16 escalones antes de irme a la cama (Spanish Edition

403

Transcript of 16 escalones antes de irme a la cama (Spanish Edition

Para todas las personas que

tienen que currar día tras día,hora tras hora, sin quedarlesapenas tiempo para dedicar a sufamilia o a ellos mismos. Para losque no pueden elegir y su trabajoes una puta mierda.

Y para aquellos a los que la

vida se les presenta de maneracomplicada y luchan por saliradelante.

INTRODUCCIÓN

Hola. Para aquellos que no me

conozcan me presento. Me llamo JuanManuel Montilla. Voy a decir el segundoapellido porque es el de mi madre:Macarrón. De pequeño, sobre todo en elcole, me costaba decir el segundoapellido. Ya os imaginaréis las risas,vaciles o rimas acabadas en «ón» conlas que me topaba.

Me crié, a pie de calle, en unbarrio llamado Pan Bendito. Perteneceal distrito de Carabanchel Bajo, en laciudad de Madrid. Es un lugar detrabajadores, humilde y obrero. Una

zona que, prácticamente, hace fronteracon las afueras de la capital, por la partesur. «¡Sur, siempre sur para mí. Y sinascensor, siempre sin ascensor!».Ya osenteraréis después del porqué de estaespecie de grito de guerra.

El nombre del lugar es peculiar. Sellama así porque, antiguamente, PanBendito era un campo lleno de trigales.Con ese trigo se hicieron muchashogazas de pan. Y como dicen que elpan es sagrado, pues Pan Bendito. Conese apelativo tan particular, el barrio nopodía ser menos. Era muy especial,también los que allí vivíamos. Parasituarlo cronológicamente, estamos enlos ochenta.

Se trataba de una zona que podría

denominarse como «a puerta de calle».No había llaves detrás de las cerradurasy las casas, que eran bajas, teníansiempre las puertas abiertas. Recuerdoel barrio con ese sentir de los vecinos,con el olor de las estufas de carbón, delcarbonero que pasaba vendiendo esecombustible, del señor de las verdurascon su carro y su burro, del cacharreroy, sobre todo, del hombre que vendíacaramelos. Todos los chiquillosacudíamos a comprar manzanascaramelizadas o las chuches de turno,siempre y cuando nuestros padres se lopodían permitir. «¡Que viene el de loscaramelillos!», y, como si le estuvieraoyendo ahora mismo, le recuerdo

gritando: «¡Niños, llorad con ganas, queel de los caramelillos no vienemañana!». Creo que la suma de todasestas anécdotas y de esa forma de viviry compartir con el de la puerta de allado ha forjado mi manera de ser, tanfamiliar y directa, tan de tú a tú, tan deldía a día. Además de que el barrio esuna inspiración constante para mí.

Llorad, chiquillos, llorad con ganas,que el de los caramelillos no viene mañana.Llorad, chiquillos, llorad con fe,que nuestro barrio, Pan Bendito, no es el

mismo de ayer.

Recuerdos de chico, «Recuerdos de chico»(2009)

El Volcán Música/Universal Music PublishingJUAN MANUEL MONTILLA, ANTONIO

MORENO, JOSÉ LUIS GIRAL y JAVIER IBÁÑEZLAÍN

La mayoría de la gente me conoce

por Langui. ¿Por qué Langui? Porque, enel ámbito en el que yo me muevo, que esla música (y dentro de ella, el rap) esmuy común contar con un apodo, unA’Ka. Yo decidí utilizar este moteporque proviene de una persona, yadesaparecida, que se llamaba Matías, ElLangui. Matías fue un buen amigo de mipadre y también de alguno de los padresde mis mejores amigos. Era componentede La Peñita al Compás, que conoceréisdespués. La cosa surge porque él teníauna discapacidad y yo nací con parálisiscerebral. Al compartir ambos esta

circunstancia, mi padre siempre me lopresentaba como referente a seguir. Yasí fue.

Cuando salía a la calle y estaba conmis padres veía que, dentro del grupo delos mayores, había una persona comoyo. Con esa dificultad al andar, esemovimiento tan peculiar. En esosmomentos no era consciente de lo muchoque me ayudaba observarlo, pero luegome di cuenta de que sí fue un referente yuna especie de espejo en el que fijarme.

Era Matías, El Langui, un tipo alto,delgado, con barba contundente y pelocastaño que hacía resaltar aún más sufuerza de voluntad y su personalidad.Fue uno de los fundadores del primerequipo de baloncesto en silla de ruedas

que hubo en España, y de los primerosque ató un arnés a su silla, que soloutilizaba para el deporte profesional, yescaló por un gran muro. También teníaun programa de radio local. Recuerdosus últimos años de vida haciendo radio.De hecho, yo, como artista del rap conLa Excepción, mi grupo de hip hop, fui asu programa. El caso es que tener cercaa alguien así te permite ver que túpuedes llegar también a hacer muchascosas; eso ayuda bastante. Como ahora,soy consciente de que puedo constituirun referente para algunos padres conhijos que se encuentran con movilidadreducida. Los hay que me paran por lacalle y me dicen que soy un ejemplo

para sus niños, que ayudo mucho a lasuperación y a ese día a día con el quetienen que batallar.

Al principio, con los típicos ydifíciles 16 años, ese no era mi mote.De hecho, yo firmaba en las paredescomo Monti. Bueno, más que firmarensuciaba las paredes, porque aquellode grafiti tenía poco. El caso es quetodos me empezaron a decir: «Langui,Langui, te pareces al Langui». Y cuandosurgió mi primer disco lo tuve claro: miapodo sería como el de Matías, y así mepuse: Juan Manuel Montilla, Langui.

Os preguntaréis: «Bueno, sí, muchomote, mucho mote, pero ¿quién es esteLangui? ¿Y por qué escribe este libro?».Vayamos por partes. He sido la persona

de las mil y una iniciativas: «¡Quierohacer esto!», y me emocionabapensándolo. Aunque siempre habíaalguien preocupado que me decía: «Uf,pero eso supone un gran desgaste, tú nopuedes». Los problemas físicos, alparecer, eran un impedimentoinsalvable. Pero yo, siempre con lospies en el suelo, intentaba decirle a micerebro: «¿Por qué no? Si entra dentrode mis posibilidades...».

Otra cosa que quiero contar: meencantan los retos. Si puedo, nunca meconformo con hacer solo música o darconciertos, ni con desarrollar una solaactividad. Me encanta, la adoro, meapasiona mi profesión, pero no es lo

único que deseo hacer. Hay tanto terrenopor ahí deseando ser descubierto, que nopienso perdérmelo. ¡Ahí arriesgo! Comoarriesgó por mí Santiago A. Zannouofreciéndome un papel protagonista ensu ópera prima, El truco del manco,donde interpreté a Enrique Heredia, ElCuajo. Creo que salí más que bienparado con los dos Goyas: actorrevelación y canción original, ademásdel galardón para Santiago a mejordirección novel. Pero no quedó ahí lacosa. Yo sigo aprendiendo, disfrutandoy divirtiéndome mientras trabajo. Comoahora, dirigiendo y presentando unprograma llamado «Radio Taraská». Dereto a reto y tiro cuando me toca. Y mevolvió a tocar. La diosa Destino vino en

forma del sello editorial, Espasa, dondeme ofrecieron la oportunidad de escribirun libro. Este que ahora tienes entre tusmanos.

La idea me sedujo desde el primermomento. ¿Qué es lo que más me gustóde este nuevo desafío? Yo, al componercanciones, estoy un poco secuestradopor el espacio, en busca de una buenarima, siempre rimando. Pero el libro medaba la posibilidad de escribirabiertamente, de contar lo que quería, deexpresarme con total movimiento.

Como todos los proyectos, loprimero es ver cómo cuaja una idea. Ymi primera idea estaba en el título. Lotenía más que claro: 16 escalones antes

de irme a la cama. Era una frase quesiempre rondaba en mi cabeza. Meacostaba y me levantaba con ella. Comotodas las ideas, están ahí guardadasmientras piensas cuál será el momentode materializarlas. Lo que no imaginabaes que fuera a plasmarse en forma delibro.

Pero vayamos por partes; primero,los escalones y luego, el 16. Seríanclaves en este proyecto. ¿Por qué losescalones? Sencillamente, porque mehan perseguido desde que nací: desdeese cole sin peldaños que mi madre tuvoque buscar, hasta los que tengo que subiren los conciertos, en la gala de los Goyao los que debo escalar para irme todoslos días a mi cama. Todo lo que

simbolizan para mí esas escaleras, esetriunfo de hacerles frente cada día, hanhecho que se conviertan en lasprotagonistas indiscutibles de este libro.Me parecía todo tan simbólico que eraun buen comienzo. Además, la idea caíapor su propio peso. Solo había queafinarla. También se hallaba mi basereivindicativa, porque siempre quetengo que enfrentarme a las barrerashablo de los políticos, mandatarios oarquitectos que podrían decidir quitarlasy no lo hacen.

¿Por qué 16? Porque es el númeroexacto de escalones de mi casa. Cadavez que subía por las escaleras, el 16me atrapaba. Es una cifra fetiche para

mí, se trata de un número que me haacompañado durante mucho tiempo.Desde muy jovencito aparece en mi viday, por unas cosas u otras, va surgiendocomo por arte de magia. En momentosdecisivos o, mejor, cuando menos te losesperas. Y si no es así ya me apaño yopara que, sumando o haciendooperaciones varias, aparezca. Supongoque pensaréis que son excentricidadesmías, pero me encanta hacer cábalas conlos números.

Siempre me he encontrado con el16 desde que era enano. Por ejemplo,cuando miro hacia atrás veo uncampamento cerca del mar, allí dondemis padres me mandaban cada veranopor recomendación médica, porque era

bueno para mi salud. En ese momentome designaron un número, el que teníaque llevar bordado en la ropa. El 16 fuemi dorsal de los campamentos estivalesaño tras año, también el número de milista en el instituto. Muchas son lashabitaciones de hotel en las que hedormido envuelto con ese número ytambién cifras importantes de mi vidasuman 16. Y, para colmo, la portada deeste libro elegida por mí entre unmontón de bocetos que se habían hechopara ella resultó ser la 16, sin saberlo.¿Casualidades de la vida? Me da muybuen rollo pensarlo.

Soy un hombre de cifras. Despuésdel 16 hay un segundo número de la

suerte que suele ir conmigo desde quenació mi hijo, es su fecha de nacimiento:El 23. ¿Y cómo el 16 puede estar unidoal 23? «Ya estoy con misexcentricidades. Pues no. Ya veréiscomo sí». Es tan fácil como hacer estasencilla operación: Si sumamos el 1 y el6 nos da 7. Si a ese número le sumamos16, nos da 23. 6 + 1 = 7; 7 + 16 = 23.

Y aquí hay una anécdota que megustaría contar. Resulta gracioso porque,una semana antes de hacer El truco delmanco en 2008, televisaban la gala delos Goya. Era la número 22 y recuerdoque en Barcelona, donde se rodó la peli,estábamos Santiago A. Zannou y yo.Nunca había visto la gala de los Goya,pero ese año me la tragué. No quedaba

otra; además, me sentía motivado, allísentado con el director de mi primerapelícula. De repente, dicen que era lagala número 22. Entonces el director,irónicamente, y con cara de «a portodas», me mira y me comenta: «Ahítenemos que estar nosotros el año queviene». La idea era, en ese momento,cuanto menos arriesgada, por no hablarde algo pretenciosa. No habíamosempezado ni a rodar. Pero es bonitosoñar. Si no, ¿de qué?

Y yo le contesté: «Ahí, ahí..., ahíhay que estar». Entonces pensé en vozalta: «¡Ostras!... La del año que viene esla 23». Y le conté a Santiago mi pasiónpor ese número. «El 16 es mi NÚMERO,

siempre lo ha sido, porque me haacompañado una y otra vez, pero el 23es mi FECHA».

Hacemos la peli, se estrena y nosnominan. Ahí estábamos, con tresposibilidades de gloria. Y llegamos a lagala y según me siento en mi butaca,descubro que el número del asientodelantero era... ¿os imagináis?, ¡el 23!Cada vez que centraba la cabeza misojos se topaban con el 23, era el queveía, el 23. «¡Qué casualidad!, ¿no?»,señalo a Santiago la butaca, y añado:«No te lo vas a creer, mira el númeroque tengo delante de mi pecho». Él nodaba crédito. No deja de ser unaanécdota, pero me resulta muy curiosa.

Y aquí estoy, en mi estudio,

escribiendo lo que lees, que no es sinouno de mis retos más ilusionantes.Dentro de un rato tendré que subir esos16 escalones, pero ¿qué me importa? Mecentro en escribir porque me conmuevehacerlo y no tengo que buscar la rimaperfecta ni el pareado más impactantecomo en mis canciones. En cada uno deesos escalones veo y analizo valores,actitudes o acciones que creo que sonmuy importantes en la vida. Que, almenos para mí, han sido importantes nosolo en el ámbito profesional, sinotambién en el personal. Y simplementeeso es lo que deseaba, poder narrar loque pienso subido en cada uno de ellos.Partiendo del primero, que es el

esfuerzo, voy pasando por la ilusión, laamistad, el hip hop, los miedos, laexclusión social, el destino, elequilibrio, la recompensa, el humor, losrecuerdos, la soledad... En todos ellosvoy ascendiendo despacio para poderescribir abiertamente.

Os invito a subir conmigo, uno auno, todos estos escalones. Cogeremosimpulso para que cueste menos,pararemos a tomar un café calentito o unNesquik a gusto del consumidor,soportaremos más de un chaparrón ovendaval externo, pero estoy seguro deque la aventura habrá merecido la penasi somos capaces de llegar a la cima. Larecompensa no es solo una cama: essuperar día a día el reto que supone

alcanzarla.

1

LA ILUSIÓN

A veces la vida se nos muestra de

manera complicada. A mí se mepresentó un día y me dijo: «Parálisiscerebral. Te acostumbrarás. No pasanada». Al principio pensé que lasoperaciones arreglarían el cuerpo de eseniño escuerzo que soñaba con serfutbolista, aunque tuviera una minusvalíade un sesenta por ciento y sus botasfueran unos horribles zapatosortopédicos. Pero cuando la vida te mirade frente y te dice «Es lo que hay», no tequedan más leches que tirar p’alante.

Ahorrándome muchos detalles, noha sido, como verás, un camino de

rosas. ¿De dónde crees que me viene lafuerza y la energía? Obviamente, no espregunta fácil de responder, perosiempre he sido persona de mañas, deamigos, de impulsos, de estímulos, decorazonadas, de sueños y de suerte. Contodo esto a favor ha habido una palabraque considero una especie de fuerzavital: la ilusión. Un sueño, un deseo, unaposibilidad, un paso, un salto, unacarrera, una meta. Todo es más fácil siaderezas la vida con ella. La ilusión lanutro con amigos, con familia, con amor,con poesía, con hip hop, con radio, concine, y el cóctel que sale es lo que memueve, cada día, a superarme más ymás. Es el gran motor que me permite notener miedo a hacer cosas que parecen

impensables para una persona con miscircunstancias. Pienso que no hay murosni vallas lo suficientemente altos que nopodamos saltar si ponemos todo elempeño, la garra y el entusiasmo paraque así sea. Eso sí, siempre desde unpunto de vista realista, sabiendo laslimitaciones que tiene cada uno.

«A mí no me digas que no», medijo la ilusión aquel día en que decidíindependizarme y me hipotequé,escaleras arriba, en una casa con dosplantas. Así empecé la aventura deformar una familia con mi mujer y mihijo. En un noventa y nueve por cientode posibilidades, y según andan lascosas para todos, ese será el hogar en el

que me jubile. En un principio pensé:«Langui, facilítate las cosas, piensa enel día de mañana cuando no puedasvalerte por ti y, tal vez, te quedes en unasilla de ruedas». Pero la ilusión ganóuna vez más el pulso a los miedos. Y mevine a formar un hogar con mi hijo y mimujer, Rocío. Una suerte encontrarla,porque es de lo mejor que me ha pasadoen la vida. Ella piensa que mis andaresson los más bonitos del mundo y hahecho que me mire al espejo y meenorgullezca de ellos. Me da fuerza cadadía, pero también me advirtió de lospeldaños: «Vas a tener que subirlos díaa día». «No pasa nada —le contesté—,¿hay una buena barandilla?, ¿está en laparte que me viene bien?». Pues

ADELANTE, ya me busco yo las mañas,porque al final de esa escalera meespera la recompensa a ese esfuerzo,una especie de victoria diaria que mehace sentir bien conmigo mismo. Y asíes como no me torturo «rumiando», a lastantas de la noche, lo que me va a costarel lunes, martes, miércoles, jueves oviernes subirlas. Me deshago de losfantasmas que acechan mi mente ypienso más en la ilusión que nos hacetener este hogar. Y si a mí no me vienedel todo bien, ¿qué importa? Sé quepuedo y lo hago me cueste más o menosque a los demás, pero lo hago. Esto queos cuento de manera gráfica es lo queme ha hecho alzar las armas a diario,

vencer los miedos y mirar a la vida decara y no de lado.

Haciendo un poco de memoria, yentrando de lleno en mi historiapersonal, tengo que empezar a hablar dela ilusión de unos padres, los míos, y deun hijo en camino, yo. El parto fue algocomplicado y a mi madre le practicaronuna cesárea. Parecía que todo había idosin contratiempos, pero, meses después,apareció un bulto en mi cadera y mispadres vieron que el cuello se sosteníade manera rara. Así surgió un periplopor hospitales hasta descubrir que habíanacido con falta de oxígeno.Diagnóstico: una parálisis cerebral.

Me imagino los momentos deangustia que pasarían pensando: «¿Y

ahora, qué?», «¿cómo se afronta algoasí?», «¿dónde buscamos?», «¿hayoperación?», «¿dinero para pagarla?».No hay que negar estas cosas, ni mirarpara otro lado, tampoco sobrevalorar loque me ocurrió; ¿quién de vosotros noconoce un caso similar al mío?, ¿quéfamilia no tiene algún problemaparecido o incluso peor? Esto es así,piensas que nunca te va a pasar, pero tepasa, y de ti depende cómo lo encajes.En mi caso no había medicina nioperación posible que garantizase queme fuera a valer por mí mismo. Sinembargo, tuve de nuevo la suerte de ladoal encontrarme con una familia queluchó todo lo posible para que no me

quedase «empotrado». Y es ahí dondeempezó un trabajo de fondo a base deímpetu, esfuerzo, valores, rehabilitacióny mucha gimnasia. Ya les habíanadvertido a mis padres que existíanpocas esperanzas de recuperación, peroellos se aferraron a esa mínimaposibilidad y lucharon, con uñas ydientes, para que un día yo pudieravalerme por mí mismo. Estoy seguro deque, aunque los médicos no les hubierandado ninguna, habrían peleado de igualmanera.

Y subiendo, con mucha dificultad,ese peldaño de la ilusión emprendí unanueva aventura, una nueva vida en la quehabía que batallar muchísimo. Situé laenfermedad y encontré la medicina

perfecta para ella: el fútbol. Estedeporte me marcó, hizo que me olvidarade todo, que no me quedara en casaapoltronado en un sillón. Me apasionabade tal forma que no hacía más quepensar en chutar y meter goles como elque más. Siempre corriendo detrás de lapelota, imaginando que algún día tendríamis botas de fútbol. «Mamá, ¿paracuándo mis botas de fútbol con tacos?».Y ella me respondía: «Todavía no,zapato ortopédico».

Zapato ortopédico bien feo de los más feos

hasta los trece calcé, a ver, no hubo másremedio ni misterio pa que en verano me sudarael pinrel, elí...

Zapato ortopédico, «Cata Cheli» (2003)Warner/Zona Bruta, Madrid

JUAN MANUEL MONTILLA

Y así iba cada día al cole, con mipelota y con mi bolsa. Cuando no habíabalón le daba patadas a algún bote queencontraba en la acera, así llegaba hastael colegio Cervantes, el único que notenía escaleras. ¡Lo que le costó a mimadre encontrar uno sin ellas cerca demi barrio!

Soñaba con ser futbolistaprofesional y eso fue lo que hizo que nome quedara rezagado los primeros añosde mi vida; la ilusión acompañaba alsueño y el sueño a la ilusión. «Voy a serfutbolista de primera división». No me

importaba otra cosa, pasaba de loslibros, era un mal estudiante y lo seguísiendo; por eso ahora digo que nunca unfracaso escolar llegó tan lejos.Rebolilla, travieso, siemprezascandileando, pero lo que me movíaera la pelota y no podía sospechar queaquel sueño y aquella ilusión seromperían algún día. Con diez u onceaños todavía no me había quitado lavenda de los ojos, seguía pensando quesería un futbolista profesional. Yadebería haber asumido que tenía unaminusvalía y que no iba a poder llegar aser estrella del balón, pero esa idea noentraba en mi cabeza. Seguí siempre alborde del área, buscando la pelota; y sicolgaban un córner, mi cabeza se

encontraba con el balón y entoncesocurría el milagro: metía un golazo.«¡Menudo gol!», me vitoreaban miscompañeros. Ellos nunca me excluían yeso incrementaba mi sueño.

En quinto de EGB, el profesor, quese llamaba Justino, hacía una liga deequipos; casi todos los chavales declase jugaban y las futuras «estrellas»del balompié estábamos deseando llegara quinto para demostrar nuestra técnica yvalía. Mi profe Justino fue una piezaimportante en mi etapa escolar. Él sabíade mi pasión por este deporte, me veíamarchar hacia la rehabilitación diaria,en el otro extremo de Madrid, y notabael movimiento, las ganas de superarme y

la «marcha» que me provocaba elfútbol. Yo tenía mis miedos sobre sientraría a formar parte de alguno de esosequipos pero él, sin dudarlo, me incluyóy yo era uno más, ni más ni menos. Esoera lo mejor: ser uno más. Fue algo querecuerdo con muchísimo cariño. Medaba igual caerme, que los zapatosortopédicos tuvieran agujeros, que mehiciera grandes cardenales o heridas enel codo, una encima de otra sin opción acicatrizar bien. Me levantaban losamigos o yo mismo y seguía jugandocomo si nada. No dormía pensando en siiba a ser titular o reserva. Pero más deuna vez jugué con el once inicial y,aunque el equipo tenía que correr unpoco más por mí, nunca me hicieron

sentir relegado. Lo peor era percibir,por parte de algunos, el rechazo o laexclusión, asimilarlo provocaba unadigestión muy costosa.

Pero llegó lo que tenía que llegar.Supongo que sería en séptimo o enoctavo de EGB cuando la ilusión serompió por completo. Nadie me dijonada, pero yo lo supe, no era gilipollas,y no tuve más narices que quitarme lavenda: descubrí que no era uno más. Sinembargo, era tal la ilusión que habíapuesto en cada chute que lo olvidaba, loborraba de mi cabeza como se olvidanlos malos sueños nada más despertar yentonces volvía la misma ilusión y elmismo esfuerzo, y me decía: «Sí, puedo,

claro que puedo». Mas la realidad cayópor su propio peso e hizo borrar, uno auno y de un plumazo, todos esos sueños.Me di cuenta de que no iba a serfutbolista profesional ni siquiera detercera regional y era el momento decolgar esas botas que, al final, llegué atener, de tacos, auténticas. No quierosobrevalorar este tema ni apelar a lalágrima fácil, pero cuando miro atrásdisfruto con ese niño porque sigoteniendo mucha parte de él.

A partir de ahí entré en una espiraloscura. No conseguí que nada meilusionara, estaba en plena edad delpavo, en el instituto perreé todo lo quepude y más. Dejé de asistir a la mitad delas clases. Si ya era malo en los

estudios, ahora mucho peor. No teníaaliciente por nada, solo quería estar conlos coleguitas en el parque. Calle, calley más calle. Mi ilusión y mi sueño sehabían borrado. Me echaron delinstituto. Cada vez caía más en picado,lo que producía gran angustia en mispadres. Todo lo que ellos habíanluchado y las esperanzas que habíapuesto mi madre en mí se estabanderrumbando. Me hallaba en la«fatídica» etapa de las decisiones:«¿Qué quieres ser de mayor?», «Tienesque estudiar porque de bombero yfutbolista no vas a poder trabajar». Perotodas las charlas de mi madre nocalaban tan hondo y sus consejos no

tenían el mismo efecto de antes. Ya noencontraba ilusión por nada.

Muchas veces las cosas no ocurrenpor casualidad, no las buscas, peroaparecen, y luego no recuerdas elmomento exacto ni el porqué. Así fuecomo, de repente, algo dio un giroradical a mi destino. Encontré una nuevamedicina: el hip hop, una cultura quenace en la calle, provocando que meaferrara a una nueva ilusión y a un nuevosueño: la música. Descubrí el rap, quees la música del hip hop, y con el rapeoempecé una especie de resurgir, ollámale supervivencia. Me lancé aescribir con la misma contundencia conla que daba patadas a la pelota yencontré el potencial y la belleza de la

poesía y la rima. Volví a sentirmeválido otra vez. Os digo que es vital quetodos nos sintamos útiles porque cuandopensamos que no valemos para nada,perdemos la batalla y la cabeza nosempieza a jugar muy malas pasadas.Sabemos que esa lucha, tal vez, no sepuede ganar del todo, pero hay quelibrarla igualmente. Tienes una vida yeso es un absoluto privilegio, en ti estávivirla al cien por cien o no.

Lo tengo claro: PARA SABER LO QUEUNO VALE y que tu coco no te la juegue,hay que sentirse útil y que los demás tevean como tal. Yo pillé que con el rapera útil porque con un boli y un papelindagaba y descubría. Volvió la ilusión,

volvió el sueño y a partir de ahí resurgióde nuevo Juanma. Todo lo que me habíahecho mover aquella primera pasión porel fútbol fue sustituida por una nueva: elhip hop.

Cuando algo me ilusiona pongo

toda la pasión, elcoraje, el amor y el empeño por

llevarlo a cabo. Me da igual elesfuerzo

que tenga que hacer en el camino.Tú y solo tú puedes conseguiraquello que te plantees. Eso sí, sé

realista, no te montespelis. En ti y solo en ti está el poder

levantarte del sofá.

PARA ILUSIONARTE«Yo también debería aprender de

ELLO» • No te conformes. El sistema

quiere que seamos conformistas,nos han enseñado a ser así. Noquiere inconformistas porquevan contra el orden establecido yson molestos. Bien, pues yo tedigo que el conformismo mata lailusión. Deséchalo de tu vida.No seas como ellos quieren queseas. Da el salto, dile al sistemaque NO.

• Llena tu mundo con pequeñosdetalles. Colorea tu vida con

ellos. Marca los trazos con lamayor sinceridad.

• Regálate cada día un pensamientoilusionante y ríete todo lo quepuedas. La risa es buena paratodo, incluso alivia los doloresdel cuerpo y el alma.

• No te condenes pensando que tuvida es lo peor ni te quemes lacabeza maldiciendo tuexistencia. Esto es lo que tienes,esto es lo que hay. No dejes quenadie te quite ni un ápice de lailusión inherente que hay dentrode ti.

• Persigue tus sueños. Son tuyos ysolo tuyos. No sé si lo sabes,pero dentro de ti está la única

persona que puede hacer que secumplan todos tus deseos másíntimos. Sácala a la luz.

• No te pierdas los detalles. Todoen nuestra vida es susceptible demejorar, pero, evidentemente,nunca podremos tener el paquetecompleto.

• Da sentido a tu vida. Una vidacarente de sentido pierde laesencia que caracteriza a esavida en sí. Lo vemos en muchosjóvenes para los que las cosasno tienen la más mínimaimportancia. Es como si todo lesdiera igual, no existe motivaciónpara ellos, lo que les lleva a un

grado de desorientación enorme.La vida para muchos transcurresin dirección, se mueve porcircunstancias, huyen del deber,del compromiso, no tienenmotivaciones. No te quedesanclado en esa vida sin sentido.Abandera la cruzada contra ladejadez y la desidia, sécoherente con tus valores ydesafía a la fría realidad congotas de ilusión.

2

EL ESFUERZO

Levanto el pie izquierdo, luego el

derecho, me agarro con una mano a labarandilla, adelanto un poco el cuerpo yconsigo subir un segundo escalón: el delesfuerzo.

«Esfuerzo», bonita palabra. Meencanta, me gusta su sonido y lo queimplica, pero también sé lo queesconden sus ocho letras porque hevivido en mis propias carnes lo muchoque exige y demanda. Reconozco quepoca gente la tiene en su lista defavoritas, sin embargo, si me pidiesenque nombrara un símil para describiruno de los puntos más destacados de mi

personalidad, esta sería la palabraperfecta. Es fácil escaquearse de ella,pero creo que quien sabe bien lo que esesforzarse día a día ha dado con lafórmula perfecta para lograr que sucrónica personal merezca la pena.

A veces la suerte no está de nuestro

lado,pero no digas que no te has

esforzao. Tienes que esforzarte para todo.

