Professionalization of philosophy and spanish

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ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política N.º 52, enero-junio, 2015, 221-244, ISSN: 1130-2097 doi: 10.3989/isegoria.2015.052.10 La profesionalización de la filosofía y el ethos del exilio español en México Professionalization of philosophy and spanish exile ethos in Mexico ALEJANDRO ESTRELLA GONZÁLEZ Universidad Autónoma Metropolitana, México Presentación En el año 2014 la Academia mexicana ce- lebró los 75 años de la llegada del contin- gente del exilio español a México. Que este hecho se conmemore de forma más solemne en México que en España debe- ría hacernos reflexionar sobre la forma en la que entendemos nuestro pasado reciente y sobre el reconocimiento recíproco que debería habitar en nuestra memoria. Se 221 [Recibido: diciembre 2014 / Aceptado: febrero 2015) RESUMEN. Este artículo pretende realizar un es- tudio comparado del proceso de profesionali- zación de la filosofía española y mexicana, con el fin de evaluar la contribución específica del ethos del exilio filosófico español a la profesio- nalización de la filosofía mexicana. El trabajo se apoya en la sociología de las profesiones para definir las condiciones de posibilidad de una ac- tividad intelectual profesionalizada como tipo ideal. A continuación lleva a cabo un ejercicio de historia social de la filosofía para comparar el tipo ideal con los dos casos empíricos. Final- mente se realiza una comparación entre ambos casos para poder evaluar la contribución espe- cífica del exilio filosófico español a la profe- sionalización de la filosofía en México. Palabras clave: Ethos filosófico; profesiona- lización de la filosofía; historia de la filosofía española; historia de la filosofía mexicana; fi- losofía comparada. ABSTRACT . This paper tries to do a comparative study of professionalization process of the spa- nish and mexican philosophy to evaluate the specifical contribution of the spanish philoso- phical exilie ethos to the professionalization of the mexican philosopy. The work is supported in the sociology of professions to define the conditions of possibility of an intellectual pro- fesional activity as a ideal type. Then I make an exercise of social history of philosophy to compare the ideal type with the two empirical cases. Finally I make a comparation between both cases to evaluate the specifical contribu- tion of the spanish exile to the professionali- zation of the philosophy in Mexico. Key words: Philosophical ethos; professiona- lization of the philosophy; history of the Spa- nish philosophy; history of the Mexican phi- losophy; comparative philosophy.

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ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política N.º 52, enero-junio, 2015, 221-244, ISSN: 1130-2097

doi: 10.3989/isegoria.2015.052.10

La profesionalización de la filosofíay el ethos del exilio español en MéxicoProfessionalization of philosophy and spanish

exile ethos in Mexico

ALEJANDRO ESTRELLA GONZÁLEZUniversidad Autónoma Metropolitana, México

Presentación

En el año 2014 la Academia mexicana ce-lebró los 75 años de la llegada del contin-gente del exilio español a México. Que

este hecho se conmemore de forma mássolemne en México que en España debe-ría hacernos reflexionar sobre la forma enla que entendemos nuestro pasado recientey sobre el reconocimiento recíproco quedebería habitar en nuestra memoria. Se

221[Recibido: diciembre 2014 / Aceptado: febrero 2015)

RESUMEN. Este artículo pretende realizar un es-tudio comparado del proceso de profesionali-zación de la filosofía española y mexicana, conel fin de evaluar la contribución específica delethos del exilio filosófico español a la profesio-nalización de la filosofía mexicana. El trabajo seapoya en la sociología de las profesiones paradefinir las condiciones de posibilidad de una ac-tividad intelectual profesionalizada como tipoideal. A continuación lleva a cabo un ejerciciode historia social de la filosofía para compararel tipo ideal con los dos casos empíricos. Final-mente se realiza una comparación entre amboscasos para poder evaluar la contribución espe-cífica del exilio filosófico español a la profe-sionalización de la filosofía en México.

Palabras clave: Ethos filosófico; profesiona-lización de la filosofía; historia de la filosofíaespañola; historia de la filosofía mexicana; fi-losofía comparada.

ABSTRACT. This paper tries to do a comparativestudy of professionalization process of the spa-nish and mexican philosophy to evaluate thespecifical contribution of the spanish philoso-phical exilie ethos to the professionalization ofthe mexican philosopy. The work is supportedin the sociology of professions to define theconditions of possibility of an intellectual pro-fesional activity as a ideal type. Then I make anexercise of social history of philosophy tocompare the ideal type with the two empiricalcases. Finally I make a comparation betweenboth cases to evaluate the specifical contribu-tion of the spanish exile to the professionali-zation of the philosophy in Mexico.

Key words: Philosophical ethos; professiona-lization of the philosophy; history of the Spa-nish philosophy; history of the Mexican phi-losophy; comparative philosophy.

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trata por otro lado de un tema complejo,con una enorme carga emotiva, lo que di-ficulta un acercamiento sosegado.

En este trabajo voy a centrarme en ungrupo específico de intelectuales exilia-dos: los filósofos. Me gustaría no obstanteevitar un enfoque hagiográfico y laudato-rio del problema e intentaré explorar lascualidades que caracterizaban al filósofodel exilio, las características del ethos fi-losófico que compartían aquellos filósofosque conformaron el contingente del exi-lio1. De este conjunto de cualidades –yaquí lanzo mi primera hipótesis- destacanaquellas que son producto de la profesio-nalización de la filosofía. La profesiona-lización de la filosofía en México y enEspaña no sólo produjo una mutación dela subjetividad filosófica, un nuevo ethosfilosófico vinculado a nuevas formas devida académica sino, al calor de esta trans-formación, redefinió el conjunto de carre-ras posibles y con ello las vías de consa-gración y los proyectos creativos.

Mi intención en este trabajo es evaluarla forma en que este ethos académico con-tribuyó al proceso de profesionalizaciónde la filosofía mexicana a través del fenó-meno del exilio. Para lograrlo, me apoyaréen tres líneas de investigación. En primerlugar, a través de algunas herramientas dela sociología de las profesiones intentarédefinir los criterios que debe cumplir unadeterminada actividad para considerarlacomo actividad profesional. Esta opera-ción permitirá dotarnos de un tipo idealpara contrastar y evaluar los dos casosempíricos que nos ocupan. Es aquí dondeentra liza una segunda línea de investiga-ción: una historia social de la filosofía quenos permita reconstruir cada uno de los ca-

sos a partir de la guía que nos ofrece eltipo ideal, así como las nuevas condicio-nes de producción de subjetividades filo-sófica y las características de cada una deellas. Esta reconstrucción histórica se lle-vará a cabo a partir de dos coordenadasque permitirán situar en un marco espacio-temporal el problema que nos ocupa: lasgeneraciones y las redes filosóficas2. Fi-nalmente y en tercer lugar, llevaré a caboun ejercicio de filosofía comparada entrelos casos, de manera que a partir del con-junto de diferencias y similitudes y lasposibles causas que las explican, puedaevaluar los efectos del encuentro entre elexilio filosófico español y la filosofía me-xicana.

La filosofía como actividad profesional

¿Qué es un filósofo profesional? ¿Cómopodemos definir y distinguir lo que cons-tituye una actividad profesionalizada deotra que no lo está? A la hora de definirqué es una profesión, las diferentes pro-puestas que han concurrido en el ámbitode la sociología de las profesiones hanprivilegiado un punto de vista objetivo –donde la profesión constituye un resul-tado, una estructura que se impone al su-jeto y que funciona a partir de una lógicade reproducción- o un punto de vista sub-jetivo –donde la profesión es resultado deuna construcción del protagonista, quienelabora una determinada trayectoria enconflicto o cooperación con otros agentes3.Ambos puntos de vista pueden y debenconciliarse, si bien en este trabajo nos cen-traremos en el primero4. Desde un puntode vista objetivo, es posible construir un

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modelo de profesión atendiendo a una tri-ple realidad. Por un lado, la profesión sedefine como una ocupación, una funciónespecífica que requiere de una ideologíapropia, de una ética profesional de servi-cio dotada de reconocimiento social. Ensegundo lugar, una profesión se definecomo un cuerpo institucionalizado que lo-gra ejercer un dominio cuasi-monopólicosobre esas funciones y sobre el nombra-miento de quienes están legítimamenteautorizados a ejercerlas. Finalmente, unaprofesión responde a un conjunto de ideasy prácticas –algunas estandarizadas en unasuerte de canon- sobre los cuáles se ejerceun saber experto y cuyo dominio permitedistinguir al aficionado del profesional.Estas condiciones de posibilidad del ejer-cicio de una práctica profesional son el re-sultado de un conjunto de procesos, a losque hemos denominado: autonomía pro-fesional, institucionalización y normali-zación; respectivamente5.

La pregunta que cabe realizarse es sieste modelo es apropiado para el caso dela filosofía. No son pocas las voces queconsideran que la filosofía no puede en-tenderse como una profesión, al menoscomo una profesión similar al resto (Ra-bossi, 2008). La razón radicaría en su pro-pia naturaleza y en la dificultad que de ellase deriva para establecer un consenso en-tre los propios filósofos. La funciones delfilósofo en tanto que productor intelec-tual han sido entendidas de múltiples ma-neras, que varían desde la ideología delerudito a la del profesor o la del profeta(Moreno, 2013: 46). Por otro lado, la ins-titucionalización de la filosofía en elmarco de la academia y el cierre sobre lascondiciones de mercado que convierte al

filósofo en funcionario no anula la posi-bilidad del ejercicio de la filosofía fuerade estos límites (Vega, 2010: 19). Final-mente, la estandarización de un canon fi-losófico de ideas y prácticas resulta hastacierto punto incongruente con una activi-dad que incorpora la creatividad comoruptura, como “hacer de otro modo”frente a la tradición establecida (Wes-tphal, 1993: 436-449). Todo esto son sinduda dificultades reales. Pero a mi juiciono desautorizan la posibilidad de identi-ficar en el registro histórico un proceso deprofesionalización de la filosofía. Es ciertoque ello requiere cierto ajuste del modelopropuesto.

