan indistintamente los términos micronegocio y negocio, los cuales se refieren a la unidad económica involucrada en actividades relacionadas con la producción de bienes, el comercio, los servicios, la construcción y los transportes, cuyas tareas se pueden reali-zar en la vivienda o fuera de ella, con un local o sin él, y que cuenta con hasta seis trabajadores en los casos de las actividades extractivas, el comercio, los servicios, la construcción y los trans-portes, y hasta con 16 trabajadores en el caso de las manufactureras. En este número se incluye al dueño del negocio. (ENAMIN 2008: 238).

Una manera de acercarnos al tipo de proyectos que están emprendiendo las mujeres rurales de la región es a través de la Encuesta COMUCAFI 2008, que arroja que el 43% de los présta-mos se destinaron a financiar una actividad generadora de ingresos. En la siguiente gráfica se muestran los tipos de negocios que las mujeres han emprendido y que han sido finan-ciados por los créditos de la cooperativa. Esta distribución de las actividades productivas no se puede tomar como representativa de la región pero nos da una idea de las búsquedas económicas que hacen algunas mujeres.128

128 No se contemplan todas las actividades generadoras de ingreso; por ejemplo la venta de fuerza de trabajo para el corte de café, el trabajo doméstico en casas urbanas, o el trabajo en empresas o instituciones de servicio, ya que para estas actividades no son diseñadas por las mujeres ni se requieren de los servicios financieros que ofrece la COMUCAFI.

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Grafíca 2. Destino de los créditos de las socias. Encuesta COMUCAFI 2008

Fuente: Encuesta COMUCAFI 2008.

Tomando el universo de la Encuesta COMUCAFI 2008, el 53% de las mujeres tiene algún tipo de negocio que ellas mismas están impulsado. Es notable que su expectativa económi-ca esté en el comercio y en particular en la venta de productos industriales, como ropa y accesorios, cosméticos y abarrotes a sus propios paisanos. De estos negocios, el 42% son de productos elaborados por ellas mismas (antojitos, artesanías, servicios, costuras, etc.). Ahora bien, partiendo de las 21 socias entrevistadas, los tipos de negocios se concentran de manera similar a la gráfica anterior, tomando los grandes rubros: comercio, servicios y manufacturas. De nuevo predomina la oferta de productos o servicios a la población de las comunidades: alimentos, abarrotes, papelería, ropa, artesanía para festividades locales y renta de mesas y sillas para eventos. Sólo tres socias tienen como público meta a la pobla-ción urbana mediante la venta de antojitos, mochilas y productos de limpieza, aunque los antojitos también se venden en las comunidades.

Gráfica 9. Tipo de negocios

690 mujeres encuestadas. 363 con negocio. 25 tienen actividades2 tienen 3 actividades; 7 no contestaron

Tipo de negocios de las socias encuestadas

49

30

8

27

55

612 8 8 95 5

31

7 6 615 15

2010

53

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Fuente: Encuesta COMUCAFI 2008

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Tabla 5. Negocios de las mujeres entrevistadas

Comercio Servicios Manufactura4 Abarrotes 1 Venta de productos de

limpieza2 Elaboración de antojitos

4 Papelería 1 Renta de sillas y mesas 1 Mochilas 4 Venta de ropa 1 Coronas de todos

santos3 Venta alimentos no procesados (pollo destazado o verduras y frutas) Total 15 Total 2 Total 4

Fuente: Elaboración propia.

Estos negocios han surgido de la creatividad de las mujeres más que de “habilidades” colectivas susceptibles de convertirse en un negocio; es decir, en la región no se elaboran productos artesanales tradicionales que se puedan ofrecer a la población local o urbana como ropa o comida típica; si bien el café tostado y molido tiene un potencial comercial, su procesamiento y venta está dentro del ámbito masculino. Es así como las socias de la COMUCAFI concentran sus esfuerzos en encontrar productos o servicios para ofrecer a la población local, ya que la conocen ampliamente y comparten las necesidades de la población que pretenden satisfacer. El hecho de que la “vendedora” y los “compradores” compartan el mismo bagaje cultural facilita la elección del “producto”, así como la toma de decisiones en torno a la calidad y a la renovación, actualización o incorporación de nuevos productos en el negocio. En contraste, la oferta de productos para la población urbana representa partir patrones culturales diferentes entre vendedor y comprador, lo cual hace bastante compleja la operación, o bien se requiere de asesoría en el diseño de productos para lograr incursionar en los gustos de la población urbana. El caso del café es muy ilustrativo; quienes venden café a la población urbana han tenido que encontrar el tipo de tostado, de molido y la combinación de granos que prefiere el exigente paladar citadino; muchos de los cafés procesados por las familias en las comunidades no cubren estas exigencias. Respecto a los productos alimenticios como las tortillas hechas a mano y todo tipo de productos derivados del maíz, así como mole artesanal, café molido, galletas y dulces son muy apreciados por la población urbana de Coatepec o Xalapa. Sin embargo el problema se presenta en la estrategia de venta: ¿cómo llegar a los “clientes” urbanos? Este ha sido un reto muy fuerte que algunas mujeres han logrado vencer con muchas dificultades. Un ejemplo es el de Coni, quien tardó cerca de un año en establecer sus clientas en Xalapa, a quienes ahora les entrega semanalmente pedidos de antojitos diversos:

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Sí nos costó muchísimo; primero nada más llevábamos tortillas y a veces que nos traíamos [de regreso] por mitad, había otras veces que no vendíamos. ¿Por qué? porque no nos tenían confian-za... Hay veces que invertía yo y no sacaba lo que invertía yo. Al principio nos íbamos por un lugar y luego por otro, hasta que al final ya nos ubicamos en un lugar en una sola parte, sólo por ahí, aunque no vendiéramos mucho, pero así nos agarraban confianza de que sí íbamos a ir seguido. Ya una vez que nos empezaron a conocer, ellas mismas, las mismas personas, nos iban abriendo paso con una y con otras conocidas con otras vecinas… Pues nos tardamos como un año más o menos para que nos agarraran confianza. (Entrevista Coni, 52 años).

En este proceso de crear clientela, fue muy importante para Coni estar acompañada por una vecina y amiga que también inició su negocio:

Nos acompañábamos, fue importante, nos dábamos un valor entre las dos; yo desconocía andar por Xalapa. Yo no sabía andar y ella tampoco. Nos dábamos valor una a la otra. Si yo terminaba primero, mira por tal parte nos vemos. Nos echábamos la mano en ese sentido las dos (Entrevista Coni, 52 años).

Así como esta compañera encontró su nicho de mercado a partir de su insistencia y constan-cia apuntalados por la seguridad que da compartir la experiencia con otra persona, el resto de las mujeres que inician negocios también parten de su intuición y de la prueba y error para compensar la falta de estudios base que se requiere para iniciar un negocio. Desarrollo de capacidades a través del aprendizaje cotidiano

Las mujeres rurales no tienen los saberes implícitos que sustenten la toma de decisiones a las que se enfrentarán en sus negocios; tampoco tienen acceso a la capacitación que permita desarrollar las habilidades y destrezas para la implementación de su actividad comercial. No obstante, se incorporan a la vida productiva, partiendo del esquema cognitivo en el cual ellas han crecido y madurado; ellas y gran parte de la población del medio rural aprenden haciendo. Las mujeres parten de su experiencia, del conocimiento que tienen de su comunidad y de la población local. Una parte importante de la información que requieren para su negocio la van generando ellas mismas a medida que avanzan en la implementación de su proyecto. En esta forma de operar, la incertidumbre es una variable importante, por lo que algunas de las iniciativas no llegan a feliz término o bien el negocio estructurado no embona con las necesidades, posibilidades y gustos de las mujeres ni de su clientela. Por ejemplo, diez de las compañeras entrevistadas cancelaron sus proyectos iniciales: cinco lo cambiaron por el desgaste físico que les implicaba; a dos no les funcionó por diversas razones, las tres restan-tes no pudieron seguir porque se sobreendeudaron. De estas diez personas, siete intentaron

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un nuevo giro y tres prefirieron buscar un empleo remunerado en Coatepec o Xalapa. Sin embargo, a pesar de esta falta de respaldo cultural, un número importante de mujeres logra-ron establecer su negocio; actualmente, de las 21 mujeres entrevistadas, 17 tienen su negocio caminando. A lo largo del desarrollo del proyecto, las mujeres se enfrentan a situaciones no pre-vistas y dilemas que tienen que afrontar, para lo cual requieren tener y/o desarrollar la capacidad para resolver los problemas que se van presentando. Para esta capacidad empren-dedora, Amartya Sen (2000) utiliza el concepto de agencia y lo contrasta o contrapone con una actitud de receptora “paciente”; lo sintetiza de la siguiente manera:

Las mujeres han dejado de ser receptores pasivos de la ayuda destinada a mejorar su bienestar y son vistas, tanto por hombres como por ellas mismas como agentes activos de cambio: como promotores dinámicos de transformaciones sociales que pueden alterar tanto la vida de las mujeres como la de los hombres (Sen, 2000: 233).

Norman Long (2007) retoma a los diferente autores que han trabajado este concepto y lo plantea de manera más compleja y completa; considera que la agencia está “encarnada en las relaciones sociales y sólo puede ser efectiva a través de ellas” (Long, 2007: 50); la concibe como producto de construcciones culturales definidas estructuralmente, donde la práctica social de los individuos o grupos está íntimamente ligada con el conocimiento, con los recur-sos, capacidades y la forma en que establecen sus relaciones. En este sentido estos elementos potencian o restringen las acciones y los alcances individuales y colectivos.

La agencia humana reconoce que los individuos y grupos sociales son “capaces de conocer” y “hábiles para hacer”, dentro de los límites de información y recursos que tienen y las incer-tidumbres que encaran; esto es, idean maneras de resolver o, si es posible, evitar “situaciones problemáticas”, y así se comprometen activamente en la construcción de sus mundos sociales propios, aún cuando esto pudiera significar ser “cómplices activos” de su propia subordinación. (Burawoy, 1985: 23 citado por Long, 2007: 63).

Estas habilidades y capacidades están asociadas con la forma en que los individuos apro-vechan las oportunidades y relaciones que tienen. En el caso de las mujeres entrevistadas, varias de las que han logrado establecer negocios tienen experiencias previas que son pro-ducto de su movilidad y socialización: vivencias en diferentes espacios sociales que rebasan la comunidad, estudios más allá de la primaria o la realización de trabajos asalariadas. La agencia que se desarrolla a partir de las experiencias y de la forma en que establecen sus relaciones y aprovechan las oportunidades es fundamental para la implementación de los negocios que aquí tratamos.

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En este contexto las mujeres empiezan su proyecto a partir de pequeñas aproximaciones. Un ejemplo es el de Bertha, quien inició su papelería de la siguiente manera:

Mi esposo me dijo, yo te coopero con $1,000, dos anaqueles y una mesa de madera, así chiquitita, aquí en mi casa. Y así empezamos, nos fueron pidiendo más y más cosas; yo, como era nueva en eso, yo le iba pidiendo más y más [a mi esposo] porque lo poquito que vendía no me alcanza para comprarlo… Mi primera venta fue de $2.30 y el otro día $11.00 que vendí. Poco a poquito se fue incrementando la venta… cinco meses [estuvo la papelería] en mi casa, luego se llegó noviembre Todos Santos, que se usa mucho papel china y cosas, muchas señoras hacen coronas y utilizan papel florete, papel de china, ya no cabíamos aquí… empezamos a hacer un localito de cuatro por cuatro. Yo iba a trabajar y quien me ayudaba a atender era una sobrina y mi cuñada. Ni medio año tardamos aquí, por lo mismo, el negocio tenía que crecer y ya no cabíamos aquí. En ese [local] tardamos dos años y en el 2003 empezamos a construir hacia atrás otros ocho metros por cuatro [metros] para ampliarlo. (Entrevista Bertha, 38 años).

Esta forma de iniciar permite conocer y penetrarse de este nuevo mundo de las ventas y los negocios o microempresas, así como que las mujeres tengan periodos de entrenamiento y vayan desarrollando las diferentes capacidades que requieren la estructuración, el avance y la consolidación de su actividad comercial. Es a través de este entrenamiento que las mujeres mitigan las carencias técnicas, administrativas y financieras con las que inician su negocio. Por lo general, la principal preocupación de las mujeres está en el futuro inmediato: lo-grar que se mantenga el negocio y contar con los recursos necesarios para su buena marcha en el corto plazo. En la medida que van prosperando, las mujeres se plantean nuevas metas que no necesariamente estaban previstas.

El Cuidado de los centavos

El acceso a recursos económicos es una condición necesaria para iniciar un negocio; todas las mujeres entrevistadas requirieron recursos económicos adicionales a los que manejan para la sobrevivencia cotidiana de la familia. Estos recursos provinieron de diferentes fuentes: oportunidades de trabajo remunerado; ahorros provenientes de negocios que tuvieron an-teriormente y que cancelaron; recursos prestados por familiares; ingresos generados por los maridos migrantes; otras actividades productivas de la familia; servicios de crédito de cajas de ahorro, créditos de microfinancieras comerciales, entre otros. Cuando las tiendas de aba-rrotes y las papelerías ya están operando y tienen un funcionamiento estable, los proveedo-res ofrecen facilidades para la compra de mercancías que representan créditos a corto plazo. Los negocios que aquí analizamos son básicamente actividades comerciales que requie-ren de poca infraestructura especializada y la que se necesita se va adquiriendo poco a poco. Esto coincide con lo que encontró MacIsaac (1997: 15), quien considera que:

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Entre la mayoría de los usuarios de microcréditos, hay poca evidencia de mejoramiento en el capital fijo o en inversión en tecnología. Los prestatarios pocas veces usan el crédito para el mejoramiento tecnológico, es más, los créditos consecutivos se usan para aumentar el alcance de sus actividades o bien para emprender actividades separadas generadoras de ingresos.

De las 21 mujeres entrevistadas, 14 empezaron su negocio con menos de $2,500.00; las siete restantes hicieron una inversión inicial mayor con recursos provenientes de la familia; sólo una de estas siete personas solicitó este recurso a microfinancieras. En estos negocios, la in-versión más fuerte se destina a la construcción, adecuación o compra de un local que tenga las condiciones necesarias para exhibir y para guardar la mercancía de manera adecuada. En el caso de la venta de comida, el local sirve también para preparar los antojitos. Los locales de las mujeres entrevistadas tienen muy diferentes características y montos invertidos: diez son locales construidos con block y techo de cemento o lámina construidos expresamente para el negocio; dos son de metal y ocho son cuartos de la casa familiar acondicionados. De todos estos espacios, siete son muy pequeños, de tres o cuatro metros cuadrados, y algunos aprovechan el área pública para la atención a los clientes. Finalmente, para la elaboración de coronas para el día de muertos, toda la casa se transforma en taller durante dos meses. La inversión que las mujeres han hecho para acondicionar estos espacios es muy va-riable; en los locales de metal se invierte alrededor de $3,500.00; un local construido para la venta de flores y verduras lleva $30,000.00 invertidos; y una papelería, a lo largo de dos años, lleva invertido $40,000.00 en la construcción y $20,000.00 en el mobiliario que se re-quiere para exhibir y guardar la mercancía. Esta inversión por lo general va acompañada por apoyos en especie de integrantes de las redes sociales; por ejemplo, se usan cuartos de la propia casa o de parientes y se utiliza mano de obra familiar para la construcción o ade-cuación del local, lo cual disminuye los gastos que se requieren para construir estos espacios. Una compañera comparte su experiencia:

Ese pedacito es de mi suegra, es un pedacito, pero está en buen lugar… Ahí tenía mi suegra nada más plantas, no había nada, [mi suegra] me dijo “agárrate todo para allá”, me daba un buen pedazo, uno sin ambición, le dije “nada más quiero un pedacito donde yo pueda vender mis gar-nachas”, y ya le dio el otro pedacito a mi cuñada y ahí vive. Mi idea es vender todos los días co-mida, pero está muy chiquito, pero yo creo que sí le voy a entrar… Ya es bastantito, ya le hicimos el coladito, ya mi marido alzó el cuartito tantito. [Primero] fue con lámina de cartón; hace cinco años le puse el coladito y, bajita la mano, ya tiene 7 mil pesos. (Entrevista Graciela, 51 años ).

La forma en que cada una de las mujeres ha organizado su negocio conlleva un manejo de los recursos muy específico, donde las variables que intervienen están asociadas al giro del negocio, al grado de consolidación del proyecto, a la capacidad presupuestaria y de trabajo

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de quien lo impulsa, a las expectativas que tienen las mujeres para el futuro de su proyecto, a la capacidad de venta y a lo acertado de las decisiones que se tomen. Partiendo del giro del negocio, los niveles de inversión y su distribución son contras-tantes; por ejemplo, para la venta de comida elaborada se requieren pequeñas inversiones semanales de alrededor de $1,500 para la compra de la materia prima; en el caso de la venta de frutas y verduras, por ser productos perecederos, requieren de inversiones dos veces por semana de montos que varían entre $1,000.00 y $3,000.00; en cambio en las papelerías se hacen pequeñas inversiones mensuales o bimensuales de alrededor de $5,000.00 pesos y una fuerte inversión en el periodo de entrada de los niños a las escuelas que puede rebasar los $25,000.00. En contraste, para la venta de ropa y las tiendas de abarrotes se invierten cada dos meses entre $5,000.00 y $8,000.00 para comprar mercancía. En el caso de una papelería la inversión se hace de la siguiente manera:

Invierto como $20,000.00 [en junio], pedí a COMUCAFI los 10,000.00 pesos y mi hermana me prestó el resto. Además de útiles traemos mochilas, lapiceras, pues todo lo que se puede requerir para el regreso a clases, aparte de los libros de la SEP, les encargan las guías que cuestan 140 pesos. Ya tenemos personas que ya nos conocen que vamos cada año; hay un señor que fabrica las mochilas y nos da un buen precio, él las hace y el trato es directo con las personas que las hacen. Una mochila que se vende en Xalapa a 90 pesos, él a nosotros nos las da a 40 y aquí las damos a 70 o 75 pesos. El resto de la mercancía la compramos en El Iris; nos dan mayoreo a partir de 12 piezas. En cambio en esas tiendas [COSCO o SAMS] son paquetes grandísimos y son de la misma marca. Aquí lo que buscan es surtido. (Entrevista Bertha, 38 años).

Como menciona Bertha, en todos los negocios, uno de los retos es encontrar la mercancía más accesible y variada para abarcar los diferentes gustos de la clientela. El monto y la distribución de la inversión que realizan las mujeres está íntimamente relacionada con la estrategia que diseñen para elegir y adecuar el producto a los gustos y a las condiciones de su clientela. Para ejemplificar está el caso de dos verdulerías en una misma comunidad; la primera inició con una muy pequeña inversión de $600.00 y cuyo crecimiento fue paulatino a partir de la reinversión de los ingresos de la propia venta de verduras y de la inyección esporádica de recursos para hacer el local. Los recursos externos provinieron de tres fuentes: la venta de la cosecha de la caña, el salario del marido y los servicios financieros que ofrece COMUCAFI, tanto el ahorro de la socia y como créditos. La estrategia que Ernestina ha defi-nido es ofrecer variedad constante de flores y verduras de excelente calidad, lo cual implica desplazamientos semanales, en trasporte colectivo, a la ciudad de Xalapa para comprar fru-ta, verdura y flores, así como un trabajo muy laborioso en la selección, almacenamiento y exhibición de la mercancía. Esta verdulería, a dos años de haber arrancado, requiere de una inversión semanal en mercancía de $3,000.00 y cuenta con un local que ha costado cerca de

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$30,000.00; es un negocio estable que si bien está todavía en crecimiento, ya genera recursos para su autosostenimiento y para solventar una parte de los gastos familiares. En contraste, un vecino de esa misma comunidad, al ver el crecimiento de esta verdu-lería, pretendió instalar una semejante con un capital proveniente de su trabajo en Estados Unidos.

Hubo un muchacho que llegó del otro lado; pues llegó poderoso, con dinero, con una buena camionetota, empezó a ir de donde traen la verdura, es la mata de la verdura, donde la distri-buyen pero barata, traía su camioneta llena, y pues sí, de momento nos bajó la venta, él daba a mitad de lo que nosotros estábamos dando. Ya después le pedían fiado y pues sus verduras se le echaban a perder porque se traía tanto… Me habló, “si vamos a traer su mercancía, ¿qué le parece que yo le venda?, o que se vaya su esposo conmigo, si compramos una reja de nopales y nos repartimos”. Este muchacho empezó a fiar, empezó a tomar y cayó. Quiso hacer lo mismo que nosotros, frutas, flores y verduras, no le funcionó porque no estuvo al tiro con las cosas. (Entrevista Ernestina, 45 años).

Casos similares sucedieron en otras comunidades con personas que invirtieron grandes can-tidades de dinero e intentaron poner una tienda y una venta de ropa respectivamente, pero no lograron consolidar su proyecto, no tuvieron el aprendizaje que da la inversión paulatina y el diseño y construcción pausada del negocio. Un pilar importante que acompaña a la inversión son las decisiones acerca del destino de los recursos. Por ejemplo, dos de las compañeras entrevistadas iniciaron cada una su papelería con una pequeña inversión inicial; sin embargo una de ellas tenía asegurada la manutención familiar con el salario de su esposo y, además, a lo largo de tres años, cubrió tres interinatos en un jardín de niños y todo su salario lo fue utilizando para diversificar sus ventas y comprar el equipo para ofrecer todos los servicios de una papelería (fotoco-piado, enmicado, engargolado, etc.). También utilizó estos recursos para ampliar el local de su papelería, que poco a poco iba siendo insuficiente por el nivel de ventas y servicios que ofrecía. En tres años invirtió cerca de $100,000.00 en construcción, equipo, mobiliario y un vehículo. En contraste, la segunda compañera, madre soltera de dos hijos, trabajaba lavando ropa para sostener a su familia; inició una papelería para complementar sus gastos y pretendió consolidarla y resolver su sobrevivencia a partir de préstamos simultáneos con tres instituciones: dos microfinancieras comerciales y COMUCAFI. Sin embargo, no calculó la capacidad del negocio para generar los pagos de sus créditos y se sobreendeudó.

Estuve mucho tiempo, como tres años, en Compartamos y en Finsol, como tres ciclos, es lo mismo. No me dejó nada bueno; esos préstamos invertía yo cierta cantidad [en la papelería], la otra se iba en gastos míos de mi casa, si pudiera retrasar el tiempo no cometería el mismo error, fue un

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error, de momento la saca a una de apuros, pero después hay que pagarlo. (Entrevista Ramona, 54 años).

En este mismo sentido, la forma en que se utilizan los recursos es muy importante; la mayor parte de las mujeres entrevistadas considera que una de las claves del éxito de los negocios está en la administración de los recursos económicos. Las mujeres por lo general administran de manera conjunta el dinero que manejan sin diferenciar las actividades económicas de donde provienen; es decir, no separan los recursos de la casa de los del negocio. Con esta forma de organizar el dinero no es fácil aprender a detectar cuándo el negocio ya está gene-rando excedentes para la familia o cuánto del dinero del negocio se puede desviar hacia la familia sin descapitalizarse. Uno de los aprendizajes importantes para el futuro de la activi-dad productiva es valorar cuándo y cuánto se puede disponer de los ingresos generados para el “gasto familiar” sin que afecte la dinámica del negocio. Una de las mujeres entrevistadas lo plantea de la siguiente forma:

yo nada más agarraba y agarraba [el dinero del negocio]… Que me compro esto, que me compro lo otro y ya luego los abonitos, ya no te alcanza… y ya luego cuándo iba yo a comprar [mercan-cía para resurtir], pues nomás poquito porque ya no me alcanzaba… El tiempo te va enseñando a organizar el dinero (Entrevista Dalia, 37 años).

La forma en que las mujeres organizan el dinero es muy intuitiva, cada una de ellas tiene su propio sistema. Perla prefiere separar el dinero por tipo de producto que vende para asegu-rar que el dinero de las ventas no entre al cauce de los gastos familiares:

Yo creo que más que nada, ser muy cuidadoso de ver cómo está administrando su tienda. No va-mos a pedir más de lo que no podamos pagar. Tratamos de ir sacando, porque tiene que ir dando. Sí cuesta trabajo, pero tenemos que saber administrando. Nosotros hacemos una cosa. Un diario, el refresco se maneja a parte porque el refresco se paga de lo que… Gamesa va aparte… Sabritas, tenemos un botecito donde dice “Sabritas”… El agua, aún así si llegan y no estamos sabemos que ahí está el dinero… Esto todo para el préstamo. (Entrevista Perla, 58 años).

Es difícil cuantificar las ganancias que generan los negocios porque, en una primera instan-cia, las mujeres no llevan un registro de sus ingresos y egresos que permita calcularlos. Más allá de ello, hay prácticas que complican este registro: tomar de la mercancía del negocio para la alimentación diaria de la familia (tanto en el trabajo de Guerin, et al., como de Ran-kin y Shakya, en este mismo volumen, se analizan prácticas que guardan similitud con las aquí documentadas, si bien en estos casos, las usuarias de microcréditos destinan parte del dinero recibido para cubrir necesidades de alimentación de sus familias); solicitar créditos

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para reinvertir en mercancía antes de recuperar la inversión anterior; no recuperar las letras de la venta a plazos e incluir en el flujo de efectivo las diferentes actividades económi-cas del grupo doméstico. A pesar de estas dificultades, las mujeres tienen formas de valorar su negocio, en donde intervienen diversos parámetros, como la contundencia de ver que se pagan los principales gastos: “Ni yo misma me explico cómo le hacemos, gracias a Dios sí nos alcanza… Pero sí siento que sí me va dando.” (Entrevista Ernestina, 45 años). Los negocios que tienen inversiones más fuertes, como la papelería de Bertha o la venta de ropa de Beti, tienen márgenes económicos mayores respecto al resto de las compañeras. La inversión que han hecho estas mujeres está respaldada por los salarios estables que tienen ellas y sus respectivos maridos, lo cual les significa una seguridad para enfrentar con mayor certidumbre los riesgos intrínsecos de una fuerte inversión y los posibles imprevistos que se puedan presentar. Sin embargo, en este tipo de negocios la inversión económica como estra-tegia de crecimiento tiene un límite que está dado por la capacidad de trabajo de las mujeres y por la capacidad de consumo de la población de la comunidad. En relación al trabajo de las mujeres, este se va incrementando paulatinamente; en una primera etapa no se siente, porque es más importante concentrarse en el avance y en los problemas del negocio que en el cansancio, sin embargo, las jornadas de trabajo de las mujeres se amplían hasta el agotamiento y la vida cotidiana se trastoca incluso hasta descuidar la propia salud. Las pesadas jornadas de trabajo han llevado a algunas compañeras, o bien a cambiar de giro o a incorporar a nuevos integrantes a su proyecto, en general miembros de la familia nuclear, aunque son pocas quienes lo hacen por la gran demanda de mano de obra que tienen las otras actividades de la unidad doméstica. La búsqueda de aligerar las cargas de trabajo requiere de dinero, que tiene que salir de los propios negocios y, por ende, requiere de trabajo. Dentro de las ideas que tienen las mujeres entrevistadas o que pusieron en práctica para hacer más eficiente su trabajo están: la compra de coche o motos para quienes venden a domicilio; la construcción de cuartos para rentar y la construcción de locales para fijar el negocio. Es notable que las mujeres no tengan dentro de sus perspectivas la contratación de mano de obra; sólo cuatro de las entrevistadas contratan a empleados para cubrir todas las actividades del negocio. Dos de ellas tienen un trabajo remunerado y no disponen del tiempo suficiente para atender su negocio. Para la tercera, es materialmente imposible cubrir todas las actividades que requiere el negocio, por lo que le pidió a una amiga suya que le ayudara con las ventas. Ninguna de las tres tenía otras opciones de apoyo porque sus hijos son muy pequeños para ayudar y sus maridos tienen también un trabajo con horario poco flexible. La negativa para contratar empleados está conformada por un binomio: por una parte, la contratación no se vislumbra como una oportunidad de crecimiento, sino como el desvío y pérdida de un recurso económico que la familia requiere, y por otra, genera inseguridad por un posible “robo” al negocio. A nivel más profundo esta negativa se asocia con la forma

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en que culturalmente se aborda el trabajo, por ejemplo, en la unidad de producción cafeta-lera, el único momento en que se contrata mano de obra es durante el corte de café porque el estado ideal para cosechar el grano dura un periodo de tiempo muy corto. Sin una cir-cunstancia de “emergencia” como esta, la familia normalmente asume todas las labores de su unidad familiar aunque esto signifique una sobrecarga de trabajo o periodos largos para concluirlo, ya sea en el campo o en la casa. Es más, aunque entre los “sueños” de las mujeres entrevistadas está que su negocio crezca y permanezca en el tiempo, no se contempla el crecimiento con personal contratado, sino la estabilidad y consolidación del negocio con base en la propia capacidad de trabajo. Al respecto a una compañera le gustaría que sus sobrinas y nueras aprovecharan el conocimiento que ella ha adquirido en sus ventas. En vez de contratarlas y no perder su camino andado, prefiere compartir sus aprendizajes, entre los cuales están la clientela que ha hecho para que sus sobrinas inicien su propio negocio.

He invitado a una sobrina mía a que vaya conmigo pero como tiene su bebita, como que no se anima. Yo le digo, te enseño mis clientes y ya tú vas, yo ya sólo voy los dos días del final de semana: viernes y jueves. Claro, no está por demás seguirle invirtiendo, tal vez comprarme otro [puesto], ponerlo en otro lugar, me parece que en el crucero pero con otro estanquillo, y no quitar este, en la semana vender allá y sábado y domingo vender acá; o dejarlo a una de mis nueras o a mi sobrina la que quiera trabajar. Poderle dar esa oportunidad, que ellas se ganaran un dinero, eso sí poderme comprar otro para ponerlo a trabajar. Y por qué no, después otros [risas]. (Entrevista Coni, 52 años ).

Esta forma de abordar el trabajo está asociada a una estrategia económica en la que el obje-tivo es la sobrevivencia cotidiana más que la acumulación. Así, los negocios que las mujeres inician no necesariamente se rigen bajo las normas de la rentabilidad, ya que la generación de ganancias no es lo fundamental. El objetivo es la creación de al menos un empleo. Si bien es importante cuidar los centavos, porque son fundamentales en la consolidación de los negocios, los recursos económicos no son el recurso principal, ni el determinante; el papel que tiene el dinero en estos negocios es apuntalar y respaldar las decisiones que las mujeres toman en el proyecto que van gestando, y son estas decisiones en concordancia con el nivel de inversión y la forma de administrar los recursos económicos los que definen el avance y la consolidación del proyecto: la disposición o accesibilidad de los recursos econó-micos permite concretar las decisiones que se toman. Estas van siendo más acertadas y más complejas en la medida en que va creciendo y se va consolidando el negocio.

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Venta a plazos: asegurar clientela o descapitalizar el negocio

La venta a plazos es un mecanismo de venta generalizado en los negocios de las socias entrevistadas, salvo en aquellos donde se vende comida preparada. La gran mayoría de la población de esta región recurre a la compra a plazos para adquirir los productos que no son de la canasta básica. Más que una estrategia que la población marginada ha desarrollado, es un mecanismo inducido por el gran capital para estimular el consumo en los sectores popu-lares que se ha adaptado muy bien a las economías restringidas. Anteriormente la economía estaba ligada a los ciclos de cultivo y la compra de productos no indispensables se realizaba en la época de cosecha ya que se disponía de dinero. Si bien no había una cultura del ahorro monetarizado, se ahorraba en especie; la engorda de cerdos es una muestra de ello. Es decir, los periodos de consumo asociados a la pobreza estaban vinculados a mecanismos de ahorro en especie y a temporadas de cosecha. En algunas comunidades, sobre todo las que dependen económicamente del café, se mantiene una economía poco monetarizada y el consumo se concentra en la temporada de cosecha de café. Los gastos escolares de una familia cafetalera se realizan de la siguiente manera:

Los uniformes los traen los maestros, mi esposo les da una parte, y ya luego cuando hay café la otra… yo no sé cuánto les salió… su papá lo compra en Cosautlán [la cabecera municipal], zapa-tos, las camisas y sus cosas, él les compra a los chiquillos; bueno a los grandes ya no… ellos [los grandes] compran, ya en tiempo de corte les da su dinero, o bien les da una lona de café y ellos lo venden y se compran (Entrevista Juana, 48 años).

La introducción de la venta a plazos estimula el consumo a pesar de que ello implique un desembolso mayor para los consumidores por el pago de un interés extra a cambio de la entrega inmediata de la mercancía antes de liquidarla completamente. Para las mujeres que tienen negocios, la venta a plazos representa una oportunidad para vender sus productos y para asegurar su clientela, sin embargo, también incrementa su tra-bajo, ya que son ellas quienes realizan desplazamientos para recuperar los pagos periódicos. Es frecuente que se requieran hacer visitas adicionales a las convenidas porque no todos los compradores pagan sus letras en el plazo preestablecido. Es así como este mecanismo de cobranza incrementa el tiempo de trabajo que no estaba contabilizado en el precio de venta y complejiza la administración y, por ende, la planeación. El control administrativo en la venta a plazos puede ser muy engañoso porque, si bien las mujeres registran las com-pradoras que no van al corriente con sus pagos, no es frecuente tener al día el monto total de dinero que está en manos de los clientes. Una de las mujeres entrevistadas comentó con sorpresa que al hacer cuentas con su hija se dieron cuenta que tenían “regados” $30,000.00 en la comunidad por las “letras” que no habían recuperado.

