De La Vida Feliz_san Agustin

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    DE LA VIDA FELIZ

    Traductor: P. Victorino Capnaga, OAR

    CAPTULO I

    PREFACIO

    DEDICAELLIBROA TEODORO, MOSTRNDOLEDEQUTEMPESTADESSELIBRREFUGINDOSEENELPUERTODELAFILOSOFA

    CRISTIANA

    OCASINDELADISPUTA

    1. Si al puerto de la filosofa, desde el cual se adentra ya en laregin y tierra firme de la vida dichosa, oh ilustre y magnnimo

    Teodoro!, se lograra arribar por un procedimiento dialctico de larazn y el esfuerzo de la voluntad, no s si ser temerario afirmarque llegaran bastantes menos hombres a l, con ser poqusimoslos que ahora, como vemos, alcanzan esta meta. Pues porque aeste mundo nos ha arrojado como precipitadamente y pordiversas partes, cual a proceloso mar, Dios o la naturaleza, o lanecesidad o nuestra voluntad, o la combinacin parcial o total detodas estas causas -problema ste muy intrincado, cuya solucint mismo has emprendido-, cuntos sabran adonde debedirigirse cada cual o por dnde han de volver, si de cuando encuando alguna tempestad, que a los insensatos parceles revs,contra toda voluntad y corriente, en medio de su ignorancia y

    extravo, no los arrojase en la playa por la que tanto anhelan!

    2. Pues parceme que se distinguen en tres clases los hombresque, como navegantes, pueden acogerse a la filosofa. La primeraes de los que en llegando a la edad de la lucidez racional, con unpequeo esfuerzo y leve ayuda de los remos, cambian ruta decerca y se refugian en aquel apacible puerto, donde para losdems ciudadanos que puedan, levantan la esplndida banderade alguna obra suya, para que, advertidos por ella, busquen elmismo refugio. La segunda clase, opuesta a la anterior,comprende a los que, engaados por la halagea bonanza, se

    internaron en alta mar atrevindose a peregrinar lejos de supatria, con frecuente olvido de la misma. Si a stos, no s por qusecreto e inefable misterio, les da viento en popa, y tomndolo porfavorable se sumergen en los ms hondos abismos de la miseriaengredos y gozosos, porque por todas partes les sonre la prfidaserenidad de los deleites y honores, qu gracia ms favorable sepuede desear para ellos que algn revs y contrariedad enaquellas cosas, para que, arrojados por ellas, busquen la evasin?

    Y si esto es poco, reviente una fiera tempestad, soplen vientoscontrarios, que los vuelvan, aun con dolor y gemidos, a los gozosslidos y seguros. Pero algunos de esta clase, por no haberse

    alejado mucho, no necesitan golpes tan fuertes para el retorno.Tales son los que por las trgicas vicisitudes de la fortuna o por lastorturas y ansiedades de los vanos negocios, instigados por el ocio

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    mismo, se han visto constreidos a refugiarse en la lectura dealgunos libros muy doctos y sabios, y al contacto con ellos se hadespertado su espritu como en un puerto, de donde no lesarrancar ningn halago y promesa del mar risueo. Todava hayuna clase intermedia entre las dos, y es la de los que en el umbralde la adolescencia o despus de haber rodado mucho por el mar,

    sin embargo, ven unas seales, y en medio del oleaje mismorecuerdan su dulcsima patria; y sin desviarse ni detenerse, oemprenden derechamente el retorno, o tambin, segn acaeceotras veces, errando entre las tinieblas, o viendo las estrellas quese hunden en el mar, o retenidos por algunos halagos, dejan pasarla oportunidad de la buena navegacin y siguen perdidos largotiempo, con peligro de su vida. Frecuentemente a stos los vuelvea la suspiradsima y tranquila patria alguna calamidad o borrasca,que desbarata sus planes.

    3. Todos estos hombres, pues, son atrados por diversos modos a

    la tierra firme de la vida feliz, pero han de temer mucho y evitarcon suma cautela un elevadsimo monte o escollo que se yergueen la misma boca del puerto y causa grandes inquietudes a losnavegantes. Porque resplandece tanto, est vestido de una tanengaosa luz, que no slo a los que llegan y estn a punto deentrar se ofrece como lugar de amenidad y dichosa tierra, llena deencantos y atracciones, sino que muchas veces a los mismos queestn en el puerto los invita y alucina con su deliciosa altura,provocndoles a desdn de los dems. Pero stos frecuentementehacen seales a los navegantes para que no se engaen, ni denen la oculta trampa, ni crean en la facilidad de la subida a la cima;y con suma benevolencia indican por dnde deben entrar sinpeligro, a causa de la proximidad de aquella tierra. As, mirandocon torvos ojos la vansima gloria, ensean el lugar del refugioseguro. Pues qu otro monte han de evitar y temer los queaspiran o entran en la filosofa sino el orgulloso afn devanagloria, porque es interiormente tan hueco y vaco que a loshinchados que se arriesgan a caminar sobre l, abrindose elsuelo, los traga y absorbe, sumergindoles en unas tinieblasprofundas, despus de arrebatarles la esplndida mansin que yatocaban con la mano?

    4. Siendo, pues, esto as, recibe, amigo Teodoro, pues para lo quedeseo, a ti slo miro y te considero aptsimo para estas cosas;recibe, digo, este documento, para ver qu grupo de los treshombres me devolvi a ti, y el lugar seguro donde me hallo, y laesperanza de socorro que en ti tengo puesta.

    Desde que en el ao decimonono de mi edad le en la escuela deretrica el libro de Cicern llamado Hortensio, inflamse mi almacon tanto ardor y deseo de la filosofa, que inmediatamente pensen dedicarme a ella. Pero no faltaron nieblas que entorpecieron minavegacin, y durante largo tiempo vi hundirse en el ocano losastros que me extraviaron. Porque cierto terror infantil me retraade la misma investigacin. Pero cuando fui creciendo sal deaquella niebla, y me persuad que ms vale creer a los queensean que a los que mandan; y ca en la secta de unos hombres

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    que veneraban la luz fsica como la realidad suma y divina quedebe adorarse. No les daba asentimiento, pero esperaba que trasaquellos velos y cortinas ocultaban grandes verdades pararevelrmelas a su tiempo. Despus de examinarlos, los abandon,y atravesado este trayecto del mar fluctuando en medio de lasolas, entregu a los acadmicos el gobernalle de mi alma, indcil

    a todos los vientos. Luego vine a este pas, y hall el norte que meguiara. Porque conoc por los frecuentes sermones de nuestrosacerdote y por algunas conversaciones contigo que, cuando sepretende concebir a Dios, debe rechazarse toda imagen corporal.

