[2012] Estructuras de madera en el tratado de Arquitectura de fray Lorenzo de san Nicolás, en La...

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97 Fundamentos histórico-artísticos ESTRUCTURAS DE MADERA EN EL TRATADO DE ARQUITECTURA DE FRAY LORENZO DE SAN NICOLÁS Félix Díaz Moreno Departamento de Historia del Arte II Universidad Complutense de Madrid Viene siendo habitual que cuando se hace referencia a la carpintería de lo blanco, rápidamen- te nuestra imaginación se instala en esas armaduras que hoy decoran muchas de las iglesias y palacios de la península y que con el paso de los años se han convertido, por méritos propios, en una de las facetas más valoradas y originales de nuestro arte. La muestra más deslumbrante de este tipo de carpintería son sin lugar a dudas las armaduras de lazo cuyo trazado y cons- trucción requería de una serie de fundamentos técnicos que durante mucho tiempo se habían antojado inescrutables debido a sus laboriosas estructuras de madera cuyas formas, cortes y tramas geométricas acababan resultando una de sus características consustanciales. Este tipo de armaduras desempeñan un doble cometido, el puramente funcional al cubrir espacios, más o menos significativos, y a su vez presentar al espectador una riqueza decorativa y material difícilmente parangonable, imagen que por otro lado era un fiel reflejo de la intencionalidad de sus promotores. Estos armazones cuya dificultad, materiales y acabados han sido objeto de un cada vez mayor número de estudios, han acabado por oscurecer otro tipo de entramados en madera, que siendo imprescindibles en la conformación de cualquier edificio permanecen ocultas a miradas ajenas y que sin embargo cuando se muestran, lejos de admirar su construc- ción, anuncian graves problemas. Tan poco gratificante panorama será al que nosotros prestaremos atención, teniendo como hilo conductor un afamado texto de nuestra Edad Moderna y a un no menos acreditado arquitecto, nos referimos al agustino recoleto fray Lorenzo de san Nicolás y su tratado Arte y vso de Architectvra.

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ESTRUCTURAS DE MADERA EN EL TRATADO DE ARQUITECTURA DE

FRAY LORENZO DE SAN NICOLÁSFélix Díaz Moreno

Departamento de Historia del Arte IIUniversidad Complutense de Madrid

Viene siendo habitual que cuando se hace referencia a la carpintería de lo blanco, rápidamen-te nuestra imaginación se instala en esas armaduras que hoy decoran muchas de las iglesias y palacios de la península y que con el paso de los años se han convertido, por méritos propios, en una de las facetas más valoradas y originales de nuestro arte. La muestra más deslumbrante de este tipo de carpintería son sin lugar a dudas las armaduras de lazo cuyo trazado y cons-trucción requería de una serie de fundamentos técnicos que durante mucho tiempo se habían antojado inescrutables debido a sus laboriosas estructuras de madera cuyas formas, cortes y tramas geométricas acababan resultando una de sus características consustanciales. Este tipo de armaduras desempeñan un doble cometido, el puramente funcional al cubrir espacios, más o menos significativos, y a su vez presentar al espectador una riqueza decorativa y material difícilmente parangonable, imagen que por otro lado era un fiel reflejo de la intencionalidad de sus promotores. Estos armazones cuya dificultad, materiales y acabados han sido objeto de un cada vez mayor número de estudios, han acabado por oscurecer otro tipo de entramados en madera, que siendo imprescindibles en la conformación de cualquier edificio permanecen ocultas a miradas ajenas y que sin embargo cuando se muestran, lejos de admirar su construc-ción, anuncian graves problemas.

Tan poco gratificante panorama será al que nosotros prestaremos atención, teniendo como hilo conductor un afamado texto de nuestra Edad Moderna y a un no menos acreditado arquitecto, nos referimos al agustino recoleto fray Lorenzo de san Nicolás y su tratado Arte y vso de Architectvra.

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Ante esta aseveración y de forma inmediata suele surgir un primer planteamiento que es-taría en conexión sobre qué clase de conocimientos podía sustentar un tratado de arquitectura con respecto a un campo aparentemente tan alejado del mismo; una impetuosa e irreflexiva respuesta a tal interrogante no haría sino ahondar en uno de los errores más comunes que ha desestimado o minimizado reiteradamente la validez de estos textos con respecto a la carpinte-ría. Podemos avanzar, sin embargo, que la importancia que concedió el agustino a los procesos de construcción donde intervenía el uso y transformación de la madera resultan desahogados, tanto en técnicas como en presupuestos teóricos, muchos de los cuales no eran sino derivacio-nes de una asentada y difundida tradición anterior.

Si bien está fuera de toda duda el exhaustivo dominio que fray Lorenzo atesoraba sobre los textos artísticos más sobresalientes en la materia, desde Vitruvio a la reelaboración y nuevos planteamientos de los autores del Renacimiento, hasta los confeccionados en su época, por lo general se han desatendido sus amplias y ajustadas nociones adquiridas en base a un conoci-miento directo tanto sobre los materiales como sobre sus técnicas.

El inductor de unas incipientes aproximaciones a lo que suponía la práctica constructiva fue su padre, fray Juan de nuestra señora de la O -Juan Martín o Martínez en el siglo- quien como reputado maestro de obras, seguramente transmitió los rudimentos de la profesión a su hijo, nacido en Madrid en 1593 y quien desde muy tempranas fechas había dado muestras de un creciente interés por todo lo relacionado con la edificación, bien asistiendo junto a su progenitor a obras que estaban bajo su dirección, bien actuando como aprendiz de un hasta ahora desconocido maestro recomendado por fray Juan; esta transmisión de conocimientos no resultaba inhabitual en estos momentos (como tampoco lo había sido con anterioridad) en los que la herencia profesional seguía líneas consanguíneas hasta alcanzar la maestría una vez franqueadas las categorías intermedias.

Sin embargo, si que resulta digno de reseñar que a la edad de trece años no se conformara con la práctica aprendida día a día sino que iniciara una ampliación de su horizonte cultural con lecturas de textos específicos, caso de las Medidas del romano (Toledo, 1526) de Diego de Sagredo, sedimento de enseñanzas a los que posteriormente agregaría una larga serie de tra-tados con los que acabaría obteniendo unos sólidos cimientos teóricos, que interrelacionados con su amplia experiencia técnica, darían como resultado una original obra en ambos aspectos.