¿Qué es lo que más deseas: cambiar decurro, viajar por el mundo, ser mejorpersona? Pon cada día un granito paraque ese sueño se haga realidad, daleinstrucciones a tu subconsciente y luego

actúa sin temor. No dudes, ni flaquees site asaltan los miedos o aparecen losfantasmas en tu mente preguntando: «¿Ysi me esfuerzo y al final no consigo elreto que me he propuesto?». La voluntadse irá si flojeas en ese momento, tecansas y sales huyendo. Pero si erescapaz de lanzar un órdago a tu destino,no le das la espalda al reto, ni bajas lamirada, la hazaña será tuya y habrásganado un pulso al devenir; entonces tequerrás y te respetarás mucho más.

Por eso creo fundamental marcartedesafíos y encender la mecha de todostus sueños, porque es lo que va a hacerque consigas lo que deseas y que tu díaacabe con una especie de victoria que

refuerce la fe en ti mismo. Tú pondráslos ladrillos de tu historia y tu vidatendrá el guión que hayas escrito. Y si elacontecer, por las circunstancias quesean, viene dando caña: «Que se agarrenporque vienen curvas».

Puede que hayas puesto todo de tuparte, que le hayas dedicado horas yhoras, dosis de sufrimiento, sudor,lágrimas, visceralidad, entusiasmo,energía, garra, y luego resulta que noconsigues aquello que te habíasmarcado, por el motivo que sea. Bien,pues yo me atrevo a asegurar que noimporta no haberlo logrado si hasluchado de manera directa. Entonces hasganado de igual modo. Porque porencima de todo no está el reto final o

llegar a la meta, sino la voluntad que haspuesto, el tesón, el empeño, la tenacidady la paciencia. Llegar a la cumbre o notiene que ver con muchísimas cosas,como la suerte, pero saberte dueño de tupropio camino, vengan o no mal dadas,hace que la vida sea de otra manera,sepa de otra manera, huela diferente ytenga un tono y un tacto incomparables.

Y partiendo de que el esfuerzo esprimordial para dar sentido a laexistencia, tengo en este punto quenombrar, de nuevo, a mis padres. Eltesón que ellos pusieron en remar alunísono con mi problema fue todo unejemplo para mí. Existen momentos enla vida en los que no queda otra

alternativa posible que aceptar, asentir yluchar. Ellos tuvieron claro que habíaque trabajar duro mañana, tarde y nochepara poder pagar operaciones, muycaras, que no estaban al alcance de subolsillo pero que eran primordiales parami mejoría. Luego la rehabilitación, lagimnasia constante y un día a día con esehijo al que había que brindar el mismotrato que al resto de chavales para queno se sintiera inferior, lo que constituíatodo un desafío para ellos, siemprependientes de mí. Pero supierondescartar la compasión y la lástima,totalmente dañina y nociva, porquesabían que la misma haría de mí un serdependiente. Os digo que la compasiónes lo peor, lo que puede hacer que una

persona deje de luchar y diga NO a lavida.

Mi padre no dudó en salir atrabajar fuera de Madrid para costear mitratamiento, había que currar mucho.Luego existía otro tipo de trabajo diarioque era vital para mi desarrollo.Recuerdo a mi madre llevándome a laotra punta de Carabanchel Bajo, desdela colonia de Pan Bendito, mundialmenteconocida ya, hasta Concha Espina, elcentro de Madrid, donde estaba elhospital de San Rafael. Parece que laestoy viendo ahora mismo, conmigo acuestas con mis piernas colgando:metro, autobús, día tras día, mes trasmes, año tras año. Y yo agotado, harto,

diciendo: «Mamá, quiero irme a casa»,«mamá, estoy cansado», y ella nuncaflaqueaba, era algo constante. Sabía queera primordial ese sacrificio y esfuerzodiario si quería que su hijo salieraadelante. Y mi madre, siempre pendientepara que levantara bien los pies y no losarrastrara... ¡Qué pesada era!, pensabayo en aquel entonces. ¡Cuántas veces melo habrá dicho!

Pero había que sacar al chavaladelante pasara lo que pasara. En casa,mis padres ponían todo el empeño en noser excesivamente proteccionistas,porque eso iba a servir para que yo mevaliera por mí mismo. Recuerdo el botede Nesquik, que nunca estaba al alcancede mi mano, siempre colocado en los

muebles más altos de la cocina. Todo loque quería o me gustaba se encontrabaen los sitios más inaccesibles. «¿Por quéno puede estar el Nesquik aquí abajo?»,gritaba yo, «¿Por qué no están los bollosmás a mano?». «Porque no —mecontestaba mi madre—, tienes quelevantar bien los brazos y estirarlosigual que te hacen en la rehabilitación».Y eso hacía que yo estuviera siemprecon el esfuerzo como amigo incansable einfatigable, hasta para tomarme unsimple tazón de leche.

Esfuerzo también en invierno,porque mis huesos se resienten yatrofian por el frío y tengo muchas másdificultades para moverme. Los

inviernos son muy jodidos para mí. Sihay lluvia, el suelo resbala, lo quecondiciona mi forma de caminar y esopuede convertirse en toda una movida definales inesperados. Recuerdo ese suelohúmedo o helado de los inviernos enMadrid y yo pensando: «¡Qué frío! Aquíme tuerzo, aquí me caigo». Hubiese sidofácil darme la vuelta, no salir de casa ohacerlo acompañado de mi madre, peroNO, eso no entraba en mis planes. Meechaba la mochila a cuestas, y a la calle.Eso sí, bastantes libros los dejaba encasa y luego los compañeros compartíanlos suyos conmigo. Eran mis pequeñostrucos personales para hacer la vida másllevadera.

Recuerdo también los domingos

cuando iba con mi padre a ver jugar alos equipos de fútbol sala de mi barrio ycaminando por la calle me caía: todo elmundo acudía a ayudarme. Mi padre eratajante: «No, dejadle que se levantesolo», «Venga, hijo, ¿te has hecho daño?¿No? Pues arriba», «No te tires que nohay agua», y siempre lo hacía con unanaturalidad increíble, aunque supongoque por dentro estaría deseando correr aayudarme. Pero no hacerlo eratremendamente positivo para mí, porqueyo veía aquella escena tan repetida enmi vida como algo corriente y habitual.No ponérmelo fácil hizo que yo mebuscara las mañas y no flaqueara cuandoeso mismo ocurría estando solo y me

caía. La escena era la siguiente: yotirado y mi único afán era levantarme sinque tuviera que pedir ayuda a nadie,aunque me llevara tiempo y muchosudor.

El victimismo me hubiera hechoflaquear ante la situación y habríadesistido en el empeño, pero serconsciente de que en mí estaba el ímpetuy el poder, y que yo podía gestionaraquella situación, me daba fuerzas paralevantarme. Eso hizo de mí una personaque reaccionaba de forma rápida y quese podía valer por sí misma. A día dehoy me caigo y me sigo acordando deesa lección que mis padres meregalaron, porque ha sido primordialpara mi triunfo personal y profesional.

¿Y cuál ha sido la dosis deesfuerzo que yo he puesto en mi vida?Yo, Juan Manuel Montilla, he puesto eldoble esfuerzo de «perrear», he sido un«perro» toda mi vida. Bueno, bromasaparte, me ha resultado bastante difícil,he necesitado de un proceso y una graninversión de energía mental, empeño,tenacidad y voluntad, principalmente,porque siempre he sido una persona muyvaga. Puede que esto extrañe porqueahora todo el mundo me conoce por mistriunfos como el de la música, el cine ola radio, pero he de confesar quesiempre ha estado detrás de mi personauna vaguería innata que yo creo que esgeneracional y va con la juventud del

79. En mi caso, el esfuerzo siempre haestado ahí, inculcado en mi mente por elejemplo recibido. Eso sí, he sido muyselectivo en ese sentido y me hecentrado más en aquellas cosas que megustan. Por eso creo fundamental que eltesón vaya acompañado siempre de esepeldaño de la ilusión al que aludíamosen el primer capítulo. El entusiasmoinherente de las cosas garantiza unamayor tenacidad a la hora de realizarlas.He de reconocer que lo que no meinteresa lo aparto y no le pongo lamisma dosis de esfuerzo. Yo siempre henecesitado tener detrás un aliciente queme ha impulsado.

Estoy casi seguro de que dondecreo que más me he esforzado ha sido en

el día a día: bajar a la calle, andar,encontrarme con todas las barrerasarquitectónicas del mundo, desde subiral autobús, afrontar unas escaleras o darsiete vueltas a una manzana para notener que pasar por lugares de muydifícil acceso para mí. Creo que elmayor desafío ha sido dar un carácter denormalidad a mi día a día. La batalla dacomienzo desde que la jornada empiezaa despuntar. Algo que a todo el mundo leresulta totalmente automático y que pasadesapercibido para los demás, como esel simple hecho de vestirse, en mí seconvertía y aún se convierte en todo unreto.

Día que dejaba odisea que pasaba

y no esas de caín por ponerme un calcetín,porque aún mi madre me calzaba,me vestía y me aseabaqué disgusto se llevaba cuando yo me

escalabraba...

Zapato ortopédico, «Cata Cheli» (2003)Warner/Zona Bruta, Madrid

JUAN MANUEL MONTILLA Puedo tardar en hacerlo una media

de veinte minutos, ¿te imaginas la dosisde paciencia que requiere? Pero no mequeda otra que asumirlo de la mejormanera posible. Yo me he fortalecidoaprendiendo a valerme por mí mismo,soy bastante cabezón en ese sentido. Porejemplo, cuando subo en un autobús yalguien intenta ayudarme, yo siempre

digo: «No, no, muchas gracias..., yapuedo yo». Por supuesto, trato de noofender nunca a aquel que ha intentado,amablemente y con toda su buenaintención, echarme una mano. Y es queya tengo mis mañas cogidas y sé dóndeagarrarme o dónde poner el cuerpo parasubir por mí mismo. Eso hace que nonecesite muletas mentales ni físicas paradar un paso más.

Otro de los grandes esfuerzos querecuerdo fue el de plantearme volver aestudiar a los veinte años, después dediez sin coger un libro y de asumir que,tal vez, no llegaría junto a Gitano Antóna cumplir nuestro sueño de grabar undisco y largarnos de gira por toda lageografía española. Yo no había

acabado primero de BUP y estaba en untaller ocupacional donde echaba el rato.Allí conocí a una persona que no puedodejar de nombrar en estas páginas: setrata de Julio Yagüe, un sacerdote untanto especial del barrio de Pan Benditoque dirigía estos talleres.

Descubrí el diseño gráfico, que mesirvió para hacer las primeras carátulasde nuestras maquetas. Y a él deboagradecerle los buenos consejos que medaba, además de su apoyo moral, sinhacer primar, en ningún momento, suscreencias religiosas. Estuve en estostalleres durante cuatro años, hasta losdiecinueve. Mi rutina diaria consistía enir a pasar el tiempo porque ya había

aprendido allí todo lo que tenía queaprender, me encontraba muyacomodado, sin ganas de más. Sinembargo, Julio decidió que ese no era yami sitio y, directamente, me dijo que melargara para que buscara nuevosalicientes ahí fuera. Le hice caso y di unnuevo rumbo a mi destino poniéndome aestudiar diseño gráfico.

Y así volví a los libros, las pautas,los apuntes, los exámenes. Me lo curré,porque el primer año lo superé concreces, lo que nunca me había pasadodesde preescolar. Al mismo tiempo,seguía haciendo música con AntonioMoreno, Gitano Antón y Javier Ibáñez,Dako, el tercer miembro de LaExcepción. Y en ese momento surgió la

gran oportunidad de grabar nuestrodisco.

Creo con casi toda seguridad quelas oportunidades aparecen en el mismomomento en que te pones las pilas yexiste ese equilibrio de querer ser mejorpersona y hacer algo de provecho, dicesadiós a tu rutinaria vida y arriesgas. Hayque aprovechar el momento porque lascosas pasan y tardan mucho en volver,eso si vuelven. En mi caso supe quehabía llegado la hora de buscarme unporvenir y dejar de perrear una vez más.Tal vez la música no me iba a dar decomer, así que había que buscarse lashabichuelas por otro lado. Eso dio otrogiro a mi vida, pero yo ya lo había

provocado antes.Hay un último esfuerzo que es uno

de los más importantes, uno de los másdifíciles también, más que subirescaleras o entrar en un autobús: se tratadel esfuerzo de ser mejor persona.Cuando eres joven vas a tu aire. Lastonterías propias de la edad, los vaciles,las mentiras, el pasotismo, el peligroso«juego» de las drogas y la delincuencia.Realmente, vas a muerte. Pero llega unmomento en que decides que por ahí novas bien, que quieres ser mejor. Esentonces cuando intenté comprender amis amigos, escucharles, abrí los ojos ala realidad y creo que eso hizo quecambiara el chip. No fue algo rápido,sino paulatino, transformó hasta mi

forma de escribir, también mi forma decomponer canciones. Empecé aexpresarme de forma más madura, máscomunicativa también. Podía llegar afracasar, pero daba igual porque estabainvolucrado en ese proyecto y mifracaso nunca iba a modificar mi actitud.

Las metas son volantes y hoy estánaquí y mañana en otro lado, pero yo novoy a traicionarme a mí mismo. Tanto enel terreno personal como en elprofesional, el arduo escalón delesfuerzo no me va a hacer desfallecer nirendirme.

No esperaré a mañana. Hoy, ahora

es el momento.

Ponerse las pilas es cuestión deesfuerzo, esfuerzo diario,

a veces agotador. Pero cuando porla noche estás metido

en la cama y ha habido esfuerzo depor medio,

ese descanso es el mejor.

PARA ESFORZARTE«Yo también debería aprender de

ELLO»

• Resiste a cuantas fases lunarescomplejas se presenten en tuvida. No te escondas ni tires latoalla cuando vengan mal dadas.Sigue de frente siempre.

• Huye de la rutina, del sillón, delquiero y no puedo. Huye delaburrimiento, de la desidia, delpasotismo. Porque todas sonbarreras que te impediránesforzarte, que te harán flaquear.Si te dejas guiar por ellas la vidapasará sin pena ni gloria.

• Que el coraje te mantenga en pie.No te importen las caídas,porque de ahí te levantas.

• Nunca hagas que un fracaso hagaflaquear tu actitud y empeño.Levanta tu cabeza ante el mismo,saca tus fuerzas vencidas y pontede nuevo a luchar.

• «No te tires que no hay agua».

Esa frase que me decía mi padrete servirá como a mí. Antes dehacer algo, lo que sea, debes verbien hacia dónde diriges tuspasos. No te metas en guerrasque no son tuyas porque seguroque tienes muchos frentesabiertos por otros lados quedebes, antes, resolver.

• Intenta cada día ser un poquitomejor persona.

• Las oportunidades aparecerán enese instante en que quieres haceralgo y luchas un poquito cada díapara conseguirlo. Si lo dejaspara mañana, tu meta, tu sueño,tu ilusión, quedará varada en tumente y nunca la realizarás.

3

LA ALEGRÍA

Subo el siguiente pie, el brazo va

ascendiendo por la barandilla, doblo elcuerpo con las mañas ya cogidas y echomano del esfuerzo y la ilusión paracoronar el peldaño de la alegría.

Alegría, esfuerzo, detalles e ilusión.Al compás en el poli aguantando el tirón[...]¡Akina! ¡No Allina! Y eso te china, vecina.Que en el aire se imprima esa alegría

vivida y reída que muchos querrían.

Aguantando el tirón, «Aguantando el tirón»(2006)

Warner/Zona Bruta, MadridJUAN MANUEL MONTILLA y ANTONIO

MORENO Hay veces que puedes estar

contento y no haber recibido ningunabuena noticia; por el contrario, aunteniendo motivos para alegrarte, puedessentirte triste y encontrarte por lossuelos. Todos los días tropezamos conmuchas situaciones. Momentos felices,momentos de angustia, momentos decaída, momentos de «subidón». Elcorazón se llena con cada una de esasemociones que provocan risas y llantos,alegrías y penas, riñas yreconciliaciones. No quiere decir quesiempre tengamos que actuar de lamisma manera. Primero, porque esimposible y, además, sería muy

aburrido, pero las emociones positivasnos estimulan y las negativas nosbloquean e inmovilizan. Por ejemplo,puede ocurrir que un día gris amenacecon lluvia. ¿Hay que deprimirse porello?, ¿dar rienda suelta a la angustia? Alo mejor solo hay que esperar y levantarla mirada para contemplar un arco irissurgido en el cielo. Podemos parar averlo y disfrutar de ese maravillosoespectáculo o romper el hechizopensando que es una escena tristeporque no va a perdurar y pronto se va adesvanecer. Una y otra actitudes tienenmucho que ver con una emoción básicadel ser humano, que es la alegría. Unapersona alegre celebra siempre la vida yeso le ayuda a elegir sus objetivos

vitales con más facilidad.Si se vive con alegría uno se

mantiene en una condición óptima paraemprender cualquier hazaña. La alegríaes una medicina saludable, y la risa, suhermana inseparable. Ambas se suman ala caravana de las palabras queprovocan buenos pensamientos y que tehacen sentir bien. Eso es algo que se vea simple vista. Se notan las personas queson alegres y las que son tristes, solohay que acercarse a ellas porquedesprenden una energía especial. Nopuedes controlar lo que sucede, pero laalegría hace destellar una mirada ymutar una situación. Esa es la clave.Brindo, pues, por las palabras, los

gestos, los momentos, los actos y laspersonas que se expresan con total ysincera alegría. Yo siempre digo que nopuedes cambiar el mundo, pero sí tuactitud. Eso está en tus manos.

Afortunadamente, pese a losinfortunios e impedimentos que mepuedo encontrar a lo largo del día, miestado anímico es siempre favorable. Yha sido siempre así. Desde donde lleganlos recuerdos a mi mente, creo quesiempre he sido un niño contento. Piensoque, en mis genes, venía la alegría comomarca registrada, como característica deserie; además, es una de las virtudes quemás agradezco de mi personalidad.«¡Qué contento!», «¡míralo, siempreriéndose; nunca se le ve triste!». Son

frases que siempre he escuchado a misvecinos del barrio o entre misfamiliares. He sido un chaval muyagradecido y cualquier mínimo detalleque recibía de los demás a mí meproducía una sonrisa de oreja a oreja.Me atrevería a decir que muchos de losmomentos felices de mi vida han dejadosecuelas de risa y carcajadas, y a elloshe recurrido como niño chico cuando henecesitado tirar de los mismos parareponerme, minimizar malos momentoso simplemente para echar un buen ratocon los amigos.

Creo que la alegría ha sido una delas características de mi infancia. Larecuerdo en los momentos más sencillos

de mi existencia, los que otrosconsiderarían como «tontos» pero queyo rememoro, ahora, con la mismaalegría añorante del niño que dejé atrás.Ese niño fue muy alegre, siempre sesentía contento con cualquier cosita, pormínima que fuera. Parte de esa alegríavenía, supongo, de la inocencia con laque se ven las cosas cuando tu edad nodeja palpar otras realidades. Por eso simi madre me decía que me quedaba encasa de Hugo López —uno de misgrandes amigos, el hermano que nuncatuve y uno de los grandes pilares de mivida, del que hablaré en páginasposteriores— cinco minutillos más, yoya estaba haciendo fiesta. Y eran solocinco minutos. En lo que me ponía a dar

saltos de alegría, aunque mis pies nuncase desprendían del suelo, ya estaba mimadre diciéndome que me pusiera lachaqueta. ¡Pero cómo disfrutaba esos«minutejos»!

Alegre también me sentía cuando,siendo chico, iba a casa de mi vecina, laseñora Julia, que en paz descanse, asentarme en un taburete de maderaenfrente de la estufa para mirar cómo sequemaba lentamente el carbón, mequedaba eclipsado con la escena.Además, me encantaba estar a su lado yescuchar sus historias, porque lasmismas tenían un tinte tan especial queme dejaban con los ojos fijos y la mentevolando hacia eso que contaba con tanta

garra. Tal vez algo tiene que ver laseñora Julia con la forma que tengo, tanexpresiva, de narrar mis canciones.

Alegre me sentía cuando mi primaNatalia se venía y los dos formábamosla rebelión. Nos encantaba liarla a laprimera de cambio. También cuando ibade camino al colegio y estaba abiertoVulcanizados Teo y yo aprovechabapara que me hinchara de aire la pelota.O si pasaba por la charcutería y elcarnicero me obsequiaba con unarodajita reciente de jamón de york. Elrecuerdo de ese sabor me lleva, alinstante, a aquella escena.

Alegre me pongo cuando veo a mihijo Hugo acercarse con su carita defelicidad dando patadas a su balón de

fútbol y yo le devuelvo el chute. ¡Esalgo único!

Alegre estoy cuando sale un buenconcierto y mi espíritu y adrenalina seencuentran a más de mil. Alegre dededicarme a lo que más me gusta,escribir canciones como la mejor formade sobrevivir, de resistir, en definitivade vivir, que conozco.

Me siento alegre con las pequeñascosas, las más sencillas, como cuandoveo crecer los pimientos que mi mujerha plantado en su pequeño macetero.Puede parecer algo simple, pero paranosotros es motivo de felicidad.

La alegría sube por mis venas si enlugar de escalera hay ascensor. No tengo

ya que explicaros el porqué, ¿verdad?Alegría es la que recorre todo mi

cuerpo cuando después de tanto esfuerzomiro atrás y veo la recompensa. Eso esalgo que solo entenderán los que, cadajornada, salen a darlo todo y no se hanrendido en el camino.

Alegre y contento de encontrarmeen un buen momento, de sentir que estoyvivo y que la vida me es favorable, dedar caña y decir lo que siento y cómo losiento sin cortarme ni lo más mínimo.De poner letra a la música y música amis vivencias, de moverme con laimaginación mucho más rápido que conmis piernas, de saltar este otro escalónsin miedos ni angustias, con alegríarebosando por mis venas.

Alegría, alegría tantos días de mi

vida que me has hechosentir bien, ya fuera por un granhecho o pequeño que fuera

tal vez; pero que, en cierto modo,has marcado mi forma

de ser, no desaparezcas quiero yque acompañes a los míos

deseo de la misma forma que mehas acompañado a mí;

y el día que desaparezcas de mivida no te voy a perseguir,

porque será síntoma del destinoque no quería que

siguiéramos juntos así.¡Alegría qué bonita cada día!

ALÉGRATE

«Yo también debería aprender deELLO»

• Asómate con alegría a cada cosa

que hagas. Vive de formaespontánea. Haz que tu corazón ytus pulmones se ensanchen conesta emoción.

• Cualquier disgustillo que tengasen tu vida pierde bastantegravedad si lo diriges consentido del humor. Pruébalo.

• Deja que la sonrisa de ese niño oesa niña que fuiste asome denuevo. Siempre estuvo ahí y

seguramente la has olvidado.Tenla en cuenta.

• Ejercita los músculos de la risa.Al reírte te sientes mejor porqueestos músculos mandan mensajesal cerebro, que segregaserotonina, y eso, al parecer, vade miedo para el coco.

• Casi todo lo bueno de la vida vaacompañado de una buena dosisde alegría, optimismo, risas ybuen humor.

• Si eres una persona alegre, seguroque las cosas se puedenenderezar. Si, por el contrario,eres una persona pesimista, lafrustración atacará tu mente.

• Siempre que puedas practica con

los tuyos la alegría. Es tan cortala vida que esos son los instantesque bien merecen ser vividos.

• Regálate cada día algún momentoque te haga sentir bien. Que seapara ti y solo para ti. Tú mejorque yo sabes qué es lo que tepone y te agrada más que nada.No dejes de hacerlo.

• Y, por último, ríete de ti mismo,hasta de tu sombra. Haz parodiade ello. Esa risa que provocarásen los demás será un motivo defortaleza para tu espíritu, querenovará tu autoestima.

4

LA AMISTAD

Alegre e ilusionado subo, con el

esfuerzo necesario, un escalón más.Vamos, sin dilación, a por el cuarto, queaún quedan muchos más y mañana tocamadrugar. Pongamos, pues, un pie en elpeldaño de la amistad.

que la amistad sea el apoyo pa poder

seguirpara seguir, asumir no desistir.

A tientas. B. S. O. de la película El truco del

manco (2008)JUAN MANUEL MONTILLA

Amistad, qué importante palabra.

Su significado me produce un soporte yun apoyo emocional que son claves paramí. Gozo de lo que podría denominaruna buenísima amistad que destaca porsu honestidad, su amor, su lealtad, supaciencia y su sentido del humor. Llevaconmigo desde que el Pan Benditoantiguo se derribó para levantar elnuevo, con las actuales viviendas deprotección oficial. Hace ya de eso la tirade años.

Esta amistad que comentaba tienenombre, apellidos y casi un mes dediferencia de edad. Su nombre es HugoLópez Martín y con él he compartidotreinta años de sensaciones, situaciones,risas, recreos y algún que otro mosqueo.Se dice rápido y se escribe más aún,

pero son muchos momentos juntos. Él hasido uno de mis grandes apoyos, lapersona a la que creo que siempre ledeberé algo. De hecho, mi hijo Hugo sellama así en honor a mi amigo.

Le estoy enormemente agradecidopor extenderme la mano cuando menotaba cansado, en un puesto rezagado ycon la lengua sacá. También por cargarconmigo al hombro y no considerarmeun estorbo, por llevar mi mochila decamino al colegio o al instituto, poranécdotas y vivencias una y mil.Preescolar, colegio, juventud,discotecas, las primeras salidas quecontinúan a día de hoy. Tantas y tantashoras juntos, tantos momentos, tantos

recuerdos. Verdaderamente ha sido unapoyo primordial porque yo he sido hijoúnico y le considero como el hermanoque nunca tuve. Todavía seguimos juntoscomo una piña y pocos son los días delaño en los que no nos vemos. Encontraralguien así en tu vida es una lotería, unregalo del destino.

¿Y la mochila qué?Pues muchas veces yo cargué,a la espalda colocá y hasta echaba yo a

correr.Pero pesara o no pesara siempre Hugo me

turnaba,y su mochila y mi mochila a cada hombro

él la llevaba...

Sin escaleras era mi escuela, «Aguantando eltirón» (2006)

Warner/Zona Bruta, MadridJUAN MANUEL MONTILLA

Y liderando junto con Hugo el

escalón de la amistad, tengo la suerte deseguir contando con un grupo de lainfancia y la juventud que forma unaparte importantísima de mi vida. Esraro, pensarán muchos, continuarconservando los amigos de la niñez,pero yo creo que no es tan difícil si loscuidas, te cuidan y sabes que muchasveces han sido ellos a los que has tenidoque recurrir en los malos y en losbuenos momentos. Mucha gente joven haido tan rápido en la vida que ha podidodejar en el camino personas quemerecían la pena. Yo sigo afín a mi

grupo. Tenemos hasta nombre, se llamaLa Peñita al Compás y se formó en unmomento crucial de nuestra juventud. Elnombre es heredado de algunos denuestros padres, que también formaronparte de la misma, pero más allá deldetalle del nombre, lo verdaderamenteimportante es que somos amigos desdeque nos conocemos. Cómo se mantiene,después de tantos años, esa amistad esalgo que muchos se preguntan, pero yolo tengo claro. Porque hay muchocompartido y mucho por compartir aún.

Todo surgió cuando, por unascircunstancias u otras, el destino hizoque paráramos en el mismopolideportivo, con nuestros cuatrobancos bautizados por nosotros como

«la chozita».

Todos reunidos en el poli, la chozita comonombre a los bancunis.

Aguantando el tirón, «Aguantando el tirón»

(2006)Warner/Zona Bruta, Madrid

JUAN MANUEL MONTILLA, ANTONIOMORENO

Algunos hemos ido hasta al cole

juntos. Los que nos conocían noscomparaban con el salmón porque, comoeste pez, siempre íbamoscontracorriente. Apartaítos, sin hacerruido, en armonía, intentando evitarmalos rollos o vicios que iban llegandoinevitablemente con la edad, como las

drogas.Lo nuestro es un vínculo muy

especial que, todavía hoy, ES DE LO QUEMÁS PRESUMO. Ellos vivieron el día adía de mi ilusión por el fútbol, primero,y luego por el hip hop y la poesía. Juntoa ellos empezó de nuevo la ilusión, estavez por la música. Dejo, entonces, desentirme un parásito. Tan importante hasido para mí y mi carrera que un granporcentaje de las letras de miscanciones dejan entrever ese afecto. Enentrevistas, reportajes o quien mepregunte sabrá que yo siempre hequerido dejar muy patente nuestraamistad. Es un lujazo tenerla, así quepresumo de ella.

