La construcción de la ciudadanía en el Caribe colombiano en la primera mitad del siglo XIX

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La construcción de la ciudadanía en el Caribe colombiano en la primera mitad del siglo XIX. 1 Antonino Vidal Ortega, Universidad del Norte, Barranquilla, Colombia [email protected] , [email protected] El presente ensayo ahonda en uno de los temas que más se ha estudiado en los últimos años en la historiografía del Caribe colombiano, máxime cuando Iberoamérica en general anda inmersa en las profusas y variadas celebraciones del bicentenario de la independencia. Más allá de las guerras de expulsión de los españoles, tan largamente estudiadas y trabajadas a lo largo del siglo XX, lo más fascinante en estas últimas dos décadas ha sido la evolución de la investigación histórica en los complejos procesos de construcción de los estados nacionales. La desarticulación del régimen político imperial europeo y el nacimiento del nuevo proyecto político republicano que incluye los nuevos conceptos políticos liberales del siglo XIX, es central en todo el proceso de la reacomodación política de las Américas. La ciudadanía, el sufragio, las constituciones, las 1 Publicado en El Caribe y sus relaciones con España: políticas y sociedades en transformación (siglo XIX y XX). Universidad Interamericana de Puerto Rico, 2013. 1

Transcript of La construcción de la ciudadanía en el Caribe colombiano en la primera mitad del siglo XIX

La construcción de la ciudadanía en el Caribe colombiano en la

primera mitad del siglo XIX.1

Antonino Vidal Ortega, Universidad del Norte, Barranquilla,

Colombia

[email protected], [email protected]

El presente ensayo ahonda en uno de los temas que más se ha

estudiado en los últimos años en la historiografía del Caribe

colombiano, máxime cuando Iberoamérica en general anda inmersa

en las profusas y variadas celebraciones del bicentenario de la

independencia. Más allá de las guerras de expulsión de los

españoles, tan largamente estudiadas y trabajadas a lo largo del

siglo XX, lo más fascinante en estas últimas dos décadas ha sido

la evolución de la investigación histórica en los complejos

procesos de construcción de los estados nacionales.

La desarticulación del régimen político imperial europeo y el

nacimiento del nuevo proyecto político republicano que incluye

los nuevos conceptos políticos liberales del siglo XIX, es

central en todo el proceso de la reacomodación política de las

Américas. La ciudadanía, el sufragio, las constituciones, las1 Publicado en El Caribe y sus relaciones con España: políticas y sociedades en transformación (siglo XIX y XX). Universidad Interamericana de Puerto Rico, 2013.

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república, los factores étnicos y un sinfín de variados temas

han sido estudiados por los historiadores del Caribe colombiano

en las últimas dos décadas.

El trabajo que presentamos va a tratar de exponer una reflexión

del tema de la ciudadanía y la educación por medio de los

catecismos políticos, a través de los avances llevados a cabos

por una serie de trabajos que han venido realizando un nutrido

grupo de historiadores de este rincón del gran Caribe, que por

otro lado, es necesario mencionar, sus trabajo han tenido más

repercusión fuera de las fronteras de Colombia que hacia el

interior, pues el centralismo andino colombiano, otorga a la

región Caribe y por tanto se incluye su historiografía, todos

los tópicos con los que se construyó la nación colombiana y con

la que se miró siempre a las regiones ardientes de las tierras

bajas como el Caribe,i o la Amazonía, los territorio donde no

se trabaja, donde el componente étnico no ayuda al desarrollo,

donde la corrupción impera a sus anchas… y todo un largo rosario

de cargas peyorativas habidas y por haberii. Como ejemplo de

ello todavía hoy día el territorio Caribe sigue siendo llamado

desde el interior por los medios de comunicación y algunas

instituciones de gobierno como la costa Atlántica al igual que

sucede en algunos países centroamericanos.

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Gran parte de las ideas que presentamos se basan en aportes de

notables trabajos que se han ido publicando en la última década,

que serán convenientemente citados a lo largo del presente

ensayo, son las propuestas de algunos historiadores de Cartagena

de indias y Barranquilla. Queremos destacar entre ellos a varios

representantes de dos generaciones, a los ya maduros Jorge Conde

Calderón, Alfonso Múnera o Luis Alfonso Alarcón, y una nueva

generación cuyos dos más destacados exponentes son Raúl Román

Romero y Edwin Monsalvo Mendoza, amén de algunos clásicos como

Adolfo Meisel o Sergio Solano de las Aguas, que también han

hecho aportes destacados durante el tiempo mencionado. Por

tanto, ni que decir tiene, que el presente capítulo tiene un

poco de todos ellos con los que durante estos años he tenido la

oportunidad y el privilegio de compartir cursos de posgrados,

seminarios, clases compartidas, publicaciones conjuntas y un

sinfín de actividades académicas y científicas.