Su longeva existencia le permitió intervenir casi hasta su fallecimiento, producido en 1679, en multitud de proyectos tanto en la corte como fuera de ella, esta circunstancia contribuyó a

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que extrajese de sus variados planteamientos, contrastados modelos que actuaron como acicate para nuevas obras o como ejemplos para introducir en su literatura artística. Hubo sin em-bargo una faceta en su vida profesional a la que normalmente no se presta un especial interés, pero que entendemos fue de marcada consideración para el entendimiento y la pormenorizada erudición de la que siempre hizo gala, esta no es otra que sus continuas intervenciones como tasador de obras. Su experta mirada y el hecho de pertenecer al estado religioso (lo que parecía imbuir a sus juicios un extremo de imparcialidad) le hicieron participar de forma activa en gran cantidad de procesos constructivos, redactando para otros arquitectos o bien para los pro-motores de las obras, informes vinculantes. Esta práctica se había convertido en un elemento corrector habitual durante las diversas fases de ejecución de las obras y sobre todo en el mo-mento de su remate, donde las diferentes partes contrataban los servicios de peritos para que una vez medidos y tasados los heterogéneos elementos de la construcción afirmaran o rebatie-ran si el montante establecido por el contrato inicial se adecuaba o no a las cláusulas marcadas de antemano. Lo prolijo de las tasaciones del recoleto, así como su equidad, le hicieron obtener un merecido reconocimiento que se tradujo en infinidad de contratos de tasación e informes técnicos cuyos resultados pasaron en buena medida a engrosar su teoría a este respecto, tanto en los aspectos dedicados a la albañilería y cantería como a los de la madera, de los que se muestra un excelente conocedor. En los cálculos y tasación de las estructuras de madera no sólo controlaba los cortes, medidas, acabados y precios, sino incluso las calidades del material utilizado1. Las pormenorizadas estipulaciones que aparecen en los documentos referen-ciados constituyen una buena fuente para el análisis, estudio y fluctuación de los pre-cios de los materiales a lo largo de casi un siglo, así como a los cambios producidos con respecto a la utilización de determinados componentes o técnicas durante la centuria.

Como venimos indicando teoría y praxis se encuentran perfectamente imbricadas en la obra escrita de fray Lorenzo gozando de un enorme prestigio a lo largo de la Edad Moderna, a pesar de que sus comienzos no fueran especialmente prometedores2; en este sentido unos in-

1 Al respecto véanse: TOVAR MARTÍN, V.: Arquitectos madrileños de la segunda mitad del XVII. Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1975. DÍAZ MORENO, F.: Fray Lorenzo de san Nicolás: Arte y vso de Architectvra. Edición anotada. (Edición, trascripción, introducción y notas de...). Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 2008, págs. XXXIX-XLII.

2 DÍAZ MORENO, F.: “Fray Lorenzo de san Nicolás (1593-1679). Precisiones en torno a su biografía y obra escrita”, Anales de Historia del Arte, nº. 14. Madrid, 2004, págs. 157-179.

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esperados contratiempos ocurrieron durante los preparativos de la primera parte del tratado3, que si bien se encontraba redactada y lista para la imprenta en 1633 la confluencia de diversos problemas retrasaron su salida hasta 1639 [Fig. 1]. Menos adversidades tuvo que soportar con respecto al segundo volumen, que abandonaba los tórculos madrileños en 1665. El éxito edi-torial fue incrementándose hasta tener que lanzar una reedición de la primera parte en 1667 al encontrarse agotada la tirada anterior, esta edición tuvo el interés añadido de haber sido revisada y mínimamente ampliada por su autor4. [Fig. 2]

En las aludidas ediciones abundan substanciales preceptos y conocimientos sobre la car-pintería en general; así en la primera parte de su tratado estructurado sobre un programa di-dáctico encaminado a descifrar los diversos estadios de una edificación religiosa desde sus ci-mientos hasta el cerramiento final, introdujo múltiples aspectos que intervenían en el proceso constructivo, siendo uno de ellos la participación de carpinteros y el uso de la madera como elementos esenciales para el proyecto, de ahí que para su explicación, según hemos venido indicando, se sirviese no sólo de sus conocimientos prácticos sino que intentó recoger todas aquellas fuentes, citas, ejemplos y referencias (antiguas o modernas) que ayudasen a compren-der el intrincado mundo de la madera a aquellos que se iniciaban en la práctica constructiva. Este esfuerzo de búsqueda, que en fray Lorenzo suele ser exhaustivo, sorprende en esta ocasión

3 ARTE Y VSO DE ARCHITECTVRA. DIRIGIDA Al Smo Patriarca S. Ioseph. Compuesto por Fr. Laurencio de S Nicolas, Agustino Descalço, Maestro de obras. [1639]. SEGVNDA PARTE DEL ARTE Y VSO DE ARCHITECTURA DEDICADA AL DESAMPARO QVE PADECIO MI REDEMPTOR IESVCHRISTO las tres oras que estubo viuo enclabado en el Arbol de la Cruz. CON EL QVINTO Y SEPTIMO libros de Euclides traducidos de latín en Romance Y LAS MEDIDAS DIFICILES DE Bouedas y de las superficies y pies cubicos de Pichinas. CON LAS ORDENANZAS DE La Imperial Ciudad de Toledo aprobadas y confirmadas por la Cesarea Magd. Del Sr. Emperador Carlos V. de Gloriosa memoria. COMPVESTO POR EL P. F. LAVRENCIO DE SAN Nicolas Augustino descalzo Architecto y Maestro de obras natural de la muy noble y coronada Villa de Madrid. Petrus a Villafranca sculptor Regius sculpsit, 1663. [1665].

4 SEGVUNDA/ ynpresion de la primera parte del/ arte y uso de architectura. dirixida/ al patriarcha San Joseph co/ n el primer libro de ucli/ des traduçido. de latin en Roman/ çe conpuesto por el padre fr lau/ rencio. de S. nicolas. Augus/ tino descalço y maestro/ de obras y arquitexto/ natural de la muy noble i corona/ da villa de madrid año de 1667.

Nuevamente durante el siglo XVIII la obra fue reeditada en sus dos partes, en 1736 bajo el cuidado de Manuel Román y en 1796 hacia lo propio el impresor Plácido Barco.

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[Fig. 1] Arte y vso de Architectvra. Primera

Parte. Madrid, 1639.

[Fig. 2] Arte y vso de Architectvra.

Segunda Parte. Madrid, 1665.

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por la ausencia de una de las principales fuentes hispanas sobre la materia, nos referimos al tratado de Diego López de Arenas5 publicado en Sevilla y que gozó de una justa fama debido entre otras razones a ser uno de los pocos textos que desentrañaban el difícil mundo de las lacerías, sus cortes y montaje6. Su inexistencia entre el dispar catálogo de fuentes manejadas por el recoleto creemos que se debe a una circunstancia ya anteriormente apuntada. El tratado de López de Arenas fue puesto a la venta en 1633 momento en el que el libro de fray Lorenzo se encontraba finalizado y dispuesto para su impresión, a pesar de que su salida de las prensas no se produjera hasta seis años después, es por ello bastante probable que no conociese esta publicación o bien que cuando lo tuviese entre sus manos ya no fuera factible introducir cam-bios o nuevos pliegos en la edición; a pesar de este supuesto desconocimiento, algunas de las aseveraciones de fray Lorenzo tienen una acentuada similitud con las descritas por el andaluz, pues no en balde recogen tradiciones anteriores comunes.

Nos proponemos por tanto realizar un sucinto recorrido por aquellas enseñanzas reco-piladas por fray Lorenzo, quien de forma ciertamente didáctica organizó las mismas en com-

5 Breve Compedio de la Carpinteria de lo blanco, y tratado de Alarifes, con la conclusion de la regla de Nicolas Tartaglia, y otras cosas tocantes a la Ieometria, y puntas del compas. Dedicado al Glorioso Patriarcha San Ioseph. Por Diego Lopez de Arenas Maestro del dicho oficio, y Alcalde Alarife en el, natural de la Villa de Marchena, y vezino de la Ciudad de Sevilla. Con Privilegio. Impreso en Sevilla por Luis Estupiñan, en la calle de las Palmas. Año de 1633.

