La flexibilidad por la vía externa: causas y consecuencias del marcado carácter procíclico del...

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1 LA FLEXIBILIDAD EN EL MERCADO DE TRABAJO ESPAÑOL: UN ESTUDIO SOBRE LAS CAUSAS DE LA TEMPORALIDAD Y EL MARCADO CARÁCTER PROCÍCLICO DEL EMPLEO 1 Sergio Torrejón Pérez Universidad Complutense de Madrid [email protected] El paradigma de la flexibilidad se ha ido institucionalizando de forma progresiva en las últimas décadas. En la medida en que los diferentes países desarrollados se han ido adaptando a sus exigencias han desarrollado también diferentes formas de empleo no estable. Así, mientras que las nuevas formas de empleo son diversas, el caso español se caracteriza por haberse centrado en el desarrollo de la flexibilidad externa a través de los contratos temporales. Esto es, con un mercado de trabajo que lleva a cabo sus ajustes de forma prioritaria sobre la cantidad de empleo. Algo que ha permitido que la dinámica del empleo se muestre muy sensible a la evolución del ciclo económico. Se profundiza aquí en análisis de las causas que han permitido el desarrollo del carácter pro-cíclico del empleo y la temporalidad, que establecen una peculiaridad del caso español. Mercado de trabajo, flexibilidad, temporalidad, estructura productiva 1

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LA FLEXIBILIDAD EN EL MERCADO DE TRABAJO ESPAÑOL: U N ESTUDIO SOBRE LAS CAUSAS DE LA TEMPORALIDAD Y EL MA RCADO

CARÁCTER PROCÍCLICO DEL EMPLEO 1

Sergio Torrejón Pérez

Universidad Complutense de Madrid

[email protected]

El paradigma de la flexibilidad se ha ido institucionalizando de forma progresiva en

las últimas décadas. En la medida en que los diferentes países desarrollados se han ido

adaptando a sus exigencias han desarrollado también diferentes formas de empleo no

estable. Así, mientras que las nuevas formas de empleo son diversas, el caso español se

caracteriza por haberse centrado en el desarrollo de la flexibilidad externa a través de

los contratos temporales. Esto es, con un mercado de trabajo que lleva a cabo sus ajustes

de forma prioritaria sobre la cantidad de empleo. Algo que ha permitido que la dinámica

del empleo se muestre muy sensible a la evolución del ciclo económico. Se profundiza

aquí en análisis de las causas que han permitido el desarrollo del carácter pro-cíclico del

empleo y la temporalidad, que establecen una peculiaridad del caso español.

Mercado de trabajo, flexibilidad, temporalidad, estructura productiva 1

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Introducción

Aunque estamos inmersos en la crisis de mayor magnitud que ha vivido España en

décadas, la experiencia de fuerte destrucción de la ocupación y elevados niveles de

desempleo no resulta excepcional, sino que se ha sufrido de forma reiterada en la

historia reciente gráfico 1 del Anexo). Algo que se debe a la que es una característica

distintiva del mercado de trabajo español: el hecho de que sufra unas fluctuaciones del

empleo “que no tienen parangón cuando se compara con el resto de los países

europeos” (García Serrano 2011: 162), ya que su dinámica está fuertemente asociada a

los cambios en la producción. Como expresa Pérez Infante de forma más técnica:

“…la elasticidad empleo-producción (…), que representa la sensibilidad del empleo

a variaciones de la producción, es en España superior a la unidad, un valor mucho

mayor que la del promedio de la UE, que no supera la cifra de 0,5”. (2010: 70)

Por lo tanto, cuando se hace referencia al fuerte carácter pro-cíclico del empleo como

peculiaridad española se hace por lo elevada de la magnitud de los flujos de entrada y

salida al mercado de trabajo y por la manera en que su evolución está tan ligada a la

evolución de la producción (CES 2012) y el ciclo económico, como se aprecia de forma

clara en la siguiente figura:

Gráfico 1. Variación interanual de la ocupación y el Producto Interior Bruto 2

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA y la Contabilidad Nacional de España

2 A partir de aquí, y excepto que se indique lo contrario, en todas las tablas y gráficos los datos utilizados

se corresponden con los del segundo trimestre, por ser el más estable en términos estacionales.

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Variacion interanual P.I.B. Variacion interanual ocupación

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El mercado de trabajo español, al igual que ha sido capaz de generar mucho empleo

en etapas expansivas, lo ha destruido con gran facilidad cuando se ha enfrentado a crisis

productivas. Si bien la relación positiva entre empleo y P.I.B. parece intuitiva, lo que

caracteriza al caso español no es el sentido de la relación sino la fuerza de la misma.

Aunque se revelarán algunas de las consecuencias del desarrollo de esta particularidad,

el objetivo del artículo se centra en el análisis de las causas que favorecen el carácter

pro-cíclico del empleo.

De este objetivo general, y del hecho de que la proporción de asalariados con

contratos temporales ha sido tradicionalmente mucho más alta en el caso español

(gráfico 2 del Anexo), se desprenden las preguntas de investigación que guían el análisis

central del trabajo: ¿Es la temporalidad la principal causa de las fuertes fluctuaciones

del empleo en torno al ciclo? En caso afirmativo… ¿cuáles son las causas que han

impulsado la elevada temporalidad que hay en España?

1. Del desempleo estructural a la temporalidad: ¿un problema meramente

legislativo?

El problema del desempleo se extendió notablemente desde finales de los setenta (en

el segundo trimestre de 1977 la tasa de desempleo marcaba un 4,78%) hasta mediados

de los ochenta (en el primer trimestre de 1986 llegó a marcar un máximo del 21,65%).

La magnitud del problema hizo que se convirtiera en una de las principales

preocupaciones de la incipiente democracia. Además, esto, junto con el ascenso que

estaban teniendo en todo occidente las ideas de flexibilidad y desregulación (Del Pino y

Ramos 2013) impulsó el hecho de que se sentaran las bases jurídicas de lo que ha

denominado “el modelo español de flexibilidad al margen”, en el que la flexibilidad

solo afecta a los trabajadores temporales (Toharia y Malo 2000, Sala y Silva 2009, Cruz

2006). Un modelo que se consagra con la reforma laboral del PSOE de 1984 y que

permitió la extensión y generalización del uso de contratos temporales como estrategia

para tratar de atajar el problema del desempleo. Esto lo permitió al derogar el principio

de causalidad que hacía necesario que tales contratos respondieran a necesidades

temporales de las empresas (García Serrano 2011). El modelo se mantuvo hasta el año

1992, por lo que hasta entonces las empresas se acostumbraron a recurrir y abusar de

este tipo de contratos tanto para dar de alta a trabajadores como para generar unas

plantillas inestables con las que poder satisfacer su demanda de flexibilidad, pudiendo

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adaptarse así por la vía externa a sus necesidades de ajuste en caso de dificultad

económica (Ibid.). Una estrategia que puede resultar muy recurrente en un escenario

como el español, en el que existe un clima de incertidumbre económica (y crisis

periódicas) permanente. Esto puede hacer que la actitud de los empleadores sea más

conservadora, mostrándose en muchos casos más reacios a la contratación indefinida

por el hecho de que quieran minimizar los costes que conlleva el hecho de tener que

ajustar la plantilla en el caso (probable) de volver a una situación de dificultad

económica (Polavieja 2006). Ello hizo que la proporción de contratos temporales sobre

el total de los contratos de los asalariados llegara a casi un 35% de los mismos en el año

1995, y que esa cifra se mantuviera de forma más o menos constante por encima del

30% hasta la crisis actual, como se puede observar en el gráfico 2. Sin embargo ésta

reducción reciente de la temporalidad, que ha hecho que la tasa converja con la del resto

de países del entorno (gráfico 2 del Anexo), tampoco debe interpretarse como un

cambio positivo, ya que es una muestra de la facilidad con la que se pueden extinguir

este tipo de contratos (Fundación Encuentro 2011). Solo se ha podido atajar con la

temporalidad a costa de una enorme destrucción de empleo.