1. El siglo XIX y los vientos de cambios

Para los protagonistas políticos de las revoluciones liberales

de América, desde la independencia y a lo largo de todo el siglo

XIX, hubo una complicada tarea, que fue la de imaginar y

construir la nación. Se trato de un proceso largo, dificultoso y

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en ocasiones arriesgado, pues los estados que se formaron

tuvieron que inventar el concepto de nación/nacionalidad donde

antes no existía y por ello superar incoherencias intrínsecas

relacionadas con lo cultural, étnico e incluso geográfico.iii No

fue diferente el proceso en el Caribe colombiano, como afirmó

recientemente el historiador Jorge Conde Calderón pues a pesar

de la posición política distante con el interior andino de la

Nueva Granada y de la crítica ciertos representantes de la

historiografía de la región Caribe que menciona la idea de que

los habitantes de la costa no se sumaron al proyecto de

construcción de la nación que se dio en el interior

neogranadino, sus actores si elaboraron una particular

percepción, imaginación y búsqueda de una nación que le

pareciera apropiado para sus intereses políticos, sociales y

culturales. Y para la consecución de ese fin se expresaron con

fórmulas adaptadas de las lecturas de los ensayistas europeos,

ideas, imaginarios y acciones que planteaban lo que podía ser la

futura nación, aunque al igual que en otras partes del

continente lo hicieron manteniendo una noción sesgada del empleo

del concepto Estado.iv

La condición de puerto de las ciudades más importante de la

región – Cartagena de Indias, y Santa Marta- permitió que tanto

a través del comercio legal como el directo (contrabando), la

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introducción de literatura, Ideologías, y rumores en la mayoría

de las ocasiones no permitida por las autoridades del momento.

Por tanto el nuevo pensamiento político liberal siempre llegó

primero a esta región del Caribe que a Bogotá, la capital de la

nueva república. (El telégrafo no llegó a Colombia hasta el año

de 1840). Sin duda alguna en toda América y en este territorio

se trató de un periodo donde se llevó a cabo un proceso de

transición muy convulso de paso de la colonia a la República,

causado por las nuevas ideas que había que asimilar y poner en

práctica como la de igualdad, libertad, soberanía, pueblo, todo

muy discutido en la esfera de la opinión pública.v

En los albores del siglo XIX España y sus colonias americanas

entraron en un tiempo de grandes transformaciones que dieron un

cambio político radical al escenario político. El edificio de la

Monarquía se derrumbó que era el que sostenía la autoridad sobre

los reinos y súbditos al otro lado del océano. Después de la

caída del poder monárquico del imperio surgieron intentos

diversos por construir nuevas bases sobre las que fundar un

nuevo orden. Muchas tentativas fracasaron (en el caso que nos

ocupa el más destacado es el proyecto político de Simón Bolivar

de la gran Colombia y también se puede mencionar el de la

federación centroamericana) y el antiguo reino americano se

fragmentó y lo que era la antigua América colonial se disgregó

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en múltiples espacios donde se libraron un sinfín de

interminables guerras y revoluciones. A partir de este momento

arrancó la conflictiva y compleja historia de la conformación de

las nuevas comunidades políticas, la redefinición de soberanías

y la constitución de los poderes y regímenes políticos nuevos.vi

Los nuevos gobiernos independientes, como años atrás afirmaron

los historiadores Halperin Donghi y Frank Safford, se fundaron

sobre el principio de soberanía del pueblo y la república

representativa modelo que se impuso en la mayoría del suelo

americano.

En principio lo normativo fue muy inestable y estuvo en

constante revisión-redefinición, y en este marco se construyeron

los primeros proyectos políticos de las jóvenes repúblicas

americanas. Claro que se trató de procesos políticos muy

complejos que después de múltiples e interminables luchas

desembocaron en la constitución de los Estados-nación modernos

que tuvieron en cada región, ciudad y territorios historia

diferente y distintiva.

Ahora bien, si algo define todo este proceso es que a pesar de

los distintos cortes políticos vividos en los diferentes

territorios hubo una propuesta hegemónica en la fundantes

comunidades políticas el credo liberal como principio básico. De

esta forma dada las concepciones vigentes de nación y estado, la

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construcción de la ciudadanía política constituyó un aspecto

central de todo ese proceso.vii Por tanto las constituciones

tuvieron que definir lo que era un ciudadano y otorgarles

derechos y deberes. Ahora bien, en el Caribe colombiano y en

general en la mayor parte del territorio americano al comienzo

del siglo XIX, como explicó Francois Xavier Guerra, predominaba

una concepción corporativa y plural de la nación, que hacía aún

más difícil el tránsito hacia las formas modernas de

representación y soberanía.

En la Iberoamérica del siglo XIX se produjo una superposición y

sucesión de formas y mecanismos de representación diversos.

Parafraseando a Carmagnani y utilizando su reflexión para el

caso de Méxicoviii, podemos decir que la condición de vecino fue

también el elemento fundador de la ciudadanía en el litoral

Caribe de Colombia, como en México, una mezcla del pasado y el

futuro en el transito ideológico.

2. La nación colombiana y el litoral del Caribe

La ciudadanía fue el proyecto político originalmente determinado

por los fundadores del Estado colombiano (1821-1830) y del

Estado de la Nueva Granada (1831-1858) para la sociedad que

desde entonces se ha intentado construir como nación. Y por lo

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menos hasta 1865, las discusiones de los políticos ilustrados se

centraron en seis atributos del ciudadano granadino: la

naturaleza, la edad mínima, la masculinidad, la independencia

económica, el alfabetismo y la libertad personal.ix En este

proyecto entendido como la primera propuesta de identidad

política formulada para la nación por los criollos

neogranadinos, incluía a todas las personas libres, mayores e

independientes sin exclusiones sociales o étnicas y fue el

resultado del proceso que se inició con las proclamas de los

hombres de la independencia.x

El Caribe colombiano es mencionado indistintamente como el

litoral norte, la costa Caribe o la costa Atlántica. En el

imaginario del conjunto de actores políticos e intelectuales del

periodo de otros territorios de lo que trataba de construirse

como la República de Colombia, sobretodo del fracaso del

proyecto político de la gran Colombia Simón Bolívar,

principalmente los del mundo andino de Bogotá, esta región

representaba una realidad social, política, cultural y racial

completamente distinta, distante e inasible para su proyecto de

Estado y nación.xi Y a pesar de que el territorio Caribe siempre

apareció en todo proceso de organización administrativo del

proyecto de construcción de la nación, -como provincia,

cantones, departamento…- los vínculos geohistóricos siempre

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estuvieron definidos por una mayor amplitud social, diversidad

