La 'mala' Guía para Bayly Cucurto del año ir de copas...

Guía para ir de copasAdónde ir y qué pedir, segun la bartender Inés de los Santos.

Lisandro Aristimuño"Hay canciones que escribo imaginándome que soy mujer."

La 'mala' del añoEleonora Wexler, la antiheroína que conquistó el rating.

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Cine bien acompañado

No solo para tomarse una copita es el Festival Internacional de Cine y Documental Musical In-Edit Cinzano, organizado por esta marca, sino para ver lo mejor en documentales musicales del mundo, tanto históricos como de reciente aparición.

Del 10 al 14 de diciembre se podrá acceder a una programación que incluye films como Beyond Ipanema (con Caetano Veloso, foto) Led Zeppelin Live at The Royal Albert Hall (Peter Whitehead), Madness: The liberty of Norton Folgate (Julien Temple) y Who killed Nancy? (Alan Parker). Entre los títulos nacionales, casi todos estrenados este año, se encuentran Miranda Directo! (Iván Baccaro), Las pelotas despierta. La película (Ricardo Paciaroni), Ellos son Los Violadores (Juan Riggirozzi), Kapanga todo terreno (Farsa Producciones), Bs As Hardcore punk (Tomás Makaji), Subdesarrollo (José María Lartirigoyen) y Behing the Stones (Fernando Portabales), entre otros.

Del 10 al 14 de diciembre en los cines Atlas Santa Fe 1 y Atlas Recoleta. Entrada: $12 o abonos de $34, para acceder a cuatro funciones. Más información: www.in-editcinzano.com.ar

E stán los fanáticos, los que exhiben sin pudor las obras de arte que

llevan en el cuerpo, los que tienen algún que otro tatuaje escondido y los que coquetean con la idea de alguna vez hacerse uno. Y también está usted, querido lector, que quizás se levantó hoy domingo con ganas de que le pinchen el cuerpo y llevar de por vida un dibujo sobre la piel. Para todos, hay un espacio que reúne a los sesenta tatuadores más reconocidos de la Argentina, entre ellos Hernán Coretta, considerado el mejor tatuador del país en estilo oriental o Camilo Tuero, conocido por ser uno de los retratistas más destacados; y también invitados de Suiza y Brasil.

Se trata de la Convención Arte Tattoo, que va por su tercera edición, una especie de congreso que incluye stands de tatuadores, una muestra

fotográfica de cuerpos tatuados del fotógrafo Gustavo Saiegh, música en vivo y una certamen en el que compiten los artistas en diferentes categorías: mejor tatuaje pequeño, mejor diseño, mejor tatuador de cada día, mejor tatuador de toda la convención y mejor tatuador en arte oriental o retratos.

Pero el encuentro es también una buena oportunidad –para aquellos que quieren y no se animan todavía– de elegir a un tatuador de confianza, ya que lo más atractivo de la convención es que todo el tiempo se trabaja en vivo.

Convención Arte Tatto:

termina el domingo 6 de diciembre, de 12 a 22 horas, en el Centro Municipal de Exposiciones

(Av. Figueroa Alcorta y Av. Pueyrredón). Entrada: $20. Más información: www.artetattoconvencion.com

buscador

Arte grabado en el cuerpo

Puro fútbol

E l fútbol a veces queda opa-cado por el negocio, las botineras y la violencia.

Pero el fútbol es, primero, un juego, que tiene una historia rica. De las anécdotas sobre la fun-dación de los clubes, los secre-tos, las amistades y odios, las ilusiones y fracasos, los apodos y los cánticos más originales del mundo se ocupa el periodista Alejandro Fabri en su libro El nacimiento de una pasión. Historia de los clubes de fútbol, un texto necesario y de consulta ineludible para entender nuestra historia y sus vericuetos y que acaba de reeditar Capital Intelectual. ¿Por qué se modificó la fecha de fundación de un club? ¿Cuándo se decidió el cambio radical de los colores de una camiseta? ¿Y la mudanza de un barrio a otro? ¿Huracán se llama así por una marca de útiles escolares y Los Andes como homenaje a los via-jeros en globo? ¿El apodo de Los Calamares nació porque las camisetas desteñían? ¿Qué sería de Avellaneda sin Racing e Independiente? ¿Rosario, sin Central o Newell’s? Este trabajo, bien documentado por el respe-tado periodista, cuenta los oríge-nes de los clubes y la verdad sobre historias que fueron distor-sionadas por las pasiones.

El nacimiento de una pasión. Historia de los clubes de fútbol (Capital Intelectual): $38. En toda las librerías del país.

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Diez años de buenos días

L a primera edición se organizó en 1999, pudo sortear la crisis e

instalarse como el festival de cultura joven más interesante de Buenos Aires. Este año, el Buen Día vuelve al barrio que lo vio nacer, Palermo Viejo, después de pasar por el Planetario. El sábado 19 se podrá disfrutar de shows de Leo García, Onda Vaga y Michael Mike, entre otras bandas; stands de diseñadores; espacios de editoriales como Caja negra, Proveedora de droga o Eloísa Cartonera y de sellos de discos como Scatter, Undertones, Estamos felices e Índice Virgen.

En la plaza de Palermo Viejo, de 12 a 24. Gratis. Más información: www.festivalbuendia.net.

Frappé y vietnamita

Y a casi no quedan cafeterías porteñas que no ofrezcan en el verano un café frío. Una de estas variantes es el café vietnamita, exportado al caluroso verano de Buenos Aires

desde aquella región del sudeste asiático. Este café se hace con un grano molido en el momento, enriquecido con cacao,

leche condensada y, obviamente, cubitos. El café vietnamita data del siglo XIX, época

de la colonización francesa, y el uso de la leche condensada se explica por la falta de ganado en la zona. Un ingrediente

que hace mucho más dulce la bebida, casi no se necesita agregarle azúcar.

En Buenos Aires se puede tomar justamente en La casa de Vietnam, por $24, un precio

que incluye la torta de manzana.

Gurruchaga 1776. www.vietnamlife.com.ar

Nunca se sabe dónde está escon-dido un nuevo talento. Por eso, para quienes aman los zapatos,

para quienes andan siempre atrás de algo nuevo y distinto, y no se conforman con lo que impone la moda masiva, hay una única oportunidad para conocer y comprar calzado de 16 creadores entre los que puede haber un talento novel, todos alumnos del maestro zapatero Fernando López Bizcaino. En su taller se vienen formado desde hace años diseñadores con perfiles diferentes que trabajan de forma artesanal. Los alum-nos de López Bizcaino aprenden todos los pasos para fabricar zapatos: dibujo, diseño, compra de materiales, cortado de cuero, armado y pegado de suela. Entre ellos, hay estudiantes de diseño que se quieren especializar en calzado, pero también abogadas, maestras o arquitectas. La mayoría de estos nuevos zapateros muestra o vende sus produc-tos por Facebook y se va haciendo una pequeña clientela a través de familiares y amigos; y algunos ya empezaron a vender en locales multimarcas. El taller abrirá sus puertas por primera vez al público en la muestra Cóctel de zapa-

tos, una oportunidad para descubrir mode-los sin copia y hasta comprar pares desde $160 y carteras desde $100. Y vaya memorizando los nombres de los diseña-dores que participarán de la muestra, por-que quizás alguno sea el nuevo Christian Louboutin: Ignacia Guhar, Gaby Roca, Pooja, Hermanas Aila, Reynalda, La pareja, Darcy, Patas para arriba, Morella, Mariana Brik, Marina B, Lastanas, Tnydpnn, Amancay, Paseo de gracia y Sofía Puchula.

Cóctel de zapatos: sábado 12 y domingo 13 de diciembre, de 15.30 a 19.30 en El Salvador 4580. Entrada gratuita. Se suspende por lluvia.

Fábrica de zapateros

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me enseñaronNo busca la fama —ni dice que se la cree—, pero Eleonora Wexler

la encontró: su personaje en Valientes es la mala del año, que adquirió protagonismo y popularidad propios.

Retrato de una actriz que no es estrella.

me enseñaron“Mis padres

a volar bajo”

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Por Josefina Licitrafotos Patricio PidaL

E n un auto, sobre la autopista, hace ape-nas unos días, escuchando a Ennio Morricone en el tema del film Érase una vez en América y con el sol cayen-

do entre los edificios, Eleonora Wexler —menuda, maquillada, con los ojos quietos— lloró.

Pero no lloró por sí misma. Lloró, como tantas otras veces, por Juana, su

personaje en la telenovela Valientes, una chica desquiciada y tremendamente eficiente a la hora de causar problemas. En lo que va del año, Juana tiró a su media hermana por la escalera, fingió un embarazo, fraguó ecografías, culpó a su mucama de empujarla escalones abajo (y hacerla perder un bebé que en realidad nunca existió), envenenó a su marido, planificó un secuestro y deshojó margaritas con los dientes. Además, tuvo que sobrevivir a su propio pasado (su madre se incen-dió a lo bonzo cuando ella tenía cuatro años) y debió mantenerse entera ante un presente imper-fecto: Leo Sosa (Luciano Castro), su marido, el varón de sus ojos, en realidad nunca la amó a ella sino a Alma (Julieta Díaz).

Por todas estas cosas, por esta supina maldad que llega acompañada de una fragilidad sin lími-tes, la gente le grita a Eleonora Wexler frases como “te odio, pero te amo”. Y Eleonora Wexler, cada tanto, cuando sale del trabajo, llora.

Llora en el auto y llora en un bar, ahora, duran-te la entrevista.

—Uno de los técnicos recién me decía: "Eleonora, basta." Porque una de las cosas que me pasan con este personaje es que me conmueve. Es re-loco. Ella es tan frágil. Quedó absolutamente desvalida y se aferró a lo primero que encontró, que es este chico Leo. Y cree que conoció el amor. Pero él la usa. Todos la usan. El padre, el chico… Entonces, o sea: su historia es muy triste.

Eleonora es delgada, baja, liviana. Porque su cuerpo es grácil y porque su voz recuerda a su cuerpo. Es, además, linda. Ese tipo de bellezas que responden a un equilibrio geométrico, pero también a una forma de estar en el mundo: Eleonora no tiene un solo berretín propio de los “figurines Polka”. Su personaje –por el que acaba de ganar el premio Clarín como Mejor actriz de drama– es, probablemente, el de mayor presencia dentro de una tira que puede considerarse un boom de audiencia (con un promedio de 30 pun-tos de rating). Y sin embargo en ella hay rastros de coquetería, pero no de vanidad. Solo por dar un ejemplo: las fotos de esta nota se hicieron un día de viento helado en el que Eleonora ofreció sacarse la campera (“así tenés otra opción de foto”), la colgó en el canto de un contenedor de basura y puso cara de primavera tropical. Solo por dar otro ejemplo: durante las tres horas de espe-

ra que supuso esta nota —debido a un repentino cambio en las escenas de grabación— Eleonora, cada vez que pudo, salió a pedir perdón. Vestida de minifalda azul Francia y taco aguja: perdón. Envuelta en batón con flores y calzando ojotas: perdón.

—Perdonen, chicos, se atrasó todo porque tuvieron que venir de efectos especiales —dijo mientras caminaba por la calle rápida, ligera, son-riente—. Tenía que clavarle una tijera en el cuello a uno y yo por adentro cruzaba los dedos: que no me salte la sangre, que no me salte, porque sino me tengo que lavar toda la cara y llego todavía más tarde.

Ahora, en el bar, pide un tostado, responde pre-guntas y de repente —lo previsible— empieza a hablar de su personaje. Y —lo imprevisible— llora.

—Juana es un ser absolutamente solo. La madre se prendió fuego y el padre… él la ha acom-pañado pero de una forma tan enfermiza. No la han tratado. Una familia completamente enfer-ma. Entonces cuando grabo… es como que me surge solo. Me angustio. Nunca me pasó algo así con un personaje. Nunca.

Empezó a trabajar a los nueve años. Sus padres —él, vendedor de seguros; ella, docente de una escuela pública— la llevaron al casting de la obra de teatro Annie porque la imaginaron feliz ahí adentro. Desde hacía ya unos años, Eleonora daba señales de una fijación serial: atornillaba a la familia al sillón del living para que todos vieran sus performances. Obligaba a su hermana (hoy médica) a oficiar de partenaire. Y, una vez en la escuela —pública—, esperaba los actos como otros chicos esperan el verano. Fue su padre quien vio algo en todo eso. Le regaló películas de Gene Kelly, Fred Astaire y Danny Kaye, y un día le rega-ló una pregunta: ¿Te gustaría ir a un casting?

Eleonora, efectivamente, fue feliz en Annie. Y también en todo lo que vino después. Fue la hija de Luisa Kuliok en Venganza de mujer, y luego participó en Mesa de noticias, La banda del Golden Rocket, Solo para parejas y El garante. También hizo cine (Te amo, Geisha, El dedo en la llaga, Fuego gris, Buenos Aires me mata y La mina) y mucho teatro: en 2002 brilló en el San Martín con La tempestad, una obra con la que hizo tres temporadas; fue dirigida por Norma Aleandro en Hombre y superhombre y en La pro-fesión de la señora Warren, hizo Relaciones peli-grosas con Oscar Martínez y Cecilia Roth, y en 2004, embarazada de cuatro meses de Miranda, su hija de ahora cinco años, hizo y aprobó un cas-ting para la obra La hija del aire, una producción argentino-española, dirigida por Jorge Lavelli, que se presentó en Buenos Aires y Madrid. Dos años más tarde, volvió a la televisión con Amas de casa desesperadas y con un capítulo del unitario Mujeres asesinas, mientras que en paralelo hizo

“Sé que soy joven. Pero sé que en algún momento no voy a ser más joven y va a haber alguna otra cosa que me sostenga. Una cosa que no se ve."

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“A mí la crítica del otro, la verdad, no me frena para nada. La tele tiene cosas buenas y cosas malas."

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en teatro ¿Quién le teme a Virginia Wolf? De ahí pasó a ser Rita, loca y mala, en Son de

fierro: un perfil tan bien tallado, tan limpio en su perturbación, que iluminaba escenas que —de otro modo— hubieran sucumbido al talento acto-ral de Osvaldo Laport y Mariano Martínez. Por ese trabajo, a los 35 años, la convocaron para hacer de Juana: un personaje bipolar que es el resultado de un elemento personal, más la suma de algunos recorridos culturales: La malvada, con Bette Davis; Allucination —la historia de una japonesa con cara de ángel y más perversión de la que podía caberle en el cuerpo— y el libro El per-gamino de la seducción, donde Gioconda Belli escribe sobre Juana la Loca.

—También pensé en Susana Campos. No sé si hizo alguna malvada, pero tenía una mirada, una expresión que me marcaron. Me acuerdo mucho de ella. Trabajé con Susana en Los ángeles no llo-ran. Yo tenía veinte años. Ella tenía un compor-tamiento que me deslumbraba. Porque para mí

ella era una señora, ¿entendés? Una profesional. Y me parecía una mujer muy sabia.

—¿En qué veías la sabiduría?—En el respeto hacia el otro. Aprendí mucho

de ella. Susana seguía una línea de conducta que era la que me habían enseñado en mi casa. Yo crecí con mis viejos diciéndome siempre la misma frase: “Volá bajo.” Ellos siempre me cuidaron, estuvieron conmigo para que terminara la escue-la primaria y la secundaria y me transmitieron siempre la importancia de ser una persona tran-quila. De entender que todo es muy efímero y que ser artista no significa la fama. Significa otra cosa.

—A los nueve años no habrás entendido todo tan bien.

—No, claro. Cuando era chiquita y estaba en Mesa de noticias, que fue mi primer trabajo en televisión, mis compañeritas del colegio me cono-cían y en algún lugar yo me la re-creía. Pero de más grande se me pasó. Tendrá que ver con la formación que tuve, con el esfuerzo que me costó todo y con la gente con la que me tocó trabajar. Susana Campos, también Alicia Bruzzo, que me parecía tan interesante. Y Norma Aleandro, Claudia Lapacó, María Herminia Avellaneda… Hablo como si fuera vieja, ¿viste?

—Las que siguen vivas llegaron a la vejez con mucha dignidad.

—Sí. Son mujeres que han envejecido digna-mente. Por eso, cuando quedo envuelta en toda esa vorágine de que hay que ser divina y perfecta para ser exitosa, yo me acuerdo de Susana Campos. De todas ellas.

—Ahora sos joven, ¿pensás que en unos años cambiarás de opinión?

—No sé. A mí me da mucho miedo el tema de las cirugías. Ahora hay una cosa muy loca con el cuerpo, lo perfecto. Entonces a mí me encanta cuidarme y verme bien. Sé que soy joven. Pero sé que en algún momento no voy a ser más joven y va a haber otra cosa que me sostenga. Una cosa que no se ve.

—El tema es que el medio donde trabajás lo entienda. Muchas de las que se tocan, no lo hacen por ideología sino por necesidad de trabajar.

—Es cierto. Y supongo que es muy duro. Pero ahí tiene mucho que ver la gente que tenés alre-dedor. Porque una se puede llegar a marear, decir “loco no tengo laburo, ya no me veo linda, qué pasa conmigo, por qué no me llaman”. Y yo creo que ahí es muy importante el tema de los afectos. La contención que tengas. Y si tenés gente que te acompañe, no vas a hacer tantas boludeces.

—Fuiste a un casting estando embarazada de cuatro meses. ¿Tenías miedo de que el embarazo te dejara fuera del circuito de trabajo?

—No. Yo tenía muchas ganas de ser mamá. No me importaba nada. De hecho me llamaron para hacer dos películas y dije que no. Pero este cas-

“Mis viejos siempre me cuidaron, estuvieron conmigo para que terminara la escuela y me transmitieron siempre la importancia de ser una persona tranquila."

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ting me venía perfecto: yo lo daba con cuatro meses de embarazo, pero si quedaba seleccio-nada la obra de teatro recién se hacía cuando Miranda tuviera ocho meses. Así que di el cas-ting, después me fui con mi marido a Europa, que yo no conocía y desde los dieciocho años que quería conocer. Y cuando volví me enteré de que había quedado.

—¿No temiste que tener una hija tan chica te impidiera hacer la obra?

—No. Creo que eso depende mucho de cómo te plantes. Yo en el San Martín, en un momento en el que estaba trabajando, me llevaba el saca leche eléctrico, me sacaba la leche y la dejaba en la heladera de los bomberos del teatro. No di opción. Y con el viaje a España, por supuesto que fui con Miranda. También me acompañó mi mamá, que me ayudaba mientras yo trabajaba. Y semanas después vino mi marido. Nos queda-mos cuarenta y un días ahí.

—Trabajás desde muy chica, pero contás que recién a los treinta conociste Europa. ¿En qué te gastabas la plata?

—Bueno, desde los dieciocho vivía sola y tenía que mantenerme. Viajaba, igual. Pero capaz que no hice grandes viajes. Cuando era más chica estaban las ganas de poder elegir qué me gustaría hacer. Viste que cuando laburás, tenés plata. Bueno, esa plata yo me la gastaba durante el tiempo en que no laburaba. Así podía elegir

“Cuando era chiquita y estaba en Mesa de Noticias, mis compañeritas del colegio me reconocían y en algún lugar yo me la re-cría. Pero de más grande se me pasó."

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mejor los trabajos, no agarrar cualquier cosa.—¿Siempre fuiste tan responsable?—Sí. Trabajo desde chica. Por un lado está

bueno, pero por otro es como si nunca hubiera tenido la cabeza de una adolescente. Y eso no está tan bueno. La responsabilidad me llegó demasia-do de golpe. Por ejemplo, no fui al viaje de egresa-dos porque me quedé trabajando. Pero porque yo quise, ¿entendés? Quizás los años perdidos de la adolescencia no me den tanta nostalgia, pero sí los de la infancia. Creo que tendría que haber jugado más. Haber sido más nena. Lo veo todo el tiempo con Miranda. Quiero que sea una nena. No quiero que cargue con responsabilidades.

—¿Vos sentías esa responsabilidad, de chica?—No. No me daba cuenta. Pero ahora, viendo

a mi hija, entiendo que lo que yo hacía era cumplir con una responsabilidad. Y no quiero eso para ella. Que elija cuando sea grande.

—¿Ella te ve en televisión?—No. No es hora para que esté despierta. Ella

va al jardín muy temprano. Por ahora, sabe que tiene una mamá que es actriz, que trabaja de dis-frazarse de otras personas. Pero hasta ahí llega-mos. En la tele no me ve. Esta no es una historia que le vaya a hacer bien a la cabeza.

