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c Los orígenes del BOOM: Contracultura, espiritualidad, trance y psiquedélicos La historia del BOOM se remonta al 1997, año en el que se celebró por primera vez, con la intención de reproducir el ambiente de las fiestas de música trance que a principios de los 90 empezaron a celebrarse en la India, en el pequeño estado de Goa, y que dieron origen a un estilo de música electrónica underground que se bautizó como Goa-Trance. El vínculo del estado de Goa con el movimien- to underground se remonta al menos a los años setenta, cuando muchos hippies comenzaron a viajar a la India escapando de la sociedad con- sumista occidental en busca de espiritualidad y misticismo. Goa es una antigua colonia portu- guesa y se respira un ambiente más occidental que en el resto de la India. Esto, sumado a su clima cálido y a las playas paradisíacas que se extienden a lo largo de toda la costa, lo convirtió en uno de los enclaves preferidos de los hippies, estableciéndose una comunidad permanente, y siendo aún hoy uno de los destinos preferidos de los occidentales que visitan el país. La música electrónica entró en escena en Goa a finales de los ochenta y principios de los no- venta, y poco a poco se empezó a escuchar y a introducir en las fiestas que se celebraban en sus playas. Este encuentro dio lugar a un estilo musical que combinaba la música electrónica con sonidos e instrumentos propios de la cul- tura india, incorporando además elementos de sus tradiciones espirituales. Al poco tiempo se empezó a encontrar en las tiendas de discos oc- cidentales este estilo de música que se bautizó como Goa Trance. Y también se corrió la voz de las fiestas que allí se celebraban, del espíritu y energía especial que se vivía. Fueron muchos los que emprendieron el viaje hacia aquellas tierras lejanas para ver y experimentar lo que se estaba cociendo. Cuando las personas que acudieron a aquellas fiestas volvieron a sus países, intentaron emu- lar y plasmar este estilo musical, dando lugar a diferentes sonidos y estilos, que florecieron en lugares tan diversos como Alemania, Fran- cia, Inglaterra, Israel o Japón. Poco a poco, el Goa Trance se fue transformando y ampliando, y con el tiempo se acuño el término Psyquedelic Trance para redefinir este estilo, nombre que refleja la huella que la cultura psiquedélica ha imprimido en esta música 1 . Pero aquellos via- jeros en busca de nuevas experiencias no solo quisieron emular la música, sino también el es- píritu de aquellas fiestas. Poco a poco, alrede- dor de la música y las fiestas se fue creando una subcultura, una tribu, con sus propios códigos y elementos distintivos. Esta escena se ha ido ex- KOSMICARE y BOOM FESTIVAL 2008 Atendiendo emergencias psiquedélicas en la linea de frente 1: Es interesante ver como contracultura, hippies, espirituali- dad, música electrónica, psiquedélicos, Oriente y Occidente se van entrelazando y retroalimentando una y otra vez a lo largo de esta historia. Iker Puente fghc 94 REVISTA DE VIAJES INTERIORES

Transcript of KosmikCare y BOOM Festival 2008

cLos orígenes del BOOM: Contracultura, espiritualidad, trance y psiquedélicos

La historia del BOOM se remonta al 1997, año en el que se celebró por primera vez, con la intención de reproducir el ambiente de las fiestas de música trance que a principios de los 90 empezaron a celebrarse en la India, en el pequeño estado de Goa, y que dieron origen a un estilo de música electrónica underground que se bautizó como Goa-Trance.

El vínculo del estado de Goa con el movimien-to underground se remonta al menos a los años setenta, cuando muchos hippies comenzaron a viajar a la India escapando de la sociedad con-sumista occidental en busca de espiritualidad y misticismo. Goa es una antigua colonia portu-guesa y se respira un ambiente más occidental que en el resto de la India. Esto, sumado a su clima cálido y a las playas paradisíacas que se extienden a lo largo de toda la costa, lo convirtió en uno de los enclaves preferidos de los hippies, estableciéndose una comunidad permanente, y siendo aún hoy uno de los destinos preferidos de los occidentales que visitan el país.

