D. Baranger y G. Schiavoni (2007) “El político y el censista. A propósito del Censo de...

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-D. Baranger y G.Schiavoni -1- “El político y el censista. A propósito del Censo de ocupantes de tierras privadas en Misiones” 1 Denis Baranger Sociólogo, Universidad Nacional de Misiones. Lanusse 2462 (3300) Posadas, Argentina. Teléfono 03752 430449. e-mail: [email protected]. Gabriela Schiavoni Antropóloga social, Conicet/Universidad Nacional de Misiones. Lanusse 2462 (3300) Posadas, Argentina. Teléfono 03752 430449. e-mail: [email protected]. «El censo ha sido un éxito: ahora ya nadie discute cuántos son los ocupantes» Dirigente de ONG La ocupación espontánea de tierras es un rasgo característico del poblamiento agrícola de Misiones. Durante todo el siglo XX, la apropiación de extensiones fiscales constituyó la vía privilegiada de acceso a la tierra para los agricultores sin capital. A fines de la década de 1980, una vez agotada la reserva de tierras fiscales en el área de expansión de la frontera agrícola (nordeste provincial), el poblamiento se extendió sobre grandes propiedades forestales, planteando el problema de la ocupación y la lucha por la tierra en Misiones (Baranger, 2003). El Censo de Ocupantes de Tierras Privadas, llevado a cabo durante los años 2003 y 2004, describe las características de la población agrícola asentada en propiedades privadas de los departamentos del nordeste provincial: Guaraní, San Pedro y Gral. Belgrano. Fue realizado por investigadores de la Universidad Nacional de Misiones respondiendo a la solicitud de dos ONGs de apoyo a los ocupantes y en el marco de negociaciones con el gobierno provincial encaminadas a lograr la regularización de la tenencia de la tierra. Nuestra presentación versará sobre el proceso de construcción de los datos para abordar luego la exposición de algunos de los resultados del censo en relación con la tipificación de los ocupantes y de sus estrategias.

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“El político y el censista. A propósito del Censo de ocupantes de tierras privadas en Misiones”1

Denis Baranger Sociólogo, Universidad Nacional de Misiones. Lanusse 2462 (3300) Posadas, Argentina. Teléfono 03752 430449. e-mail: [email protected].

Gabriela Schiavoni Antropóloga social, Conicet/Universidad Nacional de Misiones. Lanusse 2462 (3300) Posadas, Argentina. Teléfono 03752 430449. e-mail: [email protected].

«El censo ha sido un éxito: ahora ya nadie discute cuántos son los ocupantes»

Dirigente de ONG La ocupación espontánea de tierras es un rasgo característico del poblamiento agrícola de Misiones. Durante todo el siglo XX, la apropiación de extensiones fiscales constituyó la vía privilegiada de acceso a la tierra para los agricultores sin capital. A fines de la década de 1980, una vez agotada la reserva de tierras fiscales en el área de expansión de la frontera agrícola (nordeste provincial), el poblamiento se extendió sobre grandes propiedades forestales, planteando el problema de la ocupación y la lucha por la tierra en Misiones (Baranger, 2003). El Censo de Ocupantes de Tierras Privadas, llevado a cabo durante los años 2003 y 2004, describe las características de la población agrícola asentada en propiedades privadas de los departamentos del nordeste provincial: Guaraní, San Pedro y Gral. Belgrano. Fue realizado por investigadores de la Universidad Nacional de Misiones respondiendo a la solicitud de dos ONGs de apoyo a los ocupantes y en el marco de negociaciones con el gobierno provincial encaminadas a lograr la regularización de la tenencia de la tierra. Nuestra presentación versará sobre el proceso de construcción de los datos para abordar luego la exposición de algunos de los resultados del censo en relación con la tipificación de los ocupantes y de sus estrategias.

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1. Los usos sociales del censo y la construcción del objeto

Además de describir una realidad, un censo es un instrumento de construcción del mundo social. Realizado por el Estado, con el fin de producir datos para políticas futuras, el Censo a la vez que registra fenómenos los instituye2. Esta doble función ha sido destacada por muchos autores (cf., por ejemplo, Desrosières, 1993), y está en estrecha vinculación con las “luchas de clasificaciones” a las que Bourdieu entendía como un componente ineludible de las “luchas de clases”3. El censo de ocupantes de tierras privadas fue financiado por el gobierno de la Provincia de Misiones, y se llevó a cabo mediante un convenio entre la Universidad Nacional de Misiones y las ONGs de apoyo a la lucha por la tierra, constituyéndose de este modo en el primer reconocimiento técnico—oficial de esa población rural marginada. En el marco de una situación de conflicto entre las empresas propietarias y los ocupantes, la realización de este censo inevitablemente involucraba la cuestión de la justicia de los reclamos. Nuestra participación tuvo lugar a instancias originalmente de dos ONGs comprometidas con la lucha de los ocupantes4. Como parte de la Universidad, consideraron que nuestro equipo de investigación ofrecía las garantías técnicas suficientes como para producir una descripción de la situación que pudiera ser admitida como “objetiva” tanto por parte los ocupantes y de las ONGs como del Gobierno, y en la que fuera posible fundarse en eventuales negociaciones con los propietarios5. La intervención del Gobierno estuvo limitada a otorgar un subsidio destinado a financiar el trabajo de campo en cuatro propiedades durante 2003 y a realizar la mensura perimetral del área ocupada en una de ellas, sin que haya participado en ninguna otra instancia en la realización del Censo. En la discusión de las ONGs con los terratenientes y con los organismos oficiales lo que estaba juego era la determinación tanto de la cantidad de ocupantes de esas propiedades privadas como de la extensión de la ocupación en cada propiedad. De hecho, en algunas propiedades habían existido tentativas anteriores de relevamiento de la ocupación realizadas por técnicos que procedieron sin entablar ningún contacto con los pobladores y consignando solamente las extensiones que visualmente podían considerarse afectadas a un uso determinado durante la realización del relevamiento6. De modo tal que tanto las ONGs como los ocupantes tenían consciencia de la significación estratégica de la representación que habría de proporcionar el censo, por lo que trataron de ajustar la interpretación de las categorías de registro a lo que tácitamente juzgaron que constituiría la imagen más adecuada del fenómeno de la ocupación. Por su parte, las ONGs que apoyan la organización de la lucha por la tierra promueven una representación de los ocupantes que subraya la homogeneidad de la población y el carácter de necesidad de la ocupación, asociado a la supervivencia inmediata («tierra para plantar»; «plantar para comer»). Dentro de esta concepción los derechos se fundamentan en la residencia en una tierra de trabajo, considerada como la única fuente del sustento familiar7. En el centro de esta representación se ubica el estereotipo de la familia campesina8, habitante de una vivienda a su vez localizada en la tierra que la familia trabaja para así subvenir a sus necesidades. Ahora bien, el hecho es que, en Misiones (a diferencia de lo que ocurre en Brasil: cf. Leite y otros, 2004), los conflictos e iniciativas de los movimientos sociales no constituyen el motor principal de las ocupaciones. Típicamente, el proceso de ocupación es llevado adelante por los mismos productores, y la intervención de los mediadores se produce después. De este modo, la apropiación de la tierra no responde a pautas establecidas por una organización sino que es el fruto de los recursos puestos en juego individualmente por las distintas unidades domésticas. Se trata entonces de modos “particulares” de gestión del poblamiento, los que no siempre resultan coincidentes con las representaciones sustentadas por las ONGs, plasmadas en las negociaciones con el Estado. Aunque como investigadores nunca dejamos de ser conscientes de las implicaciones políticas de la tarea que nos encomendaron, nos propusimos la realización de este censo como una investigación sociológica antes que como un procedimiento administrativo. Para lo primero es suficiente con analizar los datos en su conjunto, estadísticamente; lo segundo, por lo contrario, supondría establecer cada situación individual del modo más preciso posible a la vez que atenerse estrictamente a las respuestas del entrevistado (al menos de pasar a asumir directamente una función ya no solo administrativa, sino policial; es claro que cuanto más nos preocupamos por el primer aspecto menos relevantes se tornan los datos en cuanto a su posible utilización

