SUPLEMENTO CULTURAL - HP 516

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Comunicante Comunicante Comunicante VIERNES 11 DE SEPTIEMBRE DE 2015 SUPLEMENTO CULTURAL 45 Un siglo de tradición en el Barrio de Analco La devoción a la Virgen de Nuestra Señora de los Remedios sobrevive a través de las generaciones y pinta cada año de colores las calles de este Barrio. Pajaritos de septiembre Pajaritos que rompen el cascarón, indefensos, de esos que se avientan del nido con los ojos cerrados, sin alas, esperanzados en la misericordia del viento Montserrat Chávez Págs. 6 y 7 Juan L. Simental Pág. 8 Mañana, 12 de septiembre, el Hombre de Negro cumplirá 12 años de haber muerto; 12 años sin que el mundo ostente una relación entre la música y las cárceles Por: Daniel Azdar Sil Págs: 4 y 5 Johnny Cash a 12 años; música y cárceles

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Johnny Cash a I2 años; música y cárceles

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ComunicanteComunicanteComunicanteVIERNES 11 DE SEPTIEMBRE DE 2015 SUPLEMENTO CULTURAL 45

Un siglo de tradición en el Barrio de AnalcoLa devoción a la Virgen de

Nuestra Señora de los Remedios sobrevive a través de las

generaciones y pinta cada año de colores las calles de este Barrio.

Pajaritos de septiembrePajaritos que rompen el cascarón, indefensos, de esos que se avientan del nido con los ojos cerrados, sin alas,esperanzados en la misericordia del viento

Montserrat Chávez Págs. 6 y 7 Juan L. Simental Pág. 8

Mañana, 12 de septiembre, el Hombre de Negro cumplirá 12 años de haber muerto; 12 años sin que el mundo ostente una relación entre la música y las cárceles

Por: Daniel Azdar Sil Págs: 4 y 5

Johnny Cash a 12 años;música y cárceles

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Editor / Ricardo Bonilla Diseño / Grupo Editorial HADEC

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VIERNES 11 DE SEPTIEMBRE DE 2015

“El diputado se achipilinó cuando tuvo que subir a tribuna”, es decir, se achicopaló, o sea, se avergonzó. “El niño es un malcriado porque lo achichiguas mucho”, es decir, “lo mimas en exceso”. Tomado del Diccionario de Mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua, inaugurada el 11 de septiembre de 1875.

Los Niños Héroes y el decreto presidencial

(Richard Melville Hall; nació el 11 de septiembre de 1965)

“Muy a menudo se escriben chismes sobre mí. No hay duda de que los chismes son más interesantes que la realidad”, Moby

Todo tipo de historias se crearon alrededor de los “niños héroes”. En aras

de la construcción del altar de la patria -a donde el sistema polí-tico mexicano del siglo XX llevó a sus héroes para legitimarse en el poder-, muchas se exageraron, otras se distorsionaron y no pocas fueron inventadas.Quizás el mayor mito que rodea a los “niños héroes” es la con-movedora escena en la cual Juan Escutia -que no era cadete del Colegio Militar- toma la enseña tricolor y decide arrojarse desde

lo alto del Castillo de Chapulte-pec antes que verla mancillada por los invasores. Escutia no murió por un salto ni envuelto en una bandera; cayó abatido a tiros junto con Francisco Már-quez y Fernando Montes de Oca cuando intentaban huir hacia el jardín Botánico. La bandera mexicana fue capturada por los estadounidenses y fue devuelta a México hasta el sexenio de José López Portillo.Por razones políticas, la historia de los niños héroes adquirió la di-mensión de un “cantar de gesta”

durante el periodo del presidente Miguel Alemán. Poco después de la visita que en 1947 realizó a México del presidente de EU, Harry Truman, se conmemora-ban 100 años de la guerra entre ambos países. Entonces se dio a conocer una noticia que ocupó las primeras planas de los diarios: durante unas excavaciones al pie del cerro de Chapultepec se encontraron seis calaveras que, se dijo, pertenecían a los niños héroes. La supuesta autenticidad fue apoyada por varios historia-dores y por el Instituto Nacional

de Antropología e Historia. Nadie se atrevió a contradecir la “ver-dad histórica”.Seguramente en septiembre de 1847, en medio de la batalla, al-gún profeta o un vidente se tomó el tiempo para hallar, entre los 600 muertos que yacían regados por todos lados, los cuerpos de los seis cadetes que cayeron en distintos sitios y los sepultó juntos esperando que un siglo después fueran encontrados para gloria de México. (“Los niños héroes y sus mitos”, Alejandro Rosas, historiador y escritor).

