INSURGENCIA Y REPUBLICANISMO

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INSURGENCIA Y REPUBLICANISMO

P U B L I C AC I O N E S D E L

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICASESCUELA DE ESTUDIOS HISPANO-AMERICANOS

N.º general catálogo 446

Las noticias, asertos y opiniones contenidos en este trabajoson de la exclusiva responsabilidad de los autores. ElConsejo Superior de Investigaciones Científicas sólo res-ponde del interés científico de sus publicaciones.

JESÚS RAÚL NAVARRO GARCÍA

(COORDINADOR)

INSURGENCIA Y REPUBLICANISMO

SEVILLA, 2006

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titula-res del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la repro-ducción total o parcial de esta obra por cualquier medio oprocedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informáti-co, y su distribución.

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Este libro forma parte de los resultados obtenidos en los proyectos deinvestigación siguientes: "Creación de estados de opinión en el proceso deindependencia mexicano: conflicto ideológico y batalla propagandística"(CSIC-CONACYT) y "El debate ideológico en Puerto Rico ante la cues-tión colonial y la Revolución liberal, 1815-1840" (Ministerio de Ciencia yTecnología BHA 2002-03302), desarrollados por personal de la Escuelade Estudios Hispanoamericanos y del Instituto Mora, de México.

NIPO: ???????????ISBN: ????????Depósito legal: Impreso en EspañaImpresión: Maquetación: Juan Gallardo BlancoCubierta: Cabeza de la marsellesa, de François Rude (1846)

MINISTERIODE EDUCACIÓNY CIENCIA

CONSEJO SUPERIORDE INVESTIGACIONESCIENTÍFICAS

Í N D I C E

CRISTINA GÓMEZ ÁLVAREZ

Notas para el estudio de la circulación del libro usado en laNueva España, 1750-1819........................................................ 11-25

MATILDE SOUTO MANTECÓN

El actuar político y las formas de representación de loscomerciantes veracruzanos: desde el Consulado a la épocarepublicana ............................................................................... 27-45

VÍCTOR MÍNGUEZ

Del rey pacífico a los héroes de la guerra. Propaganda e ide-ología en dos exequias novohispanas (1762-1808).................. 47-67

VERÓNICA ZÁRATE TOSCANO

La cuestión americana en Juan López de Cancelada .............. 69-88

LAURA SUÁREZ DE LA TORRE

Realidad o invención: España frente a la independencia desus colonias en América (1818-1828), aproximación heme-rográfica.................................................................................... 89-106

JESÚS RAÚL NAVARRO GARCÍA y BEATRIZ BARRERA

Con la pólvora en el tintero: propaganda y contrainsurgenciaen la Venezuela republicana. El ejemplo de José DomingoDíaz........................................................................................... 107-134

BEATRIZ BARRERA y JESÚS RAÚL NAVARRO GARCÍA

La Edad de Oro como proyecto de patria y el modelo caba-lleresco en los panfletos del polemista José Domingo Díaz(1826-1828) .............................................................................. 135-154

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MANUEL CHUST

Cuestión federal, cuestión republicana: México años veinte... 155-188

IVANA FRASQUET

El fracaso del moderantismo iturbidista en México: la JuntaNacional Instituyente, 1822-1823............................................. 189-214

JOSÉ MARÍA AGUILERA MANZANO

El proceso de formación de la identidad cubana..................... 215-230

LETICIA MAYER CELIS

El Contrato Social. Divulgación e influencia en el México delsiglo XIX ................................................................................... 231-250

INMACULADA RODRÍGUEZ MOYA

El retrato mexicano regional a mediados del siglo XIX .......... 251-276

JOAN FELIU FRANCH

El comercio de arte industrial en las nuevas naciones ameri-canas ......................................................................................... 277-298

ROSARIO SEVILLA SOLER

España y los revolucionarios mexicanos en la prensa andalu-za: una visión condicionada..................................................... 299-339

Índice general

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P R Ó L O G O

La creación de la Unidad Asociada del CIAL (Universitat Jaume I) alDepartamento de Historia Contemporánea de América de la Escuela deEstudios Hispanoamericanos hace apenas tres años inició una serie deencuentros y participaciones de ambos equipos en seminarios científicostanto en la ciudad de Castellón como en la de Sevilla. En ellos se abordaronlos temas que aquí recogemos y algunos más que han sido publicados enotros lugares. Los que aquí aparecen son el fruto concreto de un seminarioorganizado en la ciudad de Sevilla en el año 2003 bajo el título de“Insurgencia y republicanismo en América Latina. Historia, arte y política:perspectivas de estudios comparados”. Además de los miembros del CIAL yde la propia EEHA participan también en este libro la mayor parte de losintegrantes de un proyecto común entre el Instituto Mora de México y laEEHA sobre “Creación de estados de opinión en el proceso de independen-cia mexicano: conflicto ideológico y batalla propagandística”, el cual fuefinanciado durante los años 2004-2005 por el CSIC español y el CONACYTmexicano. Fruto de este proyecto fue otro seminario que organizamos en laEscuela el año 2004 con el título de “España y el proceso de independenciamexicano-venezolano: conflicto ideológico y batalla propagandística”. Ellibro lo completan los trabajos de dos profesoras de la UNAM que tambiénparticiparon en los debates científicos que tuvieron lugar en la propia Escuelay en Ciudad de México.

Los artículos abordan temas que no son una muestra del interés particu-lar de los integrantes de los diferentes grupos sino de cómo sus miembroscoinciden en preocupaciones académicas similares, como ocurre en el casode la propaganda política, abordada desde el ámbito de la prensa, la arqui-tectura efímera o de los escritos propagandísticos, más enmarcados en lacoyuntura de un conflicto armado. Temas como éstos contribuyen a la for-mación de la imagen del otro y son una parte fundamental del libro que coor-dinamos. En otros artículos se perfila con mayor nitidez cómo las elites

locales americanas utilizaron tras conseguir su independencia -y a vecesincluso sin ello- sus propios recursos, fueran éstos artísticos o ideológicos,para conformar sus rasgos distintivos como nacionalidad. Los libros, el arteo las mismas instituciones fueron cauces por los que fluyeron ideas y pensa-mientos, conformando una época y una manera de pensar cada vez más dife-rente. El estudio de los libros, de los retratos y del arte industrial ayudan portanto a descubrir el trasiego de las ideas y los orígenes del imaginario socialy político de jóvenes repúblicas como la de México, que partiendo de insti-tuciones tan corporativas como el Consulado fueron capaces de consolidarun nuevo sistema, no con pocas dificultades pero en un plazo de tiempo cortoy lleno de ricas experiencias políticas.

Muchos de los artículos que en estas páginas el lector podrá descubrirvan a servir de punto de reflexión en los próximos años -con las conmemo-raciones de los Bicentenarios tocando a nuestras puertas- y nos van a apor-tar elementos de discusión científica interesantes para el estudio de losprocesos de las independencias nacionales.

Sevilla, primavera de 2006.

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PRÓLOGO

Notas para el estudio de la circulación del librousado en la Nueva España, 1750-1819

CRISTINA GÓMEZ ÁLVAREZ

Universidad Nacional Autónoma de México

La historiografía de la revolución de independencia mexicana es muyprolija. Los estudios históricos que explican la ruptura con España analizandiversos factores de carácter económico, político y social. El punto de arran-que obligado es la segunda mitad del siglo XVIII y, con mayor precisión, lasreformas iniciadas por Carlos III. Se ha abordado cómo estas reformas crea-ron, en algunas regiones del virreinato, un desequilibrio económico y socialque provocaron grandes tensiones sociales. Sin embargo, una característicade esta historiografía es la escasa presencia de trabajos que traten la trans-formación cultural de la sociedad novohispana en vísperas de laIndependencia. Si bien el estudio de las ideas fue una de las preocupacionesque llamó la atención de los primeros historiadores académicos mexicanos1,esta línea de investigación desafortunadamente no continúo desarrollándose.Para dar una explicación más cabal de los hechos que permitieron laIndependencia, en mi opinión, es necesario retomar y profundizar el estudiode diversos aspectos que forman parte de la historia cultural.

En este campo de estudio un tema relevante es el análisis de los lectoresy de sus lecturas, pues en nuestra historiografía es común afirmar que la revo-lución de Independencia es hija del Siglo de las Luces. También se mencio-na que procedentes de España llegaron muchos impresos, en particular

1 Nos referimos a los historiadores que cursaron formalmente una licenciatura. El primer traba-jo de esta naturaleza que abordó la Independencia fue publicado en 1953 por Luis Villoro: El proceso ide-ológico de la revolución de Independencia. Peggy K. Korn, en un balance historiográfico realizado en1968, da cuenta del predominio de la historia de las ideas, véase “Topics in mexican historiography, 1750-1810; the bourbon reforms, the enlightenment, and the background of revolution”, en Investigaciones con-temporáneas sobre Historia de México. Memorias de la Tercera Reunión de Historiadores Mexicanos yNorteamericanos, Oaxtepec, Morelos, 4-7 de noviembre de 1969, México, UNAM, El Colegio de Méxicoy The University of Texas at Austin, 1971, págs. 159-195.

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aquéllos que trasmitían las nuevas ideas ilustradas. Más aún, se insiste en quelos textos confiscados por la Inquisición eran en especial las obras de los filó-sofos racionalistas franceses, lo que permite afirmar –sin demostrarlo sufi-cientemente– que esta literatura ilustrada, difundida por la elite criolla, acabópor destruir el dominio ideológico de la Iglesia y agudizó los conflictos conlos valores modernos. Incluso, en esta visión se presenta a los principaleslíderes insurgentes no sólo como hombres ilustrados, sino muy influidos enparticular por las ideas de Rousseau2.

No cabe duda de que una interpretación tan genérica como ésta es preci-so confrontarla con los archivos. Así consideré la conveniencia, por lo quecorresponde al libro, de emprender una investigación para estudiar un con-junto de bibliotecas particulares y, de esta manera, reconstruir una comuni-dad de lectores. Como se sabe, las bibliotecas particulares constituyen unafuente muy rica para el historiador porque, entre otras cuestiones, permitenrelacionar a quienes leían con el qué leían3. Y las interrogantes no faltaron,se relacionaron tanto con la naturaleza de los poseedores de impresos, su ubi-cación geográfica, la dimensión de las bibliotecas, el contenido y la evolu-ción temática de los libros… Este último aspecto llevó a preguntarme si ellibro religioso dominó sobre el seglar, o hubo un cambio a favor de este últi-mo, en particular de aquél que trasmitió pensamiento ilustrado. La fuente uti-lizada fueron los inventarios por fallecimiento que, como se sabe, por sucarácter serial y homogéneo, es fundamental para reconstruir una comunidadde lectores. Se localizaron un total de 541 inventarios, de los cuales 314tenían bibliotecas. El periodo estudiado fue de 1750 a 1819 y el espaciogeográfico correspondió a la Audiencia de la Nueva España. Aunque el cor-pus de investigación no es grande, es necesario aclarar que se obtuvo al efec-tuar una revisión exhaustiva de la documentación conservada en el ArchivoGeneral de la Nación de la ciudad de México y nos permitió establecer algu-

2 El libro de Florescano, Enrique: Memoria Mexicana, México, Taurus, 2001, recoge, en el capí-tulo VIII, una excelente síntesis de estos planteamientos. Véase también Guerra, François-Xavier:Modernidad e independencia. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, México, FCE, 1993, especial-mente el capítulo VIII: “La difusión de la modernidad: alfabetización, imprentas y revolución en NuevaEspaña” .

3 Véase Darnton, Robert: “Historia de la lectura”, en Burke, Peter (ed): Formas de hacer histo-ria, Madrid, Alianza Universidad, 1999, pág. 185.

CRISTINA GÓMEZ ÁLVAREZ

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nas tendencias4. Los resultados más relevantes de esa investigación indicaronen primer lugar que si bien los lectores no predominaron, estaban muy lejosde formar una minoría pues más de la mitad de los inventarios analizadosseñalan la presencia del libro, tanto en la ciudad como en el campo. Ensegundo lugar, hacia el inicio de la década de 1750 tuvo lugar un cambioimportante: la mayoría de los lectores eran civiles y abarcaban a amplios sec-tores sociales. El mismo fenómeno acontece con las lecturas; alrededor delperiodo citado se observa un ascenso del libro civil. Al parecer, había queda-do atrás la época del dominio de la literatura religiosa5.

El trabajo que aquí presento está íntimamente relacionado con el anterior;tiene por objetivo examinar el destino de las bibliotecas de los difuntos. Parasu elaboración se examinaron 77 expedientes de inventarios por fallecimien-to que dan cuenta de la venta de los bienes en almonedas públicas, efectua-das tanto en ciudades como en pueblos y villas de la Audiencia de la NuevaEspaña (1750-1819). Mediante las almonedas el libro entra nuevamente encirculación al cambiar de propietario y por esta razón es un camino paraconocer el mercado del libro usado. Mercado al que acuden los lectores porvarias razones, una de ellas es para adquirir un impreso raro imposible deconseguir en las librerías, o bien para comprar libros a un precio menor. Elestudio del mercado del libro y de su comercialización, a pesar de su impor-tancia, es un tema poco abordado por la historiografía mexicana. Por ello, setrata, hay que decirlo, de una primera aproximación y de una inicial sistema-tización de los documentos consultados. Ella nos permite exponer algunascuestiones relacionadas con el estudio de la circulación del libro, así comoplantear varias prácticas sociales que fueron desarrollando una cierta culturadel impreso.

4 Véase Gómez Álvarez, Cristina: “Libros, circulación y lectores: de lo religioso a lo civil(1750-1819)” en Gómez Álvarez, Cristina y Soto, Miguel (Coordinadores): Transición y cultura política.De la colonia al México independiente, México, Facultad de Filosofía y Letras-UNAM, 2004, págs.15-42.

5 Ibídem, págs. 38-39.

Circulación del libro usado en la Nueva España

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La almoneda como fuente

La legislación española establecía que la Audiencia –a través de suJuzgado de Bienes Difuntos– estaba obligada a realizar un inventario de losbienes de los peninsulares fallecidos en las Indias y rematarlos en almonedaspúblicas para, de esta manera, enviar la fortuna a los herederos que se encon-traban en España6. Sin embargo, en el siglo XVIII se estableció que dichojuzgado levantara inventarios de fallecimiento no sólo de peninsulares, sinotambién de criollos, indios y castas7. En efecto, lo anterior se puede consta-tar en la documentación consultada proveniente del Juzgado de BienesDifuntos que, además, incluye tanto a los fallecidos intestados como a losque elaboraron su testamento. Al fallecer intestada una persona, se procedíade manera obligatoria a rematar los bienes a través de las almonedas. Inclusoéstas podían realizarse por voluntad del propio interesado cuando éste así lohubiera establecido en su testamento. De esta manera, era muy común en lasociedad colonial que se realizaran remates de los bienes de difuntos enalmonedas públicas.

Los inventarios por fallecimiento recogen de manera sistemática los bie-nes de un difunto y sus aprecios. Junto a esta documentación se encuentra lade las almonedas, en ellas el precio inicial del remate era el tasado por elinventario para, posteriormente someterlo a la puja. Si no existían postores,después de varios días se podían bajar los precios a la tercera parte de suvalor inicial. En algunas ocasiones, esta documentación detalla el desarrollode la venta mencionando, entre otros aspectos, los bienes vendidos, el núme-ro de libros adquiridos y sus precios, así como las personas que los compra-ron, pero en la mayoría de los casos solamente se informa del total de losimpresos que no pudieron rematarse. Por ello, una característica de esta fuen-te es su fragmentación. Además, no en todos los expedientes de inventariospor fallecimiento se encuentra la documentación relativa a la realización de

6 Véase Libro II, Título XXXII y Libro IX, Título XIV de la Recopilación de leyes de los Reynosde las Indias, prólogo Ramón Menéndez y Pidal, estudio preliminar de Juan Manzano, Madrid, CulturaHispánica, 1973.

7 En una instrucción de Francisco Xavier Gamboa, oidor y juez general de Bienes Difuntos dela Audiencia de la Nueva España, datada en México el 12 de enero de 1779, se menciona no estar exclui-dos de la jurisdicción del Tribunal de Bienes Difuntos los indios casiques y maceguales fallecidos intes-tados.

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la almoneda. En nuestro caso solamente localizamos, como ya hemos seña-lado, la documentación de 77 almonedas registradas en el amplio territorio dela Audiencia de la Nueva España8 para el periodo de 1750 a 1819. A travésde ellas se pusieron en venta un total de 9.883 volúmenes, correspondientesa 5.255 títulos.

Bibliotecas y lectores

A pesar de que el impreso circuló por muchos pueblos y villas, se con-centró de manera destacada en las ciudades, en particular en la ciudad deMéxico. En efecto, de 314 bibliotecas estudiadas, más de la mitad pertene-cieron a individuos que vivían en ella9. Por esto, no es de extrañar que el 66%de las almonedas registradas se hayan realizado principalmente en ciudad deMéxico, seguida de las capitales de las siguientes intendencias: Veracruz,Puebla, Valladolid y Oaxaca. El resto (27), se llevaron a cabo en villas y pue-blos, en particular llama la atención la presencia que tuvieron los Reales deMinas, como Sultepec y Tlalpujahua (7), pues fueron poblaciones que estu-vieron en poder de los insurgentes durante la revolución de Independencia.Incluso en ellas se imprimieron dos periódicos rebeldes de gran importan-cia10. Salvo en las intendencias de México y Veracruz, en donde el impresocirculó más en sus capitales que entre los pueblos y villas, en las demás inten-dencias parece que ocurrió lo contrario, es decir, que el libro usado tuvomayor presencia fuera de las ciudades (Véase cuadro 1).

8 Para dar una idea del espacio estudiado es conveniente mencionar que cuando en 1786 se esta-bleció el sistema de Intendencias, a la Audiencia de la Nueva España le correspondieron las siguientes:México, Puebla, Veracruz, Oaxaca, Guanajuato, Michoacán, Yucatán, San Luis Potosí y la provincia deTlaxcala, es decir, el centro-sur del virreinato que concentraba el 80% de la población del virreinato. Eloccidente y norte estuvo bajo la jurisdicción de la Audiencia de Guadalajara y no está incluido en este tra-bajo. Para la creación de las Audiencias, véase a O’Gorman, Edmundo: Historia de las divisiones terri-toriales en México, México, Porrúa, 1985, págs. 5-8.

9 Véase Gómez Álvarez: “Libros, circulación…”, pág. 22.10 En Sultepec se imprimieron El Ilustrador Nacional (11 de abril al 16 de mayo de 1812) y El

Ilustrador Americano (mayo de 1812-abril de 1813), ambos editados por José María Cos, y el SemanarioPatriótico Americano (julio de 1812-enero de 1813), editado por Andrés Quintana Roo, este periódico sepublicó a partir de octubre de 1812 en Tlalpujahua, véase de la Torre Villar, Ernesto: Breve historia dellibro en México, México, UNAM, 1999, págs. 102-103.

Circulación del libro usado en la Nueva España

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CUADRO 1

ALMONEDAS POR INTENDENCIAS

Los bienes rematados en las almonedas pertenecían a personas con dife-rentes niveles sociales y profesionales. La gama era muy amplia y diversa.Así tenemos desde un superintendente de la Real Aduana de México, hastauna ex-esclava, aparentemente sin empleo conocido. De un oidor, a un mo-desto cura fallecido casi en la miseria en el hospital de San Andrés, de la ciu-dad de México. El cuadro 2 presenta las categorías socio-profesionalesutilizadas en la investigación y la ubicación geográfica de los difuntos. Sepuede observar que a los comerciantes les corresponde el primer lugar, cues-tión que expresa su dominio entre los lectores, seguidos de los eclesiásticos11.En el mismo cuadro también se puede ver cómo en los pueblos y villas lasbibliotecas de los eclesiásticos fueron relevantes para que la población acce-diera al libro usado, mientras en las ciudades existe una tendencia favorablea los comerciantes.

Intendencias Ciudad Villas y Pueblos

México 40 12

Veracruz 7 4

Puebla 2 2

Guanajuato 0 3

Oaxaca 1 3

Michoacán 1 1

Zacatecas 0 1

11 De las 314 bibliotecas estudiadas, 109 fueron de comerciantes, mientras que 59 pertenecierona sacerdotes seculares, tanto del bajo como del alto clero. Véase Gómez Álvarez: “Libros, circulación…”,pág. 27.

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CUADRO 2

ALMONEDAS POR CATEGORÍA SOCIO-PROFESIONALDE LOS FALLECIDOS

Las bibliotecas subastadas habían pertenecido tanto a peninsulares (38personas) como a criollos (28). En cuanto a su volumen, existen grandes con-trastes. Así, tenemos tanto una biblioteca grande (1.377 volúmenes) delinquisidor Pedro Navarro de Isla, como una pequeña (cinco volúmenes) delsastre José del Castillo.

Por lo que respecta a los espacios en donde se realizaban las almonedas,era común –después del pregón correspondiente– que se efectuaran en la casadel difunto, aunque también se utilizaban espacios abiertos y públicos con lafinalidad de tener más compradores. En la ciudad de México, en algunas oca-siones se llevaban los bienes para venderlos en los cajones (tiendas) del mer-cado del Parián. En los pueblos también se escogían lugares concurridos yespacios de sociabilidad como las iglesias o las plazas de los tianguis.Además, en los días de fiesta se realizaba el pregón12. Por estas razones, lasalmonedas “hacían las veces de un mercado de ocasión en donde las perso-nas de menor poder adquisitivo se abastecían de toda clase de productos de

Categoría Ciudades Pueblos Total

Comerciantes 14 7 21

Eclesiásticos 10 10 20

Funcionarios 8 3 11

Dependientes 5 2 7

Profesionales 2 0 2

Militares 2 4 6

Artesanos 2 0 2

No identificados 8 0 8

Total 51 26 77

12 Ello sucedió en el pueblo de Tixtla (actual estado de Guerrero) al rematar en 1797 los bienesdel cura Ignacio Munive, véase Archivo General de la Nación, México, Intestados, volumen 174, expe-diente 6 (en adelante citado, AGN, Intestados, vol. exp.).

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primera necesidad” (ropa, menaje doméstico, utillaje artesanal, aperos agrí-colas, animales, muebles, alimentos, esclavos y libros)13.

Cuando la almoneda se realizaba en la casa del difunto acudían amista-des, vecinos y colegas con la finalidad de ayudar a los herederos comprandolos bienes del fallecido. Para algunas personas seguramente era una buenaoportunidad de comprar libros raros. Para otros, era la ocasión de adquiririmpresos a un precio menor al establecido en las librerías. En las ciudadesmuchos remates contaron con una gran concurrencia. A veces se despertabaun gran interés cuando se sabía que el difunto había poseído una rica biblio-teca. En efecto, antes de realizarse la almoneda de los bienes de Manuel Páezde la Cadena, superintendente de la Real Aduana, el virrey Revillagigedosolicitó al juez de Bienes Difuntos que escogiera de la lista obras para quepudiera “señalar lo que me agrade y comprarlo, llegado el caso de venderse,por lo mismo que hubiera de dar otro”. El juez escogió 19 títulos y muchosmanuscritos para que el virrey los conociera antes de que salieran a venta.Finalmente Revillagigedo compró sólo 9 títulos y 24 manuscritos14.

Las almonedas también fueron una fuente de abastecimiento para laslibrerías y otras tiendas que vendían impresos. En la ciudad de México,acudía a los remates el librero Rafael Azcárate, quien compraba libros dediversos temas y materias. En Puebla, el impresor y librero Pedro de la Rosatambién hacía acto de presencia en las subastas. Para ambos era una buenaoportunidad no sólo de adquirir impresos a buen precio, sino también libros“raros y curiosos” que no se encontraban en el mercado. Lo anterior indicaque en las librerías se podía encontrar el libro usado junto con el nuevo. Losalmonederos, por su parte, siempre acudían a los remates, pues ahí adquiríanuna parte importante de los bienes usados que vendían en sus tiendas. Estos

13 González Sánchez, Carlos Alberto: Los mundos del libro, medios de difusión de la culturaoccidental en las Indias de los siglos XVI y XVII, Sevilla, Diputación de Sevilla-Universidad de Sevilla,1999, pág. 44.

14 Las obras son de geografía, comercio, ordenanzas militares y un diccionario. Llama la aten-ción que los manuscritos salieran en venta pues se refieren a asuntos de gobierno. Comprenden informesy estudios sobre la situación económica de la Nueva España. Algunos títulos son los siguientes: “Sobre ladecadencia del comercio”; “Modo de beneficiar las diferentes bebidas que se usan en esta Nueva España”;“Aumento y adelantamiento de la Minería de la Nueva España”; “El número de tiendas de esta ciudad”;“Informe sobre cercar con pared la ciudad de México” y “Discurso sobre lo útil que sería reunir a unaSuperintendencia general de aduanas anexa a la ciudad de México”. Véase, AGN, Intestados, vol. 151,exp. 1.

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comerciantes no sólo compraban ropa y menaje de casa, sino también impre-sos. Esta práctica nos revela la presencia del libro en este tipo de tiendas.Ellos, igual que los libreros, se llevaban títulos de diversas materias: derechocivil y canónico, teología, historia, geografía, ciencia y literatura. Junto conestas obras adquirían también libros religiosos como misales, devocionarios,hagiografías, etc.

El libro usado y su “mercado”

Las almonedas constituyen una parte importante del mercado del librousado, pero no hay que olvidar que existen otras vías mediante las cuales ellibro pasa de unas manos a otras, como podría ser, por citar un ejemplo, laventa directa por su propietario debido a razones económicas. De cualquiermanera, el análisis de las almonedas, al formar parte de los inventarios porfallecimiento, es una fuente –como ya señalamos– que permite construirseries y, por lo mismo, es relevante para estudiar el mercado del libro usado.Para entender la amplitud o estrechez de este mercado, es necesario conocermás a fondo las características del mercado del libro nuevo, ya que ambosestán estrechamente relacionados. Aquí están los límites más importantes delpresente trabajo, ya que se desconoce el comportamiento del mercado dellibro nuevo para nuestro periodo de estudio15.

Si bien se afirma que la importación de libros de España sufrió unaumento considerable, cuando menos a partir de la primera mitad del sigloXVII16, falta por investigar si esta tendencia continuó durante el siglo XVIII.Este aspecto y la producción novohispana que, parecer ser, sufrió una acele-ración a partir de la segunda mitad del siglo XVIII17, son indispensables para

15 Se cuenta con un excelente estudio de Irvng A. Leonard: Los libros del conquistador, México,FCE, 1996, en donde, entre otras cuestiones, se analizó la gran cantidad de libros que llegaron de Españadurante el Siglo de Oro español.

16 Véase Rueda Ramírez, Pedro José: Negocio e intercambio cultural: El comercio de libros conAmérica en la Carrera de Indias (siglo XVII). Diputación de Sevilla, Universidad de Sevilla, CSIC-Escuela de Estudios Hispano-Americanos, Sevilla, 2005.

17 Al analizar la edición de Puebla de los Ángeles se encontró una aceleración considerable a par-tir de la segunda mitad del siglo XVIII. Véase Coudart, Laurence: “Nacimiento de la prensa poblana. Unacultura periodística en los albores de la Independencia (1820-1828)”, en Castro, Miguel Ángel, coord.:Tipos y caracteres: la prensa mexicana (1822-1855), México, UNAM, 2001, pág. 123.

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poder examinar y conocer la oferta de los libros. En la documentación con-sultada, existen algunos indicios que apuntan una cierta saturación del mer-cado del libro. Así lo deja ver un inquisidor cuando reconoció que labiblioteca de un colega suyo fallecido en 1746 no había podido venderse ensu totalidad. En su opinión esa circunstancia se explicaba, entre otros facto-res, por “los muchos [libros] que cada día entran en estos reinos de los deCastilla, como ocularmente se ha manifestado por las memorias y facturasque ocurren a este tribunal para el pase de entrada”18. No obstante, cabe seña-lar que sólo en 18 de los 77 expedientes consultados se hace explícito que loslibros tuvieron dificultades para venderse.

La subasta

El mercado del libro usado tiene características peculiares y comporta-mientos diversos. Así lo indican los pocos expedientes que hacen referenciaa la puja en donde se alcanzó un precio mayor a lo establecido en la estima-ción inicial. Por ejemplo, en una almoneda celebrada en Veracruz, un vecinose llevó todos los bienes, incluyendo los libros (18 volúmenes), por dos pesosmás de su valoración (16 pesos, 4 reales)19. Lo mismo aconteció en 1792 conun remate realizado en la ciudad de México, en donde un individuo llamadoDionisio Pérez adquirió todos los bienes, incluyendo cuatro libros, por 28pesos más del precio inicial20.

Sin embargo, en otros remates sólo se lograba vender los impresos sisufrían una rebaja. Así sucedió, por citar un ejemplo, en 1794 en el puerto deVeracruz cuando Leandro Alomía compró con un descuento del 20% toda labiblioteca (117 volúmenes) del cura Gaspar Ortiz, quien recién llegado de lapenínsula, traía consigo muchos libros nuevos, seguramente para emplearlos

18 “Inventarios y aprecios y bienes de los que quedaron por fallecimiento de el Sr. Licenciado D.Pedro Navarro de Isla, Inquisidor Decano que fue de este apostólico y Real Tribunal del Santo Oficio”,México, 1746, AGN, Civil, vol. 1885, exp. 8.

19 “Inventario de los bienes que en esta ciudad quedaron por fallecimiento de D. Domingo Espejoy Osuna a cargo de su albacea testamentaria D. Vicente Rosaínz y Laso”, Veracruz, 1783, en AGN,Intestados, vol. 71, exp. 1.

20 “Hechos sobre averiguación del fallecimiento intestado de D. Miguel Montero Espinosa, natu-ral de los reinos de Castilla y vecino de esta ciudad”, México, 1792, en AGN, Intestados, vol. 154, exp. 2.

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en la cátedra que impartiría en el Colegio Tridentino de Puebla21. En algunasocasiones, ni con rebaja se vendieron todos los impresos, como fue la almo-neda del abogado Nicolás Rivera de Santa Cruz, fallecido en 1787 en la ciu-dad de México. Su biblioteca estaba integrada por 93 volúmenes, en elremate se “quedaron enteramente los libros y parte del menaje”. Al parecerla causa fue lo elevado del precio, motivo por el cual se rebajaron a la terce-ra parte del avalúo inicial. En estas condiciones se vendieron algunos libros.Sin embargo, el resto quedó a resguardo del abogado José Bala, quien envarios años no había podido vender ni uno solo22.

Las ciudades

Al parecer en las ciudades existían mayores dificultades para vender loslibros usados, pues de 18 casos que mencionan esta situación, diez corres-ponden a capitales de intendencia, especialmente a la de México. Esta cues-tión se podría explicar debido a que en las ciudades había una oferta de librosmayor que en los pueblos, pues en ellas se encontraban grandes librerías ymuchas tiendas que también vendían libros. Además se debe tener en cuentaque las bibliotecas de mayor dimensión se encontraban en la capital delvirreinato. De tal manera que cuanto más grande era una biblioteca, mayordificultad había para rematarse en almoneda.

Veamos dos casos que ilustran lo anterior. Ignacio Domenech, canónigode la catedral de Puebla, falleció el 6 de julio de 1801, el 17 de septiembredel mismo año se realizó la almoneda de sus bienes. Su biblioteca contabacon 373 volúmenes. Durante cuatro días asistieron más de cincuenta perso-nas, 20 de ellas compraron libros. Los asistentes fueron eclesiásticos y miem-bros del cabildo catedralicio como el deán José Franco y Gregorio, elarcediano Antonio Joaquín Pérez, el canónigo Santolaya, el regidor AntonioOjeda, el comerciante José García Huesca y otras personas. En total se ven-dieron 94 volúmenes. Fue necesario esperar cuatro años para que el impresor

21 “Año de 1794. Testamentaria del Presbítero Gaspar Ortiz de Rufrancos, promovido por PedroCos, su albacea y tenedor de bienes, en el Juzgado del Sr. Gobernador de la Plaza y ante el españolCayetano Pérez Muñoz” , Veracruz, AGN, Intestados, vol. 163, exp. 4.

22 “Pertenece a los autos del intestado Lic. D. Nicolás de Rivera y Santa Cruz, abogado de estaReal Audiencia”, México, 1787, en AGN, Intestados, vol. 117, exp. 4.

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poblano Pedro de la Rosa hiciera postura y con la rebaja de la tercera partedel avalúo comprara todos los libros y algunos muebles23.

El segundo caso aconteció en la ciudad de México. En 1792 fallecióManuel Páez de la Cadena, superintendente de la Aduana de la ciudad deMéxico y propietario de una gran e interesante biblioteca de 571 volúmenes.A la almoneda acudieron cerca de cincuenta personalidades distinguidas dela sociedad, entre ellos Matías Monteagudo, Juan Santacelis, el impresorMariano Ontiveros y el licenciado Primo de Verdad, entre otros. A pesar dela distinguida y acomodada concurrencia, no se lograron vender todos losimpresos, aunque sí 473 volúmenes. Un individuo llamado Vicente Díaz fuequien compró más libros, 35 volúmenes24.

Lo anterior no significa que no se pudieran comprar grandes bibliotecasen las subastas. Al respecto encontramos dos casos en la ciudad de México.En 1781 se subastaron 368 volúmenes que habían pertenecido a ManuelMartín Merino, abogado y fiscal de la Audiencia de México. Un individuodel que solamente sabemos que se llamaba Juan de Muegra compró todos loslibros en 580 pesos. En 1787 falleció Antonio Padilla, cura de Tlanepantla,población cercana a la ciudad de México, dejando una biblioteca de 386volúmenes que fue adquirida por Pedro Romero de Terreros, Conde deRegla25. Es difícil conocer las auténticas motivaciones que llevaron a estasdos personas a comprar esas voluminosas bibliotecas. ¿Las querían para suuso personal o les darían otro destino?

Los pueblos y villas

Por lo que corresponde a las zonas rurales, encontramos que en algunasocasiones los libros se podían colocar con cierta facilidad. Lo ilustra lo acon-tecido en 1790 en el pueblo de Xonacatepec (jurisdicción de Cuernavaca). Ahíse efectuaron dos almonedas, cuyos bienes habían pertenecido a dos comer-

23 “Expediente sobre el remate de los bienes inventariados del intestado de Ignacio Doménech,canónigo de esta Santa Iglesia”, Puebla, 1801, en AGN, Intestados, vol. 88, exp. 2.

24 “Hechos sobre la averiguación en el fallecimiento ab-intestado de D. Miguel Páez de laCadena, Superintendente que fue de la Real Aduana de la capital e inventario y avalúo de sus bienes”,México, 1792, en AGN, Intestados, vol. 151, exp. 1.

25 “Memorias de los libros que quedaron por fin y muerte del Licenciado Antonio Padilla”,México, 1787, AGN, Civil, vol. 1287.

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ciantes que tenían tiendas en donde vendían todo género de productos. Unaofreció a la venta 30 volúmenes y la otra 14. Los remates contaron con unaasistencia concurrida para las dimensiones de esa población, pues asistieronmás de veinticinco personas, entre las cuales estaban algunos “pobres de estavecindad”. En ellas se adquirieron todos los bienes de los dos difuntos, inclu-yendo los libros. Si bien la mayoría eran de temas religiosos, como la difun-dida obra de la madre Águeda, Mística Ciudad de Dios, se encontrabantambién textos de historia de Filipinas, de España y de Holanda, destacandolas Aventuras de Telémaco de Fénelon, libro clásico de la literatura políticafrancesa que en algún momento estuvo prohibido por la Inquisición26.

En los pueblos, cuyos habitantes estaban menos familiarizados con lacultura del impreso, las dificultades presentadas se asocian no sólo con lascondiciones económicas, sino también con las culturales. Así, por ejemplo,en 1787 en Tlalpujahua salieron a la venta 78 volúmenes que habían perte-necido al cura Pedro Cuevas y no se vendieron en su totalidad “por la inopiade sujetos que pudieran usar de ellos”, pues muchas obras eran de temas dederecho y teología escritas en latín. No obstante esta situación, algunos libroslograron venderse; el vecino Juan Bautista Iturriaga compró el diccionario deCalepino y algunos breviarios y rituales romanos. El resto de las obras, laslatinas, fueron enviadas a la ciudad de México para que Rafael Azcárate lasvendiera en su librería pues seguramente se consideró que en esa ciudad sepodrían colocar sin muchas dificultades debido a la gran cantidad de estu-diantes que cursaban en sus colegios las cátedras de derecho y teología27.

En otro real de minas, en Sultepec, falleció en 1766 el cura José DamiánTovar dejando una biblioteca grande que contenía 379 volúmenes. Al enterar-se del deceso de Tovar, un profesor de anatomía y cirugía residente en ese realescribió a las autoridades para decirles que no existía “en el lugar perito que losevalúe y yo deseoso de coger algunos para mi uso hago a todos ellos posturade 220 pesos”. Asimismo solicitaba que se pregonaran para ver si se mejorabasu postura. Era obvio, por tratarse de un mineral que tenía pocos vecinos, queno hubiera otras personas interesadas en adquirir la biblioteca subastada.

26 “Inventario de bienes que quedaron por muerte de Don Antonio Agundis, vecino que fue deesta villa de Xonacatepec”, 1790, en AGN, Civil, vol. 1012, exp. 12; “Inventario de bienes y aprecios deDon Martín de la Rosa”, 1790, en AGN, Civil, vol. 1012.

27 “Autos formados por el fallecimiento intestado del Br. D. Pedro Cuevas, cura propietario quefue del Real de Minas de Tlalpujahua”, 1787, en AGN, Intestados, vol. 29, exp. 1.

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Finalmente, el cirujano compró todos los volúmenes y de esta manera se hizode un acervo rico por su dimensión y por su variedad temática28.

En las almonedas realizadas en los pueblos los libros tenían mayor difi-cultad para venderse que otros bienes. En algunas ocasiones se tenían queenviar a poblaciones más grandes pues se consideraba que en ellas habíamayores posibilidades para rematarlos, como sucedió en el caso deTlapujahua citado anteriormente. En 1762 falleció el cura José González enla Congregación de San Pedro (jurisdicción de León, Guanajuato), en dondese realizó la primera subasta, pero al no poderse vender en su totalidad los 61libros dejados por el cura, las autoridades decidieron enviarlos a la villa deLeón con la esperanza de poderlos colocar más fácilmente29.

Sin embargo, no resultaba rentable conducir los libros a otro lugar. Así loexpresa claramente el defensor del Juzgado de Bienes Difuntos cuando en1780 le escribió al alcalde de Izúcar para sugerirle que remitiera a la ciudadde México los libros y la ropa del difunto Matías Vélez. En su opinión erafácil efectuar la venta en la capital del virreinato. Sin embargo, preocupadopor los gastos de transporte, insistió en realizar un último intento en Izúcar.Con estas instrucciones las autoridades volvieron a pregonar los bienes deVélez consiguiendo rematar 39 volúmenes de un total de 219. En esa ocasiónlos compradores fueron algunas personas allegadas al difunto: tres curas y elgobernador de naturales, así como tres personas no identificadas. El resto delos libros se quedaron en poder del alcalde a quien, muchos años después, en1806, las autoridades lo andaban buscando, a través de anuncios en la Gacetade México, para que rindiera cuentas de los libros no vendidos30.

Los precios

Si bien el precio de los libros es un dato que sistemáticamente se registraen la documentación consultada, su análisis resulta complejo si lo que se pre-

28 “Inventario de los bienes por muerte del bachiller Don Joseph Damián de Tovar y Baeza, intes-tado, cura que fue del real de Minas de Sultepec”, 1766, AGN, Intestados, vols. 258-259.

29 “Año de 1762. Autos de embargo contra los bienes de Br. José Ignacio González Ortega, curabeneficiario de SM, Vicario y Juez eclesiástico que fue de este partido, quien murió intestado”, AGN,Intestados, vol. 29, exp. 1.

30 “Autos formados sobre el fallecimiento del licenciado P. Matías Vélez Valdivieso, cura que fuedel pueblo de Santo Domingo de Izúcar”, 1780, en AGN, Intestados, vol. 190, exp. 3.

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tende es obtener tendencias del comportamiento de los precios para un perio-do y lugar determinado, o bien realizar estudios comparativos. La dificultadradica en el hecho de que el monto fijado para cada libro dependía de muchosfactores, como el formato, la encuadernación y el estado físico del mismo,datos que en la mayoría de las ocasiones no se asientan. Asimismo, hay quetener en cuenta que el precio fijado para cada libro dependía del criterio utili-zado por el tasador de turno. Esto lo pudimos constatar cuando nos dimos a latarea de estudiar tres grandes bibliotecas inventariadas en la misma época. Enellas encontramos solamente 32 obras idénticas (título, formato y forro), de lascuales 26 fueron valuadas con precios diferentes, y en sólo seis coincidieron.

Por otro lado, es oportuno señalar que adquirir un libro significaba cier-to esfuerzo económico, pues el libro era una mercancía cara. Baste mencio-nar que el volumen más barato de la biblioteca del obispo Antonio Bergosay Jordán, inventariada en 1802, corresponde, entre otros, al libro de DiegoBringas Semanario Mariano, editado en México en 1790, que fue tasado encuatro reales. Esa cantidad apenas superaba el jornal de un trabajador urba-no de la ciudad de Puebla de los Ángeles de la época31.

Poca duda cabe en considerar a las almonedas como una vía relevantepara estudiar la circulación del libro. Por tratarse de impresos usados y, porende, más baratos que los nuevos, contribuyeron a formar nuevos lectores, obien a ampliar las lecturas de otros. Estos poseedores de impresos se locali-zaban tanto en las zonas urbanas como en las rurales y pertenecieron a diver-sos sectores sociales. Para profundizar en el tema, es necesario continuarestudiando la circulación del impreso, tanto del que viene del exterior comodel que sale de las prensas novohispanas, y de iniciar el estudio de la re-cepción y de las prácticas de la lectura32. Estos aspectos contribuirán acomprender mejor las condiciones culturales que hicieron posible la Inde-pendencia mexicana.

31 Véase Gómez Álvarez, Cristina y Téllez Guerrero, Francisco: Una biblioteca obispal. AntonioBergosa y Jordán, 1802, Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 1997, pág. 46.

32 Recientemente esta temática ha llamado la atención de los historiadores mexicanos. Citamosdos obras que recogen varios e interesantes trabajos: Castañeda, Carmen, coord.: Del autor al lector. Lacultura del libro y la lectura, México, CIESAS, Conacyt y Miguel Ángel Porrúa, 2002; Suárez de la Torre,Laura, coord.: Empresa y cultura en tinta de papel, 1800-1860, México, Instituto Mora, UNAM, 2001.

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El actuar político y las formas de representación de los comerciantes veracruzanos: desde el Consulado a la época republicana

MATILDE SOUTO MANTECÓN

Instituto Mora - México

Estudiar una institución como el Consulado de Veracruz, de antigua rai-gambre medieval pero fundada en 1795, implica plantear situaciones muyinteresantes que, en cierto modo, se antojan paradójicas. La primera es, sinduda, el surgimiento de corporaciones mercantiles, con fueros y privilegios,cuando el comercio estaba siendo cada vez más dinámico y competitivo. Enel terreno de la política, también el desarrollo de esta institución planteacuestiones interesantes pues se erige como una representación corporativa enun momento en el que el comportamiento político también se estaba trans-formando y adquiría fuerza la representación individual.

Así, las siguientes páginas están abocadas, en primer lugar, a tratar deexplicar la fundación de los nuevos consulados borbónicos en fecha tantardía, considerando en particular el caso veracruzano, para dar paso al se-gundo tema: el análisis del comportamiento político de este grupo de comer-ciantes novohispanos.

El significado de la fundación de los nuevos consulados

A lo largo de dos siglos, entre 1592 y 1793, el comercio americano estu-vo controlado exclusivamente por dos consulados indianos, el de México y elde Lima. En contraste, al final del siglo XVIII, en el lapso de sólo tres años,de 1793 a 1795, se fundaron en América ocho nuevos consulados1. La fun-

1 La secuencia de las fundaciones fue Caracas (1793), Guatemala (1793), Buenos Aires (1794),La Habana (1794), Cartagena (1795), Chile (1795), Veracruz (1795) y Guadalajara (1795). No puededejarse de mencionar que en 1769 se fundó el Consulado de Manila, como parte de la estrategia metro-politana para recuperar el comercio con Oriente y desplazar a los comerciantes mexicanos: Yuste,

Insurgencia y republicanismo – Págs. 27-45

dación de nuevas corporaciones mercantiles fue sin duda una de las mejoresevidencias del cambio que había sufrido el sistema de comercio marítimo delimperio español, pero también fue evidencia del esfuerzo del gobiernoborbónico por encauzar de manera institucional y reglamentada la difusiónde un comercio más competitivo y dinámico generado por la expansión de losintercambios marítimos mundiales, un comercio que en buena medida esca-paba a su control.

Los nuevos consulados fueron fundados en sitios considerados hastaentonces periféricos y, en consecuencia, subordinados en mayor o menormedida a las ciudades de México y de Lima, los núcleos centrales de los anti-guos virreinatos. No obstante, a lo largo del siglo XVIII, las regiones perifé-ricas se desarrollaron y ganaron el impulso necesario para adquirir autonomíay competir con las antiguas sedes monopólicas, un proceso que cristalizó,aunque tardíamente, con la fundación de consulados. Gracias a estas institu-ciones, las comunidades mercantiles agregaron a su posición económica laadquisición de privilegios y fueros mercantiles y, con ello, la influencia polí-tica y el prestigio social para tener capacidad de representación y de nego-ciación ante el Estado y otras corporaciones.

En un principio, cuando la Corona promovió la creación de consulados enEspaña en virtud del artículo 53 del Reglamento de comercio libre, no se con-sideró establecerlos en América2. Ello no resulta del todo extraño si se piensaque uno de los objetivos políticos del gobierno metropolitano era debilitar elpoder de los grupos y corporaciones coloniales que habían adquirido unaautonomía notoria y, dentro de esta corriente, predominó la cautela para evi-tar que los nuevos consulados devinieran núcleos de influencia similar.

No obstante, en los últimos años del XVIII, la Corona al fin sancionó elestablecimiento de los nuevos consulados indianos y es probable que lohiciera considerando la situación desde una perspectiva distinta, ésta es, queal crearse nuevas corporaciones mercantiles, con privilegios similares a losde los Consulados de México y Lima, éstos tendrían contendientes que com-

Carmen: El comercio de la Nueva España con Filipinas, 1590-1785, Instituto Nacional de Antropologíae Historia, México, 1984. Además, en España se fundaron en 1785 los consulados de La Coruña,Santander y Málaga.

2 En la península se crearon los siguientes nuevos consulados: Sevilla (1784), Coruña (1785),Málaga (1785), Santander (1785), Alicante (1786) y Canarias (1786).

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petirían en igualdad de circunstancias y que podrían debilitarlos o, al menos,ponerles límites.

Además, para evitar que los nuevos consulados ganaran autonomía, tal ycomo había ocurrido con los de México y Lima en el siglo XVII, el gobier-no borbónico procuró reservarse ciertos mecanismos de control. Por ejemplo,intentó que los nuevos consulados se convirtieran en instrumentos de su polí-tica de promoción económica3, y por ello se le dio una gran importancia a lajunta de gobierno consular como organismo de protección y fomento econó-mico, no sólo del comercio, sino también de la agricultura, las manufacturasy las comunicaciones4. Es decir, que se empleó el molde de las antiguas cor-poraciones mercantiles para poner en marcha nuevas políticas económicas, locual no deja de ser hasta cierto punto paradójico5. Otro mecanismo emplea-do para sujetar a las corporaciones mercantiles fue evitar que los comercian-tes redactaran sus propias ordenanzas, rompiendo así una antigua costumbreen la práctica jurídico mercantil6. Además en ellas se estipuló que estos con-sulados quedarían bajo la autoridad directa del rey y del secretario de Estadoy del Despacho Universal de Hacienda, es decir, directamente subordinadosa las autoridades metropolitanas y no al virrey u otras autoridades colonia-les7. Por lo mismo se designaba a un funcionario real como juez de alzadaso apelaciones, que en el caso de Veracruz fue al intendente –una de las figu-ras claves del reformismo borbónico–8. Así, el gobierno metropolitano a fin

3 Desvirtuando así el espíritu original con el que habían surgido los antiguos consulados catala-nes como corporaciones abocadas a la protección y fomento de los intereses particulares de las comuni-dades mercantiles: Gacto Fernández, Enrique: Historia de la jurisdicción mercantil en España, Anales dela Universidad Hispalense: Universidad de Sevilla, Sevilla, 1971, págs. 48-49.

4 Es en la junta de protección y fomento económico donde se puede percibir con mayor clari-dad la evolución que siguió la institución consular castellana desde que se fundara en el siglo XV hastasu renovación con los Borbones: Souto Mantecón, Matilde: “Los Consulados de comercio en Castilla eIndias: su establecimiento y renovación (1494-1795)”, Anuario Mexicano de Historia del Derecho. II-1990, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, 1990, págs. 248-250.

5 Sobre esto llama la atención Ibarra, Antonio, “Mercado, élite e institución: el Consulado decomercio de Guadalajara y el control corporativo de las importaciones en el mercado novohispano”, enBernd Hausberger y Antonio Ibarra (eds.): Comercio y poder en América colonial. Los consulados decomerciantes, siglo XVI-XIX, Iberoamericana, Vervuert, Instituto Mora, Madrid, 2003, págs. 311, 314.

6 Souto: “Los Consulados…”, pág. 249.7 Ortiz de la Tabla Ducasse, Javier: Memorias político económicas del Consulado de Veracruz,

Sevilla, Escuela de Estudios Hispano Americanos, 1984, pág. XXVI.8 Mientras que las apelaciones de los fallos pronunciados por los tribunales consulares catala-

nes eran dictadas por los ayuntamientos, en la tradición castellana, comenzando por el Consulado de

Desde el Consulado a la época republicana

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de cuentas aceptó la formación de nuevos consulados pero conservó ciertosmecanismos de control que le permitieran manejar a las nuevas comunidadesmercantiles para evitar que adquirieran el poder y la autonomía que habíanconseguido las antiguas corporaciones de México y Lima.

Sobre la fundación del Consulado de Veracruz

La primera solicitud para establecer un nuevo consulado en Indias fue lade Veracruz. En 1781, 26 comerciantes y vecinos de esa ciudad solicitaron alrey les concediera la fundación de un consulado en ese puerto, pero en esemomento no recibieron respuesta alguna9. Ante el silencio de la corte metro-politana, varios años después, los veracruzanos insistieron en su petición peroemplearon una estrategia diferente al buscar el apoyo del intendente PedroCorbalán y del virrey Revillagigedo. Entonces sí el proceso corrió mejor suer-te. En 1789, Revillagigedo escribió un informe en el que apoyó con gran entu-siasmo la fundación de un consulado en el puerto y propuso varias ideas parasu establecimiento. Lo envió junto con la representación de los veracruzanos

Burgos, el rey se reservó la capacidad de intervenir más directamente en las decisiones consulares al nom-brar como juez de apelaciones a un funcionario real. En el caso de Burgos y Bilbao se nombró al corre-gidor de la ciudad; en los consulados de la Carrera de Indias, el rey dispuso que los jueces de alzadasfueran un miembro de la Casa de Contratación, para el de Sevilla, y de las Audiencias para los de Méxicoy Lima. El recurso de apelación era admitido sólo en los pleitos que pasaran de los mil pesos y solamen-te en los autos definitivos o que tuvieran fuerza de tales para el Tribunal de Alzadas. Formarían el tribu-nal junto con el intendente “hombres de caudal conocido, prácticos e inteligentes en las materias decomercio, y de buena opinión y fama”: artículo IX, real cédula de erección del Consulado de Veracruz. Enla medida en la que el intendente era la máxima autoridad provincial su nombramiento como juez de alza-das fue lógico, sobre todo en territorios como el de Veracruz, pero no necesariamente en el de Guadalajara,por ejemplo, donde sí había una Audiencia, no obstante lo cual se le dio al intendente el conocimiento delas apelaciones. Sin duda, ello se debió a que fue una medida con la que se trató de que los nuevos con-sulados quedaran asimilados a la política reformista de los borbones, pues las intendencias fueron uno delos proyectos maestros. Ahora bien, no todos los consulados borbónicos tuvieron como juez de alzadas alintendente; por lo menos en Guatemala las apelaciones debían ser resueltas por el decano de la Audiencia,Woodward, Ralph Lee: Privilegio de clase y desarrollo económico. Guatemala: 1793 a 1871, EditorialUniversitaria Centroamericana, Costa Rica, 1981, pág. 59.

9 Los detalles sobre el proceso de la fundación del Consulado pueden verse en Souto Mantecón,Matilde: Mar abierto. La política y el comercio del Consulado de Veracruz en el ocaso del sistema impe-rial, El Colegio de México, Instituto Mora, México, 2001, págs. 55-57. García de León apunta una rela-ción entre esta representación y la Lonja de comerciantes creada en 1599. García de León, Antonio:“Sobre los orígenes comerciales del Consulado de Veracruz: comercio libre y mercado interno a fines delsiglo XVIII”, en Hausberger, Bernd e Ibarra, Antonio (eds.): Comercio y poder en América colonial. LosConsulados de comerciantes, siglo XVI-XIX, Iberoamericana, Vervuert, Instituto Mora, Madrid, 2003,págs. 131-143.

MATILDE SOUTO MANTECÓN

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al ministro de Indias, Antonio Valdés10. El Consejo de Indias recibió efectiva-mente la solicitud y en 1790 elaboró un informe positivo que condujo a que,en 1793, el Consejo de Estado presidido por el rey Carlos IV sancionara elestablecimiento del Consulado de Veracruz11.

Varios factores pudieron influir para que la solicitud de los veracruzanosno fuera atendida hasta 1793. Es importante hacer notar que, cuando loscomerciantes veracruzanos solicitaron en 1781 el establecimiento de unConsulado en el puerto, ni siquiera se había puesto en práctica el Reglamentode comercio libre en la Nueva España; por otra parte, como ya se mencionó,el artículo 53 –en el cual los veracruzanos basaron su solicitud– se referíaexclusivamente al establecimiento de consulados en los puertos peninsulares,pero no en los de Indias12. Sin embargo, para 1791 un factor influyó positi-vamente: un grupo de comerciantes de Guadalajara promovió la fundación deun consulado en su territorio, de suerte que las dos solicitudes, la segunda deVeracruz y la primera de Guadalajara, ambas apoyadas por Revillagigedo,abrieron dos frentes de competencia contra el Consulado de México ydemostraron que el comercio novohispano se había hecho más complejo ydiverso. Así, los mercaderes de la capital perdieron en Veracruz el controlexclusivo sobre la importación de mercancías europeas y hacia el norte del

10 Andrés Gil de la Torre y Miguel Ignacio de Miranda a Pedro Corbalán (s.f.); informe deCorbalán, 25 de septiembre de 1789, y el conde de Revillagigedo a Antonio Valdés, 11 de noviembre de1789, en Archivo General de Indias, en adelante AGI, México, leg. 2506; Corbalán a Revillagigedo, 27de septiembre de 1789, en Archivo General de la Nación, en adelante AGN, Consulado, vol. 222.

11 AGI, México, 2506: Informe del Consejo de Indias, 30 de octubre de 1790, y Acta delConsejo, 1 de febrero de 1793. Es interesante que fuera precisamente en 1793 cuando Carlos IV sancionóla fundación del Consulado de Veracruz, ya que en ese año España entró una vez más en guerra –en estaocasión contra la Convención francesa– y el gobierno español tuvo que recurrir nuevamente a los présta-mos de particulares para suplir los gastos de defensa. El virrey Revillagigedo, como hiciera su antecesorMayorga durante la guerra desatada a raíz de la insurrección independentista de las Trece Colonias anglo-americanas, solicitó a los sectores pudientes del virreinato novohispano su contribución a la causa bélica,pero encontró una gran resistencia por parte del Consulado de México, ya que los comerciantes de la capi-tal sostenían que el comercio libre había provocado una aguda escasez de capitales líquidos disponibles:Valle, Guillermina del: El Consulado de comerciantes de la ciudad de México y las finanzas novohispa-nas, 1592-1827, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, Tesis de doctorado inédita,México, 1997, págs. 226 y 282-283.

12 Pérez-Mallaina Bueno, Pablo: Comercio y autonomía en la intendencia de Yucatán, 1797-1814, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas,Sevilla, 1978, págs. 78-79, 150-151, llama la atención sobre este punto, planteando que los nuevos con-sulados indianos fueron “sobre todo la consecuencia de las presiones ejercidas por los territorios delNuevo Mundo, deseosos de dar un nuevo paso hacia la consecución de la plena autonomía comercial”.

Desde el Consulado a la época republicana

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virreinato vieron segregado de su jurisdicción el amplio territorio que abar-caba la Audiencia de Guadalajara al quedar éste bajo la soberanía delConsulado de esa ciudad13. Otra circunstancia que debió influir positivamen-te para que el gobierno autorizara la fundación de los nuevos consulados fuesu creciente necesidad de recursos fiscales para sufragar los gastos de lasguerras. No parecen meras coincidencias que entre 1781 y 1793, los años enlos que se discute la aprobación de nuevas corporaciones, sean también añosen los que se buscan nuevos préstamos y donativos14.

El caso es que catorce años después de haber solicitado los privilegios cor-porativos, el Consulado de Veracruz fue fundado en virtud de la real orden del17 de enero de 1795, instalado el 25 de abril de ese año y entró en funcionesel lunes siguiente 27 de abril al celebrarse la primera junta de gobierno.

La representatividad del Consulado de Veracruz

El territorio y los hombres

Como todos los consulados modernos del siglo XVIII, el de Veracruzestaba constituido por un tribunal y por una junta de gobierno15. Las funcio-

13 Ibarra, Antonio: “Mercado, élite e institución: el Consulado de comercio de Guadalajara y elcontrol corporativo de las importaciones en el mercado novohispano”, en Bernd Hausberger y AntonioIbarra (eds.): Comercio y poder en América colonial. Los consulados de comerciantes, siglo XVI-XIX,Iberoamericana, Vervuert, Instituto Mora, págs. 145-170, pág. 313; Ibarra: “Mercado, élite e institu-ción…”, Madrid, 2003, págs. 145-146.

14 Este asunto en general se puede ver en Carlos Marichal: La bancarrota del virreinato, NuevaEspaña y las finanzas del imperio español, 1780-1810: El Colegio de México, Fondo de CulturaEconómica, México, 1999.

15 La estructura del veracruzano era idéntica al resto de los Consulados erigidos en el sigloXVIII, si bien no lo fue su composición, pues por ejemplo, en los de Caracas, La Habana y Guatemala,se ordenó que los hacendados formaran parte integral del Consulado. Ahora bien, aunque para el deVeracruz no se dispuso explícitamente que los hacendados formaran parte como en los casos menciona-dos, algunos de sus miembros sí se dedicaron a la agricultura: Arcila Farías, Eduardo, introd. y comp.: Elreal Consulado de Caracas, Universidad Central de Venezuela, Facultad de Humanidades y Educación,Instituto de Estudios Hispanoamericanos, Caracas, 1957, pág. 28; Arregui Martínez-Moya, Salvador: “Lafundación del Real Consulado de La Habana (1794)”, Anales de Universidad de Murcia, XLI:3-4, 1983,pág. 59; Woodward: Privilegio de clase…, págs. 43, 59; Smith, Rober S.: “Origins of the Consulado ofGuatemala”, en Hispanic American Historical Review, XXVI, 1946, págs. 156-157; Souto Mantecón,Matilde: “Acerca de los escritos económico políticos de los secretarios del Consulado de Veracruz:Vicente Basadre, José Donato de Austria y José María Quirós”, en Carmen Yuste, coord.: La diversidaddel siglo XVIII novohispano. Homenaje a Roberto Moreno de los Arcos, México, UNAM, Instituto deInvestigaciones Históricas, 2000.

MATILDE SOUTO MANTECÓN

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nes específicas del tribunal eran presidir la corporación de comerciantes vera-cruzanos y administrar la justicia mercantil en el territorio bajo su jurisdic-ción. La función de la junta de gobierno era actuar como consejo asesor deltribunal en asuntos económicos y políticos, no en los de carácter jurídico, yestaba encargada de procurar el fomento del comercio y de la economía engeneral.

El territorio que estaba bajo la jurisdicción del Consulado de Veracruz eraextremadamente pequeño, sobre todo comparado con el que tuvo elConsulado de México y el que fue concedido al nuevo Consulado deGuadalajara. Mientras éste tuvo jurisdicción sobre todo el territorio de laAudiencia de Guadalajara y aquél llegó a tenerla sobre todo el virreinato, lajurisdicción del de Veracruz sólo se extendió sobre la gobernación deVeracruz, que abarcaba la propia ciudad portuaria y los pueblos de Medellín,Alvarado, Boca del Río, Tlalixcoya y Tlacotalpan, y la villa de Jalapa de laFeria. Ahora bien, era el territorio que albergaba el principal puerto de laNueva España, así que en términos del número y del valor de las transaccio-nes de comercio marítimo que allí se efectuaban era el territorio más impor-tante del virreinato.

El tribunal estaba formado por un prior y dos cónsules, denominados res-pectivamente cónsul primero o antiguo y cónsul segundo o moderno; por suparte, la junta de gobierno, estaba integrada por los miembros del tribunal,nueve consiliarios y un síndico16. Los cargos de prior, cónsules, consiliariosy síndico eran bianuales y su nombramiento se hacía por medio de eleccio-nes que combinaban el voto y la suerte. Aunque los cargos eran bianuales,estaban desfasados de modo que cada año se celebraban elecciones parareemplazar a cinco miembros del Consulado, para que así siempre hubierahombres con experiencia al lado de nuevos integrantes. Un año se elegía alprior, a un cónsul y a tres consiliarios; al siguiente se elegía al otro cónsul, alsíndico y a otros tres consiliarios17.

Quien aspirara a ocupar un cargo en el Consulado debía reunir lassiguientes características: 1) ser natural de los dominios del rey de España, 2)

16 Cada uno de los miembros del consulado tenía su respectivo teniente. A la junta de gobiernoasistían además el secretario, el contador y el tesorero del Consulado.

17 Siempre se elegía al cónsul moderno o segundo, pues una vez que un cónsul cumplía un añoen el cargo, pasaba a ser el cónsul primero o antiguo; artículo XL de la real cédula de erección delConsulado de Veracruz.

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mayor de edad, 3) de caudal conocido, 4) de buena opinión y fama, 5) prác-tico e inteligente en las materias de comercio. Eran restricciones para ocuparun cargo 1) ser pariente de otro de los miembros hasta el tercer grado de con-saguinidad o su socio en una misma compañía, 2) haber sido elector y sermercader de tienda abierta. Es decir, que estaba vedado el acceso a los quevendieran al por menor, pero no a los que vivían de sus rentas, aunque nohubieran pagado avería, ni comerciado, ni a los títulos o caballeros de cual-quier orden militar18. En suma, no era requisito indispensable ser comercian-te o pagar avería para ejercer cargos de autoridad en la corporación mercantil,pero sí era necesario tener fortuna y prestigio19. Las únicas restricciones cla-ras eran haber resultado ser elector, pariente o socio, impuestas con la inten-ción de evitar parcialidades en las elecciones. A los electores que proponíanlos nombres de las personas que entrarían al sorteo para ocupar los cargosconsulares, sí se les exigían características mucho más estrictas. Eran elegi-dos al azar entre los asistentes a la Junta General de Comercio, convocada porel prior y los cónsules por medio de pregón público cada 2 de enero20. A ellapodían asistir los comerciantes, mercaderes, cargadores, capitanes y maestresque pagasen o hubiesen pagado avería por sí mismos; que fueran naturales delos dominios del rey de España, vecinos y con domicilio en Veracruz21.Tenían como restricciones 1) ocupar algún oficio en el Consulado al momen-to de las elecciones; 2) estar al servicio de otra persona de cualquiera claseque fuera, aunque pagasen avería; 3) no tener casa propia; 4) ejercer los ofi-cios de escribanos, abogados, procuradores, médicos, boticarios y otros pare-cidos y, finalmente, 5) estar en quiebra, aunque hubiera sido sin dolo ni malafe, hasta que no satisficieren completamente a sus acreedores22. Es decir, que

18 Artículo XLVI de la real cédula de erección del Consulado.19 Tampoco era obstáculo haber ocupado ya un cargo, siempre y cuando no fuera de manera con-

secutiva. Sólo los tenientes, si en el año anterior no habían desempeñado el cargo la mayor parte del tiem-po, podían ser propuestos para el mismo oficio.

20 El gobernador intendente, el prior, los cónsules, el síndico y el escribano del Consulado pre-sidían la junta, pero sin voz ni voto en las elecciones; los consiliarios, el secretario, el contador y el teso-rero del Consulado no podían asistir.

21 También podrían asistir, siempre que tuvieran las dichas calidades y casualmente se hallarenen Veracruz al tiempo de la convocación, los vecinos establecidos en cualquiera de los pueblos y lugaresdonde había diputados, y para este efecto serían tenidos por vecinos los que hubieran residido cinco añosconsecutivos en cualquier pueblo del distrito del Consulado, aun cuando manteniéndose en la clase depuros encomenderos no hubieran obtenido el avecindamiento legal.

22 Artículo XLV de la cédula de erección.

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a los asistentes de la junta y, por ello, electores potenciales, sí se les imponíanrequisitos que garantizaran la identidad de intereses en el comercio y la nave-gación, además de la independencia de juicio y criterio propio. Ello no era enbalde, pues de ellos dependía que resultaran designadas las personas idóneaspara los cargos consulares23.

El procedimiento electoral

El procedimiento electoral era el siguiente. La junta debía tener un quo-rum mínimo de 16 asistentes, los cuales debían llevar sus nombres escritosen una papeleta que entregaban al escribano. El prior las leía una por una envoz alta y las metía en unos bolillos que echaba a una urna. Después, al azar,eran sacados uno a uno por un niño, entregados al intendente que leía laspapeletas conforme iban saliendo. Los primeros cuatro nombres menciona-dos serían los de los electores. Ellos, junto con el prior, los cónsules, el sín-dico y el escribano, se retiraban a otra pieza y, después de jurar “hacer cadauno su oficio bien, y fielmente según su ciencia y conciencia, sin parcialidadni interés, y guardar silencio sobre lo tocante a aquellas elecciones”, cada unoproponía a su candidato para los cinco oficios que tocara elegir ese año. Asíresultaban veinte nombres diferentes que eran anotados de cuatro en cuatroen cinco listas, una por cada oficio, las cuales eran entregadas al prior. Enesta reunión, los electores hacían sus propuestas en voz alta, de modo queellos y el prior, los cónsules, el síndico y el escribano sí se enteraban de quiénproponía a quién, pero en las listas los nombres eran anotados sin que que-daran asociados a los de sus proponentes. Hecho lo anterior, los electores, eltribunal, el síndico y el escribano volvían a la junta general y estando denuevo todos reunidos, el intendente leía las cuatro listas en voz alta, mientrasel escribano anotaba cada nombre en una papeleta que se sortearía del mismomodo en que se habían sorteado los electores. El primer nombre que salierasería el del titular del cargo, el segundo actuaría como su teniente, si bien

23 El intendente, el prior y los cónsules calificaban a los vocales asistentes a la junta general, pre-valeciendo el voto del intendente en caso de duda o disputa, pero la calificación de los propuestos por loselectores para ocupar los cargos consulares era prerrogativa del prior y los cónsules, bastando dos opi-niones conformes para resolver cualquier conflicto. Esto, indirectamente, podía dar pie a que intervinie-ran en la elección, aunque técnicamente no tuvieran voz ni voto. Artículo XLVII de la real cédula deerección del Consulado de Veracruz.

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todas las papeletas eran sacadas de la urna y se leían en voz alta para que atodos constara que no había repeticiones ni faltaba alguna24. En suma, elmecanismo electoral veracruzano comprendía tres etapas en una secuenciaque implicaba el azar, la propuesta directa del elector y de nuevo el azar.

Una diferencia interesante entre lo dispuesto en el reglamento consularde Veracruz y la forma en la que se verificaron las elecciones según las des-cripciones hechas en las actas electorales es que, antes de proceder a las elec-ciones, siempre se celebraba una misa dedicada al Espíritu Santo. Esto, queera lo usual en las elecciones del Antiguo Régimen25, llama la atención en elcaso de Veracruz porque, a diferencia de otras ordenanzas consulares, en lasveracruzanas no hay alusión alguna a símbolos o rituales religiosos, lo cuales tanto más significativo porque, en su solicitud original para obtener unconsulado, los comerciantes de Veracruz habían pedido que la corporaciónquedara bajo la protección de la Purísima Concepción y el patrocinio de SanJosé, solicitando que en su escudo aparecieran lemas y símbolos alusivos aestas devociones. El virrey Revillagigedo había considerado que esto no eraconveniente y señaló que los blasones del Consulado debían ser alusivos a lalibertad de comercio a la que debían su origen, opinión que compartió elConsejo de Indias26. Es decir, que en punto de devociones, más tradicional semostró la comunidad veracruzana que el gobierno. Por cierto que para feste-jar la erección del Consulado sí se celebró una solemne Misa con Sermón yTedeum para dar las gracias por merced tan señalada27.

Como parte de la cultura política, las elecciones eran un proceso deaprendizaje fundamental, pero además eran un proceso decisivo en el desa-rrollo de la política interna de la corporación. Dado el procedimiento electo-ral veracruzano, que combinaba el azar con el voto indirecto, una preguntainevitable es cuándo se hacían las negociaciones o se llegaba a los acuerdospara encauzar las decisiones –es decir, el juego político real–. La respuestapodría ser que los cabildeos o negociaciones políticas se dieran antes de lajunta general de comercio y que a ésta llegaran ya con acuerdos establecidos.Consideremos el escenario. Todos los veracruzanos interesados en la marcha

24 Artículos XLVI a XLVIII de la real cédula de erección del Consulado de Veracruz.25 Guerra, Francois-Xavier: Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones

hispánicas, Editorial Mapfre, Fondo de Cultura Económica, México, 1993.26 AGI, México, 2506.27 AGI, México, 2995.

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de los asuntos consulares debían saber que en los primeros días de enero secelebraría esa junta y que, para que fuera legítima, debían asistir por lomenos 16 vocales. Así, una posibilidad es que de antemano se decidiera quié-nes acudirían a la junta y que estos asistentes, como emisarios o represen-tantes de uno u otro grupo, llegaran a la junta con una consigna, es decir,llevando en mente los nombres de las personas a las que propondrían para losdiferentes cargos, en caso de que resultaran agraciados por la fortuna y fue-ran designados electores. Los asistentes a la junta debían saber que si resul-taban electores, quedaban automáticamente fuera de la jugada para acceder aun cargo consular, por lo que no es aventurado suponer que sólo asistirían ala junta aquéllos que estuvieran dispuestos a correr el riesgo de no figurar enlas listas de candidatos. Claro que se podía correr el riesgo y ganar, pues hubocasos que fueron a la junta, no resultaron electores pero sí fueron propuestosy ganaron, como José Gil de Partearroyo, nombrado cónsul en 1803, y JuanFelipe de Laurnaga, nombrado prior en 1804.

Ahora bien, en 1804 el sistema electoral del Consulado veracruzano sereformó por órdenes del rey para uniformar el sistema del Consulado deVeracruz con el de La Habana. Así, se resolvió que en lo sucesivo los voca-les que componían la junta de gobierno, presidida por el intendente, eligierana pluralidad de votos secretos al prior, cónsules, consiliarios y síndico, consus respectivos tenientes, nombrando para cada empleo a cuatro sujetos demérito calificado, entre los cuales se eligiría uno al azar. Según se explicó,esta reforma en el proceso electoral se hizo para garantizar que los electoresfueran personas con conocimiento y experiencia en los asuntos mercantiles,en lugar de seleccionarlos “de los eventuales” que asistieran a la junta gene-ral de comercio28.

Esto sorprendió a todos, pues consideraron que este sistema electoralabría paso a la manipulación política de los resultados al introducir el votosecreto como paso previo al sorteo. Además, mientras que en el procedi-miento original los electores debían ser comerciantes, mercaderes, cargado-res, capitanes o maestres de barco avecindados en Veracruz y que hubiesepagado avería por sí y no por interpósita persona, con la reforma de 1804, sele confería toda la capacidad electoral a los miembros que ya estaban en ejer-

28 AGI, México, 2997 (real orden de 3 de mayo de 1804).

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cicio en la administración consular, con lo cual se daba pie a que se perpe-tuara en el poder una camarilla mercantil. Lo interesante del caso es que fue-ron las propias autoridades consulares las que señalaron el grado deparcialidad que ese procedimiento acarrearía y sugirieron que, en vez de quetodos los vocales de la junta de gobierno nombraran a pluralidad de votossecretos a los cuatro candidatos a cada empleo, primero se eligieran al azarentre los vocales de la junta de gobierno a los cuatro electores que pro-pondrían a los cuatro candidatos. Así conciliaban el espíritu de la real cédu-la de erección de 1795, que pretendía una elección lo más imparcial posibleincluyendo el azar en dos niveles (donde la Divina Providencia obraba), conel de la real orden de 1804 que buscaba la mejor calidad de los electorestomándolos de la junta de gobierno consular. Esta propuesta del Consuladono fue aceptada y el intendente ordenó que las elecciones del 2 de enero de1805 se hicieran conforme a la real orden de 1804. De cualquier modo, enfebrero de 1805, el recién inaugurado tribunal consular envió al rey las obser-vaciones de la junta de gobierno consular para que se resolviera en la cortecuál era el procedimiento más indicado. Explícitamente la junta señaló que sise ponía en práctica la real orden de 1804, podría resultar que los vocales sepropusiesen a sí mismos o a sus parientes, pues la votación secreta permitíala confabulación y el fraude. La junta también hizo ver la contradicción queexistía entre el reglamento de 1795 y la reforma de 1804, pues aquél disponíaque el prior y los cónsules podían calificar las designaciones de los candida-tos en caso de duda, mientras que ésta –sin derogar esa facultad– les otorga-ba el voto al ser miembros de la junta de gobierno, lo cual podía acarreargraves consecuencias al constituirlos simultáneamente en jueces y partes.Con su propuesta de que los electores fueran sorteados a partir de la junta degobierno, lo que el Consulado veracruzano intentaba era evitar que se for-maran partidos de amistades y paisanaje, como ocurría en diversas partes,con daño a la causa pública29. Parece bastante claro que los veracruzanostenían en mente lo que ocurría en el Consulado de México, dividido en dospartidos, el vasco y el montañés, cuando señalaban que las amistades y el pai-sanaje podían viciar las elecciones.

En opinión de José Antonio del Cristo y Conde, el asesor letrado delConsulado veracruzano, lo que se pretendía al eliminar la junta general de

29 AGI, México, 2997. Expediente del Consulado de Veracruz de 28 de febrero de 1805.

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comercio era evitar el sorteo de electores a partir de “personas eventuales”que de manera repentina y sorpresiva, “sin la necesaria premeditación y estu-dio sobre el mérito de los elegidos” debían cumplir con su oficio30, pero fran-camente no resulta creíble que alguien pensara que los asistentes a esa juntaresultaran designados por el destino de manera sorpresiva y repentina y quehubieran acudido a la reunión sin la necesaria premeditación y estudio paracumplir el oficio, pues todos sabían que año con año, en los primeros días deenero, se celebraban las elecciones consulares y, por si alguien lo olvidaba,se convocaba a ellas con dos días de anticipación por medio de pregón públi-co, así que había tiempo suficiente para negociar entre los interesados quié-nes habrían de ocupar los cargos consulares en el siguiente bienio. ¿Quéhabía detrás de esta reforma y por qué los veracruzanos pretendían erguirsecomo defensores a ultranza de la imparcialidad? No lo sé, pero sí sé que loscomerciantes veracruzanos más conspicuos, los hombres prominentes de lacomunidad, al parecer aprovecharon la reforma y dominaron las elecciones,sobre todo los tres años que duró el nuevo sistema electoral31.

Mencionemos algunos nombres. En 1805 se celebraron las primeras elec-ciones conforme a la reforma ordenada en 1804 y resultaron electos TomásMurphy como prior propietario y Manuel de Viya y Givaja como su tenien-te, y Juan Bautista Lobo como cónsul moderno y José Ignacio Santos Uriartecomo su teniente32. En 1806 fue electo Pedro Miguel Echeverría como cón-sul moderno y en 1807, Pedro Antonio de Garay y Llano como prior.

Tomás Murphy, malagueño de origen irlandés, llegó a Nueva España en1791 y estuvo vinculado al Consulado desde su fundación en 1795. Casó conla veracruzana Manuela Alegría, que era hija del administrador de la CajaReal de Veracruz, prima hermana y cuñada del exvirrey Miguel José Azanza.Murphy fue uno de los comerciantes más involucrados en las operaciones de

30 Ibídem.31 La real orden de 1804 que reformó el sistema electoral veracruzano fue derogada por una cir-

cular del 1 de agosto de 1805, la cual nunca llegó al conocimiento del Consulado. Éste se enteró porquecuando envió los resultados de las elecciones de 1807, se la comunicaron, aunque sí le aprobaron las elec-ciones efectuadas ese año, indicándole que a partir de 1808 debía volver al sistema antiguo: AGI, México,2513. Cabe preguntarse si acaso en 1806 el Consulado no informó los resultados de las elecciones de eseaño o, si bien, fue la corte la que se olvidó de notificarle la circular derogatoria de la orden de 1805. Quedala duda.

32 La información sobre cada uno de los comerciantes que se señalarán a continuación puedeverse en el Glosario de comerciantes veracruzanos, apéndice 2, en Souto: Mar abierto…

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comercio neutral y en las realizadas al amparo de las licencias otorgadas porla Caja de Consolidación. Estuvo relacionado con la sociedad secreta de losGuadalupes, en una conspiración autonomista en 1809 y fue diputado a cor-tes en 1821, tras el restablecimiento de la Constitución de Cádiz.

Manuel de Viya y Givaja, elegido como prior suplente en 1805, estuvorelacionado con el grupo que promovió la fundación del Consulado y fuepropuesto como teniente de prior por el promotor de la corporación, AndrésGil de la Torre, cargo que le fue concedido en 1795, como varios otros a lolargo de los años. Por matrimonio también estuvo vinculado con la elite fis-cal novohispana, pues era yerno de Pedro Antonio de Cossío, antiguo direc-tor de la aduana de Veracruz, quien fuera designado por José de Gálvez comosecretario del virrey y superintendente general de Real Hacienda en 177933.

Juan Bautista Lobo, criollo, comienza a figurar entre los miembros delConsulado precisamente en 1805, cuando fue elegido cónsul, pero desdeantes formaba parte de los grupos destacados de Veracruz al estar relaciona-do con el gobierno veracruzano como miembro del Ayuntamiento. Tuvo unaparticipación importante junto con Tomás Murphy en 1812, como mediadorentre el virrey Venegas y los insurgentes que bloquearon el camino entre lacosta y la capital.

Pedro Miguel Echeverría, navarro, fue elegido cónsul moderno en 1806,pero estuvo vinculado al Consulado desde 1794. Fue, como Tomás Murphy,un activo partícipe en el comercio neutral, de hecho fue el representante deJosé Gabriel Villanueva, sobrenombre empleado por Armand Pierre Lestapis,un comerciante francés que actuaba como agente comercial de la casa holan-desa Hope. Echeverría fue también miembro del Ayuntamiento veracruzano.

Pedro Antonio de Garay y Llano, vizcaíno, fue elegido prior en 1807,pero estuvo vinculado al Consulado desde 1794, ocupando diversos cargos.También fue miembro del Ayuntamiento del puerto y su hija casó con JoséGabriel Villanueva, el comerciante francés antes mencionado.

Estos negociantes veracruzanos compartieron, pues, ciertos rasgos.Además de su vinculación con el Consulado formaron parte de la oligarquíaporteña al ser miembros del Ayuntamiento, estar emparentados con funcio-narios reales y estar relacionados con las grandes operaciones de comercio

33 Brading, David: Mineros y comerciantes en el México borbónico, Fondo de CulturaEconómica, México, 1975, pág. 93.

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mundial hechas al amparo de los permisos concedidos a los neutrales o pormedio de las licencias especiales otorgadas por la Caja de Consolidación deVales Reales.

Aunque es difícil conocer los mecanismos sutiles que emplearon paraencauzar las elecciones internas del Consulado de Veracruz, sobre todo por-que eran elecciones en las que la decisión final se dejaba a la Providencia,“última garantía del orden social”34, lo cierto es que los hombres más promi-nentes de la sociedad veracruzana consiguieron ocupar los puestos consula-res más importantes, y no sólo durante los años en que estuvo en vigor lareforma de 1804.

En relación con esto, una cuestión sin duda interesante es que, hastaahora, no se han encontrado noticias sobre elecciones impugnadas. Es más,ni siquiera en la documentación revisada hubo algún conflicto importanteque pusiera en riesgo los procedimientos electorales, a diferencia de lo queocurrió en el Consulado de México con los partidos vasco y montañés. En elcaso veracruzano sí que hemos podido rastrear la influencia de los comer-ciantes prominentes, pero no la existencia de grupos o facciones que compi-tieran por ganar la representación corporativa y que llevaran sus discordias algrado de desconocer la legitimidad del adversario. No debe desestimarse elque pudiera predominar el espíritu corporativo y que aceptaran como legíti-mos a los representantes seleccionados por la Providencia, pero tambiénsabemos que no todo fue paz y concordia en el Consulado. En 1817, porejemplo, hubo un conflicto interno a raíz del comercio con los extranjerosque provocó la separación de los comerciantes entre los partidarios delcomercio protegido y los librecambistas, al grado de que varios de éstosabandonaron el Consulado35. Entre los proteccionistas estuvieron PedroMiguel de Echeverría, nada menos que el enlace veracruzano en el operativoOuvrard, elegido por José Gabriel Villanueva para habilitar las expedicionesdirigidas a David Parish y a la Casa Oliver. También fue partidario del pro-teccionismo Pedro Antonio de Garay y Llano, el suegro de José GabrielVillanueva. Probablemente, como ellos gozaban del privilegio de negociarcon los extranjeros por medio de licencias especiales, se oponían a que estecomercio se generalizara a todos para no perder sus prerrogativas.

34 Guerra: Modernidad…, pág. 192.35 Souto: Mar abierto…, págs. 226 y ss.

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Ahora bien, en términos de la representación corporativa, la escisión quesufrió el Consulado por el rechazo o la aprobación a la apertura comercialtuvo efectos interesantes. Los partidarios del libre cambio firmaron unarepresentación escrita por Florencio Pérez y Comoto, dirigida al virrey pero,curiosamente, impresa en La Habana (puerto abierto al comercio extranjerodesde hacía varios años)36, en la que declararon ser “propietarios, comer-ciantes, empleados y vecinos” que escribían “para implorar el remedio de losmales que padecen sus respectivas clases…”, es decir, que hacían explícitoque no se trataba ya de un asunto que interesara sólo a los comerciantes, sinoque involucraba también a otros grupos sociales y económicos, con lo cualdaban a entender que su deliberación no era exclusiva del Consulado. No enbalde los partidarios de la apertura comercial tomaron esta posición, pues losproteccionistas se mantuvieron dentro del Consulado y conservaron la repre-sentación corporativa, negando la legitimidad de los librecambistas precisa-mente por oponerse a una decisión de la corporación37.

Tras la independencia y durante la República

El 19 de noviembre de 1824, el Congreso del estado de Veracruz decretóla extinción del Consulado ante la incongruencia de que subsistieran corpora-ciones mercantiles con tribunales propios y con atribuciones fiscales particu-lares dentro de la recién instaurada república federal. Pero los comerciantes noperdieron su influencia como grupo articulador del poder territorial veracru-zano gracias a su poder económico y a su presencia en los ayuntamientos y enlos Congresos, más aún, extendieron su poder incluso a nivel nacional.

Los comerciantes veracruzanos conservaron buena parte de su poder gra-cias a que se convirtieron en ciudadanos veracruzanos, con plenos poderes paravotar y ser votados. A saber. De acuerdo con la Constitución del Estado deVeracruz, se consideraba que eran veracruzanos todos aquellos que hubierannacido o estuvieran avecindados en el territorio y todos los extranjeros con

36 Representación escrita por Florencio Pérez y Comoto y suscrita por 229 vecinos de Veracruz,dirigida a Apodaca, 23 de diciembre de 1817, en Florescano, Enrique y Fernando del Castillo:Controversia sobre la libertad de comercio en Nueva España, 1776-1818, Instituto Mexicano deComercio Exterior, 1975, págs. 211-273. Es interesante destacar que la representación librecambista, noobstante mencionada en todos los escritos proteccionistas, fue firmada y dirigida al virrey con fecha pos-terior a éstos.

37 Souto: Mar abierto…, págs. 230-231.

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vecindad que hubieran obtenido carta de naturaleza38. Asimismo, según elcódigo veracruzano, ciudadanos eran 1) todos los veracruzanos; 2) los ciuda-danos de los demás Estados de la Federación avecindados en el territorio vera-cruzano; 3) los nacidos en otras repúblicas americanas que hubieran dependidode España y que tuvieran vecindad en Veracruz y 4) los extranjeros con cartade naturaleza que hubieran adquirido la vecindad legalmente o en opinión delCongreso39. Ahora bien, si en este artículo se estableció que todos los veracru-zanos eran ciudadanos, en el artículo 13 se restringió este carácter, estable-ciendo que la ciudadanía se perdía, entre otros motivos, por tener una conductanotoriamente viciada “en cuya clase se comprende el que carezca de modo devivir conocido”. Así, al dejar libre la interpretación de lo que podía ser viciosoo desconocido, la ciudadanía de hecho sólo se concedió a los vecinos, rasgo enel que, de acuerdo con los artículos 22 y 30, se puso énfasis al señalarse que enla elección de senadores y diputados era preferible la vecindad al nacimiento.La calidad de ciudadano o de actor político se definió con mayor claridad cuan-do se estipularon las condiciones necesarias para ser representante ante algunade las dos cámaras: “tener una propiedad territorial, o ejercer alguna ciencia,arte o industria útil”40, aunque no se especificó en términos concretos qué eraútil, ni si la propiedad territorial debía tener un mínimo de extensión, calidad ovalor. Sea como fuere, el carácter de vecino o de representante recayó prácti-camente en los “notables” de la comunidad, los únicos que, sin duda, tenían unmodo de vida conocido y gozaban de honor, prestigio y riqueza.

Los notables en la época republicana siguieron siendo, naturalmente,varios de los miembros de la vieja elite colonial y, sobre todo, dado el tiem-po transcurrido, sus hijos y herederos. Así, por ejemplo, uno de los diputadoselectos para formar el Congreso Constituyente de Veracruz fue Pedro José deEcheverría y Migoni, por el partido de Veracruz41, hijo del prominentecomerciante Pedro Miguel de Echeverría, que sabemos ocupó diversos car-gos en el Consulado y en los Ayuntamientos Constitucionales de 1812 y1820, y estuvo vinculado a las operaciones de comercio neutral con

38 Sección 2.ª, artículos 6 y 7.39 Artículo 11, subdivisiones 1.ª a 4.ª.40 Artículo 18, subdivisión 4.ª.41 De acuerdo con la Constitución de 1825, el estado de Veracruz quedó dividido en once parti-

dos: Acayucan, Córdoba, Cosamaloapan, Jalacingo, Jalapa, Misantla, Orizaba, Papantla, Tampico, Tuxtlay Veracruz.

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Villanueva, Parish, Hope, Baring y Ouvrard. De igual manera, para elCongreso Federal fue electo como representante de Veracruz un miembro dela elite mercantil veracruzana: Manuel de Viya y Cossío, hijo de Manuel deViya y Givaja, quien también ocupó diversos cargos en el Consulado y elAyuntamiento, y nieto de Pedro Antonio de Cossío, uno de los funcionariosfiscales de la vieja guardia y que gozó de la confianza del otrora poderosovisitador general y ministro de Indias, José de Gálvez.

Uno de los personajes que más se han mencionado hasta aquí, TomásMurphy, en 1822 fue enviado por Iturbide a Inglaterra para que, como agentedel gobierno mexicano, negociara el reconocimiento de la independenciamexicana por parte de la corte británica42. Tres años después fue enviado aFrancia, también con el propósito de que obtuviera el reconocimiento de esanación a México como nación independiente. Sus negociaciones permitieronque Francia y México entablaran en 1827 un acuerdo comercial, con lo cualse reconoció de facto la existencia de México como una nación independien-te, si bien Murphy no logró que se obtuviera el ansiado reconocimiento dejure43. Murphy después actuaría como representante diplomático de Méxicoante Prusia y, de nuevo, ante Inglaterra y Francia, donde moriría en Toulouseel 13 de febrero de 1830. La carrera diplomática de Murphy no implicó, desdeluego, que abandonara sus empresas económicas. Desde 1808 por lo menos,Murphy había invertido parte de sus capitales en minas de Real del Monte yde Guanajuato y, en 1824, por medio de su hermano Juan, formó una de lasprimeras compañías mineras anglo mexicanas firmando un contrato con laConsolidated Mines of Cornwall and Devonshire, por el que otorgó a estacompañía los derechos exclusivos para explotar sus minas durante 21 años, acambio de recibir dos quintas partes de las utilidades. Su hijo Tomás siguió lacarrera diplomática como encargado de negocios en Bélgica, Sajonia,Alemania y Francia y fue designado en 1842 embajador de México ante laGran Bretaña, concluyendo su carrera en la política internacional de Méxicocomo ministro de Relaciones Exteriores en el Imperio de Maximiliano44.

42 Jiménez Codinach, Guadalupe: La Gran Bretaña y la independencia de México, 1808-1821,Fondo de Cultura Económica, México, 1991, pág. 250.

43 Vázquez, Josefina Zoraida: “Los primeros tropiezos”, en Cossío Villegas, Daniel (coord.):Historia General de México, El Colegio de México, México, 1976, tomo III, págs. 7 y 8.

44 Jiménez Codinach: La Gran Bretaña…, págs. 250-251.

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Otra dinastía cuya estirpe se forjó en el comercio colonial veracruzanofue la Lerdo de Tejada. Iniciada por Juan Antonio, quien fuera síndico delConsulado entre 1816 y 181745, prosiguió con sus hijos: Francisco, el mayor,que colaboró en el gobierno de la ciudad de Jalapa y en la jefatura políticadel estado entre 1829 y 1846; Miguel, que fuera ministro de Hacienda en lapresidencia de Ignacio Comonfort durante los años de 1856 y 1857, y deBenito Juárez de 1859 a 1861, amén de ser el autor de la Ley de Desa-mortización de Fincas Rústicas y Urbanas, conocida como Ley Lerdo, fecha-da el 26 de junio de 1856 y, por último, Sebastián, que fue ministro deRelaciones y Gobernación durante la presidencia de Juárez, durante los añosde 1863 a 1871, y que llegó a ser presidente de la República entre 1872 y1876, año en que fue derrocado por Porfirio Díaz.

Otros comerciantes veracruzanos cuyos nombres continuaron figurandoen el siglo XIX fueron, por ejemplo, los de Francisco de Arrillaga, quien des-pués de ocupar diversos cargos consulares, como teniente de prior, cónsul yconsiliario, ser miembro del ayuntamiento veracruzano y de la diputaciónprovincial, fue ministro de Hacienda durante el imperio y con el SupremoPoder Ejecutivo. Antonio de Garay, hijo de Pedro Antonio de Garay y Llano,también fue ministro de Hacienda (1834) al tiempo que continuaba con suslabores empresariales, pues en compañía de Anselmo Zurutuza y ManuelEscandón, se ocuparon de las comunicaciones del país, primero por medio dela empresa de diligencias entre Veracruz y el Altiplano y después a través delas concesiones para reparar caminos y cobrar el derecho de peaje46.

Éstos son sólo algunos ejemplos que muestran la influencia que los here-deros del Consulado de Veracruz conservaron a lo largo del siglo XIX, utili-zando viejas y nuevas estrategias empresariales y políticas, empleandonuevas y viejas formas de asociación, en particular recreando la antigua prác-tica corporativa, la cual no pudo extinguirse de manera absoluta y tajante conel decreto que disolvió la institución del Consulado de Veracruz.

45 Puede verse la participación de Lerdo en las discusiones sobre el libre comercio en el capítu-lo VI de este trabajo.

46 Pi-Suñer, Antonia: “Negocios y política a mediados del siglo XIX”, en Lida, Clara (comp.):Una inmigración privilegiada. Comerciantes, empresarios y profesionales españoles en México en lossiglos XIX y XX, Alianza Editorial, Madrid, 1994, págs. 83-84; Urías, Margarita: “Manuel Escandón: delas diligencias al ferrocarril, 1833-1862”, en Cardoso, Ciro F.S. (coord.): Formación y desarrollo de laburguesía en México. Siglo XIX, Siglo XXI, México, 1978, pág. 41.

Desde el Consulado a la época republicana

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Del rey pacífico a los héroes de la guerra.Propaganda e ideología en dos exequias novohispanas (1762-1808)

VÍCTOR MÍNGUEZ

CIAL. Universitat Jaume IUnidad Asociada a la EEHA-CSIC

Dos relaciones festivas novohispanas, editadas en 1762 y 1808, revelandos planteamientos ideológicos radicalmente opuestos: la primera, que narralas exequias de Fernando VI en la catedral de México, es una apología de laPaz; la segunda, que relata las exequias por los defensores de Buenos Airesen la ciudad de Puebla, es una exaltación de la Guerra. En los casi cuarentaaños que transcurren de una celebración a la otra, la propaganda oficial delvirreinato rectifica completamente su discurso, revelando los cambios de sen-sibilidad que se han producido en unos años críticos para la historia delmundo hispánico, años que conocen en las colonias el reformismo borbóni-co, la expulsión de los jesuitas, la implantación de la Academia, el criollismopolítico y el proceso revolucionario.

No es casual que las dos relaciones se publiquen en dos años de gran sig-nificación política y militar, sobre todo naturalmente el segundo. 1762, el añode la muerte del rey Fernando VI, es el año en que la armada inglesa ataca yocupa La Habana. Este conflicto provocará que el gobierno español cree elejército virreinal para garantizar la defensa de las colonias. La medida, sinembargo, resultará muy impopular entre la población novohispana. 1808 esun año clave para la historia de España y sus dominios americanos. Por loque respecta a México, ese año se publica en París la decisiva obra deAlejandro de Humboldt, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España,escrita algunos años antes y considerada por muchos como el acta de naci-miento de la nación mexicana. Pero por encima de otros sucesos y circuns-

Insurgencia y republicanismo – Págs. 47-67

tancias, 1808 es el año en el que se inicia en España la invasión y la guerranapoleónica. Si bien este dramático acontecimiento es posterior en unosmeses a la publicación de la relación fúnebre que nos ocupa, su proximidaden el tiempo no deja de poner en evidencia el horizonte bélico y revolucio-nario que se avecina y se adivina.