6 Dos son los autores que más han indagado en la figura de este carpintero. En su vertiente más técnica, véanse los estudios de NUERE MATAUCO, E.: “Los cartabones como instrumento exclusivo para el trazado de lacerías. (La realización de sistemas decorativos geométricos hispanomusulmanes)”, en Madrider Mitteilungen, 23. Madrid, 1982, págs. 372-427. Idem, La carpintería de lo blanco. Lectura dibujada del primer manuscrito de Diego López de Arenas. Madrid, M.E.C., 1985, Idem, La carpintería de armar española. Madrid, 1990, Ed. revisada, Madrid, 2000. Más centrado en el personaje pero sin desestimar su faceta teórico-práctica resultan imprescindibles los estudios de TOAJAS ROGER, Mª. A.: Carpintería de tradición mudéjar en la arquitectura española: Diego López de Arenas. Colección tesis doctorales núm. 64/87. Madrid, Editorial de la Universidad Complutense, 6 Tomos, 1987, Idem: Diego López de Arenas, carpintero, alarife y tratadista en la Sevilla del siglo XVII. Sevilla, 1989, Idem: “Aportación a la lexicografía española de Arquitectura del Siglo de Oro: vocabulario de carpintería y de alarifes en Diego López de Arenas», en VV. AA.: Tiempo y Espacio en el Arte. Homenaje al profesor Antonio Bonet Correa, tomo I. Madrid, 1994, págs. 665-682. Idem: Breve compendio de la Carpintería de lo blanco. Madrid, Visor Libros, 1997.

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partimentos interrelacionados para su mejor comprensión. La primera incursión destacable, dejando al margen acotaciones dispersas, se enuncia a partir del capítulo cuarenta y seis de la primera parte7. En este apartado emprende un calculado itinerario por el mundo de la madera, que como suele ser habitual en el recoleto es el resultado de extractar noticias y características exhumadas de un gran número de autores además de las recogidas de su propio ejercicio pro-fesional que se mostraba rico en estas experiencias.

Entre sus fuentes directas e indirectas utilizó los argumentos de Plinio y su Historia Natu-ral o de Ovidio y sus Metamorfosis, todo ello para buscar una base “histórica” con respecto a justificar ciertos acontecimientos, en este caso a Dédalo como el inventor de la sierra, la barre-na y el cepillo, instrumentos utilizados en la carpintería. Sin embargo la fuente substancial para acotar numerosos ejemplos será Vitruvio y sus Diez Libros de Architectvra, a él recurre para identificar las calidades de diversos árboles aptos para la construcción así como otras variadas enseñanzas sobre el tema que nos ocupa. El interés a la hora de seleccionar la madera resulta primordial para fray Lorenzo, pues de su acierto depende en gran medida la sostenibilidad de la estructura del edificio, valiéndose por tanto de su conocimiento directo observa como en nuestro país el árbol empleado con mayor asiduidad en las obras era el pino. Sobre sus cualida-des realiza una disertación al respecto que le lleva a clasificar no sólo las distintas variedades, sino sus características derivadas de su localización, peculiaridades medioambientales y cortes. Diferencia en este árbol (albar, piñonero, carrasco, negral, etc.) aquellas especies que tienen frutos de aquellas que carecen de tales inflorescencias, decantándose por los pinos albares o sil-vestres que él considera no tienen frutos (aunque en realidad tienen pequeñas piñas o conos), al quedar demostrado de forma empírica ser los más aptos para la finalidad establecida. Ade-más del tipo, resulta altamente conveniente cortar aquellos ejemplares cuya ubicación ayude a su futura conservación, así siempre serán mejores cuanto menor humedad tuviese alrededor, pues la madera será menos condensada y menos sujeta a corrupción. A raíz de esta observación iniciará una enumeración de especies arbóreas incidiendo en sus bondades o por el contrario en sus inconvenientes para introducirse en una edificación. Así del pino destaca, además de lo manifestado hasta ahora, que se conservaba bastante bien debajo del agua, argumento impor-

7 Capítulo XLVI. Trata en que tiempos convenga el cortar la madera y forma de cortarla. fol. 77vº [pág. 261]. A partir de ahora citaremos el tratado de fray Lorenzo por nuestra edición anotada… Madrid, 2008.

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tante sobre todo por las estacas que formaban parte de la cimentación de los puentes donde la humedad extrema era seña de identidad, para tales trabajos también recomienda la madera de Haya y Nogal. Sobre el Álamo en sus variantes blanco o negro comenta que se caracteriza por su dureza pero no es bueno para labrar, a la intemperie su duración es corta. Todo lo contrario que el Olmo y el Fresno, cuya madera es floja según refiere el agustino. Del Roble, Encina y Castaño destaca su dureza y que son válidas para construir pero tiene el inconveniente del peso lo que hace que los apoyos deban ser mayores. A pesar de estas estimaciones considera que con todas ellas se puede cubrir el edificio pero siempre hay que tener en cuenta la experiencia de los habitantes del lugar, o de los maestros experimentados, pues eran los que conocían a la perfección como se comportaban estos materiales en distintas situaciones y medios.

Otro asunto del que también se ocupa es el de determinar el momento del año que se adecúa mejor para cortar los árboles, para concretar tal asunto nuevamente se decanta por el segundo libro de Vitruvio, y como él considera que desde principios de Otoño hasta los comienzos de Primavera es el momento propicio ya que a partir del inicio de esta última estación, los árboles empiezan a brotar y la sabia está demasiado repartida no estando el árbol tan sólido o condensa-do. A la hora de seccionarlo también existen especificaciones técnicas sobre el momento idóneo, apoyándose en la tesis de que lo más beneficioso era talarlo con el menguante de la luna. Este aspecto, también se encontraba reflejado en dos fuentes de sumo interés para este tema: Lucio Junio Moderato Columela, quien indicaba que el corte debía producirse entre los días 20 al 30 de la luna menguante o Abegecio quien proponía del 15 al 22 de esta misma fase lunar8.

Para concluir, define la técnica de corte y la conservación de la madera una vez talada, teniendo ésta que ser oreada, para posteriormente descortezarla y laminarla en piezas de distinto grosor que serían apiladas, libres de aires impuros, sol directo y humedad excesi-va. Remata el capítulo ofreciendo unas recomendaciones para evitar incluir madera verde en ningún espacio constructivo, así como tener máximo cuidado con la humedad pues era uno de los factores determinantes de la ruina de muchos edificios.

Una vez atendidas todas las especificaciones en cuanto a las calidades y características pro-pias de cada madera, continuó su programa didáctico ofreciendo una prolija argumentación en relación a las armaduras más habituales entre los arquitectos y maestros de obras, para ello

8 Si bien pudiera parecer que fray Lorenzo había leído explícitamente las indicaciones de estos autores, en realidad utilizó una fuente indirecta ya que ambas apreciaciones aparecían recogidas en Alberti, II, IV pág. 40. También en Plinio aparece el mismo calendario.