Nomás por hablar de algo...La Efeméride

El 12 de septiembre de 1913 nació Jesse Owens, atleta estadounidense que en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 ganó cuatro medallas de oro: 100 metros planos, 200 metros planos, salto de longitud y relevos 4x100. Luego de esto, volvió a su trabajo de botones en el hotel Waldorf-Astoria.

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VIERNES 11 DE SEPTIEMBRE DE 2015

SATÍN Y SEDA

Teología, superhéroes… y asesinos en serie

Nadia Bracho

Tenía dos simples opciones: la primera era tomar al niño de los hombros en forma delicada y decirle que el amor de Dios es inmenso e infinito

Si hubiera tenido una costura en mi regazo en la que bordara de punto en cruz una hermosa co-

bija para las noches frías de invierno, esa pregunta hubiera disipado cual-quier duda de que tengo algo por qué vivir. Pero resulta que es-taba en medio de una serie policiaca que pasaban por la televisión, sosteniendo un gran plato de palomitas de maíz y sin perder de vista las barras de chocolate que me esperaban de postre. ¿Que si Dios estaba cerca?, pues por lo que veía que sufría la protagonista de la serie, ella lo tenía “bastante alejadito”.

Tenía dos simples opciones: la pri-mera era tomar al niño de los hom-bros en forma delicada, abrazarlo lentamente y decirle que el amor de Dios es inmenso e infinito; la otra era correr a la computadora y ponerle un juego (de esos donde se acribillan los unos a los otros por unas bolas de fue-go) y retomar mi serie de suspenso. Por unos instantes me quedé absorta en mis pensamientos, recordando lo feliz que era cuando los niños pregun-taban: ¿de qué color es el cielo?, ¿los peces viven en el mar?, ¿las abejitas hacen la miel?, ¿crees que el ratón de los dientes me regale un “X-box” si le dejo mi muela?”... Esas eran verdade-ras preguntas.

Titubeando por lo que iba a deci-dir, levanté con lentitud el control del televisor y lo apagué para hacer lo que estaba correcto.

-Mira, hijo, Dios se encuentra siempre cerca de ti... –le dije.

-Y si me porto mal, ¿Dios me va a seguir cuidando? –cuestionó interesado en la plática que, a estas alturas, está-bamos elevando al nivel de la Teología.

-A Dios le interesa mucho cuando te portas bien, pero se preocupa más

si te portas mal porque te ha-ces daño a ti mismo –su cara

de interrogación me recordó que estaba hablando con al-guien que en sus cartas al Niño Dios comienza con un: “no le digas nada a mi mamá, pero el otro día no hice la tarea...”.

-Pero si no nos portamos tan bien como él quiere que nos portemos, ¿cómo podemos estar todos cerca de Dios?...

-Mira, es sencillo. ¿Ves este vaso? -a lo que asintió de inmediato. Después señalé otro más pequeño y llené am-bos de agua hasta el tope. Una vez realizada la operación le pregunté al niño:

-¿Cuál crees que está lleno? -él contestó...-Los dos están llenos...-¡Correcto! Eso significa que si yo quiero llenar los dos

vasos al mismo nivel, el pequeño va tirar agua y nunca va a estar “tan lleno” como el primero. Pues así es el amor de Dios: cada cual recibe amor de acuerdo con su capacidad –dije totalmente satisfecha.

-Y ellos, todos los santos, ¿sentirían lo mismo que yo cuando estoy cerca de Dios? –insistió el “pequeño feligrés”.

-¡Claro!, todos sentimos la presencia de Dios, pero en diferente forma. ¿A qué te sabe la nieve? -le pregunté. “¡Rico!”, respondió de inmediato. –Pues eso mismo me sabe a mí, pero no sabes exactamente qué tan rico me sabe a mí porque no eres yo. ¿Está claro?

