Las Casas del Pueblo Socialistas en España

39
LAS CASAS DEL PUEBLO SOCIALISTAS EN ESPAÑA Luis Arias González Francisco de Luis Martín 1.-HISTORIA: La Arquitectura no es sólo un conjunto de edificios religiosos, funerarios, palaciegos y grandes obras públicas. Hay otras muchas manifestaciones arquitectónicas, quizás estéticamente menores pero histórica y socialmente muy significativas, entre las que destacan las Casas del Pueblo. Las primeras Casas del Pueblo españolas, que fueron precedidas de los llamados “Centros obreros” 1 , surgen en los aledaños del cambio de siglo. Montijo en Badajoz y Alcira en Valencia se disputan el privilegio de ser las más decanas (1900), aunque en alguna fuente se señala exclusivamente a Montijo y se adelanta la de Alcira a 1903. A Montijo y Alcira le seguirían luego Mora en Toledo (1905), Villena en Alicante (1906), y Oviedo, Talavera de la Reina y Belalcázar en Córdoba, erigidas en el mismo año de 1907. Todas ellas, 1 En Madrid, el primer centro, en realidad una habitación, fue abierto por “El Arte de Imprimir” en 1874, al que luego siguieron otros en la provincia de Barcelona, Bilbao (1886), Valencia (1892) y Oviedo (1893). 1

Transcript of Las Casas del Pueblo Socialistas en España

LAS CASAS DEL PUEBLO SOCIALISTAS EN

ESPAÑA

Luis Arias GonzálezFrancisco de Luis Martín

1.-HISTORIA:

La Arquitectura no es sólo un conjunto de edificios

religiosos, funerarios, palaciegos y grandes obras públicas.

Hay otras muchas manifestaciones arquitectónicas, quizás

estéticamente menores pero histórica y socialmente muy

significativas, entre las que destacan las Casas del Pueblo.

Las primeras Casas del Pueblo españolas, que fueron

precedidas de los llamados “Centros obreros”1, surgen en los

aledaños del cambio de siglo. Montijo en Badajoz y Alcira en

Valencia se disputan el privilegio de ser las más decanas

(1900), aunque en alguna fuente se señala exclusivamente a

Montijo y se adelanta la de Alcira a 1903. A Montijo y

Alcira le seguirían luego Mora en Toledo (1905), Villena en

Alicante (1906), y Oviedo, Talavera de la Reina y Belalcázar

en Córdoba, erigidas en el mismo año de 1907. Todas ellas, 1 En Madrid, el primer centro, en realidad una habitación, fue abierto por “El Arte de Imprimir” en 1874, al que luego siguieron otros en la provincia de Barcelona, Bilbao (1886), Valencia (1892) y Oviedo (1893).

1

surgen por tanto antes de las que con la misma denominación

había creado el republicanismo del sempiterno Lerroux2 y

respecto a las que los socialistas tuvieron especial cuidado

en diferenciarse y eso, que al principio, los socialistas

compartieron sus locales con los anarquistas –caso de

Oviedo, Granada y Barruelo de Santullán en Palencia-y con

los republicanos –Valencia y Barcelona-, aunque a partir de

1910 estas “cohabitaciones” prácticamente desaparecen.

Convendría decir que el término Casa del Pueblo no fue

exclusivo del entorno socialista, aunque fuera en él donde

adquirió mayor entidad y fue también usado por los círculos

obreros católicos3 y en los ambientes republicanos quienes,

progresivamente, acabarían por abandonar este término por

otros.

2 En mayo de 1903 y después de un viaje a Bruselas, Lerroux concibe la idea de crear una Casa del Pueblo en Barcelona mediante una suscripción de obligaciones. Ese mismo año, los blasquistas inauguraban con tal nombre un local en Valencia.3 En Oviedo, por citar un solo ejemplo, funcionaba desde comienzos de siglo una de estas instituciones, protegida por personalidades del catolicismo social como el Marqués de la Vega de Anzo (Vid. Casa del Pueblo. Sindicatos obreros y otras obras sociales (Principios-Criterios-Orientaciones). Para los obreros asociados y no asociados. Para los ricos patronos y no patronos. Para los católicos en general, clérigos y laicos, Oviedo, Imprenta de “El Carbayón”, 1915).