La música electrónica entró en escena en Goa a finales de los ochenta y principios de los no-venta, y poco a poco se empezó a escuchar y a introducir en las fiestas que se celebraban en sus playas. Este encuentro dio lugar a un estilo musical que combinaba la música electrónica

con sonidos e instrumentos propios de la cul-tura india, incorporando además elementos de sus tradiciones espirituales. Al poco tiempo se empezó a encontrar en las tiendas de discos oc-cidentales este estilo de música que se bautizó como Goa Trance. Y también se corrió la voz de las fiestas que allí se celebraban, del espíritu y energía especial que se vivía. Fueron muchos los que emprendieron el viaje hacia aquellas tierras lejanas para ver y experimentar lo que se estaba cociendo.

Cuando las personas que acudieron a aquellas fiestas volvieron a sus países, intentaron emu-lar y plasmar este estilo musical, dando lugar a diferentes sonidos y estilos, que florecieron en lugares tan diversos como Alemania, Fran-cia, Inglaterra, Israel o Japón. Poco a poco, el Goa Trance se fue transformando y ampliando, y con el tiempo se acuño el término Psyquedelic Trance para redefinir este estilo, nombre que refleja la huella que la cultura psiquedélica ha imprimido en esta música1. Pero aquellos via-jeros en busca de nuevas experiencias no solo quisieron emular la música, sino también el es-píritu de aquellas fiestas. Poco a poco, alrede-dor de la música y las fiestas se fue creando una subcultura, una tribu, con sus propios códigos y elementos distintivos. Esta escena se ha ido ex-

KOSMICARE y BOOM FESTIVAL 2008Atendiendo emergencias psiquedélicas en la linea de frente

1: Es interesante ver como contracultura, hippies, espirituali-dad, música electrónica, psiquedélicos, Oriente y Occidente se van entrelazando y retroalimentando una y otra vez a lo largo de esta historia.

Iker Puente

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ftendiendo y popularizando, siendo dos de sus focos principales Alemania y Brasil.

El BOOM Festival: Caos, orden y autoorganización

El BOOM Festival nació con el objetivo de in-troducir en Portugal el movimiento emergente de la cultura psy-trance. En su primera edición reunió a 3.500 personas, que al año siguien-te se convirtieron en 5.000. El tercer BOOM se celebró en el año 2000 y reunió a más de 10.000 personas. Desde entonces se celebra cada 2 años y su crecimiento ha sido exponen-cial. Si en el 2006 reunió a 25.000 personas, este año fueron más de 30.000, llegando al límite de su aforo y dejando a más de 10.000 festivaleros sin poder entrar... Pero, además, a lo largo de estos años el BOOM se ha ido transformando y ampliando en otros sentidos, para convertirse en algo más que una fiesta de música trance.

El BOOM es una nueva clase de festival que combina no solamente música trance y fiesta, sino también arte, cultura y conocimiento. La diversión no es el único y principal objetivo, es un nuevo concepto de festival que también se preocupa de transmitir unos valores y pretende catalizar una transformación personal, interna. Sostenibilidad, ecología, crecimiento personal, chamanismo, conocimiento, arte y cultura se

entrelazan en el festival, siendo los diferentes nodos de una compleja red.

El territorio BOOM es una mini-ciudad, con diferentes espacios habilitados por el festival. Así, uno podía asistir a alguna de las conferen-cias programadas en el Liminar Village, tomar una clase de yoga o un masaje en la Healing Area, presenciar un ritual del fuego mientras escuchaba un concierto en el Sacred Fire, ver una obra de teatro o asistir a una de las pe-lículas del Paradigms Film Festival, pasearse por la exposición de arte visionario de Roberto Venosa y Martina Hoffman, informarse sobre

los proyectos de sostenibilidad y reciclaje que se realizaban en el festival, irse de excursión al parque natural o escuchar la emisora del BOOM.

