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INTERNO (Sólo para miembros de AI) Índice AI: ASA 17/18/96/s
Distr: CC/PG/PO
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Amnistía Internacional
Secretariado Internacional
1 Easton Street
Londres WC1X 8DJ
Reino Unido
A: Todas las Secciones
Coordinadores de Campañas
Coordinadores de Grupos Empresariales
De: Programa de Acción y Respuesta a las Crisis
Equipo de la Campaña de China
Fecha: Enero de 1996
Llegada a EDAI: 19 de febrero de 1996
CAMPAÑA DE CHINA Documentos para la Carpeta para Empresas
«Los derechos humanos interesan a todos» Resumen
Esta Circular Externa se envía a las Secciones como parte del trabajo de promoción de los derechos
humanos de la Campaña de China. Contiene documentos para su inclusión en la «Carpeta para Empresas»,
para que las Secciones desarrollen sus contactos con las empresas internacionales y con la comunidad
empresarial en general. Además de los documentos adjuntos, las Secciones pueden pedir al Secretariado
Internacional copias de una carpeta en color de tamaño DIN-A4 titulada Los Derechos Humanos interesan
a todos en todos los idiomas básicos (se han enviado muestras a los coordinadores de campañas de cada
Sección). Las Secciones pueden agregar sus propios documentos a la Carpeta tal y como se indica a
continuación:
1. Una carta de presentación con membrete de la Sección ─del coordinador del Grupo Empresarial o de
otra persona de contacto pertinente de la Sección─;
2. Copia del Cuaderno tamaño DIN-A4 a todo color, China: Nadie está a salvo disponible en el SI;
3. Un artículo o discurso apropiado sobre derechos humanos y el mundo de la empresa escrito por un
conocido director de empresa de su país o región (se ruega dejar meridianamente claro que la autoría de
este artículo no corresponde a AI, sino que se adjunta únicamente a título informativo).
Pueden encontrar consejos sobre el uso de esta Carpeta en las circulares internas enviadas a las Secciones
en diciembre de 1995 para la Campaña de China y que se indican a continuación: Estrategia para los
contactos y el trabajo sectorial con directivos de empresas (Índice AI: ASA 17/95/95/s); Lista de
Direcciones de Empresas Extranjeras (Índice AI: ASA 17/96/95/s), y Apéndices para más información
sobre estrategia (Índice AI: ASA 17/95/95app/s).
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Distribución
Los documentos externos adjuntos se envían directamente a los coordinadores de campañas y a los
coordinadores de Grupos Empresariales en una carpeta de color formato DIN-A4, y sin la carpeta en el
correo semanal. Los coordinadores de campañas deben asegurarse de que todas las personas pertinentes
que participan en la planificación de la Campaña de China, incluidos los coordinadores de China, reciban
una copia.
Acciones Recomendadas
Cualquier respuesta o noticia importante con respecto al trabajo planteado en esta circular debe enviarse al
SI, a la atención de Brian Wood, coordinador de campañas para MEC-MSP, del Programa de Acción y
Respuesta a las Crisis.
Palabras Clave
TRABAJO SECTORIAL / CONTACTOS CON EMPRESAS / MEC / MSP / CAMPAÑAS / HOMBRES Y MUJERES DE
NEGOCIOS / CIUDADANOS EXTRANJEROS / PENA DE MUERTE
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Amnistía Internacional
Amnistía Internacional es un movimiento mundial de voluntarios que se esfuerza por prevenir algunas de
las peores violaciones de derechos humanos que cometen los gobiernos. Amnistía Internacional trabaja
principalmente para:
-obtener la libertad de todos los presos de conciencia, es decir, de las personas encarceladas en cualquier
parte del mundo a causa de sus creencias o de su origen étnico, sexo, color, idioma, origen
nacional o social, posición económica, nacimiento u otras circunstancias, que no han
recurrido a la violencia ni propugnado su uso;
-lograr que se juzgue con prontitud e imparcialidad a los presos políticos;
-conseguir la abolición de la pena de muerte y la erradicación de la tortura y otros tratos crueles a los
presos;
-poner fin a las ejecuciones extrajudiciales y a las "desapariciones".
Amnistía Internacional se opone también a los abusos de los grupos de oposición: a la toma de rehenes, a
la tortura y homicidio de prisioneros, y a otros homicidios arbitrarios y deliberados.
Amnistía Internacional, reconociendo que los derechos humanos son indivisibles e interdependientes, se
esfuerza por promover todos los derechos humanos consagrados en la Declaración Universal de Derechos
Humanos y otras normas internacionales mediante programas de educación en derechos humanos y
campañas para que se ratifiquen los convenios internacionales de derechos humanos.
Amnistía Internacional es imparcial. Es independiente de todo gobierno, ideología política y credo
religioso. Ni apoya ni se opone a ningún gobierno o sistema político, ni tampoco apoya ni se opone a las
opiniones de las víctimas cuyos derechos trata de proteger. Lo que pretende en cada caso particular es
proteger los derechos humanos, sea cual sea la ideología de los gobiernos o de las fuerzas de oposición o
las convicciones de las víctimas.
Amnistía Internacional no clasifica a los gobiernos según su trayectoria en derechos humanos. No trata
nunca de establecer comparaciones, sino que se esfuerza por poner fin a las violaciones de derechos
humanos específicas de cada caso.
Amnistía Internacional cuenta con más de un millón de miembros, suscriptores y simpatizantes
repartidos entre más de 192 países y territorios. Tiene 4.354 grupos locales formalmente registrados en el
Secretariado Internacional de la organización, y varios miles de grupos escolares, universitarios,
profesionales y otros en más de 92 países de África, América, Asia, Europa y Oceanía. Para asegurar la
imparcialidad, cada grupo trabaja en casos y campañas --de cualquier país excepto el propio--
seleccionados por su diversidad geográfica y política. La investigación sobre las violaciones de derechos
humanos corre a cargo del Secretariado Internacional de Amnistía Internacional. Ninguna Sección, grupo
o miembro ha de procurar información sobre su país, y ninguna Sección, grupo o miembro tiene
responsabilidad alguna en las acciones o declaraciones de la organización sobre su propio país.
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Amnistía Internacional mantiene relaciones formales con el Consejo Económico y Social de las
Naciones Unidas (ECOSOC); la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (UNESCO); el Consejo de Europa; la Organización de los Estados Americanos; la Organización
de la Unidad Africana y la Unión Interparlamentaria (UIP).
Amnistía Internacional se financia con las donaciones y suscripciones de sus miembros en todo el
mundo. Ni solicita ni acepta financiación de ningún gobierno. Para salvaguardar la independencia de la
organización, todas las contribuciones están estrictamente controladas por las directrices del Consejo
Internacional de la organización.
Amnistía Internacional
Resumen de la política sobre los contactos con los sectores de negocios
Amnistía Internacional no se pronuncia sobre la legitimidad de las relaciones económicas
Amnistía Internacional no se pronuncia sobre la legitimidad de las relaciones militares, económicas o
culturales que se mantengan con los países en los que se violan los derechos humanos.
Amnistía Internacional no se pronuncia sobre medidas punitivas como las sanciones económicas
Amnistía Internacional no apoya ni se opone a las sanciones contra los gobiernos que sean culpables de
violaciones de derechos humanos, ni adopta ningún tipo de postura con respecto a medidas punitivas de
ningún tipo, como las sanciones o los boicots.
Oposición a ciertas transferencias militares, de seguridad y policiales
Amnistía Internacional puede oponerse a ciertas transferencias militares, de seguridad y policiales de
equipamiento, personal, formación o tecnología, incluido el apoyo económico o logístico comprobado
para estas transferencias, dirigidas a gobiernos y grupos armados de oposición cuando haya motivos
razonables para creer que contribuirán a las violaciones de derechos humanos incluidas en el Mandato de
la organización.
¿Qué compañías o instituciones empresariales son objeto de los contactos de AI?
Las Secciones nacionales de Amnistía Internacional pueden dirigirse a cualquier empresario, entidad
corporativa, institución o agencia en el mundo de los negocios que mantenga relaciones comerciales,
económicas o mercantiles con el país en el que las violaciones específicas de derechos humanos son objeto
de preocupación. Las Secciones seleccionan a las compañías según su influencia en el país objeto de la
acción
Los contactos con compañías se realizan, fundamentalmente, con la dirección
En general, dirigirse a dichas compañías significa dirigirse a sus órganos directivos, pero cuando fuere
oportuno, se podrán apoyar tales contactos mediante contactos con el personal de la compañía.
Reglas básicas para los contactos con empresas
Los contactos con las compañías deberán ser francos y abiertos, evitándose conversaciones o acuerdos
confidenciales u oficiosos, de modo que, cuando sea necesario, se pueda informar a los miembros de
Amnistía Internacional. Los miembros que se encarguen de estos contactos deben ser conscientes de la
complejidad derivada de las diversas funciones de las compañías.
... y ¿en el caso de compañías o empresas multinacionales o transnacionales?