Aunque el objeto de ambas ceremonias fúnebres es distinto –en el primercaso el rey, en el segundo los héroes ciudadanos–, la comparación resultaadecuada pues en los dos casos se trata de exequias políticas, organizadas porlas autoridades virreinales, que transcurren en espacios sacros –dos templos–y con una liturgia muy similar, heredera de una larga tradición barroca desolemnidades luctuosas. Nos encontramos por lo tanto ante dos representa-ciones simbólicas distanciadas menos de cuarenta años y pertenecientes almismo universo cultural. Pero estas similitudes iniciales son las que acentúanaún más las importantes diferencias ideológicas que hay entre ambas.

Ceremonia y propaganda

Uno de los instrumentos persuasivos más eficaces empleados por lamonarquía hispánica en el Nuevo Mundo fue la fiesta, las solemnidades ycelebraciones públicas, desarrolladas primero en una estética renacentista,luego barroca y finalmente neoclásica. Desde el emperador Carlos V hastaFernando VII, la administración española recurrió al espectáculo festivo paratrasmitir ideología y promover la lealtad de los súbditos americanos. La fies-ta resultó ser, ante todo, un gran aparato propagandístico. Las distintas ti-pologías celebraticias –juras reales, entradas de virreyes y exequiasmonárquicas principalmente–, transformaron los espacios urbanos y emble-matizaron las ciudades coloniales, convertidas en teatros simbólicos median-te decorados y arquitecturas efímeras que sirvieron de soporte a los numerososelementos parlantes que les dotaron de contenido: jeroglíficos y alegorías,escudos y estandartes, pinturas y esculturas, inscripciones y poemas. Esta des-lumbrante escenificación la conocemos hoy en día gracias a las relaciones fes-tivas –propaganda sobre propaganda–, que recogían mediante descripciones ygrabados todos los aspectos destacables de cada festejo. Además, las relacio-nes suelen acompañarse de los elementos verbales integrados en la fiesta,siendo el más importante los sermones pronunciados en cada ocasión, discur-sos retóricos y repetitivos pero de gran contenido ideológico.

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El mundo de la fiesta colonial novohispana y su instrumentalización polí-tica ya ha sido estudiado por numerosos investigadores entre los que meencuentro. No voy por lo tanto a repetir ahora cuestiones ya asumidas por lahistoriografía estos últimos años. Lo que yo pretendo en este pequeño traba-jo es destacar el cambio de sensibilidad que se produce al final de la coloniaen este gigantesco aparato propagandístico por lo que respecta a la valoraciónde la guerra.

Para ello, y como ya he anunciado, vamos a fijarnos en dos relacionesfestivas novohispanas que se publican al final de la colonia con algunas déca-das de diferencia. Recordemos su contenido: la primera es una descripciónde las exequias de Fernando VI en la Catedral de México en 1762, y la segun-da el relato de las exequias celebradas en Puebla en honor de los Defensoresde Buenos Aires en 1808. Abarcan un período clave en la historia de Méxicoy en Europa: en el Viejo Continente son tiempos revolucionarios; en Méxicoson años de cambios y novedades, entre los que destacaríamos como más sig-nificativos la aplicación del reformismo borbónico y la activación del crio-llismo político, fenómenos que provocan y establecen respectivamente lasbases del movimiento insurgente. En menos de medio siglo dos discursoscontrapuestos se suceden en la Nueva España, de la exaltación de la Paz, sepasa a la apología de la Guerra, y ambos discursos quedan impresos en lasdos relaciones festivas mencionadas.

La fiesta de la muerte

De entre las distintas fiestas políticas virreinales destacan por su signifi-cación política las exequias, especialmente las reales. Junto con las jurasregias, pero de manera más contundente que éstas, las exequias de los reyesde España ponen de relieve ante el súbdito americano la fuerza de la institu-ción monárquica mediante la pervivencia dinástica. Un rey fallece, pero suheredero sube al trono otorgando estabilidad y continuismo al reino, y ale-jando los fantasmas de la guerra y de la secesión. Por eso cada una de las exe-quias honra al monarca fallecido a la vez que exalta al sucesor, en el que sedepositan todas las esperanzas. Y además de esta estrategia política, las exe-quias reales, como si de una gigantesca vanitas barroca se tratara, permitenreflexionar al pueblo sobre la caducidad de la vida y de las glorias munda-

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nas, pues la inevitable muerte alcanza como se demuestra también a los máspoderosos.

Las exequias novohispanas han sido catalogadas en dos ocasiones porespecialistas como Francisco de la Maza y José Miguel Morales Folguera1.Además, han contribuido también a su conocimiento la catalogación de fuen-tes novohispanas llevada a cabo por Guillermo Tovar de Teresa y los estudiosespecíficos que han realizado numerosos investigadores de ambos lados delAtlántico2.

Todas las exequias son organizadas por comisarios de honras nombradosal efecto por las autoridades virreinales. Después de varios meses de trabajoque implican a numerosos intelectuales, artistas y artesanos, la ceremonia sedesarrolla en el interior del templo escogido para la ocasión, generalmente lacatedral de cada ciudad. Tanto la ciudad como los habitantes aparecen ese díaenlutados y las decoraciones fúnebres transforman espacios públicos y edifi-cios en un gigantesco teatro mortuorio. El elemento catalizador de toda laceremonia es el gran catafalco que se levanta en el centro de la iglesia, unamáquina efímera que muestra a los súbditos la tumba vacía y los emblemasdel poder regio: la corona, la espada y el cetro. Tanto el túmulo como la igle-sia son decorados con numerosos elementos parlantes –jeroglíficos, alego-rías, poemas, pinturas, escudos…– que dotan de contenido ideológico, comoya he dicho, al escenario luctuoso. Las velas, la música, el sermón del predi-cador y la liturgia son los otros elementos que convierten cada una de las exe-quias en un fantástico ritual simbólico.

Los dos catafalcos que analizamos a continuación y sus decoraciones ydiscursos son dos buenos ejemplos artísticos e iconográficos de los túmulosmexicanos de época colonial.

1 De la Maza, Francisco: Las piras funerarias en la historia y en el arte de México. Grabados,litografías y documentos del siglo XVI al XIX, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM,México, 1946; Morales Folguera, José Miguel: Cultura simbólica y arte efímero en Nueva España, Juntade Andalucía, España, 1991.

2 Tovar de Teresa, Guillermo: Bibliografía novohispana de arte. Impresos mexicanos relativosal arte de los siglos XVI y XVII, Fondo de Cultura Económica, México, 1988. La bibliografía sobre el efí-mero novohispano es ya muy abundante. Destacamos los siguientes trabajos: Sebastián, Santiago:Iconografía e iconología del arte novohispano, Azabache, Italia, 1992; Cuadriello, Jaime: Juegos de inge-nio y agudeza. La pintura emblemática de la Nueva España, Museo Nacional de Arte, México, 1994;Mínguez, Víctor: Los reyes distantes. Imágenes del poder en el México virreinal, Universitat Jaume I,Castellón, 1995; Pérez Martínez, Herón (editor): México en fiesta, El Colegio de Michoacán, México,1998.

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El rey y la paz: 1762

Durante toda la época virreinal los jeroglíficos, alegorías y poemas quedecoran y completan las arquitecturas efímeras, ya sean arcos triunfales,catafalcos fúnebres u otras estructuras, proclaman con énfasis la hermandadleal entre América y España. Es la consigna sobre la que se sustenta la pro-paganda monárquica que se vuelca en el arte y en la fiesta. La idea que setrasmite es diáfana: España gobierna y América, feliz con el mandato espa-ñol, se beneficia. La institución garante de que este pacto se mantenga es lamonarquía de los reyes hispanos.

Según la propaganda monárquica, el principal beneficio que Américarecibe de España es la paz que reina en todo el continente desde los tiemposde la conquista, paz que conlleva la prosperidad y de la cual son garantes losreyes españoles. Y la propaganda se sustenta por una vez sobre hechos obje-tivos. Aunque naturalmente hubo conspiraciones políticas, motines indíge-nas, revueltas populares, asaltos piratas o corsarios e invasiones de potenciasextranjeras, lo cierto es que el impacto de todos estos acontecimientos fueesporádico y muy localizado, y la mayor parte del imperio americano per-maneció en calma durante doscientos años.

En 1762, y cuando el dominio de España sobre el nuevo mundo tiene lugardesde hace más de dos siglos y medio, en las exequias mexicanas de FernandoVI, llamado precisamente el rey pacífico, la representación de la Paz invade laiconografía del túmulo. Conocemos estas honras fúnebres gracias a la cróni-ca anónima titulada Lagrymas de la Paz, vertidas en las Exequias del SeñorD. Fernando de Borbon por excelencia el Justo Monarcha, de los que con tanesclarecido nombre ilustraron la Monarchia Española (En México, en laImprenta del Real, y más Antiguo Colegio de San Ildefonso, año de 1762).Gracias a esta relación sabemos que el túmulo fernandino se levantó en lacatedral de México a instancias del Ayuntamiento, y siendo comisarios dehonras Domingo Balcárcel y Félix Venancio. Se trató de un catafalco de granempaque arquitectónico, de orden corintio, planta cuadrada y tres cuerpos.Francisco de la Maza lo calificó como “una de las piras barrocas más inte-resantes del siglo XVIII”3. Se pintó de pórfido y jaspe y se iluminó connumerosas luces. Abundaron en la pira los elementos parlantes: alegorías, je-

3 De la Maza: Las piras… pág. 97.

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roglíficos y escudos imperiales y coronas reales. Bajo la bóveda del primercuerpo se situó la tumba vacía y sobre ella las insignias reales.

Una estatua de la Paz sosteniendo una rama de olivo y apoyada sobre unagran corona real presidía la espectacular arquitectura y numerosos jeroglífi-cos expresaban el dolor de la Paz por el fallecimiento del monarca español.Si en otros fallecimientos dieciochescos regios anteriores quienes llorabaneran las alegorías de la fama o el águila mexicana, ahora es la Paz la que consu llanto preside la ceremonia.

Los elementos iconográficos más interesantes de la pira fueron cuarentay tres jeroglíficos fúnebres –grabados para el libro de exequias por AntonioMoreno–, que se situaron en el zócalo y en los pedestales de la estructuraarquitectónica.4 Acompañaban a cada una de estas imágenes epigramas lati-nos u octavas castellanas. En cada pictura aparecen fundamentalmente trespersonajes: la Paz, la Muerte y el Rey. La Paz está representada alegórica-mente por medio de una ninfa; la muerte, por medio de un esqueleto;Fernando VI, por medio del árbol del olivo. Cada personaje asume una acti-tud: la Paz muestra su congoja por el fallecimiento del monarca; la muertehace su trabajo, utilizando como instrumentos flechas, hoces y guadañas –elmotivo más frecuente muestra precisamente al esqueleto segando el olivo ointentando derribar el templo de la paz–; el rey, por su parte, manifiestametafóricamente su amor a la paz.

Las fuentes directas de la simbología del túmulo fernandino fueron apor-tadas por Morales Folguera: el emblema 98 de Saavedra Fajardo y la alegoríacorrespondiente a la Paz diseñada por Ripa5. Veamos algún ejemplo. Unjeroglífico del zócalo mostraba al león que representaba a España abrazandoal olivo-rey para protegerlo de las flechas de la muerte. Fue su lema, Pax vitacharior exstat. En otro la muerte ha abatido con su guadaña el olivo, mien-tras la Paz llora. Su lema, Cessat sine fomite flamma. Otro nos muestra a laPaz arrullando en su regazo un olivo coronado. Otro muestra a la Paz muer-

4 Sebastián, Santiago: “Los jeroglíficos del catafalco mexicano de Fernando VI”, Arte funera-rio, Coloquio Internacional de Historia del Arte, vol. I, México, 1987, págs. 231-236; Morales Folguera,José Miguel: Cultura simbólica…, págs. 244-248; Pedraza, Pilar: “La muerte rococó. Arte efímero yemblemática en las exequias reales en Nueva España”, conferencia pronunciada en el curso de Otoño Arteefímero hispanoamericano en la sede sevillana de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, octu-bre de 1988.

5 Morales Folguera: Cultura simbólica…, pág. 245.

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ta en el suelo ante la urna del olivo coronado. Un último ejemplo ofrece unalectura menos pesimista pues si bien aparece de nuevo la muerte segando elolivo coronado, un segundo olivo coronado aparece en el horizonte, clarareferencia a la pervivencia dinástica y a que el regalo de la Paz lo seguirándisfrutando los súbditos mexicanos bajo el reinado de Carlos III. Es su lemaPost fata superstes.

Además de los jeroglíficos, el túmulo fue decorado con nueve esculturasefímeras: la alegoría de la Paz ya mencionada y ocho alegorías más de lascuatro partes del mundo y de las virtudes cardinales. Estas estatuas recorda-ban al espectador que el llanto no era exclusivo de América y que el monar-ca lo merecía por la práctica de sus virtudes.

Los héroes y la guerra: 1808

En junio de 1806 la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato delRío de la Plata desde el año 1776, fue asaltada y conquistada por una flotainglesa, pero el contraataque de las milicias y las fuerzas militares colonialesreconquistó la ciudad en agosto. Además, éstas consiguieron rechazar unanueva invasión británica al año siguiente obligando al general inglésWhitelocke a rendirse. Esta gesta, de gran impacto en la sociedad colonial dela época, fue honrada en un obelisco –construido por Francisco Cañete y ubi-cado en la actual plaza de Mayo bonaerense6– que se levantó cinco años des-pués para festejar el doble heroísmo del pueblo de Buenos Aires: contra losingleses en 1806/07 y en la Revolución de Mayo que estalla este mes del año1810 y que inicia el camino hacia la independencia al proclamar una JuntaPatria de Gobierno7.

Pues bien, dos años después de la invasión inglesa de Buenos Aires y dosaños antes de la Revolución de Mayo en esta ciudad, a miles de kilómetros

6 En 1857 la pirámide construida por Cañete fue cubierta por otra mayor realizada por PrilidianoPueyrredón, coronada por una alegoría de la República esculpida por el escultor francés Joseph LouisDubourdieu. Esta segunda pirámide es la que se puede contemplar en la actualidad. Véase al respecto elestudio de Gutiérrez Viñuales, Rodrigo: Monumento conmemorativo y espacio público en Iberoamérica,Cátedra, Madrid, 2004, págs. 513-515.

7 Véanse los trabajos de González Bernardo de Quirós, Pilar: Civilidad y política en los oríge-nes de la Nación Argentina. Las sociabilidades en Buenos Aires, 1829-1862, Fondo de CulturaEconómica, México DF, 2000, y “Sociabilidad y opinión pública en Buenos Aires (1821-1852)”, Debatey Perspectivas, núm. 3 (2003), págs. 55-80.

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al norte, en la ciudad de Puebla, la segunda en importancia del virreinato dela Nueva España, se levanta otro obelisco para honrar a los héroes de BuenosAires, en este caso efímero. Se trata de un catafalco de aspecto neoclásicocuyo diseño conocemos gracias al grabado que ilustra la breve crónica deestas exequias patrióticas –un sermón en realidad–. El título del impreso esOracion funebre que en las solemnes exequias celebradas en la iglesia delEspiritu Santo de la Puebla a devocion y expensas de los hijos y oriundos deVizcaya y de Navarra, por todos los que murieron en la gloriosa defensa deBuenos-Aires, dixo el dia 24 de Febrero de 1808, el Dr. Don Antonio JoaquínPérez Martínez, Canónigo Magistral de esta Santa Iglesia Angelopolitana,Calificador y Comisario del Santo Oficio, y Comisario Subdelegado deCruzada en todo este Obispado. Sacase a luz por los mismos autores de estossufragios. Con las licencias necesarias (México, en la oficina de Arizpe,1808).

Como ya he recordado antes, 1808 es un año determinante en la historiade España y de la América hispánica. La guerra de Independencia en Españacontra el ejército francés favorece un cambio de sensibilidad hacia la violen-cia, prerromántico, manifiesto en la pintura y en los grabados de Goya. Comosucedió en Francia durante los años anteriores con la epopeya revolucionariay napoleónica, la guerra contra el ejército imperial provoca en España unaexaltación del héroe y de la guerra, casi absolutamente novedosa en el ámbi-to hispánico.

La exaltación del héroe en la cultura occidental es un tema ya decimonó-nico8, que revela nuevas circunstancias históricas y sociales. Paralelamente alestallido de las sucesivas revoluciones liberales nace el concepto de patria9,

8 Sobre la imagen y la muerte del héroe véanse los estudios de Javier Varela: La muerte del rey.El ceremonial funerario de la monarquía española (1500-1885), Turner, Madrid, 1990, y “La muerte delhéroe”, en Historia social (Centro de la UNED Alzira-Valencia), núm. 1 (1988), págs. 19-28. También elestudio de Ferrer Martí, Susana: “Los funerales patrióticos valencianos: similitudes y diferencias con lasexequias reales del siglo XIX”, Millars. Espai i Història (Universitat Jaume I. Castellón), núm. XV(1992), págs. 123-133, donde esta investigadora analiza la construcción de la imagen pública de los patrio-tas valencianos decimónicos contrastada con la iconografía regia. Centrado en el ámbito hispanomexica-no es el estudio de Chust, Manuel y Mínguez, Víctor (eds.): La construcción del héroe en España yMéxico (1789-1847), Universitat de València, Valencia, 2003.

9 En un principio, el concepto ilustrado de patria implica el amor a la tierra y la ambición deprogreso. Hacia 1810 en cambio ya es expresión de un nacionalismo incipiente. Véase GuillermoCéspedes del Castillo: América hispánica (1492-1898), tomo VI de la Historia de España, dirigida porManuel Tuñón de Lara, Barcelona, 1983, págs. 405 y 406.

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y asociado a él, la figura de los patriotas que dan su vida generosamente enlos conflictos militares con fuerzas extranjeras. Los homenajes a los héroesson generalmente de carácter funerario, pues la muerte es en cierta formaindispensable para alcanzar tal consideración, y así se recuerda sobre todo alos patriotas inmolados. La muerte del héroe personifica la existencia de unaemergente comunidad nacional en competencia con la realeza10.

En España el culto al héroe coincidirá sobre todo con los periodos cons-titucionales en la larga historia del siglo XIX. En el virreinato mexicano conlos años anteriores –y por supuesto posteriores– a la obtención cruenta de laindependencia. El ritual americano mantiene las propuestas formales delmodelo europeo coetáneo pero su significación es sutilmente distinta. Lamuerte y la apoteosis del héroe mexicano significan de alguna manera la apa-rición en el horizonte de la fiesta virreinal de una alternativa al festejo real–al margen del festejo religioso–. En España también sucede, pero allí lo queencontramos es una alternancia: períodos absolutistas/fiestas reales, períodosliberales/fiestas patrióticas. En Nueva España la fiesta real se mantiene hastala independencia, mientras que la fiesta patriótica arranca de los últimosdecenios del gobierno español y se prolongará con fuerza durante el sigloXIX una vez se produce la escisión con la metrópoli. Así pues durante unosaños coinciden ambos festejos.

La proximidad en el tiempo de las primeras celebraciones patrióticas conel proceso emancipador no es casual. Si hasta ahora el universo de la fiestapública estaba protagonizado por un Olimpo de monarcas y virreyes, afinca-dos o provenientes de la metrópoli, por primera vez se exalta a individuosmexicanos –o americanos– que se han distinguido honrosamente en accionesde armas y que han hallado en ellas trágica muerte. Se están fijando las basesde un nuevo panteón mítico, más próximo y mucho más real: frente a losmonarcas distantes, hombres ilustres autóctonos, frente a los retratos difusosde una dinastía lejana, individuos que se han conocido personalmente. Laexaltación de este panteón evidencia de alguna forma un reconocimiento dela nación mexicana.

Este proceso no se realiza de manera consciente. El culto al héroe es per-mitido y hasta organizado por las autoridades españolas. Éstas no parecen

10 Varela: La muerte…, pág. 19.

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apreciar en ello un componente que acelere el proceso secesionista.Probablemente porque identifican patria con España y creen estar honrandohijos de la lejana metrópoli que simplemente habitan otro continente. Nodudamos, sin embargo, que el criollo independentista encontraba en la apote-osis del héroe americano un argumento en el que apoyar sus tesis emancipa-doras.

El 24 de febrero de 1808, en la iglesia del Espíritu Santo de la ciudad dePuebla se celebraron las exequias en honor de “todos los que murieron en lagloriosa defensa de Buenos-Aires”, combatiendo contra fuerzas inglesasexpedicionarias. De dicha celebración conocemos el obelisco que se levantóen su honor y el sermón fúnebre que pronunció con tal motivo el canónigoAntonio Joaquín Pérez Martínez. Sabemos asimismo que los actos contaroncon la participación del ejército, representado por la compañía de granaderosdel Comercio y la artillería del Ayuntamiento11.

Este homenaje a patriotas muertos en defensa de una ciudad española enAmérica es muy importante pues es un poco anterior al que habitualmente sepresenta como inaugurador de las exequias patrióticas en territorio español,las honras fúnebres celebradas en agosto de 1808 en Madrid por las víctimasdel levantamiento francés del 2 de mayo, y que fueron estudiadas detallada-mente por Varela12.

El obelisco funerario fue construido por José Luis Rodríguez Alconedo ycorresponde ya a la arquitectura efímera neoclásica13. En función de su sig-nificado el zócalo representaba una fortaleza, con garitas en las esquinas. De

11 La presencia de las tropas en las celebraciones públicas mexicanas fue una constante de la fies-ta virreinal, pero en este caso estaba más justificada por tratarse de la conmemoración de un hecho béli-co. Ya no se trata exclusivamente de guardar el orden público en la aglomeración que ocasiona la fiesta,sino en honrar a compañeros caídos en la batalla. Con el culto al héroe, y más concretamente al héroe mili-tar en el contexto de la fiesta patriótica, la participación del ejército en este tipo de eventos se mantendráa lo largo de todo el siglo, en España y en la América ya independiente.

12 Varela: La muerte…, págs. 181 y ss.13 Aunque breve, el texto del prólogo de la crónica es interesante porque revela el cambio de

gusto que se ha producido en la sociedad virreinal con respecto a las arquitecturas efímeras y los elemen-tos parlantes que las adornan, y a las crónicas que relatan los festejos. Así por ejemplo se dice que elsermón se adorna con la lámina del obelisco funerario, pese a que no revela totalmente la armonía y belle-za de éste, pues “ha parecido conveniente publicarla, porque su vista excusará las descripciones arqui-tectónicas, de que no gusta la mayor parte de los lectores”, y también, “prefiriendo à los epitafios latinoslas inscripciones castellanas, se distribuyeron las siguientes por las quatro frentes del segundo cuerpo”.Oracion funebre…, en el prólogo, sn.

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él arrancaba el obelisco, adornado con el epitafio, trofeos, escudos y jarrones,y escoltado por dos mujeres veladas, una de las cuales apagaba una antorcha.

Resultan significativas las inscripciones castellanas que lo adornaron porla nueva terminología que introducen en el festejo virreinal, los conceptos delhonor y la patria:

“Más grandes en su ocaso”“Nada sobra para la patria” –rodeada de armas.“El honor las erige: el honor las abate” –rodeada de banderas.

Pero lo más interesante de estas honras fúnebres para nuestro propósitofue sin lugar a dudas el sermón que predicó el canónigo Pérez Martínez antescitado. No tiene desperdicio y revela muchas de las claves necesarias parainterpretar correctamente el sentido del culto al héroe en la América todavíaespañola. Empieza explicando el papel social que cumplen las exequiaspatrióticas: “tened el consuelo de que les llegarán vuestros socorros, porqueni han muerto del todo, ni han muerto para siempre (...). Por el contrario, tras-ladados à region mas dichosa, han recobrado con usura quanto aquí perdie-ron, y para siempre se hallan en paz. En paz natural con la patria, por lagratitud en que les vivirá. En paz civil con el mundo, por la justicia que leshará. En paz religiosa con Dios, por la misericordia con que los tratará”14.Igual que hasta ahora los monarcas, tampoco los héroes mueren, y si aqué-llos merecían el amor de sus súbditos, éstos merecen la gratitud y el afectode sus conciudadanos. Y sigue insistiendo “son tan directas las relaciones enque se halla todo ciudadano con su patria, como las obligaciones naturalesque corren à los hijos respecto de sus padres”15. Por otra parte, no se conde-nan en absoluto las contiendas bélicas que han propiciado la muerte de loshijos de América, antes al contrario, la guerra “es la estacion propia en queflorecen los heröes del patriotismo, porque tambien es ella la que presenta àlos ciudadanos las mejores ocasiones de exercitarlo”16. El texto prosigue afir-mando que no hay injusticia mayor que el olvido de los grandes hombres,“sabios de primer órden, artistas eminentes, hombres todos los que por ser

14 Ibídem, págs. 4 y 5.15 Ibídem, pág. 5.16 Ibídem, pág. 7.

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grandes os habeis ganado rivales de vuestra gloria, y que tan eclipsada lahallais en la estimacion injusta de vuestros semejantes (...) si hay hombrestan afortunados que fixen à su favor el aprecio sincero del mundo, y á quie-nes la muerte solo sirva de ampararlos en la pacífica posesion del honor ybuena fama; estos hombres es preciso que sean algo mas que héroes, y talesme parece que van à ser reputados los que murieron defendiendo à Buenos-Ayres”17. También este párrafo resulta revelador: el canónigo ya no sóloexige el culto a los héroes muertos en combate, sino que proclama asimismoinmortales en la memoria colectiva de la patria a todos aquellos que se handistinguido en su trabajo, como sabios o artistas. El ciudadano comienza asustituir al súbdito. El sermón se cierra con estas palabras “de la gratitud dela patria les resulta la paz natural (...).De la justicia del mundo les redunda lapaz civil que tantos pretenden, y que tan raros alcanzan: sunt in pace. De lamisericordia divina (...) la paz de Dios: paz que supera toda la comprehen-sion de los sentidos, y de la que gozarán eternamente: sunt in pace. Se lasdeseamos, se las envidiamos”18. Ni en una sola línea del sermón se habla delealtad a los reyes, pese a la todavía presencia distante de los monarcas. Seexalta la patria, la guerra y se divinizan los héroes. La revolución indepen-dentista está ya muy próxima.

Epílogo

Sólo cuarenta y seis años separan unas exequias de las otras. Sin embar-go, y como hemos visto, los dos discursos no pueden ser más opuestos. Dela apología de la Paz se ha pasado a la exaltación de la Guerra. Lo interesan-te es que ambos planteamientos se producen en el contexto de la fiesta virrei-nal, oficial y controlada por la administración española, y ambas relacionesfestivas son editadas con todos los permisos oficiales. Esto es lo que haceespecialmente interesante esta comparación. Si la apología de la guerra fueraun pasquín subversivo, la comparación carecería de sentido, pero la oficiali-dad de los dos textos es lo que permite detectar el gran cambio cultural e ide-ológico que se ha producido en la sociedad hispanoamericana con respecto ala violencia.

17 Ibídem, págs. 13 y 14.18 Ibídem, pág. 29.

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Por otra parte, la exaltación de la guerra tampoco es un tema novedosoen el arte barroco. Durante el siglo XVII series de lienzos de batallas son col-gados en salones y arquitecturas efímeras conmemorando progandísticamen-te los triunfos militares alcanzados por los Habsburgos hispanos –sirva deejemplo la decoración del Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, cuyofin era conmemorar los pretendidos éxitos bélicos de Felipe IV–. Y enMéxico las evocaciones de la conquista del imperio azteca realizadas bajo losAustrias se ejecutan en clave militar, como ponen de manifiesto pinturas,enconchados y biombos. Pero hay una diferencia fundamental entre todasestas representaciones renacentistas y barrocas y las del siglo XIX: aquéllasson las guerras del rey; en 1808 son los ciudadanos los sujetos de la guerra.

Entre 1762 y 1808 varias derrotas militares conmocionaron a la sociedadhispánica. Una de ellas, la batalla naval de Trafalgar (1805), se convirtió enla debacle de la armada española y en la tumba de numerosos héroes mari-nos, que el pueblo rápidamente asumió como propios. Si bien la revolucióntodavía no había estallado en las tierras hispanas, los sentimientos naciona-les que hizo aflorar la Revolución Francesa cruzaron las fronteras de Franciae impactaron a los españoles de ambos lados del Atlántico, haciéndoles vercon otros ojos el significado de la muerte sangrienta de sus vecinos y cam-biando su valoración de la guerra. El eco continental de la resistencia de laciudad de Buenos Aires contra los ingleses en 1806, o la trascendencia penin-sular del motín de la ciudad de Madrid contra el invasor francés dos años des-pués hay que entenderlos desde esta perspectiva. La Paz, que unos años antesera entendida como un regalo del monarca, es reemplazada por la Guerra,que une a los ciudadanos en la defensa de sus patrias. Este cambio de sensi-bilidad será determinante en las antiguas colonias americanas, pues favore-cerá el inmediato proceso insurgente.

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Figura 1– Catafalco por Fernando VI. Catedral de México. 1762

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Figura 2– Jeroglífico fúnebre de Fernando VI. 1762.

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Figura 3– Jeroglífico fúnebre de Fernando VI. 1762.

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Figura 4– Jeroglífico fúnebre de Fernando VI. 1762.

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Figura 5– Jeroglífico fúnebre de Fernando VI. 1762.

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Figura 6– Jeroglífico fúnebre de Fernando VI. 1762.

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Figura 7– Jeroglífico fúnebre de Fernando VI. 1762.

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Figura 8– Catafalco por los defensores de Buenos Aires. Iglesia del Espíritu Santo.Puebla. 1808.

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La cuestión americana en Juan López de Cancelada

VERÓNICA ZÁRATE TOSCANO

Instituto Mora - México

Preliminar

Juan López Cancelada vivió una época turbulenta en la Nueva y la ViejaEspaña, cuando en ambas se experimentaban cambios sin precedentes. Sinser uno de los personajes más famosos y estudiados del primer tercio delsiglo XIX, puede proporcionar importantes pistas para la comprensión de esemomento histórico1.

En este ensayo se analizan algunos de los escritos en los que LópezCancelada se ocupó de la cuestión americana. Estos textos fueron publicadosen lo que hemos llamado la etapa española, es decir, a su regreso a la penín-sula Ibérica después de haber sido expulsado de Nueva España. Este hechono es fortuito sino que obedece a circunstancias muy especiales. Alejado físi-camente de América y con desbordantes experiencias adquiridas en ella,Cancelada se percató del desconocimiento casi generalizado que existía enEspaña respecto al nuevo continente. Las opiniones y propuestas que emitiócon conocimiento de causa no fueron ciegamente atendidas y generaronagrias polémicas que, a su vez, motivaron más escritos. Las controversias nogiraron únicamente en torno a temas políticos sino económicos y aun histó-ricos, y sus resultados tuvieron gran alcance, incluso a nivel internacional.

Datos biográficos

Juan López Cancelada nació en Cancela de Aguiar, Villafranca delBierzo, León, España, el 15 de julio de 1765. A los 26 años se trasladó al

1 Me he ocupado más extensamente de este tema en López Cancelada, Vida y Obra. Tesis demaestría en Historia de México, México, UNAM, 1986. De ahí extraigo parte del material utilizado eneste ensayo.

Insurgencia y republicanismo – Págs. 69-88

Nuevo Mundo con la intención, como tantos españoles, de “hacer laAmérica”. Durante sus primeros años en Nueva España se dedicó al comer-cio y contrajo matrimonio con María Antonia Dolores de Verazátegui, viudade un mercader de Silao. Desde octubre de 1805, se asoció con ManuelAntonio Valdés y se convirtió en el editor de la Gazeta de México.

Cancelada participó en el movimiento de 1808 que culminó con el golpede estado al virrey José de Iturrigaray. Sus relaciones con el grupo de comer-ciantes que lo derrocó y su intervención en la publicación de las noticias delsuceso, le permitieron un conocimiento inigualable sobre tan crítica situacióny en el futuro no dudaría en jactarse de ser un verdadero conocedor de la rea-lidad novohispana.

Cancelada permaneció en tierras americanas hasta el 7 de marzo de 18102,cuando fue hecho prisionero por haber llamado déspota al arzobispo virreyFrancisco Javier Lizana y Beaumont. En consecuencia, salió expulsado a lapenínsula después de haber pasado 22 años en Nueva España. Durante las dosdécadas siguientes en las que vivió en Cádiz y Madrid, estuvo siempre acom-pañado de la “obsesión americana” y hasta su muerte, acaecida alrededor de1834, se dedicó a escribir en la prensa española, así como en diversos folletos,sobre las posesiones americanas recién perdidas. Le tocó vivir una época tur-bulenta en la Nueva y la Vieja España, y siempre apeló a la experiencia quehabía adquirido en tierras americanas. A fines de la década de 1820, publicóuna historia de la independencia de México, donde plasmó su versión de loshechos y lamentó que sus propuestas para solucionar algunos de los problemasde Nueva España hubieran quedado sumidas en el olvido. Además, refirió partede las controversias de las que nos vamos a ocupar aquí3.

Polémicas en tiempo de Cortes

Durante los años en que estuvieron reunidas las Cortes en Cádiz se sus-citaron múltiples debates y polémicas, tanto en el seno de las mismas, como

2 López Cancelada, Juan: Ruina de la Nueva España si se declara el comercio libre con losextrangeros. [sic] Exprésanse los motivos. Quaderno [sic] segundo y primero en la materia. Por D. JuanLópez Cancelada, redactor de la Gazeta de México, Cádiz, Imprenta de D. Manuel Santiago de Quintana,Calle del Rosario, 1811, pág. 68.

3 Actualmente preparo la edición de Sucesos de Nueva España hasta la coronación de Iturbide,de Juan López Cancelada. Se publicará por el Instituto Mora.

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fuera de ellas. Estaba en discusión una nueva forma de gobierno y habíamuchos dispuestos a opinar y proponer. Simultáneamente se desarrollaba unaguerra en dos continentes. España tenía que luchar contra los invasores fran-ceses y contra los insurgentes americanos. La panacea era la Constitución; eldebate era la costumbre.

Cancelada tuvo como compañera inseparable de su existencia a la polé-mica. Él provocaba o era un provocado, contestaba o era rebatido, callaba oera silenciado. En esta controvertida etapa se enfrascó en discusiones o ata-ques con varios personajes prominentes. Se notará cierta disparidad entre lasdiscusiones ya que no todas son de la misma envergadura. Algunas se pro-longaron por varios años y otras terminaron rápidamente o quedaron sin con-testación. Lo que tienen en común es que todas giraron en torno a problemasamericanos, ya fuera de un modo general o específico.

Blanco White

Iniciaremos nuestra serie de polémicas con la que sostuvo Cancelada conun personaje culto y controvertido, cambiante y calumniado, condenado alolvido. José María Blanco y Crespo nació en el barrio de Santa Cruz, corazónde Sevilla, en 1775. Teólogo y hombre de letras, fue miembro de la tertuliade Manuel José Quintana, con quien colaboró en el periódico SemanarioPatriótico, publicado en Madrid, Sevilla y Cádiz. A los 34 años decidió cam-biar su vida, se estableció en Inglaterra, se convirtió a otra religión y modi-ficó su apellido para convertirlo en Blanco White. Fundó periódicos yescribió prosa y poesía con distintos pseudónimos como “Juan Sin Tierra” y“Leucadio Doblado”4. Murió en Liverpool, donde está enterrado, en 18415.

Juan Goytisolo, quien ha publicado algunas de las obras de Blanco Whiteescritas en inglés, opina en el prólogo a las mismas que

trasplantando a orillas del Támesis y escribiendo en inglés, Blanco disfrutaba sinduda de una independencia de juicio y libertad de pluma inaccesibles a sus cole-

4 Leucadio, derivado de una raíz griega que significa blanco, y Doblado para aludir a la repeti-ción de su apellido.

5 Blanco White, José: Cartas de España, introducción de Vicente Lloréns; traducción y notas deAntonio Garnica, 3a edición, Madrid, Alianza Editorial, 1983.

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gas peninsulares, ya sumergidos en el remolino de las breves insurgencias revo-lucionarias, ya aplastados por el orden sepulcral de los gobiernos conservadores6.

Así pues, a partir del mes de abril de 1810 y hasta junio de 1814 publicómensualmente en Londres un periódico titulado El Español, con el que, usan-do el idioma de Cervantes, buscaba influir en la marcha de los aconteci-mientos, con “la pluma, la sola arma con que podía servir a España”7. Graciasa su instrucción y estilo fácil y elocuente, pronto adquirió una gran reputa-ción, pero los delicados asuntos que trataba y sus opiniones atrevidas condi-cionaron su aceptación general.

Las críticas que hacía a las medidas adoptadas por la Regencia y su pos-tura ante la independencia americana hicieron su periódico “desagradable alas Cortes y al público de Cádiz y cada número que llegaba, excitaba más ymás el odio contra su autor”8. Fue condenado públicamente por todos los“buenos españoles” y aun en el Times de Londres se escribió contra él. Fueprohibida la lectura y circulación de su periódico, pero se sabe que el emba-jador inglés en Cádiz recibía cien ejemplares.

Carlos Seco Serrano ha distinguido cuatro etapas en el pensamiento deBlanco frente al problema americano:

La primera se adelanta a los acontecimientos y busca cauces de comprensión ala efervescencia trasatlántica, a través de la reunión de Cortes. La segunda inten-ta inspirar a éstas la manera de convertir en proceso armónico la doble revolu-ción –europea y americana–. La tercera se enfrenta al secesionismo efectivoiniciado en Caracas. Y la cuarta aborda la posibilidad de un equilibrio mediantelas reformas necesarias a la Constitución de Cádiz y la magia de la realeza res-taurada9.

6 Obra inglesa de D. José María Blanco White. Selecta de sus obras en esta lengua, que con-tiene: dos capítulos de su “Autobiografía”, cuatro de sus “Cartas de España” nuevamente traducidas yfragmentos diversos que ilustran el pensamiento religioso, histórico, político y literario de dicho escritor,con un prólogo de D. Juan Goytisolo, Buenos Aires, Ediciones Formentor, Barcelona, Seix Barral, 1972,pág. 25.

7 Citado en María Cruz Seoane: Historia del periodismo en España, II. El siglo XIX, Madrid,Alianza Editorial, S. A., 1983, pág. 59.

8 Alamán, Lucas: Historia de Méjico desde los primeros movimientos que prepararon su inde-pendencia en el año de 1808 hasta la época presente, 3a edición, Méjico, Editorial Jus, S. A., 1972, 5tomos, t. III, pág. 20.

9 Seco Serrano, Carlos: “Blanco White y el concepto de revolución atlántica” en La prensa enla revolución liberal, Madrid, Universidad Complutense, 1983, págs. 265-275.

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Su postura se iba adecuando a las circunstancias pero estaba convenci-do de que España no perdía más con oír a las Américas que con hacerles laguerra.

Los ataques que le dirigió Cancelada en distintos momentos de esa épocase relacionaban con las opiniones que aquél emitía y con lo que de ellasresultaba en América. Después de un bando donde se declaraba la absolutaindependencia de Caracas, que Cancelada incluyó en su TelégrafoAmericano10, éste preguntaba: “Y ¿qué podemos decir al señor Blanco, escri-tor del Español en Londres? ¿qué a los demás periodistas ingleses? ¿qué amuchos españoles incautos?”.

Más adelante, tras incluir un impreso de Santa Fe (Bogotá), reiteró:“Aquí tenéis, lectores, una de las consecuencias del gobierno criollo quetanto han encarecido Blanco y otros escritores en Londres”11. Su principalcrítica a Blanco era por favorecer a los “malos criollos”12.

La mayor censura y reprobación que Cancelada publicó sobre él apare-ció en 181313, en un artículo titulado “Sobre las revoluciones de América”.Comenzaba diciendo: “Lloroso y confundido el Español en Londres (granprotector de los rebeldes de América) se explica así en enero del presenteaño!”. En seguida copiaba un texto en el que Blanco decía que había pocoqué añadir a lo dicho sobre los asuntos de América y que “aquellos puebloshan tomado tal giro que en balde se les querrá contener en su funesta carre-ra hasta que sus desgracias propias los desengañen”. Cancelada lo adicionócon una nota un tanto irónica donde echaba en cara a Blanco en lo quehabían venido a parar sus encomios a las cabezas de la facción en América.Ya había perdido la esperanza de verla dirigida por un gobierno criollo y laveía en un estado peor que la esclavitud. Cancelada decía que si Españaabandonase sus Américas a ellas mismas, no existirían los criollos en un añosobre la tierra. El ejemplo de los malos contra la Madre Patria había cundi-do. “Éstas y otras reflexiones hubieran sido más benéficas a la América,señor escritor en Londres [le dice] que los desbarros que hemos leído en susnúmeros pasados”.

10 Telégrafo Americano, núm. 7, Cádiz, 20 de noviembre de 1811, pág. 63.11 Telégrafo Americano, núm. 10, Cádiz, 11 de diciembre de 1811, pág. 103.12 Telégrafo Americano, núm. 20, Cádiz, 19 de febrero de 1812, pág. 246.13 Telégrafo Mexicano, núm. 2, Cádiz, 31 de marzo de 1813, págs. 119-121.

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Cuando en 1821 Cancelada resucitó su Telégrafo con el epíteto deMegicano, recordó este episodio y añadió algunos comentarios14. Confesóhaberle remitido varios impresos suyos de los sucesos de América por mediodel correo de gabinete de Manuel Quintana y Francisco Serralde, así comounas cartas reservadas pronosticándole que los sucesos lo desengañarían dela mala causa que defendía. Cancelada expresaba: “Ignoro los efectos que lehabrían causado mis insinuaciones, y sólo sabré decir que me hallé con unode los números de su periódico sobrecartado a mí”.

Blanco White no se sumió en el silencio durante varios años a partir de1814 por lo que pudiera haberle dicho o dejado de decir Cancelada, sino por-que se dio cuenta de que sus esperanzas de un arreglo pacífico entre Españay América desaparecían al igual que las cortes con el retorno de FernandoVII. Sin embargo, el concepto que Blanco tenía de lo español era tan amplioque le permitía incluir a los peninsulares y criollos y mirar como una solarevolución el movimiento a ambos lados del Atlántico. Así se explica la satis-facción expresada tras la batalla de Ayacucho que marca la separación entreambos continentes. “Ayacucho –dice Serrano– significa para Blanco, pura ysimplemente, que la libertad perdida por los españoles en Europa había halla-do su refugio y su triunfo entre los españoles de América”15.

Cancelada y Blanco coincidieron en señalar que el gobierno español esta-ba errando su política americana pero la manera de como reaccionaron antela consumación de la independencia fue diametralmente opuesta.

Mexía Lequerica

José Mexía Lequerica, natural de Quito, era diputado suplente por elvirreinato de Santa Fe. Formó parte de importantes comisiones dentro de lasCortes y dio entrada con sus intervenciones a asuntos trascendentales comoel de la libertad de imprenta. Colaboró abierta o veladamente en los periódi-cos gaditanos La Triple Alianza de 1811 y La abeja Española de 181216. Se

14 Telégrafo Megicano, núm. 2, Madrid, 15 de septiembre de 1821, págs. 73-77.15 Seco Serrano: “Blanco White…”, pág. 275.16 Solís, Ramón: Historia del periodismo gaditano, 1800-1850, Cádiz, Instituto de Estudios

Gaditanos, Exma. Diputación Provincial de Cádiz, [1971], págs. 484 y 493.

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ha llegado a afirmar que también colaboró en el Telégrafo Americano17 perola confusión tal vez sea porque se publicó un suplemento con su nombre queestudiaremos más adelante. Murió víctima de la fiebre amarilla en Cádiz el11 de noviembrede 1813 a los 34 años18. Parece que a poco de su llegada ini-ció una relación amistosa con Cancelada pero al conocer mejor sus posturasfrente al problema americano, sus caminos se separaron. Al respecto, nues-tro personaje anotó junto con su representación sobre las órdenes de loscomisionados relacionados con el reparto de tierras, lo siguiente:

En el corto tiempo que fuimos amigos el señor Mexía y yo, tuve el honor dehaberle oído [decir] que era una verdad y ofrecía hablar sobre ella en el congre-so. Él sabrá si lo ha hecho reservadamente, pues no aparece una palabra en losdiarios de cortes19.

Ya hemos relatado anteriormente cómo Cancelada ardía en deseos deexpresar sus puntos de vista en las Cortes. Ahora podemos presentar un tes-timonio para apoyar dicha afirmación que, además, se relaciona directamen-te con Mexía.

En un tono que se antoja irónico y que Cancelada usaba a menudo, con-taba cómo Mexía había recurrido a la teatralidad para hablar en favor de losnegros y pardos y estremecer al público.

Reventaba yo –admite Cancelada– desde las galerías por responder “Todos esosextremos, señor diputado suplente, conviértalos en pedir al congreso propiedadterritorial para esos infelices; y entonces los convertirá de vagos y nocivos, enciudadanos capaces de contribuir a la representación nacional de América comousted pretende20.

El resentimiento por no haberlo apoyado en sus solicitudes se hacíapatente una vez más.

17 Solís: Historia…, pág. 497.18 Berruezo, María Teresa: La participación americana en las Cortes de Cádiz, 1810-1814,

Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1986, pág. 168, y Rieu-Millan, Marie Laure: Los diputadosamericanos en las Cortes de Cádiz, Madrid, CSIC, 1990, pág. 43.

19 Suplemento al número 5 del Telégrafo Mexicano. Representación hecha al SoberanoCongreso por el Valle de San Francisco, en el reino de México, pidiendo propiedad territorial. Exposiciónque con este motivo hace a S. M. don J. L. Cancelada, recordando sus repetidas instancias sobre la mate-ria, desde la instalación de las cortes. Cádiz, Imprenta Patriótica, 1813, pág. 7.

20 Telégrafo Mexicano, núm. 7, Cádiz, 31 de agosto de 1813, pág. 402.

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El suplemento al Telégrafo a que hemos aludido anteriormente, donde sehabla de Mexía, no está dedicado sólo a él. La primera referencia es “Sesiónde Cortes del 11 de octubre. La negra honrilla del señor Mexía”21. En esteartículo se transcribió lo publicado por el Redactor General un día despuésde la sesión donde se resumió el debate relacionado con la representatividadde diputados americanos en las Cortes. Cancelada no perdió la ocasión paraseñalar que la noticia no estaba completa y agregó un comentario que tituló“Notables pasajes que no hace mención”. Ahí refirió que Mexía no habíaquedado conforme con el dictamen de las Cortes por temor a que más ade-lante se dudara de la legitimidad de los suplentes. “Insistió sin embargo,movido (dijo) de la negra honrilla”, de ahí el título. Lo que se discutía era quepara legitimar el número de representantes por región debía tomarse en cuen-ta el último censo.

En la tercera parte llamada “Avisos sobre la dificultad de formar laestadística de América, que debió manifestar el señor Mexía en esta sesión”,afirmó que en tiempos de tranquilidad tomaría dos años levantar un censo yque con la insurrección resultaba casi imposible, razón por la cual los suplen-tes podrían eternizarse en sus puestos. No era en realidad un ataque agrio sinosólo unas recomendaciones de lo que debía haber expuesto Mexía. Al finaldel suplemento, puso una advertencia que decía:

Tenía ya impreso la mayor parte de este suplemento el día mismo que falleció elseñor Mexía. Siento mucho que la muerte le haya privado de su lectura, para evi-tar que se pudiese presumir haberlo yo perseguido hasta el sepulcro. Octubre 28de 181222.

Si se hubiera tratado de otro de los personajes con que polemizó, podría-mos asegurar que se trataba de expiar una culpa.

Velázquez de León

Manuel Velázquez de León ocupaba desde el periodo del virrey José deIturrigaray el puesto de secretario de Cámara del Virreinato y en él había con-tinuado, excepto en un corto intervalo durante el gobierno de Pedro Garibay,

21 Suplemento al Telégrafo Mexicano, núm. 7, Cádiz, 28 de octubre de 1812, págs. 445-446.22 Idem, pág. 456.

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en que se hizo cargo Manuel Merino. A pesar de haber querido renunciar envarias ocasiones, hubo de esperar a que llegara Félix María Calleja para sertransferido a la Tesorería de la Santa Cruzada.

Cancelada había tenido motivos de queja y lo culpaba de su expulsión deNueva España. Lo acusó de estar implicado en las conspiraciones criollas deindependencia en tiempos de Francisco Xavier Lizana y Beaumont. Sinembargo, esas opiniones no habían llegado aparentemente a oídos de Veláz-quez antes de 1813. Cuando leyó en el Telégrafo Mexicano de abril de eseaño23 lo que contra él escribió Cancelada, se apresuró a rebatirlo.

En una de las cartas que dirigía a Calleja, la tercera, Cancelada decíahaber recibido relaciones circunstanciadas que fijaban las épocas después deIturrigaray hasta Francisco Xavier Venegas, señalando lo ocurrido en las pro-vincias entre los promotores del plan de Independencia:

Viéronlo cortado (según dicen) en el tiempo que estuvo de secretario del virrei-nato el señor Merino; mas después que volvió a entrar en ese destino el señorVelázquez vuelven a continuar la relación comenzada, refiriendo las prisionesque les hicieron en Valladolid de Michoacán y la ninguna averiguación sobreella.

Cancelada recriminaba la suavidad con que habían sido castigados losconspiradores. Más adelante, refirió que los autores de sus informes se admi-raban de que no hubieran cambiado al secretario del virreinato que era eltimón del gobierno: “Al señor Velázquez no le conceden gran talento pero símucha práctica de nadador”.

Cuando el mencionado número del Telégrafo llegó a manos deVelázquez, éste elaboró un memorial fechado el 8 de octubre de 1813, elmismo que presentó al virrey Calleja24. En él copió el artículo de Canceladay en seguida dio comienzo a la defensa:

Aunque la simple lectura del libelo que se ha trascrito basta para conocer la fal-sedad y la malignidad con que están concebidas todas las producciones de donJuan López Cancelada, creo sin embargo conveniente decir alguna cosa parademostrar la calumnia con que se pretende infamar mi reputación.

23 Telégrafo Mexicano, núm. 3, Cádiz, 30 de abril de 1813, págs. 109-191.24 Archivo General de la Nación, México (en adelante AGNM), Historia, 116, exp. 6, fs. 137-146.

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Decía que no alcanzaba a comprender por qué le hacía a él el cargo deque, tras regresar a su empleo, habían continuado las conspiraciones.Consideraba que los escritos de Cancelada tenían por objeto encender ysoplar la llama de la discordia y que Cancelada escribía para verlo relevadocomo secretario. Si se hubiera esperado un poco vería que ya había dejado elempleo “porque así lo había querido”. Más que una defensa, era un contraataque a Cancelada a quien acusaba de incurrir en equivocación voluntariasegún lo acostumbraba en todo. Decía que como poco versado en el estilojoco-serio no entendía qué le quería decir con aquello de la “mucha prácticade nadador” que le concedía y se disculpaba por difundirse en contestar unas“especies más dignas del desprecio o de la zumba” que de una respuestaseria.

Velázquez solicitó a Calleja permiso para imprimir su manifiesto con unsuplemento del Diario Cívico de la Habana en que se le defendía, junto aLobo y Murphy, de otro ataque de Cancelada25. Se citaba lo dicho porCancelada en el Telégrafo Mexicano número 1, en su carta a Calleja26, sobreun contrabando de papel en que estaban implicados los tres personajes men-cionados.

Los escritos de Cancelada provocaban reacciones en todas las partes delimperio español a donde los enviaba. Aunque en La Habana no lo conocie-ran tantos personalmente como en México, los sentimientos que suscitaba noestaban menos exentos de inquina que en el virreinato donde había vivido.Así, “El amigo de la justicia y la paz”, firmante del escrito cubano, decía queera conocido el miserable talento de Cancelada y el desprecio que merecíansus producciones en Europa, lo acusaba de ser un periodista mercenario alservicio de los comerciantes y agregaba que contestarle era “como un disla-te igual al de infundirles juicio a los enfermos de San Hipólito, y este mere-cido desprecio que él debe creer convencimiento, lo valentea para escribirdesatinos con el mismo embrollo y mala fe que hacen el carácter de todos susborrones”. Hay que señalar que este escritor de Cuba debía haber conocidoMéxico bastante bien. Sería un tanto repetitivo referir todos los dicterios pro-feridos contra Cancelada. Sólo hay que recalcar que sus opiniones tenían

25 AGNM, Historia, 116, exp. 6, fs. 144-144v. Suplemento al Diario Cívico N° CCCIII, LaHabana, oficina de don Juan de Pablo, junio de 1813, firmado por “El amante de la justicia y la paz”.

26 Telégrafo Mexicano, núm. 1, Cádiz, 28 de febrero de 1813, págs. 60-70.

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tanto peso que generaban agrios escritos de particulares y la intervención delgobierno. En este caso, el expediente se pasó al fiscal de Hacienda queordenó recoger los Telégrafos llegados a Veracruz y que se sumaran los ante-cedentes promovidos por Velázquez para dictaminar.

Guridi Alcocer

Una de las polémicas más apasionadas que sostuvo Cancelada en estaépoca fue con fray Servando. La otra es la que a continuación referimos.

José Miguel Guridi y Alcocer nació en San Felipe Ixtacuiztla, Tlaxcala en1763. Estudió en el Seminario Palafoxiano y paulatinamente fue obteniendogrados en artes, cánones, teología y leyes. Después de ejercer varios cargos ycátedras, obtuvo en 1802 el curato de Tacubaya. En 1810 su provincia natal lonombró diputado a Cortes. Regresó a México en 1813 y al año siguiente fuecura del Sagrario Metropolitano hasta 1821. Firmó el acta de independencia yfue miembro del Congreso Constituyente. Murió en México en 182827.

Entre su bibliografía se cuentan poesías, sermones, representaciones yapologías. Sobresalen sus Apuntes, de los que Luis G. Urbina ha dicho queson lo más interesante que produjo su pluma con su apariencia de intimidady sencillez, y los equipara a la Apología de Mier28. Desafortunadamente paranuestros propósitos, los Apuntes fueron escritos en 1802, quedando así des-cartada la posibilidad de que relataran lo que nos interesa en este apartado.

Lucas Alamán ha opinado que Guridi era “hombre de muchos y variosconocimientos, de elocuencia nerviosa, aunque resintiéndose del carácter delpúlpito, que es tan diverso y aun opuesto al estilo parlamentario”29. Este con-cepto de Alamán choca con el general que hace a Guridi elocuente orador,político de fuerza, apasionado liberal, líder sobresaliente, etcétera. Pero laopinión que nos interesa, precisamente por visceral y parcial, es la de Cance-lada. Aunque ninguno de los dos lo quisiera admitir abiertamente, compar-tían varios intereses. Pero, y ése era uno de los motivos de oposición, cada

27 Sierra, Justo (Comp.), Luis G. Urbina, Pedro Henríquez Ureña, Nicolás Rangel: Antología delCentenario. Estudio documentado de la literatura mexicana durante el primer siglo de independencia.Primera parte 1800-1821, México, SEP, MCMLXXXV, 2 tomos, t. II págs. 445-547.

28 Sierra: Antología…, t. I, págs. CXCVI-CXCVII.29 Alamán: Historia…, t. III, pág. 40.

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quien proponía soluciones en términos distintos e irreconciliables. Tal vez elargumento de más fuerza en la enemistad era que Guridi proponía demasia-das medidas en favor de los americanos criollos que peligrosamente condu-cirían a la independencia.

Los poderes de Guridi como diputado por Tlaxcala se aprobaron el 24 dediciembre de 181030, y a los pocos días comenzó a hacer propuestas y a inter-venir activamente en los debates, sobre todo cuando se discutía algún asuntorelacionado con América. Suscribió las peticiones de reformas económicaspresentadas por varios colegas suyos en torno a la agricultura, industria,comercio y minería31. Pedro Henríquez Ureña en la Antología del Centenarioatribuye a Guridi la “Representación de la Diputación Americana a las Cortesde España en 1.º de agosto”32, impresa en Londres, reimpresa en México eincluida en El Español de Blanco White en marzo de 1812. Cabe señalar queotros escritos de Guridi se insertaron también en el periódico inglés. Pero,además, sus ideas transcendieron las barreras del recinto parlamentario yaque continuamente escribía en el periódico gaditano El Censor. El primerataque de Cancelada a Guridi, al menos por escrito, fue a raíz de un artículodel diputado en dicho periódico. Así, en el Telégrafo de octubre de 181133,Cancelada dirigió “cuatro palabritas en castellano tlaxcalteco al señorJMGA, autor de la carta del Censor número 18 página 286: Usted, su mer-ced, señor amo, no te lo perturbes al Siervo de Dios, que después de Dios, sumerced quedará bien redondeado; sí tatita cura, no te lo quedarás sin tajada”.Obviamente Cancelada se estaba refiriendo al origen tlaxcalteca del diputa-do, asunto que procuraría sacar a relucir a cada momento.

Cuatro números después, cuando concluyó la publicación de los“Discursos de un Americano” sacados del Telégrafo de Guadalajara deSevero Maldonado, puso una nota hablando de los sacrificios indígenas a losdioses por la guerra con los tlaxcaltecas, aludiendo nuevamente a Guridi.

30 Colección de los decretos y órdenes que han expedido las cortes generales y extraordinariasdesde su instalación en 24 de setiembre de 1810 hasta igual fecha de 1811, Cádiz, Imprenta Real, t. I, pág.223, 24 de diciembre de 1810.

31 Hann, John H.: “The role of the mexican deputies in the proposal and enactment of measuresof economic reform applicable to México”, en México and the Spanish Cortes, 1810-1822: eight essays,edited with an introduction by Nettie Lee Benson, Austin, Published for the Institute of Latin AmericanStudies by the University of Texan Press, 1966, págs. 154-156.

32 Sierra: Antología…, t. II, pág. 548.33 Telégrafo Americano, núm. 4, Cádiz, 30 de octubre de 1811, pág. 40.

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Éste había dicho que Cancelada y Maldonado eran asalariados, así que aquélpedía que no olvidara esa expresión para cuando tuviera que dar la cara comolo había ofrecido. A la afirmación de Guridi de que Cancelada era conocidoen México por su desafecto al reino, nuestro personaje contestó que no queríaa los rebeldes ni a los “embrolleros” y que a los demás los había defendidoen sus cuadernos Verdad sabida y Ruina de Nueva España34. La nota secerraba con la repetición del mensaje a “Tatita Cura”. Lo de los embrollonesse refería a los abogados, a quienes tanto criticaba, y atañía también a Guridipor ser él mismo miembro del Colegio de Abogados.

La prolongada controversia había nacido a raíz de un discurso pronuncia-do por Guridi ante las Cortes el 9 de enero de 1811, apenas dos semanas des-pués de haberse acreditado. En él declaró que el fuego de la revolución podíaaplacarse con ciertas medidas de reforma; que las prohibiciones embarazabana los americanos y que éstos amaban a la península, odiaban el despotismo yése era el único origen de sus alborotos. Atribuía el desasosiego entoncescomún en América a la insatisfacción y miseria producto de las disposicionesadoptadas por España en materia de agricultura, comercio y manufacturas.

Guridi presentaba un argumento que sería esgrimido continuamente hastaque México declarara su independencia: se podrían preservar las colonias sise les permitiera sembrar lo que produjera la tierra, manufacturar lo que pudie-ran y vender sus productos a quien los comprara35. Aparentemente la primeranoticia que tuvo Cancelada del discurso fue a través del Español que lopublicó en su número 14 de mayo de 1811. Aunque fue pronunciado en unasesión secreta, es extraño que se conociera primero en Londres que enCádiz36. Cancelada lo publicó casi un año después37, y lo adicionó con algu-nos comentarios y observaciones. Por lo pronto alegó que si lo hubieran admi-tido en el Congreso como expositor, hubiera podido argumentar pero ante lanegativa, lo hacía en su periódico. Tres fueron los puntos en los que centró suscríticas de acuerdo a las quejas de Guridi. A la prohibición de sembrar enNueva España oponía el hecho de que existían ricos cultivos de vides y olivoscomo los que debía tener Guridi en su parroquia de Tacubaya. Agregaba que

34 Telégrafo Americano, núm. 8, Cádiz, 27 de noviembre de 1811, págs. 81-84.35 Hann: “The role…”, págs. 155-156.36 Suplemento al Telégrafo Americano, pág. 202.37 Telégrafo Americano, núm. 13, 1.º de enero de 1812, págs. 133-144.

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la desidia era la única prohibición y que el motivo de no estar más extendidala agricultura se debía al mal reparto de tierras. Este punto no podía dejarse.Por lo que tocaba al impedimento de comerciar con Perú presentaba comoprueba de su falsedad la lista de los cargamentos de los buques destinados aSudamérica. Finalmente, la queja de Guridi de que estando dotados los ame-ricanos de talento e ilustración, era muy corto el número de ellos que estabacolocado en empleos respecto a los europeos, era rebatida con un cuadrodonde se demostraba la relación, basándose en las guías de forasteros. Guridipedía “la mitad de los empleos en lo cual, atendida la proporción al númerode población, aún quedamos perjudicados”. Cancelada preguntaba que cómoentendía este número “¿por cabeza como los carneros o por personas aptaspara obtener empleos?”, y mencionaba a los indios y castas que no podíanaspirar a los puestos. Cancelada cerraba su comentario con la lamentación deque si le hubiesen hecho caso “hubiera librado [...] a la nación del borrón eter-no con que injustamente la cubre el decreto [de 8 de diciembre de 1811 que]deja en absoluta libertad para sembrar, cultivar y promover las manufacturasen toda su extensión”. Como sus observaciones habían quedado inconclusas,en el siguiente número del Telégrafo las continuó, analizando detenidamenteel citado decreto38. Consideró que la denigración consistía en autorizar el cul-tivo a la gente que ni siquiera tenía tierras. Repitió su solicitud sobre repartoy refirió cómo los hacendados americanos no permitían a los indios y castasavecindarse en pueblos. Lo más interesante era su señalamiento de que cuatromillones de miembros de castas carecían de aquello que poseían los criollos yése no era el caso. Temía que los desposeídos llegaran a conocer el decreto,sobre todo después de que se habían aliado con los europeos para frenar larevolución y esperaban una recompensa. Anteriormente había afirmado queeran atraídos por los insurgentes. Tal vez sin percatarse, Cancelada había des-cubierto que los criollos serían los triunfadores en la gesta revolucionaria,dejando a los demás en iguales o peores condiciones que antes. Y también talvez por eso declaró que se tendría por amigo de Guridi si éste empleara sutalento en beneficio de una multitud desgraciada.

El diputado no podía quedarse callado y usó los medios que tenía a lamano, la prensa y la tribuna de las Cortes, para responder al ataque deCancelada. Así el 26 de enero de 1812 salió el

38 Telégrafo Americano, núm. 14, Cádiz, 8 de enero de 1812, págs. 153-160.

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Censor Extraordinario. Contestación de don José Miguel Guridi Alcocer a lo quecontra él y los decretos de las cortes se ha vertido en los números 13 y 14 delTelégrafo Americano,

publicado como folleto en Cádiz en la imprenta de Agapito FernándezFigueroa. Juan Hernández y Dávalos lo incluyó en su valiosa Colección39. Elescrito comenzaba así:

Si don Juan Cancelada fuese sólo don Juan Cancelada, tal vez el silencio hubie-ra sido la respuesta a los reparos que ha estampado contra mí en su TelégrafoAmericano; pero hablando muchos por su boca, no puedo dejar a tantos sin con-testación.

Escrita en un tono agresivo, respondía a lo expuesto por Cancelada en losnúmeros 13 y 14 del Telégrafo. Cuando Guridi ya tenía el cuaderno en laimprenta, llegó a sus manos el número 15, donde se publicaron las represen-taciones de Cancelada, y como no pudo modificar el texto, agregó unas lar-gas notas. En varias partes le echó en cara a Cancelada su ignoranciadiciendo “me dirijo a un sujeto que no habiendo seguido carrera de letras, notiene obligación de estar instruido en los libros ni ejercitado en profundosdiscursos”. En cierta forma le justificaba sus errores por haber leído a auto-res como Adam Smith y por no conocer otras representaciones anteriores alas suyas y elaboradas por el Ayuntamiento o por Abad Queipo. Además loacusó de abultar, exagerar sus cálculos y basarse en datos fuera de tiempo ylugar. Y por si fuera poco, sentía que incriminaba a todos los diputados ame-ricanos de un disimulo delincuente por no impugnarlo como Canceladahubiera querido. En cuanto a la justificación de sus informes, Guridi se valíade la autoridad de la razón y de la experiencia, fuentes de raciocinio y con-vencimiento.

Guridi argumentó que su discurso no se había puesto a la letra sino sóloun extracto formado para el Diario de Cortes por lo que no se veían bien susideas ni su estilo. Le llamaba la atención que Cancelada no contestara antesa su discurso pudiéndolo hacer en el Redactor donde escribía o por separadocomo había hecho en otros casos. Guridi quiso dejar claro que respondía para

39 Hernández y Dávalos, Juan E.: Colección de documentos para la Historia de la Guerra deIndependencia de México de 1808 a 1821, México, José María Sandoval, impresor, 1877 a 1882, 6 tomos,t. III, docto. 151, págs. 842-863.

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vindicar su honor y no para vengar las injurias, aunque no sea muy clara ladiferencia entre una cosa y otra.

Las contestaciones se hicieron siguiendo el orden en que Cancelada las ibaimpugnando. La primera era respecto a la prohibición de plantar que Guridiargumentaba como existente. Para ello citaba algunas órdenes y se extrañabade que Cancelada no las conociera ya que las había publicado en la Gazeta deMéxico de 1804. Cabe señalar que Cancelada se haría cargo de dicha publica-ción novohispana hasta 1805, precisión que Guridi ignoraba. Además, decíaéste, que si no estuviese prohibido sembrar, no traerían los diputados entre susinstrucciones la de promover la libertad de cultivo, como la traía, por ejemplo,Miguel Ramos Arizpe. A la acusación que le hacía Cancelada de que tenía unolivar en su parroquia, Guridi contestó con ironía que ojalá contara con sufi-cientes olivos para cosechar siquiera aceite para su lámpara.

Guridi se valió de algunos argumentos presentados por Cancelada enotros escritos para, volteándoselos, justificar sus puntos de vista. Esto se haceevidente, por ejemplo, en el segundo tema de controversia relacionado con laproporción de empleos entre europeos y americanos. Se decía que losespañoles estaban cerca del gobierno y podían mover los resortes necesariospara obtener los mejores puestos, mientras que la distancia cerraba las puer-tas a los americanos. Citó lo dicho por Cancelada en su periódico40 de que enEspaña “no hay más trabajo que avalanzarse en tiempo a las secretarías” aexponer méritos y obtener empleos. Además arguyó que los altos puestos losocupaban los europeos y los bajos los americanos y en algunos casos eranecesario, pues no había escribientes, ni abogados, ni doctores entre los euro-peos. Estas profesiones eran frecuentes entre los criollos cultos en contrapo-sición a los oficios comunes de los españoles, sobre todo el de comerciante.Indirectamente estaba atacando una vez más la falta de ilustración deCancelada. Lo acusó también de hacer un cotejo de los empleos sólo en lostérminos que le convenían, no hablando de instituciones ni especificando lacalidad de los puestos. Para demostrar el manejo intencional de la informa-ción que hacía Cancelada, Guridi dio a conocer la lista de los empleos a losque no tenían acceso los americanos. Finalmente, respecto a los indios, decíaque era una injusticia no contar con ellos por no saber castellano pero esto noera debido a su incapacidad sino al descuido del gobierno. Como criollo que

40 Telégrafo Americano, núm. 4, Cádiz, 30 de octubre de 1811, pág. 39.

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era, Guridi podía justificar la necesidad de dotar de empleos importantes a losamericanos dejando una vez más de lado a los indios y castas y esto era loque molestaba a Cancelada.

Respecto al reparto de tierras promovido por Cancelada, Guridi justifica-ba la postura de los hacendados de no permitir que se avecindaran en susterrenos, ya que después de un tiempo los perdían a favor del pueblo y decíaque aquél tampoco admitiría gente en su casa sabiendo que a la larga tendríanel derecho de quitársela. Además, era contrario a las leyes que protegían a lospropietarios. “Hemos de promover –decía– aquella quimérica igualdad debienes que vagueó por los cascos de algún frenético en la revolución deFrancia? Pues esto mismo y un algo más promueve Cancelada en la insu-rrección de Nueva España con ese proyecto”. Es bastante significativo queGuridi tuviera que recurrir al ardid de mencionar a los franceses, odiosos enese momento por motivos de sobra conocidos, para desacreditar las propues-tas de Cancelada.

Como ya hemos dicho, Guridi se valió de todos sus medios y ventiló elasunto ante las cortes. Así, en la sesión del 6 de marzo de 181241, tomó la pala-bra y dijo que se veía en la necesidad de purificar su honor ya que había sidoatacado y no con palabras que se llevara el viento sino por medio de la pren-sa y la faz de la monarquía. Mencionó que ya había respondido en un impre-so pero que consideró necesario acudir al congreso ya que, como miembro deél, sólo podía ser juzgado en el tribunal que éste le asignara. Con un gesto noexento de teatralidad, dijo que le parecía incompatible con el decoro del con-greso que estuviera en él un individuo denigrado, como él, por lo que creía sudeber excusarse de asistir. En otro tiempo, agregaba, había duelos para vindi-carse pero en ese momento habían sido sustituidos por la justicia. Considerabaque los perversos abusaban de la libertad de imprenta para desahogar suspasiones. “Yo no tiro –decía– contra el autor de mi deshonra pues ni su nom-bre he tomado en mis labios”. Sólo mencionaba el Telégrafo del que segura-mente todos sabían quién era el editor y contra el cual tal vez tuvieran motivosde queja. Guridi aseguraba desentenderse del agravio buscando sólo se le rein-tegrase en su honor si no se probaba que había mentido y pedía se le asignaratribunal para entablar el juicio. El presidente del Congreso le previno que fija-

41 Colección decretos, t. II, págs. 2.874-2.875, 6 de marzo de 1812.

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ra por escrito su propuesta. Al día siguiente42 no hubo discusión respecto altribunal. El célebre Ramos Arizpe salió a la defensa del amigo pidiendo quelas Cortes declarasen estar satisfechas con su conducta. Finalmente se decidióque Guridi no tenía obstáculo alguno que le impidiese asistir a las sesiones.Respecto a este último punto, Cancelada no pudo resistir las ganas de comen-tar, más adelante: “Pobrecito Tata cura ... se enojó mucho... No quería volveral Congreso de vergüenza y al fin se nos ausentó... qué lástima!”43. Ya hemosmencionado que Guridi regresó a México en 1813, fecha en que Canceladadejó escapar esta ironía. Pero la polémica todavía no terminaba y es necesariovolver a ubicarse en marzo de 1812, cuando Cancelada publicó un“Suplemento al Telégrafo Americano número 20. Contestación al CensorExtraordinario del señor Guridi Alcocer”. En realidad se refería no sólo a eseextraordinario sino a varios números del periódico. Se alegró de que final-mente se desembozara y diera la cara, aunque Cancelada ya sabía que era él;agregó que por su parte concluía la pelea.

Los temas de discusión seguían siendo los mismos y Cancelada aportónuevas pruebas en su favor, abundando en ciertos detalles. Por ejemplo, cuan-do Guridi decía que los empleos no se daban a los indios por no saber caste-llano, pero que no se excluía a los vizcaínos, catalanes y valencianos quetampoco lo hablaban, Cancelada sintió que los estaban comparando así quele salió lo español y los defendió. Pero por si fuera poco, atacó a los criollosopinando que mucho aventajaría su opinión si desterrasen esa manía de pre-sumir que sabían más que los europeos. Cancelada estaba poco instruido enlibros pero le aconsejó a Guridi que, si quería hablar con propiedad y cono-cimiento de Nueva España, viajara por sus provincias y no se dejara llevarpor lo que Adam Smith y otros extranjeros dijeran ya que en su mayoría eranridiculeces. Era el empírico Cancelada contra el teórico letrado Guridi.

A pesar de que el periodista había manifestado su intención de concluirla polémica, el diputado no se pudo quedar callado. En el Censor General de1.º de mayo de 1812 publicó un artículo sobre el Suplemento del Telégrafoque era una ampliación a la respuesta. Estaba firmado en Cádiz el 24 de abrilpor “Regalado Zocaba Clarión”44. Aunque el supuesto autor decía que el doc-

42 Colección decretos, t. II págs. 2.881-2.882, 7 de marzo de 1812.43 Telégrafo Mexicano, núm. 7, Cádiz, 31 de agosto de 1813, págs. 412-413.44 Hernández y Dávalos: Colección…, t. III, docto. 152, págs. 863-873.

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tor Alcocer se abstenía de contestar por ser ajena su educación al lenguaje,se echaba de cabeza en varias ocasiones al defenderse en primera persona.Todo lo recatado que se había podido mostrar Guridi en su anterior contesta-ción, aquí lo dejó de lado y, ocultándose con un pseudónimo, adoptó el tonode Cancelada y llenó su escrito de colorido y adjetivos.

Para empezar decía: “Este papel es la corona del periódico de Cancelada,pero es una corona de espinas, y aún es poco decir”. Las expresiones jocosasusadas por Guridi se sucedían unas a otras, como por ejemplo: “salta comouna pulga sin tocar lo que no le acomoda” (por aquello de la estadística deempleados); le pasa lo contrario que a los israelitas hambrientos en el desier-to, que el maná, que era de paja, les sabía a todo pero a él todo le sabe a paja”(por no aceptar las pruebas que Guridi presentaba); “el triunfo de Canceladaes semejante al del loro que tras romper un palo gritaba Victoria porque era laúnica palabra que sabía”, etcétera. Se retomaban los puntos de la polémica yse advertía cómo Cancelada modificaba sus opiniones trastocando los datos.No vamos a insistir sobre detalles ya que en este escrito se tornan un tantorepetitivos. Sólo mencionaremos que, en cuanto a que algunos no aprendieranel castellano, Guridi afirmaba que no probaba nada y que no debía extrañarlepues Cancelada “no ha aprendido el mexicano después de 22 años de vivir enNueva España y aun habiendo sido juez de indios según él dice”.

El párrafo final se nos antoja cargado de veneno pero muy adecuado parareproducirlo con el fin de cerrar la polémica:

Por último, para concluir, como él dándole algún consejo, me ocurre uno másfácil que el suyo, y es que se quite de escritor. Si él mismo ha publicado en suTelégrafo que ningunos principios ni estudios tiene (página 211)45, que es humil-de su estilo (página 261)46, y que carece de delicadeza (página 273)47, no es pru-dente acometer empresas que exigen aquéllas y otras dotes, pues es llevarconsigo el desacierto. Su afición es lo que únicamente puede disculparlo. Sabidoes el cuento de aquél que sin saber se puso a ayudar a misa, y reprendiéndole elcelebrante, respondió: Padre, es verdad que no sé, pero lo hago porque soy afi-cionado a tocar la campanilla. Del mismo modo, Cancelada aunque confiesa no

45 Telégrafo Americano, núm. 18, Cádiz, 5 de febrero de 1812.46 Telégrafo Americano, suplemento al número 20.47 Telégrafo Americano, Índice del contenido de los 20 números.

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tener estudios, principios, estilo ni delicadeza, se ha metido a escritor porque lecuadra sonar y hacer ruido48.

Cancelada no contestó en ese momento y Guridi retornó a México. Peronuestro periodista no perdió la oportunidad de decir la última palabra49.

En 1821, en su resucitado Telégrafo, recordaba el suceso en relación a lodeclarado por Guridi de que en América “se arrancaban las cepas y aserra-ban los olivos de orden del gobierno. Vio el autor de esta impostura aserra-das sus tripas y arrancada la máscara de su hipocresía con los datos que lepresenté de todo lo contrario de cuanto había dicho”50.

Reflexiones finales

Las querellas que hemos reseñado, diferentes entre sí en cuanto a pro-fundidad y alcance, se suscitaron todas en un momento en que se estaba des-bordando una libertad de expresión reprimida durante mucho tiempo. Ellasson prueba fehaciente de la responsabilidad con que Cancelada defendía loque él creía ser la verdad. Pero también demuestran que, aun en la distancia,estaba dispuesto a dar sus puntos de vista sobre los problemas que padecíaNueva España y que la habían orillado a levantarse en armas. Como conoce-dor del Nuevo Continente, o al menos de la posesión más rica de la coronaespañola en América, Cancelada se dio a la tarea de hacer públicas una seriede propuestas para mejorar sus condiciones. Por ello no dudó en polemizarcon escritores, funcionarios y diputados que expresaban en las Cortes deCádiz puntos de vista que no le resultaban convincentes. Y es que, en ciertosentido, América se convirtió en una obsesión para Cancelada, la cual loacompañó el resto de sus días.

48 Hernández y Dávalos: Colección…, t. III, págs. 872-873.49 Sobre las características de Cancelada como escritor, véase Zárate Toscano, Verónica: “Juan

López Cancelada: Escritor público en ambos mundos”, en Historias, 18, (julio-septiembre de 1987), págs.115-123.

50 Telégrafo Megicano, núm. 2, Madrid, 15 de septiembre de 1821, págs. 73-74.

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Realidad o invención: España frente a la independencia de sus colonias enAmérica (1818-1828), aproximación hemerográfica

LAURA SUÁREZ DE LA TORRE

Instituto Mora - México

…aún subsisten nuestras relaciones, uno es nuestro origen, uno nuestroidioma, unas son nuestras costumbres y una es nuestra religión; y pormucho que os queráis separar de vuestra madre siempre ha de durarentre vosotros su memoria; ya que no estáis en estado de oír nuestraspersuasiones, ahí tenéis vuestra independencia, dadnos a cambio algu-nas ventajas1.

ANTONIO ALCALÁ GALIANO.

Enfrentar una realidad que se va fraguando a lo largo de los años llevaríaa asumirla naturalmente como algo que estaba en el aire y que simplementefaltaba concretarse. Eso pudiera pensarse de la lucha por la independenciaque, en paralelo a los acontecimientos de la guerra de independencia españo-la, comenzaron las distintas colonias hispanoamericanas en defensa del legí-timo rey español. Lo que nació como una lealtad a la Madre Patria, con losaños fue tomando un cariz distinto que no fue capaz de percibirse ni por lasautoridades coloniales, que enfrentaban los acontecimientos in situ ni, menosaún, por quienes desde la lejanía de la Península dictaban las providenciasnecesarias para mantener el orden y la paz necesarias. Y es que se llegó apensar que la independencia era una idea temeraria, impensable, desde unpunto de vista de la razón, y contraria a los trescientos años de “paz” quehabían caracterizado a las colonias.

1 Alcalá Galiano, Antonio: “Discurso en las Cortes, 25 de junio de 1822” en Melchor FernándezAlmagro: La emancipación de América y su reflejo en la conciencia española, Madrid, Instituto deEstudios Políticos, 1957, pág. 120.

Insurgencia y republicanismo – Págs. 89-106

Sin embargo, la realidad impuso una visión distinta y favoreció paradóji-camente al comienzo de los acontecimientos, el ideal de autonomía y, mástarde, el de independencia. Muchos estudios se han llevado a cabo en torno alos distintos momentos y preocupaciones habidos en las distintas coloniashispanoamericanas, menos se ha estudiado la visión española en torno a estacuestión2. Precisamente por esta escasez, sirva la independencia de las colo-nias americanas de pretexto para analizar a través de los periódicos la opinióno las opiniones “de actualidad” generadas al respecto.

Si de encontrar opiniones se trata, la guerra de independencia vista desdelejos –entre un mes y tres meses de viaje separaban a la América de la MadrePatria– nos ofrece una rica veta a descubrir y explorar, pues manifiesta pun-tos de vista diversos y expresa el imaginario desarrollado por los españoleseuropeos frente a los acontecimientos; imaginario que respondía natural-mente a los intereses y a las fantasías surgidas frente a la América hispana,creados en la otra orilla del Atlántico. De ellas fueron responsables el monar-ca español, los funcionarios y los negociantes, interesados por muy diversosmotivos en preservar los territorios de ultramar, pero también los incipientes“periodistas” que en ellos encontraron material para ofrecer en las páginas delos diarios.

El acontecimiento surgido en distintos puntos de la América hispanalógicamente arrojó un importante material impreso que se manifestó en folle-tos, periódicos y hojas sueltas que informaron con diferentes ópticas y, amayor o menor profundidad, del desarrollo de los distintos procesos bélicosen las diversas colonias españolas3. De esta manera, son muchas las fuentesque al respecto podemos manejar, sin embargo, en esta ocasión me inclinéprioritariamente por la revisión sistemática de tres periódicos, El Mercurio deEspaña, Gaceta de Madrid y la Miscelánea del Comercio que cobraronimportancia fundamental en los tiempos de la libertad de imprenta.

2 Dos trabajos resultan fundamentales en torno a esta preocupación: Delgado, Jaime: La inde-pendencia de América en la prensa española, Madrid, Seminario de problemas americanos,1949, y la obrade Melchor Fernández Almagro, ya citada. La orientación que daremos en este texto difiere de la que estosautores otorgaron en sus obras.

3 En julio de 1810 se conoció en la prensa española, la revolución de Caracas, primer indicio dela inquietud hispanoamericana, y a lo largo de los años se informó al respecto a través de distintos medios,aunque debo señalar que la prensa se convirtió en prioritaria.

LAURA SUÁREZ DE LA TORRE

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La revisión de estos periódicos españoles me permitió rastrear, en unperiodo que va desde 1818 a 1828, las noticias sobre el suceso en particulary vislumbrar el grado de importancia que adquirió, a partir de la presencia denotas en torno a la América hispana, y reconocer, al mismo tiempo, en laspáginas de los diarios los otros asuntos, los que realmente preocupaban a laCorona de España, en la década de los años veinte del siglo XIX. Debo seña-lar que este trabajo representa un primer ensayo frente al basto mundo de lainformación encontrada en los periódicos y que por lo mismo en un futuro seampliará la visión respecto de lo que en esta ocasión presente.

De la independencia de las colonias

La independencia de Hispanoamérica fue en realidad un proceso generalgrosso modo que implicó a las diferentes colonias españolas en América, queaprovecharon la oportunidad que tenían frente a sí para madurar la idea deindependencia, a partir de sustentos ideológicos que les permitieron sabore-ar estas posibilidades4. Sin embargo, cabe recordar que en la agitación polí-tica que se presentó en ultramar, la fidelidad al monarca fue en un principiouna característica común y la proclamación de la independencia el resultadofinal, tras una larga guerra que tuvo momentos de gran tensión y, al mismotiempo, que pareció tener un punto muerto hacia mediados de la década delos años de 1810.

El aprendizaje realizado en distintos foros –las Cortes, la Constituciónliberal, la guerra misma, el periodismo incipiente, por citar los más repre-sentativos– contribuyó a fortalecer la posibilidad de independencia, quecomenzó a aducirse en los discursos y propuestas americanas hasta llegar aproclamarse en distintos momentos entre 1810 y 1822 en las diferentes colo-nias españolas –desde Nueva España y hasta la Argentina– con diverso gradode acogimiento.

4 Es de todos conocido el inicio de estos movimientos, pretextados al amparo de los aconteci-mientos habidos en la Metrópoli en 1808, así como el ejemplo tomado de la independencia de las colo-nias inglesas en América y el sustento ideológico que recogieron de la Revolución francesa, quejustificaban los alzamientos.

Realidad o invención

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Cuestión de opiniones

Si bien la independencia se presentó para los americanos como una cues-tión de derechos y como el resultado de las guerras emprendidas contra el“mal gobierno” y los “españoles europeos”, vale la pena destacar aquí la per-cepción que desde España se tuvo frente a los movimientos surgidos en elseno de sus colonias en América y la aparente negación de una realidad quese desbarataba entre sus manos.

Las distintas opiniones vertidas en torno a este acontecimiento, estántomadas de órganos informativos realizados por españoles y para españoles,con la finalidad de notificar, entre muchas otras cuestiones, de los aconteci-mientos de ultramar, una cuestión que hablaba de actualidad galopante y querequería de un espacio para su registro continuo. Si bien tenemos ejemplosvariados frente a los sucesos americanos, es importante destacar aquí elcarácter mismo de los impresos, pues éstos expresan las inquietudes oficia-les y particulares y por lo mismo contienen distintas percepciones y preocu-paciones, pero, ante todo, emiten sus opiniones y sus versiones sobre loshechos –que se originaban a más de cinco mil millas náuticas– de los que seinformaba con mucho retraso, dada la duración de los viajes entre América yEuropa. En este sentido es muy importante tratar de descubrir el origen de losinformantes y los intereses de los editores pues de ellos dependerá la visiónque se muestre a los “lectores” y recordar que en toda publicación existe unaintención y que necesariamente conlleva una selección de las noticias con elfin de ofrecer una determinada opinión, en este caso desde España frente a laindisciplinada América hispana.

La revisión de los periódicos nos llevó a encontrar las visiones oficiales,debidas a los informes de las autoridades, las opiniones prestadas, tomadasde otros diarios, las versiones anónimas –las más abundantes–, las signadastan sólo con el ambiguo título de “carta particular” o únicamente con unasiniciales y, en otras ocasiones, la apelación al rumor como posible “fuente deveracidad”. Dado lo incipiente del periodismo español y americano, el apo-yarse en otros periódicos sirvió para escoger la “información veraz”, y aveces única, aunque en ocasiones se manifestó que los extranjeros propala-ban noticias falsas acerca de los acontecimientos y, más aún, engrandecían loque en realidad estaba bajo control.

LAURA SUÁREZ DE LA TORRE

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Es importante aclarar aquí que por cuestiones de espacio únicamente mereferiré a tres publicaciones y que ellas apuntan a ofrecer rasgos del perio-dismo español, de principios de siglo XIX, frente a un mismo acontecimien-to. Mis fuentes se mueven en una temporalidad que abarca desde 1818 hasta1828, aunque desgraciadamente ninguna contemple todo el periodo5.Asimismo vale la pena recordar que los periódicos representan la existenciade un espacio público, aunque no el único, en donde lograron expresarse dis-tintas inquietudes, en este caso sobre ultramar, y en el que llegaron a formu-larse diversos imaginarios respecto de la América hispana, de los que losredactores fueron responsables y que los lectores, interesados en la cuestión,alimentaron una opinión que se propaló, alcanzó e incidió en un número másamplio de personas.

Es muy interesante constatar cómo dependiendo del carácter de la fuen-te, se incrementan las noticias sobre los acontecimientos de ultramar o, porel contrario, escasean, pues da la impresión de que al ignorarlas, podríamosconcluir que “no existen”. Este hecho es muy significativo si comparamos,por ejemplo, la que podríamos señalar como versión oficial que presenta ElMercurio de España con periódicos como la Gaceta de Madrid o laMiscelánea del Comercio.

Del Mercurio de España 1818-1820 y 1824-1828

El periódico tenía una periodicidad mensual lo que permite a los redac-tores llevar a cabo una cuidadosa selección de noticias, lo más “relevante”.Su página número uno se abría con la “Parte política”, la más significativa,para proseguir con los artículos de contenido vario, la parte literaria y unasección dedicada propiamente a España. Es muy revelador el hecho de quelos artículos más importantes por su extensión y por el significado que encie-rran, estén contenidos en la parte política. A lo largo del periodo estudiado,sin hacer un análisis profundo, pero sí teniendo en cuenta la reiteración temá-tica, se percibe que el tema colonial pasó a un segundo plano, robando laatención lo que ocurría en Europa, hasta poder decir que existe una intenciónconstante de introducir a España en el concierto europeo a través de las cues-tiones públicas.

5 Las colecciones revisadas en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla no estaban completas.

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Sus artículos están consagrados a presentar, ante todo, las discusiones yexpectativas políticas que presentan los diversos reinos y por ello se ofrece lamención constante a la Dieta germana, el temor a la política rusa o los por-menores de la actualidad griega y turca. Cabe recordar aquí lo que señalaPierre Vilar, al decir que “políticamente débil, España será tratada por elextranjero como zona de influencia”6 y por lo mismo sus ocupaciones y pre-ocupaciones tendieron a estar más concentradas en los peligros de casa y delcontinente que en los de allende los mares. Los asuntos europeos configuranel contenido por excelencia de las páginas del impreso y manifiestan la claradesventaja de los artículos dedicados a la cuestión americana, contenidos enla sección de España, cosa lógica si consideramos que la Corona “manteníael control” sobre sus dominios americanos.

Al revisar 80 meses del periódico –dado que los ejemplares no están com-pletos o dejan de aparecer por cuestiones de política interior–7 la realidad quese nos muestra es muy etérea en virtud de que en torno a la política europeaencontramos una cuota mensual manifiesta en diversos artículos. De estamanera, el número de presencias de política continental se eleva a mucho másde ochenta, en tanto que la cuestión americana, en esos mismos meses, sereduce a 30 menciones con distinto grado de importancia. Estas 30 mencionesque a primera vista parecen notables dentro del total de los meses revisados,se diluyen si consideramos que no todas las noticias están en relación directacon los conflictos de América. Más aún, se desdibujan si tomamos en cuentaque las notas se presentan entremezcladas con otras muchas informaciones ysin poseer una continuidad que permita al lector llevar un seguimiento por-menorizado de las noticias o hacerse una idea más o menos coherente y actualde los acontecimientos o del proceso revolucionario americano.

Todo esto nos lleva a afirmar que a primera vista la presencia americanase vuelve, podríamos decir, menos importante. Europa constituía la preocu-pación. Las noticias de o en torno a las colonias hispanas, aparecen y desa-parecen sin una lógica evidente para el lector, aunque quizá muy clara parael editor encargado de crear una visión específica de los acontecimientos.

6 Vilar, Pierre: Historia de España, 23a ed., Barcelona, España, Editorial Crítica, 1986, pág. 1027 Cabe recordar que justo en todo este periodo, la vida política en España resulta muy comple-

ja ya que se mueve entre el absolutismo, el liberalismo y la Constitución y el regreso al absolutismo, asícomo la intervención militar francesa, entre otras muchas cuestiones.

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Precisamente en este sentido es importante destacar que desde los ojos de laautoridad hispana, la problemática americana constituía una sola y por lomismo, salvo en dos noticias en que se mencionan las cuestiones específicasde la Nueva España, en los artículos dedicados a las colonias hispanoameri-canas, se habla de América en general.

Los acontecimientos independentistas de las colonias, confirman que laAmérica hispana se mantuvo en pie de lucha constante, sin embargo, desdela opinión oficial vertida en la Metrópoli a través de las diferentes noticiasamericanas contenidas en el Mercurio de España, no representó un graveproblema ya que algunos artículos tocaron el asunto tangencialmente, otroshicieron referencia a decretos reales diversos y otros más, incluidos en la sec-ción “Parte literaria”, estuvieron en relación con cuestiones nimias y nohicieron alusión al problema insurgente; baste señalar como ejemplo la cartaque envió el novohispano Andrés del Río a Alexander von Humboldt, repro-ducida en las páginas del periódico, que nada tiene que ver en el panoramade las independencias.

La lectura del Mercurio de España, la que podríamos denominar “opi-nión oficial” de los acontecimientos, nos revela, de alguna manera, el gradode interés que el Gobierno español manifestó a sus colaboradores y a ungrupo selecto de súbditos respecto de los problemas americanos. Hablo aquídel posible círculo de lectores de este impreso que debió quedar reducido auna pequeña elite, por el carácter y contenido de las noticias. Así quienes seacercaron a este medio informativo, lejos de preocuparse por la problemáti-ca americana, la debieron mirar como intrascendente frente a los otros pro-blemas, los verdaderos, los europeos, los que enfrentaba el gobierno español,con insurrecciones y demandas al interior de la Península, y presiones veni-das del exterior.

Cabe recordar aquí que desde la percepción oficial, la América se encon-traba con una cierta “paz” desde 1814, lo que nos lleva a pensar que la ima-gen que se recibió desde el otro lado del Atlántico, a partir de losfuncionarios reales, hacía deducir que era muy factible la vuelta al orden entorno a 1818-1820. Esto lo señalo en virtud de que la noticia más clara enrelación a la guerra, se refiere al episodio de Xavier Mina en la Nueva Españay del que se dice que “en aquel país desde la muerte de Hidalgo y de Morelos,quedaron los insurgentes sin cabeza ni caudillo. Los que se intitulan tales sonunos jefes de cortos partidos sin disciplina ni orden”. Y se agrega que dada

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la extensión y el despoblamiento del territorio de la Nueva España la dificul-tad de expedición de las tropas reales, favoreció la presencia de Mina, sin queello pasara a mayores8. Lo mismo podríamos decir del resto de América; nose percibe en los textos el temor de una separación de las posesiones allendeel Atlántico porque los conflictos se corresponden con la presencia de extran-jeros que pasan a las colonias “con el fin de tomar parte en la sublevación ala que contribuyen ya con sus servicios o con sus intrigas, y ya suministran-do a los insurgentes armas, municiones, buques y otros auxilios de guerra sinlos cuales no existiría ésta en muchas de aquellas provincias…” A fin decuentas una cuestión de extraños que debía castigarse “con todo el rigor delas leyes [… a quienes pelearan] bajo las banderas de los insurgentes…”9.

La opinión que ofrece el Mercurio de España, a la que podríamos deno-minar “oficial”, es digna de notar, pues a lo largo de sus páginas se percibe,como ya se señaló, una preocupación constante por los acontecimientos con-tinentales y una mención esporádica de los americanos –en donde la NuevaEspaña ocupa un interés especial y ofrece la esperanza de reconciliación–,acontecimientos que suelen ser calificados de “extravagancias de gentes alu-cinadas y revoltosas” urdidas por “ambiciosos o extraviados”, al punto deconcluir tajantemente en que “corramos, pues, un velo sobre aquellos paísesy cerremos los oídos a las exageraciones y fábulas con que algunos periódi-cos llaman la atención de los compradores, entreteniéndolos muchos días conla expectación de grandes armamentos y maravillosos sucesos…”10, quizá enreferencia a la Gaceta de Madrid, a la que aludiré más tarde.

A tal punto llega la seguridad de no perder sus posesiones ultramarinasque en sus páginas se habla de la pronta pacificación que se daría en NuevaEspaña, hacia 182011; ese mismo año decía que en Cádiz y en León no sealzaron las tropas para no ir a América, sino para adoptar “instituciones quefuesen más favorables a la libertad y seguridad de los ciudadanos, y sacasena la Nación y al Rey del caos, de miseria y de oprobio en que los habían lan-zado los intereses, venganzas y equívocos.” Y cerraba en 1824 el problema a

8 “España”, enero, Mercurio de España, Madrid, Imprenta Real, 1818, t. I, pág. 71.9 “Real orden de 14 de enero, imponiendo penas a los aventureros extranjeros que militen en

ultramar”, enero, Mercurio de España, Madrid, Imprenta Real, 1819, t. I.10 “Parte política”, mayo, Mercurio de España, Madrid, Imprenta Real, 1819, t. I, págs. 4 y 5.11 Cfr. “Parte política”, enero, Mercurio de España, Madrid, Imprenta Real, 1821, t. I,. págs.

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partir del “total restablecimiento del orden en la Península [como] el prelu-dio de reconciliación, entre vosotros y nuestros hermanos disidentes deAmérica”12 y con ello dejar de hacer mención de los acontecimientos con laconfianza plena del regreso al orden.

