Antologia para Evento Greco

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1 Breve antología de textos y autores en Lengua castellana que tratan la figura del Greco y su obra, ordenada cronológicamente según la sucesión de estilos y/o movimientos. Antonio Illán Illán 1. Siglo XVII. Contemporáneos del Greco: el Barroco . Cristóbal de Mesa, en Las Églogas y Geórgicas de Virgilio y Rimas y el Pompeyo. Al Griego” Al soberano universal Monarca, que teniendo del mundo el gran gouierno de la vida mortal buelue el quaderno, y con supremo imperio el Orbe abarca, se quexa más del Griego la cruel Parca, que de antiguo pintor, pintor moderno que con el arte haze al hombre eterno, contra el decreto de la Stigia barca. Dize el que manda al hado y a la suerte: -Para que tenga fin lo que desseas, y se aumente tu próspera fortuna trasládalo del Reyno de la muerte (de la pintura Idea) con las Ideas que reynan en el cielo de la Luna. Luis de Góngora “Al sepulcro de Dominico Greco, excelente pintor” Esta en forma elegante, oh peregrino, De pórfido luciente dura llave El pincel niega al mundo más süave, Que dio espíritu a leño, vida a lino. Su nombre, aun de mayor aliento dino Que en los clarines de la Fama cabe, El campo ilustra de ese mármol grave. Venérale, y prosigue tu camino. Yace el Griego. Heredó Naturaleza Arte, y el Arte, estudio; Iris, colores; Febo, luces si no sombras, Morfeo.

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Breve antología de textos y autores en Lengua castellana que tratan la figura del Greco y su obra, ordenada cronológicamente según la sucesión de estilos y/o movimientos.

Antonio Illán Illán

1. Siglo XVII. Contemporáneos del Greco: el Barroco. Cristóbal de Mesa, en Las Églogas y Geórgicas de Virgilio y Rimas y el Pompeyo. “Al Griego”

Al soberano universal Monarca, que teniendo del mundo el gran gouierno de la vida mortal buelue el quaderno, y con supremo imperio el Orbe abarca, se quexa más del Griego la cruel Parca, que de antiguo pintor, pintor moderno que con el arte haze al hombre eterno, contra el decreto de la Stigia barca. Dize el que manda al hado y a la suerte: -Para que tenga fin lo que desseas, y se aumente tu próspera fortuna trasládalo del Reyno de la muerte (de la pintura Idea) con las Ideas que reynan en el cielo de la Luna.

Luis de Góngora

“Al sepulcro de Dominico Greco, excelente pintor” Esta en forma elegante, oh peregrino, De pórfido luciente dura llave El pincel niega al mundo más süave, Que dio espíritu a leño, vida a lino. Su nombre, aun de mayor aliento dino Que en los clarines de la Fama cabe, El campo ilustra de ese mármol grave. Venérale, y prosigue tu camino. Yace el Griego. Heredó Naturaleza Arte, y el Arte, estudio; Iris, colores; Febo, luces —si no sombras, Morfeo.—

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Tanta urna, a pesar de su dureza, Lágrimas beba y cuantos suda olores Corteza funeral de árbol sabeo.

Fray Hortensio Félix Paravicino y Arteaga

“Al mismo Griego en un retrato que hizo del Autor”

Divino Griego, de tu obrar no admira que en la imagen exceda al ser el arte, sino que della el cielo, por templarte, la vida, deuda a tu pincel retira. No el sol sus rayos por su esfera gira, como en tus lienzos; basta el empeñarte en amagos de Dios, entre a la parte naturaleza, que vencerse mira. Émulo de Prometheo en un retrato, no afectes lumbre, el hurto vital deja, que hasta mi alma a tanto ser ayuda. Y contra veinte y nueve años de trato, entre tu mano, y la de Dios, perpleja, cuál es el cuerpo en que ha de vivir duda.

«Al túmulo que hizo el Griego en Toledo para las honras de la Reina Margarita, que fue de piedra»

Huésped curioso, a quien la pompa admira de este aparato Real milagro Griego, no lúgubres exequias juzgues ciego, ni mármol fiel en venerable pira. El Sol que Margarita estable mira le arrancó del fatal desasossiego desta vana región, y en puro fuego vibrantes luces a su rostro aspira. Al nácar que vistió cándido, pone Toledo agradecido, por valiente mano de Creta caxa peregrina. Tosca piedra la máquina compone, que ya su grande Margarita ausente, no le ha quedado a España piedra fina.

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«A un rayo, que entró en el aposento de un pintor»

Ya fuesse Griego ofensa, o ya cuidado, que emulo tu pincel de mayor vida, le diesse á Iobe, nieue vi encendida, el taller de tus tintas ilustrado. Ya sea que el laurel horror sagrado, guardó la lumbre ya que reprimida, la saña fue de imagen parecida, desvaneció el estruendo, venció el hado. No por tus lienzos perdonó á Toledo, el triunfador del Asia, antes más dueño governaste del cielo los enojos. Embidia los mostró, templólos miedo, Y el triunfo tuyo su castigo, ó ceño, hiziste insignias, quando no despojos.