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Desde otro punto de vista, la venta a plazos introduce situaciones difíciles de manejar. El hecho de que la relación que tienen las mujeres con sus compradoras esté permeada por vínculos sociales, imprime un doble matiz a la relación clientelar. Por una parte la hace más cálida y humana, sin embargo la cercanía personal llega a ser una traba para que las mujeres sean estrictas y exijan los pagos a sus clientas-amigas-familiares en tiempo y forma. Es frecuente que las mujeres prefieran perder a establecer condiciones muy estrictas para la recuperación de pagos. Prefieren prever nuevas formas para evitar las deudas que cobrar las existentes. Una de las socias entrevistadas llegó a tener hasta $30,00.00 en letras no pagadas. Dalia lo plantea de la siguiente manera

Hemos fiado, pero siempre me han chingado, hay gente que sí, y hay gente que le doy a ocho días y aquí está el dinero y hay gente que quincena y también, ahora lo que hice, poner esto, “no fío”, pero no les importa, como quiera piden, y les doy, pero es gente que ves que sí da. Me dicen “¿ya lo pusiste [el letrero] por mí?” [Les digo] No, es para que los que no me pagan, ya no me pidan... Hay gente que ya ni te habla a veces, hay gente que se enoja, porque les cobro, les cobro una vez, dos veces, si ya no me pagan, ya, pero ya no me vienen a chingar otra vez, ya sería mucho si les fiara yo. (Entrevista Dalia, 37 años).

Visto desde otro ángulo, la venta a plazos no contempla el costo del dinero por el tiempo que se lleva liquidar el pago: la diferencia que las mujeres establecen entre el precio de compra y el de venta del producto en cuestión representa sólo el pago por el costo de llevar la mer-cancía a la comunidad y el pago de su salario. En este sentido hay tres aspectos importantes de la venta a plazos que pueden poner en riesgo el negocio en su conjunto: a) muchos com-pradores son muy irregulares en sus pagos: amplían el periodo de pago o bien algunos llegan a cancelar el pago por priorizar otros gastos no previstos; b) la capacidad de las mujeres para presionar a sus clientes a pagar tiene un límite definido por el tipo de vínculos sociales que tienen con su clientela, porque ellas forman parte de las mismas redes sociales que sus compradores y c) las mujeres tienen márgenes económicos muy restringidos y los retrasos en los pagos les generan problemas en la dinámica económica, aumentando los gastos del negocio al tener que solicitar créditos por falta de dinero para surtirse de mercancía. Uno de los aprendizajes importantes en este aspecto es el de Bertha, quien vende a plazos los útiles escolares para ingresar a la escuela pero los entrega hasta que los padres de familia le liquidan la cuenta.

Aquí los maestros antes de salir de vacaciones les dan la lista de útiles, yo recolecto todas las listas, de todos los grupos para ver lo que les piden y procuro tener de todo, y ya que no me falta nada y tengo todo lo de las listas y ya empezamos a anunciar que tenemos sistema de apartado y si les convence el precio, lo apartan. Esta vez fue mes y medio, y ellos vienen cada ocho días y van dejando que veinte, que treinta pesos, lo que pueden, porque yo no les pongo una cantidad

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como mínimo, lo que puedan, pero el día que ya vienen a recoger, tienen que liquidar. Y apartan como 60 personas. (Entrevista Bertha, 38 años).

El mecanismo que Bertha ha establecido no corre los riesgos antes mencionados y sería interesante que se adaptara y experimentara en negocios de otros giros. Otra compañera ha encontrado en el trueque una forma de facilitar el pago de letras y destrabar las dificultades económicas:

Vendo en el Pino y voy al Rancho donde vive mi abuelita. Las cazuelas y ollas esas es un trueque porque esas las hace mi abuelita en el Rancho. Algunas personas que no tienen solvencia y que no han vendido, y me deben, me dicen “¿sabes qué? Te damos loza, ¿te lo llevas?” [Estas son] A cambio de las prendas que tienen conmigo de ropa, yo me los llevo al Pino y allá las venden [mis hijas]. Las dos [hijas] se quedan con mi mamá, y les dice “ahí hay cazuelas o hay pepinos o hay tomates o lo que haya, órale váyanse a vender”. (Entrevista Elvira, 39 años).

Si bien la venta a plazos se ha arraigado en las comunidades como un mecanismo para que las mujeres aseguren a su clientela así como sus ventas, al mismo tiempo implica fuertes riesgos para los negocios por lo que es importante introducir nuevas formas que disminuyan el peligro de descapitalización, de incremento de trabajo y el posible deterioro de los víncu-los sociales que hasta el momento se asocia a esta forma de pago de mercancía.

La Incorporación del crédito, el ahorro y a la COMUCAFI en la dinámica familiar

La mayoría de las socias de la COMUCAFI ha incorporado los servicios financieros en su vida; para lograrlo pasaron por un proceso en el que tuvieron que resolver contradicciones internas que combinan varias inseguridades. Por una parte ellas fueron formadas con la idea de que los créditos reflejan la incapacidad de la familia para mantenerse; además de ello, estar endeudadas les representa una presión fuerte, por lo que prefieren resolver sus necesidades sin pedir dinero, ni a personas ni a institución alguna. Por otra parte, las mujeres saben que tienen márgenes económicos muy pequeños y los pagos de los créditos se pueden poner en riesgo en caso de que se les presente algún imprevisto. No obstante, con el tiempo y ante la gran oferta de servicios financieros acompañados por las restricciones económicas, la mayoría de las mujeres ha ido aprendiendo a manejar los préstamos en sus negocios y en su hogar. Todas las mujeres entrevistadas han utilizado créditos para impulsar sus negocios; incluso 13 mujeres tienen o han tenido préstamos simultáneos de más de una institución. Muchas mujeres han desarrollado habilidades para manejar las ventajas de las diferentes instituciones sin sobrepasar su propia capacidad de pago. Un ejemplo es el siguiente.

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COMUCAFI es esencial, yo veo cómo lo pago, vendo otra cosa, vuelvo a pedir… ahí lo vamos jineteando, revolviendo. A mí los préstamos me solucionan la vida en ese momento; después la pensamos de cómo pagar... También estamos en la Caja de Teocelo, es una ayuda, pido acá y luego voy y pido allá y cuando llega el café, ya a pagar, a pagar… Yo trato de ahorrar en esta y de ahorrar allá. Lo que voy sacando a la semana voy ahorrando y voy pagando, luego viene la cosecha y pagamos y a guardar. Cuando viene otra vez el tiempo que necesitamos, otra vez lo volvemos a hacer así. (Entrevista Irma, 40 años ).

La habilidad para el manejo de los servicios financieros está en ahorrar periódicamente pe-queñas cantidades de dinero que les permita tener la base de ahorro suficiente para solicitar un préstamo. Es frecuente que las mujeres soliciten créditos sólo cuando tienen la seguridad de que lo podrán pagar. Es así como ellas solas o en conjunto con su marido definen cuánto ahorrar, cuándo es necesario solicitar el crédito, así como el monto que realmente tienen capacidad de pagar. Al inicio de la COMUCAFI, las mujeres ahorraban lo que sus maridos les daban y no pedían préstamos sin la autorización de su esposo, en cambio, a siete años de distancia, el 67% de las solicitantes se hacen responsables del pago de los créditos que adquieren. En la siguiente gráfica se presentan los resultados de la Encuesta COMUCAFI 2008 sobre la fuente de los recursos de donde proviene el pago de los créditos.

Gráfica 3. Recursos con los que se paga el crédito

Fuente: Encuesta COMUCAFI 2008.

Gráfica 10. Recursos con los que se paga el crédito

Mi maridolo paga

30%

De mi negocio

De mi salario

36%

12%

Del gasto19%

De otrospréstamos

3%

Recursos con los que se paga el crédito

Fuente: Encuesta COMUCAFI 2008

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En relación a las 21 mujeres entrevistadas, ocho definen cuándo y cuánto pedir de prés-tamo a COMUCAFI al igual que cómo pagar sus letras.

Sí vendía yo, pero por lo mismo que no tenía yo apoyo, a veces me quedaba yo sin capital, y dejaba un tiempo, hasta que me capitalizaba yo, porque como vendo por abonos, son muy pocas las personas que compran al contado en estos tiempos. Una vez que empezaron los prestamos [de COMUCAFI] fue donde ya nos encarreramos y ahí la llevamos, a veces no necesito de los prés-tamos y cuando ya me siento muy apretada, o cuando vendo más es cuando necesito sacar los préstamos [para completar y surtirme de mercancía]. Por ejemplo, que va a haber alguna fiesta, como la fiesta patronal, sí saco préstamos porque necesito préstamos porque necesito invertir como 6 o como $10,000.00. Para una fiesta necesito como $10,000.00 o 15,000.00, tengo que tener aparte mis ahorros, llevo tandas y pido para completarme. (Entrevista Elvira, 39 años).

Los créditos y el ahorro han sido servicios importantes en el establecimiento y consolidación de los negocios; su destino ha sido fundamentalmente para la compra de mercancía en épo-cas de buena venta y para la construcción o adecuación del local. Si bien muchas mujeres han incorporado a su dinámica económica los servicios financieros, solicitan préstamos con reservas y los manejan con cautela, ya que sentirse endeudadas sigue representando una fuerte presión. Es frecuente que muchas mujeres prioricen el pago de las letras de los présta-mos sobre otros gastos. A pesar de que el crédito es cada vez más utilizado en la población rural, sigue siendo una operación externa que genera inseguridad, incluso las mujeres que tienen mayores inversiones en sus negocios consideran que ellas nunca hubieran solicitado, en una sola emisión de préstamo, el dinero que llevan invertido en su negocio. Así como el crédito tiene la capacidad de potenciar los negocios, mal administrado puede generar serias dificultades. Es frecuente que haya mujeres que se excedan en los montos de crédito que solicitan o que se les presente un imprevisto y que tengan problemas para pagarlos. Ante la poca experiencia, tanto en el manejo de los créditos, como en los negocios, algunas mujeres han subvalorado la dificultad que implica pagar los créditos, ya que el monto de los pagos periódicos causa confusiones por ser relativamente pequeños. De las 21 mujeres entrevistadas, dos suelen retrasarse en sus pagos, sin embargo se aseguran de no incrementar su deuda; terminando de pagar un préstamo, solicitaban el siguiente y en varias ocasiones han tenido varios créditos simultáneos con otras instituciones. Graciela, cansada por la sobrecarga de trabajo que implica su negocio de comida, pretende contar con un ingreso estable a partir de la renta de habitaciones, por lo que pide al año $66,000.00 en tres préstamos por lo cual paga anualmente $9,360.00 de intereses a la microfinanciera Compartamos. Estos préstamos los utiliza para construir los cuartos que pretende rentar. Esta compañera lleva varios años combinando préstamos de al menos tres microfinancieras; actualmente está teniendo serios problemas para pagar sus letras en COMUCAFI.

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Finalmente tres mujeres de las entrevistadas, han tenido serios problemas de sobre-endeudamiento. Ellas iniciaron solas sus negocios: venta de productos de limpieza, venta de verduras y papelería. Ninguna de las tres contaba con el respaldo económico de su marido, ni tampoco con otro ingreso que asegurara su reproducción familiar.129 Las tres combinaron el dinero del negocio con el de la reproducción familiar; aunado a ello, su estrategia no tuvo éxito. Dos de ellas confiaron en que podrían pagar sus créditos con las remesas que espe-raban recibir de sus familiares migrantes, pero no contemplaron el desempleo que afecta a la población latina que vive en Estados Unidos; la tercera, tuvo un gasto imprevisto que rebasó la capacidad del negocio. Las tres fincaron sus esperanzas en los créditos y solicitaron nuevos préstamos a varias microfinancieras como Compartamos, Finsol y Promujer, para resolver tres problemas: salvar su negocio, contar con recursos para la reproducción familiar y cumplir con sus compromisos económicos adquiridos con las primeras instituciones. Con el paso del tiempo, ninguna de las tres pudo pagar y dos de ellas quedaron seria-mente endeudadas, por lo que una tuvo que vender su casa y otra el terreno que le heredó su padre. La tercera está esperando un nuevo crédito con intereses blandos para pagar sus deudas y surtir de mercancía su papelería. Una de ellas comenta:

Varias veces tuve que pagar [las letras de pagos] de otras compañeras [que no pagaron sus préstamos]. Hay una señora que todavía me debe $1,000.00, tuve que pagar, porque fui su aval. Una muchacha muy trabajadora, pero la despidieron de ahí, no tuvo de dónde pagar y a mí me obligaron a pagar; pagué $2,124.00… Un préstamo la lleva a otro y a otro, usa uno para tapar a otro, llega un momento que ya no tenemos en dónde pagar. Mi prima me apoyó [pidió un préstamo para mí], me da muchísima pena con ella, siento muy feo. Yo tenía muy seguro que yo se lo iba a poder regresar, pero no ha podido llegar [otro] préstamo [que solicité a gobierno]. Los préstamos que pedí a COMUCAFI los usé para pagar, para tapar un hoyo, yo estaba muy segura de que mi préstamo iba a llegar. Aunque tal vez no es un préstamo grande lo que pedimos, pero los intereses son los que aumentan y aumentan y no está después a nuestro alcance para pagar-lo. (Entrevista Ramona, 54 años).

En el caso de la venta de productos de limpieza, Damiana recibió en traspaso el negocio, donde ella era empleada y supuso que conocía la dinámica por haber trabajado en él; sin embargo el conocimiento que tiene una empleada del negocio no es el mismo que requiere la estratega del mismo. Así, Damiana, antes de conocer a mayor profundidad el mercado de los productos de limpieza, decidió hacer inversiones fuertes solicitando recursos a varias microfinancieras; en COMUCAFI solicitó $10,000.00 para surtir de mercancía y con el tiempo no pudo recuperar su inversión.

129 Dos de ellas confiaban en recibir recursos de sus parientes que migraron a EU.

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En el segundo caso, Soledad confió más en las remesas que en su propio negocio de ver-duras, pero las remesas nunca llegaron y ella no desarrolló una estrategia de venta de sus verduras que contemplara la corta vida de anaquel de su mercancía. Finalmente Ramona confundió el papel del financiamiento con los subsidios y apoyos paternalistas clientelares tan comunes en las instituciones gubernamentales y no contempló el pago de los préstamos que solicitó. Al mismo tiempo sobrevaloró su negocio, al pensar que por la ubicación de su papelería, cercana a una escuela, por sí sola sería prosperaría y no desarrolló una estrategia de venta que asegurara su crecimiento y estabilidad. Para muchas mujeres como Ramona, hay una seria confusión con el papel del crédito, confusión que alimentan las microfinancieras, al promover los créditos y no fomentar el ahorro. Es frecuente que muchas mujeres no quieran ahorrar porque “somos pobres”, sin embargo sí solicitan préstamos. Partiendo de lo que plantea Stuart Rutherford (2008), el ahorro y el crédito es lo mismo, su diferencia está en el proceso; este autor considera que el crédito es un ahorro descendente, porque primero se tiene acceso al monto global de dinero y posteriormente se ahorra para pagarlo; en cambio llama al ahorro como ahorro ascendente porque el proceso para llegar al monto global requiere de primero ahorrar para posteriormente acceder a dicho monto. En este sentido, el crédito como el ahorro requieren del mismo esfuerzo, disciplina y capacidad económica, la diferencia está en cuándo se tiene acceso al monto grande de dinero y cuándo se lleva a cabo este esfuerzo disciplinado, antes, o después del acceso al monto global. Rutherford lo plasma de la siguiente manera:

No hay de otra más que ahorrar… De cualquier manera que se pueda. No importa qué manera encuentran los pobres para convertir sus ahorros en montos globales –ahorro ascendente, ahorro descendente o ahorro prolongado, pero tienen que ahorrar. La gran ironía de ser pobre es que uno es “demasiado pobre para ahorrar, pero demasiado pobre para no ahorrar”. Quizás no sea posible ahorrar mucho, pero si no se ahorra nada, no hay manera de llegar a tener esos “montos globales grandes y útiles” que con tanta frecuencia se necesitan (Rutherford, 2002: 26).

Muchas mujeres prefieren pedir un préstamo para contar con el monto global que ahorrar para conseguirlo porque la presión de tener una deuda con un agente externo las obliga a ser más disciplinadas en su ahorro descendente que su compromiso consigo mismas de llevar a cabo un ahorro ascendente. Es así como prefieren pagar un interés porque de otra forma no lograrían, con el ahorro ascendente, juntar esa misma cantidad: “Aunque tenga ahorro, mejor pido un crédito, si no ¡cuándo voy a volver a juntar otra vez este ahorro!” (Entrevista Carmen, 30 años). Es así como el crédito está siendo un recurso muy demandado y ya está formando parte de la economía de muchas mujeres porque apuntala muchos negocios. Sin embargo, el crédito tiene también el potencial de generar serios problemas si no hay una buena admi-

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nistración y conocimiento de la actividad que está financiando así como un aprendizaje que permita detectar la frontera entre la capacidad potenciadora y la excesividad. En el manejo de muchos recursos se perciben fácilmente los límites que definen los excesos; en el caso de la mano de obra o en el dinero propio, el cansancio y las enfermedades marcan límite para el trabajo y “el bolsillo vacío” evidencia la carencia de dinero. En cambio, en el crédito, la frontera entre lo necesario y el exceso no tiene un tope palpable que ponga un freno al uso de crédito más que el propio criterio respaldado por el conocimiento profundo que cada persona tenga de su propio negocio y de la dinámica de su unidad doméstica.

Conclusiones

Los negocios que llevan a cabo las socias de COMUCAFI están acotados por las condiciones estructurales que vive la población rural, expresadas en serias limitaciones económicas, dificultades para acceder a servicios sanitarios, educación, capital y mercado. Es importante destacar también la condición social de las mujeres como elementos que no se pueden obviar y que entre otros aspectos están, la poca movilidad, la falta de oportunidades y la dependen-cia económica que provocan diversos grados de sumisión y subordinación hacia las figuras masculinas. Estas condiciones de vulnerabilidad y el poco margen de maniobra que tienen las mujeres dificultan la implementación, consolidación y capitalización de los negocios y los hace muy susceptibles a situaciones imprevistas. Como una respuesta a la condición de pobreza y de vulnerabilidad tanto de las nuevas “negociantes” como de su “clientela”, las mujeres han logrado estructurar diversas estrategias para contrapesar la escasez y las limitaciones que tienen en el plano financiero, empresarial y técnico, logrando establecer una actividad comercial viable tanto para la población local como para las mujeres, asegurando así su propio empleo. Las mujeres, además, han logrado acoplar e integrar sus nuevos negocios a la plu-riactividad económica del grupo doméstico, el cual representa un respaldo en tanto que asegura la manutención de la familia y es un apoyo o refuerzo para los momentos clave de la nueva actividad, ya sea en su etapa de crecimiento o en las épocas de crisis. Asi-mismo estos negocios se han ido consolidando poco a poco y, en su momento, participan dentro de las sinergias que se desencadenan entre las diferentes actividades productivas del núcleo doméstico, que tienden, por una parte, a dinamizar la economía familiar y, por otra, a apuntalarse mutuamente. Estos negocios son así un complemento importante para la economía familiar, sin embargo, difícilmente pueden llegar a ser el sustento básico del grupo doméstico en su conjunto. Por la importancia que tiene el grupo doméstico en el cre-cimiento y consolidación de los negocios, el universo de mujeres que tienen posibilidad de contar con una actividad económica-comercial se restringe a aquellas que tienen resuelta la sobrevivencia diaria.

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Los nuevos proyectos económicos de las mujeres representan una opción de desarrollo para las mujeres que los implementan porque además de lograr crearse su propio empleo, desarrollas capacidades que les permiten enfrentar las difíciles condiciones en las que vi-ven. A través del crecimiento paulatino del negocio, las mujeres han logrado enfrentar las restricciones económicas y la debilidad técnica y administrativa, con la que inician. Esta gradualidad cumple un papel importante en la generación de conocimiento así como en el aprendizaje de los diferentes aspectos que conlleva una actividad económica-comercial, permitiendo que las mujeres se apropien de los logros, aprendan de los errores, adecuen las actividades del negocio a su dinámica personal y familiar y establezcan bases firmes para seguir avanzando. Este proceso también tiene un efecto en la confianza que se genera en las mujeres y les da fuerza para seguir intentando nuevas búsquedas y plantearse nuevos retos. Los logros parciales que conlleva la incursión en los negocios contrastan con la rutina de las actividades tradicionales de las mujeres, rutina que no permite que se valore, sea vista y aflore la creatividad y la capacidad emprendedora que ellas tienen. Lo negocios de las mujeres están enfocados a ofrecer productos industriales en las comu-nidades rurales, lo cual representa para ellas tres oportunidades básicas aun cuando existe una restringida capacidad económica de la población rural. En una primera instancia, con este tipo de negocios, las mujeres permanecen en sus comunidades, a diferencia de salir a trabajar a las ciudades cercanas; así ellas tienen la posibilidad de combinar sus actividades comerciales con sus responsabilidades familiares, que es una de sus preocupaciones funda-mentales. Asimismo con esta permanencia también mitigan el posible desacuerdo del marido ante su nuevo rol. Por otra parte, el hecho de compartir los mismos códigos culturales con sus paisanos, es decir de conocer y compartir las necesidades y los gustos con su clientela, les permite contar con información básica para diseñar productos y estrategias, así como reelaborarlos para adecuarlos a su público meta. Las mujeres utilizan estrategias de venta adaptadas al contexto de pobreza que priva en las zonas rurales; partiendo de la escasez de recursos de la clientela, pretenden facilitar la compra de mercancía a través del pago diferido (venta a plazos y dar fiado) y de la venta a domicilio. Asimismo diversifican la oferta de productos, aunque estos sean muy distintos entre sí (pollo destazado, perfumes y sábanas o abarrotes, peltre y ropa; etc.) buscando pro-ductos con alta demanda que cuenten con la calidad socialmente aceptada. De esta manera las mujeres también aseguran a su clientela, que por lo general son sus vecinos y familiares. Estas estrategias tienen sus especificidades y variantes personales. El pago diferido representa también un riesgo para el negocio en su conjunto asociado con la irregularidad en los pagos y con las dificultades para presionar a los deudores debido a los vínculos sociales que tienen las mujeres con su clientela y a los restringidos márgenes económicos de los negocios. Son pocas las compañeras que han logrado estructurar estrate-gias claras de venta con nuevos esquemas de pagos accesibles y que rebasen estos problemas.

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Para las mujeres uno de los elementos de éxito de estos negocios está en la administra-ción de los recursos económicos y financieros; si bien la mayoría de ellas no llevan registros diarios de cada movimiento que realizan, han desarrollado la capacidad para monitorear el avance y la solidez económica de su negocio, con lo cual tienen elementos para valorar cuándo y cuánto dinero pueden disponer para la familia sin afectar el desempeño de su actividad comercial. La forma en que cada una de las mujeres ha organizado sus negocios conlleva un ma-nejo de los recursos muy específico, donde las variables que intervienen están asociadas al giro del negocio, al grado de consolidación del proyecto, a la capacidad presupuestaria y de trabajo de quien lo impulsa, a las expectativas que tienen las mujeres para el futuro de su proyecto, a la capacidad de venta y a lo acertado de las decisiones que se tomen. En este sentido el papel que tiene el dinero propio y prestado en estos negocios es apuntalar y respaldar las decisiones que las mujeres toman en el negocio que van gestando y son estas decisiones, en concordancia con el nivel de inversión y la forma de administrar los recursos económicos y financieros, lo que define el avance y la consolidación del proyecto. Es decir, la disposición o accesibilidad de los recursos económicos permite concretar las decisiones que las mujeres toman. El financiamiento ha tenido un papel importante en el desarrollo de los negocios de las mujeres, por lo que se está integrando a la dinámica de la unidad doméstica; muchas mujeres han aprendido a usarlo de manera cautelosa para que no les genere problemas económicos ni tensiones excesivas. Sin embargo, el crédito tiene también el potencial de generar serios problemas de sobre-endeudamiento y dependencia. En algunos casos, el hecho de contar con créditos fáciles y accesibles ha sustituido el diseño de estrategias que disminuyan la necesi-dad de recurrir a recursos externos aun cuando esto implique un costo adicional. El uso del crédito requiere de una buena administración y conocimiento de la actividad que está siendo financiada, así como de la claridad en la capacidad de pago para detectar la frontera entre la capacidad potenciadora y el exceso del financiamiento externo. La condición de pobreza de las áreas rurales y el uso cada vez mayor del crédito está representando una oportunidad para muchas microfinancieras para ampliar su cartera de clientes y mantenerlos cautivos, sin embargo están dejando pendiente asegurar que las mo-dalidades de crédito se adecúen a las actividades económicas de la región y se acompañen de otros servicios que permitan consolidar los negocios locales y que los negocios financiados por recursos crediticios avancen en su autosostenibilidad. A través de la experiencia de impulsar un negocio, las mujeres han desarrollado su agen-cia a través desarrollar su “capacidad para conocer” y su “habilidad para hacer”, así como ordenar y sistematizar sus propias experiencias. Una forma de manifestarse es, en una primera instancia, a través de resolver las dificul-tades y lograr trascenderlas. Esta agencia va de la mano con los aprendizajes y el desarrollo

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de capacidades que las mujeres van teniendo y que van incorporando en su ser a partir de procesos de reflexión y de apropiación de los espacios propios, así como de aprovechar las oportunidades que brindan los vínculos sociales que tienen a nivel familiar, comunitarios y extracomunitarios. Estos elementos generan una sinergia con la cual las mujeres dan un salto cualitativo que tiene el potencial de tener cambios y logros significativos. Es fundamental destacar la importancia que han tenido las redes sociales en la experien-cia de las mujeres para establecer y consolidar su actividad productiva. Los vínculos sociales ofrecen condiciones de muy diversa índole que permiten rebasar la carencia de recursos económicos, financieros y la falta de capacidades para conducir un negocio. Asimismo, estos recursos permiten crear un ambiente menos hostil; enfrentar las dificultades o sobrellevar la pesadez de los días que viven las mujeres para armar su proyecto. Estos recursos transitan por canales no monetarios y responden a las lealtades establecidas o generadas a partir de los lazos identitarios. En cada uno de los negocios, las redes sociales, en tanto recursos, repre-sentan o juegan un papel diferente. El apoyo de los hijos, el marido, los suegros o la amiga, todos ellos, con dinero, infraestructura, trabajo, apoyo moral o acompañamiento, apuntalan los negocios de las mujeres. No necesariamente implica una “asociación” ni la “contratación” de una empleada, sino un acompañamiento- respaldo que hace fuerte a las mujeres. Más allá del trabajo que requiere el negocio, las redes sociales cumplen un papel fundamental en la tranquilidad, empuje de la mujer y en el funcionamiento en sí del negocio. Una de estas redes sociales es COMUCAFI, que acompaña a las mujeres, quienes junto con muchas otras poco a poco van pensando, convenciendo o construyendo nuevos cami-nos con lo que alimentan su capacidad de soñar, capacidad que en muchas ocasiones se ha visto truncada por la necesidad de asegurar la sobrevivencia diaria y las dificultades para lograrla. Estos negocios también están respaldados por la seguridad que COMUCAFI les ofrece para sobrepasar las dificultades y las experiencias que seguramente no quieren para sus compañeras. Por otra parte, las redes sociales tienen también elementos que han entorpecido la diná-mica del negocio, sobre todo en lo que respecta a la cobranza de la venta a plazos. El exceso de confianza que se genera a través de ciertos vínculos sociales ha hecho que algunas per-sonas incumplan los convenios de pago. La importancia que tienen estos lazos, así como las normas culturales que los sostienen, ha llevado a muchas mujeres a olvidarse de los adeudos de ciertos clientes privilegiando así la estabilidad de los vínculos sociales. La estrategia económica de este tipo de negocios se basa en la sobrevivencia cotidiana más que en la visión empresarial. Las mujeres no ven una oportunidad de crecimiento en la contratación de empleados ni miden el éxito de su negocio a partir de los indicadores relacionados con la productividad del trabajo, el rendimiento sobre los activos, la solvencia y el margen de utilidad, cuyo objetivo es medir la capacidad para generar ganancias. Esta forma de concebir los negocios tiene muchas similitudes con la forma en que los pequeños

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cafeticultores abordan la producción de café. La aportación de los negocios de las mujeres es la de asegurar un ingreso digno y permanente para ellas y la seguridad de ser capaces de construir una alternativa propia con la cual avanzan en su autonomía y en disminuir la dependencia económica hacia su esposo.

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Capítulo 11

Prácticas financieras y cambios en la vida de artesanas indígenas de Chiapas130

María Eugenia Santana Echeagaray

Las artesanas indígenas de Los Altos de Chiapas han realizado cambios importantes en su vida desde que tomaron en sus manos la venta de sus productos. Si bien desde hace tiempo parte de los ingresos de las familias indígenas ha provenido de la venta de las artesanías elaboradas por las mujeres, lo común era que los hombres se encargaran de venderlas y administrar el dinero. Pero ahora son las artesanas de los pueblos cercanos a San Cristóbal quienes se involucran ya no sólo en la producción sino en la venta de sus productos, e in-cluso en la compra de los insumos que requieren. Es decir, en los últimos años las mujeres indígenas han comenzado a manejar el dinero que obtienen de su propio trabajo, lo cual ha acarreado cambios en su vida y la de su familia. Para comprender la dimensión de los cambios que han ocurrido en la vida de muchas de estas indígenas, es necesario señalar que hasta hace un par de décadas (y menos tiempo en muchos lugares) a las mujeres no les estaba permitido manejar dinero en efectivo; los hom-bres eran los encargados de llevar a casa los productos que se compraban para el consumo familiar. A las mujeres tampoco se les permitía salir de sus casas, más que acompañadas de los hombres de la familia y, si acaso, para ir a la iglesia o a actividades públicas socialmente admitidas, como festivales escolares o fiestas patronales. Que las mujeres aprendieran espa-ñol y asistieran a la escuela era mal visto por la sociedad, debido a que ellas “no lo necesi-taban”; si una mujer se empeñaba en aprender español, se le atribuía un amante secreto que no era indígena, y era repudiada por tal comportamiento (Santana, 2006). El poder de utilizar su propio dinero, que ellas han conquistado, les impone también el reto de aprender a manejar sus finanzas, con base en una información mínima que les

130 El presente artículo es parte del proyecto de investigación “Análisis de Prácticas Financieras entre Familias Indígenas en dos Municipios de Los Altos de Chiapas, México” financiado por el Institute for Money, Technology & Financial Inclusion, de la Universidad de California, Irvine, a quien se agradece el apoyo.

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prácticAs finAncierAs y cAMbios en LA VidA de ArtesAnAs indígenAs de chiApAs

permita tomar decisiones y riesgos, en busca de ampliar sus oportunidades de venta. Esto no quiere decir que las mujeres se guíen por decisiones “racionales” desde el punto de vista de la teoría económica formal (Polanyi, 1976), la cual dicta que el actor informado hace cálculos de los costos y beneficios y toma la elección que le aporta las mayores ganancias económicas (Plattner, 1991: 25). No siempre es apropiado hablar de “decisiones racionales” para compren-der las prácticas financieras que realizan estas mujeres; quizás sea más adecuado utilizar el término de “disposiciones razonables” que propone Bourdieu (2002: 16). En este texto se mostrarán algunos elementos de cálculo que consideran las mujeres en la producción y venta de sus artesanías; la dificultad para poner los precios de sus productos dependiendo de diferentes factores, entre los que figuran la urgencia que tengan de dinero, así como su visión a futuro de posibles ganancias. Se pretende ofrecer una aportación para una mayor comprensión acerca del manejo de las finanzas que realizan estas productoras indígenas y con ello desterrar las ideas que las visualizan como sumisas, ignorantes y encerradas en sus hogares. El conocimiento de sus prácticas financieras puede favorecer visiones diversas de estas mujeres, muchas de ellas como agentes de su propio desarrollo, es decir, como actoras sociales con capacidad de “agencia”, lo que generalmente queda oculto por las perspectivas tradicionales que se tiene de ellas. El concepto de “agencia humana” es definido por Long (2007: 48) de la siguiente manera: En general, la noción de agencia atribuye al actor individual la capacidad de pro-cesar la experiencia social y diseñar maneras de lidiar con la vida, aun bajo las formas más extremas de coerción. Se podría afirmar que cada vez son más las mujeres indígenas que constituyen un ejem-plo de ello. En este artículo se tratará de mostrarlo. Si bien las mujeres de estos dos municipios pertenecen a la población más marginada del país (CONAPO, 2005), ellas han aprovechado su habilidad para elaborar artesanías y obtener ingresos. Adicionalmente, tener acceso a un mercado les permite obtener mayores ganancias por su trabajo y con ello adquieren cierta autonomía económica respecto a los hombres del ho-gar. Es verdad que la mayor parte de las mujeres indígenas de Los Altos de Chiapas no cuenta con tales ventajas, pero también es verdad que quienes han tomado nuevas responsabilidades económicas y se han animado a administrar su dinero no se han ido por el camino fácil. Los cambios en la vida de las mujeres que manejan sus propias finanzas no sólo se deben a este factor, sino a muchos otros cambios imperceptibles que ellas realizan día a día.

