"Música para atravesar los túneles"

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Poemas de Hugo Izarra, prólogo de Montxo Armendáriz y fotografía de Miguel Núñez.

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MÚSICA PARA ATRAVESARLOS TÚNELES

HUGO IZARRA

PRÓLOGOMONTXO ARMENDÁRIZ

FOTOSMIGUEL NÚÑEZ

MÚSICA PARA ATRAVESAR LOS TÚNELES

Poemas de Hugo IzarraFotografías de Miguel NúñezPrólogo de Montxo ArmendárizPro SBQ causas© leftDiseño y maquetación: Barco de ideasImprime: AGH impresoresBéjar (Salamanca) España

A LFC, que estuvo lo suficientemente loco.

PRÓLOGO

A veces, la vida se convierte en un tenebrosoy sombrío túnel. Un abismo de oscuridad por el quevagamos perdidos en busca de una salida. Hugo Iza-rra conoce bien estos túneles. Ha tenido que cruzarvarios. Y, por eso, nos regala esta música hecha verso.Para que nos sintamos acompañados, para encenderluces que iluminen la soledad del trayecto. Y lo hacecon estos magníficos, admirables y sinceros poemasde una lucidez dolorosa.

Porque Hugo sabe mucho de túneles. Empezóa cruzarlos con tan sólo 20 años, cuando una larga ymal diagnosticada enfermedad le condujo hasta elumbral de la muerte. Pero no se acobardó y habló con

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ella. Cara a cara, sin reproches, sin aspavientos. Conla serenidad de quien, simplemente, contempla la re-alidad y deja constancia de lo que ve, de lo quesiente. El resultado son estos versos, una hermosamelodía de tonalidades grises en busca de la luz, delfinal del túnel. Aunque ese final no sea el esperado oconduzca a la nada. Porque, en este libro, Hugo noreclama ni mendiga justicia, tan sólo trata de enten-der un poco mejor la vida.

No hay extravagancias formales, ni barroquismos, nipoesía barata, en esta «Música para atravesar túne-les». Sí hay frescura en sus versos y dignidad y asom-bro y risas y recuerdos y desconcierto y aceptaciónde una realidad que no queremos escuchar, que man-tenemos amordazada, en silencio: “Dios le puso alhombre / un corazón para rompérselo”… “Desde aquí

puedo ver llover todos los días, / me relaja ver el aguaresbalando por el tejado / de la iglesia como si fueseun tobogán”… “Doctor, / cuando me / enamoro / nopuedo / escribir. / Pues no / se enamore, / me dijo. /Y eso fue todo”… “Reconoció el sonido de la muerte/ y se sentó, despacio, a disfrutarlo”…

Una realidad que unas veces emociona y otras, es-panta. Porque hace falta mucho valor para dialogarcon la soledad, la enfermedad y la muerte, sin de-jarse llevar por el sentimentalismo ni por la desespe-ración. Y hace falta también mucha entereza paraescribir sobre esos túneles y, cuando se ha encon-trado la salida, cuando se ve la luz, tener el coraje deseguir cuestionando la razón de nuestra existencia:“Al final, / cuando todos / (escritores, filósofos / pin-tores, médicos / y funcionarios) / son viejos / y se

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mueren, / se agarran / a las sábanas / con las dosmanos / y se preguntan: / ¿Para qué?”

Acompañan los poemas de este libro las excelentesfotografías de Miguel Núñez. Un complemento per-fecto de luces y sombras, que ponen imágenes a estamúsica de palabras. Y lo edita Luis Felipe Comen-dador con la finalidad de recaudar fondos para una–otra más– de sus múltiples causas solidarias. Poreso, las páginas de este libro están llenas de vita-lidad, de ilusiones, de música. Aunque en ellas sehable de oscuridad y desconcierto. Porque, comoescribía Jean Genet: «Es necesario que todo sufri-miento y angustia se transforme en algo bello,agradable. No podemos permitir que nuestra vidasea como un charco de agua que todos pisotean ycon los primeros rayos del sol se evapora. Es ne-

cesario transformar hasta el sufrimiento». Y estepequeño libro lo consigue, ése es su gran mérito.Porque a pesar de ser pequeño en extensión, esenorme en valor y contenido.