«Al túmulo deste mismo pintor, que era el Griego de Toledo» Del Griego aquí lo que encerrarse pudo yace, piedad lo esconde, fe lo sella, blando le oprime, blando mientras huella zafir, la parte que se hurtó del nudo, Su fama el orbe no reserva mudo, humano clima, bien que a oscurecella; se arma una envidia, y otra tanta estrella, nieblas no atiende de horizonte rudo. Obró a siglo mayor, mayor Apeles, no el aplauso venal, y su extrañeza admirarán, no imitarán edades. Creta le dio la vida, y los pinceles Toledo, mejor patria donde empieza a lograr con la muerte, eternidades. En la comedia intitulada La Gridonia, ó Cielo de amor vengado hay otra referencia sobre El Greco. Es cuando el príncipe Rosicler, hablando con Arternidoro, le refiere cómo había construido un palacio en cierto amenísimo paraje y hecho decorar sus paredes con pinturas al fresco.

Entre dos valientes ríos, que amigo cerco disponen, labré palacio, a mi gusto, sino a mi poder, conforme.

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Pintar quise las paredes al fresco; llamé pintores, que de Apeles dilatasen crédulas transmigraciones. Entre todos (que eran muchos), pudo gozar Miraflores, un Griego, de quien las vidas andaban a hurtar colores. Amagos eran de Dios cuantos miraua borrones el pueblo, que aun el mirar ay con ojos quien lo ignore.

José Delitala y Castelví, en Cima del Monte Parnaso español con las tres musas castellanas Caliope, Vrania y Enteype. “Al Griego, pintor valiente, que hizo un lienzo de el incendio de Troya”

Tus tintas, tus colores y pinceles, tu idea, pensamientos, simetría, almas son a la noche, vida al día, quitándola a las láminas de Apeles. Ni Fidias, ni Mentor, ni Praxiteles en oro, en mármol, y en la piedra fría que en sus veneros parió blanca cría igualaron tu tabla en sus cinceles. Arde el grande Ilión, oh insigne Griego; El incendio voraz torres abrasa, volviéndole en pavesas y ceniza; el lienzo quema el mentiroso fuego, humea el naipe y el pincel traspasa, y con su ardor tus líneas eterniza.

Francisco de Rojas Zorrilla. (Pequeña referencia en la comedia “Abre el ojo”, en el diálogo entre Clemente y doña Clara de la jornada primera). Cla. Dezidme primero, si a Doña Beatriz queréis. Cle. Como puedo responderos con un Regidor de Almagro a la vista. Cla. Deteneos; zelos de un hombre como este? tú sí traidor. Cle. No os entiendo, zelos me quereis pedir, y que yo no os pida zelos? Cia. Somos todos unos? Cle. No, porque yo no quiero empeño con dama de un Regidor; a Dios Clara Avuntamiento. Cla. A Dios el de la Beatriz, que si a buena luz la veo, parece que se ha soltado de

alguna copia del Griego. Cle. No es hermosa por lo más, mas quiereme por lo menos.

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2. El siglo XVIII. Neoclasicismo. (Siglo de olvido del Greco)

Gaspar Melchor de Jovellanos

“En el renacimiento de las artes fue Toledo (…) la cuna del buen gusto. La jus-ticia que acabamos de hacer a los insignes artistas que establecieron allí las buenas máximas, nos dispensa de repetir sus nombres. Sólo aludiremos que (…) a pesar de su seco y desagradable estilo en la pintura, añadió el Greco mucho esplendor a las artes toledanas, v que sus discípulos Maíno y Tristán, herederos de su doctrina, sin serlo de sus extravagancias, lograron allí un distinguido nombre, al mismo tiempo que los Basanes, Orrente y otros hábiles forasteros ilustraban con sus obras aquella antigua capital”.

Francisco Gregorio de SALAS, en 1775, en Nuevas poesías, serias, y jocosas, escribe una décima que lleva por título: “Epitafio para un hombre que fue muy flaco, y de las señas y genio que se leerán en la siguiente Décima”

Este Original del Greco, acartonado y enjuto, fué de color de escorbuto, carilargo, y anquiseco, habló grave, tosió hueco, y fué un grandísimo maza; más capaz con su cachaza, y adormitada paciencia, de reñir una pendencia sobre un grano de mostaza.

3. El siglo XIX. Romanticismo.

Gustavo Adolfo Bécquer en La locura del genio o en la Historia de los Templos de España, junto con Mariano José de Larra encabezan la lista de defensores de la genialidad del Greco. Ramón López Soler, en el prólogo de Los bandos de Castilla, en 1830, lanza «el primer manifiesto romántico español» valiéndose de la pintura del Greco como argumento.

4. El siglo XIX. Realismo. Benito Pérez Galdós

- «Las generaciones artísticas en la ciudad de Toledo», en Revista de España, Vols. XIV y XV, 1870, pp. 62-93.