2

Si nos fijamos en el número y la frecuencia en la

fig.- . Frecuencia de inauguración de Casas del Pueblo.

construcción de estos edificios siguen una evolución

paralela al crecimiento del Socialismo, a la línea económica

de España y a los distintos avatares y situaciones políticas

que se dieron durante estos años; a la vez, reflejan en

cierto modo el grado de desarrollo local y la fortaleza de

las organizaciones obreras en cada momento. Tras unos

inicios francamente duros, se aprecia un tímido ascenso

aprovechando la estabilización económica y la relativa

apertura maurista con respecto a los movimientos obreros;

previamente a la primera Guerra Mundial hay ya un

3

asentamiento notable que se dispara durante el segundo

decenio brúscamente frenado por la crisis de 1921 y 1922,

mientras que la Dictadura de Primo y el colaboracionismo

largocaballerista con la misma supuso un auge constructivo

si bien de menor cuantía que el llevado a cabo durante la

IIªRepública en la que se alcanzó una cifra cercana al medio

millar de sedes. Éstas se desparramaron por toda España

según una distribución geográfica tipificable en tres grandes

zonas:

a)zona de mayor pujanza: que abarca Asturias4, Andalucía,

País Vasco, Madrid, Extremadura

b)zona de presencia intermedia: el Levante y las dos

Castillas

c)zona de débil implantación: Navarra, Aragón, Galicia,

Islas Baleares y Canarias, N. de África y Cataluña-.

Para su construcción se recurrió a sistemas de

financiación de lo más variado, puesto que ni la tesorería

central del PSOE ni la de la UGT habilitaron jamás partida

alguna para tal fin. Hubo Casas del Pueblo construidas

4 Quizás fue Asturias la provincia con más número de Casas del Pueblo –55-, de las cuales 37 eran propiedad del SOMA (Ángel Mato Díaz: “Casasdel Pueblo” en Gran Enciclopedia Asturiana, t.XV, Gijón, Ed. Silverio Cañada, 1981, pp.85-105).

4

mediante venta de acciones -lo cual no deja de tener su

gracia-

fig.- . Obligación para la construcción de la Casa del Pueblo de Éibarpor valor de 60 ptas.

5

, otras que recurrieron a préstamos hipotecarios luego

devueltos mediante cuotas especiales o ingresos

provenientes de rifas y veladas artísticas; algunas se

acogieron al sistema de financiación de la Cooperativa de

Casas Baratas “Pablo Iglesias”; las hubo levantadas por los

propios afiliados que aportaron su trabajo de forma

voluntaria y las hubo erigidas por mecenas filosocialistas

fig.- . Casa del Pueblo de Puerto de la Luz (Canarias), construida porlos propios afiliados

como muestra la increíble peripecia contributiva de D.Juan

March que sufragó la Casa del Pueblo de Palma de Mallorca.

6

fig.- . Casa del Pueblo de Palma de Mallorca edificada con la aportación de D. Juan March.

2.-FUNCIONES Y SIMBOLOGÍA:

Pero vayamos ahora a un aspecto quizá más impreciso e

intangible, pero no menos interesante y significativo como

es la carga litúrgica y simbólica que conllevaban. Siempre se

procuró conscientemente que no recordaran, ni lejanamente, a

las insalubres viviendas obreras que carecían de espacio, de

ventilación y de comodidades; tampoco a los edificios

fabriles –salvo en casos aislados- o a las populares

tabernas, por lo que otros paradigmas fueron los propuestos.

Se rodearon las Casas del Pueblo de un aura sagrada, a modo

7

de “templos” –un término usado con profusión en la prensa

obrera de la época- de una nueva religión que acabaría con

las supersticiones anteriores, y esto supuso todo un cúmulo

de rituales sustitutorios del catolicismo, en los que es

fácil ver marcadas las huellas jacobina y anticlerical más

tópicas. Los rituales propios comenzaban ya con el

sacrosanto momento de la inauguración, proseguían con la

colocación de banderas, símbolos y rótulos que en los

edificios más suntuosos adquieren forma de medallones con la

efigie de personajes destacados del socialismo,

inscripciones alusivas y manos enlazadas. Un buen ejemplo lo

encontramos en la Casa del Pueblo de Oviedo.

fig.- . Primigenia Casa del Pueblo de Oviedo.

