Cuentos Para Contar_cap 3

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    Aserrn, aserrn,los maderos de San Juan,piden queso, piden pan.Los de Roque,

    alfandoque,los de Rique,alfaique.Los de trique, triqui, trn.

    Que llueva, que llueva,la vieja est en la cueva,los pajaritos cantan,la luna se levanta.

    Que s, que no,que caiga un chaparrn.

    Qu vens a buscar? Materile rile, rile!Qu vens a buscar? Materile rile r!Una compaerita materile rile, rile!Una compaerita materile rile r!

    Estaba la pjara pintasentada en su verde limn,con el pico cortaba la rama,

    Dar la media vuelta,dar es la vuelta entera;dar un pasito atrshaciendo la reverencia.Pero no, pero no, pero no,

    porque me da vergenza.Pero s, pero s, pero s,porque te quiero a ti.

    Que pase el rey,que ha de pasar,que el hijo del condese ha de quedar.

    Tun tunQuin es?La vieja Ins.Por qu vens?Por una calabaza.Y la que te d?Ya me la com.

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    El burrito y la tuna

    Una maana, un hombre ensill su burro y sali de Riohacharumbo adentro de la Guajira. El camino era largo. Andando,andando, descansando un rato aqu y otro all, pasaron cuatrodas. A la cuarta noche, el hombre se baj de su burro y colg suchinchorro para descansar. De repente, en el fondo de la noche,se oy el silbido espeluznante de un Wanuluu que le segua lospasos. Lleno de miedo, el hombre brinc de su chinchorro yse escondi detrs de un olivo. El burrito no oy al Wanuluu ysigui tranquilo masticando el fruto de unos cujes.

    La segunda vez el silbido son ms cercano el burrito par lasorejas. El hombre se acurruc lo ms que pudo detrs del troncodel olivo y vio a la luz de la luna, un jinete sin cara. Llevaba plu-mas blancas en la cabeza y cabalgaba sobre un caballo de sombras.

    El jinete desmont y se acerc al burro.

    Dnde est tu compaero? pregunt.

    No tengo compaero dijo el burro. Estoy solo.

    Y eso que parece una baticola?

    Es mi cinturn de borlas.

    Y eso que parecen frenos?

    Son collares de cascabeles.

    El Wanuluu respir profundo.

    R E G I N C A R I B EC U E N T O G U A J I R O

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    Y eso que huele a sol y a sudor humano, qu es?

    Mi racin de fororo con panela.

    Pero el Wanuluu no se convenci y volvi a insistir con una

    vocezota:

    Dnde esta tu compaero?

    He dicho que no tengo compaero contest el burro.

    Si no me dices la verdad te matar! dijo Wanuluu.

    El Wanuluu tom su pual de hueso y se acerc al olivo donde seesconda el hombre. El burrito, empeado en salvar a su amo, se vol-

    te y le dio una tremenda patada que lo lanz contra unas piedras.Pero el Wanuluu se levant como si no hubiera sentido nada.

    Caramba! dijo en un susurro. Por qu me tiras piedras? Nodebas tirarme piedras.

    Y lo amenaz con su pual de hueso. Comenz entonces unalucha violenta entre el Wanuluu y el burrito. El Wanuluu hacasilbar el pual y el burrito saltaba y daba patadas. Pero el Wanu-

    luu pareca no cansarse. Daba un golpe. Y otro golpe. El hombremiraba desde su escondite, callado, casi sin respirar. Y no pensen salir a defender a su burro.

    Cuando el burrito ya no poda ms, el Wanuluu lo dej en elsuelo, mont su caballo y desapareci sin dejar huellas. Entoncesel hombre sali de su escondite.

    Mira, pues dijo al burrito. Yo no saba que hablabas comonosotros. Y nada ms. Ni siquiera le dio las gracias por ha-berle salvado la vida. Trat de montarlo y seguir su camino.Pero el burro estaba tan herido que ya no poda caminar.

    Entonces el hombre se fue solo y dej al burrito tendido en elcamino. Cuando lleg a la casa de su familia, cont su gran aven-tura. Pero no habl del burrito.

    Fui yo! dijo. Fui yo quien venci al Wanuluu.

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    Y todos creyeron que era un hombre de gran poder, que era unintocable.