Contextos

Para la realización de este estudio se eligieron dos poblaciones indígenas donde, en la mayo-ría de los hogares, hay mujeres que se dedican a la producción y venta de artesanías. Estas dos poblaciones son Amatenango del Valle y Zinacantán, las cabeceras de los municipios

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que llevan esos mismos nombres. Ambos municipios pertenecen al estado de Chiapas y a la región de Los Altos. Amatenango del Valle alberga cerca de 4,500 habitantes, aproximadamente la mitad de la población del municipio (ver tabla 1), conformada por indígenas tzeltales. La mayoría de las mujeres aquí se dedican a la producción de alfarería y el trabajo de casi todos los hom-bres de esta localidad es la producción agrícola en milpas destinadas al autoabasto familiar de maíz y frijol y, cuando hay excedentes, a la venta. Por otro lado, Zinacantán es uno de los pueblos indígenas más cercanos a San Cristóbal de las Casas. La población de esta cabecera municipal constituye casi el 10% de la población total del municipio (tabla 1), compuesta por indígenas tzotziles. Muchas de las mujeres tra-bajan en la elaboración de artesanías textiles. Los hombres de esta localidad se dedican a diversas actividades que aportan ingresos monetarios al hogar, principalmente trabajando en el cultivo de flores de manera intensiva, en invernaderos y en su venta en el mercado local y regional o como albañiles. El cultivo del maíz se ha reducido, cediendo el espacio al cultivo de flores porque “a la flor se le gana más”, suele decir la gente.

Tabla 1: Población de los dos municipios y las cabeceras municipales bajo estudio

Total de población

Hombres Mujeres

Amatenango del Valle

8,506 4,152 4,354

Cabecera municipal 4,491 2,155 2,336Zinacantán 31,061 14,818 16,243Cabecera municipal 3,686 1,760 1,926Fuente: INEGI, conteo, 2005.

Encontramos, pues, que en estos dos poblados las mujeres se dedican a la elaboración de artesanías, aunque unas las hacen de barro y las otras tejen con hilos. Pero, ¿qué implicacio-nes tiene esta diferencia de material en la producción de las artesanas de estos dos grupos étnicos? ¿Cómo obtienen los insumos para su respectiva producción? ¿Cómo ponen precio a sus productos? ¿Cuáles son las formas de comercializar sus artesanías? ¿Son las mismas prácticas financieras en uno y otro poblado?

Prácticas y cálculos en la producción de artesanías indígenas

Las artesanas de ambos lugares utilizan técnicas milenarias, basadas en un conocimiento he-redado de madres a hijas por cientos de años. Por ejemplo, en Zinacantán se sigue utilizando

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el telar de cintura, a pesar de que conocen los telares de “lanzadera” y pedales, que ahorran tiempo y trabajo. Asimismo, en Amatenango no se utiliza el torno, aunque la mayoría de las piezas de barro que elaboran son redondas y, además, estas se queman en lumbreras hechas a cielo abierto, como lo hacían sus antepasadas. Sin embargo, el uso de técnicas ancestrales no significa que estas mujeres estén apegadas a la tradición en forma incondicional o que se nieguen al cambio. Ellas combinan dichas técnicas con las modernas: como el uso de má-quinas de bordar eléctricas en Zinacantán, y en Amatenango han introducido las pinturas acrílicas para decorar las piezas de barro. Ellas han sabido discernir entre lo que conservan y lo que cambian.

Producción de alfarería en Amatenango del Valle

La aparente calma que se vive en el poblado de Amatenango oculta la gran actividad que realizan las mujeres dentro de sus casas. Sentadas en el suelo de sus portales, se pasan el día amasando el barro y elaborando piezas, mojando sus manos en un pequeño apaxtle junto a ellas, para “subir sus ollas”, como ellas dicen, porque la técnica de elaboración inicia ahue-cando una bola de barro para construir la base de la pieza, en la que se va colocando con sus manos “tiras” de barro arriba de la base, para ir formando la pieza hueca. En Amatenango se produce alfarería desde tiempos prehispánicos. June Nash (1993: 81) afirma que “el antiguo asentamiento del pueblo contiene restos de cerámica que es nota-blemente similar en textura, diseño y forma, a la que se hace en la actualidad”. El barro y la arena se encuentran disponibles en forma gratuita muy cerca del pueblo en un terreno comunal. La temporada para sacar barro es en el inicio de las lluvias, es decir, después de que las primeras lluvias aflojan un poco la tierra pero antes de que llueva mucho. Los hombres ayudan a “raspar la tierra” y obtener el barro; las mujeres llevan de 10 a 20 costales y pagan el transporte de regreso a sus casas. También ofrecen refrescos para agradecer a los hombres que sacan el barro, sobre todo cuando estos no son de la familia. El día que obtienen el barro para trabajar en el siguiente año, celebran con una comida en la casa y participan, además de los familiares, aquellos quienes ayudaron con la faena. Anteriormente, las alfareras de Amatenango sólo hacían piezas para vender en las comunidades de la región, por lo que su producción estaba centrada en las necesidades campesinas: principalmente ollas de distintos tamaños, comales, cántaros para el agua. Los hombres eran quienes llevaban a vender las piezas que acomodaban a lomo de mula e inter-cambiaban por dinero o por otros productos (Nash, 1992). Con la llegada de la carretera Pa-namericana, a principios de los sesenta, la demanda de macetas por parte de los habitantes de San Cristóbal y de Comitán estimuló a las artesanas a diversificar su producción: no sólo comenzaron a elaborar macetas de diferentes tamaños, también hicieron jarrones, platones, ceniceros y una variedad de piezas que complementaron con las “tradicionales ollas de Ama-

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tenango”. Pero, al principio, cuando algunas mujeres se salían de los diseños tradicionales y se aventuraban a realizar piezas diferentes, recibían críticas y rechazo social (Nash, 1992); después se dieron cuenta de que la mayor demanda externa era de macetas y que vendían más quienes añadían elementos novedosos, como patitas a las macetas o adornos exteriores.

Un día, hace más de 20 años –relata una mujer del pueblo–, vino una mujer de San Cristóbal y nos trajo una paloma de muestra para que hiciéramos más como esa y dizque nos las iba a pagar, porque las quería vender en su tienda de artesanías… nos pusimos a hacerlas y vimos que no estaba difícil. Después vino por las palomas y nos pagó. Luego vino y nos encargó más y luego más y más... Nosotras empezamos a hacer palomas en cantidad, ya no sólo las que ella nos encargaba, sino para vender por nuestro lado y vendíamos bastantes, pues ¡a la gente le gustaban mucho nuestras palomas! [Risas] (Entrevista DJ 6/08/09).

Con los nuevos diseños, la producción aumenta sin otro límite que la mano de obra fe-menina disponible, pues los insumos no son una limitante: basta con tener barro, arena y leña para la quema y esto se obtiene de las tierras comunales con el derecho que otorga ser nativo/a del municipio. Después de las palomas, las alfareras empezaron a hacer otras figuras y a experimentar con nuevas figuras de animales pequeños cuyos dibujos ven en los libros de la Secretaría de Educación Pública que usan sus hijos. Hasta principios del milenio, los pocos colores que añadían a las piezas de barro quemado eran naturales. Estos tintes también se encuentran en sus terrenos: una anciana del lugar muestra con orgullo a los turistas que llegan al poblado cómo hacer el negro, el rojo y el amarillo de piedras que se desmoronan en un molcajete y se añade agua.131 El conocimiento ancestral de estos tintes, así como otras técnicas de alfarería, las comparten con toda naturalidad. En los últimos años, han comenzado a pintar sus piezas con acrílicos, creando polémica entre los antiguos clientes y los nuevos, pues los primeros añoran las piezas con colores naturales, pero lo cierto es que las piezas multicolores se ven-den mucho en los puestos que se encuentran a la entrada del pueblo. A finales de los ochenta, un alfarero de Amatenango (el único hombre del que se tiene noticia que ha hecho alfarería aquí) diseñó una figura de jaguar, animal representante del mayor poder entre los indígenas chiapanecos. El diseño cautivó a quienes lo veían. Su autor, Alberto Bautista, fue reconocido y ganó premios, “pero también ganó envidias”, cuentan sus hijos, quienes relatan cómo su padre fue asesinado porque envidiaron su éxito.132 Lo que mu-chos callan es la poca aceptación que tuvo un hombre que se atrevió a realizar–con éxito– el trabajo tradicional de las mujeres. Bautista murió, pero sus jaguares se multiplican por todo

131 Entrevista GD 5/09/09.132 Entrevista familia Bautista 6/08/09.

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el pueblo, comenzando por los que hacen su esposa e hija y sus imitadoras. Sin embargo, no todas las imitaciones son iguales: una artesana reconoció que en una tienda de San Cristóbal le dijeron que le comprarían sus jaguares “si los hacía iguales a los de Bautista”. Cabe señalar que la producción de nuevos diseños no desplaza a las tradicionales macetas y otras piezas, sino que se suman a estas.

La productividad en la alfarería

El número de piezas producidas por día varía mucho, no sólo por las distintas actividades domésticas que tienen las artesanas, sino por la destreza que hayan desarrollado. Una alfa-rera ágil puede hacer de seis a ocho macetas, de 40.00 a 50.00 pesos cada una (entre 3.00 y 4.00 dólares),133 tomando en cuenta que parte de su tiempo lo dedica a labores hogareñas, pero llega a haber quien hace hasta 12 en un solo día. Las mujeres con más hijos producen menos piezas por día, sobre todo –dicen ellas– por el tiempo que dedican a lavar ropa. Las jóvenes producen despacio, pero disponen de más tiempo libre. A veces los precios de sus piezas son más bajos porque aún no han adquirido la perfección suficiente para cobrar más. Por ejemplo, en el caso de una familia en la que la madre y sus dos hijas jóvenes hacen alfarería, en un día, una de ellas hizo 18 palomitas que va a llevar a vender a San Cristóbal (donde estudia) a 5.00 pesos cada una: ganará 90.00 pesos (7.2 dólares) por ese día de trabajo, sin contar el día de la quema. Su hermana aceptó un encargo de cuatro jaguares que le pidió una revendedora, quien los pintará y venderá; la joven va a hacer los cuerpos de los jaguares en un día, las patas en otro y las cabezas en otro, más el día de la quema, los va a dar a 80.00 pesos (6.4 dólares) cada uno, ganando 80.00 pesos por día de trabajo. Su madre hace ocho macetas de 30.00 pesos cada una (2.4 dólares) en tres días, es decir: 240.00 entre 3 = 80.00 pesos (6.4 dólares) diarios, pero ella además atiende a la familia.134 Las piezas modeladas deben dejarse secar varios días y, una vez reunidas las suficientes, se realiza una quema y después, si las pintan, se podrán vender a mejor precio. Cuando el sol se pone, las artesanas se apresuran a terminar lo que tienen a medias, pues quieren dejar secando sus piezas toda la noche para poder moverlas al día siguiente y acumularlas en un sitio hasta que llegue el día de la quema. En el portal de otra casa, la de Margarita, se amontonan las palomas y macetas que ella y sus tres hermanas estuvieron haciendo durante el día. Las tapan con un plástico y ahí se quedarán. Su cuñada, al otro lado del solar, trabajó en su propio portal y hará lo mismo con unas cuantas piezas. Pero cuando llegue el día de la quema, se juntarán para hacer esta labor, ayudándose unas a otras. Habrá que acomodar los leños y, una a una, colocarán las piezas con cuidado

133 Tipo de cambio: un dólar estadounidenses es igual a 12.50 pesos mexicanos (primer semestre de 2010).134 Entrevista colectiva 15/09/09.

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para evitar que se rompan cuando se encienda la lumbrada. Colocarán estratégicamente los grandes leños y “barbas” de pino secas que prenden pronto el fuego y encienden los leños grandes. Luego, cuando la cerámica haya cambiado de color y ellas noten que está cocida, habrá que separar los leños de las piezas que están listas: venciendo tenazmente el calor y el humo, las van sacando una a una ayudándose con un palo; otra de las mujeres apagará con poca agua los leños encendidos que ya no sean necesarios; otra más sacará el resto de las piezas de las brazas… Trabajo difícil que realizan con habilidad porque aprendieron a hacerlo desde niñas, ayudando a su madre. Muchas veces también los hombres colaboran en esta actividad.

Gastos en leña

La leña se trae al pueblo cada vez de lugares más lejanos y se paga al chofer del camión que la trae y a quienes la cortan, la suben y bajan del camión.

La leña es libre, pero hay que pagar a los que nos la traen. Mi esposo no les ayuda porque ese es su trabajo de ellos, pues, así se ganan la vida […] algunos piden que se les dé parte del pago con una gallina cocinada que se comen después de descargar el carro. La comida sale como en $300.00, porque es comida con refresco. El viaje de leña, cuesta $1,500.00 más la comida. Son dos viajes de leña al año para la alfarería y otros dos, con el mismo costo, para la leña para cocinar. (Entrevista ML15/09/09).

Hay leña especial para quemar las piezas de barro y para cocinar: “el cedro sirve para que-mar la alfarería y el roble sirve para cocinar”,135 pero en el mismo camión pueden traer de ambas. El gasto de la leña varía según el número de miembros de la familia y el número de mujeres que hacen alfarería. Por ejemplo, el gasto de leña en una familia compuesta por seis miembros (cuatro adultos y dos niños) con tres mujeres artesanas es de 7,200.00 pesos al año (unos 576.00 dólares). Según los cálculos realizados con base en diversas entrevistas, el gasto mensual para el pago de leña per capita es alrededor de 100.00 pesos (8.00 dólares) (incluyendo leña para cocinar y para quema de piezas), por lo que es poco significativo cuando se divide esta cantidad entre el número de piezas que realizan las mujeres al mes.

Producción de textiles en Zinacantán

Los pueblos indígenas de México, especialmente de Chiapas, se distinguen por la tradición de sus mujeres de portar sus “trajes típicos” o atuendos que las identifican. En Los Altos de Chia-

135 Entrevista AD17/08/09.

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pas, cada pueblo tiene un traje típico que distingue a sus mujeres de las de otros pueblos.136 Uno de los vestidos indígenas más llamativos, por su belleza y colorido es el de Zinacantán. Portar un traje nuevo representa un gran orgullo para las mujeres indígenas, pero en Zinacantán se ha convertido en una cuestión de prestigio. La moda aquí cambia constan-temente137 y un vestido realizado seis meses antes, ya está “pasado de moda” y puede ser notado por las zinacantecas, aunque sean sólo pequeños cambios de los colores. A finales de 2009, los trajes más nuevos eran de tonos azules y morados; tan sólo unos meses después, la última novedad fue agregar algunos bordados de color rojo en las flores de la falda: nada demasiado notorio. Los cambios de un año a otro son más evidentes y las mujeres reconocen claramente quién lleva el vestido “más nuevo” y quién lleva el del año pasado y esto marca cierta jerarquía.138 Un traje nuevo llega a costar entre 2,500.00 y 3,000.00 pesos (entre 200.00 y 250.00 USD) aproximadamente, pues se compone de varias prendas: la blusa cuesta 500.00 pesos; la falda, 900.00 pesos; la faja, 350.00 pesos; el chal, 600.00 pesos. Estos trajes los mandan hacer con mu-jeres del mismo pueblo o de pueblos vecinos, por ejemplo Chamula. Aún las que se dedican a tejer como medio de vida, no hacen sus propios vestidos. Para comprar su traje nuevo, las mujeres ahorran todo el año; últimamente, algunas jóvenes, venden a los turistas su último traje seminuevo para con ese dinero comprar “el último grito de la moda”. Las mujeres zinacantecas cuidan su apariencia mucho más que otras indígenas de Los Altos, no sólo luciendo un traje muy diferente a los de otros poblados, sino porque siempre van bien peinadas y las jóvenes se maquillan los ojos, se pintan el cabello o mechones de pelo; usan zapatos de taconcito y no los tradicionales zapatos de plástico. Muchas zinacante-cas lucen su traje por las calles de San Cristóbal con gran orgullo, no así las mujeres de otros pueblos que prefieren vestirse como mestizas en San Cristóbal. Estos cambios de apariencia iniciaron después del año 2000 y están muy relacionados con el manejo de sus propias fi-nanzas, entre otros factores. En contraste con el de Zinacantán, el traje de las mujeres de Amatenango del Valle no es tan caro y ha sido el mismo desde hace décadas. Nash (1993), quien realizó su primera investigación a finales de los años cincuenta del siglo XX, describe el vestido igual al de ahora: los mismos colores, sin grandes adornos ni pretensiones, muy austero. Las mujeres de Amatenango no se pintan la cara ni el pelo; se peinan de trenzas y lucen con gran dignidad

136 Algunos hombres aún portan trajes típicos, lo que nos permite pensar que anteriormente también ellos los usaban a diario, pero ellos los abandonaron, probablemente por salir más de sus comunidades a las ciudades y no querer recibir tratos diferenciados de los habitantes de la ciudad. Todavía hay ocasiones en que los hombres portan estos trajes, sobre todo cuando desempeñan un cargo público.

137 Dicen que la moda surge del poblado Nabenchauk, municipio de Zinacantán (comunicación personal de Lourdes de León, investigadora de ese lugar); confirmado por las mujeres de la cabecera de Zinacantán.

138 Grupo focal 16/08/09.

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su vestimenta tradicional que las identifica a unas de las otras. Aquí también comprarse un traje nuevo es uno de los gustos más grandes que las mujeres se pueden dar. Les gusta estrenar un traje cada año en la fiesta patronal y lo usan en grandes ocasiones como los bautizos, matrimonios y funerales, así como en los rezos en el templo y en las cuevas. En los días normales de trabajo, las indígenas usan sus trajes de años anteriores, pero estos no cambian casi nada de un año al otro. En Amatenango todas las mujeres se ven iguales y pareciera que esta homogeneidad que las identifica les aporta seguridad y confianza. El traje nuevo en Amatenango no parece reportar tanto prestigio como en Zinacantán. La mayoría de las mujeres se hace su propio vestido, aunque algunas de ellas prefieren mandarlo hacer con sus vecinas del municipio de Aguacatenango, quienes no hacen alfarería pero sí tienen fama de hacer trajes muy bellos. Volviendo a Zinacantán, las mujeres que realizan nuevos diseños para sus vestidos y para atuendos de venta gozan del reconocimiento de otras tejedoras en el pueblo. Las jóve-nes tejedoras son quienes emprenden la búsqueda de nuevos diseños, lo mismo toman ideas de revistas que de internet. La originalidad de las prendas es inmediatamente copiada por otras tejedoras, como sucede con la alfarería en Amatenango. Así como hay mujeres que se distinguen por sus ideas en el diseño, otras lo hacen por lo bien que bordan o por lo rápido que tejen. Parece haber especialización en el trabajo y eso les confiere el respeto mutuo. La importancia de tejer, de bordar y de vender radica en los recursos económicos que estas labores aportan al hogar. Muchas mujeres que no tienen esposo dependen exclusivamente de la venta de sus artesanías. Lo que quiere decir que en estos tiempos de crisis económica, la disminución de sus ventas ha significado una reducción en el consumo de alimentos para ellas y sus hijos. Una tejedora diestra puede hacer tres manteles individuales en un día, tejiendo con hilo de algodón (que es más fino, pero supone más tiempo para hacer el tejido) e incluyendo un adorno discreto. Estas tres “servilletas” (como ellas les llaman) llevan un insumo de hilo equivalente a 50.00 pesos (4.00 dólares). Cada servilleta podrían venderse máximo en 60.00 pesos (4.80 dólares), lo que significa 180.00 pesos (14.50 dólares) por las tres, menos el costo del hilo, sería una ganancia de 130.00 pesos (9.00 dólares) por ese día, en el mejor de los casos, es decir, vendiendo en el mismo pueblo. Sin embargo, si necesitara un dinero con urgencia, podría ir a vender su producción al “mercado de artesanías de Santo Domingo” en San Cristóbal. Ahí obtendrá el precio mínimo de 20.00 pesos (1.80 dólares) por cada serville-ta, con lo que su ganancia del día sería de 10.00 pesos (.80 dólares). Claro que sólo por vender tres servilletas no van hasta San Cristóbal, pues con “la ganancia” ni siquiera pagarían su transporte, pero sí irían para vender un mantel de 1,400.00 pesos, aunque les pagaran 500.00

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pesos o 600.00 pesos por él; por recibir ese dinero ya valdría la pena el viaje.139 En pocas palabras, el pago del trabajo de las artesanas está relacionado con las posibilidades de venta y su capacidad de esperar la llegada de clientela; la urgencia del dinero las obliga a aceptar un pago inferior por su labor.

La combinación del turismo y los textiles como fuente de ingresos

Al recorrer las primeras calles de esta cabecera municipal, llaman la atención las tienditas de artesanías en las casas, por supuesto abiertas al público. Entre las artesanías que ahí se venden están las clásicas de Zinacantán, como son los manteles individuales, tejidos con estambre en colores fuertes y con girasoles bordados; también se encuentran artesanías de Guatemala, compradas a bajos precios en la ciudad de San Cristóbal, para ser revendidas aquí. Cada vez hay más tienditas y la competencia por los clientes crece, por eso hay que llamar su atención desde su llegada. Las mujeres zinacantecas encontraron una nueva fuente de ingresos cuando descubrie-ron que muchos turistas que llegan a su pueblo se sienten atraídos por visitar las casas de los indígenas y ver cómo hacen tortillas en un comal sobre leños en el piso de una cocina de paredes de tablas y techo de paja. Es por eso que muchas jóvenes ahora tienen la tarea diaria de ir a esperar a los turistas que llegan al pueblo para ofrecerles una visita guiada por el pueblo y llevarlos a conocer “una casa donde están haciendo artesanías y echando tortillas”. Su trabajo es mostrarles el lugar y llevarlos a su casa a cambio de una propina (“lo que gusten dar”). Los turistas que acceden, después de conocer la enorme iglesia y la plaza donde se halla el edificio municipal, son conducidos a una casa en las calles cercanas a dichos edificios. Ahí les ofrecerán tortillas recién salidas del comal, con un poco de queso o simplemente con sal y “un traguito de pox”,140 mientras miran las artesanías colgadas en las paredes y si se descuidan, en cinco minutos ya les habrán puesto un traje zinacanteco sobre su ropa. Con una hábil mercadotecnia, los invitan a tomarse fotos con el traje indígena puesto, lo cual divierte mucho a los turistas. Algunos de ellos, después de todo, quizás compren alguna prenda de 50.00 a 100.00 pesos (de 4.00 a 8.00 dólares), como agradecimiento, y entreguen un donativo a su guía antes de retirarse. Son muchas las chicas que literalmente se pelean por los turistas que llegan a Zina-cantán; a ellas se suman muchos niños enviados por sus madres para atraer clientes. Son muchas también las casas que exhiben artesanías en abundancia y aunque casi no se ve ahí gente comprando, algunos guías de turistas –que van de San Cristóbal– aseguran que en esas tiendas llegan a vender más de 1,000.00 pesos (80.00 dólares) en una semana. Claro que

139 Entrevista JB 16/08/09.140 Nombre en lengua indígena de un tipo de aguardiente de caña que se produce en esta región.

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esto varía de una temporada a otra. Sin embargo, por la gran cantidad de muchachas que esperan a los turistas, sin estar bordando ni haciendo nada, es de suponer que la ganancia aquí la constituyen las propinas más que la venta de las artesanías. En la observación de una visita guiada a un grupo de diez estudiantes, el recorrido fue de una hora, después otra media hora en una casa, viendo artesanías, comiendo un par de tortillas y tomando un poco de pox, una muchacha podría ganar entre 100.00 pesos y 200.00 pesos (8.00 o 16.00 dólares), pues los estudiantes no tienen mucho dinero (cada uno podría aportar 10.00 pesos (.80 dólares). Ahora bien, si se tratara de un grupo de turistas extran-jeros (o también mexicanos), tal vez la cantidad se llegaría a multiplicar por cinco o diez, lo cual es significativamente superior a lo que esa muchacha ganaría haciendo artesanías en ese tiempo. Por eso se ha vuelto tan común el servicio a turistas. Y aunque la ganancia de estas visitas debe compartirse con la mujer que hace las tortillas y la que sirve el pox, el esfuerzo vale la pena. El problema es que son muchas las muchachas y niños que esperan a los turistas y pocos los turistas que acceden a ser guiados por alguna de ellas. De modo que la competencia en esta actividad se ha vuelto cada vez menos lucrativa. Muchos guías de turistas de San Cristóbal tienen amigas en Zinacantán y llevan a sus clientes a las casas de ellas. Suelen ser casas más alejadas del centro, donde se exhiben pren-das finas, hechas con hilo de algodón y cuidando la combinación de colores. Las mujeres que priorizan la venta de sus artesanías sobre el servicio turístico conservan con gran celo el cuidado en la producción y la originalidad de sus diseños. Elaboran y exhiben con orgullo sus piezas ante los compradores “de fuera”. Varias de estas artesanas han tomado cursos y talleres con diseñadoras textiles profesionales que han venido a ofrecer sus servicios gra-tuitamente como parte de su servicio social universitario. Estas sugieren colores y estilos del gusto de un público urbano y las artesanas toman o cambian las propuestas, según sus propios gustos. A algunas se les ocurren nuevas ideas y si sus prendas se venden pronto, adquieren buena reputación entre las otras de su mismo grupo. En las tiendas del centro, todo parece un montaje teatral; en cambio, en las casas más alejadas, el turista encontrará una cotidianidad más real: mujeres sentadas en el suelo sobre un costal, en el patio de su solar, con el cinturón del telar ceñido a la parte trasera de su cin-tura. Las mujeres tzotziles pasan horas y horas para tejer unos cuantos centímetros de tela. La materia prima es hilo comprado en San Cristóbal, “el hilo fino es el de algodón –explica Martha– porque el otro, el estambre, es más barato, pero no se ve tan bonito”.141 Antes de esta labor, hubo que poner el hilo en un bastidor y luego construir el telar con palos atravesados entre la interminable cantidad de hilos dispuestos paralelamente. Es todo un arte… y muchas horas de trabajo.

141 Entrevista ML 19/02/10.

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Contar con grandes cantidades de hilo y variedades de colores es uno de los secretos de las artesanas experimentadas. Este insumo sólo se vende los domingos en Zinacantán y si no cuentan con él, la producción de artesanías se detiene y habría que pagar transporte para ir a San Cristóbal a comprar más, lo que aumentaría los costos. El ciclo de comprar más hilo con el dinero de la artesanía vendida se rompe con frecuencia, sobre todo en los tiempos de agudización de la crisis económica, como en 2009, en que, según declaran las mujeres, disminuyó mucho la cantidad de turistas comparada con los turistas que solían llegar a Zinacantán y los que llegaron casi no compraron nada.142

En situaciones como esta es cuando los créditos juegan un papel preponderante en la producción de textiles. Por eso en Zinacantán, a diferencia de Amatenango, se anuncian las financieras en las bardas de las casas y sus empleados visitan constantemente al pueblo: en las temporadas de baja demanda de artesanías, los créditos son importantes para no detener su producción y no disminuir tan drásticamente sus ingresos (parte de los créditos se destina al consumo). En ese sentido en Amatenango tienen menos urgencia de créditos, porque el principal insumo de sus artesanías se obtiene de manera gratuita de terrenos comunales y el consumo de alimentos depende principalmente de la milpa.

Prácticas y cálculos en la venta de artesanías

Búsqueda de clientes en Amatenango

En Amatenango del Valle las casas no están abiertas al público como tiendas, pero quienes ya conocen a las alfareras llegan a buscarlas a sus casas para ver qué tienen o para hacer encargos determinados: puede ser una pieza especial o 50 piezas pequeñas. Existen varias opciones para la venta de la alfarería en el mismo pueblo: puede ser directamente al clien-te –cuando este visita una casa por recomendación o porque ya conoce– o bien, vender a través de intermediarias del mismo Amatenango, llevando su producción a las mujeres que atienden los puestos que están frente a la carretera. Pero muchas artesanas prefieren, si pueden, ir al mercado de San Cristóbal a vender los sábados directamente al cliente, para ganarle más. Ahí ellas tienen un lugar donde se han colocado por décadas y la gente lo sabe. Sin embargo, la mejor opción es, sin duda, vender en sus propias casas a gente que las va a buscar pues, además de que reciben el pago más alto por su trabajo, no gastan en transporte ni arriesgan las piezas en el camino. Otra posibilidad de vender en el mismo Amatenango es un centro de acopio y tienda llamado La Nueva Estrella, pero este no está disponible para todas. Su fundadora le llama “coo-

142 Este año se dio a conocer la crisis financiera de Estados Unidos que desalentó a muchos turistas de aquel país. Adicionalmente, también en 2009 apareció en México la enfermedad de la Influenza H1N1, por lo que muchos turistas extranjeros cancelaron sus viajes a nuestro país. Estos hechos repercutieron en los ingresos de las mujeres artesanas.

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perativa”; dice que son 150 socias, entre las de la cabecera municipal y las de las comunidades, quienes le llevan a vender artesanía conforme a los tiempos y necesidades de cada una. Cada artesana se especializa en un tipo de pieza, por ejemplo en ollas, macetas o palomas o gallitos; también trabajan por encargo. Cuando las artesanas llevan sus piezas, ella se las recibe y les paga enseguida de un fondo que guarda para ello. Si no le alcanza, se va a Teopisca, el poblado más cercano donde hay bancos, saca dinero de su cuenta y regresa. “Tardo como media hora y la combi cuesta 5.00 pesos de ida y 5.00 pesos de vuelta; no es problema.”143 Después, ahí mismo ella y su hermana revenden las piezas obteniendo ganancias. La llamada cooperativa inició gracias a un préstamo que la fundadora recibió de Banco Grameen, del cual tiene un anuncio en la fachada de su casa (que está junto al centro de acopio). El local donde se exhiben y venden las piezas (de unos 15 metros cuadrados) lo mandó construir con el dinero que obtuvo de un premio que ella se ganó con una escultura, hace como diez años. “Fue una muñequita de barro con traje de Amatenango”. Le dieron 10 mil pesos (800.00 dólares) por el primer lugar y también se ganó un tercer lugar por una blusa bordada. En la casa sólo viven ella y su hermana –las dos solteras–, quienes se encargan de la tienda, además de los quehaceres de la casa y la elaboración de sus propias artesanías. Los precios de los productos al parecer están bastante estandarizados en Amatenango, por ejemplo: una maceta pequeña cuesta 40.00 pesos (3.3 dólares), una mediana 80.00 pesos (6.6 dólares) y una grande 150.00 pesos (12 dólares); igualmente, las palomas tienen precios establecidos según los tamaños. Estos precios sirven de guía para poner los precios de otras piezas de nueva creación. En la estandarización de los precios de las piezas de alfarería quizás los puestos al lado de la carretera jugaron un papel importante. Se trata de unos ocho puestos, a la orilla del pueblo uno al lado del otro; cuatro de ellos construidos por el gobierno estatal en 2004. Como están todos juntos, los clientes pasan de uno al otro y compran lo que les gusta más, los precios son muy similares. Cada puesto en la carretera es atendido por varias mujeres pero no funcionan como cooperativa. Por ejemplo, en uno de esos puestos, catorce mujeres son las que lo atienden y obtienen ganancias de su venta. Pero cada una ofrece sus piezas en pequeños espacios delimitados por ellas mismas. Cada una vende la producción de sus familiares y amigas y entonces les paga las piezas; otras veces, las vendedoras pagan con su propio dinero a las artesanas que tienen urgencia en el momento que reciben las piezas. Si es así, pueden recibir un precio menor. Las revendedoras esperan pacientemente a los clientes, mientras pintan las piezas ahí mismo, pero ellas no hacen alfarería.

143 Entrevista AG 7/04/09.

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Algunas mujeres se quejan de que ahora los puestos de la carretera concentran la mayor parte de la producción de las artesanías de Amatenango:

Antes llegaban camiones que se estacionaban en las calles del pueblo y ahí todas las alfareras salían de sus casas con sus piezas y se las compraban sin distinción. Desde que están los puestos, ya no llegan los camiones al pueblo.144

Esos camiones, dicen ellas, eran de la Casa de las Artesanías, del gobierno estatal, pero ahora este organiza concursos, seleccionan a las alfareras que trabajan mejor y les compra direc-tamente bajo encargo. La calidad parece imponerse y, aunque la posibilidad de vender en el mercado de San Cristóbal está abierta para todas, los precios más altos los pagan quienes hacen encargos y los más bajos los pagan las revendedoras en los puestos de la carretera. Cuando una alfarera es buscada en su casa para hacerle un encargo, al poner el precio, en sus cálculos ella tomará en cuenta la posibilidad de ganar un cliente a futuro, por lo que no elevará mucho el precio, para asegurar futuros ingresos. También ella se fija de dónde viene el cliente (si es del mismo Chiapas es posible que regrese), qué le encarga y si es revendedor. Las mujeres observan este tipo de elementos y hacen sus cálculos mentales, considerando el presente cliente y el futuro y no sólo su necesidad actual. La diferencia de ingresos, entonces, no está marcada tanto por los precios más altos o bajos en las piezas, sino en la calidad –que favorece vender bajo encargos– y en la destreza de la artesana para hacer más piezas en un tiempo determinado. Por ejemplo, las esculturas de jaguares hoy en día están siendo bien pagadas y ahí sí hay más diferencias de precios, según la destreza de la alfarera. Al final del día, se gana más por volumen de producción y por calidad. Así, las mujeres hacen cálculos para tratar de vender donde más les conviene, pero las oportunidades de tener encargos en casa o salir a vender a San Cristóbal no dependen sólo de ellas, sino también de la edad de sus hijos y las actividades de los otros miembros de la familia. Cuando hay compromisos sociales que cumplir, no se pueden salir del pueblo. Y aún en el mercado de San Cristóbal, explican, a veces no venden todo lo que llevan y entonces tienen que ofrecerlo muy barato en las tiendas de la ciudad o, en última instancia, en el “mercado de Santo Domingo”, para no regresar a casa con su producción.