Las Secciones de Amnistía Internacional pueden llevar a cabo contactos multilaterales con empresas
internacionales. Estos contactos deben incluir los que realice la Sección del país en el la compañía tenga
su sede.
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Amnistía Internacional y la ayuda internacional al desarrollo
Amnistía Internacional insta a los donantes de ayuda internacional al desarrollo a que:
contribuyan a que las instituciones donantes reúnan experiencia en el campo de los derechos humanos;
comprueben que las actividades de desarrollo para las que se aportan ayudas sean coherentes con las
normas internacionales de derechos humanos;
lleven a cabo un seguimiento y una evaluación de la repercusión que estas actividades puedan tener en
el campo de los derechos humanos tanto durante su puesta en práctica como después de su
conclusión;
opten por actividades y socios en materia de ayuda al desarrollo específicamente dirigidos hacia a
la protección y promoción de los derechos humanos
provean ayuda al desarrollo para la protección y promoción de los derechos humanos, incluidas las
organizaciones no gubernamentales que promocionen específicamente los derechos humanos
y ayuden a las víctimas de violaciones de derechos humanos;
Para contribuir a estos fines, Amnistía Internacional puede proporcionar a los funcionarios de
entidades donantes:
- informes sobre el país en los que se incluyen recomendaciones o medidas positivas para la protección y
promoción de los derechos humanos, de acuerdo con los estatutos de Amnistía Internacional;
- delegados para entrar en diálogo sobre la promoción de esta política con organizaciones de ayuda al
desarrollo;
- copias de las normas internacionales pertinentes en materia de derechos humanos
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Lo que usted puede hacer en favor de los derechos humanos
Amnistía Internacional hace un llamamiento a todos los directores de empresas que tengan tratos con
China para que:
• Se aseguren de que sus prácticas de trabajo en China son un ejemplo para otros en cuanto al respeto a los
derechos humanos fundamentales de sus empleados y de aquellas personas con las que hagan
negocios, en especial, los derechos a la libertad de asociación y de expresión.
• Siempre que sea posible inicien un diálogo con las autoridades chinas de todos los niveles sobre la
necesidad de introducir salvaguardias que protejan los derechos humanos y poner fin al ejercicio
arbitrario del poder por los funcionarios.
• Contribuyan al conocimiento sobre las normas internacionales básicas de derechos humanos mediante el
reparto de información sobre estos derechos, promocionando códigos efectivos de ética en los
negocios y apoyando las iniciativas de educación en derechos humanos.
• Promocionen los derechos humanos abogando por reformas legales en consonancia con las normas
internacionales de derechos humanos y remitiendo a las organizaciones no gubernamentales
cualquier información pertinente sobre violaciones de estos derechos, como detenciones de presos
de conciencia.
Lo que Amnistía Internacional puede hacer por usted
Las Secciones nacionales de Amnistía Internacional pueden ayudar a su empresa de diversas maneras, por
ejemplo:
• Proporcionando información actualizada sobre la situación de los derechos humanos en los países donde
prevén realizar inversiones o ya existen, a través de los documentos publicados, los boletines y el
Informe Anual de Amnistía Internacional
• Proporcionando información sobre legislación internacional en materia de derechos humanos
• Organizando llamamientos a través de las Acciones Urgentes en favor de empleados o asociados que
sean víctimas de violaciones de derechos humanos
• Contribuyendo a programas internos de educación con el fin de aumentar en su empresa la
concienciación sobre asuntos relativos a derechos humanos.
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Sir Geoffrey Chandler, CBE. Artículo publicado en la revista Business Ethics de abril de 1993
¿Deben las empresas y sus accionistas preocuparse por las violaciones de derechos humanos en los
países en que trabajan? En el caso de que se reciba una respuesta a esta pregunta, es probable que sea
ambigua o evasiva. Pero es una pregunta que probablemente se hará en el futuro cada vez con más
insistencia.
Amnistía Internacional
Si sustituyéramos «derechos humanos» por «medio ambiente», la respuesta cambiaría de forma
inmediata. Son pocas las empresas que hoy no promocionan activamente el cuidado del medio ambiente,
ya sea simplemente como un ejercicio defensivo de relaciones públicas o -en el mejor de los casos- como
un principio consagrado en la práctica de su funcionamiento. Sin embargo, todas las empresas contaminan
en mayor o menor grado (o, al menos, modifican el medio ambiente a través de sus actividades) y ya no se
considera aceptable que sea la comunidad -y no la empresa- quien soporte semejante coste social.
A diferencia del daño al medio ambiente, los abusos contra los derechos humanos pueden parecer
más difíciles de definir, quizás porque sencillamente son objeto de una definición de carácter político. Pero
la fundación de Amnistía Internacional en 1961 proporcionó una definición humanitaria clara que ha
resistido el paso del tiempo y ha merecido el reconocimiento de todas las naciones civilizadas. Amnistía
Internacional definió el «preso de conciencia». Se trata de hombres y mujeres encarcelados en cualquier
parte del mundo a causa de sus creencias, color, sexo, origen étnico, idioma o religión y que ni han
recurrido a la violencia ni abogado por ella. Los propósitos de Amnistía Internacional son: la puesta en
libertad de estos presos; juicios justos y expeditos para todos los presos políticos; la eliminación de la
tortura y de todo trato cruel, inhumano o degradante de presos, y poner fin a las ejecuciones.
Amnistía Internacional se basa en una investigación escrupulosamente concienzuda y
políticamente imparcial sobre los casos de abusos. Aplica un único criterio para los derechos humanos en
todos los países, no apoya ni se opone a ningún gobierno, al igual que ni se opone ni apoya a la ideología u
opiniones de los presos que aspira a proteger. Su método consiste en asegurarse el apoyo de su millón de
miembros y simpatizantes en 150 países con el fin de generar presión mediante el envío de cartas y
peticiones y la publicación de los hechos.
Hay muchos simpatizantes individuales de Amnistía Internacional que proceden del mundo de los
negocios; sin embargo, el mundo empresarial no ha desempeñado ningún papel en esta organización, a
diferencia de las profesiones médicas y jurídicas que llevan mucho tiempo representadas en el movimiento
a través de grupos profesionales que apoyan los fines de Amnistía Internacional.
El mundo de los negocios en el Reino Unido empieza a participar
En noviembre de 1991, un grupo de simpatizantes procedentes de la comunidad empresarial del
Reino Unido creó el Grupo Empresarial de la Sección Británica de Amnistía Internacional con el fin de
alentar a las empresas y a las personas de negocios que invierten y comercian en el extranjero a que
utilicen sus contactos internacionales para trabajar en favor de la mejora de la situación de los derechos
humanos. Este Grupo fue inaugurado en una cena a la que acudió, como orador principal, el Ministro de
Asuntos Exteriores Británico, Douglas Hurd.
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Según el último Informe Anual de Amnistía Internacional, en por lo menos 120 de los 160 países
miembros de las Naciones Unidas se infringen gravemente los derechos que Amnistía Internacional
pretende proteger, a pesar de que todos ellos han firmado la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Por lo tanto, resulta inevitable que las empresas subsidiarias de los grupos trasnacionales intervengan en
países donde se encuentran cara a cara con violaciones de derechos humanos. Dos de cada tres personas -y
por tanto también empleados de empresas- viven bajo gobiernos que perpetran este tipo de abusos.
La preocupación universal por el medio ambiente ha obligado a las empresas a incluir este asunto
en sus programas de trabajo. ¿Acaso no podría suceder lo mismo con los derechos humanos? Hasta ahora
esto sólo ha ocurrido en casos excepcionales, siendo Sudáfrica el más notable de ellos. El propósito del
Grupo Empresarial consiste en fomentar, de forma estrictamente confidencial, que las empresas utilicen su
influencia para que disminuyan los abusos planteando sus preocupaciones al gobierno con el que estén
tratando del modo en que consideren acorde con su supervivencia y bienestar comercial.
Amnistía Internacional no hace llamamientos en favor de sanciones o boicots contra los gobiernos,
las compañías o las personas, ni tampoco los organiza. No se pronuncia respecto a la legitimidad de las
relaciones económicas entre una empresa y un gobierno culpable de cometer violaciones de derechos
humanos. No aboga por la desinversión. El Grupo Empresarial cree que una palabra discreta de un director
de empresa que mantenga frecuentes contactos con un ministro puede ejercer una influencia notable a la
hora de remediar los abusos, al hacer saber que Amnistía Internacional ha identificado y publicado casos
individuales de presos de conciencia o de víctimas de tortura con nombres y apellidos y que, si no se pone
remedio a esta situación, las relaciones comerciales del país podrían verse perjudicadas. La única
actuación específica que Amnistía Internacional dirige contra las empresas se produce cuando existe una
participación directa en la exportación de equipos, personal o formación utilizados con el fin de aplicar
tortura o llevar a cabo ejecuciones.
Sin embargo, las empresas se enfrentan a una serie de preguntas en lo que concierne tanto a la
conveniencia como, lo que resulta aún más importante, a la legitimidad de tal acción.
