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    CUENTOS

    PARA EVA

    David Arce

    Magreb

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    Palabras liminares

    La vida es una caja de sorpresas, y la universidad es otra, y la literatura es la caja

    ms sorpresiva. Hace unos pocos aos conoc a David Arce, mdico nacido enChulucanas, Piura, en las aulas de San Marcos, cuando l estaba llevando unos

    cursos de literatura. De inmediato tuvimos afinidad porque ambos venimos de la

    misma zona del Per y a m me llam la atencin su lenguaje, rara mezcla de

    norma culta de las ciudades, con un vocabulario amplio y castizo, caracterstico de

    la cultura popular de Piura. Espontneo, extrovertido, dicharechero, era el

    estudiante ms popular del saln y me cost mucho trabajo acercarlo a lasrigideces de los textos de investigacin en humanidades. Ese tiempo pas, como

    todo, y mantengo con David Arce, la cercana de la paisana y el afecto por las

    formas de hablar y por las costumbres de Piura. Ahora me acerca su libro "Cuentos

    para Eva" y me veo en la perentoria obligacin amical de comentarlos brevemente.

    En estos relatos est presente, lo dicho lneas arriba del propio autor: un manejo

    suelto de la norma culta del Per, una presencia del lenguaje del campo y, sobre

    todo, algo que conociendo al autor se puede adivinar: una desbocada imaginacin.

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    Los breves cuentos de David Arce no hacen distincin entre el estado de vigilia y

    el ensueo, entre los seres humanos y los animales, entre los seres que caminan y

    la naturaleza viva y palpitante. En una primera lectura pudiera parecer que este

    manojo de cuentos est dirigido a los nios, en una segunda, podramos creer que

    son los adultos, los destinatarios naturales, pues los cuentos nos dejan pensando

    sobre el destino de la especie humana, y en una tercera lectura podemos llegar a

    otra concepcin: se trata de cuentos para nios de diez a ochenta aos, puesto que

    ah estn los ingredientes de la loca fantasa que aman los nios y que conservan

    los verdaderos lectores de literatura y est la meditacin profunda que caracteriza ala edad provecta. David Arce no es un escritor profesional, es un "amateur" en su

    sentido ms prstino: alguien que ama la literatura y que la escribe porque le nace

    del fondo del alma. No responde a ninguna exigencia editorial, como aquellas que

    atormentan a los novelistas, responde a los reclamos de su propio corazn y, sin

    duda, a las vivencias inolvidables de la infancia, esa patria querida de la que nos

    han desterrado, segn Ernesto Sbato. Saludo estos cuentos de David Arce, queson su segunda entrega literaria, y le deseo a su autor una larga relacin con la

    literatura.

    Marco Martos

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    Para Evita

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    Evita

    Evita no hablaba.

    De todas las nias del saln de clases, era la nica que entraba aferrada a sus

    libros y cuadernos.

    Apenas se sentaba y dejaba sus cuadernos sobre la carpeta, se llevaba las

    manos hacia la boca y se morda las uas y permaneca as, aun cuando la

    profesora pasaba lista. Ella no responda; slo atinaba a mirar el suelo. Sin

    embargo, era la que sacaba las mejores notas en los exmenes. Algunos de sus

    compaeros de clase se burlaban de ella. Otros trataban de protegerla y ayudarla.

    Pero ella pareca estar en otro mundo.

    Dentro de su ser no estaba contenta consigo misma. Con su mirada lnguida,

    vea cmo participaban sus compaeros de clase, vea cmo ellos movan sus

    bocas, sus lenguas, y emitan sonidos. Ella tambin deseaba hablar como los

    dems.

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    Pero tena miedo. No saba a qu. Las personas mayores le producan mucho

    miedo. No lo entenda. Cuando se aventuraba a querer explicrselo, slo vea

    imgenes difusas en los rincones ms recnditos de su memoria. Vea a su madre

    gritando, se vea a s misma muy pequea sin poder pedir hacer la pila o hacer la

    caca, y morirse de miedo cuando dos manos grandes la levantaban del suelo, la

    colocaban boca abajo y le hacan arder las nalguitas.

    Vea un babero, una mesa salpicada de comida, el piso salpicado de comida

    y una mano enorme estrellarse contra su boca. Tambin recordaba muchos noes.

    Evita, no toques eso; Evita ten cuidado, no rompas, no salgas, no hagas bulla, no

    hables, no...

    Y Evita decidi crecer sin hablar.

    Hasta ahora

    Hasta ahora que no se senta contenta con ser lo que era, quera correr con

    sus dems compaeros, hablar de chicos, de juegos, de las cosas bonitas de la vida.

    Una tristeza infinita se apoderaba de su corazn.

    Y un da, embargada de pena, decidi adentrarse en el bosque para perderse

    en la inmensidad de su espesura. Aunque haba escuchado que una bruja moraba

    ah, como no estaba contenta con su vida no le importaba.

    Evita entr en el bosque y le gustaron las plantas y las flores, las piedras, los

    rboles y el cielo. Le gust tanto el camino que se olvid del motivo por el cual

    haba entrado. De pronto uno de sus pies tropez con un libro antiguo. En su

    portada deca: Libro mgico de la vida. Mil recetas para ser feliz. Su corazn dio

    un vuelco, creyendo haber encontrado la solucin y busc y busc. Hasta que

    encontr la receta de cmo aprender a hablar.

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    Una pluma roja de un loro completamente verde.

    Una pluma verde de un loro completamente rojo.

    Cuatro uas de urraca.

    Tres huevos de araa roja.

    Y varios ingredientes ms...

    Evita busc y busc, hasta que logr encontrar y juntar todos los

    ingredientes que indicaba la receta. Los mezcl y tom el brebaje durante seisnoches.

    A la sptima noche se despert recitando un poema a la luna. Pens que estaba

    soando, se pellizc y se dio cuenta de que poda hablar. Regres a su pueblo, al

    colegio. Y todos los que pensaron que Evita haba muerto se alegraron de verla de

    nuevo, con una nueva cara, sin las manos en la boca, sonriendo, cantando,

    recitando y hablando. Y contestando a todas las preguntas que le hacan. Y pronto

    se volvi la ms popular de la clase.

    Pero no todo en esta vida es perfecto, y Evita segua hablando, interrumpa las

    clases, hablaba en el recreo, en la calle, en el mercado, en la casa, en la iglesia y, lo

    peor de todo, hablaba mientras dorma.

    Nuevamente sus compaeros empezaron a alejarse de ella y Evita se dio

    cuenta de que estaba equivocada cuando pens que el da que hablara iba a ser

    completamente feliz.

    Decidi volver al bosque en busca del libro mgico de recetas.

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    Camin y camin, sin cesar de hablar. Los ltimos que la vieron alejarse, an

    escucharon un lejano rumor cuando la perdieron de vista.

    A su paso los pjaros se dispersaban revoloteando. Ella continuaba hablando

    y hablando, sin poder encontrar el libro mgico de recetas.

    A lo lejos vio una casa y se acerc a pedir ayuda y comida. De la casa sali

    una vieja que la invit a pasar. Y Evita le pidi, por favor, que la ayudara a no

    hablar tanto, y la vieja le dio consejos que Evita no escuchaba porque no paraba de

    hablar. Pero como esta vieja era sabia, aprovech que Evita tomaba aire para

    continuar hablando, y le ofreci un plato de sopa.

    Evita estaba hambrienta por el largo camino y, mientras ella tomaba la sopa,

    la vieja le hablaba, le enseaba a respirar, a prestar atencin, a comprender las

    cosas, a observar, a meditar. Le enseaba a escuchar.

    Pero esto no fue de la noche a la maana. La vieja le daba tareas para que

    realizara todas las maanas y que hablara cuanto ella quisiera. Le deca que regara

    las plantas, que les quitara los insectos, los gusanos, las malas hierbas, que podara

    las plantas. Y Evita lo haca con gusto, cantando y hablando.

    Y luego, en la tarde, cuando retornaba cansada, la vieja le ofreca el plato de

    sopa y aprovechaba para ensearle a respirar, a poner atencin, a observar, a

    meditar y a escuchar.

    Y fue as como Evita, gracias a la vieja del bosque, aprendi el placer del

    hablar y del escuchar, aprendi el placer del sonido y de los silencios, a diferenciar

    los variados tonos de la naturaleza. Aprendi a distinguir el momento, el lugar y la

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    persona adecuada para expresar sus ms ntimos sentimientos mediante los sonidos

    y los silencios que vibraban en su alma reconfortada

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    No te olvides del Mantaro

    Bjate un ratito, Papucho, y descansemos bajo este rbol

    dijo el hermanito mayor.

    Tengo sed! exclam Papucho.Esprate que ya estamos cerca del ro.

    As como el Mantaro que contaba Mamita? pregunt Papucho.

    No, ms chiquito. El Mantaro es un ro grande, as de

    grande dijo el hermanito mayor extendiendo ambos brazos, como queriendo

    abarcar algo enorme.

    Cuntame del Mantaro pidi Papucho, apartando unas hojas secas,

    haciendo un claro para sentarse en el suelo.

    Cuando Mamita termin de regalar el pan se qued sentada junto a la

    ventanilla y el tronar del tren le indic que estaba partiendo. Entonces vio cmo se

    iban haciendo chiquitas las casas del pueblo, y las chacras se vean como dibujadas

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    con diferentes colores de verde, as como te he enseado que son el cuadrado, el

    tringulo y el rectngulo, as se vean las chacras. Luego todo se hizo oscuro y es

    que el tren entra por en medio de la montaa, los Andes. No te olvides, Papucho:

    as se llaman esos cerros que son de pura piedra.

    Y cmo es que pueden entrar por all? Acaso tienen huecos? pregunt

    Papucho.

    No, es que la gente, mucha gente empez a hacer un paso para el tren a

    travs de la montaa. Eso se llama tnel. Y cuando terminaron de pasar el tnel,

    Mamita mir con emocin las hermosas retamas amarilleando en flor y las rojas

    cantutas. No te olvides, Papucho, de que la cantuta es la flor nacional del Per. Las

    nubes se coloreaban de sol de la tarde y, a travs de la ventana llenita de gotas de

    lluvia, Mamita vio un rbol de capul y se qued dormida. Me dijo que esa tarde

    tuvo un sueo en el que so con nosotros.

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    El retrato de mam

    No me gusta que me engaes! reclam Papucho. No hay ningn

    pececito de colores.

    Nunca te he engaado, Papucho, te juro que en este ro haba muchos

    peces de todos los colores dijo el hermanito mayor. Ya te dije que haba

    amarillos como el sol, azules como el cielo, verdes como las plantas, rojos como

    los labios de mam

    Y como su salivita de Mamita interrumpi Papucho.

    Ahora est todo contaminado; mejor vamos a chupar las hojas gordas de

    esas plantas junto al cerrito rojo.

    Rojo como la salivita de Mamita volvi a decir Papucho.

