Sobre la capacidad de amar y no-amar

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DE CAPTV AMANDI ET NON AMANDI

Sobre la capacidad de amar y no-amar.

David Efraín Misari Torpoco1

SUMILLA

El presente trabajo desarrolla algunas concepciones con respecto a la capacidad

de amar y la de no-amar. Sabemos que no se puede definir al amor, pero no

podemos decir lo mismo, cuando sentimos o experimentamos aquello que

llamamos “amor”. Mi objetivo aquí, no es plantear alguna “fórmula para amar”

o dar a conocer aspectos metafísicos o nociones en las que se pueda ver al amor

como una eudaimonia aristotélica o llevarlo a un summum bonum, para lograr

que el hombre sea feliz plenamente. Lo que pretendo, solamente recae en

desarrollar de manera concisa, en lo que consiste la capacidad y la voluntad del

acto de amar (de un sujeto a otro) desde una perspectiva con enfoque naturalista,

contrapuesta a las simples ideas o creencias, que el común denominador de las

personas tienen con respecto al “acto de amar”. Empero, para poder entender el

tema con mayor claridad, debo partir de algunas nociones etimológicas de la

palabra “amor”, y mediante el desarrollo de esta, centrar el trabajo, sobre algunas

nociones filosóficas que aportaron y dieron mejor sentido a lo que implica el acto

de amar. Por último, pretendo dejar en claro las diferencias suscitadas en lo que

viene a ser el acto de amar y el acto de odiar, como también, el acto de amar y el

acto de no-amar, ya que en estas dos categorías, también existe una diferencia

crucial.

Palabras claves: Amor, relación, eros, deseo, sometimiento, desamor.

1 Escritor, ponente, filósofo y ensayista peruano. Realizó sus estudios de Derecho y Ciencias Políticas en

la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, graduándose el 2008. Llevó cursos de especialidad en Filosofía

en la UARM, donde también aprendió latín y griego. Es autor de cuatro obras en el Perú y de varios

artículos relacionados al Derecho y la Filosofía, además de dedicarse a la traducción de textos en latín al

castellano.

1. Etimología de “amor”.

El proceso evolutivo de la palabra “amor”, en la actualidad, contiene un

acervo de definiciones dadas por los antiguos hombres. Son tantas las

nociones que se tienen, las cuales muchas veces terminan por confundir a la

persona, más que aclararle sus dudas con alguna acepción pertinente.

La manifestación del amor en la historia, se desarrollaba desde las primeras

culturas civilizadas. Sin embargo, al iniciar una búsqueda más compacta y

concisa para poder hallar una diferencia sustancial en el análisis de las

distintas formas de amar, el camino que me tracé, terminó por llevarme

hasta la antigua Grecia. Aunque en otras culturas antiguas a Grecia, ya

tenían nociones sobre el amor, los antiguos griegos fueron los que mejor

determinaron y trataron el tema. Ellos no se confundían mucho (como

generalmente lo hacemos nosotros) cuando decían que “aman” o “amaban”

a alguien, ya que la diferencia clásica, nos remonta a tres términos: 1. Eros

2. Ágape 3. Filia2. El EROS tenía que ver mucho con el deseo sexual, lo

erótico, lo pasional, el ÁGAPE3, era entendido como un amor puro, tierno,

incondicional y reflexivo, en donde solo se busca el bien de la persona

amada. La FILIA /philia/ se trataba de un afecto especial, como el de la

amistad, que a su vez era entendido como un amor valorativo. Esta es la

razón, del porque los antiguos griegos, sabían a lo que se referían, cuando

2 En su obra “El banquete”, Platón nos narra que hay tres tipos de amor. Actualmente, esta filosofía es

adoptada por los psicólogos contemporáneos, muchos de ellos la acreditan de veraz, cierta, aplicable, ya

que nos puede explicar con cierta exactitud el sentir sublime que conocemos como “amor”. En su obra,