Todos los días, cuando termina de grabar, Eleonora viaja hasta Beccar: el lugar donde tres años atrás compró, junto a su marido, una casa chica con jardín, calles tranquilas: aire. Nunca antes había vivido así. Creció en un departamen-to en Parque Patricios, luego se fue a vivir sola a Once, y en 2005, ya casada y con una hija chica, vio la escena tan temida: Miranda en el balcón terraza, agarrada de las rejas y mirando las esqui-nas intocables del mundo. Ahí decidió mudarse al gran Buenos Aires. A una casa que, por tramos, puede verse en una producción de fotos que salió en la portada de la revista Caras.

En las imágenes se las ve juntas, reposadas, per-fectas.

—Dudé mucho de hacer esas fotos. Tenía miedo. No sabía si estaba bien mostrarla. Hasta que pensé que bueno, no estoy usando su imagen. Simplemente, es mi hija. No es terrible. Antes que una foto de afano prefiero hacer una linda pro-ducción, y esas fotos me las llevo al corazón.

—¿Tu marido no está porque no lo invitaron, o porque no quiso?

—No quiso. El sí que no sale en ningún lado. Él trabaja en una empresa familiar, una cosa indus-trial de la que prefiero no hablar mucho.

—¿Él te ve en televisión?—No. Salvo que yo le pida que vea algo en espe-

cial. No es que no me cuide: él me re banca con la nena, la cuida si tengo que salir, es un divino. Pero me conecta con otra historia. Él es un tipo que tiene mucho vuelo, es aventurero, es como mi compañero de viajes. Hay cosas que tenemos en común que van más allá de mi trabajo. Y eso tam-bién me gusta de él. No podría soportar que me mirara todo el tiempo. Él me da el aire que yo necesito. Más en este momento.

—¿Te acompaña a estrenos?—¿Para qué? Yo sé que se va a sentir incómodo.

Hay lugares a los que tengo que ir porque es mi trabajo, pero no lo voy a exponer donde todo es cartón pintado. Este medio es difícil, pasa que uno aprende a convivir con él. Y yo no puedo someter a mi marido a ese aprendizaje. Sobre todo porque a él no le interesa. Por eso lo llevo a donde se puede sentir más o menos cómodo. Pero a la inaugura-ción del programa no me acompañó. Era algo abrumador, agobiante, ¿qué iba a hacer ahí? Que me acompañe desde el corazón, después llego a casa y le cuento todo.

Dentro de un rato, a las siete de la tarde, Eleonora llegará a su casa y se encontrará con una nena de cabellos rubios, una gata, una perra y —si volvió del trabajo— un hombre de quien, a esta altura, solo se sabe que el mundo del espectáculo le importa tres belines.

—Cuando llegue, capaz que él ni me pregunta cómo me fue.

Y a ella, dice, le hace tan bien eso: que no le pregunte. Que no le recuerde. 2

“Este medio es difícil, pasa que uno aprende a convivir con él. Y yo no puedo someter a mi marido a ese aprendizaje. Sobre todo porque a él no le interesa."

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el canalla sentimental

N o puede uno pretender estar vivo todas las semanas.

Hay semanas en las que a uno le toca morirse, y así nomás es.

Esta semana me tocó morir dos veces y leer en los perió-dicos las noticias de mis muertes.

Nunca me había muerto dos veces en una semana, esta tiene que haber sido la peor semana de mi vida, o la mejor, teniendo en cuenta que, después de morir, sigo vivo.

Me mataron por primera vez el sábado. Yo estaba durmien-do. No me enteré de que esta-ba muerto. Me dormí a las cinco de la mañana en Bogotá y cuando desperté a las tres de la tarde ya estaba muerto.

Me enteré de que estaba muerto leyendo las noticias y mis correos electrónicos. La CNN, o unos piratas cibernéti-cos que habían usurpado el logo de la CNN, me había matado. Según la CNN (y uno no se atrevería a poner en entredicho la credibilidad de la CNN), yo estaba muerto hacía ya varias horas, es decir me había muerto durmiendo y tal vez por eso no lo había advertido y quien ahora leía la noticia no era yo vivo sino yo muerto. La CNN decía que no había muerto de muerte natu-ral, como siempre sospeché que no moriría: me habían matado unos sicarios atrope-llándome en la calle mientras yo caminaba con aire distraí-do pensando en el título de mi próxima novela.

Pensé: Si la CNN dice que estoy muerto, estoy muerto. Yo siempre le he creído a la CNN más que a Fox y por lo

tanto debía resignarme a la idea de que estaba muerto y que ese fantasma o esa ánima en pena que leía la computa-dora eran los vestigios quizá imperceptibles e inasibles de lo que yo había sido en vida.

Enseguida, muerto pero contento, o muerto pero a gusto con lo parecida que era la vida en el más allá con la vida en el más acá (todo era idéntico y nadie me había juz-gado aun y ya muerto tenía ganas de mear, lo que me parecía insólito), leí mis correos electrónicos.

Tenía cincuenta correos nuevos, cincuenta correos que me habían llegado entre las cinco de la mañana en que me dormí (Dormonid+Stilnox+Klonopin+Mirtazapina+5HTP+Melatonina+30 gotas de Passiflora+ 20 gotas de Valeriana) y las tres de la tarde en que desperté para enterar-me de que estaba muerto. Los leí, conmovido. La mayor parte de esos correos eran de mis hijas, de la madre de mis hijas, de mi madre, de mi her-mana, de algunos de mis her-manos. Todos me pregunta-ban si estaba bien, luego en qué clínica estaba, luego en qué morgue estaba y luego, ya resignados, me pedían que les mandase una señal desde el más allá (hazme cosquillas en los pies, me decía una de mis hijas; pásame con tu papi que lo quiero saludar, me decía mi madre; llámame al celular y no hables pero lláma-me, decía la mamá de mis hijas).

Traté de cumplir sus pedi-dos, trasladarme a la veloci-dad de la luz hasta Lima, pero no lo conseguí. Si bien estaba muerto, no podía desplazarme

como una sustancia etérea, invisible, como suponía que podían desplazarse las almas o los espíritus.

Sin perder tiempo, llamé al celular de la madre de mis hijas.

—¿Eres tú?— preguntó, con voz afligida.

Luego se hizo un silencio que yo no sabía si quebrar con mi voz o respetar para que ella confirmara que esta-ba muerto.

—Sí, soy yo— le dije.—¿Dónde estás?— pregun-

tó ella.—Creo que en Bogotá— le

dije.—¿Estás bien? —Sí, me siento bien.—¿No estás muerto?—Creo que no.—Pero la CNN dice que

estás muerto.—Sí, eso acabo de leer.—Todos en Lima pensamos

que estás muerto. Mis amigas me han llamado para darme el pésame. Las niñas están llo-rando con sus amigas.

—Lo siento. No sabes cuán-to lo siento.

—¿Se puede saber por qué no contestabas mis mails y mis cien mil llamadas?

—Porque estaba dormido.—¿Te acabas de despertar? —Sí.—¡Son las tres de la tarde! —Sí, ¡pero no estoy muerto! —Eres tan raro que nunca

sé si creerte. Si quieres demostrarnos que no estás muerto, ¡toma el primer avión y ven a vernos inmediatamen-te!

—Eso mismo haré, te pro-meto. Salgo enseguida al aeropuerto.

—¿Te paso con las niñas?Escuchaba a lo lejos sus

sollozos, los llantos de sus amigas. Me sentí feliz de que me llorasen tanto, debía de ser que me querían.

—No, mejor no —le dije—. No les diga nada, así llego de sorpresa a la noche y ven que estoy vivo.

—¿Estás loco?— me dijo, furiosa.

—No —le dije—. Pero me gusta que me extrañen, que me lloren un poco. Déjalas llo-rar un poco más.

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Morir dos veces

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—Estás mal de la cabeza —sentenció ella—. ¿Y qué se supone que debo hacer con tu madre?

—No sé, no tengo idea. ¿Dónde está mi madre, sigue en Europa?

—Está en Madrid, rezando por ti.

—No le digas nada, déjala que rece un poco más, eso le encanta. Debe de estar feliz pensando que ya me reuní con mi padre. No le rompas esa ilusión.

—Bueno, como quieras. Solo prométeme que vienes esta noche.

—Te lo prometo. Voy para allá. Y llama a tus amigas y diles que llamen a CNN para desmentir la noticia.

—Yo misma voy a llamar a CNN y les voy a decir que se vayan a la mierda. No pueden andar matando a la gente así. Mañana mismo cancelo CNN.

—Debe ser por celos que me han matado —le dije—. Como ahora estoy en NTN, que suena a CNN, los de CNN dieron la noticia de mi muerte para joder a NTN.

—Lo importante que es no te conviertas en un NN— dijo ella, con sabiduría.

—No, no, alguien tiene que pagar el colegio de las chicas —le dije—. Nos vemos a la noche. Besos. Te quiero.

—Yo también te quiero, pero vivo— dijo ella.

—Llama a CNN y mándalos al carajo— le sugerí.

Luego corrí al aeropuerto, tomé el primer vuelo a Lima, llegué a mi casa y toqué el timbre. Me abrieron mis hijas, llorando con sus amigas.

—Papi, ¿no estabas muer-to?

—Tío, ¡estás vivo!

—Chicas, ¡resucité!Fue un momento inolvida-

ble. Nos abrazamos, lloramos, me tocaron y verificaron que seguía vivo. Luego la mamá de mis hijas me abrazó, me besó, me olió y dijo:

—No estarás muerto, pero hueles a muerto. Apestas. Anda a bañarte.

La obedecí.No fue fácil llamar a mi

madre y despertarla en el hotel de Madrid y decirle que seguía vivo.

—¿No estás con tu papi?— se apenó ella.

—No, estoy en Lima— le dije.

—Yo te hacía conversando con tu papi, qué mala noticia me das— me dijo ella.

—Lo siento, mami— le dije.—No te preocupes, amor. Ya

estoy acostumbrada a tus locuras.

—No es mi culpa, mami. Es culpa de la CNN.

—No, amor. No culpes a la CNN. Es que te habías muerto y Dios te ha resucitado. ¿No te das cuenta de que es un mila-gro, amor?

—Sí, mami, es un milagro— le dije, y luego ella se quedó dormida con el teléfono des-colgado, mientras yo escucha-ba sus ronquidos.

Pasaron cinco días y, ya de regreso en Bogotá, el viernes leí la prensa de Lima y se me puso la piel de gallina:

“Jaime Baylys no existe”.¿Había vuelto a morir?

¿Había dejado de existir? ¿Quién era el que leía ese titu-lar, yo vivo o yo de nuevo muerto?

Esta vez no me había mata-do la CNN: me había matado un actor. El actor confirmaba que yo no existía, que había

dejado de existir. No contaba cómo había dejado de existir, pero lo aseguraba con énfasis y hasta aliviado o contento:

“Jaime Baylys no existe. Pobre su familia.”

Me sentí muy triste porque por un lado imaginé a mi fami-lia llorándome de nuevo y por otro lado imaginé a ese actor celebrando mi no existencia, mi inexistencia.

El actor no podía estar min-tiendo, aunque es sabido que los actores son diestros en el oficio de mentir, tal es la natu-raleza de su arte. Pero se tra-taba de un actor serio y talen-toso que no saldría a la prensa a anunciar mi muerte sin estar seguro de ella:

“Para mí, Jaime Baylys no existe”.

Fue entonces cuando me asaltó la duda. ¿Yo no existía solo para él o no existía para todos los demás? ¿El actor estaba anunciando que yo estaba muerto o que él me daba por muerto? ¿Estaba diciendo que yo no existía para él, pero tal vez podía seguir existiendo para mí mismo? ¿Podía ilusionarme con eso?

Sin saber si existía o no, llamé a la madre de mis hijas y le dije:

—¿Has leído Peru21, El Comercio y Trome?

—No —dijo ella—. ¿Qué dicen?

—Que no existo, que he dejado de existir. Que según un actor ya no existo.

—Ahorita llamo a CNN a preguntarles.

—Yo no confiaría en CNN.—¿Entonces a quién llamo? —A Trome. Es una fuente

más confiable.La mamá de mis hijas llamó

a Trome y no tardó en llamar-me:

—Dicen en Trome que no estás muerto.

—¿O sea que existo?— sus-piré, aliviado.

—En Trome me aseguran que sí. Dicen que un actor ha salido a decir que no existes, pero ellos han hablado con todas las morgues y han con-firmado que todavía existes.

Me toqué la panza y me pareció que todavía existía.

—En Trome me dicen que te cuides, que el actor dice que no existes y ellos creen que está dispuesto a matarte para probar que no existes.

—Claro —dije—. Recién me doy cuenta. ¡Es una amenaza de muerte!

—Eso dicen en Trome —confirmó ella—. Dicen que si el actor ha dicho que no existes, es porque se va a ocupar de que dejes de existir.

—¡Dios! —di un respingo—. ¿Y ahora qué hago?

—Cómprate una pistola —me aconsejó ella—. Y si viene a matarte, dispárale.

—No podría— dije.—¿Por qué? —Porque él siempre existirá

para mí.—¡Eres un idiota!—Sí, ¡pero existo! —No para el actor.—Es cierto. Pero me basta

con existir para mí y para uste-des.

—Llama a tu mami y dile que estás vivo.

—¿Sigue en Madrid?—Sí.—Ya la llamo. Y tú llama a

CNN y diles que estoy vivo y que solo he muerto para el actor.

—Mejor llamo a Trome— dijo ella, sabiamente. 2

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Morir dos veces Por jaime bayly

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Por María Fernanda Mainelli

a veces las personas se parecen a lo que hacen y otras, no. En la moda,

no todo lo que diseña Miuccia Prada es para que lo use Miuccia Prada, así como es muy difícil imaginar a Vivienne Westwood vestida con ropa que no sea la de ella. Algo parecido a esto último sucede con De La Ostia y sus dos mentoras: Lola Canavosio y Natalia Morano. Estas diseñadoras representan como nadie el espíritu y la filosofía de la firma. Son dos jóvenes bellas, viajadas y amantes de la moda. Ese tipo de chi-cas que en la calle marcan tendencia. Hace tres años Canavosio y Morano andaban en otros temas: la primera estudiaba Economía y la segunda, Derecho. Habían diseñado para otras firmas y tenían ganas de hacer ropa. Un día se les ocurrió el nombre, al otro lo registraron y no pasa-ron veinticuatro horas más que ya habían pensado el concepto de la marca. Para poder sacar la primera colección, convencieron al empresario Marcelo Mazzini, dueño del boliche Rumi, para que invirtiera en la firma, y más tarde asociaron a otra empresaria, Paula Traverso. Mazzini aportó sus contactos con actrices y modelos y De La Ostia empezó, de la noche a la mañana, a circular entre refe-rentes de la moda y a tener

una exposición mediática explosiva. Finalmente, el cre-cimiento fue imparable: en solo tres años sumaron, al primer local de Palermo Soho, dos en shopping. El segundo es el de Unicenter y se acaba de inaugurar.

–¿Cuál fue la idea primaria de lo que debía ser De La Ostia?

–Natalia Morano: Pensamos en una marca que ayudara a la mujer a encon-trar todo en un mismo lugar. Nuestra clienta es una mujer que viaja mucho, que sabe cuál es la última cartera, el accesorio y el sombrero que se usan en el mundo. Estas clientas no eran fieles a una sola marca en la Argentina. Justamente, notamos que compraban en diferentes eti-quetas, en vintage, en el exterior y todo lo combina-ban con la ropa vieja. Entonces, quisimos tener todo en un solo lugar, para que se pudieran vestir de pies a cabeza, para todas las ocasiones. Con este planteo salimos al mercado.

–Lola Canavosio: Otra

Alzaga. ¿A qué se debe esta decisión?

–L.C: Porque entendemos que esas chicas son referen-tes de la noche de Buenos Aires y de la moda, son chi-cas que se visten muy bien, viajan y están informadas.

–N. M: Nos parecía que todas las marcas con cual-quier ropa pueden lograr una buena campaña. Hacer algo más espontáneo y fresco con chicas que no son modelos y lograr que se vean espléndi-das con nuestra ropa, era un desafío.

–L.C: Además, las sesiones fotográficas no eran tales, sino encuentros entre amigas que se divertían. Para la actual campaña contratamos un barco y nos pasamos un día entero charlando, comien-do y divirtiéndonos y, mien-tras tanto, hacíamos las fotos. Pero ahora lo empezaron a hacer otras marcas y nos dejó de parecer novedoso. Entonces, para el invierno que viene volveremos a una campaña con modelo pero con un concepto distinto, espontáneo, que parezca una situación real de una mujer.

–Se nota, en muchas colec-ciones, que la marca se ade-lanta a la tendencia. ¿Este es también un concepto que manejaron desde el comien-zo?

–L. C: De entrada nos fui-mos adelantando a eso que se usaría, por lo menos, un año después. En varias colecciones, nos pasó que nos quedábamos con pren-das que vendíamos bien al

vidrieras

característica de la marca es la forma en que la comunica-mos desde el principio. De La Ostia no tiene mucha pauta publicitaria en revistas o en vía pública, o tiene menos que la mayoría de las marcas. De entrada, nos pareció que era más tentador para las mujeres que les mostráramos lo que hacemos a través de ciertos referentes de la moda, como actrices o modelos. Pensamos que de esta manera íbamos a lograr llegar al público que imaginá-bamos, que fue lo que pasó. Lo que no previmos fue que sería tan rápido, pensamos que el proceso sería más lento. Pero fue una explosión. De un día para el otro estába-mos en todos lados, vistiendo a modelos y actrices en las revistas y ni siquiera teníamos una estructura como para abastecer la demanda que se desató. Fue un comienzo triunfal.

–En las últimas campañas no contrataron modelos, sino chicas de la clase alta porte-ña de apellidos conocidos como Blaquier, Zuberbühler,

En el nombre de la modaEn tres años, la marca De La Ostia se convirtió en un referente del mercado local. La clave es adelantarse a la tendencia, vestir a celebridades y apuntar a una consumidora informada en moda.

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En el nombre de la moda

año siguiente. Cuando una empresa crece, esto no puede pasar. En todo este tiempo aprendimos a hacer un equilibrio entre eso que queremos hacer y lo que entendemos que la mujer está dispuesta a ponerse. No siempre se entiende lo que una propone.

–N. M: También nos pode-mos dar el gusto, porque forma parte de la filosofía de nuestra marca, de hacer pocas prendas de algo que sabemos que es más jugado, que se usará en uno o dos años. En De La Ostia tene-mos espacio y voz suficiente para hacer, si queremos, tres prendas de un vestido que nos encanta, pero también tenemos que hacer la remera estampada y el jean, que es lo que nos permite crecer. Y esas pocas prendas se las llevan las clientas más van-guardistas. Pero nosotras cambiamos, cuando empeza-

mos éramos más capricho-sas, sentíamos que si algo nos gustaba, lo podíamos imponer. Y eso no es tan fácil.

–¿Cómo investigan la ten-dencia?

–L. C: Estamos muy infor-madas todo el tiempo, mira-mos desfiles yrevistas. Hacemos muchos viajes, dos al año son los que se llaman "viajes de producto".

–N. M: Pero para armar las colecciones pesa mucho más todo lo que nos queda en los ojos de lo que vemos en las calles de Nueva York, París o Londres. Estamos más aten-tas a lo que pasa en la calle que a lo que vimos en un shopping, que es lo que hace la mayoría de las marcas: comprar y copiar. Recorremos ferias, o los bares con grupetes de chicas referentes.

–¿Qué es lo que más les llamó la atención en los últi-mos viajes?

–L. C: En ciudades como Nueva York vi muchos locales cerrados por la crisis y liqui-daciones deslumbrantes en épocas del año impensadas.

–N. M: Yo no vi nuevas pro-puestas, me dio la sensación de que nadie arriesga. No vi colecciones amplias ni estrambóticas. Todos fueron a lo seguro y a lo básico. Y en cuento a las referentes, a las que miramos nosotras, ahora más que nunca me doy cuen-ta de que compran en ferias. Compran el zapato Chanel o la cartera Yves Saint Laurent y el resto es toda ropa reci-clada o de feria. Esto no es nuevo, pero se ve mucho más en las calles.