Gráfico 2. Evolución del porcentaje de asalariados con contrato temporal según sexo

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA, INE

En síntesis, para tratar de solventar el problema del desempleo se profundizó en otro

nuevo: el de la elevada temporalidad (Del Pino y Ramos 2009, Cruz 2006). Desde 1992

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Total Hombres Mujeres

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se ha tratado de remediar este problema a través de sucesivas reformas, aunque su éxito,

visto que la tasa se mantuvo más o menos constante por encima del 30% desde

mediados de los noventa hasta el 2007, resulta cuestionable. En cambio la temporalidad

solo se ha logrado reducir de forma sustancial a efecto de la fuerte destrucción de

empleo habida en la crisis actual (Consejo Económico y Social 2013: 298), que se ha

concentrado, sobre todo en su inicio, sobre este tipo de contratos. Es por ello por lo que

se habla de que en España se instauró entre el empresariado una “cultura de la

temporalidad” (Pérez Infante 2008, pp. 42): esto es, el hecho de que se legalizara y

permitiera el uso y abuso de este tipo de contratos de 1984 a 1992 hizo que los

empresarios aprendieran a recurrir al mismo como medida para canalizar sus demandas

de flexibilidad, mientras que no se abrió la posibilidad de desarrollar otras formas de

flexibilidad interna. Unas prácticas que han resultado a posteriori muy difíciles de

erradicar, ya que a pesar de que el tipo de contrato en cuestión se derogó y de que se han

impulsado numerosas medidas encaminadas a atajar el fenómeno y fomentar la

estabilidad del empleo, los empresarios adquirieron unas prácticas y costumbres

empresariales que fomentan la aplicación y el encadenamiento de este tipo de contratos,

conformando una determinada cultura empresarial (Cruz 2006).

Si bien se promovió una mayor flexibilidad a través de los contratos temporales con

la idea de conseguir unas mayores tasas de rotación y creación de empleo, su desarrollo

trajo consigo otra serie de inconvenientes: refuerza el carácter dual del mercado de

trabajo y promueve una menor inversión en capital humano en las empresas (Dolado

2002), sesga el empleo hacia los empleos mal remunerados y de baja productividad

(Sala et al. 2008, Albert et al. 2005) e incrementa la volatilidad del empleo, haciendo

que se consolide su carácter procíclico. Cuestión esta última que resulta de interés

central en este trabajo.

A raíz de esta problemática se han desarrollado diferentes explicaciones y teorías que

tratan de interpretar las causas del fuerte desarrollo de la temporalidad en España (y

otros problemas del mercado de trabajo, como la dualidad o el desempleo). Son varias y

algunas de ellas no pueden entenderse si no es de forma complementaria, pero en el

debate sobresale el enfrentamiento entre los argumentos de la teoría de segmentación de

oferta y la teoría de segmentación de demanda. Los argumentos de la teoría de

segmentación de oferta se construyen en torno al debate sobre la “euroesclerosis”

(Nickell 1997, Siebert 1997), y expresa que la rigidez del mercado es el obstáculo

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principal a la creación de empleo. La fuerte protección de los contratos indefinidos

establecería unas barreras de entrada muy altas al empleo estable, por lo que

incentivaría la aplicación de contratos temporales, que cuentan con unos costes

considerablemente menores. Esta interpretación sitúa por tanto el foco principal de los

problemas referentes al empleo en el marco institucional y la legislación de protección

al empleo, en tanto que juega un rol importante a la hora de explicar el problema del

desempleo (Bentolila et al. 2010: 20). La manera de romper con esa rigidez es a través

de una mayor flexibilidad. Un menor coste en el despido facilitaría la contratación y

expandiría el empleo, ya que los empresarios minimizarían el riesgo de sobrecargar sus

plantillas con una mano de obra que puede resultarles excesiva y gravosa en momentos

de dificultad económica (Miguélez 1995). El hecho de que no se apliquen medidas que

favorezcan una mayor flexibilidad es lo que permite que se desarrolle un mercado de

trabajo dual. Un concepto que está basado en la teoría de los mercados segmentados de

Doeringer y Piore (1985), y que establece las diferencias entre dos tipos de trabajadores:

los insiders, que gozan de un alto nivel de protección, altos salarios, seguridad y

posibilidades de promoción y los outsiders, quienes sufren la temporalidad y otras

condiciones de subempleo e inestabilidad.3 En la medida en que se reduce la protección

al empleo indefinido las diferencias entre ambos tipos de contrato se estrechan, por lo

que los costes diferenciales dejan de actuar como el factor determinante que favorece la

contratación a través del tipo de contrato de menor coste. O, expresado de la manera que

lo hicieron Lindberk y Snower, disminuyendo el poder de los insiders y aumentando el

de los outsiders (2001: 184).

De esta manera, y en consonancia con tal diagnóstico, desde mediados de los

ochenta el contenido de buena parte de las estrategias y reformas llevadas a cabo ha

girado en torno a la flexibilización del mercado de trabajo (Miguélez 1995, Dolado et al.

2002). Pero el diagnóstico de ésta teoría contrasta con el de la teoría de segmentación

de demanda, que sostiene que la dualidad del mercado de trabajo español, que favorece

el desarrollo de dos tipos de contratos bien diferenciados en función de la calidad y la

seguridad del empleo y con ello perpetúa unos niveles de temporalidad y desempleo

elevados, no puede residir únicamente en las características del marco legislativo.

Considera necesario en cambio atenerse a la composición de la estructura productiva.

En este sentido, el contrato temporal lo que hace es institucionalizar una segmentación

3 Para ver más información sobre el modelo outsiders-insiders ver Lindbeck y Snower (1988).

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ocupacional previamente existente. Así, como sostienen Toharia y Malo, la

segmentación entre temporales e indefinidos se estructura en base a una segmentación

ocupacional previa habida entre trabajos productivos y no productivos; las diferencias

entre indefinidos y temporales no se deben en exclusiva al tipo de contrato, sino que el

empresario cuenta con los diferentes tipos de contrato para puestos de trabajo de

naturaleza distinta (2009).

Se debe señalar en este sentido que desde los ochenta hubo en España un aumento

espectacular del segmento secundario (puestos de baja cualificación, mal retribuidos y

desprotegidos), además de incrementarse por otro lado los puestos del segmento

primario independiente (mejor pagados y dotados de una mayor seguridad y

cualificación), por lo que se dio una progresiva polarización (Miguélez 1995). Otros

autores, como Andrés y Doménech, hablan de que desde mediados de los noventa la

mayor parte de los trabajos creados surgieron en sectores de baja productividad (2010),

siendo España el país donde hay más trabajadores en los servicios no cualificados

(Bernardi y Martínez-Pastor 2010). Este proceso de amplio desarrollo de las

ocupaciones del segmento secundario, junto con el hecho de que el peso de sectores de

naturaleza eventual es comparativamente mayor en España, es lo que puede haber

generado esa dualidad. Esto pasa porque están muy extendidos los tipos de contratos de

baja productividad y escaso valor añadido que, dadas sus características intrínsecas

(como que no requieren de formación continua, tienen una naturaleza eventual o son

fácilmente reemplazables), se adaptan muy bien a las necesidades de los empresarios

para ser cubiertos mediante la aplicación de contratos temporales. Lo que haría el

contrato temporal en este sentido es institucionalizar en el ámbito del mercado de

trabajo una segmentación previamente existente en el ámbito de la producción (Recio

1991, Toharia y Malo 2000, Prieto 1989 o Pérez Infante 2010).