cultural y con la proximidad humana y racial a la Cuenca del

gran Caribe.xii En los puertos del litoral fueron comunes las

relaciones con la costa Caribe venezolana, Centroamérica,

Jamaica, Cuba, y en general todas las Antillas. Toda una región

geohistórica carente de fronteras definidas y estables y donde

vivían gentes de variadas condiciones raciales. Donde además las

relaciones eran comunes y fáciles en el siglo XIX y sobre todo

con la abolición de la trata esclavista y el aumento de los

flujos migratorios por revoluciones, persecuciones políticas,

necesidad de mano de obra y un largo sin fin de causas.xiii Como

ejemplo de desplazamiento una navegación a Kinstong en la isla

de Jamaica, se realiza en tres días mientras en un viaje a

Bogotá se podían perder tres meses.xiv

Desde esta óptica las sociedades caribeñas que la habitaban la

escala geográfica de la frontera se contraía y expandía,

simultáneamente, ya que se convertía en un punto de contacto de

interacción y de convivencia, pero también de conflicto. Se

trataba de una frontera móvil, un espacio geográfico, económico

y estratégico (geopolítico), en el cual divergían intereses

locales e internacionales (europeos y norteamericanos) con unos

grupos humanos en continua oscilación.xv

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En este mundo de los puertos de mar y los litorales costeros la

circulación de libros, de noticias de prensa, trajeron y

llevaron ideas de los avances políticos liberales del mundo

atlántico, de conspiraciones de negros, pardos y mulatos en las

islas y costas de la Tierra Firme que constituyeron parte

importante de los nuevos planteamientos políticos en discusión

que en la mayoría de las ocasiones se dieron en relaciones cara

a cara, en las plazas, calles, y mercados bajo el sol abrasador

del Caribe tropical, recreándose en una sociedad abierta y

bulliciosa muy distante de las sociedades europeas y más aún de

las sociedades andinas del interior.xvi

Como la primera mitad del siglo XIX fue una etapa convulsa y

agitada en toda la gran cuenca del Caribe continuamente llegaban

a los puerto pardos, negros y mulatos actores políticos en

general que se establecían en ocasiones de manera provisional

reorganizando estrategias políticas para defender sus causas

frente a los imperios o frente a la amenaza centralista de los

proyectos estatales republicanos. Para todos ellos era cómodo en

el medio ambiente social el color de la piel no significaba

impedimento alguno para convivir con los nativos e incluso esto

constituyó uno de los recursos social y políticos de mayor

importancia.xvii

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Frente a este universo el proyecto estatal republicano trato de

aplicar un proceso de homogeneización nacional en una república

de ciudadanos, que de ninguna manera significó la solución del

problema étnico tan presente en un país como Colombia y el de

las reivindicaciones de autonomía política y administrativa que

también en ocasiones presentaron distintivos signos étnicos. Y

este problema, durante largos años eludido por la historiografía

colombiana, aunque muy en boga hoy por el desarrollo en la

última década de la historiografía de las regiones, siempre

estuvo presente en todo el proceso de construcción del estado

republicano desde las primeras décadas del siglo XIX.

A finales del siglo XVIII la población de origen africano, es

decir mulatos y zambos, junto con los mestizos, constituían la

mayoría de los habitantes del con un porcentaje del 27,3 %,

seguidos del componente indígena que según los censos oficiales

representaban algo más del 18 %. Pero solo en la provincia de

Cartagena, las más grande y la más densa demográficamente del

litoral costero Caribe, los libres de todos los colores denominación de

estos pobladores en los censos e informes coloniales, suponían

el 20 % de la población e incluso este porcentaje aumentaba si

nos situamos en el mundo urbano, en concreto la ciudad puerto de

Cartagena, donde de una población de 16,666 almas representaban

algo más del 60 % de la población.xviii

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Hacia finales de periodo colonial la sociedad costeña se hallaba

en pleno de tránsito de cambiar de una sociedad esclavista a una

campesina, pero el proceso se vio detenido por el comienzo de

las guerras de emancipación, pero ello de todas formas

contribuyó a lo largo del siglo XIX, a la configuración de una

sociedad ruralizada con marcados rezagos de una sociedad de

relaciones esclavistas.xix

Como afirma Conde Calderón, la generalización del concubinato,

la presencia de los denominados arrochelados y de los agregados,

constituyen algunos de los indicadores de que los individuos

estaban poco sujetos a la ley y al frio mecanismo del mercado,

encontrando formas de burlar a la primera y hacer más flexible

el segundo. A pesar de ello y a las características especiales

de esta sociedad, importante valores asociados a las sociedades

de Antiguo Régimen como el de la movilidad social permanecieron.

