03 Frenesi

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Transcript of 03 Frenesi

Frenesí

Maya Banks

Traducción de Yuliss M.Priego

Título original: Burn

© Maya Banks, 2013

Primera edición en este formato:enero de 2014

© de la traducción: Yuliss M.Priego© de esta edición: Roca Editorialde Libros, S.L.Av. Marquès de l’Argentera 17,pral.08003 [email protected]

www.rocaebooks.com

ISBN: 978-84-15952-14-5

Todos los derechos reservados.Quedan rigurosamente prohibidas,sin la autorización escrita de lostitulares del copyright, bajo lassanciones establecidas en las leyes,la reproducción total o parcial deesta obra por cualquier medio oprocedimiento, comprendidos lareprografía y el tratamientoinformático, y la distribución deejemplares de ella mediante

alquiler o préstamos públicos.

Índice

Capítulo uno

Capítulo dos

Capítulo tres

Capítulo cuatro

Capítulo cinco

Capítulo seis

Capítulo siete

Capítulo ocho

Capítulo nueve

Capítulo diez

Capítulo once

Capítulo doce

Capítulo trece

Capítulo catorce

Capítulo quince

Capítulo dieciséis

Capítulo diecisiete

Capítulo dieciocho

Capítulo diecinueve

Capítulo veinte

Capítulo veintiuno

Capítulo veintidós

Capítulo veintitrés

Capítulo veinticuatro

Capítulo veinticinco

Capítulo veintiséis

Capítulo veintisiete

Capítulo veintiocho

Capítulo veintinueve

Capítulo treinta

Capítulo treinta y uno

Capítulo treinta y dos

Capítulo treinta y tres

Capítulo treinta y cuatro

Capítulo treinta y cinco

Capítulo treinta y seis

Capítulo treinta y siete

FRENESÍMaya Banks

Ash, Jace y Gabe son tres de loshombres más poderosos de laciudad y están acostumbrados aconseguir todo lo que desean. Todo.

En lo que respecta al sexo, AshMcIntyre siempre ha explorado sulado más salvaje, llevando susrelaciones al extremo y sincomprometerse emocionalmente de

ninguna manera. Exige tener en susmanos el control y prefiere amujeres pasivas, a las que les gustaser dominadas, y que incluso hallegado a compartir con su amigoJace.

Sin embargo, ahora Jace mantieneuna relación con una mujer que noestá dispuesto a compartir y Gabeestá con alguien que le da todo loque quiere. Los cambios en la vidade sus mejores amigos hacen queAsh se sienta por primera vez

inquieto y frustrado.

Es en ese momento cuando conoce aJosie, quien parece inmune a losencantos y la cuenta bancaria deAsh. Intrigado, la cortejará con laconvicción de que Josie noconseguirá resistírsele. Lo quenunca imaginó es que la mujer quese atreviera a decirle «no» sería laque lo llevaría al límite de sudeseo.

ACERCA DE LA AUTORAMaya Banks ha aparecido en las

listas de best sellers de The NewYork Times y USA Today en más deuna ocasión con libros que incluyengéneros como romántica erótica,suspense romántico, románticacontemporánea y románticahistórica escocesa. Vive en Texascon su marido, sus tres hijos y otrosde sus bebés. Entre ellos seencuentran dos gatos bengalíes y untricolor que ha estado con elladesde que tuvo a su hijo pequeño.Es una ávida lectora de novelaromántica y le encanta comentar

libros con sus fans, o cualquieraque escuche. Maya disfrutamuchísimo interactuando con suslectores en Facebook, Twitter yhasta en su grupo Yahoo!

ACERCA DE LA OBRA«Cuando lo acabé deseé quehubiera un cuarto libro.»UNA LECTORA EN USA TODAY

«Mi libro favorito de la trilogía.»BOOKS-N-KISSES

«Sinceramente he disfrutado de

cada momento de la lectura y se lorecomiendo a cada lectora quequiera leer historias que tengan porprotagonista a un macho alphaapasionado.»DEAR AUTHOR

A mi «familia». No de sangre,pero familia igualmente.

Capítulo uno

Ash McIntyre se encontraba en elpaseo asfaltado de Bryant Park, depie y con las manos en los bolsillosde sus pantalones mientrasrespiraba el aire primaveral deNueva York. Todavía hacía fresco,pese a que el invierno se acababa yla primavera tomaba su lugar. A sualrededor la gente estaba sentada enlos bancos y en las sillas que habíajunto a unas pequeñas mesas

mientras tomaban un café,trabajaban con sus portátiles oescuchaban música con sus iPod.

Era un día precioso, aunque él nosolía deleitarse en cosas vanascomo pasear por un parque, oincluso simplemente estar en unparque, sobre todo durante horas detrabajo cuando solía estaratrincherado en su oficina, alteléfono o mandando correoselectrónicos o preparando algúnviaje. Él no era de ese tipo dehombre que se «para a oler las

rosas», pero ese día se sentíainquieto y reservado, tenía muchascosas en la cabeza y al final habíallegado allí sin siquiera darsecuenta de que había terminado en elparque.

La boda de Mia y Gabe sería enunos pocos días y su socio estabaque se subía por las paredes contodos los preparativos paraasegurarse de que Mia tuviera laboda de sus sueños. ¿Y Jace? Suotro mejor amigo y socio estabacomprometido con su novia,

Bethany, lo que significaba que susdos amigos estaban más queocupados.

Cuando no trabajaban, seencontraban con sus mujeres, y esoquería decir que Ash no los veíaexcepto en la oficina y en las pocasocasiones en que todos se reuníandespués del trabajo. Aún erancercanos, y Gabe y Jace se habíanasegurado de que su amistadcontinuaba siendo sólida alincluirlo a él en sus ahoradiferentes vidas. Pero no era lo

mismo. Y aunque era bueno parasus amigos, Ash aún no habíaterminado de asumir lo rápido quetodas sus vidas habían cambiado enlos últimos ocho meses.

Era raro y condicionante, aunqueno fuera su vida la que hubieracambiado. No es que no se alegrarapor sus amigos. Ellos eran felices, yeso lo hacía feliz a él, pero porprimera vez desde el comienzo desu amistad ahora era él el queparecía un intruso.

Sus amigos se lo discutirían con

vehemencia. Ellos eran su familia,mucho más que su propia familia delocos a los que se pasaba la mayorparte de su tiempo evitando. Gabe,Mia, Jace y Bethany, pero sobretodo y especialmente Gabe y Jace,negarían que Ash fuera un intruso.Ellos eran sus hermanos en lo quede verdad importaba. Más que lasangre. Su vínculo era irrompible.Pero eso había cambiado, así queen realidad se sentía como unintruso. Aún formaba parte de susvidas, pero de una manera mucho

más pequeña y diferente.Durante años su lema había sido

juega duro y vive libre. Estar en unarelación cambiaba a un hombre.Cambiaba sus prioridades. Ash loentendía, lo pillaba. Tendría peoropinión de Gabe y Jace si susmujeres no fueran su prioridad,pero eso dejaba a Ash solo. Latercera rueda de una bicicleta. Y noera demasiado cómodo.

Era especialmente difícil porque,hasta Bethany, Ash y Jace habíancompartido a la mayoría de las

mujeres. Casi siempre se habíantirado a las mismas mujeres.Sonaba estúpido decir que Ash nosabía cómo comportarse fuera deuna relación a tres, pero era así.

Se sentía tenso e inquieto, comoen busca de algo, solo que no teníani idea de qué. No era que quisieratener lo que Gabe y Jace tenían, o alo mejor sí y se negaba areconocerlo. Solo sabía que noparecía él y que no le gustaba esehecho.

Él era una persona centrada.

Sabía exactamente lo que quería ytenía el poder y el dineronecesarios para conseguirlo. Nohabía mujer que no estuviera másque dispuesta a darle a Ash lo quequería o necesitaba. ¿Pero de quéservía cuando no tenía ni idea de loque era?

Paseó su mirada por el parque yse fijó en los carritos de bebés queempujaban las madres o susniñeras. Intentó imaginarse a símismo con niños y casi le entraronescalofríos de solo pensarlo. Tenía

treinta y ocho años, a punto decumplir treinta y nueve, edad en laque la mayoría de los hombres yahabían sentado la cabeza y tenidodescendencia. Pero él se habíapasado todos sus veinte y una granparte de sus treinta trabajando durocon sus socios para hacer que sunegocio llegara a donde ahora seencontraba. Sin recurrir al dinerode su familia ni sus contactos y,especialmente, sin su ayuda.

Quizás esa era la razón por laque lo odiaban tanto, porque les

había sacado el dedo y básicamenteles había dicho que se fueran atomar por culo. Pero su mayorpecado fue tener más éxito sinellos. Tenía incluso más dinero ypoder que el viejo, su abuelo. Ysiguiendo esa misma línea, ¿quéhabía hecho el resto de su familiaademás de vivir de la riqueza delviejo? Su abuelo vendió su negociocuando Ash aún era un niño. Nadiede su familia había trabajado unsolo día de sus vidas.

Sacudió la cabeza. Todos ellos

eran unas asquerosas sanguijuelas.No los necesitaba. Estabaconvencido de que no los quería ensu vida. Y ahora que los habíasuperado —y a su abuelo— estabamás seguro aún de que no iba adejar que volvieran a su vida paraque pudieran vivir a costa de susbeneficios.

Se dio la vuelta para marcharseporque tenía cosas que hacer que noincluían precisamente estar de pieen un maldito parque reflexionandocomo si necesitara un psicólogo.

Tenía que recuperar los hilos de suvida y empezar a centrarse en loúnico que no había cambiado, elnegocio. HCM Global Resorts teníaproyectos en diferentes etapas detrabajo. El del hotel de París yaestaba cerrado tras haber tenido quetrabajar rápido para reemplazar alos inversores que se habían echadoatrás. Las cosas se estabanmoviendo y progresaban bien.Ahora no era el momento derelajarse, especialmente cuandoGabe y Jace no le podían dedicar al

trabajo el mismo tiempo que lehabían dedicado en el pasado. Ashera el único al que su vida personalno le distraía, así que tenía quehacerse cargo del chiringuito. Teníaque hacer el trabajo extra de susamigos para que ellos pudierandisfrutar y tener una vida fuera deltrabajo.

Cuando volvía en la mismadirección por la que había venidovio a una mujer joven sentada, sola,en una de las mesas que había fueraen la acera de una de las calles

principales. Ash se paró a mediocamino y dejó que su mirada seposara más aún en ella y en sufísico. Tenía el pelo largo y rubio,que se movía con la brisa yrevelaba un rostro asombrosamenteprecioso con unos ojosarrebatadores que podía ver inclusodesde la distancia a la que seencontraba.

Llevaba una falda larga que searremolinaba con el viento y dejabaa la vista gran parte de su pierna.Unas sandalias con piedrecitas

adornaban sus pies y Ash pudo verla laca de uñas rosa que llevabaademás de un anillo que brillabacuando movía el pie para cambiarde postura. El sol se reflejaba en latobillera plateada que portaba, queno hacía otra cosa que atraer más laatención hacia su pierna esbelta.

Estaba ocupada dibujando; elceño lo tenía fruncido de laconcentración mientras su lápizvolaba sobre la página, y a su ladodescansaba una enorme bolsa llenahasta arriba con un montón de

papeles encima.Pero lo que más llamó su

atención fue la gargantilla quellevaba alrededor del cuello. No lepegaba. E hizo esa deducción alinstante. La llevaba ajustada y caíaen el hueco de su delicada garganta.Pero no le pegaba. No la reflejaba aella para nada.

Resultaba ordinaria en ella. Unagargantilla de diamante, obviamentecara y probablemente no deimitación, pero no iba con suapariencia. Destacaba, no encajaba.

Le picaba la curiosidad porque,cuando veía una pieza de joyeríacomo esa en una mujer, para élsignificaba algo totalmentediferente que para el resto de lagente y se moría de curiosidad porsaber si era un collar de sumisa o siera simplemente un adorno que ellamisma había elegido. Si era uncollar, el hombre que lo habíaelegido para ella había hecho unpésimo trabajo. El hombre no laconocía, o quizás no le importabaque tal significativo ornamento

fuera con la mujer a la que llamabasuya.

Si Ash podía hacer tal juicio trashaberla estudiado apenas unmomento, ¿cómo narices no podíaver lo mismo el hombre que lehacía el amor? Quizás el collar eramás un reflejo de su dominante, locual era estúpido y arrogante. Uncollar debería representar su afectoy cuidado hacia su sumisa, locompenetrado que estuviera conella, y debería ir con la mujer quelo llevaba.

Estaba haciendo un montón desuposiciones. Podría ser una simplegargantilla que la mujer hubieraelegido para ella misma. Pero paraun hombre como Ash, esa pieza dejoyería significaba mucho más y noera un simple accesorio.

No tenía ni idea de cuánto tiempollevaba observándola, pero, comosi ella hubiera sentido su mirada,levantó la cabeza para encontrarsecon ella y abrió los ojos comoplatos al mismo tiempo que algoparecido al miedo se apoderaba de

la expresión de la joven. Luegocerró el bloc de dibujoapresuradamente y comenzó ameterlo en la bolsa. Se mediolevantó, aún metiendo cosas en esabolsa enorme, y Ash se dio cuentade que se estaba yendo.

Antes de que fuera consciente deello, se precipitó hacia delante,intrigado. La adrenalina le recorríalas venas. La caza. Curiosidad.Reto. Interés. Quería saber quiénera esa mujer y qué significaba esecollar que llevaba.

E incluso mientras se acercaba aella con paso largo sabía que siefectivamente significaba lo quepensaba, estaba entrando en elterritorio de otro hombre, pero nole importaba en lo más mínimo.

Cazar a la sumisa de otrodominante era una de esas normasno escritas del mundillo, pero a Ashnunca se le habían dado bien lasnormas. Al menos las que él nohabía escrito. Y esta mujer erapreciosa. Intrigante. Y quizásexactamente lo que él estaba

buscando. ¿Cómo iba a saberlo sino hablaba con ella antes de que sefuera?

Estaba casi encima de ellacuando la joven se dio la vuelta,con la bolsa en la mano,obviamente preparada paraalejarse, y casi lo atropelló. Sí,estaba invadiendo su espacio.Tendría suerte si no salía gritandopor el parque; probablementeparecería un loco acosador a puntode atacar.

Oyó la rápida respiración de la

mujer mientras daba un paso haciaatrás, lo que provocó que la bolsase estrellara con la silla que habíadejado libre. La enorme bolsa seabrió, soltándose del cierre que lamantenía cerrada y el contenido sedesparramó por el suelo. Loslápices, pinceles y papeles salieronvolando por todas partes.

—¡Mierda! —murmuró ella.Se agachó de inmediato para

recoger los papeles y él persiguióuno que había salido volando con elviento y se encontraba a unos

metros de distancia.—Yo los cogeré —dijo ella—.

Por favor, no se moleste.Ash cogió el dibujo y se lo

devolvió.—No es ninguna molestia. Siento

haberla asustado.Ella soltó una risotada nerviosa a

la vez que extendía el brazo paracoger el papel.

—Sí que lo hizo.Ash bajó la mirada y observó el

dibujo mientras empezaba atendérselo a ella, pero luego

parpadeó cuando se vio a sí mismoen él.

—¿Qué demonios es esto? —murmuró, ignorando susapresurados intentos por hacersecon el dibujo.

—Por favor, devuélvamelo —dijo con una voz suave yapremiante.

Sonaba asustada, como si élfuera a perder los papeles, peroAsh estaba más fascinado con elpequeño trozo de piel del costadoque había quedado a la vista cuando

había alargado la mano para cogerel papel.

En su costado derecho, Ashentrevió un tatuaje vibrante y llenode colores, como ella. El brevevistazo que había echado le decíaque era floral, casi como una vid, yque se extendía muchísimo más porsu cuerpo. Ojalá hubiera podidoverlo más, pero ella bajó el brazo yel borde de su camiseta volvió acolocarse junto a la cinturilla de lafalda, privándolo de una vista más afondo.

—¿Por qué me estabasdibujando? —preguntó concuriosidad.

El color invadió sus mejillas y sesonrojó. Tenía una piel clara,apenas bronceada por el sol, perocon su pelo y esos increíbles ojosazul aguamarina era preciosa. Esamujer era preciosa. Yevidentemente tenía mucho talento.

Lo había dibujado perfectamente.No había tenido dificultad ningunaen reconocerse a sí mismo en eldibujo a lápiz. Su expresión

pensativa, la mirada distante de susojos. Lo había dibujado mientrashabía estado de pie en el parque,con las manos metidas en losbolsillos. Ese momento de reflexiónera más que evidente en el dibujo.El que una extraña hubiera podidocapturar su estado de ánimo en unospocos segundos lo hizo sentirsevulnerable. Sobre todo, que lohubiera captado en ese momento yque hubiera reconocido lo que Ashle escondía al resto del mundo.

—Fue un impulso —se defendió

—. Dibujo a un montón de gente.Cosas. Lo que sea que llame miatención.

Él sonrió sin apartar su miradade la de ella en ningún momento.Sus ojos eran tan expresivos, tancapaces de dejar sin sentido a unhombre. Y esa maldita gargantillalo miraba, tentándolo con un montónde posibilidades.

—Así que estás diciendo que tehe llamado la atención.

Ella se sonrojó otra vez. Era unsonrojo lleno de culpabilidad, pero

que decía mucho más. Lo habíaestado examinando tanto como él lohabía hecho con ella. Quizás deforma más sutil, aunque la sutilezanunca había sido uno de sus puntosfuertes.

—Parecías fuera de lugar —soltóde repente—. Tienes unos rasgosfuertes. Me moría por plasmarlosen un papel. Tienes un rostrointeresante y era obvio que teníasmuchas cosas en la cabeza.Encuentro a la gente mucho másabierta cuando creen que nadie los

está observando. Si hubieras estadoposando, la imagen no habría sidola misma.

—Es muy bueno —contestólentamente mientras bajaba lamirada una vez más hasta el dibujo—. Tienes mucho talento.

—¿Me lo puedes devolver? —preguntó—. Llego tarde.

Él volvió a levantar la mirada yarqueó las cejas a modo deinterrogación.

—No parecías tener prisa hastaque me viste acercarme a ti.

—Eso era hace unos minutos, yno llegaba tarde entonces. Ahora sí.

—¿Adónde llegas tarde?Ella frunció el ceño con

consternación y luego sus ojosreflejaron enfado.

—No creo que eso sea de tuincumbencia.

—Ash —dijo cuando ella separó al final—. Me llamo Ash.

Ella asintió pero no repitió sunombre. En ese momento Ashhabría dado lo que fuera porescuchar su nombre en sus labios.

Alargó una mano y pasó losdedos por encima del collar queadornaba su cuello.

—¿Tiene esto algo que ver conlo de llegar tarde?

Ella retrocedió y frunció con másahínco el ceño.

—¿Tu dominante te estáesperando?

Ella abrió los ojos como platos yposó los dedos automáticamente enel collar, justo en el mismo sitiodonde los dedos de Ash habíanestado segundos antes.

—¿Cómo te llamas? —preguntóal ver que ella seguía en silencio—.Yo me he presentado. Lo cortéssería que tú hicieras lo mismo.

—Josie—dijo en apenas unsusurro—. Josie Carlysle.

—¿Y a quién perteneces, Josie?Ella entrecerró los ojos y agarró

la bolsa al mismo tiempo queechaba dentro el resto de lápicesque quedaba.

—A nadie.—Entonces, ¿he malinterpretado

el significado del collar que llevas?

Josie se llevó los dedos hasta elcollar otra vez y eso impacientó aAsh. Quería quitárselo. No era eladecuado para ella. Un collardebería ser minuciosamenteescogido para una sumisa. Algo quefuera con su personalidad. Algo queestuviera hecho especialmente paraella. Y no para cualquier mujer.

—No lo has malinterpretado —dijo con una voz ronca que leprovocó unos escalofríos que lerecorrieron la espalda. Solo con suvoz podría seducir a un hombre en

cuestión de segundos—. Pero nopertenezco a nadie, Ash.

Y ahí estaba. Su nombre en suslabios. Le llegó muy adentro y leinvadió de una satisfaccióninexplicable. Quería oírlo otra vez,cuando estuviera dándole placer,cuando tuviera sus manos y su bocasobre su cuerpo y le sonsacara todaclase de suspiros.

Él arqueó una ceja.—¿Entonces eres tú quien

malinterpreta el significado de esecollar?

Ella se rio.—No, pero yo no le pertenezco.

Yo no pertenezco a nadie. Era unregalo, uno que yo elegí llevar.Nada más.

Ash se inclinó hacia delante yesta vez ella no retrocedió. Fijó sumirada en él, llena de curiosidad eincluso de excitación. Ella lo sentíatambién. Esa atracción magnéticaque había entre ellos. Tendría queestar ciega o en una fase denegación absoluta para no sentirlo.

—Si llevaras mi collar, sabrías

más que de sobra que meperteneces —gruñó—. Y lo que esmás, no te arrepentirías de ningúnmomento en el que te ofrecieras amí por completo. Si estuvieras bajomi cuidado, claramente mepertenecerías. No cabría ningunaduda. Y tú no dudarías siquiera unsegundo en responder quién es tudominante. Ni siquiera dirías que esun regalo como si no fuera nadamás que una pieza de joyeríaescogida con prisas. Significaríaalgo, Josie. Joder, lo significaría

todo, y tú lo sabrías.Ella abrió los ojos como platos y

luego se volvió a reír. Un brillo seinstaló en sus ojos.

—Entonces es una pena que no tepertenezca.

Dicho eso, dio media vuelta y sealejó apresuradamente con la bolsacolgada del hombro dejándolo ahíde pie aún con el dibujo que habíahecho de él.

La observó mientras semarchaba. El pelo se le deslizabapor la espalda y se levantaba

debido al viento, y las sandalias yla pulsera del tobillo brillabancuando se movía. Luego bajó lamirada hacia el dibujo que tenía enla mano.

—Sí que es una pena, sí —murmuró.

Capítulo dos

Ash se encontraba sentado en suoficina, con la puerta cerrada,pensando en el informe que teníafrente a él. No era un documentopara la empresa. No era ningunatabla financiera. Ningún correoelectrónico que tuviera queresponder. Era un documento sobreJosie Carlysle.

Había actuado rápido y le habíapedido un favor a la misma agencia

a la que había recurrido parainvestigar a Bethany, que habíacabreado a Jace seriamente porentonces. Eran buenos y, másimportante aún, eran rápidos.

Tras su encuentro con Josie en elparque, no había podido quitárselade la cabeza. No había podidohacer desaparecer esa fijación quetenía con ella. No estaba siquieraseguro de cómo llamarlo, solosabía que estaba actuando comoJace cuando conoció a Bethany porprimera vez, y Ash no había tardado

ni un segundo en hacerle saber a suamigo de su estupidez y de laprecipitación de sus accionesentonces. ¿Qué pensaría Jace sisupiera que Ash estaba básicamenteacosando a Josie?

Jace pensaría que había perdidola cabeza por completo. Tal y comoAsh había pensado que Jace habíaperdido la suya —y realmente lahabía perdido por completo— conBethany.

Según el informe, Josie teníaveintiocho años. Una estudiante de

arte ya graduada que vivía en unestudio en el primer piso de unedificio de arenisca en el UpperEast Side. El apartamento estabaalquilado a su nombre, y no a otrohombre. De hecho, había pocaevidencia en el informe de lapresencia de este otro hombre másque cuando llegaba a recogerla endiferentes intervalos de tiempo. Elinforme solo reflejaba unos pocosdías, ya que era justo el tiempo queh a b í a pasado desde que Ashconociera a Josie e inmediatamente

pidiera la información.Pasaba tiempo en el parque con

bastante frecuencia, dibujando ypintando. Algunos de sus trabajosestaban expuestos en una pequeñagalería de arte en Madison, pero nohabía vendido nada al menosdurante el tiempo que Ash habíatenido gente vigilándola. Tambiéndiseñaba joyería hippie y tenía unapágina web y una tienda onlinedonde la gente podía comprar susartículos hechos a mano.

Todas las pruebas apuntaban a

que era un espíritu libre. No teníahorario fijo de trabajo; iba y veníacuando quería. Aunque solo habíanpasado unos pocos días, parecíaque también era una solitaria. Estetipo no la había visto con nadie másque con el hombre que Ash suponíaque era su dominante.

No tenía sentido para él. Si Josiefuera suya, estaba claro que él nopasaría tan poco tiempo con ella, niella estaría sola tanto tiempo. Ledaba la sensación de que Josie eraotra más en la lista de ese tío y que,

o bien él, o ella, no se tomaba larelación tan en serio.

¿Era todo un juego?No es que Ash tuviera nada en

contra de que la gente hiciera lo quele diera la real gana, pero en sumundo la sumisión no era un juego.Lo era todo. Él no jugaba juegos.No tenía tiempo para ellos, y,simplemente, lo cabreaban. Si unamujer no estaba segura de lo quehacía, entonces no estaría con él. Siquerían jugar a ser sumisas, y a unjuego de rol mono donde solo lo

iban a sacar de quicio para poderganarse un castigo, cortaba larelación de raíz.

Aunque la mayoría de lasmujeres con las que se habíaacostado había sido con Jace. Ellostenían sus reglas. Las mujeressabían dónde se estaban metiendodesde el principio. Bethany habíasido la que había cambiado el juegopor completo, y la que había rotolas reglas. Jace no la había queridocompartir, y Ash lo entendía. No lohizo al principio, pero ahora sí. Sin

embargo, eso no significaba que noechara de menos esa conexión quetenía con su mejor amigo.

Por otro lado, con Jace fuera delmapa, Ash estaba única yexclusivamente al mando. No teníaque preocuparse de arrollar a suamigo, de enfadarlo ni de jugar bajolas reglas de otro que no fueran lassuyas propias.

Eso se le antojaba atractivo.Muchísimo. Siempre había sabidoque la gente malentendía supersonalidad. Al mirarlos a los

tres, a Gabe, Jace y Ash, la genteasumía que Ash era eldespreocupado. Un tío al que todole daba igual. Relajado. Quizásincluso hasta un pelele.

Todos estaban equivocados.De todos ellos, él era el más

intenso, y eso lo sabía de buenatinta. Se había contenido cuando ély Jace estaban con la misma mujer,porque sabía que él lo llevaría todomucho más lejos de lo que Jace loharía nunca. Así que jugaba bajo lasnormas de Jace y mantenía esa parte

de sí bajo control. Esa parte quetomaría las riendas por completo.Aunque nunca había habido ningunamujer que lo hubiera tentado tantocomo para dejar esa parte de sílibre.

Hasta ahora.Y era estúpido. No conocía a

Josie. Sabía sobre ella, sí. Elinforme era detallado, pero no laconocía realmente. No sabíasiquiera si ella respondería a lo queAsh le quería dar. A lo quepretendía tomar de ella.

Eso era lo importante. Lo que éliba a coger de ella. Porque iba a sermucho. Él daría mucho, pero susexigencias podrían parecerextremas hasta a alguien bienversado en el estilo de vida que élllevaba.

Volvió a mirar el informe yponderó cuál iba a ser su siguientemovimiento. Ya tenía un hombrevigilándola. La idea de queestuviera sola tanto tiempo lemolestaba. No es que no creyeraque estuviera bien que una mujer

hiciera todo lo que quisiera sola enla ciudad. Pero le molestaba porqueera Josie. Y mucho. ¿Tendría unamínima idea su supuesto dominantede dónde estaba ella durante el día?¿Le ofrecía su protección? ¿Osimplemente quedaba con ellacuando quería tener a alguien aquien follarse?

Un ligero gruñido se apoderó desu garganta y él se lo tragó.Necesitaba calmarse y recuperar suconcentración. Esa mujer no eranada para él. Pero, incluso al

mismo tiempo que lo pensaba, sabíaque era mentira. Ella era algo. Soloque él no tenía claro el qué todavía.

Su teléfono móvil sonó y bajó lamirada. Luego frunció el ceñocuando vio el contacto. Era elhombre que vigilaba a Josie.

—Ash —respondió rápidamente.—Señor McIntyre, soy Johnny.

Solo quería comunicarle lo queacabo de observar. Con lo que medijo, me imaginé que querría saberlo que ocurre.

Ash se irguió en su silla y frunció

aún más el ceño.—¿Qué pasa? ¿Está herida?—No, señor. Solo acaba de salir

de una casa de empeños. Havendido algunas joyas. Estuve en latienda y la escuché hablar con elprestamista. Dijo que necesitaba eldinero para pagar el alquiler. Él lepreguntó si quería vender las joyaso solo empeñarlas y ella dijovenderlas porque dudaba de quetuviera el dinero necesario paravolver a recuperarlas a menos quealgo cambiara. No dijo a qué

cambio se refería, pero pensé quequerría saber lo que ha hecho.

La ira nubló su mente. ¿Quédemonios estaba haciendo Josievendiendo joyas en una malditacasa de empeños? Si necesitabadinero, ¿por qué no estaba sudominante ayudándola? ¿Por qué nola protegía mejor? Y una mierda ibaa estar ella en una casa de empeñossi le perteneciera a él.

—Cómpralas —ordenó Ash—.Cada pieza. No me importa elprecio. Y tráemelas.

—Sí, señor —dijo Johnny.Ash colgó y volvió a recostarse

en la silla mientras su mentecomenzaba a trabajarfrenéticamente. Luego se levantó deforma abrupta con el teléfonopegado a la oreja y llamó a suchófer para que lo esperara a laentrada del edificio de oficinas.

Casi atropelló a Gabe en elpasillo.

—Ash, ¿tienes un segundo? —preguntó Gabe cuando Ash continuóandando por el pasillo.

—Ahora no —sentenció Ash—.Tengo cosas que hacer. Te llamoluego, ¿de acuerdo?

—¿Ash?Ash se detuvo un instante;

mientras se giraba para mirar a suamigo, la impaciencia se apoderabade él. Gabe, concentrado, frunció elceño, y la preocupación se reflejóen sus ojos.

—¿Va todo bien?Ash asintió.—Sí, va bien. Mira, tengo que

irme. Te veo luego.

Gabe asintió, pero había duda ensus ojos. Ni loco iba a compartirAsh lo que tenía en la cabeza. Gabeya tenía suficiente con la boda paramantenerse ocupado. Mierda, eramañana. Lo que significaba queGabe probablemente quería hablarcon él de algo de la boda y laceremonia.

Se paró justo al final del pasilloy llamó a Gabe.

—¿Todo bien con la boda? ¿Miaestá bien? ¿Necesitas algo?

Gabe se paró justo en la puerta

de su oficina y sonrió.—Todo va bien. O al menos lo

estará cuando la maldita ceremoniahaya acabado y sea mía. ¿Aún estáslibre esta noche? Jace está decididoa montarme una despedida desoltero, lo cual no tiene muycontenta a Mia. Dudo de queBethany esté muy contenta tampoco,pero él jura y perjura que soloserán unas copas en Rick’s y nadaque haga enfadar a las chicas.

Mierda. Ash se había olvidadode todo. Con toda su preocupación

con Josie, se le había ido de lacabeza todo lo relacionado con laboda y la despedida de soltero conGabe y Jace.

—Sí, ahí estaré. A las ocho,¿verdad? Nos vemos allídirectamente.

Gabe asintió.—De acuerdo. Te veré entonces.

Espero que todo se solucione.Gabe estaba intentando

sonsacarle información otra vez,pero Ash lo ignoró y se dio lavuelta para llamar al ascensor. No

tenía mucho tiempo si quería llegara la galería de arte antes de quecerrara.

Ash se adentró en la pequeñagalería y rápidamente miró enderredor. Daba la impresión de quese trataba de un marchante pequeñocon no muchos artistas reconocidosen la exposición. Probablementetrabajara solo con artistasindependientes. Esos que aún teníanque ser descubiertos. Esos queexponían sus trabajos con

esperanzas de ser descubiertos.Sus ojos se posaron

inmediatamente en una pintura de lapared y supo sin lugar a dudas quese trataba de uno de los trabajos deJosie. Mostraba su estilo. Brillante.Vibrante. Despreocupado. La sentíaa ella cuando miraba su cuadro. Laveía, le recordaba el modo en quele había sonreído, ese océano queeran sus ojos en el que podríahundirse. Sí, era de ella, estabaclaro. No había ninguna duda.

—¿Puedo ayudarle?

Ash se giró y vio a un hombremayor sonreírle. Estaba vestido conun traje viejo y unos zapatosdesgastados y llevaba unas gafasque atraían la atención de lasarrugas de su frente y del contornode sus ojos.

—Josie Carlysle —dijo Ash desopetón—. ¿Expone su trabajoaquí?

El hombre pareció sorprendersepero luego sonrió de nuevo y sevolvió hacia la pared.

—Sí. Es buena. No muy centrada,

no obstante. Creo que esa es larazón por la que no ha vendido. Esmuy generalista y su estilo no haemergido todavía. Uno que seaidentificable, si sabe a lo que merefiero.

—No, no lo sé —dijo Ash conimpaciencia—. Me gusta. Me gustasu trabajo. ¿Es todo lo que tiene deella expuesto?

Las cejas del hombre se alzaron.—No. Para nada. Tengo varias

piezas suyas. Solo expongo unaspocas a la vez. Tengo que utilizar el

espacio para exponer lo que vende,y solo he vendido uno o dos de suscuadros, desafortunadamente. Enrealidad he reducido su número deobras expuestas solo porque no semueve bien.

—Los quiero todos.La sorpresa aún era evidente en

el rostro del hombre pero seprecipitó inmediatamente a la paredpara bajar el cuadro que primerohabía llamado la atención de Ash.Estaba enmarcado. No muy bien,así que claramente iba a

reemplazarlo por otro que fueramás merecedor de su talento. Peroprimero tenía que comprar todossus cuadros y hacerle saber alhombre que cualquier otra cosa queJosie trajera era suyo.

Tras unos pocos minutos, elhombre había bajado la últimapintura y se dirigía hasta la mesaque había frente a la galería. Luegose paró y se giró, en su rostro sedibujaba una expresión pensativa.

—Tengo uno más. Detrás. Lotrajo hace dos días. No tenía

espacio para colgarlo, pero no tuvetan mal corazón de decirle que no.No cuando ya le había dicho que nopodría cogerle nada más hasta quevendiera algo.

—También lo quiero —soltóAsh.

—¿Sin verlo?Ash asintió.—Si ella lo pintó, lo quiero.

Quiero cada cuadro de ella quetenga.

La expresión del hombre seiluminó.

—Bueno, entonces perfecto.¡Estará encantada! Me muero porcontárselo.

Ash levantó la mano para pararal hombre antes de que fuera a latrastienda para sacar la pintura.

—Dígale lo que quiera, pero nole dé mi nombre ni ninguna otrainformación sobre mí. Quierocompleto anonimato o rompo eltrato, ¿entendido? Y lo que es más,voy a dejarle mi tarjeta. Si trae algomás, llámeme. Quiero todo lo quetraiga. Le pagaré el doble por todo

lo que actualmente tiene, siempre ycuando se asegure de que ella selleva su parte. Y averiguaré si la hatimado, así que no piense en ellosiquiera. Pero ese dinero extraademás me asegura ser la primeraopción para cualquier cosa que letraiga —y voy a comprar todo loque traiga—, así que sería lo mejorpara sus intereses que la deje traertodo lo que sea que quiera.

—P… por su… supuesto —tartamudeó el hombre—. Lo harécomo usted quiera. No sabrá nada

más que a alguien le gustó sutrabajo y quería todo lo que tenía.Estará encantada. Yo, por supuesto,le diré que es libre de traer lo quequiera.

Ash asintió.—Bien. Entonces nos

entendemos.—Absolutamente. Déjeme traer

la pintura de la trastienda. ¿Legustaría llevárselos hoy, o que selos entreguen en casa?

—Me llevaré este conmigo —murmuró Ash haciéndole un gesto al

primer cuadro que había visto en lapared—. Los otros que me losenvíen a mi apartamento.

El hombre asintió y luego seapresuró a entrar en la trastiendapara volver un momento despuéscon un cuadro sin enmarcarenvuelto en una funda protectora.

Un momento después, Ash leentregó al vendedor su tarjeta decrédito y observó cómo el hombresumaba el importe de todos loscuadros. No estaba seguro decuánta comisión habría, pero con lo

que había pagado, Josie deberíatener suficiente para solventarcualquier problema de dinero quetuviera a corto plazo.

¿A largo plazo? Ash no estabapreocupado por eso, porque aunqueJosie no tuviera ni idea de susintenciones —todavía—, él lastenía todas puestas en que el largoplazo lo incluyera a él.

Capítulo tres

Alas ocho y diez de la tarde, Ash seadentró en el reservado en el queGabe y Jace ya estaban sentados ydisfrutando de una copa. Estoslevantaron la mirada cuando Ashentró y Jace lo saludó con la mano.

—¿Qué vas a tomar esta noche?¿Lo de siempre? —preguntó Jacecuando Ash se sentó a su lado.

Una mujer apareció con unasonrisa muy seductora en el rostro y

apoyó el brazo en el hombro deGabe.

—Siento escuchar que estás fueradel mercado —dijo con vozcoqueta.

Gabe miró explícitamente elbrazo de la mujer y al no respondereste, ella lo apartó incómoda yluego se giró hacia Ash.

—¿Qué te traigo?No se encontraba con ganas de

beber, pero no quería ser unaguafiestas en la noche de su amigo.Era, de hecho, su última noche

como soltero.Bueno, ni Jace ni Ash estaban

casados, pero Jace lo estaríapronto. Era la última noche dondelos tres aún serían solteros ymarcaba el final de casi veinte añosde vivir libres y jugar duro.

Sus amigos argumentarían queellos no eran libres ni jugaríanduro. Estaba seguro de que amboslo llevaban muy bien. Mia yBethany no eran ninguna carga paraellos, y estaba claro que estabanconvencidos de comenzar una

relación duradera.—Whisky —dijo finalmente Ash.—¿Ha sido tan difícil elegir? —

preguntó Jace arrastrando laspalabras.

Ash sonrió aunque lo sintió máscomo una mueca. Un mo mentodespués, la camarera volvió con labebida de Ash y este alzó la copafrente a sus dos amigos.

—Por Gabe, el primero en dar elgran paso. Bueno, el primero y elsegundo —corrigió Ash,refiriéndose al hecho de que Gabe

había estado casado una vez antes.Tendía a olvidarse de eso y estabaseguro de que Gabe lo preferiría asítambién. El matrimonio no durómucho y no terminó bien.

Como era de esperar, Gabegruñó, aunque levantó el vaso.

—Mia es la única que cuenta —dijo Gabe.

Jace asintió.—Mucho mejor que Lisa. Lo has

hecho bien.—Dice el hermano de la novia

—soltó Ash con una risotada.

Jace arqueó una ceja y miró aAsh.

—¿Estás diciendo que Mia no esuna buena elección?

—Ni borracho. No le des a Gabeuna razón para patearme el culo. Noquiero que el pobre lleve el ojomorado en su gran día mañana.

Gabe se rio.—¿Y quién dice que seré yo el

que lleve el ojo morado? Barreré elsuelo contigo, cabrón.

Ash puso los ojos en blanco y serepantingó en la cómoda silla.

—¿Así que de esta forma escomo vamos a terminar?¿Sentándonos alrededor de unamesa como pringados la noche deantes de la boda?

—Sí, bueno, tú no tienes aninguna mujer esperando en casa nia la que le tengas que explicar nadamás… alocado —dijo Jacesecamente—. Mia y Bethany noscortarían los huevos si hiciéramosalgo remotamente parecido a unadespedida de soltero. Así que sí,esto es lo que vamos a hacer. Lo

siento.—Nos estamos haciendo muy

viejos para eso de todas formas —murmuró Gabe—. Actuar como unpuñado de niñatos con la primeratía a la que se van a tirar en su vidaya no me parece tan divertido.

—Brindo por eso —dijo Jace.—Bueno, cuando lo ponéis así…

yo también —añadió Ash—. Joder,¿fuimos así de gilipollas?

Gabe se rio.—Nosotros fuimos un poco más

perspicaces, pero sí, no me digas

que no te acuerdas de aquellos díasde universidad. Mucho alcohol ysexo. No necesariamente en eseorden.

—Al menos yo me acuerdo detodas las mujeres con las que meacosté —dijo Jace.

—Eso es porque tienes a Ashpara que te lo recuerde —ledevolvió Gabe—. Yo no voy enequipo, así que no tengo a nadie queme recuerde todas a las que me hefollado porque no me las estabafollando con mis mejores amigos en

escena.—Eso sí que es lo que yo llamo

una buena imagen mental —soltóAsh arrastrando las palabras—.Probablemente sea lo único que nointentamos nunca. Un cuarteto.

Jace se rio. Incluso Gabe se uniómientras intentaban tirarsecomentarios los unos a los otros.

Unas cuantas copas más tarde,Gabe no paraba de mirar la hora yeso le hizo gracia a Ash. El tío semoría por volver a casa con Mia.Mandando a tomar por culo todas

las tradiciones que decían que no sepodía ver a la novia la noche ni lamañana de antes de la boda, Gabese iba a ir a la cama con Mia, sedespertaría junto a ella por lamañana y probablemente la haríallegar tarde a la ceremonia al darleun adelanto de la luna de miel.

—No te quedes por nosotros —dijo Ash con sequedad.

Gabe levantó la mirada, llena deculpabilidad, mientras que Jace serio.

—¿Cuánto tiempo os iréis Mia y

tú de luna de miel? —preguntó Jace—. No nos lo dijiste y no he vistoque hayas cancelado tu agenda en eltrabajo.

La expresión de Gabe seoscureció.

—No voy a trabajar en dossemanas. No me voy a llevarsiquiera el teléfono ni el ordenador.Así que si la empresa se va a lamierda en mi ausencia, no voy aestar muy contento.

—Que te den —murmuró Ash—.Jace y yo hacemos todo el trabajo

de todas formas. Tú solo te sientasy te obsesionas.

—Me sorprende que solo vayas aestar fuera durante dos semanas —confesó Jace—. Me imaginé que tequitarías de en medio y que novolveríamos a verte el pelo en almenos un mes.

—No puedo decir que no estétentado de hacerlo. Pero por ahora,con dos semanas basta. Sinembargo, tengo intenciones decogerme más vacaciones a partir deahora. Hay un montón de lugares

que Mia quiere ver y voy a hacerque sus deseos se hagan realidad.

—Te lo mereces, tío —dijo Ashcon sinceridad—. Te has dejado lapiel en la compañía. Ya tuviste unmal matrimonio. Tienes a una buenamujer ahora y más dinero del que tepodrás gastar jamás. Ya es hora desalir y de disfrutar de los frutos detu trabajo. Asegúrate de que no lacagues con Mia. Ella te querrá parasiempre, que es más de lo quepodré decir nunca de la zorra de tuex.

—No arruinemos la nochehablando de mi ex —gruñó Gabe.

—¿Alguna intención de tenerhijos ya? —preguntó Jace—. ¿Te hahablado ella de eso?

—Mia no tiene que persuadirme—dijo Gabe encogiéndose dehombros—. Yo ya voy lanzado. Miúnica preocupación es si ella estápreparada. Aún es joven. Tienemucha vida por delante. Esperaríasi eso es lo que la va a hacer feliz,pero insiste en que quiere una granfamilia y cuanto antes mejor.

—En otras palabras, vas a darlotodo para dejarla embarazada tanpronto como sea posible —concluyó Ash arrastrando laspalabras.

Gabe levantó el vaso endirección a Ash y Jace hizo unamueca. Le entraron clarosescalofríos y luego le dio un largotrago a su bebida.

—Ya basta. Estamos hablando demi hermana. Ahora voy a tener quevolver a casa y lavarme los ojoscon lejía por culpa de las imágenes

mentales que me estáisproporcionando.

Gabe puso los ojos en blanco yAsh se rio entre dientes. LuegoGabe se puso serio y miró a Jace ya Ash.

—Me alegro de teneros a ambosacompañándome. Significa muchopara Mia que estéis allí mañana,pero no hay nadie más a quienquiera presente en la ceremonia. Nome importaría un comino si nadieexcepto vosotros y Mia estuvieraisallí. Y Bethany, por supuesto.

—Un discurso muy elocuente, tío—dijo Jace, con un deje divertidoen la voz.

—Lo digo en serio —añadióGabe simplemente.

Ash extendió el brazo y chocó elpuño con el de Gabe.

—Enhorabuena, tío. Me alegropor ti. Cuida de Mia y nuncatendrás que preocuparte de que Jacey yo te cubramos las espaldas.

Jace asintió.—¿Y qué te pasaba a ti antes? —

preguntó Gabe.

Ash parpadeó y se percató deque le estaba hablando a él. Semovió en el sitio con incomodidadmientras Jace centraba su atencióntambién en Ash.

—Nada —dijo—. Solo teníacosas que hacer.

—Parecías bastante serio cuandocasi me noqueaste al salir de tudespacho —dijo Gabe—. ¿Algoque tenga que saber antes de que noesté disponible durante dossemanas?

—No tenía nada que ver con el

trabajo —contestó Ash con un tononeutro—. Y eso es todo por lo quenecesitas preocuparte.

—Joder —murmuró Jace—. ¿Estu maldita familia otra vez? ¿Aún tesiguen acosando? Pensé que lesdijiste que se fueran a la mierdapara siempre en la cena con elviejo.

Ash negó con la cabeza.—No he hablado con ninguno de

ellos en semanas. Vi al viejo, hicemi buena acción del día, actuécomo un nieto bueno y luego les

dije a mis padres que me dejaran enpaz.

Gabe se rio entre dientes.—Me habría encantado ver sus

caras.Jace aún seguía gruñendo. Ash

apreciaba el hecho de que susamigos se enfadaran tanto cuando sufamilia empezaba a meter mierda.Gabe y Jace siempre habían estadoahí cuando se trataba de su familia,pero últimamente no quería que sevieran involucrados. No quería queMia o Bethany quedaran expuestas

a la maldad de su familia.Especialmente Bethany, que eramuchísimo más vulnerable y seríaobjetivo inmediato de sus críticas.

—¿Estás seguro de que no teestán dando la vara? —exigió Jace—. Gabe estará fuera de la ciudaddurante su luna de miel, peroBethany y yo estamos aquí. Sabesque estaremos a tu lado.

—Ya soy un niño mayor —dijoAsh arrastrando las palabras—.Puedo enfrentarme a mami y a papisin ayuda. Pero te lo agradezco. Y

no, no me están dando la vara.Están sospechosamente calladitos.Estoy esperando que aparezcan enescena en cualquier momento.

—Bueno, si todo está bien, yvosotros dos no vais a tenerproblemas manejando la nave sinmí durante las siguientes dossemanas, yo me retiro. Cuanto antesacabe esta noche, antes será Mia miesposa y antes empezaremos nuestraluna de miel —dijo Gabe.

—Hablando de manejar la nave—cortó Ash antes de que ninguno

de los tres se pusiera de pie paramarcharse en direcciones distintas—. Nunca nos dijiste por quédejamos fuera a Charles Willis dela negociación como si tuviera lalepra. Con él fuera, y al perder losotros dos inversores, apenasconseguimos salvar el hotel enParís. ¿Hay algo que no hayascompartido con nosotros?

La expresión de Gabe se volvióindescifrable y sus labios formaronuna delgada y fina línea. Jace miróinquisitoriamente a Gabe. Todo lo

que Gabe había compartido conellos por entonces fue que Willisestaba fuera y que inmediatamentelos otros dos inversores se habíanechado atrás sin dar ningunaexplicación. Uno de ellos era unrico texano que no podía permitirseperder. Pero con el trabajo debuscar otros inversores que losreemplazaran, ni Jace ni Ashhicieron preguntas. Se callaron ehicieron lo que debían para quetodo volviera a su orden natural.

—No era el adecuado para el

trabajo —dijo Gabe con seriedad—. Lo supe en París cuando nosconocimos. Sabía que no trabajaríacon él, sin importar lo queofreciera. Fue una decisión por elbien del negocio. Lo mejor para lacompañía. Mi decisión. Sé que soismis socios, pero no teníamostiempo para entretenernos con loscómos ni los porqués. Teníamosque movernos rápido para tener lasituación bajo control y que losplanes fueran viento en popa.

Jace frunció el ceño. Era

evidente que no se tragaba laexplicación de Gabe. A Ash no leconvencía tampoco, pero el rostrode Gabe era implacable. Decir quefue una decisión por el bien delnegocio era una sandez. Era algopersonal. Ash no sabía qué podríahaber pasado en París, pero sea loque fuere había puesto a Gabecompletamente en contra de CharlesWillis. El hombre habíadesaparecido del mundo trashaberlo apartado de lasoperaciones de HCM.

Ash se encogió de hombros.Todo lo que le importaba era quehabían arreglado el desastre. Noiba a meterse en lo que había hechoque Gabe se comportara de esaforma entonces. Ya quedaba en elpasado. No había pena sin delito.

—Ahora, si hemos acabado, megustaría volver a casa con mi futuraesposa —dijo Gabe con vozcansada.

Gabe se levantó y Jace, también.Dios, realmente se estabanhaciendo viejos. No eran siquiera

las diez todavía y ya estabandespidiéndose, aunque ellos teníanmujeres con las que volver a casa.En su lugar, él tampoco tendríatantas ganas de pasar una noche consus amigos.

Salió con ellos fuera y observócómo Gabe se marchaba en sucoche. Jace se giró hacia Ash.

—¿Quieres que te lleve a tuapartamento o te está esperando elchófer?

Ash vaciló. No estaba de humorpara hablar y, sin duda, tras las

preguntas de Gabe, la curiosidad lehabría picado a Jace. Pero, si lorechazaba, Jace estaría incluso másconvencido de que algo lo estabamolestando. Sería mejor que seaguantara y aceptara la oferta.

—¿Cómo le va a Bethany? —preguntó Ash cuando entraron en elvehículo. Se imaginó que siconseguía que Jace hablara deBethany no se metería en susasuntos.

La expresión de Jace se suavizóy sus labios formaron una sonrisa.

—Le va bien. Emocionada por ira la universidad.

—¿Cuáles son las últimasnovedades de Kingston? ¿Aún siguesiendo un imbécil?

Jack Kingston era el hermano deacogida de Bethany. También era elhombre que casi la mató y estabaactualmente en rehabilitación.Personalmente, Ash pensaba queJace había sido demasiadobenévolo con él. Ash le habría dadouna paliza y luego lo habría puestocontra la pared, pero en un intento

de no hacerle más daño a Bethanydel que había sufrido, Jace habíaayudado a Jack a conseguir lacondicional que incluíarehabilitación y un período deprueba.

—No sabemos mucho de él, y amí eso me parece perfecto —dijoJace.

Ash arqueó una ceja.—¿Pero a Bethany le parece

bien?Jace suspiró.—Tiene sus días buenos y malos.

Cuando consigo que solo piense enmí o en nosotros, las cosas vanbien. Cuando tiene tiempo depensar, se preocupa. Sabe que él lafastidió, y no ha superado eso.Dudo que algún día lo haga. Peroaún lo quiere y se siente enfermapor lo que ha hecho.

—Vaya mierda —murmuró Ash.—Sí.Aparcaron frente al edificio de

Ash y este se sintió aliviado de queJace no hubiera tenido tiempo dehacerle preguntas. Porque las

habría hecho. Tal y como Ash lashubiera hecho si hubiera percibidoque algo no iba bien con él. Perosaber que él haría lo mismo nosignificaba que tuviera ganas de queJace lo interrogara. Eso loconvertía en un hipócrita, pero… enfin.

—¿Te veo mañana entonces? —preguntó Jace cuando Ash comenzóa bajar del coche.

—Sí, no me lo perdería. ¿Vas allevar a Mia del brazo hasta elaltar?

El rostro de Jace se suavizó.—Sí.—¿No deberíamos haber tenido

algún ensayo o algo así? —preguntóAsh.

Estaba claro que susexperiencias con las bodas habíanquedado reducidas a la primera deGabe, pero los ensayos erannormales en bodas de la escala dela de Gabe y Mia, seguro.

Jace se rio.—Sí, tío. Fue anoche. No

apareciste. Pero solo tenías que

estar allí de pie junto a Gabe. Miate va a cantar las cuarenta porhaberte escaqueado. Te cubrí y ledije que tenías pendientes algunosasuntos de trabajo y que te habíasquedado para que Gabe pudiera iral ensayo. Eso la tranquilizó.

—Señor —dijo Ash—. Mesiento como un cabrón. Te juro queno me acordé. No me habríaacordado de que la boda es mañanasi no me hubiera cruzado antes conGabe en la oficina.

—Has estado perdido

últimamente —dijo Jace concuriosidad—. ¿Va todo bien? Lascosas no han sido tan malas en eltrabajo a menos que haya algo queno me estés contando. Las cosas hanestado bastante calmadas desde queGabe se volvió loco intentandodejarlo todo listo antes de irse deluna de miel.

—Solo he estado preocupado.Nada del otro mundo.

Jace se echó hacia delante antesde que Ash pudiera cerrar la puerta.

—Mira, sé que las cosas han

sido… diferentes desde lo mío conBethany. Lo sé. Pero no quiero quelas cosas cambien, Ash. Tú formasparte de mi familia.

—Las cosas sí que han cambiado—replicó Ash con suavidad—. Nohay nada que hacer con eso. Loestoy llevando. No hagas de lasituación un problema que no es,Jace. Sé feliz y haz feliz a Bethany.

—Entonces, ¿está todo bien? —preguntó Jace—. Porque has estadoraro últimamente. Y no solo lo henotado yo.

Ash dibujó una sonrisa en surosto.

—Sí, está todo bien. Deja deactuar como una maldita niñera.Vete a casa con tu mujer. Te verémañana vestido de pingüino. Diossabe que solo hago estas cosas porMia.

Jace se rio.—Sí, dímelo a mí. Bethany y yo

nos vamos a escaquear.—¿Habéis decidido una fecha

ya?Aunque Jace y Bethany se

hubieran comprometido en la fiestadel vigésimo cuarto cumpleaños deBethany, no habían decidido unafecha todavía, al menos que supieraAsh. Él había estado tan metido ensu mundo últimamente que eraposible que no se hubiera enterado.

—Todavía no —dijo Jace—.Estaba esperando hasta que todoeste marrón con Jack terminara. Noquiero que eso pese entre nosotroscuando estemos casados. Cuandosalga de rehabilitación y se centre,planearé algún viaje a algún sitio y

nos casaremos en la playa.—Suena bien. Te veo mañana,

¿de acuerdo?Ash cerró la puerta y retrocedió

un paso para indicarle al chófer quepodía marcharse. A continuación,se dio la vuelta y entró en eledificio de apartamentos.

Una vez dentro de suapartamento, entró en su dormitorioy su mirada recayó en la pintura queel marchante de la galería de artehabía sacado de la trastienda. Laque aún estaba protegida en su

envoltorio y aún no había sidoexpuesta.

Había colocado las otras en lapared del salón, pero había dejadoesta en su dormitorio con toda laintención de verla nada más llegar aa casa. Ahora la curiosidad loestaba carcomiendo por dentro, asíque con cuidado quitó el papel deembalar que protegía la obra y dejóel cuadro al descubierto.

—Joder —dijo en voz baja.Era… impresionante.

Provocador y sugerente a más no

poder.Era ella.O mejor dicho, su tatuaje. O lo

que él imaginaba que tenía que sersu tatuaje. Apenas había podidoverlo cuando la camiseta se lesubió hasta la cintura, pero el quemostraba el cuadro estaba en elsitio correcto y parecía una vid enflor.

El cuadro era del perfil de unamujer desnuda. Se veía una de lasdos caderas y los brazos cubríanlos pechos, pero se dejaba entrever

mínimamente de forma tentadorauno de ellos por debajo delantebrazo. Y a lo largo del costadose encontraba el colorido tatuajefloral. Se curvaba por encima de sucadera y desaparecía entre suspiernas.

Tenía que estar en la parteinterna de uno de los muslos yahora se moría por saber si este erauna réplica exacta de su tatuaje. Elque había visto en su cuerpo. Dios,se moría por saberlo. Se moría portrazar las líneas del mismo con los

dedos y la lengua.Se quedó mirando el cuadro para

absorber cada detalle. El marchantehabía sido un estúpido por nohaberlo incluido en la exposición.¿Lo había mirado siquiera? Eraincreíblemente erótico y aun asítenía un gusto exquisito.

El cabello rubio caía por laespalda y terminaba con las puntaslevantadas como si la brisa loestuviera sacudiendo. Se abrazabael cuerpo con los brazos y losdedos de las manos se extendían

sobre el brazo que ocultaba elpecho. Delicado. Totalmentefemenino. Y tan jodidamenteprecioso que hacía que las pelotasle dolieran.

Joder, estaba obsesionado con lamujer que solo había visto enpersona una vez. Y esta pintura noestaba ayudando ni un poquito.

Al día siguiente iría a enmarcarel cuadro y lo iba a colgar encimade la cama para que así pudieraverlo cada vez que entrara en eldormitorio. O, incluso mejor, lo

pondría en la pared opuesta a lacama para que fuera lo primero queviera cuando se despertara por lamañana y lo último cuando se fueraa dormir por la noche.

Sí, no estaba solamenteobsesionado. Estaba completamenteido con esta mujer. Tenía queserenarse.

Johnny llevaría sus joyas a laoficina pasado mañana ya que todala compañía cerraría debido a laboda de Gabe al día siguiente. Ashtendría que ingeniárselas entonces

para ver cómo iba a devolvérselas.Podría simplemente enviárselas porcorreo, pero entonces no la vería. Ytenía más que planeado volverla aver. Pronto.

Capítulo cuatro

Ash se encontraba sentado en sudespacho al día siguiente de laboda de Gabe y estudiaba lapequeña caja que contenía las joyasque Josie había empeñado.Examinó cada pieza antes dedevolverlas cuidadosamente a latela para que no se vieran dañadas.

Eran piezas de calidad. No eraun experto pero parecían antiguas yreales. Definitivamente no eran

falsas. Valían mucho más de lo queJosie había obtenido al empeñarlas,y el prestamista lo sabía a juzgarpor el precio que Ash tuvo quepagar para conseguirlas.

No le gustaba la desesperaciónque había en ese simple acto deempeñar joyas para obtener dinerorápido y conseguir menos de lo quevalían porque no tenía otra opción.Él le iba a dar esa otra opción.¿Pero otras? No tanto. No si él teníaalgo que decir al respecto.

Eso lo hacía parecer arrogante y

exigente, pero él ya sabía que eraambas cosas, así que no lemolestaba. Así era él. Sabía lo quequería, y quería a Josie. Ahora solotenía que poner el plan en marcha.

Su interfono sonó y Ash levantóla cabeza con irritación.

—Señor McIntyre, su hermanaestá aquí y quiere verle —dijoEleanor, su recepcionista, con undeje en la voz que sonaba a enfado.

No eran un secreto lossentimientos de Ash —y de Gabe yde Jace— hacia su familia. Eleanor

había estado con ellos durante añosy no le había gustado ni un pelotener que molestarlo con esta clasede información.

¿Qué demonios estaba haciendoBrittany aquí? ¿Había tenido sumadre que resignarse a mandar a suhermana para que hiciera el trabajosucio por ella? Podía sentir cómosu presión sanguínea estaba por lasnubes, a pesar de saber que teníaque dejar de darles tanto podersobre él.

—Dile que entre —dijo Ash con

voz seria.De ningún modo iba a airear

asuntos familiares fuera de laprivacidad de su despacho. Sea loque fuere que Brittany quisiera, Ashle daría unos pocos minutos y luegole haría saber que no erabienvenida en su oficina. Nadie desu familia lo era, y ahora que lopensaba, ninguno de ellos habíapisado jamás las oficinas de HCM.Se habían guardado su maldad parafiestas y reuniones familiares.

Si ponían un pie dentro de las

oficinas de HCM, se veríanobligados a reconocer su éxito envez de tratarlo como si fuera unsecretito del que nadie hablaba. Severían forzados a ver de primeramano que no los necesitaba y quehabía tenido éxito sin su ayuda oinfluencia. Y ni en sueños iban ahacer eso.

Unos golpes suaves sonaron en lapuerta y él simplemente contestócon un «adelante».

La puerta se abrió lentamente ysu hermana entró con el recelo

pintado en la cara. Parecía estarmás que nerviosa. Parecíaaterrorizada.

—¿Ash? —preguntó suavemente—. ¿Puedo hablar contigo unminuto?

Brittany era una réplica de sumadre. No es que su madre no fuerauna mujer hermosa. Lo era. YBrittany era igual de guapa, oincluso más, que su madre. El únicoproblema era que su madre era feapor dentro y eso le estropeó lapercepción de su apariencia física.

Porque sabía lo que residía detrásde esa cara bonita. Una mente fría ycalculadora. Ash creíafervientemente que su madre eraincapaz de amar a nadie más que así misma. Era un misterio para élsaber por qué había tenido hijossiquiera. Y no solo uno, sino cuatro.

Además de Brittany, Ash teníados hermanos mayores. Amboshombres siempre bien agarrados dela manita de su madre y su padre.Aunque Brittany era la más joven,se estaba acercando a los treinta. O

quizás los había cumplido ya. No seacordaba y tampoco es que leprodujera mucha tristeza ese hecho.Ella estaba igual de ciega por sufamilia que sus hermanos. O quizásincluso más.

Su madre había elegido almarido de Brittany. Un tío mayorque ella con el que se había casadocuando apenas salió de launiversidad. Rico. Con influencia.Con los contactos adecuados. Elmatrimonio apenas duró dos años yla madre de Ash la culpó de todo a

ella. No le importó que en lasinvestigaciones de Ash encontraramuchos más secretos por parte deRobert Hanover.

Ese tipo no era el hombre que legustaría que estuviera casado consu hermana o cualquier otra mujer.Pero Brittany se había sometido alos deseos de su madre sin quejaalguna y a pesar de las advertenciasde Ash de que Robert no era elhombre que aparentaba ser.

Al menos ella había tenido elvalor de romper el matrimonio. Eso

les sorprendió.—¿Qué pasa? —preguntó Ash en

un tono neutral.Le hizo un gesto para que se

sentara en la silla frente a su mesa.Ella lo hizo y se sentó en el borde;el nerviosismo y la inseguridaderan evidentes en su lenguajecorporal.

—Necesito tu ayuda —dijo envoz baja.

Él alzó una ceja.—¿Qué ha pasado? ¿Has

discutido con mamita querida?

El enfado se reflejó en los ojosde Brittany mientras esta ledevolvía la mirada a Ash.

—Por favor, no empieces, Ash.Sé que me merezco tus burlas y tudesdén. Me merezco un montón decosas, pero quiero largarme. Ynecesito tu ayuda para hacerlo. Meavergüenza tener que venir ysuplicarte que me ayudes, pero nosé adónde o a quién más acudir. Sivoy al abuelo, se lo diría a mamá yprobablemente no me ayudaría detodos modos. Tú eres su favorito.

Al resto de nosotros no nos soporta.La sorpresa se apoderó de él al

escuchar la sinceridad —y laurgencia— en su voz. Se inclinóhacia delante y entrecerró los ojosen dirección a Brittany.

—Quieres largarte. ¿Quésignifica eso exactamente, Brittany?

—Quiero alejarme de ellos —dijo agitadamente—. De todosellos.

—¿Qué narices te han hecho? —exigió Ash.

Ella sacudió la cabeza.

—Nada. Es decir, nada ademásde lo habitual. Ya sabes cómo son,Ash. Siempre te he envidiadomucho. Tú les dices que se vayan afreír espárragos y te has marcado tupropio camino. Todo lo que yo hehecho ha sido casarme con elhombre que mi madre quería,intentar sacar lo mejor de unasituación pésima y fracasarmiserablemente. No cogí nada deldivorcio y me parece bien. Yo soloquiero alejarme. Pero no tengo nadasin la ayuda de mamá y papá. Y no

la quiero ya. Porque su ayuda vienecon ataduras. Tengo treinta años, ¿yqué más en mi vida? No tengo vida,ni dinero. Nada.

La desolación de su voz le llegóa Ash muy adentro. Sabíaexactamente a lo que se refería.Podría haber sido él perfectamenteel que estuviera en su situación. Sushermanos lo estaban. No legustaban las manchas oscuras quetenía bajo los ojos y la miradaapagada que tenía en estosmomentos. Por mucho que se

hubiera comportado como una zorraantes, imitando a su madre, nopodía ignorar la carita de corderodegollado que mostraba.

—¿Qué quieres hacer? —preguntó en voz baja.

—¿Es muy patético que no losepa? No sé siquiera por dóndeempezar. He venido a ti porque notenía a dónde más ir. Mis amigos noson amigos cuando las cosas setuercen. Están más que encantadosde apoyarme cuando todo va bien,pero no puedo contar con ellos para

un apoyo real.—Te ayudaré —dijo Ash con un

tono regular—. Jace tiene unapartamento en el que Mia vivíaantes, y más recientemente suprometida. Pero está otra vez vacío.Probablemente pueda comprárseloo al menos usarlo hasta que teinstalemos en otro sitio.

Ella abrió los ojos como platos,sorprendida.

—¿Tienes un trabajo? —preguntó.

Ella se ruborizó y bajó la mirada.

—No te estoy criticando,Brittany —dijo suavemente—. Tepregunto para saber qué clase deayuda necesitas.

Ella negó con la cabeza.—No. He estado viviendo con

mamá y papá. No es que no quieratrabajar, ¿pero qué se me da bien?

—Se te podrían dar bien muchascosas —comentó Ash—. Eres lista.Tienes una carrera universitaria.Solo tienes miedo de intentar saliral mundo real.

Ella asintió lentamente.

—Puedo conseguirte un puesto enuno de los hoteles, pero Brittany,tienes que saber que será un trabajoreal con responsabilidades reales.Puedo mover los hilos para que tecontraten, pero si no haces tutrabajo, no lo conservarás.¿Entendido?

—Lo entiendo y gracias, Ash. Nosé qué decir. Hemos… yo me hecomportado fatal contigo. —Laslágrimas inundaban sus ojosmientras lo miraba con totalsinceridad—. Te odian porque no

pueden controlarte. Y yo les hepermitido que me controlen. Peroahora que ya no lo harán, meodiarán a mí también.

Ash extendió un brazo porencima de la mesa y le cogió lamano antes de darle un apretóntranquilizador.

—No los necesitas, Brittany.Eres joven y lista. Puedessobrevivir tú sola. Solo necesitasun poco de ayuda para conseguirlo.Pero estate preparada. Vas a tenerque ser fuerte. Nuestra madre es

peor que un zorro, y no vacilará enusar cada arma que tenga en suarsenal contra ti en cuanto sepa loque estás haciendo.

—Gracias —susurró—. Tepagaré de alguna manera, Ash. Telo juro.

Él volvió a darle un apretón en lamano.

—Lo mejor que puedes hacer pormí es vivir tu propia vida y nodejarles que te hundan otra vez. Teayudaré. Haré lo que pueda paraprotegerte de toda esa mierda. Pero

va a conllevar mucha fuerza por tuparte también. Me gustaría pensarque vamos a poder ser familia otravez.

Ella entrelazó ambas manosalrededor de la de él con los ojosbrillantes de la emoción.

—A mí también me gustaría,Ash.

—Deja que llame a Jace y veaqué opina sobre lo del apartamento.Si no podemos instalarte ahí,tendremos que echarle un ojo a loque hay en el mercado. ¿Necesitas

que vaya contigo a recoger lascosas de casa de mamá y papá?

Ella negó con la cabeza.—Ya lo tengo todo listo. Mi ropa

y demás, me refiero. No tengo nadamás. Me lo traje conmigo. Mismaletas están en el área derecepción. Cogí un taxi hasta tuoficina. No estaba segura de lo queiba a hacer si te negabas a verme.

—Está bien, entonces deja quellame a Jace e iremos a buscar tusmaletas. Por esta noche te registraréen nuestro hotel. Estoy seguro de

que el apartamento necesitaráprovisiones. Me ocuparé de esodurante el día de hoy y también teabriré una cuenta bancaria con eldinero suficiente hasta que cobrestu primera nómina. Tómate unoscuantos días libres para instalarte yluego vuelve a verme por lo deltrabajo. Para entonces esperotenerlo todo listo.

Ella se levantó y de repenterodeó el escritorio y lanzó losbrazos alrededor del cuello de Ash.Él la cogió al mismo tiempo que se

ponía de pie. La agarró para que nose cayera y le devolvió el abrazo.

—Eres el mejor, Ash. Dios, te heechado de menos. Siento cómo te hetratado. Tienes todos los motivospara echarme y no volverme a vernunca. No olvidaré lo que vas ahacer por mí. Jamás.

El fervor de su voz hizo a Ashsonreír mientras pacientementeesperaba a que el festín de abrazosterminara. ¿Quién habría pensadoque el día de hoy traería a suhermana a la oficina para una

reunión familiar de lo máspeculiar? Gabe y Jace no se lo ibana creer. Aunque pasarían dossemanas antes de que Gabe supieranada.

Jace pensaría seguramente quehabía perdido la cabeza por ayudara su hermana. Pero Ash nuncapodría darle la espalda. Aunque esohubiera sido exactamente lo que sufamilia le hubiera hecho a él.Brittany aún seguía siendo suhermana pequeña y quizás este eraun nuevo capítulo para ellos. A Ash

no le gustaba esa distancia quehabía entre él y su familia, pero nole habían dejado otra elección. Élquería lo que todos los demásdaban por hecho. Una unidadfamiliar sólida. Gente que lecubriera las espaldas. Gente que loquisiera y lo apoyara sincondiciones.

Tenía eso con Gabe y Jace, yahora con Mia y Bethany. Peronunca lo había tenido con los de supropia sangre. Quizás Brittanypudiera cambiar eso. Aunque nunca

fueran una gran familia feliz, él y suhermana podrían al menos tener unarelación.

—Haré que mi chófer te lleve alhotel. Le pediré a Eleanor que lediga que suba y recoja tus maletas.También llamará al hotel paraasegurarse de que tengan unahabitación lista para cuandollegues. Tendrás que ir al bancopara abrir la cuenta. Le diré aEleanor que te ayude con esotambién. Pero por ahora tómatelocon calma, intenta descansar y

mañana te instalaremos en elapartamento.

Sonrió indulgentemente cuandoella lo abrazó una vez más. Lajoven se secó apresuradamente unalágrima de la mejilla a la vez que segiraba.

—Esto significa mucho para mí,Ash. Lo significa todo. Y te juroque te lo compensaré.

—Solo sé feliz y no dejes que tehundan —dijo Ash en un tono serio—. No se dará por vencida confacilidad, Brittany. Tienes que

saberlo y estar preparada para ello.Si intenta algo, ven a mí y yo losolucionaré.

Brittany sonrió lánguidamente yempezó a dirigirse a la puerta. Separó con la mano agarrando elpomo.

—Siempre te he admirado, Ash.Y si soy sincera, siempre he sentidocelos de ti. Pero no eres lo queellos dicen. Los odio por lo que tehicieron a ti. A mí. Y me odio a mímisma por haberlo permitido.

—No se merecen tu odio —dijo

Ash en silencio—. No les des esaclase de poder sobre ti. No estoydiciendo que vaya a ser fácil, perono puedes dejar que te afecte y tehundan.

Ella asintió y luego sonrióligeramente.

—Te veré pronto. Quiero decirque… me gustaría. Quizás una cena.O puedo cocinar algo en elapartamento para los dos.

—A mí también me gustaría —dijo con sinceridad—. Cuídate,Brittany. Y si necesitas algo,

llámame.Tan pronto como salió de la

oficina, llamó a Eleanor y le diotodos los detalles de lo quenecesitaba. Después de pedirle queayudara a Brittany a abrir unacuenta bancaria, le dijo que le dierael número una vez lo tuvieraBrittany para poder ingresarledinero.

Qué día. Así que Brittany teníaagallas después de todo. Le habíallevado bastante tiempo, pero mejortarde que nunca. Sus otros dos

hermanos mayores nunca habíantenido el valor o el deseo dedesafiar a sus padres y al viejo. Yano tenían arreglo. Ambos estaban enla cuarentena y ninguno era capazde mantenerse a sí mismo ni a sufamilia. Joder, Ash tenía sobrinas ysobrinos que apenas había visto. Nosabía nada de sus cuñadas más quese habían casado con hombresdébiles que aún estaban bajo el alaprotectora de sus padres.

Ese no iba a ser él. Nunca seríaél. Y ahora, si de él dependía,

tampoco iba a serlo Brittany.Aún quedaba por ver si ella tenía

la fortaleza necesaria para empezarde cero y huir del control de suspadres. Pero estaba más que felizde ayudarla si ese era su verdaderoobjetivo. Era joven y guapa. Eralista aunque hubiera tomado algunasdecisiones bastante malas. Teníatiempo más que suficiente paradarle la vuelta a su vida y seguirpor el buen camino.

Todo el mundo cometía errores,y todo el mundo se merecía una

segunda oportunidad. Él soloesperaba que Brittany diera un giroa su vida y mantuviera la cabezabien alta.

Abrió el cajón para mirar la cajallena de joyas que había metidodentro apresuradamente cuandoEleanor lo avisó de la llegada deBrittany. Pasó un dedo por el filode la misma a la vez que se laquedó mirando con una expresiónpensativa.

Brittany desapareció de su mente;ahora tocaba concentrarse en su

principal preocupación.Josie.

Capítulo cinco

—¿Qué quieres decir con que lashas vendido ya? —preguntó Josieelevando la voz, mirando como unpasmarote al prestamista al quehabía ido unos cuantos días atrás avender las joyas de su madre.

Él la contempló con calma.—Las he vendido. Tuve un

cliente al que le gustaron.Josie revolvió las manos

nerviosamente.

—¿Puede darme una dirección?¿Un nombre? ¿Un teléfono? ¿Algo?Me gustaría recuperarlas.

—Tuvo la opción de empeñarlas,señorita Carlysle —dijo el hombrecon paciencia—. Le preguntéespecíficamente si prefería unpréstamo con la opción de poderrecuperar los artículos.

—Pero el préstamo no habríasido suficiente —argumentó—.Necesitaba el dinero por entonces.No podía esperar. Pero ahora esdiferente. Tengo el dinero y ¡tengo

que conseguir las joyas de mimadre! Es todo lo que me queda deella. Eran de mi abuela. Oh, Dios,no puedo creer que las hayavendido tan rápido.

El hombre le lanzó una miradallena de compasión peropermaneció en silencio. Josieestaba segura de que pensaba queestaba tratando con una loca.

—¿Puede darme la informaciónde la persona a la que se lasvendió? —preguntó de nuevo,desesperada.

—Creo que sabe que no puedohacer eso —contestó el hombre.

Se pasó una mano por el rostroagitadamente. Ojalá hubieraesperado otro día más. ¿Pero cómonarices iba a saber ella que alguieniba a entrar en la galería de arte yse enamoraría de su trabajo —todosu trabajo— e incluso pagaría porlos cuadros más de lo que elmarchante pedía? Era una locura.No es que no se sintieraincreíblemente agradecida por subuena fortuna, pero si hubiera

esperado un solo día más, no habríaempeñado las joyas de su madre yahora no estaría aquí, en una casade empeños, desesperada porrecuperarlas.

—¿Contactará al menos con esapersona por mí y le dará miteléfono? Podría pedirle que mellamara. Dígales que les pagaré eldoble de lo que tuvieron que pagarpor ellas. Tengo que recuperarlas,por favor.

Él suspiró y luego le acercó untrozo de papel y un bolígrafo sobre

la mesa.—No puedo prometerle nada,

pero escriba sus datos y yo se lospasaré al cliente. Normalmente nohago este tipo de cosas; una vezestá vendido, ya no me incumbe.Renunció a cualquier posesióncuando me vendió las joyas a mí.

—Lo sé, lo sé —dijo Josie almismo tiempo que garabateabarápidamente su número y su nombre—. No estoy diciendo que sea suculpa ni que sea el culpable denada. La culpa es mía por haber

actuado tan precipitadamente. Perode verdad le agradecería si pudierallamar a esta persona y decirle lodesesperada que estoy porrecuperar las piezas.

Él se encogió de hombros almismo tiempo que ella le tendía elpapel.

—Haré lo que pueda.—Gracias —susurró.Se giró para salir de la casa de

empeños con un gran peso en elcorazón. Debería haber estadoeufórica. Sus cuadros se habían

vendido. ¡Todos! Y el señorDowning le había pedido quetrajera más, todos los que quisiera.Tenía un comprador interesado, yaunque no había divulgado ningúndato sobre el comprador, le habíadicho que estaba interesado encualquier cosa que trajera.

Lo único que le había estropeadoel día era que las joyas de su madrehubieran desaparecido. No tenía niidea de quién las había comprado osi las volvería a recuperar algúndía. Había estado tan contenta

cuando el señor Downing le dio esecheque… Era más dinero del queella hubiera esperado nunca.Suficiente como para pagar elalquiler y hacer la compra durantevarios meses; tiempo más que desobra para llevar más cuadros a lagalería. Y mucho más importante,habría sido suficiente como pararecuperar las joyas que habíavendido aun sabiendo que le iba acostar más de lo que ella habíaconseguido al venderlas.

La casa de empeños había sido el

primer sitio al que había ido trasdepositar el dinero en una cuentabancaria. Y se había jurado a símisma que pasara lo que pasase,nunca volvería a separarse de lasjoyas otra vez.

Solo que ahora habíandesaparecido, y con ellas el últimovínculo que tenía con su madre.

Salió de la tienda y se adentró enla frenética actividad de la calle sinsaber exactamente adónde ir.Cuando giró hacia la derecha, separó al reconocer una cara familiar.

Parpadeó varias veces mientras sequedó mirando al hombre que habíaconocido en el parque unos cuantosdías atrás. Estaba ahí, para nadasorprendido de verla. De hecho,parecía como si la hubiera estadoesperando. Un pensamientoabsurdo, pero aun así no parecíaque estuviera sorprendido en lo másmínimo por el inesperadoencuentro.

—Josie —murmuró.—Ho… hola —tartamudeó ella.—Creo que tengo algo que te

pertenece.Él sacó una caja abierta; tan

pronto como ella pudo ver elcontenido, la respiración se le cortóen el pecho.

Levantó la mirada hasta él,totalmente confundida.

—¿Cómo has conseguido esto?No lo entiendo. ¿Cómo podríashaberlas conseguido? ¿Cómo losabías?

Él sonrió, pero su mirada seguíasiendo de acero. No había ningúnamago de sonrisa en esos ojos

verdes.—Las compré después de que las

vendieras en la casa de empeños.Supuse que ya que acababas desalir de allí, querrías recuperarlas.

—Sí, por supuesto que lasquiero. Pero eso no responde a mipregunta de cómo las conseguiste.

Él arqueó una ceja.—Acabo de decírtelo. Las

compré cuando las vendiste.Ella sacudió la cabeza con

impaciencia y fue entonces cuandoAsh fijó su mirada en la garganta de

Josie. Sin collar. Los ojos lebrillaron de interés al instante. Ellalevantó una mano automáticamentehasta el lugar donde una vez habíadescansado el collar.

Sabía que lo había llevadodurante algún tiempo ya que habíauna delgada marca de piel másclara justo donde la gargantillahabía estado alrededor de su cuello.

—Eso no explica cómo lo supiste—replicó con voz ronca.

—¿Importa? —le preguntó él consuavidad.

—¡Pues claro que importa! ¿Hasestado siguiéndome?

—¿Yo, personalmente? No.—¿Se supone que tiene que

hacerme sentir mejor que hayasmandado a otra persona aseguirme? —exigió—. Simplementeme da… ¡escalofríos!

—¿Quieres recuperar las joyas?—le preguntó él de sopetón.

—Por supuesto que sí —contestócon irritación—. ¿Cuánto quierespor ellas?

—No quiero dinero.

Ella dio un paso atrás y lo mirócon la guardia en alto. Estaban enuna calle pública y había gente portodas partes, pero eso nosignificaba nada si era algúnlunático perturbado que quisierahacerle daño.

—¿Entonces qué quieres?—Una cena. Esta noche. Te

llevaré las joyas y te las podrásquedar. Todo lo que quiero acambio es tu compañía por unatarde.

Ella sacudió la cabeza.

—Ni hablar. No te conozco. Nosé nada sobre ti.

Ash sonrió con paciencia.—Para eso es la cena. Para que

me conozcas mejor y yo puedaconocerte mejor a ti.

—Está claro que tú sabes unmontón sobre mí —le soltó—.Incluyendo dónde encontrarme,dónde he estado y lo que he estadohaciendo.

—¿Por qué no llevas el collar?—preguntó fijando una vez más losojos en su garganta.

Su mirada la hacía sentirvulnerable. Como si estuvieracompletamente desnuda frente a él.

Esta vez ella se llevó la mano alcuello en un intento de esconder lapiel desnuda de sus ojos.

—No creo que eso sea de tuincumbencia —dijo Josie en vozbaja.

—Pretendo que sí lo sea.Ella abrió los ojos como platos.—¿De verdad piensas que voy a

aceptar ir a cenar contigo? Me hasestado siguiendo, o mejor dicho,

has hecho que me sigan. Mepreguntas cosas personales ybásicamente me chantajeas condevolverme las joyas de mi madre.

—Así que pertenecían a tu madre—dijo él con suavidad—. Deben deser muy importantes para ti.

El dolor se instaló en el pecho deJosie; tuvo que respirar hondo paraserenarse.

—Sí, sí que lo son —admitió—.Me odié por haberlas tenido quevender. Ojalá hubiera esperado undía. Tengo que recuperarlas. Es lo

único que me queda de ella. Dimelo que pagaste y te lo devolveré.Por favor.

—No quiero tu dinero, Josie.Quiero tu tiempo. Cenar esta noche.Un sitio público, sin ataduras. Yollevo las joyas y tú simplemente a timisma.

—¿Y después? ¿Me dejarás enpaz?

—No puedo prometerte eso —contestó amablemente—. Yopersigo lo que quiero. Si merindiera cada vez que me encuentro

un obstáculo en el camino, nohabría conseguido el éxito queahora tengo, ¿no?

—No me conoces —rebatióJosie, frustrada—. No me quieres.¿Cómo podrías? No sabes nadasobre mí.

—Razón por la que quiero cenarcontigo esta noche —respondiópacientemente.

Pero ella podía ver que Ashestaba perdiendo la paciencia conbastante rapidez. Sus ojos brillabande impaciencia aunque su tono de

voz fuera normal. Estaba claro queera un hombre acostumbrado aconseguir lo que quisiera. Podíaafirmar eso con solo mirarlo. ¿Porqué iba entonces tras ella? ¿Quépodría tener ella que él quisiera?

Era un hombre que no tenía quebuscar mucho para encontrarmujeres. Probablemente tenía hastauna cola en la puerta de su casa atodas horas. Era obvio que era rico;tenía esa apariencia de revista GQque gritaba riqueza y clase alta. Ytenía una confianza en sí mismo —

arrogancia— que le decía que nosolo conseguía lo que quería, sinoque él también era consciente deello.

La arrogancia no era unacualidad hacia la que ella sesintiera particularmente atraída.Pero en él lo era. Le pegaba, de lamisma forma que su ropa y toda suforma de comportarse. Y había algoen esa mirada que la volvía loca.Ya lo había conseguido la primeravez que se conocieron. El estómagole dio vueltas y él le hizo

considerar cosas que nunca antes sele hubieran pasado por la cabeza.Le había hecho querer cosas quenunca había tenido o que nunca sehabía dado cuenta de que quería.

Y lo odiaba por eso. Por alterarsu vida tan cuidadosamenteordenada. No, no estaba tan bienordenada. No tenía una rutina y esole gustaba. Pero estaba cómoda ensu vida; sabía quién y qué era.Hasta que apareció él. Hasta que selo encontró en el parque y le hizodudar de todo lo que tenía en la

vida.No era un hombre que se quedara

callado. Le daría la vuelta a sumundo en el mismo momento en queella le diera acceso a él. Estabaconvencida de ello. Era alguien aquien le gustaba —y exigía— elcontrol. Era evidente por la formaen que hablaba, la forma en que secomportaba. Había comprendido elsignificado del collar. Había sabidolo que significaba y le habíahablado como si tuviera muchísimaexperiencia en el estilo de vida al

que el collar pertenecía.Pero él no sería como Michael.

