El espacio doméstico en el ámbito rural del centro de la península Ibérica entre los siglos V y...

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1 EL ESPACIO DOMÉSTICO EN EL ÁMBITO RURAL DEL CENTRO DE LA PENÍNSULA IBÉRICA ENTRE LOS SIGLOS V Y IX D.C. 1 A. Vigil-Escalera Guirado (UPV/EHU) [Congreso Internacional “El espacio doméstico en la península Ibérica medieval. Sociedad, familia, arquitectura, ajuar. Granada, 3-6 octubre 2013. Escuela de Estudios Árabes, CSIC] 1. La arqueología de lo doméstico en el ámbito rural La configuración de la casa urbana y su evolución diacrónica ha centrado la atención de los medievalistas durante mucho tiempo, lo que resulta comprensible dada la penuria de los datos concernientes al medio rural. Por fortuna, el panorama arqueológico ha cambiado bastante durante los últimos veinte años en algunas partes de España y de Europa, y la información disponible sobre los espacios domésticos del campesinado altomedieval abre interesantes líneas de investigación. El análisis arqueológico de la esfera doméstica rural del periodo altomedieval se mueve en unas coordenadas en principio bastante similares a las manejadas por los prehistoriadores o los antropólogos en esta subdisciplina. El espacio doméstico rural es fundamentalmente un espacio productivo. La unidad doméstica es la más pequeña agrupación humana con el máximo nivel de funcionalidad corporativa, y su diseño incluye una combinación de producción, consumo, reproducción y corresidencia (ASHMORE, WILK 1988: 6). El abastecimiento es su principal objetivo, y desempeña esta tarea de forma tan agresiva como sea necesario, utilizando para ello todas las posibles formas de interacción económica y social, comercial y no comercial, que contribuyan a asegurar su supervivencia (HIRTH 2010: 245-6). Se trata de la célula elemental de la producción y todo el entramado social descansa sobre ella (YANAGISAKO 1979; WILK, NETTING 1984; NASH 2009; CUÉLLAR 2013). Los límites espaciales de la unidad doméstica tal y como pueden ser aprehendidos por la investigación arqueológica exceden considerablemente del perímetro que conforman los muros de la vivienda. Habremos de manejar, pues, un concepto extenso de la ‘casa’ rural. La parcela doméstica se convierte en la unidad básica de cualquier análisis arqueológico puesto que sus límites son los de la ‘casa’ campesina. Una lectura descontextualizada de cualquiera de sus elementos constitutivos entraña obvios riesgos. A continuación examinaremos algunos registros recientes relativos a la configuración de la parcela doméstica, a los distintos elementos que contiene y a las actividades allí desempeñadas. Veremos también la clase de dificultades que afronta el estudio de todo lo anterior a través de algunos ejemplos. El sitio de La Vega, ocupado en el 1 Se recoge aquí la ponencia presentada en el congreso y parte de las ilustraciones, en una versión distinta a la ofrecida en las preactas. El trabajo ha sido desarrollado en el marco de los proyectos de investigación “Desigualdad en los paisajes medievales del norte peninsular: los marcadores arqueológicos” ref. HUM2012-32514 y “Proyecto del Plan Nacional de I+D+I, ref. HAR2010-21950- C03-01”, así como de la actividad del Grupo de Investigación en Patrimonio y Paisajes Culturales/Ondare eta Kultur Paisaietan Ikerteta Taldea (IT315-10), financiado por el Gobierno Vasco.

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EL ESPACIO DOMÉSTICO EN EL ÁMBITO RURAL DEL CENTRO DE LA PENÍNSULA

IBÉRICA ENTRE LOS SIGLOS V Y IX D.C.1

A. Vigil-Escalera Guirado (UPV/EHU)

[Congreso Internacional “El espacio doméstico en la península Ibérica medieval. Sociedad, familia,

arquitectura, ajuar. Granada, 3-6 octubre 2013. Escuela de Estudios Árabes, CSIC]

1. La arqueología de lo doméstico en el ámbito rural

La configuración de la casa urbana y su evolución diacrónica ha centrado la

atención de los medievalistas durante mucho tiempo, lo que resulta comprensible dada la

penuria de los datos concernientes al medio rural. Por fortuna, el panorama arqueológico

ha cambiado bastante durante los últimos veinte años en algunas partes de España y de

Europa, y la información disponible sobre los espacios domésticos del campesinado

altomedieval abre interesantes líneas de investigación. El análisis arqueológico de la

esfera doméstica rural del periodo altomedieval se mueve en unas coordenadas en

principio bastante similares a las manejadas por los prehistoriadores o los antropólogos

en esta subdisciplina.

El espacio doméstico rural es fundamentalmente un espacio productivo. La unidad

doméstica es la más pequeña agrupación humana con el máximo nivel de funcionalidad

corporativa, y su diseño incluye una combinación de producción, consumo, reproducción y

corresidencia (ASHMORE, WILK 1988: 6). El abastecimiento es su principal objetivo, y

desempeña esta tarea de forma tan agresiva como sea necesario, utilizando para ello todas

las posibles formas de interacción económica y social, comercial y no comercial, que

contribuyan a asegurar su supervivencia (HIRTH 2010: 245-6). Se trata de la célula

elemental de la producción y todo el entramado social descansa sobre ella (YANAGISAKO

1979; WILK, NETTING 1984; NASH 2009; CUÉLLAR 2013).