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y como paso previo era necesario la utilización de cartabones que sirvieran de guía y modelo para acometer los cortes con un ángulo preseleccionado que incidiría directamente en una elevación mayor o menor. Todo ello aparece planteado y desarrollado en el capítulo cuarenta y siete, donde comienza enumerando las diferentes secciones posibles a pesar de que habitual-mente fueran dos o tres las opciones que los arquitectos solían barajar. A pesar de ello, el recole-to tomará como ejemplo ocho tipos de armaduras cuya diferencia a la hora de trazarlas tan solo dependería del cartabón que se manejara, si bien es cierto que la funcionalidad de unas con respecto a otras haría que cada una al asentarse estuviera más indicada para un determinado espacio o estancia que el resto. En el momento de denominar cada una de las armaduras estas serán nombradas y reconocidas por el número de cartabón escogido, es por ello que como pri-mera premisa se dedique a explicar en que consiste esta herramienta, es decir, el instrumento básico con forma de triángulo rectángulo que servía para tomar medidas y realizar el corte de las maderas. Cortes que dependiendo del ángulo del cartabón, determinarían la inclinación de las vertientes de las armaduras con respecto al horizonte, siendo la pendiente de las alfardas o pares, inversamente proporcional al ángulo elegido del cartabón. A número más bajo de car-tabón más levantaba.

Si bien parece obvio que los maestros carpinteros conocían perfectamente la elaboración de los cartabones, fray Lorenzo, al tratarse de un arquitecto que escribe para futuros profesio-nales en la construcción, se ve en la obligación de explicar su realización y uso, algo que ni el propio López de Arenas había planteado realizar en su tratado donde mostraba un total de doce variedades de cartabones9. Tras la plasmación de estas pautas analiza cada tipo de arma-dura con respecto a su cartabón, así como los lugares más idóneos dentro de una construcción. De esta manera, el llamado de a cuatro, también conocido como cuadrado o pitagórico, era adecuado para torrecillas que habían de estar emplomadas o forradas con hojas de lata o con tejas clavadas debido a la pendiente. El cartabón de a cinco, era el más común de los adoptados por los maestros, muy útil para todo tipo de estructuras porque las maderas “trabajan” poco, es decir soportaban un menor esfuerzo. También consideraba una buena opción seleccionar cartabones de a seis, pues ofrecían como resultado una armadura más baja que la anterior y

9 Será ya en 1867 cuando Eduardo de Mariategui en la tercera edición que se realice del López de Arenas introduzca las explicaciones pertinentes sobre la elaboración de los cartabones, curiosamente tomando como referencia en algunos momentos las enseñanzas de fray Lorenzo. MARIATEGUI, E. de: Carpintería de lo blanco y tratado de alarifes/ por Diego López de Arenas; con el suplemento que escribió Santiago Rodríguez de Villafañe; anotada y glosada por..., 1867.

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válida en tierras donde las precipitaciones de nieve eran escasas. La alusión de este fenómeno atmosférico le sirvió de referencia para efectuar una recomendación, consistente en tener es-pecial cuidado en zonas de abundantes nevadas pues el peso acumulado sobre las pendientes podía arruinar estas estructuras. Por último indica como trazar los cartabones de a siete, ocho, nueve y diez aunque no indica ningún lugar específico para los mismos; de todos ellos agregó un grabado explicativo para su más fácil comprensión. [Fig. 3]

Una vez que ya había quedado resuelta la fabricación de cartabones, retoma su argumenta-ción en el capítulo cuarenta y ocho analizando para la ocasión varias armaduras, con sus cortes, asientos y fortificación. Para establecer con mayor claridad su organización dividirá su enume-ración en dos, aquellas que denomina como simples o a un agua, caracterizadas por estar com-puestas de una sola vertiente que carga sobre un muro, (a este grupo se las designa genéricamente como “Molineras”) pudiendo a su vez clasificarse en empatilladas y embarbilladas: las primeras son aquellas que apoyan a ras de un elemento sustentante sin tener vuelo, mientras que las se-gundas son aquellas que engarzan en el elemento sustentante por medio de un corte o muesca realizada sobre los diferentes pares, estos cortes se realizan dejando un espacio libre hasta el ex-tremo del par para que este vuele sobre el muro o pared de apoyo a modo de alero. El segundo grupo estaría formado por las armaduras denominadas de pares, que al igual que sucedía en el caso anterior ofrecían diferentes modelos, si bien la que obtuvo un mayor desarrollo fue la de par e hilera. A raíz de su explicación advierte de los errores más comunes que se cometen, así como de las pautas que había que seguir para evitar daños en estas estructuras, aconsejando en todos los casos la utilización de tirantes para fortificar mejor la construcción. También describió la llamada armadura de tijera, quizás la más antigua, y que ya aparecía reseñada como una de las más sólidas por el propio Vitruvio en el segundo capítulo de su libro cuarto. [Fig. 4]

Pero sin lugar a dudas una de sus más valoradas aportaciones fueron sus enseñanzas sobre la confección de chapiteles, desde sus elementos básicos para su sustentación [Fig. 5] hasta los más mínimos detalles a tener en cuenta, entre ellos la advertencia, que vuelve a surgir a partir de su experiencia personal, de tener especial cuidado con la fuerza de los vientos al ser este uno de los motivos que arruinaron más de un armazón. Los chapiteles se convirtieron en uno de los elementos más representativos de cualquiera de nuestras ciudades a lo largo de la Edad Moderna y acabaron por incorporarse tanto a la arquitectura religiosa como a la civil. Lo sobresaliente de su magisterio se cifra en que supo divulgar la construc-ción de estas estructuras con matizadas especificaciones técnicas, reforzadas con la inclusión de cuatro grabados explicativos de alzados interiores y exteriores donde se puede admirar su levantamiento y acabados. [Figs. 6, 7, 8, 9]

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[Fig. 3]

Arte y vso...1639.

Cartabones. fol. 80vº.

[Fig. 4]

Arte y vso...1639.

Tipos de armaduras. fol. 82vº.

[Fig. 5]

Arte y vso...1639.

Armadura para chapitel.

fol. 83vº.

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[Fig. 9] Arte y vso...1639. Chapitel alzado exterior. fol. 86.

[Fig. 6] Arte y vso...1639. Chapitel alzado interior. fol. 84vº. [Fig. 7] Arte y vso...1639. Chapitel alzado exterior. fol. 85.

[Fig. 8] Arte y vso...1639. Chapitel alzado interior. fol. 85vº.

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El último de los capítulos que dedica, en este caso de forma paralela, al conocimiento de la madera se centra en desentrañar los modos de cubrir cada una de estas armaduras, para ello se vale del capítulo cuarenta y nueve en donde examina las diversas formas de cubrir, ya fuera con tejas, cobre, plomo, pizarra, u hoja de lata. De todas ellas prestó especial atención a las formas de tejar -a teja vana, a lomo cerrado o clavadas- así como los materiales idóneos o perjudiciales para el asentamiento y engarce (normalmente por medio de clavos) de las mismas.