    Y lo mismo digamos del alma, que es una de las realidades mscercanas a l. Mas todava me detenan, confieso, la atraccin dela mujer y la ambicin de los honores para que no me dierainmediatamente al estudio de la filosofa. Cuando se cumpliesenmis aspiraciones, entonces, finalmente, como lo haban logradovarones felicsimos, podra a velas desplegadas lanzarme en suseno y reposar all. Le algunos -poqusimos- libros de Platn, a

    quien eras t tambin muy aficionado, y comparando con ellos laautoridad de los libros cuyas pginas declaran los divinosmisterios, tanto me enardec, que hubiera roto todas las ncoras ano haberme conmovido el aprecio de algunos hombres. Qu mefaltaba ya para sacudir mi indolencia y tardanza a causa de cosassuperfluas sino que me favoreciese una borrasca, contraria segnmi opinin? As me sobrevino un agudsimo dolor de pecho, yentonces, incapaz de soportar la carga de mi profesin, por la quenavegaba hacia las sirenas, todo lo ech por la borda para dirigirmi nave quebrada y fija al puerto del suspirado reposo.

    5. Ya ves, pues, en qu filosofa navego como en un puerto. Peroes de, tan vasta extensin y magnitud, aunque menos peligrosa,que no excluye absolutamente todo riesgo de error. Todava no sen qu parte de la tierra, que, sin duda, es la nica dichosa,internarme y hollar con mis pies. No piso an terreno firme, puesflucto y vacilo en la cuestin del alma. Por lo cual te suplico portu virtud, por tu benignidad, por el vnculo y comunicacin de lasalmas, que me prestes la ayuda de tu mano. Quiero decirte queme ames, para que yo a mi vez te corresponda con el mismoafecto. Pues si lo consigo, creo que fcilmente alcanzar la vidafeliz, en que t te hallas, segn presumo. Por lo cual he queridoescribirte y ofrecerte las primicias de mis disertaciones, porparecerme ms religiosas y dignas de tu nombre, a fin de queconozcas mis ocupaciones y cmo recojo en este puerto a todosmis amigos, y por aqu veas el estado de mi nimo, pues no hallootro medio para drtelo a conocer. Ofrenda es sta muy adecuadaciertamente, pues acerca de la vida hemos disputado los dos, y nohallo otra cosa que ms justamente merezca llamarse ddivadivina. No me amedrenta tu elocuencia, pues el amor de una cosaahuyenta todo temor, y menos temo la grandeza de tu fortuna,porque aunque grande, es en ti propicia y acoge favorablemente alos que domina. Pon ahora los ojos en el presente que te ofrezco.

    6. El 13 de noviembre era el da de mi natalicio, y despus de unafrugal comida, que no era para cortar las alas de ningn genio, acuantos no slo aquel da, sino siempre son comensales, los reun

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    en la sala de los baos, lugar secreto y adecuado para estetiempo. Estaban all -y no me avergenzo de mencionarlos por susnombres- en primer lugar mi madre, a cuyos mritos debo lo quesoy; Navigio, mi hermano; Trigecio y Licencio, ciudadanos ydiscpulos mos. No quise que faltasen mis primos hermanosLastidiano y Rstico, si bien no haban pasado por la escuela de

    gramtica; mas para lo que intentbamos, cre que su mismosentido comn poda prestarnos ayuda. Tambin se hallabapresente el ms pequeo en edad, pero cuyo ingenio, si no meengao, promete mucho: Adeodato, mi hijo. Estando atentostodos, comenc a hablar as.

    CAPTULO II

    DISCUSINDELPRIMERDA.- CONSTAMOSDECUERPOYALMA. ELALIMENTODELCUERPOYDELALMA.- NOESDICHOSOELQUENOTIENELOQUEQUIERE.-NIELQUETIENECUANTODESEA.- QUINPOSEEA DIOS.- ELESCPTICONO

    PUEDESERFELIZNISABIO

    7. Os parece cosa evidente que nosotros constamos de cuerpo yalma?

    Asintieron todos menos Navigio, quien confes su ignorancia eneste punto. Yo le dije:

    - No sabes absolutamente nada, nada, o aun esto mismo ha deponerse entre las cosas que ignoras?

    -No creo que mi ignorancia sea absoluta -dijo l.

    - Puedes indicarme, pues, alguna cosa sabida? -le pregunt yo.

    -Ciertamente -respondi.

    -Si no te molesta, dila.

    -Sabes a lo menos si vives? -le pregunt al verlo titubeando.

    -Lo s.

    -Luego sabes que tienes vida, pues nadie puede vivir sin vida.

    -Hasta ese punto ya llega mi ciencia.

    -Sabes que tienes cuerpo? (Asinti a la pregunta.) Luego yasabes que constas de cuerpo y vida?

    -S, pero si hay algo ms, no lo s.

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    -No dudas, pues, de que tienes estas dos cosas: cuerpo y alma, yandas incierto sobre si hay algo ms para complemento yperfeccin del hombre.

    -As es.

    -Dejemos para mejor ocasin el indagar eso, si podemos. Pues yaconfesamos que el cuerpo y el alma son partes que componen alhombre, ahora os pregunto a todos para cul de ellas buscamoslos alimentos.

    -Para el cuerpo -respondi Licencio.

    Los dems dudaban y altercaban entre s corno poda sernecesario el alimento por razn del cuerpo, cuando loapetecamos para la vida, y la vida es cosa del alma. Intervine yodiciendo :

    -Os parece que el alimento se relaciona/'con aquella parte quecrece y se desarrolla en nosotros?

    Asintieron todos menos Trigecio, el cual objet:

    -Por qu entonces yo no he crecido en proporcin del apetito quetengo?

    -Todos los cuerpos -le dije- tienen su lmite en la naturaleza, y nopueden salirse de su medida; pero esta medida sera menor si le

    faltasen los alimentos, cosa que advertimos fcilmente en losanimales, pues sin comer reducen su volumen y corpulencia todosellos.

    -Enflaquecen, no decrecen -observ Licencio.

    -Me basta para lo que yo intento, pues aqu discutimos si elalimento pertenece al cuerpo, y no hay duda de ello, porque,suprimindolo, se adelgaza.

    Todos se arrimaron a este parecer.

    8. Y del alma, qu me decs? -les pregunt-. No tendr susalimentos? No os parece que la ciencia es su manjar?

    -Ciertamente -dijo la madre-, pues de ninguna otra cosa creo sealimente el alma sino del conocimiento y ciencia de las cosas.

    Mostrndose dudoso Trigecio de esta sentencia, le dijo ella:

    -Pues no has indicado t mismo hoy cmo y de dnde se nutre elalma? Porque al poco rato de estar comiendo, dijiste que no has

    reparado en el vaso que usbamos por estar pensando y distradoen no s qu cosas, y, sin embargo, no dabas paz a la mano y a laboca. Dnde estaba entonces tu nimo, que coma sin atender?

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    Creme que aun entonces el alma se apacienta de los manjarespropios, es decir, de sus imaginaciones y pensamientos, afanosade percibir algo.

    Provocse una reyerta con estas palabras, y yo les dije:

    -No me otorgis que las almas de los hombres muy sabios ydoctos son en su gnero ms ricas y vastas que las de losignorantes?

