MÓDULO 5: EDUCAR PARA APRENDER A SER. 1ª PARTE · Educar para aprender a ser 6 Para asumir...
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MÓDULO 5:
EDUCAR PARA APRENDER
A SER.
1ª PARTE
Educar para aprender a ser
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INDICE:
1 EL PODER DEL VERBO: ............................. ........................................................ 3
2 LAS ETIQUETAS: .................................. ............................................................... 7
3 LA FLEXIBILIDAD: ................................ ............................................................... 9
4 LA PACIENCIA: ................................... ............................................................... 13
Educar para aprender a ser
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1 EL PODER DEL VERBO:
Muchas veces hablamos como si las palabras se olvidasen con el tiempo,
como si lo que decimos no tiene importancia o no tiene consecuencias. La
mayoría de las veces, somos completamente inconscientes de lo que
decimos y esto es porque no le estamos dando importancia a la palabra, al
poder creador y destructor de la palabra.
Por lo tanto es fundamental que cuidemos la forma en la que nos hablamos
(diálogo interno) y en la que hablamos a los que nos rodea, a la familia,
amigos, a nuestra pareja, hijos, alumnos, etc.
A través de la palabra nosotros pensamos, hablamos, recreamos nuestras
visualizaciones, generamos emociones propias y ajenas.
A través del lenguaje, de las palabras, expresamos quienes somos, lo que
somos capaces de hacer, nuestras capacidades y habilidades, lo que
creemos de nosotros mismos, y lo que es importante para nosotros.
Expresamos lo que hacemos, dónde estamos y dónde vivimos. A través del
lenguaje expresamos tanto interna como externamente quienes somos.
En vez de utilizar un lenguaje limitante y negativo, podemos utilizar un
lenguaje positivo, motivador, generador de emociones positivas.
La palabra crea nuestra realidad y la realidad de l os que no rodea,
de nuestros hijos, alumnos y educandos.
Podemos cambiar nuestra realidad con solo cambiar n uestro
lenguaje.
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Por ejemplo,
Si utilizamos palabras positivas, dichas en el momento adecuado
seguramente tenga una repercusión o una respuesta positiva.
Si hablamos en negativo, con palabras o expresiones inadecuadas y
expresando sentimientos negativos, tendrán una repercusión muy
alejada a la anterior. Seguramente generara conflictos y confusión.
También es importante tomar mucha conciencia de nuestro dialogo interno,
esa vocecilla que nos habla continuamente de todo y sobre todo, esa
vocecilla que se permite el privilegio de juzgar, de criticar, de limitar, etc.
Es difícil escucharse a uno mismo, dándose ánimos y palmaditas en la
espalda por lo bien que lo has hecho, y es fácil escucharse a uno mismo
auto limitándose y criticándose. Si eres de los que no sueles hablarte en
estos términos (en positivo) estate muy pendiente de lo que te dices.
Por lo tanto es importante estar pendiente de lo que te dices a ti mismo, y
de lo que dices a los demás. Pero como educador, aun es más importante
estar pendiente de lo que le dices a tu hijo o alumno, porque tú sí que tienes
la capacidad de crear su realidad desde bien pequeño.
No es hablar por hablar y decir todo el tiempo lo guapo, lo listo que es, y lo
bien que lo hace todo. Debe de haber una coherencia para que el niño (que
son personitas capaces de discernir), sepa si eso que estás diciendo lo
estás diciendo de verdad y lo crees, y coincide con lo que realmente es.
¿Te has escuchado a ti mismo alguna vez diciéndote? :
“¡Qué bien lo he hecho hoy!”
“Este trabajo me ha salido genial, es un trabajo ef icaz y con
una gran destreza matemática”
“¡Yo puedo hacerlo!”
“Cuanto me conmueve este abrazo”.
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Por ejemplo,
Tu hijo ha hecho un mal partido de futbol: no ha metido ni un solo gol, no
ha dado ni un sólo pase, no ha tocado casi la pelota y además lo han
cambiado.
No le vayas diciendo:
- “¡Pero si lo has hecho súper bien!”