Ni remotamente parecido a él. Yeso la asustaba y la intrigaba apartes iguales. Tenía curiosidad,eso no podía negarlo. Tampoconegaría que le había hechocuestionarse toda su vida y surelación con Michael. Que él era larazón por la que ya no llevaba esecollar.

Y ahora lo tenía frente a ella, conlas joyas de su madre, exigiendouna cena a cambio de ellas. Pero su

mirada prometía mucho más. Seríauna tonta si creyera que se quedaríasatisfecho con solo una cena.

No era una idiota. Había sentidola atracción —esa chispa— entreellos. Sabía que él la había sentidotambién. Por muy inexplicable quefuera que hubiera encontrado algointeresante en ella, sabía que estabacompletamente interesado en ella.Pero ¿por cuánto tiempo? Lasmujeres como ella no tendían amantener la atención de un hombrea largo plazo. Y Josie no tenía

ningún deseo de ser su juguetetemporal. Un reto que se sentíaobligado a ganar.

—¿Josie? —la animó—.¿Cenamos? ¿Esta noche?

Ella suspiró y bajó la miradanerviosa a la caja que aún sosteníaen las manos. Quería recuperar lasjoyas. Tenían un valor incalculablepara ella. Debería sentirse aliviadade que no quisiera su dinero. Eldinero que había recibido por laventa de sus cuadros la ayudaríabastante en los próximos meses. Sin

embargo, se encontraba deseandoque simplemente hubiera cogido eldinero, le diera las joyas y luegodesapareciera de su vida. Porqueeste hombre lo pondría todo patasarriba. No tenía ninguna duda.

Todo lo que quería era una cena.Una simple cita. Josie había tenidocitas. Salir una noche. Comida. Unpoco de conversación. Despuéspodría irse y aclarar que no queríavolver a verlo.

—De acuerdo —concedió por fin—. ¿Dónde y a qué hora?

—Te recogeré a las siete.Ella sacudió la cabeza.—No. Te veré allí directamente.

Solo dime el lugar y la hora.Él se rio entre dientes.—Eres tan difícil… Te

concederé esto, pero te lo adviertoahora. Esta será probablemente laúltima concesión que permitiré enlo que a ti se refiere.

Josie entrecerró los ojos.—No estás haciendo que tenga

muchas ganas de ir a cenar contigo.Ash sonrió.

—Simplemente te digo las cosascomo son, Josie.

—¿Hora? ¿Lugar? —lo animó.—Siete y media —respondió

suavemente—. Hotel Bentley. Teveré en el vestíbulo.

—¿Y llevarás las joyas?Él bajó la mirada hasta la caja

que tenía en las manos y luego lavolvió a mirar con una expresióndivertida.

—Si no estuviera seguro de queal final no irías esta noche, te daríalas joyas ahora. No tengo ningún

interés en conservar algo queevidentemente significa mucho parati. Pero si con ello logro que vengasa cenar conmigo esta noche,entonces lo tomaré como un dañocolateral. Y sí, las llevaré. Yo norompo mis promesas, Josie. Cenaconmigo y tendrás las joyas. Noimporta lo que pase.

Ella soltó el aire que habíaacumulado en los pulmones yhundió los hombros de alivio.

—Está bien. Te veo a las siete ymedia.

Ash alzó una mano para tocarlela mejilla. Sus dedos simplementele rozaron el mentón.

—Lo estaré esperando con ansia.Tenemos mucho que discutir.

Mientras decía esto último, bajóla mano hasta llegar a tocar elhueco de su garganta, donde elcollar había estado antes. El gestoera imposible de malinterpretar.Quería saber su estatus. Lo que lehabía pasado al collar. Y por quéya no lo llevaba.

Josie suspiró y luego se dio la

vuelta para irse. ¿Cómo podríaexplicarle que precisamente él eralo que había pasado?

Capítulo seis

Ash miró su reloj mientrasesperaba en el vestíbulo del hotelBentley, uno de los muchos hotelesque HCM poseía. Exhaló conirritación al posar de nuevo lamirada en la entrada del lujosohotel.

Llegaba tarde.O quizás había decidido no

acudir a la cita.Habría apostado lo que fuera a

que iba a venir. Las joyas de sumadre claramente significabanmucho para ella, y aunque sehubiera comportado como unauténtico cabrón al chantajearla conir a cenar con él, no podía sentir niuna pizca de arrepentimiento. No silo ayudaba a conseguir lo quequería.

Unas pocas horas en compañíade Josie.

Tenía una docena de preguntaslistas y preparadas. Quería saberpor qué no llevaba el collar. Quería

saber si el tipo que se lo regalóhabía desaparecido del mapa. Nocambiaba mucho sus planes si nohubiera cortado con él, pero sí quehacía las cosas mucho más fácilessi ella tenía una relación con otrotío.

A las ocho menos cuarto, Ash seenderezó y empezó a aceptar que noiba a venir. La decepción se adueñóde él; una sensación a la que noestaba acostumbrado. Pero si ellapensaba que el plantón lo iba adisuadir, se equivocaba. Solo había

enardecido su empeño.Estaba a punto de coger el

teléfono para llamar a su chófercuando Josie entróprecipitadamente por la puertaprincipal del hotel. Las mejillas lastenía rojas y el pelo despeinado,como si hubiera venido corriendo yel viento hubiera estropeado loslargos tirabuzones.

Cuando su mirada reposó en él,se paró a unos pocos metrosmientras sus ojos se encontraban.Ash se estaba acercando a ella

cuando, normalmente, nunca era elprimero en dar el paso. La gentevenía a él, no al contrario. Pero aunasí, quería acercarse antes de queella cambiara de parecer y salierade nuevo por la puerta.

—Josie —la saludó condiplomacia.

—Siento llegar tarde —dijo ellasin aliento—. Estaba pintando.Estaba totalmente abstraída en loque estaba haciendo y olvidé lahora por completo.

Ash miró el bolso

exageradamente grande que colgabade su hombro y las pequeñasmanchas de pintura que cubrían susdedos. Luego la miró a ella, de lacabeza a los pies, memorizandocada detalle.

—No pasa nada. Nos guardaránla mesa —dijo—. ¿Quieres comerya o prefieres tomar algo primero?

Ella hizo una mueca ante lasituación.

—No suelo beber mucho. Esdecir, no tengo nada en contra, y síque bebo en algunas ocasiones,

pero soy bastante especial ysiempre bebo las tonterías paramujeres. Pero sí que me gusta unacopa de vino de vez en cuando.

Ash se rio entre dientes.—Encajarías perfectamente con

Mia y Bethany y sus amigas.Ella ladeó la cabeza.—¿Quiénes son Mia y Bethany?Alargó la mano para cogerla del

brazo y la guio hasta la entrada delrestaurante.

—Mia es la mujer de uno de missocios, Gabe, y es la hermana de mi

otro socio, Jace. Bethany estáprometida con Jace.

—Suena como a una gran familiafeliz —murmuró.

—Algo así.Llegaron al restaurante y el

maître inmediatamente los llevó ala mesa que siempre estabareservada para él, Gabe o Jacecuando preferían comer aquí.

Josie se sentó frente a Ash, perono se relajó por completo. Seacomodó en el borde de la silla y sumirada no dejó de mirar de derecha

a izquierda y por detrás de Ash.Parecía nerviosa y como siprefiriese estar en cualquier otrolugar menos en ese con él. Su ego loestaba sufriendo. Normalmente notenía que chantajear a las mujerespara que accedieran a tener una citacon él.

—¿Quieres vino? —le preguntóinmediatamente cuando el camareroapareció.

Ella negó con la cabeza.—No. Agua está bien. Gracias.—Que sean dos —murmuró Ash

al camarero.—No dejes que te impida

disfrutar de una copa de vino si esoes lo que prefieres —dijo—. Yosimplemente no quiero beber ytener que volver a casa luego. Elalcohol me nubla bastante. Loúltimo que necesito es ir borrachapor Manhattan cuando hayaoscurecido.

—Así que no toleras bien elalcohol y, cuando bebes, sonbebidas de mujeres. Tendré querecordarlo.

Sus labios se movieron y susojos resplandecieron. Casi habíaconseguido sacarle una sonrisa.¿Tan ogro era? Estabaacostumbrado a que las mujerescayeran rendidas bajo sus encantos,aunque en defensa de Josie teníaque decir que no había sidoexactamente encantador en supresencia. Algo en ella hacía quesus instintos más primitivossalieran a la superficie. Teníasuerte de poder formar frasescoherentes sin gruñir, golpearse el

pecho o arrastrarla del pelo hastasu cueva.

Eso podría ir muy bien…No solo le cortaría los huevos,

sino que no la vería nunca más.El camarero apuntó lo que habían

pedido y luego desapareciórápidamente. Josie levantó lamirada con los ojos llenos deinterrogación tan pronto como sequedaron solos.

—¿Has traído las joyas? —preguntó con suavidad.

Ash se llevó la mano al bolsillo

del pecho de la chaqueta y sacó unabolsita pequeña de terciopelo. Lapuso sobre la mesa y se la acercó aella, pero se paró justo antes de queella pudiera cogerla.

—El trato era la cena —dijo—.Si te doy las joyas ahora espero queno salgas corriendo en el mismomomento en que las tengas en tuposesión.

Ella se ruborizó, Ash no estabaseguro si de vergüenza o deculpabilidad. Quizá lo hubieraconsiderado.

—Mi ego se está llevando hoyuna paliza —dijo, dándole voz alpensamiento de antes—. ¿Soy tanpoco atractivo, Josie? No meimaginé tu reacción ante mí en elparque. Percibiste tanto nuestraquímica como yo. Pero actúas comosi tuviera la lepra y no quisierasrespirar el mismo aire que yo.

Ella enrolló los dedos sobre labolsita sin poder evitar el roce consu mano. Una calidez instantánea lerecorrió el brazo hasta llegar alhombro. Solo con un roce. Con algo

tan simple que no tenía ningunadoble intención detrás. Fueaccidental y aun así el aire se cargóinmediatamente de reconocimiento.No, él no fue el único que lo sintió,pero fue el único que lo aceptó delleno.

—Creo que sabes que no erespoco atractivo —dijo ligeramente—. Dudo que necesites que te digaeso. Estoy segura de que lo debesescuchar todo el tiempo. Lasmujeres probablemente se peleanpara regalarte cumplidos.

—Me importa un comino lo quelas otras mujeres piensen —dijo desopetón—. Me preocupa más lo quetú pienses.

Con cautela, apartó la mano conla bolsa bien sujeta entre su puño,como si tuviera miedo de que élintentara detenerla. Como no hizoningún movimiento para quitarle labolsa, la abrió rápidamente y concuidado sacó los dos anillos, uncollar y una esclava.

El alivio era evidente en susojos. Sus pozos aguamarina se

iluminaron mientras pasaba losdedos por encima de las joyas conadoración. Una mirada distante seadueñó de sus ojos cuando volvió aponer su atención en Ash; laslágrimas le empañaban la visión.

—Gracias por devolverme a mimadre —susurró—. Esto es todo loque tengo de ella. De mi abuela,también. Un día quiero dárselas ami hija. Mi abuela y mi madre eranmujeres excepcionales. Quiero quemi hija tenga este legado. Aunquemi hija no las conozca, quiero que

sepa sobre ellas. Quiénes fueron ylo importantes que fueron para mí.

—¿Qué le pasó? —preguntó Ashcon delicadeza.

Sus labios temblaron, pero semantuvo serena y no apartó lamirada en ningún momento aunqueesta se volviera sospechosamentemás brillante a causa de laslágrimas.

—Cáncer —dijo con la voz llenade pena.

—¿Reciente? —preguntó él en untono más bajo.

Lo último que quería eraapenarla más, pero le daba unabsurdo placer saber que se estabaabriendo a él. Se comunicaba. Eraun comienzo. El principio de algomás permanente si se salía con lasuya. Y tenía toda la intención desalirse con la suya. Solo iba arequerir muchísima más pacienciade lo que estaba normalmenteacostumbrado.

La adrenalina le quemaba por lasvenas. Era un reto. Uno queanhelaba conquistar. Había pasado

bastante tiempo desde la última vezque se sintió así de excitado poralgo. Y Josie claramente loexcitaba.

—Hace dos años —dijo Josiemientas la tristeza se reflejaba ensus ojos—. Pero estuvo enfermadurante mucho tiempo. Al final…—se paró, la voz rompiéndoselejusto al final.

—¿Al final qué? —la animó consuavidad.

—Al final fue un alivio aunqueestuviera completamente devastada

por tener que dejarla ir y decirleadiós. Sufría mucho. Dolía verlaasí. Le dolía a ella. Odiaba que latuviera que ver de esa forma, quetuviera que cuidar de ella. Sepreocupaba de que estuvieraocupando demasiado mi vida, deque me estuviera reteniendo ycargando con la responsabilidad decuidar de ella. Pero Dios, era mimadre. Habría hecho lo que fuerapor ella. Nunca me arrepentí deninguno de los momentos quepasamos juntas. Y al final, estaba

preparada para irse. Había luchadodurante tanto tiempo y tan duro.Estaba cansada y ya sin fuerzaspara seguir luchando. Eso fue lomás duro para mí. Ver a misupermadre desaparecerlentamente. Solo quería que sudolor terminara y que tuviera paz.Así que cuando murió, hubo unsentimiento de alivio. Y sé que esosuena horrible.

Él sacudió la cabeza.—No es horrible, Josie. Es

humano. Era tu madre y la querías.

A nadie le gusta ver a sus seresqueridos sufrir.

Josie asintió y se secó los ojoscon el dorso de la mano. Los dedosle temblaban cuando volvió a ponerla mano en la mesa.

—En fin, qué gran conversaciónpara una cena, ¿verdad? Sientohaberme puesto así.

—Yo pregunté —dijo élsimplemente—. ¿Y tu padre?¿Tienes hermanos o eres hija única?

Ella suspiró con tristeza.—Soy hija única. Mis padres

querían tener más, pero mi madreno pudo quedarse embarazadadespués de tenerme. Lediagnosticaron el cáncer antes y,con todos los tratamientos, no solono podía soportar otro embarazo,sino que estaba demasiadodebilitada debido a todo elproceso. Yo… nosotros pensamosque lo había superado, ¿sabes? Sepasó veinte años en remisión yluego volvió a aparecer. Y de unaforma más generalizada esta vez.No respondía al tratamiento como

lo había hecho antes.Ella sacudió la cabeza.—Lo siento. Otra vez me enrollo.Ash extendió la mano por encima

de la mesa y cogió la de Josie.—Estamos teniendo una

conversación, Josie. Es lo que dospersonas hacen cuando van a cenar.Deja de disculparte. Si no estuvierainteresado, no habría preguntado.Sin embargo, si es un temademasiado doloroso, podemoshablar de otras cosas. Pero estoyinteresado en cada parte de ti.

Quiero saber de ti, de tu vida, de tufamilia, lo que sea que te mueva.

Ella sonrió y no apartó la manode la de él. Un hecho por el que sesentía absurdamente triunfante.

—¿Qué ha sido de tu padre?¿Murió también?

Ella pegó los labios para formaruna fina línea con ellos y unafrialdad se apoderó de su mirada,transformando el color aguamarinaen más azul. Era como mirar a uncristal cubierto de escarcha.

—La abandonó… De hecho, nos

abandonó la primera vez que mimadre tuvo cáncer. No de repente.Esperó hasta que estuvo lo bastanterecuperada como para estar sola y,luego, se marchó. ¿La razón? Nopodía soportar el dolor que leprovocaba perderla por culpa delcáncer. No quería tener que verlamorir y por eso se fue. ¿No es esala mentira más grande que hayasoído en tu vida? No tiene ningúnsentido para mí. Nunca ha tenidoningún sentido el que se alejara desu mujer y su hija, todo porque se

preocupaba de que se fuera a morir.La perdió de una forma u otra, perotambién me perdió a mí. Nunca selo perdoné. No le perdoné que sefuera cuando nosotras lonecesitábamos con desesperación.Especialmente mi madre, que trassoportar el extenso tratamiento tuvoque buscar trabajo para podermantenerme y pagar las facturas.

—Sí, eso son estupideces —dijoAsh, con tono serio—. ¿Así que nolo has visto desde entonces?¿Cuántos años hace de eso?

—Dieciocho —contestó con lavoz tensa. A pesar del enfado, y nola culpaba en absoluto por estarlo,también había dolor en su voz.Traición. Ash le pasó el pulgar porencima de los nudillos en unmovimiento tranquilizador y ensilencio la urgió a que continuara.

La tenía hablando ahora yesperaba que se relajara y seabriera a él más aún.

—Yo tenía diez años cuando sefue. Durante bastante tiempo él nisiquiera intentó ponerse en contacto

con ella ni conmigo. Más tarde,cuando me gradué en el instituto, mellamó. Quería mandarme un regalode graduación. Le dije dónde podíameterse su regalo de graduación.

Cuanto más hablaba, más se lenublaban los ojos de lágrimas y enlos labios se fue instalando unamueca.

—No volvió a contactar conmigohasta que mi madre murió.

Las lágrimas brillaron conintensidad en los ojos, pero Josielevantó la mano libre y se limpió el

rastro húmedo que se habíaformado en las mejillas con elpulgar.

—Lo siento —murmuró otra vez—. No hablo nunca sobre el tema.Quiero decir que nunca hecompartido esto. Parece que todoestá saliendo y no me había dadocuenta de lo enfadada que aún estoycon todo eso.

—Es comprensible —dijo él—.Son muchos años de guardártelotodo para ti.

Ella asintió.

—¿Así que te llamó cuando tumadre falleció? ¿Sabía que estabaenferma de nuevo?

—Lo sabía —soltó Josie conrabia—. Nunca vino a verla. Jamásla llamó. Ni una vez habló con ella.Tras su muerte, llamó porque queríaverme. Dijo que sentía lo de mamápero que quería que fuésemos unafamilia. Le dije que la familia nohace la clase de cosas que él hahecho y que mi familia estabamuerta. Eso fue hace dos años.Nunca ha intentado volver a

ponerse en contacto conmigo. No sésiquiera dónde vive. Se mudabamucho tras el divorcio con mimadre. Su trabajo lo hace viajarbastante.

—¿Alguna vez te arrepientes deno verlo?

Ella pareció sorprenderse por lapregunta.

—No. Para nada. No creo quepudiera verlo sin montar en cólera.Especialmente justo después de quemamá muriera. Si llega a haberestado allí, creo que me habría

lanzado contra él. Estaba furiosa ydolida. Y enfadada. Enfadada deque hubiera sido tan cobarde y deque no hubiera estado ahí para mimadre cuando ella más lonecesitaba.

—Lo entiendo. Créeme, lo hago.Yo no veo a mi familia. Bueno, a lamayoría de ellos. Recientemente mihermana vino a verme, pero hastaentonces no he tenido nada que vercon ellos.

Ella ladeó la cabeza paraestudiarlo. Sus manos aún estaban

unidas, así que Ash trazó varioscírculos y dibujos en su piel desdelos nudillos hasta la muñeca, yviceversa. Le gustaba tocarla. Lapodría seguir tocando durante todala noche. Y no era algo meramentesexual, simplemente disfrutaba conla satinada suavidad de sus manos.Dedos que estaban manchados depintura, un color diferente en cadauno.

—¿Qué te hizo tu familia? —preguntó ella con suavidad.

—Es una larga historia. Te la

contaré algún día. Ahora estoymucho más interesado en saber deti.

Ella frunció el ceño.—Eso no es justo. Yo te he

contado lo de mi familia. No diréuna palabra más a menos que tútambién hables.

Ash se rio entre dientes y apretósu mano sobre la de ella. Ella abriómucho más los ojos y bajó lamirada hasta sus dedosentrelazados. Sí, Josie lo sentíatanto como él, solo que ella estaba

combatiendo contra ello, y él no.—Muy bien. Te daré un cotilleo

y luego es tu turno otra vez.Ella entrecerró los ojos.—Eso depende de lo valiosa que

yo crea que sea tu información.Debes darme algo que iguale a loque yo te he dado.

—Eso es imposible —murmuróél. La miró con toda atención a losojos y esa sensación como deahogarse lo inundó.— Ningunainformación que pueda darte esigual de valiosa que tú abriéndote a

mí.Josie se sonrojó y bajó la

mirada. Su mano se movió debajode la suya, pero Ash la agarró confirmeza para que no pudieraapartarla.

—A lo mejor solo tú piensas eso—dijo con voz ronca—. Pero quizáyo encuentro tu información muchomás valiosa. Ya ves, me tienes endesventaja. Tú ya me hasinvestigado y has hecho que mesigan. No tengo ninguna duda deque sabes más sobre mí de lo que

me hace sentir cómoda. Así que esjusto que equilibres la balanzadiciéndome todos tus oscuros y másprofundos secretos.

Estaba flirteando con él. De unamanera tímida y adorable, como sino estuviera segura de cómohacerlo. Ash nunca habíaexperimentado tal intensa…excitación. Había lujuria, sí. Ladeseaba como nunca había deseadoa una mujer antes. Pero había más.Estaba interesado en ella. En lo quele gustaba. Quería meterse dentro

de su cabeza tanto como queríaintroducirse en su cuerpo. Y lo másimportante de todo, quería suconfianza, aunque nada que hubierahecho hasta ahora se mereciera talregalo.

Con tiempo le demostraría cómoera él de verdad. Solo tenía quedarle una oportunidad.

—Secretos oscuros y profundos,¿verdad? Me temo que tedecepcionarás. Soy tremendamenteaburrido. Estoy casado con mitrabajo, y desprecio a mi familia

casi tanto como ellos me despreciana mí. Mi verdadera familia son missocios y sus mujeres.

—Excepto tu hermana que ha idoa verte recientemente. ¿Os habéisreconciliado?

Esta vez fue él el que apartó lamano y se recostó en la silla. Sumirada se posó más allá de dondese encontraba Josie por un momentoy luego volvió a centrarse en surostro.

—Supongo que se podría decirque sí. No estoy completamente

convencido de su sinceridadtodavía. Me gustaría pensar que porfin está intentando salir de la bocadel lobo, pero solo el tiempo lodirá.

—¿Qué os hicieron?Ash suspiró.—¿Darnos a luz a los dos? Ojalá

lo supiera. Mi madre tiene ceroinstinto maternal, y aun así tuvocuatro hijos. Me desconcierta queuna mujer tan interesada continuarateniendo hijos que consideraba unacarga.

La nariz de Josie se arrugó y susojos se llenaron de compasión.

—¿Alguna vez te has llevadobien con ellos? ¿Aun siendo niño?

—Raramente los veía cuando eraun niño —dijo secamente—. Nosmetieron en un internado y solovolvíamos a casa durante lasvacaciones e incluso entoncesteníamos una niñera. Normalmente,mi madre y mi padre estabanhaciendo sus cosas. Viajando.Inmersos en algún acto social. Miabuelo ganó mucho dinero durante

su vida, pero no somos ricosantiguos. Nos podríamos considerarcomo nuevos ricos, un hecho que mimadre nunca ha podido aceptar.

—Perdona mi juicio, pero suenaa ser una persona bastante horrible.

—No es tu juicio. Ella y mipadre son personas abominables.No solo en el sentido parental, sinoen todos los aspectos. Yofirmemente creo que la única razónpor la que ella tuvo tantos hijos esporque mi abuelo vino de unafamilia grande con bastantes hijos,

y él quería que mi madre le dieravarios nietos. Y por supuesto, mimadre nunca hará nada que enfadeal viejo porque depende de éldemasiado. Ella nos tuvo, pero élpagaba nuestros gastos, tal cual. Lasúnicas veces que ella o mi padretenían tiempo para nosotros erancuando el viejo estaba presente. Nosé qué era peor, si ellos al ser tanhorripilantes o al actuar como sifueran padres increíbles cuandoestaban en compañía.

—Qué putada —dijo Josie—. Yo

adoraba a mi madre. Y a mi abuela.Eran mujeres maravillosas. ¿Y quépasó con tu hermana? ¿Qué edadtiene?

—Brittany es la más joven. Tienetreinta años. Mi madre la casó justocuando terminó la universidad conun hombre con buen pedigrí muchomayor que ella. El matrimonio duródos años y Brittany se divorció,pero no se llevó nada con laseparación. Eso mosqueó a mimadre incluso más porque, segúnsus palabras, había trabajado muy

duro para conseguirle un marido aBrittany y lo mínimo que podíahacer era aguantarse y seguir siendouna esposa ejemplar hasta que sumarido muriera y la dejara viuda yrica, lo que significaba una fuentede dinero para nuestros padres.

—Guau —susurró Josie—. Esuna locura. Es decir, parecen cosassacadas de alguna novela histórica.No pensé que de verdad hubieragente así en el siglo que estamos.

Él sonrió.—Siento haber alterado tu

burbuja.—¿Y qué hizo que Brittany te

visitara?—Quiere alejarse —dijo

quedamente—. Como dije, no sellevó nada del divorcio y ha estadoviviendo con mis padres desdeentonces. Tiene una carrerauniversitaria pero nunca ha tenidoun trabajo. Vino para pedirmeayuda. Mayormente financiera, perocreo que también está buscando unaliado. Apoyo emocional también.

—¿Y la ayudaste?

—Por supuesto. La he instaladoen un apartamento, le abrí unacuenta bancaria con suficientedinero como para vivir bien hastaque empiece a trabajar. En unospocos días se incorporará a trabajaren uno de mis hoteles. El restodepende de ella. Le di los mediospara que empiece una nueva vida,pero dependerá de ella tener éxito.Mi madre le dará la vara. Querráque vuelva bajo su techo donde ellatiene todo el poder. Solo esperoque Brittany tenga lo que hay que

tener para enfrentarse a ella.—Creo que es maravilloso que

hicieras tanto por ella. Debe dehaberse sentido como si no tuvieraa nadie a quien acudir.

Ash negó con la cabeza.—No tenía a nadie. Y a pesar de

lo mal que me haya podido tratar enel pasado, me doy cuenta de que notenía otra elección. Mi madre nuncahubiera permitido que actuara deotra forma. Parece sincera ahora, ysi lo es, entonces haré todo lo quepueda por ayudarla. No me importa

lo que mis padres o mis otroshermanos piensen de mí. Brittany noha llegado a ese punto todavía, perolo hará.

—¿Otros hermanos? ¿Cuántostienes?

—Tres, incluyendo a Brittany.Tengo dos hermanos mayores,ambos en la cuarentena, y ningunode ellos puede mantener a sufamilia sin la ayuda de mis padres ydel viejo.

—Eso es triste. Así que si notienes nada que ver con ellos,

¿cómo lo consigues? O sea, esevidente que te ha ido bien.

—Creo que es tu turno —señaló—. Yo he soltado todos missentimientos y hasta ahora todo loque sé de ti es que tu padre es uncabrón y que tu madre falleció trasuna larga lucha contra el cáncer.

—Te dejaré que me hagas unapregunta cuando respondas a laúltima mía.

Él arqueó una ceja.—Mejor dos porque tú ya te has

pasado.

Ella sonrió, divertida.—¿Tienes alguna idea de lo

estéril que resulta estaconversación con toda esta charlasobre llevar la cuenta?

—No tiene por qué serlo. Y, deacuerdo, la responderé, pero esta esla última hasta que tú mecorrespondas por igual.

—Trato hecho —dijo con unasonrisa.

—Me hice amigo de GabeHamilton y Jace Crestwell en launiversidad. Los padres de Jace

murieron en un accidente cuando éltenía veinte años y tuvo que hacersecargo de una hermana mucho máspequeña que él. Nuestra actitudcambió después de eso. Antesteníamos ese aire de que todo nosdaba igual y, aunque sacábamosbuenas notas, estábamos máspreocupados por beber cerveza yligar con tías. Montamos la empresatan pronto como salimos de launiversidad. Empezamos con unsimple hotel. Le pusimos todonuestro corazón y empeño, así como

cada céntimo que pudiéramosconseguir o pedir prestado.Esperamos un año antes deexpandirnos. Usando el primerhotel como garantía, pudimosasegurarnos la financiación paraotra propiedad. De ahí,aprovechando los otros hoteles y suéxito, nos expandimos rápido ycomenzamos a encontrar inversoresmás fácilmente.

—Entonces tu familia no tuvonada que ver con tu éxito, ¿es así?

—Nada de nada —soltó con

mordacidad—. No cogería ni uncéntimo de ellos. No quería que metuvieran atado. Y no quería queellos formaran parte de mi negocio.

—Supongo que no se lo tomaronmuy bien —murmuró ella.

Ash sonrió.—No. De hecho, estaban muy

cabreados por que lo estuvieraconsiguiendo sin su ayuda, yademás por que no les diera dinero.Es como si tu padre se presentaraante ti mañana y quisiera quefuerais una gran familia feliz.

Los ojos de Josie se volvierontormentosos y pegó los labios enuna fina línea ante la mención de supadre.

Ash se inclinó hacia delante ydeslizó la mano por la mesa paracubrir la de ella otra vez. Unmúsculo se contrajo en su brazo yella se estremeció mientras unaserie de escalofríos le recorrían lapiel.

—Ahora es mi turno depreguntarte veinte preguntas.

—Eh, yo no te he hecho veinte.

—Casi —murmuró.Ella suspiró.—De acuerdo, está bien.

Pregunta.Su mirada inmediatamente recayó

sobre su cuello. Sobre esa marcapálida donde la gargantilla habíaestado antes. Había sido lo primerode lo que se había percatadocuando salió de la casa deempeños, y no se había atrevido atener esperanzas. Pero el hecho deque hubiera aceptado la invitaciónpara cenar, incluso aunque la

hubiera chantajeado, y de que nollevara el collar esta noche comobarrera entre ellos le decía que almenos estaba intrigada con estacosa que había entre ellos. Fuera loque fuese.

—¿Por qué no llevas el collar?—le preguntó con suavidad.

Su mano libre se fueinmediatamente hasta su cuello, y laconsternación brilló intensamenteen sus ojos. Pero se mantuvocallada y con los labios firmementecerrados.

—Josie, ¿por qué no llevas elcollar?

Ella suspiró.—Ya no me estoy viendo con él.Ash tuvo que esforzarse mucho

para no reaccionar ante esa noticia.Había sospechado lo mismo, perono había querido lanzarse a ningunaconclusión sin tener laconfirmación.

—¿Qué ha pasado?Ella retiró la mano que Ash tenía

agarrada y la dejó caer en suregazo. Bajó la mirada, negándose a

mirarlo a los ojos. Él esperó; no ladejó librarse de la pregunta. Erademasiado importante. Queríasaberlo todo.

—¿Rompiste tú o fue él? —preguntó al final.

—Yo lo hice.—¿Quieres decirme por qué?

¿Qué ha pasado, Josie?Ella levantó la mirada y sus ojos

destellaron.—Tú eres lo que ha pasado, Ash.

Tú.

Capítulo siete

Era imposible que la sorpresa deAsh fuera fingida. Claramente lohabía pillado con la guardia baja alsoltarle aquello. Sus ojos seentrecerraron y se inclinó más haciaella sobre la mesa. Aún le sosteníauna mano, pero cubrió la otra quetenía libre también deslizando lapalma sobre sus nudillos.

El hombre era letal. Con cadacaricia la seducía, y dudaba de que

él siquiera se diese cuenta. O a lomejor sí. Quizás supieraexactamente lo que estaba haciendo.

—Yo no —dijo en voz baja—.Porque si así hubiera sido, ahoramismo estarías en mi cama.

Su voz salió como un gruñidoronco deslizándose sobre su pielhasta que los pelos de la nuca se lepusieran de punta.

Ella intentó apartar las manos,pero él se las sujetó y no permitióque escapara.

—Sí que eres tú lo que ha pasado

—refutó—. Ese día en el parque.Hiciste que me lo cuestionara todo.Y no me gustó lo que descubrícomo resultado.

—¿Y qué fue?Ella se removió incómoda en la

silla bajo su intenso escrutinio. Noquería mantener esta conversación.Era demasiado íntima. Erademasiado… reveladora. Ash eraun hombre al que si le dabas lamano, te cogía el brazo.

—¿Qué hice que te cuestionaras,Josie?

Estaba claro que él no iba adarse por vencido.

—Lo que el collar significaba —dijo, accediendo por fin.

—¿Qué quieres decir con eso?—la animó delicadamente.

Ella respiró hondo.—Las cosas que dijiste, lo que el

collar significaba para ti y lo quedebería significar para mí. Me dicuenta de eso. Pensé mucho en ello,y cuando fui a ver a Michael paraaveriguar lo que el collarsignificaba para él, ni siquiera se

percató de que no lo llevaba puesto.Puede que me equivoque, peropensé que a un hombre no legustaría el hecho de que su mujer sequitara el collar. Es decir, claroestá, si se supone que significa todolo que tú insinuaste.

—No te equivocas —dijo Ash.—Es un juego para él. Quizás

para mí también lo era —susurró—.Me dijo que me estaba tomando lascosas con demasiada seriedad. Queel collar era divertido, pero sinningún significado. Es como si

estuviera jugando a algún juego derol y nada de eso fuera real. Ycuando me di cuenta de eso,también me di cuenta de que yo noquería un juego. Aunque al mismotiempo, no sé si quiero que sea real.Contigo… creo… que sería muydiferente. Con un hombre como tú,me refiero.

—Sí que tiene un significado —gruñó Ash con el ceño fruncido—.Y sí que sería diferente conmigo.¿Pero sabes qué? Sería real. Ysignificaría algo.

—¿Qué significaría? —preguntóella con los labios temblorososmientras le devolvía la mirada aesos ojos tan intensos.

—Significaría que meperteneces. Solo a mí. Que tesometes a mí. Que te cuidaré, tedaré lo que necesites y te haré elamor.

Ash no podía saber el efecto quesus palabras tenían sobre ella. Deque le habían llegado tan adentrodel alma y habían despertado unaparte de ella que no sabía ni que

existía. Con Michael, todo habíasido un juego, ahora lo veía. Habíansido dos personas actuando,haciendo cosas por el simple morbode hacerlas. No había nada malo enello, pero no era lo que ella quería.

Pero la idea de estar con Ash, depertenecer a él en el sentido que éldecía, la asustaba. Era abrumadoren todos los sentidos de la palabra.

—Creo que sabes que te deseo,Josie. Está claro que no lo heocultado. La pregunta es si tú medeseas igual y quieres todo lo que

te puedo dar. Pero también tienesque pensar en todo lo que yo voy acoger. Porque voy a coger mucho.Te daré más, pero yo me adueñaréde todo.

Ella tragó saliva; las manos letemblaban bajo las de él. Ashenroscó más sus dedos alrededor delas manos de Josie y le dio unpequeño apretón.

—No sé qué decir.—Di que pensarás en ello —

murmuró—. Al menos dame eso.Ella se relamió los labios; el

pecho le subía y bajaba debido asus rápidas respiraciones. Decirque lo pensaría no era uncompromiso. No tenía por qué decirnada definitivo. Y sí que necesitabatiempo para considerar en dónde seestaba metiendo.

—Lo pensaré —concediófinalmente.

La satisfacción, no, el evidentetriunfo brilló con fuerza en los ojosde Ash. Actuaba como si hubieraaceptado ya. Quizás pensaba queasí era al haberle dicho que lo

pensaría. O a lo mejor era que no legustaba obtener un no por respuesta.

El camarero volvió con losentrantes. Ash se quedó en silenciohasta que sirvió los platos y elcamarero se hubo retirado.

—Ahora cuéntame más sobre ti.Eres una artista, obviamente.

Ella asintió, sin siquierasaborear la comida que se habíametido en la boca. El solomillo olíadeliciosamente bien y estaba tantierno que podía cortarlo solo conel tenedor. Pero cuando se lo llevó

a la boca, no percibió ningún sabor.Estaba demasiado preocupada conAsh y con la proposición que lehabía hecho.

—¿Puedes vivir de ello? —lepreguntó.

Era una pregunta personal, peroAsh no parecía ser el tipo dehombre que se preocuparademasiado por lo que eraapropiado o no.

—Ahora más —dijo conremordimiento—. He podidohacerlo. No siempre es fácil. Pero

lo he intentado con trabajos de ochohoras, y no tengo una gran pasiónpor ellos. No como cuando pinto.He vendido algunos cuantoscuadros aquí y allí y diseño joyas ylas vendo por Internet. Gano losuficiente como para pagar elalquiler. La mayoría de las veces—añadió con una mueca en elrostro—. Este mes ha sido malo.Los pedidos de Internet, quenormalmente son regulares, bajarony no había vendido ninguno de loscuadros que expongo en una galería

en las últimas seis semanas. Esa esla razón por la que fui a la casa deempeños a vender las joyas de mimadre. Odié tener que hacerlo, perono veía otra opción para pagar lasfacturas. Podía haber conseguido unpréstamo, pero eso no mebeneficiaría si no tengo el dineropara pagarlo con intereses.

—¿Y dónde demonios estabaMichael cuando pasó todo esto? —exigió Ash.

Ella parpadeó ante la ferocidadde su mirada y de la ira que vio

reflejada en sus ojos.—No estoy segura de saber a lo

que te refieres.Ash curvó los labios con

irritación.—Tenías problemas económicos,

lo que te obligó a elegir entrevender las joyas de tu madre, algoque obviamente significa muchopara ti, o no poder pagar el alquilery por lo tanto acabar sin un lugar enel que vivir. Michael deberíahaberte ayudado.

Ella negó con la cabeza.

—No. No es así. No quiero queme mantenga. Él gana bastantedinero, pero nuestra relación no erapor eso. No podía pedirle dinero.Sería como si estuviera pagándomepor tener sexo.

Ash la miró incluso más molesto.—Tienes una forma de razonar

un poco retorcida, Josie. Si fueraelegir entre vivir en la calle o cogerdinero de un hombre que deberíahaberte protegido mejor de lo quelo ha hecho, no hay ningun duda deque él te tenía que haber ayudado.

No deberías haber tenido ni quepedirlo. Si él estaba contigo, si élera tu dominante y lo conocía todosobre ti, entonces debería habersabido que tenías dificultades.Debería haber sabido que estabasen una maldita casa de empeñosvendiendo joyas para no quedarteen la puta calle. Y debería haberaparecido y haberse encargado deti. Si te hubiera tratado como sesupone que debería hacerlo, no tesentirías incómoda con que teayudara. Deberías tener completa

confianza en el hombre al que te hasentregado. Y él debería cuidar ymantener ese regalo asegurándosede que no tienes preocupaciones,económicas o de lo que sea.

—Supongo que nunca lo miré deesa forma —murmuró.

—Lo harás —dijo él.La determinación en su voz la

hizo quedarse muy quieta. Estabatan seguro de sí mismo, de ella. Deque habría al final un «nosotros».

—¿Cómo está tu comida? —lepreguntó, cambiando la dirección

de la conversación por completo.Ella se quedó mirando su plato y

se dio cuenta de que el filete estabaa medio comer y de que no se habíaacordado de seguir comiendomientas hablaban.

—Buena —dijo quedamente—.En realidad, excelente. Nunca habíacomido aquí antes. Es demasiadopijo para mí. ¿Qué te hizo elegirlo?

Ash sonrió ligeramente.—Soy dueño del hotel, así que es

lógico que tenga un restaurante en élen el que me guste comer. Me

alegro de que el solomillo fuera detu gusto.

Josie se quedó mirándoloboquiabierta.

—¿El hotel es tuyo?Él arqueó las cejas.—Pareces sorprendida. Te dije

que mis socios y yo teníamos varioshoteles.

—Supongo que pensé que tereferías a una pequeña cadena dehoteles o algo más modesto. Estehotel es… —luchó por encontrar lapalabra correcta para evitar parecer

como una auténtica idiota.—Es ¿qué? —preguntó.—Es muy pomposo y obviamente

un buen reclamo para genteadinerada. Supongo que pensé queeras dueño de algo a una escalamucho menor —murmuró ella.

—¿Eso te molesta?Josie sacudió la cabeza.—No. Solo me ha pillado por

sorpresa. Bueno, sí que aparentasser rico, pero quizás no pensé quelo fueras… tanto.

—¿Y piensas que si aceptas lo

que te he propuesto te hará pareceruna cazafortunas?

Lo acertó a la primera. Elhombre era muy hábil leyendo lamente.

—Digamos que no juego en tumisma liga. Cualquiera que nosmire a los dos me etiquetaríainmediatamente de oportunista.Nadie se creería nunca que no estoycontigo por tu dinero.

—¿Y lo estarías? —preguntó élde sopetón.

Ella no pudo esconder su

reacción. Los labios formaron unafina línea.

—¡Por supuesto que no! Noquiero ni necesito que memantengas, Ash. No quiero tudinero. Quiero…

Ella se paró, horrorizada, ante loque había estado a punto de decir.Pero Ash no perdió detalle y sumirada se volvió mucho másintensa.

—¿Qué quieres?—A ti —susurró—. Solo a ti.La satisfacción se reflejó en sus

ojos y una sonrisa lenta apareció ensus labios.

—Entonces tienes que lidiar conello, Josie. Porque conmigo vienetodo lo que puedo darte, y no mehará feliz que rechaces lo que yoelijo darte o hacer por ti. Mientrastú y yo sepamos de qué va la cosa,no me importa una mierda lo quelos demás piensen y a ti tampocodebería importarte.

Ella se relamió los labiosmientras las palabras de Ashvolvían a ella como en cascada. Lo

había querido interrogar entonces,pero el momento no había parecidoel correcto, y luego la comida llegó.Pero la pregunta le estabaquemando la punta de la lengua ytenía que saber la respuesta.

—Antes dijiste algo… quierodecir, cuando dijiste que daríaspero que cogerías… mucho. ¿Quéquerías decir con eso?

—Todo —dijo él abruptamente—. Tú en mi cama. Tú en miespacio. Tú bajo mi protección. Lovoy a coger todo, Josie, y tú me lo

darás.—Eso no parece muy igualitario

—murmuró.—Nada que te pueda dar yo se

puede comparar con el regalo de tusumisión. El regalo de tu confianza.Nada es más valioso que eso, y nopuedes ponerle un precio a esaclase de regalo. Me pasaría toda lavida intentando llegar al mismovalor, porque, joder, claro que noes igual. Lo que tú me daríassobrepasaría todo lo que yo pudieradarte.

—¿No me estarías tú dando a timismo también? Quiero decir,dijiste que me entregaría a ti, perotú te entregarías a mí a cambio,¿verdad?

Él hizo una breve pausa duranteun momento pero siguió mirándolaintensamente a los ojos.

—Me tendrás a mí. Todo lo quesoy. Lo que yo elija darte. Nadamás. Y tú tienes que entender eso.Si te molesta, entonces tienes queaguantarte y tomar una decisiónporque no te podré dar más.

Ella digirió sus palabras duranteun largo rato y luego volvió a alzarla mirada hacia él con una cejaarqueada mientras volvía aprepararse con su siguientepregunta, o mejor dicho, condición.Puede que no se la tomara muybien, pero no podría consideraresto si se negaba a ello.

—No te compartiré con ningunaotra mujer —dijo—. Me refiero aque, si hacemos esto, no toleraréque estés con ninguna otra mujer.No sé cómo funciona esto, si ya

tienes a otra mujer como yo. Perono quiero tener que preocuparme deque estés con ninguna otra. Porquesi yo te doy todo lo que estásexigiendo, especialmente miconfianza, entonces yo esperaré quetú me seas fiel durante todo eltiempo que dure.

—No tengo intención deacostarme con ninguna otra mujer oincluso estar con ninguna otra mujersi te tengo a ti. ¿Por qué necesitaríaa alguien más si tú te has sometidoa mí y estás en mi cama? Yo nunca

te faltaría el respeto así, Josie. Detodo lo que te doy, el respeto es loprincipal. Te cuidaré, te protegeré yte querré. Ninguna otra mujer tendráesas cosas de mí.

Josie no estaba del todo segurade saber qué responder a eso. Ashsonaba tan… decisivo. Como si yadiera su relación por hecha.

Se inclinó hacia delante con lamirada volviéndose mucho másintensa aún y su tono de vozpersuasivo, como si quisiera que lediera una respuesta ahora en vez de

tomarse su tiempo para pensarlomejor.

—Una cosa de la que tienes quedarte cuenta es que no soy más quetú, Josie. Entiendo que hay unadesigualdad de poder en larelación. La balanza está inclinadaa mi favor, pero eso no significaque yo sea más. Nunca más. Tú loeres absolutamente todo en estaecuación. Tú no vas a bajar lamirada. No vas a sentir nunca queeres menos, porque eso sí que mecabreará. No necesitas arrodillarte

a menos que eso sea lo que yoquiera que hagas cuando estésmamándome la polla. Yo tomo lasdecisiones y tú te sometes a mí,pero eso no me hace a mí superiorni a ti inferior; te hace a ti el todo.Y tu poder sobre mí es, de lejos,mucho mayor que el poder quepuedas percibir que tengo yo sobreti. Hablas de lo que tú me das y loque yo te doy. Sin mí, estás bien.Puedes apañártelas sola, ya lo hasdemostrado. Pero sin ti, yo no soynada, porque el dinero, la riqueza,

el poder, no significan nada sintener a alguien con quiencompartirlos. Así que a lo mejor minecesidad de ti es superior a la tuyade mí. Pero eso no significa que novaya a hacer todo lo que esté en mipoder para que me necesites tantocomo yo te necesito a ti.

Josie abrió los ojos como platosante su apasionado discurso. Joder,¿lo decía de verdad? ¿Todo?

—¿Me necesitas? —susurró ella.Él le soltó la mano y se echó

hacia atrás al mismo tiempo que se

pasaba la mano por el pelo connerviosismo.

—No puedo explicarlo. Estacosa, lo que hay entre nosotros.Pero sí, te necesito. No estoysiquiera seguro de que «necesitar»sea la palabra adecuada porque esmuy inadecuada para la urgencialoca que tengo de estar contigo. Detenerte. De tener tu sumisión. Nuncaha sido así con ninguna otra mujer.Es algo que quiero, algo que deseo,algo que disfruto. Pero contigo lonecesito y si no lo tengo, voy a

perder la puta cabeza. Así que sí, tenecesito, Josie. Y eso es decirlo deun modo suave. Y si te asusta, losiento, pero no puedo ser deninguna otra manera contigo. Teestoy diciendo las cosas claras.Intentaré no abrumarte, pero soloconozco un único modo de actuarcontigo, sin frenos y sinrestricciones.

Se había quedado sin palabras.Josie no tenía ni idea de quéresponder. Esto era una locura.Todo. Solo se habían visto dos

veces antes de esta cena. ¿Cómopodría haber determinado que eraalgo que necesitaba cuando noconocían casi nada el uno del otro?Y, a todo esto, ¿cómo podíasentirse ella como si lo necesitara aél?

—Otra cosa que tienes que saber—dijo él antes de que pudieraresponder—. A mí no me van lasfantasías, Josie, sino la realidad. Yquizás tu fantasía es mi realidad, yeso me parece bien siempre ycuando sepas que al final esa

fantasía se convierte en realidad.Lo que hacemos es real. Está aquí.Es sólido. No se va a ir mañana oal día siguiente. Tienes que estarsegura de que puedes lidiar con esoporque, sí, te daré la fantasía perova a ser muy real. Nada deilusiones con las que solo sueñas enla cabeza. ¿Estás preparada paraeso? ¿Puedes lidiar con que estosea real y permanente?

—Pero ¿cómo? Quiero decir,entiendo adónde quieres llegar conlo de la línea entre la fantasía y la

realidad. Sé que Michaelclaramente quería un juego. No erareal con él, y me di cuenta de queyo no quería jugar a un juego. Perosi no estoy siquiera segura de loque quiero, ¿cómo puedes esperarsaberlo tú?

Él sonrió y extendió su manosobre la de ella otra vez.

—Ese es mi trabajo. El tuyo essometerte, entregarte libremente. Mitrabajo es estar al día de tusnecesidades y deseos, conocerlosmejor que los míos propios.

—Suena demasiado bien comopara ser verdad —admitió—. Dicesque esto no es una fantasía, quesería real contigo, pero sí que suenacomo una fantasía.

—No lo sabrás a menos quedecidas dar el paso. Pero créemecuando digo que no es ningún juego.Si te sometes a mí, sabrás que esreal. Nada de actuar ni de juegostontos. Eso lo sentirás en tushuesos, te lo garantizo.

Tenía en la punta de la lenguadecir que sí, que aceptaba dar el

paso, como él había dicho. Perosería estúpido por su parte notomarse tiempo para pensar sobreello, preferiblemente cuando él noestuviera sentado frente a ellaseduciéndola con cada mirada, rocey cada palabra que salía de su boca.

No había ninguna duda de que élla atrapaba y despertaba una partede su alma que nunca había salido ala luz. Hacía que quisiera cosas quenunca había considerado. Sabía sinninguna duda que una relación conél sería muy diferente a la que había

tenido con Michael. Y ella noestaba totalmente segura de podermanejar eso. Ash tenía unapresencia abrumadora. La asustabay la intrigaba a partes iguales.

—Lo pensaré —dijo quedamente—. Necesito tiempo, Ash. Estoes… muy fuerte. Es una decisiónenorme que no puedo tomar a laligera. No querría faltarte al respetoaccediendo y luego negándome alos términos de nuestra relación. Siacepto tengo que saber que soycapaz de darte todas las cosas que

pides.—Te daré tiempo —dijo—.

Espero que no tardes demasiado,pero tampoco tienes un tiempolímite para decidirte. No voy aconseguirme otra mujer en unasemana porque no me hayas dado tudecisión. Has de saber que no hayninguna otra mujer. Nadie que estéconsiderando. Otra cosa que has desaber es que yo no hago esta ofertaa la ligera. De hecho, nunca le hepropuesto a ninguna otra mujer unarelación de estas características.

Ella frunció el ceño.—Pero dijiste que esto es quien

tú eres. Lo que eres. ¿Cómo puedesno haberle pedido a ninguna otramujer estas cosas? Dudo que hayasestado célibe toda tu vida.

Él se rio.—No, claro que no. Las mujeres

con las que he estado sabían dóndese metían, lo que esperaba de ellasy lo que cogería. Pero nunca lasconsideré una relación de verdad,porque, voy más allá, tanto ellascomo yo sabíamos que era

temporal. Para nada lo que yollamaría una relación de verdad.

—¿Entonces esto no seríatemporal? —preguntó, dándole vozquizás a su mayor miedo. Miedo aque él se cansara de ella en unasemana y simplemente la dejara porotra.

¿Pero qué era lo que esperaba?¿Qué era lo que pedía siquiera?¿Algo a largo plazo? ¿Cómo podríapedirle eso a él cuando no estabasegura de querer algo máspermanente? Era dar un paso

enorme. Era posible que no fueracapaz de lidiar con las exigenciasque él pedía. Y aun así, la sola ideade que él quisiera únicamente algotemporal la molestaba.

—No puedo decir con algunaautoridad lo que serás, Josie —dijoen voz baja—. Pero lo que puedodecir es que no, seguramente no vasa ser temporal. Tengo toda laintención de conservarte durantemucho tiempo. Y si te hace sentirmejor, nunca antes le he propuesto auna mujer nada más allá de unas

pocas semanas, y ninguna de esasmujeres me tenían tan amarradocomo tú ya me tienes.

El calor le recorrió las venas ysu pecho se hinchó de placer. Eraestúpido este sentimiento deatolondramiento de que de algunamanera fuera más para él quecualquier otra mujer. ¿Pero a quémujer no le gustaba sentirse así conel hombre con el que estaba?

No importaba lo que el futurotuviera preparado para ellos ni parala relación que empezarían; ella se

sentía más tranquila al pensar quepor alguna razón él sentía por ellalo que no había sentido nunca porninguna otra mujer.

—No me llevará mucho —dijoella—. Solo dame unos pocos díaspara que me aclare la cabeza.

Él asintió.—De acuerdo. Te daré mi

número de móvil. Cuando hayastenido tiempo de considerar todo loque he dicho, llámame y cenaremosen mi apartamento. Luego, si hasaceptado, pasaremos a los términos,

o mejor dicho, a mis expectativas.Ella frunció el ceño.—¿No deberíamos hacer eso

antes de que tome mi decisión?Ash sonrió.—Ahí es donde entra la

confianza, Josie. Considera todo loque te he dicho, cómo será, y luegocuando digas que sí, pasaremos alos detalles más íntimos de nuestroacuerdo.

Capítulo ocho

Ash no era un hombre al que legustara esperar. Especialmente paraalgo que quería. Estaba demasiadoacostumbrado a conseguir lo quequería y cuando él quería. Lapalabra «no» no existía en suvocabulario y cuanto más tiempopasaba desde su cena con Josie,más nervioso se sentía.

Ni siquiera la situación conBrittany había podido distraerlo de

su preocupación con Josie.Su hermana se había instalado en

su apartamento y había empezado atrabajar en el departamento deadministración del hotel Bentley.Hasta ahora parecía estarllevándolo bien. Recibía informesregulares sobre Brittany delencargado, que estaba satisfechocon su trabajo por ahora. Le habíacomentado que era puntual, muytrabajadora y parecía motivada conquerer hacer bien su trabajo.

Esta noche tenía planes para ir a

cenar con Brittany, y habría estadoesperando el momento con ansiasde no ser porque no había tenidonoticias todavía de Josie. Habíapasado una semana desde la cenaque tuvieron y él había estadoconvencido de que sabría de ella encuestión de días. Lo había visto ensus ojos. Estaba intrigada. Se sentíaclaramente atraída hacia él. Y lascosas que le había ofrecidoparecían atraerle.

Entonces,¿por qué tardaba tantoen responder? ¿O tenía siquiera

pensado contestarle? Quizás habíallegado a casa e inmediatamente sehabía convencido de que no era unabuena idea tener una relación conél.

Sabía que debería haberlapresionado para que le diera unarespuesta la misma noche quehabían cenado juntos. Había estadocasi a punto de acceder. Lo habíavisto en sus ojos y en su lenguajecorporal. Consciente de ello o no,ella lo deseaba y quería la mismaclase de relación que él proponía.

Esto era territorio nuevo para él.Nunca había tenido que esperar aque una mujer se aclarara las ideaspara ver si quería estar con él o no.Las mujeres con las que habíaestado en el pasado no habíandudado ni por un minuto. Habíanestado demasiado ansiosas deliarse con él sin importar lo muchoo poco que durara.

Y de hecho, había habido variasmujeres que no habían pillado elmensaje de que habían terminado.La última mujer con la que habían

estado juntos él y Jace —sin contara Bethany— no se había tomado elfinal de su aventura con ambosdemasiado bien. Se había enfadadoy había empezado a actuar condesdén aunque tanto él como Jace ledejaron más que claro que era algotemporal.

Volvió a reproducir en su cabezala cena con Josie. Sí, había sidodirecto y abrupto. Quizá la habíaasustado. Quizás había actuadodemasiado rápido. Pero no queríaengañarla. Quería que supiera

exactamente dónde se estabametiendo si mantenía una relacióncon él.

—Hola, tío.Ash levantó la mirada para ver a

Jace, de pie, en la puerta deldespacho. Ash le hizo un gesto conel brazo para que pasara y Jace seacercó a la mesa tras cerrar lapuerta a sus espaldas.

—Has estado muy calladoúltimamente. ¿Va todo bien? ¿Cómohan ido las consecuencias de lahuida de Brittany?

Ash puso los ojos en blanco.—Predecibles.—¿Qué quiere decir eso?Jace se sentó frente a Ash y lo

taladró con una mirada inquisidora.—Oh, ya conoces a mi queridos

y viejos padres. Papá es undebilucho incapaz de decir o hacernada. Él simplemente le da la razóna mamá y lo que diga ella va amisa.

—¿Le han estado dando la lata?—preguntó Jace frunciendo el ceño.

—Bueno, se presentaron en el

apartamento que le has dejado queuse. Le ordenaron que volviera acasa y le dijeron que dejara decomportarse como una niñapequeña. A una mujer de treintaaños, no te lo pierdas. CuandoBrittany se negó, mamá quería sabercómo se podía permitir elapartamento en el que vivía y cómose las apañaba sola. Brittany le dijoque no era de su incumbencia cómohubiera conseguido el piso y quesobrevivía como la mayoría de lagente hacía. Trabajando.

Jace se rio entre dientes.—Bien por ella. Nunca hubiera

pensado que tuviera agallas derebelarse contra la loca de tumadre.

—Yo tampoco, si te soy sincero—admitió Ash—. Pero parecedecidida a romper con la familia.Estoy orgulloso de ella. Mamápuede ser intimidante y tienes queentender que, hasta hace poco,Brittany había hecho siempre todolo que mi madre quería. Sin hacerpreguntas.

—Debe de ser un cambio duropara ella —dijo Jace concompasión.

—Voy a cenar con ella estanoche. ¿Queréis venir tú y Bethany?Me gustaría que Brittany conocieraa Bethany. Brittany no se harelacionado con las mejores amigasque digamos. Nunca fueronverdaderas amigas y Brittany losabe. Cuando las cosas se ponenfeas, ellas no van a ir a rescatarla.Le han dado de lado como situviera la peste.

—Claro. Llamaré a Bethany y measeguraré de que no tengamos otrosplanes.

—Gracias. Me vendrá bien paradespejarme la cabeza de otrascosas.

Se dio cuenta demasiado tarde delo revelador que ese comentariohabía sido, y lo último que queríaera tratarlo con Jace, quien estabaclaro que iba a aferrarse a ello y nolo iba a dejar pasar.

—¿Algo con lo que necesitesayuda? —preguntó Jace con la

frente arrugada de preocupación.—Nada. No a menos que tengas

una manera infalible de hacer queuna mujer acceda a tus exigencias.

Ante eso Jace alzó una ceja.—¿Una mujer? Cuéntame. Esto

tiene toda la pinta de ser unaconfesión.

—Es complicado —murmuróAsh—. Está siendo difícil.

Jace se rio.—¡Dime alguna mujer que no lo

sea!—Bethany —señaló Ash—. Eres

un cabrón afortunado por tenerla.Ella te daría la luna y lo sabes.

—Entonces,¿cuál es el problemacon tu chica del día?

Ash gruñó.—De eso se trata. De que no es

cualquier mujer. No sé, tío. Me estáhaciendo plantearme cosas quenunca una mujer había conseguidoen mí.

—Mierda. Ha sucedido —sejactó Jace—. El cabrón engreídoque nos ha dado tanto la vara a mí ya Gabe por fin se ha enamorado, y

por lo que dices parece que ella note esté exactamentecorrespondiendo.

Ash le hizo un gesto con el dedocorazón.

—Es muy pronto para eso. Ellasolo me intriga. La quiero tener —dijo abruptamente—. Haré lo quesea para que se vaya a la camaconmigo. El problema es que ellano parece estar loca porque esosuceda.

—Eso tiene gracia. Las mujeresse matan entre ellas para acercarse

a ti. Tú eres el encantador. El queno es tan duro como Gabe o yo.

Ash apenas pudo contener unarisotada. Sus amigos estabantristemente equivocados en eso.Puede que diese la impresión de sermás relajado, pero en lo que amujeres se refería, lo que quería ylo que deseaba, no había ni encantoni actitud relajada. Habían pasadoaños desde que dejó salir esa partede él por última vez con una mujer.Aún la recordaba con cariño. Élacababa de cumplir los treinta, y

ella era unos cuantos años másjoven que él. Ambos querían ydisfrutaban de las mismas cosas ycuando él se mostró como deverdad era, ella no huyó.

Aún pensaba en Cammie de vezen cuando. Se preguntaba dóndeestaría. Si estaría casada y conhijos. Y se preguntaba si habríaencontrado a un hombre quesatisficiera su vena sumisa.

Ella y Ash se despidieron comoamigos. Ella quería más de lo queAsh podía darle. Por entonces, él

estaba completamente ocupado consu carrera laboral, intentandotransformar HCM en lo que era hoy.Ella quería sentar cabeza, tener unafamilia, vivir el sueño americano.Y Ash no estaba preparado parahacerlo.

No es que le importara la idea decasarse con ella. Era una mujerpreciosa y divertida. Podría haberllegado a amarla, lo sabía. Perohabía preferido esperar. No habíaquerido casarse con ella cuando noestaba absolutamente seguro de

poder darle todo lo que Cammienecesitaba.

¿Ahora? El matrimonio y elcompromiso parecían ser elsiguiente paso lógico en su vida.Gabe y Jace ya lo habían hecho.Estaban ante tal punto de suscarreras laborales donde podíanrelajarse y centrarse en otras cosasademás de los negocios.

Pero aunque Gabe y Jacehubieran encontrado esa mujerperfecta, alguien que aceptara conlos brazos abiertos la clase de

hombre que eran y que los amara apesar de sus imperfecciones, Ashaún no había conocido a la mujerque llenara esos huecos abiertos ensu corazón que su carrera y susbuenos amigos dejaban.

—Ella me desea —dijo Ash—.Quiere lo que puedo darle, pero aligual que veo que lo quiere, tienedudas.

—Sé que la paciencia no es unade tus virtudes, pero a lo mejorahora es el momento perfecto paraque la pongas en práctica.

La diversión en la voz de Jacesolo hizo que Ash estuviera másgruñón. ¿Paciencia?Definitivamente no era una de susvirtudes. Y tampoco iba a serloahora. No cuando quería algo contanta intensidad como quería aJosie.

Y aún no podía explicarlo.Obsesión. Era una palabra que lahabía asociado con Jace cuandopasó lo de Bethany, y Ash machacóa Jace por lo mismo. No lo habíaentendido. Él incluso había

intentado que Jace cambiara deparecer yendo muy lejos einvestigando a Bethany para luegoadvertir a su amigo.

No fue una de sus mejoresacciones, porque Bethany habíasido lo mejor que le había pasado aJace nunca. Era bueno que su amigono hubiera escuchado el consejo deAsh, y ahora que él mismo seencontraba en una situación similar,podía entender bien la extrañareacción que tuvo con Bethany.

—Déjame que te pregunte algo

—dijo Ash, poniéndose serio—. Alprincipio con Bethany, ¿esperastesentado o entraste en acción y tehiciste cargo de la situación?

Jace hizo una mueca, susfacciones denotaban vergüenza.

—Intenté ser paciente primero yllevar las cosas poco a poco. Peroeso apenas duró. Quería darletiempo a que se adaptara. Merefiero a que sus circunstanciaseran diferentes a las de la mayoría.Me volvió loco pensar que no teníaun sitio donde dormir, y cuando se

instaló en el antiguo apartamento deMia también me volvió loco porqueno estaba conmigo todo el tiempoaunque estuviéramos juntos todoslos días. Pero yo la quería en miapartamento. Mientras viviera enotro sitio, yo no la sentía como sifuera completamente mía. Suenafatal pero quería saber dóndeestaba a cada minuto. Me haceparecer un puto acosador, aunquequizás sí que lo era. Ojalá losupiera. Solo sabía que la queríaconmigo. Todos los días. En mi

apartamento cuando llegara a casa.En mi cama cada noche. No en otroapartamento donde podía irsecuando quisiera aunque tuviera doshombres vigilándola.

—Sí, eso no acabó yendo muybien si no recuerdo mal —dijo Ashcon sequedad—. ¿No se escabulló ydesapareció durante unas horas?

—Un día entero —murmuró Jace—. Dios, pensé que me habíadejado o había huido, pero todo loque hizo fue buscar a Jack. Aún mepongo nervioso solo de pensar en

todo lo que le podría haber pasadoen esas pocas horas.

—No lo entendía entonces —admitió Ash—. Pensé que te habíasvuelto loco. Pero ahora sí, porqueyo me siento igual con Josie. Y esuna locura. Solo nos hemos visto unpar de veces y hemos tenido unaúnica cita donde no pasamos másque unos pocos minutos en lacompañía del otro. Aún me estoydando de hostias por no presionarlamás en la cena. Estaba tan cerca deacceder, pero qué imbécil soy, le

dejé espacio porque no queríaabrumarla, así que le di tiempo paraque se lo pensara. Bueno, eso fuehace una puta semana y no he tenidonoticias de ella desde la cena.

Jace arrugó el rostro concompasión.

—¿Y qué vas a hacer?—Bueno, tengo planes para esta

noche con Brittany, y contigo y conBethany si podéis venir, peromañana voy a ir con todo elarmamento que tenga. Estoy hartode esperar pacientemente. Si me va

a decir que no, al menos quierooírlo de sus labios en vez desoportar este prolongado silencio.

—Buena suerte, tío. Espero quete salga bien. Y arriesgándome aparecer como un completo hipócritaya que yo me cabreé contigo porhaber investigado a Bethany, ¿hasinvestigado a Josie?

Ash asintió.—Sí, lo hice. Tras nuestro

primer encuentro en el parque. Nohay ningún secreto macabro quedescubrir.

—De acuerdo, está bien. Si hayalgo que pueda hacer, sabes quesolo tienes que pedirlo. Siconsigues que acepte, tenemos quequedar. Y cuando Gabe y Miavuelvan de su luna de miel,podemos hacerlo todos juntos.Puedes presentarle a Mia y aBethany a Josie. Tienen un buengrupo de amigas, y te lo digo porexperiencia, ¿cuándo tienen lanoche de chicas en la discoteca? —Se paró y dibujó una enormesonrisa en sus labios.

Ash levantó la mano con unquejido.

—Lo sé, lo sé. Ya me hasobsequiado con todos los detallesde las chicas seductoras yborrachas con zapatos para morirsequeriendo que os las folléis conesos mismos zapatos. No tienes porqué torturarme más.

Jace se rio y luego se puso depie.

—Déjame llamar a Bethany y tedigo lo de esta noche. ¿Dónde y aqué hora? Solo tengo que

informarle de los planes para queesté lista.

—¿Qué tal el Bryant Park Grilljusto después del trabajo?

Jace asintió.—Suena bien. Te veo allí.

Capítulo nueve

Brittany estaba claramente nerviosaen la cena, aunque Bethany fuerauna auténtica dulzura intentandohacer desaparecer la incomodidad ytratándola como si fuera una viejaamiga.

El Bryan Park Grill estaba llenoa rebosar, como cualquier otro díadespués del trabajo. Estaba lleno degente con traje, hombres denegocios y mujeres disfrutando de

unos cócteles tras un día de trabajo.Era un lugar de encuentro bastanteconocido para ir después deltrabajo, pero ese no era el motivopor el que Ash lo había escogido.

Lo había elegido porque pensóque podría ver a Josie allí. Perosegún el hombre que tenía asignadopara que controlara a Josie, nohabía salido de su apartamento envarios días.

Quizás estaba trabajando sinparar para terminar un nuevocuadro para la galería. Quizás no

había pensado siquiera en suproposición. Le había dicho a Jaceque le daría hasta mañana, peroapenas estaba prestando atención ala conversación que habíanentablado en la cena porque sesentía tentado de ir al apartamentode Josie sin avisar.

Paciencia. Jace había dicho quetenía que tener paciencia. Ash casisoltó una risotada ante la hipocresíade esa afirmación, aunque Jace yalo hubiera admitido.

Les sirvieron la comida y

Brittany por fin se relajó. Inclusosonreía en dirección a Ash. Una vezse inclinó hacia él para que solo élpudiera oír y le dijo:

—Gracias, Ash. No sabes lo queesto significa para mí. Tú eres laúnica familia que tengo ahora. Losotros han dejado de hablarme. Metratan como si fuera una especie detraidora por querer tener mi propiavida. Tú entendiste lo que quería ynecesitaba y no me juzgaste porello.

Ash sonrió.

—Únete al club de losrenegados. No está tan mal, deverdad. Cuanto más tiempo estésalejada de ellos, más perspectivaganarás y te darás cuenta de queesto es algo con lo que habrías sidomás feliz mucho antes. Pero lo hashecho, y eso es lo que cuenta. Sehará más fácil, te lo prometo.

—¿Te molesta? —preguntó ellacon voz seria—. Quiero decir, ¿temolesta que te traten como a unextraño? ¿Que muestren tantodesdén hacia ti y tu éxito?

Ash se encogió de hombros.—Al principio sí, supongo. No

he pensado mucho en ello durantelos últimos años. Tengo buenosamigos y ellos son mi familia. Yahora tú.

Su rostro se iluminó y lassombras que poblaban sus ojosdesaparecieron de un destello.

—Me alegro de que podamos serfamilia, Ash. De verdad. No te voya defraudar. Sé que no conseguí eltrabajo por mi cuenta, pero no voy ahacer que te arrepientas de

habérmelo dado.Los interrumpió el sonido del

móvil de Ash al sonar. Se llevó unamano automáticamente al aparato ydejó de respirar sin siquiera darsecuenta al principio de que lo habíahecho. Podría ser Josie. Habíaesperado una maldita semana paraalgo, lo que sea que viniera deJosie.

—Perdonadme, tengo quecogerlo —dijo Ash mientras selevantaba y pulsaba el botón paraaceptar la llamada.

Se alejó de la mesa y fue haciaun área más silenciosa cerca de losservicios.

—Ash —dijo rápidamente.—Señor McIntyre, sé que mis

informes han sido más de lo mismoesta semana. La señorita Carlysleno ha dejado su apartamento hastaahora y sabía que querría que leinformara de lo que he visto.

—¿Qué? —exigió.—Lleva un ojo bien morado. El

labio partido. Parece que alguien sedesahogó con ella. Podría

equivocarme. Podría haber sido unaccidente, pero lo dudo. Y podríaser la razón por la que no hayasalido del apartamento.

Ash maldijo.—¿Adónde va ahora? ¿La estás

siguiendo?—Sí. Parece que va a la galería.

Tenía varios lienzos cuando sesubió a un taxi. Le mantendréinformado.

—Hazlo —murmuró Ash antesde colgar.

Se quedó de pie durante un

momento mientras su mente sellenaba de rabia ante la idea de quealguien hubiera abusado de Josie dealguna manera. Y luego no haberpreguntado al hombre si Josie habíaestado en algún sitio o si habíatenido visitas. Seguramente lehabría avisado si las hubieratenido. Sin embargo, no la habíavuelto a vigilar hasta dos díasdespués de la cena que tuvieron.Había pensado que le habríacontactado para entonces y cuandono lo hizo, decidió volver a vigilar

a Josie.¿Obsesionado? Sí, esa era la

palabra para describirlo. Dementeera otra. Estaba actuando como unacosador loco de la clase de la quecualquier mujer haría bien enmantenerse alejada. Solo que él noiba a hacer daño a Josie. Se queríadar de hostias por no haberla tenidovigilada, porque alguien le habíahecho daño, o al menos se habíalastimado de alguna manera.

¿Por qué no lo había llamado?¿Por qué no le había pedido su

ayuda? Tenía que saber, tras laconversación que habían tenido,que él cuidaría de ella.

Con otra maldición volvió a lamesa donde Brittany, Jace yBethany levantaron la cabeza paramirarlo. La preocupación se reflejóde inmediato en sus ojos. Suexpresión debía de ser de lo másseria para que hubieran captado suestado de ánimo tan rápido.

—Siento tener que cortar estoasí, pero tengo que irme. Brittany,te lo compensaré, te lo prometo.

Jace y Bethany, gracias por venir, ypor favor, acabad de cenartranquilamente. Os veré luego.

Cuando se dio la vuelta paraalejarse de allí, Jace lo llamó.

—¿Ash? ¿Va todo bien?Ash le envió una mirada que

sabía que Jace entendería. Sabríaque era algo que tenía que ver conJosie y lo entendería. Jace asintióuna vez y luego se dio la vueltahacia las mujeres, sonriendo yentablando una conversación conellas.

Suspirando de alivio y sabiendoque le debía una a Jace porencargarse de la situación, cogió suteléfono para llamar a su chófer. SiJosie iba hacia la galería,probablemente volvieradirectamente a casa ya que no habíaido a ningún otro lado en losúltimos días. Ya se encargaría decomprar los cuadros que hubierallevado a la galería más tarde,ahora se iba a ir directo a suapartamento a esperar que volvieray luego iban a tener una charla muy

seria.

Capítulo diez

Josie soltó un suspiro de aliviocuando el taxi se detuvo en laesquina de la calle perpendicular adonde estaba su apartamento. Nohabía querido salir bajo ningúnconcepto, pero había decididollevarle más cuadros al señorDowning. Aunque el dinero de laventa de sus otros trabajos latuviera cubierta durante unos pocosmeses, había querido llevarle más

para que el comprador no perdierainterés o pensara que no tenía nadamás que ofrecer.

Mientras pagaba la tarifa y salíadel taxi, se puso tímidamente unamano sobre la mejilla amoratada ehizo una mueca de dolor cuando losdedos rozaron la comisura de loslabios donde tenía uno partido.Cabizbaja, se precipitó por la acerahasta llegar a su apartamento. Soloquería volver dentro y que nadiepudiera verla.

Aunque no tuviera nada de lo que

avergonzarse, aún se sentía así porlo que había pasado. Sorprendida.Completa y totalmenteconmocionada por que Michaelhubiera ido a su apartamento yhubiera perdido los papeles, algoque nunca había ocurrido antes.Aún no podía creérselo. Deberíahaber presentado cargos. Deberíahaber hecho un montón de cosas,pero había estado demasiadoentumecida como para procesarlotodo. Así que, en vez de todo eso,se había encerrado en su estudio y

había trabajado fervientemente paradejar de pensar en losacontecimientos de la semanapasada.

Sabía que le debía a Ash unarespuesta, una explicación. ¡Algo!Le había dicho que no tardaríamucho, ¿pero cómo podía ir a verlecon moratones infligidos por elhombre que había sido sudominante?

Por supuesto, todo era de risaahora. No era un verdaderodominante. Había estado actuando.

Fue un viaje para su ego. Se habíaconvertido en alguiencompletamente diferente en elmomento en que se dio cuenta deque iba en serio lo de cortar larelación. Su error había sidomencionar a Ash. Aunque no lohubiera llamado por su nombre, síque le había dicho a Michael que nopodía darle las cosas que otrohombre le había prometido.

Ahora ya no estaba tan segura.¿Qué pasaría si Ash no era mejor?No sabía apenas nada de él. Había

estado a punto de acceder; se habíahecho incluso a la idea de llamarloel mismo día que Michael habíaacudido a su apartamento. Tras esefiasco, la duda creció en su interiorde nuevo y el instinto desupervivencia se hizo cargo detodo.

Si Ash era más intenso queMichael —y era evidente que lo era—¿entonces podía esperar elmismo tipo de trato bajo su mano?¿O incluso peor?

La cabeza le daba vueltas con

todas las posibilidades y sabía queno estaba en el estado emocionaladecuado como para tomar tanenorme decisión. Como paradepositar su confianza, su bienestar,todo su ser en las manos de unhombre como Ash. Y por eso habíapermanecido callada, dándolevueltas a su decisión una y otra vez.

El hecho era que tenía miedo. Yese miedo la había prevenido tantode aceptar como de declinar laproposición. Odiaba ese miedo. Noera como ella quería vivir su vida o

tomar sus decisiones. Necesitabatener la cabeza clara antes de darese paso tan grande y confiar enotro hombre que podíaperfectamente terminar siendoprecisamente como Michael.

Soltó un suspiro lleno de tristezay se metió la mano en el bolsillopara sacar las llaves de suapartamento. Seguía teniendo lacabeza gacha cuando llegó a losescalones y vio un par de zapatoscaros justo en el primer escalón desu puerta.

Sorprendida, levantó la cabeza yse encontró con Ash. Mientras lainspeccionaba, la furia se reflejó ensus ojos y ella dio un paso haciaatrás por puro instinto.

—¿Qué narices te ha pasado? —exigió él.

Estaba que echaba humo; elenfado se le notaba a kilómetros.Cualquier apariencia relajada yencantadora se había ido. Era unagran masa de macho alfa cabreado amás no poder.

—Por favor, aquí no —susurró

—. Solo quiero entrar en miapartamento. Déjame pasar y vete.

Su completa expresión de «quénarices me estás diciendo» la hizoparar mientras intentaba apartarlode su camino. Ash la agarró por loshombros, firme peroextremadamente gentil, con losdedos tensos sobre su piel pero sinclavarlos en su carne.

—Quiero saber quién narices teha hecho esto —gruñó.

Ella hundió los hombros y casidejó caer al suelo las llaves que

colgaban peligrosamente de susdedos. Reafirmó su agarre y luegolevantó el mentón.

—Déjame pasar —dijorechinando los dientes.

Para su sorpresa, Ash apartó lasmanos y dejó que bajara lasescaleras. Él la acompañópisándole los talones, por lo que notendría oportunidad de cerrar lapuerta y evitar que entrara.

Ella suspiró, metió la llave en lapuerta y la abrió. Se sintió mejor enel momento en el que estuvo dentro,

en su propio espacio. Tenía graciaque se sintiera segura aquí tras loque había ocurrido con Michael.Pero ahora que sabía de lo que deverdad era capaz de hacer, nuncavolvería a cometer el error dedejarlo acercarse ni a un kilómetroy medio de distancia de ella.

Tiró el bolso al suelo junto a lapuerta y se encaminó hacia elpequeño salón. Ash cerró la puertacon pestillo y luego la siguió hastael salón, que de repente parecía sermuchísimo más pequeño con él allí.

Se quedó de pie, mirándola dearriba abajo sin cortarse, y luegovolvió a centrarse en el moratón dela mejilla.

Sus ojos se volvieron fríos y ellase estremeció.

—No he sabido de ti —comenzó.Ella se ruborizó con aires de

culpabilidad y bajó la mirada; noquería que viera todo lo que queríaesconder.

—Y ahora pienso que había unarazón por la que no me has llamado.

Ella asintió lentamente, aún sin

mirarlo a los ojos.—Josie, mírame.Su voz era suave. Amable

incluso. Pero no era una petición.Era una orden. Una que se sintió enla necesidad de obedecer.

Lentamente levantó la miradapara poder encontrarse con susojos.

—¿Quién te ha hecho esto?Toda la amabilidad se fue,

dejando paso a un tono de voz deacero. Todo su cuerpo vibraba defuria y eso la hizo dudar de si

contarle de verdad lo que habíapasado. No tenía ni la más remotaidea de cómo podía haber pensadoque no era peligroso, o que eraencantador y afable, porque elhombre que se encontraba frente aella, justo en este momento, parecíacapaz de hacer cosas horribles.

Y no era que tuviera miedo de él,no. Ella sabía de forma instintiva,aunque estuviera muerta de miedopor lo que ya le había ocurrido conMichael, que este hombre no leharía daño. Pero estaba cabreado.

Cabreado no empezaba siquiera adescribir lo que vio en sus ojos. Yparecía totalmente capaz de matar aalguien. No quería decírselo, y noporque tuviera miedo de él, sinopor lo que pudiera hacer.

—Josie, respóndeme —dijoentre dientes—. Quién te ha hechoesto.

No estaba dispuesto a irse sinuna respuesta. Y aunque Josie notemiera las posibles represalias,sabía que tenía que obedecerlo sí osí. Él no la dejaría escaquearse.

Incluso creía firmemente que sequedaría ahí de pie toda la noche yharía todo lo que hiciera falta hastaconseguir lo que quería.

Josie cerró los ojos, dejó salir unsuspiro largo y cansado y hundiólos hombros a modo de derrota.

—Michael —susurró con voz tanbaja que ni ella podía oírla apenas.Quizá no lo hubiera dicho ni en vozalta.

—¿Perdona?Las palabras salieron de sus

labios con la misma fuerza con que

ella las sintió. Levantó la mirada yse encogió al ver la expresión desus ojos. Era… aterradora.

—Ya lo has oído —susurró conun tono de voz más alto.

—¿Me estás diciendo que esehijo de puta te ha hecho esosmoratones? ¿Que te ha partido ellabio?

Él dio un paso al frente y ellaautomáticamente retrocedió, lo quesolo pareció enfurecerlo inclusomás.

—Maldita sea, Josie, ¡no voy a

hacerte daño! Yo nunca te haríadaño.

Las palabras fueron explosivas.No exactamente tranquilizadoras,aunque ella sí que se hubieratranquilizado por la vehemenciacon la que había hecho esapromesa. Tanto que volvió a dar unpaso hacia él, lo que los dejó aapenas un paso de distancia el unodel otro.

Todo el cuerpo de Ash seguíavibrando de ira. Sus ojos verdesestaban casi negros, lo único verde

que quedaba era un anillo alrededorde sus pupilas dilatadas. Y luegolevantó las manos con lentitud,como si tuviera miedo de asustarla.Le rodeó el rostro con las manos; sutacto era tan infinitamente dulce queella no supo cómo podía ser asícuando el resto de su cuerpo estabatenso de rabia y su expresión eratan seria.

Pero su tacto fue tanexquisitamente tierno que ellaliteralmente se derritió entre susmanos. No sintió dolor aunque su

rostro aún doliera cuando lotocaban varios días después delincidente. Pasó los dedos porencima del moratón y luego delineóel corte que tenía en el labio contanta suavidad que ella apenas lonotó.

—Lo mataré.El tono de voz de Ash era

absoluto. La resolución en su voz leheló la sangre en las venas porquelo creía. En este momento, lo creíatotalmente capaz de matar alhombre que le había hecho daño. El

corazón le dio un vuelco y larespiración se le aceleró al tiempoque el pánico se instalaba en suestómago.

—¡No! Ash, por favor.Simplemente déjalo ir. Esta es larazón por la que no queríadecírtelo. Por la que no he llamado.

Josie habría dicho más, pero élle puso un dedo sobre la parte sanade los labios para silenciarla.

—¿Dejarlo ir?Su tono era mortífero.—¿Quieres que lo deje pasar

cuando ese hijo de puta te ha puestolas manos encima? ¿Qué narices hapasado, Josie? Y quiero todos losdetalles, así que no te dejes nada.Quiero saber cuándo ocurrió esto.Quiero saber cuántas veces tegolpeó. Y sobre todo, quiero saberpor qué narices no viniste a míinmediatamente, o me llamaste en elmismo instante en que pasó.

La boca de Josie perdió latensión que tenía bajo su dedo. Yluego, como si él hubiera cambiadode parecer por completo, se separó

y se giró para estudiar su salón.Seguidamente posó la mirada en elarco abierto que desembocaba en sudormitorio.

—Te voy a llevar a miapartamento —dijo con firmeza—.Te vas a venir a vivir conmigo.

—Espera, ¿qué? Ash, nopuedo…

—No es negociable, Josie. —Susojos brillaron llenos dedeterminación y su actitud erainflexible, no iba a ceder—. Vas avenir conmigo. Ahora vete a tu

cuarto. Te vas a sentar en la cama yme vas a decir lo que necesitasllevarte para esta noche. Mañanapodemos hablar sobre lo que tienesque tener o quieres tener en miapartamento y yo me encargaré deque alguien venga y lo traiga todo.Pero cuando tengamos estaconversación sobre ese capullo —yvamos a tener esa conversación—será en un lugar donde te sientascompletamente segura. Un lugardonde sepas que nada te hará daño.Eso no tiene discusión.

Ella abrió la boca aún más, peroincluso entre toda esa completaconmoción ante su proclamaciónpredominó la sensación de…alivio. Seguridad. Pero sobre todoun alivio abrumador. La decisión sela habían quitado de las manos, y enese momento lo agradeció. Suspreocupaciones —sus miedos—sobre Ash parecían estúpidasahora. Pensar siquiera que élpudiera ser como Michael o que ibaa entrar en una situación peor de laque acababa de salir parecía

absurdo.—Puedo coger mis propias cosas

—susurró.De repente hubo fuego en los

ojos de Ash. Satisfacción ante sucapitulación. Quizás había esperadoque luchara más o que incluso senegara en rotundo aunque pudieraver que él no tenía ningunaintención de darse por vencido.

—No dije que no pudierashacerlo. Lo que dije es que te vas asentar en la cama mientras yo lohago por ti. Todo lo que necesito

que hagas es que me digas lo quequieres para esta noche y a lo mejormañana. El resto lo tendrás cuandotú y yo hablemos esta noche.

Se sentía abrumada. La situaciónse estaba moviendo a una velocidadsupersónica. Tenía la sensacióncomo si acabara de bajarse de unamontaña rusa y aún estuvieraintentando orientarse.

Él le tendió una mano, pero no semovió hacia ella ni cogió su mano.Simplemente la extendió y esperó.Esperó a que ella la aceptara. A

que cogiera su mano y entrara en sumundo.

Respirando hondo, extendió lamano y deslizó la palma de su manosobre la de Ash. Este le rodeó losdedos con la mano y luego losagarró con firmeza. Como siestuviera forjando un lazoirrompible entre ellos.