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jurídico-administrativa). En este sentido, consideramos que interesaba menos la homogeneidad de los estímulos (preguntas) como base para dejar asentada la situación de cada ocupante, que tratar de reconstruir del modo más próximo posible a la realidad esa situación. Por ende no nos conformamos con las respuestas de los censados tomadas por su valor facial, sino que no dudamos en combinarlas con otras informaciones para “corregir” los datos que sabíamos erróneos. Es que en efecto, era esperable que algunas repuestas estuvieran sistemáticamente distorsionadas. Es así que pudimos observar como, ante la realización del censo, los ocupantes con mayores superficies o que reivindicaban la titularidad de varios lotes trataron de poner en práctica estrategias tendientes a ajustar su situación a la representación del poblamiento mantenida por las ONGs. De este modo, la realización del censo se asentó sobre bases parcialmente contradictorias. Por un lado, el punto de vista sociológico, interesado en describir los procesos de ocupación y apropiación de la tierra de acuerdo a diversas estrategias9. Por el otro, el punto de vista de los ocupantes y las ONGs de apoyo, orientado a normatizar los procesos según cánones de eficacia política. Aun cuando el censo no tuviera potestad para fijar estándars, los modos en que sería registrada la información fueron objeto de un prolongado trabajo de coordinación. Esto se hizo visible al realizar una reunión inicial con un grupo de ocupantes en Pozo Azul10. Concurrimos a dicha reunión con un primer borrador de cédula censal, elaborado en conjunto con responsables de las ONGs, para explicar las características del censo a la vez que para consensuar criterios tendientes a lograr un mejor ajuste de las categorías en que se basaría el proceso de recolección de datos. Al principio con algunas dudas, los propios ocupantes plantearon una serie de situaciones que podían aparecer como problemáticas. Así, algunos insistían en que el registro de la superficie ocupada se realizara tomando en cuenta las distintas calidades de la tierra, puesto que no se trataba siempre de extensiones totalmente utilizables para la agricultura y que resultaba pertinente especificar las características topográficas y la aptitud agrícola de los suelos, incluyendo las fracciones en reserva (futuros rozados, conservación de monte, etc.)11. Estos ocupantes trasuntaban alguna inquietud acerca de que la simple consignación de una cifra de hectáreas de superficie pudiera interpretarse como un “exceso” con relación a la idea que ellos se hacían de los estándares de la organización o del gobierno. Otro emergente en esa reunión que vino a trastocar nuestro esquema inicial fue cuando se planteó la existencia de familias que reivindicaban varios lotes. Por un lado, se constató que existían familias basadas en un patrón de asentamiento doble: típicamente la vivienda principal se ubica en una pequeña parcela próxima a la ruta y a los servicios, mientras el lote productivo —de mayor superficie— se localiza en zonas de más difícil acceso. Por otra parte, también había casos de acumulación de parcelas con vistas a la instalación agrícola de la mayoría de los hijos, la cual es una práctica habitual en la ocupación de tierras fiscales (modelo abierto, de instalación múltiple, Bouchard, 1996). Estas situaciones entrañaban el riesgo de que pudieran ser aprehendidas exclusivamente en términos especulativos. Sin embargo, desde nuestro punto de vista, basado en el conocimiento de la dinámica de los procesos de ocupación de tierras fiscales (Schiavoni, 1995, 2001), estos casos se justificaban plenamente considerando los requerimientos de reproducción social de la agricultura familiar. La reivindicación de más de un lote por el mismo titular o por miembros de una misma unidad doméstica también fue objeto de operaciones estratégicas. Analizando los datos del censo, pudimos observar como esos casos dieron lugar a diversas estrategias (lotes registrados a nombre de la esposa, etc.). A su vez constatamos como, ante la inminencia de la realización del censo, se precipitó la cesión de predios a hijas, hijos, hermanos y parientes. Este fue un modo de “legitimar” la posesión de extensiones de tierra susceptibles de ser consideradas como “excesivas” desde la representación de una agricultura “campesina”. Agreguemos a esto que, en muchos asentamientos, la realización del censo coincidió con la elaboración de una primera representación del espacio y tuvo un efecto similar a la realización de los trabajos de mensura en las ocupaciones fiscales12. La elaboración de croquis de los asentamientos13 para la organización del trabajo de los censistas en el campo, consensuada entre ocupantes y delegados, ya constituyó un primer ordenamiento del poblamiento sancionando, sino los límites exactos, al menos la ubicación relativa de las parcelas. En el caso particular de una categoría productores que hacen un uso sumamente extensivo de la tierra14 —como los chancheros o zafristas—, los requerimientos del censo se tradujeron en la imposición de límites previamente inexistentes para sus parcelas, viéndose obligados a estabilizar criterios de apropiación y uso del espacio que hasta entonces difusos15.

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De algún modo, la descripción técnica debía ir a contrapelo de las estrategias de los ocupantes con el fin de conocer sus modos de apropiación de la tierra y sus características socio—económicas. El problema es que no siempre resulta simple fundamentar esa descripción en criterios que hagan caso omiso de las categorías nativas. Y es que, en efecto, las categorías del sentido práctico, generadas por y para la acción, simplemente resultan insuficientes para el conocimiento sociológico. Clásicamente en antropología es un lugar común la oposición que es factible trazar entre lo émico y lo ético. El problema de buscar un compromiso entre lo ético y lo émico se complica aun más teniendo en cuenta que, si es cierto que el sentido práctico del respondente obedece a una lógica difusa, tampoco los procedimientos tipológicos del analista terminan satisfaciendo siempre de modo estricto las imposiciones de una lógica aristotélica. Inicialmente pensamos en censar familias, o unidades domésticas: de hecho tal era la demanda que nos presentaban las ONGs. Pero, como ya se ha visto, la pauta que responde al estereotipo de una “familia campesina” que habita una vivienda en un lote en el que trabaja la tierra, sin bien es mayoritaria, está lejos de cumplirse en la totalidad de los casos. En estas condiciones, los conceptos de “unidad domestica”, de “vivienda” o de “explotación agrícola” no son susceptibles de recibir una definición por completo unívoca. ¿Cómo determinar en un caso concreto si un conjunto de personas constituyen una unidad doméstica? Tal vez por el hecho de compartir una vivienda. Pero si de eso se trata: ¿En qué criterios podremos basarnos para decir que dos construcciones físicamente discontinuas constituyen dos viviendas diferentes y no dos partes de una misma “vivienda”? Se trata muchas veces de construcciones precarias, sin baño, y con frecuencia carentes de cocina, que están reducidas a su función de dormitorio. Con lo que no es evidente ante un conjunto de casillas determinar si se trata de “una” o de “varias” viviendas. En realidad, se trata muchas veces de pequeñas construcciones que se van adjuntando unas a otras de acuerdo a las necesidades diferentes que se corresponden con las distintas fases del ciclo doméstico (sin contar que, como ya se ha observado, existen familias con un patrón de residencia doble). Pero si ello es así, no queda más que retornar al criterio de la unidad doméstica. Atenderemos a si esas construcciones espacialmente separadas están o no habitadas por diferentes unidades domésticas y no por “partes” de la misma UD. Con lo que se regresa al casillero de partida: ¿cuando estamos frente una unidad doméstica o bien a varias? Por supuesto, intentaremos basarnos en la existencia de una economía doméstica en común, o sea en la existencia de determinadas actividades que se realizan en conjunto, como compartir la comida, o trabajar todos en la única explotación agrícola. ¿Pero qué pasa si trabajan juntos pero comen separados? Y más aun: ¿en qué podremos basarnos para sostener que se trata de una misma y única explotación?, etc. Muy pronto nos sentiremos tentados de decir “que ellos decidan”, o “lo que ellos declaren”. Es claro que la simplicidad de esta alternativa es sólo aparente. En realidad no resuelve nada, en la medida en que está dependiendo de la idea de “familia” que puedan sostener los respondentes, idea que podrá variar de una unidad doméstica a otra, e incluso de una a otra circunstancia para una misma unidad doméstica. Desde la perspectiva de los actores la misma inestabilidad de las categorías del sentido práctico resulta ventajosa. Por ejemplo: ¿el “Jefe” y su cónyuge, juntos con sus hijos/as y padres constituyen una misma unidad doméstica, que responde al patrón de la UD “extensa”? Depende, a veces sí y a veces no. Pero esto puede variar para el mismo conjunto de personas en circunstancias diferentes. Si tuvieron una pelea a la mañana, tal vez se identifiquen como dos unidades distintas; pero, a la semana siguiente, o si por ventura apareciera un subsidio para las unidades domésticas de tres generaciones, podrían presentarse como integrando todos una misma unidad doméstica16. El hecho es que no estamos estudiando fenómenos naturales, no aquí hay una realidad preconstituida de una vez y para siempre que podamos pretender reflejar en un modo totalmente objetivo. No hay categorías éticas totalmente independientes de las émicas, pero a la vez éstas, al depender del sentido práctico de los actores, no son estables, ya sea que se las interprete como respondiendo a una lógica “borrosa”, ya a una intención estratégica consciente. Así, dado que el objetivo era obtener información acerca de los ocupantes de tierras y sobre las tenencias reivindicadas por éstos, delimitamos el universo de investigación tomando al lote como la primera unidad de recolección o de anclaje. Definimos el lote como una extensión de tierra continua, cuya posesión reclama una persona física denominada “titular” del lote. El lote es en este caso el mejor criterio de inclusión de una familia en el censo. Las unidades domésticas, las “familias” ocupantes que las organizaciones nos demandaban censar, no podían ser nuestro punto de partida, puesto que durante la fase de diseño de la investigación advertimos que este criterio plantearía demasiados problemas. Así, no era posible simplemente relevar todas las familias