Platón nos dice hay tres tipos de amor que todo ser humano llega a desarrollar en su ser, estos son: el eros,

el ágape y la philia, dejando de lado (obviamente) los actuales posibles tipos o “formas de amar” (así lo

llaman algunos) contemporáneos, como lo son: ludus (el amor como un juego), storge (el enamorado

cumple el rol de acompañante, amigo), manía (el amor posesivo) y pragma (el amor práctico, hechos no

palabras). 3 En el Ágape, ocurre una connotación especial dentro del movimiento dialéctico, puesto que este tipo de

amor, también requiere del servicio y el sacrificio, no por una sola persona, sino es capaz de hacerlo por

toda la humanidad.

decían que “aman o amaban” a alguien, y no tenían tanta confusión en el

sentido que lo decían y lo expresaban. Pero ellos no eran los únicos que

tenían las cosas en claro, los antiguos romanos también lo tenían.

Pero antes de pasar a explicar cómo entendían los antiguos romanos al

AMOR, debo ser explícito, y no dejar dudas o malos entendidos en cuanto

la raíz etimológica latina, ya que hubo un tiempo, en que algunos

escolásticos del siglo XII y luego humanistas gramáticos del siglo XVI4,

confundieron la etimología del término AMOR, y cuya confusión recaía en

que la palabra “AMOR” estaba conformada por la letra “a” que en griego

es un privativo (alpha) que significa “sin” y “-mor”, una contracción del

término “mortem” que significa “muerte”, con lo cual sostenían que

“Amor” significaba para ellos “Sin Muerte”, por lo tanto, al decir “Dios es

Amor”, equivalía a decir que “Dios no tiene muerte” y al no tener muerte,

es “Eterno”, por ello, “Dios, al ser Amor, es Eterno”. Varios escolásticos

tenían esta idea, sin embargo, al analizarlo bien, vemos aquí, dos

gravísimos errores. La letra “a”, si bien es cierto es un prefijo de negación,

es un privativo, pero en GRIEGO y NO en latín, con lo cual, se podría

decir que estos escolásticos se equivocaron ahí, al tratar de dar una

negación en la que tuvieron que emplear el griego a una palabra latina, y

esto, porque el prefijo de negación en latín es “IN” y no “a”. Aclarado este

aspecto, pasemos al punto en sí.

El origen de la palabra “Amor”, deriva del mismo latín Amor, así de

sencillo. Por ahí, cabe la posibilidad que la única diferencia sería en la

pronunciación (ya que en latín no existen palabras agudas, no se pronuncia

4 Tenemos el caso de Franciscus Sanctius Brocensis, gramático y humanista del siglo XVI. Es recordado

sobre todo por su Minerva sive de causis linguae latinae (Salamanca: Renaut, 1587), una gramática del

latín que en sus cuatro libros o secciones (estudio de las partes de la oración, del nombre, del verbo y de

las figuras), supone un intento señero por someter el estudio de la lengua a la razón. Fue uno de los que

creía en esta teoría del “a-mor”.

como en el castellano, sino como si llevara una tilde en la letra “A” o sea

Ámor (ámor) y punto). Pero como sé, que por ahí podrían haber un par de

escépticos en este sentido, seré más claro y añadiré que la raíz arcaica de la

palabra “amor” en latín, es “Amos” y ésta “s” final, por rotacismo, terminó

convirtiéndose en “r” (erre), es por eso que para nada tiene algún nexo con

el término “mort” (muerte) como probablemente lo haya sostenido

Franciscus Sanctius en una de sus cartas. Entonces, ahora que entendemos

mejor la noción etimológica de “AMOR”, pasemos a analizar el vocablo

“AMARE”.