Luego la guio dulcemente hastasu dormitorio y ella lo siguió,permitiendo que la llevara dentrodonde la sentó en el borde de lacama como si fuera increíblemente

frágil. Algo precioso y rompible.Se alejó y echó un vistazo

general a la habitación.—¿Tienes una bolsa de viaje?—En el armario —dijo Josie con

la voz ronca.Ella lo observó con

estupefacción cuando empezó ameter cosas en el bolso siguiendosus lentas indicaciones. ¿No estabasucediendo todo al revés? Él estabahaciendo todo por ella. ¿Qué habíahecho ella por él? Aunque bueno, élhabía dicho que daría mucho, pero

que se lo llevaría todo.Se estremeció ligeramente,

preguntándose cuánto se llevaría ysi a ella le quedaría algo para símisma una vez hubiera acabado él.

Capítulo once

Ash no era estúpido. Sabía quehabía presionado a Josie y no lehabía dado ni tiempo para respirar,analizar o reaccionar a su arrogantereclamo. Y había sido la clase dearrogancia de entrar en suapartamento y ordenarle que semudara al suyo.

Así que se precipitó a llevar acabo su tarea con eficiencia, porquecuanto más tiempo se quedara

sentada en esa cama sintiéndoseabrumada y aturdida, más tiempotendría de reconsiderar suacelerada y silenciosa conformidad.Lo que significaba que searriesgaba a que ella no se fueracon él a su propio apartamento.

Y esa no era una opción.Preparó la bolsa de viaje, llamó

a su chófer para asegurarse de queestuviera esperándolos fuera delapartamento de Josie y luego lallevó apresuradamente a la puertapara no darle más tiempo para

procesar los rápidos y precipitadossucesos de la noche.

Tras ayudarla a entrar en elcoche, Ash cerró la puerta y se parósolo un momento para llamar alportero de su edificio y pedirle quesubiera al apartamento y quitara elcuadro de Josie de su dormitorio ylo guardara, junto con los otros quehabía en el salón, hasta que Ashfuera a por ellos de nuevo. Noquería que Josie supiera que él eraquien le había comprado loscuadros. Todavía no.

Cuando se subió al coche a sulado, se relajó y luego la miró,fijándose en ese semblante pálido yalterado. Los moratones locabreaban. Lo enfurecían. El corteen el labio destacaba, unrecordatorio de que otro hombre lehabía puesto las manos encima a loque Ash ya consideraba suyo.Estaba seguro de que ese tío lehabría puesto las manos encima acualquier mujer de esa forma. Nosolo a la mujer de Ash, sino acualquier otra también. Pero lo

había hecho con la suya.—No sé si esto es una buena

idea, Ash —dijo ella en silencio.Era la primera vez que hablabadesde que le había dado lasvacilantes instrucciones para saberqué guardar en la bolsa de viaje.

—Es una muy buena idea —dijoél con firmeza—. Habrías venido amí de no ser por ese gilipollas. Túlo sabes, y yo lo sé. Aún tenemosque discutir la cuestión de Michael,y lo haremos cuando estés en unlugar donde te sientas segura y a

salvo, y lo harás entre mis brazos,donde nada malo te va a pasar ninada te podrá tocar. Pero ten encuenta esto, lo que él te ha hecho nocambia nada entre tú y yo. El«nosotros» es inevitable. Desde eseprimer día en el parque ya erainevitable. Luchar contra ello esuna pérdida de tiempo y de energíamental. Yo no voy a luchar contraello y no quiero que tú lo hagastampoco.

Ella abrió la boca, sorprendida.Sus ojos destellaron, no de enfado,

sino de reconocimiento. Bien.Estaban yendo en la buenadirección porque ella empezaba aver lo mismo que él. Lo que sabía.

—No me hace especialmentefeliz que me hayas ocultado esto —continuó—. Que no vinieras a mícuando esto ocurrió. Perotrabajaremos en ello. No eras míapor entonces aunque yo ya sabíaque sí. Pero ahora lo eres, yvendrás a mí cada vez que tengasalgún problema.

Ella asintió lentamente, y la

satisfacción —el triunfo— seapoderó de él.

Extendió su brazo; no le gustabala distancia que había entre ellos,pero tampoco quería presionarlademasiado. No todavía. Ya la habíapresionado suficiente por hoy.Quería que el siguiente movimientosaliera de ella, así que esperó conel brazo estirado hacia ella.

Ella se acercó inmediatamente,sin vacilación, y a él eso le gustó.Se deslizó junto a él, apretándosecontra su costado para que él

pudiera rodearla con su brazo. Y lohizo. La pegó contra él. Ella reposóla cabeza contra su pecho y lacoronilla de esta quedó justodebajo de su barbilla. A Ash legustaba tenerla así.

Josie soltó un suspiro suave yluego pareció derretirse contra él.El cuerpo se le relajó como si sehubiera quitado un enorme peso deencima. Alivio.

El olor de su pelo lo tentaba.Suave y dulce, como ella. Le pasóuna mano por todo el brazo,

disfrutando del tacto de su piel ysabiendo que pronto descubriríatodo su cuerpo. Pero por ahoranecesitaba confort. Seguridad.Sentirse a salvo. Necesitaba saberque él nunca le haría daño. Nuncale levantaría la mano tal comoMichael había hecho.

Presionó los labios contra supelo e inhaló incluso cuando leestaba dando el beso.

Hasta el fondo. Sí, estaba pilladohasta el fondo. Ni siquiera tenía unplan completo pensado. Había

actuado por instinto. Sabía quetenía que tenerla. Sabía que teníaque tenerla en su espacio. Y sabíaque si no la presionaba ahora, lomás seguro era que la perdiera.

Abrumarla parecía ser la mejoridea, aunque eso lo convirtiera enun completo cabrón. Pero no secompararía con Michael. Él no eraese tío. Puede que no fuera lapersona más comprensiva, pacientey considerada, y definitivamente nose rendía cuando quería algo, peroél nunca, jamás, le levantaría la

mano a una mujer. La idea lohorrorizaba.

Pero no tenía en absoluto ningúnproblema con desembocar toda esaviolencia en el hijo de puta que lehabía hecho daño a Josie.

Apartó ese pensamiento de sucabeza porque sabía que tendríaque encargarse de ello más tarde. Yestaba claro que iba a ocuparse deello. Pero Josie estaba primero. Susnecesidades, su comodidad, desdeya.

El camino en coche fue

silencioso, y Ash no hizo nada pararemediarlo. Sabía que Josie estabaprocesando los sucesos de la noche.Sabía que estaría probablementedándole vueltas y vueltas ysintiendo incluso arrepentimiento.Pero estaba aquí en sus brazos, ysiempre y cuando estuviera aquí yno en su apartamento, podría lucharcontra todo.

En vez de hablar, simplemente leacarició la piel, deslizando laspalmas por sus brazos yofreciéndole consuelo de la mejor

manera que sabía.—Lo siento, Ash—dijo ella en

voz baja. Sus palabras casi seperdieron contra su pecho.

Sus manos pararon cuandoestaban recorriendo el brazo hastallegar al hombro y ladeó la cabezapara poder oírla mejor.

—¿Por qué lo sientes?—Por no llamarte. Por no

responder cuando dije que lo haría.Solo estaba histérica y asustada.

Ash deslizó sus dedos por debajode la barbilla de Josie y se la

levantó para que pudiera mirarlo alos ojos. Luego posó un dedo sobresus labios.

—Ahora no. Y no te disculpesconmigo. No hay razón para ello.Lo hablaremos, Josie. Quieroescucharlo todo, cada palabra. Perono aquí. Por ahora simplementesiéntate conmigo y déjameabrazarte. Cuando lleguemos a miapartamento, hablaremos. Peroincluso entonces no te disculpes poralgo que no fue por tu culpa. Puedeque no me haya gustado que no me

llamaras cuando necesitabas aalguien, pero lo entiendo.

La sonrisa que se dibujó en elrostro de Josie fue trémula y lacalidez se apoderó de sus ojos,eliminando parte de esa inseguridady ansiedad que se había instaladoen esos pozos aguamarina.

—¿Ves? Eso está mejor —dijo—. Tienes una sonrisa preciosa.Voy a asegurarme de que sonríasmás a menudo, Josie. Voy a hacertefeliz. Eso es una garantía.

Ella ladeó la cabeza con una

expresión confusa reflejada en elrostro.

—Estoy perdida, Ash. Las cosascomo esta no suceden simplemente.No lo hacen. Una parte de mí piensaque he entrado en una dimensióndesconocida. Todo parece… unalocura.

Él sonrió con indulgencia.—En mi mundo, sí. O al menos

ahora sí. No puedo decir que estome haya ocurrido a mí antes, asíque ambos estamos entrando en unterritorio nuevo. Pero es tu mundo

también, Josie. No más reglas quelas que nosotros queramos. Nopuedo decir que haya sido muytradicional. Yo soy más de hacerlotodo a mi manera y que le den alresto del mundo.

Su sonrisa se ensanchó, dejandover sus dientes y formándosele unhoyuelo de lo más adorable en lamejilla. Se sentía fascinado porella. Quería tocar esos labios yluego hacer lo mismo con su lengua.

—Ya me estoy dando cuenta deeso. Compadezco a la persona que

alguna vez te diga que no puedeshacer algo.

—Sí, las cosas no terminan bien—admitió.

—Intentaré no ser la persona quete haga enfadar diciéndote no,entonces.

La sonrisa de Ash desapareció yse la quedó mirando intensamente alos ojos.

—Espero no tener que dartenunca una razón por la que decirmeno. Pero si lo haces, Josie, quieroque entiendas que no ignoraré esa

palabra a menos que tenga algo quever con tu seguridad o bienestar. Osi significa que te vas a alejar demí. «No» es un factor decisivo.Significa que dejo de hacer lo quesea que esté haciendo. Así queúsalo con cabeza y solo si es deverdad. Porque me tomo esapalabra muy en serio.

Ella suavizó la mirada y se echómás contra él, moldeando su cuerpoal de él de una forma demasiadotentadora. Las pelotas le dolían, supolla estaba dura como una roca y

los dientes le rechinaban mientrasintentaba controlar esa reacciónfísica a su cercanía.

Esta mujer le provocaba eso. Notenía ninguna explicación de porqué. Apenas la conocía, pero sabíaque debía tenerla. De hecho, sabíaque la tendría. Sabía que iban aenrollarse y que no tenía ningúndeseo de liberarse. También sabíaque esta mujer era diferente a todaslas mujeres con las que habíaestado antes que ella.

Esa parte lo asustó y lo excitó al

mismo tiempo.¿Y si ella era la elegida? La

mujer que, cuando un hombre laveía, sabía que ya no tendría quebuscar más. Tal y como Mia lo erapara Gabe, y como Bethany lo erapara Jace. La única.

No podía siquiera pensar en ello.No iba siquiera a considerarlo. Erademasiado pronto. Toda lasituación era una locura. Se iba amudar a su apartamento. Se iba aadueñar de su vida. No habíapensado más allá de eso ni se había

preguntado ahora qué.Porque ¿qué narices venía ahora?Además de conseguir llevarse a

Josie a la cama, bajo su cuidado,sumisa, completamente sumisa acada necesidad y deseo que éltuviera. ¿No era eso suficiente?Tenía que serlo porque no se iba apermitir pensar más allá.

El chófer se detuvo en lacallejuela junto al edificio deapartamentos y luego se bajó paraabrirle la puerta a Ash.

Ash salió primero, alejándose de

Josie, y luego extendió el brazohacia ella para ayudarla a salir delasiento trasero. La pegó a sucostado y luego cogió la bolsa deviaje que le tendió el conductorantes de precipitarse hacia laentrada.

—Vives al lado del Hudson —dijo Josie vagamente mirando endirección al río.

—Sí. Hay una vista espectaculardesde arriba. Vamos, entremos.

Subieron en el ascensor hasta laúltima planta y él le llevó la bolsa

hasta dentro, guiándola hacia sudormitorio. Ella se tensóligeramente cuando entraron en lasuite principal, y miró en todasdirecciones con prudencia reflejadaen sus ojos.

Ash dejó la bolsa encima de lacama y luego señaló en dirección albaño.

—Te daré tiempo para que tecambies y te pongas lo que quieraspara dormir. Estaré en la cocinasirviéndote una copa de vino.Tómate tu tiempo.

—¿Dónde voy a dormir? —murmuró.

Él le puso las manos en loshombros y deslizó las palmas haciasus brazos.

—En mi cama, Josie. Conmigo.La ansiedad se adueñó de sus

ojos.Ash se inclinó hacia delante y

presionó los labios contra su frente;se sentía particularmente tierno conella. Quizás era su vulnerabilidad.La preocupación y el miedo quepodía ver en sus ojos.

—Cuando hablemos, Josie, seráen mi cama. Contigo entre misbrazos. Segura. Y lo notarás. Perosolo vamos a dormir, que es larazón por la que te vas a poner elpijama. No lo volverás a llevar denuevo, pero esta noche sí quenecesitas esa barrera. Aún no estáscompletamente segura de mí. Trasesta noche, lo estarás.

La besó una última vez y luego segiró para dejarla sola en eldormitorio y que se pudieracambiar.

Ash se dirigió a la cocina y setomó su tiempo en coger dos copasy en abrir una botella de vino.Recordó que ella no bebía muchoalcohol, pero sí que habíamencionado que le gustaba unacopa de vino de forma ocasional, yesta noche estaba claro que laayudaría a relajarse. No lo sabíacon seguridad, pero se imaginó queprefería el vino tinto. Querría algocon color. Vibrante y lleno desabor. No había nada másdesprovisto de calor que el vino

blanco.Frunció el ceño cuando se dio

cuenta de que su propia cena habíasido interrumpida, y ya que habíaido directamente al apartamento deJosie y se había encontrado con ellacuando llegaba, lo más probableera que no hubiera cenado tampoco.

Rebuscó en la nevera para haceruna ensalada de fruta y sacó variostrozos de buen queso. Preparó unabandeja con pan y galletas saladasque sacó de la despensa paraacompañar el queso y la fruta. Y

algo dulce. ¿No disfrutaban todaslas mujeres del chocolate?

Su ama de llaves frecuentementele dejaba pasteles caserosbuenísimos, y esta semana setrataba de una mousse de chocolatecon crema de queso. Había cincocuencos individuales rellenos conla mousse en el estante más alto dela nevera, así que sacó dos y losañadió a la bandeja y luego sacó unpar de cucharillas del cajón.

Satisfecho con haber consideradotodas las posibilidades y con

haberle dado a Josie suficientetiempo como para cambiarse ysuperar los nervios que sentía,volvió al dormitorio.

Cuando entró, ella se encontrabasentada con las piernas cruzadas enel centro de la cama. Ash se sintióabsurdamente feliz al verla en sucama. Cómoda, descalza, como siperteneciera a ese espacio.

Llevaba un pijama sedoso rosade invierno abrochado hasta elcuello. Le cubría todo el cuerpo.

Se lo permitiría esta noche.

Tener esa barrera. Pero después deesto, ella volvería a la camacompletamente desnuda. Dormiría asu lado, piel con piel.

Ella abrió los ojos como platoscuando vio la bandeja que llevabaen las manos y se bajó de la camapara que él pudiera dejarla encima.

—Quita las mantas —la instruyó—. Nos meteremos en la cama ydejaré la bandeja en la mesita denoche. Puedes comer en la camaconmigo.

Rápidamente apartó la colcha y

las sábanas e incluso mulló lasalmohadas antes de volver asentarse en la cama.

Como Ash había dicho, colocó labandeja en la mesilla y luego sedirigió al vestidor para quitarse laropa.

Se encontró con un dilema,porque él nunca había llevado nadamás que bóxers cuando se iba a lacama. Entonces se encogió dehombros. No era como si estuvieracompletamente desnudo, y le habíaprometido que solamente iba a

abrazarla mientras dormía. No iba ameterle mano, así que con losbóxers serviría.

Cuando volvió a salir sintió losojos de Josie sobre él aunque estaintentara esconder que lo estuvieraobservando. Era adorable la formaen que lo miraba por debajo de laspestañas. El color de sus mejillasse intensificó cuando se acomodóen la cama junto a ella.

Le ofreció la fruta y el quesoprimero y luego le tendió la copa devino para que la cogiera con su

mano libre. Ash le daba trozos defruta de su mano, disfrutando delligero roce de los labios de Josiesobre sus dedos. Y a ella parecíagustarle comer de su mano tantocomo a él le gustaba darle de comerasí.

Una expresión contenta yensoñadora se adueñó de sus ojos.Algunas de las sombras que anteslos perseguían desaparecieronconforme se relajaba. La tensión seevaporó de sus hombros y el cuerpoentero se relajó.

—¿Tienes hambre? —le preguntóél con voz ronca, hipnotizado por laimagen provocadora que teníafrente a él.

Y por fin en su cama. Solo a unoscentímetros de distancia. Su cuerpole gritaba que la poseyera, quetomara lo que era suyo aunque élmentalmente se reprendiera por serun cabrón impaciente.

—Me muero de hambre —admitió—. No he comido nada enlos últimos días.

Su expresión se oscureció y la

ira vibró de nuevo por su cuerpo.—Te cuidarás mejor de ahora en

adelante. Yo cuidaré de ti —secorrigió.

Ella sonrió.—No es únicamente por…

Michael… y lo que pasó. He estadoocupada con el trabajo.

Él sabía muy bien por qué, peropreguntó de todas formas, porque sino lo hacía parecería raro. Ella seestaba abriendo a él, se estabarelajando, y él quería eso. Quería lafácil comunicación entre ellos. Que

no hubiera vacilación ni reservaspor su parte.

—¿En qué has estadotrabajando?

El rojo coloreó sus mejillas y élla miró con curiosidad.

—He estado trabajando en unaserie erótica de cuadros. No muyevidente. Con gusto. Eróticos perocon clase.

La emoción hizo mella en susojos cuando se volvió a sentardurante un momento, negándose acomer más de su mano.

—Vendí todos los cuadrosexpuestos en la galería de artedonde los vendo en consigna. Fue lacosa más increíble. El señorDowning me había dicho que nopodía llevar ningún cuadro másporque no se había vendido ningúnotro y ya le había llevado el primercuadro de la serie en la que estoytrabajando. Luego me llamó paracontarme la noticia de que no sololo había vendido todo, ¡sino quequería más! Y que un compradorestaba interesado en todo lo que

llevara. Me he pasado la semanatrabajando en el resto de esa serie.

Ella apartó la miradatímidamente y luego volvió amirarlo por debajo de las pestañas.

—Son autorretratos. Es decir, noes que se pueda adivinar ni decirquién es, pero me usé como modeloen una serie de posados al desnudo.Tengo un… tatuaje, uno que diseñéyo misma, y es protagonista en loscuadros. Me… me gustan. Creo queson buenos. Espero que alcomprador le gusten también.

Había una nota de ansiedad alfinal de su afirmación que hizo quea Ash se le encogiera el corazón.Joder, claro que le iban a gustar, yque se atreviera alguien más averlos. Serían de él. Solo suyos. Ysolo él la vería sin ropa. Eseprivilegio era suyo y solo suyo.

Sin ninguna duda. Josie era unamujer preciosa, y tampoco cabíaduda alguna que tanto hombrescomo mujeres se sentirían atraídospor los cuadros. Tenía talento apesar de lo que el dueño de la

galería hubiera dicho sobre suestilo. Solo era cuestión de tiempoque otros lo descubrieran. Ash solose alegraba de haber compradoesos cuadros antes de que otro lohiciera. La idea de que alguien másposeyera algo tan íntimo de Josiehacía que los dientes le rechinaran.

—Estoy seguro de que a tucomprador le encantarán —dijo.Mientras hablaba, se hizo una notamental para llamar al señorDowning a primera hora de lamañana el lunes y asegurarse de que

entregaba los cuadros, envueltos, ala oficina de Ash—. Me encantaríapoder verlos yo también.

Ella se ruborizó pero sonrió yluego dijo:

—A lo mejor puedo llevarte a lagalería para que los veas. Losacabo de dejar allí. Es posible queel comprador no los haya compradotodavía. Puede que se queden allídurante días.

Ash se inclinó hacia delante paratocar su mejilla y dejó que susdedos viajaran a lo largo de la línea

de su mentón hasta el cuello, dondele apartó los largos mechonesrubios del pelo.

—Preferiría que me pintaras algonuevo. Algo que nadie excepto yovea. Quizás algo incluso un pocomás erótico que tus otros cuadros.

Ella abrió los ojos como platos yluego arrugó la frente como siestuviera ya visualizando el cuadroen la cabeza. Entreabrió los labiosy exhaló con una excitada urgencia.Ash podía literalmente verlapintarlo en su mente.

—Tengo ideas —dijo—. Meencantaría hacer algo más personal.Siempre y cuando tú no se losenseñases a nadie.

Él sacudió la cabeza consolemnidad.

—Nadie excepto yo los verá.Atesoraré lo que sea que pintespara mí, Josie. Pero si me das a timisma, tu yo sexi, puedes estar másque segura de que solo será para míy para nadie más.

—De acuerdo —murmuró con elrostro pintado de color… y de

excitación.—¿Has tenido suficiente para

comer?Asintió y le devolvió la copa

medio vacía de vino. Ash la puso aun lado y luego se llevó la bandejahasta su vestidor y la dejó allí antesde volver a la cama. Y a Josie.

Se subió con el brazo extendidopara que ella pudiera acurrucarse asu lado. Estaban echados contra lamullida montaña de almohadas, elcuerpo de Josie bien pegado al deél.

—Ahora cuéntame lo de Michael—dijo Ash en un tono normal.

Ella se tensó contra él y duranteun largo rato se quedó en silencio.Luego se relajó y suspiró.

—Estaba muy equivocada conrespecto a él —susurró—. Nuncacreí que fuera capaz de hacer algoasí. Incluso durante nuestrarelación, cuando ejercía su…dominancia… siempre lo hacía concuidado y de una forma refrenada.Siempre me trató con muchocuidado. Como si estuviera

decidido a no hacerme daño.—¿Dónde estabas cuando

ocurrió? —exigió Ash—. ¿Fuiste averlo?

Ella negó con la cabeza.—No. Vino él a mí.Ash maldijo.—¿Lo dejaste entrar en tu

apartamento?Ella se incorporó y se separó de

él, girándose para poder mirarlo alos ojos.

—¿Y por qué no? Ash, éramosamantes. Nunca me dio ni una sola

razón para pensar que me pegaría.Nunca perdía los papeles. Ni unavez. Y nunca lo vi enfadarse.Siempre se ha mostrado muycalmado y refrenado. Venía a vermeporque no se pensaba que fuera enserio con lo de cortar la relación.Me volvió a traer el collar,disculpándose, diciendo queevidentemente significaba algo paramí y que sería consciente de eso deahora en adelante.

Ash frunció el ceño pero no lainterrumpió.

—Cuando le dije que se habíaterminado, me exigió saber por qué.

Se paró, posando las manossobre su regazo, y apartó la miradapara quedarse de perfil a él. Él laapretó más contra sí y la moldeócontra su cuerpo. Podía sentir supulso y lo nerviosa que se habíapuesto.

—¿Qué paso entonces? —lepreguntó suavemente.

—Le dije que él no me podía darlas cosas que otro hombre me habíaprometido —susurró.

El agarre de Ash se volvió másfirme aún.

—Continúa.—Él se volvió loco. Quiero

decir, se le fue la cabeza porcompleto. Las palabras apenassalieron de mi boca cuando él meabofeteó. Estaba tan sorprendidaque no sabía siquiera qué hacer. Yentonces se lanzó sobre mí, dondeme había caído al suelo, y megolpeó otra vez. Me agarró del peloy me acusó de haberlo engañado.Me dijo que me había tratado con

demasiada ligereza. Que si hubierasido como él quería esto no habríaocurrido nunca, que yo nunca lehabría engañado.

—Hijo de puta —soltó Ash—.Lo mataré por esto.

Ella sacudió la cabeza conviolencia.

—¡No! Ash, déjalo. Ya hapasado. Se acabó.

—¡Y una mierda!Ash calmó su respiración, se

obligó a controlar la rabia en sucabeza y suavizó el agarre que tenía

sobre Josie en el brazo clavándolelos dedos. No iba a llevar marcassuyas. Ninguna que no fuera fruto dela pasión y la ternura. Ninguna queno quisiese llevar.

—Debería haber ido a la policía—dijo en voz baja—. Deberíahaber puesto una denuncia contra él.Que lo hubieran arrestado. PeroDios, estaba totalmenteconmocionada. Y luego me sentítan… estúpida. ¿Cómo podía nohaber visto eso en él? ¿Esacapacidad de violencia? ¿Cómo

podía haber tenido sexo con él ynunca saber lo que había debajo deesa fachada? Cuando pienso en loque podría haber pasado… Confiéen él. Implícitamente. Le di plenoacceso a mi cuerpo. Podría haberhecho lo que hubiera querido. Esaes la razón por la que…

Se paró y se quedó en silencio.Ash le apartó el pelo de la mejillaamoratada y luego le dio un besosobre la piel dolorida.

—¿Por la que qué? —preguntóamablemente.

Josie cerró los ojos.—Por la que no te llamé. Por la

que no fui a ti. Por la que no aceptéla oferta que me hiciste. Tenía…miedo.

Él se tensó y centró su mirada enella con intensidad.

—¿Miedo de mí?Ella asintió con tristeza.Ash respiró hondo. Lo entendía.

No le gustaba oírlo, pero loentendía.

—Lo comprendo —dijoacariciándole el brazo con la mano

—. Pensaste que por haberlojuzgado tan mal a él tampocopodías confiar en tu opinión sobremí y mis intenciones.

Ella asintió de nuevo.—Lo entiendo, pero Josie, tú

tienes que comprender estotambién. Yo no soy Michael.

Josie volvió a alzar la miradahacia él con esperanza reflejada ensus ojos. Quería creerlo. Queríaconfiar en sí misma y en susinstintos en lo que a él se refería.

—Nunca te haré daño —dijo. La

promesa salió solemne de suslabios—. Si tenemos problemas,los solucionaremos. Pero lossolucionaremos sin tener quelevantarte la mano. Nunca.

—De acuerdo —susurró.—Ven aquí —murmuró él

extendiendo el otro brazo hacia ellatambién.

Ella no vaciló e inmediatamentese acurrucó contra su pecho. Él larodeó con ambos brazos y la abrazófuertemente contra él. Aprovechóentonces para respirar su olor.

—Me cabrea que esos moratonesduren unos cuantos días más. No megusta verlos, pero si algo me gustaincluso menos es que seas tú la quetenga que verlos y recordar que tehan hecho daño.

—Estoy bien —dijo contra supecho.

—No lo estás. Todavía. Pero loestarás —le prometió—. Dame eso,Josie. Dame la oportunidad deenseñarte que debemos estar juntos.Entiendo que seas tímida ahora yque tengas tus dudas, pero entrégate

a mí. Dame esa oportunidad. No tearrepentirás.

Ella se quedó en silencio duranteun rato largo, y lo tuvo en ascuasesperando su aceptación.

Entonces se la dio. Una simplepalabra, pronunciada coninseguridad pero a la vez con unasilenciosa determinación.

—Bien.Su propio pecho se hinchó un

poco. Inspiró y espiró durantevarios segundos antes de reafirmarlos brazos a su alrededor.

—Duerme, Josie. Mañanadecidiremos qué hacer con tuapartamento.

La abrazó tal y como lo estabahaciendo hasta que su cuerpo sequedó relajado contra el suyo y elsuave y regular sonido de surespiración llenó sus oídos. Aun asísiguió esperando, tenso,reproduciendo en su mente cadapalabra que le había dicho antes. Elmiedo en su voz. La desaprobaciónhacia sí misma. La imagen de ellatirada en el suelo y de Michael de

pie encima de ella mientras lagolpeaba le hacía imposibledormir.

Ya era bien pasada lamedianoche cuando en silenciocogió el teléfono móvil de su mesitade noche y buscó el número de Jaceen su lista de contactos.

—¿Qué pasa? —murmuró suamigo al teléfono—. Espero quesea importante, Ash.

—Necesito una coartada —dijoAsh.

Hubo un largo silencio.

—Dios. ¡Joder! ¿Qué naricesdices, tío? ¿Necesitas ayuda? ¿Quépasa?

Ash bajó la mirada hasta Josie, alas pestañas que descansaban sobresus mejillas, a la sombra delmoratón que aún llevaba en elrostro.

—Ahora no. Pero pronto. Ahoramismo Josie me necesita. Necesitapaz y tranquilidad. Y necesita saberque nunca le haría daño. Por ahoravoy a pasar cada minutoasegurándome de que eso lo sabe.

Pero luego voy a ir tras el cabrónque le hizo esos moratones en lacara y necesitaré que me ayudes aconseguir una coartada por si fueranecesario.

—Señor, Ash. Joder. ¿Alguien leha hecho daño a Josie?

—Sí —soltó con mordacidad—.Y me voy a asegurar de que nuncavuelva a tocar ni a ella ni a ningunaotra mujer.

Jace suspiró contra el teléfono almismo tiempo que se quedaba ensilencio.

—Todo lo que necesites, tío. Lotienes. No tienes ni que pedirlo.

—Gracias —murmuró Ash—.Hasta luego.

Capítulo doce

Josie se removió e intentóestirarse, pero inmediatamente seencontró con un cuerpo duro a sulado. Abrió los ojos y parpadeó conrapidez mientras la confusión seabría paso en su cabeza. Luego seacordó de todo. Estaba en la camacon Ash. En el apartamento de él.En sus brazos.

Posó la mirada sobre esa pareddura que era su pecho y observó la

subida y bajada de su preciosotórax al respirar. Josie inspiró ysaboreó su olor. Sus labios estabantan cerca que podía fácilmentepegarlos contra su piel. Y estabatentada.

Pero no eran amantes que sedespertaran tras haber estadohaciendo el amor toda la noche. Nohabían tenido sexo. Todavía. No seconocían más allá de unas cuantascortesías compartidas y unaconversación durante una cena.

Y aun así, aquí estaba en su cama

tras haber accedido a mudarse conél.

Cerró los ojos y se preguntó denuevo si estaría tomando ladecisión correcta. Su mente y sucorazón se debatían incesantemente,y aún no estaba segura de quién erael claro ganador en esa pelea.Quizás no había ninguno. Iba a tenerque arriesgarse, porque no habíaninguna decisión clara ni correcta.

Levantó la mirada convacilación, conteniendo larespiración mientras alzaba la

cabeza para ver si Ash estabadespierto. Sus ojos se encontraroncon los de él y sintió un calambreque le recorrió todo el cuerpo hastalos pequeños dedos de los pies.Estaba despierto y mirándola conmuchísima intensidad. Como sipudiera extender el brazo y sacartodos esos pensamientosdirectamente de su cabeza.

—Buenos días —murmuró.Ella hundió la cabeza mientras el

calor se apoderaba de sus mejillas.—¿Josie?

Volvió a levantar la mirada paraver la interrogación que sereflejaba en sus ojos.

—¿Qué pasa? —preguntó conamabilidad.

Tragó saliva.—Esto es difícil.Él deslizó la mano por su cuerpo;

primero por el brazo y luego por elpelo enredado antes de acariciarlela mejilla con los dedos.

—Nunca dije que fuera a serfácil. Nada que sea bueno lo es.

Eso era verdad. Y no, Ash nunca

sería fácil. Nada que tuviera quever con él era simple o pococomplicado.

—Me gusta despertarme contigoen los brazos.

Esa afirmación salió del pechode Ash y el calor comenzó acorrerle por las venas por todo elcuerpo.

—A mí también —susurró.—Quiero que te sientas segura

aquí —dijo Ash en un tono serio—.Segura conmigo.

—Ya lo hago.

—Bien. Ahora acerca esa bocapara que te pueda dar los buenosdías como mereces.

Ella ladeó la cabeza y posó unamano contra su pecho. Ash seencogió bajo su contacto; susmúsculos se tensaron yestremecieron. Josie apartó la manoapresuradamente, pero él se lacogió y la volvió a posar sobre supecho.

—Me gusta que me toques —murmuró—. Quiero que lo hagas amenudo. Al igual que yo querré

tocarte cada vez que estés cerca demí. Si estamos en la mismahabitación, Josie, voy a tocarte.

Y luego la besó. Su cálida bocatrabajó sobre la de ella de formaexquisita.

Era un beso dulce. Poco exigente.Casi persuasivo.

Josie suspiró contra su boca y serelajó. Todo su cuerpo se quedólacio contra el de Ash, lo que hizoque una de sus manos se quedaraatrapada entre ambos.

—He estado esperando este

momento —murmuró Ash—. Tú enmi cama. Tu boca sobre la mía. Queseas lo primero que saboreo en lamañana. La semana pasada mevolví loco, Josie. Esperarte paratener esto… Y ahora que por fin lotengo, no voy a dejarlo ir.

—Yo también he estadoesperando —admitió ella. Y eraverdad. Había soñado con ello. Sehabía preguntado cómo sería y loque sentiría, y ahora lo sabía. Sesentía… bien.

Sus preocupaciones anteriores se

evaporaron; sus preguntas, susmiedos, la idea de que estabatomando la decisión incorrecta.Todas desaparecieron en lo quefuera un momento totalmenteperfecto. Esto era lo que quería, loque él podía darle, así que ya noiba a combatirlo ni a luchar contrasí misma más tiempo.

Ash la puso boca arriba en lacama y su cuerpo, fuerte y grande,la cubrió por completo. La besó denuevo pero con mucha másprofundidad esta vez para permitir

que ella sintiera la misma urgenciaque él en su boca.

Sus labios se movían con fuerzasobre los de ella. Exigentes,conquistadores. Le robó el aliento.Josie no podía respirar porque élno la dejaba.

—Estaba decidido a esperar. Aser paciente —dijo él con la vozronca—. No puedo hacerlo, Josie.Tengo que hacerte mía ahora. Dimeque estás conmigo. Tienes que estarconmigo. No puedo ser el único quesienta que se va a morir si no estoy

dentro de ti.Sus apasionadas palabras le

llegaron al alma. Se arqueó contraél, invitándolo sin palabras, pero élse detuvo y la miró intensamente alos ojos. Quería las palabras. Lasexigía.

—Dímelo —exigió—. Dime queestás conmigo, Josie. Quieroescuchártelo decir para que no hayaninguna duda de que esto es lo quequieres. Por mucho que te desee,por mucho que tenga que hacertemía, si no estás conmigo, esto se

detiene ahora mismo.—Estoy contigo —dijo sin

aliento, con el corazón a punto desalírsele por la boca y la adrenalinarecorriéndole las venas.

—Menos mal —dijo él en vozbaja.

La besó otra vez, como si nopudiera soportar tener la bocaapartada de la de ella ni siquiera unmomento. Seguidamente se separóde ella de mala gana con los ojosbrillándole de lujuria y deexcitación.

—Tengo que ir a por un condón.Hablaremos sobre las alternativasluego, pero por ahora tienes queestar protegida. Y tienes quedeshacerte del pijama. El rosa erestú. Ese es definitivamente tu color,pero ahora mismo me estoymuriendo por ver ese tatuaje quetienes.

Ella sonrió mientras Ash sequitaba de encima de ella ycomenzaba a rebuscar en el cajónde la mesita de noche. Luego volvióa colocarse sobre ella y metió las

manos bajo la parte superior de supijama hasta llegar a la cinturilla desus pantalones.

—Me he estado muriendo porverlo desde ese primer día en elparque cuando pude verlo derefilón porque la camiseta se tesubió.

—¿Ya lo has visto? —preguntósorprendida.

Él sonrió y dejó de tirar de suspantalones hacia abajo.

—Sí. Me volvió loco. He estadopensando en él todo el día. Quiero

ver hasta dónde llega.Ella levantó el trasero para que

él le pudiera bajar el pijama porcompleto. Tiró los pantalones a unlado y luego comenzó adesabrocharle lentamente la partesuperior del pijama desde el últimobotón para dejar a su vista el restodel cuerpo de Josie.

Cuando desabrochó el últimobotón, le deslizó la prenda por sushombros y brazos. Josie se echóhacia delante; quería deshacerse delpijama tanto o más que él. Esta vez

fue ella la que envió la prendavolando hasta el otro lado de lahabitación, junto al cuarto de baño.

Ash fijó la mirada en el tatuaje.Ella lo observó mientras sus ojosseguían la línea del diseño hastaabajo donde continuaba por encimade su muslo y desaparecía entre suspiernas.

Ella se estremeció ante laintensidad de su mirada. Había unataciturna posesividad en ella. Unamirada que gritaba indudablemente«¡mía!».

Ash giró suavemente a Josie paraponerla de costado; quería ver eltatuaje por completo. Erasorprendente la vitalidad quedesprendía. Era una conmoción decolores sobre su pálida piel. Estabahecho en rosas, naranjas, azulesaguamarina que combinaban con susojos y en sombras verdes ymoradas.

Era, tal y como él habíasospechado, un viñedo floreciendo,pero estaba dibujado con detallesexquisitos. No era un simple tatuaje

que se hiciera en unas pocas horas.No podía siquiera imaginarsecuánto tiempo le habría llevadohacérselo, ni la paciencia que habíanecesitado para conseguir tatuarseel diseño como debía y sin prisas.

Le recorrió la piel con los dedos;trazó las líneas del tatuaje porencima de su cadera y seguidamentepor encima de su muslo antes dellegar más abajo por el interior delmismo. La volvió a girar paraponerla boca arriba y apoyó losdedos junto a los rizos dorados que

cubrían su pubis.—Enséñamelo —dijo con un

leve gruñido—. Abre las piernas,Josie. Enséñame el tatuaje y esedulce coñito.

Ella abrió los ojos como platos yestos perdieron toda expresión; laspupilas se le dilataron yseguidamente se le contrajeron,pero obedeció al instante. Laspiernas perdieron toda tensión quepudieran haber tenido antes ylentamente las abrió para quedarcompletamente expuesta a su

mirada. Ash le acarició los suavesrizos para dejarle saber queaprobaba su fácil consentimiento.

—Preciosa —dijo. Las palabrassonaron graves en su garganta. Eltatuaje; esa carne dulce y rosada,femenina. Josie era preciosa.

El complejo diseño se curvabaalrededor del interior de su muslo yterminaba justo en la parte de atrásde su pierna. Era una manta floral ybrillante sobre su piel, vibrantecomo ella, un perfecto reflejo de supersonalidad y destreza.

Habría tiempo más que suficientepara ejercer su dominancia, parasometerla de todas las manerasposibles. Hoy se trataba solo de suprimera vez juntos y de entablar unaconfianza entre ellos. Se trataba deque él tuviera en cuenta todas lasnecesidades de Josie, de que lacomplaciera. Sería infinitamentesuave porque antes de haberterminado siquiera sabía quearrasaría con todo. Le exigiría todo.Así que por esta vez, le daría unaexperiencia que sería la base de su

relación.Se inclinó hacia abajo y presionó

su boca contra la piel de entre suspechos. Ella se arqueó contra él ybuscó más de su boca, así que él ledio más. Trazó una línea de besosdesde sus pechos hasta el ombligo,que consiguió que un suave gemidose escapara de la garganta de Josiey que su estómago se estremeciera yse tensara bajo su boca.

Las ansias de saborearlaíntimamente habían conseguido queél también se estremeciera. Estaba

caminando sobre la hoja de unacuchilla. La urgencia de abrirle laspiernas incluso más y deintroducirse en ella eraabrumadora. Quería poseerla. Eraun instinto primitivo, uno que habíagobernado sus pensamientos desdeel momento en que había puesto susojos en ella. Y ahora la tenía aquí,desnuda y en su cama. Suya parahacer con ella lo que quisiera.

Iba a saborear bien el regalo quele estaba dando y lo valoraría tal ycomo se merecía. Le había dado su

confianza, y él sabía lo mucho queeso significaba dadas lascircunstancias.

Depositó un beso en los sedososrizos de su pubis y luego la acariciócon la nariz con más fuerza,inhalando su aroma mientras laabría incluso más para facilitar susmovimientos. Le acarició losaterciopelados labios con los dedosy le restregó la humedad desde suabertura hasta su clítoris para queestos se deslizaran con másfacilidad y no le irritara la sensible

carne.—¡Ash!Su nombre salió como una

explosión de sus labios. Le encantóla forma en que lo había dicho, levolvía loco oír su nombre en suslabios. Y sabía que podría volverlaincluso más loca de deseo en cuantoreemplazara los dedos con su boca.

Usando los dedos para abrirlamás a él, se acercó a ella y lerecorrió con la boca toda la carnedesde la abertura hasta el clítoris.La humedad de Josie era como miel

en su lengua.Un gemido irregular salió de la

garganta de Josie y de repente sumano apareció entre los mechonesde pelo de Ash, hincándole losdedos en su cuero cabelludo. Élsuccionó levemente su clítoris,ejerciendo solamente la presiónsuficiente como para enviarleespasmos de placer a través de suspiernas. Luego se fue más haciaabajo otra vez, queriendo saborearde nuevo esa sedosa y calientehumedad.

Deslizó la lengua en su interior yla poseyó con movimientos lentos ysensuales. Aunque pudiera haberdecidido que esta vez sería todopara ella y para su placer, hacerlaretorcerse debajo de él también leprovocaba placer a él. Estaba duroy palpitante, tan excitado que lacabeza le daba vueltas.

—Dame uno —dijo con vozronca, levantando la cabeza paramirar por encima de su cuerpo—.En mi boca, Josie. Córrete en miboca. Voy arriba otra vez, haré que

sea bueno para ti.Los ojos de Josie brillaban de

pasión, sus labios estaban rojos ehinchados debido a sus besos y alos mordiscos que ella se habíadado cuando Ash la había estadosaboreando.

—¿Te gusta mi boca, Josie?—Oh, sí —dijo en apenas un

susurro—. Tienes una lengua muydiestra.

—Tú me inspiras —dijo con unasonrisa.

Ella gimió de nuevo cuando Ash

deslizó la lengua de nuevo en elinterior de su húmedo calor. Lasaboreó de dentro afuera.

Decidiéndose a aumentar latensión en su cuerpo y a hacerlecorrerse con su lengua en suinterior, deslizó el pulgar porencima del clítoris y lo acariciómientras él seguía lamiéndola ysuccionándola, actuando como si sulengua fuera en realidad su polla.

Josie levantó el trasero de lacama y se arqueó contra Ash debidoa la presión que este había ejercido

con el pulgar. Se humedeció inclusomás alrededor de su lengua. Unlíquido caliente y brillante sederramó en su boca y él la lamiócon avidez. Ansiaba su orgasmo.

Con la mano que tenía libre, Ashintrodujo un dedo y movió la lenguael tiempo suficiente para poderintroducirse en ella. Acarició lassedosas paredes vaginales y luegose hundió bien en ella. Josie seaferró con fuerza a su dedo como unpuño y se quedó así cuando él losacó y lo reemplazó una vez más

con su lengua.—Ahora, Josie —gruñó—.

Vamos.La acarició con los dedos y con

la lengua y ella se volvió locacontra su cuerpo. Josie descargó untorrente de energía mientras seestremecía alrededor de su boca. Lerodeó la cabeza con las piernas y lodejó anclado para que continuaralamiéndola con ansias. Y luego, derepente, Ash sintió un estallido demiel caliente sobre su lengua.

Josie movió las caderas y las

levantó mientras, debido a suorgasmo, una ola de placer tras otraola de placer los bañaba a ambos.Joder, su polla iba a dejar unamarca permanente en el colchón.Estaba rígida y dura bajo su cuerpo,hambrienta por lo que su bocaestaba saboreando en estosmomentos.

Se levantó cuando sintió que suorgasmo se hubo desvanecido hastadejarla demasiado sensible comopara continuar recibiendo suscontinuas atenciones. Agazapándose

sobre ella, apoyó las manos a cadalado del rostro de Josie para que elpeso de su cuerpo no la aplastara yladeó la cabeza hacia ella parabesarla. Para que ella pudierasaborearse a sí misma, y para queél pudiera compartirlo con ella.

—Tu pasión. Tu dulzura, Josie.Nunca he saboreado nada másdulce. Eres tú la que está en milengua y ahora en la tuya también.

Ella gimió, y sonó casi como sifuera de dolor pero le correspondióel beso con la misma hambre que él

tenía de ella. Sus pezones estabanenhiestos, duros y rígidos como siestuvieran suplicando que su bocalos lamiera al igual que su sexo.Estaría con ellos enseguida, peroprimero quería probar su boca y sucuello. Luego se movería más abajohasta llegar a esos pechos tandeliciosos.

—¿Puedo tocarte? —susurróella.

—Eso no me lo tienes que pedirnunca —murmuró él en su oído. Lelamió la oreja y logró hacerla

estremecerse—. Quiero que metoques a menudo. No voy a quererque no lo hagas. Si estás conmigo,quiero que me toques. Aunque nosea sexual. Soy una persona a laque le gusta el tacto, Josie. No sé site molesta a ti o no, espero que no,pero me da igual si es en público ono, no tengo ningún problema condejarle saber al mundo que eresmía.

Ella suspiró y deslizó suspropias manos sobre los hombrosde él y luego sobre su espalda. Ash

casi ronroneó cuando Josie le clavólas uñas en su carne.

—Me gusta —dijo.—¿Qué parte?—Todo. Michael no era así.Sus ojos se llenaron de

preocupación, casi como si sehubiera dado cuenta de que no erauna muy buena idea sacarlo arelucir especialmente cuando Ashestaba a punto de introducir sumiembro dentro de ella por primeravez.

Él se aseguró de suavizar la

expresión sobre su rostro, no queríaque pensara que lo había enfadado.

—¿No era cómo?—Expresivo. No le gustaba

mucho mostrar afecto, tocarme,excepto cuando teníamos sexo. Perosolo entonces, e incluso entonces,era muy… impersonal. La forma enque tú lo dices suena… bien. Comosi quisieras que esté cerca de ti, quete toque.

—Pues claro que sí —dijo—. Yno me importa una mierda quién losepa, tampoco.

Ella sonrió y luego se volvió aestremecer cuando él rozó la pielde debajo de su oreja con losdientes.

—Me está gustando esto, Ash —susurró—. Todo. Y eso me asustaporque suena demasiado bien comopara ser verdad.

—Me alegra que te atraiga,Josie. Sería un asco si no lo hiciera,porque esto es lo que soy y lo quete ofrezco. No es demasiado buenocomo para ser cierto. Es bueno,simplemente. Ahora centrémonos en

el asunto que tenemos entre manos.Porque si no meto pronto mi polladentro de ti, va a ser todo muydoloroso para mí.

Ella pareció alarmarse, pero Ashsonrió, dejándole saber que soloestaba medio en broma. Porque síque era doloroso. Había pasadobastante tiempo desde que habíaaguantado una erección de caballodurante tanto tiempo sin hacer nadapara remediarla. Y saborearlamientras su pene había estadorestregándose contra el maldito

colchón no era una experiencia quequisiera repetir pronto.

Preferiría mucho más hacer unsesenta y nueve, con Josiesuccionándolo mientras él se dabaun festín con ella. Pero junto contodas las otras fantasías que tenía,tendría que esperar. Y ahora que latenía justo donde quería, tenía todoel tiempo del mundo para explorarcada perversión sexual que pudieraquerer sacar de su repertorio.

Desvió la atención a suspechos… y eran unos pechos

perfectos. Pequeños, pero sin serdemasiado pequeños ni tampocodemasiado grandes. Tenían eltamaño justo para hacer que la bocase le hiciera agua. Y sus pezoneseran una creación rosada yabsolutamente perfecta.

Rodeó uno de ellos con lalengua, trazando cada detalle ylamiendo la punta antes demetérselo entero en la boca. Todoel cuerpo de Josie se puso rígido,sus jadeos llenaron el ambiente yacariciaron los oídos de Ash con un

cálido zumbido.—Ash.Con la forma con la que había

pronunciado su nombre, Ash supoque ella quería pedirle algo. Estealzó la cabeza para conectar ambasmiradas y la observó confascinación mientras el color de susojos se volvía eléctrico, un azulverdoso inundado de deseo.

—Yo también quiero saborearte—susurró—. Quiero hacerte sentirtan bien como tú a mí.

Ash sonrió tiernamente y luego se

inclinó hacia delante para besarlaen la comisura de los labios.

—Lo harás. Pero hoy se tratasolo de ti, y de todas las veces quepueda hacer y conseguir que tecorras. Créeme cuando te digo quetendrás mi polla en tu boca muypronto.

—Lo estaré esperando con ansias—dijo apenas en un murmullo.

—Yo también —dijo él antes debajar la cabeza hasta sus senos.

Jugó indolentemente con suspezones, primero uno y luego el

otro, lamiéndolos hasta conseguirponerlos duros antes desuccionarlos con mordiscos lobastante fuertes como para hacerlesoltar unos sonidos de lo máseróticos. No era una amantesilenciosa. Era extremadamenteruidosa. Una multitud de sonidos sele escapaban de los labios,sensuales a más no poder, sonidosque representaban el placer máximode una mujer.

Ash buscó a tientas el condónque había sacado antes, rompió el

envoltorio y luego bajó la manopara ponérselo. Hizo un gesto dedolor cuando su mano tocó suerección. Estaba tan duro y tancerca de correrse que incluso suspropias caricias eran dolorosas.

—¿Estás bien? —susurró ella.—Lo estaré dentro de unos tres

segundos —le respondió en unmurmullo al mismo tiempo quedeslizaba un dedo en su interiorpara comprobar lo preparada queestaba.

Aún estaba hinchada y caliente

del anterior orgasmo. De repente,Ash comenzó a sudar al imaginarselo placentero que iba a ser para ellatener su miembro bien adentro de sucuerpo mientras este lo apretaba ylo ordeñaba para conseguir hasta laúltima gota de su semen. Joder,tenía que controlarse o se iba acorrer en el condón en ese mismomomento.

Respirando hondo, se colocóencima de ella y alentó la entradade su cuerpo con la cabeza de supene al mismo tiempo que fijaba

sus manos a cada lado de su cabeza.—Baja las manos y guíame —

dijo con voz ronca—. Envuélvemecon tus dedos y ponme en tuinterior, nena.

Ash se percató de la reacciónque había tenido a su palabraafectiva: aprobación y deleite sereflejaron en sus ojos. Se guardóesa información en la mente y luegocerró los ojos cuando su mano loencontró.

Sus dedos rodearon todo sugrosor y lo acariciaron en toda su

longitud al mismo tiempo que locolocaba justo a la entrada de susexo. El sudor se le acumuló en lafrente y Ash pegó los labios confuerza en un esfuerzo paramantenerse bajo control.

—Hazme tuya —susurró—. Estásahí, Ash. Entra ya en mi interior.

De inmediato, él empujó lascaderas hacia delante asegurándosede no ser demasiado bruto y de queella pudiera acomodarlo confacilidad. Estaba increíblementeestrecha, pero se abrió y lo

envolvió cuando él la embistió conmás fuerza y con más profundidadesta vez.

—Ahora mueve tus manos yponlas por encima de tu cabezacontra el cabecero de la cama —leindicó.

Ella se retorció y vibró enreacción a sus palabras, y su sexose humedeció y calentó más a sualrededor. Lentamente, Josie hizo loque le había indicado y levantó lasmanos para ponerlas por encima desu cabeza.

Ash se echó hacia atrás y luegodeslizó las manos por debajo deltrasero de Josie para poderagarrarla y colocarla de forma queél pudiera introducirse en ellamucho más profundamente. Bajó lamirada atraído por la imagen de supolla deslizándose dentro y fuera desu sexo, luego deslizó las manosdesde su trasero hasta sus piernashasta enroscarlas alrededor de sucuerpo y así poder abrirla muchomás para tener acceso completo asu interior.

—¿Cuánto te falta para correrteotra vez? —le preguntó respirandopor la nariz mientras intentabahacerse con el control de su cuerpo.

—Estoy a punto —susurró—.Pero necesito…

Se mordió el labio, se paró yapartó la mirada de la de él.

—Mírame —soltó mordaz.Ella volvió a conectar sus

miradas con los ojos abiertos comoplatos.

—¿Qué necesitas?—Mmm… que me toques. —El

color inundó sus mejillas y ruborizósu cuerpo, dándole una aparienciadeliciosamente rosa—. Nunca mehe podido correr solo con lapenetración.

Él bajó, dándole un descanso asus antebrazos, de manera que surostro estuviera justo encima del deella con las bocas precariamentecerca.

—Un montón de mujeres no sepueden correr sin la estimulacióndel clítoris —dijo con suavidad—.No significa que haya algo mal en

ti. Es más, aunque fuera una rareza,no dudes nunca en decirme lo quenecesitas en la cama, ¿de acuerdo?No puedo complacerte si no sé loque te pone a cien y lo que no. Yquiero complacerte porque eso mehace feliz.

—De acuerdo —le devolviósuavemente.

—Usa tu mano —le dijo almismo tiempo que con cuidadolevantaba una mano para coger lade ella y la metía entre amboscuerpos—. Voy a ir con fuerza,

nena. Estoy a punto de explotar.Llevo demasiado tiempo así. Unavez que empiece, no voy a poderparar, así que tienes que asegurartede que estás allí conmigo. Sinecesitas un minuto, adelante yempieza a tocarte ahora. Solo dimecuándo, ¿de acuerdo?

Josie deslizó los dedos entre suscuerpos y Ash notó cuando ellaempezó a acariciarse el clítoris.Una inmediata explosión desatisfacción inundó sus ojos; sevolvieron borrosos y fantasiosos,

nublados de deseo.—Ahora —susurró.—Estate segura, Josie. No voy a

durar.Ella asintió con el rostro tenso

debido al orgasmo que estaba apunto de estallar.

Era como poner en libertad aunos sabuesos.

Ash se salió de su cuerpodisfrutando del sensualdeslizamiento de su carne contra lade ella y luego la embistió ycomenzó a hundirse bien en ella con

fuerza. Más rápido. Con más fuerza.Los ojos se le pusieron en blanco;nunca había sentido nada tan buenoen toda su vida.

Un rugido comenzó en sus oídos,su sangre tronó en sus venas. Josieperdió toda noción del tiempo yespacio frente a él y la habitaciónse desvaneció a su alrededormientras un agonizante placerflorecía, desplegándose como uncapullo bien cerrado durante losprimeros rayos del sol deprimavera.

—Dios —soltó rechinando losdientes—. Esto va a matarme.

—A mí también —jadeó Josie—.Oh, Dios, Ash, ¡no pares, por favor!

—Ni loco.La embistió con tanta fuerza que

sus movimientos agitaron toda lacama. Sus pechos rebotaban deforma tentadora, sus pezonesestaban tan duros y arrugados quehasta dolía mirarlos. Se la estabafollando como un animal en celo.

La necesidad lo recorrió de piesa cabeza. Con fuerza, el orgasmo

creció y creció en su entrepierna,concentrándose en sus testículos,pero luego salió disparado hasta sumiembro, explotando hacia fuera enun doloroso chorro. Ash no estabarespirando. Solo estabamoviéndose, surfeando la ola.Sumergiéndose en su cálidahumedad una y otra vez.

—Josie —susurró su nombrecasi con un gemido.

—Estoy contigo, Ash.Sus palabras marcaron el final de

su orgasmo y Ash comenzó a bajar

en espiral, como un copo de nieveen el viento, todo el camino quehabía subido hasta llegar al clímax.Era una total y completa locura.Todo su cuerpo crepitaba como unplomo fundido. Joder, lo másseguro es que hubiera fundidovarios circuitos eléctricos. Sucerebro estaba hecho papilla.Estaba completamente rebasado,saciado y satisfecho.

Cayó encima de ella como unpeso muerto al no ser capaz deseguir soportando su cuerpo con sus

brazos. Se quedó ahí tumbado,jadeando en busca de oxígeno, consu cuerpo encima del de ella.Durante un largo rato se quedó allí,pero sabía que la estaba aplastandoy también tenía que deshacerse delmaldito condón.

Se moría por follársela a pelo.Se quedaría en su interior durantetoda la maldita noche. Sedespertarían pegajosos y húmedos,pero no le importaba una mierda.Quería derramar su semen dentro yencima de ella.

Levantándose, Ash la besó en lafrente y luego le apartó el pelo quetenía en la cara antes de besarla enlos labios.

—¿Ha sido bueno para ti? —preguntó.

—Si hubiera sido mejor, estaríamuerta —dijo con arrepentimiento.

Él sonrió y luego se levantó eltiempo suficiente como paradeshacerse del condón y volver aacurrucarse en la cama con ellaentre sus brazos.

—Creo que podría volver a

dormirme otro ratito —murmuró.—Mmm… mmm… —coincidió

ella.—Entonces durmamos. Haré algo

de comer cuando nos levantemos.Ella se pegó más contra él y

luego metió una pierna entre las dossuyas para que él estuvierarodeándola por completo.

—Me parece bien —susurró.

Capítulo trece

—Quiero que lleves mi collar,Josie —dijo Ash en voz baja.

Josie se giró entre sus brazos,sorprendida ante la bruscadeclaración. Los dos estabantumbados en el sofá delapartamento de Ash; una mañanarelajada tras haber hecho el amor yhaber dormido una pequeña siestaantes. Tras haberse despertado denuevo, Ash le había traído el

desayuno a la cama y luego la llevóal cuarto de baño donde le lavócada centímetro de su piel y de supelo en la ducha.

La secó, le peinó el pelo y luegola envolvió en una bata antes dellevársela al salón, donde se habíanquedado en el sofá desde entonces.

Ash la miró con intensidad comosi estuviera calibrando surespuesta. Su mirada se movió portodo su rostro pero luego volvió acentrarse en sus ojos.

—Sé que llevaste el de Michael.

También sé que no significó nada.Significa algo para mí, Josie.Quiero que signifique algo para titambién.

—De acuerdo —susurró.—Quiero elegirlo especialmente

para ti. No lo tengo todavía, pero loharé. Y cuando lo tenga, quiero quelo lleves. ¿Lo harás por mí?

Ella asintió, ya imaginándosellevando su collar con plenoconocimiento de lo que significaríapara él.

—Tenemos mucho de lo que

hablar hoy —continuó—. Muchascosas que necesitamos solucionar.Preferiría quitármelo de encimatodo hoy para que así podamosavanzar en la relación sabiendo loque necesitamos saber. Y sabrás loque necesitas saber.

—De acuerdo, Ash. Estoypreparada.

Él la apretujó entre sus brazoscon la satisfacción reflejándose ensus ojos.

—Significa mucho para mí queconfíes en mí. Especialmente tras lo

que te pasó con ese gilipollas. Yonunca te haré daño de esa forma,Josie. Puede que no estéscompletamente segura ahora mismo,pero lo sabrás pronto.

—Sé que no me harás daño —dijo al mismo tiempo que bajaba suboca hasta la de él—. Confío en ti,Ash. De verdad. No lo digo pordecir. Tienes que saber lo difícilque todo esto es para mí, pero mesiento bien con mi decisión. Sé quees la correcta. Eso no me lo tienesque demostrar.

—Sí, sí que tengo que hacerlo —la refutó—. Todos los días. Tengoque demostrar todos los días lo quesignificarás para mí. Ese es mitrabajo. Y lo lograremos. Sabes…tú eres importante para mí. Voy aasegurarme de que lo sepas todo eltiempo.

Ella se inclinó y apoyó la cabezasobre su hombro al mismo tiempoque se acomodaba sobre el cuerpode él. Se sentía muy bien pegadacontra él. Su cuerpo era tan sólido yfuerte que no tenía que hacer mucho

para que se sintiera segura. Ya lohacía con el simple hecho de estarcerca de él.

—Lo primero que tenemos quediscutir son los exámenes médicosy el sistema anticonceptivo quevamos a usar.

Ella volvió a levantar la cabezacon una ceja arqueada a modo deinterrogación.

—No quiero usar condones. Nocontigo. Quiero poder corrermedentro de ti, sobre ti. Y para quepodamos hacer eso, tienes que tener

algún otro método anticonceptivo ytambién necesitamos hacernos unaspruebas para saber que ambosestamos limpios, aunque te lo diréahora, Josie. No estoy seguro de loque hiciste con Michael, pero yosiempre uso condones. Siempre. Yha pasado bastante desde la últimavez. No desde…

Se paró y sacudió la cabeza.—Eso vendrá en un momento.Josie ladeó la cabeza.—¿El qué vendrá?—Las circunstancias por las que

tuve sexo la última vez con unamujer —dijo Ash con voz seria—.Llegaré ahí, pero ahora hay otrascosas que necesitamos hablar ydejar claras.

La forma en la que lo había dichola preocupó. Frunció el ceño, peroAsh levantó el brazo y le rodeó lanuca con la mano para atraerlahacia él de manera que pudieraposar sus labios sobre su frente.

—Michael y yo usamos condones—dijo en voz baja—. Él es el únicohombre con el que he estado en dos

años. Y ya estoy tomándome lapíldora.

—¿Tienes suficiente con mipalabra o quieres una copia de laúltima prueba médica que me hice?—preguntó Ash.

Ella frunció el ceño,preguntándose si aquello teníaalguna clase de trampa. Si decíaque quería una copia de su informemédico, ¿parecería que no confiabaen él? ¿Le estaba preguntando siconfiaba en él tan pronto? Pero sino lo pedía, si decía que su palabra

era suficiente, sería dar un pasoenorme. Y su vida era demasiadoimportante como para tomar esaclase de riesgos.

—Me gustaría tener una copia —dijo.

Él asintió sin parecer para nadamolesto por su petición.

—Me aseguraré de que la tengasesta tarde.

—¿Y yo qué? —preguntó ella—.¿Quieres que me haga una prueba?La última vez que vi a mi médicofue hace tres meses. Obviamente he

tenido sexo desde entonces.—Concertaré la cita para esta

tarde.Ella abrió los ojos como platos.—No puedo conseguir una cita

con mi médico tan rápido.—Recurriremos al mío. Él te

verá —dijo con confianza.Josie asintió.—Ahora tenemos que discutir

nuestra relación aquí. En esteapartamento.

—De acuerdo.Josie no había querido que

sonara vacilante, pero las cosasparecían mucho más simples en loabstracto. Ahora que estabanentrando en los detallesespecíficos, se encontraba nerviosae inquieta.

—No hay otra forma de haceresto más que a lo brusco —dijoAsh con voz tranquilizadora—. Séque estás nerviosa, pero lohablaremos todo y luego nospondremos de acuerdo.

Ella respiró hondo y luegoasintió.

—Este apartamento no espráctico para coger el transportepúblico. Lo cual es bueno, porqueyo preferiría tener la seguridad deque estás segura cuando salgas deaquí. Lo cual significa que michófer me llevará al trabajo por lasmañanas y me recogerá por lastardes. Entre esas horas, volveráaquí y estará a tu disposición. Pero,y no es que sea un cabróncontrolador, quiero saber adóndevas, cuándo vas, y quiero saber queestás segura mientras haces lo que

quieras hacer.»Ahora tenemos que solucionar

el tema de tu apartamento y cogertodo lo que necesites de allí. Te lotraerás aquí, todo lo que necesites.Tengo una oficina y dormitoriosextra. Puedes usar cualquierespacio que quieras para pintar odibujar. Pensé que el salón podríaser la mejor opción simplementeporque tendrás más luz y tendrás lavista del río.

Josie se sintió mareada. Como sitodo a su alrededor se estuviera

moviendo a velocidad supersónicamientras ella se quedaba ahí de pieconmocionada, intentando digerirlotodo.

—Querré y necesitaré que seasflexible, porque cuando llegue acasa todos los días, te querré aquí.Lo cual significa que me mantendréen contacto contigo y tú harás lomismo conmigo. Mi horario varía.Algunos días llegaré a casa mástemprano, y esos días te lo harésaber. Otros llegaré más tarde. Siviajo, aunque por ahora no tengo

planes inmediatos de ningún viaje,voy a querer que te vengasconmigo. ¿Puedes lidiar con eso?

Ella inspiró y luego sonrióagitadamente.

—¿Tengo elección?Ash se paró por un momento.—No. Esas son mis expectativas.—Bueno, entonces supongo que

estaré en casa cuando vengas —dijo con ligereza.

Ash soltó la respiración y loshombros se le hundieronligeramente del alivio, como si

hubiera esperado a que se negara.Josie se preguntaba qué habríahecho si se hubiera echado atrás.¿La habría echado? ¿O habríaintentado comprometerse a cambiaresas expectativas?

Le había admitido con muchísimarapidez la necesidad que tenía deella. La deseaba sin lugar a dudas.¿Pero cuán inflexible era enrealidad? Tenía curiosidad, pero noestaba preparada para enfrentarse aél. Aún no. No por algo que enrealidad no le molestaba. Cuando

llegara el momento en quepropusiera algo que ella no podíaaceptar, entonces sí que pondría aprueba los límites de su nueva yreciente relación.

—Para poder entender mejortus… expectativas. Básicamentequieres que esté aquí cuando tú loestés. O donde tú estés. Y quieresque te diga adónde voy y cuándo ydónde. Y quieres que te ponga aldía con frecuencia.

No le sonaba tan exigente a ella,parecía razonable. Ella no quería

que se preocupara por ella. Noquería ser una distracción para él.Si se preocupaba —y era obvio quelo hacía— quería hacer todo lo quepudiera para aliviar ese estrés.

—Sí —dijo él con los ojosllenos de más determinación—.Pero, Josie, tienes que entenderlo.Haces que suene algo ligero, perono lo es. Me enfadaré si no lo hacesbien. No se trata de decirme un «losiento, me olvidé completamente dedecirte dónde iba» y luego todosfelices. Espero que me lo digas

todo.—De acuerdo, Ash —dijo en voz

baja—. Lo entiendo.Él asintió.—Ahora, hay cosas que tienes

que saber sobre mí. No quiero quetodo esto salga más tarde y tesorprenda o te haga sentirincómoda. Es mejor que lo sepastodo desde el principio para quepuedas lidiar con ello y no seconvierta en un problema luego conel tiempo.

Ella arqueó una ceja. Parecía

muy serio, como si fuera a soltarleun pedazo de bomba encima a puntode estallar. Quería bromear con él ypreguntarle si estaba a punto deadmitir ser un asesino en serie, peroestaba demasiado serio y noapreciaría su intento de quitarleimportancia al asunto. Así que sequedó en silencio, esperando aescuchar lo que él tenía que decirle.

Él se enderezó un poco haciaarriba, hizo una mueca durante unmomento y luego se inclinó haciadelante para poder poner un cojín

entre su espalda y el brazo del sofá.Josie se sentó más adelante paraque él tuviera espacio pero luego élle rodeó la cintura con una mano yla atrajo sólidamente contra él paraque estuviera una vez másacurrucada contra su cuerpo.

—Cualquier conversación seriaque tengamos será teniéndote entremis brazos para así poder tocarte—dijo—. Nunca separados en lamisma habitación. Eso no me haráfeliz. Te advierto ahora que si teenfadas conmigo y estamos

discutiendo, no vas a ponerdistancia entre nosotros.

Ella sonrió contra su pecho. Esosonaba bien para ella. Una de lascosas que más le habían disgustadode Michael era su indiferencia paracon ella, la distancia —la distanciaemocional— que había entre ellos.Michael era más un tipo de sentarseseparados y luego discutir. Y lo quees más, la única vez que él latocaba era cuando tenían sexo. Noera expresivo ni afectivo. Y Ash noparecía ser capaz de mantener las

manos separadas de ella ni dossegundos. A Josie eso le gustaba.Le gustaba mucho.

—¿Va a ser esto una discusiónseria? —preguntó, sin poder evitarmostrar el deje burlón en su voz.

No había ninguna duda de queAsh radiaba seriedad en esemomento. Y estaba empezando aasfixiarla. Necesitaba quitar hierroal asunto, aunque solo fuera por unbreve segundo. No estaba en sunaturaleza tomárselo todo con tantaseriedad. Ash era un tío intenso.

Quizás al final sí que se relajaría asu alrededor, o a lo mejor siempresería así… pensativo y serio en loque a ella se refería.

Su abrazo se volvió más fuertealrededor del cuerpo de Josie.

—Sí. Es seria. Todo lo que setrate de mí y de ti es serio. Entiendoque parezca muy fuerte,especialmente hoy que lo estamossacando todo fuera. No siempreserá así de… intenso. Pero hoy, sí.Necesito sacar fuera todo lo quepueda hacerte daño en un futuro

porque eso sí que no toleraré queocurra.

Ella frunció el ceño otra vez y seimpulsó hacia arriba para podermirarlo a los ojos. Estaba tan serioy decidido… con ella. Observabacada reacción que tenía.

—¿Qué es, Ash? —preguntó—.¿Qué es lo que piensas que me va ahacer daño?

Él suspiró.—No sé si lo hará o no, pero

podría si no lo entiendes desde elprincipio. Yo lo único que quiero

es que no te pille por sorpresa. Siestás preparada y lo sabes todo,entonces no tendrá el poder decogerte desprevenida ni con laguardia baja.

Josie levantó la mano paratocarle el mentón y le recorrió conlos dedos la ligera barba incipienteque llevaba. No se había afeitadoesta mañana, así que el rubiooscuro formaba una sombra sobresu barbilla.

—Entonces cuéntamelo. Loentenderé.

Él le cogió la mano y se la besó,acercando los labios a su palma.

—Jace Crestwell es mi mejoramigo. Tanto él como GabeHamilton. Pero Jace…compartíamos un vínculo. Gabe esmi mejor amigo, sin duda. PeroJace y yo siempre habíamos tenidouna amistad más cercana. Él es mihermano en todos los sentidos de lapalabra. Confío en él. Siempre meguarda las espaldas y yo las de él.Siempre. Solíamos compartirlotodo, y con eso me refiero también

a las mujeres. He tenido muchostríos con Jace durante todos estosaños.

Ella arrugó la frente y alzó lascejas mientras se lo quedabamirando a los ojos. Y pensar quehabía estado preocupada por tenerque compartirlo con otras mujeres.Eso sí que no se lo había esperado.No se podía imaginar a Ash, tanposesivo como era, queriendo queella tuviera sexo con otro hombremientras él miraba o participaba enla acción. Y lo que es más, no era

algo que ella quisiera.—¿Es eso…? Quiero decir, ¿eso

es lo que tú quieres hacer conmigo?¿Compartirme con otro hombre?

—Joder, no.La negación fue explosiva. Las

palabras salieron de su boca comouna ráfaga de aire que sintió en subarbilla. El alivio la invadió confuerza y se relajó mientras esperabaa que continuara.

—No lo entendía entonces —murmuró—. Cómo Jace era conBethany. No lo entendía, pero ahora

sí.—Estoy perdida —dijo ella con

paciencia—. No entiendo de lo queestás hablando.

—Como he dicho, Jace es mimejor amigo. Él está saliendo ahoracon Bethany. Están comprometidos.Los veremos mucho. Quierocompartirte con ellos… comoamistades, quiero decir. Ellos sonimportantes para mí y tú eresimportante para mí también, así quepasaremos tiempo con ellos. Y loque necesito que sepas es que al

principio, la primera noche queJace y Bethany estuvieron juntos, yoestaba con ellos.

Ella abrió los ojos como platos.—¿Aún… tienes… tríos… con

ellos?Ash sacudió la cabeza.—No. Jace no lo quería ni

siquiera esa primera vez, pero yono lo sabía por entonces. Es un líomuy complicado, pero lo quenecesitas saber es que he tenidosexo con Bethany. Y la verás a ella.Y a Jace. Y no quiero que sea

incómodo para ti. Ya lo erabastante las primeras veces queestábamos todos juntos después deesa noche, pero ahora lo hemossuperado. Bethany ya está bien yJace también. No es un tema quesuela salir, pero está ahí. Y noquiero que te haga daño cuando lamires y sepas que he tenido sexocon ella. Porque no hay nada ahí,Josie. Nada más que una profundaamistad. Bethany es una mujerestupenda. Creo que te gustará.Pero no es ninguna amenaza para ti.

—Lo entiendo —dijo en voz baja—. Valoro que me lo hayas contadoy que hayas sido directo conmigo.Puedo ver perfectamente loincómodo que habría sido,especialmente si no lo llego a sabery de alguna forma meto la pata oalgo.

Ash centró su mirada en ella y laestudió atentamente.

—¿Va a suponerte un problemapasar tiempo con una mujer con laque me he acostado y de la que mepreocupo mucho?

—No si me dices que no deberíasuponerme ningún problema.

Él sacudió la cabeza.—No, no es un problema. Como

he dicho, no entendía lo que Jacesentía en ese momento. Suposesividad en todo lo relacionadocon Bethany. Nunca habíamostenido ningún problema entrenosotros por ninguna mujer, nuncaha habido ninguna que nosimportara. Pero ahora sí que loentiendo porque sé que yo no quierocompartirte con nadie, y

especialmente con mi mejor amigoaunque este estuviera soltero y notuviera una relación. Y referente alos otros hombres, eso es algo porlo que nunca tendrás quepreocuparte. He tenido tríos conJace y otra mujer. Muchas veces, note voy a mentir. Nos hemos tirado aincontables mujeres a lo largo delos años. No es algo de lo que mesienta orgulloso pero tampoco mequita el sueño. Es lo que es. Perono habrá tríos contigo, Josie. Soloseremos tú y yo. Yo voy a ser el

único hombre que te haga el amorde ahora en adelante.

Todo sonaba tan inapelable, y almismo tiempo Josie sabía que soloeran palabras. ¿Cómo podían seralgo más? Se conocían desde hacíamuy poco. Solo habían tenido sexouna vez, y él hablaba como situviera la última palabra. Como sifueran algo permanente y estuvieraninmersos en una relación a largoplazo.

Y aunque ella no dudaba de supalabra, o incluso la suya propia,

no había forma alguna de quepudiera mirar al futuro con ningunaautoridad todavía. Habíademasiados «¿Y si?».

—Ahora dime lo que piensas —la animó.

Josie sonrió.—No estoy segura de saber cómo

esperabas que reaccionara, Ash.¿Pensaste que cambiaría de parecerporque has tenido sexo perversocon un puñado de mujeres? ¿Quétienes, treinta y cinco años?¿Treinta y seis? No es realista

pensar que no hayas tenidoaventuras.

—Tengo treinta y ocho. Casitreinta y nueve —la corrigió.

—Bueno, de acuerdo, pues tienestreinta y ocho. Yo te acabo decontar que he tenido una relación, ysexo, con un hombre apenas haceunas semanas. No puedo echarte encara a ti el haber tenido relacionessimilares.

—Pero nosotros no veremos alhombre que te has estado follandotodo este tiempo —señaló Ash.

Ella suspiró.—No diré que vaya a ser

divertido mirarla y compararlamentalmente conmigo o imaginarmesiquiera a ti y a tu amigo haciéndoleel amor. Pero lidiaré con ello, Ash.Y si es tan simpática como dicesque es, entonces me gustará yespero que podamos ser amigas.Solo tendré que evitar torturarmeimaginándote a ti con ella en lacama.

—Solamente ocurrió una vez —dijo con brusquedad—. No quiero

que pienses en ello cuando estemostodos juntos. Porque cree esto,Josie: no importa quién estuviera enel pasado, tú eres mi presente y mifuturo. Y esas otras mujeres notienen nada que hacer contra ti.

Una sonrisa se dibujó en loslabios de Josie y se inclinó haciadelante para apoyar su frente contrala de él.

—Entonces, haré todo lo quepueda para no pensar en ello.

—Bien. Ahora ya casi es la horadel almuerzo y aún tenemos que

dejar solucionado lo de tuapartamento. ¿Quieres quecomamos algo ahora y luego nospasemos por tu apartamento paraque puedas traerte todas tus cosaspara pintar? Si haces una lista contodo lo que necesitas mientrasestemos allí, haré que alguien vayay lo traiga aquí. No quiero que tepreocupes por nada más queinstalarte en mi piso.

—Eso suena bien —dijo ella.Ash la besó con ansia.—Ya tendremos tiempo de

quedar con los demás. Por ahora, tequiero toda para mí. Estoy tentadode llamar al trabajo el lunes ycogerme toda la semana libre paraestar contigo.

El corazón le dio un vuelco. Eraun plan tentador. Toda una semanaen la cama de Ash, entre sus brazos.

—Desafortunadamente, con Gabeen su luna de miel y todas lastransacciones que tenemos abiertasactualmente, Jace y yo no podemosfaltar.

—Lo entiendo —dijo Josie con

facilidad—. Yo también tengotrabajo que hacer.

—Me gusta la idea de quetrabajes en mi espacio —murmuró—. Cuando esté en la oficina, túestarás aquí. Me gusta esa imagen.Y luego estarás aquí cuando lleguea casa. Sin ropa, Josie. Te llamarécuando esté de camino cada día, ycuando llegue aquí, te quierodesnuda y esperándome. A menosque te diga algo diferente, así escomo lo quiero.

—De acuerdo —susurró Josie.

Capítulo catorce

Jace estaba esperando a Ashcuando este llegó a la oficina ellunes por la mañana. Ash no habíadudado ni un momento que su amigoestaría esperándolo para ahogarlo apreguntas tras la llamada deteléfono que había recibido lanoche del sábado.

Jace se encontraba sentado en eldespacho de Ash cuando este entró.La preocupada mirada de Jace se

cruzó con la de él.—¿Lo solucionaste todo? —

preguntó Jace sin siquiera darletiempo a Ash para que se sentara.

Ash soltó el maletín sobre lamesa y luego se dejó caer en la sillaal mismo tiempo que miraba a suamigo; sus ojos estaban oscurecidosde la preocupación.

—Estoy en ello —murmuró Ash—. Hice algunas llamadas decamino al trabajo. Tengo quecontratar a un tío para que siga aese gilipollas, vigilar sus

movimientos y luego decidir cuál esel mejor momento para actuar.

—Dios santo —murmuró Jace—.Vas en serio.

Ash levantó una ceja. Había unmontón de notas sobre el escritorio:llamadas perdidas que tenía quedevolver, documentos quenecesitaban su firma… pero lo dejótodo sin tocar y se recostó en lasilla mientras calmadamentesondeaba a Jace al otro lado de lamesa.

—¿Te he dado alguna razón para

creer otra cosa? Le hizo daño, Jace.Le dejó moratones en la cara. Ni decoña voy a dejarlo pasar. Estabademasiado asustada yconmocionada como paradenunciarlo, pero me alegro de queno lo hiciera porque yo sí quepuedo hacer sufrir a ese malditocabrón. El tío habría estado fuerade la cárcel en dos segundos, ydudo que saliera algo de ahí. Yasabes cómo este tipo de cosassiempre acaban en el olvido,especialmente cuando tienes dinero

y contactos que lo hagan«desaparecer».

—¿Y él tiene todo eso? —preguntó Jace.

—Algo, sí. Pero no puedecompetir conmigo. Voy aasegurarme de que pilla el mensaje.Josie es mía y si alguna vez vuelvea hacerle daño, te juro que eshombre muerto.

—¿Cómo se está tomando Josietoda la situación? —preguntó Jacecon voz queda.

Ash se paró.

—Creo que bien. No le di muchotiempo para procesar las cosas, laverdad. Cuando llegué a suapartamento después de dejarostirados en la cena del viernes, no ledi más opciones. Le preparé unabolsa de viaje y le dije que se iba amudar conmigo. Fui un cabrón.Josie necesitaba que la trataran condelicadeza, pero sabía que si ledaba espacio podría no venir a mínunca. Así que aproveché miventaja estando ella abrumada yalterada y me moví rápido.

Una sonrisa se dibujó en lascomisuras de los labios de Jace.

—¿Tú? ¿Un cabrón? ¿No sesupone que tú eres el chicoencantador y simpático? Pensé quelo de ser cabrones era solo cosamía y de Gabe.

Ash hizo una mueca.—¿Por qué cojones todo el

mundo piensa que soy undespreocupado?

Jace se rio.—Yo nunca he dicho eso, tío.

Pero normalmente siempre eres

Míster Educado con las mujeres.Nunca te he conocido de otra forma.

—Las otras mujeres noimportaban —dijo Ash consimpleza—. Josie sí. No puedoarriesgarme con ella. Tengo queusar todas mis bazas cuando lastengo.

Jace inspiró hondo y estudió aAsh atentamente. Tras un momento,Ash se removió incómodo en susilla bajo el escrutinio de su amigo.

—¿Estás hablando de algo alargo plazo? —preguntó Jace—.

Dices que ella es diferente y yo yahe visto lo diferente que eres tú conella. Estás hablando de ir contra laley y de hacerle Dios sabe qué aese gilipollas que le pegó. ¿Perocómo de diferente estamoshablando, Ash?

—Piensa en cómo te sentiste túcuando conociste a Bethany —dijoAsh en un tono regular.

—Joder —soltó Jace—. Nodigas más. Lo entiendo. Yenhorabuena, tío. Nunca pensé quete pudiera ocurrir a ti tan rápido.

Siempre te has empeñado en querervivir bajo nuestro lema «juega duroy vive libre».

—Sí, bueno, tú también —contestó Ash secamente—. Y no medes la enhorabuena todavía. Tengomuchas cosas que solucionar, yaunque pueda tener a Josie dondequiero ahora mismo, aún no la tengoen el saco.

—Pero sabiendo lo que yo sentípor Bethany y que tú me digas ahoraque es igual, está ya todo dicho, tío.Si sientes la mitad de lo que yo

sentí por Bethany al principio, estaes la tuya. Y conociéndote como teconozco, si Josie es lo que quieres,está claro que no la vas a dejarmarchar.

—Joder, no —murmuró Ash—.Si no se queda conmigo durante unabuena temporada es porque haluchado contra mí con uñas ydientes y ha ganado. Y yo nuncapierdo.

—¿Estás pensando enmatrimonio? ¿En compromisoabsoluto? ¿De qué estamos

hablando, Ash? Necesito saberlopara poder hacerte sufrir biendespués de todos esos insultos quenos soltaste a mí y a Gabe al perderla cabeza por Bethany y Mia.

Ash le hizo un gesto con el dedocorazón.

—No lo sé todavía. Elmatrimonio es un paso enorme. Espermanente. Y es demasiadotemprano como para estar pensandoen boda, en bebés y en toda esamierda. En todo lo que puedoconcentrarme ahora es en Josie y en

asegurarme de que se siente tanatraída por mí como yo por ella.

Jace asintió.—Sí, lo pillo. Pero para que lo

sepas, voy a empezar a organizar ladespedida de soltero ya.

Ash se rio.—Lo que sea, tío.La expresión de Jace se volvió

más seria y le dedicó una miradadura a Ash.

—¿Y qué pasa con el tío que lehizo daño a Josie? Dijiste quenecesitabas una coartada, y ya

sabes que haré lo que me digas,pero tengo que saber los detalles. Irhasta la cárcel de Rikers Islandpara visitarte no es que esté en milista prioritaria de cosas que hacerpor diversión.

Ash suspiró y se pasó una manopor el pelo.

—Estoy en ello, como ya te hedicho. Pero quiero hacerlo rápido.Quiero que Josie se instale y seacostumbre a esta nueva relación, yen parte para que eso ocurra tengoque saber que ese cabrón no la va a

volver a amenazar nunca más. Yatengo alguna información preliminarsobre él y cuáles son susmovimientos. Es bastantepredecible, mantiene el mismohorario. Si sigue así algunos díasmás, planeo tomar cartas en elasunto el viernes por la noche.

Jace entrecerró los ojos y seinclinó hacia delante en el asiento.

—¿Te refieres a hacerlo túpersonalmente? ¿O harás que unatercera persona se haga cargo?

—Ambas cosas —dijo Ash

asimilando la reacción de su amigo.—Dios, Ash. No la cagues, tío.

Dudo que Josie quiera visitarte enla cárcel mucho más que yo.

—No va a ser un problema —contestó Ash con un tono neutro—.Los tipos que tengo en mente sonbuenos. Toman todas lasprecauciones. Jurarán que no meconocen y yo juraré que no losconozco. No te quiero poner en unamala situación a ti y tampoco quieroa Bethany metida en el asunto, asíque preferiría que en mi coartada

solo estés tú y no vosotros dosjuntos.

Jace asintió.—Sí, ya sabes que no me importa

salir a la palestra por ti. Nunca.Pero no quiero que esto le salpiquea Bethany. Te ayudaré en todo loque necesites, tío. Ya lo sabes,¿verdad?

—Sí, lo sé. Te lo agradezco,Jace.

—Mantenme informado, ¿deacuerdo? No me mantengas almargen. Querré detalles, y si te

metes en líos, por tu bien esperoque me llames. No hagas esto solo,¿me entiendes? Si no puedeshacerlo al final con los tíos quetienes en mente, llámame y yo voycontigo.