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presentes en un asentamiento. El criterio de la mera residencia en la propiedad era inadecuado, porque a veces las familias no cumplían con este requisito, o porque reivindicaban varios lotes. Obviamente, no se trataba de renunciar a la unidad de análisis a todas luces más relevante en la perspectiva de dar cuenta de los mecanismos obrantes en los procesos de apropiación de tierras, sino que la unidad doméstica tendría que ser reconstruida. En este procedimiento, la variable “tipo de lote”, adquirió una relevancia muy especial, para tratar los casos de unidades con múltiples lotes. Básicamente, nos permitió distinguir entre unidades que contaban con un lote único, y otras con varios lotes; y en este último caso, diferenciar un lote “raíz” de un lote de “expansión”. De este modo, la categoría del “lote de expansión” jugó un rol fundamental para la construcción de nuestro objeto de investigación. Sin duda, es ésta una categoría bajo la cual se confunden situaciones que exigen ser distinguidas en el análisis. La cuestión es en un todo análoga a la que marcaba Chayanov para los campesinos rusos de principios del siglo XX cuando buscaba fundamentar la existencia de una lógica económica radicalmente diferente de la capitalista, en contra de la teoría leninista de diferenciación del campesinado. En nuestro caso, el mismo hecho —la apropiación por parte de una familia de un lote adicional— puede ser leído alternativamente como un proceso de acumulación protocapitalista, o como un simple fenómeno atinente a la reproducción de una unidad productiva familiar en una fase determinada de su ciclo doméstico. Por un lado, el lote adicional puede verse como inserto en una secuencia temporal más o menos típica del proceso de reproducción de la agricultura familiar: en t0 la familia x tiene un lote “único”; en t1 al crecer un hijo, incorpora un 2º lote: con lo que aparece poseyendo un lote “raíz” y otro “de expansión”; en t2 el hijo se independiza totalmente, y estamos ahora ante dos UD poseedoras cada una de ellas de su lote “único”. Y en este caso no parece apropiado conceptualizar la expansión territorial como parte de un proceso de acumulación. Pero por otro lado hay casos en que el lote adicional responde a una dinámica muy distinta. Por ejemplo, un agricultor que proviene de alguna zona de la provincia de colonización más antigua, donde ya opera una explotación tabacalera de 50 hectáreas, se apropia de otras 50 has. en Pozo Azul, en las que pone a trabajar tres peones que cultivan 150.000 plantas de tabaco. En este caso, lo impropio sería hablar de “reproducción” (cuando se habla de reproducción a secas es siempre en el sentido de reproducción —más o menos— simple)17. Y entre ambos extremos polares hay que pensar en la existencia de todo un continuo de situaciones intermedias. Huelga decir que en la práctica las situaciones de doble lote fueron fuente de problemas de todo tipo, no siempre simples de resolver. Sin ir más lejos, si nos encontramos en conocimiento de que el hijo de un ocupante que hemos censado registra otro lote a su nombre, surge la duda acerca de cómo se clasificará el lote del hijo situación: ¿lote “único” o lote “de expansión”? En fin, es el tipo de problemas que es esperable que se planteen al intentar aprehender procesos dinámicos en base a un registro sincrónico de la información. Así, el trabajo de descripción encarado por el censo tenía que neutralizar al mismo tiempo la representación oficial del poblamiento producida por las ONGs y las estrategias de los ocupantes tendientes a ajustar sus prácticas a ese modelo, que tiende a deslegitimar los procesos de capitalización y la situación de ocupantes pertenecientes a categorías sociales medias («la tierra es para los campesinos, los maestros tienen otras fuentes», etc.)18. Estas consideraciones ponen de manifiesto el carácter socialmente empotrado de la investigación que llevamos a cabo, mostrando la complejidad que revisten las relaciones entre realidad y representación objetiva, aun en el caso de un procedimiento en apariencia simple como es un censo de población. El instrumento de registro, en efecto, no solo capta información sino que actúa sobre ésta, de acuerdo a principios no totalmente controlables.

2. Las estrategias de ocupación

En lo que sigue intentaremos una caracterización socioeconómica de la población de ocupantes enfatizando en los aspectos ligados a las estrategias de ocupación de la tierra. En total, en las diez propiedades que censamos durante los años 2003 y 2004 relevamos 1839 lotes con información razonablemente completa. A partir de esta información pudimos reconstruir las características de 1550 unidades domésticas que reivindican dichos lotes. Los datos que presentaremos corresponden a ambos tipos de unidades de análisis.

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Se verá como la población censada está conformada mayoritariamente por agricultores, siendo que la apropiación de tierra representa la principal estrategia económica de los ocupantes. Comenzando con algunos datos sobre los lotes, en la tabla nº 1 consignamos el tipo de inserción ocupacional de los titulares de lotes en las distintas propiedades censadas19.

Tabla 1: Distribución de los lotes por propiedad e inserción ocupacional del titular (%)

PROPIEDAD En la

chacra familiar

En la chacra y

peón

En la chacra y

otra

Peón rural/ forestal Otra No

trabaja Sin dato n ( = 100%)

Agroforestal 86 10 2 0 1 0 1 (127)

Colonizadora 54 27 6 3 7 0 3 (786)

Intercontinental 65 20 5 1 6 0 2 (442)

Schmit 58 26 8 6 0 0 2 (50)

Riccieri 54 28 8 4 2 4 0 (50)

Mondorí 61 26 0 9 4 0 0 (23)

El triunfo 91 9 0 0 0 0 0 (22)

Maderil 67 12 13 3 2 1 1 (220)

Joison 64 15 6 4 6 6 1 (109)

El porteño 50 0 10 40 0 0 0 (10)

Total lotes 62 21 6 3 5 1 2 (1839)