La verdad es que, en

numerosísimas ocasiones, el gran apoyono se encuentra en la familia, sino en losamigos. Se considera la familia del sigloXXI y en cierto modo es así, porque conquien pasas más horas es con ellos.Nunca tienes que esconderles nada, ni tecortas en decirles lo que piensas, lo quehaces, lo que deseas hacer. En ocasionespueden llegar a conocerte mejor que tupropia familia. Además, van a marcar tuforma de ser o de ver la vida, porque lamayoría de nosotros somos muyinfluenciables y, aunque tengamos muchapersonalidad, nos dejamos arrastrar porla corriente que más suena. Una buenaamistad, un buen guiño y buen consejo atiempo hacen mucho, máxime cuando

una persona en cierto momento puedeestar confundida...

Sobre todo nos hemos apoyado enmomentos fáciles y también en losdifíciles. Acampadas, vacaciones,navidades, logros a nivel personal yprofesional. Cada uno ha ido haciendosu camino, trabajos, parejas, hijos. Losonce hemos vivido cada segundoimportante del otro, y con un gesto o unsimple tono de cualquiera, ya sabemoslo que está pensando el otro, si estápreocupado, si tiene problemas. Todoeso lo dan los años que llevamos juntosy resulta muy positivo, porque es de lascosas que te vas a llevar el día demañana. Yo, personalmente, tengo quedecir que ellos han hecho mi vida mucho

más fácil y llevadera. Siempre hanapostado por mí, han escuchado misneuras, mis miedos, mis ilusiones yesperanzas, y eso es fundamental.

La amistad es una de las cosas quemás me mueve. Como pase dos días y noaparezca por el local, noto que algo mefalta. Mira que llevo discos y discoshablando y haciendo temas sobre laamistad, pero siempre crees que no loestás diciendo todo, que te faltanadjetivos y palabras para definir todo loque significa para mí. Porque un buenamigo está por encima del dinero y detodos los triunfos profesionales que unopueda conseguir.

Recuerdo alguna anécdota. Antes

de cumplir dieciocho nos íbamos deacampada, nos gustaba ir a lugarestranquilos, lejos del bullicio y el jaleo, yallí levantábamos el campamento. Elgrupo era una piña, cada uno tenía algopositivo que aportar, éramos unacamada en la cual se valoraba todo detodos. Lo que la «manada» dijera iba amisa. Nos creíamos lobos aullandoalrededor de una hoguera. Esos son, sinduda, algunos de los grandes recuerdosque tengo de mi vida.

Y, mientras, Gitano Antón y yo connuestras rimas, a intercambiar textos,poesía, letras que contenían alegrías,esfuerzos, detalles e ilusiones. Dehecho, La Peñita tuvo un papelfundamental en el grupo, porque jamás

nos han engañado. Cuando lo quehacíamos no convencía, nos decían:«Esto no es así». Pero un día llegó «labendición», el empujón. Después deocho años intentando hacer rap, poesía,canciones en las que siempre decían quehabía algo que mejorar, nos dieron elvisto bueno. «Nos gusta. Este es elcamino, esto si es escuchable, síemociona, sí te hace moverte». A partirde ahí comenzamos a buscarnos la vida,patear la calle y conseguir conciertospara que la gente nos escuchara.

De hecho, el nombre de LaExcepción viene por uno de losmiembros del grupo, Antonio Molina.En una reunión sentados en nuestra

choza charlando de todo un poco yhablando de conocidos del barrio, élcomentó que nosotros íbamoscontracorriente marcando nuestra propiaidentidad. De repente, Antonio Molinadijo refiriéndose a nuestra Peñita AlCompás: «Somos la excepción queconfirma la regla». El grupo no teníanombre, pero no nos preocupaba porquesabíamos que saldría cuando tuviera quesalir. En aquel momento Gitano Antón yyo nos dimos cuenta de que nuestramúsica representaba los valores de LaPeñita; entonces nos miramos, guiñamosel ojo y supimos que ese era el nombre.

Descubrir a las personas que sonrealmente nuestras amigas es necesariopara no sufrir decepciones. Yo también

he vivido momentos en los que alguienpor ahí te las da, pero no pasa nada. Detodo ello se aprende. La amistadtambién es motivo de decepción.Siempre existe en la vida de uno lapresencia del típico amigo que no va alcompás ni es de ley. Pero ellos mismosfueron cayendo por el camino.

Si tú, lector, gozas de una buenaamistad, da gracias a la vida por ello.Cuídala mucho, no la dejes a un lado. Sécomprensivo y no abandones a ningunoen el camino. A día de hoy digo ole, ole,ole, doy gracias por la amistad queposeo. Tengo unos amigos con los quepuedo contar para lo bueno y para lomalo y me siento afortunado.

Amistad, ¡qué bonita cuando te

muestras al compás!Me gustaría siempre tenerte a mi

ladocomo todos estos años has estado,con alegría, esfuerzo, detalles e

ilusióny un sinfín de situaciones

que podríamos escribir en unmillón de renglones

hasta con faltas de ortografía,porque para la amistad

la lealtad y amor es su única guíaen el día a día.

PARA CONOCER Y CONSERVAR LA

AMISTAD

«Yo también debería aprender deELLO»

• La amistad es aquella que es pura

autenticidad. Con los amigos novalen las mentiras ni las mediastintas. Una verdadera relación deamistad se fragua con sinceridad.Nada de disimulos.

• Utiliza como base la generosidad.La amistad no pide, da. Noreclama, concede. No exige, sinootorga. Con esa buena amistadno vale la visa, ni los préstamossin pagar. Uno y otro saben loimportante que es llevar lascuentas al día.

• Sin prejuzgar. Un buen amigonunca juzga. Poner etiquetas esfácil, pero muchas veces nosomos conscientes de quenosotros en la misma situaciónharíamos lo mismo o peor.

• Con mucho respeto. A tus amigoshay que apoyarlos, decirles loque sientes, pero, por encima detodo, respetar sus decisiones.También los deseos de estar soloo de ser independiente y no estarpegado a su chepa.

• Se ocupa de ti. El amigo deverdad es una balsa de urgenciaa la que acudir cuando las cosasno marchan. Es tu salvavidas y

también tu botiquín de primerosauxilios.

• Con tus amigos te tienes quedivertir y pasarlo bien a todoslos niveles. Ah, y nada derivalidades. Y si es así, que seade manera más que aceptable ysiempre por delante.

• Igual que las personas cambian,nuestra amistad tiene que variar,adaptarse a las circunstanciaspersonales de cada uno. Si no, nies amistad ni es nada.

5

EL HIP HOP

Vamos allá, a subir otro peldañico.

El día ha sido agotador, es bastantetarde, pero no puedo parar en estemomento porque toca subir la baldosadel hip hop, el escalón del rap.

El hip hop surgió en EstadosUnidos a finales de los sesenta enbarrios emblemáticos de Nueva Yorkcomo Bronx, Queens o Brooklyn. Poníael foco en el racismo, la inmigración ylos problemas cotidianos, con la miseriasocial como bandera combativa. Es unmovimiento no solo musical, sinoademás cultural, porque abarca tambiénel baile y la pintura. El rap es, pues, uno

de los pilares fundamentales del hiphop. Se trata de la música de esta culturay ha plantado cara a otras tendencias,convirtiéndose en un fenómeno demasas. Su sonido conjuga rimas, juegosde palabras y poesía como unaherramienta de denuncia que defiende laigualdad y guarda un caráctersubversivo.

No tuve que cruzar el charco niperderme por el Bronx para descubrirlos efluvios de aquella corriente. Seencontraba mucho más cerca: en PanBendito. Las pintas raperas de GitanoAntón, Félix o Isra no pasabandesapercibidas para mí. ¿Por qué ibanasí vestidos? Yo observaba de cerca,algo tenía aquello y quería saber qué

significaba. Me hicieron ver lo que erapara ellos. Se trataba de mucho más quemúsica o moda, era una forma de vida.La verdad es que me quedé enganchadocon su filosofía, con su estética y con suespíritu callejero. El desafío queimplicaba, el mensaje, el lenguaje, larebeldía... Todo aquello me inquietabaprofundamente. Nuevos aires, nueva«vidilla» convocaban a mi almaadormilada y recorrían mi cuerpoelectrizando cada poro de mi piel. Algolatía fuerte dentro e hizo que melevantara de un salto de aquel sofá en elque estaba empotrao. Comencé agarabatear papeles en blanco donde laimaginación elevaba a cien mil calorías

mis manos dirigiendo el lápiz a la mayorvelocidad posible.

Al compás del rap, de su esenciarítmica, de su música, se abrió para mítodo un abanico de infinitasposibilidades. No me cansaré de decirque provocó que volviera a sentirmerealizado, útil, ilusionado. Tenía todaslas papeletas para andar callejeando deesquina en esquina haciendo de todomenos bonito, pero en ese momentoplanté cara a la desidia, al aburrimientoy a un futuro más que incierto. Me puse,otra vez, al tajo. Entendí que con esteritmo la comunicación era directa, noexistían barreras de idioma ni vallasarquitectónicas. Todo era movimiento.Por primera vez podía saltar levantando

los pies del suelo o correr a granvelocidad sin tropezar y darme unestacazo, todo gracias al poder de laimaginación. ¿Os imagináis la libertadque eso provocaba en alguien como yo?

Fue un descubrimiento genialporque mientras escribía me daba cuentade que necesitaba coger nuevos librospara buscar vocablos que no había oídoen mi vida. Eso me llevaba a asaltar lasestanterías de mi casa donde estaban losdiccionarios, que nunca consulté antes,para alimentarme de palabras que teníadentro y de cuyo significado no tenía niidea. Empecé a interesarme porescritores o compositores. Del hip hopllegaba poco y todo lo que venía lo

devorábamos para coger referencias demaquetas, videoclips y discos de artistascomo Rum-DMC, Public Enemy, IceCube o Snoop-doog. También por lo quehacían maestros raperos de nuestro paíscomo Javier Ibarra, Kase O, Frank T oEl club de los poetas violentos. Meconmovía su forma de expresarse, suspalabras, su flow (el estilo o duende quese dice en el rap). Mis padres flipabancon ese hijo que no había cogido en suvida un libro por placer o para aprenderpor su cuenta y que ahora gastababolígrafos y lápices y siempre ibaacompañado de un cuaderno. El espíritude aquel chaval que dejó las botas defútbol resurgía de nuevo, y eso se notabaen mi cara, en mis ojos. Todo aquello

me embriagaba, incluso tenía una luzdiferente recorriendo mi rostro. Unanueva medicina en forma de filosofíavital había aparecido en mi vida.

Creo que no hay nada que supereuna buena rima, buscada a conciencia.La historia de cada estrofa es parte demí, lleva entusiasmo, alegría,reivindicación, conciencia, rebeldía,inquietud, fuerza. Lo doy todo cuandoescribo porque en mis letras descargo loque llevo dentro. Pienso que a partir deese cambio empecé a desplegar misdotes de comunicación y tambiéncomencé a dar otra dimensión a lasemociones. Todo lleva consigo unaevolución. Desde los catorce a los

treinta las circunstancias dan giros deciento ochenta grados y van a velocidadde vértigo. Pero cada cosa tiene queseguir sus pautas, hay que esperar. Novale de nada precipitarse. Todo llevasus ritmos y sus afanes... De lasprimeras letras con un rap más bienviolento pasamos a otras mucho másconstructivas y reivindicativas. Comoejemplo, la que me hizo ganar en 2009el Goya a la mejor canción original: elcambio y la evolución son palpables.

Que más quisiera que no fuera asísegún te toque así te tocara sufrircada colmena esconde una historia felizya sea por drama o la suerte de poder reír.

A tientas. B. S. O. de El truco del manco

(2008)JUAN MANUEL MONTILLA

Para llegar a subir esas escaleras

de los premios Goya hubo antes quehacer un largo camino que se convirtióen rutina y en trabajo diario, dondeGitano Antón y yo empezamos a pensaren alto que esa pasión, ese sueño, sepodría convertir en una realidad. Lasemilla estaba sembrada, pero, siqueríamos llegar a algún sitio, teníamosque darle a la tarea todos los días yecharle horas y horas. Ritmos y palabrasse unían y mezclaban con matices devolumen que revolvían nuestro espíritu ynos daban fuerzas para avanzar.

Gitano Antón y yo no parábamos de

alentarnos, de comernos la «orejilla»:«El día de mañana, Antonio, ya verás,cuando estemos dando conciertos,cuando grabemos un disco». Porque yole decía: «Con un gitano y un payominusválido haciendo hip hop la gentese va a sorprender y, luego, de lamanera que lo estamos haciendo,verás...».

Lo que más nos preocupaba eracómo adaptar nuestra identidad y estilopropio a las canciones, pero todo llegóporque había mucho de nuestra lucha, denuestra biografía, de nuestros toques dehumor, de nuestra pasión. Todo quedabaallí plasmado. De hecho, algunas de lasletras son muy autobiográficas, comoZapato ortopédico o Sin escaleras era

mi escuela.Pero siempre surgían las dudas.

¿Esto nos llevará a algo? Por eso huboépocas en las que desistíamos yteníamos ganas de dejarlo. Llevábamosya cerca de tres años haciendo música,componiendo canciones, letras,rapeándolas en mi habitación con unmicrófono medio roto, pegado concelofán al altavoz de aquella rústicaminicadena. Nada de tecnología punta,lo nuestro era de lo más humilde. Elcableado hecho con unas clavijas, unsoldador y una cinta de TDK con unagrabación encima de otra. Qué queréisque os diga. Era bastante rudimentario.Pero nos daba igual, porque había una

ilusión tremenda y el sueño estaba ahí.Solo era cuestión de tiempo.

La inconstancia era nuestraenemiga y la paciencia, que resultabaprimordial para los dos, se agotaba devez en cuando. «Se acabó, así no vamosa ningún lado». Pero cuando nosquemábamos y pensábamos enabandonar, luego volvíamos otra vez ala carga y lo enganchábamos con másganas: «Paciencia, que ya verás el díade mañana». Y bueno, un poco él, unpoco yo, los dos nos alentábamos y nosdábamos esa fuerza que necesitaba cadauno para no desistir. Poquito a poco,poquito a poco, poquito a poco y almismo tiempo madurando comopersonas. Todo iba unido.

Y de esas canciones que noconvencían ni al Tato, que no gustabanni a padres ni a amigos, de repente,empezamos a hacer otras que eranescuchables y pegaban entre losnuestros. Surgieron nuevas letras.Empezaron las buenas críticas y eso nosponía las pilas. Además, comenzamos aexperimentar con la música con totallibertad, lo que nos encantaba.Cambiando acentos, palabras incluso,tanteando sin cortarnos con el sonido.Todo era posible con este tipo demúsica. Cuanto más nos recreábamos eindagábamos, más nos aproximábamos alo que queríamos.

¡Chachito, chachito! que el hip hop hizo el

papel de tiritas pa mis heriditas, toma que toma,dejando pequeñas costritas, toma que toma, mástarde el sentimiento fue adoptando formaescrita.

Por bule, «Cata Cheli» (2003)

Warner/Zona Bruta, MadridJUAN MANUEL MONTILLA y ANTONIO

MORENO Y aquel sueño que repetía en mi

mente cuando era pequeño («Quiero serfutbolista profesional») fue sustituidopor este otro. Ahora el discurso variaba,pero la fuerza era la misma: «Antonio yaverás, ya verás como grabaremos undisco».

Y ahí, ahí, ahí, dándole al rap sindescanso 24/7 (veinticuatro horas al día,

siete días a la semana), hasta queempezamos a salir a buscarnos la vida.Y sin saber el segundo exacto, porquefueron muchos los segundos que vivimossin tregua, de repente, llegó lo que hoytenemos. Llevamos ya tres discos anuestras espaldas (Cata Cheli,Aguantando el tirón, La verdad másverdadera), premios importantes de lamúsica, conciertos por toda la geografíaespañola y el reconocimiento de lacrítica y los medios de comunicación deEspaña. Hasta hemos viajado a otrospaíses de Europa, Japón, y aSudamérica. Increíble. Y de repentegano el Goya a la mejor canción originalcon El truco del manco. La hostia. Todoempezó con el hip hop. Al final, me lo

ha dado casi todo.Cuando salgo al escenario yo no

actúo ni canto: rapeo e interpreto.Siempre descubro algo nuevo a travésde la música. No lo puedo explicar, hayque sentirlo bien adentro. Con los ojoscerrados y el alma abierta.

¿Qué es lo que me ha traído hastaaquí? El esfuerzo, el esfuerzo y elesfuerzo. ¿Crees que lo que te digo estáadornado? ¿Qué no es del todo real?¿Que este es un libro lleno de fábulas einvenciones? Pues no. Es la purarealidad lo que te estoy contando, comola realidad del hip hop. Yo te digo quesi yo he podido, tú puedes. Solo tienesque destacar estas palabras en tu vida:

• Trabajo diario.• Seguridad en ti.• Ilusión y ganas.

Como digo en alguna de mis letras,

«cuatrocientos como tú hay al torcer laesquinita». Por eso hay que intentar darsiempre la talla. No flaquees, ni auncuando pienses que todo está perdido.Es justo en ese momento cuando tienesque demostrar tu garra y tu fortalezainterna. No te rindas ni en los peoresmomentos. Siempre hay algo que te tieneque incitar a luchar. Búscalo. Si peleaspuedes ganar; si no lo haces estás,literalmente, perdido. Ese es uno de los

principales ejemplos de la filosofía delhip hop.

No quiero terminar este capítulosin volver a insistir en que el hip hop esuna cultura a nivel social con unpotencial increíble hacia los jóvenes.Igual que hay chicos que descubrieron labici por Induráin o las botas de fútbolpor Maradona, hoy hay chavales ahí enla calle que encuentran en esta cultura unaliciente, incluso, diría más, unaesperanza. ¿Por qué? Porque la gentequiere la verdad sin tapujos. Letras quedigan algo, que tengan mensajes claros,que no cuenten bobadas o notas vedadas.Quiere personas que estén en su mismolugar, que compartan sus problemas, susinquietudes, que los entiendan. La cosa

ahí fuera no es como nos la cuentan, esuna época llena de inmensa «basura» yla peña no es tonta, aunque muchos locrean así. Hay una gran necesidad deotros estímulos, de otras motivaciones,de otros impulsos. Lo que antes servía,ahora no vale para nada, las ideas hanvariado, pero no quieren que nosotros losepamos para no actuar en consecuencia.Pretenden hacernos pasar a todos por elmismo aro. Achantarnos. Pero hay unatisbo en el aire, en el asfalto, de quealgo está resurgiendo, que sube como elhumo de las alcantarillas neoyorquinas yque no se puede parar. Deberíanapuntárselo en sus inmaculadas agendaslos políticos o los cabecillas de turno.

Que tomen nota.

El hip hop entró en mí y ya no losolté.

Lo utilicé como porvenir. Reír,llorar,

descargar, reivindicar y afrontar.Eso es lo importante del rap,

no si llevas la gorra para delante opara detrás.

Esa es la moda que conmigo pocova.

CON EL RAP

«Yo también debería aprender deELLO»

• Despiertas tu espíritu más

subversivo. El rap revuelvemucho en el interior de laspersonas y remueve las morales,sobre todo las estancadas.

• Conoces un nuevo lenguaje y unnuevo mensaje. No todo está tanencorsetado como nos quierenhacer ver.

• Vives con más intensidad ydescubres factores de ti quedesconocías que existieran,como la fuerza de emprendernuevas cosas o la de plantar caraa la realidad, igual que nosotroshicimos con nuestro anteriorsello discográfico. Dices yabasta y plantas cara. No pasa

nada.• Si lo escuchas y pones los cinco

sentidos y uno más, la mentevuela, salta barreras, obstáculos.No hay límites al sonido, nifronteras. ¿No te has dadocuenta? Si lo percibescomprenderás muchas cosas.

• Altera tu estado de ánimo.Produce pasión, alegría, ganasde vivir, buenas vibraciones... ymuchos desafíos, como el desuperarte a ti mismo.

• Inspira. Expande el corazón,provoca, crea. Yo pienso queabre la mente a la realidad.

• Darás collejas al sistema. Tirarásde la manta y voltearás la

realidad. Amos, deja de ver latele ya y si la enciendes, que seapara escuchar su bazofia yescribir rap.

6

EL MIEDO

Hay miedos que no se pueden

explicar, como el de no colocar bien lamano en la barandilla o el pie en elescalón para no escurrirme y caermehacia atrás. El miedo siempre está ahí,pero tengo que subir. Apoyamos el pieen el peldaño que más me estremece: eldel miedo.

Miedos, dichosos miedos, que noshacen la vida menos llevadera, aunque aveces nos protegen de forma eficaz. Ydigo esto porque sentir temor haciadeterminadas situaciones ocircunstancias puede ayudarnos a nocometer alguna que otra locura o

imprudencia. En ese caso no es tan maloel miedo como podría parecer a primeravista. Por eso hay que apuntar que notodos hacen la misma labor ni son de lamisma «calaña». Algunos se puedenconvertir en el mayor de los obstáculos,aunque si los superas crece tu seguridad.En cualquiera de los casos, miedo essolo miedo. Lo peor de todo viene de loque se esconde tras ese sentimiento, losefectos colaterales que trae tanto a nivelafectivo como físico. De hecho, elmiedo es innato. Se trata de un instintoprimario que muchas veces protege,porque nos prepara para una reacción ouna huida a tiempo. No perdamos, pues,la vista a este sentimiento del que tantasy tantas veces hemos querido escapar.

Tantos y tantos son los miedos. Porejemplo, el miedo al violento que tehace vivir aterrado, o en permanenteestado de incertidumbre, siempreesquivando, mirando de reojo. O elmiedo a las calles, que han convertidomuchas ciudades en una junglapeligrosa.

Nos marchamos paya y más mejor vamos

a estar,porque aquí la verdad que ya da miedo

hasta vivir.Que no tenemos tampoco el derecho a

quejarnos,pero a mí me da jindamilla, primo, porque

se está complicando.Que tienes que salir de casa con el cuello

agazapao en tu caparazón,

como una tortuga común.¡Chachi! Que ahí me lasdao.

La Puerta abierta, «Aguantando el tirón» (2006)

Warner/Zona Bruta, MadridJUAN MANUEL MONTILLA y ANTONIO

MORENO Lo que está claro es que a diario

nos enfrentamos a situaciones que llevanimplícitas este sentimiento de alertapermanente. Enciende la tele o la radio yel miedo está servido. Hablas con unamigo o compañero y seguro que algunotiene una noticia de esas que te ponenlos pelos de punta. Fulanito se hamatado en el coche, por lo visto no teníaél la culpa; menganito ha sufrido un

atraco en plena calle. ¡Qué sensación deangustia aparece! ¡Qué escalofrío! ¡Quémiedo!

Existen otros miedos, por ejemplo,que llegan en un momento concreto porun simple sonido. Estamos solos encasa, en la cama. Y, de repente, un ruidoquiebra el silencio. Tal vez haya sido elaire de la ventana abierta, pero el miedoestá ahí, amenazante. Abre las puertas anuestros sentidos. Si pasamos de él, nosquedaremos dormidos tan a gustito.Pero si pensamos que probablementehayan entrado a robar, nosparalizaremos, empezaremos a respirarcon dificultad, la boca se resecará y unsudor frío nos invadirá. El miedopotenciará la imaginación, podremos

llegar a pensar cosas tan horribles queni en el guión de la peor peli de terror.La sensación aquí nos ha superado.

Y luego están los miedosglobalizados, como el miedo a la guerray todo lo que esta conlleva, al dolor engeneral, al sufrimiento de los másdébiles. O los cotidianos, los que tienenmás que ver con lo nuestro y losnuestros, sin olvidar nunca la suerte quetenemos por vivir a este lado del mundo.Miedo a no tener trabajo, a no llegar afin de mes. Miedo a lo que puedaocurrirles a los demás, sobre todo anuestros hijos. No les pasa nada, pero ¿ysi les ocurriera? El miedo aparece real,aunque, en ese y otros momentos, sea

solo una posibilidad que está latente ennuestra cabeza. Con eso es suficientepara sentir la angustia que genera.

Los temores acechan en cualquierlugar, en cualquier situación. Realmente,si nos paramos a pensar, este es unmundo que se ha hecho de miedos. Talvez por ellos hemos sobrevivido ysuperado a todas las especies aquí en latierra.

Quiero volver a sincerarme ycentrarme en mis propios miedos. En losque me he encontrado o en los que a díade hoy me encuentro o seguro quedescubriré en un futuro. Y, siguiendoentre líneas, con miedo al papel enblanco que puede sacar a la luz miedosinsospechados, si tuviera que ubicar los

miedos en algún lugar diría que muchosse encuentran en las conversaciones o enla autocharla que mantenemos connosotros mismos. La soledad es buenacompañera de ese miedo que todosllevamos dentro. Muchas veces sale através del lenguaje, aparecen en frasescomo «Esto no es para mí», «Me resultamuy difícil», «No voy a poder», «No mevan a dejar las fuerzas», «No me atrevo,lo dejo mejor para después». Hacen undaño muy grande, porque te paralizanhaciendo de «escaqueos» mentales muytraicioneros. El miedo aquí es invasor.«Para qué hacerlo si, de todos modos,me va a salir mal». Con esa simplefrasecita el miedo ha vencido. Supongo

que en el fondo de todo eso existe unagran cobardía. Es aquí donde el enemigose convierte en uno mismo. Y ese es elprimero al que habría que encarar.

El miedo es una emoción que nosasalta y nos avisa de un peligroinminente. Entonces nos frena en seco.Como cuando yo era pequeño. Recuerdoque cada día tenía que vérmelas con miseternas rivales: las escaleras. El temor ami poca estabilidad, a caerme, hacía queme buscara mil y un trucos diferentes.No podía bajar de pie agarrándome a labarandilla, como ahora subo y bajoestos 16 escalones. Me aterraba rodar,golpearme. Por eso me sentaba en elprimer peldaño y bajaba de culo unescalón tras otro. Era peculiar porque

tras bajar así me daba cuenta de quehabía salido ileso, pero siempre habíalesiones leves que en el primer momentono sentía. Luego mis padres me decían:«Huy, mira qué cardenal tiene el niñoatrás en la rabadilla, entre el culo y lacolumna», «¿Has visto ese bultillo quetiene ahí...?». Un desastre.

Ríete porque no queda otra. Tengootra anécdota peculiar: salía de casa conla ropa impecable, pero la primeraescalera a la que me enfrentaba meponía perdido. Ya tenía el culo tomanchao. Por eso el blanco estabavetado para mí. No le tengo miedo, perocasi.

Si tuviera que ubicar estos

primeros miedos, los colocaríaenfrentados al dolor y a la posibilidadde tener que pisar un hospital. Miedo alquirófano, a los médicos, al bisturí. Yeso que estaba acostumbrado a lasoperaciones. Otro miedo era el detropezar y golpearme en la cabeza. Eseera un terror atroz. Imaginar la sangre, elhecho de pensar en los puntos, meparalizaba y me paraliza todavía. ¡Uff...!Y eso que yo tengo la cabeza señalada,con brechas por todos los lados.

También he sufrido el miedo a laoscuridad, pero esos miedos son más alo desconocido, a no saber qué hay alotro lado. O a las atracciones. Lo que aotros les encanta y les dispara laadrenalina, a mí me da verdadero pavor.

Recuerdo a mis amigos casiobligándome a subir a las montañasrusas y yo, reacio total. La falta deestabilidad de mi cuerpo, a pesar deestar bien sujeto por los cinturones deseguridad, da la sensación de que me vaa dejar suelto al primer tunning. Laimpresión que me provoca es tan realque, ahora mismo, tengo escalofríos portodo el cuerpo solo de pensarlo. Perodebo decir que gracias a La Peñita alCompás he subido a alguna de ellas y,sin decir que lo mío son las atracciones,que tampoco hay que pasarse..., lo ciertoes que las experiencias fueronacojonantes.

Otro de mis miedos característicos

era a los perros; no a los pequeños, sinoa los que superaban mis rodillas. Es untemor que sigue hoy día, pero supongoque con justificación. Esos andares míostan singulares que van marcando el pasode lado a lado con alzamientos decabeza, a los perros les ha dado tambiénmiedo. El animal ataca a lo desconocidoporque en cierto modo es un miedomutuo. Me ha pasado más de una vez: ircaminando a mi rollo y, de repente,encontrarme con un perro, mirarnosambos y correr a atacarme el animal.Nunca me han llegado a morder, pero síhan intentado agredirme. «Señora, sujeteese perro, que viene a morderme». Mepongo malo solo de pensarlo.

Puede ser normal y verdad que me veaszurraspeao

enfrente de un perro grandediciendo al dueño: oye por favor, agárralo.Si es que me ve andar así y se me tira.

Jindama mira.

Suko, «Mas que hip hop» (2005)Warner/Zona Bruta, Madrid

JUAN MANUEL MONTILLA y ANTONIOMORENO

En estos momentos de mi vida me

encuentro con otros miedos. Porejemplo, como he citado anteriormente,a no sentirme útil. Pienso que estoy enun buen momento, me siento realizado,pero siempre está esa sensación. Miedoal día de mañana, a qué será de mí.