El BOOM es también un festival autoorgani-zado en gran medida. Los organizadores crean el concepto y ofrecen la infraestructura, pero los contenidos del festival son creados entre todos los participantes, no solamente los músi-cos y artistas, sino todas las personas que están participando en él. Uno no es el consumidor pasivo de un producto o concepto, sino que

Los contenidos del festival son creados entre todos los participantes, no solamente los músicos y artistas, sino todas las personas que están participando en él

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ucada persona esta cocreando el festival y puede ayudar en su construcción y desarrollo. Todo el mundo es un participante activo, todos y cada uno de los boomers son protagonistas, y se invi-ta a que las personas se expresen libremente y colaboren en crear la experiencia BOOM.

Los conceptos de caos y orden también están muy presentes en el festival. A todos los ni-veles: físico, emocional, psicológico, relacional, espiritual… A veces las cosas van bien, por ejemplo, la infraestructura funciona, pero pue-de que al momento siguiente algo empiece a ir mal (este año, por ejemplo, algunos boomers empezaron a usar los cables eléctricos para ten-der su ropa… pero podía fallar la distribución de agua, el sistema eléctrico, los baños…), has-ta que alguien lo vuelve a arreglar (la organiza-ción o algún alma bondadosa que pasaba por allí). Es un complejo proceso de orden, caos y nuevos órdenes autoorganizados y cocreados. Y todos y cada uno de los más de 30.000 seres humanos que estaban en el festival participa-ban de ese proceso.

Este proceso de caos y orden también sucedía a nivel psicológico, como en la vida real, pero amplificado dadas las extremas condiciones del festival (con temperaturas que superaban los 40º durante el día y un viento frío por las no-ches, durmiendo en tiendas de campaña plan-tadas donde uno buenamente podía, comiendo y durmiendo de forma irregular, escuchando música trance atronadora 20 horas al día du-rante una semana) y por la extensa autoexperi-

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mentación con una amplia gama de substancias psicoactivas a la que se exponían y entregaban la mayoría de los boomers.

El proyecto Kosmicare-Sanctuary

KosmiCare-Sanctuary es un servicio creado para atender esta clase de situaciones. Es un espacio seguro que se ofrece a las personas que están atravesando experiencias psicológicas difíciles asociadas a la autoexperimentación con psiquedélicos y otras substancias psicoac-tivas, ofreciéndoles un lugar tranquilo y seguro donde atravesar, reconducir y reintegrar esas experiencias. «Ofrecemos este espacio porque creemos que nadie debe adentrarse nunca en un viaje psiquedélico difícil sin saber que pue-de encontrar apoyo si es necesario», explicaba el flyer que se diseñó para informar sobre este servicio. «En el BOOM entendemos que un ambiente seguro es un beneficio en cualquier encuentro donde las personas están envueltas en una exploración psiquedélica. Por esta ra-zón, este año volvemos a traer el proyecto Kos-miCare al BOOM, considerando que es una responsabilidad comunitaria compartida ocu-parnos y cuidar los unos de los otros».

El proyecto está basado en la iniciativa de un grupo de terapeutas de Vancouver, Canadá. Sandra Karpetas, psicoterapeuta canadiense y directora de la Iboga Therapy House, es una de las personas que vio la necesidad de crear este tipo de servicio dentro de espacios recreativos donde se consumen extensamente substancias psiquedélicas, y ha colaborado en su desarrollo en varios festivales en Canadá, así como en las cuatro últimas ediciones del BOOM festival y en el Burning Man, en EE. UU. La asociación MAPS (Multidisciplinary Association for the Psyquedelic Studies) lleva años respaldando este proyecto en el Burning Man, donde se co-noce como Sanctuary, y también lo ha hecho en las dos últimas ediciones del BOOM2.

En agosto del 2008 tuve la ocasión de participar por primera vez en el equipo de la KosmiCare.