    Mientras tanto, atrs en el camino, el burrito herido muri. Y

    en el lugar donde cay, naci una mata de cardn. En sus talloslas avispas matajey fabricaron un panal de rica miel. El cardn sellen de frutos rojos y maduros que los pjaros nunca picotearony el sol nunca resec.

    Un da, le lleg al hombre el momento de volver a Riohacha. Em-prendi su camino y pas por el mismo lugar donde antes habaabandonado al burrito. Estaba cansado y sediento y se acord desu burro. Mir aqu y all, busc y no lo encontr. Pero s vio un

    cardn lleno de frutos rojos.Mmmm! dijo el hombre. Estos frutos se ven sabrosos!

    Arranc varios y se los comi. De pronto, entre los rojos frutosdescubri un panal de matajey. Lo arranc y comenz a lamerlo.La miel goteaba por sus manos. Y as, lame que lame, su cara sefue poniendo verdosa, sus orejas crecieron y le brotaron hermo-sos frutos, y se llen de espinas y flores amarillas.

    El hombre se convirti en tuna silvestre, llamada Jumachee. Yall se qued para siempre, al lado del burrito a quien haba aban-donado.

    Desde entonces, en toda la Guajira, la tuna con sus espinas creceal lado del cardn con sus dulces frutos. Y en tiempos de lluvialas flores amarillas de la tuna y los frutos rojos del cardn alegranal viajero cansado.

    Recopil: Ramn Paz Ipuana.Ilustracin: Nadir Figueroa.

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    Iba un hombre de viaje, a pie, caminando por un caminito enmedio del monte, hora tras hora. Iba sin comer nada desde la

    madrugada, cuando sali con unos tragos de caf.Pens que tal vez en el camino encontrara que comer, pero noencontr nada, ninguna fruta, ni animal ninguno que pudieracazar. Pens que en las casitas le daran algo, pero no haba en-contrado ninguna casita, solo pantano y tierra y un camino aratos perdido entre el monte.

    Ya eran como las dos de la tarde, cuando vio un ranchito a laorilla del camino.

    Qu alegra! Llam a la puerta.

    Ave Mara pursima! Nada.

    Ave Mara pursima! Repiti. Y al ratico le contest una vieja.

    Sin pecado concebida! Y sali a abrir. Era una viejita muyvieja y casi sorda.

    Estaba parada en la puertecita del rancho, que era un ranchito decuatro guaduas clavadas en el suelo, al puro bordito del camino,y techado con paja. La vieja mir al recin llegado, joven, morenoclaro, de ojos y cabellos castaos, con sombrero de paja echadohacia atrs, una ruana colgada del hombro, los pies descalzos y elpantano casi le llegaba a la rodilla.

    La vieja lo mira como dicindole: Qu se le ofrece?.

    El sancocho de piedras

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    El hombre sonre Buenas y santas... diceVengo rendido. Qu camino! A ver si ustedme hace la caridad y me regala un clarito conpanela.

    Eh, Ojal! La vieja menea la cabeza Hoyno se hizo mazamorra en este ranchito.

    Bueno vuelve a sonrer. Me conformo conun traguito de leche. Con dulce de macho.

    Hum! gru la vieja Ojal. Pero aqu nohay vaca!

    Y ese hombre murindose de hambre! Yoqu pidiera, por la virgen...?

    Sonre y medio rascndose la cabeza, dice muytranquilo.

    Bueno, est bien. Deme, pues, un chocolati-co y quedamos arreglados!

    La vieja se pone la mano en la cara y dice muy

    preocupada:

    Vea seor, en esta casa no hay nada, nada. Ypor aqu cerquita no se consigue nada, nada.Usted viene de arriba? Para ese lado no haynada; y para el lado de abajo se gastan dos otres horas para llegar al pueblo. Yo aqu vivocon un hijo mo, que anda por el pueblo. l sefue de madrugada, y debe llegar esta noche con

    mercado para la semana. Pero hoy no hay nada,Nada!

    La vieja est muy preocupada y quisiera ayudaral muchacho. Tiene pena de que en el ranchono haya nada. Nada. Y de golpe piensa que esepobre muchacho puede ser Cristo, que andasufriendo por el mundo y ella quiere ayudarlo,

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    pero no hay nada. Si hubiera venido maana...

    Pero, ntrese! Entre y descanse. Cbrase, que viene baado ensudor...