«¿Me podré menear, o no?», «¿Mesentiré realizado?», «¿Seguiré teniendoel don para componer, rapear,interpretar, hacer radio?», «¿Tendré lamente ágil?», «¿No me quedaré enblanco?». Y todos se resumen en uno: elmiedo a no sentirme provechoso, a novaler. Igual que el temor a quedarme enuna silla de ruedas. Ya sé que no pasanada, que hay mucha gente así que esdigna de admirar, que se sientenrealizados, y son muy útiles, mucho másde lo que suponemos, pero yo al noverme así, siempre valiéndome por mímismo... Me da miedo, para qué voy anegarlo. No saber cómo me encontrarédentro de diez o quince años, si estecuerpo va a responderme. También a lo

que voy a tener que enfrentarme, y máscuando se tienen mujer e hijos, sobretodo por mi niño y el que viene decamino. Luego tengo el típico miedo quesurge de analizar cómo está el mundo.Pienso en todo a lo que mis hijos setendrán que enfrentar, a la vida, a lo queles va a venir. Cómo estarán las cosasen el planeta, por ejemplo, dentro dediez, quince, treinta años. Es un miedoque supera a todos los que pudiera tener,a todos los que he citado. Pensar quepuedan sufrir una enfermedad, unaccidente, algún tipo de violencia.Tengo que reconocer que estossentimientos me superan. Pero como amuchos padres, supongo. Es el instinto

de protección que todos llevamosdentro.

Miedo a la muerte, al abandono o ala soledad. Miedo a fracasar, aequivocarme o al éxito. Miedo a que meengañen o me traicionen, a sentirmedébil, sin apoyo, a no ser reconocido.Miedo en general a la pobreza o a laescasez. A resbalar o a quedarme sinconocimiento en este mismo momento yque me caiga para atrás en estos 16escalones que tengo que afrontar. Perono quiero pensarlo más, porque si no esemiedo me paralizará y no se lo piensopermitir. Como veis, soy una máquinafabricando miedos.

«¿Cómo los supero?», «¿Qué hagopara vivir mi día a día con ellos?». En

el coco está todo, el problema y lasolución. Pienso que esos sentimientosson ilusiones que vivimos como sifueran ciertas, algunas lo son y otros notienen por qué. Por eso debemos ser muyconscientes de ello. Yo suelo serbastante tímido, aunque parezca que no,y hay miedos que no me gusta contar,por pudor o por el miedo en sí, no vayaa ser que se materialice en este mismomomento. Pero, por otro lado, el simplehecho de escribirlos en estas líneas meayuda a minimizarlos un poco.

Es importante mirar al miedo defrente y saber distinguirlo. Yo, porejemplo, templo al miedo enfrentándomea él. No quiero que me supere, le tengo

respeto, muchísimo, porque sé lo queproducen sus consecuencias, pero estáclaro que voy a intentar siempre que nopueda conmigo y me gane. Si me hubieradejado vencer por él, seguramente noestaría aquí subido en este escalón nihabría llegado donde me encuentro. Esosí, pienso que si cuando asumes elriesgo no puedes soportar pensar en elresultado negativo, si notas que teparaliza esa sensación, lo mejor esdejarlo para cuando se tengan másfuerzas. Siempre hay que minimizarriesgos. Pero también está la posibilidadde asumirlo y afrontarlo como undesafío, como una oportunidad paracambiar tus objetivos. Ahí está el reto.

Además, si lo pensamos fríamente,

¿de qué sirven los miedos? Nos aferrana ideas que son dañinas, nos vanasfixiando hasta que llega el momento enque nos adherimos a lo seguro para noarriesgar. Eso ralentiza nuestroequipaje, nuestro camino, nos paraliza.Miedo a que salga mal, a sufrir, a serhumillado, a fracasar... Si nuestrospeores miedos se hicieran realidad,nuestros mecanismos de defensaactuarían. ¿Por qué agobiarse entonces?Muchas personas han llegado adondeestán, no por haberse quedado en laesquina de los temores, sino porque sehan lanzado a la aventura y han sacadosu espíritu más determinado y audaz. Elobjetivo no está en eliminar el miedo de

tu vida, sino en reducir su frecuencia.Por eso, a pesar de los miedos quepuedan surgir en mi vida, yo intento nodejarme someter por ellos. Inclusoalgunos los tomo como un auténticoenvite. Si los supero, seguro que mesiento más libre.

Porque, al final, de eso se trata. Desentirme libre, y para ello está claro quehay que ir deshaciéndose de eseequipaje lleno de angustias, recelos,desconfianzas, sospechas, dudas,pavores, amenazas, temblores, sustos,cobardías que nos atenazan. Yo piensoque hay miedos que no se pueden evitar,pero otros nos impiden ser autónomos.Esos son los que hay que vencer paraver la verdadera dimensión de la vida.

Hay que desterrar gestos y situacionesque nos asustan. Fuera los semáforos enrojo de nuestra mente, ataquemos lassombras, miremos a los fantasmas defrente y no de lado, saltemos las vallasemocionales que nos impiden avanzar,temblemos, pero no por miedo, sino porla adrenalina que soltamos al haberlossuperado y dejemos que el corazón latacon fuerza libre de todo miedo. A porello.

Miedo, lo mismo me da que me da

lo mismo,pero eso es cinismo.

El miedo te encuentra, igual que túte enfrentas a él

respeto es bueno tenerle,pero advertirle de tu seguridad no

está de más,aunque siempre hay que recordarque no todos los miedos son ni se

combaten igual.

CONTRA LOS MIEDOS«Yo también debería aprender de

ELLO»

• Si algo no funciona bien en tuvida, hay que arreglarlo. Si esdestructivo, nos amenaza y nosdetiene; no podemos esperar aque alguien nos lo solucione.Hay que echar un órdago y ver

cómo reaccionamos, al menos.• «Si él lo ha superado, ¿por qué yo

no?». No tiene ni que explicarsela frase. Está claro que lo queotros puedan hacer, tú o yotambién podemos llevarlo a buentérmino.

• Es bueno saber distinguir losmalos de los buenos. Losprimeros pueden pararte y nodejan que luches. Los buenos tevan a ayudar a enfrentarte a lasituación.

• Busca el origen de ese miedo. Talvez fue producido por algunasituación que ocurrió en tu niñezy que aún no has superado.Deberás entrar en ella y ver de

qué modo te libras de algo quetiene muchas opciones dedesaparecer si te enfrentas aello.

• Tal vez el mejor modo devencerlo sea el acercamiento aese temor. Escribe qué es lo quete preocupa. Por ejemplo: «Meda miedo que me ataquen enplena calle». Luego estaría bienevaluar esa preocupaciónpensando en la probabilidad realde que ocurra.

• Habla de los que más te agobian,porque así los colocarás en otroplano. Ya no te aprisionarán. Alsalir por tu boca algo de esos

miedos, tienden a desaparecer.• Ríete de ellos si puedes. Así los

debilitarás y perderán parte deese aura fantasmagórico con quesuelen esconderse.

• Busca aliados para atacarlos. Unamigo, por ejemplo, es el mejory mayor combatiente de tusmiedos.

• Reacciona frente a circunstanciasadversas. Siempre podemoselegir el mejor modo derespuesta para nosotros mismos.Saber esto nos da un inmensopoder.

• Si se vence un miedo, una sendase abre, un telón se levanta. Esentonces cuando van a surgir

muchas más oportunidades en tuvida.

7

BARRERAS ARQUITECTÓNICAS

Hago un esfuerzo más y coloco los

dos pies en el siguiente escalón, el queda nombre al capítulo. Lo intentaréaunque tenga que doblarme o resbale.Aquí está, llegué al séptimo: lasbarreras arquitectónicas. Vamos aintentar derribarlas.

Llevamos ya siete episodios. Hasvisto, has notado, has palpado con estasletras lo que cuesta a mis piernas elsimple hecho de subir un escalón. Bien,pues, ya que estamos de lleno en elterreno de las confidencias, quieropedirte una cosa. Se trata de algo muysimple: debes imaginar que tú eres yo. O

mejor, que alguien muy cercano a ti tieneun problema como el mío. Por unmomento o unos segundos imagínate enmi lugar. No lo hagas rápido, tómate tutiempo. Sé que la posición no es fácil.El equilibrio, la estabilidad, parece quete vas a caer. No tengas miedo, siemprehay una farola, una pared o un cocheaparcado que serán tus aliados paraagarrarte. Tus andares comienzan a tenercontoneos extraños, la marcha esinestable, hay pérdida de coordinación,tus movimientos son anormales y tienesla sensación de que detrás de la primeraesquina te la vas a dar. Quiero que, conesos andares, te imagines lo quesignifica para mí o para gente como yoel simple hecho de caminar. Luego sal

de tu casa y echa un primer vistazo a lacalle. ¿En tu barrio no hay obras? ¡Quésuerte! Vivirás en una isla desiertaentonces. Porque donde yo vivo,Madrid, es una batalla contra losobstáculos; y no solo Madrid: ¿quéciudad o pueblo conoces que no tengauna obra, una zanja, un socavón o acerascon alto desnivel? Los mil metros vallasestán ahí esperándote en el momento enque echas el cerrojo a tu puerta. Seguroque con esos movimientos míos, en tuimaginación clavados, has tenido quereducir la marcha considerablemente.Yendo como vas todos los días tanrápido, sorteando personas por lasaceras, con el reloj acechando,

corriendo porque llegas tarde,probablemente no te paras a pensar queun simple edificio sin rampa lateral esya casi como subir el Himalaya. O queuna acera con el bordillo alto seconvierte en una movida deconsecuencias inesperadas. Bueno, dejaya de imaginarte todo esto, que noquiero que te sientas incómodo. Tútienes la suerte de ir a buen paso y tusandares marcan el ritmo que tú deseas.Puedes esquivar un socavón y si al dartela vuelta te encuentras con un andamio,con soltar el taco de rigor o maldecir alconcejal de turno te desahogas perosigues tu ritmo. Me alegro por ti. Tienesuna inmensa suerte.

No pretendo moralizar a nadie,

pero este es un tema clave para mí y megustaría implicar a todo el mundo y quese haga algo de una vez por todas.Seguro que muchos padres que me estánleyendo recuerdan ahora lo que les costóencontrar un colegio accesible para suhijo en silla de ruedas o un lugar paravivir que cumpliera las normas básicaspara discapacitados. Cuando se sufre enpropias carnes el problema te das cuentade todo esto.

Como he comentado anteriormente,tengo una discapacidad de un sesentapor ciento y, como supondréis, me heenfrentado a barreras arquitectónicasdesde que nací. Esas barreras tanfastidiosas que hacen que la persona

discapacitada con movilidad reducida, otambién gente mayor de la tercera edad,se sientan mal, puteados. Por eso, comopuedo, gracias a mi profesión,expresarme y llegar a más gente,siempre que tengo un micro en la mano ome entrevistan, reivindico los derechosque tenemos las personas como yo.

Somos los grandes olvidados. Lospolíticos dicen, pero no hacen. Siemprete encuentras alguno en una rueda deprensa con la boca llena proclamando:«Es un tema muy importante y quedamucho por hacer». ¡Pues háganlo! Elesfuerzo que se pone es mínimo. Y asaber en manos de quién está esteproblema. ¿Me lo podría alguienexplicar? Es un tema que no les pilla de

cerca porque somos minoría, y lasminorías no ganan elecciones, quizá deahí la dejadez. Porque cualquiera puedetener un accidente que le deje en unasilla de ruedas, y todos, si el destino nolo impide, vamos a terminar viejos. Enese momento es muy probable queseamos más conscientes de que elmundo está hecho para unos pocos.

Por la parte que a mí me toca tengoque hablar de Madrid. La que se suponeque es una gran ciudad del siglo XXI noestá ni mucho menos acondicionada paranosotros. A veces, muy pocas, vesalguna cosilla que se va haciendo parael derribo de barreras, incluso es noticiaque un discapacitado tenga mandos de

poder político. Eso es algo genialporque conoce mucho mejor losproblemas del colectivo y seguro que seimplica más, pero es uno y necesitamosmuchos más. Creo que no somosciudadanos de pleno derecho si nopodemos tener el mismo acceso que losdemás. Y si un político me dice que ental calle se va a cambiar el trazado parafacilitarnos el camino, asiento. Es lo quetiene que hacer. ¿Tengo que aplaudir?¡Estaría bueno que en pleno siglo XXI nose pongan más medios para ello, cuandoes posible! Pero siempre es poco. Sihubiera más personas con discapacidaden el poder, la cosa seguro quecambiaría.

Desde muy pequeñito me he tenido

que enfrentar a una serie de baches,hoyos, excavaciones, badenes, zanjas...,muchas veces por esa dejadez de laclase política o de quien corresponda.

Podría estar horas y horasdescribiendo cosas sobre el asfaltocotidiano de mi barrio o ciudad. Estepodría ser perfectamente un diálogoconmigo mismo y la calle:

—No hay barandilla. ¡Quécasualidad!

—No hay rampa. ¡Qué «raro»!—No hay ascensor. ¡A subir a

patita!—¿Y ese bordillo? ¿Cómo

demonios lo trepo?—¿Y esa acera? ¿Por qué están

todos los adoquines levantados?—¿Tengo que gatear? ¿Trepar?

¿Ascender?Barreras arquitectónicas. ¡Qué

difíciles para algunos y qué fáciles paraotros! Subir a unos les cuesta segundos ya otros, no tengo que nombrar a quién,media hora, eso si la cosa va bien. Esaimpotencia... Impotencia también parasus familiares. Personas que no se handado cuenta nunca y que de repente porenfermedad o por accidente de tráfico seven envueltos en una parálisis. Y ahícomprendes cómo está inventada laciudad y entonces tú que sabes de qué vael tema y encuentras a mucha gente comotú recibes mil preguntas. Te dicen:«Pero ¿esto?». A «esto» le hacías tú

frente todos los días. Mas, claro, cuandoa uno no le cuesta, no es consciente ymira hacia otro lado...

Vaya barandilla, qué mal colocá,¿que no está colocá?, ¿que no hay

barandilla? Y así año tras año, año tras añoel del cuerpo extraño, sube los peldaños.¿Y adónde él se agarra?, él no se agarra,se arriesga, pero el que va detrás ni se

arriesga ni puede, se jode,se enfada, su silla de ruedas no hace

escalada, vaya putada. Cachitos, scratches y toallitas, «Aguantando el

tirón» (2006)Warner/Zona Bruta, Madrid

JUAN MANUEL MONTILLA y ANTONIOMORENO

Fijaos hasta qué punto somos unosde los grandes olvidados de la sociedad.Tengo una anécdota que es de nota. Unode esos momentos que te marcan y tedejan flipao directamente. Fue en la galade los Goya. Allí estábamos dospersonas discapacitadas, una era JesúsFranco, el director de cine que tuvo elpremio de Honor como reconocimientoa su carrera, y el otro era yo, con dosnominaciones y, por tanto, conposibilidad de subir al escenario. Puesbien, no habían pensado en ninguno denosotros: no existía acceso, barandilla orampa. Yo subo mordiendo si hace falta,como asciendo estos 16 escalones. Perouna persona como Jesús Franco, que ha

hecho tanto por el cine, homenajeado,con premio seguro y que tuviera que verla gala entre bambalinas, no en primeralínea de butacas como se merece... Creoque es una falta de respeto hacia él. Yno solo hacia él, también a todosaquellos que representaba en esemomento, gente que tiene que moverseen silla de ruedas. Parecía que nuestrotriunfo era subir los escalones, más querecoger el Goya.

Quienes me leen y están en misituación seguro que asienten con lacabeza. Ellos también se vencondicionados porque el terreno no estáa la altura de aquellos que tienen quevivir con alguna discapacidad. Y seencuentran con una rutina diaria mucho

más dificultosa que, muchas veces, lagente ignora o quiere ignorar. Hayfamilias que tienen que cambiar deresidencia porque la comunidad o elayuntamiento donde viven no puedenresolver el simple hecho de colocar unarampa a la entrada del edificio o bajaraceras de una altura imposible. Personascomo yo, a las que ya nos cuesta de porsí afrontar nuestro problema y tirar paradelante. Con mucha presión psicológicay una gran batalla con el físico tenemosque salir a la calle y, en lugar de tenerfacilidades, hemos de afrontar un simpleescalón. Hasta parece ridículoescribirlo, pero es así.

Yo me recuerdo dando vueltas a la

manzana para ver por dónde podía pasarde mejor modo. O saliendo con bastanteantelación para llegar, en hora, al lugardonde había quedado, o simplemente altrabajo. Porque tenía y tengo mil y unimpedimentos que ralentizan la marcha.La sensación de ver que toda la gentepasa y tú tienes que cambiar demanzana... Luego le das la vuelta y tedesesperas al comprobar que tienes quecambiar el sentido. De repente, ese girolleva directo a otra barreraarquitectónica y entonces te paras enseco y dices: «¡Por favor!».

Y pasa un año y otro y esospeldaños o escaleras sin barandillas, oesa entrada al edificio sin rampa lateralsiguen ahí. Nadie ha hecho nada de

nada. La verdad, no llegas a comprenderpor qué. Bueno, sí comprendes: que laspersonas van a lo suyo y no existe unaempatía con los que tenemos esteproblema. Si un político en el poder losufriera, o sus hijos, algo que no deseoen modo alguno, o tomara este temacomo bandera de su programa degobierno, veríamos como, de la noche ala mañana, las cosas se solucionaban.

Dicen que no hay dinero, que haycrisis, pero ¿qué ocurriría si el alcaldede una gran ciudad dijera que el dineroque hay destinado para el alumbradopúblico de la Navidad se sustituyera porderribar alguna de estas barreras? Oesas fuentes o esas estatuas que, sí, son

muy chulas, pero hay que examinar elorden de prioridad. Si en lugar de enellas se invirtiera en bajar bordillos oeliminar escaleras... ¿Y qué me decís delos autobuses, sobre todo los de laperiferia? ¿Qué pasa con esos chavalesque viven en Alcorcón, Pinto, Villalba oLeganés y van en silla de ruedas?¿Cómo van a Madrid? ¿Qué tienen quehacer? ¿Cogen la Renfe, el cercanías?¿Y cómo suben los tres grandesescalones de acceso al vagón? Porquees una barbaridad. Nada les ayuda apoderse valer por sí mismos. No puedenir tranquilamente a su rollo. Siempredependiendo. Al parecer, la minoríadiscapacitada no se encuentra en elorden del día de los plenos de los

ayuntamientos.

Ayudas por parte de quiensi mandatarios no se lo hacen biense ocupan de adornar la ciudad por

Navidady olvidan recortar las escaleras pa bajarolvidan tantas cosas sin intención de

recordarque mueren niños y grandes por

enfermedad y hambreque más quisiera que no fuera asísegún te toque así te tocara sufrir.

A tientas, B. S. O. de El truco del manco

(2008)JUAN MANUEL MONTILLA

Otro tema son los productos

especializados. Cada vez hay más gente

que trabaja para mejorarlos. Muebles,camas, accesorios para hacernos la vidaun poco más llevadera. Y sí que se estácurrando y poniendo mucho esfuerzo, nohay que mentir. Todos sirven para que lapersona minusválida pueda valerse porsí misma y no tenga que pedir favores.Pero aquí surge otra nuevacontradicción: ¿de qué vale ese esfuerzopara que el discapacitado pueda serautosuficiente si esos productos son deun importe muy elevado, que solo lasfamilias con alto poder adquisitivo sepueden permitir? ¿Para qué tanto trabajosi el producto no sale de la fábrica? Loque está claro es que hay que hacer unesfuerzo mayor para que todas esastecnologías o aparatos estén al alcance

de los bolsillos humildes.Luego cada uno elige por cuenta

propia. Yo, por ejemplo, me compréesta casa que iba a tener una barrera de16 escalones, pero ahí decido yo: soyconsciente, el problema es mío. Unacosa es eso y otra muy diferente es quetú tengas que salir a la calle, paguesimpuestos como todas las personas yque no piensen en ti, pero sí en lasbombillitas de Navidad o en llenarMadrid de vacas de colores, con eldinero que eso supone de transporte ymantenimiento. Y que está muy chulo ytodo eso, pero también te da rabia saberque con ese dinero se podría hacer unbien muy grande.

En fin, dejemos de ponernos tanserios. Incluso voy a hacer unaconfidencia que tira piedras sobre mipropio tejado. Yo intento sacar de lomalo lo bueno y de lo malo de lasbarreras arquitectónicas, algo bueno: alo mejor tener que haberme enfrentado aesas escaleras, año tras año, para subiral metro, al instituto, dar la vuelta sieteveces a la manzana o tener que recorrermucha más distancia andando hamantenido mi cuerpo activo. ¡Ostras!Vamos a ver el lado bueno de las cosas,que de eso trata también este libro. Peroaunque saque mi vena optimista, lo queestá claro es que tenemos que luchar porarrancar esas barreras. Por facilitar el

camino a los jóvenes y no tan jóvenes oa las personas de la tercera edad, quetambién tienen los mismos derechos quenosotros y muchas veces las olvidamos.

Luchemos, hagamos un esfuerzo poreliminar esas barreras, por subsanar yfacilitar el camino a los demás. Se lodigo a todo el mundo: que no queremoslidiar más con ellas. Así que, vosotros,políticos, mandatarios, establecimientos,organismos, concejales, presidentes deturno, aprendices de faraones, llenos desueños de grandeza, levanta aceras ycalles, excavadores de cuanto se ospone por delante en pos de fuentes ycalles floreadas al servicio del que máspaga; vosotros que andáis con pasofirme por alfombras de color rojo y

nubes de algodón donde no hay ni unasola barrera: queréis izar grandes obrascual pirámides en Egipto y no lo hacéispoco a poco, no, tiene que ser a lobestia. Todo a la vez. Que se joda elcontribuyente. Pero es que no es solocuestión de protestar por protestar. Yaveis que no es así. En nuestro caso lacalle se convierte en un verdaderopeligro.

Por favor, os pido que escuchéis.Apuntad en vuestros programas esto quemucha gente os reclama y apurad todo loque podáis para dar soluciones alproblema. Destinad más dinero, másempeño, más fuerza, más coraje.Sabemos que no se pueden derribar

todos los obstáculos a la vez, pero sípoco a poco sin descanso ni tregua.Todos a uno me pongo en boca demuchos para erradicar cualquier barrerafísica, y ya puestos también, lasculturales o sociales. Otro mal que, enlugar de reducirse, avanza a pasosagigantados. Estas barreras van más alláde la moral y parece que son imposiblesde erradicar, pero yo creo con total yabsoluta seguridad que detrás de todashay una solución. Incluso cuandoparecen casos irreversibles, siempreexistirá una persona que puedaresolverlas. Removamos los cimientos yno solo los físicos. Adaptemos nuestramente y nuestro espacio para mejorar,evolucionemos nuestras ideas al compás

de las de un entorno mucho máshabitable y solidario. Solo hay quequerer, poder y ponerse manos a la obra.¡Pero más obras no!

Por favor no nos selléis más el

paso.Arquitectos y mandatarios pensad

en el calvario que pasamos a diariola gente con movilidad reducida.

Ya sé que somos minoría, pero ¿porello no tenemos

el derecho a un acceso sinbarreras?

Con resignación e impotenciaseguimos a la espera.

PARA DERRIBAR BARRERAS«Yo también debería aprender de

ELLO»

• Siempre que puedas, recuérdanos.Habla con los políticos queconozcas y sean más cercanos ati; los de tu pueblo, por ejemplo.Pídeles sin cortarte que destinenun porcentaje de dinero aeliminar todas las barreras quese puedan.

• Haz de esto un problema tuyo,porque tuyo es. Hoy soy yo;mañana, quién sabe... Hasta quetodos no pongamos un poco denuestra parte, las personas como

yo no seremos ciudadanos deprimera. ¿Lo vas a permitir?

• Otra de las barrerasfundamentales a derribar es la dela comunicación entrediscapacitados y nodiscapacitados. Es necesarioeliminar esas murallas que sonmás mentales que otra cosa.Todos vamos en el mismo barco,todos tenemos los mismosdeberes, ¿por qué no los mismosderechos?

• No te calles. Mira con otros ojosa partir de ahora las calles de tuciudad. Y si ves a una personacomo yo sin saber qué hacerfrente a un escalón, denuncia lo

que ocurre a tu alrededor.• También hay barreras mentales y

socioculturales. En un mundo tanglobalizado, ¿por qué el serhumano sigue poniendo tantoscercos y vallas a su alrededor?Es el momento de derribar nosolo edificios, sino el conceptoentero de la mentalidad. Nodejes ni una en pie.

• Nuestra experiencia es muyrecomendable. ¿Por qué no nospreguntan a la cara aquellos quedicen querer derribar todos losobstáculos que hay a nuestroalrededor?

8

LA COMPASIÓN

Muchas veces las grandes barreras

no son bordillos, escaleras o autobuses.Hay otros muros más altos y negativosmucho más perjudiciales. Hago unesfuerzo más subiendo, primero, el pieizquierdo, agarrándome bien fuerte a labarandilla. Me encuentro en el escalónde la compasión y la exclusión social.

No «exclusión» sola o aislada, sinoacompañada de «social», y luego«compasión», eso sin más apelativo. Laverdad es que estas palabras suenanfatal y comprendo más su significadoporque las he sentido, percibido yvivido desde que se remonta mi

memoria. Aun así, y siguiendo con milínea de asaltar el diccionario a lasprimeras de cambio, he queridobuscarlas por si me aclaran algo: Deexcluir dice la RAE que es «quitar aalguien o algo del lugar que ocupaba».Otra definición de la misma palabrahabla de «descartar, rechazar o negar laposibilidad de algo». Respecto acompasión, se define como un«sentimiento de conmiseración y lástimaque se tiene hacia quienes sufrenpenalidades o desgracias». Lo dicho,suenan fatal: rechazo, negación,descarte, lástima..., pero dicho con algomás de tecnicismo. Exclusión social ycompasión son dos de las expresionescon las que he tenido que vérmelas en

más de una ocasión, y de dos y de tres...Ocuparán el peldaño que viene ahora,no queda otra. Y digo esto porque no meapetece mucho tocarlas, me da hastapereza. Podría eliminar este escalónporque quizá sea uno de los máscomplicados de esta escalera empinadaque me llevará hacia ese descansodeseado en mi cama mullidita. La zonapor aquí está jodida, es la parte de laescalera que hace curva y a él le siguenotros dos peldaños más con el mismotrazado que comienzan a ser más finitosy hay que saber bien dónde poner el pie.Me están dando ganas de pasar porencima y no tocarlo siquiera, perodejaría una parte fundamental de mí sin

contar que creo que es vital en estelibro. Además, no me gusta excluir nada.Sería bastante cobarde por mi parte.Tengo, pues, que poner todas las fuerzaspara no echarme atrás y desistir. Hayque superarlo. Se trata de un acto de fe yuna prueba de resistencia. Y es que loque significan en mi vida tiene mucho decastrante.

Ahora sí que se complica la faena.Lo cierto es que estamos justo a lamitad, ha pasado el tiempo tan rápido...Bien podría darme la vuelta en estemomento porque la bajada cuesta muchomenos, sin duda. Pero el camino deregreso tampoco me motiva en absoluto.No hay más leches, pues. Voy a ponertoda la concentración y el esfuerzo en no

caer para coronar el peldaño que hablade la compasión y la exclusión social.Casi na.

La compasión te hace sentir un ceroa la izquierda. Te rebaja, te confunde yte empequeñece. Es uno de los mayoresmuros con los que te puedes encontraren tu vida. Desde pequeñito heescuchado frases como esta: «¡Ay, quélástima! ¡Qué pena de niño!». Recuerdocómo les fastidiaba eso a mis padres; sihan tenido que corregir a la persona quelo decía, lo han hecho. Por mi parte, notengo que aclarar que es algo que nuncame ha gustado. Me hacía sentir fatal.Cada vez que iba caminando con esosmovimientos míos tan particulares pero

con mi cabeza bien alta, pensando enmis cosas, y aparecía alguien y sedirigía a mí con esa compasión a cuestaspara lanzármela, me dejaba k.o. Mefastidiaba muchísimo en ese momento. Ypeor aún era escucharlo cuando locuchicheaban a mis espaldas. Yo medaba cuenta perfectamente y mepreparaba para el siguiente mazazo, queempezaba por alguna frase que izaba lapena como bandera y el «Ayyy» comomástil. Siempre era igual. Distintaspalabras, pero el mismo significado y,lo peor, la misma cara de compasión enaquel que te lo decía: «¡Qué pena, quélástima!», «¿Dónde irá? ¡Ay, señor!». El«¡Ay, señor!» era el remate de losremates. Me sentía herido en lo más

profundo de mi alma. Me anulaba porcompleto y provocaba que bajara ellistón en décimas de segundo de lo queestuviera haciendo o pensando. Si esedía estaba contento, feliz, y con misonrisa caminando tan tranquilo, derepente me bloqueaba. Porque me sentíadegradado, humillado, achicado hasta lomás profundo, fuera de todo, nulo...