–¿Qué prendas se desta-can en la colección para este verano?

–N. M: Hay muchas reminis-cencias de la ropa interior sacada al exterior, en vesti-dos, camisas o trajes de baño. Tiene mucha inspira-

ción en la corsetería. Es más romántica de lo que caracteri-za a la marca. Es una colec-ción de telas muy livianas y colores claros, como los tonos pasteles. Pero sobre todo la idea fue usar telas que permitieran mostrar la piel y superponer, porque hay cosas que no van solas.

–¿En qué mujer piensan?–L. C: Apuntamos a clientas

de 18 a 25 años, pero ya estamos vistiendo a chicas más jóvenes y mujeres más grandes. La mujer aspiracio-nal a la que apunta la marca es la que "está de moda" o las "todas quieren copiar". A las chicas que no tienen onda no les interesa esta marca y sí les interesa a esas chicas que están informadas en moda. Las que menos arries-gan, ahora que la marca se instaló en el mercado, se están empezando a entregar y a confiar en nuestra pro-puesta. 2

gUADALUPE gAONA

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Una vez que en casa hasta los repasadores son de diseño, que

uno aprendió a beber y a comprar la bebida, que cocinar se transformó en una práctica hedonista y no en una necesidad-obli-gación tediosa, una vez que, claro, se obtuvo y se sostuvo un ingreso, el arte se presenta en la vida de algunas personas como una necesidad. Puede ser un codazo a la salida de una cena de negocios -"¿Viste, viejo, el cuadro que tenían?"-, un creci-miento empresario que necesita un correlato estéti-co o simple necesidad de pasar al siguiente peldaño en la escalera del buen gusto. Para los que tienen realmente el berretín, los que se asoman por esno-bismo y los que se quieren aventurar con alguna pequeña inversión de largo plazo, diciembre es el mes para iniciarse en la compra de arte. Porque las galerías y subastas arden de opor-tunidades. Buscan ofrecer precios accesibles a un público que se suma al mercado del arte.

Dentro de este panora-ma, desde el 14 hasta el 31 de diciembre la galería Holz (Arroyo 862) presenta su propuesta Coleccionables, que se destaca porque el precio accesible no se debe a que las obras son de for-mato pequeño o dibujos.

No. Hay óleos y acrílicos, como para comprar con el pie derecho.

Hay, en esta propuesta, obras de Andrés Compagnucci, Silvina Benguria, Diego Perrota, Silvina Lobo, David López Mastrangelo, Germán Wendel, entre otros. Una veintena de artistas con-temporáneos que en algu-nos casos han vendido a buenos precios.

¿A qué se llama oportuni-dad? En este caso, a poder comprar por 3.000 pesos o menos. Pero se puede ingresar al mundo de los que tienen en su living obras de arte origina-les, por mucho menos.

"Cualquier lámina deco-rativa en una casa de rega-los o una mueblería, con el respeto que me merecen, es bastante cara, cuando por ejemplo un grabado -y en la Argentina hay muy buenos grabadores- se puede conseguir por 500 pesos", avisa Adrián Gualdoni Basualdo, perio-dista y consultor, especiali-

zado en arte, que dará una charla en Holz para este ciclo titulado Coleccionables.

"No es que terminás de hablar y la gente se tira encima de las obras como si fuera la góndola de un supermercado -porque la elección de un cuadro es algo meditado, que involu-cra a todos los que habitan una casa-, pero son pro-puestas que estimulan, que rompen el pudor que algu-na gente puede tener de acercarse al arte. Es públi-co que se suma al merca-do del arte, que en la Argentina crece", explica Gualdoni Basualdo.

La idea, antes de com-prar, además de pensar en el propio gusto y en las ganas de gustar, es pensar un poquito: averiguar qué ha sucedido en el mercado del arte mundial y local durante el año, por ejem-plo. "Al margen del rédito estético y el puro placer -dice el consultor-, hay que advertir que comprar una obra de arte no es sólo una

pura adquisición, sino que se participa de una activi-dad que tiene un mercado. Es un producto sujeto a las normas de ese mercado. A veces pensamos que vamos a comprar un cua-dro toda la vida, y no está mal, pero tampoco está mal pensar en el valor eventual de reventa."

En el mercado del arte norteamericano se suele decir que la gente vende obras por alguna de "las tres 'd': death, divorce, default". Hay otros motivos: por ejemplo, que uno evo-lucionó en su gusto.

Hay cosas que se com-pran por impulso, por necesidad de emulación. "Hay compra inducida o movilizada por el poder mediático. Así como nos sentimos impulsados a comprar una corbata Hermés, también existe la 'necesidad' de comprar determinado artista".

El propio gusto, y las razones afectivas que uno le atribuya, además del cálculo material, dominan por sobre la compra snob. Casi nadie compra más de una obra solo porque el artista está de moda. O sí, pero también compra otras por motivos más genuinos. "Soy muy ecléctico -se confiesa Gualdoni-. Tengo una pared con seis acua-relas de Venecia, de artis-tas argentinos de los años ‘30". No hay absolutos, en esto. Algunos pagan 5.000 dólares de diferencia entre el auto que necesitan y el que quieren. Por mucho menos, se pueden llamar coleccionistas.

el dato snob

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El coleccionista primerizoEsta es la época de encontrar buenos precios en galerías de arte y subastas. Con un presupuesto de entre 500 y 3.000 pesos, se pueden empezar a cambiar las láminas compradas en tiendas de museos por cuadros de verdad.

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Por Nicolás E. PEralta

¿ Cuáles son los discos que pone por instinto, a los que vuelve siem-

pre?–Son tres. Let's get lost,

de Chet Baker; Ascensor para el cadalso de Miles Davis y por último, pero no menos importante, Behaviour de Pet Shop Boys. Imperdibles.

–¿Los dos últimos que compró?

– Un disco de Klimek que se llama Movies is magic y un disco de Lawrence exce-lente: Until then, goodbye.

–¿El último disco que lo sorprendió?

–The third man de Rava-Bollani.

–¿Cuál lo desilusionó?–Uno de los que te nom-

bré cuando me preguntaste por mis últimas adquisicio-nes: Movies is magic.

–¿Siente que se produce buena música hoy en día?

-No me quejo.–¿Qué disco se arrepintió

de haber comprado? –Ya te lo nombré dos

veces, Movies is magic. ¿Se nota que no me gustó?

–¿Tiene incunables y rare-zas?

–No... Sí: la tapa de Michel Polnareff del disco que se llamaba Michel Polnareff, 1974. Si no me hubieran robado el disco, lo estaría escuchando todo el día “Tous les bateaux tous les oiseaux”. Temazo.

–¿Qué es lo más raro que tiene?

–Un CD de efectos sono-ros para cine.

–¿Qué discos tiene de sus viajes?

–Self-portrait de Jay Jay

Johanson, Asia Argento vs. Antipop, Archigram and friends, 5:55 de Charlotte Gainsbourg. Con eso esta-mos bien, supongo.

–¿Cuántos discos guar-da con el celofán puesto?

–Solo los que voy a rega-lar.

–¿Cuáles son las situa-ciones ideales para escu-char música?

–En el auto, solo, de noche, con todas las venta-nas cerradas.

–¿Qué disco pondría en una primera cita para impresionar?

–“Bésame” en la versión de Joao Gilberto. Amoroso.

–¿Cuál es la primera can-ción que recuerda?

–“Canción para vestirse” de María Elena Walsh.

–¿El primer disco que compró?

–Fuiste mía un verano de Leonardo Favio.

–¿Qué era lo que más escuchaba en la adolescen-cia?

–King Crimson, Van der

Graaf Generator, Gentle Giant.

–¿Qué discos le gusta regalar?

–Música cantada por mujeres.

–¿Un disco que le da ver-güenza pero no puede parar de escuchar?

–Cualquiera de The Cranberries.

–Algo que nunca escu-charía?

–Ginamaría Hidalgo.–¿Un tema recurrente bajo

la ducha, cuando se peina o se afeita?

–“We are the people”, de Empire of the sun.

–¿Qué canción lo saca de una depresión?

–“Beautiful day without you”, de Royksoop

–¿Cinco títulos que salva-ría de un incendio?

–El disco 2 de Tosca Deli 9, Conversations with myself de Bill Evans, The absence of blight de Lawrence, uno de Sinatra & Jobim y de Charly García, Clics moder-nos.

–¿Qué música le gustaría que sonara en su funeral?

–¿Qué te parece un Funeral House?

–¿Vinilo?¿Casete? ¿CD? Mp3?

–Prefiero el CD.–¿Materias pendientes?–Tiene que ver con la

música local. Sobre todo, el tango y el primer rock argentino.

–¿Le gustaría tocar algún instrumento como alguien en especial?

–Cantar como Chet Baker.–¿Su instrumento favorito?–Trompeta. Sin dudas.–¿Su canción preferida?–“Last night I dreamt that

somebody loved me”. Es una canción de The Smiths.

–¿Qué música lo inspira?–Mucha. Pero creo que

las bandas sonoras de pelí-culas son las que más me inspiran de todas.

–¿Cómo relaciona música con literatura? ¿Hay música en su literatura?

–No hay mucha, no. Pero ¿para qué poner, si son casi lo mismo?. 2

*Escritor

los discos de

alan pauls

"Quisiera cantar como Chet Baker"Fuiste mía un verano, Leonardo Favio. “Según recuerdo fue el primer disco que me compré.”

The Cranberries. “Me da vergüenza admitirlo pero los escucho.”

The Third Man de Rava-Bollani. “Discazo. Fue el último que me sorprendió.”

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tecno

Los nuevos DVR o grabadores digitales de video brindan la sensación de que uno puede ver todo sin perderse nada. Son decodificadores con anabólicos: permiten grabar horas o pausar y rebobinar algo que se está viendo en vivo.

Por Federico KuKso

d e todas las definicio-nes que circulan hace años y terminan

por anclarse en aquel uni-verso adictivo y nuestro de cada día llamado “tec-nología”, tal vez la más adecuada y coherente —si uno aprieta el botón de pausa, da un paso atrás y comienza a hacer aquello tan pasado de moda, o sea, pensar— es la esbozada por un profe-sor de bigotito gris, cara de bueno y anteojos a lo Gepeto, una celebridad en la cibernética llamada Joseph Weizenbaum (1923-2008): este espe-cialista en ciencias de la computación de origen alemán, creador en 1966 de ELIZA —algo así como la Eva de la inteligencia artificial— aseguró, hace tanto que nadie vivo lo recuerda, que las herra-mientas y artilugios técni-cos que nos rodean ahora como segunda naturaleza no son más que extensio-nes, prolongaciones de nuestros cuerpos. De ahí que reconozcamos en estos objetos, entre tanto chip y plástico, algo de humanidad por más artifi-ciales y aparatosos que sean. Weizenbaum decía: “Muchas máquinas son ampliaciones funcionales del cuerpo humano, en lo fundamental, prótesis.

Algunas de ellas, como la palanca y la turbina, amplifican la fuerza mus-cular de quienes las ope-ran; otras, como el microscopio, el telescopio y diferentes instrumentos de medición, son expan-siones del aparato senso-rial humano”.

Pero mientras en un pri-mer momento la tecnolo-gía se adecuó a los gus-tos y requerimientos de sus usuarios, de a poco son sus usuarios los que adaptan sus capacidades intelectuales a ellas. Y en la mayoría de las ocasio-nes sin saberlo: se advier-te sobre todo en lo que se refiere a la memoria. Discos rígidos con cada vez más capacidad de almacenamiento de

datos, pendrives que año tras año acumulan más gigas y casillas de correo mucho más caudalosas se multiplican y son bienveni-dos como un respiro para aquella capacidad de guardar en algún rincón de la cabeza algo más que el número de teléfono del/a novio/novia, el currículum siempre desactualizado o la dirección de mail de aquel amigo de la infancia que ahora hizo plata y puede salvarnos de un incendio económico.

El ser humano dejó de tener una sola memoria orgánica para tener muchas, portátiles y exter-nas, que modifican —aun con resultados impredeci-bles— el verbo “recordar”. Y ya no alteran simplemen-

te una rutina de gimnasia mental convirtiéndonos en algo así como holgazanes mnemotécnicos —¿para qué recordar un teléfono si lo tengo en el celular? ¿Por qué memorizar la direc-ción de un mail si la puedo hallar con dos o tres clics al entrar a Facebook?—, sino que redefinen las for-mas de ver y ser.

A eso apuntan, por ejemplo, unas nuevas cajas mágicas que paulati-namente invaden las casas y se estacionan debajo de los televisores, en el hueco dejado vacío por las videograbadoras, peleándole codo a codo cada centímetro al repro-ductor de DVD. Los DVR —o digital video recorders, sí, otra sigla más para recordar— son básica-mente decodificadores que permiten pausar, repe-tir y hasta rebobinar en vivo, grabar cientos de horas de programación y hasta acceder a canales en alta definición. En otras palabras, videograbadoras sin cintas, en una época en la cual lo que no es digital perece en el olvido.

Sin embargo, estos apa-ratos y servicios ya ofreci-dos por cable operadores como Cablevisión (con su nuevo paquete premium de Cablevisión MAX) o por DirecTV hacen más que almacenar en sus discos rígidos una serie, una pelí-

El televidente todopoderoso

Protagonismo: Los DVR ocupan el lugar que le pertenecía la video.

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cula y un documental de gorilas en la niebla. De alguna manera, alteran la concepción del “vivo y en directo” así como la prácti-ca misma de ver televisión.

Acostumbrado y entre-nado por Internet en el arte de ir, hacer y pedir lo que se le antoje a cual-quier hora, el televidente retomó el control de sus tiempos con estas cajas. Su experiencia visual no depende más de los pro-

gramadores, de los anun-ciantes, de otros.

Ya no hay que aguantar-se: si se tiene ganas de hacer pis y no se quiere perder ni un minuto de un partido de fútbol, se aprie-tan dos botones y listo. Lo mismo si se quieren ver dos programas que se emi-ten en el mismo horario: se ve uno y se graba el otro.

Como memoria visual externa, los DVR incitan también a aquel pecado

posmoderno de la gula o la opulencia visual: pro-mueven la sensación de no perderse nada, de ver todo (o casi todo, aunque sepamos que es imposible ver todo) y la posibilidad de armarse una videoteca personal para los momen-tos de sequía afectiva.Pero los DVR también van más allá: alteran el con-cepto y experiencia del zapping. A medio camino entre la experiencia-escla-

va de la televisión común y corriente y la costumbre cada vez más arraigada del download, los DVR modifican sobre todo la noción de espectáculo y alientan el trueque de roles del siglo XXI: el televidente dejó de ser el punto final de la cadena televisiva para convertirse en un co-programador ególatra y hambriento que reclama alimento visual para sus retinas y su cerebro. 2

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“No hay que perdonar a los padres”, dice Ricardo Fort. Tercera generación de una familia, de perfil bajísimo, dueña de la marca de golosinas FelFort, él acepta sin vueltas que sacó a la luz su perfil fiestero, escandaloso

y farandulero —que fascina a los programas de chimentos— cuando heredó a su padre.

Paris Hilton versión

masculina y local

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MiniMalista. El lecho purísimo de Ricardo contrasta con sus tatuajes.


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“Dos mastodontes de seguridad lo acompañan día y noche. Los tres, en un departamento del barrio porteño de Belgrano, almuerzan varias pechugas de pollo con puré de papas. De postre, un bol repleto de arvejas en el que Fort hunde la cuchara.

Por Mauro FulcoFotos Diego sanDsteDe

O mnipresente. Cada click en el control remoto lo muestra en una actuación diferente. Tomando tequila, ento-nando baladas a capella, trepando a

un caño, amando a la voluptuosa de turno, osten-tando a mansalva. Ricardo Fort se convirtió en un fenómeno digno de estudio. Millonario, muscu-loso, aspirante a estrella, heredero de una fortuna incalculable hasta para él mismo y varios ítems más. Pero entre todas las maneras para definirlo, es su fortuna el atributo que resulta más atractivo para el público de los programas de la tarde que no puede dejar de mirar su vida. Sus noches en Esperanto, los días en el piso 22 de su torre en Belgrano, sus estrambóticos viajes rodeado de efebos depilados, los patovicas que lo acompañan, sus plásticas novias, sus definiciones sobre la vida bien vivida.

Después de fatigar pantallas varias, Fort se convirtió en irresistible para los medios. A los 41 años, la explosión se dio cuando decidió filmar su vida y montar un reality show en el que mos-tró cada minuto de su existencia: sus rabietas y gritos lo llevaron derecho al programa de Marcelo Tinelli.

“Me muestro como un hombre directo, sincero, que no es careta y además no soy nada de lo que la gente piensa acerca de un tipo con plata: no soy nariz parada ni me la creo ni nada por el estilo. Trato de vivir la vida a full, no monto ningún per-sonaje, soy esto”, se define.

La conversación trascurre en su casa, con dos mastodontes de seguridad que lo acompañan día y noche sentados a la mesa. Los tres almuerzan varias pechugas de pollo con puré de papas. De postre, Fort hunde una cuchara sopera en un bol repleto de arvejas, aunque se queja porque alguien picoteó donde no debía. “¿Quién fue?”, pregunta, y el interrogante suena a interrogato-rio. El gigantón sentado frente a él sonríe y acep-ta haber pecado de goloso. Fort lo mira con ter-nura y sigue comiendo. Al rato, mientras el entrevistado dialoga con énfasis, su custodia se deleita con Mirtha Legrand proyectada en un plasma tamaño cine. En eso, un golpe seco inte-rrumpe charla y tele: el revólver se le cayó de la cintura a Dani La Muerte -el más amable de los patovas, a pesar del nombre- y dio de lleno con-tra el parquet. Chau ternura.

Pero esta historia tiene un comienzo. A pesar de las apariencias, Fort no nació de un repollo en el mundo de la farándula. Heredero de la choco-latería FelFort, el hombre reconoce un momento clave en el cual su vida cambió en forma rotunda. “Después de haber heredado la fortuna de mi viejo hago más lo que quiero, porque por ahí antes me controlaban más. Él no me daba un mango. Y

exploté con esta forma de vivir que tengo, la filmé, hice un reality y la gente compró. Vivo la vida a full, disfruto el día a día; mis amigos, mis viajes y no estar pensando en si me voy a quedar sin plata algún día”, afirma, y cada vez que se refiera al patriarca lo hará con un cierto rencor. Al menos con reproches. “Mi viejo no me pasaba un mango, entonces me fui a vivir a Miami. Al irme, mi padre me dio 4.000 dólares y nada más. ‘Andá y no espe-res más que esto’, me dijo. Entonces me puse a trabajar en la puerta de un boliche porque no sabía hablar inglés, cortaba los tickets y ponía sellos; después empecé a bailar como go-go dan-cer; hice un curso de bar tender. Mi vieja me man-daba plata, 1.000 o 2.000 dólares por mes, nada que ver con el gasto que tenía”.

Vivió durante 15 años en los Estados Unidos, se hizo ciudadano del norte gracias a un sorteo de visas y, de regreso en Buenos Aires, volvió a traba-jar a la fábrica que comandaba su padre. El menor de dos hermanos, la oficina que le tocó fue la de Desarrollo de Productos, en la que se arroga el mérito de haber importado el invento de las golo-sinas de cereales. “Al Cereal Fort lo traje de allá como una novedad. Cuando le presenté a mi padre la idea me respondió que eso no se iba a vender, y uno de los gerentes me preguntó si íba-mos a vender comida de perros”. Resultó un éxito de ventas, pero la reivindicación laboral, dice Ricardo, no llegó. “Para mí fue muy difícil trabajar en la fábrica porque soy un tipo muy creativo, traía cosas de afuera todo el tiempo. Ideas, ideas, ideas y todas me las negaban, y meses después veía el mismo producto reivindicado por otra marca. Ahí me decían que era una casualidad, me subestima-ban todo el tiempo.”

De su época de oficinista destaca que jamás vistió un traje y que siempre mantuvo su estilo al vestir, un look entre reggaetonero y porno star, con jeans ceñidos y tajeados, 13 tatuajes indisimu-lables, corte de pelo a lo Top Gun, remeras que resaltan unos bíceps del tamaño de una sandía y un físico cincelado. “Uno de mis hobbies es la ropa. No compro nada acá, traigo todo de Miami. Ni siquiera Europa, porque yo me visto muy Miami, con brillos y un estilo muy definido. No es Dolce & Gabbana ni Versace. No voy a Bal Harbour a comprarme esta marca que usa Susana… Cavalli. No me interesan las marcas caras, sólo las copadas de estilo”.