Nuevamente en este amplio apartado introdujo consejos a tener en cuenta sobre los cha-piteles y que vuelven a estar en conexión con su dilata experiencia en la realización de estas es-tructuras: consideraba y prescribía como un elemento de enorme utilidad que en las vertientes de los chapiteles convenía dejar unos garfios o “garavatos de yerro” que sirviesen como anclaje a las tablas sobre las que se moverían los operarios en caso de realizar labores de restauración, limpieza o conato de incendio, además de ayuda para anudar maromas y desde ellas descender por las pendientes de las citadas estructuras con andamios móviles, estos soportes todavía hoy se pueden admirar tanto en chapiteles como en tejados cubiertos con plomo o pizarra.

Varias décadas después, en la segunda parte de su tratado editado en 1665, volverá a re-tomar el asunto de las armaduras introduciendo perfeccionamientos y nuevos consejos prác-ticos. En el capítulo cincuenta10, inserta ejemplos que ya habían sido probados por él en obras bajo su dirección, así el tipo de armadura de tijera sin tirantes dice tenerlas realizadas para las capillas de Nuestra Señora del Prado en Talavera de la Reina (Toledo) y para la iglesia de agus-tinas recoletas de la villa madrileña de Colmenar de Oreja.

Si bien, como él mismo indica, ya había tratado de los tipos de armadura más habi-tuales en la primera parte de su libro, ahora dedicará dos capítulos para explicar nuevas técnicas anteriormente no recogidas. El primer tipo de armadura que denomina como «moderna», estaría destinada a aquellas construcciones que contaran con bases sólidas donde asentarlas; sus pares podían colocarse bien a tijera o en hilera. La novedad consiste en prescindir de los tirantes, sustituyéndolo por dos jabarcones a modo de nudillos, que se acoplan a los pares por medio de dos cortes diferentes, uno de sus extremos se introduce en el par por escopledura angular, técnicamente llamada “a espera”, esta espera es un corte

10 “Trata de dos generos de armaduras modernas, y que son de mucho adorno en lo exterior” [págs. 734-747].

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o farda que se hace en los pares por la parte de abajo en donde el jabarcón descansa su barbilla. El otro extremo del jabarcón se une a quixera, éste es otro corte que se efectúa sobre la cabeza del madero para ajustarle en el par, su peculiaridad consiste en que queda totalmente embutido en el grueso del par. Este tipo de armaduras ofrecían varias ventajas, una de ellas era la del contrarresto de sus empujes; recordemos que todo par asentado sobre una base ejercía empujes horizontales, la solución planteada disminuía los mismos; todo lo cual añadido a una buena base de sustentación daba como resultado un grado de seguridad que lo hacía apto para el acompañamiento de cúpulas o chapiteles, como ha quedado reflejado en los ejemplos anteriormente citados.

El otro género de armadura “moderna” en el que incide fray Lorenzo son aquellas que se realizaban encima de los arcos torales para elegir un cuerpo ochavado en su parte exterior y semicircular en la interior. Este tipo de armadura nombrada por el agustino será una de las cons-

trucciones más habituales para ce-rrar, tanto pequeñas capillas, como bóvedas de mayor calado, por ejem-plo las originadas en la intersección del crucero [Fig. 10]. Este tipo con-vive con las construcciones anterio-res donde se solía utilizar un tipo de cerramiento semicircular por dentro y cuadrangular por fuera, utilizándose sus paramentos para abrir ventanas. Nuevamente para su demostración se valió de plantea-mientos que le habían dado resul-tado en obras conclusas, entre ellas destaca el ejemplo de Colmenar de Oreja, en concreto la armadura que trazó y levantó para la capilla de Nuestra Señora del Amparo (hoy renombrada como capilla del Santo Cristo) en la iglesia parroquial de Santa María, otra en Villaseca (To-

[Fig. 10] Arte y vso...1665. Armadura para chapitel

ochavado por fuera y redondo por dentro. pág, 187.

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ledo) y dos ejemplos desafortunadamente desaparecidos, uno para el monasterio de jerónimas de Nuestra Señora de la Encarnación, conocida vulgarmente como monasterio de la Vida Pobre (Toledo) y el otro para el convento de San Martín de Madrid, concretamente en la capilla mayor y en la capilla del Santo Cristo.

Pero sin duda dentro de esta segunda parte, es el capítulo cincuenta y uno el que se convir-tió en uno de los más leídos, estudiados, copiados y citados de todo el texto, al estar destinado a documentar el proceso constructivo de una de las armaduras de madera que obtuvieron mayor éxito, nos referimos a las cúpulas encamonadas, que junto con los chapiteles fueron las estructuras aéreas que más destacaron en las fisonomías de las poblaciones españolas durante los siglos XVII y XVIII y que incluso hoy en día siguen siendo seña de identidad de numerosos edificios religiosos. No es extraño por tanto que el recoleto le dedique especial atención:

“En España, particularmente en esta Corte se van introduciendo el cubrir las Ca-pillas con cimborrio de madera, y es obra muy segura, y muy fuerte, y que imita en lo exterior a las de canteria, esta se ha usado dello en edificios, o que tienen pocos gruesos de paredes, ó que lo caro de la piedra es causa de que se hagan con materia mas ligera, y menos costosa. En Madrid mi patria, Corte del Rey de España, hizo la primera un famoso Arquitecto de la Compañia de Jesus, por nombre el Padre Francisco Bautista, en el Colegio Imperial de su Religion, en su gran fabrica de su Iglesia, que por los malos materiales de esta Corte, fue necesario echarla de madera. Yo hize la segunda en mi Convento de Agustinos Descalzos, en esta Villa de Madrid, en la Capilla del Desamparo de Christo; la tercera hize en Talavera en la Hermita de Nuestra Señora del Prado, con el resto de su Capilla mayor: y la quarta que trazé, se executo en Salamanca, tambien en mi Convento de Agustinos Delcalzos, y la executó un famoso Arquitecto, Religioso de mi Religion, que fue discipulo mio, llamado Fray Pedro de San Nicolas. No sé si diga que fue tan santo Religioso, como Arquitecto: los que le conocieron saben que no miento, ni en lo uno, ni en lo otro. De mi aprendió algo de la facultad; mas yo no acabe de aprender dél la virtud. Despues acá se han hecho, y van haziendo cada dia muchas, porque haze los edificios muy luzidos, cubrense con pizarra, y plomo, y son muy agradables a la vista; su planta es como la pasada, redondo por adentro, y ocha-vada por afuera las paredes, excepto que no llevan tirantes, y asi la planta no la pongo

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entera, sino parte della…”11

A lo largo del siglo XVII la adversa situación económica por la que atravesó el país, conllevó la búsqueda de fórmu-las que pudieran paliar, aunque fuera en parte, la difícil situación que se plantea-ba en el momento de tener que redactar proyectos constructivos que, al escaso aporte económico al que debían some-terse, tenían que unir una apariencia de magnificencia digna de una corte euro-pea. [Fig. 11]

Los procedimientos fueron variados al igual que los logros, pues con materia-les considerados pobres (ladrillo y yeso principalmente) y técnicas foráneas unas veces o exportadas otras, se lograron

crear suntuosos espacios interiores que en poco o nada se correspondían con sus estructuras externas; al mismo tiempo se buscaron aspectos de riqueza y firmeza que no eran sino un con-trapunto de artificial teatralidad.