Para crear una realidad, porque eso no es una realidad.
A sabiendas de que el verbo crea, de que las palaras crean, muchas veces
cuando hablamos, le damos el poder a nuestro hijo o a otras personas.
Por ejemplo:
No me hagas enfadar.
Estos niños me sacan de mis casillas.
Mi jefe me hace sentir fatal.
El trabajo me estresa.
No me dejan dar la clase.
Realmente ni tu hijo, ni tu alumno, ni nadie te hace “enfadar” o “estresarse”,
nadie te hace hacer algo o sentir algo. Realmente eres tú el que te enfadas
o el que te estresas, es tu decisión, tu eres el que eliges pensar, hacer, o
sentir de tal forma, no los demás.
Como hemos dicho anteriormente, muchas personas suelen hacer estas
cesiones de poder sin darse cuenta. Y además sin tomar conciencia de las
consecuencias que ello conlleva:
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Para asumir nuestra responsabilidad y nuestro poder de elección, tenemos
que hablar desde nuestro centro, sin dar poder a los demás. Para ello
podemos hablar en primera persona.
Por ejemplo:
1. Yo me enfado cuando haces eso.
2. Yo me salgo de mis casillas con estos niños.
3. Me siento fatal cuando mi jefe me grita.
4. Yo me estreso en el trabajo.
Consecuencias de las cesiones de poder:
1. Eludes tu propia responsabilidad.
2. Limitas tu poder de elección o decisión : Tú no eliges estar
enfadado, no tienes el poder de elegir como quieres estar.
3. Le das el poder a otra persona: Dejas de tener el poder sobre ti
mismo, es la otra persona la que te hace sentir de tal manera.
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2 LAS ETIQUETAS:
Durante el curso hemos ido hablando bastante de las etiquetas, de lo
importante que es en la educación y en general, no etiquetar.
Las etiquetas no son más que una “condena”, una condena a un “modo de
ser” a una “forma de ser”. Cuando decimos “eres desordenado” estamos
condenando a esa persona a una forma de ser, generalizándolo.
Las etiquetas además suelen perdurar en el tiempo. Si a un niño se le pone
la etiqueta de “desordenado”, ese niño llevara esa etiqueta para siempre, y
esto sucede por varias razones.
Cuando etiquetamos damos identidad a alguien por un determinado
comportamiento. Por lo tanto hay que diferenciar entre etiquetar y sancionar
o cuestionar una conducta. Una cosa es que tu habitación esta
desordenada y tú censures este tipo de conducta, animando a que se
resuelva y se ordene, y otra es etiquetar a tu hijo.
Además las etiquetas no animan a la persona a la mejora y a que reoriente
su conducta, sino todo lo contrario, será difícil cambiar algo que se supone
que es su “forma de ser”. Advertir a tu hijo que se ha dejado la habitación
desordenada es mucho más fácil de corregir.
Razones para no etiquetar:
1. Las etiquetas son fáciles de poner pero difícil de quitar.
2. Son afirmaciones condenatorias: Por lo tanto si decimos que la
palabra crea, las etiquetas aún más. Si le dices a tu hijo que es
desordenado, tu hijo así lo va a creer.
3. Son afirmaciones auto cumplida: Si tu hijo cree que es
desordenado, naturalmente será desordenado, y tendrá
comportamientos desordenados.
4. Perduran en el tiempo: Tu hijo ya es desordenado y seguirá
siéndolo porque así lo cree él, lo crees tú, y todos los que te
escuchen.
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Es fundamental evitar etiquetar a nuestros hijos y alumnos. Y no solo eso,
es importante también, estar atentos a las etiquetas y prejuicios con los que
ya vienen de la escuela o de su grupo de amigos y ayudar a derrumbarlas.
Los profesores, los grupos de amigos y en general la gran mayoría,
estamos acostumbrados a confundir la identidad con todos los niveles
lógicos de la persona, con la conducta, las capacidades o habilidades, o con
los valores o las creencias.
Ejemplo:
Entorno: Eres mallorquín.
Conducta: Eres desordenado.