En su fachada aparece un rótulo “Centro de Sociedades Obreras, año 1907”, bajo el alero unos emblemas en relieve:“Proletarios uníos”, “Libertad”, “igualdad”, “justicia y

8

fraternidad”; y cuatro medallones en piedra representando las efigies de Carlos Marx, Federico Engels, Pablo Iglesiasy la heroína de la comuna francesa Luisa Michel; completándose el conjunto con un relieve histórico que representaba a la ciencia coronando al trabajo. En el interior de los inmuebles, la simbología se hace aún más patente mediante bustos y retratos, alegorías del trabajo yde la justicia social, etc. Pero no terminan aquí los rasgos “paraeclesiásticos”: fijémonos en las convocatorias de reunión general en la Casa del Pueblo, sobre todo lo quesucedían en las poblaciones pequeñas, donde se hacía a toque de corneta o pregón público, formándose una comitiva –“procesión”- que recorría las calles; además, todas las Casas tenían su “calendario litúrgico” con cultos al fundador español, a los “mártires de la causa”, con los días festivos –especialmente el fundamental 1º de mayo-, así como con jornadas de afiliación y formación equiparables al bautismo y las

fig.- . Matrimonio civil celebrado en una Casa del Pueblo vizcaína.

Catequesis.

9

Conviene advertir, de todas formas, que no fue sólo la

Iglesia el modelo ideológico que se copia y combate a la

vez; hay otro modelo que se toma como referente y es el del

Palacio. Para los socialistas españoles situar una Casa del

Pueblo en un antiguo palacio nobiliario5 era un hecho lleno

de implicaciones justicieras y reivindicativas en donde los

antiguos blasones decadentes se sustituían por los de la

clase trabajadora; lo curioso del caso es que cuando se

construyen nuevos inmuebles, muchas veces se va a adoptar el

esquema de los palacios, su carga de ostentación decorativa

y de riqueza de materiales y hasta de sus gustos estéticos

más rancios. Es probable que en esta, en principio extraña y

paradójica, asimilación jugara algún papel el hecho de

considerarse a sí mismo como una “nueva aristocracia” del

movimiento obrero o el carácter aislado, elitista en cierto

sentido, de forma de vida reservada a unos pocos, aunque

quizás la explicación más lógica sea la asunción o la

apropiación para sí del carácter simbólico del poder que el 5 Estos fueron los casos de la Casa del Pueblo de Madrid, que se compróa los herederos de los duques de Béjar, la de Valladolid, erigida en un edificio perteneciente a los marqueses de Verdesoto y otras (Vid. para estos casos y todos los demás ejemplos que se citen: Francisco deLuis Martín y Luis Arias González: Las Casas del Pueblo Socialistas enEspaña (1900-1936), Barcelona, Ed. Ariel, 1997).

10

palacio representaba y que ahora se pretende ocupar; de lo

que se trataba, era de poseer una construcción de notables

proporciones que transcribiera visualmente la potencia de la

organización obrera, puesto que el edificio era una

manifestación de poder, de ostentación de la fuerza

socialista ante el resto de la sociedad. Se precisaba de un

edificio imponente cuya monumentalidad y aspecto exterior -

de ahí el cuidado exquisito puesto en las fachadas y su

decoración- resaltaran sobre las construcciones

circundantes. Y para ello los socialistas, no sólo en

España, debieron encontrar en el palacio un referente

arquitectónico y simbólico de primer orden. Como un elemento

más de esa política de presencia, los socialistas buscaron

emplazar sus Casas del Pueblo en lugares céntricos de la

gran ciudad o del pequeño lugar; y aunque no siempre se

cumplió ese ideal, siendo la casuística muy variada, en no

pocos casos se hacía mención expresa de la ubicación del

edificio, señalando con énfasis que se encontraba situado en

“la parte más céntrica de la villa”; en otros casos

procuraron que surgieran en zonas o lugares de fuerte

densidad de población, una plaza, un barrio populoso o una

11

calle de mucho tránsito. Por último, cabe señalar que ese

símbolo de potencia que la Casa del Pueblo pretendió

reflejar o representar se vio acrecentado allí donde -como

Madrid u Oviedo- a su alrededor, como una prolongación de la

misma, surgieron o se alquilaron otros edificios, dando al

conjunto un aspecto más impresionante. De ahí que cuando el

Régimen del 18 de julio cierra las Casas del Pueblo no sólo

lo hace como consecuencia de la abolición de los partidos y

sindicatos socialistas, sino para acabar también con esa

“insultante” presencia en las ciudades con ese “espacio

público” socialista y con la mentalidad e influencia

ideológica que suponían y así se explica el empeño que hubo

en muchos casos de arrasar hasta los cimientos o de

implantar en ellas las sedes de los sindicatos verticales,

el cuartel de la guardia civil o los albergues del auxilio

social y del frente de juventudes.