Rasgo acentuado por la presencia numerosa de descendientes de

esclavos, identificados por el color de forma peyorativa

(pardos, mulatos zambos). Además el miedo a una revuelta como la

sucedida en Haití, produjo en los sectores notables blancos una

desconfianza más si cabe a las novedades políticas que trajeron

las ideas liberales y prefirieron aferrarse a ciertas liturgias

tradicionales.xx

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En estas condiciones el tránsito del siglo XVIII al XIX, con los

cambios esperados por el establecimiento de un gobierno

republicano no fue representativo en el conjunto de la sociedad

caribeña neogranadina en la cual la presencia de población de

color fue bastante significativa. Parece ser que los bienes

sociales y culturales que vinieron aparejados a la modernidad

republicana solo fueron asimilados por los principales centros

urbanos y concretamente por el patriciado urbano. Todavía a

finales del siglo XVIII los progresos científicos y académicos

en la región fueron de escaso relieve, lo poco que existió se

limitó a Cartagena y excepcionalmente en Santa Marta, ciudades

donde hubo un grupo de bachilleres en leyes o a lo sumo en

derecho canónico, o algún eclesiástico que logro sobresalir de

una gran mayoría de clérigos ignorantes, y algunos reducidos

grupo de profesores, letrados, hombre de leyes y algún que otro

lector curioso.

No obstante a principios del siglo XIX, se observa con los

avances de los últimos estudios historiográficos, que hubo un

conocimiento cada vez mayor de las nuevas ideas, que llegaron a

través de pasquines, prensa regular, la puesta en funcionamiento

de la universidad del Magdalena en 1828 y la existencia de

algunas pequeñas bibliotecas, la llegada de algunos diplomático

y extranjeros, y el arribo de libros a través de los barcos que

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atracaban en los diferentes puertos, lo que nos hace pensar en

el surgimiento de un pequeño movimiento intelectual y por tanto

la divulgación de las ideas de libertad, igualdad y justicia,

que circularon por efecto de difusión de los escritos y sobre

todo, lo más impactante por las lecturas públicas en lugares

comunes de amplia sociabilidad.

Ahora bien, todas estas nuevas expresiones políticas, como

ciudadanía, libertad, republica, igualdad, honor, derechos del

hombre, aunque trascendieron más allá de la línea del

alfabetismo a los estratos más bajos de la sociedad, por el

efecto de las lecturas públicas de la prensa, fueron los

sectores intermedios de mulatos, mestizos y zambos, quienes se

apropiaron y las utilizaron para negociar con los sectores altos

de la sociedad, los notables y así busca mecanismos de ascenso

social.

3. La formación del ciudadano libre. Los catecismos políticos

y manuales escolares

Dentro de los libros que circularon en la región a mediados del

siglo XIX, se destacaron los manuales de urbanidad y buenas

costumbres, así como los catecismos republicanos, vehículos

esenciales en la divulgación de los nuevos ideales. Estos se

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constituyeron en el mejor mecanismo de pedagogía cívica para

construir el nuevo imaginario social, que encontró en las

escuelas de la región- a pesar de las manifiestas limitaciones y

carencias de las mismas- un espacio que permitió iniciar una

ruptura con las viejas ataduras comunitarias de tipo tradicional

y forjar otra, en la racionalidad de la cultura escrita. La

escuela decimonónica, unas de las instituciones fundantes del

sentir nacional, encontró en estos textos un instrumento eficaz

para lograr su objetivo; construir un nuevo orden social dentro

del cual los individuos, convertidos en ciudadanos, fueran

capaces de comportarse racionalmente tanto en lo privado como

en su vida pública.xxi

Manuales y catecismos que como nos refiere el historiador Luis

Alarcón se convirtieron en estrategias a través de las cuales se

pretendía impulsar el proyecto de construcción de la nación, que

pasaba necesariamente por la existencia de una ciudadanía que

reconociera el poder de la escritura, erigida en el espacio de

la ley, de la autoridad, en el poder fundacional, y creador del

nuevo orden institucional. Por ello escribir manuales y

catecismos una gran importancia en toda América latina, pues

respondían a la necesidad de ordenar e institucionalizar la

nueva mecánica de la civilización y hacer realidad el sueño

modernizador. Era la idea de la palabra llena los vacios;

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construye los estados, ciudades, fronteras, diseña geografías

para ser pobladas, modela sus habitantes convirtiéndolos en

nuevos sujetos sociales.xxii

En contraposición a los manuales de urbanidad, de estilo

catequístico y con una alta carga de ideología conservadora,

surgieron en la primera mitad del siglo XIX una serie de

catecismos republicanos con ideas más liberales. Uno de los

primeros que circuló en este territorio fue el publicado en

Cartagena de Indias por José Grau que junto con el de Fernández

de Sotomayor, se convirtieron en los pioneros de este tipo de

libros publicados para el adoctrinamiento político a favor del

nuevo orden institucional. Su autor en la nota introductoria de

la primera edición afirmaba:

Por experiencia estoy convencido del descuido que hay e instruir a los jóvenes en los

principios fundamentales de nuestras instituciones políticas, y que oyéndoseles

comúnmente hablar de independencia, patria, gobierno, leyes y libertad, ellos no

saben ni aún la sola definición de estas voces. Pensando sobre proporcionales en esta

la instrucción compatible a sus edades, me ocurrió que la formación de un catecismo

político sería el medio más fácil y oportuno, y con objeto tan laudable he dispuesto el

que ahora presento al público.xxiii

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Al comenzar la segunda mitad del siglo XIX Celedón Pinzón

publicó el catecismo republicano y este libro se convirtió en el

de mayor circulación en las escuelas del Caribe colombiano en

este periodo. La receptividad de este catecismo no solo fue en

las escuelas si no también en otros espacios de sociabilidad

política y los gobiernos de los estados costeños adquirieron una

gran cantidad de ellos pata distribuirlos en las escuelas

normales y distritales. Del mismo modo con la llegada del

periodo radical liberal entre 1857 y 1886 el gobierno de Manuel

Murillo Toro editó el catecismo Cerbeleón Pinzón escrito por

iniciativa de este presidente con el objetivo de brindar

instrucción popular en las escuelas de los cuerpos de la guardia

colombiano, pero en la práctica se incorporó a las escuelas

donde fue utilizado en las clases de historia patria e

instrucción cívica, para con ello intentar conformar una

mentalidad más acorde con el nuevo ideario liberal y en el que

se insistía ante los padres de familia de:

La necesidad que tiene los hijos de aprehender y salir de la tinieblas de la ignorancia y

penetren en la luz de la civilización y puedan ser algún día útiles a la sociedad como

hombres ilustrados y al menos como conocedores de sus deberes y derechos en un

pueblo libre.xxiv

El método catequístico combinaba en ocasiones lo religioso con

lo que se denominaban los deberes sociales, individuales,

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patrióticos y de la nación, temas que se presentaban a través de

esta forma catequística por considerarla un método de grandes

ventajas y con alto grado de aceptación en el conjunto de la

población.

Cada respuesta es un pequeño discurso completo, que explica un concepto entero que

pueda fácilmente ser comprendido por el niño, lo que no se consigue cuando los

conceptos se expresan en largos discursos, pues es incapaz de dirigir su atención a lo

que ha quedado detrás y ha de seguirxxv

La naciente república mantuvo su empeño en la erradicación de la

ignorancia y la formación de ciudadanos a través de la

aceptación de la religión católica y el fomento de la

instrucción pública, ubicando todo esto en el marco de la lógica

de quienes habían organizado y consolidado un nuevo régimen

político. En efecto, la adopción de la religión católica y el

fomento de la instrucción pública fueron convertidos en un

asunto esencial de Estado, que mantuvo los catecismos en un

intento por formar ciudadano.xxvi

Ahora bien, el modelo de estos catecismos venía de Europa, en

concreto la adopción del catecismo histórico de Claude Fleury

con contenidos abreviados de la historia y de la doctrina

cristiana, que introdujo la aplicación del método histórico y

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con ello la narración y el relato como médula de lo pedagógico.

Y eso incluyó a los religiosos como parte fundamental del

proceso y de las estructuras del sistema educativo formando

parte en su labor la de inspeccionar los materiales, los

procesos pedagógicos y vigilar el mantenimiento de la educación

y por encima de todo la moral católica.

Ello reprodujo, a pesar de ciertas disposiciones laicas en los

proyectos educativos (sobre todo en los periodos liberales),

patrones y valores de la denominada cultura occidental o alta

cultura que les dieron un cierto matiz de dominación eurocéntrica,

adoptado y reproducidos por la clases dominantes.xxvii Ello dio

como resultado la elaboración de textos que escamotearon de

manera premeditada las diferencias raciales en cuanto que fueron

editados por individuos que consideraban a la sociedad

colombiana como un cuerpo homogéneo integrado por miembros

iguales en todas las esferas de la vida humana, social,

política, cultural, legal y económica. Nada más alejada de la

realidad social de todo el territorio nacional y en particular

en el que nos ocupa del Caribe colombiano.

4. Vecinos, ciudadanos e identidades políticas

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Después de 1810 en el Caribe colombiano, y en general, en toda

Iberoamérica, la expectativa política para quienes en el Antiguo

Régimen fueron súbditos y vasallos del rey se centró en la

ventaja que significaba ser ciudadano. Sin embargo este motivo

solo consiguió realizarse después del fin de las guerras en la

segunda década del siglo XIX, por las tensas luchas que se

sucedieron entre los partidarios de la monarquía española y los

de la causa republicana. Para entonces la ciudadanía comenzaba

un proceso de consolidación que como nueva condición civil de

las personas determinó un criterio de identidad nacional basado

en la noción de que todos los ciudadanos eran parte de un

sistema de gobierno republicano y representativo en el que las

elecciones reproducían un principio de igualdad política y

civil, a expensas de restarle importancia alguna a la igualdad

de clase, considerada fundada en la naturaleza de las cosas.xxviii

De esta manera, identidad nacional y ciudadanía constituyeron

dos elementos primordiales en el proceso de construcción

estatal. En su desarrollo, los individuos fueron integrados a un

nuevo modelo de comunidad política de tendencia homogénea por

naturaleza: la nación moderna.xxix

Este proceso homogeneizador privilegió las identidades del

registro político-pertenencia a una colectividad con estatuto

político reconocido, que posee un territorio, instituciones y

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gobierno propio-, pero este tipo de identidades enfrentaron las

pertenencias múltiples, que constituían entre otras cosas la

regla de cualquier sociedad y el carácter jerarquizado de las

sociedades del Antiguo Régimen (La Corona de Castilla, el

virreinato de la Nueva Granada, la ciudad de Cartagena de Indias

y en este tipo de sociedades no existieron grado intermedios de

pertenencia. Desde la segunda década del siglo XIX en adelante

se intentaron eliminar en la medida de lo posible todas esas

identidades.

El joven estado republicano, construyó un nuevo tipo de

jerarquía política basada en elementos sociales y territoriales

apoyadas en una identidad común: la nacional, a su vez impuesta

por la de la ideología en boga en el mundo occidental, la del

constitucionalismo liberal con sus dos pilares, las elecciones y

las contribuciones directas. Pero este proceso de

homogeneización nacional en la nueva república de ciudadanos, no

significó la eliminación del problema racial ni el de las

soberanías territoriales. Al contrario su presencia originó

reivindicaciones de autonomía política y administrativa, que

algunos momentos estuvieron señaladas por fuerte elementos

raciales. Era lo afirmaron hace años Marcelo Carmagnani y

Antonio Annino, la coexistencia de elemento políticos modernos

con alguno heredados del Antiguo Régimen.

