PARA QUE SUS RELACIONES CON LOS CIEGOS SEAN...

ESO NO PARA QUE SUS RELACIONES CON LOS CIEGOS SEAN BUENAS...

“ACTÚE ASÍ” HERMAN VAN DYCK

INSTITUTO NACIONAL PARA CIEGOS

Instituto Nacional para Ciegos - INCI -

Eso NO - Actúe ASÍ

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Instituto Nacional para Ciegos

ESO NO

PARA QUE SUS RELACIONES CON LOS CIEGOS

SEAN BUENAS...

“ACTÚE ASÍ”

Por HERMAN VAN DYCK Presidente de la Federación Nacional de Ciegos de Bélgica

Versión Española

ONCE Organización Nacional de Ciegos de España

Adaptación para Colombia Instituto Nacional para Ciegos INCI



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Instituto Nacional para Ciegos Elaborado por: Por HERMAN VAN DYCK Presidente de la Federación Nacional de Ciegos de Bélgica Producción y Mercadeo Carrera 13 N° 34-91 PBX: (571) 3846666 EDITORIAL INCI Carrera 13A N° 34-66 Tel.: (571) 2321576

Documento de trabajo Noviembre 2014 Bogotá D.C., Colombia



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TABLA DE CONTENIDO

Prefacio 5 En la calle Para cruzar la calle 6 Utilización de los medios de transporte 7 Cómo guiar a una persona ciega 8 Aceras y escaleras 9 El Ángel de la guarda 10 Consejos generales Cómo mostrar un asiento 11 Dónde está. "Allí" 12 Dónde está mi abrigo 12 No hay palabras tabú 13 Para un contacto agradable No hay que jugar a las adivinanzas 14 Las personas ciegas no son peligrosas 16 Al despedirse 17 Cuándo y cómo hacer descripciones 18 En las compras 19 En los servicios 19 Un contacto prolongado La lectura en voz alta 20 Orden y puntualidad 21 Una última reflexión 23



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PREFACIO

¿No hay nadie entre su familia o entre sus amigos que tenga discapacidad visual? ¿No?... No obstante lea esta breve guía, pues mañana, el mes que viene o quizá hoy mismo puede encontrarse a ese hombre o a esa mujer con un bastón blanco en la calle, en una estación, en una reunión o en un restaurante. Acaso usted quisiera ayudarle, pero no se atreve, no sabe cómo hacerlo. O tal vez le ayudará espontáneamente, pero con tanta torpeza que en vez de prestarle un servicio le causará una molestia. Eso ha sido lo que más nos ha movido a elaborar esta guía, que no pretende en modo alguno contener la “verdad”. Es una guía para ayudarle a ayudar de un modo agradable y adecuado a los que lo necesitan. Una joven artista, Miche Van Den Broeck, ha puesto a nuestro servicio su fantasía, su humor y su talento para ilustrar este folleto. Un servicio prestado de manera acertada y con amabilidad en el momento oportuno, constituye, para ambas partes, una experiencia enriquecedora. Si esta guía puede contribuir a eso, habrá logrado su objetivo. HERMAN VAN DYCK



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EN LA CALLE PARA CRUZAR LA CALLE Una regla de oro exige que se pregunte siempre a una persona ciega si necesita ayuda, antes de hacerlo... De este modo usted muestra que respeta su libertad personal. Con frecuencia ocurre que, estando una persona ciega esperando el bus al borde de una acera, alguien la coge el brazo y la arrastra hasta el otro lado de la calle, sin que ésta haya oído siquiera la voz de esta persona “servicial” desconocida. Si la persona ciega explica -intentando soltarse-, que no desea cruzar sino que está esperando el bus, puede suceder incluso que el desconocido quede tan perplejo que la deje plantada en medio de la calle murmurando unas vagas disculpas. Es mejor que usted pregunte: “¿Me permite que le ayude a cruzar?” Si la respuesta de la persona ciega es afirmativa, ofrézcale el brazo diciendo: “Cójame del brazo” y cruce con ella.

Avise en el momento de subir o bajar la acera.