Montxo ArmendárizMadrid, 1 de septiembre de 2011

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MÚSICA PARA ATRAVESARLOS TÚNELES

Ese futuro del que tanto habláis acabará matándonos a todos

MÚSICA PARA ATRAVESAR LOS TÚNELES

Adheridos a la vida subterráneainvoluntariamente, conducimoscon una sola mano en el volante,los ojos en los espejos, a ritmode procesión, por las tripas delcentro de esas ciudades viejas.

Nos dejamos deslumbrar por lamúsica ambiental, que es aguday ambarina como luces de ambulancia,y, aunque somos hacendados del silencio,la canción de los motores nos obliga atraicionar también estos principios.

No estamos dentro, le digo a Esther,sino debajo. Y ella ríe y menea la cabeza.Mira sus caras de satisfacción: se creen

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importantes por tener un coche caro,pero aquí todos vivimos sometidospor el límite que marcan los radares.

Entramos huyendo de la noche y de la lluviaen esta digestión de tres kilómetros y mediotriste y larga como la vida de los dictadores.Recorremos las cañerías del mundo buscandoese pedazo de luz que prometían las señales,ignorando, ingenuos, profecías y diatribas.

En la calle, la tierra se amontona en las acerasal borde de las zanjas, como montañas de azúcar.Las putas salen, menean sus muslos ante la cáfila,como siempre, en cuanto el sol nos abandona.Tenemos nuestras reservas y la única respuestaque brinda al hombre el oráculo de las entrañas:

Ahí fuera espera una muerte para cada uno.

BONDAD DIVINA

Dios le puso al hombreun corazón para rompérselo,un par de manos que llevarse a la cabeza,dos ojos con que verse envejecer en el espejoy un par de piernas que cediesen con el tiempo.

Creó el amor para excusar la traición y la mentira.Se inventó la justicia, fue una broma innecesaria.Le prometió una familia, y un coche y una casa;no le advirtió de los distintos ministeriosy se marchó por donde había llegado.

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TU VIDA A LAS TRES Y A LAS NUEVE

La vida de algunoses como untelediario.

Lasmalasnoticiasse suceden,una tras otra,continuamente.

Mivida esun poco asítambién, supongo.

Supongoquesí.

LA CARGA MELANCÓLICA

El hombre de la editorialtenía aspecto y modalesde león marino. Le señalóel manuscrito y le dijo:

Has hecho de esto un lamentoperpetuo, no puede ser que todolo que escribas acabe en muerteo en desgracia. ¿No te das cuenta?

«Bueno, creo que es asícomo suele acabar todo,—respondió el hombre mermadoremoviendo un poco los hombrosdesde el otro lado de la mesa—,¿por qué no iba a decirlo?»

Es esta carga melancólica,

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le dijo; se hace insufrible leertanta miseria. ¡Los lectores noquieren recordar determinadascosas! ¿Es que no te das cuenta?

«Es su problema»,contestó el hombrecillolevantándose de la silla.

No,dijo el otro;Es TU problema.

Mientras recogíasus papeles de la mesadeseó con fuerzas regresar a casapara escribir el poema más tristeque se hubiese escrito jamás.

Sería algoparecidoa esto.

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HA LLOVIDO ALGO

Hay botellas de aguamedio vacías enel parque.

Las miro:parecen provisionesde lluvia embotelladaesperando tiemposde sequía.

Ha llovido algomientras estabadentro.

Pisoun charco.Dos charcos.

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Me mojo los pies.

En el cielovuelan losgorriones.

Llegaré tardeal trabajo.

1982A mis padres

y a Carmeny a Rubén

Dormía encogido en posición fetal,con el pulgar siempre dentro de la boca.Mamá dice que también entoncesestuve a punto de morir, pero alfinal todo se quedó en un susto.

Me acuerdo de Yaki, el oso amarillo.Y de Charlie y de Misha y del pequeñoPildo, mis cuatro amigos de trapo.Hablaba con ellos por las noches,y después rezaba y pedía que todosviviésemos millones de años.