Sobre su cuerpo de gladiador se dijo que había sido sometido a 37 cirugías estéticas, entre las que se destacan implantes de todo tipo de músculos y hasta un alargamiento de tendón de Aquiles para ganar tres centímetros de altura. Consultarle si es verdad puede provocar una mirada de odio des-comunal. Con los ojos rojos de irritación, levanta la botamanga del pantalón y ordena: “Mirá, fijate si tengo alguna cicatriz, alguna operación, algo. Es una ridiculez absoluta lo que dicen, pero si


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siguen hablando de este tema se va a poner de moda, porque antes no se hablaba de eso. Como la pelotuda de Lulipop habla de sus cirugías, se habla de la cirugía de todos. ¡Corten con las malas ondas, córtenla!”. Lulipop es el seudónimo que utiliza Luciana Salazar para lanzar su carrera como cantante, y el tema de las cirugías de Fort queda agotado en la orden de “córtenla”. Él dice que simplemente cena a las seis de la tarde y se entrena dos horas diarias desde hace 25 años para lograr semejante estado físico. En caso de no ser suficiente, su seguridad personal intimida lo sufi-ciente como para no incomodar al patrón.

La corteLa rutina de un millonario puede ser estresante. Pero mejor que la cuente él: “Me levantan a las ocho de la mañana y me hacen masajes. Viene el masajista, desayuno y me vuelvo a acostar hasta las 11.30 o 12. Almorzamos con los chicos de segu-ridad y hago mis cosas. Voy a la fábrica o lo que tenga que hacer. A las seis vuelvo a comer y des-pués me voy al gimnasio a hacer mi rutina. De jueves a domingo voy a Esperanto. Nos reunimos acá en casa a hacer la previa y arrancamos para allá con no menos de 15 personas”. Es que la corte de Fort se mueve en bloque. Los cinco patovicas custodian a un grupo homogéneo en estética y gustos, compuesto por los amigos del empresario, en su mayoría modelos masculinos de belleza delicada y pecho depilado. También hay chicas que adornan al grupo. La noche comienzan en el piso 22, que podría ser un boliche en sí mismo. A saber, una barra esquinera tiene alcohol de pri-mera calidad como para emborrachar a un ejér-cito de cosacos. En otro rincón, un equipo de sonido profesional ambienta la previa. Luego, todos parten a la disco Esperanto, donde Fort es rey. Los súbditos nocturnos inclinan la cabeza cuando lo ven pasar. Los que logran sortear a la seguridad privada del magnate le piden una foto tomada con el teléfono celular. Lo veneran, le agradecen su presencia. Divertido, el heredero narra una de las rutinas nocturnas que lo enlo-quecen: “Con mis amigos tenemos una cosa muy nuestra que es la ronda de tequila. Estamos sen-tados en el VIP y de pronto se acerca uno de los chicos y me dice: ‘Che, Ricardo, sabés que me llamó un amigo por teléfono, un tarado que dice que Ricardo Fort no es capaz de tomarse un tequi-lazo’. Bum, le entro al primero. Al rato viene otro que me dice: ‘Aquel de allá me dice que sos un cagón y no te animás a otro tequilazo’. Nos termi-namos tomando entre dos y tres botellas de tequi-la por noche. Eso sí, no me vas a ver arruinado ni quebrado, porque tengo mucha tolerancia al alco-hol”. El hombre suele gastar, dice, no menos de 15.000 pesos por noche en rondas compartidas y jura no tocar su auto en el regreso al hogar. “Me gusta manejar, pero cuando salgo del boliche

maneja un seguridad porque casi siempre estoy en pedo. No es que no pueda hacerlo, porque lo hago muy bien, pero no lo hago.” Y tan bien se desempeña al volante que el primer gusto que se dio cuando heredó la fortuna paterna fue com-prarse dos Rolls Royce que están en su casa de Miami, aunque evalúa la posibilidad de comprar-se uno para su vida porteña. De todos modos, se da el gusto de manejarlos una vez al mes, en su habitual viaje a Estados Unidos. Coches y relojes lo pierden; en su muñeca lleva un Rolex de oro y

“Mirá si tengo alguna cicatriz, alguna operación, algo. Si siguen hablando del tema se va a poner de moda. Como la pelotuda de Lulipop habla de sus cirugías, se habla de las cirugías de todos. ¡Corten con la mala onda! ¡Córtenla!”


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“Ricardo tiene a su vez dos herederos. Son mellizos, tienen seis años. Fueron concebidos en un vientre artificial. "Me decidí a hacerlo de esa manera porque miles de parejas tienen hijos, después se separan y comienzan las peleas”

admite tener cuatro más, aunque se niega a reve-lar el precio de cada uno para evitar reproches familiares. “No llevo control de mis finanzas, no me fijo. Igual, cuando gasto mucho me lo dicen, me llama mi vieja puteando. Eso sí, jamás miro un precio cuando voy a comprar.”

Tal vez por su desapego al control financiero, quizás por su alta exposición, Ricardo Fort reci-be a diario propuestas de todo tipo para invertir y aumentar su riqueza. Le han acercado posibi-lidades de compra de un campo de polo en Miami, propiedades alrededor del mundo. A todos les responde lo mismo: “No invierto. Una vez me propusieron comprar una mansión que era una belleza, con no sé cuántas hectáreas, ideal para un haras. ‘¿Y cuánto cuesta?’, pregun-té. ‘25 millones de dólares’, me respondieron. Con esa plata ¿sabés cómo disfruto la vida hasta que me muera? No la pongo en una casa ni loco y menos en Buenos Aires.”

Resulta tentador preguntarle si sabe distinguir entre la amistad verdadera y el interés económico. Es que para los miles de Isidoro Cañones que pue-blan la noche un compañero de andanzas como Fort puede resultar una zanahoria más que ten-tadora. “Sé exactamente quién está conmigo por la plata y quién me quiere. Si hay una persona que me sigue porque le doy estatus o porque lo llevo a todos lados, o porque pago todo y a mí me divier-te, lo dejo. Son parte de mi grupo y aportan a la diversión, se quedan. Cuando me pudren o no se comportan como corresponden o me cansan, chau, fuera”. Y el “chau fuera” es definitivo. Cuando se llega a ese punto no hay vuelta atrás. Dani La Muerte y su colega asienten y confirman la anéc-dota de aquel modelo que, en uno de los viajes grupales por el mundo, fue enviado de regreso desde Roma, por desobediente.

La familiaHeredero él, Ricardo Fort tiene a su vez dos here-

deros. Son mellizos, tienen seis años, se llaman Felipe como su abuelo y Marta como su mamá y fueron concebidos con vientre alquilado. “Me decidí a hacerlo de esa manera porque hay miles de parejas que tienen hijos y después se separan. Ahí comienzan las peleas entre ellos y no tengo ni tenía ganas de pasar por eso; además allá no es tanto un tema como acá, es mucho más común”, dice, y le atribuye a los mellizos la causa del regre-so a Buenos Aires. Eso sí, los mini Fort están cus-todiados también las 24 horas y tienen tres niñe-ras rotativas que los cuidan, y es Marisa, una de ellas, la encargada de llamarles la atención. Es que papá Ricardo se admite incapaz de retar a sus hijos. “Soy un buen padre, de consentirlos, no puedo decirles que no. Soy totalmente diferente a lo que mi padre era conmigo. A los que me dicen que lo perdone porque seguramente sus padres eran peores con él, yo les digo que no. Él fue capaz de manejar 20 empresas y semejante fortuna, tuvo que ser inteligente para no repetir los erro-res”. Es una constante, el reclamo hacia el padre está presente en su discurso, y crece como un espi-ral difícil de detener: “Me da bronca que no haya aprendido en la vida, que haya sido tan bueno como empresario y tan malo como padre. Leí muchos libros de autoayuda, Brian Weiss, Chopra, y ellos dicen que hay que perdonar a sus padres. ¡No! Yo tuve un padre que me cagaba a palos y aprendí que si hay algo que no me gusta no voy a repetir lo mismo con mis hijos. Chopra dice que hay que perdonar. ¡No!, hay que decirle: ¡Vos sos un hijo de puta!”.

La familia Fort, dueña de la famosa marca de golosinas, se destaca en el empresariado nacional y se caracterizó por mantener el bajo perfil a toda costa. El padre, Carlos, falleció en 2007; la mamá, Marta, dirige la fábrica y tiene como hobby cantar. Los hermanos, Jorge y Eduardo, desaprueban la notoriedad del menor del clan.

—¿Qué opinan ellos, que son tus pares?


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—Pares. ¿Pares de quién? No son mis pares.La ironía fue coronada con una sentencia: “Me

odian. Me quieren ver six feet underground”. Cuando se le pregunta qué le genera a él ese sen-timiento responde con una barbaridad que pide no reproducir. Como un canciller, suaviza: “Me da pena que piensen como piensan, que sean tan cerrados, tan arcaicos. Que sean tan parecidos a mi padre. Al final, el único que disfruta de la vida soy yo, porque ellos están pensando en trabajar y viendo qué se sacan uno al otro (porque entre ellos también se llevan mal)”. Es cierto, hay que reco-nocer que si bien su opinión fue moderada, como canciller no ganaría el Nobel de la Paz: “Viven por el poder, si supieran que no hace falta tenerlo. Yo no quiero manejar la empresa, quiero disfrutar de la plata que me da la empresa. No tengo la ambi-ción de dirigir. Mi viejo era así y así son ellos. Yo prefiero viajar por el mundo antes de ser el pelo-tudo que está sentado en el escritorio más arriba de todo. Creo que disfruto mucho más que ellos.”

Fort asegura tener una explicación a la fama que lo acompaña: nada de azar, mucho de persis-tencia, otro tanto de ambición y un estilo de vida alejado de la media. “La gente piensa que quiero fama ahora y ya, y no es así. Tengo 41 años, y desde que tengo ocho que quiero ser cantante. Trabajé mucho para esto. Viví en México, grabé un disco y recorrí diversos escenarios. Mi carrera tiene años. Ahora se dio la respuesta de la gente porque me hice conocido y la gente me acepta. Me pre-guntan por qué ahora quiero ser famoso, pero quise ser reconocido como artista desde chico.” En su anecdotario figura un desencuentro fatal. Su versión es que tenía un contrato firmado con Sony Music y que a los pocos meses la discográfica deci-dió lanzar a un melenudo portorriqueño llamado Ricky Martin, postergando los sueños del choco-latinero argentino. La fama también le trajo algún sinsabor. Fort aplica la máxima de José Luis Chilavert, esa que reza que no importa si se habla bien o mal de uno mientras se hable. “Hay un pro-

grama que me nombra siempre, Bendita TV, pero no me afecta. Soy tan importante que se toman su tiempo para hablar de mí todos los días. Ayer no habló y me puse mal”. Asegura no detenerse en el pasado y tampoco atraer malas ondas. Por ejem-plo, no cree que alguna vez pueda quedarse sin plata, ni siquiera enfermarse. “No me detengo ni un segundo a pensar en cosas negativas. No me lleva a nada, simplemente sé que no va a pasar. Sigo el libro El secreto, que dice que lo que vas a pensar lo vas a tener”. Y tan poco apegado al ayer es Fort que jura no tener recuerdos de la niñez, ni siquiera amigos de aquella época, tal vez alguna amistad reencontrada por Facebook con la que intercambia mensajes esporádicos. Apenas dirá que era mal alumno y que terminó el secundario en la escuela Roca, un colegio público al que defi-ne como “un quilombo”. Su filosofía lo lleva a no tenerle miedo a nada, ni siquiera a la soledad, a pesar de vivir rodeado de empleados, acólitos, niñeras y amigos varios.

Dentro de las mil habladurías que se genera-ron a partir de la súbita notoriedad está la de su sexualidad. Aunque se muestra de novio con des-pampanantes mujeres (primero la morocha Violeta Lo Re, ahora la rubia Virginia Gallardo), se ha rumoreado que Fort es homosexual y que las mujeres que lo acompañan son una ‘pantalla’. Preguntárselo es recibir por respuesta, además de una mirada furibunda, una frase lacónica, seguida por una declaración amorosa para ate-nuar la tensión: “Que quede claro que me gustan las mujeres. Estoy de novio con Virginia Gallardo y además me gusta Silvina Escudero, la novia de Matías Alé”.

Fort es mediático, millonario, hace un culto del despilfarro, es heredero de un emporio de choco-late y vive en un estado de jarana perpetuo.

—¿Con quién te sentís más identificado? ¿Willy Wonka, Paris Hilton o Peter Pan?

—Sin dudas con Paris Hilton, pero en versión hombre. (Risas). 2

“Soy un buen padre, de consentirlos, no puedo decirles que no. Soy totalmente indiferente a lo que era mi padre conmigo. A los que me dicen que lo perdone , les digo que no".


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Por Silvina Pini

De todas las cocinas, el mundo parrillero es el más conocido y

familiar para los argentinos. Carne asada a las brasas es el monolítico plato nacional que, sin embargo, también ondula siguiendo modas y variantes. Desde las improvisadas parrillitas de barrio, con mesas de plástico y gaseosas de litro, hasta las carísimas de Puerto Madero en las que cada bocado cotiza en dólares. Últimamente surgieron neo parrillas cool, como La Retirada, que además de apostar por la carne de calidad y la destreza del parrillero, buscan innovar en las guarniciones y en abrir el juego a otras opciones camperas que sigan estando a tono con la parrilla, como algunos platos del horno de barro. Ubicada a metros de la Plaza Serrano, capta tanto a turistas que recorren el barrio primero en el ránking de intereses de los

extranjeros como a los argentinos que ya tienen el dato. La ambientación es clásica, con algunas mesas redondas, sin alusiones innecesarias a la vaca o el gaucho, y un gran patio trasero, verde y bien ambientado. En el primer piso hay un salón semiprivado, preferido por grupos, y una terraza donde, al igual que en el patio, se puede fumar.A las entradas tradicionales –chorizo, morcilla, riñones y mollejas (de $7 a $33)– se le suman empanadas de cordero del horno de barro y un trío de provoletas de cabra, vaca y oveja ($33), como para demostrar que horno y parrilla pueden tener sus aspiraciones. Del horno salen también otros tesoros, como el riquísimo fogón de cordero ($38), un pastel de cordero cortado a cuchillo, hongos, cebolla de verdeo y papa. El medio cochinillo con papas y verduras grilladas ($150 para dos) se ofrece al show cuando el mozo lo corta con el canto de un plato, para

alardear de la terneza de la carne. Las guarniciones no se quedan en la papas; también hay batatas al plomo, hongos o verduras grilladas (entre $10 y $17) y buenas ensaladas (entre $10 y $15).La parrilla entrega bondiola de cerdo ($35) y colita de cuadril de 900 gramos ($79, para dos), que se suman a los cortes esperables de tira de asado ($30), bife de chorizo ($39) u ojo de bife ($36). Para los desorientados que entraron a una parrilla, pero no son de la carne o entraron para acompañar a otros, hay pastas.Los postres son los clásicos porteños: panqueque de dulce de leche ($15), dúo de flanes con crema y dulce de leche ($15), torta húmeda de chocolate con helado ($19) o, el pacto de engordar de a dos, la degustación de postres ($35).

platos

Choris siglo XXILas parrillas también se renuevan. En Palermo, buenos platos en horno de barro y guarniciones más creativas que la ensalada mixta, en un parrillón moderno.

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la retirada

Público: los fines de semana, turistas y argentinos empatan. Los gringos preguntan qué son las achouras y cortan la empanada con cuchillo y tenedor.

Patio: encantador espacio al fondo, verde, bien iluminado, cálido, especial para nochecitas de verano.

Música: para muchos, pieza clave del ambiente del lugar; pero ojo con el volumen, si está muy fuerte francamente molesta.

Sommelier: Esteban García es un especie de personal shopper de vinos. Analiza gustos y bolsillos y sugiere a medida.

Concesiones: con semejante horno y parrilla, ¿para qué las pastas?

Estado de ánimo al pagar: se dio un festín argentino, canchereó con los extranjeros en Palermo, no está mal…

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Choris siglo XXI

El sommelier Esteban garcía está a cargo de la carta y no repite discursitos sobre el vino de mesa en mesa, sino que sugiere según gustos y presupuestos. La carta está pensada con criterio e inteligencia. La mejor opción siempre es probar un vino nuevo y qué mejor que tener a quien consultar para aventurarse. Las mozas ponen entusiasmo y consolidan un oficio que, en parrilla, parecería ser tierra de hombres. Cuando quiera conectarse con su ser argentino, La Retirada lo devuelve al campo y sus nobles productos, pero en versión 2010, que no está nada mal. 2

DatosEl Salvador 4945, Palermo. Tel. 4833-9376. Abierto de lunes a viernes a la noche, sábados y domingos, también al mediodía. Precio promedio por persona, $,120 tres platos y media botella de vino.

–¿Te aprendiste todos los productos en dos meses?–Sí, casi todos, estoy reemplazando a la dueña que tuvo un bebé.–¿Qué tipo de productos hay?–De todo, bajas calorías, naturistas, saludables–¿Qué es lo que más llevan? –Las semillas, como las de chía que es buenísima para el colesterol, el lino, el sésamo, otras para el tránsito lento.–¿Y cómo se comen?–Las tiras en ensaladas, tartas, arroz, incluso sobre queso blanco, las usás como un condimento.–¿Son ricas o sólo saludables?–Son ricas, las de sésamo por ejemplo, las ponés en las tartas y le dan un toque dorado y crocante. A mí me gustan también con yogur. –¿Qué es lo más raro que tenés?–Para mí, estas semillas verdes de cardamomo, no sé para qué sirven.–¿Atendiste a algún famoso?

–Sí, a Andrea del Boca; vino con su mamá y compró canela en rama. Almazen, Zabala 1693, Belgrano.

Buen café en buena tazaLa marca de sofisticadas –y caras– cafeteras express hogareñas Nespresso lanzó una nueva edición limitada de grand Cru. Esta vez se trata de Singatoba, una variedad 100% Arábica Blue Batak, plantada entre los 1.000 y los 1.600 metros de altura, cerca del Lago Toba, en la región norte de Sumatra, y cosechada por el pueblo de Batak. También lanzó tazas de porcelana blanca de 40 ml. con el nombre que alude a Singa, una invocación protectora para el pueblo de Batak, y Toba, región de donde proviene.Sleeves (10 cápsulas), $41; set de dos tazas, $115 sólo en Montevideo 1704, Recoleta; cafeteras desde $1.360 también en Kitchen Co en Unicenter, geo Bazar y otros.

Danesas pero argentinasInspiradas en las cookies danesas de manteca y en las inconfundibles latas redondas que después mutan en costurero o cualquier otra cosa, gBF una empresa argentina, lanza una edición especial de 170 gramos de estas galletitas con azúcar en lata roja y con motivos navideños. Esta se suma a las de 200 gramos que traen en la tapa el obelisco, las Cataratas del Iguazú y el paisaje nevado de Las Leñas. Una opción para regalar o para sumar a la mesa dulce junto con frutas secas y el pan dulce. En Falabella, $18,90 la navideña y $24 las de paisajes argentinos.

imperdibles

al mostrador

Mary Hess, 43 años, dos meses en Almazen

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Por ElisabEth ChECa

E n noviembre, después de un año más que tranquilo, con pocas

inauguraciones y presenta-ciones sobreactuadas, irrumpieron las presentacio-nes con tastings cada vez más sofisticados.