El niño sonrió, primero lentamente y después abrió los ojos muy grandes, como si de pronto “un rayo divino de

luz” hubiera entrado en él. Corriendo me abrazó y se fue feliz a su recámara donde lo esperaba su primo.

Mi satisfacción fue tal que no me quedaron ganas de encender nueva-mente el televisor, después de todo la supuesta “víctima” tenía que arreglár-selas para escapar de la muerte sin ne-cesidad de mi suspenso y mis nervios

alterados.En lugar de eso ca-

miné hacia la recámara de los niños, con la es-peranza de que mi hijo

retomara nuevamente la conversación de algo tan

profundo. Las voces se fueron incrementando en volumen, pues los pequeños estaban en una animada “plática de hombres”.

-Entonces, ¿qué fue lo que te dijo tu mamá?

-Mira, estar con Dios es como es-tar cerca del “Hombre Araña”...

-¡¡¡Órale, tanto así!!!-Sí, eso dijo mi mamá, pero lo ex-

plicó en forma muy rara...Después de esta experiencia, no

hay poder humano que me quite del televisor, y todo capítulo de asesinos en serie se me hace “un paseo por el río en un mes de abril”, en compara-ción con las pláticas de religión y teo-logía con mis hijos.

Pero, si no nos portamos tan bien como Él quiere, ¿cómo podemos

estar todos cerca de Dios?

-¿Qué se siente estar

cerca de Dios? -preguntó el

niño de nueve años, expectante

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VIERNES 11 DE SEPTIEMBRE DE 2015

Johnny Cash a 12 años;música y cárceles

Mañana, 12 de septiembre, el Hombre de Negro cumplirá 12 años de haber muerto; 12 años sin que el mundo ostente una relación entre la música y las cárceles

Por Daniel Azdar Sil

Regresión: cuando era niño mi mamá acostumbraba ver las noticias loca-les mientras estaba planchando.

Como yo era niño y no me gustaban las noticias -menos las locales-, pero sí se me antojaban unas papas cada tarde, recuerdo que para hacer mé-ritos iba a su cuarto y me sentaba junto al burro de planchar y me quedaba a su lado, fingiendo ver la televisión, para al final preguntarle: “¿me pichas unas papas?”.

Nada en ella era constante, así que unas veces decía que sí y otras que no. No obstante, lo único constante de aque-llas tardes -y que hasta hoy recuerdo- eran los intermina-bles comerciales del canal 12, que dura-ban alrededor de 5 a 6 minutos, donde aparecían unas veces pai-sajes desérticos de nuestro estado (puente de Ojuela, por ejemplo) y otras veces esce-nas de alguna película de John Wayne. Sin embargo, lo que siempre aparecía en esos comerciales, y que yo siempre escuchaba, diario, eran las canciones de Johnny Cash que acompañaban esos paisajes y escenas.

Muchos años después, en la carrera, co-nocí su música cuando uno de mis herma-nos llevó a la casa un DVD de su concierto en Dinamarca, en 1971.

Para mi sorpresa... la canción ‘I walk the line’, incluida en ese concierto, era la

misma que yo había escuchado du-

rante todas las tardes de mi infancia gracias a esos comerciales.

Así fue.

El Hombre de Negro penando en Durango

Lo lindo de hablar (o más bien de escri-bir) de Johnny Cash por este medio y en esta ciudad es que uno -si es lo suficientemen-te autocrítico- no se limita a Wikipedia, a las fuentes in-ternacionales o a hablar de lo que todos ya conocen. Uno

puede ha-cer uso

de su propia memoria para

contar otras co-sillas (además de eso que ya conté relacio-nado con los comerciales del 12) que tengan que ver con el espíritu del Hombre de Negro penando por Durango.

Puedo contar, por ejemplo, que hace casi un año Kris Kristofferson estuvo aquí en Du-rango por su participación en la serie Texas Rising, y que para despedirlo, la producción le organizó una pequeña presentación -casi desapercibida- en conocido bar del centro. Puedo decir que su servilleta tuvo el milagro de saludarlo y hablar un poco con él de su compadre, tutor y amigo Johnny Cash.

