Nombre del académico Marco Antonio Villalta Paucar Carácter del ...
La flexibilidad por la vía externa: causas y consecuencias del marcado carácter procíclico del...
Transcript of La flexibilidad por la vía externa: causas y consecuencias del marcado carácter procíclico del...
1
LA FLEXIBILIDAD EN EL MERCADO DE TRABAJO ESPAÑOL: U N ESTUDIO SOBRE LAS CAUSAS DE LA TEMPORALIDAD Y EL MA RCADO
CARÁCTER PROCÍCLICO DEL EMPLEO 1
Sergio Torrejón Pérez
Universidad Complutense de Madrid
El paradigma de la flexibilidad se ha ido institucionalizando de forma progresiva en
las últimas décadas. En la medida en que los diferentes países desarrollados se han ido
adaptando a sus exigencias han desarrollado también diferentes formas de empleo no
estable. Así, mientras que las nuevas formas de empleo son diversas, el caso español se
caracteriza por haberse centrado en el desarrollo de la flexibilidad externa a través de
los contratos temporales. Esto es, con un mercado de trabajo que lleva a cabo sus ajustes
de forma prioritaria sobre la cantidad de empleo. Algo que ha permitido que la dinámica
del empleo se muestre muy sensible a la evolución del ciclo económico. Se profundiza
aquí en análisis de las causas que han permitido el desarrollo del carácter pro-cíclico del
empleo y la temporalidad, que establecen una peculiaridad del caso español.
Mercado de trabajo, flexibilidad, temporalidad, estructura productiva 1
2
Introducción
Aunque estamos inmersos en la crisis de mayor magnitud que ha vivido España en
décadas, la experiencia de fuerte destrucción de la ocupación y elevados niveles de
desempleo no resulta excepcional, sino que se ha sufrido de forma reiterada en la
historia reciente gráfico 1 del Anexo). Algo que se debe a la que es una característica
distintiva del mercado de trabajo español: el hecho de que sufra unas fluctuaciones del
empleo “que no tienen parangón cuando se compara con el resto de los países
europeos” (García Serrano 2011: 162), ya que su dinámica está fuertemente asociada a
los cambios en la producción. Como expresa Pérez Infante de forma más técnica:
“…la elasticidad empleo-producción (…), que representa la sensibilidad del empleo
a variaciones de la producción, es en España superior a la unidad, un valor mucho
mayor que la del promedio de la UE, que no supera la cifra de 0,5”. (2010: 70)
Por lo tanto, cuando se hace referencia al fuerte carácter pro-cíclico del empleo como
peculiaridad española se hace por lo elevada de la magnitud de los flujos de entrada y
salida al mercado de trabajo y por la manera en que su evolución está tan ligada a la
evolución de la producción (CES 2012) y el ciclo económico, como se aprecia de forma
clara en la siguiente figura:
Gráfico 1. Variación interanual de la ocupación y el Producto Interior Bruto 2
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA y la Contabilidad Nacional de España
2 A partir de aquí, y excepto que se indique lo contrario, en todas las tablas y gráficos los datos utilizados
se corresponden con los del segundo trimestre, por ser el más estable en términos estacionales.
-8
-6
-4
-2
0
2
4
6
8
78 80 82 84 86 88 90 92 94 96 98 00 02 04 06 08 10 12
Variacion interanual P.I.B. Variacion interanual ocupación
3
El mercado de trabajo español, al igual que ha sido capaz de generar mucho empleo
en etapas expansivas, lo ha destruido con gran facilidad cuando se ha enfrentado a crisis
productivas. Si bien la relación positiva entre empleo y P.I.B. parece intuitiva, lo que
caracteriza al caso español no es el sentido de la relación sino la fuerza de la misma.
Aunque se revelarán algunas de las consecuencias del desarrollo de esta particularidad,
el objetivo del artículo se centra en el análisis de las causas que favorecen el carácter
pro-cíclico del empleo.
De este objetivo general, y del hecho de que la proporción de asalariados con
contratos temporales ha sido tradicionalmente mucho más alta en el caso español
(gráfico 2 del Anexo), se desprenden las preguntas de investigación que guían el análisis
central del trabajo: ¿Es la temporalidad la principal causa de las fuertes fluctuaciones
del empleo en torno al ciclo? En caso afirmativo… ¿cuáles son las causas que han
impulsado la elevada temporalidad que hay en España?
1. Del desempleo estructural a la temporalidad: ¿un problema meramente
legislativo?
El problema del desempleo se extendió notablemente desde finales de los setenta (en
el segundo trimestre de 1977 la tasa de desempleo marcaba un 4,78%) hasta mediados
de los ochenta (en el primer trimestre de 1986 llegó a marcar un máximo del 21,65%).
La magnitud del problema hizo que se convirtiera en una de las principales
preocupaciones de la incipiente democracia. Además, esto, junto con el ascenso que
estaban teniendo en todo occidente las ideas de flexibilidad y desregulación (Del Pino y
Ramos 2013) impulsó el hecho de que se sentaran las bases jurídicas de lo que ha
denominado “el modelo español de flexibilidad al margen”, en el que la flexibilidad
solo afecta a los trabajadores temporales (Toharia y Malo 2000, Sala y Silva 2009, Cruz
2006). Un modelo que se consagra con la reforma laboral del PSOE de 1984 y que
permitió la extensión y generalización del uso de contratos temporales como estrategia
para tratar de atajar el problema del desempleo. Esto lo permitió al derogar el principio
de causalidad que hacía necesario que tales contratos respondieran a necesidades
temporales de las empresas (García Serrano 2011). El modelo se mantuvo hasta el año
1992, por lo que hasta entonces las empresas se acostumbraron a recurrir y abusar de
este tipo de contratos tanto para dar de alta a trabajadores como para generar unas
plantillas inestables con las que poder satisfacer su demanda de flexibilidad, pudiendo
4
adaptarse así por la vía externa a sus necesidades de ajuste en caso de dificultad
económica (Ibid.). Una estrategia que puede resultar muy recurrente en un escenario
como el español, en el que existe un clima de incertidumbre económica (y crisis
periódicas) permanente. Esto puede hacer que la actitud de los empleadores sea más
conservadora, mostrándose en muchos casos más reacios a la contratación indefinida
por el hecho de que quieran minimizar los costes que conlleva el hecho de tener que
ajustar la plantilla en el caso (probable) de volver a una situación de dificultad
económica (Polavieja 2006). Ello hizo que la proporción de contratos temporales sobre
el total de los contratos de los asalariados llegara a casi un 35% de los mismos en el año
1995, y que esa cifra se mantuviera de forma más o menos constante por encima del
30% hasta la crisis actual, como se puede observar en el gráfico 2. Sin embargo ésta
reducción reciente de la temporalidad, que ha hecho que la tasa converja con la del resto
de países del entorno (gráfico 2 del Anexo), tampoco debe interpretarse como un
cambio positivo, ya que es una muestra de la facilidad con la que se pueden extinguir
este tipo de contratos (Fundación Encuentro 2011). Solo se ha podido atajar con la
temporalidad a costa de una enorme destrucción de empleo.
Gráfico 2. Evolución del porcentaje de asalariados con contrato temporal según sexo
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA, INE
En síntesis, para tratar de solventar el problema del desempleo se profundizó en otro
nuevo: el de la elevada temporalidad (Del Pino y Ramos 2009, Cruz 2006). Desde 1992
12
14
16
18
20
22
24
26
28
30
32
34
36
38
40
87 88 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 99 00 01 02 03 04 05 06 07 08 09 10 11 12 13
Total Hombres Mujeres
5
se ha tratado de remediar este problema a través de sucesivas reformas, aunque su éxito,
visto que la tasa se mantuvo más o menos constante por encima del 30% desde
mediados de los noventa hasta el 2007, resulta cuestionable. En cambio la temporalidad
solo se ha logrado reducir de forma sustancial a efecto de la fuerte destrucción de
empleo habida en la crisis actual (Consejo Económico y Social 2013: 298), que se ha
concentrado, sobre todo en su inicio, sobre este tipo de contratos. Es por ello por lo que
se habla de que en España se instauró entre el empresariado una “cultura de la
temporalidad” (Pérez Infante 2008, pp. 42): esto es, el hecho de que se legalizara y
permitiera el uso y abuso de este tipo de contratos de 1984 a 1992 hizo que los
empresarios aprendieran a recurrir al mismo como medida para canalizar sus demandas
de flexibilidad, mientras que no se abrió la posibilidad de desarrollar otras formas de
flexibilidad interna. Unas prácticas que han resultado a posteriori muy difíciles de
erradicar, ya que a pesar de que el tipo de contrato en cuestión se derogó y de que se han
impulsado numerosas medidas encaminadas a atajar el fenómeno y fomentar la
estabilidad del empleo, los empresarios adquirieron unas prácticas y costumbres
empresariales que fomentan la aplicación y el encadenamiento de este tipo de contratos,
conformando una determinada cultura empresarial (Cruz 2006).