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De esta manera la elecciones presidenciales, la proclamación de

candidaturas con sus correspondientes lealtades políticas

electorales, los nombramiento de empleo público, las sesiones

del legislativo en Bogotá, sede administración general a donde

concurrían todo lo senadores, la publicación de artículos

periodísticos que se reproducían luego en provincias por medio

de corresponsales y agencias contribuyeron a la formación de

identidades políticas. Ellas reemplazaron la existencia real de

una nación colombiana y se expresaron en la práctica a través de

la lucha por el control de la burocracia estatal y los nexos y

alianzas políticas, aunque eso posibilitó un tipo especial de

integración nacional principalmente en los meses previos a las

elecciones donde todos trataban de ocuparse de los negocios

públicos de la nación.xxx

En el nuevo orden, el control sobre los nombramientos en los

empleos públicos originó múltiples inquietudes y constituyó la

principal fuente de los conflictos entre las distintas facciones

políticas existentes. En el caso colombiano la confrontación se

dividió en dos grupos y ello se extendió por todas las regiones.

Por un lado los simpatizantes del libertador Simón Bolivar y por

otro los santanderistas partidarios del general Francisco de

Paula Santander, tanto unos como otros heredaron las luchas

apasionadas de estos dos líderes políticos sobre la manera más

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adecuada y correcta de manejar el gobierno de la joven

república. Aunque como acertadamente afirma el historiador Conde

Calderón los agrupamientos alrededor de estas denominaciones no

se realizaron porque se compartieran principios políticos

similares o que se distinguieran por proclamar filosofías o

proyectos políticas diferentes; todo lo contrario, las

distancias políticas estaban regidas por criterios personalistas

en el ejercicio del poder público, situación por lo demás

recurrente en las republicas iberoamericanas, aunque con

variantes en cada una de ellas.xxxi

En estas circunstancias como ya lo reflexionó hace algunos años

atrás Francois Xavier Guerra y para el caso de Colombia y el

caso concreto de su territorio Caribe se ajusta muy bien, el

tránsito hacia el nuevo orden republicano se dio construyendo un

individualismo moderno combinado con elementos del Antiguo

Régimen, inscritos dentro de una sociedad integrada como un

conjunto de órganos independientes y jerárquicos –estamentos,

corporaciones y comunidades políticas- en los cuales

predominaban valores y vínculos irrevocables ligados al

parentesco, la costumbre, la tradición, la fidelidad, la lealtad

y la amistad. Los actores sociales del antiguo Régimen

entablaban relaciones eminentemente personales, de hombre a

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hombre, con derechos y deberes recíprocos de tipo pactista y, de

ordinario, desiguales y jerárquicos.xxxii

Por consiguiente la lectura que los individuos realizaron no era

la de un estado o una nación moderna, si no la de un nuevo orden

político estatal, que crecía burocráticamente y que convivía con

un intenso y complejo proceso de negociación y mediación

política, las cuales fueron aprovechadas por las provincias y

las ciudades distantes de la sede del gobierno central.

Ello originó un doble proceso desde la práctica de la cultura

política:

Por un lado, a esos grupos les permitió su fortalecimiento

basado en prácticas de poder personal y clientelar que fluctuaba

entre el intento de imponer un orden provisto de la legitimidad

política y los gobiernos personalistas. Por otro, la contienda

de apoderarse del poder estatal patrimonial se convirtió en la

fuerza motriz de la vida pública.xxxiii

De esta forma, el espacio político que se construyó dio lugar a

un entramado de oposiciones y conflictos que a su vez eran

superados la mayoría de las veces con tácitos acuerdos mediados

por la negociación. Este tipo de negociación entre los diversos

actores que tuvieron acceso a las administración gubernamental

del régimen republicano, abrió nuevos espacios para la movilidad

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social de los sectores intermedios de la población y un

considerable número de individuos racialmente mezclados y

sobretodo en una sociedad como la del Caribe colombiano, donde

mulatos, zambos y pardos vieron la oportunidad de mejorar

socialmente, participando activamente del nuevo orden político

alegando su participación en la guerra. La presencia en la

administración de esos sectores nos dice Norbert Elías permitió

el desarrollo de de una mayor participación en los asuntos del

Estado y contra la dominación de las tradicionales clases

altas.xxxiv

A diferencia del régimen colonial en donde el acceso a los

cargos de la administración, siempre estuvo reservado a grupos y

familias con antecedentes nobiliarios o nacimiento legítimo y la

burocracia en su totalidad dependía del monarca, el nuevo

sistema republicano, sustentado en el constitucionalismo liberal

reconoció tres ramas del poder público: la ejecutiva, la

judicial y la legislativa. Surgiendo así la necesidad de formar

individuos para la administración estatal, convirtiéndose las

universidades y colegios mayores en las instituciones encargadas

de realizar esta tarea. Todo ello, sin lugar a dudas dio

posibilidades de movilidad social en la costa Caribe a los

sectores intermedios de mulatos, zambos y mestizos, no solo a

través de los empleo públicos, sino también de la educación,

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configurándose una sociedad, en donde al lado de la actividad