Su pequeño concierto fue inmensamente emotivo. Cuando estuvo a punto de cantar

‘Me And Bobby Mcgee’ habló, por ejemplo, de Janis Jo-plin. De como ella no sólo cantó su canción, sino que la hizo famosa. Además, y por si esto fuera poco, cuando estaba llegando a la línea “good was good enough for me/ Good enough for me and my Bobby McGhee”, en lugar de cantarla tal cuál era, Kris le agregó una pala-bra: “good was good enough for me... and Janis/ Good enough for me and my Bobby McGhee”. Ante lo cual todos allí aplaudimos enérgicamente.

Y lo mismo hizo para con la memoria de Johnny Cash no una sino dos veces esa noche. La primera fue cuando cantó ‘Sunday Morning Coming Down’, pues compartió cómo había sentido el honor de que el Hombre de Negro decidiera grabar esa canción, pues era la que más le gustaba. La segunda vez que lo nombró fue casi al final, cuando cantó ‘Why me, lord’. Dijo: “esta canción es muy emotiva y me recuer-da mucho a Johnny Cash. Que Dios lo bendiga donde quiera que esté”.

A 12 años¿Cómo murió Johnny Cash? De tristeza, por supuesto. June Carter, su esposa por 35 años, murió el 15 de mayo del 2003, cuando tenía 73 años. El 12 de septiembre, apenas cuatro meses después, Johnny falleció en el Baptist Hospital de Nashville, a causa de algunas complicaciones por diabetes.

En ‘Cash: The Autobio-graphy’, el Hombre de Negro dijo de su di-funta com-pañera: “La única queja que tengo

Demasiados 12 como para pasarlos desapercibidos

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le valió para derribar los muros de la cárcel de Folsom a golpe de boom-chick-a-boom, por el cual se hizo tan famoso”.

Cuando el Hombre de Negro visitó San Quintín las autoridades no cono-

cían, por supuesto, sus intenciones. Pues él se subió al escenario, tomó un vaso con agua, saludó a los prisio-neros y se burló de los policías y de la institución encar-gada de establecer el orden cuando cantó San Quin-tín: “espero que te

pudras y ardas en el infierno,

que tus muros se derriben y yo viva

para contarlo (...) que el mundo olvide que exististe y que sepan que no viviste para hacer el bien”.

“Cash -dice este colaborador de Mente Enjambre- es demasiado listo como para intentar adoctrinar psicópa-tas, y cree suficien-te aliarse con el de-lincuente y poner en su boca palabras inteligentes, atribuyéndole un saber que nada más que la experiencia da, que es suyo y de nadie más: ‘señor congresista, usted no lo puede entender’”.

Pablo Gil escribió para El Mundo: “El ‘country man’ canta de tú a tú a los

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Johnny Cash a 12 años;música y cárceles

Mañana, 12 de septiembre, el Hombre de Negro cumplirá 12 años de haber muerto; 12 años sin que el mundo ostente una relación entre la música y las cárceles

Por Daniel Azdar Sil

es que su contribución al country pasará desapercibida porque es mi esposa”.

Luego, en su última aparición pública, el 5 de julio de 2003, antes de interpretar ‘Ring of Fire’ -canción que compuso June Carter-, Johnny Cash leyó algo que escri-bió poco antes de subir al escena-rio: “El espíritu de June Carter me eclipsa esta noche con el amor que sentía por mí y el que sentía yo por ella. Conectamos en algún lugar entre aquí y el cielo. Bajó a hacerme una corta visita desde el cielo para darme coraje e inspira-ción, como siempre lo hizo”.

La relación entre la música y las cárceles tiene un nombre: Johnny Cash. Es por eso que ahora que está próximo el duodécimo aniversario de su muerte (mañana, pero ojalá los tributos duran más que un día), la CMT estrenará un documental llamado ‘American Rebel’, el cual está dedicado a su vida y carrera

El trabajo, aseguran en la sinópsis, está repleto de entre-vistas a familiares, amigos y otros artistas de la época. Los casi 50 años de carrera de Cash serán relatados por familiares (John Carter Cash, Rosanne Cash y Carlene Carter) y por artistas contemporáneos (Willie Nelson, Kris Kristofferson y Merle Haggard), y otros como Eric Church, Sheryl Crow, John Mellencamp y Rodney Crowell.