    -Cosa manifiesta es -respondieron unnimes.

    -Con razn decimos, pues, que las almas de los ignorantes, horrosde las disciplinas y de las buenas letras, estn como ayunas yfamlicas.

    -Yo creo -repuso Trigecio- que sus almas estn atiborradas, pero

    de vicios y perversidad.

    -Eso mismo -le dije- no dudes, es cierta esterilidad y hambre delas almas. Pues como los cuerpos faltos de alimentos se ponenmuchas veces enfermos y ulcerosos, consecuencias del hambre,as las almas de aqullos estn llenas de enfermedades, delatorasde sus ayunos. Porque a la misma nequicia o maldad la llamaronlos antiguos madre de todos los vicios, porque nada es. Y se llamafrugalidad la virtud contraria a tal vicio. As como esa palabra sederiva de fruge, esto es, de fruto, para significar cierta fecundidadespiritual, aquella otra, nequitia, viene de la esterilidad, de la

    nada, porque la nada es aquello que fluye, que se disuelve, que selicua, y siempre perece y se pierde. Por eso a tales hombresllamamos tambin perdidos. En cambio, es algo cuandopermanece, cuando se mantiene firme, cuando siempre es lo quees, como la virtud, cuya parte principal y nobilsima es lafrugalidad y templanza. Pero si lo dicho os parece obscuro decomprender, ciertamente me concederis que si los ignorantestienen llenas sus almas, lo mismo para los cuerpos que para lasalmas, hay dos gneros de alimentos: unos saludables yprovechosos y otros mortales y nocivos.

    9. Siendo esto as, y averiguando que el hombre consta de cuerpoy alma, en este da de mi cumpleaos me ha parecido que no slodeba refocilar vuestros cuerpos con una comida ms suculenta,sino tambin regalar con algn manjar vuestras almas. Cul seaeste manjar, si no os falta el apetito, ya os lo dir. Porque es intily tiempo perdido empearse en alimentar a los inapetentes yhartos; y hay que dar filos al apetito para desear con ms gustolas viandas del espritu que las del cuerpo. Lo cual se lograteniendo sanos los nimos, porque los enfermos, lo mismo queocurre en cuanto al cuerpo, rechazan y desprecian los alimentos.

    Por los gestos de los semblantes y voces vi el apetito que tenantodos de tomar y devorar lo que se les hubiese preparado.

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    10. E hilvanando de nuevo mi discurso, prosegu:

    -Todos queremos ser felices?

    Apenas haba dicho esto, todos lo aprobaron unnimemente.

    -Y os parece bienaventurado el que no tiene lo que desea?

    -No -dijeron todos.

    -Y ser feliz el que posee todo cuanto quiere? Entonces la madrerespondi:

    -Si desea bienes y los tiene, s; pero si desea males, aunque losalcance, es un desgraciado. Sonriendo y satisfecho, le dije:

    -Madre, has conquistado el castillo mismo de la filosofa Te han

    faltado las palabras para expresarte como Cicern en el librotitulado Hortensius, compuesto para defensa y panegrico de lafilosofa: He aqu que todos, no filsofos precisamente, pero sdispuestos para discutir, dicen que son felices los que viven comoquieren. Profundo error! Porque desear lo que no conviene es elcolmo de la desventura. No lo es tanto no conseguir lo que deseascomo conseguir lo que no te conviene. Porque mayores malesacarrea la perversidad de la voluntad que bienes la fortuna.

    Estas palabras aprob ella con tales exclamaciones que, olvidadosenteramente de su sexo, creamos hallarnos sentados junto a un

    grande varn, mientras yo consideraba, segn me era posible, enqu divina fuente abrevaba aquellas verdades.

    -Declranos, pues, ahora -dijo Licencio- qu debe querer y en quobjetos apacentarse el deseo del aspirante a la felicidad.

    -En el da de tu natalicio psame invitacin, si te parece, y todocuanto me presentares te lo recibir con mil amores. Con lamisma disposicin quiero te sientes hoy en el convite de mi casa,sin pedir lo que tal vez no se ha preparado.

    Mostrndose l arrepentido y vergonzoso por el aviso, aad yo:

    -Sobre un punto convenimos todos: nadie puede ser feliz si le faltalo que desea; pero tampoco lo es quien lo rene todo a la medidade su afn. No es as?

    Asintieron todos.

    11. Respondedme ahora: todo el que no es feliz, es infeliz?

    Todos mostraron su conformidad, sin vacilar.

    -Luego todo el que no tiene lo que quiere es desdichado.Aprobaron todos.

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    -Qu debe buscar, pues, el hombre para alcanzar su dicha?Tampoco faltar este manjar en nuestro convite para satisfacer elhambre de Licencio, pues debe alcanzar, segn opino, lo quepuede obtener simplemente con quererlo.

    Les pareci esto evidente.

    -Luego -dije yo- ha de ser una cosa permanente y segura,independiente de la suerte, no sujeta a las vicisitudes de la vida.Pues lo pasajero y mortal no podemos poseerlo a nuestro talante,ni al tiempo que nos plazca.

    Todos hicieron seales de aprobacin, pero Trigecio dijo:

    -Hay muchos afortunados que poseen con abundancia y holguracosas caducas y perecederas, pero muy agradables para estavida, sin faltarles nada de cuanto pide su deseo.

    -Y el que tiene algn temor -le pregunt yo-, te parece que esfeliz?

    -De ningn modo.

    -Luego puede vivir exento de temor el que puede perder lo queama?

    -No puede -respondi l.

    -Es as que aquellos bienes de fortuna pueden perderse; luego elque los ama y posee, de ningn modo puede ser dichoso. Se rindia esta conclusin. Y aqu observ mi madre:

    -Aun teniendo seguridad de no perder aquellos bienes, con todo,no puede saciarse con ellos, y es tanto ms infeliz cuanto es msindigente en todo tiempo.

    Yo le respond:

    -Y qu te parece de uno que abunda y nada en estos bienes, pero

    ha puesto un lmite y raya a sus deseos y vive con templanza ycontento con lo que posee? No te parecer dichoso?

    -No lo ser -respondi ella- por aquellas cosas, sino por lamoderacin con que disfruta de las mismas.

    -Muy bien -le dije yo-; ni mi interrogacin admite otra respuesta nit debiste contestar de otro modo. Concluyamos, pues, que quiendesea ser feliz debe procurarse bienes permanentes, que no lepuedan ser arrebatados por ningn revs de la fortuna.

    -Ya hace rato que estamos en posesin de esa verdad -dijoTrigecio.

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    -Dios os parece eterno y siempre permanente?

    -Tan cierto es eso -observ Licencio- que no merece nipreguntarse.

    Los otros, con piadosa devocin, estuvieron de acuerdo.

    -Luego es feliz el que posee a Dios.

    12. Gozosamente admitieron todos la idea ltima.

    -Nada nos resta -continu yo- sino averiguar quines tienen aDios, porque ellos son los verdaderamente dichosos. Decidmesobre este punto vuestro parecer.