El 62% de los lotes corresponden a titulares que trabajan exclusivamente en la explotación familiar. Pero hay además 21% que combinan la explotación agrícola con el trabajo eventual como peones —ya sea agrícolas, ya en explotaciones forestales—, y otro 6% que combinan la chacra con alguna actividad no agrícola. Con lo cual los lotes son reivindicados en un 89% por titulares dedicados total o parcialmente a la agricultura familiar20. Sólo un 5% de los titulares de los lotes se reproduce en base a actividades no—agrícolas (trabajo en aserraderos, pequeño comercio, albañilería, fletes, olería, servicio doméstico, etc.)21. Un elemento común del proceso de ocupación en las propiedades censadas es el carácter familiar del poblamiento. A semejanza de lo que ocurrió en las tierras fiscales durante las décadas del 70 y del 80, los recursos y las necesidades de expansión doméstica estructuran el poblamiento, ya que la instalación agrícola de los hijos continúa siendo el principal mecanismo de reproducción social de este sector de población. En la agricultura familiar, la fisión de los hijos adultos con respecto al hogar paterno es gradual y se refleja en una diversidad de situaciones domésticas que complejizan el patrón clásico «una familia, una chacra». Las distintas fases de la autonomización de los hijos con respecto a los padres, por las que atraviesan los hogares censados, se ponen de manifiesto en los múltiples patrones residenciales registrados: hijos que ya disponen de un lote pero aún residen con los padres; lotes en reserva para los hijos en los que todavía no se construyó una vivienda; mujer e hijos menores residiendo en un sitio próximo a la ruta mientras el padre y un hijo mayor ocupan un lote distante. Dado que, en estos contextos, la propiedad “se hace” (Musumeci, 1988) mediante la presencia y el trabajo en el lote, la posibilidad de acumular tierra está en relación con las fases del ciclo doméstico o vinculada al control de unas unidades domésticas por otras, ligadas por lazos de parentesco o conocimiento mutuo22. Los patrones residenciales dobles (lote con vivienda separado de lote productivo) son indicio, muchas veces, de relaciones de este tipo (hermanos, cuñados o sobrinos 'sin tierra' ocupan y trabajan el lote de un pariente que detenta la titularidad)23. En vinculación con la actividad forestal, la alternancia residencia/explotación pone de manifiesto el avance de la frontera agrícola, señalando la transición de un poblamiento asociado a la extracción de monte y al procesamiento de madera (representado por las villas obreras de los aserraderos, ubicadas próximas a la ruta) hacia sistemas de uso del espacio centrados crecientemente en la agricultura y la cría de animales (localizados en el monte)24.

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Los diferentes tipos de lote que se distinguen están reflejando estas estrategias domésticas. La categoría lote raíz, por ejemplo, hace referencia mayoritariamente a la explotación paterna que gestiona tierra para la instalación agrícola de los hijos, y, a su vez, la categoría lote de expansión alude a esa tierra acumulada con vistas a la instalación de los hijos. Pero la caracterización de los lotes variará a medida que transcurra el tiempo; en efecto, una parcela clasificada como “lote de expansión” se tornará “lote único” cuando concluya el proceso de separación del hijo adulto con respecto al hogar paterno. Así, considerando que un lote es una extensión de tierra continua cuya posesión es reclamada por una persona física, la variable “tipo de lote” sirve para distinguir entre diversas situaciones, con los siguientes valores: 1.“lote único” : en el caso más simple, una familia habita una casa en un lote; muchos lotes reivindicados por titulares emparentados caen en esta categoría cuando no se repite ningún integrante de un lote a otro. 2. “lote raíz” (lote ocupado inicialmente, generalmente es allí donde está la vivienda y donde están registrados todos los miembros de la UD, cuando la UD reclama dos o más lotes). Puede ser también un lote exclusivamente residencial. 3. “lote de expansión” es el o los lotes adicionales, destinados típicamente a un hijo/a, a veces a nombre de la cónyuge. En algunos casos, este lote es el lote residencial, si se encuentra próximo a la ruta y/o infraestructura de servicios. Distinguimos los lotes de expansión según los lotes raíz correspondientes estén o no comprendidos en las propiedades censadas: “Expansión B” cuando el lote raíz se encuentra dentro de las propiedades censadas y “Expansión A” cuando el lote asociado está fuera de las propiedades censadas. 4. “lote ajeno”: es el lote que no es reclamado por quien lo habita y trabaja en él en forma permanente. Es el caso de los chacreros y de sus familias, en tanto reconocen que la titularidad del lote le corresponde a otra persona que es el patrón. Las modalidades que vinculan al chacrero a su patrón son variables: a veces el chacrero tiene apenas el derecho de ocupar el lote para alguna producción de subsistencia a cambio de cuidarlo; en otros casos, el chacrero aparece “asociado” al patrón por un porcentaje de la producción (con lo que la relación se asemeja a una suerte de contrato de mediería). Solamente 17 lotes (menos de un 1%) cayeron en esta categoría, que no registra mayor relevancia25. 5. “lote indeterminado”: involucra casos de familias con varios lotes en los que no se ha podido establecer si el lote censado es del tipo “raíz” o “expansión” por carecer de información suficientemente precisa sobre el otro lote. Por ejemplo, la familia reside fuera del lote pero se desconoce si es propietaria u ocupante legítima del lote en el que reside; o aun, no existiendo vivienda en el lote censado, falta información sobre dónde vive la familia. Como puede observarse en el cuadro 2 la categoría de “lote único” (que corresponde al patrón clásico una familia, una chacra) resulta ampliamente mayoritaria (65%). Es posible, sin embargo, que en algunos casos esté recubriendo también lotes asociados que fueron declarados como parcelas independientes a nombre de la esposa o del hijo futuro titular.

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Tabla 2: Distribución de los lotes por propiedad y tipo de lote (%)

Propiedad Lote único

Lote raíz

Expansión A

Expansión B Lote ajeno Indetermi-

nado n

( = 100%)

Agroforestal 68 8 7 13 2 2 (127)

Colonizadora 67 15 2 13 0 3 (786)

Intercontinental 65 12 4 17 1 0 (442)

Schmit 78 6 8 8 0 0 (50)

Riccieri 76 0 16 6 2 0 (50)

Mondorí 48 22 0 26 0 4 (23)

El triunfo 59 14 18 9 0 0 (22)

Maderil 60 17 6 14 2 2 (220)

Joison 54 7 26 8 0 5 (109)

El porteño 60 20 0 20 0 0 (10)

Total lotes 65 13 5 14 1 2 (1839) Las categorías “lote raíz” y “lote de expansión” (que alcanzan a sumar el 32% de todos los lotes) expresan procesos de acumulación de tierra, vinculados generalmente a la reproducción doméstica (dos o más lotes operados por el mismo grupo familiar). El hecho de que un 14% de los lotes adicionales se encuentren dentro de las propiedades censadas expresa cierta capacidad de endo—reproducción de la condición de ocupante de tierras privadas. Los lotes de “Expansión A” —un 5% del total— pertenecen a sistemas de lotes asociados que comprenden parcelas situadas fuera de las propiedades censadas. En esos casos, los lotes adicionales corresponden a tierras fiscales o a colonias agrícolas establecidas y, en general, a situaciones de menor vulnerabilidad. Y es que en efecto, en Misiones, la condición de ocupante de tierras privadas representa la situación de mayor vulnerabilidad agraria.