Esta perspectiva asume que los problemas del mercado de trabajo tienen su origen

antes en el ámbito económico y de la producción, transmitiéndose luego fácilmente al

mercado de trabajo al canalizar éste las demandas de flexibilidad de las empresas por la

vía externa, lo que permite ajustes de empleo a muy bajo coste. Prueba de ello es que

mientras que el desempleo de los ochenta puede explicarse por la disminución del

empleo agrario, por los efectos retardados en España de la crisis del petróleo y el

cambio de una economía que pasó de estar muy cerrada a abrirse a la competencia de la

economía internacional, la fuerte destrucción de empleo actual se entiende en cambio

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como producto del estallido de la burbuja financiera internacional asociada a la crisis de

las hipotecas subprime, que provocó a su vez la de la construcción (Martínez 2013: 77).

Aunque los problemas que originan las crisis de empleo sean económicos, el hecho de

que se abuse de la temporalidad como forma de flexibilidad (externa) mientras que no

se han desarrollado otras formas de flexibilidad interna es lo que permite que las

fluctuaciones del empleo sean tan altas (García Serrano 2011).

2. El carácter procíclico del empleo en España: una aproximación a sus

causas

2.1. ¿Un mercado de trabajo rígido?

La rigidez se define como “la dificultad de ajustar el volumen de empleo –a costes

asumibles por las empresas– a las condiciones cambiantes de la demanda” (Vilar 2012:

3). Para determinar el grado de dificultad que soportan las empresas a la hora de ajustar

el volumen de empleo a las circunstancias económicas vamos a observar la evolución

del número de asalariados en las últimas décadas:

Gráfico 4. Evolución del nº de asalariados por tipo de contrato en términos absolutos, en miles

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA

Del segundo trimestre de 1994 al mismo trimestre del 2008 el número total de

asalariados se incrementó en España en casi ocho millones. En cambio, desde esa fecha

al segundo trimestre del 2013 se redujo en tres millones, de forma que se ha vuelto a

una cifra similar a la de principios de la década. Si observamos las tasas de crecimiento

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Total Indefinido Temporal

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interanual del número de asalariados (gráfico 5) podemos observar con más claridad las

pronunciadas fluctuaciones del número de asalariados en España, además de hacer más

visibles las diferencias entre la dinámica del empleo indefinido y el temporal, que son

más apreciables en términos relativos.

Gráfico 5. Porcentaje de variación interanual del número de asalariados, por tipo de contrato

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA

Ambos gráficos muestran que el crecimiento del empleo asalariado a finales de los

ochenta y durante los primeros años de los noventa se debió al incremento de contratos

temporales, que crecieron notablemente mientras que el número de indefinidos no dejó

de caer hasta 1994. Prácticamente todo el empleo creado en ese periodo fue temporal,

cuando su incidencia previa era residual. En cambio, al crecimiento iniciado a mediados

de la década de los noventa contribuyó tanto el empleo temporal como el indefinido.

Hasta que el mercado de trabajo sufrió el impacto de la crisis reciente, siendo los

contratos temporales los que cayeron primero y de forma más pronunciada, mientras

que los indefinidos han resistido mejor sus embates. Son los contratos temporales por

tanto los que han mostrado una mayor sensibilidad ante los cambios de ciclo, mientras

que el indefinido ha sufrido unas fluctuaciones menos pronunciadas.

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Total asalariados Indefinidos Temporales

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Sin embargo, aunque los contratos indefinidos proporcionen una mayor estabilidad,

no significa que todos ellos sean de duración permanente. En el último periodo

expansivo los contratos indefinidos también aumentaron sustancialmente (Fernández-

Macías 2012: 19). Prueba de ello es que desde el 2003 hasta el año 2008 se firmaron

alrededor de 10,5 millones de contratos del tipo; lo que no quiere decir ni mucho menos

que todos los creados fueran contratos de duración permanente, ya que el stock de

indefinidos en ese mismo periodo aumento en poco más de 2 millones (Toharia y Malo

2009:19), como puede observarse en el gráfico 4. Es decir, que los contratos indefinidos

tienen una duración muy variable, presentando en muchos casos también una duración

determinada. Esto puede suceder por varias razones. Primero porque la aplicación de

muchos de ellos haya estado incentivada no tanto por las características del puesto de

trabajo, que puede no corresponderse con uno de naturaleza estable o indefinida, sino

por los beneficios que se extraen de bonificaciones de las cotizaciones sociales como las

establecidas en el Acuerdo Para la Estabilidad del Empleo de 1997, que tenían por

objeto fomentar la contratación indefinida. Esto ha favorecido que los contratos

indefinidos en muchos casos finalicen cuando termina el periodo en que la empresa saca

partido de tales bonificaciones, además de que al finalizar los contratos indefinidos

muchos de esos puestos de trabajo sean cubiertos de nuevo con contratos temporales. Y

segundo porque la reforma del mercado de trabajo llevada a cabo en 2002 introdujo

algunos elementos que reducían los costes del despido, como la reducción de los

salarios de tramitación o la eliminación casi total de los costes de transacción asociados

al mismo4.

Es decir, se establecieron una serie de incentivos a la contratación indefinida que

hicieron que ésta se extendiera a pesar de que el crecimiento económico se sostuviera

sobre la expansión de actividades de carácter eventual. Una serie de actividades a las

que se adecuan mejor los contratos temporales, ya que ni aportan alto valor añadido, ni

tienen carácter permanente ni precisan de formación continua. Por tanto, si bien son los

contratos temporales los que dotan de una gran volatilidad al mercado de trabajo en su

4 De forma que al dejar de hacer necesaria la justificación de las causas del despido se generaba un

mecanismo muy sencillo de reconocimiento de su improcedencia, haciendo del procedimiento algo casi

automático (Toharia y Malo 2009: 20).

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conjunto, los contratos indefinidos tampoco pueden equipararse en todos los casos a

contratos estables y de duración permanente.

De este modo, y atendiendo ya a la evolución del total de los asalariados, se ve que

España, al igual que tuvo en los periodos que precedieron a las dos últimas crisis las

tasas de crecimiento del número de asalariados más altas de entre los países de su

entorno, luego ha soportado en periodos de crisis las tasas de reducción interanual del

número de asalariados más elevadas. La evolución del número de asalariados, tanto en

términos absolutos como relativos, nos indica la facilidad que ha mostrado el mercado

laboral español para crear y destruir empleo (ajustar su volumen) en función de los

cambios en la demanda, mostrando una dinámica que se contrapone a la que define al

concepto de rigidez. Muy al contrario, las grandes fluctuaciones que presenta ante los

cambios de ciclo son un buen indicador de la flexibilidad que le caracteriza. Una

interpretación se alinea con el diagnóstico de Miguélez, que establecía que el mercado

de trabajo en España no es que fuera menos flexible que en otros países, sino que era

diferentemente flexible (concentrándose en este caso sobre la temporalidad en la

relación salarial), y que de hecho, si se considera la flexibilidad externa, el resultado es

que era el más flexible de la UE (1995). La dinámica del empleo asalariado en las

últimas décadas no ha hecho más que confirmar que tal diagnóstico goza de plena

vigencia y actualidad. Con todo, el resultado es que el empleo en España presenta una

volatilidad incluso mayor que la de Estados Unidos, país que ha sido paradigma

tradicional de la flexibilidad5.

2.2. El origen de las crisis de empleo

Si bien hemos visto que el empleo (especialmente el temporal) en España es muy

sensible al ciclo económico, conviene ahora fijar la atención sobre las causas que

originan las crisis de empleo. En las tablas 1 y 2 se observa que la mayor parte del

empleo destruido en la crisis de principios de los noventa la sufrió el sector de la

industria, que concentró en el periodo prácticamente la mitad del total de la caída de la

ocupación (un 49,2%). En la crisis actual el sector que más empleo ha destruido ha sido

en cambio el de la construcción, que concentró del 2007 al 2013 igualmente casi la

mitad del total de la caída de la ocupación (un 47,2%).