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UTILIZACIÓN DE LOS MEDIOS DE TRANSPORTE

Las personas con discapacidad visual reciben ayuda con más frecuencia

cuando van a subir o bajar de un bus o taxi. En ocasiones, son tantos los

voluntarios que acuden de forma tan solícita que la persona ciega se ve

prácticamente alzada hasta el bus en lugar de subir normalmente.

Al bajar ocurre lo contrario. Se ve sostenida por detrás y por delante con tal firmeza que apenas consigue descender el escalón. Aun hecho con la mejor intención, todo esto es innecesario. Una persona ciega que sale sola, sabe utilizar los medios de transporte. Basta con que usted la conduzca a la puerta del bus y le muestre la entrada.

Para bajar, muéstrele igualmente la puerta y deje que baje sola. Al subir o

bajar juntos el acompañante pasa siempre primero; muéstrele la puerta

o dele la mano. Puede indicarle si el escalón es alto o bajo.

Cuando se trata de un automóvil, se

conduce a la persona con discapacidad visual entre el vehículo y la puerta

abierta, colocando su mano en la parte superior de la misma; con la otra mano ella se hará una idea de la altura del techo y de donde está el asiento.

Ésta es toda la ayuda que usted debe prestarle.



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COMO GUIAR A UNA PERSONA CIEGA Puede ocurrir que usted se encuentre en el mismo bus que una persona con discapacidad visual y que baje en el mismo paradero. Puede darse también el caso de que encuentre a una persona ciega en la calle, que camina muy despacio debido a la circulación, a los numerosos obstáculos que hay en la acera, o simplemente por que no conoce el sitio. No vacile nunca en prestarle ayuda, lo que no significa de modo alguno que usted tenga que imponérsela. Dígale por ejemplo: “Voy en la misma dirección que usted, dos cuadras adelante, ¿quiere ir conmigo?” Si la respuesta es afirmativa, ofrézcale el brazo y continúen juntos. Si rechaza su amable ofrecimiento, no se ofenda. Hay personas ciegas que prefieren la independencia. Siempre ofrezca usted el brazo. No coja a la persona ciega del brazo para empujarla por delante de usted; es errado guiarlo de este modo y le proporciona una sensación de inseguridad. Si ustedes van cogidos del brazo, no necesita decir: “A la izquierda, o a la derecha”. La persona con discapacidad visual se da cuenta del movimiento y lo sigue automáticamente.



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Para entrar por una puerta o un paso estrecho, el acompañante debe ir siempre adelante. Empuje ligeramente a la persona ciega con el brazo que lo lleva cogido, hasta que se coloque totalmente o en parte detrás de usted. ACERAS Y ESCALERAS Al subir o bajar una acera, basta decir: “suba” o “baje”. Si suelen salir juntos, a veces es suficiente hacer una señal que hayan acordado previamente, como por ejemplo, apretar el brazo o la mano. No es necesario hacer parar a la persona ciega para que toque con el bastón el borde de la acera. Si sube o baja las escaleras con una persona ciega, dígale sencillamente: “Cuidado, subimos unos escalones” y suban del brazo. Puede preguntarle igualmente si prefiere cogerse del pasamanos; en este caso, usted colocará la mano de la persona ciega sobre éste o le dirá: “El pasamanos está a su derecha (o a su izquierda)”. Adviértale al llegar al final de la escalera y al comenzar el tramo siguiente. Si no le acompaña, indíquele donde está el pasamanos según se anotó anteriormente. No es necesario en absoluto que cuente los escalones para indicarle cuantos son; con la prisa, casi siempre uno se equivoca. Si la persona ciega va sola, notará con el bastón el final de la escalera. Si le acompaña, no pierda el tiempo en cálculos, limítese a advertirle cuando lleguen al último escalón. Si existe una posibilidad de tomar una escalera convencional o una mecánica, es la persona ciega quien debe decidir. En todo caso, es necesario advertirle cuando se trata de una escalera mecánica.