El vocablo “AMARE” es el “amor adhesivo”, mientras que “DILIGERE”,

viene a ser el “amor reflexivo”. Cuando los antiguos romanos empleaban

AMARE, se referían al amor, en el cual, “uno se adhiere al otro”, se apega

al otro, busca ser “uno solo”, llegando así a establecer el sentido de un

“amor pasional”; pero cuando se referían al amor como DILIGERE, se

entendía que la persona buscaba un amor diligente, cuidadoso, atento,

responsable, un amor reflexivo, la misma que quiere expresar una voluntad

honesta al amar, porque la DILECCIÓN /Diligir/ (Diligere) busca un amor

eterno, sano, no egoísta y puro. De este modo, podemos darnos cuenta que

existe una gran diferencia - más que notable diría yo – en la aclaración que

tenían los antiguos romanos con respecto a estos dos términos “Amare” y

“Diligere”, para la palabra “AMOR”.

Muchos de los antiguos escritores, distinguían también, el amor

concupiscente (interesado) y el amor benevolente (desinteresado), el amor

adhesivo. El amor del enamorado al ser pasional es concupiscente, aunque

muchos no quieran reconocerlo o aceptarlo. Mientras que el amor reflexivo

es benevolente, y cuando uno lo practica, tiende hacia los demás un buen

agrado (cae bien), se le estima y se le aprecia, logrando generar un

ambiente de afecto cálido hacia las personas. Actualmente ¿Por qué es

difícil de entender esto? Porque las personas, generalmente, solemos ser

concupiscentes, buscamos más lo pasional, impulsados por el deseo

pretendemos encontrar el erotismo, buscando satisfacer casi siempre sus

propios deseos, y aun así, nunca es capaz de llegar a calmar sus propios

apetitos sexuales por completo5. Lastimosamente el amor concupiscente es

dependiente, y al ser así, luego viene el sufrimiento. Solo muy pocas

personas aún, piensan en ver o buscar el amor benevolente, o sea la

dilección y no la pasión.

2. La capacidad de amar y la de no-amar.

El amor no puede ser un imperativo, no tiene porqué tornarse un

“mandamiento”, no puede ser una orden, una obligación, ergo, no existe el

deber de amar. Quienes piensan que el amor es un mandato o una

obligación, solo se dejan llevar por su egoísmo. Cuando uno realmente ama

al prójimo (de manera desinteresada) es porque le nace hacerlo, esto es una

manifestación espontánea de nuestro ser, una orientación no-obligatoria

hacia el otro, una emanación que desenvuelve una sensación afectiva (o

sentimental) con respecto al otro, pero en ningún momento, esto se da,

porque exista un precepto o una ordenanza (mandato), sino porque brota de

manera natural.

Para Kant, el amor concierne a los sentimientos, no a la voluntad, razón por

la cual, uno no puede amar porque “deba hacerlo”, yo no me debo sentir

coactado, forzado u obligado a amar “necesariamente”, ergo, no existe el

5 Una idea que puedo rescatar aquí, es la pasión. La palabra “Pasión” proviene del verbo en latín “Patior”

que significa “sufrir” o “sentir”. El poeta romano Ausonio, solía decir que el gran Virgilio, cuando

hablaba de la pasión (patior) sostenía que cuando un varón se entrega solamente por pasión a una mujer,

al final queda el sufrimiento y el dolor.

“deber de amar”. De modo similar, el filósofo Bertrand Russell sostiene

que el amor no puede ser un deber porque no está sujeto a la voluntad, por

eso se dice que el amor no ha de ser forzado, sino tiene que nacer del alma,

del interior de uno, de manera desinteresada, similar al concepto de belleza

kantiano6, en que lo bello, gusta sin condición. El amor, tiene que nacer, sin

estar sometido, ni condicionado, menos obligado a la otra parte.

