¿Las islas del fin del mundo? Las comunidades baleáricas y los contactos interculturales durante...

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Citar como: Salvà, B. y Javaloyas, D. (2013) ¿Las islas del fin del mundo? Las comunidades baleáricas y los contactos interculturales durante el Bronce Medio y Final (1400-850 A.C.). En Pergola, P. y LoSchiavo, F. Les lingots peau-de-boeuf et la navigation en Méditerranée centrale. Actes du IIème Colloque international (Lucciana, Mariana, 15-18 septembre 2005). Ajaccio: Ed. Alain Piazzola. ADVERTENCIA: Este texto se terminó de escribir en 2007 pero, por razones ajenas a los autores, la publicación vio la luz a fines de 2013. Por lo tanto, en él se defienden algunos aspectos sobre las sociedades naviformes que hoy en día ya consideramos superados. ¿LAS ISLAS DEL FIN DEL MUNDO? Las comunidades baleáricas y los contactos interculturales durante el Bronce Medio y Final (1400-850 A.C.) 1 Bartomeu Salvà Simonet 2 David Javaloyas Molina 3 La cuestión de los contactos interculturales de las comunidades baleáricas durante la Edad del Bronce ha sido tratada por diversos autores. El primero de ellos, fue Cartailhac (1892), el cual relacionó los monumentos turriformes de las Baleares, talaiots, con los de Córcega, torres, y Cerdeña, nuragas. Desde entonces, la visión de los diferentes investigadores ha cambiado mucho, pasando por tres etapas principales. En la primera, que ocupa buena parte de la historia de la arqueología baleárica hasta la década de los años 80 del s.XX, las relaciones se magnificaron y fueron el motor que explicaba todo los cambios en las comunidades prehistóricas baleáricas (Rosselló, 1979; 1987) (Plantalamor, 1991). Por el contrario, durante la década de 1980 e inicios de 1990 se tendió a minimizar la existencia e influencia de estos contactos (Salvà, 1999). Por último, se ha comenzado a desarrollar una aproximación equilibrada que reconoce la existencia de las relaciones de esas comunidades con las áreas mediterráneas adyacentes y que intenta situar en su justa medida la influencia de estos contactos (Lull et alii, 1999) (Salvà, 2003; 2007) (Guerrero, 2006; 2006a) (Guerrero et alii, 2007). El presente artículo se inscribe en esta última tendencia. Nuestro objetivo es el de presentar las principales características que definieron a las comunidades naviformes, aquellas que vivieron en las Islas Baleares durante la Edad del Bronce y que reciben su nombre de las características construcciones presentes en este momento, los 1 Este artículo es parte de la transferencia de conocimiento del proyecto de investigación I+D: Producir, consumir, intercambiar. Explotación de recursos y relaciones externas de las comunidades insulares baleáricas durante la prehistoria reciente. Financiada por el Ministerior de Ciencia y Tecnología. Iniciado el 2008 (HAR2008-00708). 2 Profesor Asociado del Área de Prehistoria la Universitat de les Illes Balears (Mallorca, España). E-mail: [email protected] 3 Becario FPU predoctoral del Área de Prehistoria de la Universitat de les Illes Balears (Mallorca, España). E-mail: [email protected]

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Citar como: Salvà, B. y Javaloyas, D. (2013) ¿Las islas del fin del mundo? Las comunidades

baleáricas y los contactos interculturales durante el Bronce Medio y Final (1400-850 A.C.). En

Pergola, P. y LoSchiavo, F. Les lingots peau-de-boeuf et la navigation en Méditerranée centrale.

Actes du IIème Colloque international (Lucciana, Mariana, 15-18 septembre 2005). Ajaccio: Ed.

Alain Piazzola.

ADVERTENCIA: Este texto se terminó de escribir en 2007 pero, por razones ajenas a los

autores, la publicación vio la luz a fines de 2013. Por lo tanto, en él se defienden algunos

aspectos sobre las sociedades naviformes que hoy en día ya consideramos superados.

¿LAS ISLAS DEL FIN DEL MUNDO? Las comunidades baleáricas y los contactos

interculturales durante el Bronce Medio y Final (1400-850 A.C.)1

Bartomeu Salvà Simonet2

David Javaloyas Molina3

La cuestión de los contactos interculturales de las comunidades baleáricas durante la

Edad del Bronce ha sido tratada por diversos autores. El primero de ellos, fue

Cartailhac (1892), el cual relacionó los monumentos turriformes de las Baleares,

talaiots, con los de Córcega, torres, y Cerdeña, nuragas. Desde entonces, la visión de

los diferentes investigadores ha cambiado mucho, pasando por tres etapas principales.

En la primera, que ocupa buena parte de la historia de la arqueología baleárica hasta la

década de los años 80 del s.XX, las relaciones se magnificaron y fueron el motor que

explicaba todo los cambios en las comunidades prehistóricas baleáricas (Rosselló,

1979; 1987) (Plantalamor, 1991). Por el contrario, durante la década de 1980 e inicios

de 1990 se tendió a minimizar la existencia e influencia de estos contactos (Salvà,

1999). Por último, se ha comenzado a desarrollar una aproximación equilibrada que

reconoce la existencia de las relaciones de esas comunidades con las áreas

mediterráneas adyacentes y que intenta situar en su justa medida la influencia de

estos contactos (Lull et alii, 1999) (Salvà, 2003; 2007) (Guerrero, 2006; 2006a)

(Guerrero et alii, 2007).

El presente artículo se inscribe en esta última tendencia. Nuestro objetivo es el de

presentar las principales características que definieron a las comunidades naviformes,

aquellas que vivieron en las Islas Baleares durante la Edad del Bronce y que reciben su

nombre de las características construcciones presentes en este momento, los

1 Este artículo es parte de la transferencia de conocimiento del proyecto de investigación I+D: Producir, consumir,

intercambiar. Explotación de recursos y relaciones externas de las comunidades insulares baleáricas durante la prehistoria reciente. Financiada por el Ministerior de Ciencia y Tecnología. Iniciado el 2008 (HAR2008-00708). 2 Profesor Asociado del Área de Prehistoria la Universitat de les Illes Balears (Mallorca, España). E-mail:

[email protected] 3 Becario FPU predoctoral del Área de Prehistoria de la Universitat de les Illes Balears (Mallorca, España). E-mail:

[email protected]

navetiformes4. Para ello analizaremos diferentes aspectos, tales como los patrones de

asentamiento y de hábitat, la cultura material mueble (cerámica, industria ósea y

elementos metálicos), los patrones de alimentación y el mundo funerario. Esta

aproximación, nos permitirá demostrar que, a diferencia de lo que se pensaba hasta

ahora las sociedades del Bronce balear no permanecieron estáticas, sino todo lo

contrario. Parte de esos cambios tuvieron que ver con los contactos estables que estas

comunidades establecieron con otras situadas en el hinterland mediterráneo. Por

último, analizaremos de forma breve la cuestión de las relaciones durante la Edad del

Bronce en el Mediterráneo, con especial atención a la zona centro-occidental, y

trataremos de integrar a las Baleares en el discurso general.

1. Historia del estudio de los contactos interculturales durante la Edad del Bronce en

las Baleares.

El estudio de la denominada fase Naviforme, que ocupa toda la Edad del Bronce de las

Islas Baleares, es relativamente reciente. No fue hasta mediados de la década de 1990

cuando los investigadores dieron a este período de la prehistoria balear entidad propia

y comenzaron a estudiar en profundidad sus aspectos y características generales

(Calvo y Salvà, 1997). La principal causa de este prolongado abandono, fue el impacto

que tuvo sobre los investigadores la espectacularidad de las construcciones que

caracterizan a las comunidades talayóticas posteriores. Así pues, los arqueólogos y

arqueólogas que estudiaron la prehistoria balear se centraron en el mundo talayótico,

dejando de lado el dilatado y complejo período anterior que recibió la denominación

unitaria de “pretalayótico”. De hecho, hoy en día esta terminología no se ha

desechado por completo ni en la literatura científica (Pons, 1999; Plantalamor, 1991)

ni mucho menos por el público en general.

Sin embargo, Rosselló Bordoy, en la temprana fecha de la década de 1960 (Rosselló,

1966: 24), situó correctamente el mundo de las navetas como anterior a los talaiots.

Además, le dotó de entidad diferenciada, al definirlo como “Pretalayótico Final”, y fijó

una cronología y unas características generales. La propuesta de Rosselló Bordoy, que

fue aceptada por la mayoría de los investigadores y que se ha mantenido vigente hasta

hace muy poco, se ha revelado problemática. Primero, debido a los evidentes errores

cronológicos, en buena medida a causa de la ausencia de dataciones absolutas y el uso

de cronologías relativas, que situaban el final del Pretalayótico Final en el 1400 AC,

cuando hoy se acepta un final c. s.IX A.C. Segundo, a causa del paradigma histórico-

cultural al que se adscribía. Debido a éste, las comunidades naviformes fueron vistas

como un “grupo cultural” monolítico que permaneció inamovible durante sus casi mil

años de duración, conservando estable todos sus elementos, incluido la cultura

material.

4 Tradicionalmente estas estructuras han recibido el nombre de navetas. Sin embargo, algunos autores utilizamos

este nombre en la literatura científica para distinguirlas de las navetas funerarias menorquinas.

Consecuentemente con esta visión, y con las metodologías de excavación utilizadas, se

identificaron en el registro arqueológico una serie de rápidos e importantes cambios:

la aparición de nuevos patrones de asentamiento y de hábitat, un nuevo ajuar

cerámico, una panoplia metálica diferente, nuevas prácticas funerarias, etc. La visión

normativa y evolucionista que caracterizaba la postura de Rosselló-Bordoy, era que las

comunidades humanas se atienen a todos los niveles, a la norma impuesta por sus

antepasados. La única manera de explicar estos súbitos cambios, incluido el de la

cultura material pasaba por la llegada de otro “grupo cultural” más avanzado y más

civilizado que sustituyó a las comunidades naviformes.

El origen de estas nuevas gentes se buscó en Oriente, donde se pensaba que se

hallaban las zonas más “civilizadas” de ese momento (ex oriente lux). En concreto y

siguiendo los postulados de Grosjean para Córcega (1955), se vehiculó a través de los

denominados “Pueblos del Mar” (Rosselló, 1979). Estos recién llegados se suponían

claramente superiores a las comunidades naviformes, y eran un grupo más agresivo y

más complejo, como indicaba la rica panoplia metálica que utilizaban y sus

impresionantes construcciones. En definitiva, estaban mejor preparados para la vida y

la guerra por lo que al llegar a las Baleares, derrotaron en una supuesta “guerra de

invasión” a los pobres indígenas que nada pudieron hacer frente a esta nueva sociedad

guerrera.

