CUADERNILLO PARA DOCENTES

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Para el trabajo en el aula con alumnos de Nivel Primario CUADERNILLO PARA DOCENTES

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  • Para el trabajo enel aula con alumnos de Nivel Primario

    CUADERNILLOPARA DOCENTES

  • 2CUADERNILLOPARA DOCENTESPara el trabajo en el aula con alumnos de Nivel Primario

    PRESIDENTA DE LA NACIN Dra. Cristina Fernndez de Kirchner

    JEFE DE GABINETE DE MINISTROS Dr. Juan Manuel Abal Medina

    MINISTRO DE EDUCACINProf. Alberto E. Sileoni

    SECRETARIO DE EDUCACINLic. Jaime Perczyk

    SUBSECRETARIO DE EQUIDAD Y CALIDAD EDUCATIVALic. Gabriel Brener

    JEFE DE GABINETEA.S. Pablo Urquiza

    DIRECTORA NACIONAL DE GESTIN EDUCATIVALic. Delia Mndez

  • 4 Otoo de 1976 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .7 Y tambin nias y nios . . . . . . . . . . . . . . . .9 Nuestros seres queridos . . . . . . . . . . . . . . 10 Abuelas: una historia de lucha por la verdad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 1 El valor de la restitucin . . . . . . . . . . . . . . 12 Abuelas: la construccin de derechos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 Las ABUELAS nos cuentan . . . . . . . . . . . 15

    SUGERENCIAS PARA LA LECTURAEN EL AULA

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    El cofre cerrado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .24 La colecc in . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .25 Abrir e l cofre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .27 Palabra a palabra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .27 Hablar la lec tura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .29 Las voces de la memoria . . . . . . . . . . . . . .30 Escenas de lec tura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31 Cofre de lec turas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .37 Anexo 1 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .40 Anexo 2 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41

    INTRODUCCIN 6

    7LAS VOCES EN EL SILENCIO

    42ENLACES Y DIRECCIONESDE ORGANISMOS DE DD. HH.

    NDICE

    ASOCIACIN ABUELAS DE PLAZA DE MAYO

    PRESIDENTAEstela B. de Carlotto

    VICEPRESIDENTARosa T. de Roisinblit

    SECRETARIOAbel Pedro Madariaga

    PROSECRETARIARaquel R. de Marizcurrena

    TESORERABerta Shubaroff

    PROTESORERABuscarita Roa

    VOCALES1 Hayde V. de Lemos - 2 Sonia Torres de Parodi - 3 Ada Kancepolski - 4 Elsa Snchez de Oesterheld - 5 Carmen Ledda Barreiro - 6 Irma Rojas - 7 Clelia Deharbe de Fontana - 8 Jorgelina Azzarri de Pereyra - 9 Delia Giovanola de Califano

    RGANO DE FISCALIZACINManuel Gonalves

    REA DE EDUCACINIrene Strauss

    GLOSARIO 17

  • 6 7

    INTRODUCCIN

    La coleccin Las ABUELAS nos cuentan es una realizacin del Ministerio de Educacin de la Na-cin junto a la Asociacin Abuelas de Plaza de Mayo que intenta ofrecer, a partir de la literatura, un espacio de reflexin y apertura respecto de nuestra historia reciente.

    Educar en la memoria es indispensable para construir el futuro; aquello que hoy rescatamos es condicin para no repetir los horrores del pasado y para seguir consolidando un camino de justicia. De esta manera, Las ABUELAS nos cuentan es una contribucin para preservar y a la vez transmitir el pasado, ya que desplegar la historia de las Abue-las de Plaza de Mayo es tambin desplegar nuestra propia historia.

    El trabajo est integrado por obras literarias de nueve autores argentinos, y un DVD con recursos que ofrece la posibilidad de iniciar con los alumnos un dilogo en torno a temas fundamentales como son la memoria, la dictadura y el derecho a la iden-tidad. El sistema educativo, gracias a su extensin y a la diversidad de voces que lo integran, es un espacio fundamental para trabajar estos temas y construir valores democrticos.

    La coleccin est pensada para nias y nios de Educacin Inicial y de Primaria; sin embargo, en ra-zn de los temas abordados, puede ser una puer-ta de entrada a otras lecturas y conversaciones por parte de alumnos de otras edades. Si bien el trabajo es presentado como una unidad y se sugieren pro-puestas didcticas para trabajar con los materiales, stas son slo puntos de partida de una trama que se ir alimentando de otras lecturas, de las conversa-ciones que se generen y de las experiencias que los temas vayan evocando en nias, nios y docentes.

    Los cuentos fueron elegidos por las Abuelas de acuerdo con su gusto personal: porque les recorda-ban algo que haban ledo a sus hijos cuando eran chicos, porque les parecieron bellos, interesantes, divertidos.

    Las obras literarias, ilustradas por Mnica Pi-ronio son: El esqueleto de la biblioteca, de Silvia Schujer; Los cuatro increbles, de Ricardo Mario; Cuentos para los ms chicos, que incluye tres tex-tos de Oche Califa: Misterios al hilo, Alvesre, La rea-lidad y los sueos y un cuento de Margarita Eggers Lan: Noche, Luna y Cielo; Leyenda del otoo y el loro, reescritura de una leyenda de origen selknam de Graciela Repn; El vuelo del sapo, de Gustavo Roldn; La planta de Bartolo, de Laura Devetach; Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Borne-mann; El reglamento es el reglamento, una obra de teatro de Adela Basch.

    El presente cuadernillo para el trabajo en el aula consta de dos partes. En la primera, Las voces en el silencio, se relata la historia de las Abuelas de Plaza de Mayo y su continua lucha por recuperar a sus nietas y nietos desaparecidos. La segunda parte, que lleva por ttulo Sugerencias para la Lectura en el Aula, brinda orientaciones posibles para el uso del material.

    Por su parte, el DVD incluye:

    La filmacin de la visita de Gustavo Roldn a la Casa de las Abuelas, acompaado por un grupo de alumnas y alumnos, docentes y di-rectivos de la escuela N 12 D.E. 6 Repblica del Paraguay, de la Ciudad de Buenos Aires. Durante el encuentro, las Abuelas conversan con los chicos acerca de lo que les preocupa: el destino de sus nietos y nietas. Les cuentan con extrema ternura y delicadeza una histo-ria difcil y les hablan del derecho a la vida y a la verdad. Les explican que siguen buscando a sus nietos para abrazarlos, para restituirles la identidad que les fue arrancada, y para que las historias puedan abrirse.

    La filmacin de la visita de Estela de Carlotto al Jardn del Instituto Vocacional de Arte, de la Ciudad de Buenos Aires, en 2012. Estela

    de Carlotto comparte all lecturas, poemas susurrados, dialoga con chicas y chicos y mantiene una charla con madres, padres y abuelos.

    La representacin de Noche, luna y cielo, a travs de tteres de dedo por Rafael Cursi con la direccin de Ana Alvarado.

    La lectura de El vuelo del sapo a cargo de su autor, Gustavo Roldn.

    La dramatizacin de El reglamento es el re-glamento por Cristina Fridman, Susana Cart, Gabriel Rovito y Jorge Gmez.

    Un cuadernillo para docentes, destinado al trabajo en el aula con alumnas y alumnos de Nivel Inicial.

    Este cuadernillo para docentes, destinado al trabajo en el aula con alumnas y alumnos de Nivel Primario.

    Los ocho ejemplares que integran esta co-leccin.

    Abordar estos temas en el mbito escolar est directamente relacionado con la dimensin tica de nuestra tarea docente y el compromiso permanen-te con la formacin de ciudadanos para la partici-pacin democrtica. Este es el motivo por el cual el Ministerio de Educacin de la Nacin junto con la Asociacin Abuelas de Plaza de Mayo decidi acer-car a las aulas esta coleccin.

    LAS VOCES EN EL SILENCIO

    OTOO DEL 76 El 24 de marzo de 1976 comenz un proceso de

    silenciamiento en nuestro pas, con el golpe de Es-tado que derroc de la presidencia de la Nacin a Mara Estela Martnez de Pern y design presidente al general Jorge Rafael Videla. A partir de ese da empez aquello que los militares desde el poder lla-maron Proceso de Reorganizacin Nacional, y que hoy reconocemos como la dictadura ms sangrienta que vivi el pueblo argentino, caracterizada por el uso de la violencia ilegal ejercida desde el Estado.

    Ese da la Junta de Comandantes en Jefe usurp el gobierno constitucional por medio de un golpe, e instal el terrorismo de Estado como mecanismo ge-neralizado y sistemtico de represin de la sociedad.

    El terrorismo de Estado consiste en la utilizacin por parte de un gobierno de mtodos ilegtimos e ilegales orientados a inducir el miedo en una po-blacin civil determinada, para alcanzar sus obje-tivos sociales, econmicos, polticos o militares, o fomentar comportamientos que de otra forma no se produciran.

    Esta clase de terrorismo no es de manera algu-na equiparable al terrorismo ejercido por personas o grupos (...). La razn es muy sencilla: si soy agredido en mis derechos, libertades o propiedad, por otro in-dividuo o por un grupo, siempre me asiste el recurso de acudir a las fuerzas pblicas de que dispone mi Estado para mi defensa. Por el contrario, si la agre-sin parte de las mismas fuerzas pblicas, entonces mi estado de indefensin es absoluto, puesto que no existen instancias superiores para mi resguardo den-tro del Estado. De ah que el grado de criminalidad que importa este terrorismo sea mucho mayor que el que pudiera ejercer grupo alguno.1

    Existi una continuidad entre la violencia represi-va de los aos previos al golpe de 1976 y la que des-

    1. Caiati, M. y D. Frontalini. El mito de la guerra sucia, CELS, 1984.

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    pleg el rgimen militar a partir de entonces. Si bien la represin estatal, clandestina y paraestatal se ha-ba desarrollado fuertemente en la Argentina como una poltica desde mediados de la dcada de 1950 siguiendo los lineamientos de la Doctrina de Segu-ridad Nacional, la ltima dictadura cvico-militar pro-dujo un salto en la escala y magnitud de la represin. Algunos de sus antecedentes ms cercanos fueron los secuestros y asesinatos cometidos por la Triple A en los aos previos al golpe de Estado y los primeros centros de detencin desplegados en la provincia de Tucumn en el marco de la lucha contra la guerrilla.

    La dictadura implant desde 1976 el terrorismo de Estado, a partir de un plan sistemtico que puso los recursos del Estado al servicio de un mecanis-mo represivo cuya caracterstica central fue la clan-destinidad y la crueldad.

    Y esto se debi a que el objetivo ms amplio y no explcito buscado por los golpistas y por quienes los apoyaban fue el de reestructurar social y econ-micamente el pas, para lo cual necesitaban discipli-nar y someter a distintos sectores de la sociedad.

    El mtodo seguido por la dictadura militar para lograr esos objetivos fue la represin cuidadosa-mente planificada y sistematizada (como prob el Juicio a las Juntas de 1985 y la CONADEP creada durante el gobierno de Ral Alfonsn) que se desa-rroll en forma clandestina e ilegal. Haba un Estado terrorista paralelo, oculto, funcionando junto con las instituciones ms visibles y tradicionales de la sociedad argentina.

