Historia ¿Para qué? 1980

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    - - -@PFIRRQUE?~ a r l o s e r e y r aLuis Vi l loroLuis Conzxlez

    Jos Joaqu n B lancoEnrique F lo rescanoFlrnaldo C b r d o v aHc to r Flgui lar CamnCar los mons i va i sFldolfo GillyCui l lermo Bonfil Batallcx

    sigloveintiunoeditores

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    HISTORIA, PARA QU?

    CARLOS PEREYRA*LUIS VILLOROL u r s GONZLEZ * JOS JOAQC~NBLANCO

    ENRIQUE FLORESCANO * A R N A L D O CRDOVAHCTOR AGUILAR C A M ~ N* CARLOS MONSWIS

    AWLFO GILLY * GUILLERMO BONFIL BATALLA

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    siglo xxi editores, s.a. de C.V.CERRODEL AGW248 OELEGACION M Y O A C A N 04310.MEXlCO D Fsialo xxi editores araentina. s.a.

    p imaa edicin. 1980vigesimoprimai edicin,2005Bsiglo u editores., s@ de C.V.isbn 968-23-1023-7dewhos reemvados conforme a la leyimpresoy hecho en m6irimIpriatedmdmadc inmaco

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    ADVERTENCIA, POT ALEJANDRA M ORENO TOSCAND 7HISTORIA, P A R A OUB? , por CARLOS PEREYRA 9EL S E N T I D O DE LA HISTORIA, por LUIS VILLORO 33DE LA M LTIPLE uTIL IzAC IN DE LA H IS TO RI A ,por LUIS GONZALEZ 5 3E L P L A C E R DE LA HISTORIA. por JOS J O A O U ~ N

    BLANCO 75DE LA M EM ORIA DEL PODER A LA HISTORIA COM O

    E X P L I C A C I ~ N ,por ENRIQUE FLORESCANO 91LA HISTORIA, h4AESTRA DE LA P O L ~ T I C A , ARNALDO

    C ~ R D O V A 129HISTORIA PARA H O Y , por H C T O R AGUILAR CAM ~N145L A P A S I ~ NDE LA HISTORIA, por CARLOS MONSIVAIS

    169LA H I S T O R I A C O M O C R ~ T I C A O C O M O D IS CU RS O DELPODER, por ADOLFO GILLY 195H I S T O R I A S Q U E N O S O N T O D A V ~ AH I S T O R I A . pOlC U I L L E R M O B O N F I L BATALLA 227

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    ADVERTENCIA

    Enfrentados a la tarea de ordenar toneladasde documentos, organizarlos, clasificarlos vlimpiarlos -literalmente- del polvo de lostiempos, quienes colaboraron entre 1977 y1980 con el Archivo General de la Nacin.conocieron el entusiasmo, la rutina y algunasveces la franca desesperanza. En muchas oca-siones se plante la duda: y para qu va aservir todo esto? Esa y otras preguntas seme-jantes no slo cuestionaban la funcin y elpapel de los archivos: planteaban tambinproblemas acerca del sentido y la funcin dela historia.Aun cuando los historiadores no parecenponer en duda la utilidad o la legitimidad dela historia, lo cierto es que pocas veces res-ponden expresamente a esas preguntas. Tam-poco se dispone de textos razonados que apartir de distintas prcticas y usos de lahistoria den cuenta del porqu y el para quse rescata, se ordena y se busca explicar elpasado. Para comenzar a llenar esas lagunasel Archivo General de la Nacin invit a ungrupo de historiadores y escritores a dar res-puesta a esas preguntas. Los ensayos queprepararon con ese fin forman el cuerpo deeste libro, que ahora publica Siglo XXI.

    ALEJANDRA MORENO TOSCANO

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    Cuando se interroga por la finalidad de la in-vestigacin histrica quedan planteadas cues-tiones cuya conexin intima no autoriza aconfundirlas. La pregunta historia para qu?pone a debate de manera explcita el proble-ma de la funcin o utilidad del saber histrico.Sin embargo, como lo vio acertadamenteMarc Bloch, con tal pregunta tambin se abreel asunto de la legitimidad de ese saber. Serecordar el comienzo de la Apologie pourI'histoire: "'Pap, explcame para qu sirvela historia', peda hace algunos aos a supadre, que era historiador, un muchachitoallegado mo.. . algunos pensarn, sin duda,que es una frmula ingenua; a m, por el con-trario, me parece del todo pertinente. El pro-blema que plantea.. . es nada menos que elde la legitimidad de la historia."' Se tratade cuestiones vinculadas pero discemibles:unos son los criterios conforme a los cualesel saber histrico prueba su legitimidad t e 6rica y otros, de naturaleza diferente, son losrasgos en cuya virtud este saber desempeacierta funcin y resulta til ms all del planocognoscitivo. Por ello aclara Bloch prrafosadelante que "el problema de la utilidad dela historia, en sentido estricto, en el sentido'pragmtico' de la palabra til, no se confun-

    IMarc Bloch, Introduccin a la hirtoria, Mxico,Fondo de Cultura Econmica, 1972.[lll

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    taciones y luchas del presente. No hay discursohistrico cuya eficacia sea puramente cognos-citiva; todo discurso histrico interviene (seinscribe) en una determinada realidad socialdonde es ms o menos til para las distintasfuerzas en pugna. Ello no conduce, sin em-bargo, a medir con el mismo rasero las cua-lidades tericas de un discurso histrico (sulegitimidad) y su funcionamiento en el debatesocial: su utilidad ideolgico-poltica no esuna magnitud directamente proporcional asu validez terica. Es preciso no incurrir,como lo advierte Hobsbawm. en la "confu-sin que se hace entre las motivaciones ideo-lgicas o polticas de la investigacin o de suutilizacin y su valor cientfico".'La tendencia a identificar utilidad y legi-timidad del discurso histrico tiene con fre-cuencia su origen en la idea de que la historiasigue un curso ineluctable: los historiadoresprocuran entonces formular reglas de con-ducta - e n los comienzos. por ejemplo. deesta disciplina en Grecia y Roma- porquese presupone la repeticin del proceso con-forme a ciertas pautas establecidas de unavez por todas. La confianza en que hay unavinculacin directa e inmediata entre colio-cimiento y accin se apoya en la creencia deque la comprensin del pasado otorga plenomanejo de la situacin actual: de ah elpeculiar carcter pragmtico de la indaga-cin histrica tradicional. Esa identificacintambin se origina a veces en el convenci-miento de que unos u otros grupos sociales

    ' Eric J. Hobsbawm, "De la historia social a lahistoria de la sociedad". en Te~ldr i lc iasacfirales drla historia social y demogrfica, Mxico. SepScten-las. 1976.www.esnips.com/webLinotipo

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    14 CARMS PEREYRAextraen provecho de la interpretacin hist-rica y de que. en este sentido, la captacinintelectual del pasado desempea cierto papelen la coyuntura social dada. Debiera ser cla-ro, sin embargo, que el provecho extrado esindependiente de la validez del relato en cues-tin; utilidad y legitimidad no son, en conse-cuencia, magnitudes equivalentes.

    Se puede convenir, por tanto, con el modoen que Bloch plantea el asunto: "qu esjustamente lo que legitima un esfuerzo inte-lectual? Me imagin que nadie se atreverahoy a decir, con los positivistas de estrictaobservancia, que el valor de una investigacinse mide, en todo y por todo, segn su aptitudpara servir a la accin. . . aunque la historiafuera eternamente indiferente al homo fabero al homo politicus, bastara para su defensaque se reconociera su necesidad para el plenodesarrollo del homo sapiens." Tal vez sea pre-ferible decirlo en otros trminos: sin negar,por supuesto, el impacto de la historia quese escribe en la historia que se hace, la apro-piacin cognoscitiva del pasado es un obje-tivo vlido por s mismo o, mejor todava, lautilizacin (siempre presente) ideolgico-po-ltica del saber histrico no anula la signifi-cacin de ste ni le confiere su nico sentido.La utilidad del discurso histrico no desvirtasu legitimidad, es cierto, pero sta no sereduce a aquella.No obstante, al parecer hay cierto apresu-ramiento en la opinin de Bloch segn la cual"nadie se atrevera hoy a decir que el valorde una investigacin se mide segn su aptitudpara servir a la accin". Chesneaux, por ejem-plo, se atreve y, mas an, encuentra en esatesis d e Bloch un ejemplo del intelectualismo

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    HISTORIA. PARA QU? 15profundamente arraigado en los historiadoresde oficio quienes distinguiran, segn estereproche, entre la historia-asunto de los po-lticos y la historia a cargo de los historia-dores. El argumento de autoridad que ofreceChesneaux a favor de su posicin es tan in-consistente como son siempre los argumentosde esta ndole. "Marx no consider iams elestudio del pasado como una actividad inte-lectual en s, que tuviera su fin en s misma,enraizada en una zona autnoma del conoci-miento.. . lo que contaba para l era pensarhistricamente, polticamente, . . el estudio delpasado no era para Marx indispensable sinoal servicio del presente.. . su opcin era po-ltica: el conocimiento profundo y sistem-tico del pasado no constituye un fin en smismo. Marx no era un 'historiador marxis-ta', pero s ciertamente un intelectual revo-lucionario."' No hace falta colocarse en unaendeble posicin intelectualista para advertirque la perspectiva del intelectual revolucio-nario no agota la razn de ser de la inves-tigacin histrica.En efecto, frente a quienes suponen (conbase en una confusa nocin de objetividaddonde sta se vuelve sinnima de neutralidadideolgica) que la nica posibilidad de cono-cimientos objetivos en el mbito de la his-toria est dada por el confinamiento de lainvestigacin en un reducto ajeno a la con-frontacin social, es imprescindible recordarel fracaso del proyecto terico encandiladocon la tarea ilusoria de narrar lo sucedidowie es eigentlich gewesen ist. Ranke tuvomotivos suficientes para reaccionar a media-Vean Chesneaux.