A ello habría que agregar los decretos relacionados con la magnanimidadreal –que otorga el perdón y la amnistía a los sublevados–, o “las ocurrenciaspolíticas del continente ultramarino que han traído gastos exorbitantes [yque] obligaron a la solicitud de 581.977 pesos 4 reales que se van colectan-do al depósito mercantil, y los 141.431 pesos 4 reales correspondientes a ofi-cinas y cuerpos de estado…”13, medidas encaminadas, paradójicamente, alograr la pronta pacificación de los dominios. Esto nos habla de una realidaddifícil de ocultar, pero a fin de cuentas maquillada en las notas que hacen alu-sión a los acontecimientos americanos.

La lectura de este periódico mensual nos lleva a preguntarnos, por unaparte, hasta dónde recayó el interés de España por ultramar, y, por otra, reco-nocer su preocupación por los asuntos europeos y no solamente por la reso-lución de los problemas domésticos, que para tales fechas eran alarmantes.Desde esta perspectiva podríamos hablar de una confianza, en cierto sentido,en la fidelidad americana y en las autoridades de las colonias. Esta visión idí-lica se muda en septiembre de 1825, pues para entonces en Nueva Españacaía el último bastión realista y en 1824 la batalla de Ayacucho marcaba elfin de los conflictos en el sur americano. Fue también en ese año de 1825 quepor vez primera España manifestaba, de alguna manera, su preocupaciónfrente al interés mostrado por Inglaterra hacia sus colonias, lo que se deja veren las páginas del Mercurio… En él se incluye la “Relación de Canning en laCámara”, la visión inglesa desde la cual se expone que para la Metrópoliespañola no quedaba ya la posibilidad de recuperar los territorios america-nos. Desde la posición del ministro inglés, las colonias “de hecho son inde-pendientes” y desde esa perspectiva presentaban una problemática distintaque involucraba necesariamente los intereses varios de las naciones europe-as y ante los cuales España debía tomar providencias si quería sacar algunaventaja.

12 “Resumen histórico”, mayo, Mercurio de España, Madrid, Imprenta Real, t. I, 1824, pág. 59.13 “Préstamos”, enero, Mercurio de España, Madrid, Imprenta Real, 1825, t. II.

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En este juego en el que se mira hacia dentro y hacia Europa y no se per-cibe en su dimensión real el peligro americano, cabe mencionar un elementodecisivo que obstaculizó la visión: la crisis política en la que se sumió laPenínsula desde el levantamiento de Riego en 1820 y que enfrentó a libera-les y realistas, al rey y sus ministros en un conflicto que incluso involucró alas naciones europeas.

Basten los ejemplos arriba mencionados para considerar esta fuentecomo reflejo de la opinión “oficial”, la que con una mirada alejada o, mejordicho, distraída por los asuntos de casa, busca ante todo manejar una opiniónde confianza en las cuestiones de las colonias, de buena voluntad de laCorona española y de magnanimidad de Fernando VII. Opinión que le llevóa condenar y a minimizar los acontecimientos que tuvieron lugar más allá dela Península, con una actitud de tímida presencia, pero al final presencia.

Cabe decir que esta visión se contrapone, de alguna manera, con losesfuerzos puestos en marcha por la Corona, en tanto organizadora de expe-diciones y en tanto promotora de decretos o disposiciones para América, pre-ocupada por el Ministerio de Ultramar –con cambio constante de ministros–,que a decir verdad, con una mirada miope, no alcanzó a considerar la dimen-sión del problema.

Ahora bien, si nos quedáramos con el balance del conflicto americano apartir de las páginas del Mercurio, de nada nos serviría pues representa lavisión de una sola publicación. La existencia de otros periódicos nos permi-tirá contrastar lo hasta aquí señalado y buscar en otros impresos la “impor-tancia”, si es que la hubo, de los acontecimientos generados en ultramar y lasopiniones que al respecto se ofrecieron. La utilización de otros periódicos alos que podemos calificar de diferente tendencia nos permitirá entender losdistintos discursos que se generaron al calor de los acontecimientos.

La Gaceta de Madrid 1821-1825

A diferencia del Mercurio…, publicación mensual, la Gaceta de Madridse publicó diariamente, aunque después dejó de aparecer todos los días parasalir terciada. Esta publicación vendría a representar la postura intermediaentre el Mercurio y el periódico, al que denominaremos “liberal”, tituladoMiscelánea del Comercio. La Gaceta de Madrid, bautizada en sus orígenescomo Gaceta del Gobierno decidió mudar de título, dado que, según sus pro-

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pias palabras, por el nombre que ostentaba “ha hecho creer a muchos quetodo lo que en él se contiene emana directamente del Gobierno y que expre-sa su opinión en las noticias y asuntos de que se trata…”14. Lejos de perjudi-carle esta decisión establece una distancia con el gobierno, en este caso delTrienio liberal, lo que le otorga una cierta autonomía en el tratamiento de lascuestiones de ultramar.

En la Gaceta, los acontecimientos americanos tuvieron una gran presen-cia. Si bien las “Noticias extranjeras” ocuparon habitualmente la primerapágina, los asuntos de España cobraron una importancia fundamental, y enellos la cuestión americana recibió un tratamiento específico. Cabe destacaraquí la gran cantidad de textos dedicados al problema y el interés por reco-ger de diversas fuentes, testimonios que pudieran ofrecer una idea clara delos sucesos lejanos, no tanto en tiempo como en distancia. Tratados, cartasanónimas, artículos de otros periódicos (de Cádiz: Diario mercantil y ElRedactor general, de Madrid: El Comercio de ambos mundos, de SanSebastián: El Liberal Guipuzcoano, de París o de Londres: el Courrier y elTimes, de Nueva York: la Gaceta, de Buenos Aires: el Argos, de Río deJaneiro: A Estrella Brasileira, de Lima, la Gaceta o de México: Águila meji-cana) y hasta rumores, constituyen el sustento informativo a través del cualse alimentaron los conocimientos sobre ultramar y se expusieron las opinio-nes sobre su comportamiento. Es interesante remarcar la cantidad de noticiastomadas de distintos diarios, pero ante todo de Cádiz, el puerto que recibía alos buques de América y los barcos que llegaban con noticias, las “más fres-cas”, con todo lo que este comentario pueda contener.

A diferencia del Mercurio, que es muy parco en la visión americana comoya dijimos, la Gaceta se desborda en relatar los distintos acontecimientoshabidos en las colonias, entendidas éstas como unidades autónomas: cadavirreinato llevaba en sí una guerra y con ella un grado de dificultad para surecuperación. En esta diferenciación de problemas se buscó formular una opi-nión que ofreciera esperanzas de que no todo estaba perdido y se intentó, através de las palabras, crear una imagen contraria de los “héroes americanos”.

A diferencia otra vez de la publicación que hemos denominado oficial, yde la Miscelánea representante de la versión liberal –de la que me ocuparémás adelante–, la pormenorización de los acontecimientos le lleva a posibili-

14 Gaceta de Madrid, Madrid, 12 de marzo de 1821.

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tar, entre sus lectores, la obtención de una “opinión más nítida”, y a llevar unseguimiento cronológico de los diferentes movimientos que se presentabanen las posesiones españolas. En este recuento al que podríamos calificar decotidiano, salvo en la situación de Buenos Aires, se aprecia una sensación depertenencia hacia las colonias, lo que desde la perspectiva “oficial” no se pre-senta claramente. En este sentido es muy importante destacar la cantidad dematerial –que se incrementa con el paso de los años– y, al mismo tiempo, elinterés por diferenciar cada uno de los movimientos, lo que ofrece sin dudala versión más rica de las “desobediencias americanas” y permite vislumbrarel grado de complejidad, las ilusiones por recuperar o las verdades de unapérdida.

Por el carácter diferenciado de las colonias, en la secuencia informativay en el origen de las noticias, se aprecia el avance del proceso independien-te en algunos puntos y la resistencia en otros. Esto es muy evidente para elprimer caso, con los acontecimientos vertidos sobre México, y para elsegundo, con los de Perú. Asimismo, y a diferencia de la opinión “oficial”del Mercurio, en donde, paradójicamente, debía encontrarse un mayor con-tenido al respecto, se presenta, de manera palpable, la visión de la ofensivarealista o de la política metropolitana, al revelar las disposiciones oficiales,los avances de las tropas españolas o las conquistas, y al presentar, en con-trapartida, una imagen de desgracia y miseria americana si se llegara a laseparación de su madre protectora. Podemos decir que en realidad a esto sereduce la dinámica americana contenida en las páginas de este informativo.

En esta publicación, el problema de las colonias llegó a ser visto desdeun ángulo muy particular, pues otra vez a diferencia del Mercurio y cuandoen su momento analicemos la Miscelánea, los hombres de carne y hueso connombres y apellidos se convierten en piezas fundamentales para construir unimaginario de bondad o maldad frente a España. El interés por ejemplo dematar a Bolívar –cuántas noticias hablaron de su derrota definitiva–15 o las

15 “Que Bolívar había sido batido y muerto en una acción que sostuvo frente a las tropas nacio-nales al mando del mariscal Aimerich, y que en consecuencia algunos emigrados de Caracas se estabanpreparando para regresar a aquella capital.” Gaceta de Madrid, Madrid, 15 de marzo de 1822; “La muer-te de Bolívar se va confirmando, pues hace dos meses que en todo lo que pertenece a la república colum-biana está prohibido hablar nada tocante a su persona; la prueba más evidente es que ahora se firma Páezjefe supremo, como se firmaba Bolívar”. Gaceta de Madrid, Madrid, 29 de marzo de 1822; “…noextrañaré consigan la destrucción de los enemigos, lo que sería fácil lograr con muy pocos auxilios a causa

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otras consagradas a convencer de que Iturbide se había acogido al indulto ode su pérfida conducta, o aquellas otras dedicadas a la fidelidad extrema delvirrey Laserna y de los indios peruanos, representan en sí mismas un clarotestimonio de lo aquí sugerido.

En este sentido los calificativos juegan un papel importante en los dis-cursos, pues se convierten en un arma poderosa al caracterizar muchas vecescon una palabra la lealtad o la traición de los responsables de promover lainsurgencia o de mantener el orden. Así, referencias al “osado Iturbide”, “elpretendido libertador” o “desertores infames Iturbide y San Martín”, “un talSucre” o la “expedición quijotesca de Bolívar” o el “valiente Laserna” reve-lan este punto. Asimismo en este juego de palabras destaca el que a pesar deque las noticias hablaran de hecho de la independencia, por ejemplo, deNueva España, se presentaran, hasta el último momento, en la sección de“Noticias de España”, reflejo claro de mantener la esperanza de que a pesarde las declaraciones independentistas, aún formaba parte del imperio.

En este mismo sentido, vale la pena destacar el interés del impreso porhacer partícipes a los americanos de los sucesos en la península, y del invo-lucramiento de éstos en las cuestiones metropolitanas, situación que preten-de dejar testimonio del vínculo existente entre la Madre patria y sus hijas. Eltema de la jura de la Constitución en 1820 es un buen ejemplo, pues según sedesprende de los artículos, comprendió también a los habitantes ultramarinosal reflejar el regocijo con expresiones recogidas de aquellas tierras de “¡Nomás esclavitud, exclamaban fuera de sí, libertad!”

Un punto que debemos tener muy presente es que dada la lejanía ameri-cana y las dificultades de comunicación, las noticias eran recibidas con unatardanza de entre uno y tres meses, sin embargo, la política editorial de laGaceta, permite al lector hacerse una idea constante, y de avance o retroce-so de la situación americana que no se presenta en las otras publicacionesanalizadas. En ellas no existe una intención de ofrecer “todos los aconteci-mientos”, sino de señalar solamente algunos. Asimismo, podemos deducirque los lectores manifestaron interés en este asunto pues, con el paso de losaños, las noticias se incrementan al punto de hacerlas cotidianas y de ofrecerartículos diversos en torno a muchos de los sitios en conflicto. Vale la pena

de que todos los pueblos están animados contra ellos, y que sus fuerzas son [en] el día muy cortas, y ahoraserán menos con la muerte de Bolívar…” Gaceta de Madrid, Madrid, 7 de abril de 1822.

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señalar en este punto el año de 1824, en el cual podríamos decir que todoslos días en que se publica el periódico, aparece alguna o varias mencionessobre las independencias de América; que las inserciones poseen un “refina-miento” tal, que encontramos alusiones continuas a los sucesos ultramarinos,por ejemplo, mexicanos. Al respecto, la independencia parecía asumirse –sehablaba por ejemplo de las sesiones en el Congreso mexicano–, y , al mismotiempo, se abrigaban esperanzas de una posible reconquista al ofrecer expre-siones tales como “todos están persuadidos de que se dispondrá bien prontouna grande expedición para Méjico”, expresión reiterada y que culminaríacon la expedición de Barradas en 1829.

No obstante esta expectativa, vale la pena señalar que a partir de 1825 lapresencia de noticias sobre la América decae, seguramente porque las espe-ranzas de volver a la obediencia a aquellos territorios quedó muy lejos depoder ser una realidad y porque en algunas ex-colonias era evidente que losgobiernos americanos se afianzaban y funcionaban, con mil problemas, perosin dejar espacio a los antiguos detentadores del poder.

Tenemos que destacar el contenido americano de las noticias presentadasen la Gaceta: la puesta en escena de los acontecimientos en distintos esce-narios, y la dimensión de los conflictos formados con textos y testimoniosamericanos. A partir de una información detallada, que no mezcla la pro-blemática sino que es capaz de ofrecer por separado los distintos movimien-tos americanos, se logra una distinción cualitativa de los conflictos –enplural– nutrida a partir de una gama variada de fuentes.

La Gaceta logró crear una cierta seguridad del contenido, porque losinformantes procedían de América y referían los acontecimientos de suscolonias. En sus páginas se percibe también la intención de los editores deevitar conjeturas, pues dieron la sensación de contar con fuentes de “primerorden” que imprimían en el público confianza a partir de la pluralidad y la“veracidad” de las noticias. Salvo en contadas ocasiones se ofrece una opi-nión abierta de los acontecimientos, pues la dinámica establecida se reduce ala transcripción “fidedigna” de las propias fuentes; un amplio abanico queincluye desde los documentos oficiales, las cartas o los artículos prestados deotros periódicos, mezclados con un mismo grado de importancia. Por último,vale la pena señalar la existencia de un cierto proyecto editorial: a mayorinformación, mayor veracidad. La cantidad de noticias favorece la configu-

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ración de una opinión y responde, en cierto sentido, a la necesidad de paliarlas notas europeas que claramente tenían otras intenciones.

Miscelánea de Comercio, de artes y literatura 1819 (noviembre-diciembre)-1820 (enero-junio)

La Miscelánea de Comercio, de artes y literatura si bien no coincide conlos años consultados para el Mercurio, puede representar otra opinión distin-ta de la oficial; se refiere a los acontecimientos habidos precisamente en losaños de 1819 y 1820. A diferencia del Mercurio que era mensual, laMiscelánea de comercio, artes y literatura aparecía tres veces por semana loque le otorga una presencia habitual entre los lectores, a lo que habría queañadir el contenido variado que se desprende del título mismo de la publica-ción. Efectivamente, y a diferencia del Mercurio, podemos constatar a pri-mera vista que la Miscelánea otorga, desde su posición a la que denominaré“liberal”16, una importancia fundamental a los acontecimientos americanos.También, a diferencia de la opinión oficial y en consonancia con la Gaceta,la Miscelánea percibe la problemática desde diversos ángulos, lo que lleva adiferenciar los distintos movimientos insurgentes, otorgándoles importanciaespecífica y analizándolos con un halo de “objetividad”. De esta manera,existen, según su opinión, territorios que no pueden volver a la obedienciametropolitana, como es el caso de Buenos Aires, y otros cuya situación pro-blemática, los conminaba a permanecer bajo la férula hispana, tal era el casode México y Cuba.

Pero lo que más llama la atención de este periódico es el tratamiento queotorga a los sucesos. Lo más sobresaliente es señalar su definición políticainscrita en el liberalismo; bajo esa óptica analizará y ofrecerá su posición res-pecto de ultramar. En este sentido debemos mencionar el cambio que segenera en el impreso entre 1819 y 1820, con el ejercicio de la libertad deimprenta, pues deja de lado sus intereses literarios y discute más en torno alos problemas de América.

16 En la Historia del periodismo español, se mencionan como periódicos liberales a: El Censor,El Universal, La Miscelánea y El Imparcial. Cfr. Fuentes, Juan Francisco y Fernández Sebastián, Javier:Historia del periodismo español. Prensa política y opinión pública en la España contemporánea, Madrid,Editorial Síntesis, 1998, pág. 61.

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El periódico logra establecer una clara diferencia con las otras publica-ciones al brindar artículos de opinión que le permiten hablar con soltura dela problemática relación América-España, así como establecer sus propiosparámetros de solución, expresar sin cortapisas su visión de América, delgobierno español al frente, y exponer severas críticas y acusaciones al res-pecto, como aquélla que señalaba a España como explotadora de riquezas delas tierras americanas. En estos artículos de opinión –que en realidad sonmuy pocos pero muy ricos en contenido– se muestra una característica queno está presente en las otras publicaciones analizadas: la utilización de razo-namientos que permitieran entender al lector la propuesta que le presentaban.Del mismo modo que el articulista ofrece su propia percepción para otorgaral escrito una mayor validez, apela a la historia como forjadora de realidades.Por ello, logra entender el problema de América en su dimensión histórica,y, al mismo tiempo, ofrece soluciones encaminadas a evitar el rompimientoe incluso lograr la reconciliación, “una unión por recíproca conveniencia”17.Precisamente en este sentido aporta otro rasgo de liberalidad al reconocer elpotencial económico bajo otra mirada y entender que el tiempo resultaba pro-picio para entablar nuevas relaciones comerciales en las que España obtuvie-ra ventajas de la América hispana.

Desde esta óptica liberal, el periódico revela también otro rasgo que loaleja de los otros y es el reconocimiento de una realidad a miles de leguas dedistancia, realidad que debiera ser reconocida a través de los principios cons-titucionales del momento. Según su posición, la fuerza con que se queríasometer a los americanos no representaba una opción viable; la Constituciónen cambio, los atraería naturalmente al otorgarles un trato de igualdad y unarepresentatividad que redundaría en beneficio de España y de las colonias.

La Miscelánea representa ante todo los balbuceos de un periodismo libre,un espacio de discusión. Sus fuentes son variadas, aunque menos abundantesque la Gaceta. Sólo son mencionados dos periódicos: la Gaceta de Caracas yla Gaceta Patriótica del Ejército Nacional; sin embargo, hace uso de cartasparticulares y ante todo de las plumas de personajes anónimos que escribieronlos artículos de opinión. Como el periodo analizado fue de tan solo unosmeses, los artículos son escasos, pero el contenido muy valioso, pues enseñaotra manera de hacer periodismo y ofrece otra opinión, la liberal, distinta a las

17 Miscelánea de Comercio, artes y literatura, Madrid, 22 de mayo de 1820.

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generadas en los otros periódicos, y que contempla la aprehensión de la reali-dad con ojos renovados, a través de las posiciones de unos individuos quemarcaron con sus escritos pautas distintas en la relación entre España y suscolonias.

Es importante destacar que a diferencia también del Mercurio y de laGaceta de Madrid, el editor y los redactores se refirieron a las políticasgubernamentales al señalar que el Gobierno no se ocupó lo suficiente del pro-blema ni tomó medidas adecuadas para llevar a buen término los conflictos.Esto se desprende de comentarios como “La suerte de las Américas es unasunto que debe ocupar la atención de la nación y los cuidados del gobierno,pues se trata nada menos que de asegurar dos millones de almas, o de que seseparen de nosotros para siempre”, y, en este sentido, buscan responsabilizaral Gobierno de las políticas emprendidas con sus colonias.

Por el carácter de su contenido y el lenguaje utilizado podemos asegurarque contó con otro tipo de público más elitista, coincidente en ideología conlos redactores, pues su mirada sobre América era muy distinta que la que semanejó generalmente en otras fuentes y simboliza por lo mismo otra manerade entender una problemática.

¿Invención o realidad?

Tras la lectura de estos órganos informativos nos queda la impresión deencontrar ante una misma realidad discursos muy diversos que nos permitenhablar de opiniones en plural, generadas en espacios bien determinados, asaber la capital de España y el puerto de Cádiz y formuladas en la mayorparte de los casos desde la misma América. El problema de las colonias,según se desprende de estos impresos periódicos estuvo presente en mayor omenor medida y se expuso desde diferentes ópticas, de acuerdo a los intere-ses o las filiaciones políticas de los responsables de dar a luz estos impresos,quienes los concibieron en función de públicos concretos –el contenido y ellenguaje así lo manifiestan–, públicos que para esas fechas, podríamos decirse reducían a las elites gobernantes, intelectuales o comerciales, pero cuyaincidencia seguramente se extendió a partir de la lectura en voz alta y delcomentario –en plazas, patios, cafés, librerías–, lo que amplió el círculo dereceptores y contribuyó a forjar múltiples opiniones y no a establecer unaopinión pública, pues somos conscientes de que no alcanzó a una mayoría,

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preocupada y ocupada como estaba por los problemas de casa y no los deallende las fronteras peninsulares.

De la lectura realizada se desprende también la construcción de un ima-ginario americano que se forjó a través de los comentarios y noticias que lle-garon de ultramar. Es un imaginario variante que se perfila según lainformación recibida de América y que se expresa en España en posicionesdiversas y a veces encontradas frente a los acontecimientos. La distancia tem-poral y física existente y el contenido de los impresos favoreció esta cons-trucción en torno a América: la guerra, sus caudillos, los héroes, su riqueza,las batallas, etc., imaginario que fue concebido a partir de terceros, los infor-mantes. Este hecho supone plantear seriamente la cuestión de los emisoresquienes colaboraron con sus comunicaciones a crear expectativas que a lapostre resultaron meras quimeras, desafiando una realidad para inventar otra.En torno a ellos es necesario comentar la importancia otorgada o la única rea-lidad asequible por la Gaceta de Madrid de las informaciones recibidas deAmérica y en ello nos cabe la duda de saber si tales materiales fueron realeso inventados. Este hecho nos llevaría a plantear la “validez” y “veracidad” delcorpus, pero lo interesante en este caso es que para los lectores de su momen-to este cuerpo constituyó una vía fidedigna de información en torno a unarealidad desconocida, pero presente para muchos únicamente a través de laprensa, esos muchos que, en realidad, representan tan solo una minoría.

Esta prensa, supone una intermediación entre España y América, simbo-liza el medio a través del cual se presentó una realidad alejada que se hizocercana a través de las páginas de los periódicos. Las noticias relativas a laproblemática analizada, muestran en ambos casos –el español y el hispanoa-mericano– la defensa de una idea: ¿lo nacional?

Para terminar me gustaría decir que éste es un primer paso dado en tornoa la riqueza contenida en los periódicos y estas primeras consideraciones seránrevisadas con el fin de ampliar horizontes y descubrir, por ejemplo, a los res-ponsables del quehacer editorial al que me he referido y de esta manera cono-cer los intereses que llevaron a escribir sobre América con opiniones tandiversas.

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Con la pólvora en el tintero: propaganda y contrainsurgencia en la Venezuela republicana. El ejemplo de José Domingo Díaz1

JESÚS RAÚL NAVARRO GARCÍA.BEATRIZ BARRERA PARRILLA.

Escuela de Estudios Hispano-Americanos. CSIC.

“El humo aciago de las víctimas.Todo se deshacía en el aire.

La historia como el viento dorado del otoñoarrastraba a su paso los gemidos, las hojas, las cenizas,

para que el llanto no tuviera fundamento.Disolución falaz de la memoria.

Parecía como si todo hubiera sido para siempre borrado.Para jamás, me digo.

Para nunca.”

José Ángel Valente

La propaganda en el marco bélico venezolano. La plataforma puertorriqueña

Desde hace unos cuantos años venimos desarrollando un proyecto deinvestigación sobre Creación de estados de opinión en épocas de crisis(España y Puerto Rico ante la primera desintegración colonial, 1820-1840)en el que abordamos problemas relacionados con la propaganda y la confi-

1 Este artículo se enmarca en el proyecto CSIC-CONACYT España y el proceso de indepen-dencia mexicano: el conflicto ideológico y la batalla propagandística y que fue desarrollado durante losaños 2004-2005 por investigadores de la EEHA-CSIC y por investigadoras del Instituto Mora de México.Asimismo se ha podido realizar en parte gracias al proyecto El debate ideológico en Puerto Rico ante lacuestión colonial y la Revolución Liberal, 1815-1840, financiado por el Ministerio de Ciencia yTecnología. Pudimos realizar una estancia corta en el año 2005 en la Universidad Central de Venezuela(Instituto de Estudios Hispano-Americanos) dentro del convenio CSIC-UCV. Al personal del IEHA y a laDra. Inés Quintero debo agradecerles sus atenciones y ayuda en Caracas.

Insurgencia y Republicanismo – Págs. 107-134

guración de estados de opinión en la primera mitad del siglo XIX. Algunosinvestigadores de este proyecto trabajamos también en la forma de actuar dealgunos mecanismos de propaganda como el teatro o la prensa, no sólo comoinstrumentos políticos de elaboración histórica, sino acercándonos también acómo se reacomodan en situaciones revolucionarias, a su capacidad parareflejar la percepción de procesos revolucionarios y para crear opinión públi-ca. En este ámbito temático, también se enmarcan otros dos proyectos. Unosobre El debate ideológico en Puerto Rico ante la cuestión colonial y laRevolución Liberal, 1815-1840, en el que abordamos el debate abierto en laintelectualidad puertorriqueña sobre la política y la administración colonialen el marco de la desmembración imperial y de la consolidación de un nuevomodelo para Ultramar, y otro ya a punto de concluir pero cuyos resultados severán el año próximo sobre España y el proceso de independencia mexicano:el conflicto ideológico y la batalla propagandística.

En dicho contexto de trabajos marcados por la propaganda y el conflictoideológico, queremos ofrecer ahora una visión del papel relevante que desem-peñó en la desestabilización de Venezuela –junto a algunos funcionarios más–José Domingo Díaz, intendente de la isla de Puerto Rico, en la etapa en la queEspaña decidió lanzar un desesperado intento por recuperar, por medios béli-cos, tanto Venezuela (1828) como México (1829). En los meses previos a lasfracasadas tentativas de la escuadra española al mando de Ángel Laborde y deIsidro Barradas fue fundamental la labor encomendada a funcionarios quecomo Díaz tuvieron en sus manos las tareas de desestabilizar las repúblicasque iban a ser invadidas desde el mar. Coordinar la propaganda política y lapreparación de las actividades militares contrainsurgentes realistas en el perío-do que va de 1827 a 1830, formó parte de la misma estrategia mientras se pre-paraban las escuadras contra Venezuela y México2.

Así pues el estudio de los ideólogos que diseñaron las campañas propa-gandísticas y de desestabilización previas a las tentativas de invasión maríti-ma, ya fuese a través de libros, panfletos o bien de hojas volantes que eranintroducidos por lo que se refiere a Venezuela a través de una cuidada red de

2 En este estudio abordaremos la coordinación y el solapamiento que existió entre la propagan-da y la estrategia reconquistadora, aplicando una perspectiva comparada entre una invasión y otra y entrela situación que vive México y Venezuela, circunstancias que nos llevarán necesariamente a evaluar elresultado de las expediciones españolas y de la respuesta ante ellas en las dos repúblicas.

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espionaje que tenía sus núcleos en San Thomas, Curaçao y Caracas, no dejade ser un elemento importante tanto para revalorizar estos escritos comofuentes históricas como para conocer el conflicto ideológico que iba unido almilitar y las técnicas discursivas del bando realista. Si queremos saber cómola metrópoli enfrentó la desmembración del imperio ultramarino desde laestrategia de la propaganda política e ideológica obviamente debemos tenerestos escritos bien presentes. Y no sólo los del intendente José DomingoDíaz3, sino también los del secretario del Gobierno Pedro Tomás de Córdovao del mismísimo capitán general de la isla de Puerto Rico, Miguel de la Torre,a los que se unieron algunos otros autores ajenos a la propia estructura admi-nistrativa insular como Jorge D. Flinter4.

Puerto Rico actuó como una auténtica plataforma ideológica, no sólodifundiendo opiniones realistas, monárquicas, sino que la propaganda tuvo

3 Navarro García, Jesús Raúl:”Luchar contra el olvido: propagandismo político en Puerto Ricotras la independencia del continente americano” y “El proceso de la independencia venezolana en la tra-yectoria ideológica del intendente José Domingo Díaz”, en Navarro García, Jesús Raúl: Puerto Rico a lasombra de la independencia continental (Fronteras ideológicas y políticas en el Caribe, 1815-1840),Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe-CSIC, Sevilla-San Juan de Puerto Rico, 1999,págs. 91-102 y 103-124 respectivamente. En estos trabajos puede verse una amplia bibliografía, a la quehabría que añadir la de Castellanos, Rafael Ramón: “Apuntaciones sobre los Recuerdos de la Rebelión deCaracas”, en Bolívar, núm. 2, Caracas, 24 de julio de 1959, págs. 27-36, en la que insiste en la idea tra-dicional de la falta de talento de Díaz. Otra muestra de lo que se pensaba por estos años en su país, aun-que ya reconociendo en ciertos momentos el valor de Díaz como testigo histórico de una época, puedeverse en Núñez, Enrique Bernardo: “Plaza de Olense (José Domingo Díaz)”, en Crónica de Caracas,Caracas, noviembre-diciembre, 1963, vol. X, núm. 58, págs. 536-539; Rodríguez Cárdenas, Manuel: “JoséDomingo Díaz”, en Crónica de Caracas, Caracas, noviembre-diciembre, 1963, vol. X, núm. 58, págs.540-543, y en Fortique, José Rafael: Dos antagonistas, Maracaibo, 1967, págs. 17-33. A fines de lossetenta ya hay trabajos que se acercan a José Domingo Díaz con otra sensibilidad como el de ZapataMonroy, Rafael: “Aproximación primera a José Domingo Díaz (Su labor en el Semanario de Caracas,1810-1811)”, Caracas, febrero de 1978, Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central deVenezuela (trabajo de ascenso a la categoría de Asistente). Zapata Monroy afirma en la primera páginaque “pensamos que José Domingo Díaz no podía ser el hombre que nos dan a conocer muchos de nues-tros historiadores”. Posiciones en esta sintonía son también las de Gómez Pérez, Argenis J., quien ha dedi-cado varios trabajos a Díaz como “El doctor Díaz y el arzobispo Coll y Prat”, en Ensayos históricos, 2.ªetapa, núm. 10, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1998, págs. 63-72, y “El Dr. José DomingoDíaz y la difícil fidelidad bajo Monteverde (1812-1813)”, en Ensayos históricos, 2.ª etapa, núm. 15,Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2003, págs. 215-233, y Pino Iturrieta, Elías: “Modernidad yutopía. El mensaje revolucionario del Correo del Orinoco” y “La propaganda antirrevolucionaria en laGaceta de Caracas”, en Ideas y mentalidades de Venezuela, Academia Nacional de la Historia, Caracas,1998, págs. 131-164 y 111-130 respectivamente. Y también de Pino Iturrieta: El divino Bolívar: ensayosobre una religión republicana, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2003.

4 Para un marco general sobre esta época en Puerto Rico, Navarro García, Jesús Raúl: Controlsocial y actitudes políticas en Puerto Rico, 1823-1827, Diputación Provincial de Sevilla, Sevilla, 1991.

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–cuando fue preciso– una finalidad claramente desestabilizadora del ordenpúblico en la vecina Venezuela. Los escritos de José Domingo Díaz en estesentido son una muestra más de la importancia que cobró Puerto Rico trasproducirse los procesos de independencia continentales: la isla se convirtióen un enclave económico-estratégico de una importancia que no había teni-do hasta entonces y pasó, por un lado, a fortalecer sus estrategias defensivasfrente al temor de la insurgencia que llegaba del continente (fuera en formade expediciones navales o a través de prensa o escritos de todo tipo) y porotro a alentar tareas de propaganda activa en las que, como vemos, las auto-ridades principales de la isla (capitán general, intendente, secretario deGobierno) tomaron de lleno la responsabilidad que las circunstancias históri-cas le reclamaban5. Al menos hasta el año 1829, al prevalecer en los escritosde estos funcionarios destinados en la isla el tono más panfletario y comba-tivo, directamente vinculado a tareas de desestabilización política y orienta-do a fortalecer el efecto de las tentativas militares sobre Venezuela (1828) yun año más tarde sobre México. Pero cuando estas tentativas fracasen y sehaga realidad el alejamiento de José Domingo Díaz del escenario americanola situación experimentará un importante cambio y se abrirá paso con deci-sión la necesidad de reconocer la independencia de las jóvenes repúblicas. Apartir de este momento, la que podríamos denominar “producción ideológi-ca” pasó a personajes cuyas sensibilidades se aproximaban a la realidad ame-ricana con menos apasionamiento: las obras de Córdova y de Flinter porejemplo intuyen que los regímenes republicanos se han consolidado y que elpoder peninsular en Puerto Rico también lo había hecho. Podrán tener todaslas limitaciones que queramos pero desde luego ambos autores se alejan yade la confrontación ideológica directa con la insurgencia y abren caminos dediálogo y acercamiento con las repúblicas de un modo bastante nítido y quedesde luego no se le escapó a la censura puertorriqueña en su día6.

Pero ¿qué ocurre cuando es máxima la tensión bélica entre España yVenezuela, en esos años que siguen a la derrota del ejército español en Tierra

5 Véase la parte “El control ideológico: el protagonismo de la Administración insular”, enNavarro García: Puerto Rico a la sombra…, págs. 87-151.

6 Flinter y Díaz son dos importantes ideólogos de este momento pero con una evolución muydiferente. A ello hemos dedicado “Luchar contra el olvido…..”, “La cuestión colonial en la obra de JorgeD. Flinter (1829-1834)” y “Un ejemplo de censura en el Puerto Rico decimonónico: la carta al duque deWellington de Jorge D. Flinter (1829)” en Puerto Rico a la sombra…, págs. 91-102, 125-142 y 143-151.

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Firme? A Puerto Rico llegaron muchos de los emigrantes de Venezuela, enPuerto Rico se quedaron muchos miembros del ejército español y de la admi-nistración a la espera de un posible retorno a los territorios perdidos y pasa-ron a ocupar los principales cargos de la isla: Miguel de la Torre (capitángeneral), José Domingo Díaz (intendente)7, González de Linares (gobernadorpolítico en el Trienio Liberal), etc. Las relaciones estrechas que siemprehabían existido entre Puerto Rico y Venezuela continuaron de este modo aun-que la independencia estableciera férreas limitaciones. No obstante, a travésde San Thomas, de Curaçao o de cualquier otro punto de escala, las noticiassiempre fluyeron con mayor o menor dificultad, sorteando la censura y el sis-tema de vigilancia aduanera que de un bando y otro se establecían.

José Domingo Díaz al frente de la propaganda realista.El conflicto abierto con los patriotas

De todos los ideólogos realistas mencionados fue sin duda el médicopardo venezolano José Domingo Díaz el más destacado pues sus abundantesescritos son un fiel reflejo de la batalla propagandística que se estaba libran-do y que se concreta en su caso en la publicación de impresos y pasquinesdirigidos a sus compatriotas venezolanos con una clara pretensión desestabi-lizadora del orden público en la república vecina y que eran introducidosdesde Puerto Rico a través de la red de espionaje realista asentada sobre todoen las islas de San Thomas y de Curaçao. Obviamente, la propaganda sedesarrolló también desde las columnas periodísticas y desde las menos cono-cidas hojas volantes, octavillas, panfletos, etc., formatos mucho más relacio-nados con la inmediatez del conflicto bélico que los extensos escritos deDíaz8. Sin embargo, también es cierto que muchos textos de Díaz se impri-

7 La llegada la hizo en compañía del que había resultado nombrado jefe político de Puerto Rico,Francisco González de Linares, tras una travesía de aproximadamente un mes en el bergantín “Vengador”,que había partido de Cádiz el 25 de abril de 1822. Díaz juró el cargo de intendente – para el que habíasido nombrado por un decreto de 25 de junio del año anterior – el 31 de mayo (oficio de Ramón de Viana,intendente interino de Puerto Rico, al secretario de Estado y Despacho de Hacienda de Ultramar, fechadoen Puerto Rico el 30 de mayo de 1822, AGI, Ultramar, 441). Por aquellos años Díaz era comisario orde-nador y comendador de la Real Orden Americana de Isabel la Católica.

8 Sobre este tipo de impresos puede verse Miranda Bastidas, Haydée, y Ruiz Chataing, David,comp.: Hojas sueltas venezolanas del siglo XIX, Comisión de Estudios de Postgrado. Facultad deHumanidades y Educación. Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2001. En esta obra se recogenbandos, proclamas, manifiestos, arengas, pasquines, libelos, panfletos, etc. correspondientes a todo el

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mieron en los prolegómenos del intento de invasión de 1828 y de otros ata-ques militares realistas anteriores, preparando el estado anímico de la pobla-ción republicana para que se sublevara y facilitara la acción realista.

Díaz personifica los planteamientos más inmovilistas respecto a la polí-tica a seguir con las colonias perdidas. Encaja a la perfección en el momen-to histórico que le tocó vivir en su patria venezolana. Personaje controvertidoy polémico, vivió toda su vida en la vorágine de la guerra y a la sombra de lapropaganda ideológica en una época marcada por el proceso independentistade su Venezuela natal y por la revolución liberal en la península. En sus másde sesenta años de vida asistió a momentos de gran virulencia política ysocial, aunque antes de que estallara el proceso revolucionario tuvo la tran-quilidad necesaria para forjarse una excelente preparación intelectual comodoctor en medicina, circunstancia que le permitió ocupar importantísimoscargos en la Venezuela colonial (secretario de la Junta Central de Vacu-nación9, médico de la ciudad de Caracas, etc.) e iniciar los escritos médicosy estadísticos en su país. Su condición de pardo influyente, ser hijo expósitode un curandero mulato y las circunstancias personales que le llevaron a serel protegido del capitán general Vasconcelos debieron enfrentarlo muy pron-to con la cerrada sociedad criolla de la capital –de la que el Ayuntamiento erauna buena muestra–10 y él se entregó a la causa realista en cuanto las cir-cunstancias de la guerra le obligaron a tomar partido. En ese momento, suvida académica y profesional experimenta un viraje de enormes proporcio-nes que no sólo coincide con el inicio del proceso independentista enVenezuela sino con el regreso de un viaje de dos años por la península (deabril de 1808 a marzo de 1810). Si nos atenemos a las propias confesiones deDíaz, este viaje a España y el ejemplo de la lucha del pueblo contra un ene-

siglo. Una visión más amplia es la de Elías A. Pino Iturrieta en La mentalidad venezolana de la emanci-pación (1810-1812). Instituto de Estudios Hispanoamericanos, UCV, Caracas, 1971.

9 Sobre esta época véase el artículo de Yépez Colmenares, Germán:”La llegada a Caracas de lavacuna contra la viruela desde la España de Carlos IV en 1804” en Ensayos históricos, núm. 15, Caracas,2003, págs. 133-146. En este mismo número (págs. 117-131) hay otro interesante artículo sobre el parti-cular debido a Mike Aguiar Fagundez sobre “La situación sanitaria del puerto marítimo de La Guaira entre1790-1800”.

10 Véase de Inés Quintero: “Fidelidad o independencia: la conjura de los mantuanos. Caracas,1808”, en Ensayos históricos, Caracas, 2003, núm. 15, págs. 165-192, y el libro La criolla principal.María Antonia Bolívar, hermana del libertador, Fundación Bigott, Caracas, 2003.

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migo casi invencible marcaron también su trayectoria ideológica de adhesióna la metrópoli11.

A partir de este momento, su trayectoria vital quedará marcada por elconflicto bélico entre los patriotas y los realistas. El médico, el universitario,se convertirá en una pieza más de la estrategia bélica y su toma de postura afavor de la causa realista no la cambiará por mucho que la marcha de la gue-rra se empeñe en anunciarle que había optado por la causa perdedora. Ya en1810 rechazó los ofrecimientos insurgentes desde la posición privilegiadaque le concedía el ser doctor en medicina y autor de varias publicacionesmédico-estadísticas. Pero entre ese año y el de 1811 participó en el Se-manario de Caracas como redactor y editor12, en lo que supone su toma decontacto con el mundo de la imprenta. Por tanto, ya en 1810 lo tenemos ocu-pando un cargo de primer orden en el ámbito periodístico de Venezuela, locual confirma su popularidad y capacitación profesional en la Caracas deprincipios de siglo.

La actividad desestabilizadora estuvo ya íntimamente unida a él a partirde estos años, como lo demuestra su participación tanto en la reacción rea-lista encabezada por los hermanos González de Linares13 –que quiso atentarcontra la Junta Suprema de la capital venezolana– como en su colaboraciónen las deserciones del batallón “El Tuy” que casi le cuestan la vida pues sibien se salvó de la muerte por la intercesión de personas influyentes no poreso dejó de ser apresado, siendo ésta su primera toma de contacto con elenfrentamiento bélico que se estaba fraguando en Venezuela y que se pro-longaría aún por largo tiempo, alcanzando cotas de crueldad poco habituales.

11 “Mi espíritu se hallaba enteramente ocupado con las altas ideas que me había inspirado la vistade una nación que luchaba contra un poder colosal, a quien tantas potencias habían temido y adulado.Venía de ser testigo de sus esfuerzos, de su poder y de sus virtudes. Me hallaba lleno de una veneraciónreligiosa hacia ella y ya estaba formada en mí aquella decisión y orgullo por pertenecerla que tanto hemanifestado después y que durará mientras viva” (Díaz, José Domingo: Recuerdos sobre la rebelión deCaracas –edición de Ángel Francisco Brice-, Caracas, 1961, pág. 78).

12 Véase el interesante trabajo de Zapata Monroy: “Aproximación primera a José Domingo Díaz(Su labor en el Semanario de Caracas, 1810-1811)”, en el que aporta interesantes datos sobre JoséDomingo Díaz y su desempeño como periodista, además de interpretaciones que rompen con las tenden-cias historiográficas tradicionales en Venezuela por aquellos años. En el mismo sentido, véase JulioBarroeta Lara: Una tribuna para los godos. El periodismo contrarrevolucionario de Miguel José Sanz yJosé Domingo Díaz. Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1987.

13 Zapata Monroy no cree que esto fuera cierto y lo argumenta con cierta solidez en su“Aproximación…”, págs. 75-79.

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Su papel en dicho conflicto iría decantándose, con el paso del tiempo, haciaposiciones más ideológicas, más intelectuales. Ya en la trama que prepararonlos González de Linares y con nula experiencia en el terreno de la propagan-da política se le había reservado –caso de triunfar– todo lo relativo a laimprenta, a la redacción de proclamas, a la publicación de órdenes, etc.

No es a un Díaz joven al que nos encontramos iniciando su andadura enel campo de la lucha ideológica: cuando participa en el Semanario deCaracas ya tiene unos treinta años y se encuentra en la plenitud de su vidacuando apenas se ha iniciado el proceso revolucionario14.

Venezuela había declarado la independencia el 5 de julio de 1811 y hastael 10 de marzo de 1812 hubo sólo sublevaciones internas contra el régimenrepublicano. No obstante, las hostilidades realistas procedentes del exteriorno se hicieron esperar y llegaron de Puerto Rico, al igual que ocurriera en1828. A principios de 1812 se inicia por tanto la larga y devastadora guerracivil que asoló a Venezuela. Gracias a la entrada de Monteverde en Caracasen julio de 1812, Díaz pudo ocupar un cargo de responsabilidad como era ladirección y redacción de la Gaceta de Caracas, que supone el inicio de unalarga trayectoria vital propagando el mensaje realista en Venezuela. Pero estaetapa al frente de la Gaceta fue muy efímera ya que apenas duró de octubrede 1812 al mes de agosto de 1813, mes en el que Díaz tuvo que marchar contoda su familia a Curaçao, en donde trató, sin éxito, de publicar un periódi-co15. También aparece Díaz firmando una representación al gobernador deCuraçao solicitándole que interponga su influencia a favor de los realistaspresos en La Guaira. Esta representación lleva fecha del 25 de agosto de1813. La representación dice así:

“Al saber los infrascritos españoles por el último buque venido de La Guaira quenuestros compatriotas de Europa e Islas Canarias, que quedaron en la provinciade Caracas se hallaban encadenados y sepultados en las bóvedas de La Guaira,

14 Si los datos que aporta Zapata Monroy son ciertos tendría unos cuarenta años pues él cita 1772como año de nacimiento de José Domingo Díaz. No sabemos la razón por la que hay este desfase entresu acta de bautismo y la hoja de servicios con la que trabajamos en su momento y de la que se desprendeque nació hacia 1779 (Zapata Monroy: “Aproximación…”, pág. 26, y Navarro García: “El proceso de laindependencia venezolana”, pág. 103, nota 4).

15 José Félix Blanco y Ramón Azpurúa: Documentos para la [historia de la] vida pública delLibertador, 1977-1979, Caracas, Comité Ejecutivo del Bicentenario de Simón Bolivar, Presidencia de laRepúblicas, tomo V, pág. 59.

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y al saber al mismo tiempo por un documento auténtico que D. José Félix Ribas,uno de los jefes de las tropas invasoras, estaba en la constante deliberación dehacerles sufrir el último suplicio, no hemos podido sino entregarnos al dolor queinspira semejante acontecimiento, y buscar en medio de nuestra amargura unmedio capaz de evitarlo, y de proporcionar a nuestros hermanos los alivios queestén a nuestro alcance”16 .

Un año estuvo tan solo en Curaçao. La actuación de Boves permitió suregreso a suelo venezolano a mediados de septiembre de 1814, iniciándoseun nuevo periodo realista en Venezuela que se prolonga hasta su indepen-dencia definitiva en 1821. Un periodo éste en el que combinó cargos de granresponsabilidad como la Secretaría de Gobierno, la Secretaría de la Junta dePacificación, la Secretaría de la Junta Central de la Vacuna y el cargo de ins-pector de los hospitales militares –por citar sólo algunos– con otros en losque fortaleció aún más su ya acreditada fama de libelista. Así, fue colocadode nuevo al frente de la Gaceta de Caracas, confirmando esta circunstanciael fuerte compromiso adquirido con la causa realista y la amistad que tuvopor aquel entonces con Pablo Morillo17. La participación de Díaz en las tare-as de propaganda no se limitó a su actividad en la Gaceta. Es muy probableque a las órdenes de su protector Morillo coordinara toda la producción ide-ológica de la administración realista18. Su actividad en el año 1819, por ejem-plo, fue muy intensa para no tener en cuenta esta posibilidad: en primer lugar,traduce del francés las Cartas al Sr. Abate de Pradt, escritas un año antes porel gerundense Santiago Jonama. La obra se tradujo antes en Venezuela queen la península lo que demuestra la actividad y el celo de las autoridades

16 Blanco y Azpurúa: Documentos…, Tomo IV, pág. 711.17 Nada tiene de extraño por tanto que fuera nombrado caballero de la Orden Americana de

Isabel la Católica en estos años y que durante el Trienio Liberal fuera nombrado intendente de Puerto Ricopor influencia de Morillo. Pueden verse algunas cartas particulares de Díaz de esta época en mi artículo“El proceso de la independencia venezolana…”, págs. 121-124.

18 Algunas proclamas de Morillo a los venezolanos pueden verse en la obra de Miranda Bastidasy Ruiz Chataing, comp.: Hojas sueltas…, págs. 44-47, correspondientes al 11 de mayo de 1815 y 21 deseptiembre de 1817. Queda por saber si fueron redactadas por el propio Díaz. En estos escritos se recuer-da la riqueza de Venezuela en el pasado, las desgracias que ocasionó el proceso de guerra insurgente y lamano tendida a los venezolanos pero también una no disimulada amenaza si no abrazan la causa realista:“Mis facultades alcanzan a perdonar, recompensar y castigar: obligadme a que sólo use de aquellas dosfacultades y llenaré los deseos del Rey. Pero si me obligáis a desenvainar la espada, no culpéis al Rey másclemente de los arroyos de sangre que correrán” o “me dedicaré al fin de la pacificación; y las armas delejército de mi mando no se emplearán sino contra el obstinado e ingrato que desprecie la piedad delMonarca”.

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americanas en desprestigiar la obra proselitista del abate de Pradt a favor dela revolución emancipadora. En el mismo año de 1819 Díaz redacta unManifiesto de las provincias de Venezuela a todas las naciones civilizadas deEuropa que sirvió de réplica al que Zea difundiera tras el Congreso deAngostura, y en el que Díaz critica duramente al Congreso Nacional convo-cado por Bolívar en febrero de 1819. La imprenta no descansaba… Con cele-ridad, esta obra fue traducida al inglés y al francés y difundida por todaVenezuela, las Antillas y Estados Unidos. Por estos años era intensa la laborde otro intelectual venezolano, Juan Germán Roscio, quien al igual que JoséDomingo Díaz reconocía la gran importancia del lenguaje y de las denomi-naciones (entendidas como expresiones lingüísticas de los conceptos) comoauténticas armas en la política. Los dos ofrecían dos representaciones “dis-tintas, coexistentes, de la realidad, en pugna por lograr la hegemonía en elterreno discursivo, mediante la invalidación y erradicación de la otra”19.Roscio colaboró mucho como articulista en el Correo del Orinoco, luchandodesde esta plataforma contra la actividad de José Domingo Díaz, conscientecomo era de que el aspecto doctrinal de la política debía ser mucho másimportante de lo que venía siendo en el bando republicano20. Sobre la impor-tancia que daba Roscio a tomarse en serio esta tarea de propaganda puedeleerse una carta suya dirigida a Santander el 27 de septiembre de 1820:“Nosotros, pues, sin población debemos al lado de cincuenta mil fusiles colo-car otros tantos medios de persuasión para economizar la sangre de los ame-ricanos”21. Roscio reconoce que en el discurso realista “Las falsas ideas queconformaban la conciencia errónea estaban dotadas de una fuerza “imagina-ria” comparable a la de las armas y capaz de hacer sus veces”22. Vemos aquíun reconocimiento implícito de que la labor de Díaz era capaz de trastocar larealidad y de ejercer una influencia enorme en la sociedad republicana23.

19 Ruiz, Nydia M.: Las confesiones de un pecador arrepentido: Juan Germán Roscio y los orí-genes del discurso liberal venezolano. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Fondo EditorialTropykos, Caracas, 1996, págs. 79-80. La batalla de los papeles fue casi tan terrible como la de los fusi-les, y esto por ambos lados, Barroeta Lara: Una tribuna…, págs. 131-132.

20 Ibídem, pág. 71.21 Ibídem, pág. 107.22 Ibídem, pág. 118. 23 Véase una muestra de la lucha de realistas y republicanos por conseguir la confianza del lec-

tor en Blanco y Azpurúa: Documentos…, tomo VI, págs. 58-60, 370-371, 421-423, 488-489 y 639-643.

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El Correo del Orinoco del 24 de octubre de 1818 llegaba a afirmar: “Siel redactor de la Gazeta de Caracas tuviese el más leve rasgo de pudordebería sepultarse vivo al comparar nuestra fidelidad con sus imposturas.Nunca este redactor ha dado un documento importante íntegro. Ya suprimecuanto hace honor a nuestra causa, ya aumenta a su antojo cuanto la puedehacer odiosa o perjudicar a los jefes que la sirven. Así es que toda la corres-pondencia que últimamente ha publicado en Caracas es un tejido de falsifi-caciones, una mezcla de errores y verdades que con mucha dificultad seacertará a discernir lo real de lo supuesto, y el estilo franco e ingenuo del esti-lo servil y chismoso del caballero Díaz. Sin embargo, cualquiera que sepaleer y que conozca las plumas de los autores puede distinguir el tono rastre-ro del esclavo y el noble que caracteriza a los hombres que escriben bajo laautoridad de un Gobierno libre”24.

Otro artículo aparecido en el Correo del Orinoco, núm. 6, 1818, afirma-ba que “El redactor de la Gaceta de Caracas es veterano, no sólo en mentir,sino en falsificar. Si antes ha vivido de su lengua, ahora vive de su pluma.Nadie extraña que un personaje tan ridículo y despreciable se haya propues-to hacerse un nombre con su interminable charla de sandeces y chismes. Peroun gobierno, si es que hay gobierno bajo un sistema absurdo, bárbaro y tirá-nico, un Gobierno que pretende parecerlo, no debe permitir por su propiodecoro que su Gaceta Oficial sea una compilación indigesta de imposturasgroseras, de citas falsas, de discursos necios, y el libelo en fin más despre-ciado de cuantos libelos despreciables han deshonrado las letras”25.

Era Díaz, por tanto, una persona muy preparada tanto desde el punto devista académico como en la práctica periodística cuando le tocó coordinar lacampaña de propaganda previa al intento de invasión de Venezuela en 182826,cuando tenía Díaz unos cuarenta y ocho años27, atrás quedaban casi veinteaños escribiendo en el Semanario de Caracas, en la Gaceta de Caracas,como libelista y como coordinador de campañas de desprestigio insurgenteque planeó desde Curaçao y más tarde desde Puerto Rico, como “coordina-

24 Blanco y Azpurúa: Documentos…tomo VI, pág. 488-489.25 Blanco y Azpurúa: Documentos…, tomo VI, pág. 370.26 En este sentido Díaz se va a adelantar a algo que será muy normal años después: la utilización

de la clase científica para coordinar las campañas de propaganda ideológica.27 Siete años más incluso si consideramos que nació en 1772.

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dor ideológico” de la última administración española en Venezuela, etc. etc.En todo ese tiempo Díaz debió darse cuenta de que la propaganda era el armamás económica para contribuir a la consecución de objetivos políticos, mili-tares e ideológicos y debió darse cuenta también del significativo papel quetenía Curaçao en cualquier red de espionaje que se vanagloriara de serlo enla zona caribeña28.

La estrategia bélica desde la propaganda ideológica

Sin lugar a dudas Díaz fue un excelente cronista de su momento por suhistoria vital y por sus obras, un libelista excelente, incansable y efectivo29

que no abusó de la manipulación informativa sino que se limitó a ofrecer susopiniones en las mismas condiciones de legitimidad y validez que otros tes-tigos de la independencia, ampliando quizás algunos matices apenas esboza-dos o sabiendo leer entre líneas.

La opción política que defendió le llevó a enfrentarse a los criollos aco-modados que optaron por la república y éstos ni le perdonaron semejanteatrevimiento ni mucho menos su condición de pardo y de personaje influ-yente en la Administración española. Estos aspectos han influido de forma

28 Obviamente una buena campaña de propaganda depende de la existencia de unos excelentesrecursos humanos que permitan hacer llegar los escritos hasta sus destinatarios potenciales. Para ello, enel ámbito caribeño, era preciso disponer de una red suficientemente segura de contactos en las islas queservían de escala al comercio de Puerto Rico, en especial San Thomas y Curaçao, enclaves indispensablespara mantener una comunicación fluida entre Puerto Rico y Caracas. En la isla de Curaçao estuvo vivien-do el propio Díaz con toda su familia al huir en agosto de 1813 de la ciudad de Caracas por el empuje delas tropas de Bolívar. En la capital venezolana había estado ya ocupando la redacción de la Gaceta, por loque en apenas unos pocos meses pasó de ser redactor de prensa a libelista de hojas sueltas, dirigidas a suscompatriotas, escritas en tierra extraña pero impresas en Puerto Rico por el intendente Alejandro Ramíreza causa de los obstáculos que le ponían las autoridades holandesas para imprimir auténticos “escritos deguerra”. La situación tenía una indudable similitud con la que Díaz vivió más tarde al ocupar la inten-dencia de Puerto Rico pues como intendente también financió la impresión de otras 16 cartas suyas y queescribió a sus compatriotas venezolanos para dirigir sus opiniones en vísperas de la expedición naval almando de Laborde.

29 Sí puede recriminársele el no haber percibido que la independencia fuera irreversible enVenezuela en la década de 1820 y que alentar soluciones violentas no fuera ya viable, ni siquiera cuandolos sectores marginados por la revolución -a la que él y ellos poco debían- agitaran la bandera del des-contento. Esta “ceguera” política fue muy perjudicial tanto para las relaciones bilaterales entre Venezuelay España como para su propia trayectoria personal ya que el proyecto que ideó de apoyar a la contrain-surgencia en Venezuela con el envío de la escuadra al mando de Laborde le costaría el cargo de intendenteen Puerto Rico.

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decisiva en la evaluación negativa que han hecho de él ciertos sectores de lahistoriografía venezolana30, escudándose en alguna que otra manipulacióninformativa de la que sin duda quedan muestras pero que en ningún caso sonmás graves que la que realizaron los patriotas dentro de un marco históricodefinido por el conflicto bélico que asolaba el suelo venezolano. Esta opinióntambién la comparte Rafael Zapata Monroy cuando afirma que “tanto lo quedicen los periódicos independentistas como lo que afirma José DomingoDíaz debe verse con cuidado porque son escritos en medio de la lucha, conlos odios y rencores del momento, que pueden tergiversar la realidad, la ver-dad, y que con frecuencia lo hacen”31 . La propaganda formaba parte de lamisma contienda que se estaba llevando a cabo en los campos de batalla ydebía ser asumida como un aspecto más de ella32. Sin embargo, en Díaz noprevalecen las calumnias –como parecerían indicar las aseveraciones de algu-nos historiadores venezolanos, Pedro Grases o Ángel Francisco Brice entreellos– sino más bien las opiniones “inconvenientes” a la causa patriótica, lassospechas respecto a la conducta del enemigo republicano… Sus discursos yapreciaciones, sus opiniones firmadas y difundidas parecen haber hecho másdaño que sus apócrifos a juzgar por el hecho de que la mayoría de los ataquesque le dirigen los republicanos tienden a oponer un punto de vista patriota auna mirada realista, es decir que los patriotas insisten en la orientación erra-da e inmoral del mensaje en lugar de obviar las opiniones y centrarse en lailegalidad del medio, esto es, en la falsificación. Si el juicio de Díaz es máspeligroso que sus métodos, entonces la guerra se sitúa, efectivamente, en elterreno de la opinión y no en el de la información.

Hoy en día carece de rigor la descalificación de los escritos de Díaz comofuente histórica sólo por haber expuesto su panorama del mundo. Si con-frontamos los textos que utiliza Díaz de los patriotas con ediciones origina-les de éstos podremos concluir que no puede calificarse a Díaz de farsante ni

30 Véase al respecto nuestro trabajo sobre “El proceso de independencia venezolano…” y el deRafael Zapata Monroy: “Aproximación primera…”. Este último autor llega a afirmar “lo que para noso-tros resulta indudable es que ha sido injusto, cruel e inhumano el trato historiográfico a José DomingoDíaz” (pág. 98).

31 Ibídem.32 Uno de los casos más conocidos fue la publicación por parte de Díaz de una carta apócrifa de

Simón Bolívar a José Francisco Bermúdez, fechada el 4 de octubre de 1817, en la Gaceta de Caracas el26 de octubre de 1818, que ha sido estudiada en José Félix Blanco y Ramón Azpurúa: Documentos parala historia… Caracas, 1977-1979, tomo VI, docum. 1286, págs. 55-57.

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de mentiroso. El resultado es sorprendentemente favorable al libelista, dequien no sólo no podemos decir que falsificara documentos sino que cuandoofrece traducciones del inglés el resultado además de correcto es más pulcroy elegante que las versiones originales. Díaz no parece haber tenido la tenta-ción desbordada de la traducción libre; por el contrario, su reescritura es porlo general ajustada y elegante, respeta los textos y es fiel a ellos. Hay algunaerrata, alguna omisión insignificante, nada que no suceda en las ediciones delos historiadores oficiales de los escritos del propio Díaz. Sus textos sonperiodísticos, de crítica orientada a la contra-propaganda, y por ello abundaen la destrucción de la autoridad republicana y reitera los mecanismos comu-nes de deslegitimación del enemigo. La manipulación de los originales esmuy puntual y no es motivo suficiente desde luego para descalificar la credi-bilidad de su autor ni tampoco influyó negativamente al efecto que se pro-ponía causar puesto que el receptor que aún quedaba ajeno al convencimientorepublicano no desconfió de ellos.

El tipo de manipulación que sufren los textos en manos de Díaz sueleconsistir en ampliar su sentido, que a veces aparece en el original sólo enestado larvario: el editor se pone en la pluma del autor original para insistiry dar como aseveración algo que el otro solamente dejaba traslucir. La obs-cenidad de Díaz consiste en abrir una ventana, un escaparate, sobre la tra-moya y exponer –como en una confesión robada– lo que no había dicho elenemigo pero debía estar pensando. Acierta no pocas veces, y entonces secomprende su emoción ante la idea de la profecía, con la que no deja de iden-tificarse. Díaz se considera un lector de marcas, un observador privilegiado ydesde esa idea de sí mismo proyecta sus discursos y se permite ofrecer falsi-ficaciones que percibe como más auténticas que el original (radiografías querevelan lo que no es visible a simple vista). Los eficaces alegatos de Díaz,limitados a la crítica del gobierno republicano, su conocimiento del imagina-rio y de las necesidades de la sociedad cuyo acercamiento al sistema monár-quico impulsaba, irritaron a los republicanos por su efectividad. Lademagogia de Díaz no difería en lo fundamental de la del bando patriota,pero su habilidad para “poner como saliendo de la pluma de Bolívar especiesque aunque las pensara no las diría y que si las dijera no las escribiría”, heríaal enemigo en lo más sensible: la máscara. Hay cosas que se piensan y no sedicen y cosas que se dicen pero no se escriben. Díaz escribe lo que quizás se

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ha dicho y se ha pensado por los republicanos pero publica una prohibición,un tabú, y por eso es atacado.

La manipulación clara tan solo se da en una carta en la que Díaz tergi-versa el “tampoco quiero la presidencia de Colombia” que escribe Bolívarcon el “Fijo poco interés en la presidencia...” La nueva frase aporta el senti-do contrario al de la original y pasa a ser el eje argumental de toda la cartade Díaz, eje falso puesto que Bolívar no había escrito eso. Otra cosa es queDíaz le estuviera leyendo el pensamiento a su enemigo y lo convirtiera endelator de sí mismo, pero hay poca inocencia en esta traducción erróneacomo en transformar las calamidades públicas que “hemos sufrido por larevolución” en “que nos ha traído la revolución”. En la expresión de Bolívarlas calamidades son un precio que se paga durante la revolución y están con-cluidas. En la versión de Díaz, son la consecuencia de la revolución y siguenpresentes, con lo que dibuja un recuerdo de su propio discurso reflejado en eldel enemigo y deja una huella evidente de la acción de su mano.

Por lo tanto, a la hora de evaluar los escritos de Díaz, se debe distinguirentre la opinión inconveniente y la mentira. Díaz no inventaba propiamentesino que leía entre líneas puesto que muchas de sus “calumnias” revelaron seracertadas al cabo del tiempo, sin ocultar que en otras ocasiones cometieraerrores de apreciación, ya muy subrayados en algunos estudios. No obstante,estos errores de apreciación no fueron generales: Díaz supo leer en ocasionescorrectamente lo que ocurría a su alrededor, como lo demuestra el empeñoque tuvo para dejar bien claro desde el principio que las partidas realistas dela Venezuela republicana actuaban bajo las órdenes del capitán general dePuerto Rico Miguel de la Torre y no de forma autónoma pues sus cabecillashabían sido exoficiales de Boves y eso implicaba que ni los más leales al reyen Venezuela hubieran seguido a las partidas de descontentos si hubieransabido que oficiales de color como los Centeno, Doroteo o Inocencio estabanal frente de todo el entramado bélico.

¿Cuáles eran los procedimientos de deslegitimación de la figura de Díazpor los republicanos? A veces contraponían los partes de guerra que publica-ba la Gaceta de Caracas a los que emitía el jefe republicano Páez: “compa-re y verá qué diferencia entre los dos”, dicen, pero no aportan dato algunopara saber cuál es más verdadero. Sólo sabemos lo que ellos dicen a travésde su juicio mediatizado por lo que es ortodoxo o no. En otras ocasiones,ofrecen una “prueba” de veracidad histórica con la cita de “un periódico res-

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petable” (republicano como es obvio: el Correo del Orinoco) “para desen-gaño de los errores propagados” en la Gaceta de Caracas de Díaz:

“El Correo del Orinoco demuestra que de las correspondencias de Bolívar queha publicado la Gaceta de Caracas del Dr. José Domingo Díaz, las que no sonapócrifas están alteradas, truncadas o dislocadas”33.

y se reproduce un texto en el que se expresa la Redacción en estos términos:

“Estamos autorizados para asegurar al público que los documentos en cuestión[cartas insertadas en la Gaceta de Caracas en abril de 1818] están alterados,truncados y dislocados (...) El Redactor de la Gaceta de Caracas es veterano nosólo en mentir, sino en falsificar. Si antes ha vivido de su lengua, ahora vive desu pluma”34.

El principio de la cita nos plantea la pregunta que de dónde procede esaautorización. En la presentación del texto los compiladores hablan de demos-tración, pero simplemente nos enteramos de que el diario está autorizado, osea, que tiene permiso oficial para publicar la noticia. En otras ocasiones, alfinal de las exposiciones republicanas, se ofrece al lector una serie de indi-caciones archivísticas que deberían conducirlo a los apócrifos de la Gaceta ya las verdaderas cartas que fueron alteradas o suplantadas. La proyección dereferencias espaciales que configuren una especie de “mapa del tesoro” es unprocedimiento habitual en la técnica de la sugestión y la verosimilitud. Seteje con este mecanismo una red de correspondencias que crea la impresiónde un universo donde todo encaja, aportando esta forma de presentar losdocumentos mayor credibilidad sobre ellos. El procedimiento también fueempleado, al parecer, por Díaz al decir que los textos originales republicanosque publicaba se mostrarían en la imprenta a quien lo deseara. Los republi-canos se indignaban ante esta invitación:

“¿quién ha de atreverse a procurar satisfacerse de que es cierta la existencia detales papeles y que si los hay se hayan publicado fielmente?”35.

33 Blanco y Azpurúa: Documentos para la historia…, tomo VI, pág. 370.34 Ibídem.35 Ibídem, pág. 59.

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Pero con esa afirmación Díaz ya había proyectado una posibilidad de lle-gar a ellos, lo que le otorgaba cierta verosimilitud. Esto no sólo es carac-terístico de Díaz. También sus enemigos se mueven en un universo derepresentaciones, de copias y alusiones o citas de auténticos textos autoriza-dos. Están todos en un mismo plano puesto que al publicar ninguno puedeofrecer directamente el original. Se trata de convencer a los lectores de quelo que uno ofrece es lo auténtico.

Como vemos, hubo muchos libelistas y no sólo en el campo monárqui-co: los medios poco ortodoxos se utilizaron tanto para conseguir objetivosideológicos como militares, y en ambos bandos. Rafael Zapata afirma que:“Y si los ataques de Simón Bolívar contra José Domingo Díaz fueron menosabundantes fueron tanto o más demoledores que los del médico caraqueño.Ninguno de los ataques contra Díaz podemos calificarlo o llamarlo noble.No podían serlo porque en la guerra de papeles planteada había que destruiral enemigo con las armas que se tenía y los criollos tenían un arsenal contraDíaz. Los ataques contra Díaz en la Gazeta de Caracas en 1813, escritosprobablemente por Vicente Salías, pero publicados con la aprobación deBolívar; los ataques del Correo del Orinoco en 1819, algunos provenientesde la pluma del mismo Bolívar, y el artículo aparecido en la Gaceta deBogotá, en 1820, comprueban lo que sostenemos”36. Por razones de Estadolos republicanos crearon a mediados de 1818 el Correo del Orinoco –el pri-mer gran periódico insurgente– a fin de contrarrestar el proselitismo de Díazy de la Gaceta y encauzar las ideas republicanas–, regularon la libertad deimprenta para los escritos políticos y prohibieron los que atacaran a la reli-gión, las leyes y las instituciones republicanas en todo tipo de escritos, obli-garon al clero a predicar a favor de la república y entregaron dinero aperiódicos “neutrales” para que publicaran sólo noticias favorables a lacausa insurgente (caso de la Gaceta de Curaçao). Estos medios estuvieronclaramente mediatizados como vemos por los poderes políticos dada lasituación bélica por la que atravesaba el país37. La actitud proselitista deDíaz es perfectamente explicable en el marco del conflicto bélico que esta-

36 “Aproximación primera…”, págs. 91-92.37 A ello contribuyó también la escasa trayectoria que tenía el periodismo en Venezuela, apenas

iniciado a fines de 1808, circunstancia que había impedido el desarrollo de empresas y empresarios almargen del poder.

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ba dándose en suelo venezolano. Su objetivo era claro: favorecer la causarealista y descalificar la republicana en virtud del apoyo que había recibidode las autoridades españolas en la administración venezolana y puertorri-queña. Así, no tiene sentido alguno desacreditarle como si fuera un dese-quilibrado, anormal o psicópata, como lo hace cierto sector de lahistoriografía venezolana, incapaz de reflexionar sobre las auténticas razo-nes que explican un comportamiento así38. Si dudamos del equilibrio psi-cológico de Díaz habría que preguntarse también por el equilibrio de losprotagonistas de la guerra a muerte o por el de los criollos “veleta”. En unproceso independentista tan terrible como fue el venezolano el mentir o fal-sear la realidad no fue desde luego lo más grave.

En sus escritos demuestra un gran manejo de las técnicas de persuasióny evidencia, aunque su técnica suele ser de contra-propaganda de textospatriotas a los que va rebatiendo. Sus discursos son largos y exigen una aten-ción excesiva del receptor pero aportan datos verosímiles y un fundamentosólido en las denuncias. Por tanto, los escritos de Díaz más que la desmora-lización y la rendición del enemigo buscan sobre todo el apoyo civil a las tro-pas realistas, como si se trataran de un caballo de Troya cargado depersuasión en plena sociedad insurgente y con un fuerte carácter políticopues se dirigen al componente civil de la sociedad. No se trata de las típicasoctavillas que circulan entre los integrantes del ejército enemigo en época deguerra, son textos dirigidos a la población civil y a un número de personasmás restringido, son textos más extensos y que no pretenden un objetivo mili-tar inmediato por lo que tienen un planteamiento más estratégico que tácticoy con un mayor plazo de vigencia.

No nos consta que en el intento de invasión de Laborde a Venezuela en1828 se difundieran octavillas entre la población y el ejército insurgente.Pero sí nos consta que se hizo en la invasión de México un año después, en

38 El cuestionamiento historiográfico de personajes tan trascendentes como Simón Bolívar supu-so acercarse al realismo de un modo más imparcial. El trabajo de Germán Carrera Damas sobre El cultoa Bolívar (Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1987), escrito en 1969, fue sin duda una puertaabierta hacia la crítica histórica y hacia el conocimiento científico. Muy recientemente Tomás Straka enLa voz de los vencidos. Ideas del partido realista de Caracas, 1810-1821 (Comisión de Estudios dePostgrado, Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2000)aborda con un sentido crítico todo el complejo mundo del partido realista en vísperas de la independen-cia de Venezuela.

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la que se repartieron escritos concisos de sólo una página ya que, de hecho,en el navío “Soberano” había una imprenta de campaña en la que se impri-mieron al menos dos octavillas dirigidas a los soldados y marineros españo-les y otra dirigida a los mexicanos firmada por el vicario castrense fray DiegoMiguel Bringas. Estos escritos no son propiamente octavillas (octava parte deun pliego: 9,5 cm por 14,5 cm) pero cubren –a diferencia de los textos deDíaz– un objetivo militar mucho más inmediato y con un enfoque mucho mástáctico que estratégico al responder a una situación muy precisa en el tiempoy en el espacio.

Díaz supo crear un tiempo de guerra continuo, una lógica bélica constan-te que asegurase la vigencia de la propaganda. Por ello, podemos decir que laparticular guerra ideológica de Díaz se había iniciado antes que las operacio-nes militares pues la propaganda no es para él sólo una circunstancia de tiem-po de guerra. Este pensamiento está hoy generalizado en los teóricos paraquienes las guerras comienzan mucho antes que las operaciones militares. Setrata la suya de una doctrina política para mantener a todos en estado de gue-rra. En la época de Díaz desde la Capitanía General e Intendencia de PuertoRico se quería demostrar que el enemigo era el responsable absoluto de todoslos males y esto se convirtió en una especie de tarea gubernamental.

La estrategia propagandística en vísperas de la invasión realista de 1828

Las grandes cualidades periodísticas que tenía Díaz fueron utilizadas tam-bién en las alocuciones que dirigió a los venezolanos desde 1827 y que fun-cionaron como una verdadera campaña de propaganda previa a la tentativa deinvasión de Laborde en 1828. En ellas reprodujo los discursos insurgentes ylos fue rebatiendo paso a paso. El procedimiento de incluir los textos republi-canos completos tiene el inconveniente, como hemos mencionado, de originartextos largos que exigen una atención excesiva pero dan verosimilitud y fun-damentos para las denuncias. Díaz pudo acceder desde su privilegiada ubica-ción en la intendencia de Puerto Rico a unos niveles de información muyprecisos de lo que ocurría en Venezuela. La base de todo ello era una infraes-tructura de espionaje bastante más sólida de la que existía por ejemplo enMéxico. La red se tejía a través de contactos en la isla de San Thomas (JuanBautista de Larrañaga y José Ibern), La Guaira (Cayetano Salazar), Curaçao

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(José María Pando, pariente del mismísimo capitán general de Puerto Rico,Miguel de la Torre) y la propia Caracas (Isidoro Arroyo39), sin olvidar a loscomisionados que solían utilizarse ocasionalmente y que iban de Venezuela aPuerto Rico a través de Curaçao o San Thomas (Amadeo Lavallé, D.M. Rola)o de Puerto Rico a Caracas (Mariano Amero). A través de esta infraestructu-ra se fraguó la expedición de 1828 y también la introducción de los escritosde Díaz en Venezuela, utilizando sobre todo Curaçao, en donde José MaríaPando le escribía a Díaz lo siguiente:

“A los papeles impresos de Córdova que me envió usted junto con los suyos nohe dado la dirección que a los de usted porque su glosa no está con aquella salque se requiere en este caso (…) Amigo: no todos nacemos para esto de pape-listas y es preciso mucho tino y disposición para presentarse a un público quetodo lo censura”40.

La desarticulación previa de los servicios del espionaje realista enVenezuela y la falta de armamento y de municiones de los defensores de lacausa realista impidieron que las seis alocuciones redactadas por Díaz entreel 21 de diciembre de 1827 y el 12 de abril de 1828 tuvieran el eco necesa-rio entre los venezolanos. Sin embargo, nos han permitido conocer el perfec-to manejo por parte de Díaz de los recursos persuasivos en un momento demáxima tensión como fue el que coincidió con la tentativa de Laborde. Enestas alocuciones demuestra, como decía José M.ª Pando, un impresionantemanejo de las técnicas de persuasión y de evidencia más modernas así comoun conocimiento detallado de las normas que debía utilizar para redactar lospasquines.

Los escritos de José Domingo Díaz suponen la utilización de muchosrecursos de la propaganda ideológica de hoy en día41. Vamos a enumeraralgunos de ellos, observables en las cartas o alocuciones antes mencionadas,y ofreceremos al lector algún texto suficientemente representativo:

39 Isidoro Arroyo era venezolano y estaba al frente de la Tesorería General de Caracas. Era elauténtico coordinador del espionaje realista en Venezuela.

40 Carta de José María Pando a José Domingo Díaz, Curaçao, 31 de octubre de 1827. AGI, SantoDomingo, 2429.

41 Véase al respecto Rendeix-te! Fulls volants i guerra psicològica al segle XX. Centre de CulturaContemporània de Barcelona, Institut d’Edicions Diputació de Barcelona. Barcelona, 1998.

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a) Identifica claramente al enemigo: “el inhumano Arismendi, vomita-do por los abrasados arenales de la Margarita en 1813 para empaparcon sangre inocente el suelo de nuestra patria, vuelve en 1828 a sumi-ros en la inexplicable desgracia de disponer de vuestros destinos, y enla ignominiosa humillación de temblar a la vista de un hombre que enningunas situaciones pudo en tiempos menos desgraciados merecerosuna mirada (…) siente caer sobre su cabeza la sangre de las víctimasde febrero de 1814, y penetran todavía en sus oídos los clamores delas viudas inconsolables, y de los huérfanos desamparados (…) Lascárceles en un día quedaron desiertas, y el Bárbaro, en el delirio desu triunfo, lo celebró con bailes en las mismas cárceles en que por lamañana se habían oído los ayes de las víctimas y cuando aún palpi-taban los cadáveres destrozados”42.

b) Utiliza generalidades brillantes o llamamientos a conceptos como elhonor, la libertad o la gloria: “Compatriotas: la causa de SM es lacausa del honor, de la justicia y de la verdadera libertad; la de tressiglos de paz y de fortuna, la que desde sus eternos sepulcros os man-dan vuestros abuelos (…) Compatriotas: el valor es compañero inse-parable de la justicia, el delito es cobarde por el temor de la pena, yunidas la constancia y la justicia nada se resiste a ellas”43.

c) Utiliza la técnica del “menor de los males” para emprender unaacción necesaria, como puede ser el pronunciamiento militar por lacausa de España: “Compatriotas: el tiempo ha llegado de rompervuestras ignominiosas cadenas. El mundo entero tiene fija su vistasobre vosotros”44. “Compatriotas: muchos se han pronunciado,mucho habéis hecho, pero mucho os falta que hacer”45 o “Vosotros,descendientes de un pueblo conocido por treinta siglos de estas vir-tudes, debéis manifestarlo en la más importante crisis de nuestrapatria”46.

42 Las alocuciones están citadas de la edición de los Recuerdos sobre la rebelión de Caracas, dela Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1961, 4.ª alocución del 15 de febrero de 1828, págs.557-558.

43 3.ª alocución del 25 de enero de 1828, págs. 553-554.44 2.ª alocución, 6 de enero de 1828, págs. 548-550.45 3.ª alocución, 25 de enero de 1828, pág. 552.46 Ibídem, pág. 554.

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d) Transfiere motivos o cualidades a grupos e individuos, como cuandose refiere a los descendientes de españoles: “Los descendientes deaquellos inimitables españoles que atravesaron mares desconocidospara colocarla entre las naciones civilizadas, los herederos de su valory virtudes no podían olvidar el ejemplo que les dieron (…)Compatriotas: el valor es compañero inseparable de la justicia, eldelito es cobarde por el tenor de la pena, y unidas la constancia y lajusticia nada se resiste a ellas. Vosotros, descendientes de un puebloconocido por treinta siglos de estas virtudes…”47.

e) Díaz se presenta también con la voz confidencial de un amigo acep-tado. Éste es un sistema refinado para halagar las mentes de quienesse desea manipular: “era amigo o conocido de vosotros, y con taníntimos caracteres mis más caros intereses eran los vuestros: era cara-queño, era mi patria (…) decid si os engaño (…) confesaréis la pure-za de mis intenciones y la verdad de mis promesas cuando os lashacía”48. O bien: “Os habla al corazón la experiencia de tantos años:calamidades sin término y desengaños irresistibles os han despertadodel estupor en que yacíais”49.

f) Sugiere que una idea es popular entre el grupo odiado por el receptorde los escritos para obtener su desaprobación: “Allí [en el campo rea-lista] están las leyes y el orden. Allí no se conoce esa política de san-gre y de rapiñas en que estáis envueltos (…) Allí encontraréis labuena fe, la lealtad, el honor, la razón y la justicia”50. De los insur-gentes viene la “política insidiosa que animan la mala fe y el perjurio(…) la seducción, el asesinato, el veneno y la mentira (…) las cons-piraciones, la discordia y la desconfianza”51. Y para reforzar eso seempeña en decir: “Yo no os engaño, y documentos incontestablesdirán que no es engaño”52.

47 3.ª alocución, 25 de enero de 1828, págs. 552-554.48 1.ª alocución, 21 de diciembre de 1827, pág. 546-547.49 3.ª alocución, 25 de enero de 1828, pág. 553.50 4.ª alocución, 15 de febrero de 1828, pág. 560.51 3.ª alocución, 25 de enero de 1828, pág. 552.52 6.ª alocución, 12 de abril de 1828, pág. 565.

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g) Apela a la autoridad utilizando a personajes de peso moral. Así, el reyes la mano protectora que quiere sacar a todos del abismo: “No exigede vosotros sacrificios que no podéis por la miseria de que os hancubierto, sólo quiere vuestra cooperación personal”53. De La Torre sedice que “En tantos años como estuvo en nuestra patria fuisteis testi-gos de su buena fe y del invariable cumplimiento de sus promesas ypalabras. Jamás os dio motivos para dudarlas.” El propio Díaz esalguien que no engañaba, cuyas palabras las dictaba la verdad y queno les había engañado al presagiar lo que iba a ocurrir en Venezuela.

h) Apela al sentido común del soldado y de la población civil para levan-tarse contra la tiranía de la república: “calamidades sin término ydesengaños irresistibles os han despertado del estupor en que yacíais;vuestra resolución está hecha y pronunciada, no queréis ni más desor-den, ni más desgracias, ni más tiranos54 o “Compatriotas: entre la feli-cidad y la desgracia, entre la justa y la falsa libertad no se vacila. Serparte de una nación heroica o la presa y el juguete de una gavilla, nonecesita deliberaciones. Entre presentarse con honor en la sociedad ovivir en la ignominia la elección no es dudosa”55. En otra ocasión afir-ma: “Estáis al alcance de las ensangrentadas garras de ese tigre feroz.No se respetan ni el origen ni las consideraciones sociales. Se llenanlas cárceles (…) Temblad por vosotros mismos, y en medio de esadesolación que principia, buscad un asilo y salvad a la patria”56.

i) Utiliza frecuentemente las atrocidades del enemigo para generar sim-patías en el lector: “No conoce el imperio de las leyes, ni le conociójamás, ni es capaz de conocerlo. Para él el hombre es un ser insigni-ficante en la armonía del universo (…) no es sino sobre cadáveresdestrozados que encuentra su falsa seguridad, su aparente tranquili-dad, y sus apetecidas delicias (…) Estáis al alcance de las ensan-grentadas garras de ese tigre feroz. No se respetan ni el origen, ni lasconsideraciones sociales. Se llenan las cárceles (…) Partidas de ase-

53 Pág. 549.54 3.ª alocución, 25 de enero de1828, pág. 553.55 2.ª alocución, 6 de enero de 1828, pág. 550.56 4.ª alocución, 15 de febrero de 1828, pág. 559-560.

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sinos corren por los campos, y llevan la muerte a las habitacionespacíficas”57. Aunque, en otras ocasiones, prefiere utilizar la vaguedado la insinuación para dejar libre la interpretación del lector…

j) Díaz no utiliza amenazas fuertes para quienes leen o escuchan.Tampoco les insulta ni se enfada con ellos para que así tengan lamente abierta y puedan mostrarse receptivos. El levantamiento sepersigue con la “mano protectora” del rey para sacarles “de ese abis-mo”. El rey se presenta como alguien “clemente, generoso, no vecriminales, sino ilusos, seducidos o extraviados, a quienes perdieronlas circunstancias, la fatalidad o la ambición e intereses de unospocos. No se acuerda ni de los delitos, ni de los errores de la multi-tud, y sólo tiene presente que nuestra patria debe ser feliz, que puedeserlo”. El rey sólo pretende de ellos su cooperación personal, sus“eficaces deseos. Nada os faltará”. Y sigue diciendo Díaz: “No essobre montones de cadáveres injustamente degollados que quiererestablecer vuestra perdida felicidad, no sobre la miseria que produ-cen esas violentas y arbitrarias exacciones con que os han aniquila-do, no sobre la desconfianza que llevan consigo la mala fe y elperjurio, no sobre las mortales agitaciones del temor y de una espe-ranza incierta”58.

k) Díaz mantiene las promesas: repite continuamente que serán respeta-das las propiedades y las personas, así como los destinos en laAdministración. De hecho, Díaz es consciente de que el principalfundamento para que una campaña de propaganda pueda tener éxitoes la VERACIDAD, aunque es obvio que en ocasiones lo que se pre-tende es crear confusión. Este empeño por cumplir la palabra dada esmás que una simple promesa. En una carta confidencial que le escri-be desde Puerto Rico al comandante realista Arizábalo, a la sazón enVenezuela, Díaz repite: “Que las promesas y palabras que se den seansagradas e inviolables. Si así no sucede todo es perdido. Los pueblosno pueden ser unos rebaños a quienes se engañe con el augusto nom-bre de SM. Debe meditarse mucho lo que se ofrece, pero después deofrecido, debe cumplirse. Que los pueblos vean en el ejercicio de la

57 4.ª alocución, 15 de febrero de 1828, págs. 559-560.58 2.ª alocución, 6 de enero de 1828, pág. 549.

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justicia sensibles señales que distingan el gobierno de SM del de unagavilla sin costumbres y sin otro objeto que su ambición. La justicia,la imparcialidad y la equidad deberán ser, como son, la divisa delgobierno español, cualidades que si alguna vez dejaron de existir fueuna culpa del mandatario, pero no un efecto del Gobierno. Seríamolestar a U. entrar en el desarrollo de estos principios. U. que comoyo ha sido testigo de esa rebelión, la conocerá profundamente.Cuando se consiga olvidar la palabra revolución y unir los partidos,todo estará hecho; pero esto no es obra de torrentes de sangre, de laperfidia, ni del exterminio. La convicción de la bondad de un gobier-no y la elocuente comparación de los hechos y de los resultados loconseguirán. Que a la voz y a las órdenes del Gobierno inclinen res-petuosamente sus cabezas los individuos de los dos partidos. Cuandoesto exista, la pacificación está hecha, y esto existirá si el gobierno esfiel a sus palabras y promesas, justo en sus acciones y enérgico en susprovidencias”59.

En la segunda alocución Díaz escribía: [La Torre] “os ha dicho queserán respetadas vuestras familias y vuestros legítimos destinos ypropiedades. Debéis creerlo. En tantos años como estuvo en nuestrapatria fuisteis testigos de su buena fe y del invariable cumplimientode sus promesas y palabras. Jamás os dio motivos para dudarlas, y yo,interesado como vosotros en la suerte de esta patria querida, no puedoal repetíroslo ni engañarme ni engañaros”60.

l) Utiliza en los textos sensaciones, emociones o sentimientos como elamor, el miedo, la esperanza o la culpa. Veamos un ejemplo: “entrela felicidad y la desgracia, entre la justa y la falsa libertad no se vaci-la (…) entre presentarse con honor en la sociedad o vivir en la igno-minia, la elección no es dudosa”61.

m) Díaz es consciente de que el lector es más propenso a la sugestióncuando no ve satisfechos sus deseos de sentimiento de superioridad,alimento, abrigo, seguridad frente a temores y peligros, prestigio

59 De José Domingo Díaz a Arizábalo, Puerto Rico, 1.º de julio de 1827. AGI. Ultramar, 438.60 2.ª alocución, 6 de enero de 1828, pág. 549.61 2.ª alocución, 6 de enero de 1828, págs. 549-550.

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social, comodidad, bienestar de los seres queridos, prolongación dela existencia… Si estimula estas necesidades e indica luego rápida-mente el modo de satisfacerlas se presenta como lógica la sugeren-cia de que la causa realista es la única o mejor opción (“os presentala paz y la fortuna y pone en vuestras manos los medios de conse-guirla” afirma Díaz). Así se pretende que se siga la acción deseadapor el emisor del discurso. Junto a esto hay un canto a quienes soncapaces de dejar todas las comodidades: “En la inmensa soledad delas montañas, y en la pureza de sus sentimientos, han hallado losmás dulces atractivos de la vida. Sus esperanzas los han conservado,su valor los ha unido y la libertad de nuestra querida patria les hahecho salir de sus retiros para despedazar ese indigno cetro que le haesclavizado. Los nombres de Cisneros, Doroteo, Martínez,Arizábalo y otros muchos le serán tan apreciables como lo han sidolos de los que la civilizaron”62. De esto a invitar a la acción sólo hayun pequeño paso: “el tiempo ha llegado de romper vuestras ignomi-niosas cadenas. El mundo entero tiene fija su vista sobre vosotros(…) Todos vuestros hermanos ansían por unirse a vosotros, sostene-ros en vuestra resolución, y confirmaros con hechos la intensidad desu afecto fraternal”63.

n) Díaz repite las declaraciones asertivas y firmes, evitando las declara-ciones en forma de negaciones y las declaraciones “negociadoras”:“caerá el cetro de las manos del Déspota, y nuestra patria volverá aser lo que fue”64, “Compatriotas: la patria se salva. Vuestra voluntady deseos se han pronunciado en muchas partes (…) El triunfo devuestra causa es seguro”65 o “En los siete años que han corrido y vivísbajo esa anarquía, que quieren llamar gobierno, habéis conocido loque debéis y podéis esperar con seguridad”66. Sentenciando, por últi-mo, ante la inminente victoria “El tiempo de la verdad ha llegado”67.

62 1.ª alocución, 21 de diciembre de 1827, pág. 546.63 Pág. 548.64 2.ª alocución, 6 de enero de 1828, pág. 550.65 3.ª alocución, 25 de enero de 1828, pág. 551 y 553.66 2.ª alocución, 6 de enero de 1828, pág. 550.67 5.ª alocución, 25 de febrero de 1828, pág. 564.

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o) Utiliza frecuentemente la repetición como técnica para desarrollar enel lector habilidades y valores y para poder orientarle en lo que sedebe hacer, pues a fin de cuentas Díaz sólo pretende con estas alocu-ciones conducir al lector a una acción o actitud determinada.

p) Relativiza el concepto de desorden pues sabe del miedo de la genteal cambio. También utiliza el caos reinante en la Venezuela republi-cana como contraste frente al orden y la paz que vivía antes conEspaña. Habla Díaz de que “calamidades sin término y desengañosirresistibles os han despertado del estupor en que yacíais (…) noqueréis ni más desorden, ni más desgracias, ni más tiranos”. Anteesta situación la época monárquica se ve de otro modo muy distintoal desorden: “la causa de SM es la causa (…) de tres siglos de paz yde fortuna”. Cuando habla Díaz él lo dirige todo a un restableci-miento de la tranquilidad y al fomento del orden68.

q) Simplifica la causa realista (identificada con el honor, la justicia, lalibertad, la paz y la fortuna) y la patriota (identificada con la ambi-ción, la cobardía, el desorden, la esclavitud, la tiranía, la anarquía, laavaricia, la mentira, la ruina, la crueldad o el perjurio), aunque apelasiempre a una racionalización del discurso ideológico.Se trata de toda una serie de recursos que, como vemos, se superpo-nen unos a otros para conseguir mayor fuerza y capacidad de persua-sión. No es raro, por tanto, que su capacidad de desestabilizaciónfuera grande ni tampoco que las autoridades republicanas castigaranseveramente la posesión de estas alocuciones. Es por esto que resul-ta tan difícil encontrar una opinión imparcial sobre Díaz. A veces nisiquiera se le reconoce su importancia como testigo del momentohistórico que le tocó vivir. A veces ni siquiera como excelente libe-lista…. Lo cierto es que su experiencia vital en el proceso de inde-pendencia venezolana complementa el relato de los sucesos, que desus textos no sólo podemos extraer datos históricos más o menos fia-bles para contrastar con otras fuentes sino también un retrato del ima-ginario de una sociedad, de sus valores, de las picarescas en uso, unamirada diferente sobre las cosas y los conflictos sociales, una valora-

68 3.ª alocución, 25 de enero de 1828, págs. 552-553.

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ción de la fuerza de las palabras y hasta de la posible vigencia de lasestrategias de captación y los modelos de poder en la Venezuela repu-blicana. Sin duda estamos en el caso de revisar gran parte de la críti-ca contemporánea en torno a la figura de Díaz y ello sólo podráhacerse enmarcándola debidamente en lo que fue, en lo que supuso,la propaganda política dentro de las guerras insurgentes.

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La Edad de Oro como proyecto de patria y el modelo caballeresco en los panfletos del polemista José Domingo Díaz (1826-1828)1

BEATRIZ BARRERA PARRILLA

JESÚS RAÚL NAVARRO GARCÍA

Escuela de Estudios Hispano-Americanos. CSIC

Quienes lo sostenían [el pensamiento conservador] parecían seguros de queexpresaban el orden natural de las cosas, del que todos los cambios eran des-viaciones ilegítimas y al que se habría de volver inexorablemente también porla fuerza natural de las cosas. Por eso el pensamiento político conservador nose expresó sino esporádicamente y, sobre todo, cuando parecía necesario saliral encuentro del adversario y responder a su desafío2.

Códigos literarios en la propaganda

Al igual que sus Recuerdos de la Revolución (Madrid, 1829), los libelosde José Domingo Díaz son un espacio de confluencia entre su vocación lite-raria, la aspiración histórica y el esfuerzo propagandístico3. Esas intenciones

1 Este trabajo se ha desarrollado en el marco del proyecto de investigación “El debate ideológi-co en Puerto Rico ante la cuestión colonial y la revolución liberal, 1815-1840”, Ministerio de Ciencia yTecnología, BHA 2002-03302. Trabajamos con una serie de cartas con fines panfletarios impresas entrediciembre de 1826 y febrero de 1828 (Archivo General de Indias, en adelante AGI, Ultramar, 438 y 441y AGI, Santo Domingo, 2.430).

2 Romero, José Luis: “El pensamiento conservador latinoamericano en el siglo XIX”, enRomero, José Luis y Romero, Luis Alberto (compil.): Pensamiento Conservador (1815-1989), Ayacucho,Caracas, 1978, pág. XII.

3 Para una contextualización histórica de la figura de Díaz y su significado remitimos a: NavarroGarcía, Jesús Raúl: Control social y actitudes políticas en Puerto Rico (1823-1837), Sevilla, Diputaciónde Sevilla, 1991; Navarro García, Jesús Raúl: Puerto Rico a la sombra de la Independencia continental(Fronteras ideológicas y políticas en el Caribe 1815-1840), EEHA /Centro de Estudios Avanzados dePuerto Rico y el Caribe, San Juan / Sevilla, 1999; Izard, Miguel: El miedo a la revolución. La lucha porla libertad en Venezuela (1777-1830), Madrid, Tecnos, 1979. También resulta pertinente la consulta de lossiguientes títulos: Grases, Pedro (compil., prólogo y notas) : Materiales para la Historia del Periodismo

Insurgencia y republicanismo – Págs. 135-154

se reúnen en el carácter eminentemente didáctico y moral de su discurso, queconjuga elementos retóricos de diversa procedencia ante la necesidad de unmilagro persuasivo que autorice sus palabras y la causa a la que representan.

Gran parte de la escritura hispanoamericana de la época de Díaz se carac-teriza por esa hoy particular hibridez genérica, transposición de la mezcla delecturas formativas y de intereses tanto personales como colectivos que lle-varon a sus autores a las letras. Los lenguajes de la historia, la geografía y lanarrativa de ficción se gestaban entonces en una misma matriz, la de una tra-dición eminentemente narrativa donde el relato testimonial, la necesidad deexplicar realidades nuevas, la moral, la metafísica o la estética se fundíanirremediablemente con el compromiso y la intencionalidad política desde lostiempos de las crónicas de Indias. El lenguaje de la propaganda no podía per-manecer ajeno a la riqueza de ese código ya maduro, a ese sistema culturalque funcionaba simétricamente en la escritura y la experiencia de la vida yde la historia.