Ay padrecico, pobrecico , qué lástima de

chico,poca sangre y mucho hocico.

Nus late fuerte, «Cata Cheli» (2003)

Warner/Zona Bruta, MadridJUAN MANUEL MONTILLA y ANTONIO

MORENO

Anécdotas como esta ya supondréis

que las acumulo por docenas, perotampoco tienen nada de original y,además, algunas resultan más quepatéticas. No hay que removerlas niapelar aquí a sentimientos de más pena,que solo faltaba ya. Lo que sí tengo quedecir es lo que considero peculiar detodo esto que me ha ocurrido, lo que amí me ha pasado con la compasión. Detanto oír estas frases, de tantas y tantasveces de no poder soportarlas, deponerme malo solo de pensarlo, llegó unmomento en que empecé a digerirlo, acanalizarlo para mi propio provecho.Me ayudó muchísimo en la calle.

Ese sentimiento afloró bastantesaños después, cuando empecé a quererser MC (cantante de rap). Comencéentonces a llevar y a ver la compasiónde otro modo. La encaucé en miprovecho como una especie de grito deguerra que me repetía a mí mismosiempre que ocurría. Por ejemplo,cuando me caía o escuchaba un«¡Pobrecito!» o «Qué vergüenza, suspadres que le dejan solo». La de vecesque habré escuchado frasecitas de esetipo. Bueno, pues, como comentaba, esaspalabras no me hacían daño. Las digeríay, lo mejor de todo, empezaron a darmemuchísima fuerza, porque cuando lasescuchaba yo decía siempre para mí:

«El día de mañana os vais a enterar».Era mi escudo de protección. Y bajo élafloraba mi coraje. Lo hacíaautomáticamente, como quien enciendeun interruptor. No lo pensaba, lo sentía ycrecía dentro de mí.

Si me caía en el centro de Madrid,en una calle, en una acera (y no creáisque me caía solo una vez, no; a lo largodel día podía hacerlo siete, ocho o diezveces), cuando venía una primerapersona a ayudarme, luego una segunday después una tercera, yo empezaba aprepararme. Esta última ya llegaba conla cara descompuesta. Y luego veníanlas preguntas:

—Pero, ¿por qué caminas solo?Entonces lo digería, tragaba saliva,

respiraba y canalizaba toda esacompasión transformándola en energía ami favor. Luego hacía un ademán, contoda tranquilidad, para que no meayudaran y contestaba con amabilidad:

—No, gracias, señora.—¿Y tus padres, por qué te dejan

solo?—Porque me tengo que defender y

valerme por mí mismo.Y mientras, pensaba: «El día de

mañana os vais a enterar, os vais aenterar». Y así golpe a golpe y sinversos, pero sí con muchos pasos haciadelante, cambié algo del matiz de laestrofa de Machado y me fui haciendocamino al andar, o al caer, más bien...

Pero luego piensas, analizas y tedas cuenta de que todo el mundo no escomo yo. El modo en que cada uno vivesu discapacidad es muy diferente. Es unaexperiencia personal muy íntima que selleva según seas. A mucha gente esasfrases no le dan fuerza. Le joden la vidaliteralmente. Todos deberíamos serconscientes de esto. Desde aquí grito alcielo y digo: «Por favor, cuidado antesde abrir la boca y dirigirte a alguien así,de manera compasiva». Porque a laspersonas estas cosas les afectan y de unamanera directa, tan directa que lesmachacan. Hay muchas que conozco alas que les bloquea de tal forma que nohan querido ni salir a la calle. Sí, sí... ni

salir a la calle. Quedan inmersas en unatragedia que les inmoviliza aún más.¿Puedes imaginarte qué tipo de vidatienen encerradas en sus casas? Es algoque debería hacernos pensar. Desdeluego que más allá de una barreraarquitectónica, unas escaleras, unbordillo bien alto, la compasión es lagran muralla que muchas personas, conproblemas como el mío, tienen quesoportar. Sí, ya está, tenemos movilidadreducida. ¿Debe venir la sociedad areducir nuestro movimiento aún más?

La enorme capacidad que tiene elser humano para asumir sus propiosproblemas y resolverlos es una partevital para que muchos sepan que puedenllegar a solucionar este asunto con el

que lidian cada día. Siempre digo que elsentido del humor es algo que ayudamuchísimo. Por ejemplo, un buen modode canalizar la compasión es respondera la pregunta típica: «Pero, hijo, ¿qué teha pasado?» con un «Nada, señora, queme comí un Gelocatil adulterado cuandoera pequeñito». No sé, no es hacerbromas fáciles sobre un tema tancomplejo y tan doloroso, pero sí se tratade minimizar. Se puede serdiscapacitado y tener orgullo y tambiénla autoestima muy alta. Es algosanísimo. Estas humillaciones del día adía que merman nuestra moral hay quecombatirlas con la autoestima muy altay, siempre que se pueda, con sentido del

humor. Sé que es fácil decirlo y difícilhacerlo, pero lo siento de corazón.

La parálisis ha hecho de mí lapersona que soy y estoy muy contento decómo soy. «Mentira, prefiero andar bienya de una puta vez». Pero soy así, así esmi cuerpo y así son mis circunstancias,las que me han convertido en unapersona diferente. No por ello soy más,pero tampoco menos. Haber vivido estode manera directa y tener mucha escuelaen el terreno de la exclusión y lamarginación o la compasión podríahaberme dejado al margen, hubiera sidolo normal, pero por suerte no haresultado así. Ojalá mi experienciapudiera valer para que esas personasque no salen de sus casas por miedo a lo

que les van a decir supieran que esposible combatirlo. Aprovechar todoello a su favor, como hice yo, seríaabsolutamente positivo para ellos. Pero,claro, también con la ayuda de losdemás. Ese apoyo es básico.

Es más, ahora mismo, en este puntoen el que me encuentro, resultaparadójico, pero si camino por la calle,me caigo y viene alguien a ayudarme, mesienta bien. Sobre todo cuando acude lagente que no me conoce. Personasmayores que ni idea tienen de quién esLangui. Porque ahora casi diría quenecesito que vengan a ayudarme, ya queesa circunstancia hace que mantenga lospies en el suelo y la cabeza en su sitio.

La fama es lo que tiene, te lo da todo yte lo quita también, y yo ahora estoyacostumbrado a otras frases del tipo«Eres un fenómeno, Langui», «Fiera, unautógrafo». Es habitual elreconocimiento de tu carrera, el que note felicita se quiere hacer una fotocontigo o estrecharte la mano. Seríafácil dejarse vencer por los halagos yolvidarse de esas otras escenas quecontaba más arriba y que forman partedel sustrato de mis entrañas. Por esoahora agradezco que los que no sabenquién soy vengan con su «lastimita» acuestas para socorrerme. Y lo necesito.Muchas veces, mis conocidos me dicen:«Tú estás chalao con esospensamientos». Pero es así. Cuando me

topo con una persona que no me conocey me suelta eso de «¡Ay, qué lástima dechaval!», ya no digo aquello de «El díade mañana os vais a enterar» porquepienso: «Soy un discapacitado y me sigocayendo a pesar de la fama y losreconocimientos».

Ya sé que este sentimiento es unpoco extraño, puede que parezca delocos, pero es lo que siento. Y lo que sípienso es que nunca me he engañado amí mismo. Las cosas son como son.También hay que decir que muchaspersonas no lo hacen, ni mucho menos,de mala fe. Lo he notado siempre.Cuando recibía esas compasiones porparte de la gente yo nunca les he hecho

sentir culpables o les he soltado unabordería,que yo recuerde. Eso creo quees de muy mala leche, porque ellosseguro que no son conscientes de lo queestán diciendo. Solo desean ayudarme.Por eso he sentido más bien empatía y,cuando se acercaban a mí y les salía esacompasión, porque me habían vistodarme una buena «toña», yo siempre heinterpretado que lo hacían de buena fe.Sobre todo porque muchos son muymayores y cuando te dicen esas cosas esporque lo sienten de verdad, supongoque a ellos no les gustaría que yoestuviera así. Por eso hay que ser justosy decir que aquí no queremos levantardisputas o herir sensibilidades. Soloponer a la gente en conocimiento de

causa.Intento situarme en el lugar del

otro, pero es necesario hacer entender aaquellos que tienen tendencia a sentirempatía y sueltan esa compasión que noes bueno para nosotros. Aunque losientan, por lo menos que se lo comanpor dentro y no lo digan en alto. Porqueno todo el mundo se lo toma de lamanera que yo lo hago.

Y siguiendo aquí subido, con lacompasión casi superada, también hayque hablar de la otra parte de esteescalón compartido: la exclusión social.Creo que es otro aspecto que marcamuchísimo, ya sea por niveleseconómicos bajos, por raza, por nombre,

por apellido y, claro, ¡como no!, pordiscapacidad. Últimamente, cuando leoo veo la tele escucho mucho eso de«Alto riesgo de exclusión social». Lasconsecuencias de esta última exclusiónllegan en el peor momento. La personano puede utilizar sus miembros de lamisma manera, sumido en su problemafísico, psicológico y encima aisladosocialmente y con las miraditas siemprerondándole. Por favor, ¿a qué estamosjugando una vez más? No somos bichosraros. Y si lo somos, ¿qué pasa?Respiramos y sentimos igual que elresto.

En los tiempos en que estamossigue habiendo exclusión social, yaunque aquella famosa frase que dice

que lo que no te mata te hace más fuerte,está clarísimo. Puede que nos haga másfuertes, pero no nos hace, ni muchomenos, la vida más llevadera. De por sísi ya tienes que salir ahí fuera con laseñal en la frente de que eres moreno ode la raza y condición que seas, y si eresdiscapacitado llevas todas las deperder. Notar que te excluyen noacompaña nada a la persona que sesiente así. Es como la compasión, otraforma de anulación totalmente dañina.

Y como estamos en el terreno de lareivindicación hay que constatar que laexclusión social es una desventajaporque provoca que unos grupos seandescartados, apartados de la sociedad

en la que viven. Además, encuentran unmontón de obstáculos en su camino. Soncolectivos muy vulnerables. Con elpanorama actual la cosa no tiene buenapinta. Hay que meter, de nuevo, caña ala administración para que reaccioneante este problema, que es muy, peroque muy jodido.

Compadecerse del débil no ayuda,

sí alentarle con palabras de empujehacia él. Porque ¿no querrá usted que

esa persona se venga abajo?No excluya al prójimo por su color,

condición o trabajo.Acatemos pacíficamente lasdiferencias de cada cual.La variedad complementa la

sociedad.

CONTRA LA COMPASIÓN Y LAEXCLUSIÓN SOCIAL

«Yo también debería aprender deELLO»

• No me gusta la palabra

discapacitado. Prefiero hablarde personas con dificultad demovimiento o impedidas poralguna de las actividadescotidianas consideradasnormales. Pero aunque no megusta, soy realista y sé que es lapalabra universal que hanelegido para definirnos a mí y aotros muchos. Y por ello la he

utilizado para que me entiendatodo el mundo. Porque de eso setrata, de que se me entienda.

• Por favor, no consideres ladiscapacidad como algonegativo. En toda sociedadsiempre existirán personas así.Esos pensamientos son dañinos ypara los que, como tú, pero enotras circunstancias, quierenvivir aquí y ser felices.

• No pienses en la personadiscapacitada como alguienlimitado, enfermo y, peor aún,desgraciado. ¿Qué derechotienes para decir algo así? Undiscapacitado no tiene por quéestar todo el día pensando en su

tragedia personal, y si lo hace escosa suya. ¿Tenemos que venirnosotros a recordárselo?

• No somos menos que tú, ni mástampoco. Pero cuando alguiennos compadece, nos minusvaloratotalmente. Hace que nuestropaso decrezca y nuestro espírituse nuble y entristezca.

• Ser diferentes es un lujo quetodos deberíamos apreciar.Somos diferentes, perodeberíamos ser totalmenteiguales a los ojos de los demás,que todos hemos salido delvientre de nuestras madres. Novenimos de Marte, que sepamos.

Y si viniéramos, ¿qué pasa?Mientras sea en misión de paz...

• Planes, planes, planes y másplanes contra la exclusión.

9

LA SOLEDAD

Me encuentro al borde de este

escalón que sabe ya muchos de missecretos. Estoy a gusto en él y lo subo.Sin prisa, disfrutando del momento. Nohace falta llegar el primero cuando elque tiene que escalar eres tú mismo. Nohay reto, solo una ligera sensación depaz que fluye en el ambiente. Aquí estoy.Justo, justo, en el peldaño que se asientaen el hueco más en penumbra: el de lasoledad.

Solo, solito, solo... Me gusta estaren soledad. Es una sensación placentera.A veces la llamo y no viene y otrasaparece sin avisar. No es fiel en ese

sentido. Pero, como toda buena amiga yconsejera, siempre tiene un huecoespecial reservado en mi agenda.Llevamos, ya, tiempo juntos. Suele estarcasi siempre dispuesta a echar un ratoconmigo. Como es una compañía tanparticular, me preparo para su encuentroe intento que se sienta bien a mi lado.Siempre buscamos esos momentos enlos que nada quiebra la distancia queexiste entre ambos. Pero también es unadama celosa. Si invitas a alguien más aeste encuentro te exigirá totalexclusividad y puede que te demandeuna atención incondicional. Si se asomapor tu puerta, no hay que temerla. Solobuscar lo bueno que tiene su especialpresencia.

Pero hay veces que no te encuentrasde humor. Y si quieres que se largue nohace ni caso. Todo se llena con susombra y tú intentas mirar hacia otrolado queriendo pensar que se irá pronto,incluso te inventas cualquier excusa paraecharla. Coges el teléfono y llamas aamigos, a tu pareja, a quien sea. Peroese día, no sé si por casualidad, noaparece nadie al otro lado. Y ellasonríe, pícara, como diciendo: «Aquí teespero, no hay prisa». Entonces merelajo y pienso que no está de máshacerme un hueco a su sombra. Metumbo y empezamos a charlar. Disfrutode manera increíble ese momento.

Una amiga tiene una experiencia

muy particular bajo la batuta de lasoledad. Sufre un problema de tiroides ysu tratamiento consiste en estar aisladavarios días entre las paredes delhospital. Allí no entra nadie a verte. Nohay ventanas. La soledad viene impuestay encima es por el peor de los motivos:la enfermedad. Yo le pregunto cómoafronta tantas y tantas horas sola y elladice que a veces se siente másacompañada en esas cuatro paredes quepor la calle rodeada de gente. Además,piensa que la soledad se debe templar yque no hay que rendirse ante ella, sinohacerla tu aliada. No hay más naricesque compartir almohada y espacio conla soledad. De qué sirve entoncesagobiarse. Me cuenta que le tutea porque

así se siente más cómoda. Y ella lecuenta cosas sobre su persona que nisospechaba. Gracias a esa experienciaaprende mucho de sí misma.

Creo que la soledad es buena parareciclar la mente, para pensar enproyectos, para dar libre cabida apensamientos estancados o ideas. Bajoel ruido no hay posibilidad de relajarse,pero bajo la soledad, sí. A mí meencanta escribir en la soledad delsilencio. Son soledades las mías desilencios muy largos y distancias muycortas. Y si algo quiebra ese instante,me siento algo incómodo. Esto ocurreporque nunca es una soledad impuesta.Yo la cojo cuando quiero, pero sé que

puedo prescindir de ella, lo que resultabastante más sencillo. Porque si diceque viene o noto su presencia cuando amí no me apetece, me siento amenazadoy no quiero oír hablar de ella ni enpintura. ¿Quién es la soledad parainmiscuirse así en mi vida? Y meproduce algún que otro escalofrío.

Es una soledad que no deja de sermomentánea y que se libra con un par dellamadas a mi gente. Además, en micaso siempre ando rodeado de familia oamigos. No soy una persona solitaria,pero sí me gusta estar solo cuando yo lodecido. Sin embargo, miro a mialrededor... Uf, son muchas las personasque se sienten solas en este planeta, dehecho no hace falta ningún motivo para

sentirse así. Podemos encontrarnosrodeados de gente y experimentar esasensación de vacío o, realmente, estarsolos sin nadie a quien recurrir.

Divorcios, separaciones,relaciones a través del ordenador,teléfonos de la esperanza con miles dellamadas que descuelgan para decir«Estoy y me siento solo». Hay personasque están solas porque no mantienencomunicación alguna con nadie. Seencuentran como aisladas de lasociedad. Se sienten angustiadas cuandono hay nadie a su lado y no puedensoportar la presión que esa situación lesprovoca... Esa es la soledad que medisgusta profundamente. Tememos a la

soledad ya desde muy pequeños. «No,no me dejes solo, mamá», «Tengo miedoa quedarme solo, papá»... y luego,cuando eres mayor, no tienes a quiénhacer esa petición. Por desgracia, tuspadres ya no se encuentran contigo,porque seguro que ellos no te dejaríansolo. ¿Por qué los hijos siempre son lospropensos a dejar solos a esos padrescuando se hacen mayores? Ellos nuncahubieran hecho eso con sus hijos. Es ircontra natura.

Quienes más pena me dan son laspersonas de la tercera edad que estánsolas, con todo lo que habrán tenido quebregar en su vida para terminar así.Muchos no entienden esa soledadimpuesta. También me alucina la

cantidad de gente que, siendo jóvenes,están solos, sin recursos, sin amigos, sinel apoyo de la familia ni de la sociedad.Jóvenes y ya solitarios crónicos. Sí, sí...lo he leído: en el mundo occidental haysolitarios crónicos. Eso debe de sercomo una enfermedad incurable; ¿cómopuede ser eso posible?

Para qué negarlo, vivimos un pocoal límite, seducidos por el éxito, elpoder, por el miedo al fracaso, a notener dinero para mantener nuestro nivelde vida..., en una sociedad un tantohostil, contradictoria y competitiva queha llevado al ser humano a sentirse muysolo. En este sentido, nuestra raza buscaa alguien para aliviarse, el afecto hacia

otras personas o hacia animales decompañía nos hace sentirnos muchomenos aislados, creemos que siformamos parte de algo o de alguien nossentiremos más felices, pero ¿y si eso noocurre? Es decir, si no encontramos anadie que nos dé lo que queremos o si lotenemos pero seguimos sintiéndonossolos. Entonces padecemos un conflictoque debemos solucionar cuanto antespara no estar mal. Parece que miramos aotro lado con total desdén. ¿Y qué sepuede hacer con esto? ¿Cómo superar unbuen día en el que te levantas llorandoporque no puedes soportar la idea deestar solo? ¿Algún antídoto contra ello?Muchas veces el problema reside en unomismo, pero en otras ocasiones es

necesario asimilar que se necesita ayudaexterna. Creo que es vital quererse a unomismo. Te tienes a ti, no estás soloentonces. Si lo pensamos fríamente, esla realidad.

Hay personas que por sucomportamiento merecen estar solas. Selo han buscado. Han sido ellas las quehan ido alejándose de los demás o sehan portado de manera indigna, y ahípoco queda que decir. Pero ¿qué teaporta estar solo cuando tú no lo eligesni lo mereces? Creo que nada. Solopensamientos que no aportan nadapositivo a tu cabeza o a tu corazón, yentonces te estancas. Hay veces en quelas personas se sienten solas porque no

reciben ningún tipo de cariño. Y aunqueno estén en soledad, al no recibir eseguiño moralmente se encuentran muysolas. Es la peor de las soledades: ladel alma. Mucha gente lo dice: «En micasa no hablo nada con mi marido ni conmis hijos». No hay comunicación y estánmás solos en compañía que sin ella. Esosí que me parece triste.

«Se encontraba solo en el momentode la caída», «Estaba solo cuando sufrióel infarto», «No había nadie con él en elmomento de su muerte». Algunaspersonas que viven en soledad dicen quees mejor terminar así para que nadiesufra por su enfermedad o por sumuerte..., pero yo no sé si hay algo mástriste que acabar solo cual elefante que

se aleja de su manada para acabarexpirando en el desierto.

Otro tema muy cercano es el quetoca a las familias con discapacitados,porque en ellas aumenta el miedo a nopoder hacerse cargo del hijo cuando lospadres falten. Y también puede estar eltemor de ese hijo con la silla de ruedascomo única compañera. Todo al final seconvierte en una auténtica contradicción.Pero está mal, muy mal que la familiamire para otro lado. Antes estas cosasno pasaban, la familia era una piña.

Pienso que mucha culpa la tienen larutina y el estrés. Provocan que nodediquemos el tiempo necesario a losmás cercanos, como nuestros padres o

abuelos. Y muchas veces no es unacuestión de tiempo: basta con un abrazo,un gesto, una sonrisa cómplice. Ojalápudiéramos llevar a cabo esto que digo.Incluso yo mismo intento aprender deesto que escribo, ya que me doy cuentade que todo es culpa de ir siempre a lonuestro.

Como decía antes, disfruto de lasoledad, necesito de ella, de los ratitosíntimos, aunque soy persona que precisade gente alrededor. Me encanta el aromaa soledad de la playa de Isla Canela, esatranquilidad, esa paz interior quedesprende. Únicamente acompañado dela arena, de la brisa, del mar, de unaluna que se refleja en el agua iluminandosu alrededor. Aquí encuentro mi paz, mi

retiro.Cada uno va afrontando la soledad

a su manera. No hay más narices quesaber que anda cerca. Creo que lasoledad es la única que no te mete prisa,que te deja tranquilo, que no te atosigacon palabras, con charlas nicomentarios. No te infla con flashes,fotografías ni autógrafos. Con ella esono sirve para nada. Es la única que no tedice ahora esto, ahora lo otro...Tampoco te carga ningún marrón ysiempre te deja a tu libre albedrío. Tecoloca solo ante la vida y vigila decerca cómo te las apañas.

Soledad. Tan llena de

pensamientos.Tu nombre se compone de una

estrella yde una eternidad como es la edad

de lo acontecido.Soledad, ¿al lado de quién has

estado hoy?¿Con quién ha sido?

EN SOLEDAD

«Yo también debería aprender deELLO»

• Una de las primeras cosas que

debes tener presente a la hora dehablar de la soledad es que estesentimiento o estado no siemprees malo; de hecho, aceptar que

estás solo es algo fundamentalpara poder superarlo.

• Debes adoptar un enfoqueoptimista de la soledad yhacerla, en lugar de enemiga,amiga. También hay que aceptarque sentirse solo es unsentimiento totalmente naturalque no tiene por qué provocarangustia.

• No sirve de nada ir a la carrerabuscando la compañía de losdemás de forma desesperada,porque eso solo te provocarámás ansiedad si no encuentras loque quieres.

• Aprendes a conocer más cosas

sobre ti mismo. Te despegas untanto de tu ego y profundizas entu mundo.

• Analizas, piensas y discurresmejor, eres capaz de sacaradelante mayores proyectos ometas. La soledad así entendidaes muy positiva.

• Te olvidas del mundo. Reciclas tumente y si la dejas en blanco tedas cuenta de lo poquito quesomos y de lo grandes que somostambién.

• Recuerda el refrán: «Más valesolo que mal acompañado». Quéverdad es. Siempre que te agobieestar solo piensa en él y veráscómo te ayuda.

10

EL EQUILIBRIO

Como podéis ver a estas alturas del

libro, el equilibrio no es una de misbazas fuertes. Ahora mismo, porejemplo, si no me sujeto bien, o nomantengo el peso exacto hacia amboslados, estos peldaños se puedenconvertir en unas escaleras flotantes.Pongo todos los sentidos en nivelar bienmi cuerpo para alcanzar el escalón delequilibrio.

Este estado es muy importante; sinél llega la caída, y cuando te caes todose va al traste. Como los funambulistasdel circo. Su oficio consiste en andarganando y perdiendo el equilibrio como

única forma de avanzar. Cada paso es unreto y aunque exista red no hay quepensar en ella porque puededesestabilizarlos y hacerles caer.

Yo tengo, como ellos, un equilibrioalgo inestable, como suspendido en elvacío. Parte de una posición incómodadonde el cuerpo sigue una complicadaserie de oscilaciones que necesitan desu tiempo para compensarse. Endefinitiva, es un poco titubeante, pero lotengo. Hasta llegar a él ya sabéis que hepasado mil y una hazañas. He aprendido,a base de mantenerme, aunque sea en lacuerda floja, que sin equilibrio no haycompensación. Hasta el catamarán másgrande lo necesita. Y es mucho másimportante de lo que parece a simple

vista. Te da estabilidad, que creo que escomo hay que vivir la vida, porque si nola cosa no marcha.

Como en un barco, hay que tener unbuen mástil, una buena vela, un pesoadecuado para no perder el equilibrio yun equipo por si hay que arriar oprepararse en caso de que aparezcanráfagas de viento que pudieran provocarque perdamos el rumbo y zozobremos.Porque durante el viaje el mar unasveces se encuentra más movido y otras,más tranquilo, pero siempre te va alanzar olas que intentarándesestabilizarte.

Eso mismo ocurre en la vida. Elequilibrio es una cuestión fundamental.

Supongo, por lo que me cuentan, que escomo montar en bici: no se olvida. Yolo de la bici lo dejé por imposible porunas cuantas buenas caídas que tuve yque me hicieron desistir en el empeño.La última hizo que se enredara mi pie enla cadena y pensé: lo de Induráin no eslo mío. El caso es que para cualquiercosa hay que mantener el equilibrio,porque si no, te la pegas.

Igual que yo cuando empecé a darmis primeros pasos, eres consciente deque tienes que aprender a equilibrartesin que nadie te diga nada. Solonecesitas un guía para ir cogiéndolopoco a poco. Cuando somos mayoresolvidamos ese aprendizaje, porque nossale instantáneo. Si no, siempre

estaríamos en el suelo.En otro plano se encuentra la

estabilidad familiar. Si se desmorona esporque no hay un equilibrio, bien seaeconómico, sentimental, emocional olaboral. Tantos y tantos son los peligrosque acechan en este sentido que hay quemantenerse siempre alerta.

Luego hay casos extremos, como elde esas familias que tienen algúnmiembro con problemas graves dedesequilibrio mental. Eso sí que esjodido. Lo mal que lo pasan, lo difícilque es para ellos la vida. A veces tiranla toalla porque no tienen ayuda denadie; se convierte, en ocasiones, en unabatalla perdida. Y luego siempre hay

por ahí algún listillo, sin razón, que tedice cómo actuar. Es que no falla. Poreso pienso que no somos conscientes delo importante que es la palabra quecorona este escalón. Yo diría más: lo escasi todo. Es el control, regula cadapaso que damos desde el ámbito físicohasta el emocional. Entra de lleno en elcomplejo tema de los sentimientos, de lalibertad, de las dudas, las obsesiones, laliberación... Todo depende de estapalabra. Hasta el vértigo se encuentraestrechamente relacionado con ella.Pero no me gustaría que el vértigo dieraal traste con este capítulo. No lo vamosa nombrar más.

Hay que intentar no perder elcontrol, tanto si estamos bien sujetos al

suelo y todo parece que marcha, comocuando viene lo que podríamos definirla tormenta perfecta. No queremosterminar como los de la peli, con el aguaal cuello. Hay que saber capear las olas,es decir, los conflictos, los problemas,las enfermedades, los malestares (sisigo, no paro) que aparecen a lo largode la vida. No importa que vengan porla izquierda, por la derecha, deespaldas, con altura, con fuerza. Daigual su dirección o intensidad. Tú estásbien sujeto a tus cimientos y tienesenfrente a un buen karateka dispuesto anoquear a estos oponentes. ¿Cómohacerlo? Pues potenciando siempre eseequilibrio. Si tus bases están bien

asentadas en tu cabeza será difícil que tepierdas y te desequilibres.

¿Qué cuesta más aprender,equilibrarte o mantener el equilibrio?Hay que compensar el peso hacia unlado o hacia otro. Hasta para esotenemos que calcular y mantener bien laestabilidad. Supongo quedescompensamos el equipaje cuandollevamos una vida donde todo se traduceen una palabra: complicación; cargamosmucho hacia un lado y luego vienen lascontracturas mentales. No haymotivaciones, nos sentimos agobiados,cualquier cosa nos oprime el pecho. Sitenemos siempre esa sensación de caídaal vacío, ahí el equilibrio hadesaparecido y hay que buscarlo como

sea. Cuando lo encontramos nos damoscuenta de que dirigimos las riendas denuestra vida y nos sentimos más libres.No hay lucha. Nuestro cuerpo y nuestramente se encuentran en firme y plenacomplicidad. Y aunque existancircunstancias que provoquen esainestabilidad, estamos preparados paraafrontarlas. Pero antes hay que atraerhacia nosotros ese estado de equilibrio yno perderlo.

Lo tenemos complicado, para quévamos a negarlo. Hemos venido a unmundo donde la naturaleza y la vidadeben permanecer en total armonía paraque todo este engranaje marche a laperfección. El gran ejemplo está en

cómo viven los animales. A mí me gustaver programas de televisión porque deellos saco mucho material que luegoutilizo en las letras de mis canciones. Detodo se aprende. Por eso, cuando echanalgún documental de naturaleza me doycuenta del perfecto equilibrio que existeen ella. La mayoría de las veces tesorprendes y aprendes cómo es,realmente, la vida. Adónde nos lleva,cómo somos y adónde vamos.