    Mira, Papucho, en esta tabla y con estas tierritas de colores vamos a

    dibujar la cara de Mamita.

    Yo quiero pintar primero sus labios rojos, como su salivita dijo

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    alegrndose Papucho.

    Y yo sus prpados moraditos que tanto me gustaban seal el

    hermanito mayor mezclando las tierras.

    Estaba plida la ltima vez que la vimos. Le pintamos la cara de

    blanco? pregunt Papucho, sabio en colores, insuflando el pecho.

    Mira, as tena su cuello largo, largo, y le gustaba su vestido azul,

    rojo y negro.

    Y qu hacemos con esta tierra amarilla? pregunt Papucho.

    Se la pintamos alrededor de toda su cara, para que resplandezca

    como el sol! agreg el hermanito mayor.

    La cargamos hasta el mar? pregunt Papucho, tratando delevantar la tabla.

    No, Papucho; esta tabla la dejamos ac. Ya nos falta poco. Nunca te

    olvides de que Mamita est aqu adentrito de nuestros corazones y ya te he dicho

    muchas veces que cuando quieras volver a verla, basta con cerrar los ojos y la

    vers resplandecer dndote un beso en la frente.

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    El ro de la muerte

    Mira dice con voz susurrante, ronca, Papucho, esos hombres que

    navegan en el ro estn llenos de sangre, roja como la saliva de Mamita!

    No mires, Papucho tambin susurrante el hermanito mayor. Es gente

    muerta que est navegando en el ro de la muerte.No es gente muerta reclam Papucho. No ves que est naciendo un

    nio?

    Te he dicho que no mires volvi a ordenar el hermanito mayor. Ese

    nio tambin est muerto, como nosotros.

    El que va adelante se parece a Papito, y no quiere mirarnos. Solamente el

    pez y el barco nos miran.

    Te he dicho que no mires, Papucho molesto el hermanito mayor, no

    puedes recordar a Papito, porque cuando l se fue t todava no nacas.

    S, me acuerdo de l. Escuch cuando l dijo cuida a mis hijos, que me

    voy para la guerra. En ese tiempo yo no saba lo que era la guerra, tampoco ahora

    dice triste Papucho. Solamente s que la gente se muere y que navega por el

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    ro de la muerte hacia el mar donde vamos a ver a Mamita.

    No te lo quera decir, Papucho, pero en el mar tambin est Papito, junto

    con Mamita. l no se fue: se lo llevaron a la guerra. Ahora duerme, que maana

    veremos a los dos.

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    Madre

    Papucho, cansado de caminar, lleg al borde del barranco, apret fuerte la mano

    del hermanito mayor, abri enormes los ojos, los cerr y los volvi a abrir. El mar

    exista! Todo lo que su hermanito le haba contado entre lgrimas era cierto! Todo

    era verdad.

    Vio esa delgada lnea imaginaria entre dos inmensidades. Vio las nubes

    gordas, oscuras, preadas de esperanza, ocultando a su madre luminosa con su velo

    de hilos dorados. All estaba ella esperndolos. Mamita los miraba desde arriba

    para siempre y en cualquier lugar. Pero aqu estaba ms cerca!

    Papucho respir hondo y esper.

    Y esper sin sentir nada en la espalda.

    Tienes que cerrar los ojos, Papucho le dijo el hermanito mayor. Las

    alas de los ngeles son invisibles y no se sienten. Cierra los ojos y djate llevar por

    la brisa.

    Dos moscardones amarillos como estelas brillantes se elevaron por encima

    del barranco. Giraron en la lejana y se confundieron con las escalas luminosas.

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    La revolucin de los ciclos

    Cuando los dos moscardones amarillos revolotearon alrededor del sol, la luz se

    hizo sombra y no se vea nada, slo el amarillo de los cuatro moscardones.

    Y ante tanto amor, el tiempo se detuvo en el cielo azul, sobre el mar azul.

    El relmpago ilumin las tinieblas de la tierra durante varios siglos.Y en el nuevo comienzo de los tiempos pareca que exista el caos.

    En el centro del caos, Papucho, zumbando, no cesaba de hablar y de

    contarles a sus padres sobre el largo camino recorrido y las cosas hermosas y

    tristes que haba visto, Mamita esto, Papito esto, hermanito t ya sabes.

    Despus de mucho tiempo, al revs del tiempo, casi al trmino del sptimo

    da, el gran moscardn amarillo cay sobre el mar azul, y al contacto con el aguase fue encogiendo hasta hacerse pequeito, amarillo, azul, verde transparente.

    El viento del sur sopl sobre el mar y las olas llevaron al zigoto verde a la playa y

    lo depositaron suavemente sobre la arena, donde el zumbido empez a latir, a

    respirar y a dividirse.

    Un nio de otra dimensin mir el zigoto verde traslcido y lo llev a su

    casa sin saber que se iniciaba un nuevo ciclo, por los ciclos de los ciclos.

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    Martn Podovarus

    La mam de los patitos lanz un graznido terrible cuando descubri que acababa

    de poner un huevo negro, negro verdoso. La comadre, que viva en el nido del

    frente, fue corriendo a ver qu suceda.

    Santo cielo! dijo, tapndose el pico y santigundose varias veces.

    Ests segura de que es tuyo? No ser que alguna gavilana de esas volantusas ha

    venido a usar tu nido? Uy, comadrita! Y ahora, qu ir a decir el compadre?

    Ay, comadrita! le contest la mam de los patitos. Si no fuera

    porque yo misma lo acabo de poner, tampoco lo creera

    dijo, mientras examinaba el huevo, y lleg a la conclusin de que si no

    fuera por el color, no tendra ninguna diferencia con los dems.

    Ms tarde, cuando lleg el pap de los patitos, la comadre, que viva en el

    nido de enfrente, se acerc a su ventana para tratar de escuchar lo que hablaban sus

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    vecinos, pero slo escuchaba voces que llegaban de lejos, entrecortadas. Escuchaba

    que el pap de los patitos alzaba la voz, y que la mam de los patitos slo repeta:

    no, no, no.

    Desde su ventana vio cuando el pap de los patitos sala con el huevo negro

    y lo tiraba lejos del corral. En la maana, cuando el pap de los patitos sali a

    trabajar, respir aliviado porque ya no encontr el huevo negro donde lo habatirado.

    La comadre, que no haba dormido muy bien, cuando vio que el pap de los

    patitos se alejaba, corri donde el nido de la mam de los patitos.

    A ver, cuntame! Qu te dijo mi compadre?

    Ay, comadrita! Se ha empeado en que no lo tengamos.

    Primero pensaba que no era nuestro, luego que era una seal de mal agero,

    despus lo llev a botar fuera del corral. Yo le rogaba que no lo hiciera, pero no me

    hizo caso. Pero te contar un secreto le dijo, mientras miraba a los costados y

    bajaba la voz. Sal de madrugada, despacito, sin que mi marido lo notara, justo

    en la hora en que el silencio es tan fuerte que llegas a escuchar la marcha de tu

    corazn. A esa hora recog el huevo, lo limpi, y lo acomod debajo de los dems

    huevos. Menos mal que mi marido no se ha dado cuenta. Cmo crees que voy a

    abandonar a uno de mis hijos?

    Y as fue cmo la mam de los patitos empoll un huevo diferente entre sus

    huevos.

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    A los treinta das exactos nacieron los doce patitos. Pasaron dos das ms y

    los patitos salan y se metan entre las plumas y las alas de la mam de los patitos,

    que segua metida en el nido.

    Por las noches escarbaba, sacaba el huevo negro y lo colocaba en su odo.

    No escuchaba nada. Estaba perdiendo las esperanzas.

    A los treinta y cuatro das el pap de los patitos ya haba salido dos vecescon todos los patitos a pasear junto al ro y le iba a preguntar si todava le dola la

    cabeza, cuando vio que la mam de los patitos esconda algo negro entre sus

    piernas. La mam de los patitos llor, suplic, pidi perdn. El pap de los patitos

    se sinti herido; no quera saber nada del huevo negro. Lo que ms le dola era que

    lo hubiera engaado.

    Pero no le dur mucho la clera. Acept que lo siguiera empollando sin que

    lo mantuviera enterrado. A los cuarenta das, le dijo:

    Querida ma, reconoce que ese huevo es de mal agero y que ya debe

    estar huero. Ser mejor que lo lleves a botar t misma. Hasta ahora nunca se ha

    visto que un pato demore cuarenta das en nacer.

    Y ese fue el argumento ms consistente que haba escuchado en su vida. La

    mam de los patitos lo llev rodando despacito fuera del corral, con mucha pena.

    Fue entonces que dentro del huevo, Podovarus sinti ms negro a su

    alrededor, hizo un ltimo esfuerzo y estir su patita izquierda. Sinti un crujido

    bajo sus pies.

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    La mam de los patitos, que ya se encontraba de regreso en el nido, crey

    escuchar un pequeo ruido. Tal vez ser mi corazn, se dijo, pero de todas

    maneras voy a averiguar.

    Podovarus empuj una vez ms con sus ltimas fuerzas y vio una luz bajo

    sus pies. Una luz brillante, como al final de un tnel. Sinti ganas de entregarse porentero a la luz, cuando vio un pico enorme levantar el cascarn negro que lo

    aprisionaba.

    Era la mam de los patitos! Con su pico lo ayudaba a romper la cscara.

    Ella no pudo evitar retroceder asustada al ver que lo primero que sala era

    una cosa extraa, torcida. Despus vio que sala otra cosita torcida y all recin

    pudo darse cuenta de que eran dos patitas de pato. Se apresur a ayudar a romper el

    resto del cascarn, no fuera a ser que se ahogara.

    Entonces la mam de los patitos pudo rescatar a Podovarus, que ya estaba

    siguiendo la luz brillante que lo atraa como imn. Podovarus no tuvo ms remedio

    que regresar por la luz que vea debajo de sus pies.

    As naci Podovarus, casi muriendo.

    Le pusieron de nombre Podovarus porque naci de patitas, y porque adems

    las tena torcidas, ya que Podovarus significa pies torcidos.

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    De colores

    Martn Podovarus, el patito de los pies torcidos, jams en su vida recordara el

    tiempo de los mandiles blancos, jeringas aceradas, sueros multicolores y el verde

    quirfano que soport cuando le enderezaron los pies.

    La mam de los patitos caminaba oronda, con una patita para la izquierda y

    otra patita a la derecha, una a la izquierda y otra a la derecha, balancendose por la

    orilla del ro, y con trece pelusitas amarillas siguindola. La ltima, Podovarus, con

    los pies enyesados.

    Podovarus tampoco recordara la aguamarina de los ojos de la enfermera

    checoslovaca, pero el color parecido de las aguas de la laguna producira para

    siempre en l una atraccin misteriosa, irresistible y balsmica. Las veces en que lo

    invada una tristeza, le daban ganas de nadar en la laguna, o solamente

    contemplarla. El pap de los patitos lleg a quererlo mucho. Ya no le importaba

    que hubiera nacido de un huevo negro y que por extraas circunstancias, se hubiera

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    demorado cuarenta das en nacer. Lo cuidaba ms que a los dems, le daba los

    mejores gusanos verdeolivo, las mejores semillas color arena, el mejor sitio dentro

    del nido, tal vez porque naci un poquito enfermizo. Era l quien llevaba los

    alimentos prohibidos cuando Podovarus permaneci en el hospital.