Ash sonrió.—Sí, mamá. ¿Quieres limpiarme

el culo también?—Que te jodan —contestó Jace

con brusquedad.Ash se rio entre dientes, pero

luego se puso serio y miró fijamentea Jace.

—No quiero que esto os salpiqueni a ti ni a Bethany. Que me des unacoartada es suficiente. Es más de loque puedo pedirte. Yo nunca haríanada que pusiera en peligro turelación con Bethany.

—Sí, lo sé. Pero también sé queeres mi hermano, Ash. Eres de mifamilia. No esos imbéciles con losque compartes sangre. Yo y Gabe, ytambién Mia y Bethany. No meimporta lo que tenga que hacer paraayudarte, lo haré sin hacerpreguntas.

—Joder, tío. Para ya opareceremos un puñado de mujeresen busca de pañuelitos para llorar.

Jace lanzó la cabeza hacia atrás ysoltó una risotada.

—Está bien, ahora que ya noshemos quitado eso de en medio,¿cuándo voy a conocer a Josie?

Ash resopló.—Pronto. Quiero que tanto tú

como Bethany la conozcáis, perouna vez que todo este lío con esecapullo se haya solucionado ypueda respirar con más

tranquilidad. Quizás podamos cenarjuntos el domingo por la noche.

Jace asintió.—Me parece bien.—Ella ya sabe lo de Bethany. —

Ash hizo una mueca cómplice—. Lehe contado todo. No quería que lapillara desprevenida, aunquetampoco pensé que el tema fuera asalir nunca, pero no quería dejarloal azar.

Jace hizo una mueca también.—¿Cómo se lo tomó? Va a ser

bastante incómodo cuando estemos

todos juntos, especialmente ahoraque lo sabe.

—Se lo tomó bien. Dudo quehaya alguna mujer a la que le gustesalir con otra mujer que se hayaacostado con su hombre en elpasado, pero le aseguré que notenías intención de volver acompartir a Bethany con nadie más,y lo que es más, que yo tampoco ibaa tener ningún otro trío ni iba acompartirla a ella con otro tío. Nide coña, vamos.

Jace gruñó.

—Joder, no, no voy a compartir aBethany con nadie. Ya es bastantemalo que exista esa primera vezcontigo.

Ash levantó las manos.—No te cabrees. No he sacado el

tema para molestarte. Solo queríadecirte que Josie lo sabe. Fuidirecto con ella sobre todo lo quetiene relación con mi historialsexual.

—Apuesto a que te llevó un buenrato —soltó Jace con sequedad.

—Más o menos lo mismo que te

llevó a ti cuando se lo explicaste aBethany —le contestó Ash.

—Touché —cedió Jace con unasonrisa. Luego se levantó y sedirigió a la puerta.

—Si eso es todo, voy a volver altrabajo. Tengo llamadas que hacer yuna videoconferencia en mediahora. ¿Tienes planes para comer?

Ash bajó la mirada hasta su reloj.—No, pero tengo pensado volver

a casa temprano hoy. No me gustadejar a Josie sola en la casa tanpronto después de la mudanza. Me

he encargado de que le lleven acasa las cosas que necesita de supropio apartamento y le dije que laayudaría a solucionar todo esocuando llegara a casa. Así que lomás seguro es que me salte elalmuerzo, haga todo el trabajo quetengo sobre la mesa y luego mevuelva a casa sobre las dos.

Jace asintió.—Está bien. Mantenme

informado. Especialmente sobre lodel viernes por la noche. Tenemosque dejar lista la historia que

vamos a contar.—Lo haré —respondió Ash.

Capítulo quince

Josie soltó el pincel y saliócorriendo para limpiarse las manosantes de ir a coger su teléfono queestaba sonando. Estas le temblaronal ver que era Ash el que llamaba.Una bola de nerviosismo se leinstaló en la boca del estómago yfue subiendo hasta llegar a sugarganta.

—¿Sí?—Voy de camino.

Las simples palabras de Ashenviaron un escalofrío por toda suespalda.

—De acuerdo —murmuró—.Estaré lista.

—Bien. Entonces no te hasolvidado.

—No —dijo ella con suavidad—. Sé cuáles son tus expectativas.

Él se quedó callado un momento.—¿Pero es lo que tú quieres,

Josie? ¿O solo estás satisfaciendomis deseos?

—Yo también lo quiero, Ash.

Estoy un poco nerviosa, pero esporque todo esto es nuevo y aún nosestamos conociendo. Pero noestaría aquí si de verdad noquisiera. No me importa la clase demujer que piensas que has metidoen tu apartamento: no soy ella. Nosoy débil ni tampoco tengo pococarácter. Está claro que no supemanejar la situación con Michaelcomo debería haberlo hecho, perono se me pisotea fácilmente.

Él se rio y el sonido le llegó aJosie cálido y vibrante en el oído.

—Yo nunca he pensado ni por uninstante que fueras débil o que notuvieras carácter, nena. Hay que seruna mujer fuerte para lidiar con unhombre como yo. Nunca dudes deeso.

Una amplia sonrisa se dibujó enel rostro de Josie y el corazón ledio un vuelco al escuchar la suaveexpresión de cariño. No era laprimera vez que la había llamadonena, pero le gustó desde el primermomento. La voz de este hombre alhablar con suavidad tenía algo…

demostraba una ternura cuandousaba las palabras afectivas quehacía que el corazón se le pararaahí mismo.

—Tengo que colgar si quieresque esté lista para cuando llegues—dijo—. No quiero decepcionarteel primer día.

Hubo otra pausa y luego su vozsonó grave y dulce, lo que logróenviar una ola de felicidad rápida yenérgica por sus venas.

—No me decepcionarás, Josie.No quiero que pienses eso. No

quiero siquiera que albergues esepensamiento en la cabeza. Si estásallí cuando llegue a casa, desnuda yesperándome, no voy adecepcionarme. Lo he estadoesperando durante todo el día.Dejaré que cuelgues para quepuedas prepararte. Hasta luego.

—Adiós —susurró ella.En cuanto colgó, se puso de pie y

frunció el ceño al ver todas suscosas de pintura repartidas por todoel salón. Sabía que el ama de llavesiba a venir por la mañana, pero no

quería ser una carga extra para ella.Es más, todas sus cosas estabantodavía en cajas y bien organizadasjunto a la pared del salón. No sehabía molestado en sacarlas porquehabía querido ponerse a trabajar;estaba loca por llevar más cuadrosa la galería.

Con suerte Ash no se enfadaríapor el desorden y el caos que habíatraído a su inmaculado apartamento.

Se precipitó hacia el cuarto debaño preguntándose si tendríatiempo para darse una ducha rápida.

Pero se había dado una estamañana. Estaba limpia. Solo susmanos y sus brazos tenían manchasde pintura, pero las podría limpiarsin necesidad de ducharse.

Aun así, Josie le prestó muchaatención a su apariencia. Se cepillóel pelo largo y rubio que tenía yluego se miró en el espejo. Nollevaba maquillaje, pero enrealidad ella raramente llevabaalgo más que brillo de labios y unpoco de rímel.

Una vez satisfecha por no

parecer estar hecha un auténticodesastre, se fue hasta el dormitorioy se quitó la ropa. Dobló losvaqueros y la camisa sin saber sivolvería a vestirse más tarde o siAsh la mantendría ocupada hastaque llegara la hora de irse a dormir.Se preocuparía de ese detalle enparticular cuando llegara elmomento.

¿Y ahora qué? ¿Lo esperaba en eldormitorio? ¿Debería sentarse en elsalón y esperarlo allí? Frunció elceño pensativa. No habían hablado

de nada en particular, solo que laquería desnuda y esperándolo.

Sí que había sido específico enque no quería que se arrodillara amenos que él lo quisiera así cuandoestuviera con su miembro en laboca. Las mejillas le ardieron alrecordar esa afirmación. A Michaelle había gustado que se arrodillara.Le gustaba su sumisión. Porentonces no la había molestado. Eraparte de su relación, una a la quehabía accedido. Ahora se sentíacomo una estúpida por ofrecerle al

imbécil su sumisión.Caminó hasta el salón al decidir

que sería allí donde lo iba aesperar. A Ash le había gustado laidea de llegar a casa yencontrársela desnuda yesperándolo, lo cual le decía queprobablemente le gustaría verla encuanto entrara por la puerta. Sitenía que ponerse a buscarla,entonces es que no lo había estadoesperando muy bien. Y a ella legustaba la idea de ser lo primeroque viera cuando saliera del

ascensor.Ya que no se iba a poner de

rodillas, optó por el afelpado sofáde piel, pero extendió una mantaencima para que fuera cómodocontra su piel desnuda. Y luego sedebatió en si debería simplementesentarse o mejor tumbarse. La risale estalló en la garganta. Estabadándole demasiadas vueltas.

Josie era una artista y lasimágenes le gustaban. Conocía todotipo de poses provocativas y Ashagradecería una de esas seguro.

Quería sorprenderlo la primera vezque volviera a casa con ella.

Un calor se apoderó de su pechocuando esas palabras le calaronbien adentro. Volver a casa conella. Qué fácil había entrado en suvida, en su apartamento y los habíaadoptado como suyos propios. ¿Deverdad estaba considerando estelugar su casa? ¿Y que tenía unhombre que volvía a casa con ellatodos los días?

Sin entrar en debates sobre siestaba loca o no por pensar esa

clase de cosas, se tumbó de costadoy se echó el pelo hacia un lado paraque le cayera sobre un hombro ytapara parcialmente sus pechos. Noes que ella tuviera algunainhibición, pero menos algunasveces era más. Los hombresrespondían normalmente mucho mása lo que no podían ver que a lo quesí.

Eso era lo que hacía que suspinturas fueran provocadoras. Eseindicio de desnudez. Un simplevistazo a lo prohibido.

Apoyó la cabeza contra el brazodel sofá y posó la mirada en laspuertas del ascensor. La piel lehormigueaba; la excitación tomóposesión de su cuerpo al imaginarselo que Ash haría cuando llegara acasa.

La excitación le agitaba la zonabaja de su cuerpo. Estaba tentadade deslizar los dedos entre sus dospiernas y de acariciarse hasta llegara un orgasmo rápido. No le llevaríamucho. Ya estaba a punto de solopensar en la llegada de Ash. Pero

no quería adelantarse a lo que fueraque él tuviera planeado.

Así que esperó aunque cadasegundo pareciera una hora.

Cuando escuchó el ascensor, larespiración se le volvió irregular yse le quedó por un momento en lagarganta. La boca se le secó yrápidamente se relamió los labiosal mismo tiempo que las puertas seabrían y pudo ver a Ash vestido conel traje que se había puesto para iral trabajo.

Tenía una mano metida en el

bolsillo del pantalón y su pose eracasual y arrogante. Rezumabaencanto, dinero y… poder.

Josie se estremeció cuando susmiradas colisionaron. Los ojos deAsh ardieron sobre los de ella alverla con esa pose. El deseo brillóen ellos y Josie se alegró de haberoptado por ser seductora en vez dequedarse sentada y esperar.

Ash se encaminó hacia ella conpaso decidido, con la mandíbulaapretada y los ojos llameantes. Ellalevantó la cabeza y siguió su

avance.—Hola —le dijo con voz ronca

—. Y bienvenido a casa.Él la sorprendió al dejarse caer

de rodillas frente al sofá. Se acercóa ella con fuerza y estampó su bocacontra la de ella con un apasionadofrenesí que le quitó la respiración aJosie. Ash le enredó la mano en elpelo y la atrajo más contra sí paraque no hubiera ningún espacio entreellos.

—Inmensamente preciosa —gruñó—. He estado pensando en

esto durante todo el día. Volver acasa, verte esperando. Pero nadame podría haber preparado para larealidad.

Le pasó un dedo por la mejilla yla acarició con suavidad mientrasintentaba recuperar la respiraciónque había perdido gracias al beso.

—Me alegro mucho de que estésaquí, Josie.

—Yo también me alegro —murmuró.

—He tenido una docena de ideasdiferentes de camino a casa.

Pensando en cómo te iba a hacermía cuando llegara aquí. En elmomento en que te vi me olvidé detodo excepto de cómo estabastumbada en el sofá.

—Me encantaría escuchar todasesas ideas. Ahora estoy intrigada.

Él sonrió y la diversión sereflejó en sus ojos.

—Algunas probablemente seanilegales.

—En ese caso, mejor aún.Ash se rio y el sonido, grave y

ronco, vibró por toda la superficie

de la piel de Josie.—Me gusta tu entusiasmo.—¿Deberíamos escribirlas en

papelitos y meterlos todos luego enun recipiente para decidir cómotener sexo? —preguntó ella con unasonrisa—. ¿O puedo contar contigopara decidir en el asunto?

—Mi querida mujer estágraciosilla hoy —dijo arrastrandolas palabras—. A lo mejor he decastigarte por ello.

El calor se instaló de momentoen sus mejillas. Ash alzó una de sus

cejas.—Te gusta esa idea.Josie se aclaró la garganta, no

estaba segura de saber qué decir.Ash le había dicho que los juegosno le iban. ¿No estaba jugando ellaahora a ser la sumisa traviesa paraganarse un castigo?

Ash entrecerró los ojos y deslizólos dedos por debajo de la barbillade Josie para forzarla a que susmiradas se encontraran.

—¿Qué demonios estás pensandojusto ahora?

Ella suspiró.—Es una tontería. Supongo que

estaba preocupada por saber quéresponder a eso. Y cómo me haríaparecer si te hubiera dicho que laidea de que me castigues me ponemuchísimo. Dijiste que no te ibanlos juegos y que querías que todofuera real.

Ash le pasó el pulgar por encimade los labios para silenciarla.

—Lo primero, nunca dudes endecirme nada. Especialmente lo quete excita, lo que quieres o lo que

necesitas de mí. Sexualmente,emocionalmente o lo que sea. Losegundo, tus deseos no son unjuego. Sé que lo que dije podríahaber creado algo de confusión. Loque quería decir es que tú y yo, loque tenemos, es real, no un juego.No significa que no podamos jugarjuntos siempre y cuando tengasclaro que lo que hacemos es real.

—Claro como el barro —dijoJosie con la voz llena de diversión.

—No hemos hablado de loscastigos. Tengo que decirte que no

me va mucho todo ese rollo de ladisciplina. No soy tu padre y tú noeres una niña. Pero sí que hay cosasque me gustan, y hay una grandiferencia entre pensar quenecesites un castigo o quererenrojecerte el trasero porque meexcite. ¿Vas pillando por dóndevoy?

—Sí —dijo con un mediosuspiro.

—Supongo que la idea también teatrae a ti.

Ella asintió.

—Me gusta. O sea, me excita.Hay algo que me pone en toda esaidea del macho alfa buenorroazotándome. O ejerciendo suvoluntad sobre mí. Eso a lo mejorsuena estúpido.

Ash suspiró.—No me estás entendiendo,

nena. Nada de lo que pienses osientas es estúpido, ¿lo entiendes?Si te excita, entonces no esestúpido. Si te excita, quierosaberlo porque te quiero dar placer.Quiero hacerte sentir bien. Y lo que

quiero en este mismo momento esque estés de rodillas y con mi pollaen la boca. Pero después vamos atener una charla sobre tus gustos ytus perversiones, y sobre las míastambién. Con suerte coincidiránbastante bien.

Josie tragó saliva y se relamiólos labios con excitación.

Él gimió y luego posó su bocasobre la de ella y la devoró conansia.

—Me vuelves loco —le dijopegado a su boca.

—Bien —le susurró ella.Ash se echó hacia atrás y se puso

de pie. Luego extendió la manohacia abajo para ayudarla alevantarse. Tras coger uno de loscojines del sofá, lo tiró en el sueloy luego la urgió a que se arrodillarasobre él.

Se llevó una mano a la braguetapara desabrochar el botón y luegobajar la cremallera. Se metió lamano bajo el pantalón y liberó surígida erección de los confines desu ropa interior para envolvérsela

con el puño y acercarla a la boca deJosie.

—Lámela —dijo con un chirrido—. Juega con el glande y luegochúpala hasta tenerla bien adentroen tu garganta.

Ella sacó la lengua y rodeó laancha cabeza con ella antes deentretenerse con la sensible piel dela parte inferior. Le encantaba laforma en que Ash siseaba paracoger aire y la forma en que luegodejaba escapar el aire entre losdientes en reacción a sus caricias.

Enterró los dedos en su pelo ytiró de los mechones antes de quelos nudillos descansaran contra sucuero cabelludo. La tenía agarradacon fuerza, y eso a Josie le gustaba.La otra mano la tenía colocada bajosu mentón, abriéndole la bocamientras él empujaba sus caderashacia delante y se introducía en sugarganta.

Sus movimientos no eran suaves,tal y como la tenía agarrada delpelo, y eso a ella le encantótambién. Le encantaba todo ese

poder primitivo que apenasescondía bajo su fachada. Era comoun león a punto de atacar. Un machopredador y excitante.

Josie se alzó un poco para podertomarlo en la boca másprofundamente. Lo quería másadentro. Quería saborearlo, leencantaba la forma en que tomabalas riendas, el hecho de que no teníaningún poder a excepción del que élquisiera darle.

—Dios —dijo en voz baja—. Nohe sentido nunca nada tan

placentero como tu boca alrededorde mi polla, nena.

Ella se estremeció de placer alescuchar sus palabras. Los pezonesse le endurecieron y se convirtieronen dos botones rígidos y enhiestos.Jadeó cuando Ash extendió las dosmanos y agarró ambos pezonesentre sus dedos, retorciéndolossuavemente y ejerciendo la presiónjusta para volverla loca sincausarle ningún daño.

Josie lo lamió sin ninguna prisadesde la base hasta la punta,

dejando que la cabeza descansarapeligrosamente sobre sus labiosantes de volver a tomarlo entero enla boca hasta que la barbilla tocarala piel de sus testículos. Tragósaliva, lo que logró que la cabezadel miembro de Ash quedaraexprimida en la parte posterior desu garganta. Ash gimió,recompensándole el esfuerzo conuna sacudida y pellizcándole lospechos con más agresividad, lo cualconsiguió que ella gimiera también.

—Te he imaginado de tantas

maneras —dijo Ash con una vozforzada—. Atada, con el culo enpompa, con mis marcas en la piel.A cuatro patas, penetrándote desdeatrás tanto el culo como el coño.Encima de mí, cabalgándome. Yocomiéndote toda mientras tú mechupas la polla. Todo lo que tevenga a la cabeza lo he imaginado.

Josie se estremeció, el cuerpo letembló casi con violencia al mismotiempo que las imágenes mentalesque él había provocado seinstalaban en su mente.

—No siempre voy a ser así defácil de complacer, nena —murmuró—. Es difícil contenerse,pero no quiero que vayamosdemasiado rápido.

Ella apartó la boca de sumiembro y alzó la mirada hacia élmientras le rodeaba la erección conlos dedos.

—No quiero que seas fácil, Ash.Esa no es la razón por la que estoycontigo. Quiero lo que puedesdarme. Lo necesito.

Ash le rodeó el rostro con las

manos y bajó la mirada, laexpresión en su semblante eratierna.

—Me encanta que quieras eso demí, Josie. Solo quiero asegurarmede que estás preparada para ello.Has pasado por mucho y losúltimos días han sido frenéticos yestresantes para ti.

—Es verdad —coincidió—.¿Pero sabes que hoy ha sido elmejor día? El primer día en mástiempo del que puedo recordardonde he sido completamente feliz.

Sí, Ash. Por ti. Porque estaba aquí.Me senté en el salón a pintar y todoen lo que podía pensar era en locontenta que estaba de estar aquí,trabajando, deseando con ansia quellegara el momento en que mellamaras y me dijeras que venías decamino a casa.

Los ojos de Ash se suavizaron yel verde en ellos se derritió y seconvirtió en un color casi eléctrico.

—Me quitas la respiración.—Y ahora —dijo balanceándose

sobre los talones y colocando la

boca en la posición correcta paravolver a acogerlo en la garganta—,¿cuándo pasamos a la parte de lasperversiones?

Capítulo dieciséis

Ash casi se derritió ante la imagende Josie, arrodillada y con la bocaalrededor de su polla, tal como lahabía imaginado tantas veces desdeaquella primera vez que la vio en elparque. Ahora era suya, y estaba ensu apartamento. En su vida.

Sabía que Josie le había dado unregalo muy valioso. No solo era elhecho de que le había ofrecido suconfianza, sino que había puesto su

corazón y su cuerpo en sus manos yél haría todo lo que hiciera faltapara protegerlos a ambos. Nuncainfravaloraría ni daría por hecho loque esta preciosa y valiente mujerle estaba regalando.

Le pasó las manos por el pelo yle agarró varios mechones mientrasse impulsaba hacia delante parahundirse más adentro. Cada cariciaque le daba le proporcionaba elplacer más exquisito que hubieraexperimentado nunca.

Ash había tenido a muchas

mujeres. Había sido honesto conJosie en ese tema. Pero ella eradiferente. Y no podía siquiera decirel porqué. Había algo en ella que lehablaba en un nivel completamentediferente. Le hacía pensar enestabilidad cuando eso nunca habíasido un problema en sus relacionespasadas. Aunque también es ciertoque, el que tanto él como Jace setiraran a las mismas mujeresdifícilmente podía clasificarsecomo relaciones en todo el sentidode la palabra.

Habían pasado años desde laúltima vez que había estado a solascon una mujer, y ahora esa idea leparecía atractiva. Josie le atraía.

Estaba de rodillas frente a él,totalmente sumisa, y no solo sumisa,sino que quería las mismas cosasque él. Disfrutaba las mismasperversiones que él. No había unamujer más perfecta para él, de esoestaba seguro.

Se hundió bien dentro de su boca,sacudiéndose en la parte posteriorde su garganta antes de volver a

deslizarse fuera de ella y dedisfrutar de la caricia de su lenguaen la sensible parte inferior de sumiembro. Luego se apartó y laobservó al mismo tiempo que susojos, esos pozos aguamarinacegados por el deseo, seencontraban con los suyos.

Sin decir ni una palabra, Ashextendió la mano hacia abajo paracoger la de ella y la ayudó aponerla de pie. En cuanto se hubopuesto de pie, Ash la estrechó entresus brazos y la pegó contra su

pecho. La besó casi olvidándose detener cuidado en la urgencia porposeer su boca. Aún se le veían losmoratones en la cara, y su bocaseguía estando sensible, pero nisiquiera eso le había impedidotomar posesión de su boca por muydelicado que hubiera sido.

—Vayamos al dormitorio —dijocon brusquedad—. He estado duroen tu boca, pero ahora me voy acentrar en otras partes de tudelicioso cuerpo.

Los ojos de Josie se encendieron

de calor y excitación. Le habíapedido perversiones, y él se las ibaa dar. Sus manos se morían porenrojecerle el trasero, por ver susmarcas de posesión sobre sucuerpo. Era una urgencia primitivaque lo superó. Quería poseerla, queno hubiera duda alguna de a quiénpertenecía.

Pero al mismo tiempo que laguiaba hasta el dormitorio, sepercató de que no quería solamenteposeer su cuerpo. Quería sucorazón también. Y aunque fuera a

hacer suyo su cuerpo en cuestión deminutos —tal y como ya lo habíahecho una vez— le llevaría muchomás tiempo y esfuerzo hacerse conesas partes de ella que Josieapreciaba más. Su corazón, sumente y su alma.

Ash lo quería todo. No seconformaría con menos.

Ahora solo tenía queconvencerla.

—Súbete a la cama. Tiéndeteboca abajo y llévate las manos a laespalda. Vendré en cuanto lo

prepare todo.A ella se le fue el aliento y el

color rojo cubrió sus mejillas. Ashpudo ver cómo su respiración seempezó a acelerar y la excitación sereflejaba en su mirada. Le soltó lamano y rompió el contacto que teníacon él, luego se acercó a la cama yse colocó tal como le habíaindicado.

Él cogió todo lo que necesitabade su armario: una correa de cuero,que estaba seguro que le provocaríaa ella —y a sí mismo— mucho

placer, y una cuerda.Soltó la cuerda en la cama y

luego puso una rodilla entre sus dosmuslos separados. Le agarró lasdos muñecas con una mano ycomenzó a enrollar la cuerdaaterciopelada a su alrededor paradejarlas atadas.

Josie jadeó con suavidad; Ashpodía sentir la tensión quedesprendía su cuerpo.

Cuando ató bien las muñecas,retrocedió.

—De rodillas —le dijo con

firmeza y añadiendo un deje deexigencia en el tono de voz—. Ponel culo en pompa y apoya la mejillaen el colchón.

Josie luchó por alzarse, pero alver que era demasiado, Ash le pasóuna mano por debajo y la colocóbien abierta sobre su vientre. Tiróde ella hacia arriba hasta que lasrodillas tuvieron estabilidad en elcolchón y el rostro estuvierapegado contra la cama.

Satisfecho con su posición, Ashvolvió a retroceder para coger la

correa de cuero.—¿Has hecho esto alguna vez

antes, Josie? No quiero que seademasiado. Me tienes que decir loque puedes aguantar.

—Sí —susurró ella—. Y puedoaguantar mucho, Ash. No tecontengas. Lo… lo necesito. Loquiero.

Ash se inclinó hacia delante y lacubrió con el cuerpo.

—Si ves que es demasiado, encualquier momento, dime «para»,¿lo entiendes? Todo acaba con esa

palabra, cariño.Un estremecimiento le recorrió a

Josie todo el cuerpo. Le gustabanlas palabras y los nombrescariñosos. Y a él le gustaba sureacción cada vez que los usaba.

Luego retrocedió una vez más yle pasó una mano con suavidad porencima del trasero en pompa.

—Doce —dijo—. Doce marcasllevarás en la piel. Cuando estéseguro de que estamos en el mismopunto, entonces subiré el número.Pero por ahora, con una docena está

bien.Ella asintió con los ojos cerrados

y los labios apretados debido a laexcitación. Ash no la hizo esperarmás.

La primera vez que el cuero hizocontacto contra la piel, el azotesonó estridente en contraste con elsilencio de la habitación. Ella dioun pequeño salto y el color rojoinmediatamente comenzó a brillarsobre las nalgas. A continuación unligero gemido se escapó de loslabios, que lo intoxicó a él.

De nuevo volvió a golpearle condestreza, esta vez en la otra nalga.El rojo resplandeció y coloreó lapiel; el contraste entre la pielintacta y mucho más pálida y laszonas donde el cuero la habíabesado era precioso y sorprendente.

Josie se retorció mientras él ledaba el tercero, cuarto y quintoazote. Cuando llegó al noveno, ellale suplicaba calladamente. Más.Con más fuerza.

—Los últimos tres, Josie. Estosserán más fuertes, y luego voy a

follarme tu dulce culito. ¿Crees quepodrás aguantar?

—Ash.Su nombre salió como un

gemido. Una petición desesperada.Sí, estaban ambos en el mismopunto. O incluso más, si cabe. Ashse estaba conteniendo, y ella noquería eso.

Se permitió administrar algo másde fuerza en el décimo azote y laobservó atentamente para ver cómosoportaba el dolor. Estaba ahí, alprincipio. Pero con la misma

rapidez que el dolor habíaaparecido, ella lo convirtió, loalejó y se dejó abrazar por elplacer.

Sus ojos, abiertos ahora, estabanbrillantes y fantasiosos, como si sehubiera escapado a otro mundocompletamente diferente.

Ash no estaba acostumbrado acontrolar sus movimientos, acontenerse. Ya se había contenidocon Bethany aquella primera nocheen la que tanto él como Jace seacostaron con ella porque Jace no

le había dejado hacer otra cosa.Pero Josie era importante.Diferente. Quería cuidarla. Sersuave y paciente aunque ella sehubiera mostrado impaciente conesas reservas. Había más quetiempo suficiente para dárselo todo.Pero por ahora quería asegurarse deque lo acompañaba en todomomento, de que no cruzaba lalínea y le causaba más dolor queplacer.

Le dio el undécimo y luego separó por un momento para saborear

el último, la quería al límite y connecesidad de sentir su mano sobreel trasero. Josie se retorció sinparar, arqueando la espalda. Ash nosabía siquiera si ella era conscientede la forma con la que su cuerposuplicaba para recibir más.

—Doce, Josie. Aguanta elúltimo. Dámelo. Dame todo lo quetengas.

Bajó la correa con mucha másfuerza que las veces anteriores yteniendo cuidado de no golpearla enlos mismos sitios que antes. El

chasquido sonó y el aullido quesoltó Josie se transformó en ungemido, un suspiro de placer suavey agradable que le puso los pelosde punta y se le clavó bajo la piel.Tenía la polla tan dura y rígida quehasta dolía. Quería estar en elinterior de su cuerpo, bien dentrode su trasero. Una parte de ella queno había poseído todavía, el últimoobstáculo que tenía antes de poderdecir que poseía su cuerpo porcompleto.

Soltó la correa, impaciente por

estar dentro de ella, pero secontuvo y se obligó a tomar lasmedidas adecuadas para asegurarsede que ella podía acogerlo sinsufrir ningún dolor.

Se tomó su tiempo aplicándole ellubricante, abriéndole el ano con undedo y luego dos para poderesparcir el gel de dentro a fuera.Inmediatamente después se echómás en la mano y se lo restregó a lolargo de toda su erección.

Un gemido se escapó de sugarganta. Su miembro odiaba su

mano, no era lo que quería. Su penequería estar dentro de ella.

Se impulsó hacia delanteabriéndole las rosadas nalgas conlas palmas de las manos para que suano quedara a la vista. Luego serodeó la erección con una de lasmanos desde la base y la guio hastaentrar en contacto con su abertura.

Josie representaba una imagen delo más erótica ahí arrodillada, conel trasero en pompa y las manosatadas en la espalda. Totalmenteincapaz de hacer nada más que

recibir todo lo que él le quisieradar.

Insertó la cabeza de su miembroen la estrecha abertura y comenzó amover las caderas hacia delante,tomándose su tiempo y haciendouso de toda la paciencia que nosabía que tenía.

Josie gimió cuando Ash empezóa introducirse en su interior,estirando el estrecho anillo que erasu ano con el gran grosor de supolla.

—No luches contra ello, nena.

Muévete hacia mí y déjame entrar—la tranquilizó—. Te vas a sentirmuy bien una vez esté dentro de ti.

Le pasó un brazo por debajo delcuerpo, rodeándole la cintura, ycolocó la mano bien abierta justosobre el vientre. Luego llevó losdedos más abajo hasta hundirlosentre los rizos empapados de supubis para encontrar el clítoris. Encuanto su dedo rozó el botón erecto,ella se sacudió a modo de respuestay él aprovechó esa ola de placerpara embestirla con fuerza.

Josie jadeó cuando su cuerpo seabrió y se rindió a su invasión. Ashcerró los ojos y respiró conbrusquedad por la nariz mientrasaguantaba el orgasmo. Dios, estabatan tensa alrededor de su miembroque parecía que lo tenía agarradocon un puño. Y aún estaba a mediocamino.

Le acarició una vez más elclítoris, ejerciendo la justa cantidadde presión, y cuando ella comenzó amoverse hacia él, Ash utilizó sufuerza para introducirse todo

entero, hasta los testículos. Josie loabsorbió y se lo tragó entero. Losmuslos de él descansaban contra eltrasero mientras respiraba condificultad e intentaba recuperar elaliento.

—Estoy cerca —susurró ella condesesperación—. No puedocontenerlo, Ash. Oh, Dios.

Ash apartó el dedo solo duranteun momento para esperar a que ellarecuperara el control. No queríaque se corriera todavía. Haría lapenetración demasiado dolorosa.

Tenía que estar en el mismo puntoque él todo el tiempo. En elmomento en que llegara al orgasmotoda esa tensión contenida seperdería y le haría daño.

—No hasta que yo lo haga —leordenó saliendo un poco de suinterior para poder embestirla denuevo—. Y yo aún no estoy listo,nena. Me siento tan bien dentro deti… Voy a disfrutar de este dulceculito un poquito más antes decorrerme en tu interior.

Ella gimió de nuevo mientras su

ano se contraía con fuerzaalrededor de su polla.

Se retiró y volvió a hundirse enella con cuidado de no tocarle elclítoris con los dedos. Luego latocó para comprobar lo cerca queestaba de llegar.

En cuanto su cuerpo se tensó,Ash apartó el dedo otra vez, lo quehizo ganarse un sonido desesperadode impaciencia y agitación. Élsonrió. Josie era tan receptiva. Taninmensamente preciosa, y era todasuya.

Estaba enterrado en ella porcompleto, no había parte de sucuerpo que no estuviera tocando elsuyo. Llevaba las marcas en eseprecioso trasero, y aun así, ellaseguía queriendo más. Eraincreíblemente perfecta.

Ash empezó a moverse con másfuerza. Con más ritmo. El últimoesfuerzo para llegar a la meta. En elmomento en que sintió que lostestículos se le contraían y elfrenesí comenzó a tomar posesiónde él, reanudó las caricias sobre su

clítoris. La quería con él. Queríaque ambos alcanzaran el éxtasis.

Con la otra mano que tenía libreagarró la cuerda que tenía atadaslas muñecas de Josie a la espalda ytiró de ella con fuerza hacia sí paraque sus acometidas fueran másprofundas. Ella soltó un gritoagudo, uno que lo preocupó por unmomento porque temía haberlehecho daño. Pero se estabamoviendo en su dirección,desesperada por recibir más.

—Llega, Josie —le dijo con la

voz ronca—. Córrete para mí, nena.Yo ya estoy ahí. Me corro. Joder.

Sus dedos no dejaron deacariciarle el clítoris ni siquieracuando su propio orgasmo losacudió. La habitación a sualrededor se volvió borrosa. Cerrólos ojos mientras se hundía en ella,mientras tiraba de ella hacia él paraque recibiera sus exigentesacometidas con mayor profundidad.

El primer chorro de semen fuedoloroso. Tenso. Abrumador. Peroaun así continuó moviéndose dentro

de ella, bañándola con su semillacaliente hasta que goteó por suabertura y se derramó por elinterior de su pierna.

La imagen hizo que su orgasmose elevara a la séptima potencia.Ver la evidencia de su posesiónsobre su cuerpo era sumamentesatisfactorio. Nunca se habíasentido tan satisfecho en su vida.

Su nombre salió de los labios deJosie con ronquedad. Todo elcuerpo se le tensó, enrolló losdedos de las manos hasta formar

puños bajo su propia mano, quetenía agarrada la cuerda. Su cuerpose sacudió y tembló y luego sedeslizó por encima de la cama alperder la estabilidad que tenía enlas rodillas. Él se fue con ella;apartó la mano de entre sus piernasy la apoyó en la cama para que ellano tuviera que soportar todo el pesode su cuerpo. Sin embargo, sí quedejó que sintiera parte de él. Elsentirla debajo de él, el saber quesu cuerpo cubría el suyo, lo golpeóen el pecho con fuerza. Le

encantaba.No había nada más satisfactorio

que tenerla debajo de él y estarcompletamente enterrado en ella.

Cuando se dio cuenta de que supeso la molestaba y que a Josie lecostaba respirar, Ash se movió, loque consiguió que ambos gimieranal comenzar a retirarse del interiorde su ano.

Con cuidado, se retiró porcompleto y se sostuvo con lasmanos sobre las caderas de Josieantes de bajar la mirada hasta sus

nalgas coloradas, hasta la dilatadaabertura donde había estado apenasunos segundos antes, y hasta lostrazos de semen sobre su piel.

—Inmensamente preciosa —murmuró—. No he visto nada másbonito en mi vida, nena.

Josie suspiró y parpadeó variasveces. Luego Ash aflojó el nudoque mantenía sus dos muñecasjuntas y se echó hacia delante paralevantarla en brazos. La acurrucócontra su pecho al mismo tiempoque la llevaba hasta el cuarto de

baño. La dejó sentada sobre la tapadel inodoro solamente el tiempoque le llevó abrir el grifo de laducha y esperar a que el aguasaliera caliente. Luego la metió enla ducha con él y le lavó cadacentímetro de piel con sus suavesmanos.

—¿Ha sido demasiado? —lepreguntó en un murmullo mientras leacariciaba una mejilla con unamano.

Ella alzó la mirada hacia él, queaún estaba inundada de pasión, y

sonrió. Le regaló una sonrisa tanpreciosa y sobrecogedora que hizoquerer poseerla otra vez.

—Nunca es demasiado —susurró—. Ha sido maravilloso, Ash. Meha encantado.

Él se inclinó para besarlamientras el chorro de agua calientecaía sobre ambos.

—Me alegra escuchar eso,dulzura, porque es algo que voy aquerer volver a hacer sin lugar adudas. Nunca voy a tener suficientede ti.

Josie le rodeó el cuello con losbrazos para abrazarlo al mismotiempo que le devolvía el beso. Ashlevantó el brazo por detrás de ellapara cerrar el grifo y luego la sacóde la ducha para envolverla en unatoalla para que no cogiera frío.

Una vez ella estuvo seca, laenvolvió en su bata y se la ató paraque estuviera completamentecubierta.

—Es temprano todavía. ¿Quieressalir a cenar o prefieres quepidamos a domicilio y que

comamos aquí?Ella se paró a pensar un momento

con las manos metidas en losbolsillos de la bata. La toalla quehabía usado para secarle el peloaún estaba enrollada sobre sucabeza; no podía estar más guapaque ahora, vestida con su bata en elcuarto de baño y discutiendo losplanes para la noche.

—Me gustaría comer en casa.Aquí, contigo, si te parece bien —dijo—. Esta es nuestra primeranoche juntos. Bueno, no

exactamente, pero es el primer díaen el que has ido a trabajar y luegohas vuelto a casa. Me gustaríapasarla a solas contigo.

Ash sonrió, porque entendía loque quería decir. Él tampoco teníaningunas ganas de compartirla conel mundo todavía. Le parecíaperfecto quedarse tras las puertasde su apartamento, prolongando loinevitable hasta que ambos salierandel piso juntos.

Quería presentársela a Jace y aBethany. A Gabe y a Mia. Quería

compartirla con sus amigos, yesperaba que todos se convirtieranen sus amigos también. Pero porahora estaba más que contento condejar que fueran únicamente ellosdos durante tanto tiempo comopudieran mantenerse alejados delmundo.

Se inclinó hacia delante parabesarla lenta y suavemente.

—Suena perfecto. Pediré la cenay luego me puedes enseñar en loque has estado trabajando hoy.

Capítulo diecisiete

Ash tocó con el dedo la gargantillaque había mandado hacer para Josiemientras esperaba que Jaceapareciera en la oficina. Habíasabido exactamente lo que queríapara Josie, pero encontrar a alguienque pudiera diseñarlo en cuestiónde días había sido más complicado.Pero averiguó que, como todo en lavida, si tenías suficiente dineronada era imposible.

Había elegido el bronce porquele encantaba el contraste entre elmetal dorado y la pálida piel deJosie y además combinaba con losreflejos dorados de su pelo. Sinembargo, en las piedras sí quehabía insistido en que combinaracon sus ojos. Varias aguamarinas,que rara vez se encontraban en elmercado, estaban incrustadas en elmetal, creando una deslumbrantegargantilla adornada con piedraspreciosas que se veríaimpresionante contra su piel y le

haría una perfecta compañía a suspreciosos ojos.

Podría haber elegido el topacioazul, pero no era tan raro ni tancaro, y él quería solo lo mejor paraJosie. Unos diamantes máspequeños bordeaban toda lagargantilla, y entre las aguamarinashabía esmeraldas más pequeñassolo para proporcionarle unadiversidad de colores más amplia.

Lo había querido vibrante. Algoque reflejara su personalidad, nouna simple pieza de joyería sin

color y elegida sin haber tenido enmente a la persona que lo iba arecibir.

El resultado, tenía que admitirlo,era demoledor. Sabía que le iba aencantar aunque no lo hubiera vistotodavía.

Y el momento era perfecto,porque no había sentido que fueramuy correcto dar este paso conJosie hasta que la situación conMichael no se hubiera solucionadopor completo. Esta noche se haríacargo de eso y entonces Ash podría

centrarse única y exclusivamente enJosie. Michael no volvería a seruna amenaza para ella.

Durante toda la semana, Ashhabía insistido en que Josie sequedara en el apartamento. Nohabía querido que saliera, y laúnica vez que lo hizo para ir a lagalería y llevarle más cuadros alseñor Downing, mandó a su chófercon ella e incluso la acompañódentro. Ash no había queridoarriesgarse a que Michael estuvieramintiendo y esperando a ir a por

ella o a que montara alguna escenitaen público, algo que Ash sabía quehorrorizaría y avergonzaría a Josie.

No le había explicado a Josiepor qué había insistido tanto en susexpectativas, o por qué le habíagarantizado que a la semanasiguiente tendría más libertad parahacer lo que quisiera. No podíadecirle que primero tenía quehacerse cargo del gilipollas que lehabía puesto las manos encima.Nada de lo que tenía planeadosalpicaría a Josie, se aseguraría

bien de eso. Y Michael no lavolvería a tocar tampoco nuncamás.

Un sonido en la puerta le hizoalzar la mirada para ver a Jaceadentrarse en el despacho. Laexpresión de su amigo era seria yestaba llena de preocupación, Ashya le había dicho por quénecesitaba verlo.

—Lo tengo todo listo para estanoche —dijo Jace en silencio.

—Bethany no está involucrada,¿verdad? —preguntó Ash. Había

sido muy claro. Aunque Jaceestuviera metido en el asunto, almenos proporcionándole unacoartada, no había querido queBethany formara parte del tema nituviera que mentir por él. Tal ycomo nada de esto salpicaría nuncaa Josie, tampoco quería queBethany se viera involucrada. Yahabía tenido una vida lo bastantedura como para que Ash fuera aecharle ahora más mierda encima.

Jace asintió.—Le dije, tal y como tú le has

dicho a Josie, que tenemos unareunión importante en la oficina. Heprogramado la videoconferenciacon los inversores. Estarás aquí alcomienzo para que puedan vertebien. Te levantarás unos pocosminutos después y te disculparáspara ir al servicio. Pondrás lallamada en silencio durante unmomento, y entonces es cuando sepone la cosa más complicada,porque tendrás que seguir con lareunión mientras estés de camino.Si pongo el monitor en el ángulo

adecuado, puedo hacer que lacámara se centre principalmente enmí y que tu tipo entre y se siente pordetrás. Tu chaqueta estará ahí, el tíotambién, pero serás tú el que esté enla llamada. Asegúrate de que teescuchan con frecuencia. Heprogramado que los monitores deseguridad se «caigan» antes de quete vayas, así que ninguna cámara tegrabará cuando te vayas. Tengo unaidentificación extra que puedes usarpara salir, así que de acuerdo conel sistema tú aún seguirás aquí,

conmigo, y si es necesario yo usarétu identificación al salir cuando mevaya. Puedo hacer que dure lallamada solo por un corto períodode tiempo, así que una vez quetengas la llamada en silencio parahacerte cargo de la situación, hazlorápido y luego vuelve para queparezca que has estado aquí todo eltiempo. Sería mejor si volvierasdirectamente aquí para que ambospodamos irnos juntos una vez quelas cámaras vuelvan a funcionarotra vez.

Ash asintió.—Gracias, tío. Significa mucho

para mí. Y para que lo sepas, siesto sale mal, tú estás limpio. Nodejaré que esto te salpique.

—Entonces asegúrate de quesalga bien —replicó Jace consequedad—. Aún sigo pensandoque deberías hacer que otra personase encargue de esto. Estás poniendoen peligro muchas cosas al hacerlotú mismo.

Ash juntó los labios con fuerza.—Quiero que le quede claro, y la

mejor forma de hacerlo es que yomismo le entregue el mensaje.Quiero que el cabrón se acojone.Quiero que sepa que lo tengocogido por los huevos, y traspegarle la paliza del siglo, quieroque sepa que puedo arruinarlo muyfácilmente como se vuelva a pasarde la raya otra vez.

Jace sonrió con arrepentimiento.—Tengo que admitir que tienes

razón. Y también tengo que admitirque si algún gilipollas se metieracon Bethany, yo también le daría la

paliza del siglo yo mismo y noconfiaría en otros para que mehicieran el trabajo sucio.

—Me entiendes, entonces.Jace asintió.—Sí, te entiendo. No tiene por

qué gustarme, pero lo entiendo.Estoy preocupado, Ash. No quieroque todo esto te caiga encima. Nocuando has encontrado a…

Se paró y Ash lo atravesó conuna mirada.

—Cuando he encontrado, ¿qué?Jace mostró una sonrisa torcida

al mismo tiempo que mirabafijamente a su amigo.

—Tu punto débil.Ash no hizo ningún movimiento.

¿Eso era Josie? Sí, lo veía. Leshabía dado la lata a Gabe y a Jacepor haber perdido la cabeza por unamujer e ir en contra de su lema dejuega duro y vive libre, pero ahoraque era él el que se encontraba enuna situación similar, no pudoponer ninguna objeción.

Un sentimiento de paz se apoderóde él.

—Has estado mucho máscalmado y relajado últimamente —dijo Jace—. Me gusta eso para ti,tío. Después de lo de Bethany… —Hizo una pausa de nuevo con unsuspiro, casi como si odiara sacarel tema después de haber juradoque nunca más volverían a pensaren ello—. Después de lo deBethany, estaba preocupado. Por tiy por mí. Odié lo que pasó aunqueno me arrepiento de ello. No sé sisuena siquiera coherente. No megustó lo que eso nos hizo a ambos y

no me gustó lo cabronazo que fuicontigo y con Bethany tras esanoche. Pero tampoco me arrepientode la decisión que hice de nocompartirla contigo.

—Yo tampoco me arrepiento deeso —dijo Ash con una sonrisa—.Me parece bien, Jace. Tienes quedejar de obsesionarte con ello.Estamos bien. Dejaste de ser uncapullo. Bethany te hace feliz.Ahora yo tengo a Josie, y ella mehace feliz.

—Me alegro por ti, tío.

—Sí, lo sé.—¿No has sabido nada de tu

familia? ¿Cómo van las cosas conBrittany?

Ash suspiró.—Nada esta semana, y eso me

tiene nervioso, porque no es muynormal en ellos darse por vencidosy quedarse sentaditos. Brittany estáfeliz con su trabajo. No ha hechomucho más que ir a trabajar yvolver a casa, pero poco a poco.Quiero que conozca a Mia y a Josiey que salga con las amigas de Mia.

Le vendrán bien. Josie es más de laedad de Brittany, así que a lo mejorlas dos congenian bien.

—Pareces estar totalmentedomesticado con toda esa cantidadde quedadas de chicas que estásintentando organizar —bromeóJace.

—Que te jodan, tío.La expresión de Jace se volvió

más seria.—¿Así que no has tenido noticias

de la Bruja Mala del Este? ¿Estácalladita? ¿Y el viejo? No me

puedo creer que no tuviera nada quedecir de la deserción de Brittany.No cuando valora tanto los vínculosfamiliares sin importar lo falsosque sean.

Ash suspiró.—Sí. Nada esta semana. Pero no

creo que vaya a durar mucho más.—Bueno, cuando vuelvan a

atacar, espero que me lo digas. Novoy a dejar que te metas en ese nidode víboras sin refuerzos.

Ash se rio entre dientes.—Haces que suene como una

operación policial.—Bueno, pasar una noche con tu

familia se le acerca bastante.Ash bajó la mirada hasta su reloj.—¿Quieres pillarte algo para

comer antes de lavideoconferencia? Quiero llamarpara ver cómo está Josie. Necesitoasegurarme de que todo va bien yrecordarle que voy a llegar tarde.

—Sí, ¿quieres que vayamos alGrill otra vez?

Ash asintió.—Gracias de nuevo, Jace. Sé que

no te lo digo lo suficiente, pero tú yGabe siempre me cubrís lasespaldas… no tengo palabras.

Jace sonrió.—Pasada esta noche, ¿qué tal si

sacas a tu mujer de la cueva y ladejas mezclarse con el resto de losmortales?

Ash se rio.—Sí, lo sé, me la he quedado

para mí esta semana. Ha sidogenial. Pero sí, quiero que osconozca a ti y a Bethany. Gabe yMia vuelven el domingo. Estaría

bien quedar con ellos también.—¿Te habrías creído hace un año

si alguien nos hubiera dicho que lostres estaríamos ahora tancomprometidos con nuestrasmujeres? ¿Gabe casado, yocomprometido y tú loco por unamujer que apenas acabas deconocer?

Ash lo fulminó con la mirada.—Y tú eres el más indicado para

hablar de volverse loco por unamujer que apenas acabas deconocer.

La sonrisa de Jace eraimpenitente.

—Solo hace falta una mirada, tío.Cuando es la adecuada, lo sientes.Yo nunca habría pensado que mefuera a enamorar, pero luego vi aBethany y simplemente lo supe.

—Sí, te entiendo. Yo no lo creíamucho al principio, pero luegoconocí a Josie y algo hizo clic enmi cabeza. Ni siquiera puedoexplicarlo.

—No tienes que hacerlo. Loentiendo —comentó Jace mientras

salían del despacho de Ash. Separó justo en la puerta y se giróhacia Ash con la mirada seria—.Pero acuérdate de esto, tío. Y esmás relevante y cierto de lo que tepuedas imaginar. Ponme a mí comoejemplo, porque yo hice todo lo quepude por fastidiarlo. Enamorarse eslo fácil. Todo lo que pase despuéses lo complicado y lo que conllevaun trabajo diario.

—Dios, te has convertido en unsensibloide profundo —dijo Ashcon disgusto.

Jace le sacó el dedo corazón.—De acuerdo, no quieras

escuchar mis consejos, pero no mevengas llorando después cuando lacagues.

—Sí, lo que tú digas —gruñóAsh.

—¿Quieres caminar o prefierescoger el coche?

—Caminar —respondió—.Llamaré a Josie por el camino.

Ash se quedó mirandoimpasiblemente al rostro

ensangrentado de Michael Cooper,que se encontraba tirado en elsuelo, mientras los otros hombresque lo acompañaban permanecíanseparados de la escena, alertas yvigilando que nadie los fuera adescubrir.

Ash dobló y estiró los dedos delas manos repetidamente paraaflojar la tensión de sus nudillos.Los guantes estaban rotos en unamano y llenos de sangre del otrohombre.

—Te olvidas de que Josie

Carlysle existe, ¿entendido? Si meentero de que estás a menos de unkilómetro de distancia de ella, lolamentarás.

Michael asintió y escupió lasangre que tenía en la comisura delos labios.

—Lo entiendo. Joder, ella novale tanto.

—Respuesta equivocada,gilipollas. Ella vale esto y más.Más de lo que te puedas siquieraimaginar. Es mía ahora y yo protejolo que es mío. Y si se te ocurre ir a

la policía como ella debería haberhecho cuando le pusiste las manosencima, haré de tu vida un infierno.Te estaré vigilando, Cooper. No loolvides nunca. Si intentas crearproblemas por esto, te arruinaré.No te quedará nada. Y si no te creesque tenga el dinero, el poder y loscontactos necesarios para hacer queocurra, solo ponme a prueba.Cuando termine contigo, estarásviviendo en la calle sobre un cartóny pidiendo dinero para podercomer.

Michael asintió de nuevo, elmiedo y el pánico brillaban en susojos. Era una rata cobarde ypatética.

Ash soltó la camisa de Michael ylo dejó en el suelo donde se quedójadeando en busca de aire. Unossuaves gemidos de dolor se leescapaban por la maltrecha boca.

—Esto es lo que tú le hiciste aella, maldito cabrón —dijo Ashmarcando con furia cada palabrapronunciada—. La golpeaste y ladejaste en el suelo mientras le

seguiste pegando. Considérateafortunado por lo que te he hecho.Olvídate de mi advertencia e iré apor ti con tal fuerza que solo sabrásque estoy ahí cuando te hayasmeado en los pantalones. Y lo quees más, te estaré vigilando, Cooper.Si me entero de que le vuelves aponer la mano encima a cualquiermujer, caerás hasta lo más hondo deeste mundo.

—Tenemos que irnos —dijo unode los hombres en voz baja—.Dijiste solo unos pocos minutos. Es

peligroso quedarnos aquí muchomás tiempo.

Ash asintió.—Ya he terminado con este

gilipollas.Ash y los otros se giraron y

dejaron a Michael en el suelo juntoal edificio en el que lo habíanacorralado. Era el camino quetomaba cada noche y, por suertepara Ash, estaba bastante apartadode las calles principales. Aun así sehabía arriesgado sobremanera. Si lapersona equivocada los descubría,

el infierno se desataría sobre él. Nopodía permitirse ser visto, no sepodía permitir tener ningún testigoque pudiera contrarrestar sucoartada si Michael decidía serestúpido e iba a la policía.

Se levantó el cuello de su abrigolargo, uno del que se desharía y novolvería a usar nunca más, uno quehabía comprado específicamentepara esta noche. Satisfecho de quesu rostro estuviera cubierto por elgorro que se había bajado y de quelas solapas le taparan las mejillas,

se alejó apresuradamente y dejó aMichael tumbado en el suelo, dondeparecería que había sido víctima dealgún robo. Ash había estado másque dispuesto a dejar que los otrostíos se llevaran lo que quisieran.

Ash le pasó al hombre de suderecha un fajo de billetes y le diolas gracias.

—Sin problema, McIntyre —murmuró C.J.—. Si nos necesitas,ya sabes dónde encontrarnos.

Ash asintió y se alejó en ladirección opuesta a ellos cuando

llegaron a una calle principal. Seencontraba solo a unas cuantasmanzanas del edificio quealbergaba las oficinas de HCM ytenía que apresurarse para volver atiempo antes de que las cámarasvolvieran a estar operativas. Cogiósu teléfono móvil, la llamada aúnestaba activa, y se lo llevó al oído.Aún la tenía en silencio, pero ladejó así para que no se escucharanlos sonidos de la calle.

Escuchó cómo Jace lideraba laconversación sin darle oportunidad

a Ash a que interviniera para nada.Cuando llegó a la puerta deledificio, entró precipitadamente yasegurándose de que no loreconocían. Se metió en unosservicios de la primera planta yguardó el abrigo en la bolsa dedeporte que llevaba y se quitó lagorra. Después de mirarse en elespejo y asegurarse de que no teníaningún rastro de sangre en la piel,desactivó el botón de silencio en elteléfono y se dirigió al ascensor.

Unos pocos minutos más tarde se

encontraba en la puerta deldespacho de Jace haciéndole ungesto al otro hombre al que habíanpagado para que se moviera.Intercambiaron chaquetas, el otrohombre desapareció rápidamente yAsh se unió a la tapadera,agradeciéndole a los inversores porsu tiempo y contestando algunaspreguntas de última hora. Jace lomiró interrogante, sus ojos loobservaban como si estuvieracalibrando si había algún indicio delo que había hecho o no.

Ash simplemente asintió en sudirección mientras terminaban lallamada.

Un largo silencio se instaló entreellos antes de que Jace finalmentedecidiera romperlo.

—¿Algún problema?Ash negó con la cabeza.—No. Todo perfecto. El cabrón

llevará los moratones durante mástiempo que Josie. Y se lo pensarádos veces antes de volver alevantarle la mano a otra mujer.

—Me alegro de que todo haya

acabado. Esto me estresa, tío. Meencantaría saber cuándo cojoneshas conocido a los tipos quecontrataste para el trabajo. Dios, ymás aún, ¿cómo conociste a lostipos que se encargaron delproblema que tenía Bethany con elhombre al que Jack le debía dinero?

Ash se encogió de hombros.—¿Importa? No son gente a la

que invitaría a cenar, ni tampocogente a la que ni tú, ni Gabe niespecialmente nuestras mujeresnecesiten conocer nunca.

Jace suspiró.—Solo me hace preguntarme en

qué mierdas has estado metido queyo no sepa.

—Nada ilegal —contestó Asharrastrando las palabras.

—Hasta ahora —dijo Jace convoz queda.

—Hasta ahora —coincidió Ash—. Pero tenía que hacerse. No voya permitir que nadie se meta con mimujer. No dudaré en volver ahacerlo si alguna vez fueranecesario.

Jace se levantó y soltó el aireque tenía guardado en los pulmonesen una exhalación profunda.

—Estoy listo para volver a casacon mi mujer, y estoy seguro de quetú también. —Sus ojos volvieron arecorrer a Ash de pies a cabeza conla preocupación reflejada en ellos—. ¿Estás bien, tío?

—Sí, estoy bien. Ese malditocabrón no me tocó. Me duele lamano, pero no es nada serio.

Jace sacudió la cabeza.—Larguémonos de aquí y

asegurémonos por nuestro bien deque nos ven salir juntos.

Capítulo dieciocho

Era la primera noche en toda lasemana que Ash había llegado tardea casa después del trabajo, y erauna lástima. A pesar de haberestado juntos únicamente duranteuna semana, Josie se habíaacostumbrado a que Ash volviera acasa antes del ocaso. Habían caídoen una rutina cómoda. Ellatrabajaba durante el día, éltrabajaba durante el día. Pero luego

él volvía a casa y ella lo recibíaesperándolo. Cada día, en el sofá ydesnuda. Y cuando él entraba por lapuerta el ambiente cambiaba deinmediato.

Ella le había pedidoperversiones, y Ash se las habíadado. Su trasero aún seguíadolorido por el interludio de lanoche anterior. Los primeros azotesdel lunes por la noche no habíansido abrumadores. Habían sidoperfectos. El resto de la semana losdescartó y optó por otras

exploraciones que no tenían nadaque ver con azotes en el trasero conuna fusta.

¿Pero anoche?Josie se pasó una mano por las

nalgas, disfrutando de la sensaciónhormigueante de los aún evidentesverdugones. Había usado una fusta,y no había sido tan suave con ellacomo la primera noche. Aunque enrealidad había sido ella quien lehabía suplicado que le diera más.Que la llevara más al límite. Que laacercara más a esa fina línea entre

el dolor y el placer.¿Qué tendría en mente para esta

noche? ¿O estaría demasiadocansado por el largo día de trabajoy la reunión?

Su teléfono móvil sonó y ellapegó un bote. Los ojos se leiluminaron cuando vio que era Ashel que llamaba.

—Hola —le dijo con suavidad.—Hola, nena. Estoy de camino.

Estate preparada para mí. Ha sidoun día largo y me muero por volvera casa contigo.

Una ola de felicidad se le instalóen el pecho. La ponía ridículamentecontenta que este hombre se murierade esa manera por volver a casacon ella. Ash era un hombre quepodría tener cualquier mujer quequisiera. Y la quería a ella. Nohabía mujer viva en este mundo queno disfrutara de un subidón deautoestima como ese.

—Entendido —dijo—. Te estaréesperando, Ash.

Ya tenía en mente cómo lo iba arecibir esta noche. Estaba claro que

hacían las cosas a su manera. Era sucontrol. Su autoridad. Él llevaba lasriendas. Pero tampoco le habíapedido que le chupara la polladesde aquella primera noche, y ellasabía que le había gustado. Mucho.

Esta noche quería regalárselo.Quería tomar el control durante eltiempo suficiente como para poderdarle el placer que se merecía trasun largo y agotador día de trabajo.No sabía por qué, pero no pensabaque a él le fuera a importar cederleese poco control hoy.

Se quitó la ropa, se cepilló elpelo y luego se miró en el espejo taly como hacía cada día cuando loesperaba. Luego se fue al salónpara esperarlo en el sofá.

No pareció tener que esperarmucho esta vez, lo cual significabaque Ash había tardado más tiempoen llamarla o que ella a lo mejor sehabía relajado tanto en su rutina quecada minuto no lo sentía como sihubiera pasado una hora.

En cuanto oyó las puertas delascensor abrirse, pasó las piernas

por encima del sofá y se arrodillósobre la gruesa alfombra de pielque había frente al sofá.

Cuando su mirada se encontrócon la de Ash, sintió una descargaeléctrica recorrer su cuerpo debidoa la intensidad que residía en esosbrillantes ojos verdes. Eran firmespero agradecidos. Sombríos. Tantoque la hacían estremecerse. Si teníaque dejarse guiar por la expresiónde su rostro, este no había sido elmejor día del mundo, pero parecíamuy satisfecho de encontrarla de

rodillas aunque le hubiera dichoque no esperaba que se arrodillaraa menos que él se lo pidiera.

Ash se acercó a ella al mismotiempo que soltaba el maletín en elsuelo. También se quitó la chaquetay la lanzó al sillón, einmediatamente después comenzó adesabotonarse las mangas de lacamisa.

Cuando se paró frente a Josie,ella levantó las manos y las llevóhasta su bragueta, con lo queconsiguió que sus ojos brillaran de

la sorpresa.—¿Qué haces? —le preguntó

suavemente.Ella sonrió.—Te estoy dando la bienvenida.

Solo quédate ahí y disfruta.—Oh, Dios —soltó en voz baja.Le desabrochó los pantalones e

impacientemente se los bajó por lascaderas antes de meter la mano bajosus bóxers y de liberar de suconfinamiento a su rígida erección.Josie se relamió los labios con elrecuerdo de la primera vez. Sentir

tanta carne endurecida sobre sulengua.

—Dios, Josie. Verte relamertelos labios está a punto de volvermeloco.

Ella sonrió de nuevo al mismotiempo que guiaba la vasta cabezade su pene hasta su boca.

—Esa es la idea.Ash inspiró con un fuerte siseo

que se pudo oír en el silencio quereinaba en el apartamento. Ella lelamió el glande y luego se introdujoel miembro en la boca, chupándolo

con delicadeza al mismo tiempoque lo acogía con más profundidad.

—Te he echado de menos hoy —susurró Josie cuando dejó que supene se liberara de su bocamomentáneamente—. He estadoesperando toda la tarde a quevolvieras a casa. Quería que fueraespecial. Algo que no olvidaras.

—Está garantizado que esto no loolvidaré, cariño. Nunca. Meencanta volver a casa contigo. Estasemana ha sido la mejor en toda mivida.

De nuevo esa felicidad la atacó yle envió una ola de calor por todoel cuerpo. Le encantaba que fueratan abierto con ella. No tenía dudaalguna de cómo se sentía, de que laquería. No tenía que jugar aadivinarlo. No tenía que jugar anada. Aunque él ya le había dichoeso. Que no quería juegos. Que loque pasaba entre ellos era deverdad. Que lo que hacían era real.Quizá Josie no hubiera apreciadoeso al principio, pero le habíademostrado que iba en serio con

esas palabras.Cada día, no vacilaba en decirle

lo hermosa que era, lo mucho que ladeseaba, lo mucho que le gustabatenerla en su apartamento. Queadoraba el regalo de su sumisión yque atesoraba el hecho de que lehabía dado su confianza.

En el plazo de una semana, estohabía sobrepasado a todas lasrelaciones que hubiera tenido en elpasado. En solo una semana, Ash sehabía clavado en su corazón másque cualquier otro hombre. Con

Michael, las horas que habíanestado separados no habíanparecido interminables. Nocontrolaba el reloj ni contaba lashoras ansiosa por que llegara elmomento en que lo viera de nuevo.

El corazón no había estadoinvolucrado entonces, pero ahorasí. Ash no solo poseía su cuerpo,sino que su alma y su corazóntambién le pertenecían y los habíaconquistado en menos de unasemana.

Parecía una locura. Cosas como

esta solo ocurrían en los libros o enlas películas. Las relaciones eranalgo complicado que había quetrabajarse todos los días. Noocurrían porque sí. El amor noaparecía sin razón alguna, ¿no?

Pero sí que lo había hecho.No podía amar a Ash tan pronto,

¿verdad? No cuando aún estabanconociéndose y explorando loslímites de su relación.

Estaba muy excitada. Totalmente.Ash claramente le gustaba mucho.Muchísimo. ¿Pero lo amaba?

¿Sentía como que cada minuto queestaban separados era la torturamás agonizante?

La volvía loca porque sabía quese estaba enamorando muy rápidode este hombre, pero desechó esaidea, aún era muy pronto. Aún habíamuchas cosas que no conocía sobreél. No había conocido siquiera asus amigos. Su familia. Aunquedudaba de que eso llegara algúndía. Él los odiaba, había sidobastante abierto en ese aspecto.

Josie no se podía imaginar

odiando a su propia familia. Habíaadorado a su madre y la habíallorado tras su muerte. Pero odiabaa su padre, ¿así que quién era ellapara juzgar a Ash? Aunque ella nocontaba a su padre como familia,porque la familia no te dejabatirado. Al menos no la familia deverdad.

No, su padre solo había sido undonante de esperma y nada más.

—Nena, no estás aquí.La suave reprimenda de Ash la

trajo de vuelta al presente y le hizo

abandonar el tren de pensamientosdifusos que estaba teniendo. Alzó lamirada y se lo encontró mirándolafijamente con el ceño fruncidomientras sacaba su miembro de laboca.

Ella se ruborizó, culpable de quela hubiera pillado tan rápido. Nohabía forma de esconderse de Ash.Lo veía todo. Estaba sincronizadocon sus estados de humor y suspensamientos. Le asustaba quepudiera leerla con tanta facilidadtras haber estado juntos solamente

durante una semana.—¿En qué estabas pensando,

nena? Porque está claro que no eraen mi polla. No es que lo queestuvieras haciendo no fuera bueno,pero no tienes la atención puesta enello.

Ella suspiró y se balanceó sobrelos talones con la mano aúnalrededor de su erección.

—Lo siento, Ash. Culpa mía.Estaba pensando en un centenar decosas distintas.

Josie se preguntó si la castigaría.

Eso sería lo que Michael hubierahecho. Y sus castigos no eranperversiones placenteras. Dolían.Estaban hechos para que dolieran.

Ash entrecerró los ojos ycontinuó estudiándola con lamirada.

—¿Qué demonios se te acaba depasar por la cabeza ahora mismo?Sea lo que sea, no me gusta.

Ella torció la boca casi dejandocaer la palabra «nada». No valdríade nada escondérselo. Él lapresionaría hasta que le dijera la

verdad. Le gustaba la brusquedad yla honestidad. Le gustaba saber loque estaba pensando.

—Me estaba preguntando si meibas a castigar por haberme ido a laluna —dijo ella con voz queda—.Y estaba pensando en los castigosde Michael y en el hecho de que élsí que me castigaría por no darle mitotal atención. Y sus castigos noeran placenteros ni perversos comolos tuyos. Los suyos… dolían. Soloeso. No había placer en ellos.

La descarga de ira que pudo ver

en los ojos de Ash le hizo apartar lamano de forma instintiva. Laseriedad estaba reflejada en todo surostro y ella inmediatamente searrepintió de haber sido tan sincera.No debería haber sacado aMichael. No debería haberlo traídoa su apartamento. A sus vidas.

Bajó la cabeza y entrelazó losdedos de sus dos manos entre susmismas rodillas.

Ash desde arriba maldijo, peroella no levantó la mirada. Luego laagarró con suavidad por los

hombros y tiró de ella hacia arribahasta ponerla de pie frente a él. Sesubió los pantalones y volvió aabrocharse la bragueta.

—Esta es una de esas ocasionesdonde vamos a hablar, pero yocontigo en mis brazos.

No parecía enfadado y eso hizoque el alivio la recorriera todo elcuerpo. Joder, qué complicado eranavegar entre las aguas de unanueva relación. Preocuparse todo eltiempo de no hacer o decir nadamalo era agotador. No quería

estropear las cosas. Ya estabamedio enamorada. Bueno, deacuerdo, quizás estaba muyenamorada de Ash, y por eso queríaver hasta dónde llegaban.

Ash la giró y la guio hasta el sofáy luego se sentó mientras laestrechaba entre sus brazos. Deslizólas manos por su cuerpo y por susbrazos antes de darle otro leveapretón. Le rodeó el rostro con lasmanos y le tocó con uno de susdedos pulgares la comisura de loslabios sobre la que aún se podía

apreciar muy ligeramente unmoratón.

—Ya te lo dije, no soy tu padre.No eres mi hija. No estamosjugando a interpretar los roles depadrehija. Eres una mujer adulta,libre de tomar tus propiasdecisiones. Y si eso suenacontradictorio a la clase de relaciónque tú y yo tenemos, no es así comoyo quería que lo vieras. Tú decidessi te quieres someter a mí o no. Yono puedo hacerlo por ti. No puedoforzarte a que tomes decisiones que

no quieres tomar. No quiero hacerteeso nunca.

»Lo cual significa que no megustan los castigos por cosas quesupuestamente has hecho mal o paradisgustarme. Eso solo me conviertea mí en un gilipollas, y no quieroser así contigo. Ahora, ¿ponerte elculo como un tomate porque nospone a cien a ambos? Sí, eso sí. Yocurrirá con frecuencia si me salgocon la mía. Pero sacar una fusta einfligirte dolor por el mero hechode que has hecho algo mal o de que

me has enfadado, no. Eso noocurrirá. Nunca. Porque en ese casono sería mejor que ese malditocabrón que te golpeó porque secabreó cuando lo dejaste.

Ella asintió ya entendiendoadónde quería llegar.

—¿De verdad lo entiendes,Josie? Me enfurece pensar en élprovocándote dolor por habercometido supuestamente unainfracción. Yo nunca te voy a tocarfísica o sexualmente cuando estéenfadado. Podré decirte cosas que

te duelan. Tengo mal genio. Pero novoy a hacerte daño a propósito.

Ella asintió de nuevo,aliviándose parte de la tensión quetenía acumulada en el pecho.

Ash bajó la voz hasta que estafuera suave y la miró a los ojos concariño y ternura.

—Nena, lo que necesito queentiendas es que tu relación conMichael no era buena. No era sana.No era un ejemplo de la clase derelación que tú pensabas que teníascon él. A lo mejor funciona para

otra gente, y si es así, mejor paraellos. Siempre y cuando tanto elhombre como la mujer estén deacuerdo y la mujer dé suconsentimiento. Si eso es lo quequiere y necesita del tío con el queestá, entonces perfecto. Pero a míno me funciona. Yo soy un tíoexigente. Y tanto tú como yosabemos eso. Pero no soy tanegoísta ni tan arrogante como paraque nuestra relación se centre en mítodo el tiempo. Si hay algo que a tino te gusta o que no quieres, todo lo

que tienes que hacer es decírmelo.Lo hablaremos. Consideraremos side verdad es importante, yencontraremos la manera de sortearese obstáculo.

Josie luchó por contener lasonrisa, pero esta se dibujó en suslabios y el alivio se apoderó de losojos de Ash.

—Iba a hacer esto cuando llegaraa casa, pero al verte de rodillas,desnuda y esperándome… digamosque me olvidé de todo lo que iba ahacer. Pero ahora te tengo entre mis

brazos y creo que es el siguientepaso lógico en nuestra relación.

Ella ladeó la cabeza y lo miró,interrogante.

—Déjame que lo saque delmaletín.

Ash se giró para colocarla mejoren el sofá y luego se deslizó pordebajo del cuerpo de Josie. Fue conpasos largos a por el maletín quehabía dejado tirado en el suelo,rebuscó dentro durante un momentoy luego regresó con una caja larga yrectangular en las manos.

Se colocó la caja bajo el brazo yvolvió a posicionarse en el sofá taly como lo había hecho antes: éltumbado con la espalda pegada albrazo del sofá y con Josie en suregazo y entre sus brazos. Sostuvola caja frente a ella para que ambospudieran verla y, con cuidado, laabrió para descubrir una gargantillaimpresionante en el interior.

Ella ahogó un grito mientras lasacaba de la caja y la sostenía entresus manos. Sabía lo que era. Ash lehabía dicho que había mandado

hacer una, pero nunca se hubieraimaginado que fuera a ser tanexquisito.

—Quiero que la lleves, Josie, yquiero que entiendas lo quesignifica.

—Me encantaría, Ash —respondió ella con suavidad.

Él la sostuvo entre sus dedos y sela colocó alrededor del cuello.Josie se dio la vuelta para quepudiera abrochársela y luego volvióa ponerse de cara a él para estudiarla expresión feroz de su rostro.

—Es perfecto —alabó. Y lo era—. Es algo que yo definitivamentehabría elegido para mí misma.

Ash sonrió.—Sí, es muy tú. Te pega. Quería

algo que combinara con tus ojos,pero también quería algo quereflejara tu personalidad. Tuvitalidad.

Las lágrimas se le acumularon enlos ojos y Josie respiró hondo parano perder la batalla contra ellas nidejar que cayeran por sus mejillas.

Ash le tocó la mejilla para

acariciar con ternura la piel de surostro y luego deslizó los dedoshacia abajo para pasarlos porencima del collar que descansabasobre el hueco de su garganta.

—Quiero que entiendas lo queesto significa, nena —dijo otra vez—. Sé que es precipitado, peroporque todo haya venido rápido nosignifica que no sea real. Vi a misdos mejores amigos enamorarsehasta las trancas rápido. Muyrápido. Sé que puede ocurrir y quepuede durar. Quiero que tú y yo

duremos. No estoy diciendo queaún estemos en ese nivel todavía,pero quiero que lleguemos a él. Yquiero que entiendas el significadoque tiene el collar. En parte esincluso más importante que unanillo de compromiso, y no estoydiciendo que no lo vayas a tenertampoco. Cuando llegue elmomento, tendrás el diamante y micompromiso. Pero este collar esigual de importante que un anillo ytodas sus formalidades.

—No sé siquiera qué decir —

pronunció ella resquebrajándoselela voz mientras lo miraba conasombro.

—Dime que entiendes susignificado y que lo llevarás puesto.Luego pasaremos a otras partes dela conversación que quiero tenercontigo.

Ella asintió y luego levantó unamano para tocar ella misma elcollar.

—No me lo quitaré nunca, Ash.La satisfacción floreció en los

ojos de Ash y luego la atrajo contra

él para besarla con fuerza y pasión.Cuando se separó de ella, los ojoslos tenía entreabiertos y nubladosde deseo.

—Ahora, volviendo a tu relacióncon Michael.

Ella hizo una mueca pero Ash lecolocó un dedo sobre sus labios.

—Sé que no es un buen tema deconversación. Entiendo que noquieras hablar de ello o incluso quetengas miedo de sacar el temacuando estás conmigo. Pero, cariño,estamos hablando de ti. No voy a

hacer como que tu relación con élnunca ha ocurrido y tampoco soytan cabrón como para prohibircualquier mención sobre tu pasadoy sobre las cosas que te afectan.Nunca jamás debes tener miedo dedecirme lo que sea. Si te preocupaa ti, entonces a mí también y lohablamos. ¿De acuerdo?

—Sí, está bien. Es solo que no loquería aquí, ¿sabes? Tuapartamento es nuestro mundo yodio que invada nuestro espacio.

—Lo entiendo, nena. Pero aquí

es donde te deberías sentir mássegura para sacar todas las cosassobre tu pasado que te duelan. Noquiero que me ocultes nada. Y loque iba a añadir era que tu relacióncon Michael era insana ycompletamente enfermiza. Y te dirépor qué creo eso. No quiero quepienses que te estoy juzgando o quecrea que fueras una idiota por estarcon él, pero lo que voy a decir esimportante y tiene relación con loque tú y yo tenemos ahora.

Dios, amaba a este hombre. Si no

hubiera reconocido ya que se estabaenamorando perdidamente de él,esas palabras tan completamentesinceras e impresionantes eincreíbles lo habrían conseguido.¿En qué otro lugar podría haberencontrado a un hombre así?¿Alguien tan considerado ycariñoso, tan amable y tierno conella y al mismo tiempo brusco yexigente cuando lo necesitaba?

Ash era, en una palabra, perfecto.Y ella no había creído nunca quelos hombres perfectos existieran

excepto en el país de las fantasías.Se acurrucó entre sus brazos,

calentita y contenta, y esperó aescuchar lo que iba a decir ahora.

—Michael cogió de ti mucho enesa relación pero él no te dio unamierda. Y esto lo sé por lo que mehas contado. Él esperaba cosas deti. Te castigaba cuando noobedecías. Pero no te daba nada a tia cambio. Dijiste que era frío ydistante, que nunca fue cariñoso. Note dio las cosas que necesitabas, ytampoco te recompensaba cuando

hacías algo que sí que locomplacía.

Ella torció la boca con disgustoporque Ash lo había clavado. Y lopeor de todo era que ella no habíasido capaz de verlo cuando estabaen la relación con Michael. Habíaasumido equivocadamente quetodas las relaciones como la queella tenía con Michael eran así. Ashfue bastante rápido en hacerle verlo equivocada que estaba.

—No te mostraba afecto. Nohacía cosas por ti porque supiera

que te encantaban. Y, nena, eso noestá bien. Tu relación con él tratabasolo de él, no sobre ti. Tratabasobre lo que él podía tomar de ti sintener que darte nada a cambio. Yeso es una vergüenza. Esas no sonformas de tratar a una mujer a laque se supone que tienes queproteger y cuidar.

—Tú no eres así —susurró ella.Los ojos de Ash resplandecieron.—No sabes cuánto me alegro de

que pienses así, nena. No me haríaninguna gracia que pensaras que no

te estoy dando lo que necesitas demí. Y si alguna vez lo piensas,quiero que me lo digas. Porque loarreglaré. No lo haré a consciencia,pero si llegara a ocurrir, espero queme lo digas muy clarito.

Ella sonrió.—No te preocupes, Ash. Ahora

que me has enseñado cómo puedenser las cosas, soy avariciosa y novoy a volver nunca a tener unarelación como la que tuve conMichael. Me has arruinado paracualquier otro hombre.

La expresión de Ash seensombreció.

—Eso es bueno porque no tengoni la más mínima intención de dejarque averigües cómo son las cosascon otro hombre. Si no te doy loque necesitas, entonces mejor queme digas qué es lo que no te estoydando porque no voy a dejar quevayas en busca de otro para eso.Eres mía, Josie.

—Soy tuya —susurró ellamientras delineaba con los dedos sufirme mandíbula.

—Ahora hablemos de eseencierro en el que te tengo.

Ella alzó ambas cejas.—¿Encierro? ¡Ash, eso suena

fatal! ¿Eso es lo que crees que hashecho? ¿Dejarme encerrada?

Él se rio.—Solo estaba bromeando,

cariño. Jace me acusó de tenerteencerrada porque no te compartocon nadie más, solo conmigo. Ytiene razón. Te he controlado muchoesta semana, he sido egoísta. No tequería compartir con nadie todavía,

y eso no es justo para ti. Solo hassalido de casa una vez en toda lasemana.

—No me ha importado, Ash. Meha encantado esta semana contigo.Y he estado trabajando, así que nopasa nada.

—Sí, pero te cansarías despuésde un tiempo. Solo queríaasegurarme de…

Él puso una mueca en el rostro yse calló.

—¿Asegurarte de qué?—No es importante —dijo con

brusquedad—. La cosa es quequiero que conozcas a mis amigos.Son las personas más importantespara mí además de ti. Son mifamilia. Mi verdadera familia.Gabe y Mia vuelven el sábado porla noche y si les apetece, megustaría que los conocieras a todosel domingo. Me gustaría queconocieras también a mi hermana,Brittany. Está pasándolo un pocomal ahora y es casi de la mismaedad que tú. Mia y Bethany y lasamigas de Mia son un poco más

jóvenes pero creo que también tegustarán. Tanto Mia como Bethanytienen la cabeza bien puesta sobrelos hombros y ambas tienen uncorazón tan grande como Alaska.

—Me muero por conocerlos —dijo con sinceridad—. Si significantanto para ti, no me cabe duda deque me gustarán, Ash. Quieroconocer a la gente que quieres. Mealegra saber que quieres compartiresa parte de ti conmigo. Ojalá yotambién pudiera hacer lo mismocontigo.

Él la estrechó contra sí de nuevo.—Quiero que tengas gente que te

quiera y te apoye, nena. Odio queestés sola sin familia y que hayasperdido a tu madre. Estoy seguro deque la habría adorado si era tal ycomo me has contado.

Josie sonrió y se incorporóligeramente para volverlo a besar.

—Bethany es diferente, Josie, yquiero que lo sepas de entrada. Ellaha tenido una vida dura, así queprobablemente no sea muy buenaidea que le preguntes cosas sobre

ella. Sobre su anterior vida, merefiero.

Josie alzó las dos cejas a modode interrogación y levantó la miradahacia Ash.

—¿Qué quieres decir?Ash suspiró.—Ella vivía en la calle cuando

Jace y yo la conocimos. Estabatrabajando en la fiesta decompromiso de Mia. Eso no losabíamos por entonces. Nosacostamos con ella esa noche, comoya te dije, pero a la mañana

siguiente se esfumó y Jace casi pusola ciudad patas arriba buscándola.La encontró en un centro de acogiday se la llevó a casa con él. El restoes historia, pero incluso después deeso ha tenido que pasar pormomentos duros. Tenía un hermanode acogida que vivía en la calle conella y que estaba metido en todaclase de problemas. Bethany tuvouna adicción a analgésicos, yaunque eso es pasado, la intensidadde su relación con Jace casi la hizovolver a recaer. Y luego su

hermano, Jack, le echó drogas en suchocolate caliente y casi la mató.Todos pensamos que era unasobredosis y que había intentadosuicidarse. Fue una situación jodidaporque la noche de antes Jacevolvió a casa y me encontró a mí ya Bethany en el apartamento y le diola paranoia. Se desahogó conmigo ycon Bethany y ella se enfadó. Asíque a la mañana siguiente cuandotodo esto ocurrió, la verdad es queno pintaba nada bien.

—Guau —dijo Josie en voz baja

—. Suena de película. Como algoque se pudiera ver en una serie detelevisión o algo.

—Sí —murmuró Ash—. Pero eratodo muy real. Jack no teníaintención de hacerle nada. Él era elque iba a suicidarse, pero Bethanycogió la taza equivocada y terminóen el hospital luchando por su vida.Quería que supieras esto para quen o formularas las preguntasequivocadas ni tampoco sacarasalgún tema de conversación quepudiera hacer que la situación fuera

incómoda para ti o para Bethany.Ella se mordió el labio. Tenía

una pregunta en la punta de lalengua que no sabía si deberíaformular porque la hacía parecer…celosa. Aunque aún sentía unpinchazo dentro del pecho cada vezque hablaba de Bethany, porque suexpresión cambiaba cuando hablabade ella. Era evidente que aunqueella perteneciera a su amigo, éltambién se preocupaba mucho porella.

—¿Qué estás pensando? —la

animó Ash—. Conozco esa mirada.Quieres preguntarme algo.Simplemente hazlo, nena. Tendríasque saber a estas alturas que puedespreguntarme lo que quieras.

Ella inspiró hondo.—Es solo que has dicho que Jace

os encontró a ti y a Bethany en elapartamento y se volvió loco. Perome dijiste que solo fue esa primeranoche…

Ash torció su boca.—No fue nada. Me acerqué al

piso de Jace para llevarle unos

documentos del trabajo. Porentonces uno de los acuerdos queteníamos en marcha se estaba yendoal garete, por eso estaba de esehumor de perros e inmediatamentellegó a la conclusión errónea. Ledebía a Bethany una disculpa. Fuibastante duro con ella al principio.No pensaba que fuera la mujeradecuada para Jace al verlo perderla cabeza de tal forma por ella. Yademás quería que dejáramos atrásesa primera noche y el cómo nosconocimos. Así que me disculpé y

le dije que quería que fuéramosamigos. Que Jace era importantepara mí, así que ella también lo eraa partir de ese momento para mí.Eso fue lo que Jace interrumpió.

Josie asintió.—Lo entiendo.Ash ladeó la cabeza y se la

quedó mirando atentamente.—¿Aún te sigue molestando esta

cuestión con Bethany?Ella hundió los hombros con un

suspiro pero fue honesta. No ledebía menos.

—Sí. No te voy a mentir, mepone un poco nerviosa el conocerla.No es que no te crea, pero no haymujer viva en este planeta a la quele guste encontrarse con la antiguaamante de su pareja, aunque solohubiera sido cosa de una noche. Siya es malo tener que conocerla,imagínate pasar tiempo con ella alargo plazo. Lo superaré, pero serélo suficientemente sincera contigocomo para admitirte que cuando laconozca por primera vez, voy aestar imaginándoos a los dos juntos

y no va a ser muy divertido quedigamos.

Ash no pareció estar muycontento con esa afirmación.