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Meses antes, estando en Basilea en ocasión del World Psyquedelic Forum, me invitaron a tomar parte en una reunión con varios miembros de MAPS y los organizadores del BOOM. En el año 2006 la experiencia del KosmiCare resultó bastante caótica. El equipo de voluntarios se vio totalmente desbordado por la afluencia de personas que necesitaron ayuda, y la coordina-ción con la organización no fue del todo bue-na. Esta vez se querían hacer mejor las cosas. La organización quería saber qué se necesitaba para que el servicio funcionase. Se hicieron cálculos del número de voluntarios necesario y de los requisitos mínimos que estos deberían cumplir, y se decidió diseñar un for-mulario para buscar y seleccionar a los voluntarios. Uno de los requisi-tos era tener experiencia propia con psiquedelicos y estados modificados de cons-ciencia. También era obligatorio participar en una formación los días previos al festival. Por lo tanto, este año la organización del servicio y la coordinación con los organizadores del BOOM era mejor que en ediciones anteriores y, a la luz de los relatos que me habían llegado sobre la experiencia del 2006, creo que las me-joras se notaron, a pesar de que se produjeron momentos de confusión y desorganización (el caos siempre presente…).

El equipo y el espacio

Nuestro grupo estaba compuesto por unos 40 voluntarios procedentes de diversos países

(Portugal, España, Inglaterra, Suiza, Gre-cia, Francia, Israel, EE. UU., Canadá, Brasil, Holanda), cubriendo así una amplia gama de idiomas y culturas, algo fundamental dado que al BOOM vienen personas de todo el mundo. El grueso del grupo estaba formado por psi-cólogos y psicoterapeutas, pero también por personas que practicaban terapias alternativas (profesores de yoga, maestros de Reiki, etc.), educadores sociales, una enfermera y varios ve-teranos de la escena trance. Este año también nos acompañaban dos psiquiatras portugueses armados de su arsenal farmacológico, cuya mi-sión era asesorarnos e intervenir farmacológi-

camente en el caso de que fallaran otro tipo de abordajes. En cualquier caso, el uso de medi-cación se consideraba como último recurso, y tenía que ser consensuado entre el psiquiatra y los coordinadores de la KosmiCare. Ofrecía-mos un servicio continuo las 24 horas del día, repartiéndonos en turnos de 8 horas, con entre cinco y diez voluntarios por turno.

El espacio en el que desarrollábamos nuestro trabajo estaba lo más alejado posible de la pis-

El proyecto está basado en la iniciativa de un grupo de terapeutas de Vancouver, Canadá

2: De todas formas, la idea no es nueva ni exclusiva de es-tos festivales, ya que en los años sesenta nacieron iniciativas similares en San Francisco en pleno Verano del Amor, y en Alemania existe un servicio llamado «ambulancia psiquedéli-ca» que recorre los festivales más importantes atendiendo esta clase de crisis.

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ta central, donde sonaba música trance a todo volumen 20 horas diarias. El lugar estaba ubi-cado en la orilla del lago, cerca de una playa artificial y de la zona Chill Out. KosmiCare estaba compuesto de tres tiendas. La principal era una enorme cúpula geodésica de 5 metros de altura y unos 8 de diámetro. El interior de la tienda estaba decorada con telas de colores claros y relajantes, se había instalado un peque-ño estanque zen con una fuente en el centro, y alrededor una docena de esterillas con sus

respectivas mantas, sacos de dormir y cojines. El ambiente estaba impregnado del olor de un suave incienso, y en el equipo de música sonaba una música ambient y relajante las 24 horas del día. La atmosfera creada era perfecta para re-lajarse e interiorizar la experiencia. Era en este espacio donde atendíamos la mayor parte de los casos.