Si bien se promovió una mayor flexibilidad a través de los contratos temporales con
la idea de conseguir unas mayores tasas de rotación y creación de empleo, su desarrollo
trajo consigo otra serie de inconvenientes: refuerza el carácter dual del mercado de
trabajo y promueve una menor inversión en capital humano en las empresas (Dolado
2002), sesga el empleo hacia los empleos mal remunerados y de baja productividad
(Sala et al. 2008, Albert et al. 2005) e incrementa la volatilidad del empleo, haciendo
que se consolide su carácter procíclico. Cuestión esta última que resulta de interés
central en este trabajo.
A raíz de esta problemática se han desarrollado diferentes explicaciones y teorías que
tratan de interpretar las causas del fuerte desarrollo de la temporalidad en España (y
otros problemas del mercado de trabajo, como la dualidad o el desempleo). Son varias y
algunas de ellas no pueden entenderse si no es de forma complementaria, pero en el
debate sobresale el enfrentamiento entre los argumentos de la teoría de segmentación de
oferta y la teoría de segmentación de demanda. Los argumentos de la teoría de
segmentación de oferta se construyen en torno al debate sobre la “euroesclerosis”
(Nickell 1997, Siebert 1997), y expresa que la rigidez del mercado es el obstáculo
6
principal a la creación de empleo. La fuerte protección de los contratos indefinidos
establecería unas barreras de entrada muy altas al empleo estable, por lo que
incentivaría la aplicación de contratos temporales, que cuentan con unos costes
considerablemente menores. Esta interpretación sitúa por tanto el foco principal de los
problemas referentes al empleo en el marco institucional y la legislación de protección
al empleo, en tanto que juega un rol importante a la hora de explicar el problema del
desempleo (Bentolila et al. 2010: 20). La manera de romper con esa rigidez es a través
de una mayor flexibilidad. Un menor coste en el despido facilitaría la contratación y
expandiría el empleo, ya que los empresarios minimizarían el riesgo de sobrecargar sus
plantillas con una mano de obra que puede resultarles excesiva y gravosa en momentos
de dificultad económica (Miguélez 1995). El hecho de que no se apliquen medidas que
favorezcan una mayor flexibilidad es lo que permite que se desarrolle un mercado de
trabajo dual. Un concepto que está basado en la teoría de los mercados segmentados de
Doeringer y Piore (1985), y que establece las diferencias entre dos tipos de trabajadores:
los insiders, que gozan de un alto nivel de protección, altos salarios, seguridad y
posibilidades de promoción y los outsiders, quienes sufren la temporalidad y otras
condiciones de subempleo e inestabilidad.3 En la medida en que se reduce la protección
al empleo indefinido las diferencias entre ambos tipos de contrato se estrechan, por lo
que los costes diferenciales dejan de actuar como el factor determinante que favorece la
contratación a través del tipo de contrato de menor coste. O, expresado de la manera que
lo hicieron Lindberk y Snower, disminuyendo el poder de los insiders y aumentando el
de los outsiders (2001: 184).
De esta manera, y en consonancia con tal diagnóstico, desde mediados de los
ochenta el contenido de buena parte de las estrategias y reformas llevadas a cabo ha
girado en torno a la flexibilización del mercado de trabajo (Miguélez 1995, Dolado et al.
2002). Pero el diagnóstico de ésta teoría contrasta con el de la teoría de segmentación
de demanda, que sostiene que la dualidad del mercado de trabajo español, que favorece
el desarrollo de dos tipos de contratos bien diferenciados en función de la calidad y la
seguridad del empleo y con ello perpetúa unos niveles de temporalidad y desempleo
elevados, no puede residir únicamente en las características del marco legislativo.
Considera necesario en cambio atenerse a la composición de la estructura productiva.
En este sentido, el contrato temporal lo que hace es institucionalizar una segmentación
3 Para ver más información sobre el modelo outsiders-insiders ver Lindbeck y Snower (1988).
7
ocupacional previamente existente. Así, como sostienen Toharia y Malo, la
segmentación entre temporales e indefinidos se estructura en base a una segmentación
ocupacional previa habida entre trabajos productivos y no productivos; las diferencias
entre indefinidos y temporales no se deben en exclusiva al tipo de contrato, sino que el
empresario cuenta con los diferentes tipos de contrato para puestos de trabajo de
naturaleza distinta (2009).
Se debe señalar en este sentido que desde los ochenta hubo en España un aumento
espectacular del segmento secundario (puestos de baja cualificación, mal retribuidos y
desprotegidos), además de incrementarse por otro lado los puestos del segmento
primario independiente (mejor pagados y dotados de una mayor seguridad y
cualificación), por lo que se dio una progresiva polarización (Miguélez 1995). Otros
autores, como Andrés y Doménech, hablan de que desde mediados de los noventa la
mayor parte de los trabajos creados surgieron en sectores de baja productividad (2010),
siendo España el país donde hay más trabajadores en los servicios no cualificados
(Bernardi y Martínez-Pastor 2010). Este proceso de amplio desarrollo de las
ocupaciones del segmento secundario, junto con el hecho de que el peso de sectores de
naturaleza eventual es comparativamente mayor en España, es lo que puede haber
generado esa dualidad. Esto pasa porque están muy extendidos los tipos de contratos de
baja productividad y escaso valor añadido que, dadas sus características intrínsecas
(como que no requieren de formación continua, tienen una naturaleza eventual o son
fácilmente reemplazables), se adaptan muy bien a las necesidades de los empresarios
para ser cubiertos mediante la aplicación de contratos temporales. Lo que haría el
contrato temporal en este sentido es institucionalizar en el ámbito del mercado de
trabajo una segmentación previamente existente en el ámbito de la producción (Recio
1991, Toharia y Malo 2000, Prieto 1989 o Pérez Infante 2010).
Esta perspectiva asume que los problemas del mercado de trabajo tienen su origen
antes en el ámbito económico y de la producción, transmitiéndose luego fácilmente al
mercado de trabajo al canalizar éste las demandas de flexibilidad de las empresas por la
vía externa, lo que permite ajustes de empleo a muy bajo coste. Prueba de ello es que
mientras que el desempleo de los ochenta puede explicarse por la disminución del
empleo agrario, por los efectos retardados en España de la crisis del petróleo y el
cambio de una economía que pasó de estar muy cerrada a abrirse a la competencia de la
economía internacional, la fuerte destrucción de empleo actual se entiende en cambio
8
como producto del estallido de la burbuja financiera internacional asociada a la crisis de
las hipotecas subprime, que provocó a su vez la de la construcción (Martínez 2013: 77).
Aunque los problemas que originan las crisis de empleo sean económicos, el hecho de
que se abuse de la temporalidad como forma de flexibilidad (externa) mientras que no
se han desarrollado otras formas de flexibilidad interna es lo que permite que las
fluctuaciones del empleo sean tan altas (García Serrano 2011).
2. El carácter procíclico del empleo en España: una aproximación a sus
causas
2.1. ¿Un mercado de trabajo rígido?
La rigidez se define como “la dificultad de ajustar el volumen de empleo –a costes
asumibles por las empresas– a las condiciones cambiantes de la demanda” (Vilar 2012:
3). Para determinar el grado de dificultad que soportan las empresas a la hora de ajustar
el volumen de empleo a las circunstancias económicas vamos a observar la evolución
del número de asalariados en las últimas décadas:
Gráfico 4. Evolución del nº de asalariados por tipo de contrato en términos absolutos, en miles
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA
Del segundo trimestre de 1994 al mismo trimestre del 2008 el número total de
asalariados se incrementó en España en casi ocho millones. En cambio, desde esa fecha
al segundo trimestre del 2013 se redujo en tres millones, de forma que se ha vuelto a
una cifra similar a la de principios de la década. Si observamos las tasas de crecimiento
0
2.000
4.000
6.000
8.000
10.000
12.000
14.000
16.000
18.000
87 88 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 99 00 01 02 03 04 05 06 07 08 09 10 11 12 13
Total Indefinido Temporal
9
interanual del número de asalariados (gráfico 5) podemos observar con más claridad las
pronunciadas fluctuaciones del número de asalariados en España, además de hacer más
visibles las diferencias entre la dinámica del empleo indefinido y el temporal, que son
más apreciables en términos relativos.
Gráfico 5. Porcentaje de variación interanual del número de asalariados, por tipo de contrato
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA
Ambos gráficos muestran que el crecimiento del empleo asalariado a finales de los
ochenta y durante los primeros años de los noventa se debió al incremento de contratos
temporales, que crecieron notablemente mientras que el número de indefinidos no dejó
de caer hasta 1994. Prácticamente todo el empleo creado en ese periodo fue temporal,
cuando su incidencia previa era residual. En cambio, al crecimiento iniciado a mediados
de la década de los noventa contribuyó tanto el empleo temporal como el indefinido.
Hasta que el mercado de trabajo sufrió el impacto de la crisis reciente, siendo los
contratos temporales los que cayeron primero y de forma más pronunciada, mientras
que los indefinidos han resistido mejor sus embates. Son los contratos temporales por
tanto los que han mostrado una mayor sensibilidad ante los cambios de ciclo, mientras
que el indefinido ha sufrido unas fluctuaciones menos pronunciadas.