La primera fue una fiesta snob en el Malba, sólo para mirar Andy Warhol y probar los nuevos vinos de Ernesto Catena Vineyards. Cuarenta etiquetas, plus los vinos de Masi Tupungato. Cuatro vinos raros que distribuye también Catena. Pero el tasting tiene un límite, sobre todo si de lo que se trata es de pasarla bien, probando sin escupir. Por eso decidí, para no saturar paladar ni neuronas, probar dos nue-vos Pinot Noir, ambos nota-bles : el Luca Pinot Noir de Gualtallary cosecha 2007, con la tipicidad y la com-plejidad de los mejores Pinot Noir, con recuerdos de la Borgoña ($170), y Padrillos, un Pinot Noir 100%, con uvas de Tupungato y crianza de doce meses en roble fran-cés, de asombrosa relación calidad-precio ($37). Un hallazgo. En este brioso Padrillo encontré esos aro-mas que emocionan en los Pinot Noir, algo terráqueo, algo mineral y, haciendo honor a su nombre, alguna lejana nota animal. La sor-presa fue encontrarme en un rincón del Malba, con

los vinos de Masi, la gran empresa de la región del Veneto, instalada en Tupungato desde hace diez años, y su enólogo italiano. La consigna sigue siendo “naturaleza argentina, estilo veneto”. Es decir vinos con métodos de vinificacion y cepajes italianos ensambla-dos con cepajes paradig-máticos argentinos. Los tin-tos 2007 son Corvina y Malbec, el blanco de la cosecha 2009, con Pinot Grigio y Torrontés de Tupungato. Todos muy inte-resantes y algo exóticos. Estos vinos y el nuevo blend Tikkal Locura se pue-den probar en vinotecas, restaurantes y en la galería de arte Ernesto Catena en Honduras y Gurruchaga

A los poco días hubo una cata vertical de Alto, el vino top de Alta Vista, para cele-brar los diez años de esta bodega que se define bicultural, franco argentina. Probamos desde la cose-cha 1998 hasta la 2007. Lo asombroso en esta degus-tación en La Mansión del Four Seasons, a la que vino

especialmente Patrick d'Aulan, propietario de esa bodega y de otras en Champagne y Hungría, fue comprobar la vigencia de la primera cosecha del Alto 1998, el nefasto verano del Niño y sus llantos furiosos en forma de lluvia. Los fran-ceses saben del mal tiem-po. Se bancaron los agua-ceros y cosecharon tarde, casi al límite, cuando para-ron las lluvias. De los Alto probados, éste y el 2007, los mejores.

Días después, hubo una cata de los vinos Pulenta Estate, con comida en el restaurante Tegui, con pla-tos bien pensados para los vinos, creados especial-mente por Germán Martitegui, uno de los mejo-re cocineros argentinos. La

noche empezó con copas del rubio champagne (de Champagne) que importan los Pulenta, Jaqueson Cuvée 733 Brut, una casa de poca producción en Epernay, con la clásica for-mula de Chardonnay, Pinot Noir y Pinot Meunier. Los Pulenta decidieron no ela-borar un sparkling, como llaman los sajones y los chi-lenos al champaña. Prefieren importar esta suti-leza. Con la comida –las catas con comida son per-fectas, el vino es para comer– aparecieron los blancos del año, Sauvignon Blanc y Pinot Gris del 2009, –buenísimos– y un Chardonnay 2008, elegante y equilibrado, fermentado en parte en barricas, como en la Borgoña, seco, casi austero en aromas, con muy buena estructura, De los tintos, me sigue gustand –este año más– el Gran Cabernet Franc 2007, com-plejo, redondito. Los varie-tales tintos fueron Cabernet Sauvignon y Merlot de 2007. Al día siguiente, Grand Cru, la distribuidora de vinos top, argentinos y del mundo, celebró sus diez años en el mercado e inauguró un espacio asom-broso, en la calle Rodríguez Peña 1886. Especialmente para la ocasión, Pulenta Estate elaboró un corte especial, comparable a otros grande vinos del mundo que probamos allí mismo: Gran Corte 2007 compuesto por Malbec, Merlot, Cabernet Sauvignon y toques de Cabernet Franc y Petit Verdot. Aconsejo ir a Gran Cru a curiosear y, si es posible, comprar. 2

copas

Finca la anita tocai Friulano 2009 ($71)Desde sus inicios a mediados de los 90 la bodega de lo hermanos Mas elabora un Tocai Friulano asombroso. Esta cosecha de viejos viñedos está mejor que nunca, Muestra sutileza en aromas, con vahos de melón blanco, algunas huellas cítricas y florales. Untuoso, llena la boca de goces inmediatos. Nada de madera, el mero y puro vino amarillo dorado. Perfecto para un lenguado a la plancha con salsa de oliva y alcaparras. Así lo probé.

Noviembre y diciembre son los meses elegidos por las bodegas para presentar nuevas cosechas y aparece lo mejor. Algunas sugerencias para probar.

la botella

La hora de los grandes vinos

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10 pasos de una

noche de rondaUn recorrido por los mejores tragos porteños, con la ayuda de Barras/Bares de Buenos Aires

–el nuevo libro de la bartender Inés de los Santos–, como una especie de Filcar del buen beber.

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1Negocios en plaza Bar

Es el bar del Hotel Marriot y está enfrente de la plaza San Martín, sin dudas, una de las más lindas de la ciudad. Muchos consideran que es el espacio mítico y fundacional de la coctelería de Buenos Aires. Un lugar con estilo señorial, bien clásico, muy de hombre de negocios: tiene una barra interesante y sillones muy cómodos. Es un lugar ideal para cerrar un lindo paseo por el microcentro.Florida 1005, 4318 3000. Todos los días de 11 a 1.

2Vermut en Santé

Es un bar de barrio en una esquina bien simpática: Azcuénaga y peña. Se puede tomar un rico vermut acompañado de una tapita y escuchar buena música. Ideal para pasar una tarde tranquila, mirando el movimiento típico de Barrio Norte con las señoras que pasean sus perros y caminan con sus bolsas. Importante:

llevarse algún disco de los que están exhibidos en el lugar (su dueño es un fanático del jazz).Peña 2300, 4805 6794. Lunes a sábado de 10 a 23.45.

3Bloody Mary en White Bar

Es el bar del Hotel Madero, en puerto Madero. Una de las pocas barras de hoteles de Buenos Aires para ir a tomar tragos “no clásicos”. Lo más interesante es que por tratarse de un hotel –y por estar en el lugar que está– no es para nada sofisticado ni de guante blanco, es más bien relajado.Una linda barra blanca y muchos tragos de autor; un living muy cómodo, un buen espacio para fumar, una terracita… Un oasis en la zona del bajo. ¿Un buen tip? Caminar un sábado o un domingo por el puerto para terminar en el White con unos ricos Bloody Maries.Rosario Vera peñaloza 360, 5776 7677. Todos los días de 6.30 a 1

4El Negroni de Rodolfo San

Es “el” barman argentino. Con más de cuarenta años de profesión, es uno de los pocos representantes de la vieja guardia de las barras. Su trago: el Negroni, cuántos habrá hecho en su vida... Ingredientes: 1 oz de gin London Dry 1 oz de Campari

1 oz de vermut dulce(cuanto más oscuro es el vermut más dulce es)1 rodaja de naranjaVaso old fashionedTip: podés agregarle un dash de algún licor de hierbas o una ramita de tomillo fresco.

preparación:En un vaso mezclador con hielos grandes verter el gin, luego el Campari y por último el vermut. Mezclar bien.por otro lado, perfumar el interior del vaso con la rodaja de naranja fresca y colocar hielo. Colar la preparación y terminar con un twist de limón.

5Happy Hour en Dadá

puro ambiente downtown. Aparece en escena cuando el barrio se pone de moda, se llena de pubs, y se instala esa idea de ir de bares y happy hour. Dadá tiene ese clima de gente del microcentro que labura y sale a la noche a tomar algo. Al mediodía se pueden ver hombres de negocios comiendo ensaladas o tomando un whisky. El bar es chico y está muy cuidado; la cocina: chiquita y buena. Es uno de los mejores bares de tragos, tiene una muy buena coctelería;algo que no es tan frecuente. Ir a este bar es un buen viaje al corazón del barrio de Retiro.San Martín 941, 4314 4787. Lunes a sábado de 12 a 3.

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6Spriss en Filo

Sin dudas, uno de los lugares más exitosos del downtown. Cuando abrió hace catorce años apareció con un nuevo estilo: esa barra con tanta presencia era un concepto no tan común en Buenos Aires. Fue el primer lugar en hacer el famoso trago Sgropino que se toma sí o sí después de comer; como aperitivo, es muy recomendable el Spriss (vino con soda, con algo más). Es el bar número uno en el tema, a no olvidarlo. Además, hacen un súper Negroni con Jack Daniels. La cocina es increíble, el restaurante está siempre lleno y sus horarios son bien amplios. Buena música: fue uno de los primeros lugares en incorporar DJs para animar las tardes y las cenas. En fin, es una marca registrada.San Martín 975, 4311 0312 / 1871.

Todos los días de 12 al cierre.

7Frutales en Le Bar

Sí, es el bar de cócteles del downtown. Un lugar moderno en el que se nota que hasta los detalles más chicos están pensados. Tiene tres pisos comunicados por escaleras.La planta baja es muy simpática: una barra chiquita con tragos frutales, martinis y una buena atención. Rica comida y un chef muy conocido: Fernando Mayoral, que

es, además, uno de los dueños. El primer piso, con las mesas al ras del suelo, es divertido porque hay que sentarse con las piernas metidas en un hueco –ideal para mimarse un poco con total discreción. El segundo piso es una linda terraza para fumar y mirar las estrellas en pleno microcentro porteño.

Tucumán 422, 5219 0858. Lunes a viernes

de 12 al cierre. Sábados de 21 al cierre.

8Destilados en Carnal

Lleva la bandera de los bares de palermo. Es una de las mejores barras de Buenos Aires, equipada con un verdadero “altar” de destilados (una cantidad increíble de vodka y ron). Sus dueños, amantes de la buena bebida, viajan por todo el mundo recolectando diferentes botellas. El segundo piso, con un aire bastante relajado y veraniego –y con un muy buen restaurante–es ideal para conocer gente y pasarla bien comiendo bajo las estrellas.Niceto Vega 5511, 4772 7582. Martes a sábado de 21 al cierre.

9Whisky en café de los Incas

Una esquina con veinte años de historia y de historias. Si uno es amante del whisky y no lo conoce, no puede dejar de ir: tiene la variedad más grande de la Argentina y el bar está comandado por un fanático de la buena bebida. Además de estar en una esquina alejada de los polos gastronómicos, tiene una paz y una calidez que, hoy por hoy, no se encuentran tan a menudo en Buenos Aires. Un lugar dedicado a la cultura del disfrute. Vale la pena tomarse un taxi, ir hasta el café y hacer un tour por Escocia en pleno Belgrano.Av. de los Incas 3909, 4553 1727 / 4553 1956.

Lunes a sábado de 9 al cierre. Domingo de 13 al cierre.

10Noche en puerta Roja

Es el lugar nocturno de San Telmo: está abierto desde las 6 de la tarde hasta altas horas de la madrugada, y lo más interesante es que se puede llegar a las 4 de la mañana y encontrar a un bartender amable, sonriente y con ganas de atender –algo que en Buenos Aires no es tan común. Un primer piso, una barra muy bien equipada y muy accesible, y una cocina que también funciona hasta tarde. Está atendido por sus dueños y hay muy buena onda. Saber que siempre está abierto es un punto importante: da para tomarse un taxi en plaza Italia e ir hasta San Telmo por un trago rico y servido con muchas ganas. para noctámbulos, nada mejor que puerta Roja.Chacabuco 733, 4362 5649. Todos los días de 18 a 6.

Fotos: Gentileza editorial Planeta/Alejandro Guyot.

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La última producción de fotos de Helena Christensen –una de las modelos top de los noventa– no la muestra gla-

morosa en una publicidad de lencería de Victoria's Secret o brillante en una tapa de Vogue. Las imágenes son, en cambio, de diversas comunidades de Cusco, en Perú, adonde la ex supermodelo viajó para registrar con su cámara las conse-cuencias del calentamiento global. El resultado es una serie de fotografías que se exhibirán desde este lunes siete en Copenaghe, su ciudad natal, donde comienza la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático.

Christensen hace rato que se alejó del modelaje y de la exposición pública. "La vida real empezó cuando dejé de ser modelo", dice ella. Y algo de esta vida real fue a buscar al país donde nació su madre, Perú. Allí se encontró con una situación "que para muchos de nosotros parece una idea lejana y abstracta –dice–, pero para millones que viven en países en vías de desarrollo supone una realidad devastadora".

La danesa retrató lugares y personas cuya vida ya está cambiando debido a la alteración del régimen de lluvias en la región. También fue ella misma retrata-da, cámara en mano y con gorrito de lana. La muestra de fotos se titula Meltdown, que en inglés significa deshielo.

"Los impactos del cambio climático son extremadamente severos en las áreas que hemos visitado. Los agricultores que hemos conocido ya tenían vidas duras, y adicionalmente ahora están siendo obli-gados a adaptarse a los salvajes efectos que el clima, rápidamente cambiante, está teniendo", cuenta ella y agrega el testimonio de una de las mujeres que conoció en Cusco, Elizabeth Ayma: "Me contó que debido a que las lluvias son menos frecuentes ahora, e imposibles de predecir, sus cultivos se están viendo afectados. El resultado es que su familia tiene menos comida para consumir y vender, y ella no puede cubrir los gastos escolares de sus hijos. La falta de vegeta-les nutritivos también afecta la salud de la familia."

Como su amigo Bono –con tanta pre-sencia en cumbres de Estados como en giras de su banda U2– Christensen se siente útil aprovechando su popularidad para llamar la atención sobre causas sociales. Se reconoce optimista pero no cándida: "Es cierto que cambiar las prio-

HELENA contra el

calentamientoUna de las súper modelos de los noventa,

Helena Christensen, viajó a Perú, el país de su madre, para fotografiar las consecuencias del calentamiento global.

Las fotos se exhiben desde esta semana en Copenhague, donde arranca la conferencia de las Naciones Unidas

contra el cambio climático.

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CusCo. Christensen hizo fotos y también posó para su campaña.

ridades de los Estados lleva mucho tiem-po y dinero, pero puede hacerse."

Las expectativas de las organizaciones ambientalistas están puestas en que la

reunión de Copenhague, que se extiende hasta el 18 de diciembre,

dé como resultado el compromi-so de las naciones miembro –especialmente los Estados Unidos y otros de los países "centrales"– con medidas concretas que reduzcan las emisiones de dióxido de carbo-

no, hasta ahora señaladas como la principal

razón del calenta-miento global. Pero

no la única: el desmonte de

grandes eco-s i s t e m a s , como el del Amazonas,

también es denunciado como una

causa del cam-bio climático.

Un tema en el que se han involu-crado otras cele-bridades, como

el músico Sting y su Rainforest Foundation, aunque el inglés, compro-metido desde hace 20 años en la causa, descree de la manifestación pública de las celebridades. "Desvían la atención del punto principal", opina. Antes de llevar sus fotos a Copenhague, Christensen las exhibió en la gallería Proud de Londres.

La mujer de figura deslumbrante –1,77 metro de estatura, ojos celestes– perte-nece a la generación de las súper mode-los, y entre sus amigas cuenta a Claudia Schiffer, Eva Herzigova y la primera dama francesa Carla Bruni. Tiene un hijo de diez años, Lucien, cuyo padre es el actor Norman Reedus. Fue pareja del fallecido cantante de INXS Michael Hutchence y tiene casas en Mónaco, Manhattan y Copenhague.

Aunque hace de vez en cuando fotos para revistas –fue la tapa de la Elle britá-nica en noviembre–, ya no lleva el ritmo de cuando era la imagen de Victoria's Secret. Tiene una tienda de antigüedades en Manhattan y fundó junto al empresa-rio estadounidense Mic Neumann la vanguardista revista Nylon. Como fotó-grafa, ya había publicado en Marie Claire y Elle, realizó una muestra en 2006 en Rotterdam y hará otra el año que viene en Tokyo. Cumple 41 años el 25 de diciembre.

“La vida real empezó cuando dejé de ser modelo.”

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La otra historia de las

momias de Salta

AlejAndro AhuermA (desde sAltA)

En principio, son tres momias: una nena de seis años, un nene de siete y una adolescente de 15. Todas están expuestas en el Museo de Arqueología de Alta Montaña, en la provincia de Salta y fue-

ron encontrados intactos en la cima del volcán Llullaillaco, a 6.730 metros de altura, en marzo de 1999. Los hallaron en el mismo lugar en que fueron sacrificados, rodeados de 146 objetos que componían su ajuar, todos enterrados en las tumbas más altas que el hombre haya construido en el mundo. Los niños y sus objetos existieron hace más de 500 años, durante el apogeo del estado inca, poco antes de la llegada de los españoles. Es posible que la procedencia de

Hablan dos de los arqueólogos que participaron en el rescate de los

Niños del Llullaillaco. En exclusiva para C explican por qué la

expedición estuvo más cerca de la profanación que del descubrimiento.

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los niños haya sido la capital del Imperio incaico en el Perú. Es posible que hayan caminado desde su lugar de origen hacia el Cusco para celebrar la Capacocha y que hayan regresado para ser sacrificados en la cima del volcán, aun-que no existen prendas ni objetos de culturas locales que apoyen esa hipótesis. Lo cierto es que después del sacrificio, descansaron en paz durante cinco siglos en el silencio de la cumbre del Llullaillaco que se llenó de voces cuando los condenaron a las vitrinas del Museo de Arqueología de Alta Montaña.

Hoy, al reclamo de las comunidades coyas del departa-mento de Los Andes y al dilema de la nacionalidad de las momias, se suma la legitimidad de su exposición pública. Así lo manifestaron a C dos salteños que participaron en el

operativo dirigido por el arqueólogo John Reinhart, finan-ciado por el Consejo de Expediciones de la National Geographic Society de Washington, Estados Unidos.

Uno de ellos es Christian Vitri, licenciado en Antropología con especialidad en Arqueología, egresado de la Universidad Nacional de Salta, hoy a cargo del área de investigación del MAAM. "Cuando fui invitado pensé que se trataba de un proyecto de investigación científica al que aportaría mi espe-cialidad: el estudio de los caminos ceremoniales y la arqueo-logía de montaña. Al poco tiempo me di cuenta que no había un objetivo integral. Creo que finalmente les salió bien, encontraron lo que buscaban y más. Antes de que se armara la expedición, yo colaboraba con el arquitecto Mario Lazarovich, director de Patrimonio Cultural, en todo lo que

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tenía que ver con la arqueología. Además, lo conocía a John Reinhard, por eso, una vez que contó el proyecto, permitió que hiciéramos algunos cambios. Luego la provincia le otor-gó el permiso y declaró a la expedición de Interés Provincial. Mi tarea, en primera instancia, tenía que ver con la logística pero, además, estaba invitado por Reinhard a participar como referente local. Cabe aclarar que no fui contratado, sino que fui invitado como colaborador. Así, con Lazarovich empezamos a armar el equipo."

Uno de los convocados fue Antonio Mercado, quien, ade-más, fue llamado por el gobierno de la provincia de Salta, para garantizar que la expedición no se convirtiera en un saqueo arqueológico. Fue él, junto al andinista peruano Ruddy Perea, quien halló a la momia bautizada La Doncella. "Hasta que no se les devuelva lo que les corresponde a las comunidades, este hallazgo seguirá siendo un saqueo cultu-ral y arqueológico", sostiene Mercado quien tuvo que expli-car a los habitantes de San Antonio de los Cobres de qué se trataba la expedición. "Haber encontrado a La Doncella no me hace sentir orgulloso sino responsable ante las comuni-dades", explica.

Hace unos meses, el pueblo coya que habita en las inmedia-ciones del Llullaillaco se manifestó frente al MAAM para reclamar el patrimonio que le pertenece. "Con el dinero que se gastó para infraestructura, ese museo podría haber estado en cualquiera de los pueblos de la comunidad coya: Salar de Pocitos, Tolar Grande, San Antonio, Santa Rosa." Vitri agrega que, si bien las comunidades no estaban organizadas, "de nuestra parte había una suerte de obligación moral y una ética laboral del trabajo realizado. En ningún momento ima-ginamos que esto iba a tener las consecuencias que tuvo, que iban a aparecer hallazgos arqueológicos tan impresionantes, de tanta trascendencia. Creímos que era una expedición más, unas cuantas excavaciones más, pero al aparecer los cuerpos de tres niños en la montaña más alta, justo en la que es un referente para los habitantes del lugar, se desató una sospecha sobre la posibilidad de que hubiera más cuerpos. La polémica había quedado planteada: ¿se trató de una profanación?”

Fueron los salteños, y no John Reinhard, quienes trataron de calmar los ánimos de la comunidad de San Antonio de los Cobres en el momento del hallazgo. Lo hicieron a través de la Fundación Vicuñita, una entidad que trabaja en la zona. "En Tolar Grande, en Nazareno, en Santa Victoria, en Iruya, en la Puna de Jujuy también, tratamos de explicar el sentido, el significado de lo que estaba sucediendo y de poner paños fríos en la cuestión. Es claro que la gente suele vivir este tipo de intromisiones como una profanación", coinciden Vitri y Mercado.