También disponíamos, a escasos metros de esta, de un Inipi y una Kiva, reservado a los casos más graves que necesitaban de una atención especial y/o que podían molestar al resto de los usuarios del servicio. En estos dos espacios atendíamos a las personas que llegaban muy confusas, con signos de paranoia, y a las que se mostraban muy alteradas o incluso violentas, y que po-dían perturbar la atmosfera de recogimiento que pretendíamos crear. Afortunadamente, no fue necesario hacer uso de estos espacios en muchas ocasiones, y en algunos momentos se acabaron convirtiendo en un lugar de descanso de boomers extenuados y en un improvisado re-fugio de amor de algunas parejas.

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HFilosofía de trabajo y protocolo de intervención

Cuando una persona llegaba al servicio, en pri-mer lugar le preguntábamos cómo se encontra-ba, qué sustancias recordaba haber tomado, en qué dosis y hacía cuánto tiempo. Chequeába-mos que no presentara ningún problema físico y le invitábamos a entrar a la carpa y sentarse o tumbarse en alguna de las esterillas que había-mos distribuido. También le preguntábamos su nacionalidad y el idioma en que hablaba para buscar el voluntario que mejor le pudiese aten-der. En principio se asignaba un voluntario a cada persona que llegaba al servicio, quien le acompañaba todo el tiempo que hiciera falta.

Los síntomas más frecuentes presentados por las personas que llegaban a la KosmiCare eran ansiedad, confusión, desorientación, sensación de estar desbordados por la experiencia y no poder controlarla, miedo y paranoia. En los casos más graves era el equipo de paramédicos quien nos los traía en coche, otros eran acom-pañados hasta el servicio por sus amigos, y en algunos casos llegaban por su propio pie. Tam-bién nos encontramos con personas que no se encontraban mal en absoluto, pero que prefe-rían un lugar tranquilo y seguro donde poder profundizar en la experiencia sin ser perturba-dos desde el exterior.

Las substancias que decían haber consumido eran principalmente LSD y MDMA, coin-cidiendo con las substancias más consumidas en el festival (además del hachís y la marihua-na). Con menor frecuencia mencionaban otras substancias: hongos psilocíbicos, ketamina, speed, cocaína y alcohol. En muchos casos ha-bían mezclado varias substancias, las habían tomado en grandes cantidades, o ni siquiera

sabían que substancias habían consumido… Por un lado, me sorprendió encontrarme con muchas personas que realmente sabían lo que tomaban, en que dosis y cuáles serían sus efec-tos (personas ilustradas sobre el tema que no solían necesitar de nuestra ayuda), pero por otro era descorazonador ver el desconocimien-to y las imprudencias en las que incurrían mu-chas personas.

Las intervenciones que empleábamos con los usuarios eran muy variadas, y dependían del cuadro que la persona presentaba y de la forma-ción del voluntario que la atendía, intentando ajustarnos a cada caso de forma individualiza-da. El objetivo principal era ayudar a la persona a calmarse, enraizarse de nuevo y reconducir la experiencia hacia el interior. Nuestra filosofía se basaba en acompañar a la persona por aque-llo que pudiera estar atravesando, sin juzgar su experiencia ni el consumo que había realizado, y cuidando de ella de forma no directiva.

El enfoque seguido es heredero de la psicología transpersonal, y nuestro rol era el de facilitadores del proceso y cuidadores, alejándonos del mo-delo médico-paciente. En palabras de Stanislav Grof, uno de los fundadores de esta corriente: «la tarea del facilitador, o terapeuta, consiste en apoyar el proceso vivencial con total confianza en su naturaleza curativa, sin intentar cambiarlo ni dirigirlo en ningún sentido. El proceso está guiado por la propia inteligencia sanadora del paciente. El término terapeuta se utiliza aquí en el sentido del griego therapeutes, que significa la persona que asiste en el proceso de sanación… Es importante para el terapeuta apoyar el desa-rrollo vivencial, incluso cuando no lo entienda racionalmente». (Grof, 2002: 244).