-20
-10
0
10
20
30
40
50
88
89
90
91
92
93
94
95
96
97
98
99
00
01
02
03
04
05
06
07
08
09
10
11
12
13
Total asalariados Indefinidos Temporales
10
Sin embargo, aunque los contratos indefinidos proporcionen una mayor estabilidad,
no significa que todos ellos sean de duración permanente. En el último periodo
expansivo los contratos indefinidos también aumentaron sustancialmente (Fernández-
Macías 2012: 19). Prueba de ello es que desde el 2003 hasta el año 2008 se firmaron
alrededor de 10,5 millones de contratos del tipo; lo que no quiere decir ni mucho menos
que todos los creados fueran contratos de duración permanente, ya que el stock de
indefinidos en ese mismo periodo aumento en poco más de 2 millones (Toharia y Malo
2009:19), como puede observarse en el gráfico 4. Es decir, que los contratos indefinidos
tienen una duración muy variable, presentando en muchos casos también una duración
determinada. Esto puede suceder por varias razones. Primero porque la aplicación de
muchos de ellos haya estado incentivada no tanto por las características del puesto de
trabajo, que puede no corresponderse con uno de naturaleza estable o indefinida, sino
por los beneficios que se extraen de bonificaciones de las cotizaciones sociales como las
establecidas en el Acuerdo Para la Estabilidad del Empleo de 1997, que tenían por
objeto fomentar la contratación indefinida. Esto ha favorecido que los contratos
indefinidos en muchos casos finalicen cuando termina el periodo en que la empresa saca
partido de tales bonificaciones, además de que al finalizar los contratos indefinidos
muchos de esos puestos de trabajo sean cubiertos de nuevo con contratos temporales. Y
segundo porque la reforma del mercado de trabajo llevada a cabo en 2002 introdujo
algunos elementos que reducían los costes del despido, como la reducción de los
salarios de tramitación o la eliminación casi total de los costes de transacción asociados
al mismo4.
Es decir, se establecieron una serie de incentivos a la contratación indefinida que
hicieron que ésta se extendiera a pesar de que el crecimiento económico se sostuviera
sobre la expansión de actividades de carácter eventual. Una serie de actividades a las
que se adecuan mejor los contratos temporales, ya que ni aportan alto valor añadido, ni
tienen carácter permanente ni precisan de formación continua. Por tanto, si bien son los
contratos temporales los que dotan de una gran volatilidad al mercado de trabajo en su
4 De forma que al dejar de hacer necesaria la justificación de las causas del despido se generaba un
mecanismo muy sencillo de reconocimiento de su improcedencia, haciendo del procedimiento algo casi
automático (Toharia y Malo 2009: 20).
11
conjunto, los contratos indefinidos tampoco pueden equipararse en todos los casos a
contratos estables y de duración permanente.
De este modo, y atendiendo ya a la evolución del total de los asalariados, se ve que
España, al igual que tuvo en los periodos que precedieron a las dos últimas crisis las
tasas de crecimiento del número de asalariados más altas de entre los países de su
entorno, luego ha soportado en periodos de crisis las tasas de reducción interanual del
número de asalariados más elevadas. La evolución del número de asalariados, tanto en
términos absolutos como relativos, nos indica la facilidad que ha mostrado el mercado
laboral español para crear y destruir empleo (ajustar su volumen) en función de los
cambios en la demanda, mostrando una dinámica que se contrapone a la que define al
concepto de rigidez. Muy al contrario, las grandes fluctuaciones que presenta ante los
cambios de ciclo son un buen indicador de la flexibilidad que le caracteriza. Una
interpretación se alinea con el diagnóstico de Miguélez, que establecía que el mercado
de trabajo en España no es que fuera menos flexible que en otros países, sino que era
diferentemente flexible (concentrándose en este caso sobre la temporalidad en la
relación salarial), y que de hecho, si se considera la flexibilidad externa, el resultado es
que era el más flexible de la UE (1995). La dinámica del empleo asalariado en las
últimas décadas no ha hecho más que confirmar que tal diagnóstico goza de plena
vigencia y actualidad. Con todo, el resultado es que el empleo en España presenta una
volatilidad incluso mayor que la de Estados Unidos, país que ha sido paradigma
tradicional de la flexibilidad5.
2.2. El origen de las crisis de empleo
Si bien hemos visto que el empleo (especialmente el temporal) en España es muy
sensible al ciclo económico, conviene ahora fijar la atención sobre las causas que
originan las crisis de empleo. En las tablas 1 y 2 se observa que la mayor parte del
empleo destruido en la crisis de principios de los noventa la sufrió el sector de la
industria, que concentró en el periodo prácticamente la mitad del total de la caída de la
ocupación (un 49,2%). En la crisis actual el sector que más empleo ha destruido ha sido
en cambio el de la construcción, que concentró del 2007 al 2013 igualmente casi la
mitad del total de la caída de la ocupación (un 47,2%).
5 Juan José Dolado en Seminario de Economía Política: “La reforma del mercado laboral en España”.
Acceso online en http://www.march.es/ceacs/
12
Tabla 1. Evolución del nº de ocupados según sector de actividad, en miles (1991-1994)
1991 1992 1993 1994 Saldo en el periodo
% acumulado en cada sector
Total 13.068 12.893 12.324 12.186 -881,5 100
Agricultura 1.374 1.253 1.206 1.157 -217,3 24,7
Industria 3.002 2.963 2.667 2.568 -433,9 49,2
Construcción 1.343 1.272 1.158 1.119 -223,8 25,4
Servicios 7.349 7.406 7.293 7.342 -6,5 0,7
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA
Tabla 2. Evolución del nº de ocupados según sector de actividad, en miles (2007-2012)
2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 Saldo en el
periodo % acumulado
en cada sector
Total 20.367 20.425 18.945 18.477 18.303 17.417 16.784 -3.583,5 100,0
Agricultura 921 821 787 778 741 732 761 -160,3 4,5
Industria 3.244 3.244 2.799 2.619 2.578 2.438 2.300 -943,9 26,3
Construcción 2.714 2.550 1.922 1.700 1.430 1.193 1.023 -1.690,4 47,2
Servicios 13.489 13.811 13.437 13.380 13.554 13.054 12.700 -788,8 22,0
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA
La relación de la crisis actual con la crisis en el sector de la construcción se percibe
aún más clara si analizamos lo ocurrido en una primera fase de la crisis. Así, del
segundo trimestre del 2007 al segundo trimestre del 2009, el sector de la construcción
acaparó hasta el 55,7% del total de la pérdida de ocupaciones. Esto se debe a que ésta se
concentró primero en el sector de la construcción, en cuyo seno se localiza el origen de
la crisis, para extenderse luego al resto de sectores como producto de la caída de la
demanda agregada que lleva consigo todo proceso de destrucción de empleo.
Estos datos revelan cómo el origen de las últimas crisis de empleo ha estado ligado
de forma clara a sendas crisis productivas. Es decir, que se han debido en última
instancia a la transmisión al mercado de trabajo de problemas que provienen del ámbito
de la producción. De esta forma, el origen del problema del empleo no puede perfilarse
como uno estructural o normativo, sino como uno de demanda productiva. Las crisis de
empleo se generan en el ámbito de la producción. La regulación institucional de las
13
relaciones laborales interviene en la medida que puede facilitar o dificultar la
transmisión de los problemas del ámbito de la producción al mercado de trabajo, como
veremos en el siguiente apartado.
2.3. La dinámica de la temporalidad
La incidencia de la temporalidad varía notablemente en los diferentes sectores. En el
sector de la construcción ha sido alta tanto tradicionalmente -ya lo era en el franquismo
(EAL 1977)- como a lo largo del periodo que aquí se abarca: desde el 57,1% de 1991 al
55,6% en el 2007, superando incluso a la de indefinidos (antes de que estallase la crisis
actual y de que se destruyese tanto empleo temporal en el sector). La tasa de
temporalidad es todavía más alta en el sector de la agricultura, aunque este sector no se
ha desarrollado en las últimas décadas y el de la construcción sí, por lo que éste último
ha obtenido un peso mucho mayor en términos absolutos. Por el contrario, la
temporalidad incide mucho menos tanto en los servicios como sobre todo en la
industria, sectores que aun presentan una proporción mayoritaria de contratos
indefinidos.
Gráfico 7. Tasa de temporalidad según sector de actividad
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA
El fuerte desarrollo de la temporalidad en España ha permitido que las empresas
canalicen sus demandas de flexibilidad por la vía externa. Es decir, mediante ajustes
sobre la cantidad del empleo, en vez de desarrollar otras formas alternativas de
-5%
5%
15%
25%
35%
45%
55%
65%
1991 TII 1994 TII 2007 TII 2012 TII
Agricultura
Industria
Construcción
Servicios
14
flexibilidad interna que posibiliten la opción de llevarlos a cabo mientras que se
mantiene el puesto de trabajo -mediante ajustes de salarios, en el tiempo o sobre las
condiciones de trabajo- (Pérez Infante 2010: 70). Éste desarrollo de la flexibilidad
externa, al permitir ajustes a muy bajo coste, facilita la transmisión de los problemas del
ámbito de la producción al mercado de trabajo, incrementando la volatilidad del empleo
(Sala et al. 2012) y reforzando su carácter procíclico.
Por este motivo la destrucción de empleo está siendo mucho más fuerte en la crisis
actual, vinculada a la caída de un sector con una alta temporalidad como el de la
construcción, que en la anterior, vinculada en cambio a un sector en el que
predominaban los contratos con mayor estabilidad. Para profundizar en esta idea se
puede observar la evolución del número de asalariados en función del tipo de contrato
en cada uno de los periodos del ciclo.