Por su parte, el filósofo G.W. Leibniz, sostuvo que el amor es encontrar en

el otro tu propia felicidad, con esto dejaba en claro, lo desinteresado y hasta

no-egoísta que tiene que ser el amor. Aunque Leibniz relacionaba la

felicidad con el amor, no dejó de pensar en ningún momento que la

capacidad que tiene el individuo para llegar a amar, debe nacerle del

corazón. Acotando al tema de la felicidad, Herman Hesse sostenía que en

los individuos, no existe la obligación de amar, sino la de ser feliz. Para

lograr esto, tiene que hablarse de una inobligatoriedad en el amor, esto es,

que el amor “no es obligatorio”, pero no muchos lo entienden así. Quizá se

deba –en parte- de manera inconsciente, que el “amor es un mandamiento”

(al mejor estilo del judaísmo antiguo) y como todo mandamiento, es

obligatorio, pretendiendo llevar esta idea del campo religioso, a las

relaciones sentimentales, pero no es así. Y esto también va para aquellos

que pretenden “racionalizar” al amor, porque en cuestiones del amor, la

razón no tiene mucha cabida o mejor dicho, no tiene ninguna cabida.

Lo que afecta a muchas parejas con respecto a la capacidad o deber de

amar que puedan suscitarse, tiene que ver con las creencias que las mismas

personas tienen sobre el amor, y estas tienen una solidez y consistencia en

6 En su pequeña obra “Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime”, Kant, trata el tema de

la belleza y la perspectiva de lo sublime, bajo la interiorización del individuo, por parte de la belleza de

los actos, en el cual, sostiene que se manifiesta por su ligereza y en la aparente facilidad de su ejecución;

en cambio, los afanes y las dificultades superadas suscitan asombro y corresponden a lo sublime, incluso

el filósofo alemán, coloca a la belleza en la mujer, a modo de ejemplo.

su subconsciente, que hacen que su relación sentimental, tiene que ser

como ellas creen o piensan que sea. Pero una relación basada en

“creencias”, no ayuda a crecer la relación. Uno no vive por “creencias” o

por “ideas” que se pueda tener del amor y esto hace que vivan bajo una

“creencia del amor”, pero no, una relación real.

En el caso de Spinoza, el filósofo holandés en su “Breve Tratado” llega a

analizar al amor como un sentimiento que va seguido de sufridos pesares y

tormentos llenos de amargura. Spinoza sostuvo el siguiente pensamiento

“En nosotros está el poder de liberarnos del amor de dos maneras: 1.

Mediante el conocimiento de algo mejor, o 2. Viendo en la cosa amada,

una gran cantidad de consecuencias nefastas”.

Spinoza sostiene que para no-amar, sería menester no-conocer, pero como

esto equivale a no-ser (lo cual resulta un imposible si ya se nació). Una

conclusión personal al respecto, sería que “para no amar, es mejor, no

nacer”.

En otras palabras, el amor se tornaría en un caos, cuando existen lazos

metafísicos indefinidos e idealizados que ciegan a la persona y lo sacan del

plano real, haciéndolo experimentar sensaciones pasajeras, efímeras y

muchas veces inexistentes. Para Spinoza, lo recomendable en el amor sería,

quedarse estático en un prolixus archetypum ordine geométrico, donde los

latidos y pulsaciones del corazón (junto con el cosquilleo estomacal),

tengan una remarcada distancia.

Por otra parte, Spinoza7 reconoce que aquello que habita en las personas,

no es tanto “el amor”, sino cupiditas (el deseo). El filósofo holandés, nos

habla del magnánimo poder del deseo (ipsa hominis essentia), como

aquella fuerza desbordante en el plano sentimental. Spinoza nos dice “Vis

alicuius passoinis, seu affectus reliquas hominis actiones, seu potentiam

superare potest, ita uy affectus pertinaciter homini adhaereat”.8 Con esto,

Spinoza nos hace entender que, no necesariamente deseamos a una persona

porque sea buena, sino la consideramos buena, porque la deseamos. Sin

lugar a dudas, existen más aspectos que el filósofo elabora en su Ética, pero

hasta aquí, considero pertinente su aportación al tema que desarrollo.