—No quiero que te tortures coneso, nena. No significó nada. O almenos debería decir que para mí nosignificó nada. Para Jace sí quesignificó mucho. Y si él hubierasido sincero conmigo desde elprincipio, esa noche nunca hubieraocurrido. Yo habría retrocedidoporque no me sentía atraído porella. No lo hice entonces, ni

tampoco ahora.El alivio se instaló en el pecho

de Josie. Sus palabras eranabsolutamente sinceras y ella se lascreía por completo.

—Estoy comportándome comouna tonta. No dejaré que memoleste, Ash. Te lo prometo. Y nosacaré el tema. Ni tampoco elpasado de Bethany. La verdad esque parece ser una mujer bastanteasombrosa.

—Lo es —dijo Ash—. Esperfecta para Jace. Y tú eres

perfecta para mí.

Capítulo diecinueve

Ash llevó a Josie hasta eldormitorio con la mandíbulafuertemente apretada, luchandocontra la urgencia de lanzarla sobrela cama y hacerla suya sin parar.Estaba inquieto. Todo el asunto deMichael aún daba tumbos en sucabeza.

Y eso solo hacía que su deseopor poseer a Josie, por reafirmar supropiedad y su posesión, fuera

mucho más feroz. Era inexplicableesta urgencia que se apoderaba deél cada vez que ella estaba cerca.Se preguntaba si disminuiría con eltiempo, y, sin saber por qué, pensóque no.

Algo así de volátil e intenso noera flor de un día. No se iría en unasemana, ni en un mes, ni siquiera enun año. Se podía ver perfectamentedentro de diez o veinte añossintiendo exactamente lo mismo, locual le decía que ya pensaba a largoplazo, a pesar de haberse decidido

a vivir día a día y sin mirar másallá del presente.

Era muy difícil pensarsimplemente en el hoy cuandoestaba más que resuelto a atarla a élde forma permanente. Todo lo quehiciera ahora sería paraconvencerla de que se quedara conél. Para mostrarle lo perfecta queera para él y, con suerte, lo perfectoque era él para ella.

Josie se giró y Ash sintió sucuerpo desnudo cálido y suave. Ellaalzó la mirada hacia él con los ojos

inundados de deseo. Ash pensaba, ya veces podría hasta jurar, que veíaamor en ellos. Pero a lo mejor eralo que él quería ver. Ella no lehabía dicho nada, pero él tampoco aella. Era demasiado precipitado. Apesar de todo lo que le hubieradicho, solo había pasado unasemana. La gente no se enamorabaen una semana.

Pero en realidad sí. Él lo habíavisto. Sabía que ocurría y sabía queduraba.

¿Quería que Josie lo amara?

Joder, sí. Lo quería, lo podíasentir y saborearía la dulzura enesas palabras cuando finalmentesalieran de sus labios.

—¿Qué te gustaría esta noche,Ash? —le preguntó suavemente—.Dime cómo me deseas. Has tenidoun día largo, quiero hacerte sentirbien.

El corazón se le derritió. Sudulce y querida Josie, tan deseosapor complacerlo. Tan pasional ydispuesta. Toda la oscuridad que sehabía instalado en su persona desde

que había salido de la oficina parair tras Michael se esfumó debido alos rayos de luz que Josiedesprendía. Parte de la tensión quesentía en los hombros sedesvaneció cuando ella lo acariciódesde los brazos hasta el cuello,donde le rodeó el mentón con lasmanos.

—No voy a marcarte el traseroesta noche, nena. Eso lo hiceanoche, y adoré cada minuto. Meencantan esas marcas en tu piel.Pero te dolería si lo volviera a

hacer hoy.Y él no quería que la violencia

que había desencadenado apenashacía una hora la tocara de formaalguna. Sabía que no le haría dañointencionadamente, pero no iba aarriesgarse a olvidar que seencontraba aquí y no en ese callejónoscuro donde le había dado unapaliza al otro tío.

No se arrepentía de lo que habíahecho, pero tampoco quería que lesalpicara a Josie. Nunca.

—¿Entonces? —susurró—.

Dímelo. Haré lo que quieras.Él le pasó una mano por el pelo y

la miró a los ojos, que estabaninundados de sinceridad. Teníatantas ganas de complacerlo. Eratan dulce y sumisa que hacía que elpecho le doliera.

—Te quiero a cuatro patas, nena.No te voy a atar esta noche. Quieroque seas capaz de mantenerte en pietú solita. Voy a follarte el coñoprimero y luego voy a hacer lomismo con el culo. No voy a ser tansuave como la primera vez. ¿Podrás

soportarlo?Mientras el deseo inundaba su

rostro, ella exhaló de formairregular y las pupilas se ledilataron rápidamente.

—Quiero todo lo que me vayas adar, Ash.

La besó en la boca, deslizando sulengua dentro de ella parasaborearla. Le encantaba cómo setragaba el aliento de Josie, cómorespiraba el mismo aire que ellaexhalaba. Había algocompletamente íntimo en ello, en

respirar el aire que ella le daba, ensuccionarlo y saborearlo antes dedevolvérselo.

—Súbete a la cama —le dijo convoz ronca—. A cuatro patas, y lasrodillas justo al borde del colchón.

Ella se separó y Ash se mostróreacio a dejarla ir incluso duranteel poco tiempo que le llevócolocarse en la cama tal y como lehabía indicado. La observó subirsea la cama y mostrarle el traserojusto como él quería. Luego lo mirópor encima del hombro con una

clara invitación en los ojos.Josie quería esto. Estaba

preparada. Ash solo tenía queasegurarse de no llevar las cosasdemasiado lejos. Ella se merecíaque fuera con cuidado; ya habíasufrido demasiado bajo la mano deun hombre dominante, aunque no esque Michael pudiera denominarsedominante. Él era más un cabrón.Un imbécil abusivo que se ponía acien controlando a la mujer quetenía en su vida.

Tampoco es que Ash fuera menos

controlador, pero todo radicaba enla presentación. Josie buscaría yacataría sin lugar a dudas suautoridad, pero él además le daríatodas las cosas que Michael nuncafue capaz de darle. Amor. Respeto.Ternura. En resumen, la querría.

Se desvistió rápidamente y cogióel bote de lubricante del cajón de lamesita de noche, lo soltó en la camajunto al trasero de Josie y luego lepasó las manos por las nalgas paramasajearlas y acariciarlas. Lasmarcas de la noche anterior aún

seguían ahí. Desvaneciéndose, peroaún visibles. Un contraste increíblecontra su pálida y suave piel.

Sus marcas. La evidencia de suposesión. La excitación lo atravesócon fuerza y con fiereza hasta hacerque su miembro creciera,amenazando con liberarse de esaexquisita tortura.

Deslizó los dedos entre loslabios de su sexo para comprobarlo excitada que estaba. Su carneestaba hinchada y húmeda, más quepreparada para su invasión, pero

aun así se contuvo, quería llevarlatodavía a alturas más elevadas.

Josie se retorció sin parar,moviéndose contra susexploradores dedos y buscándoloscon ansia cuando finalmente losretiró. Volvió a acariciarla másprofundamente, evaluando lassuaves paredes de su vagina ybuscando ese punto donde la texturaera más rugosa y ligeramentediferente al resto. Lo presionó yella soltó un grito. Una oleada dehumedad cubrió sus dedos y Ash

sonrió. Sí, estaba más quepreparada, y él se moría por estaren su interior.

Agarrándose la polla con unamano, la abrió a ella con la otra yse posicionó justo en la entrada desu sexo. Luego se introdujolentamente, centímetro a centímetro,hasta estar ambos vibrando denecesidad.

Tras ganar profundidad y estarcompletamente dentro de ella conlos huevos en contacto con susnalgas y sus muslos, Josie soltó un

suspiro entrecortado que Ash sintióen lo más profundo de su alma.Sintió ganas de llevársela a esaoscuridad que poblaba su mente.Josie tenía algo que llamaba a esaoscuridad, como si fuera la únicapersona con la que Ash estaríadispuesto a compartirla. Si laquería, era suya. Ella la necesitabade la misma forma que él.

Ash se echó hacia delante paracubrirla con su cuerpo mientrasseguía bien hundido dentro de susexo.

—Dime algo, Josie —le dijo conuna voz sedosa y suplicante—. ¿Tepuso celosa toda esa charla sobremi trío con Bethany y Jace?

Ella se tensó y luego giró lacabeza hacia él. Había una claraconfusión e incomodidad reflejadaen su expresión.

—Ash… no entiendo…No, por supuesto que no. Había

salido de su boca del modoequivocado. Maldijo su lenguaporque no lo había dicho de lamejor forma que hubiera deseado.

—Quería decir, ¿te imaginaste enese trío? ¿Lo pensaste? ¿Es algoque te excitó y que querías?

Ella sacudió la cabeza; sus ojosaún perplejos. Pero entonces huboun resplandor. Un indicio de algomás en ellos, aunque apenas podíaverlo debido a la posición en la quese encontraba girada.

—Creo que sí que te excitó —ledijo con la voz ronca—. Y ya tedije que no iba a ocurrir. ¿Tedecepcionó eso, Josie? ¿Teimaginaste lo que sería tener dos

pollas al mismo tiempo?Bajó una mano y le acarició el

clítoris, e inmediatamente sintiócómo su cuerpo respondía a sucontacto. Ella se contrajo a sualrededor. Su dulce sexo seestrechó y se tensó, se cernió sobresu erección de tal forma que estuvoa punto de explotar.

—Sí —susurró—. Me imaginécómo sería.

—Hay otra manera —dijosuavemente—. No es tan buenocomo lo de verdad, pero puedo

darte una sensación parecida. Notengo ningún deseo de compartirtecon otro hombre, cariño, peropuedo al menos darte laexperiencia.

—No lo entiendo —dijo ella conun tono de voz excitado y jadeante.

—Usaré un dildo anal. Uno másgrande para que estés ceñida yapretada alrededor de él. Luego tefollaré con el dildo dentro. Tendrásla experiencia de tener dos pollasdentro de ti sin tener a otro hombreen escena.

—Oh.Solo esa palabra ya expresaba un

montón de cosas. Emoción.Excitación. Sí, lo quería. Y se lodaría. Puede que no le ofrecieraestar con otro hombre —eso no ibaa ocurrir nunca— pero sí que lepodía regalar la misma sensaciónllenándola tanto por delante comopor detrás.

Se echó hacia atrás, aligerándoleel peso de su cuerpo, y se retirólentamente de esa carne sedosa ehinchada. Luego se hundió en ella

de nuevo, no estaba listo paraabandonar su estrecho calor.Todavía no. La tentaría durante unrato más, la excitaría y calentaríahasta que estuviera a punto devolverse loca.

La embistió una y otra vez, cadavez con más frialdad para intentarmantener el control. Josie gemía yse retorcía sin parar, pero Ashsabía que no iba a llegar alorgasmo. No a menos que sus dedostocaran su clítoris. Eso lo ayudabaporque significaba que Josie

llegaría al clímax únicamentecuando él quisiera que lo hiciera.

Tras unos pocos envites más,bajó la mirada y disfrutó de la vistaque tenía frente a él: su polladeslizándose dentro y fuera de susexo, mojada debido a sus fluidosvaginales, tan estrecha. Estaba taninmensamente ceñida a su miembroque no podía siquiera imaginarsecuánto más lo iba a estar cuandotuviera el dildo en su trasero.

Se retiró por completo de sucalor y la dejó temblando, apoyada

sobre manos y rodillas en la camamientras él iba a por uno de losdildos sin estrenar de su armario.Las manos le temblaron al abrir elembalaje del juguete. La excitacióny el deseo le hervían en las venas.

Cuando volvió a la cama, lasmanos de Josie eran dos puñosfuertemente cerrados que lasostenían sobre la cama, y luegoella se giró para mirarlo. Los ojosse le abrieron como platos cuandose percató del gran tamaño deldildo.

Ash se rio con suavidad.—No es más grande que yo, mi

amor. Lo acogerás, y me acogerás amí también.

—Va a doler —replicó ella conrecelo.

—Parte del placer es el dolor —le contestó suavemente—.Acuérdate de las marcas de anoche.Fui mucho más duro contigo que laprimera vez, pero lo recibiste todoy me suplicaste que te diera más.Ignora el dolor, Josie. Abrázalo,porque después del dolor viene el

placer. Te daré eso y muchísimomás.

Ella cerró los ojos y echó lacabeza hacia atrás, que consiguióque todo su pelo rubio sedesperdigara como la seda por todala superficie de su espalda. Ashquería enterrar las manos en susmechones, tirar de ellos y hacerlasuya incluso con más violencia.Pero eso ya llegaría. Por ahora loque tenía que hacer era prepararla.Introducirla suavemente en lasituación. Luego ya llegarían al

séptimo cielo los dos juntos.Untó una generosa cantidad de

lubricante tanto en el dildo como ensu trasero, extendiendo su aberturay deslizando los dedos en suinterior para cubrir todo elconducto también. Cuando estuvoseguro de que ya era suficiente parapoder insertar el dildo con unmínimo esfuerzo, soltó el lubricantea un lado y se volvió a colocarentre sus muslos.

—Respira, nena. Voy a irintroduciéndolo poco a poco, pero

ayúdame respirando con calma ymoviéndote hacia mí cuando tediga.

—De acuerdo —susurró con unavoz entrecortada debido a laexcitación.

Insertó la punta y dilató suabertura muy levemente. Luegocomenzó a empujar el dildo hacia elinterior de su cuerpo. Ella gimiósuavemente y Ash se paró, sacandoel juguete y seguidamentevolviéndolo a insertar conmovimientos lentos, como si se la

estuviera follando, mientras ellaseguía dilatándose a su alrededor.

Durante varios segundos, Ash seentretuvo jugando con ella,provocándola e introduciéndosemás adentro con cada movimiento.Luego le rodeó la cintura con unamano para acariciarle el clítoris yempezó a presionar su ano con másfuerza y a internarse con másprofundidad.

—Oh, Dios —gritó Josie.—¿Demasiado?—¡No! Es increíble, Ash. ¡No

pares!Él se rio entre dientes.—Ni en sueños, nena.Siguió acariciándole suavemente

el clítoris hasta ponerla frenética, yluego le insertó el dildo porcompleto.

Ella gritó y arqueó la espalda.Sus piernas temblaban y sesacudían con violencia al mismotiempo que respiraba con fuerza yde forma entrecortada.

—Shhh, cariño —canturreósuavemente—. Ya está metido

entero. Solo respira y cálmate. Tedaré unos segundos para que terelajes. No quiero que te corrastodavía.

Ella bajó la cabeza hastaapoyarla sobre el colchón y cerrólos ojos mientras su cuerpocontinuaba sacudiéndose. Ashquería que la experiencia fuerabuena para ella. Era enterita paraella. Él sin duda la disfrutaría igualo más, pero era solo para ella.Quería que se corriera gritando deplacer. Gritando su nombre.

Él retrocedió y Josie volvió aalzar inmediatamente la cabeza,girándola hacia él para buscarlocon la mirada. Él sonrió y seinclinó hacia ella para darle unbeso en la zona lumbar de suespalda, justo antes de llegar a lacurvatura de sus nalgas.

—Dame un minuto, nena. Quieroque esto sea bueno para ti.

—Si haces que sea mejortodavía, me voy a morir —dijo conun gemido.

Él se rio otra vez y fue a por la

cinta roja escarlata que teníaencima del armario. Habíacomprado todas estas cosas en elmismo momento en que Josie sehubo mudado a su apartamento.Quería que todo lo que usara conella fuera nuevo. Que no hubieratocado nunca a otra mujer.

Se la llevó consigo y luego, concuidado, giró a Josie de modo queestuviera colocada de cara a él. Sehallaba alzada sobre sus rodillas,con los muslos separados paraaliviar la tensión que el dildo le

provocaba. Su rostro se encontrabaruborizado por la excitación, susmejillas sonrosadas y sus ojosbrillaban.

Los abrió como platos cuando éllevantó la cinta para atárselaalrededor de los ojos, y, para noasustarla, decidió al menos darleuna explicación.

—Voy a vendarte los ojos, yaque eso realzará tus otros sentidos.Quiero que confíes en míplenamente para darte placer.

—Confío en ti —le contestó ella

con una voz suave y dulce.Él sonrió con aprobación y luego

le colocó la cinta sobre los ojos. Laató firmemente por detrás trasasegurarse de que cubría su visiónpor completo y de que no podía vernada más que oscuridad.

—Ahora quiero que te tumbes —le indicó—. De espaldas, con laspiernas en el borde de la cama.

Incluso mientras hablaba, Ash laayudó a colocarse y se aseguró deposicionarla tal y como él quería.Josie se hundió en el colchón y él

dibujó una ligera sonrisa sobre suslabios hinchados.

—Ojalá pudieras ver lo que yoestoy viendo ahora mismo —dijocon voz ronca—. Estás taninmensamente preciosa, Josie.Tumbada frente a mí, con los ojosvendados y ese dildo bien enterradoen el culo. Esperándome.

Se arrodilló frente a la cama paraque su rostro y su boca estuvieran ala misma altura que su sexo abierto.Lamió la abertura y subió hasta suclítoris antes de disfrutar de los

estremecimientos que seapoderaron del vientre de Josie.

—No voy a durar mucho de estaforma, Ash —le informó con unavoz forzada.

—Sí que lo harás —contestó élcon calma—. Te correrás cuando tediga, y no antes.

Ella soltó un sonido deimpaciencia que lo hizo sonreír.Seguidamente continuó lamiéndolay saboreándola poco a poco y condulzura como si se tratara delmanjar más exquisito. Ella se

retorció y se alzó en busca de más,pero cada vez que volvía a bajar eldildo se hundía más en su cavidadanal. Jadeaba, estaba rozando elorgasmo, pero él conocía su cuerpo.Conocía bien los signos de suinminente culminación, así que seseparó de ella y la dejópeligrosamente cerca de llegar alfinal.

Josie gimió. El sonido salió tanlleno de frustración y consternaciónque hizo que Ash volviera a sonreírde nuevo.

—Cuando yo te diga, nena.Cuando yo te diga y no antes.

—Me estás matando —suspiró.—Oh, todavía no he empezado

siquiera —dijo con dulzura—.Antes de que acabe contigo meestarás suplicando.

—¡Te estoy suplicando ahora!Él ensanchó su sonrisa y le

separó mucho más las piernas.Luego estiró un brazo hasta lamesita de noche y sacó las pinzaspara pezones que Josie no podíaver. Se inclinó hacia ella y lamió

primero un pezón y luego el otrohasta conseguir que ambosestuvieran túrgidos y enhiestos.

Los succionó con tantadelicadeza que los volvió a los doslocos de deseo y de necesidad.Cuando consiguió que sus pezonesfueran dos botones duros y rígidos,los lamió una última vez con lalengua y luego con cuidado lecolocó la primera pinza.

—¡Oh! —exclamó ella cuandosintió el primer pellizco—. ¿Ash?

—Tranquila, nena. No te haré

daño, ya lo sabes. Solo es un pocode dolor. Te llevará al límite y tegustará.

Le colocó la otra y luego seenderezó para admirar su obra.

Josie era una obra de arte. Y noera una afirmación cursi que decíapor decir. Era magnífica. Elcomplejo y colorido tatuaje queserpenteaba por encima de sucostado derecho era un reflejoexacto de quién y qué era ella. Ashpodía admitir con total sinceridadque antes de Josie no le habían

gustado mucho las mujeres contatuajes. No era algo que loexcitara. Pero desde el momento enque pudo captar un destello delsuyo había estado rabioso decuriosidad.

En ella no era un simple tatuajecomo muchos otros. Era su arte. Unreflejo de ella misma. Y le iba queni pintado. No podría tener a Josiede ninguna otra manera.

—Me fascinas, Josie. Tienes esaapariencia de niña buena, honesta ytotalmente inocente. Ese pelo rubio,

esos impresionantes ojosverdeazules. Pero bajo la ropa hayun tatuaje que grita «chica mala».Me gusta. Me gusta mucho.

Una sonrisa curvó los labios deJosie otra vez. Una sonrisaadorable.

—Me alegro de que te guste.—Oh, desde luego, nena. Sin

duda. Me gusta todo de ti. Todo loque hace que tú seas tú.

Se quedó mirando las pinzas ensus pezones durante un rato más yluego dejó que una mano delineara

su cuerpo justo por el centro de supecho, pasando por su vientre yterminando en la humedad que teníaentre las piernas. Sí, estaba más quepreparada para él. No cabía duda.Pero no quería que terminara tanpronto. Se tomaría su tiempo. Lasaborearía y haría que fuera unaexperiencia buena para ambos.

Se acarició el miembro y losostuvo cerca de su aberturamientras observaba lo que era suyo.Mía. Ella era suya, sin duda. Nuncapensó que encontraría a una mujer

que lo entendiera tan bien en lacama. Y aun así, ahí estaba,comiéndose con los ojos a unamujer tan preciosa que dolía de tansolo mirarla. No podía mirarla sinque un dolor agudo se le instalaraen el pecho: el reconocimiento desaber que ella era la adecuada paraél. La única. Ash nunca volvería amirar atrás. Nunca se arrepentiríade nada.

Tiró de sus rodillas hacia arribay le dobló las piernas de modo queestuviera abierta por completo a él.

La base del dildo estaba incrustadaen su ano y Ash estaba más quepreparado para hundirse en esesexo tan estrecho.

El sudor empapó su frente y élapretó los dientes al mismo tiempoque se abría paso entre sus labiosmojados y calientes y se enterrabapor completo en su interior. Oh,Dios, estaba más estrecha. Muchomás estrecha que antes. El dildoestaba haciendo que la abertura desu sexo fuera mucho más pequeña.

No sería fácil entrar, pero sí

increíble.Empujó la cabeza de su miembro

más adentro y puso los ojos enblanco ante la exquisita sensaciónde tenerla a ella oprimiendo supolla. Josie gimió con intensidad ymovió las manos sin parar por lacama, casi como si no supiera quéhacer con ellas.

Joder, él sí que sabía qué hacercon ellas. La idea de tenerla no solocon los ojos vendados, sino atadatambién, lo excitaba visualmente.La idea de ser capaz de mirar a su

mujer, vulnerable e indefensacontra su voluntad… Oh sí, lo poníaa cien.

Se apartó y ella transmitió suqueja a través de un gimoteo. Leacarició una pierna y dejó que suimaginación se pusiera en marchaampliando la anterior idea de atarlesolamente las manos. Sí, le ataríalas manos… y las piernas. Lasabriría tanto como pudiera y luegola amarraría en esa posición. Todolo que tendría que hacer seríacolocarla en la parte inferior de la

cama donde pudiera atarle lostalones a los postes de la cama.

—Dame solo otro minuto más,nena —dijo con la voz más gravede lo que había pretendido—. Voya atarte.

Ella tragó saliva con fuerza, perono hizo ningún sonido. Su pechosubía y bajaba debido al esfuerzode sus respiraciones. Sabía que laidea la excitaba tanto como a él.

Sacó la cuerda de su armario yluego volvió junto a ella. La ayudóa levantarse y la guio hasta el borde

inferior de la cama, donde estudiótodas sus posibilidades.

Le levantó los brazos por encimade la cabeza y los juntó atando lasdos muñecas con un nudo firme.Luego cogió lo que sobraba decuerda y se la llevó hasta el cabezalde la cama para anudarla, de esamanera sus brazos quedaríantotalmente estirados y en tensión.Sin embargo, cuando la atócomprobó lo tirante que habíaquedado la cuerda para que nofuera demasiado doloroso para sus

hombros.Satisfecho al saber que estaba

perfecto, volvió a la parte inferiorde la cama y dejó que su manodeambulara vagamente por sucuerpo, apreciando y saboreando laplenitud de sus curvas, las delgadaslíneas de su estrecho vientre y laamplitud de sus caderas. Pero estavez no la tocó íntimamente, unhecho que la frustró a juzgar por elgemido que emitió. Ash sonrió otravez. Sí, iba a ser perfecto y no teníaprisa ninguna por acabar. Iba a

saborear la deliciosa imagen quetendría de ella atada y se la ibafollar hasta que ambos perdieran lacabeza.

Con cuidado, levantó uno de sustobillos y se lo rodeó con la cuerdaantes de volver a dejarlo sobre elcolchón para atárselo al poste de lacama. De nuevo comprobó latirantez de la cuerda, ya que queríaque la mantuviera firmementeabierta para él, pero a la vez noquería hacerle daño o causarledemasiada incomodidad.

Para cuando se dirigió a la otrapierna, esta se sacudió y temblóbajo su contacto. El ritmo de susrespiraciones se aceleró y el sudorresplandeció sobre su piel.

—¿Ash?Se paró justo cuando estaba en

proceso de hacer el último nudoalrededor del poste de la cama.

—¿Sí, cariño?—Olvídate de lo que te dije de

no poder correrme sin laestimulación del clítoris —dijo conuna voz débil—. ¡Creo que voy a

hacerlo igualmente!Él se rio y se inclinó hacia

delante para besarle el interior dela pantorrilla.

—De eso nada, nena. No hastaque yo lo diga. No me vas a dejaratrás.

Josie suspiró y cerró los ojos almismo tiempo que apretaba loslabios y luchaba contra el deseoque crecía en su interior.

A continuación Ash se separópara admirar su obra de arte.

—Preciosa —dijo en voz baja—.

No tienes ni idea de lo cachondoque estoy ahora mismo, Josie. Ojalápudieras verte ahora mismo. Nuncahe visto nada tan bonito como túestando atada a mi cama, todaabierta para mí. Voy a darme unfestín contigo.

—Por favor, Ash. Te lo suplico.Por favor, te necesito.

Le había prometido que lesuplicaría, pero no quería que lohiciera. No, él quería complacerla.Darle todo el placer que ella leestaba dando a él.

Deslizó las manos por debajo desu trasero y lo levantó tanto como lacuerda le permitió. Le agarró lasnalgas y se las masajeó al mismotiempo que se acercó a ella, listopara poseerla.

Colocó su pene en su abertura yse introdujo apenas un centímetropara comprobar lo estrecha queestaba. Ash soltó un gemido, y ellalo acompañó con otro cuando sedilató a su alrededor.

—Tan estrecha —dictaminó—.Quiero que sientas esto, nena. Así

es como sería tener dos pollasdentro de ti.

—Es maravilloso —soltó ella envoz baja—. Más, Ash. Por favor.Antes de que me vuelva loca.

Sintiéndose morir, Ash se hundiómás adentro a pesar de que elcuerpo de Josie luchaba contra lainvasión. El dildo había hecho quesu sexo fuera dolorosamenteestrecho. Pero era un dolor querecibió con los brazos abiertosporque tras esa ola de dolorvendría un placer inimaginable.

Ahora sudaba: estaba tenso a másno poder e intentando mantener elcontrol mientras se abría paso entreesas estrechas paredes vaginalespara introducirse más en su interior.

—¡Es demasiado! —gritó Josie—. Oh, Dios, Ash. ¡Me voy acorrer!

Él se paró y le agarró las piernascon tal fuerza que le hincó losdedos en su carne.

—No es demasiado, nena. Nuncaes suficiente. Espérame. Córretecuando yo lo haga.

Bajó la mirada y una muecaapareció en su rostro cuando vioque solo estaba enterrado a mediasen su cuerpo. Se retiró ligeramentey luego llevó una mano hasta sumonte de Venus y deslizó el dedopulgar entre los labios para llegarhasta el clítoris.

—Voy a ir rápido, nena. No voya durar, ni tú tampoco. Córreteconmigo ya. Voy a follarte confuerza y va a doler, pero luego seráincreíble.

Ella gimió de nuevo mientras su

cuerpo se ceñía alrededor de sumiembro.

—Entonces hazme daño, Ash. Loquiero. Lo necesito. Te necesito.

La suave súplica destruyó elúltimo ápice de control que lequedaba. Presionó el dedo pulgarsobre su clítoris y seguidamente laembistió, decidido a enterrarse enella por completo esta vez.

Josie gritó y su sexo seconvulsionó a su alrededor. Sehumedeció y se volvió totalmenteresbaladiza, caliente y

aterciopelada. Ash comenzó amoverse con fuerza y rapidez, yluego ella se abrió para él y lo dejóentrar bien hasta el fondo. Sinembargo, Ash no se paró parasaborear la sensación de estarcompletamente enterrado en sucalor. Estaba demasiado cerca, yella también. No había forma deparar ahora.

Sus caderas chocaban contra eltrasero de Josie, que provocaba quetodo su cuerpo rebotara. Su cuerpose balanceaba contra las firmes

ataduras y se arqueaba hacia arriba,separándose de la cama.

Más adentro, más fuerte. Lavisión de Ash se emborronó. Losjadeos que soltaba Josie resonabanen sus oídos.

—Córrete —gruñó—. ¡Ya!El grito que soltó ella atravesó

toda la habitación. Sus gemidoscontinuaron sin parar mientras sucuerpo se sacudía alrededor delsuyo. El clímax de Ash fuedoloroso y tenso. Comenzóbullendo bien abajo en sus

testículos y luego salió disparadohacia su miembro. Empezó a soltarchorros interminables de semen quegoteó por fuera de su sexo yfinalmente cayó sobre la cama.

Ash se movió otra vez al mismotiempo que le tocaba el clítoris conel dedo pulgar y ella gritó de nuevo.Luego se retiró de su carne y seagarró la palpitante polla con lamano. Se masajeó con fuerza ydirigió su semilla hacia el vientre ylos labios vaginales de Josie.

Salió disparada hacia su piel,

marcándola. Ash se vació encimade su carne con abundantes chorrosde semen.

Ella gimoteó con los oídosrugiéndole, y luego Ash se volvió adeslizar dentro de su cuerpo otravez, incapaz de soportar estar fuerade su calor durante más tiempo. Sequedó quieto encima de ella,disfrutando de los últimosestallidos. Cerró los ojos y se echóhacia delante mientras respirabacon dificultad debido al esfuerzo.

Nunca antes se había sentido así

de derrotado. Nunca antes se habíasentido como si le hubieranarrancado la piel a tiras y seencontrara completamente desnudo.Permaneció ahí tumbado encima deella y con el semen pegajoso ycálido entre ellos, y luego la besójusto debajo de sus senos.

—Eres mi perdición, Josie —murmuró—. Eres mi perdición totaly completamente.

Capítulo veinte

Cuando Josie vio el restaurantedonde ella y Ash habían quedadocon sus amigos, la inquietud seapoderó de ella. Era un restauranteque Michael frecuentaba a menudo.Era su lugar favorito para comer, unlugar al que la había llevado a ellamuchas veces.

Deshaciéndose de sumomentánea vacilación, se situójunto a Ash y este le pasó el brazo a

su alrededor para agarrarla confirmeza a la vez que entraban. Si seencontraba con Michael, y parecíabastante probable ya que él cenabaaquí casi todos los domingos por lanoche, no actuaría como siestuviera avergonzada de nada.Definitivamente no de que lahubiera atacado. Y por supuestotampoco de salir con Ash a pesarde lo rápido que hubiera empezadootra relación tras haber roto conMichael.

—¿Te pasa algo? —murmuró

Ash mientras el servicio los llevabahasta su mesa.

Ella negó con la cabeza y sonrióalegremente.

—No estarás nerviosa, ¿verdad?Relájate, cariño. Te adorarán.

Esta vez la sonrisa vino conmucha más facilidad.

—No estoy preocupada, Ash. Deverdad.

Ash la pegó contra su costado.—Bien. Quiero que te lo pases

bien.Cuando llegaron a la mesa, que

estaba situada en la esquina másalejada donde tendrían silencio yprivacidad, Josie vio que susamigos ya estaban allí.

Parpadeó cuando pudo ver a losdos hombres que se levantaron unavez ella y Ash llegaron a la mesa.Virgen santa, madre de Dios. Porseparado, cada uno de ellos eraguapísimo. Pero juntos eran elparadigma de la belleza absolutamezclada con arrogancia y dinero.

Josie no se paró a mirar a las dosmujeres que estaban sentadas

porque… ¿hola? Ella era una mujer,¿cómo podría siquiera ver más alláde esos tres machos alfa que sehabían juntado ante sus narices?

—Josie, te presento a mis amigosy socios de trabajo, Gabe Hamiltony Jace Crestwell.

El que se llamaba Gabe dio unpaso al frente con una sonrisaenorme dibujada en su pétreorostro. Extendió su mano y ella seestremeció cuando sus pieleshicieron contacto.

—Me alegro mucho de

conocerte, Josie —dijo Gabe conuna voz ronca que gritabasexualidad en cada palabra—. Lohabía estado esperando con ansia.

—Es un placer conocerte a titambién —murmuró Josie.

Se volvió hacia Jace y tragósaliva. El hombre era el poloopuesto de Ash. Serio y pensativodonde Ash era más despreocupadoy aparentemente menos pensativo,pero Josie sabía que las aparienciasengañaban. La de Ash eracompletamente contraria a su

verdadera personalidad. Podríaparecer relajado y despreocupado,pero era totalmente serio. Al menoscon ella lo era.

Jace se inclinó hacia delante y labesó en ambas mejillas antes desepararse con una sonrisa que hacíaque sus ojos marrones parecieransensuales y seductores.

—He oído hablar mucho de ti,Josie. Me alegro de que Ash por finte dejara salir de su apartamento eltiempo suficiente para encontrartecon todos nosotros.

Ella se rio y se relajó y luegocentró su atención en las dosmujeres por las que se moríalocamente de curiosidad.Cualquiera que se las arreglarapara capturar y cautivar a doshombres como Gabe y Jace teníaque ser increíblemente especial.Según Ash, ambos estabantotalmente cautivados y completa eirremediablemente enamorados.

Ella quería eso. Lo ansiaba. Loquería con Ash, y si sus palabraseran ciertas, estaban en ello. Aún la

desconcertaba que hubiera ocurridotan rápido, pero luego él le explicóque había ocurrido exactamenteigual de rápido con sus amigos. Conese historial, a lo mejor no era tanraro que la relación entre ella y Ashse hubiera vuelto tan seria en tanpoco tiempo.

—Cariño, te presento a dosmujeres muy especiales, Mia yBethany. Mia es la recién casada yestoy seguro de que si Jace se salecon la suya, Bethany no se quedarámuy atrás en lo que al matrimonio

se refiere.—Totalmente cierto —gruñó

Jace.—Hola, Josie —dijo Mia con

una sonrisa abierta y simpática. Erala hermana de Jace según le habíadicho Ash y ahora Josie podía verel parecido.

—Hola —contestó Josie—. Mealegro mucho de conoceros aambas.

—Hola, Josie —dijo Bethanycon una sonrisa no menos simpáticaque la de Mia, pero era evidente

que la muchacha era más tímida ymás reservada que Mia.

Acordándose de todo lo que Ashle había dicho sobre Bethany, Josiela estudió y asimiló que la mujerjoven sentada justo al lado dedonde Jace había vuelto a tomarasiento había pasado por muchascosas y había tenido una vida muydura.

Y también estaba el detalle deque esa mujer había estado en lacama con Ash. Con Ash y Jace almismo tiempo. Josie no sabía si

sentir celos de que Bethany hubieratenido las manos de Ash sobre sucuerpo, o envidia de que hubierapodido disfrutar de un trío con dosmachos alfa increíblementeatractivos.

La segunda opción estabaganando por goleada.

—Hola, Bethany —le devolvióJosie con amabilidad—. He oídohablar mucho de todos vosotros.Sois muy importantes para Ash. Sufamilia, como él os llama. Memoría de ganas por conoceros a

todos.Ash la llevó hasta la silla situada

junto a Gabe y frente a Bethany yMia.

—Él es nuestra familia —dijoJace con voz firme—. Y nosotrossomos la suya. Por supuesto.

—Creo que es maravilloso quetenga amigos tan leales —comentóJosie en voz baja.

—Bueno, Ash dice que eres unaartista, Josie —habló Jace una veztodos estuvieron instalados en susasientos—. Y que diseñas joyas.

Josie asintió, sintiéndose derepente cohibida por tener tantaatención centrada en ella.

—Es asombrosa —dijo Ash—.Sus obras son preciosas.

Josie se giró hacia Ash,sorprendida.

—Pero no las has visto. O almenos no muchas. Todavía no.

Ash pareció incomodarse por unbreve espacio de tiempo, peroluego sonrió.

—He visto en lo que estástrabajando ahora. Es muy bueno.

El calor se apoderó de susmejillas y ella supo que se estabaruborizando. Los cuadros en los queestaba trabajando ahora eran unpoquito más eróticos que losanteriores. Pero eran única yexclusivamente para Ash.

—¿Has diseñado tú esagargantilla que llevas? —preguntóMia echándose hacia delante y conla vista fija en el collar de Josie—.¡Es precioso!

Ahora sí que se estabaruborizando de verdad. Estaba

convencida. Ash le dio un apretónen la mano por debajo de la mesa yella controló su incomodidad. Estoera importante. Era lo que élquería: que no se avergonzara nuncade hacerle saber a la gente que erasuya.

—No —respondió con voz ronca—. Ash mandó que lo diseñaran pormí. Fue un regalo.

Mia abrió los ojos como platos,entendiendo a lo que se estabarefiriendo. Sin embargo, había queagradecerle que no ahondara más en

el tema y que intentara hacerdesaparecer la incomodidad delmomento al apresurarse a añadiralgo más.

La mirada de Josie recayóentonces en la gargantilla queBethany llevaba. La joven se habíallevado la mano automáticamentehasta el collar en el mismomomento en que Mia había hecho elcomentario sobre el de Josie.Evidentemente también era uncollar de sumisa. Uno que le habíaregalado Jace. ¿Compartían todos

sus amigos sus mismas tendenciassexuales? Definitivamente, sí queveía a Gabe y a Jace en el rol dedominantes. Estaba claro por laforma en que miraban a Mia y aBethany. Por su lenguaje corporal.Por lo protectores que eran conellas incluso cuando estabansentados en un sitio público.

Era posible que otros no sedieran cuenta, pero Josie sí. Josieestaba bien sintonizada con eseaspecto porque era el estilo de vidaque ella vivía. Era una necesidad

que residía en ella tal y comoparecía ser también para Ash, Gabey Jace.

Tenía un millón de preguntas.Preguntas indiscretas que leencantaría hacer a Mia y a Bethany,pero se contuvo la lengua. A ella nole gustaría que las otras dosmujeres empezaran a indagar en surelación con Ash, así que lesofreció la misma consideración.Pero eso no palió la enormecuriosidad que sentía. Quizás con eltiempo, si se hacían amigas, se

sintiera más cómoda teniendo esaclase de conversación con ellas.Pero aun así, sabía sin duda algunaque no quería tener nunca en la vidauna conversación con Bethanysobre el hecho de que había tenidoun trío con Ash y Jace. ¡Tantaenvidia era imposible de manejar!

Gabe y Jace la estaban mirandocon clara curiosidad en los ojos.Seguramente sentían tantacuriosidad por ella como ella porellos. Pero si conocían a Ash y erantan amigos íntimos como Ash le

había sugerido, no cabía muchaduda de que sabían la clase derelación que él prefería y que Josieera… una sumisa.

Pero si pensaba que la irían amirar con «menos» en los ojos, oque la iban a mirar como si ellosfueran «más», estaba equivocada.No la miraban con nada más queinterés. Se preocupaban por suamigo, sin duda, y seguramenteestaban considerando si Josie erauna buena elección para él o no.

Ash le había dicho al principio

que no había creído que Bethanyfuera buena para Jace, y de hechohabía sido bastante abierto con eltema. ¿Estaban pensando lo mismode ella sus amigos?

No quería que la consideraranindigna de Ash. No la conocían y noquería que la juzgaran después dehaberla visto tan solo una vez.

—Me encantaría ver tus obrasalgún día —dijo Gabe—. Creo quenos vendría bien tener un poco decolor en las oficinas. Todo lo quetenemos es un puñado de cuadros

abstractos y aburridos que no losentiende nadie. ¿Crees que podríasvenir a echarle un ojo algún díapara intentar darle un poco de vidaa las paredes?

Ella sonrió.—Por supuesto. Me encantaría.

Pero te lo advierto, mis pinturas sonbastante coloridas. No me va todoese rollo oscuro y serio. Me gustanlos colores vivos. Las intensidades.Y tendría que cambiar de tema porcompleto, porque los cuadros en losque estoy trabajando ahora no es

que sean muy apropiados para unlugar de trabajo.

Ash tosió para ocultar su risa.Las cejas de Jace se alzaron.—¿Oh? Cuéntanos. ¿En qué estás

trabajando?Ella se ruborizó de nuevo

sabiendo que había metido la pata.—Nunca verás esos cuadros —

dijo Ash con un tono neutro—. Esosson solo para mí y mis ojos, pero síque puedes venir a ver todo lodemás que quiera enseñarte.

—¡Jo, ahora tengo curiosidad! —

exclamó Mia—. ¿De qué estáhablando, Josie?

Ella se aclaró la garganta,avergonzada de haberse quedadoella solita con el culo al aire. Suboca siempre iba por delante que sucerebro, por desgracia.

—Esto… bueno, son algo asícomo eróticos —se ruborizó denuevo—. Autorretratos. Tampocoes que tuviera a nadie más para usarde modelo.

—Oh —dijo Bethany con la risareflejada en sus ojos—. Sí, apuesto

a que Ash se volvería loco sienseñaras esos cuadros a la gente.

—Exactamente —murmuró Ash—. Nadie los verá excepto yo.

Pero alguien más sí que los habíavisto. O al menos el primero que lehabía llevado al señor Downing. Lohabía vendido junto a todas susotras pinturas y el resto de esamisma serie que había llevado a lagalería tras esa primera venta. Sepreguntaba si a Ash le molestaríaque una persona desconocidahubiera adquirido esos cuadros en

los que posaba ella. Ahora deseabano haberlos vendido. Deseaba quefueran solo y exclusivamente paraAsh.

—Josie, estamos planeando unanoche de chicas esta semana y nosencantaría que vinieras —dijo Mia.

Gabe y Jace no tardaron en dejarescapar un quejido, y Ash sonrió.

—¿Y esas quejas? —preguntóJosie.

Ash se rio.—Según todo lo que me han

dicho, creo sin ninguna duda que es

una muy buena idea y deberías ir.Pero me decepcionaré si no vuelvesa casa borracha perdida con unvestido muy sugerente y unoszapatos que griten a los cuatrovientos: fóllame. Me han estadotorturando con eso desde la últimavez que salieron todos. Ahora quevoy a poder experimentarlo deprimera mano, tengo que decir queestoy ansioso.

Josie les envió a todos miradasllenas de confusión.

Gabe se rio entre dientes.

—Digamos que cuando nuestraschicas salen, se emborrachan y sedivierten, pero luego vuelven a casay se aprovechan de nosotros, suspobres hombres.

Bethany resopló.—Vaya, como que no lo

disfrutáis vosotros tampoco.—No hemos dicho eso, nena —

dijo Jace con la voz cargada dediversión. Sin embargo, suexpresión y sus ojos lo decían todo.Ambos habían comenzado a ardermientras Jace se comía a Bethany

con la mirada.—¿Te parece bien? —le susurró

a Ash para que los otros no lospudieran oír.

Ash entrelazó sus dedos con losde ella por debajo de la mesa, peroenseguida le soltó la mano, le rodeóla cintura con el brazo y la acercóhacia él hasta que sus sillaschocaron y ella estaba casi en suregazo.

Era evidente que no habíamentido cuando le dijo que querríatocarla y estar cerca de ella sin

importarle un comino quién loviera.

—Oh, sí, me parece perfecto —le devolvió en un murmullo—. Si alterminar la noche consigo lo queGabe y Jace consiguen de susmujeres cuando salen y seemborrachan, entonces sí, porsupuesto. Incluso iré a comprarte unvestido y unos zapatos para laocasión.

Ella se rio con suavidad.—¿Esto merece vestido nuevo y

también los zapatos?

—Por supuesto.—Yo no bebo mucho, como te

dije, pero por esta vez a lo mejortendré que hacer una excepción.

Los ojos de Ash resplandecierony se la quedó mirando.

—Haz una excepción. Measeguraré de que luego no tearrepientas.

Charlaron de temas triviales. Laluna de miel de Gabe y Miamonopolizó la mayor parte de laconversación cuando la reciéncasada relató cómo había sido su

viaje a París. Una vez la comidaestuvo servida y hubieron comido,el camarero trajo la carta de postresy Josie se disculpó para ir al baño.

Mia y Bethany se levantaron paraacompañarla, así que las tresmujeres se encaminaron hacia elbaño de señoras.

Josie terminó primero y lasesperó fuera. Oyó el ruido de unapuerta al abrirse y se giró para versi eran ellas, pero se quedó con laboca abierta cuando vio a Michaelsalir del lavabo de caballeros que

estaba justo enfrente del de señoras.¡Tenía un aspecto terrible!Sus miradas coincidieron y se

quedaron mirándose a los ojosdurante un breve instante antes deque él parpadeara y apartara lavista precipitadamente.

—¿Michael? —susurró—. ¿Quédemonios te ha pasado?

Josie podría jurar que el miedose acentuó en sus ojos. Él, noobstante, pareció no podermarcharse todo lo rápido quequería y Josie estaba demasiado

impresionada como para hacer algomás además de observar cómo seesfumaba de su vista.

No había superficie de piel en surostro que no hubiera estadoamoratada y tenía un aspectobastante malo. Tenía el labiopartido y un ojo morado.

—¿Josie?Josie se dio la vuelta y vio a Mia

y a Bethany ahí, mirándola conpreocupación.

—¿Conoces a ese hombre? —preguntó Mia—. ¿Va todo bien?

—Lo conocía, sí —murmuróJosie—. Y todo va bien. Vayamos acomernos el postre. Estoy segura deque lo habrán traído ya.

Durante todo el camino de vueltahasta la mesa, la cabeza de Josie nofue más que un remolino depreguntas. No se había imaginado elrostro de Michael así de magulladoni tampoco el hecho de que habíaestado a punto de romperse elcuello intentando alejarse de ella. Yclaramente tampoco se habíaimaginado el miedo en sus ojos.

¿Por qué iría a tener miedoprecisamente de ella?

La mirada que Ash le dedicócuando se sentó en la mesa fueintensa. Estudió todos sumovimientos y entrecerró los ojospara mirarla a ella y luego aBethany y a Mia como si pensaraque las otras dos mujeres hubieranhecho algo para molestarla.

—¿Qué te pasa? —le exigió—.Estás pálida. ¿Ha pasado algo?

—Aquí no —le respondió en vozbaja.

Sin decir una palabra más, Ashse puso de pie y la cogió de lamano. Ella lo siguió con la bocaabierta mientras él la arrastrabahasta el patio, frente a la fuente. Laacercó hacia él, apoyó una manosobre su mejilla y la miró a los ojoscon intensidad.

—Cuéntame lo que ha pasado —le dijo sin rodeos—. ¿Te han dichoalgo Mia o Bethany que te hayamolestado?

Ella negó con la cabeza, suspensamientos aún eran un revoltijo.

No podía quitarse ese últimopensamiento de la cabeza aunquefuera una auténtica estupidez. ¿No?

—He visto a Michael —soltó.El rostro de Ash se ensombreció

de ira y sus ojos echaron chispas.—¿Qué? ¿Te ha dicho algo? ¿Te

ha seguido el cabrón hasta aquí?¿Por qué no viniste a míinmediatamente, Josie?

Ella levantó una mano parafrenar la riada de preguntas.

—Este es su lugar favorito paracomer. Él y yo hemos venido aquí

bastante a menudo. Y siempre estáaquí los domingos. Habría estadomás sorprendida si no lo hubieravisto.

Ash soltó una maldición.—Deberías habérmelo dicho,

Josie. Habríamos cenado en otrositio.

Ella tragó saliva y levantó lamirada hacia Ash.

—Tenía un aspecto terrible, Ash.Parecía como si alguien le hubieradado la paliza del siglo.

—¿Sí? No le podía haber pasado

a un tío mejor. Quizás ahora novuelva a levantarle la mano a unamujer en su vida.

—Dime una cosa, Ash. ¿Hastenido tú algo que ver con esapaliza?

Era arriesgado. Una preguntapeligrosa incentivada por el miedoque la había sacudido en el mismomomento en que hubo visto aMichael. Se acordó de la absolutaresolución de Ash de hacerse cargodel asunto, de decirle que ya notenía que preocuparse más de

Michael. Por entonces habíapensado que solamente eranpalabras de consuelo, compartidasen el calor del momento. Todo elmundo decía cosas en caliente,¡pero no significaba que tuvieranque hacerlas al pie de la letra!

Sus ojos titilaron y él la miró sinalterarse y con los labios apretados.

—No te voy a mentir, Josie, asíque ten cuidado con lo quepreguntas.

—Oh, Dios —susurró—. Sí quehas tenido algo que ver. Dios mío,

Ash. ¿Qué has hecho? ¿Cómo haspodido hacerlo? ¿Y por qué?

—¿Y tienes que preguntar porqué? —replicó mordazmente—.Joder, Josie. Te hizo daño. Ese hijode puta te dejó tirada en el suelo.¿No piensas que esa es razónsuficiente como para asegurarme deque no vuelva a hacer algo asínunca más?

El color desapareció de surostro. Josie se tambaleó,perdiendo el sentido del equilibriomomentáneamente. Ash maldijo de

nuevo y luego la agarró paraatraerla contra sí una vez más. Leacarició la mejilla con una mano yle echó el pelo hacia atrás.

—Te pusiste bajo mi cuidado,Josie. Eso no es algo que me tome ala ligera. Cuando me diste eso,cuando te sometiste a mí, tambiénme diste el derecho de hacermecargo de cualquier amenaza quetengas sobre ti. Tienes queafrontarlo. Aceptarlo. Porque novoy a cambiar. No vacilaré ni porun segundo en volver a hacerlo si

alguna vez vuelves a estar enpeligro.

—Por dios, Ash. No puedeshacer cosas así. ¿Y si te hadenunciado? Te arrestarían. Por elamor de Dios, Ash, ¡podrías ir a lacárcel!

La expresión de su rostro sesuavizó.

—No va a pasar, nena.—¿Cómo lo sabes? —le

preguntó con desesperación.—Me encargué de ello. Eso es

todo lo que necesitas saber. No te

salpicará, nena. Desearía que mehubieras dicho que había grandesprobabilidades de encontrárnosloaquí. No nos habríamos quedado.Quiero que te olvides del asunto yde él.

—¿Cómo se supone que voy aolvidarme de haberlo visto así?Ahora no voy a poder dormir porlas noches preocupada de que lapolicía venga y te detenga. Ash,¡esto podría destrozarte la vida! Nomerece la pena. Nada puedeequipararse al valor de tu vida.

—Estás equivocada —replicó—.Asegurarme de que ese malditocabrón nunca vuelve a acercarse ati lo merece todo. No voy a discutircontigo por esto, Josie. Fue mi idea,así que lo haremos a mi manera. Yalo sabías desde el principio. Lasreglas no cambian solo porquedecidas que no te gusta algo.

—Pero dijiste…—¿Qué dije, nena?Ella resopló y dejó que el aire

saliera de su boca con lentitud.—Dijiste que no era así. Que yo

tenía voz y voto. Que no harías nadaque yo no quisiera.

Él suspiró con pacienciamientras clavaba los ojos en surostro.

—Nena, ya está hecho. No tienesvoz y voto porque la decisión ya seha tomado. No voy a disculparmepor no hablarlo contigo deantemano. Era mi decisión. Meperteneces. Te dije desde elprincipio que yo me tomo eso muyen serio. Significa que tengo queprotegerte. Que haré todo lo que

haga falta para asegurarme de queestás a salvo y bien cuidada.

—¿Me lo habrías dicho de nohaberme encontrado con él? —susurró.

Ash inmediatamente negó con lacabeza. Sin remordimientos. Con lamirada firme. Sin flaquear.

—No. No es algo que hubieraquerido que supieras ni quepensaras nunca en ello. Estoycabreado porque hayas tenido queverlo.

Ella cerró los ojos y negó con la

cabeza en un intento de hacerdesaparecer ese zumbido que sehabía apoderado de sus oídos. Erauna locura, ¿verdad? Ash se habíaarriesgado una barbaridad por ella.Algo que ella no había querido quehiciera. Nunca. ¿Cómo podía estartan seguro de que no le iba a caernada encima? Lo único por lo queparecía estar enfadado era porquese había encontrado con Michael.Estaba claro que Ash nunca habíatenido la intención de contarle nadade esto, y aún no sabía cómo

sentirse con respecto a eso.El dicho decía que la ignorancia

daba la felicidad, y suponía que eneste caso era verdad. Ojalá no sehubiera enterado. Quizás así no sesentiría tan alterada ni tan inseguradel hombre al que se habíaentregado de tantas formas.

—Josie, estás dándoledemasiadas vueltas —la reprendió—. Esta es la razón por la quenunca te habría dicho nada. Nadabueno puede salir si te preocupas yte estresas tanto. Y si esto te hacer

dudar de nosotros, solo puedodecirte que he sido honesto contigo.He sido directo. Nunca he intentadoesconderte la clase de hombre quesoy. Y te dije desde el principioque haríamos las cosas a mimanera. Eres mía, así que deboprotegerte y cuidarte. Te puedogarantizar que nada de esto tesalpicará a ti, jamás. No quiero quepienses en ello. ¿Puedes hacerlopor mí?

Ella respiró hondo mientras Ashla observaba atentamente,

esperando su respuesta. Esto eragrande. Básicamente le estabapreguntando si podía superarlo ycontinuar con su vida. Le estabapidiendo que no perdiera lospapeles por esto, que confiara en él.Y todas esas cosas eran enormes.Josie había asumido que Ash era unhombre de negocios. Uno rico ybastante poderoso. Nunca sehubiera imaginado ni por un instanteque estuviera metido en cosasoscuras y turbias o que fuerasiquiera capaz de repartir tanta

violencia a alguien que hubieratocado algo que él considerabasuyo.

No debería sorprenderla, yquizás eso era lo que le molestabamás: la idea de que a lo mejor nohabía sido tan extraño para ellacomo debería. Al menos explicaríapor qué estaba intentando lucharcontra su indignación. O contratodas las respuestas que podríanconsiderarse apropiadas para estasituación. Porque no las sentía ycreía que debería.

—¿Josie? —le preguntó con vozqueda—. Necesito que me des unarespuesta, nena.

—Sí —dijo al fin—. Puedohacerlo, Ash.

Él la estrechó entre sus brazos yla besó en la frente. Josie cerró losojos mientras se derretía en suabrazo.

—Me asusta, Ash. No por lasrazones que puedas pensar, y quizásme sienta culpable por eso. Pero loque me asusta no es que seas estapersona que ha ido y le ha dado una

paliza a alguien. No me preocupaque puedas hacerme daño así. Loque me asusta es la idea deperderte. De que vayas a la cárcelporque me estabas protegiendo. Noquiero eso. Nunca.

Él sonrió y ladeó la cabeza parabesarla en los labios.

—No te preocupes por mí,cariño. Lo tengo solucionado. Nosalí y le di una paliza sin más. Y note estoy diciendo esto paraasustarte, pero no quiero que tevuelvas a preocupar por eso.

Después de esta noche, novolveremos a hablar de ello. Nosacaremos el tema. Pero llevé acabo un plan bastante bien pensado.Tengo una coartada y Michael fueadvertido de las represalias quehabría contra él si volvía aacercarse a ti y también si iba a lapolicía. No creo que tengamos másproblemas con él. Le dejé las cosasbastante claras.

Ella apoyó la frente sobre elpecho de Ash a una altura donde laparte superior de su cabeza

quedaba justo rozando la barbillade él.

—Está bien —susurró—. No mepreocuparé y no volveremos ahablar otra vez del tema.

Él la estrechó contra él.—Gracias, nena. Por confiar en

mí. No te decepcionaré. Ahoravolvamos adentro y terminémonosel postre. Tienes una noche dechicas que planear y ambos tenemosque ir a comprarte un vestido y unoszapatos nuevos.

Capítulo veintiuno

Josie se adelantó a Ash cuando elascensor abrió las puertas quedaban a su apartamento. El caminode vuelta a casa había sidotranquilo y en silencio. Seterminaron el postre y hablarondurante un rato con los amigos deAsh y luego Ash se despidió y Josiey él se fueron. Sabía que Ash laobservaba, que estaba calibrandosu estado de ánimo y su reacción

ante el tema con Michael.¿Qué podía decir? ¿Que se sentía

más avergonzada por el hecho de noestar ofendida por lo que Ash habíallevado a cabo que porque sehubiera vengado del hombre que lehabía pegado?

No quería ni pensar en qué clasede persona la convertía eso. Oquizás simplemente la hacíahumana. Odiaba a Michael por loque había hecho. Detestaba quehubiera conseguido hacerla dudarde sí misma, de haber estado

demasiado impresionada,avergonzada y asustada parapresentar cargos contra él. Tambiénodiaba pensar que si hubiera hecholo que debiera, Ash nunca setendría que haber inmiscuido eneste lío. Difícilmente podíaculparlo cuando su propiainactividad había contribuido entodo este asunto.

—Tienes muchas cosas en lacabeza, nena —observó Ash almismo tiempo que se paraban en elsalón.

Ella se volvió hacia él e intentóregalarle una sonrisatranquilizadora.

—Estoy bien, Ash. De verdad.No quiero que te preocupes por queesté molesta contigo. O enfadada.Estoy enfadada conmigo misma,pero no contigo.

Él alzó una ceja e intensificó sumirada.

—¿Y por qué narices estásenfadada contigo misma?

Josie suspiró y luego Ash le pasóun brazo alrededor de la cintura y

tiró de ella hacia el sofá. Él sesentó y la colocó sobre su regazo,una posición a la que ella se estabaacostumbrando demasiado.

Le encantaba que no quisieradistancia entre ellos. Le encantabaque sintiera la necesidad de tocarlaa menudo, que la quisiera cerca deél siempre que estuvieran hablandoo discutiendo algún problema. Erareconfortante.

Era increíblemente difícil temernada cuando estaba a su alrededor.Sabía que la protegería de

cualquier cosa que pudiera hacerledaño de una forma u otra, tal ycomo lo había hecho con Michael.

—Josie —la animó—. Estoyesperando, nena.

—Si hubiera tenido el valor parahacer lo que se suponía que deberíahaber hecho, tú nunca te habríastenido que arriesgar de la forma enque lo hiciste al ir tras Michael —dijo con el ceño fruncido,denotando tristeza.

Él le puso los dedos sobre loslabios y la miró con fiereza.

Parecía… enfadado.—Eso son tonterías —soltó—.

Le habría dado la palizaigualmente. Y mirándolo por otrolado, mi forma de encargarme de éles mucho más efectiva que sihubieras conseguido que lodetuvieran. Probablemente habríasalido con una amonestación leve, yni eso. Y si hubieras queridoahondar más en el tema, habría sidoun infierno para ti. Todo eso sincontar con lo lejos que podríallegar él para convencerte de que

no tomaras más medidas en sucontra. De esta manera —mimanera— el tío está acojonado, y loque es más, ahora sabe lo que sesiente al recibir una paliza. No creopara nada que vuelva a ser unproblema para ti. ¿Te dijo algocuando lo viste hoy? No me lo hasdicho.

Ella negó con la cabeza.—No. Parecía… asustado.El triunfo y la satisfacción se

apoderaron de los ojos de Ash.—Bien —expresó ferozmente—.

¿Así que no te dijo nada? ¿Te miró?—Tropecé con él, o más bien él

tropezó conmigo cuando estabaesperando fuera del lavabo deseñoras a que Mia y Bethanysalieran. Él salió del de caballerosy yo ahogué un grito cuando lo vi.Tenía un aspecto… ¡terrible!

—Bien —murmuró Ash denuevo.

—Le pregunté qué le habíapasado pero él no dijo ni unapalabra. Actuó como si no pudierasepararse de mí todo lo rápido que

quisiera.Ash sonrió con suficiencia.—Supongo que mi mensaje le

quedó claro.—Sí, supongo que sí —murmuró

ella.Él le pasó la mano por el pelo y

luego le dio un beso en la sien.—¿Aún te molesta?—No —susurró—. Y creo que es

precisamente eso lo que memolesta. Sé que no tiene sentido,pero me siento culpable. Me sientola persona más horrible del mundo

por no sentirme mal por lo que le hapasado.

Él la besó de nuevo, pero estavez dejó los labios pegados contrasu cabeza.

—Que no te sientas culpableporque ese imbécil haya recibido sumerecido no te convierte en unamala persona. Es un cabrón, Josie.Piensa en que no solo no te volveráa hacer daño a ti, sino que no se lohará a ninguna otra mujer.Arrestarlo no garantiza eso. Que yole dé una paliza y lo amenace con

arruinarlo si vuelve a ponerle lamano encima a otra mujer, sí.

Josie arrugó la nariz.—Lo superaré. Se lo merecía.

Casi desearía haber estado ahí parahaberle podido dar bien en loshuevos aunque sea una vez.

Ash se rio entre dientes.—Yo ya le di más que suficiente,

nena. No querría, nunca, que tevieras envuelta en esa clase desituación. Quiero que brilles, noque te vengas arrastrada por míhasta las sombras.

—Que me cubras las espaldas nosignifica que estés en la sombra,Ash. Significa mucho que te hayasarriesgado tanto por mí.

—Puedes apostar que sí —dijoen un tono de voz bajo y serio—.Nunca lo dudes. Todo lo quenecesites, todo lo que quieras, estuyo. No tienes ni que pedirlo.

Ella se inclinó hacia delante parabesarlo.

—En ese caso, hazme el amor,Ash. Eso es lo que de verdadnecesito y lo que de verdad quiero

en este momento.—Y especialmente eso no me lo

tienes ni que pedir —gruñó contrasu boca.

Él se movió hacia arriba y laechó a ella hacia delante antes delevantarla y agarrarla entre susbrazos. Se la llevó al dormitorio yla dejó suavemente, casi conreverencia, en la cama.

—No sé qué es lo que tienes enmente esta noche, nena, pero lo quequiero darte es lo dulce. Ya hastenido el dolor. No quiero que

pienses en dolor esta noche, nocuando acabas de ver al cabrón quete lo infligió. Así que hoy voy adarte lo dulce. Voy a hacerte elamor para que no solo sepas cómome siento por ti, sino para que losientas también.

Dios, amaba a este hombre, ycada vez se le hacía más difícil nodejar que las palabras se leescaparan de los labios. Qué fácilsería decírselo, pero quería hacerloen el momento adecuado. Ahoramismo no estaba segura de cuándo

sería, pero no quería que pensaraque solo eran palabras dichas porel calor del momento. Quería quesupiera con total seguridad que lasdecía de corazón y que eran deverdad.

Ash se inclinó hacia delante yfundió su boca a la de ella conpasión. Sus lenguas se encontrarony se deslizaron sensualmente la unasobre la otra. Fuerte y luego suave.Era un beso pasional, húmedo,eléctrico.

Él quería demostrarle sus

sentimientos, pero ella tambiénquería hacerlo con él. Queríahacerle el amor, dejarle sentir lomucho que significaba para ella.

Josie colocó las palmas de susmanos sobre los hombros de Ash yluego las deslizó hasta la parteposterior de su cuello. Lo atrajomás hacia ella para tener mejoracceso a su lengua y poderentrelazarlas sin descanso. Losaboreó, pero quería más.

Bajó los dedos hasta su camisa ytiró de ella con impaciencia.

—Te quiero desnudo —se quejó.Ash se rio entre dientes y el

sonido vibró dentro de la boca deJosie.

—Yo también te quiero desnudaa ti. ¿Qué me dices si ambossolucionamos ese problemilla?

—El primero gana —lo retó conuna enorme sonrisa en los labios.

—Oh, ni hablar —le contestó conuna risa cuando ella rodó por lacama mientras se tiraba de la ropa—. Pequeña tramposilla.

Josie se rio a la vez que se

quitaba la ropa y Ash empezaba atirar de la suya. La lanzó a un lado yse quedó de pie junto a la cama conlas palmas de las manos haciaarriba y sonriendo con suficiencia.

—Has tardado lo tuyo —loprovocó cuando este lanzó suspantalones a un lado.

Él la atrajo hacia sí de un tirón yla encerró entre sus brazos. Josieaterrizó contra su cuerpo con ungolpe.

—Si piensas que he tardadomucho, espera a ver lo que tardo en

hacer que te corras —dijo Ash conuna voz suave y sedosa.

—No lo harías —soltó ella envoz baja.

Él arqueó una ceja.—¿Ah, no?—Dijiste que no te gustaban los

castigos —le señaló.—¿Quién ha dicho que vaya a ser

un castigo? No se me ocurre nadamás placentero que tomarme mitiempo provocándote y llevándoteal límite, haciendo que te contengashasta que finalmente grites mi

nombre cuando te corras.Josie gimió y se echó contra su

pecho.—Para. Me estás torturando,

Ash. No importa cómo tú lo llames,esto claramente es un castigo.

—Bueno, ¿entonces qué me dicessi hacemos un pequeño intercambiode roles?

Intrigada, alzó la mirada y ladeóla cabeza.

—Tú, encima. Llevando lasriendas.

—Mmm… me gusta la idea.

Tiene mérito, sí.—Entonces a por ello, nena.

Llévate a tu hombre a la cama ycabálgalo.

Poniéndose de puntillas parabesarlo, Josie le rodeó el rostro conlas manos y le dio un beso lleno depasión y vigorosidad.

—Mmm… —le devolvió élimitando su anterior sonido deplacer—. A mi preciosa y pequeñasumisa le gusta la idea de estar almando por una noche.

A Josie le encantaron esas

palabras que salieron de sus labios.Su preciosa y pequeña sumisa. Dela forma en que lo habíapronunciado, en su voz se podíapercibir mucha ternura y afecto. Yella sabía lo que él estabahaciendo, y lo amaba incluso máspor ello. Estaba borrando de sumente los pensamientos sobreMichael. Sobre su relación con él.Y le estaba demostrando el hechode que él nunca le devolvió nada delo que ella le había dado.

Esta noche Ash le estaba dando

el regalo más valioso que ellapodría recibir nunca. Él mismo, suconfianza y el cederle el control aella.

Ash no era hombre de cedernunca el control o su dominancia. Yno se engañaría a sí misma. Ellapodría estar al mando, pero él sinduda manejaría la situación desdeabajo. Porque sabía que él seguiríateniendo el control, y la controlaríaaunque ella tuviera las riendas.

—Súbete a la cama —le dijo convoz ronca—. Bocarriba y con la

cabeza en la almohada. Quiero queestés cómodo.

—Nena, tengo que decir quemientras estés encima de mí y yobien dentro de ti, no importa dóndeesté, estaré cómodo seguro.

Ella sonrió y le acarició elmentón antes de girarlo hacia lacama.

¿A quién estaba engañando? Notenía ni idea de cómo hacer esto.No tenía siquiera el deseo fuerte deser la que estaba al mando. Pero eralo que él quería y lo que quería

darle a ella, así que lo haría sinreserva alguna.

Ash hizo lo que le ordenó y seestiró sobre la cama. Su miembrosalió disparado hacia arriba y sequedó descansando contra suombligo mientras él yacíabocarriba. Estaba duro ycompletamente erecto, su cabezaera como una ciruela oscura y yatenía líquido preseminal goteandode la hendidura.

Josie se subió a la cama entre suspiernas y lentamente se acercó a su

cuerpo gateando. Agarró la cabezade su sexo con la mano y la echóhacia atrás para poder lamer y jugarcon sus testículos.

Ash gimió con suavidad y seretorció, reajustando su posiciónpara que ella tuviera mejor acceso.Le recorrió el escroto con lalengua, succionándolo ligeramentecon la boca antes de subir hastallegar a la base de su miembro.Luego deslizó la lengua por toda laparte inferior del mismo y siguió lagruesa vena que lo recorría desde

la base hasta la punta.Cuando llegó hasta el glande,

vaciló durante un breve instante y lerodeó la punta con la lengua. Luegose lo tragó entero de un solomovimiento. Sus caderas salierondisparadas hacia arriba,arqueándose e insertándose másadentro de su boca.

—Joder, Josie. Es increíble,nena. Esa boca tuya es puro pecado.

Ella sonrió.—Me alegro de que le des el

visto bueno.

Ash hundió una mano en su peloy la retuvo en esa posición para querecibiera su envite. Sí, le habíacedido el control, pero él seguíaestando al mando de la situación.

Durante un buen rato, Josie lochupó y lo lamió mientrasdisfrutaba de la forma en que seretorcía y se estremecía debajo deella. Luego le apartó la cabeza conla mano aún fuertemente agarrada asu pelo.

—Nena, si te vas a subir, hazloya. Estoy cerca y no voy a durar

mucho más. Quiero que te corrasconmigo.

Ella levantó la cabeza y liberó supelo del agarre al que Ash lo habíatenido sometido. Luego le pasó unapierna por encima y se sentó ahorcajadas sobre sus caderas. Semovió hacia delante hasta que suerección estuviera resguardadaentre la unión de sus muslos.

Se inclinó hacia delante y leplantó ambas manos sobre el pechopara ayudarse a levantarse.

—Necesito tu ayuda —susurró

—. Guíala hasta dentro, Ash.Sus ojos brillaron con intensidad

al tiempo que bajaba la mano y seagarraba la polla. La acarició entrelos labios vaginales con la otramano, estimulándole el clítorismientras se colocabaadecuadamente. Cuando empujó lacabeza de su pene contra suabertura, ella se bajó y capturó suerección.

Ash liberó sus manos y enseguidalas colocó sobre sus caderas,anclándola a él mientras ella se

deslizaba por su miembro hastaenvolverlo por completo.

Con un suspiro de felicidad,Josie lo acogió entero. La sensaciónde plenitud era abrumadora. Inclusomás que cuando se la folló con eldildo enterrado en el trasero. Sesentía increíblemente pequeña yestrecha, y a él lo sentíaenormemente grande dentro de suser.

Cada movimiento le enviaba unapunzada de increíble placer hasta suabdomen. Josie se alzó y gimió

cuando comenzó a deslizarse tal ycomo lo había hecho antes.

—Dios —soltó Ash—. Estás tanestrecha. Estás abrazada a mí contanta fuerza que tu coño parece unpuño, nena. Nunca he sentido nadaigual.

Josie echó más peso sobre susmanos y se hincó en su pecho conmás fuerza. A él no parecióimportarle ni lo más mínimo.Observó sus ojos, cómo seinundaban de deseo y de placer,cómo los ponía en blanco y cómo se

dilataban las pupilas cada vez quelo acogía entero dentro de sucuerpo.

La mandíbula la tenía apretada,como si sus dientes estuvieranmordiendo con mucha fuerza. Sepodían ver arrugas de tensiónalrededor de sus ojos y en la frente,cubierta por una ligera capa desudor. Era el hombre más guapoque hubiera visto nunca. Y era todosuyo.

—Mándame, nena —dijo—.Dime lo que necesitas para llegar y

lleguemos juntos.—Tócame —susurró—. Los

pechos y el clítoris.Él sonrió con esos preciosos

ojos suyos ardiendo de pasión.Llevó una mano hasta uno de suspechos y luego deslizó la otra entresus cuerpos para acariciarla deforma íntima. Josie cerró los ojos,echó la cabeza hacia atrás y esperóun momento antes de continuarmoviéndose para alcanzarlo a él.

Cuando los latigazos de suorgasmo comenzaron, fuertes e

intensos, ella empezó a moverse denuevo. Se levantaba y luego sevolvía a deslizar hasta abajo.Rotaba sus caderas, rebotando eltrasero contra su ingle. Ash noapartó las manos de su cuerpo.Siguió acariciándole los senos,alternándose entre ellos. Le tocó elclítoris con firmeza, con presiónsuficiente, pero al mismo tiempocon suavidad.

—Ya casi estoy —jadeó ella—.¿Y tú?

—También —soltó—. No pares,

nena. Hagas lo que hagas, no paresahora.

Ella se volvió loca encima de él.Echó la cabeza hacia atrás, demanera que el pelo le cubría toda laespalda, y abrió la boca para soltarun grito silencioso que al finalencontró voz. Las manos de Ashparecían estar en todos sitios, y sumiembro se hundía hasta el fondodentro de su cuerpo.

Su orgasmo creció más y más, sincontrol, haciéndola volar como siestuviera con un paracaídas. Y aun

así la presión aumentó, y el aliviono llegaba.

Ash arqueó sus caderas paraencontrarse con ella desde abajo.Se humedeció a su alrededor, peroluego se dio cuenta de que era él,que ya se estaba corriendo y susemen la estaba inundando. Sonidoshúmedos de succión llenaron susoídos; algo de lo más erótico. Elolor a sexo, agrio y almizclado, sefiltró a través de su nariz.

Ash le pellizcó el pezón con susdedos pulgar e índice, lo que le

provocó el placer suficiente comopara por fin llegar al clímax. Fueuna caída libre como ninguna otraque hubiera experimentado.Poderosa. Explosiva. Dolorosa y almismo tiempo tan increíblementebuena que todo lo que pudo hacerfue sentir.

Le clavó las uñas en el pecho,sabiendo que le arañaría la piel.Llevaría sus marcas durante días,tal y como ella llevaba sus marcasde posesión. En ese momento dondetodo era salvaje se sintió extasiada

de felicidad por ellas. Por la ideade que él era suyo. De que esta erala prueba de que lo poseía. Joder,ella podría haberse sometido a él,pero él era tan suyo como ella erasuya.

Josie se derrumbó hacia delante,sus brazos ya no eran capaces desoportar todo el peso de su cuerpo.Ash la pegó firmemente contra él,abrazándola mientras le susurrabaal oído. No tenía ni idea de lo quele estaba diciendo. El pitido quetenía en los oídos no dejaba que lo

escuchara. Su sangre palpitaba.Sentía su cuerpo hormiguear de lacabeza a los pies. Se sentía como siun rayo la acabara de atravesar ytodas sus terminaciones nerviosasse hubieran colapsado.

Entonces se percató de otro pulsoque no era el suyo; losreconfortantes latidos del corazónde Ash contra su mejilla. Ellasuspiró, acurrucándose mucho másentre sus brazos. Él la abrazó conmás firmeza, sosteniéndola contraél mientras ambos luchaban por

recuperar el aliento.—¿Te estoy aplastando? —le

preguntó débilmente.—No, cariño. No quiero que te

muevas. Quédate justo aquíconmigo. Tal cual. Me voy a quedardentro de ti tanto como pueda. Nosducharemos por la mañana.

Ella sonrió al mismo tiempo queél le acariciaba el pelo con lamano. Nada era mejor que estaraquí, ahora, tumbada encima de suhombre tras haberlo cabalgado confuerza y dedicación. ¿Y que se

quedara en su interior tanto comopudiera arreglárselas? Claramente,una muy buena forma de irse adormir. ¿Qué podría ser mejor?

Nada la podría tocar aquí. Ni elmundo exterior. Ni familias locas.Ni examantes abusivos. Ni siquierael miedo a que Ash fuera arrestadopor haberse tomado la justicia porsu propia mano contra el hombreque le había hecho daño.

Aquí solo estaban ella y Ash.«Te quiero.»Las palabras permanecieron

encerradas dentro de ella, perosabía sin ninguna duda que prontoencontrarían la forma de salir a lasuperficie. ¿A quién le importabaque fuera demasiado pronto?Cuando llegara el momento, se lasdiría.

Capítulo veintidós

Al día siguiente, Ash mandó a suchófer a recoger a Josie alapartamento. Iba a almorzar con ély con Brittany en el hotel Bentleydonde Brittany ahora trabajaba. Alhaber conocido a sus amigos lanoche anterior, ahora ya no estabanerviosa por conocer a su hermana,aunque tenía que admitir que sentíabastante curiosidad por la otramujer.

Ash le había contado que hastahacía poco Brittany había jugado elpapel de hija cabrona obediente,poniéndose del lado de su familia ala hora de mostrar su desdén ydesprecio contra él. Pero que habíaacudido a él al borde de laslágrimas porque quería huir deellos.

Había que ser fuerte paraenfrentarse a esa clase de familia—y madre— que Ash describía.Especialmente después de treintaaños y de un matrimonio que su

madre le había obligado a contraer.Ash estaba esperando fuera

cuando el coche llegó. Le abrió lapuerta y le extendió la mano paraayudar a Josie a salir del vehículo.Deslizó un brazo alrededor de sucintura y la mantuvo bien apretadacontra su costado mientras entrabanen el restaurante.

Los guiaron hasta la misma mesadonde ella y Ash habían comido esaprimera noche, y una mujer yaestaba sentada en ella. Josie se fijóen todos los detalles desde la

distancia para no quedárselamirando fijamente una vez llegarana la mesa.

Se veía claramente el parecido.Brittany tenía el mismo pelo rubiocon diferentes tonalidades que Ash.También tenía los mismos ojosverdes que Ash y la forma de susrostros era muy similar.

Cuando se acercaron, Brittanylevantó la mirada y una sonrisaamplia y amable se dibujó en suslabios. Josie juraría que vio alivioen la expresión de la otra mujer. A

lo mejor había estado preocupadapor que Ash no viniera.

Y cuando sonrió, Josie pudo verlo increíblemente guapa que era.Aunque bueno, Ash era un hombreguapo. Brittany parecía más suequivalente femenino. No tenía losrasgos fuertes de él, y le faltaba lamirada intensa que Ash llevabasiempre, su expresión, la forma enque se movía.

A pesar de lo malos o locos quefueran sus padres, estaba claro queles habían dado los genes de la

belleza.Brittany se puso de pie, pero se

quedó quieta, como si estuvieraesperando a ver cómo la saludabaAsh. Su hermano rodeó la mesa yenvolvió a su hermana en un granabrazo. La besó en la mejilla yluego la cogió de la mano antes dedarle un firme y cálido apretón. Lareacción de Brittany fue dulce. Sequedó mirando a Ash tal y como lamayoría de las hermanas miraban asus hermanos mayores cuandohabían hecho algo increíble y

amable por sus hermanas pequeñas.Lo miraba como si le hubieraregalado la luna.

—Britt, te presento a Josie.Josie, esta es mi hermana, Brittany.

—Hola, Josie —dijo Brittanycon una voz refinada que gritabadinero y alta sociedad.

Pero no había pretensión en ella.Cogió la mano de Josie conamabilidad y luego, para sorpresade Josie, la abrazó y la besó en lamejilla.

—Hola, Brittany. Me alegro

mucho de conocerte por fin. Ash meha hablado mucho de ti.

Al decirle eso, su emociónpareció disminuir, y sus ojos senublaron de preocupación.

—Todo bueno —se apresuró aañadir Josie, lamentando habermetido la pata ya—. Me contó quete está yendo muy bien aquí en eltrabajo. Alardeó de ti diciendo queterminarías dirigiendo todo el hotelantes de que nos diéramos cuenta.

Brittany sonrió y se relajó. Ashguio a ambas mujeres a sus asientos

y luego le hizo un gesto alcamarero.

—Estoy disfrutando mucho —dijo Brittany una vez el camarerohubo anotado sus bebidas—. Esgenial ser… útil. Estoy recordandolo lista que soy. Me ha llevadobastante porque,desafortunadamente, me acostumbréa ser estúpida con el paso de losaños.

Ash sacudió la cabeza.—No seas tan dura contigo

misma, Brit. Poco a poco. Roma no

se construyó en un día.Josie se rio al escuchar el

antiguo dicho.—Tiene razón. Yo también he

cometido algunos errores estúpidos,pero ya he dejado de torturarme porellos.

Ash le dio un apretón a su manopor debajo de la mesa, pero luegola sorprendió levantándola porencima de la mesa y llevándoselahasta la boca para depositar unbeso en su palma.

—Me alegro de escuchar eso,

nena. Ya era hora.Brittany miró inquisitivamente a

Ash y a Josie y luego abrió los ojoscomo platos antes de que unaenorme sonrisa iluminara su rostroentero.

Josie supuso que era bastanteevidente que ella y Ash parecíanser algo más que una simple cita.Ash había dejado claro que Josieera alguien importante para él. ¿Porqué si no iba a traerla paraalmorzar con su hermana?

—¿Te está dando la lata mamá,

Brit? —preguntó Ash.Brittany hizo una mueca y luego

le dio un largo sorbo al vino que elcamarero había servido.

—Vino esa vez que te comenté.Después de eso, recurrió allamarme todos los días. Yo ignorolas llamadas y dejo que se desvíenal buzón de voz. Me llamó altrabajo una vez, y le paré los pies.No me ha dicho nada desdeentonces.

Ash asintió con aprobación.—Bien. Poco a poco. Tarde o

temprano se dará cuenta de que nopuede volver a manipularte y sebuscará otro objetivo.

—¿Como hizo contigo? —señalóBrittany con un resoplido.

—Bueno, a lo mejor no —comentó Ash con arrepentimiento—. Pero tú encontrarás la forma demanejarla y cuando pase un tiempoya no te molestará tanto como antes.

—Te envidio —dijo Brittany—.Sé que ya te lo he dicho, pero daríalo que fuera por tener la mismaconfianza que tú tienes en ti.

El tono melancólico de su vozhizo que Josie se compadeciera deella, pero se quedó callada porqueno quería interrumpir suconversación.

El camarero volvió y tomó notade la comanda. Luego Ash serecostó y alargó la mano haciaJosie. Ella se deslizó junto a élhasta pegar una silla con la otra, yél le pasó el brazo por encima delhombro mientras continuaba suconversación con Brittany.

—¿Cuánto tiempo lleváis

saliendo? —preguntó Brittany.Josie se puso tensa, su boca

parecía incapaz de funcionar. ¿Quépodía decir? No estaban saliendo.Difícilmente se podría llamar así alo que estaban haciendo. Esa etapase la habían saltado. Y, sin saberpor qué, decir que estaban saliendosonaba muy… soso. No definíapara nada la intensidad que existíaen su relación.

—Josie y yo llevamos juntos untiempo —dijo Ash con facilidad.

—Oh, eso es bueno. Se os ve

muy bien juntos. Cuéntame más deti, Josie. ¿En qué trabajas?

Aparentemente, Ash no le habíahablado de Josie a Brittany. Josiese relamió los labios sintiéndose derepente cohibida ante su hermana. Apesar de la claridad con la que Ashle hubiera explicado todas lasdificultades que Brittany habíatenido que soportar en su vida, lamujer seguía viniendo de unafamilia de dinero. De un mundo alque Josie no pertenecía. Ella habíatenido un marido y familia ricos.

Dios, su hermano Ash tenía másdinero que todos juntos.

—Soy artista —dijo Josie convoz ronca—. También diseño joyas,pero mayormente pinto.

Brittany abrió los ojos comoplatos, pero Josie no estaba segurade si era de sorpresa, de juicio oqué. Los pelos de la nuca se leerizaron y sintió inmediatamentecómo se ponía a la defensiva.

—Me gustaría ver tus cuadrosalgún día —dijo Brittany.

—Estoy seguro de que eso se

puede arreglar —dijo Ash—.Ahora mismo está ocupadatrabajando en algo para mí, y tienea un cliente que le compra todo loque pinta, así que está bastantecentrada en eso ahora mismo.

—¡Parece irte muy bien! —exclamó Brittany con entusiasmo.

Josie agachó la cabeza.—Bueno, sí, supongo que sí. Es

algo bastante reciente, así que aúnme cuesta pensar en mí de esaforma. Alguien entró en la galeríadonde exponía mis cuadros y los

compró todos además de pedir más.No tengo ni idea de lo que estaráhaciendo con ellos. No he oídonada de que estén haciendo unaexposición privada. A lo mejor espara una colección privada que noverá nadie nunca.

—Aun así, debes estar loca decontenta. Me encantaría ser así deindependiente —comentó Brittanycon tristeza.

—Estoy contenta —dijo Josie—.Significa mucho para mí podermantenerme sobre mis dos pies yo

sola, sin nadie que me ayude.Brittany asintió; sus ojos

brillaban con comprensión.Ash se tensó a su lado y sus

labios formaron una línea firme.¿Había dicho algo que lo hubieramolestado? Seguramente no podíaculparla por gustarle podermantenerse ella sola. Eso nointerfería en su relación con él ennada. Pero le daba la confianzanecesaria para permanecer con élcomo su sumisa, porque sabía queno era por obligación. No tenía que

depender de él económicamente. Yeso era importante. Le daba muchomás poder de elegir estar con él quesimplemente no tener otra opción.

Su comida vino, y eso rompió eltema actual de conversación.Durante un rato, se dedicaronsolamente a comer y el silencio seinstaló en la mesa.

Brittany alzó la mirada y abrió laboca para, obviamente, decir algo.Pero luego sus ojos destellaron ycerró la boca de golpe.

—Mierda —murmuró.