Gráfico 8. Evolución del nº de asalariados según tipo de contrato en los periodos señalados, en
miles
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA
Así, vemos que la mayor parte de los contratos creados en los últimos años de la
década de los ochenta y primeros años de los noventa fueron temporales. Luego se
observa que de 1991 a 1994 la mayor parte de contratos destruidos fueron indefinidos
(el 85,3% del total de contratos finalizados, como se observa en la tabla 3), por lo que
algunos de los asalariados que ocupaban puestos indefinidos pasaron bien a engrosar la
cifra de desempleo o a tener un empleo con contrato temporal, de forma que sufrieron
una degradación de sus condiciones de trabajo. Por el contrario, en la crisis actual ha
-3.000
-2.000
-1.000
0
1.000
2.000
3.000
4.000
5.000
6.000
87-91 91-94 94-07 07-13
Indefinido
Temporal
15
pasado justo lo contrario: la mayor parte de los contratos destruidos son temporales. Del
total de la caída de los asalariados habida de 2007 a 2013 el 71,1%, eran temporales,
ligados en su mayor parte a actividades intensivas en mano de obra temporal, como es el
caso del sector de la construcción (Fundación Encuentro 2011). Si nos remontamos al
periodo que va del segundo trimestre del 2007 al segundo trimestre del 2010 nos
encontramos con que la cifra superaba el 100%, ya que en los primeros años de crisis se
había destruido empleo temporal mientras que el indefinido aún seguía creciendo.
Tabla 3. Evolución del nº de asalariados en cada uno de los dos últimos periodos de crisis.
Absoluta (miles) y % que se concentra sobre cada tipo de contrato.
1991 - 1994 2007 - 2013
Saldo total
% de la pérdida que acumula cada tipo de
contrato Saldo total
% de la pérdida que acumula cada tipo de
contrato
Total -768,1 100% -3.054,9 100%
Indefinido -655,5 85,3% -884,0 28,9% Temporal -109,8 14,3% -2.170,9 71,1%
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA
Así, en el periodo en el que la mayor parte de los contratos finalizados fueron
indefinidos (1991-1994) en número de asalariados se redujo en 768.100. En cambio, en
el periodo en el que la mayor parte de los contratos que se han destruido son temporales
la cifra, hasta el segundo trimestre del 2013, alcanza los 3.054.900 de asalariados. La
dimensión de la crisis en términos de destrucción de empleo asalariado es cuatro veces
mayor, además de haberse prolongado en el tiempo. Por eso también es conveniente
considerar lo que pasó en los tres primeros años de crisis, para poder valorar el potencial
destructivo de cada una de las crisis en un periodo de tiempo de igual duración. Así, del
2007 al 2010 el número de asalariados se redujo en 1.416.000. Una cifra que dobla a la
de la crisis anterior. Es decir, que el potencial destructivo de la crisis actual está siendo
mucho mayor6. Lo fue en sus tres años iniciales y lo sigue siendo luego al haberse
prolongado y extendido en el tiempo.
6 Al igual que el número de ocupados era considerablemente mayor antes de que estallara la crisis
actual (20.367.300 en el segundo trimestre del 2007) que antes de que estallara la de los noventa
(13.067.600 en el segundo trimestre de 1991)6.
16
Esto pone de manifiesto la mayor capacidad protectora y estabilizadora de los
empleos indefinidos, y como el desarrollo de la temporalidad favorece el carácter
procíclico del empleo. Las crisis son mucho más agudas en términos de empleo cuando
los contratos temporales tienen un mayor peso en las relaciones salariales y en los
sectores de actividad que sufren de una contracción de la demanda. Al contrario, cuando
la destrucción de empleo incide en un sector en el que la proporción de contratos
indefinidos es mayoritaria (caso de la industria) la caída del empleo ha sido mucho
menos violenta. Los contratos temporales permiten por tanto que los ajustes de empleo
ante cambios en la demanda sean más fáciles, bien porque el despido resulta menos
costoso o porque permiten reducir la plantilla de las empresas a través de la no
renovación de los mismos, de forma que dotan al mercado de trabajo de una mayor
volatilidad.
En síntesis, en este segundo apartado hemos visto: 1) que en términos estrictos no se
puede hablar de que el mercado laboral español sea rígido, sino que por el contrario
presenta una gran volatilidad, mostrando una gran facilidad para adaptar la cantidad de
empleo a los cambios en la demanda; 2) como las crisis de empleo tienen su origen en el
ámbito de la producción y 3) como el desarrollo de la temporalidad facilita la
transmisión de los problemas del ámbito de la producción al mercado de trabajo,
favoreciendo con ello el desarrollo de su carácter procíclico.
Es ahora entonces cuando resulta pertinente indagar sobre los factores que han
favorecido que el desarrollo de la temporalidad haya sido tan alto en nuestro país.
3. Los factores que han impulsado la temporalidad en España
3.1. La evolución de la rigidez de la protección al empleo
La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) elabora una
serie de indicadores sobre la rigidez de la protección al empleo. Hay series de datos
desde el año 1985 para el caso de los despidos individuales, y tanto para los contratos
indefinidos como para los temporales, lo que nos permite tanto valorar el grado de
flexibilidad o rigidez de la legislación como ver su evolución a lo largo del periodo
examinado7. De esta manera, España presentaba en 1985 el segundo valor más alto (tan
7 El índice de protección al empleo indefinido se compone de una serie de indicadores referidos a la
cuantía de la indemnización por despido; la definición de despido justificado e improcedente; la
17
solo tras Portugal) de entre los países de su entorno, con un valor de 3,55. En 2013
marca en cambio un valor mucho más bajo (2,05), quedando únicamente por encima de
países como Irlanda, Reino Unido o Estados Unidos8, que son paradigmas de la
flexibilidad en la relaciones laborales. Pero a pesar de que haya países que muestren en
los años recientes unos valores todavía más bajos, se observa en las series que el caso de
España destaca por ser, de nuevo tras Portugal, el país en el que el valor del indicador se
ha reducido más en el periodo: -1,5 puntos. Mientras, en el resto de países la reducción
ha sido considerablemente menor, habiendo casos en los que incluso ha aumentado.
Este dato no hace más que reflejar que las estrategias llevadas a cabo en las últimas
décadas en nuestro país con el objetivo de reformar el mercado de trabajo han tenido un
carácter flexibilizador, al menos en lo que respecta a la protección al empleo indefinido,
logrando reducir de forma considerable su grado de rigidez.
La teoría de segmentación de oferta incide en que es por lo elevada que resulta la
protección al empleo indefinido por lo que se favorece la aplicación de contratos
temporales. El dato anterior nos muestra, al visualizar la fuerte reducción del valor del
indicador, que en base a ese diagnóstico en las últimas décadas se ha combatido la
rigidez que presentaba a mediados de los ochenta dotando al mercado laboral español de
una mayor flexibilidad, y que a pesar de ello la tasa de temporalidad no se ha logrado
reducir de forma significativa. Al contrario, ésta se ha mantenido constante por encima
de los treinta puntos porcentuales hasta la crisis actual. Esto es una muestra del poder
limitado que han tenido las sucesivas reformas, y con ello del poder explicativo de esa
teoría, que parece sobredimensionar la importancia que otorga a las reformas legales del
mercado de trabajo y al fenómeno de la supuesta rigidez a la hora de explicar la
persistencia de los problemas de la dualidad y la elevada temporalidad. En cambio,
como expresa Ortíz, la evolución del empleo temporal ha puesto de manifiesto la
resistencia del mercado de trabajo a las reformas legislativas, resaltando con ello su
ineficacia (2013). Estos datos suman evidencia a la mostrada con anterioridad,
resaltando como el mercado laboral, lejos de consolidarse como uno rígido, ha ido
adquiriendo una mayor flexibilidad. Es precisamente la debilidad explicativa que
compensación por despido improcedente; la posibilidad de reincorporación tras el despido; la duración
del periodo de notificación o los procedimientos seguidos por el mismo. Para más información sobre la
composición del indicador y su metodología ver http://www.oecd.org/els/emp/EPL-Methodology.pdf 8 Tabla 1 del Anexo.
18
muestra esta teoría la que obliga a someter a contraste las tesis de otras interpretaciones
alternativas.
3.2. La incidencia de la temporalidad en un mercado de trabajo
segmentado
En contraste, la teoría de segmentación de demanda sostiene que el contrato
temporal institucionaliza una segmentación habida previamente en la producción,
impulsada por el desarrollo de trabajos del segmento primario por un lado y del
secundario por otro. Trabajos que cuentan con características muy diferentes en cuanto
a seguridad en el empleo, la remuneración o la cualificación. En este sentido los
empleos temporales son rentables no solo por una cuestión de costes, sino también
porque existen esta serie de empleos del segmento secundario, que no precisan de
cualificación ni formación continua y que resultan fácilmente sustituibles, y cuyas
necesidades se adaptan por tanto muy bien a las características de este tipo de contratos.
Esto se muestra coherente con la observación de que en los países desarrollados los
contratos temporales son mantenidos de forma desproporcionada por los trabajadores
que cuentan con un nivel educativo menor, así como en los empleados en ocupaciones
de baja cualificación (OECD 2002).