Otra de las polémicas que sucitaron los niños de Llullaillaco tiene que ver con el documental que realizó la Nacional Geographic sobre la expedición. Para Vitri hay una confu-sión medular: "Se dice que las momias son de origen inca y si bien lo inca no existe como entidad política, social y cultu-ral, no se puede decir que no existen los pueblos originarios locales que asumen como propios los elementos del pasado. Desde la antropología y desde la historia, a quienes vivan en el lugar y se identifiquen con el pasado aunque no tengan una línea genética o cultural directa, corresponde por afini-dad, hacer valer sus derechos. Por eso, nosotros pensamos que esos niños pertenecen a las comunidades que hoy los

reclaman." Tony Mercado agrega: "La National Geographic dice en el documental que los chiquitos caminaron 1.600 kilómetros hasta el lugar en que fueron sacrificados. Eso sólo les sirve para negar que pertenezcan a sus comunidades de origen. Les sirve para justificarse. Es una gran mentira. Además, el primer anuncio en relación con el origen lo hicie-ron el ex gobernador Juan Carlos Romero Romero y el doc-tor Johan Reinhard. Ellos dijeron que habían encontrado un pariente de estos niños en un preso en Washington, acusado de abuso de menores. Fijate el subconsciente de ese gringo. ¡Asocia lo más sagrado de nuestra historia con lo más bajo que tiene su sociedad! Encontrar una línea directa de paren-tesco es como sacarse la quiniela 100 veces seguidas y con el mismo número. Y nuestros científicos se hacen los distraí-dos, miran para otro lado, y siguen como si nada.”

Primera rupturaLa expedición tuvo dos momentos de quiebre. El primero estuvo encabezado por el arqueólogo Christian Vitri, Mario Lazarovich, Adriana Escobar, Alejandro Lewis y un fotógra-fo de la National, que, una vez en la montaña, comenzó a presentar síntomas de edema cerebral. "En ese momento, Reinhard minimizó la cuestión, decía que era por efecto de la puna, que ya se le iba a pasar. Pero nosotros, que conoce-mos la montaña, sabemos que si el tipo se quedaba dos o tres días más, se moría", señala Vitri. Mercado, en cambio, fue el único de los salteños que quedó en la expedición. "Yo mismo le pedí que no se volviera para que quedara uno de nosotros y tomara registro. Que se quedara para tener un acto presen-

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cial de todo el proceso de excavación, de lo que se iba a hacer ahí", sigue Vitri. El primero en disentir con el Reinhard fue el andinista salteño Alejandro Lewis. El fue quien le dijo era una profanación. Luego, se fue caminando dos días hasta el paso de Sico, en la frontera con Chile

Una vez en Salta, Lazarovich recibió una comunicación desde el Llullaillaco: "Apareció un cuerpo. Dos. Tres". Enseguida se dispuso a preparar los materiales para el tras-lado: cajones con hielos para bajar los cuerpos y un espacio en Ciudad del Milagro, con alarma, freezer y un grupo elec-trógeno que se le pidió al Ejército por si se le cortaba la luz.

El hallazgoTodo comenzó con La niña del Quehuar –actualmente en el MAAM preservada para futuros estudios– a 6.100 metros de altura, que se rescató en pedazos después de que busca-dores de tesoros dinamitaran el lugar. Unos meses después, se hallaron las momias del Llullaillaco 30 metros más arriba en el volcán. Primero apareció el niño, el 17 de marzo y ese mismo día unos metros más al norte, Tony Mercado y el peruano Ruddy Perea encontraron, por casualidad, a La Doncella. Dos días después, hallaron a la tercera momia La niña del rayo.

“Podría decir que fue de pura casualidad, pero no, estoy seguro que ese encuentro con La Doncella tenía que ser así, que teníamos que ser nosotros quienes la encontráramos. Nos habíamos retirado del grupo. De repente le hice una broma al Ruddy, le amago un martillazo, él se abre de pier-nas para esquivarlo y el mazazo pasa de largo para el piso

provocando un hueco, ahí nos damos cuenta que estábamos sobre un lugar especial. Nos miramos y ahí nos quedamos. No dejamos que nadie se acercara. Cavamos hasta los 2,13 metros en total. Yo estaba dentro del pozo y lo primero que apareció fue una pequeña plumita que yo me puse a querer pincelarla porque pensé que había encontrado una de las estatuillas y de golpe se levantó todo eso, el tocado de pluma ese blanco y me cagué de espanto. Hay una parte de mí que debe andar asustada todavía dando vueltas por el cerro ese”, cuenta Mercado.

El tocado estaba puesto en la cabeza de la doncella. Y el cuerpo estaba asentado arriba de una piedra. Pero lo más increíble de todo es que el cuerpo era flexible. “Cuando lo alcé hice presión con los brazos en las piernas de la nena y se flexionaron. Por eso no creo que sea como dicen ellos, que se mantuvo por el estado de congelamiento y las bajas tempe-raturas”. Luego, el gobierno de la provincia invitó a la doctra Quevedo Kawasaki, una especialista chileno-japonesa. que habló de un proceso de liofilización, una especie de cerrado al vacío utilizado para la conservación de la niña.

Segunda rupturaLuego de los hallazgos, el gobierno provincial dispuso que un escribano se trasladara al pie del volcán para hacer un registro general de todo lo que se bajaba de la montaña. El escribano llegó a la hora indicada pero la expedición ya había partido hacia San Antonio de los Cobres. "Reinhard iba en un vehículo mucho más rápido y no esperaba al resto, se iba y se iba. Es muy natural que cuando alguien se trasla-

da en grupo, más en lugares donde podés quedar varado, hay que hacerlo juntos, al menos al alcance de la vista de los que vienen detrás. Son códigos que hay que respetar", sostie-ne Vitri.

Finalmente, cuando todos se encontraron, el director de Patrimonio, Lazarovich, mantuvo con Reinhard una fuerte discusión y le comunicó que viajaría delante del grupo hasta un lugar asignado para colocar los cuerpos de los niños. Pero Reinhard ya había hecho un arreglo con Colombo Murúa, el rector de la Universidad Católica de Salta, quien le había preparado un camión frigorífico. "Soy el dueño de la expedi-ción, yo encontré las piezas y voy a hacer lo que quiera", dijo el arqueólogo. Ese fue el segundo quiebre: el funcionario pidió a la Gendarmería que los detuviera hasta que llegara el resto del grupo. Reinhard se ofendió.

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Finalmente, los niños de Llullaillaco pasaron tres sema-nas en la Ciudad el Milagro, freezados y protegidos por un sistema de alarma. El gobernador Juan Carlos Romero autorizó el último traslado. "Los llevaron en ese trailer de Gendarmería y los tuvieron dentro de un freezer común varios meses hasta que se acondicionó, dentro de la Universidad Católica un lugar parecido al que existía en Ciudad del Milagro. Allí los tuvieron desde el '99 hasta el 2004. Fue entonces cuando se creó el museo y pasaron allí", cierra el arqueólogo.

De quién son las momiasEn algún momento, quizás, los niños de del Llullaillaco van a crear conciencia. La historia tiene muchas versiones, tantas como miradas haya habido en el momento de la expedición y como anhelos, deseos y motivaciones de quienes hayan parti-cipado en ese momento. “No se sabe ni cómo ni cuándo, pero sé que pronto, que estamos cerquita”, dice Antonio Mercado. Y se explaya: “La arqueóloga argentina Constanza Ceruti –convocada por el Consejo de Expediciones de la National

Geographic Society de Washington– tenía una motivación en la participación. Ella era co-directora del proyecto y gracias a ello, la Universidad Católica de Salta, que ni tiene una carrera de Antropología, tiene un departamento de Arqueología de Alta Montaña. Pienso que es una ridiculez que la Universidad Católica, la Iglesia, el Opus Dei, estén manejando lo que no tienen que manejar y que nuestros arqueólogos de la univer-sidad pública siguan callándose la boca. Los académicos se tienen que dar cuenta de que esas culturas son culturas que todavía están vivas, que existen que no son cosa del pasado”.

Vitri comparte esa visión: “La arqueología trabaja con esto, es el objeto de estudio. Cuando aparecen huesos, cráneos o un esqueleto, es como una cosa un objeto. Pero cuando aparecie-ron estos niños, que no es lo más común, porque uno los ve y parecen dormidos, la gente se pone más susceptible. Sin embargo, no hay técnicamente diferencias entre un hueso y esto. Lo único que media es el estado de conservación. Cuando se hace un trabajo científico, se registra, se documen-ta y se conserva todo lo que aparece. En este caso se siguieron todos los métodos que se podrían haber seguido a 6700 metros. Con todas las fallas que pudo haber tenido, pero hay un registro, está documentado, está fotografiado, hay testigos presenciales, como en el caso de Tony que estuvo hasta el final. Sólo que en este caso, y volvemos al tema de la profana-

ción, la gente ve que les sacaron de su lugar algo que le perte-necía y que están haciendo dinero en otro lugar que no es el suyo. Y, además, que no tienen ninguna participación. Ellos reclaman esa participación y me parece justo”. En este senti-do, el Museo de Arqueología de Alta Montaña se propuso seguir de cerca el impacto en las comunidades de la exhibi-ción de los niños momia, a través de charlas con sus caciques. Por ejemplo, dos días antes de la inauguración oficial, el museo abrió sus puertas para la comunidad del Chujcha ya que la primera momia que se exhibió pertenecía a ella. Lo mismo ocurrió con los niños del Llullaillaco, antes de la aper-tura oficial, se hizo una previa con los pueblos de esa región. “Todavía estamos lejos de decir que el museo está en una situación de reciprocidad o de devolución con lo que las comunidades que se sientan tocadas. Y esto tiene una doble lectura: una política y otra económica. La decisión política tiene que ver con que se liberen a las comunidades los fondos que se recaudan en el museo, así de simple. Sabemos que ellos no tienen problemas con la exhibición en sí pero lo tienen con la participación de lo que se recauda. El estado provincial está

lucrando, saca un beneficio y a ellos no les queda nada”, expli-ca Christian Vitri.

El arqueólogo asegura que el gobierno prometió a los habitantes de las comunidades una capacitación para for-marlos como guías para que ellos pudieran trabajar en el museo o un espacio para que vendieran sus artesanías. No se hizo nada. “El museo genera dinero que va para el Estado. A veces, la gente de las comunidades nos increpa, nos pide que que le demos dinero de las entradas. Ojalá un día todo se convierta en un sistema equitativo que le devuelva a los pueblos todo lo que los pueblos le dieron”, confiesa.

No se sabe todavía en qué circunstancias fueron sacrifica-dos los niños. Sí, que cuando los especialistas hablan de sacrificio se refieren al acto de “enterrar a alguien vivo”. También que el lugar donde se realiza el entierro suele ser lo alto de una montaña, en señal de ofrenda al Sol Inca. Los sacrificados, en general, eran seres “elegidos” para satisfacer a los dioses. O mensajeros que, ajuar mediante, podían via-jar al más allá. Quizás los tres niños de Llullaillaco no habían completado su viaje. Quizá se enojen los dioses por-que ahora están encerrados en la vitrina de un museo.

Quizá nada de eso ocurra y la gente siga pagando para ver a la Niña del Rayo, o al Niño o a La Doncella. Y sus pueblos de origen, reclamando. 2

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Por Soledad FerrariFotoS GuadaluPe Gaona

No son cosas raras, son cosas que a mí me gustan”, es una de las primeras frases que dispara con su voz grave Marcelo El Griego Iconomidis, ante

la fascinación que despierta su enorme colección de discos y videos tan poco difundidos en la cul-tura roquera vernácula. El hombre responsable de dar a conocer las joyas que hicieron el deleite de los seguidores de Peter Capusotto y sus videos

por tele y de Lucy en el cielo con Capusottos por radio, acopia material desde hace años y se mues-tra como un entendido capaz de despertar la envida entre los roqueros, críticos y DJ´s más mentados. Su casa del barrio de Flores es el lugar que alberga entre quince y veinte mil discos en diversos formatos que van del vinilo y el cd al video y el disco rígido, y cintas grabadas por él en conciertos. Amable, gracioso e irónico, convida mate y gaseosa y desparrama chistes y anécdotas mientras se le toman fotos. -Alguna vez Capusotto contó que no te interesan

El amigo invisible de Peter Capusotto

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los clips del tipo de los que se pasan por MTV…-No tengo nada en contra del videoclip. De

hecho, he pasado algunos en el programa que tienen algo de narrativo, más parecido al cine, que me gusta en tanto tenga un concepto vincu-lado a la canción. También está el clip más comer-cial que se realiza como apoyatura del lanzamien-to de un disco. Eso es algo que no me interesa. De esos, está claro que no pasamos.

-¿Entonces se podría decir que el criterio de selección que aplicaste a los programas tiene que ver con no pasar nada comercial?

-Tiene que ver, en principio, con pasar cosas que me gustan y también con cosas que no me gustan tanto pero que son importantes. Además, siempre trato de ser ecléctico en el armado de las grillas. No voy a poner en un mismo programa a David Bowie y a Morrisey, sería demasiada putez junta (Risas). Más bien intento hacer contrastes entre las sonoridades de las cosas que elijo.

-¿Qué me decís del éxito enorme de Peter Capusotto y sus videos?

-Ah no sé, eso preguntale a Diego y a Pedro Saborido. Yo no me hago cargo, yo, cualquier cosa, no los conozco, me fui. (Risas)

-¿Cuáles son los cambios más notables que per-cibís a partir de las descargas, la piratería y los grandes negociados de las compañías para recu-perar ventas?

-Hay varias cosas para señalar en cuanto a esos temas. La primera es que las compañías no mar-can ninguna diferencia con lo que sacan. Quiero decir que si van a seguir sacando la cajita plástica con ese librito que tiene dos boludeces adentro, no creo que vendan mucho. Si, en cambio, resig-naran un poco de ganancia y sacaran los discos con una presentación digna e interesante para el consumidor, que no se reduzca a esa cajita plás-tica pedorra, venderían más. Me ofrezco armarles a las compañías que realmente quieran diferen-ciarse de la piratería un plan para vender discos en serio, con ediciones que sean como tienen que ser. Discos que tengan valor como objeto y no que se vendan como papas. Por otro lado, la piratería genera un problema que no se tiene muy en cuenta y que tiene que ver con que los pibes no saben descargar y lo que escuchan no es lo que deberían. Si vos bajás Dolittle de los Pixies en mala compresión, no escuchás el disco como fue hecho, porque para eso tenés que saber tratar con el sonido.

-¿Y tu melomanía y el afán coleccionista? -No sé si soy coleccionista. Melómano está

claro que sí, pero coleccionista me parece que es un tipo que justamente colecciona todo lo que tenga que ver con el acetato de petróleo. No es mi caso, yo me desprendo sin problema de cosas que ya no me interesan. De todos modos el gusto (si querés inusual) por la música, empezó de chico. En esa época, cuando era adolescente, la música llegaba a través de primos mayores, con discos heredados de Los Beatles o los Stones. Hasta que en un momento me pasaron un disco de King Crimson que fue un disparador hacia todos lados. Frank Zappa también fue otro gran disparador. Con el tiempo, fui conociendo cosas que venían de lugares impensados, como varias bandas escandinavas muy buenas de los sesentas que no eran clones de lo que se hacía en Inglaterra o en los Estados Unidos.

-¿Hay discos que escuches repetidamente?

El Griego Iconomidis conoció a Diego

Capusotto en 1991 por un amigo común que los pre-sentó diciendo: “Ustedes dos son de Racing”. Un día o dos, después de aquel primer encuentro, se topa-ron en un colectivo, como no podía ser de otra mane-ra, yendo a ver a Racing. “Yo tenía una roquería en Devoto, - relata Iconomidis- y Diego empe-zó a ser asiduo concurren-te. Se divertía mucho con mis contestaciones a los clientes. Por ahí venía un heavy metal y me decía: -¿Cuál es el mejor disco de tal cosa? Y yo le respondía: -No sé: si es todo una gran porquería. (…) En una época en que yo me había separado y vivía solo, él venía a la noche y nos poníamos a mirar progra-mas de música y a reírnos de algunas cosas que pasa-ban. Después, empecé a digitalizar cintas que tenía en VHS. Un día, estába-mos en casa y le dije: “Ahora vamos a ver videos en serio” y miramos mate-rial que tenía, coincidiendo en que debería haber un programa que pase esas cosas. Bastante tiempo después, Diego vino un día y me dijo que arrancába-mos en televisión” .

Unidos por Racing y el rockEl amigo

invisible de Peter Capusotto

Una tarde revisando la biblioteca del Griego Iconomidis, el hombre detrás de los videos incunables del programa de televisión.

mos en televisión” .

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“La energía que se pone en el rock en cuanto a la discriminación de los géneros tiene que ver con el vacío político. Si hubiera política en serio, no se estaría discutiendo si es mejor el metal que el rock progresivo".

-Sí, claro, me pasa con varios. Con Pescado Rabioso 2, por ejemplo. También puede ser Islands de King Crimson, White Light, White Heat de Velvet Underground, Higth Times de MC5, The Modern Dance de Pere Ubu, Dolittle, del que hablábamos recién, que creo que es la mejor síntesis de Pixies.

-¿Hay otras ramas del arte o de la cultura que te interesen tanto como el rock o, al contrario, que no te convoquen para nada?

-Soy un cuadrado para las artes plásticas, pone-le, en cambio sí me interesa la literatura, sí me interesa el cine y creo que ambos se emparentan a veces con el rock. Y, lógicamente, me interesa la historia porque estudié, y la política porque mili-té, y me sirven, a veces, en una especie de entre-cruzamiento con el rock, que también aplico al criterio de selección del que hablábamos antes.

-A las letras de los temas ¿les das bolilla?-Le doy bola en el caso de los artistas cuyas

letras tienen preponderancia o peso, como en el caso de Patty Smith o Bob Dylan o incluso en algunas cosas de Iggy Pop. También Lou Reed, en algunos temas, tiene esa cosa de hacer como crónicas cantadas, cosa que me gusta bastante.

-Recién hablabas de Pescado Rabioso como una compañía a lo largo del tiempo ¿Siempre estuvis-

te atento al rock nacional? -Luis Alberto Spinetta fue el oxígeno que tuve

durante la dictadura, la música con la que me crié y que me acompaña hasta hoy en una relación que te diría que tiene bastante de sentimental. Me parece que la carga creativa que hubo en la época de Almendra o Manal fue irrepetible. Luego de eso hubo que esperar que viniera un italiano para recomponer las cosas. Luca fue el tipo que hizo tabla rasa acá. Ahora también me gustan cosas de Carca, de Pez, de Los Natas…

Parece imposible pescar al Griego en algún bache de información. Sin embargo, da prueba de no ser un coleccionista necio y recalcitrante al reconocer que hay géneros enteros que no le llaman la atención, como el hip hop: “Me incliné por ciertas cosas de la misma época del hip hop pero de otro palo, como Sonic Youth. Nirvana, que me parece la banda de los noventa. No por-que sea la mejor, sino por porque Kurt Cobain fue el único tipo que, para mí, retomó un espíri-tu que parecía perdido. Es como decía Luca: ´Que bien que suena, pero dale una acústica a ver si te hace vibrar´. En ese sentido creo que Cobain te rompía la cabeza con tres tonos que él solo podía tocar de esa manera.

-¿Qué pensás de los bandos que se forman en torno a los distintos palos roqueros?

-La energía que se pone en el rock en cuanto a la discriminación entre los géneros tiene que ver con el vacío político. Si hubiera política en serio, como motor de transformación de la sociedad, no se estaría pensando en esa estupidez de discutir si es mejor el metal que el rock progresivo. Uno mismo a veces ha caído en decir “¡Uy! A este le gusta tal cosa, entonces no le doy mucha bola”. ¿Qué estupidez no?

-¿Y las tribus urbanas?-Que tomen las armas, que tomen cuarteles,

porque si ni siquiera van a tomar la música como algo importante, no me parece que quede otra opción. (Risas)

-Dame la mejor definición que se te ocurra sobre el rock.