He sido hijo único desde que nací.

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A veces venía Rubén, que es lo másparecido a un hermano que tendré jamás,y se quedaba a dormir y cuando él estabame sentía mucho menos solo.

Teníamos una furgoneta Dyanede color crema y yo viajaba en laparte de atrás y llevaba conmigouna cantimplora llena de aguay un poco de pan y una linternapor si nos pasaba algo.

Yo no sabía entonces quiénes eranRomy Schneider o Leónidas Brezhnev,no conocía el significado de la muerte,ni me importó el Nobel de Márquezni la guerra de las Malvinas,ni el mundial de fútbol.

Me gustaba la gelatina de saboresy dormir encogido en posición fetalcon el dedo pulgar sobre la lengua.

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DR. INSOMNIO

I told the joke about the womanwho asked her lover: “Why

is your organ so small?”He replied: “I didn't know

I was playin’ in a cathedral”

(Prince, ‘Vicki Calling’)

Ella —¿quién si no?—volvió a llamarme a las3:30 de la mañana parapreguntarme si dormía.

«Sólo hasta que llamaste»,repuse, y le colgué otra vez.Pero volvió a insistir, y, sin abrirlos ojos, esperé a que se cansasey luego desconecté el teléfono.

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Sé que el vientoondulaba el cortinajeporque hacía viento yporque aún conservabalas cortinas. En realidad,todo fue mucho más simple:con sus faldas, me hacíancosquillas en los pies.

Era como no estar solo.

SON SERES SOLITARIOS

Son seres solitarioslos huéspedes de la pensión.

Sé que se cortan las uñasen el cuarto de bañoporque las he visto,amarillas y retorcidas,sobre la alfombrilla.

Como ellos, yo tambiénsoy un ser solitario que disfrutade las pequeñas cosas,como pasar la mano por las toallas ásperasverdes, blancas y rosasde la pensión,

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recuerdo de los hoteles.

Escasean los días radiantes,pero no importa. Las nochesson maravillosas y oscuras.

Yo me conformocon mi juego de cuchillos,con mi corazón de tártaro,con mi coca-cola caliente,con cuatro horas de sueño,con cualquier cosa.

CARTONES DE LECHE

Como si de alguna extraña forma presintiesenque el resto de sus vidas lo pasarían ocupandoel lomo de los cartones de leche, todos losdesaparecidos, —viejos, mujeres, perros y niños—,ponen siempre cara de víctima, mirada lastimera,delante de los flashes; sonríen con la templanzade los mártires, escogen escenarios lúgubres ysiniestros para retratarse o abren mucho los ojos,como intentando pedir ayuda a las familias felicesque desayunan alrededor de los pequeños ataúdesportátiles que preguntan, insistentemente, entreel vaso de zumo, el café y el tigre de los cereales,'Have you seen this boy? Have you seen this girl?'apuntando sus medidas corporales y la ropaque llevaron alguna vez, por rellenar un hueco.

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EMISIÓN ININTERRUMPIDA

He puesto la silla frente a la ventana,junto a la estufa y la cuna del gato.La he apartado de la mesa. No tienesentido que se pase el día mirándome,no tiene sentido que se pase el díaesperando por nadie.

Desde aquí puedo ver llover todos los días,me relaja ver el agua resbalando por el tejadode la iglesia como si fuese un tobogán.Las gaviotas se detienen ahí y lloran fuerte,desde lo alto, cuando hay tormenta.Supongo que, como a mí, la lluviales recuerda un poco al mar.

Observo el tejado, distraído,bebiendo el café de las cápsulas verdes,

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el rico, el que me ha hecho adicto.Nos estamos quedando sin café.

Observo el tejado y los ladrillos mojadosy me digo que tiene sentido sentarse aquía disfrutar de la programación de la tarde,más sentido que desperdiciar horas en el salón,por cómodo que sea el sofá, por grande que seala pantalla, si los programadores son incapacesde mejorar esto.

TERAPIA

Asíque fuia mi médicode cabecera yle expliqué miproblema:

«Doctor,cuando meenamorono puedoescribir».

