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Guía de lectura: «Plenilunio» www.planetalector.com -1- SOLUCIONARIO PLENILUNIO ANTONIO MUÑOZ MOLINA SOLUCIONARIO: por Enrique Sánchez Zapatero Capítulo 1 1. El inspector se educó en cierta “Residencia” (p. 9) religiosa, de la que sobre todo recuerda la disciplina y la mirada severa que “el padre Orduña paseaba (…) por la fila de niños (…) mientas aguardaban un castigo” (p. 13). Más adelante, siendo ya policía pero todavía joven, se casó y fue trasladado a Bilbao (p. 19). Allí deducimos que transcurrieron muchos años amargos para la pareja, “años en los que sólo al marcharse comprendieron que habían pasado, sin atención ni provecho, desde la última juventud hacia otra edad que no podía llamarse razonablemente madurez” (p. 19). La amargura que trasluce ese tiempo parece provocada por la sensación de estar en “una tierra tan hostil y tan lejana de la suya” (p. 12), en la que la probabilidad de que un policía sufriera un atentado era objetivamente mayor que en cualquier otro lugar de España y que sobre todo la esposa ha vivido con absoluta desazón: “esperaba sentada cerca del teléfono y enfrente del televisor encendido, o al otro lado de los visillos (…) sobresaltada por cualquier cosa, por un timbrazo, por el petardeo de un coche, por una alarma que saltaba en alguna tienda de la vecindad” (p. 11). Esa etapa de su vida ha pasado factura también en los sentimientos, pues, según describe el narrador, el inspector se acuesta sin apenas tocar “el cuerpo de ella, que no deseaba desde hacía tanto tiempo” (p. 11). Nuestro personaje, pues, es un hombre instalado en la cincuentena (sus recuerdos del padre Orduña son de “cuarenta años atrás”, p. 13) y que vive la vida desde una perspectiva distante y resignada (“en la que (…) habitaba como en una inhóspita provisionalidad tal vez definitiva”, p. 19). 2. La acción debe de situarse en la España de los años noventa, puesto que el inspector recuerda su presencia en Bilbao con la ansiedad, sensación de peligro y amargura del policía extraño que arriba a una ciudad hostil acosada por la acción de ETA. Fue en la década de los setenta y ochenta cuando la acción del grupo terrorista resultó más acuciante para los cuerpos de seguridad del estado. En el momento en que se sitúa la acción narrativa han pasado unos años desde esa época y nuestro protagonista se encuentra en otra ciudad española, lejos el País Vasco.

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SOLUCIONARIO PLENILUNIO

ANTONIO MUÑOZ MOLINA SOLUCIONARIO: por Enrique Sánchez Zapatero Capítulo 1 1. El inspector se educó en cierta “Residencia” (p. 9) religiosa, de la

que sobre todo recuerda la disciplina y la mirada severa que “el padre Orduña paseaba (…) por la fila de niños (…) mientas aguardaban un castigo” (p. 13). Más adelante, siendo ya policía pero todavía joven, se casó y fue trasladado a Bilbao (p. 19). Allí deducimos que transcurrieron muchos años amargos para la pareja, “años en los que sólo al marcharse comprendieron que habían pasado, sin atención ni provecho, desde la última juventud hacia otra edad que no podía llamarse razonablemente madurez” (p. 19). La amargura que trasluce ese tiempo parece provocada por la sensación de estar en “una tierra tan hostil y tan lejana de la suya” (p. 12), en la que la probabilidad de que un policía sufriera un atentado era objetivamente mayor que en cualquier otro lugar de España y que sobre todo la esposa ha vivido con absoluta desazón: “esperaba sentada cerca del teléfono y enfrente del televisor encendido, o al otro lado de los visillos (…) sobresaltada por cualquier cosa, por un timbrazo, por el petardeo de un coche, por una alarma que saltaba en alguna tienda de la vecindad” (p. 11). Esa etapa de su vida ha pasado factura también en los sentimientos, pues, según describe el narrador, el inspector se acuesta sin apenas tocar “el cuerpo de ella, que no deseaba desde hacía tanto tiempo” (p. 11). Nuestro personaje, pues, es un hombre instalado en la cincuentena (sus recuerdos del padre Orduña son de “cuarenta años atrás”, p. 13) y que vive la vida desde una perspectiva distante y resignada (“en la que (…) habitaba como en una inhóspita provisionalidad tal vez definitiva”, p. 19).