En primer lugar, consideraremos que sibien es imposible identificar una funciónespecífica esencial al filósofo, la aperturade un debate en torno a esa función, el pa-pel ideológico que debe cumplir y la con-ducción moral a partir de los valores aso-ciados, denota un proceso de conquistade autonomía intelectual como antesalade la profesionalización. En segundo lu-gar, la transformación de la filosofía en unactividad académica y del filósofo en unfuncionario con poder de institución re-sulta un evento clave que redefine -a par-tir de la oposición entre oficial-hetero-doxo (Bourdieu, 2002: 30-41)-, losposibles filosóficos y las formas de con-sagración, inclusive por tanto los itinera-rios heterodoxos. Por último, si bien escierto que la filosofía no es un saber mo-noparadgimático, también lo es que suconstitución como disciplina escolar su-pone la posibilidad de que en ciertos mo-mentos se estabilicen determinadas nor-mas que operen generando disposicionesfilosóficas de largo alcance (Kusch, 1999:

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95-130) (Pinto, 2006: 63-88). La repro-ducción de estas normas —no siempre através de vías formales— constituye unelemento característico de la profesionali-zación. Además, en el polo de la innova-ción y creación, es posible hablar de un in-cremento del profesionalismo de ladisciplina cuando se abre un proceso deracionalización como resultado de la des-personalización de los envites filosóficos6

La tesis que proponemos es que es po-sible apreciar este triple proceso en el des-arrollo de la filosofía española a lo largodel primer tercio del siglo XX. Durante ladécada de los 30, los filósofos españolesestaban sometidos a unas condiciones deprofesionalización como las que acaba-mos de describir. Nuestro objetivo es iden-tificar cómo este proceso se moduló en elcaso específico del filósofo del exilio para,a continuación, comparar con el caso me-xicano y evaluar su contribución a la pro-fesionalización de la filosofía mexicana.

La ubicación del exilio en el campofilosófico español

En el momento que se produce el exilio, elcampo filosófico hispano estaba estruc-turado de la siguiente manera. Las redesque provenían del siglo XIX –articuladasa partir de la oposición básica entre laicosy católicos- se había reordenado desde ladécada de los 10 dando paso a un nuevocomplejo generacional que ocupaba elcentro de atención filosófica del momento.

La red católica había encarado la pro-gresiva pérdida del dominio sobre la aca-demia a manos de las redes laicas a travésde tres estrategias: una, un repliegue haciael tomismo más tradicional; dos, una re-

novación de las fuentes tomistas a travésde un contacto más estrecho con la tradi-ción de la modernidad y la ciencia; y tres,un catolicismo social que siguiendo lospasos de la Encíclica Rerum Novarum deLeon XIII en 1891, evolucionará ya en elnuevo siglo hacia la formación de partidospolíticos como Acción Católica.

Por su parte, las redes laicas se habíansubdividido en tres unidades generacio-nales. Por un lado, un grupo de naturalezafundamentalmente literaria que, formadoen el viejo régimen y bajo una influenciakrausista y regeneracionista sigue una es-trategia de consagración heterodoxa, ale-jada de las vías académicas y que, grossomodo, irrumpe durante la primera décadadel siglo7. Por otro lado, a comienzos desiglo, el nódulo institucionista había lo-grado no sólo el dominio dentro de la redlaica –desplazando a positivistas y neo-kantianos- sino que había conquistado unaposición predominante en la academiacontrolando las principales cátedras endetrimento de los católicos. A partir de1910, se produce sin embargo una susti-tución de los cuadros como consecuenciadel agotamiento biológico de la genera-ción de Giner de los Ríos y el ascenso deuna nueva que por primera vez se habíaformado completamente en los salones dela Institución. Finalmente, encontramosla red que se organiza en torno a Ortega yMorente. El acceso a cátedras en la Uni-versidad Central con el apoyo de los ins-titucionistas y la combinación de ese ca-pital filosófico específico con unimportante capital social volcado hacia elmundo editorial les permite, no sólo con-tar con una base material autónoma desdela que desarrollar y difundir su proyecto –

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crear una escuela8- sino conectar la redcon los circuitos filosóficos internaciona-les. En la década de los 20, alcanza unaposición dominante en el campo.

Este complejo generacional que he-mos descrito convive durante al década delos 30 con un nuevo complejo que está ha-ciendo su entrada en la escena de la filo-sofía hispana y en la convulsa vida publicadel país. Aglutina a pensadores nacidos enla primera década del siglo XX y cuyaformación y socialización filosófica ha te-nido lugar en el medio que acabamos dedescribir. El grueso de la población delexilio que influirá en el proceso de profe-sionalización de la filosofía mexicana sesitúa en dos de sus unidades generaciona-les. En primer lugar, la que se había for-mado en el entorno orteguiano y que pa-saría a ser conocida como la Escuela deMadrid. Partiendo de este núcleo esen-cial, sus contactos se extienden por toda laestructura del campo: con el nódulo mo-dernista de los católicos (Zubiri, Imaz),con el catolicismo social (Gallegos Roca-full) con los institucionistas (Gaos, Reca-sens Siches) o con una filosofía de raíz li-teraria que se desarrollaba fuera de laacademia (Eugenio Imaz y Gallegos Ro-cafull)9.

Para terminar de esbozar la posicióndel exilio en la estructura reticular y ge-neracional de la filosofía española debe-mos desplazarnos al escenario catalán.Hasta finales del siglo XIX, la filosofía ca-talana estuvo dominada por un complejogeneracional en el que podía distinguirsetres grandes modulaciones de lo queEduardo Nicol denominó como la tradi-ción filosófica catalana: un espacio epis-témico compartido por la escolástica, la fi-

losofía del sentido común y el histori-cismo (Nicol, 1998: 206). Fuera de la fi-losofía académica era posible distinguiruna red constituida por la filosofía socialy el positivismo de los médicos filósofos.Al igual que en Madrid, a partir de la dé-cada de los 10, es posible apreciar la en-trada en escena de un nuevo complejo ge-neracional que se polarizará a partir delconflicto generado con la irrupción de Eu-genio D´Ors (Nubiola, 1995). Con un pro-grama de modernización homólogo al deOrtega en Madrid (Nicol, 1998: 189), segranjeó sin embargo la enemistad de unpujante nacionalismo catalán que logró sudestitución y posterior destierro a la capi-tal. Serra Hunter y Carreras Artau –ubica-dos en el marco de esa tradición catalanade signo espiritualista- pasan entonces aocupar una posición central en el espaciofilosófico catalán. El primero, apoyándoseen las redes de la Ezquerra Republicana,se convertirá en adalid de la reforma y dela autonomía de la Universidad catalana yorganizará en torno a él una red confor-mada por miembros de un nuevo com-plejo generacional, homólogo al que hacíasu entrada en la escena madrileña en losaños 30 y constituida por figuras como Jo-sep Maria Calsamiglia, Joan Crexells,Juan David García Bacca, Jordi Maragall,Francesc Mirabent, Eduard Nicol, RamonRoquer, Joan Roura i Parella y JoaquimXirau10.

La autonomía intelectual en España y el exilio

El proceso formativo del complejo gene-racional en el que se sitúa la población delexilio coincide con un incremento crítico

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de la autonomía intelectual, lo que re-dundó en un novedoso debate sobre la fun-ción y el papel específico del intelectual enla sociedad. Este proceso es resultado deuna reestructuración de los equilibrios declase en la sociedad española y con ellauna alteración de la posición social del in-telectual. La emergencia de un nuevo tipode clase media urbana que contribuirá aromper lenta pero inexorablemente losequilibrios del turno político constituye unfactor clave. El complejo generacional quehace su entrada a comienzos de siglo ybajo el que se forma el del exilio vivirá elenroque de la elites políticas y la revitali-zación del movimiento obrero por lo queencontrará en esta nueva clase media,emergente y reformista, su nicho natural deorigen y destino. Como resultado, la fi-gura del intelectual como expresión deunos intereses diferenciados de las redespolíticas se hace más nítida, en contrastecon las facciones dominadas y dominantesdel espacio social11.

A lo largo de su proceso formativo en-tre los años 10 y 20, la población del exi-lio se encontró con 5 posibilidades que ex-presaban el diálogo entre las disposicionescaracterísticas del complejo generacionalanterior y la coyuntura política específica.La primera posición suponía romper conlos viejas facciones políticas e interveniren la vida pública generando una corrientede opinión que reconociera la voz del in-telectual en cuanto tal. Esta primera op-ción admitía a su vez dos lecturas: que esaintervención se realizara a título individualsobre la base del prestigio personal delque goza el intelectual, bien de forma co-lectiva, apostando por generar una aso-ciación de intelectuales que permitiera in-

tervenir de manera coordinada y eficaz enla vida pública12.

Con el fracaso de las reformas libera-les para inyectar salud al régimen y elaceleramiento del ritmo político a finalesde los 20, tres nuevas posiciones hicieronsu aparición. Por un lado, se presentó laposibilidad de operar un retraimiento po-lítico a la espera de nuevas condiciones, loque se tradujo en un llamado a la intelec-tualidad a volcarse sobre sí misma, a ol-vidar el diálogo con las masas y con el po-der político para potenciar el tipo deinteracciones que le son propias13. La re-lectura de la estrategia de la elite conduc-tora no tenía en cambio por qué desem-bocar necesariamente en el retraimientopolítico de la clase intelectual, sino todo locontrario: la organización de los intelec-tuales podía conducir hacia una implica-ción en la vida pública, pero ahora, me-diante la formación de una agrupaciónpolítica dirigida por los propios intelec-tuales14. Finalmente, se distingue unanueva posición como resultado de la dis-cusión sobre la implicación directa del in-telectual en una determinada causa polí-tica que no tendría su origen en la propiaclase intelectual15.