Para contrastar esta hipótesis en el caso Español he agrupado a los diferentes grupos
ocupacionales de la Clasificación Nacional de Ocupaciones en función del nivel de
competencias requerido para las tareas de cada grupo. Este nivel de competencias se
refiere a las capacidades y conocimientos teóricos y prácticos necesarios para
desempeñar las mismas. Esto es, a la cualificación del puesto de trabajo. La propia CNO
ordena los diferentes grupos teniendo en cuenta ese criterio, por lo que las primeras
categorías ocupacionales se corresponden con las que precisan de un mayor
conocimiento y cualificación y las últimas con las que menos. Por ello he agrupado las
diferentes categorías en tres grandes grupos ocupacionales ordenados en función del
grado de cualificación requerido por los mismos, diferenciando entre ocupaciones de
muy alta cualificación, ocupaciones cualificadas y ocupaciones de baja cualificación9.
9 Se especifica a continuación la composición de cada uno de los grupos: * Ocupaciones de muy alta
cualificación (que incluye a los, Directores de las empresas y las administraciones públicas a los Técnicos
y profesionales científicos e intelectuales y a los Técnicos y profesionales de apoyo); * Ocupaciones
cualificadas (que incluye a los Empleados de tipo administrativo, a los Trabajadores de servicios de
restauración, personales, protección y vendedores de comercio, a los Trabajadores cualificados en
agricultura y pesca y a los Artesanos y trabajadores cualificados de las industrias manufactureras y de la
19
Gráfico 9. Tasa de temporalidad en función de la cualificación de los grupos ocupacionales
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA
De este modo podemos ver de forma clara que la temporalidad incide de forma
desigual en función de la cualificación de las ocupaciones, presentando una tendencia
constante a lo largo de toda la serie que muestra como la tasa de temporalidad se
mantiene más elevada en los grupos ocupacionales que requieren una menor
cualificación. Es decir, que efectivamente, cada tipo de contrato se adapta mejor a las
diferentes ocupaciones en función de la naturaleza y cualificación de las mismas. En el
caso que nos ocupa parece claro, como sugiere la teoría de la segmentación de
demanda, que los contratos temporales se adaptan mejor a la serie de ocupaciones de
menor cualificación. Por tanto, cuanto mayor sea el peso del segmento secundario más
extendidos deben estar los contratos temporales.
Por eso a continuación voy a tratar de ver si esa relación positiva se cumple en el
supuesto Español, utilizando los casos de las diferentes Comunidades Autónomas. El
resultado de la correlación entre la variable que indica el peso de las ocupaciones de
baja cualificación en cada comunidad y su tasa de temporalidad expresa un valor
significativo de 0,638 (cuyos resultados se detallan en la tabla 2 del Anexo), lo que
establece una relación positiva entre ambas variables. Esto es, a medida que aumenta el
peso de los sectores intensivos en mano de obra de escasa cualificación aumenta
construcción) y * Ocupaciones de baja cualificación (los Operadores de instalaciones y maquinaria y
montadores y los Trabajadores no cualificados). Se ha excluido a las Ocupaciones militares del análisis
por considerar que es un régimen especial.
0%
5%
10%
15%
20%
25%
30%
35%
40%
45%
2001 2003 2005 2007 2009 2011 2013
Ocupaciones de alta cualificación Resto de ocupaciones Ocupaciones de baja cualificación
20
también el peso de la temporalidad en las relaciones salariales. Algo que se puede
observar en el siguiente diagrama de dispersión:
Gráfico 10. Relación entre la tasa de temporalidad y el peso de las ocupaciones de baja
cualificación en las diferentes Comunidades Autónomas10 (2007 TII)
Coeficiente de correlación = 0,629**
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA
Mientras que la composición ocupacional de las diferentes regiones varía
notablemente, la normativa laboral es en lo fundamental la misma a escala nacional.
Cada punto representa una comunidad autónoma, observándose que incrementos del
peso de los sectores intensivos en mano de obra de escasa cualificación están
asociados a un incremento de la tasa de temporalidad. Esto confirma lo que se sugería
anteriormente al observar como la tasa de temporalidad era mayor entre las
ocupaciones del segmento secundario (que son intensivas en mano de obra de escasa
cualificación): y es que por tanto, cuanto mayor es el peso de este segmento mayor es
también la tasa de temporalidad. Una relación que se ha demostrado aquí con el caso
10
1=Andalucía; 2=Aragón, 3= Asturias, 4= Baleares, 5=Canarias, 6= Cantabria, 7=Castilla Y León,
8=Castilla La Mancha, 9=Cataluña, 10=Comunidad Valenciana, 11=Extremadura, 12=Galicia, 13=Madrid,
14=Murcia, 15=Navarra, 16=País Vasco y 17=La Rioja.
21
de las Comunidades Autónomas españolas, y cuyo resultado se muestra coherente con
los argumentos que expone la teoría de segmentación de demanda.
Esa relación es también positiva en el caso de otros países del entorno como
Francia, Italia o Alemania, aunque la fuerza de la asociación es más débil que en el
caso español. Tal y como podemos observar en los siguientes diagramas:
Gráficos 11a, b y c. Relación entre la tasa de temporalidad y el peso de las ocupaciones de baja
cualificación (2007).
Coeficiente de correlación = 0,485*
22
Coeficiente de correlación = 0,420
Coeficiente de correlación = 0,348*
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la European Labour Force Survey
Las regiones de Italia que tienen una mayor tasa de temporalidad son Calabria
(25,1%), Sicilia (19,7%) y Puglia (19,1%)11. Esto es, regiones del sur del país, cuya
economía se ha caracterizado por el fuerte peso de la economía agrícola y por tener un
menor desarrollo industrial y económico. En cambio, las regiones que tienen una
menor tasa de temporalidad son Lombardia (9,1%) y Piemonte (10,4%), que son el
núcleo del desarrollo industrial del norte del país. Sin embargo, aunque el país muestre
igualmente unas diferencias claras en la estructura productiva de diferentes regiones,
la temporalidad no varía tanto de una región a otra y no se ha llegado a desarrollar
tanto como en España, donde la tasa llega a superar en más del doble a la del resto de
países (y ha llegado a triplicar en otros periodos).
Además, la tasa de temporalidad en España es comparativamente alta no solo en los
sectores eventuales o las ocupaciones de baja cualificación, sino en todas las
ocupaciones y sectores (Polavieja 2006). Ya que la segmentación del mercado de
trabajo no es capaz de explicar toda la variabilidad de la temporalidad. ¿Qué otros
factores pueden ayudar a explicar esta diferencia? 11
Elaboración propia a partir de datos de la European Labour Force Survey.
23
3.3 La orientación de la flexibilidad por la vía externa
En primer lugar hay que tener en cuenta que las ocupaciones de baja cualificación
tienen un mayor peso en la economía española: el 23,8%, frente al 19,3% de Francia,
el 17,1% de Italia o el 15,6% de Alemania12. Sin embargo, este proceso no puede
desligarse de las estrategias seguidas en las últimas décadas en materia de política
económica y laboral en pro de una mayor flexibilidad. Un fenómeno que se ha
extendido con el proceso de desindustrialización, en la medida en que se ha extendido
el problema del desempleo y que resulta más fácil desarrollar formas de trabajo
flexibles en tareas de servicios que en las tareas mecánicas y rutinarias más propias de
la actividad industrial. Además, el proceso de globalización ha abierto las fronteras de
muchos países y regiones (especialmente en países en vías de desarrollo) al comercio
internacional, lo que permite a las empresas tener a su disposición a una cantidad
mayor de mano de obra (y más barata). Esto hace que aumente la competitividad entre
trabajadores, por lo que sus condiciones de trabajo tienden a empeorar.
Todo ello ha permitido que el paradigma de la flexibilidad se haya ido imponiendo
en la mayor parte de los países desarrollados, en los que han ido proliferando nuevas
formas de trabajo flexible. La diferencia estriba en la manera en que cada país las ha
desarrollado. Así, Italia cuenta con un nivel muy elevado de autoempleo (Miguélez y
Prieto 2009), lo que permite reducir el peso de los asalariados. El modelo alemán se ha
centrado más en la flexibilidad interna, mediante la reducción de jornadas laborales y
la contención salarial (Lasheras y Pérez Eransus 2012). Por su lado, el modelo francés
lo ha hecho a través del desempleo parcial y la reducción del tiempo de trabajo
(Carbonero et al. 2012). En cambio en España ha sido la temporalidad prácticamente
la única forma de flexibilidad desarrollada. Ésta se desarrolló de sobremanera a partir
de mediados de los ochenta, manteniéndose luego constante en un nivel muy elevado.
Esto fue posible por dos motivos: primero por la implantación de una reforma legal
que daba barra libre a la aplicación de este tipo de contratos mientras que no se
desarrollaron otras formas de trabajo alternativas. Y segundo por la existencia de crisis
recurrentes que generan un clima de inestabilidad, de forma que se logra crear una
percepción de inseguridad que lleva a los empresarios a decidirse por este tipo de
contratos con el objeto de poder mantener unas plantillas con las que realizar ajustes
poco costosos en caso de necesidad (Polavieja 2006). Esto ha permitido que las
12
Elaboración propia a partir de datos de la European Labour Force Survey.