El tratamiento épico afecta tanto al relato o historia de una lucha como ala expresión de sus participantes. Así el propagandista se haría permeable acuanta figuración emotiva pudiera integrarse en sus pretensiones, sin excluir,naturalmente, su propio autorretrato. Y es que Díaz, al igual que tantos otrosintelectuales hispanoamericanos del siglo XIX, no escapó a la necesidad decontaminarse del discurso redentorista capaz de confirmarlo en una funciónsocial: “El escritor se imaginó a sí mismo como un Moisés conductor de pue-blos que a la vez era una especie de profeta, sacerdote y médium. [...] Él leentregaba [a su pueblo] las llaves de la cultura moderna, como lo hicieraPrometeo, y lo redimía de la barbarie y el paganismo, como lo hicieraCristo”4. Para Díaz, las claves de la cultura moderna no eran otra cosa que elreconocimiento definitivo de unos principios universales y eternos, y él era elelegido para restaurarlos en la imaginación popular.

La propaganda opera siempre sobre un sustrato común de mitos y tradi-ciones: lo pasado (paraíso perdido) y lo por venir (futuro utópico) están

en Venezuela durante el siglo XIX, Caracas, Ediciones de la Escuela de Periodismo, 1951, y del mismoautor: Orígenes de la imprenta en Venezuela y primicias editoriales de Caracas, Caracas, Ediciones delNacional, 1958.

4 Vidal, Hernán: Literatura Hispanoamericana e ideología liberal: surgimiento y crisis (Unaproblemática en torno a la narrativa del boom, Ed. Hispamérica, Buenos Aires, 1976, pág. 31.

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hechos de la misma materia: una eternidad interrumpida por agentes extrañosla cual es necesario restablecer.

Tradiciones hispanoamericanas en torno al espacio utópico

La obsesión por el lugar feliz forma parte de las letras hispanoamerica-nas desde su origen. El imaginario del siglo XVI, retroalimentado en textosreligiosos, tradición clásica recuperada por el Humanismo y novelas de caba-llería, fue extremadamente sensible a las posibilidades míticas del espacioamericano. Si en los Diarios de Colón el Almirante declaraba encontrarse enel paraíso terrenal, excitando la fantasía de sus lectores y maravillándolos,fue el auge del género utópico en el pensamiento humanista del XVI europeoel factor que aseguró los cimientos de esta tradición5, la cual adquirió enAmérica un carácter permanente al identificarse con una geografía y versefortalecida por la conjunción feliz del topos clásico del lugar ameno (locusamoenus) y el del lugar abundante, fomentado por la promesa económica queacompañó el relato de la conquista6. Entre los siglos XVI y XIX, el retrato yla ensoñación de América como cornucopia y espacio propicio a la utopía,lejos de pasar de moda fueron consolidándose, sobreviviendo a los vaivenesde la explotación colonial y a las distintas sensibilidades de época, arraigan-do sin problemas tanto en el mito ultramarino como en el orgullo local de loscriollos.

Al margen de una América –podríamos ya decir Venezuela– efectiva-mente fértil y asombrosa o no, el código imaginativo y lingüístico, esto es,cultural, simbólico, mantuvo en Díaz la misma descripción de la realidadcolonial de siglos anteriores, asociada a un modelo escasamente evoluciona-do, dejándonos entender este uso propagandístico que su incidencia iba másallá de la convención literaria y podía alojarse en la vivencia personal del pro-pio entorno cotidiano. La mirada de Díaz sobre el espacio coincide con la desu compatriota y contemporáneo Andrés Bello, la Venezuela de ambos radi-ca en los mismos tópicos (generalmente de tradición clásica: del locus amo-

5 Aínsa, Fernando: De la edad de oro a El Dorado, FCE, México, 1992.6 Sobre la valoración positiva del exceso y los principios de la sensibilidad barroca, Ortega,

Julio: “Para una teoría del texto latinoamericano: Colón, Garcilaso y el discurso de la abundancia”, Revistade Crítica Literaria Latinoamericana, núm. 28, Lima, 2º semestre de 1988, págs. 101-115.

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enus al beatus ille, aunque ya transidos por el romanticismo), si bien el autorde la “Silva a la agricultura de la zona tórrida” emprendería el elogio de laindependencia a través de su evocación. Lo interesante es que podemos iden-tificar una sensibilidad de época, un romanticismo ilustrado, que aproxima ycasi confunde ambas visiones a través de la representación. Las distingue queen la poética de Andrés Bello, como en el discurso bolivariano, la naturalezaactual aparece juvenil, plena y renovada; para Díaz, el presente es sinónimode involución, el paraje idílico pertenece exclusivamente al pasado y al por-venir sólo si los venezolanos quieren.

En la escritura de Díaz, la tierra de Venezuela aparece por defecto comoespacio ameno y generoso, la edad de oro se presenta como un tiempo decivilización y orden, un no-tiempo en realidad, puesto que lo que percibimoses un estado natural de las cosas, interrumpido por la insensatez de un solohombre: Simón Bolívar. La pérdida de la armonía, identificada con la anar-quía, implica la destrucción del espacio, como insistentemente subraya Díaz.Él propone luchar por un espacio-tiempo perfecto, organizado (esto es, unanaturaleza feliz inseparable de una sociedad feliz, es decir, jerarquizada) y enúltima instancia civilizado según modelo y referente europeos, de herenciafeudal y por supuesto de moral y fe cristianas. La aspiración a la felicidadpública del pensamiento ilustrado se confunde con el modo romántico derepresentación que hace del entorno un espejo del alma humana. Este modoromántico le sirve a Díaz para mostrarnos que la naturaleza venezolana afir-ma los vínculos familiares entre la patria y sus hijos más queridos: los mon-tes de los Güires “sirven de asilo” a los valientes soldados de las partidasrealistas; en ellos están protegidos y son bucólicamente felices, pero hacen elesfuerzo de descender a las llanuras para restaurar el “decoro” y la paz, ejer-citar las leyes sabias, “restablecer el culto”, “exterminar a esa feroz discordiaque ha empapado de sangre así inocente como criminal el precioso suelo deVenezuela”, etc., es decir, por un juramento y una misión.

Díaz está propugnando la conservación de unos valores sociales de fun-cionamiento eterno, al margen de lo histórico, que no son otros que los de laantigua sociedad virreinal, un código moral sostenido por la monarquía y laIglesia, al cual se presupone origen sobrenatural. El pensamiento políticoconservador del XIX, esencialmente pragmático, consideraba que la realidadera “algo dado, constituido en un pasado remoto, por obra divina o, acaso,por un pacto social que debía mantenerse inmutable o con el menor cambio

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posible. Y no se consideraba necesario argumentar sobre un hecho de tan ine-quívoca evidencia”7. Así Díaz lee con toda facilidad el plan de Dios en cadainstancia del funcionamiento social y político del régimen pre-independen-tista, escritura divina que sus enemigos, por soberbia, ignoran y contrarían,pero que para él estaba y está (recordemos que escribe desde Puerto Rico)presente en las leyes de la administración española. Llega a decir que el reyda paternalmente las leyes a “sus pueblos” “como Dios le dio a Moisés lastablas”.

Esta revelación y su carácter religioso aparecen inseparables de la repre-sentación de los agentes de la historia de Venezuela: soldados y civiles már-tires, reyes santos, ángeles de varios tipos y un profeta: el propio autor. Através de este tratamiento lo que Díaz está planteando es precisamente unacruzada: sus panfletos son llamamientos a la guerra santa, donde el Infiel es,de forma explícita, Simón Bolívar, encarnación diabólica.

El esquema no es nada original en la tradición letrada de la América hispá-nica. En el siglo XVI, en plena evangelización, Bartolomé de Las Casas fuecapaz de retratar a los cristianos como lobos salvajes y mostrarlos más impíosque los turcos, mientras que de los indígenas hacía inocentes corderos cerca-nos a la santidad, originales y legítimos habitantes del paraíso. El fraile domi-nico practicó en sus textos una inversión de los valores en uso, manteniendolos términos básicos del planteamiento dominante en su época. No necesitabareeducar a sus lectores en un discurso diferente sobre la realidad americana,bastaba con proponerles una revelación, la más simple de todas: civilizados ybárbaros se habían intercambiado los papeles, el demonio, animal salvaje,campeaba en Las Indias, devastándolas y convirtiendo el lugar paradisíaco enun infierno. El mismo procedimiento, con menor eficacia, aplica todavía Díazsiglos después: siempre inmerso en un universo confesional, recurre a la eter-na lucha entre la Luz y la Sombra (transferida a la dicotomía civilización/ bar-barie que marca todo el siglo XIX) según moldes cristianos donde lamonarquía mantiene su carácter solar de antaño a la par que la legitimidad delpoder8. Díaz, al igual que Las Casas, tuvo que trabajar sobre un esquema

7 José Luis Romero: “El pensamiento conservador latinoamericano...”, pág. XIV.8 Mínguez, Víctor : Los reyes solares. Iconografía astral de la monarquía hispánica, Castellón,

Universitat Jaume I, 2000 (2 vols.).

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ancestral trastocando las referencias vigentes, según las cuales Bolívar habríallevado las Luces (libertad, igualdad, fraternidad) a un territorio oscurecidopor la colonia que ahora retornaba a su potencia original.

Estampas del infierno

Si seguimos haciendo caso a José Luis Romero, en el contexto del deba-te sobre el sufragio, “las clases populares –y para algunos aun las clasesmedias- no estaban capacitadas para opinar quiénes eran los mejores ciuda-danos que podían y debían ser elegidos, no sólo por falta de instrucción, sinotambién porque, dada su situación social, estaban ajenas a los intereses esen-ciales del país, a sus problemas fundamentales y a los del mundo entero enel que los países estaban insertos”9. En un documento de 1821 sobre lasdirectrices de la propaganda realista copiado por Díaz en Caracas, una de lasconsignas para reorientar la opinión (el artículo 47) dice así: “Respecto alpueblo no queda otro arbitrio para moverle que halagarle sus inclinaciones ypintarle comparativamente al pueblo el estado feliz que antes gozaba”10.

Es sabido que la contra-propaganda es más eficaz si antes de proponer oprometer el remedio se trabaja en la toma de conciencia de la gravedad deuna situación o problema. Díaz hace precisamente eso, dibujar un panoramadel infierno antes de proceder al diseño del paraíso, proponiendo dos figurascomplementarias. Ensaya una racionalización simplificada de las circunstan-cias, presentando causas y consecuencias de forma que no quepa duda delpeligro, su origen y la solución. Identificar claramente al enemigo formaparte de este mecanismo, de manera que si el rey solar se ofrece como elmagnético príncipe de la luz (caracterizado explícitamente como Febo tam-bién en las Memorias del entonces Secretario de Gobierno de Puerto Rico,Pedro Tomás de Córdova11), el reino de las tinieblas será propicio como espa-cio del Anticristo, en este caso un Bolívar pagano, y retratados como su cortede demonios sus “secuaces” o satélites” y sus amigos los extranjeros sin prin-

9 José Luis Romero: “El pensamiento conservador latinoamericano...”, pág. XXVII.10 Blanco, José Félix y Azpurúa, Ramón: Documentos para la historia de la vida pública del

Libertador, Comité Ejecutivo del Bicentenario de Simón Bolívar, Venezuela. Presidencia de la República,Caracas, 1977-79 (2.ª edición), Volumen VII, págs. 486-487.

11 Córdova, Pedro Tomás de: Memorias geográficas, históricas, económicas y estadísticas de laIsla de Puerto Rico, Editorial Coquí, San Juan de Puerto Rico, 1968, Vol. IV, págs. 429-430.

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cipios. Estos demonios serán “verdugos” de los mártires realistas. El esque-ma binario enfrenta en una oposición simétrica la concupiscencia de los inde-pendentistas al honor de los españoles, la cobardía al heroísmo, la aparienciade los nuevos ricos a la esencia de una nobleza antigua, con valores.

La degradación se haría sensible primeramente a través del paisaje. En laprimera carta de Díaz las huellas de la barbarie se hacen evidentes sobre elespacio venezolano, ahora dantesco: “Pueblos incendiados y destruidos”,“ahora cenizas y escombros”, “esqueletos insepultos”; “lugares yermos”(donde antes podía contemplarse la “agricultura majestuosamente”). Díazdestaca a las “viudas inconsolables”; habla de eterno luto, subrayando que serefiere a un orden instaurado al que hay que derrocar, no a una circunstancia,menciona a los “huérfanos desamparados”, a la “falta de pan”, a los “restosde familias”. La estructura social sedentaria, aludida desde la explotaciónagrícola y la familia como exponentes de la civilización otorgada por siglosde “cuidados paternales”, aparece quebrada por la irrupción de la barbarie:nomadismo, “desorden de pensamiento”, “burla de Dios” y “de las prome-sas”: “insidia”, “usura”, “traición”, “voracidad” son algunas de las carac-terísticas de esas “hordas” de “nómadas” “sin patria”. También los llamará“aventureros”, “vagabundos”, “bárbaros de oriente”, “árabes”, etc. Los cuer-pos insepultos que con tanta insistencia observa Díaz remiten igualmente aun desorden religioso: todo signo de cultura tradicional y respeto ritual estáen suspensión, como esperando ser restaurado con la inhumación de los már-tires de la guerra, es decir, se nos propone una imagen inacabada: los muer-tos están aguardando a que alguien les dé cristiana sepultura.

Vemos claramente la impronta tradicional de la cultura hispánica colo-nial que desde la época de la conquista asimila la construcción de villas y lapoblación y cultivo y explotación de un territorio a la civilización comocometidos y procesos naturales al carácter humano mientras hace propias delas fieras y de los salvajes todas las desviaciones de ese esquema que atri-buye a la rebelión bolivariana. Para referirse a la acción de los independen-tistas (retratados como “enjambre”) habla de “libertinaje”, “seducción”,“perversión”, “invasión” y “turbaciones”, léxico fácilmente asociable a losfilósofos que están en el origen ideológico de la Revolución Francesa, peroque sobre todo nos ubica en el concepto de monstruosidad que aplica conti-nuamente Díaz a todo lo relacionado con Bolívar: una malformación o“aborto” de la naturaleza, un despropósito que se desgaja de la fórmula divi-

La Edad de Oro como proyecto de patria

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na del mundo. La idea de la independencia como anomalía se compara enocasiones a la enfermedad que sufre un “cuerpo social” antes sano que vealterado su funcionamiento ante la corrupción de sus miembros. Tambiénformando parte de la misma alegoría los adeptos a Bolívar serán llamados“parásitos” y “sanguijuelas”, remitiendo a los conceptos y al universo polí-tico de la Ilustración, impulsora de la higiene social y azote de vagos y male-antes.

El contrapunto al estado actual de Venezuela lo tiene Díaz en PuertoRico, que por su fidelidad a la administración española florece mientrasColombia se marchita, en la isla no tiene efecto la propaganda insurgente, losfestejos son continuos y la paz es próspera, en un clima familiar donde todoslos súbditos están unidos por lazos de amable parentesco. Sin embargo, Díazno recurre a la identificación de la utopía en Puerto Rico, sino que la man-tiene en un horizonte incierto, porque sabe que no se trata de que los vene-zolanos emigren donde él, lo que necesita es llamar la atención sobre elterritorio de Venezuela, por ello proyecta la imagen de la madre-patria vio-lentada y herida por sus propios hijos que reclama ayuda. Para resumir todoen una expresión romántica: Díaz muestra una miseria universal.

Todas las estampas son presentadas como pruebas para contradecir dealgún modo a aquellos otros cronistas dominadores de la escritura, autores dela nueva historia oficial, que no ofrecen sino meras palabras sin autoridad.Frente a ellas, Díaz entrega además de textos, testimonios, imágenes, retra-tos, escenas dramáticas para que en ese testimonio veamos (leamos, como enla carne lacerada de los mártires) los estragos de un sufrimiento ejemplar ode una maldad ilimitada y además de pensar, nos conmovamos.

La edad de oro según Díaz

Una convicción generalizada unificaba a los conservadores hispanoame-ricanos del XIX, que entendían que sólo un régimen militar podía restaurarel orden, una palabra clave, casi sagrada, en el pensamiento conservador. El“orden” se entendía como lo contrario de la “licencia” o el “libertinaje”,expresiones que aludían a los cambios traídos por la revolución emancipado-ra. Citamos una vez más a José Luis Romero: “El tema del orden frente a laanarquía fue el más importante entre los que desarrolló el pensamiento polí-tico conservador durante las tres o cuatro décadas que siguieron a los movi-

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mientos emancipadores y revolucionarios de 1810”12: “[El pensamiento con-servador] negó de plano la validez del proceso moderno de secularización dela sociedad y afirmó la eternidad y, en consecuencia, la vigencia contem-poránea del orden divino”13.

En su cruzada personal contra Bolívar incluye entre otras una anécdotaque subraya la frontal oposición a la desacralización de los símbolos y figu-ras del catolicismo: narra, por ejemplo, la muerte de un ministro, y uncomentario de Bolívar sobre la necedad de creer en la inmortalidad del almaes un detalle que desata una vez más la indignación del propagandista.

En ocasiones las menciones de Bolívar lo caracterizan como Anticristo:“[los sacrificados a su ambición] repiten sin cesar su nombre abominable”,en una letanía que sería un calco invertido del “Santo” cristiano (donde cie-los y tierra “repiten sin cesar el himno de tu gloria: santo eres Señor Dios delUniverso”). Bolívar y los suyos, como desde siempre el demonio, en los pan-fletos de Díaz huelen a corrupción, traen en su raza la pestilencia del infier-no, están manchados por el pecado; el rey y la reina mientras tanto emanan“olor de santidad” y un atractivo irresistible, sobrenatural, Dios y los santosles son propicios.

Otro de los aspectos más interesantes de la representación religiosa hasido la recurrencia reiterada a la imagen de la América colonial como paraí-so ahora perdido por culpa de las tentaciones desordenadas e infantiles de losindependentistas, especialmente de Bolívar, nuevo ángel caído por causa desu soberbia. De hecho, toda la presentación satánica del personaje a lo largode los panfletos va orientada a un fin: al igual que Lucifer, su aspiración, nosrevela Díaz, es que quiere ser rey, ocupar el lugar de su padre, del que está enuna jerarquía superior. También Bolívar quiso ser más de lo que su naturale-za le permitía y se atreve a desacatar la autoridad divina y los principios reli-giosos, por ello debe ser castigado.

Volvamos pues a la idea, ya apuntada, del “decoro” como pilar indispen-sable del proyecto de patria de Díaz. Su modelo de utopía contempla el res-peto y agradecimiento a los ancestros españoles, ya que “cuando el ilustreColón y sus intrépidos compañeros arribaron a vuestras costas y fijaron en

12 Romero, José Luis: “El pensamiento conservador latinoamericano...”, pág. XXI.13 Ibídem, XXIII.

La Edad de Oro como proyecto de patria

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Yrapa el estandarte de Castilla la numerosa población de nuestra patria esta-ba dividida en tribus regulares […]” y los españoles hicieron de “nuestrapatria, entonces salvaje” un lugar humano al darles legislación y orden. De lamisma manera evoca a Hernán Cortés aportando la religión católica a un“pueblo supersticioso”, inhumano y feroz que ensangrentaba sus templos. Eldecoro para Díaz está pues relacionado con un lugar de privilegio naturalpara los artífices de la conquista y la colonización: “En mucho menos de tressiglos inmensos continentes se vieron ya poblados no de salvajes y feroceshabitadores, sino de hombres capaces de competir en su civilización con lamayor parte de los pueblos de la Europa”.

Entre las reglas de urbanidad que deben volver a los usos venezolanos(circunspección en el trato, honradez en lo público, dignidad exterior, etc),Díaz alude a la “recíproca y debida consideración de unas clases para con lasotras” y destaca que justamente “el decoro hacía a Venezuela diferente decasi todos los pueblos de este inmenso continente”. La armonía entre las cla-ses sociales precisa para él la aceptación de las diferencias y el reconoci-miento del carácter hereditario de los méritos.

Para concluir resumiremos que el proyecto de patria de José DomingoDíaz aparece en su propaganda representado desde los tópicos clásicos quedescriben la edad dorada, enriquecidos por una moral ilustrada que apunta alos valores burgueses de dignificación por el trabajo pero también por unaincipiente sensibilidad romántica a la que Díaz fue permeable. Esos tópicosson básicamente una tierra generosa y abundante que prodiga sus riquezas asus hijos a poco que la trabajen, y un paisaje armónico propicio a la paz yreflejo de las relaciones sociales entre sus habitantes, perfectamente estruc-turado en jerarquías y clases que se comportan siempre según su dignidad,fundamentada ésta en la memoria de un pasado heroico, un respeto absolutoa las leyes como a la religión y sus representantes, consciente de que todaautoridad emana de un mismo lugar: el plan político y natural de Dios, cuyarevelación el autor nos trae para que no nos dejemos engañar por el Demonioque se manifiesta actualmente en la apariencia de Simón Bolívar.

La caballería como fuente de autoridad

El éxito de la propaganda política reside en gran medida en la caracteri-zación de sus agentes y su adecuación a la causa y al contexto de la recep-

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ción. Parte importante del mensaje y también de su fuerza va implícita en lafigura del propagandista, que encarna y proyecta en sí mismo un ideario, ununiverso y la autoridad suficiente para comprender y cumplir las necesidadesy los deseos de sus posibles interlocutores. Los destinatarios de la propagan-da deben aceptar, antes que el programa que se les ofrece, a la persona quelo expone. La voz que realiza esa función no es solamente el ejercicio de unaretórica, sino la zona perceptible de un sujeto implícito, cuyo perfil éticonecesita concretarse en una figura reconocible para suscitar confianza.

Cada época construye su sujeto moral autoritario de acuerdo con unosarquetipos culturales heredados (generalmente reciben cultivo literario) quese adaptan a las necesidades del momento y a la causa que los requiere. Loque queremos proponer es justamente la utilización por parte de JoséDomingo Díaz, no sólo como espejo de sí mismo, sino de todos los hombresde bien que respondan a su llamado, de una imagen prototípica de la culturapeninsular que pasó a Indias y que permaneció asociada a unos valores mora-les considerados intrínsecamente hispánicos: se trata del caballero español, ymás concretamente de la figura de Don Quijote en lo que al sujeto propa-gandista se refiere.

A Díaz sus enemigos le dicen burlescamente “el caballero”, pero para élese apelativo no es un insulto, efectivamente se ve como un caballero andan-te en el exilio, defensor de la Edad de oro en los términos que acabamos dever, un humanista ilustrado que lucha con la pluma en lugar de con la espa-da para mostrar a la gente la degradación que ha sufrido y sigue sufriendo supaís al apartarse de la herencia española. Nos ha llamado la atención en estesentido su preocupación por el decoro también en los códigos de cortesía,incluso lingüística, como manifestaciones de la decencia: “Si llega a parecerextraño à los republicanos de Venezuela que al hablar de su gefe se le tratecon la cortesía española del Don, también nos parece necesario manifestarlesque lo hacemos por no incurrir en la pueríl substitución del Señor que hanhecho á aquella palabra”, así comienza una digresión pedante a pie de pági-na para dejar claro que los cambios formales traídos por la Independencia,incluso los verbales, le parecen necedad y vienen provocados por la incultu-ra. Díaz es culto, y su altura moral al dirigirse de modo correcto a su enemi-go lo ubica en la elegancia natural de los caballeros, legitima así su propiaenunciación, se autoriza a sí mismo como vocero y desautoriza ética e inte-

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lectualmente a los republicanos. Pero este gesto es solamente un suave prin-cipio de lo que será su despliegue de modales y buena crianza.

Años después de la campaña propagandística que nos ocupa, Díaz diríaque se tomó el trabajo de publicar sus cartas (libelos) porque se sentiría “cul-pable con el silencio, pues todo hombre que tenga el menor sentimiento dehonradez no debe permanecer pasivo en los momentos en que el genio delmal aparece”14. Ese genio (traducción del alemán Geist entonces de moda)que ataca a los pueblos indefensos, ese espíritu diabólico que arrasa los cam-pos y las vidas se encarnará por lo general en la figura de Simón Bolívar,“hombre nacido para tantos males”, aunque según la necesidad táctica tam-bién se ramifica, con menor intensidad, en hombres cercanos a él, como JoséAntonio Páez o Arismendi.

Tanto el héroe épico como su antagonista tienen un destino señalado,están marcados por una misión y ella los hace imprescindibles: Díaz, paladínde la causa benéfica, se presenta a sí mismo como modelo de desinterés y decompromiso y sobre todo como mensajero de los designios divinos (profeti-za frecuentemente o se admira de ver cumplidas sus profecías de otro tiem-po), es decir, ejerce como guía espiritual. Porque si es deber de todo hombre“publicar la virtud para ejemplo y el vicio para prevenir sus efectos”, no per-tenece a todos la posición de intérprete entre el Bien y el pueblo venezolano,desde la que Díaz va a liberar por la palabra a su patria del acoso del malig-no. Ni por un momento dejará de ostentar cualidades angélicas y proféticas(“aquel momento que tantas veces he anunciado”), así como su vínculodirecto con el Poder Supremo, sea Dios o su transposición terrenal, el rey(“Yo lo he visto”).

Si el escritor está implicado en la política no parece deberse a una elec-ción personal, sino a las exigencias del momento histórico, que le ha oferta-do una misión insoslayable en unas circunstancias de emergencia: “no me esposible dejar de presentar al mundo entero [...]”. Se retrata así como ejemplodel cumplimiento de las obligaciones civiles, que se hacen extensibles a cual-quier ciudadano responsable (“es un deber de todo hombre”, dice), ocultan-do el componente ideológico a favor del imperativo moral: “Yo no tengo másque una vida, y esa me importa muy poco si llega a su término por haber sido

14 Díaz, José Domingo: Recuerdos de la rebelión de Caracas, Biblioteca de la AcademiaNacional de la Historia, Caracas, 1961, pág. 406.

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fiel a mis principios, inviolable en mis juramentos y constante en mi carrerapolítica [...] Poco me importa el odio [...] y el furor de sus hordas”.

Aquí empieza la configuración de la representatividad de Díaz comohombre civilizado frente a los bárbaros y su legitimación como escritor:representar a todos es más que a unos cuantos y él dice hablar por el conjun-to y estar actuando por el bien general: “Creo hacer un servicio al hombre debien engañado y a los pueblos oprimidos”. El tratamiento de un objetivo mili-tar como asunto que pone en peligro al total de los ciudadanos consigueimplicar a quienes en principio no tomarían parte. Al hacer de los plantea-mientos de un bando (monarquía y administración española), la esencia de locivil, está identificando al conjunto de la sociedad, esto es, la Civilización,con un esquema político determinado, que no es el mejor, sino el único via-ble de manera universal. El resto, lo que queda fuera de la forma de gobier-no legítima, habrá de ser barbarie, anarquía, caos y confusión.

Los rasgos que según Díaz caracterizan el bando español serían, una yotra vez: su “honradez”, su “buena fe y religión”, el respeto del “sacrosantonombre de Dios”, la “fidelidad en sus pactos”, su valentía (nunca tienenmiedo), sus actuaciones francas y directas, su generosidad con los enemigos.Apreciamos claramente el catálogo de las virtudes más tradicionales delcaballero español. Los súbditos venezolanos deben estar agradecidos a lacorona y a la administración colonial por sus “trescientos años de cuidadospaternales”, ya que como acabamos de ver la amistad española fue la que lossacó “del estado salvaje” y los “condujo a la alta civilización” ahora perdida.Esa alta civilización en otros momentos aparece aludida como “las dulcescostumbres de nuestros siglos”, revelando el orgullo del científico ilustradoy haciendo surgir un universo galante insospechado, deudor del mundo cor-tesano de la colonia. El pueblo venezolano, educado por el dominio español,aparece en Díaz capaz y valeroso; solamente alguien como Bolívar en “suaturdimiento” pudiera creerlo “tan ignorante o tan estúpido” como para, porejemplo, plantear la figura de un censor de la moral pública en su códigoboliviano.

En el polo opuesto, la caracterización del bando bolivariano abunda enalusiones al desorden y a la falta de honor militar, asociada muchas veces alos deberes religiosos incumplidos, como el gesto de abandonar “indigna ycobardemente los restos de sus parciales”. Los republicanos están mancha-

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dos de sangre, son malos soldados, huyen con cobardía, falsean informaciónconvirtiendo en victorias sus “completas e ignominiosas derrotas”15.

Además Bolívar actúa en el “misterio y la reserva” (en lugar de con lafranqueza del caballero) porque sus inclinaciones a crearse un “trono” no sonconformes a su “malhadada república” (en su lado nadie es fiable ni siquierapara los suyos, todo es doblez). Justamente en este rasgo radicaría, como sedijo anteriormente, la importancia del mensaje de Díaz, en la revelación dela verdadera aspiración del jefe de los republicanos: reinar, ocupar el lugardel rey, falsificar una democracia que sería apenas la fachada de su impostu-ra. Lo curioso es que Díaz consigue poner de manifiesto que efectivamenteél y Bolívar coinciden en un sistema político con tendencia a la concentra-ción de poderes, en la proyección central del “hombre necesario” en un cargovitalicio, entre otras cosas16.

Las pestilentes (es decir, infernales y enfermizas, que se contagian comola peste, también) ideas democráticas: “libertinage”, “inmoralidad”, “desen-freno”, “vicios”, apenas son capaces de atraer el apocalipsis a los pueblos(“torrente de crímenes”, “fuego de pasiones injustas y peligrosas”, “indebi-das aspiraciones”) y se oponen al orden contenido en las leyes eternas tantopolíticas como sociales o religiosas traídas por los españoles. Claro que paraejercer la soberanía ya está designado el rey y no es concebible nadie másadecuado para esa dignidad, Bolívar menos que nadie, precisamente porqueno es un caballero, no reconoce a su señor, en su hybris de mantuano no escapaz de servir a nadie, menos a la patria.

El retrato que de Bolívar dibuja Díaz, lejos de calumniarlo, se parece bas-tante a lo que se ha dejado por escrito a la posteridad con acento admirati-vo17. Rasgos que a Díaz, más próximo a una mentalidad del siglo de las luces,

15 Es curioso que éste sea el argumento más esgrimido contra Díaz a pesar de que las informa-ciones que aporta suelen ser exactas. Para los ataques a Díaz todavía en el siglo XX Vicente Lecuna:Catálogo de errores y calumnias en la historia de Bolívar, Nueva York, The Colonial Press Inc., 1956,donde el compilador se aleja de la objetividad histórica para insultar al fantasma de Díaz. Igual sucede enel estudio preliminar y notas que Ángel Francisco Brice dedica en 1961 a su edición de Recuerdos sobrela rebelión de Caracas, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia.

16 Véase Vallenilla Lanz, Laureano: Cesarismo democrático y otros textos, Caracas, Ayacucho,1991. También Véliz, Claudio: La tradición centralista de América Latina, Barcelona, Ariel, 1984.

17 Esta imagen tradicional sería por fin revisada en los estudios de Torres, Mauro: Moderna bio-grafía de Simón Bolívar, Bogotá, Ecoe, 1999, y de Hernández Sánchez-Barba, Mario: Simón Bolívar, unapasión política, Barcelona, Ariel, 2004, entre otros.

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le parecen nefastos, resultan apasionadamente románticos para los entusias-tas del Libertador, pero al margen de la valoración que de ellos se haga, coin-ciden: orgullo, presunción, voluntad caprichosa, arrogancia, personalidadsoberbia, propensión al exceso, mal vino... y un modelo implícito, secreto,vislumbrado por Díaz y confirmado por la correspondencia publicada deBolívar (Busaniche; Lecuna18): Napoleón Bonaparte. Las implicaciones deesta comparación en el contexto de la España de Fernando VII son muy suge-rentes.

Épica cristiana para españoles venezolanos

Desde ese lugar enunciativo que es el de un nuevo Quijote, Díaz va aconstruir una épica de tradición cristiana para caracterizar a los rebeldes rea-listas como héroes de otro tiempo reencarnados y se plantea un objetivo típi-camente caballeresco: la restauración de un orden civilizado, áureo (laadministración española), donde la dama-madre-patria deshonrada recuperesu salud y el respeto que merece, lo mismo que al padre-Dios despreciadopor los impíos se le debe restituir el culto, prodigando ambos padres simbó-licos de nuevo edénicas bendiciones a sus hijos.

El barniz épico de los relatos de Díaz, en tanto que fijador de leyendas,proporciona a sus protagonistas y lo que representan brillo fundacional ylegislativo, legitima. El valor de la autoridad, aunque basado en el registro delorigen de los privilegios, precisa, especialmente en momentos de crisis, delrefuerzo continuo de los vínculos entre jefes y tribu, máxime cuando estosvínculos habían sido quebrados. Esa labor recordatoria y fijadora del origen(español, divino) de la autoridad la reconocemos en los textos de Díaz, con-centrado su esfuerzo en un rey santificado (Fernando VII) y su corte de fie-les caballeros-casi-frailes desplazados de su hogar pero no de su centromoral: los jefes guerrilleros de los Güires: Centeno, Ramírez, Martínez,Cisneros, Doroteo...

La santificación del rey (también la de la reina) permitirá el espectáculode todas las bondades del orden divino reflejadas en su espejo terrenal: la

18 Lecuna, Vicente: Catálogo de errores... ; Busaniche, José Luis: Bolívar visto por sus contem-poráneos, México, FCE, 1960; Carrera Damas, Germán: El culto a Bolívar, Bogotá, Universidad Nacionalde Colombia, 1987.

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jerarquía celestial se reproduce armónicamente en la monarquía tanto comoen la Iglesia o el ejército. Como en la figura papal, Dios delega funciones enel rey, que habla y actúa guiado por él; la soberanía no puede ser transferida,porque si el mismo Ser Supremo ha elegido a su mediador no hay poder másautorizado para cambiar esta estructura y el vínculo se rompería. Tener laaceptación divina es privilegio del monarca, que es el único capacitado paragobernar y el garante de la armonía de lo divino con lo humano, de una pazpróspera (“paz doméstica”, la llama) y un concierto social19.

El discurso propagandístico de José Domingo Díaz retorna en su configu-ración mitológica hasta las raíces del nacionalismo español, ofreciendo unarefundición de las historias épicas de la Reconquista cristiana a los musulma-nes: Covadonga y las montañas asturianas son trasplantadas a los Güires, DonPelayo se reencarna en Arizábalo. La identidad simbólica de España vista porlos americanos se percibe fundada (más o menos conscientemente) en las gue-rras medievales de religión, es un mito que se explota en los relatos de la con-quista de América y que persiste más allá de la Independencia, teniendo unpapel importante, como vamos a ver, en el proceso de re-nacionalización de laEspaña de ultramar que pretendió Díaz20.

El arquetipo del héroe caballeresco subyacente a modelos culturalesmodernos no es exclusivo de la cultura española ni mucho menos, todaEuropa hereda y exporta esa figura como referente de civilización, moralidady cortesía, aunque no con la misma intensidad religiosa. El hombre educadoque va solo a caballo renunciando a su hogar para cumplir su destino, unamisión justa (la restauración del orden), con la ayuda de Dios, adquirió valen-cias seculares según cuándo o radicalizó sus virtudes cristianas, algo espe-

19 En el pensamiento de Díaz, no tan simple como pudiera presuponerse escuchando a sus detrac-tores, la máxima cervantina que dice que cada quien es hijo de sus obras adquiere un sentido renovado:para él la nobleza se elige (él es un ejemplo encarnado, fue niño expósito), si bien no puede hacerse lomismo con la monarquía.

20 Ambas situaciones (Asturias, los Güires) comparten penurias de extrema dureza para los com-batientes, que resisten valerosamente renunciando a las ventajas individuales de una rendición por la causacolectiva de un porvenir civilizado, de un orden justo que reintegre sus lugares naturales de privilegio. Conseguridad las circunstancias que vivieron estos dos grupos sin ser transfiguradas por la literatura tambiénserían paralelas, guerrillas atentas al sustento antes que a los ideales, pillaje y necesidades primarias, peroen ambos casos el tratamiento que de ellos se hace sublima los gestos y recrea una guerra santa llena demártires y de inocentes de rasgos eminentemente cristianos, sacrificados por la barbarie de infieles, már-tires que desde un último reducto resucitan y transforman un territorio en nación, o lo que es lo mismo:civilizan.

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cialmente necesario en la América del periodo colonial, si tenemos en cuen-ta que la oposición civilización / barbarie (vigente desde la controversia las-casiana hasta el siglo XIX y todavía), reflejaba literalmente el universopeninsular inmediatamente anterior: los moros salvajes de las luchas entremoros y cristianos ahora eran indios salvajes, a pesar del esfuerzo de los frai-les por evangelizarlos y representarlos como corderos y la evidencia de quealgunos lo conseguían.

Este poco riguroso pero directo relevo de personajes propició clichés cul-turales muy sólidos sin embargo, imágenes que el periodo de laIndependencia y el posterior adaptaron a sus ilustradas y románticas necesi-dades. Díaz, por ejemplo, supo aprovechar muy bien el lugar sintáctico delGran Bárbaro para Bolívar. En su caso la clave religiosa siguió siendo fun-damental y la relación entre barbarie y carencia de valores cristianos no dejóde ser una evidencia. Durante la primera mitad del siglo XIX vino a fortale-cerse una corriente de pensamiento en defensa del fundamento sobrenaturalde la sociedad que transcurría pareja al proceso de desamortización. Admitiro rechazar que la sociedad civil tuviera un fundamento sagrado era el crite-rio que definía la adhesión política fundamental.

El objetivo, la misión heroica de los nuevos cruzados, seguía siendo lasalvación de un mundo, más bien su recuperación para la civilización, en unaclara nostalgia del Orbe cristiano de siglos atrás. En este sentido, una de lasacusaciones más graves dirigidas contra Bolívar será su paganismo, que loconfirma como encarnación de Lucifer (también será un ángel exterminadorpara castigo de Venezuela que se dejó seducir por el Mal) y cabeza visible dela Barbarie (lo compara a los “déspotas más bárbaros de Oriente”, sus hom-bres son, debemos insistir, “árabes”, “nómadas”, “aventureros, “sin patria”;lo llama, a Bolívar, “la Bestia”, “especie media entre hombre y bruto”, etc)21

.También de esta manera se evoca la aventura del caballero que rescata a ladama, aquí la patria, del dragón monstruoso que la tiene secuestrada. Si que-dara alguna duda de la filiación simbólica del retrato bolivariano, Díaz sereferirá a él también de forma explícita como “el Infiel” llegando a relacio-narlo con Mahoma en una de las cartas.

21 La idea de la guerra santa aparece de forma explícita en Pedro Tomás de Córdova.

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En cuanto a los valores religiosos, detalles como la equivalencia entre“delito” y “pecado”, el tratamiento de los desastres naturales como castigosdivinos (el terremoto de Bogotá de 1827), la mención a los venezolanoscomo “el pueblo elegido”, el intercambio constante de elementos y funcionesentre el sermón religioso y el discurso político, la enumeración conjunta defestejos monárquicos (natalicios, exequias, etc) y celebraciones religiosascomo la Semana Santa o la Navidad son algunas de las marcas que nos indi-can hasta qué punto la propaganda emitida desde Puerto Rico (Díaz, la Torre,Córdova) aprovechaba la labor realizada durante la década anterior por elarzobispado de Caracas.

La patria violada

Si la propaganda política consiste en una manipulación de la muche-dumbre a través de los instintos, los principales son sin duda el sexual (con-servación de la especie) y el combativo (conservación del individuo).Especialmente en un marco cristiano, esto se concreta en el “instinto mater-nal” o “pulsión familiar”22. Íntimamente relacionada con esta responsabili-dad contraída con las personas a su cargo, el señor o el caballero lucharáhasta el final por proteger su hogar y la honra de sus damas, representaciónde su propia dignidad.

Para Díaz, los partidarios de Bolívar no tienen vínculos familiares nilazos sociales, ya sabemos que pululan, son un “enjambre”, son “parásitos”,“sanguijuelas”, “marginados”, “vagabundos”, extranjeros, gente sin casa nipatria, en resumen: vagos y maleantes; para Díaz: “inhumanos”. No tienenraíces ni principios religiosos, o sea, morales. No dudan en romper familiasy convertir vergeles en desiertos: son literalmente “una enfermedad del cuer-po social”23. La salud de ese cuerpo, es decir, la felicidad pública, precisapues de un orden, antes que nada un orden, y de unos cuidados, de una higie-ne que el libelista identifica llanamente con la decencia, una moral públicabasada en el modelo insuperable de lo natural, que es eterno: para él y para

22 Rendeix-te! Fulls volants i guerra psicológica en el siglo XX, Barcelona, Centre de CulturaContemporània de Barcelona / Institut d’Edicions Diputació de Barcelona, 1998; Rojas Botto, Pedro yJara Urrutia, Lillyan: La propaganda política (Tesis de grado), Universidad de Santiago de Chile, 1956.

23 Ahí vemos cómo sale a relucir la autoridad del médico. Díaz era un médico de prestigio.

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el pensamiento conservador de su tiempo, el modelo heredado de la tradi-ción, diseñado por Dios y otorgado a los venezolanos a través de los españo-les, la leyes coloniales.

Los afines a Bolívar pretenden que los hijos de Venezuela olviden laclave de la verdadera felicidad y mantienen a la patria devastada y reducidaen sus riquezas, son “parricidas”, como “el feroz Bermúdez”, o “cosacos delCáucaso”, que arrasan la tierra sin respeto alguno. Para Díaz ese suelo esbendito, es una madre sagrada, y quienes queman sus pueblos y destruyen suagricultura no son dignos de llamarse hijos suyos; en cambio serán verdade-ros y legítimos venezolanos quienes restauren su honor perdido expulsandoa los extraños del cuerpo herido de su patria.

También ha sido atacada la integridad de Venezuela en el aspecto moral,además de la destrucción física de sus campos, pueblos y ciudades, las leyesperfectas e inmutables tanto de la administración española como del culto aDios están siendo violentadas con distorsiones a través del código boliviano.También la traición a un noble origen por parte de descendientes de conquis-tadores constituye para Díaz una injuria a la patria: “los nombres venerandosde Losada, Garcigonzález de Silva, Herrera y demás fundadores de nuestrapatria” aparecen “manchados y profanados por los crímenes de una parte desus descendientes”. De esta manera la historia de Venezuela sufre también undesgarramiento íntimo en la visión de Díaz.

No obstante, se propone conjuntamente al problema su solución: “Por miparte me hallo en el caso de aseguraros que no os resta sino seguir el exem-plo” de “esos hombres dignos del nombre español que en seis años de inde-cibles privaciones han conservado en medio de las montañas las heroicascualidades de su origen”. Se refiere una vez más a las partidas realistas de losGüires, claramente aludidos como nobles caballeros: “Ellos –continúa- arro-jarán a la nada las desgracias y aun la memoria de lo pasado. Serán para nues-tra patria estos años de dolor, de errores y fatalidad como si jamás hubiesenexistido.” La cicatrización, garantiza Díaz, será completa y la gran familiavenezolana podrá reunirse de nuevo “por los lazos de la sangre, la religión ylos más elocuentes desengaños” (se refiere a la momentánea ilusión de larepública).

Para concluir diremos que muy probablemente en esta proyección caba-lleresca y en la evocación de la edad de oro radicará una parte importante de

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la capacidad de seducción de Díaz, que lo convirtió en un hombre muy peli-groso para la opinión pública de la Venezuela bolivariana. Somos conscien-tes de que el código simbólico empleado por los propagandistas realistas consede en Puerto Rico, José Domingo Díaz, Miguel de la Torre y Pedro Tomásde Córdova, difiere poco del utilizado por el bando republicano. Quizá lasalusiones a la religión no sean tan frecuentes en este último, pero no se pres-cinde de ellas24; toda la iconografía monárquica persiste adaptada a la figuradel padre de la patria, patria que sigue siendo la tierra prometida, el parajeameno, el lugar de la utopía. En cuanto a la imagen del caballero, en los tex-tos republicanos continúa presente como modelo civilizador. Pronto ofrece-remos un estudio detallado de las semejanzas y diferencias de esa imagen enuno y otro sistema de propaganda.

24 Pino Iturrieta, Elías: El divino Bolívar: ensayo sobre una religión republicana, Madrid,Asociación de Libros de la Catarata, 2003.

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Cuestión federal, cuestión republicana: México años veinte

MANUEL CHUST

CIAL. Universitat Jaume IUnidad Asociada a la EEHA - CSIC

Esplendor y decadencia después de Berlin y Pocokc

Como si se tratara de un texto clásico sobre el Imperio Romano se publi-can subtítulos de libros relatando el “auge y caída del liberalismo”, el ocasodel mismo, su resurrección o refundación, se entiende del siglo XIX, y enMéxico. Era 2001, otros trabajos, otros autores, siguieron al título de JoséAntonio Aguilar. El mismo autor un año antes había publicado una obraimportante: En busca de la quimera1. En poco más de cuatro años, algunosautores han centrado sus trabajos en una estrategia común y dos tácticas decontenidos. La estrategia no es nueva, proviene de la academia norteameri-cana en la que la irrupción de supuestas “novedades” interpretativas sobreciencia política, sociología o filosofía política y otras ramas de las cienciassociales se trasladan sin ningún tipo de rubor, filtro o precauciones de métodoy concepto a la ciencia histórica, si bien no considerada como tal por algunode ellos. El tiempo y el espacio, herramientas fundamentales del historiador,quedan relegados para mejor ocasión. Si es que la hay.

Las tácticas de contenido son dos: pasar página del liberalismo, especial-mente doceañista, esgrimiendo cuestiones que a pesar de que suenan a viejaretórica oficialista no son baladíes, como calificarlo de “español”, que lasCortes gaditanas estaban faltas de “representatividad” o que no tuvieronrepercusiones sus decretos, etc. En fin, la reiterada frase de “una cosa fue lanorma, otra la realidad”. ¡Como si estos estudios navegaran en una profusa

1 Aguilar, José Antonio: En pos de la quimera. Reflexiones sobre el experimento constitucionalatlántico, Fondo de Cultura Económica-CIDE, México, 2000. También del mismo autor El fin de la razacósmica. Consideraciones sobre el esplendor y decadencia del liberalismo en México. La extinción de unmundo simbólico. Océano, México, 2001. Y Aguilar, José Antonio y Rojas, Rafael (coord.) El republica-nismo en Hispanoamérica. Ensayos de historia intelectual y política, México, Fondo de CulturaEconómica, 2002.

Insurgencia y republicanismo – Págs. 155-188

indagación empírica! De la cual, por otra parte, nos alegraríamos. Aspectosrecurrentes de la historiografía Oficial la primera y del mismísimo ServandoTeresa de Mier las demás. Legítimas en este caso por ser un sujeto históricocoetáneo con sus circunstancias y en su estrategia política insurgente.

Se trata de anibalizar la “Roma académica”. Primero la tabla rasa, luegoya se reconstruirá bajo otros paradigmas. Y desde luego se trata de un abor-daje, no tan difícil como el de Aníbal cruzando los Alpes, pero de parecidasconsecuencias, siempre desde el terreno académico, entiéndasenos bien.

No está nada mal. Hace falta una sacudida para llegar, profundizar, enotras reflexiones. Quizá este estudio sea producto de ello. Es lo que piensany demuestran José Antonio Aguilar, Rafael Rojas2, Alfredo Ávila3 y, a dis-tancia, por su escasa aportación investigadora, Roberto Breña4.

El cóctel, no por conocido, sigue gustando y consumiendo. La receta noes un secreto: consiste en importar algunas ideas de pensadores anglosajones,especialmente politólogos, sociólogos, antropólogos y de las ciencias socia-les, y algún que otro historiador, manejar su bibliografía preferentemente eninglés, descontextualizarlas de su finalidad política e histórica en las que fue-ron escritas5, escoger algunos de sus conceptos y neologismos, repetirlosconstantemente para, luego, aplicarlos al sujeto y objeto del pasado que setrata. La indigestión de citas, referencias bibliográficas, fichas ad hoc e inter-pretaciones, está asegurada. No obstante, la novedad, supuesta, es sugestiva,vendible y atractiva. O eso se supone.

El resultado es concluyente: a pesar de todo, el liberalismo decimonóni-co no enraizó, no fue democrático –y ¿por qué lo iba a ser?–, no fue verda-

2 Rojas, Rafael: La escritura de la Independencia. El surgimiento de la opinión pública enMéxico, Taurus-CIDE, México, 2003.

3 Ávila, Alfredo: En nombre de la Nación. La formación del gobierno representativo en México.Taurus-CIDE, México, 2002. Y Para la libertad. Los republicanos en tiempos del Imperio, 1821-1823.UNAM, México, 2004.

4 Breña, Roberto: “Un momento clave en la historia política moderna de la América hispana:Cádiz, 1812” en Josefina Zoraida Vázquez: El nacimiento de las naciones iberoamericanas, FundaciónMapfre Tavera, Academia Mexicana de la Historia, Secretaría de Cooperación Iberoamericana, Sevilla,2004, págs. 53-99. Si bien el autor concluye lo contrario que enuncia en su título. También “En torno alliberalismo hispánico:aspectos del republicanismo, del federalismo y del liberalismo de los pueblos en laIndependencia de México” en Álvarez, Izaskun y Sánchez, Julio (Eds.) en Visiones y revisiones de laIndependencia americana, Ediciones Universidad Salamanca, Salamanca, 2005, págs. 179-205. Este artí-culo es un claro ejemplo de lo anteriormente expuesto.

5 También estos escritos están históricamente determinados.

MANUEL CHUST

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deramente parlamentario, predicaba la igualdad y marginaba y explotaba alas comunidades indígenas, decía ser intercultural y arrasó las demás cultu-ras, decía ser plurinacional y era centralista, etc. La traición y su nocividadson manifiestas. Hay que proclamar su final, “la extinción de un mundosimbólico”, tercer subtítulo del libro de Aguilar, por si no quedaba claro.

“Bueno, pues ya me he enterado de en qué consiste esto del republica-nismo”, escribía José Luis Pardo6 en su recensión crítica del libro del politó-logo español, Félix Ovejero7. También ahora, después de lecturas, reflexióne intentos de comprensión, creo que lo he comprendido… que no comparti-do. Al menos su traslación sin mediaciones a la historia.

Pero para llegar hasta aquí no hacía falta tantas alforjas retóricas. En estesentido no es casual que Alfredo Ávila, por ejemplo, titule su libro En nom-bre de la Nación8. Título tan sugestivo como inquietante. Más, cuando alguienhabla en su nombre. Este libro es un buen ejemplo de lo anteriormente comen-tado. Cádiz, sus Cortes, sus decretos, sus conquistas y sus contradicciones, sutrascendencia, en fin, su legado no sirve para explicar el origen del Estado-nación mexicano porque fueron unas Cortes “españolas”, pasó omitida en laevolución histórica del parlamentarismo en México, fue un fracaso de repre-sentación –pocos diputados, mal elegidos–, excluyeron a las castas y prevale-cieron notorios derechos corporativos del Antiguo Régimen incluidos los delRey, la norma jurídica no trascendió a la realidad, etc.

Por el contrario, la refundación del Estado mexicano fue una obra singu-lar, el republicanismo surgió ajeno a cualquier influencia extranjera –equipa-rando el Cádiz “español” en este sentido a los pensadores norteamericanos ofranceses– y, finalmente, se fraguó el México republicano gracias a pensado-res endógenos no contaminados con el exterior. Para una vuelta a un “nacio-nalismo historiográfico” no hacía falta tanto Berlin y Pocokc y demáspensadores. Habrá que decir que sus escritos son de... los años sesenta y se-tenta y que ahora insertos en este origen del primer republicanismo tienenéxito en esta interpretación... ¿novedosa? Y lo tienen en lectores deseosos, talvez, de lecturas que propongan “novedades” diferentes a textos, algunos ya

6 Pardo, José Luis: “Socialismo con rostro ciudadano” en El País, 25 de junio de 2005. Pág. 12del suplemento Babelia.

7 Ovejero, Félix: Proceso abierto. El socialismo después del socialismo, Tusquets, Barcelona,2005.

8 Ávila, Alfredo: En nombre de la Nación…

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clásicos, de Nettie Lee Benson, Jaime E. Rodríguez, Virginia Guedea, Jose-fina Zoraida Vázquez, José Antonio Serrano, Brian Hamnett, Charles Hale,David Brading, Antonio Annino, François Xavier Guerra, etc., por citar algu-nos autores y planteamientos diversos sobre estos temas. Y no porquemuchas de sus tesis estén caducas o superadas, sino porque estos autores sonlos que a través de sus trayectorias están ocupando un espacio que ahora está,–¿no lo sabían?– en disputa. Repásese si no la nómina.

Tesis del “republicanismo” por otro lado, si no pediremos disculpas, quesustentadas en una base metodológica ajena a la ciencia histórica, en unascuantas ideas de unos pocos autores y con unos fundamentos empíricos redu-cidos, tiene fecha de caducidad. Tiempo al tiempo. Y tiempo también a untempo histórico

Apreciable. Y agradecido. Porque lejos de pensar que el conocimiento lellega a uno desde sus reflexiones, la dialéctica, en este caso socrática, meenseñó que sin debate no hay profundización en el conocimiento. Un debaterealmente académico. Pero eso sí, sin omisiones acientíficas. Con discrepan-cias lidiadas en el ágora académica, sin personalismos y, sobre todo, sin mez-quindades.

Solamente una cuestión... ¿y después de Berlin y Pocokc? Para los politó-logos vendrán otros pensadores, pero ¿y para éstos y otros historiadores cuyabase metodológica es agenciarse este aparato conceptual de moda, a ser posi-ble anglosajón? Ojalá la reflexión, otras lecturas, el escuchar, que no oír,otras propuestas y su confrontación, su discusión, etc., sirvan de base para undebate entre historiadores sobre los orígenes del Estado-nación mexicano.Con todo, bienvenidos9.

Otra propuesta, otros problemas, similares problemáticas,distinta interpretación

El presente estudio es deudor del seminario de investigación sobre elPrimer Federalismo que dirige la profesora Josefina Z. Vázquez. Seminariode trabajo en el que durante siete años un grupo de investigadores han pues-

9 Debo advertir al lector que esta pequeña reflexión forma parte de un estudio más amplio sobreel liberalismo en España y México en la primera mitad del siglo XIX que, conjuntamente con JoséAntonio Serrano, estamos llevando a cabo desde hace varios años y de pronta publicación.

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to en común una serie de cuestiones de relevancia sobre esta temática histó-rica. Advierto al lector que muchas, quizá demasiadas, de las afirmacionescontenidas en este texto son bastante sintéticas. Es por ello que pido de ante-mano una disculpa. Pretendemos trasladar en estas páginas una hipótesis enla que venimos trabajando desde hace tiempo. El lector juzgará su viabilidad.El republicanismo surgió en México desde el federalismo. Es decir, fueronlas reivindicaciones y las aspiraciones de la burguesía criolla que desde losdiversos territorios se hizo con el poder económico desde el siglo XVIII,intentó trasladarlo al plano político durante la colonia, sufrió los embates delas reformas carolinas, pugnó por estar presente en las Cortes de Cádiz, susrepresentantes lucharon para obtener las reivindicaciones contenidas en susRepresentaciones e Instrucciones, se frustraron con la oposición de un cen-tralismo liberal peninsular que les bloqueó en sus aspiraciones de conformarun estado liberal, autonomista y ultramarino y, finalmente, padecieron laoposición tenaz de la Corona por cuanto de liberal y autonomista hispanotenían los decretos y la Constitución elaborados en las Cortes de Cádiz y, porúltimo, sufrieron la restauración de Fernando VII que nunca aceptó el libera-lismo doceañista. En esta tesitura de evolución de 1787 a 1814 no queremosdecir que se gestara una ideología y pensamiento político republicano enCádiz, fue la mínima expresión, pero sí las condiciones y parámetros sufi-cientes para que empezara a acontecer un aspecto ideológico desde su tras-cendencia económica y social en Nueva España que se trasladó a losintelectuales orgánicos gaditanos.

Lo que sí que se gestó y se trasladó en Cádiz fue un sentimiento de per-tenecer a una región, de tener unos intereses particulares, no siempre coin-cidentes con el centro, es más, en ocasiones antagónicos a ellos, de estardirigidos por un funcionario real, el jefe político como antes el intendente.Se propagó la idea entre los representantes de que las provincias novohis-panas no gozarían de autonomía mientras el Estado-nación que se estabafraguando fuera una monarquía cuyo cetro lo ostentara Fernando VII. Elexilio y cárcel de muchos representantes americanos en las Cortes de 1810a 1814 no pasó desapercibido, ni tampoco la restauración colonial de 1814a 1820 en Nueva España. En los años veinte las cosas se acelerarían, losnovohispanos en las Cortes de Madrid propusieron la aplicación inmediatade una autonomía provincial desde la diputación y los ayuntamientos. Lodemandaban las elites, las mismas que desde distintos intereses y fracciones

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de clase se oponían desde la península o desde otras provincias a aplicardecretos liberales en economía. Las reivindicaciones no cesaron, tantascomo la fragmentación en más provincias novohispanas. El republicanismopolítico en México se gestó desde el particularismo de las provincias y suenfrentamiento con el Estado. Es decir, unos intereses de clase y regionales,coincidentes con propuestas nacionales, que impulsaron planteamientosautonomistas que cada vez más conllevaban aspectos federales. Un Estadoprimero absolutista, después liberal doceañista pero monárquico y más tardemonárquico y centralista aunque independiente. Fueron las elites novohis-panas primero, mexicanas después, quienes a través de sus representantes enlas Cortes gaditanas empujaron hacia el autonomismo, chocando primerocon el intendente, luego con el jefe político. Cargos estatales que identifi-caban, desde presupuestos justificativos políticos, con servidores del monar-ca. Interpretación acertada en el primero, de conveniencia política en elsegundo.

El enfrentamiento cada vez se simplificaba más a niveles explicativos.Era la institución monárquica, tanto del Antiguo Régimen como del régimengaditano, –¿acaso no era el mismo rey?– la que frenaba las necesidades dedotarse de una autonomía propia. Si bien no era el mismo Estado, el silo-gismo se produjo: era la institución monárquica, centralista y conservadora,la que se oponía desde la arbitrariedad, las instituciones, de AntiguoRégimen o no, al desarrollo económico, social y político de las provincias.Y también una institución monárquica iturbidista, que encontrándose conuna constitución “española” se dedicó a frenar las veleidades autonomistasde las provincias. Aconteció que dotándose de una práctica y teoría gadita-na ya era demasiado tarde para seguir frenando estas aspiraciones. El recur-so a la república parecía inevitable. Su organización ya estaba fraguada, elfederalismo.

En las Cortes de Cádiz cualquier planteamiento de los representantesamericanos hacia un autonomismo devenía en una acusación de provincialis-mo y finalmente en una, más grave, de federalismo. Y aquí está la realidadhistórica omitida por alguno de los autores anteriormente citados. El libera-lismo gaditano de los años diez, monárquico en ausencia del Rey se enfren-taba ahora, también, en la península al Rey presente. Nueva España erademasiado valiosa para las rentas reales como para dejarla escapar en un planautonomista que cada vez más se presentaba con tintes federalistas. Y qué

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país era el federal: los Estados Unidos... una ex-colonia y ahora un Estadorepublicano. Las propuestas autonomistas profundizaron en la legislacióndoceañista proponiendo en los veinte, tras el pronunciamiento de Rafael delRiego y la apertura de nuevas Cortes, la consumación de ese Estado. Sinembargo, la contradicción llegó a sus máximos, los liberales peninsulares seencastillaron en posiciones centralistas y mientras el rey bloqueaba todo loque podía, llegó la independencia en 1821.

Es desde la organización del territorio, desde su institucionalización polí-tico-administrativa, desde las competencias con que se va a dotar, las que sevan a restringir, el titular de la dirección de la institución que dirigirá el terri-torio, el crecimiento económico de la clase dirigente, sus acumulaciones ori-ginarias de capital, la vertiente de compromiso o discrepancia progresiva conrespecto a la metrópoli, al centro o a las Cortes, etc., desde donde se empe-zará a fraguar un incipiente particularismo que llegará a un enfrentamientoregional por conquistar un Estado que les dotará de autonomía en la provin-cia. Llegó la independencia pero no fue la solución. Ivana Frasquet10 explicapormenorizadamente desde la práctica política el devenir conservador delperiodo iturbidista. Tesis, la del federalismo novohispano del liberalismodoceañista que evolucionó a republicanismo mexicano, que a continuaciónpasamos a explicitar.

Contribuir sin protestar: Intendencias e intendentes, los instrumentos de la Monarquía absoluta en Nueva España

El virreinato de Nueva España en el siglo XVIII se reestructurará en unadivisión de catorce entidades administrativas: Reino de la Nueva España,Reino de la Nueva Galicia (Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas), Reino de laNueva Vizcaya (Durango, Chihuahua), Provincia de Yucatán (Yucatán,Quintana Roo, Campeche y Tabasco), Nuevo Reino de León (Nuevo León),Colonia del Nuevo Santander (Tamaulipas), Provincia de Coahuila(Coahuila), Provincia de Sinaloa (Sinaloa), Provincia de Sonora (Sonora),Provincia de Texas (Texas), Provincia de Nayarit (Nayarit), Provincia de la

10 Frasquet, Ivana: “La construcción del Estado-nación en México, (1820-1824)”, UniversitatJaime I, Castellón, 2004. Tesis doctoral inédita.

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Vieja California (Baja California), Provincia de la Nueva California(California), Reino de Nuevo México (Nuevo México-Arizona)11.

Una compleja división de competencias políticas, militares, religiosas yjurídicas se entrecruzaban y superponían territorialmente. Esta administra-ción se reestructurará con el decreto de Reforma de las Intendencias de178612. La finalidad de la Corona se centraba en reforzar el Estado monár-quico desde un control más exhaustivo de los territorios en aspectoshacendísticos, militares, de seguridad pública y judiciales. Es por ello que elcometido de las Intendencias se condensó en cuatro funciones y competen-cias que eran justicia, policía, hacienda y guerra. Nótese cómo fue una medi-da para unificar jerárquicamente el territorio, la soberanía real, lalegitimidad monárquica y el poder privilegiado y estamental. Caracteres delAntiguo Régimen: soberanía real y poder monárquico y privilegiado y esta-mental.

Tras este decreto, la Nueva España quedó dividida en 12 intendencias quefueron México, Puebla, Oaxaca, Mérida, Veracruz, San Luis Potosí,Guanajuato, Valladolid de Michoacán, Guadalajara, Zacatecas, Durango yArizpe. Es en este momento cuando aparece en Nueva España, de una formamucho más uniforme, el concepto de “provincia” pues las intendencias secircunscriben a las provincias, es decir, a un territorio determinado. Términocrucial no sólo para definir los límites y las divisiones territoriales del virrei-nato, sino sobre todo para apoyar, desde una división político-administrativa,las reivindicaciones autonomistas de los diputados novohispanos en lasCortes de Cádiz. Lo cual no quiere decir que en las anteriores entidades nose estuviera fraguando, desde hacía décadas, un sentimiento de pertenencia auna determinada colectividad de intereses económicos, culturales, sociales ypolíticos. Lo importante es que esta construcción político-administrativa aca-bará por conformarlo y sistematizarlo.

En síntesis, las razones de la aplicación del sistema de intendencias fue-ron la subordinación de los intereses financieros a los económicos, la maxi-mización en la obtención de recursos, un afán de conocer mejor el medio con

11 Pietschmann, Horts: Las reformas borbónicas y el sistema de intendencias en Nueva España,Fondo de Cultura Económica, México, 1996. Commons, Aurea: Las intendencias en Nueva España,UNAM, México, 1993.

12 Pietschmann: Las reformas…

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el fin de obtener económica e impositivamente más recursos, la centralizacióndel poder en funcionarios reales y la homogenización del territorio, de laadministración y de la ley. No obstante, hay que decir que no se consideraronpara esta división cuestiones demográficas ni cuestiones territoriales ya quelas intendencias no registraron parámetros similares en ambas premisas13.

Por lo que respecta a las facultades de los intendentes en sus competen-cias de Policía tenían la misión de elaborar mapas topográficos, establecer lacalidad de las tierras y los límites de la provincia, elaborar un informe de laproducción mineral, animal y vegetal, estimular el comercio activo y el pasi-vo, vigilar los montes, prados, valles y dehesas, señalar los ríos que pudieranservir de navegación, establecer los caminos mejorables y las acequias sus-ceptibles de poder construirse, erradicar a los vagabundos, el cultivo de lagrana, de la cochinilla, del cáñamo, del lino, vigilar la administración de lastierras de baldíos y realengos, sin que ello supusiera perjuicio de los comu-nales o ejidos, el fomento de la agricultura, asegurar que hubiera ventas ymesones en los principales caminos con suficiente capacidad, velar por laseguridad de los caminos, asegurar que los dueños repararan sus casas, laproliferación de calles y que su trazado fuera recto, que las capitales estuvie-ran cercadas para facilitar la seguridad y que hubiera alhóndigas.

Respecto a las facultades de Justicia eran las siguientes: el intendente erael responsable de la administración de justicia y del “buen gobierno”, demantener la paz en los pueblos de su jurisdicción, de visitar las provincias,de aumentar la producción de la agricultura, comercio e industria, de distri-buir las tierras de propios y arbitrios de los comunes de las villas de losespañoles y los bienes comunales de los indios.

En lo que hace referencia a Hacienda, correspondía a las competencias delos intendentes la dirección de las rentas reales. Además eran jueces privati-vos de las dependencias y causas en sus distritos de ventas y composicionesde las tierras de realengos, tenían la obligación de mandar los caudales de laReal Hacienda a la tesorería de la provincia y de vigilar el cobro de todas lasrentas reales, impuestos, tributos, estancos y diezmos.

13 Para un estudio más detenido sobre estos aspectos Chust, Manuel: “Federalismo avant la letreen las Cortes hispanas” en Josefina Zoraida Vázquez (coord.): El establecimiento del federalismo enMéxico (1821-1827), El Colegio de México, 2003, págs. 77-114.

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Y por último, era responsable de cuestiones concernientes al ramo deGuerra ya que era el encargado de la subsistencia, economía y policía de latropa, de suministrar a ésta sus haberes en dinero y su manutención en ví-veres.

Observemos cómo en esta división las cuatro grandes competencias degobierno interior van a ser asumidas por la Diputación provincial creada porla Constitución de Cádiz. Es por ello que tanto la demarcación de las inten-dencias en cuanto al territorio y población se legará a una estructura pro-vincial. La diferencia angular será de soberanía, de legitimidad y derepresentación. La intendencia puso las bases referenciales en el Estadoabsoluto en Nueva España. Las Cortes pondrán las bases liberales delEstado nación hispano en Cádiz teniendo como eje fundamental a la pro-vincia. Pero hagamos notar que mientras en la primera la legitimidad erareal, la representación era estamental y privilegiada y la soberanía le corres-pondía a la Corona, en la segunda la legitimidad seguirá siendo monárqui-ca, aunque compartida con la Constitución, la representación será popular,en cuanto sus diputados serán elegidos por sufragio universal indirecto, y lasoberanía nacional. Soberanía que no se entenderá como compartida por lasprovincias por lo que éstas, en muchas ocasiones, reclamarán no sólo unconcepto de soberanía más amplio que el estrictamente nacional, sino quelas competencias de las diputaciones y su jefe político no estuvieran ligadasal poder central. Ahí radica la gran diferencia. Cambios notables, pero tam-bién revolucionarios. ¿O es que el Antiguo Régimen, es decir, la coloniaNueva España se regía por estos principios? Si es así, ¿dónde se encuentraCádiz antes de Cádiz? Y en segundo lugar, si no hubo cambio, sólo conti-nuidad ¿por qué Fernando VII reaccionó de forma radical contra las Cortes,sus decretos, sus diputados y su Constitución? ¿Por qué se abolieron dipu-taciones y municipios constitucionales? O ¿también estamos abogando poruna visión dulcificadora del absolutismo fernandino? Y finalmente, en larepública mexicana de 1824 si las intendencias legaron su base administra-tiva a la provincia, ésta la trasladará a los estados. No obstante, variarán losparámetros de legitimidad que recaerán en un estado republicano, la repre-sentación seguirá siendo popular, si bien censitaria, mientras que la sobe-ranía, aquí reside otro cambio, será compartida entre el estado federal y losestados.

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Con esta estructura político administrativa de la Monarquía española, laRegencia convocó elecciones a Cortes tras el decreto de 14 de febrero de1810 en la “Instrucción para las elecciones de América y Asia”14. El decretoinstruía que todos los ayuntamientos de la capital de partido tenían derechoa elegir un diputado. Para el caso novohispano eran ¡237 partidos! Las elec-ciones se celebraron mediante juntas electorales de parroquia, de partido yluego provinciales que finalizaron con la elección de un diputado cada50.000 habitantes. Esa representación se completó con los diputados de lasJuntas provinciales y de las ciudades con voto, todos los cuales van a formarla totalidad de los representantes propietarios en Cádiz. Lo cierto es que estedecreto tuvo dos consecuencias esenciales: en primer lugar, los diputados sesentían representantes de la entidad de poder que les había elegido, es decir,en la mayor parte de las ocasiones el ayuntamiento y la provincia. De ahí que,como veremos, muchos de ellos tengan una concepción territorial y legiti-mista local, provincial más que nacional, por lo que el sentido y la idea glo-bal de la construcción del Estado se fraguará en las propias Cortes y desdelas representaciones e intervenciones de muchos diputados que más querepresentantes de una concepción teórica e idealista de la soberanía nacionaltenían una concepción particularista y provincial, o ¿por qué si no habían cru-zado el Atlántico? La respuesta la emitieron muchos de los diputados enCádiz: para representar los intereses provinciales por los que habían venidocomisionados.

Dos parámetros se fraguaron en Cádiz. Por una parte, un sentimiento pro-vincial reivindicativo de una pluralidad de aspectos particularistas de cadaterritorio. Pero, en segundo lugar, algunos de ellos fueron construyendo apartir de sus reuniones y sesiones un conocimiento de una realidad conjunta,territorial, hispana, americana en general, de la que hasta la fecha o no eranconscientes o no tenían suficientes elementos para conocerla. El colonialis-mo no sólo restringía el conocimiento del territorio unitario sino también lainformación de una realidad conjunta que favorecía la disgregación en detri-mento de la homogeneidad. Era a partir de los relatos de los viajeros, lamayor parte extranjeros, de donde se tenía una noticia e información deter-minada del conjunto territorial. En este sentido habrá que destacar el estudio

14 Chust, Manuel: La cuestión nacional en las Cortes de Cádiz (1810-1814). Rieu-Millan,Marieu Laure: Los diputados americanos en las Cortes de Cádiz, CSIC, Madrid, 1990.

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de Alexander von Humbold. Conciencia de territorio, en cuanto a riqueza yaprovechamiento propio y no vinculado a la metrópoli, pero sin conciencianacional ni tampoco particular. Se hablaba en nombre de Yucatán, Zacatecas,Veracruz, Oaxaca o Puebla. En nombre de la nación española o de la naciónamericana, pero aún no de la novohispana o mexicana.

El término partido ocasionará un gran debate y continuas reivindicacio-nes por parte de los diputados americanos porque los diputados electos no loserán por cada partido sino en cuanto a “provincias.” Provincias que se iden-tificarán en gran medida con la división de intendencias. Así, el decreto con-vocó a diputados a Cortes sólo a los ayuntamientos en México, Puebla,Tlaxcala, Querétaro, Villahermosa (Tabasco), Guanajuato, Valladolid deMichoacán, Zacatecas, Guadalajara, Veracruz, Mérida, San Luis Potosí,Oaxaca, Monterrey y Nuevo Santander, lo cual contribuyó a que muchos deestos representantes se sintieran diputados por su provincia y de la Nación.Insistamos y enfaticemos: una doble soberanía se trasladaba desde el mismomomento de la elección. Éste va a ser un tema crucial. Sin embargo, y parafrustración de los novohispanos, esta división provincial no se trasladó a laConstitución dado que el artículo 10 dividirá Nueva España en tan solo seisprovincias: Nueva España, Nueva Galicia, Yucatán, Provincias Internas deOriente, Provincias Internas de Occidente y Guatemala. Lo cual implicarátambién la consabida restricción de diputaciones provinciales a este mismonúmero: en México (Querétaro, Tlaxacala, México, Veracruz, Puebla,Oaxaca, Michoacán), en San Luis Potosí (San Luis y Guanajuato), enGuadalajara (Nueva Galicia y Zacatecas), en Mérida (Yucatán, Tabasco yCampeche), en Monterrey (Provincias Internas del Oriente: Nuevo León,Coahuila, Nuevo Santander y Texas) y en Durango (Provincias Internas deOccidente: Chihuahua, Sonora, Sinaloa y California).

Las diputaciones provinciales tendrán competencias muy especificas,como vigilar y aprobar la distribución de las contribuciones entre los pueblos,velar por la buena inversión de los fondos públicos, cuidar que se establez-can ayuntamientos en donde corresponda y crearlos en las poblaciones quetengan 1.000 almas, proponer al gobierno los arbitrios más convenientes parala ejecución de las nuevas obras de la provincia o reparación de las antiguas,promover la educación, fomentar la agricultura, industria y comercio, darparte al gobierno de los abusos de los fondos públicos, levantar el censo yrealizar las estadísticas, cuidar de las instituciones de beneficencia y regla-

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mentos para la corrección de todo abuso, dar parte a las Cortes de todas lasinfracciones de la Constitución en las provincias de ultramar y velar por laeconomía, el orden y los progresos de las misiones para la conversión de losindios. Tareas, funciones y derechos que recuerdan a las intendencias.

Y en eso... Cádiz: ¿diputados de una Nación y/o representantes de una provincia?

No viendo yo en este Congreso más que Diputados españoles, aspiraría a sertenido por liberal si no quisiera acabar para siempre con el federalismo, y sertenido en este momento por conciliador de intereses al parecer opuestos. Se trataactualmente de uno de los puntos más esenciales15.

Era el 9 de enero de 1811. La cita corresponde a Agustín Argüelles. Ellíder del liberalismo peninsular respondía, con contundencia, a la primerapropuesta de los diputados americanos sobre igualdad de representación, pro-porcional y equitativa, en las Cortes. Ésta formaba parte de un conjunto deonce propuestas que el 16 de diciembre los americanos habían presentado ala Cámara16. Ninguno de los representantes americanos había mencionado lapalabra federal. Mucho menos la había pronunciado algún peninsular. ¿Quéera entonces lo que sucedía? La problemática federal, denunciada por el líderdel liberalismo peninsular, no iba referida a una cuestión endógena de lapenínsula, estaba suscitada por el problema que presentaban las reivindica-ciones autonomistas americanas en cuanto a la igualdad de representación.Incipiente nacionalismo americano que en Cádiz se presentaba como auto-nomista y continental. Nacionalismo, bisoño, que lejos de estar desconecta-do con la realidad americana la “representaba”.

Los diputados americanos presentaron todo un pliego de reivindicacionesautonomistas, hasta once, tanto económicas como políticas17. El debate par-

15 Diario de sesiones de Cortes, 9 de enero de 1811, pág. 329. En adelante DSC.16 Chust, Manuel: La cuestión nacional…

17 Proposiciones que hacen al Congreso Nacional los diputados de América y Asia, Imprenta deFrancisco de Paula Peris, Madrid, 1811. Es de hacer notar que en la Colección del Diario de Sesiones deCortes, reimpreso en 1870, no se encuentran registradas tales proposiciones. Es de observar que estasreclamaciones autonomistas coincidieron con el conocimiento en Cádiz de la insurgencia de MiguelHidalgo.

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lamentario y periodístico a que dio lugar fue una de las grandes cuestiones enlos orígenes del liberalismo hispano18. La primera proposición era el ele-mento central: una representación americana proporcional al número dehabitantes19. Un decreto previo, emitido por las Cortes el 15 de octubre de1810, había establecido la igualdad de representación y de derechos entreamericanos y peninsulares. Un mes después, los americanos plantearon quese cumpliera, dada la desproporción en el número de diputados españoles yamericanos que no obedecía a la igualdad de población en ambos hemisfe-rios. Por ello la problemática de representatividad jurídica y política se tras-ladó a una igualdad territorial y de población que era la base en donde sesustentaba la ley electoral.

Los representantes americanos entendieron el anterior decreto desde estaperspectiva autonomista, lo cual provocó que las posturas de los liberalespeninsulares se fueran deslizando progresivamente hacia parámetros centra-listas. Ahora podemos entender las palabras de Agustín Argüelles. Los prin-cipios de igualdad de representación trascendían a los de integraciónterritorial. Y ésta significó, en los orígenes del Estado liberal hispano, trans-formar la Monarquía en un Estado con provincias, con instituciones repre-sentativas sin soberanía –diputación provincial– y... bajo parámetrosmonárquicos.

Y aquí nos adentramos en lo que es nuestra tesis central en el origen delfederalismo que devino en republicanismo en México. Obsérvese cómo estehecho trascendental, revolucionario, inédito en la historia contemporáneauniversal, tuvo también consecuencias sin precedentes para América, engeneral, y para México, en particular. En primer lugar, América dejaba deformar parte –por derecho de conquista– como Patrimonio Real –comoinmenso realengo– de la Corona para integrarse dentro del Estado-naciónhispano en calidad de provincias con iguales derechos y administración quelas peninsulares. A partir de aquí las consecuencias son numerosas. Una deellas implicaba toda una reformulación político-administrativa de la organi-zación del nuevo Estado constitucional y monárquico. Ahí empezaba todauna problemática muy concreta de representación y de soberanía, en suma,de organización político administrativa para el liberalismo peninsular y tam-

18 Chust: La cuestión…

19 DSC, 9 de enero de 1811, pág. 327.

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bién para los autonomistas novohispanos. Los primeros estaban abordando laque creían su cuestión nacional, la peninsular, obviando aún lo que habían yasancionado: una igualdad de derechos y de libertades que suponía una igual-dad de representación, que implicaba asimismo una igualdad en todos losterritorios americanos de índole político-administrativa. Es decir, la forma-ción de un Estado con parámetros transoceánicos, heredero del AntiguoRégimen (monarquía absoluta) pero con inequívocos signos de ruptura. Nose trataba de la monarquía, quien unía bajo su cetro los territorios, se tratabadel rey que tenía que asumir una Constitución y, lo que es aún más pro-blemático, la pérdida de sus rentas reales americanas.

Los liberales peninsulares se habían visto obligados a admitir –por la tác-tica francesa de las Cortes y de la Constitución de Bayona y por las pro-puestas de los movimientos insurgentes– un Estado-nación cuyasdimensiones territoriales no sólo no coincidían con las peninsulares, sino quelas desbordaban. Se enfrentaron a una doble problemática, trasformar ladiversidad feudal de la península y del antiguo Imperio en una unidad nacio-nal. El mismo día de instalación de las Cortes, los diputados dejaban cons-tancia al mundo de su soberanía al declararse representantes de la Nación. Esmás, era en la Nación, según las Cortes, en donde en “ausencia del sobera-no” recaía la legitimidad en cuanto unidad de territorios y ciudadanos. Yjunto a la problemática de la soberanía, la de la representación. Aquí radicaen buena parte la importancia hispana de esta Constitución.

Es en el doceañismo hispano donde se encuentra uno de los orígenes delEstado nación mexicano, si bien después se reinterpretará o se seguirán otroscriterios. Pero también en donde se establecen los parámetros identificadoresde un federalismo que devendrá en republicanismo al oponerse el Rey y lapropia configuración monárquica del Estado a dotar de autonomía y sobe-ranía a las provincias. Es más, republicanismo mexicano que también surgiráen los años veinte en varios sentidos, como oposición al conservadurismomonárquico de Agustín de Iturbide que a la vez también suponía intentos decentralización en la estructura político-administrativa del Estado. La identifi-cación centralismo-monarquía-conservadurismo tendrá todo su apogeo enestos años, al menos al más alto nivel discursivo político como fue el parla-mentario, punto que veremos a continuación.

Habrá que seguir insistiendo en que debido a estas medidas el monarcaperdía América como parte del Patrimonio Real. Sus virreyes, así mismo, su

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poder absoluto –militar, jurisdiccional, político, económico– y su jurisdic-ción territorial para convertirse en jefes políticos de una de las seis diputa-ciones que tenía Nueva España, tal y como señaló, magistralmente, NettieLee Benson20. No es de extrañar que la oposición de Fernando VII a laConstitución de 1812 y a los decretos de las Cortes fuera feroz. Hasta elpunto de abortar cualquier intento de llevar a cabo las premisas hispanas delEstado. Pero también habrá oposición por parte del liberalismo peninsular,que se encastillará en posiciones cada vez más centralistas y monárquicasfrente a las propuestas de los americanos, especialmente novohispanos, quereivindicaban una autonomía de sus provincias, más diputaciones y mayorpoder de representación y autogobierno. Las concomitancias con la diversi-dad feudal y más aún con la propuesta de estructuración de la monarquíaabsoluta de los Austrias y el retorno a los mitificados fueros estaban dema-siado cercanas aún en sus discursos, como para plantear propuestas federa-les. Incluso algunos autores ven en la organización de la monarquíaaustracista un federalismo, cuando éste, obviamente, sólo se puede dar en unEstado liberal, dado que la Soberanía de un Estado federal parte de un prin-cipio antagónico con el Antiguo Régimen: es nacional y no real. Despuésserá compartida con otras soberanías de provincias, estados o repúblicas,pero la organización federal parte de un hecho: la emergencia de un Estado-nación.

La respuesta triunfante del doceañismo será la homogenización del terri-torio –la provincia– de la administración político económica – la diputación–y el control del jefe político –el centralismo de una figura que los novohis-panos señalaban como una continuidad del Antiguo Régimen y del inten-dente al ser con éste el poder ejecutivo y no la institución que lo nombrabapara ejercer control sobre la institución elegida y representativa de la provin-cia y en la que veían también que recaía la soberanía.

Dos fragmentos de discurso quizá clarificadores. El primero de Guridi yAlcocer, diputado por Tlaxcala:

Es pues preciso calmar con ella los ánimos y abstenernos de aquellas expresio-nes que pueden zaherirlos y que leerán en nuestros Diarios. Tal es decir fue igno-

20 Lee Benson, Nettie: La diputación provincial y el federalismo mexicano, El Colegio deMéxico, México, 1955.

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rancia crasísima de la Junta central declarar a las Américas partes integrantes dela Monarquía, no pudiendo ser la parte mayor que el todo. La providencia fuesapientísima en lo político y ningún error tiene en lo físico, pues no son partesde la Península, sino de la Monarquía, que se compone de ésta y de aquélla21.

Restaba la pregunta ¿si América era una parte y la Península era otra,cómo se organizaría el Estado, quién tendría la soberanía, la representación?Sabemos que la legitimidad, en general, no se cuestionó, era la del rey. PeroFernando VII, rey, hijo, nieto de reyes absolutos, ¿aceptaría esta igualdad quesuponía la pérdida de América como parte de su Patrimonio Real? Parecíadifícil22. La propuesta no fue aprobada.

El segundo fragmento es de Agustín Argüelles. Éste se sinceraba en laCámara:

La América, considerada hasta aquí como colonia de España, ha sido declaradasu parte integrante, sancionándose la igualdad de derechos entre todos los súb-ditos de V.M. que habitan en ambos mundos. Esta mutación maravillosa no habastado a calmar los ánimos e inquietudes de los señores americanos; V.M. hasido excesivamente liberal con una especie de emancipación tan generosa queninguna otra Nación de Europa ofrece ejemplo semejante23.

Claves para un Estado-nación hispano: la Constitución de 1812 ylas diputaciones provinciales

Planteada la Nación española como “la reunión de los españoles deambos hemisferios” restaba dilucidar su organización político administrati-va24. Desde el artículo 309 al 323 se sistematizaban los derechos, las compe-tencias y los límites del poder municipal. Los liberales peninsulares queríanabolir el poder jurisdiccional de la nobleza mientras que los americanos, enespecial los novohispanos, pretendían asumir las competencias autonomistas

21 DSC, 25 de enero de 1811, pág. 435.22 Recordemos los importantes artículos 1º, 2º y 3º de la Constitución. Importancia y significa-

ción hispana que sigue ignorando una parte de la historiografía española. 23 DSC, 23 de enero de 1811, pág. 422.24 Chust, Manuel y Frasquet, Ivana: “Soberanía, nación y pueblo en la Constitución de 1812” en

Secuencia, núm. 57, Instituto Mora, México, 2003, págs. 39-62.

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que el control del poder local les podía garantizar. Pero desde la teoría de larepresentación y de la soberanía, la estrategia de algunos americanos iba másallá, dado que trascendía la soberanía a los representantes municipales y, enespecial, a los diputados provinciales.

Y junto al municipio, será especialmente la diputación la institución depoder que utilizará el autonomismo americano para asumir competenciasautónomas. Institución provincial que los americanos plantearán como unórgano de poder político depositario de la soberanía, dado que sus diputadosprovinciales, argumentaban, lo eran mediante votaciones populares.

Estas reivindicaciones colisionaron con una configuración del Estado-nación que insistía por necesidad en mantenerse monárquico. Es por ello quehabrá que explicar también las propuestas centralistas de los liberalesespañoles, las cuales vendrán determinadas no sólo por su necesidad de uni-ficar la dispersión señorial del Antiguo Régimen sino por los planteamientosautonomistas de los americanos.

Iniciado el debate aconteció la primera división. El artículo 309 y el 326.La supervisión del Jefe Político tanto en el ámbito municipal como en el pro-vincial de las corporaciones locales y provinciales, fue interpretada por losdiputados americanos como un control centralizador. Representatividad localy provincial que pugnaba junto a la soberanía de la Nación. Perdida la bata-lla descentralizadora en el legislativo, incluso en el ejecutivo, se planteaba laautonomía en el ámbito municipal y provincial. Florencio Castillo, diputadopor Costa Rica, definió claramente el problema:

Si las Cortes representan a la Nación, los cabildos representan un pueblo deter-minado (...) con que si se teme que el Rey o sus Ministros influyan en las Cortes,siendo éste un cuerpo tan numeroso y cuyos individuos debemos suponer queestán dotados de grandes virtudes, ¡con cuánta más razón es de temer que losjefes de las provincias, que representan parte del poder ejecutivo, hayan deinfluir poderosamente en los ayuntamientos!25

La respuesta peninsular no se hizo esperar. El conde de Toreno presentóesta cuestión de la organización político administrativa como una problemá-tica federal. Propuestas federales americanas que le empujaban a ser cada vezmás vehemente con las propuestas centralistas:

25 Ibídem.

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El señor preopinante ha fundado todo su discurso en un principio a mi parecerequivocado, cuando ha manifestado que los ayuntamientos eran representantesde aquellos pueblos por quienes eran nombrados. Éste es un error: en la Nacionno hay más representacion que la del Congreso nacional. Si fuera según se hadicho, tendríamos que los ayuntamientos, siendo una representacion, y existien-do consiguientemente como cuerpos separados, formarían una nación federada,en vez de constituir una sola e indivisible nación26.

Con firmeza, el conde de Toreno ni siquiera intentaba ocultar la funciónsupervisora del Jefe político respecto a los ayuntamientos. Es más, la desta-caba como un elemento necesario contra el federalismo. Proseguía:

(...) los ayuntamientos son esencialmente subalternos del Poder ejecutivo: demanera, que sólo son un instrumento de éste (...) pero al mismo tiempo, paraalejar el que no se deslicen y propendan insensiblemente al federalismo, comoes su natural tendencia, se hace necesario ponerles el freno del jefe político,que, nombrado inmediatamente por el Rey, los tenga a raya y conserve la unidadde acción en las medidas del gobierno. Éste es el remedio que la Constitución,pienso, intenta establecer para apartar el federalismo, puesto que no hemos tra-tado de formar sino una Nación sola y única27.

Tal y como se fundaba el nuevo Estado-nación parecía que era una orga-nización federada la más apropiada para su funcionamiento. Resta una de lasgrandes cuestiones ¿era posible una Monarquía hispana federal? Ya lo hemosdicho, seguimos insistiendo. Los liberales españoles no eran gratuitamentecentralistas, lo eran por la contradicción que suponía incorporar las provin-cias de América en el mismo momento de creación del Estado-nación enigualdad de derechos y porque, además, el federalismo presuponía una formade estado republicano que podía profundizar en aspectos democráticos de larevolución liberal.

Sin embargo, no todo fueron conquistas. La normativa electoral dejabafuera de los derechos políticos, al igual que en las Cortes nacionales, a lascastas. Las reclamaciones de los americanos recordaban a las enunciadas enlos artículos 22 y 29. Ramos de Arizpe señalaba la contradicción que su-

26 Ibíd. Idem, pág. 2590. El subrayado es nuestro.27 Ibíd. Idem, pág. 2591. El subrayado es nuestro.

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ponía, desde el derecho civil, gravar a los mulatos con impuestos y dejarlosfuera del derecho de representación en sus municipios.

Por último resaltar una propuesta más que interesante de Ramos deArizpe. Planteó la venta de las tierras baldías y de realengos por parte de losmunicipios28. El objetivo de su enajenación era la conversión de estas tierrasen propiedad privada. Como sucedió en otras ocasiones importantes, la comi-sión de Constitución decidió dictaminar con el silencio. Pero obsérvese cómoRamos iniciaba aquí una propuesta tremendamente importante como era lanacionalización del Patrimonio Real. Aspecto trascendental en la proclama-ción no sólo de la independencia en México sino sobre todo con la de laRepública. Proclamada la independencia en 1821 ¿de quién iban a ser laspropiedades del Rey?, ¿de su sucesor? Es más, abolida la Monarquía borbó-nica e iturbidista en 1824, ¿quién iba a ser su propietario? ¿La Nación o losEstados? Las provincias, es decir, los futuros estados, también tenían unapugna netamente económica por impulsar desde su federalismo hacia laRepública la nacionalización del Patrimonio del rey. Por ello las provinciastuvieron pocos problemas en contribuir a proclamar la República siempre ycuando las posesiones del rey pasasen a los estados y no a la Nación, es decir,al Estado federal. Y cuando hablamos de las provincias estamos hablando desu clase dirigente que controlaba este proceso representativo liberal, lo cualno quiere decir, en absoluto, democrático.

El día 12 de enero de 1812 comenzó a discutirse otro aspecto trascen-dental de la Constitución. Al igual que los municipios, las diputaciones pro-vinciales serán las instituciones en las cuales los americanos pretendíanponer en marcha su autonomismo. Éstas se configuraban como auténticasplataformas representativas, soberanas y con competencias económicas, mili-tares, sociales y educativas capaces de desarrollar bajo sus impulsos los dese-os y aspiraciones del criollismo autonomista.

El debate se desarrolló en parecidos términos a los de los artículos sobrelos ayuntamientos. Con anterioridad Ramos de Arizpe había presentado su“Memoria” sobre la organización de las Provincias Orientales. “Memoria”que servirá de base a la comisión de Constitución para redactar los puntosbásicos de los artículos sobre la diputación provincial. La diferencia entre la

28 Ibíd. Idem, pág. 2601.

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interpretación de los peninsulares y la de los americanos respecto a la dipu-tación era cualitativa. Mientras Ramos y bastantes de sus compañeros de con-tinente, reivindicaban que la diputación tuviera competencias autonomistas,los peninsulares planeaban que la institución provincial fuera el instrumentoadministrativo centralizador que controlara las veleidades autonomistas eincluso federales de los municipios29.

Al igual que los municipios, para las diputaciones se preveía que fuera elJefe político, recordemos que era un funcionario de designación Real, su pre-sidente. Éste fue el primer punto de batalla entre americanos y españoles.Ramos Arizpe emprendió un encendido discurso en la Cámara contra la com-petencia de supervisor del Jefe Superior y el intendente en la institución pro-vincial. Diputación en la que Ramos veía el poder legislativo y soberanolegítimo, capaz de respetar los intereses provinciales frente a los nacionales.Así, el diputado por Coahuila, interpretaba esta figura real como un controlpor parte del gobierno central en cada una de las provincias del Estado, esmás, como un control del propio Monarca. El enfrentamiento dejaba de serimaginario, era directo. La figura del Monarca en la propia Constitución sepresentaba, en el discurso político de los novohispanos, con las convenientescontinuidades del absolutismo. El enfrentamiento cada vez era más directo,el antagonismo respecto a la monarquía también. Las cosas empezaban acambiar en el discurso de muchos de estos representantes de la Nación y tam-bién de sus provincias.

Ramos de Arizpe interrogó a los liberales peninsulares:

Ahora bien: apliquemos estos tan liberales principios. ¿Podrá la prosperidadinterior de las provincias dejar de depender del impulso del Gobierno, teniendoéste en la Diputación dos agentes inmediatos de grande influjo con voz y voto?Sería delito el pensarlo. ¿Dejará de tener ocasion el Gobierno por estos dos susagentes de subrogarse equivocadamente en lugar del interés personal? ¿Sehallará inmediato interés que sólo cabe en los vecinos de las provincias?Formándose esos cuerpos de esos dos jefes con voto, ¿podrán llamarse forma-dos por la elección libre de las provincias, o que en el fondo se merecerán la con-

29 Chust, Manuel: “La vía autonomista americana. Una propuesta federal en las Cortes de Cádiz”en Estudios de Historia Novohispana, núm. XV, 1995, págs. 159-187.

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fianza que los demás individuos, y tendrán esos conocimientos locales que seproclaman como necesarios para la prosperidad interior?30

La problemática esgrimida por los novohispanos contra los liberalespeninsulares era conocida. Su querella hacía referencia al número insuficien-te de diputaciones –sólo seis–, el número, asimismo insuficiente, de diputa-dos y, en especial, el carácter cualitativo –de soberanía– de su representación,que era negado en la Constitución. En el primer aspecto, tan solo fueron con-templadas quince diputaciones para toda América. Si bien en el decreto de 23de mayo de 1812 sobre el “Establecimiento de Diputaciones provinciales”los americanos consiguieron aumentar su número en cinco más: Cuzco enPerú, Quito en Nueva Granada, Charcas en Buenos Aires, San Luis de Potosíen Nueva España, León de Nicaragua en Guatemala que incluía la provinciade Costa Rica y Santiago de Cuba. La diferencia era ostensible con respectoa la Península en la que se establecían treinta y una, mientras que paraAmérica eran dieciocho31.

Pero la problemática no era sólo cuantitativa sino también cualitativa.Guridi y Alcocer insistía, ya lo había hecho en la cuestión municipal, en elcarácter soberano que la elección popular confería a los diputados provincia-les, y por ende a la institución:

Yo tengo a los diputados provinciales como representantes del pueblo de su pro-vincia, cuando hasta los regidores de los ayuntamientos se han visto como talesaun antes de ahora. Unos hombres que ha de elegir el pueblo y cuyas facultadesles han de venir del pueblo o de las Cortes, que son la representación nacional,y no del Poder ejecutivo, son representantes del pueblo32.