*¿Son los abusos contra los derechos humanos una cuestión que afecte a los intereses de la empresa?
*¿Puede considerarse que la empresa ha contribuido de alguna forma a que se produjeran esos abusos?
*¿Puede una empresa hacer algo al respecto?
*En caso afirmativo: ¿sería «legítima» tal acción?
Ventajas para los negocios
Hay una correlación entre los abusos cometidos contra los derechos humanos y la posibilidad de
inestabilidad política y de guerra civil. Hay una tendencia creciente en las naciones occidentales, origen de
las empresas matrices de la mayoría de los grupos trasnacionales, consistente en restringir tanto las ayudas
económicas como las relaciones comerciales con aquellos países en los que se violan los derechos
humanos, lo que implica restricciones o prohibiciones a la importación y exportación o a los seguros de
crédito. Los accionistas en estas empresas matrices, influidos por la opinión pública de su propio país,
cuestionan cada vez más la conveniencia de llevar a cabo actividades empresariales en aquellos lugares en
los que se infringen los derechos humanos. La aceptación o reconocimiento político en los bloques
comerciales también puede depender del respeto a los derechos humanos. El número de instituciones
benéficas que no están dispuestas a invertir en acciones de empresas que comercian con países en los que
no se respetan los derechos humanos va en aumento. El movimiento en favor de mantener criterios éticos a
la hora de invertir está creciendo. Las empresas serían indudablemente más felices en un mundo perfecto.
La disminución y la eliminación de los abusos iría en su beneficio.
Es más difícil determinar si una compañía extranjera por su mera presencia, contribuye a tales
abusos o sirve como disuasión. No hace ninguna de estas cosas de forma directa. Sin embargo, su
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contribución al desarrollo económico y lo que cabe deducir (justa o injustamente) de la confianza que
deposita en el gobierno en el poder podría contribuir a alentar al gobierno a persistir en su forma de actuar.
Igualmente, una empresa con un código explícito de práctica para sus propias operaciones, derivado de
principios humanitarios y éticos claros, podría, a través de su ejemplo, servir de freno a las prácticas que
violen estos principios. Pero, si alguno de los dos casos es correcto ─y yo creo que ambos pueden serlo-
esto significa que las empresas no pueden abstraerse, farisáicamente, del asunto.
¿Pero pueden y deben las empresas ejercer su influencia para conseguir un mundo menos
imperfecto en este sentido? Por lo dicho anteriormente, es obvio que iría en su interés. Es innegable que
tienen influencia, y que esta influencia está directamente relacionada con la importancia de la contribución
de la empresa a la economía del país. La amenaza a la continuación de la inversión si los accionistas siente
animadversión por la práctica de un país en el terreno de los derechos humanos es real, y notificar este
hecho puede ejercer indudablemente cierta influencia, quizás más que si lo hace cualquier otro sector.
¿Sería tal acción «legítima» dentro de los fines de la empresa?
El propósito de una compañía consiste en proporcionar un producto o servicio de forma eficiente y
lucrativa. Las empresas que declaran sus propósitos y principios, o que cuentan con códigos explícitos de
prácticas, tratan en esos documentos sobre las relaciones que han de mantener con los grupos de personas
sobre los que influyen directamente a través de sus actividades: sus empleados, sus clientes, la comunidad
y el medio ambiente.
Es comprensible que ninguna de ellas encuentre sitio para asuntos que trascienden estas consideraciones,
excepto quizás para excluirlos. Algunas empresas, por ejemplo, excluyen de forma explícita la
participación de la empresa en la política de partidos o la contribución con sumas de dinero a éstos, a
organizaciones políticas o a sus representantes.
El poder para el bien
Las empresas indudablemente tienen poder, al menos el «poder» de desinvertir en un país. Pero
queda sobradamente claro que el poder soberano de los gobiernos -que se demuestra en última instancia en
la capacidad de nacionalizar o de negar el permiso para operar- es total, tanto con respecto a las empresas
nacionales como a las extranjeras. La empresa realiza su actividad dentro de la estructura impuesta por los
gobiernos, y la inversión extranjera en particular sólo puede producirse con el permiso explícito o
implícito del gobierno.
Además, a la empresa le es atribuido por la sociedad (y por sus estatutos de asociación) el poder de
desempeñar una tarea particular. Cuando los grupos de presión hacen llamamientos a las empresas para
que realicen o retengan inversiones, no en base a los criterios normales de inversión, sino con el fin de
influir en favor de ciertas causas o sobre el modelo de ciertas sociedades, se está invitando a un peligroso
abuso de poder que resultaría inmediatamente visible si fuera a ser utilizado por las causas a las que se
oponen estos grupos de presión.
¿Entra la violación de derechos humanos individuales -definida con precisión- dentro de una
categoría diferente? Yo creo que sí, y creo asimismo que la opinión pública -y los accionistas- se
percatarán de ello cada vez más. Prohibidos por la Declaración Universal de las Naciones Unidas,
condenados por todas las naciones y pueblos civilizados y con una creciente concienciación sobre estos
abusos en todo el mundo, va a resultar cada vez más difícil para los ciudadanos dedicados a los negocios-
al menos igual de difícil que para los ciudadanos en general- permanecer al margen cuando está en su
mano ejercer influencia.
Amnistía Internacional puede ayudar a las empresas proporcionando información detallada y
actualizada sobre la situación de los derechos humanos en los países en los que tengan o e prevean
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inversiones, información sobre códigos de conducta internacionales sobre derechos humanos y sobre
legislación que esté próxima a promulgarse al respecto. Puede ayudar con programas internos de
educación con el fin de aumentar dentro de la empresa la concienciación en materia de derechos humanos.
El Grupo Empresarial de la Sección Británica de Amnistía Internacional es muy consciente de la
delicada naturaleza de cualquier intervención llevada a cabo por las empresas. Por tanto, sus contactos con
las empresas y las respuestas recibidas son absolutamente confidenciales a menos que la propia empresa
desee hacerlos públicos.
Llegará el día en que las empresas, enfrentadas a un mundo cada vez menos dispuesto a tolerar
estas violaciones y a la indignación moral de los empleados que viven en ese contexto, expondrán en
público su propia aversión al respecto como cuestión de política empresarial. Cuando eso suceda,
estaremos mucho más cerca de la eliminación de esas violaciones.
Sir Geoffrey Chandler, CBE, ex alto ejecutivo de Royal Dutch Shell y ex Director General de la Oficina
Nacional de Desarrollo Económico del Reino Unido, es el actual Presidente del Grupo Empresarial de la
Sección Británica de Amnistía Internacional.
Copyright Basil Blackwell Ltd., 1993, 108 Cowley Road, Oxford OX4 IJF y 238 Main St, Cambridge MA
02142 EEUU.
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El papel de los negocios en la promoción del respeto a los derechos humanos
Extracto de un discurso de John Kamm a la Comisión sobre Seguridad y Cooperación en el Seminario de
Europa «OSCE at 20: Relevance to other regions», Washington D.C, 13-14 noviembre de 1995.
«Ha llegado el momento de reconocer una sencilla verdad: si bien no siempre es cierto que el
comercio y los negocios son buenos para los derechos humanos, sí es verdad que un buen entorno en
materia de derechos humanos siempre es positivo para los negocios. Las empresas sirven a sus propios
intereses cuando promocionan activamente el respeto a los derechos humanos en los países en que llevan a
cabo sus actividades.
Promocionar el respeto a los derechos humanos es bueno para los negocios al menos por cinco
razones:
1) El respeto a los derechos humanos mejora la creatividad en la gestión y la productividad en el
trabajador, en suma, incrementa la rentabilidad de la empresa.
Los trabajadores producen más productos y de mejor calidad cuando trabajan en empresas que
respetan su dignidad y sus derechos. Las empresas que fomentan el pensamiento libre y crítico y que
pueden enviar a sus trabajadores y gerentes al extranjero para aprender de la experiencia de sus colegas en
otros países son las empresas que innovan con mayor rapidez. Las empresas que respetan los derechos son
las que atraen a los solicitantes de trabajo más capacitados. Y las firmas que actúan en países que tienen
libertad de prensa y que permiten la difusión libre de las tecnologías informáticas y de la comunicación
por satélite disfrutan de ventajas competitivas sobre las que actúan en países en los que no se dan estas
circunstancias.
2) La promoción de derechos abre mercados.
Obligar a China a respetar la propiedad intelectual -la protección de la propiedad intelectual es un
derecho humano específicamente reconocido por la Declaración Universal de Derechos Humanos- es de
importancia vital para el éxito de los negocios estadounidenses en China en el futuro. Si no se respetan las
patentes y los derechos de propiedad, el mercado chino seguirá cerrado para algunos de los mejores
productos y servicios americanos, lo que aumentará el creciente déficit comercial.