Frente a esta estructura de posibilida-des, los integrantes del exilio –situadosen las redes orteguianas y de la Escuela deBarcelona- basculan entre dos tomas deposición: bien se sitúan en la estela del re-traimiento que propugna el segundo Or-tega, bien intervendrán en la vida públicacolaborando con alguno de los partidosque compiten en la escena política nacio-nal y catalana. Esta colaboración alcanzadiferente grado e intensidad pero se muevesiempre en un marco de corte republi-

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cano-liberal, modulado en ocasiones contintes socialistas (Gaos) o nacionalistas(Xirau).

Algunos testimonios dan muestras deeste escenario. Gaos, por ejemplo, tras re-construir la trayectoria política de Ortega(Gaos, 1989: 36-63), evalúa el retrai-miento definitivo que representa comouna tragedia para la República, mostrandopor contraste la posición a la que él seadscribe16. Eduardo Nicol por su parte,nos habla de diferentes modulación en lasformas de implicación política por partede los filósofos de la Escuela catalana17.

La institucionalización de la filosofía española

Cuando el complejo generacional del exi-lio entra a formar parte de las estructurasacadémicas, la Universidad española -yen particular la Facultad de Filosofía yLetras-, había transitado un largo periplopor el cual empezaba a dejar atrás su es-tructura liberal decimonónica. En virtudde la Ley Moyano de 1857, la Universidadespañola culminó un proceso de centrali-zación y uniformidad que sería la tónicadominante hasta comienzos del nuevo si-glo (Delgado, 1994: 497). La Academiapasaba desde este momento a dependerde manera directa de la autoridad estatal,en concreto de la Dirección General deInstrucción Pública, desde dónde se ges-tionaba la formación y el contenido de losplanes de estudio y de los manuales esco-lares, la financiación de los centros y la si-tuación académica de los profesores18.Esta falta de autonomía se combinaba conun sistema de enseñanza orientado hacia lareproducción de los cuadros profesionales,

lo que suponía en la práctica ignorar cual-quier tipo de actividad relacionada con lainvestigación.

Ahora bien, la rehabilitación de la li-bertad de cátedra en 1881 permitió lavuelta de los profesores purgados en 1875–casi todos vinculados desde entonces a laInstitución Libre de Enseñanza- quienescomenzarían a impugnar el monopolio delque gozaban las redes católicas. Progresi-vamente las redes laicas irían haciéndosecon el control de más y mejores cátedras19.Este proceso resulta fundamental a la horade implementar algunas de las reformasque marcan el periodo de formación delcomplejo generacional del exilio. A raízdel desastre del 98 se extiende por todo elarco político hispano el discurso regene-racionista. En este marco, el problemaeducativo emerge como uno de los prin-cipales déficits de los que adolece el país.La necesidad de racionalizar las institu-ciones educativas conforma así un espaciode discusión compartido por las diferentesredes políticas (Delgado, 1994: 554). Deesta forma se implementaron medidas le-gislativas que afectaron a la extensión dela escolarización, a la estructura educativay su gestión (con la instauración del Mi-nisterio de Instrucción Pública y la es-cuela graduada), a la revisión de los planesde estudios, al incremento de los puestosde profesorado y a la definición de su es-tatuto (Delgado, 1994: 697).

Los estudios superiores no se vieron almargen de estas reformas pedagógicas y eldesarrollo de la Escuela de Madrid y deBarcelona difícilmente pueden entenderseal margen de las mismas. Frente al modelonapoleónico del periodo anterior, las pro-puestas de reforma universitaria estuvie-

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ron inspiradas en una combinación de losnuevos modelos alemanes, francés republi-cano e inglés (Niño, 2013: 70-80). Dos lí-neas resultaban claves: la autonomía uni-versitaria y la redefinición de la misión dela universidad. En 1919 el gobierno aprobóun decreto de autonomía que convertía a laUniversidad en un cuerpo autónomo con ca-pacidad para elegir a sus propias autorida-des, aprobar su normativa interna y gestio-nar de manera independiente los recursosasignados por el Estado20. Por otro lado sedaba carta de naturaleza a una tendenciaque ya estaba en marcha: convertir a la uni-versidad en un centro de investigación demanera que no estuviera sólo orientado ha-cia la formación de profesionales21. El de-creto de autonomía estuvo vigente sin em-bargo sólo tres años: la dictadura de Primode Rivera lo revocaría y habría de espe-rarse a la instauración de la República paraque la Constitución sancionara un nuevoestatuto de autonomía. De hecho tanto en laenseñanza básica como en la universitariano puede hablarse de la aplicación siste-mática de una política reformista hasta laRepública (Niño, 2013: 81-82) y (Viñao,2007: 24-25)22.

El exilio filosófico se beneficia de esteconjunto de reformas. Tanto en el caso deMadrid como de Barcelona siguen una ca-rrera académica ascendente que sólo se verátruncada a partir del desenlace de la guerra.Por ejemplo, para el periodo que ocupa en-tre 1931 y 1935, todos los índices convergena la hora de señalar la hegemonía institu-cional de la red de Ortega y de la segundageneración de institucionistas en la Univer-sidad de Madrid. De las 7 cátedras, las 4principales (Metafísica, Lógica y teoría delconocimiento, Ética e Historia de la filoso-

fía) están ocupadas por miembros de estasredes (Ortega, Besteiro, Morente y Zubiri;respectivamente)23. En 1935, la situación esprácticamente similar con el añadido de lainclusión de Gaos en una cátedra de nuevacreación: Introducción a la Filosofía. Las ca-rreras de los más jóvenes estaban en procesode consolidación y muchos de ellos había al-canzado ya la titularidad (Recasens Sichesdesde 1932) o eran auxiliares de cátedra(María Zambrano, desde 1931). ManuelGarcía Morente es decano de la Facultaddesde 1932, mientras que Gaos alcanza larectoría de la Universidad en 1936.

Algo similar ocurre en el espacio cata-lán. En 1931, Serra Hunter y Joaquín Xirauocupaban ya las cátedras de Historia de laFilosofía y de Lógica y teoría del conoci-miento. Ambos llegarían a desempeñar elcargo de decano de la Facultad de Letras, elprimero en 1931 y el segundo en 1933. Porsu parte Serra Hunter sería rector de la Uni-versidad de manera intermitente entre 1931y 1933 y autor junto con otros delegados delProyecto de Estatuto de la Universidad deBarcelona. Al igual que en Madrid, el restode los miembros del exilio catalán se en-contraban en ese momento en una trayec-toria académica ascendente: García Baccaera profesor de Filosofía de la Ciencia y Ló-gica Matemática desde 1932, mientras queEduardo Nicol se desempeñaba como au-xiliar de cátedra desde 1934.

La normalización de la filosofía española

El nuevo espíritu que inspiraba la reformauniversitaria vino acompañado de unanueva concepción del trabajo filosófico.La formación del filósofo del exilio tran-

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sita por dos etapas: una temprana, dondeaún dominan los modelos tradicionales,otra que se desarrolla en el marco de estasreformas, de las cuáles se convierten enproducto y protagonistas. Quizás la mejormanera de ver esta transformación seacontraponer algunas características de am-bos periodos.

En primer lugar, existe una diferenciaentre el volumen y el tipo de recursos fi-losóficos que se exigían en uno y otro pe-riodo para ser considerado como un filó-sofo competente –al menos por lo que alcentro de atención filosófico se refiere-.Los testimonios de los exiliados sobre suprimera etapa formativa reconocen un tipode filósofo que responde al expositor dedoctrinas ajenas, con unas competenciaslimitadas y una formación escasamenteespecializada (Gaos, 1989: 25-26)24. Estetipo es el resultado de la propia lógicaacadémica y del tipo de formación queesta imponía. La labor de los profesores secentraba en la transmisión de conoci-mientos a través de la clase magistral y enel control a través de exámenes sobre loscontenidos explicados25. La secuencia delos cursos se caracterizaban por su rigidezy la distancia jerárquica constituía lanorma entre profesores y alumnos (Gaos,1990: 252). Del análisis que realiza JoséLuis Moreno Pestaña de los programas deoposiciones a catedrático en la normativade 1930, se deduce esa formación genera-lista y poco especializada, así como unaconcepción doctrinal de la materia, ce-rrada tanto en su objeto (volcada hacia alpropia tradición filosófica) como en supúblico (la filosofía practicada por los pro-pios profesores) (Moreno, 2013: 134-135).Finalmente, resulta evidente el escaso

grado de internacionalización que carac-teriza la formación y las interacciones delfilósofo de este complejo generacional26.

Las reformas que comenzaron a im-plementarse en paralelo a la conquista delcentro por parte de las ramificaciones delas redes laicas pusieron las bases de esenuevo tipo de práctica filosófica en la cualse socializa durante una segunda etapa –enlos cursos de licenciatura pero especial-mente en el doctorado- el futuro filósofodel exilio. El giro hacia la investigación enla universidad española resulta clave. Alcalor de la misma, nuevos recursos y téc-nicas se incorporan al acervo filosófico:incremento de las habilidades filológicas(v.g. el trabajo sobre textos en lengua ori-ginal (Gaos:1990: 252) y la labor de tra-ducción, de las competencias científicas(v.g. formación en disciplinas científicasfrente a la mera reflexión especulativa ca-racterística del periodo anterior), del co-nocimiento especializado y la lectura ri-gurosa de los textos (Maragall, 1996: 26)o de la consecuente publicación de mono-grafías. Todo esto viene acompañado deuna apertura de los contenidos filosófi-cos, tanto en relación con la lectura deautores no profesores (Gaos, 1990: 241)como con el diálogo hacia las ciencias, ha-cia objetos mundanos (Gaos, 1990: 239) yhacia públicos más amplios27.