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EL ÁNGEL DE LA GUARDA MOLESTO Cuanto se ha dicho o escrito respecto a las personas con discapacidad y su independencia, tiene a veces como resultado que algunas personas por respeto a ésta independencia, duden si deben o no ayudar, incluso si se encuentran con una persona ciega que se halle en dificultades en la calle o en otro sitio. Entonces le siguen los pasos, como una especie de ángel de la guarda, con el fin de evitar que se choquen con algún obstáculo. Desde luego, la intención es aparentemente “buena”, sobre todo porque estas personas piensan que la persona ciega no se dará cuenta. En numerosas circunstancias, pero sobre todo cuando camina, la persona ciega tiene alerta todos sus sentidos. Es evidente que el oído desempeña un papel fundamental, por lo que se da cuenta rápidamente que tiene un “ángel de la guarda”. Lejos de constituir una ayuda o un elemento de seguridad, esa presencia perturbará las demás percepciones y si ello se prolonga cierto tiempo, corre el riesgo de ponerla muy nerviosa. Como hemos dicho antes, no dude nunca en ofrecer su ayuda, pero no haga el papel de ángel de la guarda. Aún cuando su intención sea buena, usted se convierte en alguien molesto de quien hay que huir lo más pronto posible.



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CONSEJOS GENERALES CÓMO MOSTRAR UN ASIENTO Es una idea muy extendida, pero sin embargo errónea, que se debe dar asiento lo más pronto posible a las personas ciegas. En el bus, eso se justifica porque en caso de producirse un frenazo o un choque imprevisto, la persona con discapacidad visual no es capaz de encontrar con suficiente rapidez el punto de apoyo adecuado. Esto es más evidente en el caso de las personas ciegas de edad, así como debería serlo para todos los ancianos. Pero incluso, el simple hecho de dar asiento a una persona ciega llega a veces a ser cosa complicada. Una, dos o tres personas se empeñan en ayudarla; la hacen dar vueltas, la empujan, la cambian de sitio... la sujetan de uno o de los dos brazos, y, finalmente la sientan a la fuerza. Sin embargo, es una cosa muy sencilla. Coloque la mano de la persona con discapacidad visual sobre el espaldar y diga: “aquí tiene un asiento, aquí esta el espaldar” e inmediatamente él se dará cuenta de la posición del asiento y se sentará sin dificultad. O póngale la mano sobre el brazo del mismo y dígale: “el asiento está a su derecha”, con un Movimiento rápido, él se dará cuenta y determinará su posición exacta.



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En este caso, también aplique la regla de oro: muéstrele el asiento pero déjele la libertad de sentarse o no, sin insistir. ¿DONDE ESTÁ “ALLÍ” ?... No diga nunca “Ahí hay una silla” o “Hay una mesa allí” o “Allí apoyada en la pared hay una bicicleta” mostrando la dirección con el dedo. Estas indicaciones están basadas en la vista y para las personas ciegas no son de utilidad. En lugar de eso diga: “Hay una silla delante de usted” o “Hay una mesita detrás de usted, aproximadamente a un metro” o “Delante de usted, a la izquierda, a unos diez metros, hay una bicicleta apoyada en la pared”. Al servirle en la mesa puede decir: “El vaso está adelante, a la izquierda” o “Hay un cenicero cerca de su mano derecha”. Puede también dar un golpecito sobre el objeto en cuestión para que pueda encontrarlo por el sonido. Si le entrega un vaso en la mano, dígale dónde puede colocarlo: “Hay una mesita a la izquierda de su sillón”. ¿DONDE ESTÁ MI ABRIGO? En una reunión, en un restaurante o en cualquier otro sitio, para ayudar a una persona ciega a quitarse el abrigo o la gabardina:



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“Venga, déjeme ayudarle” y ya está, abrigo o gabardina y maletín han desaparecido. Volver a encontrarlos puede representarle a la persona ciega un problema, sobre todo porque el interesado muchas veces no sabe de que color es el objeto. Es mejor dejar que él mismo ubique sus cosas. Si le ayuda, dígale: “Su abrigo está colgado en la primera percha que hay al lado de la puerta”... NO HAY PALABRAS TABÚ Al hablar con una persona ciega, muchas personas no se atreven a pronunciar palabras como “Ver, mirar, ciego o ceguera”. Dicen entonces “Mi tío también está...hem...así” o “Mi abuelita tenía eso también”. Si pronuncian por casualidad la palabra ver y se dan cuenta de ello, a veces pueden sentirse desconcertados. Empiezan a tartamudear o se deshacen en disculpas “Oh... perdón... dispense... no me había dado cuenta”, etc. Aun cuando muchas personas ciegas cuentan ellas mismas cosas graciosas acerca de su discapacidad, utilizan y oyen la palabra “ciego” como cualquier otra. Emplean la palabra “ver” u otras análogas, para expresar su manera específica de ver: darse cuenta, palpar, tocar, etc. “He leído ese libro” (en Braille por ejemplo), “He visto (tocado) un objeto bonito”, “He visto (escuchado) esa película”.