Galdós, se refiere al Greco como «Un extranjero contribuyente a propagar en Toledo el nobilísimo arte; y si él, por tener tantas extravagancias como buenas cualidades, no puede crear escuela, sus discípulos Tristán, Orrente y Maíno producen obras que por su mérito y homogeneidad pueden formarla. Ese extranjero que nombramos, DomenicoTheotocopuli, llamado el Greco, fue un

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artista de genio, en quien los terribles efectos de una enajenación mental oscurecieron las prendas de un Ticiano o un Rubens. Una inventiva inagotable, gran facilidad para componer, mano segura para el dibujo, y a veces empleo exacto y justo del color y los tonos, son las cualidades que se observan en sus primeras obras; pero después…, el Greco se dio a pintar con un falso color y una expresión imaginaria que marca sus obras con un sello indeleble».

- Se pueden leer más referencias con un sentido más positivo sobre El Greco en las novelas Tormento, La incógnita, Realidad y, sobre todo, en su novela toledana Ángel Guerra.

Emilia Pardo Bazán

- “Días toledanos” para la gaceta Nuevo Teatro Crítico. Declara su más profunda admiración por Theotocopuli, y en especial por su obra maestra: «Cualquier pintor moderno me parece un impotente al contemplar la página divina que se llama el Entierro del Conde de Orgaz».

5. El siglo XIX –XX. Modernismo. Manuel Machado

“El caballero de la mano en el pecho” Este desconocido es un cristiano de serio porte y negra vestidura, donde brilla no más la empuñadura de su admirable estoque toledano. Severa faz de palidez de lirio surge de la golilla escarolada, por la luz interior iluminada de un macilento y religioso cirio. Aunque sólo de Dios temores sabe, porque el vitando hervor no le apasione, del mundano placer perecedero, en un gesto piadoso y noble y grave, la mano abierta sobre el pecho pone, como una disculpa, el caballero.

6. El siglo XIX-XX. Generación del 98. José Martínez Ruiz “Azorín” en: - Clásicos modernos (1913):

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«La generación de 1898 ama los viejos pueblos y el paisaje, intenta resucitar los poetas primitivos (Berceo, Juan Ruiz, Santillana); da aire al fervor por el Greco (…)».

- Diario de un enfermo (1901), «A la memoria de Domenico Theotocópuli»; el personaje central de la novela, un artista a quien aqueja una fuerte crisis creativa, encuentra en Toledo a un pintor que le hace decir:

“Este divino Greco me hace llorar de admiración y de angustia. Sus personajes alargados, retorcidos, violentos, penosos, en negruzcos tintes, azulados violentos, violentos rojos, palideces cárdenas, dan la sensación angustiosa de la vida febril, tumultuosa, atormentada, trágica. ¡Qué retrato el del cardenal Tavera! [...] Theotocópuli pinta el Espíritu: es el pintor de la Esencia. Ved los grandes y acongojados ojos de su retrato. Exasperado, febril, loco, lucha ante el lienzo, pinta, repinta, borra, vuelve a pintar; se cansa, se fatiga, se extenúa, hasta que la visión exacta queda limpia, fija, inalterable en mancha sombría, en «crueles borrones», en tormentoso dibujo que expresa el dolor, la fe ardiente, la ingenuidad, la audacia, la fuerza avasalladora de un pueblo de aventureros locos y locos místicos...”.

- En el diario madrileño La Correspondencia publica artículos encomiásticos de la

figura del Greco, para quien reclama una sala propia en el Museo del Prado.

- La Voluntad (1902) (Toledo, como ciudad castellana por antonomasia, y el Greco, como captador de su alma serán asuntos sobre los que el autor escribe en esta novela).

Miguel de Unamuno - Artículo de 1914 para una revista de arte italiana Rassegna d’Arte:

«…llegó a darnos mejor que ningún otro la expresión pictórica y gráfica del alma castellana y fue revelador, con sus pinceles, de nuestro naturalismo espiritualista. Digo naturalismo espiritualista y no realismo idealista. El alma castellana, el alma de Don Quijote y de nuestros místicos no es, en efecto, idealista, sino espiritualista. […] El idealismo es de este mundo, es pagano, es platónico, es renacentista. Y nuestro espiritualismo castellano fue místico, de otro mundo y medieval. […] Y el Greco que vino a nuestra Castilla medieval del siglo XVI habiendo atravesado la Italia del Renacimiento, sintió aquí como el idealismo italiano se le ahogaba bajo el espiritualismo castellano de la austera Toledo. Vino acaso buscando El Escorial, donde quería trabajar, y halló nuestra alma. De sus primeras obras, véneto-romanas, va pasando a sus obras genuinamente castellanas, espiritualistas, con un espiritualismo concentrado, violento y tormentoso, como se ve en el «San Mauricio» y en el «Entierro del Conde de Orgaz». No es ya el soplo paganizante del Renacimiento italiano […] sino el austero y triste recogimiento del espíritu de Castilla, que quiere salirse del cuerpo

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elevándose al cielo. Las almas de los personajes que pintó el Greco, de aquellos hombres enjutos y recios que parecen hechos con sarmientos, como de San Pedro de Alcántara decía Santa Teresa, parecen querer salirse de sus alargados cuerpos. […] Y les ilumina una fantástica luz de ensueño, a las veces una luz de pesadilla. Esos hombres viven abstraídos, reconcentrados. Los caballeros que presencian el enterramiento del Conde de Orgaz […] están juntos, contiguos, pero no se comunican entre sí, no forman sociedad. No se juntan unos con otros, sino que los junta Dios. Aparecen unidos porque dependen todos de la misma muerte –cuya expresión es el Conde– y del mismo cielo que se les abre encima. […]».