Por otro lado, se abren nuevos espa-cios de interacción en los que se intensifi-can los intercambios filosóficos y se po-tencia el diálogo abierto. El más relevantequizás sea la incorporación del seminarioalemán como espacio sesgado de la clase,en el que se desarrollan las habilidades fi-losóficas que hemos señalado más arribay temas especializados (Niño, 2013: 72).

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Un espacio aún más cerrado son los cír-culos privados en torno a la figura de unmaestro, fundamentales en Madrid y Bar-celona (la tertulia de Ortega y el “club Xi-rau”) donde se contribuye a la circula-ción de las disposiciones, de los recursosy habilidades señalados28. Si bien estetipo de interacciones informales ya exis-tían durante el periodo anterior, deben si-tuarse ahora en el marco de una redefini-ción de la relación maestro-discípulo através de la cual se daba un mayor prota-gonismo al alumno y una mayor autono-mía a la hora de diseñar su formación29.Esta apertura no sólo constituía una nuevaactitud sino que se apoyaba sobre unanueva normativa que reformaba los pla-nes de estudio, dotando a los alumnos yprofesores de mayor libertad a la hora deorganizar sus carreras30.

Finalmente, a través de la JAE se pro-movió la inclusión de los saberes hispanosen los circuitos internacionales, por lo quela estancia en un centro internacional du-rante el periodo formativo dejó de ser unarareza para convertirse en norma, mientrasque las visitas y los intercambios con losprofesores extranjeros se convirtieron enestampa cotidiana. La internacionaliza-ción de las interacciones constituye unfactor determinante en la constitución dela filosofía del exilio31.

Ahora bien, no todo supone una rup-tura con el estadio anterior: el examen deoposiciones a catedrático aprobado en1931 aún favorece en gran medida unaformación generalista y doctrinal (Mo-reno, 2013: 132-135), la exposición dedoctrinas domina el formato de la clase ylos contenidos de los manuales escolares,el excesivo peso de la tradición germánica

–Gaos hablará de una regermanización deEspaña después de la del krausismo queolvida sin embargo otras tradiciones(Gaos, 1990: 245-246)– o el peso de laformación literaria y el estilo particularque imponía en publicaciones y traduc-ciones, son algunas de ellas32.

En definitiva, la convivencia de estoselementos rupturistas y conservadoresconstituyen una suerte de canon, unanueva forma de hacer filosofía y ser filó-sofo que se estabiliza en el centro de pro-ducción filosófica hispana de los años 20y 30 y al que en consecuencia se encon-traban expuestos los filósofos exiliados.

La autonomía del mundo intelectualmexicano y institucionalización

de la filosofía

Cuando se produce la llegada del exilio, elmundo intelectual mexicano ya había tran-sitado por un debate sobre la función y laidentidad de los intelectuales en la vidapública en clave de autonomía. Efecto delas sustitución generacional en las redesintelectuales dominadas por el positivismoy, fundamentalmente, del proceso revolu-cionario, la nueva posición social que pa-san a ocupar los intelectuales abre un de-bate que se desarrollaría en los años 20,con unas líneas y unos protagonistas en losque es posible encontrar cierto parale-lismo estructural con el caso español33.

En relación con la institucionalizaciónde la filosofía mexicana, el panorama esdistinto. El principal problema al que seenfrentó la filosofía en México durante elprimer tercio del siglo XX fue la creaciónde una base institucional hasta ese mo-mento inexistente. La reforma que llevó a

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cabo Gabino Barreda en 1867 supuso eldesmantelamiento de la Universidad y laconstitución de una nueva estructura aca-démica inspirada en los principios del po-sitivismo, en la cual, la filosofía habíasido eliminada de los planes de estudio porsu contenido metafísico y escolástico conel que se impartía en la Universidad colo-nial y sustituida por una lógica entendidacomo la coronación de las ciencias empí-ricas34. Los otros dos problemas relacio-nados con la institucionalización de la fi-losofía en México sí eran conocidos enEspaña: la autonomía académica y la ne-cesidad de dotar al saber filosófico de unabase material orientada hacia la investi-gación y no sólo hacia la reproduccióndel cuerpo docente.

No deja de ser interesante el hecho deque, sin embargo, el primer espacio en elcual iban a tener cabida materias filosófi-cas hubiera sido creado precisamente conla intención de potenciar la investigacióncientífica. Con la creación de la Universi-dad Nacional de México en 1910, el pa-norama académico cambió radicalmente.La UNM se erigió sobre tres ideas recto-ras (Salmerón 2001: 67 y 68). En primerlugar, la necesidad de unificar y coordinarlas diferentes escuelas bajo una mismainstitución y de dotar de cohesión a unacomunidad académica que pasaba a con-cebirse como un “cuerpo docente”. En se-gundo lugar, orientar la función social dela Universidad dentro del sistema educa-tivo nacional hacia la formación de profe-sionistas cualificados. Finalmente, quizásel aspecto más innovador de la reforma, lacreación de la Escuela de Altos Estudios(EAE), concebida, podríamos decir, comouna universidad total que coronaba los es-

tudios superiores (Alvarado, 2011), (Sal-merón, 2001: 69)35. Organizada en tressecciones (ciencias naturales, sociales yhumanidades —lo que, por primera vezdesde que se instauró el positivismo comomodelo educativo, daba a los estudios hu-manísticos carta de naturaleza académica),la EAE y los institutos a ella asociadoscumplían una doble función. Por un lado,preparaban a los futuros profesores, quie-nes tras licenciarse en alguna de las es-cuelas universitarias debían obtener el tí-tulo que esta expendía. Pero además, laEscuela era contemplada como el espacioreservado a la investigación científica, demanera que el resto de Escuelas quedabandespojadas de las funciones de investiga-ción y se concentraban en meras laboresdocentes.

La figura clave en la introducción delos estudios humanísticos y de materias defilosofía en la EAE fue Antonio Caso.Desde la primera cátedra en 1912 de In-troducción a los Estudios Humanísticos,Caso lograría ir incluyendo nuevas mate-rias filosóficas, en su mayoría impartidaspor él, lo que lo convirtió en la figuraclave del panorama filosófico mexicanode los años 10 y 2036. De hecho, las ges-tiones de Caso son fundamentales a lahora de entender la constitución de la Fa-cultad de Filosofía y Letras en 1924. En elmarco de la nueva Facultad —creada apartir de una redefinición de la EAE—, lafilosofía va definiendo un espacio escolarpropio frente a las literatura y la historia,a la vez que se van ampliando contenidos.En 1927 se instaura la licenciatura en Fi-losofía y los planes de estudio regulan losgrados de maestros y doctor en Filosofíay Letras. A partir de 1928, comienzan a

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doctorarse los filósofos contemporáneos alcomplejo generacional del exilio —de loscuáles, al menos dos llegaron a ejercercomo directores de la Facultad de Filoso-fía y Letras—. El número de profesores,ahora más especializados, se incrementacon esta nueva promoción de manera quela reproducción del cuerpo deja de depen-der tanto de la figura de Caso, quien hastaese momento impartía casi todas las ma-terias ante la carencia de profesorado (Me-néndez, 1996: 352-353). La llegada delexilio contribuye a invertir definitiva-mente esta tendencia.

El problema de la autonomía universi-taria fue paralelo a la constitución de estabase institucional para las humanidades ypara la filosofía. De hecho, podemos con-siderar a Antonio Caso como uno de susmáximos defensores en la liza que tendrálugar entre buena parte del sector acadé-mico y el gobierno revolucionario. La au-tonomía universitaria sería concedida porel ministerio en 1929, inaugurándose unperiodo de desconocimiento y recelos mu-tuos entre gobierno y universidad, al me-nos hasta los últimos años del gobierno deCárdenas37.

Al igual que en España, el problema dela autonomía universitaria estaba íntima-mente relacionado con la el desarrollo deuna estructura adecuada para la investiga-ción. Si a ello le sumamos los problemasfinancieros y la primacía que incluso en-tre sectores académicos tenía la concep-ción pedagógica de las instituciones esco-lares, se entiende que el desarrollo de unabase adecuada para la investigación de lafilosofía no comenzara a ponerse en prác-tica hasta comienzos de la década de los4038. Al respecto, la creación en 1940 del

Centro de Estudios Filosóficos bajo ini-ciativa de Eduardo García Máynez cons-tituye un hito fundamental. El Centro es-taba asociado a la Facultad de Filosofía yLetras y entre sus objetivos –amén de laslabores de difusión editorial- se encon-traba el crear un espacio para la discusióne investigación filosófica especializada(García Máynez, 1966: 240). En 1945, elCentro adquiriría la calidad de Instituto deInvestigación y pasaba a conformarsecomo un órgano autónomo en el marco dela UNAM. Si bien el instituto comenzó aformar a sus propios estudiantes al dispo-ner de una bolsa de becas no sería hasta1954 cuando pudo contar con investiga-dores a tiempo completo.

Por otro lado, la fundación del Colegiode México a partir de la Casa de España(Lida, 1988) vino acompañada de la cre-ación de tres centros de investigación queestaban inspirados en parte en la expe-riencia de los institutos de la JAE: Centrode Estudios Históricos, el Centro de Estu-dios Sociales y el Centro de Estudios Fi-lológicos. La filosofía encontró un espaciopropio en el seminario permanente “Se-minario en lengua española” que impartíaJosé Gaos. De esta forma, junto con el es-pacio que se iba habilitando para la in-vestigación filosófica en una Facultad quecontaba con mejores recursos, infraes-tructura y más alumnos, el Colmex y elInstituto constituyeron los tres referentesde la innovación filosófica mexicana paralas décadas siguientes.