Este discurso difusionista-invasionista estuvo vigente en Baleares hasta mediados de la

década de 1990, momento en que empezó a cuestionarse. Esta tardía crítica a estos

modelos puede resultar extraño. Teniendo en cuenta que es a fines de los 60 (Renfrew

1967; 1968) cuando en Europa y el Mediterráneo en general, debido a la

generalización de las dataciones absolutas por C14 y la irrupción del nuevo paradigma

procesualista, se comienzan a abandonar este tipo de explicaciones. Sin embargo, la

persistencia de los modelos difusionistas-invasionistas en las Baleares se explica por el

férreo control que Rosselló Bordoy, principal figura de la arqueología Balear a partir de

la década de 1950 desde su posición de director del Museu de Mallorca, ejerció hasta

1991. Fue en ese momento cuando un primer grupo de arqueólogos, formados ya en

parte lejos de la sombra del Museu, comenzó a trabajar en la arqueología balear

(Javaloyas, inédito).

Este fue el inicio de una profunda revisión de las excavaciones y los materiales,

iniciándose al mismo tiempo una serie de intervenciones en diferentes yacimientos

incorporando toda una serie de nuevas metodologías y técnicas arqueológicas

(excavación en extensión, método Harris, desarrollo de amplias series de dataciones

absolutas, incorporación de nuevas técnicas de análisis). Los recientes datos, se

interpretaron a la luz de los nuevos modelos interpretativos procesualistas o de

aquellos adscritos al materialismo-histórico (Javaloyas, inédito). De esta manera, se

definió de forma definitiva la fase Naviforme, situándose esta a lo largo de toda la

Edad del Bronce, se estableció su cronología absoluta y se comenzó a entrever los

profundos cambios que durante esta fase sufrieron las comunidades baleáricas, y que

les llevaría a desembocar en la fase talayótica (Fernández-Miranda, 1995; Calvo y

Salvà, 1997; Lull et alii, 1999; Salvà, 1999; Salvà et alii, 2002; Guerrero et alii, 2007).

Estos cambios, influyeron de forma decisiva en el modo de entender la cuestión de los

contactos interculturales en la prehistoria balear. Las nuevas corrientes interpretativas

vigentes, ponían el acento en el estudio de los diferentes procesos que tenían lugar en

el seno de la sociedad y rehusaban de plano la necesidad de contactos externos para

explicar los cambios que en esta se observaban. Además, la cientifización que iba a

sufrir la arqueología occidental, proceso relacionado con la adopción de un modelo de

conocimiento neopositivista, supuso el rechazo del concepto de paralelo tipológico.

Éste, que había sido la herramienta metodológica esencial de los discursos

difusionistas, fue tachado de acientífico y subjetivo. Como alternativa, se comenzaron

a desarrollar toda una serie de analíticas de procedencia o caracterización, tales como

isótopos de Pb, análisis de activación neutrónica (NAA) o los espectropía de emisión

óptica (OES) por citar algunos. El problema ha sido que la arqueología balear se ha

mantenido en un nivel de cientifización muy bajo. Ello no ha permitido la

generalización de este tipo de análisis, lo que ha dificultado el estudio de los contactos

interculturales durante la Edad del Bronce, en un momento en el que los paralelos

tipológicos no estaban bien vistos (Javaloyas, inédito).

A pesar de estas dificultades, la cuestión de los contactos durante la Edad del Bronce

no se ha abandonado. La presencia evidente de elementos foráneos, principalmente

estaño, han mantenido el interés por el tema. De esta manera se han desarrollado

diferentes líneas de trabajo (Lull et alii, 1999; Fornés y Salvà 2001; Guerrero 2000,

2004, 2006, 2006a; Guerrero et alii, 2007; Salvà 2003, 2007) que refuerzan la

afirmación de que las comunidades de la Edad del Bronce Balear, no estuvieron

aisladas. Sino que por el contrario, de una manera u otra se encontraban inmersas en

las variadas y complejas relaciones que se dieron en el Mediterráneo en ese momento

(Tabla 1).

2. La evolución del Naviforme.

La denominada fase Naviforme, adquiere su nombre de las características

construcciones de este momento, denominadas navetiformes. Éstas son grandes

estructuras con planta en forma de U, construidas con técnica ciclópea.

Cronológicamente esta fase abarca toda la Edad del Bronce de las Islas Baleares, más

claramente en Mallorca y Menorca, y de forma más indefinida en las Islas Pitiusas

(Ibiza y Formentera). Las cronologías que se proponen son las siguientes5:

1) Naviforme I o Bronce Inicial 1700-1400 A.C.

2) Naviforme II o Bronce Medio 1400-1200 A.C.

3) Naviforme III o Bronce Final 1200-850 A.C.

5 Todas las cronologías que se dan en este artículo están debidamente calibradas.

Las características de cada una de las etapas, no se desarrollaran en este artículo, al no

ser su objetivo. Para ello remitimos a las últimas publicaciones que tratan el tema (Lull

et alii, 1999; Salvà et alii, 2002; Salvà, 2001; Guerrero et alii, 2007). A continuación, nos

centraremos en analizar los progresivos cambios que las comunidades naviformes

experimentaron durante toda su existencia y que permiten defender que el paso a las

comunidades talayóticas fue fruto de un proceso gradual y no de un súbito cambio

poblacional. Es más, veremos que situar una frontera cronológica entre una fase y

otra, es una tarea casi imposible ya que ambas formaciones socioculturales se

relacionan sin solución de continuidad. Por otra parte, nos centraremos, en analizar las

evidencias que permiten afirmar que estas sociedades establecieron contactos

estables con otras comunidades foráneas del ámbito mediterráneo. Más que entender

ambos aspectos como elementos separados, nosotros pensamos que deben ser

considerados como las dos caras de una misma moneda y que su separación

únicamente debe ser una herramienta heurística que nos permita visualizar con mayor

nitidez el conjunto.

2.1.- Los navetiformes: entre el espacio público y el espacio privado.

Como hemos señalado, los navetiformes, son grandes estructuras (tienen unas

dimensiones medias de 15m de longitud, 3-4 de ancho y unos 3m de alto) con planta

en forma de U y construidas en piedra, con técnica ciclópea. Estas son las estructuras

arquitectónicas más comunes de esta época. Tradicionalmente se han interpretado

como espacios domésticos, es decir como casas. El problema de estas

interpretaciones, como se ha puesto de relieve recientemente (Fornés et alii, e.p.;

Salvà y Hernández, e.p.), es que no permiten entender sus características más

particulares (¿por qué los navetiformes eran de esta manera y no de otra?, ¿qué

funciones y significados tenían en las sociedades de la Edad del Bronce balear?). Y

además, tienden a obviar la complejidad y la variabilidad de las sociedades humanas,

esencializando nuestra manera de entender el mundo. Así pues, con el objetivo de

superar estas limitaciones, estos trabajos han adoptado como premisas el hecho de

que el espacio está construido social, cultural e históricamente. Por ello no deben

considerarse únicamente resultado de las acciones humanas, sino también como un

elemento activo en la configuración de la realidad social. De esta manera, realizan un

análisis de las principales características de los navetiformes, (arquitectura,

temporalización, estructuración espacial, actividades que en ellos se realizaban) con el

objetivo de entender sus significados en relación con las prácticas sociales y culturales

en las que estaban insertas (Fornés et alii, e.p.).

Desde este punto de vista, los navetiformes no eran únicamente el espacio en el que

vivían y desarrollaban sus actividades diarias los grupos humanos mínimos que

conformaban la sociedad, sino que también eran las entidades en las cuales se

concentraba la identidad del grupo que los habitaba. Es decir, el navetiforme, con su

monumentalidad y el elevado esfuerzo colectivo que supone su construcción, se

interpreta como un símbolo que identifica y estructura al grupo humano que reside en

ella. Ambos elementos son indisolubles de manera tal, que el origen y abandono de

uno suponen la aparición y desaparición del otro. Además, los cambios que la

estructura sufre tanto a nivel interno como en cuanto a sus relaciones con el resto de

los poblados, muestran, que también la relación entre los distintos grupos humanos ha

cambiado.

En este sentido, se interpretan los cambios documentados en la estructuración del

espacio a lo largo de los aproximadamente siete siglos que estuvo en funcionamiento

el Navetiforme I del yacimiento de Els Closos de Can Gaià (Tabla 4) (Figura 1). En la

primera fase, con una cronología c. 1500-920 cal A.C., se han documentado dos ejes de

articulación. Uno transversal, situado más o menos a unos cuatro metros de la

entrada, que divide la cámara en dos zonas: una posterior, que ocupa dos tercios, y

una anterior que ocupa el tercio restante. Y otro longitudinal, que divide la zona

posterior en dos áreas de dimensiones similares. En la zona dispuesta junto al acceso,

además de no funcionar la lateralidad (diferenciación entre la mitad E y la O) se

documenta un enlosado dispuesto justo en el umbral de entrada, que define el acceso.

Esto parece cambiar hacia el siglo X A.C. En este momento el eje longitudinal

documentado en la fase anterior, se extiende ahora ocupando todo el recorrido de la

cámara mediante la presencia de dos elementos fijos nuevos. Primero, una losa que,

en función de las marcas de uso que presenta (puntos de impacto, pulidos y estrías) y

la abundancia de restos de fauna a su alrededor, se ha interpretado como una mesa y

un mortero falcado al suelo, relacionados con actividades de procesamiento de

animales (Salvà et alii, 2002; Hernández et alii, 2004). Al mismo tiempo, se construye

un muro transversal que establece una diferenciación clara entre el interior y el

exterior de los navetiformes.

A partir de estos datos se intenta estudiar la articulación entre el interior y el exterior

del espacio doméstico, es decir, el grado de privacidad, el cual con el tiempo parece

cambiar de forma drástica (Fornés et alii, e.p.; Salvà y Hernández, e.p.). En un primer

momento esta separación es mucho más laxa, la amplitud de la entrada no está

limitada por ningún elemento fijo (al menos que se haya podido constatar

arqueológicamente) y viene definida por los muros de la naveta. La iluminación del

navetiforme, vendría a partir de una única entrada de luz, ya que se trata de una

planta alargada y sin ventanas. Todo ello supondría que la zona posterior del edificio

quedaría en penumbra, mientras que la anterior estaría bien iluminada por la luz del

sol. Por todo ello, se argumenta que la zona anterior del navetiforme era el lugar

donde el grupo doméstico se relacionaba con el exterior, mientras que la parte

posterior era una zona de mayor privacidad y a la que no tendrían acceso miembros

ajenos al grupo doméstico (si no físicamente, sí al menos visualmente).

En esta distribución de los espacios y la iluminación, juega un papel importante el

enlosado de entrada. Este presenta su losa central sobre un fuego anterior a la

estructura, y que posiblemente lo vincula, con el momento de fundación del grupo

doméstico. Así pues, en este momento los navetiformes cumplían una importante

función social, funcionando como locus político. Es decir, eran el espacio preferente

donde la comunidad se reunía y donde tenía lugar la toma de decisiones. Teniendo en

cuenta esto, creemos que en las sociedades naviformes el poder no existe de forma

autónoma y fuera del corpus social, sino que está en manos de toda la comunidad

(Fornés et alii, e.p.; Salvà y Hernández, e.p.).