- Cancionero. (Dedica varias composiciones al Greco). - El Greco.

“…llegó [el Greco] de tal modo a consustanciar su espíritu con el del paisaje y el paisanaje en medio de los que vivió, que llegó a darnos mejor que ningún otro la expresión pictórica y gráfica del alma castellana y fue el revelador, con sus pinceles, de nuestro naturalismo espiritualista”.

Pío Baroja - Tres artículos en el diario El Globo con los siguientes títulos: «Cuadros del Greco,

I. Los retratos del Museo del Prado», «Cuadros del Greco, II. Asuntos religiosos del Museo de Prado» y «Cuadros del Greco. Tierra castellana. En Santo Tomé». “Cuadros del Greco, 1. Los retratos del Museo del Prado”

«(...) ¿Quiénes son? ¿Qué hicieron? De esos hombres retratados por el Greco, apenas se tienen datos; de algunos no se sabe nada. ¿Qué existencia viven en el mundo de las ideas? ¿Piensan? ¿Sufren? Hay algo de indescifrable en su expresión; un nimbo de pensamientos y de dolorosas angustias late y vibra alrededor de sus cabezas. Entre si, se conocieron sin duda; aún ahora, en la soledad, al anochecer, en la sala desierta, deben comunicarse sus espíritus. Esos retratos fueron hechos para adornar las austeras salas de nuestros antepasados. Hoy esos hombres, esos caballeros protestan de la exhibición a que están sometidos, y en sus ojos se lee el desprecio que sienten sus almas fuertes por la masa imbécil, por la masa sin nervio de nuestros miserables días (...)»

- Camino de perfección. (En esta novela, Toledo como marco y el Greco como referencia simbólica adquieren una extraordinaria relevancia. Texto para ilustrar la sugestión que el propio Baroja sintió por El Greco y que proyectó sobre el protagonista de su narración, Fernando Ossorio, que, en su deambular por la ciudad, recala en Santo Domingo el Antiguo:

“Fernando tomó el agua bendita y se arrodilló delante del altar. Fue mirando los cuadros.

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En el retablo mayor, tallado y esculpido por el Greco, en el intercolumnio, se veía medio oculto por un altarcete de mal gusto, un cuadro del Greco, con figuras de más de tamaño natural, firmado en latín.

(…) Admiró después, en los retablos colaterales, dos cuadros que le parecieron maravillosos: una Resurrección y un Nacimiento, y se acercó al púlpito de la iglesia a ver una Verónica pintada al blanco y negro”.

Ramón María del Valle Inclán - La lámpara maravillosa. Pasajes de los capítulos I y IX de la sección «El quietismo

estético». (Se repara en El Greco, de quien se alaba su antirrealismo y lo define como artista «alucinante, trágico y dinámico».

Antonio Machado - Retrato del Cardenal Tavera. FANTASÍA ICONOGRÁFICA

La calva prematura brilla sobre la frente amplia y severa; bajo la piel pálida tersura se trasluce la fina calavera. Mentón agudo y pómulos marcados por trazos de un punzón adamantino; y de insólita púrpura manchados los labios que soñara un florentino. Mientras la boca sonreír parece, los ojos perspicaces, que un ceño pensativo empequeñece, miran y ven, profundos y tenaces. Tiene sobre la mesa un libro viejo donde posa la mano distraída. Al fondo de la cuadra, en el espejo, una tarde dorada está dormida. Montañas de violeta y grasientos breñales, la tierra que ama el santo y el poeta, los buitres y las águilas caudales. Del abierto balcón al blanco muro va una franja de sol anaranjada que inflama el aire, en el ambiente obscuro que envuelve la armadura arrinconada

Félix Urabayen - Toledo: Piedad. “Trabajo III. Carne semita: El Greco”. Este capítulo es

interesante porque está dedicado a novelar la vida del Greco en Toledo. - Vidas difícilmente ejemplares. En el capítulo “Vida ejemplar de un pintor

famoso” se reconstruye la atrayente biografía de El Greco. - Don Amor volvió a Toledo. (En los primeros capítulos critica la venta de

Grecos).

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6. El siglo XX. Otras miradas

Carta de Rainer Maria Rilke al escultor Rodin en la que habla del cuadro “Vista de Toledo”

"La tormenta se ha desencadenado y cae bruscamente tras una ciudad que, situada en la pendiente de una colina, asciende aprisa hacia la catedral, y aún más hacia lo alto, hasta el Alcázar, cuadrado y macizo. Una luz en jirones surca la tierra, la remueve, la desgarra y hace surgir prados, de un verde pálido, y detrás árboles como seres insomnes. Un río estrecho sale sin movimiento del montón de colinas y amenaza aterradoramente, con su azul negro y nocturno, las llamas verdes de los matorrales."