El exilio filosófico contribuyó a esteproceso de institucionalización en la me-dida en que formó parte fundamental deestos tres espacios, en los que colaboraronen mayor o menor medida según sus inte-

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reses, afinidades y oportunidades acadé-micas39. Es cierto que los exiliados no des-empeñaron puestos en los órganos de go-bierno de estas instituciones pero por suautoridad intelectual constituyen una piezaclave en la reproducción del cuerpo aca-démico, a través de su labor como profe-sores y directores de tesis40.

La normalización de la filosofía me-xicana y la contribución del exilio

Para comprender la contribución del ethosdel exilio en este apartado quizás sea útilcomenzar remitiéndonos a la polémicaque enfrentó a Samuel Ramos con sumaestro Antonio Caso en 1927 (Ramos,1971: 163-166)41. El núcleo del ataque deRamos apunta hacia la falta de profesio-nalización del modo de filosofar de Caso.Aparece éste como un consumado maes-tro en la exposición de filosofías ajenas,con grandes dotes retóricas y dramáticascapaces de deslumbrar al alumnado. Sinembargo, Ramos considera que Caso ado-lecía de una falta de crítica rigurosa y re-flexividad en las exposiciones, carecía deun sentido disciplinado de la investiga-ción –donde los resultados se presenta-ban de un plumazo-, de una falta de crea-tividad y de un exceso de rigidez en suobra desde finales de la década de los 20.

Esta crítica no sólo se encuentra enRamos, si bien el es uno de los primerosen hacer visible su distancia con el maes-tro. Las polémicas proliferan a lo largo delos nuevos nódulos que surgen en la redque funda Caso y en todos ellos la falta deprofesionalismo y rigurosidad se convierteen una constante42. Este hecho resulta fun-damental, ya que Caso se situaba en el

centro del universo filosófico mexicano ytoda la generación de filósofos mexicanos-contemporáneos de los exiliados- habíanpasado por sus clases y debían definir suproyecto creativo en relación al maestro.

Esta nueva generación es por tanto re-sultado de un doble proceso formativo.Por una lado, hereda ciertas disposicionesdel sistema escolar que estaba siendo des-arrollado por el maestro. Como hemosvisto, este sistema se caracterizó en prin-cipio por incorporar algunas materias quese ajustaban al canon filosófico. Sin em-bargo, los alumnos que las cursaban pro-cedían en su mayor parte de la Escuela deJurisprudencia y, para graduarse, se lesexigía demostrar sus habilidades literariasy pedagógicas. Se trataba por tanto de unaformación no especializada, en la que la fi-losofía se presentaba, en el contexto re-volucionario, más como un mensaje desalvación que como un cuerpo de saberestécnicos y en la cual la figura del maestroconstituía un referente simbólico y de po-der irrenunciable43.

Frente a este modelo de filósofo, se vadelineando una alternativa resultado deun intento sostenido de dotar de cohesióna la disciplina –tarea impuesta por la ca-rencia de un espacio académico propiotras 30 años de enseñanza positivista-, deuna apertura de la filosofía mexicana ha-cia otras tradiciones nacionales tras el en-roque que supuso el periodo revoluciona-rio y, fundamentalmente, de la irrupciónde un nuevo tipo de demanda desde el es-tado que, inmerso en un proceso de re-construcción, reclama a los intelectuales yacadémicos técnica y gestión a costa debienes existenciales de salvación44. Losdiscípulos de Caso, el complejo genera-

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cional contemporáneo del exilio, es pro-ducto también de esta nueva circunstancia.En su constitución como generación frentea la figura del maestro, afirmarán esta for-mación que redundaba en una racionali-zación de la filosofía mexicana.

A la llegada del exilio existía por tantouna demanda encaminada en esta direc-ción, a la cual los exiliados se encuentranen disposición de responder dado el tipode formación que habían recibido en Es-paña. Los testimonios redundan en unaaportación clara al respecto. Por ejemplo,García Máynez resalta el papel funda-mental que desempeñaron en el marco delInstituto de Filosóficas y en la revista Dia-noia –la primera dedicada en México a te-mas específicamente filosóficos- introdu-ciendo nuevos recursos y habilidadesfilosóficas (García Máynez, 1966: 398-399); Leopoldo Zea destaca su funcióncomo creadores de vocaciones filosóficasvinculadas a un nuevo tipo de filosofía(Zea, 1995)45; Luis Villoro señala el in-cremento del profesionalismo de la filo-sofía mexicana que supuso la llegada delexilio y la instauración de una prácticavinculada al rigor y la reflexividad (Vi-lloro, 1995: 113)46.

Quizás sea José Gaos quien ha dejadoun mayo número de testimonios que abun-dan en esta línea de una transferencia delas disposiciones adquiridas en España.Así, la práctica de la lectura rigurosa delos textos en el medio del seminario, la ex-posición minuciosa en clase –donde pre-sentaba la actitud de un inexorable “HerrProfessor” (Fernández, 4 y 7: 1970)-, laapertura del texto a un diálogo con el con-texto a través del uso de disciplinas auxi-liares (Rossi, 1970: 14), el presentar a la

filosofía como una actividad alejada de ladefensa apasionada de unas doctrinasfrente a otras, opuesta al encubrimiento re-tórico de los límites del propio saber (Vi-lloro, 1970: 8) o el imponer, finalmente,unos hábitos intelectuales, un estilo y unaconcepción del trabajo filosófico que mar-carían a las siguientes generaciones(Rossi, 1970: 14)47.

Breve conclusión

Si acordamos que la profesionalización deun determinado saber responde a la con-vergencia de un proceso de autonomía,institucionalización y normalización, elethos de los filósofos del exilio contribuyóde una manera muy específica y concretaa que este evento tuviera lugar en Mé-xico. En relación con la autonomía inte-lectual el exilio no desempeñó papel al-guno ya que el proceso social que loposibilitó y la polémica que lo acompañóya había tenido lugar cuando arribaron aMéxico. En cambio, el proceso de institu-cionalización de la filosofía estaba en mar-cha al producirse el encuentro. Si bien laautonomía universitaria y el control sobrela reproducción del cuerpo académico ysus saberes ya constituía una conquista,aún quedaba por desarrollarse una estruc-tura institucional habilitada para la inves-tigación filosófica. Es aquí donde se sitúala contribución del exilio a ese proceso deinstitucionalización en marcha. Final-mente, es en relación al proceso de nor-malización filosófica donde la influenciade los exiliados se muestra decisiva, sibien esta se apoya sobre una demanda queya existía con anterioridad. Esta apuntabahacia la necesidad de estabilizar un cuerpo

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de contenidos, habilidades y actitudes quepudieran reproducirse en instituciones es-colares, a la par que se establecían meca-nismos de racionalización encaminados adespersonalizar los envites filosóficos. Elexilio contribuyó fortaleciendo de maneradecisiva las tímidas respuestas que desde lapropia filosofía mexicana se estaban dandoa estas demandas. Especialmente, como

forjador de nuevas vocaciones y de dispo-siciones filosóficas que rompían con lanorma del estadio filosófico anterior, elethos del exilio contribuyó de manera de-cisiva a ese proceso de profesionalizaciónde la filosofía mexicana que ya se encon-traba en marcha cuando tuvieron la opor-tunidad de salvar vidas y carreras al arribara México.

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NOTAS

1 No se deduce de aquí la existencia de un ethos fi-losófico característico del exilio. El exilio constituyeuna categoría que describe un fenómeno, producto delas tomas de posición política de una serie de filósofosen la contingencia de la Guerra Civil. Otra cuestión essi existe un conjunto de cualidades compartidas porestos filósofos que les predisponen ante una determi-nada coyuntura a tomas de posición políticas similares.Pero esto no quiere decir que exista un ethos filosóficodel exilio característico y distintivo del ethos filosóficode los que se quedaron. Dicho de otro modo, aunquepuede existir una correlación, no siempre compartir ca-racterísticas filosóficas implica compartir posicionespolíticas. Por otro lado, podríamos considerar que losefectos de la vivencia del exilio sobre el proyecto crea-dor de los exiliados ha generado un tipo de literatura fi-losófica que por su temática y su modulación puedeconsiderarse como “filosofía del exilio”. Pero esto escompletamente distinto a decir que el filósofo exiliadolo es en tanto que comparte unas cualidades a priori quejustificarían hablar de un ethos y una filosofía específicaen el marco de la filosofía española de los años 30.

2 Utilizamos el concepto en los términos en los quelo tematiza Mannheim en (Mannheim, 1993) quien dis-tingue entre posición generacional, complejo genera-cional y unidad generacional; por otro lado, el conceptode red lo entendemos tal y como ha sido definido porCollins para comprender la dimensión ritual de la filo-sofía (Collins, 2005: 19-48).

3 En un punto de vista objetivista se sitúa fundamen-talmente la tradición de Durkheim y sus herederos (comoCarr-Saunders y Wilson -cuya Sociology of the professionsse centra en el caso de médicos y abogados- o la relecturaweberiana de Durkehim que lleva cabo Parsons). En unpunto de vista subjetivista se situarían los herederos delinteraccionismo de la Escuela de Chicago (como EveretteHugues y su apuesta por entender la profesión como unproceso biográfico, la monografía de Edwin Sutherlandsobre el ladrón profesional que logra ampliar al conceptode profesión hacia actividades outsiders o la noción demundo social compartido y los ciclos de las carreras de H.Becker). Podría hablarse también de una tradición webe-riana que pone el acento en la autoridad y la relación entreconocimiento y poder, la cual ha sido utilizada tanto porautores “objetivistas” como por “subjetivistas”.