24
empresas hayan aprendido a canalizar todas sus demandas de flexibilidad por la vía
externa, generando un problema de cultura de la temporalidad que parece haberse
enquistado en la cultura empresarial española. Un aspecto en el que se profundiza en el
siguiente apartado.
3.4. La adquisición de una cultura de la temporalidad
Si analizamos la evolución de la temporalidad de diferentes cohortes en relación a su
momento del ciclo vital, como se hace en el gráfico 12, podemos apreciar que en
términos generales la tasa de temporalidad se va reduciendo a medida que avanza la
edad de los individuos. Como señalan González y Garrido, la edad no es un segmento
cerrado, por lo que el problema de la temporalidad parece aliviarse con el paso del
tiempo. Esta dinámica demostraría que el componente principal de la temporalidad
obedece a estrategias de inserción de la fuerza de trabajo al mercado laboral (González
y Garrido 2005: 103). Unas estrategias que responderían en último término al desarrollo
y la adquisición de una determinada cultura y hábitos empresariales.
Gráfico 12. Evolución del perfil de la temporalidad por edad de diferentes cohortes
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA
Pero el gráfico anterior muestra además información adicional que refuerza la idea
de la adquisición de una cultura de la temporalidad. Esto se percibe claramente en los
0
10
20
30
40
50
60
70
80
20-24 25-29 30-34 35-39 40-44 45-49 50-54 55-59 60-64
1938-42
1943-47
1948-52
1953-57
1958-62
1963-67
1968-72
1973-77
1978-82
1983-87
1988-92
25
casos de las cohortes de nacidos antes de 1968. La tendencia que muestra el recorrido
del primer dato de cada una de esas cohortes al siguiente sigue un sentido ascendente,
rompiendo con la tendencia general del resto de cohortes y años. Esto pasa porque
refleja la información de los datos de temporalidad tomados de 1987 a 1992, mostrando
como en ese periodo la temporalidad se expandió varios puntos en todas las cohortes y
grupos de edad, y no solo entre los jóvenes. Esto fue reflejo de la aprobación de una ley
en exceso permisiva, que permitió un cambio tan brusco y generalizado a través del uso
y abuso contratos temporales. Unas prácticas que forjaron un cambio en los hábitos y
costumbres de los empresarios españoles. Y es que éstos encontraron en esta figura
contractual la manera más fácil de poder disponer de plantillas inestables con las que
hacer ajustes de empleo a un bajo coste en caso de necesidad. Algo que resulta
determinante en un país en el que la tasa de desempleo ha sido tradicionalmente alta y
en el que la existencia de crisis recurrentes genera un clima de incertidumbre e
inseguridad económica (Polavieja 2006). Es por eso por lo que en los años que
siguieron a la reforma de 1984 la mayor parte de los contratos creados fueron
temporales, sustituyendo en muchos casos a empleos indefinidos. De manera que se
adquirieron unos hábitos y costumbres que posteriormente han resistido muy bien los
intentos de hacerlos frente por la vía legal. Como menciona Cruz, a pesar de que la
economía creciera, se redujera el desempleo e incluso se introdujeran otras formas de
flexibilidad laboral, las prácticas empresariales en la gestión de sus plantillas se
encuentran ya tan asentadas que la recuperación del principio de causalidad en la
contratación temporal no produce los efectos esperados en el mercado de trabajo, de
forma que tal inercia logró consolidar la llamada “cultura de la temporalidad” (2006:
22).
26
Tabla 4. Tasa de empleo temporal por sector de actividad, edad y año.
Año
1987 1994 1997 2004 2007 2013
Sector de
Actividad Agricultura Edad 16-29 62,1 78,6 83,0 76,0 73,3 73,4
30-44 46,0 56,7 60,3 60,0 57,3 65,9
45-64 38,2 50,7 51,5 48,8 46,9 43,6
Total 47,9 61,0 64,6 61,0 58,7 59,4
Industria Edad 16-29 29,4 60,8 63,2 43,0 45,5 43,0
30-44 7,0 20,2 22,8 18,4 19,1 14,7
45-64 3,5 8,4 10,4 7,0 8,6 7,9
Total 12,6 27,9 30,8 22,2 22,7 15,9
Construcción Edad 16-29 46,2 77,7 75,9 68,7 66,0 49,0
30-44 30,7 57,8 62,2 57,6 55,1 36,8
45-64 26,9 45,1 46,5 44,9 42,6 27,2
Total 34,4 60,8 62,1 58,2 55,6 35,2
Servicios Edad 16-29 27,8 60,8 58,5 50,6 48,7 48,2
30-44 8,8 23,5 23,1 25,2 25,7 21,9
45-64 5,8 14,1 11,7 12,8 14,9 12,2
Total 14,5 32,4 30,3 28,6 28,4 22,3
Total Edad 16-29 32,0 63,2 62,4 52,5 51,7 48,5
30-44 12,1 26,9 27,9 28,9 29,3 22,9
45-64 9,7 17,2 16,6 16,2 17,6 13,1
Total 17,9 35,1 34,8 32,1 31,8 23,1
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA
Los datos de la tabla 4 muestran también cómo la temporalidad, que aumenta
notablemente de 1987 a 1994, se reduce en todos los años a medida que avanza la edad.
Y esto pasa tanto para el total de los sectores de actividad como para cada uno de ellos,
mostrando una brecha que es especialmente aguda a partir de los 30 años. Así, el
problema de la temporalidad parece una cosa de la edad, reflejando, como sostienen
Garrido y González, que el componente de la temporalidad obedece más al seguimiento
de determinadas estrategias de inserción al mercado laboral que a procesos de
segmentación en el mercado de trabajo (Ibid.). Sin embargo, el examen en mayor
profundidad del fenómeno obliga a establecer algunos matices. Así, si observamos la
evolución de la temporalidad según la edad en los diferentes sectores podemos ver que
su dinámica varía mucho según el sector de actividad. Si bien se reduce a medida que
avanza la edad en todos los casos, esta brecha es mucho más pronunciada en los
27
sectores de la industria y los servicios. Sin embargo, en los sectores de carácter eventual
(agricultura y construcción) la reducción es considerablemente menor, manteniendo en
las edades posteriores unos niveles de temporalidad que multiplican a los del resto de
sectores. Además, se establecen unas diferencias que se magnifican a medida que la
edad es más avanzada.
Estos datos muestran que la instauración del modelo de flexibilidad al margen hizo
que el uso de contratos temporales se extendiera en todos los sectores de actividad, al
abrir la posibilidad de formalizar este tipo de contratos sin necesidad de que los trabajos
respondieran a necesidades temporales reales y al ser esta la única vía posible mediante
la cual los empresarios podían canalizar las demandas de flexibilidad de sus empresas.
Pero además de mostrarnos cómo la descausalización de los contratos temporales
favoreció las asimilación de una cultura de la temporalidad que se extendió a todos los
ámbitos (Cruz 2006), estos datos ilustran sobre cómo han operado sobre el mercado de
trabajo procesos de segmentación que permiten que la incidencia de la temporalidad
varíe sustancialmente de un sector de actividad a otro.
3.5. La extensión de la cultura de la temporalidad al sector público
En los años de expansión económica la tasa de temporalidad en el sector privado se
mantuvo más o menos constante, tanto en el caso de los hombres como de las mujeres,
manteniéndose la de las segundas alrededor de cuatro puntos por encima. Hasta llegar a
la crisis actual, cuando la tasa de temporalidad tanto de hombres como de mujeres se ha
desplomado. Esto ha sucedido en mayor medida en el caso de las mujeres, por lo que la
tasa de unos y otras ha logrado converger hasta situarse en ambos casos en un nivel
cercano al 25%.
28
Gráfico 11. Evolución de la tasa de temporalidad por sexo y tipo de sector.
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA
Sin embargo, en el sector público la tendencia ha sido bien distinta. En este sector la
temporalidad se incrementó en el periodo expansivo de la economía. Las mujeres
experimentaban desde el inicio de la serie una mayor temporalidad, y fueron ellas
quienes sufrieron un mayor incremento, de forma que todavía se estiró más la brecha
entre ambos sexos. Una dinámica que ha ido en paralelo a la ampliación del sector
público en España, con la extensión de los servicios públicos y la modernización de la
administración. De esta forma, mientras que la tasa de temporalidad de los hombres ha
sido siempre mucho menor en el sector público que en el privado, en el caso de las
mujeres ambas tasas se han mantenido en unos niveles más cercanos, llegando en 2008
incluso a superar la del sector público a la del privado. Con la crisis el ritmo de
reducción de la tasa de temporalidad está siendo más leve en el sector público que en el
privado en el caso de ambos sexos, y aunque se esté acelerando en los años recientes la
diferencia entre hombres y mujeres aun es más clara.