5 Juan José Dolado en Seminario de Economía Política: “La reforma del mercado laboral en España”.

Acceso online en http://www.march.es/ceacs/

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Tabla 1. Evolución del nº de ocupados según sector de actividad, en miles (1991-1994)

1991 1992 1993 1994 Saldo en el periodo

% acumulado en cada sector

Total 13.068 12.893 12.324 12.186 -881,5 100

Agricultura 1.374 1.253 1.206 1.157 -217,3 24,7

Industria 3.002 2.963 2.667 2.568 -433,9 49,2

Construcción 1.343 1.272 1.158 1.119 -223,8 25,4

Servicios 7.349 7.406 7.293 7.342 -6,5 0,7

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA

Tabla 2. Evolución del nº de ocupados según sector de actividad, en miles (2007-2012)

2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 Saldo en el

periodo % acumulado

en cada sector

Total 20.367 20.425 18.945 18.477 18.303 17.417 16.784 -3.583,5 100,0

Agricultura 921 821 787 778 741 732 761 -160,3 4,5

Industria 3.244 3.244 2.799 2.619 2.578 2.438 2.300 -943,9 26,3

Construcción 2.714 2.550 1.922 1.700 1.430 1.193 1.023 -1.690,4 47,2

Servicios 13.489 13.811 13.437 13.380 13.554 13.054 12.700 -788,8 22,0

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA

La relación de la crisis actual con la crisis en el sector de la construcción se percibe

aún más clara si analizamos lo ocurrido en una primera fase de la crisis. Así, del

segundo trimestre del 2007 al segundo trimestre del 2009, el sector de la construcción

acaparó hasta el 55,7% del total de la pérdida de ocupaciones. Esto se debe a que ésta se

concentró primero en el sector de la construcción, en cuyo seno se localiza el origen de

la crisis, para extenderse luego al resto de sectores como producto de la caída de la

demanda agregada que lleva consigo todo proceso de destrucción de empleo.

Estos datos revelan cómo el origen de las últimas crisis de empleo ha estado ligado

de forma clara a sendas crisis productivas. Es decir, que se han debido en última

instancia a la transmisión al mercado de trabajo de problemas que provienen del ámbito

de la producción. De esta forma, el origen del problema del empleo no puede perfilarse

como uno estructural o normativo, sino como uno de demanda productiva. Las crisis de

empleo se generan en el ámbito de la producción. La regulación institucional de las

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relaciones laborales interviene en la medida que puede facilitar o dificultar la

transmisión de los problemas del ámbito de la producción al mercado de trabajo, como

veremos en el siguiente apartado.

2.3. La dinámica de la temporalidad

La incidencia de la temporalidad varía notablemente en los diferentes sectores. En el

sector de la construcción ha sido alta tanto tradicionalmente -ya lo era en el franquismo

(EAL 1977)- como a lo largo del periodo que aquí se abarca: desde el 57,1% de 1991 al

55,6% en el 2007, superando incluso a la de indefinidos (antes de que estallase la crisis

actual y de que se destruyese tanto empleo temporal en el sector). La tasa de

temporalidad es todavía más alta en el sector de la agricultura, aunque este sector no se

ha desarrollado en las últimas décadas y el de la construcción sí, por lo que éste último

ha obtenido un peso mucho mayor en términos absolutos. Por el contrario, la

temporalidad incide mucho menos tanto en los servicios como sobre todo en la

industria, sectores que aun presentan una proporción mayoritaria de contratos

indefinidos.

Gráfico 7. Tasa de temporalidad según sector de actividad

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA

El fuerte desarrollo de la temporalidad en España ha permitido que las empresas

canalicen sus demandas de flexibilidad por la vía externa. Es decir, mediante ajustes

sobre la cantidad del empleo, en vez de desarrollar otras formas alternativas de

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Servicios

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flexibilidad interna que posibiliten la opción de llevarlos a cabo mientras que se

mantiene el puesto de trabajo -mediante ajustes de salarios, en el tiempo o sobre las

condiciones de trabajo- (Pérez Infante 2010: 70). Éste desarrollo de la flexibilidad

externa, al permitir ajustes a muy bajo coste, facilita la transmisión de los problemas del

ámbito de la producción al mercado de trabajo, incrementando la volatilidad del empleo

(Sala et al. 2012) y reforzando su carácter procíclico.

Por este motivo la destrucción de empleo está siendo mucho más fuerte en la crisis

actual, vinculada a la caída de un sector con una alta temporalidad como el de la

construcción, que en la anterior, vinculada en cambio a un sector en el que

predominaban los contratos con mayor estabilidad. Para profundizar en esta idea se

puede observar la evolución del número de asalariados en función del tipo de contrato

en cada uno de los periodos del ciclo.

Gráfico 8. Evolución del nº de asalariados según tipo de contrato en los periodos señalados, en

miles

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA

Así, vemos que la mayor parte de los contratos creados en los últimos años de la

década de los ochenta y primeros años de los noventa fueron temporales. Luego se

observa que de 1991 a 1994 la mayor parte de contratos destruidos fueron indefinidos

(el 85,3% del total de contratos finalizados, como se observa en la tabla 3), por lo que

algunos de los asalariados que ocupaban puestos indefinidos pasaron bien a engrosar la

cifra de desempleo o a tener un empleo con contrato temporal, de forma que sufrieron

una degradación de sus condiciones de trabajo. Por el contrario, en la crisis actual ha

-3.000

-2.000

-1.000

0

1.000

2.000

3.000

4.000

5.000

6.000

87-91 91-94 94-07 07-13

Indefinido

Temporal

15

pasado justo lo contrario: la mayor parte de los contratos destruidos son temporales. Del

total de la caída de los asalariados habida de 2007 a 2013 el 71,1%, eran temporales,

ligados en su mayor parte a actividades intensivas en mano de obra temporal, como es el

caso del sector de la construcción (Fundación Encuentro 2011). Si nos remontamos al

periodo que va del segundo trimestre del 2007 al segundo trimestre del 2010 nos

encontramos con que la cifra superaba el 100%, ya que en los primeros años de crisis se

había destruido empleo temporal mientras que el indefinido aún seguía creciendo.

Tabla 3. Evolución del nº de asalariados en cada uno de los dos últimos periodos de crisis.

Absoluta (miles) y % que se concentra sobre cada tipo de contrato.

1991 - 1994 2007 - 2013

Saldo total

% de la pérdida que acumula cada tipo de

contrato Saldo total

% de la pérdida que acumula cada tipo de

contrato

Total -768,1 100% -3.054,9 100%

Indefinido -655,5 85,3% -884,0 28,9% Temporal -109,8 14,3% -2.170,9 71,1%

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA

Así, en el periodo en el que la mayor parte de los contratos finalizados fueron

indefinidos (1991-1994) en número de asalariados se redujo en 768.100. En cambio, en

el periodo en el que la mayor parte de los contratos que se han destruido son temporales

la cifra, hasta el segundo trimestre del 2013, alcanza los 3.054.900 de asalariados. La

dimensión de la crisis en términos de destrucción de empleo asalariado es cuatro veces

mayor, además de haberse prolongado en el tiempo. Por eso también es conveniente

considerar lo que pasó en los tres primeros años de crisis, para poder valorar el potencial

destructivo de cada una de las crisis en un periodo de tiempo de igual duración. Así, del

2007 al 2010 el número de asalariados se redujo en 1.416.000. Una cifra que dobla a la

de la crisis anterior. Es decir, que el potencial destructivo de la crisis actual está siendo

mucho mayor6. Lo fue en sus tres años iniciales y lo sigue siendo luego al haberse

prolongado y extendido en el tiempo.

6 Al igual que el número de ocupados era considerablemente mayor antes de que estallara la crisis

actual (20.367.300 en el segundo trimestre del 2007) que antes de que estallara la de los noventa

(13.067.600 en el segundo trimestre de 1991)6.