Los límites espaciales de la unidad doméstica tal y como pueden ser aprehendidos

por la investigación arqueológica exceden considerablemente del perímetro que

conforman los muros de la vivienda. Habremos de manejar, pues, un concepto extenso de

la ‘casa’ rural. La parcela doméstica se convierte en la unidad básica de cualquier análisis

arqueológico puesto que sus límites son los de la ‘casa’ campesina. Una lectura

descontextualizada de cualquiera de sus elementos constitutivos entraña obvios riesgos.

A continuación examinaremos algunos registros recientes relativos a la

configuración de la parcela doméstica, a los distintos elementos que contiene y a las

actividades allí desempeñadas. Veremos también la clase de dificultades que afronta el

estudio de todo lo anterior a través de algunos ejemplos. El sitio de La Vega, ocupado en el

1 Se recoge aquí la ponencia presentada en el congreso y parte de las ilustraciones, en una versión distinta a la ofrecida en las preactas. El trabajo ha sido desarrollado en el marco de los proyectos de investigación “Desigualdad en los paisajes medievales del norte peninsular: los marcadores arqueológicos” ref. HUM2012-32514 y “Proyecto del Plan Nacional de I+D+I, ref. HAR2010-21950-C03-01”, así como de la actividad del Grupo de Investigación en Patrimonio y Paisajes Culturales/Ondare eta Kultur Paisaietan Ikerteta Taldea (IT315-10), financiado por el Gobierno Vasco.

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siglo VIII, nos servirá para aludir a las dificultades que entraña el reconocimiento

arqueológico de las desigualdades sociales entre grupos familiares o unidades domésticas

(en adelante UD). Finalizaremos con algunas cuestiones referentes al tamaño de las

unidades domésticas en estos yacimientos. El número de individuos que las integran

puede llegar a inferirse a partir de los datos proporcionados por la excavación conjunta

del asentamiento y su cementerio.

2. Ámbito del estudio y particularidades del registro arqueológico

Los datos sobre los que se basa esta exposición proceden de actuaciones

arqueológicas en extensión derivadas de la implementación de proyectos urbanísticos o de

infraestructuras en el marco de relaciones contractuales entre promotores (institucionales

y privados) y arqueólogos. Todas se ejecutaron en los últimos quince años, al margen del

ámbito académico o de proyectos de investigación. Los yacimientos en los que se ha

excavado, la amplitud e intensidad de las intervenciones o los medios humanos y

materiales empleados para ello no fueron seleccionados por razones científicas sino como

resultado de un azaroso compromiso entre el imperativo legal que concierne a la

salvaguardia de bienes públicos de interés arqueológico, el desarrollo urbanístico y una

contingente mezcla de criterios de profesionalidad y rentabilidad económica por parte de

empresas dedicadas a la arqueología comercial. Buena parte de los trabajos permanecen

inéditos o sólo cuentan con publicaciones parciales o simples noticias. Por lo general

presentan obvias carencias tanto desde un punto de vista de la calidad de la

documentación generada como de los presupuestos metodológicos seguidos a lo largo de

su desarrollo. La documentación arqueológica disponible, dadas las circunstancias,

conforma un corpus de rasgos específicos y difícil tratamiento.

Figura 1. Ámbito geográfico del trabajo.

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Los sitios que veremos se localizan en la Comunidad de Madrid, concentrándose

especialmente en la comarca limitada por los ríos Jarama y Guadarrama, al Sur de la

capital (Figuras 1-2). Su extensión aproximada es de unos 800 km2, y geográficamente se

puede dividir en dos partes: el corredor de la vega del Jarama al Este y un amplio sector de

campiña de relieve ondulado, surcado por arroyos de escasa entidad. Por lo general tienen

suelos ligeros bien drenados, especialmente aptos para la cerealicultura. La cubierta

forestal en el pasado debió estar reducida a algunas manchas de encinar y pequeñas

dehesas en los espacios liminales entre asentamientos. Limitadas zonas de pradera en

algunos tramos de los arroyos jugaron un papel destacable en la localización de los

asentamientos.

Figura 2. Densidad de yacimientos altomedievales conocidos en las comarcas objeto de estudio.

La principal característica del paisaje rural de los primeros siglos altomedievales

es la alta densidad de pequeños establecimientos abiertos de carácter aldeano (QUIRÓS,

VIGIL-ESCALERA 2006). Aunque no en todos se hayan logrado identificar secuencias de

ocupación pluriseculares, una mayoría de esos asentamientos desarrolló su actividad de

forma coetánea, especialmente entre finales del siglo quinto y el octavo de la Era. Varios

ofrecen secuencias que enlazan con el periodo romano bajoimperial, y algunos llegan en su

desarrollo hasta finales del siglo IX d.C. La implantación del Estado cordobés en este

territorio supuso en menos de un siglo una radical concentración de la población en torno

a un puñado de enclaves, ya sean pequeñas medinas, como Madrid o Talamanca, o

fortificaciones de muy diversa entidad, como Calatalifa, Alcalá la Vieja, Rivas o Paracuellos.