Para sus fundadores, las Casas del Pueblo venían a ser

“los templos de la clase obrera”, “el hogar común del

proletariado”, “el palacio del trabajo”; para sus

detractores, en cambio, eran lugares siniestros donde se

cometían todo tipo de iniquidades y conspiraciones y lugares

12

de maquinación de huelgas, crímenes y revoluciones. Pero,

¿qué eran en realidad?:

1)lugares de reunión y focos de formación y concienciación

política, en donde tenían lugar mítines, conferencias,

charlas o simples tertulias y conversaciones informales;

como exponía Tomás Meabe: “nuestra base física de propaganda

socialista”6.

2) centros culturales en los que siempre tuvo una gran

importancia las bibliotecas –la de Madrid llegó a tener más

de 5.000 volúmenes7 y de la de Oviedo se menciona el número

de 1.300 volúmenes-. También fueron sedes de escuelas para

adultos, de escuelas primarias para los hijos de los

afiliados (las de Sama de Langreo y Turón, llegaron a tener

250 inscritos), grupos deportivos, así como de teatros y

cines (destacamos el de Mieres con más de 500 butacas) en

donde actuaban orfeones, compañías de aficionados...

6 Tomás Meabe: “Derroteros”, La Lucha de Clases, nº461, 12 de sept. de 1903.7Francisco de Luis Martín y Luis Arias González: “Estudio” en Catálogo de la Biblioteca de la Casa del Pueblo de Madrid (1908-1939), Madrid, Fundación Francisco Largo Caballero, 1998, pp.20-68.

13

fig.- . Interior del teatro de la Casa del Pueblo de Belmez (Córdoba)

3)lugares de encuentro social y esparcimiento: que ofrecían

servicios de cafés y de restaurantes, siempre con el ideal

puesto en sustituir a los bares y establecimiento de bebidas

alcohólicas tan denigrados8, imitando así en parte a los

8 El efecto buscado era sustituir la vieja y maléfica taberna en un espacio de sociabilidad y de ocio, sin alcohol o con un consumo muy moderado del mismo, lucha que en muchos casos resultó infructuosa (Vid. Jorge Uría: “la taberna en Asturias a principios del siglo XX. Notas para su estudio”, Historia Contemporánea, Universidad del País Vasco, nº5, 1991, pp.53-72).

14

“círculos” y “casinos” de la burguesía y hasta los clubs

aristocráticos.

fig.- . Interior del café de la Casa del Pueblo de Éibar.

4)sedes de economatos y de cooperativas de consumo

5)lugares de establecimiento de farmacias, mutualidades y

dispensarios médicos

15

6)presencia en las mismas de consultorías y oficinas

jurídicas, de bolsas de trabajo y de las oficinas de cada

uno de los sindicatos y sus diferentes ramas profesionales.

Este conjunto de funciones dotaron a las Casas del Pueblo,

como espacios por antonomasia de la sociabilidad obrera que

eran, de una evidente polifuncionalidad hasta el punto de

convertirlas en el centro de una red o sistema de relaciones

complejas, en una especie de microcosmos o ciudadela

socialista de raíz utópica, pero que demuestra también que

los socialistas españoles más que combatirlos, asumieron los

valores pequeño-burgueses que, procedentes de la tradición

artesanal, defendían principios como el ahorro, la

moderación, el cultivo del espíritu, la vida ordenada, los

principios higienistas, el gusto por el confort, etc.

Precisamente dentro de estos valores, habría que situar la

obsesión de los dirigentes socialistas porque las Casas del

Pueblo no lo fueran en régimen de alquiler, sino que lo

fueran en situación de propiedad siempre que las

circunstancias lo permitieran, dándole la consideración de

“riqueza en potencia” y “valor seguro” de la misma forma a

16

como lo podía hacer un rentista cualquiera de los que

aparecen en las novelas de Galdós.