2. La acción debe de situarse en la España de los años noventa, puesto que el inspector recuerda su presencia en Bilbao con la ansiedad, sensación de peligro y amargura del policía extraño que arriba a una ciudad hostil acosada por la acción de ETA. Fue en la década de los setenta y ochenta cuando la acción del grupo terrorista resultó más acuciante para los cuerpos de seguridad del estado. En el momento en que se sitúa la acción narrativa han pasado unos años desde esa época y nuestro protagonista se encuentra en otra ciudad española, lejos el País Vasco.

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2. La esposa del inspector está ingresada en un sanatorio (pp. 14, 19). Sin duda ese destino está relacionado con la larguísima temporada vivida en Bilbao. La mujer del policía ha sufrido tanto miedo y ha esperado tanto tiempo la huida a otra ciudad, que cuando llega la noticia del traslado, éste ya no se espera, ya no se recibe como la posibilidad de una vida mejor, porque la tristeza lo ha inundado todo. Por eso la noticia es, como dice el narrador, un enorme “sarcasmo”, una ironía cruel que ya no salva a la esposa.

3. La experiencia vivida por el inspector en la Residencia en que se educó se recuerda con temor, y el sentimiento del niño culpable que espera su castigo en cuanto el padre adoctrinador pose sus ojos (“pequeños, miopes, fatigados, adivinadores”, p. 9) sobre él surge ahora en la mente del inspector con el estremecimiento casi intacto que sintió mucho tiempo atrás. Porque en este momento el inspector tiene ante sí la enorme responsabilidad de desenmascarar al asesino de una niña. Adquiere, así, el papel que tuvo el padre Orduña antaño. Y, como aquél, piensa que semejante culpabilidad, la de un crimen tan atroz, no puede no dejar huella en la mirada del ejecutor (“de alguien que había visto algo demasiado monstruoso para ser suavizado o desdibujado por el olvido, unos ojos en los que tenía que perdurar algún rasgo o alguna consecuencia del crimen”, p. 9). Porque “la cara es el espejo del alma” (p. 13), también incluso del “alma emboscada” o del “espejo vacío que no reflejaba nada, ni el remordimiento ni la piedad, tal vez ni siquiera el miedo a la policía” (p. 14).

4. Fátima (p. 16) debía de ser una niña de unos nueve o diez años puesto que hace apenas uno había hecho la comunión (p. 17). Una tarde no vuelve a casa “después de ir a comprar una cartulina y una caja de ceras a la papelería” (p. 16) llamada Sagrado Corazón. De allí se la había visto bajar “hacia el paseo de la Cava y los jardines, en el extremo sur de la ciudad, al filo de la ladera plantada de pinos que terminaba en las huertas, en las primeras ondulaciones del valle” (pp. 15-16). Allí, en un pequeño parque (p. 12), un día después de su desaparición, en un terraplén, unos barrenderos del ayuntamiento descubren su cuerpo por casualidad (p. 16). Tenía rastros de sangre masculina, residuos de piel, pelos, colillas con saliva (p. 14) pero no semen (p. 17). El forense determina que había muerto hacia las nueve de la noche (p. 16), asfixiada por “un tejido desgarrado y manchado de sangre” (p. 17) que taponaba su boca.