La cuestión federal estaba planteada desde la vertiente parlamentaria. Lacontradicción irresoluble entre ésta y la Monarquía será uno de los orígenesrepublicanos en México. Y ambas, la cuestión federal y la cuestión republi-

30 DSC, 12 de enero de 1812, pág. 2608.31 Las provincias establecidas en la Península tras el decreto de 23 de mayo de 1812 sobre dipu-

taciones eran las siguientes: Aragón, Asturias, Ávila, Burgos, Cataluña, Córdoba, Cuenca, Extremadura,Galicia, Granada, Guadalajara con Molina, Jaén, León, Madrid, La Mancha, Murcia, Navarra, Palencia,en cada una de las tres provincias vascas, Salamanca, Segovia, Sevilla, Soria, Toledo, Valencia, Valladolid,Zamora, las islas Baleares y las islas Canarias.

32 DSC, 13 de enero de 1812, pág. 2618.

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cana, tuvieron sus orígenes políticos en las Cortes gaditanas y, como vere-mos, su continuación en las Cortes de los años veinte.

Fue el conde de Toreno quien, sin tapujos, abordó la cuestión. No ocultósus temores a que una descentralización, sobre la base de las diputacionesprovinciales, condujera al federalismo en primer lugar y, en segundo, a laindependencia:

Prescindo de si para una Monarquía tan extensa es el más adecuado (el sistemaconstitucional que se está aprobando) ésta no es la cuestión, ni mi objeto el tra-tar de ella. La comisión no ha intentado formar un federalismo, y siguiendo esterumbo, en caso de dar facultades a las Cortes ordinarias, no deberían ser paraaumentar su número, según quieren algunos señores, sino solamente para dismi-nuirlo si lo tuvieren por conveniente. Esto prescriben los principios, de los cua-les es conveniente no nos apartemos33.

Los americanos se vieron en la obligación de contestar estas graves acu-saciones. Mariano Mendiola y el propio Guridi y Alcocer se esforzaron en latribuna por intentar separar sus propuestas de las federales. Mendiola inten-taba, asimismo, desvanecer esos fantasmas. Las acusaciones eran graves.Eran acusaciones de ser republicanos, jacobinos, demócratas. Lanzadascomo anatemas por los liberales peninsulares eran recogidas por los novohis-panos como verdaderas acusaciones de “traidores”. Tendremos que reflexio-nar mucho sobre el verdadero concepto que para la época significaba lapalabra “republicano”. En la época de los años veinte del Ochocientos y noen otro tiempo. No hagamos anacronismos. Republicanismo: sinónimo dedemocracia, de anarquía, de estado disoluto. Porque ¿qué estado era el únicorepublicano?: los Estados Unidos de Norteamérica. Republicano... y federal,antigua ex-colonia y con mitología casi-demócrata aunque no lo fuera. Sibien la “democracia jacksoniana” estaba cercana. Tanto o más como la gue-rra de la segunda independencia contra su exmetrópoli Gran Bretaña.

Ni se diga que el federalismo posible de estas Diputaciones será funesto a lamadre Patria. No hay federalismo sino entre potencias iguales o de un mismoorden (...) Estas Diputaciones están subordinadas al Gobierno como los consu-lados, como las cofradías, como la misma Audiencia respecto de cada uno de sus

33 DSC, 12 de enero de 1812, pág. 2608. El subrayado es nuestro.

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individuos y como lo han estado siempre los ayuntamientos; que todos, todoshan estado y están tan remotos de estas temidas federaciones, como subordina-dos siempre e intervenidos constantemente por la superior representación delGobierno. En estas juntas de la Península habría, es verdad, la federación quearguye el Sr. Argüelles, porque conforme a nuestra respuesta eran iguales enpoder y aspiraban sin subalternación a representar a la Magestad ausente; ycomo todos caminaban a un fin, fue consiguiente, necesario e inevitable la pro-vechosa federación que por tan diversos principios no es de imputar a lasDiputaciones34.

Tras intensos y prolongados debates la Constitución se sancionó en lapenínsula el 19 de marzo de 1812. En Nueva España, el código fue jurado el30 de septiembre de 1812. Las celebraciones duraron más de una semana35.Sin embargo, el virrey Venegas bloqueó su aplicación en suelo novohispano.Éste, tras la proclamación de la Constitución, había visto reducido su podera Jefe político de la provincia de México, por lo que su campo de acción polí-tico-militar se vio muy constreñido. Aun así, Venegas suspendió la libertadde prensa y anuló las elecciones municipales de noviembre de 1812 aducien-do que se habían cometido irregularidades y encarceló a presuntos colabora-dores de la insurgencia como el oidor Jacobo de Villaurrutia, el escritor yperiodista José Joaquín Fernández de Lizardi y persiguió a Carlos María deBustamante, quien se pasó a las filas de la insurgencia. Si bien ello no impi-dió que en las restantes provincias novohispanas se realizaran las elecciones.Venegas fue sustituido el 4 de marzo de 1813 por el general Calleja, quienreemprendió el proceso electoral donde había quedado suspendido.

La reacción absolutista monárquica: fin de las propuestas autonomistas americanas

La suerte de la guerra durante estos años varió tras la marcha de unabuena parte de la Grand Armeé a la campaña de Rusia. El desastre de aque-lla campaña en el invierno de 1812 y las victorias del ejército británico y elreconstruido ejército nacional español hicieron que la guerra de España estu-

34 Ibídem35 Frasquet, Ivana: “Cádiz en América: liberalismo y Constitución” Mexican studies/Estudios

mexicanos, Volumen 20, núm. 1, Universidad de California, Irving. 2004.

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viera casi perdida en el otoño de 1813 para Napoleón. Fue entonces cuando,tras el tratado de Valençay en 11 de diciembre de 1813, Napoleón “liberó” aFernando VII. La táctica napoleónica se podía presagiar: liberar a Fernandopara que empezara a oponerse al gobierno constitucional y generara divisiónentre el incipiente Estado constitucional. Fernando VII jamás obedecerá elmandato de las Cortes para que jurara la Constitución. Por el contrario,demoró su viaje para buscar apoyos civiles, militares y eclesiásticos con lafinalidad de derrocar al gobierno constitucional. Finalmente, lo logrará el 4de mayo de 1814 tras su golpe de estado en Valencia.

Tras el golpe, el rey volvió a restaurar el absolutismo con el sistema delos consejos, las audiencias y la chancillería. Las capitanías generales susti-tuyeron a los jefes políticos en las provincias, mientras que de la administra-ción hacendística se volvieron a encargar los intendentes y los subdelegadosde rentas. Por lo que respecta a la administración local, los alcaldes constitu-cionales fueron obligados a dimitir y sustituidos por corregidores y alcaldesmayores, quienes recuperaron sus atribuciones anteriores a 1808, mientrasque las diputaciones provinciales quedaron disueltas.

El triunfo del absolutismo supuso la derrota del liberalismo doceañista ycon él, las pretensiones autonomistas americanas quedaron truncadas. Larepresión absolutista fue efectiva, tanto en la península como en NuevaEspaña. Brillantes políticos e intelectuales fueron desterrados a Mahón,como el caso de Gutiérrez de Terán, otros confinados, como Joaquín Maniauaunque salió en 1815, y otros encarcelados durante los seis años de absolu-tismo, como Ramos de Arizpe. El diputado por Coahuila fue sometido a unriguroso juicio en la cárcel de la Inquisición, acusado de traición al rey.Después de más de un año encarcelado en Madrid fue trasladado al monas-terio de Porta-Coeli en Bétera, a 20 kilómetros de Valencia. Finalmente fuepuesto en libertad en 1820 por los revolucionarios valencianos tras proclamarla Constitución.

La vivencia de estos hombres, su experiencia carcelaria, la represión y eldesmoronamiento de la construcción autonomista americana que se estabaedificando en Cádiz influyó sobremanera en los diputados, presentes o no enCádiz, de las legislaturas del Trienio Liberal. Estos aspectos y, obviamente,los acontecimientos que estaban ocurriendo en América, en donde la insur-gencia no sólo conseguía asentar sus Estados independientes sino queademás ganaba terreno, tanto político como espacial, serán casi decisivos

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para explicar su actuación durante el Trienio Constitucional. Insurgencia quea medida que se iba asentando iba también proclamando sus ideas republica-nas, aunque hubiera un tránsito en ellas buscando fórmulas imposibles deconsenso, como pasará también en México.

El Estado absoluto se enfrentó a un persistente problema como fue la cri-sis de la Hacienda Real, casi en bancarrota, con los créditos bloqueados y conel problema americano agravado por las guerras de independencia.Problemática bélica americana que acrecentaba el presupuesto militar y quebloqueaba los ingresos.

Además el contexto europeo favoreció al absolutismo fernandino dadoque los tratados de París y Viena en 1814 y 1815 fraguarían una alianza delas monarquías moderadas y absolutistas de Gran Bretaña, Prusia, Austria yRusia. En este contexto, la Monarquía española preocupada por controlar lospronunciamientos liberales en el interior y, sobre todo, por recuperar los terri-torios americanos que se habían independizado, ingresará en 1817 en laSanta Alianza, organización creada con el fin de intervenir militarmente con-tra cualquier régimen liberal, incluidos los americanos.

La vuelta del constitucionalismo

El pronunciamiento liberal del teniente coronel Rafael del Riego enCabezas de San Juan el 1 de enero de 1820 va a culminar en marzo con laproclamación de la Constitución de 1812 por numerosas ciudades peninsula-res. Finalmente, Fernando VII se vio obligado a jurarla, por vez primera. Sereiniciaba un periodo de libertades políticas con la abolición de laInquisición, la libertad de los presos políticos, la libertad de imprenta, lavuelta de los exiliados, la de los ayuntamientos constitucionales, de las dipu-taciones, etc., y la creación de una Junta provisional consultiva que el 22 demarzo de 1820 convocó elecciones a Cortes, al tiempo que, a instancias de lapropia Junta, el rey nombró a un nuevo gabinete ministerial con AntonioPorcel como secretario de Ultramar.

Las nuevas Cortes comenzaron el 9 de julio de 1820 y se prolongaronhasta el 9 de noviembre de ese mismo año. Nombres ilustres se sumaron a lanómina de los doceañistas: Lucas Alamán, Pedro La Llave, Joaquín Maniau,Francisco Fagoaga, Manuel Gómez Pedraza, José María Gutiérrez de Terán,

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Tomás Murphy, Juan Nepomuceno Gómez Navarrete, José MarianoMichelena o Lorenzo Zavala.

Michelena y Ramos de Arizpe propusieron el 13 de octubre de 1820varias cosas: la creación de una diputación provincial en Arizpe, capital delas intendencias de Sonora y Sinaloa, quedando integrada la Baja y AltaCalifornia en los territorios que contemplaría esta gran provincia; una segun-da diputación en Valladolid de Michoacán, que estaría integrada por los terri-torios de las intendencias de Michoacán y de Guanajuato, y también que a ladiputación de San Luis se le agregara la intendencia de Zacatecas y que seestablecieran dos casas de moneda, una en Guadalajara y otra en Zacatecas.

Previamente a la discusión, la diputación americana consiguió que sepasara un expediente a las comisiones de Ultramar y de Hacienda, remitidopor el secretario de Despacho y con el visto bueno del Gobierno, Consejo deEstado y Contadurías generales de Indias, por el que se reclamaba que en “lospaíses de ultramar” se separaran las intendencias de los mandos militares”36.Era la primera medida de una compleja pero hábil estrategia de los america-nos, comandada por la diputación mexicana. Con ello, deslindaban de lasintendencias la administración político-económica de la militar. Las reminis-cencias de la administración absolutista y colonial tenían que desmontarse, altiempo que se ponían las bases para el nuevo Estado-nación. Restaba saber siera el mexicano o el hispano, si se configuraba desde el federalismo de lasprovincias o desde el centralismo estatal.

La comisión de Ultramar aprobó sin reparos la creación de la diputaciónen Valladolid, la integración de la intendencia de Zacatecas en la diputaciónde San Luis y la fundación de casas de moneda en Zacatecas y Guadalajara.

La estrategia americana, fundamentalmente novohispana, continuó esosdías, esas semanas. Ramos se lanzó a una ofensiva muy estudiada. Consiguióque se aprobara la propuesta de separación del mando militar de las inten-dencias. Éste estaba vinculado a la administración político-económica. Era elcaso de Arizpe. Ramos había conseguido solventar los problemas que provo-caba, para su propósito autonomista, que la jurisdicción militar estuvieraunida a las intendencias. Las propuestas fueron aprobadas obteniendoMéxico dos diputaciones más.

36 DSC, 5 de octubre de 1820, pág. 1415.

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El mismo día, sin descanso, Ramos, Michelena, Couto, Cortázar yFagoaga lanzaban a la Cámara catorce propuestas que complementaban todala estrategia pergeñada sobre las competencias de las diputaciones. Esta vezles correspondía el turno a las funciones económicas. Estos diputados plan-tearon crear en México el cargo de Superintendente general responsable detodos los intendentes y directores de rentas de la América septentrional y concompetencias para recaudar, administrar e invertir las rentas; también plante-aron una reforma de la contaduría general y proveer un intendente, un conta-dor y un tesorero en cada provincia con la finalidad de recaudar lascontribuciones y rentas, excluido el crédito público, mandándolas a laContaduría general de México que, a su vez, tendría que trasladarlas a la dela Nación. Además proponían una organización del presupuesto, pormenori-zado, de gastos: la tercera parte de la dotación de la Casa Real, de la secre-taría de la Gobernación de Ultramar y de las demás secretarías, así como delsueldo de los consejeros de Estado. La lista era extensa y proseguía: las die-tas y viajes de los diputados, los haberes de las tropas y los gastos de los pre-sidios, de los apostaderos, escuelas náuticas y arsenales, los gastos dejusticia, incluidos los de los jefes políticos, sus secretarías y las diputacionesprovinciales, los sueldos de los empleados en rentas, los gastos deUniversidades y escuelas de primeras letras, los gastos de “población y pro-tección de agricultura e industria” y los Montepíos, garantizando la compe-tencia exclusiva de las Cortes para incrementar estas partidas. La forma desufragarlo sería una contribución directa entre todas las provincias propor-cional a su riqueza. Para ello se formaría una Junta repartidora que estaríacompuesta por un diputado de cada provincia –obsérvese la composiciónpropia de un federalismo–. Una vez adjudicado el reparto, correspondería alas diputaciones provinciales establecer su recaudación en las cajas de pro-vincia. Por último, el proyecto señalaba las rentas que pertenecían al Estado:la parte de las rentas decimales que señalaran las Cortes, las rentas de corre-os, las de aduanas de puertos y fronteras, las casas de moneda y apartado yla contribución directa.

Deslindado el poder militar del político-económico, propuesta la crea-ción de dos nuevas diputaciones, los diputados mexicanos presentaban ahoratodo un gran proyecto para administrar la hacienda de México desde las com-petencias provinciales. Se trataba de obtener el poder de recaudar, gestionar

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desde la provincia así como señalar los deslindes de obtención de rentas entrelas provincias y el estado. Se trataba, en el fondo, de una autonomía fiscal37.

Ramos de Arizpe, cansado del entorpecimiento que tanto en Américacomo en la península se ponía al proyecto autonomista americano, hastiadode ver como, reiteradamente, se frenaba la aplicación de los decretos enAmérica, estalló en la Cámara. Era toda una declaración de intenciones:

(...) hay la fatalidad horrorosa, principio de nuestra división y desgracia, de creerque las leyes dadas por el Congreso, y que son para todas las provincias sinexcepción alguna, toda la vez que no expresa que son extensivas a la América,no las comprenden; a lo menos así lo aparentan los gobernantes de aquellos paí-ses, y no las ejecutan.Tratándose de Méjico, de si se pondría diputación provincial, han salido dificul-tades que no son hijas de la ley, sino de la malignidad de los gobernantes, y esamisma malignidad puede arrastrar a la lucha más sangrienta en el mismo acto enque debía estrecharse el lazo de la fraternidad entre todos los españoles. Masahora observo que no es sólo en Méjico donde se suscitan estas dudas, sino quequien las promueve es la covachuela de Madrid, y la Secretaría del Despacho.(...) Ya estamos aburridos los representantes de América; hemos dicho variasveces que la ley ha de comprender a los españoles de allá y de acá (...) Es preci-so que se fijen estas ideas, de lo contrario no habrá Américas38.

El siguiente paso de la estrategia mexicana fue proponer que en cadaintendencia hubiera una diputación provincial, en el caso de que no estuvie-ra establecida. Firmaban la propuesta, entre otros americanos, los mexicanosRamos de Arizpe, Zavala, Maniau, Fagoaga, Couto y Michelena. El 17 demarzo de 1821 los mexicanos hicieron extensiva la petición para todaAmérica porque es “indudable que cada intendencia de Ultramar tiene elcarácter y es de hecho una verdadera provincia”39.

Fue Ramos de Arizpe quien defendió ante la Cámara el 21 de marzo laproposición. Y lo hizo desde un planteamiento general americano que des-lizó rápidamente al particular mexicano, argumentando criterios de pobla-

37 Jáuregui, Luis y Serrano, José Antonio (coord.): Las finanzas públicas en los siglos XVIII-XIX,Instituto Mora-El Colegio de Michoacán, El Colegio de México-Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM, México, 1998.

38 DSC, 5 de noviembre de 1820, pág. 2090. 39 DSC, 17 de marzo de 1821, pág. 522.

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ción, territorio, distancia entre las provincias, malas comunicaciones, disper-sión y esgrimiendo razones históricas de la anterior división en intendenciasy las justas reclamaciones a que habían dado lugar en las provincias.

La discusión se demoró hasta el 30 de abril. Ramos presionó a la Cámaracon denuedo. Reivindicó la creación de diputaciones en Oaxaca, Guanajuato,Veracruz y, por fin, descubrió su estrategia. O´Donojú iba a partir haciaMéxico y era trascendental para el éxito del proyecto autonomista que lleva-ra consigo el decreto aprobado por las Cortes. Las noticias del Plan de Igualaya eran más que sabidas entre los autonomistas mexicanos. Eran otros plan-teamientos los que se estaban gestando en el propio México que incluso, deno llegar O´Donojú a tiempo, podrían poner en peligro la obra autonomistaque desde hacía décadas y ahora meses, estaban tejiendo los mexicanos en laPenínsula.

Planes, Cortes e Independencia

El 4 de junio de 1821 llegaron las noticias del Plan de Iguala a las Cortes.Se suspendió la discusión prevista para ese día. Se leyó en la Cámara el infor-me del virrey comunicando los planes de Iturbide. El virrey dio a conocer elPlan y los hechos, demandaba medidas concretas y no ahorraba calificativospeyorativos contra el ahora “traidor” de la Monarquía.

El 24 de junio el conde de Toreno presentó el dictamen de la comisiónespecial, en la cual participaban Lorenzo de Zavala, Lucas Alamán,Francisco Fagoaga, Bernardino Amati y Fermín Paul, que se había constitui-do para proponer a las Cortes las medidas convenientes para “la pacificación”de América. Los americanos lo consideraron defraudante. La comisiónacordó no proponer ninguna medida a las Cortes y trasladar el problema algobierno. Fernando VII había bloqueado cualquier iniciativa de la comisión.Habían pasado varias semanas para nada, pensaron los americanos. Su res-puesta fue concluyente. Al día siguiente presentaron 15 propuestas y todauna pormenorizada explicación de sus razones. Las propuestas estaban fir-madas por 49 diputados americanos, no obstante su redacción final la pre-sentaron José Mariano Michelena y Lucas Alamán. En un extenso, peroclarificador preámbulo, los americanos insistían en la problemática en que lasprovincias americanas se encontraban para tener una representación en lasCortes al tiempo que éstas se reunían dada la distancia, la amplitud del terri-

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torio y otros pormenores accidentales. En segundo lugar, denunciaban unavez más, las dificultades que las autoridades en América ponían a la aplica-ción de los decretos y de la Constitución, en especial la libertad política dederechos y de representación así como la división de poderes, la libertad deimprenta, etc. Denunciaban que los jefes políticos se atribuían demasiadascompetencias y los virreyes una manifiesta autoridad “donde no hay cosa quepueda equilibrar o templar este poder terrible.” Jefes políticos y virreyes queseguían siendo identificados con el poder del rey.

Pero la crítica de fondo era, una vez más, de representación. Los ameri-canos, sin decirlo pero argumentándolo, cuestionaban la calidad de la repre-sentación nacional. Seguían abogando por una representación provincial quecontribuyera a crear la nacional y no al revés:

¿Cómo pueden los diputados de Nueva España, por ejemplo, dar leyes a provin-cias que no conocen ni han visto, ni saben sus costumbres, sus virtudes, susvicios, sus usos, sus preocupaciones, su situación, las relaciones que tienen opueden tener, ni el carácter de sus habitantes?40

Restaba la última carga de profundidad. Quizá una de las claves de esteperiodo y de la cuestión americana en el Trienio. Los americanos, Michelenay Alamán al frente, reconocían que el sistema constitucional, liberal, paraAmérica, para México, era el que ellos habían contribuido a crear, a elaborar,por el que habían sido encarcelados y perseguidos, etc. La diferencia es queahora seguían creyendo en su validez legislativa pero descentralizando lostres poderes de Madrid: unas Cortes propias, un gobierno propio, un poderjudicial propio, y claro está, una hacienda propia porque sin recursos econó-micos, sabían, no habría mucho porvenir.

Quedaba el vínculo de unión, el símbolo omnipresente, la Monarquía,como forma de gobierno que no de Estado. Permanecía la Monarquía para lamayoría de diputados pero, como veremos, no para Ramos y Couto que sedesmarcaron. ¿Qué estaban proponiendo ahora los mexicanos, una“Commonweallth” para los territorios hispanos? Era la lógica puesta en prác-tica de los artículos constitucionales. Era desarrollar, al tiempo que solventar,

40 DSC, 24 de junio de 1821, pág. 2.473.

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la problemática, un Estado-nación hispano fundado y que ahora le tocabacrecer.

¿pueden los americanos apetecer un sistema de gobierno más liberal, más bienconstituido, más económico, más análogo a las ideas del siglo y al genio ameri-cano? Parece que no se puede perfeccionar más una monarquía moderada41.

Las propuestas que presentaron constituían toda una proclama, bien estu-diada y estructurada, de federación. Los mexicanos, a la cabeza de la diputa-ción americana, proponían que hubiera tres secciones de las Cortes enAmérica, una en Nueva España, incluidas las provincias internas yGuatemala, la segunda en el reino de Nueva Granada y las provincias deTierra-Firme y la tercera en Perú, Buenos Aires y Chile. Las capitales dondese reunirían serían México, Santa Fe y Lima, tendrían las mismas competen-cias que las Cortes generales y sus diputados las mismas competencias y lasmismas facultades que las generales en su territorio, a excepción de la polí-tica exterior. Y junto al poder legislativo, la propuesta contemplaba la crea-ción de un poder ejecutivo que actuara por delegación del rey en “un sugetonombrado libremente por S.M. entre los más distinguidos por sus cualidades,sin que se excluyan las personas de la familia real”, se establecerán cuatroministerios –gobernación, hacienda, gracia y justicia, guerra y marina–, untribunal supremo de justicia y un consejo de Estado en cada una de las sec-ciones. Por lo que hacía referencia a los aspectos económicos se establecíanlas reglas para que el comercio entre la península y América se considerarainterior entre provincias de toda la monarquía, teniendo los mismos derechoslos americanos que los peninsulares para ocupar los cargos públicos. LaNueva España se comprometía a entregar en seis años 200 millones de realespara contribuir a pagar la deuda exterior, a contribuir con 40 millones de rea-les anuales para la Marina y a pagar toda la deuda pública contraída en suterritorio. Para dicho pago el plan establecía que las rentas del estado y lasfincas de su territorio quedaran como hipoteca. Por lo que respecta a las otrassecciones quedaba para un futuro próximo ponerse de acuerdo en el pago delas cantidades. Ello evidencia que el Plan estaba diseñado y pensado porMichelena y los mexicanos y que se extendió por pura estrategia a los demásterritorios americanos. Entre los mexicanos se encontraban Michelena, Gó-

41 DSC, 24 de junio de 1821, pág. 2.475.

MANUEL CHUST

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mez Pedraza, Quirós y Millán, Uraga, Cortázar, Fagoaga, Zavala, Gómez deNavarrete, Alamán, Quio Tecuanhuey y Ramos de Arizpe. Sin embargo, ésteretiró su firma en último momento.

Apareció Ramos en la cuestión. Subió a la tribuna para proponer el 26 dejunio todo un pliego de propuestas que, en síntesis, coincidían con las pre-sentadas por Michelena el día anterior, si bien había algunas particularidadesy modificaciones. En primer lugar, y creemos importante el hecho, las 16propuestas iban referidas exclusivamente a México. Es decir, Ramos no lasvinculaba a un plan global para toda la América sino sólo al territorio mexi-cano, llamándolo además por este apelativo, en contraste con el anteriordocumento en el que se mantenía el de Nueva España. No era la única dife-rencia de nomenclatura. A Fernando VII le atribuyó el calificativo de “rey delas Españas”. Desde Cádiz, no se había vuelto a distinguir con ese título quehacía referencia a las diversas particularidades dentro de la Monarquía.

En segundo lugar, la diferencia más notoria es que en el artículo 5º,Ramos propuso que entre la delegación que asumiera el poder ejecutivo seexcluyera a los familiares de Fernando VII. No olvidaba Ramos los seis añosde cárcel. Pero no sólo era un pretendido resentimiento. Era una provocación.Ramos sabía muy bien que en el caso de aceptar el plan de Michelena, cosahipotética, el rey nunca aceptaría un plan en donde sus herederos no contro-laran una América constitucional. Ramos estaba planteando ya los límites dela separación. ¿Estaba trabajando ya en pos de una República federal mexi-cana? Estamos aún en 1821, puede que fuera así. De esta forma lo explicabaRamos:

Unidos siempre en principios y en fines con nuestros compañeros, lo estamostambién sustancialmente en los medios que se proponen para ver cumplido ennuestra Patria el grande principio que comprende el art. 13 de la citadaConstitución. Mas la importancia de este grave negocio, y el deseo vivo y since-ro de acertar aún en el modo de presentar los medios, y en la aplicación de estosmismos con más o menos extensión, nos ha obligado a diferir accidentalmentealgún tanto en el modo y extensión de las proposiciones que se han leído.Sensible nos es aún esta pequeña y accidental divergencia y prescindiríamos deexpresarla si concibiésemos que de ello podía venir el menor perjuicio a la causade nuestra Patria; más convencidos, después de serias meditaciones, de que laextensión exacta de nuestras ideas en el modo, y con la extensión que las con-cebimos, no es otra cosa que una consecuencia del proceder francamente libre

Cuestión federal, cuestión republicana

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que hemos usado por tantos años como hombres públicos, hemos resuelto pre-sentarlas bajo un proyecto de ley que sujetamos a la deliberación sabia y pru-dente de las Cortes42.

Ni las reivindicaciones de Michelena y Alamán, firmadas por la mayorparte de la diputación americana, ni las de Ramos y Couto fueron aceptadaspor las Cortes. El 30 de junio se cerraban las sesiones de la legislatura. No sevolverán a abrir hasta el 22 de septiembre de 1821. Un mes antes se habíanfirmado los Tratados de Córdoba. El 21 de septiembre se sancionaba la decla-ración de Independencia de México. Cuando lleguen las noticias de la firmadel Tratado de Córdoba a las Cortes, se rechazará el acuerdo. Aquí finaliza-ba la trayectoria autonomista mexicana en las Cortes de Madrid. Otro pro-yecto empezaba a triunfar. Un proyecto conocido y dirigido por losmexicanos autonomistas, un proyecto nacional mexicano. Un proyecto gadi-tano, pero monárquico. Un proyecto que tendría las bases del primer federa-lismo mexicano. Se trataba de solventar la problemática monárquica.

42 DSC, 26 de junio de 1821, pág. 2.496.

MANUEL CHUST

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El fracaso del moderantismo iturbidista en México:la Junta Nacional Instituyente, 1822-1823

IVANA FRASQUET

CIAL. Universitat Jaume IUnidad Asociada a la EEHA-CSIC

Introducción

Es una idea comúnmente admitida que el colapso de la Monarquía hispá-nica producido a partir de 1808 tras la invasión francesa de la península y lareunión de las Cortes de Cádiz en 1810 inició el camino hacia las indepen-dencias americanas. Lo que ya no es tan habitual es encontrar estudios dondeestas revoluciones se interpreten como un cambio cualitativo operado en lassociedades de Antiguo Régimen –americanas y española– capaz de transfor-mar revolucionariamente, en Estados naciones independientes gran parte delos antiguos territorios de la Monarquía1.

La América hispana, llamada también a formar parte de las Cortes, par-ticipó en la redacción de decretos y leyes liberales y sancionó la Constituciónde 1812. Los diputados americanos elaboraron y propusieron, primero enCádiz y después en Madrid en los años veinte, un proyecto autonomista queincluía a sus territorios dentro del Estado-nación en el que se pretendía con-vertir a toda la Monarquía.

Los novohispanos, los más combativos en las Cortes durante el bienio1820-1822, intentaron desarrollar las diputaciones provinciales como institu-ciones que representaban ese autonomismo americano2. La proclamación del

1 Entre estos últimos se encuentran los trabajos de Chust, Manuel: La cuestión nacional ameri-cana en las Cortes de Cádiz, Fundación Instituto Historia Social-UNAM, Valencia, 1999; Serrano, JoséAntonio: Jerarquía territorial y transición política: Guanajuato, 1786-1836, El Colegio de Michoacán,México, 2001; Rodríguez, Jaime E.: La independencia de la América española, FCE, México, 1996.

2 Un trabajo que recoge la actuación de los diputados novohispanos en las Cortes de Madridentre 1820-1822 es el de Frasquet, Ivana: “La cuestión nacional americana en las Cortes del TrienioLiberal, 1820-1822”, en Rodríguez O., Jaime E. (coord.): Revolución, independencia y las nuevas nacio-nes de América, Fundación Mapfre Tavera, Madrid, 2005.

Insurgencia y republicanismo – Págs. 189-214

Plan de Iguala y el posterior rechazo a los Tratados de Córdoba por parte deFernando VII y las propias Cortes, terminaron con la posibilidad de continuarformando parte del Estado-nación hispano. Sin embargo, los diputados mexi-canos se llevaron de la península algo más que una experiencia vital.Asumieron e interiorizaron no sólo las teorías políticas sino también la pra-xis constitucional y liberal y la aplicaron a la construcción de su propioEstado-nación independiente.

El primer Congreso constituyente mexicano –inaugurado el 24 de febre-ro de 1822– nacía con una fuerte herencia gaditana y liberal que sólo aban-donaría por la fuerza3. La monarquía constitucional adoptada como forma degobierno sería uno de los pilares legitimadores del Estado independiente. Demomento, el trono reservado a Fernando VII sería ocupado por una Regenciade cinco miembros presidida por Agustín de Iturbide, quien había proclama-do el Plan de Iguala.

Las desavenencias entre el regente y el Congreso comenzaron muypronto, sobre todo debido a la extensa aplicación de las leyes gaditanas y alas interpretaciones liberales que los diputados hacían de la Constitución de1812. La única que regía en el país como ley fundamental. Recordémoslo.La proclamación de Iturbide como emperador de México producida enmayo de 1822 aumentará, si cabe, las divergencias entre el cuerpo legislati-vo y el Gobierno. El emperador no participaba del modelo de Estado liberalque la mayoría de los diputados estaban intentando construir, con unasamplias prerrogativas para el poder legislativo y con el desarrollo de atribu-ciones para las diputaciones provinciales que ya comenzaban a reclamarmayor autonomía.

Las primeras críticas hacia la forma de gobernar de Iturbide y de su exce-sivo control sobre el Congreso aumentaron los rumores acerca de conspira-ciones republicanas fraguadas en el círculo cercano a algunos diputadosliberales. El emperador no dudó en detener y encarcelar a una parte de éstosy posteriormente –en octubre de 1822– en disolver la Cámara legislativa. Deeste modo, hacia el mes de noviembre, la revolución iniciada pocos meses

3 La aplicación y desarrollo de los decretos y leyes gaditanos durante esta etapa en México, yalos hemos estudiado en otros trabajos. Sobre todo en Frasquet, Ivana: La construcción del Estado-naciónen México (1820-1824). Del liberalismo hispano a la República federal, Tesis doctoral, Universitat JaumeI, Castellón, 2004.

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antes en el Congreso que pretendía construir el Estado mexicano desde pará-metros liberales –no sólo en los aspectos económicos y políticos sino tam-bién en los sociales, culturales, ideológicos, etc.– se veía frenada por elmoderantismo de Agustín I. La revolución no se tornaba en reacción peromoderaba sus aspectos más liberales y concentraba en el poder ejecutivo lamayor parte de las competencias legislativas. El moderantismo asumía suprotagonismo en la construcción del Estado-nación mexicano.

Los inicios de la Junta: temas políticos, temas económicos

Tras la disolución del Congreso constituyente el 31 de octubre de 1822,Iturbide procedió a nombrar una Junta denominada Nacional Instituyentepara sustituirlo. Eligió a cuarenta y cinco vocales propietarios y nuevesuplentes para formarla y se reunió por primera vez el 2 de noviembre en elmismo salón donde días antes lo había hecho el Congreso. En la sesión inau-gural, el emperador pronunció un discurso en el que reflejaba todos los erro-res que, según él, había cometido el extinguido Congreso. Criticó laconvocatoria de elecciones que elaboró la Junta Provisional Gubernativa porparecerle poco ajustada al proyecto que él mismo había querido imponer. Einsistió en aquello que consideraba más grave: la cuestión de la soberanía. Eneste tema el Congreso había seguido mayoritariamente la praxis política delas Cortes de Cádiz y asumido las teorías del liberalismo doceañista4. Por suparte, el emperador consideraba que el poder legislativo no podía ejercer su

4 La revolucionaria visión que se impone en las Cortes de Cádiz sobre la soberanía de la naciónserá asumida por los legisladores mexicanos en la construcción de su propio Estado-nación. Los ciudada-nos, reunidos en sociedad mediante un “pacto social”, formaban la “nación” y en ellos residía la sobe-ranía. Esta soberanía era trasladada a los representantes, es decir, al Congreso, para que ejerciera el poderlegislativo. Mientras tanto, la labor del Ejecutivo se limitaba a obedecer las órdenes que emanaran de suseno. En este sentido era el Congreso quien concedía a Iturbide el poder ejecutivo, tal y como en Cádiz sehabía concedido al rey ser el gobernante de la nación por parte de las Cortes y no como un derecho suce-sorio. Para una síntesis de la concepción de libertad y soberanía en las Cortes de Cádiz véase AntonioRivera: “El concepto de libertad en la época de las Cortes de Cádiz”, en Chust, M. y Frasquet, I. (eds.):La trascendencia del liberalismo doceañista en España y en América, Biblioteca Valenciana, Valencia,2004, págs. 93-113. Sobre el concepto de soberanía en la Constitución de Cádiz, Chust, M. y Frasquet, I.:“Soberanía, nación y pueblo en la Constitución de 1812” en Secuencia, núm. 57, págs. 39-60. Para seguirlas transformaciones y adaptaciones que sufre el concepto de soberanía desde las Cortes de Cádiz hasta laRepública federal mexicana véase Chust, M. y Frasquet, I.: “Soberanía hispana, soberanía mexicana”, enChust, M. (ed.): Doceañismos, constituciones, independencias, Fundación Mapfre Tavera (en prensa).

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labor sin contar con el ejecutivo y reclamaba para el Gobierno mayores pode-res y mayor influencia en la elaboración de las leyes. Agustín I en la Junta:

Es verdad que nuestro Congreso siguió el ejemplo de las cortes españolas ¿peroqué copia de un modelo deforme no traslada las imperfecciones en aumento? Y¿a dónde iriamos a parar si siguiéramos en todo aquel ejemplo pernicioso?Pensar que la confianza que emana de un pueblo que ve con celo la libertad queacaba de recobrar sea indefinida porque la haya depositado en algunos para for-mar su Constitución, sería trastornar los principios más conocidos.Entre los publicistas más entusiasmados por los sistemas representativos y másexaltados en las ideas liberales, es máxima especialmente recomendada que unanación no debe emprender la formación de una Constitución nueva, hasta des-pués de haber reunido todos los poderes de la sociedad en las manos de unaautoridad favorable a este proyecto, y que esta autoridad provisional cuandoreconoce una asamblea encargada de constituir, no debe confiarle más que estafunción y reservarse siempre el derecho de hacer mover la máquina hasta elmomento de su completa renovación. Los desastres que ha llorado la Francia yestá experimentando y experimentará la España no se atribuyen a otro principioque al exceso con que las autoridades constituyentes traspasaron la línea deldeterminado objeto de su institución5.

La postura de Iturbide estaba clara. El Congreso se había excedido en susatribuciones y solamente una autoridad competente tenía el poder de crear unconstituyente cuya única función sería la de elaborar una Constitución. Y élera esa “autoridad” que debía reunir los poderes hasta que se asentara el pro-yecto constitucional. Iturbide comenzó a llevar a cabo su proyecto de Estadoliberal –donde el ejecutivo se reservaba gran parte de las atribuciones políti-cas, apoyado en la práctica por un ejército poderoso con un legislativo que sereducía a sancionar una Constitución ya impuesta– durante los pocos mesesque duró la Junta Nacional. No pudo llegar a consolidarlo, pero este breveperíodo es representativo de lo que Agustín I deseaba para México: la crea-ción de un Imperio mexicano al estilo del Imperio francés napoleónico6.

5 Actas de la Junta Nacional Instituyente compiladas en Mateos, Juan A.: Historia parlamenta-ria de los congresos mexicanos, vol. II, t. 2, Instituto de Investigaciones Legislativas, México, 1997. Todaslas notas referentes a las sesiones de la Junta pertenecen a esta publicación, en adelante AJNI, 2 denoviembre de 1822, pág. 12. El subrayado es nuestro.

6 El periodista José Joaquín Fernández de Lizardi, el Pensador mexicano, escribía a favor delmodelo de Estado de Agustín I con estas palabras: “no es fácil reunir la opinión, ni todos los días hay

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Salvamos las distancias. Un Estado liberal en lo económico pero conservadory militarizado en lo político. En definitiva, un Estado liberal moderado queno implicaba necesariamente el regreso al absolutismo. Y para conseguirlo le“molestaba”, y mucho, la vigencia de la Constitución de 1812.

La Junta nacía con un proyecto definido, el de ejercer las funciones legis-lativas pero como simple ejecutora de las voluntades del Gobierno. A partirde ahora, y a pesar de que Iturbide intentó aparentar que era un cuerpo legis-lativo, los decretos y leyes elaborados serán ordenados y revisados por el pro-pio emperador. Por ello dictó las Bases orgánicas por las que debía regirse laJunta7.

La primera tarea de la Junta Nacional era la de elaborar un proyecto deConstitución bajo las bases del sistema monárquico moderado que establecíael Plan de Iguala. Este proyecto debía ir acompañado de una ley orgánicadonde se especificase cómo debía discutirse, decretarse y sancionarse la pro-pia Constitución, todo ello con el acuerdo del poder Ejecutivo. También eratarea de la Junta elaborar una convocatoria para elegir un nuevo Congreso,eso sí, siempre con el consentimiento y aprobación del Gobierno al proyec-to. No olvidaba Iturbide uno de los grandes problemas del Estado, la organi-zación del sistema de Hacienda, cuya labor también formaba parte de lasatribuciones del legislativo elegido. Una vez más con la consecuente coleti-lla: “poniéndose de acuerdo con el poder ejecutivo”. Todas y cada una de lasfunciones encargadas a este cuerpo debían ser supervisadas previamente porel Gobierno. Tal era el extremo, que incluso para la discusión de la futuraConstitución y del proyecto de Convocatoria, Iturbide se reservaba el dere-cho de asistir a las sesiones junto con sus colaboradores. Algo que ya habíaintentado en la Junta Provisional Gubernativa y en el Congreso pero quenunca le fue concedido por los diputados. Pero el control llegaba todavía máslejos. Las Bases establecían que la Junta tendría un presidente, dos vicepre-sidentes y cuatro secretarios ¡cuyos cargos se reservaba Iturbide el derecho aelegir mediante ternas! La elección de los diputados que ejercían estos ofi-cios dentro del cuerpo legislativo siempre había sido decidida en el seno del

Napoleones en Francia o Iturbides en América”. Citado en T. S. di Tella: Política nacional y popular enMéxico, 1820-1847, FCE, México, 1994, pág. 141. Del mismo autor, “Iturbide y el cesarismo popular”,Cuadernos Simón Rodríguez, 9, Ed. Biblos, Buenos Aires, 1988.

7 Bases orgánicas de la Junta Nacional Instituyente, en AJNI, 2 de noviembre de 1822, págs.13-14.

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mismo. ¿Qué pretendía Iturbide con esta medida? ¿Cuál era la importanciade estos cargos? Evidentemente, los vocales que ejercían estas funciones eranlos que decidían el turno de discusión de los asuntos y podían bloquear o ace-lerar el tratamiento de los diferentes temas dentro de la Junta. Iturbide eraconsciente de ello. Además, no permitió que ésta se encargara de establecerel protocolo de su tratamiento. En las Bases se establecía que el de la Juntasería “impersonal, el del Presidente de Excelencia y el de los vocales deSeñoría”. Sin duda al emperador no le gustaba nada el tratamiento de“Soberanía” que los vocales del Congreso se habían arrogado tras su procla-mación. Seguramente porque denotaba que el emperador no era el soberanodel Estado, ¿podría Iturbide tolerar semejante apelativo?8

A continuación, los vocales prestaron el juramento para pasar a desem-peñar su trabajo dentro de la Junta. Era como sigue: “¿Juráis ser fiel al empe-rador, y desempeñar en beneficio general del Imperio con toda la exactitud queos sea posible las obligaciones de vuestro encargo, en esta Junta NacionalInstituyente, sujetándoos a las bases orgánicas que ha prescrito S.M.I.?”9

Nótese la diferencia con los anteriores juramentos a la Constitución o alCongreso, donde la fidelidad era reclamada para con la Nación. Esta vez, laúnica fidelidad requerida a los vocales era hacia el emperador. Nada se decíani de la religión, ni de la Constitución, ni de las leyes que se debían seguir, tansolo fidelidad al emperador y a las Bases orgánicas que éste había impuesto.El nuevo proyecto iturbidista de convertir a México en un Imperio fuertemen-te militarizado y controlado por el Gobierno, comenzaba su andadura.

Los trabajos comenzaron inmediatamente. Tras la elección de los cargospor parte de Iturbide, se establecieron las comisiones que debían empezar atrabajar en los distintos asuntos10. La estrategia del emperador consistía en

8 En esto también siguió el Congreso mexicano a las Cortes hispanas y a los revolucionarios deCádiz. Fue Flórez Estrada quien en su obra Constitución para la nación española señalaba que cuandoésta se aprobara “sería un crimen de estado llamar al rey soberano, o que éste altere la Constitución, puesno hay más cuerpo soberano que la nación”, en Rivera: “El concepto de libertad…”, pág. 98.

9 AJNI, 2 de noviembre de 1822, pág.15. 10 Iturbide eligió para los cargos de esta primera Junta a unos vocales de corte bastante conser-

vador, en general favorables a su persona. Como presidente colocó al obispo de Durango (marqués deCastañiza), como primer vicepresidente a su defensor Toribio González, como segundo vicepresidente aMariano Mendiola, liberal experimentado en Cádiz pero con una tendencia conservadora, y como secre-tarios a Antonio Mier y Villagómez, Juan José Quiñones, Juan Bautista Arispe e Isidro Montúfar. Ibid.,pág. 15.

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reducir al máximo los movimientos del cuerpo legislativo y conferir alGobierno amplios poderes para manejar el país. Fruto de esta política fue laorden librada por el subsecretario de Relaciones –Andrés Quintana Roo– el23 de noviembre de 1822 por la que se “incitaba” a la Junta a dar una “leyque tenga por objeto precaver los abusos de libertad de imprenta”11. El con-trol de la prensa desafecta al emperador era de gran importancia, pues desdela proclamación de la independencia, comenzaron a aparecer publicacionesdonde se defendía el sistema republicano como forma de gobierno. Veamoscomo ejemplo esta octava que se publicó en el Diario de Veracruz en diciem-bre de 1822 en la que ya se acusaba a Iturbide de “tirano” y se proponía esanueva forma de gobierno:

No ya sufrir al déspota orgulloso,No ser esclavos más de ese tirano,No más cadenas, no más yugo odioso,No coronas ni cetros, pueblo indiano,Vuestro nombre en los fastos sea glorioso,Y clamad que sea republicanoEl Gobierno de este SeptentriónCon vivas mil a la igualdad y unión12.

El control de la prensa era, pues, de vital importancia si Iturbide queríaconsolidar el giro político hacia el moderantismo que había iniciado con ladisolución del Congreso constituyente. Sin embargo, no iba a ser fácil esta-

Las comisiones que se nombraron fueron de Constitución y convocatoria, de Hacienda, deManifiesto, de Reglamento interior, de Separación de expedientes y de Patronato y negocios eclesiásticos.

11 Ibid., pág. 25. Esta orden sería ratificada posteriormente el 9 de enero de 1823 mediante undecreto que prohibía la impresión de los papeles de los rebeldes acantonados en Veracruz. La prevenciónno estaba de más, pues la revuelta veracruzana no quedaría en los límites de la frontera provincial sinoque se convertiría en un movimiento de dimensiones prácticamente nacionales.

12 Hemeroteca Nacional de México, en adelante HNM, Diario de Veracruz, 15 de diciembre de1822. Entre los periódicos más liberales se encontraba la Abispa de Chilpancingo, editado por CarlosMaría Bustamante y El Hombre libre, defensor, también del modelo estadounidense de gobierno. La pren-sa política era muy numerosa en esta época, además de los diarios se emitían numerosos folletos, noticiasy hojas volantes donde se comentaban las tendencias políticas e ideológicas. Vicente Rocafuerte publicósu Bosquejo ligerísimo de la revolución de Méjico, desde el grito de Iguala hasta la proclamación impe-rial de Iturbide, por un verdadero americano, donde proponía la organización política de los EstadosUnidos para los nuevos Estados-nación americanos. Entre los periódicos más combativos estaban Águilamexicana, Diario liberal de México, El Federalista, El Iris de Jalisco y El Yucateco o el amigo del pue-blo, entre otros. Una buena recopilación de la prensa decimonónica mexicana en AA. VV.: Publicacionesperiódicas mexicanas del siglo XIX: 1822-1855, UNAM, México, 2000.

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blecer el control en las diferentes provincias del país. Iturbide consolidaba supoder en la capital y sus alrededores, pero no contaba con el apoyo del restode las provincias. En ellas, algunos intelectuales y políticos locales comoJosé Miguel Ramos Arizpe o Mariano Michelena estaban organizando laresistencia a su gobierno13. Además, la política internacional no favorecíanada los planes del emperador. La Santa Alianza había anunciado el envío detropas para terminar con el gobierno constitucional en la península. La pers-pectiva de una posible reconquista de México por parte de Fernando VIIcomenzaba a convertirse en una amenaza que parecía bastante real.

Mientras tanto, en Veracruz, las tropas españolas que todavía quedabanen suelo mexicano, comandadas por el gobernador José Dávila resistíandesde octubre de 1821 en la fortaleza de San Juan de Ulúa asediando la ciu-dad. Será en este contexto en el que el comandante general de la provinciaveracruzana, Antonio López de Santa Anna se pronuncie contra el sistema degobierno impuesto por Iturbide.

La proclama de Santa Anna del 2 de diciembre fue refrendada por el líderinsurgente Guadalupe Victoria y redactada como un “plan Constitucional”que se publicó el 6 del mismo mes. El plan contenía 17 artículos y 22 cláu-sulas adicionales estableciendo un complejo programa de actuaciones. En élse mantenían las Tres Garantías del plan de Iguala y se afirmaba la soberaníadel Congreso. Por otro lado, decretaba “la facultad de la nación para consti-tuirse en la forma política más conveniente”, al mismo tiempo que declarabanula la proclamación imperial de Iturbide y todos sus actos posteriores.Algunos de sus artículos rezaban así:

Art. 5º. Como independiente, soberana y libre, y en un estado natural, tiene plenafacultad para constituirse conforme le parezca que más conviene a su felicidad,por medio del soberano congreso constituyente. (...)Art. 9º. Por tanto no debe reconocerse [a Iturbide] como tal emperador, ni obe-decerse de manera alguna sus órdenes. (...)

13 Esta afirmación se encuentra en las obras que escribieron Lorenzo Zavala y Carlos MaríaBustamante. No es aventurado seguir a estos historiadores en esta cuestión, puesto que la posterior parti-cipación de estos dos políticos en los acontecimientos y su anterior trayectoria confirman la dirección queimprimían a la política local de las provincias. Nettie Lee Benson: La Diputación provincial y el federa-lismo mexicano, El Colegio de México-UNAM, México, 1994, págs. 122-123.

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Art. 14. (...) Será nuestro principal deber procurar reunir por cuantos mediosestén al alcance humano, a todos los diputados, hasta formar el soberano con-greso mexicano, que es el órgano de la verdadera voz de la nación (...)14.

El plan terminaba con la creación del “Ejército Libertador” como únicosostenimiento de la “verdadera libertad”, que además, sería financiado por laHacienda pública.

En este contexto convulso de levantamientos y luchas internas, la JuntaInstituyente intentaba continuar sus trabajos en la capital del Imperio. El pro-blema económico seguía siendo uno de los más acuciantes. La comisión deHacienda de la Junta15 presentó un proyecto fiscal que fue leído en la sesióndel 6 de diciembre de 1822. El plan presentaba cuatro acciones que afecta-ban a la reforma del sistema hacendístico y eran las siguientes:

El primero comprehende la aprobación del presupuesto de gastos presentadospor el ministro de Hacienda para el año económico de 1823. = El segundo, el res-tablecimiento del derecho de alcabala del viento, bajo la tarifa de 1816. = El ter-cero contiene la imposición del derecho sobre consumos, graduado el valorcuádruplo de los arrendamientos de sus casas, y una capitación general. = Elcuarto la creación de 4.000.000 de papel-moneda que deberán estar amortizadosal fin de año16.

El plan había estado elaborado por la comisión junto con el secretario deHacienda, tal y como se estipulaba en las bases de funcionamiento de la JuntaInstituyente. Pocos días después, mediado el mes de diciembre, se presentóel presupuesto de gastos para el año de 1823 que se elevaba a más de veintemillones de pesos.

14 Plan constitucional dado por el general Guadalupe Victoria, de acuerdo con el generalAntonio López de Santa Anna, al día siguiente de que éste proclamara la reinstalación del Congreso cons-tituyente y la abolición de la monarquía. 6 de diciembre de 1822, en Leyes y documentos constitutivos dela nación mexicana, vol. I, tomo 1, serie III, págs. 227-231.

15 Los miembros que componían esta comisión eran José Ignacio Esteva, Lorenzo Zavala,Bonifacio Fernández, Francisco Velasco, Francisco Puig, José María Covarrubias y Ambrosio Martínezde Vea. AJNI, 2 de noviembre de 1822, pág. 17.

16 Proyecto del Plan de Hacienda, insertado en Rodríguez Venegas, Carlos: “Un acercamiento alas propuestas de organización del sistema impositivo en México, 1821-1823”, en J. A. Serrano-L.Jáuregui (eds.): Hacienda y política. Las finanzas públicas y los grupos de poder en la primera RepúblicaFederal mexicana, El Colegio de Michoacán-Instituto Mora, México, 1998, pág. 307.

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Pero sin duda, el proyecto más interesante de esta etapa fue el de crearuna contribución directa bajo los principios liberales de fiscalidad. Comohemos apuntado, la fase moderada que era el Imperio de Iturbide contempla-ba un Estado liberal en lo económico sin entrar en contradicción con otraspolíticas más conservadoras en otros aspectos. Tal y como apunta JoséAntonio Serrano, con este proyecto se retomaba el largo debate sobre laigualdad y la proporcionalidad de las contribuciones directas comenzado enlas Cortes de Cádiz en 181317. La contribución directa esperaba recaudar seismillones de pesos durante el año de 1823, para ello, en su artículo primero sedistribuía proporcionalmente entre todas las provincias del Imperio. La con-tribución establecía dos tipos de impuestos: derecho de capitación y derechode consumo. El primero se aplicaba a todos los hombres y mujeres entrecatorce y sesenta años y consistía en el pago de cuatro reales anuales. Seexceptuaba de este pago a los religiosos y a “las personas absolutamenteimpedidas de poder trabajar”. Por otro lado, el derecho de consumo se esta-blecía en el artículo 5º del proyecto de esta forma:

El derecho de consumo se fija sobre el valor cuádruplo del arrendamiento de lascasas de habitación que ocupen todos los ciudadanos de cualquier clase, estadoy condición que sean: esto es, que multiplicando por cuatro el arrendamiento dela casa habitacion de cada familia, se le gradúa de consumo anual el total queresulte, y de él pagará diez por ciento por una vez18.

También estaban exentos de pagarlo los inquilinos de casas cuyo arren-damiento anual no sobrepasara los doce pesos y fueran “jornaleros y gentenotoriamente pobre como también los cuarteles, conventos hospitales y cole-gios”. Viendo estos impuestos comprobamos que la comisión de la Juntaintentó mantener los principios de igualdad (en el derecho de capitación) yde proporcionalidad (en el de consumo), propuestas fiscales del liberalismoeconómico.

Al menos este proyecto de contribución directa fue el primero que seestableció en el Estado-nación mexicano desde la proclamación de su inde-

17 Serrano, J. A.: “Liberalismo y contribuciones directas en México, 1810-1835”, en Chust, M.y Frasquet, I. (eds.): La trascendencia del liberalismo doceañista en España y en América, BibliotecaValenciana, Valencia, 2004, pág. 199.

18 AJNI, pág. 46.

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pendencia. Los mexicanos carecían de sistema fiscal desde que Iturbide abo-lió todas las cargas impositivas anteriores a febrero de 1821 y tras catorcemeses, la Junta Provisional y el Congreso constituyente no habían podidoemprender la reforma de la Hacienda. El proyecto de contribución será decre-tado finalmente por el restaurado Congreso constituyente en 1823.

Con todo, aún le quedaba a Iturbide uno de los puntos más importantespor resolver. De nuevo, la Constitución hispana era el centro del debate. Enel modelo de Estado que el emperador intentaba crear, no era posible seguirmanteniendo una Constitución como la doceañista, que abarcaba aspectosliberales no sólo en el plano económico sino también en el político y en elcivil. Por esta razón, el Gobierno envió un proyecto de Reglamento provisio-nal político que debía aprobarse en sustitución de la Constitución de 1812 yque regiría en el Imperio hasta que se elaborase la propia mexicana. El pro-yecto se leyó en la sesión del 10 de enero de 1823 y suscitó, inmediatamen-te, la reacción de algunos vocales. El primero, Lorenzo Zavala, no dudó enplantear una proposición al respecto. Leamos las Actas:

1º. Que se diga al Gobierno que no creyéndose la Junta con los poderes necesa-rios para derogar la Constitución que actualmente gobierna, ni sustituir otra bajocualquiera denominación, no puede acceder a la iniciativa que se le propone,sobre la formación de este reglamento. 2º. Que se inste a la comisión deConstitución para que en el menor término posible presente el proyecto de la quetiene a su cargo, y de la nueva convocatoria, a fin de que reunido con la mayorbrevedad el Congreso Nacional proceda a su discusión19.

Zavala fue uno de los grandes defensores de la Constitución gaditana enla Junta. Escribió un ensayo en el que explicaba las razones por las que no sepodía derogar el Código doceañista y que fue objeto de numerosas críticaspor aquéllos que apoyaban la proposición del Gobierno. La trayectoria libe-ral doceañista, hispana, de algunos vocales –recordemos que Zavala estuvoen la primera legislatura de las Cortes de Madrid en 1821– era clara. Tal vezla Constitución de 1812 no era aplicable de forma íntegra en el nuevo Estado-nación mexicano, pero tampoco podía ser sustituida como “ley fundamental”hasta que se elaborara la propia. Razón que demuestra el carácter “no nacio-nal” de la Constitución de 1812, que era vista como propia tanto por los

19 AJNI, 10 de enero de 1823, pág. 63.

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españoles peninsulares como por los mexicanos. Más aún en un momento demáxima construcción de la nacionalidad como era el de la independencia.Algunos, por encima de todo, eran constitucionalistas. ¿Cómo iban a permi-tir los liberales mexicanos que se derogara la Constitución para aplicar unReglamento creado por Iturbide? El apoyo que algunos de los diputadoshabían prestado al emperador hasta entonces, llegó aquí a su límite.

En la misma línea que Zavala se pronunció José María Bocanegra. Éstasfueron sus propuestas:

1º. Que continúe la observancia de la constitución como se ha jurado.2º. Que cuanto antes se dé la convocatoria.3º. Que así mismo se publique el proyecto de Constitución.4º. Que el Gobierno pida cuantas dispensas necesite para que pueda proceder sinembarazo en sostener los justos derechos de la Nación y del Trono.20

Bocanegra concedía a Iturbide el derecho de suspender la Constituciónen aquellos puntos en los que necesitara mayor “libertad de movimientos”pero no accedía a que se sustituyera por otra ley. La aprobación de la convo-catoria para el futuro Congreso y el proyecto de Constitución eran primor-diales para evitar los planes del emperador. Pero, ¿por qué no se discutía elproyecto de Constitución? ¿Estaba, acaso, siendo frenado por la comisión?

El germen del federalismo: Plan de Casa Mata

Entretanto, la situación en Veracruz se mantenía tensa. El generalEchávarri había llegado a Casa Mata, un enclave al sur de la ciudad portua-ria, mientras Luis Cortázar mantenía el sitio a la ciudad. Pero Santa Annacontinuaba firme dentro de la plaza. El motivo de las alianzas y acuerdos quese forjaron en estos momentos todavía sigue siendo un interrogante para losespecialistas en este período y temática21. Lo cierto, es que Echávarri nego-

20 Ibidem.

21 W. Fowler y J. Ortiz apuntan diversos motivos por los que Echávarri decidió pronunciarse encontra de Iturbide, “ya fuese porque llegó a la conclusión de que no podía tomar el puerto, o porque des-pués de dos meses de haberse iniciado la revuelta empezaron las logias escocesas, a las que pertenecía, aplantear la posibilidad de utilizar el levantamiento de Santa Anna para sus propias miras –haciendo caera Iturbide sin que se proclamase la república– o porque, sencillamente, se dio cuenta de que tarde o tem-prano el imperio se iba a desmoronar y valía la pena estar con el bando ganador”, en Fowler, W. y Ortiz,J.: “La revuelta del 2 de diciembre de 1822: Una perspectiva regional”, Historias, núm. 47, 2000, pág. 33.

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ció con el ayuntamiento y la diputación provincial el levantamiento del sitioa la ciudad y proclamó el 1 de febrero de 1823 el conocido “Plan de CasaMata”. En este plan, los oficiales de las fuerzas imperiales enviadas para cap-turar a Santa Anna, se pronunciaron en contra de Iturbide y exigieron la res-tauración del extinguido Congreso constituyente. Éstos eran algunos de susprincipales artículos:

ACTA DEL ACUERDO CELEBRADO POR EL EJÉRCITO DE OPERACIO-NES SOBRE VERACRUZ.

Los señores generales de división, gefes de cuerpos, sueltos, oficiales del EstadoMayor y uno por clase del ejército, reunidos en el alojamiento del General engefe para tratar sobre la toma de la plaza de Veracruz y de los peligros que ame-nazan a la Patria por la falta de representación Nacional (único baluarte que sos-tiene la libertad civil) después de haberse discutido extensamente sobre sufelicidad, con presencia del voto general, acordaron en este día lo siguiente:Artículo 1. Siendo inconcuso que la soberanía reside esencialmente en laNación, se instalará el Congreso a la mayor brevedad posible.Art. 2. La convocatoria para las nuevas Cortes se hará bajo las bases prescriptaspara las primeras.Art. 3. Respecto a que entre los Señores Diputados que formaron el extinguidoCongreso hubo algunos que por sus ideas liberales y firmeza de carácter se hicie-ron acreedores al aprecio público, al paso que otros no correspondieron debida-mente a la confianza que en ellos se depositó, tendrán las provincias la librefacultad de reelegir a los primeros y substituir a los segundos con sugetos másidóneos para el desempeño de sus arduas obligaciones. (...)Art. 10. En el ínterin contesta el Supremo Gobierno con presencia de lo acorda-do por el ejército, la Diputación provincial de esta Provincia será la que delibereen la parte administrativa, si aquella resolución fuese de acuerdo con la opinión.Art. 11. El ejército nunca atentará contra la persona del Emperador, pues lo con-templa decidido por la representación nacional (...)Cuartel general de Casa Mata a 1 de febrero de 182322.

Como vemos, se establecía la fidelidad del Ejército a la representaciónnacional, condición sin la cual difícilmente podía triunfar la revuelta y sepermitía que aquéllos que no estuvieran de acuerdo se marchasen a otro

22 Archivo Histórico Municipal de Puebla, en adelante AHMP, vol. 92, fs. 154-155. En el origi-nal se insertan todas las firmas de los jefes del ejército que participaron en el plan.

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lugar. El plan conservaba la integridad de la persona de Iturbide pero le con-minaba a mantenerse a las órdenes del futuro Congreso. Santa Anna se unióal plan al día siguiente, resolviendo el conflicto por la vía política en lugarde por la militar. El Acta de Casa Mata venía a sustituir la petición deRepública que el general xalapeño había realizado en su proclama de 2 dediciembre por la reunión de un nuevo Congreso constituyente23. Aquíresidía fundamentalmente la diferencia entre las dos proclamas, la de SantaAnna y la de los oficiales del ejército. Mientras el primero pedía la restau-ración del extinguido Congreso, el Acta de Casa Mata abogaba por la reu-nión de uno totalmente nuevo. Y no sólo eso. El artículo primero recordabainsistentemente a la Constitución gaditana en la proclamación de la sobe-ranía única para la Nación. El proyecto iturbidista se desvanecía pormomentos a manos de sus propios generales. La exigencia de reunión de unnuevo Congreso quedaba consignada en el artículo segundo, cuya redacciónpodía parecer un tanto ambigua. Porque ¿cuando hablaba de la convocatoriade las “primeras Cortes”? ¿A qué convocatoria se refería exactamente? ¿Ala que había reunido al primer Congreso constituyente o a la que se hizopara las Cortes hispanas de 1820? En caso de ser la segunda opción se esta-ba refiriendo ¡a la convocatoria prescrita en la Constitución de 1812! No esaventurado afirmar esto puesto que el ayuntamiento de Veracruz, cuando seadhirió al plan, lo hizo proponiendo una serie de adiciones. Entre ellas semanifestaba que mientras no se reuniese el Congreso “se observarían estric-tamente la Constitución española de 1812 y los decretos de las Cortes”24. Enel mismo sentido se expresaba la proclama del comandante general dePuebla, el marqués de Vivanco, expedida el día 8 de febrero. En ella, segúnNettie Lee Benson, “la convocatoria respectiva se haría sobre las mismasbases de las primeras elecciones a las Cortes españolas”25. Toda una provo-

23 Interpretación que años más tarde hizo José María Tornel sobre los hechos. W. Fowler y J.Ortiz, “La revuelta del 2 de diciembre…”, pág. 33.

24 Benson: La Diputación provincial…, págs. 123-124.25 Proclama del marqués de Vivanco, dando vista que las fuerzas del general Echávarri han pro-

clamado el Plan de Casa Mata, Puebla, 8 de febrero de 1823, en Hernández y Dávalos Papers, LatinAmerican Collection, citado en Benson: La Diputación provincial…, pág. 125, nota 37. Sobre la situaciónde Puebla en este contexto véase el trabajo de Simón Ruiz, Inmaculada: Los actores políticos poblanoscontra el centralismo. Contribuciones a la formación del primer federalismo mexicano: 1808-1826,Ayuntamiento de Cádiz, Cádiz, 2004, aunque la autora relata someramente los hechos y no profundiza enel importante papel que tuvo la Junta reunida en Puebla en este período.

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cación para Iturbide, que pretendía suspender el Código gaditano y susti-tuirlo por su Reglamento político.

Sin embargo, la trascendencia del plan de Casa Mata residía en la inten-cionalidad que las provincias le dieron a su artículo décimo. En él se esta-blecía que la diputación provincial de Veracruz se encargaría de los asuntosadministrativos de la provincia mientras se esperaba la respuesta delGobierno y se instalaba el Congreso. La aceptación del Plan casi de formainmediata por la mayoría de las provincias puede entenderse en el contextode la interpretación que se le dio a este artículo. Como señala Benson, lasdiputaciones provinciales se aprestaron a adherirse al plan y con ello, a tomarel control efectivo de la administración de sus provincias. Eran tales los dese-os de reasumir el poder en las regiones, que incluso en aquellas provinciasdonde todavía no se contaba con una diputación provincial, se instalaronJuntas gubernativas provisionales que asumieron los asuntos administrativos,como sucedió en Monterrey.

La asunción por parte de las provincias del poder regional iniciaría eltraspaso de competencias a las diputaciones provinciales. Un poder que seríadifícil de arrebatar incluso después de la instalación del nuevo Congreso. Elfederalismo, todavía latente en este momento, ya se apuntaba, y sería unaclara opción a partir de la abdicación de Iturbide. Por lo tanto, mientras lamonarquía respondía a parámetros centralistas y conservadores, el federalis-mo significaba mayor autonomía y descentralización en los asuntos referidosa las provincias. Quizá sea aquí donde surge la falsa identificación que se haproducido en la historia entre federalismo/liberalismo y monarquía/conser-vadurismo.

Sin embargo, a pesar de que las provincias empezaron a funcionar deforma autónoma, de momento, todas reconocían formar parte de la naciónmexicana. El problema era que el plan de Casa Mata no establecía una nuevaforma de gobierno, sino que mantenía a Iturbide al frente del Estado hastaque el Congreso decidiera qué hacer con aquél. ¿Se iba a mantener unamonarquía constitucional o el fracaso del “experimento iturbidista” abocabairremediablemente hacia la república?

En estas circunstancias la premura de Iturbide por consolidar su proyec-to de Estado-nación se confirmó cuando el 3 de febrero se presentaron los

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oradores del Gobierno en el salón donde se reunía la Junta26. Venían para dis-cutir el Reglamento. El proyecto presentado a la Junta Nacional contenía untotal de cien artículos en los que se detallaba la organización política yeconómica del Estado. El poder legislativo ocupaba apenas ¡tres artículos! yquedaba totalmente sometido a las bases prescritas por la Junta Instituyente.En cuanto al poder judicial, se mantenían los fueros de militares y eclesiásti-cos, aspecto colonial que sobrevivía amparado en la fase moderada de larevolución. Además, el Gobierno se reservaba la facultad de establecer “doso tres audiencias nuevas, en aquellos lugares (...) en que se estimen oportu-nas”. Del mismo modo, el Reglamento contemplaba la continuación delSupremo Tribunal de Justicia para decidir en las causas contra los consejerosde Estado y los secretarios del Despacho.

En el Reglamento político permanecían las diputaciones provinciales conlas mismas atribuciones que ya les confería la instrucción de 23 de junio de1813. Se reforzaba la figura del jefe político, que de momento, mantenía uni-dos el mando político y el militar. Igualmente, los ayuntamientos subsistíancon sus facultades y la renovación de sus cargos se llevaría a cabo según lanueva normativa electoral que se decretara por la Junta27.

En lo tocante al Ejecutivo, el Reglamento proponía en el artículo 29: “Elpoder ejecutivo reside exclusivamente en el emperador, como jefe supremodel Estado. Su persona es sagrada e inviolable, y sólo sus ministros son res-ponsables de los actos de su gobierno” 28. A Iturbide, además, se le concedíael poder de sancionar, ejecutar y promulgar leyes, declarar la guerra y dirigirla política exterior, crear tribunales y nombrar jueces. Los poderes queIturbide se concedía en el Reglamento sobrepasaban los que la Constitucióndoceañista había otorgado a Fernando VII. Sin embargo, Quintana Roo insis-

26 Además de Andrés Quintana Roo como subsecretario de Relaciones, Iturbide había enviadocomo oradores al consejero de Estado Tomás Salgado, a los consejeros honorarios Juan Francisco Azáratey Manuel de la Peña y Peña, y al ministro del Supremo Tribunal de Justicia Juan José Espinosa de losMonteros. AJNI, 3 de febrero de 1823, pág. 75.

27 Reglamento provisional político del Imperio mexicano, en Leyes y documentos constitutivos dela nación mexicana, vol. I, t. I, Ed. Porrúa, México, 1997, págs. 235-244.

28 Reglamento… También existen referencias en T. Anna: El imperio…, pág. 156. Además elReglamento controlaba la libertad de imprenta mediante previa censura de temas como la monarquía, elemperador, la religión o la independencia. También promulgaba la fe católica como la única existente en elEstado y mantenía los fueros eclesiásticos.

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tía en que el emperador sólo tenía las facultades que le correspondían comojefe supremo del Estado, tal vez porque no se estaba comparando conFernando VII. Tal vez, insistimos, porque el modelo a imitar era Napoleón ysu Estado centralizado y conservador.

La defensa del Reglamento del Gobierno la emprendió el secretario másantiguo, Antonio Mier y Villagómez. En su discurso se dedicó a atacar uno auno los argumentos que Lorenzo Zavala había esgrimido en defensa de laConstitución hispana. Zavala intentaba demostrar que la Junta Instituyente notenía legitimidad para suprimir la Constitución que regía en el Imperio;además, carecía de la “representación nacional”, puesto que aquélla habíasido elegida personalmente por Iturbide y no por las provincias. La opiniónde Mier y Villagómez se centraba en dos puntos, a saber:

1º. Que la representación nacional que reside en esta junta instituyente puedederogar la Constitución española y sustituirla el reglamento político de gobiernoque se ha presentado a discusión por sus comisionados. 2º. Que supuesto estelegítimo poder legislativo, se debe decretar tal derogación, y admitir como inte-rino hasta que se forme la constitución americana, el citado reglamento, previoel más maduro examen de sus artículos, en que se deseche lo que a la junta leparezca malo, dejando sólo una legislación capaz de hacer la felicidad de lospueblos29.

Para demostrar el primer punto, Mier y Villagómez se basó en el decretode disolución del Congreso constituyente de 31 de octubre de 1822. En él seseparaba a algunos diputados de su encargo, pero se formaba la JuntaNacional Instituyente con miembros del extinguido cuerpo legislativo, luego,según el secretario, los vocales poseían los poderes que la nación les habíaotorgado para su puesto de diputados. Pero además insistía el vocal en quelas Bases orgánicas de creación de la Junta establecían que conservaría “elejercicio del poder legislativo”. A continuación, insinuaba que todos losvocales habían jurado estas Bases, luego impugnar alguna de ellas era “incu-rrir en la nota de perjuro y en las penas de los que intentan trastornar las leyesen que se vincula el buen orden de una nación”. ¿Estaba acusando el vocal alos que se oponían al Reglamento de ser traidores a la Nación? Al menos esosugerían sus palabras.

29 AJNI, 6 de febrero de 1823, pág. 78.

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Seguidamente, el secretario de la Junta, se dirigió contra la Constituciónhispana. A ésta, no le otorgaba el calificativo de “ley fundamental” sino queéste estaba reservado para el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba. Miery Villagómez en la tribuna:

[...] porque es cierto que la Constitución española para nosotros será cuanto sequiera, menos ley fundamental. Nuestras leyes fundamentales no están sino enese glorioso plan de Iguala, que escribieron estos dedos, y como explicativo y enlo adoptable, en los Tratados de Córdoba, ¿puede faltar alguna? Búsquese en lasque dictó el Congreso, y no pugnen con dicho plan, el día 24 de febrero, prime-ro de su apertura. Éstas son y únicamente éstas nuestras leyes fundamentales,que sancionan la soberanía del pueblo, la religión del Estado, la monarquía cons-titucional moderada, la división de los poderes y la representación de los dipu-tados. ¿Necesitamos para otra ley fundamental a la Constitución española?30

Confundía sin duda, Mier y Villagómez, o al menos obviaba, que lo queél llamaba las “leyes fundamentales” no eran otra cosa que los presupuestosdel liberalismo político establecidos en las Cortes de Cádiz y heredados através de la tradición hispana por el Estado-nación mexicano. Para AntonioMier y Villagómez, el Código doceañista estaba lleno de errores y por eso eranecesaria su revocación. La Constitución había servido para conseguir laindependencia, pero una vez libres del dominio español ya no era aplicableal Imperio. Además, el Reglamento era una revisión de los artículos cons-titucionales que podían ser útiles, añadiendo los que necesitara particular-mente el Estado mexicano. Pero Mier y Villagómez se atrevió a más. En suintervención no sólo atacó el Código gaditano sino también a sus autores yrescató la frustración vivida por los americanos en las Cortes hispanas por eltema de la representación de los diputados. Leamos parte de su discurso:

Admitimos este principio: ley es la expresión de la voluntad general. ¿Qué sesigue de esto? ¿Que la ley española es la voluntad general de los españoles? ¿Yqué diremos de los americanos? Que si hubo de éstos algunos en el CongresoEspañol que la formó, fue en muy corta parte, que fue formada por algunossuplentes y que fue protestada por muchos pueblos de América. ¿Quién aparen-tará siquiera ignorar esta repugnancia con estos debates y protestas? Tan aciagofue así para nosotros el origen de este código, (...) hallo que sus autores fueron

30 Ibid., pág. 81.

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cierta reunión de individuos de la isla de León y Cádiz cuando no había másEspaña que ésta y sin tener por esto la mayor parte poderes legítimos y care-ciendo de él todos para hacer la constitución31.

Pero ¿cómo se atrevía Mier y Villagómez a cuestionar la legitimidad dela formación de la Constitución doceañista? Es más, ¿cómo algunos de lospresentes podían escuchar impasibles semejantes palabras? Sorprendente nosparece que Mendiola, autor y firmante de la Constitución, se mantuviera des-pués de estas afirmaciones a favor del Reglamento. Tampoco pensamos queLorenzo Zavala, como miembro de las Cortes de Madrid, pudiera contenersus sentimientos al oír estas declaraciones. Con todo, las Actas no reflejandebate alguno, ni las respuestas, si las hubo, al discurso de Mier yVillagómez. ¿Sería que el Gobierno controlaba, manipulaba, la edición de losdebates? Si no, ¿por qué sólo se insertan los discursos de los partidarios delReglamento?

Era el turno de Andrés Quintana Roo. El subsecretario de Relaciones sedirigió a la Junta en un discurso parecido al de Antonio Mier y Villagómez.Quintana Roo utilizó, si cabe, expresiones mucho más duras contra laConstitución doceañista, acusando a los españoles de haber elaborado esa leypara someter todavía más a América. Así se expresaba en el salón:

[...] y aun prescindiendo de esos defectos [los de la constitución] que no es ahoradel caso censurar, representa a primera vista el absurdo monstruoso de adoptarpara el gobierno de un Estado que ha recobrado su libertad el mismo Código dic-tado para privarlo de ella y perpetuar por siglos el influjo y ascendiente de latiranía. Si la Constitución de Cádiz no se quiere confesar que tuvo este objetoconocido respecto a las Américas, es preciso, lo primero, o destruir los princi-pios de igualdad, sancionados en el mismo Código, o reconocer a despecho dela razón que esta igualdad se guarda en una representación compuesta de trescuartas partes de diputados europeos señalados a una población menor, y unaescasa de americanos concedidos como por gracia a una población mayor: lo

31 Ibid., pág. 83. Mier continuaba relatando que los males padecidos en Francia y España eranfruto de sus constituciones: “¿Adonde nos hubieran conducido estos principios proclamados con tantapompa y solemnidad? Francia y España, nos lo demuestran... Señores: El Sr. Zavala ha analizado la mate-ria. Francia y España víctimas de la Constitución que se escribió en aquel reino y luego se copió en éste,nos demuestran el término infeliz a que nos conducirán sus principios pomposos y magníficos en lo apa-rente, pero destructores en la sustancia. ¿Nos queremos hacer participantes de aquellas desgracias por latenacidad de recibir sus leyes?”

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segundo, es indispensable dudar de la sinceridad de las protestas que mil vecesrepitieron nuestros dignos diputados en las discusiones de la materia, aseguran-do que bajo el sistema que se había adoptado en la formación del Congresoespañol, siempre la América quedaba sometida a la influencia preponderante delnúmero y no podía prometerse leyes imparciales y justas de unas cortes tan irre-gulares, deduciendo de todo que nunca lograríamos participar de las ventajas dela regeneración de España; y que sólo se trataba de entretenernos con el vanoruido de voces liberales para afianzar más y más el estado de opresión en queyacíamos32.

El salón de la iglesia de San Pedro y San Pablo donde se reunía la JuntaNacional Instituyente debió enmudecer por momentos al escuchar las pala-bras de Quintana Roo. No sólo rescataba el fantasma de la representaciónamericana en las Cortes hispanas sino que, además, se atrevía a poner enduda las reclamaciones que al respecto habían hecho los diputados america-nos en aquellas Cortes. ¿Acaso dirigía esta acusación implícita a MarianoMendiola, José Miguel Guridi y Alcocer y otros diputados novohispanos quehabían defendido la igualdad en la representación americana?33 ¿Cómopudieron no responder a semejantes expresiones los vocales? Nos sorprendesobre todo el cambio de actitud de Mendiola, defensor del autonomismoamericano en Cádiz y que ahora se unía a la opinión del Gobierno en estedebate.

Al día siguiente, 15 de febrero, continuaba la discusión del Reglamento.Se leyó la introducción del mismo y tras varias intervenciones se decidió queMariano Mendiola se uniese a la comisión para añadir parte de un preámbu-lo que él mismo había presentado. El exordio del Reglamento era una sínte-sis de la situación de México y de los errores que respecto a Américacontenía la Constitución doceañista. Además, argumentaba la suspensión delCódigo gaditano y la creación de unas leyes propiamente mexicanas paragobernar el Estado-nación independiente. Parte del texto era como sigue:

Y si bien tal Constitución fue recibida con aplauso comparativamente a la másantigua opresión a que se oponía, conseguida felizmente la independencia y

32 Ibid., págs. 86-87. El subrayado es nuestro.33 Mendiola y Guridi y Alcocer fueron, junto a Mejía Lequerica, los tres diputados que encabe-

zaron las propuestas para modificar la ley electoral e incluir a las castas en la representación. Para seguireste debate en las Cortes de Cádiz véase Chust: La cuestión nacional…, págs. 68 y ss.

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absoluta libertad de la Nación mexicana para gobernarse por sus propias leyes,no pueden convenirle así como a ninguna nación libre las agenas, porque es unprincipio sancionado por todo el universo culto, que toda nación libre tiene dere-cho exclusivo de dictar sus leyes fundamentales (...) procediendo de acuerdo conel autor del plan de Iguala (...) y porque como autor de nuestra independencia yfundador del Imperio (...) propone a la junta adopte el proyecto, si mediante susoberanía pueda cesar de todo punto la Constitución de la nación dominadora deque nos hemos emancipado34.

Tras la lectura se decidió que el artículo 1º debía ser suprimido pues yaestaba contenido en el exordio. Se trataba de la ¡abolición de la Constitucióndoceañista como ley del Estado mexicano! Finalmente Iturbide había conse-guido su pretensión. El artículo 2º, que decretaba que fueran mantenidas lasleyes anteriores y posteriores a la independencia que no entraran en conflic-to con el Reglamento, fue declarado no haber lugar a votarlo35. Esta declara-ción era todo un atentado contra la obra liberal del Congreso constituyentepues permitía eliminar aquellas leyes que éste había decretado. Sin duda elemperador había concentrado todos los poderes en su persona y los ejercíacompletamente.

Las provincias soberanas

Las tardes comenzaron a dedicarse a la discusión sobre la convocatoriade Congreso. El nuevo ministro de Justicia36 se puso a trabajar de inmediatoy envió a la comisión un proyecto elaborado por él mismo para que se tuvie-ra en cuenta en la formación de la convocatoria. La discusión comenzó conel artículo primero del proyecto de convocatoria en el que se fijaba el día 10de agosto para la instalación del Congreso. No hubo mayor debate y fueaprobado con una pequeña variación en la que se establecía el número de lamitad más uno del total de los diputados como condición para la apertura delCongreso. El artículo segundo rezaba:

34 AJNI, 18 de febrero de 1823, págs. 98-99.35 A pesar de ello, la copia que manejamos del Reglamento político mantiene estos dos artículos,

suponemos que se ha transcrito el proyecto presentado a la Junta en donde aparecían éstos. De todas for-mas, el Reglamento no fue aplicado por las circunstancias políticas que sucedieron en los siguientes días.

36 Iturbide había sustituido a José Domínguez por su íntimo amigo y ex diputado en las Cortesde Madrid, Juan Nepomuceno Gómez Navarrete.

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Se formará de los diputados de todas las provincias a razon de uno por cada cienmil almas, elegido en la forma que se dirá. En la provincia cuya población no lle-gue a cien mil almas, se nombrará sin embargo un diputado37.

El artículo se aprobó como fue presentado por la comisión. Se separabaasí la convocatoria prescrita en la Constitución de 1812, en donde el númerode habitantes por cada diputado era de setenta mil. Con esto, se reducía con-siderablemente el número de diputados para el futuro Congreso, tal y comodeseaba Iturbide.

La convocatoria expresaba que “el Congreso tendrá por primero y prin-cipal objeto discutir para aprobar o modificar el proyecto de Constitución queforme la junta nacional instituyente, sin apartarse de las referidas bases y conarreglo a lo que se previene en las orgánicas de la materia”. Es decir, laConstitución sería formada por la Junta Nacional y el Congreso sólo deberíaratificarla o modificarla según creyese conveniente, eso sí, adaptándose entodo a las restricciones impuestas en las Bases orgánicas de la misma. A con-tinuación, se explicaban las bases que el nuevo Congreso no podía variar:

1º. La soberanía e independencia de la nación mexicana. 2º. La religión católi-ca, apostólica, romana, sin tolerancia de otra. 3º. La unión de todos los habitan-tes del imperio con arreglo al Plan de Iguala. 4º. La división de los tres podereslegislativo, ejecutivo y judicial, que no podrán reunirse en una sola persona ocorporación. 5º. La monarquía moderada hereditaria. 6º. La dinastía del Sr. D.Agustín de Iturbide, actual emperador.38

Atendiendo a estas bases, Iturbide forzaba al futuro Congreso a continuarcon su dinastía y a aceptar, sin poder modificar, la forma de gobierno monár-quica para México. El contenido del resto de los artículos ya estaba expresa-do en el Plan de Iguala.

Las elecciones para este nuevo Congreso se celebrarían en dos niveles.Primero, mediante “juntas populares” que equivalían a las juntas de parro-quia fijadas en la Constitución de 1812. Estas juntas se establecían por dis-tritos dentro de las ciudades y en ellas se elegía a un compromisario paracada una. La convocatoria marcaba la elección de al menos uno por cada mil

37 AJNI, 19 de febrero de 1823, pág. 100.38 Ibid., pág. 102.

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habitantes. Previamente, la diputación provincial debía haber elaborado unalista con los nombres de los que “en su concepto” merecían ser diputados entoda la provincia, “para que sirva de ilustración a los compromisarios y seevite en lo posible la divergencia en los votos”39. Se estaba elaborando un sis-tema mucho menos liberal que el gaditano y más moderado. No sólo porquela diputación provincial “controlase” las listas de los posibles nombradospara el cargo de diputados, sino también, recordemos, porque la figura deljefe político había sido reforzada por Iturbide, concediéndole amplios pode-res y reuniendo, de nuevo, el mando político y militar. Junto a esto, la dipu-tación también se encargaba de contribuir económicamente a sostener elviaje y las dietas de los diputados elegidos.

Tres días después, estos compromisarios concurrían a otra elección en elAyuntamiento –juntas de compromisarios– en la que se nombraban los dipu-tados de la provincia para el Congreso y también los elegidos para la segun-da Cámara. Tras esta votación se formaban dos listas y se pasaban a lacabecera de partido para que, conjuntamente, se elaborara un solo listado contodos los nombres. Elegidos de esta manera en cada pueblo, después se pasa-ban las listas a la capital de provincia donde también se ponían en común yse configuraba el listado definitivo de los diputados del Congreso.

Durante las siguientes sesiones de la Junta instituyente se contempló laposibilidad de que unos comisionados de los oficiales “sublevados” pasarana discutir los puntos que creyeran convenientes respecto a la convocatoria delCongreso. Iturbide intentó invertir la tendencia en su contra que cada vez ibaen aumento en más provincias mediante un acto conciliatorio. El 27 de febre-ro sustituía a su ministro más incondicional, José Manuel Herrera, por Josédel Valle. Éste era uno de los diputados detenidos la noche del 26 de agostode 1822. Es decir, Iturbide tuvo que sacarlo del convento de los dominicos

39 Contrariamente a lo expuesto por Timothy Anna, las diputaciones provinciales marcaban, dealguna manera, el sentido del voto de los elegidos para compromisarios, elaborando previamente a la elec-ción el listado de los posibles candidatos a diputados. También los ayuntamientos participaban en las elec-ciones, pues en ellos se ejercía la elección definitiva de los diputados provinciales y los alcaldes presidían,generalmente, las juntas populares. Este autor afirma erróneamente que “los ayuntamientos y las diputa-ciones de provincia no habrían de desempeñar ningún papel en estas nuevas elecciones del congreso”.Además de insistir en que las elecciones se celebraban en un solo nivel, cuando la convocatoria fijaba cla-ramente dos niveles de elección. Timothy Anna: El imperio de Iturbide, Alianza Editorial, México, 1990,pág. 162.

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donde todavía estaba preso. La acción llegó demasiado tarde, pues ya casitodas las provincias se habían adherido al plan de Casa Mata40.

A la inclusión de José del Valle en el gabinete le siguió la del tambiénarrestado, general José Joaquín Herrera, que fue nombrado jefe del EstadoMayor para trabajar con Manuel Gómez Pedraza, el único militar importan-te que quedaba junto a Iturbide41. Mientras tanto, las provincias comenzarona organizarse para buscar una solución a la situación en la que se encontra-ban. La primera que se movilizó fue la diputación provincial de Michoacán,que nombró a José Mariano Michelena como su representante para que con-ferenciara con las de Guanajuato y Querétaro sobre la posibilidad de formarun nuevo gobierno nacional. Le siguió la de Puebla, que tomó la iniciativainvitando al resto de provincias a mandar un representante para crear unaJunta que plantease una salida a la crisis gubernativa42. En esta Junta se reu-nieron representantes de las distintas provincias, así como los oficiales delejército que se encontraban allí y algunos diputados del extinguido Congresoque habían salido de la capital. La mayoría de las provincias enviaron suscomisionados a Puebla o al menos los nombraron.

La confusión presidió gran parte de la actividad de las diputaciones pro-vinciales. Debido a las enormes distancias, cuando las noticias llegaban lasituación ya había cambiado. Por ejemplo, cuando en Monterrey se elabora-ban las instrucciones para los comisionados, Iturbide ya había restaurado elCongreso y había abdicado de la corona. En general, la mayoría de losgobiernos provinciales se mantuvieron fieles a lo expuesto en Casa Mata yreclamaron constantemente que se convocara un nuevo Congreso. Estas desi-

40 El 1 de febrero fue Veracruz, el 7 Oaxaca, el 11 Puebla, el 18 Toluca, el 23 Guanajuato, el 25Querétaro y el 26 Nueva Galicia y ciudad de México. En marzo continuaron las adhesiones, el 1 Zacatecasy Valladolid, el 2 San Luis Potosí, el 4 Yucatán y Campeche, el 5 Durango, el 6 Monterrey, el 14 Saltilloy el 9 de abril Nuevo Santander. Chiapas fue la única provincia que nunca se adhirió al Plan. La descrip-ción de cómo se adoptó el Plan en cada una de estas provincias en Benson: La Diputación provincial…,págs. 122-134.

41 Recordemos que Pedro Celestino Negrete y el resto de militares comisionados para entablarconversaciones con el Ejército Libertador se habían unido a los “rebeldes” en Puebla. Sobre la figura delgeneral Gómez Pedraza puede consultarse los trabajos de Solares Robles, Laura: La obra política deManuel Gómez Pedraza, 1813-1851, Instituto Mora, México, 1999 y Una revolución pacífica. Biografíapolítica de Manuel Gómez Pedraza, 1789-1851, Insituto Mora, México, 1996.

42 Rodríguez, J. E.: “Las Cortes mexicanas y el Congreso constituyente”, en Guedea, V. (coord.):La independencia de México y el proceso autonomista novohispano, 1808-1824, UNAM-Instituto Mora,México, 2001, págs. 285-320. También Benson: La Diputación provincial…, págs. 137-138.

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gualdades de opinión entre el Congreso restablecido y las provincias favore-cerían el distanciamiento entre ambas instituciones y la creación de un senti-miento federal que ya comenzaba a cuajar entre las provincias. Además, apesar de la abdicación del emperador y de la restauración del Congreso,todavía seguía sin definirse cuál iba a ser la forma de gobierno a adoptar. Lasombra de la república comenzaba a planear sobre el Congreso y los repre-sentantes provinciales presionaron enormemente en este sentido hasta queMéxico declaró la forma de gobierno republicana a mediados de mayo de1823. Mientras tanto, la Constitución de 1812 y los decretos gaditanos eranlas únicas leyes que el Congreso no había abolido todavía.

Conclusión

Desde que México proclamara su independencia el 24 de febrero de 1821hasta la disolución de la Junta Nacional Instituyente dos años después,Agustín de Iturbide había intentado imponer su modelo de Estado-nación. Lallegada del nuevo capitán general, Juan O’Donojú, y la firma de los Tratadosde Córdoba que concedían la autonomía a México dentro de la Monarquíahispana habían frenado la asunción del poder por parte del líder militar. Apesar de que ya dejó patente sus deseos de influir en la política de la Cámaralegislativa, tanto de la Junta Provisional Gubernativa como del Congresoconstituyente, Iturbide no consiguió imponerse hasta proclamarse emperadorde México.

Desde entonces, toda la labor legislativa de los diputados mexicanos–doceañistas y veinteañistas que habían estado en las Cortes peninsulares yel resto de liberales de las provincias– fue frenada por el moderantismo delemperador. El Congreso, tras la superación de la vía autonomista en Madrid,había iniciado una transformación profunda, cualitativa, para convertir aMéxico en un Estado-nación independiente. Las bases legislativas gaditanas,hispanas, incluida la Constitución de 1812, trascendían a una nueva realidadpara iniciar la revolución liberal de forma separada al resto de la Monarquía.Los proyectos de contribución directa para sanear la Hacienda, ahora nacio-nal mexicana, el levantamiento de milicias cívicas como sostenimiento arma-do del proyecto político, la nueva cultura simbólica, la asunción de unsentimiento de pertenecer a la Nación mexicana, soberana e independiente,

El fracaso del moderantismo iturbidista

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fueron algunos de los aspectos revolucionarios que se iniciaron en elCongreso constituyente.

Sin embargo, Agustín de Iturbide no fue capaz de entender el proyectoliberal de los diputados y mantenerse al margen del poder legislativo. La dis-cusión en el Congreso sobre el cupo de las milicias cívicas, superior ennúmero al del ejército –y apoyo de Iturbide durante toda la lucha contra lainsurgencia y posteriormente contra las tropas realistas– dio lugar al golpe deEstado que designó a Iturbide como emperador de México. La revoluciónliberal que apenas había empezado se veía abruptamente suspendida y susti-tuida por una fase moderada que intentaría contener los “excesos revolucio-narios” que el Congreso había cometido.

La moderación de Iturbide se fue tornando cada vez más excesiva hastaque llegó a detener y encarcelar a varios de los diputados liberales más sig-nificativos del Congreso. De ahí a la suspensión de las garantías y la disolu-ción de la Cámara legislativa apenas mediaron dos meses. La Junta NacionalInstituyente fue el intento del emperador de emprender su gran proyecto libe-ral moderado para México. Una dinastía única, poderosa, que controlara losmovimientos del legislativo y que garantizara la independencia del Estado.Sin embargo, el sustrato revolucionario que contenían las diputaciones pro-vinciales, herencia del liberalismo hispano y gaditano, terminará por impo-nerse al moderantismo iturbidista. Cádiz trascendía, y de qué manera, en laconstrucción del Estado-nación mexicano que transitaba de una Monarquíaconstitucional moderada hacia la República federal, manteniendo laConstitución doceañista como ley fundamental.

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El proceso de formación de la identidad cubana (*)

JOSÉ MARÍA AGUILERA MANZANO

Escuela de Estudios Hispano-Americanos. CSIC.

La redefinición del enfrentamiento criollo-peninsular

En 1829 tuvo lugar en La Habana un enfrentamiento ideológico, a travésde varios periódicos1, protagonizado por José Antonio Saco2 y Ramón de laSagra3 a propósito de las poesías de José María Heredia4 y en el que intervi-

(*) Esta investigación se ha realizado en el marco del proyecto “El debate ideológico en PuertoRico ante la cuestión colonial y la revolución liberal (1815-1840)”, Ministerio de Ciencia y Tecnología,BHA 2002-03302.

1 Los periódicos en los que se produjo la polémica fueron El Mensagero Semanal y Anales deciencia, agricultura, comercio y artes. El primero fue publicado por Félix Varela y José Antonio Saco enNueva York entre 1828 y 1831, y el segundo fue dirigido por Ramón de la Sagra en La Habana entre 1827y mediados de la década de 1830.

2 José Antonio Saco y López-Cisneros nació en Bayamo, Cuba, en 1797. Después de estudiaren su ciudad natal y en Santiago de Cuba, en 1816 se trasladó a La Habana donde entró en contacto conel pensamiento liberal de Félix Varela que impartía clases en el Seminario de San Carlos; allí estudió dere-cho y filosofía. Tras abandonar Varela la isla, Saco impartió la cátedra de filosofía de este Seminario. Añosdespués se trasladó a Estados Unidos donde, a través del periódico El Mensagero Semanal, protagonizóel enfrentamiento con Ramón de la Sagra. Esta disputa estuvo en el inicio del desarrollo de un conceptode identidad distinto al que se trataba de implantar desde la metrópoli. Tras ser el editor de la RevistaBimestre Cubana, fue expulsado de la isla por sus ideas políticas en 1834; murió en Barcelona en 1879.Véase Saco, José Antonio: Obras, volumen I, II, III, IV y V, Imagen Contemporánea, La Habana, 2000.

3 Ramón Dionisio José de la Sagra y Periz nació en La Coruña, España, el 8 de abril de 1798 ymurió en Suiza el 25 de mayo de 1871. Fue el quinto hijo de Lorenzo de la Sagra, comerciante, y AntoniaPeriz, oriunda de San Agustín de la Florida. Sagra, tras terminar sus estudios de ciencias en la Universidadde Madrid, viajó a La Habana en 1823 para dirigir el Jardín Botánico de esa ciudad y la cátedra de botá-nica del mismo. Allí realizó actividades científicas y culturales y estudió la flora y la economía de la isla,convirtiéndose en mano derecha del superintendente de hacienda de la isla de Cuba, Claudio Martínez dePinillos. Este último le pagó la publicación del periódico Anales de ciencia, agricultura, comercio y artes,desde donde intentó apoyar científicamente el desarrollo de un concepto de identidad distinto al del grupode Saco y del que la polémica que entabló con éste en sus páginas fue sólo el primer episodio. VéaseSagra, Ramón de la: Historia económico-política de la isla de Cuba, La Habana, 1831; Cambrón Infante,Ascensión: El Socialismo racional de Ramón de la Sagra, Diputación provincial de A Coruña, 1989;VV.AA.: Ramón de la Sagra y Cuba, volumen I y II, Edicios do Castro, A Coruña, 1992.