Para J.P.Sartre, el amor establecido en una relación entre dos personas,

aquella que tenga una consciencia más débil, es la que “ama más”, la que

más se someterá debido a su factor emocional o psicológico (baja

autoestima, sentirse protegido por el ser amado) y esto puede crear con el

tiempo, un factor de dependencia9. En cambio, la consciencia que “ama

menos”, es la que manipula, la que “manda”, la que puede llegar incluso, a

controlar la relación. Esta persona busca dominar a la otra, el pensamiento

de esta consciencia, sería “Si yo te amo menos, te domino”, o “si me amas

demasiado, yo te voy a someter a mí, ya estás en mis manos”. Esto se da en

el “juego del amor”, una consciencia dominante y otra sometida. Cuidado

con esto, porque acá no hay -para nada- una voluntad sana de amar.

En cuanto a la capacidad de amar, hay personas que tienen una amplia

capacidad y otras no. Pero se olvidan de un punto importante, saber si

existe una persona que nos satisfaga plenamente a toda hora. El amor no es

7 Spinoza Baruch. Ética según el orden geométrico.

8 “La fuerza de alguna pasión o afección, puede superar las demás acciones de un ser humano, o su

potencia, de tal suerte que la afección se adhiera pertinazmente al ser humano”. Ética, Baruch Spinoza,

Pars IV, Prop. VI. 9 Jean Paul Sartre. El ser y la nada. Ed. Losada. Bs.As.

desligable de la personalidad, es una función de la personalidad. El amor

no es como el “carisma”, ni tampoco es un don, o una ciencia infusa, el

amor es un empeño muy arduo de sostenida y larga permanencia, nada que

ver con el erotismo, porque esta se caracteriza por la apetencia posesiva. La

capacidad de amar, está lamentablemente mal distribuida, puesto que en la

mayoría de las personas, esta capacidad es insignificante, por ende, no se

puede “pedir un gran amor” a una persona insignificante. Muchos dicen

“amar”, y hablan demasiado de esto, pero precisamente, se habla más de lo

que no se tiene. Llevando la capacidad de amar, a un plano riguroso y

estricto, no existe una persona que nos pueda satisfacer en todo (todos

nuestros anhelos y expectativas), sin embargo, algunas personas “creen”

que existen, porque encuentran una pareja que “temporalmente” la

satisfacen en todo, pero no siempre, y esta falta de plenitud en nuestra

relación, se nota menos, cuando nuestras exigencias son mínimas y

nuestras ilusiones son nulas, de lo contrario, no lo llenará plenamente y

habrá implenitud. Muchos no logran entender, que lo normal, es que la

pareja no nos llene plenamente, esto no es un defecto, pero aquellos que

crean lo contrario, viven equivocados, porque no existe una persona que

nos llene plenamente en todos los sentidos y para siempre, es un absurdo,

somos seres humanos, llenos de defectos e imperfecciones y limitaciones,

no somos “dioses”.

3. Lo contrario al amor.

Se puede decir que los antiguos romanos, muy aparte de la diferencia entre

“diligere” y “amare”, hacían otra diferencia similar a la ya tratada, entre el

amor concupiscente (interesado: pasional, sexual) y el amor benevolente

(desinteresado: bondadoso, puro). La mayoría de las personas, cuando se

les habla de “amor”, siempre lo relacionan con el primero, no

necesariamente de la manera sexual, pero sí, a través del gusto, la atracción

y el deseo de estar con la persona “amada” o “idealizada”. Desde las

antiguas culturas, cuando hombres como Buda, o el mismo Jesús de

Nazareth, hablaban del amor, ellos se referían al amor benevolente, pero las

personas entendían mal y creían que se refería al amor concupiscente, lo

cual fue problema de muchas malas interpretaciones. Lamentablemente

vivimos en una sociedad concupiscente, no benevolente, y esto es, porque

el hombre siempre va deseando poseerlo todo, desde una persona hasta

objetos materiales, engendrando así también, el egoísmo. Con esto, se

puede decir que un primer plano, lo contrario al amor (benevolente, bajo

esta óptica), sería el amor concupiscente.