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    dos del siglo pasado contra la tradicionalIiistoria moralista y pedaggica, apostando afavor de un programa cefiido a contar lo querealmente aconteci. Es claro, sin embargo,que no hay descripcin (ni siquiera observa-cin) posible fuera de un campo problem-tico y de un aparato terico, los cuales seestructuran en un espacio en cuya delimita-cin intervienen tambin las perspectivasideolgicas. La confianza ingenua en la lec-tura pura de los documentos y en el ordena-miento asptico de los datos fue tan slo unestadio pasajero en la formacin de la cienciahistrica. Se vuelve cada vez ms insosteni-ble la pretensin de desvincular la historiaen la que se participa y se toma posicinde la historia que se investiga y se escribe.En definitiva, "la funcin del historiador noes ni amar el pasado ni emanciparse de l,sino dominarlo y comprenderlo. como clavepara la comprensin del presente".'Ahora bien, el nfasis requerido para sa-lirle al paso a las actitudes farisaicas in-clinadas a elaborar un discurso histrico pre-tendidamente aislado de la vida social encurso, no tiene por qu conducir al esquemareduccionista segn el cual todo el sentidodel conocimiento histrico est supeditado alas urgencias ideolgico-polticas ms inme-diatas. El academicismo cree encontrar enla doctrina de la neutralidad ideolgica unrefugio para preservar el saber contra losconflictos y vicisitudes del momento y, enrigor, slo consigue mutilar la reflexinarrancndole sus vasos comunicantes ron laprincipal fuente de estimulo intelectual: ter-

    + E. H. Carr, Que es la historia?, Barcelona, SeixBarral. 1969.

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    mina, a fin de cuentas, por asumir de maneravergonzante las formas ideolgicas ms cha-tas y reblandecidas. Lucien Febvre se burlacon razn de esta actitud: "demasiados his-toriadores, bien formados y conscientes (esoes lo peor). . . hacen historia de la mismamanera que tapizaban sus abuelas. Al punti-llo. Son aplicados. Pero si se les pregunta elporqu de todo ese trabajo. lo mejor quesaben responder, con una sonrisa infantil,es la cndida frase del viejo Ranke: 'parasaber exactamente cmo pas'. Con todo de-talle, naturalmente.""l rechazo de la his-toria como mero afn de curiosidades noautoriza, sin embargo, a diluir su funcincognoscitiva en la vorgine de las luchas so-ciales.

    Ya se sabe dnde suele desembocar la re-flexin presidida por la idea -segn lafrmula empleada por Chesneaux- de que"el estudio del pasado no es indispensablesino al servicio del presente". Cuando se di-suelve por completo la lgica propia deldiscurso histrico en los zigzagueos de laopcin poltica inmediata, entonces no pue-den extraar ocultamientos, silencios y defor-maciones: elementos triviales de informacinse vuelven tab (el papel de Trotski en laRevolucin rusa, por ejemplo), reas enterasdel proceso social se convierten en zonas pro-hibidas a la investigacin. falsedades burdaspasan por verdades evidentes de suyo. etc. Elhecho de que el saber histrico est siemprey en todo caso conformado tambin por lalucha de clases, ya que "la ciencia se hace enla vida misma y por gentes que trabajan5L. ebvre , Combates por la historia, Barcelona.Ariel, 1970.

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    en ese momento.. . est ligada a travs demil sutilezas y complicados lazos a todas lasactividades divergentes de los hombres"(Febvre), no basta para simplificar las cosasy abogar por una historia convertida en ap*logtica de una plataforma ideolgica circuns-tancial como ocurre sin remedio all donde lafuncin cognoscitiva de la prctica terica esanulada en aras de su funcin social en unacoyuntura dada.

    Durante largo tiempo la historia fue conce-bida como si su tarea consistiera apenas enmantener vivo el recuerdo de acontecimientosmemorables segn criterios que variaron 'enlas distintas formaciones culturales. La fun-cin de esta disciplina se limit primeramentea conservar en la memoria social un conoci-miento perdurable de sucesos decisivos parala cohesin de la sociedad, la legitimacin desus gobernantes, el funcionamiento de las ins-tituciones polticas y eclesisticas as comode los valores y smbolos populares: el saberhistrico giraba alrededor de ciertas imge-nes con capacidad de garantizar una (in)formacin compartida. Casi desde el princi-pio la historia fue vista tambin como unacoleccin de hechos ejemplares y de situacio-nes paradigmticas cuya comprensin pre-para a los individuos para la vida colectiva.De ah la antigua tendencia, ya mencionada, asolicitar de la historia que gue nuestra ac-cin. A finales del siglo pasado, sin embargo,ya apareca como "ilusin pasada de modacreer que la historia proporciona enseanzas

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    HISTORIA, {PARA OUC? 19prcticas para guiarse en la vida (hisroriamagistra vitae), lecciones de inmediato pro-vecho para individuos y sociedades. Lascondiciones en que se producen los actoshumanos son raras veces suficientemente se-mejantes de un modo a otro para que las'lecciones de la historia' puedan ser aplicadasdirectamente."

    Si bien, para indicar algunos nombres. Po-libio y Plutarco escribieron a fin de ensear,con el nimo de ofrecer soluciones a lasnecesidades prcticas de las generaciones pos-teriores, esa idea pedaggica de la historia diopaso a otra concepcin centrada en el supues-to bsico de que la historia posibilita lacomprensin del presente "en tanto -comolo formulan Langlois y Seignobos- explicalos orgenes del actual estado de cosas". Enefecto, puesto que toda situacin social es re-sultado de un proceso, ningn conocimientode tal situacin puede producirse al margendel estudio de sus fases de formacin: elconocimiento de las circunstancias a partirde las cuales se gesta una coyuntura histricaes indispensable para captar las peculiarida-des de sta. Las entidades y fenmenos quese pueden discernir en el movimiento de lasociedad constituyen una realidad caracteri-zable en trminos de proceso y sistema. Ental sentido parece incuestionable una respues-ta que se incline a favor de la primera opcinen la alternativa presentada por Bloch: "ha-br que considerar el conpcimiento del perio-do ms antiguo como necesario o superfluopara el conocimiento del ms reciente?"

    6 C . V . Langlois y C. Seignobos, Infrod~rccinalos eslodios histricor, Buenos Aires, La Plyade,1972

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    Se estara tentado a creer que superfluaes la pregunta misma por cuanto es impen-sable la inteligibilidad de un momento his-trico fuera de los lazos que lo vinculan conlos momentos precedentes. Sin embargo, losexcesos del evolucionismo obligan a matizarla cuestin. Por ello afirma Marx que la es-tructura anatmica del hombre es la clavede la disposicin orgnica del mono y no alrevs como seria ms fcil suponer. Dosplanteamientos aparecen implicados en estaindicacin: uno refiere al hecho de que enun nivel de complejidad no se encuentran loselementos suficientes para explicar un planode mayor complejidad y otro subraya que lagnesis de una realidad no basta para expli-car su funcionamiento. Se entiende, en con-secuencia, por qu formula Bloch ese inte-rrogante as como su reaccin contra el mitode los origenes. "La explicacin de lo msprximo por lo ms lejano ha dominado amentido nuestros estudios.. . este dolo dela tribu de los historiadores tiene un nombre:la obsesin de los ongenes.. . en el vocabu-lario corriente los orgenes son un comienzoque explica. Peor an: que basta para expli-car. Ah radica la ambigedad, ah est elpeligro." Si bien para todo fenmeno socialel conocimiento de sus origenes es un mo-mento imprescindible del anlisis y un com-ponente irrenunciable de la explicacin, stano se agota aqu: saber cmo algo lleg a serlo que es no supone todava reunir los elemen-tos suficientes para explicar su organizacinactual.Ninguna respuesta a las preguntas que hoypueden formularse respecto a la situacinpresente es posible en ausencia del saber his-

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    trico. Mientras ms confusa y catica apa-rece una coyuntura dada, como es el casode sta que se vive a comienzos de los aosochenta, ms contundente es el peso de la in-vestigacin histrica en el esfuerzo por des-pejar tales caos y confusin. Guardar distan-cia conveniente para no extraviarse en laobsesin de los orgenes, no impide admitirque slo es posible orientarse en las compli-caciones del periodo contemporneo a partirdel ms amplio conocimiento del proceso quecondujo al mundo tal y como hoy es. Quienesparticipan en la historia que hoy se hace estncolocados en mejor perspectiva para interve-nir en su poca cuanto mayor es la com-prensin de su origen. Planteada as la fun-cin central de la historia, resulta claro queel estudio de los ltimos cien aos tiene msrepercusiones que el de los siglos y mileniosanteriores. Sin embargo, con ms frecuenciade lo que pudiera creerse en primera instan-cia, aspectos fundamentales de la forma actualde la sociedad se entienden con base en fac-tores de un pasado ms o menos lejano. Talvez por ello no tiene ningn empacho Febvreen escribir: "yo defino gustosamente la histo-ria como una necesidad de la humanidad -lanecesidad que experimenta cada grupo huma-no, en cada momento de su evolucin, de bus-car y dar valor en el pasado a los hechos, losacontecimientos, las tendencias que preparanel tiempo presente, que permiten compren-derlo y que ayudan a vivirlo".El impacto de la historia no se localiza so-lamente, por supuesto, en el plano discursivode la comprensin del proceso social en curso.Antes que nada impregna la prctica mismade los agentes, quienes actan en uno u

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    otro sentido segn el esquema que la his-toria les ha conformado del movimiento dela sociedad. La actuacin de esos agentes estdecidida, entre otras cosas, por su visin delpasado de la comunidad a la que perteneceny de la humanidad en su conjunto. Los grupossociales procuran las soluciones que su ideade la historia les sugiere para las dificultadesy conflictos que enfrentan en cada caso. Porello el saber histrico no ocupa en la vidasocial un espacio determinado slo por consi-deraciones culturales abstractas sino tambinpor el juego concreto de enfrentamientos yantagonismos entre clases y naciones. Pocasmodalidades del saber desempean un papeltan definitivo en la reproduccin o transfor-macin del sistema establecido de relacionessociales. Las formas que adopta la enseanzade la historia en los niveles de escolaridadbsica y media, la difusin de cierto saberhistrico a travks de los medios de comunica-cin masiva, la inculcacin exaltada de unascuantas recetas generales, el aprovechamien-to mediante actos conmemorativos oficialesde los pasados triunfos y conquistas po~ula-res, etc., son pruebas de la utilizacin ideo-lgico-poltica de la historia. "Nuestro cono-cimiento del pasado es un factor activo delmovimiento de la sociedad, es lo que se ven-tila en las luchas polticas e ideolgicas, unazona violentamente disputada. El pasado, elconocimiento histrico pueden funcionar alservicio del conservatismo social o al serviciode las luchas populares. La historia penetraen la lucha de clases; jams es neutral, jamspermanece al margen de la contienda" (Ches-neaux) .No es frecuente encontrar entre los histo-