    Se trat de una accin terrorista, planificada des-de el Estado, consistente en el secuestro, la tortura, la desaparicin y la ejecucin de personas que, en su gran mayora, militaban polticamente o posean algn tipo de vnculo con los militantes. El destino primero del secuestrado era la tortura, que se llevaba a cabo en algunos de los ms de 550 centros clandestinos de detencin que funcionaron en esos aos. La ad-ministracin y control de este nmero de centros da

    idea de la complejidad de este plan y de la cantidad de personas involucradas en su funcionamiento.

    Quienes sobrevivan a la tortura prolongada y sis-temtica, eran en su mayora trasladados. El trasla-do significaba el asesinato de la persona secuestra-da y era decidido en el ms alto nivel operacional.

    Pese a que la Junta Militar estableci la pena de muerte, nunca la aplic, y todas estas ejecuciones fueron clandestinas. En la mayora de los casos los cadveres se ocultaban, enterrados en cementerios como N.N. o quemados en fosas comunes. Incluso, muchas vctimas fueron arrojadas vivas al mar con bloques de cemento atados a sus cuerpos, luego de ser adormecidas con una inyeccin. De este modo, todas estas personas empezaron a recibir el nombre de desaparecidos.

    Las personas vctimas de la represin se esfuma-ban, desaparecan de sus casas y de todos los luga-res que solan frecuentar, sin aviso y con un rastro de violencia. En tanto eran ilegales, el Estado no recono-ca abiertamente haber realizado estas detenciones.

    Estas personas pasaban a una categora indefi-nida: no se los encontraba; a veces alguien haba visto que se los llevaban, no se saba con precisin quines; nadie reconoca la detencin. Pero tampo-co aparecan muertos. Haban desaparecido.

    El trmino desaparecido, instalado pblica-mente por la lucha de los Organismos de Derechos Humanos, alcanza un rango institucional cuando en 1979, el represor y genocida Jorge Rafael Videla frente a las cmaras de televisin declara con total impunidad: Frente al desaparecido en tanto est como tal, es una incgnita, mientras sea desapare-cido no puede tener tratamiento especial, porque no tiene entidad. No est muerto ni vivo Est desapa-recido.

    Las desapariciones fueron muchas, pero el plan apuntaba a aterrorizar al conjunto de la sociedad.

    Indefensa ante el Estado aterrorizador, se impuso la cultura del miedo.

    Con esta prctica de desaparicin forzada de personas y con la institucionalizacin de campos de concentracin y exterminio, qued organizada una modalidad represiva del poder. Esta modalidad implant, mediante la violencia y la propaganda grandilocuente, el terror y la parlisis. El trauma vi-vido afect a toda la comunidad y se convirti, as, en trauma histrico.

    Hubo miles de desaparecidos: la CONADEP constat, en 1984, ms de 9.000 casos. Los orga-nismos de Derechos Humanos, a partir de la idea de que no todas las desapariciones se han denun-ciado, estiman que en total son 30.000. La desapari-cin forzada de personas afect a hombres y muje-res de diferentes sectores sociales de la poblacin, de distintas edades y de todo el pas. Tal como lo demuestra el siguiente cuadro:

    Y TAMBIN NIAS Y NIOS

    Entre las vctimas de la represin ilegal hubo centenares de criaturas secuestradas.

    Por qu tambin a los nios? Porque, durante la dictadura, los militares consideraron que la ideologa que trataban de exterminar a travs de la desapa-ricin de personas se poda transmitir a travs del vnculo familiar, en una especie de contagio ideol-gico. Por eso hacan desaparecer a los hijos peque-os y los entregaban, en su gran mayora, a familias de militares. Anular, borrar la identidad y las races de estos nios tena como objetivo impedir que sintie-ran o pensaran como sus madres y padres.

    El procedimiento de apropiacin de menores se llevaba a cabo de diferentes maneras. Algunos fueron secuestrados junto a sus padres. Otros na-cieron en el cautiverio de sus madres, que fueron secuestradas cuando estaban embarazadas. Luego del parto, los hijos eran separados de sus madres y entregados a familias de represores o relacionadas con ellos, que estaban en listas de espera de un nacimiento en esos centros clandestinos.

    Son centenares los menores que fueron privados de su identidad, familia e historia personal y criados como hijos propios por miembros de las fuerzas re-presivas (Marina, Ejrcito, Aeronutica, Gendarme-ra y parapoliciales), adems de los civiles, mdicos, parteras y funcionarios de la Justicia cmplices que se los apropiaron mediante adopciones fraudulen-tas. De esa manera, los hicieron desaparecer al anu-lar su identidad, privndolos de vivir con su legtima familia, con todos sus derechos y su libertad.

    Con los nios desaparecidos se produjo una fi-liacin falsa, amparada en el terrorismo de Estado, que les impidi el derecho a vivir con su familia. Fueron sustrados de un sistema de parentesco e incluidos violentamente en otro. No pudieron convi-vir con sus padres, que fueron primero desapareci-dos y luego asesinados, ni tampoco pudieron criar-se con los familiares de sus padres, sus abuelas y abuelos, sus hermanos, sus tos; quienes nunca re-

    30.2

    21

    17.9

    10.7

    5.7

    5

    3.8

    2.5

    1.6

    1.3

    0.3

    Obreros

    Estudiantes

    Empleados

    Profesionales

    Docentes

    Autnomos y Varios

    Amas de casa

    Conscriptos y Personal de Fuerzas de Seguridad

    Periodistas

    Actores /Artistas

    Religiosos

    0.82

    0.25

    0.58

    10.61

    32.62

    25.90

    12.26

    3.76

    3.40

    1.84

    1.17

    0.75

    0.41

    0.25

    100

    Edad % Profesin / Ocupacin %0 a 5

    6 a 10

    11 a 15

    16 a 20

    21 a 25

    26 a 30

    31 a 35

    36 a 40

    41 a 45

    51 a 55

    56 a 60

    61 a 65

    66 a 70

    Ms de 70

    Total

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    nunciaron a su bsqueda y a la verdad. As es como se someti al nio a vivir en el marco de una gran mentira, ya que los apropiadores, al ocultar la ver-dad, se manejaron frente a l como si nada hubiera pasado, y sometieron a los nios a una convivencia con apropiadores que obtuvieron un vnculo basado en la desaparicin forzada y el asesinato de sus madres y padres.

    El poder totalitario nunca asumi la responsa-bilidad de lo acontecido, neg su propia prctica de burocratizacin de la muerte. Para ellos no hay nombres, no hay cuerpos, no hay muertos, no hay archivos, no hay responsables2.

    Desde esta perspectiva, el hijo apropiado es tam-bin un desaparecido. Un desaparecido con vida, ya que es alguien a quien se le ha ocultado su identi-dad y desconoce su verdadero origen, su verdadera familia, su verdadera historia. Por eso, se habla de chicos desaparecidos.

    Son los desaparecidos vivos de hoy, que con-viven con sus apropiadores. Desaparecidos vivos a quienes se somete a permanecer en la ignorancia del origen del vnculo que se basa en el asesinato de sus padres y su propio robo. Desaparecidos vivos, antes nios y hoy adultos, sobre los cuales se sigue cometiendo un delito: el delito de secuestro y supre-sin de identidad. Delito que se extiende tambin a sus hijos, los bisnietos de las Abuelas, quienes tam-poco conocen cul es la verdadera identidad de sus padres y por lo tanto tampoco conocen la suya.

    2. Sin embargo, ya en democracia, la Justicia argentina ha condenado a un total de 299 personas; la gran mayora de las cuales form parte de las siguientes instituciones: Ejrcito, Armada, Fuerza Area, Prefectura, Gendarmera, policas provinciales, servicios penitenciarios, personal de inteligencia. A la fecha sigue habiendo juicios en curso o por iniciarse (Datos de julio de 2012).

    NUESTROS SERES qUERIDOS

    Mientras tanto, en los aos de la Dictadura, los familiares de los desaparecidos se suman en la an-gustia y salan a buscar a sus seres queridos con todo el miedo a cuestas y a pesar de ese miedo. Uno de los objetivos del aparato represivo as arma-do era que la gente se mantuviera aislada, que no pudiera unirse para buscar respuestas colectivas. Tener un desaparecido en la familia se converta en un estigma. Muchos se alejaban por miedo, por in-comprensin, por la vaguedad misma de la accin clandestina operada desde el Estado.

    Nadie saba qu poda desatar el terror, y el silen-cio as generado dificultaba las acciones solidarias. Haba slogans publicitados por el Estado: El silencio es salud, Sabe usted dnde est su hijo?. Haba frases que cruzaban a la sociedad en algo anda-ban, algo habrn hecho, haba que preocuparse antes que condicionaban la forma en que las per-sonas se conectaban con la realidad.

    Nadie oa, nadie vea, nadie hablaba... abiertamente.

    En medio del horror, el aislamiento y los murmullos, muchos familiares de desaparecidos se encontraron en esa bsqueda compartida y se animaron a hablar y a agruparse en lo que hoy conocemos como orga-nizaciones de Derechos Humanos. Las dos primeras fueron Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Polticas y Madres de Plaza de Mayo.

    Estos grupos funcionaban, bsicamente, para romper el aislamiento: al comenzar a encontrarse, las personas tomaron consciencia de que su dolor era un elemento que los una, que su caso no era el nico, y de un modo muy tenue an empezaron a ver la magnitud de la represin. Se cruzaban en los pasi-llos y oficinas de ministerios, regimientos, hospitales, iglesias y antesalas de obispos, mientras trajinaban buscando noticias de sus familiares. Se animaron a decir en forma abierta, en voz alta y con frases com-pletas lo que se murmuraba a medias tintas, y fueron develando gran parte de lo que ocurra, a una socie-dad que los miraba paralizada e incrdula.

    ABUELAS: UNA HISTORIA DE LUCHA POR LA VERDAD

    Trabajamos por nuesTros nios y por los nios de fuTuras generaciones, parapreservar su idenTidad, sus races y su hisToria, pilares fundamenTales de Toda idenTidad.abuelas de plaza de mayo

    Algunas de las mujeres que participaban en es-tas agrupaciones buscaban a sus hijos y adems a los hijos de sus hijos: sus nietos.

    Qu poda hacer una madre o una madre-abue-la cuando en esa situacin de terror, sus hijos y sus nietos desaparecan como si se los hubiera traga-do la tierra? Nadie sabe, nadie responde, nadie se hace cargo.

    Primero: la bsqueda en soledad, porque el mie-do instalado en la sociedad condicion la actitud hacia las familias afectadas en forma directa por el terrorismo de Estado. Cmo hablar con los dems de algo que no tena explicacin o que era negado?

    Pero esto dur poco.

    El sentido comn y el amor rompieron la barrera del secreto de familia y se largaron a la calle, se en-contraron con otras mujeres que lloraban braman-do y pedan por lo mismo.

    Y el gesto ms generoso fue estrechar filas dn-dose las manos para caminar juntas, desafiando el miedo, los riesgos, los malos consejos.