Capacidad: Eres un empollón.
Creencias: Eres del musulmán.
Valores: Eres muy familiar.
Hay que estar atentos a las etiquetas, tanto a las que limitan pero también a
las que no.
Por ejemplo:
“Eres un niño ordenado”.
“Eres un niño muy listo”.
Tenemos que tener claro que no somos “ordenados”, ni “listos”, sino que
sabemos ordenar o sacamos 10 en matemáticas. Ya que etiquetar a tu hijo
o a tu alumno de listo puede que se autogenere unas expectativas muy
altas, ya que las etiquetas son globales e imprecisas. Por lo que puede que
tu hijo, o alumno se crea listo en todo, pero no llegue a sacar 10 en todo,
por lo que puede mermar su nivel de autoestima, su capacidad de
percepción de defraudar a sus progenitores y también puede mermar en su
gestión de la frustración.
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3 LA FLEXIBILIDAD:
Es importante remarcar que muchas veces nuestros hijos o alumnos o
nosotros mismos podemos equivocarnos y no tomar la decisión más
correcta o la acción más adecuada. Pero sin embargo, hay que apuntar que
en el momento de tomarla si era la más correcta y adecuada. Ya que se
eligió según los recursos que teníamos disponible en ese momento,
recursos de comprensión, de conciencia, de conocimiento, empatía, etc.
Por lo tanto:
Todo esto nos lleva a decir que “no hay fracasos, solo resultados” así que
para empezar vamos a ir olvidando de nuestro vocabulario la palabra
equivocación, fracaso, etc.
Los fracasos los podemos entender como un aprendizaje, no deja de ser el
resultado de algo que se ha hecho. Por lo tanto, si algo no funciona no es
un fracaso sino un aprendizaje, una forma de entender que para obtener un
resultado diferente hay que hacer una cosa diferente.
Esto nos lo enseñan día a día los niños, que viven en un continuo
aprendizaje.
Los bebés cuando empiezan a caminar caen al suelo con bastante
frecuencia, pero esto no les desiste de levantarse y seguir intentándolo.
Están probando lo que les funciona y lo que no les funciona, esto es el
aprendizaje, aprenden a caminar.
Si haces lo mismo obtendrás el mismo resultado. Si lo que haces no
funciona, prueba a hacer otra cosa.
Lo que hacemos, lo hacemos lo mejor que podemos con los recursos
que tenemos en ese momento.
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Desgraciadamente a medida que vamos creciendo vamos perdiendo esta
capacidad de perseverancia, de aceptar los resultados como forma de
descubrir que es lo que funciona y que es lo que no funciona.
Tendemos a exigir y a exigirnos demasiado, a culpabilizar y a
culpabilizarnos con demasiada frecuencia. Esto hace que nos desanimemos
y desistamos de nuestros sueños cuando las cosas no salen como nos
gustaría.
Tenemos que desaprender para poder enseñar a los niños a aprender, a
actuar con perseverancia, a aceptar los resultados como la forma de
descubrir el camino que conduce a un objetivo o que te aleja, y olvidar la
palabra fracaso, error, equivocación. Tenemos que enseñarle la importancia
de disfrutar de ese camino y que el aprendizaje no está en la llegada a
meta, sino en cada zancada que da.
Nuestra misión como educadores es apoyarles en el proceso, en el proceso
de aprendizaje. Ellos son los que han de elegir y encontrar la mejor forma
de llegar a su objetivo. Ya que si actuamos o intervenimos, estamos
imponiéndole nuestro mapa, nuestra propia forma de actuar y/o resolver, o
le estamos dando la opción que para nosotros es la mejor, pero quizás no
para ellos. Y aunque tarden más en hacer una tarea o en tomar la decisión
adecuada para ellos, el proceso de aprendizaje enriquece su propia
personalidad.
Le puedes poner muchos ejemplos de cómo ser flexible y de cómo entender
el fracaso o las equivocaciones como una oportunidad de aprendizaje y de
mejorar.
Cada vez que tu hijo o alumno se sienta que ha frac asado en una tarea
o que se ha equivocado en algo, anímale a seguir in tentándolo.