Ash frunció el ceño y comenzó adarse la vuelta para mirar a lo queBrittany estaba mirando, pero antesde poder llegar a concluir laacción, una mujer andando conpasos largos apareció de la nadajunto a la mesa entre Ash y Brittany.

Sin que nadie tuviera que decirlenada, Josie supuso que la mujertenía que ser su madre. También seveía claro que era a ella a quienhabían salido los hijos físicamente.Tenía el pelo largo y rubio,seguramente teñido para cubrir las

canas, ya que Josie no pudodetectar ninguna muestra de suverdadera edad, al menos nomirando únicamente esa melena decabello sano y brillante.

De hecho, no tenía ni una solaarruga cubriéndole el rostro. Nohabía indicio ninguno de su edad.Su piel era suave y no teníamanchas. Sus uñas tenían hecha unamanicura perfecta, y de sus dedos ymuñecas colgaban joyas caras.

—Joder —murmuró Ash.Su madre le envió una mirada

asesina que hubiera matado acualquier otro hombre.

—Vigila esa lengua —espetó—.No hay razón para ser vulgar.

—¿Qué narices estás haciendoaquí? En mi hotel —soltó él conmordacidad.

El hincapié que hizo en aclararque era su hotel no le pasódesapercibido ni a Josie ni a sumadre.

Sus ojos destellaron de ira yatravesó a Ash con la mirada.Luego giró su mirada hacia

Brittany. Josie solo se alegraba deque por ahora la mujer la estuvieraignorando.

—¿Cuándo vas a dejar de jugar aeste estúpido juego? —exigió.

El color comenzó a florecer enlas mejillas de Brittany. A pesar delo que hubiera dicho sobre habermanejado a su madre antes, eraevidente que aún no era una dignarival para ella.

—Y tú —dijo abordando a Ash yseñalándolo con un dedo de modoacusatorio—. Sé lo que estás

haciendo y no va a funcionar.Su voz sonó como el hielo, y la

frialdad en sus palabras hizo que aJosie le entrara un escalofrío. Estoseran sus hijos y aun así los tratabacomo si fueran personas a las queodiara.

—¿Y qué es eso que estoyhaciendo? Por favor, dímelo —replicó Ash arrastrando laspalabras.

No había movido el brazo deJosie, pero sí que se había tensadoalrededor de sus hombros. Josie

podía sentir cómo sus dedos se lehincaban en el brazo, pero no hizonada para remediarlo. Dudaba deque él siquiera supiera lo fuerte quela tenía agarrada. Era el únicoindicio de que la visita inesperadade su madre lo afectaba.

Por mucho que dijera de sumadre, aún le dolía que fuera tan…maliciosa.

Su madre entrecerró los ojos;destilaba ira por esos iris verdesque compartía con sus hijos.

—Usar a Brittany para vengarte

de mí por cualquier menosprecioque te hayas imaginado de mí. Deverdad, Ash. ¿Ponerla a trabajar enun hotel? ¿Cuán vulgar y común eseso? ¿Te estás riendo a gustoviéndola trabajar? ¿Te hace felizsaber lo que eso me hace sentir amí?

Ash salió disparado haciadelante con una expresión seria enel rostro y los ojos brillando deindignación. Brittany le dedicó unamirada preocupada a Josie, pero almenos no reflejaba dolor. No se

había creído la acusación de sumadre. Josie le devolvió unamirada de compasión y apoyo parahacerle saber que ella tampoco setragaba aquello.

—Me importa una mierda cómote haga sentir —dijo Ashrechinando los dientes—. Todo loque me preocupa es cómo se sientaBrittany. Pero no me tomes lapalabra, querida madre. Pregúntalea ella tú misma. Pregúntale si sesiente como si estuvieraburlándome de ella al haberle dado

un trabajo de verdad donde se ganaun salario de verdad por hacer untrabajo de verdad.

Su madre no desvió su atenciónhacia Brittany en ningún momento,pero Brittany igualmente habló conuna voz neutra y sincera.

—Yo le pedí un trabajo. Él medio lo que yo le pedí. Ahora vete,madre, por favor. Estás montandoun espectáculo, y eso es algo quesiempre has odiado.

Salieron chispas de los ojos dela mujer más adulta y Josie se

sorprendió de que no estuvieraechando humo por las orejas. Yentonces su mirada recayó sobreJosie, casi como si estuvierabuscando una víctima nueva. Josiese removió incómoda bajo suescrutinio pero rehusó reaccionar.Mantuvo la expresión serena ycalmada.

—¿Esta es tu última puta, Ash?¿Cómo te atreves a traer a mi hija aalmorzar contigo y con tu últimafurcia?

Brittany ahogó un grito y se puso

roja como un tomate. El pavor sereflejó en sus ojos mientras mirabaa Ash fijamente.

Ash se levantó y el repiqueteo dela silla al arrastrarla se oyó conestrépito. Luego les hizo un gesto alos guardias de seguridad que yaestaban merodeando por fuera delrestaurante.

—Escoltadla hasta fuera —dijocon un tono frígido—. Y, además,tiene terminantemente prohibidovolver a entrar en las instalacionesde cualquiera de mis propiedades.

Echadle una foto y distribuidlajunto con su nombre. La personaque la deje volver a entrar serádespedida inmediatamente.

El rostro de su madreempalideció de la sorpresa. Luegoel color rojo la invadió y lavergüenza se apoderó de ella. Miróa la derecha y luego a la izquierda,conmocionada cuando vio a unguardia de seguridad a cada lado.

—Fuera —dijo Ashpronunciando cada letra—.Mantente alejada de Brittany y

mantente alejada de mí. Y, por tubien, también de Josie. Ella será miesposa y la madre de mis hijos. Nopermitiré que se le falte el respeto.Nunca. Ahora apártate de una vezde mi vista. Y diles a mi queridopadre y al abuelo que Brittany y yono queremos saber nada. Notenemos ningún deseo de formarparte de esta familia.

—Ash, espera —suplicó sumadre—. Tengo que hablar contigo.Por favor. Siempre dejo que migenio saque lo mejor de mí, pero

hoy vine para hablar contigo. Nisiquiera sabía que Brittany estaríaaquí. Me pilló desprevenida. Perotengo que hablar contigo sobre algo.

—No me importa una mierda —dijo Ash con frialdad—. No tengoningún interés en escuchar lo quetengas que decir.

Josie se quedó ahí sentada,atónita ante lo que Ash acababa dedecir. ¿Su mujer? ¿La madre de sushijos? Santo dios, ¡eso era dar unpaso gigantesco! Se conocían demuy poco tiempo. No le había dicho

nada de matrimonio ni bebés. No esque ella tuviera nada en contra detodo eso, pero ¿no debería al menoshabérselo mencionado a ella antesde soltar la bomba en un restaurantelleno de gente?

Su madre se relamió los labiosmientras los guardias de seguridadse acercaban peligrosamente.

—Tengo que hablar contigo, Ash.Es importante. Es sobre el abuelo.

—No me vas a manipular comomanipulas a todos los demás en tuvida. No tengo ningún interés en ti

ni en el viejo. Mira a tu alrededor,madre. No te necesito. No lonecesito a él. He conseguido todoeste éxito sin ninguno de vosotros.Y a lo mejor esa es la principalrazón por la que me despreciastanto.

Ella se puso pálida, pero la iraresplandeció en sus ojos. A Josie ledolía el corazón por Ash. A pesarde lo mucho que se hubierainsensibilizado con su familia, ¡estaera su madre! Todo el mundonecesitaba a una madre. No se

imaginaba cómo tendría que hacerlesentir saber que su propia madre lodespreciaba.

Josie levantó la mano sin saber sidebía hacerlo o no y enroscó susdedos alrededor de la mano de Ashantes de ponerse de pie junto a él.Pero él se movió, así que no es queestuviera exactamente a su lado, sino detrás de él, arrimada contra sucostado. La estaba protegiendo delmal juicio y del veneno de su madreincluso ahora. Josie solo quería quesupiera que estaba aquí, con él. A

su lado. Siempre. Puede que élfuera muy protector con ella, peroella también lo protegería a él detodo lo que pudiera.

—Acompañadla hasta fuera —ledijo Ash a los dos guardias deseguridad.

—Sé salir yo solita —replicóexacerbada, apartando la mano deuno de los guardias.

—No me cabe ninguna duda.Pero dejar que te vayas sola meprivaría del placer de hacer que teechen —soltó Ash.

Asintió en dirección a los dosguardias de seguridad y ellosagarraron a su madre por losbrazos, uno a cada lado, ycomenzaron a alejarla de allí.

Sus alaridos de indignaciónllenaron el ambiente. Josie seencogió de vergüenza porque todoslos ojos en el restaurante estabanpuestos en ellos. Incluso había vistounos cuantos flashes de cámaras.No tenía ninguna duda de que elincidente de hoy aparecería portoda la prensa amarilla. Ash era uno

de los hombres más ricos de laciudad. Venía de una familia dedinero, de gente con contactos en laalta sociedad. Su abuelo era unafigura bien conocida en la política,así que no cabía ninguna duda deque los periódicos se matarían entreellos para informar deldistanciamiento entre Ash y sumadre.

¿Y si Michael lo veía?¿Intentaría causarle problemas unavez supiera quién era Ash enrealidad?

Más flashes, esta vez mucho máscerca. Josie se encogió y seapartóal mismo tiempo que se cubría lacabeza con una mano. Ash laescondió más detrás de él y movióla mano con rapidez en dirección alas personas que estaban tomandofotos. En cuestión de un momento,más guardias de seguridadaparecieron y pararon conefectividad la espontánea sesión defotos.

Josie se hundió en su silla.Brittany parecía estar

completamente conmocionada.Estaba pálida y parecíaavergonzada mientras se combabacontra el respaldo de su silla. AJosie se le rompió el corazón desolo mirarla.

—Voy a tener una noche dechicas el miércoles por la noche —dijo Josie como si nada—.Deberías venir también. Serádivertido.

Brittany parpadeó, sorprendida, yse la quedó mirando fijamente.

Junto a Josie, Ash había vuelto a

tomar asiento en la mesa. Luegoentrelazó sus dedos con los de ellay le dio un leve apretón mientrasesta emitía su invitación. Ella leechó una mirada a Ash y vioaprobación —y aprecio—reflejados en sus ojos. Josie lesonrió alentadoramente, como sidijera que todo iba a ir bien.

—No sé —comenzó Brittany.—Deberías ir, Britt. Josie va a

salir con Mia y Bethany y laschicas. Ya has conocido a Bethany.Son buenas chicas. Te gustarán. No

hay mejores mujeres que ellas enningún otro sitio —dijo Ash.

Las mejillas de Brittany sevolvieron de color rosa pero lafelicidad estalló en sus ojos.

—Me encantaría, Josie. Gracias.Dime dónde y cuándo.

Josie levantó la mirada hasta Ashporque no sabía ni el dónde ni elcuándo. Solo que iba a salir elmiércoles por la noche y que tantoella como Ash iban a ir a comprarun vestido y unos zapatos tras elalmuerzo con Brittany.

—Mandaré un coche para que terecoja —prometió Ash—. Pero telo advierto, estas mujeres se tomansus salidas muy en serio.Necesitarás un vestido sexi y unostacones de esos para morirse. Esees el código de vestimenta, o esome han informado.

Brittany se rio.—Bueno, tengo muchos de esos.

Gracias a Dios que podré seguirusándolos. Le eché un ojo a miarmario el otro día y pensé que yano necesitaría ponérmelos nunca

más.Ash sonrió a su hermana.—Estate lista para las siete. Le

toca a Jace hacer de chófer así queestará libre. Le diré que te recoja yte lleve de vuelta a casa cuandoacabéis.

Sus ojos brillaron de emoción.En ese momento, Josie se alegró dehaberla invitado de esa forma tanimpulsiva.

—Gracias por invitarme, Josie.¡Suena divertido!

Josie sonrió cariñosamente a la

hermana de Ash y luego estiró elbrazo por encima de la mesa paradarle un ligero apretón a su mano.

—Las mujeres nos tenemos queapoyar las unas a las otras, ¿no esasí?

Brittany le devolvió la sonrisa.—Sí. Y con hombres como Ash

revoloteando por alrededor, esincluso más importante no dejar quenos caiga un rapapolvo encima.

—Eh —se defendió Ash.Josie le dio un codazo en el

pecho y él fingió doblarse hacia

delante debido al dolor.—Terminemos de comer. No voy

a dejar que esa bruja nos fastidie elalmuerzo —proclamó Ash—.Tienes que volver al trabajo, Britt,y Josie y yo tenemos que hacer unascompras.

Brittany puso los ojos en blanco.—¿De compras? ¿Tú?Ash la atravesó con la mirada.—Para algunas cosas sí que

merece la pena ir de compras.Como las que vamos a ir a comprarhoy.

El rostro de Josie se encendió yella le dio un codazo de verdad.

Brittany se rio y Ash sonrió.Josie se relajó. El momentoincómodo había acabado y Ash yBrittany no habían dejado que esoarruinara su día.

Quince minutos más tarde, Ashguio a Josie hasta el coche y sedirigieron hacia las tiendas a lasque Ash la quería llevar.

La pegó contra él rodeando sushombros con su brazo. La besó enla sien y dejó los labios pegados

contra su piel durante un rato.—Ha significado mucho para mí

que invitaras a Britt a tu noche dechicas —dijo Ash en voz baja—.Fue muy amable por tu parte, nena.No lo olvidaré.

Josie sonrió y luego volvió aponerse seria.

—No crees que a Mia y aBethany les importe, ¿verdad? Nopensé siquiera en preguntarles aellas antes.

Ash negó con la cabeza y se alejóde su sien.

—No, son las mejores. No lesmolestará para nada. Especialmentesi le doy la lata a Mia sobre Britt.Has sido muy amable, nena. Notenías por qué hacerlo, pero mealegro de que hayas incluido a Britten tus planes con las chicas.Necesita eso. Necesita buenasamigas.

—Yo he estado más queencantada de hacerlo —mencionóJosie suavemente—. Todo el mundonecesita amigos. Y Brittanyprobablemente más que la mayoría.

Se la veía muy triste y avergonzadacuando tu madre apareció.

El rostro de Ash se ensombrecióy él se tensó a su lado.

—Perdona por eso. Siento quehaya arruinado el almuerzo.

Josie sacudió la cabeza.—No lo ha arruinado, cariño. Tú

y Brittany no la dejasteis. Noconozco a la mujer. No me importalo que piense de mí ni que crea queno soy lo bastante buena para ti.

Él se puso tenso y se quedócompletamente quieto con los ojos

echando chispas frente a su rostro.—Me has llamado «cariño».Ella se ruborizó y apartó la

mirada.—Lo siento. Seguro que ha

sonado estúpido.Ash la agarró por la cabeza no

con mucha suavidad y la obligó avolverlo a mirar a los ojos.

—Me ha gustado. Me ha gustadomucho. Nunca me has llamado nadamás que Ash.

—¿Sí?Él asintió.

—Sí. Me importa un comino loque a otros hombres les guste o loque piense nadie porque me llamescon un apelativo cariñoso. Megusta. Me hace sentir como quesignifico algo para ti, así que sí, megusta mucho.

Josie sonrió.—Entonces está bien, cariño. Lo

recordaré.Él la besó con fuerza y pasión

hasta dejarla sin aliento. Su lenguaentró en su boca y deambuló por sucavidad con una sensual

familiaridad. Cuando por fin seseparó, sus ojos estaban inundadosde deseo. Le acarició la mejilla conuna mano y se la quedó mirandofijamente.

—Tampoco me importa unamierda lo que mi madre piense deti, nena, siempre y cuando tú sepasque eso de que no eres losuficientemente buena para mí esuna gilipollez. No quiero quepienses eso ni por un instante. Notienes ni que planteártelo. Eresincreíblemente perfecta para mí, así

que recuerda eso siempre.Ella sonrió de nuevo y se inclinó

hacia delante para besarlo y podersaborear su dulce boca contra la deella.

—Lo haré.

Capítulo veintitrés

Tras haber oído de Ash todos losdetalles de las anteriores noches dechicas, Josie estaba decidida aasegurarse de que él la disfrutaratanto como Gabe y Jace lo habíanhecho en todas las ocasionesprevias. Lo cual significaba que nole dejaría ver el vestido, ni loszapatos. Ni, bueno, nada de nada.

Él protestó ante la idea dedejarla vestirse en casa de Mia.

Había querido un pequeño adelantode lo que vendría por la noche,pero Josie le dijo con una voz firmeque el efecto no sería el mismo si laviera de antemano.

Oh, por supuesto que había vistoel vestido. Incluso había visto loszapatos. Al fin y al cabo había idocon ella a comprarlos, y le llevóveinte minutos convencerla de quese los comprara porque, Dios, ¡eranridículamente caros! Estaba claroque se había equivocadocompletamente de trabajo, porque

solo ese par de zapatos costaba tresveces más de lo que ella ganaba alvender un solo cuadro. Sinembargo, Ash no la había visto conel vestido puesto ni tampocomaquillada para esta noche. Puso enuna bolsa el maquillaje, el vestido ylos zapatos, convencida de que sepeinaría y arreglaría en casa deMia.

Ash no estaba muy contento conesa decisión, pero la vio entrar enel coche y le dio instrucciones alchófer para que la llevara al

apartamento de lujo que tenían Miay Gabe en Midtown. Ella sedespidió con la manodescaradamente con la promesa devolver a verlo mucho más tarde.

Cuando llegó al edificio dondevivía Mia, se encontró, para susorpresa, que tanto Bethany como lamisma Mia la estaban esperando enel vestíbulo. Bethany cogió una delas bolsas de Josie mientras Mia lasguiaba hasta el ascensor. Cuandollegaron hasta la última planta, elascensor se abrió y dejó a la vista

un espacioso apartamento conpreciosas vistas a la ciudad desdelas ventanas del salón.

Gabe las recibió en el salón yJosie retrocedió, un poco recelosade él. Tenía un aspecto tan…formidable. No es que pensara quefuera a hacerle daño —ni a Miatampoco—, pero era un tío bastantecallado e intimidante. Y ella solohabía estado con él una vez, así quetodavía no había llegado a alcanzarun nivel mínimo de confianza conél.

Gabe pegó a Mia contra sucuerpo y le plantó un besoabrasador en la boca que hizo queJosie se estremeciera. Bethanysimplemente sonrió y miró a Josiecon un deje burlón en sus ojos.

—Os dejaré a lo vuestro —dijoGabe—. El coche y el chófer osestán esperando en la entrada. Solollamad abajo y avisad al porterocuando estéis listas. Jace irá a ladiscoteca un poco más tarde y seasegurará de que todas lleguéis acasa luego. Yo iré al apartamento

de Ash para cenar con él.Mia le confirió una sonrisa

devastadora a su marido, una que seganó una mirada seductora porparte de Gabe que le hizo ver aJosie que él estaba deseando quellegara esta noche.

—Si necesitas algo —dijo Gabemientras le levantaba la barbilla aMia con la punta de los dedos—,llámame. Tendré el móvil conmigoen todo momento. Si tenéis algúnproblema, el que sea, me llamas.

Mia puso los ojos en blanco.

—Sabes que lo haré, Gabe.Además, Jace estará allí, por nomencionar a Brandon y todos susamigos gorilas. Siempre nos vigilande cerca cuando estamos allí.

Josie no tardó mucho en perdersecon la conversación.

—Brandon es el novio de nuestraamiga Caroline. O mejor dicho,prometido, ya que se lo ha pedidorecientemente. Eso es lo quecelebraremos esta noche —susurróBethany—. Trabaja en Vibe comosegurata y siempre cuida de

nosotras cuando estamos allíemborrachándonos.

Josie asintió.Gabe besó a Mia una última vez

y luego asintió en dirección aBethany y a Josie.

—Pasadlo bien, chicas, perotened cuidado, ¿de acuerdo?Permaneced juntas en la discoteca.No dejéis las bebidas sinsupervisión y si alguna de vosotrasva al baño, id acompañadas.

—¡Gabe! —exclamó Mia conirritación—. Por el amor de Dios,

no somos adolescentes. ¡Yapodemos cuidar de nosotras solitas!

Gabe, que se rio entre dientes,tuvo la elegancia de pareceravergonzado y luego se dirigió alascensor.

Las mujeres apenas tuvierontiempo de encaminarse hasta elenorme cuarto de baño antes de queel teléfono móvil de Mia sonara.Esta soltó un suspiro pesarosocuando vio de quién se trataba.

—Por Dios santo, no se ha idotodavía y ya me está llamando.

Bethany rio tontamente y tantoella como Josie esperaron a queMia respondiera la llamada. Dijo«de acuerdo» y luego «yo tambiénte quiero», aunque su voz sesuavizó cuando dijo esto último.

Mia soltó el teléfono en elmueble y levantó la mirada paramirar a Josie y a Bethany.

—Gabe se ha encontrado conBrittany abajo, así que la haenviado para arriba en el ascensor.Iré a buscarla. Bethany, empiezacon el pelo de Josie. Tendrá que

ponerse el vestido antes de quepasemos al maquillaje o semanchará el vestido con la base.

—Lo tenemos controlado —dijoBethany haciendo un gesto con lasmanos para que se fuera—. Ve apor Brittany para que podamoscomenzar la noche.

Una hora más tarde, las cuatrochicas bajaron en el ascensor hastael vestíbulo y salieron, con Mialiderando el grupo. Fuera, tal ycomo Gabe les había prometido, unconductor las estaba esperando

para guiarlas hasta dentro de lalimusina.

Cuando todas estuvieron biensentadas, Mia sacó una botella fríade champán de la cubitera y sirviócuatro copas.

—Caro no viene con nosotras;nos verá allí directamente. Sinembargo, eso no quita para quehagamos un brindis en su honor.

Bethany asintió con solemnidad ylevantó su copa.

Brittany hizo chinchín con lascopas con entusiasmo; sus ojos

verdes, los mismos que tenía Ash,brillaban de emoción.

—Gracias por invitarme —dijoBrittany—. No he hecho más que ira trabajar y luego volver alapartamento. ¡Estoy empezando asentirme vieja!

Mia le dedicó una miradahorrorizada.

—No podemos permitirnos eso.Pasa una noche con nosotras y verásqué pronto dejas de sentirte así.

Brittany se puso seria y miró enla dirección de Josie.

—Siento de veras la escena quemontó mi madre y lo que te dijo.Estaba tan avergonzada yhorrorizada… e incluso más porquela he tenido que soportar durantemucho tiempo. Ash nunca ha dejadoque lo pisoteara y por eso lo odiatanto. ¿Pero yo y mis otroshermanos?

Dejó de hablar, avergonzada.A Josie se le rompió el corazón,

así que estiró el brazo y le dio unpequeño apretón en la mano.

—No tienes que disculparte por

nada, Britt —dijo, adoptando eldiminutivo que Ash usaba para ella.Y a juzgar por la luz que se instalóen sus ojos, le gustó—. Yo solo mealegro de que no la dejes pisotearteahora.

Mia arrugó la nariz de disgusto.—No te ofendas, Brittany, pero

tu madre es una zorra. Y Ash es tanbueno… No tengo ni idea de cómolo ha conseguido con esos genes.

Brittany frunció el ceño.—No me ofendes, Mia. Yo más

que nadie sé lo mala que es mi

madre. No sé por qué es así. Ojalálo supiera.

La compasión se reflejó en losojos de Bethany.

—Yo no sé mucho, solo lo queme cuenta Jace y las pocas vecesque Ash ha mencionado a sufamilia, pero no suena muy bien.Jace se preocupa por él. Mucho.

—No hablemos de ellos estanoche —dijo Brittany con una vozmás alegre—. Se supone que nos loestamos pasando bien, ¿no es así?Esta es la primera vez que puedo

decir con total sinceridad que heestado muriéndome de ganas porsalir de noche con amigas.

—Estoy de acuerdo —dijo Josie—. Y yo necesito la ayuda de Mia yBethany porque… eh… obviamenteAsh está esperando algo de estanoche, y no estoy completamentesegura de qué. ¡No quierodecepcionarlo!

Tanto Mia como Bethany seecharon a reír.

—Oh, te daremos todos losdetalles jugosos —dijo Mia con

suficiencia—. Tuve que guiar aBethany la primera vez que saliócon nosotras y digamos que tuvo aun hombre muy feliz esa noche.

—Me estáis matando —murmuróBrittany—. Yo no tengo ningún tíobueno con el que volver a casa, ytengo que decir que ha pasadodemasiado tiempo desde la últimavez que tuve algo remotamenteparecido a buen sexo.

Bethany apretó los labiospensativamente.

—¿Qué tal uno de los amigos de

Brandon, Mia? Hay una granvariedad de tíos buenos trabajandoen esa discoteca. Seguro que uno deellos está soltero.

—Le diré a Caro que se pongamanos a la obra cuando lleguemos—dijo Mia.

—¡No quiero parecer unadesesperada! —protestó Brittany.

Bethany sacudió la cabeza.—¡Por supuesto que no! Caro lo

arreglará. A lo mejor te presenta auno de los chicos.

Cuando llegaron a la discoteca,

la puerta de la limusina se abrió deinmediato y una mujer guapa y másjoven metió la cabeza dentro por laabertura con una sonrisa enorme enlos labios. Antes de que ningunapudiera salir, metió la mano dentro.

—¡Miradlo! —gritó emocionada—. ¿No es fantástico?

Mia agarró la mano de la mujer yluego tiró de ella para que cayeradentro del coche con ellas.

—Dios mío, Caro, ¡es precioso!¡Brandon ha sabido elegir!

Caro sonrió tanto que su rostro

iluminó el interior de la limusina.Luego miró a Josie y a Brittany y lasonrisa incluso se agrandó.

—Soy Caroline —dijoextendiendo su mano derecha—.¡Vosotras debéis de ser Josie yBrittany!

—Yo soy Josie —dijo Josie,devolviéndole la sonrisa—. Y ellaes Brittany.

—Brandon nos está esperando,así que vamos —dijo Caroline conentusiasmo—. Tiene nuestra mesa,por supuesto, y esta noche tenemos

a dos camareras en vez de a la quesiempre nos atiende. ¡No estamosexpandiendo, chicas! Ya mismotendremos la discoteca entera paranosotras cuando salgamos.

—Eso sí que molaría —comentóMia arrastrando las palabras—.Nuestro propio club privado. Laidea tiene su encanto.

Bethany se rio al mismo tiempoque empezaron a salir.

—Todo lo que tienes que haceres decirle a Gabe que quieres uno yél lo comprará para ti.

Mia sonrió.—Eso es cierto.—Chessy, Gina y Trish ya están

dentro esperando en la mesa —explicó Caroline.

Luego una sonrisa amplia ybobalicona se dibujó en su rostro yJosie levantó la mirada para ver aqué estaba mirando.

Un hombre alto, musculoso yrealmente atractivo estaba ahísonriendo con indulgencia. Teníaperilla y llevaba un pendiente en laoreja izquierda. Era obvio, a juzgar

por la forma en la que Caro lomiraba y en la que él la miraba aella, que este tenía que ser Brandon,el segurata. Y bien que daba el tipo.

—Señoritas —las saludó—. Sime siguen, las acompañaré hasta sumesa.

—Lo has hecho genial, Brandon—dijo Mia dándole una palmaditaen el hombro—. ¡El anillo de Caroes precioso!

Él sonrió.—Me alegro de que le des el

visto bueno. Quería que tuviera el

anillo perfecto. Era lo justo. Yotengo a la chica perfecta, así queella tenía que tener el anilloperfecto.

—Oh, guau —murmuró Brittany—. Eso es lo más bonito que heescuchado nunca decir a un tío.

Josie tenía que coincidir en eso.Había sido un comentario de lo másdulce.

Las mejillas de Caroline seruborizaron pero sus ojos seiluminaron de amor por Brandon.Dos semanas atrás, ver esto habría

hecho que Josie se pusiera muycelosa, porque Michael nunca habíademostrado sus sentimientos enpúblico. Ni en privado, ya queestamos. Pero ahora tenía a Ash,que no tenía ningún problema conhacerle saber a la gente que Josieera suya.

Se dirigieron a la entrada delclub, saltándose la larga cola degente que esperaba para entrar.Enseguida, Brandon las guio através de la alocada multitud hastallegar a las mesas situadas en una

esquina justo al lado de la pista debaile.

La música reverberaba en el airee invadía la sangre de Josie,palpitando al mismo tiempo que supulso. Los pies ya le dolían, y sabíaque ni en sueños podría bailar conestos zapatos puestos. Seguramentese mataría. Pero los zapatos eranmás para el beneficio de Ash. Élhabía sido muy claro con sus gustoscuando salieron de compras. Ledaría un respiro a sus pies ahora,pero cuando volvieran de camino al

apartamento de Ash, se los volveríaa poner.

Cuando llegaron a la mesa, unacamarera ya estaba allí con unabandeja llena de bebidas. Miasonrió y se giró para darle unaexplicación a Josie y a Brittany.

—Siempre nos trae dos copas acada una para empezar la noche.Nos bebemos una del tirón trashacer un brindis y luego nos vamosbebiendo la segunda poco a pocohasta que vuelva con más. Bethanyy yo no estábamos seguras de

cuáles eran tus gustos, así que nosdecantamos por las bebidas más dechicas. Cosmo y Amaretto Sour.L o s sours son los favoritos deBethany y una de las pocas cosasque puede beber hastaemborracharse. Si le dices a lacamarera lo que te gusta, volverácon otra ronda más tarde.

—Me gusta el Cosmo —dijoBrittany hablando por encima de lamúsica.

—Yo no bebo mucho —dijoJosie con arrepentimiento—. Estoy

haciendo una excepción esta noche.Ash tenía tantas ganas de quesaliera que no podía decepcionarlo.

Tanto Bethany como Mia serieron.

—Eso es porque Gabe y Jace lohan estado torturando con todos losdetalles de lo que un hombreconsigue después de las noches dechicas —dijo Bethany poniendo losojos en blanco.

—Prueba un Amaretto Sour,Josie —dijo Bethany poniéndole unvaso entre las manos—. Yo

tampoco bebo mucho, pero estecóctel está riquísimo. Es dulce yafrutado y no tiene mucho alcohol,aunque yo siempre me las apañopara emborracharme con ellos.

Cuando todas tuvieron susbebidas en la mano, se pusieron enun círculo estrecho mientras Miahacía las presentaciones entreCheesy, Gina y Trish y Josie yBrittany. Una vez hechas, todaslevantaron sus copas.

—¡Por Caro! —gritó Mia—. ¡Ypor ese diamante enorme que lleva

en el dedo!—¡Por Caro! —gritó el grupo al

unísono.Todas hicieron chinchín y

derramaron ligeramente las bebidaspor el borde. Luego comenzaron abebérselas del tirón y no pararon dedar tragos hasta que los vasos sevaciaron. La camarera les dejó enla mesa la segunda ronda debebidas y con una sonrisa se alejóde la mesa para ir a por más.

—¡Bailemos! —gritó Caro.Josie se dejó arrastrar hasta la

pista de baile. Le gustaba bailar, yen realidad era bastante buenahaciéndolo. Aunque ya habíapasado bastante tiempo desde laúltima vez que lo hacía. A Michaelno le iba bailar ni ir de discotecas,pero ella podía moverse como lamejor, y esta noche era tan buenacomo ninguna otra paradesmelenarse y divertirse un poco.

Le gustaban las amigas de Mia yBethany. Britany también, a juzgarpor su gran sonrisa y su miradachispeante.

—Tenemos un precedente queseguir —gritó Mia.

—¿Eh? —inquirió Josie.—Sí —interrumpió Bethany—.

Nos volvemos muy sensuales en lapista y hacemos que a los tíos se lescaiga la baba con nosotras, ycuando llega aquí cualquiera de loschicos al que le toque hacer dechófer y controlarnos, sacamos todolo que llevamos dentro y les damosa él, a Brandon y al resto de los tíosun espectáculo que no olvidarán.

Josie estalló en carcajadas.

—Bueno, ya estoy empezando aver por dónde va Ash con lo de lanoche de chicas.

Lo ojos de Mia titilaron dealegría.

—Ah, Bethany y yo te daremostodos los detalles una vez noshayamos bebido unas cuantas copasy nos tomemos un descanso en lamesa.

Sonaba bien. Hasta entonces,Josie iba a desmelenarse. Ensentido figurado, por supuesto.Bethany se había pasado mucho

tiempo recogiéndole el pelo en un«elegante moño desordenado», tal ycomo Mia lo llamaba. El resultadoera sexi, si Josie tenía que dar suopinión.

Algunos rizos se le escapaban delas horquillas que sostenían elmoño. Mia le había maquilladomucho los ojos, y bueno, el rostroen general, pero el efecto eraimpresionante. El resultado eraincreíble. Josie no era superficial,pero sabía que esa noche estabairresistible.

Bethany la había llamado Diosade Bronce. El vestido que Josiehabía elegido era de un colorbronce dorado que combinabaperfectamente con su pelo y el colorde su piel. Ceñido al cuerpo,palabra de honor y corto. No es quefuera muy elaborado, peroacentuaba sus piernas y luego, ¿conlos tacones de diez centímetros quehabía elegido? Sí, sus piernaslucían impresionantes.

El collar de sumisa sobresalíabastante con el pelo recogido y el

vestido palabra de honor. Habíavisto tanto a Bethany como a Miamirándolo de camino a la discoteca,con un centenar de preguntasacumulándose en sus miradas. Josiese preguntaba cuánto más tiempopasaría antes de que comenzaran afisgonear.

Brandon se acercaba confrecuencia a ver qué tal iban,acompañado de tres tíos que Josiesupuso que también eran seguratas.Aunque uno de ellos parecíademasiado… Bueno, no estaba

segura de lo que parecía, pero notrabajaba de gorila. De eso estabasegura. Mientras Brandon y losotros iban vestidos de forma casualcon vaqueros y polos, este otrollevaba un traje caro, una camisa deseda, y unos gemelos de diamanteque no parecían ser falsos.

Lo interesante era que mientrasCaro le había presentado a los tresseguratas que trabajaban conBrandon, el tipo del traje se habíaacercado solo y le había pedido aBrandon que le presentara a

Brittany. Y ahora Brittany y el chicomisterioso estaban hablandoapartados de todo el grupo. Brittanytenía un halo de luz a su alrededorque solo podía significar una cosa.El tipo estaba interesado en ella.

Josie le dio un codazo a Mia yladeó la cabeza en la dirección deBrittany.

—¿Quién es el que está conBrittany?

Mia siguió su mirada y luegofrunció el ceño mientras se paraba aestudiar a la pareja.

—No tengo ni idea, peroBrandon lo sabrá. Le preguntaré.

Antes de que Josie pudieradecirle que no pasaba nada, Mia lehizo un gesto a Brandon para que seacercara. Vino, con Carolinepegada a su costado y él con losdedos cogiendo posesivamente suantebrazo.

—¿Quién es el tipo que está conBrittany? —preguntó Mia.

Brandon arrugó sus labios por unmomento antes de devolver suatención a Mia y Josie.

—Se llama Kai Wellington. Es eldueño del club.

Josie abrió los ojos como platos.—¿El dueño? ¿Pero de todo el

club?Brandon se rio entre dientes.—Sí. Tiene varios. Normalmente

no suele estar por aquí mucho.Acaba de abrir uno en Las Vegashace unas pocas semanas, y haestado allí casi todo el tiempo —bajó la mirada hacia Caroline y laapretujó más contra él—. Quiereque trabaje allí. Ser el dueño del

personal de seguridad. Si voy,quiero que Caro se venga conmigo.

Por un momento, Mia parecióafligida y a Josie se le rompió elcorazón. Caro era su mejor amiga.Pero Mia rápidamente serecompuso y sonrió de oreja aoreja.

—¿Es como un ascenso o algo?—O algo —dijo Brandon con

diversión.—Me alegro por ti —dijo Mia,

pero Josie pudo ver cómo su labioinferior temblaba.

Luego Mia lanzó sus brazosalrededor de Caroline y la abrazócon fuerza.

—Me alegro por vosotros dos —dijo Mia precipitadamente—.¿Estás emocionada, Caro?

Caroline se separó de Mia conuna sonrisa enorme en los labios.

—Sí, lo estoy. Me alegro muchopor Brandon. Ha trabajado muyduro para conseguir esto y es algoincreíble y enorme que el señorWellington confíe en él. Pero tengoque dejar la ciudad… y a ti —

terminó con una nota de tristeza enla voz.

Brandon la volvió a estrecharentre sus brazos y luego atrajo aMia hasta su otro costado.

—Míralo por el lado bueno.Vuestras noches de chicas puedentrasladarse a Las Vegas. Yo meharé cargo de que os traten como ainvitadas vip de principio a fin.Podéis planear un par al año.

—Me gusta cómo piensa —dijoBethany, hablando por primera vez.

—Y, Brandon —dijo Josie,

volviendo a centrar la atención enBrittany—. ¿Qué quiere el señorWellington con Brittany? ¿No te hapedido que se la presentaras?

Brandon miró a ambos lados otravez antes de devolverles la atencióna las mujeres. Sus ojos expresabanarrepentimiento.

—No puedo decir mucho. Elseñor Wellington es un hombre muyreservado. Pero yo diría que estáinteresado en Brittany. No le haquitado ojo durante toda la noche.

Muy interesante. Josie volvió a

mirar en su dirección y se percatóde que Brittany tampoco le habíaquitado la vista de encima a él. Ashprobablemente lo encontraríainteresante también, aunque él haríauna investigación a fondo sobre KaiWellington.

—Tenemos que seguir bebiendo—dijo Caroline con alegría—. Lanoche avanza y Jace aparecerá poraquí en cualquier momento.Bethany, se va a sentirdecepcionado como no te veacompletamente borracha. ¡Piensa

que eres la mujer borracha másadorable del mundo!

Mia rompió a reír y Bethanysonrió, aunque sí que estiró el brazopara coger su bebida.

—Le diré a la camarera quevenga y os sirva más copas —dijoBrandon—. Ya se me ha terminadoel descanso. Tengo que hacer otraronda. Si queréis ir a un lugar mástranquilo para beber y relajaros, ospondré en uno de los reservadoscon vistas a la pista de baile. Hayun botón que podéis pulsar para

silenciar la música y el ruido defuera.

Josie sonrió ante su comprensión.No cabía duda de que pensaba queMia y Caroline querrían hablarsobre su inminente traslado y en lapista de baile no podían hacerlomuy bien.

—¡Eso suena perfecto! —exclamó Bethany—. ¿Podemos irahora durante un rato? Necesitodescansar un rato de bailar y deestar de pie, y me encantaría poderestar en un sitio más tranquilo para

beber y hablar.—Seguidme. Le diré a la

camarera que guíe a Chessy y a lasotras hasta allí. Ellas aún siguen enla pista. Les dirá dónde encontraroscuando terminen de bailar.

Las mujeres siguieron a Brandon,pero Josie les hizo un gesto paraque pararan cuando llegaron adonde Brittany y Kai estaban.Quería ver qué tal iba Brittany yasegurarse de que estuviera cómodao ver si necesitaba que larescataran.

—Hola —dijo Josie con unasonrisa radiante mientras saludabaa Kai—. Quería decirle a Brittanyque nos vamos a ir a uno de losreservados. No quería que sevolviera loca buscándonos.

El brazo de Kai se deslizóalrededor de la cintura de Brittany yla ancló bien contra él. Bueno,parecía que el hombre se movíarápido. Él sonrió, y lo hizo con unasonrisa amable y cálida, pero aJosie no le pasó desapercibida lafuerza dentro de esos ojos. Este

hombre era poderoso e intimidante.Miró a Brittany para medir sureacción.

—Tu preocupación es admirable—dijo Kai en una voz tan baja queella apenas pudo escuchar porencima de la música—, perocuidaré muy bien de Brittany y lallevaré yo mismo hasta vuestroreservado cuando ella quiera.

—¿Te parece bien?Josie dirigió la pregunta solo

hacia Brittany porque hasta ahoraKai había sido el único que había

hablado.Brittany sonrió y Josie pudo ver

que no era forzado ni fingido. Susemblante entero estaba ruborizado.

—Estoy bien. Gracias, Josie.Estaré con todas vosotras en unmomento.

—Tómate tu tiempo —dijo Josiecon una sonrisa.

—Lo hará —murmuró Kai.

Capítulo veinticuatro

Ash se estiró en su sofá, bebida enmano, mientras Gabe serepantingaba en el sillón frente a él.Los dos habían cenado comida parallevar que Gabe había comprado decamino al apartamento tras haberdejado a las chicas en el suyo.

Ash comprobó la hora en su relojde muñeca y sonrió.

—¿Crees que estarán muyborrachas ahora mismo?

Gabe hizo una mueca.—Estoy seguro de que estarán en

ello.Ash se rio entre dientes, aunque

tenía ganas de que las horaspasaran. Quería que Josie volviera,borracha, adorable, y se moría porverla con ese vestido y esos zapatosque había comprado. No dejó quela viera siquiera cuando se lo probóen la tienda. Todo lo que le dijo fueque pensaba que a él le gustaría elresultado final.

Por Dios, a él ella le gustaría

hasta vestida con un saco o con unabolsa de papel en la cabeza. A él nole importaba lo que llevara puesto,porque la tendría desnuda más querápido. Lo que había debajo era loque más importaba. Sin embargo,verla pintada, contoneándose conesos tacones sexis y con los ojosnublados por el alcohol… sí, esotenía su atractivo. Había escuchadoa Gabe y a Jace suficiente comopara saber que las noches de chicasno eran algo que debieran perderse.

Ninguno de los hombres tenía

ningún problema con que susmujeres salieran y se divirtieranporque después volvían con ellos acasa y la recompensa era bastanteespectacular.

Su teléfono móvil sonó y él locogió de inmediato pensando quepodría ser Josie. Esperaba que lanoche estuviera yendo bien y queestuviera relajada y divirtiéndose.

Frunció el ceño cuando vio elnombre de su portero en la pantalla.

—Ash —dijo él secamente.—Señor McIntyre, tiene visita en

el vestíbulo. Quieren subir, pero lellamé antes. Dicen que son suspadres.

—Oh, Señor —murmuró Ash.Que alguien le pegara un tiro ahoramismo. ¿Tenían que venir estanoche de entre todas las noches quetenía el año? Ellos nunca habíanpisado el edificio donde vivía, aligual que tampoco habían pisado laoficina. Y joder, antes de que sumadre los interrumpiera hacía unosdías, también dudaba mucho de quehubieran puesto un pie en alguno de

sus hoteles.Dar tal paso ahora olía

totalmente a desesperación. Sumadre había querido «hablar» trashaber montado una escena en elrestaurante, y él le había dejadomuy claro que no tenía ninguna ganade hablar nada con ella. Le habíaprohibido la entrada a todas suspropiedades hoteleras, pero a lomejor tendría que haber ampliadolos parámetros un poco más. Perono se habría imaginado que vinieranaquí. Hacer que él fuera a ellos era

más su estilo.Le echó una mirada a Gabe, que

lo estaba mirando con el ceñofruncido. Negó con la cabeza parahacerle saber que no era nada quetuviera relación con las mujeres.

—Voy para abajo. No los dejesubir. De hecho, no los deje subirnunca, en caso de que vuelvan aaparecer. No son bienvenidos aquí—soltó Ash, mordaz—. Bajaré yme ocuparé del asuntopersonalmente, pero en el futuro, sivuelven a aparecer, enséñeles

dónde tienen la puerta. Y mejor queno los deje subir cuando yo no estéaquí y Josie sí.

—Sí, señor.Ash colgó y luego se puso de pie.—¿Qué ocurre, tío? —exigió

Gabe—. ¿Qué pasa?—Mis padres me han hecho una

visita —contestó Ash con sequedad—. Voy abajo a informarles de queno son bienvenidos.

—Mierda —maldijo Gabe—.Bajaré contigo.

—No es necesario —replicó Ash

con voz calmada—. Tú espera aquí.Volveré en nada.

Gabe ignoró la respuesta de Ashy se levantó.

—No he dicho que fueranecesario. Pero voy a bajar contigo.

Ash se encogió de hombros. Lamayoría de la gente no querría quesus trapos sucios ni sus problemasfamiliares se airearan frente a otragente. Pero Gabe no era cualquiera.Él era familia de verdad, al igualque Jace. Y Gabe sabía todo lo quehabía que saber sobre su mamá

querida, excepto su aparicióndurante el almuerzo. No es que Ashno hubiera querido contárselo ni aél ni a Jace, pero se le había ido dela cabeza. Había estado demasiadopendiente de otras cosas.

—Mi madre hizo acto deaparición el otro día —dijo Ashmientras entraban en el ascensor—.Yo estaba almorzando con Josie yBrittany en el Bentley, y ella entrópavoneándose y montó una escena.Hice que la acompañaran hastafuera y di instrucciones de que no la

volvieran a dejar entrar en ningunade nuestras propiedades hoteleras.

—Dios, ¿no se cansa nunca?Ash sacudió la cabeza.—Evidentemente, no. Insultó a

Britt y a Josie. Y luego quería quehablásemos. Como si yo fuera ahacerle caso aunque no hubieraescupido su veneno contra Britt yJosie.

Gabe negó con la cabezamientras el ascensor descendía.

—Es triste, pero a lo mejordeberías pensar en ponerles una

orden de alejamiento. Así losdetendrían la próxima vez quevinieran dando por culo. Podría serun aviso para hacerles saber lo enserio que vas con que se mantenganalejados de ti y de Brittany.

—Les dejaré las cosas clarascara a cara —dijo Ashendureciendo el rostro por culpa dela confrontación que se avecinaba.

Tener una discusión con suspadres en el vestíbulo del edificiodonde vivía no era su primeraopción, pero ni en sueños iba a

permitir que entraran en su casa.Ese era su santuario. Y el de Josie.No iba a tenerlo invadido porpersonas a las que detestaba. Yestaba claro que no iba a tener estaconfrontación en territorio conocidode sus padres. No les daría lasatisfacción de ir hasta ellos.Nunca.

Cuando salieron del ascensor,Ash vio a su madre y a su padreesperando en el vestíbulo. Ningunode ellos parecía contento, y cuandose giraron y lo vieron, no había

ninguna expresión de bienvenida ensus ojos. No había reconocimientoalguno de que él fuera su hijo. Peroa decir verdad, nunca lo habíahabido. Ash no lo entendía. Nopodía concebir ser tan frío con tuspropios hijos. Él no trataría a lossuyos de ese modo jamás.

Se acercó con paso largo y separó a cierta distancia de ellos conuna expresión en el rostro más duraque un glaciar de hielo. Se losquedó mirando con frialdad hastaque su padre se encogió de verdad

y apartó la mirada con una nota deculpabilidad.

—¿Por qué estáis aquí? —lesexigió, cortante.

Los ojos de su madre recayeronsobre él y luego sobre Gabe, ycomenzaron a echar chispas.

—¿De verdad, Ash? Este es unasunto privado. ¿No podríamoshablar en privado? ¿Quizás en tuapartamento?

—Gabe es familia —dijo Ashcon un tono de voz plano—. Todolo que tengáis que decir lo podéis

decir delante de él.Ella aspiró con delicadeza y

luego dominó su expresión. Ashjuraría que estaba intentadoparecer… agradable. Suplicante,incluso. Los pelos de la nuca se leerizaron porque parecía un vampirosediento de sangre acechando a supresa.

—Quería disculparme por midesafortunado comportamiento delotro día.

Un rubor apareció en sus mejillasy pareció como si las palabras casi

la hubieran ahogado.Probablemente sí que lo habíanhecho. Ofrecer disculpas no eraalgo que solía hacer nunca.

—Disculpas aceptadas. ¿Eso estodo?

La ira destelló brevemente en susojos antes de desecharla y volver arecomponer su expresión una vezmás para parecer más agradable.

—Tu abuelo quiere que vayamosa cenar. Brittany también. A él… ya mí… nos encantaría que vinierais.Tus hermanos y sus mujeres e hijos

también estarán allí, por supuesto.Ash entrecerró los ojos.—Ni en broma.Su padre se aclaró la garganta

para hablar por primera vez.—Espero que lo reconsideres,

hijo.Ash se lo quedó mirando con

disgusto.—¿Hijo? ¿Cuándo he sido yo

vuestro hijo? Cortad el rollo ydecidme exactamente qué es lo quequeréis. Porque está claro que no espasar tiempo con la familia en una

cena.Los labios de su madre se

afinaron y sus ojos destellaron. Estavez no hizo nada para intentaresconder su enfado.

—Va a cambiar el testamento.Está enfadado porque nuestrafamilia se ha ido al garete, como éldice. No está contento con ladefección de Brittany. Dijo que siyo fuera mejor madre, mis niños nome despreciarían. Ha empezado adecir que deberíamos comenzar amantenernos nosotros solos y que

está cansado de tirar el dinero eneste nido de víboras. Dijo que siuna madre y un padre no podíansiquiera mantener su familia unida,que entonces por qué deberíarecompensarnos dejándonoslo todo.

Ash se rio, lo que solo consiguióenfadar a su madre incluso más.

—Esto también te afecta a ti —siseó—. ¡Y a Brittany! Si nos dejafuera del testamento, es a todos. Túno cogerás ni un céntimo, y Brittanytampoco.

Ash sacudió la cabeza, aun

riéndose entre dientes.—A lo mejor no me has estado

escuchando durante todos estosaños, querida mamá. Me importauna mierda el dinero del viejo.Nunca me ha importado. Viene condemasiadas condiciones. Al igualque todo lo que tiene que vercontigo también tiene condiciones.

—Si a ti te da igual, entonces almenos piensa en cómo afectará estoa tu hermana. Ella tampoco sequedará con nada.

—Yo la apoyaré

económicamente para que nuncatenga que preocuparse por el dinerodel viejo ni de las condiciones conlas que viene —dijo Ashácidamente—. Ella no quiereformar parte de esta venenosafamilia más que yo. Quiere alejarsede vosotros, y yo le he dado esaopción.

Los dedos de su madre seencogieron hasta formar dos puñosa cada lado de su cuerpo. Luego segiró hacia su padre y comenzó agritarle.

—¡Haz algo, William! No tequedes ahí callado como uncobarde. ¡Estaremos arruinados sicambia el testamento!

—No hay nada que él puedahacer —dijo Ash con calma—. Nohay nada que ninguno de vosotrosdos podáis hacer para que vaya ajugar a las familias con vosotros.Me importan una mierda mishermanos o el hecho de que nopuedan mantener a sus esposas ehijos. Me importáis una mierda tú ymi querido padre. Tú sola te has

buscado esta situación, así queahora arréglatelas tú sola. Brittanyy yo estaremos perfectamente.

—Te odio —siseó su madre.Él se encogió, aunque ya lo

sabía. Sin embargo, de algunamanera, escuchar esas palabras enboca de la mujer que le dio a luzdolía.

—Elizabeth, para —espetó supadre—. No lo estás diciendo deverdad. Es nuestro hijo, por el amorde Dios. ¿Te sorprende que noquiera tener nada que ver con

ninguno de nosotros? Piensa en loque estás diciendo.

Pero Ash sabía que sí que lodecía de verdad. Lo veía en susojos. Siempre había estado ahídesde el día en que mandó a freírespárragos a su familia y siguió supropio camino en el mundo.

—Creo que ya es hora de que osvayáis —dijo Ash con voz queda—. Y no volváis. No soisbienvenidos. No sois bienvenidosen ninguna de mis propiedades. Yaquí tenéis una advertencia.

Manteneos bien alejados deBrittany. Manteneos bien alejadosde mí. Y por vuestro bienmanteneos bien alejados de Josie yel resto de mi familia. Comoesparzáis vuestro veneno haciaalguno de ellos, iré a por vosotros.Os lo quitaré todo. Es más, measeguraré de que el viejo sí quecambie el testamento y no os dejenada. Y si no creéis que vayacompletamente en serio, solamenteponedme a prueba.

—Te estás marcando un farol —

espetó su madre.Ash arqueó una ceja y se la

quedó mirando fijamente. No dijonada. No tuvo necesidad dehacerlo. Ella empalideció y luegoapartó la mirada; se había dadocuenta de lo en serio que sí que iba.

Cuando volvió a mirarlo,parecía… mayor. Ojerosa yderrotada. Ella dio un paso haciadelante y posó una mano en subrazo. Le costó todo lo que noestaba escrito no apartarse de unasacudida.

—Ash, por favor. Te lo suplico.No lo hagas. Si quieres que tedejemos en paz, lo haremos. Novolveremos a molestarte más, nisiquiera a Brittany, si haces que elabuelo cambie de parecer. Sivienes únicamente a una cena, tejuro que no nos volverás a ver amenos que tú quieras. Te haré estapromesa por escrito. Lo quequieras. No dejes que tu odio haciamí arruine las vidas de tushermanos. Piensa en sus niños. Susmujeres. Piensa en tu padre y en mí.

No tendremos absolutamente nada.—No dejes que te coma la

cabeza, Ash —gruñó Gabe,hablando por primera vez.

Ash levantó la mano.—No iré a cenar. No expondría a

Britt a esa situación nunca. Ni aJosie. Y a donde yo voy, ella va.Eso está escrito en piedra.

Viendo su madre que podría estaryendo por buen camino, se inclinóhacia delante con demasiadoímpetu.

—No tienes que venir a cenar.

Pero ve a verle, Ash. Tú puedesexplicarle lo de Brittany de unmodo diferente. Dile lo que quieras.Dile que nos hemos reconciliado.Haz lo que tengas que hacer paraconvencerlo de que no nos quite deltestamento.

—Señor —espetó Gabe—. Estoes patético.

Ella le lanzó a Gabe una miradafría y tan llena de odio que Ashretrocedió. ¿Qué narices le pasabaa esta gente? ¿Cómo podía él habernacido de estos dos egoístas

avariciosos?—Llamaré al viejo —ofreció

Ash.Gabe sacudió la cabeza con

disgusto.—Pero eso es todo lo que voy a

hacer —continuó Ash—. Y os loestoy diciendo ahora: toda estamierda de acosarme se terminaaquí. Si me entero de que osacercáis a Britt o a Josie, siaparecéis en alguno de mis hoteles,en mi oficina o especialmente en micasa, os bajaré del carro tan rápido

que no os habréis dado cuentasiquiera de qué ha pasado.¿Entendido?

Ella asintió con rapidez y losojos se le llenaron de esperanza. Eladjetivo «desesperada» noempezaba siquiera a describir lasituación que tenía ante sus narices.El hecho de que se hubierahumillado lo suficiente como parasuplicarle a él ya le decía lodesesperada y asustada que estaba.

Debería irse. Debería lavarse lasmanos de todos ellos. Pero eran su

familia. Su sangre. Aunque nuncaquisiera una relación de familia conellos, la idea que quedaran en laruina le dejaba un sabor amargo enla boca.

—Fuera —dijo Ash—. Ya heterminado con vosotros. No voy adejar que me arruinéis la noche.

—Gracias, hijo —dijo su padrecon voz queda—. Esto significamucho para tu madre. Para mí. Ypara tus hermanos también. Dile aBrittany… —se paró con un suspiroy se pasó la mano por la cara—.

Dile a Brittany que la quiero y quela echo de menos y que espero quele esté yendo bien.

Ash asintió y luego miróenfáticamente hacia la puerta.

Su madre, obviamente satisfechade haber ganado esta ronda, se giróy se alejó con la barbilla bien alta.

Cuando Ash se volvió paradirigirse hacia el ascensor, Gabe loestaba mirando con una muecadibujada en sus labios.

—Joder, tío, qué mierda. Sabíaque eran malos, pero hasta no ver

esto, no tenía ni idea de cuánto.Ash se encogió de hombros.—¿Cómo dice el dicho? ¿«Los

amigos se eligen pero la familia,no»?

Capítulo veinticinco

Josie siguió a Bethany y a Mia, lascuales seguían a Caroline y aBrandon hasta el reservado que seencontraba sobre la pista de baile.Aunque podían ver lo que pasabaen la planta de abajo, Brandon lesaseguró que nadie podría verlasdentro de la habitación, así quetenían absoluta privacidad.

—Volveré a ver cómo estáis enun ratito —le dijo Brandon a

Caroline mientras rozaba sus labioscon los de ella.

Caroline se dejó caer sobre elcómodo sofá junto a Josie. Mia sesentó al otro lado de Caroline yBethany se quedó sentada en elbrazo del mismo.

—Así que te mudas a Las Vegas—murmuró Mia.

Las lágrimas llenaron los ojos deCaroline.

—Sí. Brandon quiere casarseantes de que nos vayamos. Tenemosseis semanas para encontrar un

lugar donde vivir allí, casarnos ymudarnos por completo antes deque empiece su nuevo trabajo. Elseñor Wellington se estácomportando maravillosamentebien con nosotros. Nos va a pagarla mudanza y también nos ayudará apagar la casa. Va muy en serio conBrandon y quiere que lo considerecomo un puesto de trabajo a largoplazo. Doblará el sueldo deBrandon, así que no tendremos quepreocuparnos por el dinero y yotendré tiempo de sobra para

encontrar un trabajo allí.—Eso es maravilloso, Caro —

dijo Mia con suavidad—. Pero tevoy a echar de menos unabarbaridad.

—Todas lo haremos —corrigióBethany—. ¡Las noches de chicasno serán lo mismo sin ti!

Caroline las abrazó a ambas yluego se puso de pie.

—Voy al lavabo y a ver si lasotras vienen. También buscaré a lacamarera y le diré que todasqueremos otra ronda. Vuelvo en un

abrir y cerrar de ojos.Mia observó cómo su mejor

amiga se marchaba con el ceñofruncido de tristeza. CuandoCaroline salió del reservado, ellasuspiró.

—En fin, la voy a echar demenos.

—Lo sé —dijo Bethany—. Yotambién. Pero aún nos tienes anosotras, Mia.

Mia levantó la mirada y sonrió, yluego, de forma impulsiva, alargó lamano para darles un apretón tanto a

la de Bethany como a la de Josie.—De acuerdo, ahora estamos

solas y tengo que admitir, Josie, queBethany y yo tenemos toda clase depreguntas entrometidas sobre ti yAsh. Espero que no te ofendas,¡pero nos estamos muriendo porsaber los detalles escabrosos!

Josie se rio.—No me importa. Pero me temo

que os vais a decepcionar. Nuestrarelación no es muy emocionante.

Mia resopló.—Nos perdonarás si te decimos

que no nos lo tragamos. Lo primeroque tienes que decirnos es lo buenoque es en la cama. Supongo queBethany ya lo sabe, ¡pero yo tengoque admitir que tengo curiosidad!

Enseguida se llevó una mano a laboca con urgencia y en sus ojos sereflejó el horror.

—Oh, Dios, Josie. ¡Lo siento! —Un leve gemido se escapó de sugarganta y Mia escondió su rostroentre sus manos—. Soy unaestúpida. De verdad. Gabe y Jacesiempre me dicen que suelto por la

boca todo lo que se me pasa por lamente sin tener en consideración loque digo.

Josie sonrió irónicamente.—No pasa nada, Mia. De

verdad. Sé lo que pasó entreBethany y Ash. —Miró a Bethany yvio que la otra mujer estaba inclusomás mortificada que Mia. Susmejillas estaban de color rosa y susojos eran un espejo deincomodidad.

—Espero que lo entiendas —dijoBethany—. Quiero decir que no

significó nada para Ash. Oh, Dios.Esto es incluso más incómodo quela primera vez que Jace y yo vimosa Ash tras aquella noche.

Josie estiró el brazo para darleun apretón a la mano de Bethany.

—Por favor, no. No pasa nada,de verdad. Admito que cuando Ashme contó por primera vez lo quepasó, tenía miedo de conocerte. Noes que me volviera loca tener quepasar tiempo con la mujer que habíatenido sexo con Ash. Odiaba la ideade imaginaros a los dos juntos. Pero

una vez te conocí ya no pasabanada. Y creo que, de muchasformas, ver la relación que teníascon Jace me ayudó a caer en lacuenta de que no había nada entre túy Ash excepto una profundaamistad.

—Me alegro —dijo Bethany consinceridad—. Adoro a Ash. Mucho.Pero como amigo. Estoy locamenteenamorada de Jace.

—Supongo que he mandado altraste cualquier oportunidad desacarte todos los detalles sobre ti y

Ash, Josie —dijo Mia con tristeza.Josie se rio.—Bueno, no. No si me dejáis que

yo también os pregunte. Me muerode curiosidad por vuestros hombrestambién. Como por ejemplo, ¿esoque llevas es un collar de sumisa,Bethany? ¿O es simplemente uncollar normal y corriente?

Las mejillas de Bethany seencendieron mientras tocaba con eldedo el diamante que descansaba enel hueco de su garganta.

—Es un collar de sumisa —dijo

con suavidad—. Jace quería que lollevara. Nunca me lo quito.

—¿Es el tuyo un collar de sumisatambién, Josie? —preguntó Mia.

Josie asintió.—Vaya —murmuró Mia—. Yo

también quiero uno. Pienso que songeniales. Me encantaría que Gabeeligiera uno y me lo pusiera. Perono le van los collares para marcarla sumisión. Y si tengo que serfranca, a mí tampoco hasta que vi elde Bethany. El significado queesconde es increíble.

Tanto Bethany como Josieasintieron.

Josie se terminó el último tragode su bebida y dejó el vaso en lamesa que había frente al sofá. Teníaun zumbido bastante sonoro en losoídos, pero no estaba ni muchomenos borracha. Se quitó lostacones y estiró los doloridos dedosde los pies casi suspirando dealegría.

—Oh, mira. Ahí está Jace —dijoMia.

Se había puesto de pie y había

caminado hasta la zona acristaladadel reservado para mirar a la pistade baile.

Se giró hacia Bethany.—¿Ha llegado temprano? ¿O no

hemos estado bebiendo losuficiente?

—No creo que hayamos bebidomucho —dijo Bethany conarrepentimiento.

—Bueno, tenemos que arreglaresto. ¡Y la única manera queconozco de emborracharnos en untiempo récord es a base de

chupitos!—Oh —dijo Josie—. Yo nunca

me he tomado un chupito de nada.—No pasa nada—dijo Mia—.

Tras el primero, el sabor de losdemás ni lo notas.

Justo entonces la puerta se abrióy el resto de las chicas entraronhaciendo bastante ruido. Lacamarera estaba con ellas. Estadejó las bebidas en la mesa y luegoescuchó a Mia mientras le dabainstrucciones de lo que irían abeber ahora.

—¿Chupitos? —preguntóCaroline—. ¿Desde cuándobebemos chupitos?

—Desde que no estamos lobastante borrachas —dijo Mia consequedad—. Jace ya está aquí, locual quiere decir que no nos quedamucho más tiempo. ¡Tenemos queponernos al día!

—Trae la botella —le dijoChessy a la camarera—. ¡O mejordos! Tenemos a muchas mujeresaquí hoy.

La camarera sonrió.

—A la orden.Todo el mundo se apiló en los

sofás y en las sillas, y los zapatosvolaron en todas direcciones. Unmomento más tarde, la camareravolvió y comenzó a dejar una líneade vasos de chupitos en la mesa.

—¿Todo el mundo tiene uno? —gritó Trish.

Tras un coro de síes, Ginalevantó su vaso para hacer unbrindis. Todo el mundo levantó elsuyo y luego entre gritos de«¡Venga, venga, venga!» se tragaron

el primer chupito.El fuego ardió en la garganta de

Josie. Ella tosió y escupió tanto quelos ojos le lagrimearon. Podíasentirlo en su vientre. Maldita sea,lo sentía incluso viajar hasta suvejiga. Estaba sobre su vejiga,ardiente y revuelto. Necesitaba ir ahacer pis.

—¡Vamos a por el siguiente! —las alentó Trish.

Cogieron los siguientes vasos,los alzaron tal y como lo habíanhecho con los anteriores y luego

volvieron a vaciar su contenidodentro de sus bocas.

Una risa entre dientes se escuchódesde la puerta. Todas se giraron yvieron a Jace de pie con Brandon.Los dos parecían divertidos. Jacedirectamente se estaba riendo.Luego Jace se apartó y Brittanyapareció en la puerta, con el rostrosonrojado y los ojos brillantes.

Tras ella se encontraba KaiWellington. La tenía agarrada delcodo, pero la soltó cuando ella seencaminó hacia delante.

—Siento llegar tarde —dijo sinaliento—. ¿Me habéis guardadoalguno para mí?

Gina lanzó un vaso en direccióna Brittany. La joven lo agarró y lopuso sobre la mesa para que Miapudiera servirle un chupito de labotella de tequila que la camarerahabía traído. Estaban locas. Todas.Josie incluida. Tenían que estartodas chifladas para hacer esto.Tendrían una resaca impresionantepor la mañana, pero por ahora, selo estaban pasando de miedo.

—Estaba muy celosa devosotras, chicas —dijo Brittany contristeza.

Bethany ladeó la cabeza.—¿Por qué?—Porque todas tenéis un hombre

con el que volver a casa. Todo delo que habéis hablado es de lomonas que os ven cuando estáisborrachas. De cómo os quitan esosvestidos y os follan con los taconespuestos. —Su expresión se atenuó—. Yo nunca he tenido a ningúnhombre que quisiera hacer eso.

—Ahora sí —dijo Kai desde lapuerta arrastrando las palabras.

Brittany se puso roja como untomate, pero el calor crepitó en sumirada mientras se giraba paramirar a Kai, que aún seguía de pieen la puerta.

—Dios mío —murmuró Mia—.Brittany, nena, yo diría que haspillado esta noche.

Brittany sonrió.—¡A lo mejor sí!—Nada de «a lo mejor», nena —

dijo Kai gruñendo levemente—.

Diviértete con tus amigas, perocuando acabes, te vienes a casaconmigo.

—Creo que me acabo de correr—murmuró Gina en voz baja.

—No es coña —dijo Trish—.Tengo que cambiarme de bragas.Dios santo, Brittany. ¡Estábuenísimo!

La sonrisa de Brittany era de cienvatios o más. Alargó la mano hastael chupito y se lo tragóapresuradamente.

—¿Esto lo hacen regularmente?

—preguntó Kai con la diversiónbastante presente en su voz.

—Sí —tanto Jace como Brandonrespondieron al unísono.

—¿Cómo es que la habitaciónestá dando vueltas? —preguntóJosie poniéndose bizca mientrasintentaba seguir los movimientos—.Kai, Brandon dijo que era tu club.¿Por qué da vueltas?

Kai se rio entre dientes.—No da vueltas, nena. Es el

alcohol.—¿Entonces por qué sirves

alcohol que hace que a la gente ledé vueltas la cabeza? —preguntóBethany con una voz perpleja.

Jace se rio esta vez.—Se ponen peor —dijo Brandon

con un suspiro—. Solo acaban deempezar.

La camarera volvió para recogerlos vasos vacíos y reemplazarlospor otros limpios. Miró cómo iba labotella que les había dejado antes yluego depositó una nueva en lamesa.

—Esa tía mola —murmuró

Caroline mientras cogía otrochupito—. Deberíamos llevárnoslacon nosotros a Las Vegas, Brandon.

—¡Bebed, chicas! ¡La noche aúnes joven! —coreó Chessy.

Josie se bebió dos chupitos máspero sus ojos la abandonarondurante todo el tiempo. Estabamareada. De ninguna forma podríadigerir más alcohol sin vomitar. Lahabitación daba vueltas como sifuera un maldito tiovivo. Y a todaslas veía doble, por lo que elreservado que ya de por sí estaba

abarrotado, parecía estarlo todavíamás.

—¿Qué os parece algo demúsica? —espetó Mia—. ¿Hemosterminado de hablar por un rato?¿Quién quiere bailar conmigo?

Josie levantó la mano.—¡Yo! Pero alguien tiene que

ayudarme a ponerme de pie.Tiraron de ella por lo menos tres

pares de manos. Mia pulsó el botónque permitía que la música sonarapor los altavoces. Las chicaschillaron y a continuación todas se

encontraron de pie, moviéndose yrestregándose las unas a las otras aritmo de la música.

—¡Es divertido! —gritó Josie.—¿A que sí? —le devolvió Mia

con otro grito.—¡Gracias por invitarme! —

exclamó Brittany—. Me lo hepasado muy bien, y, ¡ay, Dios! Kaiquiere que me vaya a su casadespués. ¿Debería ir o no?

Josie lanzó una mirada mareada ala puerta donde los hombresseguían de pie y habían escuchado

casi con total seguridad la ebriapregunta de Brittany.

Los labios de Kai se torcieron,divertidos.

—¿Cuenta mi voto?Josie se giró hacia Brittany.—¿Tú quieres ir?Brittany parpadeó.—Sí. Sí que quiero.—Siempre y cuando me dé toda

la información de contacto para quepueda llamarte por la mañana yasegurarme de que no te haasesinado mientras duermes,

entonces, de acuerdo. A por ello —la urgió Josie.

Oyeron más risas procedentes dela puerta pero Josie las ignoró. Selo estaba pasando demasiado bienbailando con sus nuevas amigas. Ytodas eran geniales. Tal y como Ashle había dicho.

Cerró los ojos y pegó su espaldacontra la de Mia mientras ambas secontoneaban con las manos arriba ymeneando los culos todo el tiempo.

El teléfono de Ash sonó y este

vio que era Jace el que llamaba.—Hola, tío, ¿las mujeres te están

dando problemas ya?Jace se rio entre dientes.—Deberías venir aquí, tío.Ash entornó los ojos y miró a

Gabe, que también estaba prestandomucha atención a la conversación.

—¿Qué pasa? —exigió Ash—.¿Están bien?

—Oh, sí, están perfectamente.Pero creo que vamos a tener que ira por el plan B.

—¿Cuál es el plan B?

—Bueno, el plan A era que yolas llevaría de vuelta a casa en lalimusina cuando se hubieran puestopedo y se lo hubieran pasado bien.Sin embargo, están ahora mismo enel suelo de un reservado, mirandoal techo y hablando de cosas de lasque no tengo ni la más remota idea.Si tenéis alguna esperanza de salvarla noche, mi sugerencia es quevengáis a por vuestras mujeres y oslas llevéis a casa.

Ash se rio entre dientes.—Gabe y yo estaremos allí en

unos minutos. Échales un ojomientras tanto.

—Lo haré —dijo Jace mientrascolgaba.

—¿Qué pasa? —exigió Gabe.Ash se rio.—Según Jace, están bastante

borrachas. Me ha dicho que estántumbadas en el suelo de uno de losreservados. Ha sugerido que es muyposible que queramos ir a recoger anuestras mujeres si tenemosesperanzas de llegar al «después»de la noche.

—Iré contigo y llamaré a michófer de camino para que vayadirectamente hacia allí.

Ash asintió.—Pues vamos.Veinte minutos más tarde

llegaron al club. Ash le indicó alconductor que aparcara cerca y quese quedara a la espera. Luego él yGabe salieron y caminaron hasta laentrada.

Gracias a Dios que Brandon losestaba esperando. La cola aún eralarga. No habrían podido entrar en

toda la noche si no fuera por él.—¿Hay algo que deba saber? —

le preguntó Gabe a Brandonmientras entraban.

Brandon se rio.—No, lo dudo. Pero se lo han

pasado bien. Nadie les dijo nada.El dueño estuvo con ellas casi lamayor parte de la noche y los deseguridad siempre estamos cerca deél.

—¿Quién es el dueño y por quéestaba con nuestras mujeres? —exigió Ash.

Brandon se rio otra vez.—No con todas las mujeres. Solo

con una. Parece bastante interesadoen Brittany. Ha estado pegado comouna lapa a ella durante toda lanoche y eso no es muy común en él.A él nunca le faltan mujeres que lehagan compañía, pero es raro quebusque a una mujer tal y como hizocon Brittany.

Ash gruñó. Ese tío tenía quemantenerse alejado de su hermana.

Brandon los guio hasta unascortas escaleras que llevaban hasta

el segundo nivel, donde muchosreservados y mesas formaban unsemicírculo sobre la pista de baile.Brandon empujó suavemente lapuerta y esta se abrió, dejando ver aJace y a un hombre que Ash noreconoció.

Jace levantó la mirada y los vio.Sonrió al instante y asintió en sudirección para decirles quepasaran. Cuando Ash y Gabe seadentraron en el reservado, los ojosde Ash se abrieron como platoscuando observó la imagen que tenía

frente a él.Había mujeres por todas partes.

Mujeres muy guapas. Esto era elsueño de cualquier hombre: unahabitación llena de mujerespreciosas y muy borrachas.

Pero sus ojos se centraron ensolo una de ellas. Josie. Estabatirada al final del sofá con el brazocolgando por el lateral. Mia estabatumbada junto a ella, pero la partesuperior de su cuerpo se encontrabaentre Josie y el sofá, así que sucabeza descansaba en la cadera de

Josie. Al otro lado, Bethany estabatumbada en la dirección opuesta, demodo que sus pies se encontrabanjunto a la cara de Josie.

Chessy, Gina y Trish estabantumbadas en el suelo en diferentesposiciones, mientras que Carolineestaba despatarrada en una silla,con las piernas colgando por uno delos brazos.

No estaban dormidas, pero sí queeran ajenas a cualquier cosa quepasara a su alrededor.

Ash se rio entre dientes. Gabe

dibujó una enorme sonrisa en suslabios. Los otros hombres noestaban menos encantados con lavista que tenían frente a ellos.

—¿Y qué demonios hacemos conellas ahora? —preguntó Ash en vozbaja.

Gabe le lanzó una sonrisapetulante y satisfecha.

—Si yo tengo que decirte eso, nohay esperanza para ti, tío.

Josie levantó la mirada;aparentemente ahora había oído porprimera vez su voz. Su sonrisa era

deslumbrante y sus ojos estabancompletamente desenfocados. Sucabeza se movió de arriba abajomientras hablaba.

—Hola, cariño —dijoalegremente—. ¿Sabías que hay doscomo tú? ¿Quién ha dicho quetengas que improvisar para darmedos pollas? Ahora hay dos Ash. Esesería un trío increíble. ¡Yo, tú y tú!¿A que sí?

Gabe, Jace y Brandon se rieron acarcajadas.

Ash gimió y se precipitó a

cubrirle la boca con la mano.—Joder, nena. Ya puedes dejar

de hablar.Ella sonrió bajo su mano.

Cuando él la apartó, Josie le dedicóuna sonrisa completamentebobalicona y deslumbrante que lequitó el aliento.

—¿Me vas a llevar ya a casapara follarme con los taconespuestos? Mia y Bethany me hancontado tooodos los detalles sobrecómo se las follan con los zapatospuestos una vez les arrancan los

vestidos. Voy a sentirme muydecepcionada si yo no consigo lomismo —dijo con una voz solemne.

Ash se inclinó y le dio un ligerobeso en la frente.

—Creo que puedo solucionareso, nena. ¿Estás lista?

Ella levantó ambos brazos.—Llévame a casa —dijo

dramáticamente. Luego se llevó undedo a los labios y dijo—: ¡Shhh!No se lo digáis a Ash, pero Brittanyva a irse a casa de un tío macizorroesta noche. No estoy segura de que

vaya a estar muy de acuerdo coneso. Seguramente quierainvestigarlo a fondo paracerciorarse de que es aceptablepara su hermana.

Ash gruñó y luego miró aBrittany antes de mover su atenciónhacia la puerta.

—¿De qué narices estáhablando? —preguntó en ladirección de Jace.

El hombre junto a Jace dio unpaso adelante. Era elegante; de esose dio cuenta Ash desde el

principio. Tenía dinero. Tenía unaspecto callado que le decía quetenía mucho dinero, pero que no ibanecesariamente gritándolo a loscuatro vientos.

Ash se lo quedó mirando condureza, sin recular ni un centímetro.Y en favor al hombre, tuvo quereconocer que él tampoco.

—Soy Kai Wellington —dijocalmadamente—. Soy el dueño delclub. Me he ofrecido a llevar aBrittany a casa esta noche.

Ash siguió estudiándolo.

—No quiero que te aprovechesde ella. Está borracha.

—Lo sé. No me acostaré conella… todavía.

Ash se encogió e hizo una mueca.No tenía ni las más mínimas ganasde enfrascarse en una discusiónsobre con quién iba a acostarse suhermana.

—Me aseguraré de que llegabien a casa —habló Brandon—. Notienes de qué preocuparte.

Kai le envió una miradadivertida a Brandon. Ash pudo ver

que no le gustó que Brandonhablara por él o le ofreciera susservicios. Pero Brandon tambiénsabía lo importantes que estasmujeres eran para Gabe, Jace yAsh. Le habían dejado más queclaro lo que le pasaría si alguna vezdejaba que a las chicas les pasaraalgo cuando estuvieran en el club.

—Más te vale —dijo Ashsuavemente—. Me gustaría que mellamaras cuando ya esté sana ysalva en casa.

—Dame tu tarjeta. Me aseguraré

de que recibas la llamada —dijoKai.

Ash rebuscó en su cartera, sacóuna tarjeta con el número deteléfono de su móvil y luego se latendió a Kai.

—Si queréis iros con vuestrasmujeres, yo y los otros de seguridadnos aseguraremos de que Chessy,Trish y Gina lleguen bien a casa.Caro se quedará conmigo hasta quetermine el turno —ofreció Brandon.

Gabe asintió.—Perfecto, entonces. Cojamos a

nuestras mujeres y salgamos de aquí—anunció Ash.

Capítulo veintiséis

—¡Reunión! —gritó Miaagresivamente. Se encontraba depie en el centro de la habitación yagitaba la mano de forma urgentehacia Bethany y Josie.

Josie y Bethany lucharon porlevantarse del sofá. Josie sebamboleó peligrosamente y bajó lamirada hasta sus pies, confundidapor no saber por qué nofuncionaban como deberían. Casi se

cayó, pero una mano fuerte laagarró del codo.

—¡Ay! —exclamó ella antes deenderezarse. Le regaló a su «ayuda»una sonrisa deslumbrante y unadivertida sonrisa masculina lacorrespondió. ¿Era Ash? Joder, lacabeza le daba tantas vueltas que nopodía distinguir quién era quién odónde se encontraban.

Se tambaleó hacia donde Mia lasesperaba y agarró el brazo deBethany cuando la otra mujertropezó en su dirección.

Riéndose como desalmadas, lasdos abrazaron a Mia.

—De acuerdo, este es el trato —dijo Mia en un susurro potente—.Tenemos que quedar mañana paracomer y darnos todos los detalles.Me muero por saber cómo va areaccionar Ash.

Josie frunció el ceño y luegomiró por encima del hombro haciadonde los hombres se encontrabancon sonrisas indulgentes en susrostros.

—¿Y qué pasa con Brittany? —

siseó Josie—. Se va a liar con elSeñor Dueño Del Club. Tenemosque averiguar qué ocurre entreellos, ¿cierto?

—Cierto —Bethany dijo consolemnidad.

—¡Brittany! —gritó Mia otravez.

Brittany se acercó a ellasapresuradamente y se unió alcírculo que habían formado con elrostro lleno de emoción.

—Está bien, almuerzo mañana —dijo Mia—. ¡Tenemos que

contarnos todos los detallespicantes!

Una serie de quejidos seescuchó, Josie se giró y silenció alos hombres con un gruñido feroz.Ellos se rieron y Josie devolvió suatención a las mujeres.

Brittany se mordió el labio yluego miró por encima del hombrode Josie en dirección a KaiWellington.

—No sé, chicas. Quizás estoymetiéndome donde no debo.

—Yo cuidaré bien de ti, Brittany

—dijo Kai con diversión.—Están poniendo la oreja —

murmuró Mia.—Es difícil no hacerlo, nena —

dijo Gabe con la risa bien presenteen su voz—. Estáis vociferando lobastante fuerte como para que osoiga el club entero.

Mia gruñó y a continuación bajósu voz hasta un susurro.

—A la una. En Isabella’s. Y asípodremos contárnoslo todo.

—¿Siempre hacen esto? —preguntó Kai de fondo.

—Ojalá lo supiera —murmuróJace—. No hay nada como sentirseintimidado por la nota que te vayana poner al día siguiente. Esa es unapresión enorme sobre los hombrosde un hombre.

Las mujeres se rieron tontamentey luego Mia estiró el brazo dentrodel círculo.

—A la de tres vamos a pornuestros hombres.

Pusieron las manos una encimade la otra en el centro.

—¡Una, dos, tres!

Levantaron las manos y sesepararon del corrillo. Josie setambaleó y registró el suelo enbusca de sus zapatos.

—¡Mis zapatos! Tengo que teneresos zapatos —se quejó—. ¡Si notengo esos zapatos lo arruinarétodo!

—¿Estás buscando esto, nena?Levantó la mirada y vio a Ash

con los tacones colgando de susdedos. Sus ojos brillabandivertidos, pero su mirada recayósobre su cuerpo con apreciación. Se

contoneó a modo de experimento yesperó que su vestido cubriera todolo que debiera.

Sus ojos brillaron incluso más yestiró los brazos para ajustarle laparte de arriba del vestido. Susdedos rozaron la piel de uno de suspechos.

—Esa vista es solo para mí —murmuró—. No es que no estésdeliciosa con ese atisbo de pezón,pero nadie puede verlo.

Ella se llevó las manos al pechocon brusquedad, horrorizada, y

luego miró con ansiedad a los otroshombres.

—Dios mío. ¿¡Han visto ellosmis pezones!?

Las risas aumentaron y hubo unaserie de negaciones con la cabeza.Ash se inclinó para besarla y laestrechó entre sus brazos. Todo sucuerpo se sacudía de la risa.

—No, nena. Nadie excepto yolos ha visto.

Mientras hablaba, se giró, yfulminó con la mirada a los otroshombres, que inmediatamente

sacudieron sus cabezas y pusieronexpresiones de completa inocencia.

—Tengo que ponerme loszapatos —gruñó Josie.

Ash la sentó en el sofá y luego levolvió a deslizar los pies dentro delos tacones con suavidad. Habíaalgo extremadamente perverso enque un hombre le pusiera loszapatos. Sus manos eran cálidas yreconfortantes contra su piel. Le dioun pequeño apretón a uno de suspies antes de retroceder paraofrecerle la mano y ayudarla a

ponerse en pie.Se levantó y comprobó con

cuidado la estabilidad de suspiernas. No había llevado lostacones durante la mayor parte deltiempo que habían estado bebiendoy lo último que quería era caerse debruces ahora que volvía a tenerlospuestos.

Se tambaleaba un poco, pero Ashla agarró con firmeza por el brazoantes de pegarla contra su costado.Ella suspiró y se derritió contra él,saboreando el calor y el olor de

este hombre tan espléndido.—Gracias por cuidar de ellas —

le dijo Ash a Brandon mientras seencaminaban hacia la puerta.

—Eh, ¿y yo qué? —balbucióJace—. Recuerda, la próxima vez tetoca a ti.

Ash sonrió.—Lo estoy esperando con ansia.Ash se dirigió hacia la puerta

manteniendo a Josie bien apretadacontra su costado. Ella se tropezabacada dos por tres y Ash ralentizó elritmo para adecuarlo al suyo

inestable. Estaba derretida contraél, tan sumisa y adorable quedesearía no estar tan lejos de suapartamento. No quería nada másque desnudarla y quitarle esevestido y hacerle el amor con esoszapatos puestos hasta que ambos sequedaran dormidos.

Gabe y Jace no habían mentido.Estaba loco de celos de ellos porhaber experimentado esto antes.Pero ahora tenía a Josie. Josieformaba parte de su círculo deamigos, tal y como había querido.

Lo esperaba con ansia e inmensasatisfacción, sabiendo con absolutacerteza que a partir de ahora sí quelo experimentaría más a menudo.

Otros tíos podrían quejarse delas noches de chicas. A algunos noles gustaba que sus mujeres salieransin ellos. Pero si tuvieran estoesperándoles al final de la noche,seguro que se pondría de modallevar vestidos sexis y zapatos contacones brillantes para morirse.

Sonrió de nuevo mientras guiabaa Josie hacia la rampa que llevaba

hasta la pista de baile. Brandonapareció con otro segurata,flanqueando a Ash como unabarrera protectora para que no losempujaran las otras personas en elclub.

Cuando llegaron fuera, condujo aJosie hasta el coche y la ayudó aentrar. Cuando él se deslizó hasta elasiento trasero del coche, Josie yaestaba tirada de un modo pocodelicado por todo el asiento con laspiernas extendidas de lado. Uno desus tacones colgaba peligrosamente

de su pie, así que él lo volvió acolocar en su sitio agarrándola deltobillo mientras lo hacía.