    Cuentan que la idea de agruparse como Abuelas surgi de dos mujeres de la ciudad de La Plata: Ma-ra Isabel Chorobik de Mariani y Alicia de De la Cua-dra, y para fines de 1977 se haban unido diez muje-res ms3. Adoptaron como primer nombre Abuelas Argentinas con nietitos desaparecidos.

    Un hecho que muchas de las Abuelas recuerdan como fundacional fue la entrega de un petitorio al diplomtico norteamericano Cyrus Vance, de visita en nuestro pas. El petitorio fue entregado en medio de una corrida que se produjo cuando la polica tra-t de alejarlas de un acto que se realizaba frente a la estatua de San Martn, en Retiro. Cuentan que el empujn para entregar el papel en medio del force-jeo de los policas vino de una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo: Azucena Villaflor4.

    Al poco tiempo las Abuelas estrecharon filas y comenzaron a caminar juntas desafiando el miedo; haban reunido 14 denuncias.

    Muy lentamente, pero con constancia, iniciaron su acopio de informacin acerca de los nios bus-cados y de sus madres y padres; armaron carpetas con los datos que iban juntando: fotos, testimo-nios y en algunos casos, documentos. Alrededor de 1978 pudieron comenzar a viajar, y entonces iniciaron gestiones y denuncias tanto individuales como colectivas ante organismos internacionales: en Amnesty International, en Naciones Unidas, en la Organizacin de Estados Americanos. Para esa poca, el uso y la costumbre como recuerda Este-la de Carlotto, que se uni al grupo poco despus de su conformacin y es hoy su presidenta hicie-

    3. Ellas fueron: Beatriz Aicardi de Neuhaus, Eva Mrquez de Castillo Barrios, Vilma Sesare-go de Gutirrez, Mirta Acua de Baravalle, Hayde V. de Lemos, Leontina Puebla de Prez, Delia Giovanola de Califano, Raquel Radio de Marizcurrena, Clara Jurado y Mara Eugenia Cassinelli de Garca Iruretagoyena.

    4. Azucena Villaflor fue desaparecida el 10 de diciembre de 1977 y sus restos fueron encontrados en 2003, en el cementerio de General Lavalle (Provincia de Buenos Aires) e identificados en 2005, gracias a la labor del Equipo Argentino de Antropologa Forense. El 8 de diciembre de 2005 se enterraron sus cenizas en la Plaza de Mayo, escenario de su lucha, de sus lgrimas, de su dolor, de su valenta y de sus pasos.

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    ron que comenzaran a llamarse y a ser conocidas como Abuelas de Plaza de Mayo.

    Nada ni nadie las detuvo para buscar a los hi-jos de sus hijos. Tareas detectivescas se alternaban con diarias visitas a los Juzgados de Menores, or-felinatos, casas cuna, a la vez que investigaban las adopciones de la poca. Tambin reciban y siguen recibiendo las denuncias que el pueblo argentino les hace llegar, como una manera de colaborar en la tarea de ubicacin de los nietos.

    Las denuncias crecan. En 1983, ya en democra-cia, haba cerca de 190 carpetas abiertas y 300 en el ao 2001. Sin embargo, se estima que los nios apro-piados son alrededor de 500, ya que muchos padres podan desconocer el embarazo de sus hijas.

    EL VALOR DE LA RESTITUCIN

    Las vivencias individuales de los hijos de desapa-recidos, ahora adultos, que descubren la verdad so-bre sus historias personales y familiares son diversas y hasta opuestas. Existen, sin embargo, algunos fac-tores comunes. Todos descubren, en primer lugar, un ocultamiento. En segundo lugar, esas historias estn ligadas trgicamente a la historia de la sociedad en la que viven.

    En la situacin de apropiacin, los nios fueron arrancados literalmente de los brazos de sus madres y padres. Arrancados de su identidad y de su histo-ria personal y familiar; fueron sometidos a una doble situacin traumtica: la desaparicin de sus padres y la propia desaparicin, sumergindolos en un pro-ceso de ocultamiento y enajenacin. En este tipo de actos se desconoci toda ley: la transgresin se hizo ley y la perversin, la modalidad del vnculo.

    Desde la perspectiva tica y de cara al futuro, en el fortalecimiento de la convivencia ciudadana y la plena vigencia de los Derechos Humanos y en parti-cular de la infancia, la restitucin constituye la devo-lucin de la sociedad a s misma como defensa de la vida, bsqueda de la verdad y cumplimiento de justicia plena. As tambin la restitucin del ltimo de los nietos desaparecidos producir un efecto di-recto en todo nuestro pueblo, en orden a la recupe-racin de principios y seguridades que la sociedad y el Estado tienen el ineludible deber de garantizar.

    La restitucin es una situacin nueva, repara-dora, que se basa en la articulacin de verdad y justicia. Su significacin ms plena es dejar de ser desaparecidos.

    Tiene un carcter liberador, descubre lo oculto y restablece el orden de legalidad familiar. La resti-tucin descubre la potencia del reencuentro con el origen, reintegra al nieto a su propia historia.

    Ahora bien, ni el acto de la restitucin ni el con-texto en que se realiza ni el proceso de afianza-miento repiten ninguna de las circunstancias de la

    situacin violenta original. No hay arrancamiento ni silenciamiento ya que, con palabras y desde la ley y el amor, los nietos recuperan una relacin genui-na y continente que una y otra vez vemos que se establece de inmediato, con la fuerza de un reen-cuentro revelador, abrindole el camino a sentirse y saberse l mismo o ella misma; y al acceso a su propia verdad.

    Muchos de los nietos que las Abuelas estn bus-cando, hoy ya son padres. Esto significa, como de-camos arriba, que ya hay una nueva generacin: los bisnietos, que tambin tienen vulnerado su derecho a la identidad.

    Por eso resulta importante que toda la sociedad se comprometa en esta tarea, no solo por solidari-dad sino porque es un problema de todos: mientras haya un solo chico con su identidad cambiada, est en duda la identidad de todos.

    ABUELAS: LA CONSTRUCCIN DE DERECHOS

    La Asociacin Abuelas de Plaza de Mayo5 es una organizacin no gubernamental que tiene como fi-nalidad localizar y restituir a sus legtimas familias a todos los nios secuestrados desaparecidos por la represin poltica, y ayudar a crear las condiciones para que nunca ms se repita tan terrible violacin de los derechos de nias y nios, exigiendo el cas-tigo para todos los responsables.

    Para su trabajo, la Asociacin cuenta con equi-pos tcnicos integrados por profesionales en los aspectos jurdico, psicolgico, gentico y social.

    Cada uno de los nios, en la actualidad adultos, tiene una causa abierta en la Justicia, a la que se agregan las denuncias que se van recibiendo con el correr del tiempo y que conforman elementos pro-batorios que determinan su verdadera identidad y la de los responsables de su secuestro o tenencia ilcita. En estos 35 aos de existencia de Abuelas, se han resuelto 108 casos.

    Esto significa que se han esclarecido los desti-nos de esos nios desaparecidos: si fueron locali-zados y restituida su identidad, si fueron fusilados junto a sus padres o, en algunos casos, si su madre fue asesinada antes de dar a luz.

    En 1981 las Abuelas se preguntaron Cmo po-dremos reconocer al nieto o nieta que nunca he-mos visto? Cmo demostrar que ese nio es de nuestra familia?

    Saban que existan exmenes de sangre para de-mostrar la paternidad. Pero los padres no estaban.

    Haba que buscar la manera de usar la sangre de los abuelos y la familia y reconstruir el mapa gen-tico de los hijos desaparecidos.

    5. Los datos de Abuelas de Plaza de Mayo son los siguientes: Virrey Cevallos 592 PB; (1193) Buenos Aires, telfono: 011-4384-0983; e-mail: [email protected], [email protected], [email protected] - www.abuelas.org.ar.

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    Finalmente, en los Estados Unidos, el Dr. Fred Allen del Blood Center de New York y la Asociacin Ame-ricana para el Avance de la Ciencia de Washington, posibilitaron la realizacin de esos estudios. Gracias a ellos se encontr un mtodo que permite llegar a un porcentaje del 99,9% de probabilidad mediante anli-sis especficos de sangre. Brindaron valiosos aportes la Dra. Mary Claire King y el Dr. Cristian Orrego de la Universidad de Berkeley, Estados Unidos. El resultado de ese estudio se llam Indice de Abuelidad.

    Teniendo una herramienta para ayudar a la de-terminacin de la verdadera identidad de los nios apropiados, Abuelas de Plaza de Mayo elabor, en conjunto con varios organismos gubernamentales, un proyecto de ley para crear una base de datos que rena la informacin.

    El Banco Nacional de Datos Genticos Ley 23.511 fue creado en 1987 a solicitud de Abuelas de Plaza de Mayo, a fin de garantizar a los nios secuestrados por la dictadura militar la posibilidad de recuperar su identidad. Su reglamentacin fue sancionada en 1989 y funciona desde entonces en el Hospital Durand, en la Ciudad Autnoma de Bue-nos Aires.

    La Ley 23.511 permite adems dejar establecidas las condiciones prcticas que posibiliten la identifi-cacin de los nietos, aunque sus abuelas ya no es-tn, ya que es imposible saber cundo sern locali-zados; en algunos casos sern los nietos ya adultos quienes encontrarn la verdadera historia acerca de su origen.

    Este Banco tiene como funcin el almacena-miento y la conservacin de la muestra de sangre de cada uno de los miembros de los grupos familia-res, a fin de posibilitar la realizacin de los estudios que se desarrollen en el futuro. Teniendo en cuenta la expectativa de vida actual en la Argentina, este Banco Nacional de Datos Genticos debe funcionar por lo menos hasta el ao 2050.

    Fue pasando el tiempo y las Abuelas ya no busca-ban bebs ni nios; los nietos buscados haban creci-do y ya eran jvenes. Esto implicaba la posibilidad de contar con ellos en la bsqueda de la identidad, y que fueran partcipes de su propia bsqueda. Por lo tanto, se inici un cambio en la estrategia de localizacin. Con ese espritu es que se vienen llevando a cabo distintas campaas de difusin con el objeto de acer-carse a la poblacin, tales como: Teatro x la identidad, Msica x la identidad, campaas de arte y cultura, deporte, formacin docente; y la creacin en 2003, de la Red x el derecho a la identidad en todo el pas.

    Dicen las Abuelas de Plaza de Mayo: La desapa-ricin de un solo nio por parte del Estado determi-na una fractura en las estructuras de seguridad que la niez requiere.

    La apropiacin de nios, el ocultamiento de su identidad, la violacin de ese derecho, no es algo nuevo; es una prctica que se lleva a cabo en todo el mundo. Pero en lo que respecta a nuestro pas es importante que se tenga clara consciencia de que este delito fue llevado a cabo por el Estado en el perodo de la dictadura militar desde el ao 1976 hasta 1983. Fue el Estado el que viol el derecho a la identidad, llevando a cabo un plan sistemtico de apropiacin de menores, por lo que fue necesario hacer explcito este derecho, que hasta ese momen-to era tomado por la sociedad como una obviedad.