3.-TIPOLOGÍA Y ESTILOS DE LAS CASAS DEL PUEBLO:

¿En qué inmuebles se situaron las Casas del Pueblo?:

1)En viviendas de tipo popular y tradicional: de estructura

muy simple, de un solo piso o dos a lo sumo y con un dominio

de las plantas rectangulares que siguen los modelos

arquitectónicos y el uso de los elementos y técnicas

constructivas propias de cada zona. Correspondía este modelo

casi siempre a las secciones más humildes y a las

localidades con menor entidad poblacional y económica,

ofreciendo una completa muestra de la riqueza y variedad de

la arquitectura tradicional española de la época (viviendas

de adobe o ladrillo castellanas y extremeñas, variantes

serranas con empleo de cantería, encaladas casas andaluzas y

levantinas, toda la rica panoplia del norte –casas

mariñanas, caseríos, etc.- y hasta la exótica nota de la

arquitectura canaria).

17

fig.- . Casas del Pueblo de Villager de Laciana (León) y Águilas (Murcia).

2)Casas de pisos: son construcciones urbanas de dos o más

pisos; al igual que en el caso anterior, es el tipo propio

del sistema de inquilinato y de las agrupaciones más

modestas. Estos dos primeros tipos copaban en torno al 50%

del total, aunque por su modestia se las minusvaloraba

siempre en las publicaciones socialistas.

18

fig.- . Casas del Pueblo de Badajoz.

3)Villas, quintas, “hoteles”: la vivienda familiar de la

alta burguesía, ya fuera en el campo, en las afueras o en

el corazón de las ciudades produjo una auténtica

fascinación a la hora de escoger modelo, incluso cayendo en

sus excesos y caprichos decorativos más llamativos.

Ejemplos de este tipo son los casos de : Gallarta, Vigo,

Béjar, Pola de Laviana, Cullera, etc.

19

fig.- . Proyecto de la Casa del Pueblo de Vigo.

20

fig.- . Casa del Pueblo de Cullera que adopta la forma de un balneario.

4)Palacetes y Palacios: una versión corregida y aumentada

del tipo anterior de mayor tamaño y mayores pretensiones

tanto artísticas como de prestigio social. Plantar la

bandera socialista en medio de un balcón tardobarroco o

tapando las rejerías de un convento se consideró, como ya

dijimos, un triunfo completo y el avance de los otros

futuros triunfos que se esperaban. Los más significativos

fueron además de los mencionados palacio del duque de Frías

en Madrid y el de los marqueses de Verdesoto en Valladolid,

el antiguo convento barroco de Lopera (Jaén)

21

fig.- . Casa del Pueblo de Lopera (Jaén).

5)Arquitectura fabril: teóricamente, los amplios espacios

cubiertos de las naves industriales o de una estación de

tren, resultaban por sus características de lo más apropiado

para convertirse en lugares de reunión, además la baratura y

la rapidez de la construcción ingenieril añadían mayores

alicientes aún a este tipo, y sin embargo, no se usó jamás,

salvo en el ejemplar único de Llano del Real en Murcia.

22

fig.- . Casa del Pueblo de Llano del Real (Murcia).

En la época en que nos movemos (1900-1936), en España

siguieron dominando las tendencias arquitectónicas más

tradicionales, por lo menos hasta los años 209. En los

ambientes académicos, en casi todas las escuelas de

arquitectura, pero sobre todo en los gabinetes de los

arquitectos de más prestigio primarán con diferencia las

soluciones ancladas en el historicismo y el eclecticismo más

rancios y aunque es evidente el surgimiento del Modernismo y

9 Carlos Flores: Arquitectura Española Contemporánea, I. 1880-1950, Madrid, Ed. Aguilar, 1989, pp.83-94.

23

el soplo de aire fresco que supuso su entrada, conviene

recordar que este movimiento se circunscribió a zonas

geográficas concretas y a unos pocos aunque muy

significativos nombres consagrados; además, el Modernismo

que cala y se difunde hasta llegar al hastío en ocasiones,

fue siempre la versión más suave y edulcorada, es decir la

del decorativismo de Puig i Cadafall frente a la innovación

revolucionaria de Gaudí10. En este conservadurismo

dominante, hay que situar en la segunda década del siglo y

coincidiendo con la Dictadura de don Miguel Primo de Rivera,

los “neos” que hunden sus raíces en los estilos

presuntamente más hispánicos o castizamente regionalistas11.