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Tabla 3: Distribución de los lotes por superficie y tipo de lote (%)

Escala de superficie Lote único Lote raíz Expansión A Expansión B Lote ajeno Indetermi-nado Total

Hasta 1 ha. 7 14 3 6 6 3 8

De 1,1 a 5 14 16 3 13 12 24 14

De 5,1 a 10 17 18 16 14 29 14 16

De 10,1 a 20 24 20 29 22 24 16 24

De 20,1 a 30 18 17 10 18 6 22 18

De 30,1 a 40 6 5 2 9 6 5 6

De 40,1 a 50 5 3 6 10 0 3 5

De 50,1 a 75 3 3 3 5 0 3 3

De 75,1 a 100 2 2 3 2 6 0 2

Más de 100 3 2 22 2 6 8 4

Sin dato 0 0 2 0 6 3 0

n ( = 100%) (1200) (237) (96) (252) (17) (37) (1839) Las superficies apropiadas por los ocupantes se concentran en los estratos pequeños y medios (el 58% de los ocupantes detenta parcelas de 5,1 a 30 ha), aunque también existe un 4% con lotes mayores de 100 ha. (en frecuencias absolutas, 39 de estas parcelas mayores de 100 ha. son lotes únicos y 21 son lotes de expansión A). Las estrategias de apropiación, expresadas en las distintas categorías de lote, no guardan una relación directa con la superficie ocupada. Aun así, la gran mayoría de los lotes únicos (59%) se ubica en el estrato de 5,1 a 30 ha. A su vez, el 30% de los lotes raíz corresponde a parcelas muy pequeñas (0 a 5 ha.), de tipo residencial. Sólo un 19% de los lotes únicos superan las 30 has., mientras que este estrato de extensión asciende al 28% en los lotes de expansión B y al 36% en los A. Además es en los casos de expansión A —en los que la asociación incluye lotes fuera de las propiedades censadas— en los que se registra el peso más alto del estrato de más de 100ha.: 22%. Tabla 4: Distribución de los lotes por forma de acceso y tipo de lote (%)

Forma de acceso al lote Unico Raíz Expansión

A Expansión

B Ajeno Indetermi-nado Total

Compró mejoras 73 78 66 77 0 59 73

Ocupó 20 15 20 14 0 30 19 Cedido por pariente 4 4 8 4 0 0 4

Prop. autorizó 1 2 3 0 0 5 1

Chacrero 0 0 0 0 100 0 1

Otra 1 1 0 0 0 0 1

Sin dato 1 0 3 4 0 5 2

n ( = 100%) (1200) (237) (96) (252) (17) (37) (1839) En cuanto a las formas por las cuales los ocupantes accedieron a la tenencia, la Tabla 4 muestra que en todas las categorías de lote, la compra de mejoras representa la principal vía de acceso a la tierra. Frecuentemente

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organizados por los capataces y encargados de las explotaciones forestales, estos circuitos informales de compra—venta de derechos constituyen el modo de obtención de tierra del 73% de los ocupantes mientras que sólo un 19% accede mediante ocupación directa. La cesión de predios por parte de parientes representa un 4% y la ocupación autorizada por el propietario llega al 1%. En el caso de los lotes únicos se repite el patrón general; con respecto a éstos, los lotes asociados ubicados al interior de las propiedades (raíz y expansión B) muestran una incidencia ligeramente mayor de la compra de mejoras y menor de la ocupación directa, sugiriendo que la conveniencia de acumular parcelas en las propiedades ocupadas no se deriva de la posibilidad de acceder directamente a la tierra. A su vez, los lotes asociados que comprenden parcelas situadas fuera de la propiedades censadas son los que exhiben una menor proporción de acceso mediante compra de mejoras y una presencia más significativa de la cesión de tierra por parientes. En la ocupación de tierras fiscales, la constitución de circuitos de compra—venta de mejoras es función del tiempo y representa un proceso de cierta duración, vinculado al recambio paulatino de ocupantes. En las propiedades privadas, el control informal de la tierra por parte del personal de las empresas hace que estos circuitos se establezcan con independencia de la antigüedad del poblamiento. El predominio de la compra de mejoras como forma de acceso al lote en las propiedades censadas también sería indicio de una gran rotación de ocupantes. Asimismo, en términos del conflicto con los propietarios, la apelación a esta figura estaría otorgando una mayor legitimidad a la demanda. Tabla 5: Distribución de los lotes por año de llegada y forma de acceso (%)

Año de llegada al lote

Compró mejoras Ocupó Cedido p.

pariente Propietario

autorizó Chacrero Otra forma Sin dato n

( = 100%)

2004 79 4 18 0 0 0 0 (28) 2003 78 11 4 0 2 2 2 (216) 2002 82 10 4 0 3 0 1 (135) 2001 78 16 4 0 1 1 0 (165) 2000 70 23 6 0 1 0 1 (138) 1999 79 16 3 0 0 0 3 (107) 1998 76 20 1 1 1 0 0 (135) 1997 75 19 1 2 2 0 1 (105) 1996 74 22 0 2 1 1 0 (87) 1995 78 19 2 1 0 0 0 (90) 1994 75 17 4 3 0 0 1 (71) 1993 74 19 3 1 0 1 3 (80) 1992 73 22 2 0 0 0 2 (45) 1991 66 29 2 2 0 0 2 (56) Anterior 58 27 12 2 0 1 0 (285) Sin dato 65 20 2 1 0 0 13 (96) Total lotes 73 19 4 1 1 1 2 (1839) De este modo, si bien la compra de mejoras predomina a lo largo de todo el período, la proporción es algo menor en las fases más antiguas del poblamiento. Antes de 1991, la apropiación de un 58% de los lotes resulta de la compra de mejoras, incrementándose el porcentaje hasta constituir la forma de acceso a la tierra en el 82% de los casos, en el momento inmediatamente anterior a la realización del censo (2002). Antes de 1991, la ocupación directa representa la forma de acceso a la tierra en el 27% de los casos, disminuyendo hasta alcanzar un 10 y 4%. La importancia de la ocupación directa se ha ido reduciendo gradualmente, pero es de algún modo un fenómeno que ha cambiado de carácter; su vigencia en los últimos años ya está más relacionada con modalidades explosivas de poblamiento, como la instalación repentina en propiedades sin ocupantes anteriores.

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La cesión de predios por un pariente, si bien no resulta significativa en términos generales, alcanza mayores proporciones en los predios ocupados en las etapas iniciales del poblamiento (control de la tierra por parte de algunas familias, "herencia") y en el período más reciente, quizás como efecto del propio censo. Para alcanzar una comprensión de los factores que están en juego en los procesos de apropiación de tierras privadas consideramos que rea indispensable tomar a las UD como unidades de análisis. Intuíamos que, aun tratándose de unidades domésticas que son en su amplia mayoría operadoras de explotaciones agrícolas, las mismas habrían de exhibir niveles de capitalización variables. Construimos un “Indice de equipamiento productivo” para aproximarnos a una medición de estas diferencias. Para ello, consideramos por un lado si disponían o no de lo que se puede considerar un nivel de “equipamiento básico” para la región. Partiendo de los datos, definimos como tal a la combinación de los tres implementos que registran las mayores frecuencias: el arado, la motosierra y el carro. A estos le sumamos puntajes de acuerdo a su grado de mecanización, basándonos en otros implementos (posesión de vehículos automotores, tractor, etc.). Tabla 6: UD por superficie disponible y nivel de equipamiento productivo

SUPERFICIE DISPONIBLE Nulo Muy bajo Básico Medio y

alto n

(100%)

Menos de 1 ha. 77 23 0 0 (65)

1 a 5 has. 66 29 4 0 (202)

5,1 a 10 has. 46 34 19 1 (222)

10,1 a 25 has. 31 36 30 4 (520)

25,1 a 50 has. 21 32 39 8 (310)

50,1 a 100 has. 13 34 38 16 (128)

Más de 100 has. 15 45 26 14 (92)

Sin dato 64 9 27 0 (11)

Total UD 35 33 26 5 (1550) Para caracterizar a la población de ocupantes, la simple observación del marginal inferior ya resulta por demás significativa : un 35% de las unidades domésticas carece totalmente de implementos agrícolas, y otro tercio se ubica por debajo del nivel “básico” de equipamiento. Apenas un 26% dispone de un equipamiento básico o poco más, mientras que otro 5% exhibe un nivel algo más elevado. Aunque la ausencia total o parcial de equipamiento puede suplirse en alguna medida mediante los sistemas de préstamo de implementos y de intercambio de servicios, que son intensos en la región (Baranger, 1991), la escasa capitalización de las unidades confirma el papel central de la apropiación de tierras a la vez que arroja dudas sobre su viabilidad a mediano y largo plazo. La tabla 6 muestra también una asociación marcada entre el nivel de equipamiento productivo y la superficie disponible: coherentemente, cuando ésta es inferior a una hectárea, el equipamiento es nulo en un 77% de los casos, mientras que los porcentajes con niveles más altos de equipamiento aumentan a medida que crece la superficie (salvo en aquellas unidades de más de 100 has., lo que se explica por la importancia en este estrato de la cría de cerdos en zafra). En la tabla 7 se observa como la contratación de peones está vinculada a la cantidad de tierra disponible y los porcentajes de contratación se elevan en los estratos con mayores superficies26. Así, un 49 % de las UD que disponen de 50,1 a 100 ha de superficie contrata peones, aunque en ese mismo estrato un 47% no tiene peones. En los casos con superficies mayores de 100 ha., un 65% de las UD contrata y sólo un 26% opera sin peones.