5. Ferreras es el nombre del médico forense (p. 16). 6. La madre de Fátima parece una mujer abierta, directa y con los

sentimientos a flor de piel; el padre, en cambio, parece un hombre muy contenido. Ante la primera noticia, ella “gritó y cayó al suelo”

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(p. 18), mientras que él “no lloró”; sólo atinó a abrir “la boca tensando mucho la mandíbula inferior” (p. 17), con unos ojos “secos y rojos, los ojos de quien no ha dormido y no va a dormir en mucho tiempo, y aunque durmiera no encontraría el descanso” (p. 17). La madre, en cambio, sí solloza y se limpia la nariz continuamente y es capaz de hablar de la niña, quiere recordarla y por eso le pone al inspector el vídeo de su comunión, a la vez que lo agasaja, “con hospitalidad incongruente”, con una cerveza y un platito de aceitunas (pp. 16-17).

7. VOCABULARIO: Sigilo: „Silencio cauteloso‟. Vítreo: „Parecido al vidrio‟.

Capítulo 2 1. El capítulo se abre y se cierra con el mismo intercambio de saludos

por parte de Orduña y del inspector: “Alabado sea Dios, dijo el padre Orduña (…) Sea por siempre bendito y alabado”, contesta el policía (pp. 20 y 26). Esta es la única acción que se sitúa en el momento de la narración, en la contemporaneidad de lo que se ha relatado hasta aquí. El resto es un cúmulo de recuerdos que vienen a la mente del inspector precisamente en el momento en que se encuentra, tantos años después, ante quien fuera su profesor de escuela. Son, por lo tanto, acciones que ocurren en el pasado. Todo el capítulo es un flash back en torno a la figura del padre Orduña.

2. El asalto de la policía a la casa del padre Orduña se relata en las páginas 23-24. El sacerdote está diciendo una misa a jóvenes acólitos con quienes comparte “pobreza” y “persecución”; por eso se nos dice que están discutiendo “la epístola de San Pedro”, es decir, la doctrina teológica, a la vez que “los escritos de Lenin sobre activismo sindical”, en un momento de los años sesenta y setenta en que el marxismo, así como la exaltación y la lectura de ciertos libros y figuras (el Che Guevara o Antonio Machado, presentes en casa del sacerdote, entre ellos) se encuentran prohibidos en España. La policía revuelve el piso en busca de este tipo de material.

Este incidente provoca un duro castigo. Los superiores de Orduña le quitan todo aquello que pueda inducir a expandir su conocimiento y su ideario a los demás: le relevan de los deberes pastorales y le dejan decir solamente una misa, la de las 7.30h de la mañana, a la que es prácticamente imposible que acuda mucha gente.

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3. La jerarquía eclesiástica ha castigado con dureza determinadas corrientes progresistas dentro de la Iglesia.

Por ejemplo, el destacado teólogo y representante de la Teología de la Liberación Leonardo Boff fue sometido a un proceso por parte de la Sagrada Congregación la Doctrina de la Fe y condenado en 1985 a un año de “silencio” y depuesto de todas sus funciones editoriales y académicas en el campo religioso. En 1992 estuvo a punto de ser de nuevo silenciado por Roma, para evitar que participara en el Eco-92 de Río de Janeiro, lo que finalmente le movió a dejar la orden franciscana, y el ministerio presbiteral.

También el sacerdote español Pere Casaldàliga ha tenido problemas con la curia romana. Obispo de Sao Felix do Araigua desde 1971, en 1988 recibió una seria advertencia por parte de la Santa Sede que criticó su apoyo a la causa sandinista y a la Teología de la Liberación. Al cumplir los 75 años desde el Vaticano se le recordó que debía presentar su dimisión, pero el religioso decidió permanecer en la diócesis y reclamó la participación de la comunidad en la elección de su sucesor, a pesar de que la Santa Sede le recomendó abandonar el país.

Otro nombre destacado en esta lista es Hans Küng, teólogo que desde 1995 preside la Fundación por una Ética Mundial pero a quien el Vaticano ha prohibido que enseñe teología católica, a pesar de lo cual sigue impartiendo docencia en la Universidad de Tubinga como profesor emérito.