Frente a este ambiente tan cerrado en sí mismo –aunque

tan poco tan diferente a lo que sucedía en el resto del

mundo- surgieron ciertas voces inconformistas, discrepantes

y renovadoras. Primero asomaron por nuestra nación los ecos

del “Art Decó”12, del Expresionismo después y por último del

Racionalismo propuesto por la Bauhaus y sus dos apóstoles

(Gropius y Van der Rohes) y adaptado convenientemente por

Fernando García Mercadal, que acabará cristalizando en 1930 10 Mireia Freixa: El Modernismo en España, Madrid, Ed. Cátedra, 1986.11 Nicolás Basurto: Leonardo Rucabado y la arquitectura montañesa, Bilbao, 1986.12 J. Pérez Rojas: Art Decó en España, Madrid, Ed. Cátedra, 1990.

24

en la creación del GATCPAC y el GATEPAC13 a través de su

revista A.C.14 De todas formas, estos “chispazos” no deben

llevarnos a engaños: ni la economía, ni la industria de la

construcción, ni el gusto estético mayoritario, ni la

formación de los promotores privados o públicos, ni la

tendencia dominante entre los arquitectos presentaban las

condiciones mínimas para recibir y aceptar un cambio tan

radical, que sí se aceptó sin mayores problemas en otras

manifestaciones artísticas como la pintura, la escultura y

la literatura que convirtieron a España en un semillero

vanguardista de primer orden15.

Pero de toda esta polémica y lucha entre la tradición y

la modernidad, ¿qué pensaba el socialismo español?

Existieron unos precedentes muy esperanzadores: en los años

80-90 del siglo XIX, en el marco de los primeros congresos

nacionales de Arquitectura, Lorenzo Álvarez Capra

reivindicaba con toda contundencia los barrios obreros como

solución a la acuciante falta de viviendas y Arturo Soria

presentaba su original ciudad-jardín vinculada a las 13 Ángel Urrutia Núñez: Arquitectura moderna: el GATEPAC, Madrid, Historia 16, 1992.14 Existe una reedición en facsímil por parte de la Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1975.15 Juan Manuel Bonet: Diccionario de las vanguardias en España (1907-1936), Madrid, Alianza Editorial, 1994.

25

reivindicaciones de mejora de las condiciones de vida

propuestas por los socialistas. Después, en los años 30, el

propio GATEPAC asumía también principios de filiación

claramente socialista en su manifiesto fundacional:

arquitectura democrática, exaltación del trabajo y de la

industrialización, defensa del higienismo... Por si esto

fuera poco, en España se contó con una gruesa nómina de

arquitectos socialistas o muy cercanos a los mismos:

Francisco Azorín, Pradal, Albiñana, García Mercadal,

Mauricio Jalvo, Giner de los Ríos, Torres Clavé, Sert,

Bergamín, Zuazo Ugalde, Lacasa, Aníbal Álvarez, etc. Pues

con todo y eso, la preocupación por la Arquitectura casi no

existió en el PSOE ni en la UGT, no la encontramos en sus

publicaciones, ni en las propuestas de “Casas Baratas”16, ni

en ningún otro ámbito afín. La ignorancia, cuando no el

desprecio –“juego de señoritos” se le denominará en

múltiples ocasiones- va a ser la tónica general a la hora de

enjuiciar las nuevas corrientes17. Y, ¿a qué podemos achacar

16 Luis Arias González: El Socialismo y la vivienda obrera en España (1926-1939). La cooperativa socialista de Casas Baratas “Pablo Iglesias”, Salamanca, Ed. Universidad de Salamanca, e.p.17 Cuando en la prensa socialista se recogen artículos sobre, por ejemplo, la Casa del Pueblo de Bruselas de Víctor Horta o los edificios del “Vooruit” en Gante, no se menciona apenas su estilo arquitectónico o el empleo de nuevos materiales o su incardinación en el contexto de la nueva arquitectura europea, limitándose tan sólo a

26

tal conservadurismo?, pues, de forma sintética, a las

siguientes razones:

1º)se siguen en este sentido los criterios que afectan al

resto de clientes, constructores y ámbitos educativos –

escuelas de arquitectura- de España18.