Ella abrió los ojos y le dedicóuna sonrisa adorable y bobalicona.

—Hola —dijo con voz ronca.Él se rio y se echó hacia delante

para besarla en la nariz. Era la cosamás adorable que hubiera vistonunca. Y era toda suya.

—Hola. ¿Te lo has pasado bien?—Oh, sí —respondió en voz baja

—. Tenías razón. Mia y Bethanyson la bomba. Y también el resto de

sus amigas. —Frunció el ceño porun minuto y Ash la miró concuriosidad para buscar la fuente deesas arrugas en su entrecejo—.Aunque Caro se va a mudar. Eso haentristecido a Mia. Caro y Brandonse van a casar y se van a mudar aLas Vegas. Pero no pasa nada. Aúnnos tiene a Bethany, y a mí —dijoseñalándose su propio pecho.

Ash se rio entre dientes.—Sí, nena. Os tendrá a vosotras.—¡Y Brittany! —dijo Josie,

iluminándosele el rostro—. Se lo

pasó bien, Ash. Estaba triste porqueno tenía a ningún tío con el quedisfrutar del sexo estando borracha,pero luego apareció Kai.

Ash frunció el ceño.—No tengo muy claro que me

guste la idea de que se líe con un tíoque acaba de conocer en unadiscoteca.

—Él no está mal —dijo Josielentamente—. Parece muy intenso.Pero para bien, ¿sabes? Como tú.

Ash sacudió la cabeza.—Si él es como yo, entonces sé

que no quiero que mi hermanapequeña tenga un lío de una nochecon él.

Josie frunció el ceño de nuevo.—No creo que vaya a ser un lío

de una noche, Ash. Parecía muy…serio. Como si se la quisiera comer.Me hacía estremecer.

Ash gruñó ante eso último.—¿Te hacía estremecer? ¿Qué

demonios?Ella se rio tontamente.—No pasa nada. Ya sabes que yo

solo te quiero a ti. Pero está bueno,

y él piensa que Brittany es guapa.Me alegro por ella.

Ash suspiró.—Yo seré el que juzgue si nos

alegramos por ella o no. Tendré queinvestigar a este tío y ver si está alnivel.

Pero ¿qué podría decir Ash deestar al nivel? Lo hacía parecer unmaldito hipócrita. Él había hechocosas no muy buenas, y no searrepentía de ellas, pero ahíestaban. Simplemente no estabaseguro del todo de querer que su

hermana saliera con un hombre delque no sabía nada. Sabía que suspropias intenciones eran buenas,¿pero y las de Kai Wellington?

Pero ya era suficiente de hablarde Brittany y Kai. Recibiría unallamada más tarde tal y como Kai lehabía prometido o Ash enviaría aalguien a que viera cómo estabaBrittany. Y mañana investigaría unpoco el pasado de Kai Wellington yvería si tenía secretos oscuros quelo convirtieran en un mal partidopara Brittany.

Ahora mismo tenía a una mujermuy borracha, muy adorable y muysexi con la que se moría por volvera casa para quitarle ese vestido delcuerpo.

—Tengo que decir, nena, que esevestido y los zapatos te van comoanillo al dedo.

Ella le envió otra sonrisadeslumbrante; sus dientesdestellaron y un hoyuelo se le formóen la mejilla.

—¿Te gustan?—Joder, ya te digo —gruñó—.

Pero me gustarán más cuandolleguemos a casa y te los quite deencima.

Ella arrugó la nariz y frunció elentrecejo.

—Pero los zapatos no, Ash. Miay Bethany dijeron que ellas siempretenían sexo con los zapatos puestos.No podemos saltarnos el protocolo.Es el credo de la noche de chicas.

Él se rio.—Claro, nena. Los zapatos por

supuesto que se quedarán puestos.Cuando aparcaron frente al

edificio, Ash salió y luego alargólos brazos hasta Josie dentro delcoche para ayudarla a salir. Unavez se hubo asegurado de que teníalos pies debajo del cuerpo y que nose caería de bruces al suelo, la guiohasta la puerta de la entrada con elbrazo envuelto firmementealrededor de su cintura.

En el ascensor, ella se llevó unamano rápidamente al estómago y sevolvió verde mientras subían.

Él la estrechó entre sus brazos.—Respira hondo, nena. No

puedo dejar que te pongas enfermaahora.

—Estoy bien —dijo ligeramente—. El ascensor solo ha hecho queme maree un poco.

Las puertas se abrieron para darpaso a su apartamento y él la ayudóa salir. Inmediatamente después sedirigieron al dormitorio. Suteléfono móvil sonó, pero cuandobajó la mirada para ver quiénllamaba, no reconoció el número.Sabiendo que podría ser Wellingtonque llamaba para dar noticias sobre

Brittany, mantuvo agarrada a Josiecon una mano y respondió lallamada con la otra.

—Ash McIntyre —dijo.—Soy Kai Wellington. Brittany

está en casa sana y salva. No tienede qué preocuparse, señorMcIntyre. Su hermana está enbuenas manos.

—Gracias —murmuró Ash—.Aprecio la llamada.

Colgaron y Ash se escribió unanota mental para asegurarse de quesu hermana estuviera bien al día

siguiente. Luego devolvió suatención a Josie y la depositó sobreel borde de la cama.

—De acuerdo, cariño, estamosen casa y estás a cargo de laseducción de la noche de chicas.¿Qué quieres que haga tu hombre?

Sus ojos brillaron, y encomparación con la tenue luz de lalámpara de la mesilla de noche,parecieron casi luces de neón.Entreabrió los labios y él casi dejóescapar un gemido. Dios, esta mujerlo iba a volver loco.

—Primero tienes que arrancarmeel vestido, y luego tienes quefollarme con fuerza y pasión.

Ella parecía tan esperanzada queAsh se rio entre dientes.

—Lo que quieras, nena. Que nose diga que he decepcionado a michica.

Ella sonrió y dejó escapar unsuspiro de felicidad.

—Me gusta.—¿Qué te gusta, nena?—Que me llames «mi chica».

Suena muy dulce y sexi.

—Eres mi chica —dijo mientrashacía que su voz sonara grave ybaja.

Ella levantó los brazos.—Entonces arráncale a tu chica

el vestido y poséela hasta que sequede dormida.

Él se rio, pero se acercó y lapuso de pie.

—Eso puedo hacerlo, mi amor.Ella suspiró otra vez,

tambaleándose con paso vacilanteantes de volver a recuperar elequilibrio.

—Me encantan todos losnombres cariñosos con los que mellamas. Son muy bonitos.

Él sonrió y le dio la vuelta paradesabrocharle el vestido. Dejó queeste se deslizara por su cuerpohasta caer a sus pies, y luego laayudó a desenredar sus tacones dela delicada tela. A Ash se le cortóla respiración cuando su miradaviajó por toda la superficie de sucuerpo.

—Dios santo —murmuró—. ¿Dedónde has sacado la lencería?

—La tenía —dijo ella conpetulancia—. Michael nunca la vio,así que no te preocupes. Tú eres elúnico hombre que me ha visto conella. Lo estaba guardando para unaocasión especial, y yo diría queeste momento cumple con todos losrequisitos.

—Oh, sí. Desde luego.Se giró, se inclinó hacia él con

los ojos bien abiertos y le susurrócomo si estuviera compartiendo conél un enorme secreto.

—Tiene una abertura por debajo.

No me la tienes que quitar siquierapara follarme.

El cuerpo de Ash se sacudió y élla agarró de la barbilla antes debajar su rostro hasta el de ella parabesarla en la boca. Sabía a tequila ya algo afrutado. Su lengua, calientey salvaje, colisionó con la suya. Élla succionó, queriendo devorarlaentera.

Ella gimió contra su boca. Lobesó animadamente mientras sucuerpo se retorcía contra el suyo dela necesidad que estaba sintiendo.

Ash ya pudo incluso sentir queJosie se encontraba peligrosamentecerca de correrse. No le costaríamucho llevarla al abismo.

Pero él no quería que la nocheacabara tan pronto. Si se corríaahora, podría quedarse fritaperfectamente para dormir la mona.Había esperado demasiado paraesto como para hacer que acabaraen cinco minutos.

—Voy a follarte duro, nena —dijo poniendo a propósito una vozfuerte y tenaz. Ella se estremeció tal

y como él sabría que lo haría—. Tuboca, tu coño y tu culo. Voy atenerlos todos antes de que esto seacabe.

—Ash.Su nombre salió en un gemido

lleno de necesidad que lo hizosonreír. Oh, sí, estaba cachonda ycaliente. Su cuerpo ardía de pasión.Se restregaba contra él como unanimal en celo.

—Ponte de rodillas —le ordenócon brusquedad.

Él permaneció agarrado a ella

mientras Josie se deslizaba contrasu cuerpo y se colocaba de rodillas.Ash agarró una almohada y lacolocó debajo de ella antes desoltarla por fin. Se quedó de piedurante un momento para asegurarsede que no iba a caerse y luegoretrocedió mientras sedesabrochaba la bragueta.

Su miembro salió de su encierropara acabar en el de su propiamano, hecho que no le gustaba lomás mínimo ya que quería que loque estuviera alrededor de él fuera

la boca de Josie y no su mano.Enterró la otra mano en su pelo y laatrajo bruscamente hacia él almismo tiempo que pegaba su pollacontra sus labios.

Ella se abrió para él con unsuspiro entrecortado, que le envióescalofríos por toda la espalda. Sustestículos se endurecieron,dolientes, mientras su erección sedeslizaba por encima de su cálidalengua. Cerró la boca a sualrededor y lo succionó entero. Ashdejó escapar un gemido estridente

mientras se adentraba hasta la parteposterior de su garganta.

—Inmensamente preciosa —dijocon un tono áspero.

Los sonidos húmedos de succiónque ella producía eran altos yeróticos a sus oídos. Cada vez quese retiraba, siempre sentía suresistencia al intentar volver achuparlo de nuevo. Sus mejillas sehundían con cada retracción y luegose inflaban cuando volvía aenterrarse en ella.

Le encantaba ver la imagen de su

polla deslizándose y abriéndosepaso entre sus labios y luegoretirándose, húmeda debido a susaliva. Josie produjo un sonido conlos labios semejante al de los besossonoros que casi hizo que secorriera. Durante unos largosmomentos, disfrutó de la sensaciónde tener su lengua deslizándose porla parte inferior de su miembro.Luego le rodeó la punta del pene yjugó con el sensible glande cuandose retiró de su boca.

No iba a durar mucho más como

esto siguiera así. Reacio aabandonar la dulzura de su boca, seretiró y la puso de pie. Sus ojosestaban vidriosos, una mezcla entreel alcohol y el intenso deseo.Brillaban con fuerza y sensualidad,llenos de una dulzura que élasociaba con ella.

La tumbó de espaldas en la camay tiró de su sujetador; quería darseun banquete con sus pechos. Seinclinó sobre ella, entre sus muslosseparados, y le pasó la lengua porel montículo antes de capturar el

pezón y succionarlo con fuerzaentre sus dientes. Luego ascendióhasta su cuello, mordisquito amordisquito, y succionó la elásticapiel antes de morder el lóbulo de suoreja con la fuerza suficiente comopara hacerla gritar. Deslizó lalengua lamiéndole todos lospliegues de su oreja antes de volvera bajar para succionarle el lóbulo.

—Aa… ash —gimió,pronunciando su nombre con dossílabas—. Me estás matando.

Él se rio entre dientes.

—Esa es la idea, nena. Quieroque estés tan cachonda y loca quepuedas acogerme en el culo sinesfuerzo.

Ella se estremeció sin parar y sucuerpo se arqueó sin podercontenerse contra el de él.

—Ya estoy ahí —jadeó—.Llegué al punto de la locura hacealrededor de dos minutos.

—Bien.Se tomó su tiempo lamiéndole y

devorándole los pezones hasta queestuvieran rojos y enhiestos. Luego

dejó que su boca se deslizara másabajo, y besó la piel suave de suvientre, y más abajo aún, hastaabrirse paso entre la abertura de susbragas y entre sus labios suaves yaterciopelados. Le lamió el clítoris,pero se aseguró de no pasardemasiado tiempo allí o se correríaenseguida. Bajó más aún por sucarne, succionándola y besándola,hasta llegar a su abertura y deslizóla lengua dentro tal y como su peneharía dentro de poco.

—Nunca voy a tener suficiente

de ti —dijo con voz ronca—.Tienes un sabor muy dulce.Adictivo.

Continuó con su sensual asaltosobre su más íntima carne hasta queella estuvo suplicándoledescaradamente que la llevara hastael final. Se movía hacia arriba conmovimientos frenéticos y llenos denecesidad. Él le agarró las caderasy la mantuvo quieta mientras seguíaposeyéndola con la lengua.

—¡Ash! ¡Me voy a correr!Él se apartó y la dejó al límite

del abismo. Se quedó así durante unrato, respirando con tanta fuerzacomo ella. Luego se colocó entresus piernas y levantó los tobillos deJosie para poder agarrarse al tacónde sus zapatos.

Ella abrió los ojos como platos yla excitación explotó en esasprofundidades aguamarinas. Lelevantó aún más las piernas hastaestar dobladas sobre su cuerpo ylas rodillas bien abiertas a cadalado. No esperó. No prolongó laagonía. Asegurándose de que la

hendidura de sus bragas estabaentreabierta, embistió con fuerza yse enterró en ella con un solomovimiento, llenándola al instantehasta el fondo.

Ella dejó escapar un grito. Susexo se lo tragaba con un frenesíapasionado que lo obligó adescubrir sus dientes mientrasluchaba por mantener el control.Sabía que no podría seguir con estomucho tiempo, así que se movió convelocidad hasta llevarlos a ambos aun frenesí imparable. Se enterraba

en ella con profundidad. Confuerza. Tal y como lo haría prontoen su trasero.

Cuando la sintió temblar con másurgencia a su alrededor, se quedóquieto, hincado hasta el fondo en suinterior. Respiró hondo y cerró losojos mientras intentaba recuperar elcontrol. Luego se retiró, aunquesiguió agarrado a los tacones conlas dos manos.

Soltó una y rápidamente le quitólas sedosas bragas con las que se lahabía follado. Él quería su culo, y

por muy sexy que fuera la lencería,solo había una abertura y esta solole daba acceso a su sexo. Deslizó lamano por debajo de su ahoradesnudo trasero y lo levantó parapoder verlo mejor. Ella abrió losojos como platos cuando se diocuenta de que iba a penetrarla enesa postura. Normalmente cuandoAsh le había follado el culo, ellasiempre se encontraba a cuatropatas. De esta forma era mucho másvulnerable. Estaba completamenteabierta a él, con las piernas bien

arriba en el aire y su traseroperfectamente curvado y preparadopara que él se hundiera en suinterior.

Ash guio su miembro hasta suano y tardó solo un momento encoger el lubricante.

—No voy a usar mucho esta vez,nena. Solo lo suficiente para entrardentro de ti. Quiero que lo sientas.Que me sientas mientras empujocontra tu carne.

La respiración de Josie seentrecortó en sus labios. Se los

relamió con deseo y él casi perdióla batalla contra el placer en esemomento. Con la mandíbulaapretada, se aplicóapresuradamente el lubricante sobresu dura erección y luego arrojó eltubo a un lado mientras se ponía enposición. En el momento en queencajó la cabeza de su pene contrasu ano, apartó la mano y la envolvióalrededor de su tacón, de modo queambas manos volvían a estar sujetasa sus zapatos, abriéndola conamplitud para facilitar su invasión.

Él empujó sus caderas sinvacilar. Ella se abrió para él yabrió los ojos más aún como platosmientras se dilataba paraacomodarlo en su interior.

—Eso es, nena —dijo en un tonoaprobador—. Déjame entrar. Voy afollarte con fuerza hasta que ambosnos corramos. Quiero que uses tumano porque yo voy a estaragarrándote los tacones todo eltiempo. Pero no te corras hasta quete lo diga, ¿de acuerdo?

—Está bien —contestó ella con

una voz fantasiosa.Ella deslizó una mano entre sus

muslos y sobre su clítoris y emitióun gemido cuando se acarició.

Aprovechando ese descuido,cuando ella estaba más centrada ensu propio placer, Ash se movióhacia delante y la abrió porcompleto con un solo enviteimplacable. Ella se alzó y un gritoatravesó el aire de la habitación.

Estaba hundido hasta el fondo,empujando contra ella y luchandopor seguir introduciéndose más aún

en su interior.—Joder —gimió él—. No voy a

durar mucho, nena. Tienes quellegar ya porque yo voy a movermecon fuerza y no voy a parar hastacorrerme.

—Estoy ahí —respondió ella sinaliento—. No pares, Ash. Estoymuy cerca.

Sin necesitar más ánimos por suparte, este comenzó a moverse conenergía en su interior. Sus musloschocaban contra el trasero de Josie,que provocaba que le temblara todo

el cuerpo. Ella cerró los ojos yarqueó el cuello hacia arribacuando él empezó la carrera parallegar al clímax.

Josie se corrió primero, y suintenso grito lo atravesó con fuerzay lo urgió a que él llegara a supropio orgasmo. Comenzó acorrerse, y chorro tras chorro desemen se fue vaciando en su interiory haciendo su penetración mássencilla. Josie movía sus dedos casiviolentamente sobre su clítoris almismo tiempo que él la embestía

con más vigor y profundidad.Entonces, ella apartó la mano y sequedó respirando con dificultad,con los ojos desenfocados yeufóricos.

Él se introdujo en ella una últimavez y permaneció en su interiormientras terminaba de vaciarsedentro de su cuerpo. Luego secernió sobre ella y soltó concuidado sus tacones, dejando quesus piernas cayeran sin fuerzassobre la cama.

Les costaba recobrar el aliento e

inspirar el aire suficiente en susdoloridos pulmones. Ash cerró losojos y la apretó fuertemente contraél, abrazándola y pegándola contrasu cuerpo para que sintiera el latidode su corazón.

Nunca había sido así. Nuncaantes. Solo con Josie. Su corazónestaba tan lleno que parecía estar apunto de estallar. Había muchascosas que quería decir. Que queríadecirle a ella.

Josie le pasó los dedos por supelo y lo acarició con suavidad

antes de que estos se cayeran sobrela cama y su cuerpo se quedaracompletamente laxo debajo del deAsh. Él levantó la cabeza y la mirócon una sonrisa enorme curvandosus labios hacia arriba.

Se había quedado dormida.Riéndose entre dientes,

suavemente se retiró de su cuerpo yluego fue al cuarto de baño antes devolver con una toalla cálida paralimpiarla. Tras asegurarse de queestaba limpia y cómoda, le quitó lostacones y luego se deshizo del resto

de la ropa antes de cogerla enbrazos y colocarla bien en la cama.Él se acurrucó a su lado y alargó lamano para apagar la lámpara.

La habitación quedó a oscuras yél la atrajo más contra sí, contra elrefugio de su cuerpo. Le acarició elcuerpo y disfrutó de la sensación detenerla saciada y calentita junto aél.

Sí, las noches de chicas deberíanser más regulares. No había nadamejor que una mujer preciosa,borracha y completamente adorable

volviera a casa con él con el únicodeseo de que la follara con esostaconazos puestos.

Tomó nota mentalmente para ir acomprarle una docena de zapatos detacones sexis y brillantes. Yaprovechando el viaje, estaba másque claro que también le compraríamás lencería picante que tuvierahendiduras en las bragas parafacilitarle el acceso de entrada.

Capítulo veintisiete

—¿Viene Brittany? —preguntó Miacuando Josie se deslizó en la mesajunto a Bethany.

—Me mandó un mensaje justocuando estaba saliendo delapartamento y me dijo que nos veríaaquí —contestó Josie—. Creo queestará al llegar.

—¿Te dijo algo de cómo le fue lanoche? —preguntó Bethany.

Josie hizo una mueca y negó con

la cabeza.—Nada. Dijo que ya nos contaría

cuando llegara aquí.—Al menos tiene el día de

descanso en el trabajo y no hatenido que enfrentarse a la resacaen el trabajo —dijo Mia—. ¡Loschupitos me dejaron fatal! Gabe fuemuy dulce y me mimó hasta quetuvo que irse al trabajo, pero luegovolví a la cama y me quedé allíhasta que se hizo la hora de venirpara comer con vosotras.

Bethany se rio disimuladamente.

—Sí, Jace fue muy dulcetambién. Es increíble la gratitud quedemuestran por tener sexo con unamujer borracha.

Josie se rio.—Ash me trajo café y lo que dijo

que era la cura de las resacas. Nosé siquiera lo que era. Variaspastillas. Pero funcionó. Tras laducha, por increíble que parezca,me sentí persona otra vez.

—Oh, mira, ahí está Brittany —dijo Bethany levantando la manopara avisarla.

Brittany se abrió camino entre elatestado restaurante y luego se sentóa la mesa junto a Mia.

—Buenas, gente —dijo ellaanimadamente.

—Esa cara es de alguien que hapillado cacho —dijo Miasecamente.

Brittany se puso roja como untomate, pero sus ojos brillaron.

—¡Suelta prenda! —exigió Josie—. Nos estamos muriendo porsaber todos los detalles sobre KaiWellington.

Brittany se rio.—Ay, chicas. Él es… increíble.

No tengo palabras siquiera. Tieneun aire oscuro y misterioso… Nohabla mucho, pero cuando lo hace,tú simplemente lo escuchas,¿sabéis?

—Pasa a la parte interesante —dijo Mia con impaciencia—.¿Cómo es en la cama?

Todas se echaron a reír.—Hum… bueno, no tuvimos sexo

anoche —admitió Brittany—. Mellevó a mi apartamento y me metió

en la cama. No recuerdo nada másdespués de eso. Pero esta mañana,me desperté y él estaba en la cama,a mi lado. Se había desnudado ysolo tenía los bóxers puestos, ydejadme que os diga, ¡el tío estápotente! Por favor, estabaliteralmente babeando en laalmohada.

Josie se rio entre dientes ante laanimada descripción de Brittany.

—¡Y fue muuuy dulce también!Me trajo el desayuno a la cama yluego me llevó al cuarto de baño

para ducharme.—¿Te llevó al cuarto de baño?

—preguntó Bethany—. ¿Quieresdecir que se metió en la duchacontigo?

Brittany se ruborizó.—Sí. Fue muy dulce. Pero

también sexual. Quiero decir, contoda esa carne de hombre, desnuda,pensé que me iba a dar un ataque alcorazón.

—¿Y qué pasó entonces? —dijoMia.

—Tras la ducha volvimos a la

cama, y entonces es cuando tuvimossexo.

Brittany tenía dibujada unasonrisa satisfecha y petulante. Sí, elsexo había sido muy bueno a juzgarpor su expresión.

—¿Y? —exigió Bethany—.Vamos, ¡no nos dejes con la intriga!Tenía toda la pinta de ser un animalen la cama. Tan serio y pensativo…¡como Jace!

—Está bien, para —dijo Mia conun escalofrío—. Podemos hablar detíos buenos todo lo que queramos,

¿pero podemos dejar, por favor, aJace fuera?

Josie hizo una mueca.—Qué aburrida eres, Mia. ¿No

puedes olvidarte del hecho de quees tu hermano por un ratito?

Mia negó con la cabeza convehemencia.

Brittany se rio y luego se recostócontra el asiento, soltando unsuspiro enamorado que le dijo aJosie que ya estaba bien pillada porKai. Aunque ¿quién era ella parajuzgar? A ella no le había llevado

mucho más tiempo caer rendida alos pies de Ash. Había estadosentenciada desde el minuto en quela había sacado a rastras de suapartamento. Si era completamentefranca, tenía que admitir que habíaestado sentenciada desde aquelprimer día en el parque. Solo que lehabía llevado algo más de tiempodarse cuenta de eso.

—Fue increíble —dijo Brittany—. Y sí, es un animal en la cama.Tan exigente y posesivo. —Seestremeció, y pequeñas ráfagas de

frío le atravesaron la piel. Luego suexpresión se ensombreció y torcióla boca en una mueca—. Nadacomparado con mi primer marido.Ugh. ¡No son siquiera del mismouniverso!

—Olvídalo —ordenó Josie—. Éles pasado. Pasa página. Y ahoracuéntanos más.

Las otras rompieron a reír otravez. Estaba atrayendo la atenciónde las otras mesas, pero a Josie nole importaba. Normalmente sesentiría cohibida de tener tanta

atención centrada en ella en unlugar público, pero ya adoraba aestas chicas y se estaba divirtiendo.

—Tuve tres orgasmos —dijoBrittany en un susurro alto—. ¡Tres!Esos ya son tres más de los quetuve con mi marido.

—¡Sí! —dijo Bethany con unasonrisa enorme en el rostro—. ¿Yahora qué? ¿Fue solo un rollo deuna noche? ¿Le diste tu número?¿Te va a llamar?

—Una a una, Bethany —laregañó Mia—. ¡Se pierde! Pero sí,

Brittany, cuéntanoslo todo.Brittany sonrió y Josie vio lo

guapa que era. Sus ojos brillaban ylas sombras que la habíanperseguido antes habíandesaparecido. Parecía mucho mássegura de sí misma. Parecía… feliz.

—Oh, sí que tiene mi número.Me hizo guardar todos sus númerosen mi móvil. Quería saber lo queiba a hacer hoy. Adónde iba a ir ycon quién. Luego me dijo que estono era un rollo de una noche y quemejor que me quitara esa idea de la

cabeza ahora si eso era lo quecreía.

—Guau —susurró Mia—. ¡Suenaintenso!

—Ni siquiera me preguntó siquería volver a verlo —continuóBrittany con una sonrisa bobaliconaestampada en el rostro—. Me dijoque estaría en mi apartamento estanoche para llevarme a cenar y queme iba a quedar en su hotel.

Josie frunció el ceño.—Entonces,¿no tiene un

apartamento aquí?

Brittany negó con la cabeza.—No. Ha estado en Las Vegas

arreglando todas las cosas paraabrir el otro club. Y sí, estáplaneando pasar mucho tiempo allí,o al menos los primeros meses.Viaja mucho, yendo de club en club,así que no tiene una residenciapermanente en ningún lado.

—Entonces, ¿cuánto tiempo sequedará aquí? —preguntó Bethanycon los labios fruncidos al igualque Josie.

Brittany se encogió de hombros.

—No sé. Supongo que tendremosque ir día a día y ver qué pasa.¿Quién sabe? A lo mejor solo soyuna más de su gran lista de amantesdurante el tiempo que ha estado enla ciudad. Ya he aprendido a no vercosas donde no las hay. Me ayuda ano desilusionarme luego si no salebien.

—Yo podría añadirme a su listatambién —murmuró Mia.

Bethany se rio a carcajadas.—Le voy a decir a Gabe eso que

acabas de decir.

Mia la fulminó con la mirada.—No, no lo harás. Es el código

de amigas. Lo que se dice entreamigas, se queda entre amigas.

—Cierto —coincidió Bethany—.Pero es divertido meterse contigo.

—Además, yo tengo más que desobra con Gabe. Puedo mirar. Amis ojos no les pasa nada, ni a mishormonas, mejor dicho. Pero notengo ningún deseo de tocar aningún otro hombre —dijo condescaro.

—¿Es posible enamorarse a

primera vista? —preguntó Brittanycon tristeza—. Tengo treinta años ynunca me he enamorado.Obviamente no estuve enamoradade mi marido. Me preocupa que Kaime haya abrumado y que me hayaenganchado a él porque se sintieratan atraído por mí. Yo solo mepregunto si hubiera respondido dela misma forma que lo hice con Kaipero con cualquier otro tío.

Josie alargó la mano para darleun apretón a la de Brittany.

—Pues claro que es posible.

Ocurre más de lo que piensas. Ytienes que dejar de martirizarte conese primer matrimonio. Las cosasmalas pasan, pero se sale de ellas.Ahora ya toca pasar página y dartela oportunidad de encontrar lafelicidad.

—Yo no lo habría dicho mejor—dijo Bethany—. Y Jace jura quese enamoró de mí la primera vezque me puso los ojos encima. Y porlo que nos cuentas de Kai, pareceque él también ha caído muy rápido.

Mia le echó un brazo a Brittany

por los hombros.—Ve a por él, nena. Pásatelo

bien. Si funciona, perfecto. Si no,nos tendrás a nosotras paradesahogarte. Eso sin mencionar aAsh y a los chicos, que le daríanuna paliza a Kai si te hiciera daño.

Bethany sonrió; también estabade acuerdo. Incluso los ojos deBrittany brillaban de diversión.Josie no dijo nada ya que sabía muybien que Ash haría precisamenteeso. Las palabras de Mia eran soloeso: palabras. Pero Ash no

vacilaría en ir tras cualquiera quehubiera lastimado a una persona porla que se preocupaba. Ya se lohabía demostrado.

—Tienes razón —dijo Brittany—. Debería intentarlo. Pasármelobien. Estoy dándole demasiadasvueltas. Él seguramente quiera algode acción mientras esté aquí, y yaque es la bomba en la cama, eso noes problema. Solo espero novolverme una quejica lloronacuando se vaya.

—A lo mejor no se va —dijo

Josie encogiéndose de hombros—.Parecía bastante interesado en tianoche y por lo que nos has contadode él, no parece que solamente seasuna vagina andante para él.

—¡Vagina andante! —dijo Mia acarcajadas—. Te voy a robar eso,que lo sepas. ¡Qué risa!

—Creo que tienes razón —concordó Bethany—. Yo tambiénpensé eso cuando conocí a Jace laprimera noche. ¡Nunca soñé conque pondría la ciudad patas arribapara encontrarme! Y digamos que

una vez me encontró, ya me quedóclaro. No es que no tuviéramosnuestros problemas, pero él tenía lamente puesta en que duráramos.

—¿Y qué tal tú y Ash? —preguntó Brittany, cambiando elcentro de atención hacia Josie—.Nunca he visto a mi hermano tanencima de una mujer. No es quehayamos pasado mucho tiempojuntos, ya lo sabes, pero lo habríasabido si se hubiera quedado conuna misma mujer durante un largoperíodo de tiempo.

—¡Un largo período de tiempo!—exclamó Josie con una risa—.Solo estamos juntos desde haceapenas dos semanas.

—Está enamoradito perdido —dijo Mia, solemne—. Confía en mí,lo sé. Él y Jace siempre se habíantirado a las mismas mujeres, y noera siempre todo de color de rosa.Yo conocí a su último lío. —Hizouna mueca y se aclaró la garganta—. No me refiero a ti, Bethany.Quiero decir antes de ti. Oh, joder,otra vez estoy metiendo la pata.

Las mejillas de Bethany sevolvieron de color rosa, pero Josiese rio.

—No, Bethany. No pasa nada, deverdad. Me gusta que podamoshablar de ello y que no dejemos quesea incómodo entre nosotras. Deverdad, es mejor así.

Brittany parecía estarcompletamente perdida, pero lasotras no la pusieron al día.

—En fin, como iba diciendo —dijo Mia—, antes de que metiera lapata. Conocí al último rollo de Jace

y Ash. Ellos me llevaron a cenar yyo os juro que ella nos siguió hastaallí. No podía haber sidocasualidad. El sitio no era paranada su estilo, si sabéis a lo que merefiero. Estábamos en un pubcomiendo nachos y otras cosas depicar, y ella apareció como si fueraalguien y montó una escenita. Decamino, me insultó a mí porqueasumió que era su sustituta.

Le entró un ligero escalofríomientras dijo lo último.

—No fue muy bien, ¿verdad? —

dijo Bethany con una sonrisa.Mia se encogió.—No. Eh… digamos que no se

tomó muy bien el mensaje de«hemos terminado». Y he sacadoeste tema porque Jace y Ash se hanestado tirando a las mismas mujeresdurante mucho tiempo. Y derepente, Jace conoce a Bethany yeso se acaba. Y luego Ash teconoce a ti y es obvio que su etapade beneficiarse a chicas aquí y alláha terminado también. He estadocon él durante muchos años, y nunca

se ha quedado con la misma mujerdurante tanto tiempo como contigo,Josie.

—Me alegro de saber eso —murmuró Josie.

—¿Y estás enamorada de él? —preguntó Brittany—. ¿Deberíapreguntarte qué intenciones tienescon mi hermano?

Todas se rieron y Josie levantólas manos.

—Anoche fui dulce, ¡os loprometo!

—No has respondido a la

pregunta —señaló Mia.Josie suspiró.—Sí, estoy enamorada de él. No

se lo he dicho. Quería asegurarmede que fuera en el momentoadecuado. Suena muy estúpido,pero no quiero soltárselo a la ligeracuando estemos teniendo sexo, nitampoco quiero decírselo cuandoesté haciendo algo verdaderamentetierno por mí porque quiero quesepa que lo digo de corazón y nopor el calor del momento.

—¿Él te ha dicho que te quiere?

—preguntó Bethany suavemente.Josie hizo una mueca.—No.—La quiere —dijo Mia con

resolución—. No tengo ningunaduda. Dios santo, nena, me pone lospelos de punta ver cómo te mira.

Brittany asintió; también estabade acuerdo.

—Además de que se puso hechouna fiera con mi madre cuandomontó una escena en el restaurante yte dijo todas esas cosas horribles.Pensé que iba a estrangularla,

¡aunque tampoco le hubieraintentado parar los pies!

Todas se rieron otra vez y luegolas interrumpió el camarero al traersu comida. Durante los siguientesminutos, comieron y se rieron yhablaron de chicos, de sexo, y…bueno, de más sexo.

Josie no recordaba habérselopasado tan bien nunca. Todo eramuy… perfecto. Tenía a Ash, yaunque solamente lo tuviera a él, yase sentía inmensamente feliz. Peroahora, además, también tenía unas

amigas verdaderamente buenas. Legustaban de verdad. Eran genuinas,tenían unos corazones enormes y notenían ni un pelo de falsas.

¿Qué más podía pedir? Ahoratambién era una artista de éxito;¡querían más de su trabajo! Y qué siera solamente una persona. Solohacía falta una. Quienquiera quefuese se había enamorado de suscuadros lo suficiente como paracomprarlos todos en el mismomomento en que los llevara a lagalería. Y ahora tenía grandes

amigas y un hombre al que adoraba,que, estaba bastante segura, laadoraba a ella también.

A lo mejor no le había dicho laspalabras todavía, pero Josieconfiaba en que Ash fuera elelegido. Las palabras saldrían. Yahabía empezado a hablar de sufuturo juntos como si fuera algodicho y hecho. ¡Incluso le habíadicho que tendría un anillo decompromiso! ¡Y niños! Ningúnhombre que no estuviera pensando alargo plazo hablaría de anillos de

compromiso y bebés.Se recostó contra la silla con un

suspiro, permitiéndose disfrutar deuna copa de vino con las otraschicas. ¿Y por qué no? Al fin y alcabo tenía a alguien que la llevabaa casa.

Una hora más tarde, las chicas sedespidieron y subieron a susrespectivos coches para dirigirse acasa. Josie se ofreció a llevar aBrittany ya que ella había idocaminando al restaurante antes, yambas se pasaron el camino de

vuelta al apartamento de Brittanyhablando.

—Hoy me lo he pasado bien —dijo Brittany cuando se pararonfrente a su edificio—. Muchasgracias por invitarme hoy y anoche,Josie. De verdad que me lo hepasado genial.

—De nada —dijo Josie con unasonrisa cariñosa—. Yo también melo he pasado muy bien. Tenemosque quedar así de forma másregular.

—¡Por supuesto! —dijo Brittany

mientras salía del coche.—¡Y mantenme informada sobre

Kai! —gritó Josie a su espalda.Brittany se giró, levantó los

pulgares y le sonrió de formaexagerada.

Josie se acomodó en el asientotrasero y le mandó un mensaje aAsh diciéndole que iba de vuelta alapartamento. Le había dicho que ibaa comer con las chicas y él le habíarespondido que se lo pasara bien yque le avisara cuando fuera decamino a casa. A lo mejor él podía

salir temprano del trabajo.La excitación recorrió toda su

espina dorsal mientras atravesabanla ciudad. No recordaba la últimavez que se había sentido tan… feliz.Tan despreocupada ycompletamente satisfecha con ladirección que estaba tomando suvida.

Cuando llegaron al edificio delapartamento de Ash, ella se bajó yle dio las gracias al conductor.Cuando se dirigió al interior, elportero, que estaba al teléfono,

puso la mano sobre el auricular y lallamó desde el otro lado delvestíbulo.

—Señorita Carlysle, le llegó unpaquete mientras estuvo fuera. Estáen mi mesa. ¿Se lo llevo alapartamento?

Josie sonrió.—No, no pasa nada. Es pequeño,

¿verdad? Ya lo cojo yo.Había pedido varios pinceles

nuevos y sabía que llegarían hoy.—Está en la oficina. Deme un

segundo e iré a buscarlo.

—Oh, no hace falta —dijo—.Termine su llamada. Iré yo y ya melo llevo.

—¡Señorita Carlysle! —la llamódesde atrás.

Ella se adentró en la pequeñaoficina donde se guardaban lospaquetes pendientes de serentregados y miró hacia la mesadonde se encontraba uno pequeño.Con una sonrisa, se acercó y se loguardó debajo del brazo. Cuando sedio la vuelta para salir, sus ojos seposaron en varias pinturas cubiertas

apoyadas contra la pared másalejada.

Frunció el ceño porque una deellas no estaba totalmente cubierta yera extremadamente parecida a unade las suyas. ¿Pero qué podríanestar haciendo aquí?

Se acercó precipitadamente sinimportarle lo más mínimo meter lasnarices donde no la llamaban. Quitóel envoltorio y ahogó un grito. ¡Eransus pinturas!

Capítulo veintiocho

Josie rebuscó apresuradamenteentre los otros y el estómago se lehizo un nudo cuando vio todos ycada uno de los cuadros que habíavendido en la galería de arte delseñor Downing.

¿Qué narices significaba esto?Dejó que el embalaje cayera al

suelo y retrocedió un paso. El nudoque tenía en el estómago se le hizomás grande. Oh, no. No, no, no. No

podía ser. Él no habría sido capaz.Pero sí que lo había hecho. La

evidencia la tenía frente a susnarices.

—Señorita Carlysle, por favor.No debería estar aquí —dijo elportero desde la puerta.

—No, supongo que no —murmuró.

Pasó por su lado e ignoró cómole pedía que parara. ¿Qué demoniospodría decirle él?

Se metió bruscamente en elascensor con las lágrimas

ardiéndole en los ojos. ¿Cómopodía haberlo hecho? Se sentíacomo la imbécil más grande de latierra. Nunca se habría imaginadoque Ash hubiera sido el quecomprara todos sus cuadros, perono debería sorprenderla. Habíamanipulado cada aspecto de surelación hasta ahora.

La desolación se apoderó deella. No tenía éxito. No eraindependiente. Todo había venidode Ash. Estaba viviendo de sudinero, en su apartamento. No había

comprado nada con su dinero. Lasensación de felicidad que habíatenido antes por haber encontradosu lugar en el mundo, ahora habíadesaparecido debido aldescubrimiento de esos cuadros.

Salió del ascensor tan inquietaque no podía siquiera pensar encondiciones. Su mirada recayósobre las cajas, que la gran mayoríaya habían sido vaciadas. Caminópor su lado y se hundió en el sofáantes de cubrirse el rostro con lasmanos.

Se sentía completamentehumillada. Cada vez que le habíahablado a Ash, emocionada, de suéxito, ahora volvía a ella con olasde vergüenza. ¡Y él lo habíapermitido!

Le había mentido. Algo que ellanunca se hubiera imaginado que élle haría. No, él no había venido nile había negado haber compradoesas pinturas, aunque ella nunca lehabía preguntado. Nunca se hubieraimaginado que él fuera a estardetrás de todo. Había mentido por

omisión. Y su mentira había sidotan enorme y monumental que sucabeza no podía siquiera concebircuánto.

¿Qué más le había ocultado?Las lágrimas ardían bajo sus

párpados, pero ella se negó asucumbir a ellas. También senegaba a creer que estuvierasobreactuando. Esto no era unanimiedad. Su éxito era lo único quele había permitido decir que sí a lasexigencias de Ash. Se había sentidocomo si hubiera aceptado porque se

sentía capaz de mantenerse a símisma. De ninguna manera sehabría metido tan a ciegas en unarelación con Ash con tal enormedisparidad entre ellos. Ella habíaestado dispuesta y había sido capazde someterse a él porque había sidolo bastante fuerte como para ir a élcomo una igual. En realidad nuncahabía existido una verdaderaequidad entre ellos, pero su éxitocomo artista, tener dinero en sucuenta bancaria y los medios paramantenerse por sí misma, habían

sido importantes para ella y habíanigualado la balanza entre ellos. Almenos en su mente.

De lo que no se había dadocuenta era de lo desigual que lascosas eran entre ellos.

Ella vivía en el apartamento deél. Todo el dinero en su cuentabancaria era de él. No suyo. Ay,Dios, incluso le había pagado eldoble. Debería de haber puesto enduda su buena fortuna. La gente noentraba sin más en una galería dearte y ofrecía magnánimamente

pagar más de lo que se pedía poruna pieza de arte.

Era muy estúpida. Ingenua. Unatotal y completa idiota.

De verdad se había creído quealguien se había sentidoimpresionado por su trabajo. Sehabía creído que tenía verdaderotalento aunque el señor Downing sehubiera negado a exhibir más de suarte porque no estaba vendiendo.Ahora sabía la verdad.

Cerró los ojos, destrozada por eldescubrimiento. Había confiado en

él. Se había abierto por completo aél. Y él se había reído de eseregalo.

Todas esas palabras de cuidar suregalo, de protegerlo y apreciarlo,no significaban nada. Se habíareído de ella a lo grande. Dios,incluso les había contado a losdemás lo de la venta de sus obras.Había estado tan orgullosa. Tanemocionada. ¿Sabían todos que Ashera su benefactor?

Aparentemente, Ash funcionabadistinguiendo lo que era necesario

saber y lo que no. ¿Qué más habíadecidido que Josie no debía saber?

Levantó la cabeza con la penaanegándose en su pecho hasta nopoder respirar. Inspiró hondo deforma irregular e intentó hacerremitir la sensación de ardor dentrode su pecho. Pero nada funcionaba.

Ella lo amaba, y había pensadoque él la amaba a ella.

Se masajeó las sienes; elagotamiento se había apoderado deella. ¿Qué se suponía que debíahacer?

Miró hacia las cajas, y la irasustituyó parte de su desolación. Nimucho menos iba a quedarse aquí ya fingir que desconocía lo que élhabía hecho. ¿Cómo podía hacerlo?Estaba viviendo una auténticamentira. Y ahora se había topado defrente con el conocimiento de querealmente no tenía éxito en sutrabajo. No había nadie que pidierasus cuadros. Y había descuidado elnegocio de las joyas desde que sehabía instalado en el apartamentode Ash. Había estado tan absorbida

por otras cosas que no había tenidotiempo para diseñar nuevas piezasni para ponerlas a la venta. Habíaestado tranquila sabiendo que suspinturas se venderían tan prontocomo ella las llevara a la galería, yesas piezas le aportaban mucho másdinero que las joyas. O al menos, lehabían aportado más dinero.

Respirando hondo, Josie seobligó a ponerse en pie. A actuar.No le llevaría mucho tiempo volvera empaquetar sus pertenencias. Ytodo lo que de verdad quería eran

sus útiles de pintura y la ropa quese había traído de su propio piso.Todo lo demás pertenecía a Ash.Eran cosas que él le habíacomprado y no se las iba a llevarconsigo.

De un modo mecánico, lo guardótodo en cajas sin el mismo cuidadoque la primera vez que lo habíahecho. Treinta minutos después,había llenado todas las cajas yhabía metido en la bolsa de deportetodos sus artículos de aseo y suropa. Se quedó observando la

habitación, sabiendo que habría quehacer varios viajes para llevartodas sus cosas a su antiguoapartamento. Gracias a Dios que nohabía anulado el alquiler y que aúntenía un lugar donde vivir.

Echando los hombros hacia atrás,sacó su teléfono y buscó en Googlealguna empresa de mudanzas local.Tras una llamada y una facturadesorbitante por un trabajo deúltima hora, todo lo que le quedabapor hacer era esperar. Esperar a laspersonas que borrarían todo rastro

de su presencia en el apartamentode Ash.

Dolía. Dolía mucho. No habíaparte de su corazón o de su almaque no estuviera enferma en estemomento. ¿Pero cómo se podríaquedar con un hombre que la habíamanipulado con tantadespreocupación? Puede que no lehubiera hecho daño físicamentecomo lo había hecho Michael, peroahora mismo Josie prefería esaclase de dolor antes que la agoníatan intensa que sentía en lo más

profundo de su alma debido a suengaño.

Una hora más tarde, los de lacompañía de mudanzas llegaron ycomenzaron a bajar las cajas en elascensor hasta el camión. Josiepermaneció en el apartamento hastaque bajaron la última caja. Ensilencio, los urgió a que se dieranprisa. No quería que Ash volviera acasa del trabajo mientras ellaestuviera llevando a cabo sumudanza. No la había llamadotodavía, así que debería tener

tiempo de sobra.Para cuando él llegara a casa,

ella ya estaría de nuevo en supropio apartamento, y esta vez, nose dejaría engañar por palabrasbonitas y promesas vacías.

Maldito fuera por hacer que seenamorara de él. Y maldito fueratambién por haberla incluido en sumundo. Le gustaban sus amigos.Adoraba a Bethany y a Mia y aBrittany y a todas las demás. Peroeran sus amigos, leales a él. A ellala aceptaban por él. Y ahora no

tenía nada de nada.Estaba saliendo del ascensor

cuando se dio cuenta de dos cosas.Una, que no tenía quién la llevara asu apartamento y que el apartamentode Ash no estaba bien comunicadocon el transporte público. Podríacoger un taxi, pero tendría quedecirle al portero que llamara a unoy podría tardar un rato.Especialmente a esta hora del día,que todos los taxistas no estaban deservicio.

La segunda cosa de la que se dio

cuenta fue que tenía que enfrentarsea Ash. No podía simplemente irse yesconderse en su apartamento. Noes que le debiera nada a él, pero noquería irse a casa temiendo elmomento en que él se percatara deque se había ido y la inevitableconfrontación que eso conllevaríadespués. Era mejor ir a su oficina,decirle todo lo que tenía quedecirle y dejarle claro que habíanterminado. De esa forma no tendríaque preocuparse por que sepresentara en su apartamento

buscando una explicación.Para eso recurriría al chófer de

Ash. A fin de cuentas, tenía que ir arecoger a Ash igualmente. Al mirarrápidamente su reloj, se dijo queseguramente seguiría aquí. Si no,cogería un taxi hasta allí aunque esosignificara esperar. Desde suoficina, simplemente cogería elmetro.

Buscó su teléfono móvil dentrodel gran bolso que se había echadoal hombro. Tras despedir a los dela mudanza en la puerta y darles las

llaves de su apartamento para quepudieran empezar a descargar lascajas, llamó al chófer de Ash, que,gracias a su suerte, solo estaba auna manzana de distancia.

Unos pocos minutos más tarde,Josie se encontraba de camino a laoficina de Ash con lágrimassilenciosas cayendo por susmejillas.

Capítulo veintinueve

Ash echó la cabeza hacia atrás y laapoyó contra el respaldo de su sillacon el teléfono aún pegado a laoreja mientras la conferenciacontinuaba, y continuaba, ycontinuaba.

Dios, todo lo que quería hacer eneste preciso momento era colgar elmaldito teléfono y volver a casacon Josie. Había comido con laschicas hoy, y tenía ganas de

escuchar cómo le había ido el día.Después la llevaría a cenar. Aalgún sitio tranquilo e íntimo.Hablarían un poco más y luego lallevaría de vuelta a casa y le haríael amor hasta que ambos nopudieran volver a moverse delcansancio.

Alguien llamó a la puerta yEleanor asomó la cabeza. Ashfrunció el ceño ante la interrupción,aunque si había asomado la cabeza,tenía que ser importante. Erademasiado eficiente como para no

saber que esta era una llamadaimportante.

Puso la llamada en silenciotemporalmente, bajó el teléfono ymiró a Eleanor con interrogación enlos ojos.

—Lo siento, señor, sé que estáocupado, pero la señorita Carlysleestá aquí para verle.

Le llevó un momento darsecuenta de que la señorita Carlysleera, de hecho, Josie. Se enderezó ycolgó la llamada sin vacilar.

—¿Josie está aquí? —preguntó

con brusquedad—. Dile que entreinmediatamente.

Eleanor desapareció y Ash notardó en ponerse de pie y dirigirse ala puerta para encontrarse con Josiecuando entrara. Josie no habíaestado nunca en su oficina. Dios, norecordaba siquiera haberle dichodónde trabajaba.

Un momento después, la puertase abrió y Josie entró lentamente,pálida y con los ojos hinchados.Como si hubiera estado llorando.

Él estuvo frente a ella en cuestión

de segundos y la estrechó entre susbrazos. Ella se tensó y su cuerpo sevolvió rígido y completamentefirme.

—¿Qué pasa? —exigió—. ¿Quéte ha molestado?

Ella se alejó y caminó por sudespacho hacia el centro, donde sequedó completamente quieta; Josieestaba de espaldas a él y con losmúsculos tensos.

Él entrecerró los ojos.—¿Josie?Cuando ella no respondió, Ash la

agarró y la puso de cara a él. Loque vio en su rostro no le gustó niuna pizca. El miedo lo paralizó almismo tiempo que la miraba a esosojos sin vida.

Josie siempre brillaba. Así eraella. Podía iluminar una habitacióntan solo entrando en ella. Ellaresplandecía, tenía una sonrisapreciosa y sus ojos siemprebrillaban y estaban llenos de luz.Tal y como todas y cada una de susfacciones.

Pero hoy no. Hoy parecía

derrotada. Triste. Parecíacompletamente destrozada.

Cuando ella se volvió a alejar deél, Ash apretó los labios en una finalínea.

—Recuerda lo que dije, Josie.Cuando tú y yo hablemos,especialmente si estás molesta poralgo, no va a ser con una habitaciónde por medio. Me estás alejando, yesa no es una opción.

Cuando fue a estrecharla denuevo contra él, ella sacó ambosbrazos y lo bloqueó con

efectividad.—No tienes el derecho a decidir

—dijo con severidad—. Hemosterminado, Ash. Me he llevadotodas mis cosas a mi apartamento.

Él no pudo siquiera controlar sureacción. De todas las cosas que lepodía haber dicho, nunca se hubieraimaginado que fuera a decirleprecisamente eso. ¿Qué demoniosquería decir?

—Y una mierda —soltó mordaz—. ¿Qué narices está pasando,Josie?

—He visto los cuadros —dijoella con voz ronca—. Todos ellos.

«Mierda.»Él soltó el aire de sus pulmones y

se pasó una mano por el pelo deforma desordenada.

—No quería que te enteraras así,nena.

—No, supongo que no —dijo condesprecio—. No, me imagino queno querías que me enterara nunca.

—No te vas a ir del apartamento,ni vas a cortar porque no te dijeraque yo era el que estaba comprando

tus cuadros.—¿Ah, no? —le respondió ella

con un tono ácido que no le pegabanada.

—Nena, tienes que calmarte ydejar que te explique. Lohablaremos y seguiremos adelante.Pero no voy a tener esta malditaconversación en la oficina, y menosaún teniéndote en la otra punta de lahabitación y construyendo un muroentre ambos.

—¿Que me calme? —exigió—.Me has mentido, Ash. Me has

mentido. ¿Y se supone que vamos adiscutir esto y a pasar página?

—Yo nunca te he mentido —lesoltó mordazmente.

—No me sueltes ese rollo. Mehas mentido y lo sabes. Además, mehiciste parecer una completa idiotatodas esas veces que estuve tanemocionada por vender loscuadros. Dejaste que hablara deello con tus amigos. Dejaste que mesintiera como si hubiera hecho algogenial. Como si pudieramantenerme sola. Me hiciste creer

que tenía mi propio dinero.Opciones. Un futuro. Dios, me distecuerda una y otra vez, Ash. Y cadauna de ellas era una mentira.

—Mierda —maldijo él—. Josie,eso no era lo que pretendía. Paranada.

Ella levantó la barbilla.—¿Sabes por qué no discutí

contigo por mudarme a tu piso?¿Por qué dejé que me convencierascon tanta facilidad? Porque sentíacomo que podía. Porque teníaopciones. Porque no te necesitaba.

Pero te quería. Creía que eraautosuficiente. Que era capaz de seruna igual, de alguna manera, aunquenunca tuviera todo el dinero que túsí tienes. Pero era importante paramí ser capaz de contribuir con algoen nuestra relación, aunque solofuera para mí. En tener confianza enmí misma. Estaba en la cima delmundo, Ash. Porque me sentía comosi, por una vez, lo tuviera todo. Unacarrera. Tú. Muy buenos amigos. Ynada de eso, ¡nada ha sido real!

Todas y cada una de sus palabras

lo atravesaron como si fuerancuchillos. Su rostro habíaempalidecido incluso más, y susojos estaban más afligidos. Ash nohabía tenido en cuenta sussentimientos, su autoestima. Nohabía considerado que ella se habíasentido como si tuviera opciones,como que no tenía que dependerúnicamente de él, aunque eso fueralo que él quisiera. Pero, malditasea, tampoco había querido hacerledaño. Esa no era la razón por la quelo había hecho, para nada.

—Has manipulado cada aspectode nuestra relación —le dijodolorosamente—. Has orquestadocada detalle. Cada paso ha sidocalculado. Has jugado conmigocomo si fuera un juguete quehubiera caído por primera vez entus manos. Debería haberlo sabidocuando me chantajeaste con ir acenar. Y no solo eso, sino tambiénpor el hecho de que habíasmandado que me siguieran, quesabías que había empeñado lasjoyas de mi madre. Pero no presté

atención. No pensé que fueranseñales de advertencia importantes,aunque eso me convierte en unacompleta idiota por no saberreconocerlas por lo que de verdaderan. Estás tan acostumbrado a serdios en tu mundo que no pensaste loque sería jugar a ser dios en el mío.

—Josie, para —le ordenó—. Yaes suficiente. Siento haberte hechodaño. ¡Por dios, eso es lo últimoque quería hacer! Podemos arreglaresto, nena.

Ella ya estaba sacudiendo la

cabeza, y el miedo se instaló en suestómago antes de extenderse hastael pecho y la garganta; lo agarró ylo retorció hasta que apenas pudorespirar.

—Maldita sea, Josie. Te quiero.Ella cerró los ojos y una lágrima

se deslizó por su mejilla. Cuandovolvió a abrirlos, ambos brillabande la humedad y había taldesesperanza reflejada en ellos quesu estómago le dio un vuelco.

—Lo habría dado todo por esaspalabras —dijo con suavidad—.

Incluso me había convencido a mímisma de que sí que me amabaspero no habías dicho las palabrastodavía. No te haces una idea de lomucho que quería escucharlas de ti.¿Pero ahora? ¿Cómo puedo creertesiquiera? Ya has dejado claro hastadónde puedes llegar para manipularlas circunstancias y así conseguir loque quieres. Así que, ¿cómo puedosaber si eso es lo que estáshaciendo ahora? ¿Si estásintentando jugar con misemociones?

Ash se había quedado sinpalabras. Total y completamente.Nunca antes en su vida le habíadicho esas palabras a ninguna otramaldita mujer. ¿Y ella pensaba quelas había dicho para manipular susemociones?

La sangre le hervía en las venascon tanta fuerza que estaba segurode que iba a perder los papeles. Segiró hacia un lado, asustado yfrustrado porque no tenía ni idea dequé decir o hacer. Josie estabarompiendo con él y él había estado

planeando el «para siempre» conella.

Su mano se sacudía mientras lalevantaba hasta el collar quellevaba alrededor del cuello.

—¡No! —dijo él con voz ronca,girándose plenamente hacia ellaotra vez mientras ella desabrochabael cierre.

Lo agarró con la mano, se lotendió y se lo puso en la palma deuna de las suyas.

—He sacado todas mis cosas detu apartamento —dijo con una voz

grave—. Te he dejado las llaves enla barra de la cocina. Adiós, Ash.Has sido lo mejor, y también lopeor, que me ha pasado nunca.

Él levantó la mano en un intentode pararla porque ni en sueños ibaa dejar que saliera andando por esapuerta como si nada.

—Espera un maldito minuto,Josie. No hemos terminado. No voya rendirme tan fácilmente. Merecela pena luchar por lo nuestro. Por ti.Y espero por lo que más quierasque tú también pienses lo mismo de

mí por muy enfadada que estésahora mismo.

—Por favor, Ash. No puedohacer esto ahora —le suplicó. Susojos estaban anegados en lágrimas yalgunas cayeron por sus mejillas—.Déjame ir. Estoy demasiadoenfadada como para formar unargumento coherente y lo último quequiero es decir cosas de las queluego me arrepienta.

Él acortó la distancia entre ellosy la estrechó contra su pecho. Lelevantó el mentón con los dedos y

la miró fijamente a los ojos.—Te amo, Josie. Eso es un

hecho. Sin manipulaciones, nidobles intenciones. Te amo. Punto.

Ella cerró los ojos y giró la carahacia un lado. Él apoyó una manoen su mejilla y le limpió uno de lostrazos plateados con el pulgar.

—Solo dime por qué —susurró—. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué nome lo dijiste? ¿Por qué me loescondiste?

Ash suspiró.—No lo sé —admitió—. A lo

mejor pensé que reaccionarías tal ycomo lo has hecho ahora y noquería eso. Me gustaron mucho loscuadros, Josie. Me cabrea queporque hayas averiguado que fui yoel que los compró pienses que notienes talento y que nadie quiere tutrabajo. Eso son estupideces.

Ella se apartó de él, le dio laespalda y dejó que sus hombros sesacudieran.

—Estoy demasiado enfadadacomo para tener esta conversacióncontigo, Ash. Por favor, déjalo.

—No voy a dejarlo cuando meacabas de decir que has sacadotodas tus cosas de nuestroapartamento. ¿De verdad esperasque diga «de acuerdo, que te vayabien»? A la mierda. La única vidaque quiero que me vaya bien escontigo.

Ella se abrazó a sí misma por lacintura.

—Voy a volver a miapartamento. Mis cosas ya estánallí. No me puedo quedar más, lesprometí a los de la compañía que

los vería allí.El pánico se le clavó en la

garganta. La desesperación seapoderó de él. Josie se estabaalejando de él de verdad por culpade esos cuadros. Sabía que habíamás. Ash entendía por qué estabaenfadada. No había mirado más alládel hecho de comprarle los cuadrosy no había previsto cómo se sentiríaella después, cuando descubrieraque todo era una mentira. Eso loentendía, ¿pero cómo se suponíaque iba a recompensarla, a hacerle

caer en la cuenta de lo mucho queella tenía por ofrecerle al mundo, siestaba durmiendo en otra cama y enotra parte de la ciudad?

Ella se encaminó hacia la puerta,y él la siguió con la mirada,completamente paralizado y con elcorazón en la garganta.

—Josie, para. Por favor.Al escuchar el «por favor», se

paró, pero no se giró.—Mírame, por favor —dijo con

suavidad.Lentamente se giró y pudo ver

que sus ojos estaban anegados ennuevas lágrimas. Ash maldijocalladamente porque nunca habíaquerido ser la razón por la que elladerramara esas lágrimas.

—Júrame que vas a pensar enello. En nosotros —le dijo con unavoz ahogada—. Te daré esta noche,nena. Pero si crees que voy arendirme y a dejar que te alejes demí, entonces no me conoces muybien.

Ella cerró los ojos y respiróhondo.

—Lo pensaré, Ash. Eso es todolo que puedo prometerte. Tengomuchas cosas que solucionar en micabeza. Has hecho que me estrelle,y ahora tengo que averiguar quéhacer. Sabía al empezar unarelación contigo que prometistecuidar de mí. Protegerme.Mantenerme económicamente. Y yoestuve de acuerdo con eso porquepensaba realmente que nonecesitaba que lo hicieras. ¿Puedesentender la diferencia? No tenía porqué estar contigo. Y por eso quería

estar contigo. Si no hubiera tenidootra elección, ni un lugar dondevivir, ni dinero, ¿cómo podríashaber estado completamente segurode que no estaba contigo por eldinero? Yo nunca quería que eso seconvirtiera en un problema entrenosotros. Es importante para mí serindependiente y ser capaz demantenerme económicamenteaunque no termine haciéndolo. Peroquiero tener esa elección. Quieroser capaz de mirarme al espejo ysaber que valgo. Que puedo

mantenerme sola y tomar mispropias decisiones.

Él cerró los ojos porque muchascosas de las que había dicho teníansentido. Él se sentiría igual en susituación. Y se le había pasado porcompleto. No consideró nuncacómo la iba a hacer sentir que él lehubiera comprado los cuadros y selo hubiera ocultado. La habíacagado. Y ahora podía perderla porculpa de esa metedura de pata.

—Lo entiendo —dijo con vozronca—. De verdad, nena. Te daré

esta noche, pero no me gusta nada.Y no voy a darme por vencido conlo nuestro, así que prepárate. No merendiré nunca.

Ella tragó saliva con el rostroaún pálido y los ojos, heridos.Luego se giró y salió de la oficina,llevándose con ella su corazón y sualma y dejándolo únicamente con elcollar que se había quitado en lamano.

Capítulo treinta

Josie pasó una noche horribledando vueltas y vueltas en la camahasta que finalmente se rindió y sesumergió en la pintura. Por primeravez, los colores vivos no vinieron.No había nada mínimamente alegreen la escena que había pintado. Eraoscura, gris. Y exhibía una tristezaque ella misma no se habíapercatado de haberla filtrado en ellienzo.

Al amanecer, sus hombros secombaron, tensos y doloridosdebido a las horas que se habíapasado pintando. Cuando le echó unvistazo a la pintura, se encogió dedolor. Era una clara imagen de suestado de ánimo. Miserable.

Josie a punto estuvo de mancharel cuadro con más pintura paraestropearlo, pero se contuvo. Susmanos temblaban antes definalmente añadir su firma, sucaracterística J, en la esquinainferior de la derecha.

Era una pintura honesta. Ytambién muy buena. Solo eradiferente de cualquier otro de lostrabajos que hubiera hecho antes. Alo mejor este se parecía más a lalínea de lo que los demás querían.A lo mejor la gente no quería sudiversión viva y erótica.

Mientras miraba fijamente alcuadro, el título le vino a la cabeza.Lluvia en Manhattan. No eraparticularmente original, pero le ibaa su estado de ánimo aunque fuerahiciera una perfecta mañana

primaveral. Los edificios de supintura eran altos y sombríos, yestaban delineados por la lluvia yel cielo encapotado. También sedio cuenta de que el edificiorepresentado en el lienzo era el deAsh.

Suspiró y se levantó al mismotiempo que estiraba sus músculosagarrotados. Entró dando tumbos enla cocina para prepararse un café.Gracias a Dios que aún tenía unbote en el armario. Tendría quevolver a reponer de provisiones su

apartamento. Había tirado a labasura todos los alimentosperecederos cuando se mudó, y solohabía dejado unos cuantosproductos. Y uno de ellos era elcafé. Necesitaba pasar de las tazase ir directamente a por una infusiónde cafeína intravenosa.

Con una taza humeante en lamano, volvió al salón y subió laspersianas para dejar que la luz de lamañana entrara por las ventanas.Fuera las calles estabansilenciosas, apenas empezando a

volver a la vida con el tráfico deldía.

A ella siempre le habíaencantado su apartamento. Elalquiler le costaba un buen pico,eso sí, y se dio cuenta de quetendría que mudarse a algún sitiomás barato. El dinero no le habíacaído del cielo. No había ningúncliente al que le hubiera enamoradosu trabajo y que fuera a comprarcualquier cuadro que llevara a lagalería.

Tenía que ir y hablar con el

señor Downing para dejarle claroque si continuaba exponiendo suscuadros no podría vendérselos aAsh. Probablemente no le aceptaranada más ya que estaba rechazandoal que debía ser su mejor cliente.¿Pero cómo podía confiar en queAsh no fuera a comprarlos bajo unseudónimo, uno que ella no pudierarastrear?

Sí, tendría que mudarse,reorganizar sus prioridades ypensar en las opciones que tenía.Tendría que diseñar más joyería y

ponerlas a la venta en su páginaweb. La web había languidecidodesde que se había mudado conAsh, ya que toda su atención lahabía acaparado la pintura. Peronecesitaba el dinero que conseguíade las joyas. Cuando las producíaregularmente, vendía regularmente.Su arte tendría que estar en unsegundo plano de forma temporalhasta que consiguiera el dinerosuficiente como para pensar quénueva dirección tomar con suscuadros.

El señor Downing le había dichoque le faltaba visión y enfoque. Queera muy dispersa y le faltabacoherencia. Evidentemente teníarazón. ¿Pero cuál podría ser sunuevo enfoque? Si a la gente no legustaban los cuadros alegres yvivos que ella creaba, entoncestendría que replantearse su visiónde las cosas.

No debería ser demasiado difícilpintar cosas más depresivas ysombrías como la que había pintadoesta mañana. No iba a olvidarse de

Ash en un día, una semana, o nisiquiera un mes. Lo amaba. Sehabía enamorado perdidamente deél. El antiguo refrán sobre jugar confuego se le vino a la cabeza. Ellaclaramente había jugado, se habíalanzado directamente a las llamas, ycomo consecuencia se habíachamuscado.

Sacudió la cabeza, se terminó elcafé y depositó la taza en la mesitaauxiliar. Tenía que volver altrabajo y a lo mejor dibujar unapieza para acompañar a su Lluvia

en Manhattan. Podría llevárselosentonces al señor Downing y ver sipensaba que esos se venderíanmejor que sus anteriores pinturas.¿Si no? Plan B. Fuera cual fuese.

Miró su teléfono móvil, quehabía puesto en silencio, y sedebatió entre si debería ir a mirarlas llamadas perdidas y losmensajes, o no. Seguidamentesuspiró. Nadie la llamaría. Exceptoa lo mejor Ash, y no quería pensaren él ahora. Se resistió a latentación de mirar los mensajes —

si es que había alguno— y volvió altrabajo, decidida a terminar otrapieza.

Pintar un cuadro normalmente lellevaba días. Cambiaba de parecersin parar y se fijaba hasta en elúltimo detalle, por muy pequeñoque fuera. Pero hoy simplementeestamparía la pintura en el lienzo yno pararía hasta que estuvieraterminado. ¿Y qué si no eraperfecto? No es que su detallismola hubiera llevado muy lejos antes.

Sacudió la cabeza. Dios, sonaba

como una imbécil quejica ycompadecida de sí misma. Ella noera así, y tampoco iba a cambiarpara serlo. No era de las que serendían. Ella nunca había tirado portierra su sueño. Su madre la habíaobligado a jurarle que no iba arendirse. Y de ningún modo iba adefraudar a su madre o a sí misma.

Trabajó durante horas, sin parar,mientras el sol subía cada vez másy más en el cielo y la luz se colabapor su ventana. Llegó a un punto enel que tuvo que cerrar las persianas

porque se sentía demasiadoexpuesta a los que paseaban por lacalle. Se había percatado de que unpar de tíos no dejaban de pasarfrente a su piso para ver si podíanseguir viéndola pintar. Y pintar eraalgo privado. Incluso más ahora queestaba volcando su corazón y sutristeza en el lienzo.

Le había dado los últimosretoques al cuadro cuando alguienllamó a la puerta. Ella se quedóparalizada y el desaliento comenzóa correrle por las venas. ¿Estaba

Ash aquí? Había sido bastante claroy cortante en que le daría la nochepara pensar pero que no iba arendirse e iba a luchar por ella ypor su relación juntos. Él habíaquerido que ella pensara en ello,pero al final había dejado apartadotodo el tema y se había puesto atrabajar.

Se levantó y las manos letemblaron. Podría ignorar la puerta,pero no era una cobarde. Y si Ashhabía venido hasta aquí, lo mínimoque podía hacer era decirle que

necesitaba más tiempo. Espacio.Con el corazón latiéndole a mil

por hora, se limpió las manos y seencaminó hasta la puerta. Respiróhondo y la abrió. Parpadeó de lasorpresa al percatarse de que nohabía sido Ash el que llamaba a supuerta. ¿Era decepción lo quesentía? Se quitó la idea de lacabeza y se quedó mirando sindecir ni una palabra a Mia y aBethany, que llevaban expresionesdecididas en sus rostros.

—Estás horrible —dijo Mia sin

delicadeza—. ¿Has dormidosiquiera?

—Esa es una pregunta estúpida,Mia. Es evidente que no —dijoBethany.

—¿Qué estáis haciendo aquí? —preguntó Josie sin apenas voz.

—Para responder a la que será tupróxima pregunta, no, Ash no nos haenviado —dijo Mia con firmeza—.Y para responder a tu primerapregunta, estamos aquí porquevamos a obligarte a comer connosotras y no pienses siquiera en

decirnos que no.Josie se quedó boquiabierta.

Bethany se rio.—Es mejor que te vengas por las

buenas, Josie —dijo Bethany, conla risa aún patente en su voz—. Miaes muy decidida y asusta un pococuando se le mete algo en la cabeza.Estoy segura de que Gabecorroborará ese hecho.

Mia le dio un codazo a Bethany ygruñó. A pesar de todo, Josiesonrió y el alivio se le instaló enlos hombros.

—¿Me podéis dar un minuto paraque lo limpie todo? He he… estadotrabajando —terminó sinconvicción.

—Claro —trinó Mia.—Entrad —dijo Josie

apresuradamente—. Sentaos. Estátodo un poco desordenado. No hedesempaquetado nada todavía, y,como os he dicho, he estadotrabajando.

—¿Esos son tus cuadros nuevos?—preguntó Bethany suavementecuando entraron en el salón.

Mia y Bethany se habían quedadomirando fijamente las dos pinturasque acababa de terminar. Josie sepasó las manos por los pantalones yasintió.

—Son muy buenos —dijo Mia—.Hay mucho sentimiento en ellos. —Giró sus ojos llenos de compasiónhacia Josie—. Y es obvio que estásmolesta.

Josie no sabía qué responder aeso.

—Yo… eh… vengo en unminuto, ¿de acuerdo?

Mia y Bethany asintieron y Josiese precipitó hacia el cuarto de bañopara asegurarse de que estuvierapresentable. Cuando se miró en elespejo, hizo una mueca. Con razónle habían dicho que estaba horrible.Lo estaba de verdad.

Se echó agua en la cara yrápidamente se aplicó la base demaquillaje y los polvos. Se pintólas pestañas con una máscara suavey luego se puso brillo de labios. Noiba a ganar ningún concurso debelleza, pero al menos no parecería

tan vacía ni demacrada. Aunque locierto era que ni todo el maquillajedel mundo podría ocultar lassombras oscuras que tenía debajode los ojos.

Cuando volvió al salón, Mia yBethany la estaban esperando y lasacaron rápidamente delapartamento hasta llevarla al cocheque se encontraba aparcado al finalde la calle.

Los dos tíos que Josie habíavisto antes llamaron su atención unavez más y ella frunció el ceño. Sin

duda alguna, eran hombres enviadospor Ash. Para observarla, aunque lehubiera jurado que le daría almenos una noche para pensar. Josienegó con la cabeza. Ash hacía lascosas a su manera. Como siempre.En el fondo, suponía que era buenoque aún la estuviera protegiendo,pero su confianza en él estaba rota.Lo que debería parecer protección,ahora simplemente era otra señalmás de lo controlador querealmente era.

—Habríamos invitado a Brittany

también, pero nos preocupaba quefuera un poco incómodo ya que esla hermana de Ash —dijo Mia conuna voz grave ya una vez dentro delcoche.

Josie se encogió de dolor. Deacuerdo, evidentemente sabían desu ruptura con Ash y no la estabansimplemente invitando a ir a comercomo si todo fuera normal.

Bethany deslizó su mano porencima de la de Josie y le dio unapretón.

—No estés así, Josie. Todo irá

bien. Ya lo verás.Las lágrimas ardían bajo sus

párpados, pero ella intentó contodas sus fuerzas evitar venirseabajo.

—No estoy segura de que nadavaya a ir bien otra vez.

—Irá bien —dijo Mia confiereza—. Puedes contarnos qué hapasado mientras comemos. Luegobuscaremos la manera de darle unapatada en el culo a Ash.

Bethany se rio y Josie la mirócon perplejidad.

—Pero Ash es vuestro amigo —dijo Josie—. ¿No estáis enfadadasconmigo por romper con él?

—Tú eres nuestra amiga —dijoMia—. Ash no es la única conexiónque tenemos contigo, Josie. ¡Y lasmujeres debemos mantenernosunidas! Estoy segura de que seacual sea el problema es culpa deAsh.

—Por supuesto —dijo Bethanylealmente—. Gabe y Jace la hanpifiado tantas veces que escompletamente lógico que Ash lo

haga también. Al fin y al cabo, es unhombre.

Josie se rio aunque tuviera losojos anegados en lágrimas.

—Ay, dios. Os quiero, chicas.—Nosotras también a ti —dijo

Mia—. Ahora vayamos a comeralgo rico y que engorde ycritiquemos a los hombres.

Diez minutos más tarde, las tresse encontraban sentadas en unpequeño pub no muy lejos delapartamento de Josie. Tras pedir loque iban a almorzar, Mia se le echó

encima.—Y ahora, danos los detalles.

Todo lo que nos han dicho Gabe yJace es que rompiste con Ash y tefuiste de su apartamento y que Ashse emborrachó como nunca anoche.

Josie se encogió de dolor y sellevó las manos a la cara.

—Oh, dios. No sé qué hacer. Porun lado estoy enfadada y dolida yun montón de otras cosas más. Peropor otro, me pregunto si me habréexcecido.

—¿Qué ha pasado? —preguntó

suavemente Bethany.Josie suspiró y luego les relató

toda la historia de principio a fin,sin omitir nada. Ni el hecho de queAsh hubiera mandado que lasiguieran, ni de que hubieracomprado las joyas de su madre oinsistido para que se mudara con éltras el suceso con Michael, y porúltimo, tampoco el haberdescubierto que él había sido quienhabía comprado todos sus cuadros.

—Guau —dijo Mia echándosehacia atrás en su silla—. Diría que

me sorprende, pero suena muy aAsh.

—También a Gabe y Jace —señaló Bethany—. Son muydecididos cuando quieren algo.

—Cierto —admitió Mia—. Otracosa no, pero persistentes sí que loson.

Bethany asintió.—¿Me he pasado?—preguntó

Josie—. Una parte de mí me diceque sí, mientras que la otra estádolida. Lo que quiero decir es queestoy enfadada también, pero más

que eso, me siento destrozada.—No te has pasado, Josie —dijo

Bethany.Mia se volvió a echar hacia

delante con una expresión seriamientras miraba fijamente a Josie.

—Entiendo por qué estásmolesta. Pero escúchame, Josie, yno lo digo para hacerte daño. Solopara dejar algo claro. Ash podríatener a cualquier mujer quequisiera. Tiene, literalmente, amiles de mujeres en una larga colaesperando su oportunidad con él.

Pero él te quiere a ti.Bethany asintió con rapidez.—Entiendo totalmente lo que

dices de que te ha quitado tuindependencia y de cómo lo quehizo te ha anulado los logros quecon tanto esfuerzo has conseguido.Pero la cosa es que los hombres sonimbéciles. No tienen muchas luces.Ash quería ayudarte. Los hombrescomo Ash solo conocen una formade hacer las cosas. La suya. Pero,Josie, él estaba muy orgulloso de ti.Alardeó de todo el talento que

tienes con Jace y con Gabe, eincluso conmigo y con Bethany. Nocreo que él tuviera la más mínimaintención de hacerte el daño que teha hecho. Él vio la forma deayudarte, de apoyarteeconómicamente y de darte esesentimiento de realización. Puedeque no lo haya hecho de la mejormanera, pero sus intenciones eranbuenas. De verdad lo creo. Es soloque Ash es muy intenso, pero tieneun corazón enorme. Y evidencia deeso es que ha ayudado a su

hermana, que siempre se hacomportado fatal con él duranteaños. Y a pesar del hecho de que ensu familia todos son unos imbéciles,no les ha dado la espalda porcompleto nunca.

—Yo tuve un montón deconflictos conmigo misma por elhecho de que Jace me quisiera —dijo Bethany con voz queda—. Medesconcertaba que hubiera puesto laciudad patas arriba buscándometras aquella primera noche y que setomara tantas molestias para

ayudarme y apoyarmeeconómicamente. Él, al igual queAsh, podría haber tenido acualquier mujer que hubieraquerido. Pero me quería a mí. Aligual que Ash te quiere a ti.Podemos quedarnos aquí sentadas yanalizarlos e intentar entenderlos,pero al fin y al cabo, ellos quieren aquien quieren y al parecer esassomos nosotras. Y Jace cometió unmontón de errores también, pero lossolucionamos y me alegro dehaberlo hecho, porque me hace muy

feliz. Nunca había tenido unarelación así con ningún otrohombre. Y tampoco querría tenerla.

—Así que creéis que estoyhaciendo una montaña de un granitode arena —dijo Josie conarrepentimiento.

Mia sacudió la cabeza.—No, cariño, no. Creo que

obviamente es algo importante parati y también creo rotundamente queAsh debería saber eso y deberíareconocer que lo que ha hecho estámal. Pero al mismo tiempo, ¿es algo

por lo que no podrías perdonarlo?¿De verdad lo que ha hecho ha sidotan terrible? Sus intenciones eranbuenas aunque al final todo salieramal.

Y ahí estaba. Todo resumido.¿Lo que había hecho era de verdadtan imperdonable? Por supuesto quetenía el derecho de enfadarse, ¿peromudarse? ¿Romper? Esas cosaseran muy… permanentes.

Ella volvió a esconder el rostroentre las manos.

—Ay, dios. Sí que me he pasado.

Bethany deslizó una mano por suespalda.

—Debería haberme enfrentado aél, sí, pero exageré totalmente mireacción. No debería haber hecholo que hice. Ahora estará muyenfadado conmigo, ¡y no lo culpo!

—No estará enfadado contigo,Josie —dijo Mia con suavidad—.Simplemente se alegrará de tenertede vuelta.

Ella negó con la cabeza contristeza.

—Es peor de lo que piensas.

Dijo… —suspiró—. Dijo que meamaba y yo se lo eché en cara. Ledije cosas muy feas. Como que nopodía saber si lo estaba diciendosolamente para manipularme.

—¿Ha sido la primera vez que telo ha dicho? —preguntó Bethanycon tacto.

Josie asintió.—Entonces es comprensible que

hayas reaccionado de ese modo —dijo Mia—. ¿Tú lo quieres?

—Oh, sí —dijo Josie en voz baja—. Estoy total y locamente

enamorada de él.Bethany sonrió abiertamente.—Ahí lo tienes. Los dos os

queréis. Podéis solucionar esto. Élte perdonará y tú lo perdonarás.

—Haces que parezca muy fácil—murmuró Josie—. Me comportécomo una idiota histérica. No mepuedo creer que fuera hasta suoficina y le dijera las cosas que ledije. Ojalá tuviera algún botón pararebobinar en el tiempo y poderhacer las cosas de otra manera.

—El amor no es perfecto —dijo

Mia—. Todos cometemos errores.Gabe, Jace, yo, Bethany. Y ahora túy Ash. No debería ser perfecto, sinolo que vosotros queráis que sea. Ypodéis hacer que sea muy especial,Josie. Ve y habla con él. O llámalo.Haz las cosas bien y dale unaoportunidad para que también hagalas cosas bien.

Parte del peso que tenía sobrelos hombros remitió. La esperanzase apoderó de Josie y con ella elpensamiento de que esto no era elfinal. Nada de lo que Ash había

hecho era imperdonable. Ellacometería errores, sin duda. Perocreía con absoluta certeza que Ashsería mucho más comprensivo consus errores que ella con los de él.

—Gracias, chicas —dijomientras sonreía de alivio—. Voy avolver a casa, voy a ducharme yluego llamaré a Ash con laesperanza de que no esté demasiadoenfadado como para escuchar midisculpa.

Mia le devolvió la sonrisa.—Seguro que te escuchará.

Vamos. Es hora de irse. Tellevaremos de vuelta a tuapartamento.

Josie negó con la cabeza.—Gracias, pero iré caminando.

Necesito tiempo para reorganizarmis pensamientos. Quiero hacer lascosas bien.

—¿Estás segura? —preguntóBethany.

—Sí. No está muy lejos y medará la oportunidad de conseguir elcoraje necesario para llamarlo.

—Está bien, pero prométeme que

nos mandarás un mensaje a mí y aBethany para decirnos qué tal haido —exigió Mia.

—Lo haré, lo prometo. Y graciasde nuevo. Significa mucho para míque hayáis estado dispuestas apatearle el trasero cuando meconocéis de tan poco tiempo.

Mia sonrió.—¿Para qué están las amigas?Josie se levantó, las abrazó a

ambas con fuerza y prometiómandarles un mensaje cuandosolucionara las cosas con Ash.

Luego salió del pub con ellas yesperó a que las chicas se montaranen el coche antes de despedirse deellas con la mano.

Colocándose el bolso sobre elhombro, comenzó a caminar endirección a su apartamento. Suspensamientos eran un torbellino,pero la emoción y el alivioreemplazaron la desolación quehabía sentido antes.

Ahora solo esperaba que Ash laperdonara y que de verdad laamara.

La caminata le llevó más de loque había pensado, de modo quecuando llegó a su apartamento,estaba cansada por no haberdormido la noche anterior eimpaciente por entrar, ducharse yllamar a Ash.

Maldijo haberse dejado el móvilen el salón. Podría haber leído yatodos los mensajes que hubieratenido además de escuchar losmensajes de voz. Le habrían dadouna ligera idea del estado de ánimode Ash y de si con una disculpa

sería suficiente o no.Metió la llave en la cerradura y

frunció el ceño cuando se percatóde que debía de habérsele olvidadocerrar con llave cuando salió. Loúltimo que había tenido en la mentehabía sido cerrar la puerta conllave. Debía tener más cuidado coneso. Por supuesto, si ella y Ash sereconciliaban, no tendría quevolver a preocuparse por esoporque siempre se aseguraba de queestuviera protegida. Incluso habíaseguido haciéndolo aunque ella lo

hubiera dejado. Sin embargo, nohabía sentido a esas dos sombras alvolver al apartamento. ¿Se habíaarrepentido? ¿Se había rendidoAsh?

Josie frunció los labios mientrasentraba, cerraba la puerta y echabala llave. Pero la sonrisadesapareció al entrar en el salón yal darse cuenta de que no estabasola.

Se le cortó la respiración cuandovio a tres hombres allí, esperándolacon expresiones serias en los

rostros. Reconoció a dos de ellosde haberlos visto antes y asumir queeran los hombres que había enviadoAsh para protegerla. En ese instantesupo que se había equivocado deforma horrible. Esos hombres noestaban aquí precisamente para eso.

Antes de poder reaccionar, unose le acercó por la espaldarápidamente para bloquearle elcamino hasta la puerta. Aunque nohabría tenido tiempo de escapar detodas formas ya que había cerradola puerta con llave al entrar.

—Señorita Carlysle —dijo unode los hombres en un tono que leenvió escalofríos por toda la piel—. Hay un mensaje que quiero quele entregue a Gabe Hamilton, JaceCrestwell y Ash McIntyre.

Antes de poder preguntar de quéestaba hablando y de exigirles quese fueran de su apartamento, eldolor se apoderó de su cuerpo,tirada en el suelo, completamentedesconcertada.

Y luego el dolor. Más dolor queatravesó su cuerpo de forma

agónica mientras ellos volcabantoda su violencia en ella. La sangremanchó su nariz. La podía saborearen la boca. No podía respirar bien,dolía demasiado. No podía nisiquiera gritar.

Iba a morir.Ese pensamiento se formó en su

mente y, extrañamente, no luchócontra él porque significaríaescapar de la terrible agonía queestaba soportando.

Entonces todo se quedó ensilencio. Una mano se hundió en su

pelo y tiró de su cabeza haciaarriba sin miramiento alguno. Unhombre se inclinó sobre su rostrohasta estar a varios centímetros dedistancia de ella.

—Diles que nada que tengan enalta estima está a salvo de mí. Voya por ellos. Se arrepentirán del díaen que me jodieron. Me arruinaron,y juro por Dios que los arruinaré yoa ellos antes de que ponga fin aesto.