    Gracias a la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo, en noviembre de 1989 se lograron incorporar a la Convencin Internacional de los Derechos del Nio, los artculos 7, 8 y 11, para garantizar en todo el mundo el derecho a la identidad.6 El camino y la palabra presente de las Abuelas consiguieron la res-titucin de la identidad para algunos de sus nietos y, junto con el Estado, crearon la CONADI (Comisin Nacional por el Derecho a la Identidad), ya que el derecho a la identidad no solo est relacionado con el padecimiento de los hijos de desaparecidos.

    6. Ver el Anexo 2.

    Con su lucha junto a otros organismos de Dere-chos Humanos, adems lograron que se declararan inconstitucionales las Leyes de Impunidad (Punto Final y Obediencia Debida7), tambin que se intro-dujera una clusula contra la Desaparicin Forzada de Personas en la Convencin Internacional por los Derechos Humanos; y en el ao 2005, la sancin de la Ley de Proteccin Integral de los Derechos de las Nias, Nios y Adolescentes, que hace caer la an-tigua Ley Agote o Ley de Patronato, e introduce un cambio sustancial en la mirada que el Estado tiene de la niez: el nio deja de ser objeto de derecho para pasar a ser sujeto de derecho.

    Por ltimo, cabe sealar la relevancia que tiene el Juicio oral y pblico en el que se investig y com-prob la existencia de un plan sistemtico de robo de bebs durante la ltima dictadura. El juicio que se llev a cabo desde 1996, y cuya etapa oral fue iniciada en febrero de 2011 concluy en julio de 2012 y dio por probada la existencia de una prctica sistemtica y generalizada de sustraccin, retencin y ocultamiento de menores de edad. En ese mar-co, Jorge Rafael Videla fue condenado a 50 aos de prisin y otros ocho represores tambin recibieron condenas que van de 40 a 10 aos de prisin8.

    7. Ley 23521 de Obediencia Debida: sancionada en junio de 1987, luego de la rebelin militar de Semana Santa, benefici a militares y miembros de fuerzas de seguridad, al establecer que los delitos por los que fueron acusados no son punibles por haber obrado en virtud de obediencia debida y bajo coercin de sus superiores. De este modo impona niveles de responsabilidad entre quienes violaron los Derechos Humanos (los que dieron rdenes y los que las cumplieron). Esta ley fue intensamente rechazada por el movimiento de Derechos Humanos. Las crticas se deban a que la ley presupona que todos haban actuado bajo un estado de coaccin en el que no pudieron optar, y por lo tanto impeda la posibilidad de juzgar y condenar a los cuadros de rango, intermedios y bajos de las fuerzas represivas estableciendo que su actuacin se enmarcaba en el principio de la obediencia debida (en tanto cumplan rdenes, sus actos no eran punibles). En noviembre de 2003 el Congreso de la Nacin declar la nulidad legislativa de la ley de Obediencia Debida, y en junio de 2005 La Corte Suprema de Justicia de la Nacin anul las leyes de impunidad que incluyen la Ley de Punto Final y la Ley de Obediencia Debida.Ley 23492 de Punto Final: dictada por el gobierno de Ral Alfonsn en diciembre de 1986. Fijaba un plazo de 60 das para iniciar causas y llamar a declarar en forma indagatoria a eventuales im-putados por violaciones a los Derechos Humanos durante la dictadura militar. Estableca al mismo tiempo el beneficio de la prescripcin de los delitos cometidos por civiles bajo rdenes militares. El punto final no inclua el delito de sustraccin sistemtica de menores.

    8. Antonio Vaek, 40 aos. Comandante de Operaciones Navales durante 1977 y parte de 1978, y luego jefe de Operaciones del Estado Mayor de la Armada. Imparta las rdenes en la ESMA.

    LAS ABUELAS NOS CUENTAN

    Es importante que la lucha cvica de Abuelas y Madres de Plaza de Mayo se entienda como defensa de cada una de las personas; que podamos seguir este ejemplo de lucha sostenida, organizada, atenta para garantizar el derecho a vivir por sobre todas las cosas, a ser libres de pensamiento, y que cada uno pueda apoyar la causa que le parezca justa sin pre-siones en el momento de manifestar su opinin.

    Es importante que conozcamos, hablemos y pre-guntemos sobre estos sucesos; que expresemos nuestra opinin y que consigamos las respuestas que an no tenemos. Es importante recordar y trans-mitir nuestra historia, hacerla letra viva en las gene-raciones que no la vivieron en forma presente, para que estos sucesos terribles no sucedan nunca ms.

    Las Abuelas, son narradoras natas, que han bus-cado diferentes maneras de contarnos una historia que es la de cada uno de nosotros. Nos cuentan aquello que es necesario volver a contar, aquello que vieron muchos y silenciaron otros tantos, aquello que necesitamos conocer para saber quines somos.

    Ellas comenzaron a contarse sus historias a s mismas; primero en silencio, en su profundo dolor, creyendo que cada una estaba sola con su historia. Luego fueron encontrndose con otras abuelas, y la compartieron entre ellas, casi en secreto. Juntas encontraron el valor para comenzar a contrsela a todo aquel que quisiera or, y empezaron a hacerse ver en las rondas de la Plaza de Mayo junto a las Madres.

    Jorge El Tigre Acosta, 30 aos. Tomaba las decisiones sobre tormentos y muerte en la ESMA, y comandaba un grupo de tareas. Santiago Omar Riveros, 20 aos. Excomandante del Cuerpo IV del Ejrcito, excomandante de Institutos Militares e instrumentador (como Acosta) del robo de bebs. Reynaldo Benito Bignone, 15 aos. ltimo dictador y garante de la impunidad a los ejecu-tores del plan sistemtico por haber firmado el Documento Final que estableci la muerte de todos los desaparecidos y la ley de autoamnista. Vctor Gallo, 15 aos. Excapitn del Ejrcito, exmiembro del Batalln de Inteligencia 601, excarapintada y apropiador de Francisco Madariaga. Juan Antonio Azic, 14 aos. Suboficial principal (R) de la Prefectura, torturador de la ESMA y apropiador de Victoria Donda y Carla Ruiz Dameri. Jorge Luis Magnacco, 10 aos. Era gineclogo en el Hospital Naval y autoridad mdica en la maternidad clandestina de la ESMA. Susana Colombo, 5 aos. Esposa de Gallo y apropiadora de Francisco Madariaga.

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    All, en un lenguaje gestual, con la caminata si-lenciosa pero persistente, nos dijeron durante 36 aos que ellas buscaban verdad y justicia para sus hijos y sus nietos. Lentamente, lo que pareci ser su historia pas a ser la historia de otros. Y con el correr de los aos, esa historia de muchos pas a ser la historia de todos. Nos ensearon a escuchar-las, a encontrar en su relato nuestro relato, el de los argentinos, el de los latinoamericanos, el de la humanidad. La lucha por los Derechos Humanos, la lucha por la verdad y la justicia de todos.

    Estas abuelas, las Abuelas, nos relatan una his-toria que todos debemos seguir relatando, porque hace a nuestra identidad.

    La coleccin Las ABUELAS nos cuentan es una forma de que esta parte de nuestra historia perdure.

    Apropiacin de niosTambin denominada sustraccin sistemtica de nios/as o robo de bebs. Adems del secuestro de adultos, hubo un plan sistemtico de apropiacin de nios. Los nios ro-bados o que las madres paran en los centros de detencin fueron inscriptos como hijos propios por muchos miembros de la represin, vendidos o abandonados en institutos de menores. Durante la dictadura, los militares consideraban que la ideolo-ga que trataban de exterminar poda transmitirse a travs del vnculo familiar. Por eso hacan desapa-recer a sus hijos y entregaban la gran mayora a fa-milias de militares. Anular, borrar su identidad tena como objetivo que no sintieran ni pensaran como sus padres, sino como sus apropiadores. El procedimiento de apropiacin de menores se lle-vaba a cabo de diferentes maneras. Algunos fueron secuestrados junto a sus padres. Otros nacieron en el cautiverio de sus madres que fueron secuestra-das embarazadas. Luego del parto, los hijos eran se-parados de sus madres. Los nios eran entregados a familias que estaban en listas de familias de mili-tares en espera de un nacimiento en esos centros clandestinos. Los nios robados fueron inscriptos como hijos propios por los miembros de las fuerzas de represin, dejados en cualquier lugar, vendidos o abandonados en institutos como seres sin nombre NN, o fraguando una adopcin legal con la compli-cidad de jueces y funcionarios pblicos. De esa manera los hicieron desaparecer tambin al anular su identidad, privndolos de vivir con su leg-tima familia, de todos sus derechos y de su libertad.

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    GLOSARIO

    AAA o Triple AAlianza Anticomunista Argentina. La Triple A fue uno de los primeros escuadrones de la muerte que se form en la Argentina en los aos 70. Era una orga-nizacin paraestatal de ultraderecha, fundada y li-derada por Jos Lpez Rega (llamado popularmen-te el brujo), ministro de Bienestar Social durante el tercer gobierno peronista. Las prcticas habituales de la Triple A fueron los secuestros, asesinatos y desapariciones, las ame-nazas de muerte contra militantes y polticos de iz-quierda, la colocacin de bombas y la confeccin de listas negras que reunan a artistas e intelectuales, muchos de los cuales tuvieron que partir al exilio. Segn la CONADEP, est acreditado que la Triple A cometi 19 homicidios en 1973; 50 en 1974; y 359 en 1975. El Padre Carlos Mugica referente del Mo-vimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo y Rodol-fo Ortega Pea histrico defensor de presos pol-ticos y referente de la izquierda peronista fueron quizs sus vctimas ms emblemticas.Las acciones de la Triple A fueron catalogadas como delitos de lesa humanidad por el juez federal Norberto Oyarbide en 2006. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .AmparoEl amparo es una accin judicial que procede con-tra todo acto u omisin de autoridades pblicas o de particulares, que en forma actual o inminente le-sione, restrinja, altere, o amenace, con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, derechos y garantas reco-nocidos por esta Constitucin, un tratado o una ley.En la Reforma Constitucional de 1994 se incorpora el amparo colectivo y el individual a la Constitucin Nacional (art.43).

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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    Centros Clandestinos de Detencin (C.C.D.)Son tambin llamados campos de concentracin. Los Centros Clandestinos de Detencin (CCD) ms de 550 distribuidos por todo el pas fueron la otra cara necesaria. Para que la persona pudiera desaparecer se necesitaron lugares ocultos, ile-gales, donde alojarlas.All, los ciudadanos secuestrados eran torturados para obtener informacin que permitiera realizar nuevos secuestros y permanecan privados ilegti-mamente de su libertad hasta que, en la mayora de los casos, se los asesinaba.Sus cuerpos eran sepultados como NN en tumbas clandestinas o arrojados desde aviones al mar y al Ro de la Plata. Los CCD fueron, en algunos casos, dependencias que ya funcionaban anteriormente como sitios de detencin. En otros, se trat de loca-les civiles, dependencias policiales e incluso asen-tamientos de las mismas Fuerzas Armadas, acon-dicionados para funcionar como tales. Entre 1984 y 2004 se han reunido denuncias y pruebas sobre la existencia de un gran nmero de centros clan-destinos de detencin no identificados en el primer informe de la CONADEP. El conocimiento de la exis-tencia de los CCD solo fue posible por el testimonio de los sobrevivientes que, en plena dictadura, co-menzaron a realizar sus denuncias en el exterior y luego en todas las instancias judiciales que fueron presentndose dentro del pas.