    Recorriendo! Ando recorriendo, seora, y lo malo es que toda-va tengo que echar mucha pata hasta salir al Valle, o el Tolima.Sonre. Y luego, con cara de mucha resignacin, dice:

    Bueno. Ser hacer un sancocho de piedras!

    Sancocho de piedras? dice la viejita... Habrase visto?

    Hay candela?

    Pues lea es lo nico que sobra aqu.

    A ver mi seora: tiene una ollita por ah? lcemela al fogn,me hace el bien. Llnemela de agua y atice la candela, que yo voya traer las piedras para el sancocho.

    Salta el paisa al camino y escoge tres piedras lisas, del tamao depapas, las lava bien en el chorro y las echa a la olla. Despus sesienta en la banquita y dice:

    Bueno, ahora lo nico que hay que hacer es esperar a que hier-va. Descansemos.

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    La vieja, con los ojos muy abiertos, mira la ollita y mira al hom-bre, mientras refunfua:

    Jim! Sancocho de piedras! Jim!

    Ya ver lo bueno que queda, mi seora. Ya ver. Ah, pero nosfaltaba la sal! Qu descuido el de nosotros! La sal. Qu mal coci-nero soy! Y qu ms nos falta? Los alios: tiene un poquito? Esoes, cebolla, tomate, yerbitas.

    Tenga a ver. Con esto habr?

    Dems! El paisano cuelga la ruana en un clavito y pregunta:

    Qu estaba haciendo usted cuando yo llegu...?

    Yo? Iba a barrer la cocina.

    Preste ac la escoba, yo se la barro sonre.

    No, ni por pienso! Cmo se le ocurre!

    Yo se la barro! Quite de ah, para no echarle tierra en las patas!

    Ave Mara! dice la vieja. Je, je, Je! Que tentacin es ver un

    hombre barriendo, je, je, je. Sale la mujer, muerta de la risa, yal momento regresa.

    Vea, all me encontr dos papas y una yuca: Se le pueden echaral sancocho de piedras?

    Uh, de ms! cheselas picadas en trocitos.

    La mujercita empieza a picarlas con un cuchillo cocinero y dicede pronto:

    Con este sancocho tambin se come aguacates?

    Pues claro! Dnde est el garabato para tumbarlos?

    Sale el muchacho, y a poco regresa con un hermoso aguacatemaduro, dos chcolos, pltano verde y una tira de carne oscura,seca, que muestra a la vieja mientras pregunta:

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    Qu ser esta gurupera, vieja?

    A dnde la encontr?

    Colgando de una horqueta.

    Ah, s: eso es un pedazo de carne de guagua, de una que dejManuel secndose al sol.

    Y se pondr bravo si la echamos a nadar un ratico?

    La vieja re y la carne va a templar a la olla, con los chcolos par-tidos en rodajas, mientras la vieja aplasta tajadas de pltano verdepara hacer patacones, que reemplazan el pan y hasta la arepa.

    Un poco ms de candela, un agitar de la china y ya la olla em-pieza a hervir. El muchacho se sienta en un banquito y se pone acharlar con la vieja de las madremontes y los duendes, de las pa-tasolas y los rescoldaos. Hablan tambin del tigre, que se oye porla noche en las caadas, y de las culebras de todas clases y colores.Hasta que al fin la vieja dice:

    Bueno: esto como que ya est.

    Bajan la olla, y empieza el muchacho a servirse un buen sancochode guagua en un plato de peltre con flores amarillas, que lavbien al chorro.

    Un aroma exquisito llena la cocina. El hombre come en silencio,sin dar descanso a la paadora de naranjo. Engulle de lo lindo yla vieja goza vindolo comer. No le quita los ojos de encima, espe-rando el momento en que se coma las piedras del fondo.

    El hombre come y come, hasta que ya no puede ms. Con la lti-ma cucharada se levanta y dice:

    Comida hecha, compaa deshecha, pero me tengo que ir lige-ro, no vaya a ser que me coja la noche en el camino...

    Que mi Dios le pague y le d el cielo...

    Sale el joven a la puerta del ranchito, se tira su ruana al hombro....

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    Y las piedras, joven...? Las piedras! No se las va a comer,pues?

    Ojal, mi seora dice el paisa, guiando un ojo con gracia ycon marrulla.

    La vieja se recuesta en la puerta del rancho y ve cmo se va alejan-do el muchacho a grandes zancadas, camino adelante.