2º)La tendencia –tremendamente visceral- de oposición a todo

lo que sonara a vanguardia artística y en esto, la

arquitectura no supuso una excepción. Esto fue algo general

a todos los socialismos europeos, si exceptuamos a los

núcleos belga –recordemos a Vandervelde, J. Destrée, E.

Picard...- y alemán –donde la Liga Sindical apoyó sin

reservas a la Bauhaus y a Gropius-.

3º)La mayor parte de las Casas del Pueblo fueron levantadas

con la ayuda de afiliados y simpatizantes y, en muchos

casos, ellos mismos hicieron desde el proyecto inicial hasta

el tejado, bajo la dirección de maestros de obras que

suplían su falta de formación teórica con conocimientos

empíricos que les llevaba a reproducir los sistemas

constructivos tradicionales y las fórmulas estéticas a las

que estaban acostumbrados por su trabajo diario.lanzar frases elogiosas y muy genéricas a propósito de su monumentalidad, altura o belleza.18 Sobre el conservadurismo dominante vid. las reflexiones hechas por Carlos Flores en op.cit., pp.83-94 y 242-245.

27

Así, los estilos, movimientos o tendencias

arquitectónicas que aparecen lo hacen en estos porcentajes:

fig.- . Porcentaje de los estilos artísticos de las Casas del Pueblo en España.

1.-Arquitectura popular o tradicional: sigue las pautas

marcadas por la historia y la tradición arquitectónica

local, la presencia de los materiales autóctonos y el peso

del pasado, lo que hace que se dé una enorme variedad según

las regiones, según que se trate del mundo rural o urbano,

de una zona de costa o de interior, etc. No debe confundirse

28

este tipo con la resurrección artificiosa y casticista que

supuso el “Regionalismo” de Rucabado y otros de los años 30.

Cualquiera de los múltiples ejemplos que citamos al

mencionar las viviendas de tipo tradicional o popular y

muchas de las casas de pisos serían representativas de esta

corriente.

2.-Historicismo: no tuvo un eco excesivo tal estilo en las

Casas del Pueblo; no era ya por otra parte el momento más

esplendoroso de esta corriente y además estaba en España muy

ligada a la arquitectura eclesiástica y funeraria. Sin

embargo, en Córdoba se levantó una pintoresca Casa del

Pueblo neomudéjar con sus arcos mixtilíneos de yeso y una

entrada de herradura en el más puro estilo de las plazas de

toros y los colmados flamencos, “vicios” ambos considerados

como abominables en la ética socialista.

29

fig.- . Casa del Pueblo de Córdoba.

3.-Eclecticismo: este término es de por sí tan ambiguo y tan

amplio que pueden ampararse bajo el mismo una gran cantidad

de obras distintas. Rasgos barrocos, junto con adornos

rococós y otros de inspiración renacentista se amalgamaban

al capricho del propietario o del diseñador que unas veces

imitaron la arquitectura urbana parisina del IIº Imperio,

otras las pomposas villas de raigambre mediterránea o vaga y

“palladianamente” británica (casa del pueblo de Éibar), así

como hubo modelos que se inspiraron en la arquitectura

colonial tan en boga entre los “indianos” de la zona

30

cantábrica como sucedió con las Casas del Pueblo de Pola de

Laviana o Turón, del SOMA.

fig.- . Casa del Pueblo de Éibar.

4.-El Modernismo: va a trazar la frontera divisoria entre

las antiguas tendencias decimonónicas y las más

contemporáneas. Es la variante del Modernismo más

superficial que llena las paredes y los marcos de los vanos

de líneas onduladas, de motivos vegetales y marinos, de

cabezas femeninas con los cabellos metamorfoseados en ramas

y de mosaicos cerámicos. Con este carácter se levantaron,

por ejemplo, las Casas del Pueblo de Avilés y Béjar.

31

fig.- . Fachada de la Casa del Pueblo de Béjar.

5.-Regionalismo: Esta corriente claramente conservadora,

auspiciada y protegida por la Dictadura, con su fuerte carga

nacionalista y patriótica fue aceptada sin ningún remilgo

por las Casas del Pueblo, ya fuera en su versión de las

casonas del Norte (Mieres, Moreda, Tolosa, Penilla de Cayón,

proyecto no realizado de la Casa del Pueblo de Oviedo o

Arija), ya fuera en el de la arquitectura baleárica presente

en la coqueta Casa del Pueblo de Palma.