16

Esto pone de manifiesto la mayor capacidad protectora y estabilizadora de los

empleos indefinidos, y como el desarrollo de la temporalidad favorece el carácter

procíclico del empleo. Las crisis son mucho más agudas en términos de empleo cuando

los contratos temporales tienen un mayor peso en las relaciones salariales y en los

sectores de actividad que sufren de una contracción de la demanda. Al contrario, cuando

la destrucción de empleo incide en un sector en el que la proporción de contratos

indefinidos es mayoritaria (caso de la industria) la caída del empleo ha sido mucho

menos violenta. Los contratos temporales permiten por tanto que los ajustes de empleo

ante cambios en la demanda sean más fáciles, bien porque el despido resulta menos

costoso o porque permiten reducir la plantilla de las empresas a través de la no

renovación de los mismos, de forma que dotan al mercado de trabajo de una mayor

volatilidad.

En síntesis, en este segundo apartado hemos visto: 1) que en términos estrictos no se

puede hablar de que el mercado laboral español sea rígido, sino que por el contrario

presenta una gran volatilidad, mostrando una gran facilidad para adaptar la cantidad de

empleo a los cambios en la demanda; 2) como las crisis de empleo tienen su origen en el

ámbito de la producción y 3) como el desarrollo de la temporalidad facilita la

transmisión de los problemas del ámbito de la producción al mercado de trabajo,

favoreciendo con ello el desarrollo de su carácter procíclico.

Es ahora entonces cuando resulta pertinente indagar sobre los factores que han

favorecido que el desarrollo de la temporalidad haya sido tan alto en nuestro país.

3. Los factores que han impulsado la temporalidad en España

3.1. La evolución de la rigidez de la protección al empleo

La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) elabora una

serie de indicadores sobre la rigidez de la protección al empleo. Hay series de datos

desde el año 1985 para el caso de los despidos individuales, y tanto para los contratos

indefinidos como para los temporales, lo que nos permite tanto valorar el grado de

flexibilidad o rigidez de la legislación como ver su evolución a lo largo del periodo

examinado7. De esta manera, España presentaba en 1985 el segundo valor más alto (tan

7 El índice de protección al empleo indefinido se compone de una serie de indicadores referidos a la

cuantía de la indemnización por despido; la definición de despido justificado e improcedente; la

17

solo tras Portugal) de entre los países de su entorno, con un valor de 3,55. En 2013

marca en cambio un valor mucho más bajo (2,05), quedando únicamente por encima de

países como Irlanda, Reino Unido o Estados Unidos8, que son paradigmas de la

flexibilidad en la relaciones laborales. Pero a pesar de que haya países que muestren en

los años recientes unos valores todavía más bajos, se observa en las series que el caso de

España destaca por ser, de nuevo tras Portugal, el país en el que el valor del indicador se

ha reducido más en el periodo: -1,5 puntos. Mientras, en el resto de países la reducción

ha sido considerablemente menor, habiendo casos en los que incluso ha aumentado.

Este dato no hace más que reflejar que las estrategias llevadas a cabo en las últimas

décadas en nuestro país con el objetivo de reformar el mercado de trabajo han tenido un

carácter flexibilizador, al menos en lo que respecta a la protección al empleo indefinido,

logrando reducir de forma considerable su grado de rigidez.

La teoría de segmentación de oferta incide en que es por lo elevada que resulta la

protección al empleo indefinido por lo que se favorece la aplicación de contratos

temporales. El dato anterior nos muestra, al visualizar la fuerte reducción del valor del

indicador, que en base a ese diagnóstico en las últimas décadas se ha combatido la

rigidez que presentaba a mediados de los ochenta dotando al mercado laboral español de

una mayor flexibilidad, y que a pesar de ello la tasa de temporalidad no se ha logrado

reducir de forma significativa. Al contrario, ésta se ha mantenido constante por encima

de los treinta puntos porcentuales hasta la crisis actual. Esto es una muestra del poder

limitado que han tenido las sucesivas reformas, y con ello del poder explicativo de esa

teoría, que parece sobredimensionar la importancia que otorga a las reformas legales del

mercado de trabajo y al fenómeno de la supuesta rigidez a la hora de explicar la

persistencia de los problemas de la dualidad y la elevada temporalidad. En cambio,

como expresa Ortíz, la evolución del empleo temporal ha puesto de manifiesto la

resistencia del mercado de trabajo a las reformas legislativas, resaltando con ello su

ineficacia (2013). Estos datos suman evidencia a la mostrada con anterioridad,

resaltando como el mercado laboral, lejos de consolidarse como uno rígido, ha ido

adquiriendo una mayor flexibilidad. Es precisamente la debilidad explicativa que

compensación por despido improcedente; la posibilidad de reincorporación tras el despido; la duración

del periodo de notificación o los procedimientos seguidos por el mismo. Para más información sobre la

composición del indicador y su metodología ver http://www.oecd.org/els/emp/EPL-Methodology.pdf 8 Tabla 1 del Anexo.

18

muestra esta teoría la que obliga a someter a contraste las tesis de otras interpretaciones

alternativas.

3.2. La incidencia de la temporalidad en un mercado de trabajo

segmentado

En contraste, la teoría de segmentación de demanda sostiene que el contrato

temporal institucionaliza una segmentación habida previamente en la producción,

impulsada por el desarrollo de trabajos del segmento primario por un lado y del

secundario por otro. Trabajos que cuentan con características muy diferentes en cuanto

a seguridad en el empleo, la remuneración o la cualificación. En este sentido los

empleos temporales son rentables no solo por una cuestión de costes, sino también

porque existen esta serie de empleos del segmento secundario, que no precisan de

cualificación ni formación continua y que resultan fácilmente sustituibles, y cuyas

necesidades se adaptan por tanto muy bien a las características de este tipo de contratos.

Esto se muestra coherente con la observación de que en los países desarrollados los

contratos temporales son mantenidos de forma desproporcionada por los trabajadores

que cuentan con un nivel educativo menor, así como en los empleados en ocupaciones

de baja cualificación (OECD 2002).

Para contrastar esta hipótesis en el caso Español he agrupado a los diferentes grupos

ocupacionales de la Clasificación Nacional de Ocupaciones en función del nivel de

competencias requerido para las tareas de cada grupo. Este nivel de competencias se

refiere a las capacidades y conocimientos teóricos y prácticos necesarios para

desempeñar las mismas. Esto es, a la cualificación del puesto de trabajo. La propia CNO

ordena los diferentes grupos teniendo en cuenta ese criterio, por lo que las primeras

categorías ocupacionales se corresponden con las que precisan de un mayor

conocimiento y cualificación y las últimas con las que menos. Por ello he agrupado las

diferentes categorías en tres grandes grupos ocupacionales ordenados en función del

grado de cualificación requerido por los mismos, diferenciando entre ocupaciones de

muy alta cualificación, ocupaciones cualificadas y ocupaciones de baja cualificación9.

9 Se especifica a continuación la composición de cada uno de los grupos: * Ocupaciones de muy alta

cualificación (que incluye a los, Directores de las empresas y las administraciones públicas a los Técnicos

y profesionales científicos e intelectuales y a los Técnicos y profesionales de apoyo); * Ocupaciones

cualificadas (que incluye a los Empleados de tipo administrativo, a los Trabajadores de servicios de

restauración, personales, protección y vendedores de comercio, a los Trabajadores cualificados en

agricultura y pesca y a los Artesanos y trabajadores cualificados de las industrias manufactureras y de la

19

Gráfico 9. Tasa de temporalidad en función de la cualificación de los grupos ocupacionales

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA

De este modo podemos ver de forma clara que la temporalidad incide de forma

desigual en función de la cualificación de las ocupaciones, presentando una tendencia

constante a lo largo de toda la serie que muestra como la tasa de temporalidad se

mantiene más elevada en los grupos ocupacionales que requieren una menor

cualificación. Es decir, que efectivamente, cada tipo de contrato se adapta mejor a las

diferentes ocupaciones en función de la naturaleza y cualificación de las mismas. En el

caso que nos ocupa parece claro, como sugiere la teoría de la segmentación de

demanda, que los contratos temporales se adaptan mejor a la serie de ocupaciones de

menor cualificación. Por tanto, cuanto mayor sea el peso del segmento secundario más

extendidos deben estar los contratos temporales.