    Adios, nio. Que la virgen lo lleve con bien!

    Piensa la vieja en sus hijos, que andan recorriendo el mundo, yuna lgrima enturbia sus pupilas... y sonre feliz.

    Agustn Jaramillo Londoo.Publicado en: Testamento del paisa.

    Medelln. Editorial Bedout, 1961.Adaptado por: Alberto Quiroga 2010.

    Ilustraciones: Johana Bojanini.

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    Haba una vez dos compadres jorobados, uno rico y otro pobre.El rico era muy amarrado, de los que no le echan sal a un huevo

    para ahorrar. El pobre iba todos los viernes al monte a cortar leaseca para venderla en la ciudad.

    Uno de tantos viernes, el jorobado pobre se extravi en la mon-taa y lo cogi la noche sin poder hallar la salida. Cansado deandar de aqu para all, resolvi subirse a un rbol para pasar allla noche. At al tronco el burro que le ayudaba en su trabajo y lse encaram casi hasta la punta.

    Al rato de estar all, vio de pronto que a lo lejos se prenda una luz.Baj y se encamin hacia ella. Cuando la perda de vista, suba aun rbol y se orientaba. Al irse acercando, en un claro del bosque,vio que se trataba de una casa grande iluminada. Se oa msica ycarcajadas, como si en ella se celebrara una fiesta.

    El hombre asegur la bestia, entr y se fue acercando poqui-to a poco para que nadie lo fuera a or. La parranda era muyadentro, porque las salas junto a la entrada se encontrabanvacas. De puntillas se fue metiendo y metiendo hasta que diocon la fiesta.

    Se escondi detrs de una puerta y se puso a mirar por una rendija:la sala estaba llena de brujas mechudas y feas que bailaban pegandobrincos como micos y cantaban un mismo sonsonete:

    Lunes y martes

    y mircoles tres

    Domingo 7

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    Pasaron las horas y las brujas incansables dale que dale con elbaile y con el sonsonete:

    Lunes y martes

    y mircoles tres

    Aburrido de or la misma cosa, el compadre pobre se atrevi acantar un nuevo verso con su vocecita:

    jueves y viernes

    y sbado seis

    Los gritos y los brincos cesaron...

    Quin cant? preguntaban unas.Quin arregl tan bien nuestra cancin? decan otras.

    Qu cosa ms linda! Quien canta as merece un premio!

    Todas se pusieron a buscar y por fin encontraron al compadrepobre que estaba temblando detrs de la puerta.

    Ave Mara! No saban dnde ponerlo!

    Unas lo levantaban, otras lo bajaban y dele besos por aqu yabrazos por all.

    Una grit:

    Quitmosle la joroba!

    Y todas respondieron;

    S, s!

    El pobre hombre dijo:

    No, por favor, no!

    Pero no haba terminado de hablar el hombre cuando ya estabala emprendedora bruja cortndole la joroba con un cuchillo, sinque l sintiera el ms mnimo dolor y sin que derramara una sola

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    gota de sangre. Luego sacaron del cuarto de sus tesoros varios sacosllenos de oro y se los dieron agradecidas por aadirle a su canto unverso tan bonito.

    l trajo el burro, carg los talegos y parti por donde las brujas leindicaron. Al alejarse, las oa desgaitarse:

    Lunes y martes

    y mircoles tres

    jueves y viernes

    y sbado seis

    Pronto lleg a su casita, en donde su mujer y sus hijos le espera-ban acongojados porque teman que le hubiera pasado algo. Lescont su aventura y mand a su esposa que fuera adonde el com-padre rico para pedirle prestada una pesa y as saber cunto orotraa. Ella fue y le dijo a la mujer del compadre rico, que estabasola en la casa:

    Comadrita, prsteme la pesa para pesar unas habichuelas querecogi de la huerta mi marido.

    Pero la mujer del compadre rico se puso a pensar:

    Pero si el marido de sta no ha sembrado nada. Si nosotros sa-bemos que en el terrenito que tienen no caben clavadas ms decuatro estacas. Algo raro est pasando.

    Y unt pegante al fondo de la pesa para averiguar qu iban a pe-sar sus compadres pobres.

    El jorobado pobre y su mujer pesaron tantas monedas de oroque perdieron la cuenta. Y al devolver la pesa a su vecina no se

    fijaron que en el fondo haban quedado pegadas unas monedas.La comadre rica, que era muy envidiosa y que no poda ver boca-do en boca ajena, al ver aquello se santigu y se fue a buscar a sumarido.