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    HISTORIA. PARA QU? 23riadores una sensibilidad perceptiva de lasimplicaciones que tiene su actividad profe-sional en la vida social y poltica. Todo ocurrecomo si la evidencia emprica respecto a laomnipresencia del saber histrico en la vidacotidiana representara para la mayora delos historiadores un motivo adicional que em-puja a buscar el deslinde entre las preocupa-ciones acadmicas y las vicisitudes del con-texto social. Sin embargo, tanto las clasesdominantes en las diversas sociedades comolos gmpos polticos responsables del poderestatal, suelen invocar el pasado como fuentede sus privilegios. De ah que. como sucedecon muy pocas modalidades del discurso te-rico, la historia es sometida a una intensaexplotacin ideolgica. Si entre las cuestionesbsicas a plantear, Pierre Vilar incluye "1:jcul fue, cul es el papel histrico de lahistoria como ideolosa? Ze jcul es va, culpodra ser el papel de la historia como cien-cia?",' ello se debe a que, en efecto, la historiase emplea de manera sistemtica como unode los instrumentos de mavor eficacia paracrear las condiciones ideolgico-culturales quefacilitan el mantenimiento de las relacionesde dominacin.El papel de la historia como ideologa seeleva como obstculo formidable para larealizacin del papel de la historia como cien-cia. Aunque todas las formas del saber sedesarrollan ligadas a resortes ideolgicos queintervienen con vigor en la seleccin de te-mas y enfoques como en la utilizacin pos-terior de los conocimientos, en el caso de lahistoria la intervencin de esos resortes ha

    Pierre Vilnr, Historia ~>~nrxistn.ristoria en cons.trucci~~,arcelona. Anasrama, 1974.www.esnips.com/webLinotipo

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    24 CARLOS PEREYRAsido decisiva. No se trata, claro est, de afir-mar que la mera presencia de mecanismosideolgicos invalida por si misma la produc-cin de conocimientos y anula la posibiIidadde explicar el proceso social, pero si de ad-mitir que la elaboracin de una imagen delpasado est demasiado configurada por losintereses dominantes en la sociedad. El Esta-do, por ejemplo, dispone de numerosos ca-nales mediante los cuales impone una versindel movimiento social idnea para la preser-vacin del poder poltico. "El control del pa-sado -escribe Chesneaux- y de la memo-ria colectiva por el aparato de Estado actasobre las 'fuentes'. Muy a menudo, tiene elcarcter de una retencin en la fuente.. . se-creto de los archivos, cuando no destruccinde los materiales embarazosos. Este controlestatal da por resultado que lienzos enterosde la historia del mundo no subsistan sinopor lo que de ellos han dicho o permitido de-cir los opresores.. . la ocultacin es uno delos procedimientos ms corrientes en estedispositivo de control del pasado por el po-der. El pasado es un importuno del que hayque desembarazarse." As pues, es tarea dela investigacin histrica recuperar el movi-miento global de la sociedad, producir cono-cimientos que pongan en crisis las versionesritualizadas del pasado y enriquecer el campotemtico incorporando las cuestiones suscita-das desde la perspectiva ideolgica del bloquesocial dominado.

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    La progresiva madurez de las ciencias socia-les y la integracin de la historia en stasacompaan el abandono de cierta tradicinpara la cual contaba la historia como ungnero literario. La investigacin histricatambin se ha despojado cada vez ms dellastre que supona la idea de que su tareacentral consiste en dar preceptos prcticospara guiarse en la vida. Las formas del dis-curso histrico se apartan crecientemente deesas pretensiones didcticas y literarias. Re-sulta an ms complicado, sin embargo, li-berar el saber histrico de las tendenciasapologticas. Las dificultades para eliminaresta carga provienen en buena parte del he-cho de que el conocimiento del pasado tienesu punto de partida en el presente. La dis-tincin misma pasado/presente es hasta cier-to punto arbitraria: "la historia es una dia-lctica de la duracin; por ella, gracias aella, es el estudio de lo social, de todo losocial, y por tanto del pasado; y tambin, portanto, del presente, ambos inseparable^".^Son en buena medida los acontecimientoscontemporneos los que permiten profundi-zar en el conocimiento del pasado. El estudiodel movimiento anterior de la sociedad serealiza a travs del proceso en el cual estninscritos quienes investigan. No se trata desostener Ia tesis del presenrismo en el sentidode que toda la historia es "historia contem-pornea" por cuanto cada generacin cons.tmye su verdad acerca del pasado. La his-toria no seria entonces sino un conjunto de

    'F. Braudel, La historia y las ciencias sociales,Madrid, Alianza, 1968.www.esnips.com/webLinotipo

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    interpretaciones de validez relativa, adecuadacada una de ellas a la visin que en los su-cesivos presentes se tiene del pasado. Lastendencias apologticas se cubren, en defini-tiva, con el pretexto de que la historia ne-cesariamente interroga por las cosas quesucedieron en tiempos anteriores a fin deofrecer respuestas a los problemas de hoy. Enla pendiente del pragmatismo inmediatista elsaber acaba teniendo validez segn su con-formidad con alguna finalidad circunstancial.Sin asumir compromiso alguno con las tesisrelativistas. en cualquier caso es cierto queno s610 el conocimiento del pasado permitela mejor comprensin del presente sino tam-b i h , de manera recproca, se sabe mejor quinvestigar en el pasado si se posee un puntode vista preciso respecto a la situacin quese vive. "El pasado nos resulta inteligible ala luz del presente y slo podemos compren-der plenamente el presente a la luz del pasa-do. Hacer que el hombre pueda comprenderla sociedad del pasado, e incrementar su do-minio de la sociedad del presente, tal es ladoble funcin de la historia" (Carr).El relativismo confunde el problema de loscriterios de verdad del conocimiento hist-rico con la cuestin de los mviles que im-pulsan la investigacin, el desplazamiento delas preocupaciones hacia unas u otras reasde la totalidad social, la referencia por taleso cuales temas. etc. La reflexin histricaaparece como una tarea urgida precisamentepor las luchas y contradicciones que caracte-rizan a una poca. La historia no se desen-vuelve exclusivamente en virtud de sus vacosde conocimiento y de la progresiva afinacinde sus hiptesis explicativas, sino tambin

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    HISTORIA, PARA wl?? 27empujada por factores extratericos salidosde la lucha social misma. El estatuto cient-fico del discurso no est dado por su funcinen las pugnas contemporneas, pero no sepuede hacer abstraccin de que la historiadesempea un papel destacado en la confron-tacin ideolgica: las fuerzas polticas se de-finen tambin por su comprensin desigual ycontradictoria del desarrollo de la sociedad.Los acadmicos que entienden su labor comoalgo aislado de toda responsabilidad poltica,no pueden evitar que el resultado de sus in-vestigaciones tienda a desdibujarse: esto esconsecuencia natural de la separacin forzadaentre el saber histrico v el horizonte polticoen que ese saber se produce. Como lo recuer-da Chesneaux, "la reflexin histrica es re-gresiva, funciona normalmente a partir delpresente, en sentido inverso del fluir del tiem-po. y sta es su razn de ser fundamental".Es sintomtico aue en una sociedad coexis-tan de modo conflictivo definiciones contra-puestas de su pasado. Ello no tiene que verslo ni primordialmente con la inmadurezde la historia (como proyecto analtico conpretensiones explicativas y no de mero relatodescriptivo) o con la pluralidad de modelostericos enfrentados: es tambin resultadode la divisin social y del consiguiente ca-rcter fragmentario de lo que interesa a lasdiferentes comentes recuperar en el pasado.La existencia de un sistema de dominacinsocial implica en s misma formas diversas deabordar el examen de la realidad, incluidoel movimiento anterior de sta. Si, como se-ala Febvre, "organizar el pasado en funcindel presente: eso es lo qUe podra denomi-narse funcin social de la historia", entonces

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    28 CARLOS PEREYRAno puede sorprender que compitan distintosmodos de organizar el pasado.

    La funcin terica de la historia (explicar elmovimiento anterior de la sociedad) y sufuncin social (organizar el pasado en funcinde los requerimientos del presente) son com-plementarias: el saber intelectual recibe susestmulos ms profundos de la matriz socialen permanente ebullicin y, a la vez, los co-nocimientos producidos en la investigacinhistrica estn en la base de las solucionesque se procuran en cada coyuntura. Esta com-plementariedad, sin embargo, no elimina lastensiones y desajustes entre ambas funcio-nes. As, por ejemplo, la prolongada discusinen tomo al carcter nocivo o benkfico de losjuicios de valor en el discurso histrico puedeser vista como ndice de que tal complemen-tariedad no carece de fricciones. Parece obvioque las interpretaciones histricas incluyensiempre juicios de valor y que ningn apegoa la pretendida objetividad del dato anula elpeso de los esquemas ideolgicos en la na-rracin explicativa. La tendencia a rehuir losjuicios de valor para preservar una supuestapureza cientfica y evitar la contaminacin delos ingredientes ideolgicos, exhibe incom-prensin seria de cules son los modos enque interviene la ideologa en la produccinde conocimientos.

    Ahora bien, jse justifica sin ms la antiguatradicin segn la cual junto con su tareainformativo-analtica, la historia est obliga-da a juzgar los acontecimientos y sus prota-www.esnips.com/webLinotipo

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    su caso, quin es el Mesias? Es mucho msfcil centrar el examen del proceso social enun ncleo apologtico o denigrativo que bus-car en serio las causas inmediatas y profun-das de los fenmenos histricos. Se puedelocalizar en el acervo de la historia, sin nin-guna dificultad, una abrumadora cantidad deejemplos de textos en los que el anlisis essustituido por la glorificacin o satanizacinde algn personaje. Esta actitud no puedemenos que empobrecer la funcin terica dela historia. Por ello se pronuncia Febvre con-tra el historiador-fiscal y seala que "ya eshora de acabar con esas interpretaciones re-trospectivas, esa elocuencia de abogados yesos efectos de toga.. . no, el historiador noes un juez. Ni siquiera un juez de instruc-cin. La historia no es juzgar; es comprender-y hacer comprender."

    Si la mana de enjuiciar deriva con facili-dad en un obstculo adicional para la expli-cacin histrica, ello se debe a que tiende aocultar la constitucin del mundo social: unproceso formado por numerosos subprocesosarticulados entre s. Los juicios de valor in-hiben la recuperacin de las luchas, sacri-ficios, forcejeos, y contradicciones que inte-gran el movimiento de la sociedad y borrantodo con la tajante distincin entre los prin-cipios del bien y el mal. El achatamiento delesfuerzo explicativo generado por la propen-sin a juzgar limita la capacidad de pensarhistricamente. Si, como le gusta recordar aVilar, no se puede "comprender los hechos"ms que por la va de "pensarlo todo hist-ricamente", entonces es preciso ir ms allde la simple localizacin de aciertos y fraca-sos en la actividad de los hombres, para en-

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    contrar en los componentes econmico-poli-ticos e ideolgicoculturales de la totalidadsocial la explicacin, incluso, de esos aciertosy fracasos. Los juicios de valor son inheren-tes a la funcin social de la historia peroajenos a su funcin terica. Un aspecto deci-sivo del oficio de la historia consiste, precisa-mente, en vigilar que la preocupacin por lautilidad (poltico-ideolgica) del discurso his-trico no resulte en detrimento de su legiti-midad (terica).