7. El siglo XX. Novecentismo.

Juan Ramón Jiménez - El Modernismo. Notas de un curso (defiende el magisterio e influjo que el pintor pudo ejercer sobre Góngora). José Ortega y Gasset

Renan. Teoría de lo versímil. (Toma a El Greco como modelo para explicar una concepción de la creatividad entendida una interpretación de lo real sometido al dominio de la metáfora:

«El mundo de los sueños y de las alucinaciones se diferencia solamente del de las realidades en que en éste ejercen su función policíaca las leyes de la física o de la fisiología. Y esa realidad que avanza sobre nosotros, bronca y vibrante, desde los cuadros del Greco, esa realidad fuera de todas las leyes, inexplicable, irreductible a conceptos, indócil a la sujeción de las mismas palabras, ¿será una alucinación colectiva, un sueño secular y nada más? Esos hombres cárdenos que delante de tantas generaciones han hecho temblar sus barbas agudas, no gravitan hacia el centro de la tierra, como los de carne y hueso; por consiguiente, no son verdad. Pero si hubiéramos conocido el hombre mismo que sirvió de modelo a Theotocopuli, persistiríamos en afirmar que el hombre pintado contiene mucha más realidad y verdad española que aquel vulgar vecino de una Toledo cotidiana y vulgar (…). No es, por tanto, una mentira, no es completamente falsa esa realidad misteriosa que nos visita en la luz pulida del Museo. El Hombre con la mano al pecho nos ha servido para introducirnos con alguna precisión en las condiciones de una existencia intermedia, semi-verdad, semi-error, que puebla un mundo infinitamente más amplio, más viejo y más rico que el de las realidades inequívocas. Es el mundo de lo verosímil. (…) el mundo de lo verosímil es el mismo de las cosas reales sometidas a una interpretación peculiar: la metafórica».

Eugenio d’Ors - Poussin y El Greco. (Establece una dialéctica entre lo barroco y lo clásico, donde

define al Greco como “el pintor de las formas que vuelan» por oposición a la creatividad barroca de Pussin, pintor «de formas que pesan”.

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- Tres horas en el Museo del Prado. Ramón Gómez de la Serna - El Greco (el visionario iluminado).

«Es día de frío, pero a El Greco le gusta pintar bajo el hielo y la luz del polo porque así se siluetean mejor los ángeles y consigue nubes azulencas de sierra nevada que convierte en pliegues de manto o túnica. El Greco pintó mucho sus santos orantes metidos en bloques de hielo y así están los que duermen junto a Jesús y el ángel en La Oración del Huerto que posee Arthur Sachs. Ya sabía él que en el glacial elemento sólido, carambanal y transparente, adquirían inmortalidad las figuras».

Gregorio Marañón y Posadillo - Elogio y nostalgia de Toledo

«En esta tierra de España, la semilla semita del Greco, conservada como en un silo, a través de sus viajes por Europa, iba a alcanzar el ambiente inigualado para su germinación. Todo genio es el producto de tres azares (...): el azar de la excelsitud del alma; el de que el alma genial encuentre su ambiente propicio, y todavía, el de que el alma y su ambiente se encuentren en el momento justo, exacto, en que uno a otro se puedan fecundar. En el Greco se dio la triple fortuna: su genio encontró su ambiente, que era, inexcusablemente, el de Toledo, y lo encontró en la hora en que podía germinar».

- El Greco y Toledo (Ensayo).

Manuel García Morente - Idea de la Hispanidad. (Presenta al Greco como la esencia del ser hispánico:

«El elemento racial en una nación es, desde luego, importante; pero no el único y, menos aún, el esencial. Un ejemplo característico encontramos en la historia del arte. Viene de Grecia a España un pintor, que no tiene ni una gota de sangre española, el Greco. Y en este pintor se asimila tan profundamente el espíritu español, la esencia de la hispanidad, que sus cuadros constituyen uno de los más elevados exponentes del alma hispánica».

8. El siglo XX. Generación del 27. Anaglifo

“El té, el té, la gallina, y el Teotocópuli”.

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Rafael Alberti - A la pintura. (Es el libro en el que más referencias podemos encontrar sobre El

Greco. En los poemas dedicados a los colores siempre e encuentra algún detalle referido al Greco. Muy significativo y descriptivo es el poema “El Greco”).