Relaciones sociales para la producción y venta en Zinacantán

A diferencia de Amatenango del Valle, en donde poner precios a las piezas es una tarea re-lativamente sencilla (a excepción de los encargos de piezas singulares), en Zinacantán esta

144 Entrevista a grupo focal 15/09/09.

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se convierte en algo difícil por la cantidad de elementos que entran en juego (acerca de la dificultad de las artesanas para asignar precios a sus productos ver también el trabajo de Angulo Salazar en este mismo volumen). Los precios varían según la calidad de la artesanía textil y esta varía dependiendo del tipo de hilo que se utilice en su elaboración, de la destre-za de las artesanas en el uso del telar para tejer la tela básica y los diseños que se bordan o el brocado que se realice al momento de realizar la tela;145 los colores y la originalidad de los diseños también juegan un papel importante, así como el tamaño de la prenda. Todos estos elementos son considerados al poner precios a las piezas artesanales, pero quizás los dos más importantes son el tiempo de confección y el costo de los insumos. Aun cuando sean tiempos difíciles porque hay pocas ventas, las mujeres no dejan de pro-ducir, pues de ahí proviene la fuente principal de sus ingresos y así ellas están preparadas si aparece algún grupo de compradores: tener algo que ofrecer es vital. Pero es arduo sostener la producción cuando hay poca venta, pues no se obtiene dinero para comprar hilo; por eso en la última década muchas mujeres han formado pequeños grupos en los que se apoyan mutuamente en la producción y venta de las artesanías, como el llamado Jolometik (“mu-jeres tejedoras” en tzotzil), formado por diez artesanas; aunque cada una trabaje en su casa, se reúnen los domingos para proyectar qué van a producir, y cuando se presenta un pedido juntan entre todas las prendas. Para continuar teniendo demanda, conviene responder con prontitud a los pedidos, para ello se reparten el trabajo y así logran vender más. Para poder responder a la demanda, es necesario tener calidad, cantidad y una oferta atractiva de artesanías. Conscientes de ello, las artesanas se apoyan en la producción, ha-ciéndose préstamos de hilos (que devuelven cuando pueden comprar) y en la venta; formar parte de un grupo significa tener un lugar donde exhibir y, muchas veces, hasta la posibili-dad de exportar. Las prendas que hace cada mujer en su casa se exhiben juntas en un lugar donde llegan turistas. Asimismo, cuando alguien del grupo sale a vender fuera del estado, llevan una relación de todas las prendas y al volver del viaje se paga a cada una lo que se vendió de su creación. En este grupo, las jóvenes suelen ser las elegidas para salir como representantes en eventos como ferias. A veces les hacen invitaciones específicas para hablar ante un público y ellas aprovechan la oportunidad para vender sus prendas ante gente “sensibilizada”. Eligen a las que hablan fluidamente el español, además del tzotzil, y a quienes saben leer y escribir, lo que pocas mujeres mayores de 30 años hacen.146

145 Un bordado implica añadir un diseño a una tela ya hecha; el brocado, en cambio, se realiza al elaborar la tela, es parte de ésta.

146 Las mujeres indígenas de Chiapas presentan el mayor porcentaje de analfabetismo de toda la población mexicana, superando el 50%. Esta situación empeora cuando se trata de la población de los municipios de Los Altos, como son los casos de estudio. Mientras que en el país, la población femenina mayor de 15 años que es analfabeta representa el 11.6% (versus el 8.7% de los hombres), (INEGI, XII Censo General de Población y Vivienda 2000), en Zinacantán este porcentaje

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Participar en un grupo de tejedoras es una ayuda para poner precios a la artesanía y para cumplir con encargos. Muchas mujeres tienen dificultades para calcular los precios cuando les hacen un encargo que incluye varias prendas o una prenda muy grande. Ellas saben los precios de las piezas individuales que suelen vender, pero no así cuando se trata de multiplicar estos precios por un número mayor. Algunas, al hacer el cálculo, consideran que el precio se convierte en una cifra tan alta que piensan que su cliente no lo va a acep-tar y ellas mismas bajan el precio, por temor a perder al cliente, y muchas veces terminan perdiendo. Es así que pertenecer a un grupo les otorga cierta seguridad en las ventas, aunque no están exentas de dificultades. Una de las muchachas de un grupo de tejedoras es la encar-gada de poner los precios de todas las prendas. Al preguntarle cómo los calcula, responde que depende del tiempo que se lleva en hacer cada prenda y del hilo; también se fija en la calidad del tejido: que esté bien apretada la tela, que no tenga hilos sueltos, que no se noten los nudos, además de la originalidad y la combinación de colores. Algunas mujeres del grupo se quejan de que ella pone precios bajos y que, en cambio, a sus propias prendas les pone precios más altos; pero otras están de acuerdo y dicen que no se sienten capaces de hacer el trabajo que ella hace, por lo que aceptan su veredicto. Las prendas originales hechas por artesanas experimentadas valen más, como comenta una joven artesana, quien, aunque es muy creativa, reconoce que “no podría cobrar lo mismo por mi trabajo que lo que cobra doña Juana; ella es muy reconocida y puede pedir más por lo que hace”.147

De manera similar que en Amatenango, la relación social que se tiene con el cliente puede modificar los precios. Si se trata de alguien conocido que visita la casa donde exhiben sus artesanías –como un amigo o amiga de San Cristóbal–, le ofrecerán un precio preferente, sobre todo si le deben un favor o es un buen contacto que les ayudará a atraer más clientes. Sin em-bargo, esto no es regla, pues si el amigo tiene dinero, tal vez le dejen pagar el precio completo. Estos cálculos tienen que ver con la fuerza de los vínculos y, agregaríamos, con la posición de las personas en una estructura social mayor. En los cálculos de los precios, aunque no lo dicen, las mujeres incluyen el pago de los cré-ditos, pues muchas de ellas pertenecen a grupos de créditos que se pagan semanal o quincenal-mente. De ahí que quienes tienen urgencia del dinero para hacer pagos, quisieran ver precios más altos en las prendas que tejen. También deben considerarse algunos negocios malogrados, de los que hay que reponerse. Como cuando un grupo de tejedoras mandó más de 5,000.00 pesos (400.00 dólares) en mercancía a unos estudiantes ya conocidos de California, EU, quienes

se eleva al 72.45% (versus el 30.06% de los hombres); en Amatenango del Valle los porcentajes son: 61.87% para las mujeres y 30.78% para los hombres. (Enciclopedia de los Municipios de México. Estado de Chiapas, 2005).

147 Entrevista F 5/08/09.

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habían pagado cumplidamente un primer envío, pero que no actuaron igual en la segunda ocasión, y ellas aún están luchando por recuperar el dinero. Podría pensarse que las artesanas que comercian individualmente tienen mayor autono-mía en fijar los precios de sus productos, pero ellas son más vulnerables al regateo. Así les sucedió a dos jóvenes a quienes una mujer les encargó una colcha y les regateó el precio; ellas accedieron a bajar el precio para no perder el pedido y después se dieron cuenta de que era mucho trabajo por los bordados solicitados. Estaban enojadas por no haber calculado correc-tamente el costo de su mano de obra y haber aceptado la rebaja. Es común que las tejedoras acepten compromisos sin tener claridad acerca de su ganancia y hasta el momento de ver el tiempo que tardaron y lo que gastaron en hilos, al recibir el pago se dan cuenta que ganaron muy poco dinero. Tal vez sucede que, ante la incertidumbre del mañana, maximizan sus expectativas y toman compromisos con los que hoy quizás pierdan, pero si el cliente vuelve podrían ganar en un futuro. Otro riesgo de aceptar un pedido grande se presenta cuando no se pide un adelanto y durante el tiempo de elaboración no se tienen ingresos pero sí se gasta en hilos. Entonces obtener un préstamo puede sacar a la artesana del atolladero. Asimismo, pertenecer a un grupo que trate con los clientes, ayuda a disminuir los riesgos y evitar grandes pérdidas individuales; si las hay, se asumen como grupo. Pero además del apoyo que reciben y dan las mujeres en lo que se refiere a las arte-sanías, hay otra serie de ventajas al pertenecer a un grupo. Por ejemplo, una de las mujeres del grupo Jolometik es curandera y siempre está dispuesta a ir a las casas de sus compañeras sin cobrarles, como si fueran un familiar. Este grupo de mujeres pertenece a una cooperativa que se llama “Mujeres sembrando la vida”, el cual incluye varias comunidades del mismo municipio y, además de la producción y venta de artesanías, realiza acciones relacionadas con el cuidado del medio ambiente: sembrar árboles en almácigos y luego trasplantarlos, así como la construcción de estufas ahorradoras de leña y de letrinas secas aboneras con las que se ahorra agua y las heces son recicladas. Esto es muy apreciado en el contexto de escasez de agua que está habiendo en Zinacantán. Otro aspecto valioso de pertenecer a un grupo de tejedoras son los bienes intangibles que se crean e intercambian entre las mujeres: relaciones de confianza y de cooperación, se aprende a trabajar en equipo, a organizarse y a consolidar redes sociales, que se fortalecen cuando hay relaciones afectivas entre las mismas mujeres. Esas ganancias, no contabiliza-bles son algo que ellas aprecian.

Redes sociales y economía

Los contactos con gente que puede ayudarles a vender sus prendas en grandes cantidades son muy valiosos, pues desde hace varios años, el mercado de artesanías en la ciudad de San

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Cristóbal parece estar saturado. Las zinacantecas notan que ya no resulta buen negocio ir a vender a las tiendas establecidas de esta ciudad porque les pagan muy poco y menos aún en Santo Domingo; por otro lado, la competencia de vendedoras ambulantes provenientes de otros pueblos (principalmente de Chamula) es muy grande y a eso hay que agregar los gastos del transporte. En conclusión, pierden mucho tiempo para lo poco que ganan, dicen. Por eso han buscado establecer contactos con gente que pueda vender sus artesanías en otros lugares del país o en el extranjero. Para ello, las que tienen facilidad y oportunidad se capacitan en el uso de internet y lanzan las redes por distintos lugares y esferas: estudiantes universitarios, organizaciones civiles solidarias nacionales e internacionales, comerciantes del norte del país que tienen tiendas de artesanías, así como organizadores de ferias anuales como la de “El regalo”, “La artesanía”, etc. Estos contactos se logran establecer gracias a las redes sociales que algunas artesanas tienen en San Cristóbal de las Casas. Es el caso de la organización llamada “Mujeres Mayas de Jovel”, exportó hasta Hamburgo un pedido hecho por diseñadoras alemanas. Como ese hay otros ejemplos.148 También otra organización, “Mujeres de Maíz”, relaciona a grupos de artesa-nas de Los Altos con grupos de universitarios estadounidenses. Las artesanas que laboran en organizaciones civiles en San Cristóbal conocen a mucha gente de diversa procedencia y eso les ayuda a establecer redes sociales. Los contactos que hacen como empleadas en oficinas de gobierno o en la industria turística constituyen —siguiendo a Villarreal (2004b)— “divisas sociales” muy valiosas para ganar un lugar en el mercado de las artesanías y obtener ingre-sos. Las mujeres que tienen la habilidad para establecer dichos contactos gozan de prestigio, no sólo con otras mujeres sino hasta con las autoridades municipales. Tal es el caso de una joven que ha negociado a favor de su grupo de artesanas; los funcionarios del municipio la aprecian y hasta la invitaron para enseñar computación a niños por las tardes, ofreciéndole un sueldo de medio tiempo. Estos contactos son algo novedoso a partir de que las mujeres indígenas empezaron a involucrarse en organizaciones e instituciones de la sociedad sancristobalense; son muestra de la fuerza que han adquirido las prácticas financieras de las mujeres indígenas, quienes están impactando en la economía local con sus actividades tradicionales y relacionando a esta con la economía global.

Prácticas financieras y cambios en la vida de las artesanas

Muchas productoras indígenas han comenzado a apreciar su propio trabajo a través de la venta de sus artesanías y aportando ingresos a sus familias. Este hecho, aunado a otros ele-mentos, como el conocimiento de sus derechos como mujeres y la valoración de su cultura,

148 Entrevista JO 17/07/09.

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ha favorecido el reconocimiento de su dignidad como personas. A algunos compradores, acostumbrados a comprar las artesanías a precios muy bajos, les parece que las prendas son caras, pero lo que no reconocen es que las artesanas ahora imprimen mayor calidad a sus productos. Por respeto a ellas mismas y al cliente, ellas entregan artesanía bien hecha y durable. Los precios se han elevado respecto a años pasados, no sólo porque las productoras valo-ran su trabajo y le imprimen calidad, sino además porque las mujeres cumplen con compro-misos que antes no tenían, como ser jefas de familia y dar a sus hijos e hijas la oportunidad de realizar estudios universitarios. Las mujeres ahora forman grupos y salen de sus casas para participar en sus reuniones, van a San Cristóbal, venden sus productos y hacen sus compras. Asisten a encuentros y ta-lleres de capacitación que facilitan organizaciones de la sociedad civil, donde han conocido sus derechos y aprenden a aplicarlos. Muchas también han descubierto el valor de entender y hablar una lengua que hablan mujeres mestizas e indígenas de otras etnias. Estos actos, aunque parezcan de menor importancia, constituyen un enorme avance hacia su autonomía. Por eso ahora ya no están más dispuestas a que sus vidas sean controladas por maridos que las maltratan o vecinos que las calumnian. Las mujeres son dueñas de su trabajo y de sus ingresos y toman sus decisiones para obtener una vida más digna para ellas y sus hijos. Son rectoras de su vida, personas con agencia. Esto ha favorecido relaciones de género más equitativas en muchos hogares. Es verdad que todavía hay un gran trecho por recorrer y que aún hay mujeres que aún no reconocen el valor de su trabajo y obtienen muy pocos ingresos de este; otras prefieren de-pender de las dádivas de los programas del gobierno a tener que aprender a hacer sus cálculos financieros; es más, algunas continúan con prácticas de desigualdad de géneros, por ejemplo, cuando no mandan a sus hijas a la escuela (y a los hijos varones sí), lo que sigue siendo común. Pero las experiencias positivas son incuestionables: las artesanas no sólo producen texti-les y piezas de alfarería de gran calidad, sino también ahora saben reconocer cuáles son los gustos y preferencias del mercado potencial. Las mujeres están cambiando constantemente sus diseños, sus ofertas y sus modos de producir y de vender; en sus cálculos han aprendi-do a poner precio a su trabajo, además de sus insumos. Las mujeres han desarrollado una percepción especial para vaticinar quiénes pueden convertirse en clientes a futuro y cuidan estas relaciones, conscientes de que son “divisas sociales”, aunque ellas no les llamen así. Ellas están transformando la economía local y, dentro de la precariedad de sus vidas, han sorteado crisis económicas, manteniéndose en el mercado, cuando otros productores indígenas y no indígenas han tenido que retirarse. Las prácticas financieras que realizan estas mujeres están propiciando nuevas relaciones desde sus economías domésticas con la economía global. Están transformando sus vidas y puede asegurarse con firmeza que su vida es mejor que la de sus madres y abuelas y la vida de sus hijas será mejor que la de ellas.

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prácticAs finAncierAs y cAMbios en LA VidA de ArtesAnAs indígenAs de chiApAs

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JessicA Ann Vooris

Capítulo 12

Estrategias y cálculos económicos de las artesanas de Zinacantán, México

Jessica Ann Vooris149

Introducción

Arrodillada sobre una cobija doblada, doña Juana150 teje una bufanda a rayas blancas y ne-gras. Escucha el golpeteo de la madera contra la tela; observa las carpas de líneas, los hilos que se entrecruzan, las vueltas del delgado hilo, las líneas de un cuerpo que se mueve con una cadencia cuidadosa, experta, la arquitectura del tejer. Después de diez horas de trabajo, de madejas de hilo a producto terminado, la bufanda estará lista para su venta. Pronto via-jará miles de kilómetros hasta el otro lado del mundo en la maleta de unos turistas que han llegado al pueblo de Zinacantán, en las montañas de Chiapas, en México. Así como el acto de tejer es engañosamente simple, la elaboración y venta de textiles artesanales es mucho más compleja de lo que parece superficialmente, y nos deja ver las ma-neras en las que las mujeres de este pueblo equilibran sus compromisos sociales, económicos y culturales. Como afirma Magdalena Villarreal:

Las relaciones sociales, culturales, domésticas, étnicas y de poder forman parte de los elementos constitutivos de la economía. Estas relaciones, aun cuando puedan no ser definidas estrictamente hablando como capitalistas, pueden tener la función de mediar y estructurar elementos mone-tarios (Villarreal, 2009c: 131)

Entre octubre y diciembre de 2009 y entre marzo y abril de 2010, un período de cuatro y medio meses en total, realicé trabajo de campo en Zinacantán como parte de un proyecto

149 Quisiera agradecer a Magdalena Villarreal y Maria Eugenia Santana la oportunidad de realizar trabajo de campo como parte del proyecto de CIESAS-UNACH. Fue una experiencia invaluable e inolvidable. Gracias también a Magdalena, y a Norman y Ann Long por su paciencia y su trabajo de edición. Sin su ayuda este trabajo no sería lo que es.

150 Los nombres de los informantes han sido cambiados.

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del CIESAS (Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social) y la UNACH (Universidad Autonoma de Chiapas) para examinar las prácticas financieras de las mujeres indígenas en dos comunidades en Chiapas. Durante ese período viví con dos familias diferentes y realicé muchas entrevistas con otras familias, concentrándome en especial en algunas mujeres del pueblo. Muchas de éstas, incluyendo con las que trabajé más de cerca, son artesanas que se dedican a tejer y a bordar para sostenerse y/o complementar el ingreso familiar mediante la venta de sus artesanías. Para tener éxito negocian con otras mujeres del pueblo, estable-ciendo con ellos relaciones sociales importantes, las cuales incluyen también a los guías de turistas de San Cristóbal. Estas mujeres deben administrar recursos monetarios, calcular pre-cios y asegurar que quede suficiente dinero para los gastos domésticos y para adquirir nueva materia prima para su artesanía. Además, deben navegar diferentes expectativas culturales y evitar los celos y la competencia de otras mujeres. Un examen cuidadoso de las diferentes prácticas económicas de las artesanas del pueblo muestra que las transacciones monetarias y las decisiones financieras requieren no sólo ecuaciones matemáticas, sino también com-plejos cálculos basados en obligaciones y presiones sociales. Abordaré primero las diferentes estrategias que las mujeres utilizan para vender su arte-sanía e incorporarse a la industria turística. Una faceta importante del éxito de cada una de las mujeres son las relaciones que mantiene con las demás mujeres del pueblo, con los guías de turistas y con los propios turistas. Las estrategias empleadas por estas mujeres no tienen que ver sólo con el dinero que ganarán o perderán sino también con el mantenimiento de las relaciones y redes sociales que son importantes para la venta de sus productos textiles. Después de esto mostraré el caso de una mujer con la que trabajé más de cerca, Mariana, y el pedido que ella y sus cuñadas recibieron en abril de 2010. Se analizarán cuestiones de seguridad financiera y la importancia de los pedidos que proporcionan esta seguridad. En este caso, también, aunque las decisiones acerca de los pedidos tienen una motivación esencialmente económica y son importantes por las sumas de dinero que proporcionan, las mujeres deben negociar cuidadosamente sus expectativas sociales para no provocar la envi-dia de los demás. En la tercera sección examinaré a detalle los tipos de artesanía que estas mujeres producen y los diferentes significados e identidades asociadas con lo que venden y a quién se lo venden. Analizaré más de cerca algunos de los diferentes circuitos económicos que involucran a las artesanas y los turistas frente a otras artesanas, a intermediarios y a otros turistas. Dependiendo de las circunstancias, las mujeres se identifican a sí mismas como tejedoras, artesanas y/o diseñadoras. Finalmente, en la última sección, analizaré el conjunto específico de relaciones económicas involucradas en el traje tradicional que usan y los significados asociados con este aspecto de su cultura. Este trabajo busca trascender nociones simplistas de la vida económica basadas en la dicotomía entre valores y relaciones “mercantiles” y “no-mercantiles”, y evita interpretar la

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conducta y las estrategias de producción y comercialización doméstica a través de la lente de las teorías generalizadas de “mercado” o “modos de producción” (véase Long, 1998 y 2001: 95-114 para una crítica de esas teorías). Se enfoca pues, en la comprensión de los procesos mediante los cuales los actores sociales (en este caso las artesanas) desarrollan estrategias para la producción y la venta de sus productos textiles, que entrañan una cooperación den-tro del entorno doméstico y entre los entornos domésticos, así como la activación de redes sociales y la reafirmación de compromisos y valores sociales específicos. Además, como ha enfatizado Villarreal (2010: 128-9), algo que subyace a estos procesos es la coexistencia de “diferentes marcos de cálculo en la definición de las equivalencias de valores, en las que el dinero no necesariamente funciona como medida estándar de valor”.151

Estrategias para relacionarse con la industria turística

Al final del día, el éxito del trabajo de las mujeres del pueblo depende de que puedan vender su artesanía: bufandas, chales, bolsas, blusas. Los turistas valoran las artesanías porque son “hechas a mano”, “auténticas,” “indígenas”. Pero no están sólo comprando una bufanda; están comprando una bufanda hecha a mano en el pueblo donde fue tejida. Debido a la elevada competencia entre las artesanas del pueblo, las mujeres desarrollan una gran cantidad de estrategias para atraer a los turistas a sus casas y vender sus propias artesanías. La prime-ra estrategia consiste en abordar directamente a los turistas, lo que consiguen siendo las primeras en acercarse a los autobuses que llegan al pueblo, enviando a los niños a atraer a los turistas hacia su casa, o utilizando contactos con agentes de viaje, recepcionistas de hoteles o guías en San Cristóbal para que los lleven hacia allá. Las mujeres les ofrecen la oportunidad de conocer sus casas y su cultura, con la expectativa de que esto animará a los turistas a comprarles algo. La segunda estrategia se relaciona con un abordaje/planeación a largo plazo, y requiere crear y fomentar relaciones con guías, organizaciones y turistas, con la esperanza de que esto les traiga compradores a su casa en el futuro. La tercera y última estrategia que se discute aquí es el uso de tarjetas de presentación o internet para comercializar la artesanía con turistas y compradores a mayor escala. Cada una de estas estrategias está relacionada con la construcción de redes y promoción de relaciones sociales. Como dice Norman Long:

Las redes sociales están compuestas de conjuntos de relaciones e intercambios directos e indi-rectos (…) Las redes evolucionan y se transforman con el tiempo, y diferentes tipos de redes son cruciales para llegar a objetivos específicos y realizar ciertos tipos de acción (Long: 2001: 55).

151 Para una exposición más completa de la noción de modos socialmente fundamentados de “cálculo”, véase Callon 1998 y Villarreal 2010.

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Las artesanas de Zinacantán cambian sus estrategias y utilizan diferentes redes y relacio-nes dependiendo de su situación económica, su ubicación física, su dinámica familiar y su estatus social. El viaje desde San Cristóbal se hace por un camino lento y lleno de curvas que serpentea entre las montañas y pasa por las casas a la orilla de la carretera, al lado de la cual se puede observar a las mujeres pastoreando ovejas en los pastizales. Al descender al valle, mientras los autobuses circulan cuidadosamente entre las largas y pronunciadas vueltas del camino, los visitantes pueden ver Zinacantán allá abajo, entre las montañas. Largos invernaderos de plástico cubren casi todo el terreno entre el pequeño caserío de San Nicolás a un lado del valle y Zinacantán al fondo. Al entrar al pueblo, los autobuses se detienen frente a una pequeña caseta hechiza donde pagan una cuota de 15 pesos por visitar el pueblo. Continúan hasta el centro y se estacionan junto a una iglesia alta y blanca. Aquí visitarán la iglesia y podrán contemplar el paisaje rural, los hermosos bordados en la ropa de los pobladores y entrar a las tiendas de productos artesanales. Los turistas, apenas descienden de los autobu-ses son abordados por las mujeres que los reciben y se arremolinan alrededor de la puerta, invitándolos a ir a su casa a verlas tejer y comer tortillas hechas a mano. Miles de turistas visitan el pueblo cada año. Aunque las mujeres hablan de que a veces escasean, durante el tiempo que estuve ahí llegaba por lo menos un autobús al día, y en temporadas vacacionales podían llegar varios. Durante un día de la Semana Santa de 2010, el centro del pueblo estaba lleno de gente. Conté doce autobuses, por lo menos cinco micro-buses y muchos automóviles, todos con turistas. En el centro del pueblo, donde se detienen la mayoría de los autobuses, en la calle a un costado de la iglesia que pasa por la Casa de la Cultura, hay varias tiendas con artesanías que cuelgan en la entrada y llenan las primeras habitaciones de las casas. También hay varios “puestos” pequeños de metal cerca de la Casa de la Cultura, que son pagados por el municipio y fueron colocados ahí con la esperanza de que les dieran a las mujeres un espacio físico donde vender sus productos. Las mujeres que tienen su pequeño negocio en el centro del pueblo parecerían tener cierta ventaja, ya que es más probable que los turistas vean sus productos o decidan visitar sus tiendas. Sin embargo, como explicaré más delante, algunas mujeres se quejan de que los turistas no están en libertad de caminar por donde ellos quieran en el pueblo. Los turistas mexicanos, norteamericanos, sudamericanos y europeos parecen ser atraí-dos a Zinacantán porque es un pueblito “tradicional” e “indígena” en donde tendrán una ex-periencia “cultural” y “única”. Para ellos, la oportunidad de comer tortillas hechas a mano en la casa de una mujer es una oportunidad de tener una experiencia “auténtica”, más personal de la que tendrían si sólo visitaran los puestos metálicos junto a la Casa de la Cultura. A los turistas no les interesa sólo comprar textiles; les interesa la experiencia total del pueblito. De hecho, muchos de ellos no compran nada durante su visita. En un grupo de 25 a 30 personas sólo alrededor de cinco compran algo.

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Los cálculos económicos en torno al turismo involucran la negociación de muchas re-laciones sociales, tanto entre las mujeres y los turistas como entre las mismas zinacante-cas. Existe también una gran competencia en el centro para ver quién será la primera en acercarse a los turistas. Algunas mujeres incluso van a la caseta a la entrada del pueblo, donde los autobuses están obligados a detenerse y pagar la cuota de entrada de 15 pesos por cada pasajero. Una chica incluso me comentó que la competencia ha llegado a peleas e intimidación por parte de las mujeres que han establecido su posición para acercarse a los turistas contra las mujeres más jóvenes que tratan de hacer lo mismo. Sin embargo, aunque vi mujeres corriendo detrás de los autobuses y empujándose para ser la primera en hablar con los turistas, nunca observé personalmente ninguna pelea con golpes. La implicación de esta estrategia es que los turistas no necesariamente visitan los pues-tos más cercanos al centro, sino que visitan las casas de las mujeres que logran convencerlos de visitar su casa. Julia, la hija de doña Juana, comenta que estas mujeres les “roban los turistas” a las otras mujeres. Ella piensa que no es justo que los turistas no puedan caminar libremente por el pueblo. Ella y su familia son de las afectadas, ya que su casa está un tanto alejada del centro del pueblo y resulta poco probable que los turistas la encuentren si cami-nan independientemente. De hecho, la familia me dijo que en más de una ocasión turistas que ya conocen su trabajo llegan preguntando por “la casa de doña Juana”. Hay mujeres que rápidamente dicen ser Juana, robando así clientes potenciales a la familia de Julia. Afortu-nadamente tienen muchos contactos fuera del pueblo y son parte de una cooperativa, así que no tienen muchos problemas para vender su artesanía. La indignación de Julia parece ser una cuestión de principios: los turistas no son libres de ir a donde ellos deseen. Otra mujer, Piedad, se quejaba también de las mujeres del centro y decía que aunque su puesto está en la esquina cerca de la iglesia, pocos turistas lo visitan porque se les acercan primero otras mujeres cuando se bajan del autobús. De esta manera, la competencia es un problema tanto para quienes están cerca como para quienes están lejos del centro. Una estrategia empleada por las mujeres para contrarrestar el problema del acoso a los turistas es utilizar a los niños como primeros intermediarios para acercarse a los visitantes. Junto con los niños que se acercan a cada visitante y estiran la mano pidiendo “un peso”, hay niñas de 8 a 12 años que venden collares y bolsitas e invitan a los turistas a visitar sus casas. El cálculo es que estas niñas aún son demasiado pequeñas para muchos trabajos domésticos y artesanales. Y aunque no se dice explícitamente, parece considerarse que son de mayor valor para ayudar a sus familias de esta manera que si van a la escuela. María,152 por ejemplo, quien vive a unas cuadras de la iglesia, sólo pudo empezar a vender sus artesanías en su propia casa una vez que su hija tuvo la edad suficiente, es decir 7 u 8 años, para empezar a

152 Entrevista realizada por Ana Torres y Joshua Greene.

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llevar turistas a la casa. Anteriormente no tenía manera de vender sus artesanías directa-mente, y las entregaba a otras mujeres que tienen puestos junto a la Casa de las Artesanías. Esto significaba vender su trabajo a un precio muy bajo, para que las otras mujeres pudieran ganar algo al venderlas a un precio mucho más alto a los turistas. Ahora, con la ayuda de su hija, puede ofrecerlas directamente a los turistas. En este caso vemos que los hijos pueden ser vistos como un recurso doméstico, no sólo como una carga u otra boca que alimentar. Son también parte de las redes de relaciones que las mujeres usan para tener acceso a la industria turística. Algunas mujeres viajan a San Cristóbal y visitan los hoteles en un intento de encontrar grupos que quieran visitar Zinacantán. Una mujer, Micaela, nos contó que es mucho más fácil conseguir gente en los hoteles en lugar de esperar a que los turistas lleguen a Zinacantán, debido al alto nivel de competencia que existe en el pueblo. Ella conoce ya al personal de algunos hoteles en San Cristóbal, y nos dijo que usualmente consigue llevar gente para allá, especialmente durante la temporada de vacaciones. Sin embargo, a veces se pasa todo un día en San Cristóbal y no encuentra a nadie. Hace poco se puso muy mal de gastritis, pro-bablemente causada porque cuando iba a San Cristóbal salía muy temprano en la mañana sin desayunar, y no regresaba a casa hasta tarde, a veces sin comer nada hasta las cuatro o cinco de la tarde. El padecimiento fue tan grave que le dijeron que debía guardar reposo, que no debía caminar ni esforzarse, lo que significaba que no podía acercarse a los turistas. Durante un tiempo su madre fue quien la suplió, pero se sentía muy incómoda de ir a San Cristóbal y se quedaba en Zinacantán, lo cual tuvo un impacto en el número de turistas que la visitaban. La enfermedad de Micaela afectó negativamente su economía doméstica porque significó la pérdida de sus contactos en la ciudad. Mariana, de quien hablaré con más detalle en otra sección, también va a San Cristóbal a buscar turistas en época de vacaciones. Debido a que su casa está a varias cuadras de la iglesia es muy raro que los turistas caminen hasta allá por cuenta propia, aunque esto ha ocurrido alguna vez. Dice que hay demasiada competencia para tratar de traer turistas del centro, así que prefiere ir hasta San Cristóbal. Usualmente Mariana y su cuñada Ana van jun-tas y su otra cuñada Francisca, que habla muy poco español, se queda en la cocina haciendo tortillas por si encuentran a alguien a quien traer a casa. A diferencia de Micaela, quien salía temprano en la mañana y regresaba si encontraba un grupo o tarde en la noche, Mariana y Ana tienen más restricciones domésticas. Sólo se pueden ir después de haberles servido el desayuno a sus esposos, y tienen que asegurarse de regresar a tiempo para preparar la comida de la tarde. Rosita, la hija de cinco años de Mariana, no va a la escuela los días que su mamá va a San Cristóbal porque no hay quien vaya por ella cuando se terminan las clases al mediodía. Estas responsabilidades domésticas dan como resultado que Mariana y Ana usualmente sólo van a buscar turistas a San Cristóbal durante las temporadas vacacionales, en diciembre

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y en abril. Estas son las temporadas en las que los hoteles cuentan con mayor ocupación y ellas tienen más probabilidades de tener éxito, lo que hace que el tiempo que pierden y el dinero que gastan en el taxi valgan la pena. En ocasiones acompañan al autobús de regreso para asegurarse de que nadie les gane la clientela. Este año, como Ana estaba embarazada, su hermana menor acompañó a Mariana. Tuvieron mucho éxito en diciembre: dos autobuses en un sólo día. Sin embargo, en primavera fueron una semana antes de Semana Santa y no encontraron a nadie. Luego, durante la misma Semana Santa, no tuvieron tiempo de ir y buscar turistas porque estaban muy ocupadas con “el pedido”. Sin embargo, como explicaré más adelante, para ellas la oportunidad de tener asegurada una venta gracias “al pedido” era más valiosa que cualquier cantidad de turistas que pudieran haber conseguido visitando hoteles. Aún así, vemos que el contacto directo con los turistas, en San Cristóbal o Zinacan-tán es una de las estrategias importantes de abordaje utilizadas por las mujeres. Otro punto importante es que se apoyan en sus relaciones con otras mujeres y niños, pero sus obligacio-nes familiares también las ponen en desventaja. Otra manera en la que las mujeres llevan turistas a sus casas es trabajando con los guías. A veces esto es sólo un arreglo informal entre amigos. Por ejemplo, Mariana tiene una amiga en San Cristóbal que es dueña de una “posada” (una pequeña pensión). En ocasiones, si los huéspedes de su posada se lo piden, Reina los lleva a la casa de Mariana. Es poco frecuente, y usualmente sólo van entre dos y cuatro personas, pero aún así esto ayuda a Mariana, Ana y Francisca a vender algunos artículos. Hay algunos lugares en el pueblo que siempre parecen tener autobuses cerca y turistas en ellos. Hay dos lugares con mesas largas preparadas, lo que indica que sirven alimentos a muchas personas al mismo tiempo. Las mujeres con quienes trabajé comentan que esos guías frecuentemente cobran una comisión, hasta 40% de lo que vendan las mujeres. Piedad, quien tiene el puesto en la esquina cerca de la iglesia, comentó que ella trabajaba antes con los guías, pero que le cobraban tanto que acabó perdiendo dinero en vez de ganarlo, y que por eso dejó de hacerlo. Ahora trata de venderles a turistas que caminan hasta su tienda, aunque es difícil porque la mayoría ya saben a donde van, ya sea porque tienen un guía o porque siguen a las mujeres o niñas que se acercan a los autobuses. De este modo, aunque los guías pueden a veces ser útiles para llevar turistas a las casas de las mujeres, las relaciones con ellos pueden ser complicadas y las relaciones monetarias demasiado difíci-les. A eso hay que añadir que las relaciones pre-existentes entre mujeres y guías hacen que sea difícil para otras mujeres formar nuevas relaciones con estos últimos. Para las mujeres que invitan turistas a su casa y les preparan tortillas en vez de simple-mente vender sus artesanías en puestoslas interacciones con ellos encierran más oportuni-dades que sólo la posibilidad de vender su trabajo y recibir alguna propina por las tortillas, aunque esta es por supuesto la principal razón por la que lo hacen. En el caso de doña Juana y Mariana, es una oportunidad de demostrar sus destrezas en la cocina y el tejido. Están orgullosas del conocimiento que tienen. Además, la interacción cercana con los turistas es

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a menudo el primer paso para fomentar clientes potenciales. Si un turista tiene una buena experiencia es posible que recomiende a sus amistades que vengan y visiten el mismo lugar. Por ejemplo, en abril Mariana recibió un pedido para un “traje” de la sobrina de un hombre que la había visitado en noviembre pasado. Otra estrategia para atraer turistas es el mercadeo mediante anuncios y utilizando inter-net como un recurso. Algunas de las mujeres tienen tarjetas de presentación o volantes que dejan en los hoteles de San Cristóbal, y otras anuncian sus productos o se comunican con clientes potenciales a través de internet o de mensajes instantáneos. La Casa de la Cultura del pueblo tiene un pequeño laboratorio de computación que algunas de las mujeres usan para tener acceso a internet, y otras usan cibercafés en San Cristóbal. Estas dos estrategias les permiten a las mujeres llegar a una base de clientes más amplia que sólo los turistas que visitan el pueblo. Un caso interesante de búsqueda de turistas es el de Juana María y Yolanda, dos artesanas que trabajan con tintes y materiales tradicionales y hacen vestidos de novia. Aunque durante mis primeras visitas en octubre y diciembre me dijeron que muy rara vez los turistas visitan su casa, en dos ocasiones, durante marzo y abril hubo turistas visitándolas. Juana María me explicó entonces que la gente viene a su casa porque han visto su trabajo en San Cristóbal y Tuxtla. Durante los últimos diez años ha inscrito su artesanía en concursos de tejidos tra-dicionales y el uso de tintes naturales. Como ha ganado muchos premios, la gente tiene su información de contacto y a veces vienen al pueblo y la buscan. Este fue un caso poco usual. En ningún otro lado encontré mujeres cuyo trabajo hubiera participado en concursos. No está claro cómo Juana María inició con estas participaciones en concursos, sólo explicó que había visto anunciado el concurso y decidió inscribir su trabajo. El español de Juana María y Yolanda es muy limitado y yo conozco sólo un poco de tzotzil, así que el lenguaje fue un factor que limitó un poco el entendimiento de la dinámica exacta de su situación. Aunque las mujeres nunca hablaron de la significación socioeconómica de ser una mujer que busca turistas en el centro del pueblo, parece que esas mujeres tienden a ser más pobres que las que los buscan en San Cristóbal o trabajan directamente con los guías. En particular, las niñas que buscan a los turistas andan frecuentemente descalzas, con faldas sin bordar y blusas sucias. Tal vez es un intento deliberado de proyectar una imagen de pobreza y nece-sidad o tal vez es porque quienes tienen conexiones con los hoteles o con los guías tienden a tener más éxito y por lo tanto a ganar más dinero. Tener más dinero significa que también están en una mejor posición de tomarse tiempo libre del trabajo y que pueden costearse el viaje a San Cristóbal para buscar turistas, lo que a su vez tiene un efecto positivo sobre sus finanzas. Las diferentes interacciones muestran lo importante que son las relaciones sociales en los cálculos de las personas, ya sea que se trate de una relación ocasional con un turista que visita el pueblo o una relación estable con un guía. El acceso a estrategias de merca-dotecnia como anunciarse con tarjetas de presentación o el uso de internet es importante,

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como lo son también las decisiones acerca de la administración de su tiempo y el análisis de costos tales como gastar tiempo y dinero en un viaje a San Cristóbal.