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .CONADEPLa Comisin Nacional sobre la Desaparicin de Per-sonas fue creada por el presidente argentino Ral Alfonsn el 15 de diciembre de 1983 para investigar las violaciones a los derechos humanos ocurridas entre 1976 y 1983. Su investigacin, plasmada en el libro Nunca Ms que fuera entregado a Alfonsn el 20 de septiembre de 1984, abri las puertas para el juicio a las Juntas de la dictadura militar. Para am-pliar la informacin: www.nuncamas.org

    Crmenes contra la humanidadPor crimen contra la humanidad se entiende la co-misin sistemtica o en gran escala e instigada o di-rigida por un gobierno o por una organizacin polti-ca o grupo, de cualquiera de los actos siguientes: a) asesinato; b) exterminio; c) tortura; d) sujecin a esclavitud; e) persecucin por motivos polticos, religiosos o tnicos; f) discriminacin institucionalizada por motivos ra-ciales, tnicos o religiosos que suponga la violacin de los derechos y libertades fundamentales y en-trae graves desventajas para una parte de la po-blacin; g) deportacin o traslado forzoso de poblaciones, con carcter arbitrario; h) encarcelamiento arbitrario; i) desaparicin forzada de personas; j) violacin, prostitucin forzosa y otras formas de abuso sexual; k) otros actos inhumanos que menoscaben gravemen-te la integridad fsica o mental, la salud o la dignidad humana, como la mutilacin y las lesiones graves.

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Delito de lesa humanidadLeso significa agraviado, lastimado, ofendido: de all que crimen o delito de lesa humanidad aluda a un crimen que, por su aberrante naturaleza, ofende, agravia, injuria a la humanidad en su conjunto.La definicin de crimen contra la humanidad o deli-to de lesa humanidad comprende las conductas ti-pificadas como asesinato, exterminio, deportacin o desplazamiento forzoso, encarcelacin, tortura, viola-cin, prostitucin forzada, esterilizacin forzada, per-secucin por motivos polticos, religiosos, ideolgicos, raciales, tnicos u otros definidos expresamente, des-aparicin forzada, secuestro o cualquier acto inhuma-no que cause graves sufrimientos o atente contra la salud mental o fsica de quien los sufre, siempre que

    dichas conductas se cometan como parte de un ata-que generalizado o sistemtico contra una poblacin civil y con conocimiento de dicho ataque.Se trata de todos los delitos ms graves que puedan existir. Por ello se justifica una respuesta de la comu-nidad internacional.De esta manera, el Derecho brinda una respuesta a la desmesura de estos crmenes que han supe-rado las previsiones de cualquier legislador comn.Ante el desarrollo del fenmeno criminal nazi, po-lticos y juristas tomaron conciencia de la necesi-dad de colmar urgentemente el vaco jurdico en el campo de la proteccin de las minoras nacio-nales en tiempos de paz. Hasta entonces, un Esta-do poda reprimir y matar a sus ciudadanos sin estar limitado por una obligacin internacional, y adems no exista ninguna ley que otro Estado pudiera invocar para justificar una intervencin hu-manitaria. Desde el principio de la segunda guerra mundial, esta impunidad result escandalosa.Los delitos contra la humanidad, poco tiempo des-pus, fueron incorporados como parte de los Prin-cipios de Derecho Internacional reconocidos por el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional ypor las sentencias del Tribunal de Nuremberg, apro-bados por la Comisin de Derecho Internacional en 1950 y presentados a la Asamblea General de las Naciones Unidas.

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .DesaparecidoEl origen del trmino desaparecidos lo da el re-presor y genocida Jorge Rafael Videla cuando en 1978 y frente a las cmaras de televisin, declara impunemente: ...no estn ni vivos ni muertos, estn desaparecidos.Segn la Convencin Interamericana sobre Des-aparicin Forzada de Personas:Se considera desaparicin forzada la privacin de la libertad a una o ms personas, cualquiera que fuere su forma, cometida por agentes del Estado o por personas o grupos de personas que acten con la autorizacin, el apoyo o la aquiescencia del

    Estado, seguida de la falta de informacin o de la negativa a reconocer dicha privacin de libertad o de informar sobre el paradero de la persona, con lo cual se impide el ejercicio de los recursos legales y de las garantas procesales pertinentes.(Argentina ratifica esta Convencin por ley 24.556 el 18/10/1995, un ao despus de su promulgacin, y la incorpora a su Constitucin Nacional mediante la ley 24.820 el 29/05/1997)

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .DictaduraLa dictadura es una forma de gobierno autoritario que se hace del poder, no por el voto del pueblo, sino por el uso de la fuerza, que impone su mandato al margen de las leyes constitutivas y por encima de la voluntad popular, argumentando el inters o necesidad nacional. Concentra el poder absoluto, controlando los tres poderes del Estado: el legisla-tivo, el ejecutivo y el judicial. Aunque muchos dic-tadores han detentado el ttulo de Presidente, con el propsito de aparentar una legitimidad que no posean, han gobernado con poderes extraordina-rios, y no constitucionales, o de facto, degenerando con facilidad en regmenes despticos y tirnicos a menudo violentos.Los dictadores pueden alcanzar el poder en formas muy variadas. Una forma, muy comn en el pasado de Latinoamrica, es que el dictador llega al poder tras un golpe de estado militar y queda posteriormen-te sostenido en su cargo por el Ejrcito; elimina la de-mocracia, cierra el congreso o parlamento; y prohbe las elecciones de los representantes del pueblo, que en democracia se hacen peridicamente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Equipo Argentino de Antropologa Forense (EAAF)El Equipo Argentino de Antropologa Forense (EAAF) es una organizacin cientfica, no gubernamental y sin fines de lucro que aplica las ciencias forenses

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    principalmente la antropologa y arqueologa fo-renses a la investigacin de violaciones a los de-rechos humanos en el mundo. El EAAF se form en 1984 con el fin de investigar los casos de personas desaparecidas en la Argentina durante la ltima dic-tadura militar (1976-1983). Actualmente, el equipo trabaja en Latinoamrica, frica, Asia y Europa. Para ms informacin: www.eaaf.org. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .ESMAEscuela de Mecnica de la Armada. Funcion all uno de los mayores centros clandestinos del pas, en la Avenida del Libertador al 8200, en la Ciudad Autnoma de Buenos Aires. Los detenidos eran alojados y torturados en el sitio donde funcionaba entonces el Casino de Oficiales.La ESMA no solo era un centro clandestino de deten-cin donde se aplicaban tormentos, sino que funcio-naba como el eje operativo de una compleja organiza-cin que, incluso, posiblemente pretendi ocultar con el exterminio de sus vctimas los delitos que cometa. Es as que oper como un gran centro, que proyect y organiz una extensa variedad de actividades delic-tivas clandestinas. Aunque fueron ejecutadas por un grupo especial, no se trataba de actividades indepen-dientes de la estructura jerrquica sino que depen-dan de los mandos naturales de la Armada.La ESMA constituye hoy el emblema de la represin ilegal y del terrorismo de Estado; y es el Espacio para la Memoria y para la promocin y defensa de los Derechos Humanos.Para ms informacin:http://www.derhuman.jus.gov.ar/espacioparalamemoria/ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Estado de sitioEs uno de los regmenes que puede dictar el gobierno de un pas en situaciones excepcionales. Este estado se dicta, generalmente, en caso de invasin, guerra exterior, guerra civil o peligro inmi-nente de que se produzcan.

    Durante este rgimen de excepcin, el gobierno puede restringir o suspender el ejercicio de algunos derechos. Adems, durante ese estado las Fuerzas Armadas de un pas pueden asumir el control de orden interno.Segn la Constitucin Nacional Argentina (1994):Artculo 23: En caso de conmocin interior o de ataque exterior que pongan en peligro el ejercicio de esta Constitucin y de las autoridades creadas por ella, se declarar en estado de sitio la provincia o territorio en donde exista la perturbacin del or-den, quedando suspensas all las garantas constitu-cionales. Pero durante esta suspensin no podr el presidente de la Repblica condenar por s ni apli-car penas. Su poder se limitar en tal caso respecto de las personas, a arrestarlas o trasladarlas de un punto a otro de la Nacin, si ellas no prefiriesen salir fuera del territorio argentino. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .GenocidioEs un trmino acuado por Raphel Lemkin, a raz del nazismo, y se lo describe como un crimen con-tra el derecho de gentes, sea cometido en tiempos de paz o de guerra. Es el ejercicio criminal de la so-berana estatal. Es cualquiera de una serie de actos cuya comisin tiene por objeto la destruccin total o parcial de ciertos grupos de personas. Es esta in-tencin lo que distingue el genocidio de otros cr-menes de lesa humanidad. Para ampliar, ver: http://web.amnesty.org/library/index/esIIOR400042000?Open&of=esl-393. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Hbeas corpusEl hbeas corpus es una institucin jurdica que ga-rantiza la libertad personal del individuo, a fin de evi-tar los arrestos y detenciones arbitrarias. Se basa en la obligacin de presentar a todo detenido en el plazo de 24 horas ante el juez, quien podra or-denar su libertad inmediata si no encontrara motivo suficiente de arresto. Puede decirse que tutela los