    La mam de los patitos, yendo hacia la laguna por la orilla del ro sola

    distenderse con frecuencia, ensendoles hermosas fucsias prpuras, geranios

    azules de la ribera, las piedrecitas caqui, los chanchitos grises que abundan entre el

    pasto, aprovechando para esperar a Podovarus. El resto de las doce pelusitas

    amarillas exploraban un poco ms lejos, correteando, saltando, tratando de volar en

    el cielo azul, espulgndose entre ellos.

    En el hospital hicieron problemas con el nombre de Podovarus, ya que la

    mam de los patitos insista en llamarlo Martn. El seor de los registros no

    entenda razones. Segn la partida de nacimiento, Podovarus se llamaba Podovarus

    y punto. En ese momento apareci la enfermera de los ojos aguamarina.

    Venga dijo al ver la cara angustiada de la mam de los patitos. No se

    preocupe; yo la voy a ayudar.

    Cuando la mam de los patitos lanz un graznido terrible despus de poner

    un huevo negro, lo nico que dijo fue: San Martincito, un huevo negro! Y lo

    encomend al santo moreno de la escoba. Y durante cuarenta noches le dedic una

    plegaria a San Martn de Porres, el primer santo negro, y el nico que hizo comer

    en un mismo plato a perro, gato y pericote. Y fue tambin por la poca dehospitales, en que la mam de los patitos, que nunca faltaba a las visitas, hizo una

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    promesa al santo moreno: que si su hijo sala con bien, el nio se llamara

    oficialmente como el santo: Martn, Martn Podovarus.

    Justo antes de que Podovarus saliera de alta, la enfermera de los ojos

    aguamarina, que tan amorosamente lo haba cuidado, se acerc donde la mam de

    los patitos y le dijo, entregndole un papel:

    Aqu est la correccin de la partida. Ahora se llama Martn Podovarus.

    A Martn Podovarus le gustaba tanto el amanecer como el atardecer, un

    instante fugaz en que parecen lo mismo. Se levantaba temprano en la

    madrugada, suba el cerro, y cuando todava las estrellas se podan tocar con

    las manos, lograba ver el rojo incendio del amanecer detrs del cerro mayor

    y los cambios de colores que rodeaban este milagro de la naturaleza.

    De los atardeceres, le gustaba el sol naranja cayendo como una gota de miel

    sobre el verde verde que se pierde en el horizonte, mientras que un azul liviano se

    apoderaba de sus ojos. Martn Podovarus vea el mundo a colores, hermosos

    colores.

    Sin embargo, todo cambiara en el momento de mudar las hermosas pelusas

    amarillas por plumas ms fuertes. Todos sus hermanos cambiaron a plumas

    blancas. Solamente l cambi a plumas negras.

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    Aos maravillosos

    Muchos creern que Martn Podovarus nunca tuvo infancia, pero estn

    completamente equivocados. Los das ms felices haban sido los de su infancia,

    hasta ahora.

    Correr por la orilla del ro sin las molestias de los aparatos de yeso, disfrutar

    de los increbles juegos que inventaban sus hermanos. Por ejemplo, Pedro, el

    hermano mayor, encontr no se sabe dnde, una enorme llanta vieja de camin, y

    meta a sus hermanos dentro y la haca rodar en un vrtigo de graznidos y de risas.

    Lo haca una y otra vez, hasta que la tarde caa, y se reunan todos alrededor de loscandiles en el nido de la mam de los patitos, donde pedan al pap de los patitos

    que les contara los cuentos ms hermosos que jams haban escuchado y que los

    acompaaran para el resto de sus vidas. La increble imaginacin del pap de los

    patitos era inagotable y la mam de los patitos, que tambin los escuchaba con

    ternura, no se quedaba atrs, y les contaba otros cuentos, cuentos reales de cuando

    ella era pequea.

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    Salomn, el segundo de los hermanos, el ms andariego, una tarde lleg con

    la novedad de que ms all de la colina exista un molino donde pilaban arroz, y

    que un enorme cerro amarillo de cscara de arroz lo haba deslumbrado, y

    convenci al resto de los hermanos para la aventura. Y los pequeos hermanos

    descubrieron otro lugar de diversin: suban hasta la cima del cerro amarillo y se

    lanzaban rodando y rodando hasta caer en el suelo mullido. Esto nunca lo contaron

    a sus padres; en el fondo de sus corazones intuan que era un lugar prohibido por la

    lejana y el peligro de los cazadores furtivos.

    Una tarde, Ruth, la tercera de los trece hermanos, se intern un poco ms

    all del molino. Al empezar a oscurecer y viendo que ya era hora de regresar,

    Pedro, el hermano mayor, sacudindose la ltima cscara de arroz, orden a los

    hermanos colocarse en fila para contarlos. Cont una y otra vez y con el corazn

    que se le estiraba hasta el suelo se dio cuenta de que faltaba Ruth. Sinti miedo deque algo malo le hubiera sucedido. Luego pens en sus padres y en la pena enorme

    que esto les ocasionara. La tarde se haca ms oscura y era muy probable que los

    padres ya estuvieran preocupados. Pedro les dijo a todos que no se separaran y

    empezaron a llamar a Ruth, sin respuesta alguna. Cuando ya estaban perdiendo la

    esperanza, la vieron llegar avergonzada, toda mojada, con miedo.

    Pedro la abraz llorando y llenndola de besos le dijo:

    Hemos estado muy asustados, hermanita!. La mir por todos lados,

    buscando alguna magulladura o herida.

    Lo bueno es que ests sana y salva dijo Pedro, emprendiendo el regreso,

    con el corazn contento.

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    Durante el camino de regreso Ruth no cesaba de hablar de un hermoso

    estanque, de aguas quietas y tibias, y les peda perdn a todos; no se haba dado

    cuenta del paso del tiempo mientras estaba nadando. Cuando llegaron al nido, ya la

    comida estaba servida y los candiles encendidos. La reprimenda que esperaba

    Pedro no se dio, simplemente porque esa noche era noche de San Juan y, con los

    preparativos para la fiesta, ni la mam de los patitos ni el pap de los patitos se

    percataron de la ausencia de los andariegos.

    La noche de San Juan comieron hasta hartarse y el pap de los patitos

    encomend a David, el cuarto de los hermanos, la tarea de prender fuego a la

    fogata que les corresponda. Alguien toc un silbato y todas las fogatas alrededor

    de la laguna se prendieron como por arte de magia. Empez la serenata, unaorquesta de patos enton la cancin de San Juan y los dems empezaron a bailar

    alrededor de los fuegos. Eva, la penltima de los hermanos, fue invitada por el ms

    viejo de los patos para que cantara Las maanitas, porque conoca su melodiosa

    voz. Todos en el pueblo de los patos conocan su voz increble y no dejaban pasar

    ninguna reunin sin pedirle una cancin. Hasta en los lugares ms inslitos era

    detenida por algn admirador o por algn enloquecido de amor para pedirle porfavor una cancioncita. Eva no se haca rogar; dejaba lo que estaba haciendo y

    cantaba, porque le gustaba cantar. Una vez que la enviaron a comprar sal se

    encontr con un anciano que, con lgrimas en los ojos, le pidi una vieja cancin:

    Culebra que ests all y, como ella se saba las letras de todas las canciones, la

    cant. Luego vinieron ms patos y cada uno pidi su cancin favorita. La mayora

    de las canciones versaban sobre amores contrariados que, en esos tiempos, la

    pequea Eva no entenda. Y as se habra pasado el tiempo cantando si no hubiera

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    sido porque Moiss, el antepenltimo hermano, fue a recordarle que la esperaban

    por la sal. La audiencia se resista a abandonar el corro y muchos se quedaron con

    ganas de seguir escuchndola.

    Varias semanas despus de la desaparicin de Ruth, Mercedes, la quinta de

    los hermanos, rog a Pedro que por favor los llevara a conocer el estanque de

    aguas tibias del cual les habl Ruth. Al comienzo Pedro dio un no rotundo, pero los

    dems, hincados por la curiosidad, hicieron causa comn y le suplicaron para que

    los llevara al misterioso estanque. Y como Pedro tambin quera ir, accedi, comosi no quisiese ir, aunque en sus entraas tambin quera conocerlo, y les dijo:

    Vamos a ir, pero esto que no lo sepan nuestros padres.

    Y as fue que conocieron el bello estanque de aguas tibias donde

    pasaron tardes muy felices.

    Josu, el sexto de los hermanos, muy pronto descubri que junto al

    puente haba una pea enorme desde donde poda zambullirse en el ro haciendo un

    montn de piruetas y acrobacias; all los trece hermanos encontraron otra fuente

    inagotable de placer. Martn Podovarus, un poco temeroso, fue el ltimo que

    aprendi a tirarse desde la piedra, y esto porque en un arrebato de alegra Pedro lo

    empuj cuando iba en su quincuagsimo intento. No tena nada que temer, porqueya el resto de sus hermanos lo estaban esperando en el ro. Esto le gust tanto que

    ms demor en salir del agua que en escalar la pea y tirarse de nuevo.

    Martina, la sptima de los hermanos, era increblemente experta en trucos:

    desapareca piedras debajo de sus alas y luego las sacaba de su boca. Aprovechaba

    cualquier objeto y haca maravillas con l, dejando boquiabiertos a sus hermanos,

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    especialmente a Martn Podovarus, y a ella le gustaba dejar embobados a sus

    hermanos. Todos queran que les ensease y ella se negaba.

    Al nico que le ense sus innumerables trucos sin que se lo pidiera fue a

    Martn Podovarus. Pero Martn nunca los practic ante nadie, convencido de que

    Martina era la nica que tena el derecho a deslumbrar a los dems hermanos.

    Juan, el octavo de los hermanos, tena un don especial, el de dominar el

    baln a su antojo. En los juegos de pelota, Juan era el que ms destacaba. Haca

    pataditas con el baln y, de haber sido posible, hubiera estado das enteroshaciendo pataditas y tambin cabecitas. En los partidos de ftbol tena el rcord de

    goles anotados. Los dems hermanos y hermanas tambin jugaban, pero nadie

    como l. Mucho tiempo intent ensearle sus secretos a Martn Podovarus y, en

    este caso, fue realmente imposible. Probablemente por sus piernas an un poco

    torcidas, o porque realmente no era su habilidad, Martn Podovarus nunca aprendi

    a dominar el baln. Lo nico memorable que hizo fue que, queriendo devolver elbaln a Ruth, que haca de portera, el tiro sali hacia atrs, con tan buena suerte

    que se introdujo en el arco contrario. Fue el nico gol en toda su vida.