Por eso a continuación voy a tratar de ver si esa relación positiva se cumple en el

supuesto Español, utilizando los casos de las diferentes Comunidades Autónomas. El

resultado de la correlación entre la variable que indica el peso de las ocupaciones de

baja cualificación en cada comunidad y su tasa de temporalidad expresa un valor

significativo de 0,638 (cuyos resultados se detallan en la tabla 2 del Anexo), lo que

establece una relación positiva entre ambas variables. Esto es, a medida que aumenta el

peso de los sectores intensivos en mano de obra de escasa cualificación aumenta

construcción) y * Ocupaciones de baja cualificación (los Operadores de instalaciones y maquinaria y

montadores y los Trabajadores no cualificados). Se ha excluido a las Ocupaciones militares del análisis

por considerar que es un régimen especial.

0%

5%

10%

15%

20%

25%

30%

35%

40%

45%

2001 2003 2005 2007 2009 2011 2013

Ocupaciones de alta cualificación Resto de ocupaciones Ocupaciones de baja cualificación

20

también el peso de la temporalidad en las relaciones salariales. Algo que se puede

observar en el siguiente diagrama de dispersión:

Gráfico 10. Relación entre la tasa de temporalidad y el peso de las ocupaciones de baja

cualificación en las diferentes Comunidades Autónomas10 (2007 TII)

Coeficiente de correlación = 0,629**

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA

Mientras que la composición ocupacional de las diferentes regiones varía

notablemente, la normativa laboral es en lo fundamental la misma a escala nacional.

Cada punto representa una comunidad autónoma, observándose que incrementos del

peso de los sectores intensivos en mano de obra de escasa cualificación están

asociados a un incremento de la tasa de temporalidad. Esto confirma lo que se sugería

anteriormente al observar como la tasa de temporalidad era mayor entre las

ocupaciones del segmento secundario (que son intensivas en mano de obra de escasa

cualificación): y es que por tanto, cuanto mayor es el peso de este segmento mayor es

también la tasa de temporalidad. Una relación que se ha demostrado aquí con el caso

10

1=Andalucía; 2=Aragón, 3= Asturias, 4= Baleares, 5=Canarias, 6= Cantabria, 7=Castilla Y León,

8=Castilla La Mancha, 9=Cataluña, 10=Comunidad Valenciana, 11=Extremadura, 12=Galicia, 13=Madrid,

14=Murcia, 15=Navarra, 16=País Vasco y 17=La Rioja.

21

de las Comunidades Autónomas españolas, y cuyo resultado se muestra coherente con

los argumentos que expone la teoría de segmentación de demanda.

Esa relación es también positiva en el caso de otros países del entorno como

Francia, Italia o Alemania, aunque la fuerza de la asociación es más débil que en el

caso español. Tal y como podemos observar en los siguientes diagramas:

Gráficos 11a, b y c. Relación entre la tasa de temporalidad y el peso de las ocupaciones de baja

cualificación (2007).

Coeficiente de correlación = 0,485*

22

Coeficiente de correlación = 0,420

Coeficiente de correlación = 0,348*

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la European Labour Force Survey

Las regiones de Italia que tienen una mayor tasa de temporalidad son Calabria

(25,1%), Sicilia (19,7%) y Puglia (19,1%)11. Esto es, regiones del sur del país, cuya

economía se ha caracterizado por el fuerte peso de la economía agrícola y por tener un

menor desarrollo industrial y económico. En cambio, las regiones que tienen una

menor tasa de temporalidad son Lombardia (9,1%) y Piemonte (10,4%), que son el

núcleo del desarrollo industrial del norte del país. Sin embargo, aunque el país muestre

igualmente unas diferencias claras en la estructura productiva de diferentes regiones,

la temporalidad no varía tanto de una región a otra y no se ha llegado a desarrollar

tanto como en España, donde la tasa llega a superar en más del doble a la del resto de

países (y ha llegado a triplicar en otros periodos).

Además, la tasa de temporalidad en España es comparativamente alta no solo en los

sectores eventuales o las ocupaciones de baja cualificación, sino en todas las

ocupaciones y sectores (Polavieja 2006). Ya que la segmentación del mercado de

trabajo no es capaz de explicar toda la variabilidad de la temporalidad. ¿Qué otros

factores pueden ayudar a explicar esta diferencia? 11

Elaboración propia a partir de datos de la European Labour Force Survey.

23

3.3 La orientación de la flexibilidad por la vía externa

En primer lugar hay que tener en cuenta que las ocupaciones de baja cualificación

tienen un mayor peso en la economía española: el 23,8%, frente al 19,3% de Francia,

el 17,1% de Italia o el 15,6% de Alemania12. Sin embargo, este proceso no puede

desligarse de las estrategias seguidas en las últimas décadas en materia de política

económica y laboral en pro de una mayor flexibilidad. Un fenómeno que se ha

extendido con el proceso de desindustrialización, en la medida en que se ha extendido

el problema del desempleo y que resulta más fácil desarrollar formas de trabajo

flexibles en tareas de servicios que en las tareas mecánicas y rutinarias más propias de

la actividad industrial. Además, el proceso de globalización ha abierto las fronteras de

muchos países y regiones (especialmente en países en vías de desarrollo) al comercio

internacional, lo que permite a las empresas tener a su disposición a una cantidad

mayor de mano de obra (y más barata). Esto hace que aumente la competitividad entre

trabajadores, por lo que sus condiciones de trabajo tienden a empeorar.

Todo ello ha permitido que el paradigma de la flexibilidad se haya ido imponiendo

en la mayor parte de los países desarrollados, en los que han ido proliferando nuevas

formas de trabajo flexible. La diferencia estriba en la manera en que cada país las ha

desarrollado. Así, Italia cuenta con un nivel muy elevado de autoempleo (Miguélez y

Prieto 2009), lo que permite reducir el peso de los asalariados. El modelo alemán se ha

centrado más en la flexibilidad interna, mediante la reducción de jornadas laborales y

la contención salarial (Lasheras y Pérez Eransus 2012). Por su lado, el modelo francés

lo ha hecho a través del desempleo parcial y la reducción del tiempo de trabajo

(Carbonero et al. 2012). En cambio en España ha sido la temporalidad prácticamente

la única forma de flexibilidad desarrollada. Ésta se desarrolló de sobremanera a partir

de mediados de los ochenta, manteniéndose luego constante en un nivel muy elevado.

Esto fue posible por dos motivos: primero por la implantación de una reforma legal

que daba barra libre a la aplicación de este tipo de contratos mientras que no se

desarrollaron otras formas de trabajo alternativas. Y segundo por la existencia de crisis

recurrentes que generan un clima de inestabilidad, de forma que se logra crear una

percepción de inseguridad que lleva a los empresarios a decidirse por este tipo de

contratos con el objeto de poder mantener unas plantillas con las que realizar ajustes

poco costosos en caso de necesidad (Polavieja 2006). Esto ha permitido que las

12

Elaboración propia a partir de datos de la European Labour Force Survey.

24

empresas hayan aprendido a canalizar todas sus demandas de flexibilidad por la vía

externa, generando un problema de cultura de la temporalidad que parece haberse

enquistado en la cultura empresarial española. Un aspecto en el que se profundiza en el

siguiente apartado.