Desde una perspectiva distinta, la jerarquía eclesiástica comienza a castigar a sacerdotes que incurren en delitos, fundamentalmente por cometer abusos sexuales. El escándalo a propósito de la pederastia sacerdotal ha alcanzado dimensiones mundiales, con casos en Estados Unidos, Irlanda, Alemania o, recientemente, en Escocia, cuyo arzobispo, Keith O‟Brien, se ha visto obligado a renunciar a su cargo.

4. Según se nos cuenta, el primer castigo no hizo que el padre Orduña renunciara a sus ideales y en las misas mañaneras seguía pronunciando sermones y eligiendo determinados fragmentos del Nuevo Testamento, a pesar de que eso le estaba prohibido (p. 24). La carcunda lóbrega hace referencia sin duda a la elite católica rancia, retrógrada (carcunda) y triste (lóbrega) de una ciudad que renegó de uno de sus ciudadanos más conocidos y ejemplares (su hijo pródigo), aquel Padre progresista, para condenarlo “al destierro”.

Dado que el narrador habla de “expulsión de la Compañía” (p. 23) cabe pensar que Orduña era jesuita.

5. En la actualidad, Orduña sigue diciendo esa misérrima misa de las 7.30h de la mañana, a la que a veces acuden “dos o tres mujeres

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serias y aisladas” (p. 25), luego desayuna frugalmente en el comedor de la residencia en que vive y se dedica a organizar, como si de un archivador se tratara, la correspondencia de toda una vida. Oye la radio, polemiza con los locutores en voz alta y, en definitiva, pasa solo la mayor parte del tiempo y apenas recibe visitas. Por eso casi se le saltan las lágrimas cuando el inspector aparece a su puerta.

6. Louis Althusser (1918-1990) fue un reputado filósofo marxista. 7. VOCABULARIO:

aterido: „Pasmado de frío‟. orante: „Que ora o que está en actitud de orar‟. benevolencia: „Simpatía y buena voluntad hacia las personas‟.

Capítulos 3 y 4 1. El tejido que en el primer capítulo se nos decía que taponaba la

boca de Fátima, sabemos ahora que procedía de sus propias bragas “saliendo de ella como de un vómito o una excrecencia” (p. 28).

2. Desde la perspectiva del inspector, el capítulo describe a una comunidad de ciudadanos en la que todos guardan algún secreto: padres que han buscado el calor de una prostituta, maridos que se citan con muchachos (pp. 30-31), hombres y mujeres solos que huyen del trabajo o de su propia sombra (pp. 36-37)… Entre todos estos “portadores de secretos ruines o atroces o miserables o pueriles” destaca uno: el asesino. Él es “el dueño absoluto del peor de todos los secretos, de la peor de todas las infamias nunca confesadas” (p. 31), por eso el narrador lo llama “monarca clandestino”.

3. Sin duda el inspector fue a visitar a Orduña en busca de ayuda para el caso del asesinato de Fátima. Del episodio narrado en la página 32 deducimos que acudió allí con “las carpetas con las fotografías y las fichas” y que estuvo a punto de salir huyendo cuando el sacerdote no pareció asustarse ante el relato del policía sino que, al contrario, lo observó como uno más de tantos “actos vergonzosos” conocidos en el secreto del confesionario.

4. El asesinato ocurre en octubre, a la vez que marcha el verano (p. 39), mientras que la visita al padre Orduña se enmarca en pleno noviembre (p. 32).

5. El asesinato ocurre con luna llena (p. 29) y, según el inspector, el hombre debió de sufrir una metamorfosis parecida a la del Hombre Lobo, alguien “que no debería tener un aspecto amenazador y que de pronto se convirtió [para Fátima] en un monstruo más horrendo

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que los de las peores pesadillas” (p. 32). El policía continúa, pues, intentando situarse en el punto de mira del hombre “normal” capaz de animalizarse para herir, maltratar y matar.