    -Tiene a Dios el que vive bien -opin Licencio.

    -Posee a Dios el que cumple su voluntad en todo -dijo Trigecio,con aplauso de Lastidiano.

    El ms pequeuelo de todos dijo:

    -A Dios posee el que tiene el alma limpia del espritu impuro.

    La madre aplaudi a todos, pero sobre todo al nio. Navigiocallaba, y preguntndole yo qu opinaba, respondi que le placala respuesta de Adeodato. Me pareci tambin oportuno preguntara Rstico sobre su modo de pensar en tan grave materia, porque

    callaba ms bien por rubor que por deliberacin, y mostr suconformidad con Trigecio.

    13. Entonces dije yo:

    -Conozco ya vuestro pensamiento en esta materia tan grave,fuera de la cual ni conviene buscar ni se puede hallar cosa alguna,si ahora proseguimos en profundizarla con mucha calma ysinceridad como hemos comenzado. Mas por tratarse de un temaprolijo (pues tambin en los convites espirituales se puede pecarpor intemperancia, cebndose vorazmente en los manjares de la

    mesa, de donde vienen los empachos, no menos funestos a lasalud espiritual que la misma hambre) dejaremos esta cuestinpara maana, si os place, y as traeremos a ella un nuevo apetito.Ahora deseo que saboreis una golosina que tengo a bienofreceros yo, como anfitrin de este convite, y si no me engao,es como los postres, que se suelen presentar al final, porque estcompuesta y sazonada con miel, digmoslo as, escolstica.

    Oyendo esto aguzse la curiosidad de todos como ante un nuevoplato, y me obligaron a manifestarles qu era.

    -Qu ha de ser -les dije yo- sino que toda nuestra contienda conlos acadmicos est rematada?

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    Al or este nombre los tres, a quienes era conocido el argumentosobre los acadmicos, se irguieron alegremente, y comoextendiendo y ayudando con las manos al anfitrin, con lasmejores palabras hacanse lenguas en ponderar el regalo ysuavidad del postre prometido.

    14.Les expliqu entonces el argumento de este modo:

    -Si es cosa manifiesta que no es dichoso aquel a quien falta lo quedesea, segn ya se demostr, y nadie busca lo que no quierehallar, y ellos van siempre en pos de la verdad, es cierto, pues,que quieren poseerla, que aspiran al hallazgo de la misma. Es asque no la hallan. Luego fracasan todos sus conatos y aspiraciones.No poseen, pues, lo que quieren, de donde se concluye que no sondichosos. Pero nadie es sabio sin ser bienaventurado; luego elacadmico no es sabio.

    Aqu ellos, arrebatndolo todo, prorrumpieron en jubilosasexclamaciones. Mas Licencio, ms precavido y escamn para lasafirmaciones, observ:

    -Yo tambin arrebat mi parte con vosotros, y la conclusin me hacolmado de entusiasmo. Pero no quiero ingerirme nada, y reservomi porcin para Alipio, porque o juntamente nos repapilaremos degusto o l me avisar por qu no conviene tocarlo.

    -Ms debiera temer esas golosinas Navigio, que est enfermo delbazo-le objet yo.

    Y sonriendo, me replic el aludido:

    -Precisamente ellas me curarn. Pues yo no s cmo esteargumento, agudo y artificioso y compuesto con miel de Himeto,es agridulce y no hincha las vsceras. Por lo cual todo entero, puesya est picado el gusto, con mucha fruicin va al estmago. Noveo cmo pueda argirse contra esa conclusin.

    -No es posible una rplica-arguy Trigecio-. Por lo cual me alegrode haber mantenido siempre mi ojeriza contra los acadmicos.

    Pues no s por qu instinto natural o, por mejor decir, divinoimpulso, aun sin saber refutarlos, siempre los mir con hostilidad.

    15. Yo-dijo Licencio-todava no deserto de ellos.

    -Luego t disientes de nosotros?-le dijo Trigecio.

    -Tal vez vosotros-le replic l-, disents de Alipio?

    -No dudo yo de que, si se hallase presente Alipio, se rendira aeste sencillo argumento-repuse yo-. Pues l no admitira ninguno

    de estos absurdos: o que sea dichoso el que carece de un bien tanestimable del espritu, en cuya busca corre tan afanosamente, oque los acadmicos no quieren hallar la verdad, o que el infeliz

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    sea sabio, porque con estos tres ingredientes, como con miel,harina y almendra, est confeccionado el postre que t no quierescatar.

    -Pero cedera l tan pronto a esta golosina pueril, dejando elcopioso raudal del sistema acadmico, que con su inundacin

    cubrira o arrastrara estos escorzos del raciocinio?

    -Como si nosotros-le repliqu yo-buscsemos disertaciones largas,sobre todo contra Alipio, porque l seguramente argira de sumismo cuerpo que estos argumentos breves son vigorosos yeficaces. Pero, a fin de cuentas, t que vacilas suspendido por laautoridad de un ausente, cul de las tres partes no apruebas?Que no es dichoso el que no tiene lo que quiere? O no admitesque los acadmicos quisieran, hallar la verdad, que es el ideal desu bsqueda? O tienes al sabio por un infeliz?

    -Dichoso es absolutamente el que no tiene lo que quiere -dijosonrindose forzadamente.

    Al mandar yo que se tomase nota, dijo.

    -No he dicho eso.

    Insist en que se tomase en cuenta, y l confes que lo habadicho. Pues yo haba dispuesto que no se pronunciase palabra queno constara por escrito. As lo mantena embridado entre el pudory la firmeza.

    16. Y mientras yo, como chanceando, lo provocaba a que tomasepara gustar esta porcin suya, advert que los dems, comoignorantes, pero vidos de saber lo que tan jovialmente se tratabaentre nosotros, nos miraban sin rerse. Y me hicieron el efecto,como ocurre muchas veces en los convites, de los que, porhallarse entre convidados muy golosos y voraces, se abstienen detomar parte por un sentimiento de dignidad y de mesura. Y, pues,yo los haba convidado, actuando de magnnimo y generosoinvitador de aquel banquete, no pude aguantar, y me impresionaquella desigualdad y discrepancia de la mesa. Sonre a la madre.

    Y ella librrimamente, como mandando sacar de su despensa loque se echaba de menos, dijo:

    -Dinos, pues, manifistanos: quines son esos acadmicos y ques lo que quieren?

    Y habindole expuesto con brevedad y lucidez lo que eran, paraque nadie lo ignorase, concluy ella:

    - Bah!, esos hombres son los caducarios (nombre vulgar paradesignar a los que ha estropeado la epilepsia); y al punto se

    levant para retirarse; y todos, satisfechos y joviales nosretiramos tambin, poniendo fin a nuestra discusin.

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    CAPTULO III

    QUINPOSEEA DIOS, SIENDOFELIZ.-DOSMODOSDELLAMARALESPRITUIMPURO

    17. Al da siguiente, tambin despus de comer, pero un poco

    ms tarde que el anterior, nos reunimos y sentamos todos en elmismo lugar.