4 José María Heredia y Heredia nació en 1803 y murió en Ciudad de México en 1839. Era hijode José Francisco Heredia, emigrado de Santo Domingo. La carrera judicial del padre hizo que la familia

Insurgencia y republicanismo – Págs. 215-230

nieron, entre otros, Domingo del Monte5 y Félix Varela6. Los años quesiguieron al inicio de la polémica son claves para entender la historia de laindependencia cubana que ocurrirá sesenta y nueve años después.

Partiendo de la premisa de que existió un plan bien organizado por Saco,Varela y del Monte para comenzar a crear una identidad propia, independien-te de la que se trataba de implantar desde la metrópoli, el centro de atenciónen nuestro estudio lo debemos desplazar del supuesto enfrentamiento entrecriollos y peninsulares a cómo se formó un entramado cultural, que pretendíancubano, lo cual, desde el punto de vista administrativo-político, se tradujo enun enfrentamiento entre centralización, descentralización y autonomía.

cambiase varias veces de residencia. A partir de 1806 vivieron en Pensacola y en 1810 se trasladaron a LaHabana. Heredia comenzó a estudiar la carrera de leyes en La Habana, donde entró en contacto con el pen-samiento liberal que se transmitía en las aulas del Seminario de San Carlos. A través de Félix Varela yJosé Antonio Saco conoció a Domingo del Monte, quien le apoyó en su vocación como poeta. Tras diri-gir varios periódicos literarios y políticos durante el Trienio Liberal, Heredia es denunciado por conspirarcontra la dominación española en la isla, como miembro de la Orden de los Soles y Rayos de Bolívar, yse dictó contra él auto de prisión en noviembre de 1823, pero logró huir primero a Estados Unidos y luegoa México. Su obra literaria fue uno de los pilares sobre los que se asentó el concepto de identidad, quepretendían cubana, del grupo liderado por José Antonio Saco y Domingo del Monte.

Véase VV.AA.: Diccionario de la Literatura cubana, volumen I y II, Instituto de Literatura yLingüística, La Habana, 1984.

5 De familia dominicana, nació Domingo del Monte y Aponte en Maracaibo, en 1804, y murióen Madrid el 4 de noviembre de 1853. Llegó a Santiago de Cuba muy niño, en 1810, y poco después setrasladó a La Habana con su familia. Hacia 1820 ingresó en el Seminario de San Carlos donde estudió dere-cho y entró en contacto con el pensamiento liberal allí impartido por Félix Varela y José Agustín Caballero.También conoció a José María Heredia. Tras un viaje a la península para graduarse en derecho, a fines dela década de 1820, visitó a Félix Varela y José Antonio Saco en Estados Unidos y desde allí planearon lanecesidad de potenciar, a través de la literatura, un concepto de identidad que pretendían cubano; las poesíasde Heredia fueron el primer instrumento usado con ese fin. De regreso a La Habana, se valió de los perió-dicos La Moda o Recreo Semanal del Bello Sexo, El Puntero Literario y posteriormente la Revista BimestreCubana. También por este motivo intentó poner en marcha la Academia Cubana de Literatura. VéaseMonte, Domingo del: Humanismo y humanitarismo, Dirección de Cultura, La Habana, 1936; Monte,Domingo del: Centón epistolario, volumen I, II, III, IV, V, VI y VII, Imagen Contemporánea, La Habana,2002; Monte, Domingo del: Escritos de Domingo del Monte, volumen I y II, Cultural, La Habana, 1929;Manuel I. Mesa Rodríguez: Apostillas en torno a una gran vida: Domingo del Monte, Imprenta del sigloXX, La Habana, 1954; Soto Paz, Rafael: La falsa cubanidad de Saco, Luz y del Monte, Alfa, La Habana,1941; Martínez, Urbano: Domingo del Monte y su tiempo, Unión, La Habana, 1997.

6 Félix Varela y Morales nació en La Habana en 1787 y murió en 1853. Era hijo de un militarpeninsular y por eso vivió algún tiempo en San Agustín de la Florida. En 1801 regresó a La Habana eingresó en el Seminario de San Carlos donde, en 1806, obtuvo el título de bachiller en teología y tomó loshábitos. Con el apoyo de Juan José Díaz de Espada y Landa, obispo de La Habana, consiguió la cátedrade filosofía del Seminario de San Carlos. En ella impartió sus clases en castellano y abogó por acabar conel método escolático, dominante en la enseñanza, e introducir la experimentación en los estudios de cien-cias. Véase Varela, Félix: Obras, volumen I, II y III, Imagen Contemporánea, La Habana, 2001.

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El abandono de la isla por José Antonio Saco y Ramón de la Sagra, unoen 1834 y otro en 1835, junto con la muerte de José María Heredia y la decla-ración de expulsión de los diputados cubanos de las cortes de Madrid, con laconsiguiente promesa de leyes especiales, cierran un ciclo en el que muchoshan querido ver tan solo un enfrentamiento entre criollos que luchaban por suindependencia y peninsulares aferrados a la idea de mantener a la isla deCuba como colonia. Esta última teoría, basada en la división, fue firmemen-te apoyada por Ramiro Guerra y Sánchez7, Emeterio Santovenia y RaúlShelton8. En la misma línea, Eduardo Torres-Cuevas, apoyándose en el bino-mio criollo-peninsular, considera que la llegada del obispo Juan José Díaz deEspada y Landa supuso el desarrollo del pensamiento criollo9: Espada rea-nimó a la Sociedad Económica de Amigos del País e imprimió vitalidad alSeminario de San Carlos, desde donde se gestó un pensamiento “nacionalcubano”, iniciado por Félix Varela y continuado por José Antonio Saco, Joséde la Luz y Caballero, Domingo del Monte, etc... y fuera de él quedaron lospeninsulares, que se opusieron a esta línea10. Sigue creyendo que tras losinsultos de Sagra a Heredia se escondía un ataque a la “cubanía” y “ameri-canidad” de sus versos. La batalla se planteaba de nuevo entre un criollodefendiendo lo suyo y un peninsular que subestimaba los valores de lo cuba-no. En El Mensagero Semanal, José Antonio Saco publicó la poesía “Oda alNiágara” de José María Heredia para que Sagra, “el español”, viera la cali-dad de la obra, pero éste se mostró más agresivo y acusó al semanario, y en

7 Guerra y Sánchez, Ramiro: Historia de la Nación Cubana, volumen III, La Habana, 1952;Manual de Historia de Cuba (Económica, social y política). Desde su descubrimiento hasta 1868,Cultural, La Habana, 1938; Azúcar y población en las Antillas, Cultural, Madrid, 1935.

8 Santovenia, Emeterio y Shelton, Raúl: Cuba y su historia, volumen I, Rema Press, Miami,1965.

9 Juan José Díaz de Espada y Landa era un sacerdote de origen peninsular que fue nombradoobispo de La Habana a principios del siglo XIX. Él fue quien impulsó el desarrollo de un pensamientoilustrado en la isla al fomentar la implantación del pensamiento racionalista propugnado por autores comoJosé Agustín Caballero y Tomás Romay. Con este objetivo relanzó la Sociedad Económica de Amigos delPaís de La Habana y el Seminario de San Carlos. Tras los acontecimientos de 1808 se mostró partidariodel liberalismo centralista. Véase VV.AA.: Diccionario de la Literatura cubana…, volumen I y II.

10 Véase Álvarez Cuartero, Izaskun: Memorias de la Ilustración: las sociedades económicas deamigos del país en Cuba, 1783-1832, Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, Madrid, 2000,págs. 17-25; González-Ripoll, María Dolores: Cuba, la isla de los ensayos. Cultura y Sociedad, 1790-1815, Madrid, CSIC, 1999; Guerra, François-Xavier y Annick Lempérière: Los espacios públicos enIberoamérica, Fondo de Cultura Económica, México, 1998, pág. 83; Guerra, François-Xavier:Modernidad e independencias, Fondo de Cultura Económica, México, 1997, págs. 92-94 y 102-108.

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particular a Saco y a Varela, de plagio11. Otro ejemplo de esa pretendida divi-sión fue el mandato del capitán general Miguel Tacón. Éste se rodeó de losgrandes comerciantes, mayoritariamente peninsulares (Joaquín Gómez,Manuel Pastor, José Ildefonso Suárez, José Antonio Olañeta, José Esteva yFelipe Martínez de Aragón, entre otros) excluyendo a los criollos que, anteesto, se reunieron en torno a Martínez de Pinillos, superintendente deHacienda, que representaba a los esclavistas habaneros. No obstante, segúnEduardo Torres-Cuevas, la lucha entre estos dos sectores, “esclavistas cu-banos” y “burguesía española”, no puede interpretarse como un enfrenta-miento antagónico pues ambos defendían sus intereses dentro del mismosistema12. Además de estos ejemplos, existen otros no tan representativos,como la polémica por la epidemia del cólera morbo y las falsas interpreta-ciones hechas sobre el pensamiento liberal de Miguel Tacón13.

Al crear esta división entre criollos y peninsulares, daban homogeneidada grupos heterogéneos. La realidad no fue así, ni en la isla de Cuba ni en elresto de América14. La parte “sana” de la Sociedad Económica, de la quehabla Juan Bernardo O´Gaban en carta a Miguel Tacón, estaba integrada porpersonas con ideas muy dispares15. El supuesto “Partido Académico” lo for-

11 Torres-Cuevas, Eduardo: La polémica de la esclavitud, Ciencias Sociales, La Habana, 1984,págs. 60-64.

12 Ibídem, págs. 107-111.13 Archivo Histórico Nacional de Madrid (en adelante AHN), Ultramar, 4603, núm. 36; Archivo

Nacional de Cuba (en adelante ANC), Asuntos Políticos, 36, núm. 16.14 Para el caso de América véase Domínguez, Jorge. I.: Insurrección o lealtad. La desintegración

del Imperio español en América, Fondo de Cultura Económica, México, 1985, págs. 12, 175-178 y 264-288. En esta obra el autor resalta que, en América, la independencia no se produjo por una división entrecriollos y peninsulares, de hecho, muchos criollos permanecieron fieles a la metrópoli y otros no se levan-taron por miedo a una revolución socio-étnica. El autor opina que la clave de las independencias estuvoen que un imperio burocrático centralizado, como el de España en América, requería un equilibrio de fuer-zas internas sociales, económicas, políticas, religiosas e intelectuales; el Imperio español se desplomócuando su equilibrio y armonía internos fallaron en las colonias. Donde más probablemente estallaría lainsurrección sería donde los gobiernos coloniales de América se habían enajenado a las elites locales.

15 Juan Bernardo O´Gaban y Guerra nació en Santiago de Cuba en 1782 y murió en La Habanaen 1838. Estudió en el Seminario San Basilio el Magno, de Santiago de Cuba. En 1802 y 1803 se graduó,respectivamente, de bachiller en sagrados cánones y de licenciado en derecho canónico en la Universidadde La Habana. En 1804 ingresó como miembro de la Real Sociedad Patriótica. Fue nombrado provisor yvicario general en 1810 y diputado a la Junta Provincial de Cádiz por Santiago de Cuba en 1811. En dichaJunta ocupó los cargos de secretario y presidente. Se trasladó de nuevo a la península en 1820. Rechazóel cargo de obispo en 1822 y el de arzobispo de Santiago de Cuba en 1823. Poco después de su regresode la metrópoli se vio obligado a volver allí bajo la acusación de deslealtad. Fue nombrado decano de la

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maban individuos con pensamiento divergente en muchos aspectos, como delMonte y Saco16. Los ideólogos de las identidades cubana y española delmomento y, sobre todo, la historiografía nacionalista posterior de una y otraparte, se encargaron de potenciar la división criollo y peninsular, asociándo-la al nacionalismo cubano y al español respectivamente. La realidad, sinembargo, fue mucho más compleja. Por ello, cometeríamos un grave error sientendiéramos las luchas políticas habaneras y cubanas de esta etapa comoproducto de un enfrentamiento entre criollos y peninsulares pues los resulta-dos de nuestro estudio estarían desvirtuados y no nos permitirían compren-der muchos hechos de los que ocurrieron.

Centralismo e identidad

A través del proceso constitucional que se inició en 1808, el Imperioespañol se encaminó hacia una forma de organización del estado bastantecentralista. En torno a este proceso de centralización y a cuándo se inició haymultitud de hipótesis17. Aunque no existe un consenso total parece que, deforma más o menos eficaz, hubo un intento de centralización administrativaen la América del siglo XVIII que, según puso de manifiesto BenedictAnderson, fue un factor importante en la formación de las identidades enAmérica y, por tanto, también en la isla de Cuba. A esto se unía el hecho de

catedral habanera en 1829. En 1834 llegó a ocupar la dirección de la Real Sociedad Patriótica. Ese mismoaño, al crearse la Academia de Literatura, se opuso obstinadamente a ella por estimar que obstruía laslabores de la Sociedad. Estuvo detrás de la expulsión de Saco de la isla.

16 ANC, Asuntos Políticos, 36, núm. 16.17 Véase Véliz, Claudio: La tradición centralista en América Latina, Ariel, Barcelona, 1984,

págs. 15-33; Lynch, John: “Los factores estructurales de la crisis: la crisis del orden colonial”, en CarreraDamas, Germán (dir.): Historia general de América Latina, volumen V, UNESCO, París, 2003, págs. 30-54; del mismo autor Las revoluciones hispanoamericanas 1808-1826, Ariel, Barcelona, 1985, págs. 13-35; Morales Moya, Antonio: “El estado de la ilustración”, en Gortázar, Guillermo (ed.): Nación y estadoen la España liberal, Noesis, Madrid, 1994, págs. 15-77; Gelman, Jorge: “La lucha por el control del esta-do: administración y elites coloniales en Hispanoamérica”, en Tandeter, Enrique (dir.): Historia generalde América Latina, volumen IV, UNESCO, París, 2000, págs. 251-264; Chevalier, François: AméricaLatina. De la independencia a nuestros días…, págs. 21-26; Fontana, Josep y Delgado, Josep Maria: “Lapolítica colonial española: 1700-1808”, en Tandeter, Enrique (dir.): Historia general de América Latina,volumen IV, UNESCO, París, 2000, págs. 17-31; Kuethe, Allan: Crown, military and society, TheUniversity of Tennesse Press, Tenesse, 1986.

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ser el territorio cubano una unidad administrativa (capitanía general), cir-cunstancia que se vio reforzada a lo largo del tiempo desde el punto de vistaeconómico y judicial pues además de capitanía general tuvo una superinten-dencia y se creó allí una audiencia. Las políticas comerciales de Madrid a lolargo del siglo XVIII habían convertido también a Cuba en una zona con enti-dad propia pues era la entrada comercial a América. Asimismo, su insulari-dad facilitó este proceso de formación de su identidad18.

Sin embargo, por sí solas, las zonas de mercado, geográficas o político-administrativas, no crean adeptos. Para entender cómo en la isla de Cuba,igual que en otras unidades administrativas de América y posteriormente deÁfrica y Asia, se construyeron identidades propias hay que tener en cuenta laforma en que los órganos administrativos crean un significado; nos referimosa cómo los viajes que permitían los ascensos dentro de la monarquía eran dis-tintos para los peninsulares y criollos. Mientras que el funcionario de lametrópoli podía viajar en busca de un mejor puesto en la administración deMadrid a Santiago de Cuba, La Habana y de regreso a Madrid, el criollocubano servía generalmente, aunque no siempre, sólo en Cuba; de esta mane-ra, en sus viajes y ascensos, los criollos sólo podían llegar, en último lugar, ala capital administrativa, La Habana. En este proceso de promoción obstrui-do encontraban compañeros de viaje que llegaban a sentir que su camaraderíase basaba en este peregrinaje particular y en la fatalidad compartida del naci-miento trasatlántico lo que contribuyó a formar una comunidad imaginadaque los distinguía de los peninsulares. Las peregrinaciones no tuvieron con-secuencias decisivas mientras su alcance territorial no les permitiera imagi-narse a sí mismos como una nación, es decir, mientras no llegó el capitalismoimpreso19. A la isla de Cuba la imprenta llegó en el siglo XVIII, pero estuvomuy controlada por el estado y hasta que en el siglo XIX la presión estatalno cedió un poco, no pudo empezar a gestarse una comunidad imaginada.

El proceso de centralización se hizo más duro entre 1825 y 1837 como loprueban las luchas internas en la Sociedad Económica de La Habana20. Estosenfrentamientos se debieron a que la centralización vino acompañada de un

18 La importancia de la territorialidad la pone de manifiesto Álvarez Junco, José: MaterDolorosa: la idea de España en el siglo XIX, Taurus, Madrid, 2003, págs. 12-13.

19 Anderson, Benedict: Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión delnacionalismo, Fondo de Cultura Económica, México, 1993, págs. 81-96.

20 Véase El Mensagero Semanal de 5 de diciembre de 1829.

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intento de imposición de la identidad española que se estaba forjando en lametrópoli a raíz de las independencias de las repúblicas americanas y de loque, ya entonces, se empezaba a llamar “Guerra de Independencia española”.La imposición de esta identidad chocaba con el sistema cultural que comen-zaba a forjarse en ese momento en la Sociedad Económica y en otras institu-ciones donde se agrupaba la elite intelectual habanera y de la isla, como elSeminario de San Carlos y la Universidad de La Habana.

El antecedente inmediato a la centralización del gobierno que se mate-rializó en la isla de Cuba entre 1825 y 1837 hay que buscarlo en las Cortesde Cádiz. Un poco antes se reunió la Junta Central que, entre otras procla-mas, publicó una el 22 de enero de 1809 donde afirmaba que los dominiosespañoles de América no eran colonias sino parte integrante de la monarquíae invitaban a formar parte de ella a representantes americanos21. Sin embar-go, esto no se tradujo en un número proporcional de representantes america-nos y peninsulares22. El objetivo de la Junta Central al convocar a losamericanos era doble pues era obvio que la Junta necesitaba el apoyo econó-mico de América y que se debía dar respuesta al hecho de que la CartaOtorgada de Bayona contemplara, en uno de sus artículos, la representaciónde las posesiones americanas23. Aunque habían proclamado la igualdad delos territorios a ambos lados del océano, porque las circunstancias así lorequerían, en las mentes de los liberales gaditanos subyacía la idea de desi-gualdad y la intención de crear un estado centralizado24; el concepto de rei-nos unidos por su pertenencia a la monarquía había sido sustituido por el decolonias al estilo de otras naciones europeas. Esta desigualdad no sólo sedirimió en la cúspide del poder en Cádiz, sino que se resolvió a otros nivelesya que el enfrentamiento entre los representantes del poder metropolitano yla elite de la política local representaba una lucha entre el centralismo y ladescentralización25. La tensión se produjo por el intento metropolitano de

21 Sevilla Soler, M.ª Rosario: Las Antillas y la independencia de América española, 1808-1826,Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla-Madrid, 1986, págs. 4-7.

22 Chust, Manuel: La cuestión nacional americana en las Cortes de Cádiz, 1810-1814, Historiasocial, Valencia, 1999, págs. 32-33.

23 Ibídem, págs. 34-35.24 Fradera, Josep Maria: Colonias para después de un imperio, Ediciones Bellaterra, Barcelona,

2005.25 Manuel Chust en la obra antes mencionada La cuestión nacional… y en Chust, Manuel: “La

coyuntura de la crisis: España, América”, en Carrera Damas, Germán (dir.): Historia general de América

El proceso de formación de la identidad cubana

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“inclusividad” en una única instancia legislativa y ejecutiva, con estrictasumisión de los poderes locales y provinciales intermedios, a lo que se opu-sieron los grupos dirigentes de las colonias.

El proceso de centralización se fue abriendo paso y, con el tiempo, su vic-toria fue clara cuando se creó la Dirección General de Ultramar en 1853 y elMinisterio de Ultramar en 1863. De entre las tres opciones posibles: direc-ción centralizada de todos los asuntos de Ultramar, reparto de competenciasentre las secretarías o formación de un organismo especializado sin asumirtodas las competencias, se optó en principio por la última posibilidad, hastaque la formación del Ministerio de Ultramar, en la segunda mitad del sigloXIX, encarriló definitivamente las cosas en la primera dirección26. Tambiénvenció el centralismo en la organización territorial del estado. El objetivoprioritario de la mayoría liberal se orientó a conjurar el riesgo de federalismopor parte del cuerpo político, tanto en América como en la península. En con-secuencia, se optó por el centralismo y los elementos clave para conseguirlofueron: una muy precisa delimitación de la instancia legislativa, el estableci-miento de una cadena de mando piramidal entre las nuevas unidades admi-nistrativas y el gobierno de la nación y, finalmente, el recorte de lascapacidades financieras y organizativas de las diputaciones provinciales y delos municipios. Hay que tener en cuenta que la lucha por lograr un ciertoautonomismo se centró en ámbitos tan capitales de la revolución como losmunicipios y las diputaciones, instituciones éstas, en especial la segunda, queuna fracción de diputados quiso convertir en una pluralidad de parlamentosautónomos para poder desarrollar así una autonomía provincial27.

Latina, volumen V, UNESCO, París, 2003, págs. 55-85, considera que las cortes que dieron lugar a laConstitución de 1812 fueron unas cortes hispanas. Creo que este término es sostenible sólo si admitimosque es cierto que tanto América como la península tuvieron en ellas representación, pero desigual. Si eltermino “cortes hispanas” se quiere usar en el sentido de igualdad creo que no es válido. Los peninsula-res se vieron obligados a declarar que los territorios de Ultramar no eran colonias en la Junta Central y adar representación a los americanos en las cortes porque necesitaban su ayuda ya que se estaba produ-ciendo la invasión de los franceses y ésta era la única forma de ganárselos. No obstante, desde el princi-pio fue clara la intención del liberalismo peninsular de construir un sistema desigual, donde las provinciasde Ultramar no tendrían la misma categoría que las de la península. La desigualdad no fue inventada enla Constitución de 1837.

26 Fradera, Josep Maria: Colonias..., págs. 40-42 y en Chust, Manuel: La cuestión nacional…,págs. 196-201.

27 Chust, Manuel: La cuestión nacional…, págs. 22 y 210-212.

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Paralela a esta centralización administrativa, los liberales peninsulares,desde el punto de vista cultural, impusieron los elementos de una identidadespañola excluyente con respecto al concepto de identidad que estaba fra-guando el grupo de liberales habaneros. En estos momentos se dio un nuevoimpulso a las reales academias de la Historia, de la Lengua y a la Academiade San Fernando, creadas en el siglo XVIII y que desde entonces tanto habíanayudado a construir esa identidad nacional. A través de ellas se fomentaba laescritura de la historia del origen y la grandeza de la nación española, la des-cripción, ya fuera en prosa o verso, de las tierras españolas, la pintura deescenas nacionales y la escritura de obras de teatro destinadas al públicoanalfabeto para difundir así el orgullo de lo “español”; en general, todas lasciencias, incluso las consideradas positivas, tuvieron rasgos nacionales28.Para trasladar esos valores a Ultramar se habían creado las sociedades econó-micas y la Sociedad Económica de La Habana cumplió este cometido en elámbito intelectual a ella asignado, aunque en su seno hubo cada vez más indi-viduos que intentaron que se decantara a favor del desarrollo de una identi-dad propia, igual que sucedió en la Universidad de La Habana y en elSeminario de San Carlos29. Estos centros de reunión o formación de intelec-tuales contribuyeron a facilitar nuevas peregrinaciones que tenían sus Romasen la capital colonial, La Habana. Estas peregrinaciones educativas se uníana las de la esfera administrativa y todo ello ayudó a la construcción de lacomunidad imaginada cubana30.

La lucha contra el centralismo en La Habana

Cuando toda América se independizó, el Imperio español sólo pudo rete-ner tres colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Sin embargo, su política no

28 Véase la obra de Álvarez Junco, José: Mater Dolorosa…, págs. 31, 54-56, 73-74, 78-81, 83,119 y 194.

29 Ibídem, págs. 103-104; Jesús Raúl Navarro García en sus obras Control social y actitudes polí-ticas en Puerto Rico (1823-1837), Diputación de Sevilla, Sevilla, 1991 y en Puerto Rico a la sombra dela independencia continental (1815-1840), Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y El Caribe yEscuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla-San Juan, 1999, ha puesto de manifiesto que otrosmedios de control usados fueron la censura de las publicaciones, la confesión, los sermones y la ComisiónMilitar, destinada a sancionar con rapidez los delitos políticos y los comunes (robos y asesinatos). Estosúltimos medios de control junto con otros, no dependieron directamente de la Sociedad Económica sinoque eran competencia de otros órganos del gobierno o ajenos al mismo.

30 Véase Anderson, Benedict: Comunidades imaginadas…, págs. 195-199.

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varió, la centralización continuó su camino, aunque la resistencia a esta polí-tica no cejó tampoco. En La Habana son numerosas las muestras de estalucha en una institución que, paradójicamente, se fundó como instrumentopara desarrollar la centralización, la Sociedad Económica de Amigos delPaís, donde los debates teóricos llegaron a su grado más profundo. En el senode esta institución se produjo la polémica de la que hablamos entre JoséAntonio Saco y Ramón de la Sagra, que se inició en 1829 y continuó en1830, a propósito de las poesías de José María Heredia. Para entender la ver-dadera dimensión de esta polémica hay que tener en cuenta que las obrasescritas de José María Heredia son consideradas el inicio, desde el punto devista literario, del largo proceso de construcción de una identidad nacionalcubana.

La Sociedad Económica fue una institución que agrupó a gran número depersonas en La Habana y en Cuba, y aunque fue usada e incluso concebidacomo instrumento destinado a la centralización, las disputas internas queconocemos nos permiten asegurar que hubo una fuerte oposición a este pro-ceso por parte de grupos ideológicos concretos que lograron alzar su voz enella. Los enfrentamientos en las distintas secciones y comisiones tienen esteorigen de oposición a la identidad que se pretendía implantar, pero ademásesas luchas trascienden en algunas ocasiones el ámbito de la propia Sociedad.Aunque fue la puesta en marcha de la Comisión Permanente de Literatura, enla Sección de Educación, la que hizo explícito el enfrentamiento entre un sec-tor liberal adepto a un régimen colonialista y centralista y otro liberal quedefendía una condición más digna para la isla de Cuba, la pugna tenía unasraíces mucho más profundas que se manifestaban en todas y cada una de lassecciones de la Sociedad: en la de Educación, la de Historia, en la Junta dePoblación Blanca y también en la de Agricultura, Botánica y Comercio. Peroninguno de los grupos era homogéneo, ni formado solamente por criollos openinsulares, y menos el que giraba en torno a Saco. La división que apare-ció en la revista La Moda o Recreo Semanal del Bello Sexo31, y que hizo

31 La Moda o Recreo Semanal del Bello Sexo se publicó entre el 7 de noviembre de 1829 y el 11de junio de 1831 en la Imprenta de Lorenzo María Fernández de Terán. Sus redactores fueron Domingodel Monte y José Villarinos, en primer lugar, y posteriormente Manuel González del Valle e IgnacioValdés Machuca. En él colaboraron además Ramón de Palma, Blas Osés y José Antonio Cintra. Fue unórgano de expresión del grupo de Domingo del Monte y José Antonio Saco.

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separarse a Domingo del Monte de ella, o el cambio de dirección en laRevista Bimestre Cubana32, nos hacen intuir discrepancias internas33.

Al estudiar los discursos de los miembros de cada sección, podemos com-probar que aunque enfrentados en muchos aspectos, tienen el común denomi-nador de ser liberales todos ellos. En las secciones de Botánica y Agricultura,las alocuciones de Ramón de la Sagra estaban determinadas por su concep-ción política de liberal moderado y por eso, su presencia en La Habana esta-ba estrechamente vinculada a la pretensión de mantener a la isla de Cuba bajoel estatuto de colonia. Esta concepción hizo que él pensara que la producciónagrícola de la isla debía ponerse en función de las necesidades de materias pri-mas de la metrópoli. Por el contrario, Saco, del Monte, Varela, etc..., aunquetambién alababan el liberalismo en los textos que escribieron, pretendían laautonomía económica de la isla y una menor dependencia con respecto a lapenínsula. Sus discursos liberales sí coincidían en la necesidad de acabar conel tráfico de esclavos, aunque en ningún caso preveían integrar a éstos en lasconcepciones nacionales. Saco fue muy pronto consciente de que no podíacrearse una identidad nacional cubana sin incluir a más de la mitad de lapoblación de la isla; del Monte se opuso, aunque sabía también que sin ella nose podría construir un discurso nacional y por ello reivindicó el autonomismocomo fin último. Desde el gobierno metropolitano se supo usar la clave“esclavitud” en combinación con la clave “intereses económicos” para man-tener la adhesión de la isla al gobierno central. Éste obtuvo la fidelidad de loshacendados a cambio de mantener la trata de esclavos; esto pudo hacerlomediante la firma de tratados para combatir el tráfico negrero que no cumplíaen la práctica y a través de la creación de instituciones como la Junta dePoblación Blanca, sin utilidad en el mejor de los casos o con una utilidadincluso contraria a la que enunciaba34. En el momento en que las fuerzasexternas e internas presionaron y obligaron a cumplir los acuerdos firmados,el pacto gobierno-hacendados se resquebrajó y se aceleró el proceso de for-

32 La Revista Bimestre Cubana se publicó entre 1831 y 1834 en la Imprenta Fraternal de Boloñay en la Imprenta del Gobierno. En un primer momento la dirigió Mariano Cubí Soler y posteriormenteJosé Antonio Saco. Sus redactores fueron el propio Saco, del Monte, Varela y José de la Luz y Caballero.

33 Las discrepancias sugieren la aparición de una línea más racionalista frente a otra más román-tica que incluían indistintamente a criollos y peninsulares y que dieron origen a un “partido” liberal pro-gresista y otro conservador.

34 Esta Junta se había creado para ir introduciendo mano de obra asalariada blanca que sustitu-yera a la mano de obra esclava.

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mación de una identidad cubana que, aunque imparable, había caminado apaso más lento.

Sus discursos liberales también convergían en la necesidad de fomentarla Sección de Educación de la Sociedad Económica para conseguir la alfabe-tización de la población pues aunque el analfabetismo permitía una mayordocilidad a las políticas de la corona también hacía que se dejasen llevar másfácilmente por las revueltas que pretendían alterar el orden. Por tanto, la faltade una instrucción elemental era un arma de doble filo y por eso se favoreciósólo el aprendizaje de la lectura a un nivel rudimentario para que los mensa-jes transmitidos desde las altas instancias del poder llegaran a toda la pobla-ción y ésta tuviera una capacidad interpretativa mínima; por eso mismo, laenseñanza superior se cerró a una pequeña elite y se puso bajo el controldirecto del capitán general. Pero mientras de la Sagra pretendía usar la ins-trucción para transmitir el concepto de identidad que las elites castellanasestaban fraguando en la península, del Monte y otros ideólogos contrarios ala centralización lograron entrar en la Sección de Educación y dirigir suspolíticas, generando fuertes enfrentamientos con la facción más centralista.Dependiendo de quién controlara el organigrama educativo se implantaríauno u otro tipo de conciencia nacional35. Con esta misma intención, desde la

35 Véase Monte, Domingo del: “Informe sobre el estado actual de la enseñanza primaria en la islade Cuba en 1836, su costo y mejoras de que es susceptible” y “Educación primaria en la isla de Cuba,1832”, en Monte, Domingo del: Escritos de Domingo del Monte, Cultural, La Habana, 1929, volumen I,págs. 265-324 y volumen II, págs. 1-76; Monte, Domingo del: “Informe sobre la educación primaria enla isla de Cuba en 1838”, en El Plantel, La Habana, octubre 1838; Arango y Parreño, Francisco: “Plan deestudios”, en Arango y Parreño, Francisco: Obras, Publicaciones de la Dirección de Cultura del Ministeriode Educación, La Habana, 1952, volumen II, págs. 445 y siguientes. Véase también Puelles Benítez,Manuel: Educación e ideología en la España contemporánea, Labor política, Barcelona, 1980; Boyd, C:Historia Patria. Politics, History, and Nacional Identity in Spain, 1875-1975, Princeton University Press,1997; Huerta Martínez, Ángel: La enseñanza primaria en Cuba en el siglo XIX, 1812-1868, Diputaciónde Sevilla, Sevilla, 1992; Ávila Fernández, Alejandro y Huerta Martínez, Ángel: La formación de maes-tros de primeras letras en Sevilla y Cuba durante el siglo XIX, Instituto de Ciencias de la Educación de laUniversidad de Sevilla, Sevilla, 1995; Bachiller y Morales, Antonio: Apuntes para la historia de las letrasy de la instrucción pública en la isla de Cuba, volumen I, Cultural, La Habana, 1937, págs. 137-144;Torres-Cuevas, Eduardo; Armas, Ramón y Cairo Ballester, Ana: Historia de la Universidad de LaHabana, Ciencias Sociales, 1984, volumen I, págs. 23-79; Marrero, Levi: Cuba: Economía y Sociedad,Playor, Madrid, 1983 y 1984, volumen XIV, págs. 117-131; Morales del Campo, Ofelia: “La evolución delas ideas pedagógicas en Cuba desde los orígenes hasta 1842”, en Revista Bimestre Cubana, núm. 5, volu-men XXII, 1927, págs. 713-732, núm. 6, volumen XXII, 1927, págs. 846-867, volumen XXIII, págs. 91-120; Varona, Enrique José: La instrucción pública en Cuba; su pasado y su presente, Imprenta de Ramblay Bouza, La Habana, 1901; Jaramillo Uribe, Jaime: El pensamiento colombiano en el siglo XIX, Planetacolombiana, Bogotá, 1996, págs. 89-91.

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Sociedad Económica se manejaron también los hilos de otros órganos decontrol: la censura de las publicaciones36, la realización de la historia de laisla de Cuba37, de sus censos y mapas, y el Museo de Historia Natural38.

Dos pensamientos liberales pero con distintas concepciones de identidad

La pugna de los discursos en las diferentes secciones de la SociedadEconómica se puede reducir a un enfrentamiento entre distintas concepcio-nes del papel de la isla de Cuba en España, pero dentro de un proyecto polí-tico común, el proyecto liberal. El liberalismo tiene como principiofundamental la defensa del individuo, lo cual implica la protección de la pro-piedad privada frente a lo colectivo. Al defender al individuo, el papel delestado debía estar limitado, aunque todos los autores estudiados pensabanque era necesaria su existencia. Pretendían llevar a cabo las transformacionesomitiendo, en lo posible, los procesos revolucionarios y de desorden quehabían acompañado a la Revolución Francesa y a las independencias de lasrepúblicas americanas pues la guerra podía acabar con las propiedades y con

36 Véase Martínez Riaza, Ascensión: La prensa doctrinal en la independencia de Perú 1811-1824, Ediciones Culturales Hispánicas, Madrid, 1985, págs. 104-114. La autora considera que la libertadde prensa es un arma de doble filo para expresarse, pero también para controlar. Véase también BonedColera, Ana: “Los primeros pasos de la libertad de expresión en España y su repercusión en la prensa bale-ar”, en Trienio, núm. 38, noviembre 2001, Madrid, págs. 21-38.

37 Véase Shorske, Carl E.: Pensar con la historia, Taurus, Madrid, 2001; Pezuela, Jacobo de la:Ensayo histórico de la isla de Cuba, Imprenta española de R. Rafael, Nueva York, 1842 y Pezuela, Jacobode la: Historia de la isla de Cuba, volumen I, II, III y IV, Madrid, 1868; Torrente, Mariano: Bosquejoeconómico político de la isla de Cuba, volumen I y II, Imprenta de Manuel Pita e Imprenta de Barcina,Madrid-La Habana, 1852-1853; Torre, José María de la: Compendio de geografía física, política, estadís-tica y comparada de la isla de Cuba, Imprenta de Soler, La Habana, 1854. Al año siguiente esta obra sepublicó junto con la de J.T.O´Neil titulada Memoria de Puerto Rico, bajo el título de The Spanish westIndies. Cuba and Porto Rico: Geographical, political and industrial, Nueva York 1855, coordinada porRichard S. Ficher; Guiteras, Pedro José: Historia de la isla de Cuba, volumen I y II, Imprenta de Jorge R.Lockwood, Nueva York, 1865; Torre, José María de la: Elementos de Historia Universal y particular deEspaña, isla de Cuba y Puerto Rico, volumen I y II, Imprenta de Soler, La Habana, 1847; Torre, JoséMaría de la: Elementos de Historia Universal, volumen I y II, La Habana, 1864; Saco, José Antonio:Historia de la esclavitud de la raza africana desde los tiempos remotos hasta nuestros días, volumen I,II, III y IV, Tipografía Lauré e Imprenta de Jaime Jesús, París y Barcelona, 1875-1879.

38 Véase Anderson, Benedict: Comunidades imaginadas…; Drayton, Richard: Nature´sGovernment. Science, Imperial Britain and the Improvement of the World, Yale University Press, NewHaven, 2000, págs. 26-49; Arnold, David: The Problem of Nature. Environment, Culture and EuropeanExpansion, Malden, Blacwell Publishers, 1999, págs. 169-187.

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las personas. Para garantizar todos estos principios individuales y colectivos,previamente era necesario asegurar el orden, es decir, un gobierno, que era lafunción básica del estado39. Pero, ¿qué tipo de gobiernos? Sin duda, los esta-blecidos con las revoluciones liberales, basados en la división de poderes,aunque aquí cada uno estableció matices.

Estos gobiernos liberales delimitaron la jurisdicción sobre la que ejercíansu poder basándose en un principio legitimador: el nacionalismo. Al ser laidentidad un concepto bastante subjetivo y confuso, surgió la división dentrode los liberales en torno a los principios de su identidad, base sobre la que sesostienen los nacionalismos. En la isla de Cuba sucedió lo mismo: las divi-siones en la Sociedad Económica afloraron en el momento en que hubo quedecidir cuál era el papel de la isla dentro de España. Por eso surgió el deba-te entre centralización y descentralización, por un lado, y dependencia abso-luta respecto a la metrópoli o autonomía, por otro.

En 1825, al dar poderes absolutos a los capitanes generales de Ultramar,se estaba centralizando todo el poder en manos de una persona que era fiel yleal, absolutamente, a la monarquía metropolitana y, por tanto, a sus interesesy no a los de la oligarquía habanera en el caso que nos ocupa. De ahí los con-flictos por conseguir la descentralización del poder. El enfrentamiento entreautonomía y dependencia vino determinado por la lentitud e ineficacia que enlas primeras décadas del siglo XIX se observaba al tener que resolver proble-mas que afectaban a Cuba. La decisión final en todos los temas se tomaba enMadrid y las autoridades de la isla no eran, en muchos casos, más que merasaplicadoras de esas decisiones que, a veces, no se ajustaban a sus necesidades.La descentralización va a ir unida a la lucha por la autonomía. Si se lograbarepartir el poder se lograría que cierto grado de decisión recayera en puestosdesempeñados por personas que velaran por los intereses de Cuba y no por losde la metrópoli. Para Domingo del Monte la autonomía era el objetivo finalmientras que para José Antonio Saco era un medio a través del cual se inicia-ba la construcción de la identidad nacional, condición imprescindible paraconseguir una futura e hipotética independencia de la isla.

39 Lynch, John: “Los factores estructurales…”, pág. 43, cree que hubo una alianza entre penin-sulares y criollos en el continente americano con el objetivo de mantener el orden, que usó la penínsulacomo elemento para mantener sometidos a los criollos; pero muchos de ellos, con el tiempo, volvieroncontra España el argumento de la seguridad. Afirmaban que sin el apoyo criollo España no podría gober-nar América y, sin embargo, no se les daba ni la autonomía ni el respaldo social que merecían.

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Eric Hobsbawm afirma que fuera de Europa no podía hablarse de nacio-nalismo en estos momentos, excepto en determinados casos –como la India–y, por tanto, tampoco en América, en donde sólo existía un embrión de “con-ciencia nacional” en el momento en que se producen las independencias40. Siseguimos a Hobsbawm podemos afirmar que lo original de los pensadoreshabaneros es que renunciaron en la década de 1820 a una independenciacomo la del continente americano; Saco, Varela, etc…, seguramente obliga-dos por las circunstancias, o en conciencia, creyeron que antes de llevar acabo otras acciones había que definir un concepto de identidad nacional.

El capitán general Tacón no debe ser considerado un liberal en la penín-sula que en la isla de Cuba actuó como un absolutista pues el liberalismo eraen realidad muy heterogéneo en la metrópoli y, por tanto, también en Cuba.Tacón era un moderado que aplicó una política liberal conservadora en Cuba;para esta corriente ideológica era necesario mantener colonias y que éstas notuvieran instituciones liberales. En este sentido, la isla no quedaba al margende los cambios que se estaban produciendo en la península, lo que sucede esque el liberalismo moderado implicaba la reducción de las posesiones ultra-marinas a colonias41. Otras corrientes liberales consideraban que la mejormanera de mantener bajo el control de la metrópoli a las colonias era repro-duciendo las instituciones liberales en ellas42. Domingo del Monte fue cons-ciente de que el liberalismo peninsular era muy heterogéneo y de que unsector apoyaba una política de más apertura para la isla y por eso trató deatraerlo a su causa.

Al analizar los grupos sociales que apoyaron cada una de estas concep-ciones ideológicas, nos vemos obligados a destruir la teoría clásica que diceque los hacendados, mayoritariamente criollos, apoyaron a Saco y los comer-

40 Hobsbawm, Eric.: Las revoluciones burguesas, Labor, Barcelona, 1985, págs. 256-257.41 Esta hipótesis contradice la teoría de Manuel Chust. Véase Chust, Manuel: “La coyuntura de

la crisis…”, págs. 55-85 y Pérez de la Riva, Juan: Correspondencia reservada del capitán general donMiguel Tacón con el gobierno de Madrid: 1834-1836, Consejo Nacional de Cultura. Biblioteca NacionalJosé Martí, La Habana, 1963.

42 Esta línea fue defendida, entre otros, por el general Manuel Lorenzo, liberal progresista,gobernador del Departamento Oriental de la isla de Cuba. Durante su mandato, en 1836, proclamó laConstitución de 1812 y eso condujo a un grave conflicto con el capitán general de la isla, Miguel Tacón.Véase Pérez de la Riva, Juan: Correspondencia reservada de Miguel Tacón… y Navarro García, JesúsRaúl: Entre esclavos y constituciones. El colonialismo liberal de 1837 en Cuba, Escuela de EstudiosHispanoamericanos, Sevilla, 1991.

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ciantes, peninsulares generalmente, se pusieron del lado de Sagra. Es nece-sario recalcar que los sustentos partieron más bien de los grupos medios. Loshacendados no se mostraron demasiado partidarios ni de uno ni de otro.

Aunque se venía planificando desde tiempo atrás, el levantamiento deLorenzo en Santiago de Cuba en 1836 hizo que se decidiera apartar a la islade las cortes y del sistema liberal en construcción. Todo el revuelo organiza-do en el pasado en torno a las poesías de Heredia no era sino un paso más enel largo proceso de formación de una identidad, que con el tiempo se tornaráen cubana, apoyada en el trasfondo del enfrentamiento personal que man-tenían el cubano Saco y el peninsular de la Sagra.

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El Contrato Social.Divulgación e influencia en el México del siglo XIX

LETICIA MAYER CELIS

Universidad Nacional Autónoma de México

En las primeras décadas del siglo XIX se pusieron de moda los “catecis-mos” como modo de divulgación de diversos conocimientos y para laenseñanza. Eran volúmenes pequeños que utilizaban la forma didáctica depregunta-respuesta y resumían las ideas más importantes a transmitir. JoséJusto Gómez de la Cortina escribió por lo menos tres de estos manuales:Cartilla historial, editada en Madrid en 18291, Cartilla social o breve ins-trucción sobre los derechos y obligaciones del hombre en la sociedad civil,cuya primera edición fue de 18332 y la Cartilla moral militar, de 18393.

En este ensayo analizaremos la Cartilla social4, la cual nos deja abiertauna ventana que permite atisbar algunas de las ideas que cobraron significa-do en el siglo XIX. Muchas de ellas venían del XVIII con su pensamientoilustrado, otras de la tradición hispánica e incluso del catolicismo. Además,las decimonónicas: la preocupación por la criminalidad como una desviaciónsocial y la necesidad de contabilizar el crimen y calcular el castigo.

La Cartilla social tuvo gran influencia en su época, al grado de llegar aocho reediciones y sirvió de libro de texto para la Sociedad Lancasteriana apartir de 1838. Esta publicación consta de diez capítulos en los cuales seabordan temas como: la república, la sociedad civil, las juntas populares, lademocracia y la libertad individual y social.

1 Esta Cartilla se reeditó en 1840. Algunas partes fueron publicadas como pequeños ensayos enPoliantea, en El Zurriago y en otros periódicos de la época como La Lima de Vulcano.

2 La Cartilla social vio una segunda edición en 1836.3 La Cartilla militar se reeditó en 1854.4 Biblioteca Nacional de México, José Gómez de la Cortina: Cartilla Social, o breve instrucción

sobre los derechos y obligaciones del hombre en la sociedad civil. Segunda edición, 1836, México:Impreso por Ignacio Cumplido. Utilizamos la segunda edición pues contiene cambios y modificacionesque no incluye la primera. Las siguientes ediciones son iguales a la segunda de 1836.

Insurgencia y republicanismo – Págs. 231-250

La Cartilla introdujo al estudioso en las doctrinas de Hobbes, Locke yRousseau, entre otros. La idea dominante fue la del contrato social, el pactoque hacen los ciudadanos con el gobierno para poder salir del estado de natu-raleza y llevar una vida con orden social. Pero estos autores se mezclaron conotros de corte hispánico y de tradición religiosa. Junto al contrato social estála idea del bien común y del iusnaturalismo.

A través de la Cartilla social podemos configurar algunos de los princi-pios que estaban más activos en el imaginario social que en la realidad delMéxico decimonónico. Una sociedad que vivía en el desorden, la guerra y lainseguridad, se imaginaba libre, republicana, democrática y tolerante.

José Gómez de la Cortina y su afán por la seguridad

Existen por lo menos tres biografías del insigne personaje. La primera seescribió a su muerte por una comisión de la Sociedad Mexicana de Geografíay Estadística, en 1860, la de Manuel Romero de Terreros como prólogo a lapublicación de Poliantea, y la de María del Carmen Ruiz Castañeda de 1974.Sin embargo, los datos biográficos son escasos. Sabemos que nació en la ciu-dad de México en 1799 y murió en el mismo lugar en 1860. Perteneció a unafamilia muy rica e incluso noble. A los 15 años salió a terminar sus estudiosa España donde tuvo una excelente acogida, tanto por los grupos intelectua-les, como por el mismo rey Fernando VII. Perteneció al cuerpo diplomáticoespañol y viajó por Bélgica, Inglaterra, Francia e Italia. En 1832 regresó aMéxico y, desde el primer momento, su actividad política e intelectual fueconstante. Hombre polifacético llenó su vida y la del país con diversos inte-reses. Su inclinación por las humanidades ha sido lo más estudiado de su vidaa través de varias de sus obras, entre otras El Zurriago, revista de literaturay ciencias editada de 1839 a 1840 y en 1843 y 1851. Esta publicación no selimitó a una mera crítica literaria, también aparecieron en ella artículos deotros temas que gustaban a este autor.

Entre sus actividades favoritas estaban la historia, la geografía, las cien-cias de la moral5, la estadística y el electromagnetismo. Sus intereses fuerondiversos y disparejos sus conocimientos, no obstante Gómez de la Cortina

5 Grosso modo las ciencias de la moral fueron el antecedente de las ciencias sociales.

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fue un moderno, un personaje de su época. Para él nada era azaroso, habíaque buscar las conexiones entre los fenómenos y esto lo hacía tanto en la his-toria como en la estadística o en el electromagnetismo.

La temática constante fue su preocupación por los problemas de ordensocial y la criminalidad, pero no como intereses aislados. Los cuestiona-mientos del pacto social provenían de la necesidad de garantizar la seguridadde la sociedad civil: había que controlar y, sobre todo, medir y cuantificar ladelincuencia. A lo largo del XIX las estadísticas de criminalidad resultaronuno de los puntos claves de la discusión sobre el orden social y el tipo de paísque era o podía ser México. El primer artículo estadístico fue el de“Población”, escrito por nuestro autor, que apareció en el primer Boletín delInstituto Nacional de Geografía y Estadística en 18396.

Como hemos visto, José Gómez de la Cortina, no fue ajeno a los debatessobre criminalidad y seguridad social. Hacia 1833 fue nombrado tenientecoronel del regimiento de comercio, cuya principal función consistió en cui-dar del orden público y garantizar la seguridad en la ciudad de México.También durante esa época se le encargó el establecimiento de talleres deartes y oficios en las cárceles así como formular el reglamento de las prisio-nes. Además, promovió una ley para el castigo de los malhechores7.

Entre sus múltiples actividades relacionadas con la criminalidad, propu-so la organización de la policía a nivel nacional:

No es ciertamente la menor de las calamidades que nos afligen la falta de unapolicía, que pudiera proporcionarnos una vida segura, tranquila y libre de losmales que la debilidad, la pobreza, el vicio, la negligencia y el amor propio maldirigido, producen sin remedio en toda sociedad reunida. Los clamores quearranca semejante estado de abandono, son entre nosotros tan generales comocontinuos; no hay una sola persona que no los califique de sobradamente justos,y sin embargo lejos de mejorar el ramo de policía en nuestro desgraciado país,podemos decir que gozamos de la vida y de nuestras propiedades por un simpleconvenio mutuo, o por un efecto de la natural mansedumbre de nuestro pueblo,

6 En 2003 apareció una reedición en facsimilar del primer número del Boletín, Mayer, Leticia:La tan buscada modernidad científica. Boletín del Instituto Nacional de Geografía y Estadística de 1839.México, IIMAS-UNAM e INEGI, 2003.

7 Romero de Terreros, Manuel: Poliantea, México, 1944, UNAM, Btca. del Estudiante Uni-versitario, núm. 46.

El Contrato Social

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el cual, dígase lo que se quiera, puede citarse por modelo de los pueblos man-sos y humildes de corazón8.

Tal vez, lo más significativo de la propuesta es que se plantea una policíaa nivel de toda la República. En el artículo primero señala que “se separa delos gobiernos departamentales y de los ayuntamientos el ramo de la policía”.Además, ésta debería dividirse en tres grandes secciones de acuerdo a susfunciones: seguridad, correccional y urbana o municipal. El documentoresulta una propuesta innovadora en varios sentidos y, tal vez, adelantada asu época.

El 10 de octubre de 1835 nombraron gobernador del Distrito Federal aJosé Gómez de la Cortina. Desde el principio intentó reorganizar la vidapública: “ha entrado el Sr. Cortina al gobierno del distrito regañando, ame-nazando y augurando paz y felicidad a sus habitantes, con la estricta obser-vancia de las leyes”. La gobernatura del D.F. dio a Gómez de la Cortina laposibilidad de llevar a cabo sus ideas, particularmente la de dar tranquilidady seguridad a los ciudadanos. Uno de los temas que más inquietaba a loshabitantes de la capital fue el problema de la delincuencia. Los comunicadossobre cómo “limpiar a esta populosa ciudad de tantas sabandijas” aparecie-ron con regularidad en los periódicos.

El tema fue una constante y la discusión implicó que se publicaranestadísticas de criminalidad de varias partes del mundo. El martes 20 de octu-bre de 1835, apareció un artículo sobre el número de criminales puestos enlas cárceles de Inglaterra y Gales durante los años de 1824 a 1830. El títuloseñaló que de los 8.781 delincuentes condenados a muerte, sólo fueron ajus-ticiados 407. El mismo análisis se hizo de las cárceles de Francia; nueva-mente se mostró que se ajustició sólo a un pequeño número de loscondenados a muerte. Junto con estos datos se aseguró que en el siglo XIXse estaban suavizando las costumbres para el bienestar de la sociedad9. Unoscuantos días después se publicó el comunicado del presidente interino de laRepública, José Justo Corro, sobre cómo hacer justicia a los ladrones y ase-sinos mientras se arreglaba la administración de justicia.

8 El subrayado es nuestro. Hemeroteca Nacional de México, en adelante HNM. El Zurriago, I,20, sábado 11 de enero de 1840. Sin embargo, el texto de la propuesta es posible que fuera anterior a estafecha.

9 Sabemos que lo mismo señaló, muchos años después, Michael Foucault.

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Desde fines de abril se empezaron a publicar en el periódico las noticiasde encarcelamiento de criminales importantes, como los que se habían dedi-cado a saquear las iglesias. Pero lo más interesante de este tipo de noticiasapareció el 26 de mayo de 1836:

Hemos advertido que en ningún periódico de la capital se dan las partes de lasocurrencias de policía, y como el público debe estar al alcance de ellos, por larelación que guardan con la moral, celo de las autoridades, seguridad, libertad ydemás garantías, hemos querido nosotros ocurrir a esta falta comenzando desdehoy a insertar dichas noticias en obsequio de nuestros suscriptores10.

En efecto, a partir de aquella fecha comenzó a aparecer una sección delGobierno del Distrito llamada “Ocurrencias de policía”. En ella se informósobre las rondas, del número de hombres y mujeres conducidos a la cárcel yel delito cometido. Los comunicados siguieron apareciendo durante todoaquel año de 1836, incluso después que Gómez de la Cortina dejara el cargode gobernador. Estos datos fueron la base del artículo de “Población”, publi-cado en el primer número del Boletín de 1839.

El catecismo político y sus mensajes

Parece que durante aquellos años la elite intelectual de la ciudad deMéxico estuvo interesada en varios de los principales autores de laIlustración, tal vez de forma particular en algunos de los contractualistas ysus escritos fueron considerados como obras de moral. El Contrato Social fuequizás el fundamento del pensamiento político decimonónico.

Desde mediados del siglo XVII y hasta fines del XVIII varios pensado-res argumentaron y crearon una corriente que posteriormente se conoció, enla Ciencia Política, como Contractualismo. Los representantes más conoci-dos de esta tradición son: Hobbes, Locke y Rousseau. Los tres apuntan el ori-gen de la sociedad representado en un contrato o pacto que puede serexplícito o tácito, en el cual cada individuo otorga su consentimiento paraparticipar en él. A través del pacto los hombres pueden abandonar el “estadode naturaleza” y se organizan en una sociedad política. El principio que obli-

10 HNM, La Lima de Vulcano, IV, 89.

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ga al contrato es el derecho a la propia conservación, la cual sólo es posiblelograr en sociedad.

Los pensadores del contrato social no llegaron a definir si el convenio fuehistórico, o si más bien es una explicación hipotética del origen y de la natu-raleza de la sociedad. Aunque los tres autores antes mencionados están con-siderados dentro de esta tradición, existen grandes diferencias entre ellos.Para Hobbes, el hombre tiene derecho a proteger su vida y se asocia al pactopor esta opción a la propia conservación, pero sólo goza de las facultades queel soberano quiere otorgarle. En el pensamiento de Locke, los individuos for-man la sociedad y tienen el derecho de desconocer, legítimamente, al gobier-no si éste no cumple con su parte del acuerdo, que es perseguir el biencomún. Para Rousseau, el contrato impone los mismos derechos y deberes acada individuo; el órgano de decisiones es la asamblea en que se hace paten-te la voluntad general. Los individuos ejecutan el convenio en igualdad decondiciones y pueden romperlo si no se cumple con lo pactado.

Las nociones contractualistas encierran, a su vez, muchos otros princi-pios significativos en el pensamiento del siglo XIX. Algunos de estos con-ceptos son: la república, el ciudadano, el pueblo, la soberanía, el bien común,la tolerancia, el derecho natural y el derecho positivo y, por supuesto, lademocracia. Las ideas contractualistas fueron configurando el orden consti-tucional, de ahí su importancia durante los primeros años del siglo XIX enlos que gran parte de la discusión estuvo en torno al tipo de constitución quedebería adoptarse.

Las doctrinas en torno al pacto social y su importancia en la organizaciónde la vida social estuvieron presentes en las discusiones intelectuales deaquella época. Seguramente algunas se debatieron en los cafés y lugarespúblicos, otras fueron motivo de artículos periodísticos junto con sendasréplicas. También, muchas de estas ideas fueron introducidas a niveles máspopulares a través de panfletos; sin embargo, la divulgación más significati-va quizás se dio a través de los catecismos políticos o manuales para laenseñanza.

No obstante, los periódicos fueron un buen medio de contacto entre losdiversos grupos de estudiosos. Muchos de los personajes de la época escri-bieron en ellos sus ideas y sus inconformidades tanto intelectuales como polí-ticas. Al final de estas publicaciones venía una pequeña sección de anuncios

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en la que se mencionaban casas en venta, los servicios de un dentista, los dealgún abogado, escribanos, etc. Llama la atención que muchos de estos avi-sos fueran de librerías. Entre los títulos ofrecidos, o bien en los libros comen-tados, podemos encontrar las lecturas predominantes y las ideas que guiaronalgunas de las conductas de aquellos hombres.

Periódicos como La Lima de Vulcano o El Mosquito Mexicano aparecíancada tercer día y, aparentemente, tuvieron gran aceptación entre las elitescapitalinas. A mediados de la década de los treinta, quizás la noticia másimportante fue el problema con Texas. Los combates de Santa Anna11 en elnorte ocuparon una parte importante de los sucesos, en particular cuando estepersonaje cayó prisionero de los texanos. Sin embargo, la vida cotidiana con-tinuó con sus pequeños problemas y discusiones.

En algunas ocasiones, como fue el 14 de noviembre de 183512, se insertóun comunicado especial de la “librería conocida por Despacho del Sol, callede Capuchinas junto al # 1”. En él se notificaron los títulos acabados de reci-bir. Por ejemplo, se anunciaron las obras completas de Diderot, de WalterScott, D’Alambert, Rousseau, Jacobo Delille, Voltaire, La Fontaine,Descartes, Maquiavelo, Molière, Cuvier, Adam Smith y Buffon, además devarios libros de estadística como Estadísticas de Portugal de Balbin y unlibro con estadísticas de los EE.UU. Como puede verse, la Ilustración seguíapresente en el mundo intelectual junto con los títulos de estadística que fue-ron cobrando importancia a lo largo del XIX.

Dentro de la discusión académica de estos autores tenemos la apariciónde un artículo titulado: “Una conversación con un amigo”13 . Aunque el tra-bajo no está firmado, sabemos que fue de Gómez de la Cortina. Con la formaliteraria de una discusión entre colegas, el autor introduce una crítica alEmilio de Rousseau. En la conversación ficticia, uno de los personajescomenta que las obras de moral en realidad no tienen utilidad práctica yempieza a nombrar algunos autores:

... aquí tiene usted en esta misma biblioteca en que nos hallamos, toda esta colec-ción de moralistas... Vea usted aquí las obras de Pitágoras, de Teofrasto,

11 Mientras Santa Anna peleaba en Texas, el presidente interino fue José Justo Corro.12 HNM, La Lima de Vulcano, IV, 6.13 HNM, La Lima de Vulcano, IV, 69, martes 9 de abril de 1836, en “Variedades”. Este artículo

se volvió a publicar en El Zurriago el sábado 5 de octubre de 1839.

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Sócrates, Epicteto, Jenofonte, Platón, Luciano, Zenón, Pirrón, etc., y de losmodernos, Locke, Cudworth, Berkeley, Montaigne, La Bruyère, LaRochefoucault, Pascal, Vauvenargues Duclos, Fénelon, Bernardino de Saint-Pierre, Nicole, Fr. Luis de León, Fr. Luis de Granada, Gracián, Saavedra, Heckel,el inimitable y profundo J. Jacobo Rousseau...

Uno de los amigos juzgó al Emilio como la mejor de las obras de moralporque contiene preceptos prácticos y no metafóricos que permiten introdu-cir al hombre en la sociedad por medio de las doctrinas más humanas y tole-rantes. Pero al mismo tiempo consideró la obra como polémica, pues seafirmó que no podría ser llevada a la práctica. Incluso, según se dice en elartículo, el mismo Rousseau terminó aceptando esta crítica. Por lo tanto, sepreguntó para qué sirve una obra que argumenta utilidad y se sabe que nopuede aplicarse. Sin embargo, el autor del artículo defiende la importancia delas obras de moral principalmente las de Locke y Rousseau. No obstante, alfinal del artículo termina haciendo una crítica sobre el Emilio y en general alas obras de moral que, para él, el público lee sin suficiente formación y sincriterio. Por consiguiente, parece que parte de la intención de la Cartillasocial fue divulgar ideas de las llamadas “obras morales” a un público quelas demandaba, pero que, según nuestro autor, no tenía la formación para asi-milarlas directamente, sino a través de un lector más capacitado.

Análisis de la Cartilla Social

Pero analicemos con detenimiento la Cartilla Social. El primer capítuloes sobre el hombre considerado civilmente:

P. ¿Qué cosa es el hombre?R. Un animal dotado de razón, y creado para vivir en sociedad.P. ¿Por qué se dice que fue creado para vivir en sociedad?R. Porque una de sus primeras necesidades es su propia conservación, y muchasveces no podría alcanzarla si viviera solo.P. ¿Quién le impuso esta necesidad?R. La naturaleza que la ha convertido en ley.P. ¿Y qué medios le ha dado para poder cumplirla?R. La razón, la cual hace conocer que no debe desear para otro lo que no deseepara sí y al contrario.

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En este primer párrafo encontramos muchas ideas entremezcladas. Unade ellas es considerar al hombre como un animal dotado de razón con nece-sidades impuestas por la naturaleza. Aquí podemos ver el iusnaturalismopero en una de sus acepciones más modernas: ya no es una imposición de laley divina, sino de la naturaleza, pero no como instinto, sino a través de larazón. Quizás lo más interesante de estas afirmaciones es que la necesidad devivir en sociedad está en la propia conservación. Con esta afirmación, Gómezde la Cortina, introdujo a sus lectores al contractualismo, al pensamiento deHobbes, Locke y Rousseau. Y siguió con esta idea en el segundo capítulo:“De la sociedad civil, y del imperio que resulta de ella”:

P. ¿Qué cosa es la sociedad civil?R. Es la unión de muchas personas con ciertos pactos expresos o tácitos paraconseguir su seguridad y tranquilidad, y gozar de las comodidades de la vida sinninguna inquietud ni zozobra.

Aquí se puede ver la idea del pacto social. Más adelante afirma que losindividuos no pueden gozar de tranquilidad y seguridad fuera de la sociedadcivil, porque “los hombres por lo común son inclinados al mal [...] y sólodejan de satisfacer [sus pasiones] porque ven una fuerza superior que se lesopone, o que está pronta a castigarlos”. En esta parte se aleja de Rousseau yse acerca a Hobbes y Locke. En el estado de naturaleza no existía el “buensalvaje”, sino las pasiones sin freno. Quizás, también, se pueda vislumbraruna cierta sombra de Hume, cuando afirma que la razón no es más que unaesclava de las pasiones:

P. ¿Cómo se llaman los hombres que componen esta sociedad civil?R. Se llaman ciudadanos14.P. ¿Cuál es el fin principal de la sociedad civil?R. La seguridad y tranquilidad de los que la componen.

En estas frases, Gómez de la Cortina, no solamente está contrastando a lasociedad civil con la sociedad natural, también está asumiendo el significado

14 El concepto de ciudadano que manejó Gómez de la Cortina estuvo muy lejos de la realidad delMéxico decimonónico. Para un estudio sobre el problema del ciudadano véanse los excelente artículos deAntonio Annino, Marcello Carmagnani y Alicia Hernández en Sábato, Hilda (coord.): Ciudadanía polí-tica y formación de las naciones: perspectivas históricas de América Latina, F.C.E., México, 1999.

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que le dio Locke al considerarla como sociedad civilizada en contraste con lasociedad primitiva. Esta asociación será una de las bases para argumentar queel México independiente fue una sociedad civilizada, rebatiendo así las acu-saciones hechas en Europa de México como una nación salvaje.

Para organizar a la sociedad civil es necesario hacer un nuevo pacto quepermita la creación de la república. Dentro del nuevo contrato los ciudadanosestán obligados:

I. A promover el bien de la república, contribuyendo a ello por su parte cada unocon su industria, sus luces, sus bienes y su persona.II. A no impedir jamás que los demás hagan lo mismo, antes bien a exhortarlesy animarles con sus palabras y con su ejemplo.III. A no hacer nada que sea contrario al fin de la sociedad civil.IV. A preferir siempre el bien común al particular. Tales son las obligaciones quetiene todo socio en cualquier sociedad a que pertenece, y no puede dejar de cum-plirlas sin faltar al pacto formal por el cual ha entrado en la sociedad.

Además, la sociedad tiene derecho a obligar a todos los individuos acumplir con estas necesidades “pues de la obligación al fin nace el derecho”.Y a esta potestad de la sociedad se le llama imperio civil y nace del contratohecho entre los ciudadanos; que no es algo innato sino adquirido a través delconsentimiento mutuo de quienes formaron el pacto.

De las afirmaciones anteriores, quizás lo más significativo sea el pactohecho por todos los ciudadanos en igualdad de circunstancias y no por gru-pos raciales, étnicos o estamentales. Todas estas aseveraciones estuvieronlejanas a la realidad del país. Sin embargo, fueron el pensamiento promotorde muchos cambios posteriores.

Gobernantes y sociedad civil están obligados a cumplir con el pacto através de “las leyes que impone el pueblo para ser gobernado” y se conside-ran como las leyes fundamentales:

P. ¿Es nulo todo lo que hacen los gobernantes contra las leyes fundamentales?R. Lo es sin duda alguna; y el pueblo no está obligado a obedecerles porqueobran sin autoridad, usurpan un derecho que no les es dado, le hacen una injurianotable y puede resistírseles.

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También se preguntó si son libres los ciudadanos en la sociedad civil;contestó que lo son en la medida en que respeten el bien común de la repú-blica y las leyes civiles que la gobiernan:

P. ¿Y la república o nación es enteramente libre?R. Sí lo es, porque no depende de ninguna otra; y así si alguna otra nación o conla fuerza o con artificio quisiera sujetarla a su poder, o ejercer sobre ella su impe-rio, sería la mayor injuria que podría hacerle.

En el capítulo III se aborda el problema “De las diferentes especies derepúblicas”. Para el autor, curiosamente, la república no se opone a la monar-quía y considera tres formas de repúblicas regulares siguiendo el modeloaristotélico: democracia, aristocracia y monarquía. Después de especificarcada una de ellas, dice que todas son buenas, “porque en cualquiera puedeconseguirse el fin de la sociedad civil, que es la seguridad y tranquilidad”.Señala que si los gobernantes no buscan el bien público y sólo les interesa supropio bien, “el pueblo no conseguirá jamás lo que busca en la sociedad [...]y lo harán más miserable y de peor condición que si viviera fuera de ella [lasociedad] con las fieras en los bosques, como las naciones salvajes”. A pesarde considerar las tres formas de gobierno como viables para que el pueblopueda ser libre y conseguir los fines del contrato social, nuestro autor termi-na por inclinarse hacia la democracia:

P. ¿Por qué se dice que en la Democracia son los hombres más libres que en losotros gobiernos?R. Porque en la Democracia cada individuo tiene alternativamente parte en elgobierno; esto es, cada ciudadano entra en los cargos, y tiene voto activo y pasi-vo en las juntas y deliberaciones públicas. Por esta razón todos se miran comoiguales; el gobierno se ve obligado a tratar al pueblo con mucho respeto y no seatreve a cometer ningún exceso, y aun en caso de que lo cometa, los que despuésentran en los cargos lo corrigen y enmiendan. Por todas estas consideracionesque son reales y verdaderas, se dice que en el gobierno popular hay más libertade igualdad que en los otros gobiernos, en los cuales los que están revestidos delimperio se llenan por lo común de orgullo y vanidad; consideran al pueblo comodestinado para servir únicamente a sus caprichos y pasiones; lo tratan con des-precio, lo reducen a la clase de esclavo, y de este modo desaparece enteramentela idea de libertad e igualdad, y apenas es lícito pronunciar estos dulcísimosnombres.

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En estas afirmaciones y en el capítulo 6 referente a las juntas populareses factible ver la influencia de Rousseau y tal vez de Montesquieu. No todaslas corrientes contractualistas creían en la democracia; por ejemplo Hobbesera contractualista pero no democrático. En las declaraciones anteriores fuemucho más visible Locke, pero en lo referente a la democracia y las juntaspopulares encontramos la influencia de Rousseau, aunque Gómez de laCortina no llegó a aceptar los extremos que propuso este autor:

P. ¿En el gobierno popular debe tener el pueblo sus juntas?R. Sí, pues de otro modo no podría explicar su voluntad.P. ¿Y cómo deben ser estas juntas?R. Deben celebrarse con la anuencia de todos los ciudadanos [...] pues de lo con-trario no podrá decirse que es junta popular, sino una reunión insignificante dealgunas personas [...]P. ¿Según esto todos los ciudadanos tendrán voto en las juntas?R. Todos los que son capaces de explicar su voluntad deben tener parte en elgobierno, y por consiguiente votar en las juntas [...]

Nuevamente vemos que se sigue el pensamiento de Rousseau. No se hacealusión a la condición de letrado, propietario o vecino15, la cual, se supone,debería tener el ciudadano, ni siquiera se habla de edad o sexo. No queremosdecir que Gómez de la Cortina estuviera pensando en las mujeres y los niñoscomo parte de la ciudadanía, pero es curioso que no mencione más límitesque la capacidad de explicar la voluntad.

El capítulo V está dedicado a la “Naturaleza de la majestad, sus obliga-ciones y derechos”. El autor aclara que la majestad es el supremo poder quese halla en la sociedad civil, independientemente del gobierno que se elija. Elsupremo poder tiene la facultad de hacer leyes o abrogarlas cuando dejan deser útiles al bien común e interpretar las leyes particulares, pero no puedehacer lo mismo con las leyes fundamentales.

En el derecho, e incluso en la obligación, que tiene el supremo poder parahacer leyes penales, nuestro autor apunta la necesidad de proporcionar lapena a la gravedad del delito. En estas declaraciones sobre las penas es posi-ble encontrar la influencia de Beccaria y, con él, la introducción del cálculo

15 Posteriormente sí hace referencia a la vecindad, pero sólo como una forma de organizaciónfuncional.

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y de la ciencia racional a los principios de la moral. Pero la relación entrepena y delito debe ir de acuerdo al daño que se hace al interés común, a lasociedad: “Así, pues, más fuertes deben ser los motivos que retraigan loshombres de los delitos, a medida que son contrarios al bien público [...] Yen el caso de haber una exacta y universal escala de las penas y de los deli-tos, tendríamos una común y probable medida de los grados de tiranía y delibertad, y del fondo de humanidad o de malicia de todas las naciones”16. Enestas citas podemos encontrar la obsesión por la regularidad, encontrar leyespara la sociedad semejantes a las leyes de la naturaleza o de las matemáticas.Gómez de la Cortina compartió esta preocupación de las leyes morales seme-jantes a las naturales, como puede verse en su artículo sobre Población edi-tado en el primer Boletín del ING y E17.

Sin embargo, en la Cartilla lo que queda expresado es el daño que la cri-minalidad puede hacer al pacto social:

P. ¿Por dónde debe medirse la gravedad de los delitos?R. Por la importancia de la ley o precepto que se infringe, por la malicia de lavoluntad y por la gravedad de los males que causan o pueden causar al ordensocial y al bien común.

Nuestro autor también cree en la benignidad de las penas, siempre ycuando esté en función del bien común. En este sentido aboga a favor de laamnistía. Para él, el furor en un número considerable de ciudadanos puedellevarlos a cometer varios delitos en conjunto y si se castigara a todos sindiferencia “el bien común de la sociedad sufriría mucho [...] o finalmente,porque la amnistía es muchas veces el único medio para hacer cesar los malesque afligen a la humanidad”. Sin embargo, si se conoce de manera particulara los individuos que cometieron muertes, robos u otros delitos durante lasedición, debe castigárseles y no pueden argumentar a su favor el beneficiode la amnistía.

16 Beccaria: Tratado de los delitos y de las penas, edit. Porrúa, 1995, facsimilar de la edición enespañol de 1822, págs. 26 y 28. Tal vez fue Beccaria el criminalista más influyente de fines del siglo XVIIIy principios del XIX. Su tratado de los delitos y las penas sigue siendo estudiado por los abogados.Michael Foucault tomó a Beccaria como una de las principales autoridades de la Ilustración para el cam-bio que sufrió la ley penal durante aquella época.

17 Véase Mayer, Leticia: Entre el infierno de una realidad y el cielo de un imaginario. Estadísticay comunidad científica en el México de la primera mitad del siglo XIX, México, El Colegio de México,1999, y La tan buscada…

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También el poder supremo puede nombrar o remover a los magistradosde acuerdo a sus capacidades y actuación y no por otra razón. Tiene el dere-cho a imponer el tributo que sólo puede destinarse para conseguir los finesdel bien común y del pacto. Todos los ciudadanos deben pagar los tributospues todos se benefician del contrato social, pero no deben de hacerlo deforma igual, sino en proporción a los bienes con los que cada individuo cuen-ta. El poder supremo tiene la capacidad de acuñar moneda, hacer tratadoscomerciales con otras naciones, alianzas o bien declarar la guerra o la paz, enotras palabras las características de la soberanía. En esta parte Gómez de laCortina sigue más bien a Bodin, antecesor de Hobbes, quien más influyó enlas teorías de soberanía de la escuela contractualista.

El capítulo sexto es “Sobre la seguridad y tranquilidad de la república”.Ésta debe garantizar al ciudadano cuatro condiciones: seguridad, tranquili-dad, “abundancia de bienes para conservar la vida y pasarla con comodidady dulzura, y conseguir la felicidad que puede lograrse en este mundo.” Eneste apartado nuestro autor entra a los principios de la economía política. Laverdadera riqueza de las naciones es su población y ésta debe crecer, perosiempre y cuando se pueda garantizar la seguridad, un nivel económico dignoy la felicidad compartida entre el mayor número de personas. En aquellaépoca, algunos autores de la corriente utilitarista, consideraron que la bús-queda de la felicidad era un principio universal y los gobernantes tenían laobligación de ayudar a los ciudadanos a encontrarla a través de las cienciasútiles.

Para garantizar la tranquilidad fue necesario contar con “cuerpo de tropasproporcionado al número de habitantes”18 . No obstante, los hombres de die-ciocho a veintiséis años deben estar preparados para una invasión pues aun-que existan tratados y alianzas con otros países, los más fuertes no siemprerespetan ni la razón, ni la justicia:

Así, aun en tiempos de paz, de amistad, de la más estrecha alianza y de los tra-tados más solemnes, siempre debe tenerse por cierto que el gobierno vecino esun ladrón, que sólo deja de asaltar e invadir porque ve una fuerza pronta a resis-tirle.

18 Aquí se entra al problema de las estadísticas, de contabilizar a la población y de encontrar lasproporciones.

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Todo parece indicar que los intelectuales de aquella época conocían laamenaza que significaba la expansión de EE.UU. Aunque sus problemasinternos jamás les permitieron organizarse para la invasión que, aparente-mente, estaba tan prevista.

La instrucción fue imaginada como la panacea de muchos males y lasolución el establecimiento de escuelas para jóvenes. Concebir la educacióncomo igualadora de la condición social e introductora de las máximas demoral fue algo constante durante todo el siglo XIX y gran parte del XX. Sinembargo, Gómez de la Cortina, no se dio a engaño. Claramente marcó queno sólo la educación era importante, sino también la protección de la agri-cultura, del comercio y la industria, “como únicas fuentes de la verdadera ysólida riqueza”.

No obstante, para que la riqueza de las naciones funcione es menesterejercer la tolerancia:

P. ¿Qué se entiende por tolerancia?R. La indulgencia o condescendencia que se ejerce en favor de lo que no sepuede o no se debe impedir.P. ¿Hasta qué grado debe ejercerse la tolerancia en política?R. La tolerancia es la virtud que debe tener un ser débil (cual es el hombre) des-tinado por la naturaleza a vivir con otros seres igualmente débiles; y sin las vir-tudes dulces y conciliadoras, nunca podrá tener la sociedad tranquilidad nireposo. Así pues, la tolerancia política consiste en respetar las opiniones parti-culares de cada ciudadano, siempre que éste cumpla con sus obligaciones res-pectivas y no infrinja con su conducta las leyes, pues en este caso sería unperturbador del orden social, y la tolerancia que se usase con él, sería complici-dad criminal.P. ¿Debe la nación usar de la misma tolerancia con aquellos que piensan de dis-tinto modo en materia de religión?R. Sí, con tal que no traten de alterar con hechos el orden social. Si Dios los tole-ra, los ampara y favorece, por qué no hemos de tolerarlos nosotros.

El principio de la tolerancia fue clave en el siglo XIX, pues preparó yanticipó el fundamento de la libertad política. Por su parte la tolerancia reli-giosa estaba fuertemente influenciada por el pensamiento de Locke desde elsiglo XVII, reforzado por Voltaire en el XVIII. La tolerancia se vio tambiéncomo un mal menor, como un permiso revocable, pero todavía no como un

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derecho irrevocable19. Por otro lado, la tolerancia del pueblo hacia su gobier-no debía tener límites: el primero es el verdadero dueño del imperio y nopuede tolerar que un gobierno déspota destruya a la sociedad: “todo el pue-blo y todos los individuos que lo componen tienen derecho (en virtud de lospactos primitivos de la sociedad) para resistirle, y no haciéndolo, faltan a suobligación esencial”. Aunque también los ciudadanos deben comprometersea apoyar al gobierno que han elegido si éste cumple con sus obligacionesesenciales.

Por su parte, el pensamiento cristiano estuvo presente en las reflexionesde nuestro autor a través del bien común:

P. ¿El particular que injustamente es perseguido por el gobierno, debe resistirle?R. No, de ningún modo: antes bien deberá sufrir con paciencia la injusticia.P. ¿Por qué razón?R. Porque la resistencia de un particular no puede hacerse sin alteraciones, sedi-ciones y tumultos, que llevan consigo por lo común muertes, asesinatos, robos einfinitos males, contrarios a la tranquilidad pública, que es uno de los fines prin-cipales de la sociedad. Por consiguiente el bien público de la sociedad en quevivimos, exige de los particulares injustamente oprimidos, este sacrificio: la reli-gión nos lo manda y Jesucristo nos lo enseñó con su ejemplo.

En este caso lo que es lícito es huir, incluso se debe preferir este medio acualquier otro para no alterar la tranquilidad social. Como puede verse, semezclan las teorías contractualistas con una parte de la tradición cristiana.

Los capítulos 7 y 8 abordan los problemas de la libertad individual ysocial y el de la igualdad, principios probablemente tomados de laRevolución Francesa. En el caso de la primera, ésta debe entenderse como laparidad social o legal: “esto es, que ni el nacimiento, ni la riqueza, ni losempleos exceptúan a nadie de cumplir igualmente con los deberes sociales”.Sin embargo, existen otras diferencias determinadas por la misma naturale-za, que permite la desigualdad “a pesar de cuantos esfuerzos hagan todos losgobiernos del mundo”.

El capítulo 9 está dedicado a la libertad de imprenta. Este tema, al igualque ocurría en el caso de la tolerancia, fue materia delicada durante la pri-

19 En el primer artículo de Las siete leyes, proclamadas en México a fines de 1835, se niega latolerancia a otras religiones fuera de la católica. Es evidente que Gómez de la Cortina no estuvo de acuer-do con esta ley, aunque tuvo que acatarla.

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mera mitad del siglo XIX. Gómez de la Cortina tomó una postura retirada delas corrientes tradicionalistas y conservadoras20:

P. ¿Qué se entiende por libertad de imprenta?R. La facultad o derecho que tiene todo ciudadano para dar publicidad a susideas por medio de la imprenta, sin sujetarlas a censura ajena.P. ¿Qué utilidad trae a la sociedad?R. La libertad de imprenta sirve para ilustrar al pueblo y al gobierno; para con-tener el abuso que éste intentase hacer del poder que el mismo pueblo le ha con-fiado; para denunciar al público cualquier administración viciosa que pueda serfunesta a la república; para contener en su deber a cada ciudadano, protegiendola inocencia y declamando sin cesar contra los vicios.

En 1836 hubo un proyecto de libertad de imprenta que no fue retomadopor la constitución de ese mismo año pero causó una controversia periodís-tica21.

El capítulo 10 trata el tema de las obligaciones de los ciudadanos. Éstasfueron de dos tipos: las comunes tocantes a todos por el solo hecho de serciudadanos y las particulares, correspondientes a los ciudadanos con cargoso empleos en la república. Las obligaciones de los ciudadanos cesan cuandodejan de serlo. Esto puede suceder por voluntad propia, cuando un gobiernose halla en tal desorden que no tiene fuerza ni medios para garantizar la tran-quilidad y la seguridad de los ciudadanos, pues “la obligación está fundadasobre el cumplimiento de esta condición”. También se puede dejar de ser ciu-dadano por voluntad ajena, cuando la sociedad arroja de su seno a algún indi-viduo o bien cuando la nación se destruye por el hambre, la peste o la guerra.

Una reflexión final: la dificultad de garantizar el pacto social

Como es posible observar, para Gómez de la Cortina lo fundamental dela vida política estaba basado en el contrato social, el pacto que teóricamen-te o de facto hacen los individuos para salir de una sociedad natural y conse-

20 En 1833 no estaba tan claramente dividida la parte conservadora de la liberal. Como es facti-ble constatar, Gómez de la Cortina en ese momento pertenecía a una corriente más bien liberal e ilustra-da. Posteriormente el desencanto por los constantes problemas del país lo llevaron a inclinar su posicióny volverla más conservadora.

21 HNM, La Lima de Vulcano, varios artículos durante 1836.

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guir ciertas garantías. El pacto social fue el puente al Constitucionalismo eincluso a la moderna teoría política.

Las ideas expuestas en este catecismo o cartilla moral nos presentan elmundo intelectual en el que se movió Gómez de la Cortina y nos conectan, ala vez, con algunas de sus acciones políticas cuando fungió como goberna-dor del Distrito, así como con el interés que motivó algunas de sus investi-gaciones estadísticas: la criminalidad y la forma de controlarla. Pero vio lacriminalidad desde dos ángulos diferentes: la delincuencia que perturba elcumplimiento del pacto social y la delincuencia como una desviación moralde todas las sociedades. Una desviación factible de cuantificar, medir y com-parar.

Los conceptos generales de moral, junto con el derecho, la prisión y elcastigo estaban cambiando22. Había muchas propuestas e ideas en el ambien-te sobre cómo deberían ser las cárceles, cómo mantenerlas y qué se deberíahacer con los prisioneros: por consiguiente también se discutió sobre loscuerpos policíacos, su organización y funciones.

Sin embargo, la Cartilla social, que como se dijo tuvo mucha divulga-ción en el siglo XIX en México, difundió los conceptos de una sociedadideal muy lejana a la realidad de su época. Una sociedad en la que el hom-bre era considerado como un animal social que convive civilmente, donde serespeta a la sociedad civil, donde la república democrática es la mejor formade gobierno y donde el hombre libre se organiza a través de juntas popula-res. Donde los derechos y obligaciones son compartidos por todos los ciu-dadanos y la igualdad implica “que todos tienen la misma parte en laformación de la sociedad, que todos disfrutan de la misma protección, lamisma seguridad, la misma tranquilidad, todos igualmente deben contribuira la conservación del orden social, con iguales sacrificios y sometidos a laley con igual obligación sin que se altere la justicia por consideración algu-na personal; esto es, que ni el nacimiento, ni la riqueza, ni los empleosexceptúen a nadie de cumplir igualmente los deberes sociales; que no seancausa de que éstos obliguen más a una clase de individuos que a otras, yfinalmente que a nadie pueden servir de salvaguardia para oprimir o dañarde cualquier modo a sus conciudadanos”.

22 Véase Beccaria: Tratado… y Foucault, Michael: Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión,México, Siglo XXI, 1988.

LETICIA MAYER CELIS

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Fuentes primarias

Acusación que el Lic. Gabriel Sagazeta, síndico segundo del Exmo. Ayuntamiento deesta capital, eleva, como procurador del común, al Soberano CongresoNacional contra el Sr. Gobernador del Distrito D. José Gómez de la Cortina.México, Imprenta de Galván, dirigida por Mariano Arévalo, Calle de Cadena,Núm. 2, 1836.

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Impresor de la Real Casa, 1829.— Cartilla social, o breve instrucción sobre los derechos y obligaciones del hom-

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El Contrato Social

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LETICIA MAYER CELIS

250

El retrato mexicano regional a mediados del siglo XIX

INMACULADA RODRÍGUEZ MOYA

Escuela de Estudios Hispano-Americanos - CSIC

La Academia de San Carlos

La Real Academia de Bellas Artes de San Carlos centró la producciónartística oficial de la etapa final de la colonia en la Nueva España. Fue crea-da en 1784, aunque sus clases no comenzaron hasta el año siguiente. Susestatutos y la organización de sus estudios se basaban en la Academia madrede San Fernando de Madrid, que ejercía un fuerte control sobre todas aque-llas instituciones artísticas que se prodigaron a finales del siglo XVIII en losterritorios de la corona española1. La fundación de San Carlos fue fruto de lasreformas borbónicas, ya que a raíz de la necesidad de acuñar moneda sefundó una Escuela de Grabado, a cargo del profesor valenciano JerónimoAntonio Gil. De él nació la idea de fundar una Academia de las Tres NoblesArtes a semejanza de la de San Fernando.

El gusto artístico que impuso esta institución fue lógicamente el neocla-sicismo, a través de la formación que ofrecieron una serie de profesores comoRafael Jimeno y Planes, Manuel Tolsá y el propio Gil, basada en la prácticadel dibujo y en la formación técnica y humanística. En sus retratos Jimeno yPlanes se separaba del tradicional retrato barroco al representar al individuodestacando su importancia personal, su dedicación a un determinado oficio yno tanto su importancia social o estamental como en el retrato barroco2. El

1 Véase Rodríguez Moya, Inmaculada: “A la sombra de San Fernando: la enseñanza de la pin-tura en la Academia de San Carlos de México desde sus inicios hasta la Independencia”, Tiempos deAmérica (Castellón), núm. 11 (2004), págs. 63-75.

2 Sobre el retrato en México en la primera mitad del siglo XIX véase la tesis doctoral de la auto-ra: “El retrato en México, 1781-1867. Héroes, emperadores y ciudadanos para una nueva nación”,Castellón, 2003, inédita.

Insurgencia y republicanismo – Págs. 251-276

pintor logró formar en estos primeros años a un importante número de artis-tas, como José María Vázquez, Juan Sáenz o José María Guerrero. Pero lascríticas circunstancias históricas por las que pasó la nación mexicana no per-mitió que esta escuela alcanzara su madurez, pues al período de insurgenciade 1810 hasta 1821, le sucedió otro de inestabilidad política y económica,que obligó a la institución a cerrar sus aulas entre 1821-1824. En esta últimafecha fue reabierta, pero a duras penas sobrevivió hasta 1843, en que comen-zó una nueva etapa. En estos años destacaron artistas como Miguel Mata,Pedro Calvo o Jesús Corral.

Como se ha avanzado, en 1843 comienza una nueva etapa para el ámbi-to académico con un decreto dictado por el presidente de la RepúblicaAntonio López de Santa Anna por el que se reorganizaba la Academia.Contrataron a una serie de profesores que introdujeron las nuevas corrientesartísticas europeas en México. Entre ellos destacaron el catalán PelegrínClavé, cuyos retratos, de una gran belleza, clasicismo y perfección técnica,supusieron la introducción en México del romanticismo clasicista en el retra-to, que por entonces predominaba en Europa.

Por tanto, encontramos durante toda la primera mitad del siglo XIX, ymás allá de ésta, una gran influencia artística europea en el arte mexicano.Pero detrás de esta gran influencia hay algunos aspectos contradictorios, puesal mismo tiempo que reconocen su autoridad pretenden distanciarse delmodelo, puesto que Europa les había minusvalorado durante los siglos ante-riores y los artistas mexicanos querían demostrar que también eran capacesde generar buenos talentos artísticos y de crear un estilo nacional. Quizá estasfisuras respecto al modelo son las que generan las singulares produccionesplásticas del retrato regional y anónimo, procedente de la tradición barroca,que en parte pretendían ponerse al día con las nuevas corrientes, pero en partedesarrollaron su propio estilo. De ello resultó una mezcolanza de elementosque le dan un carácter propio a estas realizaciones.

Como hemos anunciado, junto a la producción académica encontramostambién en esta primera mitad de siglo una serie de producciones anónimas,en las que todavía se observa la permanencia de las características formalesy conceptuales del retrato barroco. Un ejemplo sería el tardío retrato de laCondesa de Calimaya, Doña María Isabel Jerónima Gutiérrez, de principiosdel siglo XIX. Un retrato con grandes resabios del mundo colonial, anacró-nico en una sociedad en cambio donde la sangre aristócrata comenzaba a

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quedar por debajo de la sangre criolla, pues la enjoyada dama todavía enva-rada hace referencia en la cartela inferior a sus numerosos títulos.

El arte regional

Cabe centrar ahora el discurso en el llamado ámbito regional. Desdemediados del siglo XX la historiografía mexicana ha reflexionado en torno auna serie de realizaciones pictóricas que se han denominado “arte popular” o“arte independiente de la Academia”. También se ha calificado a estas pro-ducciones bajo el término de arte primitivo o ingenuo. Se consideraba artepopular o independiente de la Academia a las obras que por su temática refle-jaban a una burguesía que necesitaba afirmarse socialmente mediante unaserie de obras –sobre todo retratos, pero también bodegones, escenas cos-tumbristas e históricas– dirigidas por tanto a esa burguesía. En cuanto a suscaracterísticas formales se consideraba dentro de estos dos términos aquellaproducción plástica con características formales distintas al arte académicoimportado de Europa. Se incluían tanto aquellas obras anónimas realizadasdentro del taller de tradición gremial –que todavía sobrevivía– o de formaautónoma, y también aquéllas que eran realizadas en un ámbito indepen-diente de la Academia, fundamentalmente regional, y por lo general de autorconocido.

La historiografía del siglo XX sustituyó el término de arte popular, bajoel que el Dr. Atl incluyó algunos retratos anónimos en su obra Las artespopulares de México de 1921, por el de arte independiente, acuñado porJustino Fernández en El arte moderno en México de 1937. Los textos ante-riores a Fernández tan solo recogen breves noticias sobre algunos pintoresregionales como el poblano Agustín Arrieta o el jaliciense José MaríaEstrada3. Desde el texto del Dr. Atl por lo tanto se incluyen retratos dentrodel arte popular, junto con bodegones, exvotos y pinturas de flores. RafaelLópez Malo vuelve a utilizar el término popular en un artículo sobre la pin-tura romántica del siglo XIX en la Revista de la Universidad de 1937 para

3 Anterior al texto del Dr. Atl, encontramos de Reyes y Zavala, Ventura: Las bellas artes deJalisco, Guadalajara, Tip. de Valeriano C. Olague, 1882, donde se menciona brevemente a José MaríaEstrada; Pérez Salazar, Francisco: Historia de la Pintura en Puebla, 1823, donde escribe sobre Agustínde Arrieta, y Montenegro, Roberto: Pintura mexicana: 1800-1860, 1932, verdadero hito en la revaloriza-ción de esta pintura, y sobre todo de la obra de José María Estrada.

El retrato mexicano regional

253

afirmar que esta pintura popular es la que mejor representa el espíritu román-tico en la pintura mexicana del siglo XIX. Se suceden a lo largo del siglo losestudios parciales sobre estos pintores regionales, como los de Ramón Agua,Walter Pach y José Luis Bello y Gustavo Ariza, y se celebran exposicionesen las que se trata de dar a conocer estas pinturas regionales, como la dedi-cada a la pintura jaliciense en el Palacio de Bellas Artes en 1942 o la de 1944en el mismo lugar de pinturas veracruzanas.

En 1944 Francisco de la Maza en el número 17 de la revista El HijoPródigo, publica un pequeño artículo sobre Estrada en el que ya reconoceque algunos de estos pintores denominados independientes de la Academiaen realidad reciben su influencia e incluso la maestría directa de algunos desus profesores. En la década de los cincuenta se suceden las exposicionessobre Hermenegildo Bustos, Estrada o sobre la pintura jaliciense, así comoestudios sobre ellos. En la década de los sesenta la revista Artes de Méxicotendrá un papel muy importante en el conocimiento y difusión de estos artis-tas regionales y también de obras anónimas, como el núm. 61 de 1965 dedi-cado a la pintura popular y costumbrista del siglo XIX. En él Xavier Moyssénpreferirá utilizar el término popular, no porque le parezca correcto, sino por-que es el calificativo más extendido para este tipo de pintura. Lo defenderáde nuevo en el número 92-93 de 1967 de la misma revista en el que habla dela pintura del siglo XIX en el Museo Nacional de Historia de Chapultepec,donde reconoce tres tipos de pintura: popular, académica y la realizada porartistas extranjeros. La revista siguió dedicando números a facetas artísticaspoco conocidas como la pintura tapatía en su número 94-95 de 1967, losretratos de niños en el número 129 de 1970 y la obra de Juan NepomucenoHerrera en el número 138 de 1971.

En 1982 Jaime Cuadriello en su obra Arte regional del siglo XIX englo-ba a artistas como Estrada, Bustos y Arrieta dentro del término de pinturaregional, tuviesen o no formación o influencia académica. Clasificación quenos parece mucho más oportuna. En 1995 Ana Ortiz Angulo en su obra Lapintura mexicana independiente de la Academia en el siglo XIX, intenta aca-bar con el término de arte popular defendiendo que ha de tener tres carac-terísticas: ser anónimo, ser reflejo del pueblo e ir dirigido a este mismopueblo. Por lo tanto cree mejor considerar a las realizaciones de Bustos,Estrada y otros como arte independiente de la Academia, olvidando –ennuestra opinión– que pudieron recibir cierta influencia académica y que el

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término regional resulta más general y acertado, por no entrar en otras con-sideraciones sobre su valor como arte con mayúsculas o arte menor.

Los retratistas de principios del siglo XIX

En primer lugar cabría mencionar las características que hacen del retra-to regional un retrato diferenciado del académico. Este tipo de retrato reflejapor lo general a la burguesía provinciana, a los principales personajes de lasciudades y pueblos del interior, que hacen ostentación de sus joyas y se vis-ten con sus mejores galas, satisfaciendo su necesidad de reconocerse. Enmuchos casos nos encontramos con retratos post mortem, que ofrecen la ima-gen de medio cuerpo del personaje, evitando elementos complicados deldibujo como son las manos, la perspectiva, con composiciones y poses pococomplejas. Sin embargo, su pincel se entretiene en representar con absolutaveracidad los rasgos fisonómicos –sin ocultar defectos– y los accesorios4. Portanto, sus problemas no son de índole creativa, sino el afán por trasladar allienzo con absoluta veracidad lo que ven sus ojos. Ni siquiera les preocupa larepresentación del carácter o de la psicología, es más importante identificaral personaje, asegurándose el pintor mediante la inclusión de la preceptivacartela explicativa.