    derechos fundamentales derivados de la vida y la libertad frente a cualquier acto u omisin de cual-quier autoridad, funcionario o persona, que pueda vulnerar dichos derechos.En la Argentina, con la reforma Constitucional de 1994, se establece el reconocimiento con jerarqua constitucional de los instrumentos internacionales sobre derechos humanos, incorporndose entre otros a esta jerarqua especficamente el hbeas cor-pus por la desaparicin de personas. De esta manera se desprende que an durante la vigencia del estado de sitio la accin de hbeas corpus podr ser inter-puesta por el afectado o por cualquiera en su favor y el juez resolver de inmediato. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .IndultoEs la facultad presidencial que consiste en perdo-nar y conmutar penas. El indulto no incluye el per-dn a procesados sin sentencia. En 1989 y 1990, el presidente Carlos Menem firm dos decretos in-dultando a los detenidos y procesados por violacio-nes a los Derechos Humanos durante la dictadura militar iniciada en 1976, a los participantes de los levantamientos carapintada de 1987 y 1988 y a militantes de las organizaciones guerrilleras cuyo procesamiento haba sido ordenado por el decreto 157 firmado por Ral Alfonsn en 1983. Los excomandantes condenados en el Juicio a las Juntas, que se encontraban cumpliendo condena, quedaron en libertad. El resto de los indultados eran procesados sin sentencia, por lo que los indultos fueron intensamente rechazados por el movimiento de Derechos Humanos y por el resto de la sociedad en su mayora, por ser considerados inconstitucio-nales, dado que el Indulto no es aplicable a perso-nas procesadas sin sentencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Ley de Obediencia DebidaLey 23.521, sancionada en junio de 1987, luego de la rebelin militar de Semana Santa que benefici a mi-litares y miembros de fuerzas de seguridad al estable-cer que los delitos por los que fueron acusados no son punibles. por haber obrado en virtud de obedien-cia debida y bajo coercin de sus superiores. De ese modo impona niveles de responsabilidad entre quie-nes violaron los Derechos Humanos (aquellos que dieron rdenes y aquellos que las cumplieron). Esta ley fue intensamente rechazada por el movimiento de Derechos Humanos. Las crticas se deban a que la ley presupona que todos haban actuado bajo un es-tado de coaccin en el que no pudieron optar, y por lo tanto impeda la posibilidad de juzgar y condenar a los cuadros de rango, intermedios y bajos de las fuer-zas represivas, estableciendo que su actuacin se en-marcaba en el principio de la obediencia debida (en tanto cumplan rdenes, sus actos no eran punibles).En noviembre de 2003 el Congreso de la Nacin de-clar la nulidad legislativa de la ley de Obediencia De-bida; y en junio de 2005, la Corte Suprema de Justicia de la Nacin anul las leyes del perdn que incluyen la Ley de Punto Final y la Ley de Obediencia Debida. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Ley de Punto Final Ley 23.492, dictada por el gobierno de Ral Alfonsn en diciembre de 1986. Fijaba un plazo de 60 das para iniciar causas y llamar a declarar en forma in-dagatoria a eventuales imputados por violaciones a los derechos humanos durante la dictadura militar. Estableca al mismo tiempo el beneficio de la pres-cripcin de los delitos cometidos por civiles bajo rdenes militares. El punto final no inclua el delito de sustraccin sistemtica de menores. En noviembre de 2003 el Congreso de la Nacin de-clar la nulidad legislativa de la ley de Punto Final, y en junio de 2005 La Corte Suprema de Justicia de la Nacin anul las leyes del perdn que incluyen la Ley de Punto Final y la Ley de Obediencia Debida.

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    NNDel latn non nomen, sin nombre. Se refiere a res-tos humanos cuya identidad se desconoce. Durante la ltima dictadura militar, en fosas comunes se en-terraban cuerpos de personas asesinadas, sin nin-guna identificacin. Gracias al trabajo del Equipo Argentino de Antropologa Forense, se han localiza-do, exhumado e identificado muchos cuerpos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Operacin CndorFue un plan secreto que coordin durante la ltima dictadura tareas de inteligencia, persecucin, se-cuestro y asesinatos que fueran perpetrados por los organismos represivos de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay. Actuaron incluso fuera de las fronteras de estos pases.En su prctica terrorista para la cual la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de Estados Unidos proporcion inspiracin, financiamiento y asistencia tcnica, las dictaduras de Amrica del Sur llegaron a una coordinacin supranacional de la represin, incluso por encima de diferencias importantes en otros campos, como las vinculadas a las hiptesis de guerra entre s. As, persiguieron a los disidentes a travs de la Operacin Cndor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .SubversivoEste trmino, cuyo significado es persona que bus-ca con sus acciones transformar o alterar el orden social vigente, fue utilizado por las dictaduras para sealar a todos sus opositores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Terrorismo de EstadoEl terrorismo de Estado implica el uso de la violencia que ejerce un gobierno en contra de una poblacin civil determinada, para alcanzar sus objetivos eco-nmicos, sociales y polticos como as tambin el sometimiento que de otra forma no se producira. Esta clase de terrorismo no es de manera alguna equiparable al terrorismo ejercido por personas o grupos (...). La razn es muy sencilla: si soy agre-dido en mis derechos, libertades o propiedad por otro individuo o por un grupo, siempre me asiste el recurso de acudir a las fuerzas pblicas de que dispone mi Estado para mi defensa. Por el contrario, si la agresin parte de las mismas fuerzas pblicas, entonces mi estado de indefensin es absoluto, puesto que no existen instancias superiores para mi resguardo dentro del Estado. De ah que el gra-do de criminalidad que importa este terrorismo sea mucho mayor que el que pudiera ejercer grupo al-guno. (Caiati, M. y D. Frontalini, El mito de la guerra sucia, CELS, 1984).

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    SUGERENCIASPARA LA LECTURAEN EL AULAPara el trabajo en el aula con alumnos de Nivel Primario

    Cada familia husihuilke conservaba un cofre, he-redado por generaciones, que los mayores tenan consigo. Aunque tena algo menos de dos palmos de altura, y un nio pequeo poda rodearlo con sus bra-zos, en l se guardaban recuerdos de todo lo impor-tante que haba ocurrido a la gente del linaje familiar a travs del tiempo. Cuando llegaban las noches de contar historias, volteaban el cofre hacindolo dar cuatro tumbos completos: primero hacia adelante, despus hacia atrs y, finalmente, hacia cada cos-tado. Entonces, el ms anciano sacaba del cofre lo primero que su mano tocaba, sin vacilar ni elegir. Y aquel objeto, evocador de un recuerdo, le sealaba la historia que ese ao deba relatar. A veces se tra-taba de hechos que no haban presenciado porque eran mucho ms viejos que ellos mismos. Sin em-bargo lo narraban con la nitidez del que estuvo all. Y de la misma forma, se grababa en la memoria de

    quienes tendran que contarlo, aos despus.Los husihuilkes decan que la Gran Sabidura

    guiaba la mano del anciano para que su voz trajera desde la memoria aquello que era necesario volver a recordar. Algunas historias se repetan incansable-mente.

    Algunas se relataban por nica vez en el paso de una generacin; y otras, quiz, nunca seran contadas.

    Pienso en las viejas historias que quedaron para siempre dentro del cofre dijo Thungr. Si nadie las cont, nadie las oy. Y si nadie las oy...

    Nadie las recuerda complet Kush, que llega-ba con su vasija cargada de menta dulce. Siempre repites lo mismo y me obligas a repetir a m.

    Tantas veces te lo he dicho! Cuando algo cierta-mente grande ocurre suelen ser muchos los ojos que lo estn viendo. Y muchas las lenguas que saldrn a contarlo. Entonces, recuerda esto, las viejas historias que jams se cuenten alrededor de un fuego, alre-dedor de otro se contarn. Y los recuerdos que un linaje ha perdido viven en las casas de otro linaje.

    Liliana Bodoc. Los das del venado, Buenos Aires, Norma, 2001, pp. 48-49.

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    EL COFRE CERRADO

    Abuelas, nietos, padres, hijos, son lineas de des-cendencia que van generando la identidad, que no solo se configura de los mayores hacia los menores: se sostiene en un movimiento reversible en el cual la construccin de la propia historia se apoya en la re-lectura de la identidad de las generaciones anteriores.

    Y son hechos grandes los que van armando nuestra identidad. Sucesos, que pueden ser cotidianos o que pueden haber sucedido en momentos previos a nuestra existencia o en lugares diferentes a los que habitamos.

    Nuestra historia personal est atravesada, tejida en las circunstancias histricas que rodean el momento y el lugar de nuestro nacimiento y esas circunstancias nos tocan, nos corresponden inevitablemente.

    La memoria y la libertad personal de contar his-torias, y las circunstancias en las que estas historias sucedieron, dejan huellas en cada uno de nosotros, as las estemos contando o escuchando. Y a veces las historias se narran en formas diferentes y estas versiones que coexisten entre s dan cuenta de las capas complejas que la realidad tiene y de la cons-truccin interminable que vamos haciendo de ella.

    Los diversos puntos de vista existen, las lecturas distintas de la realidad existen. Se podrn acallar o es-conder por un tiempo pero no por no escucharlas o silenciarlas dejarn de existir.

    Cuando el saber sobre los propios orgenes y sobre los sucesos familiares se oculta, se produce una fractura en la vida de una persona. Cuando los secretos son de toda una sociedad, cuando a travs del poder se silencian las voces de las personas, las consecuencias son muy importantes y muy graves para el crecimiento de esa sociedad.

    El 24 de marzo de 1976 comenz un proceso de silenciamiento en nuestro pas, con el golpe de Estado que design como presidente de facto al general Jorge Rafael Videla. A partir de ese da em-pez lo que hoy reconocemos como la dictadura ms sangrienta que vivi el pueblo argentino.

    Entre las 30.000 personas desaparecidas, hubo muchos nios pequeos. Bebs nacidos durante el cautiverio de sus madres, a quienes les fueron usurpa-dos. Nios a los que les fue robado el derecho de una historia, a los que les fue negado el relato que da razn

    y origen a sus vidas. Nios que crecieron rodeados de secretos y murmullos, y a quienes sus abuelas busca-ron y buscan incansablemente para contarles su ver-dadera historia. Una historia que ellas, las Abuelas de Plaza de Mayo, vienen contando desde hace 35 aos. Las Abuelas son narradoras natas, que buscaron y buscan diferentes maneras de contarnos una historia que es la de cada uno de nosotros. Sacuden el cofre de los recuerdos y sus manos extraen aquello que es necesario volver a contar, aquello que vieron muchos y silenciaron otros tantos, aquello que necesitamos co-nocer para saber quines somos.

    Las Abuelas de Plaza de Mayo cuentan nuestra historia incansablemente hasta hacerse or, hasta que cada uno de nosotros encuentre las palabras propias para contarla, hasta que podamos recono-cernos como parte de esa historia. Ellas comenza-ron a contrsela a ellas mismas; primero en silencio, en su profundo dolor, creyendo que cada una esta-ba sola con su historia. Luego fueron encontrndo-se con otras abuelas, y la compartieron entre ellas, casi en secreto. Juntas encontraron el valor para comenzar a contrsela a todo aquel que quisiera or, y se empezaron a hacer ver, en las rondas de la Plaza de Mayo junto a las Madres de Plaza de Mayo.

    All, en un lenguaje gestual, con la caminata si-lenciosa pero persistente, nos dijeron durante 35 aos que ellas buscaban verdad y justicia para sus hijos y sus nietos. Lentamente, lo que pareci ser su historia, pas a ser la historia de otros. Y con el correr de los aos, esa historia de muchos pas a ser la historia de todos. Nos ensearon a escuchar-la, a encontrar en su relato nuestro relato, el de los argentinos, el de los latinoamericanos, el de la hu-manidad. La lucha por los Derechos Humanos es la lucha por la verdad y la justicia de todos.

    Estas abuelas, Las Abuelas, nos relatan una his-toria que todos debemos seguir relatando, porque es nuestra y hace a nuestra identidad.

    Esta coleccin Las ABUELAS nos cuentan es una forma de que esta parte de nuestra historia perdure.

    LA COLECCIN

    Esta coleccin consta de obras literarias de nue-ve autores, ilustrados por Mnica Pironio, un DVD que incluye cinco videos y dos cuadernillos destina-dos a las y los docentes. Entre los videos, hay una conversacin de un grupo de nios con algunas de las Abuelas de Plaza de Mayo y la visita de Estela de Carlotto a un jardn de infantes.