    Mira, siempre me has dicho que tu compadre est tan arran-cado que tiene que andar con una mano adelante y otra atrs,

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    porque no tiene dnde caerse muerto. Pues ests muy equivo-cado.

    Y la mujer le mostr las monedas de oro, le cont lo ocurrido

    y lo estuvo azuzando hasta que el compadre rico fue a buscar alpobre.

    Aj, compadrito! Conque pesando monedas de oro?

    El otro, que era un hombre sencillo y veraz, le cont su aventura.

    El rico volvi a su casa verde de la envidia!

    La mujer le dijo que qu esperaba para irse al monte a cortar lea:

    Quin quita y te pase lo mismo.

    El viernes, muy de maana, se puso en camino con cinco mulasy todo el da no hizo ms que voliar hacha.

    Al anochecer se meti en lo ms espeso de la montaa y se perdi.

    Se subi a un rbol, vio la luz y se fue a buscarla. Lleg a la casaen donde las brujas celebraban cada viernes sus fiestas.

    Hizo lo mismo que el compadre pobre y se meti detrs de lapuerta.

    Estaban las brujas cante que cante:

    Lunes y martes

    y mircoles tres

    jueves y viernes

    y sbado seis

    Cuando la vocecita del jorobado cant, hecha un temblor:

    y domingo siete...

    Ave Mara! Qu fue aquello!

    Las brujas se pusieron furiosas a jalarse las mechas y a gritar en-colerizadas:

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    Quin es el atrevido que ech a perder nuestra cancin?

    Quin es el que sali con ese domingo siete?

    Y lo buscaban pelando los dientes, como los perros cuando vana morder.

    Encontraron al pobre hombre y lo sacaron del escondite a laspatadas.

    Vas a ver lo que te va a pasar, jorobado dijo una bruja que salicorriendo hacia el interior de la casa. Luego volvi con una granpelota entre las manos que no era ms que la joroba del compa-dre pobre y pan! Se la puso en la nuca al infeliz, en donde quedpegada como si all hubiera nacido. Le desamarraron las mulas,las bajaron de sus cargas de lea y las echaron monte adentro.

    Al amanecer, cuando el compadre rico lleg a su casa con dos joro-bas, todo dolorido y sin sus cinco mulas, su mujer lo vi y se enfu-reci tanto que se enferm y tuvo que meterse en la cama.

    Adaptado por: Alberto Quiroga.Ilustraciones: Carolina Bernal.

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    Era una vez un hombre muy pobre que viva en un ranchito.Cansado ya de tanta miseria, resolvi irse a recorrer el mundo y

    probar fortuna. Su mujer trat de disuadirlo de sus propsitos,y hasta le dijo que pronto tendran un hijo, pero ni as logr de-tenerlo.

    El hombre hizo su viaje a pie. Camin de pueblo en pueblo sinencontrar ningn trabajo que le interesara.

    Al fin, despus de mucho andar, lleg a un pueblo que le gust ypidi trabajo en la panadera.

    El dueo de la panadera lo acept, pero a cambio no le dio suel-do alguno. Slo le daba en pago comida y ropa.

    As pasaron los aos, hasta que un da el hombre se acord desu esposa y le dijo al dueo que deseaba volver a su pueblo. Elpanadero le dijo que haca muy bien en volver a su casa y que siprefera dinero en pago de tantos aos de trabajo, o tres consejos.Despus de mucho pensar, nuestro hombre se decidi por lostres consejos. Entonces, el panadero le dijo:

    No dejes camino real por vereda. No te hospedes nunca en don-de el amo de la casa sea un viejo. No hagas nunca de noche aque-llo de lo que te puedas arrepentir por la maana.

    Ya para despedirse, el dueo le regal un pan con la recomenda-cin de que no lo partiera hasta no llegar a su casa.

    Los tres consejos

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    As, emprendi el regreso. En el camino se encontr con varioshombres que lo invitaron a viajar con ellos. Al llegar a una en-crucijada, los compaeros opinaron que era preferible acortar ca-mino tomando una vereda. Entonces record el primer consejo:

    No dejes camino real por vereda, y abandon a sus compae-ros. Al llegar al pueblo cercano, se enter de que unos bandidoshaban matado a sus compaeros de camino.