«Pues nose enamore»,me dijo.

Y esofue todo.

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UNA LUZ EN LA NOCHE

Una luz en la nochese derrama igual que unvaso de leche en mediode un mar de petróleo.

A vecesme preguntosi es la luz ola oscuridadquien se derrama.

Al fin, acabocomprendiendoque es estúpidohacerse este tipode preguntas.

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Todaslas mentiras,las más grandesy también lasmás pequeñas,acaban cayendosiempre por supropio peso.

HUMEDAD Y NAFTALINA

Recuerdomonjasblancasestiradasy ranciasque olíansiempre ahumedady naftalina.

Algunasni siquierasabían hablarcon propiedad,ni siquierasabían de quéhablaban,

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en realidad.

Perotodasmedieronclasedealgo.

CLARO QUE SÍ

El amorverdaderoexiste.

Lo que pasaes que tú y yono lo conoceremosJAMÁS.

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CIUDAD DE LOS ENFERMOS

Habitación catorce, cama dos.

Desde las dos alas de la planta trecese domina la ciudad entera, bajo la brumaotoñal que hoy la hace parecer un espejismo.

Los enfermos adivinan la ciudad entre la niebla,se imaginan, inevitablemente, volviendo a sus casas;una chaqueta encima del pijama y dinero para un taxi.

Están hartos de la vida carcelaria, de ser uniformados,innombrados, numerados, tratados como coches viejos:a los presos, por lo menos, les permiten estar solos.

Las enfermeras no tienen la culpa, pero te llamancatorce-dos. Dicen: analgésico para la catorce-dos.Llamad al celador para que cambien a la catorce-dos.

Hoy se va la cinco-uno. Todos se van antes que tú.Hombres y mujeres vestidos de azul claro, familiareselegantes con caras de sueño y dolor, hoy tan radiantes.

Y tú, catorce-dos, desde el lugar donde se domina todo,desde el centro neurálgico de la ciudad de los enfermos,observando a los coches encender sus luces de niebla.

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SAME THING IN REVERSE

«Esto toca a su fin», ella advirtió.«Tus piernas siempre serán tanblancas», pensaba él, ausente,ensimismado en su propia voz interior.

Su madre le daba de comer en la cama, empujaba el tenedordentro de su boca. Observó:«Hijo mío, qué piernas tanblancas tienes».

Sólo entonces fue conscientede todo cuanto había perdido.Habían pasado ya más deseis años.

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HOSPITAL DE DÍA

Aquí es donde venimosa beber la vida por gotero.

Aquí, donde viejos nonagenariosalzan el puño, buscándose las venas;aferrándose, como liendres, alúltimo resquicio de existencia.

Aquí, donde mujeres con pelucaabsorben infusiones contra el cáncer:

A mi izquierda, melanoma.A mi derecha, carcinoma.

En mi cabeza,instintivamente,el Adagio de Albinoni.

Zuecos de plástico verdese arrastran por las baldosas:Las enfermeras nos observan,compasivas y saludables,desde el mostrador.

Es lunes.Pronto serán las once.

Aquí es donde,lenta y silenciosamente,bailan los días.

Aquí,donde la muertese desliza solícitabajo nuestras suelas.

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RESONANCIAS MAGNÉTICAS

Quítese la chaqueta y todos los objetos metálicos(placas, collares, hebillas, relojes, tarjetas de crédito)y túmbese en la camilla. No se descalce, túmbese aquí.Cuidado con la cabeza, no queremos que se desnuque.No se mueva, respire profundamente, cierre los ojos.Es posible que sienta calor. Sólo serán unos minutos.¿Le han hecho contraste alguna vez? Sí, vale entonces.

Ahora ya sabes lo que siente el rollo de papel continuoen su largo viaje sacrificial por la impresora de agujas.Eres papel, como el papel con que sujetan tu cabeza,como el papel que aprisiona tus orejas y amortigua el ruido que recuerda a borracheras en los baños de las discotecas, cuando eras joven y castigabas tu cerebro.Ahora ya sabes cómo es, sí. Sólo serán unos minutos.