Uno de los elementos que ayudaron de manera significativa a crear desahogados espacios y estructuras tendentes a la centralidad se fundamentó gracias al levantamiento de cúpulas, tanto en capillas laterales como, y sobre todo, en los cruceros.

11 Capítulo cinquenta y uno. “Trata de otro genero de cubrir Capillas grandes, ó pequeñas con madera” [págs. 740-742].

[Fig. 11]

Arte y vso...1665.

Cúpula Encamonada. pág. 195.

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La realización de cúpulas durante la centuria introdujo una nueva técnica constructiva basada en los parámetros anteriormente expuestos de precariedad de recursos y valoración del aspecto. La reinterpretación, divulgación y extensión de las cúpulas encamonadas resultó ser una de las medidas más acertadas y de mayor significación dentro de la economía de medios imperante.

El origen de este tipo constructivo parece provenir de Francia12, donde se han documen-tado variados ejemplos a lo largo del XVII, cuyos antecedentes parecen encontrarse a su vez en los armazones de madera utilizados desde el gótico y recogidos y codificados posteriormente por Philibert del´Orme.

En España, este tipo de cúpula encamonada fue realizada por primera vez por el her-mano Bautista en la iglesia del Colegio Imperial de Madrid, posteriormente convertida en catedral de San Isidro y hoy Colegiata. La valoración que se hace de ella como la primera cúpula encamonada no parte de su autor sino como hemos podido comprobar de fray Lo-renzo que a la postre será el gran divulgador de sus formas, recogiendo en su tratado todos y cada uno de los elementos necesarios para la realización de este tipo de cerramientos. Además de una amplia y minuciosa relación de las técnicas que en ella intervenían desde el corte y ensamblaje de la madera; realización, colocación y acabado del yeso, corte y montaje de la pizarra, etc.

Las cúpulas madrileñas del periodo, derivan estructuralmente de las cúpulas anteriores realizadas en piedra, sobre todo teniendo siempre como ejemplo presente la gran cúpula del monasterio de El Escorial. Aunque las variaciones pueden ser muchas, en general todas ellas comparten similares divisiones: tambor, cúpula y linterna.

Las variantes en el tambor oscilan entre aquellas que adoptan la forma circular y otras que utilizan la octogonal, siendo ésta última la más adoptada y cuyos ejemplos menudean en la corte y fuera de ella. En ambos casos estas estructuras pueden aparecer con y sin aperturas (ventanas, óculos, etc.).

Un elemento que si cambiará a lo largo de la centuria fue la opción de utilizar un antepe-cho por encima del tambor, donde descansaba la estructura externa. Bien directamente sobre

12 BONET CORREA, A.: Iglesias madrileñas del siglo XVII. Madrid, CSIC, 1984, págs. 12-13 y 60.

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el tambor o sobre el antepecho descansaba el cerramiento externo de la cúpula que podía ser de formas rectas o curvas.

La adopción de este sistema de cerramientos por medio de cerchones de madera que ha-cían las veces de los complicados y costosos despieces de dovelas en piedra se generalizó a lo largo de la aludida centuria, dilatándose hasta bien entrado el XVIII. Con ellas se conseguían diversas mejoras siendo una de las más apreciadas el menor coste que producía en el monto general de la obra, lo que en un siglo cargado de dificultades económicas resultaba una apre-ciable opción que rara vez se desestimó. Así en muchas ciudades, personajes enriquecidos o miembros de la nobleza estaban ávidos por patrocinar instituciones religiosas ya fuera con fundaciones ex novo (lo que durante el XVII resultó una empresa complicada ante la negativa del Consejo Real), o mejorando algunas de las capillas ya levantadas, siendo en ambos casos este tipo de cerramiento una solución que se adoptó con prontitud por las características enun-ciadas. En el caso madrileño, no ajeno al de otras ciudades españolas, muchas de las iglesias y conventos se asentaban sobre estrechos solares preexistentes, lo que hizo que lo exiguo del espacio se intentara “falsear” por medio de soluciones técnicas que buscaban efectos espaciales que de por si no tenían. Un tema asociado a la utilización de madera a la hora de erigir estas estructuras es que su peso resultaba menor con respecto a las edificaciones pétreas, ello conlle-vaba que los muros al recibir menores empujes podían ser más delgados y no necesitaban de gruesos contrarrestos, lo que también en el fondo abarataba los cuantiosos gastos derivados de la construcción. De igual forma los machones del crucero al tener que soportar cargas más re-ducidas se achaflanaron, consiguiéndose dos ventajas añadidas: se aumentaba la visibilidad de la capilla mayor y a su vez se obtenía un nuevo espacio para asentar retablos, colocar esculturas en hornacinas o instalar otros ornamentos.

Otra circunstancia significativa de estas cúpulas encamonadas al interior, era que el cascarón semicircular resultante se podía decorar con labores de yeso que se aplicaban sobre una base de ladrillo revocado en donde las molduras, bandas y guirnaldas fueron componentes habituales, como también en algunas ocasiones lo fueron las pinturas que decoraron tales espacios.

Sus enseñanzas fueron especialmente valoradas y no solo consultadas por muchos maes-tros, sino que buena parte de las mismas pasaron a engrosar los textos de otros especialistas que sin inquietarse tomaron prestada parte de su teoría e incluso alguno de sus grabados, entre los muchos casos conocidos queremos destacar dos, el primero por sus especiales características al tratarse de un manuscrito sobre carpintería realizado de forma contemporánea (1674), lo que

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nos puede dar una idea del éxito de los presupuestos del recoleto, nos referimos al Breve compe-dio y tratado de lo blanco de Rodrigo Álvarez, quien añadió a su texto imágenes tan conocidas y ya divulgadas como la cúpula encamonada, apareciendo ésta de forma literal13. Otro manus-crito que se valió de los conocimientos de nuestro fraile fue el manuscrito de Juan de Portor y Castro realizado hacia 1708 y en donde se recogen dibujos del tratado, entre ellos igualmente los de bóvedas y armaduras14.