4 Sobre como superar ambos puntos de vista opo-niéndolos como dos momentos del análisis sociológico(Bourdieu, 2000: 101-129). El objetivo que persegui-mos aquí se limita a definir las condiciones ideales deposibilidad de una subjetividad capaz de desarrollar unapráctica profesional, así como la manera en la que eseethos profesional se modula históricamente para el caso

del exilio filosófico. La cuestión de cómo se conecta laexperiencia individual de los exiliados con las condi-ciones objetivas de la profesión o cómo los propios exi-liados elaboran una biografía propia a partir de ese ethosprofesional (vocación, carrera, consagración, reconver-sión, etc.) queda fuera de nuestro objeto de estudio, sibien no excluye su legitimidad.

5 Este modelo de profesión actúa –como ya habráadvertido el lector- como tipo ideal, y constituye portanto una guía para la investigación empírica que per-mite, a través de la comparación, ordenar la informa-ción de manera inteligible. Sobre los tipos ideales(Weber, 2009: 142-158) y sobre cómo elaborarlos (Sán-chez, 2006: 20-25).

6 La idea de normalización que presento es una re-elaboración de la propuesta de José Luis Moreno Pes-teña en La norma de la filosofía. La configuración delpatrón filosófico español tras la Guerra Civil. Consi-dero, como he señalado más arriba, que la normaliza-ción supone la estabilización y reproducción de unasuerte de normas que regulan la producción filosófica,así como su racionalización, lo que quiere decir que laevaluación de sus productos depende en menor medidade las cualidades del sujeto que la enuncia y más de pro-cedimientos objetivados. Consideraré que es posibleevaluar el grado de racionalización a partir de tres ele-mentos: los recursos y habilidades que se exigen paraser considerado como filósofo competente, la presenciade espacios en los que se ponen en practica esos recur-sos y habilidades mediante intercambios abiertos y des-personalizados (donde el ideal respondería al triunfo del“mejor argumento”) y el grado de internacionalizaciónde esos intercambios.

7 Se trata de un grupo heterogéneo que no logracrear una base material estable, lo que explica en ciertamedida la pronta disolución del colectivo; algo que con-trasta con la más prolongada influencia que ejercen a tí-tulo individual. Conocido tradicionalmente como lageneración del 98, cabe considerarlo a partir de la ter-minología de Mannheim como una generación precur-sora dentro de este nuevo complejo generacional(Manheim, 1993: 227).

8 Sobre el concepto de escuela, aplicado en con-creto a los casos de Madrid y Barcelona: (Gaos 1990:235), (Nicol 1998:172).

9 Este último constituye un caso particular en elcual también encontraremos figuras destacadas del exi-lio (Juan Larrea, José Bergamín) si bien su contribucióna la profesionalización de la filosofía mexicana resultamarginal dado su fuerte contenido literario, antiacade-micista y profético. Organizados en torno a la revistaCruz y Raya fundada en 1931, se aprecia una fuerte in-

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fluencia en ellos de la figura de Unamuno que casa biencon la heterodoxia católica y antijerárquica que los ca-racteriza. Se trata de una posición que conecta tanto confilósofos católicos que no se sitúan preferentemente enredes católicas (Eugenio Imaz, Gallegos Rocafull, Gar-cía Bacca) como con miembros de la generación litera-ria del 27.

10 La Escuela de Barcelona tiene no obstante un ori-gen distinto a la de Madrid. Surge como una revitaliza-ción de la tradición catalana y sólo entre algunos de susmiembros es posible apreciar una voluntad de rupturafilosófica que no entorpecerá sin embargo la colabora-ción institucional en pos de la autonomía de la academiacatalana. Este grupo se caracteriza por completar su for-mación y establecer conexiones fuera del escenario ca-talán, sea con miembros de la red institucionista, con laEscuela de Madrid o con el extranjero. Amén de la fi-gura dominante de Joaquín Xirau, destacan Juan DavidGarcía Bacca, Joan Roura i Parella, Eduard Nicol o JoanCrexells. Aquí se concentran la mayor parte de las fi-guras del exilio filosófico catalán que influirán en laprofesionalización de la filosofía mexicana.

11 Esta transformación social y sus efectos sobre elmundo intelectual ha sido estudiada de manera insu-perable por la escuela de P. Bourdieu (Bourdieu,2002), por ejemplo: (Charle, 2009). Sobre la relaciónentre el desarrollo de la clase media en España, delmercado editorial y del campo intelectual (Martínez,2001: 170-171).

12 La primera opción, surgió entre un grupo de in-telectuales de formación esencialmente literaria y cuyaconsagración se entorpeció como consecuencia de losefectos que produjo sobre el campo intelectual los cam-bios sociales y políticos que vivió la sociedad hispanacon la llegada del nuevo siglo. Los obstáculos a estaconsagración ortodoxa activaron una reflexión sobre lapropia función del intelectual ante la nuevas condicio-nes. Nuevamente nos referimos al 98. La segunda op-ción sostenía la necesidad de organizar a losintelectuales de manera independiente, con el fin deconvertirlos en educadores y orientadores de esasmasas. Producto de una trayectoria académicamentemás ortodoxa y contando con una temprana consagra-ción intelectual, esta estrategia consideraba que los in-tereses de la clase media -la más rica en cerebro, ya queno en músculos, ni tampoco en dinero (Fuentes, 1994:130)- convergían con los de la propia clase intelectual:de sus cuadros entonces habrán de salir las minorías rec-toras del país. Frente a la masa indiferenciada y a unaelite del dinero que no ha sabido modernizar el país, seerige así esta solución tecnocrática que supone apostarpor un cambio de hegemonía en los equilibrios de clase,al propugnar que la dominación que ejercen los domi-nantes de la clase dominante (los detentadores del poder

económico y político) sea sustituida por la de los domi-nados dentro de la clase dominante (los detentadores delcapital cultural) (Fuentes, 1994: 50). Este llamado a laorganización de la intelectualidad con el fin de erigirseen conductora de las masas revierte en una reafirmaciónde su identidad y de su sentido de independencia y valía(Juliá, 2005: 139). Dos grupos de intelectuales se sitúan,al menos durante algún momento de su trayectoria, enesta posición. Por un lado, la experiencia de la Liga parala Educación Política, próxima al Partido Reformista yque se comprometía con la aplicación de una autenticapolítica liberal que pusiera las bases de la regeneraciónnacional. Por otro lado, algunos intelectuales católicostambién se sitúan a estela de esta estrategia, por la cualel intelectual se presenta como parte de una minoría se-lecta encaminada a orientar, en este caso desde princi-pios católicos, a las nuevas fuerzas sociales. Estosintelectuales católicos —como por ejemplo Angel He-rrara Oria que provenía del menendezpelayismo— bas-cularían hacia la Acción Católica Nacional dePropagandistas.

13 Esta opción que representa Ortega y que en-cuentra un medio de expresión privilegiado con la fun-dación de la Revista de Occidente en 1923. Situada deespaldas a toda política, la Revista de Occidente aspiraa contribuir a la forja de ese espacio específicamente in-telectual dónde lejos de interferir los imperativos de lasurgencias temporales, los intelectuales se ven obligadosa intervenir en un juego en el que, para ser reconocido,habrán de afirmar las virtudes propias de su oficio y dis-ciplina (Juliá, 1995: 178). Esta nueva posición contri-buye de manera decisiva a dotar de autonomía al campointelectual toda vez que supone la afirmación de los va-lores y las interacciones específicamente intelectuales,un llamado a la inteligencia a relacionarse consigomisma al margen de otro tipo de consideraciones e in-tereses ulteriores.

14 Esta nueva posición surge como respuesta polí-tica a las veleidades liberales del partido reformista quearruinaron la convergencia entre republicanismo y so-cialismo, entre clases medias urbanas y clase obrera, asícomo réplica intelectual a la estrategia de retraimientopor la que apuesta Ortega desde 1923. Esta nueva agru-pación política de intelectuales –nacida primero bajo elrótulo de Acción Política y posteriormente en 1930como Acción Republicana- se revela entonces como unapieza decisiva en la reedición de la conjunción republi-cano-socialista que emergerá como principal foco polí-tico en 1930-1931. La autonomía del campo intelectualse refuerza así, podríamos decir, en negativo: no se trataahora de la intromisión de criterios exógenos, políticoso religiosos, en la lógica de los envites intelectuales sinodel ascenso a un primer plano de la vida política de unaagrupación de marcado carácter intelectual, tanto por el

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origen de sus integrantes como por el ideario que enbuena parte le inspira: la República española nace asímarcada por la impronta de intelectuales y profesoresquienes, entre otras medidas en pos de la regeneraciónnacional, no dejarán de promover aquellas que redundenen la consolidación de esas cotas de autonomía intelec-tual recién conquistadas (Bécarud j López, 1978: 33).Sobre la composición social del primer parlamento del31 y la “República de profesores” (Bécarud j López,1978: 34-37).

15 Este debate contribuirá a la autonomía del campointelectual en tanto que abre la puerta a reflexionar si esposible implicarse en un proyecto político que no estádirigido por intelectuales pero conservando la autono-mía sobre las actividades que le son propia -Ingreso enla política pero sin abandonar un átomo de mi sustan-cia […] Reclamo pues el pleno derecho a hacer una po-lítica poética, filosófica, cordial y alegre ” afirmaOrtega en una intervención en las Cortes en 1931 (Gaos,1989: 47-48)- o, sin embargo, si sus cualidades debensubordinarse incondicionalmente dada la coyuntura, alservicio de esa opción política. Este debate existía ya enel mundo intelectual catalán desde la década anterior,como consecuencia de la cuestión nacionalista.