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En algunos casos simplemente aconsejábamos a la persona que se acostara y cerrara los ojos y que intentase observar lo que estaba sucedien-do en su interior. Esta sencilla consigna muchas veces era suficiente para que la persona se cal-mara y fuera capaz de abrirse a la experiencia. A partir de ese momento nuestra función se limitaba a estar sentados a su lado en silencio, acompañándoles en su experiencia, con respeto y presencia. Otras veces la persona necesitaba hablar y expresar lo que le estaba sucediendo, compartir sus emociones y sus miedos. En esos casos escuchábamos con atención y sin juicios lo que la persona nos estaba expresando, sos-teniéndola. En algunas ocasiones se abría la posibilidad de trabajar problemas que estaban atravesando en ese momento de sus vidas, pro-blemas que en muchos casos contribuían a que estuvieran atravesando una experiencia difícil.

El espectro de intervenciones era muy amplio: en ocasiones les sugeríamos que escucharan la música que sonaba, o les invitábamos a dibujar o a escribir lo que estaban sintiendo. En otros casos caminábamos con ellos en silencio por la orilla del lago, o escuchando lo que quisieran compartir con nosotros. Cuando se empeza-ban a sentir mejor, a veces sugeríamos que se bañaran en el lago, ya que el contacto con el agua ayuda a aterrizar y a integrar esta clase de experiencias. Otras veces los usuarios se ponían a charlar animadamente entre ellos, o un usuario que ya estaba aterrizando se ponía a ayudar a otro recién llegado. Cuando decidían marcharse chequeábamos que se encontrasen calmados y orientados, y les invitábamos a que volviesen en otro momento si necesitaban ha-blar con alguien sobre la experiencia. En más de una ocasión un usuario volvía al día siguien-te mostrando su agradecimiento y dispuesto a ayudarnos en lo que hiciera falta.

El primer día estábamos un poco asustados y a la expectativa, ya que sabíamos que en el 2006 había sido muy duro, con muchos casos y algu-nos muy intensos. Y este año se esperaban mu-chas más personas que el año anterior… En ese momento no me quería ni imaginar el volumen de trabajo que podíamos llegar a tener… Sin embargo, los primeros días resultaron ser bas-tante tranquilos, e incluso las primeras noches hubo escaso movimiento. Esto fue algo que nos sorprendió a todos, ya que esperábamos un alud de casos desde el principio, teniendo en cuenta los relatos que nos habían llegado de la experiencia del 2006. A partir del jueves y durante el fin de semana tuvimos más casos y estuvimos bastante ocupados, pero en ningún momento nos vimos realmente desbordados.

Una posible razón de esta relativa calma pue-de ser la epidemia de diarrea que afectó a gran número de boomers. Al parecer había un virus rondando por el festival, y fueron muchas las personas que cayeron enfermas, con síntomas parecidos a una gastroenteritis. Algunos in-cluso tuvieron que ir al hospital con síntomas de deshidratación para recibir suero. Bajo los efectos de la enfermedad, que duraba uno o dos días, las personas dejaban de tomar drogas y de salir de fiesta, descansando un poco el cuerpo y la mente, reduciendo así la probabilidad de tener una mala experiencia.

Otra posible razón que comentaban varios de los voluntarios repetidores estaba relacionada con la evolución del festival. Al parecer el BOOM está dejando de ser underground y se está volviendo mainstream. Esto es algo que los veteranos no-taban tanto en la música (este año había una nueva carpa donde solo se pinchaba minimal y

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124 progresive) como en la clase de personas, sien-do el tipo y la cantidad de drogas consumidas diferentes y menor (más MDMA, estimulantes y alcohol, que se vendía dentro del festival por primera vez, y menos psiquedélicos).

Personalmente también creo que las personas están aprendiendo a tomar drogas psicodélicas, y que están mejor informadas sobre la dosis, los efectos y las interacciones. En este sentido, fue de agradecer la presencia de Energy Control, Check In y Erowid, por su labor informativa y de reducción de riesgos.