Cárceles aquí y alláEn una columna para Mente Enjambre, el Conde Chó-cula (si saben su verda- dero nombre

p á s e n m e l o ) escribió: “[Jo-hnny Cash] canta a las rea-lidades y ba-jezas, siempre con ironía, y se arrima a los malditos. Esto

reclusos que le contemplan fascinados, como otro bala perdida”.

Según el escritor Alfonso Cardenal, cuando Johnny Cash se presentó por primera vez en la prisión de Folsom, los presos habían recibido una sola instrucción: nadie podía decir nada hasta que el cantante djiera su famoso saludo: “Hello, my name is Johnny Cash”; hasta entonces esta-llaron los aplausos y arrancó la primera canción, ‘Folsom Prison Blues’.

Hubo dos tomas, uno por la mañana y otro por la tarde. La última canción fue ‘Greystone Chapel’, un tema escrito por un preso, el cual llegó a las manos de Cash la noche anterior gracias al párroco de la prisión.

El asesinato de Kennedy frenó por un momen-to su éxito, pues ‘Folsom Prison Blues’ fue prohibi-da en las radios debido a una de sus líneas: “Maté a un hombre en Reno sólo por verlo morir”.

Mire usted. ¿Qué va a hacer mañana a eso de la medianoche? ¿No se le antoja beberse

un whisky o abrirse un vino a las 12 de la noche, mañana 12 de septiembre mien-tras escucha algunas canciones de Johnny Cash para celebrar su aniversario luc-tuoso número 12?

Son muchos 12 como para pasarlos desapercibidos, ¿no le parece?

A estos 12 años de su muerte, me gustaría retomar las palabras que dijo Kris Kristoffer-son aquí mismo en Durango: “Que Dios lo bendiga donde quiera que esté”.

“Los atezados tienen el blues, los níveos el country. Pero ¿qué tienen los blancos

que matan y roban y los negros que roban y matan? Ellos tienen a Johnny Cash”

“El ‘country man’ canta de tú a tú a los reclusos que le contemplan

fascinados, como otro bala perdida”, Pablo Gil

Fuentes: http://www.mentenjambre.com/2013/01/conciertos-en-carceles-johnny-cash-bb.htmlhttp://cadenaser.com/ser/2011/01/13/cultura/1294877828_850215.html

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Un siglo de tradición en el Barrio de Analco

La devoción a la Virgen de Nuestra Señora de los Remedios sobrevive a través de las generaciones

Por Monserrat Chávez

Mis recuerdos de infancia suelen ser vagos, pero tengo claros los festejos en mi barrio cada 7 de

septiembre. Una fiesta con bombo y plati-llo; papelitos de colores; futbol con risas y la reliquia al terminar las actividades.

Cada año, el Barrio de Analco se pinta de alegría y colores para festejar a la Vir-gen de los Remedios; una tradición que, aunque no hay una fecha exacta de su inicio, sí podemos decir que está alcanzando un siglo de permanen-cia en los recuerdos y las almas de los vecinos de Analco, y en todos aquellos visitantes que alguna vez han participado de esta tra-dición.

Mi abuelita siempre me plati-caba sobre las leyendas y las fies-tas pintorescas en el Barrio.

Según la memoria de mi abue-la, con casi 90 años de edad, antes de construir las escaleras y casas, al cerro lo rodeaban peñascos y plantas espino-sas; eran pocas las vivien-das construidas, por lo que las personas vivían de otra manera, y con el transcur-so de los años evolucionó.

Recuerdo que de pe-queña esperaba con ansias ese día; preparaba mi cuer-po para la caminata y los torneos de deporte.

Desde tres días antes comienzan los preparati-vos: los niños al lado de los adultos encargados orga-nizan el papel color blan-co y azul (por el color de la vestimenta de la Virgen de los Remedios); se recor-tan en forma triangular y se pegan en un lazo; después se atan alrededor de un árbol o poste para así quedar encima de la calle de Juan E. García esquina con avenida Uni-

versidad, y al pasar en el coche se

aprecia un desfile de figuritas coloridas como en una kermés.