La vida está llena de equilibrios.La flora, los animales. Uno se come alotro, siempre en equilibrio. Yo miro ypienso: ¿cómo es posible que todo seatan perfecto, tan organizado y delicado?Los planetas, las estrellas, las galaxias...Oímos hablar de esto, pero no

consideramos el tema con minuciosidad.Y el equilibrio es hipersensible. Elorden del universo es tan hermoso, seencuentra tan planeado, tan al detalle (oeso parece). Desde las partículas máspequeñas hasta las más inalcanzables...

Pero el ser humano no le da eseequilibrio al mundo. Se talan árboles, sequeman amplias superficies de selva obosques en todo el mundo, se viertenresiduos al espacio, el mar es unvertedero, se capturan y se matanespecies protegidas, se pesca y se cazasin control. Eso afecta al pájaro cuandovuela, al mono cuando salta de árbol enárbol. De repente le hemos talado unárbol, no tiene donde asirse y cae. Y

luego nos extrañamos porque ahí arribahay un gran boquete por el que se estáncolando los rayos ultravioleta del sol.

Según he leído, los científicosempezaron a notar el fenómeno desdefinales de los setenta. Avisaron de quecada año había una gran reducción de lacapa de ozono sobre la Antártida y luegoapareció un agujero más en el PoloNorte. Y dicen que esos agujerosaumentan cada año. Algo va mal. Creoque el hombre se ha hecho con un huecoque no le corresponde y de ahí no semueve. Pues eso le pasa al mundo. Elser humano no aprende, parece que vapor libre. Decimos: «Sí, sí..., somosconscientes de que hay que mantener eseequilibrio», pero ¿qué hacemos cada

uno en nuestra casita para que así sea?Nos mentimos pensando que este es unasunto de las altas esferas (que tambiénlo es), que no va por nosotros. Pero no,empieza por uno mismo.

El mundo poquito a poco se vadescompensando. Se hizo y siguehaciéndose a base de envidias, depoder, de ostentación, de nocompromiso. Estamos cargando mucho anuestro planeta y cuando la balanza pesedemasiado, hacia un lado u otro, secaerá y vendrá la destrucción. No quieroser catastrofista, no es mi estilo, pero esque hay que ser consciente de ello y noengañarse.

Lo gracioso es que todo el mundo

usa esta palabra para su propioprovecho. Parece ser que solo lautilizamos cuando queremos sacar algo acambio.

De hecho, está en los anuncios:«Lleve una vida equilibrada: tomeyogures Patatín, que le mantendránequilibrado por dentro»... ¿Equilibradopor dentro? ¿Y eso qué es? ¿Te tomas unyogur y tu vida está solucionada y coneso la del resto del planeta? Yo es queno lo entiendo. Luego, cuando tenemosque equilibrar nuestro mundo no lohacemos. Ahí no hay eslóganes. ¿Porqué no nos inventamos un eslogan quediga algo así como «Lleve a su vida unacapa de ozono ¡Tenemos solo una yademás no engorda!».

Equilibremos, pues, nuestra mentey así daremos paso al equilibrio delcorazón. Uniendo ambas fuerzaspodremos mantener esa proporciónexacta que necesita el mundo. No solouna persona, sino el mundo entero. Y norobemos el equilibrio del otro, ya seanpersonas, peces, flores o cuanto ser vivoesté a nuestro alrededor, a base decompensar hacia nuestro lado. Parar lamáquina se convierte aquí en un objetivofundamental. Vivimos proyectados haciael futuro. No somos capaces de saborearel presente. Cuando estamos disfrutandode algo enseguida pensamos en otra cosaque nos podría hacer más felices y nosomos capaces de alargar ese momento.

Todo eso desequilibra.Sin frenar ese ritmo, sin tener

calma, ¿cómo es posible disfrutar delplacer de una caricia, de la lectura, deun rato de silencio? Incluso ¿cómopodemos crear nuevos vínculos, cómohacer nuevas amistades o conocer aalguien a quien amar? La respuesta esobvia. Es necesario detenerse, parar,pensar en las cosas con calma ydetenimiento. EQUILIBRAR. Cada instanteque vivimos no se volverá a repetir y,tal vez, nos estamos perdiendo uno delos momentos más importantes denuestra existencia sin saberlo.

Es difícil pararse, nos movemos enun mundo en el que las obligaciones sonmás acuciantes, donde las personas cada

día nos exigen más y nosotros nosexigimos más aún para sentirnos másvivos. Aparentemente todo se puedeconseguir pero, ¿eso hace que nossintamos realmente felices? No, segúnlas estadísticas. La sociedad vive cadavez más insatisfecha con la depresión, elestrés y la ansiedad a cuestas. Unasociedad desequilibrada. Tal vez hayallegado el momento de replantearsemuchas cosas, parar, meditar y dar unsentido nuevo a nuestra existencia.

Equilibremos, pues, la balanzapara tener buena la panza

pero sin hacer perder el equilibrioal resto.

Nunca o casi nunca es tarde paraaprender.

Contrarresta, pues, para empezar,a equilibrar el mundo,equilibrio pleno para él.

PARA EQUILIBRAR

«Yo también debería aprender deELLO»

• Da sentido a tu vida. Una vida

carente de significado pierde laesencia que caracteriza a esaexistencia.

• Huye del consumo desaforado.Una buena parte del ocioconsiste en consumir, muchas

veces sin necesidad. Adquirirbienes produce una simplesatisfacción fugaz. Vivimos paragastar, para tener más. En esecontexto, el dinero nos dirige e,irónicamente, las cosas vanperdiendo su valor.

• Aprende a priorizar. Eso significacolocar tus tareas por orden deimportancia verdadera y no deurgencia. Lo urgente es, porejemplo, hacerse una revisiónmédica. Eso nos dará equilibrio,pero es importante saber qué eslo realmente urgente y qué es loimportante. No aplaces loesencial.

• Rodéate de buenas energías. La

de los árboles, por ejemplo, esmuy equilibrante. También la detu familia, tus amigos, tus hijos.Estamos tan acostumbrados a oíresta palabra que no somosconscientes de hasta qué puntonos afecta. La energía nos rodeacomo un halo, es invisible peroprovoca reacciones tanincreíbles como hacernos sentirbien o mal en tan solo unsegundo. Pero esa energíapodemos canalizarla hacianosotros mismos si no queremossentirnos débiles, sin fuerzas,enfermos...

• Intenta que a tu alrededor sea todo

positivo. Una simple sonrisa, undetalle mínimo, una muestra deeducación o una sutileza. Nodejes que un atasco, una malacontestación en el súper o undisgusto te convierta al instanteen un ser violento. Controla tuira. Ya verás cómo eso provocabuena armonía en tu entorno.

• Que tu equilibrio parta siempredel equilibrio natural. No vayascontra natura. Mantén tu espaciovital libre de malos rollos y séconsciente del maravillosoplaneta que nos rodea. Todo estan alucinante a nuestroalrededor que deberíamospensar mucho en lo frágil que es.

• Tú no estarás aquí siempre. Perosí tus hijos y los hijos de tushijos. Sería genial tenerconciencia de que cada uno debecuidar su planeta, su espacio,con total y absoluta devoción.No des carta blanca a la desidiamental y no te dejes llevar pormuchos que no quieren ver loque está pasando.

11

EL HUMOR

Subamos el peldaño del humor

recordando varias historias memorables.No puedo evitar la carcajada pensandoen ellas y eso puede hacer que pierda laconcentración y se me vaya la mano o elpie. El escalón del humor es el vehículoconductor con el que me muevo en lavida.

Busco al humor igual que el humorme busca a mí, y me encuentra, vaya sime encuentra. Me ha hecho olvidarmomentos no muy gratos o minimizarsituaciones de bajón o de tristeza.Grandes humoristas o comunicadoreshan contribuido a ello. No solo para

despertar mi risa, sino también paraaprender y llevarlo a la música, a miprofesión, o a la radio. Gente comoGila, Gomaespuma, Andreu Buenafuenteo Berto Romero. En mi programa deradio lo uso mucho. De hecho, es unmagazine de humor. Nos reímosnosotros e intentamos hacer reír al quenos escucha.

A mí el humor me lleva arecrearme, a dar rienda suelta a miimaginación en mil vaciles y chistes. Acrear historias o personajes cargados degracia y locura. Todo para provocar elasombro y la risa del receptor.

Por ejemplo, yo entro en un taxi ypocas son las veces que no vacilo con elconductor. Me invento un personaje en

torno a mí, sin cortarme un pelo, quehace alucinar al taxista. Muchas vecesme sorprendo a mí mismo al ver hastaqué punto puedo llegar a imaginar eimprovisar una historia y un personaje.Lo gracioso viene después, al finalizarel trayecto, cuando le dices que todo eramentira. La risa que le provoca y su carade alucine me proporcionan una gransatisfacción y me llenan de energía. Aveces también he pecado. No he llegadoa confesar que la broma era mentira yme he bajado del taxi tan tranquilo.

Podría contaros cientos de grandeshistorias de humor que han tenido lugaren mi vida. Una de ellas es digna derecordar. Durante un año estuve

gastando una broma a mi amigo Emiliohaciéndome pasar por El Rizas, unpersonaje inventado al que ponía unavoz particularmente ensayada para quela «víctima» no me reconociera. Éldudaba en ocasiones de la veracidad detoda la trama, pero yo me lo curraba tanbien que terminó por caer.

—¡Qué pasa, Emilio! Soy El Rizas,me ha dado tu número Langui.

Así comenzó toda la historia, comouna simple broma de verano mientrasestaba de vacaciones con La Peñita alCompás. Yo le llamaba, ponía el manoslibres del móvil, y todos escuchaban laconversación. Imagínate las risas y elintento por controlarlas para que Emiliono se enterara. Pero me enganché tanto

al personaje que yo mismo había creadoque incluso cuando estaba solo cogía elteléfono y le daba un toque. Eso meestimulaba y me empujaba a continuarcon la historia. De este modo estuve unaño entero llamándole mañana y tarde.Había momentos en los que dejaba pasarun mes sin llamar. Entonces me montabaotra película y le decía que mi vida, ladel Rizas, había cambiado, que me habíadejado la novia. Y cuando le veía en elbarrio me comentaba:

—Me ha vuelto a llamar El Rizas yya tengo un mosqueo... Es un pesao. Nosé por qué has tenido que darle minúmero a ese tío, joder, Langui, queencima es un notas y me llama con

identidad oculta.—No te preocupes, que es un

colgado, a mí también me llama de esamanera.

—Pero, tío, qué iba a saber yo. Leconocí en un concierto en Asturias y medijo que era pollero (mi amigo Emilioes pollero de profesión). Le di tunúmero para quitármelo de encima —leexplicaba yo, muy en mi papel, para queno se enfadara y a modo de disculpa.

Un día Emilio anuncia que se casay, por supuesto, El Rizas se entera yquiere asistir a ese enlace.

—Me ha dicho Langui que te vas acasar y yo quiero ir a esa boda porqueya eres como de mi familia.

Emilio, que es un buenazo, ya

estaba asustado con el tema.—A ver si este colgado se va a

presentar en la boda... Ya le he dichoque no puede venir porque somosmuchos, pero se ha apuntado a ladespedida. Joder, qué marrón, Langui —me decía agobiao...—. Claro, yo teníaque seguirle el rollo.

Pero, casualidades del destino, eldía de la despedida teníamos unconcierto en Berlín y no pudimos ir a ladespedida. En ese momento yo pensabadecirle ya la verdad. Pero mi mente«perversa» pensó en ir más allá. Entretodos los que íbamos a asistir al eventohabíamos contratado a un actor para quehiciera bromas durante la cena, así que

le llamé.—Mira, la broma a mi amigo te la

voy a preparar yo.Le expliqué que, durante un año,

había creado un personaje y le contétoda la historia. Le hice ensayar mimodo de hablar para que se hicierapasar por El Rizas en la despedida. Elactor no daba crédito. Me comentabaque se iba a dar cuenta, que Emilio no seiba a creer que él era El Rizas, quedespués de un año de broma iba areconocer la diferencia en la voz.

—Tú no te preocupes que él estarácon su pedete, es su día —letranquilizaba.

Mientras, Emilio, cada día másagobiado, me pedía que si me llamaba

El Rizas para ver dónde era ladespedida, le dijera que no tenía ni ideaporque me iba a Berlín. Y llegó el grandía y los que allí estuvieron me locontaron con detalle. Todos, que erancómplices, estaban muertos de la risa,conocían la broma. Emilio solo sabíadecir:

—Ya verás cómo se presenta en laboda y me la lía. El puto Langui que letuvo que dar mi número.

Dicen que la cena fue memorable,unas carcajadas tremendas y todo elmundo cámara en mano inmortalizandoel momento. Y Emilio sin enterarse denada. Estaba todo muy bien preparado,milimetrado al segundo, pero también

había lugar para la improvisación, comose deben hacer las buenas bromas.Cuentan que cuando llegó el actorincluso se abrazó al que creía que era ElRizas, diciéndole que después de tantasconversaciones había terminadoformando parte de su vida.

Imaginaos la escena, y no me digáisque no es para morirse de la risa:Emilio iba disfrazado de pollo,haciendo honor a su profesión y a suparecido con estos animales. A todoesto, El Rizas/actor se había cortado ytenía la mano vendada. Eso daba másveracidad a su papel de pollero en susupuesta vida real. El Rizas le contó quese había herido cortando un pollo. Todocuadraba. Pero pasó la cena y el actor le

comentó:—Tío, y de aquí a la boda.Entonces estalló el asunto y mi

amigo le empezó a decir:—No, mira, no puede ser. Somos

ya muchos. No cabe nadie más.Y el otro empezó a ponerse

pesado:—He venido desde Asturias solo

por ti y ahora no me permites ir a tuboda.

Ya en plena calle, a grito pelao,con el resto de amigos alrededorgrabando la escena con móviles, Emilio,que seguía vestido de pollo hasta lacresta, va y le suelta:

—Si quieres boda, te vas a la puta

boda del Langui. —Muy enfadado,continúa—: Y como me sigas tocandolos huevos te cojo y te meto en ese cubode basura —amenazó señalando uncontenedor.

Y entonces el actor se subió en unbanco en lo alto de la calle y empezó agrito pelao:

—Me ves, me ves. Me dejas tiraoigual que me dejó mi novia. Pues quesepas que esto es una broma de tucompadre Langui.

Emilio, claro, no se lo creía aunquese lo decían todos, incluido el actorcontratado. Pero él se encontraba tandescuadrado que no se podía imaginarque todo hubiera sido mentira.

—¡Pero si he estado un año

conviviendo con ese notas, que mellamaba tres veces al día y luego mecolgaba! Además, no puede ser mentira:este chico tiene la misma voz —era loúnico que acertaba a decir.

Ya el actor le tuvo que explicar quehabía sido contratado por La Peñita alCompás para seguir con la broma quehabía empezado hacía un año.

—Langui, la madre que parió alLangui —fue el remate final de Emilio atoda esta broma.

Es una de las grandes historias depersonajes que recuerdo haber creado,más que nada por la duración. Todos losamigos me decían que se lo contara, queal final Emilio se enteraría y se iba a

mosquear. Pero en mi cabeza no entrabaque se enfadase, a mí me parecía algomemorable; pensaba que si alguien mehiciera algo así, cuando tuvieracincuenta o sesenta años me iba a partirde la risa recordándolo. Siempre ledecía a mis colegas:

—Ya se lo contaremos mañana.El humor me hace construir, recrear

y pasar un buen rato a mí y también a losque están a mi alrededor. Yo seré muycabrón, pero a día de hoy mi amigotodavía lo recuerda y se ríe conmigo yme dice:

—¡Qué broma me gastaste, hijo deputa! Cada vez que la recuerdo me partode risa.

Porque él sabe que jamás hubo

intención de herirle, no era una bromapesada. Pero El Rizas sí era un pesado.

Hay muchas historias más de miinvención. Y mira que alguna que otravez me la han metido a mí. Pero nosuelen, no se atreven, estoy muy ducho.

Habitualmente soy yo el que gastalas bromas y los demás los que lassufren. Por ejemplo, un día entré en unapastelería en una zona nueva de mibarrio, en la otra punta, y su dependienteme reconoció. Sabía que yo era famoso.Sin pensármelo dos veces creé otropersonaje. Le empecé a soltar mihistoria inventada. Le conté que antesera un águila y que ahora había bajadode categoría y me había convertido en un

gorrión. Parecía tan surrealista que nopensé que se lo fuera a creer. Pero alver la cara que ponía y las preguntas queme hacía, mi mente se disparaba y labroma me salía sola.

De repente me veías contándole,como si tal cosa, que era un gorrión. ¿Osimagináis la cara del otro? Y le soltaba:

—Me han vedado, me hanprohibido dar conciertos porque matabaaves en el escenario. Me soltaban unagallina y le mordía en la yugular. Claro,eso cuando era águila.

Cuando lo contaba, imaginaba lacara de mis amigos. Si me hubieranvisto en ese momento... Les veíaescuchándome y no podía parar depensar en lo que fliparían y en sus risas.

En ese momento se establece unaespecie de toma y daca entre mispensamientos y en hacer creíble mihistoria al de enfrente. Durante semanascontinúo aquella broma.

—Ahora estoy con pastillas en uncentro de rehabilitación y me dejan salirmuy poco rato —le solté un día.

El dependiente se lo creyó todo. Lomejor ocurrió un buen día que regresé ala pastelería y me saludó con un «¿Quétal, gorrión?». Aquello ME DIO ALAS. Ycontinué con la broma diciéndole que aldía siguiente le iba a llevar unas aves,porque tenía mono.

—Tú aquí, en esa rebotica, laspuedes dejar —le decía refiriéndome a

la zona donde estaba ubicado el horno.El pastelero empezó a darse cuenta de lopeligroso de la situación e intentabadisuadirme como buenamente podía elhombre, pero yo no le dejaba hablar einsistía—: Me van a traer dos pollitos,dos patos y un par de aves que me hancostado mil euros. —Y para dar máscredibilidad al tema, mientras queseguían entrando clientes y él ibadespachando, yo me echaba a un lado yhacía como que hablaba por teléfonocon el supuesto vendedor de aves—:¿Un pavo real puede ser? —Miimaginación se aceleraba mientras veíala cara del hombre intentando despacharlo antes posible.

El hombre ya empezó a disuadirme

para que allí no llevara las aves, que leiba a meter en un buen marrón con sujefe. Según iban desencadenándose losacontecimientos en mi historia, habíamomentos en los que la conciencia, losremordimientos, llámalo como quieras,me decían que tenía que decir que todoera una mentira. Pero este pensamientopasaba fugazmente por mi cabeza yseguía con mi bola. En esta ocasión durómás de dos semanas.

Un día llegué a la pastelería y mepuse en situación. Entré muy nervioso yto sudao, y le dije que en cinco minutosvendría el muchacho y me traería losdos patos, las gallinas y los pollitos.Había que ver la cara de ese hombre.

Era un poema. De repente, vi cómo semetía para dentro, al interior de latienda, y llamaba por teléfono. Pensé:«En el lío en que me voy a meter. Estállamando a la poli». Pero continué.

—Mira, se me hace la boca agua depensarlo... Lo malo va a ser la sangremezclada con la masa del pan ahídentro, imagínate. Hay que poner algopara taparlo, ¿tienes sábanas?

Él ya no sabía qué decirme,simplemente me contestaba:

—Tranquilo, tranquilo —asentíamuy nervioso, y volvía otra vez alinterior de la tienda a llamar de nuevopor teléfono.

Y ahí no pude seguir más. Leconfesé la verdad, insistiendo varias

veces porque no se creía que era unabroma, y cuando se dio cuenta había queverle partido de la risa: le faltó tirarseal suelo.

Otra bromita que no tienedesperdicio se la gasté a un periodistahace poco tiempo. Me llamó porteléfono y yo, sin pensármelo dos veces,le dije que Langui no iba a poder hacerla entrevista, que me había contratado elmismo Langui de asistente personal conel fin de responder a todas las preguntasque me hiciera. A modo de confidencia,y ya en mi papel, le indiqué que lo queen realidad ocurría es que Langui sehabía vuelto, literalmente, paranoico. Elperiodista flipaba.

—Pero si Langui parece un tipomuy cercano. De hecho, ya le hice unaentrevista en persona.

—Tú no te preocupes —letranquilicé—. Me dices las preguntas yyo te contesto como si lo hubiera hechoél.

—Pues yo esto no lo veo bien.Parece mentira, con lo que ha sidoLangui, un tipo tan cercano...

—Pues qué quieres que te diga, esverdad, se ha vuelto un poco imbécil,pero a mí me paga por esto, y tal y comoestán las cosas hoy en día... —Además,añadí que desde que estaba escribiendoeste libro se había rallado un poco conel tema—. No deja ni que le den la

mano. Se pone guantes para saludar a lapeña sin que la gente lo toque, incluso selleva sus propios cubiertos a losrestaurantes.

—¿Qué dices? ¡Como MichaelJackson!

—A ver si cuando acabe el libro sele pasa. —El hombre alucinaba y soloacertaba a decir que cuando todo elmundo se enterara de eso se iba a armarbuena—. A ver si es verdad que se lepasa cuando termine el libro —añadíayo.

Y el periodista empezó a hacermela entrevista. Supongo que pensaría quetenía una gran exclusiva. Cuando yaterminamos, me dice:

—Bueno, Rafael, gracias —porque

así le había dicho que me llamaba yo.Y le contesto:—¿Cómo que Rafael? ¿Por qué me

llamas así? —Ahí le solté que eraLangui... No paraba de reírse. Y yo ledije—: Pero, macho, si tú me hasentrevistado en persona, ¿no reconocesni mi voz?

—Tío, me lo he tragao todo —y noparaba de reírse.

Creo que son historias cargadas dehumor. El humor es bueno. Es un granvehículo. De hecho, todo se adereza conél. Para la infancia también. Criar a losniños entre risas, que sientan la alegríaque les rodea, es algo muy importante. Yno solo para la infancia, sino también

para la tercera edad, para las personasmayores. Yo firmaría para que mi vejezfuera así, llena de humor.

Reconozco que mi humor esirónico. Pero no se puede confundir elhumor con las bromas pesadas, que esjodido. No sé si estas que os he contadolo han sido, pero lo que sí sé es quecuando se ha descubierto todo el pastely el juego termina, todos nos reímos acarcajada limpia, y el que más, elafectado. El verdadero humor es el quetermina con todo el mundo riéndose.Hoy eso no pasa, porque llega incluso aconfundirse humor con violencia. Unabroma en la que uno se prepara paraponer la zancadilla a otro parainmortalizar el momento con el móvil es

motivo de risa y de muchas visitas enInternet.

Y luego está el reírse de unomismo. Por ejemplo, el «cuerpoescombro», como me hago llamarmuchas veces:

Alegría, esfuerzo, detalles e ilusióntú vigila al centinela que yovigilo al centuriónque mil formitas tengo dellamar tu atencióny con mi «cuerpo escombro»de captar la expectación donde sea.

Palmas darnos, Maxi-single: «En tu carino paio»

(2003)Warner/Zona Bruta, Madrid

JUAN MANUEL MONTILLA y ANTONIOMORENO

El humor te hace la vida más

llevadera, te hace pasar la enfermedadde manera especial o tu problema odeficiencia de forma más agradable.Quita peso a toda la maleza.

De hecho, mis canciones vancargadas de mucha ironía y humor.

Ja, ja, ja... ji, ji, ji

el oír y ver reír a los demás,me hace mearme a mí.

Humorísticamente hablandodeja de ponerte serio

con esa cara tan alargá.Que tienes un gran parecido

con una baguette de pan

UTILIZA EL HUMOR

«Yo también debería aprender deELLO»

• Siempre y cuando puedas. Es

buenísimo para el espíritu.Además, dicen que para estarsano hay que reír al menostreinta veces al día. Yo digo quesesenta.

• El humor potencia la creatividad.Saber hacer reír es poner alas ala imaginación más abierta yvisceral.

• Cuando nos tomamos las cosascon sentido del humor

incrementamos la confianza ennosotros mismos y aprendemos aminimizar las cosas.Desechamos así lospensamientos negativos que, aveces, nos asolan.

• Hay que alegrarse siempre quesea posible y mirar el ladopositivo de cada cosa, incluso ensituaciones cotidianas que tienenpoco de risueñas.

• El humor y su compañera, la risa,mejoran al instante el estado deánimo. Es el mejor antídotocontra los malos rollos. Y,además, dicen los expertos querejuvenece. Yo creo que lo querejuvenece es el espíritu.

• Ríete de ti siempre que puedas.Después de todo, cuanto mejorlo pasemos por aquí, más felicesseremos.

12

EL SILENCIO

Subo este último tramo con la

intención de no hacer ruido y así nodespertar a los que ya están dormidos.¡Qué silencio hay! Silencio nocturno enel que la respiración profunda del sueñoenvuelve toda la casa. De repente medoy cuenta del encanto del silencio y desu paz. De la tranquilidad que meproporciona.

Muchas veces resulta muy difícilsalir del ruido para adentrarse en elsilencio. Parece como si muchosestuvieran más a gusto entre gritos. Elsilencio no gusta, tal vez, porque invita areflexionar. Y tan deprisa como vamos,

la reflexión tiene poca cabida ennuestras vidas. Tampoco gusta porqueno mira relojes, y nosotros nos pasamosla vida pendientes de él. El silencio noentiende de tiempos. No pregunta porqué ni demanda horarios. No precisa deVisa porque no tiene precio.Proporciona solo una experiencia fueradel tiempo y también del espacio.

También nos regala una forma deescuchar que es la más increíble einédita de cuantas existen. El silencio esbueno por momentos y hay momentos enlos que necesito de ese silencio. Porejemplo, para reflexionar. Ahí dosificoel ruido, bajo el sonido de mi voz y meadentro en los espacios que no sequiebran con nada. Me gusta hacer este

ejercicio, simplemente, para escucharcon perfecta claridad.

Si te paras en cualquier rellano deun bosque, bajo el cobijo de un árbol, ycierras los ojos, el silencio empieza adarte pistas muy interesantes. Percibessonidos que en el ruido de tu ciudad nisospechas que existen. Como el susurrode la naturaleza. Me encanta perdermeen pleno campo y escuchar hasta elcrujir de una ramita por el paso de algúnanimalillo. Yo me agazapo y guardo mássilencio si cabe para no romper esemomento. Otro sonido que disfruto ensilencio es el del fruto de un árbol,como el ciruelo que cae al suelo. Esalgo tan sutil...

El silencio a veces es la respuestamás contundente. Practicar con él pone aprueba nuestra imaginación. El silenciode los demás es también fundamental, ymuchas veces, la mayoría, no lorespetamos. Pero es muy necesario paraque se exprese el que va a hablar. Dehecho, es insoportable ver losprogramas de televisión en los que hablatodo el mundo a la vez y no se respeta lapalabra del de al lado. Eso mismo serefleja a pie de calle, porque cada vezse lleva más este tipo de tertulias en lasque a uno se le quitan las ganas deintervenir: más que charlar tienes quegritar para que te escuchen.

Hay silencios que no he llegado a

probar, como el del desierto, que tieneque tener un embrujo encantador. Meimagino que las dunas deben de sercomo montañas llenas de secretosguardados en silencio durante siglos. Y,además, allí debe de ser difícil que algoo alguien rompa ese hechizo.

De mi infancia tengo un silenciocómplice favorito. Se trata del sigilososilencio que iba despacito, despacitohacia el monedero de mi madre parasisar unas pesetillas. Que no se oyeranada ni te pillaran porque la que te caíaera chica. Aunque creo que las madressiempre saben que les has birlao unapelas, pero se hacen las tontas.

Hay otro silencio que nunca hepodido cumplir ni respetar. Se trata del

silencio en clase. Tenía fritos a misprofesores: «Juanma, ¡cállate!». Pero yocasi nunca conseguía quedarme callado.

El silencio que más me ha hechocontener la respiración ha sido el que seproducía tras la famosa frase «¡Silencio,se graba!» del rodaje de El truco delmanco. Cualquier ruido, cualquierdespiste, cualquier tos o estornudointerrumpían la escena al instante. Peroaquel silencio que era el preludio de miescena, cuando todo un equipoescuchaba de manera cómplice sinmover un músculo; me poníaliteralmente los pelos de punta. Yomantenía la concentración a tope, atentoa mi personaje y a mi diálogo,

intentando sacar todo lo que llevabadentro. He de reconocer que es uno deesos momentos de mi vida que quedaráen el feedback de mis recuerdos.