“El Greco” Aquí, el barro ascendiendo a vértice de llama, la luz hecha salmuera, la lava del espíritu candente. Aquí, la tiza delirante de los cielos polvoreados de cortadas nubes, sobre las que se vuelcan en remolinos o de las que penden, agarrados de un pie, del pico de un cabello, o del cañón de un ala, ángeles de narices alcuzas y ojos bizcos, trastornados de azufre, prendidos por un fósforo traído en un zigzag del aire. Una gloria con trenos de ictericia, un biliar canto derramado. ¿De dónde este volcán que arroja pliegues, que arruga y desarruga el fuego, que es capaz de hacer líquido el rayo y de escorzar la voz de las tinieblas? ¿De dónde, aquí, hacia dónde el lagrimal torcido de coagulada lágrima casi en gota de lacre, el devorado manto, el tiritante traje tenebroso, tinto de un vino tinto de la tierra, abrasando los cuerpos en invasión contra los deslumbrados rostros o desceñidas manos frías en puntas aspirantes a alas? ¿Qué es este evaporado, ciego aliento, este vaho desprendido que achicharra, esta lumbre incesante que hiela? Lívida turbación, anhelo consternado, ansia verde, amarillo frenesí, larga, desalentada, pálida lengua sola. Tocad y sentiréis que los brazos os cantan, os elevan, diluyéndoos el peso, arrebatándoos de gloria enlodazada o infierno transparente. ¡Oh purgatorio del color, castigo,

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desbocado castigo de la línea, descoyuntado laberinto, etérea cueva de misteriosos bellos feos, de horribles hermosísimos, penando sobre una eternidad siempre asombrada!

Jorge Guillén

“El Greco” La peñascosa pesadumbre estable Ni se derrumba ni se precipita, Y dando a tanta sigla eterna cita Yergue con altivez hisopo y sable. ¡Toledo! Al amparo del nombre y su gran ruedo -Toledo, quiero y puedo- Convive en esa cima tanto estilo De piedra con la luz arrebatada Está allí Theotocópulos cretense, De sus visiones lúcido amanuense, Que a toda la ciudad prescrita en vilo, Toda tensión de espada Flamígera, relámpago muy largo: Alumbra, no da miedo. ¡Toledo! A mí mismo me excedo Sin lujo de recargo. Filo de algún fulgor que fue una hoguera, Siempre visible fibra, Zigzag candente para que no muera La pasión de un Toledo que revibra Todo infuso en azules, ocres, rojos: El Alma ante los ojos.

Luis Cernuda - Con las horas contadas. El Greco como motivo lírico en un poema titulado “Retrato

de poeta” (referido al retrato de fray H. F. Paravicino). Gerardo Diego - En una conferencia pronunciada en 1926 afirmó que «Góngora es el Greco de la

poesía, o si se quiere, el Greco es el Góngora de la pintura».

Federico García Lorca - Juego y teoría del duende. “Es este (el duende) el que rompe las nubes del Greco”.

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Pedro Salinas - “Delirios del chopo y el ciprés” en Revista de Occidente (1924) y Víspera del gozo

(1926). En el relato, una pareja de enamorados combate el recuerdo melancólico del viaje en tren que han realizado por Castilla acudiendo al museo, donde los ojos de un personaje retratado por el Greco les recuerda al paisaje añorado.

9. El siglo XX. Otros

León Felipe -El “Retrato de un desconocido” del Greco se transmuta en el poema «El español desconocido». Del poema, que consta de 188 versos, extracto el siguiente fragmento:

«La cabeza más noble, más serena, más iluminada, más ungida de «gracias» y santidad que nos ha legado la gran pintura española (…) No es un soldado… Tampoco un gran patricio. Tal vez no es más que un hidalgüelo acomodado. Tiene una frente castellana, rústica, no plebeya… Es la frente de un labriego toledano».

Ezequiel González Mas - Cuaderno con siete sonetos dedicados al Greco.

Cuando tu yerma angustia perseguía la oculta realidad de los colores no los buscabas nunca entre las flores que en el jardín cortabas cada día ni en la atmósfera inmóvil que envolvía la soñadora paz de los alcores ni siquiera en los pájaros cantores cuyo plumaje a todos seducía. A la altura elevas tu maltrecho cuerpo, ciprés de savia verdadera. Te desnudabas lentamente el pecho. De Dios – tu sol – bajaba una ligera ráfaga de áurea luz, rayo derecho. Tu corazón, oh Greco, el prisma era».

Ángel Valbuena Prat - Dios sobre la muerte.

“Al Cristo del Greco”

«Jesús de la inquietud y la agonía, de la sombra y la nube, yo te invoco,

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llama en los cuadros del cretense loco, descoyuntado y sin anatomía. ¡Líbrame de este siglo que porfía por hacerme de piedra! ¡Soy tan poco para ser firme! Y cuanto veo y toco se alarga en un temblor de melodía. Contigo, sin el orden y el diseño, en mi carne de aflicto penitente de lágrima, crepúsculo y ensueño, se grabará el dolor omnipotente, como punzante clavo de tu leño, como sangrienta espina de tu frente».

Otros autores en los que se pueden encontrar poemas en los que El Greco tiene protagonismo: José Camón Aznar

«Crece el color, asciende. ¿Ángel o nube? cuanto se alarga en alma se transforma. La forma, siempre Dios; esta es la norma. Alto el pincel, sobre los cielos sube. Alta la luz, las formas en desmayo. Ya todo es ala, todo es ya viento. Del espíritu el roce; solo intento de forma. Hacia los cielos, rayo. Más alto aún. Ya en la cima del vuelo, los espacios en flor, en flor el cielo, y allí el pincel se embriaga. Llama es la Cruz. Fuego, el color. Los ángeles son lumbre. El mismo Dios, pintado como cumbre. ¿Y la Gloria? Un éxtasis de luz”.