Entre mediados del siglo IX e inicios del X se reconfiguraron por completo las coordenadas

del paisaje anterior. La conversión al Islam de las comunidades nativas parece que fue

rápida a partir de finales del siglo VIII d.C.

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Todos los antiguos asentamientos fueron tarde o temprano reconvertidos en

tierras de cultivo y su superficie sometida a labores agrícolas durante siglos. Sólo los

emplazamientos con más suerte se libraron de la reja del arado mecánico. Los rasgos más

persistentes de la arquitectura rural tradicional, con sus zócalos de mampostería menuda

o cantos rodados y alzados de tierra, ofrecen escasa resistencia al laboreo agrícola. A esto

deben sumarse unos patrones cíclicos de construcción y reconstrucción de los espacios

residenciales a escasa distancia de las estructuras amortizadas. El carácter abierto de

todos los enclaves y la amplia disponibilidad de suelo edificable en las campiñas favorecen

el carácter extendido de la mayor parte de los asentamientos, que muestran una baja

densidad del número de estructuras por hectárea2. En consecuencia, un segmento

mayoritario de los yacimientos de este periodo libra un registro arqueológico compuesto

casi en exclusiva por distintas clases de fosas. Muchas veces son la parte rehundida de

estructuras con porte aéreo, otras la porción más profunda de estructuras con un

importante desarrollo vertical, como son los silos y los pozos. Cuando aparecen evidencias

de estructuras previsiblemente interpretables como de uso residencial, el estado de

conservación suele ser deplorable y un elemento tan importante como el hogar aparece

muchas veces descontextualizado respecto a los muros de la casa o no aparece en

absoluto. El análisis arqueológico del espacio doméstico en yacimientos con tan precario

estado de conservación se ve seriamente limitado.

Así las cosas, poco tiene de extraño que del medio centenar de yacimientos

susceptibles de estudio en la comarca, el análisis deba recurrir a un restringido grupo que

proporciona una documentación algo más densa y con un nivel de detalle por encima de la

media.

3. La parcela doméstica: estructura, dimensiones, componentes

Como ya se ha señalado, en el medio rural altomedieval del centro peninsular la

casa es mucho más que el espacio comprendido por los muros de la vivienda. Una imagen

recurrente es la que ofrecen los asentamientos aldeanos formados por varias de esas UD

yuxtapuestas, por lo general a lo largo de la ribera de un arroyo, separadas habitualmente

por parcelas agrarias. Son excepcionales, de momento, casos como el representado en el

sector P09 de El Pelícano (Arroyomolinos), donde una densa agrupación de edificaciones

se reconstruye durante varias generaciones en el mismo emplazamiento entre finales del

siglo V y finales del VI d.C. (VIGIL-ESCALERA 2009: 326, Fig. 10).

A pesar de las lagunas empíricas e interpretativas que se ciernen sobre estos

registros, puede comprobarse que en el seno de cada UD, las estructuras con hornos se

encuentran segregadas en construcciones situadas a cierta distancia de la vivienda (VIGIL-

ESCALERA 2012). También puede constatarse que sólo una parte de sus almacenes se

encontraban en el interior de la misma, ya sea en forma de silos subterráneos o de trojes.

Dentro de los límites de la parcela doméstica se disponen, pues, tanto la vivienda como

2 En las vegas (por ejemplo la del Jarama) se observa un mayor aprovechamiento del espacio agrario, usándose de forma intensiva el espacio reservado a fines residenciales. La superposición de estructuras y la intersección de fosas a lo largo de los siglos también complica extraordinariamente la lectura de estos enclaves.

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otras estructuras auxiliares directa o indirectamente relacionadas con la economía y la

cotidianeidad del grupo doméstico: graneros, almacenes, lagares, cocinas, establos o áreas

para tareas específicas. Anejos a la cerca de la parcela se encuentran con frecuencia otros

espacios de uso agrícola intensivo también cerrados.

La aldea de Gózquez (San Martín de la Vega) proporciona un buen testimonio

sobre el formato de la estructura parcelaria reconocible a la escala del asentamiento

(Vigil-Escalera 2000; 2007; 2009; 2010). Se trata de uno de los pocos sitios de los que

conocemos una parte apreciable de su desarrollo espacial y además su necrópolis

completa. En el barrio oriental, cuatro parcelas de uso doméstico alternan con otras de uso

previsiblemente agrícola durante toda la secuencia de ocupación (ca. 525-750 d.C.) Las

parcelas agrarias presentan formatos no del todo rectangulares y se encuentran

orientadas oblicuamente respecto a la pendiente de la ladera. Miden en torno a los 78

metros de largo por 34 de ancho (lo que en terrenos pesados equivaldría a dos días de

bueyes o a dos fanegas) (Figura 3). Los límites parcelarios se encuentran señalados por

zanjas rectilíneas o se intuyen a partir de la alineación de estructuras de diversos tipos a

ambos lados de unos elementos de demarcación cuya materialidad no se ha conservado.