Experiencias difíciles: nadando en aguas turbulentas

El caso más grave que me encontré fue el de un chico danés que trajeron los paramédicos. Es-taba medio desnudo, totalmente fuera de sí y se estaba intentando autolesionar. Al parecer se había tomado 10 gotas de LSD de golpe hacía un par de horas (una dosis más que considera-ble) y llevaba 48 horas sin dormir y tomando ketamina. Tuvimos que inmovilizarlo en una camilla y finalmente decidimos que el psiquia-tra le sedara, ya que se mostraba muy violento y alterado. Varios voluntarios estuvimos apoyán-dole en su proceso, intentando tranquilizarlo a ratos, acompañándolo en silencio en otros. Después llegaron sus amigos y le estuvieron haciendo compañía. Al principio se mostraba violento hasta con sus amigos, pero después se fue calmando poco a poco. A pesar de las medidas extremas que tuvimos que tomar, creo que fue positivo que pudiese atravesar ese esta-

do rodeado de personas comprensivas y de sus propios amigos. Su experiencia hubiese sido muy diferente en caso de haber terminado en las urgencias de un hospital.

El uso puntual de medicación resultó un tema polémico y generó debate, a pesar de que nues-tro enfoque estaba en las antípodas de la psi-quiatría convencional. Sin embargo, en casos puntuales puede resultar útil, especialmente en aquellos en los que la persona se muestra vio-lenta o llega a autolesionarse.

La psiquiatría suele considerar la intensidad de los síntomas que presenta la persona como un indicador de la gravedad de su trastorno, por lo que intentará suprimirlos a través de un tra-tamiento farmacológico. Esta concepción del funcionamiento de la psique y su tratamiento está fuertemente influenciada por el modelo médico. Si las experiencias psiquedélicas di-fíciles se tratan de forma sistemática con me-dicación antipsicótica, se está bloqueando un proceso que potencialmente puede ser positivo y beneficioso, impidiendo que la persona pue-

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da integrar esa experiencia y sacarle provecho. En el mejor de los casos, la persona se quedará con el mal recuerdo de la experiencia no inte-grada. En el peor, acabará en una institución psiquiátrica o con una etiqueta de psicosis de por vida.

La psicología transpersonal, sin negar la exis-tencia de las enfermedades mentales, considera que es necesario establecer un diagnóstico di-ferencial entre estos casos y otras situaciones, que incluyen las experiencias psiquedélicas, transpersonales, experiencias místicas y lo que Grof denomina emergencias espirituales. «La diferencia entre el misticismo y los trastornos mentales tiene menos relación con la natura-leza y el contenido de las experiencias que con la actitud que se tiene al respecto, el “estilo de experiencia” del individuo, el modo de inter-pretarla, y la habilidad para integrar esas expe-riencias.» (Grof, 2002: 189).

Por lo tanto, es importante que la persona se enfrente a las experiencias difíciles con una actitud positiva, que las interprete como parte de un proceso potencialmente transformador, y encuentre un contexto que facilite su integra-ción. Ese es precisamente el enfoque del pro-yecto KosmiCare. Hay una conocida frase que afirma que los locos se ahogan en las mismas aguas en las que los místicos y los sabios nadan con destreza. Nosotros intentábamos transmi-tir confianza a los usuarios para que perdieran el miedo a ahogarse, mostrándoles que era po-

sible nadar por las aguas de la experiencia psi-quedélica. Y dándoles herramientas para que aprendiesen a nadar, si era necesario.

Desafíos y situaciones difíciles

A veces nos enfrentamos a situaciones para las que no estábamos preparados o que no estaban contempladas dentro de nuestras funciones. Por ejemplo, en ocasiones nos encontramos personas con un diagnóstico psiquiátrico pre-vio y que acudían a nuestro servicio después de haber consumido alguna sustancia. En primer lugar, a veces resultaba difícil detectar estos ca-sos, ya que ellos no siempre nos ponían al co-rriente. Por otro lado, nos absorbían una gran cantidad de tiempo y energía. Tuvimos el caso de un chico que estuvo casi tres días enteros en la Kosmicare. Tenía una verborrea terrible y a veces se ponía a cantar, a gritar y a rapear él solo. Todo el tiempo tenía que haber algún voluntario pendiente de él. Al final terminó siendo un poco desesperante, ya que no había perspectivas de que su estado fuese a mejorar. Finalmente se habló con él y lo entendió, así que volvió al festival, haciéndonos visitas con regularidad.