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Tabla 7: UD por superficie disponible y contratación de peones (%)

SUPERFICIE DISPONIBLE Sí No Sin dato n

( = 100%)

Menos de 1 ha. 2 95 3 (65)

1 a 5 has. 8 90 2 (202)

5,1 a 10 has. 14 82 5 (222)

10,1 a 25 has. 26 70 3 (520)

25,1 a 50 has. 38 55 7 (310)

50,1 a 100 has. 49 47 4 (128)

Más de 100 has. 65 26 9 (92)

Sin dato 9 0 91 (11)

Total UD 27 67 5 (1550) La fuerte expansión del complejo agroindustrial tabacalero en el nordeste de Misiones hace que el cultivo de tabaco Burley represente otro indicador significativo de la posición de las explotaciones. En esta zona donde los cultivos permanentes como la yerba mate y el té son absolutamente marginales, el tabaco tiende a ser la principal producción comercial de la chacra, por lo que las diferentes escalas de plantación y modos de inserción en la cadena dan cuenta de los procesos de diferenciación social de las UD censadas. En este sentido, sólo un 33% de las UD censadas cultiva tabaco Burley. En conexión con los niveles de equipamiento productivo, el hecho de cultivar o no tabaco Burley pone de manifiesto que las categorías con mejores niveles de equipamiento registran mayores proporciones de plantadores. Así, las UD con un nivel medio y alto de equipamiento productivo (si bien sólo representan el 5% del total) cultivan tabaco Burley en el 75% de los casos. A su vez, el 89% de las UD con equipamiento nulo (35% del total de UD) no planta Burley. Tabla 8: UD por producción de tabaco Burley y nivel de equipamiento productivo (%)

Producción de tabaco Burley Nulo Muy bajo Básico Medio y

alto Total

Sí 9 28 65 75 33

No 89 70 34 23 65

Sin dato 2 2 1 3 2

n ( = 100%) (548) (517) (405) (80) (1550)

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Tabla 9: UD por número de plantas tabaco Burley y companía (%)

Nº de plantas de Burley Norte CTM Blasa Cima Particular Sin dato n (= 100%)

Hasta 18.000 44 12 2 8 27 7 (59)

Hasta 36.000 45 26 7 7 12 3 (180)

Hasta 54.000 47 32 9 4 6 3 (103)

Hasta 72.000 52 40 3 3 0 2 (58)

Hasta 108.000 49 39 5 2 0 5 (41)

Más de 108.000 52 32 12 0 0 4 (25)

Sin dato cantidad 59 18 4 2 12 6 (51)

Total 48 27 6 5 10 4 (517) El 33% de los ocupantes que se dedica al cultivo de tabaco Burley está integrado a distintas empresas: 48% a Norte, 27% a la Cooperativa Tabacalera de Misiones, etc. Hay además un 10% que entrega la producción a nombre de otro (“particular”). En esta última posición, de gran precariedad, se encuentra inserto un 27% de los plantadores de menor escala (hasta 1 y 2 ha27). La Cooperativa Tabacalera de Misiones retiene sólo un 12% de los plantadores chicos mientras que Norte integra un 44%. A su vez, un 52% de los plantadores grandes (más de 108.000 plantas; más de 6 ha ) están integrados a la compañía Norte, un 32% a la Cooperativa Tabacalera de Misiones y un 12% a la empresa Blasa. Tabla 10: UD por producción de tabaco Burley y pertenencia religiosa (%)

Producción de tabaco Burley Católica Evangélica Luterana Adventista Otras

religiones Sin

religión Sin dato Total

Sí 37 23 75 12 41 27 38 33

No 61 75 25 82 55 73 60 65

Sin dato 2 2 0 6 5 0 2 2

n ( = 100%) (951) (450) (32) (17) (22) (26) (52) (1550) En la Tabla 10 mostramos el peso de la producción de Burley en función de la pertenencia religiosa. La observación del marginal inferior muestra una amplio predominio de católicos. En la categoría “evangélica” incluimos a los miembros de la Asamblea de Dios, y de otras denominaciones de menor importancia, así como aquellos que se autodefinieron como “creyentes” o “evangélicos” sin mayores especificaciones. La relación con la producción de Burley es interesante ya que las denominaciones evangélicas son contrarias al cultivo del tabaco, y efectivamente es entre ellas que es más bajo el porcentaje de tabacaleros: 23% en los evangélicos y 12% en los adventistas. Esto contrasta fuertemente con los luteranos que, más allá de su escaso número, exhiben el porcentaje más alto de cultivadores de tabaco: 75%28. En el análisis a nivel de las unidades nos vimos llevados a elaborar la variable “situación de lote”. Ésta nos permitió distinguir en primer lugar entre las unidades con un solo lote y aquellas otras que disponen de varios lotes; accesoriamente nos permitió diferenciar a estas últimas según la localización del lote raíz, que puede ser “intrazona” (para las que reivindican lotes de expansión B) o “extrazona” (las que se apropiaron de lotes de expansión A), y siempre con relación al conjunto de las propiedades censadas. A esta última distinción nos

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vimos llevados por un diferencial de información sobre ambas categorías. Sin embargo, esta variable ha terminado demostrando un apreciable poder de síntesis, como se hace visible considerando la tabla 11. Tabla 11: Indicadores de capitalización de las UD según situación de lotes ( %)

INDICADORES DE CAPITALIZACIÓN Lote único Varios intrazona

Varios extrazona Total

Hasta 10 has. 38 10 12 32

Superficie 10,1 a 50 53 58 46 54

disponible 50,1 y más 9 30 38 14

Sin dato 0 2 4 1 Nulo 40 24 15 35

Nivel de Muy bajo 34 31 33 33

equipamiento Básico 23 35 36 26

productivo (IEP) Medio y alto 3 10 16 5

Puntaje promedio IEP 1,8 3 3,5 2,1

Contratación Sí 24 38 44 27

de peones No 76 56 3 67

Sin dato 0 6 53 5

Producción Sí 32 38 41 33

de tabaco No 68 56 47 65

Burley Sin dato 0 6 12 2 n (= 100%) (1187) (250) (113) (1550)

En general, el control de mayores superficies está asociado a la acumulación de parcelas y son las UD con lotes múltiples las que previsiblemente disponen de más tierra. Las UD con lote único se agrupan en los estratos menores: el 74% no supera las 25 ha. Como es de esperar, las UD con lotes múltiples exhiben escalas de superficie mayores, puesto que en estos casos hemos sumado las superficies de todos sus lotes. Mientras que sólo un 25% de las UD en lote único superan las 25 ha., 60% y más de las UD con lotes múltiples se concentran en estos estratos. A su vez, entre las de lotes múltiples intrazona hay un 30% con lotes de más de 50 ha., frente a un 38% de las UD en este estrato entre aquellas con lotes múltiples extrazona (las que comprenden los lotes de expansión A). Las UD con lotes múltiples exhiben también niveles más altos de equipamiento productivo: el puntaje promedio en el Índice exhibe diferencias significativas, aumentando en las unidades con lotes múltiples. Hay que tener en cuenta que, como producto del modo de recolección de los datos, se dispone de menor información sobre las UD con lotes múltiples extrazona, con lo que hay que pensar en una muy probable subestimación del equipamiento productivo de estas unidades ya que en muchos casos no se registraron los implementos correspondientes a los lotes extrazona. El indicador relativo a la compra de fuerza de trabajo permite, a pesar de su imperfección, establecer una diferenciación gruesa entre un 27% de unidades que contratan peones y un 67% que no lo hace. Nuevamente aquí son las UD con lotes múltiples las que proporcionalmente más contratan (38% y 44%, respectivamente,

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para las intrazona y las extrazona), mientras que sólo un 24% de las UD con lotes únicos tiene peones. Las UD con lotes múltiples extrazona aparecen nuevamente como la categoría con mayor proporción de contratación de peones (porcentaje manifiestamente subestimado, si se atiende a que en un 53% de los casos no se conoce si en los lotes extrazona se contratan o no peones). Finalmente, la producción de tabaco Burley también muestra una asociación significativa con la situación de lotes: las unidades con lotes múltiples producen tabaco con mayor frecuencia, y nuevamente esta proporción es mayor en las extrazona que en las intrazona. En suma todos los datos de la Tabla 11 apuntan consistentemente en una misma dirección. Las unidades con lotes múltiples están más capitalizadas que las de un solo lote, a la vez que las extrazona son las que exhiben un mayor nivel de capitalización. Queda claro entonces que existe entre los ocupantes un pequeño sector más capitalizado.