16 A partir de aquella conferencia de diciembre de1931 –afirma Gaos- pasó el propio Ortega a un absen-tismo mortal también, al menos en parte, quizás parala República misma y a mí no me cabe duda que paraél. Para la República misma, por la repercusión que nodejó de tener la posición tomada para con ella por Or-tega y otros intelectuales de prestigio, por infundada o,por lo menos, prematura que fuese, como a mí me pa-reció entonces y ha seguido pareciéndome hasta hoy(Gaos, 1989: 52).

17 Joaquín Xirau tenía un carácter más complejoque el de Serra Hunter […] Él era un reformador, unentusiasta. Sus convicciones no serían más enraizadasque de las de Serra pero el temperamento de Xirau, ar-doroso, febril a veces, lo impulsaba a buscar las víasde influencia […] Quiero decir que la influencia quetrataba de ejercer era más bien pedagógica que ideo-lógica y en tanto que la pedagogía y la política en unsentido amplio no van muy separadas, su influencia erapolítica también (Nicol, 1998:187).

18 Estos estaban organizados en calidad de catedrá-ticos numerarios, de catedráticos supernumerarios y deprofesores auxiliares, encargados de auxiliar al catedrá-tico en las operaciones prácticas. Si bien el número decatedráticos aumenta a lo largo todo el último tercio delsiglo XX, el rasgo más relevante es un incremento rela-tivo mucho más acusado del número de profesores au-xiliares (filosofia.org/ave/001/a205.htm).

19 Los datos de los que disponemos para 1902, asílo confirman. De las 16 cátedras que conforman nues-

tra muestra, 9 se encuentran copadas por personajes aso-ciados a las redes laicas y 7 a las católicas. Esta apa-rente paridad cuantitativa queda en entredicho sirealizamos una crítica cualitativa de la misma. Los pro-fesores asociados a las redes laicas copan la mayoría delas cátedras de Madrid y todas las que dan acceso aldoctorado. En contraste, los integrantes de las redes ca-tólicas se han visto desplazados a la periferia del sis-tema, a las cátedras más tradicionales y menosinnovadoras. Dicho de otro modo, mientras que los ca-tólicos dominaban la cátedra de Lógica Fundamental –rememora del Trivium escolástico-, los institucionistasse hacían fundamentalmente con las cátedras de Meta-física, de Estética, de Sociología, de Antropología, dePsicología Experimental y de Filosofía del Derecho.Todos estos datos pueden consultarse en (www.filoso-fia.org/ave/001/a205.htm).

20 El texto íntegro de la ley, conocida como el De-cretó de César Silió, puede consultarse en (http://perso-nal.us.es/alporu/legislacion/plan_silio.htm). Impuestodesde el gobierno, no dejó de generar rechazo entre losacadémicos reformistas (Niño, 2013: 83)

21 La creación en 1907 de la Junta para la Amplia-ción de Estudio constituye en este sentido un hito. Escierto que la JAE y los centros a ella asociados comen-zaron a monopolizar la actividad investigadora en Es-paña lo que causó en ocasiones conflictos con estanueva función que pretendía desempeñar la propia Uni-versidad (Otero, 2013: 33-66). Del mismo autor puedenconsultarse las tablas en las que se relaciona la lista decatedráticos con la vinculación a la JAE y la posteriordepuración franquista (Otero, 2013: 61-65).

22 Los problemas fundamentales de la Universidadde Barcelona eran dos: la estructura anquilosada y la de-pendencia respecto a Madrid, a donde, era necesarioademás trasladarse para cursar estudios de doctorado.La lucha por la autonomía universitarias adquiriría aquíuna dimensión política especial y no es extraño que losprofesores que la defendían con más ímpetu simpatiza-ran con los partidos nacionalistas. Eduardo Nicol señalala tristeza burocrática y la polvorienta mediocridad uni-versitaria de la universidad catalana de los primeros 30años del siglo XX (Nicol, 1998: 188). Este situación ylos obstáculos que encontró entre los sectores más con-servadores del nacionalismo, llevaron a Eugenio d´Orsa volcar su actividad filosófica fuera de los muros de laacademia (Nubiola, 1995: 47-48). Bajo la égida deD´Ors esta fue la actitud dominante hasta que abandonóBarcelona e hizo entrada en escena los primeros inte-grantes de la Escuela de Barcelona. Es este grupo el queprotagoniza la vuelta a la Universidad y su moderniza-ción (Nicol, 1998:188-189). La Universidad conquis-taría su autonomía en junio de 1933, teniendo comocomisarios a Serra Hunter, Josep Xirau y August Pi i

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Suñer. En 1935 podría expedir el título de doctor. SegúnFerrater Mora: Había un ambiente de renovación uni-versitaria muy intenso, no especialmente un ambientede renovación filosófica. Éste hubiera seguramente ve-nido luego, pero había que pasar por la primera etapa,y ésta se interrumpió con la guerra. El principal motorde la renovación universitario filosófica en Barcelonafue el malogrado Joaquín Xirau, http://www.ferrater-mora.com/biog_interviews_teo.html

23 El resto de las cátedras estaban ocupadas por fi-lósofos vinculados a las redes católicas. El desplaza-miento del centro a la periferia del poder académicodesde 1875 hasta el advenimiento de la República cons-tituye en definitiva una constante del periodo con efec-tos decisivos sobre la institucionalización y lanormalización de la filosofía hispana.

24 Unamuno se sorprendía de que pudiera conside-rarse que el complejo generacional que dominaba la fi-losofía del último tercio del siglo XX hacía auténticafilosofía (Unamuno, 2013: 7). Del peso de esta tenden-cia da cuenta Eduardo Nicol quien considera a SerraHunter –precedente de la Escuela de Barcelona y el demás edad de los filósofos del exilio- un expositor dedoctrinas que, si bien estaba dotado técnicamente, nopublicaba ni absorbía las últimas filosofías (Nicol, 1998:186). Jordi Maragall habla de los años 30 como de losaños en los que se rompieron los moldes de la Univer-sidad y los catedráticos empezaron a ser verdaderosmaestros (Maragall, 1996: 24-25).

25 Estos contenidos provenían en muchas ocasio-nes de los manuales escritos por los propios profesores(que debían contar con la necesaria aprobación del go-bierno), quienes buscaban de esta forma complementarlos escasos emolumentos provenientes de la docencia.

26 Una excepción de esta escasa internacionaliza-ción en el marco de este complejo generacional lo cons-tituye la red vinculada a la Iglesia católica, la cualconstituye un entramado internacional y cuenta con ellatín como lengua franca. No obstante —y con la sal-vedad del intento de Lovaina de dialogar con la moder-nidad, una valoración de esta en (Gaos, 1990: 241)—se trata de una red volcada hacia sí misma y la propiatradición. Sobre el particular proceso de socializaciónfilosófica en el domino de la filosofía tomista (GarcíaBacca, 2000: 11-20, 28-34, 45-48).

27 La filosofía conoce una proyección pedagógicaque busca públicos más allá del dominio académico. Po-dría hablarse de una auténtica política cultural lideradapor filósofos, con empresas como Revista de Occidente,la Biblioteca de Ideas del Siglo XX, la Revista de Psi-cología y Pedagogía de Xirau y Mira o el Seminario deFilosofía de Eugenio d’Ors que se impartía en el el Ins-titut d’Estudis Catalans, fuera de la Facultad de Filoso-fía y Letras, etc. Según Gaos, este carácter pedagógico

es compartido por todos los grandes pensadores en len-gua hispana del momento (Gaos, 1990: 244).

28 Sobre la forma de ingresar en estos círculos ex-clusivos y su dinámica (Gaos, 1989: 30), (Maragall,1996: 28-29). Evidentemente, el acceso a estos espaciosestaba jerarquizados lo cual no quiere decir –como nosrecuerda el propio Gaos (Gaos, 1990: 245)- que su di-námica lo estuviera o que la discusión no se fundara enun diálogo abierto.

29 El término “socrático” para referirse a este nuevotipo de educación que promueve la implicación delalumno en la investigación y en el proceso de creación,se repite por ejemplo en el caso de Gaos para Morente(Gaos, 1989: 27) –el relato sobre cómo le invita a me-jorar sus primeros trabajos constituye un ejercicio de fe-nomenología de la creatividad filosófica (Gaos, 1989:27-28)- y en Maragall para Xirau (Maragall, 1996: 23).Esto no quiere decir una dejación del alumno por elmaestro. Todo lo contrario: Nicol, considera que la laborpedagógica de Xirau era entrometida e intervencionista(Nicol, 1998: 187); del celo con el que tutelaban losmaestros de Madrid la carera de sus alumnos da testi-monio Gaos (Gaos, 1989: 28-30).

30 Destaca en este punto la reforma que lidera Gar-cía Morente en la Facultad de Filosofía y Letras de Ma-drid y que posteriormente se pretendía exportar al restode las Facultades de España. El asunto es tratado por elprotagonista en (García, 1932: 3-6), de forma porme-norizada en (Niño, 2013: 67-106) y de manera resumidaen (Gaos, 1990: 250-254). Especialmente interesante esla referencia de este último al comedor de la Facultad araíz de la reforma, describiéndolo como un espacio queposibilita el encuentro y el intercambio informal entrealumnos, catedráticos y profesores invitados (Gaos,1990: 253).

31 Como vimos más arriba, en el caso catalán su-puso no sólo abrirse a las tradiciones europeas sino a lascastellanas, especialmente a través de Xirau, quien sevincula a la red institucionista y a la que inaugura Or-tega (Gaos, 1990: 241).