-Algo que no tiene ninguna relevancia en la historia de la humanidad. (Risas). 2

THE MOVE “Shazam!” (1970)PRETTY THINGS “S.F.Sorrow” (1968)ROKY ERICKSON “I think Of Demons” (1980)ALEXANDER “SKIP” SPENCE “OAR” (1969)CAPTAIN BEEFHEART “Safe as Milk” (1967)PERE UBU “The Modern Dance” (1978)MC5 “High Times” (1971)RANDY CALIFORNIA KAPT KOPTER & THE (FABULOUS) “Twirly Birds” (1971)CAN “Ege Bamyasi” (1972)MOBY GRAPE “Moby Grape” (1967)FAMILY “Music in a Doll’s House” (1968)PIL “First Issue” (1978)

Algunos discos recomendables de una lista interminable según el Griego IconomidisOLIVER “Standing Stone” (1974)JEFFERSON AIRPLANE “Surrealistic Pillow” (1967)FLEETWOOD MAC “Then Play On” (1970)JEFF BUCKLEY “Grace” (1994)SUICIDE “Suicide” (1977)MANFRED MANN CHAPTER THREE “Chapter Three Volume 1 & 2 (1969/1970)PIXIES “Doolitle” (1989)GURU GURU “UFO” (1970)KIM FOWLEY “Animal God of the Streets” (1974)LOVE “Love” (1966)PENTANGLE “Pentangle” (1968)

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Encontró estos ejemplos:Metáforas para “Tiempo”Río de horasPéndulo asesinoViento de los momentosTren de los díasTirano de la televisiónSoplete de los minutosSifón de instantes que lanza su chorro de instantes en el vaso que se llena deinstantes y se mezcla en el vino de los años

Metáforas para “Mujer”AlondraEterno ser que me obnubilaPasión de cabellos de oro (rubia)Pasión de cabellos de ébano (morocha)Ángel de amorLunaFlorAveDulce aveDulce ave con tetas

Metáforas para “Sol”Amigo que me das luzLuminoso dueño del díaAnunciador del amanecerPájaro de luzPájaro de luz que da calorDios de los Incas, tres letrasBombero que apaga el fríoDibujante de sombras con tu lápiz de rayos de luzVerdugo de la nocheHomicida de la nocheAsesino al cual la noche le grita no me mates, no seas conchudo

Su estudio es amplísimo, y consolida la idea de que algo puede ser representado por distintas metáforas. Pero también puede ocurrir lo contrario, es decir, una metáfora puede tener distintos significados.

METÁFORA:Rojo mar violento en su fluirSIGNIFICADOS:Incidentes violentosDisturbios y represiónSangre saliendo de una venaSangre que brota de una herida y forma un charcoTomates cayendo de una estanteríaGrupo de jugadores de Argentinos Juniors que van al contraataque y hacen muchos fouls

Su conclusión definitiva fue que, por más evidente que sea una metáfora, y más allá de lo que pretenda el autor, siempre se podrá encontrar a alguien que le dé otro significado. O varios. O a alguien que, desconcertado, exija una explicación.Fue entonces cuando se decidió a dejar de explicar el significado de sus letras y sus metáforas en los reportajes, para incorporar dichas explicaciones a la letra misma. Esto lo hace en uno de sus últimos trabajos (el elocuente y clarísimo CD A ver si entendés), en el que todos los temas presentan la misma mecánica: a cada verso le sigue su explicación. Un ejemplo:

DESCRIPCIÓN DE MI NOVIA ELENA¡Oh! Dulce sol que me alumbra y me da calor.Lo que recién dije es una metáfora del amor.¡Ah! Porque sol y sol hieren al frío que ya se aleja.Esta metáfora especifica el amor, pero de pareja.¡Ah! Mis dedos papilas gozan y gustan de tu miel.En este caso la metáfora habla de tocar la piel.¡Oh! Danza de salivas, donde la sin hueso no mengua.Metáfora de lo que vulgarmente se llama beso de lengua.¡Ah! Crisálida de sal, dulce cavidad que me fascina.

Explicando las letras de canciones

El rock es un género que ha permitido el más alto vuelo poético en sus letras, aunque, en

muchísimas oportunidades, la gente no enten-diera en lo más mínimo su significado. Muchos autores pasan gran parte de su carrera explican-do el contenido de sus canciones, hasta el punto de que uno de ellos, finalmente, toma una intere-sante determinación.

Alistair McBergman o el cansancio de andar explicando qué quieren decir las letras

“Es una metáfora sobre la hipocresía social”, explicaba en un reportaje Alistair McBergman, cuando se le preguntó qué quería decir el verso “Oh, miles de máscaras me hablan, otro pensa-miento hay detrás”, de su tema "Un fernet para el adiós".

Cuando le preguntaban acerca del significado oculto en “Pongo la cabeza en la morsa y tú me

das con un martillo, me das con un martillo, hasta lograr la forma que necesitas para que entre en el anaquel de tu interés, oh” (versos de su hit "La morsa y el martillo"), él solía contestar: “A través de una metáfora hablo de la forma en que el sis-tema, mediante las instituciones educativas, modela el pensamiento del ser humano en su propio beneficio”. Releyendo la letra a la luz de la explicación, finalmente se entiende qué quiere decirnos.

Pero lo que le molestaba a McBergman no era tanto dar explicaciones, sino el hecho de ver que la mayoría de las letras de rock tienen metáforas, por lo cual los autores, indefectiblemente, en algún momento se ven en la obligación de expli-carlas. Entonces se puso a estudiar el fenómeno por el cual una misma cosa o idea puede ser representada por distintas metáforas.

Un anticipo de Peter Capusotto. El libro (Sudamericana), de Diego Capusotto y Pedro Saborido.

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A yer me encontré en la calle con un mozo de La Giralda. Hacía

un fangote de tiempo que no lo veía y antes lo veía tantas veces. Tantos cafés, tantas noches desveladas; tantas tardes de lecturas atolondradas de Alberto Girri, Arturo Carrera, Héctor Viel Temperley, Luis Rogelio Nogueras. Tantas citas frustradas con mujeres que conocía en la calle, quedábamos en vernos en La Giralda y nunca más.

¡Fue lindo verlo en otro contexto, sin la camisa blanca y la bandeja! ¡Se había afeitado el bigote!

Fue hasta emotivo, les diría, verlo con la familia, su mujer y sus hijos paseando por Once, a la altura de Pueyrredón y Sarmiento. Mi amigo, el mozo histórico de La Giralda, tiene una hija de 11 años igual a él. ¡Qué risa me dio! Intercambiamos dos palabras, me reconoció y lo reconocí. Nos saludamos con un gran abrazo, como si fuéramos conocidos del pueblo o qué sé yo. A veces, las relaciones laborales o de café son tan raras.

Durante un tiempo fuimos un poco eso, compañeros de trabajo. Yo llegaba todas las madrugadas, le pedía un café y nos quedábamos hablando. En invierno, si

pintaba, le pedía los sensacionales chocolates calientes con churros, la especialidad de la casa.

Fuimos estableciendo una fuerte relación de café. Solo con los años supe su nombre: Ernesto, y él comenzó a llamarme por mi nombre “¿Santi, lo de siempre?” “Dale, Ernesto, ¿cómo andás?” Y ese fue todo nuestro diálogo durante años. Una vez, mi amigo el mozo rompió el hielo y me dijo: “Santi, ¿es bueno Viel Temperley que lo leés tanto?” Y no supe qué decirle. Supongo que sí, te digo ahora Ernesto.

Una alegría volver a verlo, morochote alto, del norte argentino, salteño probablemente. ¡No, Ernesto es santiagueño!

Las cosas que me vengo a acordar. Es que no volví más a La Giralda, ni a tomarme un café ni a reunirme con nadie.

Ustedes dirán que es una casualidad y de hecho lo es. Sin embargo,

mi amigo el mozo, entre el bullicio de la calle Pueyrredón, entre los gritos de los vendedores de baratijas y el humo de los autos, me preguntó por Ricardo. Y tuve que responderle tristemente: “Está en un geriátrico”. ¡Y esto ya no podía ser casualidad! El mozo se acordaba hasta de Ricardo, por lo cual me alegré y sentí íntimamente que nos tenía muy en cuenta. Que de seguro éramos sus clientes preferidos, los únicos a los que atendía con una sonrisa.

Si hay algo que caracteriza a los mozos de La Giralda es su seriedad a prueba de balas. Bajo ningún pretexto sonríen jamás y un secreto gastronómico, que es su sequedad para atender a los clientes, los vuelve irresistibles.

Mozo de La Giralda, de las cosas que me hiciste acordar. Pensar que en esos años de descalabro, bohemia y supermercado nos juntábamos en el café. ¿Qué habrá sido de Rodolfo Edwards? ¿Se habrá casado finalmente el tigre indomable de La Boca? ¿Y Martincito Carmona seguirá con la cámara en mano, filmando a todo perejil que pase por Corrientes para que le deje un testimonio de su paso por esta vida?

La Giralda, sigue ahí,

siendo parte fundamental del centro de librerías, cines y teatros del centro pequeño-burgués de Buenos Aires. Continuará abriendo las 24 horas, refugio para trasnochados, seres insomnes, poetas, guitarritas y demás personajes de la noche. Ahora habrá otros jóvenes acodados en sus mesas, leyendo vaya a saber a qué poeta que ya no conozco. Nosotros dejamos esas mesas para que se sienten otros. Pero durante años fuimos los dueños absolutos. Nuestros chistes, nuestras

tras cartón

Mozos WAshington CuCurto

“Durante un tiempo fuimos

un poco eso, compañeros de trabajo. Yo llegaba todas las madrugadas, le pedía un café y nos quedábamos hablando.

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discusiones políticas o filosóficas, la gente se arrimaba a escucharlas.

La revista La Novia de Tyson la pensamos íntegramente ahí. Martincito Carmona comenzó su genial película La Juntidad Espeluznante en La Giralda, filmando a Zelarayán en la vereda, leyendo un poema y apuntando con el dedo a la cámara.

Y fue el mismo Ricardo Zelarayán que me llevó por primera vez a ese bar y así nos conocimos, de casualidad.

No volví más y ellos

tampoco volvieron más. Cada uno siguió el camino sinuoso que la vida en la ciudad lo obliga a tomar. Cada tanto ando por el centro, paso por La Giralda y los recuerdos fluyen, las imágenes salen despegadas para afuera como un cohete. ¡Qué va a ser, queridos lectores, las cosas ya no son como antes!

Pero hubo un tiempo en que todavía nos sentábamos a tomar un café a hablar de poesía, de la maquinaria peronista, mirarle la cara al otro. “¡Pero fulanito, si te ha salido un orzuelo!”

Sentarnos en la ventana a ver pasar a las minas y comentar, escuchar la voz del otro, sentir su compañía. Criticar a los dos de la mesa de al lado: el boga malandra y la divorciada de 50 pirulos con la fuerza de una de treinta. ¿Qué le estará chamuyando el boga chanta de Tribunales?

Todo eso fue antes, mucho antes de que apareciera Internet, y los mails y los facebooks. Antes de que nos convirtiéramos en personajes de la modernidad. Ahora, me ciber-pelotudicé, me

convertí en un ratón de locutorio. Ya rara vez me reúno con alguien en un café.

Si todavía recuerdo a Martincito Carmona sentado en la vereda o en las mesas de La Giralda, matándose de risa con un mozo, diciéndole cosas a las chicas de Corrientes. Sin conocerme y sin levantarse me gritó cuando yo pasaba: “¿Pero vos no sos el pibe que ganó el concurso del Diario de Poesía? Bien, eh”. Me dijo y me levantó el dedo y así nos hicimos amigos. Me senté a su mesa y comenzamos a charlar.

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S C

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“No salí de un

ringtone”

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Lisandro Aristimuño llegó del interior a Buenos Aires en 2002, detrás de una mujer y con un demo en la mochila. A pesar del panorama gris, logró editar sus discos y ya hace rato que dejó de ser un secreto. Se perfila como una de las esperanzas de renovación de la música y como ejemplo de trabajo independiente: “Hice todo ladrillo a ladrillo.”

“No salí de un

ringtone”

POR SEBASTIÁN HACHERFOTOS DE EDUARDO CARRERA

A llá arriba, en el escenario, parece que Lisandro Aristimuño está por que-brarse. No a punto de llorar, sino de partirse en dos, flaquísimo y aferrado

a su guitarra acústica mientras baila de puro gusto, sin poses. Su público —que llenó el teatro Ateneo cuatro veces en las últimas semanas— lo acompaña: se mueve sobre las butacas como en un trance de amor. El recital parece una fiesta íntima con música de chelo, clarinete y samplers con sonidos nacidos de un video de Youtube o un amanecer de algún rincón de la Patagonia. Con cuatro discos editados de forma independiente, Aristimuño es considerado la esperanza de aque-llo que alguna vez se llamó rock y que en su reper-torio es una mezcla que va desde el folklore y el pop hasta la electrónica.

Armado con una voz que parece tan frágil como su cuerpo —pero que, igual que aquel, nunca se rompe— y una sensibilidad que enamora o des-pide con la misma intensidad, con su nuevo disco doble Las Crónicas del Viento parece consolidar-se en la escena musical.

La historia es conocida para sus fanáticos: en 2002 se mudó de Río Negro a Buenos Aires siguiendo los pasos de la mujer que ama. Vino con un demo de Azules Turquesas bajo el brazo y se encontró con un mercado en el que era imposible editar algo, pero igual lo hizo y no le fue mal. Casi siete años después, con un sello discográfico pro-pio, un programa de radio en FM La Tribu y una obra considerable para sus 31 años, Aristimuño dejó de ser un secreto que se trasmitía de boca en boca, aunque todavía le suceda algo extraño en esta época: como le esquiva a las cámaras, a las promociones tradicionales y a la televisión, mucha gente que tararea sus canciones jamás lo recono-cería en la calle.

—¿Sos un chico de pueblo?—Viedma es una ciudad, pero se sigue dur-

miendo la siesta; tiene casas muy bajas y un río que la atraviesa y que era como mi patio. En pri-mer grado me fui a vivir a un pueblo más chico: Beltrán. Mi viejo laburaba en un plan de vivienda y le dieron la casa ahí. En Beltrán iba a jugar al campo. Había mucho fútbol, barrilete, prendía-mos fuego. Venía el lechero con el caballo, tenías que sacar la olla y él tiraba la leche. La típica era terminar el secundario, irse a estudiar a La Plata o a Buenos Aires y estar en el lugar donde pasaba todo. Yo le tenía un rechazo a eso, quería ir contra la corriente, así que fui a Mendoza. Pero caí acá, siguiendo a una mujer, la que ahora es mi mujer.

—¿Buenos Aires te pareció hostil?—Al principio estaba en una burbuja de amor

y de buena onda. Y aparte era todo nuevo. Vivía en Palermo, en Godoy Cruz y Honduras, pero el

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“Cuando llegué a Buenos Aires al principio estaba en una burbuja de amor y de buena onda. Pero después, cuando salí de esa burbuja y me di cuenta de que vivía en Buenos Aires, me dio mucho miedo. Incluso al punto de tener una parálisis facial, fobias, no salir de casa.”

barrio se estaba transformando en lo que es ahora y me fui a Once. Al principio estaba bien, pero después, cuando salí de esa burbuja y me di cuen-ta de que vivía en Buenos Aires, me dio mucho miedo. Incluso al punto de tener una parálisis facial, fobias, no salir de casa. Me pegó así, groso. Sentía que no tenía espacios: esa cosa de ser uno más en el hormiguero. Fue raro en su momento. Pero ahora ya no.

—La ciudad a la que llegaste era la de principios de 2002: la ciudad de las crisis, los cacerolazos, las asambleas, los piquetes.

—Sí. En algún punto me gustó que se moviliza-ra todo. Había una sonrisa oculta mía. Todo me causaba como una especie de “vamos todavía”. Y a la vez estaba con todo esto del amor y de vivir con una mujer por primera vez. Lo viví con una felici-dad medio rara. Aparte fue un gran cambio, tam-bién en la música. Me encantó que las grandes corporaciones cayeran, que pusieran los discos más baratos y yo poder comprarlos porque los bajaban de precio groso, como en liquidación. Y me gustó ir a una discográfica y que me dijeran que no editaban ni a Diego Torres. Fue como volver a lo salvaje. Decir: “Bueno, hay que salir con el bolso a piratear.”

—Cada uno de los discos parece una radiografía de un momento de tu vida. Azules turquesas era un disco del sur, en Ese Asunto de la Ventana hay como una transición: hay mucho de la Patagonia, pero también de las fobias de la vida urbana. Y en 39º da la sensación de que habla el que llegó a la ciudad, el que ya está acá para quedarse.

—Es inconsciente, se va dando así porque escri-bo con todo lo que absorbo: lo que me impactó, lo que me interesó, lo que me chocó, lo que me hizo sentir algo particular. Y hablo de eso. Ese asunto de la ventana es un disco muy para adentro. Y 39º fue el más oscuro de todos.

—Para hacer Las crónicas del Viento volviste para recolectar material de tu infancia en Viedma y a Beltrán.

—Sí, fui a buscar documentos y vivencias. Me senté a hablar con mis viejos, encontré fotos de mi abuela que son las que están publicadas en el dia-rio. Busqué muchos audios también: del lugar, de las escuelas con esa acústica, esa cámara especial que tienen las escuelas. Incluso canté cosas ahí. Creo que la infancia es la etapa más pura que tene-mos las personas. Es el momento menos fragmen-tado de nuestras vidas. Y también sirve para pen-sar en las relaciones de los seres humanos. El tema de tus abuelos con tus viejos y cómo todo se va filtrando y se va haciendo cada vez mejor.

—El disco está dividido en dos capítulos. El pri-mero lo grabaste solo, en España. ¿Por qué?

—La idea era pasar por las distintas etapas de la infancia. Grabar solo tiene que ver con que cuando sos bebé jugás solo. Ya después crecés y vas al jar-dín y ahí es cuando empezás a tener amigos. Es

cuando decís: “Mamá, ¿me llevás a lo de Juancito?” y ahí está el otro disco, otra etapa de la infancia. En realidad este disco iba a ser triple: la otra parte iba a ser instrumental. Era el momento en el que todavía no sabía hablar.

—¿Y por qué se quedó en proyecto?—No salió porque no tenía la plata para hacerlo.

Era música para una orquesta sinfónica, y me salía muy caro hacer todas las partituras. Después, la sinfónica... viste que en ese ambiente se cobra muy bien, y con toda la razón, porque hay mucho estu-dio, mucho tiempo de tu vida ahí. No sé escribir partituras, nunca estudié música. Pero ojo: siem-pre se dice “no estudié”, y en realidad no estudio de manera académica, pero sale un disco de Radiohead y me lo compro como un manual Kapelusz. Eso también es estudiar. Y agarrar la guitarra todos los días también.

—En este último disco da la sensación de que te volviste un poco nómade. Toda la música anterior tenía una identidad muy patagónica...

—Sí, totalmente. Hay un tema que se llama “Desprender del sur”. No me gusta quedarme en el mismo lugar. De cualquier manera, me parece que no hay forma de perder la identidad patagó-nica, porque la tengo adentro. Sólo cambia el lugar adonde enfocás, pero siempre sigue siendo la misma cámara, sos vos y son tus ojos. Nací pata-gónico y voy a morir patagónico. No la puedo care-tear: soy muy distinto a un músico porteño. Mis amigos porteños tienen otros hábitos, otra forma de ser, de reírse, los chistes, la forma de hablar. Soy distinto en eso y también quiero buscar otras fuen-tes: esto de irme a España a grabar en una casa, en Vigo, en el medio del mar, con olor a puerto, con otra escenografía.

—Crónicas es una palabra propia del oficio de narrar y de los viajeros. ¿Qué representa para vos ponerla en el título de un disco?

—Casi todos los títulos salen de cosas que leo. Al principio iba a ser El secreto de las crónicas del tiempo. La idea era ponerle un título muy largo y del estilo de un cuento de castillos. Cosas muy de nenito, medio a lo Tim Burton. Después lo fui cambiando y le quedó Las crónicas del viento. Me pareció que el viento era el protagonista de mi infancia: es el brujo, el cuentista, el machi.

—Es una constante: tu sello se llama Viento Azul, la compañía de teatro de tu viejo, Teatro del Viento. Y también está presente en tus canciones.