La especificidad del yacimiento reside en que esas lindes son respetadas durante toda su

secuencia de actividad, si bien las parcelas de uso doméstico podrían haberse dividido en

lotes menores con el transcurso del tiempo.

Figura 3. Interpretación de la estructura parcelaria reconocida en Gózquez.

Los cálculos efectuados sobre las dimensiones de las parcelas domésticas cuyos

límites son reconocibles no deparan resultados homogéneos, aunque resulta difícil de

discernir si esto puede deberse en parte a las modificaciones habidas en la trama a lo largo

de la secuencia de ocupación. La parcela 1b tiene unos 2480 m2; 2a mide unos 1300; 2b

alrededor de 1800; y 2c ocupa unos 2080 m2. Sí parecen más estables, en cambio, las

dimensiones de los bloques originales de las parcelas 1 y 2, con 5300 y 5200 m2

respectivamente. La parcela 2 está dividida en tres lotes con una anchura estándar de unos

32 metros, que es también la anchura de la parcela 1b. Se puede apreciar también como la

estructura residencial principal no suele ocupar un extremo de la parcela, sino que reserva

espacio delante y detrás, ladera arriba y abajo, para usos diversos. El reconocimiento de

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un camino delimitado por zanjas entre una parcela de uso doméstico y otra agraria ofrece

alguna pista sobre la forma de gestionar el paso del ganado evitando el daño a los

sembrados, aspecto éste que merece alguna mención en el código legislativo de época

visigoda (Forum Iudicum).

Figura 4. Interpretación de la estructura parcelaria en el sector P02 de El Pelícano.

En el yacimiento de El Pelícano, sector P02, la parcela de la unidad doméstica

central mide unos 45 metros de largo por 35 de ancho, lo que supone una superficie de

unos 1540 m2. Como en varios casos sucede en Gózquez, la estructura residencial principal

es doble y dispone tanto de un espacio trasero como de un amplio patio delantero con

estructuras compartimentadas a lo largo de sus alas Este y Oeste, donde se concentran

grupos de silos y varias cabañas (Figura 4). El reconocimiento de los límites parcelarios

entre unidades domésticas en otros sectores del yacimiento es bastante más difícil, y debe

basarse en la dispersión en planta de estructuras asignadas a un mismo segmento

temporal o en la constatación de grupos con fechas bien diferenciadas. No son sencillos de

discernir aquellos casos en los que podemos estar ante la reconstrucción de una sola UD

con leves desplazamientos, como podría ser el caso en los sectores P04_P05_P06 de este

mismo yacimiento (VIGIL-ESCALERA 2009: Fig.13).

La parte excavada del yacimiento de Congosto (Rivas-Vaciamadrid) ha

proporcionado evidencias de ocupación a cargo de no más de tres unidades domésticas

que previsiblemente fueron desplazándose ladera abajo a lo largo del tiempo (QUIRÓS,

VIGIL-ESCALERA 2006; VIGIL-ESCALERA 2009). Las dos más antiguas arrancan del último

cuarto de la quinta centuria, y estuvieron en activo durante buena parte del siglo VI d.C. La

meridional, fundada a continuación, se abandonó previsiblemente a finales del siglo VII

d.C.

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En el caso de la UD situada en el extremo Norte del área excavada parece posible

plantear la existencia de una parcela de planta ovalada cercada por una zanja. De ésta,

únicamente se han preservado algunos tramos discontinuos (Figura 5). Tiene unos 56

metros en su eje largo y 35 en el corto, y previsiblemente su acceso se realizaba desde el

Suroeste, ladera abajo. La vivienda es un edificio de planta rectangular dividido en dos

ambientes de pequeñas dimensiones, cada uno de ellos con un hogar en el suelo,

delimitado por lajas de piedra, y queda situada casi en el centro del óvalo. Sus muros,

como los del resto de los edificios documentados en este sitio, presentan una técnica

constructiva particular, poco frecuente en la comarca, a la que nos referiremos más tarde.

En el extremo Norte de la parcela se ubican dos cabañas con hornos domésticos adosados

(HD1 y HD2) dentro de un recinto con forma de cuarto de círculo, funcionalmente

delimitado y con una zanja recta en su lado meridional. En el extremo opuesto, al Este del

acceso a la parcela, se yuxtaponen varias estructuras de suelo rehundido con plantas poco

regulares, tal vez destinadas a cobijar el ganado.

Figura 5. Interpretación de la parcela de la unidad doméstica septentrional de Congosto.

4. Casas, cabañas, tradiciones constructivas, contenido y función

Revisado muy esquemáticamente el formato de las parcelas domésticas, veremos

ahora algunos registros aprovechables a la hora de determinar el formato, el contenido y

la posible articulación funcional de la vivienda y otras construcciones auxiliares. Los

contextos de destrucción violenta o repentina de estructuras son escasos en el conjunto de

los yacimientos analizados. La reconstrucción de la vivienda al lado de la anterior suele ir

acompañada de un aprovechamiento intensivo del material constructivo, especialmente

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de la teja y posiblemente de las vigas de madera. Incluso la mampostería empleada en los

zócalos puede ser objeto de expolio. Las huellas de las edificaciones de las primeras fases

de ocupación de un determinado enclave ofrecen habitualmente las mayores dificultades

para su lectura y restitución.