Pero también, existen muchas personas que siguen viviendo mal su

relación, porque no entienden (y no tienen) algunos pensamientos en claro.

Cuando uno pregunta a alguien ¿Qué es lo contrario al amor? Rápidamente

responden que es el odio, pero el odio, no es lo contrario al amor, sino lo

opuesto. Lo contrario al amor es el des-amor o el no-amor, lo cual se da,

cuando la persona deja de amar a quien amó, porque incluso el odio,

encierra aun un sentimiento hacia la otra persona, de repulsión, de cólera,

de despecho, de dolor, etc. Pero el des-amor, ya no encierra ningún tipo de

sentimiento. Entonces, se puede decir que cuando uno deja de amar,

realmente es porque ya no siente nada hacia la otra persona (en el factor

sentimental y emocional). Sin embargo, algunos podrán decir que el des-

amor también encierra un sentimiento, porque aunque uno ya no ame a la

persona, aún quedan los recuerdos de lo que vivió con esa persona. Esto es

verdad, los recuerdos quedan y quedarán, pero cuando uno experimenta el

des-amor, esos recuerdos ya no lo afectan, ya no hacen que uno sienta

nostalgia, y solo atine a decir “Ah, claro, en su momento fue lindo” y

punto. Cuando uno experimenta el des-amor, esa persona ya no se encierra

en su cuarto a recordar para llorar, anhelando que vuelvan aquellos días,

simplemente, uno sigue con su vida, porque se aprende más de las malas

experiencias, que de las buenas.

Por último, deben saber que existen algunas personas que aún “creen” que

el amor en la pareja, debe llenar todos los estadios y satisfacer todas las

necesidades en la relación sentimental (tal como lo dije líneas arriba), pero

pensar así, es propio de una mente pueril, porque ningún ser humano,

puede "llenar" o "satisfacer todas" las necesidades o expectativas de la

pareja. Somos seres imperfectos e imperfectibles, no perfectos, ergo, no se

puede pedir o exigir absolutos. Por otra parte, parecen olvidar que una

pareja, no es para que "llene" todo ese "vacío" sentimental o emocional que

la otra persona tenga; la pareja, no es "el ser" que te llenará o arreglará la

vida, no es un hacedor, sino un complemento. Además, todo hombre debe

entender, que una de las mejores pruebas de amor, para nada es el sexo, ni

el hecho de convivir bajo un mismo techo, sino el servicio hacia la pareja.

Un servicio desinteresado, que nace de la voluntad misma de uno, sin

coacción, sin obligación y sin deber. Cuando uno adquiera la capacidad de

amar, esta encierra al servicio y la entrega, con la única mira de formar

junto al ser amado, un hogar. Quizá para muchos parezca superfluas o

demasiada idealista mi opinión, pero es lo que yo considero. Al final, cada

uno tiene su perspectiva de ver al mundo y de entender al amor. Mi

objetivo con este breve escrito, no es el de imponer mi idea, sino, el de

contribuir con un aporte propio, al tema del amor.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

SARTRE, Jean Paul (1993) El ser y la nada. Barcelona, España. Ed.

Altaya.

KANT, Immanuel (2005) Observancia sobre el sentimiento de lo bello y lo

sublime. Fondo de Cultura económica. S.L. ISBN 9788437505770

PLATÓN (1985) El Banquete. Traducción: Luis Gil y María Araújo.

Dirección R.B.A. Proyectos Editoriales, S.A. Madrid-España.

SPINOZA, Baruch. Ética según el orden geométrico.

VOX LATINO DICCIONARIO. Diccionario Ilustrado Latín (Latín –

Español//Español - latino) Prólogo de Don Vicente García de Diego de la

Real Academia Española.