En cambio, en la fase siguiente, esta zona pública ha desaparecido. El muro transversal

supone una separación con el exterior mucho más firme, que delimita claramente el

interior y el exterior y que evidencia una voluntad de ocultar el interior del espacio

doméstico. Los autores, señalan que todo esto supuso el desplazamiento del locus

político, a una esfera diferente a la doméstica y el inicio de la limitación de acceso al

poder de parte de la comunidad. Este proceso coincide cronológicamente con el

abandono de diferentes asentamientos naviformes y con la aparición de los primeros

poblados definidos ya como talayóticos. En éstos últimos, los espacios domésticos no

se monumentalizan, en cambio si que lo harán los talayots, que tradicionalmente se

han interpretado como lugares en los que tendrían lugar diferentes actividades

comunales, entre las que destacan la toma de decisiones (Salvà y Hernández, e.p.).

Si pasamos a analizar el parco registro arqueológico existente que se refiere a la

organización mesoespacial, de los los poblados de navetiformes, podemos referir una

serie de cambios que refuerzan estas hipótesis. Entre las características de los

poblados destaca la inexistencia, hasta el momento, de espacios comunales diferentes

de los navetiformes, en los que las comunidades que habitaban estos poblados

desarrollaran actividades conjuntas que tengan una cronología anterior al s.XIV A.C.

Este panorama parece cambiar en ese momento con la aparición de los primeros

espacios claramente diferenciados de los navetiformes, y que además tienen unas

características arquitectónicas novedosas. Destacan dos ejemplos claros ya excavados,

aunque las prospecciones superficiales evidencian la existencia de más.

En primer lugar, nos referiremos al gran edificio que ocupa un espacio central en el

poblado de Es Figueral de Son Real y cuya primera ocupación contiene materiales de

inicios del Bronce Medio. Independientemente del edificio en sí, que difiere

claramente del modelo navetiforme, al frente de éste se localiza una gran plataforma

en la que se documentaron una cantidad muy importante de molinos, restos

destacados de fauna y varios hogares (Rosselló y Camps, 1972). Parece ser, que esta

gran explanada, situada delante del edificio central del poblado serviría para llevar a

término actividades comunales, que sin poderlo afirmar de forma conclusiva, podrían

estar relacionadas con el despiece de fauna, la molienda de cereal o la distribución y/o

consumo de los productos alimentarios (Salvà y Hernández, e.p.) (Figura 2-B).

En los Closos de can Gaià existe otro espacio comunal. Este se construyó ex novo en un

poblado con una primera etapa en el Naviforme I. Las estructuras en cuestión se van

adosando en batería a un muro que finaliza en una caja rectangular de grandes losas.

El estudio de esta zona, aún no se ha realizado, pero por la información in situ de la

excavación se deduce cuales podrían ser sus funciones. Por ejemplo, en la habitación

II-C se hallaron un número relevante de molinos de piedra. En la habitación II-D había

una amplia presencia de morteros de piedra. Mientras que en la II-B se halló una

elevada cantidad de restos de fauna muy machacada. Todo esto apunta hacia la

realización de diversas actividades comunales relacionadas con la elaboración y

distribución de alimento, además de otras actividades artesanales6 (Figura 2-A).

La aparición de estos espacios de uso comunal, puede ponerse en relación con los

cambios documentados en los navetiformes. De hecho, los análisis arqueofaunísticos

realizados en el Navetiforme I de Els Closos parecen señalar que, si bien en un primer

momento los animales sacrificados entraban desde el principio en el navetiforme, en

momentos posteriores sólo lo harían algunas partes. De manera que ciertas

actividades se realizarían fuera del navetiforme (Noguera, inédito), probablemente en

los espacios antes descritos.

2.2.- Bueno para comer.

Hasta el momento casi no existen trabajos que se planteen el estudio de la producción

de alimentos y los hábitos alimentarios durante la Edad del Bronce. Entre ellos cabe

destacar los estudios arqueofaunísticos realizados por Ramis (inédito) y Noguera

(inédito). Sin duda, la principal ausencia es el estudio del registro arqueobotánico y de

hecho en casi la totalidad de los yacimientos excavados hasta ahora ni tan solo se

intentó documentar. En los últimos tiempos la situación ha cambiado por completo y

es de esperar que en un relativamente corto plazo dispongamos de buenos estudios

en este campo. Por otra parte, pensamos que además de avanzar en estos temas, será

necesario establecer programas de investigación en los que estos aspectos se tomen

de forma holística para poder llegar a entender los hábitos de las sociedades del

Bronce7.

Así pues, en lo que se refiere a los estudios arqueofaunísticos. Una excepción más que

notable, es la del trabajo de D. Ramis (Ramis, inédito) el cual proporciona algunos

datos interesantes en una excelente y bien documentada tesis, centrada en el estudio

de los contextos faunísticos de diversos yacimientos mallorquines situados entre

finales del III milenio A.C. y finales del II A.C. A pesar de su incuestionable calidad

presenta una serie de dificultades que es necesario señalar. El registro estudiado,

6 Se han documentado restos de industria ósea fragmentadas que posiblemente se rompieron durante el proceso de fabricación. 7 En estos momentos se está desarrollando un trabajo de DEA, por parte de Gabriel Servera Vives. Este trata precisamente sobre el polen de los yacimientos del Bronce, tanto en Mallorca como en Menorca.

surge del reestudio de diferentes yacimientos excavados en los años 70’ en los que no

se utilizaron metodologías arqueológicas capaces de establecer una secuencia

cronológica aceptable. Este hecho, junto a la prolongada ocupación de los yacimientos

prehistóricos de las Baleares, supone que el estudio se articule en el depósito

completo de cada una de las estructuras perdiendo resolución cronológica. Es por ello

que ya el mismo autor señale que los datos y conclusiones tienen que tomarse con

suma cautela (Ramis, inédito). Por su parte, el trabajo de Noguera tiene una resolución

cronológica mucho más detallada, ya que su registro procede de una excavación

realizada con la metodología Harris y en la que existe una amplia serie de dataciones

absolutas. Sin embargo, es mucho más reducido, ya que se centra en el estudio de un

navetiforme, el nº 1 de Els Closos de Can Gaià.

De ambos trabajos se desprende la evidencia de que en Mallorca, y posiblemente por

extrapolación en el conjunto de las Baleares, la cabaña ganadera es la más típica

mediterránea, es decir oveja, cabra, buey y cerdo. También se documentan algunos

restos de fauna salvaje, siempre aves o en todo caso algún resto de foca monje. Los

moluscos marinos aunque porcentualmente poco evidenciados, están casi siempre

presentes, no así los terrestres8. También se resalta la escasez de restos de ictiofauna,

lo que puede deberse tanto a una parca explotación de estos recursos por las

comunidades indígenas, como a una deficiente conservación del registro

arqueológico9.

Según Ramis (Inédito, p. 514, tabla 129) y Noguera (Inédito), los animales más

representados en número son, sin lugar a dudas, los ovicápridos, con casi igualdad

para cabra y oveja. Según Ramis, la cabaña ganadera se complementa por el buey y

finalmente por los suidos, en este orden (Tabla 2). Estas cantidades, no parecen

cambiar mucho a lo largo de todo el II milenio A.C.; los ovicápridos siempre están a la

cabeza a pesar de que su importancia relativa va reduciéndose a favor de los bóvidos y

los suidos. (Ramis, inédito, p. 522, Tabla 129) (Noguera, inédito). Sin embargo, si

pasamos a analizar el aporte cárnico de unos y otros se observa que los bóvidos, al

principio del período, representan aproximadamente la mitad de la carne consumida.

En cambio a finales del Bronce, este porcentaje ha aumentado hasta los dos tercios.

Por su parte, la biomasa de los ovicápridos se reduce, aunque siempre se sitúa por

delante de los suidos, a pesar de que el consumo de éstos también aumenta.

Por otra parte, Ramis señala que el uso de los ovicápridos de forma tan elevada es una

característica propia balear, que se diferencia de lo que es normal en todos los

registros arqueológicos cercanos en el espacio y en el tiempo. Según este autor y

siguiendo las pautas típicas del funcionalismo, los habitantes de las islas se adaptarían

8 Muchas de las especies de moluscos terrestres son alóctonos, y sobre todo en la mayoría de las ocasiones, es difícil asegurar su contexto, ya que son animales de comportamiento excavador y por tanto su presencia puede deberse a su naturaleza y no a un aportación humana. 9 Precisamente otro trabajo iniciado recientemente se refiere al estudio de los moluscos marinos e ictiofauna en el Bronce balear. Este estudio lo lleva a término Miquel Ángel Vicens.

a lo que es más aconsejable en un ecosistema de poco espacio, poca diversidad

ecológica y un clima con severos períodos de sequía y de meses de intenso calor

(Ramis, inédito, p. 523).

Otro aspecto interesante, es que el patrón de sacrificio muestra que se aprovecha

sobre todo individuos subadultos o adultos jóvenes. De estos datos se infiere que el

principal uso del ganado es el consumo de carne y no la explotación intensiva de

productos secundarios, o la fuerza de tiro de los animales. Aunque como el mismo

Ramis defiende, tampoco hay una utilización eficiente del recurso cárnico, que llevaría

a sacrificar los animales o mucho más jóvenes (infantiles o juveniles) o en el momento

optimo cárnico (Ramis, inédito, p.529). De ello deduce una explotación del ganado de

carácter secundario, destacandose por tanto la importancia de la agricultura (Ramis,

inédito, p.529). Sin embargo, como hemos dicho anteriormente, este punto queda sin

aclarar debido a la escasez de estudios arqueobotánicos, que nos ayuden a clarificar el

papel de la agricultura en las sociedades baleares del bronce.

2.3.- La metalurgia. El muerto al hoyo y el vivo al bollo.

La metalurgia ha sido hasta el momento un aspecto tratado de forma muy marginal en

la prehistoria balear. Básicamente, se han desarrollado estudios tipológicos y sólo de

forma puntual, algunos de tipo tecnológico, basados todos ellos en definir únicamente

la composición química de las piezas. No ha sido hasta la segunda mitad de la actual

década cuando se ha comenzado a profundizar en este tema10. Pasemos a analizar las

principales características de la metalurgia en las Baleares.

El inicio debe situarse con la aparición de la metalurgia del cobre a finales del III

milenio. La tecnología, sin duda alóctona, se basa en la utilización de las vasijas-horno

muy comunes en ese momento en toda la Península Ibérica y el Sur de Francia (Rovira,

2002:99). Por el contrario, los últimos estudios realizados desde la UIB nos han

permitido intuir que el mineral utilizado, si sería autóctono (Perelló et alii e.p.).

Iniciándose así un proceso similar al de otras áreas en donde, si bien los métodos de

trabajo llegan del exterior, el desarrollo del trabajo es local. Esta primera metalurgia

casi no difiere entre sus inicios aún en el Calcolítico, con la de la primera Edad del

Bronce. En este último período la única diferéncia destacable, es la presencia (siempre

escasa) del bronce (Salvà, inédito).