El aumento del empleo temporal en el sector público en el periodo expansivo ha
contribuido a que la tasa de temporalidad no se redujera sustancialmente (Fernández-
Gutiérrez y Díaz-Fuentes 2009). Además, nos muestra como la cultura de la
temporalidad ha llegado a extenderse hasta el sector público, en el que no predominan
15%
20%
25%
30%
35%
40%
1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013
Mujeres s.privado Hombres s.privado
Mujeres s.público Hombres s.público
29
ni las ocupaciones de baja cualificación ni las de carácter eventual. Que la temporalidad
aumentara en mayor medida en este sector en el caso de las mujeres se explica en parte
por ser éstas las que más se ocupan en el. Además, la extensión de la temporalidad en el
sector público puede atribuirse a estrategias de la administración para reducir la carga
que supone la contratación en sus formas tradicionales, tanto a través de la
funcionarización como por la rigidez que caracteriza a la administración. O a las
restricciones de oferta de nuevo empleo público y las estrategias de externalización de
los servicios que se han venido dando en el contexto de una política económica de
restricción del gasto público (Consejo Económico y Social 2004) y expansión del
sector.
4. Conclusiones (*provisional)
Los principales problemas del mercado de trabajo en España se relacionan de forma
recurrente con el marco normativo que regula las relaciones laborales. Estamos
acostumbrados a oír hablar de forma constante de la necesidad de llevar a cabo reformas
en el mercado laboral, y la lista de las que se han llevado a cabo desde mediados de los
ochenta es numerosa. Sin embargo, las mismas no han resulto efectivas en su propósito
de reducir la temporalidad, que es la causa de que el empleo en España sea tan sensible
a la evolución de la producción.
Las crisis de empleo se deben a crisis productivas. La regulación del mercado de
trabajo lo que hace luego es facilitar o dificultar la transmisión de los problemas del
ámbito productivo al mercado de trabajo. De igual manera, podemos constatar cómo es
la configuración de la estructura productiva española, en la que han tenido un peso
comparativamente alto las actividades de baja productividad y carácter eventual, lo que
favorece el desarrollo de la temporalidad. Se ha evidenciado aquí como a medida que es
mayor el peso de las ocupaciones menos productivas y de menor cualificación la tasa de
temporalidad también es mayor. Pero la tasa de temporalidad es en España
comparativamente alta no solo en estos sectores, sino en todos. Lo que indica que debe
haber otra serie de factores que ayuden a magnificar el fenómeno. Por eso se han
realizado algunos análisis en los que se apunta a otros factores como el desarrollo de
una cultura de la temporalidad, derivado de una ley en exceso permisiva que pudo ser
el germen de una determinada cultura empresarial, además de favorecer que no se
desarrollaran otras formas de flexibilidad interna (como pasa en el resto de países del
30
entorno). Además, la brecha entre los costes de indemnización de los contratos
indefinidos y temporales también puede desincentivar la aplicación de los de mayor
coste. Un efecto que debe ser mayor en un país como España, en el que el clima de
inestabilidad económica permanente genera en los empleadores unas previsiones menos
halagüeñas que les lleva a mantener plantillas cuyo ajuste se puede realizar con un bajo
coste (es decir, con una alta proporción de contratos temporales).
31
Bibliografía
Albert, C., C. García-Serrano, and V. Hernanz (2005): Firm-provided training and
temporary contracts, Spanish Economic Review, vol. 7, pp. 67-88.
Andrés, J. y Doménech, R. (2010), “Cambio de modelo y creación de empleo en
España: ¿Podemos permitirnos no reformar el mercado laboral?” en Dolado, J.J. y
Felgueroso, F. (coord.) Propuesta para la reactivación laboral en España, Madrid:
Fedea.
Bentolila, S., Cahuc, P., Dolado, J.J. y Le Barbanchon, T. (2010): Unemployment
and Temporary Jobs in the Crisis: Comparing France and Spain. FEDEA
Comparing France and Spain
Bernardi, F. y Martínez-Pastor, J. I. (2010). “Falling at the bottom: unskilled jobs at
entry in the labor market in Spain over time and in a comparative perspective”.
International Journal of Comparative Sociology. 51:289.
Bruno, M. and Sachs, J. (1985): Economics of Worldwide Stagflation, Hardvard
University Press: Cambridge Massachusetts.
Cachón Rodríguez, L. (2002): “La formación de la España inmigrante: mercado y
ciudadanía”. REIS: Revista española de investigaciones sociológicas, ISSN 0210-
5233, Nº 97, págs. 95-126.
Cachón Rodríguez, L (2011): “Inmigración en España: del mercado de trabajo a la
plena ciudadanía”. Oñati socio-legal series, ISSN-e 2079-5971, Vol. 1, Nº. 3.
Carbonero, M.A., Guinea-Martín, D. y Zugasti, N. (2012): “Los procesos de
exclusión del empleo”. Cap. II de Laparra, M. y Pérez Eransus, B.: Crisis y fractura
social en Europa: causas y efectos en España. Obra Social la Caixa, Barcelona.
CES (2004): “La temporalidad en el empleo en el sector público”. Comisión de
Trabajo de Relaciones Laborales, Empleo y Seguridad Social. Acceso online en:
http://www.stes.es/personal/interino/informe_temporalidad_ces.pdf
CES (2012): Memoria sobre la situación socioeconómica y laboral de España en
2011. Madrid. Acceso online en http://www.ces.es/memorias
32
CES (2013): “Memoria sobre la situación socioeconómica y laboral de España en
2012”. Madrid. Acceso online en: http://www.ces.es/memorias
Crompton, R. (2008): Class and Stratification. 3rd Edition. Cambridge: Polity Press.
Cruz, J. (2006):, Temas Laborales, vol. 85, pp. 9-26.
Del Pino, E. y Ramos, J. A. (2009). “Proceso político y reformas de la protección
por desempleo en España”. Cap.5 de Reformas de las políticas del bienestar en España.
Luis Moreno, Siglo XXI: Madrid.
Del Pino, E. y Ramos, J. A. (2013): “Políticas de protección por desempleo en
perspectiva comparada: hacia la re-mercantilización y la activación”. Cap. 9 de Los
Estados de Bienestar en la Encrucijada. Págs. 212-236. Editorial Tecnos.
Doeringer, P.B. y Piore, M.J. (1985): Mercados internos de trabajo y análisis
laboral. Madrid: Servicio de Publicaciones, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
Dolado, J., García-Serrano, C. y Jimeno, J.F. (2002): “Drawing lessons from the
boom of temporary jobs in Spain”. The Economic Journal, nº112, pp.270-295.
EAL (1977): “Los trabajadores de la construcción frente a la crisis”, Barcelona,
Dopesa.
Esping-Andersen, G. (2000): “Fundamentos sociales de las economías
postindustriales”. Barcelona: Ariel.
FEDEA (2013). Observatorio laboral de la crisis. Boletín Electrónico XVIII
(Octubre-Diciembre 2012). En línea: http://www.fedea.net/observatorio-
laboral/boletines/OLC18_oct-dic_2012.pdf
Fernández-Gutiérrez, M. y Díaz-Fuentes, D. (2009): Empleo público y temporalidad.
¿Es el sector público parte del problema? Temas Laborales. Nº 102. Pp. 51-87.
Fernández-Macías, E. (2012):. Job Polarization in Europe? Changes in the
Employment Structure and job Quality, 1995-2007. Work and Occupations. XX(X). Pp.
1-26.
García Serrano, C. (2011). ‘Déjà vu? Crisis de empleo y reformas laborales en
España’. Revista de Economía Aplicada. Nº56, pags. 149 a 177.
33
Garrido Medina, L. y González, J.J. (2005): “Mercado de trabajo, ocupación y
clases sociales”. pags 81-118, en Requena, M, González, J.J (eds.), “Tres décadas de
cambio social en España”. Madrid: Alianza Editorial.
Gentile, A. (2006). “Una precaria transición a la edad adulta: inestabilidad laboral
y límites del régimen familista de Estado del Bienestar. El caso de España” . Documento
de Trabajo 06-02. Unidad de Políticas Comparadas. CSIC.
Gimeno, P. y Gonzalez, A. (2012). “Una reforma, dos opiniones: la reforma del
mercado laboral en España”. Zoom económico: Laboratorio de Alternativas.
Goldthorpe, J.H. (2010): Sobre la sociología. Madrid: CIS.
Fundación Encuentro (2011): “Situación del mercado de trabajo y de las políticas
laborales”, cap. 1 en Informe España 2011, Madrid.
Jaumotte, F. (2003): “Female labour force participation: past trends and main
determinants in OECD countries”, OECD Economics Department Working Papers, nº
376.
Jurado, T. (2008): “Las nuevas familias españolas”, en Requena, M, González, J.J
(eds.), Tres décadas de cambio social en España. Madrid: Alianza Editorial.
Lasheras, R. y Pérez Eransus, B. (2012): “El impacto social de la crisis: ¿qué
sabemos?” Cap. I de Laparra, M. y Pérez Eransus, B.: Crisis y fractura social en
Europa: causas y efectos en España. Obra Social la Caixa, Barcelona.
Lindbeck, A. y Snower, D.J. (1988): “The Insider-Outsider Theory of Employment
and Unemployment”, The MIT Press, Cambridge, Massachusetts.
Lindbeck, A. y Snower, D.J. (2001): “Insiders versus outsiders”. Journal of
Economic Perspectives. Volume 15, Number 1, Pp. 165–188.
López Sala, Ana María (2007): “La política española de inmigración en las dos
últimas décadas: del asombro migratorio a la política en frontera y la integración”. En
Fundación Pedro García Cabrera, Inmigración en Canarias. Contexto, tendencias y
retos, pp. 23-37.