3.4. La adquisición de una cultura de la temporalidad

Si analizamos la evolución de la temporalidad de diferentes cohortes en relación a su

momento del ciclo vital, como se hace en el gráfico 12, podemos apreciar que en

términos generales la tasa de temporalidad se va reduciendo a medida que avanza la

edad de los individuos. Como señalan González y Garrido, la edad no es un segmento

cerrado, por lo que el problema de la temporalidad parece aliviarse con el paso del

tiempo. Esta dinámica demostraría que el componente principal de la temporalidad

obedece a estrategias de inserción de la fuerza de trabajo al mercado laboral (González

y Garrido 2005: 103). Unas estrategias que responderían en último término al desarrollo

y la adquisición de una determinada cultura y hábitos empresariales.

Gráfico 12. Evolución del perfil de la temporalidad por edad de diferentes cohortes

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA

Pero el gráfico anterior muestra además información adicional que refuerza la idea

de la adquisición de una cultura de la temporalidad. Esto se percibe claramente en los

0

10

20

30

40

50

60

70

80

20-24 25-29 30-34 35-39 40-44 45-49 50-54 55-59 60-64

1938-42

1943-47

1948-52

1953-57

1958-62

1963-67

1968-72

1973-77

1978-82

1983-87

1988-92

25

casos de las cohortes de nacidos antes de 1968. La tendencia que muestra el recorrido

del primer dato de cada una de esas cohortes al siguiente sigue un sentido ascendente,

rompiendo con la tendencia general del resto de cohortes y años. Esto pasa porque

refleja la información de los datos de temporalidad tomados de 1987 a 1992, mostrando

como en ese periodo la temporalidad se expandió varios puntos en todas las cohortes y

grupos de edad, y no solo entre los jóvenes. Esto fue reflejo de la aprobación de una ley

en exceso permisiva, que permitió un cambio tan brusco y generalizado a través del uso

y abuso contratos temporales. Unas prácticas que forjaron un cambio en los hábitos y

costumbres de los empresarios españoles. Y es que éstos encontraron en esta figura

contractual la manera más fácil de poder disponer de plantillas inestables con las que

hacer ajustes de empleo a un bajo coste en caso de necesidad. Algo que resulta

determinante en un país en el que la tasa de desempleo ha sido tradicionalmente alta y

en el que la existencia de crisis recurrentes genera un clima de incertidumbre e

inseguridad económica (Polavieja 2006). Es por eso por lo que en los años que

siguieron a la reforma de 1984 la mayor parte de los contratos creados fueron

temporales, sustituyendo en muchos casos a empleos indefinidos. De manera que se

adquirieron unos hábitos y costumbres que posteriormente han resistido muy bien los

intentos de hacerlos frente por la vía legal. Como menciona Cruz, a pesar de que la

economía creciera, se redujera el desempleo e incluso se introdujeran otras formas de

flexibilidad laboral, las prácticas empresariales en la gestión de sus plantillas se

encuentran ya tan asentadas que la recuperación del principio de causalidad en la

contratación temporal no produce los efectos esperados en el mercado de trabajo, de

forma que tal inercia logró consolidar la llamada “cultura de la temporalidad” (2006:

22).

26

Tabla 4. Tasa de empleo temporal por sector de actividad, edad y año.

Año

1987 1994 1997 2004 2007 2013

Sector de

Actividad Agricultura Edad 16-29 62,1 78,6 83,0 76,0 73,3 73,4

30-44 46,0 56,7 60,3 60,0 57,3 65,9

45-64 38,2 50,7 51,5 48,8 46,9 43,6

Total 47,9 61,0 64,6 61,0 58,7 59,4

Industria Edad 16-29 29,4 60,8 63,2 43,0 45,5 43,0

30-44 7,0 20,2 22,8 18,4 19,1 14,7

45-64 3,5 8,4 10,4 7,0 8,6 7,9

Total 12,6 27,9 30,8 22,2 22,7 15,9

Construcción Edad 16-29 46,2 77,7 75,9 68,7 66,0 49,0

30-44 30,7 57,8 62,2 57,6 55,1 36,8

45-64 26,9 45,1 46,5 44,9 42,6 27,2

Total 34,4 60,8 62,1 58,2 55,6 35,2

Servicios Edad 16-29 27,8 60,8 58,5 50,6 48,7 48,2

30-44 8,8 23,5 23,1 25,2 25,7 21,9

45-64 5,8 14,1 11,7 12,8 14,9 12,2

Total 14,5 32,4 30,3 28,6 28,4 22,3

Total Edad 16-29 32,0 63,2 62,4 52,5 51,7 48,5

30-44 12,1 26,9 27,9 28,9 29,3 22,9

45-64 9,7 17,2 16,6 16,2 17,6 13,1

Total 17,9 35,1 34,8 32,1 31,8 23,1

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA

Los datos de la tabla 4 muestran también cómo la temporalidad, que aumenta

notablemente de 1987 a 1994, se reduce en todos los años a medida que avanza la edad.

Y esto pasa tanto para el total de los sectores de actividad como para cada uno de ellos,

mostrando una brecha que es especialmente aguda a partir de los 30 años. Así, el

problema de la temporalidad parece una cosa de la edad, reflejando, como sostienen

Garrido y González, que el componente de la temporalidad obedece más al seguimiento

de determinadas estrategias de inserción al mercado laboral que a procesos de

segmentación en el mercado de trabajo (Ibid.). Sin embargo, el examen en mayor

profundidad del fenómeno obliga a establecer algunos matices. Así, si observamos la

evolución de la temporalidad según la edad en los diferentes sectores podemos ver que

su dinámica varía mucho según el sector de actividad. Si bien se reduce a medida que

avanza la edad en todos los casos, esta brecha es mucho más pronunciada en los

27

sectores de la industria y los servicios. Sin embargo, en los sectores de carácter eventual

(agricultura y construcción) la reducción es considerablemente menor, manteniendo en

las edades posteriores unos niveles de temporalidad que multiplican a los del resto de

sectores. Además, se establecen unas diferencias que se magnifican a medida que la

edad es más avanzada.

Estos datos muestran que la instauración del modelo de flexibilidad al margen hizo

que el uso de contratos temporales se extendiera en todos los sectores de actividad, al

abrir la posibilidad de formalizar este tipo de contratos sin necesidad de que los trabajos

respondieran a necesidades temporales reales y al ser esta la única vía posible mediante

la cual los empresarios podían canalizar las demandas de flexibilidad de sus empresas.

Pero además de mostrarnos cómo la descausalización de los contratos temporales

favoreció las asimilación de una cultura de la temporalidad que se extendió a todos los

ámbitos (Cruz 2006), estos datos ilustran sobre cómo han operado sobre el mercado de

trabajo procesos de segmentación que permiten que la incidencia de la temporalidad

varíe sustancialmente de un sector de actividad a otro.

3.5. La extensión de la cultura de la temporalidad al sector público

En los años de expansión económica la tasa de temporalidad en el sector privado se

mantuvo más o menos constante, tanto en el caso de los hombres como de las mujeres,

manteniéndose la de las segundas alrededor de cuatro puntos por encima. Hasta llegar a

la crisis actual, cuando la tasa de temporalidad tanto de hombres como de mujeres se ha

desplomado. Esto ha sucedido en mayor medida en el caso de las mujeres, por lo que la

tasa de unos y otras ha logrado converger hasta situarse en ambos casos en un nivel

cercano al 25%.

28

Gráfico 11. Evolución de la tasa de temporalidad por sexo y tipo de sector.

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA

Sin embargo, en el sector público la tendencia ha sido bien distinta. En este sector la

temporalidad se incrementó en el periodo expansivo de la economía. Las mujeres

experimentaban desde el inicio de la serie una mayor temporalidad, y fueron ellas

quienes sufrieron un mayor incremento, de forma que todavía se estiró más la brecha

entre ambos sexos. Una dinámica que ha ido en paralelo a la ampliación del sector

público en España, con la extensión de los servicios públicos y la modernización de la

administración. De esta forma, mientras que la tasa de temporalidad de los hombres ha

sido siempre mucho menor en el sector público que en el privado, en el caso de las

mujeres ambas tasas se han mantenido en unos niveles más cercanos, llegando en 2008

incluso a superar la del sector público a la del privado. Con la crisis el ritmo de

reducción de la tasa de temporalidad está siendo más leve en el sector público que en el

privado en el caso de ambos sexos, y aunque se esté acelerando en los años recientes la

diferencia entre hombres y mujeres aun es más clara.