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Puede por lo tanto, decir sin temor a una persona ciega: “¿Quiere ver este modelo?” al mismo tiempo que le pone la mano en el objeto al que se refiere: Botella, vestido u otra cosa. Emplee la palabra “ciego” o “ceguera” si surgen en la conversación. Pero desde luego, es de muy mal gusto decir: “¿Está ciego?... ¿completamente?... ¿entonces no ve nada?”. “¡Que horrible!... ¿Nació así?... ¿Es por una enfermedad?... ¿Entonces fue un accidente?... etc. No olvide, sobre todo que las personas ciegas, son ciegas, pero no sordas, y que observaciones cuchicheadas como: “Para mí, ese es el mal más horrible del mundo, preferiría morirme”, corren el riesgo de no pasar desapercibidas. Naturalmente, usted puede pensar eso e incluso dedicar a ello una pequeña meditación, pero generalmente las mismas personas ciegas tienen en ese sentido una opinión muy distinta.

PARA UN CONTACTO AGRADABLE NO HAY QUE JUGAR A LAS ADIVINANZAS En la calle o en una reunión... alguien para a una persona ciega o le da un golpecito en el hombro, “Buenos días señor Tal... ¿cómo está usted?” o peor aún: “¿A ver si sabe quién soy?”



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En general, los ciegos tienen una buena memoria auditiva. Pero de

eso, a suponer que reconocen una voz después de haber oído solo tres palabras pronunciadas rápidamente

y además en un momento en que tienen que concentrarse en muchas

percepciones...

Si usted no pertenece a su familia o al círculo de personas con las cuales

él se trata habitualmente, alguien cuya voz no reconoce al instante, preséntese espontáneamente: “Buenos días, señor Tal, soy… Fulano”. Si hace tiempo que ustedes no se ven, o si la persona ciega no recuerda su nombre, añada una breve explicación: “¿Se acuerda de mi?, nos vimos en tal y tal sitio”. No es posible saludar a una persona ciega con un gesto de cabeza o de mano, como con frecuencia se hace con otras personas que ven. Sin embargo, es agradable sentirse integrado también en ese aspecto de la vida, los gestos de mano o cabeza pueden sustituirse por unas palabras: “Buenos días, soy la secretaria de su amigo Tal”, a fin de que la persona ciega sepa que es a él a quien se dirige, y quién es la persona que lo hace.



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LAS PERSONAS CIEGAS NO SON PELIGROSAS No es raro que las personas ciegas que van acompañadas oigan frases de este tipo: “Señora, ¿el señor quiere sentarse?”. Se dirigen al acompañante en vez de hacerlo a él directamente, lo que hizo que un día una señora contestara riéndose: “Puede preguntárselo a él, no es peligroso...” Es tan corriente al dirigirse a una persona establecer el primer contacto con la mirada, que en ausencia de esta, uno se siente perdido y se dirige al acompañante. Es comprensible, pero no por eso deja de ser erróneo: de este modo se está tratando a la persona ciega como si no existiera. Si quiere ofrecerle algo, llámela por el nombre si la conoce, y si no, tóquele el hombro, así, él se dará cuenta que es a él a quién usted se dirige. Por ejemplo, en un grupo: “Señor tal, ¿quiere usted un vaso de…, una galleta?”. No deje de mencionar las diferentes cosas que pueda elegir, si hay varias. Luego coloque la que él haya elegido en un lugar donde pueda cogerla fácilmente o entréguesela en la mano. Pero no le ofrezca una bandeja llena de vasos; es probable que al coger el suyo, tire los otros, puesto que no esperaba encontrarse con una bandeja llena.