TODAS LAS COSAS NOS ECHAN DE MENOSCUANDO NOS MORIMOS

Así escuando ocurre,cuandonos mudamospara siempreal otro barrio.

Las cosasse ponen tristes.Todas las cosasnos echan demenos.

Se puederespirar tristeza

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alrededor de ellas.

No hace faltatener mucho olfatopara percibiresto que digo.

La sillase sientaen el centro dela habitacióny espera yse pregunta:

¿Qué va a serahora de nosotros?

Decidleque todos:

familiares, amigos,perfectos desconocidosse irán llevando,como hormigas,cada recuerdo,cada mueble,cada espátula,cada reloj.

Tiraránlas fotos,se quedaráncon lo quepueda servir.

Así esla cosa,tan triste,cuando nosmorimos.

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MADRE MORFINA

La llevaron a morir a La Mercedque es un desguace de almas solitariasen las afueras de todo.

A todos les daba pena la mujer,pero ningunoiba a cuidarla por las noches.Otra cosa habría sidohipocresía.

No se enteró de nada,les prometió la enfermera.No sufrió mucho lasúltimas horas.

Recogieron subolsa con la ropa,

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rellenaron los formularios,firmaron los consentimientosde rigor y volvieron a sus casaspensando qué cosas haríancon el dinero.

HERMAN GRAY

Acostumbrado a ocultar el origen de las enfermedades,ponía todo su empeño en recordar el nombre de cada cosa.Construía sonoramas con palabras que flotaban en el aire pesadamente, como Gestalt o Falstaff o staff,derivadas de estafa y de asfalto y de alfalfa.Y algunas veces se reía al darse cuenta,y otras veces no sentía casi nada.

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EFECTOS PERSONALESA Roberto Fontanarrosa.

El hombre tuerto mirabadesde el balcón el océano Atlántico.No tendría más de setenta y cinco,bolsas y gota y todo lo demás.

Las enfermeras le preguntabanpor preguntar qué estabahaciendo. Él respondía:«Trabajo en el libretodel musical Meningitis».

Sus pertenencias, decía,cabrían en una caja de cereales:sus gafas de ver de cerca,una foto cuarteada de 1946con una dedicatoria nada sutil,

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plagada de faltas, al dorso.Y también una biblia sin tapas,con anotaciones en tinta azul ydibujos obscenos hechos a lápiz,que solamente conservaba pararecordar la razón de su ateísmo.

Pero, ¿qué importará dónde quepantodas estas malditas cosas, decía,si nadie vendrá a recogerlas?

Quemadlas.Quemadlas.

El último recuerdo que se llevó consigofue un anuncio de Morteros La Estrella,un prefijo de León y un tango de Gardelque siguió sonando después,mucho después de quesu cama quedase vacía.

TODAVÍA QUEDA TINTA PARA ESCRIBIRUN POEMA CORTO

Aquí,entre madres yesposas amantísimas,abnegadas cuidadoras yportadoras de pastilleros,bolsas, bolsos y sillas de ruedas,las horas se conducencon parsimonia.

De un momento a otro,darán las diez y aunqueel bolígrafo amenaza conmorir de modo inminente,creo que todavía quedatinta para escribir

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un poema corto.

Hay unhombre jovenfrente a mí,que se parece a mí,pero no soy yo.Él es más delgadoy lleva un iPodcolgado del cuello.

(Yo siempre quisetener un iPod)

Se llamaFernando,dice.

Y Fernando

es una de esaspersonas a las queles encanta acaparartoda la atenciónhablandosin parar,tan alto.

(Decididamente,está claro queno somos lamisma persona)

En la sala de espera,la mujer indica a su maridoque se ponga las gafaspara leer el periódico.

Las gafas,

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Celedonio,dice.

(Todos los viejos aquítienen nombres rústicosy ridículos)

Pontelas gafaspara leer.

Confrecuencia exactade cinco minutos,una chica extraña,de larguísimas yfinísimas piernas,se asoma envueltaen un plumífero gris

a la puerta y llamaa Pilar:

¡PILAR!