34
Martínez, J.S. (2013). “Estructura social y desigualdad en España”. Los libros de la
Catarata: Madrid.
Maruani, M. (2002) “Trabajo y el empleo de las mujeres”, Madrid: Fundamentos.
Miguélez, F. (1995): “El mercado de trabajo en España y la persistencia de las
diferencias con la Unión Europea. ¿Un modelo en expansión?”. Economía y sociología
del trabajo, nº27-28, pp. 61-63.
Miguelez, F. y Prieto, C. (2009): “Trasformaciones del empleo, flexibilidad y
relaciones laborales en Europa”. Política y Sociedad, Vol. 46 Núm. 1 y 2: 275-287.
Moreno, L. (2004). “Spain’s transition to new welfare: a farewell to superwomen”,
en Taylor-Gooby, P. (ed.), “New Risks, New Welfare: The Transformation of the
European Welfare”. Oxford: Oxford University Press, pp. 137-160.
Moreno, L. (2009): “NURSOPOB: Presentación , contexto del bienestar y nuevos
riesgos sociales”. En Moreno, L. (Ed.): Reformas de las Políticas del bienestar en
España. Madrid: Siglo XXI.
NALDINI, M. (2003). “The Family in the Mediterranean Welfare States”. London:
Frank Cass, 2003.
Nickell, S. (1997). "Unemployment and Labor Market Rigidities: Europe versus
North America." Journal of Economic Perspectives, 11(3): 55-74.
OECD (2002): Taking the measure of temporary employment, OECD Employment
Outlook 2002, Paris, pp. 127-185.
OECD (2014), "Harmonised unemployment rates", Economics: Key Tables from
OECD, No. 6. En línea en: 10.1787/unemp-hur-table-2014-1-en
Ortíz García, P. (2013): Cambios en la legislación laboral y contratación temporal
en España. Cuadernos de Relaciones Laborales. Vol. 31, núm. 1, p. 141-165.
Paterman, C. (1989): The Disorder of Women. Stanford: Stanford University Press.
Pérez Infante, J.I. (2008): “Luces y sombras del mercado de trabajo en España:
problemas, situación y tendencias.” En Economía Industrial, nº 367, pp-35-49.
35
Pérez Infante, J.I. (2010): “El mercado de trabajo español y la última reforma
laboral”. Boletín de Inflación y Análisis Macroeconómico. Instituto Flores de Lemus de
la Universidad Carlos III de Madrid, vol. 190, nº Julio, pp. 69-77.
Polavieja, J. G. (2006): The incidence of temporary employment in advanced
economies: why is Spain different? European Sociological Review. Vol.22. Nº1. Pp.
61-78.
Prieto. C. (1989): “Políticas de mano de obra en las empresas españolas”,
Sociología del Trabajo, nº6, pp-33-50.
Recio, A. (1999): “La segmentación del mercado de trabajo en España”, en F.
Miguélez y C.Prieto (eds.), Las relaciones laborales en España, Madrid, Siglo XXI.
Sala, H; Silva, J. I; Toledo, M.E. (2008): Flexibility at the margin and labor market
volatility in OECD countries, IZA Discussion Papers, No. 3293
Sala, H. and J.I. Silva (2009): Flexibility at the margin and labour market volatility:
The case of Spain, Investigaciones Económicas, vol. 33, 2, 145-178.
Salido, O. (2006): “La participación laboral de las mujeres: un reto para el
bienestar social”. Unidad de Políticas Comparadas (CSIC).
Salido, O. y Moreno, L. (2009). “Familia y género”. En Moreno, L. (Ed.), Reformas
de las políticas del bienestar en España. Madrid: Siglo XXI.
Sánchez Vera, P. y Bote, M. (2009). “Familismo y cambio social. El caso de
España” . Sociologias, Porto Alegre, ano 11, nº 21, jan./jun. 2009, p. 121-149.
Siebert, H. (1997): “Labor Market Rigidities: At the Root of Unemployment in
Europe”. Journal of Economic Perspectives, 11 (3), pp. 37-54.
Taylor-Gooby, P (2004): New Risks, New Welfare: The Transformation of the
European Welfare State. New York: Oxford University Press.
Toharia, L. (1998). “El sistema español de protección por desempleo” . Areas:
Revista internacional de ciencias sociales. Nº18, pags. 43-68.
36
Toharia, L y Malo, M. (2009). ‘¿Qué se puede esperar de las reformas del mercado
de trabajo?’ Circunstancia, nº20. Instituto Universitario de Investigación Ortega y
Gasset.
Toharia, L. y Malo, M. (2000): “The spanish experiment, pros and cons of flexibility
at the margin”, en G. Esping- Andersen y M. Regini (eds.), Why Deregulate Labour
Markets?, Oxford, Oxford University Press.
Vilar Rodríguez, M. (2012): “¿De aquellas arenas estos lodos? El mercado de
trabajo en España desde una perspectiva histórica.” Revista Galega de Economía, vol.
21, nº 1.
37
Anexo
Gráfico 1. Evolución de la población activa, el número de ocupados y el paro en España, por
sexo (1976-2013)
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA
Gráfico 2. Porcentaje de asalariados con contratos temporales en diferentes países
Fuente: elaboración propia a partir de datos del Eurostat
0
5
10
15
20
25
30
35
40
92 93 94 95 96 97 98 99 00 01 02 03 04 05 06 07 08 09 10 11 12 13
UE (15) Alemania Irlanda Grecia España
Francia Italia Portugal Suecia Reino Unido
38
Tabla 1. Indicador de la rigidez de la protección al empleo: despidos individuales (contratos
indefinidos).
Fuente: OCDE
Tabla 2. Correlación entre las variables * Peso de las ocupaciones de baja cualificación y * Tasa
de temporalidad, con datos del TII de 2007
Correlaciones
% ocupaciones
de baja
cualificación
Tasa de
temporalidad
% ocupaciones de baja
cualificación
Correlación de Pearson 1 ,629**
Sig. (bilateral) ,007
N 17 17
Tasa de temporalidad
Correlación de Pearson ,629** 1
Sig. (bilateral) ,007
N 17 17
**. La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral).
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA, INE
1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001
España 3,55 3,55 3,55 3,55 3,55 3,55 3,55 3,55 3,55 3,55 2,36 2,36 2,36 2,36 2,36 2,36 2,36
Dinamarca 2,18 2,18 2,18 2,18 2,18 2,18 2,18 2,18 2,18 2,18 2,13 2,13 2,13 2,13 2,13 2,13 2,13
Francia 2,59 2,59 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34
Alemania 2,58 2,58 2,58 2,58 2,58 2,58 2,58 2,58 2,58 2,68 2,68 2,68 2,68 2,68 2,68 2,68 2,68
Grecia 2,85 2,85 2,85 2,85 2,85 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80
Irlanda 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44
Italia 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76
Portugal 5,00 5,00 5,00 5,00 5,00 4,83 4,83 4,58 4,58 4,58 4,58 4,58 4,58 4,58 4,58 4,58 4,58
Reino Unido 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,20 1,20
EE.UU. 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26
2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 Diferencia en el periodo
España 2,36 2,36 2,36 2,36 2,36 2,36 2,36 2,36 2,36 2,21 2,21 2,05 -1,50
Dinamarca 2,13 2,13 2,13 2,13 2,13 2,13 2,13 2,13 2,13 2,20 2,20 2,20 0,02
Francia 2,34 2,47 2,47 2,47 2,47 2,47 2,47 2,38 2,38 2,38 2,38 2,38 -0,21
Alemania 2,68 2,68 2,87 2,87 2,87 2,87 2,87 2,87 2,87 2,87 2,87 2,87 0,29
Grecia 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,17 2,17 2,12 -0,73
Irlanda 1,44 1,44 1,44 1,44 1,27 1,27 1,27 1,27 1,27 1,27 1,40 1,40 -0,04
Italia 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,51 -0,25
Portugal 4,58 4,58 4,42 4,42 4,42 4,42 4,42 4,42 4,13 4,13 3,56 3,18 -1,82
Reino Unido 1,20 1,20 1,20 1,20 1,20 1,20 1,20 1,20 1,20 1,20 1,20 1,03 0,00
EE.UU. 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,00
39
Contenido Introducción .................................................................................................................................. 2
1. Del desempleo estructural a la temporalidad: ¿un problema meramente legislativo? ........... 3
2. El carácter procíclico del empleo en España: una aproximación a sus causas ......................... 8
2.1. ¿Un mercado de trabajo rígido? ........................................................................................ 8
2.2. El origen de las crisis de empleo ...................................................................................... 11
2.3. La dinámica de la temporalidad ....................................................................................... 13
3. Los factores que han impulsado la temporalidad en España .................................................. 16
3.1. La evolución de la rigidez de la protección al empleo ..................................................... 16
3.2. La incidencia de la temporalidad en un mercado de trabajo segmentado...................... 18
3.3 La orientación de la flexibilidad por la vía externa ........................................................... 23
3.4. La adquisición de una cultura de la temporalidad ........................................................... 24
3.5. La extensión de la cultura de la temporalidad al sector público ..................................... 27
4. Conclusiones (*provisional) .................................................................................................... 29
Bibliografía .................................................................................................................................. 31
Anexo .......................................................................................................................................... 37