El aumento del empleo temporal en el sector público en el periodo expansivo ha

contribuido a que la tasa de temporalidad no se redujera sustancialmente (Fernández-

Gutiérrez y Díaz-Fuentes 2009). Además, nos muestra como la cultura de la

temporalidad ha llegado a extenderse hasta el sector público, en el que no predominan

15%

20%

25%

30%

35%

40%

1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013

Mujeres s.privado Hombres s.privado

Mujeres s.público Hombres s.público

29

ni las ocupaciones de baja cualificación ni las de carácter eventual. Que la temporalidad

aumentara en mayor medida en este sector en el caso de las mujeres se explica en parte

por ser éstas las que más se ocupan en el. Además, la extensión de la temporalidad en el

sector público puede atribuirse a estrategias de la administración para reducir la carga

que supone la contratación en sus formas tradicionales, tanto a través de la

funcionarización como por la rigidez que caracteriza a la administración. O a las

restricciones de oferta de nuevo empleo público y las estrategias de externalización de

los servicios que se han venido dando en el contexto de una política económica de

restricción del gasto público (Consejo Económico y Social 2004) y expansión del

sector.

4. Conclusiones (*provisional)

Los principales problemas del mercado de trabajo en España se relacionan de forma

recurrente con el marco normativo que regula las relaciones laborales. Estamos

acostumbrados a oír hablar de forma constante de la necesidad de llevar a cabo reformas

en el mercado laboral, y la lista de las que se han llevado a cabo desde mediados de los

ochenta es numerosa. Sin embargo, las mismas no han resulto efectivas en su propósito

de reducir la temporalidad, que es la causa de que el empleo en España sea tan sensible

a la evolución de la producción.

Las crisis de empleo se deben a crisis productivas. La regulación del mercado de

trabajo lo que hace luego es facilitar o dificultar la transmisión de los problemas del

ámbito productivo al mercado de trabajo. De igual manera, podemos constatar cómo es

la configuración de la estructura productiva española, en la que han tenido un peso

comparativamente alto las actividades de baja productividad y carácter eventual, lo que

favorece el desarrollo de la temporalidad. Se ha evidenciado aquí como a medida que es

mayor el peso de las ocupaciones menos productivas y de menor cualificación la tasa de

temporalidad también es mayor. Pero la tasa de temporalidad es en España

comparativamente alta no solo en estos sectores, sino en todos. Lo que indica que debe

haber otra serie de factores que ayuden a magnificar el fenómeno. Por eso se han

realizado algunos análisis en los que se apunta a otros factores como el desarrollo de

una cultura de la temporalidad, derivado de una ley en exceso permisiva que pudo ser

el germen de una determinada cultura empresarial, además de favorecer que no se

desarrollaran otras formas de flexibilidad interna (como pasa en el resto de países del

30

entorno). Además, la brecha entre los costes de indemnización de los contratos

indefinidos y temporales también puede desincentivar la aplicación de los de mayor

coste. Un efecto que debe ser mayor en un país como España, en el que el clima de

inestabilidad económica permanente genera en los empleadores unas previsiones menos

halagüeñas que les lleva a mantener plantillas cuyo ajuste se puede realizar con un bajo

coste (es decir, con una alta proporción de contratos temporales).

31

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37

Anexo

Gráfico 1. Evolución de la población activa, el número de ocupados y el paro en España, por

sexo (1976-2013)

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA

Gráfico 2. Porcentaje de asalariados con contratos temporales en diferentes países

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Eurostat

0

5

10

15

20

25

30

35

40

92 93 94 95 96 97 98 99 00 01 02 03 04 05 06 07 08 09 10 11 12 13

UE (15) Alemania Irlanda Grecia España

Francia Italia Portugal Suecia Reino Unido

38

Tabla 1. Indicador de la rigidez de la protección al empleo: despidos individuales (contratos

indefinidos).

Fuente: OCDE

Tabla 2. Correlación entre las variables * Peso de las ocupaciones de baja cualificación y * Tasa

de temporalidad, con datos del TII de 2007

Correlaciones

% ocupaciones

de baja

cualificación

Tasa de

temporalidad

% ocupaciones de baja

cualificación

Correlación de Pearson 1 ,629**

Sig. (bilateral) ,007

N 17 17

Tasa de temporalidad

Correlación de Pearson ,629** 1

Sig. (bilateral) ,007

N 17 17

**. La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral).

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la EPA, INE

1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001

España 3,55 3,55 3,55 3,55 3,55 3,55 3,55 3,55 3,55 3,55 2,36 2,36 2,36 2,36 2,36 2,36 2,36

Dinamarca 2,18 2,18 2,18 2,18 2,18 2,18 2,18 2,18 2,18 2,18 2,13 2,13 2,13 2,13 2,13 2,13 2,13

Francia 2,59 2,59 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34 2,34

Alemania 2,58 2,58 2,58 2,58 2,58 2,58 2,58 2,58 2,58 2,68 2,68 2,68 2,68 2,68 2,68 2,68 2,68

Grecia 2,85 2,85 2,85 2,85 2,85 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80

Irlanda 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44 1,44

Italia 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76

Portugal 5,00 5,00 5,00 5,00 5,00 4,83 4,83 4,58 4,58 4,58 4,58 4,58 4,58 4,58 4,58 4,58 4,58

Reino Unido 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,03 1,20 1,20

EE.UU. 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26

2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 Diferencia en el periodo

España 2,36 2,36 2,36 2,36 2,36 2,36 2,36 2,36 2,36 2,21 2,21 2,05 -1,50

Dinamarca 2,13 2,13 2,13 2,13 2,13 2,13 2,13 2,13 2,13 2,20 2,20 2,20 0,02

Francia 2,34 2,47 2,47 2,47 2,47 2,47 2,47 2,38 2,38 2,38 2,38 2,38 -0,21

Alemania 2,68 2,68 2,87 2,87 2,87 2,87 2,87 2,87 2,87 2,87 2,87 2,87 0,29

Grecia 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,80 2,17 2,17 2,12 -0,73

Irlanda 1,44 1,44 1,44 1,44 1,27 1,27 1,27 1,27 1,27 1,27 1,40 1,40 -0,04

Italia 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,76 2,51 -0,25

Portugal 4,58 4,58 4,42 4,42 4,42 4,42 4,42 4,42 4,13 4,13 3,56 3,18 -1,82

Reino Unido 1,20 1,20 1,20 1,20 1,20 1,20 1,20 1,20 1,20 1,20 1,20 1,03 0,00

EE.UU. 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,00

39

Contenido Introducción .................................................................................................................................. 2

1. Del desempleo estructural a la temporalidad: ¿un problema meramente legislativo? ........... 3

2. El carácter procíclico del empleo en España: una aproximación a sus causas ......................... 8

2.1. ¿Un mercado de trabajo rígido? ........................................................................................ 8

2.2. El origen de las crisis de empleo ...................................................................................... 11

2.3. La dinámica de la temporalidad ....................................................................................... 13

3. Los factores que han impulsado la temporalidad en España .................................................. 16

3.1. La evolución de la rigidez de la protección al empleo ..................................................... 16

3.2. La incidencia de la temporalidad en un mercado de trabajo segmentado...................... 18

3.3 La orientación de la flexibilidad por la vía externa ........................................................... 23

3.4. La adquisición de una cultura de la temporalidad ........................................................... 24

3.5. La extensión de la cultura de la temporalidad al sector público ..................................... 27

4. Conclusiones (*provisional) .................................................................................................... 29

Bibliografía .................................................................................................................................. 31

Anexo .......................................................................................................................................... 37