6. El inspector tiene remordimientos porque cada día retrasa el momento de llamar a su esposa al sanatorio y, por ejemplo, se siente aliviado si al hacerlo se encuentra con que la línea está ocupada (p. 33). Esto ocurre “porque le costaba mucho sostener una conversación fluida con ella” (p. 36). La esposa se encuentra ausente, a veces no contesta, otras parece que no oye y a menudo llora.

7. El narrador animaliza a los medios de comunicación al compararlos con “una colonia tumultuosa de aves migratorias” (p. 40) que coparon la plaza del general Orduña, delante de la comisaría, en cuanto saltó a la luz el caso del asesinato de Fátima, pero que luego “empezaron a desaparecer con el mismo estrépito de pájaros migratorios con que habían llegado” (p. 41) a medida que pasaban los días sin más noticias.

8. La acción se sitúa en una ciudad de provincias española que, según se menciona, no es Sevilla. También queda explícitamente descartada la capital madrileña (p. 40).

9. La niña desapareció a las siete menos cuarto. A esa misma hora los padres de Fátima comienzan a recibir, día tras día, la llamada de alguien que permanece en silencio. Por ello se baraja la posibilidad de que sea el asesino quien telefonea.

Ese tipo de amenaza velada le recuerda al inspector a su propia experiencia en Bilbao, cuando recibía llamadas de teléfono en las que “una voz joven le anunciaba que iba a morir” o sobres sin franqueo con una foto antigua del policía con una cruz trazada con bolígrafo con las letras R.I.P. (p. 42).

10. VOCABULARIO: indeleble: „Que no se puede borrar o quitar‟. atroz: „Fiero, cruel, inhumano‟. jirón: „Pedazo desgarrado del vestido o de otra ropa‟. atestado: „Instrumento oficial en que una autoridad o sus

delegados hacen constar como cierto algo. Se aplica especialmente a las diligencias de averiguación de un delito, instruidas por la autoridad gubernativa o Policía judicial como preliminares de un sumario‟.

Capítulo 5 1. En este capítulo descubrimos que Fátima tenía dos hermanos

pequeños.

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2. Sobre todo un cabello corto muy negro (p. 46), la impresión de una mano en el chándal de la niña y cinco colillas de cigarrillo marca Fortuna (p. 48).

3. La dependienta de la papelería donde fue a comprar la cartulina y la caja de ceras, quien recuerda que acudió hacia las seis y media porque acababa de encender las luces de la tienda (p. 48).

4. Susana Grey define esa seriedad antigua de clase trabajadora como aquella “que aprendían antes los niños de las familias trabajadoras” que “los acostumbraban desde pequeños a la conciencia del esfuerzo y el valor de las cosas” (p. 50).

Respuesta libre. 5. La profesora Susana Grey no deja de pensar que si no hubiera

encargado un trabajo manual a los niños de la clase de Fátima, ella no hubiera tenido que ir a la papelería a comprar cartulina y colores y quizá, por tanto, la niña no hubiera muerto. También la madre se tortura pensando que ese fatídico final se hubiera evitado si ella hubiera insistido más en que la acompañara a comprar en lugar de quedarse a acabar sus deberes. Igualmente, si el padre no la hubiera dejado salir, probablemente la hija todavía estaría viva (p. 53).

5. VOCABULARIO: reprobación: „Acción y efecto de reprobar (No aprobar, dar por

malo)‟. embotado: „Enervado, debilitado, menos activo y eficaz‟. morosidad: „Lentitud, dilación, demora‟.

Capítulos 6 y 7 1. El narrador compara las consecuencias de la llegada del invierno,

con la repercusión de la noticia del asesinato de Fátima: igual que cuando arriba el frío y la lluvia, las gentes salen menos y las casas se cierran más, así también la sabida presencia de un asesino suelto en la ciudad expande narraciones fantásticas, recelos ante cualquier desconocido y noches llenas de oscuridad y amenaza (pp. 55-56).

2. El diálogo que aquí se reproduce es el que relata la visita al padre Orduña por parte del inspector que hemos conocido en el capítulo 2.