    Sigui, pues, su viaje solo. Una tarde, ya caa la noche y estabatodava lejos el pueblo, vio una casa y se acerc a pedir posada.Al tocar, sali a recibirlo un viejo acompaado de su esposa, unamujer joven. Record de inmediato el segundo consejo: No tehospedes nunca en donde el amo de la casa sea un viejo. Y des-

    pus de saludar atentamente, se despidi y sigui su camino.

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    Cercano a la casa estaba un caney abandonado, donde colg suchinchorro y se acost.

    Muy entrada la noche, se despert, pues sinti ruido en la casa

    cercana y se levant para averiguar qu pasaba. Oculto detrs deun rbol, vio que de la casa sala un hombre arrastrando un bulto;pas muy cerca de l y se detuvo un momento, lo que aprovechpara cortar un pedazo de la capa del hombre.

    Al clarear, emprendi de nuevo su camino y al llegar al pueblocercano se encontr con una multitud que rodeaba el cadver delanciano dueo de la casa en donde no haba querido hospedarse.Nadie saba quin lo haba matado. Entre los curiosos que rodea-

    ban el cadver, nuestro hombre vio al que le faltaba un pedazode capa y se dio cuenta de que era el asesino. Fue al tribunal y lodenunci presentando como prueba el pedazo de capa que habaguardado.

    Ante la prueba, el hombre confes su crimen diciendo que sehaba puesto de acuerdo con la esposa del viejo para hacerlo. Lajusticia le dio las gracias y l continu su camino.

    Despus de muchos das de viaje, una noche de luna en la que

    haba gran claridad, lleg a su casa, entr y vio a un hombre dur-miendo en un chinchorro. Iba a caerle a palos, creyendo que sumujer se haba casado con otro, cuando record el tercer consejo:No hagas nunca de noche aquello de lo que te puedas arrepentirpor la maana. Entonces sali afuera y se sent cerca de la puertaa esperar el da para hablar con su esposa.

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    Al empezar a aclarar oy la voz de su mujer que deca:

    Hijo, hijo, levntate.

    Entonces se acord del anuncio de la esposa, cuando decidipartir, de que iba a tener un hijo, y entr de inmediato a la casadonde fue reconocido por la esposa. Abraz al hijo y todo era ale-gra para los tres despus de tan larga separacin. Para celebrar el

    encuentro se sentaron a desayunar y el hombre sac el pan, regalodel dueo de la panadera. Al cortarlo salieron una cantidad demonedas de oro que el dueo de la panadera haba puesto enrecompensa de sus buenos servicios.

    Y desde entonces todos fueron felices.

    Pilar Almoina de Carrera.

    Publicado en: Haba una vez 26 cuentos.Ediciones Ekare, Caracas, 1999.

    Ilustraciones: Alejandra Estrada

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    En una aldea vivan dos compadres: el uno era muy rico y po-sea numerosos bienes, mientras que el otro era pobre y solo tena

    un rancho y un burro en el que cargaba lea para vender.Un da, el compadre rico quiso burlarse de su compadre pobre y ledijo que en un pueblo vecino estaban comprando cueros de burrosa muy buen precio, que por qu no mataba el burro, le sacaba la piely la venda, y de esta manera saldra de pobre. Como el compadrepobre era muy sumiso y humilde a la vez, hizo lo que el compadrerico le haba dicho: mat el burro, lo pel, y se fue a vender el cueroal supuesto pueblo que le haba dicho su compadre rico. Como ha-

    ba partido bien entrado el da, lo agarr la noche en la mitad de laselva, y no encontr ms modo que pasar la noche encaramado enun rbol con cuero y todo.

    Entrada bien la noche, unos ladrones que haban robado un ban-co, y traan gran cantidad de dinero de distintas denominacionesen billetes, se pusieron a contar el botn debajo del rbol para re-partirlo entre s. El compadre pobre comenz a temblar de miedopor temor de que lo descubrieran y le hicieran dao, y quebr

    la rama donde estaba el cuero colgado, produciendo un ruido es-truendoso. Los ladrones huyeron despavoridos.

    Al da siguiente, el compadre pobre se baj del rbol para con-tinuar su camino. Cul no sera su sorpresa al levantar el cuerodel burro y ver que arropaba gran cantidad de plata, de la que elcompadre pobre llen varias mochilas antes de regresarse para surancho.