Gracias en parte a los conocimientos desplegados por fray Lorenzo en su tratado, así como al estudio y análisis específico de estas armaduras en los últimos años se han podido afrontar con garantías de éxito no sólo las restauraciones parciales de estas estructuras, sino incluso la recuperación total de las mismas, un caso cercano en el tiempo y en el que se recurrió para su reconstrucción a un equipo de historiadores del arte, arquitectos, carpinteros y otros profesio-nales, tuvo lugar en Alcalá de Henares (Madrid). [Fig. 12]

La intervención consistió en restituir la cúpula encamonada de la iglesia del convento de las clarisas de San Juan de la Penitencia, conocidas como las Juanas. El convento fundado en 1604 como colegio para los agustinos recoletos, estuvo habitado por éstos hasta 1835 en el que pasó a las franciscanas, presentes en Alcalá de Henares desde su fundación en 1508 a instancias del Cardenal Cisneros. La cúpula, que muy probablemente seguía los postulados hasta aquí enunciados, sufrió con el paso de los siglos importantes daños y desperfectos hasta que defini-tivamente en 1999 tuvo que ser demolida en parte al venirse abajo un antiguo mirador. Pocos años después, y tras la firma de un convenio entre la Fundación Caja Madrid dentro de su Programa de Conservación del Patrimonio Histórico Español y una asociación popular alca-laína, se daba luz verde a la intervención, no sólo sobre la cúpula sino sobre otros espacios con-ventuales15. Se decidió recuperar la cúpula basándose para ello en la documentación histórica

13 TOAJAS ROGER, Mª. A.: “Un manuscrito inédito de arquitectura y carpintería del siglo XVII: El “Breve tra[ta]do y compendio de lo blanco” de Rodrigo Álvarez”, Anales de Historia del Arte, nº. 1. Madrid, 1989, págs. 181-195.

14 “Cuaderno de arquitectura de Juan de Portor y Castro. Se acavó año de 1708, de junio, a los 27 de dicho año” Biblioteca Nacional de España. Ms. 9114.

15 Los trabajos de restauración de la iglesia de San Juan de la Penitencia consistieron a grandes rasgos, en la restitución de la cúpula, solución de humedades y rehabilitación de la sacristía como museo de la institución. El convenio para la realización de tales intervenciones se llevó a cabo el 21 de mayo de

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(bastante escasa y muy parcial), en un estudio arquitectónico porme-norizado y como no en los tratados de la época donde se tuvo muy en cuenta las informaciones transmiti-das en el Arte y vso de Architectvra. Finalmente tras largos y arduos me-ses de informes, estudios, proyectos y el trabajo de un equipo de más de cien personas se pudo terminar la estructura que fue montada en el suelo con sus más de 480 elemen-tos de madera, a lo que habría que sumar los herrajes y tornillos espe-ciales, para poder ser izada poste-riormente por medio de una grúa

2004, con un coste estimado de 700.000 euros entre la Fundación Caja Madrid y la Asociación para la Recuperación del Convento e Iglesia de las Clarisas de San Juan de la Penitencia, creada dos años antes y que se dedicó desde sus comienzos de forma entusiasta a recabar fondos para este proyecto.

[Fig. 12] Proyecto cúpula convento de San Juan

de la Penitencia (Alcalá de Henares). Fundación

CajaMadrid.

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de 250 Tn. [Fig. 13] Para su elevación que se produjo el 2 de febrero de 2006, ante la asombrada mirada de cientos de personas, se diseñó un plan específico para garantizar la seguridad del montaje de la estructura que pesaba 20 Tn a las que posteriormente se añadieron diez más por el peso de la pizarra, cruz y veleta con el que se remató el conjunto, formando parte hoy en día del horizonte alcalaíno como si nunca hubiese desaparecido. [Fig. 14]

Como se ha podido comprobar hasta ahora, los conocimientos de fray Lorenzo sobre el uso, asentamiento y conservación de armaduras era realmente amplio debido entre otras razo-nes a sus continuas intervenciones en proyectos donde se materializaron estas estructuras. De las muchas construcciones en las que participó queremos destacar una que de alguna forma, y gracias a su intervención, seguimos manteniendo en nuestra retina como una edificación

[Fig. 13] Cúpula de San Juan de la Penitencia. Estructura madera. Fundación CajaMadrid.

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que aparentemente no ha cambiado a lo largo de los si-glos, aunque la imagen bien pudo ser otra si se hubiesen llevado a término ciertos proyectos, nos referimos al monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

El 7 de junio de 1671, la parrilla ideal del monasterio se convirtió en parrilla ver-dadera cuando se declaró un incendio de enormes pro-porciones que desde ese do-mingo estuvo activo durante

dos semanas. Resultado de esta catástrofe fue la pérdida casi total de las armaduras de madera del monasterio. Tras su extinción se intervino con celeridad pues los daños se suponían graves. La primera visita al lugar fue realizada poco después por los maestros Gaspar de la Peña y José del Olmo, quienes evaluaron los daños en una primera tasación en 800.000 reales, siendo el

[Fig. 14]

Cúpula de San Juan

de la Penitencia. Estructura madera.

Fundación CajaMadrid.

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propio De la Peña quien inició unos primeros trabajos16. Ante el gran volumen de dinero que se debería invertir, la reina madre Mariana de Austria como regente hasta la mayoría de edad de Carlos II, mandó que se crease una Junta de Reedificación constituida en 29 de octubre de 1671, siendo su máximo representante el Inquisidor General. Se decidió entonces que debía ser el maestro mayor de las obras reales, Gaspar de la Peña, quien asumiría el proyecto de recons-trucción de las armaduras, cosa que hizo sin dilación presentando unas líneas básicas que se apartaban de la imagen que hasta ese momento había tenido el monasterio. Su idea consistía en rebajar las cubiertas, de los once pies que levantaban antes del incendio, para hacerlas más tendidas, igualmente desestimaba el uso de pizarra por el plomo y por último introducía una balaustrada de piedra que visualmente hacía desaparecer las armaduras desde el suelo; todo ello según indicaba, enfocado a evitar y prevenir futuros incendios como el ocurrido.

En un principio parecía que existía unanimidad para efectuar tales cambios según el in-forme que a 31 de marzo de 1672 firmaron varios maestros (entre ellos fray Lorenzo, Francisco Bautista, José del Olmo y Bartolomé Zumbigo), pero al poco tiempo (7 de abril), surgieron discrepancias con respecto a esta futura operación, a la cabeza de las cuales se encontraban fray Lorenzo de san Nicolás y Francisco Bautista. Sería el propio agustino recoleto quien en un memorial indicase lo inconveniente de tal reconstrucción. Con su intervención pretendía que se deshiciera lo ya comenzado puesto que las armaduras resultantes serían demasiado bajas con el consiguiente riesgo de quebrarse por el peso de la nieve, cifrando la merma de altura en cerca de cuatro varas; indicaba igualmente su negativa a que fueran cubiertas con plomo pues era más caro, su peso era superior y producían problemas de goteras que acabarían pu-driendo la madera; igualmente no era partidario de la balaustrada, no por razones estéticas, sino estructurales, concluyendo que de hacerse como el indicaba se ahorrarían más de cien mil ducados, cifra realmente a tener en cuenta. Además de este interés económico también le movían intereses estéticos cercanos a una visión más tradicional, así podemos juzgarlos al leer

16 Al respecto véanse: FERNÁNDEZ TALAYA, Mª. T., MARTÍN OLIVARES, G., y SANCHO, J. L.: “La reconstrucción del Monasterio de El Escorial tras el incendio de 1671”, La Ciudad de Dios. Madrid, 1989, págs. 675-733. FERNÁNDEZ TALAYA, Mª. T. y SANCHO, J. L.: “Reconstrucción del Monasterio de El Escorial después del incendio de 1671”, Reales Sitios. Madrid, 1990, págs. 57-64. En estos artículos aparecen los datos pormenorizados del suceso, memoriales, proyectos e imágenes y a ellos remitimos para un mayor conocimiento.