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    Historia, (para qu? La primera respuestaen acudir a la mente sena: la historia obe-dece a un inters general en el conocimiento.Al historiador le interesa, como a cualquiercientfico, conocer un sector de la realidad;la historia tendra como objetivo el esclare-cimiento racional de ese sector. En este sen-tido el inters del historiador no diferira delque pudiera tener un entomlogo al estudiaruna poblacin de insectos o un botnico alclasificar las diferentes especies de plantasque crecen en una regin. Igual que al ento-mlogo o al botnico, al historiador le bastaesa aficin por el conocimiento para justificarsu empeo. Sin duda as sucede con cual-quier ciencia: se justifica en el inters generalpor conocer, el cual cumple una necesidadde la especie. Porque la especie humana re-quiere del conocimiento para lograr aquelloque en otras obtiene el instinto: una orienta-cin permanente y segura de sus acciones enel mundo.

    Con todo, quien diera esta respuesta co-rrera el riesgo de disgustar a ms de un his-toriador. Cualquier historiador pensara que,despus de todo, su disciplina tiene una rele-vancia para los hombres mayor que la deun entomlogo, y que sus investigaciones,aunque presididas por un inters en conocer,estn motivadas tambin por otros afanes msvitales, ligados a su objeto. Una colonia de

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    abejas no puede despertar en nosotros, dira,el mismo tipo de inters que una colectividadhumana. Si logramos determinar el objeto alque se dirige la atencin del historiador, fren-te al que retiene la de otros cientficos, da-ramos quiz con una diferencia especifica delconocimiento histrico.Un acercamiento podra ser: la historiaresponde al inters en conocer nuestra situa-cin presente. Porque, aunque no se lo pro-ponga, la historia cumple una funcin: la decomprender el presente. Desde las pocas enque el hombre empez a vivir en comunidady a utilizar un lenguaje, tuvo que crear in-terpretaciones conceptuales que pudieran ex-plicarle su situacin en el mundo en un mo-mento dado. En los pueblos primitivos elpensamiento mtico tiene a menudo un scn-tido gentico. Muchos mitos son etiolgicos:intentan trazar el origen de una comunidad,con el objeto de explicar por qu se encuentraen determinado lugar y en tales o cuales cir-cunstancias. Algunos pueblos invocan leven-das para dar razn de la presencia de latribu en un paraje y de su veneracin poralgn lugar sagrado, por ejemplo: los prime-ros ancestros surgieron del fondo de la tierrapor una cueva situada en el centro del terri-torio de la tribu. Otros pueblos atribuyen suorigen a un antepasado divino, ms o menossemejante al hombre, cuyas actividades, fun-dadoras de costumbres o instituciones, narranlos mitos. El totemismo tiene, entre otrosaspectos, el de remitir a la gnesis de unacolectividad humana: hay clanes que nacieronde un determinado animal, otros, de otro;esto explica la peculiaridad de sus caracteresy hbitos. El origen de diferentes institucio-

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    EL SCNTIDO DE LA HISTORIA 37nes, regulaciones y creencms suele tambinsealarse en acontecimientos que sucedieronen un tiempo remoto. As , hay mitos paraexplicar las relaciones de parentesco, que lasrefieren a un momento en que se establecie-ron, leyendas que justifican el poder de ciertaspersonas por alguna hazaa de sus anteceseres semihumanos. mitos que dan razn, porsucesos del pasado remoto, de una emigra-cin, de la ereccin de un poblado, de la pre-ferencia por una especie de caza, de un hbitoalimenticio. Parecera que, de no remitirnosa un pasado con el cual conectar nuestropresente, ste resultara incomprensible, gra-tuito, sin sentido. Remitimos a un pasadodota al presente de una razn de existir, ex-plica el presente.Esta funcin que cumpla el mito en lassociedades primitivas la cumple la historiaen las sociedades desarrolladas. Un hechodeja de ser gratuito al conectarse con susantecedentes. A menudo la conexin es inter-pretada como una explicacin y el antece-dente en el tiempo, como causa. En historiase suelen confundir las dos acepciones de lapalabra "principio". "Principio" quiere decirS , primer antecedente temporal de una secuen-cia", "inicio". pero tambin tiene el sentidode "fundamento", de base en que descansa lavalidez o la existencia de algo, como cuandohablamos de "los principios del derecho", o"del Estado". La historia quiz nazca, comolo hizo notar Marc Bloch, de lo que l llam"dolo de los orgenes" o "dolo de los prin-cipios", es decir, de la tendencia a pensarque al hallar los antecedentes temporales deun proceso, descubrimos tambin los funda-mentos que lo explican.

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    La historia nacera, pues, de un intento porcomprender y explicar el presente acudiendoa los antecedentes que se presentan como suscondiciones necesarias. En este sentido, lahistoria admite que el pasado da razn delpresente; pero, h la vez, supone que el pasadoslo se descubre a partir de aquello que ex-plica: el presente. Cualquier explicacin emp-rica debe partir de un conjunto de hechosdados, para inferir de ellos otros hechos queno estn presentes, pero que debemos supo-ner para dar razn de los primeros. Asi tam-bi6n en la historia. El historiador pensar,por ejemplo, que el Estado actual puede expli-carse por sus orgenes, pero si se propone esatarea es justamente porque ese Estado existe,en el presente, con ciertas caractersticas queplantean preguntas;. y son esas preguntas lasque incitan a buscar sus antecedentes. Elhistoriador tiene que partir de una realidadactual, nunca de una situacin imaginaria;esto es lo que separa su indagacin de la delnovelista, quien tambin, a menudo, escu-dria en el pasado. Quiere esto decir que, ala vez que el pasado permite comprender elpresente, el presente plantea los interrogantesque incitan -a buscar el pasado. De all quela historia pueda verse en dos formas: comoun intento de explicar el presente a partir desus antecedentes pasados, o como una em-presa de comprender el pasado desde el pre-sente. Puede verse como "~trodiccin", esdecir, como un lenguaje que infiere lo quepas a partir de lo que actualmente sucede.Esta observacin podra ponernos en la pistade una motivacin importante de la historia.

    El historiador, al examinar su presente,suele plantearle preguntas concretas. Tratawww.esnips.com/webLinotipo

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    de una metodologa crtica se encuentra enhistoriadores y telogos de la Reforma pro-testante. Por qu en ellos? Porque queranhacer de lado lo que consideraban aberracio-nes del catolicismo; haba que explicar por qula Iglesia se haba corrompido y redescubrirel mensaje autntico del Evangelio, para nor-mar sobre l sus vidas. Para ello tuvieron queestablecer mtodos ms confiables, que per-mitieran discriminar entre los documentosverdaderos y los falsos, someter a crtica laveracidad de los testigos, antiguos padres,legisladores e historiadores de la Iglesia, de-terminar los autores y las fechas de elabc-racin de los textos. Para poder demostrarla justeza de sus pretensiones tuvieron queintentar un nuevo tipo de historia. Por mstiles que hayan sido al inters general dela ciencia, los inicios de la crtica documen-tal estuvieron motivados por un inters par-ticular de la vida presente.

    Pensemos en ejemplos ms cercanos a no-sotros. La historia de Mxico nace a partirde la conquista. Los primeros escritos res-ponden a un hecho contemporneo: el en-cuentro de dos civilizaciones; intentan mane-jarlo racionalmente para poder orientar lavida ante una situacin tan desusada. De alllos diferentes tipos de historia con que nosencontramos. Los cronistas escriben con cier-tos objetivos precisos: justificar la conquistao a determinados hombres de esa empresa,fundar las pretensiones de dominio de lacristiandad o de la Corona, dar fuerza a laspeticiones de mercedes de los conquistadoreso aun de nobles indgenas. Otras obras tienenfines distintos: las historias de los misione-ros estn dirigidas principalmente a explicar

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    y legitimar la evangelizacin, esto es, la co-lonizacin cultural. Un examen superficial delas historias escritas por misioneros bastapara percatarnos de que responden a unapregunta planteada por el presente: jcmo esposible "salvar" a ese nuevo pueblo, es decir,asimilarlo a los valores espirituales de la cris-tiandad? En el siglo xrx el condicionamientode la historia por los requerimientos presen-tes es an ms claro. Las historias que es-criben Bustamante, Zavala, Alamn estn re-gidas por la misma idea: urge rastrear en elpasado inmediato las condiciones que expli-quen por qu la nacin ha llegado a la situa-cin postrada en que se encuentra; al mismotiempo que contestan preguntas planteadaspor su situacin, justifican programas queorientan la accin futura.La historia intenta dar razn de nuestropresente concreto; ante l no podemos menosque tener ciertas actitudes y albergar cier-tos propsitos; por ello la historia respondea requerimientos de la vida presente. Deba-jo de ella se muestra un doble inters: inte-rs en la realidad, para adecuar a ella nues-tra accin, inters en justificar nuestra si-tuacin y nuestros proyectos; ei primero esun inters general, propio de la especie, elsegundo es particular a nuestro ~ N P O . nues-tra clase, nuestra comunidad. Por ello es tandificil separar en la historia lo que tiene deciencia de lo que tiene de ideologa. Sin duda,ambos intereses pueden coexistir sin distor-sionar el razonamiento:. pero es frecuenteque los intereses particulares del historiador,ligados a su situacin, dirijan intencionada-mente la seleccin de los datos, la argumen-tacin y la interpretacin, a modo de demos-

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    42 LUIS VILLOROtrar la existencia de una situacin pasada quesatisfaga esos intereses. Esta observacin nosconduce a una segunda respuesta.