Un examen de la historia del crecimiento económico de China desde 1979 demuestra claramente
que la apertura de mercados específicos siempre ha venido precedido del reconocimiento por el gobierno
chino de un derecho humano. Por ejemplo, la decisión del gobierno chino de suavizar las restricciones al
derecho de desplamiento de sus ciudadanos fue lo que produjo la apertura del mercado aeronáutico en
China. De la misma manera, la decisión de permitir a los ciudadanos chinos poseer sus propios teléfonos y
televisores -aparatos que han contribuido al desarrollo de un pensamiento y una expresión más libres-
abrió los mercados para estos bienes de consumo, y el permiso para poseer máquinas de fax en sus propios
hogares abriría otro mercado nuevo potencialmente enorme para estos aparatos.
Actualmente no se permite a los ciudadanos poseer máquinas de fax sin antes obtener el permiso
preceptivo. En realidad, muchos ciudadanos chinos ya poseen máquinas de fax y antenas parabólicas sin
contar con el permiso del gobierno, y la mayoría de ellos se salen con la suya. Desafortunadamente,
quienes utilizan estos aparatos para promover los derechos humanos y las reformas políticas corren un
gran riesgo, como demuestra el caso de Zhou Guoqiang, disidente encarcelado, entre otras cosas, por
posesión ilegal de una máquina de fax.
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3) La promoción del respeto a los derechos humanos está íntimamente relacionada con el desarrollo del
Estado de derecho
Cada vez es mayor el número de empresas que están cayendo en la cuenta de que sus inversiones e
incluso su personal no están seguros en un país en el que no hay un Estado de derecho. Los contratos no
significan nada si pueden anularse al antojo de los funcionarios locales. Las garantías de que se protegerán
las inversiones no significan nada si las fuerzas policiales que han apostado por otras empresas que ven
amenazadas sus inversiones detienen a unos inversores arbitraria e ilegalmente. En los últimos años, se
han producido cada vez más casos de este tipo, entre los que destacan los de Zhang Gueishing, que tenía
una tarjeta verde expedida por los Estados Unidos y que fue encarcelado durante 30 meses por una disputa
comercial sin ser llevado a juicio, y el caso escandaloso de Jimmy Peng, ciudadano australiano secuestrado
en Macau y encarcelado durante dos años mientras la policía china preparaba los cargos en su contra, unos
cargos tan débiles que los propios tribunales chinos devolvieron el caso a los fiscales por lo menos media
docena de veces por falta de pruebas. Jimmy Peng acaba de ser condenado a 18 años de prisión.
La corrupción -compañera de viaje de los abusos que se perpetran contra los derechos humanos en
el ámbito local en China- medra en un país donde no existe un Estado de derecho. La corrupción es sin
duda uno de los obstáculos más grandes para hacer negocios de forma fructífera en China. Una encuesta
realizada en empresas de Hong Kong en 1994 indicó que los empresarios de este territorio contabilizan
entre el tres y el cinco por ciento de cada acuerdo comercial como coste por corrupción. Las empresas
estadounidenses han perdido muchos negocios por no pagar sobornos a funcionarios corruptos, cuadros
del partido comunista que cometen extorsiones por la mañana y detienen y hostigan a los disidentes por la
tarde.
4) Promover el respeto a los instrumentos internacionales de derechos humanos es esencialmente el mismo
ejercicio que promover el respeto a los acuerdos comerciales internacionales: lo uno complementa a lo
otro.
El mayor obstáculo para que China se una a la Organización Mundial de Comercio es la creencia
de sus autoridades de que China merece un trato distinto por su tamaño y su historia. Según creen, debe
haber una norma para China, y otra para el resto del mundo. La misma mentalidad caracteriza la
evaluación del gobierno chino respecto a sus responsabilidades en virtud de la Declaración Universal de
Derechos Humanos. Obligar a China a respetar las normas internacionales en una de estas áreas -el
comercio- está estrechamente relacionado con convencerla para que respete las normas en otro campo: el
de los derechos humanos.
5) Promover el respeto a los derechos humanos es bueno para la imagen de una empresa, tanto en su
propio país como en el país anfitrión.
Las empresas que dan muestras de su compromiso con el respeto a los derechos humanos en el
lugar de trabajo y con la mejora de los derechos humanos para la comunidad en general disfrutan de mejor
imagen que las que no lo hacen. Indudablemente, las empresas que se asocian con los regímenes más
brutales y represivos sufren cada vez más las resoluciones de sus accionistas y los boicots de la comunidad
de inversores. Las fuerzas silenciosas de la democracia y de los derechos humanos en los países anfitriones
observan y toman nota puntillosamente de quienes las ayudan y quienes no, y cuando estas fuerzas logren
sus propósitos, premiarán y castigarán en consecuencia. Aung San Suu Kyi, la campeona de la democracia
en Birmania (Myanmar) y Premio Nobel de la Paz, lo ha dejado meridianamente claro en algunas
entrevistas recientes cuando se le preguntaba por las empresas que invertían en su país sin tomar en cuenta
los intereses y los sentimientos de la gente.
Promocionar el respeto a los derechos humanos no sólo es bueno para los negocios, sino que los
empresarios están especialmente capacitados para trabajar en favor de los derechos humanos.
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Los hombres y mujeres de negocios son considerados aliados naturales por las autoridades
gubernamentales en países como China, Indonesia y Birmania (de hecho, la comunidad empresarial
probablemente es la única verdadera amiga de China en Washington en la actualidad). La comunidad de
intereses percibida entre estos gobiernos y sus aliados empresariales (ambos se oponen a las sanciones,
ambos apoyan medidas diseñadas para aumentar el comercio) otorgan al empresario la capacidad de
plantear asuntos relativos a derechos humanos sin que se perciba que alberga «motivos ocultos y hostiles».
Desde que empecé a trabajar en favor de los derechos humanos en China hace seis años, mi propia
experiencia y los relatos de las personas de negocios en otros países me han convencido de que la
confianza de que disfrutan estas personas entre las autoridades gubernamentales en los regímenes
autoritarios es una ventaja tremenda que puede utilizarse para captar apoyos y conseguir la puesta en
libertad de presos de conciencia y otras mejoras en el campo de los derechos humanos.
Los empresarios son buenos negociadores. Están orientados hacia la consecución de fines.
Conocen el valor de una buena preparación, de la paciencia y de la tenacidad. Los representantes son
especialmente hábiles a la hora de persuadir a quienes creen que no necesitan comprar sus mercancias o
servicios. Todas estas características producen resultados cuando se aplican al trabajo en favor de los
derechos humanos.
¿Qué tipo de cosas pueden hacer las empresas para promover los derechos humanos en los países
en que actúan? Se pueden clasificar las iniciativas en dos grupos: las que tienen lugar en el lugar de trabajo
y las que tiene lugar en el país anfitrión en general.
En el lugar de trabajo, las empresas pueden imponer códigos de conducta que prohíban la compra
de bienes fabricadas con mano de obra forzada o infantil y que valoren especialmente la seguridad y el
mantenimiento de la salud. Pueden imponer reglas mínimas sobre horas de trabajo y salario mínimo, y
proporcionar a sus trabajadores un seguro de enfermedad, permisos de maternidad e indemnizaciones
laborales. Las empresas estadounidenses pueden fomentar la creación de asociaciones libres de sus
trabajadores, si no pueden ser sindicatos abiertos y libres ─que aún no son posibles en muchos países
asiáticos, China incluida- y luego otro tipo de asociaciones que se ocupen de asuntos relacionados con la
salud, la seguridad, el medio ambiente e incluso asuntos relativos a la calidad. Las empresas pueden idear
sistemas para premiar la creatividad y la libre expresión, y pueden proporcionar a sus empleados
oportunidades de viaje. Se pueden crear bibliotecas y salas de lectura donde se puedan leer publicaciones
que no suelen estar a disposición de los trabajadores. Las empresas pueden, y deben, proteger al máximo a
sus empleados contra el posible abuso de poder arbitrario de los funcionarios y de los agentes de seguridad
(como cuando los funcionarios locales dicen a las trabajadoras que deben someterse a abortos). Pueden
establecer normas estrictas contra el pago de sobornos y facultar a sus gerentes locales para ponerlas en
práctica.
En la comunidad general en la que realizan sus actividades, los hombres y mujeres de negocios
pueden emprender dos tipos de actividades para promover los derechos humanos: la captación de apoyos y
la vigilancia.
Pueden captar apoyos en favor de reformas jurídicas en el país anfitrión que no sólo afecten a áreas
tales como la regulación del comercio y la resolución de conflictos laborales, sino también áreas como la
despenalización de la actividad política. Pueden comunicar a los gobiernos la importancia de comportarse
de acuerdo con las normas internacionales, independientemente de que el comportamiento afecte al
comercio o a los derechos humanos. Un ejemplo de esto último sería la captación de apoyos con el fin de
que China y Myanmar permitan el acceso de la Cruz Roja a sus prisiones, práctica normalizada en más de
100 países en todo el mundo. Pueden apoyar los esfuerzos de sus propios gobiernos para promocionar la
protección de la propiedad intelectual -en palabras de la Declaración Universal, las «producciones
artísticas y científicas»─.