Al estudiar la tipología de estos primeros objetos observamos que estamos ante un

repertorio muy básico, que se reduce a punzones, leznas y cuchillos triangulares de

remaches. Además, documentamos de forma muy marginal pendientes, hilos de metal

10 Es a partir del 2000 en que se inicia un cierto interés por estos temas, con el inicio de una tesis, que en estos momentos está a punto de finalizar, por uno de nosotros, Bartomeu Salvà. Además, recientemente, se ha formado un equipo dedicado a la arqueometalurgia, coordinado también por Bartomeu Salvà, conjuntamente con Bartomeu Llull y Laura Perelló. Por ello se ha iniciado un proyecto arqueometalúrgico adscrito al Área de Prehistoria de la Universitat de les Illes Balears, que ya ha publicado diversos trabajos.

o brazaletes así como alguna anilla. El trabajo de estas piezas se basa en el vertido de

metal en moldes. Posteriormente se realiza un trabajo en frío y un recalentamiento

final. Seguramente no estamos delante de un claro dominio de las técnicas, ya que en

las piezas metalografiadas se observan frecuentes microgrietas y burbujas de aire. A

ello se debe añadir un baile en los porcentajes de estaño (cuando este esta presente)

en donde se refleja una falta de estandarización (Salvà, inédito).

Finalmente al pasar a analizar los contextos en los que aparecen estos materiales,

observamos que se encuentra de forma casi exclusiva, (95% de los objetos) en

yacimientos funerarios. Uno de los principales problemas que tenemos a la hora de

interpretar estos objetos, es que conocemos poco del contexto arqueológico. Sin

embargo, el trabajo de revisión de materiales y yacimientos realizado para elaborar la

tesis antes señalada, permite apuntar una serie de evidencias interesantes. Así pues,

hemos intuido que la mayoría de los metales depositados, se utilizaron en la

realización de rituales comunitarios (no olvidemos que los enterramientos son siempre

colectivos) y no parece que se puedan asociar a ajuares de determinados individuos.

Un claro ejemplo son los cuchillos triangulares, que posiblemente estuvieron

destinados a la separación del cráneo del resto del cuerpo de los finados (Salvà,

inédito).

Así pues, para concluir podemos señalar que la metalurgia durante el Calcolítico y la

primera Edad del Bronce no es un fenómeno de grandes dimensiones. Como de hecho

demuestra la parquedad del registro existente tanto en cantidad, el peso total de

todos los objetos metálicos de este momento no llega a los dos kilogramos (1,949 kg.),

como en variedad. Esto, unido a la relativa sencillez de la tecnología implicada, nos

permite descartar una amplia repercusión de la metalurgia en los aspectos económicos

de las comunidades baleáricas. Por el contrario, su impacto social y simbólico debió ser

mayor, ya que este nuevo material, que cambia su textura (de sólido a líquido y otra

vez a sólido) y su forma a voluntad de quien lo maneja, seguramente debió marcar a

las comunidades que lo desarrollaron, como demuestra su amortización preferente en

los lugares funerarios (Salvá, inédito).

Todo este panorama parece sufrir una importante transformación a partir del siglo XIV

A.C. Para empezar, el volumen de metal depositado es mucho mayor. No sólo por la

cantidad total, que está por encima de los 53 kg, sino también en lo que se refiere al

peso de algunas piezas concretas, que son superiores a 1 kg. Al mismo tiempo, la

variedad tipológica de las piezas aumenta de forma espectacular, llegando a las 15

familias diferentes. No es el momento para profundizar en el estudio tipológico,

aunque cabe destacar la diversidad de las categorías, con una alta presencia de objetos

de adorno, armas, hachas y herramientas (Salvá, inédito) (Tabla 3).

Los cambios son, también, destacados en lo que se refiere a las técnicas. A pesar de

que se sigue utilizando la vasija-horno para fundir el mineral, se introducen toda una

serie de nuevas formas, más complejas y elaboradas, en el trabajo. Así, muchas de las

piezas de este período, presentan un trabajo realmente exclusivo de gran calidad y

perfección técnica. Para empezar, aparece la metalurgia del bronce de muy buena

calidad. Esta presenta unos porcentajes de Sn elevados, con una media del 10% y

estandarizados, algo ya señalado por Rovira hace tiempo (1988). Estos aspectos se han

relacionado con la presencia de una metalurgia del bronce claramente intencionada y

bien controlada. Otro claro ejemplo de la introducción de nuevos trabajos, se da en la

utilización de la cera perdida en algunas piezas, como sucede con los grandes

pectorales de bronce. En éstos, las varillas huecas se fabricaron a la cera perdida,

sobremoldeándose con posterioridad a las pequeñas plaquetas triangulares que sirven

como cierre (Rovira, 1988: 138-139). Otro tipo posiblemente más moderno, son las

agujas de cabeza circular-hueca, que también serían fundidas mediante esta técnica,

como demuestra, de hecho, la arcilla aún presente en el interior de estas.

Todo esto nos hace defender un profundo cambio en la concepción de la metalurgia.

Este aspecto se revela claramente si analizamos los lugares de deposición de los

metales. Si en el Naviforme I el vínculo entre la muerte y los metales es claro, a partir

del Bronce Medio esta conexión si bien no desaparece, sí que cambia de tendencia. De

esta manera, las piezas metálicas halladas en contextos funerarios pasa a ser del 27%.

Por el contrario, los asentamientos son el lugar principal de aparición con un 49%.

Finalmente hallamos un 15% en depósitos aislados y un 2% en santuarios (existe un 7%

indeterminado).

Otro aspecto que nos permite defender este cambio, surge al analizar el origen de las

fuentes de los minerales. Por lo tanto, la primera pregunta que debemos plantearnos,

es si las fuentes de cobre locales son suficientes o no para producir tal cantidad de

objetos. Si bien no existen importantes yacimientos, se han documentado numerosas

vetas de cobre, aunque pequeñas, a lo largo de toda la sierra de Tramontana de

Mallorca y en la mitad norte de la isla de Menorca (Perelló et alii, e.p.). Por otra parte,

una sola metalografía sobre una pieza de estas cronologías indicaría una presencia de

óxidos de cobre y hierro que parecen ser la tarjeta de presentación de los minerales

Baleares, aunque sin poder asegurarse aún este aspecto. Así pues, pensamos que

estamos ante un uso continuado y un progresivo aumento de las fuentes locales, pero

que posiblemente este mineral local se complementa con la llegada de cobre externo,

tal y como lo evidencia la existencia de lingotes localizados en varios yacimientos

Baleares (Salvá, inédito).

Por otra parte, en este período se documenta la presencia realmente importante de

objetos con Sn, una materia prima totalmente inexistente en las Baleares y que, por

tanto, tuvo que llegar mediante contactos con el exterior. Debido al estado actual de la

investigación no podemos establecer con seguridad si este Sn llegó en forma de

mineral o en forma de objetos ya fundidos. Sin embargo, el análisis de un resto de

fundición perteneciente a Son Matge, parece indicar que parte del estaño debió llegar

como mineral y no como metal (Salvà, inédito). Esto es debido a la formación de

cristales de casiterita, que solo parecen formarse cuando se utiliza directamente el

mineral (Rovira, 2007).

Por lo que se refiere a la procedencia tipológica de las piezas Baleares. La tendencia

parece equilibrada con un 53% de la tipología formada por tipos indígenas sin ninguna

posibilidad de encontrar paralelos claros y un 47% de las piezas a las cuales, se puede

rastrear en otros lugares. Sin embargo, estas piezas con paralelos exteriores no deben

interpretarse como elementos foráneos. Se han hallado moldes en las Islas, de piezas

que repiten modelos no isleños, que evidencian la fabricación in situ de estos.

Además, incluso aunque con paralelos externos, muchos presentan cierta

reinterpretación indígena y no es hasta el primer milenio, en que observamos que los

objetos son más “fieles” a los patrones originales. Este fenómeno no es ni mucho

menos exclusivo de las Baleares, ya que de hecho es la tónica general en otros lugares.

Muchas de estos elementos de una u otra forma llegan a las Baleares, sea

directamente, o como una idea, o una visión de estas en otros lugares. Hasta el

momento los objetos con más claros paralelos, son las lanzas tubulares y las hachas

planas y tubulares, y estos se deben buscar en el Mediterráneo, la Península Ibérica y

en menor medida en el área atlántica. Ejemplos similares de estas piezas se

encuentran en Francia, Italia Peninsular, Cerdeña y Sicilia. Aunque en general es muy

difícil encontrar verdaderos paralelos a las piezas Baleares, y estos en la mayoría de los

casos, realmente solo se pueden intuir (Salvá, inédito).

Aún así la parafernalia metálica que se fabrica o introduce a partir del siglo XIV A.C. es

realmente destacada (Figura 4). Las primeras piezas en llegar o producirse debieron ser

algunas espadas, puntas de jabalina y lanza, machetes, hachas planas y posiblemente

pectorales. Seguidas posteriormente del resto, y que más o menos perduran hasta el

900 A.C. e incluso más allá, sobre todo para las hachas y lanzas tubulares y otros tipos

variados de hachas (apéndices). Los objetos más antiguos, si bien no tienen paralelos

claros se deben buscar, no en un solo lugar, si no que parecen ser el reflejo de las

diferentes influencias que debieron llegar a las islas, y que no son más que un

conglomerado de lo que pasa en el Mediterráneo Central y Occidental. En todas las

costas e islas de esta zona se observan piezas con ciertas similitudes, aunque casi

siempre pasadas por el rasero insular (Salvá, inédito).

En ocasiones se ha apuntado que estas piezas, siguen modelos conocidos en los

circuitos comerciales del Bronce Atlántico (Guerrero 2000:40 citando a Ruíz-Gálvez y a

Delibes y Fernández Miranda) si bien otros autores, (Fornés y Salvà 2001:10) señalan

que los paralelos plantean ciertas dudas y que no se pueden descartar una posible

filiación mediterránea. Dudas aparte, esto es evidencia de la importancia de los

contactos externos, en el sentido que no se limitan a la adquisición de materias

primas, sino que también se está en contacto con las técnicas de fundición y las

corrientes “estéticas” del momento (Guerrero 2000: 40).