    El compadre rico yel compadre pobre

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    El compadre rico, al verlo venir, se carcajiaba porque le haba

    hecho matar el burro con el que se ganaba la vida. Pero su sorpre-sa fue mayor al ver a su compadre cargando mochiladas de plata,y el compadre pobre le daba las gracias por la idea de matar elburro y as salir de pobre.

    Como el compadre rico era envidioso y avaro, mat todos los bu-rros que posea, les sac el cuero, y se fue por el mismo camino quehaba tomado su compadre antes pobre. Con tan mala suerte quelo agarr la noche en medio de la selva y vinieron las fieras y se lo

    tragaron con cueros y todo termin de esta manera, en una formamuy miserable, sirviendo de pasto a las fieras.

    Edgard Leonidas Galindo Matraca.

    Publicado en: La enciclopedia del folclor terrgeno, mitos y leyendas del Tolima Grande.

    Ibagu. 2007.

    Ilustracin: Alejandra Estrada.

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    rase un joven leador muy honrado. Un da sali al campoa lear. Lleg a la orilla de una laguna y se puso a tumbar un

    rbol muy seco.El leador estaba hachando, hache que hache, y estaba sudandoporque el palo era grueso. Debido al sudor, el hacha se resbalde sus manos y se le fue al ro. El ro era hondsimo y el leadorno hallaba cmo sacar su hacha. Entonces, muy triste, se sent allorar.

    Una ninfa del agua se le apareci al leador, y le pregunt porqu lloraba.

    El joven le dijo a la ninfa: Porque el hacha se me fue al ro.Cmo hago para rescatarla?.

    La ninfa se sumergi en las aguas y reapareci con un hacha deoro, y le pregunt al joven:

    Ser sta tu hacha, joven?

    No, no es ma.

    La ninfa desapareci otra vez bajo el agua y trajo un hacha deplata. Y le dijo:

    Ser esta tu hacha?

    No, tampoco.

    El leador

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    De nuevo la ninfa se hundi en el agua y le trajo la propia hacha.Y el joven, como era tan honrado, reconoci su hachita y la reci-bi. Y la ninfa, por ser tan honrado, le regal las dos hachas quesac primero.

    Vino, despus, otro joven leador, ms ambicioso que el otro.

    Al principio, se puso a hacer lo mismo que hizo el otro, y hache

    y hache, hasta que l mismo solt el hacha y se puso a llorar a laorilla del ro.

    Apareci de nuevo la ninfa del agua y le pregunt que por qulloraba.

    El joven le contest: Se me perdi mi hachita, no hallo cmosacarla, usted me puede ayudar?.

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    La ninfa se sumergi en el agua y sac la misma hacha que le ha-

    ba mostrado al otro joven.Al mirar esa hacha tan preciosa y tan bonita y tan brillante, elhombre se emocion y cuando la muchacha le pregunt:

    sta es tu hacha?

    Respondi S, es mi hacha.

    Entonces la ninfa desapareci, y el hacha preciosa desapareci, y

    desapareci tambin su propia hacha.

    Carlos J. Silva A.

    Publicado en: Cuentos conta-dos.

    Bogot Colombia.

    (Casanare indgena sliva).

    Ilustraciones: Carolina Bernal.

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    Bulto de sal

    Hace tiempo viva un hombre que tena mala suerte, la peor delas suertes. Tena tan mala suerte que en los pocos das de verano,

    cuando sala de su casa, una nube vena a situarse sobre su cabeza yse pona a llover, solo para l. Todos sus conocidos porque amigosno tena, tal era su suerte lo llamaban Bulto de sal, lo que conel uso se haba convertido en su nombre: Bultoesal. A fuerza dedesgracias y sinsabores comenz a preguntarse por las races de suinfortunio y se le ocurri que la culpable de todo era su madre. Esuna tendencia muy humana y particularmente masculina, esa deculpar a la madre de todos los males y Bultoesal no fue la excep-cin. Se fue a ver a su seora madre y le pregunt qu era lo que

    ella haba hecho mal para que su suerte fuera tan negra.No seor!, le respondi la honorable mujer. Hasta donde yos todo lo hice bien. Adems, no lo hice sola, su pap y yo todolo hicimos bien. Mejor dicho: si usted quiere averiguar por qutiene mala suerte lo que tiene que hacer es hablar con Dios o conel destino. Como es tan difcil hablar con el destino, Bultoesalse fue a hablar con Dios.