3. Conclusión: apropiación de tierras y diferenciación social Los procesos de ocupación de tierras que analizamos, fruto de la crisis de los sistemas de explotación de las grandes propiedades forestales del nordeste de Misiones, ponen de manifiesto la importancia de la tierra en las estrategias de reproducción social de los agricultores familiares y peones rurales. En un contexto de escasas alternativas laborales, la actividad agrícola continúa siendo una inserción posible para este sector de población. La acumulación de tierra, además, está en la base de los procesos de diferenciación social de los ocupantes. A diferencia de lo que ocurre en la agricultura industrial, en este tipo de economía la abundancia de tierra sustituye la escasez de capital. Asimismo, dado que la propiedad “se hace” mediante la presencia directa en el lote, se trata también de un esquema altamente consumidor de población. De este modo, las familias con capacidad para multiplicar su presencia, ya sea dividiéndose (procesos de fisión en determinadas fases del ciclo doméstico) o a través del control de otras unidades, están en mejores condiciones de capitalizarse. En este sentido, los procesos de diferenciación y los vínculos de dependencia doméstica no resultan incompatibles con el carácter familiar del poblamiento. Si bien la ocupación de propiedades privadas involucra sectores rurales pobres y muy pobres, representa en otros casos una vía gradual y heterodoxa de adquisición de parcelas, no reñida con procesos de capitalización. En efecto, los modos “particulares” de gestión del poblamiento que caracterizan la ocupación se asientan en la inexistencia de un mercado de tierra (las “mejoras” son transacciones dependientes de la relación social entre los contratantes y no están basadas en mecanismos impersonales). Así, en el contexto agrario provincial, marcado por el agotamiento de la reserva de tierras fiscales, la ocupación de propiedades constituye, tanto para los sectores rurales pobres como para los agricultores familiares en expansión, la única vía alternativa de acceso a una parcela. En este sentido, la realización del censo, a semejanza de la mensura en las extensiones fiscales, es un primer paso en dirección hacia la institucionalización. Los procesos descriptos se desarrollan a lo largo de la década de 1990 y el predominio de la compra de mejoras como forma de acceso al lote sugiere una gran rotación de ocupantes. En este intenso movimiento, algunos grupos domésticos consiguen controlar mayores extensiones de tierra, mediante la titularidad de varios lotes, no forzosamente contiguos, aunque próximos. Así, junto a la tendencia mayoritaria representada por las familias con lote único, se recorta como un proceso significativo la posesión de lotes múltiples, indicio de una cierta diferenciación social. Como surge de la interpretación, esta mayor disponibilidad de tierra es correlativa de mayores niveles contratación de peones y mejores niveles de equipamiento productivo. Las diversas categorías de lote, distinguidas en el análisis, fueron el instrumento puesto a punto para describir estas estrategias. El hecho que los lotes múltiples se encuentren al interior de las propiedades privadas pone de manifiesto el carácter de endo—reproducción de la condición de ocupante en el actual contexto provincial. Mediante la ocupación de tierras privadas no sólo es posible acceder a un lote para uso propio, sino conseguir parcelas adicionales, ya sea para instalar a los hijos o con el fin de expandir la explotación agrícola. A su vez, los lotes asociados que incluyen parcelas situadas fuera de las tierras privadas muestran el papel de válvula de escape que desempeña la ocupación de propiedades con respecto a las formas anteriores de acceso a la tierra para los agricultores menos capitalizados (ocupaciones fiscales, colonización). En términos generales, nuestra descripción subraya el carácter socialmente diferenciado de los ocupantes, aún cuando se trata de procesos cuya base doméstica es indiscutible. En este sentido, la apropiación de grandes superficies mediante un uso extensivo de la tierra constituye una estrategia transitoria, que explota la situación

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de desorden propia de la fase de apertura de la frontera agraria. Esta forma de apropiación resulta difícilmente sostenible en plazos mayores, a partir de recursos domésticos. La representación de los ocupantes que surge de estos datos contrasta con la imagen puesta en circulación por las organizaciones de lucha, que enfatizan la homogeneidad de la población y su carácter de campesinado de subsistencia. Como señalamos al inicio, la recolección e interpretación de los datos del censo tuvo en cuenta la existencia de esta “versión oficial” del poblamiento, así como las estrategias de los ocupantes tendientes ajustar sus prácticas al discurso de las ONGs que defienden sus intereses y llevan adelante las negociaciones con el Estado provincial. En este sentido, conviene señalar que la descripción sociológica no pone en discusión la justicia de los reclamos. En efecto, aún cuando se trate de un grupo socialmente diferenciado, los ocupantes expresan una resultante del desarrollo provincial que genera población sin posibilidad de acceso a la tierra y sin fuentes alternativas de ingresos. Construidas en base a principios diferentes, la descripción política y la descripción científica difícilmente coincidan aunque pueden articularse en la estructuración de un reclamo orientado a democratizar el acceso a la tierra en Misiones. Referencias bibliográficas