3. El subinspector expresa claramente la impresión extendida entre aquella carcunda lóbrega de la ciudad de provincias: el desdén se hace patente hacia un “cura rojo” que “cambió la sotana por el mono azul” de obrero y que avergonzó a su familia, “una de las mejores (…) de aquí”, cuando gracias a sus “hazañas” fue llevado

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a comisaría en más de una ocasión, pero a quien los años “han suavizado mucho” (p. 59).

4. En cierto modo sí, porque dice el narrador que gracias a él consiguió una beca para estudiar el bachillerato y de ahí seguir luego su carrera profesional. Por eso mismo, el inspector siente tantos remordimientos ante el sacerdote, a quien dejó de escribir hacía muchos años (pp. 59-60) y al que ha ido a ver solo después de permanecer varios meses en la ciudad (p. 58).

5. Catorce (p. 61). 6. A la altura de la página 62, la atención se focaliza en el padre

Orduña para que el narrador, a través de él, nos describa al inspector: “habría rebasado los cincuenta años” y tenía “la cara áspera y rojiza, el pelo canoso, revuelto y escaso, el cuello envejecido y no muy bien afeitado”. Poco más adelante (p. 63) lo compara con la imagen que tiene de cuando era niño: “un chico flaco, recordaba, con la cicatriz de alguna pedrada muy visible entre el pelo rapado, con alpargatas, con calcetines grises, con un mandil gris y un cuello de celuloide blanco, con sabañones en las manos y en las orejas, con grandes ojos de asombro y desamparo infantil que por fortuna no sólo estaban guardados en la fragilidad de la memoria de un viejo”.

Respuesta libre. 7. Entre las ceremonias que suceden a la desgracia, la ciudad se

hermana en torno al entierro de la niña (p. 67), la venera casi como si de una mártir se tratara, colgando fotografías suyas aquí y allá (p. 71) o acude a ver el lugar exacto en donde había aparecido su cadáver (p. 68).

Respuesta libre. 8. Es precisa e irónicamente una mujer de fuera de la ciudad, una

“mujer enlutada, de unos sesenta años” más o menos vulgar (“con tacones chatos y torcidos”), de esas “que vienen de los pueblos de las cercanías a hacer compras o a sacarse el carnet de identidad y se asustan del tráfico” (pp. 65-66) quien arriba, por fin, a la comisaría para, después de esperar dos horas al inspector, ofrecer una pista crucial sobre el asesinato: ella vio a la niña con un hombre joven a quien le sangraba un poco una mano y que le pasaba la otra a la niña “por el hombro” (p. 75)

7. VOCABULARIO: buhonero: „Vendedor ambulante‟. ascético: „Dicho de una persona: Que se dedica particularmente a

la práctica y ejercicio de la perfección espiritual‟. desidia: „Negligencia, inercia‟. angosto: „Estrecho o reducido‟. nimio: „Insignificante, sin importancia‟.

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Capítulo 8 1. Los pronombres femeninos (“ella”) y el ambiente que se describe

(“la sala de profesores”, “la escuela”) permiten deducir al lector, desde la primera página, que el foco narrativo se ha desplazado aquí hacia la profesora, Susana Grey.

2. Susana Grey llegó a la ciudad “con veintidós”, recién casada y embarazada (p. 77). De eso hace ya “quince años” (p. 79), porque ella tiene “treinta y siete” (p. 84). Al poco de nacer su hijo, cuando “no había cumplido tres años”, su marido la dejó (p. 85). Y desde entonces ella ha permanecido en la ciudad, donde “desde hace unos meses atrás” vive sola (p. 78) porque el hijo adolescente (de “catorce años”), ha querido irse a vivir con su padre (p. 89).