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Le puedes explicar que ellos desde bien pequeño ya lo han hecho:
Por ejemplo:
Para montar en bicicleta, primero tuvo que montar con los ruedines, luego
sin ruedines, se calló muchas veces, pero no desistió y ahora monta en
bicicleta.
También le puedes poner el ejemplo de alguien famoso, una estrella de
fútbol, por ejemplo, Messi, todo lo que tuvo que hacer para llega donde está,
podéis investigar juntos o que él te vaya diciendo.
Si es muy pequeño, le puedes poner el ejemplo de un personaje de ficción
por ejemplo Nemo o Peter Pan.
Pero de todos los ejemplos que le puedas poner, el mejor ejemplo es el tuyo
propio, ellos aprenden de lo que ven y su mejor modelo son sus
educadores.
Las personas inflexibles que se niegan a cambiar, a adaptarse a las
circunstancias y a aprender nuevos comportamientos, nuevas ideas y
adoptar soluciones son personas que se limitan a sí mismas. Y pueden
quedar atrapadas en una red de fracaso y frustraciones, y esto que decimos
para uno mismo, va también para nuestros hijos y alumnos.
Por lo tanto, si lo que haces No te funciona, haz otra cosa, no sigas
haciendo lo mismo una y otra vez, ya que tendrás el mismo resultado, haz
otra cosa y tendrás un resultado distinto.
Un ejemplo muy común, es la rutina para muchos padres de hacer los
deberes, la mayoría de los padres encuentran dificultades para que sus
hijos se hagan cargo y sean responsables de sus propias tareas del colegio
y estudien. Hablamos mucho sobre lo que hacen para ayudar a sus hijos en
Einstein, defendió la locura como:
“Hacer siempre lo mismo esperando resultados difere ntes”.
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estos casos y es sorprendente ver que hacen lo mismo día tras día y no le
funcionan, pero no prueban a hacer algo diferente.
En el caso de los deberes es importante indagar qué razón hay detrás de no
querer hacer los deberes, que les pasa. Indagamos a través de preguntas,
hasta llegar a la raíz, una vez que sabemos la raíz, la causa, podemos
tomar diferentes caminos.
Se dice que “No hay niños resistentes, sino padres o educadores
Inflexibles”. Ser flexibles nos ayuda a adoptar diferentes comportamientos y
conductas para promover el cambio deseado.
Es importante que nuestros educandos aprendan a ser flexibles, para ello
hemos de ser nosotros flexible, pues ellos aprenden de nosotros.
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4 LA PACIENCIA:
“¡Señor quiero paciencia, pero la quiero ya!”
La paciencia es una de las virtuales o habilidades más necesarias y útiles
para un educador.
Tener paciencia con nuestros hijos nos da muchísimos beneficios:
Nos aleja de la ira, de los enfados, de las quejas y de todo aquello que
puede perturbar la buena relación con nuestros hijos.
Nos ayuda a mejorar la conciliación familiar, aceptando situaciones que
muchas veces no podemos cambiar.
Nos da libertad, dejamos de estar pendiente a que las cosas sucedan o
se hagan para ya, aceptamos que no tenemos el control de todo y de
todos.
Como padres nos ayuda en el proceso de la educación de nuestros
hijos. Y a nuestros hijos les ayuda en su proceso de aprendizaje, que ya
no se centra en los resultados, sino en el proceso mismo.
La paciencia o mejor dicho, la falta de paciencia va directamente ligada con
la falta de tiempo y el cansancio. La rapidez con la que vivimos, la falta de
tiempo, el que todo tiene que ser para YA, las prisas, el no llegar tarde, son
los mayores enemigos de la paciencia.
Vivimos en un mundo vertiginoso que nos aleja de los estados de calma y
de serenidad, y nos hace olvidar que hay un “tempo” natural en el cuerpo,
en las cosas y en la vida, como dice José María Toro.
Las mañanas para llevar a los niños al colegio o a la guardería, las comidas
con los horarios apretados, la hora de las actividades, de hacer los deberes,
los baños, las cena, etc., hacen que el día a día para los padres y para los
hijos sean una carrera desde que amanecen hasta que se acuestan.