Hay silencios que busco. Porejemplo, me encanta el que surge en unescenario justo después de un concierto.Lo disfruto de manera increíble. Hansido muchos los decibelios de sonidoque han recorrido todo mi cuerpo. Allíel ruido se siente, se palpa y se disfruta.De repente, todo se acaba y, sin dartecuenta, el silencio se instala en el mismolugar donde minutos antes no habíaquien parara. Es algo que siempre mesorprende.

También disfruto escuchando ensilencio cuando me reúno con mis

amigos de La Peñita al Compás. Y sisurge la típica discusión y el tono sube,yo me suelo mantener al margen.Observo a cada uno y no me gusta entraren el juego. Disfruto mucho mássiguiendo la escena en silencio. Aunquea veces es inevitable y meto baza comoel que más.

Hay silencios en los que pienso.Por ejemplo, el de una persona sorda.Me pregunto cómo percibirá ese sonidoque no puede escuchar. La verdad esque, a veces, tienen suerte, porque paralo que hay que oír... Pero también meimagino el aislamiento que deben desentir. No tiene que ser nada fáciladaptarse a su situación vital silenciosa.

Aunque también pienso quedesarrollarán una capacidad increíblepara sentir las vibraciones que nosotrosno percibimos.

Hay un silencio que provoco:ocurre cuando me caigo. Intento no hacerruido para que no lo vean mis padres omi mujer y no se alarmen. Aunque aveces es inevitable no hacer ruido alcaerme, y escucho desde el otro lado:«¿Te has caído?». Y les digo: «No, no,ha sido la mesa o la silla...». Mientrasprocuro levantarme. Pero eso tiene suriesgo, porque si te golpeas y te quedassin conocimiento no se entera ni elapuntador.

Nunca me deja indiferente elsilencio de los que pintan canas. Me

parece que escuchan con más intensidadque nosotros, tal vez porque son muchomás sabios.

Creo que estar en silencio es mejorsi lo que se va a decir no merece la penaque salga de nuestra boca. Porque haymuchas ocasiones en que hablas enexceso, lo que te hace cometer uninagotable número de errores. Es mejorestar callado y parecer tonto que hablardemasiado y parecer un listillo.

A muchos nos ha tocado guardarsilencio por alguna desgracia. Pero otrasveces la desgracia es la ley del silencio.Como no poder expresarse, decir lo quese piensa o denunciar lo que es injusto.

Existe un silencio que sube en

espiral. Es aquel que buscan lasmayorías con poder. Aquellos que sabenque sus voces, siempre en lo alto,acallarán y aislarán a una minoría. Paraellos la única cuestión es gritar yesperar.

Pienso que una manifestaciónespontánea en silencio es mucho máspotente que aquella realizada a purogrito.

Qué malo es el silencio de los quecallan y otorgan. Pero seguro que en suinterior no guardan silencio, sino unruido muy feroz.

Eficaz es una gotita de aceite quedeja en silencio la puerta y su chirrido.

El silencio de un político seagradece más que su discurso lleno de

palabras sin sentido.Hay silencios que estremecen como

el silencio de los corderos. Es el deaquellos que saben que van al mataderoy no tienen más remedio que aceptar sudestino. O el silencio de los que lloran,que es el más triste de los silencios.

A veces la mejor respuesta es elsilencio. Y otras el silencio es larespuesta al miedo, la cobardía o lainseguridad. Así surge el complot delsilencio que aparece cuando hay unaconspiración contra aquellos que estánsiendo callados a la fuerza.

Existen también frases que merecela pena escuchar y analizar en silencio:

«Por silencio cobarde, perdió alser que quería». Es el que surge por notener agallas o no atreverse a decir loque se siente. Con el tiempo, esesilencio va comiendo por dentro.

«Por silencio valiente, ganó lapartida». Es el silencio de aquellos quesaben que callar es un valor seguro.

«Su silencio hizo que los demásgritaran de manera ensordecedora».Pero él siguió guardando silencio.

«Tanto silencio le llevó aenloquecer». Como el que se ve privadode su libertad o el de aquellos que, a laderiva, gritan por un barco que les salvedel naufragio.

«Pidió silencio y lo mataron». «O

lo mataron por guardar silencio». Y loshubo que por gritar lo que pensabancayeron en silencio.

«No dijo nada por miedo a larespuesta». Es el silencio de los quetiemblan porque no saben lo que lesespera si rompen ese silencio. Y esaincertidumbre les paraliza.

«Rompió su silencio y confesó laverdad». Es el silencio que espera y quebrota como un manantial, a borbotones.

«Por qué no te callas» es poner eldedo en la llaga en el momento justo yexacto.

«Un minuto de silencio» es el deaquellos que condensan el dolor y gritanrespeto en silencio.

Silencio, mantente como siempresin ruido ningunolo más puro posible,

y si posible es no te alejes de mípor si te puedo necesitar

y si no, tranquilo, que ya me alejaréyo

hasta donde te tenga que encontrar. Y ahora, cogida ya la forma de este

escalón, me apetece disfrutar de un ratode silencio. Si quieres acompañarme teinvito a que lo escuches a tu alrededor.Es más, yo lo necesito ahora mismo:

... Y después de este espacio en

blanco no hay mucho más que decir.

Ninguna palabra o frase podría explicaresta sensación.

EN SILENCIO

«Yo también debería aprender deELLO»

• Se aprende mucho más que a

gritos. Es una forma inteligentede captar con mucha másintensidad lo que nos rodea.

• Dale calidad y no cantidad a tussilencios. Eso implicapermanecer en ese estado cuandoes más difícil, justo en elmomento en que deseas meterbaza.

• Mantén siempre un diálogo

interno contigo mismo. No losaques a la luz. Es un tesoro quesolo a ti te pertenece.

• Saber callar a tiempo es todo unarte. Hablar antes de tiempo eslo más fácil del mundo.

• Estar callado es muy distinto apermanecer en silencio. Paraestar en silencio es necesariomantener una escucha activa contu entorno. Callado puede estarcualquier ser en la faz de latierra.

• Somos mucho más dueños denosotros mismos cuandosabemos controlar nuestrosespacios en silencio.

• No pienses que los que están ensilencio no tienen nada quedecir. A veces es así, peropodrías equivocarte. Ellos sonlos que saben distanciarse de losgritos y de las polémicas o estánaprendiendo de la escuchaactiva.

• Para zanjar una discusión, elmejor modo de hacerlo es callary escuchar.

• Entrar en el silencio es adentrarseen un espacio dondesimbólicamente todo empieza yacaba. Para llegar allí y sentirsea gusto hay que mantener grandessesiones de silencio.

13

LOS RECUERDOS

Trepo al escalón de aquel niño que

fui. El que creció y quiso subir a losárboles y convertir la luna en un balónlleno de sueños. El adulto que hoyrecuerda todas esas vivencias que meacompañaron, acompañan yacompañarán a lo largo de la vida. Esasme han traído hasta aquí, justo alpeldaño más añorante: el alma de losrecuerdos.

¡Qué bonito es recordar! Sobretodo cuando son cosas especiales,momentos memorables, alegres,instantes vividos en plenitud, de losbuenos. Esos que siempre están untados

de nostalgia. Mediadores de primera filade aquellos ratitos que, en ocasiones,echas en falta porque sabes que novolverán. Pero ¡qué importa! Estándonde tienen que estar: en tu cabeza.Qué rápido tiramos de ellos paradespertar emociones. Y lo mucho queremueven. Unos, por lo positivo y loconmovedor, y otros, porque sontambién cosas tristes y angustiosas.Todo lo amasa el recuerdo, ya sea buenoo malo.

Nuestro entorno (casa, lugar detrabajo, ropa, objetos) está lleno derecuerdos. Fotos enmarcadas, detallescomprados en viajes, regalos en formade joya personal... Nos gusta llevar connosotros un trocito de ellos. Podríamos

decir que son el marketing de losrecuerdos. Yo creo que son el objeto ensí inmortalizados y materializados paraque permanezcan, un poco más, a nuestravista. Un testimonio de que lo que sevivió bien merece ser conservado enforma de algo.

A mí me encanta sentir a través delrecuerdo. En eso soy como las personasmayores que se deleitan con sus batallaspersonales y cuentan hasta el mínimodetalle de algo vivido. Disfruto delplacer de tomar algo con mi mujer o misamigos y repasar entre risas o, por quéno, con alguna lagrimilla emocionada,esas acampadas, los viajes, los instantescumbres de una vida. Podemos tirarnos

las horas muertas entre risas cómplicesy anécdotas recién sacadas del libropersonal de los recuerdos. Además, soyde los que no paso rápido por ellos. Megusta, me encanta ir añadiendo detallespara que vayan creciendo en intensidady se conviertan en algo revelador.Siempre encuentras cosas nuevas de lasque ni te acordabas.

También creo que uno adorna losrecuerdos un tanto a su antojo. Es tandivertido dar rienda suelta a laimaginación en ese sentido... Y siempreque no te engañes y sean solo pinceladassueltas, no creo que tenga peligroalguno. Es como una especie derecreación del momento, donde el serhumano siempre está dispuesto a

pavonearse de lo vivido. El recuerdo nose limita a estar ahí y punto. Crece ycrece en nuestra mente y algo vivido demanera normal, transformado enrecuerdo, puede adquirir un caráctercasi épico. Después de todo, la realidadnunca es como la cuentan ni es cienciaexacta. Pues lo mismo los recuerdos.

Por eso siempre digo que a mí meencanta levantar a los recuerdos de sulugar oculto. Despertarles de su letargo.Es como si tu vida no fuera una sinomuchas, muchísimas escondidas. Danmatices increíbles a cada instantevivido. Además, yo a mis recuerdos lespongo mucha emoción porque vanpegados al corazón, pero también

porque despiertan al niño que fui, a misamigos de la infancia, a los olores,sonidos, visiones, sensaciones, todo...Son marca registrada de mipersonalidad más intrínseca. Allí estánmis travesuras, las trastadas hechas a mimadre, la rebeldía, los primerossentimientos de amor, las prohibiciones,los enjambres mentales, las mentiras, lasinseguridades... Tiempos deconfidencia, de inocencia, de secretos.Si sacáramos todos con total sinceridad,para qué negarlo, nos ruborizaríamos ydiríamos de algunos que no son nuestros.Pero lo bueno de ellos es que salen losque tú quieres. Tú pones ahí las reglas.Si alguno te atenaza y no quieres saberde él ni en pintura, con dejarlo a un lado

y decir «Tú aquí no vienes...», asuntoresuelto. Eso sí, hay que decirlo bienalto porque los recuerdos son rebeldes ypocas veces dan su brazo a torcer. Ojitocon ellos, porque son muy, pero que muypuñeteros: suelen aparecer en losmomentos menos oportunos.

A mí me gustan esos recuerdos enlos que solo pueden entrar aquellos aquien yo invito y nadie más. Ahí no hayespacio para otro, si tú no quieres.Aunque hay que reconocer que no haynada mejor que compartirlos en voz alta.Entonces los recuerdos nos empujan elalma y afloran de manera increíble. Esun momento, simplemente, para sentir yvibrar. Son una primicia, un momento

estelar, y hay que vivirlos abriéndose atodas sus posibilidades.

Recuerdo aquel día, recuerdo eseinstante, recuerdo la hora y el momentoexactos, me viene ahora mismo a lamemoria, qué rato pasamos ese año...Como aquella frase de Casablanca:«Recuerdo cada detalle, los alemanesiban de gris, tú ibas de azul». Esas treslíneas bien valen una película comoaquella. Porque los protagonistas, comonosotros, siempre tendrán ese instantepara ellos y nadie más. No se lo puederobar nadie. ¿No os parece que tener esacapacidad es, simplemente, fascinante?A mí me lo resulta, la verdad.

Está claro que muchas cosas en lavida las vas perdiendo en el camino. Por

desgracia, eso forma parte de laexistencia. Puedes perder amigos,amores, familiares por una muerte o porlo que sea... Vas dejando tantas y tantascosas, despidiéndote de tanto. Pero silos amarras bien, los recuerdos nuncalos pierdes. Están ahí y por ello todasesas personas nunca mueren odesaparecen mientras permanezcan enesa parte de tu cabeza reservada paraellos. Tampoco hay ladrones derecuerdos. No se pueden robar. Con eltiempo, tal vez, desaparecen de tu mente,por la edad, falta de memoria, unaenfermedad, pero siempre te quedaráalgo. Un mínimo detalle que te hagaagarrarlos de nuevo para comprobar que

sí existieron, que no fueron inventados.Aunque tartamudeen en tu mente y tevuelvas loco rememorándolos, si ponesel empeño surgirán otra vez, puede quecon otra intensidad.

Ya habéis leído que soy un grancoleccionador de recuerdos. Este libroes para bien o para mal una historiabasada en ellos. Guardo para mí muchosconsejos que rememoro y saco cuandoquiero. Por ejemplo, me acuerdosiempre de un consejo que me regaló undía el párroco Julio Yagüe. Yo tendríadieciséis años. Me dijo: «Antes dehacer algo piénsalo bien, porque el díade mañana eso que hiciste puedeaparecer en forma de recuerdo y tepuede jugar malas pasadas». La verdad

es que te hace pensar, ¿no? Cuidaditocon lo que haces que luego viene elrecuerdo y, valga la redundancia, te lorecuerda.

Siguiendo con el ejercicio deapuntar recuerdos, os voy a pasar unacanción hilvanada con muchos de ellos:

Recuerdo aquellos días en que iba por la

callecon mi amigo Hugo López dándole patadas

a un botehacía que no lo note, el caminar más

deprisillapues él era un puretilla, así nos dábamos

vidillapedíamos calderilla, a la mamá y su bolsillocuando iban pa la comprapa comprarnos unos cromos.Los tomos, qué difícil que yo leyera uno

y uno fue el mongolo que se puso y mehizo burla

descuida que mañana coge y me hace a mílo mismo.

Hoy mismo va y se para y me dedica unasonrisa

me pide siempre un disco.Él solo tiene dos cancionesacciones que él realiza sin respeto y mal

ejemplo,ejemplo en que sus hijos se fijan y hacen

suyoy mío es el orgullo y que tengo de mis

compadresy de sus padresy de todo lo labrao y enseñao que han

dejao a este laode amistad todo un legao.

Por el Pan Ben, por sus calles sea

Besolla

o por Abrantes, Belzunegui oCarcastillo

con el ojo, ese viroque tú diquelas alchiquillo

con mi rap y mis historiascon mi cuerpo un poco extrañomi gitanito dando el calloagarraítos del brazo vamos del poli a la

parada.

Y si está el semáforo en ámbar, nuncacruces, ¡no!

y nunca esperes tan a ras tú del bordillo,eso decía mi mamási el viento pega fuerte, mi Juanma siempre

al sueloy si no levanta el vuelotal y como un pollueloamárrenlo deprisapor to me da la risa formando un riachuelo¿Por dónde va el mochuelo?Por vía Lusitana, hay que ver si le echa

ganas por tirar en esta vida

la cosa estaba reñida y no había muchassoluciones

un par de operaciones y la cosa estabacara,

fuerza de voluntad y gimnasia no faltabanla calle se cortaba, la cabalgata pasabaestiren bien los brazos niñosque lanzan caramelos¿Y quién es el chivatón que acabó con la

ilusión del lisiaode La Excepción?Por cumplir con su misiónde pedirse otro balóny acabar siendo un jugón.

Por la acera o por el parquemis caídas son mortalesllenito de cardenalesseguro que mañanael Trombocid esto no cura

yendo a oscuras, yo tanteocon mi Peñita al Compás me recreono hacen falta chirichi richi chifláuticospara acabar en carcajadas.

Que se escapa macurricierra la puertuniecha el pestillunisaca todas las fotosarrima p‘aquí el garzaenzárzate en vacilesrespétales a tus rilesy dale un beso a mamáaunque sea de vez en cuandosiempre se agradecerecen a quien recenda igual cuál sea la razalejos del fanatismoayúdense a sí mismosy también a sus hermanos, primos o

lejanos.

Por el Pan Ben, por sus calles sea

Besollao por Abrantes, Belzunegui, o

Carcastillo.[...]

[Traducción simultánea: macurri:

ga to ; riles: muertos; garza: estufa;chirichi richi chifláuticos: porro de larisa; viroque: ojo de cristal; diquelas:ver].

Si echo un vistazo ahora mismo

puedo llegar a componer mil cancionescomo esta con otros tantos recuerdos.Porque es allí, en la música, dondepongo la banda sonora a lo vivido. Meencanta cuando sale ese sentimiento y

llegar justo al instante que quierorecordar. Entro en un mundo deemociones y de sensaciones muy difícilde catalogar. Creo que es muy triste queuna persona mantenga ausentes o en elolvido sus recuerdos. Invito a todo elmundo a que se descargue mis cancionesen www.laexcepcion.net. Hay muchosrecuerdos allí metidos.

Busca en el archivo de los ríos y los

montes,en las carpetas de las cuevas y

refugios.Anota todo en la libreta de tu mentecon intención de no perderla nunca.Aire de recuerdos, sensaciones de

añoranza,

alianzas que se forjaron con elsentir del día a día

compartidos con llantos y alegrías,con aullidos en reuniones

con sueños e ilusionesque hoy han hecho de este hombre

el recuerdo de un ser vivo.

TUS RECUERDOS«Yo también debería aprender de

ELLO» • Nunca los descuides. Son parte de

ti y debes tenerlos siemprepresentes, porque sin ellos noserías quien eres. Si es preciso,apúntalos y verás cómo cobran

vida propia.• De los recuerdos se aprende.

Ellos nos dan pautas de nosotrosmismos. Por ejemplo, si siempreutilizamos las mismas estrategiasfrente a determinados problemas,los recuerdos nos dan pistas paracambiar y virar hacia otro lado.

• Recordar une. Los momentos quese viven en compañía y luego secomparten de igual forma son delo mejorcito de nuestraexistencia. Por eso unen en elespacio y en el tiempo en quesalen a la luz.

• Todo en nuestra vida puedememorizarse y grabarse. Nohagas lo mismo con los

recuerdos buenos que con losmalos. Aprende de los negativosy procura que no te dañen elalma y disfruta de los positivosporque son regalos a laevocación.

• Todo se vive con mayorintensidad si se abre el corazónal alma de los recuerdos. Ellosnos revelan muchas partes denuestro inconsciente y son unaherramienta importante parasuperarnos.

• Intenta, siempre que puedas, hacerbrotar los recuerdos que cuestarecuperar. Seguro que es difícil,pero verás qué buen ejercicio es

para tu mente.• Parte de las heridas que pudieras

tener en el corazón, sanan anteslas que tienes en los recuerdos.Solo así uno puede perdonarse así mismo.

14

EL DESTINO

Es el destino y solo él quien me

acaba de colocar en este escalón. Setrata de una zona que se introduce en elterreno de las creencias más íntimas dela persona. Entramos, pues, en el otrolado de la escalera: el de las señales,las casualidades, la suerte y los girosinesperados.

Todo lo que rodea al ser humanono está solo limitado por lo material,por lo que podemos tocar, ver, oler...Está claro que en la vida hay muchascosas que son inexplicables y que sepueden denominar de muchísimasmaneras: destino, providencia,

inconsciente. En esto cada uno tiene suspropias creencias, pero sí es verdad quemuchas veces ocurren anécdotas ennuestro entorno que son increíbles y quedan giros sorprendentes a la vida. Esa esla parte de nuestra existencia másincreíble.

Pienso que todo en el universo estáinterrelacionado y a través desituaciones o sucesos muy concretos,como puede ser dejarse unas lucesencendidas, una equivocación ocualquier cosa pequeña, podemos, sinser conscientes, dar un cambio a nuestraexistencia de una forma que nisospechamos. Yo sí que creo en ese tipode cosas. Detrás está siempre la manode un destino que obra y actúa sobre el

hombre.Ya solo la palabra «destino» me

produce embrujo y fascinación. Es algoque está dentro de nosotros, pero quedesconocemos por completo. Se puedecreer o no creer. No hay ciencianinguna. Podemos hablar, elucubrar,pensar, pero no hay evidencias que nosdemuestren si existe o no. Sin embargo,he de reconocer que yo lo tengo claro.No necesito prueba que me lo revele.No se sabe cuándo o cómo, pero estoyseguro de que te tiene siempre algoreservado. El que yo naciera de estaforma, con esta discapacidad, fue porfalta de oxígeno en el parto. Ese fue midestino. Él provocó que fuera de esa

manera. Igual que nací con una parálisisque afectaba la parte derecha de micerebro podía haber nacido concualquier otro problema mucho peor,dejándome vegetal, por ejemplo. Poreso creo que todos tenemos escritonuestro destino.

Muchas veces ocurre algo ypensamos: «¿Por qué tuvo eseaccidente? Porque la rueda estabagastada y eso le hizo perder el controldel vehículo», concluirán algunos a raízde las pruebas periciales. Bien, pues yopienso que no era la rueda, que fue soloun vínculo: pasó lo que tenía que pasar.Todo está predestinado y hay señalespor ahí que nosotros deberíamos saberinterpretar para considerar qué es lo que

más nos conviene. Es decir, que cadauno toma sus propias decisiones en lavida, pero dependiendo de cómo lasinterpretemos viviremos de una manerao de otra. Aquí pienso que juega unpapel importantísimo la intuición decada uno o el llamado sexto sentido. Ytambién el conocimiento que tenemos denosotros mismos. Cuanto más nosconozcamos, mejor sabremos cuál es elcamino adecuado.

El destino puede venir acompañadode la fe. Se puede ser creyente o no.Esas son cuestiones muy personales ypertenecen a la estricta privacidad delas personas. ¿En qué creo yo? Yo creoen el bien y en las personas. Tengo fe en

ellas. También tengo la seguridad de quecuando algo tenga que llegar te va allegar. Será tu momento. La fe sirve, sinembargo, para hacer el día a día másllevadero. A muchos les ayuda a vivirde otra manera y por eso hay querespetarla muchísimo.

¿Y dónde estará mi destino? Quiénlo sabe. Podría, por ejemplo, haberpasado que aquel día que tuve unaccidente de moto, una simple cuestiónde distancia, me llevara al otro barrio.Pero no fue así. Esa misma distancia mesalvó. Yo soy amante de la velocidad,me gusta el movimiento y creo que eldestino fue el que decidió que nacieracon este problema. A lo mejor, de no serasí, hubiera sido corredor de coches o

piloto de motos o vete a saber lo que mehubiera deparado la vida. El destinodecide cuándo y cómo ocurren las cosas.Y si está escrito que ocurra, te ocurrirá.Pero no por eso tienes que dejar decurrártelo. Eso es ir en contra decualquier destino.

El azar o el destino es lo que te hahecho ser quien eres. El que te ha puestoen este mundo y bajo las circunstanciasen las que estás ahora. Además, creoque detrás de cada decisión tomada hayotra serie de acciones que te empujarona hacerlo. Pero esto no quiere decir quetodo lo que hagas esté sujeto acircunstancias que muevan tus hilos.Siempre hay posibilidades de

reaccionar de una u otra manera, ya quetodos nacemos con algo que sedenomina libre albedrío, que es lo queposibilita que podamos ir, en últimainstancia, hacia un lado u otro. Pero, esosí, el destino siempre estará ahí paradarte una señal de aviso. Luego túdecidirás hacia dónde quieres dirigirte.

Y como no se trata de una cienciaexacta, lo divertido del destino es que tecoloca ante la vida jugando a distanciasque son increíbles y te otorgasorprendentes momentos y situacionesde las más dispares. Ojo, cuidado conhacer vago a tu destino y hacer de ti unpasota mental. El tema no es tan fácilcomo decir: «Como el destino va allamar a la puerta y va a pasar lo que

tenga que pasar, de aquí no me muevo».Por ahí no van los tiros. ¿Dónde escribecada uno su destino? Creo que en laliberación del interior y en la superaciónde los miedos.

Es cierto que hay gente que nacecon estrella y tiene suerte, simplemente.Muchas veces lo decimos: «Viene conun pan debajo del brazo». Y es que elpapel de la fortuna es fundamental.También pienso que hay golpes desuerte por ahí o una serie de encuentrosque pueden cambiar el sino de unapersona. Eso significa estar en el lugaradecuado en el momento preciso.

La caprichosa suerte no se repartepor igual, y por eso unos tienen más

éxito en la vida y otros menos. Pero estáclaro que, en la trayectoria vital de cadauno, la fortuna es muy importante y nohay que negar que la realidad tiene suspropios y paradójicos caprichos. Pero síhay casualidades y coincidencias quenos sorprenden muchas veces con suinesperada y prodigiosa aparición. Enesto, yo creo humildemente que hetenido mucha suerte en la vida.

Por ejemplo, el destino hizo queparara en el mismo punto que GitanoAntón. Luego nosotros fuimos dandopequeños empujones a ese destino y poreso surgió nuestro grupo y lo que vinodespués. Pero fue el destino quien nosunió. De eso no tengo la menor duda.

El destino fue el que provocó el

primer encuentro con Rocío, micompañera sentimental. Cuandocumplimos dieciocho años, losmiembros de la Peñita empezamos abajar los veranos a San Pedro deAlcántara, cerca de Marbella. Secumplía un sueño de todos porque allívivía la abuela de Félix y Rubén y ellossiempre decían que en cuantocumpliéramos la mayoría de edadbajaríamos toda la Peñita al Compás apasar nuestras vacaciones a la casa de laseñora Concha. ¡Cómo es el destino!Años después ese lugar era citaobligada y al final terminé conociéndolaa ella y compartiendo lo más grande quese puede compartir, que es la vida, el

nacimiento de nuestro hijo.Y también fue el destino el que hizo

que un día nos topáramos con Frank T,conocido MC y productor de rap.Nosotros empezamos a buscarnos lavida acudiendo a todos los Free Style oMicro Abierto que había en Madrid. Sesolían dar mucho en el rap. Consistía ensubir a un escenario, después del artistainvitado, para demostrar en un par deminutos lo que valías. La verdad es queel boca a boca funciona genial en estoscasos y mucha peña ya nos seguía porMadrid diciendo: «Mirad, ya están ahílos de Pan Bendito». Y todos comolocos, con las manos en alto. Uno deesos días, al bajar del escenario, Franknos estaba esperando. Se acercó a

nosotros, nos estrechó la mano y nosdijo que la diferencia de estilo eraabismal con el resto de grupos que habíaconocido. Y lo mejor: nos ofreciócolaborar en su cuarto disco con unacanción que revolucionó el panoramallamada El negro, el cojo y el gitano,compuesta por los tres juntos. Despuésde aparecer en este álbum todo llegóseguido, con un fichaje en la mismadiscográfica que Frank T para empezar atrabajar en nuestro primer disco.

El Langui chacho que se acerca, y agarrao

de la mano del gitano si hace falta mamá ¿quesi no puedo ir a la fiesta? Ni muy ciego ni muytarde me tiene usted en la casa.

Cachaba, sombrero, lunares bien bordos, allaico mis flamencos, los akais coloraos, el

cuerpo magullao por to lo que he tropezao,ahora publíquenlo en la prensa, el minusválidoha llegao.

El cojo, el negro y el gitano, «90 Kilos» (2001)

Warner/Zona Bruta, MadridJUAN MANUEL MONTILLA, ANTONIO

MORENO y FRANK T Otro golpe de suerte que me

preparó el destino ocurrió cuandoestábamos grabando nuestro primertrabajo. La discográfica puso paranosotros un gran estudio, cargado delujo, pero el destino quiso que a mitadde grabación nos cambiaran a otro máshumilde que se encontraba en el mismocentro de Madrid. El estudio era de

Woul Frank Zannou, hermano, como yaimaginaréis por el apellido, de SantiagoA. Zannou. Estaba grabando unos temasde nuestro primer álbum y apareció porallí Santiago, que venía de Barcelona,donde estaba estudiando cine. En elmomento en el que entró Santiago yo meencontraba en la pecera rapeando. Así leconocí. Santiago me vio allí metido y élllevaba en mente el proyecto de supelícula. En cuanto me conoció, y segúnsus propias palabras, ató el último caboque necesitaba para hacerla. Siete mesesdespués recibí una llamada. «¿Teacuerdas de mí? Soy el de la gabardina,el hermano de Woul Frank. Te quieroproponer un proyecto...». También diola casualidad de que la música de la

canción A tientas, que ganó el Goya porEl truco del manco, la hizo Woul Frank.

El destino y solo el destino es elque marca la realidad y el que decide. Ycomo todos tenemos un destino que espersonal y único, hay que conectar conél. No hay que distraerse, porquepodemos ver cómo pasa por nuestrolado sin darnos ni cuenta. La vida tienemuchos matices, y si nos dejamosembaucar por sus lados sombríos,corremos el riesgo de no percatarnos delas oportunidades que acechan y que sevan corriendo. Nunca hay que negarle aldestino nada, hay que cogerle el ritmo ycaminar de su manita, a su vera, comohacen los niños cuando dan sus primeros

pasos.Algunos intentan conocer el futuro

y por ello tiran de brujas, de cartas, deleer en las manos, de ver la bola decristal, el horóscopo. Puedes tener másfe o menos fe, pero yo creo que eldestino no le chiva sus planes a nadie,solo él lo sabe y se lo guarda. Y lo vadesvelando en pequeñas dosis.