    Los requerimientos de la vida presente quenos llevan a investigar los antecedentes his-tricos no son individuales. Si lo que tratode explicar es una situacin conflictiva per-sonal. ello me llevar a indagar en mi biogra-fa; podr ser un estmulo para hurgar en mipasado. Ese estmulo estara en la base de unanlisis psicolgico, pero no me conduciriaa la historia. Las situaciones que nos llevan ahacer historia rebasan al individuo, planteannecesidades sociales. colectivas, en las queparticipa un grupo, una clase, una nacin, unacolectividad cualquiera. Las situaciones nre-sentes que tratamos de explicar con la his-toria nos remiten a un contexto que nostrasciende como individuos. Si escribo estaspginas tengo en mente a las personas quepodran leerlas; detrs de ellas estn las ideasde otros muchos hombres; al publicarse, estaslneas formarn parte de un complejo colec-tivo de relaciones econmicas, sociales. cul-turales. Lo que escribo puede ser objeto dehistoria en la medida en que se pone enrelacin con esos contextos sociales que loabarcan y le prestan sentido. En cualquiersituacin concreta podemos descubrir cone-xiones semejantes. Todos nuestros actos estndeterminados por correlaciones que rebasannuestra individualidad y que nos conectancon grupos e instituciones sociales. Desde elmomento en que vamos a comer a nuestra

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    EL SENTIDO DE LA HISTORIA 43casa. estamos ya inmersos en una institucin.la familia, la que a su vez no puede explicarsems que en el seno de otras instituciones;nos refiere, por ejemplo. a regulaciones ju-rdicas y con ellas a un Estado. No hay accinhumana que no est conectada con un todo.Pues bien, los requerimientos de que, segndeciamos, parta el historiador, suponen esoslazos comunitarios. Slo se hacen presentesen la medida en que tenemos cierta concien-cia de estar realizando propsitos en comny de estar sujetos a reglas que nos ligan.Propsitos y reglas. No podna estar realizan-do ahora este acto de escribir si no aceptaraimplcitamente ciertas reglas de relacin. Pue-den no ser normas escritas, como las reglasms elementales de comunicacin entre loshombres, el respeto a las ideas ajenas, la ne-cesidad de claridad. la consideracin del lec-tor posible, etc.; pueden ser ms explcitas,como las que regularn todo el proceso dediscusin, impresin y distribucin de estaspginas. Esas reglas responden a propsitoscompartidos, en este caso los del desarrolloy crtica de una disciplina cientfica. Reglas ypropsitos, al ligar a los miembros de unacomunidad. permiten su convivencia. No ha-bna ningn comportamiento social si no sediera esa especie de lazo entre los individuos.Una colectividad, un grupo, una nacin, man-tienen su cohesin mediante las reglas com-partidas y los propsitos comunes que liganentre si a todos sus miembros. La historia, alexplicar su origen, permite al individuo com-prender los lazos que lo unen a su comunidad.Esta comprensin puede dar lugar a actitudesdiferentes.Por una parte, al comprenderlas, las reglas

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    ser producto de un pensamiento que propi-cia el dominio de los poderes del grupo sobrelos individuos; en el segundo, puede expresarun pensamiento de liberacin colectiva fren-te a otros poderes externos. Las historiasnacionales "oficiales" suelen colaborar a man-tener el sistema de poder establecido y mane-jarse como instrumentos ideolgicos que jus-tifican la estructura de dominacin imperan-te. Con todo, muchas historias de minorasoprimidas han servido tambin para alentarsu conciencia de identidad frente a los otrosy mantener vivos sus anhelos libertarios.Pero el acto de comprender los orgenes delos vnculos que prestan cohesin a una co-munidad puede conducir a un resultado dife-rente al anterior: en lugar de justificarlos,ponerlos en cuestin. Revelar el origen "hu-mano, demasiado humano" de creencias einstituciones puede ser el primer paso paradejar de acatarlas. Al mostrar que, en ltimotrmino, todas nuestras reglas de convivenciase basan en la voluntad de hombres concre-tos, la historia vuelve consciente la posibili-dad de que otras voluntades les nieguen obe-diencia. Las historias de la Iglesia, desde laReforma hasta el moderno liberalismo, con-tribuyeron tanto como la critica filosfica ala desacralizacin del catolicismo. La "histoi-re des moeurs" del siglo XVIII fue un factorimportante en la desmistificacin del abso-lutismo. Desde Herodoto, la historia, al mos-trar la relatividad de las costumbres y creen-cias de los distintos pueblos, ha sido unestmulo constante de crtica a la inmovilidadde las convenciones imperantes.En otros casos, los estudios "antioficiales",al poner en cuestin las versiones histricas

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    46 LUIS VILLOROen uso y develar los hechos e intereses realesque dieron origen a las ideologas vigentes,han servido tambin para desacreditarlas.Comprender que las reglas y propsitos queel Estado nos inculca fueron producto de in-tereses particulares puede arrojar sobre ellosel descrdito. La historia obtiene tambin estesegundo resultado cuando se propone mos-trar los procesos de cambio de institucionesy normas de convivencia. Entonces revelacmo, detrs de estructuras que se pretendeninmutables, est la voluntad de hombres con-cretos y cmo otras voluntades pueden cam-biarlas. Tal sucede en la historia de los pro-cesos revolucionarios o liberadores. DesdeMichelet hasta Trotski, la histona de las re-voluciones ha servido de inspiracin a mu-chos movimientos libertanos.Para qu la histona? Intentemos una se-gunda respuesta: para comprender, por susorigenes, los vnculos que prestan cohesin auna comunidad humana y permitirle al indi-viduo asumir una actitud consciente anteellos. Esa actitud puede ser positiva: la his-toria sirve, entonces, a la cohesin de lacomunidad; es un pensamiento integrador;pero puede tambin ser crtica: la historiase convierte en pensamiento disruptivo. Por-que, al igual que la filosofa, la histona puedeexpresar un pensamiento de reiteracin y con-solidacin de los lazos sociales o, a la inversa,un pensamiento de ruptura y de cambio.

    Se agotaran aqu nuestras respuestas? Oui-z no. Tenemos la sensacin de que, en laswww.esnips.com/webLinotipo

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    dos respuestas anteriores, algo hemos dejadode lado. No siempre expresa la historia uninters concreto en nuestro presente y en lacomunidad a que pertenecemos. Acaso nonos interesa, apasionadamente a veces, cono-cer la vida de pueblos desaparecidos, aleja-dos para siempre de nosotros, remotos en eltiempo y en el espacio? No tendramos uninters especial, incluso, en la historia de losseres racionales mas distintos a nosotros, losque pertenecieran a una civilizacin extraao incluso a un planeta lejano? Estas pregun-tas podran abrirnos a un inters ms pro-fundo que los anteriores, quizs el msentraable de los que mueven a hacer his-toria. Sera el inters por la condicin y eldestino de la especie humana, en el pedazodel cosmos que le ha tocado vivir. Este in-ters se manifiesta en dos preguntas. nuncaexpresadas, presupuestas siempre en cual-quier historia: la pregunta por la condicinhumana, la pregunta por el sentido.La historia examina. con curiosidad. cmose han realizado las distintas sociedades. eiilas formas ms dismbolas; la multiplicidadde las culturas, de los quehaceres del hombre.de sus actitudes y pasiones, el abanico en-tero, en suma. de las posibilidades de vidahumana se despliega ante sus ojos. La suce-sin de los distintos rostros del hombre esun espejo de las posibilidades de su coiidi-cin; al travs de ellos puede escucharse loque hay de comn, de permanente en serhombre. Historia magistra vitae: no porquedicte normas o consejos edificantes, menosan porque d recetas de comportamientoprctico, "maestra de la vida" porque ensea.

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    al travs de ejemplos concretos, lo que puedeser el hombre.Pero la historia no dice todo eso en frmu-las expresas. Su fin no es enunciar principiosgenerales. leyes, regularidades sobre la vidahumana, ni acuar en tesis doctrinarias una"idea del hombre". La historia muestra todoeso al tratar de revivir, en su complejidad

    y riqueza. pedazos de vida humana. En esteprocedimiento est ms cerca de las obrasliterarias que de las ciencias explicativas.Tambin la literatura intenta revelar la con-dicin humana mostrando posibilidades par-ticulares de hombres concretos. Sin duda, laliteratura abre posibilidades verosmiles peroficticias y la historia, en cambio, slo revivesituaciones reales; sin duda, la literatura seinteresa, ante todo, en personajes individua-les y la historia. por lo contrario, centra suatencin en amplios grupos humanos; sinduda, en fin, la literatura se niega a explicarlo que describe y la historia no quiere slomostrar sino tambin dar razn de lo quemuestra. Pero, por amplias que sean sus di-ferencias, literatura e historia coinciden enun punto: ambas son intentos por compren-der la condicin del hombre, al travs de susposibilidades concretas de vida.

    La pregunta por la condicin humana seenlaza con la pregunta por su sentido. Ne-cesitamos encontrar un sentido a la aventurade la especie. Para responder a esa inquietudel pensamiento humano ha intentado variasvias: la religin, la filosofa, el arte; la his-toria es otra de ellas. La bsqueda del sen-tido no da lugar a un "para qu" del que-hacer histrico diferente a los dos que expu-simos antes; est supuesta en ellos. El inters

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    en explicar nuestro presente expresa justa-mente una voluntad de encontrar a la vidaactual un sentido. Por otra parte, la historianos lleva a comprender, dijimos, lo que agru-pa, lo que relaciona, lo que pone en contactoentre s a los hombres, haciendo que tras-ciendan su aislamiento. Con ello, estara r e spondiendo a la necesidad que tenemos deprestar significado a nuestra vida personal alponerla en relacin con la comunidad de losotros hombres. El historiador permite que cadauno de nosotros se reconozca en una colec-tividad que lo abarca; cada quien puede tras-cender entonces su vida personal hacia lacomunidad de otros hombres y, en ese tras-cender, su vida adquiere un nuevo sentido.La existencia de un objeto, de un aconte-cimiento, cobra sentido al comprenderse co-mo un elemento que desempea una funcinen un todo que lo abarca. Veo una extraabarra de hierro.. Qu hace all ese objeto?"iAh! es la palanca de una mquina", me digo;el objeto ha dejado de ser absurdo. La m-quina ha dado un sentido a la existencia dela palanca, el proceso de produccin a lamquina, la sociedad de mercado al procesode produccin, y as sucesivamente. La inte-gracin en una totalidad conjura el carctergratuito, en apariencia sin sentido, de la puraexistencia. De parecida manera, en los actoshumanos. La carrera desbocada de un hom-bre en los llanos de Marathn cobra sentidocomo parte de una batalla, pero sena absurdasi no hubiera salvado a un pueblo, el cualadquiere significado al revivir dos mileniosdespus en otras culturas, las cuales cobransentido.. ., hasta llegar a un trmino: la inte-gracin en la totalidad de la especie humana.