Hay música alegre todo el día, lo que inspi-ra diversión y risas entre amigos; en medio de la cancha deportiva

se instala una tarima donde se coloca la manta con la imagen de la Virgen y las flores que lle-van los vecinos. Al son de la música folklórica, el grupo de baile danza los cuadros típicos de la región mientras el público aplaude. Los peque-

ños corren intentando atrapar al otro niño; sus risas contagian el lugar y lo impregnan de vida: unos juegan a los encantados, otros exploran en los juegos de entretenimien-to, ya sea pintando una alcancía, tronando globos para obtener un premio o patean el balón intentando dar en la portería, y cuan-do el cansancio hace de las suyas, un buen

elote con chile o churros con salsa y una rica agua fresca hace recobrar las ener-

gías para seguir el festejo y preparar-se para la carrera.

Así son mis memorias de niña. Yo siempre esperaba inquieta el momento de los torneos de fut-bol. Tenía unos once o trece años, y al lado de mis vecinos, quienes contaban con la misma edad, nos poníamos de acuerdo en cuántos

equipos íbamos a hacer para par-ticipar.Me ponía mi playera depor-

tiva, mi short y mis tacos, lista para iniciar el juego. Yo lo recuerdo muy bo-

nito y explosivo todo, claro que el tiempo hace de las suyas y a ve-ces como adulto pierdes el sentido de la ilusión y te dejas llevar por las res-ponsabilidades; ¡ah pero cómo disfrutaba esos días! Lo único que existía en mi cabeza era jugar duro y conseguir el trofeo. Gritar: “¡olé, olé, olé, campeones, campeones!”, como si una copa mundial ganáramos.

Mientras los menores jugaban, los padres pla-ticaban entre ellos y con otros vecinos; unos co-miendo un delicioso elote, otros atentos a nuestros

movimientos y unos organizando la parte final de la fiesta.

Cuando la música había hecho de las su-yas y los adolescentes terminaban sus tor-neos, llamaban por el micrófono para

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que todos nos preparáramos para la carrera y tomar una antorcha. Esta es la parte final, lo mejor del día, lo más excitante.

La carrera inicia desde la iglesia de Analco por todo Juan E. García y termina en el templo “Nuestra Señora de los Remedios” (en el cerro). Sin este momento la tradición estaría incom-pleta, es lo importante, lo que da vida a la celebración.

Todos los corredores toman su antorcha con estopa, gasolina y se le prende fuego. En grupo, se cami-na hasta Analco; mujeres, hombres, niños y adolescentes cargan el fue-go, otros la manta con la Virgen de los Remedios y las flores; al llegar al punto de reunión, preparan piernas, brazos y ¡a correr! El humo sofoca tus fosas nasales y los ojos no res-ponden, aún no has recorrido dos cuadras y te das cuenta que tu condición fí-sica no da para más, pero tu mente no te per-mite pesimismo. Tomas fuerza de quién sabe dónde y por tu barrio dejas tus negatividades y corres, corres, corres, mientras se corea: “Viva la Virgen de los Remedios”, “Viva el Barrio de Analco”.

Al acercase a las escaleras para subir al templo, los vecinos esperan con ansias a los corredores para verlos pasar y echar-les porras; se sube las escaleras, donde se ha colocado una cruz de fuego. Con el cansan-cio en la garganta por fin llegas a la meta, se apaga el fuego y las flores se dejan dentro de la iglesia, donde los devotos dan gracias por permitir preparar

un año más el festejo.

Todo termina con una

misa en memoria de los vecinos fallecidos del Barrio. Al finali-zar, todos bajan para seguir de dicharacheros con la música y la comida hasta altas horas de la madrugada.

De esta forma permanece en mi mente; los vecinos esperan seguir la tradición como lo han hecho hasta ahora, de generación en generación; con la esperan-za de que el Municipio no siga construyendo a los alrededores del parque o las casas, porque ese es el alma de la fiesta, un espacio que permite la reunión de jóve-nes año tras año, donde se for-man amistades y noviazgos.

Este año, al igual que los ante-riores, se vivió una fiesta en grande que merece la pena ser conocida y apoyada por otros duranguenses. Ojalá que vengan a vivir esta fiesta.

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VIERNES 11 DE SEPTIEMBRE DE 2015

Ocho con 46 minutos

y 30 segundos;

nueve con dos minutos

y 59 segundos…

horas fatídicas

Cuántos si hubiera,

cuántos si acaso que ya nunca tuvieron respuesta

Septiembre 11 de 2001, el primer día del fin del mundo

Eran como pajaritos que rompen el cascarón, indefensos, de esos que se avientan del nido con los ojos cerrados, sin alas,

esperanzados en la misericordia del viento.