32 Álvaro Morcillo analiza la traducción que hi-cieron los exiliados de Economía y Sociedad de Weber,concluyendo que un factor que explica algunas de susdeficiencias técnicas reside en la dificultad para rom-per con las convenciones del estilo de escritura lite-rario de las profesiones liberales de las que ellosprovenían —muchos de sus maestros habían sido abo-gados y profesores ad honorem–, convenciones en lasque habían sido educados. Morcillo nos recuerda quelas dotes de literato juegan aún un papel en los añostreinta y que el estilo castizo que reprobaba la reitera-ción de palabras, dificultaba mantener la coherenciaterminológica y conceptual de Weber (Morcillo, 2014:808-809).

La profesionalización de la filosofía. y el ethos del exilio español en México

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33 Los exiliados no aportaron por tanto nada nuevoen este punto. Además, el artículo 33 de la Constituciónimpedía a los extranjeros hacer intervenciones sobre po-lítica interna mexicana y los exiliados fueron muy res-petuosos con todo lo concerniente a la legalidad del paísque les había dado acogida. La norma sigue vigente hoydía. Un desarrollo pormenorizado de los debates sobreel papel del intelectual mexicano y su función ideoló-gica en (Estrella, 2014).

34 Sobre los debates en torno al estatus de la filo-sofía durante el régimen liberal en México (Estrella,2010b).

35 Las Escuelas eran cuatro. La única en la que se ha-cían estudios de letras era en la de Derecho. De maneraque los jóvenes con vocación filosófica debían pasar poresta Escuela antes de ingresar en Altos Estudios.

36 Antonio Caso pertenecía a la generación del Ate-neo que, cronológicamente coincide con la Ortega. Susprimera promociones de alumnos son por tanto con-temporáneos de los filósofos del exilio. Sobre AntonioCaso, su papel en la institucionalización de la filosofíay como forjador de filósofos (Estrella, 2010a). Casodesempeñó además los cargos de director de la Escuelade Altos Estudios y rector de la Universidad.

37 Sobre el famoso debate en torno a la autonomíauniversitaria y la libertad de cátedra que enfrentó a Anto-nio Caso con su antiguo alumno Lombardo Toledano ylas referencias no explícitas a la diferentes concepcionesde la filosofía que pueblan el debate (Estrella, 2013: 561-568). Por otro lado, la política de Cárdenas con la Uni-versidad es de enfrentamiento abierto, lo que explica suinterés por crear instituciones educativas y centros de in-vestigación alternativos. La Universidad Nacional eraconsiderada por la Secretaría de Instrucción Púbica unainstitución caduca orientada hacia la reproducción de pro-fesiones liberales de la burguesía (Silva, 1986: 60).

38 Ejemplos sobre los diferentes pareceres sobre lafunción de la academia mexicana en este periodo (Es-trella, 2010b: 210) y (Menéndez, 1996: 152).

39 Todos los exiliados llegaron como miembros dela Casa de España y colaboraron con las actividades delColegio. Casi todos impartían cursos en la Facultad deFilosofía y Letras y casi todos aparecen como colabo-radores del Instituto o publican en la revista Dianoia,editada por el propio Instituto. Ahora bien, es cierto que,por ejemplo, mientras Gaos se vuelca más hacia el Co-legio de México, Nicol lo hará hacia el Instituto, Wen-ceslao Roces hacia las redes “mundanas” del marxismo,Recasens Siches hacia la Facultad de Derecho, JoaquínXirau se alineará con la estrella descendente de AntonioCaso e Imaz, que no impartirá clases, se vinculará conel antiguo grupo de Cruz y Raya quienes basculan entorno a las revistas España Peregrina y CuadernosAmericanos. Otros, como García Bacca o María Zam-

brano abandonan México para afincarse en otros paísesamericanos.

40 En este último punto su influencia es decisiva: lamayor parte de los miembros del siguiente complejo ge-neracional que ocuparán una posición central en elcampo filosófico mexicano —en el periodo que vadesde los años 60 a finales de los 80 (incluyendo a es-pañoles como Sánchez Vázquez o Ramón Xirau)—, hansido alumnos de los exiliados o han realizado tesis bajosu dirección. De todos ellos, Gaos es sin duda el másparadigmático y el más prolífico.

41 He analizado la polémica en (Estrella, 2010a:336-338).

42 Amén de la polémica con el marxismo en la fi-gura de Lombardo Toledano (Caso, 1971: 229-362), po-demos destacar la que lo enfrentó a los neokantianos,en concreto con su también discípulo Guillermo HéctorRodríguez (Caso, 1971: 599-666). En una línea similara la de Ramos se sitúa la crítica de Jorge Cuesta y elgrupo literario de Los Contemporáneos, los cuáles porotro lado, constituyen un eslabón clave en la importa-ción de la filosofía orteguiana antes de la llegada delexilio (Estrella, 2010a: 332) y (Estrella, 2014).

43 Los planes de estudio hasta la década de los 30confirman esta tesis. En líneas generales, en los progra-mas de Humanidades de la EAE y en los de Filosofía yLetras, se observa una menor presencia cuantitativa yuna dependencia cualitativa de la filosofía frente a losestudios filológicos (Menéndez, 1996: 73) y frente a losobjetivos pedagógicos que imperan en esta primeraetapa en la cual, antes que formar especialistas, se buscauna formación de profesionista con una visión huma-nística orientada a la docencia (Menéndez, 1996: 74).Los requisitos para la tesis de doctorado no rompían coneste paradigma (Menéndez, 1996: 74). Pueden consul-tarse las materias vigentes en el plan de estudios de1916 en (Menéndez, 1996: 116). Cuando se crea la Fa-cultad estos se conservan en su mayor parte (Menéndez,1996: 147). Sobre la energía emocional que gravitabaen torno a la figura de Caso y su papel central como pro-motor de futuras carreras pueden consultarse los testi-monios de Concha Álvarez, Oswaldo Robles, CosíoVillegas o Jorge Cuesta; todos ellos analizados en (Es-trella, 2010a: 330-332).

44 Sobre esta transición entre estos dos estadios fi-losóficos y el factor generacional que la determinapuede consultarse (Estrella, 2013: 568-571). Desde fi-nales de los años 20, los nuevos planes de estudio apun-tan en esta dirección. Por ejemplo, se observa unaprogresiva regulación de los planes de doctorado dondese especifican los requisitos –con un reglamento dehasta 18 artículos que en 1949 llegaría hasta 43- y sedota de mayor relevancia a la formación técnica (Me-néndez, 1996: 160,166-167 y 174-175). En 1936 se crea

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una sección específica de filosofía prácticamente re-constituida, en la cual es posible apreciar una tendenciaa dotar de cohesión y especificidad a la disciplina (Me-néndez, 1996: 166). Por otro lado, con la creación en1942 del Departamento de Filosofía, se definen las ta-reas de investigación, se instaura la práctica del semi-nario y se definen los centros y círculos de estudio comoespacios apropiados para la práctica investigadora, dedonde saldría en un futuro el Instituto (Menéndez, 1996:171). Finalmente, no cabe olvidar que los alumnos deCaso constituyen la primera generación que comienza arealizar un viaje iniciático al extranjero, normalmente aAlemania; por ejemplo, Adalberto García de Mendoza,quien inaugura los estudios de fenomenología en Mé-xico; Francisco Larroyo, promotor del neokantismo oGarcía Máynez quien introduce la reflexión axiológicay la filosofía del derecho, entre otros. Este giro germá-nico en detrimento de la influencia francesa, en generalfacilitará el contacto con el exilio filosófico.

45 http://www.ensayistas.org/filosofos/mexico/zea/milenio/2-2.htm

46 Resulta fundamental recordar también la monu-mental labor de traducción que llevaron a cabo fundamen-talmente en el marco del Fondo de Cultura Económica:José Gaos tradujo a Heidegger, Wenceslao Roces a Marx,Eugenio Ímaz a Dilthey, Joaquín Xirau a Jeager, MedinaEchavarría y Recasens Siches a Weber, etc.

47 Pero estos testimonios también nos ponen en lasenda de las limitaciones del “programa” que trae con-sigo el exilio. No se trata sólo de los conflictos –no pu-

ramente filosóficos- que enfrentaron a mexicanos conespañoles (son conocidas las críticas a los exiliados delos neokantianos Guillermo Héctor Rodríguez y Fran-cisco Larroyo o del neotomista José Sánchez Villase-ñor) o españoles con españoles (Gaos con Xirau o Gaoscon Nicol) sino de las herencias de este programa queparecían pertenecer al estadio anterior del que pugnabapor salir la filosofía mexicana. Por ejemplo, el propioRossi destaca la actitud de Gaos ante el texto como la deun comentarista más preocupado por la labor herme-néutica, por el escrúpulo historiográfico que por el con-tenido de verdad y la confrontación argumentativa entrelos textos (Rossi, 1970: 15). Recuerda también, al igualque Justino Fernández, que las dotes dramáticas y laoratoria formaban parte consustancial de sus clases -cla-ses magistrales en las que el publico adoptaba actitudde espectador- (Fernández, 1970: 6) y (Rossi, 1970: 14).Finalmente, el peso de convenciones literarias opaca-ban en ocasiones la claridad de la exposición o la rigu-rosidad de la traducción (recordemos al respecto lapolémica sobre la traducción de Ser y Tiempo, desauto-rizada por el propio Heidegger). Creo que estas carac-terísticas son extensibles a la mayoría del exiliofilosófico, pues describen una forma de ser producto deunas condiciones filosóficas a la que estos estuvieronexpuestos durante su formación en España; un condi-cionamiento cultural –en palabras de Rossi para refe-rirse a Gaos- que también constituyó parte de laherencia del exilio y contra la que se posicionarían al-gunos de sus discípulos (Rossi, 1970: 16).

La profesionalización de la filosofía. y el ethos del exilio español en México

ISEGORÍA, N.º 52, enero-junio, 2015, 221-244, ISSN: 1130-2097 doi: 10.3989/isegoria.2015.052.10

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