Pedidos: seguridad y dinero por adelantado

Las vidas financieras de las mujeres del valle son algo inseguras ya que no tienen un salario regular y dependen de la venta de su artesanía para ganarse la vida. A veces se quedan con un artículo durante un año antes de que alguien lo compre. Un objetivo de las mujeres es tener “pedidos”, ya que esta es una manera (más) segura de obtener ingresos. La seguridad de un “pedido” significa también que no se tienen que preocupar por conseguir dinero para los gastos, y en el caso de los pagos por adelantado no se tienen que preocupar por el dinero para la materia prima. Sin embargo, aunque los pedidos representan una seguridad finan-ciera, requieren negociar complicadas relaciones sociales y evitar la amenaza de la “envidia” y de la “brujería”. Las mujeres con las que hablé no querían ser vistas como poseedoras de demasiada riqueza porque eso las podría convertir en blanco de actos de brujería. Tanto la “envidia” como la amenaza de “brujería” tienen la función de imponer normas de conducta e ideas acerca del estatus social en Zinacantán (Cancian, 1975: 32), como ilustra el caso de Mariana, Ana y Francisca. Mariana es una mujer de 29 años con dos hijos, un niño y una niña de 11 y 5 años res-pectivamente. Su marido José tiene cinco viveros. Es propietario de dos parcelas de tierra y renta las otras tres. La otra parte de sus ingresos proviene de la artesanía que Mariana vende. Como muchas mujeres del pueblo, ha tejido y bordado desde que era niña. Borda decoraciones para la pared y manteles individuales, teje bufandas y chales y hace bolsas con ropa vieja. Todos sus productos se venden en su propio hogar, La Casa de la Artesanía, junto con los de sus dos cuñadas, Ana y Francisca. Las tres trabajan juntas para traer turistas, ofreciéndoles tortillas con la esperanza de que le compren algo. Cuando le pregunté en qué pensaba cuando está tejiendo, Mariana contestó que a veces no piensa en nada, a veces piensa acerca del quehacer doméstico que tiene pendiente, y a menudo sueña con tener un contacto que le compre con frecuencia y en grandes cantidades. Esto representaría una fuente de ingresos más segura por su artesanía, en lugar de depender sólo de los turistas que llegan al pueblo. Aunque dice que siempre tienen suficiente dinero para solventar sus gastos de una semana a otra, hay veces en las que tiene que dejar de comprar carne, y el dinero que tiene es limitado. El dinero de la artesanía se destina normal-mente en gastos domésticos, materia prima para su artesanía y ropa para los niños. Con este dinero también adquieren cosas para ellas mismas, especialmente la tradicional compra de ropa nueva para las fiestas de San Lorenzo y San Sebastián, los santos patronos del pueblo. Su trabajo les permite también cuidar la casa y los niños, y le da un sentido de autovalora-ción e independencia.

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Poco antes de Semana Santa, Mariana, Ana y Francisca recibieron un pedido de una organización sin fines de lucro. Debido a las horas de trabajo necesarias para completar el pedido, no pudieron ir a San Cristóbal a visitar hoteles como lo habían planeado. Al hablar con Mariana me dijo que estaba bien porque incluso cuando los turistas vienen no siempre compran. Con este pedido, aunque era mucho trabajo para terminar todo a tiempo, era algo seguro. Sabían que les iban a pagar por el trabajo. Otras veces trabajan arduamente en su artesanía y ni siquiera saben si el producto se va a vender o no. Un visitante en casa de doña Juana una vez miró toda la habitación llena de artesanía colgada de las paredes o apilada en repisas y comentó que tenían mucho dinero ahí. Lorenza, una de sus hijas, replicó, “Sí, pero es dinero invertido”, y por lo tanto no accesible de inmediato. La artesanía en su casa técnicamente vale miles de pesos, pero hasta que los turistas la compren no tiene ningún valor. Es, en cierto sentido, sin valor (dinero muerto).153

En el caso de este pedido Mariana y sus cuñadas se vieron en la necesidad de realizar algunas negociaciones complejas. En primer lugar, Mariana y Ana no estaban seguras si debían decirle a Francisca acerca del pedido, por un conflicto con la hermana y la madre de Francisca, parientes políticas de Ana y Mariana. El último pedido que el grupo recibió no se concretó, “por culpa de brujería”. Como se ha mencionado, esta es una gran preocupación en el pueblo, la amenaza de brujería por envidia. Mariana dice que su cuñada le puso una maldición a su orden y por eso fue que no se concretó. Otras mujeres también se quejaron de envidia: la familia de doña Juana y otra mujer, Ana María, han perdido relaciones sociales por eso. La envidia produce otra situación social que debe ser manejada cuidadosamente. Aunque las mujeres quieren vestir ropa bonita y tener una apariencia exitosa, tampoco quieren parecer demasiado exitosas. Otro aspecto del pedido que era necesario negociar era la división del trabajo. Como no tenían tiempo para terminar el trabajo solas, Mariana y Ana terminaron pagándoles a otras mujeres para que completaran algunas de sus bufandas, fajas y chales. Las mujeres a las que se lo encargaron eran miembros de su familia extendida o vecinas cercanas, lo cual es una indicación de las maneras en las que las decisiones económicas necesariamente involucran las relaciones y contactos sociales de una persona. Pueden pedirles a miembros de su familia el favor de ayudarles con el trabajo, y beneficiarse también con parte del dinero recibido. En el caso de la madre de Ana, ella hizo el trabajo sin esperar que le pagaran, pues quería que Ana tuviera dinero para ayudarle con los gastos del nuevo bebé. Como pagaron por mano de obra y por materias primas, no quedó claro si el pedido les iba a dejar a Mariana, Ana y Francisca mucha ganancia. Sin embargo, Mariana dijo que no importaba si no ganaban mucho dinero, porque lo más importante era asegurarse de que

153 Acerca del capital muerto véase De Soto, 2000.

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todo estuviera hecho a tiempo. Dijo que “Al principio a veces pierden, a veces ganan. Así es el negocio”. Su esperanza era que si les iba bien con este pedido, la organización les haría más pedidos. Cuando terminó el trabajo de este pedido, planeaba hacer más de las fajas cortas que la organización había encargado. De esa manera, si pedían más, tendría ya algunas termina-das. Si no volvían por más, usaría las fajas para hacer bolsas para vendérselas a los turistas. “Así no puedo perder” decía Mariana, siempre pensando en formas de mejorar su situación. Era claro que estaba pensando en este pedido no en términos de lo que representaba para ellas inmediatamente sino de lo que podría representar para el futuro. Aunque Mariana hablaba de los pedidos como algo “seguro”, es obvio que también aca-rrean problemas como la “envidia” que podrían poner en peligro la seguridad de la familia. Otro problema es que, después de terminar todo el trabajo, las mujeres no tienen necesaria-mente garantizado el pago. A veces el trato se deshace antes de que las mujeres envíen sus productos, como ya les pasó a Mariana y sus cuñadas con su primer pedido (al que según ellas le habían echado una maldición). En esta situación todavía tenían los productos para vender, pero habían perdido tiempo y dinero, y como esto fue antes de que tuvieran la Casa de las Artesanías, fue muy difícil para ellas venderlo todo. Tuvieron que ir a San Cristóbal y pararse fuera de la catedral hasta tarde en la noche, con la esperanza de conseguir al menos algunos pesos por su hermoso trabajo. En otros casos, como me platicó la familia de doña Juana, la gente se ha llevado su trabajo sin pagar, o pagando sólo el 50 por ciento, prometiéndoles el resto cuando vendan el producto. A la familia de doña Juana le deben miles de pesos diferentes clientes. Afortunadamente están en posición de seguir trabajando, aun si no les han pagado. Tienen suficiente capital para comprar nuevas materias primas. Sin embargo, otras mujeres en la cooperativa se ven en una situación más difícil. A veces tienen que pedir prestado para poder continuar su trabajo. Otro problema con los pedidos grandes es que muchas mujeres del pueblo no tienen cuentas bancarias. Para las organizaciones que son sus clientes en otras partes de México esto puede ser un problema ya que acostumbran pagar mediante transferencias bancarias. Mariana y sus cuñadas han resuelto este problema usando la cuenta bancaria de su amiga Reina. Sin embargo, señalaron, esto las pone un poco nerviosas porque Reina no siempre es confiable. No les preocupaba que ella se quedara con su dinero, sino cuándo exactamente se los iba a entregar. Resulta claro que las decisiones acerca de los pedidos no se limitan sólo a preocupacio-nes monetarias. Como afirma Norman Long:

El medio de subsistencia implica más que ganarse la vida [es decir, las estrategias económicas en los niveles de los hogares o entre hogares]. Abarca modos y estilos de vida, y por lo tanto elección de valores, estatus y un sentido de identidad con respecto a las demás personas (Long, 2001: 55).

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Identidad y cálculo de precios

Para muchas mujeres del pueblo, la identidad y la diferenciación social son una parte impor-tante de los cálculos del precio de su artesanía. El valor que le asignan a un artículo no tiene que ver sólo con un valor monetario, sino también con su autovaloración y su orgullo por la calidad del trabajo logrado. El precio de los artículos también está vinculado a la posibilidad de venderlo directamente a los turistas, en vez de operar a través de intermediarios. Como afirma Magdalena Villarreal:

Aquí las negociaciones sobre significados y valores – que entrañan formas mercantiles y no mercantiles,154 [y] la naturaleza social de los cálculos en los que los valores se le atribuyen a objetos existentes y no existentes, pero también a identidades – es decir, quién eres, quién serás y en quién te puedes convertir, son centrales (Villarreal, 2001).

Aunque al principio parece que la mayor parte de la artesanía del pueblo es vendida direc-tamente a los turistas, este no es necesariamente el caso. Encontré que las mujeres a veces hablaban con medias verdades. No siempre mencionaban las organizaciones de las que eran parte, y lo que anunciaban como producción propia no necesariamente lo era. Hay muchas mujeres en el pueblo que tejen y venden artesanías para otras mujeres porque carecen de los recursos o la oportunidad de venderlas ellas mismas. Existe por lo tanto una economía oculta detrás de la que ven los turistas, y aquí encontramos más desigualdades y pobreza. Las mujeres que ofertan directamente a los turistas pueden vender una chalina de hilo en 150 pesos. Sigue siendo un precio bajo si se considera que toma entre dos y tres días terminar una, de 10 a 12 horas de trabajo, y la materia prima cuesta 45 pesos. Estas mujeres ganarán 105 pesos (menos de 10 dólares estadounidenses) por su trabajo de varios días. Sin embargo, las mujeres que tejen para otras mujeres reciben aún menos dinero por su trabajo. Por ejemplo, reciben sólo entre 70 y 80 pesos por una chalina, y además tienen que comprar el hilo. Así, reciben sólo 35 pesos (menos de 3 dólares) por trabajar entre 10 y 12 horas. Las intermediarias pueden ganar 70 pesos cuando revendan la chalina, sin que les haya costado nada de tiempo o materias primas. Las mujeres que venden a estos precios tan bajos están obviamente en desventaja. No tienen el mismo acceso a los turistas, con frecuencia debido a la ubicación inaccesible de sus casas, la competencia de otras mujeres en el centro o la imposibilidad de viajar a San Cris-tóbal o de hablar español. Otro indicador es que las mujeres necesitan el dinero de manera más inmediata y no pueden esperar a que un turista les compre. Como se ha visto en varios “puestos”, puede tomar años para que se venda un artículo en particular.

154 Long 1998 y Long y Villarreal 2004.

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La diferencia entre vender productos a los turistas o a otras mujeres parece estar mar-cada no sólo por una diferencia de recursos sino también por una diferencia de identidad o estatus. Cuando le pregunté a Pascuala si ella y sus hermanas hacían artesanía, ella dijo que no. Sin embargo, cuando le pregunté qué era lo que hacían, ella dijo “tejemos”. Le pregunté qué tipo de cosas, y descubrí que hacen lo que la mayoría de las otras artesanas: bufandas, chales, manteles individuales y manteles de tela para mesa. Sin embargo, cuando le pregunté por qué no eran “artesanas” dijo que porque no le venden a los turistas. Aquí podemos ver que, para ellas, no es el acto de tejer lo que hace a una “artesana”, sino el acto de vender los productos textiles a los turistas. Otro día que estaba visitando a Mariana observamos que una de las vecinas tenía un mi-nibús estacionado enfrente de la casa y vimos entrar a los turistas. Mariana expresó sorpresa al ver a los turistas y trató de averiguar si la vecina conocía al guía. Comentó que la vecina debía tener “artesanía” en su casa. Aunque no se lo pregunté en ese momento, reflexionando ahora, comprendo que la mujer probablemente se había dedicado a tejer productos desde hace tiempo, sólo que Mariana no les daba el estatus de “artesanía” sino hasta que los turistas los estaban comprando. Parece también existir cierta diferenciación entre las mujeres que venden directamente a los turistas. Doña Juana vende sus productos y los de las mujeres de la cooperativa a la que pertenece a 200 pesos cada una. Estas mujeres ganan entre 120 y 155 pesos por cada chalina, dependiendo de si la hacen o la compran a otras mujeres. La cooperativa tiene compradores que luego venden las chalinas en Los Ángeles y Chicago en 400 pesos. El hecho de tener compradores que venden a precios tan altos es tal vez una razón por la que pueden cobrar un precio tan alto. Mariana comentó también que el grupo de doña Juana fue establecido hace mucho tiempo y por lo tanto tiene más contactos y puede exigir precios más altos. Ella dice que cuando empezó a vender sus chalinas junto con Ana y Francisca en la Casa de la Cultura las cobraban a 120 pesos. Ahora que están más establecidas cobran 150 pesos, y si las cosas van bien podrían incrementar el precio a 180 pesos. Esto indica que los precios también están relacionados con la autoevaluación en términos de destreza y éxito. Al ir teniendo más éxito, es aceptable y posible cobrar precios más altos. En el caso de la familia de doña Juana, otro aspecto de su identidad que era claramente importante para ellas era el de “diseñadoras”. No sólo hacen artesanía sino que la diseñan. Otras mujeres decían también que tenían sus propios diseños de bordado, o elegían colores es-pecíficos. Doña Juana es conocida por crear nuevos patrones de tejido para sus bufandas y cha-les. Algunas de ellas no venden abiertamente en el pueblo sino sólo a turistas y a grupos que los venden fuera de San Cristóbal, porque no quieren que otras mujeres se roben sus diseños. Lorenza, hija de doña Juana, está muy interesada en hacer diferentes bolsas, y frecuentemente experimenta con diferentes tamaños y formas. Constantemente está pensando en nuevos artí-culos que pueda vender y recientemente ha diseñado broches para el cabello y aretes hechos

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con flores recortadas de faldas y blusas viejas. Esta familia en particular tiene una alta autoes-tima y un sentido de identidad como artesanas y diseñadoras, que probablemente se debe, por lo menos en parte, a su participación en una cooperativa llamada “Mujeres de Maíz,” donde a menudo asisten a talleres orientados hacia el empoderamiento de las mujeres. En Weaving Generations Together: Evolving Creativity in the Maya of Chiapas (“Entre-tejiendo generaciones: la evolución de la creatividad entre los mayas de Chiapas”), Patricia Marks Greenfield habla de las maneras en las que el concepto de emprendedor introdujo “el valor extranjero de la innovación” en la comunidad de Zinacantán (Greenfield, 2004: 5). Antes de los años setenta, los únicos productos que eran vendidos a los turistas eran aquellos que tenían fallas en el bordado o la hechura. Sin embargo, cuando Greenfield regresó al pueblo a hacer un estudio de seguimiento encontró que la comercialización había cambiado los productos que las mujeres estaban vendiendo. Las mujeres no sólo estaban vendiendo ropa a los turistas, sino que también estaban diseñando nuevos productos como, por ejem-plo, servilletas (2004: 18). Casi dos décadas después encontramos que a la creatividad y la innovación se les da un alto valor en el pueblo. Más aún, algunos de las transformaciones que Greenfield notó entre los años setenta y los noventa respecto al cambio del trabajo de subsistencia a una economía monetaria están ya firmemente arraigados.

Valor y estatus del traje tradicional

Aparte de la artesanía que venden las mujeres, también hay una economía asociada con la ropa tradicional que usan los hombres y las mujeres. Desarrollada originalmente bajo estric-tos códigos de vestimenta impuestos a los indios por los españoles (Collier y Quartielo, 2005: 20), la indumentaria se ha convertido en un importantísimo marcador de identidad para los pobladores de Zinacantán, así como para otros grupos indígenas de la región, teniendo cada municipio su “traje” distintivo. Aunque el traje es sorprendentemente diferente en su color y sus diseños bordados del que se usaba de los años cuarenta a los setenta (Greenfield: 2004), aún sigue siendo distintivamente zinacanteco. En tiempos recientes algunas mujeres de Chamula han empezado a usar la falda tradicional de Zinacantán junto con la blusa chamula, lo que molesta a muchas de las mujeres zinacantecas con las que tuve oportuni-dad de trabajar, ya que afirman que las chamulas están robándoles su cultura. Peor aún, a menudo las chamulas venden ropa zinacanteca a turistas que no conocen la diferencia. Luego, cuando los turistas vienen a Zinacantán, con frecuencia después de visitar Chamula, ya no quieren comprar nada más. Esto es un problema para muchos en Zinacantán, tanto en un nivel económico como en un nivel cultural. El “traje” es una parte importante de la economía del pueblo, y tiene una significación cultural y social para las mujeres que lo usan. Los chales, faldas y blusas son hechos en el municipio y los patrones de diferentes flores bordadas que decoran las prendas cambian para cada una de las fiestas, las cuales

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tienen lugar en enero y en agosto. Se dice que la moda vino de Navenchauc, y algunas de las mujeres de Zinacantán lo creen porque en Navenchauc tienen más máquinas de bordar que en cualquier otra comunidad del municipio. En Navenchauc se dice que la moda cambia cada tres meses, y esto es así porque a las jóvenes de ese pueblo les gusta experimentar con diferentes colores y patrones. Luego, si a los demás les gusta lo que una de las mujeres ha hecho, siguen su guía y la moda se extiende a otras comunidades también. Lo que es más sorprendente acerca de la ropa —aparte de sus bellos colores brillantes y sus patrones de flores bordadas— es su precio. Un “traje” de mujer completo cuesta de mil doscientos a tres mil pesos (entre noventa y doscientos cincuenta dólares estadounidenses) y un “cotón” para hombre (una camisa tradicional con bordados y borlas que se usa sobre una camisa abotonada) cuesta entre mil doscientos y cuatro mil pesos (entre noventa y trescien-tos dólares). Tal vez más sorprendente es el hecho de que la gente del pueblo trata de comprar un “traje” nuevo para cada fiesta religiosa, la de enero y la de agosto. Las mujeres usan la ropa tradicional todos los días, aunque la ropa que usan en casa no tiene bordados tan complejos y por lo tanto cuesta menos. En general, los hombres sólo usan el cotón en fechas especiales –cuando hay elecciones, por ejemplo– o en las fiestas y ceremonias religiosas, aunque algunos de mayor edad han continuado la tradición de usarlo todos los días. Quienes tienen un cargo público también usan el cotón cuando están desempeñando tareas oficiales. Como podría esperarse, siendo los costos de un “traje” tan altos, no todas las mujeres pueden comprar uno nuevo para cada fiesta. Algunas decidirán comprar sólo uno para una fiesta espe-cífica, mientras que otras compran sólo parte de un “traje”, ya sea un chal, una blusa o una falda, por ejemplo. Supe de un buen número de mujeres que habían comprado un “traje” nuevo para la fiesta de enero y que pensaban comprar uno en agosto. Ponerse un “traje” nuevo les da a las mujeres un estatus, pues subraya cuáles de ellas pueden pagar uno y así vestirse a la moda. Para muchas de las mujeres con las que hablé, un factor importante al elegir un “traje” nuevo para la fiesta era si habían vendido “trajes” usados a los turistas. Los “trajes” usados se venden de hecho al mismo precio al que los habían comprado, lo que significaba que tendrían el dinero para cubrir el costo de uno nuevo. Y claro que si habían vendido un vo-lumen considerable de su ropa era necesario que compraran ropa nueva, o no iban a tener qué ponerse. Tanto Lorenza como Mariana me dijeron que se estaban quedando sin ropa porque habían vendido tanta a los turistas, y por eso habían comprado “trajes” nuevos en enero e iban a comprar más para agosto. Algunos “trajes” usados se utilizan también para hacer productos como cinturones, aretes y bolsas que luego son vendidos a los turistas. Por supuesto, a veces es difícil conseguir el dinero para comprarse el “traje” nuevo, incluso si ya se vendió el usado, ya que el dinero proveniente de la venta de artículos usados se utiliza usualmente de manera inmediata para gastos domésticos. Los “trajes” se pueden comprar hechos en el mercado de los domingos detrás de la iglesia o se pueden ordenar a la medida a las mujeres del mercado. Las mujeres con las que tuve un

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contacto más cercano visitaban a sus productoras los domingos para hacerles sus pedidos. Las elegidas eran las que trabajaban con colores y diseños que estaban en demanda, siempre y cuando el precio fuera el correcto. Doña Juana y sus hijas siempre le compraban a la misma mujer, que es de Navenchauc. No sabían su nombre, pero la visitaban cuando venía al mercado los domingos y con frecuencia le hacían pedidos. Le indicaban los colores especí-ficos que debía utilizar en la confección de sus prendas, y llegaban a un acuerdo con ella de que no iba a vender nada con esas combinaciones específicas de colores a nadie más. Este era un contrato social vinculatorio fincado sobre la confianza mutua. A su vez, doña Juana y sus hijas iban a seguir comprándole “trajes” a ella. El precio dependía de qué tan complicado fuera el bordado y de si la mujer había hecho ese patrón antes. Una de las implicaciones de esto era que iba a tener que colocar un nuevo patrón en la máquina, lo que costaba de cien a doscientos pesos o más. En general, un mochem (el tipo de chal que usan), cuesta alrededor de quinientos pesos. Mariana me explicó que siempre encarga su ropa sobre pedido para asegurarse de que sean de la talla correcta, ya que ella es muy bajita. Por su parte Ana María explica que siempre va con la misma mujer a comprar mochems sin decorar que ella borda luego. Esta mujer sabe qué colores le gustan a Ana María, y por lo tanto siempre tiene algo que ella quiere comprar. Además, le hace un descuento ya que en lugar de pagar doscientos treinta o doscientos cuarenta pesos, Ana María los compra en doscientos. A su vez, si Ana María le hace algún trabajo a ella, le otorga un buen descuento. Aquí podemos observar nueva-mente cómo las relaciones sociales son a menudo parte importante de las transacciones económicas. Los colores de los “trajes” generalmente siguen el estilo de moda en Navenchauc. Es posible ver la edad aproximada de un “traje” por sus tipos de color: los rojos oscuros datan de entre diez a quince años atrás, y luego vienen los verdes y azules oscuros, que cambian eventualmente a un azul más claro, seguido de algunos rosas y luego los favoritos son los multicolores, con una preferencia por el rojo. Seleccionar combinaciones de colores actuales era obviamente muy importante para las hijas de doña Juana para vestirse a la moda y tener ropa nueva. Seguían la moda pero les gustaba diseñar sus propias combinaciones de colores y mostrarles patrones ligeramente diferentes a las demás. Se enorgullecían de haber diseñado la mayor parte de sus ropas, incluso si no habían elaborado la ropa ellas mismas. Ana María también está muy orgullosa de su ropa y elige sus propios colores con cuidado. Sabe hacer bordado de punto de cruz y al momento de la entrevista se encontraba bordando su mochem para la fiesta de agosto. Le va a tomar varios meses terminarlo. En una ocasión Mariana comentó despectivamente que a su cuñada Francisca no le importaba donde com-pra su ropa, y sólo busca la más barata, y dijo también que para ella era importante hacer artesanías de buena calidad para los turistas porque está consciente de que a ella le gusta comprar ropa de buena calidad.

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Aunque a las mujeres les gusta que sus “trajes” tengan muchos bordados, tanto la familia de doña Juana como Mariana expresaron su opinión de que es importante no llevarlos en demasía. El Día de Muertos, en el panteón, se escuchaban muchos chismes de las mujeres acerca de los “trajes” que usaban las mujeres. Les pareció, por ejemplo, que una mujer que pasó tenía una cantidad excesiva de bordados en su falda. Aunque los bordados son codi-ciados, las mujeres tienen cuidado de no exceder las normas sociales acerca de la cantidad adecuada de bordados. De esta manera, aunque el estatus social aumenta al usar “trajes” que reflejan las nuevas modas y ciertos tipos de bordados, si una mujer cruza ciertas fronteras se le puede juzgar de manera desfavorable. Mariana encargó una falda para su ahijada, con bordados de arriba a abajo que cubrían tres cuartas partes de la falda. Decía que el diseño le gustaba mucho, pero que ella nunca se lo pondría porque tenía demasiadas flores. Cuando le pregunté el motivo, me dijo que le da-ría pena, aunque no sabía explicar por qué. También me dijo que su esposo no la dejaba usar faldas con demasiadas flores, y que ahora ya está acostumbrada a no usarlas. Me dijo que la gente pensaría cosas, quizás que era “asumida”, término que yo entiendo como demasiado presuntuosa o arrogante. Parece que las mujeres quieren demostrar que tienen dinero para comprar un “traje” nuevo, pero no quieren dar la apariencia de que tienen mucho dinero. Al hablar con una chica de 14 años, nos dijo que las faldas tradicionales no llevaban ningún bordado, y que las mujeres no deberían llevar demasiados bordados en sus faldas porque Dios se enoja. Sin embargo, también comentó que su padre le había comprado un “traje” nuevo de tres mil pesos para las fiestas de enero. El precio elevado indica que llevaría una gran cantidad de bordados, así que no estoy segura de qué tan en serio se toma esa familia la amenaza del enojo de Dios. Otro aspecto de los “trajes” que las mujeres toman en cuenta es si son tejidos a mano o a máquina. Pueden descubrir la diferencia de un solo vistazo, y piensan que la tela tejida a mano es muy superior por la manera en que se siente cuando la usan y la caída que tiene. Mariana me dijo que ella nunca se pondría una falda tejida a máquina. Así, vemos que hay ciertas diferencias sutiles en los valores asignados a un bordado o material específico para los “trajes”. En general, se cree que el “traje” tiene un gran valor cultural y tradicional, en tanto que las variaciones más específicas de modas y bordados conllevan indicaciones del estatus económico y social de quienes lo portan.

Conclusión

Las decisiones financieras de las mujeres de Zinacantán están basadas en cálculos en los que influyen factores sociales, culturales y económicos. Su capacidad de insertarse en la econo-mía turística se basa en los recursos a los que pueden recurrir, como sus contactos en San Cristóbal, su capacidad de hablar español o de atraer turistas a su casa. Tener hijos pequeños

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puede serles útil, ya que pueden utilizarlos para llevar turistas a su casa o bien puede verse como una limitación a su capacidad de moverse de una manera libre e independiente. Debido a las desigualdades sociales y económicas hay dos tipos diferentes de mercados para la artesanía: la que es vendida directamente a los turistas y la que primero pasa por las manos de otras mujeres antes de ser revendida. Estos mercados diferentes no son eviden-tes a primera vista a un observador casual, ya que la mayoría de las mujeres anuncian lo que venden como su propio trabajo. Sin embargo, al observar estos dos mercados de cerca podemos ver que las redes sociales de tejedoras, artesanas, guías, turistas y organizaciones externas son complejas y requieren negociaciones cuidadosas por parte de quienes operan dentro de ellas. El estatus social está relacionado con la capacidad de la persona de vender-les directamente a los turistas, así como con el éxito económico general de las personas. Sin embargo, para aquellas que no pueden venderles a los turistas directamente, la posibilidad de ofertar sus productos a otras artesanas es esencial para su subsistencia. Los precios dependen no sólo de en cuál mercado puedan vender las mujeres, sino también de su identidad social interna y su autovaloración. Las mujeres que no venden directamente a los turistas en ocasiones no se identifican con la etiqueta “artesana”, ya que esto implica un nivel de sofisticación y participación en la industria turística que ellas no tienen. Además, las artesanas que conceden alto valor a su trabajo y lo reconocen como una destreza especial tienden a cotizar sus productos a precios elevados. También es importante mencionar que las decisiones de las mujeres acerca de cómo se involucran en la venta de artesanía se ven influidas por el alto nivel de competencia en el centro del pueblo y el temor a la “envidia” y la “brujería”. Aunque las mujeres deben luchar por el éxito y competir con otras mujeres para tener acceso a los turistas y los “pedidos,” también deben tener cuidado de no parecer demasiado exitosas. Deben diferenciarse de las otras artesanas, pero deben hacerlo de manera sutil para no aparentar ser “demasiado” prósperas, ya que de lo contrario podrían ser motivo de habladurías. El éxito económico es siempre sopesado cuidadosamente contra los efectos sociales que tendrá para las mujeres en cuestión. Los “trajes” tradicionales que son usados por la gente del pueblo, la significación cultural de portar el “traje”, las normas sociales acerca de lo que es aceptable en términos de bordado y las restricciones económicas que limitan lo que se puede costear son factores que influyen en las decisiones de compra. Todos estos aspectos diferentes de las economías de la artesanía muestran cuan complejas son las decisiones que las mujeres deben tomar y cómo el valor, el estatus, la tradición, las relaciones sociales y las expectativas culturales son parte de la ecuación.