3. Cuando Susana llega por primera vez a la escuela, esta es un edificio solitario a las afueras, desde donde se ven cipreses, olivares, campos de trigo y cebada, y un arcaico molino de aceite “desde el que llegaba en invierno un olor muy fuerte a aceitunas machacadas” (p. 76). A ese lugar acude en realidad empujada por su marido, oriundo de esa ciudad, en la que piensa ejercer el oficio de alfarero “en el taller que había heredado de su padre” (p. 85). Parece, pues, que la ciudad en la que transcurre la acción es una pequeña ciudad de provincias del sur, en donde la artesanía y el cultivo de la aceituna son todavía oficios preponderantes. A ello hay que sumar alguna otra “pista” surgida en capítulos anteriores. Sobre todo el hecho de que los periodistas que cubren el asesinato lleguen, según el narrador, “de la capital de la provincia, de Sevilla y Madrid”, p. 40). La ciudad del sur, por tanto, no es Sevilla ni tampoco Jaén, capital de provincia. Podría tratarse, quizá, de Úbeda, la pequeña urbe jienense de donde es originario el propio Muñoz Molina.

4. Susana es de Madrid (p. 77). 5. A Susana le atrae el inspector, “ese desconocido, tal vez no porque

le pareciera atractivo, sino porque era forastero y no tenía aspecto de acomodarse con facilidad a la ciudad, y eso le hacía imaginarlo vagamente parecido a ella” (p. 81). Ambos comparten una experiencia extraña respecto a una ciudad en la que han vivido (él, en Bilbao, ella allí) “en vano tantos años” (p. 82).

6. Respuesta libre. 7. Simone Klein Ansaldy, conocida como Simone Ortega (1919-2008)

fue una conocida autora de libros de cocina. Su título más famoso,

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1.080 recetas de cocina, fue una de las obras más vendidas en España y en la década de los ochenta estaba presente prácticamente en todas las casas.

8. La canción de Joan Manuel Serrat se titula Tiempo de lluvia. En este link se puede escuchar su versión en directo de 1969 (http://www.youtube.com/watch?v=8wpGrq5s8WQ). A Susana le parece que “estaba hecha para ella” porque describía un comienzo de tiempo otoñal que coincide con el momento vital de un septiembre en que ella, con veintidós años, recién casada y embarazada, comienza una nueva vida que se aparece con tintes totalmente positivos, en los que “vivir de beso en beso entre paredes de yeso y dejar los días correr”, tal como dice la canción.

9. VOCABULARIO: abrumador: „Que abruma, que agobia y preocupa gravemente‟. taxativo: „Que no admite discusión‟- ensimismado: „Abstraído, sumido o recogido en la propia

intimidad‟. Capítulo 9 1. Como hemos visto, nuestro protagonista ha pasado catorce años

en Bilbao, siempre pendiente de la amenaza y del peligro inminente tras de cualquier esquina. Por eso está acostumbrado a tomar todo tipo de precauciones, especialmente en los lugares públicos. Es ahí donde “no se debe dar la espalda a las puertas” y en donde en cualquier momento, según él, “alguien con un aspecto normal” es capaz de adelantar el brazo y matar en un instante (p. 91).

2. El atentado que más se acerca al escenario que aquí describe el inspector es seguramente el de Gregorio Ordóñez, diputado del parlamento vasco por el Partido Popular, que fue asesinado el 23 de enero de 1995, en vísperas de las elecciones municipales a la alcaldía de San Sebastián, mientras comía en el restaurante La Cepa de la ciudad con sus compañeros del ayuntamiento.

3. En el imaginario común, el forense se nos aparece como una persona más o menos mayor, convencional, seria y un tanto taciturna… Ferreras, en cambio, conduce una moto, calza botas, viste cazadora con varias “hebillas y pliegos”, tiene la cara muy morena “como si acabara de llegar de una guerra tropical” (p. 93) y no soporta a las personas reservadas, porque a él también “le costaba mucho permanecer callado” (p. 97).

4. Ferreras acude a la cita con el inspector muy nervioso porque ha acabado la autopsia del cuerpo de Fátima. Sus resultados son lo que ha venido a enseñar al policía. Y le molesta profundamente