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AL DESPEDIRSE

Tal vez le haya sucedido hablar con alguien que ya haya salido

de la habitación. Sin duda, usted se ha reído de esto o se ha

enfadado por su falta de atención.

Para las personas ciegas el caso es distinto. En la calle, con el ruido

de la circulación; en una habitación dónde haya mucho ruido, en una

cafetería, en un grupo, etc... a veces les resulta imposible saber si el interlocutor está todavía presente. Puede ocurrir por lo tanto, que la persona ciega se dirige a una silla vacía. Al cabo de poco tiempo se dará cuenta, pero la sensación no es agradable. Por tanto, avísele cuando se vaya y también cuando regrese; de otro modo, puede darse el caso de que usted haya regresado hace un tiempo y él crea que está aún ausente. Tenga en cuenta que la persona ciega espera siempre una respuesta hablada. Un gesto con la cabeza es totalmente inútil.



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COMO Y CUANDO HACER DESCRIPCIONES Muchas personas piensan que cuando se hallan en compañía de una persona ciega tienen que estar hablándole continuamente: “Si no, no sabe que estoy todavía aquí...” “De todos modos, no tiene nada en que ocuparse”. Aunque “bien intencionada”, esa charla puede resultar innecesaria o irritante. Como en todo tipo de conversaciones, puede haber ratos de silencio. Por otra parte, la persona ciega cuenta con que usted no se marchará sin avisarle. En cuanto al hecho de que no vea lo que le rodea, debe saber que la persona ciega está con frecuencia mejor informada de lo que comúnmente se piensa, merced a muchas otras percepciones. Usted comprenderá inmediatamente a través de las preguntas que él le haga, si desea que le dé una descripción detallada o superficial. Por lo tanto no se la imponga. En cambio, es útil hacer mención de cosas extraordinarias o poco habituales, como por ejemplo: “Esta escalera mecánica no funciona” incluso si en ese momento no la necesita. O, “Hay un nuevo almacén en la esquina de esta calle”. Estas informaciones pueden serle útiles en otra ocasión.



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EN LA COMPRAS Si usted ayuda a una persona con discapacidad visual a entrar en un almacén, condúzcalo hasta el lugar donde se encuentre un vendedor que pueda atenderle. Si tiene más tiempo, llévelo a la sección o sitio que desee. Si la persona sabe exactamente qué quiere, compra el objeto sin más. Si quiere ver primero que hay, entréguele algunos objetos en al mano para que pueda tocarlos. Podrá, de ese modo, hacerse idea de la forma y calidad de estos. Descríbale el color, el diseño, etc. No vacile en decirle por ejemplo: “Si me permite una opinión, creo que ese color no le va nada bien”. Si al pagar al cajero, la persona ciega no indica la cantidad que le está entregando, éste –el cajero- debe decirle “Me da quinientos pesos”. En general, la persona ciega sabe cuál billete le está dando, pero siempre es posible un error. De este modo los dos evitarán una discusión molesta. Es adecuado, al pagar o cambiar dinero, contarlo en la mano de la persona ciega; así le evitará las dificultades de tener que cogerlo del mostrador. EN LOS SERVICIOS En efecto se trata de una necesidad natural en todas las personas y, lógicamente, en las personas con discapacidad visual.



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Si se siente un poco incómodo (después de todo, ¿por qué?) cuando una persona ciega le pida ayuda para ir al baño, piense que es aún más incómodo tener que pedir ayuda. Si usted es del mismo sexo que la persona ciega y se encuentra en un establecimiento público, pueden entrar juntos o solicitar la colaboración del personal del servicio. Si hay un orinal o un sanitario, dígaselo a la persona ciega y deje que él elija. Antes de que él utilice el baño, mire si está limpio y muéstrele dónde está el papel y la cisterna. Enséñele donde está el lavamanos, el jabón y la toalla. Si es necesario, no tenga miedo de decirle: “La toalla está sucia, es mejor que use el pañuelo”. Hágalo con tacto, del mismo modo que a usted le gustaría ser tratado. Cierre la puerta del baño o sepárese unos pasos del sanitario; —esto es una cosa obvia—, dirá usted, sí, pero sin embargo no siempre se hace. Si la persona ciega es del sexo opuesto pida ayuda al personal o a otro cliente. Si no hay ninguna otra persona, actúe con naturalidad, según se indico anteriormente.