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JessicA Ann Vooris

Capítulo 13

Maromas y jineteos en las prácticas financieras de familias rurales en Ayuquila, Jalisco

Magdalena Villarreal Martínez y Gerardo Rodríguez Solís

Eran varios a los que le debía, los dejé de contar. Eran varios y era mucho dinero […] varias veces de tan endeudado que estaba, llegaba a conseguir por fuera para pagarle a la Caja y ya después a la Caja para regresarlos de vuelta acá para atrás.

Nicolás

Así explica Nicolás155 la dinámica de sus finanzas. Le funcionaba más o menos bien, pues podía agenciarse dinero para aguantar hasta las cosechas, y con éstas podía pagar cuando menos parte de sus deudas para poder seguir “consiguiendo”. Pero un revés —dos cosechas malogradas en años consecutivos— hizo perder el precario balance. Se vio obligado a vender parte de sus tierras, primero media hectárea y posteriormente una hectárea, mermado con ello su fuente de ingresos fundamental. Aunque no dejan de sorprender, casos como el de Nicolás no son excepcionales entre los pobladores rurales mexicanos de hoy en día. Es común recurrir a una gama de “maromas” y “jineteos”156 para poder “salir” el mes, la semana, el día. Las familias realizan múltiples ma-niobras para hacer rendir sus ingresos, en ocasiones logrando salir “sin raspones” mayores, pero en otros, recortando irremediablemente la fuente misma de sus ingresos. El fenómeno no es privativo de los sectores de bajos recursos. Estamos acostumbrados a este tipo de pro-cedimientos en las altas esferas de inversión financiera. Sin embargo, preocupa el hecho de que, a nivel mundial, se ha ido incrementando el nivel de endeudamiento de los hogares de bajos recursos ante un repertorio cada vez más extenso y variado de servicios crediticios.

155 Se utilizan seudónimos para proteger la identidad de los entrevistados.156 Términos utilizados localmente para hablar de los malabarismos que utilizan para hacer rendir el dinero.

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Pero más allá de denunciar los males del sobre-endeudamiento que parece caracterizar las economías de nuestros días, nos interesa entender de mejor manera las prácticas finan-cieras, y en particular llegar a una comprensión de los márgenes de cálculo a los que tienen acceso para pensar y ejecutarlas. Y es que estas prácticas ponen en evidencia la prevalencia de un nuevo tipo de dinámicas forjadas a la luz de cambios en las economías nacionales e internacionales en interacción con la cotidianeidad económica, social y cultural a nivel de las comunidades y los hogares. Para analizarlas, tomamos el caso de los pobladores de Ayuquila, un pequeño asentamiento al suroeste del estado de Jalisco, dada la tradición coo-perativa y de cajas populares que existe en la región. En Ayuquila prácticamente se aban-donó el recurso al BANRURAL157 desde 1988, antes de las reformas al sistema crediticio rural. Los ejidatarios se quejaban de la ineficiencia y corrupción por parte de los funcionarios. La Caja Popular Santa María de Guadalupe (SMG), iniciada en 1964 por la Acción Católica en El Grullo y que abrió una sucursal en Ayuquila en 1974, ha cubierto en gran medida las necesi-dades crediticias de los productores, y en general de los pobladores de Ayuquila, con tasas de interés muy bajas. Pero la Caja no es el único factor, ya que los habitantes conjugan diversas prácticas financieras en las que se echa mano de vínculos sociales, culturales y simbólicos, además de manejar hábilmente cuestiones de temporalidad.

Prácticas financieras en Ayuquila

Hasta la década de 1930 Ayuquila fue una hacienda cuyo origen se remonta a las encomien-das españolas del siglo XVI, y antes fue un poblado indígena del que no queda ningún ves-tigio (Gómez, 2005). El ejido de Ayuquila se constituyó a mediados de la década de 1930. En este pueblo, situado en el seno de un distrito de riego y ubicado en la carretera Guadalajara-El Grullo, se presenta una doble migración, ya que una gran cantidad de pobladores han migrado a Estados Unidos, mientras otros, atraídos por los empleos que ofrece el cultivo de la caña y la horticultura, han inmigrado desde otras regiones de Jalisco y otros estados del país. Las principales actividades económicas de esta localidad de poco menos mil habitantes158 son en el campo—agricultores de maíz y/o caña y jornaleros en el corte de elote, la cosecha de jitomate y chile y el cuidado de las tierras de caña—y actividades comerciales en la lo-calidad: desde negocios establecidos hasta vendedores que caminan por las calles ofreciendo sus productos. Hay también pequeños y medianos ganaderos, y empleados asalariados que laboran en las cabeceras municipales de El Grullo o Autlán.

157 En 1975, el gobierno federal fusionó los tres distintos bancos de apoyo al campo en BANRURAL, organismo gubernamental que brindaba créditos productivos en zonas rurales, entre otros servicios. En 2003 entra en liquidación y a su vez se crea Financiera Rural para suplir su papel en el campo mexicano (www.financierarural.gob.mx).

158 De acuerdo al Censo de Población y Vivienda 2010 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) la localidad de Ayuquila cuenta con 862 habitantes (www.inegi.org.mx).

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La región, y en especial El Grullo (cabecera municipal situada a poco menos de 10 km de Ayuquila), se conoce por la tradición y desarrollo de instituciones cooperativas—en par-ticular una bastante exitosa cooperativa de consumo—como por la fuerte presencia de cajas populares, entre las que se pueden mencionar La Caja Popular SMG, Cristóbal Colón, Agustín de Iturbide, Solidaria de Autlán y los grupos del Sistema de Financiamiento Rural Alterna-tivo (SIFRA). Como hemos mencionado, en el poblado de Ayuquila existe una sucursal de la Caja Popular SMG. Pero muchos de sus socios participan al mismo tiempo en otras cajas populares cuyas oficinas se localizan en Autlán (cabecera del municipio vecino localizada a aproximadamente 25 km de Ayuquila) o El Grullo. Además de las cajas populares, en El Grullo existen bancos como HSBC, Bancomer, Ba-namex y Banco Azteca. También encontramos mueblerías que ofrecen créditos propios o a partir de convenios con las mismas cajas populares y casas de empeño y cambio. Además, en la presidencia municipal hay oficinas donde se reciben solicitudes para créditos y subsidios estatales y federales. Habrá que tener en cuenta a algunos bancos e instituciones financie-ras en la cuidad de Autlán, incluyendo a Elektra y la Financiera Rural. Otras opciones son exclusivas para ciertos grupos como los cañeros o trabajadores del Estado, tales como FO-VISSSTE159 para los trabajadores del Estado y los créditos proporcionados a cañeros mediante la intermediación de la CNC y la CNPR.160

Existen otras múltiples formas de crédito y deuda en estas comunidades rurales: préstamos de agiotistas, sistemas de “apartado” o “pago en abonos” en tiendas locales o grandes cadenas que utilizan vendedores ambulantes, comerciantes locales que traen ropa, zapatos, juguetes y colchas a vender a plazos, contratas (como se conocen localmente las tandas, cundinas o rifas) y préstamos de amigos, familiares o patrones, que se cubren en muchas ocasiones a cam-bio de trabajo o favores. Su papel es vital, ya que el uso de ellos es constante para el consumo cotidiano, emergencias, abrir un negocio, salud, festejos o para los insumos de la agricultura, sobre todo para aquellos que no pueden acceder a los créditos institucionales. Al igual que Nicolás, muchos obtienen dinero prestado de las cajas populares para pagar sus débitos en las tiendas locales, o con los “aboneros”. Algunos de nuestros entrevistados nos explicaron que para cuando entran recursos a las familias, estos ya se deben en las tiendas locales, a los vendedores ambulantes, a las cajas populares y a familiares. Se abona aquí y allá. Afirman que frecuentemente no queda nada para comer, sin embargo obtienen nuevas posibilidades de crédito dado que ya abonaron a lo que debían. Las deudas, por supuesto, no se contraen exclusivamente en la mal llamada “sobrevivencia”. Las necesidades prioritarias de los habitantes de Ayuquila van más allá de los alimentos indis-

159 Fondo de la Vivienda del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado.160 Confederación Nacional Campesina y la Confederación Nacional de Propietarios Rurales, quienes juegan un papel

importante en el funcionamiento del Ingenio Melchor Ocampo en la zona.

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MAroMAs y Jineteos en LAs prácticAs finAncierAs de fAMiLiAs rurALes

pensables. Aunque con mucha frecuencia son deudas adquiridas por la muerte y enfermedad de algún familiar cercano, o debido a fracasos en las cosechas, no es poco común que se con-traigan para pagar la fiesta de 15 años de la hija, un bautizo o una sala de madera “fina” traída de Sonora que un vendedor ambulante les vendió a crédito. Y no es que los campesinos sean “poco entendidos” en el uso de los recursos. Si como señalamos anteriormente, gran parte de las necesidades económicas se solventan mediante deudas locales, y las deudas locales implican necesariamente relaciones sociales sólidas, es imprescindible cuidarlas y ampliarlas en lo posi-ble. Además, la imagen de solvencia ayuda a garantizar la confianza necesaria para adquirir crédito. En otras palabras, la sobrevivencia incluye la esfera social al igual que la económica.

Cálculos sociales y riesgos financieros

Nicolás tiene sesenta y cinco años de edad, estudió hasta cuarto año de primaria y desde chico ha trabajado en el campo, tanto en las tierras de su padre (dos hectáreas y media de riego que luego heredó), como de jornalero. Su esposa es ama de casa y sus dos hijas estudian el nivel básico. Desde hace años, asume una serie de riesgos para completar los gastos de la siembra de maíz para elote. Antes de cada cosecha se endeuda con la Caja Popular SMG, pero además recurre a uno o dos prestamistas. Al año tiene dos o tres cosechas y por hectárea obtiene alrededor de quince toneladas que— en el 2008, cuando tuvo el último fracaso con las cosechas— pagaban a dos pesos el kilogramo. Los gastos mayores son la contratación de un mozo para limpiar el zacate, la renta de tractor, el fertilizante y la semilla. Calcula que gasta unos 12,000 pesos anuales, aunque el gasto podría ser mayor si él mismo no realizara las actividades de riego. El dinero que conseguía prestado no era sólo para la agricultura, sino también para el consumo del hogar, pues para entonces no contaba con fondos para ello. Pagaba de entre 12 y 18% anual de intereses. Sin embargo, explica que los asumía con conciencia. Había un cierto orden, pues confiaba en que, con el pago que recibiría de la cosecha de elote no tardaría más de cuatro meses en saldar sus deudas. Además cuenta con una transferencia de Procampo161 y su familia es apoyada por el programa Oportunidades.162

El cálculo de temporalidad era un elemento central en la manera en que Nicolás asumía riesgos. Pero surgieron los problemas, tal como él comenta:

En dos cosechas nos fue muy mal y no le saqué casi nada a los elotes, y en una ocasión también tuve un problema con un vecino: por ahí metió el ganado y me comieron la cosecha y la fre-

161 El Programa de Apoyos Directos al Campo (Procampo), es un subsidio federal a cargo de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA).

162 Oportunidades es un programa federal a cargo de la Secretaria de Desarrollo Social (SEDESOL), pero en coordinación con otras secretarías e instituciones gubernamentales, cuya principal función son los incentivos para la educación, salud y nutrición.

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MAgdALenA ViLLArreAL MArtínez y gerArdo rodríguez soLís

gada y anduvimos con licenciados y todo y me salió de la fregada: que le iba yo a sacar como cincuenta mil pesos al potrero de elotes y quedó de pagar el vale163 y a la hora de la hora nomás me dio la mitad de los cincuenta mil y tuve problemas y quede acá bien endrogado.

Así, los cálculos le fallaron, como también le había fallado la cosecha anteriormente. Ante tal sacudida se vio obligado a vender parte de sus parcelas: en el 2006 una hectárea y en el 2008 media hectárea. Hacer el pago era importante, no sólo en tanto que saldaba sus deudas financieras, sino que con ello también cubría “costos sociales”, para no “cerrarse las puertas” a futuros créditos y para legitimarse ser como “buen pagador”. Y es que, dice:

Uno mismo se recomienda, verdad, porque si sabe uno pagar como dice el dichito por ahí ‘las honras malas o buenas corren lejos’, entonces yo si tuviera la mala fama de fraudero, de no pagar, pues no consiguiera tampoco.

Encontramos este tipo de razonamiento una y otra vez en Ayuquila. Pancho, quien a sus ochenta y siste años de edad es una persona muy reconocida en la comunidad, habiendo ejercido como comisariado ejidal en varias ocasiones, comenta:

Sabiendo uno pagar no le da a uno trabajo conseguir, malo no sabiendo pagar. La persona que sabe pagar donde quiera consigue y la que no sabe pagar, miles de trabajos para conseguir: que necesitan responsivas y sabe que tanto y que fue y que vino. El hombre que es derecho consigue fácil y por donde quiera es eso. […] Yo tuve un amigo que me prestaba y no crea que de a poquito, de a cincuenta mil pesos y no ocupaba responsiva para nada, estuve trabajando con ese hombre muchos años y sin responsiva yo casi. Las veces que se me ofrecía que me prestaban dinero “no pues, que tráeme una responsiva”, “no, si me quieres prestar de mí a tí trabajamos y si no allí que quede”, y así, nunca ocupé responsiva.

Pancho explica que todos en el pueblo tienen sus momentos “de necesidad”, y muchos “allí se la llevan buscándole”. Recuerda que cuando no había cajas populares trabajaban con “los que tenían dinero”:

Entonces íbamos y les vendíamos el maíz al tiempo164 para hacer siembras porque el dinero que el banco [BANRURAL] nos prestaba era muy poquito, no nos ajustaba entonces siempre andába-mos vendiendo el maíz al tiempo y nos lo compraban a veinte pesos en aquéllos años. ¡Pero el maíz en la cosecha valía como treinta o treinta y cinco pesos! […] y a poco empezaron las cajas,

163 “Vale”, es una forma coloquial de referirse a un individuo, generalmente joven, de procedencia rural.164 En pago adelantado, anticipando la cosecha.

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haz de cuenta como que fue ayer, porque yo también fui de los primeros, si, me acuerdo que empecé a ahorrar de doscientos pesos y me prestaron seiscientos.

Pancho tiene cuentas en dos Cajas, en la Caja Popular SMG paga hasta que obtiene cosecha y en la Caja Solidaria de Autlán cada mes. Además, también pide préstamos a amigos. Su espo-sa, por otro lado, acaba de obtener un préstamo en la Caja Popular Agustín de Iturbide. Con ello compró una cama, un tinaco y un baño, y deberá pagar mensualmente por tres años. La pertenencia a cajas populares es muy recurrente en esta región. No es poco común que cada miembro de su familia tenga cuando menos una cuenta en una caja. Así, con frecuencia obtienen un préstamo en una institución y pagan con el dinero obtenido de otra. Hasta hace poco era frecuente que una persona que no podía pagar su deuda en el plazo acordado recu-rriera a un familiar para que pidiera crédito a la misma institución. Una vez saldada la deuda, el primero podía volver a solicitar un préstamo para pagar al segundo. Recientemente, sin embargo, varias cajas han reforzado sus normas para evitar este tipo de arreglos. Gloria y Lázaro, mayores de sesenta años de edad, por ejemplo, tienen cuatro cuentas en dos cajas populares. Cada uno tiene una cuenta en la SMG y otra en la Caja Solidaria de Autlán. Gloria explica que son muy cuidadosos en su manejo. Usan dos cuentas para su negocio de pipián,165 otra para cuestiones familiares y dejan la otra para emergencias. Aseguran dejar ésta última sin utilizar hasta la medida de sus posibilidades, pero sí utilizan, por ejemplo, una de las cuentas de la Caja Solidaria para pagar alguna deuda en la SMG o viceversa cuando no han podido reunir el dinero requerido en el tiempo estipulado. La pareja lleva más de treinta años casados. Sus tres hijos son profesionistas que trabajan y viven fuera de Ayuquila. Lázaro trabajó mucho tiempo en el campo—rentando tierras, cuidando el ganado de su padre y sembrando diversos cultivos— y Gloria fue miembro de un grupo de mujeres en la producción de miel de abeja. Con base en su experiencia en el grupo de apicultura, Gloria decidió empezar la pequeña empresa para producir pipián. Hicieron la primera inversión con un préstamo de una de las Cajas para la compra del horno, un molino y los primeros ingredientes. Posteriormente han tenido que recurrir a más préstamos para comprar los ingredientes al mayoreo y así obte-ner mejor precio. Compran costales de cacahuate, semilla de calabaza, maíz, chile de teñir, ajo, harina y cominos. Distribuyen bolsitas de pipián a tiendas de El Grullo y Autlán, pero también venden en casa cuando llegan vecinos a comprarles. Como les empezó a ir bien y el trabajo se incrementaba, Lázaro dejó su trabajo en el campo y se dedicó de lleno a esta empresa junto con su esposa, particularmente apoyando en la comercialización.

165 Salsa de semillas de calabaza, o almendras o maíz tostado, molidos con chile verde o bien guiso de carne o de ave con esta salsa.

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La pareja dice no recurrir a prestamistas, puesto que han sabido manejar sus deudas con las Cajas de manera conjunta. En sus cálculos también entra, sin embargo, el respaldo de sus redes sociales, particularmente la familia de Lázaro—una hermana en Estados Unidos, otro hermano con ganado—además de sus tres hijos profesionistas con buenos empleos. Y no es poco común que vendan “fiado” su pipián a amigos y vecinos. Esto es importante puesto que, al igual que Nicolás y Pancho, valoran en su justa dimensión la relevancia de las redes sociales y el “buen nombre”. Ello proporciona ciertos márgenes a sus cálculos: fronteras que no deben traspasar, marcos en los cuales realizar sus sumas y restas.

Vivir en la maroma: acceso a créditos

Hay, sin embargo, un grado de creatividad en los esfuerzos por traspasar las fronteras y fle-xibilizar los márgenes. Nicolás, como mencionamos anteriormente, pudo hacerlo por varios años consecutivos, hasta que circunstancias fuera de su control rompieron con el equilibrio que había logrado. Otros, sin embargo, logran mover hilos inesperados para sortear obstáculos. Hernán, de sesenta y nueve años de edad, por ejemplo, necesitaba urgentemente un crédito. Por el momento estaban cerradas sus oportunidades en las Cajas Populares de las cuales él y su familia eran miembros. Se había visto obligado a cubrir la deuda de otra persona para quien había firmado como aval. Al igual que Nicolás, tuvo que vender parte de sus tierras. Para completar su ingreso, decidió construir unos cuartitos en el extremo de su lote con el fin de rentarlos y con ello obtener ingreso más regularmente. Pero para ello necesitaba dinero. Para resolver su problema, él y su hija —quien tenía derecho a crédito de INFONAVIT166 por su trabajo— idearon una manera de obtener el recurso monetario. Su hija pidió un préstamo para comprar una casa a través del INFONAVIT. Simuló comprar la casa de su padre, y le entregó a éste el dinero que la institución le otorgó para la compra de la casa. Su padre obtuvo el dinero equivalente al valor de la casa y cubre los pagos mensuales que ella tiene que hacer por el crédito. Se trató en realidad de una especie de hipoteca a través de un intermediario (su hija), sólo que en este caso los intereses son sumamente bajos. Su caso muestra cómo se usa la creatividad y el ingenio para sortear obstáculos, apro-vechando recovecos legales o incluso recurriendo a prácticas que rozan los límites de la legalidad. Muestra también la problemática de acceso a créditos y el costo social que muchos han de cubrir por su acceso. Uno de los requisitos de acceso es obtener avales. La problemática de los avales es una queja común entre los habitantes de Ayuquila, puesto que fungir como aval es un arma de doble filo: por un lado es un favor, un servicio a un familiar o vecino. Generalmente se

166 Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores.

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razona como un “hoy por ti, mañana por mí”, pero también es importante en términos de estatus y, como dice don Pancho, mantener el “buen nombre” en la comunidad. Pero en este caso la otra persona se desapareció y Hernán tuvo que pagar. Amparo, de treinta años de edad, tuvo un problema similar, aunque lo resolvió de ma-nera distinta, asumiendo ciertos costos sociales. Ella afirma no haber mantenido deudas con nadie, ni siquiera con parientes o amigos, hasta que, hace un año, su hermana Silvia, quien vive en El Grullo, le pidió un favor: Silvia necesitaba un préstamo de treinta y cinco mil pesos de la Caja Popular SMG, para lo cual requería un aval. Este debía ser socio de la Caja, pero Amparo no era socia. Silvia ofreció depositarle cuatro mil pesos para que ahorrara en la Caja Popular si aceptaba firmar como su aval. Amparo aceptó con gusto y se convirtió en socia de la Caja. Tiene veintinueve años, vive en Ayuquila desde hace veinte y hace doce se “juntó” con su pareja actual, con quien tiene tres hijos. Habitan la casa de un hermano que radica en Estados Unidos y los ingresos que entran al hogar provienen del apoyo bimestral de Oportunidades, de las remesas esporádicas de sus familiares en Estados Unidos y del salario de su esposo, quien trabaja como supervisor en un invernadero de una empresa jitomatera en Autlán. Posteriormente, ella también ha solicitado créditos a la Caja en dos o tres ocasiones con montos de 1,500 pesos: el primero cuando nació su hijo, ya que su esposo estaba en la costa y no le había enviado dinero. Otro fue cuando su esposo quedó desempleado por 15 días. El problema fuerte se presentó cuando a los once meses su hermana no había pagado sus adeudos. Los funcionarios de la Caja buscaron al aval—Amparo—para saldar la deuda. Pero Amparo no contaba con ese dinero, sin embargo dice no preocuparse. Afirma que no le pueden quitar nada, ya que no tiene tierras, ni automóviles. Sólo posee un mínimo de electrodomésticos y la casa que habitan es de su hermano. Dice no importarle lo que digan sus vecinos de los “abogados” que aparecen con frecuencia a tocar a su puerta, y tampoco que esta situación le dificulte acceder a créditos en el futuro. El abanico de servicios crediticios que han proliferado en la zona tal vez influya en que Amparo no se preocupe demasiado por pagar la deuda de su hermana, además de que ella no le apuesta mucho a los préstamos para cubrir necesidades cotidianas. Afirma que ella y su familia prefieren ahorrar, reducir gastos o aumentar e intensificar las fuentes de trabajo. Pero, nueva-mente, cuentan con redes familiares de soporte importantes, particularmente con sus parientes en Estados Unidos, quienes envían remesas con cierta regularidad. Además, cuenta con el apoyo del programa de Oportunidades, en el cual no deja de asistir siempre a las citas, juntas y pláticas. Como tiene hijos en primaria, recibe mil cuarenta pesos bimestrales. Además cuenta con Seguro Popular167 y hace días recibió un tinaco y una cisterna de otro programa gubernamental.

167 Organismo dependiente de la Secretaría de Salud con financiamiento federal y estatal creado en 2004 con el fin de dar cobertura médica a quienes no cuentan con ningún seguro.

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El ingenio de Silvia al diseñar el plan de convertir a su hermana en socia para que fun-giera como aval casi rayaría, como en el caso de Hernán, en la ilegalidad. Pero los requisitos de acceso tienden a ser un problema para la mayor parte de los pobladores: ahorro previo, parte social, historial crediticio, recomendaciones, relación de amistad o parentesco previa, mayoría de edad, ingresos fijos, que el negocio esté dado de alta en la Secretaría de Hacien-da, sembrar caña, ser trabajador del Estado, tener avales, que te conozca el tendero, no ser mayor de ochenta años o que el uso sea justificado para que te presten, son algunos de las factores explícitos e implícitos que piden las instituciones financieras o los individuos para acceder a sus préstamos. Uno de estos casos es el de Marcela, cuyas condiciones familiares y de fuentes de ingre-sos dificultan el acceso a la mayoría de los servicios financieros. Ella tiene sesenta y cuatro años de edad, vive con su esposo, diabético y sordo, y un hijo en una de las cinco casas que se encuentran en el mismo terreno. En las otras cuatro viviendas habitan sus hijos con sus parejas e hijos. Cada casa consta de un pequeño cuarto construido con trozos viejos de madera, lámina, plástico y adobe. Marcela antes trabajaba en el campo, pero a partir de que sus hijos comenzaron a conformar sus propias familias la presionaron para que dejara de trabajar y más bien se encargara de lavar la ropa de todos, limpiar la casa de sus hijas y hacerles sus tortillas. Sus hijos le dan dinero y ella se ha vuelto “la llave de la casa”, es decir, la que se queda cuidando los cinco cuartos mientras ellos van a trabajar, la mayoría al campo. El trabajo como jornalero no se caracteriza por un empleo y paga fija, además de que los sueldos –entre cien y ciento cincuenta pesos por día laborado— ni siquiera llegan a cu-brir las necesidades básicas. Esto hace imposible acceder a servicios financieros que piden alrededor de mil pesos sólo para ser socio, además de un ahorro para obtener créditos, tener garantías o avales de la misma institución, pagar veinte pesos en transporte para llegar a las sucursales fuera de la SMG y adaptarse a los horarios que establecen las instituciones. No obstante, Marcela y otras personas que viven en las mismas circunstancias encuen-tran alternativas para acceder a créditos, ya que entre familiares se prestan montos que van desde los cincuenta hasta los doscientos pesos, participan en contratas o tandas que orga-nizan parientes o vecinos con diez pagos de cincuenta o cien pesos semanales, diariamente les fían la despensa en una de las tiendas de abarrotes de Ayuquila con el compromiso de pagar el fin de semana y saldar la deuda y, en algunas ocasiones, compran en abonos en las tiendas de Ayuquila o con los vendedores que recorren las calles. Habrá que tomar en cuenta que la mayoría de las mujeres buscan maneras de ahorrar, ya sea guardando sus “sobrantitos” dentro de la casa o participando en contratas (cundinas, rifas o tandas, como se conocen en otros lugares) que organizan con amistades y familiares. Son pocos los hombres que participan en contratas, pero las contratas llegan a aumentar mucho en los meses de más trabajo. Las mujeres solicitan sus “turnos” en la contrata previen-

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do la época de mayor necesidad, por ejemplo, cuando se les vence el plazo para una deuda, para tener dinero en caso de la graduación de un hijo o para comprar útiles escolares en septiembre. Dado que se organizan entre conocidos y parientes, tienen bastante flexibilidad, pues siempre pueden recurrir a cambiar su turno con algún otro miembro en caso de que se presente un imprevisto. Existen contratas de ropa, de colchas y de algunos otros bienes, y aunque la organizadora generalmente prefiere quedarse con los primeros números a manera de crédito, muchas afirman preferir los últimos para no sentir tan pesado el tener que pagar el dinero después de habérselo gastado. La creatividad con la que los pobladores enfrentan y manejan sus finanzas es poco reconocida en los análisis de las economías rurales. Como hemos visto, las estrategias no siempre son exitosas, pero casi inevitablemente involucran la utilización de recursos sociales y simbólicos, incluyendo vínculos de parentesco y nociones de estatus social.

Tanteos, malabarismos y valoraciones

Es claro que el flujo de dineros, deudas, préstamos y promesas no es de poca monta, aunque el acceso y el costo sean más difíciles para unos que para otros, como lo muestra también el caso de Carmen, de cincuenta y cuatro años de edad, quien cuenta:

Se me ha ido a la maroma, se me ha ido a la maroma, por decir, si yo debo diez mil pesos, tu eres prestamista y voy te pido diez mil pesos o no, ya te pido doce mil pesos pa´ pagar intereses allá a un pago, voy y los pago y solicito más de allá para pagarle acá, al que me prestó y así se me fue pa´ arriba, pa´ arriba, pero si les digo eso no me prestan ni un cinco, entonces ahí yo pedí para siembra, que llevara el recibo de fertilizante y de sabe qué y de sabe qué tanto

Llega un momento en que, para Carmen, las transacciones adquieren valor por sí mismas. No es únicamente el monto, sino la posibilidad de acceso lo que interesa en una relación de endeudamiento. Carmen habla con resentimiento de quienes considera se aprovechan de la necesidad de los pobres. Ella nunca fue a la escuela, pero aprendió a leer, escribir y sacar cuentas gracias a que trabajaba como empleada doméstica y allí le enseñaron. Tiene diez hermanos, y todos tenían que trabajar para lograr el sustento familiar. Habla de que su padre “alquilaba” a sus hijos a la gente “de dinero” para que realizaran distintas tareas en sus casas, y explica que lo que hacían era

meternos a trabajar de sirvientas desde chiquitas. Me acuerdo de muchos abusos, yo creo que por eso los ricos me caen gordos, veo la gente rica y ¡me truena el estómago, me da tanto coraje con las injusticias!

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En cuanto sus hijos empezaron a crecer, sus prioridades fueron dos: que adquirieran una buena educación y que nadie los “malmirara” por su situación económica. No quería que sufrieran los desprecios de los que ella fue objeto en su niñez. Por ello, se endeudó aquí y allá para pa-garles sus libros, sus útiles escolares y su ropa. Solicitaba préstamos en la Caja, y como no le alcanzaba pedía dinero a prestamistas con intereses altos y señala que ella “conseguía dinero prestado acá con intereses y pagaba [y luego] a solicitar más pa’ pagar el interés acá, y allí fue creciendo y creciendo la deuda de las ganas que tenía yo de que estudiaran”. Carmen es socia de la Caja Popular Agustín de Iturbide desde hace 10 años. Su pareja y uno de sus hijos también son socios. Hoy en día tiene una deuda que lleva arrastrando con esta Caja desde que sus hijos estudiaban, hace más de dos años. Para que le pudieran prestar dinero tuvo que aceptar las condiciones de pago, es decir, mensualmente tendrá que pagar cierta cantidad hasta el 2012. Serán treinta y seis pagos, el primero de ellos por un monto de dos mil pesos y mes con mes irá bajando el monto hasta llegar al último pago de mil doscientos setenta y un pesos. Si se le pasa un día el plazo le aumenta más de cincuenta pesos en intereses moratorios.

Los pedía, bueno, cuando pedí el primero préstamo yo no tenía trabajo, entonces pues pagaba nomás los intereses y volvía a solicitar la misma cantidad de dinero o más. Conseguía para los intereses, volvía a pagar los intereses y va otro brinquito “parriba”, te digo que a brinque y brinque así se me ha hecho, así. Se me ha hecho hasta cuarenta mil pesos (…), se me ha ido a la maroma, se me ha ido a la maroma.

Cuando se le llega el plazo de la caja y no alcanza a cubrirla, Carmen recurre a prestamistas:

Tengo que pedir el restante que me falta para cubrir la deuda, y luego por decir así, hay un señor que presta que es amistad, que si no se pasan los 15 días no me cobra intereses, pero si se pasan ya los 15 días pa´delante pues sí, y casi por lo regular he pagado, porque por lo regular en la Caja es de “no, pues falta esto, que le falta lo otro, no que el aval no trajo, que no le sirvió porque ahora está atrasado”.

Carmen además forma parte, junto con su pareja, de un grupo de SIFRA, del cual obtuvieron un primer préstamo de veinte mil pesos. Pagaron un total de ocho mil pesos de intereses. Hace poco solicitaron un nuevo préstamo de veinte mil pesos, el cual están pagando. Con es-tos préstamos se ayudaron en la siembra, y ella tiene un criadero de chivas, el cual asegura, sólo tiene como mascotas. Sin embargo, acepta que a veces echa mentiras sobre el uso del dinero que le prestan, ya que las instituciones se “ponen sus moños y requisitos”. El resentimiento de Carmen contra “los ricos” y su constante esfuerzo por salir adelante ante la adversidad surgen una y otra vez en los diálogos con ella. Explica que su puso a

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vender nopales, guamúchiles, verdolagas, cacahuates, camotes, calabacitas, bonetes y sevi-lletas bordadas por ella con punto de cruz y gancho. Se puso a hacer tortillas de harina para vender, enfatizando que ella puede valerse por sí misma. Dice que se volvió el sostén económico de su familia pues su esposo no ha podido trabajar desde hace dos años. Comenta que como ella, otras cinco mujeres venden tomates, frutas y otros alimentos en las calles, “Adela son pitahayas, Ninfa son camotes y aguacates, otra señora son tomates”, y que el ingreso que obtiene depende de las horas que le dedique. Calcula que cuando anda todo el día yendo y viniendo y hace tortillas llega a ganar hasta doscientos pesos en un día, pero eso es estar trabajando hasta las diez de la noche. Otros días nada más sale a trabajar algunas cuantas horas y obtiene algunos ochenta pesos. Es común que le pidan fiado. Tiene una libreta con los nombres de quienes le deben y la cantidad de la deuda, la cual asciende en total a unos cuatrocientos o quinientos pesos. Pocas personas le deben más de cien pesos, pero hay días en que todo lo que vende es fiado. Se queja de que el problema es que a la gente se le olvida que debe. En ocasiones, si puede, intercambia deuda por producto. Una vendedora de tomatillo, por ejemplo, le intercambió una medida de este a cambio de los nopales que no había pagado el día anterior. Además de los ingresos por su trabajo, Carmen busca recibir apoyos gubernamentales y de otras instituciones de beneficiencia en la medida de lo posible. Recientemente recibió cemento para piso, lo cual utilizó más bien para amarres a los castillos de su construcción porque asegura que, como no tiene cimientos, no puede echar piso. Con los castillos inició los cimientos. También recibe despensas con cierta regularidad. Con todo esto, termina diciendo que en realidad tiene que ser más agradecida por lo que Dios le ha dado y explica que “luego digo ¡ay Dios mío, que malagradecida soy! y me levanto, porque todo el tiempo estoy pidiendo salud, sobre todo salud, y ya de lo demás yo me encargo”. La recurrencia de Carmen a diversas formas de endeudamiento no obedece, como en el caso de Silvia, Hernán o Nicolás, a un plan más o menos calculado. Sus “tanteos” son más improvisados, cocinados al calor de la urgencia cotidiana, de un objetivo, una necesidad, pero también, ¿por qué no?, de un deseo, un pequeño antojo bien merecido. No son pocos los habitantes que, al igual que ella, sobrellevan las semanas, una a una, sin saber cómo vendrá la siguiente. Cuando los ingresos monetarios no son estables, los gastos aumentan o surgen impre-vistos, el préstamo se convierte en la solución parcial para obtener el ingreso o el producto o servicio deseado, partiendo del “mañana pago”, lema que encierra un plan, confianza o esperanza, pero también encierra la incertidumbre de poder saldar la deuda en un futuro. El préstamo puede ser un apoyo o un lastre, y un factor para mejorar o empeorar la calidad de vida. El endeudamiento, sin embargo, también puede ser útil como inversión. Estos son los

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cálculos de Oscar quien, aunque evita endeudarse con Cajas, prestamistas, amistades y mue-blerías o participar en tandas, sí se involucra en deudas con aboneros. Se dedica a arreglar bicicletas y además renta las tierras que heredó. Es ejidatario pero está convencido de que la agricultura “ya no deja”. Recuerda que su padre se lo dijo desde 1984 cuando se decidió por arrendar sus parcelas. Años después Oscar heredó las seis hec-táreas y hace lo mismo, pero no hace contrato de arrendamiento, de tal manera que el arrendatario no tenga registro de posesión, evitando con ello que intente quedarse con la tierra por antigüedad. La renta no es anual, sino por cosecha y Oscar se asegura previamente de que la persona que quiera rentar tenga experiencia en la agricultura y buena situación económica de tal manera que pueda pagarle. La renta de sus parcelas y el apoyo de Procampo —con el cual él se queda— son im-portantes para su economía, pero son ingresos que recibe sólo dos veces al año, por lo cual debe organizarse financieramente. Ahorra el dinero que obtiene en una Caja Popular y lo va retirando para el consumo cotidiano, pero no solicita préstamos. No obstante, mantiene una constante deuda con los aboneros ya que lleva años com-prando diversos artículos como un aparato de radio, reproductor de dvd, televisión, ropa, libros y una enciclopedia interactiva. Sus abonos son de entre cien y ciento cincuenta pesos semanales. No recuerda cuánto tiempo se tarda en pagar cada artículo porque no acababa de pagar uno cuando ya “saca” otro. Explica que para él es una inversión. Razona que, dado que el abonero cobra intereses muy bajos y no pide requisitos para otorgar el crédito, puede adquirir los productos e ir pagando poco a poco.