En resumen, teniendo en cuenta todas estas evidencias, parece claro que en este

momento los metales entran de lleno en la vida de los habitantes de los navetiformes,

y no únicamente de forma testimonial como en el período anterior. El parco registro

de los contextos de estas piezas, parece evidenciar que al igual que en el yacimiento de

Sa Idda en Cerdeña (Lo-Schiavo, 2008: 527) nos encontramos más ante “tesoros”

grupales y no ante objetos asociados a importantes elites, que no se evidencian

posiblemente hasta bien entrada la Edad del Hierro. La función de estos objetos aún

está por aclarar en la mayoría de las ocasiones, aunque parece que deben relacionarse

con cierta idea guerrera y ornamento personal. Seguramente muchos de los objetos de

bronce que se han encontrado bajo edificios importantes, navetas, túmulos o talaiots,

son el reflejo de la riqueza de un grupo de personas que una vez perdido su uso, ya ha

finales del Naviforme encontraran reposo en los antiguos núcleos domésticos

(navetas) o bien en los nuevos edificios públicos (talaiots y túmulos). La idea de que no

pertenecen a individuos concretos, a parte de no asociarse normalmente a un cadáver

específico, nos la da la disparidad de los objetos encontrados en los diferentes

depósitos. La metalurgia es, por tanto, uno de los principales indicadores de la

existencia de contactos con el exterior durante toda la Edad del Bronce. Y esto nos

permite inferir dos importantes cambios en la naturaleza e intensidad de estos

contactos. El primero hacia inicios de la Edad del Bronce Medio y el segundo a

comienzos del I milenio A.C.

2.4.- Los muertos cambian de lugar.

Un ejemplo más de las transformaciones que sufrieron en la Edad del Bronce las

comunidades baleáricas, se observa en los lugares y las prácticas de enterramiento

(Tabla 4). El primer tipo de estructuras funerarias que hallamos en este momento son

los pequeños dólmenes de cámara rectangular a la que se accede a través de una losa

perforada. Los rituales funerarios son difíciles de inferir ya que estamos ante

estructuras utilizadas como sepulcros colectivos, utilizados durante largos periodos de

tiempo. Los cuerpos, parece que se depositan directamente sobre el suelo, sin poder

precisar con claridad que tengan ajuares personales. Debido a la continua reutilización

en determinados momentos los cuerpos, ya esqueletonizados, se reordenan,

disponiéndose los huesos largos juntos y los cráneos. Estos últimos parecen tener un

tratamiento especial y se disponen juntos, muchas veces en el testero de la cámara

(Guerrero et alii, 2007:198:202).

El segundo tipo que encontramos son los hipogeos excavados en roca arenisca, de

planta circular y sobre todo alargada. Estos espacios no presentan grandes

dimensiones, la mayoría miden alrededor de 4 o 5 metros de largo por unos 2 de

ancho y en muchos de ellos existen corredores centrales y nichos laterales. El ritual

seguido en estas oquedades no se ha podido documentar claramente, ya que en la

mayoría de los casos fueron abiertas sin control arqueológico de ningún tipo. Aún así,

al revisar las fragmentarias noticias que se tienen se puede asegurar que eran

necrópolis colectivas. Los cuerpos se depositarían directamente sobre el suelo, si bien

es difícil precisar más ya que existe cierta variedad en la colocación. En algunos de

ellos, también se ha documentado un tratamiento especial de los cráneos, algo que

parece común a buena parte de las prácticas funerarias de este momento.

Conjuntamente con estas estructuras, se documenta la utilización de grutas naturales.

La excavación reciente de varias de estas cuevas intactas, tanto en Mallorca (Guerrero

et alii 2001) como en Menorca (Lull et alii 1999, Fullola et alii 2007) ha permitido

documentar, con bastante detalle, los rituales de enterramiento. La principal

característica es que en éstas también se practicaban los enterramientos colectivos en

los que los cuerpos se depositaban directamente sobre el suelo.

Muchos de los cadáveres presentan evidencias de un rito de tintado y corte o tonsura

del cabello, parte de estos mechones cortados se introducen en el interior de unos

cilindros de madera o cuero y se depositan junto al cuerpo (Lull et alii 1999; Fullola et

alii 2007). Si bien parece que estamos ante deposiciones primarias, en las que los

cuerpos se pudieron colocar en posición fetal (Fullola et alii 2007) y envueltos en

sudarios (Lull et alii 1999; Fullola et alii 2007), el uso continuado de las mismas

necrópolis obligaba en ciertos momentos a recolocar los cuerpos una vez

esqueletonizados para habilitar más espacio. Otro aspecto interesante es la existencia

de un ritual vinculado con los cráneos, similar a los descritos anteriormente. Estos

rituales, una vez más, nos vuelven a apuntar hacia la importancia del grupo por encima

del individuo ya que lo importante parece ser que todos los muertos se hallen en el

mismo lugar, aunque sea a costa de perder la individualidad de los cuerpos.

Además de estos tipos, en Menorca hallamos dos modelos más. Por una parte,

tenemos los recientemente documentados sepulcros circulares de triple paramento.Y,

por último, las navetas funerarias, grandes estructuras pétreas realizadas con técnica

ciclópea de planta en forma de U muy parecidas a los navetiformes de hábitat, que

serían una derivación tardía de estos primeros (Gili et alii 2006). Ambos tipos se

utilizaron también como sepulcros colectivos.

En lo que se refiere a la cronología de utilización de estos espacios funerarios, tenemos

ciertos problemas debido a su prolongada reutilización y especialmente al carecer de

un registro bien documentado con sólidas series de dataciones absolutas. Sin

embargo, parece claro que tanto los dólmenes como los hipogeos, cuyo origen parece

remontarse a inicios del segundo milenio, se abandonan hacia el 1400 AC. En ese

mismo momento, se incrementan de forma muy importante el uso de las grandes

grutas naturales. Incluso, se observa como algunas que durante el Bronce Inicial

habían funcionado como santuarios, se habilitan en estos momentos como necrópolis

(Lull et alii, 1999; Guerrero et alii, 2007). Además, en muchas ocasiones se revisten de

cierto grado de monumentalidad, con grandes muros y portales ciclópeos que cierran

buena parte de la entrada. Por último, los sepulcros circulares de triple paramento

estarían en uso desde inicios del Bronce, hasta bien entrado el Bronce Medio (Gili et

alii 2006). Mientras que las navetas funerarias comenzarán a construirse y a utilizarse

ya a fines del Bronce Final para abandonarse a inicios de la Edad del Hierro.

Como vemos, el mundo funerario del Bronce balear se caracteriza por la presencia de

una amplia diversidad formal en cuanto a las estructuras utilizadas. El problema es

que, debido a lo fragmentario del registro arqueológico y la escasez de estudios, no

estamos en disposición de entenderlos satisfactoriamente. Sin embargo, a pesar de

estas diferencias, tienen, también, numerosos puntos en común. Primero, en cuanto a

su disposición en el territorio observamos una clara preferencia por situarse en

barrancos que se abren al mar. Segundo, diferentes elementos se conjugan para crear

un ambiente sensorial muy especial que, además, se opone claramente al ambiente

que presentan las estructuras de hábitat, mostrando una voluntad de separar las

experiencias de la vida y la muerte (Javaloyas et alii 2009). Estamos ante espacios

completamente cerrados al exterior, aislados de la luz y el sonido del mundo. Al mismo

tiempo, la configuración arquitectónica favorece el resalte de los sonidos que en ellos

se producen y supone la necesidad de utilizar luz artificial. Por último, también el

elemento olfativo debía tener una especial importancia y es que el olor de los cuerpos

en descomposición en estos pequeños espacios debía de ser penetrante. Junto con

este olor, se documenta la quema de numerosas plantas aromáticas que debían

enfatizar esta sensación olfativa, marcando aún más esta separación entre el mundo

de los vivos y el de los muertos.

2.5.- Mirando al mar.

En este apartado vamos a centrarnos en analizar un aspecto interesante que se refiere

a la relación de las comunidades naviformes con el paisaje. No vamos a entrar en

profundidad a analizar la distribución en el territorio de los navetiformes, aspecto que

ya se ha tratado en diversos trabajos (Gili, inédito; Pons, 1999; Salvà, 2001). Por el

contrario, nos centraremos en analizar un aspecto concreto que se deriva de estos

trabajos, y es que el fuerte atractivo que el mar ejerce sobre la disposición de los

yacimientos del bronce balear. Esta atracción parece agudizarse a partir del Bronce

medio, en consonancia con los importantes cambios en la metalurgia balear.

Antes de comenzar, creemos necesario resaltar que estos trabajos presentan diversas

dificultades. La primera, debido a su adscripción al procesualismo. Esta es la premisa

subyacente a todos ellos según la cual, la naturaleza se concibe como un elemento

separado de la sociedad y como un recurso a explotar. El problema de esta premisa, es

que esencializa nuestro modo de entender el mundo sin tener en cuenta que el ser

humano se ha relacionado de formas muy diversas con la naturaleza. Así pues, la

segunda dificultad, radica en que estamos ante trabajos realizados a partir de

prospecciones superficiales por lo que se hace imposible establecer una cronología

detallada de la construcción, uso y abandono de las diversas estructuras. De esta

manera, los análisis se realizan sobre la percepción actual del registro sin tener en

cuenta las posibles variaciones en el tiempo. La última dificultad, similar en cierta

manera a esta anterior, reside en que los estudios de captación de recursos hacen

referencia a las condiciones medioambientales actuales sin tener en cuenta los

profundos cambios que éstos han sufrido en estos más de tres mil años de diferencia.

En los trabajos comentados parece claro que los navetiformes se disponen de forma

preferente en pequeñas elevaciones de zonas planas de forma que resultan bien

visibles en el entorno inmediato. Al mismo tiempo, se sitúan cercanos a las que hoy en

día son tierras fértiles. Además, se observa una clara preferencia por situarse cerca de

puntos de agua potable tales como fuentes naturales, torrentes o balsas naturales;

algo que no es extraño teniendo en cuenta la climatología propia de las zonas

mediterráneas caracterizadas por un pluviosidad escasa e irregular en el tiempo. Otro

foco de concentración, son el borde de antiguas lagunas de agua dulce de gran

extensión, siendo los más claros los ejemplos del Pla de Sant Jordi (Palma, Mallorca) y

S’Avall (Ses Salines, Mallorca). Por último también resulta evidente el vínculo con el

mar. Esta relación, se ha documentado en el único caso que se ha realizado un estudio

realmente exhaustivo de un territorio limitado (Salvà, 2001). En él, se ha constatado

que las distancias de los asentamientos naviformes con su vecino más próximo se

hacen menor, cuanto más cerca se está del mar. Es decir, hay más asentamientos

navetiformes, bien poblados o navetas aisladas cerca del mar y los territorios de éstos

son menores (Ibid. 113-114).

El estado actual de la investigación no permite elaborar un discurso sólido que ayude a

entender en profundidad esta realidad. Sin embargo, se han barajado diversos motivos

tales como la posibilidad de explotación de diferentes biotopos, aprovechando los

recursos que ofrece el mar (pesca y recolección de moluscos), el control de los

contactos con el exterior, que se realizaban a través del mar, o un importante atractivo

simbólico, como de hecho parece desprenderse de la gran cantidad de necrópolis que

se documentan en los acantilados sobre las aguas (Salvà, 2001: 112-113). O por qué

no, una conjunción de todos los aspectos antes anotados.