    Esther, la novena de los hermanos, y Mara, la dcima, eran como dos gotas

    de agua. Era hermoso verlas cmo caminaban juntas, haciendo una lo mismo que

    la otra. Si una de ellas estornudaba, la otra tambin lo haca, sin que se supieranunca quin haba estornudado primero. Y muchas veces fueron sorprendidas

    teniendo las mismas ideas que, cuando eran expresadas, pareca que se haban

    puesto de acuerdo para hablar a la vez. Tenan extraos presentimientos que luego

    se hacan realidad. Un da llamaron a Martn Podovarus y le dijeron

    simultneamente:

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    Martincito, te amamos mucho, hermanito; solamente queremos decirte

    que la vida es dura y que, pase lo que pase, estars para siempre en nuestros

    corazones, y todos nosotros te estaremos acompaando. Nunca lo olvides: todos

    estaremos dentro de ti. Solamente te pedimos que recuerdes estos hermosos

    momentos que hemos vivido juntos y lo abrazaron y lloraron largo rato, tanto

    que Martn Podovarus, sin saberlo ni entenderlo, tambin se puso a llorar,

    abrazando a sus queridas hermanas.

    Un rato despus, Martn Podovarus estaba jugando nuevamente.Pasara mucho tiempo para que Martn Podovarus comprendiera las premoniciones

    de sus hermanas gemelas.

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    Lenta agona

    Martn Podovarus, el patito de los pies torcidos, no se dio cuenta de que era

    diferente a sus doce hermanos con plumas amarillas hasta el da aciago en que la

    maestra gorda del curso de natacin les hizo formar fila junto a la orilla de lalaguna. Todava no se haba percatado de los susurros de los dems alumnos, de

    los innumerables comentarios que hacan entre ellos, ni de sus risas ahogadas,

    hasta el momento en que lleg su turno, cuando se acerc tanto a la orilla que lanz

    su primer graznido de miedo, al ver en la superficie del agua, a un ser extrao,

    enorme y negro que lo miraba desde la laguna. No le importaron las carcajadas de

    sus compaeros y, venciendo su miedo, se acerc nuevamente a la orilla y observ

    al extrao ser que haca sus mismos movimientos en espejo.

    Fue en ese preciso instante en que tom conciencia real de que l era el

    extrao ser que reflejaba el agua y de que los comentarios, susurros y risas de los

    dems alumnos eran hacia l.

    Ese da no quiso aprender a nadar. Se alej caminando, despacito, hasta

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    desaparecer entre los arbustos. Llor y llor hasta ms no poder y no quiso salir de

    all ni con ruegos ni con amenazas de la maestra gorda.

    Cay la tarde y la mam de los patitos, alarmada por el reporte de la maestra,

    lo llam con una voz tan dulce e irresistible que Martn Podovarus no tuvo ms

    remedio que salir despacito, con la cabeza gacha, sin tener la valenta de mirar a

    nadie, ni siquiera a su madre.

    La mam de los patitos, comprendiendo la situacin de su hijo, dej queMartn Podovarus se metiera entre sus alas y camin a su ritmo lento,

    escondindolo de los vecinos que esperaban junto a sus puertas para mirar el

    extrao fenmeno.

    Y mientras la mam de los patitos entraba lentamente a su nido, los vecinos

    se reunan y formaban corros para hablar de las plumas negras de MartnPodovarus. Los ms recalcitrantes alzaban la voz para que fuera expulsado de la

    comunidad porque lo consideraban anuncio de mal agero. Otros, los menos, que

    argan conocimientos de gentica, no eran escuchados.

    La noticia corri y volvi tergiversada durante varios das y semanas.

    Martn Podovarus segua sin querer salir del nido. El pap de los patitos,desconcertado, le llevaba los mejores gusanos verdeolivo y Martn Podovarus

    tampoco quera comer. Slo quera que la tierra se lo tragara o que un rayo lo

    partiera. Nada pudieron los ruegos de la madre ni las amenazas del padre.

    Poco a poco, Martn Podovarus empez a delirar por la fiebre que se apoder

    de l. Lanzaba graznidos de dolor en plena medianoche, como si lo estuvieran

    operando sin anestesia. Los vecinos formaron comisiones para resolver el

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    problema; algunos, los ms cuerdos, acordaron llevar a los mejores doctores.

    Pero lo nico que pudieron hacer fue colocarle un suero al cuerpito casi

    exnime de Martn Podovarus.

    Y as pasaron das y semanas de lenta agona. La mam de los patitos prob

    todos los remedios caseros que le sugeran sus vecinas. Le colocaba parches de

    rnica, le hizo una almohada con flores de lavanda, le estiraba el dedo medio de la

    patita derecha, y nada.

    Una maana, en que pareca que sera la ltima de Martn Podovarus,

    cuando los mdicos dijeron que ya no vala la pena seguir torturndolo con las

    agujas, cuando la comadre haba terminado de frotarlo con un huevo de gallina

    recin puesto, y cuando ya el cura le untaba los santos leos, Martn Podovarus

    tosi casi sin toser.

    Fue entonces que la comadre, alertada por el cura, que conoca casi todas las

    enfermedades, sali corriendo despavorida diciendo que el pobre Martn

    Podovarus padeca del terrible e incurable mal de la tuberculosis, lo cual

    significaba el fin de Martn Podovarus y el inicio de una cuarentena inflexible en la

    casa de los patitos.

    El pap de los patitos, despus de casi cuarenta das, regres rengueando,

    resoplando, con las plumas despatarradas, acompaado del pato ms viejo y de

    aspecto estrafalario que nunca jams alguien haba visto.

    Cuando los dos patos pasaron por la calle principal, despertaron un temor ancestral

    entre los pocos vecinos que los vieron. El pato viejo pareca un demonio, con cejas,

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    bigotes y barba blanca, con una pata de palo y un cayado sarmentoso para apoyarse

    al caminar.

    Bast una sola mirada del viejo pato para diagnosticar lo que ya el cura

    haba diagnosticado: Martn Podovarus padeca el vergonzante mal de la

    tuberculosis. El viejo pato se acerc a la mam de los patitos y le dijo, con una voz

    embriagante, que dejara de preocuparse, que l curara al pequeo Podovarus, pero,

    para que eso ocurriera, tendra que llevrselo a una lejana tierra llena de sol y calor,

    donde se recuperara no solamente del mal de la tuberculosis, sino tambin del msterrible mal que padeca Martn Podovarus, el mal del alma.

    Patisho, como as se llamaba el extrao viejo pato, dej instrucciones para

    que el pequeo Martn Podovarus fuera llevado a aquellas lejanas tierras de sol y

    de calor.

    La mam de los patitos, angustiada, le dijo en voz baja al pap de los patitos

    que no confiaba en aquel viejo estrafalario, pero el pap de los patitos la convenci

    de que no tenan otra alternativa. El amor va mucho ms all de toda esperanza.

    Los doce hermanos de Martn Podovarus armaron una camilla con hojas de

    cocotero e hicieron turnos en el largo viaje hacia la lejana tierra de sol y de calor.

    Todos se disputaban la camilla, desde Pedro, el mayor, hasta Eva, la menor, la dela voz melodiosa, que cantaba canciones a los caminos, sin cesar, haciendo el viaje

    menos penoso.

    La mam de los patitos durante todo el viaje acariciaba con su ala el pecho enjuto

    de Martn Podovarus, suspirando de trecho en trecho, rezando y elevando plegarias

    al santo moreno.

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    Cuando ya el cansancio fsico de la larga marcha empezaba a mermar las

    esperanzas de los doce patitos y de la mam y del pap de los patitos, la cansada

    comitiva divis a un remozado Patisho que los esperaba sonriente en la tierra del

    sol y del calor. Pero lo que vio la mam de los patitos al llegar al lugar de sanacin

    la desanim por completo y casi se entreg a la desesperanza de volver con el

    pequeo Podovarus.

    La clnica que ella imagin, el lugar de reposo y sanacin para su pequeoMartn Podovarus, era solamente un corraln hecho de varas de overal y barracas

    de madera carcomida de palo santo.

    Cuando ya estaba casi convencida de volver con el cuerpo desfallecido del

    pequeo Podovarus, salieron de todos lados hermosos patos de todos los colores,

    que, sonrientes, amables y llenos de energa, les dieron la bienvenida.

    Y no tuvo reparos en dejar al pequeo Martn Podovarus en aquella tierra de

    sol y de calor, pues tena la certeza de que algn da Martn Podovarus se

    recuperara para siempre.

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    El retorno

    El viaje de retorno, aunque con menos cansancio, le pareci largusimo a la familia

    de los patitos. Los pequeos caminaban silenciosos, y la mam y el pap de los

    patitos de vez en cuando exhalaban suspiros lastimeros.

    Pedro, el mayor, cogi una pequea rama de un arbusto y empez a

    arrastrarla por el camino de tierra, sin pensar en nada, solamente sintiendo una

    tristeza insondable.

    Salomn, el aventurero, no se interes por los nuevos caminos, los nuevos

    rboles, ni por nada que lo distrajera. Slo pensaba en sus lugares secretos donde

    disfrutaba de la vida, lugares que no se los haba mostrado a su entraable

    Podovarus.

    Ruth se recriminaba por la pena de aquella tarde en que disfrut de las aguas

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    clidas del estanque sin pensar en la angustia que sintieron sus hermanos ante su

    desaparicin.

    David, el cuarto de los hermanos, pens que ninguna Noche de San Juan

    sera equiparable a la que disfrut, cuando todos estaban juntos, aun cuando

    aquella misma tarde la ausencia de Ruth los sumi en la peor de las angustias.

    Mercedes no pensaba; slo senta. Las lgrimas que dejaba en el camino

    formaban tremendos hoyos en la tierra, los mismos que durante mucho tiempopersistieron y que hubieran servido a algn extraviado para encaminarse hacia la

    comarca de los patitos.

    Josu, el sexto de los hermanos, pensaba y recordaba los hermosos

    momentos que comparti con sus hermanos en el ro, y se prometi que si

    Podovarus regresaba con vida le enseara los secretos del ro que solamente lconoca.

    Martina, la sptima de los hermanos, prometi que cuando Martn Podovarus

    regresara, compartiran el espectculo de sus trucos de a dos, conociendo que

    Martn Podovarus, para no quitarle audiencia, decidi nunca realizar los trucos de

    su hermana en pblico.

    Juan, el octavo de los hermanos, decidi ensearle a Martn Podovarus,

    algunas gambetas que se haba reservado solamente para l. Y en el camino so

    con un estadio lleno de aficionados donde los dos hermanos realizaban acrobacias

    con el baln.

    Las gemelas Esther, la novena de los hermanos, y Mara, la dcima, soaban

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    que podan intercambiar sus dones con Martn Podovarus, y al mismo tiempo

    decidieron que cuando l regresara, cosa que pareca imposible, pasaran ms

    tiempo con l y le ensearan el arte de la prestidigitacin y muchas cosas que slo

    ellas conocan.