11
En los casos en que se han cometido violaciones atroces de los derechos individuales, los hombres
y mujeres de negocios pueden explicar al gobierno anfitrión las consecuencias perjudiciales de cara a
atraer el comercio y la inversión. Mi propia experiencia me ha demostrado que es posible captar apoyos en
favor de la liberación de personas encarceladas injustamente ─ya sean personas de negocios que chocan
con los poderes locales o presos de conciencia encarcelados por la expresión no violenta de sus opiniones
políticas o religiosas─ sin incurrir en la ira del gobierno anfitrión.
Para llevar a cabo esta labor de captación de apoyos e informar mejor a sus miembros sobre las
condiciones de los derechos humanos en los países en los que piensan hacer negocios, las cámaras de
comercio y otras asociaciones comerciales pueden crear comités de derechos humanos. Estos comités
pueden establecer relaciones con la comunidad pro derechos humanos, con lo que tenderían puentes sobre
el inmenso y terriblemente contraproducente vacío actual.
Cada vez me he ido reafirmando más en la conclusión de que es en el campo de la vigilancia de
los derechos humanos donde los negocios que actúan en China pueden realizar una aportación más
valiosa. Por ejemplo, en la actualidad hay miles de negocios en los que participan empresas
estadounidenses por todo China, al menos varios en cada provincia. Estos negocios pueden ser puestos de
observación, lugares en los que se recopile información sobre las condiciones locales, las reglas y normas
que regulan cosas como la actividad religiosa y la propiedad de las antenas parabólicas y, lo que es más
importante desde un punto de vista humanitario, las condenas contra los presos políticos y religiosos.
Todos los tribunales tienen tablones de anuncios en los que se anuncian los fallos de los juicios; durante un
breve tiempo, se hace públicos los nombres de los presos de conciencia. En la actualidad en China se ha
producido una eclosión de publicaciones en todo el país ─periódicos, revistas, periódicos legales (todas las
provincias tienen su propio periódico) y libros que recopilan causas judiciales en los que se relatan los
juicios de contrarrevolucionarios cuyos nombres se ignoran fuera del país─.
Durante los últimos años, le he estado enviando listas de presos al gobierno central de Pekín y
solicitando que me facilitaran lo que denomino «información básica» sobre ellos. De las siete listas
enviadas desde principios de 1994, me han contestado respecto a cuatro. La información facilitada sobre
estos presos confirma una verdad largamente apreciada por las personas que trabajan en el campo de los
derechos humanos; cuanto más conocido es un detenido, más probable es que reciba un trato humano. Los
hombres y mujeres de negocios pueden llevar a cabo un trabajo humanitario de gran valor encontrando y
pasando a las organizaciones no gubernamentales los nombres de los presos políticos y religiosos.
He traído conmigo ejemplos de las listas de presos que envié y de las respuestas que recibí de las
autoridades chinas. Demuestran lo que actualmente pueden hacer los hombres y mujeres de negocios en el
campo de la vigilancia de los derechos humanos en China.»
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Promoción de un debate sobre la ética empresarial y las normas internacionales de derechos humanos
Tradicionalmente se ha considerado que los abusos y las violaciones de derechos humanos eran
problemas creados por los gobiernos y, por lo tanto, su erradicación sólo correspondía a los gobiernos. Sin
embargo, a partir de la década de los setenta, los activistas de derechos humanos han refutado esta opinión
al destacar las responsabilidades y oportunidades con que cuentan los agentes no estatales. En la
actualidad se reconoce en círculos cada vez más amplios que las compañías internacionales tienen una
importantísima influencia económica que se traduce también en una influencia considerable en lo político
e incluso en lo cultural. Los líderes empresariales pueden servir de importante ejemplo para sus
empleados, clientes, accionistas y la comunidad en la que operan.
Hay un debate creciente en el ámbito internacional sobre la conducta ética en la comunidad
empresarial. Por ejemplo, en septiembre de 1995, el Financial Times del Reino Unido argüía, en un
editorial titulado Ethical Fog («Niebla ética») que una actuación ética puede resultan de la máxima
conveniencia para los intereses comerciales de una empresa, y concluía que:
«No hay por qué ser tímidos al hablar de lo que la sociedad debe exigir a las personas que trabajan en el
mundo empresarial. En una sociedad civilizada, las personas, dentro o fuera de las empresas,
deben comportarse éticamente. Ni más ni menos».
La respuesta del jefe ejecutivo de The Industrial Society británica fue la siguiente:
«La necesidad de que los individuos actúen éticamente no puede, por sí misma, guiar la política de una
empresa [...] Gracias al activismo de los consumidores, que ha alcanzado una intensidad sin
precedentes, y a la investigación periodística, que cuenta con medios tecnológicos para descubrir
prácticas contrarias a la ética; la ley y los principios éticos se han convertido en algo más que en
simples 'obligaciones'».
El auge de los códigos de conducta empresariales
Muchas grandes compañías han establecido en los últimos años principios o codigos de ética
empresarial, que en muchas ocasiones se esfuerzan por dar a conocer al público. Según un reciente estudio
del Ethics Resource Center de Washington DC, tres quintos de las empresas estadounidenses y
aproximadamente la mitad de las mayores compañías europeas han adoptado códigos éticos. Según
algunos estudios, el 95% de las principales compañías estadounidenses consultadas tienen normas escritas
de conducta. Los estudios del Institute of Business Ethics del Reino Unido confirman esta tendencia entre
las grandes empresas. Un reciente estudio sobre compañías internacionales no estadounidenses con
códigos éticos recibió la respuesta más positiva en Europa, una respuesta significativa en América Latina y
una respuesta menor en Asia.
En muchos casos, estos códigos éticos abarcan la honradez en la práctica de la actividad
empresarial, el trato justo a los empleados y, en algunos casos, el medio ambiente. Sin embargo, algunos
códigos aluden a cuestiones más generales, al decir que la empresa debe comportarse como «un buen
ciudadano». Pocos son los códigos que detallan directrices claras sobre lo que significa ser «un buen
ciudadano» en la práctica.
También los gobiernos empiezan a dar muestras de interés por la promoción de códigos de
conducta empresariales, siendo el ejemplo más notable de ello el que se produjo durante los esfuerzos
internacionales por poner fin al apartheid en Sudáfrica y en Namibia. Cabe argüir que tanto el Código
Sullivan, que alcanzó rango de ley para las empresas estadounidenses, como el Código de Conducta de la
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Comunidad Europea para empresas que actúan bajo el apartheid, fueron utilizados para limitar las
sanciones económicas, pero también colaboraron en la lucha contra el apartheid. Más recientemente,
desde que en mayo de 1994 la concesión de la condición de «nación más favorecida» y sus beneficios
comerciales se desvincularon del respeto a los derechos humanos (la política de vinculación se inició en
1989 tras la matanza de plaza Tiananmen), el gobierno del presidente Bill Clinton lanzó unos planes para
alentar a las compañías a que respeten un código ético voluntario para las corporaciones estadounidenses
que operan en el extranjero. El gobierno estadounidense también manifestó que incrementaría el apoyo a
las organizaciones no gubernamentales que se ocupaban de la situación de los derechos humanos en
China. Estos «Principios Modelo para Empresas», de aplicación voluntaria para las compañías
estadounidenses que operen en cualquier parte del mundo, recomiendan que las empresas eviten las
prácticas discriminatorias en el empleo, eviten la utilización de mano de obra infantil o forzada,
mantengan centros de trabajo seguros e higiénicos, desarrollen su actividad con respeto profundo al medio
ambiente y se esfuercen por
el mantenimiento, a través del liderazgo en todos los niveles, de una cultura corporativa que respete la
libre expresión que sea coherente con los intereses legítimos de la empresa y no tolere la coerción
política en el centro de trabajo; una política que aliente el buen comportamiento ciudadano de la
empresa y contribuya favorablemente a las comunidades en las que opera; donde todos los
empleados reconocen, valoran y ejemplifican un comportamiento ético.
El gobierno de los Estados Unidos anunció que un organización privada, Empresas por la
Responsabilidad Social, con sede en San Francisco, actuará como oficina central que proporcionará
información y asesoramiento sobre la elaboración de los códigos de cada empresa. El Departamento de
Comercio publicó una lista de empresas —entre ellas Boeing, Honeywell Inc, General Electric, Eastmann
Kodak, Rockwell International Corp y Loral Corp— que apoyaron públicamente los Principios Modelo
para Empresas.
Sin embargo, estos principios se consideran simplemente «una referencia útil para encuadrar los
códigos de conducta de cada empresa» y son obviamente vagos y abstractos. Según las informaciones
recibidas, muchas compañías con sede en los Estados Unidos que temían un conjunto de principios que
exigiera medidas concretas y específicas se sintieron aliviadas. El presidente del Consejo Empresarial EE.