A pesar de las limitaciones expuestas hasta ahora, recientemente se ha documentado

la presencia de numerosos yacimientos del bronce directamente sobre la costa,

ocupando islotes, promontorios y playas. La existencia de yacimientos prehistóricos en

zonas costeras, era conocida desde la década de 1980. Aunque en todos los casos

estas ocupaciones se relacionaban con la presencia, bien de colonizadores foráneos de

la Edad del Hierro, concretamente fenicios o púnicos (Guerrero, 1981), o bien con la

presencia de comunidades indígenas de finales de la Edad del Hierro (Plantalamor,

1991, 1991a). No fue hasta mediados de la década de 1990 cuando este panorama

cambió.

Las excavaciones realizadas en la necrópolis de la Edad del Hierro situada en el islote

denominado S’Illot d’es Porros, en el norte de Mallorca, fueron el punto de partida de

esta línea de investigación. En el transcurso de los trabajos de 1996 se documentó un

nivel anterior a la necrópolis cuyos materiales fueron identificados por uno de

nosotros, Bartomeu Salvà, como materiales del Bronce Medio o Final. Esta observación

se reafirmó pocos años después con la datación absoluta de estos niveles. Estas

dataciones confirmaban la existencia de una ocupación desde el siglo XIV A.C. hasta el

X A.C. (Hernández et alii, 1998) A partir de este hallazgo, se inició un trabajo de

prospección y revisión de yacimientos costeros que confirmó que este ejemplo no era

un caso aislado.

Desde entonces, se han venido sucediendo los artículos que tratan esta problemática

(Fornés y Salvà, 2001; Guerrero, 2000; 2004; 2006; 2006a, 2008; Guerrero et alii, 2007;

Salvà, 2003, 2007). De estos se infiere la existencia de un amplio y complejo sistema de

puestos costeros que permite hablar de una reestructuración de la organización

territorial, en la que el control de las zonas adyacentes al mar es el punto clave (Figura

3). La construcción y uso de estos yacimientos se inició hacía el siglo XIV A.C. y estuvo

vigente hasta el s. IX A.C. momento en el que parece que se colapsó (Tabla 4). Sin

embargo, esta cronología debe ser tomada únicamente como orientativa ya que sólo

se han realizado excavaciones sistemáticas en dos de estos yacimientos. De manera

que su adscripción cronológica se ha establecido a partir de un reducido número de

dataciones absolutas de cuatro de estos yacimientos y principalmente, mediante la

documentación en todos los demás, de cerámica claramente adscrita al Bronce Medio.

Por otra parte, persisten numerosos interrogantes como la existencia de estructuras

más antiguas p.ej. Cala Blanca o S’Arenalet de Son Colom. Estas limitaciones del estado

actual de las investigaciones supone que también desconozcamos casi por completo la

fisonomía y posibles funciones concretas de estos yacimientos. Así pues, hoy en día,

únicamente estamos en disposición de clasificarlos en función de su localización:

A.- Asentamientos en playas:

De este tipo hasta el momento solo se han documentado dos yacimientos. Uno es el

situado en la pequeña Cala Blanca (Ciutadella, Menorca) desde la que se puede ver de

forma nítida la isla de Mallorca. Está compuesto por una naveta, actualmente aislada

cuya excavación proporcionó una gran cantidad de cerámica, con un número

destacado de restos, hasta 75 o 76 individuos (Juan y Plantalamor 1998) de grandes

toneles de forma cilíndrica, borde triangular y base ligeramente convexa propios del

Bronce Medio y que algunos autores han planteado un posible uso como

contenedores de transporte marítimo basándose en su morfología (Guerrero et alii

2007). Además de una gran cantidad de restos faunísticos que, hasta el momento no

se han estudiado. El segundo yacimiento, se halla en Cala en Tugores (Mallorca) se

trata de una dispersión cerámica del Naviforme II, sobre la playa, aunque sin restos

constructivos, al menos en superficie.

B.- Islotes:

Todos los islotes documentados hasta el momento se encuentran en Mallorca. El

primero de ellos es el ya comentado de S’Illot des Porros (Salta Margalida), en el cual,

además de cantidades destacadas de cerámicas del Naviforme II y III y fauna

abundante, también se documentan restos de muros construidos con grandes lajas

planas que configuran espacios de planta irregular de funcionalidad aún por

determinar.

El mayor de estos islotes, es el de Na Moltona (Ses Salines). En éste se documentan

restos de cerámica en muchas partes de su extensión, aunque se concentran

claramente en la zona sur este. Es también en este lugar en donde hay evidencias de

muros con una técnica de construcción parecida a la de s’Illot des Porros. Más

cerámica se encuentra en una pequeña playa de piedras y arena en la zona noroeste.

Estos fragmentos de la playa, si bien solo son se han podido observar superficialmente,

son de forma mayoritaria de toneles cilíndricos.

Finalmente existe un islote más, situado frente a la playa de Palma. En concreto

hablamos de S’Illot de Na Galera. En esta pequeña isla cabe constatar la presencia

anterior de un hipogeo de planta alargada, excavado en la roca, en la costa este. Los

restos de cerámica del Bronce se localizan en la parte más elevada. Si existen o no

construcciones no se puede documentar claramente, ya que hay una ocupación púnica

del siglo III A.C. (Guerrero, 1981), que en todo caso enmascara las evidencias más

antiguas.

C.- Cabos costeros.

Este tipo de yacimiento es el más numeroso. En concreto hay cuatro seguros en

Menorca: Cala Morell, Pop Mosquer, Cap de Forma, Calescoves; y dos más aún sin

verificar, Macarella y Llucalari (Guerrero et alii, 2007). En Mallorca hasta el momento

se ha documentado uno en Cala S’Almunia, aunque realmente constituye un grupo de

tres. En general, se trata de espigones rocosos sobre el mar, que forman verdaderos

istmos, casi inaccesibles en todo su contorno, menos en una de sus partes que

normalmente suele estar fortificada por cintas de muralla, que en algunas ocasiones

incluso presentan cierta complejidad (S’Almunia).

Solo se han realizado excavaciones muy parciales, en uno de ellos, en concreto en el de

Cap de Forma. Los resultados son muy preliminares, ya que únicamente se llevaron a

término dos campañas. En éstas solo se llegó a limpiar la gran muralla que cierra el

acceso y a dejar al descubierto algunas zanjas en el interior, sin resultados de una

distribución espacial coherente. Aún así se pudieron datar los niveles de inicio,

alrededor de mediados del siglo XIII A.C., y final a mediados del siglo IX A.C.

(Plantalamor et alii, 1999)

Por último, añadir que en este estudio se ha preferido no añadir los yacimientos de las

islas Pitiusas, no tanto porque no pensemos que seguramente también estuviesen

integradas en este sistema. Si no más bien, por que hasta este momento no se puede

asegurar que los diferentes lugares citados en diversos estudios, como Sa Cala

(Formentera) o Cap d’es Gibrell y Punta d’es Jondal (Guerrero et alii, 2007) se puedan

encuadrar de forma clara en la Edad del Bronce.

3.- El contexto mediterráneo.

En este punto, y ya que el tema central del presente trabajo son las relaciones

interculturales, pensamos que es necesario analizar de forma sucinta lo que ocurre en

ese aspecto en la Edad del Bronce en el Mediterráneo, especialmente en su zona

occidental. Dos son los modelos explicativos principales utilizados para entender los

contactos en esta zona. Veamos cuáles son.

3.1.- Precolonización fenicia.

El primero de estos modelos es la denominada precolonización fenicia. Este modelo ha

sido utilizado ampliamente en España, como ya han explicado otros autores (Torres,

2008:71). Aubet (1994:178) define precolonización como un proceso esencialmente

comercial, sin asentamientos permanentes, llevado a cabo por comerciantes fenicios.

El objetivo principal de éstos era la búsqueda de materias primas, principalmente

metales. Se define arqueológicamente por la circulación de objetos de lujo y regalos de

prestigio de fabricación oriental. Esto, se traduce en una influencia oriental sobre las

sociedades indígenas dentro de una dinámica comercial muy sencilla que apenas deja

constancia arqueológica. Este concepto, surge en un intento de superar el desfase

cronológico existente entre las fuentes escritas, que señalan el s. XII A.C., y las

arqueológicas. Estas últimas apuntan hacia los ss.IX-VIII A.C., para situar la fundación

de las primeras colonias fenicias en el Mediterráneo occidental. De esta manera, el

modelo ayudaría a explicar la importante presencia de los fenicios que muestra el

registro arqueológico de los ss.IX-VIII A.C. ya que esta fase de precolonización

explicaría cómo adquieren los fenicios los conocimientos sobre rutas y recursos

minerales. De la misma manera, ayudaría a entender la creciente evidencia en

contextos indígenas antiguos, de elementos y manufacturas orientales como objetos

de hierro, vajilla metálica, elementos de vestimenta y estética, etc. que nos permiten

intuir contactos a lo largo de todo el Mediterráneo en momentos claramente

anteriores a las colonizaciones (Ruiz-Gálvez, 2005).

A pesar de que este modelo se ha utilizado por múltiples autores, pensamos que tiene

importantes dificultades que lo invalidan. En primer lugar, la adscripción de los

materiales procedentes del Mediterráneo hallados en contextos anteriores al último

cuarto del s.IX a.C. a agentes fenicios, parece poco clara. Y es que se fundamenta en

una metodología arqueológica que sólo tiene en cuenta las semejanzas formales

tipológicas, dejando de lado el contexto arqueológico en el que se hallaron. En

segundo lugar, este modelo utiliza conceptos sesgados y simplistas para explicar las

relaciones entre fenicios e indígenas. El concepto clave que utilizan es el de

aculturación, mediante el cual se entiende que las relaciones que se establecieron

entre los fenicios y los indígenas supusieron la adopción de éstos últimos de diferentes

rasgos culturales de los primeros, en un proceso lineal y unidireccional en el que los

indígenas no tienen más que un papel pasivo. La razón de que los indígenas actuaran

así, era una supuesta superioridad cultural de los fenicios. Por último, defienden un

comercio directo entre comerciantes fenicios e indígenas del Mediterráneo occidental,

algo que no casa con la compleja y diversa muestra de influencias mediterráneas que

refleja el registro material.

3.2.- Sistemas-mundo.

El segundo modelo utilizado es el denominado como sistema mundo (world system).

Este sistema, desarrollado inicialmente por Wallerstein (1979) para estudiar el modelo

económico surgido entre las metrópolis europeas y sus colonias desde el s. XVI d.C., se

comenzó a utilizar en arqueología desde fines de la década de 1980, para abordar el

estudio de las relaciones interculturales durante la Edad del Bronce (Rowlands et alii,

1987; Champion, 1989; Bintliff, 1991; Sherratt, 1993, 1994, 1994a, 1997; Kristiansen y

Rowlands 1998). En el caso del Mediterráneo occidental quien ha aplicado este

modelo ha sido Ruiz-Gálvez (1995: 141-151, 1998: 273-288). Esta autora defiende la

existencia de tres fases diferenciadas. La primera, que se prolongó del s. XIII al s.XI

A.C., se enmarcó en el momento en que se colapsa el mundo micénico y en el que se

observan toda una serie de destrucciones en otras grandes civilizaciones del

Mediterráneo.