32

fig.- . Casa del Pueblo de Arija (Burgos).

fig.- . Proyecto de la Casa del Pueblo de Oviedo (Arquitecto: Manuel del Busto).

33

6.-Art Decó: como sucedió en el Modernismo, fue la versión

más edulcorada y amable la que se adoptó, patente en la

proyectada y nunca realizada de Valladolid cuya autoría

corresponde al arquitecto Jacobo Romero.

fig.- . Proyecto de reconstrucción de la Casa del Pueblo de Valladolid(1931).

7.-Expresionismo: La sorprendente Casa del Pueblo de

Baracaldo (Vizcaya) del arquitecto Juan Carlos Guerra,

influido por Erich Mendelsohn, con los muros alabeados, sus

originalísimos huecos asimétricos en la fachada y sus formas

curvas, casi orgánicas, aparece como una extrañísima y rara

excepción en medio del dominio aplastante de la tradición.

34

Creemos que este hecho no debe considerarse algo aislado

sino en estrecha relación con lo que algunos historiadores –

Michel Ralle y Fusi- han venido a definir como “subcultura

socialista vasca”, es decir propia de un comportamiento

diferenciado y siempre más moderno del socialismo vizcaíno

con respecto al del resto de España. En este núcleo surgió

una generación de dirigentes –Meabe, Felipe Carretero,

Emilio Corrales, Zugazagoitia...- capaz de mostrar interés

por las cuestiones de orden artístico y cultural que fue

siempre mucho más allá de los simples, empobrecedores y

dominantes esquemas obreristas.

35

fig.- . Casa del Pueblo de Baracaldo.

8.-Racionalismo: Sólo en la casa del pueblo de Oviedo (1932)

y en algunos rasgos de la de León, encontramos la pureza de

líneas, la ausencia decorativa, la reafirmación de la

estructura como elemento funcional y estético, el hormigón y

el vidrio como materiales claves, etc. que conforman los

dogmas constructivos del Racionalismo.

36

fig.- . Casa del Pueblo de León, finalizada con un crédito de la Cooperativa de Casas Baratas "Pablo Iglesias".

37

fig.- . Casa del Pueblo de Oviedo.

En suma, como advertíamos anteriormente, un predominio

notable de los estilos más conservadores, de las tradiciones

arquitectónicas locales, frente a los planteamientos

vanguardistas que constituyeron una excepción en ese general

panorama. Pero no hay que extrañarse sobremanera de esta

situación ni achacarla tampoco al “secular atraso hispano”,

puesto que en casi todos los demás países europeos (Italia,

Francia, Alemania, Bélgica, Holanda, Austria, Suiza), si

bien las Casas del Pueblo pudieron ser más monumentales,

fueron casi todas también historicistas, regionalistas o

eclécticas. La afirmación de Clara Zetkin a propósito de la

falta de un estilo arquitectónico propio y la constatación –

expresada, por ejemplo, por los belgas Vandervelde, Pierard

y Serwey para su Nación- de unas fórmulas constructivas poco

propensas cuando no radicalmente opuestas a cualquier

virtualidad vanguardista o experimental no tuvieron

contestación en el tiempo ni en el espacio. En este sentido,

Casas del Pueblo como las de Bruselas o Charleroi en

Bélgica, Bienne en Suiza, Viena en Austria, Hamburgo en

38

Alemania, Baracaldo u Oviedo en España, todas ellas muestras

de una modernidad arquitectónica, son excepciones dignas de

ser resaltadas pero sin que en ningún momento puedan ser

consideradas expresión de lo que fue la práctica común en

Europa. Ciertamente, en el caso de España no sabemos qué

hubiera sucedido si en la Guerra Civil no hubiese truncado

un proceso de renovación arquitectónica que, con todas las

dificultades que se quiera, había conseguido ya izar sus

banderas, presentar un catálogo –puede que no muy amplio,

pero desde luego sí muy activo- de brillantes “militantes”,

que había encontrado en algunas zonas un humus adecuado y se

proyectaron en contadas Casas del Pueblo. Es verdad también

que hasta ese momento la situación económica del país, por

un lado y de las propias organizaciones obreras, por otro,

no eran las más adecuadas para el desarrollo y pujanza de

estas vanguardias que, admitámoslo, han estado ligadas a

ámbitos de nivel económico elevado y de cosmopolitismo.

39