No es ningún secreto.Antes o después,todos buscamosa alguien.

Se empieza a caerel esparadrapode la muñeca.

Llueve.

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BUSCAN A UN HOMBRE LLAMADO AGAPITO

Por favor,llamen a Agapito…¿Lo ha visto alguien esperarpor mí en la sala de espera?

Es un hombrecon bigote y gafasque a veces habla conmigo, ya tenía que estar aquí,su nombre es Agapito.

¿Es usted Agapito?

Quien lo preguntaes la señora sin pelo.Como creo que está ciega

o el cáncer ha empezadoa comerse sus recuerdosle digo que sí, que yosoy el gran Agapito.

Así que supongoque hoy seré unbuen samaritanollamado Agapito.

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MÉTODOS DE SEDUCCIÓN PARA VÍCTIMASDE LA MONONUCLEOSIS

El doctor Epstein Barr,antes eminente colegiadoy ahora miembro del grupo gamma,recomienda alejarse en lo posibledel toxoplasma y dejarse seducirpor el influjo natural de la belleza,que suele estar en todas partes.

A los jóvenes Pfeiffer y Filatovles sugirió, en más de una ocasión:¡Abandonaos con entusiasmoal ardor impío de la primavera!

Pero ellos, inconscientes,decidieron refugiarse en

el escozor permanentedel invierno. Incautos.

¡Regalad postales de amor y ramos de flores y perfumes caros y alianzas de oro y cajas de bombones! ¡Haced de vuestra existencia un San Valentín infinito!

Sellad vuestro amor materialmente, siempre funciona. ¡Pero desinfectad antes vuestros regalos, no seáis idiotas!

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SANGRE, JERINGUILLAS Y HOSPITALES

Esa mujerle ha robadola pelucaa Liberace.

Veo al hombreque la acompañadevorar con fruiciónviejas revistas de bricolaje:Por su cara, se diría que está leyendo a George Steinerdisertando acerca de laNostalgia del armarioarticulado. Tomo IV.

El viejo que está a mi ladose niega a sentarse en su butaca

porque dice que todavía está caliente,y yo no puedo dejar de escribir poemas,como un poseso, sobre sangre,jeringuillas y hospitales.

De vez en cuando, pasa corriendo entre nosotrosuna mujer hermosa y pienso que sólo lo hace para regodearse.

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ESPERE SU TURNO AQUÍ

Hay malas carasen la sala de espera.Y en la cola de citacióny en todas partes.

Los enfermos vamosbailando de sala en sala.A nuestro paso se cruzanhombres y mujeres en camilla.Parece que a ninguno le hansentado bien las vacaciones.

Yo llevo un papel en las manosque dice: Resonancia cerebral.Y dice: Enfermo de Crohnen tratamiento con Infliximabdesde diciembre de 2006.

Presenta síntomas desíndrome vertiginoso.

No soportoel olor a desinfectantedel pasillo de citación.

Busco cámarasen el techo y en los espejos.A veces las esconden en los ficus.

Me paro a la altura delbuzón de sugerencias.Y, en la parte de atrás deuna factura, les dejo la mía:

¡Cambien de desinfectante!

Mirando al suelo,

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acabo comprendiendolo que hasta ayer no eramás que una sospecha:

Mis pies rebasanen 3 y 5 centímetrosrespectivamenteel límite de lalegalidad.

Soy unrebelde.

MISS JUSTICIA, 1962

Entró a lloraral cuarto de baño de los pacientes.Tendría unos sesenta años,el brazo derecho escayoladoy alguien al otro lado del teléfonodándole alguna estupendamala noticia navideña.

Quiso cerrarla, pero dejóla puerta entreabierta.Desde fuera, todos podíamos oír sus gritos:«Es injusto, es injusto. ¡Es TAAAN injusto!».

Una vieja se acercó a la puertaarrastrando su gotero. Probablementese estaba meando.

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«Es que no es justo...», sollozaba la de dentro.Y la vieja de fuera intentaba asomarse,sacudiendo un pie y también la cabeza,se ve que tenía motivos para ponerse nerviosa.