    Moiss, el antepenltimo hermano, se hizo la firme promesa de esperarlo, si

    fuera posible, toda la vida.

    Eva, la penltima, la de la hermosa voz y bellas canciones, solamente sededicaba a componer melodas en memoria de su hermano menor.

    Los padres, al final de la fila, solamente lanzaban suspiros ahogados,

    tomados de sus alas y llorando a mares, como nunca antes se lo haba visto al pap

    de los patitos, a quien, a decir de muchos, nunca se lo vio llorar. Y la mam de los

    patitos y sus hijos supieron guardarle el secreto para siempre.

    Cuando llegaron a la comarca, todos se encerraron en la casa de los patitos y

    la nica que coloc un listn negro encima del marco de la puerta fue Eva, la de la

    voz melodiosa.

    Los vecinos no preguntaron nada. Algunos se aguantaron las ganas de darlesel psame.

    Sin embargo, la mam de los patitos nunca, hasta el final de sus das, nunca

    lanz una queja en contra del Santo Negro, Fray Martn de Porres. Cada da

    colocaba una vela misionera roja y rezaba una plegaria por su hijo amado,

    esperando su recuperacin.

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    Ya para esos tiempos, en toda la comarca se cerna la amenaza de una

    epidemia mortal.

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    Patisho

    Patisho, el viejo pato sin tiempo, coloc el cuerpo casi exnime de Martn

    Podovarus en la mejor de las barracas y design a los ms antiguos patos

    recuperados del terrible mal de la tuberculosis para que lo cuidaran con cario.

    Martn Podovarus todava permaneci delirando durante varios das bajo los

    amables cuidados de sus congneres. Ellos tenan experiencia en casos como el de

    Podovarus. Le daban gotas de aguamiel cada dos horas, le aplicaban masajes en

    todo su cuerpecito y, sobre todo, le decan palabras cariosas y le expresaban

    cunto lo queran.

    Despus de cuarenta das de intenso tratamiento, Martn Podovarus pudo

    abrir los ojos y mirar al ms hermoso pato celeste que haba visto en su vida. Y,

    pasada la primera impresin, mir alrededor suyo y vio a los ms extraos patos de

    colores jams vistos, que lo miraban con cario, pero a ningn pato negro.

    Y eso no le import. Solamente le intrigaba cmo era que podan existir

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    tantos patos de tantos colores en tan poco espacio.

    Y sinti cario por todos ellos, y en poco tiempo empez a llamarlos por sus

    nombres. Muchas noches pas mirando las estrellas, pensando quin era su amigo

    ms querido: Rhodosh, el pato rojo; Oncash, el pato azul; Chelesh, el pato celeste;

    Huayrosh, el pato verde. Y tambin pens en Tersish, Arnish, Marsish, Bosish,

    Lucsish, Lernish, Yersish, Caosish, Ebnish y otros extraos nombres ms, y lleg a

    la inevitable conclusin de que cada uno de ellos era nico e inolvidable y que no

    haba medida para su amor.

    Cuando Martn Podovarus, ya recuperado, y mirando el mundo de una

    manera diferente, sintindose bien y en paz y comunin con lo que lo rodeaba,

    caminando por la tierra de sol y calor, sin culpas ni vergenzas, se sent junto a un

    algarrobo y sinti la omnipresencia de un ser diferente a los dems: era Patisho.

    Patisho, con cejas espesas, bigotes ralos y barba sin cuidar, lo miraba con

    cario, sonriendo por su recuperacin, apoyndose en un bastn de parra sin labrar.

    Martn Podovarus mir su pata izquierda de palo y sinti deseos de abrazarlo pero

    no lo hizo, sin saber qu secretas razones se lo impidieron.

    Martn, mi querido y pequeo Martn Podovarus dijo el viejo locoPatisho, hasta ahora has completado la primera etapa de recuperacin.

    Quiero que sepas que solamente te has recuperado de tu mal de tuberculosis,

    pero todava no te has curado completamente de tu mal del alma. En el fondo de

    tus ojos veo que ests triste, que extraas una infancia en otras tierras, junto a tu

    madre, a tu padre y a tus hermanos; lo comprendo y te entiendo. Les he prometido

    a tus padres que regresars a tus tierras aoradas curado de tu mal del alma.

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    Martn Podovarus no comprenda lo que el viejo loco Patisho le estaba diciendo y,

    sintindose con las fuerzas suficientes, decidi pedirle que lo dejara regresar.

    Yo no te detengo, pequeo Podovarus dijo el viejo Patisho. Eres libre

    de hacer lo que desees.

    Y Martn Podovarus inici su viaje de retorno. Un largo viaje de retorno.

    Y, empezando el viaje, el pequeo Podovarus se dio cuenta de que no se haba

    despedido de sus amigos queridos. Y se qued cuatro das enteros junto a un

    pequeo arroyuelo sin saber qu hacer. Se imagin regresando a un lugar

    extraado y querido, pero en el cual no se senta en comunin, a pesar de que sus

    seres queridos estuvieran esperndolo.

    Al terminar el cuarto da decidi regresar donde Patisho y sus amigos.

    He regresado para poner en orden mis sentimientos y mi alma le dijo al

    viejo Patisho, quien estaba sentado junto al algarrobo.

    Has regresado al lugar equivocado dijo el viejo Patisho. No es aqu

    donde vas a poner en orden tus sentimientos y tu alma. Es ms: nunca tendrs

    orden en tus sentimientos ni en tu alma. Lo que aqu te podemos ofrecer es

    descanso y cario, nada ms.

    Martn Podovarus, confundido, tuvo por un instante la intencin de largarse

    de ese lugar, pero algo en su interior lo detuvo.

    Amaneci otra vez en la misma barraca, rodeado de sus ms queridos

    amigos, todos cuyos nombres conoca.

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    Recin ese da pudo percatarse de la rutina que todos llevaban. Se

    levantaban temprano para realizar las labores de limpieza de todas y cada una de

    las barracas, luego iban a una laguna cercana a realizar ejercicios nuticos y se

    dividan las tareas para cuidar a los enfermos recin llegados. Cay en la cuenta de

    que la mayora de los enfermos eran diferentes a cuantos haba conocido hasta

    entonces. La nica particularidad que tenan era la diferencia de color de sus

    plumas.

    Una hora antes del almuerzo se reunan en el saln principal, cada uno en su

    asiento. El viejo Patisho se sentaba en el silln ms grande y, atusndose los ralos

    bigotes, diriga la reunin. Los primeros das Martn Podovarus solamente

    escuchaba lo que desees.

    Y Martn Podovarus inici su viaje de retorno. Un largo viaje de retorno.Y, empezando el viaje, el pequeo Podovarus se dio cuenta de que no se haba

    despedido de sus amigos queridos. Y se qued cuatro das enteros junto a un

    pequeo arroyuelo sin saber qu hacer. Se imagin regresando a un lugar

    extraado y querido, pero en el cual no se senta en comunin, a pesar de que sus

    seres queridos estuvieran esperndolo.

    Al terminar el cuarto da decidi regresar donde Patisho y sus amigos.

    He regresado para poner en orden mis sentimientos y mi alma le dijo al

    viejo Patisho, quien estaba sentado junto al algarrobo.

    Has regresado al lugar equivocado dijo el viejo Patisho. No es aqu

    donde vas a poner en orden tus sentimientos y tu alma. Es ms: nunca tendrs

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    orden en tus sentimientos ni en tu alma. Lo que aqu te podemos ofrecer es

    descanso y cario, nada ms.

    Martn Podovarus, confundido, tuvo por un instante la intencin de largarse

    de ese lugar, pero algo en su interior lo detuvo.

    Amaneci otra vez en la misma barraca, rodeado de sus ms queridos amigos,

    todos cuyos nombres conoca.

    Recin ese da pudo percatarse de la rutina que todos llevaban. Se

    levantaban temprano para realizar las labores de limpieza de todas y cada una de

    las barracas, luego iban a una laguna cercana a realizar ejercicios nuticos y se

    dividan las tareas para cuidar a los enfermos recin llegados. Cay en la cuenta de

    que la mayora de los enfermos eran diferentes a cuantos haba conocido hasta

    entonces. La nica particularidad que tenan era la diferencia de color de susplumas.

    Una hora antes del almuerzo se reunan en el saln principal, cada uno en su

    asiento. El viejo Patisho se sentaba en el silln ms grande y, atusndose los ralos

    bigotes, diriga la reunin. Los primeros das Martn Podovarus solamente

    escuchaba lo que desees.

    Y Martn Podovarus inici su viaje de retorno. Un largo viaje de retorno.

    Y, empezando el viaje, el pequeo Podovarus se dio cuenta de que no se haba

    despedido de sus amigos queridos. Y se qued cuatro das enteros junto a un

    pequeo arroyuelo sin saber qu hacer. Se imagin regresando a un lugar

    extraado y querido, pero en el cual no se senta en comunin, a pesar de que sus

    seres queridos estuvieran esperndolo.

  • 8/10/2019 Cuentos Para Eva

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    Al terminar el cuarto da decidi regresar donde Patisho y sus amigos.

    He regresado para poner en orden mis sentimientos y mi alma le

    dijo al viejo Patisho, quien estaba sentado junto al algarrobo.

    Has regresado al lugar equivocado dijo el viejo Patisho. No es aqu

    donde vas a poner en orden tus sentimientos y tu alma. Es ms: nunca tendrs

    orden en tus sentimientos ni en tu alma. Lo que aqu te podemos ofrecer es

    descanso y cario, nada ms.

    Martn Podovarus, confundido, tuvo por un instante la intencin de largarse

    de ese lugar, pero algo en su interior lo detuvo.

    Amaneci otra vez en la misma barraca, rodeado de sus ms queridos amigos,

    todos cuyos nombres conoca.

    Recin ese da pudo percatarse de la rutina que todos llevaban. Se

    levantaban temprano para realizar las labores de limpieza de todas y cada una de

    las barracas, luego iban a una laguna cercana a realizar ejercicios nuticos y se

    dividan las tareas para cuidar a los enfermos recin llegados. Cay en la cuenta de

    que la mayora de los enfermos eran diferentes a cuantos haba conocido hasta

    entonces. La nica particularidad que tenan era la diferencia de color de susplumas.

    Una hora antes del almuerzo se reunan en el saln principal, cada uno en su

    asiento. El viejo Patisho se sentaba en el silln ms grande y, atusndose los ralos

    bigotes, diriga la reunin. Los primeros das Martn Podovarus solamente

    escuchaba lo que decan los dems y asimilaba lo que deca el viejo maestro

    Patisho.

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    Y Martn Podovarus comprendi que existan varios mundos diferentes hasta

    los ahora conocidos y que cada uno de ellos mereca respeto y cario.

    Y mientras Patisho segua igual de viejo, los dems envejecan y se hacan sabios.

    De cada uno aprenda algo, hasta del que pareca ms estrafalario.