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en su memorial: “Señor la grandeza de este edificio pide que se vuelva a hacer como lo dejo el bisabuelo de V.M. que lo hicieron los mejores maestros que hubo en el orbe…”.

El hecho cierto es que a partir de esta disparidad de criterios, la Junta de reedificación paralizó el proyecto aduciendo que debido a la importancia de la obra no se podía errar en su configuración y belleza, tomando además dos importantes decisiones, la primera cerrar momentáneamente con tejas lo ya construido e iniciar una ronda de consultas con diferentes maestros para que aportasen proyectos al respecto, además de al maestro mayor de las obras reales y a su recusador, se invitaba a José del Olmo, Bartolomé Hurtado, Francisco Bautista, José de Sopeña, Dionisio Mantuano, Bartolomé Rodríguez de Jarama y Bartolomé de Zumbigo, a la postre el vencedor de tal concurso. Si bien los proyectos y sus dibujos son conocidos y por tanto no vamos a incidir en ellos, si nos gustaría prestar una especial atención a los diseñados por fray Lorenzo.

Tomando como base la armadura de pares e hilera realizó dos proyectos simultáneos; mientras que en el primero se adecúa a la armadura que anteriormente existía pero introdu-ciendo una serie de mejoras técnicas: así cada par estaría dividido en dos piezas unidas por un jabarcón hacia la mitad del mismo, su grosor sería de tercia y cuarta y no se preveían tirantes al no levantar fábrica sobre los suelos cuadrados. En la segunda propuesta aboga por una solu-ción más original, al realizar una bóveda apuntada de ladrillo que separa la armadura de ma-dera del resto, lo que aumenta su seguridad en caso de incendio. Finalmente tras interminables deliberaciones entre maestros, críticas y tensiones crecientes se eligió el proyecto de Bartolomé Zumbigo que respetaba, pero introduciendo mejoras y ciertos cambios, el alzado de las anti-guas armaduras evitando así lo que hubiera sido una pérdida de identidad en la fisonomía del monumento. [Fig. 15]

La actualización de todos estos conocimientos ha servido en la actualidad para establecer bases sólidas en la restauración de edificios necesitados de tales intervenciones buscando que las mismas se ajusten lo más posible no sólo a lo que fueron en otros tiempos, sino utilizando aquellas técnicas, materiales e intenciones que movieron a sus creadores. Fruto de todo ello son una serie de programas de restauración y conservación que intentan por medio de equipos multidisciplinares aunar los conocimientos de diversas disciplinas para que los resultados sean lo más duraderos y beneficiosos para los edificios intervenidos, además de no desvirtuar el diseño general del mismo, aún cuando la función para la que fueron construidos difiera clara-mente hoy día de aquella.

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Tomaremos pues como ejemplo una intervención en la que el trata-do de fray Lorenzo tuvo un papel protagonista en todos sus frentes, nos estamos refiriendo al convento de San Agustín el Viejo en Talave-ra de la Reina (Toledo), justamente el lugar donde muy posiblemente el agustino recoleto redactara parte del mismo y donde vivió durante varios años atendiendo a ésta y otras obras cercanas, por tanto el conocimiento desplegado por el arquitecto final-mente volvió a su lugar de origen17.

Debido al estado tan deplorable en el que se encontraba la iglesia a

comienzos de 2000, a causa de su abandono, ausencia parcial de cubiertas y gravísimas hu-medades que a punto estuvieron de colapsar el edificio, se decidió por un acuerdo entre el

17 DÍAZ MORENO, F.: “Cuando los textos hablan...,y alguien quiere escucharlos. A propósito de la restauración de la iglesia de S. Agustín en Talavera de la Reina (Toledo)”, Actas III Bienal de Restauración Monumental. Sobre la des-Restauración. Sevilla, Junta de Andalucía-Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico-Academia del Partal, 2008.

[Fig. 15]

Fray Lorenzo de san Nicolás. Propuesta de bóveda y

armadura para El Escorial. 1671.

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ayuntamiento de la localidad y nuevamente la fundación Caja Madrid realizar obras urgentes en la fábrica al objeto de detener el deterioro, restaurando y consolidando las estructuras con-servadas del edificio original para finalmente darle una nueva utilidad acondicionándolo como ampliación del museo de cerámica Ruiz de Luna que ya se encontraba funcionando en lo que fue parte del antiguo convento de la institución religiosa18. [Fig.16]

[Fig. 16] Convento de San Agustín el Viejo (Talavera de la Reina). Ruina de la estructura del crucero.

18 Los trabajos de restauración tuvieron lugar entre 2001 y 2004, iniciándose los mismos con una serie de estudios previos encargados a especialistas en las distintas disciplinas. Se realizó por nuestra parte, una investigación histórica y documental que ofreció interesantes resultados, por otro lado una investigación y excavación arqueológica; un estudio de materiales y pinturas decorativas; un estudio geotécnico y un análisis arquitectónico.

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No entraremos a valorar, por motivos obvios de espacio, el proceso de las diversas fases por los que pasó la iglesia19, pero si nos gustaría citar al menos como muchas de las enseñanzas que fray Lorenzo incluyó en su tratado con respecto a la madera20, se encuentran aquí, sobre todo lo relativo a cerramientos que en el caso que nos ocupa son variadas, desde armaduras de tijera en la nave central, chapiteles, encamonadas, etc. Muchas de estas estructuras podían con-templarse a simple vista lo que como comentamos en su momento era señal inequívoca de los graves problemas que acechaban al edificio y que afortunadamente en esta ocasión pudieron solventarse a tiempo.

Un recorrido en suma, que como hemos podido comprobar ha actuado de forma capri-chosa pues curiosamente algunas de las construcciones erigidas por el recoleto tuvieron que ser restauradas tomando como referencia su propio tratado, un tratado de arquitectura cargado de consejos, advertencias, conocimientos teóricos y prácticos así como ejemplos contemporáneos de gran utilidad y que como hemos verificado, guarda igualmente importantes lecciones sobre el mundo de la madera y su funcionalidad. Una obra que no en vano está dedicada en su pri-mera parte al que quizás sea el carpintero más famoso que no era otro que el propio San José.

19 Una idea bastante aproximada de la evolución del edificio con fotografías anteriores a la restauración puede verse en: http://www.fundacioncajamadrid.es/Fundacion.

20 El estudio y análisis de las estructuras de madera, así como su reconstrucción fue realizado por D. Enrique Nuere Matauco, conocido y valorado especialista en este campo.

La carpintería de armar Técnica y fundamentos histórico-artísticos

Carmen González RománEstrella Arcos von Haartman (Coords.)

Colabora:

Proyecto I+D+I HAR2008 01636/ARTE.

© Los Autores© Servicio de Publicaciones de la Universidad de Málaga

Diseño y maquetación: María Luisa Cruz. SPICUM

ISBN 978-84-9747-455-9Depósito Legal: MA-2356-2012Esta obra está disponible en formato ePub y en formato PDF

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