«¡EN NAVIDAD!», gritaba Miss Justicia,y, mientras tanto, en la puerta del bañose agolpaban ya tres viejos, armadoslos tres con sus mástiles químicos,impacientes.

De pronto, se hizo el silencio.Se oyeron pasos. Un carraspeo y un grifo.La vieja de fuera se lo hizo encima,la de dentro salió sonriendo.

Eso es la justicia.

LOS ENFISEMAS FALSOS

Johnny Carson tenía 79.Su taza de loza asistió al procesolento y disciplinado y calamitoso y cruel—todo a la vez— desde la mesa,bajo las lentes y los focos,entre aplausos conocidos.

Takashi Shimura tenía 77.Kurosawa lo advirtió con Watanabe:«Tiene cáncer gástrico, pero todavíano lo sabe», hacía decir en Ikiru,sin saber que iba a cumplir suprofecía treinta años más tarde.

Norman Rockwell tenía 84.La historia de su vida aburriría alas arañas: le atormentaba la medianía

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como al 87% de la población mundial.Murió en Stockbridge que es unlugar fantástico para morir.

CÁNDIDOS Y OBTUSOS

El hombre en la silla de ruedasculpaba a su mujer de cada cosa.Del tiempo de espera, de su dolor de espalda,del embotellamiento, de los parquímetros, de la lluviay hasta de la vida. Ella supo mantener la compostura,y, tal vez porque no estaban solos en la salay no quería resultar demasiado previsible,le respondió alguna cosa bonita.

El tipo no le prestaba atención.Estaba ocupado quejándose, gruñendo,revolviéndose en su trono para tiranos,gesticulando y resoplando igual que unhalcón herido.

La culpa es tuya, le recriminó.Tenías que haber llamado a la puerta.

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Tenías que haber hablado con la enfermera,que me viera aquí, que llevamos más de una horaesperando a que nos atiendan, joder,maldita inútil.

Hay personas que, como palabras,caen en desuso. Se vuelven frágiles y ridículas,se desvanecen, se apagan, se desmoronan.Y, como viejas palabras que nadie nombra,un día deciden morirse para hacer sitio.

Y hay también otras personasmás obtusas, más egoístas,que se resisten.

OTRA VEZ REINALDO

Reinaldo,pronunciado lento,con las vocales abiertascomo aprendiendo a decirReinaldo.

Reinaldo,que advirtió queel obsequio de la letrano era don, sino castigomilenario.

Que huyóde la represiónnefasta y hediondaenvuelto en un traje de plumas.

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ASÍ QUE ESO ERA TODO

Recuerdo bien cuando me hacíarobar para él libros de artede la Staatsbibliothek.(Vivíamos en Berlín y el dineroera escaso y las inquietudes tantas)A cambio, siempre me guardabaalguna tableta de chocolate coninevitable sabor a alcanfor.

Pero Karl ya no está ahora,y la historia es la de siempre:La vida acaba todos los días.Pero es verdad que, a veces,se nota un poco más.

En mi cabeza,para el resto de mis días,

su imagen en mitad dela Potsdamer Strasse,el coche detenido anteel semáforo en verde,y las lágrimas brotandode sus ojos, infinitamente,con las Cuatro Estacionesde Vivaldi atronandoen la cabina del furgón.

De fondo, el rumorinvisible de lasbocinas.

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GUERRA FRÍA

Previsiones meteorológicaspara los próximos veinte añosy medio: Se avecinan heladas.

—Meteosat derribado—

La rigidez es el síntoma.La imagen de los pingüinos,el verbo del sinapismo.Sopla un aire frío.

El mismo frío que empañalas lunas de los automóviles,que desprende vaho blancode las bocas que se abren,que corta las hemorragias,ése que obliga a las gaviotasa agitar sus alas inclusocuando están dormidas.

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(Algunos pájaros suenancomo bisagras sin engrasarcuando se desperezan)

El filo de la navaja que sedesliza cruel y se hundesolícito en la gargantacomo el mes de marzo,como el mes de marzoque hace que las madresrevuelvan los cajonesde la ropa de inviernobuscando bufandas.