Ginés de Albareda Herrera

«Formas en vuelo fuera del espacio y tornillo sin fin de los colores que se pierde por alas y fulgores, persiguiéndose. Vértigo reacio de sueños en escorzo y ojo lacio. Razonados delirios turbadores. Escalofrío prieto de pudores vuelto a ser. Dinámico topacio y mística esmeralda y rubí loco. Turbulenta conciencia derramada. No presencias de espacio ni tampoco de tiempo. Personal fuga de norma por la genial canción iluminada. Diálogo tenso de sustancia y forma».

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Roque Nieto Peña. Soneto «Crepúsculo en Toledo»: «Paisaje en Toledo solemne y legendario, atardecer sombrío, agonizante sol. Al Conde de Orgaz yerto, en férreo sudario, ilustres caballeros sepultan con honor».

Juan Alberto de los Cármenes. “Asunción, del Greco”

«¡Dios te salve, Cuerpo, Brisa, Espuma, Ala, Curva de Llama, Aroma, Nube, Risa, Música, Escala! ¡Ave, Flor de la Carne en puro vuelo, En pura idealidad tangible y viva! ¡Cielo del Cielo, Cielo sobre el Cielo! ¡Mirada fugitiva! ¡Dios te salve, Hermosura, Melodía…! ¡Dios te salve, Hermosura, Melodía…! ¡Dios te salve, Asunción, solo Universo De la intacta Alegría! ¡Ave, Amor-libertad que eres María! (Y ahora calle mi verso)».

Gastón Baquero. «Amapolas en el camino de Toledo»:

«Yo he visto todo eso: yo, ciego, he visto más: la alondra saboreando el amargor del incienso, la borla caída de un sepulcro gótico, el cirio rojo en la tumba del cardenal, la mariposa comunicando un secreto a San Cristóbal, la osamenta de un rabino escondida bajo la armadura del Conde de Orgaz».

Juan Antonio Sánchez Quirós. «Meditación en Toledo»

«Caballero. Vida, muerte. ¿Conoces el secreto? Silencio… El Conde de Orgaz ha muerto - . Muerte, vida. Ecuación del sueño. Caballero».

Carlos Murciano. «Para un caballero del Greco»

«Está y no está en su perfil.

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Se adivina solamente Cómo el pincel dio a la frente Palideces de marfil. Una sombra en el atril Se posa, y una canción Tristísima suena. (Son Las doce.) No dice nada. Pero pone su afilada Mano sobre el corazón».

Juan Antonio Villacañas. - Conjugación poética del Greco. «Nocturno toledano»

«Andador de la Historia pasa el Greco con mirada carmín recién pintada. Corta la noche el paso. Es una espada afilada en el pálpito del eco. Pasa la noche. Y huye por un hueco de la pared la sombra enamorada. Está la soledad acorralada por el aire que suena agudo y seco. Algo sorprende la palabra: ¿Es sueño? ¿Religiosa ansiedad de polvo? ¿Brisa que salpica hasta el alma cuando pasa? Y es que transita Dios, dentro, risueño, con un ramo de siglos en su risa, escalando la paz de cada casa».

10. Siglo XX y XXI. Narrativa. Son abundantes los textos que recogen algún aspecto de El Greco. Cito autores y obras.

Amado Nervo. “Un sueño” (cuento), publicado en Cuento semanal. (Se puede bajar de internet). Es muy interesante, pues además de recrear el taller del Greco y la época, recoge casi todos los tópicos que se han dicho sobre el pintor. Manuel Mujica Láinez - El laberinto (novela). - La viuda del Greco (cuento).

Jesús Fernández Santos - El Griego

Manuel Ayllón - La conjura del Greco

Silvia Plager - Las damas ocultas del Greco

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José Luis Gracia Mosteo - El pintor de fantasmas

Jesús Ferrero - Juanelo o el hombre nuevo

Javier Sierra - El maestro del Prado

De reciente aparición: Narrando desde El Greco, de Lunwerg Editores. Veintidós relatos a partir de cuadros de El Greco. Escriben: Lola Beccaria, Juan Bonilla, Ángeles Caso, Inma Chacón, Juan Eslava Galán, Antonio G. Iturbe, Hipólito G. Navarro, Adolfo García Ortega, Marcos Giralt Torrente, Luisgé Martín, Gustavo Martín Garzo, Ignacio Martínez de Pisón, Ricardo Menéndez Salmón, José María Merino, Javier Moro, Justo Navarro, Álvaro Pombo, Soledad Puértolas, Lorenzo Silva, Andrés Trapiello, Clara Usón y Manuel Vilas. Dos novelas no originales en lengua castellana, pero con algún interés: Stefan Andres - El Greco pinta al Gran Inquisidor

Ernest Hemingway - Muerte en la tarde. (Un corto texto que puede servir para comentar la diversidad

en cuanto a tendencias sexuales. Como no es fácil encontrar la novela trascribo el texto).