Creamos o no en el destino, existenfuerzas inexplicables y ajenas a nuestravoluntad y a nuestro entendimiento quese nos escapan. Para unos son «golpesde suerte» o «jugarretas del destino»,pero para otros, como yo, son sucesosinevitables que ocurren porque tienenque ocurrir y no sirve de nada darle másvueltas.

Dejemos que el destino actúe sinponérselo difícil. Trabajemos para quenuestra trayectoria sea larga y duradera.Con las fechas marcadas, con los logros,con las decepciones. El destino trabaja ala par con uno mismo.

¿Qué nos depara la vida? ¿Cuándo,

cómo y por qué?El destino cruel no lo quiero

conmigopero es una incertidumbre la que

lleva cada uno consigo.

A FAVOR DE TU DESTINO«Yo también debería aprender de

ELLO»

• Fíjate bien. Las buenas

oportunidades pasan por tu vida,pero se pueden ir en un plisplás.Permanece atento, búscalas y siaparecen, ¡atrápalas!

• Acepta con mirada abierta yoptimismo las sorpresas que eldestino te tiene preparadas. Sinellas la vida sería mucho másaburrida.

• La intuición es una de las mejoresarmas para luchar a favor de tudestino.

• La suerte es tu aliada en muchascircunstancias de la vida, peropiensa también que muchas

veces somos nosotros quienes lallamamos, la guiamos, lamantenemos cerca y la dirigimoshacia donde queremos que vaya.

• Mantén siempre que puedas unespíritu lo más constructivoposible. De este modo es muyprobable que las oportunidadesse abran y dupliquen ante ti.

• No te estanques. Hay que estarsiempre abierto a nuevasexperiencias y romper con larutina. Tener una predisposiciónpositiva hacia el devenir es otrofactor importante para que lasbuenas oportunidades aparezcanen tu vida.

• Nunca pienses que todo lo malo te

ocurre a ti. En tu vida da porseguro que ha habido buenosmomentos y los habrá. Piensa enellos. No seas de los quesiempre ven las cosas malas decada circunstancia.

• La suerte, la fortuna, no se vendea puñaos... En realidad, ni sevende ni se compra. Es algo quetodo el mundo debe buscar dedentro a fuera.

• Solo hay un camino para alcanzarla felicidad: la confianza en timismo y tu espíritu de lucha. Loque obtengas en última o primerainstancia depende de unapersona: de ti.

15

LA RECOMPENSA

Para qué negarlo, me gusta subir

este escalón. Es el del premio a losesfuerzos. Casi estamos acabando,queda muy poquito, pero subyace larecompensa por el trabajo realizado.Subo este peldaño tan agradecido, conenergías renovadas y con la alegría deun campeón olímpico. El premio es muypersonal.

La recompensa es el fruto de todoel trabajo, de todo el esfuerzo, de todala dedicación que se pone en cada tarea.Está claro que la recompensa recibida alo largo de la vida es directamenteproporcional al esfuerzo que le hayas

puesto a cada cosa. Según el trabajo o elempeño que le hayas dedicado, así serála recompensa. Me gustaría,humildemente, nombrar algunos de esospremios, tanto en lo profesional como enlo personal.

Mi gran gratificación a nivelpersonal ha sido que yo pueda valermepor mí mismo. Es la compensación aaquel esfuerzo y dedicación de mispadres al que hice referencia en losprimeros capítulos. Ellos, sin duda, hansido los valedores de esta granrecompensa. Hoy me manejo solo, sinutilizar ninguna muleta, ni silla deruedas, ni nada de nada. No resultaríatraumático si tuviera que tirar de estasayudas, pero la lucha de mis padres,

todo su empeño y sacrificio, tuvo supremio.

En lo profesional hay grandesrecompensas. Una de ellas, como ya hecontado, ha sido llegar a grabar variosdiscos, y que el hip hop, que la música,no solo fuera mi forma de vida, sino miprofesión. Que el trabajo con el que megano el pan surgiera de todo el esfuerzoque puse en la música, en el rap. Estolleva un valor añadido: viajar, conocerotros sitios y descubrir otras culturas. Yno solo por la geografía española,conociendo diferentes ciudades denuestro país y con ello sus costumbres ysus gentes, sus pueblos y ciudades;también sales fuera de las fronteras de

España, llegando a Japón, Venezuela,República Dominicana, Nicaragua,Bélgica, Francia...

Mi paso por el cine también hasido una gran recompensa. Cinco añosde proyecto, de trabajo junto con eldirector de la película El truco delmanco, Santiago A. Zannou, poniendosiempre mucha dedicación, esfuerzo ypaciencia. Como resultado final de todoello conseguí hacer la película. Pero elmejor premio es que todo el trabajo quehice mereció la pena. El director nodejó que me apuntara a ninguna escuelade interpretación. Me dijo que tenía quebuscar mis propios ejercicios, mispropias formas, mis propias maneras.«¿Cómo aprendo todo esto si no tengo

un profesor?». «Tú tienes el don —mecontestó—. Solo tienes que buscarte a timismo, como has hecho en la música».

El año anterior al rodajecomenzaron mis miedos. Vi que teníaque lanzarme a la calle, buscar mispropias herramientas. Sacrifiqué unpoco la parte Juan Manuel Montilla,Langui, por la de Enrique Heredia, ElCuajo, que era el papel que iba ainterpretar. La verdad es que fue un añoduro porque estaba de gira con LaExcepción y al mismo tiempo estudiandoel guión de la película, enfundándome lapiel del personaje, conociéndole. Suforma de ver, de andar, de comunicarse,su autodefensa, su genio, su carácter...

Muchas veces me encontraba ensituaciones en las que la gente estabaesperando a ese Juanma, Langui,después de un concierto, en un camerino,en una firma... y yo creía que ese era elmomento de meterme en el pellejo delpersonaje. Si me ponía y me quitabatodos esos miedos y esa vergüenza, almismo tiempo vería hasta dónde podíallegar. Era todo un reto. Así que, derepente, cambiaba de personalidad.Dejaba de ser Langui para convertirmeen El Cuajo. Pensaba que, si los demásse lo creían, iba a ser más fácil llegar alrodaje de la película y hacer bien mipapel. Fue muy sacrificado peromereció la pena porque estabapreparado para rodar. Por eso el

director me dijo: «Juanma, vienes contodos los deberes hechos».

Llegué con mucha fuerza, al nivelque requerían el rodaje, lainterpretación del personaje y el restode actores, algunos con la experienciade toda una vida y otros con la mismaque podía tener yo, que era primerizo.Pero todo ese sacrificio, esfuerzo ydedicación hizo que la recompensaestuviera ahí latente y que la películaquedara redonda. Tal y como deseabaSantiago.

Como consecuencia de todo estollegó otra de las grandes gratificacionesque me deparó esta película. Primero, laaceptación que tuvo, tanto a nivel social

como de crítica de la prensaespecializada. Y luego los dos premiosGoya que obtuve. Ha sido una de lasmayores recompensas profesionales quehe tenido. Para un músico, para uncompositor, tener un Goya a la mejorcanción original es mucho, pero es tuprofesión y dentro de ella te lo puedesesperar o no. Pero conseguir el Goya almejor actor revelación cuando actuarnunca ha sido tu profesión o no haspensado en ningún momento que pudierallegar a serlo, es mucho más fascinante.Al no ser actor profesional la gente teestá mirando con lupa. Al mínimo fallote van a abuchear, te van a decir:«Zapatero, a tus zapatos», «¿Que porqué no lo hace bien? Porque él es

músico, no actor. Es normal que nollegue al nivel requerido». Podríanhaber sido las frases más escuchadas.

Pero llegar al cine y obtener todoese reconocimiento... Es, sinceramente,algo impresionante. Incluso llegas aplantearte que ser actor puedeconvertirse en tu otra profesión ycomplementarse con la música.

Otra recompensa a nivel personal yprofesional ha sido hacer radio. Meapetecía tocar ese otro palo. En mi casasiempre estaba la radio puesta, siempreteníamos un transistor; debajo de laalmohada de la cama de mis padres, o sino en la cocina o en el baño. A mi padresiempre le ha gustado mucho la radio.

Partiendo de ahí yo nunca me llegué aimaginar que la radio me pudiera llenarde esa manera. Pero decidí hacer radio,comunicar, y lo que más me motivó fuehacerlo rodeado de un grupo de amigoscomo lo son Dako, Rellenito Makeijan,o sea Goyo, Josete o Andrés. Fui yoquien les propuse probar. Hay que ir apor todas y a por más. «¿Os apetecehacer radio?», les dije un día. Se locomenté a ellos porque conociéndoles,sabía que les podía gustar tanto como amí. Nunca nos lo habíamos planteado,pero esa inquietud estaba dentro denosotros, lo único que había que hacerera despertarla. Y fue lo que hice.

Sin saber adónde podíamos llegar,nos metimos en una habitación de menos

de diez metros cuadrados con una cama,un armario y poco más. Era lahabitación donde dormía Dako en casade sus padres. Compartíamos todos unmicrófono al que decidimos enfrentarnosuna tarde por semana. Y empezamos ahacer radio sin que nadie nos enseñara,buscándonos nuestras propiasherramientas. Así fuimos haciéndonos anosotros mismos. Año tras año, día trasdía, no desistíamos. Colgábamos nuestroprograma en Internet, un magazine dehumor que también incluía entrevistas acelebridades de todos los ámbitos ymucha música de todo tipo, de todos lostiempos y de todos los colores. No solohip hop, también jazz, blues, rock,

electro, flamenco...No sabíamos si nos escuchaban

tres, cuatro, o si no nos escuchaba nadie.Pero para nosotros era un buen estímuloempezar a conocer otra rama, otraprofesión, y aprender escuchándote a timismo en el programa de la semanaanterior. Con ello ibas adquiriendoconocimientos. Entonces apareció ungran amigo, Toni Garrido, periodista,comunicador, locutor de radio y de tele,al que no puedo dejar de nombrar eneste momento. Él nos abrió las puertasde su casa, daba igual en la cadena queestuviera, ya fuera la SER o luego RNE.Después de escuchar nuestros programascolgados en Internet, Toni me dijo queteníamos el alma de la radio. Nos dijo

que podíamos ir a su programa, fueradonde fuera, para promocionarnos o,simplemente, a echar un ojo para vercómo hacían ellos radio. Por si nosservía de algo.

Yo, como buen alumno, comopersona que quiere conocer, que quiereaprender, acudía una vez por semana alos estudios donde se encontraba ToniGarrido para intervenir en su programaen directo y dar a conocer «RadioTaraská». Después de mi intervenciónme quedaba a ver su programa endirecto. Esto luego a mí me ayudabapara trabajar en el mío, porque meempapaba de todo.

No me quiero extender más con

este tema, pero reitero que ha sido unade mis mayores recompensas personalesy profesionales. Personal, porque me heconocido a mí mismo en esa faceta queno sabía que tenía de comunicar aldirigir y presentar el programa. Llevar atodo ese equipo de personajes,colaboradores, el copresentador,guiones, espónsor..., me empujó a nodesistir y a descubrir otro campodesconocido hasta el momento. A dar unpoquito más de mí, a enfrentarme a mismiedos, como cuando pensaba: «Ostras,Juanma, ¿cómo te lanzas a esto? Puedessalir mal parado». Eso no me importa,no tengo miedo, quiero conocer y creoque soy capaz de ello. Y en loprofesional, porque pasaron tres años

con el programa colgado en Internet, ysemana tras semana iba ganandoaudiencia, se iba haciendo más sólido.Cada día que hacíamos el programaintentábamos que fuera mejor que elanterior y eso se notaba según ibanpasando las semanas en su duración, enlos contenidos... Y esto ha tenido comorecompensa que termináramos en laradio convencional. En 2009 recibí unallamada de RNE y me dijeron:«Queremos que tu programa empiece aemitirse en la radio de todos, en RNE».A día de hoy estamos emitiendo paratoda España en Radio 3. Creo que esuna de las profesiones, de todas las quehe tocado, que más me tiene cautivado y

en la que puedo dar el cien por cien.Cada día quiero conocerla más.

Otra de las recompensas de mi vidaha sido este libro. Y lo que significa.Subir los 16 escalones, llegar al final delas escaleras y coronar la cumbre.Empezábamos por la ilusión, seguidadel esfuerzo, la alegría, la amistad, elhip hop... Y así un escalón tras otro, uncapítulo tras otro. Este libro esdedicación, horas de trabajo,motivación, esfuerzo... Algún día me hedicho a mí mismo: «No me creo capazde hacer esto y voy por la mitad de lasescaleras». Y he pensado que por quéme he metido en esta historia, por qué hesido tan cocinilla si, posiblemente, «mequede aquí sentado en el peldaño de las

barreras arquitectónicas y no puedasubir hasta arriba». Pero no tener miedome ha dado alas.

Este libro también me ha brindadola oportunidad para sacar todo lo quellevo dentro, de poder comunicarme deotro modo... Todo esto y mucho más: losconocimientos de cultura, de vocablos,adjetivos, sinónimos, ortografía... Estome lo ha dado el libro, sacar fantasmas,mi visceralidad, mi pasión. Todos esosrecuerdos que tenía ahí y que,verdaderamente, necesitaba plasmar.

También me ha valido comorecompensa personalmente, pues muchoscreían que estaba abarcando demasiadascosas y decían que quién me pensaba yo

que era para escribir un libro. Bueno,hasta yo mismo lo meditaba cuando melo propusieron. Pero ¿y quién nos hemospensado nosotros que somos parahacernos dueños del mundo? Digo yotambién: ¿Por qué no voy a poder ser yodueño de mis sueños y de mi trabajo?Más allá de dar una lección a nadie, medoy yo una de satisfacción personal a mímismo.

Pero aquí no acaba todo. Todavíaquedan muchas recompensas por llegar.No hay que tranquilizarse ni acomodarseni sentarse pensando que ya se halogrado todo. Ya he hecho música, hepublicado discos, he actuado en el cine,tengo un programa de radio que llega atoda España y he escrito un libro.

¿Ahora me acomodo? ¡Pues no! Yo creoque la mayor recompensa es seguir en eldía a día, porque tengo una familia,porque tengo hijos. Y mi gran meta esque, el día de mañana, mis hijos seanpersonas felices... Seguir trabajando,seguir luchando, queriéndote a ti mismoun poquito más cada día, sentirte dueñode ti y de lo que haces y seguirqueriendo a tu familia y dándoles todolo que puedas. Y pensar que el día demañana mis hijos reconocerán el trabajode su padre, su esfuerzo. Y yo tendré lasatisfacción de que he hecho bien esetrabajo.

Qué grata sensación de recogida

y más cuando al sembrar elesfuerzo ha sido tal

que el pensar en recompensaera un sueño que podía o no llegar.

OBTÉN TU RECOMPENSA«Yo también debería aprender de

ELLO» • Creyendo en ti y en cada una de

tus posibilidades. Ni tú sabes delo que eres capaz. Así que tetoca a ti y solo a ti descubrirlo.

• Nadie puede obligar a nadie avivir de una forma u otra.Podemos vivir dormidos sinconciencia de nuestra realidad,

dejándonos llevar por lascircunstancias y el día a díacomo una ola que viene y va o,por el contrario, escoger vivir deacuerdo con nuestros deseos yvalores. Tomemos este momentopara hacer balance, ver en quésituación nos encontramos yvalorar si vivimos de acuerdocon lo que deseamos yqueremos. Para obtener losfrutos de cualquier esfuerzo hayque desechar la resignación.

• No te lamentes pensando: «Es asíporque así tenía que ser». Eso teconvertirá en un pasota a todoslos niveles. En muchas ocasioneshay que arriesgar y divertirse en

el empeño.• Muchas veces para obtener la

recompensa al esfuerzo hay quedespojarse de rutinasreaprendidas y también de esosequipajes mentales que nosdesequilibran. Puede que asídescubramos cosas de nosotrosmismos que desconocíamos.

• Vivir siempre tiene que incluirposibilidad, aprendizaje,esfuerzo, construcción y ser conmayúsculas. De otro modo no sevive: se sobrevive.

• Intenta, siempre que puedas, norenunciar a nada de lo bueno quela vida tiene reservado para ti.

• Tienes que ser siempre coherentecon lo que crees, conociéndote ytambién haciendo lo que piensasque es lo mejor para ti y para lostuyos.

• Para obtener cualquier premiovital hay que disfrutar de laexperiencia de vivir. Se trata deir saboreando lo más posiblecada cosa que hagas y dedivertirte todo lo que puedas enel intento.

16

EL AMOR

Llegamos al último escalón. Tenía

ganas de alcanzarlo, porque es tarde ymañana toca currar. Pero siento tambiénalgo de penita porque estoy llegando alfinal de este libro y las despedidassiempre me ponen triste. Todo lo buenoacaba. Creo que después de estosescalones subidos, capítulos escritos,temas tocados, no podía dejar pasar unotan importante como es el del amor, loque más profundamente nos mueve atodos desde lo más hondo de lasentretelas.

¡Qué hermoso es el amor! Y merefiero al amor en general. Es un

sentimiento vital. Te hace ser más nobleo convertirte en la más agresiva y ferozde las personas. Grandes batallas selidiaron por amor y también se ganarongracias a este sentimiento. Ahora que mepongo a pensar, el amor pudo ser elcausante de la primera evolución delhombre. Tal vez por ese sentimientoconsiguió sobrevivir y convertirse en unser superior.

Amor tierno, amor dulce, amordesconcertado, amor desconfiado, amorenloquecido, amor propio, amor filial,amor abstracto, amor platónico, amorfraternal, amor universal. El amor tehace sentir bien, grande, seguro de timismo. Sin miedo a realizar cosas, conganas de sorprender, de satisfacer, de

buscar hasta una aguja en un pajar. Y deque esa aguja sea algo diferente, únicopara tu pareja. Podría ser lo que fuera,un símbolo, algo que perteneciera solo alos dos. Algo tan simple como buscar unburrito de piedra para adornar un jardín,por ejemplo, e ir a buscarlo no de pajaren pajar, sino por toda la Costa del Sol,de vivero en vivero. Sin parar derebuscar, como si ese pedazo de piedrafuera el tesoro más preciado; y todopara ver la cara iluminada de tucompañera sentimental.

Suerte la mía, hoy quién se fía,por amor y su temor, hoy quién se guía.Y engendra una semilla,que florecerá algún día.Si de dos la cosa no podría ser más

hermosa...

Marcao pa to la vida, «Aguantando el tirón»(2006)

Warner/Zona Bruta, MadridJUAN MANUEL MONTILLA y ANTONIO

MORENO El amor es la respuesta a muchas

preguntas. Te hace subir a la noria másgrande, aun teniendo vértigo y miedo.Pero se hace por amor. El amor a unsimple gesto, a unos ojos, a unasfacciones, a una personalidad. Hay unamor que se confunde con sexo, pero esoocurre cuando no lo quieres diferenciar.El amor a tus hijos, ¡cómo describirlo!Por ese amor eres capaz de todo: de

mentir, de atacar, de luchar con uñas ydientes. Yo cambiaría sin pensarlo todosmis logros conseguidos por su bien. Amí el amor me ha hecho sentir. Me hacebuscar y también satisfacer a los demás.Me hace ser mejor persona.

También creo que se ama mejor siantes te quieres a ti mismo. Porque bajoese amor te deseas el bien para ti y esoes bueno. Además, recorriendo ese amorte conoces mucho más a ti mismo. Es uncamino que te lleva a perdonarte cuandocometes errores, a no flagelarte si no hassido capaz de hacer algo o no te sientesorgulloso de alguna acción tuya.

Luego está el amor por losanimales. Admiro a todas las personasque les dedican gran parte de su tiempo

y su cariño, y es que ese afecto es muyespecial y genuino. Yo soy muyempático con los animales. Cuando veoa otros haciéndoles algún daño no lopuedo soportar. Me entra una sensaciónde pena e impotencia terrible. Ya sabéisque soy hijo único y un día, con nueveaños, tuve mi primer perro. El Yaki.Raza: ninguna. Era de los que no crecíamucho, no me llegaba ni a las rodillas.Yo rezaba todas las noches, y pedíasiempre que, por favor, El Yaki murierade viejo. Solo pensar en que le pillaraun coche o fuera mordido por algúnperro grande me hacía temblar deangustia. Fue Yaki un gran compañero.Yo sentía un amor innato hacia él y

cuando alguien me decía «¡Qué feo es tuperro!», salía en su defensa con todasmis fuerzas.

Catorce años duró El Yaki y, alfinal, murió de viejo. Bueno, murió porun hueso del cocido, pero en verdad yaestaba muy viejecito. Si lo pienso bien,murió por lo que fue: un aspirador.Andaba siempre intentando ver a quépodía hincarle el diente. Si se te caía untrocito de comida, antes de que llegaraal suelo ya lo había aspirado. ¡Quéansioso era! Pero también te libraba demuchas. Por ejemplo, cuando mi madreme ponía higaditos en el plato y medecía: «No te levantas de la mesa hastaque te los comas», ahí estaba mi Yakipara salvar la situación en décimas de

segundo.Más de una vez he llorado por él.

Se atragantaba y ya estaba yo en un hilo,entre el nerviosismo y la lágrima. ¡Cómole quería! ¡Y cómo me quería él a mí!Crecí y aprendí con él. Lo bajaba a lacalle y nunca lo ataba, porque con miescasa estabilidad y los tirones que élpegaba era casi imposible manejarlo.Por eso tuvimos que aprender los dos abajar a la calle juntos. Yo abría lapuerta del portal y él salía disparado. Ysiempre le hacía las 7,14, es decir, lehacía el lío. Me explico. A mí megustaba mucho verlo correr ydependiendo de qué camino elegía yo alsalir del portal él se enflechaba

rápidamente. Así es que yo abría lapuerta y daba tres o cuatro pasos a laderecha. Y él corría en esa dirección.Luego, de repente, le silbaba y torcía ala izquierda haciendo que él cambiara elrumbo en un segundo. Y así una y otravez. Hasta que él se cansaba de mi juegoy se ponía debajo de mis pies, comodiciendo: «De aquí no me muevo hastaque no decidas bien por dónde ir...». Yodaba un paseíto y él me seguía allídonde fuera.

Dicen que los animales se hacen alos dueños y yo lo corroboro. El Yakicada vez era más cabroncete y pureta, selas sabía todas. Yo me hacía cada vezmás mayor y él también. Salía y no memeneaba del portal porque era

costumbre quedarnos allí con losamigos, pero él ya era independiente yse daba su vuelta por el barrio. Cuandome subía le silbaba y venía en dosminutos; algunas, en cinco, y otras mehacía esperar más de un cuarto de hora.Eso le costaba una buena regañina en elascensor. En las distancias cortas eradonde yo me podía hacer con él. Legustaba más salir conmigo a la calle porlas mañanas porque por las noches lobajaban mi madre o mi padre y solíanatarlo. Aunque lo soltaban, no lodejaban tanto a su rollo y no podíacomer porquerías, que era su mayoralegría en esta vida.

Jugábamos mucho en casa. Yo lo

sometía a pruebas y él las superaba concreces. Era un fenómeno El Yaki.Aunque fuera un aspirador, no estabagordo, todo lo contrario: era delgado yágil. Un día, por la noche, cuando lleguéal portal vi unas gotitas de sangre. No sépor qué, pero pensé en mi Yaki. Amedida que iba entrando los puntitosrojos iban haciendo un caminito quellegaba a la puerta de mi ascensor. Y yono dejaba de pensar en él. Cuandollegué al rellano, las gotitas estaban enla puerta de mi casa. Abrí y allí meencontré a mi madre nerviosa y al Yakien el suelo lleno de sangre y con dosboquetes en el cuello por la mordedurade un perro grande del barrio que letenía tirria. Ocurrió mientras mi madre

lo bajaba a la calle. Yo creía que era sufinal. Se lo llevaron al veterinario en elcoche del vecino y me metí corriendo enmi cuarto. Puse la música y, asomadopor la ventana, no dejé de llorar. Perodespués de unas cuantas horas apareciópor la puerta con todo el cuellovendado, adormilado por la anestesia ycon la mirada asustada. Nunca más seacercó a ese perro, y yo, sin poderloevitar, cada que vez que me cruzaba conese animal y con su dueña les mirabacon recelo y cara de pocos amigos,tengo que reconocerlo.

Una gran historia de amor la vividacon mi perro Yaki, que murió, segúnpedía en mis oraciones de niño, de

viejecito, por el daño que le causó aquelhueso del cocido que comenté. Doygracias porque el día de su muerte yo nome encontraba en casa, ni en Madrid. Yaunque viví esa pena desde la distancia,no sé si hubiera podido soportar verlemorir en los brazos de mi padre en elbaño...

Hemos llegado al final del trayectoy con ello al final de las escaleras y dellibro. Tantas y tantas horas hemoscompartido que tengo la sensación deque he dejado mucho de mí en estaspáginas. Me gustaría acabar diciendoque el ser humano puede escalarmontañas, pero también es capaz dedestruir, con un simple chasquido, en tansolo unos segundos, esa montaña que

tanto esfuerzo le ha costado subir.Somos inmunes a tantas cosas... Dehecho, en el mundo occidental comemoscon el telediario. Vemos tragedias,muertes, y nosotros decimos: «Pásamela salsa rosa y más langostinos». Megustaría pensar que esto va a cambiar,pero tengo muy serias dudas. Ya habéisvisto que soy una persona realista y queintento no engañarme.

Para bien o para mal, esto es lo quehay. Y me cueste más o menos tengo quesubir estas escaleras. Pero miro paraatrás y digo: «De qué me voy a quejar,si hay gente que daría lo que fuera porpoder subirlas como yo las subo».Solamente por respeto a esas personas

que se encuentran en peores condicionesque yo, o que no tienen ni casa, con o sinescaleras, no podemos ser trágicos nicaer en el pesimismo fácil, sino tirarpara adelante sin pegar codazos al de allado. Cada uno puede con lo que tiene, ysi no se conforma, ya sabe que no quedaotra...

Amor, bonito y temeroso,gracioso y bondadoso.

Tan lleno de hermosura.Sin amor este libro

no se hubiera llenadode escritura.

EL AMOR

«Yo también debería aprender de

ELLO» • Hace aflorar lo mejor de ti

mismo. Cuanto más amordeposites en ti, mayor será tuautoestima.

• No pienses que por amardemasiado estás sacrificandoalgo de ti. El amor no debecuantificarse, debe darse y elque lo recibe puede hacer con éllo que quiera. Tú ya lo hasentregado de formaincondicional. Eso dice muchode ti.

• Un amor maduro se basa en laresponsabilidad, el respeto y el

conocimiento. Es también aquelque te da energía, no te la quita.

• Es la herramienta para conseguirla felicidad. Gracias al amor nosmotivamos y tenemos la fuerzanecesaria para realizardeterminadas cosas que nosllevan a alcanzar lo quequeremos.

• Respeta siempre la libertad eintegridad del otro. Su territorio.Es fundamental para alcanzar unpunto de equilibrio.

• Arriesgarse a amar en libertadbien vale la pena. Si te agarras adepender de ese sentimiento poralguien, se destruye toda labelleza del amor. No hay pareja

ni amistad que se mantenga pormás tiempo que la que se sientelibre.

• Solo experimentando el amor sellega a comprender lo quesignifica. Y sabiendo lo que es,se puede compartir con losdemás.

• Es la excusa perfecta paraembarcarnos en aventuras en lasque empeñamos nuestro esfuerzoy energía. Unas resultanmaravillosas y otras, absurdas ydescabelladas. Pero qué importa,todo sea en nombre del amor.

• Nos da alas. Cuando estásenamorado todo gira en torno a

ese sentimiento. Es algo tanespecial que nada se puedecomparar con él.

AGRADECIMIENTOS

A todos los que de manera directa o

indirecta han ocupado las pequeñas ygrandes historias de este libro.

Y a Isabel Blasco, por ladedicación y por complementar, deforma especial, estos 16 escalones antesde irme a la cama.

16 escalones antes de irme a la camaJuan Manuel Montilla «Langui»ISBN edición en papel: 978-84-670-3190-4No se permite la reproducción total o parcial de estelibro, ni su incorporación a un sistema informático, ni sutransmisión en cualquier forma o por cualquier medio,sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, porgrabación u otros métodos, sin el permiso previo y porescrito del editor. La infracción de los derechosmencionados puede ser constitutiva de delito contra lapropiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del CódigoPenal)Redacción y edición: Isabel BlascoLópez© Juan Manuel Montilla, 2009© Espasa Calpe, S. A., 2009Paseo de Recoletos, 4, 28001 Madrid

Espasa, en su deseo de mejorar sus publicaciones,

agradecerá cualquier sugerencia que los lectoreshagan al departamento editorial por correo electrónico:[email protected] edición en libro electrónico(epub): julio de 2010ISBN: 978-84-670-3479-0 (epub)Conversión a libro electrónico:MAKANO