—En Viedma el sonido del viento está todo el tiempo: la típica del zumbido en las ventanas. Una vez Fito Páez me dijo: “Ojo que el viento te vuelve loco.” Los médicos, los psicólogos dicen que el viento te pira, porque es muy fuerte. Es muy pro-tagonista de tu vida. Salí con un paraguas en la foto de Ese asunto de la ventana por eso: en Viedma no hay posibilidad de usar paraguas porque se da vuelta. Allá salimos con los pilotos. El paraguas es un símbolo porteño. Acá vez al punk con la mochi-

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la de Marilyn Manson y el paragüitas. Es muy fuerte.

—Hay imágenes sobre la infancia, el sur, el amor o el dolor que atraviesan todas tus canciones, pero no da la sensación de que se repitan.

—Lo lindo de la música es que aunque repita muchas veces la palabra “sol” o “luz”, cambia según el sentido de la nota y de la musicalidad que le dé. No es la misma luz siempre: la puedo usar mil veces, pero va a ser otra. Tengo un abecedario muy corto, si te ponés a pensar. Uso la voz como un

instrumento más. Y soy muy hinchabolas a la hora de elegir palabras. Sobre todo, la fonética de las palabras, la percusión que lleva cada una. Para componer, casi siempre hago los temas en un idio-ma raro. Como no sé hablarlo, invento un inglés muy raro. Es un idioma espectacular para la músi-ca. Me fascina la percusión que tiene.

—¿Y después lo traducís?—Intento ubicar las palabras con respecto a esa

percusión, como un rompecabezas. Pienso en la ambientación de la música, como si fuera una

“No sé escribir partituras, nunca estudié música. Pero ojo: siempre se dice ‘no estudié’ y en realidad no estudio de manera académica, pero sale un disco de Radiohead y me lo compro como un manual Kapelusz. Eso también es estudiar. Y agarrar la guitarra todos los días, también.”

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“Siempre me dicen ‘tú música le gusta a mi novia’. Hay que bancársela: a mí no me interesa ser Bruce Springsteen. Intento que mi lado femenino esté muy, muy presente en la parte musical. Muy pero muy. Incluso hay canciones que escribo imaginándome que soy mujer.”

escenografía teatral. Invento todo un mundo. Y después voy hablando sobre eso. Me imagino fan-tasmas, me imagino una casa abandonada, olor a humedad, los actores: uno tiene el pelo largo, la otra es una mujer...

—Escuchándote a vos o a Gabo Ferro da la sen-sación de que algunos temas como el amor o los sueños eran tópicos que parecían perdidos para la canción, y que vuelven a tener vigencia.

—A veces se habla del amor de una manera súper banal, de propaganda de Tubbie. Creo que el sistema está intentando que uno no piense en eso. Intenta ser de una frialdad gigantesca y cada vez estamos más fragmentados, cada vez usamos más el cerebro y no el corazón, el alma, el cuerpo, la sensibilidad. Mucha gente dice que yo soy frágil por eso. Y a mí me parece que es al revés. Frágil es el tipo que está en una multinacional y le hacen todo fácil. Va a una peluquería y le cortan el pelo y va a buscar un par de zapatillas y se las da el spon-sor. Me parece que es valiente en estos tiempos hablar de amor, hablar de que te vaya mal. Decir “loco, sí, a mí me fue mal”. Nadie es perfecto. No hay que ser el superhéroe de la canción al que todo le va bien, que toma merca y no le importa nada.

—El fin del paradigma de rockero reventado.—Sí, el famoso Pomelo. Lo que digo es que a

veces se nos tilda de ser frágiles y para mí es todo lo contrario. Ser frágil es otra cosa. Me parece que Gabo se autogestiona los discos, o sea hace las producciones él mismo, igual que yo. Y eso no es fácil, tenés que tener un carácter, un criterio, una personalidad.

—Hay una visión medio machista también. La imagen sería la de un tipo haciendo el asado, que le preguntan por vos y dice “ah, ése, el sensible”.

—Sí, siempre me dicen “tú música le gusta a mi novia”. Hay que bancársela: a mí no me inte-resa ser Bruce Springsteen. Intento que mi lado femenino esté muy, muy presente en la parte musical. Muy pero muy. Incluso hay canciones que escribo imaginándome que soy mujer. Me parece muy rico meterme en ese mundo: de

repente puedo ser animal, planta o mujer. Es re interesante ver las cosas de ese lado. Me sirve, son herramientas. Quizás eso es lo que ve el que está haciendo el asado.

—Música para novias. ¿Nunca te quisieron pegar por eso?

—No, pero varias veces me escriben al mail diciendo “me peleé con mi chica, por favor gra-bame un ‘Lorena, volvé’.” Ya me pasó como seis veces: por lo general me piden que le dedique un tema a la novia para que vuelva. Incluso, el último se metió en Facebook y le mandó mensajes a todos los de la banda.

—Y esa supuesta fragilidad que te achacan no está presente abajo del escenario.

—Me gusta ser fuertemente frágil. En algunas cosas soy muy cabrón. Si me tocás la música, si me faltás el respeto, te voy a enfrentar. No voy a quedarme así en un rincón llorando. Además, no se puede ser frágil teniendo discos en la calle. Ni ser independiente, tener un programa en la radio, viajar por todo el país aunque no cobres lo que se debe y aunque no haya equipos y tengas que ir en bondi a San Juan; 16 horas en bondi, peleándote con el chofer porque no te deja meter las cosas abajo. Para eso tenés que tener carácter, sino te pasan por arriba. No voy a ir con una rosa y decir-le al chofer “tomá”.

—Dicen que cuando hacés un recital, negociás una fecha o distribuís el disco, que estás atrás de todo.

—Sí, de todo. Me levanto todos los días a las 9 o 10 de la mañana, abro la compu y hago laburo de oficina hasta las 13. En los recitales voy a pro-bar el sonido, junto los cables, los armo, los pongo. Me gusta sentir que pongo cada ladrillo en mi carrera. Disfruto más de un hogar sabien-do que puse cada ladrillo. De repente después me tiro en el sillón y digo “guau, qué lindo”.

—¿Pensás que lo vas a poder sostener, o en algún momento vas a tenér que empezar a dele-gar?

—En realidad no le tengo que rendir cuentas a

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nadie. Soy mi propio jefe, entonces todo depende de mí, de las ganas que tenga. No tengo a nadie para pedirle permiso. También está bueno saber que por ahí el día de mañana va ir todavía más gente a verme. Es re lindo. O sea, hay gente que lo toma a mal, yo lo tomo muy feliz porque sé que fue muy digno lo que hice para que eso se cumpla. No salí de los celulares con un ringtone. Fue ladrillo por ladrillo.

—¿Tuviste una estrategia, dijiste “voy por acá, sigo esta fórmula” o las cosas se fueron dando así?

—Tenía una ideología. Mi viejo es director de teatro, músico, y la influencia suya es muy gran-de. Al día de hoy le pregunto cosas, seguimos juntándonos para charlar. Tuve una educación y la suerte de que mi viejo me haya mostrado lo que son los derechos humanos, que no hay que pros-tituirse, que hay que respetar la música y el arte. Tuve una escuela, quizás inconsciente, porque mi viejo no es que me sentaba y me decía “El Che Guevara...” Era algo natural, mi casa fue así.

—Lo típico es la ruptura; pero vos reivindicás la influencia familiar, el haberte criado en una familia de artistas.

—Totalmente. Vengo de un lugar alucinante, no me puedo quejar. Mi viejo quería que fuera director de orquesta, pero igual está feliz con lo que soy. En algún punto seguí su camino. Mi viejo siempre luchó por el teatro, porque el arte llega-ra a todos lados. Y en algún punto comparto mucho lo de él, es una enseñanza muy fuerte. Discutimos mucho, igual. No es que es todo color de rosa. Tenemos discusiones muy fuertes, sobre formas de ver la vida. Muchos de la generación de mi viejo son gente que tiene como un resenti-miento. Tienen como esa cosa de “claro, para vos es fácil, porque a nosotros nos re cagaron a palos para que vos puedas...”. ¿Y qué querés? ¿Que me peguen? Te lo recriminan todo el tiempo.

—¿De esa tradición familiar también vienen tus influencias?

—En mi casa la música que se escuchaba era folklore latinoamericano: el Dúo Salteño, Mercedes Sosa, Caetano Veloso, Violeta Parra, Chavela Vargas. La primera influencia que tuve fue esa. Después vinieron Los Beatles. Y ahora Radiohead. Spinetta, Charly. En Buenos Aires surgió lo de tener la computadora y empezar a saber que con eso podía hacer música. Y el tema de conseguir una banda me hizo empezar a aprender a programar, a usar cosas electró-nicas.

—Tu ideología está en la forma de actuar, la forma de organizar tu laburo es sutil: tus cancio-nes hablan del amor, los sentimientos, la natura-leza. No sos un cantor de protesta.

—Me interesa que la acción tenga eso. Después, en la parte musical y las letras me gusta escribir poesía, metáfora. La canción de protesta no es mi fuerte. No me siento capaz de hacer una letra que

haga eso. No me gusta hablar de las cosas de las que no estoy tan seguro. Sí me siento capaz de hacerlo de una manera más romántica. Entonces, por decirte algo: me regalaron una remera del subcomandante Marcos y la tengo guardada en el placard. No me la pongo porque no sé si soy capaz de tener algo tan fuerte en mi cuerpo.

—Siempre se sospecha de lo independiente. Estamos acostumbrados a pensar que nos están dando un discurso de dos caras.

—Es muy argentino eso: “Algo tiene, algo me está vendiendo que no dice”. Digo que es mi opción, es cómo me gusta trabajar. No quiere decir que tenga que ser así, yo no critico al que está con una multinacional. Antes era más así, pero ya no me interesa bardear. Cada uno elige su camino y cada uno sabe lo que hace y lo que no hace. Y eso se ve, la gente se da cuenta si le estás faltando el respeto, si no ensayaste, si estás dro-gado, de todo se da cuenta. Y el público responde a eso. Intento estar sanamente bien conmigo y ser lo más digno que puedo conmigo. 2

“En Viedma el sonido del viento está todo el tiempo: la típica del zumbido en las ventanas. Una vez Fito Páez me dijo: ‘Ojo que el viento te vuelve loco’. Los médicos, los psicólogos dicen que el viento te pira, porque es muy fuerte. Es muy protagonista de tu vida.”

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sent

ir v

értig

otr

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gare

s pa

ra...

Son sitios poco recomendables para

quienes padecen fobia a las alturas y

toda una prueba para los que dicen que no

les afecta estar a cientos de metros del

piso. La mano del hombre, desafiando

abiertamente la gravedad.

Sears Tower, ChicagoEstar sobre un vidrio a la altura del piso 103 de un rascacielos debe ser toda una experiencia. Estar parado allí arriba debe ser como flotar en el aire. Imagínese: ver los autos y los peatones sobre el asfalto como si fueran hormiguitas. Suena atractivo. La oportunidad la tiene cualquiera que visite el balcón de cristal —el mirador— de uno de los edificios más emblemáticos de Chicago, en Estados Unidos: la Torre Sears. Con 442 metros de altura y 108 plantas, antes de la construcción de las torres Petronas —en Malasia—, fue considerado como el edificio más alto del planeta. El mirador, que mantiene a los visitantes suspendidos en el aire como si se tratara de una burbuja, es un balcón común y corriente —si hablamos estructuralmente—, con la diferencia de que todos

sus lados son de un resistente cristal. Los yankees están encantados. Para todos ellos es un polo de atracción. En Dallas, en el hotel Elan, hay una pileta colgante que sobresale dos metros por sobre la fachada del edificio a 40 metros de altura. También, y no menos impresionante, es el mirador del Cañón del Colorado, donde el turista camina por sobre el abismo, pisando vidrio resistente.

Puente Trift, SuizaPara cruzar uno de los brazos más estrechos del Lago Triftsee, muy cerca de la ciudad de Gadmen, en los Alpes Suizos, existe un puente. Es una pasarela estrecha y movediza, ideal para los senderistas que andan por esos pagos admirando los paisajes. Trift es el puente colgante peatonal más largo del mundo: mide 170 metros y cruza las aguas del Triftsee que están, si se mira hacia abajo, a una altura de 100 metros. Desde allí arriba también se pueden ver ríos,

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glaciares y toda la extensión de azules aguas de deshielo.El lago y su puente están ubicados a una hora y media de las casas de los 250 habitantes de Gadmen y a cinco kilómetros de Berna. Fácilmente se encuentra un guía para llevarlos al lugar en cuestión. Los caminos de montaña, algo empinados y por eso físicamente exigentes, cada año reciben a miles de turistas dispuestos a obtener la foto más impresionante del Trift y sus encantos. Sin embargo, la pequeña travesía que implica llegar a destino la puede realizar cualquier persona, con un mínimo de estado físico y con algo de esfuerzo. Lidiar con las alturas y los desniveles de montaña tiene su recompensa al final del recorrido. Para los fóbicos a las alturas, por qué negarlo, es un riesgo evitable.

Monasterios colgantes, ChinaQuizás, cuando los monjes budistas salían a tomar aire

estaban tan enyoguisados que ni se daban cuenta. Quizás, la meditación elevaba tanto su espíritu que les daba lo mismo estar bajo el nivel del mar o a 2.000 metros sobre el agua. Esa parece ser la idea que refleja la fantástica pieza arquitectónica de 1400 años de antigüedad. En Heng Shan, una de las cinco montañas sagradas para el taoísmo que hay en el norte de China, están ubicados los monasterios budistas colgantes. La provincia norteña se llama Shanxi, a unos 80 kilómetros de la ciudad de Datong —hora y media en colectivo— y a unos 300 km. al oeste de Beijing.La equivalencia con un edificio moderno daría un piso 15, pero en el medio de una montaña. El vértigo aparece apenas se ingresa en ellos: cruje la madera y, por las ventanas, solo entra el aire fresco de las alturas. El emplazamiento es recluido y silencioso y está construido al borde del abismo. Se trata de un conjunto de 40 edificaciones y pasillos de madera que parecen estar apoyados contra una pared de piedra.

sus lados son de un resistente cristal. Los yankees están encantados. Para todos ellos es un polo de atracción. En Dallas, en el hotel Elan, hay una pileta colgante que sobresale dos metros por sobre la fachada del edificio a 40 metros de altura. También, y no menos impresionante, es el mirador del Cañón del Colorado, donde el turista camina por sobre el abismo, pisando vidrio resistente.

Puente Trift, SuizaPara cruzar uno de los brazos más estrechos del Lago Triftsee, muy cerca de la ciudad de Gadmen, en los Alpes Suizos, existe un puente. Es una pasarela estrecha y movediza, ideal para los senderistas que andan por esos pagos admirando los paisajes. Trift es el puente colgante peatonal más largo del mundo: mide 170 metros y cruza las aguas del Triftsee que están, si se mira hacia abajo, a una altura de 100 metros. Desde allí arriba también se pueden ver ríos,

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CaMila, 20 años y Mona, 21. aMBas FranCEsas.Camila: todo lo que tiene es de Francia. Mona: la campera la compró en Buenos Aires, no recuerda qué marca es.

Tom

bola

tour

Seguidores, fanáticos,

curiosos, todos envueltos en humo dulzón, se dieron cita en All Boys

para escuchar a Manu Chao.

Una fiesta.

Fotos: lEanDro sánCHEZ

proDuCCiÓn:MarÍa FErnanDa

MainElli

moda real

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Evaristo, Español, 41 años.Campera sin marca y jean (unos $300) Levi’s. La cartera la hizo él y las vende en ferias de Ibiza. El sombrero se lo cambió a una chica por un diseño suyo.

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MiguEl, 26 años.La camisa y el pantalón, son regalos. Sandalias compradas en Bolivia.

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Dal, 21 años y Es DE CanaDá.Todo lo que tiene es de Canadá y no recuerda precios ni marcas.

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JaCquElinE, 21 años.Campera Kosiuko (unos $200) y short de jean sin marca. Cartera (alrededor de $60) comprada en Plaza Serrano. Zapatillas ($220) All Star.

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sanDra, 17 años y yaMila, 18. Sandra: no recuerda lasmarcas de su ropa. Zapatillas Reebok (unos $300). Yamila: piloto Rimmel (alrededor de $150). No recuerda dónde compró el resto.

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que se escucha en la casa es la voz del presentador de noticias o el diálogo de una serie o la risa de Bart

Simpson o el jingle de una propaganda. Decide el con-texto de fondo, la música incidental de la vida.

—Linda, dijiste que media hora…— Luis se rasca la cabeza, va y viene de la cocina, al son de las risas pregra-badas que salen del televisor. Nada de lo que están pasan-do le parece chistoso. Mariana se tuerce de la risa:

—Jaaaaaaaaaaa!!—¿Linda? Dijiste que…—¡Shhh!Hay una serie de funciones del control remoto que esta-

rían bien en la vida real. La de silenciar (mute) es una de las más apetecidas, también la de cambiar el canal, que vendría siendo como cambiar a la persona que se tiene enfrente. O apagarla. Si la vida real tuviese un control remoto, las personas se ahorrarían una buena cantidad de intercambios inútiles, de energía mal encaminada.

—Mariana, es la última vez que te lo pido: dame el control.

—Que te calles, que no oigo.—Mariana…—Shhh— Mariana le da la espalda a Luis. Luis, con la

mano temblorosa, agarra un cenicero de la mesita y se dis-pone a lanzárselo directo a la cabeza. En ese momento, si Luis tuviera un control remoto de la vida —aunque no el de la tele— podría apagar a Mariana, o cambiar a un canal en el que Mariana es alguien normal a quien las series yankees con risas pregrabadas le parecen delezna-bles y entonces le pasa el control a Luis y se arrodilla ante él y se pone a su disposición. Como Luis no tiene semejante cosa, lo que probablemente suceda sea que él, en un ataque de furia e impotencia, le lance el cenicero contra la cabeza.

—¡Mariana!— grita Luis, cenicero en alto, dispuesto a todo. Mariana se da vuelta y, de repente:

—¡Tomá tu puto control!— lanza el control a la cabeza de Luis que, después de un grito de dolor se queda mudo, cae. Se apaga. En el living, las risas pregrabadas resuenan como locas. Mariana mira la pantalla, alguien acaba de hacer un buen chiste y ella se lo perdió. 2

C. Actualidad a diario, es una publicación propiedad de Papel 2.0 S.A. Maipú 271, Ciudad de Buenos Aires.Registro de la propiedad intelectual 722.212. Impresión: Kollorpress S.A. Uruguay 126 - Avellaneda. Distribuidora Sanabria S.A.

L a relación de las personas con el control de la tele se parece a la rela-ción de las personas con el poder.

Eso lo sabe todo el mundo. La relación depende, eso sí, de la presencia de otras personas frente a la tele. Para

algunos, el verdadero placer de mirar un canal y no el otro tiene que ver con imponérselo al tercero en el living (el segundo es la tele). Para otros, el placer se acaba cuando el tercero en el living manifiesta verbalmente comodidad o fruición frente a lo que se está viendo: “¡Oh, History Channel! Eso sí que es un canal.” Y el dueño del control lo cambia inmediatamente: “…pero a quién le importan las ruinas de Pompeya, por favor”.

El control remoto es un buen tester de personalidades. Porque no solo están los que dominan la programación doméstica, sino quienes ceden ese dominio prácticamente a diario. Entregar el control remoto es entregarse a la voluntad ajena. Es decir: “De aquí en más, puedes hacer conmigo lo que se te cante”. Son juegos, como todo aquello que involucra a más de una persona. La gente juega y el control les sirve de excusa.

—¿Amor, podemos ver media hora de ESPN y media hora de Sony?— Mariana le acaricia el pecho a Luis. Luis se retuerce en el sillón, refunfuña.

—Ok— dice al rato y le pasa el control.Los primeros controles tenían cables, hacerse cargo de

él debía ser engorroso. Entonces nadie debía pelearse por tenerlo, sino por lo contrario. Pero rápidamente se pasó a la fase wire less y se convirtió en un objeto de deseo de los miembros de un hogar. Y no es solo el dilema de qué ver y qué no ver, cuánto ver de esto y cuánto de lo otro; la tele-visión está tan inmersa en la vida doméstica de las perso-nas que, al final, quien la regula decide un par de cosas más, además de lo que se ve en la pantalla. Decide si lo

e L O B J e T O D I R e C T OpOR mARgARITA gARCíA ROBAyO

El control remoto

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La 'mala' Guía para Bayly Cucurto del año ir de copas...

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