Esto supuso importantes cambios en la fisonomía de las relaciones interculturales en el

Mediterráneo, surgiendo lo que Sherratt y Sherratt (1994:373) han definido como el

comercio de modelo empresarial. Según este, Chipre, y tal vez Rodas, reorganizaron su

economía y ocuparon las rutas comerciales micénicas. Lo que supuso importantes

diferencias con el momento anterior, ya que el comercio chipriota con una

organización política menos rígida, será más variado y más ágil que el del micénico,

centralizado por el palacio. De esta manera, el comercio de este momento, ahora en

manos de pequeños empresarios y no de burócratas, facilitó las relaciones

comerciantes-indígenas. Al mismo tiempo, se produciría un cambio en las rutas

marítimas preferentes con respecto a las utilizadas por los micénicos. Las rutas

transcurrirían por las costas de Sicilia y Cerdeña, evidenciándose el inicio del interés

por el extremo occidental del Mediterráneo.

Junto a estos cambios tuvieron lugar dos procesos interesantes. Por una parte, gran

parte de la Península Itálica y Centroeuropa emprenden procesos independientes del

Mediterráneo. Parece tener lugar una intensificación económica caracterizada por un

poblamiento mayor y más estable, la especialización de algunas actividades tales como

las textiles y las metalúrgicas, la fortificación de poblados y por un aumento en el

consumo de metal y de objetos procedentes de larga distancia. El segundo proceso es

la expansión del sector ganadero, y en especial de la oveja lanera. Aspecto bien

estudiado por Sherratt y Sherratt (1993) basándose en las ideas de Bökönyi (1987:141-

142).

Estos procesos repercutieron en un incremento de las relaciones a larga distancia y en

una mayor demanda de metal y otras mercancías. Lo que supuso la reactivación de la

zona atlántica, que hasta el momento había sido una zona marginal. Algo similar

ocurrió con la Península Ibérica, que por su posición geográfica participaba

doblemente del carácter de margen. Por una parte, evidencias como el estoque de

Larache indicaría el interés de navegantes atlánticos hacia los recursos de la Península.

Y por otra, el tesoro de Villena señalaría una conexión entre el Sureste de la Península

Ibérica y el Mediterráneo centro-occidental, probablemente protagonizada por

intermediarios sardos. Diversas son las razones señaladas para explicar el inicio de las

relaciones con el Sureste. Primero porque es un paso obligado en las rutas hacia

occidente. Segundo porque tiene una complejidad social suficiente para poder

demandar las mercancías de los viajeros al mismo tiempo que disponía de excedentes

(Lull y Risch, 1996), algo indispensable para poder comerciar. Por último, hay que tener

en cuenta la posibilidad de acceder desde allí a los minerales de la Alta Andalucía y a

los recursos ganaderos de la Meseta y de la Mancha.

La segunda fase (ss. XI-X a.C.) estuvo caracterizada por un papel mucho más activo de

los márgenes, esto es, de la Península Ibérica y del área Atlántica. Es por esto que Ruiz

Gálvez prefiere referirse a ellas como periferias de la periferia. Arqueológicamente

esto se constata en la documentación de un mayor número de asentamientos con una

clara preferencia por ocupar lugares desde los cuales controlar las vías de comercio y

el desarrollo de la metalurgia. Por otra parte, se documenta la adopción por parte de

las élites indígenas de patrones de vestir y de consumo de alimentos orientales. En

este contexto, se documenta un comercio de metal entre la Península Ibérica y el

Mediterráneo central cuyo destino final tal vez fuera Chipre.

Por último, la tercera fase (ss. X-VIII a.C.) es considerada la fase de “esplendor” en la

cual los confines occidentales de Europa comienzan a participar de modo activo en las

redes de intercambio con sus periferias. La autora distingue dos áreas principales en la

Península Ibérica. El Sureste, cuya importancia radicaría en su posición estratégica.

Tanto como punto de contacto entre las rutas marítimas del Atlántico y el

Mediterráneo, como en la posibilidad que ofrecía de acceder al interior del continente.

La segunda área, sería el Suroeste de la Península, que actuaría como productor de

materias primas, entre las que destacarían las pecuarias más que las mineras.

Así pues, la propuesta de Ruiz-Gálvez presenta importantes diferencias con respecto al

modelo anterior. Primero, en cuanto a los agentes protagonistas de los contactos. Se

defiende que los actores del comercio no son los fenicios, sino comerciantes

procedentes de distintos puntos del Mediterráneo (sardos y chipriotas, entre otros) y

las élites indígenas de la Península. Esto concuerda con lo que parece ocurrir en el

Mediterráneo central, y en concreto en Cerdeña. Los contactos de esta isla con el

Mediterráneo Oriental comienzan ya en el s.XIV A.C. y, desde ese momento hasta el s.

XII A.C., algunos autores defienden la llegada de naves vinculadas con el mundo

micénico, aunque probablemente presentaban tripulaciones multiétnicas (Knapp,

1998; Ruiz-Gálvez, 2005), como se evidencia en los restos del barco de Uluburum. Este

panorama se complicaría después del s.XII A.C., en el momento que se rompe el

monopolio de los grandes estados a favor de un comercio oportunista de tipo privado,

mucho más diverso en cuanto a las tripulaciones y empresas (Sherratt y Sherratt 1993;

Ruiz-Gálvez, 1998; 2005). En cambio, otros autores (LoSchiavo 2008) defienden que

Chipre sería realmente el lugar que controlaría los contactos con Cerdeña, debido a la

clara presencia de ciertas costumbres y materiales chipriotas. Tales como la

introducción de nuevas tecnologías metalúrgicas, entre las que destaca la copelación y

la cera fundida, o la introducción de la metalurgia del hierro. Otras técnicas de trabajo,

serían las de la madera y un conjunto de herramientas también claramente chipriotas

(Lo-Schiavo, 2008: 425). Aún así algunos autores no se definen tan claramente por

definir el agente principal que controlaría los contactos con Cerdeña, dejando una

cierta duda (Bernardini, 2008: 174).

Segundo, en cuanto a los modos de intercambio propuestos. Ruiz-Gálvez recoge el

debate entre sustantivistas, que defienden que la economía de mercado fijadora de

precios es un fenómeno moderno no anterior al s.XVIII y que, por tanto, en las

sociedades prehistóricas predominan las relaciones de reciprocidad y redistribución

sobre las comerciales. Y formalistas, que opinan que los principios rectores del

mercado, la oferta y la demanda, están implícita o explícitamente presentes en todas

las formas de intercambio (1998: 26-29). Ruiz-Gálvez se alinea junto a la posición

superadora de Sahlins (1977) señalando que en cualquier sociedad hay espacio para

todos los tipos de intercambio. De esta manera, durante el Bronce en el Mediterráneo

occidental, el modelo principal se podría encuadrar en el denominado comercio de

bienes de prestigio (gift exchange). Este se basa en el cambio de productos

manufacturados, cuyo valor radica en el prestigio que otorga a quien los posee, por

materias primas, básicamente ganado y metal. También hubo lugar para los

intercambios basados en la ganancia económica, u otros más encaminados al

establecimiento y mantenimiento de las redes sociales (1998: 29-52).

Por último, es necesario reflexionar sobre el concepto de interacción. Este deviene la

herramienta clave utilizada a la hora de entender y caracterizar el modo en que se

relacionan las dos partes de los contactos. Este concepto, que supera ampliamente al

de aculturación, supone el proceso participativo de las sociedades indígenas de la

Península Ibérica en los contactos. Éstas no adoptan de forma pasiva las ideas y

tecnologías sino que las reelaboran en función de su realidad sociocultural. Además,

supone un nivel previo de desarrollo socioeconómico, con la existencia de una élite o

un grupo social capaz de demandar y consumir las mercancías y el know how que

llegan.

4. Conclusiones.

Así pues, en el estado actual de las investigaciones parece evidente que las Islas

Baleares, especialmente durante el Bronce Medio y Final, estuvieron conectadas de

forma estable con otras comunidades de su contexto Mediterráneo. Así lo evidencian

los cambios acaecidos en el s. XIV A.C. en los patrones de ocupación del territorio, con

la aparición de un conjunto de un amplio y complejo sistema de puestos costeros

destinados al control de la línea de costa. Otra transformación importante, son los

importantes cambios en la metalurgia, con la introducción de nuevas tipologías de

carácter mediterráneo, destinadas al trabajo del metal, tales como el sobremoldeo, y

la cera perdida, además de la importante llegada de estaño.

Estas evidencias suponen la superación de los planteamientos aislacionistas a ultranza,

que defendían un supuesto desarrollo autóctono independiente de todo y de todos. Al

mismo tiempo, las evidencias ofrecidas en referencia a los progresivos cambios que

sufrieron las comunidades del Bronce Balear, tales como las transformaciones en los

patrones de hábitat, los cambios en las estructuras y prácticas funerarias así como en

las alimentarias, muestran que tampoco las ideas de puntuales invasiones son útiles

para explicar los graduales cambios documentados en el registro arqueológico.

En este momento, pues, es necesario generar un discurso sobre los contactos

interculturales durante ese momento que, de una forma holística, contemple los

agentes involucrados en éstos; trace las redes de contactos que se establecieron;

defina los objetos materiales implicados y permita entender el papel de éstos en esas

relaciones. Y por último, analice el carácter de estos contactos así como sus

consecuencias en las comunidades protagonistas. Todos estos objetivos sobrepasan

con creces el presente trabajo. Es por ello que aquí, únicamente trataremos de

reflexionar sobre los ámbitos geográficos en los que se desarrollaron esos contactos,

así como acerca de los agentes implicados en éstos11.

Nosotros pensamos que los contactos en este momento adoptaron una fisonomía de

pequeñas redes, interconectadas entre sí formando una red mayor que abarcaría casi

todo el Mediterráeno centro-occidental. Además, probablemente, el dominio de estos

sistemas de contactos estuvo en manos de indígenas centro-occidentales, aunque no

excluimos una posible llegada puntual de gentes foráneas. Hasta el momento, no se ha

podido determinar la procedencia de los diferentes elementos y tecnologías foráneas

que llegan en este momento a las Baleares, hemos expuesto aquí los relacionados con

la metalurgia pero existen otros. Sin duda, es necesario avanzar en esta línea para

poder llegar a dar respuesta a la cuestión que nos ocupa. Sin embargo, junto a esta,

existen otras líneas de investigación posibles.

Una de ellas, es la comenzada en los últimos años por Guerrero (2006, 2006a, 2007).