    Apenas haba dado sus primeros pasos en el camino hacia Dios,cuando se encontr con un lobo. No era un lobo como esos queaparecen, tan a menudo, en los cuentos. ste era un pobre lobo ham-briento, todo pellejo y huesos, mueco, que ms que miedo producalstima. Al ver pasar a Bultoesal, el lobo se atrevi a preguntarle paradnde iba, a lo que Bultoesal respondi que iba a hablar con Dios. Silo encuentras, por favor pregntale cmo puedo saciar mi hambre.Y Bultoesal sigui su camino en busca de Dios.

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    Al cabo de un trecho, Bultoesal pas frente a una casa donde ha-ba una joven que, con la mirada clavada en el suelo, no parabade llorar y sollozar. La muchacha lo vio, y entre lgrimas y sollo-zos, le pregunt quin era y a dnde se diriga.

    Soy un hombre que tiene mala suerte respondi Bultoesal. Yvoy a hablar con Dios para que me d una explicacin.

    Si lo encuentras pregntale qu puedo hacer para no estar tantriste implor la joven.

    As lo har concluy Bultoesal y, sin siquiera pensar en despe-dirse, sigui.

    Ms adelante, al lado de un ro, haba un rbol que en lugar de te-ner sus ramas erguidas hacia el cielo, las dejaba caer hacia el aguadel ro. Cuando Bultoesal pas a su lado, el rbol le pregunt dednde vena, quin era y para dnde iba.

    Vengo de mi ciudad, soy un hombre que tiene mala suerte y voya hablar con Dios respondi el malaventurado.

    Si lo encuentras pregntale cmo puedo calmar mi sed rogel rbol.

    No lo olvidar dijo Bultoesal, y apurando el paso se alej.Despus de mucho caminar se encontr con Dios. Le hizo lastres preguntas que le haban encargado, escuch las respuestas yya se dispona a irse cuando, en un instante de suerte hablandocon Dios eso le pasa a cualquiera, se acord de su asunto y lepregunt por qu l tena tan mala suerte.

    T tienes mala suerte porque t te lo has buscado respondiDios y desapareci.

    Bultoesal se qued desconcertado y, maldiciendo su suerte, excla-m: tena que ser yo para que me ocurriera algo nefasto y desafortu-nado. Voy a hablar con Dios y me dice que yo mismo soy la vctimay el culpable de mi infortunio, eso s que es tener mala suerte.

    De regreso a su ciudad se encontr con el rbol que le preguntqu haba dicho Dios.

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    Dios dice que all donde tus ramas deberan encontrar el agua,hay un bal escondido lleno de oro y el oro, que puede traer ale-gra a los hombres, resulta venenoso para los rboles.

    No quieres cavar y sacar ese bal para ti?

    Nooo! Yo tengo tan mala suerte que si me pongo a cavar, no lo en-cuentro. Si lo encuentro, resulta que ya no hay oro. Si de pronto hayoro, le resulta dueo. Y si no, entonces capaz que aparecen por aquunos ladrones y me matan por quitrmelo, mejor dejmoslo all.

    Ms adelante se encontr con la joven que segua sumida en sudesgarradora melancola y que le dijo:

    Tienes alguna respuesta de Dios a mi pregunta?

    Dios dice que debes buscar compaa en el primer hombre ama-ble que pase frente a tu casa.

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    La joven mir a Bultoesal y, con una hermosa sonrisa en sus labios, lepregunt si estara dispuesto a acompaarla. Ni que estuviera loco!,respondi Bultoesal. Si me quedo contigo, con la suerte que tengo, depronto me enamoro y luego t te aburres de m y me abandonas. O te

    enamoras de otro hombre y me engaas. O te mueres primero que yo yme dejas solo. Es mejor que dejemos las cosas como estn!

    Sigui su camino y se encontr con el lobo aquel, que al verlo le pregun-t qu haba dicho Dios.

    Dios dice que debes comerte al primer imbcil que pase.

    S, justamente eso, lo que ustedes estn pensando, fue lo que ocurri.

    Desde entonces los lobos comen hombres.

    Nicols Buenaventura.

    Publicado en:A contracuento.

    Editorial Norma. Bogot 2000.

    Ilustraciones: Carolina Bernal.