    Este material ofrece diversas entradas y aborda-jes. Un modo de presentarlo a los chicos es, por ejemplo, a partir del nombre de la coleccin y del logo: Las ABUELAS nos cuentan y el logo de Abue-las de Plaza de Mayo, con sus tres palabras, Iden-tidad, Familia, Libertad. Se genera un nuevo valor hacia ese objeto libro que se tiene en las manos. Siempre es interesante explorar los nombres de las colecciones de los libros que leemos y les leemos a nuestros alumnos, y puede ser esta una buena ocasin para pensar en ellas.

    Muchos de los nombres de las colecciones que ms comnmente se encuentran en las aulas remi-ten a una cierta sensacin de lectura; en realidad a una idea del lector, que vale la pena abrir a prop-sito de sta en particular.

    La coleccin est pensada bsicamente para ni-as y nios de primaria pero, en realidad, las eda-des se amplan cuando pensamos en un trabajo de intercambio entre ellos y cuando pensamos en la historia de la coleccin en s, a partir de la explora-cin del logo y del nombre.

    Los nios ms pequeos pueden encontrar fa-cilitadores para sus lecturas en sus pares, en sus compaeros, advirtiendo que no solo el docente tiene una interpretacin vlida del texto. Los alum-nos ms grandes, al leer pueden volver a interpretar algo que haban dejado atrs y reencontrarse con sus viejas historias en una forma nueva. El tiempo transcurrido de vida y las lecturas acumuladas se-guramente los han modificado y pueden volver a contar su historia. Adems, esta lectura con grupos de diversas edades desarrolla valores solidarios, de ejercicio igualitario de la palabra y de generacin de autoestima positiva para unos y otros.

    En los videos se pueden conocer a algunas de las Abuelas. Son mujeres que siguen hablando so-

    bre lo que les preocupa: el destino de sus nietos y sus nietas. Cuentan sin tapujos una historia difcil y hablan del derecho a la vida y a la verdad. Abren a las preguntas de los nios los hechos silenciados por muchos durante un largo tiempo. Los chicos merecen saber quines son, dicen.

    Desplegar la historia de las Abuelas de Plaza de Mayo, que es desplegar nuestra historia, puede dar lu-gar obviamente a muchas conversaciones con los chi-cos, ms all de las circunstancias histricas. Pueden, por ejemplo, suscitarse dilogos sobre los nombres propios, invitndolos a que pregunten en su casa por qu eligieron ponerles ese nombre; la historia de los nombres familiares, y hasta de rboles genealgicos que les podemos ayudar a construir si a los chicos les interesa traer al aula los datos para hacerlo. Estas acciones no son nuevas. Muchas veces hemos traba-jado sobre los nombres o sobre las familias. Lo que necesariamente debe ser nuevo cada vez es la escu-cha, el clima, para que esa historia sea realmente ni-ca y nos demos cuenta de que no hay dos nombres iguales aunque suenen de la misma manera.

    Por ah es interesante que se desplieguen pocas historias personales cada vez, de manera que cada una se recorte como algo especial y no pase desaper-cibida entre muchas otras. Porque las palabras, las pro-pias, sirven para eso, para no pasar desapercibidos y tener peso en la historia que vamos armando da a da con nuestra vida. Y dentro de este marco de confianza, de esta comunidad de lectores, de interpretacin, de estos interlocutores vlidos que se han descubierto, es posible leer, siempre en sentido amplio, otras historias y dejarse llevar de cuento en cuento, de idea en idea, de recuerdo en recuerdo y abrir la lectura del mundo. As, se abren en el video diferentes formas de leer y de interpretar algunos de los cuentos que forman parte de la coleccin.

    El cuento El vuelo del sapo, ledo por su autor co-bra otro cuerpo, tiene voz y textura y tambin color, a travs de las ilustraciones de Mnica Pironio. Esta lectura es tambin una de las muchas interpretacio-nes posibles. Pues, aunque las palabras no cambien, necesariamente va a cambiar la voz que lo narra, su tono, su cadencia, su expresin. La lectura de Gus-

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    tavo Roldn es tranquila y cotidiana y revaloriza el simple acto de leer, de ponerle el cuerpo a la lectura, con toda su complejidad.

    Tambin en el encuentro del autor con los ni-os se desmitifica la figura del escritor que toma la dimensin del trabajo. El encuentro, adems, se plantea con un tema en comn, ambientado en un marco de encuentro en la sede de Abuelas de Plaza de Mayo y gira alrededor de la escritura, la libertad de expresin y la funcin del arte en momentos di-fciles, revalorizando el libre pensamiento.

    Con seguridad, siempre es interesante reunirse con autores que puedan hablar con los chicos de su trabajo de escritura. Esto es posible cuando se encuentran convocados por cierto tema que les in-teresa y los compromete, y la experiencia se enri-quece enormemente cuando los nios conocen y disfrutan de la obra de un autor. Entonces, ms que una serie de preguntas de los chicos, lo que sucede es un encuentro directo entre escritor y lector, un intercambio fluido y enriquecedor en donde los lec-tores tambin ponemos nuestras palabras.

    El cuento Noche, Luna y Cielo, de Margarita Eggers Lan, est representado con tteres de dedo. El titirite-ro Rafael Cursi, con la asistencia y direccin de Ana Alvarado, esgrime pequeos tteres y relata a cara descubierta, sin por eso traicionar la magia que el teatro de tteres tiene.

    Puede ser un buen punto de partida para animar-se a fabricar tteres de dedo en el aula. Una forma simple de hacerlo es, por ejemplo pegando peque-as caritas que representen diferentes personajes en los dedos de un guante. As, los nios tendrn personajes para interactuar entre ellos y crear vo-ces e historias diferentes para cada uno.

    Recordemos que no se trata de copiar unos per-sonajes o una tcnica, sino de buscar con nuestros alumnos diferentes formas a travs de las cuales cada uno pueda expresarse.

    La obra de teatro El reglamento es el reglamento, de Adela Basch, aparece representada por actores que participan en Teatro x la Identidad,9 que le die-

    5. Organizacin de actores y dramaturgos que desde hace diez aos colaboran con las Abuelas en la bsqueda de los nietos, a travs del teatro. www.teatroxlaidentidad.net

    ron voz y fundamentalmente expresin a cada uno de los personajes. Un tema interesante a partir de este cuento es hacerse la pregunta: quin hace las reglas? Hay reglas explcitas que son las leyes y normas, la constitucin, etc., y otras implcitas que son los hbitos que se van construyendo en los vn-culos entre las personas que vivimos en una misma sociedad.

    Los materiales hasta aqu presentados se com-pletan con estas Sugerencias para la lectura en el aula, esperando que los textos y las lecturas des-plegadas sigan trabajando en la vida de nuestros alumnos y en la nuestra.

    Entonces, demos vuelta el cofre, hacindolo dar cuatro tumbos completos: primero hacia adelante, despus hacia atrs y, finalmente, hacia cada cos-tado. Y preparmonos para abrirlo.

    ABRIR EL COFRE

    Reconocerse en las historias que se narran fami-liar y colectivamente es una forma de constituirse como persona. No importa que esos relatos no nos tengan como protagonistas principales; lo que nos dan es, justamente, una cadena en la cual engan-charnos. Nos permiten generar nuevas palabras para armar tramas nuevas y reparar, de alguna forma, los viejos problemas que de otra manera permanece-ran silenciados y condenados a repetirse hasta que se les puedan poner las palabras necesarias.

    Las historias pueden contarse tantas veces hasta que encontremos nuestra propia forma de narrarlas y as comencemos a apropiarnos de ellas con nuestros propios matices. La narracin, la lectura, a veces es un camino para encontrar las palabras que nos expli-quen a nosotros mismos, que nos den las respuestas que estbamos buscando, para encontrar una puerta donde antes haba paredes. Somos una especie sujeta al relato y es a partir de este como nuestra identidad, nuestra subjetividad se va construyendo.

    Ya sea a partir de la narracin o de la lectura, las palabras nos van trabajando y nosotros trabajamos a las palabras al apropirnoslas. Hablamos aqu de narracin y de lectura en un sentido amplio. La na-rracin es ms que aquello que se muestra en una si-tuacin de contar explcitamente. Tambin involucra el dilogo, las respuestas, los gestos que nos hacen parte de un vnculo familiar. La lectura es ms que aquello que viene de la decodificacin de la pala-bra escrita. Es tambin la forma en que cada uno da sentido a lo que lee o escucha o mira. Son tambin los recuerdos y sensaciones personales que se nos disparan, las significaciones mltiples que les atribui-mos. Y es algo particular y cambiante para cada uno y que va armndose en capas de significacin que se van agregando y a la vez van develando algo ms oculto del texto, algo que se nos escapa.

    Por eso nos interesa escuchar o leer la misma historia varias veces, porque nunca es la misma, porque nosotros ya fuimos trabajados por ella y por los acontecimientos de la vida que nos preparan para descubrirle otros matices, para leerla de otra manera, para encontrar otras preguntas y volver a la lectura.

    PALABRA A PALABRA

    Con los chicos establecemos un pacto de con-fianza: nuestros alumnos confan en que les leemos eso que est escrito y que si lo leen ellos mismos van a encontrar las mismas palabras. Las maestras y los maestros, cuando leemos a nuestros alumnos, ocupamos el lugar de mediadores entre el libro y los chicos sosteniendo las palabras de ese libro, fijas, inmutables. Lo que agregamos, inevitablemente, es nuestra voz, nuestros matices, nuestra postura, un nfasis puesto en una u otra parte. Y es una de las muchas lecturas posibles.

    No hablamos de mediador como el que se pone en el medio entre el libro y el nio cuando alguien no sabe leer; no es el mediador que repone una falta. El mediador es el lazo para acercar al nio al libro y generar un inicio de todas las lecturas posi-bles a lo largo de la vida. Es un facilitador, un puente, una pasarela, un acompaante, alguien que se pone a disposicin, fundamentalmente cuando hablamos de la lectura y los chicos. Y ese ponerse a disposi-cin es ms que leer en voz alta, es generar un clima de confianza para que los alumnos puedan hablar acerca de lo que les pasa con los libros.

    La lectura, y sobre todo la lectura de ficcin, puede ser un lugar de juego para el adulto y el nio. Hablamos de juego en el sentido de ese espacio imaginario al que se puede entrar y salir, en el que podemos hacer como si furamos de otra manera o viviramos en otros lugares, en donde podemos ponernos en lugar de otro, en la situacin de otro, sin dejar de ser nosotros mismos.

    La lectura hereda, de alguna manera, la pasin del juego de la infancia. Es una pasin activa que pregunta, interviene, modifica y que va construyen-do una lectura tambin activa que se alimenta, en-tre otras cosas, de las voces de familia, de las histo-rias comunitarias y de los relatos que hacemos de nuestra propia vida.