UU.-China afirmó:
Vemos que la declaración no se refiere a un país en concreto y reconoce el liderazgo de las empresas
estadounidenses en el apoyo de los derechos humanos. Cada empresa estadounidense sacará sus
propia conclusión sobre si va a hacer exactamente lo que el gobierno le pide que haga.» También
declaró: «Nuestro mensaje es que los intereses fundamentales de los Estados Unidos requieren
unos vínculos firmes entre China y Estados Unidos.
Pero, si la estabilidad es la palabra clave de las aspiraciones de la comunidad empresarial
internacional, ¿se puede lograr realmente a largo plazo sin el respeto a los derechos humanos?.
¿Sólo una cuestión de imagen?
Muchos observadores ven los códigos de buena conducta de las empresas como respuestas de la
dirección a la mayor presión de los grupos medioambientales y de consumidores. La revista The
Economist (3/6/95: How to make lots of money, and save the planet too [Cómo ganar montañas de dinero
y además salvar el planeta]) estudió lo que calificó de «romance incipiente entre lo ecológico y los
negocios» y señaló que «la legislación ecológica puede ser buena para los beneficios, creando nuevos
mercados o protegiendo los viejos contra los competidores». En otro artículo (Ethical Shopping: Human
Rights [Compras éticas: Derechos Humanos]) se ocupa del poder del consumidor para forzar a los
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minoristas a considerar cuestiones de derechos humanos y la revista se preguntaba si esto servirá de algo a
los trabajadores de los países más pobres.
El hacerse ver como empresas éticas puede ser una inteligente estrategia de mercado para las
grandes compañías internacionales de productos de lujo como ropa, helados y productos de higiene
personal. Pero la «imagen ética» puede tener efectos contrarios a los queridos si se descubre a la empresa
en un «desliz». En muchos países, la responsabilidad directiva sobre las empresas filiales y los contratistas
lejanos es a menudo una tarea defícil, lo que hace más difícil mantener o controlar las normas éticas de
una empresa. Esto se agrava cuando las directrices son vagas o inexistentes.
Con el fin de dar la impresión de ser eficaces, algunos directivos defienden que las normas éticas
deben ser explícitas y han de ser vigiladas y evaluadas periódicamente. Algunas compañías, como Ben &
Jerry's, están realizando «auditorías éticas», de forma que en su informe anual se incluye una auditoría
independiente sobre «fallos éticos, medioambientales y de otro tipo». Este método les ha ayudado a
mantener su buena reputación a pesar de revelarse algún desliz.
Franklin Research & Development, empresa de Boston dedicada a las inversiones éticas, aseguró
recientemente que menos del 5% de los minoristas estadounidenses y empresas de productos de marca se
ocupan de cuestiones de derechos humanos en el sentido más amplio, pero entre las que sí lo hacen están
algunos de los nombres más ilustres del mundo, como Levi, Wal-Mart, Sears, Reebok, The Gap, Nike y
Nordstrom. La última compañía en unirse a este grupo es Federated Department Stores, propietaria de
Macy's, que en abril anunció su retirada de Myanmar debido a los abusos contra los derechos humanos que
allí se cometen. Pero, ¿se van a resolver los problemas de derechos humanos simplementente marchándose
de un país?
El caso de Levi Strauss & Company
Levi Strauss, que opera en más de cuarenta países, ha establecido directrices para determinar si
hacen negocios en un país, lo que hace que su planteamiento de la ética empresarial sea relativamente
único. Aunque las «Condiciones de Operación» de la compañía cubren cinco grandes áreas (requisitos
medioambientales, normas éticas, seguridad e higiene, requisitos legales y prácticas de contratación),
Levi's afirma que renunciaría a trabajar en un país concreto si (a) afectase a la imagen mundial de la marca
(b) hay indicios de que los empleados o los representantes de la empresa estarían expuestos a un riesgo
arbitrario excesivo (c) hay violaciones generalizadas de los derechos humanos (d) el entorno jurídico crea
un riesgo excesivo a su marca o dificulta gravemente la capacidad de aplicar estas directrices, y (e) la
inestabilidad política o social amenaza los intereses comerciales de la empresa.
A principios de 1992, Levi's se retiró de Birmania (Myanmar) tras descubrir que las autoridades
militares birmanas poseían importantes paquetes accionariales de los proveedores de Levi's. En mayo de
1993 Levi's aseguró que no realizaría ninguna inversión directa en China por las «violaciones
generalizadas de derechos humanos». Dio por concluidos los contratos con unos treinta proveedores. Levi
también contrató a inspectores independientes para auditar los proveedores de la compañía en todo el
mundo, cuyo número está entre los seiscientos y setecientos. El resultado fue la extinción del 5% de los
contratos de suministros y la exigencia de modificar un 25% más. Levi’s continuó comprando telas de
fuentes chinas y comercializando sus productos en China, ya que estas actividades no están cubiertas por
sus directrices éticas.
El caso de Reebok International Ltd
Reebok es una de las compañías que se ha comprometido expresamente con los derechos humanos
en su manifiesto Normas de Derechos Humanos en la Producción. La participación de la compañía en
cuestiones de derechos humanos comenzó en 1986, cuando Reebok accedió a patrocinar una gira
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internacional de rock en favor del trabajo de Amnistía Internacional. En 1988 creó el Premio Reebok de
Derechos Humanos, que premia a jóvenes de los Estados Unidos y del resto del mundo que han
contribuido significativamente a la causa de los derechos humanos. El premio consiste en 25.000 dólares
para que continúen su trabajo. Son miembros de su junta de asesores Jimmy Carter, el músico Peter
Gabriel y Li Lu, ganador del premio en 1989 (junto con Wu'er Kaixi y Chai Ling). Witness (Testigo),
nuevo proyecto creado por el Comité de Abogados por los Derechos Humanos, Peter Gabriel y la
Fundación Reebok, trabaja en colaboración con organizaciones no gubernamentales de todo el mundo
«para proteger y promover los derechos humanos». Ha donado aparatos de fax y cámaras de mano con
fines educativos y formativos y para «documentar las violaciones de derechos humanos de forma objetiva
e imparcial».
A diferencia de Levi Strauss, las «Normas de Derechos Humanos en la Producción» no se centran
en el historial general de derechos humanos del país en el que Reebok opera, sino que se fija en la no
discriminación en la contratación, la seguridad e higiene en el trabajo y en no contratar con proveedores
que utilizan mano de obra infantil o forzada, jornada laboral excesiva o que «pagan menos del salario
mínimo impuesto por la ley nacional o menos que la práctica predominante de la industria nacional». Por
ello, Reebok ha mantenido sus operaciones en China, pero se ha abstenido de comprar bienes producidos
en Birmania.
Desde 1992, grupos de ejecutivos de Reebok han visitado los emplazamientos de producción una o
dos veces por año para comprobar un conjunto de puntos, aunque se ha informado que no se incluyó los
dormitorios para unas cuatrocientas jóvenes empleadas que vivían en la residencia Jing Sheng Rd en
Zhuhai, Guangdong —descrita como una trampa en caso de incendio—. Estas empleadas trabajaban en
una fábrica cercana propiedad de la compañía de Hong Kong, con cotización en el mercado de valores,
Yue Yuen Industrial (Holdings) Ltd. Yue Yuen comenzó a fabricar zapatos para Reebok en China en 1988
y desde entonces ha establecido centros de producción para Nike, Converse, L A Gear y otras empresas. El
director local afirmó que no había llamado la atención de Reebok hacia los dormitorios porque iban a ser
temporales (se habían construido hacía dos años). Yue Yuen estaba construyendo una fábrica modelo en
Zhongshan, al norte de Zhuhai, que había recibido la visita y los elogios del presidente Jiang Zemin.
También estaba construyendo un hospital en Dongguan, otra ciudad industrial de Guangdong.
Este ejemplo muestra las dificultades de tratar de garantizar que los contratistas de China cumplen
las normas que son aceptables en Occidente. La dirección de Reebok aseguró que «las condiciones que no
se ajustan a las normas son completamente inaceptables» y añadió que a menos que Yue Yuen corrigiera
la situación de inmediato, daría por terminada la relación comercial. Sin embargo, la cuestión de la
vigilancia implica la pregunta previa de qué es lo que se vigila. Un comentarista afirmó:
Los códigos de conducta se han convertido en una forma extendida de defensa contra las acusaciones de
explotación a las grandes compañías de bienes de consumo que dependen de la mano de obra
barata de los países en desarrollo [...] Con el fin de demostrar que eran parte de la solución [de
la situación de los derechos humanos en China], y no del problema, muchas compañías que
producían en China publicaron códigos que decían ayudar a despertar la conciencia sobre los
derechos humanos [...] Estos códigos, sin embargo, no siempre están en concordancia con la
realidad. Por ejemplo, el código de Reebok exige que los trabajadores de las fábricas de sus
contratistas tengan derecho a organizarse, sin embargo los sindicatos independientes siguen
siendo ilegales en China.
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¿De conformidad con la ley?