Las construcciones domésticas documentadas en el ámbito de estudio pueden en

principio reducirse a dos tipos principales3.

1. En primer lugar tenemos un amplio y heterogéneo grupo de construcciones

ligeras, construidas fundamentalmente de materia vegetal y tierra. La impronta

arqueológica de las mismas ha sufrido especialmente el arrasamiento horizontal

provocado por el laboreo agrícola, salvo que sus cubiertas fueron vegetales. Solamente

suele conservarse la parte rehundida de las mismas, y muy esporádicamente alguna roza

perimetral (VIGIL-ESCALERA 2003: Figs. 2-3) o huellas de poste alrededor de su perímetro

exterior, como se puede apreciar en algunos yacimientos catalanes coetáneos (ROIG 2009:

246, Fotos 2-6). A veces se trata de un ligero rebaje en el terreno producido por el

desgaste en su interior, pero en otras ocasiones se aprecia la excavación de una profunda

fosa en cuya base son reconocibles las improntas o las huellas de poste de sus elementos

sustentantes. Reciben habitualmente el nombre de fondos de cabaña (VIGIL-ESCALERA

2000) y se identifican por regla general con estructuras auxiliares a la vivienda, con muy

variada funcionalidad y formatos. No puede descartarse que en algunos casos hayan

servido de lugar de habitación, como demostraría el hallazgo de algún hogar en su interior.

Al margen de algunos casos problemáticos, parece que no fueron diseñadas para recibir

cubiertas de teja. La presencia de pellas con improntas vegetales en algunos estratos de

relleno indicaría el probable alzado de las mismas con entramados vegetales manteados

de arcilla, paja y estiércol.

2. En segundo lugar se encontrarían las que podrían definirse como construcciones

pesadas, identificadas habitualmente como las estructuras residenciales principales. En las

campiñas madrileñas se documentan dos subtipos distintos en cuanto su factura.

El primero y más abundante (2.1) presenta un zócalo perimetral de piedra trabada

con arcilla, ya sean cantos rodados o mampostería someramente careada, sin zanja de

cimentación. Sus alzados son de adobe y la cubierta de teja curva. Es un tipo de

construcción bien documentado desde época romana en la región, y continúa siendo

habitual en la arquitectura rural tradicional. Podría preverse que estas construcciones se

mantuvieran en pie durante más tiempo que las ‘ligeras’ cabañas, pero tampoco se libran

de los generalizados procesos de sustitución y reedificación cíclica, como testimonian los

yacimientos con ocupación plurisecular. Sufren además con frecuencia el expolio del

material constructivo, de forma que sólo a veces pueden documentarse en detalle.

En algún yacimiento (p.ej. Congosto) se documenta un segundo tipo de esquema

constructivo. La estructura portante consiste en postes o pies derechos de madera. La base

de los muros viene careada con lajas o bloques de piedra a modo de refuerzo, y los hoyos

para encajar los postes no son especialmente profundos. En sus alzados se recurre

esencialmente al adobe, con el que se rellenan los huecos en el armazón de madera, siendo

sus cubiertas de teja curva. Este tipo de arquitectura se ha documentado en varios

3 Hemos recuperado aquí la distinción realizada por Bazzana (2001) en su pionero trabajo.

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yacimientos altomedievales de la cara Norte del Sistema Central, como por ejemplo Diego

Álvaro, Monte el Alcaide o Las Henrenes (GUTIÉRREZ PALACIOS et alii 1966; PARICIO, VINUESA

2009; DÍAZ DE LA TORRE et alii 2009; VIGIL-ESCALERA e.p.) y posiblemente también en

Navalvillar (Colmenar Viejo, al Norte de la ciudad de Madrid) pero es poco habitual en las

campiñas del Sur de la región.

El reconocimiento de esta dualidad de modos constructivos para la ejecución de la

vivienda principal en una misma comarca (y con las mismas materias primas a

disposición) bien podría servir para argumentar la existencia de sendas tradiciones

técnicas peculiares, aunque sea difícil establecer por ahora las causas o naturaleza de esas

diferencias.

Veamos a continuación dos casos de viviendas cuya particular secuencia de

abandono o destrucción nos permite acercarnos a su contenido original.

Figura 6. Edificio E7 de Gózquez.