    -Tarde habis venido al banquete-les dije yo-, lo cual creo se debeno a una indigestin, sino a la seguridad que tenis de que sernescasos los manjares; por lo cual me ha parecido que no debamosentrar tan pronto en la materia, pues tan luego pensis acabar. Nohay que creer que quedaron muchas sobras, cuando no huboabundancia de platos, en el da mismo de la solemnidad. Y todotiene sus ventajas. Qu se os ha preparado, ni yo mismo puedodecirlo. Pero hay quien ofrece a todos la copia de sus alimentos,

    mayormente los especiales de que aqu tratamos. Si bien nosotrosnos abstenemos de tomarlos o por debilidad, o por estar ahtos, opor la ocupacin, pues ayer piadosa y firmemente convinimos enque Dios, permaneciendo en nosotros, hace bienaventurados a loshombres que lo poseen. Habiendo ya probado razonadamente quees bienaventurado el que tiene a Dios (sin rehusar ninguno devosotros esta verdad), se propuso la cuestin: quin os pareceque posee a Dios? Tres definiciones o pareceres se dieron acercade este punto, si la memoria me es fiel. Segn algunos, tiene aDios el que cumple su voluntad; segn otros, el que vive bien gozade esa prerrogativa. Plgoles a los dems decir que Dios habita en

    los corazones puros.18. Pero quiz todos con diversas palabras dijisteis lo mismo. Puessi consideramos las dos primeras definiciones, el que vive bienhace la voluntad divina y quien cumple lo que El quiere vive bien.Vivir bien es hacer lo que a Dios agrada, no estis conformes?

    Asintieron todos.

    -Vamos a considerar ms despacio la tercera forma de expresin,porque en los ritos santsimos de los divinos misterios el espritu

    impuro se designa de dos modos, segn entiendo. El primero escuando extrnsecamente invade el alma y conturba los sentidos,imprimiendo en los hombres un estado de frenes o de furor, ypara expulsarlo, los sacerdotes imponen las manos o exorcizan, esdecir, lo conjuran con divino poder que salga de all. En otrosentido, se llama espritu inmundo toda alma impura o inquinadacon vicios o errores. As que ahora te pregunto a ti, nio, que talvez proferiste esta sentencia con un espritu ms cndido y puro,quin te parece que no tiene el espritu impuro? El que no esposeso del demonio, que causa perturbaciones mentales en loshombres, o el que purific el alma de todos sus vicios y pecados?

    -El que vive castamente est libre del espritu inmundo-respondiel interpelado.

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    -Pero a quin llamas casto? Al que nada peca o al que seabstiene del ilcito comercio carnal?

    -Cmo puede ser casto-respondi-el que slo se abstiene deilcito comercio carnal y con los dems pecados trae manchada sualma? Aquel es verdaderamente casto que trae los ojos fijos en

    Dios y vive consagrado a El.

    Plgome insertar estas palabras tal como fueron dichas por elnio, y prosegu:

    -Luego el casto es necesario que viva bien, y el que vive biennecesariamente ha de ser casto; no te parece?

    Asinti con los dems.

    -Las tres sentencias, pues, coinciden en una.

    19. Yo os pregunto ahora si Dios quiere que lo busque el hombre.

    Convinieron todos en ello.

    -Otra pregunta: el que busca a Dios, hace una vida contraria a lavirtud?

    -De ningn modo-respondieron.

    -Tercera pregunta: el espritu inmundo, puede buscar a Dios?

    Contestaron negativamente todos, menos Navigio, que al fin hizocoro con ellos.

    -Si, pues, el que busca a Dios cumple su voluntad, y vive bien, ycarece del espritu inmundo; y por otra parte, el que busca a Diosno lo posee todava, luego ni todo el que vive bien cumple suvoluntad ni el que carece del espritu impuro ha de decirse queposee a Dios.

    Aqu, ante la sorpresa de una consecuencia deducida de sus

    mismas concesiones, rironse todos, y la madre, la cual, por estardesatenta, me rog le explicara y desarrollara lo que se hallabaenvuelto en la conclusin. Despus que le complac, dijo:

    -Nadie puede llegar a Dios sin buscarlo.

    -Muy bien-le dije yo-. Pero el que busca no posee a Dios, aunviviendo bien. Luego no todo el que vive bien posee a Dios.

    -A m me parece que a Dios nadie lo posee, sino que, cuando sevive bien, El es propicio; cuando mal, es adverso-replic ella.

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    -Entonces se derrumba nuestra definicin de ayer cuandoconvinimos que ser bienaventurado es poseer a Dios, porque todohombre tiene a Dios, y no por eso es dichoso.

    -Aade que lo tienepropicio-insisti ella.

    20. -Convenimos, pues, en esto a lo menos: es bienaventurado elque a Dios tiene favorable?

    -Quisiera dar mi asentimiento-dijo Navigio-; pero temo al quetodava busca, sobre todo para que no concluyas que esbienaventurado el acadmico, al que ayer, con un vocablo vulgarmuy expresivo, lo definimos como un epilptico. Porque no puedocreer que Dios sea adverso al que le busca; y si decir esto es unainjusticia, luego le ser propicio; y el que tiene a Dios propicio esbienaventurado. Ser, pues, feliz el que le busca, pero el quebusca no tiene lo que busca, y resultar feliz el que no tiene lo que

    quiere, lo cual ayer nos pareca un absurdo; y por eso cremos quetodas las tinieblas de los acadmicos estaban desvanecidas. Y conesto Licencio triunfar de nosotros; y como prudente mdico, meamonestar que aquellos dulces que, contraviniendo a mi rgimensanitario, tom, exigen de m este castigo.

    21. Hasta la madre se ri a estas palabras, y Trigecio apunt:

    -Yo no concedo tan pronto que Dios es adverso al que no espropicio, y sospecho que debe haber aqu un trmino medio.

    -Y este hombre medio-le pregunt yo-a quien Dios ni es favorableni adverso, concedes que tiene a Dios de algn modo? Dudandol, intervino la madre:

    -Una cosa es tener a Dios y otra no estar sin Dios.

    -Y qu es mejor: tener a Dios o no estar sin El?

    -Yo concibo as la cosa-dijo ella-: el que vive bien, a Dios tienepropicio; el que vive mal, tiene a Dios enemistado. Y el que buscatodava y no le ha hallado, no le tiene ni propicio ni adverso, pero

    no est sin Dios.

    -Opinis as tambin vosotros?-les pregunt.

    -El mismo parecer tenemos-respondieron.

    -Decidme ahora: no os parece que Dios mira propicio al hombre aquien favorece?

    -S.

    -No favorece al que le busca?

    -Ciertamente-fue la respuesta general.

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    -Tiene, pues, a Dios propicio el que le busca, y todo el que tienepropicio a Dios es bienaventurado. Luego el buscador de Dios estambin feliz. Y, por consiguiente, ser bienaventurado el que notiene lo que quiere.