Por supuesto, las empresas están obligadas a actuar dentro de la ley. Pero ¿qué significa esto? El
Estado de derecho es un concepto que se refiere a un Estado en el que las personas son gobernadas de
acuerdo con leyes que son justas y equitativas y que se aplican a todas las personas por igual, y no a
decretos o caprichos gubernamentales disfrazados de «leyes». De estas realidades surgen las
responsabilidades de buena ciudadanía, que tienen implicaciones prácticas para todos los sectores sociales,
incluso para los líderes empresariales y las empresas internacionales que se consideran buenos ciudadanos
dedicados a los negocios.
Por ejemplo, un reciente artículo sobre las condiciones laborales de los sectores exportadores
chinos y sobre las cuestiones éticas de producir en China incluía el siguiente comentario sobre la cuestión
de la seguridad en el trabajo: «El gobierno [chino] puede presumir de tener una de las mejores normativas
del mundo en lo relativo a la seguridad en el trabajo. Pero como toda la legislación china, rara vez se
cumple».
Esta afirmación también se puede oír en otras partes. Un consultor de Hong Kong que trabaja para
una empresa de análisis de riesgos manifestó a AI que tenía muchos clientes que querían asegurarse de que
la legislación china se ajustaba a sus códigos de conducta. «En general suele ser así —afirmó el
consultor—, pero todo el mundo sabe que esto no significa nada. Las compañías extranjeras que quieren
hacer negocios en China no quiere saber nada de esto». El director de inversiones de fondos de una
importante compañía británica, Foreign and Colonial, aseguró en una publicación que las grandes
compañías internacionales no iban a incumplir las leyes pero admitió que
cuando los directores de fondos visitan una compañía, rara vez visitan su fábrica. He sido director de
fondos durante ocho años y nunca he visto una violación de los derechos humanos.
Si las empresas internacionales continúan haciendo caso omiso de las persistentes violaciones de
derechos humanos en China será por su propia cuenta y riesgo. Según exportadores y banqueros
occidentales, los bancos chinos se negaron a pagar la mitad de las letras de crédito que les fueron
presentadas durante 1995. En la mayoría de las ocasiones, el pago se retrasó, pero en algunos casos los
bancos se negaron a aceptar las letras de crédito a menos que se renegociaran con precios más bajos. Se
acusa a los bancos de buscar los más mínimos fallos, como errores ortográficos, para rechazar las letras de
crédito, con lo que se genera gran cantidad de trabajo para los bancos occidentales que están absorbiendo
el costo o lo están trasladando al exportador. Uno de los casos sobre los que se tiene información es el de
Troy McBride, que acudió a la audiencia de un Tribunal Intermedio del Pueblo en Hefei para reprogramar
los pagos de una deuda que tenía su empresa con una empresa china. Esta, con el apoyo del juez, insistió
en que McBride debía responder personalmente de la deuda aunque la legislación china no autoriza esta
medida. Después se le sometió a una situación similar al arresto domiciliario. Frankie Leung, abogado de
Los Ángeles, afirma que ha tenido noticias de cinco o seis casos parecidos al mes, y supone que muchos
más no se
Otro factor preocupante para muchos hombres y mujeres de negocios son las penas draconianas
por delitos no violentos. El 1 de noviembre de 1995, el gobierno chino promulgó una nueva ley aprobada
por la Asamblea Popular Nacional. La Asamblea aceptó una decisión que aprobó en junio el Comité
Permanente sobre Sanciones para las Personas que Cometen el Delito de Alterar el Orden Económico y en
la que se proponía la pena de muerte como pena máxima para la mayoría de los casos más graves de
falsificación de moneda, obtención fraudulenta de fondos; fraude en instrumentos de cambio; utilización
de cartas de autorización falsificadas o alteradas para recibir o enviar dinero, recibos de depósito u otras
pruebas de liquidación bancaria, y fraude en letras de crédito.
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Donald Lewis, profesor de Derecho de la Universidad de Hong Kong, advertía lo siguiente a los
inversores extranjeros: «El ámbito de la responsabilidad penal puede ser excesivo. Todas las personas
relacionadas con los presuntos delitos deben ser procesadas [...] incluso el personal del banco que
preparó las letras de crédito y todas las personas que participaron en la transacción». Alfred Chown,
vicepresidente de Cámara de Comercio australiana de Hong Kong afirmaba: «No creo que la pena de
muerte pueda frenar la corrupción [...] El problema de China es que se condenará a personas inocentes».
En 1994 se descubrieron 943 casos que se referían, en total, a 148.559 conjuntos de facturas de impuestos
falsas; las compañías compran a veces estas facturas falsas o robadas sin saberlo. Amnistía Internacional
registró al menos 1865 condenas a muerte (no sólo por delitos económicos) y 1313 ejecuciones en China
durante los seis primeros meses de 1995, pero se cree que estas cifras representan tan sólo una fracción del
total. El gobierno chino no hace públicos datos oficiales sobre la pena de muerte, ya que la considera un
secreto de Estado. Muchas de las penas de muerte se imponen por delitos no violentos. Por ejemplo, el 30
de octubre de 1995, un tribunal de Guandong condenó a muerte a Luo Guohong (treinta y cinco años),
directivo de un banco, por desfalco. Los juicios que se celebran en China no respetan las garantías
establecidas en las normas internacionales. A los acusados no siempre se les permite el acceso a abogados,
y cuando sí hay abogado sólo se les da uno o dos días para preparar la defensa en los casos de pena de
muerte. Con frecuencia, un «comité de resolución» decide con anterioridad al juicio la imposición de la
pena de muerte, y esta decisión rara vez se cambia en el juicio.
Un artículo reciente cita una avalancha de incidentes —cuyas víctimas fueron en su mayoría
hombres de negocios extranjeros de origen chino— en los que ejecutivos extranjeros han sido objeto de
intimidaciones en China, a menudo sin la intervención, o con la aprobación tácita e incluso la
complicidad, de la policía y las autoridades. Uno de estos casos fue el de Troy McBride, de Miami, a quien
se le retuvo el pasaporte por orden de un juez de Hefei (Anhui) y la mafia local le impidió abandonar la
ciudad porque su empresa no había pagado los 486.000 dólares que debía a una empresa de la zona (véase
supra) .En otro caso, un comerciante británico estuvo secuestrado tres días en Guangdong en manos de
unos hombres armados con pistolas de descargas eléctricas. También, según se ha dicho, dos australianos
fueron víctimas de coerciones. Los expertos jurídicos subrayan que estas tácticas no son nuevas en China,
y si se producen más actualmente, se debe al incremento reciente del volumen de comercio con el
extranjero. Los hombres de empresa de origen chino con pasaporte extranjero son las víctimas más
habituales, ya que se los sigue considerando chinos y se los trata como tales. Un experto en derecho
chino hizo recientemente la siguiente advertencia sobre los riesgos para los empresarios de origen étnico
chino:
Si las autoridades chinas estiman que son ciudadanos chinos, se les puede acusar de un «delito
antirrevolucionario» contra el gobierno por comentarios que hayan realizado sobre China
cuando se encontraban en otro país. A las autoridades les basta con asegurar que una persona de
origen chino es ciudadano de la República Popular para negarle los servicios consulares del país
en que residía.
El caso de James Peng demuestra la vulnerabilidad de las personas de origen chino en China.
James Peng, nacido en Guangdong, adquirió la nacionalidad australiana en 1991. Peng era el presidente de
Shenzhen Champaign, grupo textil, inmobiliario y comercial que fundó junto a otros socios a finales de la
década de los ochenta y que fue la primera empresa conjunta entre China y otro país que cotizó en un
mercado de valores chino. En 1992 tuvo desavenencias con el gobierno de Shenzhen y ganó en un juicio
ante el Tribunal Superior del Pueblo de Guangdong, que afirmó el derecho de Peng a la propiedad de la
compañía.
Para ganarse otra vez el favor de las autoridades chinas, Peng contrató a dos personas con
contactos del máximo nivel, uno de ellos Ding Peng, sobrina de Deng Xiaoping. Esta maniobra tuvo
efectos perversos: con el apoyo del gobierno de Shenzhen, Ding arrebató el control de la compañía a Peng.
Peng consiguió una orden en el Tribunal Supremo de Hong Kong para impedir la transferencia de
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acciones. Le pidieron que desistiera de su demanda judicial. Él se negó y varias semanas después, en el
verano de 1993, lo secuestraron en Macao y lo entregaron a la policía china. Lo llevaron a Shenzhen donde
lo mantuvieron detenido durante casi dos años en el centro de detención de Meiling. Mientras tanto, Ding
había cambiado la denominación de la empresa a Shenzhen Fountain y se había convertido en su
presidenta.
El 17 de noviembre de 1994, Peng fue procesado por las acusaciones de desfalco y apropiación
indebida de fondos públicos. El juicio duró un día y el juez se reservó su decisión. El 21 de diciembre de
1994 se remitió el caso al fiscal de Shenzhen con el fin de profundizar en la investigación. Posteriormente,
el caso pasó del fiscal al tribunal y viceversa hasta que el 19 de septiembre de 1995 el consulado
australiano de Guangzhou fue informado de que el juez había llegado a una decisión.