Aunque, probablemente, el mayor desafío que se nos presentó fue el de un chico francés, diagnosticado de esquizofrenia, que se había escapado de una institución mental y había llegado hasta el BOOM (¡no me preguntéis

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de pimienta al ser confundido con un usuario violento, la verdad es que la mejora ha sido es-pectacular. Más espectacular aún fue escuchar que uno de los miembros de seguridad que nos habían asignado quedó profundamente impac-tado al ver el trabajo que realizaban los volun-tarios de la KC en el 2006, hasta el punto de que había empezado a meditar y era partidario de emplear métodos no violentos y el diálogo en sus intervenciones.

En definitiva, considero que el servicio fue un éxito en general, a pesar de que quedan muchas cosas por mejorar. Fue una oportunidad única de aprender unos de otros la práctica de como cuidar y apoyar a personas que están atravesan-do experiencias psiquedélicas difíciles. En ese sentido, considero que todos los voluntarios que estábamos allí éramos aprendices, a pesar de formar un equipo realmente profesional, y nuestros principales maestros fueron las perso-nas que tuvimos la fortuna de poder atender.

Por último, considero que es fundamental ofre-cer esta clase de servicio en otros eventos de este tipo. Por ello, animo desde aquí a los organiza-dores de esta clase de eventos a que consideren la posibilidad de crear y patrocinar este tipo de iniciativas. Por un lado, porque es un servicio que convierte esta clase de eventos en un lu-gar más seguro y amistoso. Pero además puede ayudar a ahorrar una gran cantidad de tiempo, energía, recursos y dolores de cabeza a los orga-nizadores y trabajadores de los festivales.

Bibliografía y referencias

DROID, A: «Pequeña historia del psyquedelic trance». Ulises. Revista de viajes interiores. Barcelona: La Liebre de Marzo, 2003, núm. 6 (p. 62-65).

GROF, S: Psicología del futuro. Barcelona: La Liebre de Marzo, 2002.

VILLAESCUSA, M.: «Cosmikiva. Primeros auxilios para psico-naufragos». Ulises. Revista de viajes interiores. Barce-lona: La Liebre de Marzo, 2006, núm. 9 (p. 50-57).

como!). Para complicar aún más las cosas, su padre descubrió de algún modo que su hijo es-taba allí y le fue a buscar. Tras toda una serie de peripecias se enteró de que estaba en la KC y nos vino a pedir que le dejáramos llevarse a su hijo. La cuestión es que su hijo, de 28 años, tenía una opinión diferente, y no estaba dis-puesto a marcharse con su padre. Esta situa-ción nos creó un dilema ético importante, ya que sabíamos que se salía de nuestros objetivos y funciones atender este tipo de casos, pero al mismo tiempo sabemos que clase de trato reci-ben en las instituciones mentales. Tras un largo debate se decidió «deportar» al joven, aunque sentí que la decisión fue tomada bajo la presión invisible de la organización, que seguramente prefería ahorrarse problemas y la posible mala prensa que se podía derivar de un caso así.

Pero, en general, los resultados obtenidos fue-ron muy positivos. Era reconfortante ver como el miedo y la confusión de los usuarios se iba transformando poco a poco en calma y confian-za, y como las personas eran capaces de sacar provecho y aprender de esas experiencias ini-cialmente difíciles.

La coordinación con la organización también fue mucho mejor que en ediciones anteriores, tanto con los paramédicos como con el servicio de seguridad y otros equipos. Por ejemplo, este año se nos asignaron dos personas de seguri-dad que estaban permanentemente cerca del KosmiCare. Teniendo en cuenta que hace dos años un voluntario fue rociado con un spray

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