Pero ¿qué formación tienen y qué grado de influencia tiene el arte acadé-mico sobre ellos? A este respecto Jaime Cuadriello realizó una clasificaciónpara averiguar qué grado de influencias externas y locales recibieron estosartistas5. En primer lugar, se encuentran los artistas que se formaron en laAcademia y que más tarde se establecieron en las provincias. Estos artistaspracticaron fundamentalmente el género del retrato de burgueses y de padresde la patria, satisfaciendo así las necesidades de las galerías privadas y públi-cas de las regiones. Encontraríamos aquí a artistas como José María Uriarte,José Antonio y Felipe Castro, Juan Cordero y Felipe S. Gutiérrez. Por otraparte, encontramos a aquellos artistas nacidos en provincias que, tras recibiruna primera formación en su localidad, salieron a perfeccionarse en laAcademia capitalina y en el extranjero. Tras este perfeccionamiento, regre-

4 Moyssén, Xavier: “Pintura popular y costumbrista del siglo XIX”, Artes de México, núm. 61,México, 1965, págs. 13-26.

5 Cuadriello, Jaime: Arte regional del siglo XIX, La Muralla, Madrid, 1982.

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saron a sus localidades de origen para abrir su propio taller y para formar asu vez a otros artistas. El retrato ocupaba también la parte más importante desu producción. Como ejemplos podríamos citar a José Justo Montiel enVeracruz o José Manzo en Puebla, entre otros. Encontramos a artistas extran-jeros, que realizaron esencialmente decoraciones para edificios públicos yescenografías para teatros, aunque también tienen una importante producciónretratística. Por último, estarían aquellos pintores propiamente locales, quepudieron recibir de manera directa o indirecta la influencia de la Academiade San Carlos y que abrían su propio taller.

La primera mitad del siglo XIX en el ámbito regional es un periodo pobreen cuanto a la cantidad de producción retratística, pero no menos interesan-te, puesto que destacan una serie de pintores individualistas, inquietos y poli-facéticos.

La ciudad de Puebla había sido un centro artístico de importancia duran-te el Manierismo y el Barroco6. Su actividad, sin embargo, resulta menosinteresante en el XVIII pues se cae en la repetición de modelos. A finales deeste siglo destacan los Zendejas, Miguel Jerónimo Antonio y Lorenzo, padree hijo, que realizaron algunos retratos de cierta calidad. Sin embargo, pene-tra en este momento el espíritu ilustrado, y pocos años después de iniciado elsiglo el padre Antonio Jiménez de las Cuevas promueve la creación de unaAcademia de Bellas Artes, en 1812. En la escuela impartían sus enseñanzaslos artistas de los gremios de la ciudad: Lorenzo Zendejas, Salvador delHuerto, Manuel Caro, José Julián Ordóñez, Manuel López Guerrero y JoséManzo. Figura importante en la educación artística de los poblanos, fue tam-bién el obispo Pérez, quién dotó con cien pesos tres plazas de dibujo mode-lado, arquitectura y perspectiva, costeando de igual modo los premiosanuales de la academia.

Uno de los mejores retratistas que encontramos entre los profesores de laacademia poblana fue José Manzo y Jaramillo (1789-1860), que fue uno delos pocos artistas de estos primeros momentos que logró formarse en el exte-rior, gracias a formar parte de la primera embajada de la República Mexicanaque fue al Vaticano. Viajó también por Estados Unidos, Francia e Inglaterra,

6 Sobre el arte en Puebla, véase Pérez Salazar, Francisco: Historia de la Pintura en Puebla,Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, México, 1963.

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estancias que sin duda perfeccionaron sus conocimientos y su técnica artísti-ca. Esta amplia formación le permitió dominar varias técnicas, como el óleo,la orfebrería, el grabado, la arquitectura, la música, las artes mecánicas eincluso la litografía, atribuyéndosele la introducción de esta moderna técnicaen la ciudad de Puebla. Dominaba asimismo la técnica del pastel, que intro-dujo como novedad en Puebla. Un ejemplo en esta técnica sería su Auto-rretrato (Museo José Luis Bello y Zetina, Puebla). La imagen ya esplenamente una visión romántica del artista, que se hace representar desta-cando su oficio. También se retrató como un paseante en el lienzo Interior deCatedral, que representa la Catedral de Puebla, orgulloso de haberse ocupa-do de la reforma neoclásica del interior del edificio.

José Luis Rodríguez Alconedo (1761-1815) es también un artista inquie-to e interesante en estos primeros años del siglo XIX, aunque no formaraparte de la academia poblana7. Su primera formación fue de orfebre, que mástarde completó acudiendo a San Carlos. Allí se examinó en 1791 de maestroplatero y en 1794 fue nombrado académico de mérito en grabado, con la rea-lización de un altorrelieve con el retrato de Carlos IV. Sus inquietudes artís-ticas le llevaron a tener problemas con la Inquisición por tener imágeneseróticas y sus opiniones políticas contra la monarquía le produjeron enfren-tamientos con las autoridades virreinales, que finalmente le deportaron aEspaña en 1810. Su regreso se produjo un año después, pero su criollismo sehabía agudizado y fue apresado de nuevo. Una vez libre, se unió a las tropasdel cura Morelos, en las que se ocupaba de la fundición de cañones. El 25 deseptiembre de 1814 fue apresado y un año después, el 1.º de marzo de 1815,fusilado en Apan. Su obra pictórica es poco abundante y sobre todo de carác-ter religioso. Más interesante es su obra realizada al pastel, técnica que apren-dió durante su exilio en España, en Cádiz. En 1810 realizó el Retrato de laseñora Hernández Moro (museo Universitario, Puebla) en el que además dedemostrar el gran dominio que tenía de esta técnica, refleja la influenciaeuropea en su producción, pues el retrato destila un claro tono goyesco, detonalidades cálidas y formas suaves y redondeadas. Su mejor obra es tambiénsu Autorretrato, realizado en 1811 (Museo Universitario de Puebla, Puebla)y al igual que Manzo nos ofrece una imagen romántica del artista con una

7 Sobre este artista véase García Barragán, Elisa: José Luis Rodríguez Alconedo. Artista ypatriota poblano, Gobierno del Estado de Puebla, Puebla, 1992.

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gran perfección técnica. Rodríguez Alconedo se representa a sí mismo conrostro, manos y mirada enérgica, aspecto descuidado, la barba incipiente, lacamisa abierta y el gesto romántico de coronar a una cabeza clásica de yeso,a un modelo, con flores. Predominan igualmente los tonos ocres y marrones.Otros retratos de este artista en la técnica mencionada son un Retrato de unaseñora con su hijo (Museo Universitario de Puebla, Puebla) y un retrato dePizarro (Galerías José Luis Bello y Zetina, Puebla).

Guadalajara es otra de las ciudades del ámbito regional que destaca en laprimera mitad del siglo XIX. Aunque en la etapa colonial no había tenido unpapel importante como centro de producción artística, fue una de las prime-ras en fundar una escuela de dibujo a raíz de la creación de la Academia capi-talina8. Así en 1790 se abrió una escuela de dibujo para mejorar la formaciónde los artesanos, patrocinada por el famoso obispo Cabañas y por el RealConsulado de Guadalajara. Como San Carlos, sufrió las consecuencias de lainsurgencia y cerró sus puertas entre 1810 y 1816, y definitivamente a par-tir de 1818. La inestabilidad política provocó un paro en las realizacionesartísticas, sólo trabajaron durante esos años los dibujantes de la casa de lamoneda y los pintores Félix Zárate y Eugenio Plata, que trabajaban para clé-rigos y particulares9.

En estos primeros años de andadura de la escuela destaca la figura deJosé María Uriarte, verdadero padre artístico del arte guanajuatense, discípu-lo de Jimeno y Planes. Se había formado por lo tanto en San Carlos y duran-te sus primeros años realizó algunos retratos infantiles, como los de RafaelVillalón (Colección Daniel Liebsohn) y el de los niños José Juan yGuadalupe Cervantes y Michaus (Colección particular) de 1814. En 1817Uriarte acude a Guadalajara llamado por el presidente de la Audiencia deNueva Galicia, don José de la Cruz, que pretendía fundar allí una Academiade Bellas Artes, pero el proyecto no llegó a cuajar. En 1823 realiza un retra-to a Agustín de Iturbide (Catedral de Guadalajara, Guadalajara) encargadopor el Consulado de Comerciantes. Se trata de un retrato lleno de pompa yacartonado en el que representa al recién coronado emperador de México,

8 Reyes y Zavala: Las bellas artes…

9 Camacho, Arturo: Álbum del tiempo perdido. Pintura jaliciense del siglo XIX, El Colegio deJalisco, Zapopan, Jalisco, 1997, pág. 40.

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siguiendo todavía la tradición del retrato barroco, aunque introduciendo algu-nas novedades del retrato napoleónico.

Finalmente, gracias al gobernador de Jalisco Prisciliano Sánchez, en1826 se funda en Guadalajara una Academia de dibujo, escultura, pintura yarquitectura en el recién fundado Instituto del Estado, donde Uriarte ejercerásu magisterio sobre artistas que destacarán luego en Guadalajara comoAbundio Rincón, Félix Zárate, José María Mares y José María Estrada. Enagradecimiento, Uriarte pintó un retrato exaltador al gobernador Sánchezhacia 1826-27 (Museo Regional de Guadalajara, Guadalajara). Es éste unretrato de gran tamaño, representando al gobernador en pie, con una figuraimponente y un poco desproporcionada en cuanto a su altura. Su indumenta-ria y su peinado son románticos y está rodeado de una serie de elementossimbólicos, como dos pequeños puttis: uno de ellos dibuja una cabeza clási-ca a la que está observando, el otro realiza trazos geométricos con uncompás. En el fondo paisajístico vemos un edificio en construcción en se-gundo plano. El gobernador lleva en su mano derecha un papel en el que sepueden leer las palabras: “Progreso”, “Constitución”, “Educación” y “Libe-ralidad”. Toda esta serie de elementos reflejan sin duda los ideales de lanueva sociedad que se estaba construyendo en México: una sociedad que tra-taba de progresar a través de las premisas de una Carta Magna que goberna-ra a todos por igual, de una educación para formar a sus ciudadanos y de unrégimen liberal. A pesar del esfuerzo de Uriarte por realizar un retrato decomplejidad simbólica y compositiva, adolece de algunos defectos, a pesarde su formación académica. Por ejemplo, sus rostros carecen de naturalidady de expresividad, las anatomías son desproporcionadas, las poses poco natu-rales y los volúmenes planos.

En Guanajuato, como en Puebla, destaca una gran personalidad en estaprimera mitad del siglo, Francisco Eduardo Tresguerras (1759-1833), tam-bién alumno de San Carlos, pero de arquitectura, aunque como hombre poli-facético que era practicó también la pintura, la emblemática e incluso lamúsica. Su producción religiosa presenta todavía características del barroco,siendo en sus retratos donde plasma las nuevas concepciones del neoclasi-cismo. Su retrato más reconocido es el de su esposa, María GuadalupeRamírez, de 1787 (Museo Nacional de Historia, México D.F.). Fue retratadacuando contaba con diecinueve años de edad, como reza en la inscripción. Laaparente inmediatez de la pose, como si hubiera sido sorprendida en su acti-

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vidad cotidiana, es uno de los elementos que permite intuir las nuevas formasretratísticas. Sin embargo, Tresguerras no domina la representación anatómi-ca, pues evita el dibujo de las manos, escondidas tras un paño y tras la puer-ta, el rostro resulta duro y los pies están mal dibujados. Aun así el lienzo tienecierto equilibrio cromático pues ha sabido combinar los colores, y transmitela ternura del amor conyugal a través de la buena representación de la carna-lidad, las mejillas sonrosadas y el rostro melancólico de la joven.

El retrato al mediar el siglo

Pero es a mediados del siglo XIX cuando la escuela regional del retratose muestra más interesante y productiva. En Puebla, encontramos la fuertepersonalidad de José Agustín Arrieta (1803-1874)10. Estudió y participó enlos concursos de la Academia poblana, donde se formó con L. Zendejas, S.del Huerto, los hermanos Caro y José Manzo. A pesar de esta formación y deser un artista conocido, pasó durante su vida grandes penurias económicaspues sus cuadros eran vendidos por poco dinero. Su producción destaca porla realización de cuidadosos y detallistas bodegones y escenas costumbristasllenas de encanto y de tipos populares mexicanos. Menor es su producciónreligiosa, de modesta calidad. En cuanto a sus retratos, a pesar de lasenseñanzas académicas, muestra algunos defectos en la representación de laanatomía, en especial de las manos, desproporcionadas, y en la representa-ción de tejidos y texturas. Sus retratos son algo secos, opacos y todavía enuna primera etapa con elementos del periodo anterior. Un retrato más próxi-mo a la tradición de los talleres. Pero se observa en dicha producción unacierta evolución, desde un retrato todavía heredero del barroco a uno máspróximo al romanticismo. Fue precisamente esta obra retratística la que enopinión de Bernardo Olivares le valió al artista hacerse un lugar en su pri-mera época en el mercado artístico poblano, pues retrató a los principalespersonajes de la ciudad11.

10 García Barragán, Elisa: José Agustín Arrieta. Lumbres de lo cotidiano, Fondo Editorial de laPlástica Mexicana, Mexicana, 1998.

11 Olivares Iriarte, Bernardo: Apuntes artísticos sobre la historia de la pintura en la ciudad dePuebla, México, Puebla, Edición del Boletín Municipal, 1911 (Primera edición del documento en 1874),s. p., citado en García Barragán: José Luis…, pág. 41.

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Uno de sus primeros lienzos dentro de esta temática es el de BernardoGonzález y Pérez de Angulo (Colección Biblioteca Palafoxiana, Secretaría deCultura, Gobierno del Estado de Puebla), de 1829. Se trata de un tradicionalretrato de abogado junto a su biblioteca, rodeado de sus libros, y todavía conla cartela en la que se anotan sus cargos y sus logros en el Ministerio deHacienda. El rostro es un magnífico estudio de la fisonomía del ilustre abo-gado, de rostro enjuto, de carácter firme y resuelto, como su recta nariz, demirada franca y llena de seguridad, y con una ligera sonrisa y el pelo ensor-tijado que nos infunde simpatía. Sin embargo, las manos no están bien repre-sentadas, algo característico de Arrieta. Aún es éste uno de sus mejoresretratos y quizá el más apegado al academicismo. De 1835 es el retrato deDon Antonio María de la Rosa (Col. Museo de Arte religioso de SantaMónica, INAH, Puebla), en el que repite la composición del retrato anterior,con la diferencia de que la librería frente al espectador, nos permite compro-bar las lecturas del personaje. Fundamentalmente obras religiosas, pero tam-bién un tomo con las Obras de Mengs, tributo sin duda del artista a suformación académica europea. El rostro refleja el hecho de que el retrato fueprobablemente realizado tras la muerte del personaje, pues su forma es rec-tangular, con rasgos fuertes, aunque algo despersonalizados. El documentoque sostiene en sus manos y la cartela inferior ofrecen información sobre suimportancia en la vida educativa y política de Puebla. En 1842 retrató almatrimonio Cora, José María Cora y la Señora Cora (Colección particular).Se trata de dos retratos de busto con fondo ocre, lo que le confiere una granluminosidad. Retratos de burgueses que posan con toda la seriedad que paraellos tiene legar su imagen para el futuro. En el Retrato de Doña María de laLuz Rosario Calderón (Museo Universitario de Puebla, Puebla), de 1849,destaca la menor precisión en el dibujo de Arrieta, la maestría en representarlos brillos de las joyas con ligeros toques de color, la búsqueda en la realiza-ción de las transparencias de la pañoleta arrastrando el pincel. Es quizá unode los retratos más importantes para observar la evolución de Arrieta, pues lapincelada se ha vuelto más suelta. En 1858 realiza el retrato del General G.Luis Osollo (Museo Casa del Alfeñique, Puebla) para la pira que se levantóen honor del militar tras su muerte12. Se trata por tanto de un retrato post mor-

12 Pérez Salazar: Historia de la pintura…, pág. 107.

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tem, y esto explica su hieratismo y su falta de expresividad, así como el puntode vista bajo que se ha buscado, pues estaría colocado en un lugar elevado.Otros retratos son el de Antonia Ferrer de Freilas (Banco Nacional deMéxico, México D. F.) en torno a 1850-1860, un retrato lleno de contrastescromáticos y de un gran detallismo en la representación de texturas y tejidos,pero también de cierta rudeza; el Retrato de un militar (Museo Universitariode Puebla, Puebla), sin fecha, dedicando su atención a un libro de cirugíaocular, y Su último amor (Museo José Luis Bello y Zetina, Puebla). Este últi-mo es un trabajo de madurez, un excelente estudio de la ancianidad, de bri-llante pero equilibrado colorido. En el inventario del Museo José Luis Bellose conoce esta obra como Cipriana con gato. Desconocemos quién fuera laanciana, pero nos atrae su mirada perdida hacia la izquierda, su rostro arru-gado, los ojos cansados, los cabellos despeinados y su extraña vestimenta,despreocupada de la belleza y el decoro.

Otros dos pintores destacan en Puebla a mediados de siglo. El primero deellos es Francisco Morales y van den Eiden (1811-1884), artista fecundo enla realización de retratos, sobre todo de miniaturas, siendo el retratista favo-rito de Puebla a mediados de siglo13. Se formó en la Academia poblana conOrdóñez y Arrieta y fue el director de la institución tras la muerte de JoséManzo en 1860. Sus miniaturas son de un detallismo extremo, representan-do a la perfección las fisonomías y los detalles de indumentaria y joyas.Realizó retratos para la galería de obispos de la Catedral de Puebla, los delObispo Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, del obispo don Franciscode Paula Verea y González y del Obispo Don Carlos María de la Colina yRubio. Los tres son de excelente factura, gran detallismo y brillante colorido.También realizó retratos a los emperadores Maximiliano y Carlota, y a nume-rosos intelectuales poblanos, como el retrato de su amigo Manuel Pérez deSalazar. Una excelente miniatura constituye el retrato de Luz Ávalos yCuenca, de 1839. En él representa a la joven sentada sobre un sillón, posan-do para el pintor, con un brillante vestido rojo y con un gran detallismo.

El segundo retratista de Puebla que podemos destacar es José MaríaCalderón (1823/24-1876). Aunque no se formó en la academia poblana,sabemos que recibió el magisterio de un artista llamado José Antonio Padilla.

13 Quintana, José Miguel: “Francisco Morales van den Eyden (un pintor poblano del siglo XIX)”,Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, núm. 46, México, 1976, págs. 123-125.

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Enseñanzas que supo aprovechar, pues sus retratos, que constituyen lamayoría de su producción, son de una gran calidad. Éstos y la enseñanza deldibujo en escuelas y a particulares constituyó su modo de vida. Gran parte delas obras que se conservan de él son retratos, realizados al pastel, que repre-sentan a miembros de su familia. En lienzo contamos con el retrato de 1856de su madre Doña Dolores Calderón, que porta en sus manos una miniaturaen forma de libro, que suponemos representa al padre fallecido del artista. Enla técnica del pastel podemos citar el retrato de su tía Francisca Calderón,monja capuchina (Colección particular), realizado hacia 1865. Se trata de unretrato de mujer madura que permite a Calderón hacer un estudio psicológi-co de su familiar: la mirada inquisitoria, los ojos cansados, los labios apreta-dos, ofreciéndonos el rostro de una mujer de actitud recogida. El gran cariñoque sentía hacia su hermano se nos transmite en el Retrato del orfebre, her-mano del artista (Colección particular) de hacia 1870, en el que refleja surostro mestizo pero de gran belleza, con labios carnosos, fino bigote, narizrecta y ojos negros y almendrados, de mirada segura. Es un burgués elegan-te, que nos ofrece a la mirada una de sus obras, una copa de plata. Pero sinduda los retratos que más ternura y cariño nos transmiten son los realizadosa su hija, hasta tres, de gran belleza y perfección técnica. También representóa miembros de la alta burguesía poblana, un ejemplo sería el retrato de laSeñora Velasco Gutiérrez del Valle y su esposo, Don Dionio José de Velascoy Gutiérrez (Colección particular). Son retratos de correcto dibujo, captaciónde la expresión y la psicología y excelente calidad pictórica, muy semejantesal retrato académico realizado en la ciudad de México por Pelegrín Clavé.

Guadalajara está dominada a mediados de siglo por la singular figura deJosé María Estrada (1764-1860)14. Había nacido en Guadalajara, fue discí-pulo de José María Uriarte y ejerció primero como platero, hasta que la esca-sez de mineral le obligó a dedicarse al retrato, ya de manera tardía. Es unpintor muy prolífico, pues además disfrutó de una larga existencia. Su perío-do de esplendor en cuanto al retrato se da entre 1830 y 1860. Continuó conun estilo casi idéntico al suyo un sobrino del pintor que firmaba como JoséMaría Zepeda de Estrada. El estilo de José María Estrada es fácilmente iden-

14 Sobre Estrada véase Montenegro, Roberto: Pintura mexicana…, G. Zuno, José: José MaríaEstrada. Padre de la Independencia de la Pintura Mexicana, Guadalajara, 1957, Camacho, Arturo: Álbumdel tiempo…

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tificable: divide el lienzo en dos partes por una línea central donde se situa-ba el rostro y el eje del cuerpo, representa hasta la mitad del cuerpo por logeneral, pero también hay algunos ejemplos de cuerpo entero y sólo de ros-tro. El cuerpo está prácticamente en posición central, mientras el rostro senos ofrece de tres cuartos, mirando hacia el espectador. Sus rostros son todosmuy similares, en casi todos ellos pinta la misma nariz, los ojos almendrados(el más alejado más alto que el ojo más cercano al espectador), las orejas muydibujadas por un trazo muy preciso y los labios apretados. Las sombras lasresuelve mediante líneas gruesas y sombras negras, lo que da sensación defalta de volumen. El cuerpo presenta una gran rigidez y los brazos y manosse sitúan invariablemente en la misma posición: un brazo tenso sostienealgún objeto, el otro relajado se deja caer, se apoya en el pecho o bien en unamesa próxima. Su paleta de colores es fría y sus fondos invariablementegrisáceos o verdosos. Destaca sobremanera en él la representación minucio-sa de los objetos, joyas y detalles de la vestimenta, debido quizá a su pasadocomo platero. Sus clientes pertenecen fundamentalmente a la clase media deGuadalajara, que gustaba de estas particulares representaciones algo arcai-cas. Su obra es muy abundante, hay una obra suya firmada por año, e inclu-so hasta dos o tres, desde 1829 a 1852. Uno de sus primeros retratos es el deMaría del Pilar Castula Josefa de Jesús Saavedra y Bausari de 1829(Colección particular). En él todavía se observan los titubeos de un princi-piante, hay fallos en la representación de la anatomía y poco dominio de laperspectiva. Pero destaca la magnífica representación de perlas, encajes y dela rosa, pues Estrada tenía un gran talento para la representación de los obje-tos inanimados. Con el paso de los años y la práctica mejorará también larepresentación de las anatomías, algo rígidas en sus primeros lienzos. En1834 realiza el retrato de Don Pedro Juan de Olasagarre (Museo Nacionalde Arte, México D.F.). Fue encargado por la esposa del fallecido, DoñaIgnacia Villaseñor, perteneciente a una de las familias que más retratos leencargó, y se trata por tanto de un retrato post mortem, a pesar de lo cualEstrada realizó una magnífica representación, como si estuviera en vida.Durante esos años realiza varios retratos de eclesiásticos, como el Retrato delIlustrísimo Dr. D. José Domingo Sánchez Reza (Museo Nacional de Arte,México D.F.), fechado en 1833. Así mismo encontramos el Retrato delCanónigo José Sesario de la Rosa de 1834 (Museo Regional de Guadalajara,Guadalajara), retratado a los 63 años de edad, en el que introduce un tram-

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pantojo, al apoyar el personaje la mano sobre la cartela. En el MuseoSoumaya de México D. F. encontramos el retrato de Fray José MaríaJiménez, monje franciscano del convento de San Francisco de Zacatecas, queluego pasó al Colegio Apostólico de Nuestra Señora de Zapopán enGuadalajara. A partir de 1834 y hasta 1839 Estrada parece especializarse enretratos infantiles o de “angelitos”, pues muchos de estos retratos fueron tam-bién realizados después de la muerte. Se le ha atribuido el retrato de la niñaBernardina Madrueño (Colección Daniel Liebsohn) de seis años de edad.Retrató a varios niños de la familia Villaseñor: Pablo José Mª de J. Villaseñor(Colección particular) realizado en 1835, su hermano Juan NepomucenoVillaseñor (Colección particular) de 1836 y su hermana Niña María de losÁngeles Villaseñor (Colección particular) de 1839. El retrato de ManuelaGutiérrez está lleno de encanto. Fue realizado en 1838 cuando la niña conta-ba con un año y cuatro meses de edad. Viste una pequeña bata semitranspa-rente que deja ver su regordete cuerpo. Le acompaña una especie de perro oquizá de cordero, y llama la atención el adorno de la niña, con pendiente ycollar de brillante coral. Un adorno propio de mujeres adultas, pero recorde-mos que en la etapa colonial era frecuente que las niñas vistieran comopequeñas mujeres adultas. Igualmente retrató a varios miembros de la fami-lia Martínez Negrete, una de las más destacadas de mediados de siglo enGuadalajara. Por ejemplo, de 1839 es el Retrato de Lorenza MartínezNegrete (Colección particular) y de 1842 el de Eustaquio Martínez Negrete(Colección particular), ambos llenos de gracia y ternura. Otros retratos decaballeros jalicienses retratados por Estrada serían el de Antonio Anda, repre-sentado con treinta y tres años en 1844, fecha en la que murió, siendo encar-gada la imagen por su esposa Doña Mariquita Fregozo.

En sus años finales Estrada se vuelve más depurado, sus figuras son másrealistas y menos estáticas. En los dos retratos que realizó al presbítero DonSecundino González en 1845 (ambos en el Museo Nacional de Arte, MéxicoD.F.) consigue reflejar a la perfección a esa pequeña burguesía jaliciense, quepor fin podía acceder a una imagen de sí misma. Uno de los mejores ejem-plos de esta etapa final es el retrato de José Agustín Rico de 1846, tambiénpost mortem, exprior del convento de San Agustín.

De otros muchos retratos de Estrada desconocemos la fecha de ejecución;son todos ellos retratos de damas y caballeros que suponemos fueron reali-zados en vida, puesto que no tienen ninguna inscripción que nos indique la

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fecha de su muerte y se observa en ellos un mayor naturalismo. Sin duda unode los retratos más bellos realizados por José María Estrada, es el Retrato desu esposa (Museo Nacional de Arte, México D.F.), de fecha desconocida.Aunque el rostro de la joven es hierático e inexpresivo –es uno de los pocosretratos que no mira al espectador–, casi mortecino, sin embargo, destaca ellujo de su vestimenta y joyas, y el detallismo con el que Estrada las repre-senta. Dentro del detallismo con que el artista ha representado los encajesdestaca el broche que sujeta su mantilla, en él vemos una miniatura-retratoque se supone es el rostro del propio Estrada, aunque la pequeñez de la fazno nos permite distinguir los rasgos.

Del sobrino de Estrada, quien firma como Zepeda de Estrada, conocemoscon certeza el Retrato de Francisco Torres o El poeta muerto (MuseoNacional de Arte, México D.F.), un poeta muerto prematuramente en plenaadolescencia, como reza en el título. Estrada lo representa por tanto corona-da su cabeza con flores de variado colorido. Fue realizado en 1846, cuandoapenas tenía trece años. Se diferencia este pintor de su familiar por el colori-do más cálido, la caligrafía más fina y el detallismo en los adornos. LaBasílica de Zapopán guarda también entre los retratos de los miembros de sucongregación uno firmado simplemente así: “pintó Zepeda”. Es el Retratodel Padre Jerónimo de Jesús Álvarez, realizado en 1848 cuando el fraile con-taba 21 años. Se trata de una imagen hasta las caderas, vestida con el hábitode monje franciscano, con la composición y la pose de los brazos habitual,aunque con mayor naturalidad y realismo. Sin duda Zepeda completó su for-mación con la práctica, llegando a alcanzar cierto grado de calidad.

Encontramos otros artistas en Puebla a mediados de siglo que despiertannuestro interés, como José Antonio Castro, director de la Academia de BellasArtes, formado en San Carlos y que formó a otros artistas en dicha ciudad,entre los que se encontraba su propio hijo Felipe Castro, también retratista ymás tarde fundador de la Sociedad Jaliciense de Cultura. Abundio Rincón esun singular artista pues trabajó exclusivamente en el pequeño pueblo deCocula. De él se conserva el retrato del párroco de esta pequeña población,Fray Francisco Rodríguez, realizado en 1853, y el del también párroco FrayJosé María del Madrigal de 1857. De Félix Zárate apenas se conserva elretrato que realizó de Josefa y Zárate de Torres en 1850. Muy particularresulta el retrato de Doña Tranquilina Vidrio y Leal, pintado por José MaríaMares, quien realizara otros retratos de personajes poblanos. El retrato de

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Doña Tranquilina es como muchos de los retratos que hemos comentado, unretrato post mortem, encargado por su hijo en 1852.

En Guanajuato destacan dos grandes personalidades al mediar el siglo:Juan Nepomuceno Herrera y Hermenegildo Bustos. La vida y la formaciónde Juan Nepomuceno Herrera sigue estando en las tinieblas15. No se sabenada de su formación artística pero sorprende su calidad académica. Nacióen León, en el estado de Guanajuato. Se desconoce si se formó con algún pin-tor local de Guanajuato, o bien si acudió a alguna academia, aunque no hayconstancia documental de su paso por ninguna e incluso se ha dicho que pudoformarse con José Justo Montiel. Lo que resulta indudable es que presentacaracterísticas del arte académico: dominio de la luz y de los volúmenes, dela anatomía, colorido frío y poco variado, búsqueda de expresión psicológi-ca, formas suaves, estudio de las transparencias y de las texturas y un grandominio de la composición. Su obra es muy abundante y de calidad, contan-do con unos treinta retratos. De su obra podemos destacar el Retrato deJosefa Sañudo y Monasterio (Colección particular) de 1841. Un retrato degran elegancia de una dama de la burguesía provinciana. Distinto tono tieneel retrato de Doña Dolores Leal y del Castillo (Colección particular), unadama joven, alegre y con una mirada algo sensual dirigida impúdicamentehacia nosotros. En 1858 firma el Retrato de doña Concepción Otero yMendizábal (Colección particular), de gran calidad, especialmente en larepresentación del rostro, de la psicología de la dama y en el logro magnífi-co de las transparencias. Es una de sus mejores obras. Doña Concepción erala hija de Mariano Otero, un personaje de gran relevancia en Guanajuato,pues era uno de los propietarios de la mina La Valenciana. Se atribuye tam-bién a Herrera el Retrato del mestizo con saco blanco (Museo Regional deGuadalajara, Guadalajara). Este lienzo es un gran estudio de los rasgos mes-tizos, de la nueva sociedad de clase media que también podía adquirir ciertaelegancia. Es además de un realismo casi fotográfico. Podríamos citar otrostantos retratos de Herrera, todos ellos de una gran calidad, muy próximoscomo hemos dicho al retrato clasicista romántico que por entonces se reali-zaba en la Academia.

15 Obregón, Gonzalo: “Un pintor desconocido. Juan N. Herrera. León, Gto. 1818-1878”, Artesde México, núm. 138 ,1960.

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La otra gran personalidad es Hermenegildo Bustos. Nació en un pequeñopueblo cerca de León, Guanajuato, llamado Purísima del Rincón16. Allí pasótoda su vida y ejerció varios oficios. Sus retratos reflejan precisamente a susvecinos de Purísima, de todas las clases sociales, pero mayoritariamente mes-tizos de clase media baja. A ellos les realizaba retratos en pequeñas láminasde cobre o zinc, que vendía por 6 u 8 pesos. Así siempre tuvo una clientelafija, próxima además, que posaba para sus imágenes. Por ello sus retratos sondirectos, francos. Su formación también ha suscitado incertidumbre, puesparece ser que fue un autodidacta, aunque con el paso del tiempo logró unatécnica muy depurada, naturalista y detallista hasta el extremo, aunque conalgunos fallos anatómicos. Esta falta de dominio de la anatomía humana serevela si tenemos en cuenta que sólo realizaba retratos del rostro. Su obra seextiende entre 1850 y 1906 y es muy abundante. El primer retrato conocidoes el de su padre, Don José María Bustos (Colección INBA), una pequeñaimagen en óvalo sobre lámina realizado en 1852, tras su muerte. Retrató endiversas ocasiones a sacerdotes de su pueblo e incluso de León y de pobla-dos cercanos. Un gran interés despierta el Retrato de Secundino Gutiérrez(Colección INBA) de 1864, retratado con 54 años de edad, sosteniendo unamedalla de oro en las manos con la palabra libertad, a la manera de los retra-tos del Renacimiento. De gran fuerza expresiva es el retrato de su esposaJoaquina Ríos, que nos ofrece sin tapujos la dureza de carácter de la mujer.El más interesante es su Autorretrato, de 1891, una imagen que refleja a laperfección la inquietante y singular personalidad de Bustos.

Para finalizar, Veracruz es otro de los centros importantes en la produc-ción retratística de mediados de siglo, fundamentalmente en las ciudades deJalapa y Orizaba. Allí desarrolla su actividad una importante escuela de artis-tas anónimos, que realizan retratos de gran calidad. El artista más interesan-te en esta región a mediados de siglo es sin duda José Justo Montiel. Alparecer Montiel se formó en Europa, posiblemente con Federico de Madrazocomo afirmara Justino Fernández17. Fue así mismo alumno de San Carlos deMéxico y participó en sus exposiciones anuales. Hacia 1858 se marchó a

16 Tibol, Raquel: Hermenegildo Bustos. Pintor del Pueblo, Ediciones La Rana, México, 1999.17 Fernández, Justino: Arte moderno y contemporáneo de México. Tomo I. Arte del siglo XIX,

Instituto de Investigaciones Estéticas, México, 2001, pág. 115. Véase también: “José Justo Montiel. Unpintor desconocido de mediados del siglo XIX”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, núm. 8(1942), págs. 45-49.

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Orizaba y abrió su propio taller, convirtiéndose en el pintor favorito de la bur-guesía local. Sus retratos presentan las características del arte académico:dibujo perfecto, factura sólida, colorido frío. En 1844 retrató a su colega, elpintor orizabeño Gabriel Barranco (Museo de Arte Estatal de Veracruz). Elrostro es un excelente trabajo de expresión psicológica, incluso de gesto inso-lente, altanero. Uno de sus retratos más famosos es el de La poetisa doñaJosefa Murillo de 1861 (Museo de Arte Estatal de Veracruz), que sin embar-go parece inacabado. Se trata de un retrato romántico que refleja el carácterpensativo de la mujer.

Gracias a estos artistas, con o sin formación académica, con o sin influen-cia directa o indirecta, al margen pero no aislados, el retrato regional mexi-cano alcanza –ya sobrepasada la primera mitad del siglo XIX– su madurez ypersonalidad propias, representando ya al ciudadano burgués mexicano bajoel prisma del romanticismo.

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Fig. 1. José Manzo, Autorretrato (Museo José Luis Bello y Zetina, Puebla).

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Fig. 2. José Luis Rodríguez Alconedo, 1810, Retrato de la señora Hernández Moro(Museo Universitario, Puebla).

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Fig. 3. José Agustín Arrieta, 1858, General G. Luis Osollo(Museo Casa del Alfeñique, Puebla).

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Fig. 4. José María Estrada, Retrato de su esposa(Museo Nacional de Arte, México D.F.).

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Fig. 5. José María Mares, Doña Tranquilina Vidrio y Leal , 1852(Museo Regional de Guadalajara).

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Fig. 6. Juan Nepomuceno Herrerra, Retrato del mestizo con saco blanco

(Museo Regional de Guadalajara, Guadalajara).

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Fig. 7. Hermenegildo Bustos, 1864, Retrato de Secundino Gutiérrez(Colección INBA).

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El comercio de arte industrial en las nuevas naciones americanas

JOAN FELIU FRANCH

CIAL. Universitat Jaume IUnidad Asociada a la EEHA-CSIC

La solicitud de un arte de procedencia no española

El proceso de creación de un arte nacional1, o al menos de un arte al gustode la nación, fue un trabajo condicionado por una enmarañada red de rela-ciones, conceptos y emociones, muchas veces contradictorias y ambiguas,pero casi siempre paralelas al transcurso de la evolución socio-política2.

La elección de un arte determinado no se basó en un borrón y cuentanueva, sino que fue una solución de continuidad en una sociedad mestiza3. Elarte americano del siglo XIX continuó teniendo sus raíces en una tradicióncultural europea4, sin embargo, poco a poco fue denotando una marcada dife-rencia entre los aspectos en los que evidenció un recuerdo del pasado colo-nial y aquellos en los que fue patente la ruptura con la herencia de lo hispano.De hecho, este intento de ruptura tras la independencia hizo que el procesode creación o compra de un arte con características concretas pudiera serentendido como una revolución artística empeñada, de forma deliberada ydirigida por las instituciones y los grupos intelectuales, en interrumpir y

1 Para una completa visión sobre la primera parte de este escrito, Gutiérrez Viñuales, R.: “Elpapel de las artes en la construcción de las identidades nacionales en Iberoamérica”, en HistoriaMexicana, LIII, 2, 2003, págs. 341-390.

2 Merke, F.: “El Estado-Nación en un mundo en cambio”, en Revista Mensajes, Año 4, Núm.38, Buenos Aires, octubre de 1997.

3 Hobsbawn, E.: Industria e imperio. Ariel, Barcelona, 1977.4 Ontiveros, Carlos Antonio: En busca de lo latinoamericano. Proyecto AECI-ALE,

Universidad de Morón-Universitat Jaume I, 1999. También Oliveira, L.: “Modernidade e questao nacio-nal”, en Revista Lua Nova, núm. 20, San Pablo, 1990.

Insurgencia y republicanismo – Págs. 277-298

transformar la herencia cultural de raíz española como paso inicial en unabúsqueda de un reconocimiento identificatorio nacional5.

Entender la historia del mestizaje que conformó cada país es imprescin-dible para comprender los acontecimientos de la historia del arte latinoame-ricano6. El mestizaje americano se basó en una mutua fecundación deculturas, cuyo fruto fue un ethos cultural nuevo surgido de al menos dos ante-riores, y en continua evolución, lo que no excluyó, evidentemente, que seprodujeran conflictos, o que no se integraran residuos culturales anteriores, oincluso que algunos aspectos se potenciaran, natural o artificialmente, másque otros.

En general, las dos partes mayoritarias que conformaron el mestizajeamericano fueron la nativa y la europea, pero luego hay que tomar en consi-deración la parte nacida del encuentro de las dos primeras, que fue un ele-mento más al que se sumaron posteriores aportaciones culturales de muydiverso signo. En todo caso, la imposición de una cultura ajena, la española,en la evolución natural de las nativas existentes en el continente americanosignificó la fagocitación de las más débiles pero no su desaparición. Las cul-turas nativas se mantuvieron, en ocasiones de forma casi inconsciente perolatentes para ser aprovechadas luego en la conformación de un ideal estéticode los nuevos países. Las manifestaciones culturales comenzaron a centrarseen una temática de exaltación de los pueblos libres, empezaron a desarrollarun sentimiento patriótico basado en el encuentro de lo indígena y lo criollo,nada de españolismo puro, y se mostraron en la forma preceptiva del neocla-

5 Barcellona, P.: Postmodernidad y comunidad, Trotta, Madrid, 1990. Citado en Escolar, M.:“Territorios de dominación estatal y fronteras nacionales. La mediación geográfica de la representación yla soberanía politíca” publicado originalmente en Santos, De Zouza, Arroyo, Compiladores: O novo mapado mundo. Hucitec, San Pablo, 1993, pág. 1. También Balibar, E.: Race, Nation, Classe: Les identitésambigües. La Decouverte, París, 1990; Chaunu, P.: Historia de América Latina, Editorial Universitaria deBuenos Aires (EUDEBA), Buenos Aires, 1976; Escolar, M.: Elementos históricos para una teoría de ladiferenciación e integración territorial. Geografía política del Estado-Nación moderno, Memorias delSeminario Internacional Integración Latinoamericana y Territorio (UBA-CEUR), Prosecretaría dePublicaciones, Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, 1993.

6 Mínguez Cornelles, V.: “Efímero mestizo”, en AA. VV. Iberoamérica mestiza. Encuentro depueblos y culturas. SEACEX, Fundación Santillana, Madrid, 2003, págs. 49-66. También RodríguezMoya, I.: “Rostros mestizos en el retrato iberoamericano”, Íbidem, págs. 149-166. Y especialmenteGutiérrez Viñuales, R.: “El hispanismo como factor de mestizaje en el arte americano (1900-1930)”, Íbi-dem, págs. 167-186.

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sicismo que trataba de enseñar deleitando, o lo que es lo mismo, en un len-guaje directo y pedagógico.

Las naciones americanas buscaron ser una comunidad de distintos, esdecir, un país claramente diferente de lo que hubiese sido si hubiera conti-nuado como una colonia española, pero eso no significaba que fueran una tie-rra de nadie, pues el proceso de diferenciación con lo hispano necesitaba dela construcción de una identidad, a partir, eso sí, de una sociedad heterogé-nea. Y esta identidad tenía que estar justificada en un pasado, aunque hubie-ra que imaginar bases territoriales, culturales o de intereses, y tenía que teneruna imagen de futuro7.

No obstante, las nuevas naciones americanas no tuvieron fácil elaborarun canal de expresión propio, pues éste, para alcanzar el grado de nacional,debía institucionalizarse o estar avalado por los gobiernos y la elite intelec-tual, y este proceso era tremendamente complicado.

Las instituciones marcaron no sólo unas tendencias, sino también la com-pra de determinado arte. No es aventurado pensar que este comercio, aunqueno fue importante en el proceso de creación de los estados, sí lo fue en cuan-to a que estos objetos artísticos fueron absorbidos por una comunidad y ayu-daron a conformar el nuevo mestizaje nacional. Los comerciantes de arte nohicieron más que contribuir a la cristalización de una imagen nueva que loscontempladores de las obras reconocían como parte de una totalidad nacio-nal. El arte comprado y promocionado fue un elemento más en la consolida-ción del sentimiento patriótico y uno de los medios de divulgación de unaimagen que tendió a identificar comunidades como ciudadanos de un mismoestado, y lo que es más importante, diferenciarlas de otras, en un proceso dereconocimiento de iconos propios que posibilitaran la construcción de unaidentidad nacional. Simplificando los términos podríamos concluir que elnacionalismo marcó una moda cambiante en muchos aspectos excepto enuno, en que la procedencia no fuera española.

El comercio de arte fue más un juego colectivo que individual, por esotenía que estar jerarquizado e institucionalizado. Las instituciones sirvieronpara mantener y potenciar los modelos que la cultura independentistarequería, pero estos modelos tenían que ser sentidos como propios, genera-

7 Barcellona: Postmodernidad…

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dos por la propia cultura. En este sentido, el modelo cultural que se defendiócon la compra de un determinado producto artístico no fue más que la visua-lización o concienciación del modo de ser que quería identificarse con unpaís8. En este punto es donde entra en juego el gran comercio del arte indus-trial, porque las naciones no tenían que ser sólo diferentes unas de otras y dis-tintas de España, tenían que ser además modernas, estar al nivel del siglo9.

La organización de una cultura que identificara a una nación se vioademás complicada cuando los puntos que unían a distintos grupos socialesy que se podrían haber constituido en las bases de la conformación de un ide-ario cultural nacional, se erosionaron en el proceso de independencia y per-dieron las vinculaciones que antes los unían. Por ejemplo, la era industrial, lamodernidad que todos los países buscaron, hizo perder también en algunoscasos la fuerza de la identidad ligada a una fe y a una Iglesia, por lo que esabase cultural dejó de servir en ciertos lugares para unir la población, y obligóa buscar un nuevo referente aglutinador en un estado culturalmente interven-cionista10. Este aglutinante básico fue normalmente el indigenismo11.

La creación de esta identidad nacional en las antiguas colonias españolasse produjo en un momento que podría resultar a priori globalmente inopor-tuno para su propia consolidación, pues se desarrollaron en el escenario delmás ambicioso programa europeo de adquisición colonial. El principal factorde la consolidación y la expansión colonial europea fue una economía alta-mente dependiente del comercio internacional, ese mismo comercio que losnuevos países tendrían que dominar para elegir qué productos conformaríanla estética de su territorio. América necesitaba definir una nueva imagen quela diferenciara de España, y para eso contaba con una gran oferta comercial

8 Scagliusi, Catalina y Fortunato, Norberto: Análisis comparativo entre estrategias del Viejo ydel Nuevo Mundo para la construcción de identidades colectivas y su representación como comunidades.Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi como ideólogos de la argentinidad. Trabajo Finaldesarrollado para el Seminario “La geografía como historia territorial”, a cargo de Antonio Moraes,Maestría en Políticas Ambientales y Territoriales, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de BuenosAires, 1997.

9 Plotkin, Mariano y González Leandri, Ricardo (eds): Localismo y globalización. Aportes parauna historia de los intelectuales en Iberoamérica. Biblioteca de Historia de América, CSIC, Madrid,2000; Gramsci, Antonio: Cultura y literatura. Península, Barcelona, 1972; Hale, Charles: “Political andsocial ideas in latinoamerica”, en The Cambridge History of Latin America. Cambridge University Press,1986, págs. 367-442.

10 Gellner, E.: Naciones y nacionalismo. Patria, México, 1991.11 Balibar: Race…, págs. 130-131.

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donde elegir. El viejo continente, por otro lado, necesitaba el comercio ultra-marino, porque el escenario dejado por el control hegemónico de la flotabritánica de las aguas del comercio internacional entre 1789 y 1815 lo per-mitía, y porque los avances en la industrialización eran en parte producto deun modelo de relaciones económicas apoyado en el intercambio con el exte-rior: importación de materias primas y exportación de sus propias manufac-turas, y prestación de una amplia gama de servicios propios del grado dedesarrollo alcanzado, tales como el transporte, la banca, los seguros, etc.12

Así pues, la época del nacionalismo e imperialismo europeos coincidiócon la era de las corrientes independentistas de la América española y por-tuguesa, y su posterior etapa de organización como naciones, y esta cir-cunstancia terminó siendo incluso favorable para la creación de identidadesporque España no participó de forma importante en la expansión europea.Los movimientos de liberación nacional del nuevo mundo se pudieronenfrentar al problema que suponía el hecho de que entre metrópoli y colo-nia no hubiera separación en términos de lengua, religión o grupo étnico,gracias a que la diferenciación nacional recayó en gran medida sobre la ima-gen artística escogida entre la oferta de productos no fabricados en la penín-sula ibérica13.

Ante contextos tan variables, se plantearon varias soluciones. EnArgentina o Uruguay, causas históricas, geográficas y humanas referentes alos orígenes del arte en aquellos países y a los de la existencia de las nacio-nes, determinaron la defensa de un arte nacional14, de forma diferente a comose hizo en México o Perú, donde la fusión de la estética, la técnica y la temá-tica cristianas con una tradición plástica indígena de acusados perfiles, hizoinconfundibles sus creaciones y posibilitó la formación de una sensibilidadparticular, muy probablemente, y esto no debe resultar contradictorio, porqueestos virreinatos estuvieron en contacto muy directo con la metrópoli españo-la y llegaron, en considerables cantidades, múltiples obras de arte provenien-tes de los talleres más famosos de la península.

Así pues, la base de un arte indígena significativo, como por ejemplopasaba en México, fue suficiente para establecer una imagen propia y dife-

12 Scagliusi-Fortunato: Análisis…

13 Oliveira: “Modernidade…”.14 Córdova Iturburu: 80 años de pintura argentina. Buenos Aires, 1980.

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renciadora del pasado colonial, difundida primero por una institución recon-vertida, la Academia, y más tarde por estéticas mestizadas. En otros lugares,la inexistencia o baja intensidad de ese arte indígena representativo y laausencia a su vez de una academia u otra institución que dirigiera el devenirartístico del país, propició la búsqueda de la imagen nacional en la moderni-dad que vendía Europa, aunque eso sí, sin aportaciones españolas significa-tivas que pudieran asociarse a tiempos pretéritos15.

Como a lo largo de todo el siglo XIX, los intelectuales se esforzaron pordefinir la identidad latinoamericana en oposición al pasado colonial de supaís, las tradiciones heredadas de los españoles e incluso la propia lengua yla religión fueron consideradas lastres que frenaban el proyecto moderniza-dor independentista, y sólo cuando este proyecto no se vio amenazado por loespañol, y hubo productos de fabricación española que se asociaron a la pro-pia modernidad, el comercio de arte con España pudo existir.

Prácticamente habrá que esperar hasta la entrada del siglo XX para que elproducto artístico industrial español vuelva a llegar con fluidez a América, enparte por el retraso industrializador peninsular que le impedía competir. PeroEspaña buscó esta vez en los mercados del sur de América una salida alcolapso caribeño, precisamente cuando la fisonomía nacional se modificó apartir de la gran avalancha inmigratoria estimulada por las posibilidades deenriquecimiento en unos países no explotados. Por ejemplo, entre 1910 y1920, las celebraciones del Centenario de la Independencia Argentina, reali-zadas al amparo del creciente bienestar económico imperante en la repúbli-ca, crearon un estado de euforia que magnificó la conciencia de suimportancia como nación independiente y abrió las puertas al comercio euro-peo. La creencia nacionalista se consolidó y se tradujo en una concesión deatención al negocio del arte, antes considerado superfluo. Una de las mani-festaciones más importantes de las celebraciones del Centenario fue laExposición Internacional de Arte y una de sus consecuencias inmediatas lainstitución, en 1911, de las exposiciones nacionales que se realizarían anual-mente, de forma ininterrumpida, hasta nuestros días.

15 Chebel, M.: La formation de l’identité politique. Presses Universitaries de France, París, 1986.Citado en Escolar, M.: Territorios de dominación estatal y fronteras nacionales. La mediación geográfi-ca de la representación y la soberanía política. Publicado originalmente en Santos, De Zouza, Arroyo,Compiladores: O novo mapa do mundo. Hucitec, San Pablo, 1993, págs. 1-2.

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Y este hecho favorable coincidió prácticamente, valga como segundoejemplo, con el fin del control académico en México. Cuando se contrató alpintor español Antonio Fabrés, quien impartió sus enseñanzas de 1903 a1906, la Academia se había vuelto anticuada. Las nuevas corrientes del artetodavía no asomaban con vigor; pero desde luego se buscaban otros derrote-ros que los ofrecidos por la Academia. México era un país con una imagenartística propia consolidada, y los más modernos productos artísticos fabri-cados en España por fin no significaban ningún peligro de confusión.Lamentablemente para los intereses españoles el peligro estaba ahora en lacompetencia comercial de Estados Unidos, tras la pérdida del control en elCaribe, en 1898.

Políticas como las pretendidas por Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888)16, favorecieron esta desviación de los mercados españoles, tras tantosaños de problemas para llegar al nuevo continente. Para Sarmiento, civiliza-ción era sinónimo de ciudad, mundo urbano, Europa; barbarie, de campo,mundo rural, América. La compra de objetos artísticos europeos era básica.

Igualmente Juan Bautista Alberdi (1810-1884)17, en su afán de contribuira una obra constitucional orientada a proveer las bases del engrandecimientode la nación a través de su progreso material, visualizó el interés económicocomo la meta aseguradora de los únicos altos fines de toda asociación políti-ca: la seguridad y la libertad. El pensamiento alberdiano, a diferencia del deSarmiento, responde a una época en la que la democracia y la independenciaeran todo el propósito constitucional, y los medios necesarios para el progre-so material, a través de la industria y el comercio, eran considerados acceso-rios, intereses de segundo orden18. Aun así, Europa, como portadora de laidea de libertad, la noción del orden, el arte de la cultura y los principios dela civilización cristiana, había creado las bases de la patria y debía consti-tuirse en guía del pensamiento de la América liberada, por lo que se poten-ciaron los tratados de amistad y comercio como medio honorable de colocar

16 Garro, C.: Sarmiento y los estudios geográficos. Academia Nacional de Geografía,Publicación Especial núm. 1, Buenos Aires, 1988.

17 Alberdi, J. B.: Bases y puntos de partida para la organización política de la RepúblicaArgentina. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1992. Facsímil de la obra original de 1852.

18 Kennedy, P.: Auge y caída de las grandes potencias. Plaza y Janés, Barcelona, 1989.

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la civilización sudamericana bajo el protectorado de la civilización delmundo19.

Para estos pensadores el ferrocarril -junto al telégrafo- fue el principalagente difusor de la cultura de la modernidad, porque podía hacer llegar elcomercio a todas partes. Asimismo, el ideario alberdiano puso énfasis en lanecesidad de la libre navegación interior y de la eliminación de los impues-tos aduaneros que actuaban como límites a la civilización. Incluso se mani-festó la conveniencia de proclamar la libertad de las aguas firmando tratadosperpetuos de libre navegación20.

Finalmente, el resultado real fue la aceptación de un proyecto de la oli-garquía que asignó al Estado un rol liberal en lo económico e intervencionis-ta en lo político, con fuertes inclinaciones a las prácticas clientelistas21.

Estas ideas permitieron al fin la llegada de arte industrial español impul-sado desde los grupos de inmigrantes peninsulares. Fue un arte desvinculadodel pasado colonial, como no podía ser de otra forma, e imbuido por un espí-ritu de modernidad y progreso, que conllevó el atraque del modernismo deorigen catalán y un historicismo antiacadémico, tal y como se expresó en eledificio del Club Español de Buenos Aires (1911), del holandés EnriqueFolkers, plagado de arte aplicado y pintura en lo que fue un alarde del arteespañol puesto al día; o bien el edificio de la Sociedad Española deBeneficencia-Hospital Español (1906-1908) del argentino Julián GarcíaNúñez, con aires secesionistas que traspasó a sus otras obras como el Anexoal Hospital Español en Temperley, o sus casas de renta en Suipancha,Tucumán y la misma Buenos Aires; o el español Francisco Roca y Simó, quelevantó en Rosario los modernistas edificios del Club Español y laAsociación Española de Socorros Mutuos, la historicista vivienda Remonda

19 Halperin Donghi, T.: Una nación para el desierto argentino. Centro Editor de América Latina,Buenos Aires, 1992, publicado originalmente como prólogo de AA. VV.: Proyecto y construcción de unanación (Argentina, 1846-1880). Biblioteca Ayacucho, núm. 68, Caracas, 1980. Mac Gann, T.: Argentina,Estados Unidos y el Sistema Interamericano (1880-1914). Eudeba, Buenos Aires, 1960.

20 Jitrik, N.: El mundo del ochenta. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1982, publi-cado originalmente como introducción de AA. VV.: El 80 y su mundo, presentación de una época, anto-logía de textos literarios y sociopolíticos del período. Colección Los Argentinos, Editorial Jorge Álvarez,Buenos Aires, 1968.

21 Allies, P.: L’invention du territoire. Presses Universitaires de Grenoble, Grenoble, 1980.

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Montserrat, con elementos platerescos y neogóticos, el Palacio Cabanellas, yla Confitería La Europea, con interesantes aplicaciones de cerámica22.

En conclusión, cuando un país no pudo refugiarse en unos referentesindigenistas optó primero por afirmar su independencia en la negación, esdecir, aclarar qué es lo que no se quería ser, español, para luego definir lo quese era, un país integrado por población de tan diversos orígenes que definiríasu imagen artística en un historicismo fantásticamente ecléctico.

La oferta del arte industrial español

Las artes industriales jugaron, siguen jugando, un papel fundamental enla evolución arquitectónica, dentro de una concepción que deriva de la revo-lución industrial, aunque fue perfectamente formulada por la StaatlichesBauhaus mucho más tarde, que consideraba la posibilidad de que todas lasartes estuvieran reunificadas en la construcción, y que dicha unificaciónconstituiría el mejor exponente de la racionalidad y artisticidad que era capazde demostrar el ser humano. Incluso se pensaba que la integración de todaslas actividades artísticas y artesanales propiciaría un mundo más feliz23.

Fue la combinación de la industria y la arquitectura, tras la revoluciónindustrial, la que propiciaría la difusión de artes como la cerámica arquitectó-nica, la vidriería industrial o la forja, a través de la expansión de los mercados,la imparable evolución tecnológica y las ansias de lograr un entorno bello. Sinduda entraron en juego factores tan diversos como la consideración económi-ca o el desarrollo formal, o lo que era lo mismo, desde la mejora funcional de

22 El verdadero representante del antiacademicismo e inspirado formulador de combinacioneshistoricistas y Art Nouveau, fue el francés Alfredo Massüe, autor entre otras muchas obras, de la CasaMernies, el Teatro Politeama Colón, la Plaza Matriz, la Casa Municipal, la capilla de Nuestra Señora delHuerto, el Hospital de la Caridad, el Palacio Arturo Heber Jakson y Margarita Uriarte, la casa de descan-so Idiarte Borda y el chalet para el presidente de la ROU, todas ellas en Montevideo; las casas de BuenosAires de Zenón Videla Dorna, Eugenio Alemán y Rafael Beltrand, Bernardino Bilbao y José A. Ocantos,Francisco Liez, Felipe Massa, Bartolomé Saraví y multitud de casas de renta; y de las fábricas de hor-migón pretensado, la casa Ferreyra Real, la casa Barón do Rio Branco y las casas económicas para obre-ros de Río de Janeiro (entre 1883 y 1914). AA.VV.: Alfredo Massüe. Eclecticismo y Art Nouveau en Ríode la Plata. CEDOAL, Buenos Aires, 2000.

23 Rambla, W.: “Utilitarismo para embellecer: la cerámica arquitectónica”, en Feliu, J.:Cerámica, negocio y arte. Dossier de la revista Millars. Espai i història. Universitat Jaume I, Castellón,2002, núm. 25, págs. 63-82.

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los productos artísticos al acceso a nuevas demandas, o desde el valor de laartisticidad a su aplicación utilitaria, su durabilidad o su resistencia.

Así pues, no resulta extralimitado acercarse al comercio del arte indus-trial como un ejemplo más de los cambios, no sólo estéticos, sino también delos reflejos de una imagen nacional o de una determinada política de alian-zas comerciales.

El último tercio del siglo XIX debía de resultar, por lo dicho anteriormen-te, más fértil para las relaciones comerciales españolas con América que elinmediatamente anterior, en el que la necesaria separación de cualquier refe-rencia colonial había imposibilitado casi cualquier transacción. Este hechocoincidió además con una serie de mejoras productivas y logísticas en lafabricación de artes industriales. Sin embargo, no sirvió para recuperar deforma clara el mercado caribeño, sino que significó un cambio en los desti-nos de los productos españoles.

En primer lugar, cabe destacar la importancia de las obras arquitectóni-cas en las ciudades, tanto en España como en la América independiente, quefueron importantes porque propiciaron un período de dinamismo donde ladiversidad de estilos de la oferta de productos industriales, desde los azule-jos hasta las marquesinas o las vidrieras, fue un contribuyente de la unidadartística en la transformación de la nueva ciudad. Los nuevos trazados decalles y jardines, así como la construcción de los ensanches urbanos permi-tieron una evolución del lenguaje arquitectónico que se manifestó temprana-mente como una expresión premodernista, aun naciendo, aunque parezcacontradictorio, del neoclasicismo más formalista y académico, y se convir-tieron en la demanda necesaria para aumentar la producción.

Muchas fueron las fábricas de productos artísticos que crecieron con eldesarrollo de la construcción en las ciudades españolas, y que luego se lan-zaron al mercado americano. La tipología edificatoria de estos ensanches fueprácticamente internacional. Derivó en la sustitución de la casa barroca porla vivienda multifamiliar debido a la existencia de un deseo de búsquedaartística basada en los nuevos condicionantes socioeconómicos que acabódeterminando nuevas necesidades y nuevas técnicas, así como necesaria-mente una nueva expresión.

Las viviendas de la primera mitad del siglo XIX poseían un marcadocarácter funcional y racionalista heredero del neoclasicismo y el academicis-

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mo que, en líneas generales, continuaron vigentes durante todo el siglo. Noobstante, la sencillez decorativa sintetizada en finas molduras en las puertasy ventanas iba a experimentar un proceso de enriquecimiento decorativo enel que fue partícipe principal la cerámica arquitectónica.

Poco a poco el producto español fue encontrando lo que sería la causaprincipal de su éxito: su bajo coste en el mercado. Aunque se continuó conun repertorio tradicional, con los añadidos de las aportaciones de las exposi-ciones internacionales en las que se copiaba todo lo que tenía éxito y losrepertorios ornamentales, como el enormemente difundido de Rigaud, apare-cido en 1857, condensador del eclecticismo de la Exposición de Londres de185124, la manualidad fue desapareciendo y el abaratamiento de costes fueevidente. Lo español que triunfó puede que no fuera lo de más calidad, peroera lo más barato.

Hoy en día hablaríamos de la pérdida de calidad a cambio de ofrecer pro-ductos más baratos, pero lo cierto es que los fabricantes asociaban la arte-sanía al atraso, y la industrialización de los procesos productivos a unafabricación más perfecta.

Al avance de la mecanización impulsada había que añadir ciertas refor-mas institucionales en España, especialmente el establecimiento del SistemaMétrico Decimal, efectivo desde 188025. El Reglamento para la ejecución dela Ley de Pesas y Medidas26 establecía como únicas legales las del SistemaMétrico Decimal, por lo que todas las mediciones basadas en el palmo uotros sistemas debieron de adaptarse al sistema internacional. Incluso sereglamentó que en el caso de tratarse de productos comerciales, los erroresde cálculo no excedieran de un centímetro por metro. Estas reformas fueronespecialmente importantes en el auge del comercio textil, por ejemplo.

A todo aquel que usase medidas ilegales, y especialmente a los comer-ciantes que así lo hicieran o bien continuaran usando las medidas antiguas,

24 Soler Ferrer, M.P. y Pérez Camps, J.: Historia de la cerámica valenciana. T. 4, Vicent Garcíaeditores, Valencia, 1992, pág. 99.

25 Villa de Onda. Año de 1880. Libro de Acuerdos de su Ayuntamiento. Acta del 9 de julio de1880, Archivo Histórico Municipal, núm. 0695423. Boletín Oficial de la Provincia. Castellón, 1883, núm.147, Archivo Histórico de la Diputación de Castellón. Villa de Onda. Año 1883. Libro de acuerdos muni-cipales. Acta del 22 de junio de 1883, A.H.M.O, núm. 0415190.

26 El Reglamento de pesas y medidas fue reformado definitivamente el 8 de julio de 1892, susti-tuyendo la ley del 19 de julio de 1849, en Martínez Alcubilla, M.: Boletín Jurídico Administrativo. LópezCamacho, Madrid, 1895, págs. 578-589.

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no sólo se le negaba la posibilidad de un comercio exterior, sino que se lepodía condenar a penas que iban de uno a diez días de arresto o a una multade entre cinco y cincuenta pesetas, siempre y cuando no resultase una defrau-dación al cliente, en cuyo caso se recurriría a los tribunales de justicia ordi-narios.

A este hecho había que añadir la recuperación de las compañías comer-ciales. El comercio español transatlántico se desarrollaría gracias a la ley del22 de noviembre de 1868 que supuso el derecho diferencial de banderas ypermitió la presencia de buques extranjeros con mercancías españolas en lospuertos nacionales27, pero no fue hasta 1881 que se fundó en Barcelona laCompañía Transatlántica, empresa de A. López y Cía, constituida enSantiago de Cuba por Antonio López y Patricio de Satrústegui desde 1852.De esta sociedad fue el General Armero, primer buque de hélice español. Lacompañía obtuvo el monopolio de la correspondencia con Cuba, y en la déca-da de 1880 amplió su red a América Central, Cuba, Filipinas y el Medi-terráneo.

En esta época se fundaron también: la Compañía Vasco-Andaluza, deJosé Mª Ybarra en 1860, que transportó principalmente en el Mediterráneo,y la Compañía de Eduardo Aznar y de la Sota, y Ramón de la Sota en 1890,dedicada a la navegación de altura; mientras que los servicios transatlánticosregulares corrieron a cargo, desde 1884, de la empresa Pinillos, Sáez y Cía,cuyo tráfico dependía sólo del comercio antillano28.

Por otra parte, con el real decreto de 14 de agosto de 1895 del Ministeriode Fomento, se creaba una Comisión General Permanente de ExposicionesNacionales y Extranjeras. Esta comisión, bajo la dependencia del Ministeriode Fomento con quien despachaba directamente, fue la responsable de impul-sar la participación en las exposiciones que respondieran a los intereses de laagricultura, artes e industrias del país. Desde entonces la Comisión GeneralPermanente, heredera de la que se formó para la Exposición Universal deChicago, se entendería directamente con las autoridades, centros, corpora-ciones, sociedades y personas implicadas en las exposiciones con el objetivode agilizar los trámites y facilitar la participación española.

27 Sobrino, J.: Arquitectura industrial en España, 1830-1990. Cátedra, Madrid, 1996, págs. 59-67.28 Ibidem, págs. 103-122.

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El impulso otorgado a las exposiciones respondía al espíritu de laCircular de 13 de marzo de 1895 de la Dirección General de InstrucciónPública:

El arte no es cosa suntuaria, es elemento de primera necesidad, y los museosencierran para los pueblos de la raza latina, especialmente donde el arte y laindustria son inseparables, preciosos datos de enseñanza, que deben marcar elprogreso de las industrias artísticas, así por la variedad y riqueza de la invencióncomo por la pureza de la forma y el estilo29.

La preparación de los diseñadores alcanzó su máxima intensidad con lallegada de la reglamentación de la Enseñanza de Escuelas de Artes y Oficiosaprobada en el real decreto de 5 de noviembre de 1886, reformado con la realorden de 15 de septiembre de 1887 que incorporó el dibujo industrial, y conel real decreto de 13 de septiembre de 1894 que dividió la enseñanza en dossecciones, una técnico-industrial y otra artístico-industrial. Tras la ley de pre-supuestos de 30 de junio de 1895 se introdujo el real decreto de 20 de agos-to de 189530. En el reglamento de Escuelas de Artes y Oficios se integraba laenseñanza de, por ejemplo, dibujo, colorido, composición decorativa, mode-lado y vaciado de adorno y figura, historia y concepto del arte, historia de lasartes decorativas, especialmente el arte nacional, estereometría, perspectiva ysombras, etc. Tras haber superado las asignaturas, divididas en tres años deenseñanza diaria, se conseguía el título de perito artístico-industrial.

Además de las enseñanzas marcadas por la Instrucción Pública, las jun-tas de profesores de cada escuela debían reunir ordenadamente y ampliar lasasignaturas para la enseñanza razonada de cada uno de los oficios.

Se completaba la educación de los alumnos con visitas a fábricas impor-tantes y talleres bien organizados, bajo la dirección de los profesores.Además, los talleres se completaban con un gabinete de física, uno de mecá-nica, un laboratorio de química, un museo industrial, otro artístico y unabiblioteca de obras adecuadas para la instrucción particular de cada escuela.

También las tasas fueron modificadas con la real orden del 15 de abril de189531 y, por ejemplo, la cerámica transportada en canastas (comúnmente la

29 Martínez Alcubilla: Boletín…, pág. 265.30 Ibidem, págs. 562-566.31 Ibidem, pág. 423.

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loza) pagaba un 16%, mientras que la que lo realizaba en cajas o barricas, secargaba con un 30% de renta de aduana. Junto con esta medida se promul-garon otras también favorecedoras para la exportación de productos artísticosindustriales. Así, el real decreto de 16 de agosto de 1895 suprimió la Junta deAranceles y Valoraciones, e instituyó en su lugar el Consejo de Aduanas yAranceles, con poderes para negociar, entre otras cosas, tratados de comerciocon otras naciones y la apertura de líneas de navegación que pudieran desviarel comercio internacional de sus corrientes tradicionales, es decir, buscar unaalternativa al Caribe, donde la competencia estadounidense era cada vezmayor. Asimismo, el Ministerio de Fomento pretendió mediante la real ordendel 16 de septiembre de 189532 garantizar el legítimo origen nacional de lasmercancías que como tal se presentaran en los despachos de aduanas, dispo-niendo que en los documentos que expidieran dichas aduanas sobre la circu-lación de las mercancías se expresase la legitimidad de las marcas de lasmismas.

La exposición –celebrada en Barcelona en 1897–33 de las industrias cre-adas, introducidas y desarrolladas en España al amparo del arancel de 1891,nos permite conocer cómo algunas de las empresas dedicadas a abastecer elmercado exterior de producto artístico español se vieron beneficiadas34. Co-

32 Ibidem, págs. 662-663.33 Soler y Freixa, J.: Fomento del trabajo nacional. Exposición de las industrias creadas, intro-

ducidas y desarrolladas en España al amparo del arancel de 1891. Catálogo general redactado por JoséSoler y Freixa, vocal delegado ejecutivo de la exposición. Palacio de Bellas Artes de Barcelona. Imp. ylitografía de José Cunill Sala, Barcelona, junio-julio de 1897.

34 Destacamos la fábrica de Burgués y Cía, de la calle Crehueta, núm. 92 de Sabadell, con repre-sentante en Barcelona en Fontanillas y Comas, Rambla de Cataluña, núm. 53, bajos, que realizaba obje-tos artísticos de cerámica, con una producción de 100.000 a 150.000 pts. anuales, y estaba especializadaen exportaciones a América; la fábrica de Barcelona de Juan Giralt Laporta, en calle de la Universidad,núm. 47, y despacho en la calle Aribau, núms. 5-7, y su producción de vidrio, cristal y porcelana decora-dos y sin decorar, objetos para química y farmacia, y nuevos envases herméticos para conservas, a la queel nuevo arancel favoreció en general aunque se quejaba de los impuestos por las primeras materias, y queexportaba especialmente a las Antillas, Filipinas y México; la empresa de José Orriols y Pons, de laTravesera y Torrente de la Olla, en el barrio de Gracia de Barcelona, que producía cerámica, especialmenteadornos para jardines, que exportaba a las Antillas; y por último, J. Romeu Escofet, con despacho en laplaza Universidad, núm. 4 y fábrica en Hospitalet de Llobregat, con representante en la oficina de AntonioCaraballs, productor de tejas vidriadas y comunes, escamas para cúpulas, azulejos, mosaicos incrustadosal fuego, baldosinas, baldosas de gres para aceras, ladrillos refractarios, ladrillos prensados rojos y ladri-llos esmaltados, con un total de un millón de tejas y 50.000 metros cuadrados de mosaico al año, y 130obreros, que competía ya con productos modernistas en el extranjero tras su expansión desde que se fun-dara en 1872.

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mo vemos, las reformas en la legislación evidenciaban la importancia quecomenzaba a adquirir la exportación del producto artístico industrial35.

Las fábricas se encontraban lo suficientemente preparadas para la com-petencia en la exportación, especialmente en el mercado argentino. Así senos muestra, por ejemplo, en los catálogos comerciales de fábricas de cerá-mica arquitectónica como El Progreso, viuda de Antonio Segarra, fundada enCastellón el año 1880 por Doménech, León y Puértolas, y adquirida porAntonio Segarra Lloréns en 1895. Esta fábrica fundó una segunda factoría enOnda en 1910, convirtiéndose en la empresa más importante en cuanto a laproducción modernista. En 1911 tuvo otra sucursal en Larache (Marruecos)y cinco almacenes de distribución en Castellón (Calles Ronda Mijares,Méndez Núñez, Pelayo, Gran Vía y carretera de Madrid), así como oficinasen las calles Méndez Núñez y Castelar, núm. 8 de esta misma ciudad36.

La fábrica de Segarra Bernat se felicitaba por “haber adquirido el GranDiploma de Honor con respecto a la fabricación de azulejos y mosaicoshidráulicos, en el concurso comercial verificado en Castellón el 28 denoviembre de 1907, viéndonos dispensados en este acto por el recto criteriodel público de esta ciudad, al distinguir nuestros productos entre las muchasfábricas que existen en la localidad, pertenecientes a las mismas industrias,lo que tenemos en mucha consideración y estima, siendo nuestro orgullo elpoder enseñar dicha ostentación”37.

35 Los productos cerámicos llegaron a ocupar por sí solos un grupo de la clase 1ª del arancel, dis-tinguiendo: baldosas, ladrillos, tejas y todos los objetos de barro ordinario o fino, cocido, sin barnizar obarnizado; los azulejos, plintos, zócalos, cornisas, balaustres, capiteles y análogos, sin relieves o con ellos;la batería de cocina, tarros, damajuanas, tubos, etc., de barro ordinario; los ladrillos, baldosas, piezas parahornos de barro refractario, así como los tubos, retortas, muflas, cápsulas, crisoles, etc.; los caloríferos,chimeneas, lavabos, inodoros, sifones, filtros y demás objetos empleados en la calefacción y saneamien-to de habitaciones, con esmaltes blancos y los multicolores, con filetes, estampaciones, dorados, pinturaso decoraciones; los aisladores eléctricos y los objetos de loza, barro fino, gres, porcelana, etc., en todassus aplicaciones comunes.

36 Segarra Bernat obtuvo la medalla de segunda clase de la Exposición Aragonesa en 1885 y1886; la medalla de bronce de la Exposición de Barcelona de 1888; diploma de primera clase delConcurso de Cerámica de Sevilla de 1898; la medalla de bronce de la Exposición de París de 1900; el pri-mer premio por paneaux en azulejos del Certamen de Bellas Artes de 1901; la medalla de oro de laExposición Universal de París de 1904; el grand prix de Marsella de 1904; la gran medalla de oro y diplo-ma de primera clase de Murcia de 1904; el diploma de honor y collaborateur de París en 1905; y la meda-lla de oro de la Exposición de Buenos Aires de 1910.

37 Fábricas de azulejos y mosaicos hidraúlicos de Viuda de Segarra. Castellón. Catálogo,Castellón, 1911.

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Desconocemos las piezas ganadoras, aunque lo que se solía premiar erael conjunto de la producción. A pesar de que la participación de las empre-sas en estas exposiciones era regulada por un comité formado por los propiosempresarios organizadores, y se concedían los premios y medallas según elinterés demostrado por la empresa en forma de contribución económica en lapropia organización, los éxitos conseguidos en estas ferias reflejaban el deseode alcanzar los mercados a los que se dirigían y por tanto la grandeza de lafábrica.

Más tarde, los catálogos de la fábrica de Segarra Bernat se dirigirían,además de a Argentina, también a México, Bolivia y Estados Unidos, desti-nados especialmente “a los señores arquitectos, ingenieros, contratistas deobras, almacenistas y proveedores de material de construcción”, pues:

dotadas estas fábricas de maquinaria moderna para la elaboración de las princi-pales materias, estas operaciones se llevan a cabo dentro de nuestras fábricas sinmediación de personal extraño a la industria, para lo cual se han montado en éstala molinería de barniz y tierras, principales elementos imprescindibles para obte-ner en la misma fabricación las materias primas tal y como exigía la clase deazulejos que se hayan de fabricar, aparte de ser ese medio uno de los que sirvenpara la uniformidad del azulejo, haciendo desaparecer de una vez las deficien-cias que hasta ahora han dificultado grandemente las operaciones y transaccio-nes mermadas, por no haber conseguido el encontrar azulejos en cantidad grandede la misma uniformidad y blancura. El mejor y más adecuado elogio que de losproductos de esta casa se puede hacer, es la serie de años que viene trabajandosin interrupción, a satisfacción de mis numerosos clientes de España, Portugal yAmérica. Los señores arquitectos, directores de obras, almacenistas, etc., quetengan necesidad de servir pedidos de mis productos, con destino a los merca-dos de Ultramar, o bien a grandes obras, deben imprescindiblemente pedir catá-logos de los productos de esta su casa, con los que podrán apreciar los coloridosy dibujos de toda clase de azulejos, desde el estilo árabe, renacimiento antiguo,al último modelo más moderno38.

Sin embargo, el mercado antillano, parcialmente perdido desde los pro-cesos independentistas de principios del siglo XIX, no se recuperó hasta índi-ces aceptables. Lamentablemente para los intereses españoles las dificultadesderivadas de la independencia de las colonias continentales se habían salva-

38 Ibidem.

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do con el tiempo, pero entraba en juego ahora la competencia comercial deEstados Unidos, sobre todo tras la pérdida del control en el Caribe en 1898.

América estaba ya dispuesta a que le agradasen los productos españoles,que ya no significaban un peligro para su identidad independiente, comohemos dicho, pero las relaciones comerciales entre España y el mercado cari-beño se vieron, no obstante, necesariamente alteradas con el nuevo mapapolítico que no favorecía ningún trato de favor. Había nacido un nuevo ordeneconómico internacional39:

Al redactar los Aranceles vigentes en las islas de Cuba y Puerto Rico, fue nece-sario tener en cuenta, como bases principales de la nueva legislación aduanera,el convenio comercial estipulado con la Unión Norte Americana y el propósitode celebrar tratados de comercio, así para la Península, como para Ultramar (...)no habiendo sido posible por causas de todos conocidas, celebrar tratados convarias de las principales naciones mercantiles, es indispensable acomodar losAranceles de las Antillas a las actuales circunstancias40.

Acciones bélicas como las de 1868-1878 y 1895, o la obtención de repre-sentatividad en Cortes, fueron una prueba del camino emprendido por Cubahacia la independencia, camino espoleado por las relaciones comercialesestadounidenses, pujantes por aglutinar la cuota del mercado caribeño y a lavez asegurar el paso estratégico intercontinental de las flotas militares y mer-cantes, en las que el puerto de La Habana se constituía como el principal cen-tro administrativo, urbano, comercial y militar del área caribeña.

Las noticias referentes a las relaciones comerciales metropolitanas en elsiglo XIX nos anunciaban un panorama próximo a la concepción clásica dela crisis del 98, en el que la guerra debería de ser la gota que colmara el vasode los desastres económicos.

La gradual destrucción de la capacidad naval y mercante española duran-te todo el siglo XIX, las continuas manifestaciones criollas partidarias delautogobierno en las últimas colonias americanas, las respuestas de la Corona

39 Feliu, J.: “La parálisis del comercio cerámico español en 1890”. En AA.VV.: Las ciudades yla guerra. Universitat Jaume I, Castellón, 2002, págs. 645-659. El 25 de abril de 1892 se firmó por fin untratado de propiedad científica, literaria y artística entre el reino de España y los Estados UnidosMexicanos. El 10 de junio de 1895 se firmó un nuevo convenio de propiedad intelectual que fue ratifica-do el 13 de agosto del mismo año.

40 Martínez Alcubilla: Boletín Jurídico…, pág. 15.

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ante la independencia del resto de sus posesiones americanas, tendentes aconcentrar tanto en Cuba como en Puerto Rico un mayor control de los gru-pos comerciales y por ende de poder, la capacidad de control del comerciointernacional de Estados Unidos e Inglaterra, y el proceso revolucionario bur-gués en Cuba coincidente con las últimas revoluciones burguesas democráti-cas, planteaban la pronta llegada de una crisis41.

En todo caso, estas cuestiones sólo eran un preámbulo a la siguiente etapabélica que se suscitaría entre España y Cuba, con el concurso de los intere-ses de los Estados Unidos, que no tardarían en manifestarse de manera abier-ta42. Hasta entonces, las vías de comercialización de los productos españolespasaban básicamente por el puerto de La Habana, para llegar después aVeracruz, y la pérdida del puerto cubano, en el momento político-cultural enque se podía acceder con mayor facilidad a tierras mexicanas, produjo que elespacio comercial se desviara con la búsqueda de nuevos mercados quecomenzaban a estar al alcance a través de las compañías extranjeras, princi-palmente inglesas y francesas.

Ciertamente, el mercado mexicano se estaba volviendo a abrir. Comobien dice Paulina Gámez43, a mediados del siglo XIX, productos arquitectóni-cos como el azulejo, convertido en recuerdo de uno de los recubrimientos tra-dicionales de la construcción colonial, había prácticamente desaparecido dela arquitectura mexicana. Las razones habría que buscarlas tanto en el cam-bio producido en la imagen artística, diferenciada de la colonial, de la recién

41 Moreno Fraginals, Manuel: Cuba/España. España/Cuba. Historia común. GrijalboMondadori, 1995, págs. 259-272. Con el inicio de la década de 1860, en la oligarquía cubana se expusie-ron y contrastaron varios planteamientos en torno a la identidad nacional, que tenían su campo de acciónen la oposición cubano/peninsular, que a su vez se complementaba con otras diferencias sociales a saber:blancos/negros y amos/esclavos, en resumidas cuentas eran las consecuencias inequívocas de la pervi-vencia de la esclavitud.

42 Ibidem, pág. 114; Balmori, Diana, Stuart Voss y Miles Worthann: Las alianzas de familia y laformación del país en América Latina. (Tr) Dorothy Ling, México, FCE, 1990; Historia de Cuba.Evolución socioeconómica y formación nacional. Instituto de Historia de Cuba, Editorial Política, LaHabana, 1994. Tomos I y II. Piqueras, José Antonio y Sebastia, Enric: Agiotistas, negreros y partisanos.Edicions Alfons El Magnanim/Institut Valencià d´Estudis I Investigació, Valencia, 1991; Rodríguez O,Jaime E.: La independencia de la América española. El Colegio de México/Fideicomiso Historia de lasAméricas/Fondo de Cultura Económica, México, 1996.

43 Gámez, P.: “Viejos azulejos para una nueva arquitectura: los azulejos de mayólica en la arqui-tectura neocolonial americana”, en Feliu, J.: Cerámica…,págs. 119-134.

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independizada República Mexicana, como en el éxito del neoclásico impul-sado desde la Academia de San Carlos de la ciudad de México, que trajo con-sigo una arquitectura de superficies sobrias. Sin embargo, a partir del últimotercio del siglo XIX, los azulejos, y junto con ellos otros productos artísticosarquitectónicos, fueron recuperando su presencia hasta convertirse en uno delos elementos ornamentales de la arquitectura oficial, lejanos los tiemposcoloniales, recuperadas las relaciones con España y aceptados los estiloseclécticos, especialmente durante la última etapa del periodo porfirista.

Así se manifestaba Enrique A. Cervantes en su libro Loza Blanca y azu-lejo de Puebla44, donde relataba “la profusa y variada aplicación de azulejosen las construcciones” que impresionaron al catalán Luis Enrique Ventosa en1897. También Enrique de Anda Alanis explicaba cómo después de laRevolución, México buscaba una identidad nacional de la que las manifesta-ciones artísticas, entre ellas la arquitectura, eran elementos importantísimos:

Quedaba claro que no era posible seguir aplicando los esquemas compositivosfiniseculares de corte académico y de inspiración ecléctico europeizante, sobretodo si como era sabido tales productos eran la más viva imagen porfirista quehabía encontrado en ellos sus afanes positivistas (1897)45.

De hecho, para el propio José Vasconcelos (1882-1959), secretario deEducación Pública en 1921, el estilo neocolonial era la única fuente de ins-piración posible para una arquitectura nacionalista, según su visión del mes-tizo como el mexicano por excelencia.

Sin embargo, los productos arquitectónicos españoles no aparecieron enlos edificios más emblemáticos de la arquitectura neocolonial mexicana, nien la Escuela Nacional Preparatoria ex Colegio de San Ildefonso, ni en el exTeatro Nacional, ni en el tercer piso del Edificio del Ayuntamiento de laCiudad de México, ni siquiera lo hizo claramente en las colonias de la ciu-dad de México de Santa María la Ribera, Roma, Condesa y Cuahutemoc, oen Coyoacán, Mixcoac, San Ángel, Tlalpán o la propia Puebla.

44 Cervantes, Enrique A.: Loza blanca y azulejo de Puebla, 2 vols. México. Edición del autor,1939, págs. 90-291.

45 Anda Alanís, Enrique X. de: La Arquitectura de la Revolución Mexicana: corrientes y estilosde la década de los veintes. México. IIE/UNAM, 1990.

El comercio de arte industrial

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La industria española ya había buscado nuevos mercados por necesidad,y no es que éstos no fueran igualmente países independientes, es que estabanmás alejados de la competencia estadounidense, como por ejemplo Argentinay Uruguay.

En conclusión, el comercio español de arte industrial no pudo volver aMéxico y su zona de influencia mercantil, porque después del rechazo pos-tindependentista a lo español, la pérdida de Cuba y la consiguiente llegada delas compañías estadounidenses se lo impidieron. Primero fueron las ideas,después la ley del dinero. Por ejemplo, de un número no menor de diezempresas cerámicas españolas con demanda en la zona caribeña se pasó, trasla independencia cubana, a sólo tres, mientras que de la presencia de unascuatro o, a lo sumo, cinco empresas no españolas se pasó, en el mismo perio-do, a treinta y cuatro, de las cuales catorce se encontraban en California y sepublicitaban como imitadoras del estilo español46.

Contra la imitación de las firmas españolas se falló una sentencia el 13de noviembre de 1894 estimando “Sobre los géneros importados a Cuba, queno pueden considerarse de procedencia nacional para los efectos de la venta,si no llevan marchamo o marca de fábrica”47. En numerosas ocasiones se

46 Los datos han sido obtenidos tras la consulta de los fondos de Buckland Books (Littehampton,UK) Braddshaw & Whelan, Tile Heritage y Tiler’s Bookshelf. También en las monografías sobre azule-jería estadounidense: Austin, J.C.: British Delf at Williamsburg. Horne, 1994, que recoge los catálogos dela fábrica de Virginia; el catálogo de la exposición de Ten Broeke, J.: 17th & 18th century floral tiles.Bloemen op tegels in de 17de. en 18de. EEUU, Museum L. Van Meerten, 1992; Messenger, M.: Potteryand tiles of the Severn Valey. Remploy, 1979, catálogo de las colecciones de Cive House en Shrewbury; oChabat, P.: Victorian brick and terra cotta architecture, Dover Press., 1989. Así mismo, de las mono-grafías más generales: Camusso, L, Bertone, S.: Ceramics of the world, 1991; Du nueveau dans le rétro:les faïances bretonnes du XIX siècle, 1988; Saavedra Méndez, J.: Enciclopedia gráfica de la cerámica,Tomo 2, 1948; De Plinval De Guillebon, R.: Faïence et porcelaine de Paris, XVIII-XIX siècles, 1996; deesta última autora también Faïences de Clermont-Ferrand. XVIII-XIX siècles, 1996; Britton, F.: Londondelfware, 1986; Maerten, Y.: 150 ans d’art et industrie du carreau a Desvres, 1992; 1630-1930. Treszentosanos de azulejoa padrâo no Brasil, Coleçao Carlos Frascari, 1992; Lane, A.: A guide to the collection oftiles. Victoria & Albert Museum; Hudig, F.: Altholländische fliesen, 1933; Meco, J.: Azulejaria portugue-sa, 1985; Barros, A., Almasque, I.: Azulejeria de exterior em Portugal, 1991; Pleguezuelo, A.: Azulejosevillano, 1989; Azulejos catálogo Europalia, 1991; Knoff, U.: Azulejoa da Bahia, 1986; Weisser, M.:Jugendstilfliesen; Van Dam, J.D.: Nederlandse tegels; Van Lemmen, H.: Delfware tiles, 1986; Dingeman,K.: Duchts tiles, 1963; Nadal Mora, V.: El azulejo del Río de la Plata, siglo XIX, 1949; Austwick, J. B.:The decorated tile. An illustrated history of english tile-making and design, 1980; Ray, A.: Liverpool prin-ted tiles, 1994; Cervantes, E.: Loza blanca y azulejo de Puebla, 1939; Jones, J.: Minton. The first two hun-dred years of design & production, 1993; Castel-Branco Pereira, J.: Portuguese tiles fron the nationalmuseum of azulejo, Lisboa, 1995.

47 Martínez Alcubilla: Boletín Jurídico…, págs. 678-680.

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había intentado pasar mercancías estadounidenses (país no convenido) poringlesas (sí convenidas) o españolas, tal y como lo atestiguó la sentencia de29 de diciembre de 1894.

La ley de 4 de febrero de 1895 sobre el modus vivendi entre las Antillasy los Estados Unidos48 autorizó finalmente a admitir en los puertos de Cubay Puerto Rico a los productos y manufacturas de los Estados Unidos proce-dentes de dicho país, bajo la tarifa segunda de los aranceles vigentes en ellas.A cambio, Estados Unidos debía aplicar las tarifas más reducidas a los pro-ductos del suelo y la industria de las Antillas49.

El siglo XIX había transcurrido entre la incapacidad de la industria artís-tica española por exportar y la necesidad de los países americanos de recha-

48 Ibidem, pág. 33.49 Hasta entonces sólo empresas de gran prestigio como la británica Minton se habían hecho un

hueco en la zona caribeña, donde difundió su catálogo de 1885, dedicado a los azulejos artísticos y espe-cialmente a los diseños chinescos; o la también inglesa The Chamberlain Tile, que introducía azulejos vic-torianos desde 1843. A estas empresas se unieron en 1865 Godwin’s Encaustic Tileworks, Lugwardine,de Hereford, y Low Art Tile Works, de Chelsea (MA) en 1887. A partir de 1892 comercializó azulejosartísticos, paneles y piezas complementarias la fábrica neoyorquina American Encausting Tiling Co. Ltd,en 1895 Gibbons, Hilton & Co. y en 1898 Trenton Tile Company. Pero fue a partir de la pérdida de lascolonias españolas en el Caribe cuando las empresas, especialmente las norteamericanas surgidas de ladifusión del Aesthetic Movement basado en las teorías de William Morris entre 1877 y 1887, comenzarona proliferar en Latinoamérica. Al colapso español se añadió años después el producido por la primera gue-rra mundial, y en 1920 se consolidaban en el mercado empresas como Batchelder Wilson Co. de LosÁngeles, que publicó entre 1923 y 1927 tres catálogos especializados, o Los Angeles Pressd Brick Co. yapresente en 1917. Las empresas californianas, imitadoras de la cerámica española, contaban con la bazadel transporte y en consecuencia, de los precios, y pronto ganaron el mercado fábricas como la TaylorTilery de Santa Mónica, la Solon & Schemmel de San José, la Malibu Potteries, la Claycraft de Los Ánge-les, la Woolenius Tile Co. de Berkeley, la Calco Manufacturing Corporation de South Gate, la CaliforniaArt Tile Co. de Richmond, la Tudor Potteries de Los Ángeles; la Kraftile Co. de San Francisco, laMuresque Tiles de Oakland, la Hermosa Tile by Gladding, McBean & Co. de Los Ángeles y su divisiónllamada Tropico Potteries de Glendale. La presencia española se quedó reducida a Eloy Domínguez Veiga,con fábricas en Onda (Castellón), San Vicente del Raspeig (Alicante) y Valencia, cuyo catálogo de 1920fue uno de los más copiados por las empresas californianas, y las manufacturas de Triana de José Laffitey Mensaque, Rodríguez y Cía. El éxito de las empresas californianas se contagió a otras, y la competen-cia se enriqueció con Enfield Pottery & Tile Works (Pensylvania), una empresa fundada en 1906 con fuer-te presencia en el Caribe desde 1926; Waco (Wahington Brick Lime & Sewer Pipe Co. de Spokame);Grueby Faience Company de Boston, especialistas en diseños historicistas; Rookwood Pottery deCincinnati; Flint Faiance Tile Co. (MI); Cambridge Tile Manufacturing Co. & The Wheatley Tile &Pottery Co. con sede en Covington (KY); Mosaic Tile Co. de Zanesville (OH); Franklin Pottery Co. deTrenton (NJ); Paducah Tile & Pottery Co. (KY); A. E. Hull Pottery Co. de Crooksville (OH); o RichardsTiles Ltd. La industria cerámica estadounidense llegó a alcanzar tal envergadura que en 1922 creó laAssociated Tile Manufacturers, organizó la exposición monográfica de azulejos Architecture of thePhiladelphia Museum of Art en 1928, y difundió en 1929 un directorio de empresas, el Ceramic TradeDirectory of the Withe Ware Industries.

El comercio de arte industrial

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zar los productos españoles en defensa de su nacionalidad. Cuando el tiem-po y las nuevas estéticas solucionaron ambos problemas, la pérdida de lascolonias caribeñas posibilitó la entrada de la competencia estadounidenseque atacó a la cerámica española en su aspecto más fuerte, la economía de laoferta. La industria española no tuvo más remedio que concentrarse en mer-cados donde la facilidad del transporte de la competencia no fuera tal, el surde América latina, que hasta entonces no se había definido como un merca-do preferencial para los intereses peninsulares.

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España y los revolucionarios mexicanosen la prensa andaluza: una visión condicionada*

ROSARIO SEVILLA SOLER

Escuela de Estudios Hispano-Americanos. CSIC

A raíz de la emancipación mexicana, las relaciones entre México yEspaña no habían sido precisamente cordiales, ya que el gobierno español senegó a reconocer al antiguo virreinato como nación independiente hasta fina-les de 1836. Desde esa fecha se establecieron relaciones diplomáticas entrelos dos países, pero ello no implicó que las relaciones fueran óptimas ni, porsupuesto, la ausencia de tensiones, algunas de las cuales venían arrastrándo-se desde el mismo momento de la independencia.

Por una parte, España reclamaba a México fuertes indemnizaciones porlas pérdidas sufridas por el estado español y por sus ciudadanos durante laGuerra de Independencia; por otra, las dificultades financieras de los sucesi-vos gobiernos mexicanos a lo largo de todo el siglo XIX, los llevaron a impo-ner una serie de “préstamos” forzosos de los que los españoles residentes enaquel país no se vieron excluidos; las protestas del gobierno de Madrid poresas imposiciones, respondiendo a las demandas de apoyo que le hacíanaquéllos, enturbiaban también esas relaciones. Sin embargo, estos problemasse fueron resolviendo en el último cuarto del siglo XIX, especialmente desdela llegada al poder de Porfirio Díaz, y en 1894 parecía que habían quedadodefinitivamente zanjados1.

* Este trabajo se ha realizado dentro del marco de la Unidad Asociada, EEHA. CSIC-CIAL, yuna versión reducida del mismo fue publicada con el título de “La prensa y las difíciles relacionesHispano-Mexicanas”en Comunicación, Historia y Sociedad, Universidad de Sevilla. Sevilla, 2001, págs.597-612. Asimismo, se enmarca dentro del proyecto de investigación titulado “El debate ideológico enPuerto Rico ante la cuestión colonial y la revolución liberal (1815-1840)”, del Ministerio de Ciencia yTecnología, BHA 2002-03302.

1 Sobre estas relaciones y sus problemas, ver Illades, Carlos (compilación e introducción):México y España durante la Revolución Mexicana. Secretaría de Relaciones Exteriores, México, 1985,pág. 22; Lida, Clara E. Compiladora: Prólogo a Una inmigración privilegiada. Comerciantes, empresa-rios y profesionales españoles en México en los siglos XIX y XX. Alianza Editorial, Madrid, 1994, págs.13-14, y Mac Gregor, Josefina: México y España: del Porfiriato a la Revolución. Instituto Nacional deEstudios Históricos de la Revolución Mexicana, México, 1992, pág. 37.