El 28 de septiembre de 1995, a pesar de que la acusación no había aportado ninguna prueba nueva
para apoyar sus argumentos, el Tribunal Intermedio del Pueblo de Shenzhen condenó a Peng a dieciocho
años de prisión y deportación por apropiarse de fondos de la empresa. No se aclaró cuántos años debía
cumplir antes de producirse la deportación. Se le dio un plazo de diez días para presentar una apelación. El
ministro australiano de Asuntos Exteriores, Gareth Evans, afirmó: «Si casos como este pueden suceder, la
gente va a tener muy en cuenta, y durante mucho tiempo, los peligros de hacer negocios en China». El
periódico The Sydney Morning Herald comentó: «Según las informaciones que nos han llegado, el año
pasado [la delincuencia en China] ha aumentado el 66,2%. Una nueva variante es la toma de rehenes y la
petición de un rescate. La prensa de Hong Kong ha informado de unos setenta secuestros en China,
principalmente de empresarios chinos y Hong Kong».
Otra denuncia inquietante de un caso de secuestro se produjo cuando dieciséis chinos del
continente secuestraron a plena luz del día a un funcionario del gobierno de Hong Kong que debía dinero y
lo introdujeron en una embarcación con destino a Guandong (la policía marítima consiguió rescatarlo
después de una persecución). Un ejecutivo chino, Chen Xianxuan, que estaba en conflicto con otra
empresa, fue secuestrado en junio y entregado a las autoridades de Shenzhen. Uno de los secuestradores de
Chen era policía. Tras una manifestación de los empleados de Chen en el exterior del club de golf en el
que fue secuestrado, que atrajo la atención de la prensa de Hong Kong, las autoridades de Shenzhen
forzaron su liberación y Wang fue detenido, según la información, por órdenes directas de Pekín.
Otros informes aseguran que la corrupción es la regla habitual de los negocios en China. Una
reciente investigación realizada en Shenzhen descubrió 156 casos de cohecho en los que estaban
involucrados 73 cargos del Partido Comunista Chino. Este año se han recibido informes de tres mil
quinientos casos de corrupción. «Los corruptos y los violentos nunca se quedan sin víctimas. Atraídas por
los bajos costos de puesta en marcha y la mano de obra barata, las empresas extranjeras han llegado en
tromba al sur de China. [...] Casi todas las empresas de Hong Kong han cruzado la frontera, invirtiendo
cinco mil millones de libras [en Guangdong] y dando trabajo a cuatro millones de chinos». En una
campaña anticorrupción de ámbito nacional se ha descubierto y sancionado a casi cincuenta mil
funcionarios en la primera mitad de 1995. El 18 de agosto de 1995, se creó un equipo destinado a vigilar la
recaudación de tributos, a excepción de los impuestos, a las empresas con financiación extranjera. El
equipo está encabezado por el vicegobernador del provincia de Fujian, Zhang Jiakun, y fue aprobado por
el secretario provincial del Partido, Jia Qinglin. Según algunos estudios, los inversores extranjeros se han
mostrado críticos tanto por la cantidad de tributos que tienen que pagar y por el número de organismos
recaudadores, lo que facilita la confusión y la corrupción.
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La contribución de las empresas en la promoción de las normas internacionales de derechos humanos.
Uno de los principales argumentos que las compañías internacionales utilizan para rechazar
acciones concretas en materia de derechos humanos es que estas actuaciones supondrían un abandono de
su neutralidad política y pueden forzarlas a oponerse a leyes y normas de los países en los que desarrollan
sus actividades. Sin embargo, los derechos humanos básicos están consagrados en la mayor parte de las
constituciones y en el derecho consuetudinario internacional en materia de derechos humanos, así como en
los tratados y acuerdos que los Estados han firmado libremente. Incluso las «medidas de emergencia»
deben adecuarse a las normas internacionales de derechos humanos.
Lo cierto es que las organizaciones no estatales pueden contribuir a promover y proteger los
derechos humanos manteninéndose independientes de todos los partidos políticos y gobiernos y siendo
escrupulosamente imparcial. Amnistía Internacional lo hace basándose exclusivamente en un Mandato de
derechos humanos derivado de las normas internacionales en la materia. No hay ningún motivo para que
las empresas internacionales no puedan basar también sus normas y directrices éticas en las normas
internacionales de derechos humanos.
La Declaración Universal de Derechos Humanos no está dirigida únicamente a los gobiernos, sino
que hace un llamamiento para que «tanto individuos como instituciones [...] promuevan, mediante la
enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren, por medidas progresivas de
carácter nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación universales y efectivos [...]». Todas las
empresas tienen la obligación de promover el respeto por las normas internacionales de derechos
humanos, y se las puede alentar a que lo hagan de diversas formas. Además de la Carta Internacional de
Derechos Humanos, del Convenio contra la Tortura y de los Pactos Internacionales sobre Derechos Civiles
y Políticos y sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales, los Convenios de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) incluyen normas que las empresas pueden promover. Los Convenios 87 y
98 de la OIT obligan a los gobiernos a respetar el derecho a la libertad de asociación y a la negociación
colectiva, lo que requiere el apoyo activo de las empresas.
Siempre que las empresas internacionales se vean supeditadas a organismos policiales corruptos
que abusan de su poder, encontrarán que existen normas internacionales específicas de derechos humanos
que pueden promover para contrarrestar este hecho. El Código de Conducta para Funcionarios Encargados
de Hacer Cumplir la Ley, los Principios Básicos de las Naciones Unidas sobre el Empleo de la Fuerza y de
Armas de Fuego por los Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley, las Reglas Mínimas para la
Administración de la Justicia de Menores, las Reglas Mínimas de la ONU para el Tratamiento de los
Reclusos, Conjunto de Principios para la Protección de Todas las Personas Sometidas a Cualquier Forma
de Detención o Prisión y el artículo 3 común a todos los Convenios de Ginebra especifican cual es la
conducta que cabe exigir a los funcionarios policiales, para la cual deben recibir la pertinente formación.
Los directivos de empresa que comprendan la importancia de estas normas internacionales y que
adoptan una postura reflexiva sobre el futuro de su empresa procurarán tomar medidas para promover los
derechos humanos en el contexto nacional en el que se desenvuelven. En relación con China, esto puede
significar que los directivos de empresas aprovechen las oportunidades de forma creativa para:
(a) poner a disposición de los empleados de la empresa y de la comunidad en general información sobre
derechos humanos, tanto extraoficial como oficialmente, si fuera posible;
(b) tratar cuestiones relativas a los derechos humanos con otros directivos y directivos en formación en las
asociaciones y escuelas empresariales;
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(c) contribuir a fundar colecciones de libros y vídeos accesibles para los empleados en los que se incluyan
asuntos relativos a los derechos humanos;
(d) contribuir, a título individual y siempre que sea posible, a documentar casos en los que las leyes o
reglamentos no cumplan con las normas internacionales de derechos humanos y casos de abusos contra
estos derechos;
(e) impedir el uso inadvertido de bienes producidos en parte o en su totalidad por presos sometidos a
malos tratos graves o a torturas;
(f) adoptar y aplicar de forma pública una política de empleo no discriminatoria en consonancia con las
normas de la OIT y con otras normas internacionales al respecto, y que incluya la protección de las
opiniones políticas y una declaración de apoyo de la empresa, como cuestión de principios, a la
Declaración Internacional de Derechos Humanos;
(g) fomentar la libertad de asociación y de expresión en el lugar de trabajo, tal y como estipulan los
convenios de la OIT y tal y como permite el artículo 35 de la Constitución China y el libro blanco del
gobierno chino sobre derechos humanos de agosto de 1992;
(h) dialogar con las autoridades chinas en los ámbitos local, provincial y nacional sobre preocupaciones en
el campo de los derechos humanos, incluidos los casos de reclusión política.
Conclusión
La vaguedad de los códigos y principios éticos ha sido considerada por algunos como una ventaja,
si bien en las condiciones actuales, la experiencia demuestra que esa vaguedad puede ser fuente de
confusión para los directivos que se enfrentan a problemas potencialmente embarazosos que surgen a
partir de asuntos complejos en materia de derechos humanos y que afectan a las empresas. La mera
apelación al derecho nacional resulta inadecuada para llegar a soluciones razonables y prácticas. Estos
problemas sin resolver pueden ser encubiertos, pero posteriormente estorbarán y obstaculizarán a largo
plazo el bienestar y desarrollo efectivos de los empleados y clientes de la empresa, así como el
funcionamiento eficaz de las autoridades públicas de las que depende la empresa. Por último, el respeto a
las normas internacionales de los derechos humanos a largo plazo favorece objetivamente a todos, y
aunque la comunidad empresarial parece haberse incorporado tardíamente a este proceso, va a tener que
acudir cada vez más frecuentemente a directrices prácticas para contribuir a promover el respeto a los
derechos humanos.
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