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    50 LUIS VILLOROLa historia ofrece a cada individuo la po-sibilidad de trascender su vida personal en la

    vida de un gmpo. Al hacerlo, le otorga unsentido y, a la vez, le ofrece una forma deperdurar en la comunidad que lo trasciende:la historia es tambin una lucha contra el ol-vido, forma extrema de la muerte. Y culsena el gmpo ms amplio, el ltimo, hacia elcual podna trascender nuestra individuali-dad? La respuesta ha variado. En las prime-ras civilizaciones, el mito primero, la historiadespus, otorgan sentido al individuo al in-tegrarlo en una tribu o en un pueblo, peroese pueblo slo cobra sentido ante la miradadel dios. La historia juda no rebasa. en esteaspecto particular, la perspectiva reducidade los anales egipcios o asirios. En Greciael horizonte empieza a ser ms amplio: msall de la integracin de los pueblos hel-nicos se apunta a una colectividad en la quelos actos tanto de los griegos como de losbrbaros cobraran sentido. Herodoto abre suhistoria con estas palabras: "Herodoto deHalicarnaso expone aqu sus investigaciones["historia" en griego, puede traducirse por"investigacin"] para impedir que lo que hanhecho los hombres se desvanezca con el tiem-po y que grandes y maravillosas hazaas,recogidas tanto por los griegos como por losbrbaros, dejen de nombrarse." Herodotoquiere impedir que un momento de vida seborre de la mente de otros hombres y, en estepunto, no hace diferencia entre griegos y br-baros; lo que lo mueve es, en ltimo trmino,permitir que esa vida subsista en la concien-cia general de la especie.Sin embargo, ni griegos ni romanos tuvie-ron una idea clara del papel que podran

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    52 LUIS VILIBROversa1 de la especie se ligue a una historiacsmica.Bastar una observacin para mostrar queese ideal est ya presente en nosotros. Sinduda se nos ha ocurrido la posibilidad deque, en una catstrofe futura, causada porlos mismos hombres o por un acontecimien-to csmico, la humanidad dejara de existir.No seria para nosotros una necesidad dejarun testimonio de lo que fuimos? Ante unaamenaza semejante, pensariamos en dejaralguna seal, lo ms completa posible, de loque fue la especie humana, para que, si enpocas futuras, comunidades racionales deotros planetas vinieran al nuestro, rescatarannuestra humanidad del olvido.Este sera, en suma, el ltimo mvil de lahistoria, su "para qu" ms profundo: darun sentido a la vida del hombre al com-prenderla en funcin de una totalidad quela abarca y de la cual forma parte: la co-munidad restringida de otros hombres pri-mero, la especie humana despus y, tal vez,en su limite, la comunidad posible de losentes racionales y libres del universo.

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    D E LA MULTIPLE UTILIZACION D E LAHISTORIA

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    Cuando iniciaba la carrera de historia en ElColegio de Mxico parientes y amigos mepreguntaban para qu sirve lo que estudias?Como yo no saba contestar para qu servauna de las profesiones ms viejas y hermosasdel mundo, pues la haba escogido por meraaficin al cuento o discurso histrico, sondea-ba a mis ilustres profesores sobre la utilidadde estudiar "lo que fue" para la vida comu-nitaria de hoy. El maestro Ramn Iglesiasdeca: "No creo que el historiador puedajugar un papel decisivo en la vida social, perosi un papel importante. La historia no espuramente un objeto de lujo." Recuerdo va-gamente que al doctor Silvio Zavala no lecaa bien la pregunta aunque siempre la con-testaba con la frmula de Dilthey: "slo lahistoria puede decir lo que el hombre sea".Historia=Antropologa. El maestro Jos Mi-randa sentenci en uno de sus arranques deescepticismo: "El conocimiento histrico nosirve para resolver los problemas del presen-te; no nos inmuniza contra las atrocidadesdel pasado; no ensea nada; no evita nada;desde el punto de vista prctico vale un co-mino." Para l la historia era un conocimientolegtimo e intil igual que para don Silvio.

    Vino enseguida la lectura de tratados sobreel conocimiento histrico y el encuentro conlas proposiciones siguientes: "La historia esmaestra de la vida" (Cicern). "El saber his-trico prepara para el gobierno de los esta-dos" (Polibio) . "Las historias nos muestran

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    cmo los hombres viciosos acaban mal y a losbuenos les va bien" (Eneas Silvio). "Los histo-riadores refieren con detalle ciertos aconteci-mientos para que la posteridad pueda apro-vecharlos como ejemplos en idnticas circuns-tancias" (Maquiavelo). "Desde los primerostiempos se le ha visto una utilidad al saberdel pasado: la de predecir e incluso manipu-lar el futuro" (Lewis). "Escribir historia esun modo de deshacerse del pasado" (Goethe)."Si los hombres conocen la historia, la his-toria no se repetir" (Brunschvigg) . "Quienesno recuerdan su pasado estn condenados arepetirlo" (Ortega). "La recordacin de al-gunos acaeceres histricos puede ser fermen-to revolucionario" (Chesneaux). "El estudiode la historia permitir al ciudadano sensatodeducir el probable desarrollo social en elfuturo prximo" (Childe).Una praxis profesional pobre, pero larga ycambiante me ha metido en la cabeza algunasnociones de Pero Grullo: hay tantos modosde hacer historia como requerimientos de lavida prctica. Sin menoscabo de la verdad,pero con miras a la utilidad, hay varias ma-neras de enfrentarse al vastisimo ayer. Segnla seleccin que hagamos de los hechos con-seguimos utilidades distintas. Con la historiaanticuaria se consiguen gozos que est muylejos de deparar la historia critica. Con stase promueven acciones destructivas muy dis-tantes a las que fomenta la historia reve-rencial o didctica. Mientras las historiasque se imparten en las escuelas proponen mo-delos de vida a seguir, la historia que seautonombra cientfica asume el papel de ex-plicar el presente y predecir las posibilidadesdel suceder real. Cada especie del gnero his-

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    trico es til a su manera. Segn la porcinde la realidad que se exhume ser el prove-cho que se obtenga. Un mismo historiador,segn el servicio que desee proporcionar encada caso, puede ejercer las distintas moda-lidades utilitarias del conocimiento histrico.Tambin es posible y deseable hacer historiasde accin mltiple que sirvan simultnea-mente para un barrido y para un regado,para la emocin y la accin, para volver avivir el pasado y para resolver problemasdel presente y del futuro. Lo difcil es conce-bir un libro de historia que sea slo saber yno acicate para la accin y alimento para laemocin. Quiz no exista la historia intilpuramente cognoscitiva que no afecte al c erazn o a los rganos motores.

    (Acaso es inservible la historia anticuaria?

    En la actualidad la especie cenicienta delgnero histrico es la historia que admitemuchos adjetivos: anecdtica, arqueolgica,anticuaria, placera, precientfica, menuda, na-rrativa y romntica. Es una especie del gne-ro histrico que se entretiene en acumularsucedidos de la mudable vida humana, desdelos tiempos ms remotos. Por regla generalescoge los hechos que afectan al corazn, quecaen en la categora de emotivos o poticos.No le importan las relaciones casuales niningn tipo de generalizacin. Por lo comn,se contenta con un orden espacio-temporalde los acontecimientos; reparte las ancdotasen series temporales (aos, decenios, siglos ydiversas formas de perodos) y en series geo-grficas (aldeas, ciudades, provincias, pases o

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    continentes). Aunque hay demasiadas excep-ciones, puede afirmarse que historia narrativaes igual a relato con pretensin artstica, aexpresiones llenas de color, a vecindad de laliteratura. Los historiadores acadmicos dehoy da niegan el apelativo de historiadoresa los practicantes de la anticuaria, y poraadidura, los desprecian llamndolos almaspueriles, coleccionadores de nimiedades, es-pritus ingenuos, gente chismosa, cerebrospasivos, hormigas acarreadoras de basura ycuenteros. Con todo, este proletariado inte-lectual, ahora tan mal visto en las altas esfe-ras, es al que con mayor justicia se puedeanteponer el tratamiento de historiador, por-que sigue las pisadas del universalmente re-conocido como padre de la historia y comobautizador del gnero. Herodoto, el que pusola etiqueta de historia al oficio, fue, por loque parece, un simple narrador de los "he-chos pblicos de los hombres". Despus deHerodoto, en las numerosas pocas romn-ticas, la especie ms cotizada del gnero his-trico es la narrativa.Aunque en las cumbres de la intelectuali-dad contempornea no rifa lo romntico,emotivo, nocturno, flotante, suelto y yang,que s lo clsico, yin, diurno y racional, enel subsuelo y los bajos fondos de la culturacuenta el romanticismo, y por ende, la histo-ria anticuaria. Muchos proletarios y pequeosburgueses de hoy suscribinan lo dicho porCicern hace dos mil aos: "Nada hay msagradable y ms deleitoso para. un lector quelas diferencias de los tiempos y las vicisitudesde la fortuna." Podramos culpar a villanoso mercachifles u opresores de la abundanciade historia narrativa en la presente poca,

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    pues no se puede negar que los escaparatesde las libreras, los puestos de peridicos, lasseries televisivas, los cines y dems tretas decomercio y comunicacin venden historia an-ticuana a pasto, en cantidades industriales.Sin lugar a dudas la vieja historia de hechosse mantiene muy vivaz, especialmente en elcine y en la televisin. Estamos frente a unproducto de aceptacin masiva, a una drogamuy gustada, a una manera de dormirse alprjimo sin molestias.Seguramente es una especie de historia queno sirve para usos revolucionarios. Es fcilaceptar lo dicho por Nietzsche: "La historiaanticuaria impide la decisin en favor de loque es nuevo, paraliza al hombre de accin,que siendo hombre de accin, se rebelarasiempre contra cualquier clase de piedad.''Hoy, en los frentes de izquierda, se afirmafrecuentemente que la erudicin histrica quedeparan los anticuarios "es una defensa detodo un orden de cosas existentes", es unbaluarte del capitalismo, es un arma de lareaccin. En los frentes de derecha tampocofaltan los enemigos del cateo de saberes de-leitosos del pasado. Estos se preguntan: Paraqu nos sirve el simple saber de los hechosen s? Atiborrar la mente con montones dehistorias dulces o picantes es disminuir elritmo de trabajo. Izquierdas y derechas, y endefinitiva todos 10s encopetados y pudientes,lo mismo revolucionarios que reaccionarios,coinciden en ver en los anecdotarios his-tricos un freno para la accin fecunda ycreadora, un adormecedor, una especie deopio.Si se cree que no todo es destruir o cons-truir, si se acepta el derecho al placer, si se