Maromas, jineteos y calculabilidad: A manera de conclusión

En su libro Las Finanzas Populares en México, Catherine Mansell Carstens (1995) enfatiza que muchos de los clichés sobre el comportamiento financiero de los pobres son falsos. Documenta cómo el pago de préstamos entre grupos de bajos ingresos no es menor que el de otros grupos económicos y sostiene que los pobres no carecen de cultura financiera, dado que ahorran, organizan tandas y participan en cajas populares aportando cantidades significativas de dinero. Secundamos estas afirmaciones con el trabajo empírico realizado en Ayuquila, pero también con otros estudios llevados a cabo en zonas rurales.168

Como hemos mostrado en los casos descritos en este capítulo, los pobladores de Ayu-quila logran salir adelante, en gran medida, mediante la utilización creativa de una gama de recursos. Poco se toma en cuenta esta creatividad en la aritmética simple que tendemos a utilizar al analizar las economías rurales, si no es para llamar la atención al hecho de

168 Ver Villarreal (2004), Villaseñor (2004) y Angulo (2008).

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que tales prácticas se despliegan en los bordes del despeñadero. Si bien esto es cierto, para sopesar los riesgos involucrados en estas maniobras es menester situarlos en el contexto más amplio de sus economías, identificando, no sólo los ingresos y gastos, sino los procesos sociales en los que se reproducen, los mecanismos de atribución de valor y los marcos de cálculo que forman parte integral de las finanzas. Dentro de estos marcos de cálculo se pueden apreciar presupuestos, sacar cuentas, “ha-cer tanteos”. Dada la imbricación de las transacciones financieras en relaciones y afectos sociales, aquí se delimitan claves de interpretación, filtros de información y fronteras de cálculo, fuera de las cuales es difícil pensar opciones. Para ello recurrimos a la noción de calculabilidad introducida por Callon (1998), la cual nos permite analizar los linderos dentro de los cuales la gente construye significados y las herramientas que les es posible utilizar al hacerlo. Carmen, por ejemplo, apela a cuanta fuente de financiamiento conoce a través de sus redes de información y que le sea accesible. Sus márgenes de calculabilidad incluyen desde cuestiones de clase hasta cuestiones de género, como nos lo hace ver enfáticamente. Sin em-bargo, es capaz de movilizar distintas fuentes de crédito y manejar con habilidad los tiempos y las formas (incluso mintiendo sobre la utilización del crédito, por ejemplo, confiando en que encontrará la manera de pagarlo). En cambio, Marcela enfrenta obstáculos inmediatos, tanto por cuestiones de género como por su edad, orillada al papel de “la llave de la casa”. Por otro lado, las fronteras que delimitan los cálculos de Hernán son menos restringidas, tal como lo muestra el hecho de conocer el funcionamiento de programas como el INFONAVIT y poder maniobrar para utilizarlo. Estas estrategias, si queremos llamar así a las abigarradas prácticas de los pobladores rurales, se entretejen con una gama de patrones de consumo que llevan consigo modifica-ciones en la demanda de dinero y en los tiempos y costos de acceso. Esto contribuye a la configuración de los sistemas financieros locales, los cuales coadyuvan a forjar—y son, hasta cierto punto forjados por—marcos de cálculo y restricciones a la calculabilidad.

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Capítulo 14

Microfinanzas, normatividad, desarrollo y derechos humanos: el papel de la política pública normativa del gobierno mexicano

en el desarrollo de las microfinanzas, como una premisa para el desarrollo

y los derechos humanos

Ana Sofía Torres Menchaca

El desarrollo económico depende no tanto de identificar la com-binación óptima de los recursos y factores de producción, sino en descubrir los recursos y habilidades que están escondidos, disper-sos o mal utilizados.

Albert Hirshman169

Introducción

Este artículo expone los hallazgos de una investigación multidisciplinaria realizada en la ciudad de Guadalajara, México, en el marco de diversas transformaciones del sector de ahorro y crédito popular, principalmente en la normatividad aplicable y los cambios en la oferta de servicios de este mercado (Torres 2007). El estudio analizó la interacción social de las disposiciones legales y extralegales de las organizaciones financieras populares, en particular de las cajas populares y las Sofoles. Se es-tudiaron tres sociedades pertenecientes al sector de ahorro y crédito popular: la Caja Popular San Miguel de Tlaquepaque, una sociedad cooperativa de ahorro y préstamo (comúnmente

169 Tomado de De Soto (2001).

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MicrofinAnzAs, norMAtiVidAd, desArroLLo y derechos huMAnos

denominada “caja popular”) que forma parte del movimiento de oposición a las modifica-ciones de las disposiciones legales del sector; la Caja Cihualpilli de Tonalá, una sociedad cooperativa de ahorro y préstamo que adoptó la Ley de Ahorro y Crédito Popular; y la Sofol Crédito Familiar, una sociedad financiera de objeto limitado que brinda servicios de crédito al consumo al sector popular. Se analizaron las disposiciones legales y extralegales que regulan las sociedades y los aspectos organizacionales de las diferentes sociedades, así como las experiencias de sus miem-bros y/o usuarios, para lo cual se combinó el análisis jurídico y métodos antropológicos de investigación social. La investigación evidenció la existencia de desigualdades en la normatividad prevista para estas organizaciones, ocasionadas por distintos factores, que finalmente traen conse-cuencias dispares para el desarrollo de dichas organizaciones, así como de los servicios que ofrecen a sus miembros y/o usuarios. Esto sirve de base para destacar, en las líneas que siguen, el papel que tiene la política pública normativa del gobierno mexicano en el desarrollo de las organizaciones financieras populares y resignificar su importancia en las actividades de este sector, desde la perspectiva de la teoría del desarrollo humano y de los acuerdos internacionales en materia de derechos humanos de los cuales México es parte, principalmente por lo que hace a los derechos econó-micos, sociales y culturales, así como de los objetivos de desarrollo del milenio.

Microfinanzas y normatividad en México

En los últimos años se ha ponderado la importancia de las microfinanzas y los mecanismos mediante los cuales operan en la economía de los países en vías de desarrollo, sobre todo con relación a las personas de escasos recursos. Ello ha propiciado la evolución de las microfinanzas con un enfoque de desarrollo, me-diante la creación de instituciones como parte de una estrategia fundamental para combatir la pobreza en el mundo. Particularmente, las reuniones cumbre del microcrédito, impulsa-das, entre otros, por el Banco Interamericano de Desarrollo, realizadas en Washington (1997) y Puebla (2001), se plantearon como objetivo atender a 100 millones de familias, entre las más pobres del mundo, especialmente a las mujeres, a través de la construcción de institu-ciones financieras autosuficientes, que aseguraran un impacto positivo y mensurable en la vida de los clientes y de las familias, entre otros (Zapata, 2004: 12). El desarrollo de las microfinanzas ha sido posible gracias al estudio y evaluación de los servicios de crédito, ahorro y pago formal e informal de este sector, a los resultados de las nuevas metodologías para llevar servicios financieros a las personas de escasos recursos, así como al apoyo y difusión de estas experiencias por parte de los organismos internacionales, entre muchos otros factores.

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AnA sofíA torres MenchAcA

Algunos ejemplos conocidos de estas metodologías son las diseñadas e implementadas por el Banco Grameen en Bangladesh; la Foundation for International Community Asistance (FINCA, Fundación para la Asistencia de la Comunidad Internacional) con sus village banks o “bancos comunitarios” en distintas partes del mundo; el Centro de Apoyo al Micro Em-presario (CAME) con su innovador programa en el Estado de México; la Asociación para el Desarrollo de Microempresas (ADEMI) en República Dominicana y el Sistema Unit Desa del Banco Rakyat, de Indonesia (Mansell, 1995; Zapata, 2004) Las personas de escasos recursos, que comúnmente pertenecen al sector de ahorro y cré-dito popular, por lo general se encuentran marginadas de la oferta de servicios financieros que ofrecen las instituciones formales. Para una persona de escasos recursos la experiencia de presentarse en una institución de ahorro y crédito formal suele ser complicada, ya que las prácticas crediticias dispuestas para estas instituciones por lo regular son inaccesibles para las personas de esta condición social, en tanto que se requiere demostrar la confiabili-dad crediticia, revisar la viabilidad económica, solicitar bienes en garantía, entre otros. Como lo explicara claramente Catherine Mansell en 1995, esta marginación es acompa-ñada de un gran número de clichés o mitos que se han desarrollado históricamente respecto al tema:

La gente pobre constituye un alto riesgo crediticio porque nunca paga lo que debe (…) si tiene la oportunidad, se endeuda más allá de su capacidad de pago (…) sólo pide prestado para cubrir gastos inútiles como fiestas, regalos o para embriagarse (…) los agiotistas siempre la explotan (…) es incapaz de ahorrar porque es demasiado pobre para hacerlo (…) no ahorra porque carece de disciplina para hacerlo. (Mansell, 1995: 1).

Los obstáculos que enfrentan las personas pertenecientes a este sector para obtener créditos mediante instituciones formales han dado origen a múltiples organizaciones de base que ofrecen igualmente servicios de crédito y ahorro, (Villarreal 2004b). Estas entidades han constituido una opción financiera viable para un importante sector de la población que se encuentra fuera de los servicios formales del sistema financiero mexicano. En nuestro país, actualmente existe una gran diversidad de instituciones financieras sociales que buscan atender al sector al que nos referimos, tales como cajas populares, so-ciedades de ahorro y préstamo, cooperativas de ahorro y crédito, uniones de crédito, cajas solidarias, instituciones de microcrédito, instituciones de asistencia privada y organizaciones no gubernamentales financieras. Además existe un importante número de dispositivos de deuda y préstamo que sostienen las vulnerables economías familiares de este sector, entre los que encontramos a prestamis-tas o usureros, tandas, cundinas o rifas y los ahorros, préstamos y regalos entre familiares, (Villarreal, 2000).

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En ese sentido, cabe decir que las personas de escasos recursos sí ahorran, aunque no lo hagan necesariamente en instrumentos del sector financiero formal. Sus métodos de aho-rro incluyen el solicitar a sus patrones que les retengan una parte de su salario, pagar una comisión a una persona por guardarles su dinero, participar con amigos y colegas en asocia-ciones rotacionales de crédito y ahorro (conocidas en México como “tandas”). Otras formas de ahorro incluyen mantener metales preciosos u otros bienes que puedan empeñarse sin problema, tales como monedas de plata, videocaseteras, televisiones y máquinas de coser. También ahorran mediante préstamos a familiares, vecinos y asociados en los negocios y clientes –lo que rara vez se documenta. Además es fácil distinguir si lo invertido en tierra, en un techo nuevo, en gallinas, en cabras o en ganado, por ejemplo, es ahorro, consumo o inversión (Mansell, 1995: 3). Es posible advertir que las microfinanzas se encuentran inmiscuidas en la actividad coti-diana de las personas. Los servicios financieros formales y en especial los informales juegan un papel crucial, si bien poco conocido, en la vida económica de la gente de escasos recursos en México (Mansell, 1995: 4). Sin embargo, la relevancia de los servicios financieros en el sector popular no se acota a la supervivencia diaria, sino que representa una importante oportunidad de desarrollo para este sector. Por lo que hace a la oferta de servicios del sector financiero formal, cabe señalar que las instituciones de crédito o la también denominada banca mexicana han sido privati-zadas en los últimos años hasta quedar casi toda en manos de inversionistas extranjeros. Los costos de los créditos en las instituciones formales en nuestro país son sumamente elevados. Durante 2005, según el diario El Financiero, en su portal electrónico del 25 de enero de 2006, los bancos en México reportaron las ganancias más altas de los últimos 20 años tan sólo por el cobro de las comisiones por los servicios brindados a los usuarios de los servicios financieros. Ahora bien, por lo que hace a la política pública normativa por parte del gobierno de México respecto de las organizaciones financieras populares, cabe precisar en primer lugar que, de acuerdo a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, se contempla en su Artículo 25 que el Estado, como rector del desarrollo nacional, está obligado a planear, orientar, conducir, coordinar y orientar la economía nacional. Para ello el banco central, en los términos que establezcan las leyes y con la intervención de las autoridades competentes, deberá regular los cambios, la intermediación y los servicios financieros en México. Sin embargo, a partir de la década de los noventa, la tendencia de la política pública con relación a la economía nacional ha sido la desregulación. Además se ha caracterizado por una mayor apertura al comercio internacional de bienes, servicios y capitales y el sa-neamiento de las finanzas públicas, entre otros (Cotler, 2003). En tal sentido, la economía nacional ha estado marcada por el auge del libre mercado, a través de todas aquellas socie-dades organizadas con mecanismos que permiten la acumulación de capital.

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Particularmente con relación al sector de ahorro y crédito popular, el gobierno mexi-cano se mantuvo al margen de sus operaciones durante muchos años. Las organizaciones financieras, comúnmente denominadas “cajas populares”, operaron por más de 40 años sin la intervención directa de las autoridades. Sin embargo, en la última década, diversos factores produjeron la intervención del gobierno en el sector. La crisis financiera de 1995 generó necesidades financieras de diversos tipos, sobre todo para la población de bajos recursos. Fue por esto que las cajas populares tuvieron un im-portante auge. Ello trajo las primeras transformaciones en el sector, ya que proliferaron organizaciones con objetivos y prácticas de ahorro y crédito popular diferentes a las tradi-cionalmente promovidas. Estas nuevas organizaciones fueron las cajas populares de corte empresarial, las cuales funcionaron con una lógica más acentuada en actividades comerciales que sociales. Cabe decir que fue en este tipo de organizaciones donde se suscitaron diversos problemas que generaron un efecto dominó para todo el sector de ahorro y crédito popular, que propició un alto descrédito hacia las cajas populares y el sistema financiero mexicano en general (Vizcarra en Villareal, 2004: 289). Pese a lo anterior, un gran número de cajas populares con-tinuaron operando con moderación y una regularidad que se acredita con más de 40 años de historia en estos organismos. Las cajas populares tradicionales cuentan con importantes cualidades, tales como la educación y participación de sus socios. Por otra parte, los problemas suscitados en las cajas populares de corte empresarial, si bien pueden significar, en principio, una deficiente regu-lación y supervisión de estas organizaciones, de ellas se puede recuperar la audacia para lograr mejores rendimientos e incidir en actividades productivas y comerciales. Es importante decir que las cajas populares incentivan el ahorro popular hormiga, que puede incidir en la construcción de un país más autónomo y una economía más sólida; que se respalde más en los recursos propios que en los ajenos (Vizcarra, 2004: 289). En ese sentido, las cajas populares pueden funcionar como un importante blindaje financiero para el país. Los hechos mencionados, junto con la proliferación de organizaciones de ahorro y crédi-to, organizadas en formas jurídicas diferentes, tales como sociedades de ahorro y préstamo, cooperativas, sociedades civiles, cajas solidarias, organizaciones no gubernamentales con actividades de ahorro y crédito, fueron algunos de los elementos que se tomaron en cuenta para comenzar a gestar un nuevo ordenamiento para el sector, con el fin de agrupar, orde-nar y normar el sistema de ahorro y crédito popular y sujetarlos a la regulación y supervi-sión del Estado. Pareciera que frente a la intervención jurídica del sector, que comienza con unas pri-meras modificaciones a disposiciones legales ya existentes, los ajustes sociales, políticos y económicos no terminaron de encontrar su cauce y continuaron buscando alternativas para consolidar el sector y brindarle una oportunidad de desarrollo.

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Se distinguen principalmente tres ámbitos en los que el sector de ahorro y crédito popu-lar fue intervenido: el legislativo, el administrativo y en el mercado. La intervención legislativa en el sector de ahorro y crédito popular consistió en la crea-ción de diversos ordenamientos legales para el sector, tales como la Ley General de Socie-dades Cooperativas, la Ley General de Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito, la Ley de Ahorro y Crédito Popular y finalmente la Ley para Regular las Actividades de las Sociedades Cooperativas de Ahorro y Préstamo. Es importante señalar que los esfuerzos por normar el sector de ahorro y crédito popu-lar se gestaron en dos vertientes. Por un lado, aquella que buscaba mantener la naturaleza de las sociedades cooperativas, estableciendo dentro de la misma Ley General de Sociedades Cooperativas un nuevo capítulo que normara a las cajas populares tanto tradicionales como empresariales. Por el otro, aquella coordinada principalmente por las autoridades finan-cieras, que dio origen a nuevos ordenamientos legales que incorporan nuevas formas de organización y disposiciones legales ajenas al sector social. Si bien en ambos casos existió un acercamiento al sector del ahorro y crédito, la primer iniciativa, que tuvo un acercamiento al sector cooperativo, fue desechada y en la segunda iniciativa, si bien existió un acercamiento por parte de las autoridades financieras del país al sector, los dirigentes de las principales cajas populares que participaron en las mesas de trabajo de la creación de la norma consideraron que fue inadecuado, ya que la autoridad no tenía la intención de tomar en cuenta sus aportes.170

Respecto a las nuevas disposiciones legales se advierte que buscan, entre otros aspectos, regular el funcionamiento y la estructura de las organizaciones de ahorro y crédito popular dedicadas al servicio de captación de recursos y colocación de créditos en niveles sociales populares y establecer mecanismos de coacción para el cumplimiento de dichas normas. Estos ordenamientos legales derivaron en el ejercicio de nuevas facultades por parte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Popular, así como la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y el Comité de Supervisión para normar y supervisar el sector. Es así como a partir de las nuevas encomiendas de estos organismos, se ha suscitado una intervención por parte principalmente de los órganos de la Administración Pública Federal. Finalmente, puede identificarse la injerencia en el mercado del sector de ahorro y cré-dito público a partir de la inserción, en las nuevas disposiciones legales, de figuras para la creación de organismos de derecho privado dedicados a brindar servicios a este sector. Esta transformación en el mercado del sector ha sido acompañada de otros factores, como la creación de los nuevos bancos populares constituidos por tiendas departamentales,

170 Ello en virtud de que durante las mesas de trabajo se revisaba la versión número 5 del proyecto de ley, mientras que al mismo tiempo la autoridad negociaba la versión 8 en la Cámara de Diputados, lo que mostraba un vicio en el proceso de negociación con el sector.

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supermercados y tiendas de electrodomésticos, así como la incorporación de nuevas figuras de sociedades financieras al sistema financiero mexicano a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte: las Sociedades Financieras de Objeto Limitado (Sofoles).171 Estas sociedades se dedican a otorgar créditos para fines específicos, como vivienda, au-tomotriz, crédito al consumo, entre otros. En particular las sociedades financieras de objeto limitado que otorgan créditos al consumo han representado una opción de financiamiento atractiva para los usuarios del sector popular en virtud de que los mecanismos para recibir un crédito son relativamente sencillos. De allí que las Sofoles constituyan una alternativa de financiamiento para el mismo sector de ahorro y crédito popular. Las disposiciones legales de las Sofoles han sido muy cuestionadas, no sólo porque entra-ron en la ley de instituciones bancarias como una excepción a las prohibiciones establecidas en dicha norma para el ejercicio de actividades crediticias, sino además por las facultades legislativas que otorga dicho ordenamiento a la autoridad administrativa, en particular la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, para normar a dichas sociedades. Estas entidades no están reguladas de manera rigurosa, los costos de sus créditos y sus relaciones crediticias tampoco lo están. Las Sofoles utilizan mecanismos de otorgamiento de créditos en los que cobran intereses fijos del crédito que se concede y una comisión para que cualquier usuario sea sujeto de crédito sin necesidad de presentar garantías de dicho crédito. Resulta significativo que, recientemente, algunos medios informativos, en sus versiones electrónicas como Real Estrategy, Milenio y El Universal, han dado cuenta de un importante aumento en la cartera vencida de las Sofoles y Sofomes, así como en el índice de morosidad que reportan. Por otra parte, la cartera total de estas sociedades reporta una disminución en número, así como en el porcentaje de ganancias. Por lo que hace a las organizaciones financieras populares, algunas han resentido de manera directa el impacto de las diversas transformaciones que ha tenido el sector de ahorro y crédito popular, no sólo en términos de competencia, sino principalmente res-pecto a las obligaciones impuestas a través de las nuevas disposiciones legales formuladas por parte de las autoridades para la regulación de algunas organizaciones pertenecientes al sector. Para algunas cajas populares el asumir las nuevas disposiciones significa un importante incremento en sus costos de operación, lo que eventualmente provoca que los servicios que proveen a sus miembros sean más caros.

171 Cabe señalar que posterior a la incorporación de las Sofoles se llevaron a cabo modificaciones a algunas disposiciones legales, que permitieron a las sofoles ampliar el objeto de sus actividades, en las cuales se incluyeron el arrendamiento y el factoraje financiero, dando origen así a las denominadas Sociedades Financieras de Objeto Múltiple (Sofomes).

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Además, algunas organizaciones consideran que las nuevas disposiciones legales no han tomado en cuenta las particularidades propias del sector. Algunas cajas populares han con-siderado que su naturaleza no es la de fungir como intermediarios financieros, no tienen fines estrictamente comerciales y no buscan atender al público en general, por lo que han considerado que sería importante marcar una clara diferencia entre las cajas que persiguen esos intereses y las que no lo hacen, ya que al parecer esta falta de definición afecta direc-tamente a las sociedades cooperativas de ahorro y préstamo que tienen fines diferentes a la intermediación financiera. Un gran número de cajas populares se han visto imposibilitadas a adaptar su organiza-ción, estructura, funcionamiento y mecanismos de operación, entre otros, a los lineamientos de las nuevas normas, ya que esto implicaba un proceso extenso, complejo y costoso.172 Por esa razón, las nuevas disposiciones legales fueron recibidas de diferentes maneras por los actores del sector de ahorro y crédito popular. Algunas organizaciones, las menos, han adoptado la nueva legislación cabalmente, mientras que otras continúan operando al margen de la ley y/o algunas más se han agrupado y movilizado de manera activa para oponerse a lo que consideran una inadecuada regulación para el sector. La Alianza Cooperativista Nacional (ALCONA) fue la única agrupación que propuso una alternativa a la nueva legislación, la cual consistió principalmente en una adición a la ya existente Ley General de Sociedades Cooperativas. La propuesta se sustentó sobre todo en lo que consideran una importante diferencia entre las cajas populares que operan como inter-mediarios financieros y aquellas que operan con los mecanismos tradicionales. Otras organizaciones, como Colmena Milenaria,173 han colaborado con sus miembros brindando información respecto a las nuevas disposiciones legales, sin perder de vista que las instituciones microfinancieras no deben concentrarse sólo en diseñar y operar sistemas financieros adecuados, accesibles y eficaces para la población pobre y excluida, sino en la necesidad de partir de una perspectiva integral con un desempeño financiero de calidad, donde las personas, su mundo, sus necesidades y carencias sean puestas por delante y la actividad financiera sea una oportunidad para construir valores y prácticas sociales, como son el compromiso, la solidaridad, la participación y la organización, componentes de una ciudadanía responsable de su entorno.

172 De acuerdo a las publicaciones de la propia Comisión Nacional Bancaria y de Valores, en el año 2007, después de seis años de haber sido publicada la Ley de Ahorro y Crédito Popular y un año y medio después de haber entrado en vigor, solamente catorce cajas populares, de las aproximadas novecientas que existen, habrían obtenido autorización del gobierno para operar.

173 Red de organizaciones de desarrollo con acciones de ahorro y crédito vinculadas a procesos organizativos y educativos en el medio rural y semi urbano, cuya página web es http://www.colmenamilenaria.org.mx/colmena-milenaria/.

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Diversas movilizaciones dieron origen a encuentros con senadores y diputados del Con-greso de la Unión. Pese a lo anterior, las organizaciones participantes en dichos encuentros han manifestado que el resultado obtenido a la fecha, tanto con la elaboración de la Ley de Ahorro y Crédito Popular, como de la Ley para Regular las Actividades de las Sociedades Cooperativas de Ahorro y Préstamo, no ha atendido las necesidades expresadas en dichos encuentros por parte del sector que representan. Sin embargo, un importante avance para los miembros de ALCONA fue que la Ley para Regular las Actividades de las Sociedades Cooperativas de Ahorro y Préstamo contemplara una excepción para su aplicación, supuesto que ha sido invocado por la organización como un blindaje para que su membrecía pueda mantenerse al margen de una ley que no ha to-mado en cuenta la naturaleza del sector del cual forman parte. No obstante, pese a algunas modificaciones, siguen considerando inadecuada la regulación. Otro importante avance de la movilización de ALCONA fue lograr la representación de la recién creada Confederación de las Sociedades Cooperativas de Ahorro y Préstamo, para lo cual han estado desarrollando una estructura de organización que pueda incluir las ne-cesidades más sentidas del sector, misma que está en proceso de elaboración.

Hallazgos

Para presentar los principales hallazgos de la investigación, a continuación se expone un análisis comparado entre la Caja Cihualpilli de Tonalá, que adoptó las nuevas disposiciones legales, frente a la Caja Popular San Miguel de Tlaquepaque, que ha participado en el movi-miento de oposición a las mismas. Posteriormente se muestran los resultados del análisis comparado entre ambas cajas y la Sofol Crédito Familiar, la cual brinda servicios de crédito al consumo al sector popular. Los indicadores que se utilizaron para realizar el análisis comparado son:

a) Los aspectos jurídicos, entendidos como todas aquellas disposiciones legales y extralegales que integran los marcos normativos de las sociedades estudiadas.

b) Los aspectos asociativos y económicos, analizados a partir de las formas de organización y funcionamiento de las sociedades, así como los servicios que ofrecen las mismas.

Análisis comparado entre la Caja Cihualpilli de Tonalá y la Caja Popular San Miguel de Tlaquepaque

Aspectos jurídicos

Con relación a los aspectos jurídicos es importante resaltar que de acuerdo con sus activi-dades, las cajas populares, como muchos otros actores sociales, se encuentran en cercano

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contacto con una multiplicidad de disposiciones legales y extralegales que las regulan en diferentes escalas y con relación a distintas actividades e integran sus marcos normativos. Asimismo, contrario a lo que comúnmente se cree, las cajas populares tienden a contar con factores como la transparencia en el manejo y operación de los fondos y la sana y correcta auto-supervisión y control, que determinan de manera importante la certeza y prosperidad de las organizaciones. Sin duda al dedicarse a una actividad humana, las cajas populares correrán siempre un riesgo de que se presente una crisis, para lo cual los marcos normativos de las sociedades son un elemento de muchos que pueden contribuir al positivo desarrollo de las organizaciones. Por lo tanto las disposiciones legales que conviven con disposiciones extralegales, como los reglamentos y mecanismos de operación establecidos por la propia organización, consti-tuyen uno de muchos elementos que pueden contribuir al desarrollo de las organizaciones. Ahora bien las disposiciones legales pueden contribuir de manera negativa o positiva, ya que por un lado pueden someter o limitar a las organizaciones y, por otro, conducir y prevenir conflictos en el marco del desarrollo de las propias organizaciones. En el caso de la nueva normatividad dispuesta para algunas organizaciones financieras populares, los gerentes de las dos cajas populares estudiadas coincidieron en que la norma está sofocando al sector. Otra circunstancia importante es que las disposiciones legales pueden ser utilizadas como un símbolo de certeza y seguridad, ello en virtud de que el derecho es un símbolo dotado de fuerza social. Pareciera que es una creencia común que el solo hecho de adoptar una disposición legal y actuar conforme a derecho evitará cualquier problema, en este caso al interior de la organización.

Aspectos asociativos y económicos

Con relación a los aspectos asociativos y económicos resulta interesante que aún frente a la diferencia en tamaño y antigüedad de las organizaciones estudiadas, su organización y funcionamiento sea el mismo. Ello muestra que, en este aspecto, las organizaciones mantie-nen cierta semejanza. Además ambas organizaciones han buscado objetivos similares, como beneficiar me-diante la cultura del ahorro a personas de escasos recursos, mejorando y aumentando sus posibilidades financieras con un costo por debajo de los servicios financieros generalmente ofertados. Un importante hallazgo es que en los dos casos estudiados sus crisis y sus aciertos no han estado relacionados con la existencia de una ley en uno u otro sentido, sino con factores organizacionales tales como la administración de la agrupación con reglamentos claros para el manejo de los recursos y llevar a cabo una constante supervisión y control. Esto se ha

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desarrollado positivamente a partir de la participación activa de los socios y de la educación organizacional, que permite transparentar las organizaciones. Los ordenamientos jurídicos buscan en principio la prevención de un conflicto, y de suscitarse este, disponen los mecanismos para la reparación de los daños y perjuicios. Por lo tanto, más que un ordenamiento jurídico perfecto, la organización y el crecimiento de las cajas populares requieren de un esfuerzo colectivo construido a partir de otros factores. Ahora bien, con relación al crecimiento de las cajas populares, la información revela que frente al crecimiento de las mismas, los servicios y beneficios generales de los socios aumentan. Además, aun cuando las expectativas del crecimiento de ambas sociedades son distintas, en ambos casos el objetivo final es brindar mayores beneficios a los socios. Por otra parte, el caso de la caja popular que adoptó las nuevas disposiciones legales revela una situación significativa: mientras que durante los diez años previos a la adopción de las nuevas normas mantuvo un crecimiento importante, a raíz de los últimos dos años su desarrollo se ha visto estancado. Esto se sustenta en que, a partir de la adopción de la Ley de Ahorro y Crédito Popular, la Caja Cihualpilli de Tonalá ha tenido que asumir importantes costos en la adaptación de su organización y funcionamiento para el cumplimiento de la ley. Ante ello, resulta relevante que después de seis años sólo catorce cajas populares de las aproximadamente seiscientas existentes hayan adoptado las nuevas disposiciones legales. La mayoría de las cajas que no adoptaron la ley argumentan que la transición implica un alto costo que no se está en posibilidades de absorber. Los resultados de haber adoptado las nuevas disposiciones legales no han sido los espe-rados por la Caja Cihualpilli de Tonalá, ya que tras seis años de la publicación de la Ley de Ahorro y Crédito Popular, el gobierno otorgó prórrogas a otras cajas populares, lo que coloca a esta caja en una situación de desventaja competitiva; además considera que el gobierno no ha cumplido con los compromisos asumidos en el proceso de transición. Los altos costos que implican para las cajas de ahorro adecuarse a la nueva normati-vidad fueron reconocidos por diversos sectores: autoridades, académicos, cooperativistas y organizaciones sociales. A partir del reconocimiento de esta realidad, el poder legislativo volvió a reunir al sector y gestionó diversas reformas a la normatividad. Resultado de dicho proceso fue la emisión de la Ley para Regular las Actividades de las Sociedades Cooperativas de Ahorro y Préstamo, que, como ya se ha señalado, pese a ser un nuevo ordenamiento propuesto para el sector, sigue siendo considerado inadecuado para la regulación del sector por un gran número de cajas populares, que a la fecha se encuentran operando al margen de las nuevas disposicio-nes legales, con fundamento en la excepción prevista en dicha norma.

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Análisis comparado entre ambas Cajas Populares y la Sofol Crédito Familiar

Aspectos jurídicos

En cuanto a sus aspectos jurídicos, se resalta que, mientras que se han creado nuevas dispo-siciones legales para las cajas populares, que establecen obligaciones más rigurosas, así como una supervisión más estricta y sanciones para el caso de los incumplimientos, por lo que hace a las Sofoles, su principal regulación no resulta de un proceso legislativo, sino que está a cargo del poder ejecutivo, que emite reglas que pueden modificarse de manera sencilla, en cualquier momento y que atienden únicamente a aspectos de operación y funcionamiento.