    -A m no me parece de ningn modo feliz el que no tiene lo que

    quiere-objet la madre.

    -Luego no todo el que tiene propicio a Dios es feliz-arg yo.

    -Si a ese punto nos lleva la razn, no puedo oponerme-replic ella.

    -La clasificacin, pues, ser sta-aad yo-: todo el que ha halladoa Dios y lo tiene propicio es dichoso; todo el que busca a Dios, lotiene propicio, pero no es dichoso an; y todo el que vive alejadode Dios por sus vicios y pecados, no slo no es dichoso, pero nitiene propicio a Dios.

    22. Aplaudieron todos mis ideas.

    -Est bien-les dije-; pero temo todava que os haga mella unaconcesin anterior, a saber: es desdichado todo el que no esdichoso, porque la consecuencia har desgraciado al hombre quetiene propicio a Dios, pues el que busca no es feliz an, segnhemos convenido. O acaso, como Tulio dice, llamamos neos a los

    propietarios de fincas terrenas y consideramos pobres a los queposeen el tesoro de las virtudes? Pero notad cmo, siendo verdadque todo indigente es infeliz, no lo es menos que todo infeliz es un

    indigente. De donde resulta que la miseria y la penuria son unamisma cosa. Esta es una proposicin ya sostenida por m. Mas lainvestigacin de este tema nos llevara lejos hoy. Por lo cual osruego que no os molestis por acudir tambin maana a estebanquete.

    Aprobaron muy de buena gana todos mi propuesta y noslevantamos de all.

    CAPTULO IV

    DISCUSINDELTERCERDA.-RENUVASELACUESTINPROPUESTA.-MISERABLEESTODONECESITADO.-ELSABIONOESINDIGENTE.-LAMISERIAYRIQUEZADELALMA.-ELHOMBREFELIZ

    23. El tercer da de nuestra discusin se disiparon las nubes de lamaana, que nos hubieran obligado a recogernos en la sala debaos, y tuvimos un esplndido tiempo despus de comer.Bajamos, pues, al prado prximo, y cada cual se acomod dondele vino bien, y la conversacin tom este rumbo.

    -Conservo y retengo-les dije-casi todas las respuestas hechas a

    mis preguntas; por lo cual, hoy, a fin de distinguir este banquetecon algn intervalo de das, no habr lugar casi a la interrogacin.Porque ya dijo la madre que la miseria no es ms que la

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    indigencia, y convinimos todos en que los indigentes erandesgraciados. Pero hay una cuestioncilla que no tocamos ayer, esdecir: todos los desgraciados padecen necesidad? Si llegamos ademostrar con la razn este punto, tenemos la perfecta definicindel hombre feliz, que ser el que no padece necesidad. Pues todoel que no es desgraciado es feliz. Luego ser feliz el que no tiene

    necesidades, si averiguamos que la miseria y la penuria son lamisma cosa.

    24. Pues qu?-dijo Trigecio-, no puede concluirse ya que el queno tiene necesidad es feliz, por ser cosa manifiesta que todoindigente es infeliz, pues ya hemos concedido que no hay trminomedio entre la miseria y la felicidad?

    -Te parece que hay trmino medio entre un vivo y un muerto?-lepregunt-. No es todo hombre o vivo o muerto?

    -Confieso que no hay en eso trmino medio; pero a qu viene esacuestin?

    -Porque tambin-insist-confesars lo siguiente: todo el que fuesepultado ha un ao est muerto. (No negaba.) Mas dime: todo elque no fue sepultado hace un ao, vive?

    -No hay consecuencia-respondi.

    -Tampoco la hay en deducir de esta proposicin: todo indigente esinfeliz, esta otra: luego todo el que no tenga indigencia o

    necesidad es bienaventurado, aunque entre el feliz y el infeliz,como entre lo vivo y lo muerto, no cabe trmino medio.

    25. Como algunos torpeasen en entender lo dicho, lo expliqu yaclar con las palabras ms propias que pude.

    -Nadie pone en duda que es infeliz el que est necesitado, sin quenos amedrenten aqu algunas necesidades corporales de lossabios, pues el alma, sujeto de la vida feliz, est libre de ellas. Elnimo es perfecto, y no le falta nada. Lo que le parece necesariopara el cuerpo, lo toma si lo tiene a mano, y si le falta, no sufre

    quebranto alguno por ello. Porque todo sabio es fuerte, y ningnfuerte cede al temor. No teme, pues, el sabio ni la muerte corporalni los dolores para cuyo remedio, supresin o aplazamiento sonmenester todas aquellas cosas cuya falta le puede afectar. Sinembargo, no deja de usar bien de ellas si las tiene, porque es muyverdadera aquella sentencia: "Cuando se puede evitar un mal esnecedad admitirlo". Evitar, pues, la muerte y el dolor cuantopuede y conviene, y si no los evita, no ser infeliz porque lesucedan esas cosas, sino porque pudindolas evitar no quiso; locual es seal evidente de necedad. Al no evitarlas, serdesgraciado por su estulticia, no por padecerlas. Y si no puede

    evitarlas a pesar del empeo que ha puesto, esos malesinevitables tampoco le harn desgraciado, por ser no menosverdadera la sentencia del mismo cmico: "Pues no puedeverificarse lo que quieres, quiere lo que puedas". Cmo puede

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    ser infeliz cuando nada le sucede contrario a su voluntad? Nopuede querer lo que a sus ojos se ofrece como imposible, tiene lavoluntad puesta en cosas que no le pueden faltar. Sus accionesvan moderadas por la virtud y ley de la sabidura divina, y nadiees capaz de arrebatarle su ntima satisfaccin.

    26.Ved ahora si todo desgraciado es igualmente necesitado. A lasentencia afirmativa se opone la dificultad de muchos hombres

    que viven disfrutando de grandes bienes de fortuna y todo les esfcil, porque a una simple indicacin se cumplen sus deseos.Ciertamente es difcil este linaje de vida. Pero supongamosalguien semejante a aquel Orata de quien habla Cicern. Quindir que tuvo necesidades un hombre como l, riqusimo,amensimo, dichossimo, pues nada le falt ni en materia degustos, ni en favores, ni en buena y entera salud? Posea tierrasde mucha renta y amigos muy agradables a granel; de todo usconvenientemente para la salud del cuerpo, y para decirlo con

    brevedad, sali prsperamente de todas las empresas y deseos.Me diris tal vez que acaso dese ms de lo que posea. No losabemos. Pero basta a nuestro propsito saber que no apetecims d lo que tuvo. Os parece un hombre necesitado?

    -Aun suponiendo que no tuviese ninguna necesidad-respondiLicencio-, cosa que no se comprende en el que no es sabio, sinduda tema, por ser hombre de buen ingenio, como se dice, quetodo aquello le fuese arrebatado con algn vuelco de la fortuna.Poco ingenio se necesita para comprender que todos aquellosbienes estaban sometidos a los vaivenes de la suerte.