“¿Quieren ustedes un poco de diálogo? ¿Sobre qué? ¿Sobre algo de pintura? ¿Alguna cosa para complacer al señor Huxley? ¿Algo para que el libro valga el dinero que ha costado? Muy bien; es el final de un capítulo. Podemos permitírnoslo. Pues bien, cuando Julius Meier-Graefe, crítico alemán, vino a España, quiso ver los Goyas y los Velázquez para conseguir éxtasis publicables; pero resultó que le gustaban más los Grecos. No estaba contento de que le gustara más el Greco; quería que le gustase sólo a él, y escribió un libro para explicar qué pobres diablos eran Goya y Velázquez, a fin de exaltar al Greco; el punto de partida que eligió para juzgar a esos pintores fue la Crucifixión de Nuestro Señor, tal y como la pintaron estos tres maestros. Es difícil comportarse más estúpidamente que el pobre Meier-Graefe, ya que el único de los tres que creía en Nuestro Señor, o que tenía algún interés en su crucifixión, era el Greco. Sólo se puede juzgar a un pintor por la manera que tiene de pintar las cosas en que cree, las que le importan y las que odia. Velázquez creía en la indumentaria y en la importancia de la pintura como pintura. Y no es inteligente juzgarle por el retrato de un hombre casi desnudo, sobre una cruz, que había sido ya pintado –y Velázquez lo sabía– de una manera muy satisfactoria en la misma postura, en otras ocasiones y por el que Velázquez no sentía ningún interés. Goya era como Stendhal; la vista de un cura podía estimular en él, como en cualquiera de los buenos anticlericales, una rabia creadora. La Crucifixión de Goya es una oleografía sobre madera de un romanticismo cínico, que podría servir de cartel para anunciar crucifixiones a la manera de los carteles que se fijan para las corridas. El Greco gustaba de pintar asuntos religiosos porque era evidentemente un hombre religioso y porque su arte incomparable no se limitaba a la

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reproducción minuciosa de los rasgos de los caballeros cuyo retrato hacía, y podía ir tan lejos como quisiera en aquel otro mundo. Y consciente o inconscientemente, pintaba santos, apóstoles, Cristos y Vírgenes con los rasgos y las formas andróginas que poblaban su imaginación. Un día, en París, hablando con una muchacha que escribía una biografía novelada del Greco, le dije: ¿Le presenta usted como un ma...? –No –dijo ella–. ¿Por qué iba a hacerlo así? ¿Ha visto usted alguna vez sus cuadros? –Sí, claro que los he visto. ¿Ha visto en alguna parte ejemplos más clásicos que los que él ha pintado? ¿Cree usted que es por accidente, o piensa que todos aquellos ciudadanos eran homosexuales? El único santo, que yo sepa, que ha sido universalmente pintado de esa forma es San Sebastián. El Greco los ha pintado a todos de la misma manera. Pero fíjese en sus cuadros. No se fíe de mi palabra. –No había pensado en ello –replicó. –Pues piénselo –le dije–, si va a escribir usted su vida. –Es demasiado tarde –dijo ella–. El libro está ya acabado. Velázquez creía en la pintura, en la indumentaria, en los perros, en los enanos y, una vez más, en la pintura. Goya no creía en la indumentaria, pero creía en los negros y en los grises, en el polvo y en la luz, en los lugares elevados dominando las llanuras, en la campiña que rodea a Madrid, en el movimiento, en sus propios co..., en la pintura y en el grabado. Creía en lo que había visto, sentido, tocado, manoseado, olido, saboreado, bebido, montado, sufrido, vomitado, dormido, sospechado, observado, amado, deseado, temido, detestado, admirado, odiado y destruido. Naturalmente, ningún pintor ha sido capaz de pintar todo esto; pero Goya intentó hacerlo. El Greco creía en la ciudad de Toledo, en su situación y en su construcción; en algunas de las gentes que vivían allí. Creía en los azules, en los grises, en los verdes y en los amarillos, en los rojos, en el Espíritu Santo, en la Comunión de los santos, en la pintura, en la vida después de la muerte, en la muerte después de la vida y en los homosexuales. Y si es verdad que él fue uno de ellos, le corresponde redimir para su tribu el exhibicionismo molesto y los aires de vieja tía, la arrogancia moral de solterona marchita de un Gide, el libertinaje ocioso y afectado de Wilde, que traicionó a toda una generación, el pataleo asqueroso y sentimental de un Whitman y a toda la gente menuda. ¡Viva el Greco, el rey de los ma...! Otros libros de interés para conocer al personaje, al artista y su obra: Fernando Arrabal: El Greco. José Álvarez Lopera. El Greco. Estudio y Catálogo. José Álvarez Lopera. El Greco. Catálogo de obras originales. Volumen II, tomo I. Fernando Marías. El Greco. Historia de un pintor extravagante.