Escondamospara siempretodos los termómetros.¿De acuerdo?

STEAK TARTARE

Turgénev eligió un mal día para dejar de escribir.Cuando murió, médicos rusos pesaron su cerebro,más de dos kilos, dos con veintiún gramos, dijeron.Pero carne picada, al fin y al cabo, comida paralos gusanos, hilo de cobre, revuelto de sesos.En su lecho de muerte sugirió a Tolstoique volviese a escribir: con lo bonitoque habría sido morir en silencio.

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LEVES Y ETÉREOS

Vaciamos de colillas los ceniceros.Uno por uno, los despojamos de muerte.Le digo: creo que estamos fumando demasiadoúltimamente.

Tienes razón, me respondellevándose a la boca otro cigarro.Estamos fumando demasiadoúltimamente.

No hará ni un mes que nuestra madrinanos dejó para siempre, se convirtió enpolvo gris, igual que el rastro que dasentido a nuestros ceniceros.

Creímos que su sobrina era buena,pero corrió a vaciar su casa, vino desde

muy lejos para llevarse su abrigo de visón.

Echó los objetos de valor en una bolsay se despidió de su viudo para siempre.Hizo con sus recuerdos lo que nosotroshacemos con las colillas.

¿Sabes? —le digo—. Un hombre me ha dichohoy en la librería que mis argumentospoéticos eran leves y etéreos.

Tiene razón, me diceechándome el humo a la cara.Tus argumentos lo son.

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BAILE ESTÁTICO

Como si esto no fuera suficiente,el hombre sordo, despojado ahorade su único audífono, se sintióinevitablemente inundado de silencio,había perdido la música y las voces,pero había encontrado algo mejor.Reconoció el sonido de la muertey se sentó, despacio, a disfrutarlo.

OTOÑO DE VIVALDIA mi tío Carlos,

incapaz de cansarse de esta mierda de vida.

Hay un momento—no importa si estás vivo o muerto—en que la vida se detiene, toma airey, sin mirarte a los ojos, recoge sus cosasy se va de tu cuerpo para siempre,te abandona sin dejartesiquiera una nota.

El amor es un poco así,como la propia vida. Acude cuandono le llamas, te invade, te ilumina,se cansa de latir, se apaga y se vay te deja reducido a estoque eras hoy, que fuiste hoyque ya no volverás a ser,por mucho que te duela,nunca más.

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LA MUERTE SE ABURRE

Todoel mundo sabeque a La Muertele aburre su trabajo.

Nadie piensa en ella,porque sólo pensamosen nosotros mismos,pero es muy jodidoganarse la vida así:

Moviendo gentede un sitio a otro,entrando en casassucias, pequeñas, vacíaso llenas de familiares,recorriendo

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minuciosamentelas habitaciones delos hospitales, paraacabar llevándosesiempre a losmás infelices,a los que mássuplican.

La Muertesólo se enamorade los que lapersiguen:

De los bomberos,de los montañeros,de los toxicómanos,de los exploradores,de los submarinistas,

de los pilotos deFórmula Uno,de los poetasalcoholizados,de los suicidas.

A La Muertele apasionanlos valientes,pero la mayorparte del tiempose conforma conlos cobardes.

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AVON LLAMÓ A SU PUERTA

Haráun año,la Muertefue a buscarlea su casa, perohabía salido.

Le dejóuna notajunto altimbreque decía:

Peorpara ti,muchacho.

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LA PREGUNTA

Y luegoestá esa cosallamada vidaque a todo el mundosirve como excusapara hacer cosas.

Los escritores vivenintentando describirla.

Los filósofos vivenintentando descifrarla.

Los pintores vivenintentando reflejarla.

Los médicos viven

intentando mantenerla.

Los funcionarios viven.Viven, sin más.

Al final,cuando todos(escritores, filósofospintores, médicosy funcionarios)son viejosy se mueren,se agarrana las sábanascon las dos manosy se preguntan:

«¿Para qué?»

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Hugo Izarra

Montxo Armendáriz

Miguel Núñez

causas SBQ solidario