    Durante mucho tiempo, solamente se dedic a escuchar lo que los dems

    expresaban. Y el tiempo pas sin tiempo. Y comprendi que aprenda algo cada

    da, hasta del ms nuevo integrante del grupo.

    Podovarus quera hablar de sus fantasmas ms escondidos y no poda. Mejor

    dicho, realmente no quera.

    Ya se haban ido casi todos los amigos que lo haban cuidado durante su

    convalecencia, y solamente quedaba Lucsish. Le agradaba su compaa y pasabahoras hablando de cosas aparentemente sin importancia.

    Martn Podovarus sinti desgarrar su corazn cuando escuch a Lucsish

    decir sus palabras de despedida y, en un rapto de conciencia, se dio cuenta de todo

    lo que Patisho haba querido decirle durante el tiempo compartido en la tierra de

    sol y de calor.

    Una semana despus, Martn Podovarus, con la mirada limpia y la paz en su

    rostro, se acerc donde el viejo Patisho y, al despedirse, le dio un abrazo eterno y

    le dijo que volvera a su lejana tierra.

    Patisho, el viejo sabio Patisho, con lgrimas en los ojos, lo abraz

    tiernamente y le dijo:

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    Todo est en ti: tu infancia, tus padres, tus hermanos, el universo todo.

    Puedes partir en paz. Y antes de que te marches quiero decirte algo ms, que

    espero que nunca lo olvides: pase lo que pase, yo estar siempre en ti, en tu

    memoria y en tu ser, lo mismo que tu madre, tu padre, tus queridos hermanos, tu

    familia entera, y esta nueva familia que has conocido. Nunca te abandonaremos. Y

    en los momentos en que parezca que tus fuerzas desfallezcan, tmate tu tiempo y

    recurdanos.

    Fue as que Martn Podovarus decidi regresar a las tierras de su niez,

    curado en cuerpo y alma, segn su parecer.

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    El viaje

    Martn Podovarus emprendi su viaje de retorno con la inmensa pena de dejar un

    tiempo y un espacio queridos. Pero, en el fondo de su alma, tena la certeza de

    reencontrarse con su familia: su mam, su pap y sus doce hermanos.

    El viaje de regreso le pareci agotador, pero su decisin incrementaba sus

    pocas fuerzas. Camin y camin durante muchos das sin recordar que sus doce

    hermanos lo haban cargado en un anda de hojas de cocotero. Desanduvo lo

    andado por sus hermanos y sigui caminando. Le pareca un viaje sin fin. Sin

    embargo, los recuerdos lo acompaaban y lo impulsaban a seguir adelante.

    Pasaron muchos das y muchas noches. Algunas veces divisaba entre las

    estrellas algunas que titilaban de amor a lo lejos. El tiempo pasaba, y cada nuevo

    amanecer senta ms cansancio. Deben ser mis piernas torcidas, pens alguna

    vez, y crey que caminara mejor con un bculo. Ya cerca del lugar de su

    nacimiento vio unos matorrales de overal, y con una cuchilla hizo un bastn para

    ayudarse a caminar.

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    A la entrada de su pueblo vio que nada haba cambiado, que las calles y las

    casas permanecan inclumes. Algunos vecinos salieron pero no dijeron nada;

    solamente cerraron las puertas, algo atemorizados.

    Todo pareca igual, pero todo era diferente. Camin hasta su vieja casa de la

    niez y le pareci que no era la misma. Dud un instante antes de tocar la puerta y,

    cuando se anim, un montn de patos salieron revoloteando. Nadie le preguntnada. Al entrar divis el viejo nido donde se cobij en su niez, aunque con los

    estragos del tiempo. Camin por toda la casa y oli el perfume de todas las cosas, y

    las imgenes de su infancia afloraron eternas. Un pato viejo, de malas maneras, fue

    a preguntarle qu haca en su propiedad privada. Y Martn Podovarus pudo

    reconocer, en el pato grun a uno de sus hermanos menores.

    No me reconoces, Moiss, hermano mo? le dijo a quemarropa Martn

    Podovarus.

    Martn? Martn Podovarus? Hermano del alma! balbuce el dueo

    de casa.

    S! Soy yo! dijo Martn Podovarus, emocionado hasta las lgrimas.

    Y los dos se estrecharon en un largo y tierno abrazo.

    Y Mam? pregunt Martn Podovarus, en un hilo de voz.

    Pues, Mam est en el corral, cocinando junto a Pap. Creo que no los vas

    a poder reconocer porque, al igual que todos nosotros, ellos tienen marcas en la

    cara que nos dej la peste que asol la comarca en el tiempo que regresamos.

  • 8/10/2019 Cuentos Para Eva

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    Menos mal que nuestros padres cerraron el nido por cuarenta das, como si

    estuviramos de duelo y, cuando salimos, todos los vecinos haban fallecido por la

    peste. Entonces nos dio una fiebre extraa y nos salieron unos chupos en la cara.

    Lo bueno fue que nuestra madre nos salv a todos con unas tierritas que

    encontr junto a la laguna.

    Martn Podovarus corri al fondo del corral y abraz a sus padres sin saber

    qu decir. Solamente se le dio por llorar y llorar sin descanso. Y as permanecieron

    durante mucho tiempo.

    Un da, un hermano de Martn Podovarus lo invit a la laguna, la hermosa

    laguna de aguas color aguamarina para nadar durante un rato. Y, como la primera

    vez, cuando Martn Podovarus vio su rostro en las aguas mansas se sorprendi,

    pero esta vez la sorpresa fue porque la laguna ya no reflejaba aquel monstruo negro

    de antao, sino un nuevo rostro y sus plumas, que eran completamente blancas.

    Blancas de vejez, con gruesas cejas blancas, bigote ralo y una pequea barba

    incipiente. Entonces se dio cuenta de que el tiempo haba transcurrido inexorable,

    otorgndole unas hermosas canas plateadas. Y en medio del dolor que le caus la

    prdida casi total de los vecinos de la comarca, lleg a comprender que la vida es

    as, que las cosas suceden por algo y para algo.

    Martn Podovarus nad largo rato en la laguna, hasta cansarse.

    Cuando lleg a la orilla se prometi cuidar de los nuevos patos de la

    comarca, que eran hijos y nietos de sus hermanos. Con energa, convenci a todos

    de la necesidad de una escuela diferente para los patos. Algunos, los que nunca lo

    conocieron, los ms suspicaces, lo creyeron loco por su aspecto estrafalario, y

  • 8/10/2019 Cuentos Para Eva

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    otros, los menos, aceptaron la idea, solamente para ver si funcionaba.

    Martn Podovarus lleg a la conclusin de que todos los patos eran

    hermanos y que constituan una sola familia y sigui adelante con su proyecto. Con

    una energa increble, que solamente poda ser explicada por el inmenso amor que

    brotaba de l, empez a trabajar de sol a sol. nicamente descansaba para cuidar

    de sus padres ya ancianos.

    Mientras construa la nueva escuela en las maanas, ayudado por los patosms jvenes, se daba tiempo en las noches para realizar asambleas a la luz de los

    candiles con los patos ms viejos y les explicaba sus ideas de renovacin. Y ellos

    lo escuchaban arrobados, casi hipnotizados, por el inmenso conocimiento y amor

    que despeda Martn Podovarus. Algunos solamente iban a observar de cerca su

    rostro apacible y bonachn. Algunos crean percibir una especie de aura a su

    alrededor. Otros lo consideraban un santo; les gustaba el tono de su voz y lainfinita paciencia que de l emanaba.

    Cierta vez realiz algunas curaciones, para ellos increbles, pero que en

    realidad consistan en la expresin de afecto hacia aquellas almas sedientas de

    amor y de cario. A veces bastaba con una simple seal o alguna sencilla pregunta

    para que los sufrientes regresaran a sus casas convencidos de haber sido curados.

    Con el tiempo su fama de sanador lleg hasta los ms increbles confines de

    la comarca y la apacible escuela lleg a desbordarse con los extranjeros peregrinos

    que acudan a ver al sabio Podovarus. Algunos se contentaban con verlo de lejos y

    regresaban a sus lejanas tierras en xtasis de felicidad, a contar cosas increbles,

    que a veces no concordaban con la realidad. La comarca de los patitos se vio

  • 8/10/2019 Cuentos Para Eva

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    pronto invadida por muchos patos que pugnaban por ver y, si la suerte los

    acompaaba, escuchar alguna palabra del viejo sabio.

    Nunca nadie supo cmo era que Martn Podovarus poda conseguir alimento

    para los hambrientos y eso tambin era considerado milagroso.

    Los nuevos y jvenes discpulos se sentaban alrededor del viejo maestro y

    permanecan muchas veces callados; aprendieron del silencio, aprendieron a

    respirar, a ignorar lo que perciban sus sentidos, a apartarse momentneamente de

    la realidad y dejar brotar las emociones que los embargaban. Aprendieron a estaren comunin con ellos mismos y con el mundo. Aprendieron que el amor es el

    sentimiento que hace rodar al mundo y se regocijaban con la presencia del viejo

    maestro.

    Martn Podovarus comprendi que, despus de tanto sufrimiento, su vida

    haba cobrado otro sentido y su larga vida la vivi intensamente, llena de felicidad.Mucho tiempo despus, cuando el cuerpo terrenal de Martn Podovarus, ese cuerpo

    estrafalario y enjuto, dej para siempre estas tierras, la gente sigui hablando de l

    y de su doctrina. Algunos dijeron que una noche en que estaba rodeado de sus ms

    queridos discpulos, a la luz mortecina de los candiles, una luz deslumbrante dio

    unos giros encima de l, y solamente con un batir de sus alas se elev hacia el cielo

    infinito.

    Otros dijeron que fue una tarde en que, nadando en la laguna de aguas

    apacibles color aguamarina, se sumergi para siempre, dejando una estela

    luminosa, hacia el fondo de la laguna.

    No falt quien dijera que sus plumas blancas se hicieron negras por un

  • 8/10/2019 Cuentos Para Eva

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    pequeo instante, para luego desaparecer en la nada.

    Lo cierto es que Martn Podovarus dej este mundo sin previo aviso, y que

    el legado de su sabidura y amor permanecern por siempre en nuestros corazones.

    Y, donde quiera que est, nos acompaar para siempre.

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    Los remolinos

    Muchas veces mis compaeros de aula se burlaron de mis dos remolinos. Sacaban

    la lengua y me insultaban. Hasta la curandera del pueblo se persign y se neg a

    sacarme el chucaque cuando enferm gravemente. Ahora creo que no lo hizo

    porque dud de cul remolino jalar. Se alej rezando un padrenuestro y alcanc a

    escuchar que dijo, entre murmullos, que yo era hijo del demonio.

    Nunca pude despegarme de aquella soledad inmensa que me dejaron las

    palabras de la curandera. Me persiguieron hasta en los sueos ms silenciosos. No

    s si fue por aquella razn que me dediqu al estudio de los libros prohibidos de las

    bibliotecas que encontraba. Llegu a conocer todo sobre los remolinos, trombas y

    dems fenmenos climticos. Supe del origen de los remolinos y algo mucho ms

    importante, de mi propio origen.