Aspectos asociativos y económicos

Con relación a la diferencia de estas organizaciones en los aspectos asociativos y econó-micos, respecto del flujo de dinero, es claro que mientras que en las cajas populares los beneficios económicos se redistribuyen de manera equitativa en los socios/usuarios de la organización, permitiendo su desarrollo individual y colectivo, las Sofoles, mediante una estructura de funcionamiento en la lógica lucrativa, realizan una de las actividades de las cajas populares, con la diferencia de que las ganancias obtenidas se destinan a los accionistas que ofrecen el servicio. En cuanto a la opción de servicios ofrecidos por las cajas populares y las sociedades financieras de objeto limitado, la oferta de las primeras tiene un costo económico menor, pero condicionado a ciertos factores, como el hecho de tener que ahorrar antes de solicitar un préstamo; en cambio en la segunda el crédito se otorga sin mayores condiciones. El principal hallazgo de la investigación es que mientras el grueso de la economía nacio-nal transita hacia una desregulación, las disposiciones legales del sector de ahorro y crédito popular proponen una regulación estricta, lo que muestra una tendencia regulatoria para este sector contraria al resto de las organizaciones económicas. En ese sentido se ha dado un tratamiento diferenciado a las organizaciones dedicadas al ahorro y préstamo o crédito popular, lo que eventualmente cambia las condiciones de operación de las sociedades y, en palabras de los gerentes de las cajas populares, los costos de operación se incrementan. Finalmente los socios o usuarios que reciben los servicios fi-nancieros son los que perciben el incremento en el costo de los servicios. En esa tesitura, las disposiciones legales de algunas organizaciones financieras populares muestran una clara tendencia hacia gravar los servicios de ahorro y crédito popular, frente a la tendencia de la desregulación económica del crédito. Considerando las opiniones de diferentes autores, resulta incomprensible esta tendencia en virtud de las consecuencias que generan en el desarrollo económico los esquemas de ahorro frente al crédito.

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Microfinanzas, desarrollo y derechos humanos

Diversos especialistas, entre ellos Cotler (2003) coinciden en que el ahorro es una estrategia fundamental para el desarrollo económico. Cabe precisar que el concepto de desarrollo ha sido entendido de diferentes formas, dependiendo de la teoría que lo exponga, oscilando en-tre aspectos cualitativos como la calidad de vida y aspectos cuantitativos como el aumento de capital. En ese tenor, la teoría tradicional de desarrollo en los estados liberales entendió por desarrollo el crecimiento económico y el aumento del ingreso. Sin embargo, esta concepción fue ampliamente rebatida, entre otras cosas, por el limitado impacto que podían tener esas condiciones en la vida de las personas, sobre todo de aquellas de escasos recursos. Frente a esta posición, diversos economistas desarrollaron la teoría del desarrollo huma-no, entre los que se encuentra Amartya Sen como su principal exponente. Esta teoría busca que por medio del desarrollo social y económico se mejore la calidad de vida y la libertad individual de cada persona; el aumento de ingresos es sólo uno de muchos otros factores a través de los cuales las personas pueden tener una mejor calidad de vida. Para evaluar los resultados que han tenido las políticas de desarrollo social y económico en el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, la teoría del desarrollo humano parte de la noción de capacidades humanas, entendidas como el conjunto de características de lo que una persona puede ser y hacer con los recursos con los que cuenta (Ballesteros, 2009: 9). Teniendo en el centro a la persona, la teoría referida busca dotarla de lo necesario para que pueda elegir el proyecto de vida que más valore, como un reflejo de la libertad que tiene para escoger entre diferentes formas de vivir (Ballesteros 2009). En esa tesitura, el desarrollo es una condición que puede ser entendida en diferentes niveles: individual, social, estatal o internacional. Para analizar la relación entre los hallazgos de la investigación, la teoría del desarrollo humano y los derechos humanos, resulta de mucha importancia exponer los diferentes es-quemas de relaciones que pueden derivarse de la interacción de los miembros o usuarios de servicios financieros con las organizaciones financieras populares estudiadas. Primero cabe resaltar que después de las experiencias de la crisis bancaria y la crisis en el sector de ahorro y crédito popular, podemos señalar que el ahorro es una herramienta de desarrollo en la economía de las personas de escasos recursos, en virtud de la importancia que adquiere para ellas, así como del empoderamiento que logran a partir de esta actividad. Sin embargo, el crédito es un mecanismo que se ha popularizado no sólo en la economía de nuestro país sino también en el ámbito internacional. La deuda presupone una obligación con relación a alguien. Esta relación implica que una persona tenga prerrogativas sobre otra. Diversas relaciones de poder resultan de la deuda

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y los diferentes elementos y mecanismos que se suscitan a partir de ella. Estas relaciones comúnmente interactúan con mecanismos de coacción que no atienden sólo los aspectos fi-nancieros de las relaciones expuestas, sino que profundizan en una multiplicidad de campos. En el caso de las organizaciones financieras populares estudiadas, las relaciones de deu-da varían dependiendo de su organización y funcionamiento. Mientras que en las sociedades financieras de objeto limitado se generan relaciones de subordinación entre la empresa (sus accionistas) y el cliente, en las cajas populares las relaciones se dan en dos vías, ya que a la vez que un socio se subordina a la organización, sigue siendo dueño de la misma en una parte proporcional y recibe las utilidades derivadas de ella. Por lo tanto, la forma de organización y funcionamiento de las organizaciones financie-ras populares, que busca ser regulada por las nuevas disposiciones legales, en buena medida determinará las relaciones que se producen a través de las actividades de dichas sociedades con sus miembros y/o usuarios, así como las condiciones de las mismas. Por lo tanto es importante destacar que si bien el crédito se ha popularizado como un estrategia de desarrollo económico que permite mejorar la calidad de vida mediante un ser-vicio que implica un costo que tendrá que cubrirse en un momento determinado, no hay que perder de vista que las condiciones de cada crédito determinarán la calidad de las relaciones que se generen alrededor de esta estrategia y determinarán por lo tanto las capacidades de cada persona de utilizar el crédito como una estrategia de desarrollo o, por el contrario, colocarse en una posición de desventaja y vulnerabilidad. Es aquí donde resulta importante el análisis del tema que nos ocupa desde la óptica de los derechos humanos, cuyo desarrollo en la comunidad internacional se ha dado a partir del reconocimiento de los estados miembros de un catálogo de derechos centrados en la dignidad humana, libertad, igualdad y no discriminación, principalmente. Tal reconocimiento se fue gestando históricamente por etapas, siendo la primera ge-neración aquella relativa a los derechos civiles y políticos; la segunda, relacionada con los derechos económicos, sociales y culturales; y la tercera, relacionada con la protección al medio ambiente, el desarrollo económico de los pueblos, el derecho a la paz, a los recursos naturales, al patrimonio cultural y artístico, etcétera. Cabe precisar que si bien la referida clasificación es benéfica en términos didácticos, existe una estrecha relación entre la vigencia de los derechos catalogados en las diferentes generaciones, por lo que constituyen un todo indisoluble que exige una tutela y promoción permanente con el objeto de lograr su vigencia plena (Carbonell, 2009). Si lanzamos una vista hacia atrás nos resultará evidente el desarrollo y posicionamiento que han tenido los derechos humanos respecto de hace veinte, treinta o cincuenta años. Hoy día contamos con una serie de acuerdos internacionales de los cuales son parte una multi-plicidad de países. Contamos con un sistema internacional y diversos sistemas regionales de protección de derechos humanos.

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En el ámbito nacional podemos apreciar una armonización legislativa y la construcción de diversas instituciones del Estado, mecanismos y organizaciones de la sociedad civil tra-bajando en el movimiento de derechos humanos y en general una sociedad más consciente del contenido y materialización de los derechos humanos. Sin embargo, existen aún importantes desafíos en los ámbitos internacional, regional, nacional, estatal y local respecto al desarrollo de los derechos humanos, desde su promoción y prevención hasta la investigación, sanción y reparación de las violaciones de los mismos, que permitan lograr el ideal de la vigencia de los principios en ellos consagrados. En los países en vías de desarrollo, los mecanismos que se han diseñado e implementado para la promoción y prevención, así como la investigación, sanción y reparación de las violaciones a los derechos humanos, son aún incipientes y, en la mayoría de los casos, no arrojan resultados contundentes. El desarrollo de los derechos humanos comúnmente se en-cuentra relegado de las agendas de los estados y presenta un importante desafío en cuanto a su integración en las políticas públicas, el quehacer gubernamental y las actividades de la sociedad en general. En esa tesitura, como la planteara María Fernanda Ballesteros (2009), la introducción de los derechos humanos en los procesos de desarrollo debe verse como una ventaja tanto para la teoría de desarrollo humano como para la exigibilidad de los derechos económicos, sociales y culturales. La autora plantea que esto es así debido a que, por un lado, los derechos establecidos en tratados internacionales son una base objetiva de las acciones que debe emprender un Estado para el desarrollo de la teoría de desarrollo humano, que dan una mayor legitimidad a los objetivos de una política pública y empodera a los beneficiarios, ya que no se trata de una concesión, sino de una obligación estatal contenida en acuerdos internacionales de los cuales México es parte. Asimismo, el enfoque del desarrollo basado en derechos es un enfoque más pragmático y aplicado que demuestra cómo pueden ser integrados los derechos humanos en el trabajo de quienes realizan políticas públicas. De esta forma, la integración de la teoría del desarrollo humano con los derechos humanos da una opción de cumplimiento de los derechos econó-micos, sociales y culturales, cuya falta de justiciabilidad ha sido un problema reconocido para su exigencia y eficacia (Ballesteros 2009). La autora dice que la gran aportación de este enfoque es que propicia que se concilien las ideas de quienes crean las políticas de desarrollo y quienes exigen el cumplimiento de derechos relacionados con este, y además permite que la naturaleza de cada disciplina for-talezca las debilidades de la otra. Por ello la adopción de un modelo de desarrollo y derechos humanos debe ser vista como un nuevo enfoque de política social en un Estado de derecho, un enfoque que descansa en la libertad y dignidad humana como medio y fin de las políticas de desarrollo (Ballesteros 2009).

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En esa misma tesitura se dio el nombramiento de Kofi Annan como secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), mismo que significó un importante even-to para el desarrollo de los derechos humanos, ya que planteó su integración en todas las actividades de la organización. Aunado a lo anterior, en el marco de los trabajos de la ONU, en 2000 los estados miem-bros asumieron el compromiso de reducir la pobreza en un 50 por ciento para el año 2015, así como la reducción de diversos indicadores de pobreza, tales como erradicar la pobreza extrema y el hambre; promover la educación universal, la igualdad entre géneros, la re-ducción de la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir el VIH, apoyar la sostenibilidad del medio ambiente y fomentar una asociación universal. Tales compromisos son conocidos como la Declaración del Milenio. Entre los avances de dicho documento se encuentra precisamente que los países miembros lograron plasmar objetivos concretos, los cuales denominaron Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y proporcionaron un marco para que todo el sistema de la ONU trabaje coherentemente y en conjunto para la consecución de un fin común. La ONU ha utilizado algunos de sus meca-nismos, como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, para alcanzar dichos objetivos. Sin embargo el sistema internacional tiene sus límites y suele verse rebasado por la realidad de cada país. En ese contexto, Muhammad Yunus, premio Nobel de la Paz 2006, señaló que:

el microcrédito puede jugar un papel vital en el logro de la [Meta de Desarrollo del Milenio]. La tecnología de la información apoyada con microcrédito puede ser una poderosa fuerza para sacar de la pobreza a la mitad de los pobres hasta el año 2015174

Conclusión

Diversos autores sostienen que el sistema financiero en el marco del capitalismo se encuen-tra en crisis. Además existen numerosas muestras que lo hacen evidente. El caso más recien-te ha sido la crisis estadounidense con la cual perdieron sus viviendas un gran número de personas de Estados Unidos. Este es uno de los casos en los que ha quedado de manifiesto la condición de vulnerabilidad que puede generar este sistema para personas de escasos recursos. La crisis parece tan compleja que en principio nos deja inmóviles, pero también nos presenta una oportunidad de repensar las reglas del juego y buscar nuevas alternativas para rediseñarlo desde una perspectiva que integre las diferentes variables de desarrollo de nuestro momento histórico.

174 Consultado en http://www.grameen-info.org/bank/expandingmicro.html el 07 de julio de 2007.

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Los diferentes discursos en torno al uso de las microfinanzas como medio de desarrollo para las personas de escasos recursos han revelado los grandes beneficios que tienen las organizaciones microfinancieras con relación al desarrollo económico y la calidad de vida que pueden propiciar. Respecto a ese mismo tema, diversos autores coinciden en que los ordenamientos legales y extralegales, basados en disposiciones gubernamentales, códigos económicos, sociales y culturales o en la costumbre, juegan un papel fundamental para el desarrollo de este sector. El análisis comparativo en los aspectos jurídicos, asociativos y económicos de las organi-zaciones financieras populares estudiadas en la investigación que aquí se expone, da cuenta de que, en el caso mexicano, los diferentes esquemas de regulación de las organizaciones fi-nancieras populares presentan criterios desiguales que guardan una relación directa con las posibilidades de desarrollo para cada organización de ahorro y crédito popular y acarrean consecuencias en la oferta de servicios de las personas de escasos recursos que participan en la oferta de este sector. Hernando de Soto (2001) mencionó que quizá el problema de la falta de desarrollo económico para algún porcentaje de la población se deriva de que se ha olvidado la forma en cómo los países desarrollados incorporaron sus sistemas legales y extralegales, dando posibilidad así a gran parte de la población de acceder al desarrollo económico. Frente a ello, resulta importante cuestionar si los formuladores de la política pública normativa por parte del gobierno mexicano han olvidado la importancia que tienen los sistemas legales y extralegales en el desarrollo económico, o por lo contrario lo tienen muy claro y bajo esa circunstancia logran reproducir el apartheid de una campana de vidrio que brinda beneficios a un porcentaje muy pequeño de la población que interactúa en el sistema capitalista. Por otra parte, si bien ha sido criterio de diversos organismos internacionales que el desarrollo de los derechos económicos, sociales y culturales, así como de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, guarda estrecha relación con las posibilidades económicas de estos países, poco ha sido abordado respecto a la implementación de políticas públicas que no están relacionadas con el ejercicio de recursos públicos. Al respecto hemos dicho que corresponde al Estado la obligación de regular la activi-dad económica nacional a fin de garantizar su desarrollo, integridad y sustentabilidad. Sin embargo la sola expedición de normas que busquen regular al sector de ahorro y crédito popular no garantiza tales condiciones. Esto queda ejemplificado con los casos de las dos cajas populares estudiadas, ya que ha quedado de manifiesto que sus crisis y sus aciertos no han estado relacionados con la existencia de una ley en uno u otro sentido, sino con factores organizacionales tales como la administración de la agrupación con reglamentos claros para el manejo de los recursos y llevar a cabo una constante supervisión y control. Esto se ha desarrollado de manera po-

340

MicrofinAnzAs, norMAtiVidAd, desArroLLo y derechos huMAnos

sitiva a partir de la participación activa de los socios y de la educación organizacional, que permite transparentar las organizaciones. Ahora bien, con fundamento en las atribuciones que han sido expuestas, el Estado tiene la posibilidad de articular una política pública normativa para el sector de ahorro y crédito popular, que contribuya al fortalecimiento equitativo de las organizaciones financieras per-tenecientes al sector. En ese sentido, un escenario más equitativo en la regulación de la organización y fun-cionamiento de las sociedades pertenecientes al sector, contribuiría a que su desarrollo beneficiara a sus miembros y/o usuarios, aportándoles mayores servicios y menores costos en los mismos, fruto de una competencia leal en el mercado y su sana autorregulación. Esto representa una importante alternativa para favorecer el desarrollo económico y social basado en las capacidades de las personas de hacer un uso eficiente de recursos, que beneficie la calidad de vida y la libertad individual. Además es una importante y novedosa vía para construir un andamiaje para el desa-rrollo de los derechos humanos, principalmente para los derechos económicos, sociales y culturales. Esto es así, ya que no recarga las obligaciones contraídas por los estados en los acuerdos internacionales en materia de derechos humanos, en una política pública por com-pleto dependiente de la actividad del Estado, sus posibilidades y recursos, sino que se trata de una articulación con organizaciones de la sociedad que ya existen. En ese sentido, se reafirma lo señalado por Albert Hishman175 respecto a que el desarrollo no depende tanto de los recursos y factores de producción, sino de descubrir los recursos y habilidades que están escondidos, dispersos o mal utilizados. De ahí que una mejor articulación en la política pública del sector de ahorro y crédito popular, en particular de los aspectos normativos, constituiría un descubrimiento de recur-sos y habilidades que se encuentran ya integradas en la sociedad, que sólo significaría su revaloración y que, en última instancia, otorgaría importantes beneficios a los miembros y/o usuarios de las organizaciones del sector de ahorro y crédito popular con relación a su propio desarrollo.

175 En De Soto (2001).

341

gLosArio de sigLAs y AcróniMos

Glosario de siglas y acrónimos

ADEMI Asociación para el Desarrollo de MicroempresasALCONA Alianza Cooperativista NacionalAMUCSS Asociación Mexicana de Uniones de Crédito del Sector SocialASCA Accumulating Savings and Credit Association Asociación de Ahorro Acumulativo y CréditoBanxico Banco de MéxicoBBVA Banco Bilbao Vizcaya ArgentariaCAME Centro de Apoyo al Micro EmpresarioCGAP Consultative Group to Assist the Poorest Grupo Consultivo para la Ayuda a los Más PobresCIDE Centro de Investigación y Docencia EconómicaCIESAS Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología SocialCNBV Comisión Nacional Bancaria de ValoresCNC Confederación Nacional CampesinaCNPR Confederación Nacional de Propietarios RuralesCOMUCAFI Cooperativa de Mujeres Cafetaleras IndependientesCONAPO Consejo Nacional de PoblaciónCONEVAL Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo SocialDFS Decentralized Financial Services Servicios Financieros DescentralizadosENAMIN Encuesta Nacional de MicronegociosFIDA Fondo Internacional de Desarrollo AgrícolaFINCA Foundation for International Community Asistance Fundación para la Asistencia de la Comunidad InternacionalFMI Fondo Monetario Internacional FOVISSSTE Fondo de la Vivienda del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del EstadoFSDK Financial Sector Deepening, Kenya Profundización del Sector Financiero, Kenia HSBC Hong Kong Shanghai Banking CorporationIMF Instituciones Microfinancieras INEGI Instituto Nacional de Estadística y GeografíaINFONAVIT Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los TrabajadoresIRDP Integrated Rural Development Program Programa Integrado de Desarrollo RuralKREP Kenya Rural Enterprise Programme Programa de Empresas Rurales de KeniaLACP Ley de Ahorro y Crédito PopularNABARD National Bank for Agriculture and Rural Development Banco Nacional de Desarrollo Rural y AgrícolaNREGS National Rural Employment Guarantee Scheme Esquema Nacional de Garantía del Empleo RuralOIT Organización Internacional del TrabajoODM Objetivos de Desarrollo del MilenioOMF Organización MicrofinancieraONG Organización No Gubernamental

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gLosArio de sigLAs y AcróniMos

ONU Organización de las Naciones UnidasPAE Programa de Ajuste EstructuralPIB Producto Interno BrutoPNUD Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo o UNDP, United Nations Development ProgrammePRI Partido Revolucionario InstitucionalProcampo Programa de Apoyos Directos al CampoPRONAFIM Programa Nacional de Financiamiento al MicroempresarioPYME Pequeña y mediana empresaRBI Reserve Bank of India Banco Central de La IndiaROSCA Rotating Savings and Credit Associations Asociación Rotativa de Ahorro y CréditoSACP Sociedades de Ahorro y Préstamo PopularSAGARPA Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación)SAP Sociedades de Ahorro y PréstamoSEDESOL Secretaría de Desarrollo SocialSFP Sociedades Financieras PopularesSHCP Secretaría de Hacienda y Crédito PúblicoSHG Self-Help-Groups Grupos de AutoayudaSIFRA Sistema de Financiamiento Rural AlternativoSMB Rural Sistema de Microbancos RuralesSMG Caja Popular Santa María de GuadalupeSOFOL Sociedad Financiera de Objeto LimitadoSOFOM Sociedad Financiera de Objeto MúltipleUNACH Universidad Autónoma de ChiapasUNICEF United Nations Children´s Fund Fondo de las Naciones Unidas para la InfanciaUSAID United States Agency for International Development Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo InternacionalVSLA Village Savings and Loans Association Asociación Aldeana de Ahorro y PréstamoWCG Welfare Clan Groups Grupo / Clan de BienestarWDP Women’s Development Program Programa para el Desarrollo de la Mujeres

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agosto de 2009.Proyecto de Decreto que crea la Ley de las Sociedades Cooperativas de Servicios Financieros.Reglas Prudenciales emitidas por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores.Diario Oficial de la Federación, 14 de junio de 1993, Reglas Generales a las que deberán de sujetarse las socie-dades a que se refiere la fracción IV del artículo 103 de la Ley de Instituciones de Crédito.

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Datos de los autores

Lourdes del Carmen Angulo Salazar. Profesora-investigadora de la Universidad Pedagógica Nacional Unidad Guadalajara. Es maestra en Antropología y doctora en Ciencias Sociales por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) Occidente. En 2009 realizó una estancia posdoctoral en el proyecto Microfinanzas rurales y empleo (Rural Microfinances and Employment, RUME), realizado con la colaboración de CIESAS Occidente y el Institute of Research for Development (IRD). Sus principales áreas de interés son microfinanzas, género, políticas sociales y mujeres rurales.

Correo electrónico: [email protected] Mónica T. Ballescá Ramírez. Economista, maestra en Estudios Latinoamericanos y doctora en Ciencias

Sociales por la Universidad de Guadalajara (U. de G.). Experiencia docente en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) y es profesora de la misma U. de G., con investigación en áreas del sistema financiero. En el ámbito laboral, ha sido corresponsal del área económica para México de la agencia inglesa Thomson Reuters, ha sido directora general de proyectos de política pública y directora general de planeación en la Secretaría de Promoción Económica del Gobierno del Estado de Jalisco.

Correo electrónico: [email protected] Fouillet es profesor de economía en la ESSCA Escuela de gestión. Le interesa la geografía económica

de las prácticas monetarias y financieras y seguir la trayectoria de las ideas y las ideologías políticas del desarrollo. Es investigador asociado en el Programa de Estudios del Sur de Asia Contemporánea de la Universidad de Oxford. Y es miembro del proyecto ANR les Sud Rural Microfinance and employment (RUME, IEDES, París I/ Sorbonne). Sus trabajos más recientes incluyen “Spatial dimensions of the financial sector in Kenya 2006-2009” (2011, FSD Kenya) and “Profit empowerment: The microfinance institution’s Mission Drift” (2010, Perspectives on Global Development and Technology).

Correo electrónico: [email protected] Guérin. Es investigadora asociada en la Unidad de Investigación Desarrollo y Sociedades (París 1

Sorbonne / Instituto de Investigación para el Desarrollo), Francia. Es economista especializada en créditos y mercados de trabajo. Sus áreas de interés incluyen el trabajo atado a deudas, finanzas informales y microfinanzas, particularmente centrado en el Sur de La India y oeste y norte de África. Ella publica en revistas de estudios del desarrollo tales como World Development, Journal of International Development, Development and Change. Su último libro es un volumen editado India’s unfree workforce. Old and new practices of labour bondage, Nueva Delhi, Oxford University Press (2009), con Jan Breman y Prakash Aseem.

Correo electrónico: [email protected] Guzmán Gómez. Trabajó en la Cooperativa de Mujeres Cafetaleras Independientes SC de RL y

es doctora en Desarrollo Rural en la Universidad Metropolitana-Xochimilco. En los últimos once años se he enfocado, tanto en la práctica como en la investigación, en cooperativismo y finanzas sociales.

Correo electrónico: [email protected] Johnson. Economista, profesora de Desarrollo Internacional en la Universidad de Bath, Reino Unido,

desde 1997. Ha investigado y escrito ampliamente en el campo de las microfinanzas y la inclusión financiera, centrándose en la evaluación del impacto y de género así como en el análisis del desarrollo institucional de los mercados financieros locales.

Correo electrónico: [email protected]

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Naila Kabeer. Doctora en Economía por el London School of Economics y Profesora de Estudios del Desarrollo en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres. Ha trabajado con una amplia gama de gobiernos y agencias multilaterales en cuanto a formas prácticas de integración de género y análisis social en la elaboración de planes y políticas. Fue integrante del equipo consultor académico del Imp-Act Programme el cual realizó la evaluación de impacto de 30 organizaciones de microfinanzas, y es coautora en su publicación: Money with a Mission: Microfinance and Poverty Reduction (Intermediate Technology Development Group). Entre sus libros, sobresale: Transversalización de Género en la Erradicación de la Pobreza y las Metas de Desarrollo del Milenio, y Reversed Realities, Gender Hierarchies in Development Thought, además de diversos artículos sobre microfinanzas, incluyendo “Conflicts over credit: Re-evaluating the empowerment potential of loans to women in rural Bangladesh” (World Development, 2001).

Correo electrónico: [email protected] Sangaré‰. Tiene Doctorado en economía. Actualmente es asistente de profesor en el Instituto de

Estudios Políticos de Toulouse, Francia. Las publicaciones y temas con los que ha participado en congresos versan sobre las limitaciones de financiamiento de las instituciones de microfinanzas y su vínculo con la calidad de los servicios, la crisis y sobreendeudamiento de las instituciones de microfinanzas.

Correo electrónico: e-mail: [email protected] Kumar. Es investigador y trabajador social. Ha estado involucrado por más de diez años en el ámbito

de las ONG’s en el sur de La República de la India donde ha seguido la evolución de este sector, desde su emergencia hasta su profesionalización e internacionalización. Preocupado por la distancia entre la investigación y la acción, se ha involucrado en la investigación aplicada, en asociación con el Instituto Francés de Pondichery, sin dejar de estar involucrado en el sector del voluntariado como trabajador social.

Correo electrónico: [email protected] Nino-Zarazúa. Tiene estudios de doctorado por la Universidad de Bath, el título de su tesis fue

“Servicios financieros en áreas de bajos ingresos de la Ciudad de México: desde el acceso físico al uso efectivo”, donde analiza el acceso a los servicios financieros de los hogares pobres del Valle de Chalco. Actualmente es Director de Desarrollo de Productos para una empresa privada de microfinanzas en México.

Correo electrónico: [email protected] Malkamaki. Ha trabajado por más de diez años con grupos de ahorro informal en Kenya

con MicroSave y Decentralised Financial Services (DFS). Actualmente realiza investigación dentro de estos grupos para el Financial Sector Deepening Kenya, mientra realiza sus estudios doctorales en la Universidad de Bath.

Correo electrónico: [email protected]ène Morvant-Roux. Tiene un Doctorado en Economía (Universidad Lyon 2), realizó una estancia

posdoctoral como investigadora asociada en el Institut de Recherches pour le Développement, France. Sus intereses de investigación incluyen microfinanzas en áreas rurales, especialmente el financiamiento para actividades agrícolas, deuda, instituciones sociales y migración. Ha realizado investigaciones en México, Marruecos, Togo, Guinea y Madagascar.

Thierry Pairault. Es socio-economista y sinólogo, Investigador Emérito en el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia e investigador emérito del Centre d’Etudes sur la Chine et moderne Contemporánea en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, donde imparte un seminario sobre economía y sociedad china. Es vice-presidente de la Academia Europea de Geopolítica. Ha publicado numerosos libros y artículos en revistas especializadas en temas socioeconómicos relacionados con China.

Correo electrónico: [email protected].

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Katharine Rankin. Es profesora asociada en el Departamento de Geografía de la Universidad de Toronto. Sus antecedentes de formación teórica y práctica han sido la antropología feminista y la interdisciplinariedad, los estudios críticos del desarrollo, la teoría de la planificación y el desarrollo comunitario así como los movimientos comunitarios en Estados Unidos. Ha realizado estudios sobre la formación de mercados, economía y subjetividades, polarización social en Nepal, Vietnam y Toronto, Canadá. Otros temas de interés en investigación son las articulaciones económico-culturales, economías diversas y políticas de planificación y desarrollo.

Correo electrónico: [email protected] Rodríguez Solís. Obtuvo su Licenciatura en Sociología de la Universidad de Guadalajara en

2010 y actualmente estudia el Doctorado Integral en Antropología Social en su fase de maestría en El Colegio de Michoacán. Desde 2009 forma parte del equipo de investigación del proyecto Microfinanzas Rurales y Empleo (Rural Microfinances and Employment, RUME), realizado con la colaboración de CIESAS Occidente y el Institute of Research for Development (IRD), en la región de Autlán y El Grullo Jalisco. Sus temas de interés son el trabajo asalariado agrícola y las prácticas financieras.

Correo electrónico: [email protected] Roesch. Tiene un doctorado en Agro-Economía por la Universidad de Montpellier. Cuenta con amplia

experiencia en investigación en África, La República de la India y Marruecos. Sus temas de interés son los aspectos socioeconómicos de las finanzas agrícolas, las microfinanzas y la economía rural a nivel de los hogares y el sobre-endeudamiento. Actualmente es investigador del Centre International de Recherche pour le Developpement (CIRAD), de Montpellier, Francia.

Correo electrónico: [email protected]ía Eugenia Santana Echeagaray. Antropóloga Social con especialidad en Antropología Económica.

Doctorada por el CIESAS Unidad Occidente (2004-2008) y profesora de Tiempo Completo en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Chiapas, desde 1991 a la fecha. Trabajo social y trabajo de campo con mujeres indígenas de Chiapas desde 1983. Diversas publicaciones sobre género, dinero comunitario y economía solidaria.

Correo electrónico: [email protected] Shakya. Es Directora de Investigación y Evaluación de Access Alliance Multicultural Health

and Comunity Services, organización sin fines de lucro que trabaja para mejorar la salud de los grupos más vulnerables de Toronto, Canadá: migrantes, refugiados y sus comunidades. Sus intereses de investigación incluyen planificación comunitaria y vecinal, reducción de la pobreza y determinantes de la salud de migrantes y refugiados, incluyendo seguridad en los ingresos, vivienda y acceso a servicios de salud. Ha realizado investigación en Nepal, Vietnam y Canadá.

Correo electrónico: [email protected] Annabelle Sulmont. Actualmente trabaja como consultora independiente en Microfinanzas y Microseguros

–sector en el cual viene realizando estudios socioeconómicos desde hace cinco años. Cursa paralelamente un doctorado en Ciencias Sociales (Universidad Paris 1 Panthéon Sorbonne - Institut d’Etudes du Développement Economique et Social). Es licenciada en Ciencias Políticas (Sciences Po Lyon, Francia) y Maestra en Antropología del Desarrollo (Universidad de Provence – Francia).

Correo electrónico: [email protected] Sofía Torres Menchaca. Actualmente cursa el segundo año de Maestría en Derecho Constitucional y

Derechos Humanos en la Universidad Panamericana, Ciudad de México. Es licenciada en Derecho por el ITESO. Ha investigado sobre Microfinanzas, Antropología Jurídica y Derechos Humanos. Trabajó en la firma de abogados Baker & Mckenzie, las

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Comisiones Interamericana y Nacional de Derechos Humanos y el Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos. Actualmente es directora de una empresa de consultoría en ingeniería legal estratégica.

Correo electrónico: [email protected] Venkatasubramanian. Sociólogo de formación, ha sido investigador asociado del French Institute of

Pondicherry en La India por más de quince años donde se ha formado en otras disciplinas, especialmente la economía y la geografía. Es sobre todo un investigador de campo y ha trabajado en una gran cantidad de temas. En los últimos años se ha especializado en el desarrollo rural, el rol de las ONG’s y, particularmente, de las organizaciones de microfinanzas en la erradicación de la pobreza.

Correo electrónico: [email protected] Villarreal. Doctorada en Antropología por la Universidad de Wageningen en Holanda y

Profesora e Investigadora de CIESAS Occidente. Sus áreas de interés principales son: Antropología del dinero y la deuda, Diferenciación social (en particular de género, nacionalidad, raza y generación), y migración internacional desde la perspectiva centrada en el actor. Sus libros más recientes son Antropología de la Deuda: Crédito, Ahorro, Fiado y Prestado en las Finanzas Cotidianas, y Mujeres, Finanzas Sociales y Violencia Económica en Zonas Marginadas de Guadalajara. Ha publicado además una gran cantidad de artículos y capítulos de libros sobre los temas: mujeres rurales, prácticas financieras y marcos de calculabilidad.

Correo electrónico: [email protected] Ann Vooris. Obtuvo su licenciatura (Estudios de género/Escritura Creativa) de Bucknell University

en 2009. Actualmente es estudiante de doctorado en Estudios de Mujeres en la Universidad de Maryland, College Park. Sus temas de interés en investigación son familias de lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT) y paterninad/maternidad, especialmente asuntos de identidad, parentesco y políticas reproductivas. También es poeta y escribe comentarios editoriales en el blog Bucknell http://theafterwordatbucknell.wordpress.com.

Correo electrónico: [email protected].

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Las microfinanzas en los intersticios del desarrollo:cálculos, normatividades y malabarismos

Se terminó de imprimir en los talleres deGrafisma editores S.A. de C.V.

Jaime Nunó 670 / Col. Santa Teresita, Guadalajara, Jalisco,en noviembre de 2012.

El tiraje fue de 1,000 ejemplares más sobrantes de reposición.En su elaboración se empleó la familia tipofráfica Garamond condensada.

El cuidado de la presente edición estuvo a cargo de las coordinadoras.

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