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    estima que no hay nada negativo en la tomade vacaciones, se pueden encontrar virtudes,un para qu positivo en la escritura y elconsumo de textos de historia anticuaria. Parael primer historiador la historia fue unaespecie de viaje por el tiempo que se haca,al revs de los viajes por el espacio, conojos y pies ajenos, pero que procuraba pare-cido deleite al de viajar. Los que escribena la manera de Herodoto nos ponen en tranceturstico. En palabras de Macauly, "el gustode la historia se parece grandemente al querecibimos de viajar por el extranjero". Elque viaja hacia el pasado por libros o pelcu-las de historia anticuaria, se complace con lasmaravillas de algunos tiempos idos, se embe-lesa con la visin de costumbres exticas, seintroduce en mundos maravillosos. La merabsqueda y narracin de hechos no est des-provista de esta funcin social. Este papeldesempean los contadores de historias paraun pblico que se acuclilla alrededor delfuego as como los trovadores y cantantesde corridos para los concurrentes a la feria.Ojal que la gente importante le perdonela vida al cuento de acaeceres pasados, queno les aplique la ltima pena a los historia-dores que slo proporcionan solaz a su lect*n o o auditorio. Por qu no permitir lahechura de libros tan gratos como Ancla enel tiempo de Alfredo Maillefert? Que no sediga que no estn los tiempos para diver-tirse sino nicamente para hacer penitencia.En toda poca es indispensable soar y dor-mir. Sin una mente cochambrosa o demasiadodesconfiada es posible apreciar el para qupositivo de las historias que distraen de lasangustias del tiempo presente, que equivalen

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    DE LA M ~ L T I P L EUTILIZACIN DE LA HISTORIA 61a salirse de s, a una fuga a tiempos mejores oslo distintos, a un alivio contra el cual pro-testa airadamente Prieto Arciniega, ese ami-go de la historia crtica.

    ( E s liberadora la historia crtica?Otra especie del gnero histrico "trata dedarse cuenta de cun injusta es la existenciade una cosa, por ejemplo de un privilegio, deuna casta, de una dinasta; y entonces se con-sidera, segn Nietzsche, el pretrito de estacosa bajo el ngulo crtico, se atacan sus ra-ces con el cuchillo, se atropellan despiada-damente todos los respetos". Si la historiaanticuaria se asemeja a romances y corridos.la historia crtica parece medio hermana de lanovela policial; descubre cadveres y persiguedelincuentes. Quiz su mayor abogado hayasido Voltaire, autor de la tesis: nunca se nosrecordarn bastante los crmenes y las des-gracias de otras pocas. Diderot le escriba aVoltaire: "Usted refiere los hechos para sus-citar en nuestros corazones un odio intensoa la mentira, a la ignorancia, a la hipocre-sa, a la supersticin, a la tirana, y la clerapermanece incluso despus de haberse des-vanecido la memoria de los hechos." Se tratapues de una historia, que como la anticuaria,si bien no adicta a sucesos muy remotos. sedirige al corazn aunque nicamente sea parainyectarle rencor o ponerlo en ascuas. No esuna historia meramente narrativa de sucesosterribles ni una situple galera de villanos.Este saber histrico para que surta su efectodescubre el origrn humano, puramente hu-mano de instituciones y creencias que con-

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    viene proscribir pero que se oponen al des-tierro por crerseles de origen divino o deley natural.Si la historia anticuaria suele ser la lecturapreferida en perodos posrevolucionarios. lade denuncia florece en etapas prerrevoluci

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    dicho por Goethe ("Escribir historia es unmodo de deshacerse del pasado") y porBrunschvigg ("Si los hombres conocen lahistoria, la historia no se repetir"). Ascomo hay una historia que nos ata al pasadohay otra que nos desata de l. Este es el saberhistrico disruptivo, revolucionario, liberador,rencoroso. Muchas supervivencias estorbosas,muchos lastres del pasado son susceptiblesde expulsin del presente haciendo concien-cia de su cara sombra. La detraccin hist-rica que hicieron Wistano Luis Orozco yAndrs Molina Enrquez de la hacienda o la-tifundio dicese que sirvi para difundir elconocimiento de lo anacrnico, perjudicial einjusto de la caduca institucin, para formu-lar leyes condenatorias de la hacienda, y parala conducta agrarista de los regmenes revo-lucionarios. Detrs de la enrgica redistribu-cin de ranchos ejecutada por el presidenteCrdenas estuvo, quiz, la labor silenciosa dealgunos historiadores crticos que minaron lafama de la gran hacienda.La historia crtica podra llamarse con todajusticia conocimiento activo del pasado, saberque se traduce muy fcilmente en accin des-tructora. "Si desde los primeros tiempos-escribe Diderot-, la historiografa hubiesetomado por los cabellos y arrastrado a lostiranos civiles y religiosos, no creo que stoshubiesen aprendido a ser mejores, pero ha-bran sido ms detestados y sus desdichadossbditos habran aprendido tal vez a ser m enos pacientes." La historia aguafiestas es unsaber de liberacin, no de dominio como lade bronce. Denuncia los recursos de opresinde opulentos y gobernantes; en vez de legi-timar la autoridad la socava; dibuja tiranos;

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    pinta patronos crueles de empresas capitalis-tas; refiere movimientos obreros reprimidospor la fuerza pblica; estudia intervencionesnefastas de los paises imperialistas en nacic-nes frgiles, o destaca los perjuicios de la so-brevivencia de edades cumplidas. Para sacaradelante ideas jvenes se bebe la historia eri-gida en tribunal que condena, la critica quecorroe las ideas vetustas. Todos los revolu-cionarios del siglo xx han echado mano deella en distintas formas, con diferentes len-guajes, en especial el cinematogrfico. Losprimeros filmes de Eisenstein, como La huel-ga y El acorazado Potemkin, fueron historiacritica para beneficio de la Revolucin rusa.Filmes posteriores de Eisenstein pertenecena otra especie histrica, de una historia designo opuesto que sin embargo no es anti-cuaria.

    La historia de broncees an ms pragmtica que la historia cr-tica, es la historia pragmtica por excelencia.Es la especie histrica a la que Cicern apod"maestra de la vida", a la que Nietzsche Ila-ma reverencial. otros didctica, conservadora,moralizante, pragmticc-poltica, pragmtico-tica, monumental o de bronce. Sus padresson famosos: Plutarco y Polibio. Sus carac-tersticas son bien conocidas: recoge los acon-tecimientos que suelen celebrarse en fiestaspatrias, en el culto religioso, y en el seno deinstituciones; se ocupa de hombres de estaturaextraordinaria (gobernantes, santos, sabios ycaudillos); presenta los hechos desligados decaisas, como simp!es monumentos dignos

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    DE L A MLT I PLC UTILIZACIN DE LA HISTORIA 65de imitacin. "Durante muchos siglos la cos-tumbre fue sta: aleccionar al hombre conhistorias." En la Antigedad clsica compar-ti la supremaca con la historia anticuaria,a lo Herodoto. En la Edad Media fue soberanaindiscutida. Eneas Silvio le llam "gran an-ciana consejera y orientadora". La moral cris-tiana la tuvo como su principal vehculo deexpresin. Entonces produjo copiosas vidasejemplares de santos y de seores. En el Re-nacimiento fue declarada materia fundamen-tal de la educacin poltica. En su modalidadpragmtico-poltica, tuvo un autor de primerorden: Nicols de Maquiavelo. En el otro ladodel mundo, en la Amrica recin conquistadapor los espaoles, fue una especie histricapracticada por capitanes y sacerdotes. En elsiglo XIX, con una burguesa dada al magis-terio, se impuso en la educacin pblicacomo elemento fundamental en la consolida-cin de las nacionalidades. En las escuelasfue la fiel y segura acompaante del civismo.Se us como una especie de predicacin mo-ral, y para promover el espritu patritico delos mexicanos. Guillermo Prieto asegura quesus Lecciones de historia patria fueron es-critas para "exaltar el sentimiento de amora Mxico". Recordar heroicidades pasadasservira para fortalecer las defensas del cuer-po nacional.Nadie puso en duda en el siglo XIX lo pro-vechoso de la historia de bronce. El acuerdosobre su eficacia para promover la imitacinde las buenas obras fue unnime. Una grandosis de estatuaria poda hacer del peor delos nios un nio hroe como los que mu-rieron en Chapultepec "bajo las balas delinvasor". Quizs el nico aguafiestas fue

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    en fechas muy recientes, ante nuestros ojos.Se trata de una historia que busca parecersea las ciencias sistemticas del hombre: laeconoma, la sociologa. la ciencia poltica.. .Si las otras especies andan tras hechos par-ticulares. sta procura los acaeceres genri-cos. "Slo por la obstinada miopa ante loshechos -escribe Bagby- algunos historia-dores siguen afirmando que los sucesos nollevan consigo ningn tipo de regularidad.Los hechos histricos no son refractarios alestudio cientfico.. . Las generalidades formu-ladas por la ciencia de la historia probable-mente nunca llegarn a ser tan precisas ytan altamente probables como las de las cien-cias fsicas, pero esto no es ninguna raznpara no buscarlas." Por regla general, la nue-va Clo recoge principalmente hechos de lavida econmica. Como dice Beutin, "parala vida econmica se pueden hacer enuncia-dos de valor general porque es un campo deactividad racional. La economa trata conelementos que pueden ser contados, pesados,medidos, cuantificados." La nueva especiehistrica suele autollamarse historia cuanti-tativa. "La historia cuantitativa -segn ladefinicin de Marczewski y de Vilar- es unmtodo de historia econmica que integratodos los hechos estudiados en un sistemade cuentas interdependientes y que extrae susconclusiones en forma de agregados cuanti-tativos determinados ntegra y nicamentepor los datos del sistema."En los crculos acadmicos de los pasesindustrializados existe la devocin por lahistoria cuantitativa. Dictarnenes como el deCarr ("El culto a la historia cuantitativa llevala concepcin materialista de la historia a ex-