Una única estructura residencial (edificio E7) aparece abandonada con parte de su

mobiliario doméstico in situ en la aldea de Gózquez (VIGIL-ESCALERA 2000; 2009). Bajo el

derrumbe de la cubierta de teja curva pudo documentarse un fino estrato de abandono

con residuos relacionados esencialmente con la alimentación. Se recuperaron fragmentos

de pequeño tamaño de dos vasijas cerámicas y abundantes esquirlas de hueso de

ovicápridos. La puerta presenta señales de haber sido tapiada antes de que se produjera el

colapso de la techumbre4. Todas las pertenencias, utensilios y mobiliario del interior

habían sido retirados. Del estado original de la estancia sólo se conserva la pieza

durmiente de un molino manual de rotación en una de las esquinas de la pared trasera, a

la derecha del vano de acceso (Figura 6). No se aprecia un hogar construido en una

ubicación específica, pero sí varias zonas ligeramente rubefactadas que podrían estar

indicando el frecuente cambio de ubicación del mismo. El edificio presenta una planta

4 Dos edificios documentados con estrato de derrumbe de las cubiertas de teja conservado en su interior se encuentran muy próximos: el lagar E6 y esta vivienda E7. No se descarta que sean eventos coetáneos, acaecidos en torno a medio siglo antes de que se consumara el abandono definitivo de la aldea.

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rectangular con una superficie interior útil de 32 m2 (6.6 metros de largo por 4,8 de

ancho) y parece formar el núcleo de un complejo construido a su alrededor, muy

deteriorado al Norte, ladera abajo.

En el sector P10 del yacimiento de El Pelícano encontramos una vivienda que

conserva algunos de sus elementos internos en posición casi original. Tiene su interior

dividido en dos partes (A01 y A02) por un estrecho tabique, aunque sólo ha podido

documentarse de forma parcial en su extremo meridional (Figura 7). La habitación

oriental (de unos 4 m de largo por 2,85 m mín. de ancho) conserva las huellas de un gran

hogar de planta rectangular adosado al muro Este, a la derecha del vano de acceso. En la

occidental, pegado al zócalo Sur, se dispone un silo. Su embocadura estrecha parece haber

colapsado en el mismo momento en que lo hicieron los muros de la vivienda, deteriorando

el tramo de zócalo al que se hallaba anejo. Aplastados por la caída de los muros, sobre el

suelo de la estancia principal, se han recuperado varios vasos cerámicos completos y

varias herramientas. Dos vasijas de almacenamiento apoyaban sobre el suelo, volcadas

hacia el Norte, cada una a un lado de la puerta. El resto de los objetos probablemente se

encontraban colgados de la pared o sobre tarimas de madera. El estrato sellado por el

derrumbe de los alzados deparó dos ollas, un jarro con pitorro, una podadera, un cuchillo

y una cuchara de mango largo en hierro, además de algunos clavos.

Figura 7. Ajuar cerámico y metálico de una vivienda del sector P10 (El Pelícano).

5. Actividades domésticas

Indicios relevantes sobre algunas actividades desarrolladas tradicionalmente en el

ámbito doméstico, como la molienda del cereal o el hilado y el tejido se localizan en

muchas ocasiones disociadas de los contextos residenciales. El ejemplo del edificio E7 de

Gózquez al que se acaba de aludir no constituye precisamente algo habitual en estos

yacimientos. Los dos elementos que componen el molino manual de rotación aparecen

casi siempre fuera de su emplazamiento habitual una vez amortizados, empleados como

tapaderas de silos o reaprovechados como material constructivo, incluso en sepulturas.

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Por extraño que pueda parecer, apenas son reconocibles huellas relacionadas con

la actividad textil en las viviendas o en las estructuras auxiliares de las aldeas madrileñas.

Los restos faunísticos confirman que en todos estos asentamientos se criaba ganado lanar.

Sin embargo, mientras son bien reconocibles las actividades de hilado y tejido en los

asentamientos romanos de la comarca (aparición de fusayolas, pesas de telar y agujeros

pareados de poste en ciertas estancias), éstas son casi inexistentes en los contextos

residenciales altomedievales. Fragmentos de cerámica, teja o piedra, recortados en forma

de disco con o sin perforación central, han sido asociados a veces con este tipo de

actividades. La interpretación de algunas cabañas de suelo rehundido, pequeño formato,

planta rectangular o casi cuadrada y con horno u hogar, como espacios de trabajo

femenino aparece en la literatura arqueológica desde antiguo (CHAPELOT, FOSSIER 1980). El

hallazgo de pesas de telar en la base de algunas estructuras de este tipo y ciertas

referencias textuales sostuvieron esta lectura en competencia con otras varias (TIPPER

2004). Esa interpretación ha sido reivindicada nuevamente a partir de datos

geoarqueológicos y el análisis de microrresiduos (MILEK 2012). Las escasas referencias

documentales disponibles sugieren que toda una serie de tareas desempeñadas por

mujeres se desarrollaban en un espacio propio, ya fuese en una construcción

independiente de la casa o en una habitación separada, y que ésta disponía de banco,

entrada de luz y algún elemento de calefacción.

Artefactos interpretados como husos o ruecas aparecen sin embargo con cierta

asiduidad en contextos funerarios durante el siglo quinto, aunque no consta el hallazgo de

estas herramientas en los lugares donde efectivamente se desarrollaban a diario tales

actividades. Estos materiales se asocian a enterramientos femeninos en necrópolis como

La Olmeda o Almenara de Adaja (ABÁSOLO et alii 1997; GARCÍA MERINO, SÁNCHEZ SIMÓN

2011).