La paciencia es estar enfocado en el proceso mismo y no en el
resultado. Es saber esperar y respetar los ritmos t anto propios
como ajenos.
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Este tipo de agendas apretadas hacen que la paciencia se pierda muy
fácilmente por parte de los padres, y además hacen que los niños vayan
alterados y sobre estimulados, ya que no se respetan sus ritmos, y esto
lleva a los enfados, las “prisas”, los “venga, vamos”, y un largo etc.
Ejemplos:
Las mañanas: Lo recomendable es cambiar el ritmo, si por las mañanas
se va con prisas, levantarse antes, quizás con solo 15 minutos, se
aligera las prisas y la tensión. También ayuda el poner una música
tranquila, pero si con un poco de ritmo, para alegrar la mañana.
Las actividades: Si las actividades están demasiado juntas, procurar
intercalarlas de forma que haya un espacio para descansar, merendar o
simplemente para llegar con tiempo y sin prisas.
Los deberes: Es importante darle al niño el tiempo que necesite para
hacerlo, normalmente se premia a los que acaban antes y no contamos
que quizás nuestro hijo o alumno necesite más tiempo para hacerlos. Si
se distrae o no se siente motivado hay que indagar a través de
preguntas que le pasa.
Realmente a los niños se le someten a una vertiginosa agenda, se les exige
mucho y en poco tiempo, porque no hay más. Se promueve la cantidad y no
la calidad, hacer mucho en poco tiempo.
Es importante sacar de nuestro vocabulario las pala bras:
- “Venga”.
- “Vamos”.
- “Date prisa”.
- “Llegamos tarde”, etc .
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No hay fórmulas mágicas para que una persona, un padre o educador, sea
paciente, simplemente es tomar conciencia de tu ritmo, de cómo hablas a
tus hijos, alumnos y a ti mismo, y de tener durante un tiempo presente la
palabra “paciencia”.
También es necesario que nuestros hijos y alumnos aprendan a ser
pacientes. Es normal que a muy temprana edad quieran todo para “ahora” y
lo quieran ya. Si no se trabaja con ellos la paciencia, finalmente estaremos
fomentando una forma tirana de comunicar y de pedir las cosas. La mejor
forma de enseñarles es a través de nuestro ejemplo, ellos son nuestro
espejo, nuestros mejores imitadores.
Podemos explicarle la razón por la que no podemos tener o hacer lo que
quieren para ya, la comunicación es muy importante, muchas veces
tendemos a tratar a los niños de forma déspota, sin darles explicaciones
porque creemos que nos las entenderán o porque no tenemos tiempo para
ello, pero si tratamos a los niños como personitas que son, y les explicamos
las razones de las cosas, ellos nos entenderán mucho mejor y evitaremos
muchas rabietas y conflictos.
También en el mundo educativo, en las aulas, es importante que el profesor
se nutra de mucha paciencia. Aunque sabemos que la gran mayoría la
practican a diario, es fundamental mirarse a uno mismo y ver dónde puede
dedicarse nuevos momentos de paciencia:
Recordar: Es mejor tener paciencia y hacer las cosa s con cariño y
amor .
También es importante que:
El volumen o la intensidad de la voz sea baja.
Hablar relajadamente, de forma lenta.
Hacer breves pausas.
Enfatizar o incluso repetir palabras claves.
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La paciencia que te aleja de la ira y de darle un grito a un niño.
La paciencia que unifica la clase.
La paciencia por no correr en el temario.
La paciencia de aceptar que no tiene el control sobre todo y de soltar:
Esto libera, al profesor y al grupo.
La paciencia de mirar a sus alumnos como personas únicas e
independientes con sus propios ritmos en sus procesos de
aprendizaje.
También es importante ir reforzándolos con mensajes:
- “Despacio”, “lentamente”.
- “Con cuidado”.
- “Vamos a poner atención en lo que estamos haciendo” .
- “Tenemos el tiempo suficiente para…”