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VELHO Otávio, 1982, “A propósito de terra e igreja” en Sociedade e Agricultura, Rio de Janeiro, Zahar Editores, 125-136. 1 Este trabajo ha sido realizado en el marco del Proyecto ALDER (“Alternativas de desarrollo rural y formas de organización social”, código 16H161 del Programa de Incentivos.), actualmente con financiación de la ANPCYT (PICT Nº 04-13381: “El campo del desarrollo rural y los conflictos por la tierra en la frontera agraria de Misiones”). 2 Describiendo el origen de las Ligas Agrarias de Santa Fe, Eduardo Archetti refiere que: «La primera acción decidida por los colonos ... fue no llenar las planillas del censo de productores agropecuarios de la provincia de Santa Fe [de acuerdo a una ley provincial vigente después de 1958 todos los productores agropecuarios deben registrarse como tales cada año y declarar la cantidad de hectáreas sembradas y el número de cabezas de ganado]. Ellos consideraban que esta acción era una respuesta justa a la política agrícola del gobierno militar de turno, que no tiene en cuenta los intereses y necesidades de los productores algodoneros» (Archetti, 1988: 454). 3 «Los agentes sociales que el sociólogo clasifica son productores no sólo de actos clasificables sino también de actos de clasificación, y estos mismos también son clasificados. (…) todo conocimiento, y en particular todo conocimiento del mundo social es un acto de construcción» (Bourdieu, 1979: 544-5). 4 Aphydal (Asociación de Promoción Humana y Desarrollo Agroecológico Local) e Indes (Instituto de Desarrollo social y Promoción humana). La Aphydal es una ONG local de constitución reciente que está vinculada a la Pastoral social de la Diócesis de Iguazú, enrolada en las fracciones del catolicismo que plantean una opción preferencial por los pobres. El Indes —que sólo participó en la primera fase del relevamiento, realizada en 2003— es una ONG nacional que recibe subsidios de fuentes diversas, y que cuenta con una trayectoria de varias décadas en proyectos de desarrollo rural en Misiones. 5 La estrategia explícita de las ONGs supone precisamente lograr que el Estado provincial intervenga mediando entre los ocupantes y los terratenientes. Así, el objetivo es que el Estado expropie las tierras (pagando una compensación a los propietarios) para poder venderlas a sus ocupantes en condiciones que les resulten accesibles. En el año 2004, como resultado de estas acciones, se sanciona la ley Nº 4093 que instituye un plan especial de colonización (Plan de Arraigo y Colonización) otorgando al Estado provincial la facultad de expropiar determinados inmuebles, declarados de utilidad pública entre los que se cuentan las grandes propiedades de Colonizadora e Intercontinental (alrededor de 30.000 ha. cada una). 6 En base a este criterio restrictivo acerca de la extensión de las explotaciones, en algunos casos los propietarios propusieron relocalizar a los ocupantes en parcelas que les serían cedidas o vendidas. Ante una propuesta semejante de los propietarios de Agroforestal, por ejemplo, los ocupantes consideraron en general que esas parcelas eran demasiado pequeñas y de dudosa aptitud agrícola, además de serles ofrecidas a un precio excesivo. 7 La representación del ocupante como un agricultor orientado exclusivamente a la subsistencia ha sido analizada también como propia del discurso de la Iglesia católica brasilera. Velho subrayaba el carácter populista de este trabajo simbólico que afirma el carácter no—capitalista, e incluso anticapitalista del pequeño productor rural. Así: "parece haber amplio consenso en la atribución al ocupante de Amazonas de los atributos de autenticidad y pureza que lo mantienen en contra de los gérmenes del capitalismo" (Velho, 1982: 128; cf. también Musumeci, 1988). 8 Tomamos a la de “campesino” como una categoría émica, utilizada por algunos de los actores que intervienen en nuestro objeto de estudio 9 La ocupación de tierras no está guiada por una concepción anti—mercantil, ni supone la reivindicación de derechos que el Estado tendría la obligación de garantizar. Representa para los pequeños productores provinciales una vía gradual y heterodoxa de adquisición de parcelas, que les permite desplegar maniobras en relación a los plazos, la estimación del valor del predio y los medios de pago. 10 La localidad de Pozo Azul, ubicada en la propiedad Colonizadora Misionera, es el epicentro de la lucha por la tierra en Misiones; es allí donde el movimiento se encuentra más organizado, y donde las movilizaciones han sido más intensas, por lo que en los medios de prensa provinciales ha pasado a simbolizar esa lucha.

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11 Esto nos llevó a modificar las instrucciones para la elaboración del croquis de la explotación, agregando la identificación —con una “N”— de las superficies no aptas para la agricultura. 12 La mensura de los lotes representa un paso en dirección a la constitución de un mercado de tierra, con la consecuente valorización de los predios. El período que antecede a la mensura es un momento propicio para la adquisición de parcelas. Como señalaba un ocupante de tierras fiscales del nordeste de Misiones: «antes de la mensura aproveché la tierra fiscal barata y compré chacras para mis hijos». 13 Por “asentamiento” nos referimos al conjunto de familias ocupantes organizadas en una porción determinada del territorio. Esta categoría desarrollada por las ONGs tiene sentido sobre todo para las grandes propiedades (en las más pequeñas —e.g. Santa Rita, con 600 has.— coincide el “asentamiento” con la “propiedad”). El grado de existencia social de estos asentamientos es sumamente variable, dependiendo de cuán desarrollada se encuentre la organización local de los ocupantes: algunos de ellos funcionan prácticamente como grupos, mientras que otros no pasan de ser meros agregados estadísticos. 14 Se trata para el caso de alternativas productivas altamente consumidoras de espacio como la cría de cerdos sueltos, las que han sido estudiadas en otras fronteras agrarias latinoamericanas como modos propios de las primeras etapas del poblamiento (cf. Monbeig, 1984). 15 Uno de estos ocupantes calificaba en términos restrictivos el ordenamiento que ocurriría con la regularización: «la mensura es como entrar en cuatro paredes». 16 En la Argentina actual, la sociología de la pobreza en áreas urbanas es pletórica en ejemplos del manejo estratégico de las categorías por parte de los actores para maximizar sus posibilidades de resultar incluidos en los planes sociales. 17 Más allá de la representación campesinista sostenida por los miembros de las ONGs y en alguna medida por los actores, esto no quiere decir que no exista una percepción de estas diferencias internas a los ocupantes. Unos y otros se refieren a la existencia de cierta categoría de productores, que «vienen de fuera, de la Colonia XXX, con sus 4x4». Otra cuestión, harto más complicada, es cómo podrían las organizaciones manejar las contradicciones de este tipo. 18 La intervención de las representaciones de los mediadores se ejercía también en la tipificación de los recursos forestales existentes en las chacras, tendiendo a disminuir la calificación, catalogándolos sistemáticamente como 'capuera’ (bosques de regeneración de 1 a 7 m de altura). Desde el punto de vista de la justicia de los reclamos y de la estimación del valor de los predios ocupados era relevante asentar que los propietarios habían agotado la totalidad del monte explotable: “monte no queda nada, los dueños se llevaron todo. 19 Cuando los lotes son las unidades, esto implica que las características de sus titulares aparecen repetidas al tratarse de UD que detentan varios lotes. 20 Nuestra definición de “producción” agrícola y animal es por cierto sumamente amplia: basta con que nos encontremos, respectivamente, al menos con una planta de mandioca o con una gallina. A nivel de las unidades domésticas, la cifra es aún mayor: hay un 91% que registra algún tipo de producción agrícola y animal, 5% solamente agrícola y 2% sólo animal. 21 También es significativo el hecho de que se trate de una población de origen rural: 90% de los titulares de lote declararon que al nacer ellos sus padres vivían en una chacra. Los padres de los titulares eran mayoritariamente agricultores independientes, ya sea como propietarios ya en tierras fiscales (77%), peones rurales o forestales (8%,) o chacreros (4%); sólo un 3% se ocupaba en actividades no agrícolas (hay un 8% sin dato). 22 En otras fronteras agrarias (Araújo y Schiavoni, 2002) señalamos los modos en que los lazos domésticos participaban de procesos de diferenciación social, mediante el servicio de los parientes sin tierra en los lotes de aquellos que acceden a la tierra. 23 A propósito de la frontera agraria amazónica, Otávio Velho (1979) caracteriza un fenómeno semejante mediante la oposición orilla/centro. A diferencia del primer poblamiento amazónico organizado en torno a los ríos (la orilla), el referente de la ocupación agrícola es el interior (el centro, el monte), donde están situadas las tierras desocupadas. 24 En la frontera agraria amazónica (Araújo y Schiavoni, 2002), las trayectorias sociales de los ocupantes muestran que una vez consolidada la explotación (pastura, ganado) el titular se traslada a la zona urbana (la rúa), dejando la parcela productiva (alejada, inaccesible) en manos de un pariente (morador).

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25 La aparición imprevista de la figura del chacrero (que prima facie parecía incongruente en el contexto del censo) fue fuente de algunos problemas durante la recolección: los censistas de acuerdo a la definición que producía el informante, a veces registraron como datos del titular a los del chacrero y otras veces a los de su patrón. 26 El indicador relativo a la contratación de fuerza de trabajo fue registrado de manera imperfecta, por lo que no permite distinguir la condición temporaria o permanente de los peones. 27 En general la información fue relevada en número de plantas. Para los casos en que aparecía en hectáreas, se la convirtió a razón de 18.000 plantas = 1 hectárea, criterio adoptado a partir de 1997 por el entonces Ministerio de Asuntos Agrarios provincial. 28 Empero, para desalentar interpretaciones puramente culturalistas, convendrá tener en cuenta que, a su vez, la pertenencia religiosa está asociada con el nivel socioeconómico, contrastando la pobreza de los evángelicos con el nivel más elevado de los luteranos.