    Despus de muchos aos regres a mi pueblo y por primera vez en mi vida

    camin con la mirada en alto, con el sol del norte que caa a plomo sobre mi

    calvicie reluciente. Ya nadie ms se burlara de mis dos remolinos. Mis

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    compaeros del colegio ya no tendran motivo para burlarse de m. Estaba seguro

    de que envidiaran mis conocimientos sobre vientos y remolinos.

    El pueblo, mi pueblo, estaba de fiesta y era domingo. Pregunt a una vecina

    anciana por la curandera y por mis antiguos compaeros. Me mir durante un largo

    rato, el tiempo suficiente como para despejar las telaraas de su memoria y me dijo

    que todos estaban muertos. Que haca varios aos, durante la poca del fenmeno

    de El Nio, sucedieron muchas desgracias, entre ellas unos remolinos de agua

    sobre el suelo que arrasaron con todo el pueblo.

    Con tristeza me di cuenta de que ya no haba razn para permanecer en mi

    pueblo. Mientras me alejaba, un corro de churres, como una colmena de

    pichilingues, se acerc a pedirme un pan, una moneda, un saludo. Les mir las

    cabezas y entonces me percat de que yo no era el nico hijo del demonio de mi

    padre.

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    Tristn y los dos girasoles

    Tristn, el viejo sauce, slo movi levemente sus hojas cuando vio caer, no muy

    lejos de donde estaba, dos semillas de girasol.

    Nadie sabe cunto tiempo llevaba a la orilla del ro. Algunos dicen que

    cuando Victoriano el Sabio, uno de los ms antiguos pobladores, lleg a

    Chulucanas, el viejo sauce ya estaba all, y se le vea tan viejo como ahora.

    Los nios calatos se suban a una de sus ramas para tirarse al ro, ensayando

    piruetas, clavados y saltos mortales. Ellos lo conocan desde siempre con el

    nombre de Tristn porque este sauce era de los que la gente llama sauce llornpues sus hojas caen sueltas hacia abajo en actitud melanclica.

    Pero Tristn realmente no era un sauce triste: era ms bien alegre y sabio.

    Conoca a casi todos los pobladores de Chulucanas, incluso a los ms viejos,

    que de nios iban a baarse al ro. Solamente no conoca a Eudocia la Mocha, que

    nunca en su vida quiso ir al ro porque naci sin piernas. No la conoca, pero shaba odo hablar de ella. Le gustaba escuchar la conversacin de la gente, de los

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    animales, de las plantas, y hasta de las piedras. Por eso movi levemente sus hojas

    cuando vio caer, no muy lejos de donde l estaba, dos semillas de girasol. Le

    pareci que una de las semillas gema y se lamentaba de su situacin. Aguz sus

    viejos odos; lo que escuch le dio pena y se dijo: Pobrecita, tan pequea y

    lamentndose de la vida que recin empieza para ella. En cambio la otra semilla

    daba grititos de alegra y hurras mientras se hunda en la tierra. Qu extrao!, se

    dijo el viejo sauce.

    Como era tiempo de inicio de clases y pocos nios se aventuraban aescaparse de la escuela para ir al ro, Tristn se dedic a escuchar lo que decan

    aquellos girasoles:

    Qu feo y oscuro es aqu dentro, y seguro que afuera es ms feo todava.

    Yo no quiero salir! Y me parece que hace fro, y a m no me gusta el fro deca

    una de las semillas.

    No seas tonta le dijo la otra semilla, afuera debe ser lindo. No

    escuchas el rumor de un ro? Ya no veo la hora de hincharme y sacar mi raz para

    hundirla dentro de la tierra.

    Y as lo hizo: sac su raz y se maravill con los jugos de la tierra. Y muypronto dos pequeas hojitas verdes estaban viendo la luz del da.

    Qu hermoso! Exclam alegre a la otra semilla. Aqu afuera todo es

    bonito, hay un ro cerca, un hermoso sauce, muchas plantas, animales, un cielo

    hermoso; a veces hay nubes, un sol esplndido.

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    No me molestes le contest la otra semilla, djame tranquila.

    El girasol que haba abierto sus hojas al sol cada da creca ms y ms

    robusto y disfrutaba de las cosas que le daba la vida. En cambio la otra semilla, que

    no quera salir, segua lamentndose de su suerte.

    Pero como hay cosas en la vida que siguen su curso, aun cuando hay algunos

    que se quieren oponer, cosas como el viaje de la Tierra, como el devenir de la vida,

    de la muerte, como la sucesin de los das y las noches, cosas que suceden porqueas es la vida.

    As sucedi en la vida de la semilla que no quera salir. Su cuerpo haba

    absorbido el agua y el calor de la tierra, y muy a su pesar vio cmo creca su

    pequea y endeble raz.

    La otra semilla segua creciendo y tena ms hojas y disfrutaba del agua del ro.

    Qu deliciosa! Qu rica es el agua fresca del ro!

    Cmo te puede gustar esta agua asquerosa? Est llena de inmundicias,

    animales muertos, troncos y plantas! se quejaba la otra semilla, que recinatisbaba sus pequeas y plidas hojas.

    Pronto lleg la poca de lluvias, y para el girasol que creca fuerte y robusto

    fue un espectculo maravilloso. Nunca en su vida haba visto algo as. Le gustaba

    que le cayeran las gotas sobre sus hojas, absorba el agua fresca de la lluvia,

    disfrutaba del arco iris, de los relmpagos y de los truenos, y tambin de la calma.

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    No entiendo cmo puedes estar tan contento con esta lluvia fra deca el

    otro girasol, que creca pequeo y endeble. Estoy todo mojado, chorreando

    agua! No me gusta la lluvia. Est fra y a m no me gusta el fro.

    El tiempo pasaba y el girasol optimista cada da se haca ms alto y

    robusto. Le gustaban los das y las noches y, sobre todo, le gustaba el viento

    de la tarde. Apenas amaneca esperaba la tarde para danzar con el viento,

    moviendo sus hojas y disfrutando de l. Si algunas veces este vena conmucha fuerza, el hermoso girasol se volva flexible hasta parecer que de un

    momento a otro se quebrara.

    Se ve que te gusta este viento horrible deca el girasol raqutico,

    que se pona todo rgido y tieso. Este viento viene con polvo, tierra, basura y,

    adems, viene todo fro, y a m no me gusta el fro.

    Pero como la vida sigue su curso, hay cosas que suceden simplemente

    porque as es la vida. Y el hermoso y robusto girasol se vio coronado con una

    hermosa flor jams vista sobre la Tierra. Incluso algunos nios estuvieron tentados

    de cortarla, pero como iban y venan muchas abejas, slo se limitaban a

    contemplarla desde lejos.

    Yo no s cmo puedes soportar que esos animalejos se te acerquen tanto y

    se posen sobre ti se quejaba el otro girasol, que segua raqutico y que agitaba

    sus escasas ramitas cuando alguna abeja revoloteaba cerca.

    La hermosa flor de girasol sinti una agradable sensacin la vez que vio el

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    sol sobre el firmamento. Todos los das, antes de que amaneciera, miraba hacia el

    este, que es por donde aparece el sol, y vea cmo el cielo cambiaba de colores

    antes que apareciera el sol. Ese hermoso espectculo la embargaba de emocin.

    Sala el sol y la hermosa flor lo segua embelesada hasta que se ocultaba en el

    oeste. Y se quedaba largo rato mirando los colores del cielo cuando el sol se

    ocultaba.

    Yo no entiendo cmo puedes malgastar tu vida mirando ese horrible sol

    deca el girasol raqutico. No sientes que al medioda hace mucho calor y tehace sudar?

    A m no me gusta sudar! maldeca la pequea planta de girasol.

    Pues, a m s me gusta sudar le contestaba el girasol, optimista.

    Un da, Tristn, el viejo sauce, vio angustiado cmo se acercaba MaraCandela, de quien haba escuchado que estaba perdidamente enamorada del

    Cachorro, con su risa cautivadora y con un machete en la mano. Y ms rpido de

    lo que canta un gallo, cort el hermoso girasol y se alej saltando y cantando

    Ya ves? De qu te sirvi disfrutar del agua del ro, del viento, de la lluvia, del

    sol, si al final te cortan? le pregunt el girasol raqutico al girasol optimista.

    No has escuchado a la gente que ha venido a baarse decir que Mara

    Candela est enamorada y que est volviendo a vivir despus de tantos aos de

    viudez? Pues a m me hace feliz que Mara Candela me coloque en un hermoso

    florero al centro de una mesa y que yo comparta una mesa de amor. Y

    probablemente tendr la oportunidad de escuchar el amor ms de cerca. Y adems,

    no te olvides de que las semillas de mi flor estn lo bastante grandes como para

    servir de alimento y tambin, lo ms importante, ya estn en capacidad de

  • 8/10/2019 Cuentos Para Eva

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    reproducirse.

    Al da siguiente, Tristn, el viejo sauce, vio cmo Sebastin, el labrador, con

    machete en mano, se puso a cortar el girasol raqutico, el otro girasol y otras

    malezas, y las quem para preparar el suelo antes de sembrar maz.

    Cmo es la vida!, se qued meditando Tristn, el viejo sauce. Cmo es

    posible que dos girasoles vean la vida de un modo tan diferente teniendo casi lo

    mismo? Porque el ro es el mismo, la lluvia es la misma, el viento es el mismo, el

    sol es el mismo, la tierra es la misma. De qu depende que algunos vean la vidade una forma optimista y otros la vean desde un punto de vista pesimista? Qu

    extraos somos!

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    Para Eva y para m

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    Boda fnebre

    El novio, vestido de negro riguroso, camina lento, pausado, con la mirada mustia.

    Ella, con su vestido de novia, sonre resplandeciente, coronada de azahares.

    Detrs del fretro blanco, las madrinas plaideras riegan el camino con

    ptalos impberes.

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    Doble adulterio

    Cansado de tantas aventuras, entr como amante furtivo en la penumbra del

    dormitorio, y mi mujer, entre sueos, me susurr:

    Amor, ya es hora de que te marches; en cualquier momento puede llegar

    mi marido.

    Y con mucho cario la cubr, acomod la almohada y la ayud a que

    continuara durmiendo.

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    Gambito de reina

    Al final de la partida, muertas todas las esperanzas, agonizando el da, sobre los

    escaques vacos, dos sombras solitarias aguardaban la partida del viejo velero.

    Despus de un largo silencio, el sabio rey se lament, hablando a la nada, sin mirar

    siquiera al pen.

    Partida tengo el alma, herido de muerte el corazn. Si yo no la hubiera

    conocido tanto, habra jurado que en todo momento ayud al contrincante, que en

    realidad no era suficiente contendor para m, y que hasta se alegr con mi derrota.