    Cada uno de nosotros, con seguridad, podemos recordar a nuestros mayores contndonos historias familiares, ancdotas, secretos a voces, cuentos que ya se haban contado y todo eso nos iba con-formando una biblioteca interna; una textoteca, como dice Laura Devetach: armada con palabras,

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    canciones, historias, dichos, poemas, piezas del imaginario individual, familiar y colectivo. Textote-cas que se movilizan y afloran cuando se relacio-nan entre s.10 Por qu? Porque nos dicen que nuestras familias vivieron en determinados sitios y que tuvieron ciertas experiencias, y que actan de determinada manera en funcin de la lectura que ellos hicieron de esa historia y de cmo pudieron interpretarla y hacerla vivir en el aqu y ahora. En la medida en que esos relatos se transmitan de gene-racin en generacin, cada uno de nosotros podr tomarlos y plantear nuevas respuestas, nuevas for-mas de relacionarnos con la cotidianidad a partir de ese saber. Para as poder aceptarla plenamente o revisarla, actualizarla, hacerla crecer y no solamen-te acatar preceptos enunciados con palabras que, por ajenas, aparecen vacas de sentido.

    Tener relato puede ser tener la libertad para con-tarlo con palabras distintas, siempre y cuando de eso s se hable, siempre y cuando tengamos el espacio de confianza suficiente para hacer nuestras pregun-tas, para contarlo de nuevo de una forma nueva, igual y diferente a la vez. La historia no cambia pero se actualiza, se espesa, se engrosa, toma aire, se resig-nifica, se le devela una nueva capa, se le descubre un nuevo matiz y, en ltima instancia, puede gene-rar nuevos sentimientos sobre lo dicho o escuchado muchas veces. Y esto es una nueva lectura.

    A veces los relatos familiares y los cuentos que-dan sepultados en las casas por lo inmediato, por la falta de tiempo. No siempre el hecho de no na-rrarles a los chicos esas historias tiene que ver con no querer hacerlo; sino con que a los adultos no se nos ocurre la posibilidad de que el dilogo que puede generarse a partir de esas historias resulte enriquecedor para ellos y para nosotros mismos, por los lazos y las posibilidades de reconocernos que genera.

    Pensemos, por ejemplo, en aquellos aos cuan-do en el mismo hogar convivan los abuelos encar-

    10. Laura Devetach. El vaivn de los textos, o de dnde salen los cuentos?. La Mancha, N 8, marzo de 1999.

    gndose de la educacin, la transmisin de cono-cimientos y de una rica tradicin oral. Cuando esta estructura cambia y en una casa solo conviven dos generaciones, los padres y los hijos, la escuela asu-me mayores responsabilidades, incluso la de mante-ner viva la tradicin oral.11

    Por supuesto no es la escuela el lugar exclusi-vo donde los nios van a construir su identidad, pero sin duda es un mbito muy propicio para que las palabras se desplieguen libremente y puedan apropiarse de ellas. Por eso, es interesante generar conversacin alrededor de aquello que los chicos leen, escuchan y piensan; para que esa charla los anime a tomar la punta de un ovillo que permanece compacto y desenrollarlo. La idea no es bucear en los ltimos y ms ntimos secretos familiares, sino generar ciertos climas en donde las canciones fami-liares, los cuentos y sus versiones, los trabalenguas, los poemas, los nombres, las palabras muchas veces en otro idioma que circulan en los mbitos familiares y comunitarios, tengan lugar dentro de la escuela, con el clima de confianza necesario para que esto se ponga de relieve.

    No solamente nosotros, como docentes, pode-mos generar en el aula espacios de conversacin sobre la tradicin oral, sino tambin sobre aquello que los chicos construyen en relacin a lo que leen o escuchan leer; a los nuevos cuentos, a las nue-vas historias que vayan descubriendo. Esto tambin necesita un marco de confianza que garantice el permiso de hablar y tambin el derecho a no decir todo, a no forzar la opinin. Es una conformacin sutil, que parte de que nosotros, los maestros, po-damos corrernos para darles la palabra y de que, al mismo tiempo, estemos all para escucharla y ha-cerla escuchar.

    Entonces, poco a poco, se va formando una co-munidad de lectores que pueden y volvemos a reiterar que hablamos de lectores en sentido am-plio generar sentidos alrededor de lo que se lee. Al hablar, estas lecturas, estas construcciones de

    11. Gemma Lluch. Cmo analizamos relatos infantiles y juveniles. Bogot, Norma, 2005.

    sentido se hacen visibles, toman grosor, voz, se en-cuentran con otras lecturas, se modifican, se libe-ran, crecen y, a veces, nos sorprendemos de lo que decimos.

    Es interesante que los docentes generemos ese clima de conversacin donde las interpretaciones de los chicos, sus sensaciones frente a los textos, se sumen, se compartan. La idea no es que algunas interpretaciones son ms adecuadas que otras, sino justamente que puedan coexistir enriquecindonos todos con la manera particular de mirar, de leer el mundo que cada uno tiene.

    HABLAR LA LECTURA

    Pueden afianzarse nuestras lecturas en la medi-da en que podamos intercambiarlas con otras per-sonas. El sentido de los libros, de las historias, de las informaciones, de lo que leemos, miramos o es-cuchamos no est todo en el texto mismo, sino que el lector lo construye en cada una de sus lecturas, descubriendo sus capas, pudiendo jugar el punto de vista del otro para volver despus al propio y agregarle alguna pista. As, esta lectura puede que-dar resonando, muchas veces, por mucho tiempo en nuestra vida, incluso para siempre.

    Si en la escuela podemos generar un espacio amigable para que los chicos sientan que pueden decir lo que piensan; si adems, pueden decir lo que sienten sin temor a ser censurados; si adems de lo que sienten y piensan pueden mostrar y compartir las palabras de sus familias; si adems la escuela puede generar que cada uno se haga las preguntas importantes y pueda buscar las respuestas, todo eso casi en el mismo acto de tomar la palabra; en-tonces estamos hablando de una escuela en donde alumnos y maestros pueden compartir sus lecturas del mundo. Tambin, desarrollar su identidad, cons-tituirse como comunidad con valores hablados, ex-plcitos y personales, a partir de la recuperacin de la memoria colectiva y de la apropiacin de las pa-labras. Una escuela en la que, como dice Graciela Montes: Todos podemos sentirnos, al menos por un rato, el dueo del cuento.12

    12. Graciela Montes. La gran ocasin. La escuela como sociedad de lectura. Buenos Aires, Plan Nacional de Lectura, Ministerio de Educacin, Ciencia y Tecnologa de la Nacin, 2005.

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    LAS VOCES DE LA MEMORIA

    no es posible Treparse de nuevo a la vida ese irrepe-Tible viaje en diligencia una veZ llegada a su fin, pero si se Tiene un libro en la mano, por complicado y difcil de enTender Que sea, cuando se Termina de leer, se puede, si se Quiere, volver al principio, leerlo de nuevo y enTender as Qu es lo di-fcil y, al mismo Tiempo, en-Tender Tambin la vida.orhan pamuk, El castillo blanco.13

    Tal vez en esta poca la imagen de la abuela en la mecedora que, mientras teja, les contaba histo-rias a los nios de la familia, no sea lo ms frecuen-te. En esta coleccin Las ABUELAS nos cuentan, por supuesto no se busca volver a esa imagen pero s a figuras que pueden dar cuenta de buena parte de nuestra historia personal y colectiva, incluyendo la historia familiar que nos preexiste y nos da perte-nencia e identidad.

    Las abuelas que cuentan en esta coleccin son abuelas con una particularidad especial: la de haber vivido experiencias dolorosas en comn, haberse po-

    13. Citado en Alberto Manguel. Una historia de la lectura. Bogot, Norma, 1999, p. 42.

    dido agrupar contra el miedo, a pesar del dolor y ha-ber institucionalizado la figura de abuelas que pueden revelarles una buena parte de su historia a sus nietos. A nietos que no saben que son sus nietos. Nietos cu-yos padres desaparecieron sin tener la oportunidad de poder abrazar y acunar a sus propios hijos lo sufi-ciente como para hacerles saber quines son.

    Las Abuelas de Plaza de Mayo, entonces, buscan. Buscan a sus nietos para abrazarlos, para contarles, para restituirles la identidad que les fue arrancada, para que las historias puedan abrirse al encontrar a su destinatario.

    Pero tambin tienen otra historia para contar a la sociedad: la historia de su bsqueda y de lo que pas durante los aos de la dictadura militar, y lo que hicieron y pensaron durante su lucha. Una his-toria que necesariamente debe ser contada porque es la nuestra.

    Una forma de que esta parte de nuestra historia perdure es esta coleccin de cuentos selecciona-dos por algunas de ellas para que los chicos disfru-ten de esas narraciones.

    Sugerimos algunos temas de conversacin a par-tir de los cuentos presentados. La idea no es que sean los nicos posibles, sino puntas para seguir desovillando e ir pasando la madeja para que los chicos la desovillen con nosotros y cada uno pue-da mostrar su propio color. Lo importante a tener en cuenta es que se trata de recursos para seguir pensando; pero lo fundamental es que los chicos puedan decir lo que les pasa con los cuentos, en la medida en que les resulte posible tomar ese es-pacio de confianza. Por supuesto que puede pasar que alguien no quiera decir nada y eso tambin es vlido, pues es un espacio de recreacin del mundo ntimo que la mayor parte de las lecturas estimu-lan. El espacio de confianza se arma con el respeto al silencio del otro. Un silencio espeso, importante, que habla del impacto que las lecturas producen en cada uno. Es necesario poder aceptar, adems de las opiniones, las sensaciones que a los chicos les produce eso que leyeron.

    Se trata de crear un ambiente en el que se pue-da mostrar la aceptacin y el rechazo por determi-

    nados cuentos, y desplegar lo que se enmascara detrs de esas impresiones. Entonces, lo que pare-ce obvio ya no lo es tanto y nos damos cuenta de que no todos pensamos y sentimos igual. Por eso es enriquecedor no dar nada por sobreentendido, pues lo que a alguien le parece comn es descubri-miento para otro.

    Esa atmsfera tambin se construye dndose el permiso de ir y volver en el texto de un cuento, rele-yendo un fragmento, por ejemplo, incluso mientras se lo est leyendo. Permiso para preguntar, para volver atrs, para esperar la respuesta que el tex-to proveer (o no) en determinado momento, para mostrar la ansiedad que esa espera produce.

    Pensemos en nosotros, adultos, como lectores: cuando leemos rpido para llegar al desencadena-miento de determinada accin, cuando pasamos pginas para ver cmo se resuelve una situacin, cuando paramos de leer para dejarnos llevar por los pensamientos que desencaden la lectura, cuando volvemos atrs para retomar un punto que nos que-d oscuro o para releer algo que nos provoc un placer particular. Todas estas son acciones que los lectores llevamos a cabo durante la lectura, no des-pus de haberla terminado.

    Si algo nos inquieta en ella, a veces nos resistimos y esperamos, otras aceleramos y buscamos la reso-lucin de la trama. Son acciones ricas, interesantes, en las cuales se juega ms que el texto: nos jugamos y jugamos con nosotros a travs de l, en esa zona protegida y a la vez riesgosa que es la lectura.

    ESCENAS DE LECTURA

    Estas son algunas propuestas que pueden invitar a otras. Algunas ideas para partir de los cuentos y para que se transformen en trampolines a otros cuentos o poemas, a los relatos propios, a otros li-bros