6. La Vega, ¿un espacio doméstico de élite?

Diversos indicios parecen señalar que el asentamiento de La Vega (Boadilla del

Monte) representa el espacio doméstico correspondiente a una unidad doméstica en cierta

forma excepcional respecto a los estándares del resto de enclaves (VIGIL-ESCALERA 2007;

ALFARO, MARTÍN 2000, 2006). De acuerdo a nuestra interpretación, en el sitio se suceden

dos fases constructivas parcialmente solapadas antes de su completo abandono durante la

segunda mitad del siglo VIII d.C. Entre los materiales recuperados sobresalen los restos de

la hoja de una espada larga de hierro, diverso utillaje agrícola y un lote bastante

homogéneo de cerámica. Aparte de lo inusual de la presencia de ese tipo de arma,

reservado en los contextos funerarios a individuos con una posición social poco corriente,

el yacimiento restituyó también un triente de oro acuñado durante el correinado de Egica

y Vitiza, aproximadamente hacia el 700 d.C. Como han señalado diversos autores, la

circulación de estas monedas debió limitarse a circuitos restringidos (MARTÍN VISO 2008,

2011).

El yacimiento de La Vega tiene una datación claramente dentro del periodo

islámico. Como en otros sitios rurales coetáneos de la región madrileña (Fuente de la

Mora, El Soto, La Huelga, El Pelícano), la ocupación de cronología emiral se caracteriza por

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sus fuertes vínculos con la tradición inmediatamente anterior tanto en los rasgos de su

arquitectura doméstica como en la tipología cerámica.

Figura 8. Propuesta de interpretación de la secuencia de La Vega (a partir de ALFARO, MARTÍN 2000).

La estructura del asentamiento original se articula en ambas fases de acuerdo a la

precisa disposición de cuatro construcciones con zócalo de piedra (Figura 8). La

estructura residencial principal es un edificio de planta rectangular con orientación Este-

Oeste. Se divide interiormente en dos ambientes, posiblemente con accesos

independientes. En el de más amplitud se identifica un hogar esquinero. Dispuesto

perpendicularmente al anterior se advierte con claridad en las dos fases otro edificio de

dimensiones bastante semejantes, con la particularidad de que el ambiente menor (el más

alejado de la vivienda, de planta casi cuadrada) presenta un tabique interno. A falta de los

detalles registrados durante el proceso de excavación la interpretación de este ambiente

es arriesgada. Puede tratarse de una alcoba, con el tabique como soporte de un

entarimado, pero igualmente podría servir de apoyo para una estructura de combustión.

En la esquina Suroeste del posible patio se levanta un edificio exento de planta

rectangular, algo más ancho que las anteriores. Resulta difícil de esclarecer si pudo

tratarse de un almacén, un establo o ambas cosas a la vez. El cuarto elemento es un edificio

de notables dimensiones, orientado Este-Oeste y situado en el extremo occidental del

conjunto. Su interpretación más plausible como establo no sería incompatible con el de

alojamiento para los dependientes de la explotación. La construcción de la granja más

moderna no comportó el expolio de la piedra de los zócalos de la anterior, aunque sí el de

la teja de sus cubiertas. La organización del complejo doméstico de La Vega reincide en el

aspecto señalado por la profesora Gutiérrez Lloret en su intervención: la “marcada

preferencia por construir las estancias principales (cocinas, despensas y alcobas) en los

flancos septentrional y occidental de los patios, situando las puertas en los muros

meridionales y orientales de las mismas”.

La repetición en ambas fases del esquema de distribución de los elementos que

componen el conjunto señala el escaso margen real existente para introducir novedades

en un diseño que debe sobre todo atender exigencias funcionales específicas de cada tipo

13

de explotación. El yacimiento ilustra igualmente las dificultades de interpretación que

entraña en innumerables ocasiones la lectura del palimpsesto arqueológico.

Hace tiempo ya que viene debatiéndose la problemática identificación de las

eventuales desigualdades sociales en el seno de las comunidades rurales altomedievales.

Siendo difícil negar su existencia, parece comprobarse que éstas son bastante limitadas en

los yacimientos conocidos de tipo aldeano. Lo cierto es que cuando son arqueológicamente

reconocibles, las unidades domésticas de elite conforman núcleos de asentamiento

individualizados, como parece el caso de La Vega, espacialmente segregados del resto. La

consideración de este asentamiento como residencia de una unidad doméstica privilegiada

supone el reconocimiento de un esquivo eslabón entre la residencia de grupos

aristocráticos de la más alta posición y los espacios domésticos aldeanos, relativamente

homogéneos desde un punto de vista social.

7. Proyecciones demográficas

La excavación conjunta del asentamiento y la necrópolis de Gózquez y el análisis de

la singular estructura parcelaria allí reconocida permiten ensayar estimaciones sobre la

demografía de las aldeas altomedievales, sobre el número de individuos que integran cada

UD y los posibles procesos de fisión o integración que tienen lugar a lo largo del tiempo.