    -Entonces resulta, Licencio-le dije yo sonriendo-, que a estehombre afortunadsimo, su buen ingenio le estorb a ser feliz.Pues cuanto ms agudo era, mejor comprenda la caducidad desus bienes, y le perturbaba el miedo y confirmaba l dicho vulgar:"Al hombre inseguro de todo, su mismo mal lo hace cuerdo".

    27. Rironse todos aqu, y yo prosegu:

    -Estudiemos ms a fondo esta cuestin, porque ese hombre erapresa de un temor, pero no de una necesidad; y de esto se trata.

    La necesidad consiste en no tener, no en el temor de perder loque se tiene. Luego no todo desgraciado es indigente.

    Dieron su aprobacin a mi dicho, aun aquella cuya sentenciadefenda yo, pero un poco indecisa, dijo:

    -Con todo, no entiendo cmo puede separarse de la indigencia lamiseria, o viceversa. Porque aun ese que era rico y, como decs,no deseaba ms, no obstante, por ser esclavo del temor deperderlo todo, necesitaba la sabidura. Le llamaramos, pues,indigente si le faltase plata o dinero; y carece de sabidura, y no

    le tenemos por tal?Todos prorrumpieron aqu en exclamaciones y admiraciones; yotambin daba riendas a mi gozo y satisfaccin, por recoger de los

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    labios de mi madre una grande verdad que, espigada en los librosde los filsofos, la reservaba yo como una sorpresa para agasajofinal.

    -Veis-les dije yo-la diferencia que hay entre esos sabios que senutren de muchos y diversos conocimientos y un alma

    enteramente consagrada a Dios? Pues de dnde proceden estasrespuestas que admiramos sino de aquella fuente?

    Aqu Licencio exclam festivo:

    -Ciertamente, nada pudo decirse ni ms verdadero ni ms divino.Porque la mxima y ms deplorable indigencia es carecer de lasabidura, y el que la posee, todo lo tiene.

    28. -Luego la miseria del alma-continu yo-es la estulticia,contraria a la sabidura como la muerte a la vida, como la vida

    feliz a la infeliz, pues no hay trmino medio entre las dos. Ascomo todo hombre no feliz es infeliz y todo hombre no muertovive, as todo hombre no necio es sabio. De lo cual puedecolegirse que Sergio Orata no era slo desdichado por el temor deperder los bienes de su fortuna, sino tambin por ser necio. Dedonde resulta que sera ms miserable, si, aun en medio de tanfugaces y perecederas cosas, que l reputaba bienes, hubiesevivido sin temor alguno, porque su seguridad le hubiera venido node la vigilancia de la fortaleza, sino del sopor mental, y, por tanto,se hallara sumergido en una ms profunda insipiencia. Pues sitodo hombre falto de sabidura es un indigente y el que la posee

    de nada carece, sguese que todo necio es desgraciado y tododesgraciado necio. Quede, pues, asentado esto: toda necesidadequivale a miseria y toda miseria implica necesidad.

    29. Como Trigecio asegurase que no entenda bien estaconsecuencia, le pregunt yo:

    -A qu conclusiones lgicas hemos llegado?

    -A sta: el falto de sabidura es un indigente-respondi.

    - Y qu es tener indigencia o necesidad?

    -Carecer de sabidura-dijo.

    -Y qu es carecer de sabidura?-le pregunt yo. Como callase,prosegu:

    -No es tal vez vivir en la estulticia?

    -Eso es-respondi.

    -Luego la indigencia es necedad; de donde resulta que hay quedar a la necesidad otro nombre cuando se habla de la estulticia.Aunque ni s como decimos: tiene necesidad o tiene estulticia. Es

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    como si dijsemos de un cuarto oscuro que tiene tinieblas, lo cualequivale a decir que no tiene luz. Pues las tinieblas no vienen ni seretiran; sino carecer de luz es lo mismo que ser tenebroso, comocarecer de vestido es estar desnudo. Al ponerse un vestido, ladesnudez no huye como una cosa mvil. Decimos, pues, quealguien tiene necesidad, como si dijsemos que tiene desnudez,

    por emplear una palabra que significa carencia. Explico mejor mipensamiento: Decir tiene necesidad significa lo mismo que tieneel no tener. Demostrado, pues, que la estulticia es la verdadera ycierta indigencia, mira si la cuestin que nos hemos propuestoest ya resuelta. Preguntbamos si la infelicidad implica laindigencia, y hemos convenido en que estulticia e indigencia seequivalen. Luego como todo necio es infeliz y todo infeliz un necio,as tambin todo indigente es infeliz y todo infeliz un indigente. Ysi de ser todo necio un infeliz y todo infeliz un necio se sigue quela necedad es una infelicidad o miseria, por qu no concluir yaque infelicidad e indigencia se identifican, pues todo indigente es

    infeliz y todo infeliz un indigente?30. Asintieron todos a mis razones.

    -Veamos ahora-continu-quin no es indigente, porque se ser elbienaventurado y el sabio. La estulticia significa indigencia ypenuria; lleva consigo cierta esterilidad y caresta. Y notad ahorala agudeza de los antiguos en la invencin de todas las palabras,pero sobre todo de algunas cuyo conocimiento nos es tannecesario. Todos convenimos en que todo necio es un indigente ytodo indigente un necio. Me concederis tambin que el necio es

    vicioso y que todos los vicios se comprenden en la palabranecedad. Ya el primer da de esta discusin se dijo que la palabranequitia, maldad, se deriva de necquidquam, lo que no es nada, ysu contraria frugalidad, de fruto. En estas dos cosas contrarias,nequicia y frugalidad, campean dos conceptos: el ser y no ser.Qu pensamos que es lo contrario a la indigencia?

    -Yo dira que las riquezas, pero veo que la pobreza es su contraria-dijo Trigecio.

    -Es cosa tambin muy cercana-le dije yo-. Porque pobreza e

    indigencia se toman ordinariamente por la misma cosa. Con todo,hay que acudir a otra palabra para que a la mejor parte no falteun vocablo, pues como la peor tiene dos vocablos-indigencia ypobreza-, para la mejor slo disponemos de uno: riquezas. Y nadams absurdo que esta pobreza de palabras cuando se pretendeaveriguar lo contrario a la pobreza.

    -A m me parece que la palabraplenitud se opone a la indigencia-observ Licencio.

    31. -Dejemos-repuse yo-para despus la investigacin de otra

    palabra ms adecuada, pues eso es secundario en la investigacinde la verdad. Y aunque Salustio, ponderadsimo conocedor delvalor de las palabras, opuso a la pobreza la opulencia, con todo,doy por aceptada la palabraplenitud. No hay que temer aqu a los

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    gramticos ni la censura de los que pusieron a nuestra disposicinsus bienes, por no esmerarnos en la seleccin de las palabras.