Pequeños Ícaros a los que el Solhabía jugado una mala pasada…

Pajaritos de septiembrePor Juan L. Simental

Septiembre 11 de 2001; Torre Norte del World Trade Center. Felipe y Manuel llegaron, como siempre, an-tes de que la luz del día rompiera las sombras; había

que hacer para merecer. La filosofía ordinaria de los que un día se fueron en busca del Paraíso. Todo el día de arriba para abajo, de aquí para allá con los delantales y sus gorros blancos y los zapatos relucientes, entre manteles y vajillas, el café a punto. El ajetreo sin fin y el hábito de su sonrisa en serio, bien aprendida, con su felicidad morena que un día fue la de andar entre el verdor de los barbechos y elotes gordos, y cielos de años tempranos cuando el azul todavía era nuevo.

El restaurante del piso 106 estaba casi lleno. Planes de conquista, amores como retoño que recién reverdece; los dictados del mercado y el dólar, ese tirano maldito; la ven-ganza y el perdón dados como se dan el clima y las gracias; un pastel de cumpleaños, la regla que no llega y la angustia.

Soledades que se han hecho costumbre, las dudas del amor y las certezas del amor; la euforia del ciudadano nue-vo, satisfecho y legal, y la emoción sin igual de conocer por fin el trabajo de papá...

Hablar de amor, fingir amor y besar en la frente, y lue-go decir adiós e irse a la vida; prometer que “esta tarde sí será; esta tarde tendré para ti una respuesta”. Mariposas en el estómago. Un ramo de aniversario sobre la mesa y ojos que se miran; el abrazo pendiente con el que, esa noche, ambos reanudarán su batalla carnal suspendida porque ya el nuevo día había llegado; la mala ocurrencia del azar de quien perdió la dirección y llegó solo para preguntar; la jubilación ansiada y recomenzar ese día la vida pospuesta;

doblar el turno porque la paga es buena...Ese día, el sinum y el fatum, como los adúlteros,

se encontraron a escondidas para be-sarse en los labios. Cuántos si hubiera; cuántos si acaso.

Ocho horas con 46 minutos y 30 se-gundos, la hora de esa mañana de sep-tiembre en la que la vida y su andar co-tidiano se rompieron; desde entonces, y para siempre, será el antes y el des-pués. La historia que se parte en dos.

Decían que un avión, el vuelo 11 de American Airlines –un Boeing 767 en el que iban 92 personas-, se había salido de la ruta. A esa hora (08:46:30), el avión y los pisos en los que impactó se habían fundido en una sola materia ardiente. Eran la confusión y el asom-bro, y el miedo que, conforme las lla-mas crecían, se convertía en terror. Era el desespero del alma que contempla cómo se abren las puertas del infierno.

Nueve horas con dos minutos y 59 segundos, el vuelo 175 de United Air-lines, un Boeing 767 que llevaba a 65 personas, impacta la Torre Sur. Dicen que la casualidad no existe. Aquello era más que una mala mañana.

Diez con 25 y el calor es ya el sus-

piro abrasador de un gigante al que le duelen las entrañas. Es el rumor de un alma ígnea, sustancia incandescente de rojo y negro, y llantos que llegan del corazón de la Tierra; es el crujir del esqueleto del coloso que se ha rendi-do, herido, humillado, que entrega el espíritu y el de sus hijos y sus historias anónimas dejadas a medio escribir.

En la misma ventana, Felipe y Ma-nuel contemplan el fuego que abre sus brazos como para cobijarlos. El daño, irremediable y cruel, está hecho. Se miran con los ojos amigos, nada di-cen; luego es tan solo el abrazo y una sonrisa que les retorna el olor a tierra mojada cuando, con cinco años enci-ma, agarraban sapos y tiraban con la honda, y el cielo era azul y el futuro... el futuro un día llegaría.

Primero Felipe, luego Manuel. Dos pajaritos acurrucados en las manos del viento, pequeños, breves; colibríes en picada que dejan la vida cuando el horror es noticia de primera plana.

Septiembre 11. Gotas de lluvia contra el suelo, el primer día del fin del mundo.