Le puso bruscamente algo en lamano y luego dejó que su cabeza

volviera a caer al suelo. El dolorrecorrió su columna vertebral. Oyópasos y luego la puerta al abrirse. Ydespués al cerrarse.

Un ligero quejido salióentrecortado entre sus labioshinchados y doloridos. Ash. Teníaque coger su móvil y llamarlo.Tenía que advertirlo. Él vendría apor ella. Todo iría bien si pudieracoger su teléfono.

Intentó ponerse de pie, pero gritóde dolor cuando apoyó todo su pesoen la mano derecha. Bajó la mirada

hasta ella con un ojo casi cerradodebido a la hinchazón y la visiónborrosa. ¿Qué le pasaba a su mano?

Usando el codo para mantenersealzada, se arrastró hasta la mesitaauxiliar donde había dejado elteléfono móvil. Intentó alcanzarlo,pero solo logró tirarlo al suelo, asíque ahora solo le quedaba rezarpara que no lo hubiera roto.

Con su mano izquierda buscótorpemente el botón para abrir suagenda de contactos. Luego cambióde idea y le dio al de llamadas

recientes porque la suya habría sidola última. Le dio a su nombre y rezópara que descolgara.

Capítulo treinta y uno

Ash se encontraba sentado en lareunión con Gabe y sus ejecutivos,pero su mente estaba más bien lejosde esa habitación. Tenía una resacadel demonio por haberseemborrachado la noche anterior.Gabe y Jace lo metieron en uncoche y luego lo llevaron a casaantes de soltarlo en su cama. Sehabía despertado a la mañanasiguiente sintiéndose como si un

camión lo hubiera atropellado, peroel dolor de cabeza no era nadacomparado con el dolor por haberperdido a Josie.

No, no la había perdido. Todavíano. No se permitiría pensar así.Ella estaba enfadada —y con razón— y él le había dado toda la nocheanterior para pensar. Le había dadotiempo para estar separada de él ycon suerte para decidir cuando se lepasara el enfado que esta situaciónla podían resolver.

En cualquier caso, le había dado

ya todo el tiempo que le habíaprometido. Tan pronto como estamaldita reunión terminara, iba asalir escopeteado de aquí. Iba a iral apartamento de Josie y, si hacíafalta, se arrodillaría ante ella. Haríalo que fuera para hacer quevolviera a casa. Al apartamento deambos. A sus brazos y a su cama. Ydespués no volvería a dejarlaescapar nunca más.

Su teléfono vibró y él bajó lamirada. El corazón le dio un vuelcocuando vio que era Josie la que

llamaba. Sin decir ni una palabra,se levantó de un modo abrupto ysalió de la reunión con el teléfonoya pegado a la oreja.

—¿Josie? ¿Nena? —se adelantóa decir antes de que ella pudierasoltar nada.

Hubo un largo silencio y alprincipio pensó que había colgado.Pero luego escuchó algo y el sonidole congeló la sangre en las venas.Un quejido en apenas un hilo devoz. De dolor. El corazón se lesubió a la boca de la garganta.

—Josie, háblame —exigió—.¿Qué pasa? ¿Dónde estás?

—Ash…Su nombre salió en apenas un

susurro y era evidente que Josieestaba sufriendo mucho dolor.

—Estoy aquí, nena. Dime qué hapasado. ¿Dónde estás?

—Te necesito —susurró—.Duele. Es grave.

El pánico lo paralizó. No podíapensar, no podía moverse, no podíaprocesar nada más que la agonía ensu voz.

—¿Dónde estás? —exigió.—Mi apartamento.—Voy de camino, nena.

Espérame, ¿de acuerdo? Estaré allíen un par de minutos.

Se dio la vuelta en el pasillo, yaque no se había alejado mucho de lapuerta donde estaban manteniendola reunión, y se tropezó de formaabrupta con Gabe.

—¿Qué pasa? —exigió Gabe—.Te he escuchado al teléfonohablando con Josie. ¿Qué hapasado?

—No lo sé —contestó con vozestrangulada—. Está herida. Tengoque irme. Está en su apartamento.

—Vamos. Iré contigo —dijoGabe gravemente mientras recorríael pasillo para encaminarse hacia elascensor.

Sin discutir, Ash se apresuró trasél con el corazón martilleándole enel pecho.

—¿Te dijo lo que había pasado?—preguntó Gabe cuando sesubieron al coche.

—No —dijo Ash simplemente—.

¡Joder!—No pasa nada, tío. Iremos a

por ella. Estará bien. Tienes quecreer eso.

—Dijiste que Mia y Bethany ibana almorzar con ella. ¿Has tenidonoticias de Mia? ¿Qué podría haberpasado? No pueden haberterminado de comer hace mucho.

Gabe empalideció y marcóinmediatamente el número de Miaen el teléfono.

—¿Estás bien? —le preguntó desopetón.

Luego sus hombros se relajaron yel alivio se apoderó de ellos. Miadebía de estar bien. Pero Josie nolo estaba. ¿Qué demonios podríahaber pasado?

—¿Cuándo dejasteis tú y Bethanya Josie? —preguntó Gabe.

Él escuchó durante un momento yluego le dijo adiós sin contarlenada de Josie.

—¿Y bien? —exigió Ash,urgiéndole en silencio al conductora que fuera más rápido. Ya de porsí estaban conduciendo de un modo

bastante temerario.—Dijo que Josie se fue andando

hasta su apartamento cuandoterminaron de comer. Eso fue haceuna hora.

Ash cerró los ojos. Deberíahaber seguido vigilándola. ¿Y siMichael se había acercado a ella?Se había negado a ponerle ningúnguardaespaldas porque no queríaenfadarla más de lo que ya estaba.Le había prometido espacio y ahoraese espacio le había costado caro.

Unos pocos minutos más tarde, el

coche pegó un frenazo y se parófrente al apartamento de Josie. Ashsalió de inmediato con Gabepisándole los talones. Lo primeroque registraron cuando entraron porla puerta fue el olor a sangre. Lasuya propia se le heló en las venas.Irrumpió bruscamente en el salón yel corazón se le encogió cuando viola imagen que tenía frente a él.

—Virgen santa —dijo con vozestrangulada.

Josie yacía acurrucada y llena desangre frente a la mesita auxiliar.

La sangre manchaba el suelo pordonde obviamente se habíaarrastrado hasta llegar al teléfono.

—Llama a una ambulancia —ladró Ash en dirección a Gabe.

Dios, debería haber llamado ya auna, pero no había podido pensar.Su único pensamiento había sidollegar hasta ella lo más rápidoposible. Quizás, en el fondo, sehabía estado convenciendo de queno era tan grave.

Corrió hacia ella y se arrodilló asu lado. Tenía tanto miedo de

tocarla porque, Dios, había muchasangre. Su rostro era un poema. Susojos estaban hinchados, los labios,partidos y sangrando.

—Josie. Josie, cariño. Estoyaquí. Soy yo, Ash. Háblame, nena.Por favor. Abre los ojos y hablaconmigo.

Le estaba suplicando al mismotiempo que llevaba un dedotembloroso hasta su cuello parasentir su pulso.

Ella se movió y emitió un levegemido que abrasó su corazón y le

llegó directamente al alma.—¿A.. ash?Sus palabras salieron mal

pronunciadas, distorsionadas porculpa de sus labios hinchados. Élpasó una mano por su frente porqueera el único lugar que no estabaamoratado ni sangrando.

—Sí, nena, soy yo. Estoy aquí.Cuéntame lo que ha pasado, Josie.¿Quién te ha hecho esto?

—M.. me d… duele re…respirar —dijo, pero luego paró.Tosió y se atragantó mientras un

flujo de sangre chorreaba por lacomisura de sus labios.

Ay, dios. Ay, dios. La habíanherido gravemente. Alguien le habíapegado hasta hartarse. La iraexplotó dentro de su pecho hastaque él tampoco pudo respirar. Suvisión se emborronó; la cabezaestaba a punto de explotarle. Seestaba desmoronando.Deshaciendo. Sus manos temblabantanto que tuvo que apartarlas de supiel para evitar hacerle daño.

Intentó levantarle la mano

izquierda y vio que sostenía algo.Se lo quitó suavemente y frunció elceño cuando vio que era unafotografía. La bilis ascendió por sugarganta mientras miraba la imagencon incredulidad. Era una fotografíade Mia. Dios santo. Estabadesnuda, atada y tumbada sobre unamesita auxiliar. El hombre de lafotografía era Charles Willis yestaba intentando meterle la pollaen la boca.

Se metió la foto rápidamente enel bolsillo antes de que Gabe

pudiera verla. Gabe se volveríaloco, y ahora mismo lo único que lepreocupaba era Josie y que teníanque llevarla a un hospital. Ya seenfrentaría a lo de la fotografía mástarde.

—¿Está bien? —preguntó Gabemientras se arrodillaba junto a Ash—. Dios. Obviamente no está bien.La ambulancia está de camino.Estará aquí en cinco minutos. ¿Quédemonios ha pasado?

—No lo sé —dijo Ash con la vozaún llena de furia.

Se inclinó hacia ella y depositóun beso sobre la frente de Josie yaque tenía demasiado miedo dehacer lo que más quería, que eraestrecharla entre sus brazos. Eraevidente que tenía lesiones internasy él no quería causarle más daño.

—¿Quién te ha hecho esto, nena?¿Me lo puedes decir? —le preguntóamablemente.

Las lágrimas se acumularon enlos ojos de Josie y se deslizaronsilenciosamente por sus mejillas.Cada una de ellas le rompía el

corazón. Ash quería llorar con ella,pero se negó a venirse abajo. Ellanecesitaba que se mantuviera fuerte.Y lo sería. No iba a volver adecepcionarla.

—Tenía un mensaje —susurróJosie—. Para ti. Y Gabe y Jace.

Gabe y Ash intercambiaron unarápida mirada de incredulidad ysorpresa.

—¿Cuál era el mensaje, Josie?Pero no intentes hablar si te duele.Tenemos tiempo de sobra parahablar luego cuando no estés

sufriendo.Ella se relamió los labios con la

lengua llena de sangre. Ahora Ashestaba temblando de pies a cabezamientras decidía cómo reaccionar.Era grave. Si tosía sangresignificaba que estaba mal pordentro. ¡La gente moría de lesionesinternas!

—Dijo que… —se paró y seatragantó con más sangre quechorreaba por sus labios. Ashestaba ahora entrando en pánico.¿Dónde estaba la maldita

ambulancia?Ella se quedó callada durante un

rato y por un segundo Ash pensóque se había quedado inconsciente.

—Josie. ¡Josie! Quédateconmigo, nena. Lucha. Mantentedespierta. ¿Puedes hacer eso pormí? Abre los ojos, nena. Estoy aquí.No me voy a ninguna parte. Laambulancia está de camino. Estaránaquí pronto y cuidarán de ti. Yocuidaré de ti —dijo con vozestrangulada y con un nudo en lagarganta debido a las lágrimas.

Ella parpadeó y posó susborrosos ojos sobre él; el dolorestaba bien presente en sus pozosaguamarina.

—Dijo que nada de lo quetengáis en alta estima… está asalvo. D…di… dijo que lo a…arruinasteis… y ahora él os va aarruinar a vo… vosotros.

Gabe empalideció mientras cogíasu teléfono móvil. Retrocedió y sealejó de Josie y Ash, pero Ash pudoescucharlo hablando con Jace,diciéndole que se asegurara de que

Mia y Bethany estuvieran a salvo.Luego le dijo a Jace que se reunieracon él y con Ash en el hospital.

El sonido de una sirena hizo queel alivio empezara a correr por susvenas. Se puso en pie de un salto,pero Gabe lo detuvo.

—Yo iré a por ellos. Tú quédatecon Josie —soltó Gabe.

Ash se volvió a arrodillar y seinclinó sobre ella para que supieraque estaba aquí.

—La ambulancia está aquí, nena—la tranquilizó—. Van a llevarte al

hospital y yo estaré contigo en todomomento. Te pondrás bien, cariño.Yo me ocuparé de ello. Quédateconmigo. Te quiero. Te quieromucho.

Ella intentó levantar su manoderecha, pero luego gimió de dolor.

—L… la m… mano du… duele.¿Qué le pasa?

Él miró con horror los dedosque, evidentemente, estabanpartidos. ¡Hijo de puta! ¡Le habíanroto los dedos! Estaba a punto deperder la compostura. Quería

ponerles las manos encima a esosmalditos cabrones que le habíanhecho esto; los mataría con suspropias manos.

Obligándose a centrarse en ella yen apartar todo lo demás de sumente, le agarró la muñeca y lasostuvo con delicadeza para queella no la dejara caer al suelo otravez y se hiciera incluso más daño.Luego le besó los dedos inflamadoscon tanta delicadeza que laslágrimas se le acumularon en losojos.

—Solo tienes unos cuantos dedosrotos —dijo agitadamente—. Nadaque el médico no pueda arreglar.

—La mano con la que pinto —dijo mientras más lágrimas caían desus ojos hinchados.

—Shhh, no pasa nada, nena.Volverás a pintar antes de que tedes cuenta.

Mientras hablaba, su miradarecayó sobre las dos pinturas que seencontraban pegadas contra lapared. Oscuras. Llenas deconfusión. Él le había hecho eso a

ella. Le había quitado su vitalidad,la esencia de su trabajo. Esoscuadros no describían a la Josieque él conocía y amaba. Esta era laJosie destrozada expresando sussentimientos del único modo queconocía.

Los médicos del servicio deurgencias entraron por la puerta yse adentraron en el salón paraevaluar de inmediato el estado en elque se encontraba Josie. Ashretrocedió para no interferir, perose quedó cerca y los observó con

ansiedad mientras comenzaban aevaluarla.

—Descenso de sonidosrespiratorios en el lado izquierdo—dijo el médico gravementemientras apartaba el estetoscopio—. Trae oxígeno —le gritó a sucompañero.

—¿Es muy grave? —preguntóAsh.

El paramédico sacudió la cabeza.—No hay forma de saberlo sin

radiografías. Así a primera vista meatrevería a decir que tiene varias

costillas rotas. Y probablemente unpulmón perforado.

—Tenga cuidado con su mano —dijo Ash—. Está rota.

—Está echa un Cristo —dijo elmédico sin rodeos—. Necesitamosmeterla en la ambulancia e irnos. Lepondré un collarín y le aplicaremosel oxígeno de camino.

Ash empalideció. Las palabrassonaban muy graves ycompletamente serias.

—¿Vivirá? —susurró Ashdándole voz a su miedo más oscuro.

—No me corresponde a mídecirlo, pero no morirá mientrasesté bajo mi cuidado.

Trajeron una camilla y losmédicos trabajaron con rapidez. Lepusieron primero el collarín y luegoel oxígeno. La sacaron y metieronen la ambulancia igual de rápido.Ash apenas tuvo tiempo de subirsea la parte trasera de la misma antesde que salieran corriendo entresirenas y luces.

Se metió la mano en el bolsillo ytocó la fotografía que Josie había

tenido en su mano. Gabe tenía quedarle muchas explicaciones, y luegoAsh iba a ir tras el hijo de puta quele había puesto las manos encima aJosie.

Capítulo treinta y dos

—¿Qué mierdas está pasando? —exigió Jace mientras entraba conpaso largo en la sala de espera deUrgencias.

Ash se giró y luego les hizo ungesto tanto a Gabe como a Jacepara que se dirigieran a una de lassalas privadas más pequeñas dondelos médicos se reunían con losfamiliares.

—Tenemos un grave problema

—dijo Ash seriamente.—¿Qué demonios le ha pasado a

Josie? —preguntó Jace—. Gabe meha llamado muy preocupado porMia y por Bethany, me dijo que lasencerrara a ambas y que measegurara de que estuvieran a salvo.He llamado a Kaden Ginsberg yahora tengo a dos mujeresextremadamente cabreadas porquehe hecho que Kaden las vigilara aambas y tienen miedo y quierensaber qué coño pasa, ¡lo cual no hepodido decirles porque ni yo mismo

lo sé!Ash levantó una mano y se metió

la otra en el bolsillo. Sacó la fotoque había encontrado en la mano deJosie y se la mostró a Gabe.

La expresión de Gabe fue unamezcla de conmoción y rabia. Yluego, extrañamente, deculpabilidad también. Se puso grisy seguidamente retrocedió dandotumbos hasta sentarse en una de lassillas. Escondió el rostro entre lasmanos y arrugó la foto con uno desus puños.

Jace se la quitó y luegoempalideció al ver a su hermanadesnuda, atada, y con otro hombreintentando meterle la polla en laboca.

—¿Qué cojones es esto?La explosiva pregunta de Jace

retumbó en la habitación.—Josie la tenía en la mano

cuando llegué —dijo Ash con vozqueda—. Y luego me dijo que elhombre que le había dado la palizatenía un mensaje para mí, para ti ypara Gabe.

—¿Qué? —dijo Jace conincredulidad.

—Le dijo que nada de lo quetuviéramos en alta estima estaba asalvo de él. Que lo arruinamos yahora él nos va a arruinar anosotros. Diría que Josie fue elprimer objetivo porque era la másfácil. Estaba sola y vulnerable.Sería mucho más complicadoacercarse a Mia o a Bethany.

—Quiero saber de qué coño vaesta foto —dijo Jace en un tonofurioso—. Ese de la fotografía era

Charles Willis. ¿Es él el que le hahecho daño a Josie y ahora nos estáamenazando?

—Sí —respondió Gabe condesolación.

—¿Qué sabes tú que no noshayas contado? —preguntó Ash conun tono peligrosamente grave. Eraevidente por la expresión del rostrode Gabe que había muchas máscosas que Ash y Jace no sabían.

Gabe se pasó una mano por lacara con cansancio; sus ojosrebosaban de angustia.

—Lo que voy a decir os va acabrear a ambos. Pensé que eraalgo que habíamos dejado atrás Miay yo, pero aparentemente meequivoqué.

—Sí, diría que sí —soltó Jacecon mordacidad—. ¿Qué demonioshas hecho, Gabe?

—Cuando Mia y yo estábamosjuntos, antes, cuando te loestábamos ocultando, justo antes deque fuéramos a París por negocios,mi exmujer vino a la oficinadiciendo toda clase de estupideces.

Luego me acusó de estar enamoradode Mia. Me acusó de estarenamorado de ella cuando aúnestaba casado con Lisa. No lo supeasimilar bien. No estaba preparadopara admitir mis sentimientos porMia. Y en un esfuerzo pordistanciarnos, por demostrarme amí mismo que solo era sexo,preparé algo en París.

—¿Qué quiere decir ese algo? —gruñó Ash.

Gabe soltó su respiración.—Mia y yo habíamos discutido,

antes, su interés por estar con otrohombre. Conmigo, quiero decir.Supongo que era más o menos comotú y Jace cuando compartíais a lasmujeres. Así que lo preparé conCharles Willis y otros dos hombresmás en nuestra habitación. Joder,esto es complicado.

Jace miraba fijamente a Gabecon los ojos echando chispas.

—Las cosas se salieron demadre. Yo iba a dejar que latocaran, nada más. Les dejé claritoque no podían hacer nada más que

tocar, lo cual significaba que teníanque quedarse con las pollas bienguardaditas. Pero cuando la cosaempezó, supe que estaba mal. Me dicuenta de lo que estaba haciendo,pero antes de poder pararlo todo,Charles se sobrepasó con Mia.Estaba intentando meterle la pollaen la boca y luego la golpeó cuandoella protestó.

—¡Hijo de puta! —maldijo Jace—. ¿Qué demonios esperabas, tío?¿Cómo pudiste hacerle eso? ¿Enqué estabas pensando?

Gabe levantó la mano.—Hay más. Se pone peor.—Dios —murmuró Ash.—Cuando volvimos, Charles se

enfrentó a Mia fuera del edificio deoficinas cuando fue a comprarnosalgo para comer. Intentóchantajearla para que le dierainformación sobre las ofertas. Sabíaque yo no tenía ninguna intención enhacer negocios con él, pero supusoque si ofrecía el precio más bajo notendríamos elección. Le enseñó esaimagen a ella y le dijo que si no le

daba lo que quería, la haríapública.

—Increíble —gruñó Jace.—Mia vino a mí en vez de

sucumbir, y yo me ocupé del asunto.O al menos pensé que lo habíahecho —terminó Gabe concansancio.

La mandíbula de Ash estabaapretada con fuerza. La ira loquemaba por dentro.

—Me ocuparé de ello —dijoGabe con voz queda—. La cagué,por lo que me aseguraré de que ese

maldito cabrón no le ponga lasmanos encima ni a Mia ni a Bethanyy me aseguraré de que pague por loque le ha hecho a Josie.

—No —dijo Ash, y la palabrasalió de sus labios con tantabrusquedad que pareció un disparo.

Tanto Gabe como Jace miraron aAsh con los ojos entornados.

—Tú ya tuviste tu oportunidad —dijo Ash con una voz plana—.Ahora voy a ser yo quien se ocupede ese cabrón.

El rostro de Jace destelló,

alarmado.—No creo que eso sea una buena

idea, tío. Tus emociones estánapoderándose de ti ahora mismo.Deja que yo y Gabe nosencarguemos de esto.

—He dicho que no —espetó Ash—. Es mi turno. Gabe tuvo suoportunidad. La cagó, así que no levoy a dejar esto a él.

—Ash —replicó Gabe, pero Ashlo calló con una mirada.

—Si fuera Mia o Bethany la queestuviera tumbada en una cama de

hospital, con moratones, huesosrotos, un pulmón perforado y Diossabe qué más, ¿os quedaríaissentados, dejando que otra personase ocupara del cabrón que le hahecho todo eso?

Jace torció la boca y luegosuspiró.

—No. Pero, joder, tío. Despuésde lo que ha pasado con Michael,esto es demasiado arriesgado. Tehas librado de la primera, no te vasa librar de esta. Charles Willis notiene nada que perder. No va a

ceder ante amenazas. Tócalo, ytendrá tu cabeza en una bandeja deplata.

—¿Quién ha dicho nada deamenazas? —preguntó Ash concalma—. En mi mundo, lasamenazas no valen nada a menosque hagas algo que las respalde. Yono tengo intención de amenazar aCharles Willis. Pero sí que tengotoda la intención de cargármelo.

Gabe y Jace intercambiaronmiradas de preocupación, pero Ashlas ignoró. Intentarían hacer que se

lo pensara dos veces, pero no loiban a disuadir.

—Esto no os salpicará. Y muchomenos les salpicará ni a Mia, ni aBethany ni a Josie. Nunca más. Notenéis de qué preocuparos. Noestaréis relacionados con esto.

—Que te jodan —dijo Jace conrudeza—. Ni de coña voy a dejarque toda esta mierda te caigaencima a ti solo. Ya hemos pasadopor eso. No tienes que pedirlo.Siempre te cubriremos las espaldas.

—Significa mucho —dijo Ash

calladamente—. Pero no voy aarrastrar a mi familia conmigo.Vosotros y las chicas significáisdemasiado para mí. Yo no voy acaer tampoco, eso lo podéis tenerclaro. Ni en el peor de los sueñosvoy a dejar que Josie sobrevivasola. Yo voy a estar ahí en todomomento y no se volverá a tenerque preocupar de que algúngilipollas que nos tenga rencor lause para llegar hasta nosotros. Estono volverá a pasar.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó

Gabe quedamente.—Mejor que no lo sepas —

respondió Ash.Gabe se pasó una mano por el

pelo.—Joder, tío. Esto es por mi

culpa.—Tuviste tu oportunidad —dijo

Ash con cuidado—. No estoydiciendo que lo hicieras mal, perofuera lo que fuese, no fue suficiente.Yo voy a asegurarme de que estavez sí lo sea. Él no le ha dado unapaliza a tu mujer hasta casi dejarla

muerta, aunque ella fuera elverdadero blanco. Ha jodido aJosie, y voy a cerciorarme de queeso no vuelva a pasar.

—¿Por qué narices no noscontaste esto antes? —le reprochóJace a Gabe—. No me puedo creerque nos ocultaras esto,especialmente si no te asegurastedel todo de que Charles no fuera aser una amenaza en el futuro.

—No os lo podía contar cuandoocurrió —dijo Gabe entre dientes—. Mia estaba histérica porque no

quería que su hermano se enterarade la clase de relación queteníamos o ni siquiera de queteníamos una relación. Y despuésya no parecía tan importante. Éldesapareció. Los meses pasaron yél pareció esfumarse de la faz delaTierra. Pensé que no volvería aser un problema.

—Lo que hiciste fue enfadarlohasta tal punto de querer darle unapaliza a Josie y de tener ahora en elpunto de mira a Mia y a Bethany —dijo Jace con un tono furioso.

—Tienes que mantenerte ojoavizor con las chicas —dijo Ashdesviando el tema que teníaenfurecido a Jace. Tenía esederecho. Mia era su hermana. Peroeso no era lo importante ahora. Laseguridad de las mujeres, sí.

—Sí —gruñó Gabe—. No van air a ninguna parte hasta que Charlesya no sea un problema.

Ash asintió.—Os lo haré saber cuando el

asunto se haya resuelto.La expresión de Jace aún era

intranquila pero se mantuvo ensilencio, aunque era obvio que ni élni Gabe habían terminado con laconversación.

—¿Señor McIntyre?Ash se giró y vio a una enfermera

en la puerta. Se precipitó hacia ella.—¿Cómo está Josie? —exigió—.

¿Puedo verla ya?La enfermera sonrió.—La doctora les atenderá

enseguida. Ella les dirá cuál es elestado de Josie y luego podránpreguntarle si pueden ir a verla.

Quédense aquí mientras les informode dónde está.

Ash se movió con impaciencia.Había pasado mucho tiempo sin quele dijeran nada y se estabavolviendo loco. No le gustaba queJosie estuviera sola. O al menosrodeada de extraños. Se estaríapreguntando dónde estaría él. Lehabía jurado que no la dejaría, queestaría con ella en todo momento.¿Cómo podía mantener esa promesacuando lo habían echado de suhabitación mientras la trataban?

Un momento más tarde, una mujervestida con una bata entró por lapuerta. Parecía joven, y la cola decaballo que llevaba contribuía arealzar su juvenil apariencia.

—¿Señor McIntyre?—Sí, ese soy yo —dijo Ash

dando un paso hacia delante.Ella extendió la mano y la

estrechó firmemente con la de él.—Doctora Newton. Soy la

doctora de urgencias que lleva elcaso de la señorita Carlysle.

—¿Cómo está? —preguntó Ash

con ansiedad—. ¿Cuándo puedoverla?

La expresión de la doctora sesuavizó.

—Está bastante magullada. Lomás preocupante es el trauma quepresenta en el neumotórax. Le heinsertado un tubo en el pecho paraayudarla a eliminar el aire que seha quedado atrapado entre elpulmón y la cavidad torácica ytambién ayudará a que el pulmón sevuelva a inflar. Vamos a vigilarlade cerca para ver si hay infección y

también para ver cómo mejora elpulmón. Ahora mismo no creo querequiera operación, peroconsultaremos a un cirujano y éltomará la decisión final.

»Tiene varias costillas rotas, unaconmoción cerebral y algunosdedos fracturados en su manoderecha. Tiene también unapequeña fisura en la muñecaderecha. Numerosas contusiones yotras lesiones menores. La dejaronmuy mal, señor McIntyre. Tienesuerte de estar viva.

Ash dejó escapar el aire quetenía en los pulmones mientrasGabe y Jace maldecían suavementea su espalda.

—¿Puedo verla?—Puede entrar. Acaba de volver

de hacerse una radiografía y la vana trasladar a la UCI en cuanto elpapeleo quede solucionado y hayasido admitida. No puedo decir conninguna autoridad el tiempo quepermanecerá en la UCI. Esodependerá del médico que se leasigne. Pero puede quedarse con

ella hasta que se la lleven a launidad. Normalmente suelen sermuy indulgentes dejando a losfamiliares entrar aunque no sean lashoras de visita.

—No la voy a dejar —soltó Ash.En la expresión de la doctora se

reflejó la compasión.—Lo entiendo. Y como he dicho,

normalmente suelen ser muyindulgentes. Desafortunadamente,cuando la trasladen allí por primeravez, tendrá que esperar hasta que lainstalen, pero le avisarán cuando

pueda volver a estar con ella.—Gracias —dijo Ash en voz

baja—. Aprecio todo lo que hahecho por ella.

—Es mi trabajo, señor McIntyre—contestó con una voz animada—.Ahora, si me perdonan, tengo otrospacientes que atender. Si quiere, leacompaño dentro y le muestro enqué habitación está.

Ash se giró hacia Gabe y Jace.—¿Le vais a contar a Mia y a

Bethany lo que ha pasado? Estaránpreocupadas por Josie.

—Se lo diremos —dijo Jace—.Le diré a Kaden que las traiga y sequedarán con nosotros hasta quenos vayamos.

Ash asintió y luego se volvió agirar para seguir a la doctora hastala habitación de Josie.

Cuando entró en el pequeñocubículo en el que Josie seencontraba, se le cortó larespiración y las lágrimas se leacumularon en el rabillo del ojo. Ledolía respirar. El pecho lo tenía tantenso que se llevó la mano

automáticamente hasta allí paraacariciarlo e intentar hacerdesaparecer esa incomodidad.

—Dios —susurró.Le destrozaba verla tumbada en

una cama de hospital porque ungilipollas tuviera una guerra abiertacon él, Gabe y Jace. Fue hasta ellado de su cama y, vacilante,levantó la mano para acariciarle lafrente. Le pasó la mano por el peloy luego se inclinó hacia delantepara darle un beso en la frente.

—Te quiero —murmuró—. Estoy

aquí. Contigo, tal y como te dije.Siempre estaré aquí, Josie. Tú y yo,para siempre, nena. No voy aconformarme con menos.

Estaba tumbada perfectamentequieta. El único sonido que se oíaera el leve zumbido que la máquinade oxígeno hacía al llevar eloxígeno hasta la máscara que teníacolocada sobre su rostro, y el pitidodel monitor cardíaco. Parecía muyfrágil, amoratada e hinchada. Lehabían limpiado la sangre, pero elcolor oscuro de los moratones ya se

veía claramente en contraste con supálida piel.

Le tocó la parte del cuello dondela gargantilla que él le había dadohabía estado antes. Ahora parecíadesnudo. Quería que ese collarvolviera a lucir alrededor de sucuello. Quería que tuviera su anilloen el dedo y la promesa de casarsecon él. Quería atarla a él de todaslas formas de las que no podríaescapar. Pero serían las atadurasmás sedosas y cariñosas del mundo.

La mimaría, la amaría y la

adoraría todos los días de su vida.Se quedó junto a su cama durante

dos horas, y solo se movió cuandouna de las enfermeras entró paraver qué tal iba. Y luego, finalmente,vinieron para llevársela a la UCI.

Para su completa frustración, ledijeron que pasaría un buen ratoantes de que pudiera volver a verla.Pero no pasaba nada porque teníaque hacerse cargo del problema deCharles Willis. En cuanto antesestuviera fuera del mapa, antes sepodrían relajar todos y antes

dejarían de preocuparse por queMia o Bethany pudieran ser lassiguientes.

Tras contarle a Gabe, Jace, Miay Bethany cuál era el estado deJosie, y conseguir la promesa deque se quedarían con ella hasta queél volviera, salió con paso largodel hospital, decidido a vengarsedel maldito cabrón que le habíahecho daño a Josie.

Capítulo treinta y tres

Dolor. La atravesaba como si unmartillo no cesara en el empeño declavarle un clavo en la cabeza. Ledolía todo. Le dolía respirar. Ledolía abrir los ojos.

Había voces, o al menos una voz.Era difícil de distinguir porquetenía un pitido ensordecedor en losoídos que no podía hacerdesaparecer.

Y luego también una mano, suave

y cálida, sobre su frente. Un beso.Palabras dulces susurradas sobre supiel. Suspiró ligeramente y luego searrepintió porque el dolor seextendió como fuego por su pecho.

—D… duele —dijo con una vozllena de dolor, que desconocíasiquiera si era audible.

—Ya lo sé, nena. La enfermeraya viene para darte algo para eldolor.

—¿Ash? —susurró.—Sí, cariño, soy yo. Abre esos

preciosos ojos para mí y me verás

justo aquí.Ella lo intentó. De verdad que sí.

Pero sus ojos no querían cooperar,y dolía mucho el simple hecho deintentarlo.

—No puedo —se las arreglópara decir a través de sus labiosdoloridos e hinchados.

Una vez más, Ash pegó los labioscontra su frente y ella sintió sumano en el pelo. Era agradable. Esaera la única parte del cuerpo que nole dolía.

—No pasa nada —la tranquilizó

—. No lo intentes demasiado. Soloquiero que sepas que estoy contigoy que te vas a poner bien.

Pero aun así, quería verlo.Quería cerciorarse de que suimaginación no le estaba jugandouna mala pasada. Se abrazó a símisma contra el dolor y lo intentócon más fuerza. Un pequeño rayo deluz le quemó los globos oculares yella volvió a cerrar los ojos denuevo. Se quedó ahí tumbada, casijadeante por el esfuerzo y por laagonía que ese pequeño movimiento

le había provocado. Luego lointentó otra vez, y esta vez ya estabapreparada para la luz.

Al principio vio una neblina untanto borrosa, pero inmediatamentedespués, él se movió dentro de sucampo de visión.

—Hola, preciosa —le dijo consuavidad.

Ella intentó sonreír, pero esodolía también, así que simplementese quedó allí, parpadeandolentamente para poder verlo conmás claridad.

—Hola —le devolvió con lamisma voz.

Para su completa sorpresa, Ashtenía los ojos brillantes de lahumedad y tenía un aspectohorrible. No se había afeitado, supelo estaba desordenado y parecíahaber dormido con la ropa quellevaba puesta.

Josie se relamió los labios ygimió suavemente.

—¿Q… qué me ha pasado?Ash frunció el ceño y sus ojos se

pusieron serios.

—¿No te acuerdas?Se concentró con fuerza pero

todo estaba borroso.—¿Cuánto tiempo?Él le tocó el pelo con una

expresión preocupada en el rostro.—¿Cuánto tiempo qué, mi amor?—He estado aquí.—Dos días —dijo.Ella abrió los ojos como platos

de la sorpresa a pesar del malestarque eso le provocó.

—¿Dos días?—Sí, nena. Has estado en la UCI

dos días. Nos has dado un buensusto.

—¿Voy a ponerme bien?Esa era una pregunta que tenía

miedo de formular, pero tenía quesaberlo. No le dolería tanto elcuerpo si no fuese grave.

Él suavizó la expresión de surostro y sus ojos se volvieroncariñosos y se llenaron de amor.

—Vas a estar bien. No permitiréninguna otra posibilidad.

—Lo siento —dijo ella con unsuspiro.

Ash echó la cabeza hacia atrás,sorprendido.

—¿Por qué lo sientes?—Exageré —dijo—. No debería

haberlo hecho. Lo siento. Iba allamarte, pero entonces…

Y fue en ese momento cuandorecordó todo lo que había pasado.Se le cortó la respiración al recibirel impacto de los recuerdos. Sumiedo, su dolor, la preocupaciónpor que fuera a morir. Las lágrimasse le acumularon en los ojos.

—Oh, nena —dijo Ash con la

voz llena de dolor—. No llores. Yno lo sientas. No tienes nada por loque disculparte. Nada de nada.

—¿Quiénes eran? —susurró—.¿Por qué me hicieron esto? ¿Porqué os odian a ti, a Gabe y a Jace?

Él cerró los ojos y luego seinclinó hasta tocar su frente con lasuya propia.

—No hablemos de esto ahoramismo, cariño. No quiero alterarte.Preferiría hablar de lo mucho que tequiero y de lo que voy a hacer paramimarte y consentirte hasta que te

recuperes.Josie tenía que preguntar otra

cosa. Tenía que saber cómo estabala situación entre ellos y si ella sehabía cargado toda posibilidad deestar juntos.

—¿Hemos vuelto?Ash sonrió de un modo tan dulce

y tierno que la hizo derretirse depies a cabeza y, además, hizodesaparecer parte del abrumadordolor que sentía en todo el cuerpo.El alivio se reflejó en sus ojos.

—Por supuesto que sí.

Los propios hombros de Josie sehundieron del alivio también.

—Me alegro —dijo suavemente.—Dios, nena, es una tortura estar

tan cerca de ti y al mismo tiempo nopoder abrazarte ni besarte comoquiero.

—Yo solo me alegro de queestés aquí.

—No estaría en ningún otro sitio.Ella cerró los ojos cuando el

dolor y el cansancio aumentaron. Sevolvieron acuciantes, pero ellatenía muchas preguntas por hacer.

Necesitaba respuestas. Necesitabasaber exactamente lo graves queeran sus lesiones. De hecho, nosabía siquiera con exactitud quélesiones tenía.

—La enfermera está aquí, cariño.Quédate conmigo unos segundosmás y el dolor desaparecerá.

—Háblame —le suplicó ella—.Solo quiero oír tu voz. Quédateaquí y cuéntame lo que ocurrió y lograve que es. Tengo que saberlo.

Él le pasó una mano por la frentemientras la enfermera le inyectaba

el calmante para el dolor por la víaintravenosa. Josie sintió una ligeraquemazón por todo el brazo y luego,justo detrás, un alivio maravilloso.Un sentimiento de euforia laenvolvió. Se sentía ligera y como siestuviera en una nube. El techo derepente parecía estar justo encimade ella y Josie ahogó un grito.

—¿Estás bien? —preguntó Ashcon preocupación.

—Sí.Él se quedó callado y ella abrió

los ojos presa del pánico para

intentar ver adónde se había ido.—Estoy aquí, cariño. No me voy

a ir, te lo prometo.—Háblame —le dijo de nuevo,

grogui y adormilada. Pero no sequería ir a dormir. Todavía no.

Ash la besó en la frente.—Dame un minuto, nena. Quiero

hablar con la enfermera sobre ti,pero volveré enseguida. ¿Puedesmantenerte despierta por mí?

—Ajá.Ella lo sintió alejarse y de

repente el frío la atravesó. Odiaba

esa sensación. El miedo y el pánicose instalaron en cada uno de sushuesos. Sus labios temblaron, peroestaban tan inflamados que lossentía raros, como si fueran diezveces más grandes.

O a lo mejor solo era lamedicación.

¿Por qué le dolía tanto respirar?Fue entonces cuando se percató deloxígeno que estaba entrando en suorganismo a través de sus orificiosnasales. El pecho lo tenía muy tensoy los músculos le dolían desde la

cabeza a los pies.¿Habían querido matarla? Pero

no, ese no podía ser el caso. Lehabían dado un mensaje para que selo trasmitiera a Ash. ¿Se lo habríadicho?

El miedo se apoderó de ella otravez. ¡Tenía que decírselo! Mia yBethany estaban en peligro, y nuncase perdonaría a sí misma sisufrieran algún daño por no haberadvertido a Gabe y a Jace.

—Ash —lo llamó tan fuertecomo pudo.

—Estoy aquí, nena. ¿Qué pasa?Tienes que calmarte y respirar másdespacio. Vas muy rápido. ¿Puedeshacer eso por mí?

Ella respiró hondo e intentótranquilizarse. La presión que se leestaba formando en el pecho eraintensa. Inspiró de nuevo, luegosoltó el aire y lo intentó otra vez.

—¿Qué pasa, Josie? ¿De quétienes miedo?

—Mia. Bethany —graznó—. Lesharán daño como a mí. Tengo quedecírselo a Gabe y a Jace.

—Ya están avisados —latranquilizó—. Ya nos lo dijiste.Gabe y Jace se están asegurando deque Mia y Bethany estén a salvo.No tienes que preocuparte porellas. Y me he ocupado de Britttambién. Te hará feliz saber queKai la tiene encerrada bajo llave.

Ella intentó sonreír. Y puede queincluso lo hubiera medio logrado ajuzgar por la expresión de felicidadque estaba dibujada en el rostro deAsh.

Luego volvió a ponerse seria

porque la gran pregunta aún seguíasin tener respuesta. Y cada vez sesentía más y más adormilada. Se leestaba haciendo más complicadomantenerse despierta. No queríanada más que ceder al sueño, dondeno había dolor ni preocupaciones.Nada excepto un negro vacío y nadamás.

—¿Por qué?Ash suspiró. No intentó siquiera

malentenderla.—Te hirieron por mi culpa —

dijo con el dolor bien presente en

su voz—. Por mi negocio. Por mí,Gabe y Jace. El tío es un cabrónque ya le hizo daño a Mia antes. Yono lo sabía, pero él y Gabe tienenun pasado. Contraatacó porquenosotros lo dejamos fuera de unatransacción y nos negamos a hacernegocios con él. No va a volver aocurrir, Josie. Te lo juro.

La resolución en sus palabraspreocupó a Josie. Era la misma quecuando habló de Michael y delhecho de que ya no volvería a serun problema.

—¿Qué has hecho? —susurró.—Nada de lo que tengas que

preocuparte —le dijo mientras ledaba otro beso en la frente.

Ella frunció el ceño; los ojos yalos tenía medio cerrados. Luchó pormantenerse despierta y centrada.

—Esa no es una respuesta —masculló.

—Lo es —insistió—. No quieroque te preocupes por nada que nosea ponerte buena. Esto no te va asalpicar, Josie. Nunca.

—No quiero perderte —susurró

ella.Ash le acarició el pelo y sus ojos

se llenaron de amor.—No me perderás. Nunca.

Siempre voy a estar aquí.—Está bien.—Descansa ahora, nena. Estás a

punto de quedarte dormida. Duermetranquila. Estaré aquí cuando tedespiertes.

Ella luchó por quedarsedespierta tanto como le llevarasusurrar las palabras. Palabras queno le había dicho antes.

—Te quiero.Esta vez las lágrimas aparecieron

en los ojos de Ash, y transformaronsu color verde en uno másaguamarina. Se le cortó larespiración, que salía de modoirregular a través de sus labios,mientras la miraba fijamente.

—Yo también te quiero, cariño.Ahora descansa. Estaré aquícuidándote mientras duermes.

Ella cedió y cerró los ojos,rindiéndose ante la fuerza de lamedicación. Pero aún era

consciente de la cálida mano que leacariciaba la frente. Y de los labiospegados contra su sien.

Capítulo treinta y cuatro

—¿Cómo está? —preguntó Miaansiosamente cuando Ash entró enla sala de espera de la UCI—. ¿Seha despertado ya?

Ash estrechó a Mia en un abrazoy luego rodeó a Bethany con elbrazo, quien llevaba la mismaexpresión preocupada y seria.Detestaba que esto las tocara aellas, de que las hubieranamenazado y que ahora tuvieran que

vivir con ese conocimiento.Y más que eso, odiaba que el

pasado de Mia se hubiera vistoarrastrado hasta el presente. Lavergüenza brillaba con fuerza ensus ojos. Se culpaba por algo de loque no tenía culpa alguna. No era suculpa que Charles Willis fuera unmaldito cobarde que acosaba amujeres para conseguir lo quequería. Ash estaba muy cabreadopor que Charles hubiera instaladoel miedo en los ojos de Mia yBethany. Y más que eso, lo

enfurecía que Josie hubieraacabado con moratones y huesosrotos por culpa de la agresión deCharles.

El hombre lo pagaría. Solo eracuestión de tiempo.

Gabe y Jace también miraron aAsh con expectación mientrasesperaban a que los pusiera al díasobre el estado de Josie. Ningunode los hombres había dormidodesde que todo esto habíaempezado. Estaban demasiadopreocupados de que Mia o Bethany

pudieran ser las siguientes, así quehabían tomado medidas paraasegurarse de que ninguna de ellasestuviera nunca en peligro.

Mia y Bethany no estaban muycontentas con esa decisión, pero noobjetaron nada.

—Se despertó durante unospocos minutos —informó Ash.

—Oh, eso es maravilloso —dijoBethany en voz baja—. ¿Cómoestá?

—Le duele mucho todo elcuerpo. Le han dado algo contra el

dolor y ha vuelto a quedarsedormida. Consiguió decir algunascosas. Está confundida. Estaba muypreocupada por Mia y Bethany. Norecordaba habernos advertido sobreCharles, así que estaba inquieta pordecirle a Gabe y a Jace que habíanamenazado a Mia y Bethany.

—Maldito cabrón —murmuróJace—. ¿Qué ha dicho el médico?

—¿Cuándo podremos verla? —preguntó Mia con ansiedad.

—Quizás la próxima vez que sedespierte —dijo Ash—. Y el

médico ha dicho que estáprogresando muy rápido. Hanpodido quitarle el tubo del pecho yya respira por sí sola con la ayudadel oxígeno. Seguramente lamuevan a una unidad menos críticamañana si continúa bien y nomuestra signos de infección.

—Eso es maravilloso —comentóBethany.

—Estoy muy cabreada de que lehaya pasado esto a ella —dijo Miaal borde de las lágrimas.

Gabe inmediatamente se acercó a

ella, le rodeó la cintura con unbrazo y la pegó contra su costado.

—Es por mi culpa —continuó.Las lágrimas ya resbalaban por susmejillas—. Debería haber sido yo,y no ella.

Ash gruñó y Gabe no estabamucho mejor. La culpabilidadpesaba sobre sus ojos. Se lo veíademacrado, gris, y de repenteaparentaba mucho más de treinta ynueve años.

—Esos son estupideces —gruñóJace—. No es culpa tuya, Mia. No

voy a permitir que lo digas.—Todos sabemos que es por mi

culpa —dijo Gabe, serio—. Si mehubiera encargado del cabronazo laprimera vez, ahora nosotros noestaríamos aquí, ni Josie estaríadescansando en una cama dehospital.

Ash no iba a refutarle aquello. Sihubiera sido él, y lo que pasó conMia le hubiera ocurrido a Josie,Ash se habría encargado delproblema entonces. Pero atribuirsela culpa no les traía nada bueno.

Gabe ya se estaba torturando losuficiente él solito sin que Ash oJace le echaran más carga encima.

Jace le envió a Gabe una miradasombría que decía que aún no habíaperdonado al otro hombre por loacontecido en París, ni por elintento de Charles de chantajear aMia. Pero permaneció callado ycon los labios apretados en una finalínea.

—No importa. Ya me heencargado de ello —dijo Ash—.Hay cosas más importantes ahora

por las que preocuparnos.Jace lanzó una mirada

preocupada en la dirección de Ash,pero este la ignoró. No iba a entraren detalles estando Mia y Bethanypresentes. Ya tenían suficiente de loque preocuparse sin tener queañadirles ese peso extra encima.

—Tengo que recompensar aJosie por muchas cosas —continuóAsh—. Además del hecho de estartumbada en una cama de hospital,sufriendo como no está escrito,también está el tema de las pinturas

que compré. Le hice daño alhacerlo y al ocultárselo. Necesitovuestra ayuda.

—Sabes que haremos lo que sea—dijo Bethany.

Ash la apretó contra él ya queseguía teniendo el brazo alrededorde su cintura.

—Gracias, cariño. Significamucho.

—¿Qué quieres que hagamos? —preguntó Gabe.

—Quiero organizar unaexposición de arte para ella y

quiero hacerla a lo grande.Necesito que os cobréis cada favorque tengáis pendientes para hacerque sea enorme. Podemos utilizar elsalón en el Bentley, y asegurarnosde que todo el mundo que seaimportante esté invitado y de que elevento esté calificado como elevento de obligada asistencia delaño. Políticos, celebridades, todoel mundo. Quiero que Josie tengauna velada donde su arte brille yque le demuestre que tiene untalento increíble. Solo necesita la

publicidad correcta.—De acuerdo. ¿Cuándo? —

preguntó Jace.—Tendrá que ser dentro de un

par de meses. Quiero asegurarmede que Josie esté lo bastanterecuperada como para que puedadisfrutar de su gran noche. Loúltimo que querría es aparecer ensu propio evento llena de moratonesy con una escayola. Pero tenemosque empezar a movernos ahora paraque todo salga perfecto.

—Sin problemas —dijo Gabe.

—Gracias —murmuró Ash—.Significa mucho para mí quesiempre me apoyéis.

Mia se soltó del agarre de Gabey abrazó a Ash con fuerza.

—Te queremos, Ash. Yqueremos a Josie también. Nosencantará ayudar. Solo dinos sinecesitas algo más.

Los labios de Ash se curvaron enuna media sonrisa.

—Pues, de hecho, sí que hay algomás.

—Qué —dijo Bethany.

—Necesito que os quedéis aquíen caso de que Josie se despierteotra vez. Tengo que ir a comprar unanillo.

Las sonrisas de felicidad de Miay Bethany le derritieron el corazón.Las abrazó a ambas y les dio unbeso en la sien.

Y luego se fue a Tiffany’s paracomprar el anillo de Josie.

Capítulo treinta y cinco

Josie se las arregló para sentarseen la cama con la ayuda de variasalmohadas, que no era poco,considerando el dolor intenso quesentía en las costillas. Pero trasvarios días, haberla pasado a unaunidad menos crítica y finalmente aplanta, ya podía sentarse y moverseun poco. Y lo más importante,¡podía comer!

No es que le hubieran traído

comida de verdad, o remotamentedeliciosa, pero había estado tanhambrienta que se había lanzadosobre el pudin y la gelatina como sifuera maná del cielo.

Ash había ido a por Gabe, Jace,Mia, Bethany, e incluso Brittany,para traerlos hasta la habitación. Sesentía extremadamente acomplejadapor el aspecto tan horrible quetenía, pero tenía tantas ganas detener compañía, que le daba igual.Ni todo el maquillaje del mundopodría arreglar su apariencia, pero

con suerte los moratones securarían rápido.

Algunos ya habían cambiado elcolor morado, casi negro, por elverde y amarillo. No quería nisaber el aspecto que tendría el restode su cuerpo. Había evitadomirarse cuando Ash la habíaayudado a ducharse.

La puerta se abrió y Josie levantóla mirada con ansia mientras todoscomenzaban a entrar por la puerta.Ash iba el primero, y justo detrásde él estaban Mia, Bethany y

Brittany. Se acercaron a la cama, ledieron pequeños abrazos yexclamaron lo mucho mejor que sela veía. Eran unas completasmentirosas, pero las quería porello.

Para su sorpresa, Kai Wellingtonentró con Gabe y Jace. Josie arqueóuna ceja en la dirección de Brittany,y esta se ruborizó como unaadolescente a la que hubieranpillado liándose con el quarterbackdel instituto.

—Ha insistido en venir —

susurró Brittany—. No me hadejado sola desde que todo estoocurrió.

—Exactamente —gruñó Kai—.No voy a dejar que un gilipollas seacerque a ti y te haga daño. Ya esbastante malo que lo hayaconseguido con Josie.

—Suena muy posesivo —lesusurró Josie a Brittany—.¿Significa eso que todo va viento enpopa?

Los ojos de Brittany brillaron yella asintió con vigor.

—Oh, sí. Totalmente.Josie le dio un apretón a su mano

con los dedos que no estabanescayolados.

—Me alegro.—¿Cómo te sientes? —preguntó

Mia ansiosa.—Mejor —dijo Josie.Al ver la mirada escéptica de

Ash, ella se ruborizó.—De acuerdo. No me siento de

maravilla, pero sí que estoy mejor.Ya me puedo sentar sin sentir comosi mi pecho estuviera ardiendo. Y

puedo respirar con normalidad otravez. Me han quitado el oxígeno estamañana.

—¡Eso es maravilloso, Josie! —exclamó Bethany—. Hemos estadomuy preocupados por ti.

—¿Cómo estáis vosotras? —preguntó Josie en voz baja. Pero lapregunta estuvo dirigidaprincipalmente a Mia. Ash le habíacontado todo lo acontecido entreMia y Charles Willis.

—Estamos bien —dijo Mia, perosus ojos aún se veían torturados—.

Aún sigo sintiendo que es todo pormi culpa. Yo soy la que lo enfadó.

Josie negó con la cabeza y seencogió debido al dolor que eso lecausó.

—Es un imbécil, Mia. No tienesque culparte por sus actos.

—Muy cierto —gruñó Ash.—Yo odio tener el mismo

apellido que él —dijo Bethanyhaciendo una mueca de desagrado—. ¡No quiero que nadie piense queestamos relacionados!

Mia puso los ojos en blanco.

—Vaya, como que Willis no esun apellido común, qué va.

—No te tendrás que preocuparpor eso dentro de poco, nena —dijoJace con la satisfacción escrita ensu cara—. Tu apellido pronto seráCrestwell.

Bethany se ruborizó de felicidady automáticamente bajó la miradahasta el anillo que descansaba en sumano izquierda. Y era un anilloprecioso. Tenía un diamanteenorme, que quedaba espectacular.Era increíblemente caro y le iba a

la perfección.—Hablando de eso, ¿habéis

decidido ya una fecha? —preguntóJosie.

Jace pareció entristecerse yBethany se rio.

—Estamos en ello. No voy aplanear nada hasta que estésplenamente recuperada y puedasacompañarme a la boda.

A Josie se le derritió el corazón.Sonrió de oreja a oreja para hacerlesaber lo mucho que apreciaba esegesto.

—No me lo perdería por nadadel mundo —dijo—. Aunqueestuviera escayolada. ¡No meesperéis a mí! No quiero retrasarvuestro gran día.

—No sería lo mismo sin ti —dijo Bethany, poniendo una manosobre la de Josie—. Quiero queestés allí. ¡Y Brittany también!Todas las chicas estarán allí. Carome ha prometido que vendrá aunquetenga que volar desde Las Vegas.

Kai se aclaró la garganta.—Eso no será un problema. Si

Brittany y yo estamos en Las Vegaspara entonces, volaremos en mi jety traeremos a Brandon y a Caro connosotros.

Josie abrió los ojos como platosy desvió su mirada hasta Brittany.

—¿Te vas a Las Vegas con él?—Sí —se adelantó Kai antes de

que Brittany pudiera responder.Ash entrecerró los ojos pero

permaneció en silencio. Josie notenía ninguna duda de que hablaríade esto con su hermana. Y con Kaitambién.

—Gracias —le dijo Bethany aKai agachando la cabeza contimidez—. Significa mucho para míque te asegures de que puedanvenir.

—No me lo perdería —dijo Kaicon una sonrisa dibujada en surobusto rostro—. Quizás el veroscasaros a vosotros persuada aBrittany para dar el gran paso otravez. Su exmarido fue un imbécil pordejarla ir, pero yo no cometeré elmismo error.

Guau. ¡El tío iba rápido! Josie le

envió otra mirada a Brittany y vioque el rostro de la mujer estaballeno de consternación. Parecía que,aunque Kai quería moverse rápido,Brittany no estaba del todo seguratodavía. Sin embargo, ella apostabapor Kai. Le había dado la sensaciónde que era un hombre bastantedecidido cuando quería algo. Tal ycomo eran los otros hombres que seencontraban en la habitación.

—Supongo que no habréis traídocomida, ¿verdad? —preguntó Josie,esperanzada—. Estoy famélica y

todo lo que me dan es líquido, locual significa mucho caldo de polloy gelatina.

Ash le lanzó una miradarecriminadora.

—Nada de comida de verdadtodavía, nena. No hasta mañana, eincluso entonces empezarás poco apoco.

Ella suspiró.—Tenía que intentarlo. A lo

mejor las chicas me dan algo aescondidas cuando vosotros noestéis mirando.

Mientras lo decía, las miró de unmodo suplicante que hizo que todoscomenzaran a reírse.

—Estamos en ello —dijo Miacon firmeza, fulminando a Ash conla mirada.

Ash sacudió la cabeza y puso losojos en blanco.

—Recordad que tenéis que pasarpor encima de mí primero.

—Tendrás que dormir alguna vez—dijo Bethany en voz baja—. Si elolor a comida te despierta porcasualidad, estoy segura de que

provendrá de la habitación de allado.

Todos se rieron y Josie sintiócómo el pecho se le aligeraba. Lascosas irían bien. Ella superaríaesto. El médico incluso le habíadicho que podría irse a casa en undía o dos si seguía mejorando comohasta ahora. Tras haber estadotantos días en el hospital, estabaque se subía por las paredes.

No había podido salir de la camaexcepto para ducharse o ir al baño.Se moría por ponerse en pie y

estirarse. Cualquier cosa exceptoestar tumbada en esta cama durantetodo el día.

Hablaron más, se rieron, soltaronbromas y charlaron hasta que Josiecomenzó a bostezar porque elcansancio se estaba apoderando deella. Ash se dio cuenta y les mandóa los otros una mirada no muy sutil.Ellos pillaron la indirecta deinmediato y anunciaron que se iban.

Se agruparon alrededor de lacama de Josie para darle levesabrazos y besos. Incluso Kai le dio

un beso en la mejilla antes deretroceder para pegar a Brittanycontra su costado.

—Odio que os tengáis que ir tanpronto —dijo Josie con tristeza—.Me aburre como una ostra estartumbada en la cama todo el día.¡Estoy a punto de subirme por lasparedes!

—Volveremos pronto —prometió Mia—. ¡Y te traeremoscomida!

Mia le envió a Ash otra miradade advertencia mientras decía esto

último.—¡Lo esperaré con ansia! —dijo

Josie.Ash se inclinó y la besó

suavemente en la boca.—Voy a acompañarlos hasta

fuera, cariño. Pero volveréenseguida, ¿de acuerdo? ¿Quieresque te traiga algo caliente parabeber? El médico dijo que podíastomar café o chocolate caliente.

—Oh, eso suena divino —suspiró Josie—. Un café seríaperfecto. ¿Me lo puedes traer con

leche?Ash sonrió.—Lo que sea por ti. Veré qué

puedo hacer.—Lo que sea menos comida,

querrás decir —gruñó Josie.Él la acarició por un lado de la

cabeza y le dio una palmaditacariñosa.

—Lo que sea menos comida.Ella lo echó con la mano y se

volvió a recostar contra lasalmohadas, combándosepeligrosamente hacia un lado. La

visita la había agotado. A lo mejorno se había recuperado tanto comoa ella le gustaría creer. Pero sealegraba de que hubieran venidotodos.

Todos salieron por la puerta,pero Ash se giró y le envió unamirada llena de amor que hizo quese le cortara la respiración. Luegose volvió a girar y cerró la puertasilenciosamente a su espalda.

Josie suspiró y cerró los ojos,aprovechando el momento paradescansar. Se había empezado a

quedar dormida cuando oyó que lapuerta se abría. No había podidodormir tanto. A Ash no le habríadado tiempo a bajar con susamigos, conseguirle el café y luegovolver.

Dos hombres vestidos con trajede chaqueta aparecieron en lapuerta y ella los reconoció comolos detectives de policía que lahabían interrogado tras haber sidohospitalizada. No recordaba muchode la conversación. Ella habíaestado adormilada, dolorida y

dopada por los calmantes. Pero a lomejor habían arrestado a Charles.Esta vez había hecho lo que deberíahaber hecho cuando Michael laagredió. Había presentado cargos.Quería que Charles fuera a la cárcelpor lo que había hecho porqueestaba aterrorizada por lo que Ashpodría llegar a hacerle.

—Señorita Carlysle, nos gustaríahacerle unas preguntas, si no leimporta. ¿Recuerda a micompañero, Clinton? Yo soy eldetective Starks. La última vez que

nos vimos fue justo después de seragredida. No estoy seguro de lomucho que recordará.

—Le recuerdo, detective Starks.Y no, no me importa. ¿Lo hanarrestado ya?

—Eso era lo que queríamoshablar con usted —dijo Starks conun tono neutro.

La expresión en sus rostros pusoa Josie de inmediato en guardia.Los miró a ambos de formaintermitente, intentando averiguarqué era lo que pasaba.

—Charles Willis fue encontradobrutalmente asesinado esta mañana—soltó Starks sin rodeos—. Nosgustaría saber quién lo mató.

Capítulo treinta y seis

Josie se quedó mirando totalmenteconmocionada a los dos policías.El miedo le corría por las venas.Oh, Dios. Seguro que Ash no… No,no lo haría. ¿No? El pánico lerevolvió el estómago, y tuvodificultades para respirar. El dolorcomenzó a expandirse por su pechodebido al esfuerzo.

—¿Está bien, señorita Carlysle?—preguntó Clinton con

preocupación.—Por supuesto que no estoy bien

—dijo imperceptiblemente—. Meacaban de decir que el hombre queme agredió ha sido asesinado. —Yluego otro pensamiento se le vino ala cabeza. Miró a ambos detectivescon brusquedad—. Dijeron quequerían averiguar quién lo habíamatado. Supongo que no pensaránque soy sospechosa. No es que seamuy capaz de matar a un hombre enmi actual estado.

Pero Ash sí que sería un

sospechoso. Él no había escondidosu rabia ante lo ocurrido. Y peor,Josie no podía quitarse de la cabezala idea de que podría haberlo hechode verdad.

—Usted no es sospechosa, porahora —dijo Starks con un tonoinsulso—. Pero el señor McIntyresí. ¿Puede decirme si sabe quéestuvo haciendo anoche entre lassiete y las diez de la noche?

El alivio se apoderó de ella contal fuerza que hasta se mareó. Seagarró a la cama con la mano

izquierda porque sentía como si sefuera a caer por el lateral. Si esaera la franja horaria que estabaninvestigando, Ash no podríahaberlo hecho entonces, porquehabía estado con ella.

—Estaba aquí conmigo —dijofirmemente—. Pueden preguntarle acualquier enfermera que estuvierade servicio. Estuvo sentadoconmigo toda la noche y durmió enese sofá.

Clinton estaba ocupado tomandonotas en una pequeña libreta

mientras Starks continuabamirándola fijamente hasta que lahizo removerse en la cama conincomodidad.

—Muy conveniente que elhombre que la agredió aparezcamuerto, ¿no le parece?

—¿Adónde quiere llegar, agente?—espetó—. Si ustedes hubieranhecho su trabajo y lo hubierandetenido, ahora no estaría muerto,¿verdad? Ya le he dicho que Ashestaba conmigo. Si no me cree, hayun montón de personas diferentes

que pueden apoyar su coartada.Starks asintió lentamente.—Lo comprobaremos, por

supuesto. ¿Y qué me dice del señorHamilton y del señor Crestwell?¿Vio a alguno de los dos anoche?

Josie empalideció.—¿Está loco? ¿Por qué iban a

matar alguno de los dos a CharlesWillis?

—No ha respondido a lapregunta —interrumpió Clinton.

—No —dijo ella—. No los vi,pero estoy segura de que si le

pregunta a ellos le podrán decirdónde estuvieron.

—Oh, lo haremos —dijo Starksseriamente.

La puerta se abrió y Ash entró,aunque se paró de forma abruptacuando vio a los dos policías en lahabitación. Evidentemente vio algoen el rostro de Josie que no legustó, porque su expresión sevolvió estruendosa.

—¿Qué demonios está pasandoaquí? —exigió.

—Señor McIntyre —lo saludó

Starks con la cabeza—. Estamosinterrogando a la señorita Carlyslepor el asesinato de Charles Willis.

Ash parpadeó. Su expresión notraicionaba sus pensamientos.

—¿Está muerto?Clinton asintió.—Bien —dijo Ash con crueldad.Josie ahogó un grito. No estaba

ayudando al caso con esadeclaración. Ahora estaríanconvencidos de que Ash tendríaalgo que ver con ello.

—¡Se creen que tuviste algo que

ver, Ash!Ash arqueó una ceja.—¿Ah, sí?—No parece muy afectado por el

hecho de que esté muerto —comentó Starks.

Ash desvió su furiosa miradahacia los detectives.

—Mírenla bien. Y ahoradíganme, si fueran sus esposas lasque hubieran sido golpeadas hastacasi matarlas, ¿les molestaría quealguien hubiera matado a esecabrón?

Clinton se removió conincomodidad y Starks tuvo la graciade parecer avergonzado.

—No estoy diciendo lo que creo—contestó Starks—. Lo que yo creano importa y tampoco cambia elhecho de que se ha cometido uncrimen. Tengo que investigarlocomo si fuera cualquier otroasesinato.

—Háganlo —dijo Ash con untono normal—. Pero dejen a Josieen paz. Ni la miren a menos quehaya un abogado presente. ¿Está

claro? Es más, si quieren volver ahablar con ella, llámenme yquedaremos, pero no será cuandoesté sufriendo y a punto de caerseredonda al suelo del cansancio. Lahan molestado y eso es lo últimoque necesita en este momento.

—Entonces a lo mejor no leimportará salir con nosotros pararesponder a unas preguntas —dijoStarks con un tono entrecortado.

—Sí que me importa —espetó—.No voy a dejar a Josie. Si quierenhablar, les daré el número de mi

abogado y pueden organizarlo através de él.

—No tiene por qué ser así dedifícil —interrumpió Clinton—.Solo responda a unas preguntas ynos marcharemos.

—Y ya les he dicho todo lo quetienen que hacer si quieren volver ahablar con nosotros —dijo Ash convoz plana.

Rebuscó en su cartera y luegosacó una tarjeta para tendérsela aStarks. Ninguno de los dos agentesparecía muy contento, pero

retrocedieron.—Vamos a investigarle, señor

McIntyre. Si ha tenido algo que vercon la muerte de Charles Willis, loaveriguaremos —dijo Starks conseriedad.

—Mi vida es como un libroabierto —contestó Ashcalmadamente—. Aunque siinvestigan las gestiones de CharlesWillis en su negocio, encontrarán asus sospechosos. Hay muchosmóviles ahí. Háganse un favor ypasen tiempo investigando sus

quehaceres y no lo pierdaninvestigando los míos. Noencontrarán lo que están buscandoinvestigándome a mí.

Clinton y Starks intercambiaronmiradas cortantes.

—Estaremos en contacto —lesdijo Starks tanto a Josie como aAsh.

Luego se dieron media vuelta ysalieron. Ash los siguió y cerró lapuerta de un portazo tras ellos.

Seguidamente se acercó a lacama con la expresión feroz.

—Lo siento, nena. Nunca penséque fueran a venir aquí así. Sientohaberte dejado sola y que hayastenido que enfrentarte a ellos. Novolverá a pasar. Si vuelven aaparecer, no hables con ellos amenos que haya un abogadopresente. Si por cualquier razón yono estoy contigo, llámameinmediatamente.

La mano de Josie temblaba apesar de estar todavía agarrada a lacama. Ash, con cuidado, le soltó losdedos y se los rodeó con su propia

mano antes de acariciarlossuavemente con su dedo pulgar.

—Me preguntaron dóndeestuviste anoche entre las siete y lasdiez —dijo con voz temblorosa—.Creen que tú lo hiciste.

—Estuve aquí contigo —dijoAsh con suavidad.

—Lo sé. Les dije eso. Pero aunasí, piensan… y me preguntaronsobre Gabe y Jace. Ash, tienes queadvertirlos. Piensan que alguno devosotros tres lo hizo. Porque no lohiciste, ¿verdad?

Su voz tenía un deje suplicanteque no pudo controlar.

Ash negó con la cabezalentamente.

—No lo hice, nena. Estuve aquí,contigo.

—¿Pero mandaste que lohicieran? —susurró.

Él se inclinó hacia delante y labesó en la frente, pero no apartó loslabios cuando terminó.

—No me hizo falta. Le ha robadoa un montón de gente. Ha jodido amucha gente con sus negocios. A la

gente equivocada. Una vez seenteraron de ese hecho, su vidaperdió todo valor.

Ella lo miró perpleja cuando sevolvió a enderezar.

—¿Cómo se enteraron?Ash sonrió, pero no era una

sonrisa llena de cariño. Seestremeció al ver la seriedad quehabía en sus ojos. A este hombre nose le tocaban las narices. A pesarde lo relajado, encantador ydespreocupado que pudieraparecer, bajo esa perfecta fachada

tan bien construida se encontraba unhombre intenso con unadeterminación irrompible.

—Puede que hayan necesitado unpoco de ayuda —dijo con un tonoprofundo.

Josie inspiró mientras se loquedaba mirando.

—Así que sí que tuviste algo quever con su asesinato.

Ash negó con la cabeza.—No. Si me estás preguntando si

tengo sangre en las manos, entoncessí, sin duda. Pasé la información

adecuada a la gente adecuada. Loque ellos hicieran no es cosa mía.Yo no lo maté, no mandé que lomataran. Pero sí que lo hice posiblecon la información que filtré.Supongo que tienes que decidir sieres capaz de vivir con eso. Yconmigo.

Ella asintió lentamente. Seencontraba un poco paralizada,pero aliviada también. No podíaenfrentarse a la idea de que Ashfuera a la cárcel por su culpa. Deque sus vidas quedaran arruinadas.

No cuando había planeado una vidaentera con él.

—Se merecía morir. No era unbuen hombre. Y eso va en contra delo que siempre he creído. No mecorresponde a mí juzgar. Antes mehabría horrorizado ver a alguientomarse la justicia por su mano deesta forma.

—¿Y ahora? —le preguntó él convoz queda.

—Tú me has cambiado, Ash. Nosé si todo es bueno. O todo malo.No sé siquiera si es ambas cosas.

Pero me has cambiado. Me hashecho mejor persona en algunosaspectos, pero más turbia en otros.

—No quiero que te toquen nuncalos asuntos grises en los que estoysumergido, nena. Te quiero limpia.Quiero que brilles, como siemprehaces. Nunca volveremos a hablarde esto. No me preguntes, y yo no tediré. Puede que sepas cosas —no tevoy a mentir— pero no tendrás queenfrentarte a ellas. Nunca. ¿Puedesvivir con eso?

—Sí —susurró—. Puedo vivir

con eso.—Te amo, nena —dijo Ash con

una voz firme, llena de emoción—.No me merezco tu amor o tu brillo,pero los quiero porque contigopuedo sentir el sol. No quierovolver a esas sombras.

—No tienes que hacerlo —dijoella calladamente—. Quédate en elsol. Conmigo.

—Siempre, cariño. Nada tocaráa nuestros hijos, Josie. Tienes mipalabra. Nada os tocará nunca a tini a nuestros niños. Ni a Gabe o

Jace, ni a Mia o Bethany. Sois mifamilia. Moriría por cada uno devosotros, así que vosotros osquedáis en el sol, adondepertenecéis.

—Tú también perteneces al sol,Ash. Y te quiero conmigo.

Se paró y frunció el ceño cuandose dio cuenta de lo que él habíadicho.

—Espera, ¿vamos a tener niños?Él sonrió lentamente, de un modo

muy seductor y la miró concomplicidad. La arrogancia y la

confianza en sí mismo radiaba aborbotones.

—Vas a ser la madre de mishijos, Josie. Eso seguro. Cuántos, telo dejo decidir a ti. Quiero niñosprimero. Y luego una niña. Porquenecesitará hermanos mayores quecuiden siempre de ella. Serándiferentes a mis hermanos. A ellosse la suda todo. Nosotros seremosuna familia de verdad.

Josie le envió una sonrisa tierna,llena de amor por él.

—Sí. Seremos una familia de

verdad. Quiero seis. ¿Crees quepodrás con ello?

Ash se quedó boquiabierto.—¿Seis? Joder, mujer. Voy a

tener que trabajar mucho en lacama.

Ella asintió con solemnidad.—¿No crees que deberíamos

empezar ya?—Sí —murmuró—. No quiero

ser un viejo cuando tengas elúltimo. Pero tienes que ponerte bieny salir del hospital antes de queempecemos a trabajar en el primer

bebé.Se metió la mano en el bolsillo y

sacó una caja diminuta.—Quería hacer esto en el

momento perfecto —dijo conbrusquedad—. Pero no se meocurre ningún momento mejor queahora cuando estamos hablando denuestros hijos y de cuántostendremos.

Ash abrió la caja y Josie ahogóun grito mientras se quedó mirandofijamente el precioso anillo dediamante. Brillaba y absorbía la luz

del sol que se colaba por laventana. El anillo la deslumbrabacon su fulgor.

Él se arrodilló junto a la cama yle agarró la mano izquierda consuavidad.

—¿Quieres casarte conmigo,Josie? ¿Ser la madre de mis hijos yaguantarme durante el resto de tuvida? Nadie te amará más que yo yvoy a pasarme todos los días de mivida asegurándome de que lo sepas.

El anillo se bamboleó y sevolvió borroso en los ojos de Josie

mientras él se lo ponía en el dedo.—Sí. ¡Oh, sí, Ash! Quiero

casarme contigo. Te quiero mucho.Y quiero tener esos hijos. Muchoshijos.

Él sonrió y se levantó para poderinclinarse hacia ella y estrecharlaentre sus brazos con cuidado. Labesó con tanta ternura que elcorazón se le derritió.

—Yo también te quiero, Josie.No quiero que lo dudes nunca.Tengo que recompensarte pormuchas cosas, y estoy trabajando en

ello ahora mismo. Pero eso vendrácuando salgas del hospital y estésen casa, donde pueda mimarte yconsentirte.

Ella levantó la mano izquierda yla apoyó sobre la mejilla de Ash. Elanillo brillaba sin parar en su dedo.

—Lo espero con ansia, mi amor.

Capítulo treinta y siete

—No me puedo creer que hayashecho esto por mí —dijo Josieimpresionada mientras se quedabamirando el salón del hotel Bentleyatiborrado de gente.

Ash le puso un brazo alrededorde su cintura y la apretó firmementecontra él.

—Yo no hice nada, nena. Eres tú.Les encanta tu talento. Vas avenderlos todos en la primera

media hora. Una guerra de pujas haempezado por tu serie erótica.

Josie miró la gran variedad degente que estaba admirando sutrabajo mientras bebía un champánmuy caro. Todo el mundo estabaaquí. El alcalde, las autoridades. ¡Yhabía celebridades por todaspartes! Estaba impresionada por losnombres de algunas personas quehabían asistido. ¡Y estaban aquí porsus cuadros!

Volvió a alzar la mirada haciaAsh y se pegó más contra él.

—¿Te molesta que estén viendoesos autorretratos eróticos? Sé queno te gustaba que los enseñara y quequerías ser el único que los viera.

Él sonrió y depositó un besosobre sus labios.

—Yo tengo a la de verdad. ¿Paraqué necesito los cuadros? Ellossolo podrán imaginarse lo que nopueden ver en esas pinturas, peroyo sí que puedo verlo y tocarlocada noche. Eso sí que mepertenece solo a mí. Nadie más lotendrá.

Josie le correspondió la sonrisa.Estaba encantada con su respuesta.

—Eso sí, si alguna vez hacesalgo más revelador, entonces sí quelos voy a comprar yo. No meimporta lo que digas. Nadie exceptoyo te verá completamente desnuda.

Ella sonrió y le dio un codazo enlas costillas.

—No te preocupes. Eso es todo alo que voy a llegar en lo que adesnudos se refiere.

—Gracias a Dios —murmuró—.No quiero tener que patear los

traseros de todos los tíos quebabeen contigo pintada en uncuadro.

—Oh, mira, ¡ahí están las chicas!—exclamó Josie separándose deAsh para ir a saludarlas.

—¡Josie! —gritó Brittanymientras envolvía a Josie en unenorme abrazo—. ¡Eres famosa!¿Has visto toda la gente que estáperdiendo la cabeza por tuscuadros?

Josie le correspondió al abrazo ysonrió a Kai, que se había quedado

con cariño junto a Brittany mientrasesta atacaba a Josie.

Mia y Bethany empujaron a Gabey a Jace en el momento en queBrittany soltó a Josie y la abrazaroncon fuerza.

—¡Ay, Dios, estáis preciosas! —dijo Josie admirando los vestidosde noche que ambas llevaban—. ¡Ylos zapatos! —Su voz bajó hasta serun susurro—. ¡Ya sé lo que vais ahacer más tarde!

Todas se rieron y luego Mia dijo:—¡Eh, dónde está el champán!

¡Tenemos que empezar a beber!Los hombres gimieron, pero no

hubo ni uno solo al que no lebrillaran los ojos con petulancia.Sí, ellos también sabían lo queobtendrían más tarde. Josieesperaba tener luego su propiafiesta privada con Ash entre lassábanas.

Había sido extremadamentetierno y paciente con ella durante surecuperación. Ella había tenido queatacarlo a él al final porque sehabía negado a tocarla, y mucho

menos a tener sexo con ella, hastaque no tuviera la certeza absolutade que estaba curada. Y aun así, nohabía hecho más que hacerle elamor con dulzura y exquisitez. Noes que ella se quejara, pero semoría de ganas por volver aretomar una relación sexual normalcon su hombre dominante.

Josie podía ver en sus ojos eldeseo de no recordarle lo que habíapasado. Había sido extremadamentecuidadoso, y había estado muypreocupado porque de alguna

manera ella lo relacionara a él conla agresión que había sufrido. Peroella adoraba esa fina línea entre eldolor y el placer, entre lo que erademasiado y no suficiente. Loquería de nuevo. Quería queperdiera el control que tenía tanamarrado y que desencadenara susoscuros deseos en ambos.

Se estremeció de solo pensar enello. Esta noche. Esta noche no leiba a dar más opción. Quería todolo que él pudiera darle. Queríasentir el contacto del cuero contra

la piel de su trasero. Quería que laatara y le hiciera lo que quisiera.¡Quería que Ash volviera!

—Os voy a robar a Josie y la voya llevar por todo el salón. Quieropresentarle a varias personas.Bebed. Nosotros volveremos enunos minutos —dijo Ash.

Las chicas los despidieron con lamano y se giraron hacia sus propioshombres, que estaban más quecontentos de volver a tener su totalatención. Ash la guio a través de lamultitud, parándose de vez en

cuando para presentarle a gente a laque apenas pudo soltarle un hola sintartamudear.

No sabía qué decirles a todasesas personas que hablabanefusivamente de su trabajo. Nuncahubiera soñado con que nadieestuviera tan emocionado por suspinturas. Y tenía que darle lasgracias a Ash por eso.

—Gracias —susurró, deslizandoun brazo por alrededor de su cinturamientras se alejaban del gentío—.¡Esta es la noche más increíble de

mi vida!—Me alegro de que la estés

disfrutando, cariño. Esta es tunoche, para que brilles. Pero no tepreocupes porque habrá muchasmás. A juzgar por lo rápido que sehan vendido tus cuadros, vas a estarmuy solicitada. Puede que mearrepienta de haberte hecho estoporque te pasarás todo el tiempopintando y te olvidarás de mí.

Ella se rio y lo abrazó con másfuerza.

—No hay posibilidad de que eso

pase. Tú siempre estarás primero,Ash.

Él la besó lentamente y conparsimonia durante un rato; no leimportaba la gente que había en elatestado salón. Josie suspiró deabsoluta felicidad. Habían pasadomuchas cosas en los últimos dosmeses. Le habían dado el alta en elhospital tras haber tenido quequedarse ingresada durante casi dossemanas. La policía la interrogó aella y a Ash, esta vez con unabogado presente. También

interrogó a Gabe y a Jace einvestigó toda la vida de Ash, sindejarse ni un solo detalle. Pero nohabía nada que pudieran encontrar.

Luego centraron su atención enlas gestiones del negocio deCharles Willis y fue allí dondeparecieron encontrar la mina deoro. Había robado a numerosaspersonas, desfalcado dinero yabierto cuentas falsas. Habíacobrado por trabajos que nuncahizo, y descubrieron al menos trescuentas bancarias en el extranjero

con millones de dólares de dinerorobado.

Lo peor era la gente a la que lehabía robado. No eran exactamentelos legítimos hombres de negociosque Ash y sus socios sí eran. Noeran la clase de gente a la que serobaba porque, como lodescubrieran, el tiempo que fuera apasar en la cárcel no eraprecisamente por lo que habría quepreocuparse. Tal y como Charleshabía descubierto demasiado tarde.Incluso tenía relación con la mafia.

Josie no se había creído que lamafia aún siguiera existiendo fuerade películas y libros.

La policía investigó a un hombreen particular, convencida de queestaba detrás del asesinato deCharles, pero se frustró por suincapacidad de encontrar pruebascontra él. Como resultado, el casoseguía abierto, pero Ash ya no erasospechoso.

Josie había empezado a respirarcon mucha más tranquilidad cuandola policía retrocedió. Sabía que

Ash no había estado directamentedetrás de la muerte de Charles, perosí que había estado involucradohasta cierto límite. Pero tal y comole había prometido aquel día en elhospital, no volvieron a hablar deello otra vez, y ella no le preguntótampoco.

Quizás eso la convertía en unamujer tan gris y turbia como él seconsideraba a sí mismo, pero Josieno podía sentir ninguna clase deremordimiento por la muerte deCharles. Había hecho daño a un

montón de gente, y ella mismapodría haber muerto por la palizaque recibió. Estaba preparada paraseguir con su vida. Con Ash.

—Tengo algo que preguntarte,nena —murmuró Ash junto a suoído.

Ella levantó la mirada, curiosapor saber por qué tan de repenteestaba tan serio.

—Jace y Bethany me hanpreguntado si queremos casarnoscon ellos. Hacer una boda doble.Les he dicho que lo hablaría

contigo. Es algo que les gustaríamucho hacer. Jace es impaciente yquiere que la boda sea pronto, perono quiero que lo hagamos con ellossi quieres o necesitas más tiempo.Si tú quieres tu propio gran díaseparado del de ellos, lo entiendo.Quiero que sea especial para ti.

—¿Y tú que opinas? —preguntóJosie suavemente—. ¿Tú quéquieres?

Ash sonrió.—Todo lo que quiero es a ti. Lo

demás no me importa. Me da igual

dónde sea, o cuándo, aunque noquiero tener que esperar mucho.Quiero que tengas mi apellido,quiero saber que legalmente eresmía. Cómo lo hagamos, no meimporta.

—Creo que sería muy especialcompartir una boda con Jace yBethany —murmuró—. Él es tumejor amigo y yo adoro a Bethany.¡Hagámoslo!

—¿Te parece bien casarnos tanpronto? —preguntó Ash—. Jacequiere que sea lo antes posible. Ha

pensado en ir a la playa en algúnsitio. Quizás Bora-Bora y luegocasarse en la arena.

—Eso suena muy romántico —suspiró—. A mí tampoco meimporta cuándo o dónde, Ash. Soloquiero estar casada contigo. Todolo demás son detalles sinimportancia.

Ash la besó otra vez.—Entonces vayamos a decírselo.

Tenemos que celebrarlo.Josie enlazó el brazo con el suyo

mientras se encaminaban hacia

donde sus amigos se hallaban, todosjuntos, al otro lado del salón. Susamigos. No solo los de Ash. Todosellos eran también sus propiosamigos y eso le llenaba el corazónde alegría.

Brittany estaba coladita por Kai.Ya se había mudado a Las Vegascon él, pero visitaban la ciudad amenudo. Josie se alegraba de queAsh tuviera al menos a su hermana.El resto de su familia lo dejó en pazdespués de que llamara a su abuelo.Él aún no sabía lo que el viejo iba a

hacer con su testamento, pero Ashhizo lo que había prometido y sehabía lavado las manos de todosellos.

Pero Brittany y él ahora erancercanos y ella pasaba muchotiempo con Josie y con su hermano.Sin embargo, su verdadera familiaestaba a tan solo unos metros dedistancia. Gabe, Jace, Mia,Bethany. Y la de ella también.

Todos soltaron gritos de alegríacuando Ash anunció que él y Josiese casarían con Jace y Bethany.

Luego el champán pasó de mano enmano otra vez.

—Espero que vengáis también ami boda con Brittany —interrumpióKai con una sonrisa engreída—. Lahe convencido precisamente hoy.

Brittany levantó la mano en laque lucía un enorme anillo dediamante de compromiso del queJosie no se había percatado hastaahora. Su cara irradiaba felicidad ysus ojos brillaban con fuerza.

—Un brindis doble, entonces —dijo Ash levantando su vaso—. Por

Josie y su éxito. Y por Brittany yKai.

Todo el mundo levantó sus copasy brindaron con entusiasmo antes debeberse el champán.

—Por las amigas —dijo Mia,levantando su vaso en dirección aJosie, Bethany y Brittany.

—¡Brindaré por eso! —exclamóBethany.

—Y este es para que lesregalemos muchas más noches dechicas a los hombres —dijo Josiecon una sonrisa.

—Yo sí que brindaré por eso —dijo Ash.

—Yo también —se incluyó Jace.—Y yo —dijo Gabe, sonriendo.—Yo traeré a Brittany para la

ocasión, por supuesto —dijo Kaicon los ojos titilando de diversión.

Josie tiró de Brittany y Bethanypara ponerlas a su lado,abrazándolas mientras Mia sedeslizaba junto a Bethany. Todaslevantaron sus copas.

—¡Por las noches de chicas! —corearon al unísono.