En función de la trama parcelaria se ha estimado que la aldea de Gózquez podría

haber estado formada por entre diez y doce unidades domésticas. El cálculo resulta de una

proyección de los datos del barrio oriental sobre el conjunto. En esa parte del yacimiento

se presumen establecidas cuatro grandes unidades originales que posiblemente fueron

divididas en dos o tres porciones menores a lo largo de la ocupación. Dado que la

superficie ocupada por el barrio occidental es mayor que la del oriental, aquel bien podría

hacer albergado entre seis y ocho unidades domésticas equiparables a las del otro lado.

El cementerio comunitario presenta un total de 357 sepulturas identificadas

(CONTRERAS, FERNÁNDEZ 2007; CONTRERAS 2011). Si tenemos en cuenta la posible

desaparición de unas treinta y cinco en su lado Norte por causa de la construcción del

camino actual y de algunas inhumaciones infantiles muy superficiales que pueden haber

desaparecido, cuya cifra es más difícil de estimar, podría establecerse que el cementerio

pudo alojar originalmente no menos de 450 sepulturas (357 más 35 destruidas más 35

infantiles). El NMI de individuos de las 247 excavadas ofrece un valor cercano a los 350

individuos, lo que supone una media en torno a los 1,42 individuos por sepultura. Aplicado

este índice a las 390 sepulturas previstas y sumando a esta cifra la de los 30-40 infantiles

desaparecidas a causa de la escasa profundidad de sus fosas podríamos llegar a establecer

como hipótesis razonable que en la necrópolis se inhumaron unos 600 individuos.

Tomando para la esperanza de vida al nacer unos valores mínimo y máximo de 25

y 35 años y una ocupación continua de 225 años, la proyección sobre la estructura

demográfica de la aldea de Gózquez apuntaría a que, como media, su población pudo

oscilar entre los 90 y los 120 habitantes (Tabla 1). A ellos deberíamos añadir la cifra de

aquellos residentes que no pertenecían a la comunidad política y que, por tanto, no

recibieron inhumación en la necrópolis. En la parte excavada del asentamiento se

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identificaron once individuos cuyos restos mortales fueron arrojados al interior de silos

(VIGIL-ESCALERA 2013). Puede parecer un valor escaso, aunque extrapolando ese segmento

conocido al resto del asentamiento la cifra podría rebasar los 30 individuos. Tampoco

puede descartarse que los restos de una parte de los fallecidos objetivamente excluidos de

la comunidad se hayan perdido sin llegar a formar parte del registro arqueológico.

Como resultado de los cálculos anteriores podría deducirse que cada unidad

doméstica estaría formada por entre 7 y 12 individuos. Estimaciones similares efectuadas

con el número de estructuras sugieren, por otra parte, que cada unidad dispondría

durante cada ciclo generacional (25/35 años) al menos de un edificio principal con sus

cocinas convenientemente separadas del bloque de la vivienda, de tres a cinco cabañas de

suelo rehundido y entre cuatro y seis silos en uso. Su capacidad de almacenamiento sería

ligeramente superior al del consumo de esa misma unidad doméstica durante un año.

Tabla 1. Proyecciones demográficas a partir del número estimado de inhumaciones y 225 años de ocupación

Ind. Inhumados

Esp. Vida 25 Esp. Vida 30 Esp. Vida 35

600 85 93 101 600+10% 94 103 111 600+15% 98 107 117 600+20% 102 112 122

8. Conclusiones

La arqueología de los espacios domésticos altomedievales de carácter rural tiene

por delante un buen puñado de retos. Ha podido comprobarse que debe comenzar

lidiando con la general penuria en el estado de conservación del registro arqueológico.

Una concisa revisión de algunos contextos excavados apenas es capaz de reunir un puñado

de datos cuyo principal rasgo en común es precisamente el carácter extremadamente

fragmentario de la evidencia material. Son ineludibles tanto una adecuada renovación de

la metodología como un mayor rigor de los trabajos de campo. Para lograr algún avance en

el conocimiento crítico de los espacios domésticos altomedievales ha de asegurarse la

adquisición de una documentación arqueológica de calidad.

No debieran soslayarse otras trabas de trasfondo conceptual. La investigación

reciente sobre las estructuras del poblamiento rural altomedieval en la península Ibérica

tiende a dividirse en dos grandes bloques con trayectorias historiográficas y recorridos

que apenas interactúan entre sí: la del ámbito andalusí y la del resto de territorios

peninsulares. No combatir este tipo de inercias dificulta cualquier posibilidad real de

avance.

Los yacimientos altomedievales rurales aquí presentados pueden, en mi opinión,

contribuir a matizar o cuestionar algunas categorizaciones que sobre el espacio doméstico

campesino andalusí ha volcado la historiografía tradicional, todavía a menudo constreñido

por rígidos paradigmas atemporales. Lo mismo sucede con la ingente masa de tópicos con

que otro sector de la historiografía ha venido ocultando la auténtica complejidad del

campesinado tardoantiguo, visigodo, altomedieval o preislámico, etiquetas todas ellas

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nacidas a la sombra de unas compartimentaciones del análisis histórico que poco han

ayudado a revelar las verdaderas facciones de nuestros sujetos históricos.

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