UN CONTACTO PROLONGADO LA LECTURA EN VOZ ALTA Aun cuando existan las máquinas de lectura, las personas ciegas, pueden necesitar o preferir la lectura en voz alta. La lectura en Braille y en libro hablado digital, por muy extendida que esté, no constituye la solución total al acceso a la información.



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Un aspecto que puede ser molesto de esta “dependencia” es la lectura de documentos personales; en este caso, se impone el máximo tacto y discreción. Lea con claridad, fíjese siempre si hay alguna indicación en el sobre acerca del remitente; eso podría hacer que la persona ciega encargue la lectura a otra persona. Nunca abra el sobre si no tiene permiso explícito de la persona ciega para hacerlo. Si se trata de cuestiones financieras sin que esté indicado en el sobre, adviértaselo antes. Si se trata de un documento personal (una carta por ejemplo), lea primero el nombre del remitente. La persona ciega puede decidir que usted la lea o no. No lea el documento por su cuenta diciendo lacónicamente: “Es de tal, que dice esto y esto” no se permita nunca hacer comentarios sobre el contenido o el remitente a menos que se lo pidan. No olvide sobre todo que su labor se limita a ser los ojos de su amigo ciego. Para la lectura en general, pero sobre todo para la lectura de revistas, periódicos, etc., no tiene importancia alguna lo que a usted le parezca interesante, importante o divertido. Lea simplemente los títulos, la persona ciega se encargará de decirle lo que quiere escuchar. No interrumpa la lectura con exclamaciones o comentarios, eso puede resultar molesto. ORDEN Y PUNTUALIDAD Dos palabras que no se aprecian mucho, pero que tienen una importancia vital para las personas con discapacidad visual. Es una de las reglas básicas que se deben respetar si la persona ciega aspira a preservar su independencia: cada objeto tiene su sitio determinado y es preciso que lo pueda encontrar en el. Si



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tomó usted un objeto, vuélvalo a colocar en el sitio en que estaba; si ya no se acuerda, pregúnteselo a la persona ciega y deje que él mismo lo coloque en su sitio. Esto es fundamental, sobre todo para las personas con discapacidad visual que viven, trabajan o viajan solas. Tenga cuidado con las puertas de las habitaciones y de los guardarropas; las puertas de las habitaciones y de la casa, deben quedar siempre cerradas o abiertas del todo; las puertas de los guardarropas deben quedar siempre cerradas. No deje escobas, cubos de basura, etc., en medio de los sitios por donde la persona ciega tiene que pasar habitualmente. La puntualidad tiene mucha importancia en las citas, visitas, etc., los minutos se hacen eternos cuando se está esperando, esperar produce nerviosismo y tensión.



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UNA REFLEXIÓN PARA CONCLUIR Hemos llegado al final de estas “pautas de abordaje” por incompletas que parezcan, si en su próximo encuentro con una persona ciega se siente un poco más seguro y a gusto, habremos logrado nuestro objetivo. En realidad, “El mundo de los ciegos” NO EXISTE. Viven en el mismo mundo que usted, en nuestro mundo. Aún cuando lo hagan de manera distinta, con sus medios y posibilidades, que generalmente son mayores de las que usted podría suponer. Una última palabra: A veces se oyen cosas como ésta: “Un día intenté ayudar a una persona ciega... me rechazó con malos modales. No me volverá a ocurrir”. Esto puede suceder; las personas con discapacidad visual son personas como los demás, con sus cualidades y defectos. ¿No le han tratado —a veces— bruscamente o sin tacto personas sin discapacidad a las cuáles usted se dirigía amablemente? La discreta gratitud con la que la mayoría de las personas con discapacidad visual acogerán y apreciarán su ayuda, le harán olvidar esa excepción lamentable.

“Solo se puede ver bien con el corazón. Lo esencial resulta invisible a los ojos”.

Antoine de Saint-Exupéry



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PARA QUE SUS RELACIONES CON LOS CIEGOS SEAN...

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