    Pero era mucho ms joven y, adems, bello como el sol os decir el

    pen.

    Esos atributos no sirven de nada en el juego del ajedrez retruc como un

    latigazo la voz del anciano.

    En el horizonte, sobre el viejo velero, la astuta reina, ofrecindole una cereza

    al nuevo rey, inicia una nueva partida, hacia nuevos mares, hacia nuevos lares.

  • 8/10/2019 Cuentos Para Eva

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    El sicario

    Dispuestos la mesa y los cubiertos. A un lado, una copa de vino tinto y, al otro, una

    botella de pisco, de los buenos. Sigues enfundado en tu abrigo, una chalina te cubre

    las orejas y el gorro de lana sigue en tu cabeza. Aqu en esta esquina cmplice ya

    no tienes necesidad de cubrir tus manos bajo el embozo, y las muestras enormes,

    sin sangre que las manche. El trago de pisco te ha despercudido del fro. Miras un

    reloj en la pared y te das cuenta de que has llegado temprano a la cita. Me

    recordars cuando me veas, una voz te haba dicho por telfono. Tomas una

    nueva copa de pisco que te quema el estmago. Miras alrededor de la taberna y

    nadie entra. El reloj de enfrente sigue marcando la hora sin que ningn sicario

    aparezca. En uno de los bolsillos llevas el dinero que vas a tenderle por debajo de

    la mesa, tres mil de los grandes. Sigues esperando y las manecillas del reloj noquieren participar de tu espera: se han detenido justo en la hora convenida. Porque

    en un rapto de conciencia te has dado cuenta de que no esperas a nadie, que nadie

    va a venir a esta taberna, y no es que te hayas equivocado. El espejo nunca se

    equivoca. Simplemente, el sicario eres t.

  • 8/10/2019 Cuentos Para Eva

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    La asesina

    Soy una asesina, soy una asesina, ronronea la anciana doctora mientras se balancea

    rtmicamente en una banca del manicomio.

    Muchos aos atrs, cuando aprendi a conducir, ide el crimen perfecto.

    Nunca le reclam la burla al flamante esposo. Tampoco perdon a su mejor amiga.

    Soy una asesina, soy una asesina, repite la anciana de bata blanca y los

    alumnos de batas blancas la rodean, la consuelan y le dicen que ella no es una

    asesina.

    De igual manera trataron de convencerla, muchos aos atrs, los cuatro

    policas que cargaron nuevamente al difunto esposo en la carrocera de la

    camioneta descubierta.

    Soy una asesina, soy una asesina!, sali gritando del auto en que iba

    manejando, siguiendo a la camioneta que llevaba al occiso a la morgue. Y recordpara siempre, como en un sueo vvido, repetido, el crujir de los huesos del marido

  • 8/10/2019 Cuentos Para Eva

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    bajo las llantas que pisaban un cuerpo blando.

    Los policas, que ya haban realizado el levantamiento del cadver en la

    improvisada camioneta, no pudieron hacer nada cuando la puerta trasera se abri y

    vieron caer el cuerpo que luego rodara por la pendiente.

    Corrieron asustados, queriendo pedir perdn, pero la esposa que vena en el

    auto de atrs, no pudo esquivar el cadver del marido. Primero pasaron las llantas

    delanteras y, al querer frenar, las llantas posteriores aplastaron el cuerpo inerte.

    Cuando los policas llegaron, se deshicieron en disculpas. Perdone,

    patroncita, pero el cadver ya estaba todo despanzurrado. Recogieron los restos y

    volvieron a cargarlos sobre la carrocera y, tratando de calmarla, le decan, no se

    preocupe seora, usted no es una asesina, su esposo ya estaba muerto y nunca se ha

    visto que alguien que atropelle a un muerto sea un asesino.

    Soy una asesina, soy una asesina, piensa la viuda de blanco mientras

    recuerda la maana aquella, cuando disolvi polvos de curare en la limonada que

    todos los das tomaba el esposo despus de trotar.

  • 8/10/2019 Cuentos Para Eva

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    Socavones

    En el pequeo hospital del pueblo minero de La Oroya, en el corazn de los Andes

    peruanos, Aureliano mira, asustado, cmo se va apagando la luz de los ojos de su

    padre. Le toma la mano y quiere rescatarlo de la espantosa oscuridad que avanza a

    trancos largos.

    El pobre hombre ya dej de toser; solamente una respiracin como de sapos

    tristes desgarra lastimosamente el aire.

    Aureliano nunca ha visto morir a un hombre y, con sus escasos ocho aos,

    llevar para siempre la imagen de su padre boqueando como un pescado recin

    sacado del ro. Sus labios morados, sus orejas plidas, las costillas hundidas.

    Luego, la noche cae como un golpe seco en la boca de un estmago vaco.Su madre llora, sus hermanas lloran. l no puede llorar. En secreto haba deseado

    que su padre ya no sufriera ms. La culpa pulveriza su tristeza.

    El pequeo Aureliano todava no sabe que su madre y sus hermanas lloran

    amargamente, no por el padre que ya dej de sufrir sino por l, que muy pronto lo

    reemplazar en los socavones.

  • 8/10/2019 Cuentos Para Eva

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    Penlope

    El amor no tiene tiempo, y las promesas tampoco. Por eso Penlope sigue sentada,

    esperando, a la puerta de la casa. Su palidez se confunde con el blanco de la silla,

    que al ojo distrado parecera vaca. El sol cae de costado y resalta su blancura.

    Una maceta con geranios rojos apoyada sobre un tronco y una maleta marrn de

    cuero natural la acompaan en la espera.

    Lo que ella no sabe es que al otro lado de la puerta, mirando el buzn,

    esperando una carta, est el amado que ella espera.

    Alguien pasa silbando una cancin de Serrat y, al ver la escena, piensa: as

    son los amores extraviados.

  • 8/10/2019 Cuentos Para Eva

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    El cumpleaos

    Cerr la puerta lentamente, sin hacer ruido. Acababa de convertirme en asesina.

    Afuera, silencio absoluto. Momentos antes pareca que el estropicio despertara a

    todo el mundo.

    Slo despus, mirando los restos de sangre salpicada por doquier, me di

    cuenta de que tuve suerte al no haber sido descubierta. Limpi y dej todo como si

    nunca hubiera sucedido nada.

    Marita no se despert a pesar del alboroto. Cuando termin el almuerzo de

    cumpleaos, quiso llevarle maz a Moquillo, el pavo engredo. Sus ojitos aguados

    se desesperaron buscndolo por todo el corral.

    Al descubrir la cabeza cercenada, no grit. Solamente me mir y me mat

    para siempre con su mirada.

  • 8/10/2019 Cuentos Para Eva

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    El guardin de los retratos

    Despus de mucho buscar trabajo en los peridicos de los domingos, y antes de

    dejar regados todos los papeles por el piso, me fij en un aviso minsculo, casi

    escondido, en un rincn de la enorme pgina. Recuerdo con claridad lo que deca:

    Necesitamos guardianes de noche, excelente remuneracin, grato ambiente de

    trabajo.

    En aquel entonces mis solicitudes de empleo ya eran innumerables, largas

    colas en diferentes tipos de trabajo, y siempre la misma respuesta: deje su

    currculum y lo estaremos llamando.

    Por eso aquella maana soleada de otoo me dirig sin ninguna esperanza,

    caminando casi como un autmata, hacia la direccin indicada. Haba lustrado mis

    nicos zapatos y les haba cambiado la plantilla de cartn para que no entrara el

    polvo de las calles.

    Inicialmente pens que me haba equivocado de direccin: ninguna cola de

  • 8/10/2019 Cuentos Para Eva

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    personas con su clsico sobre manila en la mano, nadie en la salita de espera. Era

    un edificio antiguo, al costado de la Iglesia San Sebastin del jirn Ica. Las paredes

    desportilladas, la puerta desvencijada. Al fondo un viejo me mir y me dijo, pasa,

    te estaba esperando, t debes ser el del aviso. La persona con la que debes llegar a

    un acuerdo recin viene a las siete de la noche, si deseas regresas o la esperas. Mir

    el sol y calcul que no eran ni las diez de la maana. Como no me alcanzaba para

    el pasaje de regreso, me dirig a la iglesia a descansar en las bancas. La misa haba

    terminado y muchos viejos estaban sentados esperando por esperar. Me di cuenta

    de que casi todos estaban medio ciegos. Pens que era una convencin de ciegos,pero ni hablaban ni rezaban.

    Despus del medioda una monja gorda con nariz de aj rocoto reventado

    pas con una enorme canasta de pan, que luego reparti entre los presentes. Me

    mir de mala gana y, despus de pensarlo, regres y me entreg otro pan. Luego

    vendra con un vaso de emoliente.

    Al caer la tarde, una bandada de pjaros se par sobre el ciprs enfrente de la

    iglesia. La casa del costado segua con la puerta abierta.

    A las siete en punto, un hombre enjuto y mal vestido, de pocas palabras, me

    entreg un sobre con mi pago adelantado y unas llaves. Usted se encargar de lavigilancia por las noches. Si desea, puede quedarse a vivir en el cuarto del fondo.

    Esa noche no pude dormir. Desde la iglesia llegaban voces de nimas en

    pena y en mi pequeo cuarto estuvieron tocando la puerta toda la noche. Sobre el

    techo de calamina pareca que no dejaban de caer piedras.

    Al da siguiente mi cuerpo temblaba de miedo. Una mujer me mir

  • 8/10/2019 Cuentos Para Eva

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    sorprendida y me dijo vaya, duraste una noche, no sabes que este sitio ha sido un

    cementerio hace mucho tiempo?

    No le hice caso y me puse a regar las plantas. Barr el local y acomod

    algunos cuadros que estaban cados. Varias fotos viejas del siglo pasado, radas por

    el tiempo, yacan en el callejn. Todas tenan un nombre con la caligrafa Palmer

    que me ensearon en el colegio. Y poco a poco el pnico se fue apoderando de m

    al notar que la primera foto era del primer viejo que vi. Y las dems, con nombre y

    todo, correspondan con fechas diferentes a los ciegos que estaban en la iglesia.

    Hasta haba un retrato de una mujer con una nariz enorme y la inscripcin de

    Hna. Luca. Al final, al voltear el ltimo, mi sangre se congel: era mi propia

    imagen, pero de ochenta aos antes.

    Entonces me rodearon todos y me miraron con alegra: sabamos que

    regresaras. Los muertos nunca nos perdemos.

  • 8/10/2019 Cuentos Para Eva

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    Doble homicidio

    Un asesino ha violado a una nia y la polica lo ha capturado a balazos llevndolo

    al quirfano desangrndose. Los cirujanos usan las nicas tres unidades de sangre

    Rh negativo y solicitan ms.

    Rpidamente se activa el sistema de alarma de todos los bancos de sangre y

    envan las treinta unidades de toda la ciudad.

    Despus de tres horas los cirujanos salen contentos por haber salvado una

    vida.

    Casi al mismo tiempo, la nia violada llega exan