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    tremos absurdos") no han logrado entibiarel fervor de los cuantificadores que en su ma-yora son gente de izquierda, alguna muyadicta al materialismo histrico. Gracias a lacuantificacin, segn notables cuantificado-res, la historia ha podido ponerse a la alturade las dems ciencias del hombre. SegnChaunu, la cuantificacin ha conseguido quela historia sea fmula de las ciencias delhombre, y por lo mismo la ha vuelto un enteservicial, le ha quitado el carcter de buenapara nada. Chaunu sentencia: "La historiacuantitativa busca en los testimonios del pa-sado respuestas a las interrogaciones mayoresde las ciencias sociales; estas interrogacionesque son simplemente demandas de series.. .La demografa tiene necesidad de un espesorestadstico que la historia demogrfica pro-porciona.. . La economa tiene necesidad deuna historia econmica regresiva.. . Es ascomo la historia puede ser til en el sentidoms noble y al mismo tiempo el ms con-,,creto.. . Si tuviramos aqu a Chaunu y lepreguntramos "la historia para qu?", con-testara "para ser tenida por investigacinbsica de las ciencias y las tcnicas sociales".Por lo dems, se supone que las cienciassociales reforzadas por la historia cientficavan a hacer realidad lo que quera Luis Cabrerade Crdoba en el siglo XVII, una historia quefuera "luz para las cosas futuras". Es ya un he-cho lo previsto por Taine en el siglo XIX: "Qusequedad y qu feo aspecto tiene la historiareducida a una geometra de fuerzas." Peroagregaba: "Poco importa." El conocimientohistrico "no tiene por meta el divertir"; sumira es explicar el presente y advertir al ma-nana. Los cuantificadores de la historia creen

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    DE LA MLTIPLE UT I L I ZAC I ~ NDE LA HISTORIA 71voluminosos como los que suele expedir re-bosantes de cuentas. Mantendrn su valorcomo recordatorios y como auxiliares en laprediccin del futuro. En el para qu? lascuatro maneras de abordar el pasado quehemos visto son un poco ilusorias; las cuatroprometen ms de lo que cumplen. La anticua-ria no es siempre placentera; la crtica estlejos de poder destruir toda tradicin in-justa; la didctica es mucho menos aleccio-nadora de lo que dicen los pedagogos, y lacientfica, por lo que parece, no va a ser lalmpara de mano que nos permita caminaren la noche del futuro sin mayores tropiezos.Como quiera,

    lo servicial de las historiasest fuera de duda. La que llega a ms am-plios crculos sociales, la historia fruto de lacuriosidad que no de la voluntad de servir,los conocimientos que le disputa el anticua-rio a la polilla, "los trabajos intiles" de loseruditos han sido fermento de grandes obrasliterarias (poemas picos, novelas y dramashistricos), han distrado a muchos de lospesares presentes, han hecho soar a otros,han proporcionado a las mayoras viajes ma-ravillosos a distintos y distantes modos devivir. La historia anticuaria responde a "lainsaciable avidez de saber la historia" queconden el obispo Bossuet y que hoy conde-nan los jerarcas del mundo acadmico, losclrigos de la sociedad laica y los moralistasde siempre. La narracin histrica es indi-gesta para la gente de mando.La historia crtica, la desentenadora de

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    traumas, maltratos, horrores, rudezas, barba-ries, da a los caudillos revolucionarios argu-mentos para su accin transfonnadora; bus-ca el ambicioso fin de destruir para luegorehacer; es para cualquier sufriente un fer-mento liberador. Este tipo de toma deconciencia histrica "realiza una autnticacatarsis"; produce, segn Marrou, "una li-beracin de nuestro inconsciente sociolgicoun tanto anloga a la que en el plano psico-lgico trata de conseguir el psicoanlisis". Setrata de un saber disruptivo que libera alhombre del peso de su pasado, que le extirpaacumulaciones molestas o simplemente in-tiles. Suele ser un ponche mortfero paraautoridades.Aun la historia de tan grosero utilitarismo,la que se llama a si misma historia magistravirae, es una maestra til al poner ante nues-tros ojos los frutos mejores del rbol huma-no: filosofas, literaturas, obras de arte, actosde valor heroico, pensamientos y dichos c-lebres, amores sublimes, conductas generosasy descubrimientos e inventos que han trans-formado al mundo. La historia reverencia1 ode bronce nos permite, en expresin de S-neca, "despegamos de la estrechez de nuestracaduca temporalidad originaria y darnos aparticipar con los mejores espritus de aque-llas cosas que son inmensas y eternales". Sila historia de bronce no se nos impusiera enlas aulas, tendria probablemente ms reper-cusin de la que posee hoy en da. Es sta labsqueda ms cara al humanismo, la queexhibe la cara brillante, bella, gloriosa, dignade ser imitada del ser humano. Es tambinla disciplina que mejor le sienta a los domi-nadores.

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    DE La MILTIPLE U T I L I U C I ~ NDE LA HISTORIA 73Por ltimo, a la presuntuosa historia cien-tfica, en sus mltiples manifestaciones de

    historia econmica, social, demognica yde las mentalidades, no es, segn la pretensinde la gente de sentido comn, por no decir delcomn de la gente, una mera inutilidad. Escada vez una mejor sirviente de las cienciassistemticas del hombre, de la economa, dela ciencia poltica, etc. Tambin ayuda a co-nocer nuestra situacin actual y en esta formaa orientar su inmediata accin futura, aunquesu don de zahor an est en veremos. Aunsin capacidades adivinativas es servicial. Esmuy difcil creer que la seriedad cientfica noreporte beneficios prcticos. Como ciencia,tiene su carcter utilitario que es reconocidopor mecenas y poderosos.Por supuesto qde ninguna de las cuatrohistorias se da en pureza en la vida real, ypor lo mismo todas, de algn modo, son fuen-tes de placer, liberacin, imitacin y guaprctica. Tambin son posibles y existentes,las historias globales que aspiran a la resu-rreccin total de trozos del pasado, que resu-citan al unsono ngulos estticos, aspectoscrueles, logros clsicos y estructuras de unapoca y un pueblo y que pueden ser de uti-lidad para nostlgicos, revolucionarios, hur-fanos y planificadores. Aunque son imagi-nab le~ las historias verdaderas totalmenteintiles, no se vislumbra su existencia aquy ahora.Para concluir, y en alguna forma justificarlo pedestre de las palabras dichas es pro-vechoso recordar que el poseedor de la chi-fladura de la investigacin histrica no siem-pre indaga por el para qu de su chifladura.Quiz como todas las vocaciones autnticas,

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    JOSe JoAQU~N BLANCO

    *EL PLACER DE LA HISTORIA

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    tertulias ociosas); sino a una de las escasasactividades que permiten una ms amplia yestimulante realizacin personal. Se hace his-toria para avanzar en la interpretacin delmundo, para transformar la sociedad, paraparticipar polticamente. para defender prin-cipios y causas sociales, para denunciar estoy mejorar aquello, y tambin porque es pla-centero hacerlo. Generalmente el historiadores un gozn de su trabajo; aun con todas lastragedias, farsas, atolladeros, callejones sinsalida aparente, comedias y rechiflas del ofi-cio, el historiador sigue con lo suyo por elgusto. Creo que en su capacidad de placerest una de las mayores fuerzas de la histo-ria. En Hacia la estacin de Finlandia, deEdmund Wilson, crece la epopeya de la his-toria moderna en un relato. iniciado cuandoa Vico se le ocurre que la historia es obra delos hombres y no de dioses y destinos y queva prosperando hasta la pretensin de que loshombres pueden transformarla, con Leninimpaciente en el andn de la estacin de Fin-landia. En el transcurso de este relato se re-corta la jubilosa figura de Michelet en sulaberinto de archivos, reescribindolo todo;la pasin por la historia, encarnada, como rea-lizacin corporal suya adems de como con-cepto, ilustra cabalmente lo que pretendosignificar por el placer. Su trabajo histricono fue slo una entrega a la posteridad sinouna opcin plena de vida personal; y segura-mente esto ltimo, en Michelet como en tan-tos otros historiadores, influye radicalmentetanto en su obra como en el curso que gra-cias a ella fue adquiriendo la historia engeneral.Lo que quisiera preguntarme aqu es por

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    EL PLACER DE LA HISTORIA 79qu la historia, en un marco social de traba-jos enajenantes y despersonalizados, es capazde ser un trabajo placentero, y qu tanto in-fluye el placer de la historia en su'desarrollocomo trabajo: por ejemplo: distanciando alhistoriador verdadero de la cultura dominan-te, de la vida establecida y lanzndolo alrescate arqueolgico o a la invencin o pro-yeccin de ciertas utopas. En este sentido, noencuentro diferencia alguna entre historia yliteratura. ni entre la historia y las artes, nientre la historia y algunos casos picos dela ciencia.Evidentemente lucubraciones como la queestoy proponiendo son que ni mandadas ahacer para el disparate, y por afn iie sntesiso desvelado entusiasmo no podrn eludir lageneralizacin improcedente o afirmacioneshiperblicas a toda orquesta. Pero, en fin, lahiitoria tambin tiene a menudo que vrselascon algn despropsito.(Cmo es que surge, en los ltimos siglos, laposibilidad de que un historiador se distan-cie de la cultura dominante de su poca y desu clase, por fidelidad a su trabajo? O quesu trabajo le haga dar la razn a otra clase,otro partido, otra nacin, otra religin? Nopor relativas que sean esa distancia y esarazn, ni por escasos que resulten los nom-bres contestatarios frente a la turba de losdciles, puede negarse la capacidad intrnsecadel trabajo histrico de llegar a enemistar asu estudioso con las instituciones, prejuiciosy mitos dominantes. De ah, creo, la represinque sufre la historia en los regmenes totali-tarios (al igual que la literatura, las ciencias,las artes independientes) y la abmmadora

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    contraofensiva publicitaria en los democrti-cos capitalistas.Cuando los aztecas se fortalecieron, Tla-calel mand quemar las crnicas y los ar-chivos, para inventar una historia conformeal nuevo podero. Todos los sistemas hanhecho ms o menos lo mismo: la prcticacotidiana de la historia se vuelve mitolgica,

    falsa; se desmoviliza a la gente con una pro-pagacin intensiva de una historia falsificadaconforme a los intereses prevalecientes. Y alcontrario de sus desafortunados conciudada-nos, el historiador es quien si est en el se-creto de la verdadera historia. Esto. de suyo,constituye un rasgo incendiario: da una su-perioridad individual frente al poderoso: elhistoriador puede demostrarle que miente, ycmo; adems, este conocimiento es libera-dor: el historiador es uno de los escasosciudadanos que puede tener una visibilidadconcreta de la ubicua red opresora. En suma,el conocimiento de la historia es una puertade escape de la prctica enajenante de lahistoria falsificada para la opresin general.Y en gran medida, el placer de la historia essu posibilidad de libertad personal, relativa yenclaustrada si se quiere, mas no por ellomenos inslita, y de constniccin de opcienes personales. A travs de la historia puedearrebathrsele al menos parte del propio ce-rebro a la cultura dominante: el placer deconstarse un poco ms sujeto de la propiavida y un poco menos objeto de designiosimpuestos.Otro privilegio de la actividad histrica esla arrogancia. Cuando un buen historiadorlanza su interpretacin contestataria contra