militar, la política adquirió el atractivo de convertirse en una

carrera de honores que permitió el ascenso social pasando por

encima de lo prejuicios de clase y casta.xxxv

Si bien todo esto supuso un común denominador de la identidad

nacional, los ciudadanos del Caribe colombiano, principalmente

los ciudadanos intermedios, plantearon sus propias demandas

políticas, las que constituyeron fuente de conflictos y

provocaron juicios tendenciosos en su contra. La lucha por la

autonomía política-administrativa, el establecimiento de

factorías para el libre cultivo del tabaco, el establecimiento

de puertos francos en el litoral, sobretodo en Cartagena de

Indias, y otras demandas del mismo orden provocaron comentarios

desmedidos de la prensa centralista bogotana, reproducidos en

ocasiones en periódicos y escritos en las ciudades del Caribe

colombiano. Saliendo a la luz la idea de un intento de

separatismo costeño o lo que en alguna ocasión sus habitantes

intentaron organizar la Federación de Estados de la Costa.xxxvi Al

anterior señalamiento como afirma Jorge Conde se le sumó siempre

los tendenciosos calificativos raciales al tratarse de una

población que transitó de la Colonia a la República con una

composición racial muy heterogénea.xxxvii

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i Gustavo Bel Lemus, “Colombia, país Caribe” En: Memorias del IV Seminario Internacionalde Estudios del Caribe. Barranquilla, Universidad del Atlántico, InstitutoInternacional de Estudios del Caribe, Universidad de Cartagena, 1999ii Raul Román Romero, “Memorias enfrentadas. Centenario, Nación y Estado 1910-1921” En: Memorias. Revista digital de Historia y Arqueología desde el Caribe. Universidad delNorte Barranquilla, 2006. (www.uninorte.edu.co/publicaciones/memorias) iii Benedict Anderson, comunidades imaginadas, Fondo Cultura Económica, México,1993. Francisco Villena. La nación soñada. Historia y ficción de los romancesnacionales latinoamericanos En: Revista Espéculos. Julio-octubre 2006.N. 33 añoXI. Revista de estudios literarios. Facultad de Ciencias de la Educación.Universidad Complutense Madrid. Antonio Annino, Luis Castro Leiva y FrancoisXavier Guerra, De los imperios a las Naciones: Iberoamérica, Zaragoza, ibercaja, 1994. JoséCarlos Chiaramonte, Nación y Estado en Iberoamérica, Buenos Aires, editorialsudamericana, 2004.iv Jorge Conde Calderón, Buscando la Nación. Ciudadanía, clase y tensión social en el Caribecolombiano 1821-1855. Bogotá, la Carreta histórica, 2009.v Otros títulos recientes sobre la historiografía de Caribe colombiano ademásdel citado Conde Calderón, que presentan una visión de las luchas política de laregión en el siglo XIX, Alfonso Múnera Cavadía, El fracaso de la Nación, región, raza y claseen el Caribe colombiano, 1717-1821, Bogotá. Ancora Editores, 1998 del mismo autorFronteras imaginadas, la construcción de la razas y la geografía en el Caribe Colombiano, Bogotá,Planeta, 2005. Haroldo Calvo, y Adolfo Meisel (editores), Cartagena de Indias en el sigloXIX, Bogotá, Banco de la Republica, Universidad Tadeo Lozano, 2002. Helg, Aline,Liberty and Equality in Caribbean Colombia 1770-1835. University of North Caroline Press,2004.

vi Hilda Sabato (coord.) Ciudadanía Política y formación de las naciones. Perspectivas históricas deAmérica Latina, Colegio México, Fondo de Cultura Económica, 1999. Pag 12-13vii Este tema ha sido abundantemente durante los últimos años y habría que citarun sinfín de trabajos desde Rosavallón hasta Guerra, pero para el caso americanonos parece especialmente el trabajo de Marta Irurozqui Victoriano, A Bala, piedra ypalo. La construcción de la ciudadanía política en Bolivia 1826-1952. Diputación de Sevilla,2000.viii Marcello Carmagnani “Elites políticas, sistemas de poder y gobernabilidaden América Latina” En: Metapolítica, México. Vol. 2, Núm. 6, 1998, pp. 7-16.ix Armando Martínez Garnica, “Las determinaciones del destino cultural de lanación colombiana durante el primer siglo de vida republicana” En Historia Caribe,Barranquilla, Vol. 2 Núm. 7 año 2002.x Margarita Garrido, “Propuestas de identidad política para los colombianos enel primer siglo de la república”. En. Javier Guerrero (comp). Iglesia, movimientos ypartidos: política y violencia en la Historia de Colombia. Tunja Universidad Politécnica yTecnológica de Colombia, 1995 (colección Memorias de Historia). Vol.4 pág. 64.xi Jorge Conde Calderón, Buscando la nación… pág. 19.xii Ibídem. pago 20. Ver también para los vínculos históricos con la región delCaribe Antonino Vidal Ortega, Cartagena de Indias y la región histórica del Caribe 1580-1640,Escuela de Estudios Hispanoamericanos , Universidad de Sevilla, 2001, GerhardSandner Centroamérica y el Caribe occidental. Coyuntura, crisis y conflicto 1535-1984, Bogotá,Universidad Nacional de Colombia, sede San Andrés Isla, 2003.xiii Sobre este aspecto además de la obra histórica la literatura fuente muyimportante para la lectura histórica de la región ha tocado abundantemente eltema. Ana Cristina Rossi, Limón blues, Alfaguara, Editado en Colombia 2002.Tatiana Lobo, Calipso, Norma, editado en Colombia, 2007. V.S. Naipul La pérdida del