    Mis oyentes se rieron y prosegu yo:

    -Habindome propuesto or vuestro parecer, porque, cuando

    estis atentos al estudio de las cosas divinas, sois como unosorculos, veamos lo que significa este nombre, pues me parecesumamente adecuado para la verdad. La plenitud y la pobreza sontrminos contrarios; y aqu, lo mismo que en la nequicia yfrugalidad, se ofrecen dos conceptos: ser y no ser. Si, pues,indigencia es la estulticia, la sabidura ser la plenitud. Con raznllamaron algunos a la frugalidad madre de todas las virtudes.Admitiendo esta idea, dice Cicern en un discurso popular: Cadacual atngase a lo que quiere; pero yo juzgo que la frugalidad,esto es, la moderacin y templanza, es la ms excelente virtud .Muy sabia y oportuna sentencia. Tena la mira puesta en el fruto,

    esto es, en la fecundidad del ser, contraria al no ser. Pero como eluso vulgar ha limitado la frugalidad a la sobriedad o parsimonia,aadi dos nombres ms: la moderacin y la templanza.Consideremos ms atentamente estos dos nombres.

    32. Modestia o moderacin se dijo de modo, y templanza, detemperies. Donde hay moderacin y templanza, all nada sobra nifalta. Ella, pues, comprende la plenitud, contraria a la pobreza,mucho mejor que la abundancia, porque en sta se insina ciertaafluencia y desbordamiento excesivo de una cosa. Y cuando estoocurre, falta all la moderacin, y las cosas excesivas necesitan

    medida o modo. Luego la abundancia supone cierta pobreza,mientras la medida excluye lo excesivo y lo defectuoso. Laopulencia misma, examinada bien, comprende el modo, pues sederiva de ope, ayuda. Pero cmo lo excesivo puede servir deayuda, si muchas veces es ms molesto que lo escaso? Tanto loexcesivo como lo defectuoso carecen d medida, y en estesentido se muestran indigentes y faltos. La sabidura, es, pues, lamesura del alma, por ser contraria a la estulticia, y la estulticia espobreza, y la pobreza, contraria a la plenitud. Concluyese que lasabidura es la plenitud. Es as que en la plenitud hay medida.Luego la medida del alma est en la sabidura. De donde aqueldicho clebre, de mxima utilidad para la vida: En todo evita lademasa.

    33. Mas convinimos al principio de nuestra discusin de hoy que silogrbamos identificar la miseria y la indigencia, estimaramosbienaventurado al no indigente. Pues bien: ya hemos llegado aeste resultado.

    Luego ser dichoso es no padecer necesidad, ser sabio. Y si mepreguntis qu es la sabidura (concepto a cuya exploracin yexamen se consagra la razn, segn puede, ahora), os dir que es

    la moderacin del nimo, por la que conserva un equilibrio, sinderramarse demasiado ni encogerse ms de lo que pide laplenitud. Y se derrama en demasa por la lujuria, la ambicin, lasoberbia y otras pasiones del mismo gnero, con que los hombres

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    intemperantes y desventurados buscan para s deleites y podero.Y se coarta con la avaricia, el miedo, la tristeza, la codicia y otrasafecciones, sean cuales fueren, y por ellas los hombresexperimentan y confiesan su miseria. Mas cuando el alma,habiendo hallado la sabidura, la hace objeto de su contemplacin;cuando, para decirlo con palabras de este nio, se mantiene unida

    a ella e, insensible a la seduccin de las cosas vanas, no mira susapariencias engaosas, cuyo peso y atraccin suele apartar yderribar de Dios, entonces no teme la inmoderacin, la indigenciay la desdicha. El hombre dichoso, pues, tiene su moderacin osabidura.

    34. Mas cul ha de ser la sabidura digna de este nombre sino lade Dios? Por divina autoridad sabemos que el Hijo de Dios es laSabidura de Dios; y ciertamente es Dios el Hijo de Dios. Posee,pues, a Dios el hombre feliz, segn estamos de acuerdo todosdesde el primer da de este banquete. Pero qu es la Sabidura

    de Dios sino la Verdad? Porque l ha dicho: Yo soy la verdad. Masla verdad encierra una suprema Medida, de la que procede y a laque retorna enteramente. Y esta medida suma lo es por s misma,no por ninguna cosa extrnseca. Y siendo perfecta y suma, estambin verdadera Medida. Y as como la Verdad procede de laMedida, as sta se manifiesta en la Verdad. Nunca hubo Verdadsin Medida ni Medida sin Verdad. Quin es el Hijo de Dios? Escritoest: la Verdad. Quin es el que no tiene Padre sino la sumaMedida? Luego el que viniere a la suprema Regla o Medida por laVerdad es el hombre feliz. Esto es poseer a Dios, esto es gozar deDios. Las dems cosas, aunque estn en las manos de Dios, no loposeen.

    35. Mas cierto aviso que nos invita a pensar en Dios, a buscarlo, adesearlo sin tibieza, nos viene de la fuente misma de la Verdad.Aquel sol escondido irradia esta claridad en nuestros ojosinteriores. De l procede toda verdad que sale de nuestra boca,incluso cuando por estar dbiles o por abrir de repente nuestrosojos, al mirarlo con osada y pretender abarcarlo en su entereza,quedamos deslumbrados, y aun entonces se manifiesta que El esDios perfecto sin mengua ni degeneracin en su ser. Todo esntegro y perfecto en aquel omnipotentsimo Dios. Con todo,mientras vamos en su busca y no abrevamos en la plenitud de sufuente, no presumamos de haber llegado an a nuestra. Medida; yaunque no nos falta la divina ayuda, todava no somos ni sabios nifelices. Luego la completa saciedad de las almas, la vida dichosa,consiste en conocer piadosa y perfectamente por quin eresguiado a la Verdad, de qu Verdad disfrutas y por qu vnculo teunes al sumo Modo. Por estas tres cosas se va a la inteligencia deun solo Dios y una sola sustancia, excluyendo toda supersticiosavanidad.

    Aqu a la madre saltronle a la memoria las palabras que tenaprofundamente grabadas, y como despertando a su fe, llena degozo, recit los versos de nuestro sacerdote: "Guarda en turegazo, oh Trinidad!, a los que te ruegan." Y aadi :

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    -Esta es, sin duda, la vida feliz, porque es la vida perfecta, y a ella,segn presumimos, podemos ser guiados pronto en alas de una fefirme, una gozosa esperanza y ardiente caridad.

    36. Ea, pues, dije yo, porque la moderacin misma exige queinterrumpamos con algn intervalo de das nuestro convite, yo con

    todas mis fuerzas doy gracias a Dios sumo y verdadero Padre,Seor Libertador de las almas, y despus a vosotros, queunnimemente invitados me habis colmado tambin de regalos.Habis colaborado tanto en mis discursos, que puedo decir que hesido harto de mis convidados.

    Todos estbamos gozosos y alabbamos al Seor, y Trigecioexclam:

    -Ojal que todos los das nos obsequies con convites como ste.

    -Y vosotros debis guardar en todo, amar en todo la moderacin-lerespond-, si queris de veras que volvamos a Dios. Dicho esto, setermin la discusin y nos retiramos.