Insurgencia y republicanismo – Págs. 299-339

En esa época, y sobre todo desde 1898, España se replanteaba sus rela-ciones con las antiguas colonias. El “desastre” del 98 no sólo había dejadopatente que no era una gran potencia, sino que había despertado serios temo-res la política expansionista de los Estados Unidos, a los que desde entoncesse mira como “el gran enemigo” de la cultura hispana, para cuya defensa,frente al impulso anglosajón, debían reunirse todos los países hispanos. Esecambio de rumbo era apoyado por amplios sectores de la clase política y laprensa, que estaban en desacuerdo con una política plagada de recelosmutuos, y cuyo único resultado había sido el alejamiento de países quetodavía consideraban, en parte, como una prolongación de la península. Eneste sentido es perceptible en la prensa sevillana, y en general en la españo-la, un mal disimulado complejo de superioridad, un afán “protector”, que lalleva a considerar a las repúblicas hispanoamericanas como hijas que se hanemancipado del hogar familiar antes de tiempo por desacuerdos con lospadres, pero a las que hay que comprender y perdonar2.

En el marco de esa nueva orientación de la política exterior, México fue,desde la década de 1890, uno de los países del área con los que se estable-cieron relaciones más estrechas, y “uno de los más activos centros del hispa-noamericanismo”3. La organización de actividades como el CongresoPanamericano, o la Exposición española de Artes e Industrias Decorativas,fueron muestras evidentes de los intentos de ambos países por intensificar loscontactos bilaterales, que en el caso de España respondían, en parte, a losesfuerzos por crear un gran área de influencia hispánica en contraposición ala anglosajona; pero también tuvo mucho que ver en ello la labor de la colo-nia española en México, no excesivamente numerosa pero sí influyente, queveía en el acercamiento comercial y diplomático el mejor modo de defendersus intereses.

De acuerdo con esa idea, la prensa española de principios del siglo XXinsistía, una y otra vez, en la necesidad de incrementar el comercio entreambos países como el mejor medio para lograr el acercamiento. Para conse-guirlo proponían, entre otras medidas, el establecimiento de nuevas líneas de

2 El Liberal, Sevilla, viernes, 14 de noviembre de 1913.3 Ruiz Acosta, M.ª José: Sevilla e Hispanoamérica. Prensa y Opinión Pública tras el desastre

del 98. EEHA. CSIC, Sevilla, 1996, págs. 156-157.

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navegación y la celebración de exposiciones comerciales, “haciendo que nossirvan… para indemnizarnos de las pérdidas de los mercados antillanos”4.

De Porfirio a Madero

Los peninsulares, que en el México colonial habían dominado los sec-tores comercial y financiero, a lo largo del siglo XIX extendieron sus activi-dades a otros campos de la economía –esencialmente al agrícola–,consolidando su poder económico y social, y su grado de influencia en elcampo político. Según Leonor Ludlow, en la lista de donantes y prestamistasque financiaron la revuelta de Tuxtepec que en 1876 llevaría a Díaz a la pre-sidencia, había un importante grupo de españoles que, como es lógico, cobra-ron después el favor de una u otra forma. El resultado fue que, durante elPorfiriato, vivieron una época de esplendor desconocida desde la colonia,interviniendo tanto en el sector agrario como en el minero, el comercial, elindustrial o el financiero5.

Esa evidente prosperidad de los españoles fue un factor determinante paraque la imagen de México, y la de su presidente, en la España de la última partedel siglo XIX y la primera década del XX, resultara mucho más favorable quela que había predominado hasta entonces. Esa imagen, a la que contribuyeroncon sus escritos algunos destacados periodistas, era la de un país “tranquilo ysosegado, que al entrar de lleno en la vida de la civilización y del progreso, hacomenzado... por dar las más sólidas garantías a los intereses públicos y pri-vados”; un país próspero en el que “la industria y los adelantos sociales… hanprogresado tanto y tan rápidamente en los últimos años…, que ha sabido colo-carse a envidiable altura”, y en el que “la paz y el orden están… aseguradospor un genio coronado con la aureola de la gloria en los campos de batalla yrodeado de prestigio popular…”, que ha llevado a cabo, “con una rapidez ver-

4 El Liberal, Sevilla, jueves, 24 de abril de 1902. Cif. por Ruiz Acosta: Hispanoamérica en laPrensa sevillana. El reflejo público de una crisis. 1898-1914. Área de Cultura del Ayuntamiento deSevilla, Sevilla, 1997, pág. 161.

5 Ludlow, Leonor: “Empresarios y banqueros entre el porfiriato y la revolución”, en Lida: Unainmigración privilegiada… pág. 150. Ver también González Loscertales, Vicente: “Bases para el análisissocioeconómico de la colonia española de México en 1910”, Revista de Indias, enero-diciembre de 1979,núms. 155-158, págs. 267-295, donde se analiza ampliamente esa intervención.

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tiginosa, una porción de colosales reformas que levantaron la nación mejica-na de la postración en que yacía”6.

No todos, por supuesto, compartían en España esa opinión. Anarquistas,socialistas y reformistas veían en el porfiriato un régimen opresor, en el quela censura y el temor impedían el desarrollo de cualquier disidencia y con elque el capitalismo extranjero especulaba en perjuicio del país; un régimenque mantenía en el poder a un dictador que había violado sistemáticamentela Constitución, ya que ésta no autorizaba la reelección7. Y en esto coin-cidían periódicos de ideología tan diferente como El Sol o El Socialista.

Pero la opinión contraria era la mayoritaria. La exaltación de la figura deldirigente mexicano fue algo casi general a la hora de hablar de aquel país enla prensa española. La sevillana, por ejemplo, al menos la de mayor tirada,fue prácticamente unánime en cuanto a la opinión que aquél le merecía.Hasta El Liberal, en contra de lo que podría pensarse por sus principios fun-dacionales, fue partícipe de esa corriente al publicar algunos fragmentos dela obra de Tolstoi Naturalezas Fuertes, en los que Díaz aparecía como “unguerrero cabalgando como el héroe de la leyenda cosaca, en caballo ensan-grentado y con espada reluciente…” que “se abre paso en lo recio de lapelea… y de las ruinas de una República anárquica construye un vasto y flo-reciente imperio…” Y aunque el citado periódico decía ser consciente de lafalta de libertades que existía en México bajo el régimen porfiriano, noparecía demasiado preocupado por el tema ya que, siguiendo al autor citado,señalaba que “tampoco sería conveniente que las tuviera… La naturaleza esenemiga de las bruscas transiciones y un pueblo que saliera repentinamentede las tinieblas a la luz, retrocedería deslumbrado. En esto consiste precisa-mente el genio del estadista mexicano, en la graduación metódica que cuen-ta las pulsaciones de la nueva existencia nacional. Otro… hubiera hecho desu pueblo bien un montón de demagogos sin Dios ni ley, bien una agrupación

6 Elices Montes, Ramón: Cuatro años en Méjico. Memorias íntimas de un periodista español,Pról. Emilio Castelar. Imp. Viuda de J. M. Pérez, Madrid, 1885, págs. 175, 177,180, 255-260 y 382.

7 Ver sobre ello los artículos de V. García y M. Saratoga en Tierra y Libertad del miércoles 3 y17 de agosto de 1910, Cifs. por Delgado Larios, Almudena: La Revolución Mexicana en la España deAlfonso XIII (1910-1931). Junta de Castilla y León, Valladolid, 1993, págs. 18-24, así como los escritosde Edmundo González Blanco.

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de tiranuelos y esclavos, mas Díaz supo evitar los extremos creando ungobierno único en los anales de su historia política”8.

Aunque los contactos diplomáticos y comerciales entre México y Españase hubieran afianzado durante el mandato de Porfirio Díaz, ese hecho no jus-tifica los desmedidos elogios dedicados a éste por un importante sector de laprensa peninsular. Para entenderlos hay que tener en cuenta el papel desem-peñado en este aspecto por la colonia española en México, la principal bene-ficiada por el estrechamiento de las relaciones entre ambos países, einteresada, por tanto, en despejar los recelos con que desde ciertos sectoressociales y políticos se miraba al régimen porfiriano. En este sentido, los resi-dentes españoles trataron de influir, por todos los medios a su alcance, sobrela opinión pública y, a través de ella, sobre el gobierno español, con el fin deacabar con la imagen que existía de Díaz, la de un “dictador”. Y si juzgamospor la forma en que los asuntos mexicanos eran tratados por la prensa, es evi-dente que, al menos en parte, lo lograron.

Los movimientos de descontento, cada vez más frecuentes, que se pro-ducían contra el régimen, no parecían existir para la prensa española que, enlas escasas ocasiones en que hacía referencia a alguno de ellos, era para qui-tarle importancia9. Incluso cuando en las elecciones celebradas el 26 de juniode 1910, Porfirio Díaz fue elegido de nuevo presidente, los diarios sevillanosliquidaron el asunto en unas pocas líneas. Haciéndose eco de la informaciónoficial facilitada por el ministro de México en España, que según él la habíarecibido telegráficamente de su gobierno, se informaba tan solo de esa elec-ción, aunque señalando, eso sí, que era la séptima vez consecutiva que eraelegido, y que el nombre del vicepresidente era Ramón Corral10.

La dura lucha electoral que tuvo lugar a lo largo de todo el país entre por-firistas y antirreeleccionistas, o el arresto de Madero, no tuvieron eco algunoen la prensa sevillana. Del mismo modo, esa prensa pareció también, en prin-

8 El Liberal, Sevilla, miércoles, 9 de diciembre de 1903. Cif. por Ruiz Acosta: Hispanoaméricaen la… , págs. 159-160.

9 Entre los periódicos mayoritarios sólo ABC de Madrid, que solía reflejar en sus páginas infor-maciones sobre las actividades de la colonia española en aquel país, parece interesarse por ellos, aunquesiempre quitando importancia a las revueltas locales que se producían en distintas partes del país. Ver, porejemplo, el ejemplar del viernes 24 de junio de 1910, Cif. por Delgado Larios: La Revolución Mexicana...,pág. 5

10 El Noticiero Sevillano, martes 28 de junio de 1910.

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cipio, quitar importancia a la sublevación maderista, coincidiendo en estocon las informaciones que sobre ella transmitía el ministro español en aque-lla república, Bernardo Cólogan. Una muestra de ello fue la nota que el repre-sentante español remitió a su gobierno cuando, al conocerse en España lasprimeras noticias del levantamiento, éste, preocupado según decía por la“vida y propiedades” de sus ciudadanos en aquel país, le pidió que lo pusie-ra de inmediato al corriente de lo que estaba sucediendo. Identificado plena-mente con los intereses de sus compatriotas en aquel país, su respuestapretendió ser tranquilizadora y totalmente optimista sobre las posibilidadesde Díaz de controlar la situación. Para él, los telegramas recogidos por “cier-ta” prensa habían exagerado considerablemente la naturaleza y extensión dela intentona revolucionaria, sobre todo porque, a su juicio, carecía de “un jefeprestigioso, mientras que el general Díaz… inspira completa confianza”11.

Ésa era también la sensación que se transmitía en las páginas de los dia-rios sevillanos, aunque no por ello se pueda afirmar que hubiera en ellos unaintencionalidad política concreta; lo que ocurría era que en esos primerosmomentos del levantamiento maderista, la prensa sevillana se limitaba, engeneral, probablemente por la falta de alternativas, a recoger las informacio-nes oficiales. Lo cierto es que la confusión sobre lo que estaba sucediendo enMéxico era tal, que los mismos sucesos podían ser observados por sus lecto-res de manera muy diferente sin que hubiera intereses ocultos por parte de losdistintos periódicos. Así, al hacerse eco de la revuelta de Puebla, una de lasciudades claves para el levantamiento proyectado por Madero siguiendo elPlan de San Luis, El Liberal hablaba de ella mostrándola a sus lectores como“un motín de protesta contra la disposición del señor Díaz de suspender lascorridas de toros”, mientras que El Noticiero Sevillano, mejor informado eneste caso, daba cuenta de la celebración en aquella ciudad de “un mitin paraprotestar contra la elección de Porfirio Díaz como presidente de laRepública”12.

En general, sin embargo, el modo en que los diarios sevillanos informa-ban sobre aquellos sucesos hace pensar que la influencia de la coloniaespañola se dejaba sentir en ellos; aunque en algunos momentos parecían serconscientes de lo que realmente estaba ocurriendo y hablaban de que “la

11 El Liberal, Sevilla, sábado, 26 de noviembre de 1910.12 El Noticiero Sevillano y El Liberal de Sevilla del domingo 20 de noviembre de 1910.

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revolución se había desatado”13, la sensación que se transmite de su lecturaes la de que todo se limitaba a una revuelta sin importancia, que sería domi-nada por Díaz sin excesivos problemas; su preocupación se centraba, casiexclusivamente, en las posibles consecuencias que esa revuelta podría tenerpara los españoles residentes allí.

Ya antes del levantamiento maderista, en plena agitación antirreeleccio-nista, algunos periódicos españoles habían hablado en sus páginas del peli-gro que podía correr la colonia española en ese tipo de disturbios,conscientes, quizás, de que su privilegiada situación económica podía colo-carla en el punto de mira de cualquiera que pretendiera derrocar al régimen.Esto era así, desde luego, especialmente fuera de las grandes ciudades, lasúnicas en que las revueltas habían sido dominadas casi de inmediato. El pro-pio Cólogan recibió varios escritos de algunos españoles que residían en laszonas periféricas, en los que, pintando una situación mucho menos optimis-ta que la transmitida por él, se reflejaba el temor de un amplio sector de lacolonia española por lo que estaba sucediendo en aquel país14.

Y aunque en esos primeros momentos la posibilidad de que existiera peli-gro para los españoles residentes en México no parecía ser contemplada porel representante español, la preocupación por la suerte que pudieran corrertanto aquéllos como sus propiedades se convertiría muy pronto en una cons-tante —tanto para la prensa como para el gobierno–, que se mantendría a lolargo de todo el proceso revolucionario. De ahí el interés despertado enambos a medida que el tiempo pasaba y el gobierno mexicano parecía inca-paz de acabar con los “desórdenes”. Y de ahí, también, la inquietud que evi-denció la prensa cuando, en abril de 1911, el representante español remitió asu gobierno una serie de informes sobre el levantamiento, en los que el opti-mismo de sus observaciones iniciales había desaparecido por completo.

Al comprobar los diarios sevillanos por esos informes –o al menos por laparte de ellos que se hacía pública– que los posibles peligros para los españo-les residentes en México no sólo eran los derivados del descontrol popular,

13 El Liberal, Sevilla, viernes, 25 de noviembre de 1910.14 Ver, por ejemplo, el ABC de Madrid del viernes 24 de junio de 1910. Cif. por Delgado Larios:

La Revolución Mexicana…, pág. 72, o el escrito anónimo de 26 de diciembre de 1910, dirigido a Cólogan,y Cif. por González Loscertales: Vicente: “La colonia española en México durante la Revolución made-rista, 1911-1913”, Revista de la Universidad Complutense, Madrid, enero-marzo de 1977, vol. 26, núm.107, págs. 346-347.

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que veían lógico en cualquier revuelta política, esa inquietud se hizo más evi-dente. Simultáneamente, en el mismo mes de abril comenzaron a llegar unaserie de noticias a través de Nueva York, que hablaban del triunfo “de losrevolucionarios en San Antonio y algunas otras poblaciones”, y de quehabían conseguido sitiar Ciudad Juárez, que se encontraba “asediada porunos mil revolucionarios”15.

Pero no eran los sucesos revolucionarios propiamente dichos los queparecían preocupar a los periódicos sevillanos al hacerse eco de esas nuevasinformaciones; las “gravísimas noticias sobre la revolución” de que hablabanlos periódicos sevillanos entonces se referían, casi exclusivamente, a que “losrebeldes cometen toda clase de barbaridades y atropellos con cuantos españo-les”, según ellos, encontraban “a su paso”. Como prueba de ello narraban queuna partida de revolucionarios saqueó una hacienda propiedad de españoles,“cometiendo toda clase de desmanes, e hiriendo a cuatro personas”, obligan-do al ministro español a recabar “todas las garantías posibles para asegurarlos intereses de los españoles”16.

Lo cierto es que, en este aspecto, tanto el gobierno español como la pren-sa tenían razones suficientes para temer por los intereses de sus compatriotasen México; desde el momento en que una parte considerable de las activida-des económicas más lucrativas estaban en manos de extranjeros, los rocesentre éstos –fueran españoles, estadounidenses o de cualquier otra nacionali-dad– y las fuerzas revolucionarias tenían, necesariamente, que producirse. Yaunque en esas fechas la población española en aquel país apenas sumaba las30.000 o 40.000 personas17, constituía la comunidad extranjera más numero-sa –47,26% del total y 67,57% de los europeos18– y, por lo tanto, una de lasmás afectadas por esos roces. Esa situación se vería agravada, además, porotras cuestiones: los recelos contra ella por parte de determinados sectoressociales, latentes desde la época colonial, y sus vinculaciones con el régimende Porfirio Díaz.

15 El Liberal, Sevilla, sábado, 29 de abril de 1911.16 Ibídem.

17 Illades, Carlos: “Los propietarios españoles y la Revolución Mexicana”, en Lida: Una inmi-gración privilegiada… pág. 172. Illades habla de 30.000, pero González Loscertales, basándose en elrecuento del cónsul Emilio Moreno Rosales de 1910, habla de 40.000. González Loscertales: “Bases parael…”, pág. 268.

18 Mac Gregor: México y España…, pág. 54.

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Por lo que se refiere al primer punto, la presencia de los españoles repre-sentaba para muchos el recuerdo de la etapa colonial y, en definitiva, de losantiguos señores, aunque ya –en general– no lo fueran. Además, según algu-nos contemporáneos como Luis Araquistain19, muchos españoles parecíandespreciar al indígena y al criollo, en general, aunque ellos no pertenecieranprecisamente a las clases privilegiadas. En realidad, ese desprecio se apre-ciaba más claramente entre aquellos grupos intermedios que, por su activi-dad, convivían con el indígena y el criollo pobre, que entre los poderosos, queprácticamente se relacionaban sólo con sus iguales mexicanos. Es significa-tivo en este sentido que, con algunas excepciones desde luego, los mayoresrecelos se centraban en el amplio sector de peninsulares constituido por lasclases medias rurales, especialmente por los administradores y mayordomosde hacienda, y en el dedicado al pequeño comercio, acusados de maltratar alcampesino uno, y de fijar precios abusivos el otro.

En cuanto al segundo punto indicado, las conexiones con el gobierno dePorfirio Díaz resultan mucho más imaginarias que reales, ya que esas rela-ciones no parecían existir en el caso de la mayor parte de los residentesespañoles. En este sentido resulta significativa la actitud de los peninsularesen Tlapa, que negaron a las autoridades porfiristas la ayuda que éstas les soli-citaban, alegando que no querían intervenir en los asuntos internos mexica-nos. Y esta posición era la que mantenía la mayor parte de la coloniaespañola20; sólo un sector minoritario apoyaría claramente a Porfirio. Lo queocurre es que ese grupo era el integrado por los más poderosos; por aquéllosque por su posición social y su poder económico difícilmente podían pasardesapercibidos. Este grupo era, también, el que podía defenderse mejor y, almismo tiempo, ejercer mayor presión sobre la opinión pública y el gobiernoespañol para que se inclinaran por uno u otro de los bandos en conflicto.

No toda la prensa española, desde luego, les siguió el juego. El Debate,por ejemplo, apoyó en un principio la revolución maderista, justificándolacomo algo lógico, como la lucha del país por liberarse de la tiranía. Pero elgobierno español no pareció estar de acuerdo con los que se expresaban así, yestuvo mucho más cerca de aquellos diarios como La Unión Iberoamericana

19 Araquistain, Luis: La Revolución Mejicana. Sus orígenes. Sus hombres. Su obra. Ed. Blass,S.A., Madrid,1929, págs. 307-310.

20 González Loscertales: “La colonia española…”, pág. 356.

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o ABC que, siguiendo la tendencia marcada por los más poderosos de la colo-nia española, elogiaban a Porfirio Díaz21. De hecho, el gabinete de Madrid semostró, desde el principio, y en parte por la influencia de aquel sector, en con-tra de la revuelta maderista y a favor de Porfirio Díaz, manteniendo su actitudincluso después de la caída de éste como veremos más adelante.

En el caso de la prensa sevillana, El Liberal, el periódico de mayor tira-da de la ciudad, y el que en los primeros tiempos de la Revolución ofrecíamás noticias sobre ella, comenzó muy pronto a expresar sin disimulo sus sim-patías por el movimiento antirreeleccionista y por su líder; y cuando el triun-fo de éste parecía ya evidente, tampoco se recató en apoyar a losmanifestantes que en la capital mexicana exigían la renuncia de Porfirio, antelo que para sus articulistas no era sino la evidente “resistencia de Díaz” aabandonar el poder22. Para otros periódicos, sin embargo, Díaz había sido ungran estadista, y lo había demostrado hasta el final, cuando había “renuncia-do” a la presidencia para evitar derramamientos de sangre ante el levanta-miento maderista. Éste era el caso, por ejemplo, de El Correo de Andalucía,más cercano a diarios como ABC de Madrid, que consideraba que lo que real-mente había ocurrido en México era un simple enfrentamiento por el poder.Nada hablaba esta publicación de las reivindicaciones del jefe antirreeleccio-nista ni de lo sucedido en las elecciones, y en todo momento calificaba a lossublevados como “revoltosos”, resaltando siempre los “asesinatos” y “saque-os” que esa sublevación estaba produciendo23.

Esta misma actitud fue la que tomó también el gobierno español, que lamantuvo, incluso, bastante tiempo después de haberse producido el triunfomaderista, en un gesto que, a la larga, no iba a resultar excesivamente prác-tico. Prueba de ello fue el trato que dicho gobierno dio al mandatario mexi-cano cuando, en junio de 1911, tras abandonar el poder, pasó por Españacamino del exilio. Según El Liberal de Sevilla, Díaz había llegado a Vigo enel vapor alemán “Piranga” [sic] con “un séquito de veinte personas, entreellas el hijo del gobernador de Méjico”. El día anterior se habían repartido

21 El Debate, Madrid, domingo, 12 y jueves, 30 de marzo de 1911, Cifs. por Delgado Larios: LaRevolución Mexicana…, págs. 25-26. En esas mismas páginas la autora nos habla de las posiciones de losotros dos diarios citados.

22 Ver los ejemplares de El Liberal de Sevilla del viernes 26 de mayo de 1911 en adelante.23 Ver, por ejemplo, los ejemplares de ese periódico del domingo 12 de marzo y del sábado 17

de junio de 1911. Cifs. por Delgado Larios: La Revolución Mexicana…, pág. 73.

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por toda la ciudad una serie de panfletos “excitando al pueblo a repulsar aldictador de Méjico” e intentando evitar cualquier manifestación que pudieraalterar la estancia del visitante, se tomaron en el puerto severas medidas poli-ciales. Las autoridades enviaron al buque para recoger al ex mandatario doslanchas con “gente armada, por temor a que se hicieran manifestaciones dedesagrado”; y una vez en el muelle fue cumplimentado por esas autoridades,que habían acudido a recibirlo junto con el cónsul de México en aquella ciu-dad24. Dos días más tarde, tanto ese periódico como El Correo de Andalucíainformaban a sus lectores de que en Santander, la siguiente escala del barcoen el que viajaba, el ex presidente había recibido honores de jefe de estado,siendo agasajado por las más altas personalidades del gobierno y recibido,incluso, por el rey. Según el último de estos diarios, había sido también acla-mado por el pueblo25.

En ese buen trato a Díaz el gobierno no estuvo solo; la influencia de lacolonia española se dejó sentir, también, en gran parte de la prensa, parca, engeneral, en ataques al dictador. E incluso con el paso del tiempo, las exage-radas alabanzas a Díaz volverían a las páginas de algunos diarios, contras-tando su etapa de gobierno con la de los dirigentes que lo habían sucedido yque, según parte de la prensa, habían llevado a México a la anarquía. Así,mucho después de que Porfirio Díaz hubiera dejado el poder, El Correo deAndalucía decía que su figura se había “agigantado en estos últimos tiempos,al verse que luego de su caída la lucha de caciques ambiciosos, los estragosde la revolución, las cobardías de unos y los funestos personalismos de otros,han llevado a la desgraciada república de Méjico a la ruina y a la interven-ción”26.

¿La colonia española contra Madero?

De la lectura de artículos como el anterior, parece deducirse que eranmuchos los recelos de los residentes españoles en México ante las nuevasautoridades de aquel país; no obstante, la mayor parte de ellos se quedaronen él y continuaron con sus negocios. Aunque sólo fuera para frenar el peli-

24 El Liberal, Sevilla, sábado, 17 de junio de 1911. El buque se llamaba, en realidad, Ypiranga.25 El Correo de Andalucía y El Liberal de Sevilla del lunes 19 de junio de 1911.26 El Correo de Andalucía, jueves 26 de enero de 1914.

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gro de una intervención norteamericana, que muchos analistas daban comosegura, Madero –antes incluso de llegar a la presidencia– prometió indemni-zar a los extranjeros que hubieran visto afectadas sus propiedades a causa dela violencia de la Revolución. El 15 de febrero de 1911, al informar a losdiplomáticos destinados en su país sobre la formación del gobierno provisio-nal, les comunicaba también que ese gobierno “respondería por los dañosdirectos y materiales que la guerra ocasione” a los súbditos de las nacionesque lo reconocieran. Dos meses más tarde, el presidente interino, FranciscoLeón de la Barra, expedía un decreto por el que se creaba una ComisiónConsultiva de Indemnizaciones. Tranquilizada, en principio, por esa actitud,la colonia española no sólo continuó con sus inversiones –durante su gobier-no fundarían, por ejemplo, el Banco Español Refaccionario y el BancoComercial Español–, sino que algunos de sus miembros contribuyeron a lafinanciación de la campaña presidencial del líder antirreeleccionista27.

En esa situación, la prensa española no sólo se mostró cauta, sino que unsector de ella vio con especial agrado el triunfo de la revolución de Madero.Sin embargo, las relaciones entre México y España no fueron muy buenas enla etapa maderista. Por una parte, y como ya se ha dicho, los vínculos entrelos dos países se habían estrechado considerablemente en la época porfirista;influido por este hecho, y ante el temor a un cambio violento, el gobiernoespañol se había mostrado demasiado reticente ante el triunfo del movimien-to antirreeleccionista. Por otra, un sector destacado de la colonia española,que ya se había manifestado contra el movimiento maderista antes de la caídade Díaz, agudizó su oposición tras el triunfo de aquél. No sólo presionaron algobierno español para que actuara diplomáticamente contra el nuevo gobier-no, sino que, en algún caso, como el de Íñigo Noriega, ayudaron a financiarla frustrada campaña presidencial de Bernardo Reyes, haciendo parecercomo antirrevolucionaria a toda la colonia española28. Eso contribuyó a que,a pesar de las declaraciones bienintencionadas de Madero antes y después desu triunfo electoral, los españoles no se vieran libres de la violencia revolu-cionaria, especialmente, aunque no sólo, en las zonas dominadas por los

27 Sáenz, Aarón: La Política Internacional de la Revolución. Fondo de Cultura Económica,México, 1961, pág. 74, y Ludlow: “Empresarios y banqueros...”, págs. 158-162.

28 Ver sobre ello González Loscertales: “La colonia española…”, pág. 359; Mac Gregor: Méxicoy España…, págs. 101-102, e Illades: México y España…, pág. 23.

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zapatistas. Sus quejas en este sentido fueron frecuentes y se convirtieron enmotivo de constantes reclamaciones diplomáticas. Las cartas de españolesque llegaban a la península repetían, una y otra vez, que los indios –términodespectivo que empleaban casi siempre para hablar de los zapatistas– apro-vechando la anarquía reinante, cometían toda clase de atrocidades contraellos. Esa violencia era, desde luego, general; pero según algunos testimonioslos ataques de las bandas rebeldes eran especialmente duros cuando se trata-ba de peninsulares, sobre todo si eran propietarios o capataces de hacienda.Según los periódicos sevillanos que se hacían eco de esas cartas, “los indios,creyéndose dueños del país, atropellan bárbaramente a los españoles,saqueándoles las haciendas y matándolos. La situación se hace insostenible,precisándose que se haga por el gobierno de España, una enérgica reclama-ción diplomática, que garantice la vida de los españoles, que se hallan a mer-ced de la barbarie india”29.

Pero es que la labor del ministro español en México en este sentido noiba a resultar fácil. A pesar de su inicial desaprobación del movimientomaderista, Bernardo Cólogan –fuera por convencimiento o por pragmatis-mo–, mostró claras simpatías por el nuevo régimen después de su triunfo. Sinembargo, su trabajo se iba a ver dificultado, además de por la incapacidad delgobierno mexicano para evitar esos asaltos, por la propia actuación de partede la colonia española. Por una parte, y como ya se ha dicho, algunos de susmiembros fueron realmente militantes a favor de Porfirio Díaz primero y deBernardo Reyes después; por otra, algunos periodistas españoles queescribían en publicaciones mexicanas atacaban sin piedad a las nuevas auto-ridades30, con lo cual no sólo se obstaculizaba la tarea del diplomático, sinoque la idea del antimaderismo de los españoles iba extendiéndose a sectoresde población cada vez más amplios.

Al mismo tiempo, también en España un sector importante de la prensase dejaba influir por las cartas que iban llegando, y muchos de los que habíanjustificado en algún momento la revolución maderista, como El Debate deMadrid, comenzaron a manifestarse contrarios a un régimen que, en contrade lo que esperaban, no había logrado terminar con la anarquía del país.Apenas Madero había tomado posesión de su cargo como presidente cuando

29 El Liberal, Sevilla, viernes, 18 de agosto de 1911.30 Mac Gregor: México y España…, págs. 117-119.

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ya comenzaron a aparecer en algunos periódicos españoles duras críticascontra él.

En este sentido, uno de los primeros aspectos de su política que atrajo lacrítica de los comentaristas españoles fue el económico. Aunque son pocaslas noticias que sobre la realidad económica mexicana nos ofrece la prensasevillana entre 1910 y 1913 –en realidad sus informaciones se reducen aalguna alusión al mal momento financiero que atravesaba el estado mexica-no, o a la concesión o negación de algún empréstito–, el supuesto caos econó-mico fue utilizado con frecuencia en sus páginas para atacar la labor de lanueva administración.

Con todo, el pretexto más utilizado por los periódicos españoles para des-prestigiar a Madero sería la falta de autoridad que parecía indicar la supervi-vencia del zapatismo. A pesar del evidente localismo de éste, gran parte delos desórdenes que se producían en el país, especialmente cuando se tratabade ataques a propiedades privadas o asaltos a trenes, eran adjudicados en lapenínsula, sin prueba alguna, a las “bandas zapatistas”, que eran retratadas,con frecuencia, en sus páginas, como hordas de asesinos sanguinarios. Sólola prensa anarquista se alejó de esa imagen del movimiento zapatista paraofrecer a sus lectores otra, muy distinta, según la cual Zapata no era sino elverdadero defensor del campesinado frente a la opresión capitalista31. Peropara el resto de la prensa española, en línea con las informaciones que apa-recían en la propia prensa mexicana, Zapata era un personaje muy distinto;un personaje que, aunque en principio pudiera haber sido un revolucionario,tenía mucho de bandido y, como según ellos había venido a demostrar sualianza con los rebeldes del norte, de reaccionario.

En cuanto a la posición oficial española toda la actuación de su repre-sentante allí parecía claramente decantada a favor del gobierno de Madero, yde presentar ante él las reclamaciones diplomáticas oportunas para velar porlos intereses españoles, en contra, en este caso, aunque no por mucho tiem-po, del sector más influyente de la colonia española. Pero, incapaz de acabarcon la rebeldía de Zapata, poco podía hacer al respecto el gobierno mexica-

31 Ver, para el primer caso, El Debate de Madrid del jueves 16 de noviembre de 1911, o más tardeel del miércoles 5 de febrero de 1913; y para el segundo, Tierra y Libertad, Barcelona, martes 28 denoviembre y lunes 11 de diciembre de 1911, Cifs. por Delgado Larios: La Revolución Mexicana…, págs.75-76 y 132.

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no por muchas quejas diplomáticas que recibiera. Además, eran muchos loslugares en los que los españoles ni siquiera podían recurrir a esa posibledefensa de la representación española, porque ésta ni siquiera existía. Porotra parte, la reacción antiespañola llegó a estar mucho más extendida de loque las autoridades mexicanas querían admitir. No se trataba sólo de atenta-dos de bandas rebeldes más o menos incontroladas, sino de sentimientospopulares que, en algunos casos, encontraban justificación en la propia acti-vidad de algunos españoles.

Por eso cuando, a comienzos de 1913, el levantamiento de Félix Díaz enVeracruz debilitó aún más la posición de Madero, la colonia española nodudó en utilizar toda su influencia sobre las autoridades peninsulares paraque, alegando la incapacidad del presidente para dominar a los rebeldes yacabar con la anarquía, ayudaran a su derrocamiento mediante la presióndiplomática. Es cierto que los españoles siempre negaron una posible inter-vención en los sucesos que terminaron con la caída de aquél; sin embargo, lamisma prensa se hizo eco sin tapujos de esa contribución y del papel jugadoen este aspecto por el representante en México del gabinete de Madrid, alpretender informar a sus lectores sobre los supuestos intentos de mediaciónde los embajadores de varios países con intereses en México.

Según contaban los diarios sevillanos, se habían “reunido los ministros yencargados de negocios de varias potencias, acordando protestar con energíapor la anarquía reinante. Los ministros inglés, alemán, americano y español,fueron al Arsenal, entrevistándose con el general Díaz y saliendo desespe-ranzados de la entrevista”32. En principio podría pensarse que se trataba sólode un intento de mediar entre los contendientes por parte de los diplomáticosindicados; pero unos días después los periódicos informaban de una visitarealizada por el representante de España a Madero, con el fin de presionar aeste último para que negociara con el sobrino de Porfirio Díaz. Según lainformación que sobre esa entrevista ofreció la prensa sevillana, el mandata-rio mexicano aceptó declarar una tregua de tres días para tratar de solucionarlas diferencias con su contrincante; e, incluso, decían, había llegado a pro-meter “la dimisión del gobierno” si era necesaria para lograr la paz. ElLiberal de Sevilla seguía diciendo que, “después, nuestro representante fue a

32 El Liberal, Sevilla, sábado, 15 de febrero de 1913.

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la Ciudadela, conferenciando con el jefe rebelde Félix Díaz, no pudiendoconseguir de éste una tregua en las hostilidades”.

Para terminar, este diario venía a reconocer la intervención del ministroespañol en las oscuras maniobras que precedieron a la muerte del presidente,al afirmar que “después se reunieron los embajadores yanqui, inglés, alemán,francés y español; el primero expresó que la situación era tan grave que exigíala dimisión del general Madero”, opinión que fue compartida por todos losreunidos y que el diplomático español se encargó de transmitir al presidentemexicano; éste, como es lógico, respondió que sólo dimitiría si se lo pedía elCongreso, pero no por la petición de los diplomáticos extranjeros33.

Fueron muchos los que acusaron entonces a la comunidad española dehaber participado en la conspiración que terminó con la vida de Madero. Laacusación resultaba, a todas luces, exagerada; pero esa propia comunidadreconoció que algunos de sus miembros sí intervinieron directamente en loshechos; en diciembre de 1913 publicó una aclaración sobre el asunto en ElCorreo Español de Madrid, en la que afirmaba que, aunque se decía que enaquel levantamiento habían participado unos quinientos españoles, “hubocatorce contados, y hacer a nuestra colonia solidaria de estos acontecimien-tos es el colmo de la insensatez”34. Es difícil saber el número real de conspi-radores peninsulares; pero, que fueran catorce o quinientos, carecía deimportancia en aquellos momentos de confusión. El caso es que hubo algu-nos, y que este hecho no haría sino acrecentar, en los años siguientes, los pro-blemas de la población española residente en México.

El apoyo al dictador y sus consecuencias

El derrocamiento y la muerte del presidente no serían, tal y como losespañoles parecían suponer, el fin de sus problemas. Su sucesor, VictorianoHuerta, que era visto por aquéllos como la solución, causaría una impresiónmuy diferente entre los gobiernos de los distintos países con intereses enMéxico. Aunque esos gobiernos pudieran considerarlo, al principio, el hom-bre fuerte que se necesitaba para acabar con el permanente estado de guerraen que vivía México, y el mejor protector de los intereses extranjeros en el

33 Ibídem, martes 18 de febrero de 1913.34 El Correo Español, Madrid, 1913. Cif. por Illades: “Los propietarios españoles…”, pág. 183.

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país, el asesinato de Madero y de su vicepresidente, Pino Suárez, unos díasdespués de su derrocamiento, vino a dar un vuelco en la opinión internacio-nal. Huerta, por su parte, no haría mucho por cambiar esa opinión; sucesoscomo las “misteriosas desapariciones de miembros de la Cámara”, cada vezque a alguno se le ocurría expresarse en ella “criticando la gestión deHuerta”35 no harían sino confirmarla.

En cuanto a la prensa, tampoco se mostró, en general, muy favorable alnuevo mandatario, incluso antes de conocerse los asesinatos. La sevillana,que como es lógico en esos momentos dedicó una mayor atención a los suce-sos mexicanos, fue casi unánime a la hora de hablar de la “traición deHuerta”. El Correo de Andalucía lo presentaba como un traidor que, abusan-do de la confianza que tenía en él el presidente derrocado, negoció con losrebeldes no la rendición de éstos, sino su propia incorporación a la conspira-ción, con jefatura incluida36. El Liberal, por su parte, resaltaba el hecho deque Huerta debía su alta posición en el ejército al presidente al que había trai-cionado cuando vio mayores posibilidades en el bando rebelde. El 22 defebrero este diario publicaba una reseña sobre el personaje, en la que se decíaque Huerta era “un militar sin historia alguna” al producirse la caída dePorfirio Díaz, que con motivo de la sublevación de Pascual Orozco en elnorte tuvo su primer cometido importante, y que supo aprovecharlo. Su vic-toria sobre el orozquismo le proporcionó no sólo el ascenso a general de divi-sión, sino también el favor del nuevo presidente, para el que desde entoncesfue su “general favorito”. De hecho, fue él el encargado de sofocar la prime-ra sublevación de Félix Díaz en Veracruz y el artífice de su apresamiento, ytambién el encargado de acabar con el segundo37.

Al producirse las muertes del presidente y el vicepresidente se confirma-ron con creces los primeros recelos que la mayor parte de la prensa tenía con-tra él; casi ningún periódico pareció dudar entonces de la responsabilidad delgeneral Huerta en los asesinatos. A pesar de que el representante español enMéxico se esforzó por hacer llegar a España la versión del gobierno provisio-nal de Huerta sobre aquellas muertes, la prensa sevillana, al hacerse eco de esaversión, dejó claro a sus lectores que nadie la creía, que “todo el mundo está

35 El Liberal, Sevilla, lunes, 13 de octubre de 1913.36 El Correo de Andalucía, jueves 20 de febrero de 1913.37 El Liberal, Sevilla, sábado, 22 de febrero de 1913.

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seguro de que el presidente y el vicepresidente han sido asesinados por losagentes de Huerta”; y, para contrarrestar la versión oficial, alguno de esosperiódicos recogía en sus páginas la narración de un periodista norteamerica-no, testigo de parte de los hechos, de la que, en coincidencia con lo afirmadopor la mayor parte de los testigos, se deducía la falsedad de aquélla38.

Por otra parte, tampoco la versión oficial parecía demasiado coherente,ya que si al principio se había dicho que el presidente y el vicepresidente eranconducidos a la cárcel al producirse los hechos, no se tardó en afirmar por lasnuevas autoridades que no eran trasladados a la prisión, sino a la “estación”39;se trataría, según ellas, de facilitarles la salida del país tal y como se habíancomprometido con algunos miembros del cuerpo diplomático extranjero quehabían mostrado su inquietud ante lo sucedido.

Contra la imagen internacional que se estaba creando del nuevo mandata-rio se manifestaba, en cambio, la comunidad española en México. Aunquepara algunos de sus integrantes sólo fuera un asesino ambicioso, para el sec-tor más poderoso de aquélla era el único que, al contar con el apoyo del ejér-cito federal, podía acabar con las bandas rebeldes que proliferaban en el país;y, por lo tanto, la única garantía para la protección de sus intereses. Pero al serrechazado el golpe huertista por gran parte del país, la lucha armada no sólono terminó, sino que se recrudeció; al margen de la importancia que adquiriócasi de inmediato el levantamiento carrancista, por toda la república se pro-ducían revueltas encabezadas por distintos caudillos locales que contribuían aalterar el supuesto orden huertista, y con ello continuaron también los atenta-dos contra la vida y, sobre todo, las propiedades de los españoles. A pesar deello, un sector de la prensa española, incluyendo algún periódico que habíacriticado el golpe de estado, no dudó en alinearse del lado huertista. Tanto elABC como El Debate de Madrid, entre otros, estuvieron desde el principio dela sublevación carrancista con el sector de los residentes españoles que apo-yaba a Huerta; y como la tranquilidad que en teoría vendría a suponer la pre-sidencia de aquél no parecía volver a México, culpaban de la anarquía que,según ellos mismos, imperaba allí, a aquéllos que se habían levantado contrael nuevo presidente. Las actuaciones del nuevo gobierno, por muy arbitrarias

38 Ver El Correo de Andalucía de 24 de febrero de 1913, El Noticiero Sevillano, del martes 25 yEl Liberal del miércoles 26 del mismo mes y año.

39 El Noticiero Sevillano, martes 25 de febrero de 1913.

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que fueran, eran siempre disculpadas por esos periódicos, mientras todos lossupuestos “desmanes” que tenían lugar, especialmente los que afectaban a losespañoles, eran atribuidos, sistemáticamente, a los sublevados, convertidos enbandidos anárquicos capaces de cometer toda clase de atropellos; “facciosos”culpables de la anarquía del país40.

Frente a ellos, otro sector de la prensa española, el más numeroso, en elque se encontraban la mayor parte de los diarios sevillanos, no dudó, desdeel principio, en calificar a Huerta de “dictador”. Reforzando esa imagen deVictoriano Huerta tan diferente a la que pretendía imponer una parte de lacolonia española, la prensa sevillana recogía en sus páginas la reacción deHuerta ante la oposición que encontró en el país. Según informaban los perió-dicos sevillanos, lo único que se le ocurrió fue la promulgación de un bandoen el que declaraba “ilegal” a todo el que no estuviera con él, y amenazabacon considerar “enemigos de la patria, el gobierno y el orden público, a cuan-tos se nieguen a reconocer su autoridad”, que serían, decía, “castigados seve-ramente”41.

No obstante, el sector más poderoso de la colonia española no se dejóconvencer por esas observaciones; y, apoyado por el ministro español, quepareció someter cualquier consideración sobre los asesinatos de Madero yPino Suárez a los intereses de los españoles residentes en México, no cesó depresionar a las autoridades españolas para que reconocieran al gobierno deHuerta frente a los que se irían formando en el bando revolucionario. En esteaspecto no es descartable que la colonia española se aprovechara de los ata-ques que sufrían algunos de sus compatriotas, exagerándolos debidamente,para, con la ayuda de su representante, reforzar sus tesis a favor del recono-cimiento diplomático de Huerta, y al menos en ese sentido consiguió su obje-tivo.

Es cierto que, como muchos afirmaban, tampoco había en aquellosmomentos mucho más que reconocer, ya que el bando revolucionario apa-recía dividido en varias facciones sin que la prensa española supiera siquieraquien luchaba contra quien. Pero en la misma situación otros países se nega-ron a ese reconocimiento, marcándose un compás de espera. No ocurrió asíen el caso de España que fue, con Gran Bretaña, uno de los pocos países que,

40 Delgado Larios: La Revolución Mexicana…, págs. 79-80.41 El Liberal, Sevilla, jueves, 6 de marzo de 1913.

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apartándose de la línea marcada por el nuevo presidente estadounidense,Woodrow Wilson, mantendría relaciones con el régimen huertista, al quereconoció casi de inmediato42.

Esta actitud de las autoridades y de los residentes españoles resultaría ser,muy pronto, contraproducente para los intereses de éstos; pero, en principio,tuvo su recompensa. Como una muestra de ello, la prensa sevillana, en la queparece haber un cambio significativo de actitud respecto al mandatario mexi-cano a raíz de ese reconocimiento de su gobierno, en diciembre de 1913informaba a sus lectores de que el gobierno mexicano había publicado “unadisposición, gravando con un impuesto del cinco por ciento todas las propie-dades de los extranjeros, amenazando con confiscar las de los que nopaguen”. Según El Liberal de Sevilla, todas las naciones implicadas habíanprotestado por esta medida sin tener demasiado éxito en sus demandas. Sinembargo, seguía informando el mismo diario con un cierto tono triunfalista,“el embajador de España visitó al ministro del interior mejicano, consiguien-do que para los españoles sólo fuese el dos y medio por ciento, y que la con-fiscación a los que no paguen se haga después de haberse terminado elcorrespondiente expediente”43.

Días más tarde, el mismo diario daba cuenta de lo que calificaba comouna muestra más de la consideración de los huertistas con España. En estecaso se trataba de la acogida que el régimen dio a un barco español llegado aVeracruz, enviando “una comisión… encargada de invitar a los oficiales ymarinos del crucero español Carlos V para que vayan a visitar la capital meji-cana”44. Es difícil pensar que la opinión que hasta entonces había tenido esteperiódico –y en general la prensa sevillana– sobre Huerta hubiera variadorealmente; da la impresión de que, en un momento dado, ésta quedó supedi-tada a lo que pensaron sería mejor para la defensa de los intereses de suscompatriotas en aquel país.

A pesar de ello, la constante actividad de las distintas facciones rebeldesvino a demostrar que tampoco con Huerta estaban a salvo los intereses de lacolonia española. Por una parte los constitucionalistas, que parecían ser losúnicos capaces de competir con Huerta para lograr el reconocimiento inter-

42 Illades: México y España… pág. 24.43 El Liberal, Sevilla, viernes,12 de diciembre de 1913.44 Ibídem, sábado 20 de diciembre de 1913.

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nacional, “rompían” relaciones con España en abril de 1913, a causa delreconocimiento del gobierno de Huerta por parte de aquélla45. Por otra, mien-tras la capital y las zonas efectivamente dominadas por el ejército federalservían de lugar de refugio para los españoles residentes en otras regiones delpaís, en las controladas por los rebeldes, o en aquéllas en las que se movíancon cierta libertad, la situación era muy diferente. El apoyo que una parte deellos había prestado primero a Díaz y luego a Huerta, se volvió contra todos,algo que no resulta difícil de entender si tenemos en cuenta que, además deestar tomando partido en el campo político en un país en el que eran huéspe-des, su situación como capataces de haciendas o como pequeños comercian-tes, los enfrentaban con esos grupos populares que integraban las bandasrevolucionarias.

En este aspecto, no obstante, hubo una variación importante en relacióncon la etapa anterior. Hasta poco antes, la mayoría de las quejas de la pobla-ción española hacían referencia a los desmanes cometidos contra ellos por loszapatistas. Pero en la etapa huertista fue la División del Norte, dirigida porVilla, la que mostró una especial dureza con los peninsulares. Las noticiasque llegaban a España sobre la actuación de esas tropas hablaban del asesi-nato de gran número de españoles; y la prensa, especialmente la más conser-vadora como El Correo de Andalucía en el caso sevillano, las recogía todas,tuvieran o no confirmación.

Al margen de cualquier exageración en que esa prensa pudiera caer, lapersecución villista contra los españoles fue algo innegable y ocasionó nopocos hechos sangrientos. Algunos de los más violentos, como los ocurridoscon motivo de la toma de Torreón por las tropas de Villa, encontrarían amplioeco en las páginas de los periódicos españoles. En este sentido, siguiendo lasinformaciones del diario mexicano El País, que recogía, a su vez, un despa-cho recibido desde Monterrey, El Liberal de Sevilla daba cuenta de que el 29de septiembre, ya cerca de Torreón, “el cabecilla revolucionario FélixRamírez” había fusilado a varios españoles por no ceder a su chantaje. Segúnse afirmaba en el periódico mexicano, “los hizo prisioneros, y como al tér-mino de quince minutos no le entregaron cien mil pesos que pedía, los eje-cutó enseguida”46. El Correo de Andalucía, por su parte, informaba a sus

45 Illades: México y España…, pág. 24.46 El Liberal, de Sevilla, jueves 13 de noviembre de 1913.

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lectores que los telegramas que se recibían de México confirmaban los rumo-res sobre la toma de Torreón recogidos por la prensa mexicana en los díasanteriores, ya que, efectivamente, “los rebeldes han hecho una horriblematanza de españoles en Torreón. Asegúrase que el número de sacrificadoses de setenta y cinco”47.

Este tipo de informaciones aparecían, en aquellos momentos, en toda laprensa española. El Cantábrico de Santander, por ejemplo, se hacía eco deuna carta recibida de México narrando como en esa misma acción bélica,“los revolucionarios o bandidos lanzaron un manifiesto en que decían quetodo gachupín que estuviera en el campo enemigo sería pasado por las armas;y como el campo enemigo era Torreón, no tuvieron más remedio que salircon las tropas derrotadas... De los españoles que se quedaron ya fusilaron aocho y pocos días antes de la toma de la plaza por los rebeldes habían fusi-lado a nueve en un rancho, obligándoles a que hicieran la fosa donde habíande ser echados. Entre los españoles había un niño de 12 años”48.

Esos violentos sucesos de Torreón fueron, quizás, los que tuvieron mayordifusión en la prensa española; pero fueron sólo una muestra del especialensañamiento de las tropas de Villa contra los españoles. Así, todos los quehabían logrado escapar de Chihuahua, tomada también por las tropas deVilla, confirmaban el duro trato de que estaban siendo objeto por el caudillodel norte. Las noticias sobre México llegaban a España por distintos conduc-tos, y su veracidad o falsedad dependían, con frecuencia, de aquéllos; perotodas parecían confirmar que en “las regiones ocupadas por los revoluciona-rios son perseguidos los españoles, en sus personas y en sus bienes”. Y algu-nas, concretando más los aspectos que tomaba esa persecución, hablaban deque los villistas estaban sacando a subasta los bienes de aquéllos, fueran o nosimpatizantes de los contrarrevolucionarios, y del fusilamiento de “varioscentenares” por orden directa de Villa, “bajo el pretexto de que hostilizarona Madero”49.

Abundando en esta línea, El Correo de Andalucía informaba también dela llegada a Francia, en enero de 1914, del vapor “Florida”, con un grupo de

47 El Correo de Andalucía, viernes 10 de octubre de 1913.48 El Cantábrico, Santander, 6 de diciembre de 1913. Cif. por Illades: “Los propietarios españo-

les...”, pág. 176.49 El Correo de Andalucía, miércoles 17 de diciembre de 1913.

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españoles que habían huido de las crueldades de los revolucionarios. Se tra-taba de 31 fugitivos de Chihuahua a los que los insurrectos habían despoja-do de sus bienes, y que ofrecieron prolijos relatos de cómo los queprotestaron por tales atropellos ante el general Villa fueron fusilados”50.

Hacia el cambio de aliados

Pero quizás tanto ese sector de la colonia española que deseaba presentara Huerta como el único garante de su seguridad como la prensa que le hacíael juego en la península, se pasaron en sus exageraciones; con todos esosrelatos que aparecían en sus páginas, gran parte de esa prensa, y el propiogobierno español aunque aún no lo hiciera abiertamente, comenzó a ir cam-biando su posición respecto al régimen huertista. La imagen de la situaciónmexicana que transmitían esas informaciones era la de un país en claro esta-do de anarquía y violencia y en el que, pese a lo que reiteradamente habíasostenido el grupo más poderoso de la colonia española, las autoridades queapoyaba se mostraban incapaces de controlar la situación.

El propio “Ministro de Negocios Extranjeros de aquella República” loreconocía así, al contestar “a la reclamación que referente a los prisionerosespañoles formuló el representante de España” diciendo “que el gobierno nopuede responder de la suerte de los españoles prisioneros de los insurrectos enTorreón, porque carece de medios para impedir cualquier acto de violenciaque con ellos se cometa”51. Acosado por los avances militares de los distintosgrupos rebeldes, con graves problemas financieros y con los norteamericanospresionando para que abandonara el poder, Huerta no podía garantizar nada anadie.

Por otra parte, con las finanzas estatales literalmente en quiebra, Huertaagobiado económicamente, decidió, entre otras medidas, la intervención debienes privados y la reclamación de préstamos forzosos con el consiguientedescontento de banqueros y empresarios. Entre ellos estaban algunos de losmás eminentes miembros de la colonia española, que pasaron a cambiar deactitud respecto al mandatario mexicano. Pero el cambio iniciado en la opi-nión de la prensa tardaría todavía en consolidarse porque las frecuentes intro-

50 Ibídem, lunes 19 de enero de 1914.51 Ibídem, jueves 23 de octubre de 1913.

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misiones de los Estados Unidos en los asuntos internos mexicanos parecíaactuar en contra del mismo. Los continuos rumores sobre una posible inter-vención norteamericana y, por lo tanto, de un inevitable conflicto armadoentre México y los Estados Unidos, fueron una constante en la prensa sevi-llana, especialmente desde el mes de noviembre de 1913; y tras la amargaexperiencia de Cuba, esa intervención no podía ser bien vista por un sectorconsiderable de la población española, incluida una parte de la que residía enMéxico que, indignada por la intromisión estadounidense en los asuntosinternos mexicanos, llegó a rechazar la “protección” que ofrecieron los nor-teamericanos a los extranjeros residentes en Veracruz52.

Para entonces, casi todos los países con población residente en Méxicohabían enviado a sus costas algún navío de guerra, para poder auxiliar a aqué-lla en caso de necesidad. El gobierno español decía también encontrarse pro-fundamente preocupado por la suerte de sus ciudadanos residentes allí y, sihacemos caso de las informaciones periodísticas, se había planteado en másde una ocasión el envío de algún crucero a Veracruz para su protección, pre-guntando sobre la conveniencia de hacerlo a su representante en México.Pero éste, alegando que con ello sólo se lograría herir la dignidad mexicana,como hacían los norteamericanos, se mostró siempre contrario a esa even-tualidad53 De nuevo, como al principio de la Revolución, parecía aliarse conel sector más conservador de la colonia española e ignorar la opinión de unsector considerable de ésta, que pensaba ya que la amenaza de una interven-ción norteamericana no era sino la evidencia de que el dirigente mexicanonunca sería aceptado en el concierto internacional y que había que buscarnuevos aliados que despertaran menos recelos en el exterior.

Estos últimos creían, además, que la política de amistad del gobiernopeninsular con Huerta no sólo agravaba sus problemas con los rebeldes, sinoque impedía al representante español ejercer la presión suficiente ante elgobierno mexicano para conseguir su protección. En este sentido fueronmuchas las quejas sobre la actuación del representante español en México, ysobre la del propio gobierno peninsular, especialmente a lo largo de 1914; yla mayor parte de ellas eran apoyadas por la práctica totalidad de la prensa

52 Ludlow: “Empresarios y banqueros…”, pág. 163.53 El Liberal, Sevilla, domingo, 8 de febrero de 1914; la respuesta del ministro español es reco-

gida por Illades: “Los propietarios españoles...”, pág. 177.

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española que, fuera cual fuera su carácter ideológico, se mostraba partidariade actuar con mayor firmeza en la defensa de los intereses de los españolesante el gobierno huertista54.

Por otra parte, aunque todos los periódicos, también con independenciade su ideología, eran contrarios a la intervención norteamericana, que juzga-ban muy duramente en sus páginas, los preparativos bélicos estadounidensesy el levantamiento del embargo de venta de armas a los carrancistas55, con-vencieron a la mayor parte de la prensa española, y por supuesto a la sevilla-na, de que la caída de Huerta era inminente y de que, como habían hecho yalos Estados Unidos y algunos españoles residentes en México, había queacercarse al bando constitucionalista. El gobierno español tardó más en darese paso que la opinión publicada; pero realmente comenzó a mostrarse máscauto en sus relaciones con el régimen huertista.

Haciendo realidad los rumores que venía recogiendo insistentemente laprensa, el 21 de abril de 1914 los norteamericanos desembarcaban enVeracruz56. Y Huerta, presionado por el avance carrancista, que parecía yaimparable, y por los Estados Unidos, se vio obligado a abandonar el cargo enel mes de julio. El jefe de los constitucionalistas aseguró de inmediato que untribunal arbitral examinaría detenidamente las reclamaciones por las pérdidassufridas por los extranjeros a causa de la guerra para determinar las que eranjustas, que serían atendidas por el gobierno mejicano. Esas declaraciones sir-vieron para tranquilizar a muchos de ellos; pero no a todos, sobre todo por-que la dimisión de Huerta había dejado en una delicada situación a aquéllosque, como un sector de la colonia española, habían abogado por su recono-cimiento. Y éste era también el caso del ministro español, que fue objeto degraves acusaciones sobre su intervención en los sucesos de la decena trágica,y al que el gobierno peninsular, temiendo que fuera objeto de algún tipo deatentado, envió a Buenos Aires nada más producirse la caída de Huerta. Para

54 Ver, por ejemplo, el artículo “Un español recién llegado de Méjico”, publicado en El Correode Asturias del miércoles 12 de noviembre de 1913, recogido, en parte, por Illades: “Los propietariosespañoles...”, pág.177, o los titulados “Españoles atropellados. Los horrores de Méjico. Relato conmove-dor. Villa, dueño de Chihuahua”, (publicado en el ABC Madrid del viernes 30 de enero de 1914), “LaRevolución Mejicana. Son asesinados 175 españoles”, y “La política. Hablando con Dato”, publicados enEl Socialista de Madrid los viernes 10 de octubre de 1913 y 10 de abril de 1914, Cifs. por Delgado Larios:La Revolución Mexicana..., págs. 145-150.

55 El Liberal, Sevilla, martes, 17 de febrero de 1914.56 El Noticiero Sevillano, jueves 23 de abril de 1914.

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sustituirlo se envió a José Caro Szécheny, que llegó al país a finales de esemismo año57.

En cuanto a la colonia española sus preocupaciones se incrementaroncuando, a finales de 1914, la capital fue ocupada por zapatistas y villistas,precisamente los dos grupos que la habían atacado con mayor insistencia; yen parte sus temores serían fundados. En unos momentos en que la guerrahabía producido serios problemas de abastecimiento, y en el que invadían lascalles distintos grupos rebeldes, algunos de ellos sin ningún tipo de control odisciplina, el saqueo de las tiendas de artículos de primera necesidad erafácilmente explicable. De hecho, la mayor parte de los daños denunciadospor la población española en esa época, se referían a los asaltos y robos enlas tiendas de abarrotes de esa ciudad. No sólo fueron atacados, desde luego,sus establecimientos; pero sí es cierto que algunos de esos asaltos se hicieroncon violencia inusitada cuando se trataba de españoles58.

La mayor parte de la prensa española, como es lógico, condenó sin palia-tivos los actos de vandalismo a que se vieron sometidos algunos españoles,aunque una parte de ella, esencialmente la republicana y la socialista, seña-lara también que la población mexicana tenía motivos suficientes para odiara los españoles residentes en México59. Confirmando esa idea, esos residen-tes no sólo tendrían problemas con zapatistas y villistas, los supuestamente“bárbaros”, sino también, y por los mimos motivos, con los carrancistas, aun-que estos últimos fueran siempre menos violentos con ellos que los otros dosgrupos rebeldes.

A comienzos de 1914 los constitucionalistas, intentando ganarse el reco-nocimiento internacional por el que competían con el gobierno huertista,pusieron en marcha una intensa labor de propaganda, que acabaría por atraer-les las simpatías de amplios sectores de opinión europeos y norteamericanos.Como parte de esa campaña enviaron a Europa una serie de delegaciones,cuya misión sería exponer en círculos políticos de este continente la “reali-dad” de la situación mexicana. En febrero de 1914 llegaba a París una de esas

57 Alessio Robles, Miguel: Historia política de la revolución Mexicana. Ed. Botas, Xochimilco,1946, págs. 185-186. Ver también Illades: México y España…, pág. 25, y Mac Gregor: México yEspaña…, págs. 178-179 y 183-184.

58 Illades: “Los propietarios españoles...”, págs. 184-185.59 Ver, en este sentido, El Socialista de Madrid del lunes 13 y martes 14 de abril de 1914, Cifs.

por Delgado Larios: La Revolución Mexicana…, págs. 145-146.

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delegaciones. Su jefe, Juan Sánchez Azcona, declaró a la prensa que “los inci-dentes sucedidos a los españoles fusilados y expulsados se explican porquetomaron las armas en contra de los constitucionalistas”. Intentando dar unaimagen de moderación y respeto a las leyes, el comisionado carrancista ase-guraba a la prensa europea que ellos no sólo darían “a los extranjeros lagarantía de un gobierno estable”, sino que investigarían detalladamente losdesmanes cometidos contra aquéllos y castigarían a los culpables. “Afirmó,además, Ascona [sic], que se les permitiría el regreso a Méjico a todos los queprobasen que no habían actuado nunca en contra de Carranza”60.

Sánchez Azcona pasó también por España, donde llegaría en el mes deseptiembre de aquel mismo año, con la misma misión que lo había llevado aParís, la de realizar todos los esfuerzos posibles para que se fuera producien-do un cambio en la opinión que muchos tenían aquí de los carrancistas. Eneste sentido es significativa la respuesta que el enviado constitucionalista dioa un ciudadano español residente en México, pero que en aquellos momen-tos se encontraba en la Península. Interrogado sobre si ese ciudadano, pro-pietario de una fábrica de textiles en México, podría regresar sin peligro aaquel país, Azcona respondía que todo aquél que no hubiera tomado parte“en los movimientos políticos que se han desarrollado en mi país”, comoparecía ser el caso que se trataba, podía regresar sin temor alguno a los cons-titucionalistas, ya que los responsables de los daños causados a los extranje-ros no eran ellos sino las bandas que se habían rebelado contra el primerjefe61.

Es difícil valorar el resultado final que esa campaña propagandística tuvoen España; si bien es cierto que un sector de la prensa española se mostrabaya desde 1914 favorable al carrancismo, periódicos como ABC o El Debate,ambos de Madrid, lo rechazaron durante mucho tiempo acusándolo de come-ter los mismos “horrores” que los villistas; esos diarios insistían, una y otravez, en el caos que reinaba en el bando revolucionario que, según ellos,Carranza parecía incapaz de dominar y rechazaban el programa de reformasque contenía el Plan de Guadalupe considerándolo, además, un peligrosoprecedente de fácil propagación.Quizás por temor a esa propagación, en laspáginas de esos diarios apenas encontramos referencias a los cambios lega-

60 El Liberal, Sevilla, domingo, 8 de febrero de 1914.61 Illades: “Los propietarios españoles...”, pág. 177.

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les en el sistema de propiedad de la tierra que ese plan implicaba; y cuandolas hay, no son para analizarlos, sino para calificarlos como simples “robos”y “atropellos” contra los españoles, a los que se perseguía con saña con elpretexto de su supuesta intervención en la caída de Madero. Esa persecuciónjustificaba por sí sola, decían, el apoyo de sus conciudadanos al gobierno deVictoriano Huerta, el único que, a su juicio, los defendía en medio de aque-lla campaña antiespañola62.

La realidad no era, desde luego, exactamente así; pero tampoco como lapintaba la propaganda constitucionalista. Es cierto que a lo largo de todas suscampañas militares Carranza fue mucho más considerado con los españolesque otros jefes revolucionarios, dando, en ocasiones, órdenes concretas paraque no se les molestara y devolviéndoles, incluso, algunas de las haciendasque Villa les había confiscado. De hecho, aunque sí lo hagan algunos perió-dicos madrileños, en la prensa sevillana no se habla, en ningún momento, dedesmanes carrancistas similares a los cometidos por otras facciones rebeldes.Pero también lo es que, en más de un caso, la supuesta actuación de losespañoles contra Madero fue utilizada como pretexto por los constituciona-listas para actuar en su contra. Un claro ejemplo de ello se dio ya en 1914,cuando redactaron un Proyecto de Ley que permitía la confiscación de “laspropiedades de los españoles contrarios a la revolución”63. Se suponía queese proyecto estaba dirigido a aquéllos que habían actuado en contra de losconstitucionalistas, dejando al margen a los que, como había dicho SánchezAzcona, no “habían tomado parte” en el conflicto; pero en medio de la con-fusión imperante esa condición era difícil de demostrar, lo que llevó al sec-tor más conservador de la prensa española a considerar cualquier normativaque afectara al régimen de tenencia de tierra como una persecución contra losespañoles.

Por otra parte, los decomisos forzosos de alimentos y ganado por partede las tropas carrancistas producían los lógicos enfrentamientos con los afec-tados por esas expropiaciones, fueran o no españoles; pero los casos de éstoseran los que resaltaba la prensa conservadora española. Por último, cuando

62 Ver, por ejemplo, los artículos aparecidos en este sentido en ABC de Madrid de 19 de noviem-bre de 1913 y 18 de abril de 1914, o los de El Debate de la misma ciudad de los domingos 26 de mayode 1915 y 10 de marzo de tres años más tarde, Cifs. todos por Delgado Larios: La Revolución Mexicana…,págs. 82-85 y 150-151.

63 Illades: “Los propietarios españoles...”, págs. 176-179.

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las tropas constitucionalistas tomaron definitivamente la capital en 1915,acusaron a los comerciantes en general, y a los españoles –dueños de granparte de los establecimientos– en particular, de especular con alimentos deprimera necesidad y de enriquecerse a costa del pueblo. Las autoridadesconstitucionalistas, enfrentadas a la escasez de alimentos y, en consecuencia,a una severa carestía, ordenaron a esos comerciantes bajar los precios.Muchos se negaron y la respuesta de esas autoridades no se hizo esperar; enunos casos retiraron los permisos de importación a “los comerciantes españo-les que se habían negado a prestar su colaboración”, y, en otros, simplemen-te los expulsaron del país y procedieron a la expropiación de sus bienes.Además, el hecho de que en muchas ocasiones las tiendas de abarrotes fue-ran desvalijadas sin que el gobierno constitucionalista pareciera hacer nadapor impedirlo, agravaba los problemas de los españoles con el bando triunfa-dor de la Revolución64.

Los choques fueron, pues, numerosos y, además, amplificados por cier-tos sectores de la prensa española; y para agravar los problemas las personasque mejor podían haber actuado para suavizar las tensiones, los representan-tes diplomáticos españoles en el propio México y en los Estados Unidos, seconvertirían ellas mismas en nuevas fuentes de conflicto. Si, como ya hemosvisto, cuando se trataba de reclamar al gabinete de Huerta por los daños sufri-dos por los españoles el ministro español en México pedía cautela a sugobierno para no “ofender” la susceptibilidad mexicana, cuando había quehacerlo ante los constitucionalistas se mostraba partidario de actuar conmayor dureza. Y en ello se vería apoyado por su colega en los EstadosUnidos, que tenía también el encargo del gobierno español de estar al tantode la situación mexicana. Como ejemplo de ello, y con motivo de la expul-sión del país de un grupo de españoles por parte de los constitucionalistas, ElLiberal de Sevilla señalaba que “el ministro español señor Riaño, informadopor un abogado español, ha declarado que corresponde pedir a Méjico unareparación por la expulsión de ochocientos españoles” y por los daños sufri-dos por todos ellos a causa de la lucha revolucionaria65.

64 Ludlow: “Empresarios y banqueros…”, págs. 164-165, e Illades: México y España…, pág. 21.65 El Liberal de Sevilla, viernes 15 de mayo de 1914. Aunque habla del “ministro español”, no

se trataba del representante español ante el gobierno mexicano, sino ante el estadounidense.

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Es cierto que en este caso no se trataba del representante de la diploma-cia española en México, sino en los Estados Unidos; pero también lo es querepresentaba al mismo gobierno que aquél y que, por otra parte, la actuaciónde José Caro en su trato con los constitucionalistas tampoco sería muy afor-tunada. Aunque tenía claras instrucciones de la administración peninsular deacercarse a los revolucionarios para tratar de llegar a un arreglo con ellos, suactitud con los carrancistas no fue demasiado clara. En unos momentos enque parecía que Villa tenía bastantes bazas a su favor, con idea de no com-prometerse, en principio, con alguien que luego no fuera el vencedor, selimitó a enviar a una serie de agentes confidenciales ante los distintos caudi-llos con el fin de que le informaran sobre las posibilidades reales de cada unode ellos. Pero para muchos observadores lo que realmente ocurría era quesimpatizaba más con los villistas que con los carrancistas, y que no queríaimplicarse con estos últimos. Fuera o no así, lo cierto es que su ambigüedady la actuación de esos agentes lo llevarían, al poco tiempo de llegar al país,al enfrentamiento abierto con las autoridades constitucionalistas. De hecho,fue el intento de estas últimas de detener a Ángel de Caso, el agente españolante los villistas, lo que ocasionaría el conflicto más duro con el ministroespañol, que terminaría con la expulsión de éste66 del territorio mexicano enfebrero de 1915.

La noticia de esa expulsión llegó de inmediato a España; según publica-ba el 13 de ese mes El Liberal de Sevilla, “a última hora de la tarde” del díaanterior comenzó a “circular por Madrid el rumor de graves noticias deMéjico. Éstas se han confirmado por telegramas de Washington, diciendo queCarranza había exigido al ministro español que abandonase el país en elplazo de veinticuatro horas. El ministro español salió inmediatamente paraVeracruz, donde lo recogerá un buque de guerra yanqui”67. Pero, en princi-pio, se ignoraban las causas de esa expulsión, que sólo se conocerían unosdías más tarde, y de manera indirecta, cuando Carranza diera toda clase deexplicaciones al respecto a la prensa internacional a través de la AgenciaConstitucional Londinense.

De acuerdo con esas explicaciones, la actuación del representante espa-ñol contra el carrancismo había sido tan notoria, interviniendo en los asuntos

66 Illades: México y España…, págs. 25-26, y Mac Gregor: México y España…, págs. 189-190.67 El Liberal de Sevilla, sábado 13 de febrero de 1915.

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internos mexicanos y fomentando la oposición a los constitucionalistas, queal mandatario mexicano no le había quedado más remedio que ordenar suinmediata salida de México. No obstante, en esas declaraciones Carranzapareció estar muy interesado en dejar claro que se trataba de una medida con-tra una persona concreta, y no contra los españoles, indicando que, por la gra-vedad de lo sucedido, aún podía haber tomado “medidas más severas, y queno lo hizo para demostrar su amistad al pueblo español”68.

Las reacciones en España ante esa expulsión fueron muy variadas; algu-nos periódicos como El Liberal de Sevilla, se limitaban a recoger en sus pági-nas las informaciones que le llegaban sobre el tema, sin hacer comentarios alrespecto, consciente, quizás, como el propio gobierno peninsular, que tam-bién se mostraba cauto, de que no faltaba razón a Carranza; pero otros, comoel ABC de Madrid, se manifestaban indignados por lo que les parecía una“grave injusticia” contra una población que lo único que había hecho era tra-bajar en aquel país. Y todavía resultaba menos admisible para este periódicola falta de respuesta del gobierno español y la dejadez y abandono de susderechos que, a su juicio, implicaba el hecho de que el citado ministro tuvie-ra que acogerse a la protección de los norteamericanos69.

La vuelta a la normalidad

Lo cierto es que el mandatario mexicano, a pesar de esa expulsión,intentó, en todo momento, que las relaciones con la antigua metrópoli sedesarrollaran con normalidad; y no parecía ser el único en esa pretensión. Elmismo hecho de que en la prensa sevillana no se desataran las pasiones“patrióticas” como reacción a lo sucedido con el ministro, parecía indicar quese había decantado ya, claramente, por la conveniencia de un acercamiento alos constitucionalistas. Por una parte, la campaña de propaganda de éstoshabía comenzado a dar sus frutos en el campo internacional. Por otra, a Espa-ña llegaban también informaciones sobre la situación mexicana, transmitidaspor algunos españoles residentes en México que no participaban del fervor“huertista”, que contradecían los informes remitidos por el diplomático espa-

68 Ibídem, lunes 15 de febrero de 1915.69 Ver el ABC de Madrid del domingo 14 de febrero y viernes 19 de marzo de 1915, Cifs. por

Delgado Larios: La Revolución Mexicana…, págs. 154-155.

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ñol y que coincidirían, además, con los enviados por los nuevos diplomáticosllegados tras la expulsión de Caro. Con todo ello se fue tomando concienciano sólo de que el constitucionalista parecía el más “civilizado” de los bandosen conflicto sino de que su triunfo era inevitable, aumentando el interés delgobierno español por normalizar las relaciones. Las negociaciones, en virtuddel gran número de reclamaciones de españoles por los daños sufridos duran-te la lucha, no fueron fáciles; pero a finales de 1915 España, junto con otrospaíses, reconocía oficialmente el gobierno de Venustiano Carranza70.

A partir de entonces mejoraron las relaciones diplomáticas entre ambasnaciones; y también las de los españoles residentes en México con los gobier-nos constitucionalistas. Aunque, dadas las reformas socioeconómicas queestaban por llegar y que afectarían de lleno a una parte importante de esacomunidad, los problemas no desaparecerían, el compromiso de Carranza dehacer frente a los daños sufridos por los extranjeros a causa de la Revoluciónayudó a mantener las tensiones dentro de unos límites razonables.

Ya en mayo de 1913 Carranza había reconocido la obligación del Estadode indemnizar a los extranjeros por los daños ocasionados por la lucha revo-lucionaria; y en 1917, siendo ya presidente electo y dando por terminada laetapa de lucha armada, ordenaba el establecimiento de una comisión encar-gada del asunto. En mayo de ese mismo año el cónsul de España en la capi-tal mexicana comunicaba a su Ministerio de Estado un acuerdo “de laSecretaría de Justicia de dicho país, sobre la necesidad de protocolización delos poderes otorgados por extranjeros”, así como de su presentación en losrespectivos consulados71, para poder llevar a cabo las reclamaciones oportu-nas ante esa comisión. Las negociaciones sobre esta cuestión, como dijimos,no serían fáciles, y las indemnizaciones tardarían en llegar bastante más delo que hubieran deseado los afectados; pero el compromiso del gobiernomexicano de llevar adelante la cuestión y la evidencia de que, a pesar decontinuar algunas bandas rebeldes descontroladas, el país parecía irse pacifi-cando, hicieron que las relaciones entre España y México cambiaran sustan-cialmente. De forma paralela, fue cambiando también la visión que delproceso revolucionario la prensa española ofrecía a sus lectores.

70 Illades: “Los propietarios españoles...”, pág.179, y Mac Gregor: México y España…, págs.190-196.

71 El Noticiero Sevillano, jueves 24 de mayo de 1917.

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Ya desde finales de 1915, coincidiendo con el reconocimiento de lasautoridades constitucionalistas por parte de la administración española, losperiódicos sevillanos dejaron de hablar de los ataques que sufrían sus com-patriotas a manos de las bandas villistas, aunque éstas continuaran todavíaactuando en el norte, o de la “caótica situación” mexicana. Desde entonces,y sobre todo a partir de 1917, los periódicos sevillanos se inclinaron más porrecoger en sus páginas aquellas noticias que hablaban sobre las derrotassufridas por Villa a manos de las tropas constitucionalistas –en unos casosreales y en otros falsas– y sobre el hecho, en este caso real, de que a pesar deque éste siguiera actuando sus “secuaces no ocupan ninguna ciudad en terri-torio mejicano”72.

Una muestra de este cambio de actitud la tenemos, por ejemplo, en ElLiberal de Sevilla del 17 de noviembre de 1917. Ese día, con motivo del asal-to de una de esas bandas rebeldes a “un poblado”, cuyo nombre no se espe-cificaba, ese periódico terminaba su información con un breve comentariosobre que en esa acción “una familia española” había sido “salvajemente ase-sinada”73. Ni ese día ni en los siguientes se hacía otra mención al asuntocuando un par de años antes esa misma información, tanto si se trataba de unanoticia real como de un simple rumor, hubiera ido acompañada de una seriede comentarios sobre la “barbarie” de los revolucionarios o sobre la “perse-cución” a los españoles, de la que en 1917 ya no se hablaba ni en los perió-dicos sevillanos ni en los de otras muchas ciudades peninsulares. Es más, enlo que podría parecer un intento de ocultar cualquier motivo de fricción entreambos países, esos periódicos ni siquiera se hicieron eco de la aprobación dela Constitución de 1917, a pesar de que algunos de sus artículos iban a afec-tar considerablemente a las propiedades de los extranjeros. Sí lo hicieron, encambio, de la formación de un gobierno civil presidido por Carranza74, trans-mitiendo a sus lectores la idea de que la pacificación avanzaba, de que lasituación se encontraba ya más o menos normalizada y también de que, aun-que no hubieran desaparecido por completo las tensiones derivadas de lasreclamaciones de los residentes españoles, México volvía a ser un país fiablepara la inversión española.

72 El Liberal, Sevilla, jueves, 18 de enero de 1917.73 Ibídem, sábado 17 de noviembre de 1917.74 Ibídem, sábado 9 de junio de 1917.

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Como una prueba más de ese cambio de actitud, que afectó a un ampliosector de la prensa española, a comienzos de 1917 El Noticiero Sevillano sehacía eco en sus páginas de un editorial aparecido en el diario mexicano ElPueblo, en el que su autor, el director de la publicación, explicaba, “con unagran claridad” a juicio de los editorialistas de El Noticiero, “las causas de laRevolución Mejicana”. En ese editorial se afirmaba que esa revolución, ini-ciada con el levantamiento de Francisco Madero, “que ha ensangrentado ycubierto de luto la república”, podría haberse evitado “si el autómata quegobernaba ésta hubiera aflojado un poco, sólo un poco, la cuerda con quetenía sujetas las libertades públicas… Si la oligarquía científica, en su afánde medro, hubiera cedido un poco, nada más que un poco, de sus pingües uti-lidades en favor de las clases menesterosas...;” y si hubieran cesado “losoprobiosos privilegios y las concesiones ruinosas, que estaban entregando lapatria en manos del extranjero, que sólo venía en busca de mercados dondeenriquecerse y adquirir influencia y poder…”.

El editorialista justificaba, así, la “revolución constitucionalista” como“una segunda etapa de la acaudillada por el señor Madero” tras el asesinatode éste, y justificaba también la necesidad “para llegar al triunfo, de ponerpoderes omnímodos en la mano vigorosa del primer jefe del ejército consti-tucionalista don Venustiano Carranza, a reserva de que éste, llegado el tiem-po, devolviera al pueblo sus poderes, asegurando, por medio delrestablecimiento del régimen constitucional, el ejercicio de la soberaníanacional negado por el autócrata”.

Para terminar, el autor afirmaba que Carranza había cumplido con sumisión, como lo ponía en evidencia “la inauguración del CongresoConstituyente”, que aseguraría “para el pueblo mejicano el ejercicio de lalibertad y la democracia, y el cumplimiento de los ideales por los que habíaluchado la revolución”, que daba por terminada en aquellos momentos; consu triunfo surgiría “la República libre y soberana”, que daría “al mundo elsaludable ejemplo de cómo sabe un pueblo reconquistar sus instituciones, ycómo con el trabajo y el ejercicio de la soberanía se eleva la nación mejica-na a la altura de las más cultas y felices de la tierra”75.

Al margen de la demagogia y el excesivo optimismo sobre el futuromexicano que reflejaba ese artículo, el hecho de que fuera reproducido casi

75 El Noticiero Sevillano, martes 13 de febrero de 1917.

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en su totalidad por un diario conservador como El Noticiero Sevillano, que,además, aceptaba como válidos los argumentos que se esgrimían en él parajustificar el levantamiento y, por lo tanto, la propia Revolución, resulta bas-tante significativo a la hora de valorar la idea que en aquellos momentos sepodía tener en España de lo que había sucedido y estaba sucediendo en aquelpaís.

En cuanto al trato que en México se daba a los españoles, El Liberal deSevilla publicaba a mediados de ese mismo año, una carta del poeta SalvadorRueda desmintiendo la supuesta “hostilidad” mexicana contra los peninsula-res de que tanto se había hablado en los periódicos españoles. En esa carta,redactada a la vuelta de un viaje a México, el poeta describía a un amigo las“sublimes” emociones “de los teatros atestados de gente, las de los banque-tes patrióticos…, las de las muchedumbres de estudiantes y las de todas lassociedades gritando «Viva España, viva nuestra madre, viva la que nos dio elidioma»…”, y le conminaba a leer “la prensa toda de Méjico durante losmeses de febrero y marzo” de aquel año de 1917, para comprobar los verda-deros sentimientos mexicanos por España y los españoles.

Tras informarle de la extraordinaria acogida que había tenido en su viaje,tanto por parte de las autoridades políticas y académicas como de los estu-diantes, el autor de la carta se mostraba indignado por la “injusticia” que secometía “con aquella nación, ultrajándola” y esparciendo sobre ella todaclase de mentiras, creando una serie de prejuicios sobre su hostilidad y sucomportamiento con los extranjeros que distaban mucho de la realidad. Encontra de esos prejuicios, la misiva terminaba diciendo que era cierto que enMéxico, tal y como se decía, se mataba; pero que era “de cariño. Sépalo todaEspaña; sépalo todo el mundo. Vayan pobres, ricos, artistas, mecánicos, agri-cultores; allí se esperan gentes de todo el mundo; y no se esperan en son delucha ni de desamor; se esperan con los brazos abiertos. No existe un paísmás rico, ni más fecundo ni más hospitalario. Eso vi y eso han hecho con-migo…”76.

Poco después El Correo de Andalucía, en un artículo titulado “España yAmérica”, en el que abogaba por la intensificación de las relaciones con lospaíses surgidos del antiguo imperio colonial, reconocía que “hasta en Méjicocesó la hostilidad que había contra los españoles por parte de los bandos insu-

76 El Liberal, Sevilla, domingo, 3 de junio de 1917.

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rrectos”; y culpando de esa hostilidad a las “maniobras yankis”, aconsejabauna aproximación a aquel país que cristalizara “en tratados especiales”77. Yun año más tarde el mismo diario, en un artículo sobre la emigración españo-la a lo largo de 1918, señalaba que mientras que un 46% de los emigrantesretornados lo habían hecho de Argentina y un 43% de Cuba, sólo “un uno porciento” venían de México78, confirmando así que la situación de los españo-les allí no era tan mala como algunos habían pretendido hacer creer.

Como un ejemplo más de esa lenta vuelta a la normalidad en las relacio-nes entre los dos países, el 28 de febrero de 1920 el nuevo ministro de nego-cios españoles en México presentaba ante Carranza sus cartas credenciales,sin que este hecho mereciera mayor atención en la prensa española que labreve nota que normalmente se dedicaba a ese tipo de informaciones79.

Un sector de la prensa española seguiría, no obstante, condenando duran-te mucho tiempo la política de los constitucionalistas, a los que acusaban de“acosar” a los españoles. Ese sector continuaría hablando de los “despojosinjustos” sufridos por sus conciudadanos y de la necesidad de una “enérgica”acción por parte del gobierno español para evitar esos despojos80, especial-mente cuando en la década de 1920 el desarrollo de las leyes agrarias deri-vadas de la Constitución pusieran en peligro las propiedades de losextranjeros. Pero eran ya casos aislados frente a una mayoría de periódicosque optaron por la “convivencia” pacífica y las relaciones normales con larepública mexicana.

Ni siquiera la muerte de Carranza modificó sustancialmente la política deacercamiento a aquel país que había llevado a cabo la mayor parte de la pren-sa española desde su llegada al poder. Consciente, como lo había sido aquél,de la importancia del reconocimiento internacional, y, sobre todo, intentandoevitar un aislamiento como el sufrido por Huerta por parte de determinadospaíses tras el asesinato de Madero, Álvaro Obregón, ya antes de su eleccióncomo presidente, desplegó una intensa labor diplomática desligándose de lamuerte de Carranza, aunque intentando, al mismo tiempo, justificar la suble-

77 El Correo de Andalucía, sábado 3 de agosto de 1918.78 Ibídem, jueves 18 de septiembre de 1919.79 Ibídem, domingo 29 de febrero de 1920.80 Ver El Debate de Madrid del domingo 10 de marzo de 1918 o los del domingo 16 y lunes 17

de abril de 1922, así como el ABC de la misma ciudad, del martes 28 de noviembre de ese mismo año.Cifs. por Delgado Larios: La Revolución Mexicana…, págs. 85 y 158-159 respectivamente.

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vación contra el presidente. Dentro de esa campaña, el Consulado General deMéxico en nuestro país, ubicado en Barcelona, recibió “un cablegrama” deObregón que no tardó en comunicar a la prensa. En dicho comunicado elveterano político señalaba que la sublevación se había producido porqueVenustiano Carranza había creado “una situación insostenible, pretendiendoimponer como futuro presidente al ingeniero Bonillas por medio de la fuer-za bruta”. Como algunos estados, caso de Sonora, se habían negado a apoyaresa candidatura, el presidente, “tras una serie de atentados, ordenó la inva-sión” de ese territorio “con un grueso ejército al mando del general Diéguez,para deponer a las autoridades constitucionales y someter la voluntad popu-lar, que unánimemente repudiaba la candidatura de oposición”. Con ello, sedecía en el escrito que se ofreció a los periódicos, Carranza “exacerbó elánimo nacional, y el pueblo y el ejército, en 20 días, derrocaron el régimenpasado sin demasiada sangre…”. Intentando dar una imagen de tranquilidady normalidad sobre lo que ocurría en el país, ese comunicado indicaba que“lograda la unificación revolucionaria, la República entera se encuentra ensituación normal, y hay absoluta confianza tanto en el exterior como en elinterior. Las vías de comunicación están expeditas y los trenes corren en todala República sin escolta y con regularidad”; y, para terminar, informaba queel Congreso nombraría un presidente interino, que se ocuparía del gobiernohasta la celebración de las elecciones81.

La realidad fue que, hiciera o no mella ese comunicado, la rebelión obre-gonista no fue demasiado mal recibida en España ni siquiera en ese sector dela prensa más reacio a la Revolución, entre otras cosas porque las nuevasautoridades, ya fuera para evitar el aislamiento internacional, por el temor anuevas intervenciones extranjeras, o por simple convicción, mantuvieron, enlo posible, los compromisos internacionales. Las relaciones bilaterales entreMéxico y España no sólo no se vieron alteradas por el cambio de adminis-tración, sino que cuando en el mes de septiembre de 1920 Álvaro Obregónfue elegido presidente, algunos periódicos, como El Liberal de Sevilla, lopresentaron a sus lectores como un “hispanófilo”82 con el que esas relacionesno podían sino mejorar.

81 El Liberal, Sevilla, sábado, 29 de mayo de 1920.82 Ibídem, miércoles 15 de septiembre de 1920.

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Como una muestra de que esas relaciones transcurrían con relativa nor-malidad, a pesar de que no estuvieran exentas de problemas, nada más cele-brarse las elecciones presidenciales el “embajador extraordinario” de Méxicoen Madrid llegó a visitar Sevilla, “con el propósito de solicitar del Comité dela Exposición Hispano-Americana la concesión de terrenos para las instala-ciones de la república de Méjico”. Poco después la prensa peninsular asegu-raba que el gobierno español reconocería, “en breve”, al gobierno“recientemente” constituido en México, al tiempo que éste invitaba a larepresentación española a asistir a la toma de posesión de Álvaro Obregón83;paralelamente la prensa española acogía con total naturalidad la noticia de lallegada a la península de “Miguel Alexio”, el nuevo ministro mexicano enEspaña84.

Al año siguiente, ya con Obregón en la presidencia, el gobierno mexica-no inició negociaciones con aquellos países que tenían súbditos con derechoa presentar algún tipo de reclamación, con el fin de poner en marcha lascomisiones mixtas que debían dilucidarlas. En el caso español esa comisiónno se constituyó hasta 1925, y ante el número de solicitudes que recibió, másde mil, prolongó su actividad más allá de 193085. Pero el simple hecho de quese anunciara su formación bastó para que la prensa española en general, ymuchos intelectuales, comenzaran a observar los sucesos mexicanos con bas-tante más benevolencia de lo que algunos de ellos lo habían hecho en la etapacarrancista.

Esa visión, por supuesto, no fue unánime. Vicente Blasco Ibáñez, porejemplo, señalaba en 1920 que la situación económica del país era deplora-ble. Para él, diez años después de la caída del porfiriato, “los gobiernos revo-lucionarios no habían hecho nada nuevo materialmente”; en sus propiaspalabras, “todo lo que hoy existe existía ya bajo e1 gobierno de Díaz; peroahora está más viejo, casi arruinado, como un edificio que se desmorona faltode alguien que lo cuide y recomponga los desperfectos que causan los años…De los antiguos ferrocarriles sólo quedan las vías. El gobierno de Carranzase apoderó de ellas sin pagar nada a las empresas propietarias, y ha venido

83 Ver las informaciones aparecidas en este sentido en El Liberal de Sevilla del martes 21 de sep-tiembre, y jueves 11 y domingo 21 de noviembre de 1920.

84 El Correo de Andalucía, viernes 5 de agosto de 1921.85 Sáenz: La Política Internacional..., pág. 84, e Illades: “Los propietarios españoles...”, pág. 180.

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explotándolos varios años, embolsándose el dinero, sin renovar el material.Quedan unos cuantos centenares de vagones viejísimos y unas cuantas loco-motoras remendadas y asmáticas, que sirven unas veces para conducir viaje-ros que no tengan prisa y otras para que los insurrectos puedan entretener suhabilidad portentosa de dinamiteros de trenes. Los vagones pullman son deldominio de la chinche, y la electricidad, rebelde a funcionar, es sustituida confrecuencia por la luz de un par de bujías.

Muchas de las estaciones son una simple casilla de madera que está allado de unas ruinas negras: la antigua estación incendiada hace algunos añospor los revolucionarios. Un poco más allá hay docenas de esqueletos de vago-nes con los hierros hollinados y retorcidos, como si aún se estremeciesenrecordando la explosión que los mató.

Los puertos tienen cada vez menos tráfico, y en ciudades que fueronprósperas, como Veracruz, los cargadores esperan tomando el sol y con losbrazos cruzados. Esta tierra mejicana, una de las más feraces del planeta, yaque puede dar hasta tres cosechas por año, apenas si da para el manteni-miento del país. La agricultura, en vez de crecer, ha retrocedido. El ganade-ro deja de serlo, pues no quiere criar reses para que las vendan o las comanlos revolucionarios. El cultivador se ve abandonado de pronto por sus jorna-leros. Éstos creen que es mejor que labrar el suelo tomar una carabina e irseunas veces con Villa, otras con Carranza y ahora con Obregón.

Las únicas industrias exportadoras de este país son las minas, que se tra-bajan poco, el henequén, producto del suelo de Yucatán, y los pozos de petró-leo de Tampico. Como éstas son las únicas riquezas existentes, cargan lamano sobre ellas los gobernantes. Especialmente los petroleros, en sumayoría americanos, han venido pagando a Carranza en concepto de variosimpuestos el 40% de su producción diaria. Cierto general lugarteniente deObregón reconoce en un escrito suyo que el impuesto que pagan los petrole-ros es formidable. Si dejasen de pagarlo por un trimestre, el gobierno deMéjico no podría seguir viviendo económicamente, pues éste es el únicoingreso con que cuenta, sano y positivo…”86.

Pero para esas fechas eran pocos los que parecían compartir su opiniónen la prensa española, a pesar de que fue durante el mandato de Obregón

86 Blasco Ibáñez, Vicente: El militarismo mejicano: Estudios publicados en los principales dia-rios de los Estados Unidos. Ed. Prometeo, Valencia, 1920, págs. 152-155.

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cuando comenzó a aplicarse, realmente, el artículo 27 de la Constitución quetanto afectaba a los intereses de los extranjeros. En consonancia con la cam-paña llevada a cabo por el gobierno mexicano por hacer ver dentro y fueradel país que el régimen mexicano era estable, algunos periódicos sevillanosrecogieron, íntegramente, un escrito recibido por el cónsul de ese país enSevilla, Alfonso Rodríguez, que contenía una especie de declaración de prin-cipios de la nueva administración, y que, lógicamente, llegó a sectores másamplios de población que las observaciones de Blasco Ibáñez.

El motivo de ese escrito, simple propaganda, quedaba claro en la mismanota que se daba a la publicidad, y que comenzaba diciendo que “La actualadministración del gobierno de Méjico cree llegado el caso de hacer ponerpor medio de sus representaciones en el exterior, que siguiendo su inque-brantable propósito de conquistar su prestigio legítimo entre las demás nacio-nes del mundo, prosigue una línea de conducta que se apega en absoluto a lospreceptos de la moral y del derecho, y ha iniciado esta política con una seriede hechos desarrollados en los pocos meses que lleva establecida y que nointerrumpirán hasta llenar el doble fin que se proponen...”

En esa línea, el escrito informaba del establecimiento de un gobiernorepresentativo “de todas las clases sociales”, que había logrado ya “la pacifi-cación del país, sin usar ningún medio violento para realizarla”; que ofrecíano sólo “toda clase de garantías a las vidas e intereses de nacionales y extran-jeros”, sino “una franca hospitalidad para los hombres de negocios que hanvenido con el objeto de hacer grandes inversiones en nuestro país, dándolestoda clase de facilidades para el desarrollo de sus empresas”, y que habíaampliado “el plazo fijado para recibir las reclamaciones por daños causadosdurante la revolución”.

Después de asegurar que las normas que regularían la explotación depetróleo no tendrían carácter retroactivo ni confiscatorio, y de dar cuenta delas medidas tomadas para solucionar el problema de la deuda pública, elescrito afirmaba que todo lo realizado por ese gobierno en el escaso tiempoque llevaba al frente de la república, debía “inspirar confianza a todos los quetengan negocios establecidos en el país, y a quienes en el futuro desean tener-los, haciendo una invitación cordial a los ciudadanos de otros países quedeseen venir a Méjico, donde encontrarán toda clase de facilidades, desde elmás humilde que busca un pedazo de tierra para cultivar y formar su patri-monio, hasta el hombre de negocios y Empresa que quiera venir a hacer gran-

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des inversiones, pudiendo tener la absoluta seguridad de que disfrutarán detodas las prerrogativas que marcan nuestras leyes, y de espíritu amplísimo dehospitalidad, cual siempre ha caracterizado el pueblo mejicano, cuando setrata de hombres amantes del trabajo, sumisos a la moral y a nuestrasleyes”87.

Es dudoso que ese escrito lograra su propósito propagandístico entre losempresarios, pero parece que sí lo hizo en el caso de la prensa española, quedesde la llegada de Obregón a la presidencia, y paralelamente a la normali-zación de las relaciones entre España y México, aceptaría, en su mayor parte,el régimen derivado de la Revolución, aunque un sector de ella, el más con-servador, siguiera mucho tiempo receloso de muchos de sus principios,temiendo, probablemente, un posible “contagio” de la sociedad española queno estaba dispuesto a aceptar.

87 El Liberal, Sevilla, miércoles, 18 de mayo de 1921.

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