dorado, Debate, Barcelona, 2001 Patrick Chamoiseau Texaco, Anagrama, Barcelona,1994. Juan David Morgan, El caballo de oro, Ediciones B, Panamá, 2006, GeorgeLemming, En el Castillo de mi Piel, La Habana, Casa de las Américas, 1979 y un largoetc.xiv Carl August Gosselman Viaje por Colombia 1825 1827.Bogotà, Banco de la Republica, 1981.xv Johanna Von Grafenstein y Laura Muñoz Mata (Coordinadoras) El Caribe: región, fronteray relaciones internacionales. 2 Tomos, México, instituto Mora, 2000.xvi Sergio Solano, Puertos, sociedad y conflictos en el Caribe colombiano 1850-1930, Cartagena deIndias, Observatorio del Caribe Colombiano, Universidad de Cartagena, 2003.xvii Jorge Conde Calderon Buscando la nación… pago. 20. Sobre este aspecto el librode Alfonso Múnera El fracaso de la Nación, Ancora editores, Banco de la Republica, Bogotá, 1998abunda en el tema.xviii Jorge Conde Calderón, Espacio, sociedad, y conflictos en la provincia de Cartagena 1740-1815,Barranquilla, Universidad del Atlántico, 1999. Cuadro 7 pago 95; A. Mcfarlane,Colombia antes de la Independencia, Bogotá, Ancora editores, Banco de la República1997, tablas 3 y 4 pp. 523-524.xix Germán Colmenares, “El tránsito de sociedades campesinas de dos sociedades esclavistas en la Nueva Granada: Cartagena y Popayán 1780-1850”. En: Huellas, Barranquilla, Universidad del Norte N.29, 1990, pp 8-24.

xx Jorge Conde Calderón, “Identidades políticas y grupos de poder en losinicios de la República”, En Historia Caribe, Vol. II, Numero 7, 2002. Marixa Lasso,Haiti como símbolo republicano popular en el Caribe colombiano, En: Historia CaribeVol. II, Núm. 8, 2003. Proceso similares de sucedieron en Brasil, Pereira dasNeves, “Del imperio Luso brasileño al imperio del Brasil 1789-1822” En: Annino,Castro Leiva, y Guerra, De los imperios a las naciones: Iberoamérica, Zaragoza, ibercaja,1994.xxi Luis Alarcón Meneses, Jorge Conde y Adriana Santos Educación y cultura en el estadosoberano del Magdalena (1857-1886), Barranquilla, Universidad del Atlántico, 2002. Pag 202.xxii Beatriz González, Las experiencias de las escrituras de la patria.Constituciones, gramáticas y manuales. En: Revista Estudios. Caracas, 1995, Núm.5 pp.19-46. Luis Alarcón Meneses “La educación en el Estado del Magdalena” En:Studia Núm. 1, Barranquilla, Universidad del Atlántico, 1995.xxiii Grau, José, Catecismo Político, Bogotá 1854. Pag. 3xxiv Cerbeleón Pinzón, Catecismo Republicano para la instrucción popular, Bogotá, 1864.xxv Rafael Vázquez, Catecismo de la moral, Bogotá 1857. Pag. 4.xxviLuis Alarcón Meneses y Jorge Conde Calderón “Elementos conceptuales para elestudio de los catecismos cívicos desde la Historia de la educación y la culturapolítica” En Historia Caribe. Vol. II Número 6, pp 15-25xxvii Manuel Moreno Fraginals, La historia como arma y otros estudios sobre esclavos, ingenios yplantaciones. Barcelona, Crítica, 1983, pago 47.xxviii Plan de instrucción pública, Gaceta de Colombia, Bogotá, marzo 4 de 1827 nº 281.Edwin Monsalvo Mendoza, “Entre leyes y votos: el derecho al sufragio en la NuevaGranada 1821-1857. En Historia Caribe. Vol. II, Número 10, 2005, pp 113-134.xxix Jorge Conde Calderón Buscando la… Op. Cit pago. 99.xxx Ibídem pago. 101xxxi Ibídem pago 103. Ver también Graciela Soriano El personalismo políticohispanoamericano del siglo XIX. Criterios y proposiciones metodológicas para su estudio. Caracas,Monteavila editores, 1993. También existe una novela histórica que ilustra desdeel punto de vista de la literatura los enfrentamientos entre Bolívar y Santandera través de la mirada de Manuela Sanz. Jaime Manrique Nuestras vidas son los Ríos,Bogotá, alfaguara, 2009.

xxxii Francois Xabier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre lasrevoluciones hispanas, México, Editorial Mapfre-Fondo de cultura Económico,1992pago 88xxxiii Richard Morse, Resonancias del Nuevo Mundo, México, Editorial Vuelta, 1995, pago. 174.xxxiv Norbert Elías, “Los procesos de formación del Estado y de construcción de lanación” En: Historia y Sociedad, Medellín Núm. 5, 1998, pago. 111xxxv Gustavo y Helene Beyhaut, América latina III. De la independencia a la segunda guerramundial, Madrid, siglo XXI, 1985. Pag. 23. Victor Uribe-Urán, Honorable, lives. Lawyers,Family and politics in Colombia, 1750-1850, University of Pittsburgh Press, 2000. Pag 15-19.xxxvi Alfonso Múnera. Fronteras imaginadas, Bogotá, Planeta, 2006.xxxvii Durante mucho tiempo el problema racial fue eludido por la historiografíacolombiana, aunque en los últimos años ha sido incorporado a la discusión delproceso de construcción del Estado nacional. Destacar los estudios de AlfonsoMúnera, Jairo Gutiérrez y el propio Conde Calderón y por ultimo Raúl Román yEdwin Monsalvo.