Este autor, se ha dedicado a analizar las características meteomarinas que debieron

condicionar la navegación en el Mediterráneo centro-occidental. Según estos estudios,

11 En estos momentos uno de nosotros, David Javaloyas, se encuentra trabajando en una tesis doctoral, titulada “Contactos interculturales durante la Edad del Bronce (c. 1750-850 cal. BC) en las Islas Baleares y su contexto mediterráneo”, que tiene como objetivo responder a estos y otros interrogantes.

parece mucho más probables que los contactos con las Baleares se establecieran con

las costas catalanas y el Golfo de León, y mucho menos con Córcega o Cerdeña

(Guerrero et alii 2007: 37). Si bien creemos muy interesantes estos trabajos, hay que

señalar que presentan algunos problemas. El primero de ellos, no se debe al autor,

sino a la falta de estudios paleoambientales, como los de las antiguas líneas de costa o

de los regímenes de vientos y corrientes en el Mediterráneo de la Edad del Bronce son

escasos y fragmentarios, por lo que podría ser que al avanzar el desarrollo de estos

hubiera cambios en los modelos propuestos. Además, el modelo de Guerrero, es en

ciertos momentos parcialmente determinista ambiental y esencialista. En el sentido de

que no documenta las posibles relaciones cambiantes de las comunidades baleares del

Bronce con el mar, como si hacen otros autores recientemente (Broodbank, 2002;

Rainbird, 2007). Por otra parte, estos modelos se basan en evidencias indirectas de

embarcaciones, ya que hasta el momento no se ha podido localizar ningún resto de

nave de la Edad del Bronce ni en las Baleares ni en el Mediterráneo centro-occidental.

Por esta razón, Guerrero se ha basado en una serie de grafitos de naves, grabados en

hipogeos de la Edad del Bronce o lugares cercanos a yacimientos de este momento. El

problema es que ninguno de ellos se puede datar con total seguridad, aunque el autor

propone la Edad del Bronce en relación a la tecnología de lo representado en las

paredes rocosas.

Por otro lado, otra línea de trabajo surge del hecho de que uno de los aspectos

principales de los contactos en el Mediterráneo occidental y especialmente en

Baleares, es la casi total ausencia de materiales orientales. Esto, no resulta extraño

dentro de las características del modelo que aquí proponemos. Al defender que los

indígenas centro-occidentales no eran sujetos meramente pasivos de los intercambios,

se enfatiza que tienen agencia, que también son capaces de influenciar a sus

interlocutores y a su vez de reelaborar los conceptos, ideas y técnicas que les llegan

del exterior (Gosden, 2008; Armada et alii, 2008: 468). Seguramente este es el motivo

por el cual no hallamos evidencias destacadas de la llegada de materiales orientales a

Occidente.

Esto, nos hace pensar que, más que hablar de conexiones directas entre los dos

extremos del Mediterráneo, que si existieron fueron puramente testimoniales,

debemos centrar nuestros esfuerzos en analizar los contextos más cercanos a las

Baleares. Principalmente el Levante peninsular, el Sur de Francia y también el Norte de

África, si bien es cierto que en esta zona los estudios sobre la Edad del Bronce son muy

escasos. Es decir, desde nuestro punto debemos cambiar la perspectiva de nuestras

investigaciones recalcando el papel del mundo indígena occidental en este proceso

(Rafel et alii, 2008: 270).

Por ejemplo, en el Levante peninsular se documentan en este momento una serie de

importantes cambios similares, en ciertos puntos, a los que hemos documentado en

las Baleares. Entre éstos tenemos: inicio del protourbanismo, documentación de

espacios comunales en los poblados, nuevas construcciones en piedra, cambio en los

rituales mortuorios (incineración por inhumación), nuevas formas cerámicas y una

clara mejora del rendimiento agrícola. Todo ello acompañado por una clara apertura

hacia el mar, con nuevos yacimientos costeros que se integran en una compleja red

local de intercambios entre la costa y a su vez hacia el interior. Todo esto, coincide con

un nuevo gusto por objetos de origen foráneo, de cierto aire mediterráneo y atlántico,

que se trasluce en una nueva estética que incluye nuevas costumbres y vestimentas

que reelaboran el sentido de la identidad de los grupos afectados (Rafel et alii, 2008).

Así pues, pensamos que es necesario estudiar en profundidad los contextos locales. De

esta manera podremos reconocer el impacto que los contactos con el exterior ejercen

en las sociedades indígenas. Esto, a la larga, nos debe permitir avanzar en el

conocimiento profundo de las relaciones interculturales que se establecieron en este

momento.

En resumen, creemos haber demostrado que las Islas Baleares no fueron las islas del

fin del mundo durante la Edad del Bronce, como pudiera parecer si atendemos al

hecho de que han quedado fuera de la gran mayoría de obras, tanto españolas como

europeas, dedicadas al tema. Por el contrario, hemos mostrado que, sobre todo a

partir del s.XIV A.C. se integran de forma estable en las redes de contactos que por

entonces funcionan en el Mediterráneo centro-occidental. Sin embargo, también

hemos visto que las investigaciones en este tema están, todavía, en un estadio muy

preliminar por lo que es necesario seguir avanzando. En este sentido hemos

presentado algunas evidencias, muchas hipótesis y, especialmente, diversas

propuestas de investigación que, pensamos, pueden servir para llevar este barco a

buen puerto.

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Figuras.

Figura 1. Diferentes estructuraciones internas y luminosidad del Navetiforme I de Els

Closos de Ca’n Gaià.

Figura 2. Planta de los poblados: A. Els Closos de Ca’n Gaià B. Es Figueral de Son Real.

Figura 3. Yacimientos costeros de la Edad del Bronce.

1- Cala Blanca. 2- Cala En Tugores. 3- S'Illot d'es Porros. 4- S'Illot de na Moltona. 5-

S'Illot de na Galera. 6- Cala Morell. 7- Pop Mosquer. 8- Caparrot de Forma. 9- Cales

Coves. 10- Llucalari. 11- Macarella. 12- S'Almunia

Figura 4. Parafernalia metálica de la Edad del Bronce Final en las Islas Baleares.

Tabla 1. Cronología comparada de Europa occidental

YACIMIENTO NR det. Taxones domésticos (% NR)

Caprinos Bovino Cerdo

Fines III - inicios II milenio cal BC

Ca na Cotxera 255 87,1 6,3 6,7

Coval Simó 1747 97,3 1,9 0,8

S’Arenalet 149 89,3 8,7 2

Coval Pep Rave 97 90,3 9,7 0

Son Matge 86 89,5 7 3,5

TOTAL 2334 95,1 3,3 1,6

Fines II milenio cal BC

Cova Des Moro 787 66,9 29 4,1

Canyamel 1646 75,3 20,4 4,3

Figueral de son Real 158 60,8 26,6 12,7

Illot des Porros 1012 61,6 28,3 10,2

TOTAL 3603 69 24,7 6,3

Tabla 2. Agrupación de los yacimientos estudiados por D. Ramis, en dos intervalos

cronológicos. Permite observar la distribución de cada uno de los grupos domésticos y

contrastar las diferencias entre períodos (Ramis, inédito, Tabla 122).

Tabla 3.- Ausencia / presencia de materiales del Naviforme II, III y Talayótico I

Nº Lab. Edad C14

BP

Cal. BC (2 sigmas)

OxCal v3.10

Naturaleza

muestra Yacimiento Contexto

1. Navetiformes

KIA-11221 3390+-30 1760 (95,4%) 1610 Carbón Closos de Can

Gaià Fase pre-

Navetiforme I

KIA-11223 3340+-30 1690 (94,0%) 1520 Carbón Closos de Can

Gaià Fase pre-

Navetiforme I

UtC-8145 2926+-44 1300 (95,4%) 1000 Carbón Closos de Can

Gaià Navetiforme I

Fase I

KIA-11242 2890+-35 1220 (95,4%) 930 Hueso fauna Closos de Can

Gaià Navetiforme I

Fase I

KIA-11231 2960+-25 1290 (95,4%) 1050 Hueso fauna Closos de Can

Gaià Navetiforme I

Fase II

Utc-8141 2775+-41 1020 (95,4%) 820 Carbón Closos de Can

Gaià Navetiforme I

Fase II

KIA-25212 3170+-30 1500 (95,4%) 1390 Hueso fauna Closos de Can

Gaià Fase pre-Área II

2. Yacimientos costeros

IRPA-1123 3320+-40 1690 (95,4%) 1500 Hueso fauna Cala Blanca Fase pre

navetiforme

IRPA-1124 3100+-40 1450 (95,4%) 1260 Hueso fauna Cala Blanca Fase uso

navetiforme

UBAR-426 3020+-50 1410 (95,4%) 1120 Hueso fauna Pop Mosquer No publicado

UtC-10076 2930+-35 1260 (95,4%) 1010 Hueso fauna Cap de Forma

Nou No publicado

UtC-10075 2755+-30 980 (95,4%) 820 Hueso fauna Cap de Forma

Nou No publicado

KIA-11868 3100+-35 1440 (95,4%) 1260 Hueso fauna S’Illot d’es

Porros Estructuras pre

necrópolis

KIA-11244 2765+-30 1000 (95,4%) 830 Hueso fauna S’Illot d’es

Porros Estructuras pre

necrópolis

3. Estructuras funerarias

KIA-15223 3485+-40 1920 (95,4%) 1690 Hueso humano S’Aigua Dolça Dolmen

Utc-4739 3365+-30 1750 (95,4%) 1530 Hueso humano S’Aigua Dolça Dolmen

KIA-18761 3395+-35 1780 (93,4%) 1600 Hueso Ses Roques

Llises Dolmen

KIA-20204 3135+-35 1500 (95,4%) 1310 Hueso humano Ses Roques

Llises Dolmen

UA-18295 3580+-75 2140 (95,4%) 1730 Hueso humano Son Mulet Hipogeo

UA-18297 3365+-70 1830 (91,2%) 1490 Hueso humano Son Mulet Hipogeo

KIA-23150 3390+-35 1780 (95,4%) 1600 Hueso humano Ses Arenes Sepulcro triple

paramento

KIA-23403 3025+-25 1390 (95,4%) 1200 Hueso humano Ses Arenes Sepulcro triple

paramento

OXA-10309 3175+-38 1530 (95,4%) 1380 Hueso humano Cova d’es

Càrritx Cueva funeraria

OXA-7811 2915+-40 1270 (95,4%) 1000 Hueso humano Cova d’es

Càrritx Cueva funeraria

OXA-8263 2585+-40 830 (67,7%) Cabello humano Cova d’es

Càrritx Cueva funeraria

KIA-29180 2920+-30 1220 (91,8%) 1010 Cuerda esparto Cova des Pas Cueva funeraria

KIA- 29178 2575+-30 810 (75,3%) 740 Hueso humano Cova des Pas Cueva funeraria

KIA-16270 3090+-30 1430 (94,3%) 1290 Hueso humano Rafal Rubí Naveta

funeraria

IRPA-1170 2765+-40 1010 (95,4%) 820 Hueso humano Rafal Rubí Naveta

funeraria

IRPA-1179 2820+-40 1120 (93,7%) 890 Hueso humano Es Tudons Naveta

funeraria

IRPA-1184 2690+-40 920 (95,4%) 790 Hueso humano Es Tudons Naveta

funeraria

Tabla 4. Dataciones C14 más representativas de los yacimientos que se comentan en el

texto.